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VIDA DE MADRE ELENA BETTINI ( Giorgio e Benedetta Papasogli) PRESENTACION Es provechoso todavía ¿leer la biografía de los santos de la Iglesia? En un tiempo trastornado por los eventos y en especial por la difusión de los medios de comunicación social, la atención de cada persona y de las masas, vienen tomada y acondicionada de las noticias inmediatas, del sensacional de los mismos particulares empujados hasta los chismes Considero el empeño de presentarla al lector como un placer y un deber. Pareciera que la biografía de los santos, ordenadas y tranquilas, representen la monotonía, el mismo repetirse de los episodios, de virtudes, de beneficencia. Por lo tanto, aparece un género literario poco atrayente. Por lo tanto, si la vida de una persona que, como todos los santos, deja en el tiempo una huella imperecedera de sí, está escrita ágilmente con corazón e inteligencias, con atención a humanidad además que a la santidad, será siempre una lectura fascinante. Así me parece esta biografía de Madre Elena Bettini, fundadora de las Hijas de la Divina Providencia. Considero el empeño de presentarla al lector como un placer y como un deber. Un placer, porque da el gozo de encontrarse con una figura simple, buena, generosa, de la cual emana un continuo sentido de confianza y el redescubrimiento que la vida siempre está vigilada y guiada de la Divina Providencia, la cual da seguridad, propio cuando todo parece oscuro inseguro alrededor nuestro. En especial, me parece justo que sea el mismo Cardenal Vicario de Roma a presentar la figura de una autentica romana, la historia de un Instituto todo empapado de romanidad, la ilustración, en una continua comparación del 1

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VIDA DE MADRE ELENA BETTINI

( Giorgio e Benedetta Papasogli)

PRESENTACION

Es provechoso todavía ¿leer la biografía de los santos de la Iglesia? En un tiempo trastornado por los eventos y en especial por la difusión de los medios de comunicación social, la atención de cada persona y de las masas, vienen tomada y acondicionada de las noticias inmediatas, del sensacional de los mismos particulares empujados hasta los chismesConsidero el empeño de presentarla al lector como un placer y un deber.Pareciera que la biografía de los santos, ordenadas y tranquilas, representen la monotonía, el mismo repetirse de los episodios, de virtudes, de beneficencia. Por lo tanto, aparece un género literario poco atrayente.Por lo tanto, si la vida de una persona que, como todos los santos, deja en el tiempo una huella imperecedera de sí, está escrita ágilmente con corazón e inteligencias, con atención a humanidad además que a la santidad, será siempre una lectura fascinante.Así me parece esta biografía de Madre Elena Bettini, fundadora de las Hijas de la Divina Providencia.Considero el empeño de presentarla al lector como un placer y como un deber.Un placer, porque da el gozo de encontrarse con una figura simple, buena, generosa, de la cual emana un continuo sentido de confianza y el redescubrimiento que la vida siempre está vigilada y guiada de la Divina Providencia, la cual da seguridad, propio cuando todo parece oscuro inseguro alrededor nuestro.En especial, me parece justo que sea el mismo Cardenal Vicario de Roma a presentar la figura de una autentica romana, la historia de un Instituto todo empapado de romanidad, la ilustración, en una continua comparación del amor cristiano con la realidad humana y social de Roma del ochocientos muy similar a la de la ciudad de hoy cargada de potencial humano y al mismo tiempo de sufrimientos en especial en los suburbios.Las vicisitudes de una joven del pueblo se entrelazan con las de la ciudad, en un amable empeño de servir, de instruir a las niñas, de educar a la juventud en un intercambio de confianza y de relaciones con personas pequeñas, como los

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habitantes del muy pobre barrio del “TESTACCIO” y grandes como los Cardenales y el mismo Papa.Así que leyendo las noticias de Maria Elena Bettini se conoce mejor la historia pequeña y grande de Roma y siguiendo las vicisitudes de la ciudad se admira la estatura excepcional, en su modestia, de la plebeya que se ha olvidado de si misma para amar a Dios y a sus hermanos .Dios la escogió para su designo por medio de un religioso barnabita, párroco de “San Carlos ai CATINARI” En la cercanía de “Campos de la Flores”. Padre Tomás Manini, el cual infundió en ella aquella característica sabiduría de abertura hacia los jóvenes y los humildes, que es propia de la Orden de los Barnabitas.Hago voto para que muchos puedan leer esta sustanciosa biografía, sin bagatelas u ampulosidad, por ser realizada por una criatura que también hoy día, habla al corazón; para conocer y amar siempre más a través de ella, la ciudad de Roma, inextinguible maestra de santidad y de humanismo; para gozar algunos momentos de paz interior como siempre acontece en el encuentro de almas bellas, desinteresadas y ricas de fe.Puedo decir, por cuanto conozco a las Hijas de la Divina Providencia, que sobre el ejemplo de la Madre Fundadora, el Instituto continúa y hace siempre más activo su amor a la Iglesia y la fidelidad a la misión de Roma.

Roma, 1° de Abril de 1981Cardenal Hugo Poletti Vicario General de S.Santidad para la ciudad de Roma-2-

I N T R O D U C I O NDe la pequeña casa de calle de LOS CARPINTEROS en Roma, primera mansión de Elena Bettini y de sus compañeras, hoy día queda bien poco.Quien pasa por la calle de las “BOTTEGHE OSCURE” dejando a las espaldas la vieja escuela de las maestras Pías Filipenses, al Arco de los Gimnasios, donde Elena frecuentó la escuela básica, para meterse en el laberinto de callejuelas de la antigua Roma del ochocientos, apenas imagina escenas y lugares tan distintos de aquello del presente: muchachos bullicioso y atrevidos, mujeres del pueblo envueltas en amplio chales negros y el ruido de algunas carretas sobre las calles mojadas. Y más allá, todavía, en la cercanía de San Carlos “ai Catinari” donde la Bettini, entrada en la Iglesia para protegerse de un temporal imprevisto, conoció al Padre Manini.

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El tiempo ha borrado los recuerdos y las imágenes más lindas, como las de aquellas procesiones matinales que desde la calle de “Los Carpinteros”, desfilaban por las calles cercanas en dirección a San Carlos, encabezadas por Elena y sus primeras compañeras, y atrás, ordenadas y recogidas, las numerosas alumnas de los barrios pobres cercanos.Solo en San Carlos parece que nada haya cambiado y la imagen de la Virgen de la Divina Providencia que domina todavía la capilla, a la derecha del altar mayor, nos lleva hacia el tiempo pasado, cuando Elena, de solo 18 años escogió a Dios como centro de toda su vida.En otra parte de la ciudad, al “Testaccio”, por el contrario, ha quedado mucho de la simplicidad, de lo genuino de un tiempo ya pasado.- También la vieja casa Matriz de calle “Galvani” hoy día escuela para los niños del barrio, todavía queda como entonces.Es aquí que las Hijas de la Divina Providencia quisieron que descansaran los restos mortales de su Fundadora, casi como recuerdo de sus palabras proféticas: “Esta es obra para nosotras”, lo demás no cuenta.Si bajo los azotes del sol, las ortigas queman y llenan el terreno, los cardos crecen vigorosos y maduran una bonita flor azul.El “Testaccio” querrá sacrificios, pero la victoria será nuestra.- Una cosa es cierta: No se puede entender a Elena Bettini si no se conoce el “ Testaccio, si no se habla con la gente que vive allí, si no se entra en sus cantinas, si no sube el monte del cual el barrio ha tomado el nombre, y desde la cruz plantada en la cumbre, no se mira abajo, donde el “Testaccio se despedaza, hoy como ayer, en tantas pequeñas callejuelas frente al Tiber, tan querido por los romanos y con la gran cúpula como fondo, tan amada por Elena, siempre fiel a las enseñanzas de Pío IX.Elena era mujer típica romana y tal vez, propio por esta característica, fue capaz, en su vida y en su enseñanza, de comprender todos y a todos los de ese lugar.Lo saben bien sus “hijas diletisimas” ya presentes en tantas partes del mundo, pero todavía tan unidas al “Testaccio” como a un cordón umbilical del cual es muy difícil desprenderse.Desde la pequeña casa de calle de “Los Carpinteros”, las enseñanzas de Elena Bettini se han difundido rápido, a semejanza de una mancha de aceite, en todo el mundo.Esta es la realidad actual: 45 comunidades con un total de 330 religiosas: Treinta y cinco casas en Italia; una en España, Suiza y Alemania: siete entre América del Norte y del Sur. En un futuro inmediato, está en proyecto la apertura de nuevas casas en la India. En todos estos Países las Hijas de la Divina Providencia desarrollan varias actividades.

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La oración, la escuela, el trabajo, el apostolado, la asistencia a los ancianos y a las familias.- En especial es un apostolado constante, en primera persona, que se ejercita en la serenidad y en la alegría. Antes de cualquier cosa, siempre está presente la oración. En el atractivo de cada capilla de las Hijas de la Divina Providencia, permanece todavía la gran fe de Elena Bettini.- Es en la Capilla, corazón de todas las distintas casas esparcidas por el mundo, que las hijas, se recogen para escuchar las palabras de la Madre: “Hijas mías amadísimas, ámense las unas a las otras.. Amen la simplicidad que es fruto de la paz del alma que no busca más que a Dios: Amen la verdad sobre toda justicia........ Lleven las unas las cargas de las otras y así cumplirán la ley de Cristo.Como lo era para la Bettini, también para sus religiosas de hoy, es fundamental atender al pobre, al marginado.-En sus pensionados, las hijas de la Divina Providencia acogen a los ancianos cuidándolo con el amor desinteresado de quien ha escogido el vivir amando, siempre y solo en primer lugar.También el contacto con los jóvenes es una continua preocupación de su propia vocación.La hospitalidad y la familiaridad con que las hijas de la Divina Providencia se entregan a la juventud, es una prueba más evidente de la fidelidad a las enseñanzas de la Fundadora. Nosotros debemos santificarnos haciendo el bien a la niñez; por lo demás tenemos que abandonarnos en las manos de la Divina Providencia..... La actividad escolástica ocupa la mayor parte de su tiempo: desde el Kinder a la escuela básica; de la escuela media a la superior, en un creciendo continuo de atenciones, respecto, amor y comprensión, con respecto tanto a los alumnos grandes como pequeños.La confirmación de la elección de una vida autentica y profundamente vivida.”Tengan siempre en la memoria la mansedumbre para practicarla con la mente, con el corazón, con las obras externas en todas las circunstancias”.......Practiquen esta querida virtud, y os haréis santas, pues con ella tendréis la humildad, la obediencia, la paciencia, y la caridad”......Pero para alcanzar este objetivo, se necesita también la ayuda a las familias de estas niñas que las Hijas de la Divina Providencia buscan en el trato cotidiano con los padres de las alumnas, con ayuda espirituales y cuando se necesita, también con ayuda material.Todo esto sirviéndose de cualquier medio que la Providencia pone a su disposición, sin dejar lo más modernos instrumentos de apostolado.- Así se profundiza la actual realidad de la religiosa de la Providencia en el mundo, y más se comprende la personalidad de madre Bettini y su profunda confianza en la Divina Providencia, a la cual Elena se dirigió siempre, en especial en los momentos más obscuros, en los atormentados

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períodos de las grandes crisis que les sirvieron para madurar más y más en el plano humano y espiritual.“ La Providencia Divina no olvidará a sus hijas: Dios no nos fallará en su protección.¿Quieren una prueba evidente? “Miren como es al presente nuestro Instituto y compárenlo a lo que era en su comienzo.” Es la profunda fe en la Providencia que también hoy día se necesita para arraigarse completamente tras un largo y trabajoso camino de formación personal, en el empeño continuo para conformarse personalmente y comunalmente la vida de Elena Bettini, de estarle cerca con entusiasmo, descubrir de nuevo, antes que nada, su gran carisma,- sus hijas lo saben muy bien, que solo el futuro permitirá comprenderlo en toda su magnitud y profundidad.Pero no es solo el abandono confiado en la Providencia, que Madre Elena enseña hoy día a sus religiosas, para quienes tan vivo y verdadero ha sido su testimonio terrenal. En primer lugar subraya el rol de la caridad; una caridad viva que se hace respuesta, sin ninguna programación humana a las necesidades de los tiempos modernos, sean ellos para la familia, el pobre, el marginado, el alumno o las necesidades de la Iglesia local; una caridad que sea en primer plano, dinámica, tanto para llegar a crear, si fuera necesario, todo lo que mejor pueda responder a las exigencias de nuestro tiempo.Después la sencillez y la humildad, características, estas, que las religiosas de la Providencia buscan cada día de vivirlas en cada acción suya, sencillez y familiaridad que se transforman en espontaneidad en el momento en el cual la escucha del otro toma el lugar de los egoísmos personales . Es, en resumen, un superarse continúo, una tentativa, como dice San Pablo, de identificarse con Cristo, como Elena Bettini siempre hizo.Voluntades, la de Dios y la del hombre, que se unen para hacerse el Cristo que llama y el llamado que contesta libremente a su llamado. Dos corresponsales del misterio de la salvación.“Imiten, en cuanto es posible, a Jesús Cristo... Busquen antes que nada el reino de Dios y su justicia y los demás se os dará por añadidura....Enciéndanse de caridad, que les haga sentir vivamente los intereses de Dios y del prójimo.......De aquí el esfuerzo de las Hijas de la Divina Providencia para imitar la personalidad de Elena, en el saber morir a si mismas con la disponibilidad absoluta de hacer hasta el final, todo lo que se necesita, sin pedir nada en cambio que el porvenir del instituto. Con este una caridad del todo para todo” viviendo en cada momento el instante presente, sin preguntarse que pasará mañana y espíritu de pobreza, de extrema confianza en la Providencia, las hijas se esfuerzan en seguir cada día las enseñanzas de la Madre, en especial

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cuando se encuentran reunidas para decidir sobre nuevas iniciativas, en las reuniones capitulares, en la Curia general en Roma, donde predominan las imágenes de los dos fundadores.Es aquí que la presencia de Elena Bettini se hace realidad concreta.Es aquí que la Providencia ajusta los contraste humanos, allanas las asperezas del terreno, fomenta y suaviza la unidad en el diálogo y en la comprensión recíproca.- En especial, en la obediencia a la Madre General, encarnación viviente del Carisma de la Fundadora; estos actos de estrecha unidad entre todas las religiosas, se concretizan más allá de toda medida.“Amen a vuestra superiora como madre y respétenla como la que Jesús ha puesto entre vosotras para hacer sus veces.Todo esto, y aún más, era Elena Bettini y ahora lo son sus hijas: la confirmación de una vida gastada solamente para el “MAS PERFECTO CUMPLIMIENTO DE LA DIVINA VOLUNTAD”Es una cita esta, de autenticidad de las Hijas de la Divina Providencia

Mayo de 1981

Gianni Lucarini

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A G R A D E C I M I E N T O

Para la Madre General Alesandrina Lauri y Madre Alberta Federici ex generala del Instituto, admirable custodios del espíritu de la Fundadora, un vivo agradecimiento por habernos guiados hacia Madre Elena Bettini.En las conversaciones que hemos tenido nos han hecho posible penetrar en aquellos secretos de la Fundadora que pueden escapar a quien se acerca a ella sin una guía experta.Elena Bettini, mujer de profunda paz en Cristo, ha llevado a cabo, en su espíritu, un trabajo acrisolado y luminoso que le ha sido de valioso incentivo y de ayuda para alcanzar la cima de la espiritualidad en Cristo.A estas reuniones de diálogos se han agregado después, el postulador de la causa de beatificación, Rvmo. Padre Humberto Fasola, Barnabita, el abogado Pedro Serafini, el Profesor Roberto Zampilloni, estudioso de la sierva de Dios.El diálogo se ha alargado haciéndose muy eficaz para establecer un conocimiento mayor de la Fundadora.A estos tres interlocutores de particular valor, estampamos nuestras gracias sinceras y sentidas.

Jorge y Benita Papásogli

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CAPITULO I

INFANCIA Y ADOLESCENCIA DE ELENA BETTINI

Ángel, Joaquín, Teresa, María, Elena, son los hijos de Vicente Bettini y Lucía Cardinali, en Roma al inicio del ochocientos. La última, Elena, nació el 7 de enero de 1814; y esta fecha nos despierta los deseos de señalar cosas grandes. Después de 19 días de esta fecha, Pío VII fue liberado de la prisión de Fontainebleau y se preparó para llegar a la Urbe; Napoleón, el ocupante de todos los tronos de Europa, había sido vencido.Vicente Bettini, modesto trabajador, y la familia de él, habían sufrido la falta de libertad de Roma bajo el régimen imperial. La pequeña Bettini fue bautizada en el mismo día de su nacimiento; Elena Anunciación Magdalena, en la Iglesia de Santa Lucía en la Calle de las “Botteghe Oscure” donde ya no existe ningún edificio y como parroquia pertenece a la de San Marcos.Elena estaba todavía en la cuna, tenía cinco meses y diez días cuando Pío VII regresó a Roma que lo recibió con desbordante alegría.El carruaje papal bajaba por la calle “Cassia” y detrás iba aumentando el cortejo de los coches y del pueblo. Cuando llegó a Puente Milvio, millares de barcazas que poblaban el Tiber, transbordaron a la multitud que se amontonaba en dos filas a lo largo de la Cassia.Cuando el pueblo vio de nuevo el rostro humilde de PIO VII, no se contuvo más y se hizo un río detrás del carruaje papal. A plaza del Pueblo, una arquitectura de bóvedas, tribunas, festones imponentes de flores, flanquearon el papa que bendecía a la multitud. Sobre el puente hacia San Pedro, una enorme estatua improvisada le dio la bienvenida; las fachadas estaban cubierta de estandartes y tapices; el empedrado de la calle cubierto de flores.La vida de los romanos tomó de nuevo el modo de vivir muy esperado por la gente que quería vivir sin demasiadas exigencias civiles, sin impuestos y sin guerras; e ir a la iglesia cuando y como quisieran.

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Pero la reconstrucción fue dura y también moralmente; Las costumbres “imperiales” se habían arraigado en algunos; había que enderezar ciertas costumbres y modales ordinarios. Por otro lado, en especial, se debían destruir los bandoleros, o sea las bandas de todos los que se habían adherido a una política anti-francesa, para vivir en los bosques ensangrentando el Lacio.

PRIMEROS AÑOS DE ELENA:La pequeña creció en medio del ambiente de las hermanas y de los hermanos, una compañía rebosante de alegría y de exuberancia; es de notar que vivían sin estrechéces familiares porque la casa Bettini no era de ricos, pero el papá ganaba lo bastante para mantener bien a la familia.Desde que empezó el uso de razón, Elena respiró aire nuevo. Roma resurgía una vez más de las ruinas morales y civiles que el intermedio napoleónico había sembrado entre los ciudadanos. Algunas leyes habían hecho progresar, otras habían sido exigentes.El águila imperial se había derribado en su vuelo impetuoso, sobre un ambiente arreglado desde siglos, y contra el equilibrio del cual el pueblo era celoso: Los romanos no estaban dispuestos a ciertas novedades y no eran cobarde frente a aquellos que los herían en lo íntimo.Es sabido que Napoleón se sitió impotente con sus reformas frente a Roma; la única ciudad que le resistió tenazmente entre todas las ciudades, también italianas, que fueron incorporadas a su dominio desmesurado..Elena creció en este clima de reconstrucción espiritual que fue común en varias partes de Italia.¿A quien más había llegado la tormenta? ¿A los pequeños, por la amenaza que llegaba a ellos, al ser absorbido por el nuevo ambiente destructor de los bienes más importantes.El peligro para los niños despertó una especial maternidad en varias mujeres consagradas al Señor. Y esta maternidad hizo de ellas las Fundadoras, en varias partes de Italia, y particularmente en las regiones septentrionales, como Piamonte, Lombardía, y Veneto. Roma, bajo cierto aspecto, tiene sus actuaciones particulares: en el mismo año 1832 en que surgió el Instituto de las Hijas de la Divina Providencia, Magdalena Sofia Barat, llegó a Roma con un programa bien claro: establecer, confirmar sus “Damas” del Sagrado Corazón, en “Trinidad dei Monti”. Parece rico de significado el acercamiento entre los

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dos Institutos: sobre la colina airosa, adornada de la más bella escalera de Europa, surge un Instituto a formar, por cincuenta de años a las almas y las personalidades de la Señorita de la alta sociedad, tanto en Roma, como de Italia (como ya había sido en Francia). En el corazón antiguo de Roma, en un barrio marcado por grande miseria y sufrimiento, nace otro Instituto, pequeño, entre estrechez y admirable osadía, consagrado a instruir y formar las almas y la personalidad de las niñas más pobres.¿Quien puede resistir a la imagen de un arco que en el cielo cálido de la Urbe une dos casas, dos multitudes, dos ramas de la futura historia de Cristo? . Roma ha dado su fruto y seguirá dándolo con magnitud “romana”.¡ Cómo se esfuerzan pronto los niños en afirmar sus pasitos y pronunciar las primeras palabrita que forman nuestros deleites!- Elena fue una niña como las demás, ni adelantada, ni lenta en desarrollarse. Fue a la escuela de las “ Madres Pía Venerini” al Arco dei Ginnasi”, donde frecuentó los cursos básicos y se destacó pronto por su personalidad. Era alegre, no era vanidosa, por el contrario, cuidadosa de un pudor vigilante, casi exagerado frente a cualquier indicio que desentonara en relación a la pureza y a la fe en Dios. Con esto se conformaba a sus compañeras de escuela, a sus hermanas y hermanos, por el brillo de sus seis, siete años......Un testigo: Monseñor Sirolli, escribe: Manifestó un carácter dulce y amable tanto de ganarse los corazones; muy obediente a los padres, dócil para inclinarse al bien, solícita y atenta en el estudio, pronta siempre para lo mejor............” En general, la última es siempre la regalona de la casa, y sin quererlo, la más consentida. Elena no fue “enfant gaté”, por el contrario, edificó a los cuatro hermanos. Al verla así disponible y amable, estos se ponían atentos, siguiendo su ejemplo.Es todavía monseñor Sirolli que habla: “... Era el ejemplo de los hermanos y hermanas, y la delicia de todos”.¿ Cuando y donde recibió el Sacramento de la Confirmación? No se sabe; tal vez el día de la Primera Comunión que hizo en la Pía Casa del Niño Jesús al Esquilino, cerca de Santa Maria La Mayor, después de una preparación esmerada.

En la adolescencia, Elena se destacó por una actividad particular: La enseñanza del catecismo a las niñas de familias humildes, en el ámbito de su parroquia, ¿En cual Iglesia?No se sabe con exactitud; según las noticias que se tienen, entre estas tres Iglesias: Santa Lucía de las Bodegas Oscuras, que era la Parroquia de la Bettini; Santa Maria del

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Pianto, en la cual se reunían las maestras catequistas; San Marcos, según algunos testigos del Proceso.La verdad es que Roma se presentaba en toda aquella zona, entre las Iglesia del Jesús y la actual plaza Arénula, como un verdadero tablero de ajedrez de Iglesias, algunas parroquiales, de las cuales ya no existen más; esta cercanía hace suponer que Elena haya enseñado en más de una Iglesia, en días distintos, el catecismo.Lo que es cierto es la preocupación real de la joven por este apostolado y lo confirmamos al narrar el episodio que sigue:- Un día Elena se encontraba en “Largo Arenula” y llovía impetuosamente: El agua caía sin parar y la joven pensó refugiarse en la Iglesia de San Carlos Ai Catinari, oficiada por los Padres Barnabitas, adornada con una cúpula barroca a imitación de la cúpula de Miguel Ángel en San Pedro. Gran alivio al encontrarse al cubierto y frente de hermosos altares. Frente a uno de estos ardía una lámpara indicando la presencia del Santísimo Sacramento, y Elena se arrodilla y se pone en oración. Fuera sigue lloviendo.Allí cerca, un confesionario y un confesor, y la joven aprovecha: Hace su confesión al desconocido sacerdote y se siente comprendida a la perfección.Mientras se desarrolla esta conversación nosotros pensamos sobre los dos protagonistas.

¿Quienes son? El confesor es el Padre Tomás Manini, párroco, todavía no cumple treinta años, pero con grande celo para las almas.- Lo que le duele es el no conocimiento, por parte de muchos, de las verdades católicas.- es consecuencia, ciertamente, de la poca preparación catequística; aquellos jóvenes y adultos o ya ancianos, no han tenido una catequesis adecuada durante los años de la infancia y adolescencia. Si hubieran tenido una buena preparación con la catequesis, no sería lo que son.........El Padre Manini tiene un ideal; juntar un grupo de jóvenes, habilidosas, bastante instruidas en las verdades religiosas, para trasmitirlas a los demás. En especial a los niños y a las jóvenes. Así ir preparando los hombres y las mujeres del mañana. ¿Y si este pequeño grupo se dedicara única y solo a la enseñanza? – Padre Manini sueña y reza. La Providencia todo lo puede. Hemos clarificado las cualidades de los dos personajes: guiados por una intuición recíproca, deciden encontrarse de nuevo, las confesiones se repiten, las disposiciones a la pedagogía catequística afloran. Padre Manini es ahora el director espiritual de Elena. Puede ser que desde el primer día le haya dicho: ¿Piensa, hija mía, dedicar toda la vida a la enseñanza del catecismo? Pero en serio, ¿con un empeño total?

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Tengo ya dos jóvenes dispuestas para hacer esto: se llaman Violante Parigiani de Poggio Mirteto, y Luisa Migliacci de Roma.Elena pronuncia sin obligaciones o coacción, el “SI” que ella dice, es natural, casi inevitable.- Está en la plenitud de su juventud, sabe bien lo que significa consagrarse al Señor; en realidad siente lo que desea en aquel momento: es esto lo que ella desea desde tiempo, desde años.... desde siempre.El Padre Manini llama a Luisa y Violante, comunica la noticia y pasa a la acción: consulta al Cardenal Lúcido Maria Zurla, y a sus superiores. Escribe una especie de reglamento, lo comunica a las candidatas.- Toma en arriendo cuatro piezas allí cerca en calle Los Carpinteros con el N° 58 y empieza a amoblarlas como puede, acomodada a la iniciativa propuesta.Las tres postulantes están ocupadas de una sola cosa: despejarse cada una de su familia.Preferirían mil cosas a esta única..... Elena ama inmensamente a los suyos, se encuentra bien con el papá, la mamá, los hermanos; y lo más duro es que está plenamente consciente de cuanto ellos se encuentran bien con ella. Si no ha sido la clásica “regalona” de la casa, ha sido, lo hemos escuchado de un testimonio valedero, “ el centro y la alegría de la familia”. ¡Desasimiento! Dice Teresa de Jesús, que al salir de casa, para entrar en el monasterio, le parecía que los huesos se le soltaran por el dolor. Para Elena una consolación la hay: no se trata de clausura, y calle de Los Carpintero está cerca de su casa.Pero ella sigue claramente una exigencia profunda, y le acepta el significado: trasladarse, corazón y alma, en la nueva morada: desarraigarse.Más profundo, todavía, bajo este conocimiento, hay otro: desarraigarse no significa desasirse de los afectos más bello, arrancarse del amor: -No- Significa amar más y mejor también aquellos de los cuales en apariencia nos alejamos, amarlos en Dios, a la luz viva de la gracia, protegerlos, inmolarse también para ellos. Todo esto es un aliento cálido y luminoso que la sostendrá.¡“Vas, Hija, “ le dice el papá, llorando,- Anda, anda- esposa de Cristo y que Dios te bendiga!

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C A P I T U L O II

UNA CONGREGACION QUE NACE Y QUEDA HUERFANA

8 de Septiembre de 1832: dulce e inolvidable fecha.Entre las pocas piezas de calle Los Carpinteros N° 58 hay una arreglada a Capilla: hay de todo, “per modo di dire” Está el altar, están los ornamentos indispensables, están también, humildes y pobres, todos los detalles, así es posible actualizar la celebración Eucarística.Las tres postulantes se arrodillan y el rito íntimo comienza: el Padre Manini les entrega el hábito de la naciente Congregación.Ese mismo día entra una cuarta compañera, Maria Antonia Doboletti de San Severino de la Marca. Ahora es posible dar inicio a la obraLas tres novicias, al día siguiente, 9 de Septiembre, salen por las distintas callejuelas alrededor; visitan las familias que tienen niñas, hablan con cuantas adolescente encuentran por las calles: Abriremos una escuela de catecismo en calle de los Carpintero N. 58, cuantos antes, y si no tienen inconvenientes, vengan donde nosotras, las acogeremos con el corazón abierto............”El barrio pobre se remece y se anima: una escuela en el barrio.¡Cómo es fácil acompañar allí a las niñas y que alivio colocar en un lugar seguro, con buena ocupación, niñas vivas e inquietas!Las mujeres del barrio tienen una clara impresión de ir en progreso. Ahora todos esperan el gran día en el cual se abrirá la escuela.En el interior de la casa, hay un continuo y gran movimiento del Padre Manini y de las cuatro monjitas” como la llamaban en barrio.¡Fuerza y valor! Se necesita de las unas y del otro. Amoblar los dormitorios y las salas. Dos piezas, de las más grandes, donde puedan caber las niñas que se prevén numerosas.Entre ella se establece una espléndida medida: “hacer todo con nada”, y las cuatro protagonistas, incluida la Doboletti, ya de la comunidad, actúan a la maravilla.No puede decirse que tuvieran lo indispensable, pero el Padre Manini ha buscado algunos bienhechores, casi todos de pocos recursos; así hay quien ofrece una silla....etc....

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Pero hay dos que se empeñan de veras: Sor Giuliana Mastruzzi, fundadora de las “ Mantellatas” de Roma y Antonia Gutti, superiora de la casa de las “Neofitas”: dos almas generosas, bien entendidas, porque ellas mismas ya han vivido la misma experiencia: “ hacer todo con nada” y hoy día viven en un bienestar relativo, pero que a las cuatro monjita parece fabuloso.Hay que destacar que el 14 de Octubre de 1832, Maria Antonia Doboletti, toma el hábito, ella también: ¡Somos cuatro ahora! “como decir:- el primer paso adelante se ha hecho, el porvenir está abierto.La Hna Mastruzzi otorga dinero que a nuestras monjitas parecen sumas notables, después establece una cuota fija: treinta y cuatro escudos al año. No es una suma para vivir, pero por lo menos es algo llovido del cielo. La Hna Gutti da todo lo que puede y hace más: se pone a la búsqueda de otros bienhechores. Hay una bienhechora invisible, inexplorada, la cual actúa cuando y como cree oportuno. Una Mañana el Padre Manini está preocupado, tiene que pagar a los obreros y no sabe como hacerlo: sobre la alcancía de la sacristía descubre un paquete, lo abre, son monedas de oro..... La Providencia actúa a su manera y nosotros no la podemos imitar.Entre las cuatro religiosas, Elena es la más joven. Está por cumplir los 18 años: se coloca, por lo tanto, con gozo, al último puesto al cual tiene derecho y que no quiere dejar escapar.La superioridad concierne a la Hna. Parigiani, la cual parece la más preparada para la vida y la más indicada para enfrentar las dificultades y al mismo tiempo, profundamente piadosa. Igualmente metida en la vida del espíritu está la hna. Migliacci. Demasiado, podría decirse, sin el “demasiado” de austeridad, de mortificación, que le sale del profundo de su alma y la arrastra a continua renuncias. La hna. Deboletti es de salud débil, pero se esfuerza para sobreponerse: necesitará unos decenios para que su energía se desplome y su vida se apague.Mas: ¡ por ahora adelante! El amoblado está listo, es lo que es; pero hay sillas y bancos para las niñas y las mesitas aptas para ellas: La que entran ven un ambiente todo blanco y reluciente de limpieza. El secreto del Instituto no se revela por nada.- Este secreto consiste “en no poseer nada, pertenecer única y exclusivamente a la Providencia”.21 de Noviembre de 1832: tiene lugar la inauguración de la escuela.- Es la fiesta de la presentación de María al Templo.- Sucede aquí un aglomerarse de otras pequeñas presentaciones: todas las niñas del barrio limpiecitas, engalanadas, con sus delantales nuevos, de las manos de las mamás. Todo es brillante, romano y bullicioso, y los rostros rollizos, el movimiento, los saludos que llenan la calle de Los Carpinteros.... Después la despedida entre mamás e

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hijas: las pequeñas se desprenden de las manos maternas, se apiñan en las piececitas que no tienen cupo.Es una escena feliz que empieza, cuyo primer objetivo consiste en poner un mínimo de orden entre aquellas caritas, brazos y piernas que no saben estar quietos un minuto; el dinamismo y la energía son tales que sería absurdo pretender silencio, buenos modales, atención y semejante utopía; a pesar de esto, el hecho admirable es que la mar agitada, poco a poco se calma; piernas y pies no golpean más los bancos, las manitos gorditas se arman de lápices y los agitan bien altos, bien a la vista; los ojitos obscuros y relucientes se concentran en la maestra: es la escucha, es el fin, la atención, la inesperada atención..- En aquella cera virgen, se graban las enseñanzas; las pequeñas revelan inteligencia y memoria; de mano en mano que el discurso se hace serio, manifiestan corazón y disponibilidad; cuando escuchan la historia de Jesús, se emocionan.- Volviendo a sus casas, llevan consigo el tesoro.- Las mamás no las reconocen; no son más groseras, inquietas, molestosas ¿Cómo han hecho las monjitas para transformarlas así? Piensan, reflexionan, se esfuerzan en leer y escribir; papeles y lápices, que hace poco, habrían tirado al fuego, ahora pasan a ser un premio.Entre las mamás, es sabido, existe una especie de consultaciones, intercambio de noticias etc.... y la noticia corre como llama de fuego entre paja; las monjitas hacen milagros y sosiegan a todas las niñas.- El número de las aspirantes aumenta a la vista, las dos piezas están repletas; después a la entrada, el registro de matrícula se sierra “ por falta de local”.Las mamás atrasada pronuncian el méa culpa y no pudiendo hacer otra cosa, llevan de las manos a las niñas no aceptadas a mirar a las alumnas de la escuela que pasan ordenadas en largas filas hacia la Iglesia de San Carlos; van al catecismo y a escuchar la Santa Misa.- Este único espectáculo es ya algo para las que quedaron afuera.Una gran simpatía hacia las monjitas gana terreno en el barrio, porque no hacen pagar nada a las alumnas y viven abandonadas a la providencia. No se podría insistir demasiado sobre el carácter providencial del pequeño Instituto naciente. El Padre Manini lo ha pensado así y lo quiere así.Aquí está: con esta concepción, se cruzan y chocan dos categorías de problemas prácticos: el primer es el sustentos de las religiosas; el segundo, la ampliación de los locales para recibir y educar a más niñas.Para el Padre Manini la expresión “a la divina Providencia” es palabra de orden y presupuesto inviolable.- Se esperan, por lo tanto, los bienhechores que se presentan sí, pero los vacíos de las necesidades permanecen.

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¿Qué significa este particular? El Padre Manini sufre por esto con todas sus fuerzas;.... reflexiona, pero no le agrada que el Instituto tenga que organizarse siempre según la Providencia, sino tomando medios prácticos.De otra manera, el pan, los alimentos, los trabajos, hay que pagarlos.- El Padre Manini es párroco, estás obligado al manejo del dinero, a preocuparse de donaciones, beneficios y depósitos. Todo esto es intocable y se necesita recurrir al espíritu de sacrificio de las religiosas.- Increíble, escribe el Padre Manini- han sido las privaciones y los sacrificios a los cuales tanto la hermana Bettini como las hermanas se sometieron en aquellos primero tiempos. En las Actas de la Casa Matriz se lee: “Soportaban grandes e increíbles privaciones; su comedor, al comienzo, fue una cocina con una pequeña y destartalada mesita. Las salas de clase estaban arregladas como pudieron; en el interior de la casa, algunas piezas cercanas, estaban desprovista de las cosas más elementales; se necesitaba una sala de clase por el número siempre creciente de las alumnas y en la estrechez e incomodidades ya descriptas, las pobres religiosas, se encontraban en un verdadero martirio.-“ Con estas frases, ya está puesto en forma objetiva el problema central del Instituto, y al mismo tiempo su más íntima dinámica futura.Todo el interés de nuestra historia consiste en este punto

focal, que cada vez se hará más candente, probatorio y fecundo. Mientras tanto se aplica el dicho: “ Si Mesena llora, Esparta no ríe”.- Este dicho parece poco apropiado, pero el Padre Manini se inmola, y ¿de que modo?En primer lugar con el sufrimiento que le deriva de la responsabilidad en que se ha metido, su empeño, es amor verdadero, desbordante amor hacia las niñas desconocidas que conocerán a Cristo y la educación tramite las monjitas.La obra, por lo tanto, debe ir adelante. Pero su empeño es también caridad hacia las monjitas de las cuales es el Fundador. Comprende el sufrimiento minuto por minuto, viviéndolo como si fuera suyo; si pudiera, lo cargaría todo él, en un único esfuerzo a costa de quedarse aplastado.En tercer lugar, sufre porque esta obra tan social, de la cual el Padre Manini vislumbra un posible futuro esplendoroso, no es comprendida por todos, y al contrario, es mal entendida por muchos, propio por esta heroica insignia “a la Providencia”“Como es posible- dicen los pseudos-sabios de la calle, de las familias, de los bares:- -¿Fundar una obra así, a la loca, sin plata, sin ningún apoyo humano?” y mucho más se alinean con esta crítica. El hecho está que el Padre Manini lleva adelante toda la obra; monjitas, alumnas, local etc.........Entre las religiosas, el “Estado Mayor” ha quedado activo, mientras otras candidatas han llegado:

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Después llega el día en que el “Triunvirato” directivo: Parigiani, Migliacci, Bettini, se derrumba: Quien cede es Luisa Migliacci, alma bella, sin duda, pero de carácter difícil. Siente atracción ardiente hacia la austeridad y las mortificaciones voluntarias, lo que complica la situación, porque agregar a las necesarias condiciones existente, otras privaciones sobrepuestas, puede ser imprudencia peligrosa.Es necesario, en este punto, hacer aclaraciones sobre reglamento espiritual:- Por ocho meses las religiosas habían tenido como confesor al Padre Manini, el cual había sido también director espiritual. Después de este primer período, él sobrecargado de trabajos, quiso que pasaran bajo la dirección del padre Capelli, excelente barnabita, hermano del Padre Manini en la comunidad de San Carlos ai Catinari.Aquí aparece un nuevo cuadro, un nuevo horizonte íntimo. Las austeridades de la Migliacci no son admitidas, “ella se aflige y encuentra dificultades en obedecer”. Por supuesto no conoce la sentencia de oro salesiana: “Nada pedir y nada rechazar”, la cual, tal vez, la habría iluminada sobre el trato particular que la Providencia parece reservar a las monjitas de calle Los Carpinteros. Le consiente mucho sacrificio inherente al apostolado que ella ha escogido y le pide, en primer lugar, la plática de la obediencia. Luisa Migliacci no se encuentra totalmente en este esquema, y quiere escoger y agregar ella misma otra ofrenda al Señor.- Puesta en contradicción, escribe al Padre Manini, así que el Padre temiendo que su espíritu pudiese hacer daño al naciente Instituto, le aconsejó dejar el hábito e ir a descansar con sus familiares.La impresión es dolorosa por la condición de ella misma que viene a cambiar.- Las responsabilidades ahora pesan sobre ellas dos. Pero.......... “nada pedir y nada rechazar”, ellas aceptan plenamente en el Señor.Con igual espíritu, con un sufrimiento mayor, reciben entre poco tiempo, una transformación más grave.- Por razones que no sabemos, el Padre Manini, de acuerdo con sus Superiores, renuncia a la parroquia de San Carlos ai Catinari, a la obra iniciada y se prepara a partir de Roma. ¿Que evento había influido sobre esta decisión que modificara el curso de la historia del Instituto? Mas que seguro son las dificultades de la Congregación, las cuales en un alma generosa como las del Padre Manini, se habrían transformado más bien en un incentivo para quedar, que en un estímulo para huir.- En realidad por cuantas indagaciones hemos realizado sobre la verdadera causa de este alejamiento, no nos ha sido posible descubrirlas.Cuando él comunica la noticia, esta se transforma en consternación para la Parigiani, para la Hna. Bettini y las pocas hermanas.- “ y aquí- escribe en su humilde y acongojado

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lenguaje, la religiosa cronista - ¿ quien podrá comprender y describir la desolación de las hijas amadas?Se vio esta incipiente Congregación privada de los medio para subsistir, porque a ella ha venido a faltar su proveedor, el padre, el consuelo, el guía: Ellas no conocían a nadie en el cual poder confiar y habían quedado como huérfanas en esta tierra.El Padre Manini mismo, en medio de su pena, se da cuenta de la prueba de sus hijas.Todo esto acontece en el octubre de 1835, a solo tres años de la fundación: es bien comprensible que las dos “ huérfanas” se sintieran abatidas.- El se preocupa de dejarlas bien encargadas: la escuela y la pequeña comunidad se presentan favorablemente, sería un verdadero error dejarlas desaparecer.- Es aquí la búsqueda del Padre Manini que conoce muy bien a sus hermanos y escoge los mas aptos: pide al Padre Fioravanti, Superior de los Barnabitas, de ser el representante legal de las “ monjitas”,; al vice-párroco Benito Brinciotti, de tomar la administración. Recibe oferta de los bienhechores y alcanza a pagar un trienio anticipado de alquiler. No le es posible hacer más. En fin de cuenta sería contrario a su estilo, buscar de dejar a sus hijas bienes raíces o puntos de apoyo.- deja a la “Providencia”, la plantita, si debe crecer, crecerá bajo la mirada de Dios.

En efecto, el va al verdadero punto de la cuestión, al espíritu de abnegación y de resistencia de las religiosas y les habla como un padre que parte: “Sean fieles al Esposo, valientes en las adversidades, llenas de celo para el bien del prójimo. Caridad y unión entre Ustedes, caridad con todos; tengan bien presente, ahora y siempre la caridad.

CAPITULO III

EL MENSAJE DEL PADRE MANINI

LA PROVIDENCIA GUIA A SUS HIJAS El alejamiento del Padre Manini es el punto de mayor ahondamiento y exactitud de la historia del Instituto: me atrevería a decir: la partida casi más que la presencia.Esto puede parecer una paradoja; pero hasta que el Padre estuvo cerca de las hijas, reveló, días tras días, su pensamiento familiarmente, según las oportunidades cotidianas. Ahora, partiendo, se preocupa de demostrarlo todo por completo.

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Lo que él entendía edificar al formar la pequeña congregación, sus finalidades integrales, su verdadero ideal, salen a la luz al momento de despedirse. Deja a sus hijas un escrito que lleva como título: “RECUERDOS Y TESTAMENTO” ; en él revela todo el conjunto de su pensamiento

TESTAMENTO DEL PADRE A TODAS SUS HIJAS EN JESUS CRISTO.

El padre pone la primera piedra del Instituto: La Paz.............. “hijas mías, vivan unidas en paz y caridad, destruyan toda

amargura, sofóquenla desde su inicio y no dejen que se ponga el sol sin que se hayan reconciliado con vuestras hermanas, si por causalidad hubierais recibido disgustos o aflicción.

Gradualmente va llegando al centro: la caridad recíproca.II- “Hijas mías, prevénganse una a la otra en los actos de

caridad. Si son más fuertes, lleven el peso de las más débiles; si son las primeras, háganse las últimas por amor de Jesús Cristo que ha dicho que los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos. Eviten las familiaridades inútiles y excesivas en las conversaciones: Huyan las particularidades y las preferencias; sean todas las hermanas iguales para Ustedes, y todas ocupen el mismo lugar en vuestros corazones. Todas sean amadas por iguales en Dios y por Dios, y por igual encomendadas a Dios; si acaso hay que dar algunas preferencias, sea para aquella hacia las cuales sienten menos atracción.

LA MORTIFICACIÖN:III- “Hijas mías, no solo no busquen en realidad, sino que

eviten también el desear lo cómodo de la vida, el descanso y el reposo. Amen el trabajo, la ocupación, la oración, la mortificación. La vida es breve; todo pasa, menos que la virtud que la llevaos con vosotros; menos Dios, al cual nos vamos acercando en cada momento de nuestra vida.- La muerte nos despoja de todos y quien habrá trabajado con sacrificio, será bienaventurado.....

Eviten cualquier disipación.

IV.- Hijas mías, huyan como antes de una serpiente a cualquier cosa que las distraiga.

No crean que con el distraerse, el espíritu se recree: no hay cosa más verdadera, más sólida y consoladora para una persona piadosa que el gozo producido por el recogimiento, por el fervor y la caridad.

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ORACION CONSTANTEV.- Hijas mías, por ningún motivo nadie se crea eximida de rezar. También enfermas, también moribundas, recen, ofreciendo sus enfermedades y resignándose”.

DESPRECIO DE SI MISMA Ninguna presuma de si misma. Atribuya a Dios lo que hace y a

El dé la gloria y le agradezca. Tampoco se crea con derecho de estimar o de valorar en menos

a las demás, porque pueda creer de ser más útil a la comunidad, porque delante de Dios, quien no tiene humildad y caridad, es menos que nada; mientras quien es humilde y ama, es todo.

No es el hacer mucho o el hacer todo que nos hace agradables a Dios; es el hacer lo que se puede, en la mejor forma que se puede, por dar justo a El; En conclusión, es el trabajar con fidelidad y amor el talento que El nos dio.

EXAMEN DE CONCIENCIA:VI.- No transcurra día en el cual cada una no se haya

interrogado a si misma en esta forma:-¿Por qué he venido aquí?- ¿En todo el tiempo que he transcurrido aquí, que he hecho para obtener este fin? - ¿qué provecho he sacado?”

MUERTE DEL YOVII.-Hijas mías, cada una se esfuerce en parecerse a un cuerpo

muerto, dejando su voluntad, y despojándose de ella en las manos de los superiores.- Sea cada una ciega, menos que para ver sus propios defectos; muda, menos que para confesar su propia imperfección; sorda, menos que para escuchar los mandatos de los superiores y la voz de Dios y del guía espiritual; en los demás despojadas de todo sentido, a excepción para obrar y actuar según la obediencia y la caridad.

CONSTANTE PRESENCIA DE DIOS: VIII.- Hijas mías, donde se encuentren, siempre estará Dios

con Ustedes, porque El está en todas partes: tengan siempre su temor y el deseo y la voluntad de la obediencia y cuando sea el caso, practíquenla.- Si la voz de los superiores es la voz de Dios, el ojo de Dios sustituye el ojo de los superiores.- Si estos no las ven siempre, si faltan en hacer lo que le han mandado, Dios las ve siempre, en nombre del cual han sido mandadas. Siempre hagan todo con el temor de Dios.

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. OBEDIENCIA:

IX.- No se hagan nunca lícito el menor pensamiento sobre la más pequeña desobediencia, y no crean nunca de no tener la fuerza suficiente para ejecutar lo que se le ha mandado.

Después que Ustedes, humildemente y sinceramente han manifestado a la superiora su propia incapacidad, vayan con confianza sincera y firme en la fe, y no duden, harán todo, triunfarán de todo los obstáculos y agradecerán a Dios que al hombre obediente ha prometido cantará victoria......................................

CONSIDÉRENSE SIEMPRE EN EL ÚLTIMO EMPEÑO.X.- Miren cada día como el último de su vida, cada actuación como la última, cada oración como la última, cada lucha espiritual como la última. Operen entonces, recen luchen, resistan, ocupen el día con toda perfección. Después puede venir la muerte, el juicio, la eternidad; X.-“Hijas mías, piensen que serán juzgadas sobre la observancia de la ley de Dios, sobre la gracia, si habrán sido fieles, la recompensa.”...............

LA REGLA: Hijas mías, piensen que serán juzgada sobre el cumplimiento de la divina Ley, sobre la gracia de la vocación, sobre los medios para observar aquella y perfeccionarse en esta. Serán juzgadas también sobre la Reglas que han profesado y sobre la observancia de esta. Tengan cuidado de custodiarla con celo, y después de la ley de Dios no haya otra cosa que tengan en mayor aprecio

APROVECHAR TODA OCASIÓN PARA AMAR A DIOS.XI.- “Hijas mías, cada circunstancia puede ser ocasión para

ejercer la virtud y ganar mérito. Sean por lo tanto atentas para que no se les escapen.”

CRISTOCENTRICO INTEGRAL:XII.- ¡Hijas más, la guía de vuestras almas para ustedes sea la

persona de Jesucristo; escuchando aquella escucharan a esto, si obedecen a ella, a este obedecerán.

Como el ojo de Dios ve su interior, así Ustedes tiene que exponerlo y hacerlo ver al guía de vuestra alma, de tal forma, que como es imposible que formulen un pensamiento o hagan el más pequeño movimiento sin que DIOS lo vea, así sea

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manifiesto al guía por medio de la sincera, exacta, simple y clara manifestación de su conciencia...”

ESPIRITUALIDAD MARIANAXIII.- “Hijas mías, vuestra Madre es Maria: de ella esperen toda ayuda y amparo espiritual y temporal.- Tengan con ella la ternura de hijas, la confianza de hermanas, la intimidad de amigas, la humildad de siervas, la dependencia de súbditas.

En ella todo, de Ella todo, por Ella esperen todo, por su intermedio obtendrán todo, de hecho, con la gracia tendrán la posesión de Jesús Cristo.

El Padre Manini en su testamento agrega estos deseos y estas recomendaciones:- “Agradezcan la infinita caridad de Dios por los méritos de Jesucristo, su único Hijo, y por la intercesión de la Santísima Virgen Maria, de infundir en vuestros corazones la practica de estos breves pero sustanciales documentos, que yo les dejo para el progreso de sus almas.

Deseo y recomiendo que sean leídos el domingo siguiente de las cuatro témporas de cada año, en la capilla, después de víspera, para que todas los recuerden como la voluntad de aquel Padre que Dios se ha complacido en dar a ustedes para realizar vuestra vocación en esta tierra y alcanzar la vida eterna.- Encomiendo pues mi pobre alma a ustedes.-No hay nadie que no se compadezca de mi miseria, y de mis grandes necesidades, y rueguen por mi para que Dios me tenga misericordia y después de mi muerte, se digne abreviar la pena que con mis numerosas culpas he merecido y me llame luego a gozar y bendecir al Padre al Hijo y al Espíritu Santo a los cuales todas las criaturas den honor y gloria por los siglos de los siglos Amen.

He aquí un “memorandum “no común: entregándolo, él lo acompaña con una breve carta, expresando su dolor por la separación y confirmando la total confianza en Dios:- Dios es todo: vosotras no os pertenecéis, ni sois de ningún otro, vosotras sois de Dios y esta palabra significa perfección y santidad. Sois de Dios, por lo tanto, perfección y santidad interior y exterior, constante, creciente, continúa, en todo lugar, en todo tiempo, en cada circunstancia, con cada persona, en público y en privado, en la iglesia y en la casa, en la escuela y en la oración, hasta el último aliento de vuestra vida.

La vida de las” huérfanas” da comienzo.- Hagamos un paralelo o mejor una unión entre el testamento” del Padre Manini y la aplicación de fondo dada a la vida del Instituto, de absoluta

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pobreza y total confianza en la Providencia, y tendremos clara delante de nosotros, la espiritualidad de esta nueva congregación: una espiritualidad que podría dar vértigos, una totalidad” de amor al cual son llamadas de repente las “monjitas” humildes, recién salidas de sus casas.Esta pequeña congregación no tiene dinero, no tiene casa propia, no tiene a suficiencia el pan de cada día, no tiene todavía un nombre bien definido: tiene solamente una espiritualidad que corresponde a alturas y vértigos y se encuentra lanzada en un trabajo y una vida que es una continua “fermentación”: Para completar la obra se agrega la condición de huérfanas en la cual quedan las “ monjitas”, desde el mes de Octubre de 1835.Es necesario reflexionar bien sobre estos elementos para darnos cuentas hasta que punto la Providencia toma a su cargo, desde los comienzos, el mantener en vida el Instituto y su funcionamiento. En tales circunstancias, en este despojo de las ventajas y de la ayuda material, la acción directa de la Providencia se hace más visible y reconocible.- Dios actúa en un espacio vacío y nosotros reconocemos bien, por lo tanto, su obra. Es Dios quien escoge, dispone, pone en acción los nuevos medios humanos de los cuales el Instituto podrá disponer, es Dios quien empuja nuevos bienhechores protectores en el espacio que ha quedado vacío.La escena se llena de personajes nuevos, suscitados visiblemente por la providencia; hemos hablado ya del Padre Fioravanti, superior de los Barnabitas, el cual hará el papel de director y el Padre Brinciotti como administrador. El Padre Capelli es el confesor. Una tríada que da confianza, pero, se entiende, no puede dar el pan.- Ciertas anotaciones son especiales y parecen hecha adrede para subrayar el valor “Providencial” de la vida del Instituto; por ejemplo: el Padre Brinciotti pone todo su empeño, pero no es un experto de la vida común; una cosa es vivirla y otra es dar disposiciones desde fuera.En algunas sugerencias, el buen “administrador” no resuelve, sino que complica: todo esto se entiende, con la mejor intención del mundo. Y muy pronto, es aquí donde la parte económica escasea: una pequeña disponibilidad de fondos dejados por el Padre Manini es gastada y esto bajo la guía del Padre Brinciotti, el cual en este momento se encuentra obligado a tener que proveer. No puede dar ayuda y empieza a buscar otros medios. Se pone en busca de bienhechores, y aquí aparecen una vez más la Mastruzzi y la Gutti, las cuales, a su vez, viven de providencia y tienen que hacer avanzar Institutos importantes y gravosos. La Mastruzzi, como hemos dicho, ha fundado las Mantelladas en Roma y la Gutti es Superiora de las casa de las “Neofitas”. A pesar de las dificultades en que se encuentran, la una y la otra, agregan algo más a lo que ya han hacho, suministran víveres y

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vestuarios y se interesan como hermanas de las necesidades de las hermanas Parigiani y Bettini y en especial, buscan a su vez, otros bienhechores.En este momento se presenta un personaje importante: el sacerdote Geronimo Marucchi, director del conservatorio de los “Catecúmenos”, el cual tiene dos cualidades específicas y preciosas: es abierto al bien, generoso y dispone de medios financieros.-Cuando escuchó hablar de las “monjitas” de calle Los Carpinteros por la Mastruzzi, la miró con desconfianza y dijo: ¿ Que congregación es esta que vive con nada? ¿Cómo han hecho para construir todo sin un mínimo de fundamento?” Agita la cabeza, y como hombre práctico y acostumbrado a la lucha cotidiana para sobrevivir, no quiere intervenir. Se agrega la hermana Gutti: También ella aboga calurosamente por la causas de las “Monjitas”. Pero ¿Cómo se llaman?” pregunta el Padre Marucchi. – Hijas de la Divina Providencia”. -¿y de que disponen?De nada.-El Padre Marucchi queda pensativo. Por ahora no está maduro. Por otra parte conoce a la hermana Mastruzzi y a la Gutti, tiene confianza en ellas, sabe que la una como la otra, han fundado, de poco o de nada, dos obras benéficas notables: todo esto lo indujo a reflexionar:La conducción de la Providencia es sutil, pero hay linfa. La Hna Mastruzzi vuelva a la carga, y también la Hna. Gutti.- Todavía no la vencen, pero obtienen una cosa: que el Padre visite la casa de Calle de Los Carpinteros. Esta visita puede ser un arma de doble filo.Con el espíritu generoso, pero sólido, que distingue al Padre Marucchi, la pobre casa puede confirmar en él la idea de la obra fundada en nada.....La hna. Mastruzzi y la Hna Gutti quedan en suspenso. El sacerdote llega a la calle de Los Carpinteros y observa todo.- Empieza por la capilla; una pobre pieza cualquiera que no tiene nada, ni el espacio suficiente que se requiere y no tienen los elementos indispensables.-Las monjitas tienen la gran curiosidad de saber el pensamiento del visitador, pero será lo que Dios quiere.- El huésped prosigue:- visita la escuela, el comedor,(que nosotros ya conocemos)..... y seguramente, como hombre practico ojea la despensa y la ve limpia y más o menos vacía.La visita está concluida.¡Oh, omnipotencia! Escribe la cronista en las actas del instituto- ¡Oh misericordia y bondad de Dios! De adversario se cambia en bienhechor y padre bondadoso!Observando la Capilla, desprovista de todo, que de capilla no tiene ni la forma, escoge otra pieza más apta y ordena adornarla con arte, colocar un altar decoroso, construir bancos de coro, y la enriquece de preciosas reliquias.

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Es el año 1836; el Padre Marucchi, desde entonces pasó a ser el “Padre bueno” del Instituto.Llegan víveres, llegan muchas cosas más; bancos, muebles que se necesitan.- El corazón del Padre Marucchi goza.¿Aquellas monjitas como han hecho para vivir hasta el momento?- Lo necesario por lo menos, lo más indispensable!Con toda la influencia de bien que el Instituto debe y puede tener sobre tantas niñitas y sobre tantas familias que participan del milagro! Más y más el bienhechor se convence que la obra es de Dios, que su intervención es de Dios, que hay que continuar en sostenerla y proveer en dar aliento... En todo esto hay una repercusión curiosa, que a primera vista, puede parece infantil, pero en si revela una mirada particular más de la Providencia. La optima hermana Parigiani se siente demasiado rica, todo este bienestar ( que en realidad a pena alcanza a lo indispensable), la pone en sujeción y le quita aquel sentido de “día por día” al cual se ha acostumbrado. Este es un momento delicado para ella. Tal vez sus ojos no saben abrirse bastante. ¿ no es verdad que la Providencia actúa como quiere, que es bastante libre para regular personas y circunstancias en el modo más libre de otras influencias, y que, si quiere conceder un poco de bienestar, lo puede hacer?¿Por qué amarrar en forma rígida la grande y santa verdad de la Providencia, a aquellas privaciones de angustia e insuficiencia? Puede ser que, sobre este punto la Hna Parigiani no alcance a entender todo. Queda aferrada a una costumbre inicial, arraigada desde cuatro años: no se da cuenta que no es necesario seguir siempre sobre una sola rueda, como equilibristas, y que, si la Providencia quiere entregar cuatro ruedas, lo puede hacer bien.Este parece ser el motivo de fondo: por lo demás no lo sabemos. Cierto es que la figura del Padre Marucchi por si sola, inevitable, se hace importante, también sin que él quiera ser tal.Lo que sabemos es que la Hna. Parigiani cambia de humor y de modales. A veces reacciona con una actitud de dolor y se muestra desorientada, también frente a las hermanas.Un malestar nervioso que se nota en ella desde algún tiempo, a veces, complica y entorpece su actividad.- Probablemente es que en el fondo, con motivo de este cambio hay una sola y única causa: el agotamiento de sus fuerzas.- La Superiora ha gastado una buena dosis de resistencia y se encuentra al borde del abatimiento.- Su alma es todavía viva, llena de amor de Dios: su entereza a Cristo es más total que nunca, pero el equilibrio concreto, real, viene a faltar.Esto ciertamente ocurre no a causa del Padre Marucchi, más bien como consecuencia del desgaste nervioso de la misma hermana Parigiani; y todavía encuentra la fuerza, durante el verano de 1837, para cumplir ella misma, a la cabeza de su

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comunidad junta con Elena Bettini, una heroica e peligrosa obra de caridad: se lanzan todas en un riesgo, y veremos ahora como se desarrolla la cosaSe trata de enfrentar un enemigo terrible: “el cólera”- hace estragos. También las escuelas se cierran, y entre estas la de la Calle de Los Carpinteros” pero antes que esto suceda, las monjitas han llevado a sus alumnas a Santa Maria la Mayor para rezar por el término de la epidemia.- Después, una vez libres de sus actividades de enseñanza, se lanzan en plena batalla: Recorren las casas de los enfermos del cólera, los curan y asisten a los moribundos. Su osadía es admirable, tanto que lo notan los Padres Barnabitas, las autoridades civiles, y se les llama a retirarse. En su fervor caritativo habían olvidado, que a la mañana siguiente tendrían que tomar contacto nuevamente con las alumnas y por consiguiente, tienen que estar completamente inmunes de cualquier contagio. El argumento es tan fuerte que gana la ardiente caridad de las religiosas y estas se obligan a quedar en una especie de clausura.Mientras tanto la mortandad del 9 de Septiembre en adelante, disminuye a unos noventa casos por día; el día 14 los muertos son cincuenta. Con fecha 12 de Octubre de 1837, 21. La epidemia ha terminado.Nosotros podemos volver a nuestra historia entrando de nuevo en la casa de la calle de los Carpinteros 58. Mientras tanto el Padre Marucchi se ha encariñado con el Instituto de las Hijas de la Divina Providencia.- También el nombre emerge por sí solo, ¿Cómo encontrar uno mejor?Almas prontas a todo, que se han dejado guiar por un único ideal, que han resistido sobre una sola base, ¿cómo llamarlas con otro nombre? Y siguen tal cual, con una fidelidad que deja pasmado a quien las observa......El Padre Manini, propuso en un primer tiempo, de llamarlas “Angelicas” , en un segundo tiempo “Marianas” o “ Compañeras de Maria”, y después definitivamente “ Hijas de la Divina Voluntad” y por tal nombre insistiría hasta cuando tendrá vida: Y bien, podemos decir que es la misma cosa.Pero la nota que sobresale y da más luz es propio la de Providencia, también porque tiene un valor completo. Por una parte expresa la confianza de las almas, por el otro revela la fidelidad a Dios.Dios es fiel, y sus propuestas se transforman en promesas. Aquí el cuadro total de la Providencia, la cual será no solo el secreto esencial entre la vida del Instituto, sino que construirá por esto también una tarea particular; transmitir a los demás, lo más posible, la confianza en la Divina Providencia. Sobre este tema, todos están de acuerdo; la hna Parigiani, como hemos visto, el Padre Marucchi, el cual se siente, humildemente, el instrumento de la Providencia, aún sin tener las responsabilidades del Instituto. En cuanto al

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Padre Manini, no hay necesidad de explicar hasta que punto él se mantenga preocupado sobre este tema. En 1837 escribe una importante carta al Padre Marucchi para encomendarle que las religiosas perseveren en el primitivo espíritu de pobreza, de renuncia, de confianza total en la Providencia; y el Padre Marucchi al recibir la carta, se siente plenamente de acuerdo. Su celo hacia el nuevo Instituto nace también de una constatación consoladora. El Padre Manini está lejos y no puede ver lo que pasa, pero el Padre Marucchi está presente y es testimonio “de visus”. El asegura que el pequeño Instituto florece, que la escuela se desarrolla con numerosas alumnas, con un método de enseñanza y sobre todo, lo que más cuenta, con su vigor espiritual.Es un consuelo inmenso ver aquella falange de jóvenes que un tiempo atrás eran muchachas desordenadas de la calle, ahora son jovencitas ordenadas y responsables. Y aquella gran corona de familias alrededor, invisible, pero presente y que se escuchan claramente a través de la misteriosa intuición que nace siempre entre colaboradores del bien.¿A que pretender más? ¿Cómo no ver, en todo esto, el beneplácito de Dios?- Aquí un episodio preciso: El Padre Marucchi, por el servicio de Dios, desea la expansión del Instituto. Nuevas recluta se han agregado, el personal religioso ha aumentado. Un día, él expone a la Superiora Hna. Parigiani un proyecto que evidentemente tiene a pecho: empezar a extenderse.- El Padre Marucchi describe la posibilidad que se presenta de fundar una casa en Apulia y describe la situación.- Tal vez ha pregustado, desde tiempo, el gozo de aquella conquista, la primera; él prevé muchas más.- Violante Parigiani escucha atenta, humilde, pero su rostro no manifiesta entusiasmo.Terminado el discurso, ella se declara contraria al proyecto, no se siente, por ahora, de emprender lo que a ella le parece un “vuelo loco”. Las mejores entre las religiosas son todavía necesarias en Roma: ¿ por qué quitarlas de la escuela en pleno incremento para fundar otra, lejana ,difícil de seguir y reglamentar?- Le parece prematuro todo esto. El Padre Marucchi insiste, y usa los argumentos más persuasibles: en fin él ha demostrado que puede sostener la empresa que sugiere.Cada uno queda con su propia idea.Repetimos, es un momento delicado. El Padre Marucchi prueba una desilusión, que tal vez hace maravillar a él mismo.-El no se creía tan empeñado a favor del Instituto, y así interesado para el desarrollo de este; ahora sufre porque no puede abrir a este un nuevo campo de trabajo.Violante Parigiani queda turbada: ha dicho que no y todavía no tiene el valor de decir “si”, por el contrario está más convencida que no es bueno quitar fuerzas preciosas de la casa y de la escuela.

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Ninguno de los dos disimula la importancia de la divergencia. En realidad se trata de una cuestión de principio: deben, no deben, pueden o no pueden, las Hijas de la Providencia, ¿moverse hacia otro lugar? ¿No es este el “inter” concreto casi inevitable de cualquier congregación religiosa?¿Como se puede limitar el servicio de Dios? ¿Como se puede aprisionar el amor?Pero, por otro lado ¿cómo se puede alcanzar sin faltar a la prudencia? ¿Conquistar debilitándose?¿Quien lo aconsejaría?Una divergencia de fondo está puesta y viene a atacar directamente las partes vitales del Instituto.

Todavía es posible que este argumento no sea por sí solo, tan fuerte para influir en la determinación que la Hna. Parigiani tomará dentro de poco tiempo; otras causas, otros estímulos actúan en ella. La idea de renunciar se le asoma siempre más pujante a la mente y con mayor claridad. La atmósfera se colora de tal forma, que el nuevo clima en el interior y exterior del Instituto se desarrolla en el mismo tono. Es casi una maduración sin poder detenerse.En el verano de 1839 Violante Parigiani renuncia y decide volver a su familia para reponerse del largo y duro trabajo sufrido. El 6 de Agosto, su padre viene a llevarla; ella deja la comunidad en la cual por siete años ha sido miembro, desarrollando el papel de mando.Todo esto se desarrolla en un ambiente de pena angustiosa. Sin ostentaciones, sin sentimentalismo, todos están afligido, empezando por el Padre Marucchi: sufren el sufrimiento de Violante misma. Si la separación en este caso, es liberación también de oposiciones y angustias, no se puede negar que es muy triste. Las hermanas no olvidan lo que la Superiora ha hecho, lo que alcanzó a hacer, en los momentos más difíciles de la convivencia. ¨¡Qué dotes de gobierno y que valor ha demostrado! No olvidan y están agradecidas.Muchas están tristes por su alejamiento a tal punto de enfermarse. En cuanto a ella, Violante, ha entregado a Dios un largo lapso de su vida, o mejor dicho de su juventud, a través de la obra amada y que humanamente queda sin recuperación. Pero la recuperación es otra: Fe y Providencia. Siete años de vida que pertenecen más al cielo que a la tierra, y esto es lo que cuenta.Si no que la preocupación está en ¿como quedan las monjitas? ¿Quien las guiará desde ahora en adelante? Es verdad, está Elena Bettini, pero tiene solo 25 años y la pequeña Congregación está a punto de abrirse. Elena reservada como es, obediente, silenciosa, ¿resistirá en mostrarse y ofrecerse para cualquier proyecto? No manifiesta de verdad,

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por el momento, dotes de gobierno. Demuestra si., valores incalculables de bondad, magnanimidad, fe, humildad..... y mucha oración.Es inteligente, esto si, y tan abierta al espíritu Santo: ama como poca saben amar.

CAPITULO IV

ELENA BETTINI A LA CABEZA DEL INSTITUTO.

LA ESCUELA DE CALLE LOS CARPINTEROS Elena Bettini es, a juicio de todos, propuesta Superiora del Instituto. Lo piensan así los Padres Barnabitas, los cuales han tomado a pecho “apretado” la Congregación, ideada por el gran ausenta, el Padre Manini; piensan así el Padre Marucchi, la hna. Mastruzzi, la Hna Gutti; piensan así las religiosas que van aumentando de número, y se llaman Sor Maria Antonia Doboletti, de San Severino, Sor Maria Margarita Paparelli romana; Sor Maria Claudia mirto de Olevano Romano y Sor Maria Cerulli, romana. –Como lo piensa ella misma, es más complejo decidirse.Elena tiene 25 años, pero, en realidad, posee ya una experiencia considerable de vida religiosa. Los 7 años de vida religiosa la han formado más de cuanto ella misma puede creer.- Por lo demás, no tiene ninguna confianza en si misma, pero si la tiene infinita hacia la Providencia; y es una confianza afectuosa, filial, que la sostiene y alimenta como un intercambio de cariño entre hija y madre.Elena llega, por lo tanto, a una conclusión: Tiene que ser la Providencia misma a escoger una superiora, y si también escogiera a ella que se reputa la más defectuosa, la última rueda del carro, ¿que había de raro o de no aceptable? Se podría decir, por esto, a la Providencia ¿”tu no sabe lo que hace, y no estoy de acuerdo contigo?”- Ya que esto no puede decirse, hay que aceptar de ser superiora, también sabiendo de no estar al tanto.

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Es la primera circunstancia relevante en la cual podemos subrayar este carácter substancial en el espíritu de la hna. Bettini: la paz. A través de un crujido de contrariedades, nosotros captamos la nota más constante de su intimidad; el apego inamovible a la Providencia y con esto una tranquilidad que no puede ser atacada. Esta podrá dejar lugar a sufrimientos, a penas, tal vez desgarradoras, como veremos, en los sentimientos, pero quedará intangible en lo profundo de su alma, como señal de la toma de posesión de Dios en su misma alma.

La escuela sigue bajo la nueva guía de Elena. Esta, durante ese tiempo, se ha consolidado y ampliado a sus finalidades: se ha transformado y se transforma a la vista.-De una simple escuela de catecismo, se ha transformado en una verdadera y propia escuela básica. En ella las niñas aprenden a leer y escribir y las operaciones matemáticas. La escuela constituye, en primer lugar, un centro de formación espiritual, pero es también una sementera de instrucción y civilización.Este desarrollo se encuadra en un ambiente histórico social de primera importancia y responde a problemas éticos fundamentales. Se proyecta a tal punto la responsabilidad que, para largos siglos ya pasados, las clases dirigente del laicado cristiano dejaron sin solución, o sea la instrucción de las últimas clases del pueblo.- El Medio Evo calló sobre este punto, y no solo calló el sistema feudal, también las sociedades puramente comunales entre el Medio Evo y el Renacimiento ignoraron el problema, a parte de alguna pequeña excepción.- Se hace notar que las ciudades del trescientos y cuatrocientos tenían carácter comunitario, como hoy día diríamos democráticamente.Los primeros en moverse, y para largo tiempo quedando los únicos, fueron los hombres de la Iglesia.

El gran florecer, como hemos dicho, se desarrolló entre 1820 y 1840; en este período tenemos que poner la Escuela de calle “Los Carpinteros” que nos interesa.Surgía después de dos siglos de las primeras grandes tentativas a favor del pueblo, y todavía respondía a una urgencia más y a una sensibilidad social profunda y nueva.- Esta escuela tuvo de inmediato algunas características particulares:1.- Fue abierta única y solo para las niñas pobres, de preferencia para “la más pobres” o mas abandonadas” y gratuitamente.2.- Tuvo carácter estable, duradero, porque constituyó la actividad y el fin de una Congregación religiosa.

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3.- Enseñaba además de leer y escribir, también el trabajo doméstico, para que las alumnas hecha adultas, pudieran ganarse la vida.El Padre Manini delineó, en las primeras reglas que escribió para el Instituto, con un espléndido pensamiento, el fin de este: “La obra de caridad que las Hijas de la Divina Providencia quieren abrazar, como su principal ocupación, para provecho del prójimo, tienen que recordarle siempre que están por Dios, destinadas a hacer el oficio de los ángeles, los cuales, mientras gozan de la presencia de Dios, están ocupada en beneficiar, defender e iluminar a las almas de los mortales.De este modo el Padre Manini, parece avisar a las maestras fatigadas por un horario de trabajo, como veremos más adelante, que solo una unión intima y constante con Dios, le hubiera permitido desarrollar y alcanzar la verdadera dimensión a aquella obra de promoción humana.Las Hijas de la Divina Providencia estaban llamadas a ser nada menos que ángeles.Más, las sugerencias del Fundador respondía, en realidad, a una dulce exigencia sin la cual no habría nacido con su imagen popular y su finalidad sobrenatural, la escuela de calle “Los Carpinteros”.Había en la dedicación de las maestras, aquella pincelada que ninguna especialización pedagógica puede dar: Las Hijas de la Divina Providencia no tenían solamente una capacidad profesional propia, más gozaban de Dios y lo “veían instruir” a las niñas, enderezarlas a través de los quehaceres domésticos y los misterios del aprendizaje, significaba también “iluminar a las almas”.-Un gran argumento unificador abraza a maestras y alumnas, las sumergía en el mismo clima: la “divina gratitud”. Las Hijas de la Divina Providencia llegaban a ser, a la vez, providencia para las más pequeñas. Las maestras eran llamadas a moverse sobre rieles interiores trazados por una doble continuidad: estar siempre unidas al Señor a través de la oración continúa, aplicarse continuamente al provecho espiritual y material de las niñas pobres; y bastaba abrir el Evangelio para descubrir, de aquellos dos términos, de aquellas dos absolutas, la coherencia y la unidad.Las hermanas que serán admitida en este Instituto, tendrán que procurar de estar siempre unidas al Señor por la oración continua, tendrán que ocuparse incesantemente para la utilidad espiritual y material de las niñas pobres y recordarse de lo que dijo el Divino Salvador cuando, tomando un niño, lo mostró a la multitud diciendo: “Cualquiera que escandalice unos de estos niños que creen en mi, sería menor mal que se amarrara una rueda de molino y se tirara al fondo del mar.”

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A fomentar el conocimiento y el amor de Dios hacia los niños pobres y a impedir tantos daños del escándalo, las Hijas de la Divina Providencia pondrán todas sus preocupación, sus primeras oraciones, ejemplo y trabajo, que a imitación de San Pablo, su protector, en espíritu de caridad, se harán todas de todos; se esforzarán de ganar toda la niñez para Jesús y llena de amabilidad, a ejemplo del Salvador, dirán con los hechos a los padres flojos: “Dejad que las niñas vengan por medio de nosotros a la bendición del Divino Salvador” C.1,4) Manzini ap. Cit. Pag 50“Todas a todos”...El lenguaje del Padre Manini que se desarrolla en la tranquila vivencia del ochocientos, tiene su estilo característico, un fuerte acento radical.Hay que tener presente los inicios de la obra de la Providencia, la realidad de los sacrificios y de la confianza en Dios y del heroísmo tácito, para entender que cosa significa por parte de las religiosas, aquel hacerse “todas para todos” para las niñas pobres y no solo de Roma; aquel pertenecer, aquel servicio, aquel despego de si misma, frente a las criaturas más frágiles, sencillas y faltas de todo poder: la infancia cuando crece en la soledad de las callejuelas, es otra pobreza más, otra marginación más.La maestra de la Providencia experimentan en calle de Los Carpinteros, que cosa implica el donarse a esta última, entre los pobres.“ Todas para todos”............Desde el principio no hay margen o limitaciones; calle de Los Carpinteros es solo una ocasión, un comienzo: la totalidad del servicio se apoya ya como una hipoteca en cualquier proyecto a futuro.- Escribe todavía el Padre Manini, con una consecuencia que pareciera un poco visionaria si no obedeciera simplemente a la lógica de la fe y de la esperanza: “No se podrá abrir ninguna casa, ni chica ni grande, sin establecer allí una escuela completamente gratuita para las niñas pobres, las cuales cuanto más pobres serán, tanto mayor derecho tendrán para tener la preferencia de ser admitidas.En las grandes ciudades, además de la casa principal, podrá abrirse otra escuela en los distintos barrios de la ciudad, con el fin principal de propagar el beneficio de la educación cristiana.En este caso, la casa madre tendrá la obligación de la escuela gratuita de los pobres, aunque para su mantenimiento, las religiosas tuvieran que mendigar o trabajar día y noche.Las maestra de la escuela secundaria tendrán que ser remuneradas o por bienhechores particulares o por cualquier obra de beneficencia con un horario suficiente a su mantenimientoLos días en la Calle de Los Carpinteros, pasan como un florecer de vida, entre los limites rigurosos fijados por el

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reglamento del Padre Manini: Higiene y orden, salas ventiladas son como el marco; las exige el Padre Manini, con una atención que vierte en el contexto del reglamento una nota de modernidad: “Hágase, en lo posible, que las salas de la escuela sean amplias, airosas y sanas, si lo pueden; ninguna maestra tendrá más de cincuenta alumnas” Aquel número de 50 alumnas en 1840, parece desde ya una meta y casi una ilusión: Aquí está Elena Bettini u otra maestra vestida de negro, en medio de un infinito chisporroteo de niñas que se necesita dominar con voz tranquila. Cuando la marea se ha aplacado entre los bancos y aquellas protagonistas de pocos años se encuentran sobre la tarea para desarrollarla, parece asistir a un milagro.Se concentran a las 8,30 frente a la puerta de calle de Los Carpinteros”; la entrada es trabajosa; cada mañana ocurre lo mismo, y el reglamento, con prodigalidad concede un cuarto de hora y casi media hora por este rito de entrada: El primer acto del día consiste en arrodillarse: una imagen de la Virgen espera cada día a las niñas, convidándola a rezar en silencio el Ave Maria. Después, siempre “en silencio” una venia a la maestra, y de inmediato al propio asiento para unirse al coro de la oración matinal que la maestra entona desde su pupitre acordándose de su tarea principal: “ ser el ángel, o sea ser transparencia del gozo de quien “ ve” a Dios.Empieza la escuela. La maestra propone empresas que parecen arduas: deletrear primero palabras y después leer frases enteras, con ayuda de tablillas negras que la maestra va cambiando con la destreza de un mago.- Sobre aquella tablilla hay de todo, letras palabras, números, operaciones aritméticas que están reservadas a las más habilidosas, porque restar y multiplicar no parecen ser necesarias a las futuras dueñas de casa, en los años que se abren las escuelas de la Providencias.-.- A decir verdad, ni el saber escribir parece necesario en vista del humilde futuro de estas niñas. En los primeros tiempos, hay quien se conforma con solo saber leer, y después se dedica a otros aprendizajes que les serán más útiles: cocer, hilar y todo lo que una mujer que saber hacer en este 1840 para alcanzar a “ ganarse el pan con el trabajo de sus manos”.- Una escuela activa” un empezar de lo cierto, de lo cotidiano, de la modesta realidad en la cual viven las alumnas.- Esto anticipa maravillosamente criterios pedagógicos que serán puestos en practica solo en nuestro siglo.- Pero para todas, cada día, hay media hora de catecismo y la Santa Misa que se celebra a las 11 horas el “punto meridiano del día”.- Mientras tanto, entre nociones rumiadas y ejercicios manuales, oraciones y convivencia educadora, perfiles juveniles empiezan a esbozarse; también el trabajo, es el tiempo en el cual muchos coetáneos de ellas, en la primeras

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fábricas de la industria, saborean el gusto del trabajo deformado y maldito. A las niñas de la Providencia es presentado, en salas tranquilas, para una independencia humilde, para un descubrimiento nuevo de la dignidad y redención.Al organizar las clases, las niñas se dividen más o menos según la edad, o mejor dicho según el grado de instrucción religiosa recibido (porque en cuanto a la instrucción no hay que fijarse mucho.) La primera clase está formada por las alumnas que todavía no se han acercado al sacramento de la penitencia; al segundo año pertenecen las alumnas que se han confesado, pero no han recibido la confirmación; en el tercer año están las confirmadas que han hecho la primera comunión; en el cuarto año en fin, aquella que han recibido la primera Comunión.Este “ creciendo” subraya la castidad moral y espiritual de la pedagogía en la cual se inspiran las maestras de la calle de Los Carpinteros; Los Sacramentos marcan como etapas, la infancia de las alumnas y pasan a ser las líneas de fuerza de su desarrollo.Días tras días la “routine” escolar podría transformarse en monotonía.

En los primeros años de 1700, cuando el curso de una escuela contaba no menos de 150 alumnos, Grignon de Monfort había propuesto medios fantasiosos, que entonces no eran ingenuos, para mantener una disciplina dinámica; por ejemplo los 150 alumnos venían divididos en grupos de ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, querubines etc......en tal forma que todos los coros angélicos estuvieran presentes en la sala con el empeño de representar el paraíso para estimular la buena voluntad de los demasiados “diablitos” que educar......También aquí, en la calle de Los Carpinteros, entre las “confirmadas, una nota de imaginación enriquece la pedagogía de las maestras: a tal punto que basta para promover una emulación alegre, para establecer competencias de historia sagrada y concurso a premio para los trabajo técnicos manuales, para animar la creatividad de la concursante: es una solución toda particular y discreta para resolver el problema de animación de estas niñas de clase social tan baja y singularmente difícil.Hay quien gana y quien pierde, pero en el clima de la Providencia, sin vanidad ní delusión, respetando la regla de un juego leal.La escuela tiene doble jornada: en la tarde se prolonga de 13,30 a las 16 horas o de 16 horas a las 18,30, según las estaciones: la jornada se desarrolla, para las maestras de calle Los Carpinteros, casi enteramente dedicada a la niñez, sábado incluido y hasta la mañana del Domingo. En el día

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festivo su empeño es solemne, hay que acompañar a las niñas a la Santa Misa y después juntarlas para el catecismo. Cada maestra tiene un grupo de una cincuenta, todas aseadas a fiesta, con las trencitas hecha de nuevo y después, en fin, en una única tarde, pueden gustar aquel descanso y recogimiento que es como el pan necesario para empezar de nuevo la semana.“Todas para todos” .Después de clase, en la tarde de los días de la semana poner orden en las salas de repente silenciosas y abandonarse a retiros de soledad que ayudan a profundizar aquella íntima disponibilidad: encontrar de nuevo la prontitud para subdividir el propio tiempo y las propias fuerzas entre las manitos inquietas, la capacidad de ofrecer cada mañana un amor renovado para las actividades de las pequeñas.Renovar, en resumen, el propósito de ser “ángeles” rezando con la mente, si no es posible con los labios, en medio del trabajo bullicioso.La condición esencial es olvidarse de si: no pertenecerse más: ser “todo para todas”, hasta una monotonía sin desgastarse, y tener siempre los ojos nuevos para gozar y mirar”, sobre todos, a Dios.

CAPITULO V

DIEZ AÑOS DE GOZO, DE DOLOREN ESPECIAL DE PROVIDENCIA.

Elena Bettini no tenía solo la responsabilidad de la escuela que la ocupaba y preocupaba .Desde 1839, sabemos que ella sola estaba a la cabeza del Instituto; desde 1835 ya no tenía la guía directa, continua del Padre Manini el cual todavía la seguía con sus cartas y volvió a encontrarla en 1844 en ocasión de su visita a Roma. En este lapso de tiempo ella se

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había encontrado, y se encontraba bajo la dirección prudente y sabia del Padre Capelli.Sobre esto, podemos hablar de un dualismo inicial, En algunos casos las directivas desde Turín y las de Roma, se cruzaban y no tenían unión ni paralelismo. Esto se verificaba en especial, respeto a los problemas fundamentales, a la indicación de la naciente Congregación y de la escuela misma .Esta incertidumbre angustiaba a Elena Bettini. El Padre Manini se dio cuenta de la incomodidad y buscó remediar, pero no encontró de inmediato el remedio justo y definitivo, porque pidió al Padre Luis Spisni, general de los Padres Barnabitas de tomar su lugar al respeto de algunas cuestiones. Esto no resuelve las dificultades, en cuanto a la dualidad; amenaza de transformarse en un gobierno de tres; ninguno tenía autoridad plena sobre el Instituto. En un segundo tiempo, el Padre Manini cumplió un acto decisivo que tuvo que costarle mucho: todo lo que constituía su autoridad de fundador lo transfirió en pleno en la persona del Padre Spisni, con carta del 19 de Junio de 1841. entregando a él, por completo, la Congregación, los problemas de las actividades etc........... y con la facultad de delegar, a su vez, por cualquier motivo o encargo, a la persona que a él le pareciera idónea.El Padre Spisni, como general de una orden religiosa importante, no podía personalmente absorber el gobierno, y delegó toda autoridad al Padre Capelli con carta del 11 de Junio de 1841: “Usted debe considerase y ser el Superior inmediato y verdadero del Instituto y de Usted tienen que depender las maestras en su gobierno, tanto espiritual como temporal.”Al término de su generalato el Padre Spisni tuvo como sucesor al Padre Capelli, declarándose él mismo “defensor, protector y padre del Instituto.” Como confesor fue nombrado el Padre Benito Maria Crampini y, escribe el Padre Manzini, bajo la dirección de estos dos Padres, Capelli e Grampini, religiosos de probada prudencia, sabiduría y santidad, las cosas empezaron a marchar con tranquilidad y las Hijas de la Divina Providencia a gozar de la paz de los hijos de Dios.El primer decenio de superiorato de Elena Bettini (1839-1849), una vez que ella ha recibido el mando de la Congregación de parte del Padre Capelli, transcurre entre acontecimientos que ponen a prueba, principalmente, dos realidades de la joven superiora: el empeño afectivo y espiritual de su maternidad respeto a las religiosas antigua y nuevas del Instituto, y siempre la fe y la confianza en Dios, por la subsistencia material de la familia siempre en aumento.Son años que al evocarlos a esta altura parecen penoso.- Algunas alegría en “sordina”:

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Lo demás, lo cotidiano de calle de Los Carpinteros, una continuidad que toma forma cada día, pero en la atmósfera del silencio y de la humildad que la persona misma de Elena Bettini parece suscitar a su alrededor, no hace historia; tenemos que acostumbrarnos a esta crónica contra la luz que cuenta pocos acontecimientos y deja percibir los sentimientos.En 1839, la superiora de vente y cinco años juzga poder confiar en cuatro hermanas como anteriormente se ha dicho; dos de ellas, Sor Maria Antonia Doboletti y Sor Maria Margarita Paparelli, entran en el mismo año de la fundación; Sor Maria Cándida Mirto y Sor Maria Cerulli se asocian el año siguiente. Tienen en común, un patrimonio humilde y precioso: los recuerdos de los años difíciles y además el desbandarse entre la una y la otra guía, ha tenido repercusión sobre la calidad de su formación.Generosas y valerosas, pero cada una con su pena y su limitaciones: Sor Maria Antonia Doboletti se debilita día tras días comprometiendo el equilibrio de su difícil salud, Sor Maria Cerulli tiene un carácter inestable que impide confiar plenamente en ella; Sor Maria Margarita Paparelli, vicaria del Instituto es en realidad una piedra sobre las cual poder construir, pero tiene su drama: una mamá sola, anciana, ciega, que tendría continua necesidad de la asistencia de su hija; tanto es así que en calle de Los Carpinteros empieza a circular la voz de renuncia de Sor Maria Margarita para devolver su deber filial.- Única alternativa posible: recibir bajo el techo de la Providencia, como huésped inusitada, y por ahora, poco molesta a mamá Paparelli. La solución no entra en los esquemas de una convivencia religiosa, pero tiene un perfume de caridad hogareño que convence a Sor Maria Elena Bettini. Así que Sor Maria Margarita puede quedar en su lugar, dividiendo su tiempo entre las clases, la mamá siempre más anciana y las jóvenes postulantes o novicias que todavía no tienen una verdadera y propia maestra. Las guía Sor Maria Elena, educadora dulce y suave, coadyuvada por la virtuosa Margarita PaparelliEl primer decenio de vida de la comunidad ha hecho estable la realidad de aquel nombre, Hijas de la Divina Providencia que se ha impuesto sobre los demás nombres entre los cuales oscilaban las monjitas “Barnabitas”. Ahora llega el tiempo en el cual se necesita definir y hacer resaltar la espiritualidad de la Congregación, y la lección que se libera de la dura y dulce experiencia vivida y trasmitida a las jóvenes. Desde siempre, Sor Maria Elena Bettini se ha encontrado en situaciones que la han llevada a desarrollar, sin sospechar ni saberlo, su secreto pedagógico innato: a los dieciséis año se había empeñado en hacer catecismo a los niños y tuvo buen éxito; poco después la vemos en una

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escuela, perfeccionando su juvenil y maternal capacidad de entrega: de hacerse escuchar, de hacerse imitar en el bien.Ahora en la comunidad en embrión en la cual se volvió madre, pertenece a ella primeramente, la tarea de plasmar a las novicias: pues parece que las cosas marchan por si solas, y una continuidad en apariencia fácil se establece entre las horas de clase, en las cuales Elena ofrece a la niñas los primeros elementos de la cultura y de la piedad, y las horas de recogimiento religioso en que la misma Elena perfecciona en la novicia el empeño de entrega total al Señor.Esta continuidad tiene como una especie de símbolos; Mariana Mella, por mucho tiempo ha sido una cualquiera entre el grupo de las alumnas que frecuentaba entre calle de Los Carpinteros y San Carlos ai “Catinari”; después empezó, poco a poco a sobresalir, demostrando una atención especial y como fascinada de las actitudes de las maestras. En julio de 1842, esta ex alumna, en lugar de estar allí, en el lugar de las alumnas, se encuentra allá, en el lugar de los “Ángeles”; es la primera alumna de calle de Los Carpinteros que pide entrar en la Congregación de las Hijas de la Divina Providencia. Para Elena admitir a esta joven en la espiritualidad del Instituto es como continuar un diálogo ya empezado.La entrada de Marina Mella se realiza con una “puntualidad” realmente providencial. A fine de Junio, en la exigua fila de la Congregación se ha producido un vacío: Sor Maria Cerulli aconsejada tal vez por su mismo confesor, Juan Piantoni, sacerdote de mucha sabiduría, dejó el habito que había llevado por diez años y entró en la congregación de las Manteladas.La comunidad de la Divina Providencia, sostenida sobre el equilibrio de fuerzas que parecen siempre un juego de prestigio, ha sufrido ya tantas deserciones que esta nueva separación no puede no hacer sufrir a quien queda.Sor Maria Cerulli y atrás de ella Don Piantoni, parecen decir “no” a la confianza que el Instituto sobreviva y se desarrolle: Mariana Mella, entrando después de pocos días es un “Si” como respuesta a las circunstancias con una oportunidad que deja pensar.Pero el 31 de Octubre del mismo año, muere a los treinta y tres años, Sor Maria Antonia Doboletti, después de una larga enfermedad que se había transformado en su habitual del cotidiano vivir.- Había entrado en el Instituto el mismo día que este se inauguraba y ha sido una de las presencias más reales de la naciente Congregación. Ejemplo de oración, con una dulzura que en el debilitarse de su salud, iba adquiriendo una dimensión más sufrida y profunda: mientras las Hermanas Migliacci e Parigiani y Cerulli se alejaban, Sor Maria Antonia Doboletti ha resistido tanto, ha tolerado todo; al final los sufrimientos físicos se han hecho casi

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insoportables, pero Sor Maria Antonia ha encontrado el valor de decir al Señor de sufrir más.Su tránsito es lo que dejan en las almas, aun dolorida, una señal de gozo pascual. Después de un año y medio Elena Bettini de nuevo es puesta a prueba en su maternidad espiritual: Sor Maria Anna Mella, la ex alumna, después novicia, cuyo lapso de vida religiosa no alcanza los tres años, muere.Las compañeras de la primera hora y la última pequeña recluta: ¡ Que binomio para abrir la necrología de las Hijas de la Divina Providencia! En Elena Bettini el tormento afectivo se une al ansia por el estado de su pequeña comunidad tan atribulada.De repente ella descubre de su propia maternidad, una dimensión que solo ciertos acontecimientos pueden enseñar: ser madre es también una “pasión”: Hay una cruz grabada, descarnado sigilo cristiano, en la elección del amor.Afuera, entre las personas que habían formado el grupo de bienhechores que sostenían la Congregación, aparecen vacíos penosos.En 1842 muere una caritativa persona que ha sido un poco la primera madrina de la comunidad: Giuliana Mastruzzi; en 1844 muere el sacerdote Marucchi, de cuya generosidad han salido muebles, víveres y cuanto de bien se puede pensar, cuando en la calle de Los Carpinteros no había absolutamente nada. Administrador de los bienes dejados en herencia por él, queda Monseñor José Ferrari que lo hace de buena gana y no solo él, sino también su hermana la Marquesa Brígida, hacia las Hijas de la Divina providencia que, una vez más, se sienten humanamente como huérfana.El Padre Marucchi no era solo un gran bienhechor, era el punto de referencia pródigo, un hombre de bondad ingeniosa, bajo la apariencia arisca que se derretía como nieve al sol.Podemos preguntarnos: ¿Qué cosa habrá sentido Elena Bettini durante este largo invierno que le quita las hijas más queridas y las amigas más fieles? ¿Se ha doblegado algún instante ante la amargura? ¿Ha tenido miedo por el porvenir de la escuela y de la Congregación?

No olvidemos aquella naturaleza íntima que transparenta en todo su comportamiento: la paz. No olvidemos el punto de partida y de llegada de aquel camino que sigue entre angustias y parece todavía una apuesta contra los eventos: La Providencia.

Las pinceladas moradas que enriquecen la paleta de la joven superiora se consuman en la atmósfera de serenidad de calle de Los Carpinteros y como tal serenidad se afirma toda en la fuerza del alma, sin disculpas fáciles, sin pinceladas de hedonismo humano, nosotros las descubrimos ante un hecho que hace sonreír y también emocionar a quien lo lee en las crónicas del Instituto. Las Crónicas lo han conservado

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celosamente, como algo de recuerdo glorioso y gozos, un evento digno de abrir una tradición: es el 29 de Septiembre de 1844: el Padre Picconi, general de los Barnabitas, se da cuenta que las Hijas de la Divina providencia transcurren sus días todos iguales en su casa con una sonrisa siempre más valiente en sus caras marcadas por los signos del sacrificio: en un momento dado el cumple un gesto.......de gran señor: manda una carroza a la calle de Los Carpinteros y convida a toda la comunidad a un día de campo en la viña de los Barnabitas en Monteverde, donde las espera un almuerzo, a dicho de la cronista, sencillamente “magnífico” .

Son los primeros días de otoño y la viña de “Monteverde” tiene algo de apacible y dorado, de pintoresco y acogedor, que para las flaquitas Hijas de la Divina Providencia significa un extraordinario descanso. Ella se “entretienen” inmensamente y no saben con que palabra agradecer a los Barnabitas tan generosos, y como parece, buenos cocineros.Se hubiera podido asistir escondidos al encuentro entre hermanos y hermanas, al apetito, el asombro, la alegría de ofrecer y a la de agradecer, que no tienen el gusto de las cosas de esta tierra.En el mismo año 1844, que se había abierto con dos lutos, es aquí otra jornada que para Elena Bettini significa una verdadera fiesta del corazón: en ocasión del capítulo general de los Barnabitas llega a Roma el Padre Manini y después de nueve años va a ver a la Hijas de la Divina Providencia. El breve regreso de este Padre espiritual, todo ardor, que desde el principio supo y quiso fundar la “Monjitas” reunidas por él en una tensión heroica hacia lo mejor, no puede ser insignificante, en particular para la Bettini, una hora de bendición. Ya que casi siempre los favores llegan en pareja, con el consenso del Padre Manini, la comunidad recibe a una nueva aspirante, la joven Carlota Ferreri, en religión, Sor Maria Carlota de la Divina Providencia; en el año siguiente, 1845, será otra ex alumna, Luisa Fiorani, quien pide vestir el hábito de sus maestras.Efectivamente, tomará el hábito al término del período de prueba, con la presencia de una madrina que se llama: Su Alteza Real Maria Carlota de Borbón, Infanta de España, viuda de Maximiliano de Sajonia, después del comendador De Rossi y actualmente esposa del Conde Juan Vimercati.Pues la presencia de esta ilustre señora, tiene algo de fabuloso en el ambiente de las Hijas de la Divina Providencia que tienen familiaridad solo con la gente pobre; hay que explicar como en este ambiente tan modesto se encuentra esta Señora extraordinaria, la razón es sencilla: Maria Carlota de Borbón es buena y generosa, y las Hijas de

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la Divina Providencia son pobres. El crecimiento mismo del Instituto peligra por la falta de medios que permitan mantener otra postulante (Las cuales evidentemente no traen dotes conspicuas).El Padre Capelli, con su buen sentido, se da cuenta que su tarea no es solo de orientar espiritualmente a la comunidad, más bien de canalizar hacia ella nuevas bienhechoras.Maria Carlota no tiene actitud altiva, más bien una sobriedad y una austeridad hogareña y casi monástica; bella, con las facciones del rostro ligeramente un poco llenas, un poco caída por la edad no muy juvenil y la frente bien amplia bajo dos simples bandas de cabellos negros: dos veces viuda, ahora es la esposa feliz de un hombre rico, pues como ella, ama prodigar limosnas.Cuando el Padre Capelli le presentó el estado de necesidad en el cual se encontraban las Hijas de la Divina Providencia, la respuesta de Maria Carlota fue inmediata y concreta: una pensión mensual que servirá para mantener una religiosa, pagada puntualmente por años, hasta la muerte de la Duquesa, además, amistad, protección y fidelidad materna y a la vez humilde en relación con la congregación.El día de la toma de hábito de Luisa Fioravanti, 12 de Septiembre de 1846, este personaje, sin ostentación, no desentona en medio de las religiosas, las cuales se enamoran de ella por su “actitud de humildad, caridad, afabilidad que no puede describirse.” Y ella ve a las Hijas de la Providencia rezar; ha participado en las más grandes reuniones del mundo, ahora se sienta a la mesa de la Providencia, descubre como las pobres hacen fiesta: ¿Tal vez en su interior, compara estas dos formas tan diferentes de convivencia? Maria Carlota es una bienhechora de verdad; señales misteriosas parecen avisarle de las necesidades reales en las cuales se encuentran sus protegidas. Un día Elena Bettini reúne a las hermanas y se arrodilla delante de la imagen del niño Jesús en una oración más acongojada de la acostumbrada: en la despensa no hay nada; desde meses los proveedores no son pagados, las Hijas de la Divina Providencia no saben como proveer alimentos. No piden, no golpean a ninguna puerta, se juntan sencillamente a los pies del Niño Jesús. Y he aquí un toque de campanilla, un hombre a la puerta de la casa con una carta. La Duquesa de Sasonia envía un cheque de cincuenta escudos y dos líneas que explican el empuje interior a ofrecer aquel donativo.16 de Junio de 1845, el Cardenal Mastai Ferretti es nombrado al solio pontificio, después de uno de los cónclaves más corto que recuerde la historia: el 21 de Julio es la coronación de Pío IX en medio de un delirante regocijo de la gente de la Urbe.

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CAPITULO VI

RETRATO Las grandes almas merecerían cada una galería de retratos: se tendría presente poder fijar en sus imágenes los aspectos según las diferentes etapas del itinerario íntimo.Buscaremos de delinear a Elena Bettini durante el primer decenio de su superiorato.- Esta joven religiosa ya cargada de tantas responsabilidades, une en su aspecto físico, una belleza natural, una expresión de agradable dulzura, sus rasgos no son regulare, pero armonizan. El rostro ovalado es iluminado por una mirada profunda y materna y por la sonrisa llena de bondad; su estatura es más alta que la media y muestra una corrección constante, podríamos decir excepcional.Pues que los superiores y las hermanas la escogen como la directora, o sea la responsable del Instituto, ella está obligada a madurar de golpe, o sea a sacar de ella misma, bajo la acción de la gracia y la bendición de Dios lo que mejor se necesita para bien de la obra. Humanamente hablando, se trata, para ella, envejecer rápido para hacerse más consciente y más savia: la prudencia es el recurso de los ancianos, la energía es la calidad de los jóvenes: hay que contemperar la una con la otra.En este momento, Elena Bettini tiene dos caminos delante de si: tenemos la mirada fija en ella, porque el momento es crucial e interesante; decimos mas, puede ser instructivo para cada uno de nosotros. –Ella puede escoger entre dos opciones: buscar su propia madurez según la sabiduría del mundo, o por el contrario, buscar la entrega total y completa a Dios. Puede hacerse prudente, equilibrada, juiciosa, activa y justamente autoritaria, pidiendo prestada tales virtudes a modelos humanos que no faltan en la historia; puede, por lo contrario, hundirse en el corazón de Cristo, manantial de todas las virtudes. Es esa segunda opción que Elena Bettini escoge.- La ha escogido sin incertidumbre, por una necesidad verdadera, ardiente, por un solo movimiento de amor que se hará constante, estable, sin perder nada de su serenidad y de su dulcísimo ímpetu.Un movimiento perentorio e inevitable: Elena ama y rechaza de saber amar menos. Con este medio, o sea como consecuencia de este medio, ella adquiere las cualidades que la hacen apta para el gobierno del Instituto; hasta que punto ella alcance en su empeño, nos llega de la manifestación de cien

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de testimonios, entre los cuales nos gusta anticipar una página de 1854, una carta documento del Padre Manini: el escribe: “¿Os acordáis cuando erais jovencita? Penséis en vuestro carácter, penséis en las cualidades de vuestra mente, la índole de vuestro corazón, las inclinaciones de vuestro temperamento y de vuestra naturaleza, y mire si ha habido en vos algún cambio notable en todo: no os obstinéis, hija mía, en este examen importante, que tiene que ser sincero, para no reconocer la obra de la gracia de Dios en vuestra inteligencia, en vuestro corazón, en vuestro espíritu, en vuestro carácter, en toda vuestra persona.- Dios os ha hecho juiciosa, os ha hecho prudente, os ha hecho decidida, os ha hacho firme, os ha hecho fuerte os ha dado dones tales que, vuelvo a repetirlo, no se podían sospechar ni esperar de vos, conociendo lo que erais veinte años atrás. Yo habría sido un imprudente si hubiera apoyado en vos el edificio cuando surgía.”Sin embargo, Dios, poco después, lo apoyó en vos.- Si yo lo hubiera hecho en aquel momento, humanamente hablando, tenía que caer; por el contrario, Dios lo apoyó en vos, poco después y todavía existe: Dios , por lo tanto, que os ha escogido para la obra suya, Dios que ha mantenido su obra dando fuerza que no eran vuestras.... os ha hecho tocar con mano que El os ha llamado.... que vuestra vocación viene de El y que siguiendo el consejo de vuestro Padre espiritual que por entonces os sugería, habéis cumplido, sin falta, la voluntad de Dios.Pues esta carta es del año 1854; podemos ver, por medio de esta, el resultado obtenido a lo largo de veinte años. Mejor dicho: momento por momento. La formación de Elena Bettini no es producto de escuela. Es necesario leer y volver a leer la carta del Manini, el mejor conocedor de la Bettini, para entender todo el significado del : ¿Os acordáis de cuando erais jovencita?...” Erais así y así, le dice el Manini, y nadie habría podido, humanamente prever cual ahora sois.- Y después: “Dios os ha hecho juiciosa, os ha hecho prudente, os ha hecho audaz, os ha hecho firme, os ha hecho fuerte.....” Estas dos líneas son importante, porque describen exactamente la figura de ella. Tengamos presente el gran fundamento de ella, su realidad espiritual basada en Dios, construida en Dios, toda encendida de amor divino y veamos en cima de esta esencia irradiante, los rasgos de virtud y de carácter que el Padre Manini nombra: tendremos un resultado raro, un ejemplo de “humanidad integral” actuada por Dios en esta humilde mujer.“Humanidad integral”:No es fácil encontrar también a nivel de alta piedad y devoción estos caracteres claros y preciso: profundidad la de Dios, y por Dios equilibrio constante de acción, de virtudes y de carácter.

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Subrayamos esta última palabra, la cual indica la parte de nuestra psique que queda para dejarse amoldar por un deseo de piedad que era dominante.¡Cuántas personas de verdadero mérito, también religioso, mantienen un carácter difícil y cambiante! y se dan cuenta. Cuando se dan cuenta se corrigen, es verdad, remedian al paso dado por impulso no controlado: lo que es admirable y nos compensa plenamente.Pero, mientras tanto, han dado prueba que su naturaleza psíquica no es totalmente sometida y que tal vez,algún instintos en su personalidad moral, como el amor propio y el enfado, no están completamente dominados.Elena Bettini se mantiene, según cientos de testigos “de visu” igual y constante en aquella parte del carácter que es zona de frontera, o sea, campos de contacto y de unión, o al contrario de choque con el prójimo. Dueña de si misma, tranquila, no renuncia a la firmeza, ni se abandona a la cólera.El mundo podría decir que ella es perfectamente “educada” porque es verdad que los ambientes sociales de mayores exigencias ambicionan un tal resultado para sus vástagos el “ self-contról”, una especie de impasibilidad formal que la preserve de cualquier arrebato o fealdad exterior...........Pero ¡ ah! cuantas veces estos impasibles explotan por cosas de nada ¡Esto sucede porque el cincel educativo se ha preocupado solo de la forma, y ha dejado de lado las cualidades morales verdaderas. Muy distinta es, en esto, la lima espiritual que actuando por amor de Dios y del prójimo, cura los defectos y alcanza a sanar las imperfecciones en virtud de una sanación intima interior: elimina la ira, rechazando el mal humor, el orgullo, sometiendo el amor propio, y así diciendo..........

Lo que más hay que admirar en la humilde hija del pueblo, Elena Bettini, es también un trato exterior. ¿En cuales circunstancias ella se mantiene tan perfecta señora? En contacto con las interlocutoras más desenfrenadas que se pueden encontrar: Jovencitas indómitas, mamás imprudentes, padres exigentes.Fundadora y directora del asilo más pobre de Roma, superintendente de la miseria, estaría en condición de educar princesas.Tomemos actas, por lo tanto, de una cualidad: Elena Bettini es mujer de paz, como hemos dicho, la tranquilidad exterior fruto, en ella, de una superación íntima y por esto mismo, es segura y estable.- Es también “sagaz” y “ prudente”, decidida, firme y fuerte”.Los vocablos del Padre Manini son claros: nosotros tenemos que saberlos leer.¿que querrá decir “ sagaz” para un alma que ama a Dios con toda la fuerza y al prójimo como a si misma? Significará

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beneficiar a todos igualmente en Dios, poner al servicio de todos la propia cordura.Ha desaparecido aquí la comparación entre el “yo” y los demás: es destruido el antagonismo que suscita los quehaceres prácticos, como por un malévolo encantamiento entre hombre y hombre.¿Qué significa “fuerte” o firme o decidida?” Significará potencia de bien, en Cristo, de Cristo. ¿más, por qué el Padre Manini ha sentido la necesidad de expresar este juicio favorable a su hija espiritual?La dirección del Padre Manini está marcada por un sano realismo: establecido que Dios es todo, y el hombre, por si mismo, es “el que no es “, brotan las consecuencias: la fuerza del hombre consistirá en la ayuda que Dios concederá a la humildad, a la confianza y al amor hacia él. Mientras tanto el hombre mismo no tiene que cerrar los ojos a la misericordia que Dios le da y tiene que reconocer la entidad y realidad del don que recibe.Evidentemente la paz, la fuerza, la sagacidad de la Hna, Bettini no excluye en ella el trabajo de la superación interior, del cual, antes, son el fruto de la manifestación exterior. Este mismo trabajo enriquece vivamente los rasgos espirituales de ella y le confiere complicidad y movimiento. Y propio para calmar esta ansiedad, el director espiritual vuelve a llamar el alma para que ponga su atención a lo que Dios ha hecho por ella y a los dones con los cuales la ha enriquecida.La mano que escribe en 1854 es la misma que escribió en el testamento de 1835, los consejos a las religiosas de calle de Los Carpinteros.- Entonces el Padre director vertió en aquellas páginas preciosas todo el fervor, toda su juventud espiritual: sabía que había sido entendido y seguido.A la distancia de 19 años toma de nuevo el diálogo con su “primogénita” reconociendo en ella la imagen cumplida de sus enseñanzas, y hay en este reconocimiento un valor ancestral sobre el cual vale la pena detenerse.El Padre Manini, es un Barnabita, ha sacado de los orígenes de la Orden, su “sabiduría del corazón. Pues el retrato que él hace de la hermana Bettini no es solo la actuación de sus enseñanzas; es también la traducción en alma y cuerpo de un ideal que el gran fundador de los Barnabitas, San Antonio Maria Zaccaria, ha trazado trescientos años antes, en sus pocos escritos y en particular en una famosa carta la IX, entre sus XII, que buscaremos para leerla nuevamente.No es, hay que reconocerlo, de fácil lectura. El santo escribió, él también a su primogénita; su guía espiritual la Madre Maestra Angelica Paola Antonia Negri de Castilla, única y predilecta junta con las obedientes hijas en Cristo.. , y traza el también un modelo; pero se encuentra en una situación opuesta a la del Padre Manini: este ultimo

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escribe comprobando el éxito perfecto de su discípula, el santo se prepara en cambio, en la forma más cauta y escondida de limpiar de algunos defectos, algunas de sus hijas espirituales: El Padre Manini escribe directamente, el santo, por extrema finura, escribe todo velado, casi para hacer difícil a cualquier extraño de captar el valor de sus palabras: él sabe que la “hija ”y las hijas lo entenderán. El resultado es el mismo.- El mensaje del quinientos concuerda con el del ochocientos para delinear el modelo de una religiosa ………. verdaderamente “Angelica ......” no os diré aquellas cosas que vosotras solamente entenderéis, sino aquella que también las Angelicas nuestras podrán entender, dejando a vosotras, en vuestro interior, rumiar lo demás......He aquí, digo yo, las charlas que este santo o santa dice: tantas razones, que parece un picaflor o mejor un martinete: es aquí el no estar nunca en la oración y siempre ocupada en cosas extrañas, o estar en cama, o estar acaso ociosa.¿ No es esta la cara de Saulo, o sea la figura de nuestro primer hombre viejo? ¡ Pero esto no es nada! el hacerse servir, el arreglar su dormitorio, el hablar siempre retando, el no dar a nadie una buena palabra, el parecer que no se estima a nadie; ¿ Que parecen esta, sino cosas reservadas de nuestras primeras facultades?Más adelante: en todas las cosas sufrir dificultades, ser siempre tentada, siempre con conocimientos dudosos y oscuro, no puede significar sino ser todavía según el modo de vida anterior, o por lo menos ser imperfecta, o poco ha cambiado.¿ El tener un estomago que quiere todavía cosas y frutas exquisitas, que demuestra sino tener todavía una gula no mortificada? ¿El no poder esperar un poco sin que la ira no le suba a la cara, el no poder estar de rodilla sin que el banco esté a su lado; el sentir cada cosa que ocurra sin que le suba la sangra a la cabeza, qué otra cosa significa, sino una gran delicadeza natural? .......Solo esto os diré, que decís a las Angélicas que ellas ni usen, ni tomen tales libertades, porque les prometo que donde tendrían que crecer en la perfección grande, decrecerían tal vez hasta el infierno de la imperfección imperfecta.Por lo tanto a ellas no les convienen charlas, sino silencio riguroso. En esta forma, no está bien a ellas operar, hablar o pensar sin permiso interior o exterior. Así el no quebrarse, más ir atrás de sus deseos, las alimentaría para la muerte, porque sus deseos son carnales. El grado acrecentaría sus presunciones; el saber, la soberbia, las distracciones, las relajaría, el no obligarse a la abnegación de sus deseos, también en cosas buenas, no solo

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las convertiría en vulgares y el todo las alejaría del deseo de Paulo y de su vida.Piensen y miren en efecto, que daño hace el desear las propias comodidades, el tomar dulcemente, si no el vino, la comida, fuera de la hora, por lo menos un poco de sentimiento espiritual y tragar un poco de complacencia de si misma: si no sois ciegas, esto les muestra cuanto mal les hace.Decidle, por lo tanto, que este Pablo le predica un Cristo crucificado por todos lados, y no en ese solo Cristo, sino ellas mismas; y ruéguenles que mastiquen bien estas palabras. Si por su poca inteligencia no las entienden bien, diga a la maestra Pabla que se le explique y clarifique, y aquella lengua ardiente y bien sincera suplirá lo que yo quería decir a ellas.El modelo presentado por San Antonio Maria Zaccaria, es por lo tanto, de una religiosa libre de “palabrería” sencilla, libre de cualquier artificio espiritual, también de las más noblemente entendidas, de cualquier equivocación o artificio. Una criatura limpia y de paz.No sabemos, por falta de noticias históricas seguras cuales efectos, las enseñanzas del Santo hayan conseguido; pero de hecho, nos encontramos de nuevo a este fin como espléndido ideal, el retrato de Elena Bettini, mujer de paz, en su humilde humildad que podemos definir “integral” propio porque estaba enraizada en Dios: toda de Dios y del prójimo.

CAPITULO VII

ROMA 1849 Febrero de 1848. El carnaval invadía como todos los años las calles de Roma y la confusión alegre era el único eco que llegaba desde el exterior a las Hijas de la Divina Providencia. Toda Roma, parecía en aquellos días, entregada a las diversiones y olvidaba los tiempos malos pasados. Muy poco sabían que en

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el palacio del Quirinal donde concluían las noticias europeas, Pío IX estaba preocupado.Novedades inquietantes llegaban del reino de las dos Sicilia, donde parecía que de un momento a otro, la insurrección popular tuviera que derribar la monarquía borbónica.El 26 de Noviembre, una noticia que esta vez no es murmurada, sino que explota como una granada: cuando la ciudad despertó, el Papa no estaba más. Había salido de Roma clandestinamente, vestido como un simple cura, de negro, dirigiéndose hacia Gaeta y muchos Cardenales lo habían seguido. Los militares de la guardia cívica no lo habían reconocido.Esta Roma, donde un año anterior, bastaba el paso de Pío IX para fascinarla y tranquilizar también a los más desencadenados, no era bastante segura para su Obispo.. En la Calle de Los Carpinteros, aparentemente, pocas cosas habían cambiado: la escuela continuaba funcionando, las Hijas de la Divina Providencia, protegidas por su humildad y por el cariño del barrio, habían quedado en su lugar; si tenían que salir por la calle, sin dejar el hábito religioso, se camuflaban con grandes mantas o delantales de mujeres del pueblo, para no ser reconocidas, pero salían lo menos posible y en realidad habían pocos motivos para entretenerse fuera de la casa, sino el de ir a la Misa en algunas Iglesias y recibir la Santa Comunión.El Padre Capelli y los demás Barnabitas se habían alejado o vivían a escondidas: Por largos meses las Hijas de la Divina Providencia quedaron sin asistencia espiritual.A “hurtadilla,” de dos en dos, al máximo de a tres, iban a algunas iglesia cercana, buscando esconderse bajo las mantas que se habían hecho; en la Iglesia encontraban todavía la paz, entre fieles siempre en disminución, pero el oído vigilaba inconsciente los ruidos que llegaban desde la calle. Después de prisa hacia la casa, y aquí a veces pasaban hambre, porque la pequeña renta dejada por el Padre Marucchi fue congelada por muchos meses y los tiempos no permitían la regularidad de las limosnas. Así las Hijas de la Divina Providencia, participaban, entre escasez, preocupaciones y soledad, de la “Pasión “ romana. La casa de calle de Los Carpinteros, con su apariencia anónima, no llamaba la atención de los facinerosos. Una vez las religiosas tuvieron un susto grande; un grupito de gente gritaba y se apiñaba contra el portón, golpeando con violencia tal y pronunciaba lo peor. Nadie se movió, no se acercaron a las ventanas, se quedaron en silencio hasta que el alboroto se apagó en la calle; rezaban: solo más tarde supieron que un cierto perseguido por los revolucionarios, había alcanzado refugiarse en el andén de su portón, lo había cerrado y detrás de la salida de la puerta, había

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podido salvarse.- Otro pequeño episodio refleja el clima de tristeza en el cual la pequeña familia de la Divina Providencia estaba obligada a vivir. Una tarde, ya oscuro, mientras la comunidad estaba reunida en la Capilla en oración, se escuchan gritos y pedradas en la puerta: ¡Abran, abran ¡”Madre Bettini se acerca a la ventana, ve amontonarse un grupito de gente, los golpes se repiten insistentes impacientes...... ¿revolucionarios?....¿ladrones?.........Mientras estos interrogantes se agolpan en la cabeza, Elena Bettini, seguida por dos religiosas “ ancianas”, a la luz de una vela, hace correr el cerrojo de la puerta, pronta a enfrentar con su humilde y serena cara, la horda excomulgada.- Se encuentra frente a una niña; una de sus niñas, una alumna, que se hecha entre sus brazos, mientras demasiadas voces se atropellan para explicar el incidente: la niña se había perdido y no sabía dar la dirección de sus padres; el único punto de referencia que conocía era la “ escuela” de la calle de Los Carpinteros.- Entre sonrisas y lágrimas que son de conmoción y alivio, Madre Bettini alcanza a indicar la dirección exacta de la pequeña, y parte de nuevo con su escolta, los ruidos se apagan en la noche romana.Después, también la escuela de calle de Los Carpinteros se cierra. El drama político se dirigía hacia el epílogo..El 9 de febrero había sido proclamada la “ República” y nombrado un comité ejecutivo; al día siguiente estos nuevos representantes de Roma laica y republicana subieron la escalera del “Araceli” para el solemne Te Deum de agradecimiento..En todo este continuar de eventos, las Hijas de la Divina Providencia, que habían tenido que cerrar las puertas de la escuela y más que nunca, encerrarse dentro cuatro paredes donde solo se podía rezar, intuyen un solo significado: el Papa volverá. Y empieza la espera, para tantos corazones sencillos que quedan extraños a los destinos políticos, trágicos o burlescos de los errores de los falsos héroes improvisados de los violentos triunfadores por un rato y después lanzados a tierra. A inicio del año 1850, las Hijas de la Divina Providencia abren de nuevo la escuela y el año de estudio se concluye tranquilamente en la antigua regularidad que envuelve dulcemente las religiosas cansadas de asistir, en su situación humilde, al estado de una historia demasiado terrenal.El 12 de Abril de 1850, Pío IX entra en Roma por la Puerta de San Juan, entre dos alas de pueblo arrodillado.Renuncia en definitiva a vivir en el Quirinal y se aloja en los palacios Vaticanos, mas canoso, más solo, no obstante

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el afecto fiel de cuantos se reconocen menos súbditos que hijos.La noche de los Santos Pedro y Pablo, la cúpula de Miguel Ángel vuelve a encenderse como una simbólica montaña de fuego sobre los techos de la Urbe, renovando el acostumbrado símbolo que ha sido, por lo menos, una vez, más fuerte que la guerra.Desde “ Castél Sant´Angelo” contestan las luces de bienvenidas por el regreso del Papa.

CAPITULO VIII

FUNDACION DE ZAGAROLO Pasada la tempestad, los romanos volvieron a tomar su rutina tranquilamente: Había vuelto el Padre que así era en especial, en lo espiritual, pero también en lo humano; casi de un modo impredecible, a pesar de las sublevaciones no querían acostumbrarse sin él.Todo esto llevaba una maduración. Nada puede ser más útil al crecimiento íntimo, cuanto las circunstancias adversas vivida generosamente.El Instituto de calle de Los Carpinteros pasó de un modo positivo esta experiencia. Su “cotidiano vivir” de privaciones y sufrimientos se había enriquecido de un extraordinario acontecimiento y la maduración creaba un aspecto nuevo: facultad de extenderse.La ocasión propicia la ofrecieron en 1853 dos maestras de Zagarolo, Teresa Pagliucchi, anciana, y Mariana Quaranta, bastante joven. Juntas dirigían una modesta escuela en el pintoresco pueblo del Lacio, y mejor decimos, “burgo” por el aspecto macizo y pegado a la roca que Zagarolo presenta a mitad de cuesta de una colina cerca de Palestrina.El pueblo había experimentado un período difícil en los primeros tres decenios del siglo a causa de los bandoleros. Durante estos últimos años, el números de la pequeña alumnas había aumentado, los locales quedaban como lo que eran; las fuerzas de las que enseñaban, especialmente de la Pagliucchi, bajaban.En todo esto hay que destacar algo particular; las niñas que frecuentaban la escuela eran bastante vivarachas, inquieta; imposible hablar de disciplina; utopía hablar de estudio;

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era todo un bullicio, un moverse, un burlarse, un guiñar de ojos...........Un día las dos buenas señoritas tomaron una decisión: Renunciar a hacer clase. Esto tuvo que costarle por la costumbre que habían hecho; habían visto pasar por sus manos centenares de aquellas niñas inquietas, insaciables de movimientos: ahora de repente, se haría el vacío al rededor de Teresa y Mariana, las cuales todavía alimentaban en sí una gran esperanza, porque habían conocido a las Hijas de la Divina Providencia y tenían intención de retirarse donde ellas, en la calle de Los Carpinteros; la Pagliucchi como pensionista, la Quaranta, más joven, como postulante..Se fueron a Roma, quedaron como huéspedes en calle de Los Carpinteros por ocho días, en Febrero de 1853. Tuvieron el tiempo de conocer mejor el ambiente, las costumbres, y en especial a las religiosas y en particular a la Madre Bettini; se convencieron que habría sido muy agradable quedarse allí, haciendo oración. Habrían podido dar una ayuda con la experiencia que tenían, para instruir y educar a las niñas de la ciudad, que no parecían inferiores a sus colegas del pueblo en cuanto a vivencia, pero ¿como abandonar a las alumnas? Hablaron con las Hijas de la Divina Providencia, para que estas tomaran su escuela, pero las condiciones no parecieron aceptables a Madre Bettini; Teresa y Mariana actuaron al estilo evangélico, insistieron, continuaron a golpear y entonces el Padre Capelli mandó en el lugar a Madre Bettini para que estudiara el problema, junta con la hermana Ferrari. Se puede suponer que después de la visita, la Madre Elena habría podido retirarse asustada: ¿Quien la obligaba a tomar esta escuela? cargar también con esa tropa de niñas salvajes como propias? ¿Ella que ya poseía y gozaba de los tesoros de la calle de Los Carpinteros? Por el contrario, fue propio de esta visión directa, esta toma de conciencia, para que la hermana Bettini tomara la decisión: porque sabemos que para las negociaciones en el lugar, ella fue poco exigente, cedió antes las condiciones económicas, por el contrario, muy firme sobre lo que tocaba a la dirección moral, técnica y en especial espiritual de dar a la escuela. Esto nos permite penetrar una vez más en lo íntimo de la fundadora: facilidad de entendimiento sobre las compensaciones, rigor sobre las finalidades y los métodos; es evidente que las normas puramente espirituales prevalían sobre lo práctico, y es evidente además, que Elena tenía un gran corazón de madre. Aquella niñas de Zagarolo habrían quedado sin guía directa y didáctica, porque ¿donde encontrar profesoras dispuestas a sacrificar la propia vida en un campo? Entonces entró en acción el juicio selectivo de base que animaba la obra de la calle de Los Carpinteros: dedicarse a las más pobres. Esta selección suscitaba de por sí la dinámica original del

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Instituto: estar presente donde hubiera más necesidad y en especial allá donde otras no hubieran ido. ¡Hay santos y santas de lo imposible! Hay educadores y educadoras de lo imposible y se nos ocurre de preguntarnos: ¿”Utopía?”; lo que sigue de este relato nos da la respuesta.Coraje, esto sí, audacia santa por ir, pobre entre los pobres, desprovistas de todo entre lo que no podían servir de ayuda; esto si, y sea por lo tanto para Zagarolo, por la Zagarolo de 1855 que no era de verdad la de hoy. Cuando Elena Bettini volvió a calle de Los Carpinteros y ventiló frente al Padre Capelli y a las hermanas los “tesoros” que había rebuscado durante su visita a Zagarolo, las almas titubearon. Aquellos tesoros eran pobreza de un pueblito que a dura pena se bastaba a si mismo; pobrezas de familias amontonadas a centenares entre los muros antiguos, fascinantes y ruinosos, entre pinceladas de olivos macilentos, en medio de un paisaje estupendo si, pero muy escaso de recursos. El Padre Capelli y las hermanas quedaron con dudas; frente a su silencio embarazoso la fundadora volvía a pensar más intensamente en aquellas cabecitas enmarañadas que había vislumbrado, a los ojos de niñas sureñas, profundos, ardiente, y sin embargo velado de una imborrable melancolía y le parecía que aquellos ojos la suplicaran.............Fue entonces que, entre las decisión del director y de las maestras, ellas insinuó, por una especie de irradiación humanamente inexplicable, su secreto directivo: aquello que debía ser y quedar: el espíritu de toda Hija de la Divina Providencia. No sabemos bien si hubiera hablado, perorado o bien si hubiera sencillamente mirado a las hermanas en los ojos y en especial orado; el hecho es que alcanzó a trasmitir, como una llamarada de amor, su juicio en los corazones de las demás: ¡más es únicamente por esto por la pobreza de tantas niñas que necesitan ser mejores, es por esto que tenemos que ir. Y fue partido ganado.El Superior y la pequeña comunidad rezaron en modo especial por aquella intención y decidieron abrir la escuela en octubre.El Octubre de 1853 marcaría una fecha: un grupito debía salir de calle de los Carpinteros hacia una nueva fundación, la primera de cuantas debían ocurrir en futuro.Antes que las hermanas partieran, tuvo lugar un episodio que pareció simbólico. Desde hacía tiempo Pío IX deseaba conocer a las Hijas de la Divina Providencia y con gusto las habría honrado de una visita: Madre Bettini y las hermana no se atrevían a recibir el Santo Padre en el mísero ambiente de calle de los Carpinteros y estuvieron felices cuando fueron convidada todas a una audiencia en el jardín de “Monte Cavallo” para el día 2 de Octubre. ¡“Felicísima audiencia!”

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El Papa demostró aquella benignidad de alto estilo y a la vez tan sencilla, que le ganaba los corazones; sabía de todo, estaba al tanto de como se vivía en el número 58 de calle de Los Carpinteros y del bien que se hacía; sabía también de Zagarolo: De repente nombró un particular: conocía a una persona pía de Zagarolo: “¿ Vivía todavía?” Pidió noticia y concluyó: ¡Tiene que ser muy anciana! y después comentó: Se nota que Ustedes son propiamente Hijas de la Divina Providencia, porque este año en que el trigo y el vino son escasos y hay carestía, habéis obtenido la Providencia. La voz paternal llegaba al corazón de las monjitas: al rededor, el jardín solemne y la fachada del palacio parecían escuchar..................... y las hermanas, tal vez las más pequeñas de Roma, se sintieron felices. ¡Habrían dado la vida por el Papa!Claro, continuó el Papa Pío IX, en calle de los Carpinteros sería necesario un jardín o un huerto ... y pareció reflexionar¿Como se puede hacer para encontrar un huerto para que pudierais tener las niñas pobres también los domingos?Las hermanas pusieron delante de El sus crucifijos: El los bendijo y les puso la indulgencia” en articulo mortis”. Así se concluyó el primer encuentro entre Pío IX y las Hijas de la Divina Providencia.Si, las monjitas quedaron como deslumbradas por la bondad del Pontífice, también El no olvidó aquellas visitantes con los rostros que se abrían, con una conmovedora pureza de expresión entre los pliegues a aureola del velo negro. Había sido fácil, entre Padre e hijas establecer un circuito de intimidad: pronto llegarían a Elena y a las hermanas, señales de benevolencia de parte del Pontífice, como por ejemplo; canastos de frutas y cuantas cosas más en víveres, y lo veremos, encargos muy difíciles y delicados. Por ahora se iban con su simple bendición y se sentían ricas como desde hacía tiempo ya no se sentían asíFue con esta alegría en el corazón, que se preparó el éxodo hacia Zagarolo, donde habrían ido Sor Maria Magdalena Cerasoli, Sor Maria Gertrudis Corazza y Sor Maria Josefa D´Agostini con Madre Bettini achacosa”, con tos, pero indispensable entre las dificultades del inicio del inicio de la fundación. En calle de Los Carpinteros, la separación fue con lágrimas; las hermanas habían vivido en unión y armonía, y en aquel momento se necesitó apelar a toda la reserva de generosidad para separarse con generosidad.Cuatro viajeras vestidas de negro dejaron Roma: Sube y sube, el camino llegó a Zagarolo que era un puñado de techos y torres campanarias, con la apariencia un poco sombría y seria que tenían, cien años atrás, los pueblitos del Lacio.

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En los primeros días pasó un hecho que impidió a las pioneras de la fundación, sentirse afuera de su lugar y con nostalgia. Las mamás les llevaron a sus hijas, y como era noviembre, la escuela empezó: pero empezó en condiciones tales que hasta la Madre Bettini se encontró al borde del desaliento: mamás y alumnas seguían viniendo: golpeaban a la puerta en una procesión interminable, y la desproporción de edad en las salas de clases que se iban formando eran sin más pintorescas: Habían personajes minúsculos y había jóvenes de 20 años que ya sabían todo de la vida, pero en cuanto a estudio y a doctrina cristiana, estaban al mismo nivel de las más chicas. El primer gesto de Elena fue una especie de S.O.S; de inmediato pidió al Padre Capelli que enviara otra religiosa desde Roma; así que la escuela de calle de Los Carpinteros queda peligrosamente desguarnecida, pero a Zagarolo le fue posible sobrevivir: Las alumnas eran ya cientos sesenta, pronto llegaron a doscientos cincuenta; parecía imposible que Zagarolo pudiera sacar tantas. Cuando se trató de ponerlas en filas, de dividirlas, las Hijas de la Divina Providencia se dieron cuenta que hubieran tenido que ser cuarenta y no cuatro. La Madre Bettini comunicaba al Padre Capelli con fecha 12 de Noviembre de 1853: La escuela se abrió el 7 de Noviembre con mucho trabajo y le aseguro que si seguimos en tal forma no habríamos podido durar por la insubordinación de las alumnas, y porque en la escuela no existía ninguna regla de orden: Ahora con la gracia del Señor, se empieza a respirar un poco, porque hemos empezado a poner, en cuanto se puede, el mismo sistema que usamos en Roma. Las alumnas son cientos sesenta, y tal vez más y no menos; hay que recibirlas de dieciocho y veinte años, porque, como dicen los párrocos, desde algunos años a esta parte, esta escuela se podía decir que estaba abandonada. Mi pensamiento está siempre con las hermanas de Roma, porque pienso en lo que tienen que hacer y con cinco personas menos, motivo por el cual no veo la hora de volver a Roma, si bien lo siento mucho dejar a estas hermanas.Estas líneas escritas por la Madre Bettini nos dejas adivinar todavía como estuvo de fatigada y muestran que gran aventura fue por las Hijas de la Divina Providencia, el inicio de Zagarolo.¡ Como encontraba satisfacción ahora, como tomaba cuerpo el deseo que las había empujadas hacia “ las mas pobres”! Que consuelo ver poco a poco recomponerse y tranquilizarse el tropel de las indomables, mientras la autoridad de las cuatro maestras actuaba, como una fuerza silenciosa de paz, en la transformación de las alumnas..........Mientras tanto ¿ que había sucedido de las dos maestra laicas, Teresa y Mariana, las cuales habían depuesto las

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armas, cansadas por la batalla pedagógica en aquel ambiente de conventillo?Como sabemos, hubieran querido tomar el hábito religioso, pero la Madre Bettini y el Padre Capelli no la encontraron idónea, especialmente a la más joven: estas dos humildes que habían sido instrumento de la Providencia, se retiraron como pensionistas en la casa de la calle de Los Carpinteros, acostumbrándose , por cuanto podían, al estilo y al espíritu de la comunidad que hubieron querido escoger.También Elena Bettini volvió a Roma, después de haber prolongado la estadía en Zagarolo por sugerencia del Padre Capelli que quería que la escuela fuera bien encaminada y la nueva comunidad organizada con sus deberes.Cuando llegó era la vigilia de la Virgen de la Providencia, fiesta grande en el barrio de calle de Los Carpinteros, fiesta más íntima y real en el número 58, en aquella casa irregular que se había agrandado poco a poco y que desde ahora en adelante, frente al florecer de nuevas fundaciones, tomaría solemnemente el nombre de “ CASA MATRIZ” de la Divina Providencia

CAPITULO IX

CARTA DE DIRECCION DEL PADRE MANINI: La fundación de Zagarolo, aunque fuera por si un evento bien modesto, tomaba un significado eminente; era la primera expansión del Instituto y podían seguir otras. En fuerza de ella, por lo tanto, surgió una nueva temática.El Instituto había nacido como obra local, concentrada en una vieja calle de Roma, y obedeciendo a las necesidades de un barrio popular.La prueba había salido muy bien ahora, el porvenir se anunciaba distinto. Surgían nuevos interrogantes, antes casi insensibles, después, al pasar del tiempo, con mayor claridad y urgencia.Las “Constituciones” del Padre Manini eran proporcionadas a la casa de la calle de Los Carpinteros, tal cómo él la había dejado; pero esta se había desarrollado. Se necesitaba, actualizar, por lo tanto, las estructuras internas, y no se trataba solo de retoque exteriores.En una arquitectura practica, por cuanto se quiera, más en especial espiritual, es fácil llegar pronto con cualquiera

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modificación a los problemas de fondo, o sea a los cimientos iniciales.La obra estaba apoyada por completo en la Providencia y en las intenciones del fundador habían excluido, de propósito, cualquier providencia o atención humana.En “el día por día” había quedado el gran secreto de todo procedimiento y habían sido excluidos ahorros de no despreciables cantidades en vista de un crecimiento distinto en el futuro u otros planes similares. Según el Padre Manini, la vocación de las Hijas de la Divina Providencia consistía propiamente en esta confianza cotidiana, libre de cualquier providencia concreta para el mañana.“ Ustedes son llamadas, decía a las maestras, a una pobreza

total y heroica.”Elena Bettini participaba en lo profundo de este principio; también en ella el amor de Dios y la confianza eran tales de hacerle posible y casi perentoria esta actitud. Sin embargo era ella la que se encontraba a la cabeza del desarrollo completo: a ella venían presentadas deudas y facturas cuya urgencia se hacía apremiante. El aumento de las actividades llevaba consigo el aumento de las cuentas a pagar. Por lo tanto era quien tenía que recibir el contragolpe.El Padre Manini, gran idealista y enamorado de la Providencia, estaba lejos, no tenía contacto con la realidad que gradualmente cambiaba. El Padre Capelli, sabio director, se alejaba con frecuencia por encargos importantes, y Elena quedaba prácticamente sola. Sufría, y todavía, hay que relevar, su verdadera intimidad, su fundamento no cambiaba. Quedaba unida a la Providencia concebida como una constante, atenta asistencia sobrenatural, minuto por minuto.La dirección concreta del Padre Capelli como superior, del Padre Lattuada como confesor, de lo demás Barnabitas los cuales habían tomado a pecho la “ obrita “ tan benéfica, tenían en mayor consideración la realidad de las necesidades contingentes y no evitaban una sabia prevención en los límites de lo puro necesario. Pagados ellos, también a lo sobrenatural opinaban todavía que la cooperación humana unida a la misericordia de Dios, podía y debía actuarse según la prudencia.Nos preguntamos. ¿Frente a estas dos interpretaciones fundamentalmente iguales, porque basadas las dos en lo sobrenatural, pero distintas en la actuación práctica, Elena sintió, tal vez, una nostalgia hacia la primitiva simple y singular confianza en la Providencia?La correspondencia con el Padre Manini era de vez en cuando, no podía, por si sola bastar para lo “cotidiano” al cada día su afán” y pocas personas estaban en condición de experimentar esa frase evangélica como Elena. Ha sido conservada una carta, o mejor dicho, varias cartas, escritas por ella como desahogo espiritual al Padre Manini,

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probablemente a fin del año 1853. Hay todavía una contestación del Padre Manini mismo, que en parte ha sido señalada, la cual debía ser del principio del año 1854. En esta correspondencia se vislumbra claramente un cierto desaliento que la Madre Bettini debía haber manifestado respecto a su propio éxito como directora responsable del Instituto: esto, no tanto, respeto a los resultados prácticos cuanto a los valores más profundos.La Hermana Bettini tenía miedo de no actuar bastante por puro amor, temía no ser más la gran enamorada de Dios como era y continuar siéndolo.Por cuanto alcanzamos a entender, su pena provenía de esta duda. La respuesta del Padre Manini tenía gran transparencia y apunta directamente sobre dos temas: Elena no debía dudar de su vocación de Directora del Instituto. Dios había querido que fuera en aquel lugar, y había dado las pruebas más luminosas.Es aquí y con tal fin que el Padre Manini traza el retrato de ella que ha sido citado y le asegura que “Dios la ha hecho experta, sagaz, prudente, firme, fuerte...... en suma, ha creado en ella un modelo de Fundadora y de Superiora. Y este es el primer punto.El segundo es una reflexión que el Manini sugiere a Elena; Ya que Dios me ha querido en este lugar, estoy cierta de caminar por buen camino, hacia la salvación mía y por la salvación de los demás.Mientras tantos quiero que os detengáis a meditar seriamente sobre este punto: Dios me ha llamado. Las pruebas están en la obediencia; las pruebas las tengo en mi: Dios al llamarme me ha dado la gracia de superar todas las tentaciones y de perseverar. Por lo tanto, hasta aquí he cumplido la voluntad de Dios: entonces la estoy haciendo; entonces estoy por el buen camino del paraíso; entonces si corresponderé, ciertamente me salvare; porque Dios ha prometido la salvación eterna a quien persevera haciendo su santísima voluntad.”Tercer punto: ¿Como ama Elena? Ella tiene miedo de no amar bastante, de actuar por intereses inferiores al amor; y el Padre Manini: “¿No es verdad, hija mía, que esta es vuestra obediencia? ¿ Que de la consideración del mundo, o sea de vuestras habituales imperfecciones, de los cotidianos defectos de la fragilidad de vuestro espíritu, nacen en vos dudas frialdad, desaliento, abatimiento, el disgusto y aquel sentimiento de irritación interior, que casi llegaría a la desesperación, a la dejación del bien? Es cierto que todo empieza de aquí, y yo resolviendo vuestra objeción, espero, si Dios me hará digno por los meritos de Jesús y de Maria de calmar y reanimar vuestro espíritu . .............Y usted, sigue :”si, yo hago, pero todo con imperfección”, y yo le contesto: “ si, Usted hace y seguirá haciendo,

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procurando de vuestra parte de actuar con mayor diligencia para evitar vuestras habituales imperfecciones, y en modo especial buscar de rectificar lo más a menudo vuestras intenciones, llevando todo por la gloria de Dios.......... Pero usted, sigue: “ si, lo hago, pero no lo hago por amor. ¿- Y quien os lo ha dicho?- Usted hace y no hace por amor. Serás, pero mientras tanto, es cierto, que mientras Usted actúa, ama. No soy yo quien se lo digo, sino Jesús Cristo: “Quien me ama observará mis palabras” por lo tanto quien actúa según su vocación y en su vocación, actuando, da muestra de amor, además actuando ama aunque no conozca y no sienta amor.”

El hablar del Padre Manini es tan claro que nos revela, en Elena, también un cierto miedo frente al problema de su propia salvaciónEn este punto debemos subrayar la profundidad, la “estratificación de la psicología espiritual de ella. Ella es, sin duda, mujer de gran paz interior; lo demuestra en su acción, siempre serena, amable, sonriente, en la comprensión hacia los demás que no está nunca ofuscada por oscuridad interior o confusión. Pues, propiamente en esta alma de gran paz, nosotros descubrimos un trasfondo de temor, de prueba espiritual. Tal descubrimiento, como hemos dicho, nos la hacen más cercana, verdadera y fascinante.Tenemos que preguntarnos: ¿ Son estos los primeros indicios, las grieta iniciales de aquella condición siempre extraordinaria y diría milagrosa, que tantos santos han vivido, atravesado y superado, la “ noche de los sentidos y del espíritu?”También a esta interrogante, la continuidad del hecho nos dará la respuesta. Por ahora tomamos acto de tales avisos y seguimos a Elena en su itinerario íntimo del año 1854. Tenemos dos cartas más del Padre Manini que proyectan luz en la situación. En verdad, tiene lugar, en el momento del cual estamos hablando, una como de dirección del Padre Manini y una verdadera toma de posesión de parte del Padre Manini mismo, sobre el alma de Elena.Nos conviene detenernos en este encuentro renovado entre Padre e hija, porque nos parece que este es como fundamental de la larga y compleja maduración que el “alma de paz” Elena Bettini vivirá hacia una perfección siempre mayor durante loa próximo nueve años, hasta el término del año 1863, hora de su liberación definitiva.Una segunda carta del Padre Manini con fecha 4 de Julio de 1854, empieza con una queja porque la fundación de la casa de Zagarolo ha sido actuada sin darle ningún aviso previo, por lo tanto sin su aprobación. Consumado el hecho se le ha comunicado lacónicamente.

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El se muestra contrariado por este hecho y protesta vivamente, y agrega: “ pero, como su caridad me asegura que su espíritu y su corazón, como los de las demás hermanas no cambian y están unidos siempre al espíritu y al corazón del Padre en Cristo Jesús, así hija mía diletisima, lo creo y renunciando a todas estas ideas que me había formulado después del hecho de Zagarolo, le aseguro que la obra y las personas me son cara cuanto lo es mi vida, y mas todavía, siento que estaría dispuesto , con la ayuda de Dios, a dar la vida por aquella obra y por ustedes, si fuera a gloria de Dios.”- Sigue un breve inicio importante:” Si bien yo no esté convencido que la obra tenga que seguir así, o sea sin casa propia todavía, recibo como prueba de la continua protección que Dios se digna concederme, la caridad que os demuestra el Santo Padre.El mismo, por lo tanto, considera conforme a la total confianza en la Providencia, que el Instituto adquiera una casa suya propia, tanto que agrega:” El momento llegará, pero no hay que tener prisa, ni rehusar el sufrir. Si ustedes no hubieran sufrido, la obra santa, a esta hora habría caído. Por el contrario se mantiene por cuanto está apoyada el la virtud de la cruz.”Recalca el carácter sobrenatural, casi diría “sacrifical” de la obra, y marca, al mismo tiempo los confines prácticos, los cuales representan casi como una concesión en el contexto del discurso que se mantiene a nivel de tensión heroica . Es aquí, por lo tanto, una dialéctica que brota constantemente de un interior intacto, sobrenatural y se mantiene firme.“ Si ustedes no se hubieran encontrado abandonada por los hombres, Jesucristo no las habría recogido y estrechado con tanto amor en su santos brazos; si ustedes hubieran puesto su seguridad en los bienes de la tierra cuando los hubieran poseídos, Jesucristo no las habría estrechado con sus santas manos, manteniendo viva en ustedes la esperanza y la fe; si no hubieran sido pobres y necesitadas de todo, Jesucristo no habría sido su esposo, ni su proveedor; en una palabra, si no hubiesen sufrido, no existirían más.¡ Oh cuanta misericordia, hija mía, en sus sufrir! El ojo carnal no lo sabe distinguir, pero si que la ve el ojo del Espíritu! ¡Cuanta misericordia! tanta que todo el conjunto, dirían así, de su predestinación, de la continuidad de la obra, de todo el bien que hayan hecho con la ayuda de Dios, y que con la ayuda de El se hará, todo ha sido urdido y tejido con los tantos sufrimientos de ustedes.¡ Cuanta gloria está preparada en compenso a quienes de ustedes habrán perseverado en el sufrimiento, y espero, serán todas! Si, hija mía, tanta gloria, cuanta es la de los hombres apostólicos y de los mártires, porque su vocación las llevas en el camino de los primeros, y sus

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sufrimientos las hace imitadora de los segundos. No son exageraciones las mías, no, hija mía, a quien perseverará con la gracia de Dios, trabajando y sufriendo para provecho de las almas de Jesucristo, ha sido reservada la doble corona del apostolado y del martirio por aquel Dios que es fiel en sus promesas y que da a cada una según sus obras.Cuando yo pienso en esta pobre obra y hablo con ustedes, mi corazón se ensancha, y querría, hija mía, infundir en usted lo que siento, querría que viera con mucha claridad, y sintiera en el alma, la grandeza, la importancia de su cargo, y como en cuanto Dios la haya amado llamándola a ejercerlo! Estoy seguro que humillándose, aniquilándose delante de la majestad del Señor, en acto de agradecimiento por esta gran misericordia, su corazón se derretiría de gozo, reconocería en su vocación una señal muy clara de su eterna predestinación. Pues, Dios ha dicho que quien salva a una alma asegura su propia salvación, y no veo porque perseverando usted en el deseo y en las obras de salvación de tantas almas, cuantas querrá Dios enviar a esta escuela, no tiene que considerar como señal de predestinación amorosa, su vocaciónPodemos anticipar aquí la conclusión de los argumentos que estamos tratando, un concepto que el Manini expresa en una próxima carta y sobre el cual tendremos que volver: “ Y a fin que su caridad conozca desde un principio cual es el término al cual debo llegar, mire que su vocación de voluntad, tiene que aspirar a un despego de todas las criaturas y de todas las cosas, a una pobreza no solo perfecta, sino heroica.” Y por hacer universal esta invitación agrega:” medite el primer capítulo de la Regla y verá claramente que cada hija de la Voluntad de Dios se esfuerce para llegar a tanta altura y a tanta sublimación de perfección.” El discurso sigue cerrado: abatirse, perderse de ánimo, sería efecto de cobardía, de miedo y sería no comprender los designios del Señor, pensando de hacerse santo con sus propios medios, y no con la gracia de Dios; y para que Elena y sus hijas pudieran tener las disposiciones necesarias, “ creería, escribe todavía el Padre Manini, que usted tendría que razonar así: “ Dios me ha llamado y Dios es fiel, es cierto que Dios, por su fidelidad, concede las gracias necesarias y convenientes para que nosotros podamos desempeñar los oficios para los cuales nos ha elegido.”Está aquí la empinada cuestión de la confianza providencial: “Aunque sea lejano el término al cual tengo que llegar, la fidelidad de mi Dios, me asegura que no me faltará la fuerza para el viaje y con tal que yo lo quiera, seguramente conseguiré la meta.”En este punto la dinámica más profunda y más eficaz está puesta: el trinomio: abnegación, despego, pobreza, constituyen un complejo de palancas íntimas, bien

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calificadas, segura de su rendimiento: dirigir todas sus acciones y conseguir una y otra vez, otras de estas virtudes, hasta que por misericordia divina, usted llegue a ser verdaderamente perfecta en el ejercicio de las tres. Pero es mejor que usted escoja una de preferencia, sea para la abnegación de la voluntad. Esta es la primera condición que el Divino Maestro pide a quien quiera seguirle.” Si quis vult venire post me, abneget semetipsum. “ Ahora, ¿en que consiste esta abnegación de nosotros mismos? Cosiste en el resistir y vencer las inclinaciones de la naturaleza y seguir fielmente y constantemente los movimientos de gracia. Usted leerá el capítulo 54 de la “ Imitación de Cristo” del Kempis, que se titula: “De los distintos movimientos de la naturaleza y de la gracia” y meditando sobre el contenido de este capítulo, usted alcanzará a conocer en que consiste la abnegación de si misma, y con la ayuda de Dios podrá también practicarla. Cualquiera dificultad que encontrará me la escribirá. Como a conclusión de lo que me parece necesario que le diga, agrego:1- No deje pasar día sin haber leído un capítulo del 2- “Combate Espiritual” de lo Scúpoli.3- .Sin haber hecho su meditación de una hora por lo menos; usted escoja el sujeto que va a meditar y que le parece más apto para su espíritu.- prepare su alma a la meditación leyendo el argumento que has escogido, se acerque a Dios con humildad, empiece su oración con confianza, no se canse si se siente árida, persevere pacientemente luchando, humillándose. resignándose. Verá que poco a poco se cambiarán las cosas de su espíritu y usted, sin darse cuenta, encontrará gran mejoría

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CAPITULO X

APROBACION DE LAS COSTITUCIONES El año 1855 es una fecha importante en la historia de las hijas de la Divina Providencia. Hemos visto como, frente al incremento de la Congregación, todavía mínima, después de veinte y tres años de vida, contaba con 12 miembros, naciera la exigencia de dar una estructura más precisa, espiritual y jurídica a aquella convivencia de hermanas castas, pobres y obedientes que se disponían a multiplicar su servicio donde la Providencia las hubiera llamado.La comunidad vivía en una especie de paradoja: el espíritu era ferviente, la forma era de la vida religiosa y todavía las Hijas de la Divina Providencia no pronunciaban votos públicos, no teniendo regla y constituciones aprobadas por la autoridad eclesiástica.El “ día por día” había sido vivido durante veinte años, también en los más reservados valores interiores y la identidad de la obra se había conferido poco a poco según la sugerencia de las circunstancias y del Espíritu.De la regla dictada un tiempo por el Padre Manini, quedaba la carta fundamental del Instituto, y todavía sobre algunos puntos se revelaban inadaptable a canalizar el empuje: por ejemplo; el primer Padre de la comunidad había ideado para ella una media clausura, que se vio incompatible con la vida de servicio activo, vida de fermento, de semilla hundida en la tierra, vivida por las Hijas de la Divina providencia “el pequeño locutorio estaría provisto de doble reja de hierro como en los monasterios, desde allí las religiosas tienen que hablar con las personas extrañas, si es sola, para quitar la tentación de quedarse largo tiempo, las religiosas tendrán que quedarse de pies por todo el tiempo que quedaran allí.”Las religiosas y Elena misma habían leído y vuelto a leer, subrayando y comentando aquella Reglas, donde estaba encerrado el hálito espiritual por el cual continuaban para vivir. Al mismo tiempo habían pedido al padre Capelli escribir el texto de las Constituciones definitivas; y el Padre Capelli había aceptado. Había sido un trabajo lento y analítico, en el cual se trataba de recoger el fruto de discernimiento espiritual madurado en veinte años: y a este punto la actitud de Elena Bettini, que representaba como ninguna otra hermana el punto de continuidad entre el pasado y el presente, entre la inspiración originaria y el carisma vivido y actuado, impone una reflexión.La hemos visto sufrir por años, en su modo de ser silenciosa, por el desdoblamiento de dirección entre el Padre Manini y el Padre Capelli; aquel drama tranquilo

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estaba bien lejos de la conclusión, porque rechaza ahora la unidad sobre el plan practico exterior, las divergencias se habrían como un resquebrarse sutil y profundo en su alma: la crisis de identidad superada por la Congregación. En Elena Bettini parecerá, en cierto modo, que se la hubiera cargado sobre ella misma, sufrirla en sí; veremos pronto con que intensidad y con que estilo decisivo.Pero hoy día, mientras está en juego la tranquilidad y el crecimiento de la Congregación, nada de aquella aflicción encrespa el desarrollo de los acontecimientos. Elena misma, después de haber apurado la redacción de las Constituciones, hace lo que siempre hizo: aceptar, recibir obedecer. Su disponibilidad sencilla es el espacio en el cual es posible colocar una piedra fundamental para el desarrollo del Instituto.El 25 de Septiembre de 1855 el Cardenal Vicario Constantino Patrizi, aprobó las Constituciones presentadas por las Hijas de la Divina Providencia, con decreto donde algunas palabras subrayan el “humus” histórico apto para el florecer de la obra.- Cuanto más viene a faltar la educación privada y hogareña de la familia, tanto mayor incremento recibe la caridad evangélica hacia los jóvenes y las jovencitas. Por esto, en este último tiempo han surgido muchas congregaciones femeninas, las cuales profesando la vida activa, se dedican con gran entusiasmo a la educación de la juventud. A este fin responde admirablemente entre los recientes, el Instituto de las maestras de las jovencitas de las más humilde y baja condición social, que tomó el nombre de “ Hijas de la Divina Providencia.”El texto de las Constituciones determina la fisonomía del Instituto, partiendo de un doble fin de: santificación personal y de irradiación apostólica.1.- Dar acogida a jóvenes pobres que tienen vocación de servir a Dios fuera de los peligros del mundo, y santificarse en la práctica de las virtudes cristianas y de los consejos evangélicos.2.- Educar en el santo temor de Dios, y en los trabajos necesarios para ganarse la vida, a las jóvenes de la clase social más necesitadas, para prevenir la corrupción del corazón y disminuir los pecados de los males que afligen a la Iglesia y corrompen la sociedad.Había en esta frase, con sabor del ochocientos, un particular de pioneros: dar “recepto” a las jóvenes “pobres”. Este adjetivo no tenía nada de genérico, más bien respondía a una precisa orientación de las hija de la Divina Providencia dispuesta a recibir postulantes también sin dotes y casi a preferirlas: lo que desde siglo había sido propuestos por los santos fundadores, basta citar la comunidad contestataria y profética creada por el Padre

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Grignon de Monfort, que reunía a jóvenes ciegas, cojas, deformes y completamente desheredadas, en el hospital de Poitiere- y todavía en pleno ochocientos quedaban,- no es difícil entender porque era el tema de vanguardia.El otro punto principal, la escuela para las niñas pobres, era confirmado por las Hijas de la Divina Providencia con una experiencia de veinte años; su vida no se podía entender sino por el corazón; de un material humano palpitante y contradictorio, entre gentileza y “corrupción”, dulzura y violencia de cien y cien hijas de la calle.Pero en las Constituciones precisaban, otra posible orientación apostólica, insistiendo en un tema: la formación espiritual, la oración. Las casas religiosas podían funcionar como lugares de retiro y acogida, casi amplificando los límites de la comunidad a cualquiera que hubiera querido saciarse de su paz; nuevamente era un motivo antiguo y actuálisimo la “ Hospitalidad” religiosa como oxigenación espiritual, para quien vive en el mundo, lo que emergía entre líneas de las constituciones.“ Si bien su principal ocupación sea la instrucción de las niñas pobres, pueden también ocuparse en otras obras de caridad hacia las personas de su sexo, cuando se presente la necesidad, la oportunidad y el número de las religiosas sea suficiente. Por lo tanto pueden instruir a las personas de su sexo en los deberes cristianos, pueden recibir por algunos días en su casa a las jóvenes y a la viuda y también a las mujeres casadas con el permiso de los respectivos maridos, para hacer el retiro con el fin de proveer a las necesidades de su alma; pueden tener consigo a jóvenes educandas para formarlas en las virtudes y a las más ancianas que quisieran vivir retiradas y cuya conducta no sea de estorba a la comunidad; pueden admitir en su casa para los Ejercicios Espirituales a las jóvenes, especialmente si son o han sido sus alumnas, en preparación a su primera Comunión, siempre con el debido permiso del respectivo párroco y pueden ocuparse en obras similares de caridad, según sus posibilidades, cuando sea sin perjuicio de la escuela de las niñas pobres, a las cuales deben atender sobre cualquier otra cosa, siendo esto el fin principal por el cual han sido fundada.” El caminar religioso de las Hijas de la Divina providencia se delineaba en las Constituciones, gradual y prudente. Hasta los cuarenta años no se podían profesar los votos perpetuos, más solo quinquenales, y la profesión quinquenal no podía ser emitida antes de los veinte años. El noviciado duraba dos años, pero después de la profesión, las jóvenes no pasaban inmediatamente a la comunidad de las profesas; el primer quinquenio lo pasaban también en el noviciado, consolidando y perfeccionando su preparación espiritual.

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El recuerdo de las primeras deserciones inicial, ¿habló, tal vez, entre líneas de estas disposiciones de prudencia para prolongar el tiempo de formación y retrasar el empeño definitivo?Otro problema que había sido delicado y doloroso, en la historia del Instituto, el problema de la autoridad de gobierno, fue enfrentado y resuelto: las hijas de la Divina Providencia, siempre más consciente de su propia misión eclesial y “ movilidad” apostólica, se ponían bajo la jurisdicción del Ordinario ( Obispo) local y pedían a este un superior inmediato, posiblemente un Barnabita al cual recurrir en cualquier circunstancia, en particular para la asistencia espiritual, de esto resultaba una actividad dinámica, una estructura descentrada y sobre todo plenamente insertada en la Iglesia local: “ La comunidad estará bajo la autoridad de Monseñor Obispo en cuya diócesis se encontrará establecida, más para no darle demasiada molestia tendrá a bien asignarle un superior, entregándole el poder necesario para el gobierno de la comunidad y que pueda ejecutar, cuando él personalmente no pudiera ejecutar..........”Donde residen los Padres barnabitas, el superior y el confesor serán escogidos entre estos Padres, habiendo sido ellos los fundadores y promotores de la pía obra y por lo tanto conocen el verdadero espíritu del Instituto, a preferencia de cualquier otro.El Ordinario aprobará, si no hay nada en contrario, y salvo lo que prescriben las Constituciones Apostólicas, la persona presentada por el Superior de los reverendos Padres barnabitasAprobadas las Constituciones, nada más atrasaba el día del compromiso público y eclesial, esperado con profundo anhelo por las Hijas de la Divina providencia.” Quien puede imaginar, observa la cronista, el ansia grande de poder unirse a su esposo celestial por medio de los santos votos, que aún simples, deseaban este momento para poder ofrecer este holocausto al Señor.”Era el final de Octubre de 1855. El silencio bajó sobre la casa de la calle de los Carpinteros, durante diez días que fueron la última preparación a este “ holocausto”: También las hermanas de Zagarolo habían venido para el retiro que se concluiría el día de todos los Santos, día en cual, en una liturgia de gozo y de fiesta, las doce hijas de la Divina Providencia hubieran emitido su Profesión religiosa. Solo las tres de cuarenta años, o sea, Sor Maria Elena Bettini, Sor Maria Margarita Paparelli, y Sor Maria Cándida Mirto, podían pronunciar los Votos Perpetuo, mientras las otras tomaban el empeño por cinco años.Desde tiempo se había agregado a la comunidad una joven de Olevano, llamada Maria Bocci, sana, robusta como un joven

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árbol, pero tan simple que no hubiera podido tomar nunca un curso y dirigirlo: cocinaba, hacía los quehaceres de la casa, siempre con tranquilidad, con la sonrisa en los labios y con el vivo deseo de ser un día hija de la Divina Providencia, lo que parecía imposible estando la Congregación entera dedicada a la enseñanza. Fue Elena Bettini a suplicar al Padre Capelli por ella. Le hizo entender, como las religiosas cargadas de trabajo, difícilmente hubieran podido abarcar también los quehaceres de la casa, y que Maria Bocci era una colaboradora preciosa, hecha a la medida por el espíritu de escondimiento y de humildad propios de la Congregación. En breve, El Padre Capelli dijo que Maria fuera aceptada como hermana y en el día en que profesaban sus hermanas, fuera el de su toma de hábito.Las trece, entonces, delante del altar, en aquel día de otoño el cual parecía toda la Iglesia en fiesta, hacía corona a las pobres Hijas de la Divina Providencia, en la Capilla de la calle de Los Carpinteros, puesta como nueva por el adorno de flores y cirios.Está Padre Capelli, pronto a recibir, como legítimo superior, las doce promesas; está Carlota de Borbone, la gran amiga, feliz de hacer de “ madrina” a las esposas del Señor; está el padre Lattuada que no tiene vergüenza de llorar, viendo las expresiones de recogimiento y la transparencia de gozo con el cual sus hijas espirituales van hacia el “ holocausto”. Elena Bettini se adelanta, como siempre, para pronunciar con voz firme, a pesar del quebranto, de la conmoción, la formula de la profesión perpetua: ““ En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amen.- Mi salvador Jesús, único objeto de todos mis deseos. Yo Maria Elena Bettini de la Navidad de Maria Santísima , arrodillada con espíritu de humildad a tus pies, os hago votos de vivir en castidad, obediencia y pobreza en la Congregación de las Hijas de la Divina Providencia, según sus Constituciones y las costumbres de esta casa, y de morar aquí todo el tiempo de mi vida, en una perfecta sumisión a la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, bajo la protección de la Santísima Virgen Maria Madre de la Divina Providencia, Madre de Dios, nuestra protectora, y del glorioso San José su esposo, y bajo la jurisdicción del Cardenal Vicario de nuestro Señor;- En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ASI SEA.Carlota de Borbone les ayuda con ternura de madre, a endosar el velo, y demuestra la misma premura por cada una de las hermanas, también con Maria Bocci, cuyos juvenil cabellos vienen cortados y puestos sobre el altar.Elena Bettini, tal vez ¿piensa en este día esperado por veinte y tres años, al “Curriculum” religioso extraordinario

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que la diferencia de las hermanas? Un punto firme está puesto en su vida, como concluyendo tantas página que todas convergen hacia esta hora, tantas pruebas que han preparado y otorgado una dimensión más profunda al dulce “holocausto”........Madre Fundadora, Elena empieza con cuarenta y dos años, su vida de neo profesa de la Providencia. Después de la larga experiencia precaria que ha marcado el inicio de la Obra, descansa hoy en dos palabras, firme como la piedra, sobre las cuales todo se construye: “ para siempre”………….. Tiene lugar, después de poco tiempo, la elección de la “Superiora General” que parece, por si, una pura y superflua formalidad, tanto es natural que Elena Bettini es la elegida.Desde aquel día la humilde Superiora es, canónicamente Madre General de la Congregación.

CAPITULO XI

CONSERVATORIO DE LA SANTISIMA CONCEPCION

PROFUNDA PESADUMBRE INTIMA

Existe en todas las historias de las Congregaciones, un evento que constituye la hora más espléndida y el máximo gozo:- La aprobación de las Constituciones: marca la mayor edad de la obra, y en el fundador, una satisfacción incomparable de puro orden espiritual, para ser vivido en verdad, en humildad y despego completo, pero tales que aumenta en medida extraordinaria, la paz y la seguridad íntima del alma de ella. Desde entonces brota una vida renovada y más fecunda.- Raro en decirse: Esta misma hora, de principio, no tuvo en el alma de la fundadora Elena Bettini, las mismas resonancias.Lo que empezamos a decir, tiene un valor delicado y raro que requiere una atención justa para ser entendido. Desde el momento de las Constituciones en adelante, percatamos una molestia de orden absolutamente superior en el alma de Elena. La causa de esto, reside, como hemos dicho anteriormente, en la sutil diferencia que pasa entre los textos del Padre Manini y las páginas de las Constituciones de 1855.

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“ Percatamos”. No logramos más imaginar una Elena plenamente gozosa por el resultado conseguido: veremos, pues, aparecer entre no mucho tiempo, o sea en 1857, este disgusto en plena luz y en una medida dramática.Decimos, por lo tanto, que entre 1855 y 1856 se introdujo en el tormento de Elena, una circunstancia que habría podido hacerse desconcertante para cualquiera que no hubiera tenido la solidez profunda de ella: aludimos a la reforma confiada a ella del Conservatorio de la Santísima Concepción en “Trastevere”.¿Como había surgido el Conservatorio del cual hablamos?En los años 1854-1855 el cólera había, una vez más, llevado el luto en Roma, como, además, en otras ciudades. unos de los barrios más afectados había sido “Trastevere” y esto es fácil de entender: costumbres e higiene todavía medioevales en una población viva, indómita, incapaz de estar quieta. El mismo inquieto vaivén entre callejuelas seculares, había incrementado la enfermedad.Muchos morían, y no rara vez dejaban hijos e hijas de distintas edad: niños adolescentes y jóvenes. Esto improviso multiplicarse de huérfanos, hizo necesaria la ayuda, y entre las varias obras que surgieran, fue también el Conservatorio para las niñas que habían quedado huérfanas, y estas de distintas edades. Fue abierto de improviso en calle de la “Fratta” número 44 y con el título de “ La Santísima Concepción”, dulce y augusto título querido por Pío IX que quiso aquel asilo.La dirección fue entregada a un consejo de administración y la escuela a maestras laicas: las cosas anduvieron mal.El Cardenal Vicario Constantino Patrizi, pensó en los remedios: conocía y estimaba a las maestras de la calle de Los Carpinteros, y en particular a la Madre Bettini: pensó en esta última y quiso confiarle la dirección del Conservatorio, rogándola de llevar consigo a tres religiosas.Fue esta la prueba de fuego: Las religiosas tomaron la dirección del conservatorio el 24 de noviembre de 1856. En la casa estaban cinco maestras y ochenta alumnas: las primeras, enojadas, nerviosas y en contra de la llegada de las religiosas; las segundas, en rebelión continua.Entre maestras seglares y alumnas se había formado la costumbre de un hablar grosero, a la militar y para hacerse valer de las alumnas la competencia de la voz gruesa.Cuando se encontraron frente a frente con las humildes religiosas de la calle de Los Carpinteros, se pusieron insolentes; aquel trato humilde, aquella gentileza modesta, en lugar de ganarlas, desencadenaron sus burlas. Viéndolas siempre tan buenas y corteses, pensaron tomarle las manos, haciéndose atrevidas y amenazándolas de pegarles. “ Fueron crueles”, dice la crónica del Instituto, al verse sometidas

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por las buenas religiosas, si bien estas buscaron ganar con dulzura y buenos modales, las almas de aquella desenfrenadas criaturas, las cuales llegaban hasta amenazarlas.”Por la gracia de Dios, estaba Elena Bettini. Muy suave y amable, pero también firme y decidida” cuando esto se hacía necesario.Con esfuerzo verdaderamente “sobrehumano” supo imponerse y hacer respetar el orden, los buenos modales a las pobres religiosas. ¡ Pero a cual precio! Aquel orden, aquel respeto fueron conquistados a costa de la salud, tanto más que las religiosas admitidas para reformar la casa eran pocas, lo que angustiaba mucho a Elena.El 21 de Marzo de 1857 escribió al Padre Capelli: “ A pesar de todo, nosotras confiamos en Dios, en la Santísima Virgen de la Divina Providencia y en su reverencia para que tenga a bien arreglar todo para que resulte según la voluntad de Dios y nosotras poder hacer el bien para su gloria. Le encomiendo, en fin, de arreglar lo más pronto posible por una cuarta maestra, que la necesidad es mucha, y averigüe, reverendísimo Padre, como ningún otra comunidad hubiera aceptado por menos de seis religiosas; yo se que pidieron en otra comunidad y no aceptaron, propio por la dificultad del número, porque es cierto, reverendísimo Padre, que no se puede alcanzar todo; si se quiere hacer bien el propio deber de vigilancia, se necesita mucho y tanto que nunca es suficiente” el esfuerzo para sobreponerse, para no ceder a la natural reacción de enojo y para no alterarse interiormente, fue tanto y duro que Madre Bettini sufrió de esto en lo físico hasta tener vomito de sangre por exceso de trabajo y el desgaste físico que influyeron sobre su bronquitis.El Padre Capelli, cuando supo este particular, quiso que volviera a la calle de Los Carpinteros en 1859, después de dos años y medio que ella había transcurrido allí .Antes de partir, ella nombró directora a Sor Maria Teresa Traversi,, la cual al principio sufrió hasta lo imposible para hacerse respetar y obedecer. Cuando vino a faltar la personalidad dulce y a la vez firme de la Madre Bettini, algunas revoltosa pensaron retomar el campo frente a la nueva Superiora; pero esta también era digna hija de Madre Bettini y supo resistir: obtuvo orden, paz y todas las alumnas recobraron la serenidad. Pero una enfermedad incurable la llevó al fin de la vida y Madre Teresa murió en Septiembre de 1860 Hasta el último se mostró contenta también de morir, a condición de dejar en la paz a las alumnasLa dirección del Conservatorio de la Santísima Concepción será una larga historia que se desarrollará por más o menos, veinte años con vicisitudes más o menos gravosas.

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Otra hija de la Divina providencia, muy joven, morirá en el Instituto. Las maestras seglares serán reemplazadas todas por religiosas, desde el momento que tomará el cargo de “Deputado” del Conservatorio, el conde Vimercati, y en 1869 hasta el noviciado de las hijas de la Divina providencia fue trasladado a la casa del Conservatorio.El gozo más grande, lo ofrecerá a Madre Bettini y a sus hermanas, que algunas entre las maestras y varias de las alumnas, al fin recapacitadas, y después de haber comprendido el valor de sus salvadoras, pidieron y obtuvieron entrar en la Congregación de las Hijas de la Divina Providencia.Para nosotros se hace necesaria una reflexión: hemos hecho referencia de una inquietud, primero latente, de Elena Bettini, frente a las nuevas Constituciones; hemos visto las razones consistentes de algunas diversidades de aplicación entre la misma Constitución y las directivas del Padre Manini. Por lo tanto tenemos que tener presente que el esfuerzo gravoso para enderezar los caminos tortuosos del “Conservatorio” y tranquilizar aquella marejada turbulenta, ella tuvo que hacerlo con su ánimo turbado por la inseguridad.Claro está que una incertidumbre de tal envergadura puede hacerse rápidamente tormentosa. El alma que de verdad pone su fundamento en Dios podrá enfrentar las contrariedades exteriores de más pruebas, sin perder la serenidad; hasta mantener el gozo íntimo; por el contrario, vivirá con un peso insoportable también las contrariedades más pequeñas, si sintiera faltarle en su interior, el centro de gravedad único y soberano: su equilibrio en Dios.La sola duda de no encontrarse más en la línea del amor de Dios, el solo temor de haberse alejado aún más de un solo milímetro de aquel punto focal necesario más que la vida misma y el mundo entero, puede abrir una herida en los recónditos más secretos y dolorosos del alma; y la laceración puede hacerse desconcertante.Y es aquí otra aclaración: Elena Bettini aceptó el peso del Conservatorio cuando ya estaba turbada por la incertidumbre inicial; pero fue propio durante la santa batalla sostenida en el Conservatorio que aquellas resquebraduras internas empezaron a sangrar. Mientras ella estaba obligada a empeñar toda su energía y dominio de si misma, toda la voluntad de dulzura, la humildad, la abnegación de si misma para hacer frente a las rebeldes de calle de la “Fratta”, fue entonces que la incipiente trisadura se abrió y se hizo herida. ¡ Y cual herida!No es fácil reconstruir completamente las particularidades de este delicado proceso íntimo, porque no poseemos documentos adecuados; decimos luego que la laceración de la cual hablamos, no tuvo nada que ver con el esfuerzo

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sostenido para quedar victoriosa en el interior y exterior en la pacificación del Conservatorio. Los dos contratiempo, las dos pruebas fueron contemporánea, no concomitantes; la una no tuvo que ver con la otra, sino , tal vez, consecuencia de cansancio que las vicisitudes del Conservatorio podían llevar y nunca en forma de unión directa o consecuente.Los sufrimientos quedaron paralelos: todavía debieron duplicar la angustia íntima de Elena. Pero, como hemos dicho, por cuanto desgastador haya sido el trabajo desarrollado en la calle de la “Fratta”, el otro sufrimiento, aquello íntimo, aquella simple duda de no caminar más por el camino único y verdadero de Dios, quedó una aflicción completamente distinta e infinitamente más aguda.¿ Más en que forma y bajo cual estímulo la duda inicial creció y se hizo angustia o congoja? -¿Acaeció esto a causa de un desarrollo espontáneo del pensamiento de Elena, por el contrario, o a consecuencia de algún reproche o crítica del Padre Manini?Probablemente los dos sentimientos interiores actuaron asociados recíprocamente. Nosotros no poseemos cartas ni otro escrito del Padre Manini sobre el argumento; pero Elena , ciertamente, se enteró que el Padre Manini no aprobaba las nuevas Constituciones, y esto resulta de una carta importante que ella escribió a su director en fecha 1857...................” Se nos dio a conocer que en la sustancia no se cambiaba nada (en la regla escrita por el Padre Capelli) mientras se mantenía la escuela para los pobres, se mantenía perfecta vida común con aquel espíritu de pobreza que habíamos tomado desde siempre; por lo tanto, bajo este aspecto se me nubló la vista, en el dar mi consentimiento, pero le aseguro, Padre mío, que no he tenido más una hora de paz, después de este hecho; yo estoy segura que esta ansia interna es cosa de Dios que quiere una reforma, o sea, de volver en todo y por todo al primer espíritu de la Regla. Dios lo quiera y Usted tiene que pensar en remediar al mal hecho por sus hijas, las cuales, si bien han callado, lo han hecho por no amargar el corazón del Padre y porque parecía que no hubiera podido hacer nada, sea por la lejanía y por muchas otras circunstancias, Usted, por lo tanto debe remediar, actuar y nosotras obedeceremos a lo que vuestra reverencia ordenará, fuera también el llevarnos allá, y también en Constantínopla, nosotras estamos pronta para esto.El otro motivo que me hace creer que el Señor quiere que Usted actúe en esta cosa es que encontrándome yo así agitada interiormente y afligida en varios modos, esta agitación me hace inepta a la oración, porque no encuentro un momento de paz y por esto mi oración se convierte en

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decir al Señor: “ Dame a conocer, hazme conocer tu santísima voluntad;” así repito en cada caso que se me presenta y todo los días y en cada momento; esta es la única cosa que me da un poco de alivio.¿ En que consistían las diversidades que fueron causa de tanto sufrimiento para Elena Bettini?Consistían en una diferencia de intensidad, en especial lo referente al tema de despego y de la pobreza. El Padre Manini, desde el comienzo, había guiado el espíritu de las monjitas, según el despego integral y una “pobreza perfecta y heroica: “es necesario reflexionar bien sobre estos dos adjetivos: “perfecta” o sea, actuada integralmente, llevada a la practica con una fidelidad siempre concreta, siempre atenta, sin dejarse escapar ningún detalle. “Heroica” o sea según una búsqueda que me atrevería a decir “ Afectiva” según un continuo acto de amor a Dios, tal de transformar cualquier renuncia aún pequeña, en un gozo que por lo menos alcance el espíritu. Que la naturaleza sufriera esto, era previsible y dado por descontado; pero en premio, según la aplicación del Padre Manini, como ya se ha dicho, la cumbre del espíritu sería en el gozo, como la cima de una montaña que brilla en el pleno sol, mientras los demás queda en la neblina.Se entiende, que según el Padre Manini, no era necesario que el contraste entre la parte inferior y aquella superior del espíritu hubiera lugar siempre; por lo contrario, esto habría quedado poco a poco, una excepción, mientras el espíritu de las religiosas, acostumbrándose y templándose en un continuado ejercicio de pobreza total, alegre, generoso, en fin “heroico” habría terminado en hacer de tal despego y privaciones, una segunda naturaleza, un verdadero y propio “instinto espiritual”. Así era la idea del Padre Manini que él deseaba proponer y encomendar a las Hijas de la Divina Voluntad”, como una meta apta para ellas, hecha de propósito para ellas y no admitía que frente a esta meta, por alcanzarla, ella se asustaran o acobardaran: esto habría sido incomprensible para él. Habría sido un confiar más en si mismas que en Dios, más sobre sus fuerzas que en la omnipotencia de Dios: error vulgar, inconcebible, del cual él ponía en guardia a sus hijas con un desvelo sin límites y sin debilidades. ¡Así era el Padre Manini!Ahora vemos el Padre Capelli, o sea el espíritu de las Constituciones compuestas y promulgadas por él y aprobadas por el Cardenal Patrizi. ¿Qué había en ella de distinto del espíritu del Padre Manini? Esencialmente nada, porque el Padre Capelli, actuando en las nuevas Constituciones, el espíritu de los Barnabitas, se apoya con igual validez sobre el despego integral y sobre la pobreza íntima y exterior: sin embargo, entres las dos situaciones había la diferencia que hay entre

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el ardimiento cálido, arrastrante del grupo de asalto y el coraje firme, constante de la milicia de defensa.Las “ Reglas” del Padre Manini habían brotado del corazón ardiente de él en la hora de la empresa inicial, de la primera conquista, en una palabra, en la “hora del asalto”. Existían delante de los ojos de aquel párroco, centenas de niñas abandonadas en la calle, que iban a la perdición; él las veía como en actitud de ahogarse en un río torrencial de agua abundante y turbia: existían, como de contraste, como de remedio, tres y después cuatro, cinco, jóvenes escogidas y enviadas por Dios, movida por una audacia admirable; las cuales nada poseían , no tenían medios y se declaraban pronta a todo: a lanzarse al río para sacar una por una las candidatas a la muerte...........¡Qué explosión tuvo que existir en el corazón de aquel sacerdote de Cristo y en las almas de aquellas apóstolas! Es aquí la milicia de punta, la de asalto.: ¡Como es fácil, a esta luz, explicar aquello dos objetivos atribuidos a la pobreza:- “ Perfecta y heroica”.En aquel momento se necesitaba esta vocación extraordinaria.Y ahora el Padre Capelli: han pasado vente y tres años, el grupo de asalto tuvo éxito, ha salvado a las que estaban en peligro, han lanzado un puente, han alcanzado la otra orilla: y tendrán que extender la obra salvadora a los dos lados de la corriente, ocupar establemente las posiciones poseídas antes por el enemigo. .

CAPITULO XII

ANGUSTIA Y LIBERACION Alcanzará gradualmente este nuevo equilibrio, con el pasar de los años, hasta establecerse en esto de un modo decisivo y muy fecundo de bien para su espíritu y para su obra.Esto ocurrirá desde 1863 en adelante. Mientras tanto los años después de 1857 quedan, todavía, alimentados sustentados por el sufrimiento.Penetrando con atención creciente, dentro de este sufrir, llegaremos a descubrir el valore poco común que valdrá la pena poner en luz.Busquemos de seguirlo con plena adhesión a su desarrollo psíquico y cronológico, en resonancia al modo genuino en el cual fueron vividos. Se trata, en total, de recorrer seis años, porque tenemos fechas precisas y puntos de llegada

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seguros; como hemos dicho, en 1863 Elena volverá a encontrar definitivamente, sobre los principios que le hemos hablado, una paz profunda y constructiva.Mientras tanto, al término del bienio 1857 – 1859, tuvo lugar un hecho de enfermedad. Desde años, Elena sabía que tenía un tumor cirroso; pero a causa de una fuerte repulsión debida a pudor, no se resolvía a someter esta enfermedad a un examen médico. Cuando se vio obligada a hacerlo, el tumor había llegado a tal punto que urgía la operación. Frente a la delicada intervención quirúrgica, las hermanas lo sintieron profundamente y así, todos los que estimaban a la Bettini y veían en ella la salvación del Instituto. El Padre Capelli convidó a las religiosas a rezar con todo el fervor, para que Dios cumpliera su misericordia, pero a pesar de tantas oraciones, la operación tuvo que hacerse. Entre tanto dolor y tristeza, la menos preocupada, tal vez, era la protagonista. Sostuvo la operación despierta, fue una “extracción necesaria, hecha con maestría. Nadie hubiera podido prever, en aquel momento, para la enferma, una recuperación completa y un porvenir de treinta años activos y fructíferos.La operación fue bastante rápida. Cuanto fuera dolorosa, nadie pudo nunca comprenderlo, porque Elena se dominó a tal punto de no dejarse escapar ni un grito o una queja, ni sabemos hasta que punto el inevitable trauma haya influido sobre su naturaleza tan sensible.Todo, de cualquier modo que sea, en la vida de ella, siguió desarrollándose en tal forma de no hacer vislumbrar nada de la pena interior. Ella quedó serena, siempre presente en todas las necesidades, en todos los problemas y con aquella nota suya inconfundible, dominante en el trato con los demás: su amabilidad:La vieron reflorecer en lo físico, recuperar las fuerzas, las actividades, la intensidad de las acciones. Nadie hubiera podido entender, de su exterior, que una preocupación tan apremiante de carácter económico crecía día a día, en el interior, junto con la pena espiritual. La circunstancias concretas se manifestaban siempre más difíciles. La familia había aumentado, y no poco; la casa, única y pobre de calle de Los Carpinteros se había transformado en un tríptico desde cuando se había agregado Zagarolo y el Conservatorio. Con esto, ninguna entrada de más. Zagarolo mismo no era autosuficiente y esto era bien comprensible: La enseñanza era gratuita y excluía cualquier remuneración, y en cuanto al Conservatorio, las dos administraciónes eran distintas. Lo que pertenecía a la casa de la calle “Fratta” no era para la casa de Los Carpinteros y viceversa. Dificultades reales, por lo tanto graves, para las Hijas de la Divina Providencia.

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Las religiosas no eran muchas, pero lo que costaba era hacer las cosas bien, con recta conciencia; tener las dos escuelas en orden, abastecidas de libros, cuadernos, lápices etc...En un balance que incluya una sola voz, la de los gastos, cualquier gravamen se hacía peligroso. Las entradas existían, a veces abundantes, otras inesperadas.........pero estaban completamente bajo la total libertad de la Providencia. Esta situación, de hecho, se consolidó hacia el año 1860, que resultó particularmente escaso. También la caridad, pensó Elena, está sujeta a la carestía y se puso a sutilizar la cuenta por aquí y por allá para que cuadraran: pero es difícil hacerla cuadrar con los cero porque la caja estaba completamente vacía. Días angustiosos y noches insomnes que no servían para nada prácticamente.Servían, si, para rezar más, con más fervor, si esto hubiera sido posible; y todo se resolvía para Elena, en un repetido acto de confianza, a ojos cerrados, en la Providencia. Los meses pasaron y el Instituto vivió a crédito. Nadie de la casa, ni fuera de la casa, conocía exactamente la condición económica y Elena consideraba, a su alrededor, aquellas docenas de caras serenas de sus hijas y en las centenas de caritas alegres o enojadas que pretendían buen trato, buena escuela; estas y aquellas vivían tranquilas, seguras de Dios, convencidas que la Providencia las había ayudado y por su mano. “ la Madre” Elena pensaba en otra cosa diferente a las de los buenos Barnabitas, los cuales también confiaban en ella. Habría sido difícil y grande el alivio al exponer las condiciones al Padre Lattuada confesor, o al Superior, Padre Capelli; pero ¿ con que fin? ¿Para pedir? esto repugnaba a ella como hija de la Divina Providencia. Ella, por lo tanto, alargó la espera en una ayuda que le llegase de cualquier parte … .......Pero pareció verdaderamente que la carestía de la caridad se hacía más rigurosa.Tal vez, sin darse cuenta, Elena percibía que en esta difícil vicisitud se involucraba un misterioso valor providencial: de un modo u otro, la Providencia contestaría a su manera, porque los caminos del Señor no son nuestros caminos; contestará, lo veremos, con un don sumo, decisivo tal que marcará el desarrollo de todo nudo. Pero, por el momento, el lazo se apretaba, los proveedores insistían en ser pagados, al principio con moderación, después con impaciencia, por último con amenazas de no entregar víveres. ¿Qué podía hacer la pobre Superiora? Mientras las deudas aumentaban, tanto que a ella le parecía verlas como una presencia física creciente. Existía en una caja conocida por ella, un pequeño deposito de títulos del Estado Pontificio llamado “Consolidati” Los documentos no más dicen exactamente cual fuera el origen y

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menos la cantidad exacta. Eran propiedad de las Hijas de la Divina Providencia, fruto, más bien, de algunas donaciones que de ahorro.En el momento de apuro, madre Bettini, usó los “Consolidati” satisfaciendo las deudas más apremiantes. Cumplió este acto de absoluta necesidad, animada por la esperanza que algunas ayuda llegaría y le habría permitido reponer la suma. Pasaron otros meses, otros gastos, otras deudas, otras urgencias de pago. También ahora, Elena habría podido abrirse con los Superiores o con las hermanas y pedir consejo: prefirió no molestar no contristar a nadie. Sabía que los barnabitas tenían grandes gastos para restaurar la Iglesia de San Carlos “ Ai Catinari” y escogió el mismo remedio esperando siempre en la llegada de ayuda, y gastó otros títulos.¿ Hablar con el Padre Capelli era una obligación? En las Congregaciones del ochocientos, la figura del Superior estaba investida de una autoridad extensa y hasta en las mínimas cosas-En realidad, las condiciones de las hijas de la Divina Providencia, eran menos detalladas. Las Constituciones aprobadas, no prescribían reglas precisas en relación de la Superiora General y el Superior canónico, así que el campo de acción personal de la superiora, no era rigurosamente delimitado. Por lo tanto, si la abertura con el Superior no ponía obligación, se convertía en una “conveniencia” cuya observancia había sido siempre para Madre Bettini, un desahogo dulce y acostumbrado. Privarse de esto, en un caso tan delicado tuvo que costarle. En realidad, se trataba de sumas muy modestas, correspondientes a cubrir lo puro necesario y todavía aquella disminución del pequeño capital de la Congregación turbó el ánimo de la Madre Bettini.Ella estaba en su derecho de actuar como había actuado, no teniendo otro medio, y siendo ella la representante: pero una pena aguda, un doloroso sentido de culpabilidad se adueñó de ella. Lo que la angustiaba e inspiraba miedo, era el aislamiento en el cual ella actuaba, sola había ideado aquel remedio y sola lo había realizado; su responsabilidad no encontraba atenuantes de consejos recibidos o de aprobaciones recibidas: mucho menos de cooperadores directos.El capital tan exiguo, resultó menguado; a pasar de esto las deudas crecieron todavía; la suma que Elena sacaba, tan de mala gana, de los “ Consolidati” eran lo mínimo indispensable para sobrevivir y no subsanaba el “ dar y el Haber”.- El hecho que la deudas aumentaran, mientras que el capital disminuía , originó un creciente temor en Elena, produjo una mancha grande y oscura en el íntimo de la conciencia de ella. ¡El no haber hablado a tiempo con el Superior o con el confesor!

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Se formó claro y determinante el sentido de culpa. A veces le parecía a Elena, cosa imposible, de haber actuado como realmente había actuado. No creía en su propia conducta, y como volvía a la conciencia verdadera, se hacía mil reproches. Las sombras se proyectaban agrandadas y oscuras a través del agua cristalina de su conciencia. Entonces un verdadero frenesí la acometía de postrarse a los pies del confesor o del superior y pedirle perdón y ayuda; en cambio no hacía nada. –Este fue su estado de ánimo entre los años 1860 y 1863. Tenía miedo del propio error y le parecía que los bondadosos padres no estarían en condición de sacarla del apuro. La inquietud se hacía más violenta y ella se encomendaba con toda su fuerza al Señor.- El físico no resistió. No fue más capaz de comer, ni de dormir, enflaqueció a la vista, mientras la debilidad fisiológica remarcaba la tendencia a la bronquitis: los vómitos de sangre aparecieron de nuevo. A este punto las ideas más raras aparecieron por su cabeza y la idea de arrancarse del Instituto se asomó y se afianzó.- Era una tentación que golpeaba con vehemencia, ella la repelía por amor de Dios y de las hermanas; ellas misma contará estos particulares, como veremos, y la secretaria de la casa, por su parte, los escribía en el diario de la comunidad. Llegado al límite extremo el estado de la administración, tanto de no poder más, porque endeudada por todas partes con un total de 900 Liras y con los bonos enajenados que pasaban de un millar y otras centenas de escudos, Sor Maria Carlotta Ferreri se dio cuenta del estado de consternación en que se encontraba la superiora; empezó a revisar las cuentas de los proveedores y en seguida habló con el Padre Carlos Lattuada, barnabitas, el cual la aconsejó de interrogar a la Superiora, darle ánimo y ver un poco de hacerla hablar..............Deplorable el estado en que se encontraba la casa, tenía un sufrimiento inexplicable: estaba enferma, pero callaba, vomitaba sangre con el pecho dolorido y sin duda tenía fiebre, las noches las pasaba llorando y no podía tomar reposo; en el día no probaba bocado y gran parte lo pasaba llorando, porque tenía una aflicción de ánimo muy grande.El bondadoso Padre Capelli empezó de inmediato a entregar sumas de dinero.El día de Pascua de 1863, finalmente, la gracia tocó en modo particular al corazón atormentado; Elena encontró el modo de salir de si misma y escribió al confesor, Padre Lattuada:” Me encuentro en un estado tan violento, no se donde dirigirme ni superarme de ninguna manera. Me parece que no existiera otra forma que arrancarme; pero el amor a la casa del Señor y a las hermanas y también a las personas que pertenecen al Instituto me retiene y no tengo ánimo de dar un paso tan decisivo.

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No dudo que sea el demonio que me tiene así, pero no tengo ánimo de salir de esto. Ruego vuestra paternidad decirme lo que tengo que hacer y sugerirme algo para poder salir de esta situación tan embarazosa para mi. Le ruego encomendarme al Señor...”A este punto, la gran crisis estaba potencialmente al punto de deshacerse. Lo importante , para Elena, consistía en romper el cerco de su discreción y abrirse con los padres confesor y director ,los cuales, es superfluo decirlo, como conocieron la pena en la cual ella se debatía, se apresuraron en repararla: sea con el consuelo espiritual para levantar el ánimo deprimido, sea con la ayuda material cubriendo las deudas del Instituto.Así que hay que notar dos respuestas a la Providencia en este momento: la primera, el saldo del desarreglo económico; la segunda, mucho más importante, fue la liberación de la madre Elena de todos los focos de sufrimientos interiores que permanecían en ella desde al año 1855; esto, por lo tanto, fue el hecho más notorio, o sea, el superar simultáneo de todas las inquietudes que hasta entonces habían inquietado su alma.Desde ahora en adelante, Elena Bettini dispondrá plena y libremente del don que Dios le concede.- Hemos mostrado los hechos.Ellos aparecen tales que necesitan una reflexión adecuada; imposible recordar esta vicisitud sin meditarla; hay episodio de vida cuya complejidad y cuyo valor escondido no solo nos sugieren, mejor dicho, nos inducen, casi nos obligan a subir a una esfera superior, aquella, como hemos dicho, de la meditación. El episodio que hemos referido pertenece, sin duda, a esta categoría.Los elementos son complejos; consideramos en primer lugar, con mucha atención a la protagonista. Desde 1855 en adelante, nos encontramos frente a una Elena Bettini que arriesgaría perder su don sumo, precioso, o sea su admirable centro de gravitación en el modo de servir a Cristo; y decimos en vista de razón, arriesgaría de perderlo si no fuera Elena Bettini. La diferencia, sutil, por cuanto se quiera ver, pero eficiente, entre consejos del Padre Manini y directivas de los barnabitas romanos, la hacen “infeliz” durante el quinquenio 1855-1860.En este último año las circunstancias concretas económicas se obscurecen, se agravan para el Instituto. Al rededor de él se acumula la que hemos llamado” la carestía del mundo caritativo”.¿Quién sostendrá la obra? ¿Quién dará de comer a las religiosas y a las huérfanas? Estos interrogantes dramáticos gravitan todos sobre un único centro: Elena Bettini. Sobre una Elena, lo hemos dicho, atribulada por

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inseguridad profunda. En fin ella tendrá que reaccionar, tomar una posición definitiva.

¿ Abandonar la obra? – será tentada también en esto, con el pasar del tiempo: pero la obra es de Dios, y Elena no la abandonará.¿Cual es entonces la solución? Existen allí cerca algunos bonos, los “ consolidati” los cuales son un modesto deposito para el porvenir, o para los imprevistos de la comunidad.- Estos depósitos, para Elena, tienen un carácter “sagrado”. En este punto entra en juego el maravilloso mecanismo que el Padre Manini, desde la primera juventud y que el Padre Capelli, el Padre Lattuada y otros han consolidado: “Confiar en la Providencia”.Frente a una necesidad inmediata, perentoria, la Superiora podrá muy bien usar de los depósitos. ¿ Por qué sacrificar cruelmente el “ hoy” para no quitar absolutamente nada al “mañana”? ¿ Pero este mañana, no está todo en las manos de la Providencia?¿ Se puede pensar que esta Providencia se negará a quien, para salvar hoy a los demás, de la catástrofe, pide una ayuda, una limosna a aquel mañana que pertenece todo a Dios?Hacer esto no es imprevisión, no es decisión arbitraria.....es simplemente dar el pan a religiosas y alumnas, hacer el exacto deber de justicia hacia los acreedores.¿Se podría objetar algo, en una perspectiva como esta? Mejor dicho, objetar en este caso, ¿no habría sido una desmentida clamorosa a la confianza en la Providencia?Es muy comprensible que Elena se sintiera no solo autorizada, más bien “obligada” a usar la reserva del porvenir. Ella lo hace, porque tiene que hacerlo. La casa está en apuros: existen puntales preparados para el porvenir, usémoslo pronto. – Ninguna duda sobre esto.Pero en este punto, se asoman tres interrogantes misteriosos:¿Por qué Elena actúas sin consultar al Padre Capelli y sin confesar todo al Padre Lattuada?La respuesta aparece clara: Elena en un primer tiempo no se confiesa de lo que hace porque no se trata de materia de confesión. En cuanto al Padre Capelli, no lo consulta o porque se encuentra ausente, o porque no tiene obligación de hacerlo.Segunda interrogante: Dada la realidad de la circunstancias, como las hemos descripta,¿Por qué Elena se atormenta con un sentido de culpabilidad? ¿ por qué tantos reproches espirituales a si misma, si ella no es culpable? : respuesta compleja: en primer lugar el sentido de culpa surge y aumenta porque Elena no recibe la ayuda de la Providencia y teme ser una señal de condena a su

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manera de actuar: y más aún se agiganta porque Elena no encuentra en sí el coraje de hablar claramente con el Padre Lattuada o con el Padre Capelli: sabemos que esta demora demasiado prolongada es causada por la confianza que ella tiene en la Providencia.” esperar contra toda esperanza”, esto es lo que Elena cumple. Sin embargo esta situación puede ser causa de reproche y angustia para un alma sensible. Más hay otro elemento que tal vez explica mejor el sentimiento de culpa y toda la lucha íntima. Todo el período del cual estamos hablando, y también aquello precedente al episodio de los “ consolidati”, está invadido por una angustia espiritual desproporcionada a los estímulos y a la causa que lo suscitan. Ya a causa de la divergencia entre el Padre Manini y los demás Padres, Elena sufre desde 1855 de una manera que supera la realidad: queríamos decir:” se la toma muy a pecho”; y esto por largos cinco años.- Cuando después llega el caso de los bonos, se agita y se asusta de tal forma de quedar paralizada; ya no tiene más el valor de hablar, de pedir consejo, y a pesar de refugiarse en la Providencia , se hace reproches drásticos y vive con remordimientos espantosos.Es ella, propiamente ella, Elena Bettini, la mujer de equilibrio sólido, alma que padece largamente, nos vemos en el conjunto de estos ocho años, frente a un elemento superior al humano, o sea aquel don misterioso que Dios ha concedido a muchas almas generosas: la noche del espíritu y de los sentidos.En el caso de Elena Bettini el don está tan metido, tan mezclado con las circunstancias concretas, que nos puede parecer difícil el darnos cuenta de él.- Pero, por otra parte, es cierto que, el periodo del cual hablamos constituye para el alma pura y fiel de Elena una “ gran prueba”, como diría Santa Maria Maddalena De Pazzi; es por tanto cierto que tal “ probación” aparece bien desproporcionada a las causas reales que tienen todos los requisitos para ser “ probada” o sea para recibir el don del cual estamos hablando. ¿En cual circunstancia, por lo tanto, esto tiene lugar?Si este estado de ánimo es interesante en sí y por sí, igualmente interesantes son las causas que lo generan, en las cuales pueden entrar también agentes particulares y naturales , pero, no rara vez, remontan a temas más altos. El fin de la contemplación es la intimidad divina; y bien, cuanto más el alma se acerca a Dios, tanto más vive en una condición similar al ojo cuando es inundado por la luz del sol.Se entiende que la comparación es puramente analógica, porque la vida mística no está sujeta a las leyes inmóviles y propias de la vida natural.

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De toda manera, el ojo queda deslumbrado y se siente, en el momento, ofuscado por manchas negras, circundado de tinieblas, y en apariencia, en la ceguera.El humilde ojo de carne parece quemado por el resplandor insostenible del sol. En términos infinitamente más delicado se produce en la vida espiritual..El alma, cuanto mas tiene indicios del esplendor infinito de Dios y se siente alcanzada y beneficiada por algún reflejo de su luz potente, tanto más se ve como en un espejo límpido y terso, a si misma, cubierta de defectos, de culpas y de sombras, puesta en comparación con la belleza divina en la medida, se entiende, con la cual se le ha donado el conocimiento de la perfección de Dios. Y si bien le es concedida en mínima parte, la comparación, esta, es más que suficiente para que el alma tenga una doble consecuencia: en primer lugar un mayor y más ardiente deseo de la divinidad y a la vez una valoración de si misma, que por reacción, se hace muy severa. Por otra parte, es en este momento, que por un especial privilegio concedido por Dios, el alma se hace más consciente de las perfecciones divinas, no lo es menos en cuanto a la infinita misericordia, en la cual los defectos y las sombras humanas se irán deshaciendo como ceniza soplada por el hálito del amor eterno: de esto nace en ella el miedo que hemos descrito.Repetimos otra vez, para mayor claridad, este temor se convierte en algo muy provechoso para el alma, por varias razones:Primero: como hemos dicho ésta se enamora siempre más de la

Belleza Divina; Segundo: adquiere mayor conocimiento de cuanto sea dolorosa cualquiera rebelión o defección de la criatura respeto a su creador; además el alma es llevada a actuar por puro amor de Dios, sin algún consuelo para sí, y da un testimonio heroico de su fidelidad, del despego a si misma y de su interés para la gloria del Señor.Por lo tanto esto demuestra claramente que el olvido en el cual el alma se siente dejada, no es solamente abandono de parte de Dios, más bien es amable premura para que el alma avance a paso de gigante: porque es propio en el estado, del cual estamos hablando, que ella, sin darse cuenta ni sospecharlo, corre veloz hacia la perfección. De verdad, todo esto corresponde a Elena Bettini; pensemos nuevamente en su juventud generosa, enamorada de Dios; en toda su vida dedicada a Dios a través del servicio más humilde, hasta la exclusión de aquella forma de apostolado que habrían hecho menos gravoso el sacrificio; detengámonos sobre la preferencia a los “ más pobres”; miremos esta sed de Dios........

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¿ Y con esto no hemos ya reunidos ampliamente todos los elementos para entender como Dios concede el privilegio grande y misterioso?Tercero y último interrogante: - el más escondido y que por cierto nosotros no osaríamos nunca de proponer si no tuviéramos una probable respuesta que nos parece tener la obligación de exponerla:¿ Por qué la Providencia ha dejado, por largo tiempo a su humilde hija sin la ayuda necesaria?¿Cuál es la respuesta probable? La Providencia ha actuado con su abandono aparente en miramiento a su hija predilecta, sea por la“ gran probación” de un camino purgativo superior , sea para preparar en ella lo que veremos en seguida:- junto con la solución práctica del punto económico , el don que más cuenta, de la solución “ en total” de todas las dificultades espirituales, es el liberarla totalmente y devolverle, después de la larga crisis, aquel carácter de criatura “solar” que el Padre Manini había constatado en 1854, y que Elena volverá a encontrar y mantendrá de ahora en adelante, por treinta largos años de magnifica actividad.

CAPITULO XIII

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ABERTURA DE LA CASA DE GROTTAFERRATA La grande crisis interior no estaba todavía superada, cuando en Enero de 1863 surgieron algunas negociaciones. Fue un inicio modesto, una propuesta hecha tímidamente, de inmediato quedó en suspenso: se tuvo que atender al viento favorable para llevarla a cabo.- Salía de un lugar raro y profundamente sacro:- La Abadía de San Nilo en Grottaferrata.- Quien la haya visitado queda fascinado por el ambiente que parece trasladado por milagro, desde el Oriente Europeo; todo está en armonía con el fasto intensamente litúrgico de la Iglesia Griega, unida a imágenes, altares, murallas, bóvedas, la luz misma que descansa entre el relampaguear escondido de las antiguas pinturas doradas, el todo inundado por una nostalgia de Oriente Bizantino.En aquel ambiente de una sugestión superior, se mueven figuras que resumen esto significado y lo expresan plenamente. El amor de Dios, dulce y seguro, circula por toda la Abadía: y fue propio uno de estos monjes, el Padre Epifanio Cotta que propuso lo que estamos por decir.Había predicado la cuaresma en Zagarolo y había observado algo. La realidad más relevante que había observado, había sido una escuela sin casa propia, con un mobiliario escaso, con cuatro religiosas que parecían, por la humildad, desaparecer de un momento a otro; y doscientas o más jovencitas, de aquellas que viven de verdad, que tienen hambre, devoran y ríen, corren y después en la Iglesia se entregan a Dios y este todo funciona a maravilla, en medio de una sonrisa y un “Gracias “ general.Cientos y cientos de familias, gente de la psique maciza y también un poco ruda cantaba el hosanna feliz.Las religiosas, al mirarla de cerca, eran transparentes como gota de agua; no existían, no vivían, más bien Cristo “vivía en ellas.”El Padre Epifanio Cotta lo entendía y llevó consigo este recuerdo. Volvió a su Abadía, y contempló las colinas circundantes al monasterio: un paisaje de una dulzura única; viñedos, campos, praderas, olivos, todo un conjunto puesto allí para alegrar la vista.Zagarolo era distinto; los cultivos eran escasos; por el contrario Grottaferrata, a pesar de su nombre duro e inhospitalario, sonreía toda; y todavía faltaba lo mejor o sea una “escuela” con las transparentes monjitas y las muchas niñas turbulentas.El Padre Stefanio habló con todos: con las maestras laicas de la escuela que ya existían, con el cura párroco Nicolás Contieri, y aquellas y este se aliaron con Epifanio y todos,

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juntos, interpelaron las autoridades comunales la cuales pronto se aliaron con ellos.Entonces, preparada la base práctica, subieron la escalera del Obispado de “Frascati” del cual dependía todo y hablaron con el Señor Obispo, el muy piadoso Cardenal Caggiano de Azevedo, y este bendijo de corazón el proyecto; entró a formar parte del problema, otro personaje eclesial, de noble origen, de vida intachable, el Cardenal Mattei comendatario de la abadía.Tuvieron pleno consentimiento también de parte de El .La decisión pasó a la autoridad laica y el secretario municipal, Pío Casamenti, el cual ya conocía a las Hijas de la Divina Providencia en Roma, manifestó la propuesta a la Madre Elena Bettini: todo esto se realizó en Enero de 1863.La Madre se encontraba con la angustia de la situación que todos conocemos, y todavía se interesó por el proyecto.En Febrero, acompañada por Madre Paolina Galli, su colaboradora más cercana, Superiora de Zagarolo, anduvo personalmente para conocer la casa, la escuela que existía...... el lugar.“Grottaferrata” era muy linda, la casa muy pequeña y en mala condición, pues estaba circundada por todos lados de habitaciones que no le dejaban libertad; la escuela contaba con un número reducido de alumnos en aquel momento.Madre Elena, cuando se encontró al aire libre movida ligeramente de aquellas colinas benditas, entre armoniosos declives, y cuando vio, desde lejos, la extensión de la Urbe (Roma), amplia, levemente ondosa y el cálido tinte solar, pensó en varias de sus hijas de débil salud, las cuales si hubieran pasado veinte días en aquel paraíso, habrían recuperado fuerzas para servir mejor a Dios y a los pobres.Todavía esto no era todo. ¿Como estaban los asuntos desde el punto de vista espiritual a Grottaferrata?Se encontraban en una extraña desproporción: por un lado, un centro importante, raro, de oración, de ascetismo,: la abadía de San Nilo; del otro lado, un pueblo parcelado en casas esparcidas y no de fácil acceso.- El párroco hacía todo lo posible, más no era fácil organizar la llegada masiva a la Parroquia; y esto fue la causa decisiva.Pero existían otras causas: Madre Elena, no era tal persona que pensara solo a los bronquios de sus hijas; si Grottaferrata ofrecía un aire salobre para los pobres de las religiosas, la abadía de San Nilo le ofrecía otra para sus almas. Parecía establecida al fin para que las comunidades religiosas sacaran de ella el respiro de la vida.

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Empezaron los trámites, y fueron trámites detallados: la Municipalidad deseaba hacer economía y por lo tanto sostuvo la tesis: para que la escuela marche bien, basta una religiosa.Las constituciones de las Hijas de la Divina Providencia disponían con sabiduría que no se enviaran nunca menos de tres hermanas y Madre Elena tuvo que mantener este punto de vista.La municipalidad mantuvo en forma dura su opinión y Madre Bettini no cedió.-“las hermanas tienen que ser tres, dijo, y yo acepto que el gasto de una de ella corra a cuenta de casa Madre, con tal de hacer el bien a esta población de Grottaferrata.”La gente de la Municipalidad encontró optima la decisión, contar con tres religiosas y pagarle a dos! No era cosa de todos los días:- En esta forma el problema del personal se arregló.-Quedó el otro, el de las piezas, verdaderamente eran muy pocas: el Alcalde se mostró comprensivo: tenía otra casa adyacente casi nueva y las agregó a aquellas ofrecidas a las religiosas.- Así también esta dificultad fue resuelta.De su parte el bondadoso Cardenal Mattei fue generoso con las religiosas, fijando para ellas una renta anual.Las condiciones habían sido mejoradas y el contrato fue firmado por el Alcalde y el Padre Capelli y la Madre Bettini, con fecha 29 de Julio de 1863.Ocho días después salió de Roma, a primera hora, una carroza: no tenía la apariencia de las carrozas de la ciudad, más bien de un carruaje en el cual viajaban la Madre Bettini, Sor Maria Catalina Lorio, Sor Maria Saveria Pozzi, escondidas entres un montón de maletas, baúles, paquetes y algunos muebles.Superfluo decir que todo era lo indispensable para dormir, cocinar y hacer el bien.

Al día siguiente partió una cartita de la Madre Elena Bettini dirigida a las Hijas de la Calle de los Carpinteros, para darles noticias de la feliz llegada, y describirle el corto viaje: dieciocho Kilómetros de los cuales cuatro en subida. Como siempre, la Madre fue rápida y el calendario fue tupido: el ocho de Agosto visita al Obispo Cardenal Caggiano; 9 de Agosto, domingo, reunión en la Iglesia y “ entrega de toda la juventud del pueblo” por parte del Párroco el cual recomendó a todas aquellas floreciente juventud .”la obediencia”, la docilidad y la atención para aprovechar en el estudio.”

El 10 de Agosto se abre la escuela con sesenta alumnas y a estas se unieron diez más.

El primer día se empleó para el conocimiento recíproco y a registrar los nombres y datos de las alumnas: de relevante

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calidad fueron las “instrucciones”.- Se explicó a las alumnas como debían comportarse y cual debía ser la conducta y el empeño en la escuela.- Era la primera vez que aquellas niñas escuchaban un discurso tan serio y tan sencillo.Después, desde las primeras tardes, se vio un bonito desfile desde la escuela a la Iglesia; setenta niñas y jovencitas iban a la novena del Tránsito de la Virgen. – Fue un mes privilegiado para Grottaferrata, aquel Agosto de 1863.El 14 empezaron las misiones y las niñas se vieron formadas en perfecto orden delante de la puerta de la Iglesia en espera de los Padres Predicadores. Tardes tras tardes, las alumnas estuvieron presentes para escuchar la palabra de Dios y en la Iglesia repleta de fieles, llevaron una nota de pureza y de aire juvenil.El 24 de Agosto fue la clausura de las misiones y veinticinco niñas vestidas de blanco abrieron la procesión del Santísimo Sacramento:- “ Sinite Parvulos venir ad me”.-No es necesario un esfuerzo de la imaginación para entender cual medio de unión fuera esto entre las familias y Cristo.Cuando la multitud se reunió en la plaza para despedir a los misioneros, las niñas cantaron tres humildes cantitos y esto fue un gran acontecimiento para aquella gente que nunca había escuchado un coro infantil.De tal manera la Madre Bettini inició lo que era el secreto suyo y de sus hijas: la miniatura espiritual : la piedad de los pequeños que alcanzaría a las almas de los grandes.Gustó mucho también al pueblo, ver aquella escuela nueva, donde más o menos faltaba todo. Gustó ver llegar los muebles nuevos, los bancos lindos que había proveído el Padre Lattuada. Los libros, el material didáctico según el reglamento de los Hermanos de La Salle. Estos hermanos imprimían libros para los primeros años básicos. Por su parte la población se entusiasmó, captaron aquel aire de una vida superior porque perteneciente al mundo soberano de la infancia, que se introducía en la monotonía siempre igual de la vida aldeana. Todos alabaron a las religiosas, pocos se preocuparon de como ellas viviera. Este último punto constituía propiamente el complemento más precioso del apostolado que ejercían las religiosas. Ellas no tenían una capilla en la cual recogerse, rezar, descansar el espíritu: sin embargo era este el secreto por quien tenían que luchar la limpia y devota batalla.- ¡Y con que esfuerzo!- durante todo el día.Visitamos el interior de la habitación; un locutorio no existía, por lo tanto fuimos recibidos en un dormitorio; si buscamos el comedor, nos llevan a la cocina; ¡y en que cocina!. la visita se hace siempre más interesante: la chimenea es baja y da una sensación de opresión, en lugar de dar un tono patriarcal y agradable: pero esto es lo menos

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que cuenta. La dificultad mayor es el combustible; un carbón de mala clase que no enciende; y cocinar es un verdadero problema. Pero ¿quien cocina?- Se diría que para dejar libres las maestras para su tarea, trabajará una buena y robusta hermanita.- Pero ninguna señal de hermanita cocinera. No había sido posible tener una y las maestras, después de la última clase, tenían que correr a soplar en la chimenea. Pero la sonrisa no faltó nunca en aquellos quehaceres aventurados.El terceto, como hemos dicho, estaba compuesto por : Sor Maria Elena Bettini, Sor Maria Saveria Pozzi y Sor Maria Catalina Lorio. Si todo resistió nos es fácil adivinar que el sostén fue Madre Elena .Pero durante este tiempo ¿que pasó? La Superiora había llevado a Grottaferrata a Sor Maria Catalina Lorio, propiamente porque necesitaba de aire saludable. ¡Pobre Catalina! Tuvo bien poco tiempo para respirar el bálsamo de Grottaferrata! tanto que Madre Bettini le prohibió de cumplir su tarea en la cocina.En la cocina quedó ella con Sor Maria Saveria Pozzi . Esta tenía un aspecto pálido, pero no se quejaba ni daba explicaciones. La Madre Bettini la interrogó, y ella tuvo que confesar: la atormentaba un fuerte reumatismo a la cabeza. La prohibición de quedarse en la cocina fue dada a ella también y todos los quehaceres quedaron en mano de Madre Elena, respeto de la cual nos atrevemos a hacer un juicio que no creemos ser temerario: Era bien contenta de tener que hacer todo ella. Las dos eran buenas hijas, pero enfermita y habían tenido una media hora de descanso para respirar el famoso aire saludable. Naturalmente Madre Elena tuvo clase a horario completo y se formó una alternativa: Las ollas se sucedían a los libros de gramáticas o de aritmética y viceversa: Cada cosa según su turno. Mientras trabajaba en la cocina, su pensamiento volaba a casa madre, donde había quedado como delegada de todo, Sor Maria Carlota Ferreri.- Esta estaba enferma seriamente en aquellos días: Madre Elena sufría el doble, para ella y para que todo en la casa marchara bien. En calle de Los Carpinteros, los problemas eran siempre múltiples y de prueba y la consecuencia surgía espontánea: Sor Maria Carlota para proveer lo necesario, se enfermaría más, pero con esto no solucionaría nada.- Desde el período del infortunado silencio, el cual se había trasformado en un verdadero nudo escurridizo, se había trasformado en persona llena de celo; preocupada de dar a conocer al padre Lattuada, al Padre Capelli, y a quien era necesario. Y después, escribía a Sor Maria Carlota para animarla: su deseo era estar cerca de ella y con melancolía pensaba que aquellas cartas consoladoras se demorarían algunos días antes de llegar en Calle de Los Carpinteros.

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Fue un periodo angustioso para Madre Elena. Nunca como entonces, la maternidad abierta, cálida de la Madre se hacía patente y se descubría por completo: hacerse toda para todos, era un luminoso acto de voluntad puesto en práctica, pero salir adelante con esto, ser esto eficaz, era otra cosa; y Elena era demasiada mamá para no sufrir a causa de la insuficiencia material. Mientras tanto, Sor Maria Saveria y Sor Maria Catalina mejoraban de su enfermedad: la terapia del dulce clima produjo en verdad su efecto.- Y cuando ellas recíprocamente, se dieron cuenta de su mejoría, vieron con espanto la cara de la Madre: un rostro desgastado y extenuado. Entonces les tocó el turno a ellas; con mucho sufrimiento se dieron cuenta que la superiora entre cansancio y zozobra intima estaba perdiendo la salud.Por otra parte, el 21 de Septiembre llegó a Madre Bettini, de parte de Padre Capelli, la orden de volver a la calle De Los Carpinteros.-“¿Y vosotras como hacéis? Preguntó ella acongojada; fueron ellas a dar filial consuelo a la Madre.- Se fue “ muy afligida” pues tenía que dejarlas en medio de muchas dificultades, y su viaje de regreso fue bien duro, con el pensamiento fijo en la Madre Ferreri, como por un presentimiento: la encontró moribunda.Con todo esto se quedó muy abatida Madre Elena, y envió a las hijas en Grottaferrata, como refuerzo, a Sor Añese Forti En cuanto le fue posible, arregló la mini comunidad, nombrando como superiora a Sor Maria Saveria Pozzi y en varias circunstancias para el arreglo definitivo ella misma se hizo presente.

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Si Grottaferrata benefició a las religiosas, estas beneficiaron mucho más a Grottaferrata. Su influjo tuvo algo prodigioso, actuó en el pueblo en doble forma: de buen ejemplo y de gratitud.La gente admiró a aquellas jóvenes cuya entrega era tan transparente: se sacrificaban para la niñez del pueblo sin interés ninguno, si bien cubriéndose de cientos de incomodidades.¡ Y que larga tenía que ser aquella entrega!Por siete años todavía, las religiosas tuvieron que quedar en aquella casa inadecuada hasta cuando la Madre Generala avisó la Municipalidad que si no era posible habitar una casa mejor, ella tendría por fuerza retirar a sus religiosas.- Se llegó a un acuerdo: La Municipalidad habría ayudado a las religiosas, habría arreglado para ella otra casa. Este trato se concluyó en el año 1970. Sobrevino la toma de Roma y la nueva Municipalidad Italiana no reconoció los empeños asumidos por la Municipalidad Pontificia.

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Empezó de nuevo la odisea. Se trató de trasladarse de una casa a otra, ninguna de las cuales era de propiedad de la Congregación, hasta cuando, en 1884 Madre Elena compró, por consejo de Madre Miquelina Varese, setecientos metros cuadrado de terreno para construir la nueva casa. Desde el 15 de diciembre de 1884, hasta el 25 de abril de 1885, gran actividad de construcción; después vinieron a faltar los medios económicos y la construcción fue suspendida.- Cuando llegó otro dinero, empezaron de nuevo los trabajos; el 15 de Junio de 1885 hasta el término que fue el 20 de Mayo de 1886.En la Memoria de Casa Madre, con fecha 20 de Mayo de 1886 se lee: La Madre General fue a acompañar a Sor Maria Palina Galli, la cual estuvo muy enferma, en nuestra casa de Grottaferrata. La reverenda Madre General ha hecho este viaje también para ver dicha casa terminada, la cual ha sido construida desde los cimientos propios para nosotras, Hijas de la Divina Providencia y resultó satisfactoria para todas.Esta última palabra ¡ satisfactoria” trasluce todo el contexto de la anotación del acta con una transparencia que conmueve.

CAPITULO XIVLA “ PIA CASA DE CARIDAD” EN ROMA

Más o menos, al mismo tiempo que surgía la casa de Grottaferrata, otro gran empeño se presentó para Madre Elena Bettini, y duró por largos años.Hubo un encargo no deseado, más bien temido por ella, por las dificultades y lo delicado que era. – Se trataba nada menos de asumir la dirección y la tarea de reformar y consolidar un Instituto romano muy importante; “La Pía Casa de Caridad” de la cual contaremos en breve la historia, para entender mejor la misión que fue encargada a la Madre Elena Bettini.La Institución había sido fundada por Vicente Pallotti, un santo típicamente romano, también por el carácter de la grandeza o mejor dicho universalidad de sus obras apostólicas.- La “ Pía Casa” fue una de estas.- Para entender el carácter de universalidad, hablaremos de inmediato de la inspiración que calificó la iniciativa del fundador.Nacido en 1795 en Roma, ordenado sacerdote en 1818, se ocupó del apostolado entre la juventud, pasó a ser Padre

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Espiritual del Seminario Romano en 1827, fue confesor en varios colegios internacionales de Roma, se dedicó a los obreros, a la dirección de conciencias y de ese 1835 en adelante, concibió, cultivó y alcanzó a actuar en forma notoria su gran actividad de apostolado católico, con finalidades bien definidas:a) Para suscitar en todos los católicos, una actividad a

propagar la fe:b) Para consolidar y hacer más firme la fe en los católicos

mismos:c) Para suscitar el ejercicio de la caridad en forma

universal.Es fácil reconocer, en programas como estos, una mente

versátil y un corazón ardiente.La casa de la “Caridad” pasó a ser un trocito de aquella inmensa estrategia de bien. – Era para las niñas huérfanas y abandonadas o en peligro: el número de estas aumentó grandemente durante el cólera de 1837, tanto que terminada la epidemia se hizo apremiante recogerlas, alimentarlas y educarlas.Fue en aquel momento que el Padre Pallotti instituyó la “Pía Casa de Caridad” en Roma, en el barrio Santa Agueda. En esta empresa no fue solo; fue coadyuvado por un grupo de personas valientes, entre las cuales merece una mención particular el Sr. Santiago Salvati.El nuevo centro no tuvo éxito fácil desde inicio: un primer grupo se separó en 1839; el conservatorio del Sagrado Corazón, bajo la protección generosa del Príncipe Carlos Torlonia, tuvo su residencia en San Onofre. Las huérfanas que quedaron en el barrio Santa Agueda estaban bajo la dirección de una terciaria franciscana, Maria Verónica Lucchi, la cual era buena, tan buena, que las cosas anduvieron mal.........En 1842, para ayudar en la dirección, fue posta como directora Rosa Genovese, no muy bien vista por las maestras, y las cosas siguieron empeorando..- Después de algún tiempo, este personal fue retirado con la debida caridad. Se pidió ayuda a las religiosas “ Luiginas” y después a las religiosas “ Doroteas”, las cuales aceptaron y llegaron cuatro al Conservatorio: Una directora con tres Inspectoras. También este experimento no resultó , y fue entonces que Vicente Pallotti pensó instituir una Congregación de “ religiosas” dedicada a la educación de la niñez.- las llamó Oblatas del Apostolado Católico”. Esperaba poder contratar, en el futuro, algunas buenas “reclutas” entre las mismas alumnas. Para que tal esperanza fuera factible, las “ Oblatas” fueron a vivir en la misma “Pia Casa” , conviviendo con todo el personal. La primera postulante fue Benedicta Gabrielli que el 30 de Marzo de 1843, después de un curso de Ejercicios espirituales,

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recibió por mano del Pallotti el hábito de Franciscana de la orden tercera, como primera religiosa del Apostolado Católico. En aquel día, las religiosas de Santa Dorotea dejaron el Instituto.Bendicta Gabrielli fue nombrada directora con el nombre de Maria Benedicta. Otras más durante los años que siguieron se unieron a Maria Benedicta y así se formó el primer núcleo de las “Oblatas” las cuales abrieron una escuela gratuita para las niñas pobres, en 1843, en el barrio “Monti”.El fundador se dedicó a la “Pía Casa” con todo cuidado. Necesitaba, y él lo sabía, que la congregación de “La Oblatas” se consolidara.- Más él sentía que su salud no era buena, a los cincuenta años tenía achaques de una edad muchos más avanzada. Cinco años después, en 1850, murió, dejando “las Oblatas” todavía en el proceso formativo. En realidad, su pensamiento, su noble deseo de caridad quedó. La Iglesia lo reconoce como el gran animador del apostolado de los laicos, y precursor, a través de sus obras, de la Acción Católica, como ha sido y lo es actualmente. Pío XI lo ha calificado como “ ante-signo” de la Acción Católica” agregando que El “ profetizó la cosa y el mismo nombre, fundando la sociedad del “Apostolado Católico”,o sea lo que es la razón de ser de la Acción Católica el apostolado laical bajo la dirección de la jerarquía”. La falta de un Padre tal, la sintieron profundamente las “Oblatas”. A pesar de esto, en 1852, la naciente Congregación se estableció también en Velletri con un grupo de excelentes religiosas. Fue este el último momento de desarrollo positivo, antes de una larga crisis que empezó propio en aquellos años y duró todo el decenio hasta 1860 y más.En Velletri la comunidad procedía bien, pero no era lo mismo en el barrio Santa Agueda. En 1861 el Cardenal Vicario ordenó una visita y nombró para este oficio al Barnabita Padre Caccia, religioso de alto prestigio. Los resultado de esta primera visita fueron positivos y pareció que la casa no corriera peligro de desunión ni de desarreglo económico.- Pero durante el mismo año, 1861, se vio necesaria una segunda visita. Se encargó para tal efecto al Padre De Cesare por parte de la Sacra Congregación de los Obispos y de los Religiosos. La causa fue una irregularidad de mando de la Superiora Sor Maria Benedicta Gabrielli. – Se estimó necesario profundizar el hecho, tanto que el Cardenal nombró como deputado a Monseñor Castellacci, Arzobispo de Petra, el cual después fue nombrado Vice-gerente de Roma.

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El Arzobispo Castellacci constató que la actuación de la Madre Gabrielli no era conforme al espíritu del fundador, y lo comunicó al Cardenal y al mismo Santo Padre, así que la superiora fue alejada de la Congregación. Esta delicada operación fue puesta en practica con mucho cuidado.- La madre Gabrielli fue convidada a un curso de ejercicios espirituales, durante los cuales el Padre confesor le comunicó la decisión tomada respecto a ella.- La madre entregó su dimisión el 10 de enero de 1863. Tal solución no fue el saneamiento y las vicisitudes siguieron. Monseñor Castellacci estimó necesario alejar del Instituto otras tres religiosas y dos internas, sobrinas de la Madre Benedicta, la cual presentó recurso ante la Congregación de los Obispos y religiosos. Monseñor Castellacci, por prudencia, entregó su cargo de “Deputado” en las manos del Cardenal vicario, el cual “informacionis causa” envió al secretario del Vicariato, canónigo Martini. Solo en este momento las vicisitudes se encaminaron hacia una solución definitiva: el Padre Martini decidió que una nueva congregación de religiosas reemplazara a la “Oblatas” llamadas “ Palotinas”, en la dirección del Instituto. Las “Oblatas” mismas, hubieran podido quedar en la casa y continuar su vida comunitaria.Transformación delicada, difícil, por cierto no muy aceptable por parte de otro Instituto delegado a sustituirlas en la dirección. El 20 de Enero de 1863 el Padre Martini comunicó a las Palotinas la llegada de las nuevas compañeras y explicó las condiciones bajo las cuales ellas mismas podían quedar y seguir su vida comunitaria.Las nuevas compañeras eran las Hijas de la Divina Providencia. Otras pocas situaciones serían causa de pruebas para el tracto y en especial para la caridad de M. Elena Bettini, la cual se veía obligada a invadir el campo de una fundación reciente y todavía unida al planteamiento de la propia formación espiritual.La gran figura de Vicente Pallotti estaba viva en el alma de sus hijas. En razón de la difícil tarea por desarrollar, el Cardenal Vicario, con el consentimiento del Santo Padre, había escogido a las Hijas de la Divina Providencia, contando en especial en la dirección de Madre BettiniEl Papa y el Vicario habían quedado vivamente edificado por el trato de la Madre Elena en el conservatorio de la “Santísima Concepción”: se habían dado cuenta que muy pocas, mejor que ella, habrían podido desenredar la difícil situación, y le pidieron de encargarse de una obra bien

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importante que para ella venía a ser un largo y gravoso sacrificio. Hela aquí, por consiguiente, Jefe de la “Pía Casa”. Se dio cuenta que no le era posible dirigir validamente el nuevo Instituto viviendo en calle de Los Carpinteros; aceptó trasladarse a Borgo Santa Agueda , junto a tres hijas de la Divina Providencia, y fijó allí su residencia el 29 de noviembre de 1863, en la presencia del Padre Martini..- Fue una entrada oficial, y para nosotros no es difícil intuir el estado de ánimo de las “Oblatas” por un lado, y de la Bettini y de sus hijas por el otro; más la caridad venció y ya desde los primeros días y los primeros contactos, se notó un tono respetuoso y cordial por los dos lados. Pero era necesaria una clarificación; en el transcurso de los primeros meses no se notaba nada claro en cuanto a los roles que ocupan, sino que todo era provisorio. El 19 de Febrero de 1864 fueron comunicadas las decisiones: el Cardenal Vicario emitió un decreto con el cual, por voluntad del Pontífice, asumía “para si y para sus propios sucesores el gobierno y la administración de la Pía Casa. Al mismo tiempo delegó al canónigo Martini y a Don G.B. Frateiacci, confirmando como ecónomo al esmerado bienhechor Goaquin Carmignani. El nombre del Instituto se conservaba tal cual lo había dado el fundador: “Pía Casa de Caridad” bajo la invocación de la reina de los Apóstoles.El decreto declaraba en forma muy clara, que la obra del Pallotti no habría tenido cambios.- Después, en forma específica, habló de las condiciones que sucedieron después de la muerte del fundador, presentó brevemente algunas anomalías y continuó: “ Agregase, a estas anomalías, los abusos que día a día se venían creando en la Pía Casa, y para limpiarla de ellos hicimos todo lo posible de parte de la Autoridad nuestra y la obra de personas notables por prudencia y cordura........ Más, como pareció a la Santidad de nuestro Pontífice Pío IX, ser el tiempo de proveer con ordenanzas estables para el bien y el mejoramiento de esta “Pía Casa”, sacada cualquier cosa que fuese de impedimento a esto, se decidió, como primera cosa, a la atención particular de la Pía Casa y mandó que también nosotros, con energía, nos ocupáramos que en lugar de las “maestras la cuales hasta entonces habían hecho clases y educada a la juventud, se llamaron otras de vida ejemplar y con capacidad, las cuales, mejor pudiesen trabajar con los mismos fines del Pío Fundador y para el interés moral de la juventud misma que deseaba educarse..- Por lo tanto obedeciendo las órdenes de su Santidad, nosotros llamamos y pusimos en dicha Pía Casa, las Hermanas vulgarmente llamadas con propio y característico nombre “ Hijas de la Divina Providencia”, fundada en la Parroquia de

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San Carlos “ Ai Catinari , muy apreciadas por la piedad y las buenas enseñanzas, y a estas nombramos educadoras y maestras de las doncellas que deben educarse en dicha casa, en la piedad, en los buenos modales y en la disciplina de su sexo.- Ella por lo tanto tendrán que proceder a la educación de las doncellas en dicha Pía Casa y nosotros esperamos que ellas harán lo posible para alcanzar este fin, sea dando buen ejemplo primero, y después , con la autoridad que nosotros le hemos dado, haciendo mucho caso que sean bien formadas y bien enseñadas en la piedad, en la ciencias de los buenos hábitos, vigilando para la ejecución de todas las leyes y reglamentos que nosotros hemos establecido según el espíritu del pío Fundador; y finalmente hablando con los prelados que nosotros hemos encargado para todas aquellas cosas que no hubieran sido contempladas en los reglamentos normales que hemos dictado”. Estas imposiciones empeñaban al máximo la buena voluntad y la prudencia de las comunidades que convivían juntas. – La situación era un poco extraña, o de cualquier modo rara, y es fácil suponer las consecuencias. Citamos un episodio que nos parece un ejemplo de la psicología que nos evidencian los hechos.- En el mes de Mayo, el Cardenal Vicario, para acercar siempre más a las dos comunidades, sugirió que las Palotinas dejaran su hábito de color bayo y se pusieran uno negro semejante a los de las Hijas de la Divina Providencia.- El cambio fue aceptado por todas, a excepción de la buena Sor Angelica De Angelis, portera de los tiempo de Sor Gabrielli y Superiora en el inter -reinado entre las Palotinas y las Hijas de la Divina Providencia.El comportamiento entre esta buena religiosa demuestra todo el valor ideal y también afectivo atribuido al hábito que lleva puesto a ser el símbolo de una espiritualidad y de un particular anhelo religioso...Valor excesivo y tal vez difícilmente admisible en la medida que ahora veremos: queda, de cualquier modo que sea, el significado demostrativo de esto.- Sor Angelica, por lo tanto, obedeció prontamente, deponiendo el hábito que llevaba desde veinticinco años, y pidió no vestir ningún otro. Desde aquel momento se encerró en la Pía Casa, sin salir, por más de dos años.Siempre atenta en la observancia de las reglas del Fundador, tocaba la campana a cada prescripción aunque supiera que nadie las cumplía. Murió casi de improviso, pero serenamente, a la edad de 78 años, en 1866.....” Sin salir más por dos años , más o menos”; cualquier interés terrenal, por lo tanto, había sido sacrificado.”... siempre atenta a la observancia de las reglas del Fundador;

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tocaba la campana a cada prescripción etc...”; apego total, fidelísimo, nostálgico a la regla de Vicente Pallotti.Fidelidad y... firmeza. Sor Angélica no conoció aquella ductilidad superior e íntima que puede transformar el alma en cualquier edad y condición. Su “posición” acerca del hábito, conmueve humanamente, pero espiritualmente no satisface: queda, de cualquier modo que sea, representando un aspecto psicológico en la Pía Casa Pongámonos ahora en el lugar y en el alma de Elena Bettini: encargada de una labor difícil y delicada, responsable de su ejecución. Cuantas veces habrá estado tentada de actuar con rigor, ponerse inflexible, no por si misma, sino por las directivas que estimaba convenientes. Por lo demás, conservó todo lo bueno que encontró, en especial lo referente a la piedad y a la oración. La comunidad siguió los festejos solemnes de la Asunción de la Virgen y ayuno del viernes santo rigurosamente, con un solo plato de sopa al almuerzo.- Cultivó la devoción al Sagrado Corazón y mantuvo la veneración a la Virgen de la Pureza. A la dulce imagen de la Virgen le tenía una confianza particular: la tenía como milagrosa y tal vez para evitar manifestaciones de fanatismo religioso, la tenía escondida.- Una persona piadosa se encomendó a la Virgen contemplando la imagen y obtuvo la gracia.- Madre Elena pidió permiso a Monseñor Martini y repuso en veneración la imagen con alegría general de la comunidad. “ No poco”, escribe el Padre Manzini- tuvo que sufrir la sierva de Dios, por el ambiente difícil y hostil: pero su caridad prudente superó todas dificultades y resistencias. La bondad que usaba en el trato con las hermanas y las huérfanas, le ganó pronto la benevolencia de todas.Las Palotinas se le encariñaron como a una Madre suya; admiraban sus virtudes y buscaban imitarla. Secundaban sus directivas y competían en demostrarle estima y cariño. Las jóvenes atraída por su afecto maternal, la seguían casi todas con docilidad y se sometían sin dificultad a las nuevas y sabias disposiciones”.- En la Pía Casa, durante todos aquellos años, circuló un apodo por madre Elena: “ Cordero”. La llamaban así, si bien sabían que en el momento necesario sabía ser “ firme” y “decidida” y no le faltaban ocasiones!La comunidad estaba constituida por tres elementos: las dos comunidades religiosas, Palotinas e Hijas de la Divina Providencia y las alumnas: en total noventa y dos personas; (tal censo es del año 1868) entre las cuales estaban las más diferentes de carácter y de pensamiento, si se quiere tomar en cuenta la diferencia entre maestras y alumnas. Estas últimas ofrecían un buen campeonato..............

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Con las buenas y piadosas, no faltaban las insoportables. Algunas parecían sufrir de “claustrofobia”, no soportaban estar encerradas, como era costumbre en un internado, o mejor dicho en un “ Conservatorio”; citamos el caso de una adolescente, la cual, por deseo de salir, fingió estar enferma; para demostrarlo mejor, se pasó una pomada por los ojos y enfermó de verdad... Primero se creyó seriamente, pero después se descubrieron sus engaños y Madre Elena le dijo:” Escucha bien”: hasta cuando no te habrá sanado completamente, no verás a tu madre”.- Había dado en el punto justo: la joven tenía buenos sentimientos hacia su madre y sanó pronto.Otra de once años, al volver de un paseo, de repente se separó del grupo, y rápidamente se refugió en una casa cercana. Allí vivían algunos parientes suyos y ella se aprovechó de la circunstancia. Naturalmente Madre Elena y las maestras, no habían visto en cual portón se había metido, se pusieron en su búsqueda y fue una búsqueda inquietante: nada que hacer, la fugitiva no aparecía. Gran sufrimiento para Madre Elena; después la solución llegó de repente; una hermana de la niña dijo donde se había refugiado.- La Madre Bettini fue firme: La encontró, la llevó a la Pía Casa y le impuso un castigo severo; suspensión del paseo por un año..... pero después habló el corazón y Madre Elena le condonó ocho meses, cuando vio que estaba arrepentida y había entendido el propio error.- En total fueron más numerosos los buenos frutos que los malos..- Dos alumnas, Anunciación Poggi y Clelia Carpentieri se hicieron religiosas, la segunda en San Pascual y la primera entre las Hijas de la Divina Providencia..- Filomena Rossi, una jovencita de catorce años, murió en febrero de 1873 y la Crónica” del Instituto habló de ella en esta forma:” Joven ejemplar para todas sus compañeras, juiciosas como una persona adulta, paciente, humilde, dócil al mínimo deseo de las maestras, en una palabra, era un fruto maduro para el cielo. Y es aquí que tres Palotinas, Sor Celeste Bonari, Sor Matilde Carozza, y Sor Veronica Beati, piden ser recibidas entre las Hijas de la Divina Providencia. Pero el resultado de mayor realce en la obra de la Madre Bettini, fue el restablecimiento de las Palotinas.- Ejerciendo como Superiora, la Madre Bettini se mantuvo siempre respetuosa hacia el personal de la otra congregación. Favoreció el desarrollo interno y externo de la comunidad de estas y las relaciones de las hermanas de la Pía Casa con las hermanas de la casa de Velletri, hasta el reciproco intercambio de hospedaje: Las oblatas de Velletri fueron convidadas a Roma y las de Roma a Velletri.- He aquí una satisfacción admirable que confirma la autentica “ democracia espiritual” actuada por la Superiora.

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En 1875 cuatro alumnas pidieron hacerse religiosas y entraron entre las Palotinas,-Hubo algo más y mejor. Mejorada las condiciones económicas, se compró, en los primeros meses del año 1870, una casa en plaza Santa Rufina. Después de la toma de Roma, en 1875 se terminaron los trabajos de restauración para abrir una “filial” de Palotinas, la cual fue inaugurada en 19 de Marzo de 1875.- Un pequeño grupo de Oblatas se fue a la nueva sede, bajo la guía de Sor Rafaela Castellani, venida desde Velletri para este fin. Con las religiosas, se trasladaron allá diez alumnas, y poco después , otras más. De este modo las Palotinas tenían una nueva casa en colaboración con la Pia Casa.Contemporáneamente se había tenido cuidado del reconocimiento de los títulos de estudio. La escuela era frecuentada también por alumnas externas; esto hacía siempre más necesario que las maestras mantuvieran el nivel impuesto por las disposiciones siempre nuevas.Es de hacer notar que la dirección de Madre Elena tuvo que hacer frente – y no fue poco el empeño - a los cambios y novedades que lo estudio tuvieron, de 1870 en adelante; la diferencia de los métodos didácticos entre la Roma Pontifica y la Roma Italiana, bajo algunos aspectos fue casi desconcertantes. Desde el año 1871-1872, la directora separó las alumnas que tenían menos de seis años, creando más o menos un kinder dentro del mismo conservatorio.- En las vacaciones del año 1871 se habían preocupado de matricular a Sor Maria Asunta y Sor Maria Gertrudis en las clases para normalistas en Santa Lucía de los Gimnasios, para que obtuvieran el título de profesora de italiano Decimos pronto, y lo repetimos en seguida con más detalles, que Elena Bettini sintió en forma precisa el cambio que se produjo en 1870.- Su alma estaba totalmente entregada al Vicario de Cristo y por la mentalización del momento presente, la rotura fue grande.- De día en día el aire político se hacía más oscuro en Roma y ella había sentido la necesidad de estar siempre más cerca y más unidas al “Padre humillado”.- Durante el año 1870 pidió y obtuvo por tres veces audiencia del Pontífice: la primera vez fue recibida personalmente con Sor Maria Matilde, la segunda vez, con el personal de la Pía Casa; la tercera vez con la comunidad de calle de Los Carpinteros. Todo cambió en aquellas horas, alrededor de la humilde directora de la Pía Casa y del Conservatorio del Barrio Santa Agueda.- Tal vez, la Madre Bettini hubiera dejado antes su tares, si no hubiera acaecido la transformación de Roma en capital de Italia. Muy probable que en vista de tal cambio Madre Elena mantuvo en sus manos las riendas de guía. Comprendió cuanto fuera necesario

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seguir y curar en todos los asuntos particulares, según el espíritu de Cristo, los cambios a efectuarse en la Pía Casa: alcanzó a atenuar la repercusión de la vehemente oleada del espíritu laico masónico que invadía todos los ambientes y en especial los escolásticos. Moderando, reduciendo y en algún caso, rehusando las novedades negativas en cuanto a religión, salvó el espíritu del Conservatorio.Los primeros cinco años después de 1870 fueron, en apariencia, calmos, pero de un empeño fuerte y de lucha valerosa: una resistencia hecha a veces de defensa y a veces de un corte preciso y valiente, según los casos. Esto ciertamente tuvo que costar bastante al alma sensible y delicada de madre Elena.Subrayamos lo que pasó mientras tanto a su alrededor: Aumentaban los duelos por la muerte de los bienhechores de la Pia Casa y tuvo que mantener la lucha a pesar de las pérdidas de tantos colaboradores. Monseñor Acquari diputado y bienhechor, director de las Hijas de Maria, falleció el 18 de Abril de 1868; el Canónigo Martini, el cual tanto había trabajado por el arreglo del Instituto, sufrió varios ataques apopléticos y murió el 7 de Junio de 1869. Joaquín Forti, miembro del consejo de administración , falleció repentinamente el 30 de Enero de 1872: Monseñor Felix Profili, sucesor de Padre Martini, también se fue el 30 de Mayo de 1874; y el luto más grande tuvo lugar el 19 de Agosto de 1875, con la muerte del ecónomo Joaquín Carmignani, el cual había sido casi el fundador práctico de la Pía Casa y se había dedicado, por varios decenios, a la administración intachable de esta, dando lo mejor de sí. Otro gran colaborador y apóstol, el Conde Juan Vimercati, viudo de la Princesa de Borbone de España. duquesa de Sasonia, había muerto el 27 de Junio de 1868. Su funerales se celebraron con gran solemnidad en la parroquia de “San Carlos ai Catinari” a los cuales no faltó Madre Elena. Aún más que de la Pía Casa, el Conde se había interesado también por las Hijas de la Divina providencia y las había beneficiado con generosidad. Su recuerdo quedó grabado en la comunidad de calle de Los Carpinteros. Mientras esta ausencias se notaban a su alrededor, Madre Elena, llevada por creciente sentido de solicitud, siguió en el trabajo de dirigir con admirable constancia las obras.- Demostró una docilidad excepcional al magisterio de la Iglesia.- En el tiempo que tuvo la pesada responsabilidad, tuvo también una doble satisfacción: por una parte, el levantarse de las Oblatas, en el espíritu intacto trasmitido por el fundador; por la otra, la salvación del internado y de la escuela frente a las nuevas normas y gran invasión del laicismo, a menudo invadiente y triunfante.

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Tuvo buen éxito en las dos tareas y fue solo cuando ella estuvo segura y vio con sus ojos de madre y sintió con su corazón de hija de la Iglesia que las condiciones de la Pía Casa eran sólidas y seguras, que la Palotinas estaban en grado de asumir nuevamente la dirección, y que el orden interno estaba prevenido contra las amenazas exteriores, fue entonces que ella sintió el deber de entregar su dimisión y volver con sus hijas a la humilde y amada casa de calle de Los Carpinteros. Esto aconteció el 30 de Septiembre de 1878

CAPIYULO XV

OLEVANO – SEZZE

ROMA, CALLE DE “ TORDENONA”- AVEZZANO-

Quien llega a Olevano, insigne y gran villorrio de la Chocharía y contempla de abajo hacia arriba, todavía exacta y fascinante, sin fijarse mucho en el nuevo desarrollo edilicio que la rodea, capta una impresión histórica: Se da cuenta de lo que fueron los centros habitados en la zona, tal vez, más sugestiva del Lacio. Un conglomerado de casas que se han amontonado con el pasar de los siglos, cada una emblemática de su propio tiempo.- Hay un “ sube y “ baja” en este conglomerado de casas y por subir del bajo hacia el alto, se puede, queriendo, transitar por ciertas callejuelas raras, entre techos bajos, sobre un empedrado rústico con las piedras redondeadas, hecha así de propósito para que los mulos y los burros ( o sea los buses y camioncitos de entonces) no resbalaran.

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La posición espléndida y el aire sano han hecho que Olevano se distinguiera en tres cosas que la han hecho célebre:a-) Sus hombres bajaron a la Metrópoli y demolieron barrios antiguos para abrir los anchos caminos de la Roma italiana.b.- Sus jóvenes mamás, fueron por siglos, las nodrizas más solicitadas para las guaguas de la Ciudad Eterna, y “aplacaron” los vagidos de los “ quiritos” en la cuna.

Pero una razón sobresaliente fue el instalarse en el pueblo, pintores famosos.- Olevano pasó a ser la patria de elección de artistas, turistas, y de personas amantes del buen vino y de la buena cocina, entre los cuales sobresale, por su celebridad, Guillermo II Emperador de Alemania. Estos eran los rasgos del villorrio del ochocientos, como lo vio Madre Elena cuando fue enviada allí para fundar una escuela para las niñas: esto fue, en cierto modo, un poco de devolución preciosa por parte del Urbe, al fiel villorrio del Lacio, por toda la contribución que, durante siglos, su gente brava, había entregado a la Capital. La historia de la fundación no fue fácil.- En el villorrio la señorita Ana Rosati, desde los quince años había vivido en comunidad con tres o cuatro compañeras, con el fin específico de tener una escuela para las niñas y las jóvenes de Olevano. El grupo de las docentes se redujo en 1871, cuando Olevano paso a ser italiana, sobrevivían solamente dos: la Rosati y la Señorita Margarita Mattei, las cuales, frente a las nuevas exigencia del gobierno nacional, se vieron imposibilitadas: ninguna de las dos podía enseñar, porque no tenían el diploma requerido.- Las niñas de la privilegiada ciudadela, por un momento, pasaron por el peligro de caer en las tinieblas de la ignorancia completa, o en aquella de una instrucción según los nuevos métodos. Frente a tal peligro, las dos voluntarias fueron a pedir ayuda a las Hijas de la Divina Providencia, e hicieron algo más: pidieron tomar el hábito ingresando a la Congregación. Con una carta fecha 9 de Noviembre de 1871, Ana Rosati expuso a Madre Bettini todo lo que se había dicho y pidió enviarle una religiosa provista del diploma para enseñar, para continuar la escuela y que a la vez fuera maestra de novicias para ellas dos: manifestó también la idea de dejar al Instituto sus bienes y los de la Mattei. Madre Bettini, en aquel tiempo, tenía ella también sus propios problemas. Faltaban entre las religiosas, las maestras con título, y ella había pedido a las autoridades de educación el permiso para que una decena

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de religiosas frecuentaran los cursos para titularse. Por el momento no tenía religiosas disponibles para mandarlas a Olevano. La Rosati, interpuso un señor de influencia, Vicente Cappelli, y alcanzó obtener una carta de recomendación también del Cardenal Sacconi..- Madre Elena reflexionó y se dio cuenta del servicio de Dios: mandó a Olevano a Sor Maria Saveria Pozzi como superiora y maestra, la cual se dedicó a la enseñanza durante el año 1871-1872 con una admirable voluntad de hacer el bien.- Terminado el año, tuvo que dejar la casa, porque tenía título provisorio y la municipalidad, invadida por gente anti-clerical, se mostró desfavorable a nuevo permiso. Entonces Madre Elena mandó a Sor Maria Cándida Martini, con título regular; ella siguió la enseñanza, mientras la Madre Saveria Pozzi y las dos candidatas, La Rosati y la Mattei, formaban una pequeña comunidad regular. El 8 se Septiembre de 1872 tuvo lugar la toma de hábito de las dos postulantes y todo pareció afirmarse. Por el contrario el partido “liberal-masónico” obstaculizó tanto que el Padre Capelli retiró en Roma a los dos Madres: Sor Maria Saveria y Sor Maria Cándida, el 21 de Enero de 1873: Quedaron las dos novicias: Rosati y Mattei que no pudieron defender la escuela que fue ocupada por la municipalidad que mandó dos maestras seglares y empezó un período de cinco años de incertidumbre para las dos novicias, hasta cuando en el capítulo de 1877, se dio el encargo a la madre General de resolver , si fuera posible, el caso. La Rosati, el 21 de Septiembre de 1878 se fue a Roma y pidió de nuevo otra religiosa y en especial de ser admitida junta con la Mattei a la profesión religiosa. El Padre Capelli consintió enviando a Olevano como maestra de las novicias y Superiora de la casa a Sor M. Paulina Galli. El 30 de Octubre 1878, Elena Bettini la condujo a la nueva residencia y ella misma se quedó allí diez días para sistemar bien la casa. Con todo esto, las maestras continuaron enseñando en la misma casa, lo que creó un grave estorbo. Ellas mismas entendieron el absurdo y se retiraron. Entonces el alcalde de Olevano pidió con urgencia dos religiosas con título y Madre Bettini se encontró en grave dificultad.- No tenía religiosas disponibles con tales requisitos.- A este punto demostró toda la energía que sabía encontrar en las horas de emergencias. Envió una maestra seglar, con título: Lavinia Storari, de Pavía, de la cual tenía segura confianza. Faltaba todavía una docente: Madre Elena duplicó su celo....Para salvar la situación hablo con los Superiores, y tanto rogó que obtuvo el permiso” único y sin ejemplo” de enviar a Olevano la novicia Sor Maria Electa De Ecclesis, que tenía título inferior. El obstáculo estaba

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salvado El 11 de Abril de 1882, la Madre Elena se fue a Olevano con las dos maestras y se quedó allí ocho días........El 5 de Noviembre de 1882 se inició el nuevo año escolar, en medio del júbilo de toda la población. “ Se han abierto de nuevo las escuelas, y ha sido para toda la población una alegría grande ver en la escuela municipal nuestras religiosas, enseñando con tanto amor, paciencia y celo.

¡ Que gran número de alumnas se reunió pronto en las modestas salas! Pronto se tuvo que mandar una tercera religiosa. En 1886 las alumnas matriculadas solo en el primer año eran 172. Olevano competía con Zagarolo. Desde el año 1886, las Hijas de la Divina Providencia habían recibido una petición para abrir una casa en “Manziana” en la comuna de Civitavecchia: no había sido posible realizar tal proyecto. En 1871 fueron enviadas a asumir la dirección del Instituto “ De Magistris” en Sezze; aceptaron y Madre Elena envió a Sor Maria Paulina Galli como Superiora, acompañándola ella misma.- Al año siguiente la casa prosperaba y cuatro religiosas enseñaban allí con satisfacción de todos. El ambiente era de buena condición social y los medios no faltaban, pero el aire era insalubre y había paludismo. Quien conoce el espíritu de Madre Elena, no se extrañará que estos dos argumentos, tan disparados y contradictorios entre sí, hayan sido igualmente negativos para ella. Si el clima era insalubre para el cuerpo, el lujo de la casa le pareció insalubre para las almas de sus hijas trasladadas allí. ¡ uno se acomoda pronto a las “costumbres señoriales”! En cuantos se presentaron algunas dificultades, Madre Elena tan enérgica, en general, en deshacer y arreglar inconvenientes y dificultades, no secundó el tener abierta la casa, la cual se cerró después de poco tiempo, sin dolor de parte de la Madre General.

Igualmente en 1871, inició otra fundación de escuela destinada a un porvenir luminoso.-Don Rafael Sirolli, futuro Obispo de Aquino, Sora y Pontecorvo, el primer biógrafo de la Madre, en este entonces párroco de San Salvador en Lauro, en Roma, deseaba ardientemente abrir una escuela en su Parroquia.- Se unía a todos lo que, en el nuevo tiempo laical tan preocupante para los romanos acostumbrados a vivir bajo la soberanía del Pontífice, deseaban escuelas católicas en todas partes para equilibrar los efectos masones “liberales” Pero los medios del párroco Sirolli eran escasos y los recursos de la Parroquia no le consentían construir una nueva casa con una escuela..

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A pesar de la escasez, se dirigió a Madre Bettini, la cual aceptó pronto: y esta adhesión, que a causa de las desventajosas condiciones económicas eran un atrevimiento notorio, pareció como una inspiración del cielo. Madre Elena, como estaba acostumbrada en fundaciones anteriores, confió a Sor Maria Paulina Galli la tares, enviándola a ver el lugar y a discernir entre bueno y malo. Por su parte el Cardenal Vicario Monseñor Patrizi, aprobó entusiasta esta nueva obra y quiso demostrar en forma concreta, con una ayuda, su propio apoyo..Madre Elena , en Octubre de 1874 acompañó a sus hijas en la nueva casa di Tordinona. Fue el comienzo de una historia gloriosa.- La escuela prosperó bajo la bendición de los Pontífices Pío IX y León XIII y prosperó aún más , cuando fue trasladada de calle Tordinona a la calle de los “Coronari”. Trescientos, entres niños y niñas frecuentaban las dos secciones de Kinder y doscientas niñas de la escuela básica.- Estos datos se refieren al último decenio del ochocientos, o sea antes que Madre Elena muriera... En los años venideros marcó otro crecimiento. En el año 1920, siendo el local viejo y no apto, se trasladaron de calle de los “Coronari” a la calle “Tusculana” al Quadraro. El nuevo edificio era magnifico y tenía la ventajas de estar al lado de la Iglesia Parroquial.- Otras obras se unieron a la de la escuela: una “schola cantorum” dirigida por Monseñor Gino Borghezio; una escuela para niños limitados mentales del barrio; un comedor para obreros, subvencionado por el “Círculo de San Pedro”.Este conjunto de obras desarrolladas después de la muerte de la Madre Bettini, demuestra la seriedad y solidez de la fundación del Instituto hecho por ella.- Ella misma un día había exclamado: ¡ Esto es un verdadero campo del Señor, bendito por El”

He aquí que otra fundación tuvo inicio y ella también con buenos augurios, pero por la circunstancias que veremos, se cerró después de diez años: Avezzano: Un nombre sugestivo, que trae a la memoria tragedias recientes, en especial el terremoto de 1915, y actos de fraternidad maravillosos, por parte de muchos. La figura del Beato Luis Orione resalta entre muchas en nuestro corazón.. Nosotros estamos hablando de un Avezzano de antes de aquella destrucción; una ciudad de notable altura, rodeada de montañas muchos más altas, impresionantes, salvajes y majestuosas.A pesar de la cadena grande de piedra, el pueblo era psicológicamente abierto a las influencias de la inteligencia y de la civilización y deseaba una escuela en la cual no fueran enseñadas solo las áridas materias

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técnicas; más que estas fueran animadas y coordinadas por el soplo del Espíritu de Dios. Madre Elena, convidada, se informó del viaje y supo que era muy dificultoso, y propio por esto, lo enfrentó con gusto y lo hizo más de una vez.- Llevó consigo a Sor Maria Saveria Pozzi, una de las religiosas mayores entre las de su comunidad.- La escuela empezó a funcionar y la misma Sor Maria Saveria, después de poco tiempo, con fecha 11 de Abril de 1875, así escribió “ Las alumnas matriculadas son 321 y no sabemos donde ponerlas........ En cuanto a la población, lo que vemos y escuchamos, están más que contentos y nos dicen algunas mamás que si hubieran ganado un millón de Liras, no estarían tan contentas cuanto lo son por tenernos como maestras.” Son palabras de ellas y lo han demostrado en esta Pascua de Resurrección colmándonos de regalos.” La escuela gozó de algunos años de paz y prosperidad; fue uno de los tantos ejemplos, que no solo en Italia, sino que en gran parte de Europa, surgieron durante la segunda mitad del ochocientosEjemplo de gran contradicción puesta por el laicismo contra la enseñanza libre y religiosa.El argumento es largo y nos llevaría lejos, sobre argumentos extensos y a través de problemas complejos. Nosotros debemos atenernos dentro del paisaje estupendo y limitado de Avezzano, para contar una historia triste. El Alcalde, no favorable a la Iglesia, entregó la escuela municipal a maestra seglares.- Entonces empezó una reacción a la cual también hoy día nos se ha dado asistir, por parte de muchas familias las cuales preferían mandar a sus hijas a la escuela de las religiosas.- Dualismo: Los fieles, para las religiosas fueron generosos en ayudar y la escuela pudo subsistir y siguió hasta fines de 1884. En aquel año la hermosa y benéfica actividad de Sor Maria Saveria se apagó aquí en la tierra para encenderse más eficaz cerca de Dios. Sor Maria Saveria murió el 29 de julio de 1884, propiamente en el periodo en el cual su querida Avezzano era más hermosa que nunca, con sus vastas praderas y las montañas relucientes al rededor.Fue una despedida espléndida y la población la lloró con verdadero cariño: fue también el fin de la floreciente escuela de Avezzano.- Para hacer frente a las preferencias de los bandos anti-clericales, se necesitaba una directora de optimo nivel y Madre Elena no tenía ninguna disponible en aquel momento.- Se resignó a cerrar la casa, pero en cuanto esta decisión fue conocida, llego a la calle de los Carpinteros un gran número de protestas, también de parte de personas de renombre.- Una vez más Madre Elena demostró aquella ductilidad suya especial, intima, que le impedía cerrarse en su propias decisiones: suspendió el cierre y la escuela tuvo otro año de vida. Pero la eficacia y la

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influencia, lo que me atrevería a llamar el “ mordente” sacro de ella , no existía más, sin la guía de Sor Maria Saveria.- Por otra parte el ambiente era todo contrario a las religiosas que podían ser útil en otra parte.- El 9 de Octubre de 1885, las Hijas de la Divina Providencia, en medio del dolor de muchos, dejaron Avezzano rezando por aquella gente que querían tanto y a la vez las querían.

CAPITULO XVI

DOS CAPITULOS GENERALES Y UN JUBILEO

Las horas luminosas se enlazaron con las horas grises en los acontecimientos del Instituto.- La nota sobresaliente fue la estabilidad interna siempre creciente. La Congregación se había desarrollado lentamente superando dificultades y soportando aflicciones y estrechez, con la clara voluntad de mantener la humildad de espíritu con la cual había nacido, y mantenerla a pesar de la expansión casi inesperada a la cual la Providencia parecía destinarla.- Dos capítulo generales, bastante cercano en el tiempo, reafirmaron estas dos orientaciones: uno desde el 1° al 7 de Noviembre de 1877: y, otro en Octubre de 1880.Los dos fueron importantes porque se revisó y comprobó la estabilidad de las intenciones y la unidad de los Espíritu en el sentido ya dicho. El Capítulo del 1° al 7 de Noviembre tuvo un fin preciso y particular, o sea la revisión de las Constituciones para que estas pudieran ser presentadas a la Santa Sede para obtener el decreto de aprobación. Tal contraseña de aprobación se hacía tanto más necesaria cuanto

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más la Congregación se iba expandiendo en varias diócesis. Quedando de derecho diocesano había quedado sujeta a posibles cambios según el parecer de cada Obispo. Las capitulares eran doce: La Madre Elena Bettini con las cuatros consejeras, las superioras locales de las distintas casas y dos maestras de novicias.- Todo se desarrolló bajo la dirección del Padre Luis Ferrari, asistente general de los Barnabitas.- Monseñor Julio Lenti, Vicario de Romas, abrió el Capítulo con una breve alocución para animar a las capitulares a discutir y a decidir todo “con verdadero espíritu religioso, para su propia santificación y la de las almas que habrían sido confiadas a ellas y mantener en vigor la regular observancia......” Como primera cosa, cada una entregó su cargo y en seguida, por votación eligieron una presidenta del Capítulo que resultó Sor Maria Magdalena Cerasoli.. Se pasó, después, al asunto principal: La revisión de la Regla y se definió el nuevo texto que habría completado el ya existente, según las sugerencias actuales.Se pasó al examen de las relaciones llegadas de las distintas casas y se abrió la discusión sobre las decisiones a tomarse: llegó una propuesta rica de interés también como dato histórico, o sea la posibilidad y la oportunidad de expansión del Instituto en Francia, a pedido de algunas Señoras francesas deseosas de entrar nada menos que como religiosas en la Congregación. El Padre Ferrari explicó que tal requerimiento existía, pero para el Instituto de las Angélicas o sea de aquellas religiosas que San Antonio Maria Zaccaria había fundado con tal nombre y con finalidad y características bien definidas. En Francia habrían tenido que dedicarse de modo particular al culto del Sagrado Corazón de Jesús y la adoración del Sacramento, realizando al mismo tiempo, la instrucción de las niñas pobres y especialmente dar una formación cristiana o mejor dicho, casi de novicia, a alumnas jóvenes que mostrarían deseo de hacerse religiosas o ejercer obras de caridad en el mundo. La Angélicas fundadas por San Antonio Maria Zaccaria, habían sido suprimidas durante la revolución de Napoleón y el deseo de tenerlas de nuevo estaba tomando campo en Francia. En este punto tuvo lugar una sorpresa: el Padre Ferrari había dado todas estas explicaciones para ilustrar la dificultades de la empresa que habría en primer lugar requerido el cambio de nombre del Instituto e impuesto a este nuevas finalidades, y quedó asombrado cuando escuchó que las capitulares estaban de acuerdo sobre todos los cambios para hacer revivir a las Angélicas de San Antonio Maria Zaccaria. Pidió por lo tanto aplazar la votación sobre el asunto hasta la última sesion, para que las religiosas tuvieran el tiempo para estudiar el problema.

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Cuatro días después, cuando la propuesta pasó a votación, el consentimiento fue general. Ninguna de las capitulares estaba en conocimiento que propio en aquel tiempo estaba madurando la iniciativa del Padre Pío Mauri, en Lombardía para resucitar a las Angélicas como eran antes de la supresión. Como sea, la decisión de las capitular de las Hijas de la Divina Providencia no tuvo efecto, o porque el Cardenal Vicario no la aprobaría o tal vez, porque ya estaba en proyecto la restauración de la Congregación de las Angélicas, como se ha dicho ya. Todo esto ofrece un motivo de meditación.Si las Hijas de la Divina Providencia, cuya congregación había cumplido cuarenta y cinco años de vida y estaba afirmándose en forma óptima, estaban dispuestas a transformarlas, sea par dar nueva vida a las "“Angélicas" originarias, es necesario reconocer que su unión con la primera fuente de inspiración barnabita, era extraordinariamente viva y eficiente,... El deseo de Madre Bettini y de sus hijas queda atestiguado en la historia en la plena luz de la unión” ancestral” que hemos notado ya en otras circunstancias.El capitulo se cerró con la elección de la Madre Elena Bettini como general por unanimidad y los rostros demostraron el gozo filial de todas las presentes.

Muy unido a este primer capítulo, se desarrolló el segundo, a distancia de tres años.- tuvo como primer fin, el examen de los resultados obtenidos practicando los “agregados” a las Reglas establecida en el capítulo precedente.- Examen importante y minucioso; se trataba de sancionar los agregados definitivos a las Constituciones. La capitulares fueron doce también esta vez, con las tres vice-maestras de las novicias de casa Madre, del Conservatorio de la Santisima Concepción y de Zagarolo.Presidente fue el Padre Luis Cacciari, asistente general de los Barnabitas. El Cardenal Vicario, Mónaco La Valletta, intervino en la primera sesión, en la tarde del 18 de Octubre de 1880, y leyó el mismo capítulo II del libro IV de las Constituciones, relativo al capitulo general y la elecciones de los cargos. Después preguntó: ¿por qué queréis elegir una general mientras en las Constituciones no se habla de esto? – La respuesta no ha sido trasmitida a través del diario de la sesión.-Las casas del Instituto se había multiplicado y bajo el mando de una superiora general, como se ha hecho hasta ahora, para que la Congregación tenga unidad.”Y el cardenal:” Es cosa óptima establecer la Congregación en monarquía, porque de otro modo terminaría en república.”- explicó que no le pertenecía a él incorporar los agregados

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a las Constituciones, porque, teniendo la Congregación varias casas en otras diócesis, se necesitaba la aprobación de la Santa Sede.- Después encomendó a las Superioras que corrigieran a tiempo las faltas y los abusos del personal de las distintas casas, para que, los males iniciales no se agraven.” “ Los males de los religiosos- decía un santo – no son de los pies, mas bien de la cabeza, o sea los desordenes que están en las comunidades, dependen ,en gran parte, de la demasiada benevolencia de quien preside.- Así habló el Cardenal Vicario Mónaco La Valletta.Pareció que el eco de las palabras futuras, en la sala capitular, también después que él se había ido, resonaran, mientras las doce religiosas procedían a la elección de la presidenta del capítulo escogiendo a Madre Bettini.Del 18 al 27 de Octubre, tranquilamente, valoraron los agregados a las Constituciones, discriminando los puntos que habían dado efecto positivo durante la prueba trienal (1877-1880): de los puntos negativos pasaron después a tratar cuestiones pendientes, entre otras, tomaron como primera decisión de retirarse del Conservatorio de la Santísima Concepción. – Resolvieron otros problemas y los días pasaron tranquilos.El 27 de octubre, día destinado a la clausura del Capítulo, el Cardenal Vicario volvió, y en su presencia tuvo lugar la elección de la Madre General: una vez más fue elegida por unanimidad la Madre Bettini.Estos dos capítulos reforzaron la unión entre las religiosas y pusieron en clara evidencia la “necesidad” que la Congregación tenía de Madre Elena: necesidad como guía religiosa, necesidad afectiva de la “ madre” como era ella.

Durante los años 1880 1885, no faltaron otras aflicciones exteriores, y en especial íntimas, del Instituto. La Princesa Jacinta Mássimo, ofreció, en la carretera de la Salaria a un Km de distancia de la homónima Puerta Salaria,” la Villa Gangalandi”, hermosa casa antigua, construida en estilo rústico, porque en aquel tiempo el lugar que hoy día está poblado de casas y calles lujosas, era completamente rural.A pesar de los inconvenientes y la incomodidad de la ubicación o tal vez , propio en razón de esto, la villa fue aceptada y el 17 de Enero de 1881, Madre Elena Bettini acompaño allí como superiora a Sor Maria Catalina Lorio con dos maestras y una hermanita. La casa no tenía ningún confort o comodidad.- La religiosas sufrieron la escasez de todo; después, poco a poco la Providencia envió lo necesario. Fue el inicio de una obra de larga vida. Los niños de los alrededores se juntaron en la casa; antes de esto ellos que vivían a un Kilómetro más o menos de

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distancia de la ciudad más rica de historia en el mundo, no habían tenido una escuela, aunque humilde, en la cual aprender a leer y escribir, por lo menos.La presencia de las religiosas fue de gran ventaja porque ella se acostumbraban a todo. La escuela prosperó durante 50 años; en 1931, la calle Salaria tuvo que ser ampliada y la villa Gangalandi cayó con la demolición.- Las religiosas se trasladaron a una casa amplia, funcional en Monte Sacro, y se encontraron con el pleno crecimiento de aquel barrio de Roma.La nueva escuela se llenó de cien y cien pequeñas vidas en las cuales, las primeras enseñanzas se grabaron como moldes de la Providencia. Si el año 1881 quedó en la historia del Instituto como el año de la calle “Salaria”, el 1882, quedó como el año “ del Jubileo. El primero del Instituto; 8 de Septiembre de 1882. ¡ cincuenta años antes! había tal vez necesidad de refrescar en el corazón de Madre Elena aquel 8 de Septiembre d 1832, en el cual ¿ tres habían tomado el hábito?En la casa del Instituto circuló aire de fiesta: algo como de gratitud ardiente: Dios que había bendecido, sostenido, guiado un grupo pequeñito de aspirantes se había convertido en Congregación, no se había llegado todavía a los números grandes, pero el hábito de la hijas estaba hecho por el crecimiento..... Era fácil prever un incremento cercano y rápido.La “ larga infancia” del Instituto estaba por terminar. Había sido un privilegio poder gozar de la guía de Madre Elena por cuarenta y tres años, y lo será todavía por un decenio más: una guía materna que cargaba con todas las preocupaciones. En 1881 , el estado del Instituto era este:Casa Madre; en Roma calle de Los Carpinteros 58, con 15 religiosas profesas, una novicia y tres postulantes;Casa de Zagarolo, con siete religiosas profesas y una postulanteCasa de Grottaferrata con cuatro profesasCasa de Avezzano con tres profesasCasa en Roma, calle de “Coronari” con ocho profesasCasa de Olevano Romano con tres profesasCasa en Roma en “ Villa Massimo”, fuera de Puerta Salaria con tres profesas y una novicia..Si contamos estas religiosas, vemos que son una cincuenta y estamos todavía en las primeras palabras de un próximo discurso, pero hay algo particular: aquellas primeras palabras son ya un lenguaje definitivo:- La congregación está formada claramente, sólidamente, en cuanto a la formación de las personas: los cuarenta y nueve miembros son otros tantos modelos; otros tantos arquetipos.- La “ larga

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infancia” pasó ya a la adolescencia y ha llegado a una plena y espléndida juventud: y todo está bajo una dirección casi única: la de Elena Bettini. Es ella la fundadora que ha marcado de sí misma al primer núcleo y hasta ahora, toda la futura Congregación: ella, con humilde personalidad, rica y serena. Esto es lo que sienten sus hijas en el primer jubileo, el 8 de Septiembre de 1882.- Alrededor suyo hay solo almas llenas de gratitud; hacia Dios, antes todo; por las muchas gracias concedidas, entre las cuales tiene el primer lugar, el don de esta Madre.Desde las casas llegan las Superioras, y cada una tiene un don para ofrecer, casi en una atmósfera de pesebre; aún más, tienen una palabra que decir, un cariño y una promesa; y en especial, una oración de alabanza a Dios para rezar juntas con la Madre.- Auténtica fiesta familiar. De su parte, el Padre Cacciari se hizo intérprete de esta realidad con una súplica a León XIII en la cual subraya con arte maestra una de las notas sobresaliente: la “romanidad” de la Congregación: “ Por este quincuagésimo aniversario que las Hijas de la Divina Providencia tienen el consuelo de celebrar juntas con su Superiora General, una sobrevivientes de las tres fundadoras del Instituto ya casi cerca a su término, se dirigen confiada a vuestra Santidad para implorar la Apostólica Bendición, antes, para la ya nombrada Madre Fundadora, para cada una de las casa del Instituto, y para cada uno de los miembros de dicho Instituto....... y hablando de la Congregación, la define: “la más humilde, tal vez, que haya surgido en la Historia de la Iglesia de Dios, pero de espíritu, como de origen, verdaderamente romana, pronta a los más duro sacrificio por la gloria de Dios, por la fidelidad a la Santa Sede y por el cuidado espiritual de la infancia, en especial, de las clases más abandonadas”Es una nota importante, porque nos revela la “ romanidad” de la Madre Bettini.Es verdad, Madre Elena es una romana por la sencillez de espíritu y por la fuerza de carácter. Una romana que se asemeja a las heroínas que pertenecen completamente a las Catacumbas. Pertenece a la Roma subterránea, en la cual se congregan todos los voluntarios más pobres, todos los que quieren ser humildes por Cristo, desheredados con Cristo, despreciados y golpeados: Elena Bettini es de este linaje, vive bajo este signo, participa con alma y cuerpo y acción de esta Roma escondida, la Roma que ha dado millares de mártires, los más grandes mártires. En realidad, la vida de Madre Elena ha sido el holocausto de lo que Teresa de Lisieux llama: el martirio del corazón: y la misma santa nos avisa que el martirio del corazón puede valer más que el martirio de sangre.

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Aquel 8 de Septiembre de 1882 es la humilde celebración de todo esto.- Las santas Misas siguen una a otra en la Capilla,¸ la primera la celebra el Capellán, la segunda, el Padre Cacciari la tercera a las 10,30 horas, Don Rafael Sirolli.El día pasa en un intercambio de amor filial, y en la tarde, el Padre Cacciari, comunica la respuesta complacida del Papa a la súplica presentada.- “ El Santo Padre, con toda bondad acogió mi petición y en la misma hoja escribió que concede la Bendición requerida, entre la cuales, que sea también garantía para la aprobación de las Reglas y para el incremento del Instituto; y después de haber dicho esto, el Padre Cacciari prosigue:” Ustedes, hoy día, con santa alegría, celebran el jubileo de la fundación del Instituto y la Fundadora de ello....... porque cuando el Señor permite que una institución religiosa tenga una larga infancia, es señal que la destina a una larga vida y conservando por mucho tiempo a la fundadora, quiere que se forme bien el espíritu y se conserven las tradiciones.- Procuren por lo tanto, hermanas queridas, de consolidarse y perfeccionarse siempre más en el espíritu de vuestro Instituto, que no es ni Inglés ni Francés, sino verdaderamente romano, y como la características romanas son: sinceridad, simplicidad y constancia, así también ustedes sean sencillas, evitando toda afectación y superioridad, y superfluidad; sinceras, sin ir mendigando en forma solapada y afectada la benevolencia de los demás; constantes en el obrar, superando con valor los obstáculos que se interponen a las obras de bien.” Mas tarde, Madre Elena escribe en sus “memorias” que este día será siempre digno de ser recordado por las Hijas de la Divina Providencia; en él está expresado “cuanto de grandioso y de devoto se ha podido usar...........El día terminó completamente bien, y ningún contratiempo lo ha perturbado, y así se pudo comprobar que también al Señor le agradan nuestros inocentes entretenimientos.” Otro acontecimiento, otros episodios durante el año 1883 y 1884: Llegó a Madre Bettini de parte de Luisa Dechement, hermana de un diplomático extranjero en Roma, la petición de un orfelinato que ella tenía en su propia casa: el 9 de Junio de 1883, tres las Hijas de la Divina Providencia, de las cuales , una era hermanita, entraron en la casa y quedaron allí un año. La casa era demasiado estrecha y no habiendo encontrado una más grande, las religiosas lo dejaron el 1° de Septiembre de 1884. – En el mismo año 1884, tuvo lugar otro gran evento de importancia para el Instituto: La construcción de la casa de Grottaferrata.- Este fue el primer edificio que el Instituto pudo levantar con sus ahorros y, como hemos visto ya, bajo varios aspectos, fue de gran porvenir para la Congregación.-

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La satisfacción fue grande y se manifestó en una forma que nos gusta transcribir de las “memorias” de Casa madre, con toda su simplicidad y transparencia, en fecha 20 de Mayo: ..........“Ha sido construida, desde los cimientos, propio para nosotras Hijas de la divina Providencia, y resultó de común satisfacción ......” No nos preocupamos de repetir demasiado, subrayando la cándida altivez y casi el estupor de las “monjitas” las cuales no habían tenido nunca un hogar propio, sino de otros, y que ora de repente se encuentran bajo un techo de su propiedad: ¡Se habían creído destinadas a quedar las eternas desposeídas de todo!… La Providencia había dado una sorpresa a su infancia espiritual; pero he aquí otra hora gris, y toda, propio para Madre Elena: Su hermana María, vivía desde 1874 huésped pensionista del Instituto en la Casa Madre. Había sido para ella, anciana y sola (había nacido en 1805) un alivio grande al ser recibida por la hermana religiosa. Once años serenos, libres de preocupaciones, de contrariedades enervantes e inmune de la soledad; pero lo que más cuenta, tan rico de incentivos, desde el ambiente, para confiar en Dios, para amar a Dios y al prójimo y rezar. Parecía casi imposible o casi absurdo, no santificarse en aquel ambiente que ofrecía todas las posibilidades. Maria Bettini vivía en esta atmósfera y la hizo tesoro. Hacia fines de 1885 estaba delicada de salud: también para ella, estar enferma, como el sufrir en general, había pasado a ser un precioso ejercicio de alabanza al Señor.El 30 de Noviembre se agravó tanto que el médico pensó que no llegaría al día siguiente. Recibió los Sacramentos y superó la noche: en las primeras horas del día siguiente mejoró, pero no se libró de la alternativa de la muerte.“Alcanzó”, es propiamente la palabra, diríamos exacta, la fiesta de la Inmaculada y recibió la Santa Comunión. Todavía dos días, todo de agradecimiento por el gran don: el 10 de Diciembre de 1885, como a las 6,30 volvió al Señor a la edad de ochenta años, siete meses, cinco días.Madre Elena estuvo cerca del lecho y para ella fue un revivir los tiempos en que María, mayor de nueve años, le hacía de mamá y de maestra.....Aquel “ayer” tan lejano, como era presente y querido por las dos almas, entre las cuales el afecto natural había aflorado en acción de alabanza al Señor.

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CAPITULO XV

EL DRAMA DEL TESTACCIO

En 1885 empezó a correr la voz, pero como el susurro de una noticia funesta que nadie se atrevía a denunciar. Después el confesor extraordinario, el Padre Moresca dijo a la Madre Bettini: Es necesario que Usted se preocupe de buscar otra casa, para no quedar sin habitación, “ era el 6 de Junio de 1885.- El drama había sido denunciado.

Cincuenta tres años de vida y de obras en la misma casa, y ahora , tal vez, la fundadora tuvo que pensar que aquella expulsión era aún más dolorosa porque la casa iba a ser destruida. El plan regulador de la capital de Italia era inexorable. Para construir las “grandes calles “Humbertianas”, se tenía que botar los siglos romanos.

Tal vez , se trataba de chozas, es verdad.... pero ¿ con que se sustituían?- Nadie entendía; en Italia, todavía , al inicio de la independencia, las nuevas calles habrían sido demasiado ancha para empequeñecer el pasado y no bastante espaciosas para clasificar la capital de Italia.

A los setenta y un años, cuando en general, llega para todos la hora serena del descanso, Elena Bettini se encontró con tener que buscar una nueva casa para sus hijas y para sí.

En aquella Roma que se encaminaba hacia nuevos horizontes enfáticos y puramente anti-clericales, ¿ habría sido posible encontrar un refugio para veinte monjitas muy pobres y muy fieles al Papa?.- Para Madre Elena se trataba de retomar su dulce y profunda tarea de “confiar en la Providencia”; una prueba más, tal vez más dificultosa: sin dinero suficiente para los nuevos precios, ¿tomar en arriendo?..... ¿Construir?...... Madre Elena pensó en la Providencia, de cualquier forma habría de contestar.Mientras tanto anotó en su diario: “Promesas hechas. Pues el gobierno ha establecido la demolición de esta casa, y por consecuencia hay que buscarse otra, apta para la comunidad. La Madre General, Sor Maria Elena Bettini, además de haber prescrito algunas oraciones en común, ha hecho algunas promesas que todas tendremos que cumplir; una

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visita en común al santísimo Sacramento, cada semana; dar de comer ,cada sábado, a algún pobre. Para comprometer aun más al Señor, para que nos conceda la tan anhelada gracia, se ha hecho, por este fin, un ayuno, una disciplina, y como se ha dicho, varias oraciones”. Los cimientos, por lo tanto, han sido puestos, pero no aquí en la tierra, más bien en el cielo. Mientras tanto, la Providencia ha hablado a través de las circunstancias, insinuando en ellas una idea que poco a poco se hizo levadura. Este cambio tendrás que conducir a un resultado final todavía invisible, propio porque más allá de la curva, encontrar finalmente una casa Madre estable y..... de propiedad.Propiedad.... una palabra que hace latir el corazón a causa de las condiciones económicas: parece una locura.- no importa: al final del programa se perfila, todavía vagante, sin arquitectura ní terreno, sin saber donde ni cuando, una “ Casa Madre” . Por el momento las circunstancias se amontonan: la ampliación, la “gran ampliación de calle de Los Carpinteros que será después calle Arénula” es urgente, la orden de demolición apura: es necesario encontrar una casa provisoria.- He aquí un grupo de figuras en movimiento, gente calificada, muy empeñada, que interrumpe su propio quehacer para darse a la búsqueda, Padre Baravelli, Padre Cacciari, Monseñor Sirolli: este último vence, obteniendo de la princesa Lancellotti la promesa de un departamento en el tercer piso de su palacio, en plaza Lancellotti N° 25: a decir verdad, el arriendo es bastante modesto, ciento sesenta liras mensuales. Todavía una familia religiosa no es como una familia común: se trata de casi veinte y cinco religiosas y en el departamento tienen cupo solo quince .En conjunto, la casa es muy decente, mejor dicho austera, apta por una congregación religiosa,- Pertenece a gente famosa, devota y fiel a la Santa Sede: en otro palacio perteneciente a otra rama de la estirpe Lancellotti, en Plaza Navona, el portón quedará cerrado en señal de duelo desde 1870 hasta el año de la Conciliación....Por lo tanto conviene aceptar, más aún que el agua llega a la garganta: la escuela ha empezado regularmente en calle de los Carpinteros el 4 de Octubre de 1886, pero la Municipalidad apura para que las religiosas desalojen. Todavía Madre Bettini no se decide a dividir la comunidad que es de verdad un corazón y un alma sola. En Plaza Lancellotti, como hemos dicho, hay lugar para poco más de la mitad de las religiosas. ¡Como se muestra llena de humanidad y rica de sentimientos la Madre Bettini,en esta circunstancia también!- Ella, heroína de la Providencia, que para ella misma elegiría el desierto , vive

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la trepidación de sus hijas criadas en un solo ambiente en una sola hermandad.En los primeros días de enero de 1887, no sabe donde llevarlas; la propuesta Lancellotti está todavía en suspenso. Ella escribe a Sor Maria Nicolina Varese, el 5 de Enero: “ Me encuentro muy perdida, a causa de la salida de la casa que tiene que ser a fin de este mes. Yo no me encuentro ní en los cielos ni en la tierra. Recen por esta casa, por cada una de nosotros, para que el Señor nos de la fuerza en esta aflicción. El 10 de Enero, Monseñor Sirollo, párroco se San Salvador en Lauro, en cuya parroquia está situado el palacio Lancellotti, firma por encargo de Madre Bettini, el contrato de arriendo con fecha 10 de Enero de 1887. ¡ Es tiempo ya! El 31 de enero el intendente Rebecchini está obligado ha hablar de desalojo forzoso, para evitar la paralización de los trabajos de la Urbe: Es inútil el hablar, el tener respecto, cuando existen contratos inexorables en las fechas de vencimientos, y grandes firmas constructoras con recíprocas multas, no queda lugar a demoras El 13 de Febrero, de cualquier modo, la Municipalidad se hace un poco amable, ofreciendo quinientos liras como contribución a los gastos de mudanza, con tal que esto se efectúe luego, dentro del mes de Febrero. Subrayamos por un minuto: Las Hijas de la Divina Providencia han educado por cincuenta y cinco años, gratuitamente a centenas y centenas, cada año, de niñas pobres de la Urbe: repetimos: ¡Quinientas Liras! ¡poco más de tres meses de arriendo considerado tan modesto.! Hay que decir que el engrandecimiento de Roma venía ayudado con procedimientos singulares.El desalojo empieza el 21 de Febrero. – En estos días se propaga una alegre noticia: Don Sirolli, bienhechor de tanto mérito, ha sido nombrado Obispo de Sora, y Sezze: A pesar del nuevo y alto cargo, el neo-Obispo se prodiga en ayudar a las religiosas. Los muebles indispensables son llevados al departamento Lancellotti, lo que necesitaban las religiosas trasladadas a otra casa es distribuido donde estas van a alojar: Las quince destinada en Plaza Lancellotti , están ya designada, las otras viene ubicadas en las casa de Grottaferrata y en otras casas.Siete días de caos, carros que van y que vienen, en la semana la mudanza está hecha.Como buen capitán, la Madre Bettini es la última en partir, el 28 de Febrero; los muros pueden derrumbarse, las hijas están todas a salvo, ella pasa, por última vez, la puerta.¡ Adiós casa tan querida! Cuando en una casa se ha sufrido mucho, se ha rezado tanto, cuando en ella se ha ido consumiendo por cincuenta años, el pan cotidiano de la

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gracia y de la caridad, cada pieza adquiere algo de sagrado.- Todo habla de recuerdos, de figuras ya desaparecidas, o pasada a vivir lejos. El pasado se hace presente en forma visible, exacta, por la última vez. Madre Elena ha amado mucho a Dios y a las hijas de los pobres en aquella casa! El 2 de Marzo, en la nueva sede, llega la primera visita. El Padre Pica. El tiene palabras de consuelos y de comprensión para las religiosas todavía afligida por el alejamiento de su casa y por el nuevo ambiente. Y después llega también...... la cuenta de los gastos de mudanza; Madre Elena mira el total: después mira más abajo una palabra que no sabe como explicarse: “Pagado”- El equívoco es aclarado en cuanto ella puede hablar con Monseñor Sirolli, el cual, benéfico, una vez más, se ha preocupado de todo! y las crónicas de casa Madre: ¡Que gran caridad! En cuanto a la visita de Padre Pica escribe: “Nos ha confortado con palabras inspiradas y nos ha dejado un poco consoladas.

Pero.........no hay que perder tiempo; esto tiene un significado preciso: Hay que hacer clases. Para la escuela se necesitaba un local adecuado. Esto lo encontrarán en calle del “Melángolo”, recuerdo ignaciano en el número 8, y luego, después de la Pascua, se abre la nueva escuela bajo la dirección de Sor Maria Gertrudis Carozza, inteligente y firme, coadyuvada por otros cuatro maestras. En el otoño de 1888, esta escuela se abre regularmente y dura hasta Julio de 1889.En cuanto a Madre Elena se diría que ella habría de tener un poco de nostalgia: tentó abrir una vez más una casa en calle de Los Carpinteros, cerca de la primera casa. Pero quien sepa leerlo bien , entiende que esta tentativa va más allá de las románticas nostalgias: la realidad es más profunda.La Madre valora cuanto han perdido las pobres familias de esta calle y del barrio, e intuye con seguridad, su deseo de tener todavía a las religiosas Hijas de la Divina Providencia: quería ayudar aquellas mamas y aquellas hijas; habla con los Padre de la Inmaculada que viven en Santa Maria en Publicolis para obtener algunas salas en su casa: el pedido no tiene éxito.- Todavía, ella alcanza a encontrar un local no lejos de allí en calle de “Los Sediari” ( hoy el actual Corso Renacimiento), Abre una escuela y por razones varias, la establece pronto en Plaza Monte de la Piedad en el número 30.El nuevo centro de actividad didáctica durará varios años. Después de la muerte de la Fundadora estará todavía funcionando.

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Este período está calificado por repetidas búsquedas. Madre Bettini y todas las Hijas de la Divina Providencia no quisieran que su apostolado disminuyera; de verdad se asemejan a una colmena golpeada y dispersada, cuyas abejas buscan afanosamente un nuevo punto de apoyo. Y, en este apuro, la Providencia habla con su voz inconfundible.- Habla, resolviendo poco a poco, los problemas inmediatos y abriendo nuevos horizontes. Es digno de gran atención el desarrollarse de los acontecimientos en este periodo porque es una transparencia admirable: la antorcha de la Providencia arde en ellos, velada por el envoltorio de las condiciones prácticas, hasta la plena revelación luminosa. El cardenal Vicario, Parocchi, propuso a la Madre Bettini una misión sorprendente: el barrio del “Testaccio,” privado hasta ahora de cualquier asistencia civil, moral y religiosa. Hoy día, quien va allí encuentra calles cómodas, grupos de villas por las laderas de las colinas, espléndidas y verdes praderas y árboles frondosos: un lugar de ensueño. Cien años atrás, aquel rincón de Roma era”un impresionante símbolos” de deshechos. Todo de lo que la Urbe se deshacía, basura, deshechos, y gente indeseables, era botado allí ¿Que quiere decir “Monte Testaccio? “Mons Testaceus” hecho de basura amontonada desde milenios: la cosa es tan clara que no se duda en repetirla: ¡ Todo un monte de basura! También esto es una prueba en contra luz, al revés, de la grandeza de Roma y de su historia: Formar una montaña de cachivaches, no es cosa de todas las ciudades! Pero nos permitimos una observación: Testaceus”... la traducción en “Testaccio” espontánea, popular, quiere decir algo con aquel ¡ACCIO” despreciativo final: lo explica todo. .Naturalmente que todo lo que de malo y doloroso tuviera que acaecer un la Urbe, se escondiera propiamente allí, pareciera natural . Basta un solo ejemplo: un cierto día del año, para hacer fiesta y bacanales, el vulgo, tomaba a un “judío” entre lo más ancianos o entre lo más aborrecidos, lo ponía en una cuba y de la cumbre la dejaba caer.....y la cuba rodaba con el judío dentro, por el faldeo, entre risotadas y alborotos interminables.- ¡Muy triste recuerdo!. Para borrarlo, recordamos otro; a inicio del setecientos el Carmelita Angel Paoli, venerado como taumaturgo y santo, y lo era de verdad, el Padre Paoli, del setecientos romano, ideó una empresa piadosa: santificar el “Testaccio” con una gran Cruz plantada en la cumbre.......Acompañados por tres o cuatro hombres de buena voluntad, entre los cuales el Marqués Serlupi, la arrastró hasta la cumbre, la plantó allí sólidamente y el grupo se quedo un buen rato para rezar y

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cantar himnos y salmos en aquella soledad ventilada. En el setecientos el lugar era todavía despoblado: pero en el ochocientos la población creciente, o desalojada, se refugió allí y se acomodó. Todo lo que de la Roma amada, por Humboldt y Ruskin, bajo el azote de la transformación del rey de Italia, se encontraban sin casa y no tenían medios para procurarse otra, decían en el apuro:” Vahémonos al Testaccio”, era su auto-condena, su renuncia a ser como los demás, y con que ánimo vivieran esta situación, es fácil imaginarlo.- El lugar abierto y solitario, se llenó, en especial, de dos categorías sociales: los curtidores de pieles , los cuales podía ejercer allí libremente su trabajo de fétidas exhalaciones y los trabajadores del matadero, o sea los que mataban animales comestibles.- Juntamos estos caracteres, estos elementos distintos y constataremos casi un simbolismo alucinante: están aquí los que ejercían los trabajos más penosos; se daban cita en el lugar oficialmente reconocido, cómo el más inhumano de Roma . Allí cerca, a un paso de ellos, se extendía, solemne, monumental, fastuosa, la Roma de los Príncipes y de los curas. Ellos acomunaban las dos categorías y odiaban profundamente las dos, sin hacer discriminaciones, sin entender nada de sus vecinos; La gente del “Testaccio” los maldecía en conjunto.Tal era en pocas líneas, el ambiente que el Cardenal Parocchi proponía a Madre Bettini, la cual estaba acostumbrada si, a los más pobres y los deseaba ardientemente, pero había escuchado que otras congregaciones habían tentado de establecerse allí y habían sido recibidas a pedradas y obligadas a retirarse.- Las noticias que circulaban de convento en convento, aseguraban estos hechos como seguros. Elena Bettini escuchó, entendió todo, probablemente demoró un poco en la respuesta para tomar bien las medidas, como quien se tira de un trampolín hacia un vacío muy grande; y después contestó:-“Esta es obra para nosotras”. Fue un momento entre los más descollantes de su vidaEs difícil valorar por completo la belleza de estas palabras. Madre Elena se exigía a si misma y exigía a sus hijas, segura de su colaboración y de sus sacrificios. – Propiamente esta entereza es la que se admira primero y basta para dejarnos pensativos; y todavía no es lo más relevante. Existe otro motivo escondido en este enredo de circunstancias y en esta respuesta, y es el tercer grado ignaciano de humildad, vivido íntegro, con el alma y con el cuerpo, con la voluntad y la actuación.- Aquel tercer grado de humildad que hace desear al alma de ser burlada con Cristo burlado, injuriada y crucificada con Cristo injuriado

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y crucificado; esta suma humildad está contenida en las pocas palabras de Madre Bettini, y notémoslo, no solo para ella misma, más bien para toda la comunidad: la Madre, al fin de su vida, en la hora que debería ser para su reposo, se atreva para sí y para sus hijas Lo que Francisco de Sales llama la voluntad, la búsqueda de lo “anonadamiento”, está toda aquí, actuada además, con una simplicidad que alcanza la cumbre; las palabras más insignes dichas por el hombre han sido siempre las más sencillas: La pocas palabras de Madre Elena se graban entre las frases que no mueren.Es el resultado, el resumen de toda una vida, de todo un manojo de vidas; se puede llegar a esta aceptación espontánea y simple, solo después de medio siglo de entrenamiento. Ahora bien, anticipamos una consecuencia: El “Testaccio” no defraudará el heroísmo de Madre Elena y de sus hijas de la Divina Providencia, por el contrario, lo pondrá todo a prueba, lo exigirá y lo disfrutará todo por completo. Pero esto lo veremos en seguida. Lo que sorprende es que, para alcanzar esto” reino de abyecciones” las Hijas de la Divina providencia, deben luchar y pagar, también económicamente, por lo menos en parte, como si se tratara de entrar en la tierra donde mana leche y miel. Tendría que ser acompañada allí con carros dorados, como en un triunfo; nada de todo esto; el estado italiano no da nada. El Cardenal Vicario aconseja presentar una petición al Santo Padre y le dice a Madre Elena que espera el regalo del terreno, esto entraría en el proyecto de la empresa.La Madre hace una visita al lugar con Monseñor Lenti y el hermano de este, el arquitecto Antonio; escogen un buen pedazo de tierra en la mitad, más o menos de la actual calle Galvani” a los pies del monte “Tesaccio”. Esta área debe ser pagada y el Instituto desembolsa veinte mil Liras.

El 25 de abril de 1887 se coloca la primera piedra. Mientras tanto urge abrir en el barrio una escuela. La Comisión Pontificia pagará el arriendo de un local provisorio y mantendrá a las religiosas.- El inicio de la escuela está previsto para el otoño de 1887. Se necesita preparar todo.Tarde el 3 de Junio: Madre Bettini y la Vicaria Sor Maria Querubina Camarata se encuentran en calle “Marmorata” con Monseñor Vice-Gerente, con el Padre Pica y el Marqués Patrizi, para ver el local que la comisión pontificia ha escogido en calle de la “Robia”; lo encuentran idóneo, deciden prepararlo y mandar allí a dos maestras para empezar las clases. En el otoño se dará el inicio de la escuela básica y el asilo infantil. Dos días después, el 5 de Junio,

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el Padre Pica llega con otra propuesta; sería obra de Dios abrir, cerca de la escuela de calle de la “Robbia”, una sala cuna. Madre Elena no tiene claro de que se trata. ¿ Que quiere decir tal expresión? Quiere decir que las pobres mamás del “Testaccio” llevarán allí sus guaguas y serán atendidas, y ellas podrán trabajar, vendrían a nutrirlas en las horas necesarias y después volverán a sus labores. Esto permitirá a ellas un medio más para vivir.- Madre Bettini acepta, después de haber consultado a sus hijas, estas para aprender a cuidar las guaguas, van a la escuela, por algunos días, donde las religiosas de San Vicente de Paul, las cuales, en “Trastevere”( trans-Tiber) dirigen una sala cuna.. El 11 de Junio de 1887, se da inicio a la nueva asistencia y el 17 es la inauguración oficial, con la presencia de Madre Elena y de los miembros de la comisión pontificia. ¿ Por cual inspirada asociación de pensamiento y de sentimiento, Madre Elena piensa poner en una casa cercana el noviciado de sus hijas? El 26 de Julio acompaña allí a la maestra Sor Maria Scolastica Ricci con tres novicias, una de las cuales es Sor Maria Gabriella Moretti, futura General de la Congregación. De este modo las jóvenes podrían alimentarse, a semejanza de los mínimos entre los pequeños, para crecer por el servicio de Dios. Mientras se desarrolla esta actividad variada también, el nuevo edificio crece rápido.El 23 de Septiembre amanece uno de los días más embarazoso para Madre Elena; va a hacer visita a Monseñor Barbiellini y este le avisa que tiene que desembolsar cien mil Liras al empresario Frontini. Madre Elena no ha tenido nunca una suma tal; cuando vuelva a casa y está obligada a decir la cifra que asusta, la crónica anota: “Cosa que nos ha asustado mucho”. Monseñor Sirolli y Monseñor Lenti acuden en su ayuda y obtienen un préstamo al 5% de interés de la Congregación de propaganda Fide, tanto que el 21 de Diciembre de 1887 el Cardenal Parocchi, Monseñor Jacobini secretario de Propaganda Fide y Madre Bettini, firman un convenio complejo,.- Propaganda Fide presta las cien mil Liras y el Vicario de Roma se hace garante y devolverá en 5 años, en cuotas de cinco mil Liras de interés cada año. Madre Bettini recibe la suma y la entrega al empresario, después de haberse comprometido a pagar los intereses “ como Madre General de las religiosas Barnabitas a nombre de todas las distintas casas de dicho Instituto. Para Madre Elena esta carga económica supera las reales posibilidades, y ella resuelve sus propias angustias con un simple gesto: levanta todo el convenio hacia arriba y se lo entrega al Señor.

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Las casas filiales, mientras tanto, se empeñan con valentía, hasta los limites de lo posible, mientras Madre Elena, después de haber “ puesto todo en las manos del Señor, actúa con valentía para buscar ayuda. Un caso particular muy característico: en el año 1888 Roma recibe la visita de Guillermo II Emperador de Alemania, el cual, después de haber visitado a los reyes de Italia, Humberto y Margarita, vuelva a la embajada de Alemania y con su propia carroza y sus caballos, va ha hacer una visita al vaticano en medio de la indignación de los anticlericales enojados.- León XIII lo recibe sentado en su trono: Guillermo viste la uniforme imperial, todo en él parece hecho a propósito para recordar que él es el hombre más poderosos del mundo....... La majestad del papa es bien distinta: una figura blanca, senil, con la cara inclinada, que mira al interior de él, mirada célebre, sobre el visitante. Este , de repente, levanta la mirada de la página, encuentra la mirada de León XIII.........¡ extraño momento!.......el soberano se pierde......... balbucea........ después se recobra y continúa la lectura. El episodio, inadvertido para los demás e inédito, es relevado por un testigo ocular, el Marques Domingo Serlupi, el cual lo ha trasmitido a su familia; esto se ha escapado de la pluma, propiamente porque es inédito y desconocido. Y bien la humilde Madre Elena, en aquella circunstancia, no duda en dirigirse, para pedir ayuda también al Kaiser, el cual en estos días se encuentra en Olevano. La secretaria imperial contesta, manda inspectores para informarse y no conocemos el resultado final, muy probablemente positivo. Los trabajos, mientras tanto, prosiguen rápidamente: el 13 de Enero Monseñor Sirolli celebra la santa Misa en la nueva Capilla que ha sido terminada antes de las demás dependencias del edificio, frente a la querida imagen de la Providencia, trasladada allí desde calle de los Carpinteros: aquella Santa imagen es el precioso “ leit- movit” de la Congregación. En junio de 1889 la casa está terminada; el 6 de este mismo mes tiene lugar la inauguración, con la presencia de muchas Hijas de la Divina Providencia llegadas desde las distintas casa y el 21 de Junio marca el ápice de un extraordinario y vivo gozo íntimo: El Padre Pica coloca el Sacramento Eucarístico en el Tabernáculo de la Capilla. desde ahora en adelante, Jesús será huésped de las Hijas de la Div. Providencia. Casa terminada, hemos dicho.... mas.... ¡en que forma! Ya antes de habitarla, la Madre y sus consejeras se dieron cuenta de muchas cosas particulares: la construcción había sido hecha con apuro, y con excesiva economía. Así en la parte interna del primer piso, faltan las rejas de

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seguridad, y faltan muchos detalles en la cocina. ¡ Pero estas son cosas de poca monta! En seguida, después de la visita del ingeniero Jefe, Aristide Leonari y de Monseñor Folchi, aparecen otros defectos: el ingeniero Scipione Regnoli comprueba que los cimientos han sido hecho a pilares y no unidos, no han sido hechas las bóvedas verdaderas, más se ha hecho un relleno de deshechos y sobre estos han sido hechos los cimientos de cementos.- Mientras tanto, para proveer a algunas partes de la casa, de uso indispensable, las religiosas fueron obligadas a gastar de lo propio, ocho mil Liras. A pesar de las dificultades para juntar esta plata, las religiosas la pagan y al fin pueden disfrutar de la casa. Una gran laguna permanece y es que el segundo piso ha sido fabricado con cielo sin vigas, ni madera y mucho menos bóvedas, más solo con cañas y juncos. Arriba de estos, está el techo. En otra palabra, la forma de construcción del segundo piso es la de las construcciones toscas y singulares del campo.- hay algunas compensaciones; es el aspecto del patio: tiene su dignidad, de entonación romana, con un pórtico interno con pilares macizos y con arcos bien elevados, que resulta, no solo estético, también funcional en los días lluviosos: las niñas podrían respirar el aire sin mojarse. La entrada tiene líneas arquitectónica decorosa, entonadas al secreto del arte de la arquitectura romana: las solemnes dignidad de las líneas.- Por otra parte, el gozo es tan grande que por fin Madre Elena y sus hijas pueden vivir en una casa “construida”, para repetir la cándida expresiones escritas en el registro de la construcción de Olevano, “desde los cimientos al techo, propio para su apostolado”, que el sentimiento en el entrar en ella, es de gran satisfacción real por cuanto humilde sea. Madre Elena y sus hijas, no fundan este gozo en el hecho material de poseer una casa, por el contrario, en ella dan una superioridad indiscutible al porvenir de apostolado que ofrece dicha casa. Estamos al “Testaccio”, en un lugar de misión más o menos integral, y esto significa todo.“ En 1910, cuando Pío IX mandará a Don Orione más allá de Puerta San Juan, en el barrio suburbano de la futura Appia Nueva, en este entonces hecho de chozas y de miseria moral, le dirá:- “ Te envío a la nueva Patagonia: allí falta todo: tu construirá allí una Iglesia....” León XIII habría podido decir lo mismo, y mucho más, a las Hijas de la Divina Providencia, con respecto al Testaccio. La humanidad está presente, pero hay que reconstruirla en el valor religioso; en otras palabras, los bautizados, los hay, ahora hay que formar los cristianos.-

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Madre Bettini se repite a si misma y a sus propias hijas: “Esta es nuestra obra”. Esta palabra las ha dicho en un momento de aceptación, ahora se trata de vivirla minuto a minuto; y bien, mira a su alrededor y en lugar de desanimarse, comprueba un sentimiento de gozo: el más autentico mundo de misión la rodea; Se trata de moverse dentro de él con la facilidad de los santos.Parecía que la Providencia le dijera: “¡Ahora a ti , hija mía!” Las obras se inician de inmediato, aumentan, y todo se ha concentrado en Calle Galvani.La escuela, desde la calle de La Robbia, es trasladada allí, en las salas construidas a propósito, amplias y según las disposiciones modernas. Entre las paredes blancas, en la luz de las grandes ventanas, todas se sienten como revivir: Las maestras, las alumnas, los padres que la visitan. Las inspecciones siguen una tras otras; el vicariato vigila y comprueba por su cuenta, el ministerio Italiano controla cualquier particularidad, aquel doble orden se resuelve en un coro de voces satisfechas; todo anda muy bien en la escuela de calle Galvani. El párroco del Testaccio y sus capellanes, no subestiman de cierto la presencia de religiosas tan valientes: recurren a ella para la ayuda catequística. El primer domingo de Diciembre de 1890, se inicia, por parte de las religiosas, una obra notable; el catecismo a las niñas. Madre Elena se da cuenta que esto, es solo el inicio de una secuencia, la cual se anuncia muy abundante; ella ahora se mete en la asistencia de carácter parroquial, en una parroquia; también ella en su comienzo, se deja arrastrar de buena gana; el servicio a Dios está probablemente allí. En la cuaresma de 1891, del 12 al 14 de marzo, se desarrollan los ejercicios espirituales para las obreras como preparación a la primera Comunión...de los grandes, por cuanto esto podrá resultar. Todos ven la importancia de estas jornadas de oración y meditación: hablar de “Ejercicios espirituales” al Testaccio dos años atrás, habría hecho sonreír las hosterías.......ahora es una realidad eficiente. La asistencia es completa:- Varios sacerdote se dedican a esta, y las religiosas están allí con su presencia también en las horas de las reflexiones. Las actas de Casa Madre comentan:” A gloria de Dios, todo ha resultado bien”.En Junio del 14 en adelante, la misma función religiosa “maciza” en blok para los niños y las niñas, para prepararlos a la Primera Comunión. La Madre Bettini prepara para cada comulgante, como recuerdo cariñoso, una hermosa estampa del Sagrado Corazón.

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El 2 de Agosto se desarrolla otra función religiosa transformadora: Monseñor Berlucca administra la confirmación a las niñas: la humilde, penetrante estrategia misionera de las religiosas está plenamente en acto: ella abarca el sector de calle Galvani; dos brazos invisibles, maternos abrazan al “Testaccio”. En las funciones parroquiales, las religiosas están presente con el canto: es un elemento importante al que el Concilio Vaticano II, le dará tanto valor litúrgico, y en 1890, está todavía en formación y es poco criticado: hay quien lo pone muy poco y quien se excede. Alguien lleva a la Iglesia, durante las sagradas funciones, hasta trozo de obras líricas; otros mantienen solo cantos consagrados desde siglos. Las Hijas de la Divina Providencia, respetan este segundo criterio, y todavía introducen una nota cálida de canto humilde y profundamente religioso en el cual participa de pronto la masa del pueblo. La gente primero escucha, después se hace dueña de las dulces frases melódicas, siguen los temas anunciados por las religiosas, y da gusto, el gozo de hablar a Dios, por primera vez, en aquel rincón de Roma, en la forma más espontánea.. Esta obra de apostolado de las religiosas impresiona más allá del barrio: tenemos una prueba de esto en la invitación que el Padre Párroco de la Basílica de San Pablo, una de las cuatro grandes de Roma, hace a ellas. O sea pide que desde el 1° de Noviembre de 1890, la enseñanza dominical de la doctrina cristiana, sea impartida por las Hijas de la Divina Providencia.

Para nuestras religiosas, ¡debe haber sido una conmoción profunda enseñar catecismo dentro de la mejestuosa Basílica Paulina!- de calle de Los Carpintero a una de las más grandes Basílica de la Urbe....... La Providencia tiene sus caminos.Ellas desarrollan, en fin, la enseñanza y sus consecuencias. Por ejemplo, instituyen en los barrios circundantes, la congregación de “ las Hijas de Maria. – Generalmente, en los cuentos y en los romances admiramos aquel elemento particular de los escritores que se llama la “Fantasía Constructiva”, Se trata de crear cuentos que estén bien de acuerdo con la semejanza real y con la solidez de la estructura inventiva.- Y bien, también la caridad tiene su genio inventivo, que es una intuición de amor; con la diferencia que no se trata de un cuento, más bien de realidad. Ella sabe aprovechar y escoger las necesidades más verdaderas del pueblo de Dios, y no solo en el campo espiritual, también en el campo material, siempre con mira a las finalidades superiores. Cuantas veces y en cuantas circunstancias, las hija de la Divina Providencia, han dado muestra de esta

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facultad inventiva y la han recibido de parte de otros y la han actuado.- ¡ Hay que decir que el Testaccio de 1890 ha sido un lugar bien estimulante para una tal actitud!El 28 de Diciembre de 1889 se presentaron dos Señoras a la Madre Bettini. Miramos la fecha: La Hijas de la Divina Providencia, hace pocos meses que están viviendo en la nueva casa a la cual todavía le faltan las terminaciones.... Las dos Señoras proponen una empresa completamente nueva para las maestra de calle De Los Carpinteros, y la proponen no por iniciativa propia, más bien por sugerencia de algún Señores del “Círculo “San Pedro”: se trata de una “pensión económica.” ¿ que cosa es una pensión económica?Que cosa es, es fácil imaginarlo a grandes rasgos, pero como puede ser dispuesta, actuada, esto es otro punto. Hay que ser entendido y no enseñado, por cincuenta y siete años haber educado a las niñas pobres, para saber cocinar, lavar, calcular saber vivir etc...Y bien , Madre Bettini dice de inmediato que si. No se ponen trabas. Hay en Roma un complejo de cocinas económicas de las cuales es presidente un óptimo hombre: el Señor Massimini. Este llega el 16 de enero de 1890 a calle Galvani, explica todo a Madre Bettini y a las Madres Asistentes y propone condiciones precisas: en esta misma reunión se toman acuerdos decisivos:.- Como local se escoge una casa cercana a la sala cuna en Calle Aldo Manuzio 40: Calle Lucas de La Robbia, calle Aldo Manuzio..¡ Es curioso este despliegue de nombres pertenecientes a la cultura más noble, propio para las calles en construcción del Testaccio.

El 1° de Febero de 1890 llega la primera partida de los víveres. Para atender la cocina viene destinada Sor Maria Bocci, Sor Maria Costanza Pollini y una mujer remunerada por las religiosas. El 2 de Febrero, fiesta de la Candelaria, llega el gran momento: la inauguración del local. Sor Maria Bocci con la colaboradora laica, están allí desde la mañana temprano, después de la primera Misa: a las 11 llega Sor Maria Costanza Pollini acompañada de Madre Bettini y Sor Maria Gertrudis Carozza, para dar mayor realce a la obra de caridad. A aquel primer almuerzo, servido por las religiosas en las mesas bien preparadas con decoro, participan alegres y con un significado bien preciso, Monseñor Folchi y muchas señoras del Circulo “San Pedro” La obra se ha abierto a los pobladores del Testaccio. ¿Se acercarán? ¿ Aprovecharán la oportunidad que se le brinda?

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Los grupos de los organizadores, los fundadores, los ejecutores, religiosas y laicos, están probablemente, con el alma en suspenso.Y bien, la respuesta de los pobladores es más inmediata que gradual: el pueblo, con el instinto que lo guía, muchas veces, a valorar las obras que son instituidas verdaderamente para él, participa rápidamente; los más curiosos entran primeros, prueban, saborean, pagan muy poco y vuelven entre callejuelas y plazas a contar maravillas; ¡Todo muy rico y casi regalado..! Una noticia como esta mueve la multitud:A los trabajadores del Testaccio , le pagan más o menos 90 centésimas al día, y en la pensión de “Aldo Manucio”, reconocen la Providencia, y de inmediato se hacen “Habitués” Hombres, que hasta entonces, no se habían quitado el hambre, para dejar con que comer a sus familias, y familias que hasta entonces habían hecho más que milagros económicos para no hacer sufrir hambre a los niños, están felices de esta posibilidad que parece cuento de algunas fábulas. En verdad, el bien material, y a través de la beneficencia, concreta el bien espiritual que alcanza a producir aquella humilde pensión económica, es superior a toda esperanza.Se verifican episodios característicos con una pizca de humor, más que pasan a tener valor emblemático: nos explican mejor de cualquier discurso la eficacia caritativa de la iniciativa de la cual estamos hablando.- Hay un cierto Vinci, jefe socialista del barrio y dueño de una cantina en Plaza “Mastrogiorgio” que se ha transformado en un centro de apostolado al revés, porque el Vinci pone todo su ardor para alejar sus clientes de la iglesia y de los Sacramentos. Quien lo escucha, empieza a....comer gratis; el dueño de la cantina, le ofrece, sin pago, las comidas condimentadas con elocuencia anticlerical.Ahora, un buen día, cerca de la misma Plaza, “Mastrogiorgio” nuestro Vinci, ve aparecer el más temible concurrente: la pensión económica gestada por la Hijas de la Divina Providencia, comedor popular en el cual se participa con solo dos centavos, y se come en salas amplias, bien aireadas, después de haberse persignado con una buena señal de cruz, sentados alrededor de mesas bien preparadas, mientras las religiosas con las más serviciales y juiciosas de sus alumnas, se dan quehacer para servir. Los más pobres no tienen que pagar nada, comerán por pura Providencia, y además serán servidos antes que los demás. Royéndole la rabia, el Vinci ve la fila aumentar frente a la puerta de la pensión económica y días tras días también sus fieles socialistas pasan al otro lado. Se inquieta, corre a los remedios, todo es inútil; la pensión económica es una

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institución demasiado oportuna y demasiado necesaria para pensar en poder destruirla. Además la gente del “Testaccio” empieza a encariñarse con las religiosas que sirven sonrientes, sin ganar un peso para ellas, sin revancha y sin maldecir. La conclusión de la historia es que el Vinci, deja de dar comida gratis a los come curas como él, que la pensión económica y la cantina socialista conviven pacíficamente y que las dos hijas de este mesonero del Testaccio van a la escuela de las hijas de la Divina Providencia. El 7 de mayo de 1889 Madre Bettini va a hacer visita al Cardenal Vicario para aclarar algunos detalles de la construcción. Terminada la conversación, el Cardenal dice a la Madre Bettini que pasara donde Monseñor Barbiellini, el cual le dice: - Madre, se necesita hacer una obra de caridad: Las Canosianas no tienen casa porque donde ellas vivían están sacando el techo, pido a Usted de recibirlas en dos piezas de su nueva casa, por algunos meses -. Madre Elena no piensa en negarse; Monseñor agrega que ya ha hecho abrir una puerta en la casa que servirá como entrada y salida para las huéspedes, y Madre Bettini acepta esta intromisión causada por la urgencia. Pero sucede un inconveniente: Monseñor ha dado la orden a los obreros sin que sepan nada las Hijas de la Divina Providencia, las cuales viven ya en la casa de calle Galvani. Por consiguiente, las ignorantes del acuerdo hecho, hacen suspender los trabajos. El 12 de Mayo, Monseñor Barbiellini se traslada al lugar y repite la orden de abrir una puerta, declarando estar de acuerdo con la Madre General, Sor Maria Querubina Camarata objeta: “creíamos que se trataba de dos piezas en el piso inferior y no en el primer piso”. Monseñor insiste sobre lo que ha escogido y ningún argumento lo hace cambiar, es necesario someterse.Sor Maria Querubina está preocupada y pide por lo menos un escrito que atestigüe que será por pocos meses; él dice que no puede dárselo. En realidad, la hijas de la Divina Providencia son felices de ayudar a las Canosianas; pero un interrogante se delinea para la casa de calle Galvani desde ahora en adelante.- ¿Cuanto durará y que valor tendrá la presencia en la casa de un instituto religioso con caracteres precisos y valores espirituales propios?Circula un presentimiento: Las Canosianas no podrán volver a su antigua casa; por otra parte, encontrar una nueva es muy difícil y las Hijas de la Divina Providencia sabían bien algo de esto.A pesar de las previsiones, Madre Bettini da el ejemplo, y las hijas la siguen,- de una perfecta dulzura y amabilidad y comprensión fraterna.

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Nosotros miramos un poco hacia el futuro: ante todo Monseñor Barbiellini construirá en el terreno mismo de las Hijas de la Divina Providencia, toda una ala al septentrión por un gasto de cincueta y dos mil liras que le habían entregado las Canosianas. Por otra parte está claro que Monseñor Barbiellini actúa de buena fe: construye en el terreno perteneciente a las Hijas de la Divina providencia, sin considerar que con esto el edificio será de propiedad de estas. Es fabricado con dinero de las Canosianas.Por parte de Monseñor Barbiellini y de las Canosianas mismas, todo en un precioso y raro acto de confianza hacia las Hijas de la Divina Providencia, la cuales lo aprecian grandemente..Es verdad, hubieran querido disfrutar de la casa que la Providencia le había donado después de medio siglos y más sin poseer nada, y a costa, decirlo bien, de sacrificios “históricos”, hubieran deseado una plena libertad de apostolado...... ¿ Que sucede en cambio? Dos comunidades diferentes y a la vez similares por finalidad, inspiración y reglas, conviven separadas por una simple y pequeña señal: una reja de hierro alta poco más de un metro divide en dos el patio de la casa. He aquí un pequeño detalle: el 7 de Noviembre de 1889 Sor Maria Gertrudis Carozza y Sor Maria Escolastica Ricci, van, por encargo de la Madre General donde el Cardenal Vicario, para que nombre el “diputado” o sea, un superior del Instituto y se aprovechan de la ocasión para presentar una petición: Las Canosianas ocupan la sala destinada a Capilla, en el primer piso y sería bueno que la devolvieran. Y el cardenal: - No me toquen estos argumentos: yo estoy entre dos fuegos”.- Convivencia, por lo tanto, fijada a tiempo indefinido. ¿ Cuanto duraran los pocos meses previstos? ¡Dieciséis años! Solo en 1905, once años después de la muerte de Madre Bettini, las Canosianas dejaron el Testaccio y se trasladaron al punto opuesto de la ciudad, en calle “Salaria” adquiriendo allí una casa por doscientas mil Liras.Habrá un acuerdo entre la Superiora General de las Hijas de la Divina Providencia, Madre Pacifica Berrettini, y la de las Canosiana, Madre Dones: La primera pagará a la segunda cincuenta y dos mil Liras gastadas en la construcción de calle Galvani y tomará posesión de esta casa.1889-1905: estas fechas nos hacen reflexionar: serán dieciséis años de buenas relaciones, de hermandad, de amistad: todas cosas muy bonitas y explicables por parte de las Canosianas, y por el contrario, heroicas, por parte de las Hijas de la Divina Providencia.Madre Bettini, cerrará los ojos sabiendo que la hospitalidad de las canosianas durará todavía para largo tiempo........y morirá bendiciéndolas.

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qCAPITULO XVIII

RETRATO 1890

Elena Bettini, anciana, un poco cansada, está todavía en la plenitud de sus actividades: de madre y de superiora.Pronto ella misma sentirá la necesidad de alejarse de sus demasiadas tareas, para que las hijas puedan tener una Madre más joven y para “prepararse” a bien morir. Pero en este momento parece todavía que la comunidad no puede hacer nada sin ella; hay como una identificación entre la Congregación y la Fundadora; es una hora de plenitud, en la cual la personalidad y la espiritualidad de Madre Elena ha alcanzado una alta expresión y una madurez irrevocable; una hora meridiana, también, si la larga jornada de la Madre llega al ocaso. La hemos seguido por muchos caminos, hemos contado su historia, continuamente en suspenso entre aventuras y notoriedad: Madre Bettini pasó en medio de los acontecimientos como si no hubiera sido ella la protagonista; acostumbrada a hablar poco, a escribir menos, a borrarse hasta de las crónicas de quien cuenta las vivencias del Instituto, concentrando, ojala, la atención sobre otra persona, como Sor Maria Teresa Traversi, o Sor Maria Gertrudis Carozza,- la hemos sorprendido en un continuo acto de anonadamiento.Todavía es la de siempre: la cara queda hermosa a pesar de la edad que ha alterado un poco el óvalo de su rostro, encerrado entre los pliegues del velo negro; como compensación, la expresión se ha hecho más atrayente por una transparencia interior. Madre de tantas hijas, todavía es un poco reservada y un poco lacónica, no tiene expresiones de exuberancia, sino un hablar “dulce” y simple que arrasa murallas de silencio y prejuicios de desconfianza: su tranquila voz, de acento romano, envuelve al interlocutor en un halo de bondad y sencillez. Su retrato, exteriormente, no tiene nada de prestigioso, pero atrae por un secreto que viene de su corazón: quien habla con madre Bettini, cualquiera que sea, alumnas o religiosa, o una de las tantas pobres con las cuales siempre está en contacto allí al

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“Testaccio”, se siente querido por esta mujer que no es expansiva, y todavía rica en reservas de profunda ternura.. No se puede estar cerca de la Madre Bettini sin sentirse como su predilecto; su primogénito, por la confianza que se recibe de ella, y también los más pequeños, por aquel modo suyo de bajarse con trepidación sobre las necesidades, la miseria y dificultades: Parece que Elena multiplique hasta el infinito su capacidad de amar más, como si no existiera la escasez de lo cotidiano, y no hubiera en cada encuentro una parte de sombra. Es un secreto que se renueva en ella, rejuvenece mientras todo lo demás envejece y siente el peso de los años. En su estilo de simple dulzura, queda una nota que ha impactado a los que le están cerca como a los lejanos; es un valor de continuidad y rectitud que acompaña cada acción y presencia de Elena. Exacta, leal, hasta el escrúpulo en materia de justicia, Madre Elena lleva aquel su modo de ser en medio de las tareas comunes como en los pequeños contratiempos de la convivencia; pero, ante todo, lo renueva frente a los empeños que vienen tomados en las grandes fiestas de un acto de amor, y puede pasar a ser, después, en las horas oscuras, áridas y pesada como la piedra de levantar. Mas de una vez, en las páginas de su diario escritas por ella, encontramos un propósito:” reforma de vida, no solo cristiana, sino verdaderamente religiosa en la exacta observancia de los preceptos de Dios y de la Iglesia y de los consejos evangélicos, no menos de la exacta observancia de mi Reglas” Esta religiosa, fiel a su promesa nupcial, es después la madre imparcial, que sabe reprender en el momento oportuno, y después, de pronto, consolar: “ justa, con respecto a sus hijas, pero sin legalidades y con toda la maleabilidad del afecto.- Es la mujer pobre que sabe agradecer también después de decenas de años a quien, una vez, le ha hecho algún bien; es la dueña de la casa endeudada que hace malabares para pagar panaderos y verduleros, dispuestos todavía a darle crédito, o directamente a darle una limosna: es la superiora que se enferma de pena por una sospecha de haber faltado, vendiendo los modestos bonos, cuando el Instituto casi se ahogaba en las deudas.- Y todo esto, sin aquella hombría del ochocientos fundada sobre un descarado punto de honor: no, la rectitud de Madre Bettini procede de una fuente más profunda.- Las palabras francas brotan del silencio mismo sobre cada manifestación de la falsedad: Elena Bettini es toda una“ verdadera mujer.” ¡ Era una gran mujer! era intachable, era humilde, era un alma interior”, exclamará el Cardenal Parocchi a la noticia de su muerte.- Estos adjetivos se agregan a los demás con los cuales decenas de años antes, el Padre Manini

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describía a su hija que había pasado por un especial acontecimiento de la Providencia, a ser Superiora del Instituto. Los adjetivos del Padre Manini expresan en especial las cualidades de gobierno, que casi inesperadamente se habían formado en la personalidad modesta y delicada de Elena; pero las tres principales del Cardenal la bosquejan por entero: describen su modo de ser que parece un esconderse, pero sin esfuerzo ni artificio, dando lugar a la verdad interior que hace simple y compacta su obra. Aquella obra es un punto de llegada, así como de la personalidad de la anciana Madre Bettini, captamos un valor de consumación.- Nos preguntamos:- ¿cuales han sido las líneas fundamentales por las cuales Elena ha caminado hacia la madurez humana y la meridiana de espiritualidad? – Delineando el último retrato de ella, volveremos al pasado en una tentativa de recopilación y de profundización. En la juventud y en la primera madurez, Elena ha sido como empujada por la pasión del absoluto que la orientaba a practicar el don de la abnegación en medida heroica. Sabemos con que contraseñas de miseria y de dificultades haya surgido el Instituto de la Divina Providencia: pero si creyéramos que Elena estuviera satisfecha del largo y sobrenatural equilibrio que había alcanzado, olvidando en conjunto las exigencias del yo, nos equivocaríamos: todo parece poco a esta maestra tendiente- según el “magis” ignaciano- a “amar” y seguir siempre “más” al Señor.Hojeado su escueto diario de vida, encontramos frases como esta:- “Hacer fruto digno de penitencia, consistente en un renegar en todo su propia voluntad, las comodidades y las satisfacciones también lícitas, tomando además la molestia de la vida en penitencia de los pecados”............El propósito tiene una finalidad que nos deja pensar: Elena lo ha formulado en 1854, cuando su vida de superiora estaba angustiada por dificultades que amenazaban, todavía, de hacer hundir todo, cuando su misma vida interior conocía sombras de angustia referente al tema de su propia vocación y hasta a su salvación eterna. A todo esto, Elena reacciona sumergiéndose más a fondo, en el don de si misma, con la renuncia a su “voluntad”, a sus comodidades, a las satisfacciones también lícitas”: y ciertas renuncias no se improvisan; es posible formularlas tan explícitamente solo cuando el alma vive ya desde tiempo a esta altura, y en el despego sabe que encontrará su gozo y su dulce identificación. Sin saberlo, ,Elena, instintivamente fiel a los valores ancestrales, hacía suya la lección que hace tres siglos antes, el fundador de los Barnabitas, San Antonio Maria Zaccaria, había dirigido a dos esposos en su inimitable estilo, todo sorpresa y sin táctica y fuego

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espiritual, convidándolos no a caminar, sino a correr en el camino de la perfección cristiana: hemos leído la carta N° XX, leeremos ahora la carta escrita a Guastalla el 20 de Junio de 1539, dirigida a Messer Bernardo Omodei y Madonna Laura Rossi: “ habiendo recibido una de V.C contestaré, o mejor hablaré junto a Ustedes y a la cordialisima “Madonna” Laura que entregada a Cristo, deseo que vosotros no caigáis en la tibieza, sino que crezcáis continuamente; porque, si por causalidad os dejáis llevar de la tibieza, no llegaréis a ser espirituales, más seréis más bien carnales, y para mejor expresarlo, os convertiréis pronto más fariseos que cristianos y espirituales...........................El fariseo...., o mejor dicho el tibio, corta de si mismo lo grueso y se queda con lo flaco; deja las cosas ilícita, pero quiere todas las cosas lícitas; refrena la sensualidad en el obrar, pero le gusta la sensualidad en el mirar; así quiere el bien, pero no quiere todo el bien; así se refrena en parte, pero no quiere refrenarse en todo; y no deja de repente o en poco tiempo, sino tampoco quiere en más veces y en largo tiempo. Pero el que quiere volverse espiritual hace lo contrario, porque empieza a cortar de lo propio: y cuando un día ha quitado una cosa, al otro día se quita otra, y así va perseverando hasta que haya quitado de sí la piel y la carne....... No penséis que el amor que os tengo, ni lo bueno que está en vosotros, puedan hacer que yo desee que seáis pequeños santos. Querría que estéis dispuestos, si queréis, llegar a grandes santos, de modo que queráis crecer y devolver más bellos aquellos dones y gracias a Cristo Crucificado, del cual las obtendréis. Yo, por la ternura, el afecto y el amor que os tengo, os ruego que queráis estar contentos en complacerme en esto.........confiando que queréis ser fieles a Cristo Crucificado, os escribo esto, no con la pluma, sino con el corazón, mientras os ruego que reflexionéis ésta y la leáis a menudo, si os tenéis a bien, cada semana, y os prometo, si lo estimáis a bien, que sin otro libro que esto, el cual si lo ponéis en practica junto con el libro de la dulce memoria de la Cruz de Cristo, os conducirá a gran perfección. Elena, hija de los Barnabitas, ha guiado su propia juventud según aquel mismo arroyo de entrega, en el cual reside el secreto de una santidad no “ pequeña” pero si magnánima y verdadera, la urgencia de un amor sin compromiso ha vuelto a comparar sus propias jornadas con el ideal de entrega siempre más claro en ella, y le pareció que aquella sus jornadas no fueran bastante llenas de Dios: a veces ha deseado una Orden más austera, más penitente, más sacrificada, reencontrando después la paz en el descubrimiento en el camino interiores de santificación ofrecida a las hijas de la Divina Providencia.

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“El Señor me confirma siempre más en la voluntad de no ofenderlo más y de practicar las virtudes cristianas y religiosas con perseverancia. La meditación del infierno me estimula siempre más, especialmente en aquello dos puntos: de no tener más a Dios como Padre, sino como juez y de estar obligada a odiarlo.......... Antes la dificultad de decidirme, me pareciera que viniera del estado de una vida demasiado cómoda que había tomado y que, para ayudar a decidirme necesitaría un estado de vida más austero; ahora este obstáculo, Dios me lo ha hecho superar porque me ha demostrado que también en este estado tengo toda las oportunidades para santificarme a mi misma y ayudar a las demás en hacer lo mismo y me encuentro contenta” (1854) El largo sufrimiento de Elena sostenido por el desdoblamiento entre su vocación propuesta por el Padre Manini y aquella esbozada por el Padre Capelli, hunde sus raíces en la tensión personal, secreta, sufrida, de su espíritu. Elena es una apremiada por el amor, una perseguida por Dios: aquellas líneas suyas sin adornos, escritas en un estilo pobre y con muchos detalles de gramáticas, sin entonación afectiva o poética, tienen en realidad la potencia de algunos gemidos de los místicos; en algunos momentos, que han sido tal vez, largos años, Elena nos parece semejante a la esposa que busca su amado en la noche oscura y no sabe donde establecer con él su morada.Notamos algunos acentos fuerte de sus páginas: el propósito de despego, Elena lo vive en una perspectiva de “penitencia”, el renovado empeño de santificación brota de la meditación del infierno; no porque predomina en ella la nota del miedo ( al contrario, el infierno para ella es la rotura de la unión filial , la imposibilidad de amar a Dios) más porque Elena Bettini encarne realmente aquella estupenda noción bíblica que se llama “ temor de Dios”. En toda su vida Elena, ha custodiado profundamente el sentido de la santidad de Dios; es una enamorada de aquella santidad; el interrogante acerca de la propia salvación eterna, el inexhausto deseo de corresponder a las exigencias de una vocación, no son más que el reflejo de un amor reverente, casi tembloroso,” religioso” que encuentra su expresión privilegiada en la adoración eucarística, en la actividad penitencial, en el empeño de reparación. Los testimonios nos hablan de una Madre Bettini que se sobresalta al eco de la blasfemia y chistes antirreligiosos en la Roma laica y un poco maldiciente, nacida después de 1870, y empeña su comunidad en actos solemnes de religión y de amor; a sus hijas trasmite así su amor ardiente: “reparar”.

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La conciencia de Elena es aquel vaso de agua límpida, pero llena de pulvísculos que se levanta hacia el sol, del cual habla Teresa de Avila: ella vive en la presencia de Dios con su sed de “ Justicia” con su entereza de creyente, deseando darle lo que es de El, o sea, la adoración, la nada que ella es, el todo lo que crea en ella cotidianamente el amor, la pureza de un corazón transformado, solo en “si” a la divina vocación. Este es el claroscuro en el cual se nos ha mostrado Elena a lo largo de la primera parte de su vicisitud: una inmensa sed de Dios, un enamorado “tremor” del Santo y aún más perfecto equilibrio de actuación y todavía un buscar a tientas el propio carisma de hija de la Divina Providencia, que en realidad ha crecido con ella y se ha perfilado junto con la madurez de ella. Un claroscuro tal de generar momentos de crisis y de ruptura o largos crepúsculos de sufrimientos en la mujer de paz, que ha sido desde el principio y que se ha hecho más profundamente con el pasar de los años, Elena Bettini. La paz se ha recompuesto al rededor de dos líneas que trazan el camino de madurez de Elena; un primado de la interioridad; una caridad vigilante, activa, silenciosa, gracia a la cual ha aprendido a ser como la sal que da sabor perdiéndose y deshaciéndose. Había deseado una regla más “estricta”, un rigor externo mayor para canalizar las propias energías de entrega; había creído que se necesitarían estructuras extraordinarias para expresar el valor de su vocación. Todo esto es como absorbido , reunificado en una mirada en la interioridad de Jesús, la adhesión contemplativa a El se hace más simple, los signos de su misterio de pobreza de anonadamiento y liberación. Elena lo vivía en lo ordinario, en lo común, en lo silencioso del don que se manifiesta, de una maternidad alimentada de pequeñas ocasiones cotidianas, de una providencia que sirve. Se había angustiado tanto en el pasado sobre aquel tema crucial debatido por el Padre Manini ¿“poseer, no poseer? “ ¿cómo valorar el abandono a la Providencia?Ahora, casi, casi, Elena sonreiría de haber sufrido tanto como había sufrido. La humildad de la Cruz de Jesucristo, la invada como una solución suave, incompatible con cualquier cálculo. Lo que todavía se podía expresar en “ cosa” que hacer y no hacer, poco a poco se ha transformado plenamente en materia de relación personal con el Hombre-Dios que cuelga de una cruz; Elena no vive en un mundo de cosas, más en un mundo de signos: ha vuelto a la raíz de la pobreza, contemplando más intensamente al Cristo pobre.- Fuera no cuenta nada, o muy poco, pero las pocas palabras que has dicho juntas con tantos espacios de silencios sobre lo que no es el esencial, sugieren la dirección siempre más

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estables de su empeño espiritual. He aquí el bellísimo encabezamiento de su” testamento a las hijas”: ¿ Que os diré? Os diré solo de imitar, en cuantos nos sea posible, imitar a Cristo mismo, el cual nos dice: “Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón” ........... si seréis mansa y humilde, seréis también caritativas entre vosotras y mantendréis el precepto de Jesucristo, o sea : se amarán una a las otras, porque así El nos manda y porque por esto seremos conocidas como sus discípulas.. Y todavía: “Escuchen a San Pablo que os exhorta a tener los mismos sentimientos de Jesucristo, el cual se anonadó a si mismo, tomó forma de esclavo, se hizo semejante a nosotros y se humilló hasta la muerte de cruz.” Al cristocentrísmo de Elena se une a una entonación mariana, que toma con el tiempo, un realce más claro. En calle de Los Carpinteros, la comunidad ha crecido como a la sombra de la Virgen de la Divina Providencia; A Ella ha sido dedicada la capilla en la primera casa del “Testaccio”. A ella, Elena ha recurrido en las angustias más graves del Instituto, así que esta presencia mariana está incorporada a la historia de las religiosas, la cuales no se llamarían, tal vez, Hijas de la Divina Providencia, si no hubieran puesto su morada en el barrio romano donde la Virgen es venerada bajo este título. Escribe Zundel: “Dios es más mamás que todas las mamás. Dios es infinitamente madre........ Y tal vez, ese es el significado más profundo del culto a la Virgen en la Iglesia de su Hijo: manifestar en ella, como en un sacramento vivo, la ternura materna de Dios”.Elena respira en el “ amor de Dios”; pero hay este otro polo en su piedad; Maria, cálido abrazo de la Providencia en toda la historia de sus hijas. ¿Cuales reflexiones han sugerido a Elena la imagen que arrulla al Niño? – El abandono de Jesús en los brazos de ella, ¿no actúa, tal vez, y no prefigura en realidad y símbolo dulcísimo, el anonadamiento por amor en los brazos del Padre, que es toda la vida del Hijo que es expresión suprema de la Cruz?Elena sabe que a condición de mantener viva la unión a los sentimientos de Jesús y a su Espíritu, no vendrán a faltar en el Instituto los signos visibles de la practica real de la pobreza, y el número de las cosas poseídas no podrá hacer nada.- Mientras tanto, propio de esta contemplación toda existencial del misterio del Señor y de su Madre, ella describe las respuestas que se necesitan para vivir su carisma de Hijas de la Divina Providencia.Se trata de acercarse a lo interior de la pobreza de Jesús: vivir en el espíritu como abandono feliz en los brazos del Padre, también, cuando parecen desaparecer los signos de su providencia y queda el grito: “¿ Por qué me has abandonado?”

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Sumergirse hasta aquella profundidad para conocer mejor la Providencia como misteriosa; la Providencia como abismo: caer en ella a ojo cerrado; a sabiendas de ser recogido por el Amor.Ser hijas de la Divina Providencia significa, escribe el Padre Amedeo Cencini,.......”creer que esta Providencia está continuamente actuando en mi vida.........Dios tiene mi vida en su manos, El crea continuamente mi persona, moldea mi ser y mi existir. Estar seguro que este amor de Dios vence todas las circunstancias adversas de mi vida. Llamarse Hijas de la Divina Providencia quiere decir, desposarse con esta perspectiva de fe y por consiguiente, hacerse portadora de esta verdad, hacerse persona capaces de transmitir el anuncio que Dios es fiel, que es constante en su amor; el anuncio del Dios que sigue manteniendo en sus grandes manos, mi pequeña existencia.” Elena Bettini, después de tantos contratiempos externos e internos, con paz meridiana, encarna exactamente tal confianza, que suena en nuestro mundo obsesionado por el vértigo de la “ Muerte de Dios”, una advertencia y una demostración. Paradoja de la historia escrita por Ella: de esta pequeña hermana que de pocas palabras, llega uno de los llamamientos más graves para el hombre contemporáneo.- hay más. Para llevar el mensaje de la providencia, se necesita, ante todo, adoptar el “ estilo” mismo de la Providencia. Tratamos someramente la zona más íntima y delicada de la espiritualidad de Madre Bettini: no, Elena no nos cuenta nada de su propia oración, pero todo su Evangelio está aquí: viéndola actuar, sabremos un poco como ella ha “ mirado”, comprendido, acogido, hasta dejarse moldear, del actuar de la providencia de Dios.- Hacerse toda para todos. A ningún llamado Elena ha contestado que no. Su línea de fundadora ha sido, se diría, la ausencia de pre-organización: la ductilidad a los días de las ocasiones, a las necesidades, con una única y gran hipoteca: la predilección para “ los más pobres”.- enseñar en la escuela a los más pequeños, pero también distribuir en la plaza la refección. Hacer de mamás para las guaguas, pero también reunir en retiro espiritual a los adultos para ayudarlo a rezar.Tampoco parece empezar con actos de solidaridad social, y se eleva hasta la liberación inventiva de la caridad sobrenatural.- Toda a todos, pero con métodos inconfundibles. La Providencia es la gran silenciosa. Sin más, puede parecer la gran ausente; actúa a escondida, no entendida, y a menudo renegada; no tiene un realce social evidente, no se la puede encontrar fuera de una mirada de fe: La Providencia de Dios es humilde y discreta; “ ama esconderse detrás de los eventos de la vida; es un amor que se esconde, amor silencios y humilde “ que hace contemporáneo a toda la historia el misterio de

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disponibilidad y “ entrega” de la Cruz. ¿ Que os dirá además? Os dirá solo, de imitar en cuanto se pueda, a Jesús mismo, quien nos dice: “ Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”......Elena creía en el pasado que tenía que cumplir, en nombre de la humildad, actuaciones raras; en realidad, solo a ella le ha tocado testimoniar, con la vida, que el amor de Dios se expresa a través de las pequeñas circunstancias de cada día, y la cosas ordinarias y comunes pueden pasar a ser todas un “sacramento” de la Providencia” Hay en el actuar de Madre Bettini, una característica que nos deja pensativos. Todos los santos son para nosotros ejemplos y modelos de vida: pero no todos son imitables en todo su comportamiento, muchas veces profético; su heroísmo, azota a veces, el pobre coraje de quien empieza sinceramente a caminar hacia el Señor. Carismas singulares nos alejan en una luminosa soledad. Pero Elena Bettini, que lleva el mensaje de la Providencia humilde, de la cercanía cotidiana de Dios, entreteje los hilos de la santidad con los más simples hilos de la existencia de todos. En esta profunda humildad y simplicidad alcanzada por ella se expresa ,se consume, la fuerza del empuje que había animado y casi aguijoneado hacia la perfección. Cuanto más quiso gritar el amor de Dios, tanto más lo encarna en el recogimiento y en el silencio.- Si buscamos en la vida de Elena episodios un poco pintorescos, tipo” Florecillas” vivaces, quedaríamos decepcionados. Parece que la narración se deshiciera en nuestras manos; está tan entretejida de cosas comunes, de cosas aparentemente vulgares, pero que, puesta la una al lado de la otra, forman la línea de una vida realmente extraordinaria, realmente “profética” Para dar sentido a cuanto hemos dicho, se necesita ahora ir a buscar a Elena allá, donde vivió, en la casa, en la escuela, por las calles y en especial en el centro de su comunidad, en medio de las obras sociales y de las horas de oración; buscando, no tanto los hecho para contar, cuanto la vida, para entender gestos y costumbres en el espíritu que los ha animados, dulces subterfugios de caridad de revelar, para que lo escondido de esta existencia, se haga también para nosotros, como lo es en realidad, epifanía, transparencia.

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CAPITULO XIX

PINCELADAS

Elena en medio de sus hijas, puntual a los actos comunes, sin nada, ni algo más manifiesto de fervor que la distinga de las demás; en la mañana es la primera en llegar a la capilla, pero se queda fuera de la puerta, esperando, hasta que llegue la comunidad. En la cotidiana regularidad religiosa, encauza un espíritu de oración que transparenta en ella continuamente: “vivía unida a El, parecía siempre absorta en El. Las religiosas atestiguan unánimemente que en el tiempo de la meditación quedaba inmóvil con los ojos bajos; no daba señal de distracción; estaba como transfigurada………………. Una atracción particular tuvo para Jesús Sacramentado; en su presencia estaba inmóvil como estatua”. El espíritu de fe anima continuamente, no solo el ejercicio de la oración, también el trabajo y las relaciones fraternas. Es uno de los puntos que Elena recalca más en las exhortaciones a sus hijas, enseñando a unificar todos los momentos anónimos, las pequeñas ocasiones de gozo o de pena con el vivir todos en la presencia de Dios. “Estimaos las unas a las otras como templo del Espíritu Santo, o mejor tabernáculo viviente donde continuamente vive Jesús....... Todo lo que nosotros vemos, lo ha creado Dios para nuestro bien y provecho........Cualquier cosa, aunque pequeña que hagáis para la niñez, que os sirva como medio para llevarlas a Dios”. Elena Bettini, con su rica interioridad y su atarearse humilde, se coloca en la gran línea de las “contemplativas” en la acción: y hay muchas acciones en la jornada de esta Madre: Hay momentos en los cuales toca a ella enfervorizar a las hijas, animarlas con sus pocas palabras, repitiendo sin fin un “ leit-motiv”. “ Hijas mías, buscad antes todo el reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura. Nosotras tenemos que santificarnos haciendo el bien a la niñez: en lo demás tenemos que abandonarnos en las manos de la Divina Providencia” Es todo un programa de vida, y propio en la sobriedad del pensamiento que se demuestra eficaz y consolador, como un corte hecho a la raíz de tantas

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inquietudes. Hay también el momento en el cual se necesita enderezar, corregir, la energía necesaria para el ejercicio de la autoridad; ha sido una conquista para Madre Elena, la cual escribía en trozos de su diario: “Las dificultades que más tengo al presente, son la obligaciones que me imponen el oficio; y la poca fuerza que siento en el vencer el respecto humano, el hablar cuando se necesite, con claridad, a las hermanas.La tímida Elena ha aprendido desde tiempo a ser firme, en el papel ingrato de la representación, pero nunca se ha desprendido de la dulzura en el trato que cambia diestramente las situaciones difíciles.- Toda su pasión de mamá, Elena la emplea en evitar que interpongan obstáculos entre ella y sus hijas: se da cuenta que una de ellas no ha recibido la corrección con espíritu sereno, o ha sufrido más de lo debido, es ella la primera en ir donde la hija para aclarar la duda. Al llegar la tarde, la religiosa enojada encuentra en su propia celda a la Madre Bettini, que aprovecha de un momento de intimidad, con una elección suave del lugar y de la hora, para que así la hija duerma tranquila.. Se han difundido chismes respecto de algunas superioras, haciéndose necesario el traslado de la religiosa, tal vez, verdaderamente imperfecta; ¿tal vez, solo calumniada?- Elena actuará en forma tal que la autoridad de la Superiora en cuestión no se asemeje a un reparo disciplinario, y quienes saben como están las cosas aprecian su delicadeza. Todas, jóvenes o maduras, fuertes o débiles, han sentido la delicadez de la caridad con la cual Madre Elena ha llegado a ella. Es una caridad con toda la apariencia maternal, y doméstica, que se expresa en las iniciativas de la vida familiar; una hermanita vuelve de la lavandería: Elena no está tranquila hasta que no está segura que se ha quitado la ropa mojada. Una novicia, en la capilla, tiene un mareo, y esto por decir lo menos, la hermana portera se apresura para ofrecerle el brazo, pero Madre Elena se aboca a la tarea, la acompaña a la pieza y la convence a acostarse y de vez en cuando golpea a la puerta con un gentil “Sor............. ¿como se siente?Mínimo detalle, particularidades, las cuales se escaparían a la atención, si no hubieran quedado en la memoria de las que se han sentido envueltas en la delicadeza de la Madre Bettini. La memoria la han guardado como se guarda una chispa de calor; la presencia de la madre queda en cada una de sus hijas, unida a episodios de humildes solicitud, Madre Elena tiene el gozo de dar, aunque sean pequeñas cosas, como solo la fruta y los Kilos de azúcar o de café, de los cuales tiene llenas sus manos cuando sale a visitar las casas de

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la provincia, así que su llegada sabe de verdad a Providencia y por muchos motivos significa fiesta.. Sin contar que, a fuerza de pequeñas atenciones, Madre Bettini alcanza a dejar pasar inadvertidos los sacrificios grandes. Las Hijas de la Divina Providencia, salidas del noviciado, donde duermen en un gran dormitorio, tienen piezas de dos camas: también Madre Bettini duerme por lo tanto, con una compañera de pieza; y bien, si en la comunidad hay una enferma que tiene necesidad de mayor cuidado o molesta a las demás con su insomnio y agitación, Elena la lleva a su propia pieza, transformada casi en forma oficial en enfermería de la casa. Sor Maria Serefina Todini tiene ataque de tos que impide a las hermanas descansar: por seis meses dormirá en la pieza de Madre Bettini.- Sor Maria Teresa Traversi, sufre de una enfermedad peor; se le han formado en varias parte del cuerpo, llagas que a cada movimiento la hacen gritar: Elena la toma consigo y la cura ella sola, aliviándole, por cuanto le es posible, con miles de atenciones, el dolor del cuerpo, entre las cuales vuelan también sus horas de reposo. Más tarde, con Sor Maria Matilde Frattocchi, que tiene una llaga purulenta, pasará lo mismo, y si las demás religiosas protestan viendo las señales de cansancio en el rostro de la Madre, ya no tan joven, responde: “ Sean un poco buenas, no se fijen en estas bagatelas” Con “bagatelas” y con heroísmo” Elena, alcanza a tener en la comunidad un clima que es una obra maestra. Entre todas las preocupaciones de esta fundadora, ninguna es tan apremiante como el ansia de que sus hijas se amen, se compadezcan, se ayuden recíprocamente en unión de paz que es la obra más preciosa y la suprema herencia dejada por Madre Bettini. Su papel de Superiora y de madre, Elena lo ha interpretado en este único sentido: la invitación a la “mutua caridad” toma, además, en los labios de esta enamorada de los “más pobres” un particular tono de paciencia y de misericordia. En cada familia, hay los hijos menos privilegiados, los caracteres menos felices, los cuales hacen sufrir a los demás y sufren a su vez solapadas imaginaciones: y como una comunidad religiosa, no es una comunidad de gente perfecta, también entre las hijas de la Divina Providencia, a menudo, se crean situaciones que ponen a prueba a todas las protagonistas. Y bien, precisamente a estas hijas, menos amables, son a la que Elena protege más y convida expresamente a que la rodeen de amor y atenciones. Esto es lo que escribe a Sor Maria Miguelina Varese nombrada superiora:1.- “ Le entrego esta comunidad; cuídela sin escrúpulos y a las que no pueden comer lo que se da en la comunidad, ayúdelas.

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2.- Usted es la madre de todas, jóvenes o ancianas, y un día tendremos que encontrarnos todas en el cielo.3.- Ámense mutuamente y a las que son más defectuosas y cuesta más en amar, ámelas lo mismo y corríjalas en privado.4.- Ayude a las hermanas en todas sus necesidades, tanto espirituales como materiales, especialmente a las que tengan más defectos. Pero para conocer realmente el cántico de la mutua caridad, realizado por ella y para ver en la invitación a hacerse una para la otra humilde Providencia, lo esencial más fino y profundo de las lecciones de Madre Bettini, se necesita leerlo en el “Testamento” dejado a sus hijas:Elena tiene toda una gama de temas altos que hacen vibrar, pero insiste y recalca sobre aquella nota, sabiendo que la unidad de las hijas entre ellas, no publicada, no divulgada a todo el mundo, unidad íntima y real, es el verdadero signo para ofrecer a las venideras, la levadura de la Iglesia metida en la masa del mundo. Elena entre los pobres. – A los pobres se los encuentra en la casa: son los centenares de niñas en medio de las cuales ha pasado su vida y que forman, la mayor parte de la médula de su jornada religiosa. ¿Que cosa siente la Madre Bettini cuando está rodeada por sus niñas que se asemejan todas, las de Olevano, las de Zagarolo o del Testaccio, con sus necesidades, entre los llantos que parecen imposibles de contener y la sonrisa que brota ante un cariño de la Superiora? Querer a aquellas niñas, no es un lujo, no es solo una inclinación del corazón; “Nosotras tenemos que santificarnos haciendo el bien a la niñez” así Elena repite el empeño, cálido, continuo, central, que permite a las Hijas de la Divina Providencia actuar en su vocación. ¡ Cuanta historia común entre la anciana fundadora y las alumnas de pocos años, que se suceden las unas a las otras como olas a la orilla del mar! La ternura que las pequeñas es como una bonita castaña encerrada en un erizo: aquel erizo, Elena lo ha tenido en sus manos toda la vida, pero he aquí, que ahora ella tiene muy poco tiempo para estar en las salas de clase......., el erizo no punza más. Elena goza cuando puede estar en medio de sus niñas; terminada la mañana las acompaña a la puerta, y con una expresión de felicidad, que las alumnas no olvidarán, sigue su escabullirse por las calles. Parece imposible que las salas hayan retenido por tanto tiempo aquel chisporroteo, aquella dinámica impaciente de piecesitos y de gritos..... Por su parte, las niñas sienten hacia la Madre Bettini una mezcla cariñosa de confianza y de respecto. Una vez sucede un drama: una pequeña que será un día sor

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Eufrasia de Jesús, se ha herido con un cuchillo y con una reacción de gatito salvaje, llora y aprieta el cuchillo y no quiere entregarlo a nadie; se acerca madre Elena, desarma sin dificultad la mano herida, la cura con destreza, mientras la “invalida” contenta, come en abundancia sus propias lágrimas.Son episodios que establecen vínculos de alianza: desde ahora en adelante, la niña caminará detrás de Madre Elena “ como un perrito” y la sigue por toda parte, también en la capilla, donde Elena, le indica, en el silencio fascinante en el cual palpitan las velas, la portezuela del Tabernáculo: “ ¿ves? aquí está Jesús”........ Es un gozo para Elena, preparar a las niñas para la confesión y la comunión; llevarlas delante la estatua de la Virgen, repetir a ella como repite a las religiosas, casi con las mismas palabras, “ seáis buenas, amad a Jesús,” y como le resulta bien: después de tantos años las ex-alumnas de las Hijas de la Divina Providencia recordaran con calor que bajaba dentro, un gran deseos de ser mejores de verdad, y de no desilusionar nunca a aquella catequista extraordinaria, la cual no se limitaba solo en preocuparse de sus alumnas. En varias ocasiones tuvo que limpiar las cabezas de las últimas llegadas, y la Madre General se pone a la obra; lava, peina, arregla los vestidos, y todo esto con una palabra que previene mortificación y dudas en las pequeñas protagonistas: “Hoy día tu mamá, tal vez, no tuvo tiempo de asearte......”Es así como las niñas más pobres del barrio se ven limpias y aseadas: entonces empieza el segundo acto de la Providencia: procurar libros a quienes no pueden comprarlo, agregar algo al canastillo, demasiado pobre, de la colación, regalar un delantal nuevo a quien lo tiene todo remendado y hacerlo en forma tal que las demás alumnas no se den cuenta de estos milagros silencioso, para que no alcancen a identificar en medio de ellas a las niñas pobres. Caridad hecha en casa: caridad a la puerta de la casa: cuantas manos golpean a la puerta de las Hijas de la Divina Providencia: manos que ofrecen ciertos “ tesoros” rechazados por los demás, como por ejemplo, una huerfanita escrofulosa, Julia Marina, tan débil y enfermita, que, declara el farmacéutico, los remedios que toma, pesan más que ella.- Naturalmente es bien recibida, y también ella encuentra su Providencia. Visitadores que solo desean desahogarse un poco como mamá y papá Mercatelli, cuyos negocios andan mal y piden a Elena Bettini oraciones y un poquito de aquel don suyo: la paz en el abandono ilimitado en la Providencia. Visitadores que vienen a protestar y descargar un montón de amarguras, como la mamá de una alumna que, al ver Cristo Crucificado en el relleno de la escalera, estalla en blasfemias; por tres días la Madre Bettini reunirá a la

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comunidad en aquella escalera, delante del mismo Crucifijo, en oración reparadora. Una vez Elena está en la Capilla, reza y llora con tanta tristeza que una religiosa se da cuenta y le pregunta el motivo: “rezo por tal persona” contesta la Madre y no hay necesidad de agregar más: se trata de una persona bien conocida por todos los habitantes del “Testaccio”, hostil a Dios y a la y Iglesia y tan enfermo y casi a punto de morir; naturalmente rehusa los sacramentos; pero dos día después del breve diálogo en la capilla, el lóbrego personaje, cambia de idea, pidió el sacerdote y se fue de la escena del “Testaccio” y del mundo, con tanta paz. “ Testaccio” pequeño mundo pintoresco y violentos, que ha recibido a pedradas a las Hijas de la Divina Providencia, que mandan a la escuela a las propias hijas, y cuando estas salen, las hacen objeto de menosprecios y burlas; tanto que una alumnas enojada cuenta a la Madre Bettini de haber gritado un “accidente “ a los burlones, y se siente reprochada por la Madre que le enseña el contrario, rezar para quien la han insultado; lo que para la acalorada cabecita, tiene que haber sido como algo de lucha revolucionaria. A las Hijas de la Divina Providencia se le recomienda, decimos así, un poco de coraje, para salir de casa, por el riesgo de ser agredidas con piedras o con ofensas; pero hay que salir, para descubrir también el “Testaccio” y los más pobres. La Providencia no espera que los más pobres le golpeen a la puerta: los busca ella primero, es ella que golpea a sus puertas; y en este servicio fundamental pensaba Madre Bettini, cuando dijo a quien le proponía la misión en el “Testaccio”:“ Es una obra para nosotras”......... Aquí los especialistas se multiplican, con un fondo único: la fuerza humilde y victoriosa de la caridad que toma la iniciativa, que desarma los puntos oscuros de la resistencia y no se gloría del propio triunfo, sino que lo esconde y lo cubre de suave discreción. En calle Alexandro Volta, vive un tuberculoso, inscrito en un partido anti-clerical, sin medicamentos, sin plata para comprarlos, sin quien lo visite y le de una limosna. El caso es desesperante, tanto más porque las ideas del enfermo hacen difícil el acercarse; Elena empieza a mandarle pequeños regalos, como por ejemplo, huevos y coñac, por medio de un mediador seguro, y envía al medico de la comunidad a visitarlo, cargando ella con el gasto de los remedios . Cuando al fin, va a su casa, encuentra un pobre hombre sin resistencia, demasiado cansado y demasiado agradecido para rechazar la caridad de aquella presencia: Elena misma prepara al moribundo a recibir los últimos sacramentos.

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Una anciana, cuyo hijo inscrito en una secta subversiva, no quiere que se le acerque un sacerdote, y gracia a la ayuda de Madre Bettini, alcanza a morir con los Sacramentos de la Iglesia.

La alumna Teresa de Santis es testimonio, un día, de una salida misteriosa. Cuando sale de clase, la portera le pregunta la dirección de una cierta anciana de nombre Ursulina y Teresa se ofrece para hacerle de guía; la niña, la portera, la Madre Bettini con un paquete que da la idea de contener ropa, van por las calles del “Testaccio”, con paso furtivo, hasta la choza de Ursulina, la cual está tendida en un desorden de frazadas demasiado viejas y de sabanas que obligan a esperar la lavandera, han cambiado de color. Todo revela el abandono en el cual vive esta pobre y misteriosa Ursulina, madre de un hijo alcoholizado que la tiene completamente abandonada.Del paquete de Madre Bettini salen sabanas nuevas y perfumada de limpieza, fundas, camisas, medias y por último un gorrito blanco, que Madre Elena se lo arregla en la cabeza contemplando satisfecha su propia obra! “¡ Ahora estáis muy bonita”! Por último, para completar la Providencia salen del paquete, también dos bonos de la cocina económica que significan abundancia por algunos días; dichosa y entregada todas las cosas necesarias, la Madre Bettini, se entretiene amablemente para conversar del más y del menos, mientras los recuerdos del pasado brotan de la gran soledad de Ursulina, y Teresa fascinada, asiste a todas la escena que le quedará imborrable en su vida particular, tanto que la contará después de muchos años. ¿Cuantas son las salidas furtivas de Madre Bettini en la topografía de la miseria que en el “Testaccio nadie conoce como las conoce ella?Una vez alguien se da cuenta que Madre Elena tiene una cara distinta de la acostumbrada, marcada por un verdadero dolor: cuando le preguntan que le pasa, contesta con un suspiro que viene del corazón: “¡ Hay tanta miseria y no se alcanza a socorrerla todas”! Dando vuelta por el barrio recogiendo las niñas, se da cuenta de las condiciones en la cuales viven las familias, y alguna veces toma el sentido doloroso de la propia impotencia. ¿Que puede hacer ella, pobre, frente a los pobres? “ Si yo tuviera una sola camisa y viera la necesidad de alguna persona enferma, sería feliz al venderla para ayudarla”......... Esta es su respuesta a lo imposible: pagar de persona, deshacerse también de las cosas personales, y no decir nunca que no, tener pan para todos los pobres que se presentan a pedirlo, reparando con discreción su miseria en forma tal que nadie sepa cuanto ha sido pedido, ni cuanto ha sido dado.

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Mientras tanto, la levadura del amor da su fruto. Hay algo que ha cambiado en el clima del barrio, desde que las Hijas de la Divina Providencia han empezado a darse a conocer. Nada de restante, ningún cambio notorio a la vista, sino señales de un nuevo renacer que no hace más ruido que el crecer de una semilla. Unas setenta niñas, tal vez, más, no bautizadas se acercan a la fuente bautismal; gracia a la acción desarrollada por madre Bettini con los padres, mientras varias parejas en situación irregular celebran su matrimonio frente al altar. He aquí un caso que vale la pena por todos: un papá contrario a los curas, cinco hijos nacido de una unión ilegítima, ninguno de estos bautizados y una mamá que, de acuerdo con Madre Bettini, decide reparar su error: uno por uno los hijos son bautizados a escondida del papá y, al final, hay una once ofrecida por la Señora Mercatalli: rara once en la cual el papá anticlerical ve a su alrededor caras misteriosamente sonrientes y felices, tanto que le da a entender algo: “ ¿Cual es el motivo de esta invitación? “ Es por el bautismo de vuestros hijos” contesta la Señora Mercatalli.A este punto uno esperaría una explosión de cólera: al contrario, el anticlerical se pone colorado, toma una actitud de disculpa, y después confiesa que él tampoco está bautizado y que con gusto recibiría el bautismo. Así cinco hijos acompañan al papá catecúmeno, preparado por Madre Elena, en la Capilla del Instituto, donde él será bautizado y donde se casará con su mujer, empezando una vida nueva, frente el cuadro de la Virgen de la Providencia.

CAPITULO XX EXPLOSION DEL POLVERIN

El 23 de Abril de 1891 los romanos fueron despertados por uno estallido espantoso.- Eran más o menos la siete de la mañana y las calles estaban todavía desiertas. La comunidad estaba reunida en la Capilla de la Providencia, escuchando la Santa Misa. La campanilla acaba de avisar el momento de la consagración y se acercaba el

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momento en el cual las religiosas habrían recibido la Eucaristía, haciendo de si misma un espacio de acogida, en el arca de silencio de la hora matutina.- Estaban por acercarse al altar cuando el arca se quebró de golpe: el ruido tomó como un vértigo la casa de calle Galvani; se prolongó en un sordo rumor de bóvedas y cielos derrumbados y de vidrios quebrados; la catástrofe se consumó en pocos minutos, sin que nadie de los presentes pudiera entender lo que estaba pasando.- En el gran silencio seguido a aquel corto desastre, resonó alta, irreconocible, la voz de Madre Elena: ¡” Hijas mías! Pobres hijas mías!” .La Madre casi octogenaria fue la primera para correr fuera de la capilla, a buscar la escalera sepultada bajo los escombros del cielo caído, por la cantidad que se veían de estos.La evidencia fue terrible: la casa del Calle Galvani, la casa matriz, construidas con sacrificios enormes, estaba casi destruida.- Había explotado el polvorín fuera de “Puerta Portese” dañando toda la zona circundante, pero, tal vez, ninguno fue tan dañado como las Hijas de la Divina Providencia, cuyos arquitectos habían trabajado con economía, poniendo cimientos inadecuados y levantando el último piso sin poner vigas en los cielos. Imposible en el momento indagar las causas y calcular los daños; Elena solo repetía como un estribillo: “¡ Hijas mías! Sabía que las enfermas habían quedado en la enfermería y que muchas celdas habían quedado convertidas en un montón de ruinas.- La vieron que luchaba, indómita, contra aquellos escombros, llamando por su nombres a todas las religiosas que no veía presentes, inútilmente retenida por las que temían que pudiera producirse nuevos daños y buscaban llevar a la Madre fuera del peligro.- Finalmente el panorama se aclaró: El piso superior había quedado casi todo derrumbado, y por lo tanto inhabitable, a excepción de dos pequeñas piezas bajo la terraza.El cielo de la escalera todo en ruina. Los vidrios de las ventanas, todos quebrados, puertas y postigos todos arruinados.El pánico nos tomó a todas en forma tal de perder casi el sano juicio. –Pero la enfermería había quedado sin daños y las religiosas que habían allí estaban salvas. Madre Bettini las alcanzó en medio de la polvareda humeante, las encontró ilesas, las consoló las calmó, se entretuvo con ellas, mientras las demás religiosas, temiendo el peligro, buscaban sacarla de allí. Había vuelto a tomar el mando de la situación con una asombrosa serenidad; sus “pobres hijas” contestaban a la lista, todo lo demás era secundario: fue un “Te Deum” no quejarse, lo que brotó de su alma. Llamar una por una a las religiosas, constatando sus condiciones, acoger en su dormitorio,

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transformado automáticamente en enfermería, a las más necesitadas de asistencia, todo esto fue la primera reacción de Madre Elena; de repente se había movido en ella un mecanismo hecho, a la vez, de extrema energía y total abandono. Aceptaba la tarea inmediata, en el arrojo de su maternidad, confiando el mañana, una vez más a aquella Providencia que trataba a sus hijas con toda confianza.Aquel día y los siguientes, fue un desfile de visitantes en calle Galvani, para pedir noticias, para curiosear, para condolerse y para ofrecer colaboración. Madre Bettini los recibía a todos sonriente: “¿Queréis ver los escombros de la nueva casa? seguían las quejas, las voces de condolencia, a las cuales Elena contestaba pronto con su calma y seguridad: “Que se haga la voluntad de Dios” que, en aquel momento, y en su rostro, no tenía el tono de circunstancia triste. El quebranto del 23 de Abril puso de relieve la nota dominante en el espíritu de Elena; potencia de maternidad y confianza ciega y filial en la guía de Dios.- Quedaba la interrogante: ¿Qué pasará con el peligroso edificio? Había dos religiosas todavía bajo el chok, y sugerían de trasladarlas a calle de Los Coronari” o en “Calle Salaria. Y la Madre le contestaba:” Si, vayan, vayan, yo me quedo: las enfermas no quedaron solas, y fue una verdadera conmoción para aquel grupo de criaturas desorientadas, recogerse en la Capilla del Instituto en un canto solemne de agradecimiento. Para Elena siguieron meses de actividades muy intensas. El 30 de Junio de 1891 fue posible iniciar de nuevo los trabajos de reconstrucción, entregado, esta vez, a un empresario de plena confianza, que dedicó todo el verano para la restauración. Todos se pusieron en movimiento, Madre Bettini, Monseñor Bucci, los varios bienhechores y protectores del Instituto, para buscar subsidios y juntar para el gasto de trece mil Liras que se tuvieron que sacar de la exigua caja de las Hijas de la Divina Providencia.Fue la última gran situación en la cual se manifestó el “espíritu de acción” que había sostenido a Madre Elena Bettini en medio de contratiempos y proyectos con el ritmo perseverante.- ¡ Qué dasafío de los acontecimientos, la ruina del edificio recién construido, que las hijas de la Divina Providencia habían sentido como algo sólido y duradero! Habría sido difícil idear un símbolo más evidente para significar a los ojos de esta familia de nuevo sin techo, el arraigo en Dios solo.Arreglar, reparar; cuantas veces la actividad de Elena había tenido esta contraseña, en las escuelas de Zagarolo y de Olevano, en el Conservatorio de la Concepción o en la pía casa de las Pallottinas.................. Se necesitaba restaurar y las trece mil Liras era necesario inventarlas.- Para Elena Bettini fue la

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última grande prueba y las dificultades materiales tuvieron, por esta mujer cansada y que todavía vivía, tal vez inadvertidamente su propio balance, su propio valor psicológico y espiritual. El 24 de Septiembre de 1891, la comunidad de calle Galvani, volvió a ocupar el piso superior de la casa reconstruida con estructura más sólida y luminosa: murallas, techumbres firmes, tenían el aspecto de durar de verdad. Exactamente, un año más tarde, del 21 al 30 de Septiembre 1982, estaba fijado el cuarto capítulo general de la Congregación. Elena tenía doce meses para reflexionar sobre las cuestiones pendientes del Instituto, y en especial para prepararse al momento temible de la votación en la cual las capitulares la habían reelegido una vez más como Madre General. Este año silencioso, sin acontecimientos, es uno de los periodos en los cuales se querría penetrar en el secreto, para conocer uno de los momentos más delicados de la existencia de Madre Elena.En la vida de cada fundador se repite lo que pasa en la experiencia de la paternidad natural; hay un momento en el cual el hijo crece, se hace maduro y vigoroso, y es el momento en el cual las fuerzas del padre empiezan a declinar. La criatura todavía débil ha sido protegida por la energía y la ternura de una vida gastada por ella: ahora, pasa que, entre los dos, ella sería la más fuerte, mientras nace, pero para el padre o la madre que hasta ahora han ocupado el centro de la escena, el problema es saberse retirar La tercera edad de Elena Bettini tiene una trayectoria inusitada. Nunca la comunidad de las Hijas han deseado dejar de lado a la Madre: la Congregación de “la larga infancia” siente todavía la necesidad de ella, no renuncia a ella, se confía con plena sumisión en las viejas manos expertas, que continúan manejando el timón con una dulce estabilidad. Pero Elena se acerca a los ochenta años y evalúa el camino recorrido al llegar a la meta.Desde mucho tiempo siente el cansancio de los viajes, la imposibilidad de trasladarse con más frecuencia y el empeño de guiar las filas de la unión en toda la Congregación, se ha hecho para ella más difícil. Su andar se ha hecho más lento y en especial la memoria sufre vacíos dolorosos: en fin es toda la persona de la Madre que traiciona el cansancio:- las hijas, intercambiándose por carta, noticias de ella, se repiten unas a otras que la Superiora” no está nada bien”.- Basta un poco de fresco para resucitar una “bronquitis crónica”, más grave en el organismo de una mujer

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que hemos visto sufrir por una siempre latente enfermedad bronquial. Umbrales imperceptibles ,han sido, por lo tanto, sobrepasados uno después de otros. La última empresa, la reconstrucción del “Testaccio” ha sido un “ tou de force” humanamente superior al límite de trabajo y de preocupación que Elena habría tenido que permitirse.Puesta de nuevo en la Casa Madre, ella siente que ha llegado el momento de cantar su “ Nunca Dimittis”..........” El seguir de los acontecimientos ha sido tal que no se puede esconder a la vista de los demás, el conocimiento que Elena lleva en sí, como un fruto bien maduro: la Fundadora de las Hijas de la Divina Providencia, a pesar de su espíritu de acción “ y una disponibilidad indomable, es una mujer gastada y consumida”. Por otra parte, nadie como Elena que siente el instinto materno, puede valorar la vitalidad y los anhelos de desarrollo del Instituto. Lo siente palpitar, advierte su crecimiento; y se encierra en ella una angustia velada y profunda; después de haberlo nutrido de si misma, dándole todo, incluso a si misma, siente y tiene miedo de si, de ser un obstáculo, con su lentitud, para aquel crecimiento Lo ha generado con su propia fuerza vital, todavía tiene que generarlo en su renuncia, con su anonadarse, con el sereno y final sacrificio de sí misma. El realismo humano de Madre Elena se desdobla en una admirable espiral espiritual. Elena Bettini es una señora de la humildad, enraizada y basada, sin doble fondos interiores, en la pequeñez y en el vivir oculto. También es nota esencial de su fisonomía, que se purifica y se actúa, mientras las luces del ocaso deshacen las últimas escorias que se pudieran encontrar en la humanidad de la Madre. En Elena la voz de la humildad tiene una entonación absoluta y dulce: “ No eres digna, no eres capaz, retírate, escóndete........” No hay lugares en el alma donde esto no penetre: Elena Bettini es como una cera moldeada hasta el fondo para recibir el sigilo del “manso y humilde de corazón”. También el sentimiento natural de ocaso y de impotencia es atravesado y hecho permeable, por un valor que tiende a repetir su “kénasi” de amor. ¿No se atrevió ella a exclamar que a causa de sus pecados, sucedió el desastre de Casa Madre?La humildad es como un mar tranquilo en el cual la anciana Superiora pide ya poder naufragar.Hay también otro aspecto que considerar, la última pincelada espiritual que explica este ocaso: Elena sabe que necesita preparase a bien morir: toda su vida ha sido, en realidad, un largo vigilar y sin embargo, la Madre siente hoy en proporción a “aquel temor de Dios” que es la nota alta y

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religiosa de su amor, la exigencia de purificarse en la espera, reexaminar su propia vida, desprenderse de su pasado.- La maternidad ha sido en ella espontaneidad y carisma, plenitud humana y camino de abnegación; Es vínculo potente de Elena con la vida, también si se trata de una vida gastada, “perdida” en la caridad.Madre Elena no puede dejar de ser madre, porque la gracia la hizo tal; pero la parte activa y visible de su trabajo, esta sí, la puede deponer como se depone un ornato que ha dado valor a nuestra existencia, para entregarse, más libre, al dulce despojo final. Hemos visto disolverse sus días, en una vibración apasionada, con los días de la Congregación.- Convencida que haya llegado el tiempo de retirarse, está allí, pronta para vivir de su maternidad, solo el valor íntimo, silencioso, sacrificador; el pajarito, desde tiempo estaba libre de la jaula de su propio interés; cortado, como dice Juan de la Cruz, el último hilo, no le queda sino que levantarse en su vuelo. Elena en vista de la muerte, tiene necesidad de espacio y de libertad, aquella libertad que se conquista a través de la Cruz.- Empieza a “morir” a su propia tarea activa, cuando las circunstancias le indican que toda su labor es prepararse, en especial en su interior, a vivir de la Pascua.- El acercarse a los ochenta años es tal vez una cita que ella se ha dado a si misma ,desde aquel día en el cual, por primera vez buscó en el capítulo, de sustraerse a la reelección. ¿ Que cosa siente su naturaleza cuando poco a poco el espíritu se orienta hacia la renuncia?¿ Cuál ha sido la densidad humana de este año de gobierno y de servicio, que, Elena lo sabe, será el último? ¿Que cosa siente el corazón de carne de Elena Bettini, mientras ella cumple los gestos que repite desde cincuenta años y que no tendrán futuro en su vida? Emerge en este periodo toda la sinceridad de decisión y sentimientos de esta “romana” aunque infinitamente dúctil y sensible. Como siempre, ella calla, se adhiere a lo cotidiano, a los ratos de actividad y de dedicación que continúan en calentar las viejas manos entumecidas. Esta paz, cualquiera que sea el inevitable sufrimiento de la naturaleza, ninguna sombra de amargura, marca su humano empequeñecerse.- En Septiembre de 1892, se encamina con el paso y el rostro de siempre hacia el Capítulo de la Congregación, pronta a decir las palabras claras, a las cuales , las capitulares no podrían, esta vez, contestar que no. En 1886, las asistentes no se esperaban la propuesta hecha por la Madre Bettini, de nombrar una en su lugar como “Madre General”, pero seis años después, aquella

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propuesta no puede llegar imprevista y los corazones están preparados para lo que sucederá. El Capítulo empieza el 21 de Septiembre de 1892: por primera vez , no están los Barnabitas para presidirlo; lo abre el mismo Cardenal Vicario Parocchi, mientras el Obispo Monseñor Sirolli ha sido designado como presidente para las sesiones sucesivas y Monseñor José Bucci como diputado: hay una solemnidad que nace espontánea, frente a la cuales las trece capitulares discuten los problemas del Instituto; la revisión de las Constituciones, las propuesta hechas por el Padre Pica, la invitación para otras fundaciones. El 27 de Septiembre es el día fijado para la elección de la Madre General.Elena esta vez , ha enfrentado una por una a sus hijas, ha repetido a cada una con humildad y firmeza su súplica, se ha arrodillado frente al cardenal Vicario, con los brazos abiertos, deponiendo su cargo y pidiendo perdón. Las electoras, por su parte, están persuadidas que el duro gravamen del superiorato perjudicaría la salud y la vida de su anciana y preciosa Madre. El escrutinio se desarrolló en un clima de conmoción insólita. Por primera vez, Madre Elena Bettini no ha sido reelegida.- Las capitulares han escogido a Sor Maria Querubina Camarata como nueva Madre General. La larga “infancia” del Instituto, verdaderamente está por terminar. Hay quien tiene los ojos húmedos, en la sala capitular, donde un evento pequeño y grande se ha consumado. El cardenal Parocchi toma la palabra y dice, en primer lugar, lo que más convenía escuchar: ¡” Esta elección viene de Dios!” Exhorta a las presentes a comportarse como “buenas hijas” hacia la madre y ayudarla “ con la sumisión, con la obediencia y también con el consejo”, después habla de Madre Bettini: sintetiza en pocas palabras, sus cincuenta años y más de gobierno y emplea palabras que interpretan los sentimientos y las intenciones de las capitulares. “ Después de la Madre General, todas tienen que sentir por ella respeto, sumisión y afecto especial, teniéndola siempre como tierna y afectuosa madre. Elena tiene el rostro sereno, parece casi rejuvenecida, libre. Ninguna tensión revela que le sea duro aceptar en cada cuerda de su humildad, la decisión que supo solicitar ella misma de sus hijas. Buscaba de arrodillarse delante de la nueva General, pero con un abrazo, Sor Maria Querubina se lo impide. El cardenal se acerca a ella; también él, está conmovido frente a aquel rostro sereno y por demás gozoso; ¡ “ Madre Usted no habría visto crecer otra planta a su lado si su fuerzas no se hubieran debilitado!”

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Elena contesta con simplicidad:” Yo estoy muy contenta con esta nueva elección”. Ahora para mi es tiempo de prepararme a bien morir.. A Madre Camarata la he recibido yo cuando era una niña, conoce muy bien el espíritu del Instituto: Dios le infunda su santo espíritu. Me parece de verla todavía niña, brincar por la casa............” En la distribución de los demás cargos, no hay voto para Madre Elena Bettini. Este particular revela hasta que punto las capitulares están en conocimiento de su decaimiento físico y que lugar quieren reservarle: le piden que prolongue esta luz de prestigio moral y de afecto de una misión materna que no puede limitarse dentro de uno u otro cargo de la Congregación. Elena Bettini será desde ahora solo el humilde corazón de la gran familia. Las hijas no quieren su trabajo sino su presencia y alejan de ella, cualquier empeño o trabajo que amenace fatigarla. Así, de repente Elena pasa de ser Madre General y responsable de toda la Congregación ,a una indeterminada vacación de todo, menos de lo que se ve, pero en una perspectiva de superación y de abnegación, más que nunca” al unum necesarium”: el amor.

CAPITULO XXI

“ SOLO POR ESTO ME HE HECHO RELIGIOSA, PARA ALCANZAR AL ESPOSO CELESTIAL”

Los días de Elena Bettini se han hecho improvisamente más largos. Los que los habían llenado hasta ahora, había venido a faltar, dejando descubierta las muchas obras que corren entre los actos comunes de oración, en la convivencia de estas religiosas dedicadas a la vida activa. En la casa de calle “Galvani”, como en las otras casas de

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Roma y de los demás lugares, cada hija de la Divina Providencia se empeña en el propio trabajo: solo la Madre Fundadora no tiene ninguno más. Humanamente sobrevive. Se encuentra en el punto de la curva existencial en el cual los recuerdos se hacen más vivo y reales de las cosas presentes. No está tan enferma para tener que ocupar la enfermería, lo que sería también una misión silenciosa, un “trabajo” pobre de obras, pero precioso a los ojos de Dios y de las hermanas. No, anda por la casa, con su paso más lento, se hace presente en la vida de comunidad, presta su ayuda cuando le es posible y continúa, como ha hecho en toda su vida, en cuidar a las agonizantes. En especial, pasa muchas horas en la capilla: Los años de los cuales estamos hablando, Madre Elena los ha transformado en un prolongado retiro; sus jornadas, antes repartidas entre miles de trabajos, se recogen en un continuo coloquio con Dios. Horas de rendición de cuentas, de revisión, de balance, en las cuales Madre Elena se prolonga pidiendo perdón; horas de paz en las cuales Madre Elena ahonda el silencio del corazón frente al silencio de la Eucaristía; horas de amor, en las cuales Madre Elena levanta hacia Jesús el peso de sus días que se arrastran en pobreza, en el ocaso, después de una vida intensa, llena de gozo y de dramas. Rezar: es esta la nueva tarea de Madre Bettini. Su secreto contemplativo sale luminoso en la humillación de la ancianidad. Rodeada de cariño, pero inevitablemente marginada con respeto de la vida del Instituto, Elena encuentra toda su razón de existir, en la largas visita sin término, frente al Tabernáculo. La unión con Dios que se había manifestado en el actuar por El, se revela en un recogimiento que ocupa todo el vacío y la disponibilidad de los años “inútiles” de Madre Bettini.Delante de Dios, en la Capilla del Instituto creado por ella, Elena se presenta con las manos que considera vacías. Si canta su Magnificat lo hace, en verdad, con alma de pobre. Méritos, obras, como los considera lejano para contarlos y considerarlos, esta Madre que sintiéndose pecadora repite: “Entonces si que el Instituto prosperará, cuando yo haya muerto......! Esta Superiora que años atrás se arrodilló en medio de sus hijas llorando y pidiendo perdón como si su existencia hubiera sido un largo escándalo. Su espíritu se asemeja a un vaso de agua levantado constantemente hacia el sol.- En su humano y espiritual “anonadarse” Elena conoce los recónditos hasta de sus propios ojos, el silencio sobre los resultados obtenidos, y, en el empezar de nuevo cada día, un frescor de primer amor.

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En el año 1877 escribía en su diario: “Confío en la bondad y misericordia de mi Jesús y Dios mío, que quiera ayudarme y aceptarme en su viña aún en la última hora, haciéndome alcanzar con su gracia, los de la primera hora. Así sea. Escondida en si misma, Elena no lo es a los ojos de sus religiosas. Cuanto más la Madre se retira de la misión activa, tanto más, se hace, para ella, eficaz su simple presencia. Una eficacia, como siempre discreta, que no se impone, que arriesga de ser olvidada en medio de otros ritmos con eficacia más imperiosa y absorbente. Esto es, humanamente, el humilde drama de la anciana Superiora: estar en el corazón de todas, y, al mismo tiempo, arrinconada, apartada: “Madre Fundadora, Madre Benemérita”, estos títulos ¿ tal vez no corren el riesgo de relegarla en el pasado del Instituto, a ella tan joven de corazón, tan enamorada de sus hijas y de su obra?- Pero si ha sufrido, nadie se ha dado cuenta. Cuando las hijas se han tomado el tiempo y el consuelo de estar cerca de ella, han constatado en ella el equilibrio y la sonrisa que harán un día, escribir de Madre Bettini: “ Era siempre serena y dulce, como si fuera la más feliz del mundo.” Un equilibrio fundado, siempre más, sobre un radical escondimiento de si misma, en el amor; “la suavidad de la mirada, la dulzura de la voz, manifestaban en ella un alma consumada en la caridad. “ Y tal vez, pensando al rostro arrugado de la Fundadora que escogió el último lugar y lo ocupa tan serenamente, una religiosa dirá: “ si tuviera que pintar la bondad, la haría con el rostro de la Madre.” Las religiosas están edificadas de las decisiones con las cuales Madre Bettini quita de si todo residuo de autoridad.- Por costumbre, por espontánea confianza, algunas siguen pidiendo a ella permisos y consejos, pero invariablemente ella las envía donde Madre General.Ella misma vive en una absoluta sumisión a la Madre General: descubre de nuevo, a los ochenta años, y después de casi sesenta años sin interrupción de gobierno, dificultades y dulzura de la obediencia. Difícil es cambiar de costumbre, cuando la edad misma paraliza los mecanismos psicológicos, imposible cambiar hábito cuando estos se han hecho una piel: pero la autoridad de Madre Bettini ha sido siempre proyectada al servicio y modesta también en la forma exterior que para Madre Elena no es un esfuerzo en hacerse súbdita e hija. La agilidad en el cambio despierta en las religiosas que ven lo signos, una admiración sorprendente. Un día, Madre Elena convaleciente de una enfermedad bronquial, es aconsejada por la enfermera a dar un paso para gozar del aire y del sol. Pero no se atreve;

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no tiene el consentimiento explícito de la Superiora. Así cada pequeña acción, de parte de la Fundadora que ha recibido “ de jovencita” y a lo mejor, ha visto “brincar” por la casa a todas las actuales superioras del Instituto, se apoya al amparo de la obediencia, verificando y encarnando las antiguas exhortaciones a sus hijas: “ La virtud se adquiere con hacer la voluntad de Dios en todo lo que cada día nos viene propuesto por la obediencia: No quieran más de aquel bien que el Señor quiere de vosotras; ni antes ni después, ni en forma tal que El no lo quiera, sino que todo lo que a El plazca mandaros por medio de la obediencia, hacedlo con agrado y con amor............ Las hijas deben distinguirse por la unión con la Madre y por la dependencia de ella: amad, por lo tanto, a vuestra superiora como Madre y respetadla como la que Jesús ha puesto entre vosotras para representarlo.” En realidad, todo el comportamiento de Madre Bettini en los últimos años de su vida, suscita una meditación. ¿Cómo pudo vivir con tanta facilidad la dura vida de “pensionista”, la caída del cambio de costumbre, el cambio de comportamiento con las hijas, la indefinida espera de la muerte? - ¿Cuál flexibilidad de espíritu ha hecho que la continuidad, en ella, fuera más fuerte que la ruptura, el despego interior y espontáneo, más profundo que el despego xterior? Es una prueba que confirma hasta el heroísmo su larga enseñanza: La Providencia tiene el mando de nuestra vida: Todo lo que ella propone es bueno; las circunstancias son solo entre nosotros y su amor. Creyendo y viviendo esto, Madre Elena, se ha hecho siempre más sencilla. “Haced todo aquel bien que el Señor quiere de vosotras y nada más........” En Elena, esta dinámica de la obediencia y del abandono, supera cualquier esclerosis de la naturaleza, tanto que, si la voluntad de Dios significa achaques, sumisión y soledad, la Madre Bettini, “ como si fuera la más feliz del mundo” , la recibía de buena gana. Se establece entre Madre Bettini y Madre Camarata una reciprocidad de afecto materno y de sentimientos filial. Sor Maria Querubina entró en el Instituto a los dieciséis años en 1881; era hermana menor de una hija de la Divina Providencia, Sor Rafaela, y hacía tiempo que deseaba hacerse religiosa; pero demasiado pequeña, demasiado delicada, había sido recibida entre las alumnas: Así Madre Elena la vio crecer, fortificar su vacación, florecida demasiado temprano y madurando cualidades insólitas.- El físico quedó frágil; el alma afectuosa y sensible: Sor Maria Querubina ha hecho su periodo de practica de maestra en calle de Los “Coronari”, conquistando a las alumnas y demostrando una capacidad

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particular en la tarea de la formación interior.- Su piedad tiene dos centros: La Eucaristía y la Inmaculada Concepción.- El Espíritu de la Congregación la empapa toda, crecida , como es, entre las Hijas de la Divina Providencia; plasmada por las manos de Madre Elena a la cual se asemeja por la totalidad del empeño y la finura espiritual.- Madre Querubina , como las demás religiosas, nombramos entre todas a Sor Maria Filippina Hanptfleisch, futura Superiora General, fielísima a la Fundadora, no puede dejar de sentirse hija de Madre Elena. La “larga infancia” del Instituto se prolonga por ternura hacia la cual todas reconocen “primera y verdadera Madre.”Y , todavía, frente al agotamiento físico, a los vacío de la memoria, a la dulce confianza de Elena, Madre Querubina es realmente mamá para ella, y el cambio de las tareas se lleva a cabo en perfecta armonía de sentimientos entre las dos mujeres perfectamente en concordancia. Por un año, más o menos, después de la renuncia al generalato, la salud de Madre Bettini no sufrió cambios; en el agosto de 1893 una parálisis intestinal la obligó a estar en cama, pero en cuanto mejoró se levantó tomando su acostumbrado movimiento: enfermiza, delicada de salud, siempre lo ha sido y en especial desde cuando la bronquitis ha llegado a debilitar sus pulmones: En la crónica del Instituto se leen, desde el año 1889, boletines como estos: “2 de Septiembre de 1889: La Madre Fundadora va empeorando, ha pasado la noche muy mal........ Todo el día su salud no ha mejorado.24 de Noviembre: desde el día 18 la Madre Fundadora se ha tomado un resfrío muy fuerte y por no hacerle caso ha llegado a un punto tal que la tos no le da un momento de reposo.1° de Marzo de 1891:- La Madre Fundadora está muy enferma; desde varios días que está resfriada; pero esta tarde le ha dado un ataque de tos tan fuerte unidos a arcadas y dolor agudo. En consecuencia ha pasado muy mala noche. Una vez pasada la crisis, su salud no daba seria preocupación a las hijas. A partir del comienzo del año 1894, el decaer se acentúa más; Madre Elena que cumple ya los ochenta años, ha pasado el umbral definitivo.- En la primavera empieza con una fiebrecita que sin obligarla a estar en cama, le quema rápidamente las fuerzas La enfermedad es insidiosa, insistente; la campana toca en la casa madre avisando las horas en las cuales la comunidad se reúne en la Capilla, pero madre Elena no participa mas en los actos comunes; este es el máximo sacrificio para la Madre tan puntual, un tiempo, a la campana, tan exacta en quedar largas horas delante de Jesús Sacramentado. Jesús la va a visitar en su celda: el sacerdote le lleva la comunión

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cada mañana; este es el momento de valor y de fuerza para la jornada de la Madre Bettini.

La vida de una comunidad es de una Congregación, sale fuera de los límites del mundo de una enferma, también si esta es “la primera y verdadera Madre, y Madre Elena ve inevitablemente retroceder y alejarse todas las cosas que ha amado.- En aquella neblina flotan todavía rostros conocidos y voces amadas.

Se ha esparcido la noticia que Madre Elena no se siente bien, y las hijas vienen de una a una, de cerca y de lejos, para encontrarse una vez más con ella, preguntándose si alcanzarán a verla una vez más.- Vienen las Canosianas, que son vecinas, y vienen las Palotinas que desean demostrarle su gratitud.

Pocos grandes amigos vienen a verla: Madre Elena es una de aquellas figuras cuya partida no hace mucho ruido. “Siempre en el gobierno del Instituto y por lo tanto, muy poco en contacto con las alumnas y sus familias; obligada por la obediencia a pasar más de tres lustros en los Conservatorios para reformar y dirigir; obligada en los últimos años, a dejar la primera residencia para empezar un apostolado distinto en un campo de trabajo completamente nuevo, no nos causa extrañeza, que no haya sido muy conocida personalmente fuera de la Congregación.”

Quien la conoce en el “Testaccio” quiere decir que ha recibido de ella algo, y hecho singular, las personas insigne que la han ayudado como la gente pobre que ha sido ayudada por ella, concuerdan en el juzgarla: “ Es una gran mujer”, dice el Cardenal Vicario Parocchi; “ es una santa” dice el pueblo de Testaccio, y de Zagarolo con la misma convicción a pesar de los kilómetros de distancia. Tal es el halo que rodea a esta mujer, la cual se apaga lentamente; completamente desconocedora de las voces que corren especialmente entre los pobres, con respecto a ella.Ocupada, como siempre, en el momento presente, Elena lleva su enfermedad con mucha tranquilidad de espíritu: La paz custodiada en el corazón se hace más presente a los ojos de las enfermera y de las hermanas, ávidas de recoger los últimos ejemplos ofrecido por la Madre.El 2 de agosto la secretaria anota: “ La Superiora de las Canosianas con la Madre Angela han hecho una visita a la Madre Fundadora; también ella está enferma con un infección crónica al pulmón izquierdo que la tiene con fiebrecita continua desde más o menos ocho días, pero está en pie y todo lo soporta con gran resignación”.

La llegada del otoño hace más inseguro el precario estado físico de Madre Bettini. Lluvia y niebla en noviembre agravan una tos que se esconde desde años, como enemigo, en el pecho de la Madre: Obligada a estar a menudo en cama, las paredes de la celda se transforman realmente en todo su

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mundo. En su dulce “resignación” emergen de nuevo interrogantes al rededor de los cuales se ha acumulado, en el pasado, la ansia de perfección de Madre Elena; “¿Salvaré yo mi alma?Se diría que cuanto más ella perfecciona su vigilancia tanto más revive en ella el “temor y el pavor” del alma religiosa que se acerca al “ Encuentro”. Aquella trepidación se deshace en un largo acto de confianza: Elena con “ sus manos vacías” con su espíritu pobre, se entrega a la Misericordia, y manifiesta el significado único de su larga vida que parece iluminarse toda de luz en el último acto de abandono; “ Oh Dios, solo por esto me he hecho religiosa, para alcanzar el esposo Celestial.

La crónica de la casa matriz continúa contando, días tras días, la parábola descendiente: “La Madre Fundadora va siempre empeorando y esta mañana comulgó por devoción ( 28-XI- 1896)- esta noche la Madre tuvo un ataque( 1° de diciembre)- Esta noche empeoró y se llamó al párroco ( 10-XII )

En Diciembre, una sobrina de Madre Elena va a visitarla con su hija; la enferma tiene la mente confusa y después de haber saludado contenta la sobrina, empieza a preguntarle noticias de los familiares muertos ya desde tiempo; en ella se han quedado vivos solo los afectos:

Una religiosa presente se pone a llorar y Madre Elena la observa con una larga mirada interrogante y llena de estupor.- La sobrina sale de la casa Matriz con el rostro turbado y por el camino se le acerca una mujer desconocida que pide noticias de Madre Bettini: “¡Es una santa!¡Qué pérdida sería, si muriera.!” Mientras tanto, La gente del “Testaccio” golpea la puerta para informarse como está la Fundadora; Monseñor Sirolli, Monseñor Santovetti, el Padre Ferrari, superior General de los barnabitas, entran y se despiden de la que está por morir. La noche de 10 de Diciembre de 1896 , Madre Elena recibió la extrema unción. Los últimos días están consagrados a la intimidad con sus hijas: entra Madre Camarata y Madre Elena se alegra al verla: “Ha hecho muy bien en venir a verme, porque estoy por irme; así partiré con su bendición”. La Madre General se arrodilla profundamente conmovida: “¡Es usted que tiene que bendecir a mi, yo soy siempre su hija”! Elena queda un instante pensativa:” Y bien, Dios nos bendiga a las dos y bendiga a la Congregación. Veréis como prosperará el Instituto cuando habré desaparecido yo con mis pecados..... Desde el cielo espero, por los méritos de Jesús, ser mucho más útil para ustedes que aquí en la tierra.”

Durante toda su vida ha preparado a sus hijas para este tránsito, ahora toca a ella confortar a las religiosas

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que lloran al lado de su lecho: ¡No lloréis, nos encontraremos nuevamente todas en el cielo!”

En los momentos de lucidez, que se alternan con los momentos de oscuridad, repite sin fin su lección de siempre: La mutua caridad, el perdón, la humildad del corazón, el servicio recíproco. Es este su testamento; no hay otro legado que dejar, ni negocio que arreglar. Un día mirando su habito religioso puesto sobre una silla, lo observa con serenidad y exclama: “Yo no poseo nada; también estos vestidos no son míos, me han sido prestado para mi uso; pertenecen a la comunidad.” Estas frases están entre las últimas palabras pronunciada por la Madre Bettini.

La tarde del 20 de diciembre se nota claramente que la enferma, cuyas facciones son extremadamente afiladas, no pasará la noche,- La liturgia de adviento está por terminar; también para Elena, durante la noche, llegará el Esposo; no llegará como un ladrón, porque la que va a morir, con su rosario entrelazado en los dedos, lo espera:” Por esto me he hecho religiosa......” a esto he consagrado mi vida.- Cerca de la media noche las hijas se reúnen en el pasillo a la puerta de la celda de Madre Elena, Mientras la Madre Camarata, adentro, contesta las oraciones de los agonizantes; a las 1,15 horas, Elena Bettini se apaga dulcemente, como si durmiera.

La visten con su hábito de Hija de La Divina Providencia cuyas talla confiere una singular magnificencia a su figura que ha quedado flexible y suave como antes de morir.- Por cuarenta y ocho horas las hijas se acercan a la Madre para el último adiós, velándola por turno, juntas con las canosianas, y retardando la entrada a cualquier visitador extraño, prolongando así la intimidad y las oraciones alrededor de la Madre que duerme con una paz en el rostro que parece más señal del cielo, como en un coloquio familiar.

Dos días después se celebran solemnemente los funerales en la capilla del Instituto que es también, provisoriamente, iglesia parroquial del Testaccio. Desde la celda a la Capilla el trayecto es corto; pero el cortejo acompañado por una interminable fila de hija de la Divina Providencia con sus alumnas, Barnabitas, Canosianas, Palotinas, gente del barrio y tantos pobres, transitará por una más larga calle Vanvitelli, Plaza Mastrogiorgio, calle Aldo Manuzio......es el trayecto del amor de Elena, y la gente del Testaccio, viendo pasar el cortejo, se arrodilla, mientras las caras expresan un dolor sincero: “Ha muerto una santa”

Poco después, el doblar de las campanas, propagan por el aire, el adiós del Testaccio a su “Santa:” Elena Bettini es sepultada en el Cementerio “ Verano” en la tumba de familia del Instituto.

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Mientras el cortejo fúnebre pasa por calle Cavour, una mujer, que lleva en su brazo a un niño paralítico pregunta de quien es el acompañamiento y le contestan que ha muerto Sor Elena Bettini la fundadora de las Hijas de la Divina Providencia”.......... “ ¡Más, era mi maestra!, yo iba a la escuela de las Palotinas y ella me quería mucho”!

A pies, con el niño en los brazos, la mujer llega hasta el cementerio, se arrodilla en la reciente sepultura, se abandona a una oración fervorosa:” Si todavía me quieres, tiene que sanar esta hijo mío. No me alejaré si no me lo sana......”

El niño sonríe en los brazos de su madre, y da los primeros pasos de su vida sobre el césped del cementerio

Es la primera señal que desde arriba, la Hija de la Divina Providencia, continúa su propia misión

F I N.

Traducción del original “LE CHIAVI DELLA PROVVIDENZA, vita di Elena Bettini” de los autores GIORGIO E BENEDETTA PAPASOGLI, realizada por Madre Benjamina Angeloni L.

Agradecemos sugerencias en redacción o palabras sinónimas a:[email protected]

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