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LAS PALABRAS: UNA EXPERIENCIA EXTREMA EN LA POESÍA DE VICENTE ALEIXANDRE María Lucrecia Romera UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES Esta comunicación trata del lenguaje poético y en particular de la palabra poéti- ca como una categoría ontológica: la morada del ser, en términos de Heidegger, que se comparece con la teoría de la poeticidad, formulada por Jakobson: donde la palabra es percibida como palabra y no como simple sustituto del objeto nombrado 1 y también con la de la Naturaleza de la palabra poética en la poesía moderna, que reúne a un tiempo la función y la estructura del lenguaje, de acuerdo con R. Barthes. 2 La lírica moderna dialoga con las fuentes y con la teoría de este siglo, las confirma y también las supera, pero más aún: teoriza poetizando. La teoría dia- loga a la vez con esta práctica significante: el lenguaje poético y lo incorpora a sus problemas, como lo demuestran la lingüística, la filosofía del lenguaje, las corrientes teóricas de este siglo y las del inicio del pensamiento occidental. El movimiento es recíproco. El discurso poético de V. Aleixandre no escapa a esta premisa en su doble vertiente: dialogar con la teoría; teorizar poetizando. Desde Ámbito (1928) pero particularmente en la producción poética de van- guardia: Pasión de la tierra (1935), el yo lírico poetiza sobre el lenguaje como un problema y como una episteme; como un Saber que se sabe a sí mismo. Así en algunos ejemplos de Pasión de la tierra, el yo lírico enuncia, apelan- do al deseo, el estado anterior al nacimiento del lenguaje: Dejadme que nazca a la pura insumisa creación de mi nombre {Víspera de mí). El lenguaje me nom- bra, yo soy nacido por el lenguaje. Sólo el lenguaje le revelará el nacimiento del ser que, a la vez, será nombrado por el lenguaje, confirmándonos la concepción de que el lenguaje es el ser del hombre? como afirma Benveniste y que es el ser de la literatura, su propio mundo, 4 en palabras de Barthes. 1 R. Jakobson, Poétique 7, París, 1971, pág.3O8. " R. Barthes, ¿Existe una escritura poética?. Grado cero de la escritura, México: Siglo XXI, 1993, pág. 48. 3 E. Benveniste, De la subjetividad en el lenguaje. Problemas de Lingüística General, t. 1, México: Siglo XXI, 1991, pág. 180. R. Barthes, De la ciencia a la literatura. El susurro del lenguaje, Barcelona: Paidós, 1987, pág.15. 760

Las palabras: una experiencia extrema en la poesía de ... · El susurro del lenguaje, Barcelona: Paidós, 1987, pág.15. 760. LAS PALABRAS: UNA EXPERIENCIA EXTREMA 761 Se trata aquí

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LAS PALABRAS: UNA EXPERIENCIA EXTREMAEN LA POESÍA DE VICENTE ALEIXANDRE

María Lucrecia RomeraUNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Esta comunicación trata del lenguaje poético y en particular de la palabra poéti-ca como una categoría ontológica: la morada del ser, en términos de Heidegger,que se comparece con la teoría de la poeticidad, formulada por Jakobson: dondela palabra es percibida como palabra y no como simple sustituto del objetonombrado1 y también con la de la Naturaleza de la palabra poética en la poesíamoderna, que reúne a un tiempo la función y la estructura del lenguaje, deacuerdo con R. Barthes.2

La lírica moderna dialoga con las fuentes y con la teoría de este siglo, lasconfirma y también las supera, pero más aún: teoriza poetizando. La teoría dia-loga a la vez con esta práctica significante: el lenguaje poético y lo incorpora asus problemas, como lo demuestran la lingüística, la filosofía del lenguaje, lascorrientes teóricas de este siglo y las del inicio del pensamiento occidental. Elmovimiento es recíproco. El discurso poético de V. Aleixandre no escapa a estapremisa en su doble vertiente: dialogar con la teoría; teorizar poetizando.

Desde Ámbito (1928) pero particularmente en la producción poética de van-guardia: Pasión de la tierra (1935), el yo lírico poetiza sobre el lenguaje comoun problema y como una episteme; como un Saber que se sabe a sí mismo.

Así en algunos ejemplos de Pasión de la tierra, el yo lírico enuncia, apelan-do al deseo, el estado anterior al nacimiento del lenguaje: Dejadme que nazca ala pura insumisa creación de mi nombre {Víspera de mí). El lenguaje me nom-bra, yo soy nacido por el lenguaje. Sólo el lenguaje le revelará el nacimiento delser que, a la vez, será nombrado por el lenguaje, confirmándonos la concepciónde que el lenguaje es el ser del hombre? como afirma Benveniste y que es el serde la literatura, su propio mundo,4 en palabras de Barthes.

1 R. Jakobson, Poétique 7, París, 1971, pág.3O8." R. Barthes, ¿Existe una escritura poética?. Grado cero de la escritura, México: Siglo XXI, 1993,

pág. 48.3 E. Benveniste, De la subjetividad en el lenguaje. Problemas de Lingüística General, t. 1, México:

Siglo XXI, 1991, pág. 180.R. Barthes, De la ciencia a la literatura. El susurro del lenguaje, Barcelona: Paidós, 1987, pág.15.

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Se trata aquí de un lenguaje que es morada, que cuando nombra crea porprimera vez. Se trata del lenguaje poético pero en estado puro, en libre devenir ylatencia, que otorga el ser por lo que aún no nombra, lo oculto, el ser del no ser:Soy lo que soy. Mi nombre escondido (Vida).

La concepción de un lenguaje como advenir, que guarda una estrecha rela-ción con la ideología del poeta vate (pensamos en Holderlin), no sólo nos plan-tea la tensión del no ser del ser o la tensión entre el nombre y lo nombrado, sinotambién la utopía de la ausencia de forma que conlleva la disyuntiva/orma / in-finito. Se trata, en términos lingüísticos, de la dualidad signo / infinitud del códi-go y, en términos ontológicos, del devenir del ser: lo que soy y lo otro que nosoy. Se trata de la utopía de una palabra no alienada, de un signo cuya forma nohaya entrado en la Historia del lenguaje ni en la de la realidad. El discurso poé-tico deja constancia de un intento liberador cuyo resultado no es equivalente,pues el signo es devuelto forma,5 como lo advierte R. Barthes.

La utopía de un lenguaje adámico atraviesa el corpus poético de Aleixandrecon paradojas y contradicciones que van desde anhelar las palabras sin signifi-cado (sonido pero no sentido), como lo enuncia el discurso de El último amor,en Historia del corazón, a impulsar una enunciación que conlleve lo aún noenunciado (lenguaje puro): Acariciar al cabo la respuesta, justamente cuandoacaba de ser pronunciada... (El crimen o imposible, en Pasión de la Tierra). Pe-ro es en el discurso de Poemas de la consumación (1968), donde la reciprocidaddel diálogo poesía / teoría y la cuestión del lenguaje, como problema y episteme,alcanza su máxima expresión. Me limitaré aquí a ejemplificar con el discursopoético y con el discurso de la teoría la premisa del teorizar poetizando. Me de-tendré en las constancias epistemológicas por sobre el análisis intratextual.

Los Poemas de la consumación se inscriben en la estructura de la lírica mo-derna como una poesía ontológica de sintaxis violentada, que destruye la analo-gía entre objeto e imagen de la metáfora clásica o que la actualiza desde un có-digo de creación, no de costumbre.

Se trata de una poesía donde la palabra es una categoría que se aleja de laintención general del lenguaje socializado. Cada palabra poética es un objetoinesperado, caja de Pandora de la que salen todas las categorías del lenguaje,6

como lo señala el discurso de Barthes.Los poemas de la consumación nos remiten a las fuentes, como veremos, si

pensamos en las primeras preguntas sobre el Hombre y el ser del lenguaje y con-firman las series culturales más importantes de este siglo: las de la teoría lin-güística, las de la filosofía del lenguaje y las de la metafísica de Occidente.

En primer lugar, los textos se insertan en la estructura elemental temáticade los opuestos vida / muerte, cuyo eje semántico puede denominarse exis-

Barthes, R., La utopía del lenguaje, en Grado cero de la escritura, op. cit., pág. 88.Barthes, R., ¿Existe una escritura poética?, op. cit., pág.53.

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tencia, de acuerdo con el Diccionario razonado de semiótica, de Greimás yCourtés.

Luego, en el marco teórico que propone J. Kristeva, el sujeto de la enuncia-ción no es un sujeto normado como el de la lengua del habla sino que, en el dis-curso poético, deviene multiplicable y ocupa todos los puestos subjetivos posi-bles produciendo todas las situaciones discursivas posibles entre yo/tú/él?

Este sujeto caleidoscópico enuncia desde dos lugares: el del Saber y el delDeseo, que semantizan como la noción existencial del término disfórico muerte.Se trata aquí de un Saber conclusivo, opuesto al conocimiento por la vía sensi-ble, es Saber la consumación de la vida y más allá aún, del lenguaje. Es el Saberla muerte. Lo traducen los enunciados gnómicos, el tono sentencioso de los pre-dicados. En cuanto al deseo (lugar desde el que enuncia Occidente) se trata aquídel deseo de morir, más, de una enunciación desde el lugar de la muerte como elno vivo, el consumado, el separado de la vida que es el viejo, como un yomuerto que deviene poeta y se impone olvidar, también callar. Un yo poéticoque se desdobla en tú y se distancia en él y que se ocupa del lenguaje como unpoeta moderno pero a la vez como un poeta que realiza, desde la enunciacióndel morir, la experiencia extrema del lenguaje: enuncia lo inenunciable: Soyquien finó / quien pronunció tu nombre como forma mientras moría (Presente,después, en Poemas de la consumación), un escándalo gramatical (si pensamosen la lengua del habla) pero posible, como señala Barthes, gracias a la escritura,(a la poética, agrego), esa actividad que trabaja sobre la lengua en beneficio deldiscurso.8

Y es este sujeto fantasma que enuncia como poeta y a la vez es enunciadopoéticamente el que me interesa en particular. Una enunciación que se inscribeasimismo en la metafísica de Occidente y que entra en relación con las nocionesde el «ser ahí» y la temporalidad y con la categoría del ser relativamente a lamuerte propio, que abre la posibilidad de «ser», en términos de Heidegger (...)él mismo en la apasionada libertad relativamente a la muerte (...)».9

En cuanto al lenguaje, la enunciación da cuenta de una visión existencial enprincipio nihilista y a la vez utópica de la palabra poética.

Las palabras conllevan, desde esta mirada última, un doble movimiento: elde muerte (palabra postrera, palabras pronunciadas o dichas) pero también elde un advenir, que dará lugar a la vez a otro orden lingüístico, donde las pala-bras podrían hallar correspondencia con las cosas y ser.

Esta visión poética implica entonces el problema del no ser y del ser de laspalabras y se vincula así a la doble postulación que presenta la escritura de la

J. Kristeva, Instances du discours et altération du sujet, en La revolution du langage poétique,París: Seuil, 1974, pág. 317.

R. Barthes, «Mucho tiempo he estado acostándome temprano», Susurro del lenguaje, pág. 330.9 M. Heidegger, El ser y el tiempo, México: F.C.E., 1991, pág. 290.

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poesía moderna: movimiento de ruptura y de advenir que deviene utopía dellenguaje,10 como lo destaca R. Barthes.

Luego, a modo de constancia epistemológica, quiero destacar que en estediscurso poético se ponen de manifiesto las dos direcciones de la filosofía dellenguaje: a) la objetiva, que se pregunta por el sentido del ser del lenguaje y b)la intersubjetiva o de solidaridad con los otros hombres.

En la primera dirección tengo en cuenta la relación entre el significante y lacosa, en la medida en que este significante se parece a la naturaleza de las cosas(reproduce la cosa misma), como afirma Cratilo, con su posición denominadaphysei (según la naturaleza), en el diálogo platónico, ya que es dable preguntar-se si esta relación natural no está presente en todo acto de escritura y si el es-critor no se definiría así por una conciencia cratiliana de los signos." Tengotambién en cuenta en esta dirección la ontologia de la palabra poética en tanto laesencia de la Poesía ha de comprenderse mediante la esencia del lenguaje, porser la Poesía fundación del ser,12 de acuerdo con el discurso de Heidegger al re-ferirse a la poesía de Hólderlin.

En la segunda dirección tengo en cuenta el lenguaje como el mostrar a otrolo que está dentro de uno, según Cratilo, y como la forma esencial de salir unode sí mismo, el ser para otro, de Heidegger (pensado antes por Santo Tomás yen un sentido más genuino por Hegel ), y que llega hasta nuestros días en laconcepción del poema como un diálogo, que nos une en su sentido, en tanto sepiense en el poema como una producción pero también como una recolecciónde sentido, como lo plantea Gadamer.13

En este marco de pensamiento inscribo la práctica textual de un texto clavede Poemas de la consumación: Las palabras del poeta

Después de las palabras muertas,de las aún pronunciadas o dichas,¿ qué esperas? Unas hojas volantes,más papeles dispersos. ¿ Quién sabe? Unas palabrasdeshechas, como el eco o la luz que muere allá en gran noche.

Ya en el título, el genitivo de posesión pone de manifiesto el ser del poetapor las palabras, pero también el estatuto de esta práctica significante que es ellenguaje poético. Luego la categoría gramatical poeta (categoría que pasa tam-bién por el discurso de la historia) pone de relieve, en relación con las palabras,la función metalingüística en segundo grado.

10 R. Barthes, La utopía del lenguaje, op. cit., págs. 88-89.Vid. R. Barthes, Proust et les noms, en Hommage to Román Jakobson, Mouton, La Haya, 1967,

págs. 157-58.M. Heidegger, Hólderlin y la esencia de la poesía, Madrid: Anthropos, 1991, pág. 32.

13 H. G., Gadamer, Poema y diálogo, Barcelona: Gedisa, 1993, pág. 148.

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En esta primera estrofa los enunciados superan la disyuntiva forma/infinito yplantean una posición más trágica: la de la muerte de las palabras como signo ycomo unidad semántica, como sonido y como sentido, como poeticidad. Hay unDespués que nos remite a la evanescencia del lenguaje y que va más allá de lacategoría del presente como enunciación y evanescencia. Se trata aquí de laconnotación existencial de las palabras, consumadas por la enunciación, comolo indican las marcas de los participios de pasiva, asimiladas por una o que no esdisyuntiva, y consumadas por el desajuste entre el deseo y su objeto: las pala-bras y la vida, la identidad entre lo nombrado y la cosa, dicho en términos crati-lianos o entre el decir y lo dicho, en términos lingüísticos.

Las interrogaciones nos pueden orientar en una doble dirección: hacia unsujeto que enuncia desdoblado y hacia un posible interlocutor-lector. Las res-puestas privilegian al sujeto dialógico que pregunta y responde como un poeta(no como en la ciencia, reflexivamente y sin respuestas provisionales).

El paralelismo: Unas hojas volantes / más papeles dispersos (respuestas delpoeta) reitera el destino evanescente de la escritura poética, que no es utilitario,y se inscribe en la esencia de la escritura que instaura sentido sin cesar, perosiempre acaba por evaporarlo,14 de acuerdo, una vez más, con Barthes.

Luego si el sujeto que enuncia es enunciado como sujeto dialógico vamos aentender entonces la respuesta disfórica. Así el participio atributivo des-hechas(des-hacer lo hecho, la forma) introduce la disolución, un sentido que es tradu-cido a la vez al nivel significante de la comparación: como el eco o la luz quemuere allá en gran noche , donde la o aleixandrina asimila los términos compa-rados, que connotan otra noción de muerte, y los anula. El eco no es la palabrasino su fractura y la luz, determinada por la proposición, es la suma de la luz, sudespués, inserta en un locus que nos anticipa el locus poético de la visión deeste discurso. El adverbio allá, impreciso en la lejanía, equivale a la construc-ción adverbial en gran noche , un sintagma elegido por Aleixandre para dar aconocer la primera muestra de estos poemas y que evoca la oscura cima casimística que estos poemas remontan,15 como lo señala Bousoño. El adjetivo granle atribuye a noche una marca de signo positivo que se va a cruzar con la delcódigo poético de San Juan de la Cruz, donde la noche es también una vía deascenso y de encuentro amoroso. La noche, estatuida como un Todo donde seanulan los contrarios (y la contradicción), cruza la textura de estos poemas y eldiscurso de este texto, como lo comprobaremos al pasar al segundo ejemplo (osegunda estrofa):

Todo es noche profunda.Morir es olvidar unas palabras dichas

14 R. Barthes, ¿Qué es la escritura?, En Grado cero de la escritura, op. cit., págs. 18-26.15 En Vicente Aleixandre, En gran noche, Últimos poemas, ed. C. Bousoño y A. Duque Amusco,

Barcelona: Seix Barral, 1991, pág. 10.

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en momentos de delicia o de ira, de éxtasis o abandono,cuando, despierta el alma, por los ojos se asomamás como luz que cual sonido experto.Experto, pues que dispuesto fueseen virtud de su son sobre página abierta,apoyado en palabras, o ellas con el sonido calanel aire y se reposan. No con virtud suprema,pero sí con un orden, infalible, si quieren.Pues obedientes, ellas, las palabras, se atienena su virtud y dócilesse posan soberanas, bajo la luz se asomanpor una lengua humana que a expresarlas se aplica.

Los predicados de esta estrofa afirman desde el lugar del Saber conclusivo.El Todo es la noche, pero una noche que motiva el adjetivo profunda y codificaen el código aleixandrino como una noche original donde desaparecen los lími-tes. Asimismo podemos leer también el Todo como la Nada, si lo leemos comoun Todo cumplido, y la Noche, como la suma de la luz. Una visión nihilista enapariencia, ya que la palabra poética viene de la noche y encuentra allí su locusoriginal, como en la poesía de Novalis y como lo anticipó el título de la primeramuestra de estos poemas. Luego el predicado afirmativo del Morir como un Ol-vidar las palabras consumadas (lo dicho por la enunciación o haber dicho la vi-da), pone de relieve la categoría palabras.

En principio, las palabras son el ser del Olvidar, que es el Morir, y tambiénel ser del Todo, que es la noche profunda, deslimitación y locus original.

Ahora bien, se trata aquí de unas palabras dichas (o consumadas) por unadoble marca: las de la enunciación de un enunciador (el poeta) que se sabemuerto y sabe la muerte. Se trata, en el marco lingüístico, de la evanescencia dellenguaje y, en el marco filosófico, del existenciario del «ser para la muerte».

La doble marca que conllevan las palabras nos remite además a Cratilo, co-mo discípulo de Heráclito, cuando Sócrates enuncia el problema de la evanes-cencia del lenguaje en relación con la teoría de que las cosas no son las mismassiempre,16 y nos remite a la concepción platónica del concepto de alma comoprincipio de vida y sede del pensamiento, como se la presenta en el Fedón. Unalma entonces ideal (o pura), equivalente a la luz, que, como la palabra aún nodicha (si pensamos en la construcción reflexiva se asoma), plantea la utopía deun lenguaje que significa por lo oculto y que se opone entonces a la forma delsonido experto, es decir al sonido que ya es sentido.

La anadiplosis experto da pie a una teoría poética de la expresión. Experto esel sonido que se ha consumado como palabra (significante / significado), pero elsonido antes de significar fue son (la oposición sonido / son nos remite, en el

Platón, Cratilo, 439d, Obras Completas, ed. J. D. García Bacca, Caracas: Universidad de Vene-zuela, 1982, pág.248.

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código aleixandrino, a la connotación existencial palabra aún no nacida /pala-bra muerta).

La proposición de subjuntivo violenta la sintaxis: suspende la marca de pasi-va, pone de relieve el participio (dispuesto) y nos orienta, con flagrante ambi-güedad, a una lectura del procedimiento son / sonido / palabra, en la que la oaleixandrina asimila, por lo menos, dos operaciones: a) la del sonido dispuestosobre la página como forma, como fijación de la escritura, por efecto de la in-manencia del son (el antes de la palabra) o b) la de las palabras que, ya sonido,atraviesan la realidad y constituyen ellas mismas una ontología, la significan. Setrata, en suma, de la autonomía de un lenguaje donde las palabras hallan su pro-pio orden, sin que éste signifique, todavía, lo real absoluto. Se trata de una ope-ración que deja la iniciativa a las palabras y la posibilidad de descubrirlas alpoeta, lo cual nos habla de la libertad de un lenguaje que no ha sido estatuido(bajo la luz se asoman) pero también de una voluntad artística: la del ser poeta(por una lengua humana que a expresarlas se aplica).

La teoría así poetizada se vincula al discurso de Heidegger sobre Hólderlinen un doble sentido, el del lenguaje poético: El campo de acción de la poesía esel lenguaje, (...) Es la poesía la que por sí misma hace hacedero el lenguaje, yel de la noción del poeta vate: El decir del poeta es un sorprender estos signospara significarlos, que es lo que a nosotros nos interesa destacar, sin desmedrodel último término que dice: amplificándolos, a su pueblo,17 si pensamos en laconcepción romántica de la poesía de Hólderlin que tanto influyó en la primeraetapa del discurso de Aleixandre.

La relación entre la noción platónica del alma como sede de un pensamientopuro y el locus simbólico bajo la luz se asoman, vinculado a la expresión poéti-ca, nos habla de un lenguaje como devenir del ser (tensión entre lo no nombradoy el nombre) y de un poeta vate cuya búsqueda, como veremos, es el des-cubrimiento de la palabra: sacarle el velo que la cubre y revelarla.

A esta teoría de la expresión poética nos ha conducido el predicado del Mo-rir, cuyo significado sólo cobra existencia, como epistéme, en el discurso poéti-co y por eso, un falso aforismo en relación con el discurso de la ciencia.

Pasemos ahora al centro del poema:

Y la mano reducesu movimiento a hallarlas,no: a descubrirlas, útil, mientras brillasn, revelan,cuando no, en desengaño, se evaporan.Así, quedadadas a las veces, duermen,

residuo al fin de un fuego intactoque si murió no olvida,pero débil su memoria dejó, y allí se hallase.

17 M. Heidegger, Hólderlin y la esencia de la poesía, op. cit., págs. 32-36.

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En primer lugar, las dos estrofas, violentadas por la sintaxis, ponen de mani-fiesto, por concentración, la premisa del teorizar poetizando en una doble ver-tiente: lingüística y ontológica.

La conjunción y del violento hipérbaton se presta a múltiples funciones es-tructurales: nexo de los enunciados anteriores, antecedente del silencio del blan-co, nexo interno de la sintaxis violentada, entre otras lecturas, pero en principionos orienta al sustantivo nuclear mano y lo destaca. Luego, podemos leer el sin-tagma nominal la mano como una doble metonimia: desplazamiento de la len-gua humana (sinécdoque a la vez de la parte por el todo, que es el lenguaje) ydel gesto de la escritura. La mano, en suma, sinécdoque también de un todo quees el poeta, realiza la operación vática del descubrimiento de las palabras.

Así como en la estrofa anterior resuena el modelo platónico del sonido comosímbolo de los estados del alma, podemos aquí pensar las palabras, en relacióncon la escritura poética, como origen del lenguaje, el grado cero de la escrituraenunciado por el discurso de Barthes, común a la poesía moderna donde la Pa-labra es «morada».

Si el poeta se enuncia escribiendo, la mano, gesto de la escritura, traza aquíun movimiento que no es lineal sino de afirmación y negación a un tiempo. Elenunciado, de construcción especular, lo confirma. La equivalencia posicional:a hallarlas / a descubrirlas, pone de relieve esta operación de segundo grado enla que el adverbio de negación, sin embargo, anula la intención semántica queconlleva la construcción direccional de infinitivo: a hallarlas, privilegiando lamarca de la construcción direccional de infinitivo: a descubrirlas; quitarles a laspalabras lo que las cubre (el óxido de la rutina, la historia del lenguaje, la auto-matización) y sorprender la palabra esencial.

Por otra parte, el adjetivo útil, puesto de relieve por las comas y dada la am-bigüedad posicional que ocupa como así también lo paradójico de su marca (silo pensamos en relación con la palabra poética), podría sin embargo vincularseestructuralmente a la mano que descubre (útil es el movimiento de la mano delpoeta en la tarea vática). El adjetivo útil operaría así, por ese motivo, despojadode la denotación del habla. El adverbio mientras, en relación con el pronombreenclítico (las palabras), introduce en cambio el problema del ser y no ser dellenguaje, su evanescencia. La palabra que revela el ser deja de ser, en conse-cuencia de brillar, una vez revelada. Se trata, en el marco teórico del discurso deBarthes, del estallido de la palabra poética que instituye entonces un objeto ab-soluto (...) cuya vibración puramente mecánica alcanza curiosamente a la pala-bra siguiente pero se desvanece enseguida...».18

La mirada descreída de la enunciación plantea entonces la disyuntiva crea-ción / destrucción; libertad /forma; esplendor / consumación; plantea la con-tradicción insoluble del poeta moderno, en diálogo nuevamente con el discurso

18R. Barthes, ¿Existe una escritura poética?, op. cit., pág. 55.

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de Barthes: «... o el objeto de la obra concuerda ingenuamente con las conven-ciones de la forma (...) o el escritor reconoce la amplia frescura del mundo pre-sente, aunque para dar cuenta de ello sólo disponga de una lengua espléndida ymuerta».19

Sin embargo la tragicidad de la lengua espléndida y muerta es superada porla enunciación del deseo, que es también la utopía, y que apela a un argumentomítico: el del lenguaje original. Muere la enunciación pero no el lenguaje. Lametáfora del fuego intacto se cruza con la concepción heraclitiana del fuegocomo el principio de las cosas, fuerza viva que todo lo crea y lo destruye en uneterno retorno. El lenguaje es el fuego original, puede morir en su propia eva-nescencia pero no olvidar. Sólo olvida quien se sabe muerto (como el poeta dela enunciación). Hay una memoria del lenguaje, aun como residuo, que no olvi-da el ser. La palabra es actualizada por ese fuego intacto que es el lenguaje, sibien la violenta marca del subjuntivo introduce un matiz dubitativo, cuya formaenclítica (hallase) nos remite sin embargo a la inmanencia del lenguaje (comomemoria de sí mismo), en relación estructural con el locus allí (que es a la vezun fuego intacto) y a pesar de la ontología débil que connota el adjetivo (débil),en relación con la memoria de la palabra residual. Pero veamos ahora la últimaparte del poema:

Todo es noche profunda.Morir es olvidar palabras, resortes, vidrios, nubes,para atenerse a un ordeninvisible de día, pero cierto en la noche, en gran abismo.Allí, la tierra estricta,no permite otro amor que el centro entero.Ni otro beso que serle.Ni otro amor que el amor que, ahogado, irradia.

En las noches profundascorrespondencia hallasenlas palabras dejadas o dormidas.En papeles volantes, ¿quién las sabe u olvida?Alguna vez, acaso, resonarán, ¿quién sabe?,en unos pocos corazones fraternos.

La enunciación encuentra en el lenguaje la superación de la muerte y en con-secuencia la superación del nihilismo que conllevan la o aleixandrina (disolu-ción y asimilación) y los predicados del Saber conclusivo, para dar lugar a unaexperiencia extrema, en uno de los sentidos que Víctor Massuh le otorga a estacategoría: (...) cuya meta no es el rechazo global sino la afirmación que vienedespués, pero que fue gestándose en el seno de la negación,20 como en la opera-ción poética de nuestro discurso.

R. Barthes, La utopía del lenguaje, op. cit., pág. 87.20 V. Massuh, Nihilismo y experiencia extrema, Buenos Aires: Sudamericana, 1975, pág. 133.

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El enunciado Todo es noche profunda, que podemos leer, en principio y des-de el nihilismo, también como la Nada, reitera el entorno lingüístico y la formade un mismo paradigma, pero no el sentido del mensaje. Luego la predicacióndel Morir, que reitera la estructura lingüística, produce también un efecto desentido propiamente poético: el de leer en la secuencia lo mismo y otra cosa,como lo confirma el enunciado, que abre otra epistéme en relación con el len-guaje. Así las formas sustantivas del predicado del Morir (palabras, resortes...),que ocupan posiciones comparables sin nexos semánticos entre sí, constituyenuna metáfora surreal que expresa la fractura del signo cratiliano, el desajuste en-tre el deseo y el objeto.

Esta vez, Morir no sólo es olvidar palabras consumadas sino olvidar el desor-den, la fragmentación caótica que se produce entre las palabras y las cosas (vi-sión surreal) para dar lugar a un orden, otro, que, paradójico, muere de día y vi-ve en la noche. Este orden, al que se sujeta no sin rigor una enunciación distan-ciada (como lo indica el reflexivo enclítico de la forma atenerse), contradice lasconvenciones del código cultural (donde el día vuelve visible las cosas y la no-che las oculta) y se vincula a la experiencia extrema de la enunciación que, des-de el lugar del deseo (también de la utopía) le confiere a la noche una marcaafirmativa que se cruza con la del código poético de San Juan, no en el sentidode una experiencia mística sino en el de la marca de la oscuridad como otra luz.La noche, que es la suma de la luz, no es oscuridad sino certeza, en principio dela muerte, pero también, en otro nivel significante, es gran abismo: un locusdesdoblado si pensamos en el paralelismo en gran noche / en gran abismo, en elque el apócope adquiriría marca positiva, intensificándola.

La noche no es la nada sino el Todo (Todo es noche profunda) y es a la vezel gran abismo, la doble marca, determinante, del adverbio allí, que nos indica,a la vez: la tierra, estricta como centro pero no como sepulcro. La tierra es el lo-cus de origen (pensamos en el tiempo circular) y también el centro del encuen-tro amoroso (fusión del yo en tú), visión pánica que atraviesa el corpus poéticode Aleixandre.

La tierra no es descenso sino unidad. Los enunciados afirman por la nega-ción la fusión amorosa, otra posibilidad de ser (y de ser/e -según el enclítico) aesta unidad que es la tierra ¿cómo?: en la metonimia del beso postumo, que tras-ciende al sujeto. El discurso poético supera así la teoría metafísica del Dasein(la posibilidad de la imposibilidad de ser) que, cuando está muerto, lejos de serun todo, como es el predicado noche profunda, no es más. Nos encontramos asícon otro predicado del Morir vinculado al deseo. Veamos ahora el predicadonoche profunda en relación con el lenguaje.

El predicado noche profunda, un paralelismo casi especular pero no idénticoen su sentido, es, primero, predicado de un Todo cumplido y el ser de esa apa-rente nada que es el Todo cumplido. Luego, ya con la marca del plural que, porindeterminada, enfatiza la deslimitación, el predicado nos remite a un locus de

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origen donde las palabras, determinadas por las marcas del participio y asimila-das por la o aleixandrina (dejadas por la mano del poeta o dormidas en la metá-fora del fuego eterno) hallan por fin la unidad entre el nombre y la cosa, supe-rando el desajuste entre el decir y lo dicho. Y me refiero aquí al verbo hallar enel sentido de autodescubrimiento pues son las palabras (ya dejadas I ya dormi-das) las que van a hallar su correspondencia y no el poeta, si bien el subjuntivointroduce otra vez el matiz dubitativo, un tal vez escéptico, vinculado no obs-tante al deseo de la enunciación, que no niega la posible utopía.

Hasta aquí, entonces, podemos inscribir el discurso poético en la primera di-rección de la filosofía del lenguaje: la que se pregunta por el sentido del ser dellenguaje. Hasta aquí, también, el tiempo mítico.

Si leemos, en cambio, los tres últimos versos podemos pensar en la segundadirección de la filosofía del lenguaje: la intersubjetiva. Y en consecuencia, en eltiempo de la historia. Pero esta dirección, enunciada por Heidegger como la ma-nifestación del ser con otro y que muy bien podríamos vincular con la respuestade Cratilo cuando Sócrates pregunta qué poder tienen los nombres,21 es puestaen duda, entre signos, por la enunciación. Así la primera pregunta dialógica nosólo se interroga por el quién (¿acaso el hipócrita lector de la poesía moderna?)sino por la consumación de las palabras (fijadas y desfijadas por la escritura enel paradójico locus de los papeles volantes), que, inscriptas en los predicadospoéticos del Morir (Morir es saber y es olvidar), asimilados a la vez por el nihi-lismo de la o, se desplazan a la recepción.

Luego la segunda pregunta (que actualiza la estructura del monólogo) sus-pende la posibilidad del volver a sonar de las palabras (recordemos que el son,lo latente, no es el sonido, ni la forma) y la posibilidad del poema como guía deun diálogo que se desarrolla en la dirección de un sentido inalcanzable,22 sipensamos en el discurso de Gadamer.

La duda, reforzada por los modalizantes (alguna vez / acaso) y por la posi-bilidad del futuro (resonarán), condiciona la recepción de las palabras, se impo-ne a la intención ética que connota el sintagma corazones fraternos, ya restrin-gido por el adjetivo pocos. Cabe aquí preguntarse si el poeta duda porque el sig-no de la utopía (signo mítico) no entra entonces en el signo de la Historia, delser con otro.

Se trata, a pesar de Aleixandre, quien alguna vez habló de la poesía comocomunicación, de la duda de un poeta moderno, cuya palabra ya no está enca-minada de antemano ni responde con las fórmulas de la poesía clásica. Se trataademás, en nuestro caso, de una enunciación agnóstica que, al carecer de Dios,también como el poeta moderno, no sólo enuncia la utopía de un lenguaje ideal

21 «Me parece, Sócrates, que enseñar y sencillamente que quien sabe las cosas sabe los nombres»,op. cit., 435d, pág. 243.

22 Gadamer, H. G., op. cit., pág. 153.

LAS PALABRAS: UNA EXPERIENCIA EXTREMA 111

que sustituya quizás esta ausencia sino una doble experiencia extrema que supe-ra al nihilismo: la de enunciar desde el abismo, que es la noche profunda, laafirmación de un orden, otro, que trasciende los límites del lenguaje, su consu-mación, y la afirmación a la vez de un centro original, la tierra, donde el sujeto,al fusionarse, trasciende también los límites de una existencia consumada. Uni-dad original de las palabras con las cosas y del sujeto con la tierra. Pero tambiénenunciación de lo inenunciable: muerte del enunciador, muerte de las palabras;tensión entre el deseo y lo deseado, sólo posible por otra experiencia extrema: ladel lenguaje poético.