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La voz encendida

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El Gobierno del Estado de Michoacán a través de la Secretaría de Cultura, presenta: Premios Michoacán Literatura 2012 Ganadores VI Concurso de Ópera Prima, Narrativa

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La voz encendida

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GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO

Fausto Vallejo Figueroa

Gobernador Constitucional

Marco Antonio Aguilar Cortés

Secretario de Cultura

Juan García Tapia

Secretario Técnico

Fernando López Alanís

Director de Formación y Educación

Jaime Bravo Déctor

Director de Producción Artística y Desarrollo Cultural

Raúl Olmos Torres

Director de Promoción y Fomento Cultural

Paula Cristina Silva Torres

Directora de Vinculación e Integración Cultural

Héctor García Moreno

Director de Patrimonio, Protección y Conservación

de Monumentos y Sitios Históricos

Miguel Salmón del RealDirector de la Orquesta Sinfónica de Michoacán

María Catalina Patricia Díaz Vega

Delegada Administrativa

Héctor Borges Palacios

Jefe del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura

Page 5: La voz encendida

Carolina López Herrejón

GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN

SECRETARÍA DE CULTURA

CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES

La voz encendida

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La voz encendidaPrimer edición, 2012

© Carolina López Herrejón© Secretaría de Cultura de Michoacán

ColecciónPremios Michoacán de Literatura 2012VI Concurso de Ópera Prima, Narrativa

Jurado calificador:Ernesto Hernández DoblasRoberto Manuel Barajas Castillo

Imagen de portada:Entre las sombras se ocultan las formas y las mariposas nocturnasde Emilia Solís González

Diseño editorial:Paulina Velasco Figueroa

De venta en la Librería Ágora

de la Casa de la Cultura de Morelia

Secretaría de Cultura de MichoacánIsidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc,C.P. 58020, Morelia, MichoacánTels 01 (443) 322-89-00, 322-89-03, 322-89-42www.cultura.michoacan.gob.mx

ISBN: 978-607-8201-29-7

Impreso y hecho en México

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Índice

1. Yo, tú, él y ella 11

Lepidóptera 15

El caballito, el apache

y la maringuía también 23

Carmen 27

Un corto cabrío 31

Ella 33

2. Nosotros 39

Aquella etapa 43

Sounds, songs 47

Laúd 55

Mío, el amor 59

I 59

II 62

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3. Ustedes, ellos, ellas 65

Nebulosa 69

I 69

II 73

III 76

IV 78

La voz encendida 83

La raíz que sostiene 87

Abuela, tu color favorito 91

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A Hernán

mi luz y energía

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1. Yo, tú, él y ella

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Tu corazón se abre cuando quiere

tu voluntad se cierra cuando quiere

y tu salud navega cuando quiere

aguas arriba.

NICANOR PARRA

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Lepidóptera

—Chula, apúrate, que esto va directito al

desastre —dijo Carmelo acomodándose la

tanga.

Lorena respiró profundo, sacó todo el aire hasta

quedarse sin pulmones, se colocó las alas. Al subir

por los escalones tropezó un poco, emocionando

más al público conocedor, con la vergüenza en

las mejillas se agarro muy firme del tubo, saltó y

empezó a volar. Gritos, meseros, Carmelo con las

uñas en los dientes, Lua en un privado y su novio

cobrando la entrada en la puerta. Gritos, gemidos,

el norteño impaciente tocando un compás cada

vez más rápido. Gritos ¡Ay mami! ¡Ven mi angelito!

¡Yo te llevo al cielo! Gritos, gemidos ¡BASTA!

Lorenita siempre iba disfrazada, a la tienda,

a misa, a las fiestas de cumpleaños, en estas era

aceptable, pasaba desapercibida. En su casa era el

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centro de atención, el ambiente más vulnerable

para que la molestaran sus hermanos, siempre

disfrazada, siempre de mariposa, siempre volando.

Paco y Tito le gritaban ¡moosssca!, los colores que

teñían la vida se diluían, Lorenita se convertía en

un insecto asqueroso y puerco que le gustaba

oler, comer y reproducirse en la caca. ¡Moosssca!

y los dos grandulones zumbaban alrededor de ella

hasta hacerla llorar, su mamá nunca la rescataba

por que se encontraba a media hora de su casa,

ensamblando en una fábrica. Su papá menos, el no

tuvo intenciones de rescatarla desde el momento

en que supo que Lore venía volando, en camino.

A los 12 años decidió que sería entomólo-

ga. Su maestra de 6°, le explicó que los entomól-

ogos se dedicaban al estudio meticuloso de los

insectos. Lorena no sabía el significado de m-e-t-

i-c-u-l-o-s-o, deletreando la palabra se dio cuenta

de algo espantoso, esta palabra era algo así como

dos palabras que si separabas lo que querían decir

y luego lo unías el resultado era: meter por el culo.

Con el rostro hecho fuego encaró a la maestra y

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ella con la carcajada en los cachetes le dio un dic-

cionario.

—Ten Lorenita encuentra la palabra y ve que

significa en realidad, de paso investiga qué

tipo de entomóloga quieres ser.

Lore era una niña determinada, ella lucharía con

todo su cuerpo y sus alas, para ser entomóloga

lepidóptera, dicho de otra forma, estudiaría toda

su vida a las mariposas, sus colores, su vuelo, la

forma ligera de vivir y sobre todo, por qué nunca

ponían los pies sobre la tierra; Lorena descubrió

que las mariposas siempre se posaban en las plan-

tas, las espigas, los arboles, los muros, ¿Por qué

no poner los pies en el suelo? Seguramente era

una regla creada entre todas las mariposas, eso y

la estupidez de los humanos que pisaban todo lo

que fuera colorido.

La mamá de Lorena también era determi-

nada y le explicó a la niña que ella no veía futuro

en esa carrera, que ni sabia dónde se estudiaba

eso, lo que podía hacer por Lorena con todo su

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esfuerzo era meterla a cultora de belleza o a un

secretariado con computación. Fin de la discusión.

La secundaria fue sencilla, risas, cambio de

boletos de camión por besos anaranjados, ir al

baño entre clase y clase, lucir en las tardeadas

ese cuerpo recién salido de la crisálida, firme,

bello, voluptuoso, Lore investigó la palabra en

el diccionario, se dio cuenta que esa palabra la

definía. Voluptuosa, como una monarca al sol

posada en la rama de un oyamel.

Concluyó la secundaria, no hubo bachillerato

que le acomodara estudiar pegada a la cama de

su mamá que ya tenía amputados tres dedos del

pie izquierdo, al ver la responsabilidad de cuidar a

un enfermo, los hermanos de Lorena se fueron a

zumbar a otro lado.

Una noche en primavera con dieciocho

años en la mirada, Lorena esperaba el suburba-

no en una esquina, un carro frenó muy despacio

frente a ella, el conductor le ofreció llevarla y ella

le entregó su ojos, su boca, su cuerpo, sus alas con

la promesa de que el la incluiría en un negocio con

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muchos ingresos para poder inscribirse a una uni-

versidad donde estudiaría a las mariposas. Un año

más tarde, ese conductor se convirtió en el novio

de Lorena, su manager-proxeneta-explotador.

Lorena cumplía los diecinueve cuando murió su

mamá, con la casa familiar para ella sola, se adaptó

a las necesidades de cualquier vivienda al borde

del circuito vial que rodea la ciudad: convirtió su

casa en un vuelo de mariposas, un table dance.

El antro era humilde, Lorena le dio encanto

al asunto haciendo que Nachito, el jorobado,

sacara sus dotes imaginativos y pintara mariposas

por toda la casa, surgió un problemón cuando

Nachito confesó ante todos los accionistas del

burdel (Lorena, su novio y su amiga Lua) que él

sólo había visto de cerca a las polillas y no estaba

seguro de que fueran mariposas, Lorena tristona

le respondió a Nachito con media sonrisa:

—Ya que, el lugar se llamará “La polilla”

—Ay reina, si queda como anillo al dedo el

nombre, no ves que las polillas na´más salen

en la noche, tú no te me apures mi Nachito

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vente yo te doy el pago— dijo Lua pegando

su pecho a la lúbrica joroba de Nachito.

Así comenzó la microempresa, Lorena no iba a

los privados con los clientes, Lua disfrutaba todo

el trabajo para ella. En ese lugar Lorena sentía mu-

cho asco, sudor, fluidos, la boca grande, manos

grandes, escurridizas…

¡BASTA! Lorena se recargó en el tubo para

no caerse, los pensamientos la marearon, Car-

melo subió a rescatarla, con su sonrisa bloqueo

los insultos, los chiflidos y los gritos. En el baño

Carmelo le mojo la frente y las caderas, para que

calmara el incendio, la impotencia.

—Soy una mosca Carmelo, una mosca que

se embarra en la mierda de los demás, si me

gustara como a Lua no habría problema…

—escuchó Carmelo detrás de la puerta

soportando el olor a orines y la pena de su

amiga.

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—Chula, cállate que Lua sigue al ladito en

el privado, si te escuchó ya nos chingamos,

no ves que ella mantiene vivo el negocito—

comentó Carmelo mordiéndose los labios,

apretando con las medias la tanga que se

había abultado un poco, los clientes ya

empezaban a mirar mucho su entrepierna.

Una hora más tarde Lorena se repuso, eligió un

coordinado blanco, hacia juego con sus alas, sólo

faltaban tres semanas para las inscripciones a la

Universidad de Biología, serena, le sonrió a Car-

melo que ya se encontraba sentado en las piernas

de un cliente, suspendió sus pensamientos y su

cuerpo en el aire, asiéndose al tubo como si fuera

el hilo que permite que vuelen los papalotes en

forma de mariposa.

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El caballito, el apache

y la maringuía también

A mi Abue May

Mi papá es panadero, hace conchas, teleras, do-

nas, todo eso con sus brazos fuertes. Él entrena

box, pelea y lucha con sus guantes, seguido trae

los ojos morados y la boca hinchada, yo lo abrazo,

le doy besos con pegamento especial y él me dice

que se le van borrando los golpes. Mi papá es

fuerte, muy guapo, por eso mi mamá lo escogió.

Mi papá tiene un nombre raro, se llama Domingo

y en ese día de la semana me prometió llevarme al

carnaval de Tarímbaro. Siempre vamos con toda

la familia, mis abuelos Moño y Moña, mis primas,

mis tíos y los borrachitos de la esquina que no son

de la familia pero siempre se nos pegan.

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Al llegar al pueblo tomamos pulque, mu-

cho pulque con salsa. El corazón se siente alboro-

tado cuando llegamos a la plaza, tum tum suena

la tambora, siento que los pies me cosquillean y

brincan, tienen vida propia. Hacemos ronda con

mis primas, bailamos alrededor de los toros, gira-

mos, sonreímos y nos acercamos a los caballitos.

El caballito del Barrio de la Cruz observa mucho

a mi prima, la mira como si fuera la mismísima

virgen. Le hago la burla y Esperanza se enoja, ya

sé que luego se contenta, al final siempre me

cuenta como le agarra la mano el caballito, dice

que siente toques, como los que sintió cuando

conectó la licuadora con las manos mojadas, pero

sin miedo a morir, es más bonito que te electro-

cute una persona a un cable, me dice. Me río y

seguimos bailando, brinque y brinque cuidando

que los machetes de los apaches no nos den y

que el toro no nos aplaste.

Los toros son gigantes, unos señores van

jalando los cables cuando pasamos por las calles,

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para que el toro no deje de bailar. A veces se

atora y se ladea y entonces si se arma. Porque si

se el toro se para, ya no hay más. ¡Toro! ¡Toro!

No te nos caigas. ¡Ora toro! ¡Olé! ¡Olé!. La banda

nunca para, canción tras canción, pobrecitos sí se

cansan, se les nota en la cara, el de la trompeta

todo colorado, al del tambor hasta las manos se

le han de dormir. Los toros tienen nombre, es el

santo y seña del barrio que los hizo, El Misterioso,

El Veneno, El Recuerdo, El Único, El Travieso. Los

toros tienen alma y cuerpo. Duermen quietecitos

todo el año, por que se cansan. Ellos luchan en las

calles dos veces al año. Es una lucha de tradición,

aunque sea pagana, porque dice mi tía Gela, que

los toros son todos los pecados que uno puede

cometer antes de que muera Jesús nuestro Señor.

Los toros me recuerdan a mi papá, fuertes,

coloridos, alegres, luchones. Ahora que vayamos

al carnaval le voy a tomar una foto a mi papá, le

voy a decir que se ponga cerquita del toro que

más le guste, que abrace a mi mamá, que son-

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ría y que no se mueva. Luego le voy a pedir a

un apache que si nos toma una foto a los tres y

le compro un pulquito. El apache no va saber ni

agarrar la cámara, me voy a desesperar y lo ame-

nazaré con no comprarle el pulquito si no se pone

buzo. Sonreiremos los tres, sentiremos el flash.

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Carmen

Responder es necesario, obligatorio y más difícil

que preguntar. Responder por qué lo hice, cómo

y cuándo lo decidí. Es complicado andar deses-

perada toda la vida, necesitar hechos que te afir-

men, que deduzcan lo que eres y evadir lo que

puedes ser. Soy Carmen, no sé que me compone,

en esencia me refiero.

Vine a comprar mi despensa, es imposible

hacerlo durante la semana, el domingo por la no-

che es el único momento. Paso primero por el

pasillo de detergentes, disfruto respirar las fragan-

cias prefabricadas para quitarle el olor natural a

las cosas, a las personas. Yo con mi canasta muy

mona recolectando el jabón, el fruto maduro,

como campesina del siglo XXI.

A ver, aquí hay un cloro olor a lavanda,

mata bacterias, duro contra las manchas, resisten-

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cia a malos olores. Lo recolecto. A la vuelta del

estante, cremas dentales, menta intensa, frescura,

dientes blancos, 24 horas de protección contra

el sarro. Sin pensarlo, a la canasta. Departamento

de lácteos, queso “tipo” manchego, consistente

y con el ¿sabor exacto?, lo compro. Así recorro

uno a uno los pasillos recolectando lo que me

ofrece más.

La tragedia de hoy, ocurrió en el pasillo de

blancos. Siempre evito pasar por ahí, pero el pen-

dejo del gerente ordenó reacomodarlo y ponerlo

al lado del departamento de cosméticos, que no

por nada es mi favorito. Veía un lápiz labial, cherry

romance, volumen extra a los labios, color que

perdura, no se desvanece, brillos de oro para

mayor luminosidad.

Veía digo, pero en realidad caminaba hacia

las sábanas, blancas, 100% algodón egipcio, una

caricia para el sueño. Caminaba dije, más bien las

rayaba, las llenaba de color. Tire todas las que

estaban en el estante las arrastre, baile sobre

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ellas, escupí y limpie con ellas mis flemas. Corrí

de nuevo a los cosméticos, agarre los que pude,

los destruí encima de las sábanas, las cobijas, las

toallas, los trapos de cocina, las posibilidades de

diversión no se agotaban, eran infinitas.

El gerente lo arruinó, llegué a su oficina

entre las risas de los compradores y de alguno

que otro vendedor desobediente. Hizo algunas

llamadas, pero jamás me dirigió la mirada, llegó

la policía y ahora estoy pagando una fianza, ahí va

todo lo que tengo.

Responder por qué lo hice. Responder.

Adiós entrada a mi súper favorito. Tendré que

buscar otro. Creo que en las afueras de la ciudad

comienzan a construir uno nuevo, más lineal y

abstracto que cualquiera en la ciudad. Tengo

grandes ideas con colores y manchas, tengo una

sonrisa roja que no se borra al mirarme en el

espejo.

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Un corto cabrío

Ya están domados mis sentimientos, mejor así.

LA DESPEDIDA, MANU CHAO

La prisa que tengo y la necesidad por acabar con-

tigo o sin ti, consume más mis movimientos, te

destruyo, te envuelvo, te fragmento: no hay salida,

te me regalas como la lluvia al suelo. Y yo te chupo

Diana y me preocupa acabarte, de un sorbo de-

jar la nada, donde siempre estuviste. Bien sabes

que en tu lugar jamás está otra en específico, pero

sí muchas cualquieras. Bien sabes lo que tienes,

dónde y cómo usarlo, para que me vuele la ca-

beza con un chingo de manías para reinventarte.

Aparece ya dentro del baúl, hazte recuerdo, haz

que fluya, flagele y vierta, por sobre todas las co-

sas, la ansiedad que me dejaste.

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Ella

Miércoles 15 de octubre. Ella sabe que hoy es la

cita. Abre los ojos muy despacio y busca el reloj,

las 5:30 de la mañana, se queda inmóvil por un

momento y desvía la mirada al otro lado de la

cama, él sigue al lado de ella, así ha sido desde

hace 10 años. El resultado de ese matrimonio: dos

hijos, una casa a treinta minutos de la ciudad, des-

mañanadas los trescientos sesenta y cinco días del

año, ternura y pasión en su cama, una vez entre

cada semana, de repente, cuando él se acuerda

que duerme con una mujer. Irene duerme siem-

pre de un lado o de otro, se incorpora y con los

pies descalzos llega al baño. Se lava la cara. Se con-

templa. Se peina. Se lava los dientes. Está cansada

de reflejarse al otro lado del espejo hexagonal

que compró por pura superstición. Con flojera se

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cambia, mete en una bolsa el carnet, su cartera y

las llaves, le dice adiós a él, dormido le contesta

e Irene cierra la puerta. A las 6:00 de la mañana

toma el camión a la clínica general.

Dentro de la clínica general de la ciudad, se

enfilan en largos pasillos, sillas azules, muy rígidas,

con soporte de metal. De tres en tres las personas

que acuden al hospital por costumbre o por que

en verdad están enfermos, se acomodan rígida-

mente también en cada una de las butacas. Todos

evaden el último trío de sillas, por ende del último

pasillo, cerca de la ventana, abierta para la venti-

lación. La ventana da a un patio con un poco de

pasto y se estampa la mirada con un muro, gris y

no muy alto, que deja entre ver algunos coches

estacionados.

Las sillas del fondo nadie las ocupa, los pa-

cientes que no logran conseguir un lugar cerca

de los consultorios, prefieren sentarse en el

suelo o estirar los pies de vez en cuando, recor-

riendo el pasillo de extremo a extremo, para no

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entumirse. Irene, alta, treinta años, tez y ojos muy

cafés, dirige la mirada hacia esas tres sillas y se

sienta en la de en medio. Algunos alzan la mi-

rada, otros pacientes, disimulando la impresión,

la miran de reojo y vuelven a sus actividades, lec-

turas, juguetear con el celular, tejer bufandas o

servilletas con punto de cruz.

Irene, muy quieta, relaja el cuerpo y se re-

carga en la silla azul, cierra los ojos, y las miradas

se desvanecen en su mente, la cual tiñe de blanco

de inmediato. El silencio que provoca, el pensar

detenidamente en algo, da al rostro, la expresión

de nunca haber tenido esas experiencias que se

guardan en las comisuras de los labios cuando

surge una sonrisa. Irene se encuentra en este mo-

mento de esa manera, y su silencio habla:

Nosotros nos llevamos como la arena y el agua,

separo tu humedad de mi firmeza, yo hago que cada

partícula se moldee a tu antojo y, a su vez, tu me

absorbes. No puedo, ya no puedo soportar todo yo

solo.

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—¡Irene Tovar, venga a que la mida y pese!—

dice una enfermera que es la réplica exacta

de un bocho.

Irene se incorpora. Camina. Deja de pensar lo que

le inquieta, sube a la báscula y recuerda su apodo

en la familia: China. Frente a la enfermera trata de

apodarla, la observa, busca, su voz la distingue.

—¡Siéntese! Yo le digo cuándo pasar.— Gru-

ñe la enfermera.

Al momento China encuentra el apodo de la en-

fermera: perra. De nuevo se sienta, se recarga en

la misma posición cierra los ojos, vuelve a su ca-

beza, piensa:

China, yo, tiene como alma gemela a un ser muy

payaso a un voluptuoso egocéntrico o tal vez es un

alcohólico muy decidido, un hombre. China somos

todas las hermanas, las mujeres de la familia. China

somos siempre general nunca particular. Somos una

ley universal un dictamen ya prescrito la no concien-

cia de nuestros actos y n

—¡Irene Tovar!— ladra la enfermera.

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—Pase, cierre la puerta.— se oye a través del

consultorio frente a China, una voz educada

para ordenar y prescribir las cosas.

China se incorpora se adentra en la puerta, no

identifica la bata blanca ni al hombre que la porta,

China no atiende, automatizada cierra la puerta

de madera, se sienta en una silla negra de nuevo

rígida y de metal. Mientras el doctor escribe algu-

nas cosas en una hoja cuadriculada, Irene piensa,

piensa:

Sentimos que la risa es la respuesta a un efecto lumi-

noso, algo así como atreverse a mirar el sol de frente,

yo no río, solo hago muecas, entonces mi respuesta

solo se debe a un flash fotográfico, nada más. Llora-

mos a causa de palabras que tocan el alma y eso sí

me sale muy bien pero no arrastro estos sollozos a

mis ojos las lágrimas no significan llanto, mi llanto, el

nuestro, se ve reflejado en cómo caminamos o dis-

traemos la vista a un abismo que no está. Despierto

y duermo cansada. Quiero y regaño con debilidad,

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soy la mujer de un hombre. Necesito una estrella,

una flor, un suspiro, un abrazo, un te quiero, un

—Sí, libertad— Irene pronuncia estas

palabras en voz muy baja.

El doctor no le toma importancia y pregunta a la

China de qué está enferma, nombre y edad.

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2. Nosotros

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Page 41: La voz encendida

Y una necesidad, no una costumbre,

besar, amar en medio de esta lumbre…

MIGUEL HERNÁNDEZ

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Aquella etapa

Negro y azul. De noche, las sonrisas brillan y se di-

luyen. No encuentro tu silueta en la ciudad, duele,

arde, acá en el pecho, en las arterias, en la sangre,

en todo el cuerpo. El día que te conocí el cielo

era negro y azul, la calle era sepia y tu rostro el

más iluminado. La palidez, los hoyuelos, mi gusto.

El salón era amplio, pero la calle otorgaba más es-

pacio, más oxigeno y el cuerpo se sentía más ter-

renal. Cayeron las miradas de los dos, uno frente

al otro, luego uno alejándose. ¿Hizo frío? Yo creo

que las luces se helaron, cuando la fiesta acabó.

¿Ya te confundí? Andábamos recordando

el primer acercamiento. Luego ya sabes, vinieron

más fiestas, más miradas, más música, más ciga-

rros, más alcohol, más de ambos, menos de los

demás.

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Las noches se alargan solo con un

pensamiento, los días…nos conceden la vida, nos

dan dosis de energía, las horas, los minutos, tic-tac,

tic-tac, tic-tac, tic-tac.

En mi memoria, aparte del día en que te

conocí, solo me queda el recuerdo de la primera

vez. Nos recuerdo en una parada de autobús,

es absurdo, tedioso, nada romántico. El paisaje

urbano, suele tener su encanto solo si hay un

recuerdo que lo sostenga y le dé sentido.

Ese día decidimos caminar hasta tu casa,

cruzamos el borde del río, dos, tres, cinco, siete

ratas nos pasaron muy cerca. No te asustaste.

Nos escondimos debajo del puente, fumamos

y rayamos las paredes, nos tocamos largo rato.

La casa estaba sola, sin luz. Subimos a tu cuarto.

Nuestros cuerpos temblaron antes del atardecer.

Entrar en ti, dolía mucho. Desertamos a los quince

minutos, desnudos, seguimos la escalera de

caracol, hasta la azotea. Recargados en la pared

comenzamos a encender con las yemas de los

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dedos, las lucecitas de las casas. Los edificios se

encendían con un movimiento rápido de manos.

Te subiste a mi vientre, me cerraste los ojos,

como se les cierran a un muerto. Con ese gesto,

me untaste las estrellas que colgaban del cielo.

Muy a mi pesar amo la ciudad, muy a

mi pesar todas sus calles guardan hechos que

construimos entre los dos. Recordar nuestros

principios me hace bien. Aún duele, acá en el

pecho, en las arterias, pero la sangre ya no arde.

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Sounds, songs

Viernes. Música. Tan diferentes el uno del otro.

Yo le pego a los latinos, tú a los británicos. Nos

aprendemos las letras, en nuestra jerga seria:

te amo, te amo, te amo, canto lo que gustes,

critico lo que tengas, coincido con algunas rolas y

escupo bilis con otras de tu interés. Pero ya sabes

que a la hora de la hora la canción tuya o mía

sale sobrando cuando te quedas así tartamudo,

inconsciente, sin disimular el placer de tenerme, yo

me regocijo, comienzo poco a poquito, desde tu

cuello hasta que no hay palabra justa que se amañe

en tu cintura cuando hundo las yemas de mis

dedos en el huesito más fino, ahí donde empieza

tu candor y mi locura.

You think you know, el vecindario entero

también lo sabe, como buena melómana me gusta

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cantar y gritar a placer, mi placer. Si les molesta

que se persignen o le suban a la tele, que al cabo,

pendejos son y en polvo se convertirán. Y quién

va a decirme donde hago los hoyitos y quién va a

decirme donde yo la deposito, que sepan que soy

adicta a tu cabo porque me endulza la amígdala,

así endulzados, ambos pensamos your sex is on

fire and so were the words to transpire.

Sábado. Sobra decir que el mundo nos

ha importado poco and we don’t care about the

young folks, and we don´t care about the old folks;

que la gente pasa, se asombra o nos asombra, se

disuelve allá en la ciudad, porque nuestro espa-

cio queda lejos de ella, nuestra casa es una casa

para dos. Si una de las dos partes quiere meter a

un tercero, a la chingada, ya te dije que no.

¿Te molesta? Agárrame la cadera, no me

dejes respirar, escucha los movimientos de una

mujer de verdad, no te enojes, no debí sacar el

tema, ya, apriétame lentamente, que no sintamos

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más nada, perdón, perdón. ¿Te gusta cómo me

muevo? Así, más despacito, si, ahí, ah ah. ¿Ya?

Listo vámonos a la fiesta.

DANCE, DANCE, DANCE. ¿Por qué no

bailas? Pégate, haber sepárate, acércate, giro,

manos arriba, úntate a mí como hace rato. Mejor

espérame allá con tus amigos, si, si, me la traes,

una dos equis y me consigues un cigarro. Brincar,

moverse, las notas musicales entrando y saliendo

por los poros de la piel, transpirar energía y

alcohol, humo, volutas bailarinas, volutas de neón.

Boom boom, tan tan, vamos haciendo, aquí y acá

me estoy moviendo. Armonías, melodías, sintonías.

Hablando de sintonizados, entre baile y baile, te

pierdo de vista.

Lo más tedioso en una relación es buscar

siempre a la otra persona, en las fiestas, en el

mercado, en la playa, en la cocina, en sus propios

ojos. Te encuentro y me saliste más avispa de lo

que yo creía, pinche infiel, ya verás cómo te va,

¿qué no te llenas? Si te di hace rato cabrón y tu

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perrita, órale o te desfiguro la cara de pendeja que

te cargas. No me hables en tu puta vida ó hasta

que lleguemos a la casa. You better run, better run

faster than my bullet.

Domingo. Para qué le sonreímos a la otra

persona. Por qué nos apropiamos de su cuerpo,

de sus nalgas, de sus ojos, esos ojos que son mi

abismo. Mejor bailar con diferente acompañante

en cada pieza, toda la vida. Mejor llorar y auto

derretirse, auto complacerse, automáticamente

morir solita.

Déjame llorar que ya estoy cansada de bailar y

bailar con lo que nunca eres, con tus inseguridades,

con mis buenas miras al futuro, el futuro perfecto

en lo que nos convertiremos. Love, love it can

make you crazy.

Lunes. Creo que al levantarte te repites

“Hoy le voy a chingar la vida a Carolina” “Hoy

le voy a chingar la vida a Carolina” “Hoy le voy

a chingar la vida a Carolina” infinitamente, hasta

que me visualizas y arrepentido bajas la mirada a

Page 51: La voz encendida

51

mis senos. Empieza el martirio, a mí se me antoja

desayunarte y los obstáculos flotan desesperados,

yo tengo que llegar temprano a la clase de las

ocho porque ya me sentenciaron, tú tienes que

trabajar y ensayar algunas canciones, para sacar

los pesitos que nos dan de comer, de beber y de

fumar. No te hagas, aún estoy emputada porque

besaste a esa cara de torta. Hoy no te toca

papacito y quítate que se me hace tarde.

Estudiamos lo que nos gusta, aprendemos

las herramientas para afrontar el campo laboral a

través de nuestra profesión, pero nunca sabemos

elegir los instrumentos que nos ayudan a superar

las pruebas cotidianas de la vida. El amor es

simple, nada más cotidiano que el amor. El amor

me apendeja, hace de mí la piltrafa más feliz

del universo. Mientras pensaba todo esto en el

camión, te perdoné.

Martes. Sin vos pierdo el camino, todo lo bueno,

lo malo, ya no hay tuyo, ni mío. Reflexionando en

nosotros, concluí que debo otorgarte una noche

Page 52: La voz encendida

52

infiel al mes, tú me concedes el mismo privilegio y

todos contentos. Hace dos años que no pruebo

otra boca que la tuya y los labios ya se me están

escaldando. Tengo ya dos víctimas en mente, me

apetece el chico (yo-no-hablo-aunque-me-metan-

un-cohete-por-el-culo) de mi clase y Marco, tu

amigo el baterista. Si te molesta que bese a tus

amigos, házmelo saber y reglamentamos este

asunto. No es venganza mi cariño, es igualdad de

género. Bueno, es empatía de mi parte, hacia tu

necesidad. Sólo eso.

Miércoles. Uno vuelve siempre a los viejos

sitios donde amó la vida. Cada quincena regresamos

al mercado donde nos conocimos. A parte de que

los tacos de chivo están re buenos. La gente, los

puestos, la música, los norteños improvisados, le

dan color a la realidad, la hacen más inmediata.

Azucena se ve siempre linda en su puesto,

acomoda las verduras por color, nos causa mucha

risa, nos ilumina los ojos, nos provoca ser felices,

darnos muchos besos y causarle mucha ternura a

Azucena que termina regalándonos medio kilo de

Page 53: La voz encendida

53

cada verdura, medio kilo para dos. ¡Despensa gratis!

Sonrisota y el soundtrack de Amelie retumbando

en nuestra sien, ambientando el momento.

Jueves. Ya casi llega el fin de semana,

podemos estar orgullosos de echarnos otra semana

al bolsillo, casi otro mes, casi otro aniversario. Y si

este amor es cierto nos consumiremos con agrado

hasta que la piel, los ojos, el sexo se nos caiga y sea

algo así como un pellejo plisado de experiencias,

de bonitos bordes o de antiestéticas arrugas que

nos agradarán mutuamente.

¡Ay! el futuro, de nuevo me carcome. Lo que

está afuera es el final yo no por ti, tu no por mí. Si no

envejeciéramos juntos, nada pasa, pero lo que uno

imagina se queda en ansia si no se puede dar.

Todos los días. Indie-ferente a las

posibilidades de esta relación. Ó todos los días,

yo, presionando lo que somos, ahogando el

momento, enojándome. Ó todos los días, ambos,

suspendiendo el final. Wait, they don’t love you like I

love you.

Page 54: La voz encendida

54

¿Qué es esto que nos sobrepasa? ¿Cómo se

engulle esta sensación? ¿De qué manera se cura

uno el corazón con ámpulas de cariño, llagado

de brío? There is no modern romance. This is no...

Modern romance. Es el amor de todos los tiempos,

de la belle epoque, un amor medieval o ilustrado.

El amor, ese añejo instante que nos concedió

vivirlo.

Page 55: La voz encendida

55

Laúd

Tú no tienes la culpa mi amor

de que el mundo sea tan feo.

LÁGRIMAS DE ORO, MANU CHAO

Si la luna brilla y está cerca del mar, seguro salen.

Tengo que esperar, caminar por toda la orilla y

no molestarlas. Las asusta el reflejo de mi linterna,

son criaturas temerosas y delicadas. Tres o cuatro

rondas durante la noche, hasta la madrugada. El

golpe de las olas con la arena tranquiliza a uno, de

vez en cuando entran los miedos, no se aplacan

por más que uno los apacigüe, la espuma en los

pies a veces calma. Las cosas se deforman en la

oscuridad, los cocodrilos, los cuervos, las palmeras

parecen seres diferentes, desfigurados, cuando las

tinieblas se los comen.

Page 56: La voz encendida

56

Va uno caminando cuando aparece el es-

pejo iluminado, nada entre las olas, como un

pequeño barquito surcando los mares hacia la

arena y uno feliz de que ya sacó para el comercio

de mañana. Hay que ser muy paciente y quedarse

quietecito a que la chula desove, uno, dos, tres,

cuatro…noventa, noventa y uno, noventa y dos.

Voy a vender cuarenta y seis, la otra mitad se los

llevo a mi Julita, tan linda como las tortuguitas que

nos dan de comer. Mi Julita trae encargo y no le

gusta que trafique con los huevos, por eso le llevo

la otra mitad de los hijuelos, que esta linda prieta

parió, pa´que los cuide. Cuando nazcan los vamos

a traer al mar con los chiquillos y verán como las

gaviotas se comen a unas cuantas, sabrán mis hi-

jos lo doloroso de la vida, que nos quita en un

segundo lo que costó una eternidad. Julia, mujer

hermosa como las palmeras, como el viento.

Julia que me esperas al amanecer, meciendo

el sueño y mi tardanza. Julia que se asusta de las

balas marinas, las mismas que mataron a sus her-

Page 57: La voz encendida

57

manos. Julia que no tolera ver la sangre sobre el

sembradío sustancioso que esconden las palapas

de la costa. Julia que si yo te perdiera, haría lo

mismo que ésta laúd. Enterraría a mis hijos en la

arena y me entregaría al mar para que me guarde

en su fondo, hasta que tú regreses con el vientre

henchido o hasta que la luna ya no exista.

Page 58: La voz encendida
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59

Mío, el amor

Instrucciones

a) Reproduzca la canción Burro de Velandia y

la Tigra al comenzar la lectura del texto.

b) Lea y disfrute.

c) En el segundo apartado pause la canción.

d) Reinicie la reproducción en el último diálo-

go que se presenta en el texto.

e) Destruya el objeto reproductor para una

dosis de realismo meta textual entre usted

y el cuento.

I

7:50 a.m.

Se enciende la radio escupiendo la alharaca ma-

tutina.

—Buenos días mis escuchones melomanitos,

hoy les tengo como no a Velandia y la Tigra,

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60

pan nuestro de cada día, los invito mis

amores, llénense la boca de pura sonoridá

con el rolón que los va a despertar.

Un cuerpo en reposo con su respectiva mano, baja

el volumen de la radio, se coloca boca abajo y se

hunde de nuevo en el colchoncito que lo soporta. El

cuerpo percibe la luz solar a través de la persiana

semi abierta, ve el reloj digital de la radio.

Malena: Diez para las ocho, se me fueron los

ojos entre sueño y sueño, ¿Dónde andas mi

bien?

Bruno: Acá mi sucre, preparando los alimentos,

esperando que te me despabiles para

chambear un rato.

Malena: Deja lavarme las axilas por lo menos

¡hombre! Y deja también que te de un beso.

Bruno: Si quieres hasta dos, pero ya despégate

las sábanas. Ven a escribir tus cien líneas

diarias piloncilla, de lo contrario CU-E-LLO

(rebanándose el cuello alegóricamente).

Page 61: La voz encendida

61

Malena: O CA-BE-LLO VE-LLO

Bruno: Gracias por el cumplido, pichona arcoíris

del amor.

Malena: O del odio, precioso maricón.

Bruno: Bájale mi putilla del rubor…morado te

dejo el ojo si no te paras y le chingas un rato

a la novela.

Malena: No te sofoques, sabes que no

desobedezco, me gusta hacerte enojar y

chingarte mi arrocito empopotado.

Bruno se dirige al cuarto y le da una golpiza a

Malena.

Page 62: La voz encendida

62

II

8:52 a.m.

El cuerpo desnudo de Malena, se reincorpora san-

grante una hora después, las costillas, el pecho, el

sexo, los puños, chorreando furia rojiza, Malena

reconoce su mujer interior pero no su cuerpo, avanza

al cajón debajo de su cama toma el revólver, sale del

cuarto hacia la cocina, con un solo disparo destroza

la nuca de Bruno.

Malena: Te venías cuando soplaba esa nuca y

recitaba Never More junto a Alancito Po, el

muchachito que completaba el trío para no

jugar entre los dos un eterno solitario, él ba-

rajeaba el cuerpo de otra manera y nos gus-

taba. Domesticaste la fierecilla que me hizo

diva con mi primera publicación, instruiste

mis lecturas, revisaste y corregiste minucio-

samente todas mis novelas, nunca me hiciste

caso cuando escribí poesía, decías que eso

era para burros… pendejo, bien sabes que

yo siempre fui tu burro favorito, no por ex-

Page 63: La voz encendida

63

tensión y contenido de mis versos, fue por la

extensión y contenido de mi miembro.

Malena escupe en lo que queda de la cabeza de

Bruno. Escucha atenta la radio

—¡Ay papitos!, ya prendidos con la canción,

nos despedimos bellamente, hasta mañana

linduras, hagan el bien y empastíllense de

amor. Chao corazones.

Malena le dispara a esa voz estúpidamente melosa.

Entre el humo y las chispas que hecha la radio sale

de la casa a escribir una nueva vida.

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Page 65: La voz encendida

3. Ustedes, ellos, ellas.

Page 66: La voz encendida
Page 67: La voz encendida

Lo que yo deseo, la fuerza que yo busco, no es aquella que

te lleva a perder o a ganar. Tampoco quiero una muralla

para repeler las fuerzas que lleguen del exterior. Lo que yo

deseo es una fuerza que me permita ser capaz de recibir

todo cuanto proceda del exterior y resistirlo. Fortaleza para

resistir en silencio cosas como la injusticia, el infortunio, la

tristeza, los equívocos, las incomprensiones.

HARUKI MURAKAMI

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69

Nebulosa

A Jazmín

I

El techo que protegía la casa de Efrén, se esta-

ba derrumbando. Telarañas y polvo en todo el

perímetro, minaciones de agua diluviales al centro.

Era un techo circular. La casa fue comprada en

1998, pertenecía a la quinta etapa del fraccionami-

ento. Para ese entonces solo dos casas más esta-

ban habitadas. Para este entonces, sólo dieciséis

residentes habitan el fraccionamiento compuesto

por ciento diez casas. Efrén no comprendía por

qué se construían tantas casas, si nadie quería vivir

tan lejos de la ciudad en unas estructuras pare-

cidas a un planetario, como los sombreros que

pintaba en sus cuadros René Magritte.

Page 70: La voz encendida

70

El proyecto había fracasado y el arquitecto

inversionista, el señor Azulino, ni en cuenta de

todo este fiasco. Azulino, era un hombre que

parecía tener cuarenta años cumpliditos, cuando

le vendió la casa a los papás de Efrén que casi

tenía diez años. Pero cada vez que Efrén se

cruzaba con el arquitecto Azulino y lo observaba

a los ojos, dudaba de la edad de ese hombre,

sus ojos eran un pequeño universo, eran oscuros

y a la vez claros, en las pupilas se apreciaba un

manto de estrellas. Su edad bien podía rondar los

cincuenta y cuatro ó los mil años, actualmente.

Los padres de Efrén murieron cuando

él tenía veinte años, salieron a una reunión en

la ciudad, ese día, llovía demasiado, el alejado

fraccionamiento está situado en las faldas de una

colina, su papá olvidó los lentes en su escritorio

de trabajo y al subir al carro prefirió encenderlo

a regresar por ellos. La pereza y el destino se

dieron un apretón de manos, en una curva el

carro se volcó, entre toda la niebla, el carro

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71

que venía en sentido contrario no visualizó el

accidente, estrelló la parte izquierda del carro

volcado y de paso el cráneo de la mamá de Efrén.

La sensación que provocó la muerte de

sus padres a Efrén, era sentirse partido cada

día por un relámpago, la mitad de sus órganos

quedaban calcinados al ser divididos por el rayo,

la otra mitad exhalaba halitos vitales, centellas

encarnadas en el corazón que sobrevivía apenas.

El arquitecto Azulino, hombre bondadoso,

liquidó la deuda de hipoteca que debían aun

los padres de Efrén, como él ya era mayor de

edad, quedó propietario universal de esa casa

sombrero y se aisló durante dos años en su

interior. Nadie supo qué paso durante esos dos

años, de vez en cuando se le veía observando el

cielo a través de la ventana circular del frente de

la casa. Efrén aparecía en la ventana a las cinco

de la tarde y, para las ocho las persianas estaban

estáticas y cerradas.

Page 72: La voz encendida

72

En agosto de 2010, Efrén termino su

aislamiento y partió a la ciudad, se matriculó en la

Facultad de Historia a sus veintidós años.

Page 73: La voz encendida

73

II

—Diagnóstico— dijo Efrén algo preocupado

—Va bien, debes reparar esa mina de agua

que casi le llega a las orillas— Saúl subió un

escalón más para poder palpar la humedad

del techo. Efrén abrazo con fuerza la escalera.

—¿Si el agua la toca, se deshace?— al pregun-

tar esto, Efrén entrecerró sus ojos marinos

para enfocar esa área del techo con mayor

precisión.

—No lo creo, a lo mucho se dañaría de las

orillas. Debido a la inestabilidad de la materia

que la conforma… mejor no te arriesgues y

repara la humedad de esa área en el techo.—

Saúl comenzó a descender, Efrén dio un paso

atrás para separarse de la escalera. Ya en tier-

ra firme Saúl sonrió aliviado.—No te angust-

ies, nada pasa. Hoy la veo muy anaranjada.

Aún mantiene calor, el polvo acumulado es

el correcto. Regreso el viernes a mediodía y

vemos qué pasa.

Page 74: La voz encendida

74

Saúl y Efrén se conocieron en una conferencia im-

partida por académicos de la Universidad Central.

Saúl es astro-físico, especialista en nebulosas. En

realidad Efrén se equivocó de conferencia y en vez

de doblar a la izquierda en el edificio máster de la

ciudad universitaria, dobló a la derecha, llegando

a la sala donde se hablaba sobre los fractales en

el universo. Dada su condición de habitante de

un semi-planetario con plaga de nebulosa, Efrén

optó por quedarse a oír toda la charla. Al terminar

la conferencia Efrén se acercó al exponente y le

explicó su problema.

El techo que protegía la casa de Efrén, se es-

taba derrumbando. Telarañas y polvo en todo el

perímetro, minaciones de agua diluviales al centro.

En realidad, ese no era el problema primario que

inquietaba a Efrén y, Saúl no impermeabilizaba

techos.

Hacían cinco semanas que en el hemisfe-

rio izquierdo del techo, comenzó a acumularse

polvo bruñido de tonos muy extraños, al observar

la acumulación de polvo, Efrén descubrió que se

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75

estaba gestando una masa de calor dentro de ese

montículo. En internet, tras varios intentos en el

buscador, reunió las características del montón de

polvo: se trataba de una nebulosa.

Saúl se esforzó por comprender e imagi-

nar la situación que le estaba planteando Efrén.

No pudo. En esa primera charla intento aplicar el

lema científico, fiel a la probabilidad y posibilidad

de cualquier situación en esta realidad o en una

paralela. Efrén desesperado lo invitó esa misma

tarde a su casa, al cruzar la puerta y alzar la vista al

techo, Saúl midió en ese momento su capacidad

de asombro.

Un espiral hecho de polvo y bruma gaseosa

en tonos rosados flotaba en el tope de la casa, no

había truco, no era diamantina de colores pegada

al techo ó humo expedido por una máquina. Lo

más urgente era el estudio de esa materia y su cui-

dado, Saúl y Efrén acordaron en reunirse una vez

por semana para observar y procurar la nebulosa,

evitando su desaparición espontánea.

Page 76: La voz encendida

76

III

El techo que protegía la casa de Efrén, se esta-

ba derrumbando. Telarañas y polvo en todo el

perímetro, minaciones de agua diluviales al centro.

Era un techo circular. Era un techo en expansión.

El otoño terminaba, en sus orillas, la nebulosa

comenzaba a colorarse con un tono violeta, la

posibilidad de que se enfriara hasta un tono azu-

lado era inevitable.

Varios días atrás Efrén notó una sensación

extraña al observar la nebulosa, cuando salía de la

casa siempre estaba ansioso, pensaba en el estado

de la nebulosa como se piensa en una persona

enferma, muy querida. Al regresar a su hogar,

el huracán que agitaba el interior de Efrén se

aplacaba al alzar la vista hacia el techo. Ahí estaba.

Suspendida. Siempre igual, siempre iluminada y

cambiante.

Para el jueves, un día antes de la visita de

Saúl, la nebulosa había matizado su color de un

anaranjado ácido a un violeta oscuro, el polvillo se

fue decolorando todo el día para encontrarse en

Page 77: La voz encendida

77

un azul alimonado el viernes, dos horas antes de

la inspección semanal.

Efrén pensó en varias soluciones, caminaba

por toda la casa, vueltas en círculo y en infinito,

sacudía constantemente la cabeza, repiqueteaba a

cada rato los dedos. La nebulosa se estaba evapo-

rando, Saúl tardaba demasiado. Efrén la necesi-

taba, no quería otros cuatro o cinco años recluido

en ese redondel húmedo y lleno de moho.

La nebulosa se enfriaba. Efrén tomó la

escalera y una tabla que le funcionaba de repisa,

ascendió hasta la cima, colocó la tabla horizontal-

mente en la superficie de la escalera. Muy despacio

se recostó boca arriba, equilibrando el peso para

no caer a tres metros de altura. Sus ojos quedaron

a un centímetro de la nebulosa. La observo largo

rato, a esa distancia la nebulosa estaba compuesta

de muchos tonos, dorados, neones, plomo. Tal

vez no estaba a punto de extinguirse, solo estaba

decaída. Efrén tenía que procurarla más, se sentó

sobre la tabla y pego su pecho a la nebulosa, tra-

tando de asirla con los brazos, todo estalló.

Page 78: La voz encendida

78

IV

El techo que protegía la casa de Efrén, explotó.

Una hilera de humo, fuego, polvo y gases se veía

desde la carretera que conducía al fraccionamien-

to sobre la colina. El arquitecto Azulino regresaba

a su oficina de trabajo y Saúl iba a examinar la

nebulosa, la explosión fue tan aparatosa que ellos

a diez kilómetros de distancia pudieron observar-

la. Saúl sabía que esa descarga atómica venía de la

casa de Efrén.

—¡Joven!, ¡Joven! ¿Está bien?— gritaba el

señor Azulino mientras golpeaba la ventana

del coche de Saúl. Bajó la ventana y se topó

con esos ojos llenos de estrellas.

—Sí, gracias. ¿Usted?— dijo Saúl algo

aturdido, al parecer todo en esta zona remitía

al universo.

—Sí estoy bien ¿Será seguro subir? Mejor

llamo a emergencias— mencionó el señor

Azulino con el celular en mano.

—No, no se apure, soy astro—físico, sé de

Page 79: La voz encendida

79

explosiones. Saúl mucho gusto. — alargó la

mano.

—Azulino, al parecer la explosión fue en el

fraccionamiento. Qué más dá casi nadie lo

habitaba, no funcionó mi proyecto.

—Si quiere subimos, no es peligroso, no

hay ceniza y gases descendiendo desde el

cielo, solo fue el estallido, una explosión

muy local— Saúl encendió su coche, el

señor Azulino se subió al suyo, siguieron

ascendiendo por la colina.

Al llegar al fraccionamiento todo estaba estático y

en su lugar. Por inercia Saúl condujo hacia la casa

de Efrén, el señor Azulino lo seguía. Al estacionar

el carro Saúl descubrió un hueco de tierra y nada

muy profundo, donde estaba la casa de Efrén.

Cuando iba a acercarse más, el señor Azulino lo

detuvo.

—¿Ya vio?— dijo el arquitecto deteniendo

con su mano derecha el cuerpo de Saúl y con

la izquierda apuntando hacia el horizonte.

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80

Dos círculos azulados estaban suspendidos,

donde alguna vez estuvo el techo redondo, gi-

rando en torno a ellos rotaban tres círculos más y

otro cuerpo más en forma de corazón.

—Es un sistema solar, los que se trasladan

alrededor de los soles azulados son sus plan-

etas, el círculo rosado es un planeta neón,—

le explicaba Saúl al confundido señor Azuli-

no— ve que es el más pequeño; el dorado,

el más resplandeciente, tiene una dimensión

más amplia, el planeta plomizo es mucho

más grande, casi al tamaño de los soles, bien

pueden medir lo que mide una llanta de un

tráiler. De aquí se ven pequeños, calculando

la distancia ese es su tamaño aproximado.

—¿Y el objeto que parece un corazón?—

cuestionó el señor Azulino, algo extrañado.

—Ese, es el planeta de Efrén, un planeta soli-

tario, enamorado de la vitalidad inalcanzable

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81

que conforma el espacio, donde habitan los

seres que ya pasaron por esta tierra.

—Como sus padres— el Señor Azulino,

apenas musitó la frase y se evaporó al mo-

mento.

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83

La voz encendida

Hoy mi esposo cumple veintinueve años. Me gus-

taría abrazarlo, besar sus ojos que ya no me ven,

su boca que ya no me habla, sus oídos que ya no

me escuchan, su nariz afilada que ya no me huele.

Veintinueve, casi treinta. Como los días que me

tuvieron encerrada para no verte, amarrada para

no tocarte, amordazada para no gritarte, mi amor.

Luché con el alma para que no me destru-

yeran, me vencieron a golpes y torturas. Ultrajaron

mi cuerpo y de qué les sirvió si toda mi alma, tú

la tenías guardada. Me remataron por eso, nunca

lloré cuando me mancillaban, no les di el gusto de

gritar aunque me cortaran los pezones. Cuando

el alma se ausenta el cuerpo se curte inerte, el

sentido del tacto se evapora aunque lo flagelen.

¡Señor escúcheme! Que mate los cuerpos

no le va a servir de nada. No van a callar las vo-

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84

ces de las noticias, matando a sus empleados. Si

quiere destruir los periódicos, tiene que empezar

por eliminar la palabra y usted hace uso de ella y

no puede negarla.

¡Escúcheme! La sangre que corre por sus

manos llena su corazón de negras manchas, lo

amorata, su corazón engulle con sus venas mu-

cha rabia, mucho rencor, que provoca un hueco

profundo en la sien, por eso le ha de gustar rema-

tarlas. La sien es recuerdo y acumulación. Y en la

suya ha de haber una podrida nada.

¡Usted oiga bien! Siempre quiere más y más,

más, denme más, hagan más, nazcan más, mueran

más. Usted debe procurar a la gente y solo procu-

ra el poder, su palacio y su cama. Usted debería

evitar el hambre en su pueblo y lo alimenta con

saña. Usted no merece el título que porta. Así de

ostentosa su vida, así de crispada su calma.

¡Señor mío no existes! No eres. Si fueras, el

mal no estaría comiéndose mi patria. No eres y

con eso basta.

Page 85: La voz encendida

85

Hoy mi esposo cumple veintinueve años,

me gustaría abrazarlo con mi voz que no ha

muerto, le haré sentir mucho calor con halitos de

fuego. Le daré esperanzas con mi voz encendida.

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87

La raíz que sostiene

Otro sábado. Justo en la madrugada, cuando el

frío se agudiza, el cielo fosforece gamas multi-

colores y deja atrás la lobreguez que carga el

sueño matutino, justo en ese momento, se escu-

chan unos tacones haciendo eco a lo largo de la

avenida, son pasos inseguros, rápidos, retumban

con el concreto. Laura. Tu silueta se tambalea con

la luz del amanecer, despeinada y con el calorcito

del sol mañanero, siempre tornan los recuerdos y

la desesperación que te aqueja.

Laura, regresas de la nocturna, tediosa

jornada de trabajo. Pasas cada sábado, como obra

de teatro perfectamente ensayada. Más el trazo

marcado se va a modificar, ya que hoy, un hogar

de esta calle, emana el olor que se genera, cuando

la nostalgia reposa en la leña al fuego. Este olor

que despierta la memoria y llena los pulmones,

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88

se esparce y llega hasta ti y hace que suenen

las imágenes olvidadas, con todas sus vivencias

y circunstancias que te han transformado en la

mujer rota que ahora eres.

Ves la columna de humo, la ubicas, diriges

tu vista y tus pasos en esa dirección, frente a la

casa amarilla, Laura, ese olor llega a ti, ondulante

y denso para avivar un recuerdo, se disfraza y se

tiñe de sepia, de barro. Te replica una imagen

infantil donde los objetos fueron estáticos y el

movimiento surgía a partir de sus manos: llenas

de líneas, de años; esas manos que no tocaste de

tan antiguas. Nunca su sonrisa tuvo la entereza

de sus movimientos, amasar como ella lo hacía

era querer desquebrajar el mundo, partir el cielo

sin que se diluyera, desmembrar la voz femenina,

encontrar la libertad. Ella aplaudía al ritmo de su

raza, fogueaba su condición, hincada al centro del

cuarto, halitos de luz y de polvo iluminaron cada

mañana su cuerpo, sus manos y tu memoria. El

sudor, el entorno y el fuego exacto, remataban

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89

el resultado: perfectos círculos, amarillos casi

blancos.

No puedes dejar partir este recuerdo como

ella lo hizo, en adelante, yo sé que no te vas a

permitir que te despojen de ti misma, porque tu

ser es con lo único que cuentas, eso y los tacones

que comienzan a caminar con un paso más suave.

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91

Abuela, tu color favorito

Dentro del cuarto nos acomodamos uno a uno

hasta llenar de presencia tu partida, fuimos una

coraza transparente, llena de resuellos plisados.

No era necesario que alguien nos contara tu

historia, sacudiendo lo que fuiste para cada uno de

nosotros. No. Solo hubo que pintar de sepia tus

canas y tus líneas. Bastó tu aliento para convertir

el corazón en una piedra de ámbar muy luminosa,

tan llena de ti. Cerraste los ojos, la nada se posó

en tu pecho y tu hija más pequeña te inundo de

besos y agua.

Después vinieron las prisas, el alboroto.

Quisimos decirle al tiempo lo mucho que nos

hizo falta y lo poco que nos apoyó. Fue necesario

desprendernos el alma con insomnio, cantando

tu ausencia cual eco eterno, cargado de agonía y

resignación. Y la pesadumbre, abuelita, nos llegó

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92

en la madrugada, tumbó el polen que flotaba en

el aire para adormilarnos no de sueño, de angustia

al ver que el cielo despuntaba ya en su resplandor,

brillos vaporosos, solares.

Se desprendió poco a poco la mañana,

callamos los rezos, abrimos los ojos ante tu imagen

finita y detallada, la última que nos diste antes de

cerrar la ventana de este mundo y abrir la puerta

del universo. Pasaron ante nosotros, millones de

pelusas por el vuelo sereno que dimos a tu lado.

Aterrizamos en el campo donde habrás de tener

ya muchos vecinos, donde la estadía se regula en

valor a lo inerte.

El sol se detuvo justo en medio del cielo y

tu cuerpo, abuelita, comenzó a descender a las

entrañas longevas del principio infinito. Dentro del

oído, en nuestro caracol, retumba aún el crac, que

la tierra soltó al recibirte. Con los puños llenos de

polvo o de nostalgia, contemplamos hoy que en

tu lugar comienza a nacer un pasto muy verde,

como tu color favorito.

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La voz encendidade Carolina López Herrejón

se terminó de imprimir el 30 de noviembre de 2012,

en los talleres gráficos de Impresora Gospa

ubicados en Jesús Romero Flores no.1063,

Colonia Oviedo Mota, C.P.58060

en Morelia, Michoacán, México.

La edición consta de 1,000 ejemplares

y estuvo al cuidado de Héctor Borges Palacios,

Mara Rahab Bautista López y la autora

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