266

Letra Escarlata, La - Elejandria

  • Upload
    others

  • View
    13

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Letra Escarlata, La - Elejandria
Page 2: Letra Escarlata, La - Elejandria

NATHANIEL HAWTHORNE

LA LETRA ESCARLA

INTRODUCCIÓN Al presentar en lengua castellana la obra maestra delnovelista americano Nathaniel Hawthorne, que sin duda estambién una de las mas notables producciones de laliteratura amena de los Estados Unidos, hemos creídoconveniente hacerla preceder de la traducción de los párrafosque, a manera de prefacio, aparecen en una de las últimasediciones de esta novela en su idioma nativo. Como se veráel que lo leyere, se dan en dicho trabajo algunos detalles,que no carecen de interés, acerca de la obra y su autor: La Letra Escarlata fue la primera producción de gran alientoque escribió Hawthorne después de haberse dado a conocercon sus Cuentos dos veces referidos; y también el primero desus libros que alcanzó popularidad. En el intermedio habíapublicado El sillón del Abuelo, para niños, y Musgos de unaantigua morada; pero sólo después de fijada su residencia enSalem, donde desempeñaba el empleo de Administrador dela Aduana de aquel puerto, fue cuando comenzó aexperimentar la sensación, según manifestó él mismo a unamigo suyo, que una novela le bullía en el cerebro. Estanovela es la que hoy goza de fama universal y se ofrece a loslectores el presente volumen. Comenzó a principios delinvierno de 1849 a 1850, y la terminó en 30 de noviembredel año últimamente nombrado. Al día siguiente de concluida,escribió a su amigo Horacio B. diciéndole: Ayer fue cuando vine a dar remate a una parte del cual, elprincipio, se hallaba en Boston, mientras la otra, el final, aún

Page 3: Letra Escarlata, La - Elejandria

en las profundidades de mi cerebro, en esta ciudad deSalem; de modo que, como Ud. ve, la historia tiene por lomenos catorce millas de largo.* Algunas partes estaban escritas con vigor; pero misproducciones nunca se han dirigido ni se dirigirán jamás a lossentimientos generales de la humanidad, y por lo tanto noserán nunca muy populares; y si bien hay personas quegustan mucho de mis escritos, hay otras a quienes les soncompletamente indiferentes y no encuentran en ellos nadadigno de notarse.

* Boston es la capital del Estado de Massachusetts, Salem esdonde se escribió el libro, es un puerto de mar en el mismoEstado, distante unas 14 millas del primero. A esa distanciahace referencia el autor. (N.del T.)

Precede a este libro una introducción (La Aduana) en la quebosquejo mi vida de empleado: hay de vez en cuando enesta unas pinceladas, que acaso la hagan mas rnteresanteque la historia misma, la cual es en extremo sombría. Lo grave y lóbrego de la situación en que había colocado aEster y a Dimmesdale le abrumaban de tal modo, que decíade sí mismo que, durante el invierno citado, su espíritu habíasido un tejido de dolores. Hawthorne, a semejanza de Balzac,se aislaba mientras estaba escribiendo una novela; y puededecirse, sin exageración, que entonces apenas veía a nadie.Ciertas épocas de su vida llegó a notarse que adelantaba deuna manera visible; y hasta qué punto le conmovían lasvicisitudes de los seres creados por su imaginación, puedejuzgarse por el siguiente pasaje de sus Notas inglesas ,donde con fecha 14 de noviembre de 1855, dice:

Al hablar de Thackeray, no puedo menos que prenderme dela indiferencia que mostraba respecto a las situacionespatéticas de sus obras, y compararla con la emoción queexperimenté yo al leer a mi esposa la última escena de La

Page 4: Letra Escarlata, La - Elejandria

Letra Escarlata, inmediatamente después de escrita. Nopuedo decir que la leí, sino que traté de hacerlo, pues mi vozse henchía y se elevaba, como si me viera levantado ohundido, alternativamente, por las olas del mar cuandocomienza a calmarse tras una tempestad. Ni sólo en las horas en que, pluma en mano, se empleabaHawthorne en la composición de sus ficciones embargabanéstas sus potencias. Mientras estuvo escribiendo La LetraEscarlata, se le veía con frecuencia olvidarse de cuanto lerodeaba, sumergido en profundo ensimismamiento. Refiéreseque un día, hallándose en este estado, tomó del costurero desu esposa una pieza que ella estaba cosiendo, y la picó enpedazos muy menudos, sin reparar en lo que había hecho.Esta costumbre de destrucción inconsciente databa de sujuventud. El que esto escribe posee un sillón mecedor queusó Hawthome, y del que casi hizo desaparecer los brazoscon un cortaplumas mientras estaba en el colegio oestudiando sus lecciones o divagando con la imaginación porlos espacios. En Febrero de 1850 fue terminada La Letra Escarlata, perono se publicó hasta el mes de abril; y aunque el editor, queera el Sr. Fields, formó el más elevado concepto de su méritocomo obra de arte, parece, sin embargo, que no tenía muchaconfianza en su valor comercial inmediato, si hemos dejuzgar por los hechos siguientes. La primera edición fue decinco mil ejemplares, lo que ya era un bonito número; peroel tipo con que se había parado el libro se distribuyóinmediatamente, lo que prueba que no se abrigaban muchasesperanzas de obtener una venta rápida. Pero la edicióndesapareció en diez días, y hubo necesidad de parar denuevo todo el libro y estereotiparlo para poder dar abasto ala demanda. Una prueba de la manera con que llevaba a cabo Hawthornesus tareas literarias, y de la madurez con que meditaba susnovelas desde que concebía la primera idea, nos la ofrece suhistoria de Endicott y la Cruz Roja , escrita y publicada antes

Page 5: Letra Escarlata, La - Elejandria

de 1845. Háblase en esa producción de una joven dotada debelleza nada común, cuyo destino fue llevar la letra A en elcuerpo del vestido, a la vista de todo el mundo, y aun de susmismos hijos, quienes sabían lo que esa letra significaba.Como si se recreara en su propia infamia aquella criaturaperdida y llena de desesperación, había bordado la divisafatídica en paño de color escarlata, con hilos dorados, y contodo el arte que es capaz la aguja; de tal modo, que aquellaA mayúscula podría haberse tomado por la inicial de la vozAdmirable o de otra por el estilo, excepto la de Adúltera, querealmente significaba. Cuando se publicó dicha historieta, laSrta. E. P. Peabody le escribió a su amigo: Ya oiremos algomás acerca de esta letra que ha hecho profunda impresiónen el ánimo de Hawthorne. Muchos años después depublicadas las lineas arriba citadas, que aparecen en susCuentos dos veces referidos, el castigo especial aludido enellas vino a transformarse, merced a una completaelaboración mental, en el argumento de La Letra Escarlata. Es un hecho auténtico que el código puritano imponíasemejante castigo; y se supone que Hawthorne lo viomencionado en alguno de los archivos de Boston, y aúnpuede verse en las leyes de la Colonia de Plymouth del año1658. No hace mucho que el erudito investigador de losanales de la Nueva Inglaterra, el Reverendo Dr. Jorge Ellis, vecino deBoston, manifestó incidentalmente, en una conferenciapública, que no había ni el mas ligero asomo de verdad en loreferente al carácter y personalidad del ministro que tanimportante papel desempeña en La Letra Escarlata. Sostieneel Dr. Ellis, que puesto que se hace predicar a Dimmesdale elsermón de la elección el año en que falleció el GobernadorWinthrop, es claro que Dimmesdale personifica también alReverendo Tomas Cobbett, vecino de Lynn, que fuerealmente quien predicó dicho sermón en el referido año; yagregó que deseaba defender su memoria de cualquiersospecha que pudiesen abrigar los que, como él, hubieran

Page 6: Letra Escarlata, La - Elejandria

creído que Dimmesdale era simplemente una mascara bajo lacual se ocultaba Cobbett, el verdadero predicador de aquellaépoca. En aquel tiempo, dijo, no había en Boston sino unaiglesia, y sus pastores o ministros como Juan Wilson y JuanCotton. En la novela se menciona a Wilson con su propionombre; de modo que no puede confundirse su identidad conla de Dimmesdale; ni hay tampoco motivos para suponer queHawthorne tuviese la mas ligera intención de que JuanCotton o Tomas Cobbett, de Lynn, cargasen con el delito desu ministro imaginario. La mera circunstancia de ser ficticioel nombre de Arturo Dimmesdale, mientras el ReverendoWilson y el Gobernador Bellingham figuran con sus nombresy títulos verdaderos, debería constituir suficiente prueba parano imputar los hechos de Dimmesdale al Reverendo Cobbetpredicador genuino del sermón de la elección 1649. Téngasepresente que esta adquisición erudita sirve tan sólo pararealzar la verosimilitud de la novela, por ser incuestionablessu verdad poética general y la posibilidad que la acciónpasara en la Nueva Inglaterra de los primeros tiempos. Creo que hasta ahora no se ha mencionado la circunstanciaque cuando tenía Hawthorne casi concluida la novela, leyó loescrito a su esposa, y pregunhmndole ésta cuál será eldesenlace, obtuvo por toda respuesta: Realmente no sé. A sucuñada, la Srta. Peabody, le dijo una vez: La dificultad noestriba en cómo decir las cosas, sino en lo que se ha dedecir, significando con esto, que cuando empezaba a escribiralgo, tenía ya el asunto tan bien estudiado y desenvuelto ensu cerebro, que sólo se trataba entonces de lo que debíaelegirse; y fácil es de comprender que, al llegar a la soluciónfinal de un problema dificultoso viéndose arrastrado endiversas direcciones por los intereses contrarios de losdiferentes personajes, vacilase acerca del desenlace quetenía que dar a la obra. Cuando se publicó La Letra Escarlata recibió Hawthornenumerosas cartas de personas desconocidas que, o habíandelinquido, o estaban en gran peligro de delinquir, y se

Page 7: Letra Escarlata, La - Elejandria

hallaban padeciendo las consecuencias de su situaciónespecial. Estas personas se dirigían al autor en solicitud deconsejos, como si se tratara de un amigo experimentado, ode un antiguo y venerable confesor. El capítulo titulado La Aduana , que sirve de introducción a lanovela, destinado por Hawthorne a que formara una especiede contraste con el cuadro sombrío de la historia, gracias a laligereza de las pinceladas y al buen humor que en él reinan,realizó perfectamente el fin apetecido; pero en la época enque se publicó, su inocente desenfado concitó contra el autorlas iras de algunos de los ciudadanos de Salem, que creyeronverse retratados a lo vivo en los bosquejos de empleados dequienes ya nadie se acuerda. Se asegura que hubo quien, apesar de ser persona inteligente, se abstuvo por completo enlo sucesivo de leer nada de lo que Hawthorne escribió.Extraña venganza que parece ideada expresamente enperjuicio del que la perpetró, sin que el autor padeciera lomas mínimo, pues nunca llegó a sus oídos semejanteresolución! Hasta aquí lo traducido. Poco tenemos que agregar a lo queen las páginas que preceden se dice acerca del mérito deeste notable libro. Como se habrá visto en ellas, la primeraedición, que constó de 5.000 ejemplares, se agotó en elbreve espacio de diez días. Desde 1850, fecha en que sepublicó La Letra Escarlata, su reputación ha idoconstantemente en aumento, y las ediciones de todas clasesy de todos precios, se han sucedido unas a otras, no sólo enlos Estados Unidos, sino en Inglaterra, gozando depopularidad en todos los países en que se habla el inglés. Elteatro se ha apoderado de la novela, y la ha convertido endrama: tenemos noticias de dos. Uno, que se remonta amuchos años atrás, es producción de un dramaturgoamericano, no muy conocido, Gabriel Harrison; el otro, masreciente, es obra del autor dramítico inglés J. Hatton, y se harepresentado en estos últimos tiempos en los teatros deNueva York. Pero los dramas están muy por debajo de la

Page 8: Letra Escarlata, La - Elejandria

novela. Se habla también de hacer una ópera de esta obramaestra de la literatura novelesca de lo Estados Unidos. La Letra Escarlata se ha traducido a casi todos los idiomaseuropeos. No conocemos, versión alguna en castellano, almenos no ha llegado a nuestras manos. En la presentehemos procurado reproducir, hasta donde es posible, laspeculiaridades del estilo de Hawtlaome, nada sencillo porcierto, antes al contrario, elaboradísimo y abundante en todaclase de metáforas, imágenes y comparaciones. Si lo hemosconseguido, el lector lo dirá. F.S. Julio de 1894

PREFACIO DEL AUTOR A LA SEGUNDA EDICIÓN AMERICANA Con gran sorpresa del autor, y habiéndole proporcionado, sicabe, mayor divertimento que sorpresa, ha llegado a susnoticias que el bosquejo que sirve de introducción a La LetraEscarlata, relativo a la vida oficial de los empleados de laAduana de Salem, ha sido causa de no poca algarada yagitación en la respetable comunidad donde vive. A duraspenas habrían sido mas intensos esos sentimientos, si alautor hubiese reducido a cenizas el edificio de la Aduana,apagando sus últimos rescoldos con la sangre de ciertovenerable personaje, contra quien se le supone la mas negrainquina. Y como la desaprobación del público, dado caso demerecerla, habría sido insoportable para el autor, desea éstemanifestar que ha releído atentamente las páginas de dichaintroducción, con ánimo de suprimir o alterar todo aquelloque pudiera parecer descomedido o impropio, subsanando,en cuanto le fuera dable, las atrocidades que se le acusa. Sinembargo, lo único que ha podido hallar en el bosquejo escierto desenfado y buen humor unidos a la exactitud generalcon que ha expresado la impresión sincera que dejaron en suánimo los caracteres allí descriptos. Y en lo que hace ainquina, malquerencia, o enemistad alguna, ya politica, ya

Page 9: Letra Escarlata, La - Elejandria

personal, confiesa redondamente, que no hay nada de eso.Quizá tal bosquejo pudo haberse suprimido sin pérdida parael público, ni detrimento del libro: pero una vez que tomó laresolución de escribirlo, no cree que pudiera haberseinspirado en sentimientos de mayor benevolencia, ni, hastadonde alcanzan sus fuerzas, haberlo llevado a cabo conmayor verdad. Por consiguiente, el autor se ve obligado a reimprimir elbosquejo de introducción, sin alterar una palabra. N.H. Salem, marzo 30, 1850.

LA ADUANA INTRODUCCIÓN A LA LETRA ESCARLATANo deja de ser singular que, a pesar de mi poca afición ahablar de mi persona y de mis asuntos, ni aún a mis amigosíntimos cuando estoy en mi hogar, el amor de la lumbre, sehaya sin embargo apoderado de mí, en dos ocasionesdistintas, una verdadera comezón autobiográfica al dirigirmeal público. Fue la primera hará cosa de tres o cuatro añoscuando, sin motivo justo que lo excusara, ni razón deninguna especie que pudieran imaginar el benévolo lector oel autor intruso, obsequié a aquel con una descripción de migénero de vida en la profunda quietud de la Antigua Mansión1

. Y ahora, porque entonces, sin méritos que lo justificaran,tuve uno o dos oyentes, echo de nuevo mano por el ojal de lalevita, por decirlo así, y quieras que no quieras, me pongo acharlar de mis vicisitudes durante los tres años que pasé enuna Aduana. Parece, no obstante, que cuando un autor dasus páginas a la publicidad, se dirige, no a la multitud quearrojará a un lado el libro, o jamas lo tomará en las manos,sino a los muy contados que lo comprendeñán mejor que lamayoría de sus condiscípulos de colegio o suscontemporáneos. Y no faltaran autores que en este punto

Page 10: Letra Escarlata, La - Elejandria

vayan aun mas lejos en ciertos detalles confidenciales quepueden interesar sólo, y exclusivamente, a un corazón únicoy a una inteligencia en perfecta simpatía con la suya, como siel libro impreso se lanzara al vasto mundo con la certeza queha de tropezar con el ser que forma el complemento de lanaturaleza del escritor completando el círculo de suexistencia al ponerlos así en mutua comunicación. Sinembargo, no me parece decoroso, hablar de sí mismo sinreserva1 El autor se refiere al bosquejo así titulado que sirve deintroducción a uno de sus primeros libros: Musgos de unaAntigua Mansión, donde entra en ciertos pormenoresautobiográficos. (N. del T.)

alguna, aun cuando se haga impersonalmente. Pero como essabido que si el orador no se pone en completa e íntimarelación con su auditorio, los pensamientos carecerán de viday color, y la frase quedará desmayada y fría, es deperdonarse que nos imaginemos que un amigo, sin necesidadque sea muy íntimo, aunque sí benévolo y atento, estáprestando oídos a nuestra plática; y entonces,desapareciendo nuestra reserva natural, merced a estaespecie de intuición, podremos charlar de las cosas que nosrodean, y aun de nosotros mismos, pero siempre dejandoque el recóndito Yo no se haga demasiado visible. Hasta eseextremo, y dentro de estos limites, se me alcanza que unautor puede ser autobiográfico, sin violar ciertas leyes yrespetando ciertas prerrogativas del lector y aun lasconsideraciones debidas a su persona. Ya se echaráde ver que este bosquejo de la Aduana nocarece de oportunidad, por lo menos de esa oportunidadapreciada siempre en la literatura, puesto que explica lamanera como llegaron a mis manos muchas de las páginasque van a continuación, a la vez que presenta una prueba dela autenticidad de la historia que en ellas se refiere. En

Page 11: Letra Escarlata, La - Elejandria

realidad, la única razón que he tenido para ponerme encomunicación directa con el publico, viene a ser el deseo depresentarme como autor de la mas larga de mis narraciones;y al paso que realizaba mi objeto principal, me pareció quepodría permitírseme, por medio de unas cuantas pinceladas,dar una vaga idea de un género de vida hasta ahora nodescripto, bosquejando los retratos de algunas de laspersonas que se mueven en ese círculo, entre las cuales lacasualidad ha hecho que se contara el autor. Había en mi ciudad natal de Salem, harácosa de medio siglo,un muelle muy lleno de animación, y que hoy sucumbe bajoel peso de almacenes de madera casi podrida. Apenas se venotras señales de vida comercial que uno que otro bergantín o barca, atracado alcostado del melancólico muelle descargando cueros, o algunagoleta de Nueva Escocia en que se esbáhombreando uncargamento de leña que ha de servir para hacer fuego en laschimeneas. Donde comienza este dilapidado muelle, a vecescubierto por la marea, se alza un espacioso edificio deladrillos, desde cuyas ventanas se puede disfrutar de la vistade la escena poco animada que presentan las cercanías, y dela abundante hierba que crece por todas partes, y han dejadotras sí los muchos años y el escaso movimiento comercial. Enel punto mas alto del techo del espacioso edificio que se hahecho mención, y precisamente durante tres hora y media decada día, a contar del mediodía, flota al aire o se mantienetranquila, según que la brisa sople o esté en calma, labandera de la república, pero con las trece estrellas enposición vertical y no horizontal, lo que indica que aquí existeun puesto civil, y no militar, del gobierno del Tío Samuel.2Adorna la fachada un pórtico formado de media docena depilares de madera que sostienen un balcón, debajo del cualdesciende hacia la calle una escalera con anchas gradas degranito. Encima de la entrada se cierne un enorme ejemplardel íguila americana, con las alas abiertas, un escudo en el

Page 12: Letra Escarlata, La - Elejandria

pecho y, si la memoria no me es infiel, un haz de rayos ydardos en cada garra. Con la falta acostumbrada de carácterpeculiar a esta malaventurada ave, parece, a juzgar por lafiereza que despliegan su pico y ojos y la general ferocidadde su actitud, que estádispuesta a castigar al inofensivovecindario, previniendo

2 De las letras U.S., iniciales y abreviación del nombre inglésUnited States, o sea Estados Unidos, se ha formado UncleSam, el Tío Samuel, apodo o mote que se da vulagarmente adicha nación. (N. del T.)

especialmente a todos los ciudadanos que estimen en algo suseguridad personal, que no perjudiquen la propiedad queprotege con sus alas. Sin embargo, a pesar de lo colérico desu aspecto, muchas personas están tratando, ahora mismo,de guarecerse bajo las alas del águila federal, imaginandoque su pecho posee toda la blandura y comodidad de unaalmohada de edredón. Pero su ternura no es grande, enverdad, aun en sus horas mas apacibles, y tarde o temprano,-mas bien lo último que lo primero,- puede arrojar del nido asus polluelos, con un arañazo de las garras, un picotazo, ouna escocedora herida causada por sus dardos. El suelo alrededor del edificio que acabo de describir -queuna vez por todas llamaré la Aduana del Puerto -tiene lasgrietas llenas de hierbas tan altas y en tal abundancia, quebien a las claras demuestra que en los últimos tiempos no seha visto muy favorecido con la numerosa presencia dehombres de negocios. Sin embargo, en ciertos meses del añosuele haber alguno que otro mediodía en que presenta unaspecto mas animado. Ocasiones semejantes pueden traer ala memoria de los ciudadanos ya entrados en años, el tiempoaquel antes de la última guerra con Inglaterra en que Salemera un puerto de importancia, y no desdeñado como lo esahora por sus propios comerciantes y navieros, que permitenque sus muelles se destruyan, mientras sus transacciones

Page 13: Letra Escarlata, La - Elejandria

mercantiles van a engrosar, rnnecesaria eimperceptiblemente, la poderosa corriente del comercio deNueva York o Boston. En uno de esos días, cuando hanllegado casi a la vez tres o cuatro buques, por lo común deAfrica o de la América del Sur, o cuando están a punto desalir con ese destino, se oye el frecuente ruido de las pisadasde los que suben o bajan a toda prisa los escalones degranito de la Aduana. Aquí, aun antes que su esposa le hayasaludado, podemos estrechar la mano del capitán del buquerecién llegado al puerto, con los papeles del barco endeslustrada caja de hojalata que lleva bajo el brazo. Aquítambién se nos presenta el dueño de la embarcación, debuen humor o mal talante, afable o áspero, a medida que susesperanzas acerca de los resultados del viaje se habíanrealizado o quedado fallidas; esto es, si las mercancíastraídas podían convertirse fácilmente en dinero, o si eran deaquellas que a ningún precio podrían venderse, aquí. La última guerra entre Inglaterra y los Estados Unidos fue en1812-14 igualmente se veía el germen del mercader dearrugado ceño, barba gris y rostro devorado de inquietud, enel joven dependiente, lleno de viveza, que va adquiriendo elgusto del comercio, como el lobezno el de la sangre, y que yase aventura a remitir sus mercancías en los buques de suprincipal, cuando será mejor que estuviera jugando conbarquichuelos en el estanque del molino. Otra de laspersonas que se presenta en escena es el marineroenganchado para el extranjero, que viene en busca de unpasaporte; el que acaba de llegar de un largo viaje, todopulido y débil, que busca un pase para el hospital. Nidebemos tampoco olvidar a los capitanes de las goletas quetraen madera de las posesiones inglesas de la América delNorte; marinos de rudo aspecto, sin la viveza del yankee,pero que contribuyen con una suma no despreciable amantener el decadente comercio de Salem. La reunión de estas individualidades en un grupo, lo queacontecía a veces, juntamente con la de otras personas de

Page 14: Letra Escarlata, La - Elejandria

distinta clase, infundía a la Aduana cierta vida durantealgunas horas convirtiéndola en teatro de escenas bastanteanimadas. Sin embargo, lo que con mas frecuencia se veía ala entrada del edificio, si era en verano, o en las habitacionesinteriores, si era en invierno, o reinaba mal tiempo, era unahilera de venerables figuras sentadas en sillones del tiempoantiguo cuyas patas posteriores estaban reclinadas, contra lapared. Con frecuencia también se hallaban durmiendo; perode vez en cuando se les veía departir unos con otros en unavoz que participaba del habla y del ronquido, y con aquellacarencia de energía peculiar a los internos de un asilo depobres y a todos los que dependen de la caridad pública parasu subsistencia, de un trabajo en que reina el monopolio, ode cualquiera otra ocupación que no sea un trabajo personale independiente. Todos estos ancianos caballeros, -sentadoscomo San Mateo cuando cobraba las alcabalas, pero que deseguro no serán llamados como aquel a desempeñar unamisión apostólica, - eran empleados de Aduana. Al entrar por la puerta principal del edificio se ve a manoizquierda un cuarto u oficina de unos quince pies cuadradosde superficie, aunque de mucha altura con dos ventanas enforma de arco, desde donde se domina el antedichodilapidado muelle, y una tercera que da a una estrechacallejuela, desde donde se ve también una parte de la callede Derby. De las tres ventanas se divisan igualmente tiendasde especieros, de fabricantes de garruchas, vendedores debebidas malas, y de velas para embarcaciones. Delante delas puertas de dichas tiendas generalmente se ven grupos deviejos marineros y de otros frecuentadores de los muelles,personajes comunes a todos los puertos de mar, charlando,riendo y fumando. El cuarto que hablo estácubierto demuchas telarañas y embadurnado con una mano de pinturavetustísima; su pavimento es de arena pardusca, de unaclase que ya en ninguna parte se usa; y del desaseo generalde la habitación bien puede inferirse que es un santuario enque la mujer, con sus instrumentos mígicos, la escoba y el

Page 15: Letra Escarlata, La - Elejandria

estropajo, muy rara vez entra. En cuanto a mueblaje yutensilios, hay una estufa con un tubo o cañón voluminoso;un viejo pupitre de pino con un taburete de tres pies; dos otres sillas con asientos de madera, excesivamente decrépitasy no muy seguras; y -para no olvidar la Biblioteca -unostreinta o cuarenta volúmenes de las Sesiones del Congresode los Estados Unidos y un ponderoso Digesto de las Leyesde Aduana, todo esparcido en algunos entrepaños. Hay,ademas, un tubo de hoja de lata que asciende hasta el cielode la habitación, atravesándolo, y establece unacomunicación vocal con otras partes del edificio. Y en elcuarto descripto, habráde esto unos seis meses, paseíndosede rincón a rincón, o arrellanado en el taburete, de codossobre el pupitre, recorriendo con la vista las columnas delperiódico de la mañana, podrías haber reconocido, honradolector, al mismo individuo que ya te invitó en otro libro a sureducido estudio, donde los rayos del sol brillaban tanalegremente a través de las ramas de sauce, al costadooccidental de la Antigua Mansión. Pero si se te ocurrieraahora ir allá visitarle, en vano preguntarías por el Inspectorde marras. La necesidad de reformas y cambios motivada porla política, barrió con su empleo, y un sucesor mas meritoriose ha hecho cargo de su dignidad, y también de susemolumentos. Esta antigua ciudad de Salem, mi ciudad natal, y no obstantehaber vivido mucho tiempo lejos de ella, tanto en mi infanciacomo mas entrado en años, es, o fue objeto de un cariño departe mía de cuya intensidad jamas pude darme cuenta enlas temporadas que en ella residí. Porque, en honor de laverdad, si se considera el aspecto físico de Salem, con

4 Hawthome se refiere a Los Musgos de una AntiguaMansión, que ya antes se ha mencionado.(N.del T.)

su suelo llano y monótono, con sus casas casi todas demadera, con muy pocos o casi ningún edificio que aspire a la

Page 16: Letra Escarlata, La - Elejandria

belleza arquitectónica, con una irregularidad que no es nipintoresca, ni rara, sino simplemente común, con su larga ysoñolienta calle que se prolonga en toda la longitud de lapenínsula donde estiáedificada, y que estos son los rasgoscaracterísticos de mi ciudad natal, tanto valdría experimentarun cariño sentimental hacia un tablero de ajedrez endesorden. Y sin embargo, aunque mas feliz indudablementeen cualquiera otra parte, alláen lo íntimo de mi ser existe unsentimiento respecto de la vieja ciudad de Salem, al que, porcarecer de otra expresión mejor, me contentaré con llamarloapego, y que acaso tiene su origen en las antiguas yprofundas raíces que puede decirse ha echado mi familia ensu suelo. En efecto, hace ya cerca de dos siglos y cuarto queel primer emigrante britiínico de mi apellido hizo su apariciónen el agreste establecimiento rodeado de selvas, queposteriormente se convirtió en una ciudad. Y aquí han nacidoy han muerto sus descendientes, y han mezclado su parteterrenal con el suelo, hasta que una porción no pequeña del mismo debe tener estrecho parentesco con esta envolturamortal en que, durante un corto espacio de tiempo, mepaseo por sus calles. De consiguiente, el apego y cariño deque hablo, viene a ser simplemente simpatía sensual delpolvo hacia el polvo. Pero sea de ello lo que fuere, ese sentimiento mío tiene sulado moral. La imagen de aquel primer antepasado, al que latradición de la familia llegó a dotar de cierta grandeza vaga ytenebrosa, se apoderó por completo de mi imaginacióninfantil, y aún puedo decir que no me ha abandonadoenteramente, y que mantiene vivo en mí una especie desentimiento doméstico y de amor a lo pasado, en que porcierto no entra por nada el aspecto presente de la población.Se me figura que tengo mucho mas derecho a residir aquí, acausa de este progenitor barbado, serio, vestido de negracapa y sombrero puntiagudo, que vino ha tanto tiempo consu Biblia y su espada, y holló esta tierra con su portemajestuoso, e hizo tanto papel como hombre de guerra y

Page 17: Letra Escarlata, La - Elejandria

hombre de paz, -tengo mucho mas derecho, repito, merced aél, que el que podría reclamar por mí mismo, de quien nadieapenas oye el nombre ni ve el rostro. Ese antepasado míoera soldado, legislador, juez: su voz se obedecía en laiglesia; tenía todas las cualidades características de lospuritanos, tanto las buenas como las malas. Era también uninflexible enemigo, que dan buen testimonio los cuákeros ensus historias, en las que, al hablar de él, recuerdan unincidente de su dura severidad para con una mujer de susecta, suceso que es de temerse durarámas tiempo en lamemoria de los hombres que cualquiera otra de sus buenasacciones, con ser estas no pocas. Su hijo heredó igualmenteel espíritu de persecución, y se hizo tan conspicuo en elmartirio de las brujas,5 que bien puede decirse que la sangrede éstas ha dejado una mancha en su nombre. Ignoro siestos antepasados míos pensaron al fin en arrepentirse ypedir al cielo lo que les perdonara sus crueldades; o si aúngimen padeciendo las graves consecuencias, de sus culpas,en otro estado. De todos modos, el que estas lineas escribe,en su cualidad de representante de esos hombres, seavergüenza, en su nombre, de sus hechos, y ruega quecualquier maldición en que

5Hawthorne alude al famoso proceso, o mejor dicho,persecución de las brujas o individuos acusados de sostenertratos con el diablo, que costó la vida a unas veinte personasen el verano de 1692. Este acontecimiento es célebre en losanales de la Nueva Ingaterra. (N. del T.)

pudieran haber incurrido, -que ha oído hablar, y que parecedar testimonio la triste y poco próspera condición de lafamilia durante muchas generaciones, -desaparezca de ahoraen adelante y para siempre. No hay, sin embargo, duda que cualquiera de esos sombríosy severos puritanos habría creído, que era ya suficienteexpiación de sus pecados, ver que el antiguo tronco del árbol

Page 18: Letra Escarlata, La - Elejandria

de la familia, después transcurridos tantos y tantos años quelo han cubierto, de venerable musgo, haya venido a producir,como fruto que adorna su cima, un ocioso de mi categoría.Ninguno de los objetos que mas caros me han sido, loconsiderarían laudable; cualquiera que fuese el buen éxitoobtenido por mí, si es que en la vida, excepto en el círculo demis afectos domésticos, me ha sonreído alguna vez el buenéxito, habría sido juzgado por ellos como cosa sin valoralguno, si no lo creían realmente deshonroso. ¿Qué es él?Pregunta con una especie de murmullo una de las dos gravessombras de mis antepasados a la otra. Un escritor de librosde historietas! ¿Qué clase de ocupación es esta? ¿Quémanera seráesta de glorificar a Dios, y de ser durante su vidaútil a la humanidad? Qué! Este vástago degenerado podríacon el mismo derecho ser un rascador de violín Tales son loselogios que me prodigan mis abuelos a través del océano delos años! Y a pesar de su desdén, es innegable que en mí haymuchos de los rasgos característicos de su naturaleza. Plantado, por decirlo así, con hondas raíces el árbol de mifamilia por esos dos hombres serios y enérgicos en lainfancia de la ciudad de Salem, ha subsistido ahí desdeentonces; siempre digno de respeto; nunca, que yo sepa,deshonrado por ninguna acción indigna de alguno de susmiembros; pero, rara vez, o nunca, habiendo tampocorealizado, después de las dos primeras generaciones, hechoalguno notable o que por lo menos mereciere la atención delpúblico. Gradualmente la familia se ha ido haciendo cada vezmenos visible, a manera de las casas antiguas que vandesapareciendo poco a poco merced a la lenta elevación delterreno, en que parece como que se van hundiendo. Durantemas de cien años, padres e hijos buscaron su ocupación en elmar: en cada generación había un capitán de buqueencanecido en el oficio, que abandonaba el alcmzar del barcoy se retiraba al antiguo hogar de la familia, mientras unmuchacho de catorce años ocupaba el puesto hereditariojunto al mastil, afrontando la ola salobre y la tormenta que

Page 19: Letra Escarlata, La - Elejandria

ya habían azotado a su padre y a su abuelo. Andando eltiempo, el muchacho pasaba del castillo de proa a la címaradel buque: allácorrían entre tempestades y calmas los añosde su juventud y de su edad viril, y regresaba de susperegrinaciones por el mundo a envejecer, morir, y mezclarsu polvo mortal con el de la tierra que le vio nacer. Estaprolongada asociación de la familia con un mismo lugar, a lavez su cuna y su sepultura, crea cierta especie de parentescoentre el hombre y la localidad, que nada tiene que ver conbelleza del paisaje ni con las condiciones morales que lerodean. Puede decirse que no es amor sino instinto. El nuevohabitante, -procedente de un país extranjero, ya fuere él, osu padre, o su abuelo, -no posee títulos a ser llamadoSalemita; no tiene idea de esa tenacidad, parecida a la de laostra, conque un antiguo morador se apega al sitio dondeuna generación tras otra generación se ha ido incrustando.Poco importa que el lugar le parezca triste; que esté aburridode las viejas casas de madera, del fango y del polvo, delviento helado del Este y de la atmósfera social aun mashelada, -todo esto, y cualesquiera otras faltas que vea oimagine ver, nada tienen que hacer con el asunto. El encantosobrevive, y tan poderoso como si el terruño natal fuera unparaíso terrestre. Eso es lo que ha pasado conmigo. Yo casicreía que el destino me forzaba a hacer de Salem mi hogar,para que los rasgos de las fisonomías el y el temple delcarácter que por tanto tiempo han sido familiares aquí, -puescuando un representante de la raza descendía a su fosa, otrocontinuaba, por decirlo así, la acostumbrada facción decentinela en la calle principal, aún se pudieran ver yreconocer en mi persona en la antigua población. Sinembargo, este sentimiento mismo viene a ser una prueba deque esa asociación ha adquirido un carácter enfermizo, y quepor lo tanto debe, al Fin, cesar por completo. La naturalezahumana, lo mismo que un árbol, no florecerá ni dará frutos sise planta y se vuelve a plantar durante una larga serie degeneraciones en el mismo terreno ya cansado. Mis hijos han

Page 20: Letra Escarlata, La - Elejandria

nacido en otros lugares, y hasta donde dependiere de mí,irán a echar raíces en terrenos distintos. Al salir de la Antigua Mansión, fue principalmente esteextraño, atípico y triste apego a mi ciudad natal, lo que metrajo a desempeñar un empleo oficial en el gran edificio deladrillos que he descripto, y servía de Aduana, cuandohubiera podido ir, quizá con mejor fortuna, a otro puntocualquiera. Pero estaba escrito. No una vez, ni dos, sinomuchas, había salido de Salem, al parecer para siempre, y denuevo había regresado, a la vieja población, como si Salemfuera para mí el centro del universo. Pues bien, una mañana, muy bella por cierto, subí losescalones de granito que he hablado, llevando en el bolsillomi nombramiento de Inspector de Aduana, firmado por elPresidente de los Estados Unidos, y fui presentado al cuerpode caballeros que tenían que ayudarme a sobrellevar la graveresponsabilidad que sobre mis hombros arrojaba mi empleo. Dudo mucho, mejor dicho, creo firmemente, que ningúnfuncionario público de los Estados Unidos, civil o militar, hayatenido bajo sus órdenes un cuerpo de veteranos tanpatriarcales como el que me cupo en suerte. Cuando los vipor vez primera, quedó resuelta para mí la cuestión de saberdónde se hallaba el vecino mas antiguo de la ciudad. Durantemas de veinte años, antes de la época que hablo, la posiciónindependiente del Administrador había conservado la Aduanade Salem al abrigo del torbellino de las vicisitudes políticasque hacen generalmente tan precario todo destino delGobierno. Un militar, -uno de los soldados mas distinguidosde la Nueva Inglaterra, -se mantenía firmemente sobre elpedestal de sus heroicos servicios; y, considerándose seguroen su puesto, merced a la sabia liberalidad de los Gobiernossucesivos bajo los cuales había mantenido su empleo, habíasido también el áncora de salvación de sus subordinados enmas de una hora de peligro. El general Miller no era, pornaturaleza, amigo de variaciones: era un hombre debenévola disposición en quien la costumbre ejercía no poco

Page 21: Letra Escarlata, La - Elejandria

influjo, apegándose fuertemente a las personas cuyo rostrole era familiar, y con dificultad se decidía a hacer un cambio,aun cuando éste trajera aparejada una mejoraincuestionable. Así es que al tomar posesión de mi destino,hallé no pocos empleados ancianos. Eran, en su mayor parte,antiguos capitanes de buque, que después de haber rodadopor todos los mares y haber resistido firmemente loshuracanes de la vida, habían al fin echado el ancla en estetranquilo rincón del mundo, en donde con muy poco que losperturbara, excepto los terrores periódicos de una elecciónpresidencial, que podría dejarlos cesantes, tenían aseguradala subsistencia y hasta casi una prolongación de la vida;porque si bien tan expuestos como los otros mortales a losachaques de los años y sus enfermedades, teníanevidentemente algún talismán, amuleto o algo por el estilo,que parecía demorar la catástrofe inevitable. Se me dijo quedos o tres de los empleados que padecían de gota yreumatismo, o quizá estaban clavados en sus lechos, ni porcasualidad se dejaban ver en la Aduana durante una granparte del año; pero una vez pasado el invierno searrastraban penosamente al calor de los rayos de mayo ojunio, desempeñando lo que ellos llamaban su deber ytomando de nuevo cama cuando mejor les parecía. Tengoque confesar que abrevié la existencia oficial de mas de unode estos venerables servidores de la República. A peticiónmía, se les permitió que descansaran de sus arduas labores;y poco después, como si el único objeto de su vida hubierasido su celo por el servicio del país, pasaron a un mundomejor. No deja sin embargo de servirme de piadoso consuelola idea de que, gracias a mi intervención, se les concediótiempo suficiente para que se arrepintieran de las malas ycorruptas costumbres en que, como cosa corriente, sesupone que tarde o temprano cae todo empleado de Aduana,pues sabido es que de dicha institución no arranca sendaalguna que nos lleve derechamente al Paraíso. La mayor parte de mis subordinados pertenecía a un partido

Page 22: Letra Escarlata, La - Elejandria

político distinto del mío. Y no fue poca fortuna para aquellavenerable fraternidad, que el nuevo Inspector no fuera lo quese llama un politicastro, ni hubiera recibido su empleo enrecompensa de servicios prestados en el terreno de lapolítica. De lo contrario, al cabo de un mes de haber subidoel ángel exterminador las escaleras de la Aduana, ni unsolo hombre del antiguo personal de funcionarios hubieraquedado en pie. Y en remate de cuentas, no habría hecho nimas ni menos que conformarse a la costumbre establecidaen casos semejantes por la política. Bien visible era queaquellos viejos lobos marinos temían que yo hiciera algoparecido; y no poca pena, mezclada con cierta risa,produjeron en mí los terrores a que dio origen mi llegada, alnotar cómo aquellos rostros curtidos por medio siglo deexposición a las tempestades del mar, palidecían al ver a unindividuo tan inofensivo como yo; o al percibir, cuandoalguno me hablaba, el temblor de una vez que, en años yaremotos, acostumbraba resonar en la bocina del buque tanronca y vigorosa que habría causado espanto al mismísimoBoreal. Muy bien sabían aquellos excelentes ancianos que,según las prácticas usuales, y, respecto de algunos de ellosen razón de su falta de aptitud para los negocios, deberíanhaber cedido sus puestos a hombres mas jóvenes, de distintocredo político, y mas adecuados para el servicio de nuestroGobierno. Yo también lo sabía, pero no pude resolverme aproceder de acuerdo con ese conocimiento. Por lo tanto, congrande y merecido descrédito mío y considerable detrimentode mi conciencia oficial, continuaron, durante mi época demando arrastrándose, como quien dice, por los muelles, ysubiendo y bajando las escaleras de la Aduana. Una parte deltiempo, no poca en honor de la verdad, pasaban dormidos ensus rincones acostumbrados, con las sillas reclinadas contrala pared, despertando sin embargo una o dos veces almediodía para aburrirse mutuamente refiriéndose, por lamilésima vez, su viejas historias marítimas y sus chistes oenmohecidas jocosidades que ya todos se sabían de

Page 23: Letra Escarlata, La - Elejandria

memoria. Me parece que no tardaron en descubrir que el nuevo jefeera hombre de buena pasta, de quien no había mucho quetemer. De consiguiente, con corazones contentos y con laíntima convicción de empleados de utilidad y provecho, almenos en beneficio propio, si no en el de nuestra amadapatria estos santos varones continuaron desempeñando,nominalmente, en realidad de verdad, sus varios empleos.¡Con qué sagacidad, auxiliados por sus grandes espejuelos,dirigían una mirada al interior de las bodegas de los buques!¡Qué gresca armaban a veces con motivo de nimiedades,mientras otras, con maravillosa estupidez, dejaban pasar poralto cosas verdaderamente dignas de toda atención! Cuandoalgo por el estilo acontecía, por ejemplo, cuando uncarromato cargado de valiosas mercancías había sidotransbordado subrepticialmente a tierra, en pleno mediodía,bajo sus mismas narices, sin que se lo olieran, era de verentonces la energía y actividad que desplegaban, cerrando adoble llave toda las escotillas y aperturas del buquedelincuente, redoblando la vigilancia, de tal modo, que envez de recibir una reprimenda por su anterior negligencia,parecía que eran mas bien acreedores a todo elogio por su celo y sus medidas precautorias, después que el malestaba hecho y no tenía remedio. A no ser que las personas con quienes tenga yo algún trato,sean en extremo displicentes y desagradables, es micostumbre, tonta si se quiere, cobrarles afecto; pues lascualidades mejores de mis compañeros, caso que las tengan,son las que comúnmente noto, y constituyen el rasgosaliente que me hace apreciar al hombre. Como la mayorparte de aquellos viejos empleados del resguardo teníanbuenas cualidades, y como mi posición respecto de ellos eracasi paternal y protectora, y favorable por lo tanto aldesarrollo de sentimientos amistosos, pronto se granjearontodos mis cariños. En el verano, al mediodía, cuando losfuertes calores que casi hacían derretir al resto del género

Page 24: Letra Escarlata, La - Elejandria

humano apenas si vivificaban sus soñolientos organismos,era sumamente grato oírlos charlar recostados todos enhilera, como de costumbre, contra la pared, trayendo a lamemoria los chistes ya helados de pasadas generaciones quese referían, medio balbuceando, entre sonoras carcajadas.He notado que, exteriormente por lo menos, la alegría de losancianos tiene muchos puntos de contacto con la de losniños, en cuanto que ni la inteligencia ni un profundosentimiento humorístico entran por algo en el asunto. Tantoen el niño como en el anciano viene a ser a manera de unrayo de sol que juguetea sobre la superficie, impartiendo unaspecto luminoso y risueño, lo mismo a la rama verde delárbol, que al tronco decaído y seco. Sin embargo, en uno esun verdadero rayo de sol; en el otro, se asemeja mas bien albrillo fosforescente de la madera carcomida. Sería realmente injusto que el lector llegase a creer quetodos mis excelentes viejos amigos estaban chocheando. Enprimer lugar, no todos eran ancianos: había, entre mis compañeros subordinados, hombres en todala lozanía y fuerza de la edad: hábiles, inteligentes,enérgicos, y en todo y por todo superiores a la ocupaciónrutinaria a que los había condenado su mala estrella.Ademas, las canas de mas de uno cubrían un cerebro dotadode inteligencia conservada en muy buenas condiciones. Perorespecto a la mayoría de mi cuerpo de veteranos, no cometoinjusticia alguna si la califico, en lo general, de conjunto deseres fastidiosos que de su larga y variada experiencia de lavida no habían sacado nada que valiera la pena deconservarse. Se diría que, habiendo esparcido a todos losvientos los granos de oro de la sabiduría príctica que tuvierontantas oportunidades de atesorar, habían conservado, con elmayor esmero, tan solo la inútil e inservible císcara.Hablaban con mayor interés y abundancia de corazón de loque habían almorzado aquel día, o de la comida del anterior,o de la que harían el siguiente, que del naufragio de hacecuarenta o cincuenta años, y de todas las maravillas del

Page 25: Letra Escarlata, La - Elejandria

mundo que habían visto aun sus ojos juveniles. El abuelo de la Aduana, el patriarca, no sólo de este reducidogrupo de empleados, sino estoy por decir que de todo elpersonal respetable de todas las Aduanas de los EstadosUnidos, era cierto funcionario inamovible. Podríaapellidársele, con toda exactitud, el hijo legítimo del sistemaaduanero, nacido y criado en el regazo de esta nobleinstitución, como que su padre, coronel de la guerra de laIndependencia, y en otro tiempo Administrador de Aduana,había creado para él un destino en una época que pocos delos hombres que hoy viven pueden recordar. Cuando conocí aeste empleado, tendría a cuestas sus ochenta años, pocomas o menos: con las mejillas sonrosadas; cuerpo sólido ytrabado; levita azul de brillantes botones; paso vigoroso yrápido, y aspecto sano y robusto, parecía, si no joven, por lomenos una nueva creación de la Madre Naturaleza en formade hombre, con quien ni la edad ni los achaques propios deella, nada tenían que hacer. Su voz y su risa, que resonabanconstantemente en todos los ámbitos de la Aduana adolecíande ese sacudimiento trémulo a manera cacareo de gallina tancomún en la vejez: parecíase al canto de un gallo o al sonidode un clarín. Considerándole simplemente desde el punto devista zoológico, y tal vez no había otro modo de considerarlo,era un objeto realmente interesante, al observar cuansaludable y sana era su constitución, y la aptitud que en suavanzada edad tenía para gozar de todos o de casi todos losplaceres a que siempre había aspirado. La certidumbre detener la existencia asegurada en la Aduana, viéndose exentode cuidados, y casi sin temores de ser dado de baja juntocon el salario que recibía puntualmente, habían sin dudacontribuido a que los años pasaran por él sin dejar ningunahuella. Sin embargo, había causas mucho mas poderosas,que consistían en la rara perfección de su naturaleza física, lamoderada proporción de su inteligencia, y el papel tanreducido que desempeñaban en él las cualidades morales yespirituales, que era para decir la verdad, a duras penas

Page 26: Letra Escarlata, La - Elejandria

bastaban para impedir que el anciano caballero imitase en lamanera de andar al rey Nabucodonosor durante los años desu transformación. La fuerza de su pensamiento era nula; lafacultad de experimentar afectos, ninguna; y en cuanto asensibilidad, cero. En una palabra, en él no había sino unoscuantos instintos que, auxiliados por el humor que era elresultado inevitable de su bienestar físico, hacían las vecesde corazón. Se había casado tres veces, y otras tantas habíaenviudado: era el padre de veinte niños, la mayor parte delos cuales había pagado, a diversas edades, el tributo comúna la madre tierra. Esto es bastante para hacemos suponerque la naturaleza mas feliz, el hombre mas contento con susuerte, tenía que dar cabida a un dolor suficiente paraengendrar cierto sentimiento de melancolía. ¡Nada de estocon nuestro anciano empleado! En un breve suspiro seexhalaba toda la tristeza de estos recuerdos; y al momentosiguiente estaba tan dispuesto y alegre como un niño; muchomas que el escribiente mas joven de la Aduana que, a pesarde no contar sino diecinueve años de edad, era con todo unhombre mas grave y reposado que el octogenario oficial delresguardo. Yo estudiaba y observaba a este personaje patriarcal con unacuriosidad mayor que la que hasta entonces me hubierainspirado ningún ser humano; pues era, en realidad, un rarofenómeno: tan perfecto y completo, desde un punto de vista,como superficial, ilusorio, impalpable, y absolutamenteinsignificante desde cualquier otro. Llegué a creer a puñocerrado que ese individuo no tenía ni alma, ni corazón, niintelecto, ni nada, como ya he dicho, excepto instintos; y sinembargo, de tal manera estaba compaginado lo poco que enrealidad había en él, que no producía una impresión penosade deficiencia; antes al contrario, por lo que a mí hace, medaba por muy satisfecho con lo que en él había hallado.Dificil será concebir mi existencia espiritual futura, en vistade lo completamente terrenal y material que parecía; pero eslo cierto que su existencia en este mundo nuestro,

Page 27: Letra Escarlata, La - Elejandria

suponiendo que terminara con su último aliento, no le habíasido concedida bajo duras condiciones: su responsabilidadmoral no era mayor que la de los seres irracionales, aunqueposeyendo mayores facultades que ellos, para gozar de lavida, y viéndose exento igualmente de los achaques ytristezas de la vejez. En un particular les era vasta, inmensamente superior: en lafacultad de recordar las buenas comidas que había disfrutadoy que constituían no pequeña parte de su felicidad terrenal.Era un gastrónomo consumado. Oírle hablar de un asado,bastaba ya para despertar nuestro apetito; y como nuncaposeyó otras dotes superiores, ni pervirtió ni sacrificó ningúndon espiritual anteponiéndolo a la satisfacción de su paladary de su estómago, me causaba siempre gran placer oírlediscurrir acerca del pescado, de la volantería, de losmariscos, y de la diversidad de carnes, espaciándose en loreferente al mejor modo de condimentarlos y servirlos en lamesa. Sus reminiscencias de una buena comida, por antiguaque fuera su fecha eran tan vivas que parecía que estabarealmente aspirando el olor de un lechoncito asado o de unpavo trufado. Su paladar conservaba todavía el sabor de losmanjares que había comido hacía sesenta o setenta años,como si tratara de las chuletas de carnero del almuerzo deaquel día. Recordaba con verdadero deleite, con fruición sinigual, un pedazo de lomo asado, o un pollo especial, un pavodigno de particular elogio, un pescado notable, u otro manjarcualquiera que adornó su mesa allí en los días de su primerajuventud; mientras los grandes acontecimientos que habíasido teatro el mundo durante los largos años de suexistencia, habían pasado por él como pasa la brisa, sin dejarla menor huella. Hasta donde me ha sido dable juzgar, elacontecimiento mas trágico de su vida, fue cierto percancecon un pato que dejó de existir hace treinta o cuarenta años,pato cuyo aspecto auguraba momentos deliciosos; pero queuna vez en la mesa, resultó tan inveteradamente duro, queel trinchante no hizo mella alguna en él, y hubo necesidad de

Page 28: Letra Escarlata, La - Elejandria

apelar a un hacha y a un serrucho de mano para dividirlo. Pero es tiempo ya de terminar este retrato, aunque tendría elmayor placer en dilatarme en él indefinidamente, pues detodos los hombres que he conocido, este individuo me pareceel mas a propósito para vista de Aduana. La mayoría de laspersonas, debido a causas que no tengo tiempo ni espaciopara explicar, experimentan una especie de detrimento moralen consecuencia del género peculiar de vida de dichaprofesión. El anciano funcionario era incapaz deexperimentarlo; y si pudiera continuar desempeñando suempleo hasta el Fin de los siglos, seguiría siendo tan buenocomo era entonces, y se sentaría a la mesa para comer contan excelente apetito como de costumbre. Hay aún otra figura sin la cual mi galería de retratos deempleados de la Aduana quedaría incompleta; pero que mecontentaré simplemente con bosquejar, porque misoportunidades para estudiarla no han sido muchas. Merefiero a nuestro Administrador, al bizarro y antiguo generalMiller quien, después de sus brillantes servicios militares y dehaber gobernado por algún tiempo uno de los incultosterritorios del Oeste, había venido, hacía veinte años, a pasaren Salem el resto de su honorable y agitada vida. El valientesoldado contaba ya unos setenta años de edad, y estabaabrumado de achaques que ni aun su marcial espíritu, ni losrecuerdos de sus altos hechos podían mitigar. Solo con elauxilio de un sirviente, y asiéndose de los pasamanos dehierro, podía subir lenta y dolorosamente las escaleras de laAduana; y luego, arrastrándose con harto trabajo, llegar a suasiento de costumbre junto a la chimenea. Allí permanecíaobservando con sereno semblante a los que entraban ysalían, en medio del rumor causado por la discusión de losnegocios, la charla de la oficina, el crujir de los papeles, etc.,todo lo cual parecía no influir en manera alguna en sussentidos, ni mucho menos penetrar, perturbándola, en laesfera de sus contemplaciones. Su rostro, cuando el Generalse hallaba en semejante estado de quietud, era benévolo y

Page 29: Letra Escarlata, La - Elejandria

afable. Si alguno se le acercaba en demanda de algo,iluminaba sus facciones una expresión de cortesía y deinterés, que bien a las claras demostraba que aun ardíainteriormente el fuego sagrado, y que sólo la corteza exteriorse oponía al libre paso de su luz intelectual. Cuanto mas decerca se le trataba, tanto mas sana se revelaba suinteligencia. Cuando no se veía como forzado a hablar o aprestar atención a lo que se le decía, pues ambasoperaciones le costaban evidentemente un esfuerzo, surostro volvía a revestirse de la tranquila placidez decostumbre. Debo agregar que su aspecto no dejaba en elánimo del que le contemplaba ninguna impresión penosa,pues nada acusaba en él la decadencia intelectual propia dela vejez. Su armazón corpórea, de suyo fuerte y maciza, nose estaba todavía desmoronando. Bajo condiciones tan poco favorables, era dificil estudiar suverdadero carácter y definirlo, como lo será, por ejemplo,reconstruir, por medio de la imaginación, una antiguafortaleza como la de Ticonderoga, teniendo a la vista sólo susruinas. Aquí y allí tal vez se encuentre un paño de murallacasi completo; pero en lo general se ve únicamente unamasa informe, oprimido por su mismo peso, y a lo que largosaños de paz y de abandono han cubierto de hierbas yabrojos. Sin embargo, contemplando al viejo guerrero con afecto,pues a pesar de nuestro poco trato mutuo, los sentimientosque hacia él abrigaba, como acontecía con cuantos leconocieron, no podían menos de ser afectuosos, pudediscernir los rasgos principales de su carácter. Descollabanen él las nobles y heroicas cualidades que ponían demanifiesto que el nombre distinguido que disfrutaba, no lohabía alcanzado por un mero capricho de la fortuna, sino contoda justicia. Su actividad no fue hija de un espíritu inquieto,sino que necesitó siempre algún motivo poderoso que leimprimiera el impulso; pero una vez, puesta en movimiento,y habiendo obstáculos que vencer, y un resultado valioso que

Page 30: Letra Escarlata, La - Elejandria

alcanzar, no fue hombre que cediera ni fracasara. El fuegoque le animó un tiempo, y que aún no estaba extinguido sinoentibiado, no era de esas llamaradas que toman cuerporápidamente, brillan y se apagan al punto, sino una llamaintensa y rojiza, como la de un hierro candente. Solidez,firmeza, y peso: tal es lo que expresaba el reposadocontinente del General en la época a que me refiero, aun enmedio de la decadencia que prematuramente se ibaenseñoreando de su naturaleza; si bien puedo imaginarmeque, en circunstancias excepcionales, cuando se hallaseagitado por un sentimiento vivo que despertara su energía,que sólo estaba adormecida, era capaz de despojarse de susachaques, como un enfermo de la ropa que le cubre, yarrojando a un lado el báculo de la vejez, empuñar de nuevoel sable de batalla, y ser guerrero de otros tiempos. Y aunentonces su aspecto habría revelado calma. Semejante exhibición de sus facultades físicas es solo paraconcebirse con la fantasía, y no fuera de desearse que serealizara. Lo que vi en él fueron los rasgos de una tenaz ydecidida perseverancia, que en su juventud pudiera habersido obstinación; una integridad que, como la mayor parte desus otras cualidades, era maciza, sólida, tan poco dúctil y taninmanejable como una tonelada de mineral de hierro y unabenevolencia que, a pesar del impetuoso ardor con que alfrente de sus soldados mandó las cargas a la bayoneta enChippewa o el Fuerte Erie, era tan genuina y verdadera comola que pueda mover a cualquier filántropo de nuestro siglo.Mas de un enemigo, en el campo de batalla, perdió la vida alfilo de su acero; y ciertamente que muchos quedaron allítendidos, como en el prado la hierba segada por la guadaña,a impulsos de aquellas cargas a que su espíritu comunicó sutriunfante energía. Pero de todos modos, nunca hubo en sucorazón crueldad bastante para poder ni aun despojar a unamariposa del polvo brillante de sus alas. No conozco a otrohombre en cuya innata bondad tanto pudiera yo confiar. Muchas de las cualidades características del General,

Page 31: Letra Escarlata, La - Elejandria

especialmente las que habrían contribuido en sumo grado aque el bosquejo que voy trazando se pareciese al original,debían de haberse desvanecido o debilitado antes que yo lehubiera visto por primera vez. Sabido es que los atributosmas delicados son también los que mas pronto desaparecen;ni tiene la naturaleza por costumbre adornar las ruinashumanas con las flores de una nueva hermosura cuyas raícesyacen en las grietas y hendiduras de los escombros de dondesacan su sustento, como las que brotan en las arruinadasmurallas de la fortaleza de Ticonderoga; y sin embargo, en loque toca a gracia y belleza, había en él algo digno deatención. De vez en cuando iluminaba su rostro, deagradable manera, un rayo de buen humor socarrón;mientras que también podía notarse un ruego de elegancia ygusto delicado natural, que no siempre se ve en las almasviriles pasada la primera juventud, en el placer que causabanal General la vista y fragancia de las flores. Es de suponerseque un viejo guerrero estima, antes que todo, el sangrientolaurel para sus sienes; pero aquí se daba el ejemplo de unsoldado que participaba de las preferencias de una jovenmuchacha hacia las bellas producciones de Flora. Allí, junto a la chimenea, acostumbraba sentarse el anciano yvaliente General; mientras el Inspector, que si podía evitarlo,raras veces tomaba sobre sí la difícil tarea de entablar con éluna conversación, se complacía en quedarse a ciertadistancia observando aquel apacible rostro, casi en un estadode semi somnolencia. Parecía como si estuviera en otromundo distinto del nuestro, aunque lo veíamos a unascuantas varas de nosotros; remoto, aunque pasábamos juntoa su sillón; inaccesible, aunque podríamos alargar las manosy estrechar las suyas. Era muy posible que allá, en lasprofundidades de sus pensamientos, viviera una vida masreal que no en medio de la atmósfera que le rodeaba en lapoco adecuada oficina de un Administrador de Aduana. Lasevoluciones de las maniobras militares; el tumulto y fragorde la batalla; los bélicos sonidos de antigua y heroica música

Page 32: Letra Escarlata, La - Elejandria

oída hacía treinta años, tales eran quiza las escenas yarmonías, que llenaban su espíritu y se desplegaban en suimaginación. Entre tanto, los comerciantes y los capitanes debuques, los dependientes de almacén y los rudos marinerosentraban y salian: en torno suyo continuaba el mezquinoruido que producía la vida comercial y la vida le la Aduana:pero ni con los hombres, ni con los asuntos que lespreocupaban, parecía que tuviera la mas remota relación.Allí, en la Aduana, estaba tan fuera de su lugar, como unaantigua espada, ya enmohecida, después de haber fulguradoen cien combates, pero conservando aun algún brillo en lahoja, lo estará en medio de las plumas, tinteros, pisapapelesy reglas de caoba del bufete de uno de los empleadossubalternos. Había especialmente una circunstancia que me ayudó muchoen la tarea de reanimar y reconstruir la figura del vigorososoldado que peleó en las fronteras del Canada, cerca delNiágara, del hombre de energía sencilla y verdadera. Era elrecuerdo de aquellas memorables palabras suyas; ¡Loprobaré, señor! -pronunciadas en los momentos mismos dellevar a cabo una empresa tan heroica cuanto desesperada, yque respiraban el indomable espíritu de la Nueva Inglaterra.Si en nuestro país se premiase el valor con títulos denobleza, esa frase, repito, será el mote mejor, y el masapropiado, para el escudo de armas del General. Mucho contribuye a la educación moral intelectual de unhombre hallarse en contacto diario con individuos de hábitosno parecidos a los suyos, que no tienen interés alguno en susideas y ocupaciones, y que nos fuerzan en cierto modo a salirde nosotros mismos, para poder penetrar en la esfera en que se mueven sus pensamientos y aptitudes. Losaccidentes de mi vida me han proporcionado con frecuenciaesta ventaja; pero nunca de una manera tan completa yvariada como durante el tiempo que permanecí en la Aduanade Salem. Había allí, particularmente, un hombre que me diouna nueva idea de lo que pudiera ser el talento, gracias al

Page 33: Letra Escarlata, La - Elejandria

estudio que hice de su carácter. Poseía realmente las dotesque distinguen a un verdadero hombre de negocios: era vivo, muy listo, y de clara inteligencia; de una rápidamirada veía donde estaba la dificultad en los asuntos masembrollados, y tenía el don especial de hacerla desaparecercomo por encanto. Criado y desarrollado, como quien dice,en la Aduana, era éste el campo propio de su actividad; y lasmuchas complicaciones de los negocios, tan molestas yenojosas para el novicio, se presentaban a su vista con todala sencillez de un sistema perfectamente arreglado. Para mí,era ese individuo el ideal de su clase, la encarnación de laAduana misma, o al menos el resorte principal que manteníaen movimiento toda aquella maquinaria; porque en unainstitución de este género, cuyos empleados superiores senombran merced a motivos especiales, y en que raras vecesse tiene en cuenta su aptitud para el acertado desempeño desus deberes, es natural que esos empleados busquen enotros las cualidades que ellos carecen. Por lo tanto, por unanecesidad ineludible, así como el imán atrae las partículas deacero, del mismo modo nuestro hombre de negocios atraíahacia sí las dificultades con que cada uno tropezaba. Con unacondescendencia notable, y sin molestarse por nuestraestupidez, -que para una persona de su género de talentodebía ser punto menos que un crimen, lograba en unmomento hacemos ver claro como la luz del día, lo que anosotros nos había parecido incomprensible. Loscomerciantes le tenían en tanto aprecio como nosotros, suscompañeros de oficina. Su integridad era perfecta; innata,mas bien que resultado de principios fijos de moralidad. Nipodía ser de otro modo, pues en un hombre de unainteligencia tan lúcida y exacta como la suya, la honradezcompleta y la regularidad suma en la administración de losnegocios, tenían que ser las cualidades dominantes. Unamancha en su conciencia, respecto a cualquiera cosa que serelacionase con sus deberes de empleado, habríaatormentado a una persona semejante, del mismo modo,

Page 34: Letra Escarlata, La - Elejandria

aunque en un grado mucho mayor, que un error en elbalance de una cuenta, o un borrón de tinta en la bellapágina de un libro del Registro. En suma, hallé en lo queraras veces he visto en el curso de mi vida, un hombre quese adaptaba perfectamente al desempeño de su empleo. Tales eran algunos de los individuos con quienes me puse encontacto al entrar en la Aduana. Acepté de buen talante unaocupación tan poco en armonía con mis hábitos y misinclinaciones, y me puse con empeño a sacar de mi situaciónel mejor partido posible. Después de haberme visto asociadoa los trabajos y a los planes impracticables de mis soñadorescompañeros del Brook Farm; 6 después de haber vivido tresaños bajo el influjo sutil de una inteligencia como la deEmerson; después de aquellos

6 Hawthome alude a la famosa Asociación literaria del BrookFarm (Finca del riachuelo) para la Educación y la Agricultura ,fundada por el crítico y literato americano Jorge Ripley ySofia Ripley en 1841, a unas diez millas de Boston. El objetode esa asociación unitaria, comunística y humanitaria eracrear las condiciones necesarias para producir el adelantointelectual y una civilización ideal, reduciendo a su mínimo eltrabajo material, simplificando la maquinaria social, yconsiguiendo de este modo el máximum de tiempo paradesenvolvimiento y educación moral y espiritual. Tomaronparte en el proyecto muchas personas de ambos sexos quedespués brillaron en la literatura, el periodismo, etc.Hawthorne permaneció en la asociación muy poco tiempo. Laempresa, como es de suponerse, fracasó al cabo de cuatro ocinco años.(N.del T.)

días pasados en Assabeth en fantásticas especulaciones encompañía de Ellery Channing, junto a los trozos de leña queardían en nuestra chimenea; después de hablar con Thoreauacerca de los pinos y de las reliquias de los indios, en suretiro de Walden; después de haberme vuelto en extremo

Page 35: Letra Escarlata, La - Elejandria

exigente, merced a la influencia de la elegante cultura clásicade Hillard; después de haberme saturado de sentimientospoéticos en el hogar de Longfellow,7 era en verdad tiempo deque empezara a ejercer otras facultades del espíritu, y queme alimentase con un manjar hacia el cual, hasta entonces,no me sentía muy inclinado. Hasta el octogenario oficial delresguardo que he hablado antes me parecía, como cambio dedieta, muy apetecible para un hombre que había conocido aAlcott 8 Tengo para mí que, en

7Los nombres que cita el autor son de los mas distinguidosde la literatura de los Estados Unidos. R. Waldo Emerson,poeta, filósofo eminente y educacionista, talento original,autor de gran valor, nacido en 1803, falleció en 1882.Guillermo Ellery Channing, teólogo, filántropo, y autor denota, nació en 1780 y murió en 1842. Enrique D. Thoreau,filósofo, naturalista, y autor, también muy original, nació en1817 y murió en 1862. Jorge S. Hillarde (1803-1879)fué unabogado muy distinguido, un orador notable, y autor nocomún; por último Enrique W. Longfellow es uno de los pocospoetas americanos que goza de reputación universal y cuyasobras están traducidas a casi todos los idiomas europeos.Nació en 1807 y murió en 1882. (N. del T.) 8 Amos Bronson Alcott (1799-1888)fué un filósofotrascendentalista y neoplatónico, y un idealista consumado. (N.del T.)

cierto sentido, es prueba evidente de una constitución bienequilibrada, y de una organización en que no falta nadaesencial, el hecho que a pesar de haberme asociado algúntiempo con hombres tales como los que acabo de mencionar,hubiera podido mezclarme después con individuos decualidades completamente distintas, sin quejarme delcambio. La Literatura, su ejercicio y sus fines, eran a la sazón objetos

Page 36: Letra Escarlata, La - Elejandria

de poca monta para mí. En esa época no tenía por los librosinterés alguno. La naturaleza -excepto la humana -lanaturaleza visible en cielo y tierra, puede decirse que noexistía para mis ojos; toda aquella delicia con que laimaginación la había idealizado en otros tiempos, se habíadesvanecido en mi espíritu. Como suspensos e inanimados, sies que no me habían abandonado por completo, se hallabanun cierto don y una cierta facultad; y a no haber tenido laconciencia que me era dado evocar, cuando quisiera, todo loque realmente tenía algún valor en lo pasado, mi posiciónhabría sido infinitamente triste y desconsoladora.Seguramente era esta una clase de vida que no podíallevarse con impunidad por mucho tiempo; de lo contrario,me habría convertido, de un modo permanente, en algodistinto de lo que siempre había sido, sin transformarsetampoco en algo que valiera la pena de aceptarse. Peronunca consideré aquel estado de vida sino transitorio, puesuna especie de instinto profético, una voz misteriosa memurmuraba continuamente al oído, diciéndome que en unaépoca, no lejana, y cuando para bien mío fuera necesario uncambio, éste se efectuaría. Entre tanto, ahí me estaba yo, todo un Inspector de Aduana,y hasta donde me ha sido posible comprenderlo, tan buenocomo se pueda desear; porque un hombre que siente, quepiensa, y que esta dotado de imaginación (aunque fueran susfacultades diez veces superiores a la del Inspector) puede, encualquier tiempo, ser un hombre de negocios, si quieretomarse el trabajo de dedicarse a ellos. Mis compañeros deoficina, los comerciantes y los capitanes de buques conquienes mis deberes oficiales me pusieron en contacto, metenían solo por hombre de negocios, y probablementeignoraban por completo que fuera otra cosa. Creo queninguno había leído nunca una página de mis escritos, nihubiera pesado yo un adarme mas en la balanza de suconsideración, aunque hubiesen leído todo lo que heborroneado: aun hay mas, poco habría importado que esas

Page 37: Letra Escarlata, La - Elejandria

mal aventuradas páginas hubieran sido escritas con la plumade un Burns o la de un Chuacer9; que en su tiempo fueroncomo yo empleados de Aduana. No deja de ser una buenalección, aunque a veces algo dura, para el que ha soñado conla fama literaria y con la idea de crearse, por medio de susobras, un nombre respetado entre las celebridades delmundo, descubrir de buenas a primeras que, fuera del círculoestrecho en que se tiene noticia de sus méritos ypresunciones, nada de lo que ha llevado a cabo, ni nada deaquello a que aspira, tiene importancia o significación alguna.No creo haber tenido una necesidad especial de recibirlección semejante, ni siquiera como aviso preventivo ysaludable, pero ello es que la recibí por completo, bien queno me causó ningún dolor, ni me costó un solo suspiro.Cierto es también que en materia de literatura, un oficial demarina que entró a servir en la Aduana al mismo tiempo queyo, con frecuencia echaba su cuarto a espadas conmigo endiscusiones acerca de uno de sus dos

9Chuacer y Burns, dos célebres poetas ingleses queflorecieron, el según se primero en el siglo XIV, y el segundoa fines del sigo pasado.(N.del T.)

temas favoritos: Napoleón y Shakespeare; y que tambiénuno de los escribientes del Administrador, aún muy joven yque llenaba, decía en voz baja, las blancas cartillas de papelde la Aduana con la que a cierta distancia tenía la aparienciade versos, de cuando en cuando me hablaba de libros, comode un asunto que quizá me será familiar. A esto se reducíatodo mi comercio literario, y debo confesar que era mas quesuficiente para satisfacción de mis necesidades intelectuales. Pero aunque hacía tiempo que no trataba que mi nombrerecorriese el mundo impreso en el frontis de un libro, ni meimportaba, no podía sin embargo menos de sonreírme al

Page 38: Letra Escarlata, La - Elejandria

pensar que tenía entonces otra clase de boga. El marcadorde la Aduana lo imprimía, con un patrón y pintura negra, enlos sacos de pimienta, en las cajas de tabacos, en las pacasde todas las mercancías sujetas a derechos, como testimoniode que estos artículos habían pagado el impuesto y pasadopor la Aduana. Llevado en tan extraño vehículo de la fama,iba mi nombre a donde jamas había llegado antes, y a dondeespero que nunca irá de nuevo. Pero el pasado no había muerto por completo. De vez encuando, los pensamientos que en otro tiempo parecían tanvitales y tan activos, pero que se habían entregado al reposode la manera mas tranquila del mundo, cobraban vida yvigor. Una de las ocasiones en que mis hábitos de otros díasrenacieron, fue la que dio margen a que ofrezca al público elbosquejo que estoy trazando. En el segundo piso de la Aduana hay una alta habitacióncuyas vigas y enladrillado nunca han sido cubiertos con tortay artesonado. El edificio, que se ideó en una escala enarmonía con el antiguo espíritu comercial del puerto y laesperanza de una prosperidad futura que nunca había derealizarse, tiene mas espacio del que era necesario y al queno se puede dar uso alguno. Por lo tanto, el gran salón queestá encima de las habitaciones del Administrador, se haquedado por concluir, y pesar de las telarañas que adornansus empolvadas vigas, parece como que espera la mano delcarpintero y del albañil. En una extremidad de dichahabitación había cierto número de barriles, amontonadosunos sobres otros, y llenos de líos de documentos oficiales,de los cuales gran número yacía también en el pavimento.Tristeza causaba pensar en los días, y semanas, y meses yaños de trabajo que se habían empleado en esos papelesenmohecidos, que eran ahora simplemente un estorbo, o¡estaban ocultos en un olvidado rincón donde jamas ojoshumanos les darían una mirada! Pero también, cuántasresmas y resmas de otros manuscritos, llenos, no de lasfastidiosas fórmulas oficiales, sino de los pensamientos de

Page 39: Letra Escarlata, La - Elejandria

una clara inteligencia y de las ricas efusiones de un corazónsensible, ¡han ido a parar igualmente al olvido mas completo!Y lo mas triste, todo, sin que en su tiempo, como las pilas depapeles de la Aduana, hubieran proporcionado a aquellos quelos borronearon las comodidades y medios de subsistenciaque obtuvieron los aduaneros con los rasgos inservibles ycomunes de sus plumas. Sin embargo, esto último no escompletamente exacto, pues no carecen de valor para lahistoria local de Salem; y en esos papeles podríandescubrirse noticias y datos estadísticos del antiguo tráficodel puerto, y recuerdos de sus grandes comerciantes y otrosmagnates de la época, cuyas inmensas riquezas comenzarona ir a menos mientras sus cenizas estaban aún calientes. Enesos papeles pudiera hallarse el origen de los fundadores dela mayor parte de las familias que constituyen ahora laaristocracia de Salem, desde sus oscuros principios cuandose dedicaban a trafiquillos de poca monta, hasta lo que hoyconsideran sus descendientes una jerarquía establecida delarga fecha. Es lo cierto que hay una gran escasez de documentosoficiales relativos a la época anterior a la Revolución,circunstancia que muchas veces he lamentado, pues esospapeles podrían haber contenido numerosa referencias apersonas ya olvidadas, o que aun se conserva recuerdo, asícomo a antiguas costumbres que me habrían proporcionadoel mismo placer que experimentaba cuando encontrabaflechas de indios en los campos cerca de la Antigua Mansión. Pero un día lluvioso, en que no tenía mucho en queocuparme, tuve la buena fortuna de hacer un descubrimientode algún interés. Revolviendo aquella pila de papeles viejos,y huroneando entre ellos; desdoblando alguno que otrodocumento, y leyendo los nombres de los buques queluengos años desaparecieron en el fondo del océano, o sepudrieron en los muelles, así como los de los comerciantesque ya no se mencionan en la Bolsa, ni aún apenas puedendescifrarse en las dilapidadas losas de sus tumbas;

Page 40: Letra Escarlata, La - Elejandria

contemplando esos papeles con aquella especie de semiinterés melancólico que inspiran las cosas que no sirven yapara nada, me vino a las manos un paquete pequeñocuidadosamente envuelto en un pedazo de antiguopergamino amarillo. Esta cubierta tenía el aspecto de undocumento oficial de un período remoto, cuando losescribientes trazaban sus signos en materiales de mayorsolidez que los nuestros. Había en el paquete algo quedespertó vivamente mi curiosidad y me llevó a deshacer lacinta de un rojo desvanecido que lo ataba, animado de laidea que iba a sacar a luz un tesoro. Al desdoblar el rígidopergamino, vi que era el nombramiento expedido por elGobernador Shirley en favor de un tal Jonatan Pue para elempleo de Inspector de las Aduanas de Su Majestad en elpuerto de Salem, en la provincia de la Bahía deMassachusetts. Recordé que había leído, creo que en losAnales de Felt, la noticia del fallecimiento del Sr. InspectorPue, ocurrido hacía unos ochenta años; y que también en unperiódico de nuestros días había visto el relato de laextracción de sus restos mientras se restauraba la Iglesia deSan Pedro, en cuyo pequeño cementerio estaban enterrados.Por mas señas que sólo hallaron un esqueleto incompleto yuna enorme peluca bien conservada. Al examinar los papelescon mayor detenimiento, vi que no eran oficiales, sinoprivados, y al parecer de letra y puño del Inspector. La únicaexplicación que pude darme del porqué se encontraban en lapila de papeles que he hablado, consiste en que el Sr. Puefalleció repentinamente, y esos escritos, que probablemente,conservaba en su bufete oficial, nunca llegaron a manos desus herederos, por suponerse que tal vez se referían aasuntos del servicio de la Aduana. Se me figura que las ocupaciones anexas a su empleodejaban al antiguo Inspector en aquellos tiempo muchashoras libres que dedicar a investigaciones históricas locales ya otros asuntos de igual naturaleza. No pequeña parte de losdatos que hallé en los papeles que hablo, me sirvieron de

Page 41: Letra Escarlata, La - Elejandria

mucho para el artículo titulado la CALLE PRINCIPAL incluidoen uno de mis libros. Pero lo que mas me atrajo la atención en el misteriosopaquete, fue algo forrado con paño de un rojo hermoso, bienque bastante gastado y desvanecido. Había también en elforro visibles huellas de un bordado de oro, igualmente muygastado, de tal modo que puede decirse que apenas quedabanada. Se conoce que había sido hecho a la aguja consorprendente habilidad; y las puntadas, como me asegurarondamas muy peritas en el asunto, dan prueba patente de unarte ya perdido, que no es posible restaurar, aunque sefueran sacando uno a uno los hilos del bordado. Este harapode paño color de escarlata, -pues los años y las polillas lohabían reducido en realidad a un harapo, y nada mas, -después de examinado minuciosa y cuidadosamente parecíatener la forma de la letra A. Cada una de las piernas o trazosde la letra tenía precisamente tres pulgadas y cuarto delongitud. No quedaba duda alguna que se había ideado paraadorno de un vestido; pero cómo debió de usarse, y cuál erala categoría, dignidad o empleo honorífico que en otrostiempos significaba, era para mí un verdadero enigma que notenía muchas esperanzas de resolver. Y sin embargo, meprodujo un extraño interés. Mis miradas se fijarontenazmente en la antigua letra de color escarlata, y noquerían apartarse de ella. Había con seguridad algún sentidooculto en aquella letra, que merecía la pena de investigarse,y que, por decirlo así, parecía emanar del símbolo místico,revelándose sutilmente a mis sentimientos pero rehuyendo elanálisis de la inteligencia. Mientras me hallaba así, todo perplejo, pensando, entre otrascosas, que acaso esa letra habría sido uno de los adornosque hacían uso los blancos para atraerse la atención de losindios, me la puse casualmente sobre el pecho. El lector sinduda se sonreirá cuando le diga, aunque es la pura verdad,que me pareció experimentar una sensación, que si noenteramente fisica, casi era la de un calor abrasante; como si

Page 42: Letra Escarlata, La - Elejandria

la letra no fuera un pedazo de paño rojo, sino un hierrocandente. Me estremecí, e involuntariamente la dejé caer alsuelo. La contemplación de la letra escarlata me había hechodescuidar el examen de un pequeño rollo de papel negruzcoal que servía de envoltorio. Lo abrí al Fin, y tuve lasatisfacción de hallar, escrita de puño y letra del antiguoInspector de Aduana, una explicación bastante completa detoda la historia. Había varios pliegos de papel de folio quecontenían muchos particulares acerca de la vida y hechos deuna tal Ester Prynne, que parecía haber sido persona notablepara nuestros antepasados, allí a fines del siglo diecisiete.Algunos individuos, muy entrados en años, que vivían aún enla época del Inspector Pue, y de cuyos labios había éste oídola narración que confió al papel, recordaban haberla visto cuando jóvenes, ycuando dicha Ester era ya muy anciana, aunque no decrépita,y de aspecto majestuoso e imponente. De tiempo inmemorialera su costumbre, según decían, recorrer el país comoenfermera voluntaria, haciendo todo el bien que podía, ydando consejos en todas las materias, principalmente en lasque se relacionaban con los afectos del corazón, lo que diolugar a que si muchos la reverenciaban como a un ángel,otros la consideraban una verdadera calamidad. Registrandomas minuciosamente el manuscrito, hallé la historia de otrosactos y padecimientos de esta mujer singular, muchos de loscuales encontrará el lector en la narración titulada La LetraEscarlata , debiendo tenerse presente, que las circunstanciasprincipales de dicha historia son auténticas, como quecuentan con la autoridad que les da el manuscrito delInspector Pue. Los papeles originales, juntamente con la letraescarlata, que diré de paso es una reliquia muy curiosa,estaban aún en mi poder, y se mostrarán a quien quiera que,incitado por el interés de esta narrativa, deseare verlos. Masno por eso se crea que al compaginar esta novela, y al idearlos motivos y pasiones que influyeron en los

Page 43: Letra Escarlata, La - Elejandria

personajes que en ella figuran, me he ceñido servilmente a loque reza la docena de páginas del antiguo manuscrito. Alcontrario, me he tomado en ciertos puntos casi tanta libertadcomo si el asunto fuera enteramente de mi invención. Lo quedeseo afirmar es la autenticidad de los hechos fundamentalesde la historia. El incidente del manuscrito despertó en cierta manera misantiguas aficiones literarias. Me pareció ver en él el armazónde una novela. Fue para mí, realmente, como si el antiguoInspector, con su traje de hace cien años, y su inmortalpeluca, sepultada con él, pero que no pereció en el sepulcro,me hubiera visitado en la desierta habitación de la Aduana.Su porte tenía toda la dignidad de quien había desempeñadoun empleo de Su Majestad Británica, y estaba iluminado, porlo tanto, con un rayo del esplendor que tandeslumbrantemente brilla en rededor del trono. ¡Ah! ¡Cuándiferente es el aspecto de un empleado de la República que,siendo un servidor del pueblo, se considera punto menos queun cualquiera, e inferior al mas ínfimo de sus señores!Imagmé que con su mano espectral, la majestuosa figura delInspector Pue me había dado el símbolo escarlata y el pequeño manuscrito que lo explicaba; y quetambién con su voz espectral me había exhortado a que,como una prueba de deber filial y de respeto hacia él, -quepodía considerarse oficialmente, mi antepasado, -diese alpúblico sus lucubraciones ya mohosas y roídas, por la polilla.Haz esto , dijo el espectro del Sr. Inspector Pue con unmovimiento de cabeza que parecía tan imponente como suimperecedera peluca, haz esto, y el lucro será todo tuyo.Pronto lo necesitarás, pues estos tiempos no son como losmíos en que los empleos eran vitalicios, y a veceshereditarios. Pero te pido que en este asunto de la ancianaSeñora Prynne, no olvides honrar como se debe la memoriade tu predecesor. Y respondí al espectro del Sr. InspectorPue: -Lo haré Por consiguiente, dediqué mis pensamientos a la historia de

Page 44: Letra Escarlata, La - Elejandria

Ester Prynne, que fue objeto de mis meditaciones muchas ymuchas horas, mientras me paseaba a lo largo de mihabitación, o atravesaba cien y cien veces el espacio, nadacorto por cierto, que mediaba entre la puerta principal de laAduana y una de las laterales. Grandes eran el fastidio y lamolestia que experimentaban el octogenario empleado y lospesadores y aforadores, cuyo sueño se veía perturbadoimplacablemente por la acompasada y constante resonanciade mis pasos, de ida y vuelta en mi continuo andar. Missubordinados, recordando sus antiguas ocupaciones,acostumbraban decir que el Inspector se estaba paseando enla toldilla del buque. Probablemente imaginaban que miúnico objeto era despertar el apetito. Y en puridad de verdad,el único resultado valioso de mi infatigable ejercicio depiernas era el desarrollo de un buen apetito, aguzado por lasráfagas del viento del Este, que generalmente soplaba enaquel lugar. Pero tan poco favorable era la atmósfera de laAduana para el cultivo de las delicadas producciones delespíritu, que si yo hubiera permanecido allí cuarenta años,dudo mucho que la historia de La Letra Escarlata hubiesevisto jamas la luz pública. Mi cerebro se había convertido enun espejo empañado que no reflejaba las figuras con quetrataba de poblarlo, o si lo hacía era vaga y confusamente.Los personajes de mi narración no querían entrar en calor, nipodía yo convertirlos en materia dúctil con ayuda del fuegoque ardía en mi imaginación. Ni me era posible conseguir quelos inflamara la llama de la pasión, ni que experimentasen laternura de sentimientos delicados, sino que conservabantoda la rigidez de cuerpos sin vida, que fijaban en mí sushorribles miradas como si me retaran desdeñosamente.Parecía que me apostrofaban diciéndome: ¿Qué tienes tú quever con nosotros? La escasa facultad que en un tiempoposeíste para manejar las creaciones de la fantasía, hadesaparecido. La trocaste en cambio de un poco del oro delpúblico. Vete a ganar tu sueldo. En una palabra: las inertescriaturas, hijas de mi imaginación, me tachaban de

Page 45: Letra Escarlata, La - Elejandria

imbecilidad, y no sin algún fundamento. Y no solo durante lastres horas y media que consagraba diariamente aldesempeño de mis deberes en la Aduana sentía aquellaespecie de parilisis, sino que me acompañaba en mis paseospor la orilla del mar y por los campos, cuando, lo que no erafrecuente, buscaba el vigorizador encanto de la naturalezaque tanta frescura y actividad de pensamiento me infundíadesde el instante que traspasaba el umbral de la AntiguaMansión. Ese mismo marasmo intelectual no me abandonabaen mi casa, ni aún en la habitación que, sin saber a derechaspor qué, llamaba yo mi gabinete de estudio. Ni tampocodesaparecía cuando, muy entrada la noche, me encontrabasolo en mi salón desierto, iluminado únicamente por elresplandor del fuego que ardía en la chimenea y la luzmelancólica de la luna, y trataba de representarme escenasimaginarias que me prometía fijar al día siguiente en páginasde brillante descripción. Si las facultades creadoras se niegan a funcionar a semejantehora, hay que perder toda esperanza que jamas puedanhacerlo. La luz de la luna, en una habitación que nos esfamiliar, dando de lleno en la alfombra y dejando ver contoda claridad las figuras en ella dibujadas, y haciendoigualmente visibles todos los objetos, por pequeños quesean, aunque de un modo diferente qué a la luz de lamañana del mediodía, -es la situación mas apropiada paraque un novelista entre en conocimiento con sus huéspedesilusorios. Allí está el espectáculo doméstico que conocemosperfectamente: las sillas, cada una con su distintaindividualidad; la mesa del centro, con uno o dos volúmenesy una lámpara apagada; el sofá; el estante de libros; elcuadro que cuelga en la pared: todos estos detalles, que se ven de una manera tancompleta, se presentan sin embargo tan idealizadas por lamisteriosa luz de la luna, que se diría que pierden suverdadera realidad para convertirse en cosa espirituales.Nada hay que sea demasiado pequeño insignificante para que

Page 46: Letra Escarlata, La - Elejandria

se libre de esta transformación, adquiriendo con ella ciertadignidad. El zapatito de un niño; la muñeca, sentada en sucochecito; el caballito de madera, en una palabra, cualquierobjeto que se hubiere usado o conque se hubiere jugadodurante el día, reviste ahora un aspecto extraño y singular,aunque sea tan perfectamente visible como con la claridaddel sol. De este modo el suelo de nuestro cuarto se haconvertido en una especie de terreno en que lo real y loimaginario se confunden; algo así como una regiónintermediaria entre nuestro mundo positivo y el país de lashadas. Aquí podrían entrar los espectros sin causamostemor: y de tal manera se adaptarían al medio ambiente,que no experimentaríamos sorpresa alguna si, al dirigir lavista a nuestro alrededor, descubriéramos la forma de un serquerido aunque ya ausente de este mundo, sentadatranquilamente a la luz de este mágico rayo de luna, con unaspecto tal, que nos haría dudar si es que ha regresado de laregión ignota, o si nunca se alejó del hogar doméstico. La dudosa claridad que esparcen los carbones encendidosque arden en la chimenea, tiende a producir el efecto que hetratado de describir. Vierten una luz suave en toda lahabitación, acompañada de una ligera tinta rojiza en lasparedes y en el cielo raso, y de un débil reflejo del pulidobarniz de los muebles. Esta luz, mas caliente, se mezcla conla frialdad de los rayos de la luna, y puede decirse que dotade corazón, de ternura y de sensibilidad humana, lasconvierte en hombres y mujeres. Dando una mirada alespejo, contemplamos la moribunda llama de los extinguidos,los pálidos rayos de la luna en el pavimento, y unareproducción de toda la luz y sombra del cuadro, que nosaleja mas de lo real y nos acerca mas a lo imaginario. En talhora, pues, y con semejante espectáculo a la vista, si unhombre sentado solo en las altas horas de la noche, nopuede idear cosas extrañas y conseguir que tengan éstas unaire de realidad, debe abandonar para siempre toda tentativade escribir novelas.

Page 47: Letra Escarlata, La - Elejandria

Por lo que a mí hace, durante todo el tiempo que permanecíen la Aduana, la luz del sol o de la luna, o el resplandor de lalumbre de la chimenea, eran idénticos en sus efectos; y tantoimportaban, para el caso, como la mísera llama de una velade sebo. Cierto género de aptitudes y de sensibilidad,juntamente con un don especial para sacar partido de ellas, -ni muy grande ni de mucho valor por lo demas, pero lo mejorque yo podía disponer, -había desaparecido por completo. Creo, sin embargo, que hubiera ensayado las fuerzas en otraclase de composiciones, no habría hallado mis facultades tanobtusas e inertes. Por ejemplo, podría haber puesto porescrito las narraciones de un veterano capitán de buque, unode los empleados del resguardo, con quien me mostraríamuy ingrato si no lo mencionara, pues apenas se pasaba undía sin que me movieran a la vez a risa y admiración susmaravillosas dotes de cuentista. Si hubiera podido conservarla fuerza pintoresca de su estilo, y el colorido humorístico conque adornaba sus descripciones, creo firmemente que elresultado habría sido algo nuevo en literatura. O pudierahaberme dedicado fácilmente a una ocupación mas seria. Enmedio de mis diarias y prosaicas obligaciones era mi deseo,quizá insensato, lanzarme en alas de la imaginación a siglosremotos, o tratar de crear las apariencias de la vida conmateriales aéreos, cuando, a cada instante, la impalpablebelleza de mis burbujas de jabón se deshacía al rudocontacto de algo real. Lo mas cuerdo habría sido dedicartalento e imaginación a los asuntos del día, y buscarresueltamente el verdadero e indestructible valor que yaceoculto en los pequeños y enojosos incidentes y en loscaracteres comunes que me eran familiares. La falta fue mía.La página de la vida abierta ante mis ojos, me pereció vulgary fastidiosa, sólo por no haber penetrado yo masíntimamente su significación. Allí había un libro mejor que elque jamas podré escribir, que se me iba presentando hojatras hoja, precisamente como las llenaba la realidad de lahora fugitiva, y que se desvanecían con la misma rapidez con

Page 48: Letra Escarlata, La - Elejandria

que habían sido escritas, porque mi inteligencia carecía de laprofundidad necesaria para comprenderlas, y mi pluma dehabilidad suficiente para transcribirlas. Algún día recuerdequizá unos cuantos fragmentos esparcidos por todas partes,y los reproduzca con gran provecho mío, hallando que lasletras se convierten en oro en las páginas de mi libro. Pero estas ideas se me ocurrieron demasiado tarde. A lasazón, tenía tan solamente la conciencia que lo que en untiempo había sido un placer para mí, era ahora una tareairrealizable. No era ocasión para entrar en lamentacionesacerca del estado de las cosas. Había cesado de ser unescritor de historietas y de artículos, bastante malos, paraconvertirme en un Inspector de Aduana tolerablementebueno. Ni mas ni menos. Sin embargo, no es nada agradableverse acosado por la sospecha de que nuestra inteligencia seva extinguiendo; o que se va desvaneciendo, sin darnoscuenta de ello, como el éter en una redoma, que hallamosmas y mas reducido a cada mirada que le dirigimos. No mequedaba duda alguna del hecho; y al examinarme a mímismo y a otros de mis compañeros, llegué a conclusionesno muy favorables relativamente al efecto que produce unempleo del gobierno en el carácter de los individuos. Acasoalgún día me extienda mas sobre la materia; por ahora,baste decir que un empleado del resguardo, de larga fecha, aduras penas puede ser persona digna de elogios o de muchorespeto, por numerosas razones; entre otras, por lascircunstancias a que debe su destino; y luego, por lanaturaleza especial del mismo, que si bien muy honroso,como creo, es esta una opinión que no participa todo elgénero humano. Uno de los efectos que he notado, y creo que puedeobservarse mas o menos en cada persona que haya tenidouno de esos destinos, es que al paso que el hombre sereclina en el brazo poderoso de la República, su propia fuerzaindividual le abandona. Si posee una gran suma de energíanatural, o si el empleo público no ejerce en él su enervante

Page 49: Letra Escarlata, La - Elejandria

influjo por mucho tiempo, podrá recobrar sus facultadesembotadas. El empleado que ha perdido su destino, puedevolver sobre sus pasos, y ser de nuevo todo lo que era antes.Pero esto rara vez acontece, pues lo regular permanece ensu puesto el tiempo pare que se efectúe su propia perdición ynota, y entonces le ponen de patitas en la calle, para quecontinúe su marcha por el camino de la vida como mejorpueda. Teniendo conciencia de su propia debilidad, y quetodo el temple de su espíritu ha desaparecido, en adelantesólo dirige miradas inquietas en torno suyo en demanda dequien le auxilie. Su constante esperanza, -que viene a seruna especie de alucinación que, a despecho de todo lo quesea desalentador, y sin hacer alto en imposibilidades lepersigue mientras viva, consiste en que al Fin y al cabo, y enno lejano tiempo, merced a una reunión de circunstancias felices, será restablecido en su empleo. Esta esperanza, masque nrnguna otra cosa, mrna por completo y hiere demuerte, desde sus principios, cualquier empresa que intentellevar a cabo. ¿Por qué trabajar y afanarse y tratar de salirde la miseria en que se encuentra, si de un momento a otroel brazo del Gobierno lo pondrá a flote? ¿Porqué procurarlibrarse la subsistencia aquí con el sudor de su frente, o ir aCalifornia a extraer oro,10 cuando no pasará mucho tiemposin que ese mismo Gobierno le haga feliz, poniendo en susbolsillos, con intervalos mensuales, un puñado de monedasbrillantes procedentes de las arcas de la República? No dejade ser curioso, y triste al mismo tiempo, observar cuánpronto se inficiona con esta enfermedad un pobre diablo porpoco que haya probado el turrón de un destinillo. El dinerodel Gobierno tiene, bajo este concepto, una cualidadsemejante a la de los pactos con el demonio: quien lo toca,tiene que andar muy listo, o de lo contrario al fin y al cabo,so no pierde su alma, como con el pacto mencionado,perderá muchas de sus mejores cualidades;

Page 50: Letra Escarlata, La - Elejandria

10 Cuando se escribió La Letra Escarlata, hacía poco tiempoque se habían descubierto las ricas minas de oro deCalifornia, que atraían aventureros de todas partes delmundo halagados con la esperanza de enriquecerse en pocotiempo. (N. delT.)

la fuerza, el valor y constancia, la sinceridad, la confianza ensí mismo, y todo lo que constituye un carácter varonil. Hermoso porvenir me esperaba por cierto! Y no porque elInspector me hubiese aplicado a sí propio la moral de lahistoria, o pudiese admitir que la continuación en su empleo,o la cesantía, influiría en él de un modo desastroso. Nada deeso: pero a pesar de todo, mis reflexiones sobre el asunto noeran muy alentadoras. Comencé a volverme melancólico e in quieto, examinando constantemente mi inteligencia para descubrir si mis facultades estaban cabales, y ver quédetrimento habían experimentado. Traté de calcular cuántotiempo podría aun permanecer en la Aduana, y salir de ellasiendo todavía lo que se llama en hombre. Para decir laverdad, comencé a temer que, -puesto que no habría sidopolítico declarar cesante a las calladas a un hombre de miimportancia, ni es muy corriente en un empleado delGobierno hacer dimisión de su destino, comencé a temer,repito, que podría darse conmigo el caso de envejecer yhasta de volverme decrépito en mi puesto de Inspector,convirtiéndome en algo parecido al octogenario empleado demanas. Y ¿por qué, en el curso de los largo años de la vidaoficial que creía me estaban aun reservados, no me sucederíaal fin y a la postre lo mismo que a mi venerable amigo; estoes, llegar a convertir la hora de la comida en la masimportante del día, y el resto del tiempo pasarlo durmiendo ala sombra o al calor del sol? Triste perspectiva para unhombre que hace consistir la felicidad en vivir en el plenoejercicio de sus facultades y de sus sentimientos! Pero durante todo este

Page 51: Letra Escarlata, La - Elejandria

tiempo me estuve atormentado inútilmente, porque laProvidencia había dispuesto la realización de cosas muchomejores y benéficas para mi, que las que yo mismo pudejamas idear. En el tercer año de mi empleo de Inspector hubo unacontecimiento notable, cual fue la elección del GeneralTaylor a la Presidencia de los Estados Unidos. Para quecomprendan perfectamente las tribulaciones de la vida de unempleado del Gobierno, es preciso considerarlo en losprimeros tiempos de la Administración de un Presidente quepertenece a un partido político distinto del suyo. Su posiciónes entonces realmente la mas dificultosa y hastadesagradable que pueda hallarse un infeliz mortal, casi sinalternativa alguna en buen sentido, aunque lo que él juzgacomo lo peor que le puede acontecer, sea tal vez lo mejor.Mas para un hombre digno y sensible es bien doloroso saberque sus intereses dependen de personas que ni le estiman nile comprenden, y quienes mas bien tratarín de hacerle daño,que de beneficiarlo. Ni deja tampoco de sorprenderle, ymucho, al que supo conservar toda su calma durante unacontienda electoral, ver la sed de sangre que se desarrolla enla hora del triunfo, y tener la conciencia que él es una de lasvíctimas en que los vencedores tienen fijas las miradas.Pocas cosas hay tan feas en la naturaleza humana como estatendencia a la crueldad, tan solo porque se tiene el poder dehacer daño que llegué entonces a notar en personas quedespués de todo no eran peores que sus vecinos. Si en vezde ser una expresión metafórica, aunque muy apropiada,fuera un hecho real lo de la guillotina aplicada a losempleados del Gobierno, después de una nuevaAdministración, creo sinceramente que los miembros delpartido victorioso, en los primeros momentos de la agitacióncausada por su triunfo, nos habrían cortado la cabeza a todoslos del partido opuesto. Pero sea de ello lo que fuere, y apesar de lo poco agradable que era mi situación, hallé quetenía mas de un motivo para congratularme de estar del lado

Page 52: Letra Escarlata, La - Elejandria

de los vencidos mas bien que del de los vencedores. Si hastaentonces no habían sido muy ardientes mis conviccionespolíticas, en aquella hora de peligro y de adversidad comencéa soñar vivamente hacia qué partido se inclinaban mispredilecciones; y no sin cierto dolor y vergüenza llegué avislumbrar que, según cílculos razonables, tenía yo masprobabilidades de conservar mi destino que mis otroscorreligionarios politicos. Pero ¿quién puede ver en lo futuromas allí de sus narices? Mi cabeza fue la primera que cayó. Tengo para mí, que cuando a un empleado lo declarancesante, o, para hablar metafóricamente, le cortan la cabeza,rara vez, o nunca, es aquella la época mas feliz de su vida.Sin embargo, como sucede en la mayor parte de nuestrosgrandes infortunios, aun ese grave acontecimiento traeaparejado consigo su remedio y su consuelo, con tal que lavíctima trate de sacar el mejor partido de su desgracia. Por loque a mí respecta, el consuelo lo tenía a la mano, y ya se mehabía presentado en mis meditaciones mucho tiempo antes que fuera absolutamentenecesario apelar a ese remedio. En la Aduana de Salem,como anteriormente en la Antigua Mansión, pasé tres años;tiempo mas que suficiente para que descansara ni cerebrofatigado y para que rompiera con antiguos hábitosintelectuales y adoptara otros nuevos; y tiempo tambiéndemasiado largo para la vida que llevé, tan completamenteajena a mis inclinaciones naturales, sin haber hecho enrealidad nada que fuera provechoso o agradable a algún serhumano, habiéndome retraído de una labor que, por lomenos, habría satisfecho los latentes deseos de mi espíritu.Ademas, la manera poco ceremoniosa con que le declararoncesante, y el haber sido considerado como enemigo por susadversarios politicos, fue en cierto modo agradable al exinspector de Aduana, puesto que su apatía en los asuntos dela politica, -su tendencia a divagar, a merced de su voluntad,por el vasto y apacible campo en que todo el género humanopuede codearse sin reparo, antes que ceñirse a los estrechos

Page 53: Letra Escarlata, La - Elejandria

senderos en que los hermanos de un mismo hogar tienen quesepararse unos de otros, -había hecho que su mismoscorreligionarios lo mirasen con cierta sospecha, dudando si en realidad les pertenecía. Pero ahora, despuésde haber obtenido la corona del martirio, la dudadesapareció. Por otra parte, a pesar de lo poco heroica quees su naturaleza, parecía mas decoroso verse tambiénarrastrado en la caída del partido a que estaba afiliado, queno permanecer de pie cuando tantos hombres, mucho masmeritorios, iban cayendo día tras día; y, por último, era esopreferible a quedarse cuatro años mas en su puesto, amerced de una Administración hostil, para verse a la postreobligado a definir su posición de nuevo, y mendigar tal vez labuena voluntad de los vencedores. 11

Entretanto, la prensa periódica había tomado por su cuentael asunto de mi cesantía, y durante un par de semanas meexhibió ante el público en mi nuevo estado de personadecapitada, deseando yo que me Dejaran en paz y me enterrasen al fin, como conviene a unhombre políticamente muerto. Esto,

11 En la época en que se esribió La Letra Escarlata había enlos Estados Unidos dos grandes partidos políticos, los whgsoy republicanos) y los demócratas, al que pertenecíaHawthorne. El período presidencial dura cuatro años, al cabode los cuales se celebran elecciones para nombrar un sucesora la presidencia. Un nuevo presidente trae numerososcambios en el personal de los empleados federales y muchascesantías, especialmente cuando uno de los dos partidospolíticos entra a tomar el puesto del otro. En este caso lasdecapitaciones, como dice Hawthome, no tienen fin.(N.del T.)

hablando naturalmente en el sentido figurado, porque en larealidad, todo este tiempo en que se trataba de mí en losperiódicos como el Inspector decapitado, tenía yo muy bienasegurada la cabeza en los hombros, y había llegado a la

Page 54: Letra Escarlata, La - Elejandria

excelente conclusión que no hay mal que por bien no venga,y empleando algunos cuantos reales en tinta, papel yplumas, abrí mi olvidado escritorio, y me convertí de nuevoen hombre de letras. Entonces fue cuando dediqué toda mi atención a laslucubraciones de mi antiguo predecesor el Inspector deAduana Sr. Pue; y como si mis facultades intelectuales sehallaban un tanto entorpecidas por la falta de convenienteuso durante largo tiempo, pasó también alguno antes que mefuera dado trabajar en mi narración de una manerasatisfactoria. Y con todo, a pesar que la obra absorbía porcompleto mis pensamientos, ésta se presenta a mi vista conun aspecto sombrío y grave, sin que la alegre un festivo rayode sol, sin que se hagan sentir mucho en ella las dulces yfamiliares influencias que a menudo suavizan casi todas lasescenas de la naturaleza y de la vida real, y debieransuavizar también la pintura que de ellas se hace. Este efectopoco halagüeño es quizá el resultado del período de agitacióne incertidumbre en que la historia tomó forma; sin queindique carencia de buen humor en el espíritu del novelista,pues era mas feliz mientras divagaba entre la lobreguez deestas tristes fantasías suyas, que en ninguna otra épocadesde que salió de la Antigua Mansión. Pero continuando conla mebífora de la guillotina política, si este bosquejo de laAduana, que voy terminar, pareciere por ventura demasiadoautobiogrífico para que lo publique en vida una persona que,como su autor, no es de mucho viso, téngase en cuenta queprecede de un caballero que lo escribe desde ultratumba. ¡Lapaz sea con el mundo! ¡Mi bendición para mis amigos! ¡Miperdón para mis enemigos! ¡Me encuentro en la región delreposo! La vida de la Aduana yace en lo pasado, como si fuera unsueño. El octogenario empleado del resguardo, -que, sientodecirlo, murió hace algún tiempo en consecuencia de la cozde un caballo, pues de lo contrario habría vivido de seguroeternamente, -así como todos los demas venerables

Page 55: Letra Escarlata, La - Elejandria

personajes que se sentaban junto con él en la Aduana, sehan convertido para mí en sombras: imágenes de rostrosarrugados y cabezas blancas en canas, con quienes mifantasía se ocupó algún tiempo y que ya ha arrojado a lolejos para siempre. Los comerciantes, cuyos nombres meeran tan familiares hace solo seis meses, estos hombres deltrífico que parecía ocupaban una posición tan importante enel mundo, cuán corto tiempo se ha necesitado parasepararme de ellos, y aún para borrarlos de la memoria,hasta el punto de haberme sido preciso un esfuerzo pararecordar el rostro y nombre de alguno que otro! Pronto, igualmente, mi antigua ciudad nativa se mepresentarí a través de la bruma de los recuerdos que laenvolverí por todas partes, como si no fuera una porción deeste mundo real y positivo, sino una gran aldea allí en unaregión nebulosa, con habitantes imaginarios que pueblan suscasas de madera, y pasean por sus feas callejuelas y su calleprincipal tan uniforme y poco pintoresca. Desde ahora enadelante cesa de ser una realidad de mí vida: soy unciudadano de otro lugar cualquiera. No lo sentirmn mucho lasbuenas gentes le Salem, pues aunque me he empeñado enllegar con mis tareas literarias a ser algo a la ojos de esospaisanos míos, y deja una memoria grata de mi nombre enesa que ha sido cuna, morada y cementerio de tantosantepasados, -nunca encontré allí la atmósfera genial querequiere un hombre de letras para que se sazonendebidamente los frutos de su inteligencia. Haré algo mejorentre otras personas; y apenas tengo que añadir queaquellas, que me son tan familiares, no echarán de menos miausencia.

LA LETRA ESCARLATAI LA PUERTA DE LA PRISIÓN

Page 56: Letra Escarlata, La - Elejandria

Una multitud de hombres barbudos, vestidos con trajesoscuros y sombreros de copa alta, casi puntiaguda, de colorgris, mezclados con mujeres unas con caperuzas y otras conla cabeza descubierta, se hallaba congregada frente a unedificio de madera cuya pesada puerta de roble estabatachonada con puntas de hierro. Los fundadores de una nueva colonia, cualesquiera quehayan sido los ensueños utópicos de virtud y felicidad quepresidieran su proyecto, han considerado siempre, entre lascosas mas necesarias, dedicar a un cementerio una parte delterreno virgen, y otra parte a la erección de una cárcel. Deacuerdo con este principio, puede darse por sentado que losfundadores de Boston edificaron la primera cárcel en lascercanías de Cornhill, así como trazaron el primer cementerioen el lugar que después llegó a ser el núcleo de todas lossepulcros aglomerados en el antiguo campo santo de laCapilla del Rey. Es lo cierto que quince o veinte años despuésde fundada la población, ya la cárcel, que era de madera,presentaba todas las señales exteriores de haber pasadoalgunos inviernos por ella, lo que daba un aspecto massombrío que el de suyo tenía. El orín que estaba cubriendo lapesada obra de hierro de su puerta, la dotaba de unaapariencia de mayor antigüedad que la de ninguna otra cosaen el Nuevo Mundo. Como todo lo que se relaciona de unmodo u otro con el crimen, parecía no haber gozado nuncade juventud. Frente a este feo edificio, y entre él y loscarriles o rodadas de la calle, había una especie de pradilloen que crecían en abundancia la bardana y otras malashierbas por el estilo, que evidentemente encontraron terrenoapropiado en un sitio que ya había producido la negra florcomún a una sociedad civilizada, la cárcel. Pero a un lado dela puerta, casi en el umbral se veía un rosal silvestre que eneste mes de junio estaba cubierto con las delicadas floresque pudiera decirse ofrecían su fragancia y frágil belleza a losreos que entraban en la prisión, y a los criminalescondenados que salían a sufrir su pena, como si la naturaleza

Page 57: Letra Escarlata, La - Elejandria

se compadeciera de ellos. La existencia de este rosal, por una extraña casualidad, se haconservado en la historia; pero no trataremos de averiguar sifue simplemente un arbusto que quedó de la antigua selvaprimitiva después que desaparecieron los gigantescos pinos yrobles que le presentaron sombra, o si, como cuenta latradición, brotó bajo las pisadas de la santa Ana Hutchinson12 cuando entró en la cárcel. Sea de ello lo que fuere, puestoque lo encontramos en el umbral de nuestra narración, pordecirlo así, no podemos menos que arrancar una de susflores y ofrecérsela al lector, esperando que simbolice algunaapacible

12 Ana Hutchinson fué una mujer notable por sus virtudes ysus ideas en materia de religión. Nacida en Inglaterra hacia1590, vino a Boston con su familia en 1634, y comenzó a darconferencias religiosas. Por desgracia para ella, sus doctrinasno eran las que profesaban los puritanos de la NuevaIngaterra, quienes alarmados al ver los prosélitos que hacía,la acusaron de hereje y sediciosa, y la desterraron de laProvincia de Massachusetts, con muchos de sus partidarios,después de haberla tenido en prisión algún tiempo. En 1643fué asesinada por los indios, juntamente con variosmiembros de su familia.(N. del T.)

lección de moral, ya se desprenda de estas páginas, o yasirva para mitigar el sombrío desenlace de una historia defragilidad humana y de dolor.

II LA PLAZA DEL MERCADO EL pradillo frente a la cárcel, del cual hemos hecho mención,se hallaba ocupado hace unos doscientos años, en unamañana de verano, por un gran número de habitantes deBoston, todos con las miradas dirigidas a la puerta de

Page 58: Letra Escarlata, La - Elejandria

madera de roble con puntas de hierro. En cualquiera otrapoblación de la Nueva Inglaterra, o en un período posteriorde su historia, nada bueno habría augurado el aspectosombrío de aquellos rostros barbudos; se habría dicho queanunciaba la próxima ejecución de algún criminal notable,contra el cual un tribunal de justicia había dictado unasentencia, que no venía a ser sino la confirmación de laexpresada por el sentimiento público. Pero dada la severidadnatural del carácter puritano en aquellos tiempos, no podíasacarse semejante deducción, fundándola sólo en el aspectode las personas allí reunidas: tal vez algún esclavo perezoso,o algún hijo desobediente entregado por sus padres a laautoridad civil, recibían un castigo en la picota. Pudiera sertambién que un cuákero u otro individuo perteneciente a unasecta heterodoxa, iba a expulsarlo de la ciudad a punta delátigo; o acaso algún indio ocioso y vagabundo, quealborotaba las calles en estado de completa embriaguez,gracias al aguardiente de los blancos, iba a ser arrojado a losbosques a bastonazos; o tal vez alguna hechicera, como laanciana Señora Hibbins, la mordaz viuda del magistrado, ibaa morir en el cadalso. Sea de ello lo que fuere, había en losespectadores aquel aire de gravedad que cuadrabaperfectamente a un pueblo para quien religión y ley erancosas casi idénticas, y en cuyo carácter se hallaban ambossentimientos tan completamente amalgamados, quecualquier acto de justicia pública, por benigno o severo quefuese, asumía igualmente un aspecto de respetuosasolemnidad. Poca o ninguna era la compasión que desemejantes espectadores podía esperar un criminal en elpatíbulo. Pero por otra parte, un castigo que en nuestrostiempos atraería cierto grado de infamia y hasta de ridículosobre el culpable, se revestía entonces de una dignidad tansombría como la pena capital misma. Merece notarse que en la mañana de verano en quecomienza nuestra historia, las mujeres que había mezcladasentre la multitud, parecían tener especial interés en

Page 59: Letra Escarlata, La - Elejandria

presenciar el castigo cuya imposición se esperaba. En aquellaépoca las costumbres no habían adquirido ese grado depulimento en que la idea de las consideraciones socialespudiera retraer al sexo femenino de invadir las vías públicas,y si la oportunidad se presentaba, de abrir paso a su robustahumanidad entre la muchedumbre, para estar lo mas cercaposible del cadalso, cuando se trataba de una ejecución. Enaquellas matronas y jóvenes doncellas de antigua estirpe yeducación inglesa había, tanto moral como fisicamente, algomas tosco y rudo que en sus bellas descendientes, de las queestaban separadas por seis o siete generaciones; porquepuede decirse que cada madre, desde entonces, ha idotrasmitiendo sucesivamente a su prole un color menosencendido, una belleza mas delicada y menos duradera, unaconstitución fisica mas débil, y aun quizá un carácter demenos fuerza y solidez. Las mujeres que estaban de piecerca de la puerta de la cárcel en aquella hermosa mañanade verano, mostraban rollizas y sonrosado mejillas, cuerposrobustos y bien desarrollados con anchas espaldas; mientrasque el lenguaje que empleaban las matronas tenía unarotundidad y desenfado que en nuestros tiempos nos llenaríade sorpresa, tanto por el vigor de las expresiones cuanto porel volumen de la voz. - Honradas esposas, -Dijo una dama de cincuenta años, defacciones duras, voy a deciros lo que pienso. Redundaría enbeneficio público si nosotras, las mujeres de edad madura,de buena reputación, y miembros de una iglesia, tomasemospor nuestra cuenta la manera de tratar a malhechoras comola tal Ester Prynne. ¿Qué pensais, comadres? Si esa buenapieza tuviera que ser juzgada por nosotras, las cinco queestamos aquí, ¿saldría acaso tan bien librada como ahora conuna sentencia cual la dictada por los venerables magistrados?¡No por cierto! - Buenas gentes, decía otra, se corre por ahí que elReverendo Sr. Dimmesdale, su piadoso pastor espiritual, seaflige profundamente de que escándalo semejante haya

Page 60: Letra Escarlata, La - Elejandria

sucedido en su congregación. - Los magistrados son caballeros llenos de temor de Dios,pero en extremo misericordiosos, esto es la verdad, agregóuna tercera matrona, ya entrada en la madurez de su otoño,-Al menos deberían haber marcado con un hierro hechoascua la frente de Ester Prynne. Yo os aseguro que MadamaEster habría sabido entonces lo que era bueno. Pero que leimporta a esa zorra lo que le han puesto en la cotilla de suvestido. Lo cubrirá con su broche, o con algún otro de losadornos paganos en boga y la veremos pasearse por lascalles tan fresca como si tal cosa. -¡Ah! Dijo una mujer joven, casada, que parecía de naturalmas suave y llevaba un niño de la mano. -Dejadla que cubra esa marca como quiera; siempre lasentirá en su corazón. -¿Estamos hablando aquí de marcas o sellos infamantes, yaen el corpiño del traje, en las espaldas o en la frente? -gritóotra, la mas fea así como la mas implacable de aquellas quese habían constituido jueces por sí y ante sí. -Esta mujer nosha deshonrado a todas, y debe morir. ¿No hay acaso una leypara ello? Sí, por cierto: la hay tanto en las SagradasEscrituras como en los Estatutos de la ciudad. Losmagistrados que no han hecho caso de ella, tendrían queculparse a sí propios, si sus esposas o hijas se desvían delbuen sendero. -¡El cielo se apiade de nosotros! Buena dueña, exclamó unhombre, ¿no hay por ventura mas virtud en la mujer que ladebida al temor de la horca? Nada peor podría decirse.Silencio ahora, vecinas, porque van a abrir la puerta de lacárcel y ahí viene en persona Madama Ester. La puerta de la cárcel se abrió en efecto, y apareció enprimer lugar, a semejanza de una negra sombra que sale a laluz del día, la torva y terrible figura del alguacil de lapoblación, con la espada al cinto y en la mano la vara,símbolo de su empleo. El aspecto de personaje representabatoda la sombría severidad del Código de leyes puritanas, que

Page 61: Letra Escarlata, La - Elejandria

estaba llamado a hacer cumplir hasta la última extremidad.Extendiendo la vara de su oficio con la mano izquierda, pusola derecha sobre el hombro de una mujer joven a la quehacía avanzar, empujándola, hasta que, en el umbral de laprisión, aquella le repelió con un movimiento que indicabadignidad natural y fuerza de carácter, y salió al aire librecomo si lo hiciera por su propia voluntad. Llevaba en losbrazos a un tierno infante de unos tres meses de edad, quecerró los ojos y volvió la carita a un lado, esquivando lademasiada claridad del día, cosa muy natural como que suexistencia hasta entonces la había pasado en las tinieblas deun calabozo, o en otra habitación sombría de la cárcel. Cuando aquella mujer joven, madre de la tierna criatura, sehalló en presencia de la multitud, fue su primer impulsoestrechar a la niñita contra el seno, no tanto por un acto deafecto maternal, sino mas bien como si quisiera de ese modoocultar cierto signo labrado o fijado en su vestido. Sinembargo, juzgando, tal vez cuerdamente, que una prueba devergüenza no podría ocultar otra, tomó la criatura en brazos;y con rostro lleno de sonrojo, pero con una sonrisa altiva yojos que no permitían ser humillados, dio una mirada a losvecinos que se hallaban en torno suyo. Sobre el corpiño desu traje, en un paño de un rojo brillante, y rodeada debordado primoroso y fantásticos adornos de hilos de oro, sedestacaba la letra A. Estaba hecha tan artísticamente, y contal lujo de caprichosa fantasía, que producía el efecto de serel ornato final y adecuado de su vestido, que tenía todo elesplendor compatible con el gusto de aquella época,excediendo en mucho a lo permitido por las leyes suntuariasde la colonia. Aquella mujer era de elevada estatura, perfectamenteformada y esbelta. Sus cabellos eran abundantes y casinegros, y tan lustrosos que reverberaban los rayos del sol:su rostro, ademas de ser bello por la regularidad de susfacciones y la suavidad del color, tenía toda la fuerza deexpresión que comunican cejas bien marcadas y ojos

Page 62: Letra Escarlata, La - Elejandria

intensamente negros. El aspecto era el de una damacaracterizado, como era usual en aquellos tiempos, mas bienpor cierta dignidad en el porte, que no por la gracia delicada,evanescente e indescriptible que se acepta hoy día comoindicio de aquella cualidad. Y jamas tuvo Ester mas aspectode verdadera señora, según la antigua significación de estapalabra, que cuando salió de la cárcel. Los que la habíanconocido antes y esperaban verla abatida y humillada, sesorprendieron, casi se asombraron al contemplar cómobrillaba su belleza, cual si le formaran una aureola elinfortunio e ignominia en que estaba envuelta. Cierto es queun observador dotado de sensibilidad habría percibido algosuavemente doloroso en sus facciones. Su traje, queseguramente fue hecho por ella misma en la cárcel paraaquel día, sirviéndole de modelo su propio capricho, parecíaexpresar el estado de su espíritu, la desesperada indiferenciade sus sentimientos, a juzgar por su extravagante ypintoresco aspecto. Pero lo que atrajo todas las miradas, y loque puede decirse que transfiguraba a la mujer que lallevaba, -De tal modo que los que habían conocidofamiliarmente a Ester Prynne experimentaban la sensaciónque ahora la veían por vez primera, era la LETRA ESCARLATAtan bordada e iluminada que tenía cosida al cuerpo de su vestido. Era su efecto el de unamuleto mágico, que separaba a aquella mujer del resto delgénero humano y la ponía aparte, en un mundo que le erapeculiar. - No puede negarse que tiene una aguja muy hábil, observóuna de las espectadoras; pero dudo mucho que exista otramujer que haya ideado una manera tan descarada de hacerpatente su habilidad. ¿A qué equivale esto, comadres, sino aburlarse de nuestros piadosos magistrados, y vanagloriarsede lo que estos dignos caballeros creyeron que será uncastigo? - Bueno fuera, exclamó la mas cara avinagrada de aquellasviejas, -que despojásemos a Madama Ester de su hermoso

Page 63: Letra Escarlata, La - Elejandria

traje, y en vez de esa letra roja tan primorosamentebordada, le claváramos una hecha de un pedazo de estafranela que uso para mi reumatismo. -¡Oh! Basta, vecinas, basta, murmuró la mas joven de lascircundantes, hablad de modo que no os oiga. ¡No hay unasola puntada en el bordado de esa letra que no la hayasentido en su corazón! El sombrío alguacil hizo en este momento una señal con suvara. - Buena gente, haced plaza; ¡haced plaza en nombre delRey! Exclamó. Abridle paso, y os prometo que Madama Esterse sentará donde todo el mundo, hombre, mujer o niño,podrá contemplar perfectamente y a su sabor el hermosoadorno desde ahora hasta la una de la tarde. El cielo bendigala justa Colonia de Massachusetts, donde la iniquidad se veobligada a comparecer ante la luz del sol. Venid acá MadamaEster, y mostrad vuestra letra escarlata en la plaza delmercado. Inmediatamente quedó un espacio franco a través de la turbade espectadores. Precedida del alguacil, y acompañada deuna comitiva de hombres de duro semblante y de mujeres derostro nada compasivo, Ester Prynne se adelantó al sitiofijado para su castigo. Una multitud de chicos de escuela,atraídos por la curiosidad y que no comprendían de lo que setrataba, excepto que les proporcionaba medio día de asueto,la precedía a todo correr, volviendo de cuando en cuando lacabeza ya para fijar las miradas en ella, ya en la tiernacriaturita, ora en la letra ignominiosa que brillaba en el senode la madre. En aquellos tiempos la distancia que había de lapuerta de la cárcel a la plaza del mercado no era grande; sinembargo, midiéndola por lo que experimentaba Ester, debióde parecerle muy larga, porque a pesar de la altivez de suporte, cada paso que daba en medio de aquellamuchedumbre hostil era para ella un dolor indecible. Se diríaque su corazón había sido arrojado a la calle para que lagente lo escarneciera y lo pisoteara. Pero hay en nuestra

Page 64: Letra Escarlata, La - Elejandria

naturaleza algo, que participa de lo maravilloso y de locompasivo, que nos impide conocer toda la intensidad de loque padecemos, merced al efecto mismo de la tortura delmomento, aunque mas tarde nos demos cuenta de ello por eldolor que tras sí deja. Por lo tanto, con continente casisereno sufrió Ester esta parte de su castigo, y llegó a unpequeño tablado que se levantaba en la extremidadoccidental de la plaza del mercado, cerca de la iglesia masantigua de Boston, como si formara parte de la misma. En efecto, este cadalso constituía una parte de la maquinariapenal de aquel tiempo, y si bien desde hace dos o tresgeneraciones es simplemente histórico y tradicional entrenosotros, se consideraba entonces un agente tan eficaz parala conservación de las buenas costumbres de los ciudadanos,como se consideró mas tarde la guillotina entre losterroristas de la Francia revolucionaria. Era, su una palabra,el tablado en que estaba la picota: sobre él se levantaba elarmazón de aquel instrumento de disciplina, de tal modoconstruido que, sujetando en un agujero la cabeza de unapersona, la exponía a la vista del público. En aquel armazónde hierro y madera se hallaba encarnado el verdadero idealde la ignominia; porque no creo que pueda hacerse mayorultraje a la naturaleza humana, cualesquiera que sean lasfaltas del individuo, como impedirle que oculte el rostro porun sentimiento de vergüenza, haciendo de esa imposibilidadla esencia del castigo. Con respecto a Ester, sin embargo,como acontecía mas o menos frecuentemente, la sentenciaordenaba que estuviera de pie cierto tiempo en el tablado,sin introducir el cuello en la argolla o cepo que dejabaexpuesta la cabeza a las miradas del público. Sabiendo bienlo que tenía que hacer, subió los escalones de madera, ypermaneció a la vista de la multitud que rodeaba el tablado ocadalso. La escena aquella no carecía de esa cierta solemnidadpavorosa que producirá siempre el espectáculo de culpa y lavergüenza en uno de nuestros semejantes, mientras la

Page 65: Letra Escarlata, La - Elejandria

sociedad no se haya corrompido lo bastante para que le hagareír en vez de estremecerse. Los que presenciaban ladeshonra de Ester Prynne no se encontraban en ese caso.Era gente severa y dura, hasta el extremo que habríancontemplado su muerte, si tal hubiera sido la sentencia, sinun murmullo ni la menor protesta; pero no habrían podidohallar materia para chistes y jocosidades en una exhibicióncomo esta que hablamos: y dado caso que hubiese habidoalguna disposición a convertir el castigo aquel en asunto debromas, toda tentativa de este género habría sido reprimidacon solemne presencia de personas de tanta importancia ydignidad como el Gobernador y varios de sus consejeros: unjuez, un general, y los ministros de justicia de la población,todos los cuales estaban sentados o se hallaban de pie en unbalcón de la iglesia que daba a la plataforma. Cuandopersonas de tanto viso podían asistir a tal espectáculo sinarriesgar la majestad o la reverencia debida a su jerarquía yempleo, era fácil de inferirse que la aplicación de unasentencia legal debía tener un significado tan serio cuantoeficaz; y por lo tanto, la multitud permanecía silenciosa ygrave. La infeliz culpable se portaba lo mejor que le era dadoa una mujer que sentía fijas en ella, y concentradas en laletra escarlata de su traje, mil miradas implacables. Era untormento insoportable. Hallándose Ester dotada de una naturaleza impetuosa ydejándose llevar de su primer impulso, había resueltoarrostrar el desprecio público, por emponzoñados que fueransus dardos y crueles sus insultos; pero en el solemne silenciode aquella multitud había algo tan terrible, que hubierapreferido ver esos rostros rígidos y severos descompuestospor las burlas y sarcasmos de que ella hubiera sido el objeto;y si en medio de aquella muchedumbre hubiera estallado unacarcajada general, en que hombres, mujeres, y hasta losniños tomaran parte, Ester les habría respondido con amargay desdeñosa sonrisa. Pero abrumada bajo el peso del castigoque estaba condenada a sufrir, por momentos sentía como si

Page 66: Letra Escarlata, La - Elejandria

tuviera que gritar con toda la fuerza de sus pulmones yarrojarse desde el tablado al suelo, o de lo contrario volverseloca. Había sin embargo intervalos en que toda la escena en queella desempeñaba el papel mas importante, parecíadesvanecerse ante sus ojos, o al menos, brillaba de unamanera indistinta y vaga, como si los espectadores fueranuna masa de imágenes imperfectamente bosquejadas o deapariencia espectral. Su espíritu, y especialmente sumemoria, tenían una actividad casi sobrenatural, y lallevaban a la contemplación de algo muy distinto de lo que larodeaba en aquellos momentos, lejos de esa pequeña ciudad,en otro país donde veía otros rostros muy diferentes de losque allí fijaban en ella sus implacables miradas.Reminiscencias de la mas insignificante naturaleza, de susjuegos infantiles, de sus días escolares, de sus riñas pueriles,del hogar doméstico, se agolpaban a su memoria mezcladascon los recuerdos de lo que era mas grave y serio en los añossubsecuentes, un cuadro siendo tan vivo y animado como elotro, como si todos fueran de igual importancia, o todos unsimple juego. Tal vez era aquello un recurso queinstintivamente encontró su espíritu para librarse, por mediode la contemplación de estas visiones de su fantasía, de laabrumadora pesadumbre de la realidad presente. Pero sea de ello lo que fuere, el tablado de la picota era unaespecie de mirador que revelaba a Ester todo el camino quehabía recorrido desde los tiempos de su feliz infancia. De pieen aquella triste altura, vio de nuevo su aldea nativa en lavieja Inglaterra y su hogar paterno: una casa semi derruidade piedra oscura, de un aspecto que revelaba pobreza, peroque conservaba aún sobre el portal, en señal de antiguahidalguía, un escudo de armas medio borrado. Vio el rostrode su padre, de frente espaciosa y calva y venerable barbablanca que caía sobre la antigua valona del tiempo de lareina Isabel de Inglaterra. Vio también a su madre, conaquella mirada de amor llena de ansiedad y de cuidado,

Page 67: Letra Escarlata, La - Elejandria

siempre presente en su recuerdo y que, aún después de sumuerte, con frecuencia y a manera de suave reproche, habíasido una especie de preventivo en la senda de su hija. Vio supropio rostro, en el esplendor de su belleza juvenil eiluminado el opaco espejo en que acostumbraba mirarse. Allícontempló otro rostro, el de un hombre ya entrado en años,pálido, delgado, con fisonomía de quien se ha dedicado alestudio, ojos turbios y fatigados por la lámpara a cuya luzleyó tanto ponderoso volumen y meditó sobre ellos. Sinembargo, esos mismos fatigados ojos tenían un poderextraño y penetrante cuando el que los poseía deseaba leeren las conciencias humanas. Esa figura era un tantodeformada, con un hombro ligeramente mas alto que el otro.Después vio surgir en la galería de cuadros que le ibapresentando su memoria, las intrincadas y estrechas calles,las altas y parduscas casas, las enormes catedrales y losedificios públicos de antigua fecha y extraña arquitectura deuna ciudad europea, donde le esperaba una nueva vida,siempre relacionándose con el sabio y mal formado erudito.Finalmente, en lugar de estas escenas y de esta especie devariable panorama, se le presentó la ruda plaza del mercadode una colonia puritana con todas las gentes de la poblaciónreunidas allí y dirigiendo las severas miradas a Ester Prynne,-sí, a ella misma, -que estaba en el tablado de la picota, conuna tierna niña en los brazos, y la letra A, de color escarlata, bordada con hilo de oro, sobre su seno. ¿Sería aquello verdad? Estrechó a la criaturita con tal fuerzacontra el seno, que le hizo dar un grito: bajó entonces los ojos, y fijó las miradas en la letraescarlata, y aún la palpó con los dedos para tener laseguridad que tanto la niñita como la vergüenza a que estabaexpuesta eran reales. ¡Sí: eran realidades, todo lo demas sehabía desvanecido!

Page 68: Letra Escarlata, La - Elejandria

III EL RECONOCIMIENTO De esta intensa sensación y convencimiento de ser el objetode las miradas severas y escudriñadoras de todo el mundo,salió al fin la mujer de la letra escarlata al percibir, en lasúltimas filas de la multitud, una figura que irresistiblementeembargó sus pensamientos. Allí estaba en pie un indiovestido con el traje de su tribu; pero los hombres de pielcobriza no eran visitas tan raras en las colonias inglesas, quela presencia de uno pudiera atraer la atención de Ester enaquellas circunstancias, y mucho menos distraerla de lasideas que preocupaban su espíritu. Al lado del indio, yevidentemente en compañía suya, había un hombre blanco,vestido con una extraña mezcla de traje semi civilizado ysemi salvaje. Era de pequeña estatura, con semblante surcado pornumerosas arrugas y que sin embargo no podía llamarse elde un anciano. En los rasgos de su fisonomía se revelaba unainteligencia notable, como la de quien hubiera cultivado detal modo sus facultades mentales, que la parte física no podíamenos que amoldarse a ellas y revelarse por rasgosinequívocos. Aunque merced a un aparente desarreglo de suheterogénea vestimenta había tratado de ocultar o disimularcierta peculiaridad de su figura, para Ester era evidente queuno de los hombros de este individuo era mas alto que elotro. No bien hubo percibido aquel rostro delgado y aquellaligera deformidad de la figura, estrechó a la niña contra elpecho, con tan convulsiva fuerza, que la pobre criaturita diootro grito de dolor. Pero la madre no pareció oírlo. Desde que llegó a la plaza del mercado, y algún tiempo antesque ella le hubiera visto, aquel desconocido había fijado susmiradas en Ester. Al principio, de una manera descuidada,como hombre acostumbrado a dirigirlas principalmentedentro de sí mismo, y para quien las cosas externas sonasunto de poca monta, a menos que no se relacionen con

Page 69: Letra Escarlata, La - Elejandria

algo que preocupe su espíritu. Pronto, sin embargo, las miradasse volvieron fijas y penetrantes. Una especie de horror puededecirse que retorció visiblemente su fisonomía, comoserpiente que se deslizara ligeramente sobre las facciones,haciendo una ligera pausa y verificando todas suscircunvoluciones a la luz del día. Su rostro se oscureció aimpulsos de alguna poderosa emoción que pudo sin embargodominar instantáneamente, merced a un esfuerzo de suvoluntad, y de tal modo, que excepto un rápido instante, laexpresión de su rostro habría parecido completamentetranquila. Después de un breve momento, la convulsión fuecasi imperceptible, hasta que al fin se desvaneció totalmente.Cuando vio que las miradas de Ester se habían fijado en lassuyas, y notó que parecía haberle reconocido, levantó lenta ytranquilamente el dedo, hizo con una señal con en el aire, ylo llevó sus labios. Entonces, tocando en el hombro a una de las personas queestaban a su lado, le dirigió la palabra con la mayor cortesía,diciéndole: - Le ruego a Ud., buen señor, se sirva decirme ¿quién es esamujer, y por qué la exponen de tal modo a la vergüenzapública? -Ud. tiene que ser un extranjero recién llegado, amigo, -lerespondió el hombre, dirigiendo al mismo tiempo una miradacuriosa al que hizo la pregunta a el y a su salvajecompañero. -De locontrario habría Ud. oído hablar de la Señora Ester Prynne yde sus fechorías. Ha sido motivo de un gran escándalo en laiglesia del santo varón Dimmesdale. - De veras, replicó el otro. Yo soy aquí forastero; y muycontra mi voluntad he estado recorriendo el mundo, habiendopadecido contratiempos de todo género por mar y tierra. Hepermanecido en cautiverio entre los salvajes mucho tiempo,y vengo ahora en compañía de este indio para redimirme.Por lo tanto ¿quiere Ud. tener la bondad de referirme los

Page 70: Letra Escarlata, La - Elejandria

delitos de Ester Prynne (creo que así se llama), y decirmequé es lo que la ha conducido a ese tablado? - Con mucho gusto, amigo mío, y me parece que se alegraráUd. en extremo, después de todo lo que ha padecido Ud.entre los salvajes, dijo el narrador, de encontrarse en fin enuna tierra donde la iniquidad se persigue y se castiga enpresencia de los gobernantes y del pueblo, como se practicaaquí, en nuestra buena Nueva Inglaterra. Debe Ud. saber,señor, que esa mujer fue la esposa de un cierto sabio, inglésde nacimiento, pero que había habitado mucho tiempo enAmsterdam, de donde hace años pensó venir a fijar su suerteentre nosotros aquí en Massachusetts. Con este objeto envióprimero a su esposa, quedándose él en Europa mientrasarreglaba ciertos asuntos. Pero en los dos años o mas que lamujer ha residido en esta ciudad de Boston, ninguna noticiase ha recibido del sabio caballero Señor Prynne; y su jovenesposa, habiendo quedado a su propia extraviada dirección...-¡Ah! ¡Ah! Comprendo, le interrumpió el extraño con unaamarga sonrisa. Un hombre tan sabio como ese de quien Ud.habla, debería de haber aprendido también eso en sus libros.Y ¿quién se dice, mi excelente señor, que es el padre de lacriaturita, que perece contar tres o cuatro meses de nacida, yque la Sra. Prynne tiene en los brazos? - En realidad amigo mío, ese asunto continúa siendo unenigma, y está por encontrarse quien lo descifre, respondióel interlocutor. Madama Ester rehusa hablar en absoluto, ylos magistrados se han roto la cabeza en vano. Nada deextraño tendría que el culpable estuviera presentecontemplando este triste espectáculo, desconocido a loshombres, pero olvidando que Dios le está viendo. - El sabio marido, dijo el extranjero con otra sonrisa, deberíavenir a descifrar este enigma. - Bien le estaría hacerlo, si aún vive, respondió el vecino.Sepa Ud., buen amigo que los magistrados de nuestroMassachusetts, teniendo e cuenta que esta mujer es joven ybella, y que la tentación que la hizo caer fue sin duda

Page 71: Letra Escarlata, La - Elejandria

demasiado poderosa, y pensando que su marido yace en elfondo del mar, no ha tenido el valor de hacerla sentir todo elrigor de nuestras justas leyes. El castigo de esa ofensa es lapena de muerte. Pero movidos a piedad y llenos demisericordia, han condenado a Madama Ester a permanecerde pie en el tablado de la picota solamente tres horas, ydespués, y durante todo el tiempo de su vida natural, a llevaruna señal de ignominia en el cuerpo de su vestido. - Una sentencia muy sabia, -observó el extranjero inclinandogravemente la cabeza. De este modo será una especie desermón viviente contra el pecado, hasta que la letraignominiosa se grabe en la losa de su sepulcro. Me duele, sinembargo, que el compañero de su iniquidad no estuviera, porlo menos, a su lado sobre ese cadalso. ¡Pero ya se sabráquién es! ¡ya se sabrá quién es! Saludó cortésmente al comunicativo vecino, y diciendo envoz baja algunas cuantas palabras a su compañero el indio,se abrieron ambos paso por medio de la multitud. Mientras esto pasaba, Ester había permanecido en supedestal, con la mirada fija en el extranjero; tan fija era lamirada, que parecía que todos los otros objetos del mundovisible habían desaparecido, quedando tan solo él y ella. Esaentrevista solitaria quizá habría sido mas terrible aun queverle, como sucedía ahora, con el ardiente sol del mediodíaabrazándole a ella el rostro e iluminando su vergüenza; conla letra escarlata, como emblema de ignominia, en el pecho;con la niña, nacida en el pecado, en los brazos; con el puebloentero, congregado allí como para una fiesta, fijando lasmiradas implacables en un rostro, que debía habersecontemplado solo al suave resplandor de la lumbredoméstica, a la sombra de un hogar feliz, bajo el velo denovia en la iglesia. Pero por terrible que fuera su situación,sabía, con todo, que la presencia misma de aquellos millaresde testigos era para ella una especie de amparo y abrigo.Preferible era estar así, con tantos y tantos seres mediandoentre él y ella, que no verse faz a faz y a solas. Puede decirse

Page 72: Letra Escarlata, La - Elejandria

que buscó un refugio en su misma exposición a la vergüenzapública, y que temía el momento en que esa protección lefaltara. Embargada por tales ideas, apenas oyó una voz queresonaba detrás de ella y que repitió su nombre varias vecescon acento tan vigoroso y solemne, que fue oído por toda lamultitud. -¡Oyeme, Ester Prynne! Dijo la voz. Como se ha dicho, directamente encima del tablado en queestaba de pie Ester, había una especie de balconcillo ogalería abierta, que era el lugar donde se proclamaban losbandos y órdenes con todo el ceremonial y pompa que enocasiones tales se usaban en aquellos días. Aquí, comotestigos de la escena que estamos describiendo, seencontraba el Gobernador Bellingham, con cuatro lancerosjunto a su silla, armados de sendas alabardas, queconstituían su guardia de honor. Una pluma de oscuro coloradornaba su sombrero, su capa tenía las orillas bordadas, ybajo de ella llevaba un traje de terciopelo verde. Era uncaballero ya entrado en años, con arrugado rostro querevelaba mucha y muy amarga experiencia de la vida. Era hombre a propósito para hallarseal frente de una comunidad que debe su origen y progreso, ysu actual desarrollo, no a los impulsos de la juventud, sino ala severa y templada energía de la edad viril y a la sombríasagacidad de la vejez; habiendo realizado tanto,precisamente porque imaginó y esperó tan poco. Las otraseminentes personas que rodeaban al Gobernador sedistinguían por cierta dignidad de porte, propia de un períodoen que las formas de autoridad parecían revestidas de losagrado de una institución divina. Eran indudablementehombres buenos, justos y cuerdos; pero difícilmente habríasido posible escoger, entre toda la familia humana, igualnúmero de hombres sabios y virtuosos y al mismo tiempomenos capaces de comprender el corazón de una mujerextraviada, y separar en él lo bueno de lo malo, que aquellaspersonas cuerdas de severo continente a quienes Ester volvía

Page 73: Letra Escarlata, La - Elejandria

ahora el rostro. Puede decirse que la infeliz tenía laconciencia que si había alguna compasión hacia ella, debía deesperarla mas bien de la multitud, pues al dirigir las miradasal balconcillo, toda tembló y palideció. La voz que había llamado su atención era la del reverendo yfamoso Juan Wilson, el clérigo decano de Boston, granerudito, como la mayor parte de sus contemporáneos de lamisma profesión, y con todo ese hombre afable y natural.Estas últimas cualidades no habían tenido, sin embargo, undesenvolvimiento igual al de sus facultades intelectuales. Allíestaba él con los mechones de sus cabellos, ya bastantecanos, que salían por debajo de los bordes de su sombrero;mientras los ojos parduscos, acostumbrados a la luz veladade su estudio, pestañeaban como los de la niña de Ester antebrillante claridad del sol. Se parecía a uno de esos retratossombríos que vemos grabados en los antiguos volúmenes desermones; y para decir la verdad, con tanta aptitud paratratar de las culpas, pasiones y angustias del corazónhumano, como la tendría uno de esos retratos. - Ester Prynne, dijo el clérigo, he estado tratando con estejoven hermano cuyas enseñanzas has tenido el privilegio degozar, y aquí el Sr. Wilson puso la mano en el hombro de unjoven pálido que estaba a su lado, he procurado, repito,persuadir a este piadoso joven para que aquí, a la faz delcielo y ante estas rectas y sabias autoridades y este puebloaquí congregado, se dirija a ti y te hable de la fealdad ynegrura de tu pecado. Conociendo mejor que yo el temple detu espíritu, podría también, mejor que yo saber qué razonesemplear para vencer tu dureza y obstinación, de modo queno ocultes por mas tiempo el nombre del que te ha tentado aesta dolorosa caída. Pero con la extremada blandura propiade su juventud, a pesar de la madurez de su espíritu, mereplica que será ir contra los innatos sentimientos de unamujer forzarla a descubrir los secretos de su corazón a la luzdel día, y en presencia de tan vasta multitud. He tratado deconvencerle que la vergüenza consiste en cometer el pecado

Page 74: Letra Escarlata, La - Elejandria

y no en confesarlo. ¿Qué decides, hermano Dimmesdale?¿Quieres dirigirte al alma de esta pobre pecadora, o debohacerlo yo? Se oyó un murmullo entre los encopetados y reverendosocupantes del balconcillo; y el Gobernador Bellinghamexpresó el deseo general, al hablar con acento de autoridad,aunque con respeto, al joven clérigo a quien se dirigía. - Mi buen Señor Dimmesdale, dijo, la responsabilidad de lasalvación del alma de esta mujer pesa en gran parte sobrevos. Por lo tanto, os pertenece exhortarla al arrepentimiento y a la confesión. Lo directo de estas palabras atrajeron las miradas de toda lamultitud hacia el Reverendo Sr. Dimmesdale, joven clérigoque había venido de una de las grandes universidadesinglesas, trayendo toda la ciencia de su tiempo a nuestrasselvas y tierras incultas. Su elocuencia y su fervor religioso lehabían hecho eminente en su profesión. Era persona deaspecto notable, de blanca y elevada frente, ojos garzos,grandes y melancólicos, boca cuyos labios, a menos demantenerlos cerrados casi por la fuerza, tenían ciertatendencia a la movilidad, expresando al mismo tiempo queuna sensibilidad nerviosa, un gran dominio de sí mismo. Apesar de sus muchos dones naturales y vastosconocimientos, había en el aspecto de este joven ministro 13

algo que denotaba una persona asustadiza; tímida, fácil dealarmarse, como si fuera un ser que se sintiesecompletamente extraviado en el camino de la vida humana ysin saber qué rumbo tomar; sintiéndose tranquilo ysatisfecho tan solo en un lugar apartado, escogido por élmismo.

13 Casi es inútil observar que en las sectas protestantes seda el nombre de Ministros o Pastores a los ministros del altary que les esta permitido casarse.(N.del T.)

Por lo tanto, hasta donde sus obligaciones se lo permitían, su

Page 75: Letra Escarlata, La - Elejandria

existencia se deslizaba, como si dijéramos, en la penumbra,habiendo conservado toda la sencillez y candor de lainfancia; surgiendo de esa especie de sombra, cuando sepresentaba la ocasión, con una frescura, fragancia y purezade pensamiento tales que, como afirmaban las gentes,hacían el efecto que produciría la palabra de un ángel. Tal era el joven ministro hacia quien el Reverendo Sr. Wilsony el Gobernador habían llamado la atención del público, alpedirle que hablase, en presencia de todos, del misterio delalma de una mujer, tan sagrado aún en medio de su caída.Lo dificil y penoso de la posición que así le crearon, hizoagolpársele la sangre a las mejillas y volvió trémulos suslabios. - Háblale a esa mujer, hermano, le dijo el Sr. Wilson. Es de lamayor importancia para su alma, y por lo tanto, como diceun digno Gobernador, importante también a la tuya, a cuyocargo estaba de esa mujer. Exhórtala a que conteste laverdad. El Reverendo, Sr. Dimmesdale inclinó la cabeza como siestuviera orando, y luego se adelantó. - Ester Prynne, dijo reclinándose sobre el balconcillo y fijandosus miradas en los ojos de aquella mujer, ya has oído lo queha dicho este hombre justo, y ves la responsabilidad quesobre mí pesa. Si crees que conviene a la paz de tu alma, yque tu castigo terrenal será de ese modo mas eficaz para tusalvación, te pido que reveles el nombre de tu compañero enla culpa y en el sufrimiento. No te haga guardar silencio unamal entendida piedad y compasión hacia él; porque, créeme,Ester, aunque tuviera que descender de un alto puesto, ycolocarse a tu lado, en ese mismo pedestal de vergüenza,será sin embargo mucho mejor para él que así sucediera,que no ocultar durante toda su vida un corazón culpable.¿Qué puede hacer tu silencio en pro de ese hombre sinotentarlo, sí, compelerlo a agregar la hipocresía al pecado? Elcielo te ha concedido una ignominia pública, para que de estemodo pueda haber. Mira lo que haces al negarle, a quien tal

Page 76: Letra Escarlata, La - Elejandria

vez no tenga el valor de tomarla por sí mismo, la amargapero saludable copa que ahora te presentan a los labios. La voz del joven ministro, al pronunciar estas palabras, eratrémulamente dulce, rica, profunda y entrecortada. Laemoción que tan evidentemente manifestaba, mas bien quela significación de las palabras, halló honda resonancia en loscorazones de todos los circunstantes, que se sintieronmovidos de un mismo sentimiento de compasión. Hasta lapobre criaturita que Ester estrechaba contra su seno parecíaafectada por la misma influencia, pues dirigió las miradashacia el Sr. Dimmesdale y levantó sus tiernos bracillos conun murmullo semi placentero y semi quejumbroso. Tanvehemente encontró el pueblo la alocución del jovenministro, que todos creyeron que Ester pronunciaría elnombre del culpado, o que bien éste mismo, por elevada ohumilde que fuera su posición, se presentaría movido deinterno e irresistible impulso y subiría al tablado dondeestaba la infeliz mujer. Ester movió la cabeza en sentido negativo. -¡Mujer! No abuses de la clemencia del cielo, exclamó elReverendo Sr. Wilson con acento mas áspero que antes. Esatierna niña con su débil vocecita ha apoyado y confirmado elconsejo que has oído de los labios del ReverendoDimmesdale. ¡Pronuncia el nombre! Eso, y tuarrepentimiento, pueden servir para que te libren de la letra escarlata quellevas en el vestido. -¡Nunca! ¡Jamas! -replicó Ester fijando las miradas, no en elSr. Wilson, sino en los profundos y turbados ojos del jovenministro. Está grabada demasiado hondamente. No podéisarrancarla. ¡Y ojalá pudiera yo sufrir la agonía que él sufre,como soporto la mía! - Habla, mujer, dijo otra voz, fría y severa, que procedía dela multitud que rodeaba el tablado. Habla; y dale un padre atu hija. - No hablaré, replicó Ester volviéndose pálida como una

Page 77: Letra Escarlata, La - Elejandria

muerta, pero respondiendo a aquella voz que ciertamentehabía reconocido. -Y mi hija buscará un padre celestial:jamas conocerá a uno terrestre. -¡No quiere hablar! Murmuró el Sr. Dimmesdale que,reclinado sobre el balconcillo, con la mano sobre el corazón,había estado esperando el resultado de su discurso.¡Maravillosa fuerza y generosidad de un corazón de mujer!¡No quiere hablar! . . . Y se echó hacía atrás respirandoprofundamente. Comprendiendo el estado del espíritu de la pobre culpable, elministro de mas edad, que se había preparado para el caso,dirigió a la multitud un discurso acerca del pecado en todas sus ramificaciones,aludiendo con frecuencia a la letra ignominiosa. Con tal vigorse espació sobre este símbolo, durante la hora o mas queduró su peroración, que llenó de terror la imaginación de loscircunstantes a quienes pareció que su brillo de las llamas delos abismos infernales. Entretanto Ester permaneció de pieen su pedestal de vergüenza, con la mirada vaga y unaspecto general de fatigada indiferencia. Había sufridoaquella mañana cuanto es dado soportar a la humananaturaleza, y como su temperamento no era de los que pormedio de un desmayo se libran de un padecimientodemasiado intenso, su espíritu podía solamente hallar ciertodesahogo bajo la capa de una sensibilidad marmórea,mientras sus fuerzas corporales permanecieran intactas. Encondición semejante, aunque la voz del orador tronabaimplacablemente, los oídos de Ester nada percibían. Durantela última parte del discurso la niña llenó el aire con sus gritosy sus quejidos; la madre trató de acallarla, mecánicamente,sin que le afectara, al parecer, el desasosiego de la criaturita.Con la misma dura indiferencia fue conducida de nuevo a suprisión y desapareció a la vista del público tras la puerta dehierro. Los que pudieron seguirla con la vista dijeron, en vozmuy baja, que la letra escarlata iba esparciendo un siniestroresplandor a lo largo del oscuro pasadizo que conducía al

Page 78: Letra Escarlata, La - Elejandria

interior de la cárcel.

IV LA ENTREVISTA Después de su regreso a la cárcel fue tal el estado deagitación nerviosa de Ester, que se hizo necesaria de lavigilancia mas asidua para impedir que intentase algo contrasu persona, o que en un momento de arrebato hiciera algúndaño a la pobre criaturita. Al acercarse la noche, y al ver queno era posible reducirla a la obediencia ni por medio dereprensiones ni amenazas de castigo, el carcelero creyóconveniente hacer venir a un médico, que calificó de hombremuy experto en todas las artes cristianas de ciencias físicas,y que al mismo tiempo estaba familiarizado con todo lo quelos salvajes podían enseñar en materia de hierbas y raícesmedicinales que crecen en los bosques. En realidad, nosolamente Ester, sino mucho mas aún la tierna niña,necesitaban con urgencia los auxilios de un médico; la niña,que derivaba su sustento del seno maternal, parecía haberbebido toda la angustia, desesperación y agitación quellenaban el alma de su madre, y se retorcía ahora enconvulsiones de dolor. Era, en pequeña escala, una imagenviva de la agonía moral porque había pasado Ester durantetantas horas. Siguiendo de cerca al carcelero en aquella sombría morada,entró el individuo de aspecto singular cuya presencia en lamultitud había causado tan honda impresión en la portadorade la letra escarlata. Lo habían alojado en la cárcel, noporque se le sospechase de algún delito, sino por ser lamanera mas conveniente y cómoda de disponer de él hastaque los magistrados hubieran conferenciado con los jefesindios acerca del rescate. Se dijo que su nombre era RogerioChillingworth. El carcelero, después de introducirlo en lahabitación, permaneció allí un momento, sorprendido de lacalma comparativa que había causado su entrada, pues Ester

Page 79: Letra Escarlata, La - Elejandria

se había vuelto inmediatamente tan tranquila como lamuerte, aunque la criaturita continuaba quejándose. - Te ruego, amigo, que me dejes solo con la enferma, dijo elmédico. Créeme, buen carcelero, pronto habrá paz en estamorada; y te prometo que la Sra. Prynne se mostrará enadelante mas dócil a la autoridad y mas tratable que hastaahora. - Si Su Señoría puede realizar eso, contestó el carcelero, ostendré por un hombre indudablemente hábil. En verdad queesta mujer se ha portado como si estuviese poseída delenemigo malo; y poco faltó para decidirme a arrojar de sucuerpo a Satanás y a latigazos. El extranjero había entrado en la habitación con latranquilidad característica de la profesión a que se decíapertenecer. Ni tampoco cambió de aspecto cuando la retiradadel carcelero le dejó faz a faz con la mujer que le habíaconocido en medio de la multitud, y cuya abstracciónprofunda al reconocerle indicaba mucha intimidad entreambos. Su primer cuidado fue atender a la tierna criaturita,cuyos gritos, mientras se retorcía en su cama, hacían deabsoluta necesidad posponer todo otro asunto a la tarea decalmar sus dolores. La examinó cuidadosamente y procedióluego a abrir una bolsa de cuero, que llevaba bajo su traje, yparecía contener medicinas, una de las cuales mezcló con unpoco de agua en una taza. - Mis antiguos estudios en alquimia, dijo por vía deobservación, y mi residencia de mas de un año entre unpueblo muy versado en las propiedades de las hierbas, hanhecho de mi un médico mejor que muchos que se hangraduado. Oye, mujer, la niña es tuya, no tiene nada mío, nireconocerá mi voz ni mi rostro como los de un padre.Adminístrale por lo tanto esta poción con tus propias manos. Ester rechazó la medicina que le presentaban, fijando almismo tiempo con visible temor las miradas en el rostro delhombre. -¿Tratarías de vengarte en la inocente criatura? Dijo en voz

Page 80: Letra Escarlata, La - Elejandria

baja. -¡Loca mujer! Respondió el médico con acento entre frío yblando. ¿Qué provecho me vendría a mí de hacer daño a estapobre criatura? La medicina es buena y provechosa; y sifuera mi hija, mi propia hija así como tuya, no podría hacernada mejor en beneficio suyo. Como Ester aun no hallándose realmente en aquellosmomentos en su sano juicio, el médico tomó a la niña enbrazos y él mismo le administró la poción, que pronto dejó sentir eficacia. Los quejidos de lapequeña paciente se calmaron, sus convulsiones fueroncesando gradualmente; y a los pocos momentos, como es lacostumbre de los tiernos niños después de verse libres deldolor, quedó sumergida en un profundo sueño. El médico,pues así puede llamársele con todo derecho, dirigió entoncessu atención a la madre. Con calma y despacio la examinó, letomó el pulso, dio una mirada a sus ojos; mirada que leoprimió el corazón y la hizo estremecer, por serle tanfamiliar, y sin embargo tan extraña y fría, y finalmente,satisfecho de los resultados de su investigación, procedió apreparar otra poción. - No sé donde hallar el leteo ni el nepentes, dijo, pero heaprendido muchos nuevos secretos entre los salvajes; y estareceta que me dio un indio en cambio de algunas leccionesmías, tan antiguas como Paracelso, es uno de esos secretos.Bebe esto. Será sin embargo menos calmante que unaconciencia limpia y pura; pero no puedo darte eso. Calmará apesar de todo la agitación de tu pecho y las marejadas de tupasión, así como lo hace el aceite arrojado sobre las olas deun mar tempestuoso. Presentó la taza a Ester, que la recibió mirándole con fijezade una manera lenta y seria; no precisamente con unamirada de temor, sino llena de dudas, como interrogándoleacerca de lo que podrían ser sus propósitos, y al mismotiempo dirigió también una mirada a la niñita dormida. - He pensado en la muerte, dijo, la he deseado, hasta

Page 81: Letra Escarlata, La - Elejandria

hubiera rogado por ella, si pudiera rogar por algo. Sinembargo, si la muerte se encierra en esta taza, te pido quereflexiones antes de que me veas beberla. Mira: ya la hellevado a los labios. - Bebe, pues, replicó el médico con el mismo aire de sosiegoy frialdad de antes. ¿Tan poco me conoces, Ester? ¿Podríanser mis propósitos tan vanos? Aún en el caso que imaginaraun medio de vengarme, ¿qué podría servir mejor para misfines que dejarte vivir, y darte estas medicina contra todo loque pudiese poner en peligro tu vida, de modo que esacandente ignominia continúe brillando en tu seno? Al hablar así, tocó con el índice la letra escarlata, que parecíaabrasar el pecho de Ester como si hubiera sido en efecto unhierro candente. El médico notó su gesto involuntario, y conuna sonrisa dijo: - Vive, sí, vive; y lleva contigo este signo ante los ojos dehombres y de mujeres, ante los ojos de aquel a quienllamaste tu marido, ante los ojos de esa niñita. Y para que puedas vivir, toma esta medicina. Sin decir una palabra, Ester apuró la taza y obedeciendo auna señal de aquel hombre de ciencia, se sentó en la camaen que dormía la niñita, mientras él tomando la única sillaque había en la habitación, se sentó a su lado. Ella no pudomenos de temblar ante estos preparativos, pues comprendíaque, habiendo ya hecho él todo lo que la humanidad, o eldeber, o si se quiere, una refinada crueldad le obligaban ahacer en alivio de sus dolores físicos, iba a tratarla ahoracomo hombre a quien había ofendido de la manera masprofunda e irreparable. - Ester, dijo, no pregunto porque motivos, ni cómo has caídoen el abismo, mejor dicho, has subido al pedestal de infamiaen que te he hallado. La razón es fácil de hallar. Ha sido milocura y tu debilidad. Yo, un hombre dado al estudio, unaverdadera polilla de biblioteca, un hombre ya en el declive desus años, que empleó los mejores de su vida en alimentar suafán devorador de saber, ¿qué tenía que ver con una belleza

Page 82: Letra Escarlata, La - Elejandria

y juventud como la tuya? Contrahecho desde que nací,¿cómo pude engañarme con la idea de que los donesintelectuales podrían en la fantasía de una joven doncellaarrojar un velo sobre las deformidades fisicas? Los hombresme llaman sabio. Si los sabios fueran cuerdos en lo que lesconcierne, yo debería haber previsto todo esto. Yo deberíahaber sabido que, al dejar la vasta y tenebrosa selva paraentrar en esta población de cristianos, el primer objeto conque habían de tropezar mis miradas, serás tú, Ester, de pie,como una estatua de ignominia, expuesta a los ojos delpueblo. Sí, desde el instante que salimos de la iglesia, yaunidos por los lazos del matrimonio, debería habercontemplado la llama ardiente de esa letra escarlata brillandoa la extremidad de nuestro sendero. -Tú sabes, dijo Ester, quien a pesar del estado deabatimiento en que se encontraba, no pudo sufrir este últimogolpe que le recordaba su vergüenza, tú sabes que fui francacontigo. Ni sentí amor, ni fingí tener ninguno. - ¡Es verdad, replicó el médico: fue una locura mía! Ya lo hedicho. Pero, hasta aquella época de mi vida, yo había vividoen vano. ¡El mundo me había parecido tan triste! Mi corazónera como una morada bastante grande para dar cabida amuchos huéspedes, pero fría y solitaria. Yo deseaba tener unhogar, experimentar su calor. A pesar de lo viejo, de locontrahecho y sombrío que era, no me pareció un sueñoextravagante la idea que yo podía gozar también de estasimple felicidad, esparcida en todas partes, y que toda lahumanidad puede disfrutar. Y por eso, Ester, te albergué enlo mas recóndito de mi corazón, y trató de animar el tuyocon aquella llama que tu presencia había encendido en mipecho. - Te he agraviado en extremo, murmuró Ester. - Nos hemos agraviado mutuamente, respondió el médico. Elprimer error y agravio fue mío, cuando hice que tufloreciente juventud entrara en una relación falsa, y contrariaa la naturaleza, con mi decadencia. Por consiguiente, como

Page 83: Letra Escarlata, La - Elejandria

hombre que no ha penado ni filosofado vanamente, no buscovenganza, no abrigo ningún mal designio contra ti. Entre tú yyo la balanza está perfectamente equilibrada. Pero Ester elhombre que nos ha agraviado a los dos vive. ¿Quién es? - No me lo preguntes, replicó Ester mirándolo al rostro confirmeza. Eso nunca lo sabrás. -¿Nunca, dices? Replicó el médico con una sonrisa amarga deconfianza en sí mismo. ¿Nunca lo sabré? Créeme, Ester, haypocas cosas, -ya en el mundo exterior, o ya a ciertaprofundidad en la esfera invisible del pensamiento, -haypocas cosas, repito, que queden ocultas al hombre que sededica seriamente y sin descanso a la solución de unmisterio. Tú puedes ocultar tu secreto a las miradasescudriñadoras de la multitud. Puedes ocultarlo también a lasinvestigaciones de los ministros y magistrados, como hicistehoy cuando procuraron arrancar ese nombre a tú corazón ydarte un compañero en tu pedestal. Pero en cuanto a mí yome dedicaré a la investigación con sentidos que ellos noposeen. Yo buscaré a este hombre como he buscado laverdad en los libros; como he buscado oro en la alquimia.Hay una simpatía oculta que me lo hará conocer. Le verétemblar. Yo mismo al verle, me sentiré estremecer derepente y sin saber por qué. Tarde o temprano, y tiene queser mío. Los ojos del médico, fijos en el rostro de Ester, brillaron contal intensidad, que ésta se llevó las manos al corazón comotemiendo que pudiese descubrir allí el secreto en aquelmomento mismo. -¿No quieres revelar su nombre? Sin embargo, de todosmodos lo sabré, -continuó el médico una mirada llena deconfianza, cual si el destino lo hubiera decretado así. No llevaninguna letra infamante bordada en su traje, como tú; peroyo la leeré en su corazón. Pero no temas por él. No creas queme mezclaré en la clase de retribución que adopte el cielo, oque lo entregue a las ganas de la justicia humana. Ni teimagines que intentaré algo contra su vida; no, ni contra su

Page 84: Letra Escarlata, La - Elejandria

fama si, como juzgo, es un hombre que goza de buenareputación. Le dejaré vivir: le dejaré envolverse en el mantode su honra externa, si puede. Sin embargo, será mío. - Tus acciones parecen misericordiosas -dijo Esterdesconcertada y aterrada, pero tus palabras te hacenhorrible. - Una cosa te recomendaré, a ti, que eras mi esposa, dijo elsabio. Tú has guardado el secreto de tu cómplice: guardatambién el mío. Nadie me conoce en esta tierra. No digas aningún ser humano que en un tiempo me llamaste tu esposo.Aquí, en esta franja de tierra plantaré mi tienda; porquehabiendo sido donde quiera un peregrino, y habiendo vividoalejado de los intereses humanos, he encontrado aquí a unamujer, a un hombre, y a una tierna niña entre los cuales y yoexisten los lazos mas estrechos que puedan imaginarse.Nada importa que sean de amor o de odio, justos o injustos.Tú y los tuyos, Ester, me pertenecéis. Mi hogar está donde túestés y donde él esté. ¡Pero no me vendas! -¿Con qué objeto lo deseas? Le preguntó Ester, negándose,sin saber por qué, a aceptar este secreto convenio. ¿Por quéno te anuncias públicamente y te deshaces de mí de unavez? - Pudiera moverme a ello, replicó el médico, no quererarrostrar la deshonra que mancha al marido de una mujerinfiel. Pudieran moverme también otras razones. Basta conque sepas que es mi objeto vivir y morir desconocido. Por lotanto, tu marido ha de ser para el mundo un hombre yamuerto, y de quien jamas se recibirá noticia alguna. No mereconozcas ni por una palabra, ni por un signo, ni por unamirada. No descubras a nadie tu secreto, sobre todo alhombre que sabes. Si me faltares en esto... ¡ay de ti! Sufama y buen nombre, su posición, su vida, estarán en mismanos. ¡Guardate de ello! - Guardaré tu secreto, como guardo el suyo, dijo Ester. - Júralo, replicó el otro. Y ella prestó el juramento.

Page 85: Letra Escarlata, La - Elejandria

- Y ahora, Ester, dijo el anciano Rogerio Chillingworth, comohabía de llamarse en lo sucesivo, te dejo sola: sola con tuhija y con la letra escarlata. ¿Qué es eso, Ester? ¿Te obliga lasentencia a dormir con la letra? ¿No tienes temor que teasalten pesadillas y sueños horribles? -¿Por qué me miras y te sonríes de ese modo? Le preguntóEster toda inquieta al ver la expresión de sus ojos. ¿Eresacaso como el hombre Negro que recorre las selvas que nosrodean? ¿Me has inducido a aceptar un pacto que dar porresultado la perdición de mi alma? - No la de tu alma, -respondió el médico con otra sonrisa.¡No; no la de tu alma!

VESTER AGUJA EN MANO Terminado el período de encarcelamiento a que fuecondenada Ester, se abrieron las puertas de la prisión y salióa la luz del sol que, brillando lo mismo para todos, le parecíasin embargo a su mórbida imaginación que había sido creadocon el único objeto de revelar la letra escarlata que llevabaen el seno de su vestido. Quizá padeció moralmente mascuando, habiendo cruzado los umbrales de la cárcel, empezóa moverse libre y sola, que no en medio de la muchedumbrey espectáculo que quedan descriptos, donde se hizo públicasu vergüenza y donde todos la señalaron con el dedo. Enaquel entonces se encontraba sostenida por una tensiónsobrenatural de los nervios y toda la energía batalladora desu carácter, que la ayudaban a convertir aquella escena enuna especie de lóbrego triunfo. Fue, ademas, unacontecimiento aislado y singular que solo ocurriría una vezdurante su vida; y para arrostrarlo tuvo que gastar toda lafuerza vital que habría bastado para muchos años detranquilidad y calma. La misma ley que la condenaba, lahabía sostenido durante la terrible prueba de su ignominia.Pero ahora, fuera ya de la prisión, sola y sin compañía en el

Page 86: Letra Escarlata, La - Elejandria

sendero de la vida, empezaba para ella una nueva existencia,y tenía que sostenerse y proseguir adelante con los recursosque le proporcionara su propia naturaleza, o de lo contrario,sucumbir. No podía contar con lo porvenir para sobrellevar sudolor presente. El día de mañana aportaría su raciónpesadumbre, y lo mismo el siguiente y los sucesivos: cadauno traería su propio pesar que, en esencia, era sin embargoel mismo que ahora le parecía tan inmensamente doloroso.Los años por venir se sucederían unos a otros, y ella tendríaque continuar sobrellevando la misma carga, sin poder jamasarrojarla; pues la sucesión de días y de años no haría masque acumular miseria sobre ignominia. Durante todo esetiempo, despojándose Este de su propia individualidad, seconvertiría en el ejemplo vivo que podrían servirse elmoralista y el predicador para encarecer sus imágenes defragilidad femenina y de pasión pecaminosa. Le diría a lajoven y a la pura, que contemplasen la letra escarlata quebrillaba en su seno, que se fijasen en esa mujer, la hija depadres honrados, la madre de una criaturita que masadelante será también una mujer, que recordasen que en untiempo había sido inocente y que vieran ahora en ella laimagen, la encarnación, la realidad de pecado; y sobre sutumba, la infamia que la había acompañado en vida, serátambién su único monumento. Parecerá sorprendente, que con el mundo abierto ante ella,sin ninguna restricción en su sentencia que la impidiera dejaraquella oscura y remota colonia puritana y volver al lugar desu nacimiento, o a cualquier otro país europeo, y ocultar allísu persona y su identidad, bajo un nuevo exterior, como siempezara por completo otra existencia, y teniendo también asu alcance los bosques sombríos y casi impenetrables, dondelo impetuoso de su ser espiritual podría asimilarse al pueblocuyas costumbres y vida nada tenían de común con la leyque la había condenado; parecerá sorprendente, repito, queesta mujer pudiera aún dar el nombre de hogar a aquel sitiodonde había ella de ser el tipo de la ignominia. Pero hay una

Page 87: Letra Escarlata, La - Elejandria

especie de fatalidad, un sentimiento tan irresistible einevitable, que tiene toda fuerza del destino, que casi obligainvariablemente a permanecer y vagar a manera deespectros, en el lugar mismo en que un acontecimientogrande y notable ha influido en el curso de su vida, y que estanto mas irresistible cuanto mas sombría ha sido suinfluencia. Su pecado, su ignominia, eran las raíces que laretenían en aquel suelo, que había llegado a convertirse en elhogar permanente y final de Ester. Todos los otros sitios delmundo, aun aquella aldea de Inglaterra donde corrieron suinfancia feliz y su juventud inmaculada, se habían convertidoen cosas extrañas. Los lazos que la ataban a este nuevosuelo estaban formados de eslabones de hierro quepenetraban en lo mas íntimo de su alma, sin que jamasllegaran a romperse. Pudiera ser también, y sin duda lo era aunque se lo ocultabaa sí propia, y palidecía cuando luchaba por salir de sucorazón como una serpiente de su agujero, pudiera sertambién que otro sentimiento la hiciera permanecer en ellugar que tan funesto le había sido. Allí moraba, allí pasaba su existencia alguien a quien ella seconsideraba unida con lazos que, si bien no reconocidos en latierra, los llevarían juntos ante el tribunal del juicio final,donde quedarían enlazados para un futuro común deretribución inextinguible. El tentador del género humanohabía presentado repetidas veces esta idea a la mente deEster, y se reía del gozo apasionado, al mismo tiempo quelleno de desesperación, con que ella al principio la acogía, ydespués se esforzaba en rechazarla. Apenas acariciabasemejante idea, cuando ya quería destruirla. Lo que al finquiso creer, lo que ella misma consideró la razón supremapara continuar viviendo en aquel sitio, era en parte verdad yen parte una ilusión con que trataba de engañarse. Aquí, sedecía para sus adentros, cometí mi falta y aquí debeefectuarse mi castigo terrenal; y quizáde este modo lastorturas de diaria ignominia purificarín al fin su alma,

Page 88: Letra Escarlata, La - Elejandria

dotándola de una nueva pureza en cambio de la que habíaperdido, mas sagrada puesto que será el resultado delmartirio. De consiguiente Ester no se movió de allí. En los lindes de lapoblación, aunque no en la vecindad inmediata de ningunamorada, había una choza o cabaña, construida por uno de losprimeros colonos, y abandonada porque la tierra erademasiado estéril para el cultivo. Su aislamiento y distanciade la población, la ponían fuera del círculo de la actividadsocial que ya se notaba en las costumbres de los colonos.Aquella pequeña habitación estaba a orillas del mar, mediooculta por un bosquecillo de árboles no muy corpulentos; yen ese lugar solitario, con los pocos recursos que poseía, ygracias al permiso de los magistrados que aún ejercían unaespecie de vigilancia inquisitorial sobre Ester, se instaló éstacon su niñita. Inmediatamente se asoció a aquel lugar unavaga idea de algo misterioso y desconocido. Los niños,demasiado tiernos para comprender por qué aquella mujer seencontraba separada del resto de sus semejantes, searrastraban lo mas cerca posible para verla ocupada con suaguja sentada a la ventana de su cabaña, de pie a la puertade la misma, o trabajando en el jardincito, paseándose en elsendero que conducía a la población; y al contemplar la letraescarlata en el seno de su vestido, emprendían la carrera conun temor extraño y contagioso. A pesar de lo solitario de la situación de Ester, y aunque notenía un amigo en la tierra que se atreviese a visitarla, nocorría sin embargo el riesgo de padecer escaseces. Poseía unarte que bastaba para proporcionarle el sustento a ella, y asu hijita, aun en un país que ofrecía comparativamente pocasoportunidades para su ejercicio. Arte que en aquella época,como hoy, era casi el único que estuviera al alcance de lamujer, la costura. Llevaba en el seno, en la letraprimorosamente bordada, una muestra de su habilidaddelicada y de su inventiva, que se habrían alegrado lasdamas mismas de la Corte poder aprovecharse para agregar

Page 89: Letra Escarlata, La - Elejandria

a sus ricas telas de seda y oro los adornos aun mas preciadosdel arte humano. Cierto es que, dada la sencillez del traje negro quecaracterizaba en lo general las modas puritanas de aqueltiempo, no se presentarían muchas ocasiones en que pudieradesplegar Ester sus talentos con la aguja; sin embargo, elgusto de la época que se complacía en lo que era complicadoen esta clase de trabajos, no pudo menos de ejercer suinfluencia en aquellos severos puritanos, nuestrosantepasados, que se habían desprendido de tantas cosas quehoy nos parecen muy dificiles de renunciar. Las ceremoniaspúblicas, tales como la instalación de magistrados y cuantopudiera agregar majestad al modo con que un nuevogobernador se presentaba al pueblo, se distrnguían por unceremonial imponente y una sombría pero estudiadamagnificencia. Grandes cuellos o lechugillas, fajas deintrincadas labores, y guantes lujosamente bordados, eran deabsoluta necesidad para los altos funcionarios al hacersecargo de las rienda del poder; y su uso se permitía también alos individuos distinguidos por su posición o riqueza aunquelas leyes suntuarias prohibían estos y otros lujos semejantesa los plebeyos. En los funerales, ya en el vestido del difunto,o ya para expresar por variedad de signos emblemáticos depaño negro y linón blanco el dolor de los sobrevivientes,había también una demanda frecuente de la clase de laborque Ester podía suministrar. Los pañales y faldellines paraniños, pues en aquella época los niños de tierna edadllevaban vestidos de gala, ofrecían también ocasión paralabores delicadas de aguja. Poco a poco, aunque no con mucha lentitud, los trabajos deEster se fueron haciendo de moda, como hoy se dice, ya porcompasión hacia una mujer cuyo destino había sido tandesgraciado, ya por la mórbida curiosidad que da un valorficticio a cosas comunes o que no tienen ninguno, ya porqueentonces, como ahora, se concediera a ciertas personas, porcualquier razón, lo que otros solicitan en vano, o porque Eter

Page 90: Letra Escarlata, La - Elejandria

llenara realmente un vacío que se dejaba sentir; es lo ciertoque halló frecuente empleo para su aguja, y bienremunerado. Tal vez la vanidad escogió, como medio demortificarse, llevar a las pompas y ceremonias del Estado losadornos labrados por sus manos pecadoras. Veíase su laboren los cuellos del Gobernador; los militares la mostraban ensus bandas y fajas; el ministro del altar también dejaba verlaen su traje severo; adornaba el gorrito de los recién nacidos,y hasta los ataúdes de los que llevaban a enterrar. Pero nose recuerda un solo caso en que la habilidad de Ester sesolicitase para bordar el velo blanco que debía de cubrir elrostro pudoroso de una novia conducida al altar. Estaexcepción indicaba lo inextinguible del rigor con que lasociedad reprobaba su pecado. Ester no trataba de adquirir mas allí de lo necesario, para susubsistencia, siendo ésta de la naturaleza mas sencilla yascética que pueda darse en lo que a ella se refería; y parasu niña, alimentos muy sencillos si bien con abundancia. Losvestidos que usaba eran hechos de las telas mas bastas y delcolor mas sombrío, con un solo adorno, la letra escarlata,que estaba condenada a llevar siempre. El trajecito de laniña, por el contrario, se distinguía por cierto corte y adornoscaprichosos, mejor dicho, fantásticos, que servían pararealzar una especie de encanto aéreo que desde muytemprano empezó a notarse en la criaturita, la que tambiéndaba muestras de una seriedad profunda. Ya hablaremos deesto mas adelante. Excepto la pequeña suma que dedicabaEster al adorno de su hija, el resto lo empleaba en obras decaridad, en infelices menos desgraciados que ella y que confrecuencia insultaban la mano que los socorría. Mucha parte del tiempo que hubiera podido aplicar a laboresmas productivas la pasaba haciendo vestidos de estofasgroseras para los pobres. Es probable que a esta clase deocupación asociara ella una idea de penitencia, y que aldedicar tantas horas a esa ruda labor, las ofreciera como unaespecie de sacrificio de otros goces. En la naturaleza de Ester

Page 91: Letra Escarlata, La - Elejandria

había algo de la rica y voluptuosa naturaleza oriental, ungusto por todo lo que era esplendorosamente bello, y que,excepto en las exquisitas producciones de en aguja, noencontraba en que poder ejercitarlo. Las mujeres hallan en la delicada labor de la aguja un placerincomprensible para el sexo fuerte. Para Ester era quizá unamanera de expresar la pasión de su vida, y por lo tanto decalmarla. A semejanza de todos los otros goces, rechazó estapasión como un pecado. Semejante mórbida intervención dela conciencia en cosas de poca monta pudiera muy bienconsiderarse indicio de una penitencia que no era genuina niconstante, sino mas bien algo dudoso, y que en el fondo noera lo que debería ser. De este modo Ester Prynne tuvo su parte que desempeñar enel mundo. Merced a la energía natural de su carácter, y a surara inteligencia, no fue posible segregarla por completo dela sociedad, aunque ésta la había marcado con una señalmas intolerable para el corazón de una mujer que la grabadaen la frente de Caín. En todas sus relaciones con esasociedad, no había sin embargo nada que la hicieracomprender que pertenecía a ella. Cada gesto, cada palabra,y hasta el silencio mismo de aquellos con quienes se ponía encontacto, implicaban y expresaban con frecuencia la idea deque estaba desterrada, y tan aislada como si habitase en otraesfera. Encontrábase separada de los intereses morales desus semejantes, a pesar de estar tan cerca de ellos, amanera de un espíritu que volviese a visitar el hogardoméstico sin poder hacerse ver ni dejarse sentir; sinparticipar de sus alegrías, ni poder tomar parte en susdolores; y que, caso que llegue a manifestar los sentimientosque le estaban vedados, habría sido para despertarsolamente terror y horrible repugnancia. Y en realidad esto, yel mas acerbo desdén, parecía que era lo único que habíapara ella en el corazón de sus conciudadanos. No era aquellauna época de delicadeza y refinamiento en las costumbres; yaunque Ester se diese exacta cuenta de su posición, y no

Page 92: Letra Escarlata, La - Elejandria

hubiera peligro de que la olvidara, con harta frecuencia se lahacían sentir de una manera muy ruda, y cuando ella menoslo esperaba. Los pobres, como ya hemos dicho, a quieneshabía hecho el objeto de sus bondades y de su beneficencia,a menudo deprimían la mano que se extendía parasocorrerlos. Las damas de alto copete en cuyas moradaspenetraba a desempeñar sus labores de costura,acostumbraban destilar gotas de acíbar en su corazón; aveces, merced a esa alquimia secreta y refinada con que lamujer puede infiltrar un veneno sutil extraído de las cosasmas baladíes; y en otras ocasiones, con una rudeza deexpresión que caía en el pecho indefenso de aquella infelizcomo un golpe asestado una herida ulcerada. Ester se habíaamaestrado por largo tiempo en el arte de sufrir en silencio:jamas respondía a estos ataques, sino con el rubor queirresistiblemente enrojecía su pálida mejilla y despuésdesaparecía en las profundidades de su alma. Era paciente,una verdadera mírtir; pero se abstenía de rezar por susenemigos, por temor que, a despecho de sus buenasintenciones, las palabras con que implorase la bendición paraellos se convirtiesen irremediablemente en una maldición. Continuamente, y de mil maneras, experimentaba losinnumerables tormentos que para ella había ideado lasentencia imperecedera del tribunal puritano. Los ministrosdel altar se detenían en medio de la calle para dirigirlepalabras de exhortación, que atraían una multitud implacablealrededor de la pobre pecadora. Si entraba en la iglesia losdomingos, confiada en la misericordia del Padre Universal,era con frecuencia, por su mala suerte, para verse convertidaen el tema del sermón. Llegó a tener un verdadero terror delos niños, que habían concebido, gracias a las conversacionesde sus padres, una vaga idea que había algo horrible en esatriste mujer que se deslizaba silenciosa por las calles de lapoblación, sin otra compañía que su única niña. Por lo tanto,dejándola al principio pasar, la perseguían después a ciertadistancia con agudos chillidos pronunciando una palabra cuyo

Page 93: Letra Escarlata, La - Elejandria

sentido exacto no podían ellos comprender, pero que no poreso era menos terrible para Ester, por venir de labios que laemitían inconscientemente. Parecía indicar una difusión tal desu ignominia, como si esta fuera conocida de toda lanaturaleza; y no le habría causado pesar mas profundo sihubiera oído a las hojas de los árboles referirse entre sí lasombría historia de su caída, y a las brisas del veranocontarla entre susurros, o a los ábregos del inviernoproclamarla con sus voces tempestuosas. Otra especie de tortura peculiar que experimentaba la pobremujer era cuando veía un nuevo rostro, cuando personasextrañas fijaban con curiosidad las miradas en la letraescarlata, lo que ninguna dejaba de hacer y era para ellacomo si le aplicasen un hierro candente al corazón. Entoncesapenas podía contener el impulso de cubrir el símbolo fatalcon las manos, aunque nunca llegó a hacerlo. Pero laspersonas acostumbradas a contemplar aquel signo deignominia, podían hacerla sufrir también intensa agonía.Desde el primer momento en que la letra formó parteintegrante de su vestido, Ester había experimentado el terrorsecreto que un ojo humano estaba siempre fijo en el tristeemblema: su sensibilidad en ese particular, lejos dedisminuirse con el tiempo, era cada vez mayor, merced altormento cotidiano que sufría. Pero alguna que otra vez, quizá con intervalo da muchos díaso acaso de varios meses, tenía la sensación que una mirada -una mirada compasiva, se fijaba en la letra ignominiosa; yesto parecía proporcionarle un alivio momentáneo, como sialguien compartiera la mitad de su agonía. Pero un instantedespués se reduplicaba ésta con renovado dolor, porque enaquel breve momento había pecado nuevamente. ¿HabíaEster pecado sola? Su imaginación estaba un tanto afectada, y a haber poseídomenos fibra intelectual y moral, se habría afectado aunmucho mas, en consecuencia de la soledad y de la angustiacontinua en que vivía. Yendo al reducido mundo exterior con

Page 94: Letra Escarlata, La - Elejandria

que estaba en relaciones y regresando a su morada, ysiempre solitaria en esos paseos, creyó Ester, o se imaginó creer, quela letra escarlata la había dotado de un nuevo sentido. Seestremecía al pensar, y no podía menos de pensar así, queaquella le proporcionaba una especie de conocimientointuitivo de las culpas secretas de otra almas. Lasrevelaciones que de este modo se presentaron a sus ojos lallenaban de terror. ¿Y cuáles eran? ¿Pero qué podían ser sinolas insidiosas insinuaciones del ángel malo, que habríadeseado persuadir a aquella mujer, que estaba luchando yera solo su víctima a medias, que el aspecto exterior depureza no era mas que una mentira, y que si la verdad seconociera, la letra brillaría en mas de un seno y noúnicamente en el de Ester Prynne? ¿Debía ella acaso recibiresas oscuras insinuaciones como si fueran una cosa real ypositiva? Esta especie de sentido sobrenatural que se creíadotada, era de lo mas terrible e insoportable que hubieseexperimentado en el curso de su desgraciada existencia. Lallenaba de perplejidad y de malestar, pues a veces aquellamarca roja de infamia en el pecho de su vestido, parecíacomo sí latiera y se agitase cuando Ester pasaba junto a unvenerable eclesiástico o magistrado, modelos de piedad y dejusticia, a quienes el mundo contemplaba como sí fueran loscompañeros de los ángeles. -¿Qué malvado pasa junto a mí? Se decía Ester para susadentros. Y levantando con repugnancia la cabeza veía que en aquellosalrededores no había mas ser humano que aquel hombre quetodos consideraban un santo. Otras veces creía tener a sulado a una hermana en la culpa, y al levantar los ojostropezaba con la forma de una devota y áspera matrona,cuyo corazón, según la creencia pública, había sido unpedazo de hielo durante toda su vida. Aquel hielo en el pechode la matrona y la candente ignominia de Ester ¿qué teníande común? Otras veces el estremecimiento eléctrico le daba

Page 95: Letra Escarlata, La - Elejandria

la señal, como si le dijera: Ester, ahí tienes una compañera ,y al alzar los ojos, veía a una joven doncella quecontemplaba la letra escarlata, a hurtadillas, y se alejabarápidamente con un ligero rubor en las mejillas, como si supureza se hubiera empañado con aquella ojeada instantánea.Semejante falta de fe en la virtud de los demás, es una delas consecuencias mas tristes del pecado. Pero una pruebaque en esta pobre víctima de su propia fragilidad y de ladureza de las leyes del hombre, la corrupción no había hechomucho progreso, consistía en la constante lucha de suespíritu para creer que ningún mortal era tan culpable comoella misma. El vulgo, que en aquellos rudos tiempos añadía siempre elelemento de lo grotesco a todo lo que hiriera su imaginación,había inventado una historia acerca de la letra escarlata, quefácilmente podríamos convertir en una terrible leyenda.Afirmaban que aquel símbolo no era simplemente un pañoescarlata, teñido con un color que era obra del hombre, sinoque el rojo ardiente lo producía el fuego del infierno, y se lepodía ver brillar con todo su fulgor cuando Ester se paseabasola, junto a su morada, durante la noche.

VI PERLA Hasta ahora apenas hemos hablado de la niña; de lacriaturita cuya inocente vida parecía una bella e inmortal florbrotada en medio de la excesiva lozanía de una pasióncriminal. Cuán extraña se presentaba esa niña a los ojos dela triste mujer, a medida que ésta contemplaba el desarrolloy la hermosura, cada vez mas brillante, y la inteligencia queiluminaba con sus trémulos rayos las delicadas facciones desu hija, ¡de su Perla! Tal era el nombre que le había dadoEster, no porque tuviese analogía alguna con su aspecto,pues no tenía nada del blanco, tranquilo y frío lustre quepodría indicar la comparación; sino que la llamó Perla , por

Page 96: Letra Escarlata, La - Elejandria

haberla obtenido a un gran precio, por haberla comprado enrealidad con todo lo que ella poseía, con lo que era su únicotesoro. ¡Cuán singular era todo esto! El hombre había hechopatente la falta de esta mujer por medio de una letraescarlata dotada de tan grande y desastrosa eficacia, queimpedía que aquella fuera objeto de las simpatías humanas,a no ser de personas igualmente culpables. Pero lanaturaleza, en compensación de esta falta que el hombrehabía castigado, la dotó de una niña encantadora, quereposaba en aquel mismo seno infamado por la ley, paraponer por siempre a la madre en relación con la razahumana, y para que llegara al fin a ser un alma escogida enel cielo. Sin embargo, estas ideas llenaban la mente de Estercon sentimientos de temor mas bien que de esperanza. Sabiaque su acción había sido mala, y por lo tanto no podía creerque sus resultados fueran buenos. Con creciente sobresaltocontemplaba el desarrollo de la criatura, temiendo siempredescubrir alguna peculiaridad sombría y extraña, queguardara correspondencia con la culpa a que debió el ser. Defecto fisico no había ninguno en la niña: por su formaperfecta, por su vigor y la natural agilidad en el uso de sustiernos miembros, era digna de haber nacido en el Edén; dehaber sido dejada allí para que jugara con los ángeles,después de la expulsión de nuestros primeros padres. Poseíauna gracia ingénita que no siempre acompaña a la bellezaperfecta: su traje, a pesar de su sencillez, despertaba en elque la veía la idea de que era precisamente el que mas leconvenía. Pero la tierna Perlita convenía no estaba vestidacon silvestres hierbas. Su madre, merced a cierta tendenciamórbida, que mas adelante se comprenderá mejor, habíacomprado las telas mas ricas que pudiera procurarse y dabarienda suelta a su fantasía creadora en el arreglo y adorno delos vestidos de la niña, cada vez que ésta se presentaba enpúblico. Tan magníficamente lucía aquella criaturita ataviadade esa suerte, y era tal el esplendor de la propia belleza dePerla, brillando a través de los trajes vistosos que habrían

Page 97: Letra Escarlata, La - Elejandria

podido apagar una hermosura mucho menos radiante y quepuede decirse que en torno suyo se formaba un círculo defulgente luz en el suelo de la oscura cabaña. El aspecto dePerla tenía un encanto de infinita variedad: en aquella niñase compendiaban y resumían muchos niños, comprendiendodesde la belleza a manera de flor silvestre de un niñocampesino, hasta la pompa, en escala menor, de unaprincesita. En toda ella había sin embargo algo deapasionado, una cierta intensidad de color que nunca sedespojaba; y si en alguno de sus cambios ese color sehubiera vuelto mas débil o mas pálido, habría cesado de serella, no habría sido Perla. Esta movilidad externa indicaba y expresaba completamentelas diversas condiciones de su vida interior. Parecía que en sunaturaleza la profundidad se hermanaba con la variedad;pero, a no ser que los temores de Ester la engañasen,diríamos que le faltaba la facultad de adaptarse al mundo enque había nacido. La niña no podía someterse a reglas fijas.Al darle la existencia, se había quebrantado una gran leymoral, y el resultado fue un ser cuyos elementos tal vez eranbellos y brillantes, pero en desorden, o con un orden que lesera peculiar, siendo dificil, o casi imposible, descubrir dondeempezaban o terminaban la variedad y el arreglo. Esterúnicamente podía darse cuenta del carácter de Perla, y esode una manera vaga e imperfecta, recordando lo que ellamisma había sido durante aquel período crítico en que elalma y el cuerpo de la niña se estaban formando. El estadode agitación apasionada en que se hallaba la madre habíaservido para transmitir a la criaturita por nacer los rayos de su vida moral;y por claros y puros que primitivamente, habían adquiridociertos tintes ya vivos y brillantes, ya intensos y sombríos.Pero sobre todo, se había perpetuado en el alma de Perlaaquella violenta lucha que reinaba en el ánimo de Ester,quien podía reconocer en su hija el mismo espíritu libre,inquieto, provocativo y desesperado, y la misma ligereza de

Page 98: Letra Escarlata, La - Elejandria

su carácter, y aún algo del mismo abatimiento que se habíaapoderado de su corazón. Ahora todo eso estaba iluminadopor los rayos de la aurora que doran el cielo de la infancia,pero mas entrado el día de la existencia terrenal, pudiera serfecundo en torbellinos y tempestades. La educación de la familia era en aquellos tiempos muchomas severa que ahora. El entrecejo, la reprensión áspera y laaplicación de la correa o de las varillas, no tenían por objetocastigar solamente faltas cometidas, sino que se empleabancomo un medio saludable para el desenvolvimiento de todaslas virtudes infantiles. Sin embargo, Ester, la madre solitariade esta su única hija, corría poco riesgo de pecar pordemasiado severa. Teniendo plena conciencia de sus propioserrores y de sus infortunios, trató desde muy temprano deejercer una estricta vigilancia sobre la tierna alma cuyosdestinos estaban a su cargo. Pero esta tarea era superior asus fuerzas, o a su capacidad. Después de probar tanto lasonrisa como el entrecejo, y viendo que nada ejercía unainfluencia notable, decidió por fin dejar que la niñaobedeciera a sus propios impulsos. Por supuesto que larestricción o la compulsión producían su efecto mientrasestaban vigentes; pero toda otra clase de disciplina moral, yase dirigiese a su inteligencia o a su corazón, daba o no dabaresultados según fuera la disposición caprichosa de su ánimoa la sazón. Cuando Perla era todavía muy tierna, su madrehabía observado en ella cierta expresión peculiar de lafisonomía, que era señal de que entonces cuanto se hicierapara que la niña obedeciese sus órdenes será en vano.Aquella expresión era tan inteligente, y sin embargo taninexplicable, tan perversa, y a veces tan maligna, aunque enlo general acompañada de una gran exuberancia deextravagante humor, que Ester no podía menos depreguntarse si Perla era en realidad una criatura humana.Parecía mas bien un espíritu aéreo que, después de divertidocon sus juegos fantásticos en el suelo de la cabaña,desaparecería en los aires con una sonrisa burlona. Siempre

Page 99: Letra Escarlata, La - Elejandria

que sus ojos profundamente negros y brillantes tomaban esaexpresión, la niña semejaba a un ser intangible de indefinibleextrañeza. Se diría que se estaba cerniendo en el aire y quepodría desvanecerse a manera de una luz que no sabemos dedónde viene ni a dónde irá. Entonces Ester se veía obligada aarrojarse sobre la niña, a perseguirla en la carrera queinvariablemente emprendía el pequeño duende, y aestrecharla contra el seno cubriéndola de besos y caricias, notanto por un acto de excesivo amor, sino para cerciorarseque era la misma Perla en carne y hueso, y no una formacompletamente ilusoria. Pero la risa de Perla cuando se veíaatrapada, bien que armoniosa y rebosando contento, solodaba por resultado aumentar las dudas de su madre. Herida en él corazón por esta especie de misterioindescifrable y desconcertador que con tanta frecuencia seinterponía entre ella y su único tesoro, tan caramenteadquirido, y que era todo su universo, Ester rompía a vecesen amargo llanto. Entonces, y sin saber por qué, Perlafruncía el entrecejo, cerraba el puño, y daba a su pequeñorostro una expresión dura, severa y de seco descontento; obien prorrumpía de nuevo en una risa mas ruidosa que antes,como si fuera un ser incapaz de sentir y comprender el pesarhumano; o acaso, aunque muy raramente, experimentabaconvulsiones de dolor, y en medio de sollozos y palabrasentrecortadas expresaba su amor hacía su madre, y parecíaque deseaba probar que tenía un corazón haciéndoselopedazos. Sin embargo, Ester no confiaba mucho en aquelexceso de ternura, que pasaba con tanta rapidez como sehabía presentado. Pensando en todas estas cosas, la madrese encontraba en la posición de una persona que ha evocadoun espíritu, como se lee en las historias fantásticas, pero queignora la palabra mágica con que debe mantener bajo susórdenes y dominar aquel poder misterioso. Sus únicas horasde completa tranquilidad eran cuando la niña yacía en elreposo del sueño. Entonces estaba plenamente segura de lacriaturita, y gozaba de deliciosa, y apacible felicidad hasta

Page 100: Letra Escarlata, La - Elejandria

que, acaso con aquella perversa expresión que se veíavislumbrar bajo los entreabiertos párpados, Perla despertaba.¡Cuán pronto! ¡Y realmente con cuanta extraña rapidez!Alcanzó Perla una edad en que ya era capaz de oír algo masque las palabras casi sin sentido con que una madre habla asu pequeñuela. ¡Y qué felicidad habría sido entonces paraEster poder oír la voz clara y sonora de Perla mezclada altumulto de otras voces infantiles, y distinguir y reconocer lossonidos que emitiera su adorado tesoro entre la mezclaconfusa de la gritería de un grupo de niños juguetones! Perosemejante dicha le estaba vedada. Perla, desde que nació erauna proscrita del mundo infantil. Siendo un injerto del mal,emblema y producto del pecado, no tenía derecho a estarentre niños bautizados. Era muy notable el instinto con quela niñita comprendía su soledad y el destino que habíatrazado un círculo inviolable en derredor suyo; en unapalabra, todo lo peculiar de su posición respecto a otrosniños. Jamas, desde que salió de la cárcel había arrostradoEster la presencia del público sin ir acompañada de Perla. Entodas sus visitas a la población, iba Perla también: primero,cuando tierna niña, la llevaba en brazos; luego mas crecida,iba como una pequeña compañera de su madre, asida de undedo y dando saltitos. Veía a los niños del pueblo ora sobrela hierba que crecía en las aceras de las calles, ya en losumbrales de las puertas de sus casas, jugando de la maneraque les permitía su educación puritana, esto es: jugando a ir a la iglesia; o a arrancarcabelleras en simulacro de combates con los indios; o bienasustándose mutuamente con algo en que trataban de imitaractos de hechicería o brujería. Perla lo veía todo, locontemplaba todo intensamente, pero jamas trató de trabarconocimiento con ninguno de los niños. Si le hablaban, norespondía. Si los niños la rodeaban, como acontecía a veces,Perla se volvía realmente terrible en su cólera infantilcogiendo piedras para arrojarlas a aquellos, acompañando laacción con gritos y exclamaciones incoherentes y penetrantes

Page 101: Letra Escarlata, La - Elejandria

que hacían temblar a su madre, porque se asemejaban a losacentos de una maldición que pronunciara una hechicera enalgún idioma desconocido. La verdad del caso era que aquellos puritanos en agraz,como dignos vástagos de la casta mas intolerante que jamashaya existido, abrigaban una vaga idea de que había algoextraño, misterioso y fuera de lo común y diario tanto en lamadre como en la hija, y por lo tanto las despreciaban en loíntimo de su corazón, y con frecuencia las insultaban de vozen cuello. Perla se resentía la ofensa, y se vengaba con todoel odio que puede suponerse capaz un pecho infantil. Estas explosiones de un carácter violento, tenían algún valory aun servían de consuelo a la madre, puesto que por lomenos revelaban cierta seriedad comprensible en aquellamanera de sentir, lo que no acontecía con los caprichosfantásticos que tantas veces la llenaban de sorpresa y que noacertaba a explicarse en algunas manifestaciones de su hija.Le aterraba, sin embargo, discernir aquí y allí una especie dereflejo del mal que había existido en ella misma. Todos estossentimientos de enemistad y de cólera los había heredadoPerla de su madre: en el mismo estado de exclusión de todotrato social, se encontraban la madre y la hija; y en lanaturaleza de esta última parecía que se perpetuaban todosaquellos elementos de inquietud que tanto agitaron a Esterantes del nacimiento de la niña, y que después habíancomenzado a calmarse merced a la influencia benéfica de lamaternidad. Al lado de su Madre, en el hogar doméstico, Perla no teníanecesidad de mucho trato social. Su imaginación prestaba losatributos de la vida a millares de objetos inanimados, comouna antorcha que enciende una llama donde quiera que se leaplique: la rama de un árbol, unos cuantos harapos, una flor, eran los juguetes en que se ejercitaba la magiacreadora de Perla; y sin que experimentasen ningún cambioexterior, se adaptaban a todas las necesidades de sufantasía. Prestaba su voz infantil a multitud de seres

Page 102: Letra Escarlata, La - Elejandria

imaginarios, viejos y jóvenes, con quienes emprendía de esemodo animados diálogos. Los antiguos pinos, negros ysolemnes, que emitían una especie de gruñido y otrosrumores melancólicos cuando los agitaba la brisa,convertíanse sin dificultad en clérigos puritanos a los ojos dePerla; las hierbas mas feas del jardín, eran sus hijos; hierbasque la niña pisoteaba y arrancaba sin compasión. Era enrealidad sorprendente la vasta variedad de formas en que secomplacía su inteligencia, sin orden ni concierto, siempre enun estado de actividad sobrenatural, sucediéndose unas aotras como las emanaciones y despliegues caprichosos de laaurora boreal. En el mero ejercicio de la fantasía y la festivadisposición de una mente en desarrollo, tal vez no hubieramucho mas de lo que se podría otros niños de facultadesbrillantes, excepto que Perla, por verse privada decompañeros de juego, acudía, para reemplazarlos, a losrecursos que le prestaba su imaginación. Lo singular del casoconsistía en la actitud hostil que la niña desplegaba haciaesas criaturas hijas de su fantasía y de su corazón. Jamascreó un amigo, sino que siempre, a imitación del Cadmo dela fábula, parecía sembrar a derecha e izquierda los dientesdel dragón, de los que brotaban batallones de enemigosarmados a los cuales la niña declaraba al punto la guerra. Eraen extremo triste observar en un ser tan tierno esta ideaconstante de un mundo adverso, y el fiero despliegue deenergía que la preparaba para las luchas del mundo; y fáciles de suponer el dolor intenso que todo esto produciría en sumadre, que hallaba en su mismo corazón la causa de aquelfenómeno. Contemplando a Perla, dejaba con frecuencia Ester caer lacostura en el regazo, y rompía a llorar con una aflicción quehubiera deseado ocultar, y que se manifestaba con sollozos ypalabras entrecortadas exclamando: ¡Oh Padre que estás enlos cielos! Si es que eres aun mi Padre, ¿qué criatura es estaque he traído al mundo? Y Perla, al oír esta exclamación, o alpercibir aquellos sollozos de angustia, volvía hacía su madre

Page 103: Letra Escarlata, La - Elejandria

la viva y preciosa carita, sonreía dulcemente y continuaba sujuego. Nos resta hablar de una peculiaridad de esta niñita. Laprimer cosa que notó en su vida, no fue la sonrisa de lamadre respondiendo a lo que, como en otros niños de tiernaedad, puede tomarse por una sonrisa, mejor dicho, embriónde sonrisa. No: el primer objeto que parece haber llamado laatención de Perla, fue la letra escarlata en el seno de Ester.Un día, al inclinarse ésta sobre la cuna, las miradas de laniñita se fijaron en el brillo del bordado de oro que cercaba laletra, y extendiendo las manecillas trató de asirla, sonriendosin duda, aunque con una extraña expresión que hizo que enrostro pareciera el de un niño de mucha mas edad. EntoncesEster, trémula y convulsa, apretó con la mano el signo fatal,como si instintivamente quisiera arrancírselo del seno. ¡Tanintensa fue la tortura que le causó la acción de aquellacriaturita! Y como si la agonía que revelaba el rostro de lamadre, no tuviera otro objeto que divertirla, la niñita fijó lasmiradas en ella y se sonrió. Desde esa época, exceptocuando Perla estaba durmiendo, Ester jamas tuyo un instantede seguridad, ni un momento en que gozara con plena calmade la compañía de su hija. Cierto es que a veces transcurríansemanas enteras sin que las miradas de la criaturita sefijaran en la letra escarlata; pero también es cierto que locontrario acontecía cuando menos se esperaba, y siemprecon aquella sonrisa peculiar y extraña expresión los ojos queya se ha hablado. Una vez, mientras Ester contemplaba su propia imagen enlos ojos de su hija, como es costumbre en las madres, brillóen ellos esa expresión singular y fantástica; y como lasmujeres que viven solitarias y cuyo corazón está inquieto sehallan sujetas a innumerables ilusiones, se imaginó derepente que veía no su propia imagen en miniatura, sino otrafaz que se reflejaba en los ojos negros de Perla. Era un rostroenemigo, lleno de malignas sonrisas, pero que sin embargotenía gran semejanza con facciones que había conocido muy

Page 104: Letra Escarlata, La - Elejandria

bien, aunque rara veces las animara una sonrisa y jamas unaexpresión malévola. Se diría que un espíritu maligno se habíaposesionado de la niña, y se mostraba en sus ojos. Despuésde ese suceso, Ester se vio atormentada varias veces con lamisma ilusión de sus sentidos, aunque no con tanta fuerza. En la tarde de cierto día de verano, cuando ya Perla habíacrecido lo bastante para poder andar sola, se divertía la niñaen recoger flores silvestres, arrojándolas una a una al regazode su madre; y ejecutando una especie de baile cada vez queuna de las flores acertaba a dar en la letra escarlata. Elprimer movimiento de Ester fue cubrir la letra con ambasmanos pero fuese orgullo o resignación, o la idea de que lapena a que había sido condenada la satisfaría mas pronto pormedio de este dolor indecible, resistió el impulso y se irguióen su asiento, pálida como la muerte, mirando con tristezaprofunda a Perla cuyos ojos brillaban de inusitado modo. Ysiguió la niña lanzándole las flores que invariablementedaban contra la letra, llenando el pecho maternal de heridaspara las que no podía hallar bálsamo en este mundo, ni sabíacómo buscarlo en el otro. Al fin, cuando concluyó de arrojarlas flores, la niña permaneció en pie mirando a Esterprecisamente como aquella imagen burlona del enemigo quela madre creía ver en el abismo insondable de los ojos negrosde su hija. -Hija mía ¿quién eres tú? Exclamó lamadre. -¡Oh! Yo soy tupequeña Perla, respondió. Pero mientras Perla decía esto, se echó a reír y empezó abailar con la gesticulación petulante de un pequeño trasgo,cuyo próximo capricho será escaparse por la chimenea. -¿Eres tú en realidad mi hija? Le preguntó Ester. Y no fueuna pregunta ociosa la que hizo, sino que, en aquelmomento, así lo sentía, porque era tal la maravillosainteligencia de Perla, que su madre hasta llegaba aimaginarse que la niña conocía la secreta historia de suexistencia y se la revelaría ahora.

Page 105: Letra Escarlata, La - Elejandria

-Sí; yo soy tu pequeña Perla, repitió la niña continuando suscabriolas. -¡tú no eres mi hija! ¡Tú no eres mi Perla! Dijo la madre conaire semi risueño, porque frecuentemente en medio del masprofundo dolor le venían impulsos festivos. Dime, pues, quiéneres y quién te ha enviado aquí. -Dímelo, madre mía, respondió Perla con acento grave,acercándose a Ester y abrazándose a sus rodillas, dímelo,madre, dímelo. -Tu Padre Celestial te envió, respondió Ester. Pero lo dijo con una vacilación que no escapó a la vivainteligencia de la niña; la cual, bien sea movida por suordinaria petulancia, o porque un maligno espíritu lainspirara, levantando el dedito índice y tocando la letraescarlata, exclamó con acento de convicción -No; él no me envió. Yo no tengo Padre Celestial. ¡Silencio, Perla, silencio! Tú no debes hablar así, respondió lamadre suprimiendo un gemido. El Padre Celestial nos haenviado a todos a este mundo. Hasta me ha enviado a mí, tumadre; y con mucha mayor razón a ti. Y si no ¿de dónde hasvenido tú, niña singular y caprichosa? -Dímelo, dímelo, repitió Perla, no ya con su carita seria, sinoriendo y dando brinquitos en el suelo. Tú eres quien debesdecírmelo. Pero Ester no pudo resolver la pregunta encontrándose ellamisma en un laberinto de dudas. Recordaba, entre risueña yasustada, la charla de las gentes del Pueblo que, buscandoen vano la paternidad de la niña, y observando algunas desus peculiaridades, habían dado en decir que Perla procedíade un demonio, como ya había acontecido mas de una vez enla tierra; ni fue Perla la única a quien los puritanos de laNueva Inglaterra imputaron origen tan Siniestro.

VII LA SALA DEL GOBERNADOR

Page 106: Letra Escarlata, La - Elejandria

Un día fue Ester a la morada del Gobernador Bellingham, allevarle un par de guantes que había ribeteado y bordado pororden suya, y que debía de usar en cierta ceremonia oficial,porque si bien no desempeñaba ya el alto puesto de antes,aun ocupa un destino honroso influyente en la magistraturacolonial. Pero algo mas importante que la entrega de un par deguantes bordados, obligó a Ester entonces a solicitar unaentrevista con un personaje de tanto poder y tan activo enlos negocios de la colonia. Había llegado a sus oídos el rumorque algunos de los principales habitantes de la poblacióntrataban de despojarla de su niña, deseosos de queimperaran mas rígidos principios en materia de religión y degobierno. Suponiendo estas buenas gentes, como ya se hadicho, que Perla era de estirpe diabólica, creyeron que paramayor beneficio del alma de la madre, convenía quitarle eseobstáculo de su sendero; agregando, que si la niña erarealmente capaz de una educación religiosa y moral, y teníaen sí los elementos de su futura salvación, gozaríaindudablemente de todas estas ventajas si se la separase desu madre y se confiara su educación a persona mejor y mascuerda. Se decía también que entre los promovedores deesta idea, era el Gobernador uno de los mas activos. Parecerá singular, y hasta ridículo, que un asunto de estanaturaleza haya sido cuestión públicamente discutida, en laque tomaron parte en pro y en contra varias personaseminentes del gobierno. Pero en aquella época de prístinasencillez, negocios de menor importancia pública, y de menortrascendencia que el bienestar de Ester y de su hija, teníancabida en las deliberaciones de los legisladores y en los actosdel Estado; y hasta se refiere que una disputa relativa alderecho de propiedad de un cerdo dio margen, en una épocaanterior a la en que pasa nuestra historia, a debates acalorados en el cuerpo legislativo de la colonia, yocasionó importantes modificaciones en el modo de ser de laLegislatura.

Page 107: Letra Escarlata, La - Elejandria

Llena, pues, de temores, aunque con tan plenoconvencimiento de su derecho, que no le parecía desigual lalucha entre el público de una parte y una mujer solitaria de laotra, Ester se puso en marcha saliendo de su cabañaacompañada, como era de esperarse, de Perla. Esta habíaalcanzado ya una edad que la permitía correr al lado de sumadre, y como estaba siempre en constante movimientodesde la mañana hasta la noche, hubiera podido hacer unajornada mucho mas larga. Sin embargo, a veces, mas porcapricho que por necesidad, pedía que la llevaran en brazos;pero a los pocos momentos quería que la dejasen andar, ycontinuaba junto a Ester dando saltitos y tropezando a cadainstante. Hemos hablado de la belleza singular de Perla, belleza detintes vivos y profundos, de tez brillante, ojos que poseían ala vez fulgor e intensidad meditativa, y un cabello de colorcastaño, lustroso, suave y que mas tarde serán casi negros.Toda ella era fuego y parecía el fruto de un momento depasión impremeditada. La madre, al idear el traje de su hija,había dado rienda suelta a las tendencia vistosas de suimaginación, y la vistió con una túnica de terciopelo carmesí,de un corte peculiar, abundantemente adornada concaprichosos bordados y floreos de hilo de oro. Tal lujo decolores, que habrían dado un pálido y macilento aspecto amejillas menos brillantes, se adaptaba admirablemente a labelleza de Perla, y la convertían en la mas reluciente llamaque jamas se haya movido sobre la tierra. Pero era una particularidad notable de este traje, y enrealidad de la apariencia general de la niña, la de traerirremediablemente a la memoria del que la contemplaba elrecuerdo del signo que Ester estaba condenada a llevar en suvestido. Era la letra escarlata bajo otra forma: la letraescarlata dotada de vida. La madre misma, como si aquellaignominia roja se hubiera grabado profundamente en sucerebro de modo que todas sus ideas revistieran su aspecto,la madre misma había encontrado aquella semejanza,

Page 108: Letra Escarlata, La - Elejandria

empleando muchas horas de mórbida ingeniosidad en hallaruna analogía entre el objeto de su cariño y el emblema de sufalta y de su tormento. Pero como en realidad Perla era almismo tiempo una y otra cosa, pudo Ester imaginarseperfectamente que la apariencia de la niña guardabacompleta semejanza con la letra escarlata. Al llegar madre e hija a los linderos de la población, los niñosde los puritanos, en medio de sus juegos, o de lo que pasabapor juego entre aquellos sombríos chicuelos, fijaron en ellaslas miradas y dijeron: -Ahí viene la mujer de la letra escarlata., y a su lado vienesaltando lo que también se parece a una letra escarlata.Vamos a arrojarles fango. Pero Perla, que era una niña intrépida, después de fruncir elentrecejo, de golpear el suelo con el piececito y de apretar elpuño con diversos gestos amenazadores, se lanzó de repentecontra el grupo de sus enemigos y los puso a todos en fuga.Al mismo tiempo chilló y gritó con violencia tal, que elcorazón de los fugitivos tembló de espanto. Terminada suvictoria, Perla regresó tranquilamente al lado de su madre, ala que dirigió una risueña mirada. Sin otra aventura llegaron a la morada del Gobernador. Eraésta una gran casa de madera, fabricada al estilo de las queaun se ven en las calles de nuestras ciudades mas antiguas;ahora cubiertas de musgo, derrumbándose, y de aspectomelancólico, mudos testigos de las penas o alegrías quefueron teatro sus oscuras habitaciones. Entonces, sinembargo, había en su exterior la frescura de la juventud, yen sus ventanas, iluminadas por el sol, parecía brillar aquelcontento que reina en las moradas humanas en que aun noha entrado la muerte. La casa del Gobernador tenía, a laverdad, una apariencia muy alegre: las paredes estabancubiertas con una especie de estuco con innumerablesfragmentos de vidrio, de modo que cuando el sol alumbrabaoblicuamente el edificio, brillaba y fulguraba como si sobre élse hubieran arrojado diamantes a manos llenas, lo que le

Page 109: Letra Escarlata, La - Elejandria

hacia parecer mas propio para el palacio de Aladino, que paramansión de un viejo y grave jefe puritano. Estaba ademasadornado con figuras y diagramas extraños y al parecercabalísticos, de acuerdo con el gusto de la época, que habíansido dibujados en el estuco cuando se acabó de poner, y sehabían endurecido con el tiempo, sin duda para que sirvierande admiración a las edades futuras. Perla, cuando contempló esta especie de casa maravillosa,comenzó a palmotear y a bailar y pidió con acento decididoque arrancaran todo aquel frente radiante del edificio, y se lodieran para jugar con él. -No, mi querida Perlita, lo dijo su madre. Tú misma tienesque procurarte tus rayos de sol; yo no tengo nada que darte.Se acercaron a la Puerta, que tenía la forma de un arco, yestaba flanqueada a cada costado por una torre estrecha oproyección del edificio, con ventanas de enrejado de alambrey postigos de madera. Levantando el aldabón de hierro, Esterdio un golpe al que respondió uno de los siervos delGobernador, inglés de nacimiento y libre, pero que a la sazónera esclavo por siete años. Durante eso tiempo tenía que serla propiedad de su amo, lo mismo que si fuera un buey. Elsiervo llevaba el traje azul que era el vestido ordinario de lossiervos de aquella época, como lo fue también mucho antesen las antiguas casas solariegas de Inglaterra. -¿Está en casa Su Señoría el Gobernador Bellingham?Preguntó Ester. -Ciertamente que si, respondió el siervo, contemplando contamaños ojos la letra escarlata, pues habiendo llegadorecientemente al país, no la había visto todavía. Sí, SuSeñoría está en casa; pero con él hay un par de piadososministros, y al mismo tiempo un médico: no creo que podáisverle ahora. -Entraré, sin embargo, replicó Ester. Y el siervo, juzgando tal vez por el tono decisivo con quepronunció estas palabras, y el brillante símbolo que llevabaen el pecho, que era una gran señora del país, no opuso

Page 110: Letra Escarlata, La - Elejandria

resistencia alguna. Madre e hija fueron, admitidas en el vestíbulo. ElGobernador, teniendo en cuenta la naturaleza de losmateriales de construcción disponibles, así como la diferenciadel clima y costumbres sociales de la colonia, había trazadoel plano de su nueva morada a imitación de las de loscaballeros de moderados recursos en su país natal. Había porlo tanto un ancho y elevado vestíbulo que se extendía hastael fondo de la casa y servía de medio de comunicación mas omenos directa con todas las otras piezas. En una extremidadse hallaba alumbrada esta espaciosa habitación por lasventanas de las dos torres; y en la otra, aunque protegidapor una cortina, lo estaba por una gran ventana abovedada,provista de un asiento de almohadones, en el que había unvolumen en folio, probablemente de las Crónicas deInglaterra u otra literatura por el estilo. El mueblaje consistíaen algunas sillas macizas, en cuyos respaldares habíaesculpidas guirnaldas de flores de roble; en el centro habíauna mesa del mismo estilo que las sillas, todo del tiempo dela Reina Isabel de Inglaterra, o quizá anterior a él, y traídode la casa paterna del Gobernador. Y en la mesa, comoprueba que la antigua hospitalidad no había muerto, un granjarro de peltre en el fondo del cual el curioso podría habervisto la espuma de la cerveza bebida recientemente. Colgaba en la pared una hilera de retratos que representabanlos antepasados del linaje de Bellingham, algunos vestidoscon petos y armaduras y otros con cuellos alechugados yropa talar. Como rasgo característico, tenían todos aquellaseveridad y rigidez que invariablemente hay en los antiguosretratos, como si en vez de pinturas fueran los espíritus dehombres ilustres, ya muertos, que estuvieran contemplandocon dureza e intolerancia, criticándolos, las acciones yplaceres de los vivos. Hacia el centro de los tableros de roble que cubrían lasparedes del vestíbulo había suspendida una cota de malla ysus accesorios, no una reliquia hereditaria, como los retratos,

Page 111: Letra Escarlata, La - Elejandria

sino de fecha mas moderna, fabricada por un hábil armero deLondres el año mismo en que el Gobernador Bellingham vinoa la Nueva Inglaterra. Allí había un yelmo, una coraza, una gola y grebas, con un par de manoplas, ycolgando debajo una espada; todo, y especialmente el yelmoy la coraza, tan perfectamente bruñido, que resplandecíancon un blanco radiante, iluminando el pavimento. Estabrillante panoplia no servía de simple ornato, sino que elGobernador se la había endosado mas de una vez,especialmente a la cabeza de un regimiento en la guerracontra los indios, pues aunque por estudios y profesión eraun abogado, las exigencias del nuevo país habían hecho de élun soldado y un Gobernante. -Perlita, a quien agradó la resplandeciente armadura tantocomo el brillante frontispicio de la casa, se entretuvo algúntiempo mirando la pulida superficie de la coraza queresplandecía como si fuera un espejo. -¡Madre! Gritó, madre, te veo aquí. ¡Mira! ¡Mira! Ester, por complacer a su hijita, dio una mirada a la coraza, yvio que, debido al efecto peculiar de este espejo convexo, laletra escarlata parecía reproducida en proporcionesexageradas y gigantescas, de tal modo que venía a ser lomas prominente de toda su persona. En realidad, parecíacomo si Ester se ocultara detrás de la letra. Perla le llamótambién la atención a otra figura semejante en el yelmo, sonriendo a sumadre con aquella especie de expresión de duendecillo tancomún a su inteligente rostro. Esta mirada de traviesa alegríase reflejó igualmente en el espejo, con tales proporciones ytal intensidad de efecto, que Ester no creyó que pudiera serla imagen de su propia hija, sino la de algún trasgo o duendeque trataba de amoldarse a la forma de Perla. -Vamos, Perla, dijo la madre llevándosela consigo. Ven a vereste hermoso jardín. Quizá haya en él flores mas hermosasque las de los bosques. Perla se dirigió a la ventana abovedada en el fondo del

Page 112: Letra Escarlata, La - Elejandria

vestíbulo, y tendió la mirada a lo largo de las calles deljardín, alfombrado de hierba recién cortada, y guarnecido conalgunos arbustos, no muchos, como si el dueño hubieradesistido de su idea de perpetuar en este lado del Atlántico elgusto inglés en materia de jardines, las coles crecían a lasimple vista y una calabacera, plantada a alguna distancia,se había extendido a través del espacio intermediario,depositando uno de sus gigantescos productos directamentedebajo de la ventana indicada. Había, sin embargo, unoscuantos rosales, y cierto número de manzanos, procedentesprobablemente de los plantados por los primeros colonos. Perla, al ver los rosales, empezó a clamar por una rosaencarnada, y no quiso estarse tranquila. -Cállate, niña, cállate, dijo la madre encarecidamente. Nollores, mi querida Perla. Oigo voces en el jardín. ElGobernador se acerca acompañado de varios caballeros.Cállate. En efecto, por la avenida del jardín se veía cierto número depersonas con dirección hacia la casa. Perla, sin hacer caso delas tentativas de su madre para aquietarla, dio un gritoagudísimo, y guardó entonces silencio; no debido a unsentimiento de obediencia, sino la viva y móvil curiosidad desu naturaleza que hizo que todo su interés se concentrara enla aparición de estos nuevos personajes.

VIII LA NIÑA DUENDE Y EL MINISTRO EL Gobernador Bellingham, vestido en traje de casa queconsistía en una bata no muy ajustada, y gorra, abría lacomitiva y parecía ir mostrando su propiedad a los que leacompañaban, explicándoles las mejoras que proyectabaintroducir. La vasta circunferencia de un cuello alechugado,hecho con mucho esmero, que proyectaba por debajo de subarba gris, según la moda del tiempo antiguo, contribuía adarle a su cabeza un parecido a la de San Juan Bautista en la

Page 113: Letra Escarlata, La - Elejandria

fuente. La impresión producida por su rígido y severosemblante, por el que habían pasado algunos otoños, noestaba en armonía con todo lo que allí le rodeaba y parecíadestinado al goce de las cosas terrenales. Pero es un errorsuponer que nuestros graves abuelos, -aunqueacostumbrados a hablar de la existencia humana y pensar enella como si fuese una mera prueba y una lucha constante, yaunque se hallaban preparados a sacrificar bienes y vidacuando el deber lo requería, hicieran caso de concienciarechazar todas aquellas comodidades, y aun regalo, queestaban a su alcance. Semejante doctrina no fue nuncaenseñada, por ejemplo, por el venerable pastor de almasJuan Wilson, cuya barba, blanca como la nieve, se veía porsobre el hombro del Gobernador Bellingham, mientras ledecía que las peras y los melocotones podrían aclimatarse enla Nueva Inglaterra, y que las uvas de color de púrpurapodrían florecer si estuvieran protegidas por los muros deljardín expuestos mas directamente al sol. El anciano ministrotenía un gusto legítimo y de larga fecha por todas las cosasbuenas y todas las comodidades de la vida; y por severo quese mostrase en el púlpito en su reprobación pública detransgresiones como las de Ester Prynne, sin embargo, labenevolencia que desplegaba en la vida privada le habíagranjeado mayor cantidad de afecto que la concedida aningún otro de sus colegas. Detrás del Gobernador y del Sr. Wilson venían, otros doshuéspedes: uno el Reverendo Arturo Dimmesdale, a quien ellector recordará tal vez por haber desempeñado, novoluntariamente, un corto papel en la escena del castigopúblico de Ester, y a su lado, como si fuera su compañeroíntimo, el viejo Rogerio Chillingworth, persona de granhabilidad en la medicina, y que hacía dos o tres años habíafijado su residencia en la colonia. Se decía que este sabioanciano era al mismo tiempo el médico y el amigo del joveneclesiástico, cuya salud se había deteriorado muchoúltimamente a causa de su abnegación sin limites y su

Page 114: Letra Escarlata, La - Elejandria

consagración completa a los trabajos y deberes su sagradoministerio. El Gobernador, adelantándose a sus huéspedes, - subió dos otres escalones, y abriendo una de la hojas de la ventana delvestíbulo, se encontró cerca de Perla. La sombra de la cortinaocultaba parcialmente a la madre. -¿Qué tenemos aquí? Dijo el Gobernador mirando a la figuritacolor de escarlata que estaba delante de él. Confieso que nohe visto nada parecido desde los días de mis vanidades, allíen mis tiempos juveniles, cuando consideraba inestimablefavor ser admitido en los bailes de disfraces de la Corte.Había entonces un enjambre de estas pequeñas aparicionesen los días de fiesta. ¿Pero cómo ha entrado este huésped enmí antecámara? -Sí, en efecto, exclamó el buen anciano Sr. Wilson, ¿quépajarito color de escarlata podrá ser éste? Me parece habervisto algo semejante cuando el sol brilla a través de loscristales de una ventana de variedad de colores, y dibujaimágenes doradas y carmesíes en el suelo. Pero eso era allíen nuestra vieja patria. Dime, niña, ¿quién eres, y qué hamovido a tu madre a aderezarte de un modo tan extraño?¿Eres una niña cristiana? ¿Sabes el catecismo? ¿O eres acasouno de esos petulantes duendes o trasgos que creíamoshaber dejado para siempre en la alegre Inglaterra? -Yo soy la hija de mi madre, respondió la visión escarlata, ymi nombre es Perla. -¿Perla? Mas bien Rubí, o Coral, o Rosa encendida por lomenos, a juzgar por tu color, respondió el anciano ministroextendiendo la mano, inútilmente, para acariciar la mejilla dePerla. ¿Pero dónde está tu madre? ¡Ah! Ya comprendo,agregó; y dirigiéndose al Gobernador le dijo en voz baja: -Esta es precisamente la niña de que hemos hablado; y vedahí a su infeliz mujer, a Ester Prynne, su madre. -¿Eso dices? Exclamó el Gobernador. Sí, deberíamos haberpensado que la madre de tal niña tenía ser una mujer,escarlata, y un tipo digno de Babilonia. Pero a buen tiempo

Page 115: Letra Escarlata, La - Elejandria

llega, y trataremos de este asunto inmediatamente. El Gobernador entró en la antecámara seguido de sus treshuéspedes. -Ester Prynne, dijo clavando la mirada naturalmente severaen la portadora de la letra escarlata, en estos días se hahablado mucho de ti. Hemos discutido con toda calma y seso,si nosotros, que somos personas de autoridad e influencia,cumplimos con nuestro deber confiando la dirección y guía deun alma inmortal, como la de esta criatura, a quien hatropezado y caído en medio de los lazos y redes del mundo.Habla, tú que eres la madre de esta niña. ¿No crees que serámejor, tanto para el bienestar temporal como para la vidaeterna de tu pequeñuela, que se te prive de su cuidado, yque vestida de una manera menos vistosa, se la eduque enla obediencia y se la instruya en las verdades del cielo y de latierra? ¿Qué puedes hacer en pro de tu niña en esteparticular? -Yo puedo instruir a mi hija según la enseñanza que herecibido de esto, respondió Ester tocando con el dedo la letraescarlata. -Mujer, esa es tu insignia de vergüenza, replicó el severomagistrado. Precisamente en consecuencia de la falta queindica esa letra, deseamos que tu hija pase al cuidado deotra manos. -Sin embargo, dijo la madre tranquilamente, aunquevolviéndose cada vez mas pálida, esta insignia me ha dado, yme da diariamente, y hasta en este momento, lecciones queharán a mi hija mas cuerda y mejor, aunque para mí no seanya de provecho. -Ahora lo sabremos, dijo el Gobernador, y decidiremos lo quehay que hacer. Mi buen Señor Wilson, os ruego queexaminéis a esta Perla, pues tal es su nombre, y veréis sitiene la instrucción cristiana que conviene, a una niña de suedad. -El anciano eclesiástico es sentó en un sillón e hizo unesfuerzo para atraer a Perla entre sus rodillas. Pero la niña,

Page 116: Letra Escarlata, La - Elejandria

acostumbrada solamente al tacto familiar de su madre y noal de otra persona, se escapó por la ventana abierta y seplantó en el escalón mas alto, pareciendo entonces un pájarotropical silvestre, de brillante plumaje, dispuesto aemprender el vuelo en los espacios. El Sr. Wilson, no pocosorprendido de esto, pues era una especie de patriarcafavorito de los niños, trató sin embargo de proceder alexamen. -Perla, le dijo con gran solemnidad, tienes que recibirinstrucción para que, a su debido tiempo, logres llevar en tuseno una perla de gran precio. ¿Puedes decir, hija mía, quiénte ha creado? Perla sabía perfectamente qué responder, porque siendoEster la hija de una familia piadosa, poco después de laconversación que había tenido con su niña acerca de suPadre Celestial, había comenzado a hablarle de verdades queel espíritu humano, cualquiera que sea su estado dedesarrollo, oye con intenso interés. Por lo tanto Perla,aunque solo contaba tres años de edad, podría haber sufridocon buen éxito un examen en algunas materias religiosas;pero la perversidad mas o menos común a todos los niños; yde la cual la chicuela tenía una buena dosis, se apoderó deella en el momento mas inoportuno, y le hizo cerrar los labioso proferir palabras que no venían al caso. Después dellevarse el dedo a la boca, y de muchas negativas deresponder a las preguntas del buen Sr. Wilson, la niñafinalmente anunció que no había sido creada por nadie, sinoque su madre la había recogido en un rosal silvestre quecrecía junto a la puerta de la cárcel. Esta respuesta fantástica le fue probablemente sugerida porla proximidad de los rosales del Gobernador, que tenía a lavista, y por el recuerdo del rosal silvestre lo la cárcel, junto alcual había pasado al venir a la morada de Bellingham. El viejo Rogerio Chillingworth, con una sonrisa en los labios,murmuró unas cuantas palabras al oído del joveneclesiástico. Ester dirigió una mirada al hombre de ciencia, y

Page 117: Letra Escarlata, La - Elejandria

a pesar de que su destino estaba colgando de un hilo, sequedó sorprendida al notar el cambio verificado en lasfacciones de Rogerio, que se había vuelto mucho mas feo, sucutis mas atezado, y su figura peor formada que en lostiempos en que lo había conocido mas familiarmente. Susmiradas se cruzaron un instante, pero inmediatamente tuvoque prestar toda su atención a lo que estaba pasandorespecto a su hija. -¡Esto es horrible! Exclamó el Gobernador volviendolentamente del asombro que le había causado la respuestade Perla. He aquí una niña de tres años de edad, que no sabequién la ha creado. No hay duda que en la misma ignoranciase encuentra respecto a su alma, su actual perversidad y sufuturo destino. Me parece caballeros, que no hay necesidadde proseguir adelante. Ester tomó entonces a Perla y la estrechó entre sus brazos,mirando al viejo magistrado puritano casi con una ferozexpresión en los ojos. Sola en el mundo, arrojada de él comofruto podrido, y con este único tesoro que era el consuelo desu corazón, tenía la conciencia de que poseía derechosindestructibles contra las pretensiones del mundo, y sehallaba dispuesta a defenderlos a todo trance. -Dios me ha dado a esta niña, exclamó. Me la ha dado endesquite de todo aquello de que he sido despojada porvosotros. Es mi felicidad, y al mismo tiempo mi tormento.Perla es quien me sostiene viva en este mundo. Perlatambién me castiga. ¿No veis que ella es la letra escarlata,capaz solamente de ser amada y dotada de un poder infinitoda retribución por mi falta? No me la quitaréis: primeromoriré. -Pobre mujer, dijo con cierta bondad el anciano eclesiástico,la niña será muy bien cuidada, tal vez mejor que lo que túpuedes hacer. -Dios la confió a mi cuidado, repitió Ester reforzando la voz.No la entregaré. Y entonces, como movida de impulso repentino se dirigió al

Page 118: Letra Escarlata, La - Elejandria

joven eclesiástico, al Sr. Dimmesdale, a quien, hasta esemomento apenas había mirado y exclamó: -¡Habla por mí! Tú eras mi pastor, y tenías mi alma a tucargo, y me conoces mejor que estos hombres. Yo no quieroperder a mi hija. Habla por mí: tú sabes, porque estásdotado de la conmiseración de que carecen estos hombres,tú sabes lo que hay en mi corazón, y cuáles son los derechosde una madre, y que son mucho mas poderosos cuando esamadre tiene sólo a su hija y la letra escarlata. ¡Mírala! Yo noquiero perder la niña. ¡Mírala! A este llamamiento frenético y singular que indicaba que laposición actual de Ester casi la había privado del juicio, eljoven eclesiástico se adelantó pálido y llevándose la mano alcorazón, como era su costumbre siempre que su nerviosotemperamento le ponía en un estado de suma agitación.Parecía ahora mas lleno de zozobra y mas extenuado quecuando lo descubrimos en la escena de la pública ignominiade Ester; y bien sea por lo quebrantado de su salud, o porotra causa cualquiera, sus grandes ojos negros revelaban unmundo de dolor en la expresión inquieta y melancólica de susmiradas. -Hay mucha verdad en lo que esta mujer dice, - comenzó elSr. Dimmesdale con voz dulce y trémula, aunque vigorosa,que resonó en todos los ámbitos del vestíbulo; hay verdad enlo que Ester dice, y en los sentimientos que la inspiran. Diosle ha dado la niña, y al mismo tiempo un conocimientoinstintivo de la naturaleza y las necesidades de ese tiernoser, que parecen muy peculiares, conocimiento que ningúnotro mortal puede poseer. Y, ademas, ¿no hay algoinmensamente sagrado entre las relaciones de esta madre yde esta niña? -¡Ah! ¿Cómo es eso, buen Sr. Dimmesdale? Interrumpió elGobernador, os ruego que aclaréis este punto. -Así tiene que ser, continuó el joven eclesiástico, porque, sipensamos de otro modo, ¿no implicaría que el PadreCelestial, el Creador de todas las cosas de este mundo, ha

Page 119: Letra Escarlata, La - Elejandria

tenido en poco una acción pecaminosa, y no ha dado muchaimportancia a la diferencia que existe entre un amor puro yuno impuro? Esta hija de la culpa del padre y la vergüenza dela madre ha venido, enviada por Dios, a influir de variosmodos en el corazón de la que ahora con tanta vehemencia ycon tal amargura reclama el derecho de conservarla a sulado. Fue creada para una bendición, para la única felicidadde su vida. Fue creada sin duda, como la madre misma noslo ha dicho, para que fuera también una retribución; untormento de todas las horas; un dardo, una congoja, unaagonía siempre latente en medio de un gozo pasajero. ¿Noha expresado ella este pensamiento en el traje de la pobreniña, que de una manera tan eficaz nos recuerda el símbolorojo que abraza su seno? -¡Bien dicho, bien dicho! Exclamó el buen Sr. Wilson. Yotemía que la mujer pensaba solo en hacer de su hija unasaltimbanquis. -¡Oh! No, no; continuó Dimmesdale. La madre, creédmelo,reconoce el solemne milagro que Dios ha operado en laexistencia de esa criatura. Pueda también comprender, loque es para mí una verdad indiscutible, que este don, antetodo, tiene por objeto conservar el alma de la madre enestado de gracia y librarla de los abismos profundos delpecado en que de otro modo Satanás la hubiera hundido. Porlo tanto, es un bien para esta pobre mujer pecadora tener asu cargo un alma infantil, un ser capaz de eterna dicha o deeterna pena, un ser que sea educado por ella en los senderosde la justicia, que a cada instante le recuerde su caída, peroque al mismo tiempo le haga tener presente, como si fuerauna sagrada promesa del Creador, que si la madre educa a laniña para el cielo, la niña llevará también allí a su madre. Yen esto, la madre pecadora es mas feliz que el padrepecador. De consiguiente, en beneficio de Ester Prynne, nomenos que en el de la pobre niña, dejémoslas como laProvidencia ha considerado conveniente situarlas. -Hablais, amigo mío, con extraña vehemencia, le dijo el viejo

Page 120: Letra Escarlata, La - Elejandria

Rogerio con una sonrisa. -Y tiene gran peso lo que mi joven hermano ha dicho, agregóel Reverendo Sr. Wilson. ¿Qué dice el muy dignoGobernador? ¿No ha defendido bien los derechos de la pobremujer? -Seguramente que sí, respondió el magistrado, y ha aducidotales razones, que dejaremos el asunto como está; por lomenos, mientras la mujer no sea objeto de escándalo.Hemos de tener, sin embargo, cuidado de que la niña seinstruya contigo en el catecismo, buen Sr. Wilson, o con elReverendo Dimmesdale. Ademas, a su debido tiempo es preciso ocuparse en que vayaa la escuela y a la iglesia. Cuando el joven ministro acabó de hablar se alejó unoscuantos pasos del grupo, y permaneció con el rostroparcialmente oculto por los pesados pliegues de las cortinasde la ventana, mientras la sombra de su cuerpo, que la luzdel sol hacía proyectar sobre el suelo, estaba toda trémulacon la vehemencia de su discurso. Perla con la vivezacaprichosa que la caracterizaba, se dirigió hacia él, ytomándole una de las manos entre las suyas, apoyó en ellasu mejilla: caricia tan tierna, y a la vez tan tierna, y a la vez tan natural,que Ester, al contemplarla, se dijo para sus adentros: ¿Esesa mi Perla? Sabía, sin embargo, que el corazón de su hijaera capaz de amor, aunque éste se revelaba casi siempre deuna manera apasionada y violenta; y en el curso de suspocos años apenas si se había manifestado dos veces contanta suavidad y ternura como ahora. El joven ministro, puesexcepto las miradas de una mujer que se idolatra, no existenada tan dulce como estas espontáneas caricias de un niño,que son indicio que hay en nosotros algo verdaderamentedigno de ser amado, el joven ministro arrojó una mirada entorno suyo, puso la mano en la cabeza de la niña, vaciló unmomento, y la besó en la frente. Aquel tierno capricho, tanpoco común en el carácter de Perla, no duró mucho tiempo:

Page 121: Letra Escarlata, La - Elejandria

se echó a reír, y se fue a lo largo del vestíbulo saltando tanligeramente, que el anciano Sr. Wilson se preguntó si habíatocado el pavimento con la punta de los pies. -Este pequeño traste tiene en sí algo de hechicería, le dijo aDimmesdale: no necesita del palo de escoba de una viejapara volar. -¡Extraña niña! Observó el anciano Rogerio. Es fácil ver loque hay en ella de su madre. ¿Creeréis por ventura, señores,que esté fuera del alcance de un filósofo analizar lanaturaleza de la niña, y por su hechura y modo de seradivinar quién es el padre? -No: en tal asunto, será pecaminoso atenerse a la filosofiaprofana, dijo el Sr. Wilson. Vale mas entregarse al ayuno y aoración para resolver el problema; y mucho mejor aún dejarel misterio como está, hasta que la Providencia lo revelecuando lo tenga a bien. De consiguiente, todo buen cristianotiene el derecho de mostrar la bondad de un padre hacia estapobre niña abandonada. Resuelto así el negocio de una manera satisfactoria paraEster, ésta partió con su hija para su cabaña. Cuando descendían las escaleras, se cuenta que se abrió elpostigo de la ventana de uno de los cuartos, asomándose elrostro de la Sra. Hibbins, la iracunda hermana delGobernador, la misma que algunos años después fueejecutada por bruja. ¡Eh! Eh! Dijo, dejando ver un rostro de mal agüero quecontrastaba con el aspecto alegre de la casa. ¿Quieres venircon nosotros esta noche a la selva? Tendremos allí gentesmuy alegres; y he prometido al Hombre Negro qué EsterPrynne tomaría parte en la fiesta. -Servíos discúlpame, respondió Ester con una sonrisa detriunfo. Tengo que regresar a mi casa y cuidar de mi Perlita.Si me la hubieran quitado, entonces habría ido con gusto a laselva en tu compañía, firmando mi nombre en el libro delHombre Negro, y eso con mi propia sangre. -Ya te tendremos allí antes de mucho, dijo la dama bruja,

Page 122: Letra Escarlata, La - Elejandria

frunciendo el entrecejo y retirándose. Pero aquí, si suponemos que este diálogo entre la Sra.Hibbins y Ester es auténtico, y no una fábula, aquí tenemosya una prueba de la razón que tuvo el joven eclesiástico enoponerse a que se cortaran los lazos que unen una madredelincuente al fruto de su fragilidad. Ya en esta ocasión elamor de la niña salvó a la madre de las asechanzas deSatanás.

IX EL MÉDICO Como el lector recordará, el nombre de Rogerio Chillingworthocultaba otro nombre, cuyo antiguo poseedor había resueltoque no se mencionara jamas. Ya se ha referido que en mediode la muchedumbre que presenciaba el castigo ignominiosode Ester, un individuo de edad provecta, recién llegado de lasocupadas por los indios, contempló de repente, expuesta alos ojos del público, como si fuera una imagen viviente delpecado, a la mujer en quien había esperado hallarencarnados la alegría y el calor del hogar. La honra de suesposa la veía pisoteada por todos los circunstantes. Suinfamia palpitaba allí en la plaza pública. Si la noticia llegabaalguna vez a oídos de los parientes y de las compañeras deinfancia de aquella mujer, ¿qué otra cosa les quedaría sino elcontagio de su deshonra, tanto mayor cuanto mas íntimas ysagradas hubieran sido sus relaciones de parentesco? Y encuanto a él, cuyos lazos de unión con la mujer delincuentehabían sido los mas estrechos y sagrados que puedan darse,¿por qué presentarse a reclamar una herencia tan pocoapetecible? Resolvió, por lo tanto, no dejarse exponer en lapicota de la infamia al lado de la que en un tiempo fue suesposa. Desconocido para todo el mundo, excepto para Ester,y poseyendo los medios de que ésta guardara silencio,escogió borrar su nombre de la lista de los vivos, considerarcompletamente disueltos sus antiguos lazos e intereses, y,

Page 123: Letra Escarlata, La - Elejandria

en una palabra, darse por segregado del mundo como si enrealidad yaciera en el fondo del océano, donde el rumorpúblico hace mucho tiempo lo había consignado. Una vezrealizado este plan, surgirían inmediatamente nuevosintereses y a la vez un nuevo objeto a que consagrar suenergía, tenebrosa, es verdad, y acaso criminal, pero deincentivo bastante absorbente para que dedicara a surealización toda la fuerza de sus facultades. Para llevar a cabo este proyecto, fijó su residencia en laciudad puritana, bajo el nombre supuesto de RogerioChillingworth, sin otra recomendación que sus conocimientoscientíficos y su inteligencia, que poseía una suma no común.Como los estudios que hizo en otros tiempos le habíanfamiliarizado con la ciencia médica del día, se presentó comofisico, y como tal fue cordialmente recibido. En la coloniaeran muy raros los hombres hábiles en medicina o cirugía. Lasalud de los vecinos de la buena ciudad de Boston, por lomenos en lo que se refiere a la medicina, había estado hastaentonces confiada a la tutela de un anciano diácono yfarmacéutico, cuya piedad y rectitud eran testimonios masconvincentes en favor suyo, que los que podría haberpresentado bajo la forma de un diploma en regla. El únicocirujano era un individuo que unía al ejercicio casual de esanoble profesión, el manejo diario y habitual de la navaja deafeitar. Para semejante cuerpo facultativo fue Rogerio Chillingworthuna adquisición brillante. Pronto manifestó su familiaridadcon la ponderosa e imponente maquinaria de la antiguamedicina, en la que cada remedio contenía una multitud deextraordinarios y heterogéneos ingredientes, compuestos contanto trabajo y esmero como si se tratara de obtener el Elixirde Vida. Durante su cautiverio entre los indios, habíaadquirido un notable conocimiento de las propiedades de lashierbas y raíces indígenas; ni ocultó a su pacientes que estassimples medicinas, que la sabia naturaleza había dado aconocer al inculto salvaje, merecían su confianza en el mismo

Page 124: Letra Escarlata, La - Elejandria

grado que la farmacopea de los europeos, en cuya formaciónse habían empleado tantos siglos y tantos sabios doctores. Era este erudito extranjero una persona ejemplar, por lomenos en cuanto a las formas externas de la religión, y pocodespués de su llegada a la colonia escogió al Reverendo Sr.Dimmesdale como guía espiritual. El joven eclesiástico, quehabía hecho sus estudios en la Universidad de Oxford, dondese conservaba su memoria con respeto, era tenido por susmas ardientes admiradores casi como un apóstol consagradopor el cielo y destinado, si podía trabajar y vivir el términoordinario de la existencia humana, a hacer mucho enbeneficio de la Iglesia de la Nueva Inglaterra. En el períodoen que estamos de nuestra historia, su salud, sin embargohabía empezado evidentemente a decaer. Aquellos queestaban mas familiarizados con los hábitos y costumbres deDimmesdale, creían que la palidez de sus mejillas era elresultado de su celo intenso por el estudio, del escrupulosocumplimiento de sus deberes religiosos, y mas que todo delos ayunos y vigilias que con tanta frecuencia practicaba paraimpedir que la materia terrenal oscureciera o disminuyese elbrillo de su lámpara espiritual. Algunos declaraban que si elSr. Dimmesdale estaba realmente a punto de morir tanjoven, consistía en que el mundo no era digno de ser holladopor sus pies. Por otra parte, él mismo, con característicahumildad, decía que si la Providencia juzgaba convenientellevárselo de este mundo, será a causa de su poco méritopara desempeñar la mas humilde misión en la tierra. Pero apesar de la divergencia de opiniones en el particular, lo ciertoera que su salud estaba muy quebrantada. Había adelgazadomucho; su voz, aunque todavía sonora y dulce, tenía ciertamelancólica expresión de decaimiento; con frecuencia se leveía, al menor ruido o accidente de poca importancia,llevarse la mano al corazón, con una súbita rubicundez delrostro, seguida de palidez, indicio de dolor. Tal era el estado del joven Dimmesdale, y tan inminente elpeligro que se extinguiera esa naciente luz del mundo, antes

Page 125: Letra Escarlata, La - Elejandria

de tiempo, cuando Rogerio Chillingworth llegó a la ciudad. Suprimera entrada en escena, sin que se supiera de dóndevenía, si era caído del cielo o si procedía de las regionesinferiores, le daba cierto aspecto de misterio, que fácilmentese convirtió en algo casi milagroso. Se sabía que era unhombre hábil e inteligente; se había observado que recogíahierbas y flores silvestres, que arrancaba raíces, que cortabaramas de los árboles del bosque, como persona familiarizadacon las ocultas virtudes de lo que no tenía ningún valor a losojos del vulgo. Se le había oído hablar de Sir Kenelm Digby14 y de otros hombres famosos, cuyos conocimientos enasuntos científicos se consideraban casi sobrenaturales, conquienes se había asociado o tenido correspondencia. ¿Porqué, ocupando tan alto puesto en el mundo de la ciencia,había venido a la colonia? ¿Qué podría buscar en un paíssemi salvaje este hombre cuya esfera de acción estaba en lasgrandes ciudades? En respuesta a esta pregunta, empezóentonces a circular un rumor, al que,

Page 126: Letra Escarlata, La - Elejandria

14 Filósofo ingés y hombre de ciencia que floreció en laprimera mitad del siglo 17. (N. del T.)

por absurdo que fuera, hasta personas sensatas le dabancrédito. Se decía que el cielo había operado un verdaderomilagro transportando por el aire, desde una Universidad deAlemania, a un eminente Doctor en Medicina, depositándoloa la puerta del estudio del Sr. Dimmesdale. Personas muchomas sensatas en materias de fe, y que sabían que el cieloalcanza sus fines sin lo que se llama intervención milagrosa,se hallaban inclinadas a ver algo providencial en la llegadatan oportuna de Rogerio Chillingworth. Daba consistencia a esta idea el gran interés que el fisico,como se decía en aquellos tiempos, manifestó desde elprincipio por el joven eclesiástico, a quien se apego comouno de sus feligreses; y a pesar de la reserva natural deaquel, trató de ganarse su amistad y su confianza. Manifestógran alarma por el estado de la salud de su pastor, y tambiéngrandes deseos de probar si podía curarle, y no desesperabade conseguirlo si es emprendía la obra en tiempo. Losfuncionarios de la iglesia del Sr. Dimmesdale, así como lasdamas casadas y las jóvenes y bellas señoritas, susfeligreses, le instaron para que se aprovecharan de lahabilidad del médico, que tan generosamente se había ofrecido a servirle. El Sr.Dimmesdale, rehusó con dulzura sus instancias. -No necesito medicina, dijo. Pero ¿cómo podía hablar así el joven ministro, cuando concada domingo que pasaba sus mejillas se volvían maspálidas, su rostro mas delgado, y su voz mas trémula; ycuando ya se había convertido en híbito constante oprimirseel corazón con la mano? ¿Estaba fatigado de sus labores?¿Deseaba morir? Estas preguntas le fueron solemnementehechas al Sr. Dimmesdale por los ministros mas ancianos deBoston y por los dignatarios de su misma iglesia quienes,para emplear su propio lenguaje, le amonestaron del pecado

Page 127: Letra Escarlata, La - Elejandria

que cometía en rechazar el auxilio que la Providencia tanmanifiestamente le presentaba. Los oyó en silencio yfinalmente prometió consultarse con el médico. -Si fuere la voluntad de Dios, dijo el Reverendo Sr.Dimmesdale cuando en cumplimiento de su promesa pidió alanciano Rogerio Chillingworth los auxilios de su profesión,estará contento con que mis labores, y mis penas, y mispecados, terminaran pronto junto con mi existencia, y lo queen mi es terrenal se enterrase en mi sepultura, y lo que esespiritual me acompañara a mi morada eterna, antes queponer a prueba vuestra habilidad en beneficio mío. -¡Ah! Replicó el médico con aquella calma que, natural oimpuesta, distinguía todas sus maneras, así es como unjoven eclesiástico habla por lo común. La juventud, por lomismo que no ha echado aun raíces profundas, con facilidadrenuncia a la vida. Y los hombres devotos y buenos quesiguen en la tierra los preceptos de Dios, con gusto dejaríaneste mundo para estar a su lado en la Nueva Jerusalén. -No, replicó Dimmesdale llevándose la mano al corazón, conuna rápida rubicundez en la frente y una contracción de doloren el rostro, si yo fuera mas digno de ir allí, tendría massatisfacción en trabajar aquí. -Los hombres buenos siempre se forman de sí propios unaidea demasiado mezquina, dijo el médico. De esta manera el misterioso Rogerio Chillingworth seconvirtió en el consejero médico del Reverendo Sr.Dimmesdale. Como no solamente la enfermedad despertabael interés del médico, sino también el carácter y cualidadesde su paciente, estos dos hombres, tan diferentes en edad,gradualmente llegaron a pasar mucho tiempo juntos. Enbeneficio de la salud del eclesiástico, y para facilitar almédico la mejor manera de recoger las plantas conpropiedades medicinales que le eran necesarias, dabanlargos paseos a orillas del mar o por el bosque, mezclando suvariada conversación con el rumor y cadencia de las olas, y elsolemne murmullo del viento en la copa de los árboles. Con

Page 128: Letra Escarlata, La - Elejandria

frecuencia también, uno era el huésped del otro; y para eljoven ministro había una especie de fascinación en lasociedad del hombre de ciencia, en quien reconocía undesenvolvimiento intelectual de un alcance y profundidadnada comunes, juntamente con una liberalidad y amplitud deideas que en vano trataría de buscar en los miembros de suprofesión. En realidad de verdad, se quedó sorprendido, si noescandalizado, al descubrir esta última cualidad en el médico.El Sr. Dimmesdale era un verdadero sacerdote, en lasignificación vasta de esta palabra: un hombreverdaderamente religioso, con el sentimiento de la reverenciamuy desarrollado, y con un de género de inteligencia que leobligaba a no desviarse de los senderos estrechos de la fe,que cada día se volvía en él mas profunda. En ningún estadode la sociedad habría sido lo que se llama hombre de ideasliberales; siempre hubiera necesitado, para la paz de suespíritu, sentir que la fe le rodeaba por todas partes,sosteniéndolo, al mismo tiempo que estrechándolo en uncírculo de hierro. A pesar de esto, si bien con trémulo gozo,experimentaba una especie de desahogo temporal en podercontemplar el universo a través de una inteligencia del tododiferente a aquellas con que habitualmente estaba encontacto. Era como si se hubiere abierto una ventana pordonde penetrara un aire mas puro en la atmósfera densa ysofocante de su estudio, donde su vida se iba consumiendo ala luz de la lámpara, o a los rayos del sol que allí penetrabancon dificultad, y donde aspiraba solamente el olorenmohecido que se desprende de los libros. Pero aquel aireera demasiado sutil y frío para que pudiese respirarse conseguridad por mucho tiempo; de consiguiente, el eclesiástico,así como el médico, volvieron a entrar en los límites quepermite la iglesia para no caer en la herejía. De este modo examinó a su paciente con el mayor esmero ycuidado, no solo como le veía en su vida diaria, sin desviarsedel sendero de las ideas y sentimientos que le eranhabituales, sino también como se le presentaba cuando, en

Page 129: Letra Escarlata, La - Elejandria

otro medio diferente tanto moral como intelectual, lanovedad de ese medio hacía dar expresión a algo que eraigualmente nuevo en su naturaleza. Parece que considerabaesencial conocer al hombre antes de intentar curarle; porquedonde quiera que existen combinados corazón e inteligencia,tienen estos cierto influjo en las enfermedades del cuerpo. Laimaginación y el cerebro eran tan activos en ArturoDimmesdale, y tan intensa la sensibilidad, que sus malesfisicos tenían seguramente origen en aquellos. Por lo tanto,Rogerio Chillingworth, el hombre hábil, el médico benévolo yamistoso, trató de sondear primero el corazón de supaciente, rastreando sus ideas y principios, escudriñando susrecuerdos y tentándolo todo con cautelosa mano, como quienbusca un tesoro en sombría caverna. Pocos secretos pueden escapar al investigador que tiene laoportunidad y la licencia de dedicarse a semejante empresa,y posee la sagacidad de llevarla adelante. El hombre que sesiente abrumado bajo el peso de un grave secreto, debeevitar especialmente la intimidad de su médico; porque siéste se hallare dotado de naturalidad y de cierto no sé qué, amanera de intuición; si no demuestra vanidad importuna, nicualidades características desagradables; si tiene la facultadinnata de establecer tal afinidad entre su inteligencia y la desu paciente, que éste llegue a hablar, con llaneza y pordescuido, lo que se imagina haber pensado solamente; sitales revelaciones se reciben en silencio, con una simplemirada de simpatía, o a lo mas con una que otra palabra enque se de a entender que todo se ha comprendido; y si aestas cualidades necesarias a un confidente se unieren lasventajas que presta la circunstancia de ser médico, entonces,en un momento inevitable, el alma del paciente se abrirádescubriendo a la luz del día sus mas ocultos misterios. Rogerio Chillingworth poseía todas, o casi todas lascondiciones arriba enumeradas. El tiempo sin embargotranscurría; una especie de intimidad, como ya hemos dicho,se había establecido entre estos dos hombres instruidos e

Page 130: Letra Escarlata, La - Elejandria

inteligentes; disentían todos los temas relativos a asuntosmorales o religiosos, así como los negocios públicos o decarácter privado; cada uno hablaba también mucho dematerias que parecían puramente personales; y sin embargo,ningún secreto, como el médico imaginó que debía de existir,se escapó de los labios del joven ministro. Tenía, noobstante, la sospecha de que ni siquiera la naturaleza exactade la enfermedad corporal del Sr. Dimmesdale le había sidorevelada. ¡Era una extraña reserva! Al cabo de algún tiempo, debido a una indicación del médico,los amigos del Sr. Dimmesdale arreglaron las cosas de modoque los dos se alojaran bajo un mismo techo, de manera queel facultativo tuviese mas oportunidades de velar por la saluddel joven eclesiástico. Gran alegría causó en la ciudad estearreglo. Se creía que era lo mas acertado para el bienestardel Sr. Dimmesdale; a menos que, como se lo habíanaconsejado repetidas veces los que tenían autoridad paraello, se decidiera a escoger por esposa a una de las muchasseñoritas que espiritualmente le eran adictas. Pero por elpresente no había esperanzas de que Arturo Dimmesdale sedecidiera a hacerlo; había respondido con una negativa atodas las indicaciones de esta naturaleza, como si el celibatosacerdotal fuera uno de sus artículos de fe. Hallándose lascosas en tal estado, parecía que este anciano, sagaz,experimentado y benévolo médico, sobre todo sí se teníaademas en cuenta el amor paternal y el respeto queprofesaba al joven ministro, era la única persona y la masapta para estar constantemente a su lado y al alcance de suvoz. Los dos amigos fijaron su nueva morada en la casa de unapiadosa viuda, de buena posición social, la cual asignó al Sr.Dimmesdale una habitación que daba a la calle, bañada porel sol, pero con espesas cortinas en la ventana quesuavizaban la luz cuando así se deseaba. Las paredesestaban colgadas con tapices que se decía provenir de losGobelinos, y representaban la historia de David y de Betsabé,

Page 131: Letra Escarlata, La - Elejandria

y la del profeta Nathan, como se refiere en la Biblia, concolores aun vivos que daban aspecto de horribles profetisasde desgracias a las bellas figuras femeninas del cuadro. Aquídepositó el pálido eclesiástico su biblioteca, rica en enormeslibros en folio forrados en pergamino, que contenían lasobras de los Santos Padres, la ciencia de los Rabinos y laerudición de los monjes, de cuyos escritos se veían obligadosa servirse con frecuencia los clérigos protestantes por masque los desdeñasen y hasta vilipendiasen. Al fondo de la casaarregló su estudio y laboratorio el anciano médico, no comoun hombre científico moderno lo consideraría tolerablemente completo, sinoprovisto de un aparato de destilar y de los adminículosnecesarios para preparar drogas y sustancias químicas, deque el práctico alquimista sabía hacer buen uso. Con unasituación tan cómoda, estas dos sabias personas se fijaroncada una de asiento en su respectivo dominio, pero pasandofamiliarmente de una habitación a otra, manifestando cadauno sumo interés en los negocios del otro sin llegar sinembargo a los limites de la curiosidad. Los amigos mas sensatos del Reverendo Arturo Dimmesdale,como ya hemos indicado, se imaginaban, muyfundadamente, que la mano de la Providencia había hechotodo esto con el objeto, demandado en tantas preces, asípúblicas como privadas, de restaurar la salud del jovenministro. Pero es preciso decir también que cierta parte de lacomunidad había comenzado últimamente a considerar de unmodo distinto las relaciones entre el Sr. Dimmesdale y elmisterioso y anciano médico. Cuando una multitud ignorantetrata de ver las cosas con sus propios ojos, o por su cuenta yriesgo, corre grave peligro de engañarse. Sin embargo,cuando forma su juicio, como acontece comúnmente, guiadapor las enseñanzas de un gran alma, las conclusiones a quellega son con frecuencia tan profundas y tan exactas, quepuede decirse que poseen el carácter de verdades reveladassobrenaturalmente. El pueblo, en el caso que tratamos, no

Page 132: Letra Escarlata, La - Elejandria

podía justificar su prevención contra Rogerio Chillingworthcon razones ningunas dignas de refutarse. Es verdad que unantiguo artesano que había vivido en Londres treinta añosantes de los sucesos que narramos, afirmaba haber visto almédico, aunque con un nombre distinto, que no recordaba,en compañía del Doctor Forman, el famoso y viejo mágicoimplicado en el asunto del asesinato de Sir Tomas Overbury,que ocurrió por aquel entonces y causó lo que hoy se llamagran sensación. Dos o tres individuos decían que el fisico,durante su cautiverio entre los indios, había aumentado susconocimientos médicos tomando parte en los encantamientoso ceremonias mágicas de los sacerdotes salvajes; quienes,como se sabía de fijo, eran hechiceros poderosos que a vecesrealizaban curas casi milagrosas merced a su pericia en laMagia Negra. Un gran número de individuos, y muchos deellos dotados de sensatez, y observadores prácticos, cuyasopiniones en otras materias hubieran sido muy valiosas,afirmaban que el aspecto externo de Rogerio Chillingworthhabía experimentado un notable cambio desde que se habíafijado en la población, y especialmente desde que vivía bajoel mismo techo que Dimmesdale. La expresión de su rostrotranquila, meditativa y de hombre dedicado al estudio que lecaracterizaba al principio, había sido reemplazada por algomaligno y desagradable, que antes no se notaba, pero cuyaintensidad se iba aumentando a medida que se le observabamas de cerca y con mas frecuencia. Según la idea vulgar, elfuego, que ardía en su laboratorio procedía del infierno, yestaba alimentado con sustancias infernales; y por lo tanto,como era de esperarse, su rostro se iba tambiénennegreciendo mas y mas con el humo. Para resumir diremos, que tomó cuerpo la creencia que elReverendo Arturo Dimmesdale, a semejanza de otros muchospersonajes de especial santidad, en todas las épocas de lareligión cristiana, se veía tentado por Satanás mismo, o porun emisario suyo en la persona del viejo RogerioChillingworth. Este diabólico agente tenía el permiso divino

Page 133: Letra Escarlata, La - Elejandria

de gozar por algún tiempo de la intimidad del joveneclesiástico, y de conspirar contra la salvación de su alma;aunque ningún hombre sensato podía dudar por unmomento, de qué lado quedaría la victoria. El puebloesperaba, con fe inquebrantable, ver al ministro salir deaquella lucha transfigurado con la gloria que le proporcionaríasu triunfo inevitable. Entre tanto y era sin embargo muytriste pensar en la mortal agonía por que tenía que pasarantes de salir vencedor. ¡Ay! A juzgar por la tristeza y terror que se revelaban en lasmiradas del pobre eclesiástico, la batalla estaba siendo muyruda sin que pudiera decirse que la victoria fuera segura.

X EL MÉDICO Y SU PACIENTE EL anciano médico había sido durante toda su vida unhombre de temperamento tranquilo y benévolo, aunque node afectos muy calurosos, y siempre puro y honrado en todossus tratos con el mundo. Había comenzado ahora unainvestigación con la severa e imparcial integridad de un juez,como él se imaginaba, deseoso tan sólo de hallar la verdad,como si se tratara, de un problema geométrico, y no de laspasiones humanas y de las ofensas que él era víctima. Pero amedida que procedía en su labor, una especie de terriblefascinación, una necesidad imperiosa e ineludible se apoderódel anciano Rogerio, y no le dejó paz ni reposo mientras nohubo hecho todo lo que creía de su deber. Sondeaba ahora elcorazón del pobre ministro como un minero cava la tierra enbusca de oro; o un sepulturero una fosa en busca de unajoya enterrada con un cadáver, para encontrar al finsolamente huesos y corrupción. ¡Ojalá que, para beneficio desu alma, hubiera sido esto lo que Chillingworth buscaba! A veces en los ojos del médico brillaba un fulgor ominoso amanera del reflejo de una hoguera infernal, como si elterreno en que trabajaba este sombrío minero le hubiese

Page 134: Letra Escarlata, La - Elejandria

dado indicios que le hicieran concebir fundadas esperanzasde hallar algo valioso. -Este hombre, se decía en tales momentos allí para susadentros, este hombre tan puro como lo juzgan, que parecetodo espíritu, ha heredado una naturaleza animal, muyfuerte, de su padre o de su madre. Ahondemos un poco masen esta dirección. Entonces, después de escudriñar minuciosamente el alma deljoven clérigo, y de descubrir muchos materiales preciosos enla forma de elevadas aspiraciones por el bienestar de la razahumana, amor ferviente de las almas, sentimientos puros,piedad natural fortalecida por la meditación y el estudio,iluminada por la revelación, todo lo cual, sí bien oro demuchos quilates, no tenía valor ninguno para el escudriñadormédico, este, aunque desalentado, empezaba susinvestigaciones en otra dirección. Se deslizaba a hurtadillas,con pisadas tan cautelosas y aspecto tan precavido como unladrón que penetra en una alcoba donde hay un hombremedio dormido, o quizá completamente despierto, con elobjeto de hurtar el tesoro mismo que este hombre guardacomo la niña de sus ojos. A pesar de toda sus precauciones ycuidado, el pavimento crujía de vez en cuando; sus vestidosformaban ligero ruido; la sombra de su figura, en unaproximidad no permitida, casi envolvía a su víctima. El Sr.Dimmesdale, cuya sensibilidad nerviosa era frecuentementepara él una especie de intuición espiritual, tenía a veces unavaga idea de que algo, enemigo de su paz, se había puestoen medio de su camino. Pero el viejo médico poseía tambiénpercepciones que eran casi intuitivas; y cuando el ministro ledirigía entonces una mirada de asombro el médico sesentaba tranquilamente sin decir palabra como su amigobenévolo, vigilante y afectuoso, aunque no importuno. Sin embargo, el Sr. Dimmesdale acaso se habría dado masperfecta cuenta de carácter de este individuo si ciertosentimiento mórbido, a que están expuestas las almasenfermas, no le hubiera hecho concebir sospechas de todo el

Page 135: Letra Escarlata, La - Elejandria

género humano. No confiando en la amistad de hombrealguno, no pudo reconocer a un enemigo cuando ésterealmente se presentó. Por lo tanto, continuaba manteniendosu trato familiar con el médico, recibiéndole diariamente ensu estudio, o visitándole en su laboratorio, y, por vía derecreo, prestando atención a los procedimientos por mediode los cuales se convertían la hierbas en drogas poderosas. Un día, con la frente reclinada en la mano, y el codo en elantepecho de la ventana que daba a un cerca de la casa,hablaba con el médico, mientras éste examinaba un manojode plantas de fea catadura. -¿Dónde, le dijo, contemplando de soslayo las plantas, puesrara vez miraba ahora frente a frente ningún objeto, ya fuerahumano o inanimado, donde, buen doctor, habéis recogidoesas hierbas de hojas tan negras y lacias? -En el cercano cementerio, respondió el médico continuandoen su ocupación. Son nuevas para mí. Crecían sobre una fosasin lápida sepulcral, ni sin ningún otro signo que conserve lamemoria del muerto, excepto estas feas hierbas. Parece quebrotaban de su corazón, como si simbolizaran algún horriblesecreto sepultado con él y que habría hecho mucho mejor enconfesar durante su vida. -Quizá, replicó el Sr. Dimmesdale, lo deseó ardientemente,pero no le fue dado hacerlo. -Y ¿por qué? Dijo el médico, ¿por qué no hacerlo, cuandotodas las fuerzas de la naturaleza demandan de tal manera laconfesión de la culpa, que hasta estas hierbas negras hansalido de su corazón enterrado, para que quede manifiestoun crimen que no se reveló? -Eso, buen señor, no pasa de ser una fantasía vuestra. Si nome equivoco, solo el poder de la Divinidad alcanza adescubrir, ya por medio de palabras proferidas, o por signo,o emblema, los secretos que pudieran estar sepultados en uncorazón humano. El corazón que se hace reo de talessecretos, tiene por fuerza que conservarlos, hasta el día enque todas las cosas ocultas se revelarán. Ni he leído ni

Page 136: Letra Escarlata, La - Elejandria

interpretado las Sagradas Escrituras de modo que me hagancomprender que el descubrimiento de los hechos opensamientos humanos que entonces ha de verificarse, debaformar parte de la retribución. Esto será seguramente unamanera muy superficial de ver las cosas. No; estasrevelaciones, a no ser que yo me equivoque muy mucho,sirven sólo para aumentar la satisfacción intelectual de todoslos seres racionales que en ese día estarán esperando ver laexplicación del sombrío problema de la vida. Para que seacompleta en todas sus partes la resolución de ese problema,será necesario un acontecimiento del corazón de loshombres. Y yo creo, ademas que los corazones que encierranesos tristes secretos que habláis, lo darán a conocer en esedía postrimero, no con repugnancia, sino con alegríainexplicable. -Entonces ¿por qué no revelarlos aquí? Preguntó el médicomirando de soslayo y tranquilamente al ministro, ¿por quélos culpables no se aprovechan cuanto antes de este gozoindecible? -La mayor parte lo hacen, dijo Dimmesdale llevándose lamano al pecho como si fuera presa de repentino dolor. Masde una infeliz alma ha depositado en mí su secreto, no soloen el lecho de muerte, sino en la plenitud de la existencia ydel goce de una buena reputación. Y siempre, después deuna confesión semejante, ¡oh! ¡qué aspecto de internatranquilidad he visto reflejarse en el rostro de esos hermanosque habían errado en la senda del deber! Y ¿como podría serde otro modo? ¿Porqué habría de preferir un hombreculpable, por ejemplo, de asesinato, conservar el cadáverenterrado en su propio corazón, mas bien que arrojarlo lejosde sí de una vez y por siempre, para que el mundo lo tomepor su cuenta? -Sin embargo, algunos hombres entierran sus secretos deesta manera, observó el tranquilo médico. -Sí, es cierto; existen semejantes hombres, contestó el Sr.Dimmesdale. Pero, por no presentar otras razones mas

Page 137: Letra Escarlata, La - Elejandria

obvias, pudiera ser que no desplieguen los labios a causa dela constitución misma de su naturaleza. O, ¿por qué nosuponerlo? Por culpables que fueren, como todavía abriganverdadero celo por la gloria de Dios y el bienestar de sussemejantes, les arredra acaso la idea de presentarsemanchados y culpables ante los ojos de los hombres, puestemen que en lo futuro nada bueno podrá esperarse de ellos,ni podrán redimir por medio de buenas obras el mal quehubieran hecho. De consiguiente, para su propio e indecibletormento, se mueven entre sus semejantes, al parecer puroscomo la nieve recién caída, mientras sus corazones estántodo tiznados y manchados con iniquidad que no puedendeshacerse. -Estos hombres se engañan a sí propios, dijo el médico conalguna vehemencia mas de la que le era natural, y haciendoun signo ligero con el dedo índice, temen echarse sobre sí laignominia que de derecho les pertenece. Su amor a loshombres, su celo en el servicio de Dios, todos estos santosimpulsos, pueden o no existir en sus corazones la par de lasiniquidades que a sus faltas han dado cabida, y quenecesariamente engendrarán en ellos productos infernales.Pero no eleven al cielo en manos impuras si trataren deglorificar a Dios. Si quieren servir a sus semejantes, háganlodejando ver de un modo patente el poder y realidad de laconciencia, humillándose voluntariamente y haciendopenitencia. ¿Querreís hacerme creer?, ¡oh sabio ypiadoso amigo! ¿Que un falso exterior puede hacer mas porla gloria de Dios o el bienestar de los hombres, que la pura ysimple verdad? Créeme, esos hombres se engañan a símismo. -Tal vez sea así, dijo el joven ministro con aire indiferente,como esquivando una discusión que consideraba poco delcaso o no muy razonable; pues poseía en alto grado lafacultad de desentenderse de un tema que agitara sutemperamento demasiado nervioso y sensible. Tal vez seaasí, continuó, pero ahora quiero preguntar a mi hábil médico

Page 138: Letra Escarlata, La - Elejandria

si cree en realidad que me ha sido de provecho el bondadosocuidado que viene teniendo de esta mi débil míquinahumana. Antes que el médico pudiera responder, oyeron la risa clara yalocada de un labio infantil en el cementerio contiguo.Mirando instintivamente por la ventana entreabierta, puesera verano, el joven ministro vio a Ester y a Perla en elsendero que atravesaba el recinto sepulcral. Perla lucía tanbella como la luz de la aurora, pero se encontrabaprecisamente en uno de esos accesos de alegría maligna, quecuando se presentaban, parece como que la segregaban porcompleto de todo lo que era humano. Iba saltando sinrespeto alguno de sepultura en sepultura, hasta que llegó auna cubierta con una gran lápida en que había grabado unescudo de armas, y se puso a bailar sobre ella. En respuestaa las amonestaciones de su madre, la niña se detuvo unmomento para arrancar los espinosos capullos de unacardencha que crecía junto a la tumba. Tomando un puñadode capullos, los fue prendiendo a lo largo de las lineas de laletra escarlata que decoraba el pecho de su madre, a la quese quedaron tenazmente adheridos. Ester no se los arrancó. El médico que, entretanto, se había acercado a la ventana,dirigió una mirada al cementerio, y sonrió amargamente. -En la naturaleza de esa niña, dijo tanto para sí comodirigiéndose a su compañero, no hay ni ley, ni reverencia porla autoridad, ni consideración a las opiniones y costumbresde los demas, sean buenas o malas. Días pasados la vi rociarcon agua al Gobernador mismo en el bebedero para ganado.¿Qué es esta niña, en fin, en nombre del cielo? ¿Es un trasgocompletamente perverso? ¿Tiene afectos de alguna clase?¿Tiene algún principio patente? -Ninguno, excepto la libertad que proviene delquebrantamiento de una ley, respondió el Sr. Dimmesdalecon reposado acento, como si hubiera estado discutiendoeste asunto consigo mismo. Sí es capaz de algo bueno, no losé.

Page 139: Letra Escarlata, La - Elejandria

Probablemente la niña oyó la voz de estos hombres, porquealzando con inteligente y maliciosa sonrisa los ojos hacia laventana, arrojó uno de los capullos espinosos al Reverendo Sr. Dimmesdale, quien connerviosa mano y cierto temor trató de esquivar el proyectil.Perla, notando su inquietud, palmoteó con la alegría masextravagante. Ester también había alzado los ojosinvoluntariamente; y todas estas cuatro personas, viejos yjóvenes, se miraron unos a otros en silencio, hasta que laniña prorrumpió en una carcajada y gritó: -Vámonos, madre; vámonos, o ese viejo Hombre Negro queestá ahí te atrapará. Ya se ha apoderado del ministro.Vámonos, madre, vámonos, o te atrapará también. Pero nopuede atrapar a Perlita. E hizo partir a su madre, saltando, bailando, retozando entrelos túmulos de los muertos, como criatura que nada tuviesede común con las generaciones allí enterradas, ni aún el masremoto parentesco con ellas. Parecía como si hubiera sidocreada de nuevos elementos, debiendo por lo tanto vivirforzosamente una existencia aparte, con leyes propias yespeciales, sin que pudieran considerarse un crimen susexcentricidades. - Ahí va una mujer, prosiguió el médico después de unapausa, que sean cuales fueren sus faltas, no tiene nada deesa misteriosa corrupción oculta que creéis debe ser tan durade llevar. ¿Pensáis acaso que Ester Prynne es menos infeliz acausa de la letra escarlata que ostenta en el seno? - Así lo creo, replicó el ministro. Sin embargo, no puedoresponder por ella. Hay en su rostro una expresión de dolor,que hubiera deseado no haber visto. Creo, no obstante, quees mucho mejor para el paciente hallarse en libertad de mostrar su dolor, como acontece con estapobre Ester, que no llevarlo oculto en su corazón. Hubo otra pausa; y el médico empezó de nuevo a examinar ya arreglar las plantas que había recogido. - Me preguntasteis, no ha mucho, dijo, mi opinión acerca de

Page 140: Letra Escarlata, La - Elejandria

vuestra salud. - Así lo hice, respondió Dimmesdale, y me alegraráconocerla. Os ruego que habléis francamente, sea cual fuerevuestra sentencia. - Pues bien, con toda franqueza y sin rodeos, dijo el médicoocupado aun en el arreglo de sus hierbas, pero observandocon circunspección al Sr. Dimmesdale, la enfermedad es muyextraña; no tanto en sí misma, o en su manera demanifestarse exteriormente, a lo menos hasta donde puedojuzgar por los síntomas que me ha sido dado observar. Viéndoos diariamente, mi buen señor, y habiendo estudiadodurante meses los cambios de vuestra fisonomía, podríaquizá consideraros un hombre bastante enfermo, aunque notan enfermo que un médico, instruido y vigilante no abrigarala esperanza de curar. Pero, no sé qué decir, la enfermedadparece serme conocida, y sin embargo no la conozco. - Estais hablando en enigmas, mi sabio señor, dijo el pálidoministro mirando por la ventana hacia afuera. - Entonces, para hablar con mas claridad, continuó el médico,y os pido perdón, si es necesario que se me perdone lafranqueza de mi lenguaje, permitidme que os pregunte,como amigo vuestro, a cuyo cargo ha puesto la Providenciavuestra vida y bienestar fisico, si me habéis expuesto yreferido completamente todos los efectos y síntomas de estaenfermedad. -¿Cómo podéis hacerme semejante pregunta? Replicó elministro. Sería ciertamente un juego de niños llamar a unmédico y ocultar la llaga. - Me dais, pues, a entender que lo sé todo, dijo RogerioChillingworth con acento deliberado y fijando en el ministrouna mirada perspicaz, llena de intensa y concentrada inteligencia. Así será; pero aquel aquien se le expone solamente el mal físico y externo, a vecesno conoce sino la mitad del mal para cuya curación se le hallamado. Una enfermedad del cuerpo, que consideramos untodo completo en sí mismo, puedo acaso no ser sino el

Page 141: Letra Escarlata, La - Elejandria

síntoma de alguna perturbación puramente espiritual. Ospido de nuevo perdón, mi buen amigo, si mi lenguaje osofende en lo mas mínimo; pero de todos los hombres que heconocido, en ninguno, como en vos, la parte fisica se hallatan completamente amalgamada e identificada, si se mepermite la expresión, con la parte espiritual de aquella es elmero instrumento. - En ese caso no necesito haceros mas preguntas, dijo elministro levantándose un tanto precipitadamente de suasiento. No creo que tengáis a vuestro cargo la cura dealmas. - Esto hace, continuó el médico sin alterar la voz, ni fijarseen la interrupción, pero poniéndose en pie frente alextenuado y pálido ministro, que una enfermedad, que unlugar llagado, si podemos llamarlo así, en vuestro espíritu,tenga inmediatamente su manifestación adecuada en vuestraforma corpórea. ¿Quisierais que vuestro médico curara el malfísico? Pero, ¿cómo podrá hacerlo sin que primero le dejéisver la herida o pesadumbre de vuestra alma? -¡No! ¡No a ti! ¡No a un médico terrenal! Exclamó el Sr.Dimmesdale con la mayor agitación y fijando sus ojosgrandemente abiertos, brillantes, y con una especie defiereza, en el viejo Rogerio Chillingworth. ¡No a ti! Pero sifuere una enfermedad del alma la que tengo, entonces mepondré en manos del único Médico del alma; él puede curar opuede matar según juzgue mas conveniente. Haga conmigoen su justicia y sabiduría lo que crea bueno. Pero ¿quién erestú, que te mezclas en este asunto? ¿Tú, que te atreves ainterponerte entre el paciente y su Dios? Y con ademán furioso salió a toda prisa de la habitación. - Me alegro de haber dado este paso, se dijo el médico parasus adentros, siguiendo con las miradas al ministro y con unagrave sonrisa. No hay nada perdido. Seremos amigos de nuevo y pronto. ¡Pero ved cómo la cólerase apodera de este hombre y lo pone fuera de si! Y lo mismoque acontece con un sentimiento acontece con otro. Este

Page 142: Letra Escarlata, La - Elejandria

piadoso Sr. Dimmesdale ha cometido antes de ahora unafalta, en un momento de ardiente arrebato. No fue dificil restablecer la intimidad de los dos compañeros,en el mismo estado y condición que antes. El joven ministro,después de unas horas de soledad, comprendió que eldesorden de sus nervios le había hecho incurrir en unaexplosión de ira, sin que en las palabras del médico hubierahabido algo que pudiera disculparle. Se maravilló de laviolencia con que había tratado al bondadoso anciano,cuando no hacía mas que emitir una opinión y dar un consejoque eran parte de su deber como médico, y que él mismohabía solicitado expresamente. Lleno de estas ideas dearrepentimiento, no perdió tiempo en darle la mas completasatisfacción, y en suplicar a su amigo que continuase con sutarea y cuidados, que si no llegaban a restablecercompletamente su salud, habían sido indudablemente parte aprolongar su débil existencia hasta aquella hora. El ancianoRogerio accedió fácilmente, y continuó su vigilancia médica,haciendo cuanto podía en beneficio del ministro, con lamayor buena fe, pero saliendo siempre de la habitación delpaciente, después de una entrevista facultativa, con unasonrisa misteriosa y extraña en los labios. Esta expresión erainvisible en la presencia de Dimmesdale, pero se volvía masintensa cuando el médico cruzaba el umbral. ¡Un caso extraño! Murmuraba. Necesito escudriñarlo masprofundamente. Aunque no fuera mas que en beneficio de laciencia, tengo que investigar este asunto a fondo. Poco tiempo después de la escena arriba referida, acontecióque el Reverendo Sr. Dimmesdale, al mediodía, yenteramente de improviso, cayó en profundísimo sueñomientras, sentado en su sillón, estaba leyendo un volumenen folio que yacía abierto sobre la mesa. La intensidad delreposo del ministro era tanto mas notable, cuanto que erauna de esas personas de sueño por lo común ligero, nocontinuado, y fácil de interrumpirse por la menor causa. Perosu espíritu no estaba tan hondamente aletargado, que le

Page 143: Letra Escarlata, La - Elejandria

impidiera moverse en el sillón cuando el anciano médico, sinningunas precauciones extraordinarias, entró en el cuarto.Chillingworth se dirigió sin vacilar a su enfermo amigo, yponiendo la mano en el seno de éste, echó a un lado elvestido que lo había mantenido cubierto siempre, aún a lasmiradas del facultativo. Entonces fue cuando el Sr. Dimmesdale se estremeció yhasta se movió ligeramente. Después de una breve pausa el médico se retiró. ¡Pero conqué feroz mirada de sorpresa, de alegría y de horror! ¡Conqué siniestro placer, demasiado intenso para que pudierahallar plena expresión en sus miradas y facciones, y que porlo tanto se esparció por toda la fealdad de su rostro y cuerpo,manifestándose por medio de extravagantes gestos yademanes, ya levantando los brazos hacia el cielo, yagolpeando el suelo con los pies! Si alguien hubiera podido veren aquel momento de éxtasis al viejo Rogerio Chillingworth,no tendría que preguntarse como se comporta Satanáscuando logra que se pierda un alma preciosa para el cielo yla gana para el infierno. Pero lo que distinguía el éxtasis del médico queexperimentaría Satanás, era la expresión de asombro que loacompañaba.

XI EL INTERIOR DE UN CORAZÓN Después del suceso últimamente referido, las relacionesentre Dimmesdale y el médico, aunque en apariencia lasmismas, eran en realidad de un carácter distinto al quehabían tenido antes. El médico veía ahora una senda biensencilla que seguir, aunque no precisamente la que él sehabía trazado. A pesar de lo tranquilo, apacible y frío queparecía, era de temerse que existiera en él un fondo demalignidad, hasta entonces latente, pero ahora activa, que leimpulsaba a imaginar una venganza mas íntima que la que

Page 144: Letra Escarlata, La - Elejandria

ningún otro mortal hubiera tomado jamas de su enemigo.Aspiró a convertirse en el amigo fiel a cuyo corazón seconfiara todo el temor, el remordimiento, la agonía, elarrepentimiento inútil, la repetida invasión de ideaspecaminosas que en vano había querido rechazar. Todo aqueldolor culpable, oculto a las miradas del mundo y del que éstese habría compadecido y le habría perdonado, debíarevelársele a él, el Implacable, a él, que no perdonaríajamas. ¡Todo aquel tenebroso secreto tenía que mostrarseprecisamente al hombre a quien ninguna otra cosa podríacolmar, como esta y de una manera tan completa, el deseode venganza! La natural reserva y esquivez del joven ministro había sidoun obstáculo para este plan. El médico, sin embargo, noestaba dispuesto a darse por satisfecho con el aspecto que,casi providencialmente, tomó el asunto en sustitución a los negros planes que se trazara.Podía decir que se le había hecho una revelación; y poco leimportaba que su procedencia fuera celestial o infernal.Gracias a esa inesperada revelación, en todas sus relacionessubsecuentes con el Sr. Dimmesdale, parecía que lo masrecóndito del alma del joven ministro estaba visible a los ojosdel médico para que pudiese observar y estudiar sus masíntimas emociones. Desde entonces se convirtió, no sólo enespectador, sino también en actor principal de lo que pasabaen lo mas recóndito del pecho del pobre ministro. Podía hacerde él lo que quisiera. Si se le antojaba despertarle con unasensación de agonía, ahí estaba su víctima sobre el potro deltormento. Sólo necesitaba mover ciertos resortes de su alma,que el médico conocía perfectamente. ¿Quería estremecerlecon un súbito temor? Como si obedeciese a la varilla de unmágico prodigioso, surgían mil visiones de formas diferentes,que giraban en torno del infeliz eclesiástico con los dedosapuntando a su pecho. Todo esto lo ejecutaba con tan perfecta sutileza, que elministro, aunque constantemente con una vaga percepción

Page 145: Letra Escarlata, La - Elejandria

que algo maligno le estaba vigilando, nunca pudo darsecuenta exacta de su verdadera naturaleza. Es cierto quemiraba con duda y temor, y aun a veces con espanto eintensa aversión, al viejo médico. Sus gestos, susmovimientos, su barba gris, sus acciones mas insignificantese indiferentes, hasta el corte y la moda de su traje, le eranodiosos: señal todo de una antipatía en el corazón delministro mas profunda de lo que él se hallaba dispuesto aconfesarse a sí mismo. Y como era imposible asignar unacausa a tal desconfianza y aversión, el Sr. Dimmesdale, conla conciencia que veneno de algún punto mórbido en suespíritu le estaba inficionando todo el corazón, atribuía a estotodos sus presentimientos. Se empeñó, pues, en curarse desus antipatías hacia el viejo médico, y sin parar mientes en loque debía haber deducido de ellas, hizo cuanto pudo paraextirparlas. Siéndole imposible conseguirlo, continuó sushábitos de relaciones familiares con el anciano,proporcionándole de este modo oportunidades constantespara que el vengativo médico, pobre y mísera criatura masinfeliz que su víctima, consiguiese el fin a que había dedicadotoda su energía. Mientras padecía corporalmente, con el alma corroída yatormentada por alguna causa tenebrosa, y entregado porcompleto a las maquinaciones de su mas mortal enemigo, elReverendo Sr. Dimmesdale había ido alcanzando unabrillante popularidad en su sagrado misterio. En gran parte laobtuvo seguramente merced a sus padecimientos. Sus dotesintelectuales, sus percepciones morales, su facultad decomunicar a otros las emociones que él mismoexperimentaba, le mantenían en un estado de actividadsobrenatural debido a la angustia e inquietud de su vidadiaria. Su fama, aunque todavía en constante ascenso, habíadejado ya en la sombra las reputaciones menos brillantes dealgunos de sus colegas, entre los cuales se contabanhombres que habían empleado en adquirir sus conocimientosteológicos muchos mas años que los que tenía de edad el Sr.

Page 146: Letra Escarlata, La - Elejandria

Dimmesdale y que por tanto deberían de hallarse mucho masllenos de sólida ciencia que su joven compañero. Había otrosdotados de mas tenaz empeño, de mayor peso y gravedad,cualidades que, unida a cierta dosis de conocimientosteológicos, constituye una variedad eficiente y altamentedigna de respeto, aunque poco amable, de la especie clerical.Otros había, verdaderos Santos Padres, cuyas facultades sehabían desenvuelto con el paciente, constante e infatigableestudio de los libros, y cuya pureza de vida puede decirseque los había puesto en comunicación Espiritual con unmundo superior. Pero todos estos hombres carecían de aqueldon divino que descendió sobre los discípulos del Señor enlenguas de llamas el día de Pentecostés, simbolizando, nosolo la facultad de hablar en idiomas extraños ydesconocidos, sino la de dirigirse a todo el género humano enel idioma propio del corazón. Todos estos ministros, por lodemas muy apostólicos, carecían de ese don divino de unalengua de llamas. Vanamente habrían procurado, dado elcaso que lo intentaran, expresar las verdades mas sublimespor medio de voces e imágenes familiares. Probablemente que a esta clase pertenecía el Sr.Dimmesdale tanto por temperamento como por educación.Se habría remontado a la altas cimas de la fe y de lasantidad, de no habérselo impedido el peso del crimen, de laangustia, o de lo que fuere, que le arrastraba hacia abajo.Este peso, no obstante ser él un hombre de etéreos atributoscuya voz hubieran escuchado tal vez los mismos ángeles, -lemantenía al nivel de los mas humildes; pero al mismo tiempole ponía en mas íntima relación con la humanidad pecadora,de modo que su corazón vibraba al unísono del de ésta,comprendiendo sus dolores, y haciendo compartir los suyospropios a millares de corazones, por medio de su elocuenciamelancólica y persuasiva, aunque a veces terrible. El puebloculpable conocía el poder que de tal modo lo conmovía. Lasgentes pensaban que el joven ministro era un milagro desantidad: se imaginaban que por su boca hablaba el cielo, ya

Page 147: Letra Escarlata, La - Elejandria

para consolarlas, ya para reprobarlas o bien para decirlespalabras de amor o de sabiduría. A sus ojos, el terreno quepisaba estaba santificado. Las jóvenes doncellas de su iglesiase volvían cada vez mas pálidas en torno suyo, víctimas deuna pasión tan llena de sentimiento religioso, queimaginaban ser todo solamente religión, y la ofrecíanpúblicamente al pie de los altares como el mas aceptable delos sacrificios. Los miembros ancianos de su feligresía,contemplando la delicada constitución fisica del Sr.Dimmesdale, y comparándola con el vigor de las suyas, apesar de la diferencia de edad, creían que les precedería ensu viaje a la región celestial, y recomendaban a sus hijos queenterrasen sus viejos restos junto a la santa fosa del jovenministro. Y mientras tanto, cuando el infortunado Sr.Dimmesdale pensaba en su sepultura, se preguntaba si seráposible que la hierba creciera sobre ella, puesto que allí habíade enterrarse una cosa maldecida. ¡Es inconcebible la angustia que le llenaba esta veneraciónpública! Adorar la verdad era en él un impulso genuino, asícomo considerar vacío, vano y completamente desprovisto detodo peso y valor, lo que no estaba vivificado por la verdad.¿Qué era él, pues? ¿Algo corpóreo, o la mas impalpable delas sombras? Anhelaba, por lo tanto, hablar una vez portodas desde lo alto de su púlpito, y decir en alta voz, antetodo el mundo, lo que él en realidad era: Yo, a quien veisvestido con este negro traje del sacerdocio; -yo, que asciendo al sagrado púlpito y levanto hacia el cieloel rostro pálido tratando de ponerme en relación, en nombrevuestro, con el Todopoderoso; yo, en cuya vida diaria creéisdiscernir la santidad de Enoch; -yo, cuyas pisadas, comosuponéis, dejan una huella luminosa en mi sendero terrenal,que servirá a los peregrinos que vengan después de mí paraguiarlos a la región de los bienaventurados; -yo, que hepuesto el agua del bautismo sobre la cabeza de vuestroshijos; -yo, que he repetido las últimas preces por las almasde los que han partido para siempre; yo, vuestro pastor, a

Page 148: Letra Escarlata, La - Elejandria

quien tanto reverenciais y en quien tanto confiáis, yo no soymas que una mentira y una profanación. Mas de una vez el Reverendo Dimmesdale había subido alpúlpito con el firme propósito de no descender hasta haberpronunciado palabras como las anteriores. Mas de una vez sehabía limpiado la garganta, y tomado largo, profundo ytrémulo aliento para librarse del tenebroso secreto de sualma. Mas de una vez -no, mas de cien veces, habíarealmente hablado. ¡Hablado! Pero ¿Cómo? Había dicho a susoyentes que él era un ser completamente abyecto, el masabyecto entre los abyectos, el peor de los pecadores, unaabominación, una cosa de iniquidad increíble; y que lo únicodigno de sorpresa era que no viesen su miserable cuerpocalcinarse en su presencia por la ardiente cólera delTodopoderoso. ¿Podía darse un lenguaje mas claro que éste?¿No se levantarían los oyentes de sus asientos, por impulsosimultáneo, y le harían descender del púlpito que estabacontaminando con su presencia? No; de ningún modo. Todosoyeron eso, y todos le reverenciaron mucho mas. No teníanla menor sospecha del terrible alcance de estas palabrasconque él mismo se condenaba. El excelente joven se decíanunos a otros. ¡El santo sobre la tierra! ¡Ay! ¡si en la purezade armiño de su alma puede él percibir semejante iniquidad,qué horrible espectáculo no verá en la tuya o en la mía! Bien sabía Dimmesdale, -hipócrita sutil, aunque lleno deremordimientos, de qué modo se consideraría esta vagaconfesión. Había tratado de forjarse una especie de ilusión,exponiendo al público el espectáculo de una concienciaculpable, pero consiguió solamente recargarse con un nuevopecado, y agregar una nueva vergüenza a la antigua, sinobtener siquiera el momentáneo consuelo de engañarse a símismo. Había hablado la pura verdad, transformmndola sinembargo en la falsedad mas completa. Y no obstante esto,por instinto, por educación, por principios, amaba la verdad yaborrecía la mentira como pocos hombres. Pero ante todascosas, y mas que todo, se detestaba a sí propio.

Page 149: Letra Escarlata, La - Elejandria

Sus angustias íntimas le habían llevado adoptar prácticasmas en armonía con las de la iglesia católica, que no con lasde la protestante que había nacido y se había educado.Encerrándose en su alcoba, bajo llave, se entregaba alempleo de la disciplina en su enfermo cuerpo. Con frecuenciaeste ministro protestante y puritano se las había aplicado alas espaldas, riéndose amargamente de sí mismo al mismotiempo, y fustigándose aun mas implacablemente a causa deesta risa amarga. Como otros muchos piadosos puritanostenía por costumbre ayunar; aunque no como ellos parapurificar el cuerpo y hacerlo mas digno de la inspiracióncelestial, sino de una manera rigurosa, hasta que letemblaban las rodillas, y como un acto de penitencia. Pasabatambién en vela noche tras noche, algunas veces encompleta oscuridad; otras alumbrado sólo por la luz vacilantede una lámpara; y otras contemplándose el rostro en unespejo iluminado por la luz mas fuerte que le era posibleobtener, simbolizando de este modo el constante exameninterior con que se torturaba, pero con el cual no podíapurificarse. En estas prolongadas vigilias su cerebro se turbaba, yentonces creía ver visiones que flotaban ante sus ojos; quizálas percibía confusamente a la débil luz que de ellasirradiaba, en la parte mas remota y oscura de su habitación,o mas distintamente, y a su lado, reflejándose en el espejo.Ya era una manada de formas diabólicas que hacían visajesal pálido ministro, mofándose de él e invitiíndole a seguirlas;ya un grupo de brillantes ángeles que se remontaban al cielo,llenos de dolor, tornmndose mas etéreos a medida queascendían. O eran los amigos de su juventud, ya muertos, ysu padre, de blanca barba, frunciendo piadosamente elentrecejo, y su madre, que le volvía el rostro al pasar por sulado. ¡Espíritu de una madre! Creo que habría arrojado unamirada de compasión a su hijo. Y luego, a través de lahabitación que hacían tan horrible estas visiones espectrales,se deslizó Ester Prynne, llevando de la mano a Perlita, en su

Page 150: Letra Escarlata, La - Elejandria

traje color de escarlata, y señalando con el índice,primeramente la letra que brillaba en su seno, y luego elpecho del joven eclesiástico. Ninguna de estas visiones le engañó jamas por completo. Encualquier instante, con un esfuerzo de su voluntad, podíaconvencerse que no eran sustancias corpóreas sinocreaciones de su inquieta imaginación; pero a pesar de todo,en cierto sentido, eran las cosas mas verdaderas y reales conque el pobre ministro tenía ahora que hacer. En una vida tanfalsa como la suya, el dolor mas indecible consistía en quelas realidades que nos rodean, destinadas por el cielo parasustento y alegría de nuestro espíritu, se veían privadas de loque constituye su propia vida y esencia. Para el hombrefalso, el universo entero es falso, impalpable, y todo lo quepalpa se convierte en nada. Y él mismo, mostrándose bajo unfalso aspecto, se convierte en una sombra, o acaso cesa deexistir. La única verdad que continuaba dando al Sr.Dimmesdale una existencia real en este mundo, era la agoníalatente en lo mas recóndito de su alma, y la no disfrazadaexpresión de la misma en todo su aspecto exterior. Sihubiera hallado una vez la facultad de sonreír, y presentar unrostro alegre, no habría sido el hombre que era. En una de esas terribles noches que hemos tratadovanamente de describir, el ministro se levantó sobresaltadode su asiento. Una nueva idea se le había ocurrido. Podríahaber un momento de paz en su alma. Vistiéndose con elmismo esmero que si fuera a desempeñar su sagradoministerio, y precisamente de la misma manera, descendiólas escaleras sin hacer ruido, abrió la puerta y salió a la calle.

XII LA VIGILIA DEL MINISTRO Andando como en un sueño, y quizá realmente bajo lainfluencia de una especie de sonambulismo, el Sr.Dimmesdale llegó al lugar en que, años atrás, Ester había

Page 151: Letra Escarlata, La - Elejandria

sufrido las primeras horas de su ignominia pública. El mismotablado, negro y percudido por las lluvias, soles y tormentasde siete largos años, con los escalones gastados por laspisadas de los muchos reos que desde aquella época loshabían subido, se elevaba allí bajo el balcón de la iglesia ocasa de reunión. El ministro ascendió los escalones. Era una oscura noche de principios de mayo. El cielo estabacubierto en toda su extensión con un manto espeso denubes. Si la misma multitud que presenció el castigo de Ester Prynne hubiera podido serconvocada ahora, no le habría sido posible distinguir lasfacciones de rostro alguno en el tablado, ni apenas loscontornos de una forma humana en las profundas tinieblasde la media noche. Pero la población toda estaba entregadaal sueño. No había peligro que pudieran sus moradoresdescubrir nada. El ministro podía permanecer allí de pie, siasí le agradaba hasta que la mañana tiñera de rojo eloriente, sin correr otro riesgo sino el daño que el aire frío yhúmedo de la noche pudiera ocasionar a su organismo.Ningún ojo alcanzaría a verle, excepto Aquél, siempre alertay despierto, que le había visto cuando estaba encerrado ensu alcoba retirada azotándose con las sangrientas disciplinas.¿Por qué, pues, había ido allí? ¿Era aquello acaso una parodiade penitencia? Sí, una parodia, pero en la cual su alma seengañaba a sí misma mientras los ángeles vertían tristellanto y el enemigo de los hombres se regocijaba. Había idoallí arrastrado a impulsos del Remordimiento, que dondequiera le acosaba, y cuya compañera era aquella Cobardíaque invariablemente le hacía retroceder en el momentomismo en que iba a desplegar los labios. ¡Pobre, infelizhombre! ¿Qué derecho tenía de abrumar bajo el peso deldelito hombres tan flacos como los suyos? El crimen era paralos fuertes que o pueden soportarlo en silencio, o librarse deél descargando de una vez su conciencia si encuentran elpeso demasiado grave. Pero esta alma tan extremadamentedébil y sensible no podía hacer ni lo uno ni lo otro, sino

Page 152: Letra Escarlata, La - Elejandria

vacilar continuamente entre los dos extremos, enredándosecada vez mas en los lazos inextricables de la agonía de uninútil arrepentimiento y de un oculto delito. Y así, mientras se hallaba en el tablado, ocupado en la tareade esta vana muestra de expiación, se vio Dimmesdalesobrecogido de un gran horror, como si el universo enteroestuviera contemplando una marca escarlata en su senodesnudo, precisamente encima de la región del corazón. Y enaquel lugar, en verdad, estaba, y allí había estado desdehace largo tiempo, el roedor y emponzoñado diente del dolorfisico. Sin esfuerzo ninguno de su voluntad para impedirlo, ysin poder dominarse, lanzó un grito agudo, penetrante, quefue repercutiendo de casa en casa, y que devolvieron lascolinas lejanas, como si una comparsa de espíritus malignos,conociendo cuanto horror y miseria encerraba aquel grito, sehubiera divertido en hacer rebotar el sonido de un lado aotro. -¡Ya no hay remedio! Exclamó el eclesiástico cubriéndose elrostro con las manos, la ciudad toda se despertará y saldrá ala calle apresuradamente y me hallará aquí. Pero no fue así. El grito resonó tal vez en sus asustados oídoscon mayor fuerza de la que realmente tuvo. La población nose despertó; o si algunos se despertaron, lo atribuyeron aalgo horrible que pasó en un sueño, o al ruido de las brujas ohechiceras cuyas voces, en aquella época, se oían confrecuencia en los lugares solitarios cuando cruzaban el aireen compañía de Satanás. El Sr. Dimmesdale, por lo tanto, nooyendo nada que indicase una alarma general, separó lasmanos del rostro y miró en torno suyo. En una de lasventanas de la casa del Gobernador, que estaba a ciertadistancia, vio la figura del anciano magistrado envuelta enuna blanca bata de dormir, con una lámpara en la mano y ungorro de noche en la cabeza. Parecía una fantasma evocadaen mal hora. El grito evidentemente le había asustado. Enotra ventana de la misma casa apareció la vieja SeñoraHibbins, hermana del Gobernador, también con una lámpara

Page 153: Letra Escarlata, La - Elejandria

que, aun a la distancia en que se encontraba, dejaba ver laexpresión displicente y dura del rostro de la señora. Estaasomó la cabeza por el postigo y miró hacia arriba con ciertaansiedad. Seguramente la venerable hechicera había oídotambién el grito del Sr. Dimmesdale y creyó que era, con lamultitud sus ecos y repercusiones, el clamor de los demoniosy de las brujas nocturnas con quienes, como es sabido, teníala costumbre de hacer excursiones a la selva. Al notar la luz de la lámpara del Gobernador, la ancianaseñora apagó prontamente la suya y desaparecióprobablemente entre las nubes. El ministro la volvió a ver. Elmagistrado, después de una escrupulosa observación de lastinieblas, en las que por otra parte nada le habría sidoposible distinguir, se retiró de la ventana. El ministro entonces se tranquilizó algo. Pronto distinguió, sinembargo, el brillo de una luz lejana que se iba acercandogradualmente, y que le permitía reconocer allí un objeto,mas acá otro, tales como la puerta arqueada de una casa,con aldabón de hierro, una bomba de agua, etc., que fijabansu atención, a pesar que estaba firmemente convencido quea medida que se aproximaba aquella luz, que pronto daría delleno en su rostro, se iba también acercando el momento enque su suerte quedaría decidida y revelado el funesto secretooculto por tanto tiempo. Cuando la luz estuvo mas cerca,pudo distinguir la figura de su hermano en religión, o parahablar con mas propiedad, de su padre espiritual al mismotiempo que muy estimado amigo, el Reverendo Sr. Wilsonquien, como el Sr. Dimmesdale conjeturaba con razón, habíaestado rezando a la cabecera de un moribundo. El bueno yanciano ministro venía precisamente de la alcoba mortuoriadel Gobernador Winthrop, que acababa de pasar a mejormundo, y se dirigía ahora a su casa alumbrándose con unalinterna. El brillo de ésta había hecho imaginar, al Sr.Dimmesdale que veía al buen padre Wilson rodeado de unhalo o corona radiante como la de los santos varones deotros tiempos, lo que le daba un aspecto de gloriosa beatitud

Page 154: Letra Escarlata, La - Elejandria

en medio de esta noche sombría del pecado. Dimmesdale sesonrió, mejor dicho, se echó a reír ante tales ideas sugeridaspor la luz de la linterna, y se preguntó si se había vuelto loco.Cuando el Reverendo Sr. Wilson pasó junto al tablado,envolviéndose muy bien en los pliegues de su manto genovéscon una mano, mientras sostenía con la otra la linterna, el Sr. Dimmesdale apenas pudoreprimir el deseo de hablar. -Buenas noches, venerable padre Wilson; os ruego quesubáis y que paséis un rato en mi compañía. -¡Cielos! ¿Había hablado realmente el Sr. Dimmesdale? Así locreyó él mismo un instante; pero esas palabras fueronpronunciadas sólo en su imaginación. El venerable padreWilson continuó lentamente su camino, teniendo el mayorcuidado en evitar mancharse con el lodo de la calle, y sinvolver siquiera la cabeza hacia el fatídico tablado. Cuando laluz de su linterna se hubo desvanecido a lo lejos porcompleto, el joven ministro se dio cuenta, por la especie dedesmayo que lo sobrecogió, que los últimos momentoshabían sido para él una crisis de terrible ansiedad, aunque suespíritu había hecho un esfuerzo involuntario para salir deella con la especie de apóstrofe semi jocoso dirigido al Sr.Wilson. Pero después se deslizó nuevamente en Dimmesdale elsentimiento de lo grotesco en medio de las solemnes visionesque se forjaba su cerebro. Creyó que las piernas se le ibanponiendo rígidas con el frío de la noche, y empezó aimaginarse que no podría descender los escalones deltablado. La mañana se acercaba entre tanto y allí se encontraría él: losvecinos empezarían a levantarse. El mas madrugador,saliendo en la semi oscuridad del crepúsculo, percibiría unavaga figura de pie en el lugar consagrado a expiar loscrímenes y delitos; y casi fuera de juicio, movido de susto yde curiosidad, iría llamando de puerta en puerta a todo elpueblo para que viniese a contemplar el espectro, pues así se

Page 155: Letra Escarlata, La - Elejandria

lo figuraría, de algún difunto criminal. En esto, la luz de lamañana iría creciendo cada vez en intensidad: los ancianos patriarcas de la población se irían levantandoapresuradamente, cada uno envuelto en su bata de franela, ylas respetables matronas sin detenerse a cambiar su traje dedormir. Toda la congregación de personas decentes ydecorosas, que jamas hasta entonces se habían dejado vercon un solo cabello despeinado, se presentarían ahora con lacabellera y el vestido en el mayor desorden. El viejoGobernador Bellingham saldría con severo rostro llevandosus cuellos de lechuguilla al revés, y la Señora Hibbins, suhermana, vendría con algunos ramitos de la selva prendidosa su traje, y con rostro mas avinagrado que nunca, como queapenas había podido dormir un minuto después de su paseonocturno; y el buen padre Wilson se presentaría también,después de haber pasado la mitad de la noche junto a lacabecera de un moribundo, sin que le hubiera agradadomucho que le turbaran el sueño tan temprano. Vendríanigualmente los dignatarios de la iglesia del Sr. Dimmesdale ylas jóvenes vírgenes que idolatraban a su pastor espiritual yle habían erigido un altar en sus puros corazones. Todosllegarían apresuradamente, dando tumbos y tropiezos, ydirigiendo con espanto y horror las miradas hacia el tabladofatídico. ¿Y a quién percibirían allí a la luz rojiza de la aurora?¡A quién, sino al Reverendo Arturo Dimmesdale, mediohelado de frío abrumado de vergüenza, y de pie donde habíaestado Ester Prynne! Movido por el grotesco horror de este cuadro, el ministro,olvidándose de su inquietud y alarma infinitas, prorrumpió enuna carcajada, que fue respondida inmediatamente por unarisa ligera, aérea, infantil, en la que con un estremecimientodel corazón, que no sabia si era de intenso dolor, o de placerextremo, reconoció el acento de la pequeña Perla. -¡Perla! ¡Perlita! Exclamó después de un momento de pausa;y luego, con voz mas baja, agregó: Ester, Ester Prynne,¿estáis ahí?

Page 156: Letra Escarlata, La - Elejandria

- Sí; es Ester Prynne, Replicó ella con acento de sorpresa; yel ministro oyó sus pisadas que se iban acercando: Soy yo ymi pequeña Perla. -¿De dónde venís, Ester? Preguntó el ministro. ¿Qué os hatraído aquí? - He estado velando a un moribundo, respondió Ester, heestado junto al lecho de muerte del Gobernador Winthrop, hetomado las medidas para su traje, y ahora me dirijo a mihabitación. - Sube aquí, Ester; ven tú con Perlita, dijo el Reverendo Sr.Dimmesdale. Ambas habéis estado aquí antes de ahora, peroyo no me hallaba a vuestro lado. Subid aquí una vez mas, ylos tres estaremos juntos. Ester subió en silencio los escalones, y permaneció de pie enel tablado, asiendo a Perla de la mano. El ministro tomóentre las suyas la otra mano de la niña. No bien lo hizo,parece como si una nueva vida hubiera penetrado en su ser,invadiendo su corazón a manera de un torrente yesparciéndose por sus venas. Se diría que madre e hijaestaban comunicando su calor vital a la naturaleza mediocongelada del joven eclesiástico. Los tres formaban unacadena eléctrica. -¡Ministro! Susurró la pequeña Perla. -¿Qué deseas decir, niña? Le preguntó el Sr. Dimmesdale. -¿Quieres estar aquí mañana al mediodía con mi madre yconmigo? Preguntó Perla. -No; no así, Perlita mía, respondió el ministro; porque con lanueva energía adquirida en aquel instante, se apoderó de éltodo el antiguo temor de revelación pública que por tantotiempo fue la agonía de su vida, y ya estaba temblando,aunque con una mezcla de extraña alegría, al fijarse en lasituación en que se encontraba en la actualidad. No, no así,niña mía, continuó. Estaré de pie contigo y con tu madre otrodía; pero no mañana. Perla se rió e intentó desasir la mano que le tenía asida elministro, pero éste la sostuvo firme.

Page 157: Letra Escarlata, La - Elejandria

- Un instante mas, niña mía, dijo. - Pero ¿quieres prometerme que mañana al medio día nostomarás de la mano a mi madre y a mí? Le preguntó Perla. - No, no mañana, Perla, dijo el ministro, pero otro día. -¿Qué día? Persistió la niña. - En el gran día del Juicio Final, murmuró el eclesiástico, quese vio como obligado a responder de este modo a la niña ensu carácter sagrado de ministro del altar. Entonces, y alliante el Juez Supremo, continuó, tendremos que comparecertu madre, tú y yo, al mismo tiempo. Pero la luz del sol deeste mundo no habrá de vernos reunidos. Perla empezó a reír de nuevo. Pero antes que el Sr. Dimmesdale hubiera terminado dehablar, brilló una luz en toda la extensión del oscurohorizonte. Fue sin duda uno de esos meteoros que elobservador nocturno puede ver a menudo, que se inflaman,brillan y se extinguen rápidamente en las regiones delespacio. Tan intenso fue su esplendor, que iluminó porcompleto la densa masa de nubes entre el firmamento y latierra. La bóveda celeste resplandeció de tal modo, que dejóver la calle como si estuviera alumbrada por la luz delmediodía, pero con la extrañeza que siempre comunica a losobjetos familiares una claridad no acostumbrada. Las casasde madera, con sus pisos que sobresalian y sus curiososcaballetes rematados en punta; las escaleras de las puertas ylos quicios con las primeras hierbas de la primavera queempezaban a brotar en las cercanías; los bancos de tierra delos jardines que parecían negros con la tierra removidarecientemente; todo se volvió visible, pero con unasingularidad de aspecto que parecía darle a los objetos unasignificación diferente de la que antes tenían. Y allí estaba elministro con la mano puesta sobre el corazón; y EsterPrynne, con la letra bordada brillando en su seno; y lapequeña Perla que era en sí misma un símbolo y el lazo deunión entre aquellos dos seres. Allí estaban de pie al fulgorde aquella extraña y solemne luz, como si ésta fuera la que

Page 158: Letra Escarlata, La - Elejandria

había de revelar todos los secretos, y fuera también laalborada que había de reunir todos los que mutuamente sepertenecían. En los ojos de Perla había cierta expresión misteriosa, y ensu rostro, cuando lo alzó para mirar al ministro, aquellasonrisa maliciosa que la hacía comparar a un trasgo. Retirósu mano de la del Sr. Dimmesdale, y señaló al otro lado de lacalle. Pero él cruzó las manos sobre el pecho y levantó lasmiradas hacia el cielo. Nada era tan común en aquellos tiempos como interpretartodas las apariciones meteóricas, y todos los otrosfenómenos naturales, que ocurren con menos regularidadque la salida y la puesta del sol y de la luna, como otrastantas revelaciones de origen sobrenatural. Así es que unalanza brillante, una espada de llamas, un arco, o un haz deflechas, pronosticaban una guerra con los indios. Era sabidoque una lluvia de luz carmesí indicaba una epidemia.Dudamos mucho que haya acontecido algo notable en laNueva Inglaterra, desde los primeros días de su colonizaciónhasta el tiempo de la guerra de la Independencia, de que loshabitantes no hubieran tenido un previo aviso merced a unespectáculo de ésta naturaleza. A veces había sido visto porla multitud; pero con mucha mayor frecuencia, todoreposaba en el mero dicho de un solitario espectador quehabía contemplado el maravilloso fenómeno a través deltrastornador vidrio de aumento de su imaginación, dándolemas tarde una forma mas precisa. Era sin duda una ideagrandiosa pensar que el destino de las naciones debíarevelarse en estos sorprendentes jeroglíficos en la bóvedaceleste. Entre nuestros antepasados era una creencia muyextendida, indicando que su naciente comunidad estaba bajola custodia especial del cielo. Pero ¿qué diremos cuando unindividuo descubre una revelación en ese mismo libromisterioso dirigida a él solamente? En ese caso, seráúnicamente el síntoma de una alteración profunda delespíritu, si un hombre, en consecuencia de un dolor

Page 159: Letra Escarlata, La - Elejandria

prolongado, intenso y secreto, y de la costumbre mórbida deestarse estudiando constantemente, ha llegado a asociar supersonalidad a la naturaleza entera, hasta el extremo que elfirmamento no venga a ser sino una página adecuada para lahistoria del futuro destino de su alma. Por lo tanto, a esta enfermedad de su espíritu atribuimos laidea que el ministro, al dirigir sus miradas hacia el cielo,creyese contemplar en él la figura de una inmensa letra, -laletra A, -Dibujada con contornos de luz de un rojo oscuro. Enaquel lugar, y ardiendo opacamente, solo se había dejado verun meteoro a través de un velo de nubes; pero no con laforma que su culpable imaginación le prestaba, o al menos,de una manera tan poco definida, que otra concienciadelincuente podría haber visto en él otro símbolo distinto. Había una circunstancia especial que caracterizaba el estadopsicológico del Sr. Dimmesdale en aquel momento. Todo eltiempo que estuvo mirando al zenit, tenía la plena concienciaque Perla estaba apuntando con el dedo en dirección delviejo Rogerio Chillingworth, que se hallaba en pie no muydistante del tablado. El ministro parecía verle con la mismamirada con que discernía la letra milagrosa. Así como a losdemas objetos, la luz meteórica comunicaba una nuevaexpresión a las facciones del médico; o bien pudiera sucederque éste no se cuidaba en esta ocasión, como siempre lohacia, de ocultar la malevolencia con que miraba a suvíctima. Ciertamente, si el meteoro iluminó el espacio e hizovisible la tierra con un fulgor solemne que obligó a recordaral clérigo y a Ester el día del Juicio Final, en ese caso RogerioChillingworth debió parecerles el gran enemigo del génerohumano, que se presentaba allí con una sonrisaamenazadora reclamando lo que le pertenecía. Tan viva fueaquella expresión, o tan intensa la percepción que de ellatuvo el ministro, que le pareció que permanecía visible en laoscuridad, aun después de desvanecida la luz del meteoro,como si la calle y todo lo demas hubiera desaparecido porcompleto.

Page 160: Letra Escarlata, La - Elejandria

-¿Quién es ese hombre, Ester? Preguntó Dimmesdale con voztrémula, sobrecogido de terror. -Me estremezco al verlo. ¿Conoces a ese hombre? Le odio,Ester. Ella recordó su juramento y permaneció en silencio. - Te repito que mi alma se estremece en su presencia, -murmuró el ministro de nuevo. -¿Quién es? ¿Quién es? ¿Nopuedes hacer nada por mí? Ese hombre me inspira un horrorindecible. - Ministro, dijo Perlita, yo puedo decirte quién es. - Pronto, niña pronto, dijo el ministro inclinando el oído juntoa los labios de Perla. Pronto, y tan bajo como te sea posible. Perla murmuró algo a su oído que resonaba a manera delenguaje humano, cuando no era en realidad sino la jeringozaininteligible y sin sentido alguno que usan a veces los niñospara divertirse cuando estaban juntos. De todos modo, no lecomunicó ninguna noticia secreta acerca del viejo facultativo.Era un idioma desconocido para el erudito clérigo, que sólosirvió para aumentar la confusión de su espíritu. La niñaentonces prorrumpió en una carcajada. -¿Te burlas de mí hora? Dijo el ministro. - No has sido valiente, no has sido sincero, respondió la niña,no quisiste prometerme que nos tomarías de la mano a mí ya mi madre mañana al mediodía. -¡Digno señor! Exclamó el médico que se había adelantadohasta el pie del tablado, -piadoso Sr. Dimmesdale, ¿soisrealmente vos? Sí, sí, seguramente que sí. ¡Vaya! ¡Vaya!Nosotros, hombres de estudio, que tenemos la cabeza metidaen nuestros libros, necesitamos que se nos vigile. Soñamosdespiertos, y nos paseamos durmiendo. Venid, buen señor yamigo querido; dejadme que os conduzca a vuestra casa. -¿Cómo supiste que yo estaba aquí? Preguntó Dimmesdalecon temor. - En realidad de verdad, respondió el médico, no sabía nadade esto. Gran parte de la noche la he pasado a la cabeceradel digno Gobernador Winthrop, haciendo en su beneficio lo

Page 161: Letra Escarlata, La - Elejandria

que mi poca habilidad me permitía. A un mundo mejor hapartido, y yo me dirigía a mi morada, cuando brilló esa luzextraordinaria, Os ruego que vengáis, reverendo señor; deotro modo no os hallaréis en estado de cumplir vuestrosdeberes mañana domingo. -¡Ah! -¡Ved cómo los libros perturban el cerebro! ¡Estos libros,estos libros! Debéis estudiar menos, buen señor, yprocuraros algún recreo, si no queréis que estas cosas serepitan. - Iré con vos a mi casa, dijo el Sr. Dimmesdale.Completamente abatido, con una sensación de frío, como elque despierta de una pesadilla, acompañó al médico, ypartieron juntos. El día siguiente, domingo, predicó sin embargo un sermónque se consideró el mejor, el mas vigoroso y mas lleno deunción celeste que hasta entonces hubieran pronunciado sulabios. Se dijo que mas de un alma se sintió regenerada conla eficacia de aquel discurso, y que fueron muchos los quejuraron gratitud al Sr. Dimmesdale por el bien que les habíahecho. Pero, cuando bajó del púlpito, le detuvo el ancianosacristán presentándole un guante negro que el ministroreconoció por suyo. - Se encontró esta mañana, dijo el sacristán, en el tablado enque se expone a los malhechores a la vergüenza pública.Satanás lo dejó caer allí deseando sin duda jugar una malapasada a su Reverencia. Pero ha procedido con el mismodesacierto y ligereza de siempre. Una mano limpia y pura nonecesita guante que la cubra. - Gracias buen amigo, dijo el ministro con gravedad, peromuy sobresaltado, pues tan confusos eran sus recuerdos,que casi creía que los acontecimientos de la noche pasadaeran solo un sueño. Sí, agregó, parece que es mi guante. - Y puesto que Satanás ha creído conveniente robároslo, enadelante Vuestra Reverencia debe tratar a ese enemigo sinmiramientos de ninguna clase. Duro con él; dijo el ancianosacristan con horrible sonrisa. Pero, ¿ha oído Vuestra

Page 162: Letra Escarlata, La - Elejandria

Reverencia hablar del portento que se vio anoche? Se diceque apareció en el cielo una gran letra roja, la letra A, quehemos interpretado significa Angel. Y como nuestro buenGobernador Winthrop falleció también anoche, y fueconvertido en angel, de seguro que se creyó convenientepublicar la noticia de algún modo. - No; nada he oído acerca de ese particular, contestó elministro.

XIII OTRO MODO DE JUZGAR A ESTER En su última y singular entrevista con el Sr. Dimmesdale, sequedó Ester completamente sorprendida al ver el estado aque se hallaba reducido el ministro. Sus nervios parecían deltodo arruinados: su fuerza moral era la de un niño: andaba arrastrando lospasos, aun cuando sus facultades intelectuales conservaba suprístina fuerza, o habían adquirido acaso, una mórbidaenergía, que solamente pudo haberles comunicado laenfermedad. Conociendo ella toda la cadena decircunstancias que eran un profundo secreto para los otros,podía inferir que, ademas de la acción legítima de su propiaconciencia, se había empleado, y se empleaba todavía contrael reposo y bienestar del Sr. Dimmesdale, una maquinariaterrible y misteriosa. Conociendo también lo que había sidoen otros tiempos este pobre hombre, ahora caído, su alma sellenó de compasión al recordar el hondo sentimiento de terrorcon que le pidió a ella, -la mujer despreciada, que loprotegiese contra un enemigo que instintivamente habíadescubierto; y decidió que el ministro tenía el derecho deesperar de su parte todo el auxilio posible. Pocoacostumbrada, en su largo aislamiento y estado desegregación de la sociedad, a medir sus ideas de lo justo ode lo injusto según el rasero común, Ester vio, o creyó ver,que había en ella una responsabilidad respecto a

Page 163: Letra Escarlata, La - Elejandria

Dimmesdale, superior a la que tenía para con el mundoentero. Los lazos que a este último la ligaron, cualquiera quehubiese sido su naturaleza, estaban todos destruidos. Por elcontrario, respecto al ministro existía el férreo lazo delcrimen mutuo, que ni él ni ella podían romper, y que, comotodos los otros lazos, traía aparejadas consigo obligacionesineludibles. Ester no ocupaba ya precisamente la misma posición que enlos primeros tiempos de su ignominia. Los años se habían idosucediendo y Perla contaba ya siete de edad. Su madre conla letra escarlata en el pecho, brillando con su fantásticobordado, era ahora una figura muy conocida en la población;y como no se mezclaba en los asuntos públicos o privados denadie, en nada ni para nada, se había ido formando unaespecie de consideración general hacia Ester. En honra de lanaturaleza humana puede decirse que, excepto cuandointerviene el egoísmo, está mas dispuesta a amar que aodiar. El odio, por medio de un procedimiento silencioso ygradual, se puede transformar hasta en amor, siempre que aello no se opongan nuevas causa que mantengan vivo elsentimiento primero de hostilidad. En el caso de EsterPrynne, no había ocurrido nada que lo agravase, porquejamas ella se declaró en contra del público, sino que sesometió, sin quejarse, a todo lo que éste quiso hacer, sindemandar nada en recompensa de sus sufrimientos. Hay queagregar la pureza inmaculada de su vida durante todos estosaños en que se había visto segregada del trato social ydeclarada infame, y esa circunstancia influyó mucho en favorsuyo. No teniendo ahora nada que perder para con el mundo,y sin esperanzas, y acaso tampoco sin deseos de ganaralguna cosa, su vuelta a la senda austera del deber sólopodría atribuirse a un verdadero amor de la virtud. Se había notado igualmente que si bien Ester jamas reclamóla mas mínima participación en los bienes y beneficios delmundo, excepto respirar el aire común a todos y ganar elsustento para Perlita y para ella misma con la labor de sus

Page 164: Letra Escarlata, La - Elejandria

manos, sin embargo, siempre se hallaba dispuesta a servir asus semejantes, cuando la ocasión se presentaba. No habíanadie que con tanta prontitud y buena voluntad compartierasus escasas provisiones con el pobre, aun cuando éste, enrecompensa de los alimentos llevados con toda regularidad asu puerta, o de los vestidos trabajados por aquellos dedosque habrían podido bordar el manto de un monarca, lepagase con un sarcasmo o una palabra ofensiva. En tiemposde calamidad general, de epidemia, o de escasez, nadiehabía tan llena de abnegación como Ester: en los hogaresinvadidos por la desgracia, allí entraba ella, no como huéspedintruso e inoportuno, sino como quien tiene pleno derecho ahacerlo; cual si las sombras que esparce el dolor fueran elmedio mas adecuado para poder tratar con sus semejantes.Allí brillaba la letra escarlata a manera de luz que derramaconsuelo y bienestar: símbolo del pecado en todas partes, enla cabecera del enfermo era emblema de caridad yconmiseración. En casos tales, la naturaleza de Ester semostraba con todo el calor que le era innato, y con aquellaternura y suavidad que nunca dejaban de producir el efectodeseado en lo afligidos que a ella acudían. Su seno, con elsigno de ignominia que en él lucía, puede decirse que era elregazo donde podía reposar en calma la cabeza delinfortunado. Era una hermana de la caridad, ordenada por símisma, o mejor dicho, ordenada por la ruda mano delmundo, cuando ni éste, ni ella, podían prever semejanteresultado. La letra escarlata fue el símbolo de su vocación.Ester se volvió tan útil, desplegó tal facultad de hacer el bieny de identificarse con los dolores ajenos, que muchaspersonas se negaron a dar a la A escarlata su significadoprimitivo de Adúltera y decían que en realidad significabaAbnegación. Tales eran las virtudes manifestadas por EsterPrynne! Sólo las moradas en que el infortunio había arrojado un velosombrío, eran las que podían retenerla; desde el instante enque comenzaban a iluminarlas los rayos de la felicidad, Ester

Page 165: Letra Escarlata, La - Elejandria

desaparecía. El huésped caritativo y servicial se alejaba, sin dar siquierauna mirada de despedida en que recoger el tributo degratitud que le era debido, si es que existía alguna en loscorazones de aquellos a quienes había servido con tanto celo.Al encontrarlos en la calle, jamas levantaba la cabeza pararecibir su saludo; y si alguno se dirigía a ella resueltamente,entonces indicaba en silencio la letra escarlata con un dedo,y continuaba su camino. Esto podría atribuirse a orgullo, perose asemejaba tanto a la humildad, que producía en el espíritudel público todo el afecto conciliador de esta virtud. Eltemperamento del público es en lo general despótico, y capazde degenerar la justicia mas evidente, cuando se demandacon demasiada exigencia como de derecho; pero concedefrecuentemente mas de lo que se pide, si, como sucede conlos déspotas, se apela enteramente a su generosidad.Interpretando la conducta de Ester como una apelación deesta naturaleza, la sociedad se hallaba inclinada a tratar a suantigua víctima con mayor benignidad de la que ella mismadeseaba o tal vez merecía. Los gobernantes de aquella comunidad tardaron mas tiempoque el pueblo en reconocer la influencia de la buenascualidades de Ester. Las preocupaciones que compartían encomún con aquel, adquirían en ellos mayor fuerza merced auna serie de razonamientos que dificultaba en extremo latarea de desentenderse de dichas prevenciones. Sinembargo, día tras día, sus rostros avinagrados y rígidos sefueron desarrugando y adquiriendo algo que, con eltranscurso de los tiempos, se podría tomar por una expresiónde benevolencia. Así acontecía también con los hombres dealto copete, que se consideraban los guardias de la moralidadpública. Los individuos privados habían perdonado yacompletamente a Ester Prynne su fragilidad; aún mas, habíanempezado a considerar la letra escarlata, no como el signoque denunciaba una falta, tan larga y duramente expiada,sino como el símbolo de sus muchas y buenas acciones.

Page 166: Letra Escarlata, La - Elejandria

¿Veis esa mujer con la divisa bordada? Decían a los extraños.Es nuestra Ester, la Ester de nuestra población, tancompasiva con los pobres, tan servicial con los enfermos, tanconsoladora para los afligidos. Cierto es que entonces lapropensión de la naturaleza humana a referir lo malo cuandose trata de otro, les impelía también a contar en voz baja elescándalo de otros tiempos. Y a pesar de todo, era un hechoreal que a los ojos de las mismas personas que así hablaban,la letra escarlata producía un efecto parecido al de la cruz enel pecho de una monja, comunicando a la que la llevaba unaespecie de santidad, que le permitía atravesar con todaseguridad por en medio de cualquier clase de peligro. Sihubiera caído entre ladrones, la habría protegido. Se decía, ymuchos lo creían, que un indio disparó una vez una flechacontra la letra, y que, al tocarla, cayó la flecha al suelo hechapedazos, sin haberle causado el menor daño a la letra. El efecto de la divisa, o mejor dicho, de la posición que éstaindicaba con respecto a la sociedad, fue poderoso y peculiaren el ánimo de Ester. Toda la gracia y ligereza de su espírituhabían desaparecido a influjos de esta funesta letra, dejandosolamente algo ostensiblemente rudo y tosco, que habríapodido hasta ser repulsivo para sus amigas o compañeras, dehaberlas tenido. Los atractivos físicos de su persona habíanexperimentado un cambio igual; quizá debido en parte a laseriedad de su traje, y en parte a la sequedad de susmaneras. También fue una triste transformación la queexperimentó su hermosa y espléndida cabellera que, o habíasido cortada, o estaba tan completamente oculta bajo sugorra, que ni siquiera se alcanzaba a ver uno solo de susrizos. En consecuencia de todas estas causas, pero aunmucho mas debido a algo desconocido, parecía que no habíaya en el rostro de Ester nada que pudiera atraer las miradasdel amor; nada en la figura de Ester, aunque majestuosa ysemejante a una estatua, que despertara en la pasión elanhelo de estrecharla entre sus brazos; nada en el corazónde Ester que pudiera responder a los latidos amorosos de su

Page 167: Letra Escarlata, La - Elejandria

corazón. Algo había desaparecido en ella, algocompletamente femenino, como acontece con frecuenciacuando la mujer ha pasado por pruebas de una severidadpeculiar: porque si ella es toda ternura, esto le costará lavida; y si sobreviviere a estas pruebas, entonces esa ternurao tiene que extinguirse por completo, o reconcentrarse tanhondamente en el corazón , que jamas se podrá mostrar denuevo. Tal vez esto último sea los mas exacto. La que unavez fue una verdadera mujer, y ha cesado de serlo, puede acada instante recobrar sus atributos femeninos, si solamenteviene el toque mágico que efectúe la transfiguración. Yaveremos si Ester Prynne recibió mas tarde ese toque mágicoy quedó transfigurada. Mucha parte de la frialdad marmórea que parecía estardotada Ester, debe atribuirse a la circunstancia que se habíaoperado un gran cambio en su vida, reinando ahora elpensamiento donde antes reinaban la pasión y lossentimientos. Estando sola en el mundo, sola en cuanto adepender de la sociedad, y con la pequeña Perla a quienguiar y proteger, sola y sin esperanzas de mejorar suposición, aunque no hubiera desdeñado semejante idea,arrojó lejos de sí los fragmentos de una cadena hechapedazos. La ley universal no era la ley de su espíritu. Vivíaademas en una época en que la inteligencia humana,recientemente emancipada, había desplegado mayoractividad y entrado en una esfera mas vasta de acción que loque había hecho durante muchos siglos. Nobles y tronoshabían sido derrocados por hombres de la espada; y antiguaspreocupaciones habían sido destruidas por hombres aun masatrevidos que aquellos. Ester se había penetrado de esteespíritu puramente moderno, adoptando una libertad deespeculación, común entonces al otro lado del Atlántico, peroque, a haber tenido noticia de ello nuestros antepasados, lohabrían juzgado un pecado mas mortal que el queestigmatizaron con la letra escarlata. En su cabaña solitaria,a orillas del mar, la visitaban ideas y pensamientos tales,

Page 168: Letra Escarlata, La - Elejandria

como no era posible que se atrevieran a penetrar en otramorada de la Nueva Inglaterra: huéspedes invisibles, quehabrían sido tan peligrosos para los que les daban entrada ensu espíritu, como si se les hubiera visto en trato familiar conel enemigo del género humano. Es digno de notarse que las personas que se entregan a lasmas atrevidas especulaciones mentales, son con frecuenciatambién las que mas tranquilamente se conforman a lasleyes externas de la sociedad. El pensamiento les basta, sinque traten de convertirlo en acción. Así parece que pasabacon Ester. Sin embargo, si no hubiera tenido a Perla, lascosas habrían sido muy diferentes. Entonces tal vez sunombre brillaría hoy en la Historia como la fundadora de unasecta religiosa a par de Ana Hutchinson: 15 quiza habría sidouna especie de profetisa; pero probablemente los severos tribunales de la época lahabrían condenado a muerte por intentar destruir losfundamentos en que descansaba la

15 Véase acerca de Ana Hutchinson la nota en la página 59.

colonia puritana. Pero en la educación de su hija, la osadía desu pensamientos había abatido en gran parte su entusiastavuelo. En la persona de su niñita, la Providencia le habíaasignado a Ester la tarea de hacer que germinaran yflorecieran, en medio de grandes dificultades, los mas dignosatributos de la mujer. Todo estaba en contra de la madre: elmundo le era hostil; la naturaleza misma de la niña teníaalgo perverso en su esencia, que hacía recordarcontinuamente que en su nacimiento había presidido laculpa, el resultado de la pasión desordenada de la madre, yrepetidas veces se preguntaba Ester con amargura si estacriatura había venido al mundo para bien o para mal. Verdad es que la misma pregunta se hacía respecto al génerohumano en general. ¿Valía la pena aceptar la existencia, auna los mas felices entre los mortales? Por lo que a ella misma

Page 169: Letra Escarlata, La - Elejandria

tocaba, tiempo hacía que la había contestado por la negativa,dando el punto por completamente terminado. La tendencia ala especulación, aunque puede verter la calma en el espíritude la mujer, como sucede con el hombre, la vuelve sinembargo triste, pues acaso ve ante sí una tarea irrealizable.Primeramente, todo el edificio social tiene que derribarse, y reconstruirse todo de nuevo;luego, la naturaleza del hombre tiene que modificarseesencialmente antes de permitírsele a la mujer que ocupe loque parece ser una posición justa y adecuada; y, finalmente,aun después de allanadas todas las otras dificultades, lamujer no podrá aprovecharse de todas estas reformaspreliminares hasta que ella misma haya experimentado uncambio radical, en el cual, quizá, la esencia etérea, queconstituye el alma verdaderamente femenina, se habríaevaporado por completo. Una mujer nunca resuelve estosproblemas con el mero uso de pensamiento: son irresolubles,o solamente pueden resolverse de una manera. Si porcasualidad prepondera el corazón, los problemas se desvanecen. Ester,cuyo corazón, por decirlo así, había perdido su ritmo regulary saludable, vagaba errante, sin luz que la guiase, en elsombrío laberinto de su espíritu; y a veces se apoderaba deella la duda terrible de si no será mejor enviar cuanto antes aPerla al cielo, y presentarse ella también a aceptar el destinoa que la Eterna Justicia la creyese acreedora. La letraescarlata no había llenado el objeto a que se la destinó. Ahora sin embargo, su entrevista con el Reverendo Sr.Dimmesdale en la noche de la vigilia de éste, le habíaproporcionado nueva materia de reflexiones, presentándoleen perspectiva un objeto digno de toda clase de esfuerzos ysacrificios para conseguirlo. Había presenciado el supliciointenso bajo el cual luchaba el ministro, o, para hablar conmas propiedad, había cesado de luchar. Vio que seencontraba al borde de la locura, si es que ya su razón no sehabía hundido. Era imposible dudar que, por mucha que

Page 170: Letra Escarlata, La - Elejandria

fuese la eficacia dolorosa de un punzante y secretoremordimiento, un veneno mucho mas mortífero le habíasido administrado por la misma mano que pretendía curarle.Bajo la capa de amigo y favorecedor médico, habíaconstantemente a su lado un secreto enemigo que seaprovechaba de las oportunidades que así se le presentasenpara tocar, con malvada intención, todos los resortes de lanaturaleza delicada de Sr. Dimmesdale. Ester no podíamenos de preguntarse si no fue desde principio una falta devalor, de sinceridad y de lealtad de parte suya, permitir queel ministro se encontrara en una situación de la que nadabueno, y sí mucho malo, podría esperarse. Su únicajustificación era la imposibilidad en que había estado dehallar otro medio de librarle de una ruina aun mas terrible dela que a ella le había caído en suerte. Lo único posible fueacceder al plan del disfraz de Rogerio Chillingworth. Movidade esta idea, se decidió, entonces, como ahora locomprendía, por el partido peor que pudiera haber adoptado.Determinó, por lo tanto, remediar su error hasta donde lefuera posible. Fortalecida por años de rudas pruebas, ya nose sentía tan incapacitada para luchar con Rogerio como lanoche aquella en que, abatida por el pecado, y medio locapor la ignominia a que acababa de ser expuesta, tuvo con élla entrevista en el cuarto de la prisión. Desde entonces, suespíritu se había ido remontando a mayores alturas;mientras que el anciano médico había ido descendiendo alnivel de Ester, o quizá muy por debajo de ella, merced a laidea de venganza de la que se hallaba poseído. En una palabra, Ester resolvió tener una nueva entrevistacon su antiguo marido, y hacer cuanto estuviera en su poderpara salvar a la víctima que evidentemente se habíaapoderado. La ocasión no tardó en presentarse. Una tarde,paseándose con Perla en un sitio retirado en las cercanías desu cabaña, vio al viejo médico con un cesto en una mano, y unbastón en la otra, buscando hierbas y raíces para

Page 171: Letra Escarlata, La - Elejandria

confeccionar sus remedios y medicinas.

Page 172: Letra Escarlata, La - Elejandria

XIV ESTER Y EL MÉDICO Ester le dijo a Perla que corretease por la ribera del mar yjugara con las conchas y las algas marinas, mientras ellahablaba un rato con el hombre que estaba recogiendohierbas a cierta distancia; por consiguiente, la niña partiócomo un pájaro, y descalzándose los piececitos empezó arecorrer la orilla húmeda del mar. Aquí y allí se detenía juntoa un charco de agua dejado por la marea, y se ponía amirarse en él como si fuera un espejo. Reflejábase en elcharco la imagen de la niñita con brillantes y negros rizos y lasonrisa de un duendecillo, a la que Perla, no teniendo otracompañera con quien jugar, invitaba a que la tomara de lamano y diese una carrera con ella. La imagen repetía lamisma señal como diciendo: Este es un lugar mejor: venaquí; y Perla, entrando en el agua hasta las rodillas,contemplaba sus piececitos blancos en el fondo mientras, aunmas profundamente, veía una vaga sonrisa flotar en el aguaagitada. Entretanto la madre se había acercado al médico. - Quisiera hablarte una palabra, dijo Ester, una palabra que aambos nos interesa. -¡Hola! ¿Es la Sra. Ester la que desea hablar con el viejoRogerio Chillingworth? Respondió el médico, irguiéndoselentamente. Con todo mi corazón, continuó; vamos, señora,oigo solamente buenas noticias vuestras en todas partes. Sinir mas lejos, ayer por la tarde, un magistrado, hombre sabioy temeroso de Dios, estaba discurriendo conmigo acerca devuestros asuntos, Sra. Ester, y me dijo que se había estadodiscutiendo en el Consejo si se podría quitar de vuestropecho, sin que padeciera la comunidad, esa letra escarlataque ostentáis. Os juro por mi vida, Ester, que roguéencarecidamente al digno magistrado que se hiciera eso sinpérdida de tiempo. - No depende de la voluntad de los magistrados quitarme

Page 173: Letra Escarlata, La - Elejandria

esta insignia, respondió tranquilamente Ester. Si yo fueredigna de verme libre de ella, ya se habría caído por sí misma,o se habría transformado en algo de una significación muydiferente. - Llevadla, pues, si así os place, replicó el médico. Una mujerdebe seguir su propio capricho en lo que concierne al adornode su persona. La letra está bellamente bordada, y luce muybien en vuestro pecho. Mientras así hablaban, Ester había estado observandofijamente al anciano médico, y se quedó sorprendida a la vezque espantada, al notar el cambio que en él se había operadoen lo últimos siete años; no porque hubiera envejecido, puesaunque eran visibles las huellas de la edad, parecía reteneraun su vigor y antigua viveza de espíritu; pero aquel aspectode hombre intelectual y estudioso, tranquilo y apacible, queera lo que ella mejor recordaba, había desaparecido porcompleto, reemplazándole una expresión ansiosa,escudriñadora, casi feroz, aunque reservada. Parecía que sudeseo y su propósito eran ocultar esa expresión bajo unasonrisa, pero ésta le vendía, pues vagaba tan irrisoriamentepor su rostro, que el espectador podía, merced a ella,discernir mejor la negación de su alma. De vez en cuandobrillaban sus ojos con siniestro fulgor, como si el alma delanciano fuera presa de un incendio, que se manifestara solode tarde en tarde por una rápida explosión de cólera ymomentmnea llamarada. Esto lo reprimía el médico tanpronto como le era posible, y trataba entonces de parecertan tranquilo como si nada hubiera sucedido. En una palabra, el viejo médico era un ejemplo de laextraordinaria facultad que tiene el hombre de transformarseen un demonio, si quiere por cierto tiempo desempeñar eloficio de éste. Transformación tal se había operado en elmédico, por haberse dedicado durante siete años alconstante análisis de un corazón lleno de agonía, hallando suplacer en esa tarea, y añadiendo, por decirlo así, combustiblea las horribles torturas que analizaba y en cuyo análisis

Page 174: Letra Escarlata, La - Elejandria

hallaba tan intenso placer. La letra escarlata abrasaba el seno de Ester Prynne. Aquíhabía otra ruina que ella era en parte responsable. -¿Qué veis en mi rostro, que contempláis con tal gravedad deexpresión? Preguntó el médico. - Algo que me haría llorar, si para ello hubiese en mílágrimas bastante acerbas, respondió Ester; pero nohablemos de eso. De aquel infortunado hombre es de quienquisiera hablar. -Y ¿qué hay con él? Preguntó el médico con ansiedad, comosi el tema fuera muy de su agrado, y se alegrara de hallaruna oportunidad de discutirlo con la única persona con quienpudiera hacerlo. Para decir verdad, mi Sra. Ester,precisamente mi pensamientos estaban ahora ocupados enese caballero: de consiguiente, hablad con toda libertad, queos responderé. - Cuando nos hablamos la última vez, dijo Ester, hace unossiete años, os complacisteis en arrancarme la promesa queguardara el secreto acerca de las relaciones que en otrotiempo existieron entre nosotros. Como la vida y el buennombre del ministro estaban en vuestras manos, no mequedó otra cosa que hacer sino permanecer en silencio deacuerdo con nuestro deseo. Sin embargo, no sin gravespresentimientos, me obligué a ello; porque hallándomedesligada de toda obligación para con los demás sereshumanos, no lo estaba para con él; y algo había que memurmuraba en los oídos que al empeñar mi palabra de queobedecería vuestro mandato, le estaba haciendo traición.Desde entonces, nadie como vos se halla tan cerca de él:seguís cada uno de sus pasos; estáis a su lado, despierto odormido; escudriñáis sus pensamientos; mináis y ulceráis sucorazón; su vida está en vuestras garras; le estáis matandocon una muerte lenta, y todavía no os conoce, no sabe quiénsois. Al permitir yo esto, he procedido con falsedad respectoal único hombre con quien tenía el deber de ser sincera. -¿Qué otro camino os quedaba? Preguntó el médico. Si yo

Page 175: Letra Escarlata, La - Elejandria

hubiera señalado a este hombre con el dedo, habría sidoarrojado de su púlpito a un calabozo y de allí tal vez alcadalso. - Habría sido, preferible, dijo Ester. -¿Qué mal le he hecho a ese hombre? Preguntó de nuevo elmédico. Te aseguro, Ester Prynne, que con los honorariosmas crecidos y valiosos que un monarca pudiera haberpagado a un facultativo no se habría conseguido todo elesmero y la atención que he consagrado a este infelizeclesiástico. A no ser por mí, su vida se habría extinguido enmedio de tormentos y agonías en los dos primeros años quesiguieron a la perpetración de su crimen y el tuyo. Porque túsabes, Ester, que su alma carece de la fortaleza de la tuyapara sobrellevar, como lo has hecho, un peso semejante alde tu letra escarlata. ¡Oh! ¡Yo podría revelar un secreto dignode ser conocido! Pero basta sobre este punto. Lo que laciencia puede hacer, lo he hecho en su beneficio. Si aunrespira y se arrastra en este mundo, a mí solamente lo debe.- Mas le valiera haber muerto de una vez, dijo Ester. - Sí, mujer, tienes razón, exclamó el viejo Rogerio haciendobrillar en los ojos todo el fuego infernal de su corazón; masle valiera haber muerto de una vez. Jamas mortal alguno padeció lo que este hombre hapadecido... Y todo, todo, a la vista de su peor enemigo. Hatenido una vaga sospecha acerca de mí: ha sentido que algo se cernía siempre sobre él a manera deuna maldición; conocía instintivamente que la mano quesondeaba su corazón no era mano amiga, y que había un ojoque le observaba, buscando solamente la iniquidad, y la haencontrado. ¡Pero no sabía que esa mano y ese ojo fueranmíos! Con la superstición común su clase, se imaginabaentregado a un demonio para que le atormentara con sueñosespantosos, con pensamientos terribles, con el aguijón delremordimiento, y con la creencia, de que no será perdonado,todo como anticipación de lo que le espera mas allá de latumba. Pero era la sombra constante de mi presencia, la

Page 176: Letra Escarlata, La - Elejandria

proximidad del hombre a quién mas vilmente había ofendido,y que vive tan solo merced a este veneno perpetuo del masintenso deseo de venganza. ¡Sí; sí por cierto! No seequivocaba, tenía un enemigo implacable junto a sí. Unmortal, dotado en otro tiempo de sentimientos humanos, seha convertido en un demonio para su tormento especial. El infortunado médico, al pronunciar estas palabras, alzó losbrazos con una mirada de horror, como si hubiera vistoalguna forma espantosa, que no podía reconocer y estuvieseusurpando el lugar de su propia imagen en un espejo. Erauno de esos raros momentos en que el aspecto moral de unhombre se revela con toda fidelidad a los ojos de su alma.Probablemente jamas se había visto a sí mismo como se veíaahora. -¿No lo has torturado ya bastante? Le preguntó Esternotando la expresión del rostro del anciano. ¿No te hapagado todo con usura? -¡No! ¡No! Ha aumentado su deuda, respondió el médico, y amedida que proseguía, su rostro fue perdiendo la expresiónde fiereza, volviéndose mas y mas sombrío. ¿Te acuerdas,Ester, como era yo hace nueve años? Aun entonces meencontraba en el otoño de mis días, y no al principio delotoño. Pero toda mi vida había consistido en años tranquilosde estudio severo y de meditación, consagrados a aumentarmis conocimientos, y también, fielmente, al progreso delbienestar del género humano. Ninguna vida había sido tanpacifica e inocente como la mía: pocas, tan ricas en beneficios conferidos. ¿No recuerdas loque yo era? Aunque frío en la apariencia, ¿no era yo unhombre que pensaba en el bien de los demas, sin acordarsemucho de sí mismo; bondadoso, sincero, justo, y constanteen sus afectos, si bien estos no muy ardientes? ¿No era yotodo esto? - Todo esto, y mas, dijo Ester. -¿Y qué soy ahora? Preguntó el anciano, mirándola fijamenteal rostro, y dejando que toda la perversidad de su alma se

Page 177: Letra Escarlata, La - Elejandria

retratase en la fisonomía. ¿Qué soy yo ahora? Ya te he dicholo que soy: un enemigo implacable: un demonio en formahumana. ¿Quién me ha hecho así? - Yo he sido, exclamó Ester estremeciéndose. Yo he sido,tanto o mas que él. ¿Por qué no te has vengado de mí? - Te he dejado entregada a la letra escarlata, replicó Rogerio.Si eso no me ha vengado, no puedo hacer mas. Y puso un dedo en la letra, con una sonrisa. -¡Te ha vengado! Replicó Ester. - Es lo que creía, dijo el médico. Y ahora ¿qué es lo quequieres de mí respecto a ese hombre? -Tengo que revelarle el secreto, respondió Ester con firmeza,tiene que ver y saber lo que realmente eres. No sé cuálesserán las consecuencias. Pero esta deuda mía para con él,cuya ruina y tormento he sido, tiene al fin que quedarsatisfecha. En tus manos esta la destrucción o laconservación de su buen nombre y estado social, y tal vezhasta su vida. Ni puedo yo, a quien la letra escarlata hahecho comprender el valor de la verdad, si bien haciéndolapenetrar en el alma como con un hierro candente, no, nipuedo yo percibir la ventaja que él reporte de vivir por mastiempo esa vida de miseria y de horror, para rebajarme anteti e implorarte compasión hacia tu víctima. No; haz con él loque quieras. No hay nada bueno que esperar para él, ni paramí, ni para ti, ni aun siquiera para mi pequeña Perla. No haysendero alguno que nos saque de este triste y sombríolaberinto. - Mujer, casi podría compadecerte, dijo el médico a quien nofue posible contener un movimiento de admiración, pueshabía una cierta majestad en la desesperación con que Esterse expresó. Había en ti grandes cualidades; y si hubierashallado en tus primeros años un amor mas adecuado que elmío, nada de esto habría acontecido. Te compadezco portodo lo bueno que en ti se ha perdido. - Y yo a ti, contestó Ester, por todo el odio que hatransformado en un monstruo infernal a un hombre justo y

Page 178: Letra Escarlata, La - Elejandria

sabio ¿Quieres despojarte de ese odio y volver de nuevo aser una criatura humana? Si no por él, a lo menos por ti.Perdona; y deja su ulterior castigo al Poder a quienpertenece. Dije ahora poco que nada bueno podíamosesperar él, ni tú, ni yo, que andamos vagando juntos en estesombrío laberinto de maldad, tropezando a cada paso contrala culpa que hemos esparcido en nuestra senda. No es así.Puede haber algo bueno para ti; sí, para ti solo, porque túeres el profundamente ofendido, y tienes el privilegio depoder perdonar. ¿Quieres abandonar ese único privilegio?¿Quieres rechazar esa ventaja de incomparable valor? - Basta, Ester, basta, replicó el anciano médico, con sombríaentereza. No me está concedido perdonar. No hay en mí esafacultad de que hablas. Mi antigua fe, olvidada hace tiempo,se apodera de nuevo de mí y explica todo lo que hacemos ytodo lo que padecemos. El primer paso errado que diste,sembró el germen del mal; pero desde aquel momento hasido todo una fatal necesidad. Vosotros que de tal modo mehabéis ofendido, no sois culpables, excepto en una especiede ilusión; ni soy yo el enemigo infernal que ha arrebatado algran enemigo del género humano su oficio. Es nuestrodestino. Deja que se desenvuelva como quiera. Continúa entu sendero, y haz lo que te parezca con ese hombre. Hizo una señal con la mano y siguió recogiendo hierbas yraíces.

XVESTER Y PERLA De este modo Rogerio Chillingworth, viejo, deforme, y con unrostro que se quedaba grabado en la memoria de loshombres mas tiempo de lo que hubieran querido, se despidióde Ester y continuó su camino en la tierra. Iba recogiendoaquí una hierba, arrancaba mas alla una raíz, y lo ponía todoen el cesto que llevaba al brazo. Su barba gris casi tocaba elsuelo cuando, inclinado, proseguía hacia adelante. Ester le

Page 179: Letra Escarlata, La - Elejandria

contempló un momento, con cierta extraña curiosidad, paraver si las tiernas hierbas de la temprana primavera no semarchitarían bajo sus pies, dejando un negro y seco rastro através del alegre verdor que cubría el suelo. Se preguntabaqué clase de hierbas serán esas que el anciano recogía contanto cuidado. ¿No le ofrecería la tierra, avivada para el mal,en virtud del influjo de su maligna mirada, raíces y hierbasvenenosas de especies hasta ahora desconocidas quebrotarían al contacto de sus dedos? ¿O no bastaría esemismo contacto para convertir en algo deletéreo y mortíferolos productos mas saludables del seno de la tierra? El sol,que con tanto esplendor brillaba donde quiera, ¿derramabarealmente sobre él sus rayos benéficos? ¿O acaso, como masbien parecía, le rodeaba un círculo de fatídica sombra que semovía a par de él donde quiera que dirigiera sus pasos? ¿Ydónde iba ahora? ¿No se hundiría de repente en la tierra,dejando un jugar estéril y calcinado que con el curso deltiempo se cubriría de mortífera yerba mora, beleño, cicuta,apócimo, y toda otra clase de hierbas nocivas que el climaprodujese, creciendo allí con horrible abundancia? ¿O tal vezextendería enormes alas de murciélago, y echando a volar enlos espacios, parecería tanto mas feo cuanto mas ascendierahacia el cielo? - Sea o no un pecado, dijo Ester con amargura y con lamirada fija en el viejo médico, ¡odio a ese hombre! Sereprendió a sí misma a causa de ese sentimiento, pero nipudo sobreponerse a él ni disminuir su intensidad. Paraconseguirlo, pensó en aquellos días, ya muy lejanos, en queRogerio acostumbraba dejar su cuarto de estudio a la caídade la tarde, y venía a sentarse junto a la lumbre del hogar, alos rayos de luz de su sonrisa nupcial. Decía entonces quenecesitaba calentarse al resplandor de aquella sonrisa, paraque desapareciera de su corazón de erudito el frío producidopor tantas horas solitarias pasadas entre sus libros. Escenassemejantes le parecieron en otro tiempo investidas de ciertafelicidad; pero ahora, contempladas a través de los

Page 180: Letra Escarlata, La - Elejandria

acontecimientos posteriores, se habían convertido en susrecuerdos mas amargos. Se maravillaba de que hubierahabido tales escenas; y sobre todo, que se hubiera dejadoinducir a casarse con él. Consideraba eso el crimen mayor delcual tuviera que arrepentirse, así como haber correspondidoa la fría presión de aquella mano, y haber consentido que lasonrisa de sus labios y de sus ojos se mezclara a las de aquelhombre. Y le parecía que el viejo médico, al persuadirla,cuando su corazón inexperto nada sabía del mundo, alpersuadirla que se imaginase feliz a su lado, había cometidouna ofensa mayor que todo lo que a él se le hubiere hecho. -¡Sí, le odio! Repitió Ester con mas intenso rencor que antes.¡Me ha engañado! ¡Me hizo un mal mucho mayor que cuantoyo le he inferido! ¡Tiemble el hombre que consigue la mano de una mujer, si almismo tiempo no obtiene por completo todo el amor de sucorazón! De lo contrario, le acontecerá lo que a RogerioChillingworth, cuando un acento mas poderoso y elocuenteque el suyo despierte las dormidas pasiones de la mujer;entonces le echarán en cara hasta aquel apacible contento,aquella fría imagen de la felicidad que se la hizo creer era lacalurosa realidad. Pero Ester hace tiempo que debía habersedesentendido de esta injusticia. ¿Qué significaba? ¿Acaso lossiete largos años de tortura con la letra escarlata habíanproducido dolores indecibles sin que en su alma hubiesepenetrado el remordimiento? Las emociones de aquellos breves instantes, en que estuvocontemplando la figura contrahecha del viejo Rogerio,arrojaron una luz en el espíritu de Ester, revelando muchascosas que, de otro modo, ella misma no se habría dadocuenta. Una vez que el médico hubo desaparecido, llamó a su hijita. -¡Perla! ¡Perlita! ¿Dónde estás? Perla, cuya actividad de espíritu jamas flaqueaba, no habíacarecido de distracciones mientras su madre hablaba con elanciano herbolario. Al principio se divirtió contemplando su

Page 181: Letra Escarlata, La - Elejandria

propia imagen en un charco de agua; luego hizo pequeñasembarcaciones de corteza de abedul y las cargó de conchasmarítimas, zozobrando la mayor parte; después se empeñóen tomar entre sus dedos la blanca espuma que dejaban lasolas al retirarse, y la esparcía al viento; percibiendo luegouna bandada de pajarillos ribereños, que revoloteaban a lolargo de la playa, la traviesa niña se llenó de pequeñosguijarros el delantal, y deslizándose de roca en roca enpersecución de estas avecillas, desplegó una destreza notableen apedrearlas. Un pajarito de pardo color y pecho blanco fuealcanzado por un guijarro, y se retiró revoloteando con el alaquebrada. Pero entonces la niña cesó de jugar, porque lecauso mucha pena haber hecho daño a aquella criaturita tancaprichosa como la brisa del mar o como la misma Perla. Su última ocupación fue reunir algas marinas de variasclases, haciendo con ellas una especie de banda o manto yun adorno para la cabeza, lo que le daba el aspecto de unapequeña sirena. Perla había heredado de su madre lafacultad de idear trajes y adornos. Como último toque a suvestido de sirena, tornó algunas algas y se las puso en elpecho imitando, lo mejor que pudo, la letra A que brillaba enel seno de su madre y cuya vista le era tan familiar, con ladiferencia de que esta A era verde y no escarlata. La niñainclinó la cabecita sobre el pecho y contempló este ornatocon extraño interés, como si la única cosa para que hubierasido enviada al mundo fuese para desentrañar su ocultasignificación. -¿Quisiera saber si mi madre me preguntará qué significaesto? Pensó Perla. Precisamente oyó entonces la voz de su madre, y corriendocon la misma ligereza que revoloteaban los pajaritosribereños, se presentó ante Ester, bailando, riendo, yseñalando con el dedo el adorno que se había fijado en elpecho. -Mi Perlita, dijo la madre después de un momento desilencio, la letra verde y en tu seno infantil no tiene objeto.

Page 182: Letra Escarlata, La - Elejandria

¿Pero sabes tú, hija mía, lo que significa la letra que tumadre tiene que llevar? -Sí, madre, dijo la niña, es la A mayúscula. Tú me lo hasenseñado en la cartilla. Ester la miró fijamente; pero aunque en los ojos negros de laniña había la singular expresión que tantas veces notara enellos, no pudo descubrir si para Perla tenía realmente algunasignificación aquel símbolo, y experimentó una mórbidacuriosidad de averiguarlo. -¿Sabes acaso, hija mía, por qué tu madre lleva esta letra? -Sí lo sé, respondió Perla fijando su inteligente mirada en elrostro de la madre, por la misma causa que el ministro selleva la mano al corazón. -¿Y cuál es esa causa? Preguntó Ester medio sonriéndose alprincipio con la absurda respuesta de la niña, peropalideciendo un momento después. ¿Qué tiene que ver laletra con ningún corazón, excepto el mío? -Nada, madre; he dicho todo lo que sé, respondió Perla conmayor seriedad de la que le era habitual. -Pregúntale a ese viejo con quien has estado hablando. -Tal vez él te lo pueda decir. Pero dime, mi querida madre,¿qué significa esa letra escarlata? ¿Y por qué la llevas tú enel pecho? ¿Y por qué el ministro se lleva la mano al corazón? Diciendo esto tomó la mano de su madre entre las dos suyasy fijó en su rostro las miradas con una expresión grave yreposada, poco común en su inquieto y caprichoso carácter.Se le ocurrió a Ester la idea de que tal vez la niña estabatratando realmente de identificarse con ella con infantilconfianza, haciendo lo que podía y del modo mas inteligenteque le era dable, para establecer entre las dos un lazo masestrecho de cariño. Perla se le mostraba bajo un aspecto quehasta entonces no había visto. Aunque la madre amaba a suhija con la intensidad de un afecto único, había tratado deconformarse con la idea de que no podía esperar en cambiosino muy poco: un cariño pasajero, vago, con arranques depasión, petulante en sus mejores horas, que nos hiela con

Page 183: Letra Escarlata, La - Elejandria

mas frecuencia que nos acaricia, qué se muestra besando lasmejillas con dudosa ternura, o jugando con el pelo, o de otromodo semejante, para desvanecerse el instante inmediato ycontinuar con sus juegos de costumbre. Y esto era lo quepensaba una madre acerca de su hijita, pues los extrañoshabrían visto tan solo unos cuantos rasgos poco amables,haciéndolos aparecer aun mas negros. Pero ahora se apoderó de Ester la idea que Perla, con sunotable precocidad y perspicacia, había llegado ya a la edaden que podía hacerse de ella una amiga y confiarle mucho delo que causaba el dolor de su corazón maternal, hasta dondefuera posible teniendo en cuenta la consideración debida a laniña y al padre. En el pequeño caos del carácter de Perlahabía sin duda en embrión un valor indomable, una voluntadtenaz, un orgullo altivo que podía convertirse en respeto desí misma, y un desprecio por muchas cosas que, bienexaminadas, se vería que estaban contaminadas de falsedad.Se hallaba igualmente dotada de afectos que, si bien pocotiernos, tenían todo el rico aroma de los frutos aun nomadurados. Con todas estas altas cualidades creía Ester queesta niña se volvería una noble y excelente mujer, a menosque la parte mala heredada de la madre fuese grande endemasía. La tendencia inevitable de Perla a ocuparse en el enigma dela letra escarlata, parecía una cualidad innata en la niña.Ester había pensado a menudo que la Providencia, al dotar aPerla con esta marcada propensión, lo hizo movida de unaidea de justicia y de retribución; pero nunca, hasta ahora, sele había ocurrido preguntarse si, enlazada a esta idea dejusticia y de retribución; pero nunca, hasta ahora, se le habíaocurrido preguntarse si, enlazada a esta idea, no habríatambién la de benevolencia y perdón. Si tratara a Perlateniendo en ella fe y confianza, considerándola mensajeroespiritual al mismo tiempo que criatura terrestre, ¿no será sudestino suavizar y finalmente desvanecer el dolor que habíaconvertido el corazón de su madre en una tumba? ¿No

Page 184: Letra Escarlata, La - Elejandria

serviría también para ayudarla a vencer la pasión, en untiempo tan impetuosa, y aun hoy ni muerta ni dormida sinosólo aprisionada en aquel sepulcro de su corazón? Tales fueron algunos de los pensamientos que bulleron en lamente de Ester, con tanta viveza como si en realidad algúnser misterioso se los hubiera murmurado al oído. Y allí estabaPerla todo este tiempo estrechando entre las manecitassuyas la mano de su madre, con las miradas fijas en surostro, mientras repetía una y otra vez las mismaspreguntas. -¿Qué significa la letra, madre mía? y ¿por qué la llevas tú?¿y por qué se lleva el ministro la mano al corazón? -¿Qué le diré? Se preguntó Ester a sí misma. ¡No! Si este ha de ser el precio del afecto de mi hija, nopuedo comprarlo a tal costo. Después habló en voz alta. -Tontuela, le dijo, ¿qué preguntas son esas? Hay muchascosas en este mundo que una niña no debe preguntar. ¿Quésé yo acerca del corazón del ministro? Y en cuanto a la letraescarlata la llevo por lo bonito que lucen sus hilos de oro. En todos los siete años ya transcurridos, jamas Ester habíamostrado falsedad alguna respecto al símbolo que ostentabasu pecho, excepto en aquel momento, como si a pesar de suconstante vigilancia hubiese penetrado en su corazón unanueva enfermedad moral, o alguna otra de antigua fecha nohubiera sido expulsada por completo. En cuanto a Perla, laseriedad de su rostro ya había desaparecido. Pero la niña no se dio por vencida en el asunto de la letraescarlata; y dos o tres veces, mientras regresaban a sumorada, y otras tantas durante la cena, y cuando su madrela estaba acostando, y aun una vez después que parecíaestar ya durmiendo, Perla con cierta malignidad en lasmiradas de sus negros ojos, continuó su pregunta: - Madre, ¿qué significa la letra escarlata? Y la mañana siguiente, la primera señal que dio la niña deestar despierta fue levantar la cabecita de la almohada y

Page 185: Letra Escarlata, La - Elejandria

hacer la otra pregunta que de tan extraño modo habíaasociado la letra escarlata: - Madre, madre, ¿por qué tiene siempre el ministro la manosobre el corazón? - Cállate, niña traviesa, respondió la madre con una asperezaque nunca había empleado hasta aquel momento. No memortifiques mas, o te encerraré en un cuarto oscuro.

XVI UN PASEO POR EL BOSQUE Ester permaneció firme en su propósito de hacer que elReverendo Sr. Dimmesdale conociera el verdadero carácterdel hombre que se había apoderado de su confianza, fuesencuales fuesen las consecuencias de su revelación. Durantevarios días, sin embargo, en vano buscó la oportunidad dehablarle en uno de los paseos solitarios que el ministroacostumbraba dar, todo meditabundo, a lo largo de la costa oen las colinas cubiertas de bosques del campo vecino. Nohabría habido sin duda nada de escandaloso ni de particular,ni peligro alguno para la buena reputación del ministro, siEster le hubiera visitado en su propio estudio donde tantopenitente, antes de ahora, había confesado culpas quizá aunmas graves que la que acusaba la letra escarlata. Pero seaque ella temiese la intervención secreta o pública de RogerioChillingworth, o que su conciencia le hiciera temer que seconcibiese una sospecha, que ningún otro habría imaginado,o que tanto el ministro como ella necesitaban de masamplitud de espacio para poder respirar con toda libertadmientras hablasen juntos, o quizá todas estas razonescombinadas, lo cierto es que Ester nunca pensó en hablarleen otro lugar sino a la faz del cielo, y de ningún modo entrecuatro paredes. Al fin, una noche que asistía a un enfermo, supo que elReverendo Sr. Dimmesdale, a quien habían ido a buscar paraque le ayudase a bien morir, había partido a visitar al apóstolEliot, allí en su residencia entre sus indios convertidos, y que

Page 186: Letra Escarlata, La - Elejandria

regresaría probablemente el día siguiente al mediodía. Alacercarse la hora indicada, tomó de la mano a Perla, suconstante compañera, y partió en busca del Sr. Dimmesdale. El camino no era mas que un sendero que se perdía en elmisterio de una selva virgen, tan espesa que apenas podíaentreverse el cielo a través de las copas de los árboles. Esterla comparó a la soledad y laberinto moral en que habíaestado ella vagando tanto tiempo. El día era frío y oscuro:cubrían el firmamento espesas y cenicientas nubesligeramente movidas por la brisa, lo que permitía qué decuando en cuando se vislumbrara un rayo de sol quejugueteaba en la estrecha senda. Esta tenue y vacilanteclaridad se percibía siempre en la extremidad mas lejana,visible a través de la selva, y parece como que se desvanecíao se alejaba a medida que los solitarios viajeros avanzabanen su dirección, dejando aun mas sombríos los lugares enque brillaba, por lo mismo que habían esperado hallarlosluminosos. - Madre, dijo Perla, la luz del sol no te quiere. Corre y seoculta, porque tiene miedo de algo que hay en tu pecho. Miraahora: allí está jugando, a una buena distancia de nosotros.Quédate aquí y déjame correr a mí para cogerla. Yosolamente soy una niña. No huirá de mí porque aun no llevo nada sobre mi pecho. - Y espero que nunca lo lleves, hija mía, dijo Ester. - Y ¿porqué no, madre? Preguntó Perla deteniéndoseprecisamente cuando iba a emprender la carrera. ¿No vendráeso por sí mismo cuando yo sea una mujer grande? - Corre, hija mía, respondió la madre, y atrapa el rayo delsol, pues pronto se irá. Perla emprendió la carrera a toda prisa y pronto se halló enmedio de la luz del sol, riendo, toda iluminada por suesplendor, y con los ojos brillantes de alegría. Parecía comosi el rayo solar se hubiera detenido en torno de la solitarianiña regocijándose en jugar con ella, hasta que la madrellegó bastante cerca para penetrar casi también en el círculo

Page 187: Letra Escarlata, La - Elejandria

mágico. - Ahora se irá, dijo Perla moviendo la cabeza. - Mira, dijo Ester sonriendo, ahora yo puedo alargar la manoy atrapar algo. Pero al intentarlo, el rayo de sol desapareció; o, a juzgar porla brillantez con que irradiaba el rostro de Perla, su madrepodía haberse imaginado que la niña lo había absorbido, y lodevolvería luego iluminando la senda por donde iban, cuandode nuevo penetrasen en parajes sombrío de la selva.Ninguno de los atributos de su tierna hija le causaba a lamadre tanta impresión como aquella vivacidad constante deespíritu, reflejo quizá de la energía con que Ester habíaluchado combatiendo sus íntimos dolores antes delnacimiento de Perla. Era ciertamente un encanto dudoso, quecomunicaba al carácter de la niña cierto brillo metálico yduro. Necesitaba un dolor profundo para humanizarse yhacerse capaz de sentir compasión. Pero Perla tenía tiemposobrado para ello. -Ven, hija mía, dijo Ester; vamos a sentamos en el bosque ya descansar un rato. -Yo no estoy cansada, madre, replicó la niña; pero tú puedessentarte si quieres, y entretanto contarme un cuento. -Un cuento, niña, dijo Ester, y ¿qué clase de cuento? -¡Ah! algo acerca de la historia del Hombre Negro, respondióasiéndola del vestido y mirándola con expresión entre seria ymaliciosa. Dime cómo recorre este bosque llevando bajo elbrazo un libro grande, pesado, con broches de hierro; y comoeste Hombre Negro y feo ofrece su libro y una pluma dehierro a todos los que le encuentran aquí entre los árboles, ycomo también todos tienen que escribir sus nombres con supropia sangre. Y entonces les hace una señal en el pecho.¿Has encontrado alguna vez al Hombre Negro, madre? -Y ¿quién te ha contado esta historia, Perla? Preguntó lamadre reconociendo una superstición muy común en aquellaépoca. -Aquella señora vieja que estaba sentada en un rincón junto

Page 188: Letra Escarlata, La - Elejandria

a la chimenea en la casa donde estuviste velando anoche,dijo la niña. Ella me creía dormida mientras estaba hablandode eso. Dijo que mil y mil personas lo habían encontradoaquí, y habían escrito en su libro, y tenían su marca en elpecho. Y una de las que lo han visto es esa mujer de tan malgenio, la anciana Señora Hibbins. Y, madre, dijo también queesa letra escarlata que tú tienes es la señal que te puso elHombre Negro, y que brilla como una llama roja cuando loves a media noche, aquí, en este bosque oscuro. ¿Es verdad,eso, madre? ¿Y es verdad que tú vas a verle de noche? -¿Te has despertado alguna vez sin que me hayas visto juntoa ti? Le preguntó Ester. -No lo recuerdo, dijo la niña. Si temes dejarme sola ennuestra choza, debes llevarme contigo. Mucho me alegraráacompañarte. Pero, madre, dime ahora, ¿existe semejanteHombre Negro? ¿Y lo has visto alguna vez? ¿Y es ésta suseñal? -¿Quieres dejarme en paz, si te lo digo de una vez? Lepreguntó su madre. -Sí, si me lo dices todo, respondió Perla. -Pues bien, una vez en mi vida encontré al Hombre Negro,dijo la madre. Esta letra escarlata es su señal. Conversando así, penetraron en el bosque lo bastante paraponerse a cubierto de las miradas de algún transeúntecasual, y se sentaron en el tronco carcomido de un pino queen otros tiempos habría sido un árbol gigantesco y ahora eratan solo una masa de musgo. El lugar en que se sentaron erauna pequeña hondonada, atravesada por un arroyuelo que sedeslizaba sobre un lecho de hojas de árboles. Las ramascaídas de estos árboles interrumpían de trecho en trecho lacorriente del arroyuelo, que formaba pequeños remolinosaquí y allí, mientras en otras partes se deslizaba a manera deun canal sobre un lecho de piedrecitas y arena. Siguiendocon la vista el curso del agua se veía a veces en su superficieel reflejo de la luz del sol, pero pronto se perdía en medio dellaberinto de árboles y matorrales que crecían a lo largo de

Page 189: Letra Escarlata, La - Elejandria

sus orillas: aquí y allí tropezaba con alguna gran rocacubierta de liquen. Todos estos árboles y estas rocas degranito parecían destinados a hacer un misterio del curso deeste arroyuelo, temiendo quizá que su incesante locuacidadrevelase las historias de la antigua selva. Constantemente, esverdad, mientras el arroyuelo continuaba deslizándose haciaadelante, dejaba oír un suave, apacible y tranquilo murmullo,aunque lleno de dulce melancolía, como el acento de un niñoque pasara los primeros años de su vida sin compañeros desu edad con quienes poder jugar, y no supiese lo que fueraestar alegre por vivir entre tristes parientes y aun mas tristesacontecimientos. -¡Oh arroyuelo! ¡Oh loco y fastidioso arroyuelo! ExclamóPerla después de prestar oído un rato a sus murmullos. ¿Porqué estás tan triste? Cobra ánimo y no estés todo el tiemposuspirando y murmurando! Pero el arroyuelo, en el curso de su existencia entre losárboles de la selva, había pasado por una experiencia tansolemne que no podía menos sino expresarla con el rumor desus ondas y parecía que no tenía otra que decir. Perla seasemejaba al arroyuelo, en cuanto a que la corriente de suvida había brotado de una fuente también misteriosa, y eshabía deslizado entre escenas harto sombrías. Pero, todo locontrario del arroyuelo, la niña bailaba, y se divertía ycharlaba a medida que su existencia transcurría. -¿Qué dice este arroyuelo tan triste, madre? Preguntó laniña. - Si tuvieras algún pesar que te abrumara, el arroyuelo te lodiría, respondió la madre, así como me habla a mí del mío.Pero ahora, Perla, oigo pasos en el camino y el ruido queforma el apartar las ramas de los árboles; vete a jugar ydéjame que hable un rato con el hombre que viene allí a lolejos. -¿Es el Hombre Negro? Preguntó Perla. -Vete a jugar, repitió la madre, pero no te internes mucho enel bosque, y ten cuidado de venir en el instante que te llame.

Page 190: Letra Escarlata, La - Elejandria

- Sí, madre, respondió Perla, pero si fuere el Hombre Negro,¿no quieres permitirme que me quede un rato para mirarlocon su gran libro bajo el brazo? - Vete a jugar, tontuela, dijo la madre impaciente, no es elHombre Negro. Ahora puedes verlo por entre los árboles. Esel ministro. - Sí, él es dijo la niña. Y tiene la mano sobre el corazón,madre. Eso es porque cuando el ministro escribió su nombreen el libro, el Hombre Negro le puso la señal en el pecho. Y¿por qué no la lleva como tú fuera del pecho? - Ve a jugar ahora, niña, y atorméntame a mí despuéscuanto quieras, exclamó Ester. Pero no te alejes mucho.Quédate donde puedas oír la charla del arroyuelo. La niña se alejó cantando a lo largo de la corriente delarroyuelo, tratando de mezclar algunos acentos mas alegresa la melancólica cadencia de sus aguas. Pero el arroyuelo noquería ser consolado y continuó, como antes, refiriendo susecreto ininteligible de algo muy triste y misterioso que habíasucedido, o lamentándose proféticamente de algo que iba aacontecer en la sombría floresta; pero Perla que tenía hartasombra en su breve existencia, se alejó del arroyuelogemidor, y se puso a recoger violetas y anémonas y algunasflorecillas color de escarlata que encontró creciendo en losintersticios de una alta roca. Cuando la niña hubo partido, Ester dio un par de pasos haciael sendero que atravesaba la selva, aunque permaneciendotodavía bajo la espesa sombra de los árboles. Vió al ministroque avanzaba solitario apoyándose en una rama que habíacortado en el camino. Su aspecto era el de una persona macilenta y débil, y serevelaba en todo su ser un abatimiento, que nunca se habíanotado en él en tanto grado, ni en sus paseos por lapoblación, ni en ninguna otra oportunidad en que creyeraque se le pudiese observar. Aquí, en la intensa soledad de laselva, era penosamente visible. En su modo de andar habíauna especie de cansancio, como si no viera razón alguna

Page 191: Letra Escarlata, La - Elejandria

para dar un paso mas, ni experimentase el deseo de hacerlo,sino que con sumo placer, si es que algo pudiera causarleplacer, habría preferido arrojarse al pie del árbol mas cercanoy tenderse allí a descansar para siempre. Podrían cubrirle lashojas, y el terreno elevarse gradualmente y formar unmontecillo sobre su cuerpo, sin importar nada que ésteestuviera animado o no por la vida. La muerte era un objetodemasiado definido para que pudiese anhelarla o deseaseevitarla. Para Ester, a juzgar por lo que ella podía ver, el ReverendoArturo Dimmesdale no presentaba síntoma ninguno visible deun padecimiento real y profundo, excepto que, como Perla yahabía notado siempre se llevaba la mano al corazón.

XVII EL PASTOR DE ALMAS Y SU FELIGRESA A pesar de lo lentamente que caminaba el ministro, habíaéste pasado casi de largo, antes que Ester le hubiera sidoposible hacerse oír y atraer su atención. Al fin lo consiguió. ¡Arturo Dimmesdale! Dijo al principio con voz apenasperceptible, pero que fue creciendo en fuerza, aunque untanto ronca, ¡Arturo Dimmesdale! -¿Quién me llama? Respondió el ministro. Irguiéndoserápidamente, permaneció en esa posición, como un hombresorprendido en una actitud en que no quisiera haber sidovisto. Dirigiendo las miradas con ansiedad hacia el lugar dedonde procedía la voz, percibió vagamente bajo los árbolesuna forma vestida con traje tan oscuro, y que se destacabatan poco en medio de la penumbra que reinaba entre elespeso follaje, que casi no daba pago a la luz del mediodía,que apenas pudo distinguir si era una sombra o una mujer. Se adelantó un paso hacia ella y descubrió la letra escarlata. -¡Ester! ¡Ester Prynne! Exclamó, ¿eres tú? ¿Estás viva? - ¡Sí, respondió, con la vida con que he vivido estos sieteúltimos años! Y tú, Arturo Dimmesdale, ¿vives aún?

Page 192: Letra Escarlata, La - Elejandria

No debe causar sorpresa que se preguntaran mútuamente siestaban realmente vivos, y que hasta dudasen de su propiaexistencia corporal. De tan extraña manera se encontraronen el crepúsculo de aquella selva, que parecía como si fuesela primer entrevista que tuvieran mas allá del sepulcro dosespíritus que habían estado íntimamente asociados en suvida terrestre, pero que ahora se hallaban temblando, llenosde mutuo temor, sin haberse familiarizado aún con sucondición presente, ni acostumbrado a la compañía de almasdesprovistas de sus cuerpos. Cada uno era un espíritu quecontemplaba, lleno de asombro, a otro espíritu. Igualmente experimentaban respecto de sí mismos unaextraña sensación, porque en aquel memento a cada cual sele representó, de una manera viva e intensa, toda su íntimahistoria y toda la amarga experiencia de la vida, comoacontece tan solo en tales instantes en el curso de nuestraexistencia. El alma se contempla en el espejo de aquelfugitivo momento. Con temor pues, y trémulamente, cual silo hiciera impulsado por necesidad ineludible, extendió ArturoDimmesdale su mano, fría como la muerte, y tocó la heladamano de Ester Prynne. A pesar de lo frígido del contacto deaquellas manos, se sintieron al fin habitantes de la mismaesfera, desapareciendo lo que había de extraño y misteriosoen la entrevista. Sin hablar una sola palabra, sin que uno ni otro sirviera deguía a su compañero, pero con silencioso y mutuo acuerdo,se deslizaron entre las sombras del bosque de donde habíasalido Ester, y se sentaron en el mismo tronco de árbolcubierto de musgo en que ella y Perla habían estadosentadas antes. Cuando al fin pudieron hallar una voz conque hablarse, emitieron al principio solo las observaciones ypreguntas que podrían haber hecho dos conocidoscualesquiera, acerca de lo sombrío del cielo, del mal tiempo que amenazaba, y luego de la salud de cada uno.Procedieron después, por decirlo así, paso a paso, y conmuchos rodeos, a tratar de los temas que mas

Page 193: Letra Escarlata, La - Elejandria

profundamente les interesaban y mas a pecho tenían.Separados tan largo tiempo por el destino y lascircunstancias, necesitaban algo ligero, casual, casiindiferente en que ocuparse, antes de comenzar a dar salidaa las ideas y pensamientos que realmente llenaban susalmas. Después de un rato, el ministro fijó los ojos en los deEster. - Ester, dijo, ¿has hallado la paz del alma? Ella sonrió tristemente dirigiéndose una mirada al pecho. -¿La has hallado tú? Le preguntó ella a su vez. - No: no; solamente desesperación, contestó el ministro. ¿Niqué otra cosa podía esperar, siendo lo que soy, y llevandouna vida como la que llevo? Si yo fuera ateo, si fuera unhombre desprovisto de conciencia, un miserable con instintosgroseros y brutales, ya habría hallado la paz hace tiempo:mejor dicho, nunca la habría perdido. Pero tal como es elalma mía, cualquiera que fuese la capacidad queoriginalmente pudiera existir en mí para el bien, todos losdones de Dios, los mas selectos y escogidos, se han convertido en otros tantos motivos de tortura espiritual.¡Ester, yo soy inmensamente infeliz! - El pueblo te reverencia, dijo Ester, y ciertamente producenmucho bien entre el pueblo tus palabras. ¿No te proporcionaesto consuelo? -¡Mas padecimientos, Ester, solo mas padecimientos!Contestó Dimmesdale con una amarga sonrisa. En cuanto albien que yo pueda aparentemente hacer, no tengo fe en él.¿Qué puede realizar un alma perdida como la mía, en pro dela redención de otras almas? ¿Ni qué puede un almamanchada hacer en beneficio de la purificación de otrasalmas? Y en cuanto a la reverencia del pueblo, ¡ojalá que seconvirtiera en odio y desprecio! ¿Crees tú, Ester, que puedaservirme de consuelo tener que subir a mi púlpito, y allíexponerme a las miradas de tantos que dirigen a mí sus ojos,como si resplandeciera en mi rostro la luz del cielo? ¿O tenerque contemplar mi rebaño espiritual sediento de verdad y

Page 194: Letra Escarlata, La - Elejandria

oyendo mis palabras como si fueran vertidas por uno de losescogidos del Eterno, y luego contemplarme yo a mí mismopara no ver sino la triste y negra realidad que ellos idolatran?¡Ah, me he reído con intensa amargura y agonía de espírituante el contraste que existe entre lo que parezco y lo que soyverdaderamente! ¡Y Satanás se ríe también! -Tú eres injusto contigo mismo en esto, dijo Ester condulzura. Tú te has arrepentido profunda y amargamente. Tufalta ha quedado relegada a una época que hace tiempo hapasado para siempre. Tu vida presente no es menos santa,en realidad de verdad, de lo que le aparece a la vista de loshombres. ¿No tiene por ventura fuerza alguna la penitencia aque han puesto un sello y que dan testimonio tus buenasobras? ¿Y por qué no han de traer la paz a tu espíritu? -¡No, Ester, no! Replicó el ministro. No hay realidad en ello:es frío, inanimado y no puede producirme bien alguno.Padecimientos, he tenido muchos; penitencia, ninguna. De locontrario, hace tiempo que debería haberme despojado deeste traje de aparente santidad, y presentarme ante loshombres como me verán el dia de Juicio Final. ¡Feliz tú,Ester, que llevas la letra escarlata al descubierto sobre elpecho! ¡La mía me abrasa en secreto! Tú no sabes cuán granalivio es, después de un fraude de siete años, mirar unosojos y que me ven tal como soy. Si tuviera yo un amigo, oaunque fuese mi peor enemigo, al que, cuando me sientoenfermo con los elogios de todos los otros hombres, pudieraabrir mi pecho diariamente para que me viese como al masvil de los pecadores, creo que con eso recobraría nuevasfuerzas. Aun esa parte de verdad, con ser tan poca mesalvaría... ¡Pero ahora, todo es mentira! todo es vanidad!¡todo es muerte! Ester le dirigió una mirada, quiso hablar, pero vaciló. Sinembargo, al dar el ministro rienda suelta a sus emocioneslargo tiempo reprimidas, y con la vehemencia que lo hizo,sus palabras ofrecieron a Ester la oportunidad de deciraquello para lo cual le había buscado. Venció sus temores, y

Page 195: Letra Escarlata, La - Elejandria

habló. - Un amigo como el que ahora has deseado, dijo, con quienpoder llorar sobre tu falta, lo tienes en mí, la cómplice de esafalta. Vaciló de nuevo, pero al fin pronunció con un granesfuerzo estas palabras: en cuanto a un enemigo, largotiempo lo has tenido, y has vivido con él, bajo un mismotecho. El ministro he puso en pie, buscando aire que respirar, yllevándose la mano al corazón como si quisiera arrancírselodel pecho. -¡Cómo! ¿Qué dices? Exclamó. ¡Un enemigo! ¡Y bajo mimismo techo! ¿Qué quieres decir, Ester? Ester Prynne comprendió ahora perfectamente el malinmenso hecho a este hombre desgraciado, y del que era ellaresponsable, al dejarle permanecer por tantos años, masaun, por un solo momento, a la merced de un hombre cuyopropósito y objeto no podían ser sino perversos. La solaproximidad de este enemigo, bajo cualquier mascara quequisiera ocultarse, era ya suficiente para perturbar un almatan delicadamente sensible como la de Arturo Dimmesdale.Hubo cierto tiempo en que Ester no se dio bastante cuentade todo esto; o quizá, en la profunda contemplación de supropia desgracia, dejó que el ministro soportara lo que ellapodría imaginarse que era un destino mas tolerable. Peroúltimamente, desde la noche aquella de su vigilia, sintióprofunda compasión hacia él, pues podía leer ahora con masacierto en su corazón. No dudaba que la continua presenciade Rogerio Chillingworth, infectando con la ponzoña de sumalignidad el aire que le rodeaba, y su intervenciónautorizada, como médico, en las dolencias fisicas yespirituales del ministro, no dudaba, no, que todas esasoportunidades las había aprovechado para fines aviesos. Sí,esas oportunidades le habían permitido mantener laconciencia de su paciente en un estado de irritaciónconstante, no para curarle por medio del dolor, sino paradesorganizar y corromper su ser espiritual. Su resultado en la

Page 196: Letra Escarlata, La - Elejandria

tierra será indudablemente la locura; y mas allí de esta vida,aquel eterno alejamiento de Dios y de la Verdad, del que lalocura es acaso el tipo terrestre. A tal estado de infortunio y miseria había ella traído alhombre que en otro tiempo, y, ¿por qué no decirlo? ¡que aunamaba apasionadamente! Ester comprendió que el sacrificiodel buen nombre del eclesiástico y hasta la muerte misma,como se lo había dicho a Rogerio Chillingworth, habrían sidoinfinitamente preferibles a la alternativa que ella se habíavisto obligada a escoger. Y ahora, mas bien que tener queconfesar este funesto error, hubiera querido arrojarse sobrelas hojas de la selva y morir allí a los pies de ArturoDimmesdale. -¡Oh Arturo! ¡Exclamó Ester, perdóname! En todas las cosasde este mundo he tratado de ser sincera y atenerme a laverdad. La única virtud a que podía haberme aferrado, y a laque me aferré fuertemente hasta la última extremidad, hasido la verdad; en todas las circunstancias lo hice, excepto cuando se trató de tu bien, de tu vida, de tu reputación;entonces consentí en el engaño. Pero una mentira nunca esbuena, aun cuando la muerte nos amenace. ¿No adivinas loque voy a decir?... ¡Ese anciano, ese médico, ese a quienllaman Rogerio Chillingworth... fue mi marido! Arturo Dimmesdale la miró un instante con toda aquellaviolenta pasión que, entrelazada de mas de un modo a suotras cualidades mas elevadas, puras y serenas, era, enrealidad la parte a que dirigía sus ataques el enemigo delgénero humano, y por medio de la cual trataba de ganar todoel resto. Nunca hubo en su rostro una expresión de cóleratan sombría y feroz como la que entonces vio Ester. Duranteel breve espacio de tiempo que duró, fue verdaderamenteuna horrible transformación. Pero el carácter de Dimmesdaleen tal manera se había debilitado por el sufrimiento, que aunesos arranques de energía de un grado inferior no podíandurar sino un rápido momento. Se arrojó al suelo y sepultó elrostro entre las manos.

Page 197: Letra Escarlata, La - Elejandria

-¡Debía haberlo conocido! Murmuró. Sí: lo conocí. ¿No mereveló ese secreto la voz íntima de mi corazón desde laprimera vez que le vi, y después cuantas veces le he vistodesde entonces? ¿Por qué no lo comprendí? ¡Oh EsterPrynne! ¡qué poco, qué poco conoces todo el horror de esto!¡Y la vergüenza!.., ¡la vergüenza! ... ¡la horrible fealdad deexponer un corazón enfermo y culpado a las miradas delhombre que con ello tanto había de regocijarse!... ¡Mujer,mujer, tú eres responsable de esto!... ¡Yo, no puedoperdonarte! - Sí, sí; tu tienes que perdonarme, exclamó Esterarrojándose junto a él sobre las hojas del suelo. ¡CastíguemeDios, pero tú tienes que perdonarme! Y con un rápido y desesperado arranque de ternura le rodeóel cuello con los brazos y le estrechó le cabeza contra suseno, sin cuidarse de si la mejilla del ministro reposaba sobrela letra escarlata. Dimmesdale, aunque en vano, intentódesasirse de los brazos que así le estrechaban. Ester no quisosoltarlo por temor que fijase en ella una mirada severa. Elmundo entero la había rechazado, y durante siete largosaños había mirado con ceño a esta pobre mujer solitaria, yella lo había sufrido todo, sin devolver siquiera al mundo unamirada de sus ojos firmes, aunque tristes. El cielo también lahabía mirado con ceño, y ella no había sucumbido sin embargo. Pero el ceño, de este hombre pálido, débil,pecador, a quien el pesar abatía de tal modo, era lo queEster no podía soportar y seguir viviendo. -¿No me quieres perdonar? ¿No quieres perdonarme? repetíauna y otra vez. ¡No me rechaces! ¿Me quieres perdonar? - Sí, te perdono, Ester, replicó el ministro al fin, con hondoacento salido de un abismo de tristeza, pero sin cólera. Teperdono ahora de todo corazón. Así nos perdone Dios aentrambos. No somos los mas negros pecadores del mundo,Ester. ¡Hay uno que es aun peor que este contaminadoministro del altar! La venganza de ese anciano ha sido masnegra que mi pecado. A sangre fría ha violado la santidad de

Page 198: Letra Escarlata, La - Elejandria

un corazón humano. Ni tú ni yo, Ester, jamas lo hicimos. - No: nunca, jamas, respondió ella en voz baja. Lo quehicimos tenía en sí mismo su consagración, y así locomprendimos. Nos lo dijimos mutuamente. ¿Lo hasolvidado? - Silencio, Ester, silencio, dijo Arturo Dimmesdale alzándosedel suelo; no: no lo he olvidado. Se sentaron de nuevo uno al lado del otro sobre el musgosotronco del árbol caído, con las manos mutuamenteentrelazadas. Hora mas sombría que ésta jamas les habíatraído la vida en el curso de los años: era el punto a que sussendas se habían ido aproximando por tanto tiempo,oscureciéndose cada vez mas y mas a medida queavanzaban, y sin embargo tenía todo aquello un encantosingular que les hacía detenerse un instante, y otro, ydespués otro, y aun otro mas. Tenebroso era el bosque queles rodeaba, y las ramas de los árboles crujían agitadas porráfagas violentas, mientras un solemne y añoso árbol sequejaba lastimosamente como si refiriese a otro árbol latriste historia de la pareja que allí se había sentado, oestuviera anunciando males futuros. Y allí permanecieron aun mas tiempo. ¡Cuán sombrío lesparecía el sendero que llevaba a la población, donde EsterPrynne cargaría de nuevo con el peso de su ignominia y elministro se revestiría con la mascara de su buen nombre! Yasí permanecieron un instante mas. Ningún rayo de luz, pordorado y brillante que fuera, había sido jamas tan preciosocomo la oscuridad de esta selva tenebrosa. Aquí, vistasolamente por los ojos de Ester, el ministro Dimmesdale,falso ante Dios y falso para los hombres, podía ser sincero unbreve momento. Dimmesdale se sobresaltó a la idea de un pensamiento quese le ocurrió súbitamente. -¡Ester! Exclamó, he aquí un nuevo horror! RogerioChillingworth conoce tu propósito de revelarme su verdaderocarkter. ¿Continuará entonces guardando nuestro secreto?

Page 199: Letra Escarlata, La - Elejandria

¿Cuál será ahora la nueva faz que tome su venganza? - Hay en su naturaleza una extraña discreción, replicó Esterpensativamente, nacida tal vez de sus ocultos manejos devenganza. Yo no creo que publique el secreto, sino quebusque otros medios de saciar su sombría pasión. -¿Y cómo podré yo vivir por mas tiempo respirando el mismoaire que respira este mi mortal enemigo? exclamóDimmesdale, todo trémulo, y llevándose nerviosamente lamano al corazón, lo que ya se había convertido en él en actoinvoluntario. Piensa por mí, Ester; tú eres fuerte. Resuelvepor mí. - No debes habitar mas tiempo bajo un mismo techo con esehombre, dijo Ester lenta y resueltamente. Tu corazón nodebe permanecer por mas tiempo expuesto a la malignidadde sus miradas. - Sería peor que la muerte, replicó el ministro, ¿pero cómoevitarlo? ¿Qué elección me queda? ¿Me tenderé de nuevosobre estas hojas secas, donde me arrojé cuando me dijistequien era? ¿Deberé hundirme aquí y morir de una vez? -¡Ah! ¡de qué infortunio eras presa! Dijo Ester con los ojosanegados en llanto. ¿Quieres morir de pura debilidad deespíritu? No hay otra causa. - El juicio de Dios ha caído sobre mí, dijo el eclesiástico cuyaconciencia estaba como herida de un rayo. Es demasiadopoderoso para luchar contra él. -¡El cielo tendrá piedad de ti! Exclamó Ester. ¡Ojalá tuvierasla fuerza de aprovecharte de ella! - Sé tú fuerte por mí, respondió Dimmesdale. Aconséjame loque debo hacer. -¿Es por ventura el mundo tan estrecho? Exclamó Esterfijando su profunda mirada en los ojos del ministro, yejerciendo instintivamente un poder magnético sobre unespíritu tan aniquilado y sumiso que apenas podíamantenerlo en pie. ¿Se reduce el universo a los limites deesa población, que hace poco no era sino un desierto, tansolitario como esta selva en que estamos? ¿A dónde conduce

Page 200: Letra Escarlata, La - Elejandria

ese sendero? De nuevo a la población, dices. Sí: de ese ladoa ella conduce; pero del lado opuesto, se interna mas y masen la soledad de los bosques, hasta que a algunas millas deaquí las hojas amarillas no dejan ya ver vestigio alguno de lahuella del hombre. ¡Allí eres libre! Una jornada tan breve televará de un mundo, donde has sido tan intensamentedesgraciado, a otro en que aun pudieras ser feliz. ¿No hayacaso en toda esta selva sin limites un lugar donde tucorazón pueda estar oculto a las miradas de RogerioChillingworth? - Sí, Ester; pero sólo debajo de las hojas caídas, - replicó elministro con una triste sonrisa. - Ahí está también el vasto sendero del mar, continuó Ester:él te trajo aquí; si tú quieres, te llevaráde nuevo a tu hogar.En nuestra tierra nativa, ya en alguna remota aldea, o en elvasto Londres, o, seguramente, en Alemania, en Francia, enItalia, te hallarás lejos del poder y conocimiento de esehombre. ¿Y qué tienes tú que ver con todos estos hombresde corazón de hierro ni con sus opiniones? Ellos hanmantenido en abyecta servidumbre, demasiado tiempo, loque en ti hay de mejor y de mas noble. - No puede ser, respondió el ministro como si se le pidieseque realizara con un sueño. No tengo las fuerzas para ir.Miserable y pecador como soy, no me ha animado otra ideaque la de arrastrar mi existencia terrenal en la esfera en quela Providencia me ha colocado. A pesar que mi alma estáperdida, continuaré haciendo todavía lo que pueda enbeneficio de la salud de otras almas. No me atrevo aabandonar mi puesto, por mas que sea un centinela poco fiel,cuya recompensa segura será la muerte y la deshonracuando haya terminado su triste guardia. - Estos siete años de infortunio y de desgracia te hanabrumado con su peso, replicó Ester resuelta a infundirleánimo con su propia energía. Pero tienes que dejar todo esodetrás de ti. No ha de retardar pasos si escoges el senderode la selva y quieres alejarte de la población; ni debes echar

Page 201: Letra Escarlata, La - Elejandria

su peso en la nave, si prefieres atravesar el océano. Dejaestos restos del naufragio y estas ruinas aquí, en el lugardonde aconteció. Echa todo eso a un lado. Comiénzalo todode nuevo. ¿Has agotado por ventura todas las posibilidadesde acción en el fracaso de una sola prueba? De ningún modo.El futuro está aun lleno de otras pruebas, y finalmente debuen éxito. ¡Hay aun felicidad que disfrutar! ¡Hay mucho bienque hacer! Cambia esta vida falsa que llevas por una desinceridad y de verdad. Si tu espíritu te inclina a esavocación, sé el maestro y el apóstol de la raza indígena. O,pues acaso se adapta mas a tu naturaleza, sé un sabio y unerudito entre los mas sabios y renombrados del mundo de lasletras. Predica: escribe: sé hombre de acción. Haz cualquiercosa, excepto echarte al suelo y dejarte morir. Despójate detu nombre de Arturo Dimmesdale, y créate uno nuevo, unnombre excelso, tal como puedes llevarlo sin temor nivergüenza. ¿Por qué has de soportar un solo día mas lostormentos que de tal modo han devorado tu existencia, quete han hecho débil para la voluntad y para la acción, y quehasta te privarán de las fuerzas para arrepentirte? Animo;arriba, y adelante. -¡Oh Ester! Exclamó Arturo Dimmesdale cuyos ojos brillaronun momento, para perder el fulgor inmediatamente, ainflujos del entusiasmo de aquella mujer, ¡oh Ester! Estáshablando de emprender la carrera a un hombre cuyas rodillasvacilan y tiemblan. ¡Yo tengo que morir aquí! No tengo ya nifuerzas, ni valor, ni energía para lanzarme a un mundoextraño, inmenso, erizado de dificultades, y lanzarme solo. Era esta la última expresión del abatimiento de un espírituquebrantado. Le faltaba la energía para aprovecharse de lafortuna mas favorable que parecía estar a su alcance. Repitió la palabra. -¡Solo, Ester! - Tú no irás solo, respondió Ester con profundo acento. Y con esto, todo quedó dicho.

Page 202: Letra Escarlata, La - Elejandria

XVIII UN TORRENTE DE LUZ Arturo Dimmesdale fijó los ojos en Ester con miradas en quela esperanza y la alegría brillaban, seguramente, si bienmezcladas con cierto miedo y una especie de horror, ante laintrepidez con que ella había expresado lo que él vagamenteindicó y no se atrevió a decir. Pero Ester Prynne, con un espíritu lleno de innato valor yactividad, y por largo tiempo no sólo segregada, sinodesterrada de la sociedad, se había acostumbrado a unalibertad de especulación completamente extraña a la manerade ser del eclesiástico. Sin guía ni regla de ninguna clasehabía estado vagando en una especie de desierto espiritual;tan vasto, tan intrincado, tan sombrío y selvático como aquelbosque en que estaban ahora sosteniendo un dialogo que ibaa decidir del destino de ambos. El corazón y la inteligencia deEster puede decirse que se hallaban en su elemento en loslugares desiertos que ella recorría con tanta libertad como losindios salvajes sus bosques. Durante años había contempladolas instituciones humanas, y todo lo establecido por lareligión o las leyes, desde un punto de vida que le erapeculiar; criticándolo todo con tan poca reverencia como laque experimentaría el indio de las selvas por la toga judicial,la picota, el cadalso, o la iglesia. Tanto su destino como losacontecimientos de su vida habían tendido a hacer libre suespíritu. La letra escarlata era su pasaporte para entrar enregiones a que otras mujeres no osaban acercarse. LaVergüenza, la Desesperación, la Soledad: tales habían sidosus maestras; rudas y severas pero que la habían hechofuerte, aunque induciéndola al error. El ministro, por el contrario, nunca había pasado por unaexperiencia tal que le condujera a poner en tela de juicio lasleyes generalmente aceptadas; bien que en una sola ocasiónhubiera quebrantado una de las mas sagradas. Pero estohabía sido un pecado cometido por la pasión, no las

Page 203: Letra Escarlata, La - Elejandria

consecuencias de principios determinados, ni siquiera de unpropósito. Desde aquella malhadada época, había observadocon mórbido celo y minuciosidad, no sus acciones, porqueéstas eran fáciles de arreglar, sino cada emoción por leveque fuera, y hasta cada pensamiento. Hallándose a la cabezadel sistema social, como lo estaba el eclesiástico en aquellaépoca, se encontraba por esa misma causa mas encadenadopor sus reglas, sus principios y aún sus prevencionesinjustas. Como ministro del altar que era, el mecanismo delsistema de la institución lo comprimía inevitablemente. Comohombre que había cometido una falta una vez, pero queconservaba su conciencia viva y penosamente sensible,merced al roce constante de una herida que no se habíacicatrizado, podía suponérsele mas a salvo de pecar de nuevoque si nunca hubiese delinquido. Así nos parece observar que, en cuanto a Ester, los sieteaños de ignominia y destierro social habían sido solo unapreparación para esta hora. Pero, ¿y Arturo Dimmesdale? Sieste hombre delinquiera de nuevo, ¿qué excusa podríapresentarse para atenuar su crimen? Ninguna, a menos quele valiera de algo decir que sus fuerzas estaban quebrantadasen virtud de largos e intensos padecimientos; que su espírituestaba oscurecido y confuso por el remordimiento que locorroía; que entre la alternativa de huir como un criminalconfeso o permanecer siendo un hipócrita, será difícil hallarla decisión mas justa; que está en la naturaleza humanaevitar el peligro de muerte e infamia y las sutilesmaquinaciones de un enemigo; y, finalmente, que este pobreperegrino, débil, enfermo, infeliz, vio brillarinesperadamente, en su senda desierta y sombría, un rayode afecto humano y de simpatía, una nueva vida, llena desinceridad, en cambio de la triste y pesada vida de expiaciónque estaba ahora llevando. Y dígase también la siguiente yamarga verdad: la brecha que el delito ha abierto una vez enel alma humana, jamas queda completamente cerradamientras conservamos nuestra condición mortal. Tiene que

Page 204: Letra Escarlata, La - Elejandria

vigilarse y guardarse, para que el enemigo no penetre denuevo en la fortaleza, y escoja quizá otros medios de entrarque los empleados antes. Pero siempre está allí el muroabierto, y junto a él el enemigo artificioso que, con cautela ya hurtadillas, trata de obtener de nuevo una victoria mascompleta. La lucha, si hubo alguna, no es preciso describirla; bastedecir que Dimmesdale resolvió emprender la fuga, y no solo. - Si en todos estos siete años pasados, pensó, pudiera yorecordar un solo momento de paz o de esperanza, aún losoportaría todo confiando en la clemencia del Cielo; peropuesto que estoy irremediablemente condenado, ¿por qué nogozar del solaz concedido al sentenciado antes de suejecución? O si este sendero, como Ester trata depersuadirme, es el que conduce a una vida mejor, ¿por quéno seguirlo? Ni puedo vivir por mas tiempo sin la compañíade Ester, cuya fuerza para sostenerme es tan vigorosa, asícomo lo es también su poder para calmar las angustias de mialma. Oh tú a quien no me atrevo a levantar las miradast¿Me perdonarás? -Tú partirás, dijo Ester con reposado acento al encontrar lasmiradas de Dimmesdale. Una vez tomada la decisión, el brillo de una extraña alegríaesparció su vacilante esplendor sobre el rostro inquieto delministro. Fue el efecto animador que experimenta unprisionero, que precisamente acababa de librarse delcalabozo de su propio corazón, al respirar la libre yborrascosa atmósfera de una región selvática, sin leyes y sinfreno de ninguna especie. Su espíritu se elevó, como de ungolpe, a alturas mas excelsas de las que le fue dado alcanzardurante todos los años que el infortunio le había mantenidoclavado en la tierra; y como era de un temperamento enextremo religioso, en su actual animación habíainevitablemente algo espiritual. -¿Siento de nuevo la alegría? Se preguntaba, sorprendido desí mismo. Creía que el germen de todo contento había

Page 205: Letra Escarlata, La - Elejandria

muerto en mí. ¡Oh Ester, tú eres mi ángel bueno! Me pareceque me arrojé, enfermo, contaminado por la culpa, abatidopor el dolor, sobre estas hojas de la selva, y que me helevantado otro hombre completamente nuevo, y con nuevasfuerzas para glorificar a Aquel que ha sido tan misericordioso.Esta es ya una vida mejor. ¿Por qué no nos hemosencontrado antes? - No miremos hacia atrás, respondió Ester, lo pasado espasado: ¿para qué detenemos ahora en él? ¡Mira! Con estesímbolo deshago todo lo hecho y procedo como si nuncahubiera existido. Y diciendo esto, desabrochó los corchetes que aseguraban laletra escarlata, y arrancándola de su pecho la arrojó a unagran distancia entre las hojas secas. El símbolo místico cayóen la misma orilla del arroyuelo, y a poco mas lo habríahecho en el agua que le hubiera arrastrado en su melancólicacorriente, agregando un nuevo dolor a la historia queconstantemente estaba refiriendo en sus murmullos. Pero allíquedó la letra bordada brillando como una joya perdida quealgún malhadado viajero podría recoger, para verse despuésperseguido, quizá por extraños sueños de crimen,abatimiento del corazón e infortunio sin igual. Una vez arrojada la insignia fatal, dio Ester un largo yprofundo suspiro con el que su espíritu se libro de lavergüenza y angustia que la habían oprimido. ¡Oh exquisitoalivio! No había conocido su verdadero peso hasta que sesintió libre de él. Movida de otro impulso, se quitó la gorraque aprisionaba sus cabellos, que cayeron sobre susespaldas, ricos, negros, con una mezcla de luz y sombra ensu abundancia, comunicándole al rostro todo el encanto deuna suave expresión. Jugueteaba en los labios y brillaba enlos ojos una tierna y radiante sonrisa, que parecía tener suorigen en su femenino corazón. Las mejillas, tan pálidashasta entonces, se veían animadas de rosado color. Su sexo,su juventud, y toda la riqueza de su hermosura se diría quehabían surgido de nuevo de lo que se llama el pasado

Page 206: Letra Escarlata, La - Elejandria

irrevocable, y se agrupaban en torno de ella con suesperanza virginal y una felicidad hasta entoncesdesconocida, y todo dentro del mágico círculo de esta hora. Ycomo si la oscuridad y tristeza de la tierra y del firmamentosolo hubieran sido el reflejo de lo que pasaba en el corazónde estos dos mortales, se desvanecieron también con sudolor. De pronto, como con repentina sonrisa del cielo, el solhizo una especie de irrupción en la tenebrosa selva,derramando un torrente de esplendor, alegrando cada hojaverde, convirtiendo las amarillentas en doradas, y brillandoentre los negruzcos troncos de los solemnes árboles. Losobjetos, que hasta entonces habían esparcido solamentesombras, eran ahora cuerpos luminosos. El curso delarroyuelo podría trazarse, merced a su alegre murmullo,hasta allí a lo lejos en el misterioso centro de aquella selvaque se había convertido en testigo de una alegría aún masmisteriosa. Tal fue la simpatía de la Naturaleza con la felicidad de estosdos espíritus. El amor, ya brote por vez primera, o surja decenizas casi apagadas, siempre tiene que crear un rayo desol que llena el corazón de esplendores tales, que seesparcen en todo el mundo interior. Si la selva hubieraconservado aun su triste oscuridad, habría parecido sinembargo brillante a los ojos de Ester, y brillante igualmente alos de Arturo Dimmesdale. Ester le dirigió una mirada llena de la luz de una nuevaalegría. -¡Tienes que conocer a Perla, le dijo, nuestra Perlita! Tú lahas visto, sí, yo lo sé, pero la verás ahora con otros ojos. Esuna niña singular. Apenas la comprendo. Pero tú la amarástiernamente, como yo, y me aconsejarís acerca del modo demanejarla. -¿Crees que la niña se alegrará de conocerme? Preguntó elministro visiblemente inquieto. Siempre me he alejado de losniños, porque con frecuencia demuestran ciertadesconfianza, una especie de encogimiento en entrar en

Page 207: Letra Escarlata, La - Elejandria

relaciones familiares conmigo. ¡Yo he temido siempre a Perla!- Eso era triste, respondió la madre, pero ella te amarátiernamente y tú la amarás también. No se encuentra muylejos. Voy a llamarla. ¡Perla! ¡Perla! - Desde aquí la veo, observó el ministro. Allí está, en mediode la luz del sol, al otro lado del arroyuelo. ¿De modo quecrees que la niña me amará? Ester sonrió y llamó de nuevo a Perla que estaba visible acierta distancia, como el ministro había dicho, y semejabauna brillante visión iluminada por un rayo de sol que caíasobre ella a través de las ramas de los árboles. El rayo seagitaba de un lado a otro, haciendo que la niña parecieramas o menos confusa, ya como una criatura humana, oracomo una especie de espíritu, a medida que el esplendordesaparecía y retomaba. Oyó la voz de su madre, y se dirigióa ella cruzando lentamente la selva. Perla no había hallado largo ni fastidioso el tiempo, mientrassu madre y el ministro estuvieron hablando. La gran selva,que tan sombría y severa se presentaba a los que allí traíanla culpa y las angustias del mundo, se convirtió encompañera de los juegos de esta solitaria niña. Se diría que,para divertirla, había adoptado las maneras mas cautivadorasy halagüeñas: le ofreció bayas exquisitas de rojizo color, quela niña recogió, deleitándose con su agreste sabor. Lospequeños moradores de aquella soledad apenas se apartabandel camino de la niña. Cierto es que una perdiz, seguida dediez perdigones, se adelantó hacia ella con aire amenazador,pero pronto se arrepintió de su fiereza y se volvió tranquila allado de su tierna prole, como diciéndoles que no tuvierantemor. Un pichón de paloma, que estaba solo en una ramabaja, permitió a Perla que se le acercase, y emitió un sonidoque lo mismo podía ser un saludo que un grito de alarma.Una ardilla, desde lo alto del árbol en que tenía su morada,charlaba en son de cólera o de alegría, porque una ardilla esun animalito tan colérico y caprichoso que es muy dificilsaber si está iracundo o de buen humor, y le arrojó una nuez

Page 208: Letra Escarlata, La - Elejandria

a la cabeza. Una zorra, a la que sobresaltó el ruido ligero delos pasos de la niña sobre las hojas, miró con curiosidad aPerla como dudando qué será mejor, sí alejarse de allí, ocontinuar su siesta como antes. Se dice que un lobo, peroaquí ya la historia ha degenerado en lo improbable, se acercóa Perla, olfateó el vestido de la niña e inclinó la feroz cabezapara que se la acariciara con su manecita. Sin embargo, loque parece ser la verdad es que la selva, y todas estassilvestres criaturas a que daba sustento, reconocieron enaquella niña un ser humano de una naturaleza tan libre comola de ellas mismas. También la niña desplegaba aquí un carácter mas suave ydulce que en las calles herbosas de la población, o en lamorada de su madre. Las flores parecían conocerla, y en unsusurro le iban diciendo cuando cerca de ellas pasaba:Adórnate conmigo, linda niña, adórnate conmigo , y paradarles gusto, Perla cogió violetas, y anémonas, y colombinas,y algunos ramos verdes, y se adornó los cabellos, y se rodeóla cintura, convirtiéndose en una ninfa infantil, en una tiernadríada, o en algo que armonizaba con el antiguo bosque. Detal manera se había adornado cuando oyó voz de ala madre yse dirigía a ella lentamente. Lentamente, sí, porque había visto al ministro.

XIX LA NIÑA JUNTO AL ARROYUELO -Tú la amarás tiernamente, repitió Ester mientras en uniónde Dimmesdale contemplaban a Perla. ¿No la encuentrasbella? Y mira con qué arte tan natural ha convertido enadorno esas flores tan sencillas. Si hubiera recogido perlas, ydiamantes, y rubíes en el bosque, no le sentarían mejor. ¡Esun niña espléndida! Pero bien sé a qué frente se parece lasuya. -¿Sabes tú, Ester, dijo Arturo Dimmesdale con inquietasonrisa, que esta querida niña, que va siempre dando saltitos

Page 209: Letra Escarlata, La - Elejandria

a tu lado, me ha producido mas de una alarma? Me parecía...¡Oh Ester!... ¡Qué pensamiento es ese, y qué terrible laidea!... Me parecía que los rasgos de mis facciones se reproducían en parte en su rostro, y que todo el mundopodría reconocerlas. ¡Tal es su semejanza! ¡Pero mas quetodo es tu imagen! - No, no es así, respondió la madre con una tierna sonrisa.Espera algún tiempo, no mucho, y no necesitarás asustarteante la idea que se vea de quien es hija. ¡Pero quésingularmente bella parece con esas flores silvestres con quese ha adornado el cabello! Se diría que una de las hadas quehemos dejado en nuestra querida Inglaterra la ha ataviadopara que nos salga al encuentro. Con un sentimiento que jamas hasta entonces ninguno de losdos había experimentado, contemplaban la lenta marcha dePerla. En ella era visible el lazo que los unía. En estos sieteaños que habían transcurrido, fue la niña para el mundo unjeroglífico viviente en que se revelaba el secreto que ellos detal modo trataron de ocultar: en este símbolo estaba todoescrito, todo patente de un modo sencillo, de haber existidoun profeta o un hábil mago capaces de interpretar sucaracteres de fuego. Sea cual fuere el mal pasado, ¿cómopodrían dudar que sus vidas terrenales y su futuros destinosestaban entrelazados, cuando veían ante sí tanto la uniónmaterial como la idea espiritual en que ambos se confundían,y en que habían de morar juntos inmortalmente?Pensamientos de esta naturaleza, y quizá otros que no seconfesaban o no describían, revistieron a la niña de unaespecie de misteriosa solemnidad a medida que seadelantaba. - Que no vea nada extraño, nada apasionado, ni ansiedadalguna en tu manera de recibirla y dirigirte a ella, le dijoEster al ministro en voz baja. Nuestra Perla es a veces comoun duende fantástico y caprichoso. Especialmente no puedetolerar las fuertes emociones, cuando no comprendeplenamente la causa ni el objeto de las mismas. Pero la niña

Page 210: Letra Escarlata, La - Elejandria

es capaz de afectos intensos. Me ama y te amará. - Tú no tienes una idea, dijo el ministro mirando de soslayo aEster, de lo que temo esta entrevista, y al mismo tiempocuánto la anhelo. Pero la verdad es, como ya te he dicho,que no me gano fácilmente la voluntad de los niños. No seme suben a las rodillas, no me charlan al oído, no respondena mi sonrisa; sino que permanecen alejados de mí y memiran de una manera extraña. Aun los recién nacidos lloranfuertemente cuando los tomo en brazos. Sin embargo, Perlaha sido cariñosa para conmigo dos veces en su vida. Laprimera vez... ¡bien sabes cuando fue! La última, cuando lallevaste contigo a la casa del severo y anciano Gobernador. - Y cuando tú abogaste tan valerosamente en favor de ella ymío, respondió la madre. Lo recuerdo perfectamente, ytambién deberá recordarlo Perla. No temas nada! Al principiopodrá parecerte singular y hasta huraña, pero prontoaprenderá a amarte. Ya Perla había llegado a la orilla del arroyuelo, y allí se quedócontemplando silenciosamente a Ester y al ministro, quepermanecían sentados juntos en su tronco musgoso del viejoárbol, esperando que viniese. Precisamente donde la niña sehabía detenido, el arroyuelo formaba un charco tan liso ytranquilo que reflejaba una imagen perfecta de su cuerpecito,con toda la pintoresca brillantez de su belleza, que su cualmanera en que Perla permanecía allí, mirándoles fijamente através de la semi oscuridad de la selva, era realmenteextraña; iluminada ella, sin embargo, por un rayo de solatraído allí por cierta oculta simpatía. Ester misma se sentíade un modo vago y misterioso como alejada de su hija; comosi ésta, en su paseo solitario por la selva, se hubieraapartado por completo de esfera en que tanto ella como sumadre habitaban juntas, y estuviese ahora tratando deregresar, aunque en vano, al perdido hogar. Y en esta sensación había a la vez verdad y error: hija y madre se sentían ahora mutuamente extrañas, peropor culpa de Ester, no de Perla. Mientras la niña se paseaba

Page 211: Letra Escarlata, La - Elejandria

solitariamente, otro ser había sido admitido en la esfera delos sentimientos de la madre, modificando de tal modo elaspecto de las cosas, que Perla, al regresar de su paseo, nopudo hallar su acostumbrado puesto y apenas reconoció a sumadre. - Una singular idea se ha apoderado de mí, dijo el enfermizoministro. Se me figura que este arroyuelo forma el limiteentre dos mundos, y que nunca mas has de encontrar a tuPerla. ¿O acaso es ella una especie de duende o espírituencantado a los que, como nos decían en los cuentos denuestra infancia, les está prohibido cruzar una corriente deagua? Te ruego que te apresures, porque esta demora ya meha puesto los nervios en conmoción. - Ven, querida niña, dijo Ester animándola y extendiéndolelos brazos hacia ella. ¡Ven: qué lenta eres! ¿Cuándo, antesde ahora, te has mostrado tan floja? Aquí está un amigo míoque también quiere ser tu amigo. En adelante tendrís dosveces tanto amor como el que tu madre sola puede darte.Salta sobre el arroyuelo y ven hacia nosotros. Tú puedessaltar como un corzo. Perla, sin responder de ningún modo a estas melosasexpresiones, permaneció al otro lado del arroyuelo, fijandolos brillantes ojos ya en su madre, ya en el ministro, oincluyendo a veces a entrambos en la misma mirada, como siquisiera descubrir y explicarse lo que había de común entrelos dos. Debido a inexplicable motivo, al sentir ArturoDimmesdale que las miradas de la niña se clavaban en él, sellevó la mano al corazón con el gesto que le era tan habitualy que se había convertido en acción involuntaria. Al fin,tomando cierto aspecto singular de autoridad, Perla extendióla mano señalando con el dedo índice evidentemente elpecho de su madre. Y debajo, en el cristal del arroyuelo, seveía la imagen brillante y llena de flores de Perla, señalandotambién con su dedito. - Niña singular, ¿por qué no vienes donde estoy? ExclamóEster.

Page 212: Letra Escarlata, La - Elejandria

Perla tenía extendido aun el dedo índice, y frunció elentrecejo, lo que le comunicaba una significación masnotable, atendida las facciones infantiles que tal aspectotomaban. Como su madre continuaba llamándola, lleno elrostro de inusitadas sonrisas, la niña golpeó la tierra con elpie con gestos y miradas aun mas imperiosos, que tambiénreflejó el arroyuelo, así como el dedo extendido y el gestoimperioso de la niña. - Apresúrate, Perla, o me incomodaré, gritó Ester, quien,acostumbrada a semejante modo den proceder de parte desu hija en otras ocasiones, deseaba, como era natural, uncomportamiento algo mejor en las circunstancias actuales.¡Salta el arroyuelo, traviesa niña, y corre hacia aquí: de locontrario yo iré a donde tú estás!. Pero Perla no hizo caso de las amenazas de su madre, comono lo había hecho de sus palabras afectuosas, sino querompió en un arrebato de cólera, gesticulando violentamentey agitando su cuerpecito con las mas extravagantescontorsiones, acompañando esta explosión de ira de agudosgritos que repercutió la selva por todas partes; de modo quea pesar de lo sola que estaba en su infantil e incomprensiblefuror, parecía que una oculta multitud la acompañaba y hastala alentaba en sus acciones. Y en el agua del arroyuelo sereflejó una vez mas la colérica imagen de Perla, coronada deflores, golpeando el suelo con el pie, gesticulandoviolentamente y apuntando con el dedo índice al seno deEster. -Ya sé lo que quiere esta niña, murmuró Ester al ministro, ypalideciendo, a pesar de un gran esfuerzo para ocultar sudisgusto y su mortificación, dijo: los niños no permiten elmas leve cambio en el aspecto acostumbrado de las cosasque tienen diariamente a la vista. Perla echa de menos algoque siempre me ha visto llevar. - Si tienes algún medio de apaciguar a la niña, le dijo elministro, te ruego que lo hagas inmediatamente. Excepto elfuror de una vieja hechicera, como la Sra. Hibbins, agregó

Page 213: Letra Escarlata, La - Elejandria

tratando de sonreír, nada hay que me asuste tanto como unarrebato de cólera cual éste en un niño. En la tierna bellezade Perla, así como en las arrugas de la vieja hechicera, tieneese arrebato algo de sobrenatural. Apacíguala, si me amas. Ester se dirigió de nuevo a Perla, con el rostro encendido,dando una mirada de soslayo al ministro, y exhalando luegoun hondo suspiro; y aun antes de haber tenido tiempo dehablar, el color de sus mejillas se convirtió en mortal palidez.- Perla, dijo con tristeza, mira a tus pies... Ahí frente a ti... alotro lado del arroyuelo. La niña dirigió las miradas al punto indicado, y allí vio la letraescarlata, tan cerca de la orilla de la corriente, que elbordado de oro se reflejaba en el agua. - Tráela aquí, dijo Ester. - Ven tú a buscarla, respondió Perla. -¡Jamas se habrá visto niña igual! observó Ester aparte alministro. ¡Oh! Te tengo que decir mucho acerca de ella. Peroa la verdad, en el asunto de este odioso símbolo, tiene razón.Debo sufrir este tormento todavía algún tiempo, unoscuantos días mas, hasta que hayamos dejado esta región y lamiremos como un país con que hemos soñado. La selva nopuede ocultarla. ¡El océano recibirá la letra de mis manos y latragará para siempre! Diciendo esto se adelantó a la margen del arroyuelo, recogióla letra escarlata y la fijó de nuevo en el pecho. Un momentoantes, cuando Ester habló de arrojarla al seno del océano,había en ella un sentimiento de fundada esperanza; al recibirde nuevo este símbolo mortífero de la mano del destino,experimentó la sensación de una sentencia irrevocable queella pesaba. La había arrojado espacio infinito, habíarespirado una hora el aire de la libertad, y de nuevo estabaaquí la letra escarlata con todo su suplicio, brillando en ellugar acostumbrado. De la misma manera una mala acción sereviste siempre del carácter de ineludible destino. Esterrecogió inmediatamente las espesas trenzas de sus cabellos ylas ocultó bajo su gorra. Y como si hubiera un maleficio en la

Page 214: Letra Escarlata, La - Elejandria

triste letra, desapareció su hermosura y todo lo que en ellahabía de femenino, a manera de rayo de sol que sedesvanece, y como si una sombra se hubiera extendido sobretodo su ser. Efectuado el terrible cambio, extendió la mano a Perla. -¿Conoces ahora a tu madre, niña? Le preguntó con acentode reproche, aunque en un tono moderado. ¿Quieresatravesar el arroyo, y venir a donde está tu madre, ahoraque se ha puesto de nuevo su ignominia, ahora que estátriste? - Sí, ahora quiero, respondió la niña atravesando elarroyuelo, y estrechando a su madre contra su pecho. Ahoraeres realmente mi madre, y yo soy tu Perlita. Y con una ternura que no era común en ella, atrajo hacia sí lacabeza de su madre y la besó en la frente y en las mejillas.Pero entonces, por una especie de necesidad que siempre laimpulsaba a mezclar en el contento que proporcionaba unaparte de dolor, Perla besó también la letra escarlata. -Eso no es bueno, dijo Ester, cuando me has demostrado unpoco de amor, te mofas de mí. -¿Por qué está sentado el ministro allí? Preguntó Perla. - Te está esperando para saludarte, replicó su madre. Ve ypídele su bendición. El te ama, Perlita mía, y también ama atu madre. ¿No lo amarás tú igualmente? Ve: él deseaacariciarte. -¿Nos ama realmente? Dijo Perla mirando a su madre conexpresión de viva inteligencia. ¿Irá con nosotros, dándonos lamano, y entraremos los tres juntos en la población? - Ahora no, mi querida hija, respondió Ester. Pero dentro dealgunos días iremos juntos de la mano, y tendremos unhogar y una casa nuestra, y te sentarás sobre sus rodillas, yte enseñará muchas cosas y te amará muy tiernamente. Tútambién lo amarás, ¿no es verdad? -¿Y conservará siempre la mano sobre el corazón? -¿Qué pregunta es esa, locuela? Exclamó la madre: ven ypídele su bendición.

Page 215: Letra Escarlata, La - Elejandria

Pero sea que influyeran en ella los celos que pareceninstintivos en todos los niños mimados, en presencia de unrival peligroso, o que fuese un capricho de su naturalezasingular, Perla no quiso dar muestras de afecto alguno aArturo Dimmesdale. Solamente, y a la fuerza, la llevó sumadre hacia el ministro, y eso quedándose atrás ymanifestando su mala gana con raros visajes, de los cuales,desde su mas tierna infancia, poseía numerosa variedad,pudiendo transformar su móvil fisonomía de diversasmaneras, y siempre con una expresión mas o menosperversa. El ministro, penosamente desconcertado, pero conla esperanza que un beso podría ser una especie de talismánque le ganara la buena voluntad de la niña, se inclinó haciaella y la besó en la frente. Inmediatamente Perla logródesasirse de las manos de su madre, y corriendo hacia elarroyuelo, se detuvo en la orilla y se lavó la frente en susaguas, hasta que creyó borrado completamente el besorecibido de mala gana. Después permaneció un ladocontemplando en silencio a Ester y al ministro, mientraséstos conversaban juntos y hacían los arreglos sugeridos porsu nueva posición y por los propósitos que pronto habían derealizar. Y ahora esta fatídica entrevista quedó terminada. Aquel lugardonde se encontraban, permanecería abandonado en susoledad entre los sombríos y antiguos árboles de la selvaque, con sus numerosas lenguas, susurrarían largamente loque allí había pasado, sin que ningún mortal fuera por esomas cuerdo. Y el melancólico arroyuelo agregaría esta nuevahistoria a los misteriosos cuentos que ya conocía, ycontmuaría su antiguo murmullo, no por cierto mas alegre delo que había sido durante siglos y siglos.

XX EL MINISTRO PERDIDO EN EL LABERINTO Arturo Dimmesdale partió el primero, adelantándose a Ester

Page 216: Letra Escarlata, La - Elejandria

y a Perla, y ya a acierta distancia dirigió una mirada haciaatrás, como si esperara descubrir tan sólo algunos rasgosdébiles o los contornos de la madre y de la niñadesvaneciéndose lentamente en la semi oscuridad de laselva. Acontecimiento de tal importancia en su existencia, nopodía concebir que fuese real. Pero allí estaba Ester, vestidacon su traje de pardo color, de pie todavía junto al tronco delárbol que algún viento tempestuoso derrumbó en tiempoinmemoriales, todo cubierto de musgo, para que esos dosseres predestinados, con el alma abrumada de pesar,pudieran sentarse alli juntos y encontrar una sola hora dedescanso y solaz. Y alli también estaba Perla, bailandoalegremente a orillas del arroyuelo, ahora que aquel extrañointruso se había ido, y la dejaba ocupar su antiguo puesto allado de su madre. No: el ministro no se había quedadodormido, ni había soñado. Para conseguir que desaparecieran de su mente la vaguedady confusión de sus impresiones, que le hacían experimentaruna extraña inquietud, se puso a recordar de una maneraprecisa y definida los planes y proyectos que él y Esterhabían bosquejado para su partida. Se había convenido entrelos dos que el Antiguo Mundo, con sus ciudades populosas,les ofrecería mejor abrigo y mayor oportunidad, para pasarinadvertidos, que no las selvas mismas de la NuevaInglaterra o de toda la América, con sus alternativas de unaque otra choza de indios o las pocas ciudades de europeos,escasamente pobladas, esparcidas aquí y alli a lo largo de lascostas. Todo esto sin hablar de la mala salud del ministro,que no se prestaba ciertamente a soportar los trabajos yprivaciones de la vida de los bosques, cuando sus donesnaturales, su cultura y el desenvolvimiento de todas susfacultades le adaptaban para vivir tan sólo en medio depueblos de adelantada civilización. Para que pudiesen llevar acabo lo que habían determinado, la casualidad les deparó quehubiera en el puerto un buque, una de esas embarcacionesde dudoso carácter, cosa muy común en aquellos tiempos,

Page 217: Letra Escarlata, La - Elejandria

que sin ser realmente piratas, recorrían sin embargo losmares con muy poco respeto a las leyes de propiedad. Estebuque había llegado recientemente del Mar de las Antillas, ydebía hacerse a la vela dentro de tres días con rumbo aBristol en Inglaterra. Ester, cuya vocación para hermana dela Caridad la había puesto en contacto con el capitán y lostripulantes de la nave, se ocuparía en conseguir el pasaje dedos individuos y una niña, con todo el secreto que lascircunstancias hacían mas que necesario. El ministro había preguntado a Ester, con no poco interés, lafecha precisa en que el buque había de partir. Probablementeserá dentro de cuatro días a contar de aquel en que estaban.¡Feliz casualidad! se dijo para sus adentros. Por qué razón elReverendo Arturo Dimmesdale lo consideró una felizcasualidad, vacilamos en revelarlo. Sin embargo, para que ellector lo sepa todo, diremos que dentro de tres días tenía quepredicar el sermón de la elección; y como semejante actoformaba una época honrosa en la vida de un eclesiástico dela Nueva Inglaterra, el Sr. Dimmesdale no podía haberescogido una oportunidad mas conveniente para terminar sucarrera profesional. A lo menos, dirán de mí, pensó estehombre ejemplar, que no he dejado por desempeñar ningúndeber público, ni lo he desempeñado mal. ¡Triste es,indudablemente, ver que una persona que podía hacer unexamen tan profundo y minucioso de sí mismo, se engañaraa tal extremo! Ya hemos dicho y aun nos quedan por decir,cosas peores de él; pero ninguna tan lastimosamente débil;ninguna que diera una prueba tan irrefragable de la sutilenfermedad que había, desde tiempo atrás, minado laverdadera base de su carácter. Ningún hombre puede llevarpor mucho tiempo, por decirlo así, dos rostros: uno enpúblico y otro frente a frente de su conciencia, sin que al finllegue a no saber cuál es el verdadero. La agitación que experimentó el Sr. Dimmesdale al regresarde su entrevista con Ester, le comunicó una energía fisicainusitada, y le hizo caminar hacia la población con rápido

Page 218: Letra Escarlata, La - Elejandria

paso. El sendero a través de los bosques le pareció masbravío, mas áspero con sus obstáculos naturales, y menoshollado por pies humanos, que cuando lo recorrió en sentidoinverso. Pero saltaba sobre los lugares pantanosos, seintroducía por entre el frondoso ramaje, trepaba cuandoencontraba cuestas que subir, o descendía a las hondonadas;en una palabra, venció todas las dificultades que se lepresentaron en el camino, con una actividad infatigable que aél mismo le sorprendía. No pudo menos de recordar cuánfatigosamente, y con cuántas paradas para recobrar aliento,había recorrido ese mismo camino tan solo dos días antes. Amedida que se acercaba a la ciudad fue creyendo que notabaun cambio en los objetos que le eran mas familiares, como sidesde que salió de la población no hubieran transcurridosolamente dos o tres días, sino muchos años. Ciertamente que las calles presentaban el mismo aspecto queantes, según las recordaba, y las casas tenían las mismaspeculiaridades, con su multitud de aleros y una veletaprecisamente en el lugar en que su memoria se lo indicaba.Sin embargo, la idea de cambio le acosaba a cada instante,aconteciéndole igual fenómeno con las personas conocidasque veía, y con todas las que le eran familiares en lapequeña población. No las hallaba ahora ni mas jóvenes nimas viejas; las barbas de los ancianos no eran mas blancas,ni el niño que andaba a gatas ayer podía moverse hoyhaciendo uso de sus pies: era imposible decir en qué diferíande las personas a quienes había visto antes de partir; y sinembargo, algo interno parecía sugerirle que se habíaefectuado un cambio. Recibió una impresión de estanaturaleza, de la manera mas notable, al pasar junto a laiglesia que estaba a su cargo. El edificio se le presentó conun aspecto a la vez tan extraño y tan familiar que el Sr.Dimmesdale estuvo vacilando, entre estas dos ideas: o que hasta entonces lo había visto solamente en un sueño,o que ahora estaba simplemente soñando. Este fenómeno, en las varias formas que iba tomando, no

Page 219: Letra Escarlata, La - Elejandria

indicaba un cambio externo, sino un cambio tan repentino eimportante en el espectador mismo, que el espacio de unsolo día de intervalo había sido para él equivalente altranscurso de varios años. La voluntad del ministro y la deEster, y el destino que sobre ellos pesaba, habían operadoesta transformación. Era la misma ciudad que antes; pero noera el mismo ministro el que había regresado de la selva.Podría haber dicho a los amigos que le saludaban: No soy elhombre por quien me tomáis. Lo he dejado allí en la selva,retirado en un oculto vallecillo, junto a un tronco musgoso deárbol, no lejos de un melancólico arroyuelo. Id: buscad avuestro ministro, y ved si su cuerpo extenuado, sus mejillasdescarnadas, y su pálida frente surcada de arrugas por eldolor, no han sido arrojados allí como vestido que uno sedeshace Sin duda alguna sus amigos habrían insistido,diciéndole: Tú eres el mismo hombre ; pero el error hubieraestado de parte de sus amigos y no del ministro. Antes que el Sr. Dimmesdale llegara a su morada, su seríntimo le dio otras pruebas que una revolución se habíaoperado en su modo de pensar y de sentir. A la verdad, soloa una revolución de esa naturaleza, completa y total, podíanatribuirse los impulsos que agitaban al infortunado ministro.A cada paso se sentía movido del deseo de hacer algoextraño, inusitado, violento o perverso, con la convicción queserá a la vez involuntario e intencional y a despecho de símismo, pero emanando de un sentimiento mas profundo queel que se oponía al impulso. Por ejemplo, se encontró conuno de los diáconos de su iglesia, buen anciano que le saludócon el afecto paternal y el aire patriarca1 a que tenía derechopor sus años, sus virtudes y su posición, y al mismo tiempocon el profundo respeto, casi veneración, que el carácterpúblico y privado del ministro reclamaban. Nunca se vio unejemplo mas hermoso de cómo la majestad y sabiduría delos años pueden hermanarse a la obediencia y respeto queuna categoría social e inteligencia inferiores deben a unapersona superior en esas cualidades. Pues bien, durante una

Page 220: Letra Escarlata, La - Elejandria

conversación de unos pocos momentos entre el ReverendoSr. Dimmesdale y este excelente y anciano dhícono, solomerced a la mas cuidadosa circunspección y casi haciéndoseviolencia, evitó el ministro proferir ciertas reflexionesheréticas que se le ocurrieron sobre varios puntos religiosos.Temblaba y palidecía temiendo que sus labios, a despecho desí mismo, emitiesen algunos de los horribles pensamientosque le cruzaban por la mente. Y sin embargo, aunque con elcorazón lleno de tal terror, no pudo menos de sonreírse alimaginar lo estupefacto que se habría quedado el santo varóny patriarcal diácono ante la impiedad de su ministro. Referiremos otro incidente de igual naturaleza yendo a todoprisa por la calle, el Reverendo Sr. Dimmesdale tropezó demanos a boca con uno de los mas antiguos miembros de suiglesia, una anciana señora, la mas piadosa y ejemplar quepueda darse: pobre, viuda, sola, y con el corazón todo lleno dereminiscencias de su marido y de sus hijos, ya muertos, asícomo de sus amigos fallecidos también hacía tiempo. Sinembargo, todo esto, que de otro modo habría sido un dolorintenso, se había casi convertido para esta alma piadosa enun goce solemne, gracias a los consuelos religiosos y a lasverdades de las Sagradas Escrituras, con que puede decirseque se había nutrido continuamente por espacio de mas detreinta años. Desde que el Reverendo Sr. Dimmesdale latomó a su cargo, el principal consuelo terrenal de la buenaseñora consistía en ver a su pastor ritual, ya de propósitodeliberado, ya por casualidad, y sentir confortada el alma conuna palabra que respirase las verdades consoladoras delEvangelio, y que saliendo de aquellos labios reverenciados,penetrase en su pobre pero atento oído. Mas en la presenteocasión, al querer el Reverendo Sr. Dimmesdale abrir loslabios, no le fue posible recordar un solo texto de las Sagradas Escrituras, y lo único que pudo decir fue algobreve, enérgico que según le pareció a él mismo entonces,venía a ser un argumento irrefutable contra la inmortalidad

Page 221: Letra Escarlata, La - Elejandria

del alma. La simple insinuación de semejante idea habríahecho probablemente caer a tierra sin sentido a esta ancianaseñora, como por efecto de una infusión de venenointensamente mortífero. Lo que el ministro dijo en realidad,no pudo recordarlo nunca. Tal vez hubo en sus palabras unacierta oscuridad que impidió a la buena viuda comprenderexactamente la idea que Dimmesdale quiso expresar, o quizáella las interpretó allá a su manera. Lo cierto es, que cuandoel ministro volvió la mirada hacia atrás, notó en el rostro dela santa mujer una expresión de éxtasis y divina gratitud,como si estuviera iluminado por los resplandores de la ciudaddivina. Aun referiremos un tercer ejemplo. Después de separarse dela anciana viuda, encontró a la mas joven de sus feligreses.Era una tierna doncella a quien el sermón predicado por elReverendo Sr. Dimmesdale, el día después de la nochepasada en vela en el tablado, había hecho trocar los gocestransitorios del mundo por la esperanza celestial que iríaganando brillantez a medida que las sombras de la existencia fueranaumentando, y que finalmente convertiría las tinieblaspotreras en oleadas de luz gloriosas. Era tan pura y tan bellacomo un lirio que hubiese florecido en el Paraíso. El ministrosabía perfectamente que su imagen se hallaba venerada enel santuario inmaculado del corazón de la doncella, quemezclaba su entusiasmo religioso con el dulce fuego delamor, y comunicaba al amor toda la pureza de la religión. Deseguro que el enemigo del género humano había apartadoaquel día a la joven doncella del lado de su madre, paraponerla al paso de este hombre que podemos llamar perdidoy desesperanzado. A medida que la joven se iba acercando alministro, el maligno espíritu le murmuró a éste en el oídoque condensara en la forma mas breve, y vertiera en eltierno corazón de la virgen, un germen de maldad que prontoproduciría negras flores y frutos aún mas negros. Era tal laconvicción de su influencia sobre esta alma virginal, que de

Page 222: Letra Escarlata, La - Elejandria

este modo a él se confiaba, que el ministro sabía muy bienque le era dado sola mirada perversa, o hacerle florecer envirtudes con una sola buena palabra. De consiguiente,después de sostener consigo mismo una lucha mas fuerteque las que ya había sostenido, se cubrió el rostro con elcapote y apresuró el paso sin darse por entendido que lahabía visto, dejando a la pobre muchacha que interpretasesu rudeza como quisiera. El escudriñó su conciencia, llena depequeñas acciones inocentes, y la infeliz se reprochó milfaltas imaginarias, y al día siguiente estuvo desempeñandosus quehaceres domésticos toda cabizbaja y con ojosllorosos. Antes que el ministro hubiera tenido tiempo de celebrar suvictoria sobre esta última tentación, experimentó otroimpulso, no ya ridículo, sino casi horrible. Era, nosavergonzamos de decirlo, nada menos que detenerse en lacalle y enseñar algunas palabrotas muy malsonantes a ungrupo de niños puritanos, que apenas empezaban a hablar.Habiendo resistido este impulso como completamenteindigno del traje que vestía, encontró a un marinero borrachode la tripulación del buque del Mar de las Antillas que hemoshablado; y esta vez, después de haber rechazado tanvalerosamente todas las otras perversas tentaciones, elpobre Sr. Dimmesdale deseó, al fin, dar un apretón demanos a este tunante alquitranado, y recrearse con algunode esos chistes de mala ley que tal acopio tienen losmarineros, sazonado todo con una andanada de ternos yjuramentos capaces de estremecer el cielo. Detuviéronle notanto sus buenos principios, como su pudor innato y lasdecorosas costumbres adquirida bajo su traje de eclesiástico.-¿Qué es lo que me persigue y me tienta de esta manera? Sepreguntó el ministro a si mismo, y deteniéndose en la calle ygolpeándose la frente. ¿Estoy loco por ventura, o me hallocompletamente en poder del enemigo malo? ¿Hice un pactocon él en la selva y lo firmé con mi propia sangre? ¿Y mepide ahora que lo cumpla, sugiriéndome que lleve a cabo

Page 223: Letra Escarlata, La - Elejandria

todas las iniquidades que pueda concebir su perversaimaginación? En los momentos en que el Reverendo Sr. Dimmesdalerazonaba de este modo consigo mismo, y se golpeaba lafrente con la mano, se dice que la anciana Sra. Hibbins, ladama reputada por hechicera, pasaba por allí vestida con ricotraje de terciopelo, fantásticamente peinada, y con unhermoso cuello de lechuguilla, todo lo cual le daba unaapariencia de persona de muchas campanillas. Como si lahechicera hubiese leído los pensamientos del ministro, sedetuvo ante él, fijó las miradas astutamente en su rostro,sonrió con malicia, y, aunque no muy dada a hablar congente de la iglesia, tuvo con el él siguiente dialogo: - De modo, Reverendo Señor, que habéis hecho una visita ala selva, observó la hechicera inclinando su gran peinadohacia el ministro. La próxima vez que vayáis, os ruego me loaviséis en tiempo, y me consideraré muy honrada enacompañaros. Sin querer exagerar mi importancia, creo queuna palabra mía servirápara proporcionar a cualquiercaballero extraño una excelente recepción de parte de aquelpotentado que sabéis. - Os aseguro, señora, respondió el ministro con respetuososaludo, como demandaba la alta jerarquía de la dama, ycomo su buena educación se lo exigía, os aseguro, bajo miconciencia y honor, que estoy completamente a oscurasacerca del sentido que entrañan vuestras palabras. No he idoa la selva a buscar a ningún potentado; ni intento hacer allíuna futura visita con el fin de ganarme la protección y favorde semejante personaje. Mi único objeto fue saludar a mipiadoso amigo el apóstol Eliot, y regocijarme con él por lasmuchas preciosas almas que ha arrancado a la idolatría. -¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Exclamó la anciana bruja, inclinando siempresu alto peinado hacia el ministro. Bien, bien: no necesitamos hablar de esto durante el día; pero a medianoche, y en la selva, tendremos juntos otra conversación. La vieja hechicera continuó su camino con su acostumbrada

Page 224: Letra Escarlata, La - Elejandria

majestad, pero de cuando en cuando volvía atrás las miradasy se sonreía, exactamente como quien quisiera dar aentender que existía entre ella y el ministro una secreta ymisteriosa intimidad. -¿Me habré vendido yo mismo, se preguntó el ministro, almaligno espíritu a quien, si es verdad lo que se dice, estavieja y amarillenta bruja, vestida de terciopelo, ha escogidopor en príncipe y señor? ¡Infeliz ministro! Había hecho un pacto muy parecido a eseque hablaba. Alucinado por un sueño de felicidad, habíacedido, deliberadamente, como nunca lo hizo antes, a latentación de lo que sabía que era un pecado mortal; y elveneno inficionador de ese pecado se había difundidorápidamente en todo su ser moral; adormeciendo todos susbuenos impulsos, y despertando en él todos los malos a vidaanimadísima. El odio, el desprecio, la malignidad sinprovocación alguna, el deseo gratuito de ser perverso, deridiculizar todo lo bueno y santo, se despertaron en él paratentarle al mismo tiempo que le llenaban de pavor. Y suencuentro con la vieja hechicera Hibbins, caso que hubieraacontecido realmente, sólo vino a mostrarle sus simpatías ysu compañerismo con mortales perversos y con el mundo deperversos espíritus. Ya para este tiempo había llegado a su morada, cerca delcementerio, y subiendo apresuradamente las escaleras serefugió en su estudio. Mucho se alegró el ministro de verse alfin en este asilo, sin haberse vendido él mismo cometiendouna de esas extrañas y malignas excentricidades, a quehabía estado continuamente expuesto, mientras atravesabalas calles de la población. Entró en su cuarto, y dio unamirada alrededor examinando los libros, las ventanas, lachimenea para el fuego, y los tapices, experimentando lamisma sensación de extrañeza que le había acosado duranteel trayecto desde la selva a la ciudad. En esta habitaciónhabía estudiado y escrito: aquí había ayunado y pasado las noches en vela, hasta

Page 225: Letra Escarlata, La - Elejandria

quedar casi medio muerto de fatiga y debilidad; aquí sehabía esforzado en orar; aquí había padecido mil y miltormentos y agonías. Allí estaba su Biblia, en el antiguo y rico hebreo, con Moisés y los Profetas que lehablaban constantemente, y resonando en toda ella la voz deDios. Allí, sobre la mesa, con la pluma al lado había unsermón por terminar, con una frase incompleta tal como ladejó cuando salió a hacer su visita dos días antes. Sabía queél era el mismo, el ministro delgado de pálidas mejillas quehabía hecho y sufrido todas estas cosas, y tenía ya muyadelantado su sermón de la elección. Pero parecía como siestuviera aparte contemplando su antiguo ser con ciertacuriosidad desdeñosa, compasiva y semi envidiosa. Aquelantiguo ser había desaparecido, y otro hombre habíaregresado de la selva: mas sabio, dotado de un conocimientoocultos misterios que la sencillez del primero nunca pudohaber conseguido. ¡Amargo conocimiento por cierto! Mientras se hallaba ocupado en estas reflexiones, resonó ungolpecito en la puerta del estudio, y el ministro dijo: Entradno sin cierto temor que pudiera ser un espíritu maligno. ¡Yasí fue! Era el anciano Rogerio Chillingworth. El ministro sepuso de pie, pálido y mudo, con una mano en las SagradasEscrituras y la otra sobre el pecho. -¡Bienvenido, Reverendo Señor! Dijo el médico. ¿Y cómohabéis hallado a ese santo varón, el apóstol Eliot? Pero meparece, mi querido señor, que estáis pálido; como si el viajea través de las selvas hubiera sido muy penoso. ¿Nonecesitáis de mi auxilio para fortaleceros algo, cosa quepodáis predicar el sermón de la elección? - No, creo que no, replicó el Reverendo Sr. Dimmesdale. Miviaje, y la vista del santo apóstol, y el aire libre y puro queallí he respirado, después de tan largo encierro en miestudio, me han hecho mucho bien. Creo que no tendré masnecesidad de vuestras drogas, mi benévolo médico, a pesarde lo buenas que son y de estar administradas por una manoamiga.

Page 226: Letra Escarlata, La - Elejandria

Durante todo este tiempo el anciano Rogerio había estadocontemplando al ministro con la mirada grave y fija de unmédico para con su paciente; pero a pesar de estasapariencias, el ministro estaba casi convencido queChillingworth sabía, o por lo menos sospechaba, suentrevista con Ester. El médico conocía, pues, que para suenfermo él no era ya un amigo íntimo y leal, sino su masencarnizado enemigo; de consiguiente, era natural que unaparte de esos sentimientos tomara forma visible. Es sinembargo singular el hecho que a veces transcurra tantotiempo antes de que ciertos pensamientos se expresen pormedio de palabras, y así vemos con cuanta seguridad dospersonas, que no desean tratar el asunto que mas a pechotienen, se acercan hasta sus mismos limites y se retiran sintocarlo. Por esta razón, el ministro no temía que el médicotratara de un modo claro y distinto la posición verdadera enque mutuamente se encontraban uno y otro. Sin embargo, elanciano Rogerio, con su manera tenebrosa de costumbre, seacercó considerablemente al particular del secreto. -¿No será mejor, dijo, que os sirvierais esta noche de mipoca habilidad? Realmente, mi querido señor, tenemos queesmeramos y hacer todo lo posible para que estéis fuerte yvigoroso el día del sermón de la elección. El público esperagrandes cosas de vos, temiendo que al llegar otro año ya supastor haya partido. - Sí, a otro mundo, replicó el ministro con piadosaresignación. Concédame el cielo que sea a un mundo mejor,porque, en verdad, apenas creo que podré permanecer entremis feligreses las rápidas estaciones de otro año. Y en cuantoa vuestras medicinas, buen señor, en el estado actual de micuerpo, no les necesito. - Mucho me alegro de oírlo, respondió el médico. Pudiera serque mis remedios, administrados tanto tiempo en vano,empezaran ahora a surtir efecto. Por feliz me tendría si asífuere, pues merecería la gratitud de la Nueva Inglaterra, sipudiese efectuar tal cura.

Page 227: Letra Escarlata, La - Elejandria

- Os doy las gracias con todo mi corazón, vigilante amigo,dijo el Reverendo Sr. Dimmesdale con una solemne sonrisa.Os doy las gracias, y sólo podré pagar con mis oracionesvuestros buenos servicios. - Las preces de un hombre bueno son la mas valiosarecompensa, contestó el anciano médico al despedirse. Sonlas monedas de oro corriente en la Nueva Jerusalén, con elbusto del Rey grabado en ellas. Cuando estuvo solo, el ministro llamó a un sirviente de lacasa y le pidió algo de comer, lo que traído que fue, puededecirse que despachó con voraz apetito; y arrojando a lasllamas lo que ya tenía escrito de su sermón, empezó actocontinuo a escribir otro, con tal afluencia de pensamientos yde emoción que se creyó verdaderamente inspirado,admirándose sólo de que el cielo quisiera transmitir la grandey solemne música de sus oráculos por un conducto tanindigno como él se consideraba. Dejando, sin embargo, queese misterio se resolviese por sí mismo, o permanecieraeternamente sin resolverse, continuó su labor con empeño yentusiasmo. Y así se pasó la noche hasta que apareció lamañana, arrojando un rayo dorado en el estudio, dondesorprendió al ministro, pluma en mano, con innumerablespáginas escritas y esparcidas por donde quiera.

XXI $EL DÍA DE FIESTA EN LA NUEVA INGLATERRA Muy temprano, en la mañana del día en que el nuevoGobernador había de ser elegido por el pueblo, fueron Ester yPerla a la plaza del mercado, que ya estaba llena deartesanos y otros plebeyos habitantes de la ciudad en unnúmero considerable. Entre estos había muchos individuos deaspecto rudo, cuyos vestidos, hechos de piel de ciervo, dabana conocer que pertenecían a algunos de los establecimientossituados en las selvas que rodeaban la pequeña metrópoli dela colonia.

Page 228: Letra Escarlata, La - Elejandria

En este día de fiesta, como en todas las demas ocasionesdurante siete últimos años, llevaba Ester un traje de pañoburdo de color gris, que no tanto por su color como por ciertapeculiaridad indescriptible de su corte, daba por resultadorelegar su persona a la oscuridad, como si la hicieradesaparecer a la miradas de todos, mientras la letraescarlata, por el contrario, la hacía surgir de esta especie decrepúsculo o penumbra, presentándola al mundo bajo elaspecto moral de su propio brillo. Su rostro, por tanto tiempofamiliar a las gentes de la ciudad, dejaba ver la calmamarmórea que estaban acostumbrados a contemplar. Erauna especie de mascara; o mejor dicho, era la calmacongelada de las facciones de una mujer ya muerta, y estatriste semejanza se debía a la circunstancia que Ester estabaen realidad muerta, en lo concerniente a poder reclamaralguna simpatía o afecto, y a que ella se había segregado porcompleto del mundo con el cual parecía que aún semezclaba. Quizá en este día especial pudiera decirse que había en elrostro de Ester una expresión no vista hasta entonces,aunque en realidad no tan marcada que pudiese notarsefácilmente, a no ser por un observador dotado de talesfacultades de penetración que leyera, primero, lo qué pasabaen el corazón, y luego hubiese buscado un reflejocorrespondiente en el rostro y aspecto general de esa mujer.Semejante observador, o mas bien adivino, podría haberpensado que, después de haber sostenido Ester las miradasde la multitud durante siete largos y malhadados añossoportándolas como una necesidad, una penitencia, y unaespecie de severa religión, ahora, por la última vez, lasafrontaba libre y voluntariamente para convertir también enuna especie de triunfo lo que había sido una prolongadaagonía. ¡Mirad por última vez la letra escarlata y la que lalleva! parecía decirles la víctima del pueblo. Esperad un pocoy me veré libre de vosotros. ¡Unas cuantas horas, no mas, yel misterioso y profundo océano recibirá en su seno, y

Page 229: Letra Escarlata, La - Elejandria

ocultaráen él siempre, el símbolo que habéis hecho brillar portanto tiempo en mi pecho! Ni será incurrir en una inconsistencia demasiado grande, sisupiéramos que Ester experimentaba cierto sentimiento depesar en aquellos instantes mismos en que estaba a punto deverse libre del dolor, que puede decirse se había encarnadoprofundamente en su ser. ¿No habría quizá en ella un deseoirresistible de apurar por última vez, y a grandes tragos, lacopa del amargo absintio acíbar que había estado bebiendodurante casi todos los años de su juventud? El licor que en losucesivo se llevaría a los labios, tendría que ser seguramenterico, delicioso, vivificante y en pulido vaso de oro; o de otromodo produciría una languidez inevitable y tediosa, viniendodespués de las heces de amargura que hasta entonces habíaapurado a manera de cordial de intensa potencia. Perla estaba ataviada alegremente. Habría sido imposibleadivinar que esta brillante y luminosa aparición debía suexistencia a aquella mujer de sombrío traje; o que la fantasíatan espléndida, y a la vez tan delicada, que ideó el vestido dela niña, era la misma que llevase a cabo la tarea, quizá masdifícil de dar al sencillo traje de Ester el aspecto peculiar tannotable que tenía. De tal modo se adaptaba a Perlita suvestido, que éste parecía la emanación o el desarrolloinevitable y la manifestación externa de su carácter, tanimposible de separarse de ella, como el ala de una mariposadesprenderse de su brillantez abigarrada, o a los pétalos deuna espléndida flor despojarse de su radiante colorido. Eneste día extraordinario, había sin embargo una ciertainquietud y agitación singular en todo el ser de la niña,parecidas al brillo de los diamantes que fulguran y centelleanal compás de los latidos del pecho en que se ostentan. Losniños participan siempre de las agitaciones de aquellaspersonas con quienes están en íntima relación; experimentansiempre el malestar debido a cualquier disgusto o trastornoinminente, de cualquier clase que sea, en el hogardoméstico; y por lo tanto Perla, que era entonces la joya del

Page 230: Letra Escarlata, La - Elejandria

inquieto corazón de la madre, revelaba en su mismavivacidad las emociones que nadie podía descubrir en laimpasibilidad marmórea de la frente de Ester. Esta efervescencia la hizo moverse como un ave, mas bienque andar al lado de su madre, prorrumpiendocontinuamente en exclamaciones inarticuladas, agudas,penetrantes. Cuando llegaron a la plaza del mercado, sevolvió aún mas inquieta y febril al notar el bullicio ymovimiento que allí reinaban, pues por lo común aquel lugartenía en realidad el aspecto de un solitario prado frente a laiglesia de una aldea, y no el del centro de los negocios deuna población. -¿Qué significa esto, madre? Gritó la niña. ¿Por qué hanabandonado todos hoy su trabajo? ¿Es un día de fiesta paratodo el mundo? Mira, ahí está el herrero. Se ha lavado sucara sucia y se ha puesto la ropa de los domingos, y pareceque quisiera estar contento y alegre, si hubiese solamentequien le enseñase el modo de estarlo. Y aquí está el Sr.Brackett, el viejo carcelero, que se sonríe conmigo y mesaluda. ¿Por qué lo hace, madre? - Se acuerda cuanto tú eras muy chiquita, hija mía,respondió Ester. Ese viejo horrible, negro y feo, no debesonreírme ni saludarme, dijo Perla. ¡Que lo haga contigo siquiere, porque estás vestida de color oscuro y llevas la letraescarlata. Pero mira, madre, cuántas gentes extrañas, yentre ellos indios y también marineros! ¿Para qué han venidotodos esos hombres a la plaza del mercado? - Están esperando que la procesión pase para verla, dijoEster, porque el Gobernador y los magistrados han de venir,y los ministros, y todas las personas notables y buenas hande marchar con música y soldados a la cabeza. -¿Y estará allí el ministro? Preguntó Perla, ¿y extenderá lasdos manos hacia mí, como hizo cuando tú me llevaste a sulado desde el arroyuelo? - Sí estará, respondió su madre, pero no te saludará hoy, nitampoco debes tú saludarle.

Page 231: Letra Escarlata, La - Elejandria

-¡Qué hombre tan triste y tan raro es el ministro! Dijo la niñacomo si hablara en parte a solas y consigo misma. En mediode la noche nos llama y estrecha tus manos y las mías, comocuando estuvimos juntas con él sobre el tablado. Y en elbosque, donde solo los antiguos árboles pueden oír a uno, ydonde solo un pedacito de cielo puede vernos, se pone ahablar contigo sentado en un tronco de árbol. Y me besa lafrente de modo que el arroyuelo apenas puede borrar subeso. Pero aquí, a la luz del sol, y en medio de todas estasgentes, no nos conoce, ni nosotros debemos conocerle. ¡Sí,un hombre raro y triste con la mano siempre sobre elcorazón! - No hables mas, Perla, le dijo su madre, tú no entiendes deestas cosas. No pienses ahora en el ministro, sino mira loque pasa a tu alrededor y verás cuán alegre parece hoy todoel mundo. Los niños han venido de sus escuelas, y laspersonas crecidas han dejado sus tiendas, sus talleres y loscampos con el objeto de divertirse; porque hoy empieza aregirlos un nuevo Gobernador. Como Ester decía, era mucho el contento y alegría quebrillaban en el rostro de todos los presentes. En un díasemejante, como sucedió después durante la mayor parte dedos siglos, los puritanos se entregaban a todo el regocijo yalborozo público que consideraban permisibles a la fragilidadhumana; disipando solo en el espacio de un día de fiesta,aquella nube sombría en que siempre estaban envueltos,pero de manera tal, que apenas si aparecían menos gravesque otras comunidades en tiempo de duelo general. Pero tal vez exageramos el aspecto sombrío queindudablemente caracterizaba la manera de ser de aqueltiempo. Las personas que se hallaban en la plaza delmercado de Boston no eran todas herederas del adusto ytriste carácter puritano. Había allí individuos naturales deInglaterra, cuyos padres habían vivido en la época de laReina Isabel, cuando la vida social inglesa, considerada enconjunto, parece haber sido tan magnífica, fastuosa y alegre

Page 232: Letra Escarlata, La - Elejandria

como el mundo pueda haber presenciado jamas. Si hubieranseguido su gusto hereditario, los colonos de la NuevaInglaterra habrían celebrado todos los acontecimientos deinterés público con hogueras, banquetes, procesiones cívicas,todo con gran pompa y esplendor. Ni habría sido dificilcombinar, en majestuosas ceremonias, el recreo alegre conla solemnidad, como si el gran traje de gala que en talesfiestas reviste una nación estuviese adornado de una manerabrillante a la vez que grotesca. Algo parecido a esto había enel modo de celebrar el día que daba comienzo al año políticode la colonia. El vago reflejo de una magnificencia que vivíaen el recuerdo, una imitación pálida y débil de lo que habíanpresenciado en el viejo Londres, no diremos de unacoronación real, sino de las fiestas con que se inaugura elLord Corregidor de aquella gran capital, podría trazarse enlas costumbres que observaban nuestros antepasados en lainstalación anual de sus magistrados. Los padres yfundadores de la República, el hombre de Estado, elsacerdote y el militar, creían de su deber revestirse en estaoportunidad de toda la pompa y aparato majestuoso que, deacuerdo con las antiguas tradiciones, se consideraba eladminículo indispensable de la eminencia pública o social.Todos venían a formar parte de la procesión que había dedesfilar ante las miradas del pueblo, comunicando de estemodo cierta dignidad a la sencilla estructura de un gobiernotan recientemente constituido. En ocasiones semejantes se le permitía al pueblo, y hasta sele animaba, a que se solazara y dejase sus diversos trabajose industrias, a que en todo tiempo parecía se aplicaba con lamisma rigidez y severidad que a sus austeras prácticasreligiosas. Por descontado que aquí no podía esperarse nadaparecido a lo que se hubiera visto en las fiestas populares deInglaterra en tiempos de la Reina Isabel; ni rudasrepresentaciones teatrales; ni ministriles con sus arpas ybaladas legendarias; ni músicos ambulantes con un monobailando al son de la música; ni jugadores de mano y

Page 233: Letra Escarlata, La - Elejandria

titiriteros con sus suertes y artificios de hechicería; nipayasos y saltimbanquis tratando de alegrar la multitud consus chistes, quizá de varios siglos de antigüedad, perosurtiendo siempre buen efecto, porque se dirigen a lossentimientos universales dispuestos a la alegría y buenhumor. Toda esta clase de profesores de los diferentes ramosde diversión y entretenimiento habían sido severamentesuprimidos, no solo por la rígida disciplina de la ley, sino porsanción general que es lo que constituye la vitalidad de lasleyes. Sin embargo, aún careciendo de todo esto, la honraday buena cara del pueblo sonreía, quizá con cierta dureza,pero también a quijada batiente. Ni se diga por eso quefaltaban juegos y recreos de la clase que los colonos habíanpresenciado muchos años atrás, en las ferias campestres deInglaterra, en los que acaso tomaron parte, y considerabanserá conveniente conservar en estas nuevas tierras; porejemplo, se veían luchas a brazo partido, de diferentesclases, aquí y allí en la plaza del mercado; en una esquinahabía un combate amistoso al garrote; y lo que mas que todollamaba la atención, en el tablado de la picota a que ya se hahecho referencia varías veces en estas páginas, dos maestrosde armas comenzaban a dar una muestra de sus habilidadescon broquel y espadón. Pero con gran chasco y disgusto delos espectadores, este entretenimiento fue suspendidomediante la intervención del alguacil de la ciudad, que noquería permitir que la majestad de la ley se violase consemejante abuso de uno de sus lugares consagrados. Aunque los colores del cuadro de la vida humana que sedesplegaba en la plaza del mercado fueran en lo generalsombríos, no por eso dejaban de estar animados condiversidad de matices. Había una cuadrilla de indios contrajes de piel de ciervo curiosamente bordados, cinturonesrojos y amarillos, plumas en la cabeza, y armados con arco,flechas y lanzas de punta de pedernal que permanecíanaparte, como separados de todo el mundo, con rostros deinflexible gravedad, que ni aun la de los puritanos podía

Page 234: Letra Escarlata, La - Elejandria

superar. Pero a pesar de todo, no eran estos salvajespintados de colores, los que pudieran presentarse como tipode lo mas violento o licencioso de las gentes que allí estabancongregadas. Semejante honor si en ello le hay, podíanreclamarlo con mas fundamento algunos de los marinerosque formaban parte de la tripulación del buque procedentedel Mar Caribe, que también habían venido a tierra adivertirse el día de la elección. Eran hombres que se habíanechado el alma a las espaldas, de rostros tostados por el soly grandes y espesas barbas; sus pantalones, cortos yanchos, estaban sostenidos por un cinturón, que a vecescerraban placas o hebillas de oro, y del cual pendía siempreun gran cuchillo, y en algunos casos un sable. Por debajo delas anchas alas de sus sombreros de paja, se veían brillarojos que, aun en momentos de alegría y buen humor, teníanuna especie de ferocidad instintiva. Sin temor ni escrúpulo deninguna especie, violaban las reglas de buen comportamientoa que se sometían todos los demas, fumando a las mismasnarices del alguacil de la población, aunque cada bocanadade humo habría costado buena suma de reales por vía demulta, a todo otro vecino de la ciudad, y apurando sin ningúnreparo tragos de vino o de aguardiente en frascos quesacaban de sus faltriqueras, y que ofrecían liberalmente a laasombrada multitud que los rodeaba. Nada caracteriza tantola moralidad a medias de aquellos tiempos, que hoycalificamos de rígidos, como la licencia que se permitía a losmarineros, no hablamos sólo de sus calaveradas cuandoestaban en tierra, sino aún mucho mas tratándose de susactos de violencia y rapiña cuando se hallaban en su propioelemento. El marinero de aquella época correría hoy elpeligro que se le acusara de pirata ante un tribunal. Porejemplo, poca dada podría abrigarse que los tripulantes delbuque que hemos hablado, aunque no de lo peor de sugénero, habían sido culpables de depredaciones contra elcomercio español, de tal naturaleza, que pondrían en riesgosus vidas en un moderno tribunal de justicia.

Page 235: Letra Escarlata, La - Elejandria

Pero en aquellos antiguos tiempos el mar se alborotaba, sehenchía y se rizaba, según su capricho, o estaba sujetosolamente a los vientos tempestuosos, sin que apenas sehubiera intentado establecer código alguno que regulase lasacciones de los que lo surcaban. El bucanero podíaabandonar su profesión y convertirse, si así lo deseaba, enhombre honrado y piadoso, dejando las olas y fijándose entierra; y ni aun en plena carrera de su existencia borrascosase lo consideraba como individuo con quien no era decentetener tratos ni relación social, aunque fuera casualmente. Deconsiguiente, los viejos puritanos con sus capas negras ysombreros puntiagudos, no podían menos de sonreírse antela manera bulliciosa y ruda de comportarse de estos alegresmarineros; sin que excitara sorpresa, ni diese lugar a críticas,ver que une persona tan respetable como el anciano RogerioChillingworth entrase en la plaza del mercado en íntima yamistosa plática con el capitán del buque de dudosareputación. Puede afirmarse que entre toda aquella multitud allícongregada no había figura de aspecto tan vistoso y bizarro,al menos en lo que hace al traje, como la de aquel capitán.Llevaba el vestido profusamente cubierto de cintas, galón deoro en el sombrero que rodeaba una cadenilla, también deoro, y adornado ademas con una pluma. Tenía espada alcinto, y ostentaba en la frente una cuchillada que, merced acierto arreglo especial del cabello, parecía mas deseoso demostrar que de esconder. Un ciudadano que no hubiera sidomarino, apenas se habría atrevido a llevar ese traje ymostrar esa cara, con tal desenfado y arrogancia, sabiendoque se exponía a sufrir un mero interrogatorio ante unmagistrado, incurriendo probablemente, en una crecidamulta o en algunos cuantos días de cárcel: pero tratándosede un capitán de buque, todo se consideraba perteneciente aloficio, así como las escamas son parte de un pez. Después de separarse del médico, el capitán del buque condestino a Bristol empezó a pasearse lentamente por la plaza

Page 236: Letra Escarlata, La - Elejandria

del mercado, hasta que, acercándose por casualidad al sitioen que estaba Ester, pareció reconocerla y no vaciló endirigirle la palabra. Como acontecía por lo común dondequiera que se hallaba Ester, en torno suyo se formaba uncorto o vacío, una especie de círculo mágico en el que,aunque el pueblo se estuviera codeando y pisoteando a muycorta distancia, nadie se aventuraba ni se sentía dispuesto apenetrar. Era un ejemplo vivo de la soledad moral a que laletra escarlata condenaba a su portadora, debido en parte ala reserva de Ester, y en parte al instintivo alejamiento desus conciudadanos, a pesar que hacía ya tiempo que habíandejado de mostrarse poco caritativos para con ella. Ahora,mas que nunca, le sirvió admirablemente, pues leproporcionó el modo de hablar con el marino sin peligro quelos circunstantes se enteraran de su conversación; y talcambio se había operado en la reputación que gozaba Ester alos ojos del público, que la matrona mas eminente de lacolonia en punto a la rígida moralidad, no podría habersepermitido aquella entrevista, sin dar margen al escándalo. - De modo, señora, dijo el capitán, que debo ordenar a mimayordomo que prepare otro camarote, ademas de los queUd. ha contratado. Lo que es en este viaje no habrá temor deescorbuto o tifus; porque con el cirujano de abordo, y esteotro médico, nuestro único peligro serán las pildoras o lasdrogas que nos administren, pues tengo en el buque unabuena provisión de medicinas que compré a un buqueespañol. -¿Qué está Ud. diciendo? Preguntó Ester con mayor alarmade la que quisiera haber mostrado. -¿Tiene Ud. otro pasajero? -¡Cómo! ¿No sabe Ud., exclamó el capitán barco, que elmédico de esta plaza, Chillingworth como dice llamarse, estádispuesto a compartir mi cámara con Ud.? Sí, sí, Ud. debesaberlo, pues me ha dicho que es uno de la compañía, yademas íntimo amigo del caballero de quien Ud. habló, de

Page 237: Letra Escarlata, La - Elejandria

ese que corre peligro aquí en manos de estos viejos yásperos puritanos. - Sí, se conocen íntimamente, replicó Ester con semblantesereno, aunque toda llena de la mas profunda consternación,han vivido juntos mucho tiempo. Nada mas pasó entre el marino y Ester. Pero en aquel mismoinstante vió ésta al viejo Rogerio de pie en el ángulo masremoto de la plaza del mercado, sonriéndole; sonrisa que, através de aquel vasto espacio de terreno, y en medio detanta charla, alegría, bullicio y animación, y de tantadiversidad de intereses y de sentimientos, encerraba unasignificación secreta y terrible.

Page 238: Letra Escarlata, La - Elejandria

XXIILA PROCESIÓN Antes que Ester hubiera podido darse cuenta de lo quepasaba, y considerar lo que podía hacerse en vista de estenuevo e inesperado aspecto del asunto, se oyeron los sonesde una música militar que se acercaba por una de las callescontiguas, indicando la marcha de la procesión de losmagistrados y ciudadanos en dirección de la iglesia, donde,de acuerdo con una antigua costumbre adoptada en losprimeros tiempos de la colonia, el Reverendo SeñorDimmesdale debía predicar el sermón de la elección. Pronto se dejó ver la cabeza de la procesión que,procediendo lenta y majestuosamente, doblaba una esquinay se abría paso a través de la muchedumbre que llenaba laplaza del mercado. Primeramente venía la banda de música, compuesta de variedad de instrumentos,quizá imperfectamente adaptados unos a otros, y tocados sinmucho arte; sin embargo, se alcanzaba el gran objeto que laarmonía de los tambores y del clarín debe producir en lamultitud; esto es, revestir de un aspecto mas heroico yelevado la escena que se desarrollaba ante la vista. Perla, alprincipio, empezó a palmotear, pero luego, por un instante,perdió la agitación febril que la había mantenido en unestado de continua efervescencia toda la mañana: contemplósilenciosamente lo que pasaba, y parecía como si los sonidosde la música, arrebatando su espíritu, la hicieran, a manerade ave acuátil, cernerse sobre aquellas oleadas de armonía.Pero volvió a su antigua agitación al ver fulgurar a los rayosdel sol las armas y brillantes arreos de los soldados quevenían inmediatamente después de la banda de música, yformaban la escolta de honor de la procesión. Este cuerpomilitar, que aun subsiste como institución, y continúa suvieja existencia con antigua y honrosa fama, no se componíade hombres asalariados, sino de caballeros que, animados deardor marcial, deseaban establecer una especie de Colegio de

Page 239: Letra Escarlata, La - Elejandria

Armas donde, como en una Asociación de CaballerosTemplarios, pudieran aprender la ciencia de la guerra y lasprácticas de la misma, hasta donde lo permitieran susocupaciones pacíficas habituales. La alta estimación en quese tenía a los militares en aquella época, podía verse en elporte majestuoso de cada uno de los individuos queformaban la compañía. Algunos, en realidad de verdad, porsus servicios en los Países Bajos y en otros campos debatalla, habían conquistado perfectamente el derecho de usarel nombre de soldado con toda la pompa y prosopopeya deloficio. Toda aquella columna vestida con petos de lucienteacero y brillantes morriones coronados de penachos deplumas presentaba un golpe de vista cuyo esplendor ningúndespliegue de tropas modernas puede igualar. Y sin embargo, los hombres de eminencia en lo civil, quemarchaban inmediatamente en seguida de la escolta militar,eran aun mas dignos de la observación de una personapensadora. Su aspecto exterior tenía cierto sello de majestadque hacía parecer vulgar, y hasta absurdo a su lado, el altivocontinente del guerrero. Era aquel un siglo en que el talentomerecía menos estimación que ahora, reservándose ésta enmayor grado para las cualidades sólidas que denotabanfirmeza y dignidad de carácter. El pueblo, por herencia, erarespetuoso y deferente; y los colonos ingleses que habíanfijado sus moradas en estas ásperas costas, dejando tras sí,rey, nobles, y toda la escala de la jerarquía social, aunquecon la idea de respeto y obediencia todavía muy arraigada enellos, la reservaban para las canas y las cabezas que los añoshacían venerables; para la integridad a toda prueba; para lasólida sabiduría y amarga experiencia de la vida; en fin, paratodas aquellas cualidades que indican peso, madurez, y secomprenden bajo el calificativo general de respetabilidad. Porlo tanto, aquellos primitivos hombres de Estado, tales comoBradstreet, Endicott, Dudley, Bellingham y sus compañeros,que fueron elevados al poder por la elección popular, noparece que pertenecieron a esa clase de hombres que hoy se

Page 240: Letra Escarlata, La - Elejandria

llaman brillantes, sino que se distinguían como personas demadurez y de peso, mas bien que de inteligencias vivas yextraordinarias. Tenían fortaleza de ánimo y confianza en suspropias fuerzas, y en tiempos difíciles o peligrosos, cuando setrataba del bienestar de la cosa pública, eran como murallade rocas contra los embates de las tempestuosas olas. Losrasgos de carácter aquí indicados se manifestabanperfectamente en sus rostros casi cuadrados y en el grandesarrollo fisico de los nuevos magistrados coloniales; y en loque concierne a porte y autoridad natural, la madre patria nose habría avergonzado de admitir a estos hombres en laCámara de los Pares o en el Consejo del Soberano. Después de los magistrados venía el joven y eminenteeclesiástico cuyos labios habían de pronunciar el discursoreligioso en celebración del acto solemne. En la época quehablamos, la profesión que él ejercía se prestaba mucho masque la política al despliegue de las facultades intelectuales.Los que veían ahora al Sr. Dimmesdale, observaron quejamas mostró tanta energía en su aspecto y hasta en sumodo de andar, como la que desplegaba en la procesión. Supisada no era vacilante, como en otras ocasiones, sino firme;no iba con el cuerpo casi doblado, ni se llevaba como decostumbre la mano al corazón. Sin embargo, bienconsiderado, su vigor no parecía corporal sino espiritual,como si se debiera a favor especial de los ángeles; o quizáera la animación procedente de una inteligencia absorbidapor serios y profundos pensamientos; o acaso sutemperamento sensible se veía vigorizado por los sonidospenetrantes de la música que, ascendiendo al cielo, learrastraban y hacían mover con inusitada vivacidad. Sinembargo, tal era la abstracción de su miradas, que podíapensarse que el Sr. Dimmesdale ni aún siquiera oía lamúsica. Allí estaba su cuerpo marchando adelante con vigorno acostumbrado. ¿Pero dónde estaba su espíritu? Allí en lasprofundidades de su ser, ocupado con actividadextraordinaria en coordinar la legión de pensamientos

Page 241: Letra Escarlata, La - Elejandria

majestuosos que pronto habían de verter sus labios; y deconsiguiente ni veía, ni oía, ni tenía idea de nada de lo que lerodeaba; pero la parte espiritual se apodera de aquella débilfábrica y la arrastró consigo adelante, inconscientemente, yconvertida también en espíritu. Los hombres de inteligenciapoco común, que han llegado a adquirir cierta condiciónmórbida, poseen a veces esta facultad de hacer un esfuerzopoderoso en el cual invierten la fuerza vital de muchos días,para permanecer después como agotados durante muchotiempo. $Ester, con los ojos fijos en el ministro, se sentía dominadapor tristes ideas, sin saber por qué ni de qué provenían. Sehabía imaginado que una mirada, siquiera rápida, tenía que cambiarse entre los dos. Recordabala oscura selva con su pradillo solitario, y el amor y laangustia de la que había sido testigo; y el tronco mohoso delárbol donde, sentados, asidos de las manos, mezclaron sustristes y apasionadas palabras al murmullo melancólico delarroyuelo. ¡Cuán profundo conocimiento adquirieron entoncesde lo que eran en realidad uno y otro! ¿Y era éste el mismohombre? Apenas lo conocía ahora. ¿Era acaso él, ese hombreque pasaba altivo al compás de la hermosa música, encompañía de los venerables y majestuosos magistrados, él,tan inaccesible en su posición social, y aún mucho mas comoahora le veía allí, entregado a los poco simpáticospensamientos que le preocupaban? El corazón de Ester seentristeció a la idea de que todo había sido una ilusión, y quepor vívido que hubiera sido su sueño, no podía existir unverdadero lazo de unión entre ella y el ministro. Y había enEster tal suma de sentimiento femenino, que apenas podíaperdonarle, y menos que nunca ahora cuando casi se oían,cada vez mas próximas, las pisadas del Destino que seacercaba a toda prisa, no, no podía perdonarle que de talmodo le fuera dado abstraerse del mundo que a los dos lesera común, mientras ella, perdida en las tinieblas, extendíalas manos congeladas buscándole, sin poder hallarle.

Page 242: Letra Escarlata, La - Elejandria

Perla, o vio y respondió a los pensamientos íntimos de sumadre, o sintió por sí misma también el alejamiento delministro y creyó notar la especie de barrera inaccesible quelos separaba. Mientras pasaba la procesión, la niña estuvoinquieta, moviéndose y balanceándose como un ave a puntode emprender el vuelo; pero cuando todo hubo terminado,miró a Ester en el rostro, y le dijo: - Madre, ¿es ese el mismo ministro que me besó junto alarroyo? - Calla ahora, mi querida Perla, le contestó su madre en vozbaja, no debemos hablar siempre en la plaza del mercado delo que nos acontece en la selva. - ¡No puedo estar segura de que sea él, tan diferente meparece! continuó la niña; de otro modo habría corrido haciaél y le hubiera pedido que me besara ahora, delante de todoel mundo, como lo hizo allá, bajo aquellos árboles sombríos.¿Qué habría dicho el ministro, madre? ¿Se habría llevado lamano al corazón, riñéndome y ordenándome que me alejara?-¿Qué otra cosa podría haber dicho, Perla, respondió sumadre, sino que no era esta la ocasión de besar a nadie, yque los besos no deben darse en la plaza del mercado?Perfectamente hiciste, locuela, en no hablarle. Hubo otra persona que expresó igualmente sus ideas acercadel Sr. Dimmesdale. Esta persona era la Sra. Hibbins, cuyasexcentricidades, o mejor dicho, locura, la llevaban a hacer loque pocos de la población se hubieran atrevido a realizar,esto es: sostener una conversación, delante del público, con laportadora de la letra escarlata. Vestida con granmagnificencia, con un triple cuello alechugado, talle bordado,bata de rico terciopelo y apoyada en un bastón de puño deoro, había salido a ver la procesión cívica. Como esta ancianaseñora tenía la fama (que después le costó la vida) de serparte principal en todos los trabajos de nigromancía quecontinuamente se estaban ejecutando, la multitud le abriópaso franco y se apartó de ella, pareciendo temer el contacto

Page 243: Letra Escarlata, La - Elejandria

de sus vestidos, como si llevaran la peste oculta entre susprimorosos pliegues. Vista en unión de Ester Prynne, a pesardel sentimiento de benevolencia con que muchos miraban aesta última, el terror que de suyo inspiraba la Sra. Hibbins seaumentó y dio lugar a un alejamiento general de aquel sitioen que re encontraban las dos mujeres. -¿Qué imaginación mortal podría concebirlo? Dijo la ancianaen voz baja, confidencialmente, a Ester. ¡Ese hombrereligioso, ese santo en la tierra como el pueblo lo creía, ycomo realmente lo parece! ¿Quién que le vio ahora en laprocesión podría pensar que no hace mucho que salió de suestudio, apostaría que murmurando algunas frases de laBiblia en hebreo, a dar una vuelta por la selva? ¡Ah!Nosotras, Ester Prynne, sabemos lo que eso significa. Pero,en realidad de verdad, no puedo resolverme a creer que esesea el mismo hombre. He visto marchando detrás de lamúsica a mas de un eclesiástico que ha bailado conmigocuando Alguien, que no quiero nombrar aquí, tocaba el violín,y que tal vez sea un hechicero indio o un brujo japonés quenos saluda y estrecha las manos en otras ocasiones. Pero esoes una bicoca, para quien sabe lo que es el mundo. ¿Peroeste ministro? ¿Podrás decirme con seguridad, Ester, si es elmismo hombre a quien encontraste en el sendero de laselva? - Señora, no sé de qué me estais hablando, respondió Ester,conociendo, como conocía, que la dama Hibbins no teníatodos sus sentidos cabales, pero sorprendida en extremo, yhasta amedrentada, al oír la seguridad con que afirmaba lasrelaciones personales que existían entre tantos individuos(entre ellos Ester misma) y el enemigo malo. - No me corresponde a mí hablar con ligereza de un ministrotan piadoso y sabio como el Reverendo Sr. Dimmesdale. -¡Ja! ¡Ja! ¡mujer! Exclamó la anciana señora alzando el dedoy moviéndolo de un modo significativo. ¿Crees tú quédespués de haber ido yo a la selva tantas veces, no me serádado conocer a los que han estado también allí? Sí; aunque

Page 244: Letra Escarlata, La - Elejandria

no hubiera quedado en sus cabellos ninguna hojita de lasguirnaldas silvestres con que se adornaron la cabezamientras bailaban. Yo te conozco, Ester; pues veo la señalque te distingue entre todas las demas. Todos podemos verlaa la luz del sol; pero en las tinieblas brilla como una llamarojiza. Tú la llevas a la faz del mundo; de modo que no haynecesidad de preguntarte nada acerca de este asunto. ¡Peroeste Ministro!... ¡Déjame decírtelo al oído! Cuando el Hombre Negro ve a alguno de su propiossirvientes, que tiene la marca y el sello suyo, y que semuestra tan cauteloso en no querer que se sepan los lazosque a él le ligan, como sucede con el Reverendo Sr.Dimmesdale, entonces tiene un medio de arreglar las cosasde manera que la marca se ostente a la luz del día y seavisible a los ojos de todo el mundo. ¿Qué es lo que elministro trata de ocultar con la mano siempre sobre elcorazón? ¡Ah! ¡Ester Prynne! -¿Qué es lo que oculta, buena Sra. Hibbins? Preguntó convehemencia Perla. ¿Lo has visto? - Nada, querida niña, respondió la Sra. Hibbins haciendo unaprofunda reverencia a Perla. Tú misma lo verás algún día.Dicen, niña, que desciendes del Príncipe del Aire. ¿Quieresvenir conmigo una noche que sea hermosa a visitar a tupadre? Entonces sabreis por qué el ministro se lleva siemprela mano al corazón. Y riendo tan estrepitosamente, que todos los que estaban enla plaza del mercado pudieron oírla, la anciana hechicera seseparó de Ester. Mientras esto pasaba, se había hecho la plegaria preliminaren la iglesia, y el Reverendo Sr. Dimmesdale habíacomenzado su discurso. Un sentimiento irresistible manteníaa Ester cerca del templo. Como el sagrado edificio estaba tanlleno que no podía dar cabida a ninguna persona mas, sesituó junto al tablado de la picota, hallándose lo bastantecerca de la iglesia para poder oír todo el sermón como sifuera un murmullo vago, pero variado, lo mismo que el débil

Page 245: Letra Escarlata, La - Elejandria

acento de la voz peculiar del ministro. El órgano vocal del Sr. Dimmesdale era de suyo un ricotesoro, de modo que el oyente, aunque no comprendieranada del idioma en que el orador hablaba, podía sin embargosentirse arrastrado por el simple sonido y cadencia de laspalabras. Como toda otra música respiraban pasión yvehemencia, y despertaban emociones ya tiernas, yaelevadas, en una lengua que todos podían entender. A pesarde lo indistinto de los sonidos, Ester escuchaba con atencióntal y con tan profunda simpatía, que el sermón tuvo para ellauna significación propia, completamente personal, y sinrelacionarse en manera alguna con las palabras; las cuales,si las hubiera podido oír mas claramente, sólo habrían sidoun medio materializado que hubiera oscurecido su sentidoespiritual. Ya oía las notas bajas a semejanza del viento quese calma como para reposarse; ya se elevaba con lossonidos, como si diera por gradaciones progresivas, orasuaves, ya fuertes, hasta que el volumen de la voz parecíaenvolverla en una atmósfera de respetuoso temor y solemnegrandeza. Y sin embargo, a pesar de lo imponente que aveces se volvía aquella voz, tenía siempre algo esencialmentequejumbroso. Había en ella una expresión de angustia, yaleve, ya aguda, el murmullo o el grito, como quieraconcebírsele, de la humanidad sufriente, que brotaba de uncorazón que padecía e iba a herir la sensibilidad de los demascorazones. A veces lo único que se percibía era estaexpresión inarticulada de profundo sentimiento, a manera deun sollozo que se oyera en medio de hondo silencio. Pero aúnen los momentos en que la voz del ministro adquiría masfuerza y vigor, ascendiendo de una manera irresistible, conmayor amplitud y volumen, llenando la iglesia de tal modoque parecía querer abrirse paso a través de las paredes ydifundirse en los espacios, aún entonces, si el oyenteprestaba cuidadosa atención, con ese objeto determinado,podía descubrir también el mismo grito de dolor. ¿Qué eraeso? La queja de un corazón humano, abrumado de penas,

Page 246: Letra Escarlata, La - Elejandria

quizá culpable, que revelaba su secreto, cualquiera que éstefuese, al gran corazón de la humanidad, pidiendo su simpatíao su perdón, a cada momento, en cada acento y nunca envano. Esta nota profunda y dominante, era lo queproporcionaba gran parte de su poder al ministro. Durante todo este tiempo Ester permaneció, como unaestatua, clavada al pie del tablado fatídico. Si la voz delministro no la hubiese mantenido allí, habría de todos modoshabido un inevitable magnetismo en aquel lugar, en quecomenzó la primera hora de su vida de ignominia. Reinabaen Ester la idea vaga, confusa, aunque pesaba gravementeen su espíritu, que toda la órbita de su vida, tanto antescomo después de aquella fecha, estaba relacionada con aquelsitio, como si fuera el punto que le diera unidad a suexistencia. Perla, entretanto, se había apartado de su madre y estabajugando como mejor le parecía en la plaza del mercado,alegrando a aquella sombría multitud con sus movimientos yvivacidad, a manera de un ave de brillantes plumas queilumina todo un árbol de follaje oscuro saltando de un lado aotro, medio visible y medio oculta entre la sombra de lasespesas hojas. Tenía movimientos ondulantes, a vecesirregulares que indicaban la inquietud de su espíritu, muchomayor en aquel día porque reflejaba la de su madre. Dondequiera que Perla veía algo que excitaba su curiosidad,siempre alerta, allí se dirigía rápidamente, pudiendo decirseque la niña tomaba plena posesión de lo que fuere, como silo considerase su propiedad. Los puritanos la miraban y sesonreían; mas no por eso se sentían menos inclinados a creerque la niña era el vástago de un espíritu malo, a juzgar por elencanto indescriptible de belleza y excentricidad que brillabaen todo su cuerpecito y se manifestaba en su actividad. Sedirigió hacia el indio salvaje y le miró fijamente al rostro, haque el indio tuvo conciencia que se las había con un ser masselvático que él mismo. De allí, con innata audacia, perosiempre con característica reserva, corrió al medio de un

Page 247: Letra Escarlata, La - Elejandria

grupo de marineros de tostadas mejillas, aquellos salvajesdel océano, como los indios lo eran de la tierra, los que consorpresa y admiración contemplaron a Perla como a unaespuma del mar hubiese tomado la forma de una niñita, yestuviera dotada de un alma con esa fosforescencia de lasolas que se vio brillar de noche bajo la proa del buque que vacortando las aguas. Uno de estos marinos, el capitán seguramente, que habíahablado con Ester, se quedó tan prendado del aspecto dePerla, que intentó asirla para besarla; pero viendo que esoera tan imposible como atrapar un colibrí en el aire, tomó lacadena de oro que adornaba su sombrero, y se la arrojó a laniñita. Perla inmediatamente se la puso al rededor del cuelloy de la cintura con tal habilidad que, al verla, parecía queformaba parte de ella y era dificil imaginarla sin ese adorno. -¿Es tu madre aquella mujer que está allí con la letraescarlata? Dijo el capitán. ¿Quieres llevarle un recado mío? - Si el recado me agrada, lo haré, dijo Perla. - Entonces dile, replicó el capitán, que he hablado otra vezcon el viejo médico de rostro moreno, y que él secompromete a traer a su amigo, el caballero que ella sabe, abordo de mi buque. De consiguiente, tu madre sólo tiene quepensar en ella y en ti. ¿Quieres decirle esto, niña brujita? - La Sra. Hibbins dice que mí padre es el Príncipe del Aire,exclamó Perla con una maligna sonrisa. Sí vuelves allamarme bruja, se lo diré a ella, y perseguirá tu buque conuna tempestad. Atravesando la plaza del mercado regresó la niña junto a sumadre y le comunicó lo que el marino le había dicho. Ester, apesar de su ánimo fuerte, tranquilo, resuelto, y constante enla adversidad, estuvo a punto de desmayarse al oír estanoticia precursora de inevitable desastre, precisamente enlos momentos en que parecía haberse abierto un caminopara que ella y el ministro pudieran salir del laberinto dedolor y de angustias en que estaban perdidos. Abrumado su espíritu y llena de terrible complejidad con las

Page 248: Letra Escarlata, La - Elejandria

noticias que le comunicaba el capitán del buque, se vioademas sujeta en aquellos momentos a otra clase de prueba.Se hallaban allí presentes muchos individuos de los lugarescircunvecinos, que habían oído hablar con frecuencia de laletra escarlata, y para quienes ésta se había convertido enalgo terrífico por los millares de historias falsas o exageradasque acerca de ella circulaban, pero que nunca la habían vistocon sus propios ojos; los cuales, después de haber agotadotoda otra clase de distracciones, se agolpaban en torno deEster de una manera rudamente indiscreta. Pero a pesar de lo poco escrupulosos que eran, no podíanllegar sino a unas cuantas varas de distancia de ella. Allí sedetenían, merced a la especie de fuerza repulsiva de larepugnancia que les inspiraba el místico símbolo. Losmarineros, observando la aglomeración de los espectadores,y enterados de lo que significaba la letra escarlata, vinieroncon sus rostros ennegrecidos por el sol, y de hombres dealma atravesada, a formar también parte del círculo querodeaba a Ester; y hasta los indios se vieron contagiados conla curiosidad de los blancos, y deslizándose a través de lamultitud, fijaron sus ojos negros, a manera de serpiente, enel seno de la pobre mujer, creyendo acaso que el portador deeste brillante emblema bordado tenía que ser persona de altacategoría entre los suyos. Finalmente, los vecinos de lapoblación, a pesar que no experimentaban ya interés algunoen este asunto, se dirigieron también a aquel sitio yatormentaron a Ester, tal vez mucho mas que todo el restode los circunstantes, con la fría e indiferente mirada quefijaban en la insignia de su vergüenza. Ester vio y reconociólos mismos rostros de aquel grupo de matronas que habíanestado esperando su salida en la puerta de la cárcel sieteaños antes; todas estaban allí, excepto la mas joven y laúnica compasiva entre ellas; cuya veste funeraria hizodespués de aquel acontecimiento. En aquel final, cuandocreía que pronto iba a arrojar para siempre la letra candente,se había ésta convertido singularmente en centro de la

Page 249: Letra Escarlata, La - Elejandria

mayor atención y curiosidad, abrasándole el seno masdolorosamente que en ningún tiempo desde el primer día quela llevó. Mientras Ester permanecía dentro de aquel círculo mágico deignominia donde la crueldad de su sentencia parecía haberlafijado para siempre, el admirable orador contemplaba desdesu púlpito un auditorio subyugado por el poder de su palabrahasta las fibras mas íntimas de su múltiple ser. ¡El santoministro en la iglesia! ¡La mujer de la letra escarlata en laplaza del mercado! ¿Qué imaginación podría hallarse tan faltade reverencia que hubiera sospechado que ambos estabanmarcados con el mismo candente estigma?

XXIIILA REVELACIÓN DE LA LETRA ESCARLATA La elocuente voz que había arrebatado el alma de losoyentes, haciéndoles agitarse como si se hallaran mecidospor las olas de turbulento océano, cesó al fin de resonar.Hubo un momento de silencio, profundo como el que tendríaque reinar después de las palabras de un oráculo. Luegohubo un murmullo, seguido de una especie de ruidotumultuoso: se diría que los circunstantes, viéndose ya libresde la influencia del encanto mágico que los habíatransportado a las esferas en que se cernía el espíritu delorador, estaban volviendo de nuevo en sí mismos aunquetodavía llenos de la admiración y respeto que aquel lesinfundiera. Un momento después, la multitud empezó a salirpor las puertas de la iglesia; y como ahora todo habíaconcluido, necesitaban respirar una atmósfera mas propiapara la vida terrestre a que habían descendido, que aquella aque el predicador los elevó con sus palabras de fuego. Una vez al aire libre, los oyentes expresaron su admiraciónde diversas maneras: la calle y la plaza del mercadoresonaron de extremo a extremo con las alabanzasprodigadas al ministro, y los circunstantes no hallaban reposo

Page 250: Letra Escarlata, La - Elejandria

hasta haber referido cada cual a su vecino lo que pensabarecordar o saber mejor que él. Según el testimonio universal,jamas hombre alguno había hablado con espíritu tan sabio,tan elevado y santo como el ministro aquel día; ni jamashubo labios mortales tan evidentemente inspirados como lossuyos. Podría decirse que esa inspiración descendió sobre ély se apoderó de su ser, elevándole constantemente sobre eldiscurso escrito que yacía ante sus ojos, llenándole con ideasque habían de parecerle a él mismo tan maravillosas como asu auditorio. Según se colige lo que hablaba la multitud, el asunto delsermón había sido la relación entre la Divinidad y lassociedades humanas, con referencia especial a la NuevaInglaterra que ellos habían fundado en el desierto; y amedida que se fue acercando al final de su discurso,descendió sobre él un espíritu de profecía, que le obligaba acontinuar en su tema como acontecía con los antiguosprofetas de Israel, con esta diferencia, sin embargo, quemientras aquellos anunciaban la ruina y desolación de supatria, Dimmesdale predecía un grande y glorioso destino alpueblo allí congregado. Pero en todo su discurso había ciertanota profunda, triste, dominante, que sólo podíainterpretarse como el sentimiento natural y melancólico deuno que pronto ha de abandonar este mundo. Sí: suministro, a quien tanto amaban, y que los amaba tanto atodos ellos, que no podía partir hacia el cielo sin exhalar unsuspiro de dolor, tenía el presentimiento que una muerteprematura le esperaba, y que pronto los dejaría bañados enlágrimas. Esta idea de su permanencia transitoria en latierra, dio el último toque al efecto que el predicador habíaproducido; diríase que un ángel, en su paso por elfirmamento, había sacudido un instante sus luminosas alassobre el pueblo, produciendo al mismo tiempo sombra yesplendor, y derramando una lluvia de verdades sobre elauditorio. De este modo llegó para el Reverendo Sr. Dimmesdale, como

Page 251: Letra Escarlata, La - Elejandria

llega para la mayoría de los hombres en sus varias esferas deacción, aunque con frecuencia demasiado tarde, una épocade vida mas brillante y llena de triunfos que ninguna otra enel curso de su existencia, o que jamas pudiera esperar. Yaquel momento se encontraba en la cúspide de la altura aque los dones de la inteligencia, de la erudición, de laoratoria, y de un nombre de intachable pureza, podían elevara un eclesiástico en los primeros tiempos de la NuevaInglaterra, cuando ya una carrera de esa clase era en símisma un alto pedestal. Tal era la posición que el ministroocupaba, cuando inclinó la cabeza sobre el borde de púlpitoal terminar su discurso. Entre tanto, Ester Prynnepermanecía al pie del tablado de la picota con la letraescarlata abrasando su corazón. Oyéronse de nuevo los sones de la música y el pasomesurado de la escolta militar que salía por la puerta de laiglesia. La procesión debía dirigirse a la casa consistorial,donde un solemne banquete iba a completar las ceremoniasdel día. Por lo tanto, de nuevo la comitiva de venerables ymajestuosos padres de la ciudad empezó a moverse en elespacio libre que dejaba el pueblo, haciéndoserespetuosamente a uno y otro lado, cuando el Gobernador ylos magistrados, los hombres ancianos y cuerdos, los santosministros del altar, y todo lo que era eminente y renombradoen la población, avanzaban por medio de los espectadores.Cuando llegaron a la plaza del mercado, su presencia fuesaludada con una aclamación general; que si bien podíaatribuirse al sentimiento de lealtad que en aquella épocaexperimentaba el pueblo hacia sus gobernantes, era tambiénla explosión irresistible del entusiasmo que en el alma de losoyentes había despertado la elevada elocuencia que aunvibraba en sus oídos. Cada uno sintió el impulso en sí mismoy casi instantáneamente este impulso se hizo unánime.Dentro de la iglesia a duras penas pudo reprimirse; perodebajo de la bóveda del cielo no fue posible contener su

Page 252: Letra Escarlata, La - Elejandria

manifestación, mas grandiosa que los rugidos del huracán,del trueno del mar, en aquella potente oleada de tantasvoces reunidas en una gran voz por el impulso universal quede muchos corazones forma uno solo. Jamas en el suelo de laNueva Inglaterra había resonado antes igual clamoreo.Jamas, en el suelo de la Nueva Inglaterra, se había visto un hombre de tal modo honrado por susconciudadanos como lo era ahora el predicador. ¿Y qué era de él? ¿No se veían por ventura en el aire laspartículas brillantes de una aureola al rededor de su cabeza?Habiéndose vuelto tan etéreo, habiendo sus admiradoreshecho su apoteosis, ¿pisaban sus pies el polvo de la tierracuando iba marchando en la procesión? Mientras las filas de los hombres de la milicia y de losmagistrados civiles avanzaban, todas las miradas se dirigíanal lugar en que marchaba el Sr. Dimmesdale. La aclamaciónse iba convirtiendo en murmullo a medida que una parte delos espectadores tras otra lograba divisarle. ¡Cuán pálido ydébil parecía en medio de todo este triunfo suyo! La energía,o, mejor dicho, la inspiración que lo sostuvo mientraspronunciaba el sagrado mensaje que le comunicó su propiafuerza, como venida del cielo, ya le había abandonadodespués de haber cumplido tan fielmente su misión. El colorque antes parecía abrasar sus mejillas, se había extinguidocomo llama que se apaga irremediablemente entre losúltimos rescoldos. La mortal palidez de su rostro era tal, queapenas semejaba éste el de un hombre vivo; ni el quemarchaba con pasos tan vacilantes como si fuera adesplomarse a cada momento, sin hacerlo sin embargo,apenas podía tampoco tomarse por un ser viviente. Uno de sus hermanos eclesiásticos, el venerable Juan Wilson,observando el estado en que se hallaba el Sr. Dimmesdaledespués que pronunció su discurso, se adelantóapresuradamente para ofrecerle su apoyo; pero el ministro,todo trémulo, aunque de una manera decidida, alejó el brazoque le presentaba su anciano colega. Continuó andando, si es

Page 253: Letra Escarlata, La - Elejandria

que puede llamarse andar lo que mas bien parecía elesfuerzo vacilante de un niño a la vista de los brazos de sumadre, extendidos para animarle a que se adelante. Y ahora,casi imperceptiblemente a pesar de la lentitud de sus últimospasos, se encontraba frente a frente de aquel tablado, cuyorecuerdo jamas se borró de su memoria, de aquel tabladodonde, muchos años antes, Ester Prynne había tenido quesoportar las miradas ignominiosas del mundo. ¡Allí estabaEster teniendo de la mano a Perla! ¡Y allí estaba la letraescarlata en su pecho! El ministro hizo aquí alto, aunque lamúsica continuaba tocando la majestuosa y animada marchaal compás de la cual la procesión iba desfilando. ¡Adelante! ledecía la música, ¡adelante, al banquete! Pero el ministro sequedó allí como si estuviera clavado. El Gobernador Bellingham, que durante los últimosmomentos había tenido fijas en el ministro las ansiosasmiradas, abandonando ahora su puesto en la procesión, seadelantó para prestarle auxilio, creyendo, por el aspecto delSr. Dimmesdale que de lo contrario caería al suelo. Pero en laexpresión de las miradas del ministro había algo que hizoretroceder al magistrado, aunque no era hombre quefácilmente cediese a las vagas intimaciones de otro. Entretanto la multitud contemplaba todo aquello con temorrespetuoso y admiración. Este desmayo terrenal era, segúncreían, sólo otra faz de la fuerza celestial del ministro; ni sehubiera tenido por un milagro demasiado sorprendentecontemplarle ascender en los espacios, ante sus miradas,volviéndose cada vez mas transparente y mas brillante, hastaverle por fin desvanecerse en la claridad de los cielos. El ministro se acercó al tablado y extendió los brazos. -¡Ester! dijo, ¡ven aquí! ¡Ven aquí también, Perla! La mirada que les dirigió fue lúgubre, pero había en ella a lavez que cierta ternura, una extraña expresión de triunfo. Laniña, con sus movimientos parecidos a los de un ave, queeran una de sus cualidades características, corrió hacia él yestrechó la rodillas del ministro entre sus tiernos bracitos.

Page 254: Letra Escarlata, La - Elejandria

Ester, como impelida por inevitable destino, y contra toda suvoluntad, se acercó también a Dimmesdale, se detuvo antesde llegar. En este momento el viejo Rogerio Chillingworth seabrió paso a través de la multitud, o, tan sombría, maligna einquieta era su mirada, que acaso surgió de una regióninfernal para impedir que su víctima realizara su propósito.Pero sea de ello lo que se quiera, el anciano médico seadelantó rápidamente hacia el ministro y le asió del brazo. - ¡Insensato, detente! ¿Qué intentas hacer? Le dijo en vozbaja. ¡Haz seña a esa mujer que se aleje! ¡Haz que se retiretambién esta niña! ¡Todo irá bien!. ¡No manches tu buennombre, ni mueras deshonrado! Todavía puedo salvarte!¿Quieres cubrir de ignominia tu sagrada profesión? -¡Ah, tentador! Me parece que vienes demasiado tarde,respondió el ministro fijando las miradas en los ojos delmédico, con temor, pero con firmeza. Tu poder no es el queantes era. Con la ayuda de Dios me libraré ahora de tusgarras. Y extendió de nuevo la mano a la mujer de la letra escarlata. - Ester Prynne, gritó con penetrante vehemencia, en elnombre de aquel tan terrible y tan misericordioso, que eneste último momento me concede la gracia de hacer lo que,con grave pecado y agonía infinita me he abstenido de hacerhace siete años, ven aquí ahora y ayúdame con tus fuerzas.Préstame tu auxilio, Ester, pero deja que lo guíe la voluntadque Dios me ha concedido. Este perverso y agraviadoanciano se opone a ello con todo su poder, con todo supropio poder y el del enemigo malo. ¡Ven Ester, ven!Ayúdame a subir a ese tablado. En la multitud reinaba la mayor confusión. Los hombres decategoría y dignidad que se hallaban mas inmediatos alministro, se quedaron tan sorprendidos y perplejos acerca delo que significaba aquello que veían, tan incapaces decomprender la explicación que mas fácilmente se lespresentaba, o imaginar alguna otra, que permanecieronmudos y tranquilos espectadores del juicio que la Providencia

Page 255: Letra Escarlata, La - Elejandria

parecía iba a pronunciar. Veían al ministro, apoyado en elhombro de Ester y sostenido por el brazo con que ésta lerodeaba, acercarse al tablado y subir sus gradas, teniendoentre las manos las de aquella niñita nacida en el pecado. Elviejo Rogerio Chillingworth le seguía, como personaíntimamente relacionada con el drama de culpa y de dolor enque todos ellos habían sido actores, y por lo tanto conderecho bastante a hallarse presente en la escena final. - Si hubieras escudriñado toda la tierra, dijo mirando consombríos ojos al lugar tan secreto, ni tan alto, ni tan bajo,donde hubieras podido librarte de mí, como este cadalso enque ahora estás. -¡Gracias sean dadas a Aquel que me ha traído aquí!Contestó el ministro. Temblaba sin embargo, y se volvió hacia Ester con unaexpresión de duda y ansiedad en los ojos que fácilmentepodía distinguirse, por estar acompañada de una débilsonrisa en sus labios. -¿No es esto mejor, murmuró, que lo que imaginamos en laselva? -¡No sé, no sé! Respondió ella rápidamente. -¿Mejor? ¡Sí: ojalá pudiéramos morir aquí ambos y Perlitacon nosotros! - ¡Respecto a ti y a Perla, sea lo que Dios ordene! Dijo elministro, y Dios es misericordioso. Déjame hacer ahora loque El ha puesto claramente de manifiesto ante mis ojos,porque yo me estoy muriendo, Ester. Deja, pues, que meapresure a tomar sobre mi alma la parte de vergüenza queme corresponde. En parte sostenido por Ester, y teniendo de la mano a Perla,el Reverendo Sr. Dimmesdale se volvió a los dignos yvenerables magistrados, a los sagrados ministros que eransus hermanos en el Señor, al pueblo cuya gran alma estabacompletamente consternada, aunque llena de simpatíadolorosa, como si supiera que un asunto vital y profundo,que si repleto de culpa también lo estaba de angustia y de

Page 256: Letra Escarlata, La - Elejandria

arrepentimiento, se iba a poner ahora de manifiesto a la vistade todos. El sol , que había pasado ya su meridianoderramaba su luz sobre el ministro y hacía destacar su figuraperfectamente, como si se hubiera desprendido de la tierrapara confesar su delito ante el tribunal de la Justicia Eterna. -¡Pueblo de la Nueva Inglaterra! Exclamó con una voz que seelevó por encima de todos los circunstantes, alta, solemne ymajestuosa, pero que con todo era siempre algo trémula, y a veces semejaba ungrito que surgía luchando desde un abismo insondable deremordimiento y de dolor, vosotros, continuó, que me habéisamado, vosotros, que me habéis creído santo, miradme aquí,mirad al mas grande pecador del mundo. Al fin, al fin estoyde pie en el lugar en que debía haber estado hace siete años:aquí, con esta mujer, cuyo brazo, mas que la poca fuerza conque me he arrastrado hasta aquí, me sostiene en terriblemomento y me impide caer de bruces al suelo! Ved ahí laletra escarlata que Ester lleva! Todos os habéis estremecido asu vista. Donde quiera qué esta mujer ha ido, donde quieraque, bajo el peso de tanta desgracia, hubiera podido tener laesperanza de hallar reposo, esa letra ha esparcido en tornosuyo un triste fulgor que inspiraba espanto y repugnancia.Pero en medio de vosotros había un hombre, ante cuyamarca de infamia y de pecado jamas os habéis estremecido! Al llegar a este punto, pareció que el ministro tenía que dejaren silencio el resto de su secreto; pero luchó contra sudebilidad corporal, y aun mucho mas contra la flaqueza deánimo que se esforzaba en subyugarle. Se desembarazóentonces de todo sostén corporal, y dio un paso haciaadelante resueltamente, dejando detrás de sí a la mujer y ala niña. -¡Esa marca la tenía él! Continuó con una especie de fieroarrebato. ¡Tan determinado estaba a revelarlo todo! ¡El ojode Dios la veía! ¡Los ángeles estaban siempre señalándola!¡El enemigo malo la conocía muy bien y la estregabaconstantemente con sus dedos candentes! Pero él la ocultaba

Page 257: Letra Escarlata, La - Elejandria

con astucia a la mirada de los hombres, y se movía entrevosotros con rostro apesadumbrado, como el de un hombremuy puro en un mundo tan pecador; y triste, porque echabade menos sus compañeros celestiales. Ahora, en los últimosmomentos de su vida, se presenta ante vosotros; os pide quecontempléis de nuevo la letra escarlata de Ester; y os diceque, con todo su horror misterioso, no es sino la pálidasombra de la que él lleva en su propio pecho; y que aun estamarca roja que tengo aquí, esta marca roja mía, es solo elreflejo de la que está abrasando lo mas íntimo de su corazón.¿Hay aquí quién pueda poner en duda el juicio de Dios sobreun pecador? ¡Mirad! Contemplad un testimonio terrible deese juicio! Con un movimiento convulsivo desgarró la banda ecleshísticaque llevaba en el pecho. ¡Todo quedó revelado! Pero seráirreverente describir aquella revelación. Durante un momentolas miradas de la multitud horrorizada se concentraron en ellúgubre milagro, mientras el ministro permanecía en pie conuna expresión triunfante en el rostro, como la de un hombreque en medio de una crisis del mas agudo dolor haconseguido, una victoria. Después cayó desplomado sobre elcadalso. Ester lo levantó parcialmente y le hizo reclinar lacabeza sobre su seno. El viejo Rogerio se arrodilló a su ladocon aspecto sombrío, desconcertado, con un rostro en el cualparecía haberse extinguido la vida. -¡Has logrado escaparte de mí! Repetía con frecuencia. ¡Haslogrado escaparte de mí! -¡Que Dios te perdone! Dijo el ministro. ¡Tú también haspecado gravemente! Apartó sus miradas moribundas del anciano, y las fijó en lamujer y la niña. -¡Mi pequeña Perla! Dijo débilmente, y una dulce y tiernasonrisa iluminó su semblante, como el de un espíritu que vaentrando en profundo reposo; mejor dicho, ahora que el pesoque abrumaba su alma había desaparecido, parecía quedeseaba jugar con la niña, mi querida Perla, ¿me besarás

Page 258: Letra Escarlata, La - Elejandria

ahora? ¡No lo querías hacer en la selva! Pero ahora si loharás. Perla le dio un beso en la boca. El encanto se deshizo. Lagran escena de dolor en que la errática - niña tuvo su parte,había madurado de una vez todos sus sentimientos yafectos; y las lágrimas que derramaba sobre las mejillas desu padre, eran una prenda de la que ella iría creciendo entrela pena y la alegría, no para estar siempre en lucha contra elmundo, sino para ser en él una verdadera mujer. Tambiénrespecto de su madre la misión de Perla, como mensajera dedolor, se había cumplido plenamente. - ¡Ester, dijo el ministro, adiós! -¿No nos volveremos a encontrar? Murmuró Ester inclinandola cabeza junto a la del ministro. ¿No pasaremos juntosnuestra vida inmortal? Sí, sí, con todo este dolor nos hemosrescatado mutuamente. Tú estás mirando muy lejos, allí enla eternidad, con tus brillantes y moribundos ojos. Dime,¿qué es lo que ves? -¡Silencio, Ester, silencio! dijo el ministro con trémulasolemnidad. La ley que quebrantamos, la culpa tanterriblemente revelada, sean tus solos pensamientos. ¡Yotemo!... ¡Temo!... Quizá desde que olvidamos a nuestro Dios,desde que violamos el respeto que debíamos a nuestrasalmas, fue ya vano esperar el poder asociamos después deesta vida en una unión pura y sempiterna. Dios sólo lo sabe yEl es misericordioso. Ha mostrado su compasión, mas quenunca, en medio de mis aflicciones, con darme esta candentetortura que llevaba en el pecho; con enviarme a ese terribley sombrío anciano, que mantenía siempre esa tortura cadavez mas viva; con traerme aquí, para acabar mi vida conesta muerte de triunfante ignominia ante los ojos del pueblo.¡Si alguno de estos tormentos me hubiera faltado, yo estaríaperdido para siempre! ¡Loado sea su nombre! ¡Hágase suvoluntad! ¡Adiós! Con la última palabra, el ministro exhaló también su últimoaliento. La multitud, silenciosa hasta entonces, prorrumpió en

Page 259: Letra Escarlata, La - Elejandria

un murmullo extraño y profundo de temor y de sorpresa queno pudieron hallar otra expresión, sino en ese murmullo queresonó tan gravemente después que aquella alma hubopartido.

XXIV CONCLUSIÓN Al cabo de muchos días, cuando el pueblo pudo coordinar susideas acerca de la escena que acabamos de referir, hubo masde una versión de lo que había ocurrido en el tablado de lapicota. La mayor parte de los espectadores aseguró haber vistoimpresa en la carne del pecho del infeliz ministro una LETRAESCARLATA, que era la exacta reproducción de la que teníaEster en el vestido. Respecto a su origen se dieron variasexplicaciones, todas las cuales fueron simplementeconjeturas. Algunos afirmaban que el Reverendo Sr.Dimmesdale, el mismo día en que Ester Prynne llevó por vezprimera vez su divisa ignominiosa, había comenzado unaserie de penitencias, que después continuó de diversosmodos, imponiéndose él mismo una horrible tortura corporal.Otros aseguraban que el estigma no se había producido sinomucho tiempo después, cuando el viejo RogerioChillingworth, que era un poderoso nigromántico, la hizoaparecer con sus artes mágicas y venenosas drogas. Otroshabía, y estos eran los mas a propósito para apreciar lasensibilidad exquisita del ministro y la maravillosa influenciaque ejercía su espíritu sobre su cuerpo, que pensaban que elterrible símbolo era el efecto del constante y roedorremordimiento que se albergaba en lo mas íntimo delcorazón, manifestándose al fin el inexorable juicio del Cielopor la presencia visible de la letra. El lector puede escogerentre estas teorías la que mas le agrade. Es singular, sin embargo, que varios individuos, que fueronespectadores de toda la escena, y sostenían no haber

Page 260: Letra Escarlata, La - Elejandria

apartado un instante las miradas del Reverendo Sr.Dimmesdale, negaran absolutamente que se hubiese vistoseñal alguna en su pecho. Y a juzgar por lo que estas mismaspersonas decían, las últimas palabras del moribundo noadmitieron, ni aun siquiera remotamente, que hubierahabido, de su parte, la mas leve relación con la culpa queobligó a Ester a llevar por tanto tiempo la letra escarlata.Según estos testigos, dignos del mayor respeto yconsideración, el ministro, que tenía conciencia que estabamoribundo y también que la reverencia de la multitud lecolocaba ya entre el número de los santos y de los ángeles,había, deseado, exhalando el último aliento en los brazos dela mujer caída, expresar ante la faz del mundo cuáncompletamente vano era lo que se llama virtud y perfeccióndel hombre. Después de haberse acabado la vida con suesfuerzos en pro del bien espiritual de la humanidad, habíaconvertido su manera de morir en una especie de parábolaviviente, con objeto de imprimir en la mente de susadmiradores la poderosa y triste enseñanza, que,comparados con la Infinita Pureza, todos somos igualmentepecadores; para enseñarles también que el mas inmaculadoentre nosotros, sólo ha podido elevarse sobre sus semejanteslo necesario para discernir con mayor claridad la misericordiaque nos contempla desde las alturas, y repudiar masabsolutamente el fantasma del mérito humano que dirige susmiradas hacia arriba. Sin querer disputar la verdad de esteaserto, se nos debe permitir que consideremos esta versiónde la historia del Sr. Dimmesdale, tan solo como un ejemplode la tenaz fidelidad con que los amigos de un hombre, yespecialmente de un eclesiástico, defienden su reputación,aun cuando pruebas tan claras como la luz del sol almediodía iluminando la letra escarlata, lo proclamen unacriatura terrenal, falsa y manchada con el pecado. La autoridad que hemos seguido principalmente, esto es, unmanuscrito de fecha muy antigua, redactado en vista deltestimonio verbal de varias personas, algunas de las cuales

Page 261: Letra Escarlata, La - Elejandria

habían conocido a Ester Prynne, mientras otras habían oídosu historia de los labios de testigos presenciales, confirmaplenamente la opinión adoptada en las páginas quepreceden. Entre muchas conclusiones morales que se puedendeducir de la experiencia dolorosa del pobre ministro, y quese agolpan a nuestra mente, escogemos esta: ¡Sé sincero!¡Sé sincero! ¡Sé sincero! ¡Muestra al mundo, sin ambages, sino lo peor de tu naturaleza, por lo menos algún rasgo delque se pueda inferir lo peor! Nada hubo que llamara tanto la atención como el cambio quese operó casi inmediatamente después de la muerte del Sr.Dimmesdale, en el aspecto y modo de ser del ancianoconocido bajo el nombre de Rogerio Chillingworth. Todo suvigor y su energía, toda su fuerza vital e intelectual,parecieron abandonarle de una vez, hasta el extremo querealmente se consumió, se arrugó, y hasta desapareció de lavista de los mortales, como una hierba arrancada de raíz quese seca a los rayos ardientes del sol. Este hombre infelizhabía hecho de la prosecución y ejercicio sistemático de lavenganza el objeto primordial de su existencia; y una vezobtenido el triunfo mas completo, el principio maléfico que leanimaba no tuvo ya en que emplearse, y no habiendotampoco en la tierra ninguna obra diabólica que realizar, nole quedaba a aquel mortal inhumano otra cosa que hacer,sino ir a donde su Amo lo proporcionase tarea suficiente, y lerecompensase con el salario debido. Pero queremos serclementes con todos esos seres impalpables que por tantotiempo han sido nuestros conocidos, lo mismo con RogerioChillingworth que con sus compañeros. Es asunto digno deinvestigarse saber hasta qué punto el odio y el amor vienen aser en realidad la misma cosa. Cada uno de estossentimientos, en su mas completo desarrollo, presupone unprofundo e intimo conocimiento del corazón humano; también cada uno de estos sentimientospresupone que un individuo depende de otro para lasatisfacción de sus afectos y de su vida espiritual; cada una

Page 262: Letra Escarlata, La - Elejandria

de esas sensaciones deja en el desamparo y la desolación alamante apasionado o al aborrecedor no menos apasionado,desde el momento en que desaparece el objeto del odio o delamor. Por lo tanto, considerados filosóficamente los dossentimientos que hablamos, vienen a ser en su esencia unomismo, excepto que el amor se contempla a la luz de unesplendor celestial, y el odio al reflejo de sombría y lúgubrellamarada. En el mundo espiritual, el anciano médico y eljoven ministro, habiendo sido ambos víctimas mutuas, quizáhayan encontrado toda la suma de su odio y antipatíaterrenal transformada en amor. Pero dejando a un lado esta discusión, comunicaremos allector algunas noticias de otra naturaleza. Al fallecimiento delanciano Rogerio Chillingworth (que aconteció al cabo de unaño), se vio por su testamento y última voluntad, del cualfueron albaceas el Gobernador Bellingham y el Reverendo Sr.Wilson, que había legado una considerable fortuna, tanto enla Nueva Inglaterra como en la madre patria, a Perlita, la hijade Ester Prynne. De consiguiente Perla, la niña duende, el vástago deldemonio como algunas personas aún persistían enconsiderarla, se convirtió en la heredera mas rica de suépoca en aquella parte del Nuevo Mando; y probablementeesta circunstancia produjo un cambio muy notable en laestimación pública, y si la madre y la hija hubieranpermanecido en la población, la pequeña Perla, al llegar a laedad de poder casarse, habría mezclado su sangre impetuosacon la del linaje de los mas devotos puritanos de la colonia.Pero no mucho tiempo después del fallecimiento del médico,la portadora de la letra escarlata desapareció de la ciudad ycon ella Perla. Durante muchos años, aunque de tarde en tarde solían llegaralgunos vagos rumores a través de los mares, no serecibieron sin embargo noticias auténticas de la madre y dela hija. La historia de la letra escarlata se convirtió enleyenda; la fascinación que ejercía se mantuvo poderosa por

Page 263: Letra Escarlata, La - Elejandria

mucho tiempo, y tanto el tablado fatídico como la cabañajunto a la orilla del mar donde vivió Ester, continuaron siendoobjeto de cierto respetuoso temor. Varios niños que jugabanuna tarde cerca de la referida cabaña, vieron a una mujeralta, con traje de color oscuro, a la puerta; ésta no se habíaabierto ni una sola vez en muchos años; pero sea que lamujer la abriera, o que la puerta cediese a la presión de sumano, por hallarse la madera y el hierro en estado dedescomposición, o sea que se deslizara como un fantasma através de cualquier obstáculo, lo cierto es que aquella mujerentró en la desierta y abandonada cabaña. Se detuvo en el umbral, y dirigió una mirada en torno suyo,porque tal vez la idea de entrar sola, y después de tantoscambios, en aquella morada en que también había padecidotanto, fue algo mas triste y horrible de lo que ella podíasoportar. Pero su vacilación, aunque no duró sino uninstante, fue lo suficiente para dejar ver una letra escarlataen su pecho. Ester Prynne había, pues, regresado y tomado de nuevo ladivisa de su ignominia, ya largo tiempo dada al olvido. ¿Perodónde estaba Perlita? Si aún vivía se hallaba indudablementeen todo el brillo y florescencia de su primera juventud. Nadiesabía, ni se supo jamas a ciencia cierta, si la niña duendehabía descendido a una tumba prematura, o si su naturaleza tumultuosa y exuberante se había calmado y suavizado,haciéndola capaz de experimentar la apacible felicidad propiade una mujer. Pero durante el resto de la vida de Ester, huboindicios de que la reclusa de la letra escarlata era objeto delamor e interés de algún habitante de otras tierras. Serecibían cartas estampadas con un escudo de armasdesconocidas en la heráldica inglesa. En la cabaña consabidahabía objetos y artículos de diversa clase, hasta de lujo, quenunca se ocurrió a Ester usar, pero que solamente unapersona rica podría haber comprado, o en los que podríahaber pensado sólo el afecto hacia ella. Se veían allíbagatelas, adornos, dijes, bellos presentes que indicaban un

Page 264: Letra Escarlata, La - Elejandria

recuerdo constante y que debieron de ser hechos pordelicados dedos, a impulsos de un tierno corazón. Una vez sevio a Ester bordando, un trajecito de niño de tierna edad, contal profusión de oro, que casi habría dado origen a un motín,si en las calles de Boston se hubiera presentado un tiernoinfante con un vestido de tal jaez. En fin, las comadres de aquel tiempo creían, y eladministrador de aduana Sr. Pue, que investigó el asunto unsiglo mas tarde, creía igualmente, y uno de su recientessucesores en el mismo empleo cree también a puño cerrado,que Perla no solo vivía, sino que estaba casada, era feliz, yse acordaba de su madre, y que con el mayor contentohabría tenido junto así y festejado en su hogar a aquellatriste y solitaria mujer. Pero había para Ester Prynne una vida mas real en la NuevaInglaterra, que no en la región desconocida donde se habíaestablecido Perla. Su culpa la cometió en la Nueva Inglaterra:aquí fue donde padeció; y aquí donde tenía aún que hacerpenitencia. Por lo tanto había regresado, y volvió a llevar enel pecho, por efecto de su propia voluntad, pues ni el massevero magistrado de aquel rígido período se lo hubieraimpuesto, el símbolo cuya sombría historia hemos referido,sin que después dejara jamas de lucir en su seno. Pero con eltranscurso de los años de trabajos, de meditación y de obrasde caridad que constituyeron la vida de Ester, la letraescarlata cesó de ser un estigma que atraía la malevolencia yel sarcasmo del mundo, y se convirtió en un emblema dealgo que producía tristeza, que se miraba con cierto asombrotemeroso y sin embargo con reverencia. Y como EsterPrynne, no tenía sentimientos egoístas, ni de ningún modovivía pensando solo en su propio bienestar y satisfacciónpersonal, las gentes iban a confiarle todos sus dolores ytribulaciones y le pedían consejo, como a persona que habíapasado por pruebas severísimas. Especialmente las mujeres,con la historia eterna de almas heridas por afectos malretribuidos, o mal puestos, o no bien apreciados, o en

Page 265: Letra Escarlata, La - Elejandria

consecuencia de pasión errada o culpable, o abrumadas bajoel grave peso de un corazón inflexible, que de nadie fuesolicitado ni estimado, estas mujeres eran las queespecialmente iban a la cabaña de Ester a consultarla, ypreguntarle por qué se sentían tan desgraciadas y cuál era elremedio para sus penas. Ester las consolaba y aconsejaba lomejor que podía, dándoles también la seguridad de sucreencia firmísima que algún día, cuando el mundo seencuentre en estado de recibirla, se revelará una nuevadoctrina que establezca las relaciones entre el hombre y lamujer sobre una base más sólida y mas segura de mutuafelicidad. En la primera época de su vida Ester se habíaimaginado, aunque en vano, que ella misma podría ser laprofetisa escogida por el destino para semejante obra; perodesde hace tiempo había reconocido la imposibilidad que lamisión de dar a conocer una verdad tan divina y misteriosa,se confiara a una mujer manchada con la culpa, humilladacon la vergüenza de esa culpa, o abrumada con un dolor detoda la vida. El ángel, y al mismo tiempo el apóstol de lafutura revelación, tiene que ser indudablemente una mujer,pero excelsa, pura y bella; y ademas sabia y cuerda, nocomo resultado del sombrío pesar, sino del suave calor de laalegría, demostrando cuán felices nos puede hacer el santoamor, mediante el ejemplo de una vida dedicada a ese fincon éxito completo. Así decía Ester Prynne dirigiendo sus tristes miradas a la letraescarlata. Y después de muchos, muchos años, se abrió unanueva tumba, cerca de otra ya vieja y hundida, en elcementerio de la ciudad, dejándose un espacio entre ellas,como si el polvo de los dos dormidos no tuviera el derecho demezclarse; pero una misma lápida sepulcral servía para lasdos tumbas. Alrededor se veían por todas partesmonumentos en que había esculpidos escudos de armas; yen esta sencilla losa, como el curioso investigador podrá aúndiscernirlo, aunque se quede confuso acerca de susignificado, se veía algo a semejanza de un escudo de armas.

Page 266: Letra Escarlata, La - Elejandria

Llevaba una divisa cuyos términos heráldicos podrían servirde epígrafe y ser como el resumen de la leyenda a quedamos fin: sombría, y aclarada solo por un punto luminoso, aveces mas tétrico que la misma sombra: EN CAMPO, SABLE, LA LETRA A, GULES FIN

¡Gracias por leer este libro de www.elejandria.com!

Descubre nuestra colección de obras de dominio público encastellano en nuestra web