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SALA 5. Compras, legados, donaciones … : José Mª Valdenebro. Juan Montero Delgado Fondos y procedencias: bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla [2012] 1 JOSÉ MARÍA DE VALDENEBRO, BIBLIOTECARIO Y BENEFACTOR DE LA BUS El bibliotecario, bibliógrafo y bibliófilo José María de Valdenebro y Cisneros nació en Sevilla el 26 de octubre de 1861. 1 Fueron sus padres Melquíades de Valdenebro Olloqui, (Valladolid, 10/12/1818-Sevilla, 16/6/1887) y María de las Mercedes Cisneros Nuevas; el matrimonio residía por entonces en la c/Alhóndiga, nº 41, por lo que el niño (el primero de los tres que tuvieron) se bautizó en la parroquia de Santa Catalina. El abuelo paterno se llamaba Eladio Alonso de Valdenebro y Reynoso, y era natural de Alaejos (Valladolid); hizo carrera como jurista, llegando a ser Decano de la Real Chancillería de Valladolid y Regente de la Real Audiencia de Sevilla; se casó con María Manuela Olloqui y Dios, natural de Villanueva de Cañedo (Salamanca). Por parte materna, los abuelos fueron José María Cisneros Lanuza, natural de Montemolín (Badajoz), coronel de Artillería, y María Manuela Nuevas Coriella, natural de Sevilla. Hasta donde llegan mis noticias, tres de los hermanos Valdenebro Olloqui (Melquíades, José María y Victoriano) se casaron con sendas hermanas Cisneros Nuevas (María de las Mercedes, María de los Dolores y María, respectivamente). 2 Melquíades aparece con la mención de abogado en la Guía de Sevilla de Gómez Zarzuela, año 1865, con domicilio en la c/ Alhóndiga, nº 41; sin embargo, parece que en realidad no llegó a tener título universitario (véase la nota 3). En sucesivas entregas de la misma Guía, en cambio, figura como propietario y, lo que es más interesante en relación con su hijo: en diversas ocasiones aparece como Oficial adscrito al Archivo de Indias, entonces dependiente del Ministerio de Ultramar, con diferente grado según los años. 3 Por otra parte, la misma Guía lo identifica como Oficial primero de la Junta Provincial de Beneficencia (1865) y como consiliario antiguo del Cabildo de la Santa Caridad para 1887. Todo lo cual dibuja el perfil de una persona bien situada en los entramados asociativos de la ciudad, tanto asistenciales como propiamente caritativos. Su fallecimiento se produjo el 16 de junio de 1887. 1 Las fuentes de información que manejo sobre Valdenebro y su familia son, básicamente: el expediente académico, en dos versiones, la del AHUS, leg. 292-6, y la del AGA, 31-16873-00044; el expediente como empleado público, también en dos versiones, la del AHUS, leg. 43-28, y la del AGA, 31-06556- 00015; y la solicitud de pensión que realiza su madre al quedarse viuda (AGA-TOP-12-52-CA-19556- 01528). Noticias complementarias aporta el expediente académico de su primo Eladio de Valdenebro Olloqui (AHUS, leg. 292-7). 2 José María y Victoriano, fallecidos respectivamente en 1892 y 1903, hicieron al menos una parte de su carrera administrativa en Filipinas. En Manila falleció María de los Dolores, el 12 de noviembre de 1869, a los 18 años de edad, aunque sus restos fueron exhumados el 29 de abril de 1872 y trasladados a Sevilla. El 15 de julio de 1872 fueron depositados en la iglesia del convento de las Teresas, hoy conocida como parroquia de Santa Cruz, y el 21 de octubre se ubicaron bajo la escalera del púlpito. Allí una pequeña lápida recuerda los hechos aquí mencionados. 3 Esta condición queda corroborada por la hoja de servicios que se guarda en el citado expediente para la pensión de su viuda. Por otra parte, el AHUS, leg. 396-19, conserva una instancia fechada en agosto de 1885 y dirigida al Rector de la Universidad Literaria en la que Melquíades solicita examinarse de dos asignaturas (Paleografía y Geografía e Historia Universal, con especialidad de América y Filipinas). Dicho examen venía exigido por una R. O. de 11 de mayo de 1883, por la cual se reorganizaba la plantilla del Archivo de Indias; en su art. 5 permitía confirmar en su puesto a aquellos oficiales que, careciendo de un título académico, superasen el examen en cuestión. En el documento, Melquíades se identifica como Oficial 5º en el citado archivo. El expediente guarda, por otra parte, otra instancia solicitando del Rector la certificación de haber superado dichos exámenes. Es autógrafa de nuestro Valdenebro y está firmada por su padre. La rúbrica denota cierta dificultad, como de una persona de precaria salud.

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Fondos y procedencias: bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla

[2012] 1

JOSÉ MARÍA DE VALDENEBRO, BIBLIOTECARIO Y BENEFACTOR DE LA

BUS

El bibliotecario, bibliógrafo y bibliófilo José María de Valdenebro y Cisneros nació en

Sevilla el 26 de octubre de 1861.1 Fueron sus padres Melquíades de Valdenebro

Olloqui, (Valladolid, 10/12/1818-Sevilla, 16/6/1887) y María de las Mercedes Cisneros

Nuevas; el matrimonio residía por entonces en la c/Alhóndiga, nº 41, por lo que el niño

(el primero de los tres que tuvieron) se bautizó en la parroquia de Santa Catalina. El

abuelo paterno se llamaba Eladio Alonso de Valdenebro y Reynoso, y era natural de

Alaejos (Valladolid); hizo carrera como jurista, llegando a ser Decano de la Real

Chancillería de Valladolid y Regente de la Real Audiencia de Sevilla; se casó con María

Manuela Olloqui y Dios, natural de Villanueva de Cañedo (Salamanca). Por parte

materna, los abuelos fueron José María Cisneros Lanuza, natural de Montemolín

(Badajoz), coronel de Artillería, y María Manuela Nuevas Coriella, natural de Sevilla.

Hasta donde llegan mis noticias, tres de los hermanos Valdenebro Olloqui (Melquíades,

José María y Victoriano) se casaron con sendas hermanas Cisneros Nuevas (María de

las Mercedes, María de los Dolores y María, respectivamente).2

Melquíades aparece con la mención de abogado en la Guía de Sevilla de Gómez

Zarzuela, año 1865, con domicilio en la c/ Alhóndiga, nº 41; sin embargo, parece que en

realidad no llegó a tener título universitario (véase la nota 3). En sucesivas entregas de

la misma Guía, en cambio, figura como propietario y, lo que es más interesante en

relación con su hijo: en diversas ocasiones aparece como Oficial adscrito al Archivo de

Indias, entonces dependiente del Ministerio de Ultramar, con diferente grado según los

años.3 Por otra parte, la misma Guía lo identifica como Oficial primero de la Junta

Provincial de Beneficencia (1865) y como consiliario antiguo del Cabildo de la Santa

Caridad para 1887. Todo lo cual dibuja el perfil de una persona bien situada en los

entramados asociativos de la ciudad, tanto asistenciales como propiamente caritativos.

Su fallecimiento se produjo el 16 de junio de 1887.

1 Las fuentes de información que manejo sobre Valdenebro y su familia son, básicamente: el expediente

académico, en dos versiones, la del AHUS, leg. 292-6, y la del AGA, 31-16873-00044; el expediente

como empleado público, también en dos versiones, la del AHUS, leg. 43-28, y la del AGA, 31-06556-

00015; y la solicitud de pensión que realiza su madre al quedarse viuda (AGA-TOP-12-52-CA-19556-

01528). Noticias complementarias aporta el expediente académico de su primo Eladio de Valdenebro

Olloqui (AHUS, leg. 292-7). 2 José María y Victoriano, fallecidos respectivamente en 1892 y 1903, hicieron al menos una parte de su

carrera administrativa en Filipinas. En Manila falleció María de los Dolores, el 12 de noviembre de 1869,

a los 18 años de edad, aunque sus restos fueron exhumados el 29 de abril de 1872 y trasladados a Sevilla.

El 15 de julio de 1872 fueron depositados en la iglesia del convento de las Teresas, hoy conocida como

parroquia de Santa Cruz, y el 21 de octubre se ubicaron bajo la escalera del púlpito. Allí una pequeña

lápida recuerda los hechos aquí mencionados. 3 Esta condición queda corroborada por la hoja de servicios que se guarda en el citado expediente para la

pensión de su viuda. Por otra parte, el AHUS, leg. 396-19, conserva una instancia fechada en agosto de

1885 y dirigida al Rector de la Universidad Literaria en la que Melquíades solicita examinarse de dos

asignaturas (Paleografía y Geografía e Historia Universal, con especialidad de América y Filipinas).

Dicho examen venía exigido por una R. O. de 11 de mayo de 1883, por la cual se reorganizaba la plantilla

del Archivo de Indias; en su art. 5 permitía confirmar en su puesto a aquellos oficiales que, careciendo de

un título académico, superasen el examen en cuestión. En el documento, Melquíades se identifica como

Oficial 5º en el citado archivo. El expediente guarda, por otra parte, otra instancia solicitando del Rector

la certificación de haber superado dichos exámenes. Es autógrafa de nuestro Valdenebro y está firmada

por su padre. La rúbrica denota cierta dificultad, como de una persona de precaria salud.

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[2012] 2

José María Valdenebro cursó el Bachillerato en el Instituto Provincial entre 1872 y

1877, hasta que en junio de 1877 obtuvo dicho grado con la calificación de

sobresaliente. En septiembre de 1877 solicita matricularse en la Universidad de Sevilla

para dar inicio a los estudios de Derecho; como domicilio familiar declara el de C/

Farnesio, nº 6. Los estudios se prolongaron hasta el 30 de junio de 1882, en que se le

otorgó el Grado de Licenciado con la calificación de sobresaliente. El tribunal, de tres

miembros, estuvo presidido por Francisco de Borja Palomo, el autor de la Historia

crítica de las riadas o grandes avenidas del Guadalquivir en Sevilla. En la Guía de

Sevilla de 1883 Valdenebro aparece ya con la mención de abogado, con domicilio en C/

Alhóndiga, 75.4

Por el expediente conservado en el AGA sabemos que simultaneó los estudios jurídicos

con sus primeros pasos en la carrera administrativa. En mayo de 1879 fue nombrado

“auxiliar sin sueldo” en el Archivo de Indias; en enero de 1880 “escribiente temporero”

del Ministerio de Ultramar, con una gratificación anual de 1.250 ptas., con destino en el

citado Archivo; en agosto de ese año fue ratificado como “escribiente segundo” en la

sección de contabilidad, con el mismo sueldo, hasta que fue declarado cesante en junio

de 1881.5

Su afición por los libros debió de manifestarse pronto, orientándole desde sus años

mozos a un campo de estudios que finalmente sería el suyo también en el terreno

profesional: la bibliografía. Algunos de sus libros presentan notas manuscritas que

confirman esta vocación temprana. Así, su ejemplar de las Memorias literarias de la

Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Tomo Primero lleva en la anteportada esta

nota bien expresiva de los intereses del dedicatario: «Al entusiasta anticuario Dn. José

Mª de Valdenebro y Cisneros, recuerdo de un primo, Mariano, Seuilla 7 Mayo 1882».6

Otra nota consignando que uno de sus libros es un regalo de José Vázquez y Ruiz en

julio de 1886, ya nos dice mucho sobre la vinculación de Valdenebro con los ambientes

literarios y eruditos de la ciudad por esas fechas.7

Vázquez Ruiz era un hombre que, pese a sus orígenes modestos, pudo dar cauce a su

vocación por el estudio, licenciándose en Filosofía y Letras y llegando a ser

Correspondiente de la Real Academia de la Historia. Aunque no dejó tras de sí una

producción cuantiosa ni de gran relieve, diversos testimonios coinciden en considerarlo

una figura clave para la constitución del grupo de literatos, bibliófilos y eruditos que

4 Las fechas de 1876 y 1883, están marcadas además por el fallecimiento de los dos hermanos de

Valdenebro: en diciembre de 1876 Manuel, estudiante, de tan solo trece años, y en agosto de 1883,

Amparo, a los 18 años, víctima de la tuberculosis. De Amparo se conservan varios libros escolares en la

BUS, que sin duda forman parte de la donación Valdenebro. 5 La información consta en un certificado expedido por Carlos Jiménez-Placer como Jefe en comisión del

Archivo, con fecha12 de diciembre de 1884. La presencia del certificado se justifica por una petición de

traslado que realizó Valdenebro en octubre de 1896, desde la Biblioteca Provincial al Archivo, tras el

fallecimiento de Jiménez-Placer. 6 A 027(a)/029; la data es de letra de Valdenebro. Es un regalo de su primo Mariano Alonso Valdenebro.

7 Juan Joseph Illánez, Vida abreviada de la Ven. madre soror Francisca Dorotea, fundadora del

Religiosissimo Convento de Dominicas Descalzas de Sevilla … Sevilla: Juan Francisco Blas de

Quesada..., 1734 (A 025(b)/102). Lleva en su nota de guarda esta nota manuscrita, seguramente del

propio Valdenebro: «Regalo de D. José Vazquez y Ruiz al Ldo. José Mª de Valdenebro y Cisneros.

Sevilla, Julio de 1886».

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[2012] 3

animan la vida cultural sevillana del último tercio del XIX.8 Se trata, claro está, del

grupo fundacional de la revista Archivo Hispalense (1886), que se aglutinó en torno a

los hermanos gemelos Juan y Manuel Pérez de Guzmán y Boza, duque de T‟Serclaes y

(futuro) marqués de Jerez de los Caballeros respectivamente, y en el que estaban

integrados, además de Vázquez Ruiz, personalidades como Francisco Collantes de

Terán, Manuel Gómez Imaz, José Gestoso y Pérez, Joaquín Hazañas y la Rúa, etc. Estos

y otros más, se reunían habitualmente en las tertulias que organizaban los dos gemelos

en sus respectivas casas, que albergaban sus magníficas bibliotecas.9 Valdenebro debió

de ser admitido pronto en ese selecto cenáculo, ya que en sus primeros escritos

bibliográficos conocidos, un par de artículos periodísticos que datan de finales de 1888

y principios de 1889, ya menciona una serie de libros raros a los que había tenido

acceso en esas dos librerías.10

Según sus declaraciones, fue por entonces cuando

concibió el proyecto de su principal trabajo bibliográfico,11

al tiempo que se preparaba

para el acceso al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, que

se había creado en 1858.

En ese empeño Valdenebro contó, naturalmente, con el apoyo de los contertulios del

Duque y del Marqués. Así, el ya citado Francisco Collantes de Terán dirigió una carta a

8 Sobre Vázquez Ruiz, véase Eugenio Sedano, Notas biográficas acerca del bibliófilo andaluz D. José

Vázquez y Ruiz. Sevilla: Tipografía de la Revista de Tribunales, 1892; y las noticias que reúne Vicente

Lleó Cañal, «La Real Academia Sevillana de Buenas Letras y el mundo de la Bibliofilia a finales del siglo

XIX y comienzos del XX», Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Minervae baeticae,

37 (2009), pp. 309-318; referencias en pp. 310-311. 9 Aunque parece que Valdenebro frecuentaba con mayor asiduidad la del duque. Así lo indica el

valenciano José Enrique Serrano y Morales tras pasar unos días en Sevilla en la primavera de 1892:

«…los contertulios del Duque, entre los que se cuentan como más asiduos, su hermano el Marqués de

Jerez, D. Manuel Gómez Imaz, D. José Vázquez y Ruiz, D. Joaquín Hazañas, D. Agustín Guaxardo-

Fajardo, D. José María Valdenebro, D. Simón de la Rosa y D. Luis Montoto (…) y además, el sabio

arqueólogo y numismático (…) D. Francisco Caballero-Infante, el erudito Dr. en Medicina D. Emilio

Serrano, el ilustrado Capitán de Caballería D. Ramón Ugarte y otros señores cuya asistencia no es tan

constante» (Noticia de algunos libros impresos en Sevilla durante los últimos años, y particularmente de

los publicados por los Ecmos. Sres. Duque de Tserclaes y Marqués de Jerez de los Caballeros, Valencia:

Imprenta de Francisco Vives Mora, 1892, pp. 43-44). La nómina de los contertulios varía cuando es Luis

de Miranda, o sea, Luis Montoto, quien evoca aquellas reuniones, pero Valdenebro sigue presente: «Otros

ingenios completaban la tertulia del duque: un archivero, dechado de cultura y de buen sentido, que

andaba por aquellos días muy ocupado en el estudio de la Imprenta en Córdoba» (Relación del caso

famoso acaecido en esta ciudad de Sevilla a un Duque y un Marqués, bibliófilos recalcitrantes. Escríbela

para advertimiento de bibliómanos D. Lorenzo de Miranda, hijo de El caballero del Verde Gabán,

Sevilla: Imp. de la Revista de los Tribunales, 1898; pero cito por la ed. cuidada por Antonio Rodríguez

Moñino, con prólogo de Santiago Montoto: Relación de lo ocurrido a dos bibliófilos sevillanos, Valencia:

Castalia, 1948, p. 43). 10

Son los dos artículos sobre la imprenta cordobesa que se publicaron en el Diario de Córdoba el 25 de

diciembre de 1888 y el 22 de enero de 1889, que ahora pueden leerse en el volumen que el mismo

Valdenebro confeccionó con recortes de prensa y añadiendo a mano lo que faltaba: La imprenta en

Córdoba. Cartas publicadas en el «Diario de Córdoba»… (A F.A. 015(46)/COR; y véase ficha 165 de la

Exposición virtual). Del mismo año de 1889 (20 de noviembre, según el colofón) es otra publicación de

Valdenebro: Justa poética celebrada en la Parroquia de San Andrés de Córdoba, el día 15 de Enero de

1617. Con una advertencia y adiciones por José M. de Valdenebro y Cisneros, Sevilla: Casa de C. de

Torres, 1889. Como indica la nota preliminar, la edición tomó como modelo el ejemplar que era del

duque de T‟Serclaes y que había transcrito personalmente el marqués de Jerez de los Caballeros, al que

Valdenebro dedicó la publicación como «su devotísimo amigo». Por cierto que en la portada figura,

debajo de su nombre, la mención: «Ldo. en Derecho Civil y Canónico». 11

En el primer párrafo de los «Preliminares» que puso a La imprenta en Córdoba, el propio Valdenebro

explica que fue a raíz de ese intercambio periodístico de noticias sobre el tema cuando le vino la idea de

hacer su investigación. [p. VII]

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[2012] 4

un miembro del Tribunal que había de juzgar la oposición, el zoólogo y explorador

Marcos Jiménez de la Espada, recomendándole a Valdenebro para que «…sin faltar a la

justicia pueda favorecerlo».12

Lo mismo hizo el duque de T‟Serclaes en carta del 5 abril

de 1890 a Marcelino Menéndez Pelayo.13

El ingreso en dicho cuerpo se produjo

finalmente el 16 de julio de 1890, siendo destinado a la Biblioteca Provincial de

Zaragoza con la categoría de Ayudante de 3º grado y unos haberes de 1500 ptas.

anuales.14

Por la correspondencia que mantuvo con el pintor y también bibliotecario

Ángel María Barcia Pavón (Córdoba, 1841-1927), sabemos que desde el momento

mismo que llegó a su destino, Valdenebro empezó a buscar la manera de volver a

Sevilla o, cuando menos, acercarse a ella, y que para su intento le pidió ayuda a Barcia,

quizá porque pudo acceder a él por ser este sobrino de Francisco de Borja Pavón, uno de

los eruditos que contribuyó a la ya mencionada serie periodística sobre la imprenta en

Córdoba.15

El traslado llegó pronto: el 1º de abril de 1891 ya tomó posesión de su nuevo

destino, en la Biblioteca Nacional de Madrid, donde permaneció solo unos meses, ya

que el 1º de julio del mismo año hizo lo propio en la Biblioteca Provincial y

Universitaria de Sevilla, radicada entonces en la sede que tuvo la Universidad en la c/

Laraña. A partir de esa fecha, el expediente se limita casi a registrar los paulatinos

ascensos: Ayudante de 2º grado (diciembre 1891); Oficial de 3º grado (enero de 1903,

con unos haberes de 2.500 ptas. anuales); Oficial de 2º grado (enero de 1907,

12

La carta, de tres hojas y sin data, se conserva en el Archivo de la Biblioteca General de Humanidades

del CSIC, entre los papeles personales de Marcos Jiménez de la Espada (1831-1898), con la signatura

ABGH0029/03/013. Literalmente: «…por encargo unánime de todos nuestros consocios me permito

recomendar a V. al joven Sr. D. José de Valdenebro Cisneros que asiste constantemente a nuestras

nocturnas reuniones literarias en la Casa del Duque de T‟Serclaes y reúne condiciones que han cautivado

a los mismos y conseguido su aprecio». No era la primera vez que el destinatario tenía noticias de los

Valdenebro. En otra carta del mismo archivo y colección, sig. ABGH0029/03/013, con fecha de 13 de

febrero de 1885, Carlos Jiménez-Placer (1833-1896), jefe por entonces del Archivo de Indias, le

comunica a su corresponsal que Valdenebro se está encargando de copiar un documento que le había

pedido y que se lo remitirá en breve, junto con otro que estaba trasladando el mismo Jiménez Placer;

seguramente se trataba de materiales para este libro: Cobo, Bernabé, (S.I.) Historia del Nuevo Mundo;

publicada por primera vez con notas y otras ilustraciones de Marcos Jiménez de la Espada, Sevilla: E.

Rasco, 1890-1895. 13

Puede verse, no la transcripción sino el resumen del contenido de la carta en la edición digital del

epistolario de Menéndez Pelayo de la web de la Fundación Ignacio Larramendi:

http://www.larramendi.es/i18n/corpus/unidad.cmd?idCorpus=1002&idUnidad=154474&posicion=1 14

Los datos básicos de la trayectoria profesional de Valdenebro están recogidos en la nota necrológica

que apareció en la Revista de Archivos, Biblioteca y Museos, 46 (1925), p. 122, y asimismo en Agustín

Ruiz Cabriada, Bio-bibliografía del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios, y Arqueólogos

1858-1958, prólogo de Vicente Castañeda y Alcover, Madrid: (Estades) [s.n.], 1958, nº 16.415. Por

nuestra parte, hemos podido ampliarlos con la consulta del citado expediente administrativo (nota 1). 15

Las cartas de Barcia, que fue Jefe de la sección de Estampas de la Biblioteca Nacional, se conservan en

un volumen de la donación Valdenebro, con el título Cartas a mi buen amigo José Mª de Valdenebro y

Cisneros, escritas en los últimos diez años del S. XIX (A 333/237); van numeradas y el volumen ha sido

foliado a lápiz por otra mano. La dirección de Valdenebro por esos años (quizá hasta su muerte) fue c/

Gandesa, nº 4. El volumen lo formó el propio Barcia, como indica en la carta nº 121, del 9-9-1900: «Las

cartas están ya en vía de encuadernación, pero hasta principios de enero no se podrán coser porque

deberán formar parte del tomo todas las escritas este año, para lo cual podrás írmelas devolviendo cuando

las contestes. Luego encuadernadas, podrá cargar con ellas tu duque y andando el tiempo, sabe Dios

quién, te remitirá la otra parte de la obra que yo por ahora he de conservar en mucho aprecio». De la

intención de Barcia de reunir también las cartas escritas por Valdenebro hay constancia en dos de las

suyas: la nº 85 (11-2-98, f. 179v) y la nº 120 (1-8-1900, ff. 266-267). Ignoramos el paradero actual de ese

epistolario. Lo que sí sabemos es que las relaciones amistosas y epistolares entre ambos continuaron

después de 1900.

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[2012] 5

percibiendo 3.000 ptas.); Oficial de 1º grado (enero de 1915: 4.000 ptas.); Jefe de 4º

grado (noviembre de 1915: 5.000 ptas.); Jefe de 2º grado (noviembre de 1919: 8.000

ptas.).16

Como ya se ha dicho, en octubre de 1896 solicitó el traslado al Archivo de

Indias, sin conseguirlo, petición quizá relacionada con algunas dificultades en su

relación con José Leal Ruiz, jefe por entonces de la Biblioteca; al menos eso se

desprende de la correspondencia con Barcia. En definitiva, Valdenebro permaneció en

activo hasta su muerte, ocurrida el 21 de enero de 1925, ejerciendo su empleo durante

unos 35 años, de los cuales casi 34 los pasó en Sevilla.

Tras su regreso a Sevilla, Valdenebro se reintegró en los mismos círculos que ya

frecuentaba antes de su marcha y fue ganando peso en ellos a medida que su trayectoria

profesional se consolidaba.17

En este sentido, el hito decisivo fue la obtención en 1896

del primer premio en el concurso bibliográfico que anualmente convocaba la Biblioteca

Nacional desde 1857, con su obra fundamental sobre la imprenta en Córdoba.18

Para

obtener el galardón, Valdenebro hubo de concurrir por dos veces. La primera vez fue en

1895 y su trabajo era uno de los seis que se presentaron; el ponente encargado de

informarlo fue Cristóbal Pérez Pastor, quien propuso premiarlo, pero finalmente el

concurso quedó desierto. Valdenebro, sin embargo, quedó designado en la práctica

como futuro ganador, pues se le comunicó oficialmente «que debía de completar su

trabajo y presentarlo a un próximo certamen».19

Seguramente recibió la noticia por

medio de Barcia, que se la comunica en carta de 6-5-1986 (nº 41, ff. 84-85). El

concurso, de hecho, es asunto que sale a relucir con frecuencia en el epistolario: Barcia

16

Otra fuente de información son los informes anuales que la Biblioteca remitía al Director General de

Instrucción Pública; se conservan cinco copias o borradores autógrafos de Valdenebro, remitidos entre

abril de 1893 y enero de 1898 (ABUS Caja 1-2 números 12 a 17; pero lamentablemente faltan los

posteriores hasta los años 30). En ellos hay datos interesantes sobre las tareas realizadas por la Biblioteca,

con mención a veces detallada de la responsabilidad que asumían los distintos miembros de su personal.

En el caso de Valdenebro, nos enteramos, por ejemplo, de que ejerció como Secretario desde su

incorporación a la misma. También consta en otros expedientes del Archivo que realizó ocasionalmente

las funciones de Director accidental. 17

Por esos años llevó a cabo algunas publicaciones menores, en tiradas muy cortas y valiéndose casi

siempre de impresos raros custodiados en las colecciones sevillanas. Conocemos las siguientes: Salve

glosada á la Virgen del Pilar, Sevilla: [Imp. de C. Carlos de Torres y Daza, 1891], 4 pp.;

1637, Sevilla: [Imp. de C. Carlos de Torres y Daza, 1892], 4 pp. (es edición de un

pliego antiguo: Relacion de los prodiosos [sic] sucessos que se han visto en la ciudad de Malaga); «Un

fraile embajador (Francisco de la ) en Marruecos en 1646», Sevilla: imp. de D. Carlos de

Torres y Daza, 1894; folleto de cuatro pp. en el que se hace un extracto de la obra de fray Ginés de

Ocaña, Epitome del viage que hizo a Marruecos el padre fray Francisco de la Concepciō. Sevilla: Simón

Faxardo, 1646. Relación del bautizo y suplicio de un esclavo moro en la Plaza de San Francisco de

Sevilla, el día 3 de Octubre de 1625, Sevilla: Imprenta de C. de Torres, 1895; el librito, que va dedicado

al duque de T‟Serclaes, contiene la edición, precedida de una presentación, de un raro pliego sevillano:

Conversion, baptismo, y muerte por iusticia, executada en la Plaza de San Francisco de Seuilla, en

Francisco Ignacio, antes moro esclauo en tres de otubre [sic] deste año de 1625 escrita por vn Padre de

la Compañia de Iesus de Seuilla, Sevilla: Simon Faxardo, 1625. De la existencia de los dos primeros y de

la participación de Valdenebro en ellos da noticia E. J. Serrano y Morales, op. cit., p. 46. Es probable que

haya otros papeles similares todavía sin registrar como de Valdenebro. 18

La imprenta en Córdoba. Ensayo bibliográfico, Madrid: Establecimiento Tipográfico Sucesores de

Rivadeneyra, 1900; hay reedición facsímil con presentación de Pedro Ruiz Pérez, Córdoba: Diputación

Provincial de Córdoba, Delegación de Cultura, 2002. Las noticias existentes sobre la participación de

Valdenebro en el concurso de la Biblioteca Nacional han sido extractadas a partir del expediente del

mismo por Juan Delgado Casado, Un siglo de bibliografía en España. Los concursos bibliográficos de la

Biblioteca Nacional (1857-1953) / Madrid: Ollero y Ramos, 2001, pp. 90-93 y 883-885. 19

Delgado Casado, op. cit., p. 91.

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va informando puntualmente a su amigo de todo lo relativo al mismo, le da consejos

sobre cómo debe actuar en la siguiente convocatoria e incluso se encarga de retirar él

mismo el original no premiado (carta nº 50, 16-7-96, ff. 103-104). Valdenebro revisó y

amplió su trabajo, con visita a Córdoba incluida, para presentarlo de nuevo al año

siguiente, en un original que pasó de tener cuatro a diez vols., más un índice en

papeletas (carta nº 58, 2-12-1896, ff. 120-121). Esta vez solo concurrían dos obras y la

suya se dio por ganadora desde el primer momento; así se refleja en carta de Barcia de

14-2-1897 (nº 65, ff. 135-136). El jurado estuvo constituido por Manuel Tamayo y

Baus, Director de la Biblioteca Nacional, Eduardo Saavedra, Juan Catalina García,

Rafael Ureña, Emilio Cotarelo y Mori, más los bibliotecarios de la Nacional Manuel

Flores Calderón, F. Mª. Urcullu y José Devolx, que actuó como Secretario. El

encargado de informar el trabajo fue ahora Cotarelo, quien lo valoró como merecedor

del premio.20

Este se otorgó oficialmente por Real Orden del 8 de junio de 1977 y se le

comunicó a Valdenebro el 16; en realidad este ya lo sabía desde mucho antes, pues

Barcia se lo había dicho de manera confidencial en carta del 12 de abril (nº 68, ff. 141-

142). Tras la concesión, el epistolario sigue arrojando noticias sobre el premio: que

Valdenebro no pudo ir a recibir en persona el galardón económico alegando trabas por

parte del jefe de la Biblioteca de Sevilla; que Barcia se encargó por ello de retirar en

nombre de su amigo las 485 ptas. del premio (aunque firmó por 500, y el premio estaba

dotado en principio con 1.500); que la publicación de la obra se demoró varios años por

motivos burocráticos y que el autor tuvo que abreviarla para la impresión. Esta se

produjo finalmente en 1900 con una tirada de 300 ejemplares, de cuya distribución se

conservan numerosos acuses de recibo en el expediente del concurso (Archivo de la

Biblioteca Nacional, Sig. 0403, Doc. 01).

La obra de Valdenebro venía así a sumarse a la serie de tipobibliografías locales que

habían ido apareciendo tras recibir el premio de la Nacional: la de Toledo por Pérez

Pastor (1887), la de Alcalá por Juan Catalina García (1889), la de Sevilla por Francisco

Escudero y Perosso (1894), o la de Medina del Campo por el mismo Pérez Pastor

(1895). En los ya citados «Preliminares» el autor afirma que siempre que le fue posible

realizó su descripción mediante consulta directa del ejemplar y que para ello tomó como

modelo «el sistema de mi sabio maestro D. Cristóbal Pérez Pastor». Esa consulta directa

le permite reproducir fragmentaria o íntegramente algunas piezas que destacaban por su

interés o rareza. Según Delgado Casado, de la información que proporcionan las mismas

fichas del libro se desprende que, aparte de algunas particulares, las bibliotecas más

frecuentadas por el autor durante la realización de su trabajo fueron «la Nacional,

Universitaria de Sevilla, Seminario, Catedral e Instituto de Córdoba, Academia de la

Historia y Colección de Sancho Rayón».21

El resultado es una obra que, con sus 2.339

descripciones, resultaba imprescindible entonces y lo sigue siendo todavía hoy, no

porque sea un trabajo definitivo (que no podía serlo) sino por haber sentado las bases

para el conocimiento del tema. Así lo señalaron los reseñistas del libro, quienes no

20

Delgado Casado, op. cit., pp. 884-885, resume el contenido del informe, del que entresaca algunas citas

literales, como que «…la colección es copiosa [y] la descripción de los libros detallada y muy exacta».

También destacó Cotarelo que Valdenebro había descrito ejemplares rarísimos conservados en bibliotecas

privadas y que había prestado mucha atención a los pliegos sueltos. 21

Op. cit., p. 886. En cuanto a las particulares que le permitieron el acceso a sus libros, el propio autor da

las gracias, entre otros, al duque de T‟Serclaes, al marqués de Jerez, a Rafael Ramírez de Arellano y a

Francisco de Borja Pavón.

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dejaron de elogiarlo al tiempo que aportaban alguna ficha que se echaba a faltar en la

obra.22

En el lapso de tiempo que va del premio a la publicación del libro de Valdenebro, se

refundó en Sevilla la Sociedad de Bibliófilos Andaluces creada en 1869 por José Mª.

Asensio y Toledo, Pascual de Gayangos, Francisco de Borja Palomo y José María

Álava, pero inactiva para entonces. En su nueva etapa, iniciada hacia 1890, la Sociedad

se presentó en público con el anuncio de la publicación de las Obras de Quevedo al

cuidado de Aureliano Fernández Guerra y de M. Menéndez Pelayo. La noticia apareció

en el diario madrileño La época el 20 de julio de 1895 en estos términos:

La Sociedad de Bibliófilos Andaluces ha acordado proceder a la publicación de las

obras de Quevedo, edición preparada e ilustrada por D. Aureliano Fernández Guerra,

y con notas de D. Marcelino Menéndez y Pelayo. La Junta de gobierno de la

Asociación ha quedado constituida en la siguiente forma: Presidentes honorarios: D.

Antonio Cánovas del Castillo y D. Marcelino Menéndez y Pelayo. Presidente, señor

duque de T'Serclaes. Vicepresidente, D. Manuel Gómez Imaz. Tesorero, D. José

María de Valdenebro y Cisneros. Contador, D. Agustín Guajardo- Fajardo y Torres.

Secretarios: D. Francisco Rodríguez Marín y D. Joaquín Hazañas y la Rúa. Vocales:

D. Francisco de P. Caballero-Infante y Zuazo, señor marqués de Jerez de los

Caballeros, D. José de Hoyos y Hurtado, D. Francisco de P. Collantes de Terán, D.

Luis Montoto y Rautenstrauch, D. Luis Herrera y Robles y D. José Gestoso y Pérez.

Por el epistolario entre Rodríguez Marín y Menéndez Pelayo podemos seguir las

vicisitudes del proyecto editorial, que se alargó hasta 1907 y que puso en letra de molde

tres tomos de unas inacabadas Obras completas de Quevedo. Todo indica que fueron

precisamente el bachiller de Osuna y Valdenebro quienes más se implicaron en él. De

este modo el nombre del bibliotecario sale a relucir frecuentemente en las cartas como

encargado de gestionar subvenciones y suscripciones, de negociar con los impresores

(primero Rasco y luego Díaz), de procurar los suministros de papel, etc. Incluso se dice

que en algún momento tuvo que salvar la comprometida situación económica de la

Asociación poniendo dinero de su bolsillo.23

Estos trasiegos editoriales están en el

origen del carteo entre Valdenebro y Menéndez Pelayo, del que conservamos las ocho

misivas que el sevillano remitió al santanderino entre julio de 1900 y agosto de 1910.24

Merece la pena destacar aquí una de las noticias relativas a Valdenebro que figuran en

el citado epistolario. En carta del 15-I-1902 Rodríguez Marín informa a su corresponsal

de la compra de la biblioteca del marqués de Jerez de los Caballeros por parte de Archer

M. Huntington. Pues bien, por ahí nos enteramos de que el bibliotecario ofició como

testigo de tan excepcional momento:

22

Es el caso, por ejemplo, del prestigiosos hispanista y bibliófilo Raymond Foulché-Delbosc, que sacó su

reseña en la Revue Hispanique, VIII (1901), pp. 544-547, aportando en ella la descripción de 13 pliegos

sueltos que Valdenebro no había alcanzado a ver. Una revisión más sistemática, aunque centrada

exclusivamente en el siglo XVI, ha hecho Mª. José Porro Herrera, «La imprenta en Córdoba, de José Mª

Valdenebro a la luz de la tipobibliografía española (siglo XVI)», en El libro antiguo español. Actas del

Segundo Coloquio Internacional, ed. Pedro M. Cátedra, Mª. Luisa López-Vidriero, Salamanca: Ediciones

de la Universidad, 1992, pp. 367-398. 23

Así lo apunta Rodríguez Marín en carta del 20 de noviembre de 1897, y lo concreta luego («400 ó 500

pesetas») en otra del 1 de noviembre de 1899. A partir de junio de 1908 es M. Gómez Imaz quien asume

desde Sevilla la responsabilidad del proyecto editorial, que entonces encaraba un cuarto tomo que no

llegó a publicarse. En sus cartas a Menéndez Pelayo dedica diversas menciones al trabajo de Valdenebro. 24

Todas pueden verse en la citada edición digital (nota 13).

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Con grande misterio han llevado este negocio, creo que por una larga serie de cartas.

Yo, que iba casi diariamente a casa del Marqués, no me había percatado de nada. Esta

tarde mandó llamar con urgencia a Valdenebro para que fuese testigo del contrato. Y

esta noche en casa del Duque, nada me dijo: lo he sabido hace un cuarto de hora, al

salir de allí.25

El dato resulta ilustrativo de ser Valdenebro una persona de plena confianza y solvencia

en asuntos delicados, como ya se intuía por su elección como Tesorero en la Sociedad

de los Bibliófilos. Lo mismo cabría decir de su elección como Secretario de la

Hermandad de la Santa Caridad, cargo que ya desempeñaba (como Secretario 2º) en

1893 y plenamente en 1895, según indica nuevamente la Guía de Sevilla para dichos

años. La pertenencia a la ilustre Hermandad estuvo en el origen de un trabajo de

erudición que es, a mi juicio, el segundo en importancia entre los suyos: la publicación

en 1903, junto con otros dos hermanos (uno de los cuales es M. Gómez Imaz), de un

volumen que en principio era una edición de la Breve relación de la muerte, vida y

virtudes del venerable caballero Don Miguel de Mañara, obra del jesuita Juan de

Cárdenas (Sevilla, 1679). Pero el volumen, impreso por E. Rasco, es mucho más que

eso por los apéndices documentales y textuales que contiene, entre ellos una edición (la

mejor existente hasta hoy) del Discurso de la verdad del propio Mañara, así como otros

textos coetáneos de gran rareza que guardan relación con él.

La pertenencia de Valdenebro a la Caridad remite a una faceta importante de su vida,

que es la religiosidad y la afirmación pública de la misma. Ya en sus tiempos de

universitario encontramos muestras de un activismo religioso con tintes políticos en la

firma de proclamas y manifiestos que lo sitúan en el campo de un catolicismo de

carácter tradicionalista o integrista.26

El asunto surge en un determinado momento de su

epistolario con Barcia y Pavón, quien era sacerdote desde 1879. Según dice este, un

25

La carta puede leerse aquí:

http://www.larramendi.es/i18n/corpus/unidad.cmd?idCorpus=1002&idUnidad=158887&posicion=1.

Algunos detalles adicionales aporta Antonio Rodríguez Moñino, El Marqués de Jerez de los Caballeros.

Semblanza de un gran bibliófilo, Badajoz: Diputación Provincial de Badajoz, 1989, pp. 74-75. 26

Algunos ejemplos anteriores a 1900: es uno de los primeros firmantes («José M.ª de Valdenebro y

Cisneros, Estud. de Derecho») de una carta (9-6-81) en apoyo de Menéndez Pelayo promovida por el

canónigo Francisco Mateos Gago, para defender al polígrafo de los ataques de la prensa liberal tras su

discurso en la Universidad Central, durante los actos del centenario de la muerte de Calderón de la Barca;

aparece como Tesorero de la asociación inmaculista que promovió un Manifiesto a la juventud con

motivo de la celebración del segundo centenario de la muerte de Murillo, pintor de la Inmaculada (La

Ilustración Católica, 14-3-82 y El Siglo Futuro. Diario Católico, 3-4-82; cf. José-Leonardo Ruiz

Sánchez, Beato Marcelo Spínola y Maestre, cardenal arzobispo de Sevilla, Sevilla: Ayuntamiento de

Sevilla, 2002, pp. 58-59); aparece, junto con su madre, en el listado de contribuyentes a una suscripción

abierta por la Junta Tradicionalista Regional de Sevilla para mandar recursos al papa León XIII (El Siglo

futuro, 26-3-94). Un «José de Valdenebro y Cisneros» aparece por esos años entre los redactores del

Diario de Sevilla, publicación de orientación entre carlista e integrista que perduró entre el 1º octubre de

1882 y 1901 (Manuel Chaves Rey, Historia y bibliografía de la prensa sevillana, con un prólogo de

Joaquín Guichot y Parody, Sevilla: Imp. de E. Rasco, 1896, p. 251); otros redactores son Eladio de

Valdenebro y Cisneros y Joaquín Hazañas. También encontramos a Valdenebro encuadrado en una

asociación católica, la Sociedad de San Vicente de Paúl, concretamente en la Conferencia de San Nicolás

(por la parroquia sevillana del mismo nombre), con cargo de Vicepresidente (el Presidente era Joaquín

Hazañas). Por algunas misivas que dirigió a Luis Montoto allá por 1901 (BUS A Mont. Ms. Caj 5/33), se

ve que se ocupaba, por ejemplo, de regularizar mediante el matrimonio la convivencia de algunas

personas.

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amigo fue a visitarlo a Madrid en nombre de su corresponsal y, entre otras cosas, le

puso al día de su filiación carlista, noticia que causa una reacción divertida por parte del

bienhumorado Barcia:

Tampoco me dio lata, sino gusto, tu amigo que estuvo aquí el otro día; charlamos de

ti, como era natural, y nos dimos mutuamente grandes noticias (respectivamente

desconocidas) sobre tu persona (…). El a su vez me hizo saber que era persona carlista

y no ahí comoquiera sino carlista de pura sangre, de abolengo y con todas las notas y

requisitos apetecibles. Lo cual me había tenido oculto tu profunda política. No pude

menos de reírme pensando: “¡anda, y cómo me habrá excomulgado in petto más de

cuatro veces!” Y lo peor es las que me excomulgarás todavía si es que sigues con

ánimo de curiosear mamotretos.27

Después de 1900, parece que Valdenebro (al igual que otros miembros de su familia)

encauzó su activismo político-religioso en el marco de la Liga Católica, auspiciada por

el Cardenal Spínola, en cuya Junta directiva ocupó los cargos de Vocal de 1906 a 1910;

Vicepresidente, de 1914 1918, y de nuevo Vocal hasta 1923.28

Pero volvamos a la senda bibliográfica. Los últimos escritos sobre el tema que

conocemos de Valdenebro son dos: una elogiosa reseña biográfica de su amigo Rafael

Ramírez de Arellano, al poco de fallecer este,29

y el prólogo para el libro de José

Gestoso, Noticias inéditas de impresores sevillanos.30

Este segundo escrito es

interesante porque en él defiende Valdenebro, siguiendo los criterios de bibliógrafos

como Cristóbal Pérez Pastor, que la documentación de archivos es esencial para los

estudios sobre la imprenta y el libro. Al hilo de esta reflexión se queja del lamentable

estado de conservación y malas condiciones de acceso de los fondos documentales

sevillanos, al tiempo que saluda la iniciativa del Colegio Notarial de poner remedio a

dicha situación, en alusión a la instalación del fondo en la sede de la calle Feria, que aún

tardaría varios años en materializarse. Otro dato digno de mención es la doble y

elogiosa mención que se hace en el escrito del chileno Toribio J. Medina, cuya obra

bibliográfica está bien representada entre los libros de Valdenebro y con el que

seguramente debía estar en comunicación epistolar.

Valdenebro falleció, como se ha dicho, el miércoles 21 de enero de 1925. No tenemos

constancia de que el Archivo General de la Administración conserve ningún expediente

tramitado a raíz del fallecimiento, lo que indicaría en principio que no dejó viuda ni

27

Carta nº 153, ff. 153-154; subrayados del propio Barcia. La última frase del pasaje se refiere al hecho

de que Barcia confió a Valdenebro la lectura y revisión de varias de sus obras manuscritas. 28

José-Leonardo Ruiz Sánchez, Política e iglesia durante la Restauración. La Liga Católica de Sevilla

(1901-1923), Sevilla: Diputación Provincial de Sevilla, 1995, p. 551. 29

Rafael Ramírez de Arellano, Ensayo de un catálogo biográfico de escritores de la provincia y diócesis

de Córdoba con descripción de sus obras, Madrid: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1921-

1922, pp. 299-305; el texto va datado: «Sevilla, febrero de 1923». La obra salió póstumamente y

Valdenebro decidió incluir en ella a su amigo como el último en la relación de ingenios cordobeses. En su

escrito indica, por cierto, que se venía carteando con Arellano desde 1888 y reitera que su trabajo sobre la

imprenta en Córdoba arranca de la intervención en la serie periodística que sobre el tema inició aquel en

el Diario de Córdoba. Por otra parte, Arellano, que fue fundador y primer director en 1917 de la Real

Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, propuso el 2 noviembre de 1916, junto con

Adolfo Aragonés y Francisco de Borja San Román, el nombramiento de Valdenebro como

Correspondiente de la misma. La Junta lo eligió el 5 y el académico aceptó el nombramiento en carta del

15 de diciembre, que se conserva en el Exped. nº 68 ARAHT. Agradezco a mi colega Carmen del

Camino, Correspondiente de dicha Academia, que me haya facilitado esta información. 30

Sevilla: Gómez, 1924.

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descendientes que pudiesen solicitar pensión. La Revista de Archivos, Biblioteca y

Museos publicó entonces la nota necrológica ya reseñada.

El fondo Valdenebro de la BUS

El estudio de este fondo plantea un par de problemas preliminares. El primero es que,

lamentablemente, no ha sido posible localizar hasta ahora ninguna documentación

relativa a la donación de los libros. Lo más verosímil, habida cuenta del carácter

meticuloso de Valdenebro y de su condición de bibliotecario en la Universidad, es que

tal donación se realizase en vida e incluso que fuese acompañada de una relación de los

libros que la formaban. Pero si fue así, no disponemos hasta hoy de tal constancia

documental. Un segundo inconveniente es que el fondo no ha permanecido agrupado en

la BUS, sino que está mezclado en los estantes con los demás libros, de manera que la

única forma de reconstruirlo es a partir de la nota de propiedad, que en este caso es un

exlibris impreso.31

Y dado que no siempre ha quedado constancia catalográfica del

exlibris, a día de hoy no es posible conocer el fondo en toda su extensión, limitación

que afecta en particular a los libros posteriores a 1900.32

Los datos más fiables se refieren, por tanto, a los libros anteriores a 1900, e incluso

dentro de estos, a los anteriores a 1801. Con todas estas salvedades, cabe afirmar que,

en conjunto, lo que a fecha de hoy conocemos no constituye una colección muy nutrida

ni sistemática, pero que contiene ciertas piezas de interés y que, naturalmente,

contribuye a conocer mejor los intereses de Valdenebro como lector y coleccionista

(que, por cierto, también lo fue de sellos)33

, así como sus relaciones familiares y

amistosas.

Como se ha indicado la marca de propiedad común a toda la donación es el exlibris

impreso. Se trata de una estampa impresa que tiene unas dimensiones de 8 x 6 cm, y

cuyo contenido ha sido descrito así: Una nave a la vela, corre viento en popa hacia el sol naciente, sobre un mar tranquilo.

Arriba y abajo, en sendos plafones : «Quo trahor» «Exlibr(is) J(osephi) M/(ariae) á

Valdenebro Hispal(ensis) Bibl(iotecarii)» . Composición de A. Barcia.34

31

Ha señalado esta problemática, con mención expresa de la donación que aquí se estudia, Adela de

Valdenebro García de Polavieja, «Una colección de libros de la condesa de Lebrija en la Biblioteca

Universitaria de Sevilla», en De libros y bibliotecas. Homenaje a Rocío Caracuel, Sevilla: Universidad de

Sevilla, 1995, pp. 403-409; referencia a Valdenebro en p. 404. 32

El interesado puede consultar el listado por la palabra clave «Procedencia» en el Catálogo del Fondo

Antiguo de la BUS. La consulta actual da un resultado que no llega a los 300 registros. Aun teniendo en

cuenta que algunos de ellos se refieren a volúmenes facticios que en ocasiones contienen un elevado

número de impresos menores, la cifra resulta bastante exigua. De las dos explicaciones posibles (que la

donación haya sido solo parcial o que no todos los libros estén registrados a día de hoy) nos quedamos

como más probable con la segunda. Con todo, es preciso consignar que en La imprenta en Córdoba hay

una serie de libros anteriores a 1826 registrados como propiedad del autor que actualmente no figuran en

el catálogo de la BUS. 33

La donación conserva dos de las obras filatélicas de Mariano Pardo de Figueroa, Doctor Thebussem:

Segunda edición de Kpankla y primera de Klentrron… (A 025(b)/203) y Un pliego de cartas (A

025(b)/182). 34

Así consta, con el nº 528, en el Inventario de Exlibris ibéricos elaborado por la Redacción de la Revista

Ibérica de Exlibris, publicado como anexo o apéndice del vol. I, nº 4 (1903) de dicha revista; en la p. 62

de la misma se reproduce el de Valdenebro. También lo reproduce Juan Antonio Yeves, «Ex libris de la

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El diseño lo hizo, por tanto, el estrecho amigo de Valdenebro, ya mencionado en estas

páginas, Ángel Mª Barcia Pavón, que además de bibliotecario también fue pintor. Dado

que en sus cartas remitidas entre agosto de 1890 y finales de 1900 no se menciona

nunca el exlibris, cabe pensar que su realización es posterior a esa última fecha y,

lógicamente, anterior a finales de 1903, cuando ya se publica y se describe en la revista

antes mencionada. Llama la atención el motivo marítimo elegido, que puede tener una

significación espiritual: la vida como navegación favorable hacia un destino mejor, „por

el que o en el que (refiriéndose, en este caso, al navío mismo) soy llevado o impelido‟,

según reza el lema latino; pero que también apunta al gusto de Valdenebro por la

literatura de viajes, que tiene relevante presencia entre sus libros, especialmente por lo

que se refiere a Tierra Santa y en general a los lugares de significación religiosa.

Al margen del exlibris, los volúmenes son en general parcos en otras notas de

propiedad. Ocasionalmente, Valdenebro anotó alguna circunstancia relativa a la

adquisición del libro, como la fecha de compra y el nombre del antiguo propietario o del

vendedor, o de la persona que se lo regaló o que de alguna manera intervino en la

compra. Comparecen por ahí nombres a los que habría que seguirles la pista para

determinar posibles redes de abastecimiento empleadas por el coleccionista: ciudades

como Madrid y alguna vez Lisboa; o nombres de personas, como «Gabriel Molina,

librero de Madrid a principios de 1921» (A 027(a)/052). Entre los antiguos propietarios

encontramos desde nombres no muy conocidos (como Clamagirand o Junquitu), a otros

perfectamente identificables, caso de Francisco Rodríguez Zapata (A Res. 11/5/1) o de

Feliciano Ramírez de Arellano, Marqués de la Fuensanta del Valle (A 025(a)/043).

Alguna vez, la nota es más personal: «Estuve en Monserrat desde la mañana del 19 de

Septiembre de 1908 hasta la tarde del 20. Compré este libro a la Viuda de Rico, de

Madrid, el 21 de octubre de 1908 (…). Estuve en el cuarto número 6 del piso principal

de los aposentos de Santa Teresa» (A 025(a)/043). O bien: «Estuve en Sigüenza el 22 de

Septiembre de 1914» (A 025(b)/242).

Un caso particular es el de un lote de libros, todavía no repertoriados en su totalidad,

que Barcia Pavón regaló a Valdenebro y que llevan sendos exlibris: normalmente, el de

Barcia en el dorso de la tapa anterior y el de Valdenebro en el de la tapa posterior.35

Este grupo, del que hemos localizado hasta ahora en torno a la veintena, merecería un

estudio específico.

También constituyen caso particular algunos volúmenes que no llevan el exlibris de

Valdenebro pero que presentan alguna nota de propiedad que remite a familiares suyos,

de manera que es prácticamente seguro que llegaron a la BUS formando parte de la

donación o, cuando menos, de la mano del donante. Entre estos cabe destacar un par de

libros que fueron de su padre (A 025(a)/103 y A 025(b)/228), así como un lote de libros

biblioteca Lázaro», Goya, 244 (en.-feb. 1995), pp. 198-205; p. 201, quien lo localiza en el ejemplar del

Breve resumen de las fiestas que celebrò la ciudad de La Coruña en la augusta proclamacion del Sr. Rey

D. Fernando VII ... los dias 15, 16 y 17 de agosto del corriente año, Coruña: Oficina del Exacto Diario,

1815. 35

El exlibris de Barcia representa un murciélago volando con la leyenda «inter utrumque uolitans» (vid.

Juan A. Yeves, op. cit., p. 200). Como su nombre no figura, difícilmente queda registrado el libro como

suyo, salvo cuando añade una nota autógrafa y rubricada. Pero aun así, esta no siempre ha sido atendida

ni correctamente interpretada en el proceso de catalogación.

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escolares, en español y en francés, de la que ya se ha citado como hermana o prima

suya, Amparo.

Dicho esto, procede iniciar el repaso del contenido del fondo por la colección de libros

del siglo XVI, que solo comprende seis títulos, el más antiguo de los cuales data de

1546 (la Primera parte del … Abecedario espiritual de Francisco de Osuna, impresa en

Zaragoza por Pedro Bernuz y Bartolomé de Nágera)36

. Entre ellos destacan los dos que

tienen carácter poético. Uno es la primera edición de Catulo por Marc-Antoine de

Muret, que salió de las prensas venecianas de Paulo Manuzio en 1554 (A Res.

74/5/15).37

El otro es un ejemplar pastiche de las Obras de Garcilaso de la Vega con

anotaciones de Fernando de Herrera (Sevilla: Alonso de la Barrera, 1580; A Res.

11/5/1) que Valdenebro compró en febrero de 1890 a los herederos de Francisco

Rodríguez Zapata (1813-1889). Lo hemos seleccionado para la exposición virtual.

Del siglo XVII hay registrados ocho libros, de temática diversa: erudición histórico-

lingüística (el estudio de Bernardo de Aldrete Del origen y principio de la lengua

castellana ò romance que oi se usa en España, Roma: Carlo Vullietto, 1606; A

027(a)/067), historia nacional o local (el Teatro de la santa iglesia metropolitana de

Seuilla, obra de Pablo Espinosa de los Monteros impresa en Sevilla por Matias Clauijo,

1635; A P/138), y poesía. De los tres volúmenes poéticos dos destacan por su rareza:

uno es regalo de Barcia Pavón, la conocidísima Vida de San José por José de

Valdivielso, pero en la impresión de Lisboa: Pedro Crasbeeck, 1611 (A 025(b)/107); y

el ejemplar, algo defectuoso, de la única impresión que tuvo el libro del cordobés

Miguel Colodrero de Villalobos, Diuinos versos o Carmenes sagrados (Zaragoza: por

los herederos de Pedro Lanaja, y Lamarca, 1656; A 027(a)/013). Este último lo hemos

seleccionado para la exposición virtual.

Al pasar la frontera de 1700 el número y la variedad del fondo aumentan

considerablemente. Según nuestro cómputo, son unos 65 los libros de Valdenebro

registrados entre esa fecha y la de c. 1835,38

cifra a la que hay que sumar un importante

conjunto de pliegos sueltos, que serán considerados posteriormente. En conjunto,

constituye el núcleo y la parte más valiosa de la donación.

Entre los libros propiamente dichos, podemos distinguir varios grupos. El primero es el

de las ediciones dieciochescas de unos pocos autores españoles de los siglos

precedentes, entre los que se hallan Juan de la Encina (Viage y peregrinación que hizo

… en compañía del Marqués de Tarifa.... Madrid: Pantaleon Aznar, 1786), Fray Luis de

Granada y su biógrafo Luis Muñoz (Madrid: Antonio Perez de Soto, 1756), Lupercio

Leonardo de Argensola en la colección de Ramón Fernández, la Fisonomía de Jerónimo

Cortés (Barcelona: Joseph Giralt, 1785?), Quevedo como traductor (De los remedios de

qualquiera fortuna libro de Lucio Aneo Seneca, Madrid: Manuel González, 1787), el

36

Encuadernado con la Segunda parte en la impresión de Burgos: Juan de Junta, 1555 (A Res. 54/4/21).

Según una nota manuscrita el tomo perteneció a la «Comunidad de Santa Clara». 37

Véase la completa ficha del libro elaborada por José Solís de los Santos para una anterior exposición

virtual: http://expobus.us.es/tannhauser/ftp/file/133.pdf 38

La década de 1830 es, de acuerdo con las directrices del Consortium of European Research Libraries,

CERL, la que se toma como límite para la base de datos Hand Press Book, HPB.

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Padre Nieremberg (Del aprecio y estima de la Divina Gracia, Madrid: Viuda de Manuel

Fernandez ..., 1758), la Conquista de México de Antonio de Solís (Madrid: Antonio

Sancha, 1773). El segundo grupo es el de la profusa literatura religiosa producida en la

España del siglo XVIII, que incluye piezas que tienen interés por diferentes razones. Por

ejemplo, desde el punto de vista de la historia local (como el de Alonso Carrillo y

Aguilar, Noticia del origen de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Antigua de

la ... iglesia de Sevilla : descripción del adorno de su ... capilla : relación de las

solemnes fiestas y celebre novenario para su estreno, Sevilla: Florencio Joseph de Blas

y Quesada, 1738?; A 027(a)/009); por la relevancia espiritual de su autor (caso de un

par de sermones del beato fray Diego José de Cádiz, A 027(a)/059(05) y A

027(a)/059(07) o de la institución editora (como la Regla de la muy humilde y Real

Hermandad de la Hospitalidad de la Santa Caridad de N. Señor JesuChristo : sita en su

casa y hospital del señor San Jorge de la ciudad de Sevilla .... Madrid: Imprenta de la

Viuda de Ibarra, Hijos, y Compañía, 1785; A 025(b)/141). O incluso por la rareza

tipográfica, como es el caso del Viaje y peregrinación de Jerusalén, obra de Fr. Juan del

Santísimo Sacramento (Lisboa: Domingo Gonsales, 1744; A 025(a)/081); del Epítome

de la vida de San Francisco de Asís por fr. Antonio Bozal que imprimió en El Puerto de

Santa María Francisco Vicente Muñoz, 1770 (025(a)/086); de la Practica común para

asistir a la Misa rezada y cantada, obra de Juan de Elías Gómez de Terán, Obispo de

Orihuela, en la impresión de Murcia: Francisco Benedicto, 1774 (A 025(b)/106); o de

las anónimas Maximas cristianas… (Córdoba: Luis de Ramos y Coria, 1792; A

025(a)/089). Otro grupo está integrado por los autores españoles de tendencia más o

menos ilustrada, según los casos. Comparecen aquí las primeras ediciones de algunos

títulos importantes del periodo, como la Justa repulsa de fr. Benito J. Feijoo (Madrid:

Antonio Pérez de Soto, 1749), de la Retórica de Mayans (Valencia: Herederos de

Gerónimo Conejos, 1757), el primer tomo de las Memorias literarias de la Real

Academia Sevillana de Buenas Letras (Sevilla: Joseph Padrino y Solis, 1773), el primer

tomo de las Obras póstumas de fr. Martín Sarmiento (Madrid: Joaquín Ibarra, 1775), el

Ensayo de una biblioteca de traductores españoles de Pellicer y Saforcada (Madrid:

Antonio de Sancha, 1778), el Mirtilo (Madrid: Sancha, 1795) y las Frioleras eruditas

([Madrid]: Oficina de García y Compañía, 1801) de Pedro Montengón, las Obras

dramáticas y líricas de Leandro Fernández de Moratín (París: Impr. Augusto Bobée,

1825).39

En fin, de libros curiosos hay que calificar cuando menos títulos como estos:

Mariano Martínez Galinsoga, Demostración mecánica de las enfermedades que

produce el uso de las cotillas (Madrid: Imprenta Real, 1784; A 025(a)/316); la

traducción del italiano de la ficción satírica titulada Viajes de Enrique Wanton a las

tierras incógnitas Australes y al país de la Monas, en la impresión de Madrid: [s.n],

1781-1785 (A 027(a)/046-049); la primera traducción española de las Máximas de La

Rochefoucauld por Narciso Alvaro y Zereza (Madrid: Benito Cano, 1786; A

025(a)/077); la Carta de Don Carlos de los Ríos XXII Señor y VI Conde de Fernán

Núñez a sus hijos (Paris: en la imprenta de Don Pedro Didot, 1791; A 025(a)/007); o los

Discursos varios del arte de la guerra, obra de José Serrano Valdenebro (Madrid:

Viuda de Joaquín Ibarra, 1796; A 027(a)/052 y 053), que era por entonces Brigadier de

la Real Armada, libro del que poseía el donante dos ejemplares, acaso por ser un

antepasado suyo el autor; quizá concurra la misma circunstancia en este otro, bastante

39

Merece la pena consignar también la presencia de dos ediciones tempranas de René de Chateaubriand:

Atala (París: Chez Migneret, Imprimeur [etc.], 1801) y Les martyrs (París: Le Normant, 1809).

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raro: Defensa de los diez y seis cargos hechos por el Señor Don Josef de Valdenebro,

corregidor de la Coruña y consejero de Castilla actualmente, sobre la causa que se

formó para ultrajar .. a Don Valentín de Foronda, cónsul general... (Pamplona: [s.n.],

1820; A 025(a)/095). Por su rareza y por reunir algunas características que asociamos

con Valdenebro (historia local, impresión cordobesa), hemos seleccionado para la

exposición virtual la obra de Manuel Antonio Ramírez y Góngora, Métrico rasgo de

sonoro acento que en la cithara de Apolo canta L.M.N. y M.L. ciudad de Córdoba en la

real proclamacion de la augusta, catholica magestad del Rey y Señor D. Carlos

Tercero... Impresso en Cordoba: por Antonio Serrano y Diego Rodríguez, impressores

del Santo Oficio, 1759? (A 025(a)/311).

Otro capítulo importante del periodo anterior a c. 1830 lo constituye un grupo de cinco

volúmenes facticios con impresos menores. De ellos hay dos, el A 027(a)/059 (una

colección de sermones fúnebres) y el A 027(a)/028 (una colección de pliegos poéticos

del XVIII, en su mayoría cordobeses) que Valdenebro debió adquirir ya formados. Los

otros tres, en cambio, parecen fruto de su afán por coleccionar y ordenar este tipo de

material, en volúmenes que presentan similares características de encuadernación y

dimensiones: A 025(b)/185 (una colección de pliegos poéticos cordobeses, de finales

del XVIII y principios del XIX); A 025(b)/220 (una colección de historias en prosa) y A

025(b)/235 (una colección de pliegos poéticos de las primeras décadas del XIX, con

predominio de los sevillanos). El interés de este material es, lógicamente, muy variable.

Los sermones, por ejemplo, tienen interés para la historia local, especialmente de

Sevilla, donde se imprimieron la mayoría; destacan en este sentido los dos que dan

cuenta de las ceremonias organizadas por la nación francesa con motivo de la muerte

del Delfín Luis de Francia (1765, impreso de 1766) y de Luis XV de Francia (1774). La

colección más antigua de pliegos poéticos contiene unos 120 impresos menudos, en 4º,

normalmente de 2 hojas, algunos de ellos formando serie de un mismo título.

Predominan los publicados en Córdoba por Juan de Medina, que trabajó entre 1763 y

1779, y de temática religiosa variada. Mención particular merece un conjunto de

relaciones de comedia, entre las que hemos seleccionado una desconocida para la

exposición virtual: la Relacion del euangelio de San Lucas compuesta por Fernando

Zarate (Córdoba: en la Imprenta de Don Juan de Medina ..., [s.a.]), sacada de la

comedia El médico pintor san Lucas de Fernando de Zárate, o sea, Antonio Enríquez

Gómez. Por su lado, la colección de pliegos poéticos cordobeses A 025(b)/185 la

componen unos 50, salidos en su mayoría de las prensas de Luis Ramos de Coria y

Rafael García Rodríguez, entre c. 1790 y c. 1830; presenta un rico muestrario temático,

con cierta tendencia hacia lo jocoso y notable presencia también de las relaciones de

comedia. Algo parecido cabe decir de la última colección de pliegos poéticos, integrada

por 34 piezas mayoritariamente sevillanas de las primeras décadas del XIX (pero las del

final son ya posteriores a 1840), con un pequeño matiz: proporcionalmente hay en ella

una mayor presencia de la temática religiosa y devocional. Por último, el volumen de

historias en prosa acoge ocho impresos (pero siete títulos, por estar repetido uno de

ellos) de principios del XIX. Tres son cordobeses y cinco sevillanos; la extensión varía

aquí entre las 14 pp. de la Historia trágica y verdadera de Herodes el Grande…

(Córdoba: en la oficina de D. Josef de Galvez y Aranda, [s.a.]) y las 56 de la Historia

verdadera y famosa del Cid Campeador… (Córdoba: en la oficina de D. Josef de

Galvez y Aranda, [s.a.]; este es el repetido). Algunos títulos no son tan conocidos como

los dos citados; es el caso, por ejemplo, de la Historia del Gran Soldán con los amores

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de la linda Axa y príncipe de Nápoles (Sevilla: en la Imprenta de Manuel Nicolás

Vázquez, [s.a.]), que ya circulaba en el s. XVI, o esta otra: Historia de una muger

famosa, que hizo penitencia y celestial vida en la Montaña del Convento de Sta María

de los Ángeles, del mismo impresor, cuyo origen debe tener relación con el raro libro de

Fernando Pedrique del Monte, La montaña de los Ángeles. Contiene su descripción y la

de su convento de Santa María de los Ángeles, una loa de la soledad y un coloquio de

la muger famosa... (Córdoba: Andrés Castillo, 1674; cf. La imprenta en Córdoba, nº

236).

El conjunto de los libros posteriores a c. 1830 tiene sin duda menos interés desde el

punto de vista bibliográfico, pero, dado que nos acerca paulatinamente a la cronología

vital del propio donante, en esa misma medida nos proporciona datos que pueden

resultar indicativos de intereses o circunstancias más personales. Nos encontramos aquí

con un material variado, en el que se reúnen los libros de uso personal por motivo de

estudio o investigación, los que tienen que ver con debates ideológicos que interesan al

autor, especialmente en el terreno religioso, los que son fruto de publicaciones del

entorno inmediato, los que le llegan como regalos, etc. Trataremos ahora de hacer un

resumen de esos contenidos, no sin antes recordar que en lo que respecta a las

publicaciones posteriores a 1900, manejamos datos muy precarios e incompletos.

Hay en la donación un grupo de libros que podemos llamar escolares en sentido amplio.

Aquí podemos incluir los manuales (o al menos algunos de ellos) con los que

Valdenebro llevó a cabo sus estudios universitarios de Derecho (p. e., A 025(a)/160,

300, A 025(b)/130-132, 133-134, 145, 147-148, 149-150, 180, 206, 207, etc.); pero

también de otras materias que formaban parte del currículum escolar (latín, francés,

lengua española, retórica y poética, aritmética, física, fisiología…). Este grupo se ve

incrementado, además, de dos maneras. Primero por la presencia de libros similares que

pertenecieron a otros miembros de su familia, especialmente Amparo Valdenebro.

Segundo, por una serie de obras de carácter pedagógico en sentido amplio. Por ejemplo:

El nuevo Robinson. Historia moral reducida á diálogos para instrucción y

entretenimiento de Niños y Jóvenes de ambos sexos, que escribió Joachin H. Campe y

tradujo del francés Tomás de Iriarte (Madrid: Imprenta Calle de las Fuentes, 1843; A

025(a)/035); o las Fábulas ascéticas en verso castellano y en variedad de metros, de

Cayetano Fernández Cabello (Madrid: Librería de Miguel Olamendi, 1871; A

025(a)/124), etc.

En cuanto a los instrumentos de trabajo bibliográfico, encontramos el Ensayo de

Gallardo, la Biblioteca del conde de la Viñaza, los Hijos ilustres de Albacete de A.

Baquero Almansa, la Imprenta en Zaragoza de Jerónimo Borao, la de Cuenca por

Fermín Caballerto, la de Sevilla por J. Hazañas, una sola obra de Pérez Pastor (la

Bibliografía madrileña), y por contraste, hasta cuatro de los trabajos del chileno José

Toribio Medina (1852-1930), entre ellos el de La imprenta en Manila, que seguramente

le interesaba especialmente por las conexiones de la familia Valdenebro con aquellas

tierras, como lo confirma el que también poseyera la Bibliografía de Mindanao de

Wenceslao E. Retana. Este material se complementa con algunos catálogos

zaragozanos: uno del librero José Alloza (A 025(b)/204), otro del librero Cecilio Gasca

(A 025(b)/252) y otro de los fondos del Casino de la ciudad (025(b)/161); más uno

londinense de 1885 (A 025(b)/184). Finalmente cabe añadir aquí algunas ediciones

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facsímiles de textos raros antiguos, en concreto de las que Archer M. Huntington llevó a

cabo en Nueva York a principios del s. XX, en las prensas De Vinne, y que seguramente

tuvo la cortesía de enviar a Valdenebro, como queda constancia en al menos una de

ellas (A 025(a)/132).

La literatura de temática religiosa es, por su parte, otro de los apartados interesantes de

la donación, en consonancia con la implicación personal de Valdenebro en el tema.

Interesa aquí señalar la presencia entre sus libros de una serie de ediciones de clásicos

espirituales españoles editadas en la década de los 80 por la casa Subirana de Barcelona,

y seguramente adquiridas por las mismas fechas: Alonso de Orozco, Diego de Estella,

Francisco de Borja, Pedro de Ribadeneyra, Malón de Chaide, el padre Nieremberg.

Junto a los clásicos encontramos autores de la actualidad, con cierta presencia de los

polemistas que se movían entre el tradicionalismo y el integrismo, caso de Francisco

Alvarado el Filósofo rancio, Félix Sardá y Salvany (autor de El liberalismo es pecado,

Barcelona: Lib. y Tip. Católica, 1884), el francés Auguste Nicolas (1807-1888) y sus

Estudios filosóficos sobre el Cristianismo, o el guatemalteco, pero residente un tiempo

en Sevilla, José A. Ortiz Urruela (1822-1877), autor de escritos como La libertad de

cultos en España o La Iglesia Católica y la revolución de septiembre. Este Ortiz

colaboró en La Semana Católica. Revista de ciencias eclesiásticas y literatura religiosa,

semanario proclive al integrismo y al carlismo que se publicó en Sevilla desde enero de

1873 hasta su prohibición gubernativa en junio de 1877; la colección completa se

conserva en la donación, en cinco tomos con encuadernación uniforme. Un tipo de

religiosidad más vivencial está representado por algunos libros centrados en la vida de

la Virgen (como el que redactó Clemens Brentano a partir de las visiones de la agustina

Anne-Catherine Emmerich o Emmerik, que Valdenebro tenía en francés, sig. A

025(a)/141), o de santos como Francisco de Asís (A 025(a)/217). Ambos títulos están

relacionados con Barcia Pavón, quien en su epistolario declara estar traduciendo el

primero y que le regaló los dos a Valdenebro. A modo de complemento con esta

literatura, mencionaremos, en fin, un libro como La médecine des passions, ou les

passions considérées dans leurs rapports avec les maladies, les lois et la religión, del

médico Jean-Baptiste Félix Descuret (1795–1871), del que Valdenebro poseía tanto la

versión francesa como la española.

Otro grupo de libros corresponde a la temática de historia, y tiene como capítulo de

mayor interés el de memorias y testimonios. Ahí entran, por ejemplo, las tres ediciones

(dos italianas y una española) de Silvio Pellico, I miei prigioni, libro que le recomendó

y regaló Barcia a Valdenebro; los Recuerdos del pasado (1814-1860), del chileno

Vicente Pérez Rosales (Santiago de Chile: Imp. Gutenberg, 1886; A 025(b)/243); o las

Memorias inéditas de María Bashkirtseff (Madrid: Ediciones Góngora, [1913]; A

025(a)/122). Pero sobre todo, hay que destacar la nutrida serie de libros de viajes y

descripciones de lugares más o menos remotos que alberga la donación. En buena parte

se trata de lugares sagrados: Tierra Santa (como el de Barcia y Pavón, A 025(b)/016,

que se lo regaló el propio autor y pudo ser el principio de la amistad entre ambos; o el

de Antonio Bernal O'Reilly, En el Líbano. Cartas relacionales sobre la Siria, A

025(a)/180), Roma (como el curioso De Cádiz a Roma. Álbum histórico-descriptivo de

la primera peregrinación española al Vaticano en 1876, por José María León y

Domínguez, A 025(a)/250), Monserrat, santuario de Aránzazu, cartuja de Miraflores,

etc. Pero también encontramos lugares más exóticos, como los que describe el

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historiador Benjamín Vicuña Mackenna, Juan Fernández. Historia verdadera de la isla

de Robinson Crusoe (Santiago de Chile: Rafael Jover, 1883; A 025(b)/240); o los que

pinta A. de Gondrecourt, en Medina o escenas de la vida árabe, trad. de Joaquín

Guichot, Sevilla: Eduardo Perié, 1868 (A 025(a)/263-264).

Esta última obra nos da pie para mencionar otro grupo de libros: el de las publicaciones

realizadas por autores del entorno sevillano coetáneo. Bastará con mencionar aquí los

nombres de Antoine de Latour, José M.ª Asensio, Joaquín Guichot, José de Velilla,

Francisco de B. Palomo, José Bermejo y Carballo, José Vázquez y Ruiz, Luis Montoto,

Joaquín Hazañas, Manuel Serrano y Ortega, José Gestoso, Francisco Rodríguez Marín,

etc. Pero destacaremos al menos tres títulos: la traducción de las Historias

extraordinarias de Edgar Allan Poe, por Manuel Cano y Cueto (Sevilla: Eduardo Perié,

1871; A 025(a)/272); la traducción en verso por Juan F. Muñoz y Pabón de El sueño de

San Juan. Leyenda del Sagrado Corazón de Jesús, de Jacinto Verdaguer (Sevilla: Tip.

del El Obrero de Nazaret, 1890; A 025(a)/199); y el poemario Lágrimas de una madre.

Sonetos, de María Bª Tixe de Ysern (Sevilla: Imp. E. Rasco, 1898; A 025(a)/200), libro

que presenta una breve nota epilogal que es obra de Valdenebro y que este remitió a su

amigo Barcia y Pavón (Cartas, nº 96, 27-XI-98, ff. 206-207).

Los tres títulos mencionados nos llevan a tratar brevemente del apartado de obras de

creación o de entretenimiento, que ocupa un lugar poco relevante en la donación. De

hecho, entre los autores españoles de relieve en el periodo apenas si encontramos

representado con un título a Zorrilla, Eugenio Blasco, Pereda, Valera (un opúsculo de

crítica literaria), junto con Fernán Caballero, que llega a los tres. En cuanto a los

extranjeros, al ya citado Poe, solo podemos añadirle un ejemplar de Pierre Loti, Mi

hermano Ives (Madrid: El Cosmos editorial, 1888; A 025(a)/251). Y curiosamente, una

breve serie de lo que hoy casi llamaríamos literatura juvenil: Johann Rudolf Wyss, (Le

Robinson Suisse) Charles-Victor Prévost d'Arlincourt, Fenimore Cooper, o Paul L.

Jacob (Histoire de l'homme au masque de fer).

Por último, importa recordar que la donación incluye tres manuscritos. El más antiguo

es el Libro de hidalguía de la familia de José Antonio de Valdenebro (A 331/243), ms.

copiado en Ciudad Rodrigo a principios del siglo XVIII; contiene copias de diversos

documentos relativos a la hidalguía de los Valdenebro. La petición de copia parte de

José Antonio Valdenebro, Capitán de Infantería, y de su hermano Antonio de

Valdenebro. Al principio se conservan dos pliegos autógrafos de nuestro Valdenebro

con la relación de tales documentos, cuyos originales se remontan hasta 1519. Al final

hay un árbol genealógico con los escudos de armas de los apellidos representados. El

siguiente son unas Adiciones y correcciones a Golmayo en su obra de Derecho

Canónico. Apuntes de Matrimonio sacados de las explicaciones de D. Ramón de Beas y

Dutari en el curso de 1867 á 1868, corregidos por el mismo Señor (A 332/194). Se trata

de unos apuntes escolares de las lecciones de Beas y Dutari, Catedrático de Derecho

Canónico en la Universidad de Sevilla, con la revisión del manual de Pedro Benito

Golmayo, Instituciones del derecho canónico, Madrid: Librería de Sánchez, 1859, libro

que Valdenebro poseía en la impresión de 1878. No sabemos de quién son los apuntes,

pero sí que existía alguna relación entre las familias Valdenebro y Beas, ya que una hija

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de D. Ramón, Esperanza de Beas y Molina, fue la madrina de nuestro bibliotecario.40

El

tercer ms. es la tantas veces citada colección de cartas de Ángel María Barcia y Pavón

(A 333/237), que a nuestro juicio debería ser considerada una de las joyas de la

donación y merecería por ello estudio particular.

Juan Montero

40

Así lo indica él mismo en La imprenta en Córdoba, nº 515.