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Guillermo Coronado Leibniz y la crítica de la física cartesiana como punto de partida hacia la metafísica de las mónadas Abstract. This paper maintains that the cri- tique of Cartesian physics, and particularly of the conservation of movement and its correspon- dent discovery of the conservation of vis viva, is the trigger and, consequently, necessary basic condition, for the development of Leibniz's meta- physics of maturity: the metaphysics of monads. Thus, ir considers that the simple monad as atom of activity, as formal atom, as substance or entelequia, mind, that defines the carpa real as mere aggregate or cluster of simples, is fully coherent witli the analysis of movement in the context of a physics of force, of a science of the cause of movement, that is, of a dynamics, and not of a simple mechanics of a Cartesian type. Resumen. En este trabajo se discute la tesis que la crítica de la física cartesiana, y en particu- lar, de la conservación del movimiento con su co- rrespondiente descubrimiento de la conservación de la vis viva es el disparador, y por ende, condi- ción necesaria básica, para el desarrollo de la me- tafísica leibniciana de madurez: la metafísica de las mónadas. Se considera, en consecuencia, que la mónada simple como átomo de actividad, como átomo formal, como substancia o entelequia, alma, que define lo corpóreo como mero agregado o montón de simples, es plenamente coherente con el análisis de los movimientos en el contexto de una física de fuerzas, de una ciencia de las causas del movimiento, en fin de una dinámica, no de una simple mecánica de corte cartesiano. En este ensayo enfrentamos el tema de la po- sible conexión entre la crítica leibniciana a la fí- sica cartesiana y su metafísica de las mónadas, como una manera de arrojar luz sobre la manera de interpretar el pensamiento de Leibniz. En efecto, son múltiples las propuestas para organi- zar el pensamiento leibniciano y extraer una cier- ta unidad a partir de la enorme multiplicidad de manuscritos y obras. Cabe recordar entre otras, aquella que hace énfasis en la estructura del suje- to-predicado y sus connotaciones lógicas; y la que hace énfasis en la cuestión de la definición de la sustancia, en la tradición cartesiana, y que enfrenta el problema de las relaciones entre la sustancia extensa y la pensante -ocasionalismo versus armonía preestablecida-. Dos citas leibnicianas nos colocan en el nú- cleo de la cuestión: Añadiré una reflexión que me parece importante para dar mejor a entender la realidad y el uso de mi siste- ma. Sabéis que Descartes creyó que se conservaba en los cuerpos la misma cantidad de movimiento. Se ha demostrado su error; pero yo he explicado que es cierto que se conserva siempre la misma fuerza mo- triz, que él había confundido con la cantidad de mo- vimiento. Sin embargo, los cambios que se verifican en el cuerpo, como consecuencia de las modificacio- nes del alma, le desconcertaron porque parecían transgredir esta ley. Creyó salir del paso ingeniosa- mente diciendo que había que distinguir entre el mo- vimiento y la dirección, y que el alma no podía au- mentar ni disminuir lafuerza motriz, pero sí cambiar Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLI (103),11-23, Enero-Junio 2003

Leibniz la crítica de la física cartesiana como punto de partida … de Filosofía... · 2018-12-05 · Guillermo Coronado Leibniz y la crítica de la física cartesiana como punto

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Guillermo Coronado

Leibniz y la crítica de la física cartesianacomo punto de partida hacia la metafísica

de las mónadas

Abstract. This paper maintains that the cri-tique of Cartesian physics, and particularly ofthe conservation of movement and its correspon-dent discovery of the conservation of vis viva, isthe trigger and, consequently, necessary basiccondition, for the development of Leibniz's meta-physics of maturity: the metaphysics of monads.Thus, ir considers that the simple monad as atomof activity, as formal atom, as substance orentelequia, mind, that defines the carpa real asmere aggregate or cluster of simples, is fullycoherent witli the analysis of movement in thecontext of a physics of force, of a science of thecause of movement, that is, of a dynamics, andnot of a simple mechanics of a Cartesian type.

Resumen. En este trabajo se discute la tesisque la crítica de la física cartesiana, y en particu-lar, de la conservación del movimiento con su co-rrespondiente descubrimiento de la conservaciónde la vis viva es el disparador, y por ende, condi-ción necesaria básica, para el desarrollo de la me-tafísica leibniciana de madurez: la metafísica delas mónadas. Se considera, en consecuencia, quela mónada simple como átomo de actividad, comoátomo formal, como substancia o entelequia, alma,que define lo corpóreo como mero agregado omontón de simples, es plenamente coherente con elanálisis de los movimientos en el contexto de unafísica de fuerzas, de una ciencia de las causas delmovimiento, en fin de una dinámica, no de unasimple mecánica de corte cartesiano.

En este ensayo enfrentamos el tema de la po-sible conexión entre la crítica leibniciana a la fí-sica cartesiana y su metafísica de las mónadas,como una manera de arrojar luz sobre la manerade interpretar el pensamiento de Leibniz. Enefecto, son múltiples las propuestas para organi-zar el pensamiento leibniciano y extraer una cier-ta unidad a partir de la enorme multiplicidad demanuscritos y obras. Cabe recordar entre otras,aquella que hace énfasis en la estructura del suje-to-predicado y sus connotaciones lógicas; y laque hace énfasis en la cuestión de la definiciónde la sustancia, en la tradición cartesiana, y queenfrenta el problema de las relaciones entre lasustancia extensa y la pensante -ocasionalismoversus armonía preestablecida-.

Dos citas leibnicianas nos colocan en el nú-cleo de la cuestión:

Añadiré una reflexión que me parece importante paradar mejor a entender la realidad y el uso de mi siste-ma. Sabéis que Descartes creyó que se conservaba enlos cuerpos la misma cantidad de movimiento. Se hademostrado su error; pero yo he explicado que escierto que se conserva siempre la misma fuerza mo-triz, que él había confundido con la cantidad de mo-vimiento. Sin embargo, los cambios que se verificanen el cuerpo, como consecuencia de las modificacio-nes del alma, le desconcertaron porque parecíantransgredir esta ley. Creyó salir del paso ingeniosa-mente diciendo que había que distinguir entre el mo-vimiento y la dirección, y que el alma no podía au-mentar ni disminuir la fuerza motriz, pero sí cambiar

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLI (103),11-23, Enero-Junio 2003

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la direccián o determinacián del curso de los espíritusanimales, y que de esta manera acontecian los movi-miel/tos voluntarios. Es cierto que no se metió a expli-car cómo el alma se las compone para cambiar el cur-so de los cuerpos, siendo este cambio tan inconcebiblecomo la afirmación de que les da movimiento, a menosque no se recurra conmigo a la armonía preestableci-da; pero es conveniente recordar que existe otra ley dela naturaleza, descubierta y demostrada por mí. y queDescartes no conocía; y es que se conserva no sólo lamisma cantidad de fuerza motriz, sino también la mis-ma cantidad de dirección, cualquiera que sea el ladoque se tome en el mundo .... Esta ley que es tan bella ytan general como la otra, no merecía tampoco ser vio-lada, y ello se evita con mi sistema, que conserva lafuerza y la dirección, y, en una palabra, todas las leyesnaturales de los cuerpos, no obstante todos los cambiosque en ellos se operan como consecuencia de los del al-ma. (Sistema nuevo de la naturaleza. Aclaración a lamemoria del Sr. Foucher. 1696, [56-7])

... cuando yo buscaba las últimas razones del meca-nicismo y de las leyes del movimiento, me sentí sor-prendido al ver que era imposible encontrar/as en"las matemáticas y que era menester volver a la me-tafísica. Esto es lo que condujo a las entelequias, ya lo material y a lo formal, y por último a compren-der, después de varias correcciones y esbozos en misconcepciones, que las mónadas o sustancias simplesson las únicas sustancias. (Leibniz a Remond, 10 deenero de 1714.)

Más específicamente, nuestra interpreta-ción parte de la noción de la mónada o substan-cia como actividad, que Leibniz propone haciael fin de su carrera filosófica en el contexto desu oposición al concepto cartesiano de una resextensa, tridimensional, espacial, esencialmen-te inerte, y por ende no adecuada para la expli-cación del movimiento, que por otra parte, es ydebe ser clave para el funcionamiento de la na-turaleza.

Consideremos, asimismo, de los tres prime-ros apartados, más bien, aforismos de la Mona-dología (M), que introducen varias nocionesfundamentales, a saber, la de lo simple -sin par-tes- en contraposición a lo compuesto; la de locompuesto como mero agregado de simples, estoes, no como una entidad propia; y el rechazo dela extensión como algo primordial dado que su-pone partes, porque es divisible.

La Mónada de que hablaremos aquí, no es otra cosaque una substancia simple, que forma parte de loscompuestos; simple, es decir, sin partes.

Es necesario que haya substancias simples, puesto quehay compuestas; porque lo compuesto no es otra cosaque un montón o aggregatum de simples.

Allí donde no hay partes no hay, por consecuencia, niextensión, ni figura, ni divisibilidad posibles. Ya estasMánadas son los verdaderos Átomos de la naturalezay, en una palabra, los Elementos de las cosas. (Leib-niz, M, 1714, # 1-3.)

Para nuestros efectos, este tercer aforismoimplica la oposición radical al cartesianismocomo filosofía que toma la res extensa comoclave para una comprensión de la naturaleza delo físico.

Empero si nOSapegamos al texto de la Mo-nadología, inédito que corresponde a 1714, y re-conocemos en él un momento de madurez y com-pletitud expositiva muy cercano a su culmina-ción como pensador -por cierto, no muy comúnen la producción filosófica de Leibniz-, la cone-xión cartesiana no es fácil de mostrar textual-mente puesto que en dicha obra casi no hay refe-rencias a obras o autores particulares.

Una de las pocas es la siguiente hacia el fi-nal de la obra', la que no obstante nos resulta degran significación:

Descartes ha reconocido que las Almas no pueden darfuerza a los cuerpos, porque hay siempre la mismacantidad de fuerza en la materia. Ha creído, sin em-bargo, que el alma podía cambiar la dirección de loscuerpos. Pero esto era porque en su tiempo no se co-nocía la ley de la naturaleza que expresa la conserva-ción de la misma dirección total en la materia. Si él sehubiera dado cuenta habría caído en mi Sistema de laArmonía preestablecida. (M # 80)

En este texto, Leibniz asume varias cosasmuy llamativas. En primer lugar la problemáticade la no interacción de las almas y los cuerposdesde la perspectiva de la conservación de la mis-ma cantidad de fuerza en la materia. En segundolugar, el reconocimiento cartesiano de que en elser humano, la res extensa y la pensante interac-túan en la glándula pineal, provocándose una al-teración de la dirección de los espíritus animales.

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LEIBNIZ y LA CRíTICA DE LA FíSICA CARTESIANA

En tercer lugar, que la afirmación cartesianaacerca de lo que se conserva es incorrecta y quedebe ser sustituida por una \ey de \a natura\ezarealmente fundamental. Finalmente, que tal leyllevaría al concepto leibniciano de armoníapreestablecida, esto es, la solución de Leibniz ala cuestión de las interacciones entre las dossubstancias cartesianas.

Notemos cómo mucha de esta informacióncoincide con el primer epígrafe que encabezanuestro ensayo, donde la referencia al cartesia-nismo sí es explícita y detallada.

Supuesto todo lo anterior, resultaría muysignificativo explorar si este rechazo de la leyfundamental de conservación del movimientoimplica un impacto tal en el pensamiento leibni-ciano como para disparar un proceso intelectualhacia la monadología. Y ello es el eje de este en-sayo investigativo.

En efecto, en la Monadología, Leibniz pre-senta tesis de índole atomista como se despren-den de los tres primeros apartados de dicha obra,que también servirían como epígrafes a nuestroensayo. Atomismo no de índole material, de áto-mos concebidos como factores extensos indivisi-bles, sino de átomos inextensos, de actividad (ode fuerza, si se nos permite correlacionarnos conotros trabajos leibnicianos que consideraremosmás adelante).

Por supuesto, una tal negación de la realidadúltima de los átomos materiales es coincidentecon el pensamiento físico de Descartes. Y si seagrega que para Leibniz también se niega la exis-tencia de un vacío substancial la coincidenciacon Descartes se mantiene, como claramente sedesprende de los siguientes textos:

y el Autor de la Naturaleza ha podido llevar a cabo es-te artificio divino e infinitamente maravilloso, porquecada porción de la materia no es solamente divisiblehasta el infinito, como reconocieron los antiguos, sinoque incluso cada una de las partes está subdivididaactualmente y sinfin en partes, cada una de las cualestiene su propio movimiento ... (M # 65)

Cada porción de la materia puede ser concebida comoun jardín lleno de plantas; y como un Estanque llenode peces. Pero cada ramo de la planta, cada miembrodel animal, cada gota de sus humores es, a su vez, unjardín o un estanque semejante ... (M # 67).

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Sin embargo, el correspondiente rechazo dela extensión como el substrato o substancia de lofísico, definitivamente no es concordante con e\pensamiento de Descartes. En efecto, el cartesia-nismo como una filosofía sistemática de lo realse había construido sobre dos pilares ónticos, asaber, la substancia extensa y la pensante. De es-tas la extensión, la tridimensionalidad o materia-lidad es el fundamento de la comprensión de lofísico, en conjunción con una perspectiva rneca-nicista en que rigen absolutamente las causaseficientes. Leibniz, en consecuencia, está recha-zando uno de los fundamentos ontológicos deDescartes.

Por otra parte, en el mismo inicio de susPrincipios de la naturaleza y la gracia fundadosen la razón (PNGR), también de 1714 e igual-mente inédito, Leibniz escribe lo siguiente, queresulta de importancia crucial para nuestra expo-sición:

La SUBSTANCIA es un ser capaz de acción. Es o sim-ple o compuesta. La substancia simple es aquella que110 tiene partes. La compuesta es la reunión de subs-tancias simples o mónadas. Monas es una palabragriega que significa unidad o lo que es uno.

Los compuestos o cuerpos son pluralidades, y lassubstancias simples, las vidas, las almas, los espíritusson unidades. Es necesario que haya substancias sim-ples en todas partes, porque sin las simples no habríacompuestas. Por consiguiente toda la naturaleza estállena de vida. (PNGR. 1714, # 1)

Leibniz, ahora sí, nos ofrece su concepto dela mónada o substancia como aquello que es ca-paz de acción, que puede ser simple, es decir sinpartes, o compuesta -siendo las compuestas unareunión de las simples-. Expresa que los cuerposo compuestos son meramente pluralidades, y quepor ser ellos compuestos deben existir los sim-ples. Finalmente, caracteriza a las substanciassimples como vidas, almas, espíritus. Y esto últi-mo es lo que nos interesa: los simples no son loextenso. Descartes ha sido nuevamente cuestio-nado en forma radical.

Ahora bien, hacia el final de la misma obra,un texto que tiene ecos de los planteamientos fí-sicos de Newton, por una parte, e intencionesteológicas, por la otra, escribe lo siguiente:

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14 GUILLERMO CORO ADO

La suprema sabiduría de Dios le ha hecho elegir so-bre todo las leyes del movimiento mejor ajustadas ymás convenientes a las razones abstractas o metafísi-cas. Allí se conserva la misma cantidad de la fuerzatotal y absoluta o de la acción; la misma cantidad dela fuerza respectiva o de la reacción; la misma canti-dad en fin de la fuerza directriz. Además, la acción essiempre igual a la reacción y el efecto completo essiempre equivalente a su causa plena. Y resulta sor-prendente que por la sola consideración de las causaseficientes o de la materia no se pueda dar razón de lasleyes del movimiento descubiertas en nuestro tiempo,y de las cuales una parte descubrí yo mismo. Pues en-contré que es necesario recurrir a las causas finales yque esas leyes no dependen del principio de la necesi-dad COI/lO las verdades lógicas, aritméticas y geomé-tricas, sino del principio de la conveniencia, es decirde la elección que hace la sabiduría. Esta es una delas más eficaces y patentes pruebas de la existencia deDios para quienes quieran profundizar en estas cues-tiones. (PNGR # 11)

Aparte de las cuestiones físicas que másadelante quedarán más claras, el texto leibnicia-no hace referencia explícita a que las causas efi-cientes no son capaces de dar razón de las leyesdel movimiento que han sido establecidas en sutiempo, algunas de las cuales él mismo ha descu-bierto, y que por ende debe volverse a las causasfinales para obtener una tal justificación. Por su-puesto, esta conclusión supone un serio cuestio-namiento del mecanicismo cartesiano como pa-radigma interpretativo de la naturaleza física.

Pero por ahora dejemos los textos de Leib-niz de 1714, y lancemos una mirada hacia el pa-sado, hacia sus inicios como pensador.

La historia de esta oposición entre Leibniz yDescartes se puede remontar a los tiempos de sucorrespondencia con Thomasius, en particular sucarta de abril 20/30 de 1669, en que declara queen cuestiones de filosofía de la naturaleza escualquier cosa menos un cartesiano, a pesar deque sostiene que la magnitud, la figura y el mo-vimiento son los elementos para comprender laspropiedades corporales. Ello lo hace en coinci-dencia con filósofos modernos como Gassendi,Bacon, Hobbes, Galileo y el mismo Descartes,pero este, según Leibniz, pronto abandonó talpropuesta por ciertas asombrosas hipótesis. Másespecíficamente, el meollo de la cuestión está enque para Leibniz la extensión no puede ser la

única clave para entender lo corporal, sino que esnecesario aceptar que la materia supone exten-sión pero también impenetrabilidad o antitipia.Pero es un hecho que para ese entonces, Leibnizrealmente no conoce ni la física cartesiana ensentido estricto, ni la nueva ciencia físico mate-mática de nuevo cuño.

Una manifestación de esta forma de pensarde Leibniz se plasma en los documentos presen-tados ante las sociedades científicas de su tiem-po, Londres y París, a saber, teoría del movi-miento concreto y abstracto, que corresponden alinicio de la década de los setenta.

Ahora bien, como es bien sabido, la forma-ción científica y matemática de Leibniz corres-ponde a su estadía en París entre 1672 y 1676, Yen este contexto, nos atrevemos a afirmar que lafigura fundamental es Huygens. En matemáticasesta formación lo llevará a la formulación delcálculo como medio de análisis de los problemastanto en dicho campo como en el físico; en físi-ca, en especial en el campo del movimiento, eldominio de la nueva física, le permitirá profun-dizar los planteamientos galileanos, de Huygensy cartesianos, todo concluyendo en su gran des-cubrimiento anticartesiano que nos interesa des-tacar como un importante eslabón en nuestra lí-nea argumentativa.

Todo este esfuerzo intelectual nos remite adiez años después en la historia del pensamientoleibniciano y a dos documentos significativos.

El primero corresponde al año de 1686, ynos referimos a su siempre recordado gran des-cubrimiento, la Breve demostración del memora-ble error de Descartes y otros sobre la ley natu-ral, por la que quieren que la cantidad de movi-miento sea conservada por Dios siempre igual,de la cual abusan incluso en la Mecánica (Bre-ve), que fuera publicada en el Acta Eruditorum,correspondiente a marzo.

Esta demostración es un contraponer a Des-cartes contra Descartes, y también con los resul-tados galileanos respecto de la caída de los gra-ves, a partir de una supuesta aceptación cartesia-na de la equivalencia entre la conservación delmovimiento, mv, y la conservación de la fuerza.?

Como resultado de ello, Leibniz puede fácil-mente mostrar que de los planteamientos de Des-cartes se desprenden consecuencias que no son

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LEIB IZ y LA CRÍTICA DE LA FÍSICA CARTESIA A

coherentes entre sí, por una parte, y que no coin-ciden con los resultados que se derivan del análi-sis de Galileo acerca de la caída de los graves, es-to es de la experiencia, por la otra. En consecuen-cia, Leibniz descubre el memorable error de Des-cartes, a saber, su creencia de que se conservasiempre la misma cantidad de movimiento, cuan-do en realidad, lo que se conserva es la mismacantidad de fuerza. Posteriormente, a tal fuerzaque sí se conserva la denominará vis viva. Talerror cartesiano proviene del hecho de tomar unarelación de equivalencia en el caso de lo que su-cede con las máquinas simples con una relaciónuniversal. En otros términos, una relación acci-dental es convertida en una universal3.

Para presentar el planteamiento leibnicianonos serviremos de una síntesis del mismo Leibnizque aparece en la discusión ulterior del asunto,puesto que es simple y perfectamente ordenada:

1. Pregunto si no es verdad que, según Descartes, uncuerpo de cuatro libras, cuya velocidad es simple, tie-ne tanta fuerza como un cuerpo de una libra cuya ve-locidad sea cuádruple. De tal modo que, si toda lafuerza de un cuerpo de cuatro libras debe ser transfe-rida a un cuerpo de una libra, debe recibir el cuádru-ple de la velocidad del primero, siguiendo el Principiode la cantidad de movimiento, sobre el que giran lasReglas del Sr. Descartes. ----"

Pregunto aún si no es cierto que, si el primero, con ungrado de velocidad, puede elevar cuatro libras (que essu peso) a un pie, o (lo que es equivalente) una libra acuatro pies, entonces el segundo, con cuatro grados develocidad, podrá elevar una libra (que es su peso) adieciséis pies, siguiendo las demostraciones de Gali-leo y otros. Porque los cuerpos pueden subir a alturasque son como los cuadrados de las velocidades quetienen antes de subir.

y que, por tanto, se sigue de la opinión del Sr. Descar-tes que de una fuerza que podía elevar 4 libras a 1 pie,o 1 libra a 4 pies, se podrá hacer por traslación unafuerza capaz de elevar 1 libra a 16 pies, que es el cuá-druplo; y el exceso que habrá ganado, que es el triplede la primera fuerza, se habrá sacado de la nada. Loque es un absurdo manifiesto.

Pero, según yo y la verdad, toda la fuerza de un cuer-po de 4 libras, cuya velocidad es un grado, al sertransferida a un cuerpo de una libra, le daría una ve-locidad de dos grados solamente, a fin de que, si el

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primero podía elevar su peso de cuatro libras a unpie, el segundo pueda elevar el suyo de una libra auna altura de 4 pies. De modo que no se conserva lamisma cantidad de movimiento, pero se conserva lamisma cantidad de fuerza, que se debe estimar por elefecto que puede producir. ("Respuesta del Sr. Leibniza la observación del Sr. Abate de C". Nouvelles de laRépublique des Lettres ... , septiembre 1687.)

La conclusión de Leibniz es clara: la con-servación del movimiento cartesiano como elproducto de la masa por la velocidad no es unaconstante. Por el contrario, lo que sí se conser-va es la misma cantidad de fuerza, la masa porla velocidad al cuadrado, y ello debe estimarsepor el efecto que puede producir. Mientras queen el enfoque cartesiano, la masa o extensión esesencialmente inerte, causal mente ineficiente.Por ello, la extensión debe sustituirse por aque-llo que sí es activo, capaz de producir, o comose dirá más adelante, capaz de actuar. Tambiénpor ello, la extensión no puede ser realmenteuna susbstancia sino que será un resultado deaquello que sí es substancia. Estaríamos en elinicio del camino hacia los simples, sin partes,activos o mónadas, según nuestra forma de in-terpretación.

El segundo documento, y por ende, im-portante momento en la evolución de Leibnizcomo filósofo en general, el Discurso de me-tafísica (DM), también de 1686, contiene unaversión muy sofisticada del pensamiento leib-niciano en ese momento. Tres fragmentos sonpertinentes para nuestros efectos pues clara-mente muestran el cuestionamiento del carte-sianismo al mismo tiempo que construyen supropio pensamiento.

El primero corresponde al apartado #12,profundamente anticartesiano, pues supone surechazo de la extensión como esencia de lo cor-póreo, como substancia, al mismo tiempo que seintroduce la noción de forma substancial o almaaunque ello no altere los fenómenos:

Mas para reanudar el hilo de nuestras consideracio-nes, creo que aquel que medite sobre la naturaleza dela sustancia que he explicado arriba, encontrará quetoda la naturaleza del cuerpo no consiste solamente enla extensión, es decir, en la magnitud, figura y movi-miento, sino que hay que reconocer necesariamente en

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él algo que tenga relación con las almas y que común-mente se llama forma sustancial, aunque nada altere enlos fenómenos, como tampoco el alma de los animales,si la tienen. Puede incluso demostrarse que la nociónde magnitud, de la figura y del movimiento no es tandistinta como se cree y que encierra algo de imaginarioy relativo a nuestras percepciones, como ocurre tam-bién (aunque en mayor escala) con el color, el calor yotras cualidades semejantes, de las que cabe poner enduda si realmente se encuentran en la naturaleza de lascosas, fuera de nosotros. Por eso semejantes clases decualidades no podrían constituir ninguna sustancia. Ysi no hay otro principio de identidad en los cuerpos,aparte de éste que acabamos de decir, nunca un cuerposubsistiría más de un momento. (DM # /2)

El segundo lo caracteriza Leibniz como un"ejemplo de una máxima subalterna o ley de lanaturaleza donde se demuestra que Dios conser-va siempre, regularmente, la misma fuerza, perono la misma cantidad de movimiento", y expre-samente apunta que va dirigido en contra de loscartesianos y le permite traer a colación lo medu-lar de su descubrimiento del error memorable deDescartes. En este caso la argumentación implí-cita hace referencia a la imposibilidad mecánicadel movimiento perpetuo:

... ordinariamente nuestros nuevos filósofos se sirvende la famosa regla que afirma que Dios conservasiempre la misma cantidad de movimiento en el mun-do. En efecto, es muy plausible y en algún tiempo yola tuve por indudable. Pero después, me he dadocuenta de que contiene un error. Es que el señor Des-cartes, y muchos otros hábiles matemáticos, hancreído que la cantidad de movimiento, es decir, la ve-locidad multiplicada por el tamaño del móvil convie-ne enteramente con la fuerza motriz, o para hablargeométricamente, que las fuerzas están en razóncompuesta de las velocidades y los cuerpos. Yes ra-zonable que la misma fuerza se conserve siempre enel universo. También cuando se presta atención a losfenómenos, se ve bien que el movimiento continuomecánico no existe, porque si no la fuerza de unamáquina, que está siempre un poco disminuida porla fricción y debe acabarse pronto, se repararía y,por consiguiente, se aumentaría por sí misma sinningún impulso nuevo de afuera; y se observa tam-bién que la fuerza de un cuerpo sólo disminuye a me-dida que la cede a algún cuerpo contiguo o a suspropias partes en tanto que tienen un movimiento in-dependiente ... (DM #/7)

El tercero, que es el apartado # 18, estableceen su encabezamiento mismo, que "la distinciónde la fuerza y la cantidad de movimiento" es muyimportante, entre otras razones, para hacer verque es preciso "recurrir a consideraciones meta-físicas, ajenas a la extensión, para explicar los fe-nómenos de los cuerpos." Leibniz también pre-senta su concepto del movimiento como algo noreal en sí, la realidad de la fuerza, la necesidad delas formas substanciales abandonadas por la nue-va filosofía-ciencia y nuevamente el retorno a lometafísico para complementar el análisis físico-mecánico.

Esta consideración de la fuerza, distinta de la canti-dad de movimiento, es bastante importante, no sólo enfísica y en mecánica, para encontrar las verdaderasleyes de la naturaleza y las reglas del movimiento (. ..)sino también en la metafísica, para comprender mejorlos principios, pues el movimiento, si no se consideraen él más que lo que comprende precisa y formalmen-te, es decir, U/I cambio de lugar, no es enteramentereal, y cuando varios cuerpos cambian de situaciónentre sí no es posible determinar por la simple consi-deración de estos cambios a quién, entre ellos, hay queatribuir el movimiento o el reposo (...) Pero la fuerza ocausa próxima de estos cambios es algo más real y haybastantes razones para atribuirla a un cuerpo más quea otro; y sólo por esto puede conocerse a cuál perte-nece más el movimiento. Pero esta fuerza es algo dife-rente de la magnitud, de la figura y del movimiento yde ello puede concluirse que no todo lo que se conci-be en el cuerpo consiste únicamente en la extensión yen sus modificaciones, como creen nuestros modernos.Así, nos vemos forzados a reestablecer algunos seres oformas que ellos han desterrado. (DM, #/8)

Pero debemos abandonar la década de losochenta y avanzar medio lustro para encontrar aLeibniz sistematizando sus críticas a la física yfilosofía de la naturaleza. En consecuencia, con-sideremos brevemente la segunda parte del tra-bajo de Leibniz titulado "Observaciones críticassobre la parte general de los principios cartesia-nos", del año de 16924. Esta parte de las Ani-madversiones in partem generalem principiorumCartesianorum, es de carácter físico pues Des-cartes mismo presentaba en el segundo libro desus Principios de filosofía los principios de lascosas materiales, esto es, las ideas fundamentalesde su física o filosofía de la naturaleza.

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LEIB IZ y LA CRíTICA DE LA FíSICA CARTESIANA

El tono leibniciano es muy fuerte desde elinicio mismo de la discusión. Como muestra setiene que el artículo # 1 cartesiano que intenta de-mostrar la existencia de las cosas materiales, pa-ra Leibniz es "poco sólido, y por lo tanto hubie-ra sido mejor que no lo intentara".

Aquí, debemos recordar que al comentar elartículo 53 de la primera parte de las Observacio-nes críticas, Leibniz discute la noción de subs-tancia extensa. Establece que no ha visto proba-do que "la extensión constituya la naturaleza co-mún de la substancia corpórea". Agrega que lanoción de extensión no es una noción primerapuesto que es compuesta y por ello puede des-componerse. Además es una noción relativa queexige algo que se extienda como la blancura en laleche. Finalmente insiste en que es una nocióninsuficiente puesto que de ella no se derivan "niel movimiento o acción, ni la resistencia o pa-sión", tampoco las leyes naturales que rigen elmovimiento y el choque de los cuerpos. Tampo-co se derivan la movilidad misma y la antitipia oimpenetrabilidad.

Respecto de la demostración cartesiana queel cuerpo consiste únicamente en la extensión pormedio de la enumeración y rechazo de otros atri-butos, al comentar el artículo #4, Leibniz criticaque Descartes tendría que haber mostrado que di-cha enumeración era suficiente; además, insisteLeibniz que el rechazo no es en todos los casoscorrecto, pues se mal interpreta al discutir la du-reza lo que verdaderamente asumen los atomistasal defender la existencia de tales cuerpos suma-mente duros; lo mismo sucede con aquellos queconsideran que la impenetrabilidad, esto es "el noceder nunca su lugar a otro cuerpo, a menos quesea desplazado a otra parte", es la esencia de locorpóreo. y concluye estableciendo que "vemosasí que no es lo mismo la dureza, que pertenece aalgunos cuerpos, que la impenetrabilidad, que espropia de todos, y que Descartes debería haber te-nido en cuenta ésta no menos que aquélla".

No obstante, Leibniz reconoce como positi-va la explicación de la rarefacción y condensa-ción tal como se percibe por los sentidos, artícu-los #5 al #7.

Respecto de la cuestión del vacío, artículos#8 al #19, Leibniz insiste que la argumentacióncartesiana no es verdaderamente aplicable a

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aquellos que sostienen que el espacio es unasubstancia. Al mostrar las debilidades de la argu-mentación, se señala que "Descartes no se preo-cupa tanto de hacer valer su propia opinión conbuenas razones, como de refutar los argumentoscontrarios, cosa en la que no es desafortunado eneste lugar. Y es frecuente que se sirva de este ar-tificio en vez de aportar demostraciones. Peronosotros esperábamos algo más sólido, y me pa-rece que esto es lo que se nos había prometido".y cierra apuntando que la argumentación carte-siana habría sido pertinente contra esos defenso-res del vacío, si Descartes hubiera demostradoantes, no simplemente dado por supuesto, a sa-ber, que toda substancia extensa es un cuerpo".Vale la pena agregar que en versión anterior,Leibniz agregaba que en otra ocasión mostraríaque "la masa material no es una substancia, sinolo que resulta de un agregado de substancias, yque el espacio no es más que el orden común detodas las cosas coexistentes, así como el tiempolo es de las no coexistentes", que corresponde atesis centrales de su pensamiento ulterior.

El problema de la negación de la existenciade los átomos, artículo #20, también provoca unafuerte reacción de parte de Leibniz, que simple-mente afirma que la propuesta cartesiana no refu-ta satisfactoriamente la existencia de los mismos.Por una parte, se reconoce que el atomista podríaaceptar que los átomos pueden dividirse tantoconceptual mente como por medio del poder divi-no. Lo que nos indica que el contexto de la dis-cusión para Leibniz es el atomismo según su re-planteamiento por Gassendi en la primera partedel siglo. Pero más grave es la observación críti-ca que la cuestión "de si puede haber en la natu-raleza cuerpos cuya dureza no pueda ser vencidapor fuerzas naturales (lo que es realmente la opi-nión de los atomistas), ni siquiera la toca aquíDescartes (lo cual es asombroso), a pesar de queafirma haber arruinado dicha tesis, cosa que dapor supuesta en el resto de la obra". En la versiónprevia apuntaba Leibniz que por otras razones nocree en la existencia de los átomos.

El artículo #25 permite la discusión del mo-vimiento. En efecto, partiendo de la tesis de queel "movimiento no es más que el cambio de con-tacto o proximidad inmediata, entonces nuncapuede decidirse cuál es la cosa que se mueve".

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Dos cosas pueden destacarse al respecto. En pri-mer lugar, Leibniz trabaja estrictamente con losPrincipios de filosofía y no hace referencia alTratado del mundo, en el que la definición demovimiento no asume este relativismo que no esmás que un esfuerzo por debilitar las consecuen-cias del heliocentrismo. De manera más precisa,se debe decir que emplea la versión latina origi-nal y no la traducción al francés, de fecha poste-rior, y que contiene algunas precisiones intere-santes. En efecto, habría sido muy interesanteconocer la reacción leibniciana al texto origina-rio de la física o filosofía de la naturaleza carte-siana. No debe olvidarse que había sido publica-do en la década de los sesenta. En segundo lugar,esta relatividad cartesiana del movimiento quellevaría a la conclusión de que no existe un mo-vimiento real, le permite a Leibniz cerrar su co-mentario al artículo en cuestión con la afirma-ción de que se requiere una fuerza, una acción,esto es, una causa del cambio. Dice "Por lo tan-to, para poder decir que algo se mueve, es preci-so no sólo que cambie de situación respecto a lasotras cosas, sino también que haya en lo que semueve una causa del cambio, esto es, una fuerza,una acción". Y esta tesis es central en la dinámi-ca leibniciana que se ha ido construyendo comoalternativa a la mecánica cartesiana.

Tampoco se acepta, artículo #26, que en un .cuerpo no se necesite más acción para el movi-miento que para el reposo. "Admito que hace fal-ta una fuerza para que un cuerpo se mantenga enreposo ante los cuerpos que chocan con él; perodicha fuerza no está en el que reposa, sino quelos propios cuerpos circundantes, al oponerse en-tre sí con la fuerza de sus respectivos movimien-tos, hacen que el que está en reposo tenga quemantener su situación". En la versión preliminarse agregaba que realmente no se encuentra enninguna parte un cuerpo en perfecto reposo.

Dejando de lado algunos comentarios aotros artículos, es importante pasar al análisis delartículo #36, crucial para Descartes puesto quese formula su tesis de la conservación de la can-tidad de movimiento. Ello, a su vez, nuevamentele ofrece a Leibniz la oportunidad no solamentede contradecir a Descartes, sino de presentar sutesis de la conservación de la cantidad de fuer-zas, su descubrimiento fundamental.

Respecto de la conservación de la cantidadde movimiento, Leibniz considera que no ha sidorealmente demostrada pues la argumentacióncartesiana es sumamente endeble. En efecto,Descartes hace uso de la constancia de Dios, pe-ro Leibniz contrapone lo siguiente: "ya que aun-que la constancia de Dios sea absoluta, y no ha-ga cambiar nada a no ser según las leyes de unplan previamente establecido, de lo que se trataes de saber qué es lo que ha decidido conservaren ese plan, si la cantidad de movimiento o algu-na otra cosa".

Leibniz ofrece un ejemplo para hacer clarolo que nos dice que ha expuesto ampliamente enotro momento, a saber, los argumentos y la refu-tación de las posibles objeciones, lo cual no es si-no una referencia a su Breve y a las aclaracionesposteriores.

Se cierra el comentario con una regla parti-cular: "se conserva la misma cantidad tanto defuerza como de movimiento cuando los cuerposse mueven en el mismo sentido antes y despuésdel choque, así como cuando los cuerpos quechocan son iguales".

En los muy breves comentarios a los artícu-los #37 al #39, Leibniz acepta la propuesta car-tesiana de dos leyes de la naturaleza y que ca-racteriza posteriormente como muy verdaderasy claras por sí mismas. La primera dice "que ca-da cosa persevera siempre en el mismo estadoen cuanto depende de ella; de modo que lo quese mueve una vez, tiende a moverse siempre".La segunda afirma "que todo movimiento esrecto de suyo. Por eso, las cosas que se muevencircularmente tienden siempre a separarse delcentro del círculo que describen." Solamentecabe destacar su insistencia en antecedentes his-tóricos de tales leyes como son los de Galileo yGassendi, respecto de la primera, y Kepler, res-pecto de la segunda.

Ahora bien, el meollo de la discrepancia Des-cartes-Leibniz se plasma en los comentarios a losartículos que van del #40 al #53. Y ello tiene quever con la tercera ley de la naturaleza de los Prin-cipios', en sentido general, y de las siete leyes delimpacto, en sentido más específico. De la terceraley, a saber, "cuando un cuerpo choca con otromás fuerte, no pierde nada de su movimiento; pe-ro cuando choca con uno menos fuerte, pierde

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LEIB IZ y LA CRÍTICA DE LA FÍSICA CARTESIANA

tanto como transmite a éste", Leibniz afirma queno solamente es "ajena a la verdad sino incluso ala verosimilitud", y agrega casi con furia que "essorprendente que se le haya ocurrido a un hombretan ilustre". También muy grave es que sobre estatan débil propuesta apoya las siete reglas del mo-vimiento y choque de los cuerpos, "afirmando quetodas las causas de los cambios particulares de loscuerpos se contienen en ella".

Como se señaló al principio, esta temática delas leyes del impacto es una incorporación a losPrincipios de filosofía que así complementaba elTratado.

Leibniz plantea, como preámbulo a su co-mentario crítico de las siete leyes o reglas del im-pacto, el principio que llama ley de la continui-dad, y que había comunicado anteriormente, porejemplo en su correspondencia con Malebranche,en 1687. Esta es otra versión de su principio quela naturaleza no da saltos, que no hay disconti-nuidades, como lo plantea en su Ensayo de diná-mica (ENS-DIN), correlativo al Espécimen diná-mico (ESP-DIN). Allí escribe: "la segunda es laley de la continuidad, en virtud de la cual, entreotros efectos, todo cambio debe acontecer portránsitos inasignables y jamás a saltos. Tambiénesto hace que la naturaleza no soporte cuerposduros inelásticos". (ENS-DIN, 121)

A partir del artículo #46 se analizan cadauna de las reglas cartesianas, declarando, en es-te momento, que la primera regla es la únicacompletamente verdadera, pero las otras no loson ya sea por no coincidir con la experiencia,con principios generales o por violar la ley de lacontinuidad. Finalmente, y con gran ironía,Leibniz sugiere que Descartes debió haber pro-puesto una octava regla.

En este caso, el destructivo análisis de las le-yes del impacto cartesiano por Leibniz no es sinola muestra final de la inadecuación de la físicaedificada sobre el principio de la conservacióndel movimiento y su correlativa substancia ex-tensa inerte. Física que no puede dar razón de loscuerpos, su movilidad, su impenetrabilidad. Porello, queda patente la necesidad de la formula-ción de una física alternativa que se construya so-bre la noción de fuerza o actividad.

Ello es lo que Leibniz emprenderá a partir de1692 y culminará en 1695. De manera estricta-

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mente física, esta tarea implica construir unanueva ciencia del movimiento, o dinámica, segúnel nuevo término acuñado por el mismo Leibniz.

Por ello un texto del mismo año de 1692 esfundamental para nuestra discusión, y tambiénporque denota un ingenuo optimismo leibnicia-no. Lo citamos ahora que nos acercamos al últi-mo tercio de nuestro ensayo.

Ahora que está establecida la verdadera nocton defuerza, y que se ha descubierto la fuente tanto del errorcomo de la verdad, la gente estará dispuesta a desen-gañarse. Todo ello es tanto más razonable, cuanto queel movimiento es una cosa pasajera que l/O existe I/U/l-

ea en rigor, puesto que sus partes jamás están juntas.Sino que es la fuerza (que es la causa del movimiento)la que existe verdaderamente, de modo que, además dela masa, la figura y su cambio (que es el movimiento),hay otra cosa en la naturaleza corpórea, a saber: lafuerza. Por lo tanto, no hay que extrañarse si la natu-raleza (es decir, la sabiduría soberana) establece susleyes sobre lo que es más real. (ENS-DIN, 54)

o bien de manera mucho más completa doc-trinalmente, el siguiente texto de 1695, expresa elpensamiento leibniciano en el contexto de la nue-va ciencia de la dinámica.

Hemos advertido en otro lugar que en lo corpóreo hayalgo más que extensión, anterior incluso a ésta, a sa-ber: la propia fuerza de la naturaleza inserta en todaspartes por el Hacedor, que no consiste en una facultadsimple, con la que las Escuelas parecen haberse con-tentado, sino que se asienta en un conato o esfuerzo[nisu], que tendrá efecto pleno, a no ser que se vea im-pedida por una tendencia contraria. Este esfuerzo semanifiesta a los sentidos por todas partes, y, a mi jui-cio, en todos los lugares es concebido en la materiapor la razón, incluso cuando no se hace patente a lossentidos. Si esto no debe ya ser atribuido a Dios me-diante un milagro, es preciso, por cierto, que aquellafuerza sea engendrada en los propios cuerpos por Élmismo, más aún, que constituya la naturaleza últimade los cuerpos, puesto que el actuar es el carácter delas sustancias, mientras que la extensión no significaotra cosa que la continuación o difusión de una sus-tancia ya presupuesta que se esfuerza y se opone, estoes, que resiste; tanto dista de poder constituir la mis-ma sustancia. Y no importa que toda acción corpóreasea a partir del movimiento, y el movimiento mismo noexiste sino por el movimiento, bien en un cuerpo yaantes existente, o bien sea impreso desde el exterior.

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Porque el movimiento (lo mismo que el tiempo} nuncaexiste, si consideras el asunto con toda exactitud,pues/o que 1l/IIlCaexiste como todo, puesto que no tie-ne partes coexistentes. Yen el mismo nada es real másque lo momentáneo que tiene que consistir en la [uer-::.a tendente al cambio. (ESP-DIN 1, 56-57)

Por otra parte, un documento doctrinalrnen-te muy cercano a Monadologia, nos ofrece mate-riales muy importantes para la argumentaciónpropia de nuestro ensayo. os referimos al Siste-ma nuevo de la naturaleza (SN N), de 1695, y loque es muy significativo, aparecido en el Journaldes savants, 27 de junio y 4 de julio.

Leibniz se compromete con una exposiciónpública de su pensamiento y de sus referentes ri-vales. Reitera tesis centrales de su pensamiento,tales como la de la continuidad, atomismo formalo inextenso, formas substanciales, entelequiascomo fuerzas, formas y almas, rechazo del ato-mismo material, lo corporal como resultado desimples, los autómatas naturales, etc. Algunos deestos temas están claramente presentes en la seriede fragmentos que presentamos a continuación:

... [almas]. Aristóteles las denominaba entelequias pri-meras. Yo, quizá más inteligiblemente, les doy el nom-bre de fuerzas primitivas, porque no contienen sola-mente el acto o complemento de la posibilidad sino,además, una actividad original. (SNN #3, 26)

Ahora bien, COIllOla multitud no puede tener su reali-dad más que de unidades reales, las cuales tienen otraprocedencia y son cosa completamente distinta que lospuntos, de los que es patente que el continuo no puedecomponerse; para hallar, pues, esas verdaderas unida-des hube de recurrir a un átomo formal, ya que un sermaterial no puede ser simultáneamente material y per-fectamente indivisible, o dotado de verdadera unidad.Fue necesario así hacer caso de nuevo a las formassustanciales, tan desacreditadas hoy, y rehabilitarlas:pero de una manera que las hiciera intelígibtes y dis-cerniera el uso que de ellas debe hacerse del abusoque se ha hecho. Pues estimé que su naturaleza consis-te en la fuerza y que de ello se sigue alguna suerte deanalogía con el sentimiento y el apetito, y que, por tan-to, había que concebir/as a imitación de la noción quetenemos de las almas. (SNN #3, 25-6)

No hay más átomos que los átomos de sustancia, esdecir las unidades reales y absolutamente desprovistasde par/es, que son las fuentes de las acciones y los pri-

meros principios absolutos de la composicián de lascosas, y COIllOlos últimos elementos del análisis de lassustancias. Podría llamárseles pUIIIOSmetafisicos: tie-nen algo de vital y una suerte de percepción, y los pun-tos matemáticos son su punto de vista para expresar eluniverso. Pero cuando las sustancias corpóreas estáncomprimidas, todos sus órganos juntos no constituyenpara nosotros más que un punto físico. Así, mientrasque los puntos físicos no son indivisibles más que enapariencia y los puntos matemáticos son exactos, perono son sino modalidades, sólo los puntos metafísicos ode sustancia -constituidos por [ormas y almas- sonexactos y reales, y sin el/os no habría nada real, pues-to que sin verdaderas unidades no puede haber multi-tud. (SNN # J J, P 32-3)

Para terminar con las fuentes leibnicianasque fundamentan la tesis de que la crítica de la fí-sica cartesiana, en especial sus leyes de la natura-leza y la conservación de la cantidad de movi-miento, y su sustitución por la tesis de la conser-vación de las fuerzas vivas", como fundamentodel nuevo atomismo monada lógico, un par defragmentos de los textos estrictamente dinámicosde mediados de la década de los noventa son deimprescindible presentación por su sistematiza-ción del tipo de fuerzas, a saber, activas y pasivas.

Por lo que respecta a la Fuerza Activa (que, con algu-nos, se podría llamar Virtud), ésta es doble, a saber:en tanto que primitiva está presente en toda sustanciacorpórea por sí (ya que creo que un cuerpo entera-mente en reposo repugna a la naturaleza de las cosas),o derivativa, que es ejercida en forma varia, como porlimitación de la primitiva resultante de los choques delos cuerpos entre sí. Y la primitiva sin duda (que no esninguna cosa que la primera entelequia [entelecheiahe protel), responde al alma o forma sustancial, peropor ello mismo no atañe sino a causas generales, queno pueden ser suficientes para explicar los fenómenos.(ESP-DIN 1,59)

La afirmación que el mismo Leibniz colocaentre paréntesis es clave para nosotros: un cuer-po enteramente en reposo repugna a la esencia delas cosas; nuevamente manifiesta la oposición ala extensión como esencia de lo corpóreo, puesde la substancia extensa sí se desprendía la posi-bilidad de un cuerpo, ya fuera uno o múltiple, nosolamente en total reposo sino incapaz de salirdel mismo, a menos que en última instancia otra

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LEIBNIZ y LA CRÍTICA DE LA FÍSICA CARTESIA A

entidad, otra substancia, de difícil comprensión,el movimiento absoluto -a pesar de las definicio-nes relativistas de los Principia, como se apuntómás arriba-, lo obligara a cambiar de estado al serimpactado por otros cuerpos en movimiento. Porotra parte, la fuerza activa es la actividad primor-dial de los átomos inextensos, y la derivativa serefleja los choques de los cuerpos, ahora sin las li-mitaciones de las leyes del impacto de Descartes.

En forma semejante, también es doble la fuerza pasiva,bien primitiva, bien derivativa. y, sin duda, la fuerza pri-mitivade soportar o resistir constituye lo mismo que, sise ha interpretado correctamente, se denomina en lasEscuelas materia primera, gracias a la cual, evidente-mente, se logra que el cuerpo no sea penetrado por otrocuerpo, y se opone a él una resistencia, y, al mismotiempo, está dotado de una cierta inercia, por así decir,esto es, de una repugnancia al movimiento, y no sopor-ta por ello ser impulsado por la fuerza del agente, a noser quebrantada ésta en algo. De donde, a continua-ción, la fuerza derivativa de soportar se muestra de for-ma variada en la materia segunda. (ESP-DIN 1,60)

Leibniz no solamente trata de la fuerza pasi-va, haciendo relación a la terminología tradicio-nal del escolasticismo, sino que ella le permiteexponer la razón última de la inercia y la impe-netrabilidad de los cuerpos, con lo que plasma suinquietud de los tiempos de su correspondenciacon Thomasius. Lo corpóreo supone extensión,ahora interpretada como un fenómeno bien fun-dado a partir de conglomerados de mónadas sim-ples, por una parte, y la impenetrabilidad comoefecto de la resistencia a ser penetrado por otrocuerpo en una situación de choque. Es decir, lainercia no es solamente la tendencia a mantener-se en el mismo estado de movimiento sino a nocambiarlo, y por ende, permanecer en reposo silas condiciones así lo permiten.

Pero esto ha ido mucho más allá de la físicade Descartes, como tendría que ser claro a partirde todo lo anteriormente expuesto.

De todo lo anterior, nos parece válido inferirque el rechazo de la física cartesiana, en especial,su ley de la conservación del movimiento y suconcepto de la extensión como tridimensionali-dad plenamente inerte, no solamente es un deta-lle interesante en el desarrollo del pensamientode Leibniz, sino que puede considerarse como el

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disparador de su quehacer como pensador cientí-fico-filosófico de plena madurez, por una parte, yde una evolución que culmina en la postulaciónde ciertas substancias simples, individuales,inextensas, pero esencialmente activas, capacesde actuar, en otras palabras, las mónadas.

Consideramos que aunque nuestra tesis nopuede ser -al menos no lo ha sido en los límitesde este ensayo- probada de manera apodíctica, sies altamente verosímil que la crítica a la físicacartesiana, y en particular, de la conservación delmovimiento con su correspondiente descubri-miento de la conservación de la vis viva es el dis-parador, y por ende, condición necesaria básica,para el desarrollo de la metafísica leibniciana demadurez: la metafísica de las mónadas.

Finalmente, insistimos en que la mónadasimple como átomo de actividad, como átomoformal, como substancia o entelequia, alma, quedefine lo corpóreo como mero agregado o mon-tón de simples es plenamente coherente con elanálisis de los movimientos en el contexto de unafísica de fuerzas, de una ciencia de las causas delmovimiento, en fin de una dinámica, no de unasimple mecánica de corte cartesiano.

Pero el camino hacia una tal dinámica se ini-ció con el descubrimiento del memorable errordel Señor Descartes, y ello corrobora la hipótesiso tesis que hemos tratado de fundamentar en to-do este ensayo.

Notas

l. La otra referencia que se encuentra es contra Des-cartes y sus tesis acerca de la relación entre lasverdades eternas y el voluntarismo divino, y queaparece en el apartado # 46 de esta obra.

2. Ello es claro si se hace referencia a los Principiosde filosofía, 11,# 43, como a observaciones deHuygens al ensayo de Leibniz. La aceptación detal equivalencia es de cartesianos posteriores, co-mo Poisson, quien publica y comenta el breveTratado de mecánica hacia 1669.Véase las notasy estudio preliminar a los Escritos de dinámica deLeibniz por Cañedo y Rodríguez.

3. Para el análisis detallado de la demostración véa-se las observaciones de Cañedo y Rodríguez,Westfall,Taliaferro y Jammer que se refieren en labibliografía general. Es importante notar que elconcepto de cantidad de movimiento de Descartes

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es una noción escalar mientras que las fuerzas deLeibniz son más bien vectoriales. Aunque cuandose introduce el principio general de la conserva-ción de las fuerzas, la elevación al cuadrado neu-traliza tal vectorialidad. Finalmente, la conserva-ción del movimiento o momentum de Newton su-pone la vectorialidad y por ello sí es adecuado co-mo principio de la física.

4. Los Principios de filosofía de Descartes apare-cieron en el año de 1644 como una versión re-visada y ampliada del Tratado del mundo de ini-cios de la década de los treinta pero no publica-do dada la condena de Galileo Galilei de 1633;será publicado póstumamente en la década delos sesenta. La ampliación tiene como temáticacentral una síntesis de las propuestas cartesia-nas respecto del conocimiento, que conformafundamentalmente el libro primero. La revisiónmás significativa, en el libro segundo, es unaampliación de las leyes fundamentales de la na-turaleza, a saber, las leyes del impacto y una re-definición del concepto de movimiento. LasObservaciones críticas sobre la parte generalde los principios cartesianos son de 1692, ypensadas para ser publicadas junto con los dosprimeros libros del texto de Descartes, proyectoque Leibniz, sin embargo, no llevó a cabo comotantos otros. Fue publicado por G. E. Guhraueren 1844, y luego editada en el volumen cuartode los Escritos filosóficos según la edición deGerhardt. Se ha encontrado un manuscrito ante-rior con una versión más breve, que ha sido ana-lizado por Belaval, algunas de sus ideas se pre-sentan en la versión al español que estamos uti-lizando.

5. Vale la pena anotar que el orden de las leyes de lanaturaleza en el Tratado no es el mismo que enlos Principios. En efecto, aunque la primera es lamisma en ambos casos, la segunda del Tratado esla tercera de los Principios mientras que la terce-ra corresponde a la segunda. Es decir, que la leycuestionable en el Tratado sería la segunda.

6. Gustave Gaspard Coriolis introdujo el factor Ih enla expresión matemática de la vis viva de Leibniz,para efectos de conveniencia matemática, pero nosacerca más a la noción de energía cinética. Ello ensu obra Cálculo del efecto de las máquinas o con-sideraciones sobre el empleo de los motores y susevaluaciones, París, 1820. Coriolis acuñó, tam-bién, la palabra "trabajo" para el producto de lafuerza por la distancia, que se relaciona íntima-mente con la conservación de la energía, pero queno está presente de manera clara en Leibniz.

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