lewkowicz y sztulwark - arquitectura plus de sentido - prólogo a la segunda edición

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Ignacio Lewkowicz y Pablo Sztulwark.

Arquitectura plus de sentido.Prlogo a la segunda edicin Si prologar un texto es de por s complicado, ms complicado an es el prlogo a la segunda edicin de un texto, pues supone no slo una lectura del texto sino tambin una lectura de las circunstancias que mediaron entre la primera y la segunda edicin. No basta con el dato obvio de que si hay segunda es porque la primera se agot. Qu agrega la segunda edicin a la primera? La historia de un texto es, ante todo, la historia de sus lecturas; no tanto de su redaccin. Y entre la primera y la segunda edicin sucede que hubo una presentacin pblica del texto. Arquitectura, plus de sentido se present en su ambiente natural porteo, en la Sociedad Central de Arquitectos. Tres lectores del texto lo comentaron para invitar a otros lectores a leerlo y a comentarlo. Otros lectores introdujeron su lectura por distintos caminos: comentarios, opiniones, correspondencia. Todas esas lecturas condicionan nuestra lectura actual: no leemos el texto del mismo modo que cuando lo escribimos, entre otras cosas, porque nosotros y el texto mismo fuimos modificados por estas lecturas. Por ese motivo, si estas lecturas de la primera edicin modifican nuestra lectura, es razonable presentarlas como parte de la segunda edicin para que modifiquen la lectura de los lectores. En el texto intentbamos postular la idea de que el espacio propio de la arquitectura es el espacio habitado; entre ambas ediciones se nos revel que un libro de arquitectura es tambin un libro habitado. Que el libro sea habitable significa que brinda un lugar para que el lector se constituya, que ofrece flancos para que las lecturas lo modifiquen. Quizs esta segunda edicin manifieste material y grficamente su condicin habitable, pues los comentarios sobre lo inconcluso de la primera forman parte de esta segunda; quizs as estemos llamando a una tercera. En la presentacin de la primera edicin, Graciela Silvestri, not que el trmino habitar transita copiosamente por el texto. Pero que esta nocin, de cuo filosficamente heideggeriano, poda derivar en una especie de uso vago, o alusivo, o intuitivo, o irresponsable que dejaba sin precisar uno de los trminos centrales de la estrategia. La nocin de habitar, efectivamente, permanece en el texto a mitad de camino entre la tradicin filosfica que no alcanza a cubrir el uso del trmino; la evidencia emprica de haber habitado espacios que permanecen secreta o ntimamente incomunicables; y la vaguedad alusiva que transmite un aura pero no un concepto. La idea de habitar, siendo central en el libro, permanece indefinida. Y esto, que no es un mrito, tampoco es un defecto: es un momento. En la presentacin, Flora Manteola tambin seal un problema. En arquitectura es mucho lo que las manos que dibujan le deben a la cabeza que piensa, pero tambin es mucho lo que la cabeza que piensa le debe a las manos que dibujan. La separacin entre los que piensan pero no dibujan y los que dibujan pero no piensan es una separacin absurda. El que piensa sin deberle nada a las manos, piensa otra cosa que arquitectura; y el que dibuja sin pensar lo que dibuja, dibuja otra cosa que arquitectura. El problema que Flora presenta es dnde se piensa la teora que, sin estar formulada como pensamiento, opera a travs de las manos. Cmo se formaliza, cmo se transmite, qu1

otras pruebas tiene ese pensamiento que la evidencia en el gusto o en el xito profesional? A partir del planteo de Flora se precisa nuestro problema: la tarea es seguir teorizando lo ms al pie posible de la prctica arquitectnica; la tarea es seguir teorizando como insumo de la prctica arquitectnica: no al pie para explicar sino al pie para reconducir el pensamiento sobre la propia prctica. As, el espacio de teorizacin en arquitectura no es la mera explicitacin en palabras de la teora que implcitamente est materializada en los proyectos y las obras, sino el requerimiento de una interaccin permanente entre la teora pensada como teora y la prctica teorizada como prctica; la teora como insumo de la prctica y la prctica como sitio de experiencia de surgimiento de la teora. Es decir, teorizar en arquitectura es agilizar el circuito entre la cabeza y las manos, es operar de modo que ese circuito no est supuesto sino puesto efectivamente a trabajar. Hace unos aos, de paso por la Argentina y tras una serie de encuentros, Perry Anderson manifest su desasosiego por la situacin de la izquierda argentina: parece que los que luchan ya no piensan y los que piensan ya no luchan. Parafraseando a Perry Anderson, podemos comprender el sealamiento de Flora Manteola: se corre el riesgo de que en arquitectura los que dibujen ya no piensen y los que piensen ya no dibujen. En la misma presentacin, Enrique Longinotti percibi en el texto un problema y una posibilidad. En el texto, la arquitectura funciona casi por antonomasia. En el texto, la arquitectura reivindica su papel de espacio de pensamiento propio e independiente de la lectura exterior de otras disciplinas. Pero, se preguntaba, es posible una arquitectnica? Es decir, el pensamiento de la arquitectura tiene capacidad de leer e interpretar segn sus categoras y esquemas los espacios de pensamiento de otras disciplinas? Por supuesto que el problema nos excede absolutamente. Sin embargo, la idea de trabajar arquitectnicamente, por ejemplo, el concepto de habitar en otras disciplinas nos puede ayudar a precisar el concepto de habitar en arquitectura. Tambin en la presentacin, Julio Moreno, mediante la parbola del hornero, insista en la funcin humanizante de la arquitectura: no podra haber humanidad sin arquitectura. Lo que no significa que necesariamente haya arquitectura, pues no necesariamente hay humanidad. El riesgo de los espacios construidos fcticamente es el riesgo de la deshumanizacin por sustraccin de la funcin arquitectnica. Lo cual plantea, con muchsima sutileza, el problema de la construccin por fuera de la subjetividad urbana, tanto en las villas como en los countries. La funcin arquitectura como espacio de humanizacin queda severamente cuestionada cuando opera como mero techo fctico o como mera imagen que no alberga la vida. Lo que no significa que no haya arquitectura maravillosa en algn sector de alguna villa o en algn sector de algn country. Pero advierte que se puede perder la humanidad en la miseria, en la abundancia o en plena clase media, nada ms que por suspensin de la funcin arquitectura. Al tiempo, nos lleg una carta de Norberto Chaves, lector del libro. Al margen del tono de elogio, seala dos puntos de distinta ndole pero vinculados entre s. Son puntos problemticos en el texto pero sobre todo son problemticos despus de la lectura de Chaves. Si no hubiramos recibido esta carta, difcilmente podramos formularlos. El primer punto remite al ser de la ciudad como sujeto autnomo por delegacin del cual piensa el arquitecto. El segundo remite al arquitecto que piensa por delegacin de la ciudad. Segn se lee en el comentario, el libro incurrira en un pecado de idealismo

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que, como seala, ahora es un pecado menos mortal que hace treinta aos; los autores del libro hoy tendran que decidir si se hacen cargo o no. A juzgar por la segunda consecuencia que aparece, vale la pena tomarlo como problema. El idealismo consistira en imaginar que -como plantea Chaves- por debajo de la ciudad o por encima de sus habitantes, hay un nima o un espritu de la ciudad; los distintos puntos son nada ms que expresin de ese ser -esencialmente uno, pero de apariencias mltiples- de la ciudad. Y Norberto nos pide a los autores una fundamentacin un poco ms sustentada de esta postulacin. Nos encantara estar a la altura del requerimiento, pero por ahora solo podemos asumir el problema como tal. Pero, en segundo lugar, seala que el libro convoca a una especie de superarquitecto inhallable en nuestras circunstancias. Ahora bien, ese superarquitecto, el arquitecto capaz de no violentar el ser de la ciudad, est en correspondencia con esta postulacin de un ser de la ciudad que la anima desde sus cimientos mviles. Si la ciudad es un espacio habitable, el sentido de la ciudad se produce al habitarla, y lo producen sus habitantes en su hacer y no la inspiracin teolgica o teleolgica del superarquitecto. Lo cual trae problemas para nuestra postulacin porque planteamos que, por un lado, el arquitecto opera por delegacin de la ciudad, y por otro, que los habitantes en su hacer en la ciudad producen sentido. Entonces, nos hace preguntarnos por el fundamento -que nos requiere Chaves-a partir del cual obtenemos el ser de la ciudad. Si el ser de la ciudad fuera tal como planteamos nosotros, el arquitecto podra operar por delegacin del ser de la ciudad sin la mediacin, la intervencin, la disipacin, o la dispersin que producen los habitantes. La lectura nos lleva a pasajes sumamente problemticos. El cuestionamiento de la figura del superarquitecto nos remite al supuesto ser de la ciudad. Quizs el sesgo desde el que pensarlo -tendremos que intentarlo- se abra en la parte final del texto. Si la ciudad era la del urbanismo, si el urbanista cedi su lugar al urbanizador, si en lugar de la ciudad tenemos situaciones urbanas, los arquitectos -los mltiples arquitectos sin necesidad de remitir a un superarquitecto- podrn operar por delegacin ya no de la ciudad sino de las situaciones urbanas. Y como las situaciones urbanas no se componen en una ni remiten a un ser esencial, la multiplicidad de la arquitectura no sera incompatible con la ciudad, la multiplicidad de modos de habitarla no sera incompatible con la ciudad. Como se puede vislumbrar, el prlogo ha hecho su trabajo porque ha modificado el texto sin cambiar ni una sola coma. IL | PS Mayo de 2003[Ignacio Lewkowicz. Pablo Sztulwark. Arquitectura plus de sentido. Segunda Edicin. Editorial Altamira. 2003.]

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