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El lugar de encuentro de los Católicos en la red www.es.catholic.net Libertatis Conscientia Autor: Joseph Card. Ratzinger Libertatis conscientia Instrucción sobre libertad cristiana y liberación Congregación para la Doctrina de la Fe 22 de marzo de 1986 Si te interesa tener el documento completo en su versión para imprimir, puedes descargarlo en tu escritorio dando un click aquí. Ir directo al índice La conciencia de la libertad y de la dignidad del hombre, junto con la afirmación de los derechos inalienables de la persona y de los pueblos, es una de las principales características de nuestro tiempo. Ahora bien, la libertad exige unas condiciones de orden económico, social, político y cultural que posibiliten su pleno ejercicio. La viva percepción de los obstáculos que impiden el desarrollo de la libertad y que ofenden la dignidad humana es el origen de las grandes aspiraciones a la liberación, que atormentan al mundo actual. La Iglesia de Cristo hace suyas estas aspiraciones ejerciendo su discernimiento a la luz del Evangelio que es, por su misma naturaleza, mensaje de libertad y de liberación. En efecto, tales aspiraciones revisten a veces, a nivel teórico y práctico, expresiones que no siempre son conformes a la verdad del hombre, tal como ésta se manifiesta a la luz de la creación y de la redención. Por esto la Congregación para la Doctrina de la Fe ha juzgado necesario llamar la atención sobre «las desviaciones y los riesgos de desviación, ruinosos para la fe y para la vida cristiana». 1 Lejos de estar superadas, las advertencias hechas parecen cada vez más oportunas y pertinentes. Índice General Introducción I. Situación de la Libertad en el mundo contemporáneo II. Vocación del Hombre a la Libertad y drama del pecado III. Liberación y Libertad cristiana IV. Misión liberadora de la Iglesia V. La Doctrina Social de la Iglesia: Por una praxis cristiana de la lioberación Conclusión Libertatis conscientia Instrucción sobre libertad cristiana y liberación Congregación para la Doctrina de la Fe 22 de marzo de 1986 Introducción 1. Aspiraciones a la liberación La conciencia de la libertad y de la dignidad del hombre, junto con la afirmación de los derechos inalienables de la persona y de los pueblos, es una de las principales características de nuestro tiempo. Ahora bien, la libertad exige unas © 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Página 1/30

Libertatis Conscientia

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Libertatis ConscientiaAutor: Joseph Card. RatzingerLibertatis conscientiaInstrucción sobre libertad cristiana y liberaciónCongregación para la Doctrina de la Fe22 de marzo de 1986

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    Libertatis ConscientiaAutor: Joseph Card. Ratzinger

    Libertatis conscientia Instruccin sobre libertad cristiana y liberacinCongregacin para la Doctrina de la Fe 22 de marzo de 1986

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    La conciencia de la libertad y de la dignidad del hombre, junto con la afirmacin de los derechos inalienables de lapersona y de los pueblos, es una de las principales caractersticas de nuestro tiempo. Ahora bien, la libertad exige unascondiciones de orden econmico, social, poltico y cultural que posibiliten su pleno ejercicio. La viva percepcin de losobstculos que impiden el desarrollo de la libertad y que ofenden la dignidad humana es el origen de las grandesaspiraciones a la liberacin, que atormentan al mundo actual.

    La Iglesia de Cristo hace suyas estas aspiraciones ejerciendo su discernimiento a la luz del Evangelio que es, por sumisma naturaleza, mensaje de libertad y de liberacin. En efecto, tales aspiraciones revisten a veces, a nivel terico yprctico, expresiones que no siempre son conformes a la verdad del hombre, tal como sta se manifiesta a la luz de lacreacin y de la redencin. Por esto la Congregacin para la Doctrina de la Fe ha juzgado necesario llamar la atencinsobre las desviaciones y los riesgos de desviacin, ruinosos para la fe y para la vida cristiana. 1 Lejos de estarsuperadas, las advertencias hechas parecen cada vez ms oportunas y pertinentes.

    ndice General

    Introduccin I. Situacin de la Libertad en el mundo contemporneo II. Vocacin del Hombre a la Libertad y drama del pecado III. Liberacin y Libertad cristiana IV. Misin liberadora de la Iglesia V. La Doctrina Social de la Iglesia: Por una praxis cristiana de la lioberacin Conclusin

    Libertatis conscientia Instruccin sobre libertad cristiana y liberacinCongregacin para la Doctrina de la Fe 22 de marzo de 1986

    Introduccin

    1. Aspiraciones a la liberacin

    La conciencia de la libertad y de la dignidad del hombre, junto con la afirmacin de los derechos inalienables de lapersona y de los pueblos, es una de las principales caractersticas de nuestro tiempo. Ahora bien, la libertad exige unas 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 1/30

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    condiciones de orden econmico, social, poltico y cultural que posibiliten su pleno ejercicio. La viva percepcin de losobstculos que impiden el desarrollo de la libertad y que ofenden la dignidad humana es el origen de las grandesaspiraciones a la liberacin, que atormentan al mundo actual.

    La Iglesia de Cristo hace suyas estas aspiraciones ejerciendo su discernimiento a la luz del Evangelio que es, por sumisma naturaleza, mensaje de libertad y de liberacin. En efecto, tales aspiraciones revisten a veces, a nivel terico yprctico, expresiones que no siempre son conformes a la verdad del hombre, tal como sta se manifiesta a la luz de lacreacin y de la redencin. Por esto la Congregacin para la Doctrina de la Fe ha juzgado necesario llamar la atencinsobre las desviaciones y los riesgos de desviacin, ruinosos para la fe y para la vida cristiana. 1 Lejos de estarsuperadas, las advertencias hechas parecen cada vez ms oportunas y pertinentes.

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    2. Objetivo de la Instruccin La Instruccin Libertatis nuntius sobre algunos aspectos de la teologa de la liberacin anunciaba la intencin de laCongregacin de publicar un segundo documento, que pondra en evidencia los principales elementos de la doctrinacristiana sobre la libertad y la liberacin. La presente Instruccin responde a esta intencin. Entre ambos documentosexiste una relacin orgnica. Deben leerse uno a la luz del otro.

    Sobre este tema, que es el centro del mensaje evanglico, el Magisterio de la Iglesia ya se ha pronunciado ennumerosas ocasiones. 2 El documento actual se limita a indicar los principales aspectos tericos y prcticos. Respectoa las aplicaciones concernientes a las diversas situaciones locales, toca a las Iglesias particulares -en comunin entres y con la Sede de Pedro- proveer directamente a ello. 3

    El tema de la libertad y de la liberacin tiene un alcance ecumnico evidente. Pertenece efectivamente al patrimoniotradicional de las Iglesias y comunidades eclesiales. Tambin el presente documento puede favorecer el testimonio y laaccin de todos los discpulos de Cristo llamados a responder a los grandes retos de nuestro tiempo.

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    3. La verdad que nos libera

    Las palabras de Jess: La verdad os har libres (Jn 8, 32) deben iluminar y guiar en este aspecto toda reflexinteolgica y toda decisin pastoral.

    Esta verdad que viene de Dios tiene su centro en Jesucristo, Salvador del mundo. 4 De l, que es el camino, la verdady la vida (Jn 14, 6), la Iglesia recibe lo que ella ofrece a los hombres. Del misterio del Verbo encarnado y redentor delmundo, ella saca la verdad sobre el Padre y su amor por nosotros, as como la verdad sobre el hombre y su libertad.

    Cristo, por medio de su cruz y resurreccin, a realizado nuestra redencin que es la liberacin en su sentido msprofundo, ya que sta nos ha liberado del mal ms radical, es decir, del pecado y del poder de la muerte. Cuando laIglesia, instruida por el Seor, dirige su oracin al Padre: lbranos del mal, pide que el misterio de salvacin acte confuerza en nuestra existencia de cada da. Ella sabe que la cruz redentora es en verdad el origen de la luz y de la vida, yel centro de la historia. La caridad que arde en ella la impulsa a proclamar la Buena Nueva y a distribuir mediante lossacramentos sus frutos vivificadores. De Cristo redentor arrancan su pensamiento y su accin cuando, ante los dramasque desgarran al mundo, la Iglesia reflexiona sobre el significado y los caminos de la liberacin y de la verdaderalibertad.

    La verdad, empezando por la verdad sobre la redencin, que es el centro del misterio de la fe, constituye as la raz y lanorma de la libertad, el fundamento y la medida de toda accin liberadora.

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    4. La verdad, condicin de libertad

    La apertura a la plenitud de la verdad se impone a la conciencia moral del hombre, el cual debe buscarla y estardispuesto a acogerla cuando se le presenta. 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 2/30

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    Segn el mandato de Cristo Seor, 5 la verdad evanglica debe ser presentada a todos los hombres, los cuales tienenderecho a que sta les sea proclamada. Su anuncio, por la fuerza del Espritu, comporta el pleno respeto de la libertadde cada uno y la exclusin de toda forma de violencia y de presin. 6

    El Espritu Santo introduce a la Iglesia y a los discpulos de Jesucristo hacia la verdad completa (Jn 16, 13). Dirige eltranscurso de los tiempos y renueva la faz de la tierra (Sal 104, 30). El Espritu est presente en la maduracin deuna conciencia ms respetuosa de la dignidad de la persona humana. 7 l es la fuente del valor, de la audacia y delherosmo: Donde est el Espritu del Seor est la libertad (2 Cor 3, 17).

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    Captulo I - Situacin de la Libertad en el mundo contemporneo

    I. Conquistas y amenazas del proceso moderno de liberacin

    5. La herencia del cristianismo

    El Evangelio de Jesucristo, al revelar al hombre su cualidad de persona libre llamada a entrar en comunin con Dios, hasuscitado una toma de conciencia de las profundidades de la libertad humana hasta entonces desconocidas.

    As la bsqueda de la libertad y la aspiracin a la liberacin, que estn entre los principales signos de los tiempos delmundo contemporneo, tienen su raz primera en la herencia del cristianismo. Esto es verdad tambin all dondeaquella bsqueda y aspiracin encarnan formas aberrantes que se oponen a la visin cristiana del hombre y de sudestino. Sin esta referencia al Evangelio se hace incomprensible la historia de los ltimos siglos en Occidente.

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    6. La poca moderna

    Desde el comienzo de los tiempos modernos hasta el Renacimiento, se pensaba que la vuelta a la Antigedad enfilosofa y en las ciencias de la naturaleza permitira al hombre conquistar la libertad de pensamiento y de accin,gracias al conocimiento y al dominio de las leyes naturales.

    Por su parte, Lutero, partiendo de la lectura de San Pablo, intent luchar por la liberacin del yugo de la Ley,representado para l por la Iglesia de su tiempo.

    Pero es sobre todo en el siglo de las Luces y con la Revolucin francesa cuando resuena con toda su fuerza la llamadaa la libertad. Desde entonces muchos miran la historia futura como un irresistible proceso de liberacin que debeconducir a una era en la que el hombre, totalmente libre al fin, goce de la felicidad ya en esta tierra.

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    7. Hacia el dominio de la naturaleza

    En la perspectiva de tal ideologa de progreso, el hombre quera hacerse dueo de la naturaleza. La servidumbre, quehaba sufrido hasta entonces, se apoyaba sobre la ignorancia y los prejuicios. El hombre, arrebatando a la naturalezasus secretos, la someta a su servicio. La conquista de la libertad constitua as el objetivo perseguido a travs deldesarrollo de la ciencia y de la tcnica. Los esfuerzos desplegados han llevado a notables resultados. Aunque elhombre no est a cubierto de catstrofes naturales, sin embargo han sido descartadas muchas de las amenazas de lanaturaleza. La alimentacin est garantizada a un nmero de personas cada vez mayor. Las posibilidades detransporte y de comercio favorecen el intercambio de recursos alimenticios, de materias primas, de mano de obra y decapacidades tcnicas, de tal manera que se puede prever razonablemente para cada ser humano una existencia dignay liberada de la miseria.

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    8. Conquistas sociales y polticas

    El movimiento moderno de liberacin se haba fijado un objetivo poltico y social. Deba poner fin al dominio del hombresobre el hombre y promover la igualdad y fraternidad de todos los hombres. Es un hecho innegable que se alcanzaronresultados positivos. La esclavitud y la servidumbre legales fueron abolidas. El derecho de todos a la cultura hizoprogresos significativos. En numerosos pases la ley reconoce la igualdad entre el hombre y la mujer, la participacin detodos los ciudadanos en el ejercicio del poder poltico y los mismos derechos para todos. El racismo se rechaza comocontrario al derecho y a la justicia. La formulacin de los derechos humanos significa una conciencia ms viva de la dignidad de todos los hombres. Soninnegables los beneficios de la libertad y de la igualdad en numerosas sociedades, si lo comparamos con los sistemasde dominacin anteriores.

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    9. Libertad de pensamiento y de decisin

    Finalmente y sobre todo, el movimiento moderno de liberacin deba aportar al hombre la libertad interior, bajo forma delibertad de pensamiento y libertad de decisin. Intentaba liberar al hombre de la supersticin y de los miedosancestrales, entendidos como obstculos para su desarrollo. Se propona darle el valor y la audacia de servirse de surazn sin que el temor lo frenara ante las fronteras de lo desconocido. As, especialmente en las ciencias histricas y enlas humanas, se ha desarrollado un nuevo conocimiento del hombre, orientado a ayudarle a comprenderse mejor en loque atae a su desarrollo personal o a las condiciones fundamentales de la formacin de la comunidad.

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    10. Ambigedades del proceso moderno de liberacin

    Sin embargo, ya se trate de la conquista de la naturaleza, de su vida social y poltica o del dominio del hombre sobre simismo, a nivel individual y colectivo, todos pueden constatar que no solamente los progresos realizados estn lejos decorresponder a las ambiciones iniciales, sino que han surgido tambin nuevas amenazas, nuevas servidumbres ynuevos terrores, al mismo tiempo que se ampliaba el movimiento moderno de liberacin. Esto es la seal de que gravesambigedades sobre el sentido mismo de la libertad se han infiltrado en el interior de este movimiento desde su origen.

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    11. El hombre amenazado por su dominio de la naturaleza

    El hombre, a medida que se liberaba de las amenazas de la naturaleza, se encontraba ante un miedo creciente. Latcnica. sometiendo cada vez ms la naturaleza, corre el riesgo de destruir los fundamentos de nuestro propio futuro,de manera que la humanidad actual se convierte en enemiga de las generaciones futuras. Al someter con un poderciego las fuerzas de la naturaleza, no se est a un paso de destruir la libertad de los hombres del maana? Qufuerzas pueden proteger al hombre de la esclavitud de su propio dominio? Se hace necesaria una capacidad totalmentenueva de libertad y liberacin, que exige un proceso de liberacin enteramente renovado.

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    12. Peligros del poder tecnolgico

    La fuerza liberadora del conocimiento cientfico se manifiesta en las grandes realizaciones tecnolgicas. Quien disponede tecnologas tiene el poder sobre la tierra y sobre los hombres. De ah han surgido formas de desigualdad, hastaahora desconocidas, entre los poseedores del saber y los simples usuarios de la tcnica. El nuevo poder tecnolgicoest unido al poder econmico y lleva a su concentracin. As, tanto en el interior de los pueblos como entre ellos, sehan creado relaciones de dependencia que, en los ltimos veinte aos, han ocasionado una nueva reivindicacin deliberacin. Cmo impedir que el poder tecnolgico se convierta en una fuerza de opresin de grupos humanos o depueblos enteros? 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 4/30

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    13. Individualismo y colectivismo

    En el campo de las conquistas sociales y polticas, una de las ambigedades fundamentales de la afirmacin de lalibertad en el siglo de las Luces tiende a concebir el sujeto de esta libertad como un individuo autosuficiente que buscala satisfaccin de su inters propio en el goce de los bienes terrenales. La ideologa individualista inspirada por estaconcepcin del hombre ha favorecido la desigual reparticin de las riquezas en los comienzos de la era industrial, hastael punto que los trabajadores se encontraron excluidos del acceso a los bienes esenciales a cuya produccin habancontribuido y a los que tenan derecho. De ah surgieron poderosos movimientos de liberacin de la miseria mantenidapor la sociedad industrial.

    Los cristianos, laicos y pastores, no han dejado de luchar por un equitativo reconocimiento de los legtimos derechos delos trabajadores. El Magisterio de la Iglesia en muchas ocasiones ha levantado su voz en favor de esta causa. Pero las ms de las veces, la justa reivindicacin del movimiento obrero ha llevado a nuevas servidumbres, porque seinspira en concepciones que, al ignorar la vocacin trascendente de la persona humana, sealan al hombre unafinalidad puramente terrena. A veces esta reivindicacin ha sido orientada hacia proyectos colectivistas que engendraninjusticias tan graves como aquellas a las que pretendan poner fin.

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    14. Nuevas formas de opresin

    As nuestra poca ha visto surgir los sistemas totalitarios y unas formas de tirana que no habran sido posibles en lapoca anterior al progreso tecnolgico. Por una parte, la perfeccin tcnica ha sido aplicada a perpetrar genocidios; porotra, unas minoras, practicando el terrorismo que causa la muerte de numerosos inocentes, pretenden mantener a rayanaciones enteras.

    Hoy el control puede alcanzar hasta la intimidad de los individuos; y las dependencias creadas por los sistemas deprevencin pueden representar tambin amenazas potenciales de opresin. Se busca una falsa liberacin de lascoacciones de la sociedad recurriendo a la droga, que conduce a muchos jvenes en todo el mundo a laautodestruccin y deja familias enteras en la angustia y el dolor.

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    15. Peligro de destruccin total

    El reconocimiento de un orden jurdico como garanta de las relaciones dentro de la gran familia humana de los pueblosse ha debilitado cada vez ms. Cuando la confianza en el derecho no parece ofrecer ya una proteccin suficiente, sebuscan la seguridad y la paz en la amenaza recproca, la cual viene a ser un peligro para toda la humanidad. Lasfuerzas que deberan servir para el desarrollo de la libertad sirven para aumentar las amenazas. Las mquinas demuerte que se enfrentan hoy son capaces de destruir toda la vida humana sobre la tierra.

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    16. Nuevas relaciones de desigualdad

    Entre las naciones dotadas de fuerza y las que no la tienen se han instaurado nuevas relaciones de desigualdad yopresin. La bsqueda del propio inters parece ser la norma de las relaciones internacionales, sin que se tome enconsideracin el bien comn de la humanidad.

    El equilibrio interior de las naciones pobres est roto por la importacin de armas, introduciendo en ellas un factor dedivisin que conduce al dominio de un grupo sobre otro. Qu fuerzas podran eliminar el recurso sistemtico a lasarmas y dar su autoridad al derecho?

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    17. Emancipacin de las naciones jvenes En el contexto de la desigualdad de las relaciones de poder han aparecido los movimientos de emancipacin de lasnaciones jvenes, en general naciones pobres, sometidas hasta hace poco al dominio colonial. Pero muy a menudo elpueblo se siente frustrado de su independencia duramente conquistada por regmenes o tiranas sin escrpulos queatentan impunemente a los derechos del hombre. El pueblo que ha sido reducido as a la impotencia, no ha hecho msque cambiar de dueos.

    Sigue siendo verdad que uno de los principales fenmenos de nuestro tiempo es, a escala de continentes enteros, eldespertar de la conciencia de pueblo que, doblegado bajo el peso de la miseria secular, aspira a una vida en ladignidad y en la justicia, y est dispuesto a combatir por su libertad.

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    18. La moral y Dios, obstculos para la liberacin?

    En relacin con el movimiento moderno de liberacin interior del hombre, hay que constatar que el esfuerzo con miras aliberar el pensamiento y la voluntad de sus lmites ha llegado hasta considerar que la moralidad como tal constitua unlmite irracional que el hombre, decidido a ser dueo de si mismo, tena que superar.

    Es ms, para muchos Dios mismo sera la alienacin especfica del hombre. Entre la afirmacin de Dios y la libertadhumana habra una incompatibilidad radical. El hombre, rechazando la fe en Dios, llegara a ser verdaderamente libre.

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    19. Interrogantes angustiosos

    En ello est la raz de las tragedias que acompaan la historia moderna de la libertad. Por qu esta historia, a pesarde las grandes conquistas, por lo dems siempre frgiles, sufre recadas frecuentes en la alienacin y ve surgir nuevasservidumbres? Por qu unos movimientos de liberacin, que han suscitado inmensas esperanzas, terminan enregmenes para los que la libertad de los ciudadanos, 8 empezando por la primera de las libertades que es la libertadreligiosa, 9 constituye el primer enemigo?

    Cuando el hombre quiere liberarse de la ley moral y hacerse independiente de Dios, lejos de conquistar su libertad, ladestruye. Al escapar del alcance de la verdad, viene a ser presa de la arbitrariedad; entre los hombres, las relacionesfraternas se han abolido para dar paso al terror, al odio y al miedo.

    El profundo movimiento moderno de liberacin resulta ambiguo porque ha sido contaminado por gravsimos erroressobre la condicin del hombre y su libertad. Al mismo tiempo est cargado de promesas de verdadera libertad yamenazas de graves servidumbres.

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    II. La libertad en la experiencia del Pueblo de Dios

    20. Iglesia y libertad

    La Iglesia, consciente de esta grave ambigedad, por medio de su Magisterio ha levantado su voz a lo largo de losltimos siglos, para poner en guardia contra las desviaciones que corren el riesgo de torcer el impulso liberador haciaamargas decepciones. En su momento fue muchas veces incomprendida. Con el paso del tiempo, es posible hacerjusticia a su discernimiento. La Iglesia ha intervenido en nombre de la verdad sobre el hombre, creado a imagen de Dios. 10 Se le acusa sinembargo de constituir por s misma un obstculo en el camino de la liberacin. Su constitucin jerrquica estaraopuesta a la igualdad; su Magisterio estara opuesto a la libertad de pensamiento. Desde luego, ha habido errores de 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 6/30

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    juicio o graves omisiones de los cuales los cristianos han sido responsables a travs de los siglos. 11 Pero estasobjeciones desconocen la verdadera naturaleza de las cosas. La diversidad de carismas en el Pueblo de Dios, que soncarismas de servicio, no se ha opuesto a la igual dignidad de las personas y a su vocacin comn a la santidad.

    La libertad de pensamiento, como condicin de bsqueda de la verdad en todos los dominios del saber humano, nosignifica que la razn humana debe cerrarse a la luz de la Revelacin cuyo depsito ha confiado Cristo a su Iglesia. Larazn creada, al abrirse a la verdad divina, encuentra una expansin y una perfeccin que constituyen una formaeminente de libertad. Adems, el Concilio Vaticano II ha reconocido plenamente la legtima autonoma de las ciencias,12 como tambin la de las actividades de orden poltico. 13

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    21. La libertad de los pequeos y de los pobres

    Uno de los principales errores que, desde el Siglo de las Luces, ha marcado profundamente el proceso de liberacin,lleva a la conviccin, ampliamente compartida, de que seran los progresos realizados en el campo de las ciencias, dela tcnica y de la economa los que deberan servir de fundamento para la conquista de la libertad. De ese modo, sedesconocan las profundidades de esta libertad y de sus exigencias.

    Esta realidad de las profundidades de la libertad, la Iglesia la ha experimentado siempre en la vida de una multitud defieles, especialmente en los pequeos y los pobres. Por la fe stos saben que son el objeto del amor infinito de Dios.Cada uno de ellos puede decir: Vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me am y se entreg a s mismo por m (Gal 2,20 b). Tal es su dignidad que ninguno de los poderosos puede arrebatrsela; tal es la alegra liberadora presente enellos. Saben que la Palabra de Jess se dirige igualmente a ellos: Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe loque hace su seor; os llamo amigos, porque todo lo que he odo a mi Padre, os lo he dado a conocer (Jn 15, 15). Estaparticipacin en el conocimiento de Dios es su emancipacin ante las pretensiones de dominio por parte de losdetentores del saber: Conocis todas las cosas ... y no tenis necesidad de que nadie os ensee (1 Jn 2, 20 b. 27 b).Son as conscientes de tener parte en el conocimiento ms alto al que est llamada la humanidad. 14 Se sientenamados por Dios como todos los dems y ms que todos los otros. Viven as en la libertad que brota de la verdad y delamor.

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    22. Recursos de la religiosidad popular

    El mismo sentido de la fe del Pueblo de la Dios, en su devocin llena de esperanza en la cruz de Jess, percibe lafuerza que contiene el misterio de Cristo Redentor. Lejos pues de menospreciar o de querer suprimir las formas dereligiosidad popular que reviste esta devocin, conviene por el contrario purificar y profundizar toda su significacin ytodas sus implicaciones. 15 En ella se da un hecho de alcance teolgico y pastoral fundamental: son los pobres, objetode la predileccin divina, quienes comprenden mejor y como por instinto que la liberacin ms radical, que es laliberacin del pecado y de la muerte, se ha cumplido por medio de la muerte y resurreccin de Cristo.

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    23. Dimensin soteriolgica y tica de la liberacin

    La fuerza de esta liberacin penetra y transforma profundamente al hombre y su historia en su momento presente, yalienta su impulso escatolgico. El sentido primero y fundamental de la liberacin que se manifiesta as es elsoteriolgico: el hombre es liberado de la esclavitud radical del mal y del pecado.

    En esta experiencia de salvacin el hombre descubre el verdadero sentido de su libertad, ya que la liberacin esrestitucin de la libertad. Es tambin educacin de la libertad, es decir, educacin de su recto uso. As, a la dimensinsoteriolgica de la liberacin se aade su dimensin tica.

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    24. Una nueva fase de la historia de la libertad 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 7/30

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    El sentido de la fe, que es el origen de una experiencia radical de la liberacin y de la libertad, ha impregnado, en gradodiverso, la cultura y las costumbres de los pueblos cristianos.

    Pero hoy, de una manera totalmente nueva a causa de los temibles retos a los que la humanidad tiene que hacerfrente, se ha hecho necesario y urgente que el amor de Dios y la libertad en la verdad y la justicia marquen con suimpronta las relaciones entre los hombres y los pueblos, y animen la vida de las culturas.

    Porque donde faltan la verdad y el amor, el proceso de liberacin lleva a la muerte de una libertad que habra perdidotodo apoyo.

    Se abre ante nosotros una nueva fase de la historia de la libertad. Las capacidades liberadoras de la ciencia, de latcnica, del trabajo, de la economa y de la accin poltica darn sus frutos si encuentran su inspiracin y su medida enla verdad y en el amor, ms fuertes que el sufrimiento, que Jesucristo ha revelado a los hombres.

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    Captulo II - Vocacin del hombre a la libertad y drama del pecado

    I. Primeras concepciones de la libertad.

    25. Una respuesta espontnea

    La respuesta espontnea a la pregunta qu es ser libre? es la siguiente: es libre quien puede hacer nicamente loque quiere sin ser impedido por ninguna coaccin exterior, y que goza por tanto de una plena independencia. Locontrario de la libertad sera as la dependencia de nuestra voluntad ante una voluntad ajena. Pero, el hombre sabe siempre lo que quiere? Puede todo lo que quiere? Limitarse al propio yo y prescindir de lavoluntad de otro, es conforme a la naturaleza del hombre? A menudo la voluntad del momento no es la voluntad real.Y en el mismo hombre pueden existir decisiones contradictorias. Pero el hombre se topa sobre todo con los lmites desu propia naturaleza: quiere ms de lo que puede. As el obstculo que se opone a su voluntad no siempre viene defuera, sino de los lmites de su ser. Por esto, so pena de destruirse, el hombre debe aprender a que la voluntadconcuerde con su naturaleza.

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    26. Verdad y justicia, normas de la libertad Ms an, cada hombre est orientado hacia los dems hombres y necesita de su compaa. Aprender el recto uso desu decisin si aprende a concordar su voluntad a la de los dems, en vistas de un verdadero bien. Es pues la armonacon las exigencias de la naturaleza humana lo que hace que la voluntad sea autnticamente humana. En efecto, estoexige el criterio de la verdad y una justa relacin con la voluntad ajena. Verdad y justicia constituyen as la medida de laverdadera libertad. Apartndose de este fundamento, el hombre, pretendiendo ser como Dios, cae en la mentira y, enlugar de realizarse, se destruye.

    Lejos de perfeccionarse en una total autarqua del yo y en la ausencia de relaciones, la libertad existe verdaderamenteslo cuando los lazos recprocos, regulados por la verdad y la justicia, unen a las personas. Pero para que estos lazossean posibles, cada uno personalmente debe ser autntico.

    La libertad no es la libertad de hacer cualquier cosa, sino que es libertad para el Bien, en el cual solamente reside laFelicidad. De este modo el Bien es su objetivo. Por consiguiente el hombre se hace libre cuando llega al conocimientode lo verdadero, y esto -prescindiendo de otras fuerzas- gua su voluntad. La liberacin en vistas de un conocimiento dela verdad, que es la nica que dirige la voluntad, es condicin necesaria para una libertad digna de este nombre.

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    II. Libertad y liberacin 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 8/30

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    27. Una libertad propia de la creatura

    En otras palabras, la libertad que es dominio interior de sus propios actos y auto determinacin comporta una relacininmediata con el orden tico. Encuentra su verdadero sentido en la eleccin del bien moral. Se manifiesta pues comouna liberacin ante el mal moral.

    El hombre, por su accin libre, debe tender hacia el Bien supremo a travs de los bienes que estn en conformidad conlas exigencias de su naturaleza y de su vocacin divina.

    El, ejerciendo su libertad, decide sobre s mismo y se forma a s mismo. En este sentido, el hombre es causa de smismo. Pero lo es como creatura e imagen de Dios. Esta es la verdad de su ser que manifiesta por contraste lo quetienen de profundamente errneas las teoras que pretenden exaltar la libertad del hombre o su praxis histrica,haciendo de ellas el principio absoluto de su ser y de su devenir. Estas teoras son expresin del atesmo o tienden, porpropia lgica, hacia l. El indiferentismo y el agnosticismo deliberado van en el mismo sentido. La imagen de Dios en elhombre constituye el fundamento de la libertad y dignidad de la persona humana. 16

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    28. La llamada del Creador

    Dios, al crear libre al hombre, ha impreso en l su imagen y semejanza. 17 El hombre siente la llamada de su Creadormediante la inclinacin y la aspiracin de su naturaleza hacia el Bien, y ms an mediante la Palabra de la Revelacin,que ha sido pronunciada de una manera perfecta en Cristo. Le ha revelado as que Dios lo ha creado libre para quepueda, gratuitamente, entrar en amistad con l y en comunin con su Vida.

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    29. Una libertad participada

    El hombre no tiene su origen en su propia accin individual o colectiva, sino en el don de Dios que lo ha creado. Esta esla primera confesin de nuestra fe, que viene a confirmar las ms altas intuiciones del pensamiento humano.

    La libertad del hombre es una libertad participada. Su capacidad de realizarse no se suprime de ningn modo por sudependencia de Dios. Justamente, es propio del atesmo creer en una oposicin irreductible entre la causalidad de unalibertad divina y la de la libertad del hombre, como si la afirmacin de Dios significase la negacin del hombre, o comosi su intervencin en la historia hiciera vanas las iniciativas de ste. En realidad, la libertad humana toma su sentido yconsistencia de Dios y por su relacin con l.

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    30. La eleccin libre del hombre

    La historia del hombre se desarrolla sobre la base de la naturaleza que ha recibido de Dios, con el cumplimiento librede los fines a los que lo orientan y lo llevan las inclinaciones de esta naturaleza y de la gracia divina.

    Pero la libertad del hombre es finita y falible. Su anhelo puede descansar sobre un bien aparente; eligiendo un bienfalso, falla a la vocacin de su libertad. El hombre, por su libre arbitrio, dispone de s; puede hacerlo en sentido positivoo en sentido destructor.

    Al obedecer a la ley divina grabada en su conciencia y recibida como impulso del Espritu Santo, el hombre ejerce elverdadero dominio de s y realiza de este modo su vocacin real de hijo de Dios. Reina, por medio del servicio aDios.18 La autntica libertad es servicio de la justicia, mientras que, a la inversa, la eleccin de la desobediencia ydel mal es esclavitud del pecado.19

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    31. Liberacin temporal y libertad

    A partir de esta nocin de libertad se precisa el alcance de la nocin de liberacin temporal; se trata del conjunto deprocesos que miran a procurar y garantizar las condiciones requeridas para el ejercicio de una autntica libertadhumana.

    No es pues la liberacin la que, por s misma, genera la libertad del hombre. El sentido comn, confirmado por elsentido cristiano, sabe que la libertad, aunque sometida a condicionamientos, no queda por ello completamentedestruida. Existen hombres, que aun sufriendo terribles coacciones consiguen manifestar su libertad y ponerse enmarcha para su liberacin. Solamente un proceso acabado de liberacin puede crear condiciones mejores para elejercicio efectivo de la libertad. Asimismo, una liberacin que no tiene en cuenta la libertad personal de quienescombaten por ella est de antemano, condenada al fracaso.

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    III. La libertad y la sociedad humana

    32. Los derechos del hombre y las libertades

    Dios no ha creado al hombre como un ser solitario, sino que lo ha querido como un ser social.20 La vida social noes, por tanto, exterior al hombre, el cual no puede crecer y realizar su vocacin si no es en relacin con los otros. Elhombre pertenece a diversas comunidades: familiar, profesional, poltica; y en su seno es donde debe ejercer sulibertad responsable. Un orden social justo ofrece al hombre una ayuda insustituible para la realizacin de su librepersonalidad. Por el contrario, un orden social injusto es una amenaza y un obstculo que pueden comprometer sudestino.

    En la esfera social, la libertad se manifiesta y se realiza en acciones, estructuras e instituciones, gracias a las cuales loshombres se comunican entre s y organizan su vida en comn. La expansin de una personalidad libre, que es undeber y un derecho para todos, debe ser ayudada y no entorpecida por la sociedad.

    Existe una exigencia de orden moral que se ha expresado en la formulacin de los derechos del hombre. Algunos destos tienen por objeto lo que se ha convenido en llamar las libertades, es decir, las formas de reconocer a cada serhumano su carcter de persona responsable de s misma y de su destino transcendente, as como la inviolabilidad desu conciencia. 21

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    33. Dimensiones sociales del hombre y gloria de Dios

    La dimensin social del ser humano tiene adems otro significado: solamente la pluralidad y la rica diversidad de loshombres pueden expresar algo de la riqueza infinita de Dios.

    Esta dimensin est llamada a encontrar su realizacin en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Por este motivo, la vidasocial, en la variedad de sus formas y en la medida en que se conforma a la ley divina, constituye un reflejo de la gloriade Dios en el mundo. 22

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    IV. Libertad del hombre y dominio de la naturaleza

    34. Vocacin del hombre a dominar la naturaleza

    El hombre, por su dimensin corporal, tiene necesidad de los recursos del mundo material para su realizacin personaly social. En esta vocacin a dominar la tierra, ponindola a su servicio mediante el trabajo, puede reconocerse un rasgode la imagen de Dios. 23 Pero la intervencin humana no es creadora; encuentra ya una naturaleza material que,como ella, tiene su origen en Dios Creador y de la cual el hombre ha sido constituido noble y sabio guardin.24

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    35. El hombre dueo de sus actividades

    Las transformaciones tcnicas y econmicas repercuten en la organizacin de la vida social; no dejan de afectar encierta medida a la vida cultural y a la misma vida religiosa.

    Sin embargo, por su libertad, el hombre contina siendo dueo de su actividad. Las grandes y rpidas transformacionesde nuestra poca le plantean un reto dramtico: dominar y controlar, mediante su razn y libertad, las fuerzas quedesarrolla al servicio de las verdaderas finalidades humanas.

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    36. Descubrimiento cientfico y progreso moral

    Atae, por consiguiente, a la libertad bien orientada, hacer que las conquistas cientficas y tcnicas, la bsqueda de sueficacia, los frutos del trabajo y las mismas estructuras de la organizacin econmica y social, no sean sometidas aproyectos que las priven de sus finalidades humanas y las pongan en contra del hombre mismo.

    La actividad cientfica y la actividad tcnica comportan exigencias especficas. No adquieren, sin embargo, susignificado y su valor propiamente humanos sino cuando estn subordinadas a los principios morales. Estas exigenciasdeben ser respetadas; pero querer atribuirles una autonoma absoluta y requerida, no conforme a la naturaleza de lascosas, es comprometerse en una va perniciosa para la autntica libertad del hombre.

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    V. El pecado, fuente de divisin y opresin

    37. El pecado, separacin de Dios

    Dios llama al hombre a la libertad. La voluntad de ser libre est viva en cada persona. Y, a pesar de ello esta voluntaddesemboca casi siempre en la esclavitud y la opresin. Todo compromiso en favor de la liberacin y de la libertadsupone, por consiguiente, que se afronte esta dramtica paradoja. El pecado del hombre, es decir su ruptura con Dios, es la causa radical de las tragedias que marcan la historia de lalibertad. Para comprender esto, muchos de nuestros contemporneos deben descubrir nuevamente el sentido delpecado.

    En el deseo de libertad del hombre se esconde la tentacin de renegar de su propia naturaleza. Pretende ser un dios,cuando quiere codiciarlo todo y poderlo todo y con ello, olvidar que es finito y creado. Seris como dioses (Gn 3, 5).Estas palabras de la serpiente manifiestan la esencia de la tentacin del hombre; implican la perversin del sentido dela propia libertad. Esta es la naturaleza profunda del pecado: el hombre se desgaja de la verdad poniendo su voluntadpor encima de sta. Querindose liberar de Dios y ser l mismo un dios, se extrava y se destruye. Se autoaliena.

    En esta voluntad de ser un dios y de someterlo todo a su propio placer se esconde una perversin de la idea misma deDios. Dios es amor y verdad en la plenitud del don recproco; es la verdad en la perfeccin del amor de las Personasdivinas. Es cierto que el hombre est llamado a ser como Dios. Sin embargo, l llega a ser semejante no en laarbitrariedad de su capricho, sino en la medida en que reconoce que la verdad y el amor son a la vez el principio y el finde su libertad.

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    38. El pecado, raz de las alienaciones humanas

    Pecando el hombre se engaa a si mismo y se separa de la verdad. Niega a Dios y se niega a s mismo cuando buscala total autonoma y autarqua. La alienacin, respecto a la verdad de su ser de creatura amada por Dios, es la raz detodas las dems alienaciones.

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    El hombre, negando o intentando negar a Dios, su Principio y Fin, altera profundamente su orden y equilibrio interior, elde la sociedad y tambin el de la creacin visible. 25

    La Escritura considera en conexin con el pecado el conjunto de calamidades que oprimen al hombre en su serindividual y social.

    Muestra que todo el curso de la historia mantiene un lazo misterioso con el obrar del hombre que, desde su origen, haabusado de su libertad alzndose contra Dios y tratando de conseguir sus fines fuera de l. 26 El Gnesis indica lasconsecuencias de este pecado original en el carcter penoso del trabajo y de la maternidad, en el dominio del hombresobre la mujer y en la muerte. Los hombres, privados de la gracia divina, han heredado una naturaleza mortal, incapazde permanecer en el bien e inclinada a la concupiscencia. 27

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    39. Idolatra y desorden

    La idolatra es una forma extrema del desorden engendrado por el pecado. Al sustituir la adoracin del Dios vivo por elculto de la creatura, falsea las relaciones entre los hombres y conlleva diversas formas de opresin.

    El desconocimiento culpable de Dios desencadena las pasiones, que son causa del desequilibrio y de los conflictos enlo intimo del hombre. De aqu se derivan inevitablemente los desrdenes que afectan la esfera familiar y social:permisivismo sexual, injusticia, homicidio. As es como el apstol Pablo describe al mundo pagano, llevado por laidolatra a las peores aberraciones que arruinan al individuo y a la sociedad. 28

    Ya antes que l, los Profetas y los Sabios de Israel vean en las desgracias del pueblo un castigo por su pecado deidolatra, y en el corazn lleno de maldad (Eclo 9, 3)29 la fuente de la esclavitud radical del hombre y de lasopresiones a que somete a sus semejantes.

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    40. Despreciar a Dios y volverse a la creatura

    La tradicin cristiana, en los Padres y Doctores de la Iglesia, ha explicitado esta doctrina de la Escritura sobre elpecado. Para ella, el pecado es desprecio de Dios (contemptus Dei). Conlleva la voluntad de escapar a la relacin dedependencia del servidor respecto a su Seor, o, ms an, del hijo respecto a su Padre. El hombre, al pecar, pretendeliberarse de Dios. En realidad, se convierte en esclavo; pues al rechazar a Dios rompe el impulso de su aspiracin alinfinito y de su vocacin a compartir la vida divina. Por ello su corazn es vctima de la inquietud.

    El hombre pecador, que rehusa adherirse a Dios, es llevado necesariamente a ligarse de una manera falaz ydestructora a la creatura. En esta vuelta a la creatura (conversio ad creaturam), concentra sobre ella su anheloinsatisfecho de infinito. Pero los bienes creados son limitados; tambin su corazn corre del uno al otro, siempre enbusca de una paz imposible.

    En realidad el hombre, cuando atribuye a las creaturas una carga de infinitud, pierde el sentido de su ser creado.Pretende encontrar su centro y su unidad en si mismo. El amor desordenado de s es la otra cara del desprecio deDios. El hombre trata entonces de apoyarse solamente sobre s, quiere realizarse y ser suficiente en su propiainmanencia. 30

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    41. El atesmo, falsa emancipacin de la libertad

    Esto se pone particularmente de manifiesto cuando el pecador cree que no puede afirmar su propia libertad ms quenegando explcitamente a Dios. La dependencia de la creatura con respecto al Creador o la dependencia de laconciencia moral con respecto a la ley divina seran para l servidumbres intolerables. El atesmo constituye para l laverdadera forma de emancipacin y de liberacin del hombre, mientras que la religin o incluso el reconocimiento deuna ley moral constituiran alienaciones. El hombre quiere entonces decidir soberanamente sobre el bien y el mal, osobre los valores, y con un mismo gesto, rechaza a la vez la idea de Dios y de pecado. Mediante la audacia de la 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 12/30

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    transgresin pretende llegar a ser adulto y libre, y reivindica esta emancipacin no slo para l sino para toda lahumanidad.

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    42. Pecado y estructuras de injusticia El hombre pecador, habiendo hecho de s su propio centro, busca afirmarse y satisfacer su anhelo de infinitosirvindose de las cosas: riquezas, poder y placeres, despreciando a los dems hombres a los que despojainjustamente y trata como objetos o instrumentos. De este modo contribuye por su parte a la creacin de estasestructuras de explotacin y de servidumbre que, por otra parte, pretende denunciar.

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    Captulo III- Liberacin y Libertad cristiana

    43. Evangelio, libertad y liberacin

    La historia humana, marcada por la experiencia del pecado, nos conducira a la desesperacin, si Dios hubieraabandonado a su criatura. Pero las promesas divinas de liberacin y su victorioso cumplimiento en la muerte y en laresurreccin de Cristo, son el fundamento de la gozosa esperanza de la que la comunidad cristiana saca su fuerzapara actuar resuelta y eficazmente al servicio del amor, de la justicia y de la paz. El Evangelio es un mensaje de libertady una fuerza de liberacin 31 que lleva a cumplimiento la esperanza de Israel, fundada en la palabra de los Profetas. Seapoya en la accin de Yav que, antes de intervenir como goel,32 liberador, redentor, salvador de su pueblo, lohaba elegido gratuitamente en Abraham. 33

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    I. La liberacin en el Antiguo Testamento

    44. El xodo y las intervenciones liberadoras de Yav En el Antiguo Testamento la accin liberadora de Yav, que sirve de modelo y punto de referencia a todas las otras, esel xodo de Egipto, casa de esclavitud. Si Dios saca a su pueblo de una dura esclavitud econmica, poltica ycultural, es con miras a hacer de l, mediante la Alianza en el Sina, un reino de sacerdotes y una nacin santa (Ex19, 6). Dios quiere ser adorado por hombres libres. Todas las liberaciones ulteriores del pueblo de Israel tienden aconducirle a esta libertad en plenitud que no puede encontrar ms que en la comunin con su Dios.

    El acontecimiento mayor y fundamento del xodo tiene, por tanto, un significado a la vez religioso y poltico. Dios liberaa su pueblo, le da una descendencia, una tierra, una ley, pero dentro de una Alianza y para una Alianza. Por tanto, nose debe aislar en s mismo el aspecto poltico; es necesario considerarlo a la luz del designio de naturaleza religiosa enel cual est integrado. 34

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    45. La Ley de Dios

    En su designio de salvacin, Dios dio su Ley a Israel. Esta contena, junto con los preceptos morales universales delDeclogo, normas cultuales y civiles que deban regular la vida del pueblo escogido por Dios para ser su testigo entrelas naciones.

    En este conjunto de leyes, el amor a Dios sobre todas las cosas 35 y al prjimo como a s mismo 36 constituye ya elcentro. Pero la justicia que debe regular las relaciones entre los hombres, y el derecho que es su expresin jurdica,pertenecen tambin a la trama ms caracterstica de la Ley bblica. Los Cdigos y la predicacin de los Profetas, ascomo los Salmos, se refieren constantemente tanto a una como a otra, y muy a menudo a las dos a la vez. 37 En estecontexto es donde debe apreciarse el inters de la Ley Bblica por los pobres, los desheredados, la viuda y el hurfano;a ellos se debe la justicia segn la ordenacin jurdica del Pueblo de Dios. 38 El ideal y el bosquejo ya existen entonces 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 13/30

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    en una sociedad centrada en el culto al Seor y fundamentada sobre la justicia y el derecho animados por el amor.

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    46. La enseanza de los Profetas

    Los Profetas no cesan de recordar a Israel las exigencias de la Ley de la Alianza. Denuncian que en el coraznendurecido del hombre est el origen de las transgresiones repetidas, y anuncian una Alianza Nueva en la que Dioscambiar los corazones grabando en ellos la Ley de su espritu. 39

    Al anunciar y preparar esta nueva era, los Profetas denuncian con vigor las injusticias contra los pobres; se hacenportavoces de Dios en favor de ellos. Yav es el recurso supremo de los pequeos y de los oprimidos, y el Mesastendr la misin de defenderlos. 40

    La situacin del pobre es una situacin de injusticia contraria a la Alianza. Por esto la Ley de la Alianza lo protege atravs de unos preceptos que reflejan la actitud misma de Dios cuando liber a Israel de la esclavitud de Egipto. 41 Lainjusticia contra los pequeos y los pobres es un pecado grave, que rompe la comunin con Yav.

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    47. Los pobres de Yav

    Partiendo de todas las formas de pobreza, de injusticia sufrida, de afliccin, los justos y los pobres de Yav elevanhacia l su splica en los Salmos. 42 Sufren en su corazn la esclavitud a la que el pueblo rapado hasta la nuca hasido reducido a causa de sus pecados. Soportan la persecucin, el martirio, la muerte, pero viven en la esperanza de laliberacin. Por encima de todo, ponen su confianza en Yav a quien encomiendan su propia causa. 43

    Los pobres de Yav saben que la comunin con l 44 es el bien ms precioso en el que el hombre encuentra suverdadera libertad. 45 Para ellos, el mal ms trgico es la prdida de esta comunin. Por consiguiente el combatecontra la injusticia adquiere su sentido ms profundo y su eficacia en su deseo de ser liberados de la esclavitud delpecado.

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    48. En el umbral del Nuevo Testamento

    En el umbral del Nuevo Testamento, los pobres de Yav constituyen las primicias de un pueblo humilde y pobreque vive en la esperanza de la liberacin de Israel. 46

    Mara, al personificar esta esperanza, traspasa el umbral del Antiguo Testamento. Anuncia con gozo la llegadamesinica y alaba al Seor que se prepara a liberar a su Pueblo. 47 En su himno de alabanza a la Misericordia divina,la Virgen humilde, a la que mira espontneamente y con tanta confianza el pueblo de los pobres, canta el misterio desalvacin y su fuerza de transformacin. El sentido de la fe, tan vivo en los pequeos, sabe reconocer a simple vistatoda la riqueza a la vez soteriolgica y tica del Magnificat. 48

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    II. Significado cristolgico del Antiguo Testamento

    49. A la luz de Cristo

    El xodo, la Alianza, la Ley, la voz de los Profetas y la espiritualidad de los pobres de Yav alcanzan su plenosignificado solamente en Cristo.

    La Iglesia lee el Antiguo Testamento a la luz de Cristo muerto y resucitado por nosotros. Ella se ve prefigurada en elPueblo de Dios de la Antigua Alianza, encarnada en el cuerpo concreto de una nacin particular, poltica yculturalmente constituida, que estaba inserto en la trama de la historia como testigo de Yav ante las naciones, hasta 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 14/30

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    que llegara a su cumplimiento el tiempo de las preparaciones y de las figuras. Los hijos de Abraham fueron llamados aentrar con todas las naciones en la Iglesia de Cristo, para formar con ellas un solo Pueblo de Dios, espiritual yuniversal. 49

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    III. La liberacin cristiana anunciada a los pobres

    50. La Buena Nueva anunciada a los pobres

    Jess anuncia la Buena Nueva del Reino de Dios y llama a los hombres a la conversin. 50 Los pobres sonevangelizados (Mt 11, 5): Jess, citando las palabras del Profeta, 51 manifiesta su accin mesinica en favor dequienes esperan la salvacin de Dios.

    Ms an, el Hijo de Dios, que se ha hecho pobre por amor a nosotros, 52 quiere ser reconocido en los pobres, en losque sufren o son perseguidos:53 Cuantas veces hicisteis esto a uno de estos mis hermanos menores, a m me lohicisteis (Mt 25, 40).54

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    51. El misterio pascual

    Pero es, ante todo, por la fuerza de su Misterio Pascual que Cristo nos ha liberado. 55 Mediante su obediencia perfectaen la Cruz y mediante la gloria de su resurreccin, el Cordero de Dios ha quitado el pecado del mundo y nos ha abiertola va de la liberacin definitiva.

    Por nuestro servicio y nuestro amor, as como por el ofrecimiento de nuestras pruebas y sufrimientos, participamos enel nico sacrificio redentor de Cristo, completando en nosotros lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo,que es la Iglesia (Col 1, 14), mientras esperamos la resurreccin de los muertos.

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    52. Gracia, reconciliacin y libertad

    El centro de la experiencia cristiana de la libertad est en la justificacin por la gracia de la fe y de los sacramentos dela Iglesia. Esta gracia nos libera del pecado y nos introduce en la comunin con Dios. Mediante la muerte y laresurreccin de Cristo se nos ofrece el perdn. La experiencia de nuestra reconciliacin con el Padre es fruto delEspritu Santo. Dios se nos revela como Padre de misericordia, al que podemos presentarnos con total confianza.

    Reconciliados con l 56 y recibiendo la paz de Cristo que el mundo no puede dar, 57 estamos llamados a ser en mediode los hombres artfices de paz. 58

    En Cristo podemos vencer el pecado, y la muerte ya no nos separa de Dios; sta ser destruida finalmente en elmomento de nuestra resurreccin, a semejanza de la de Jess. 59 El mismo cosmos, del que el hombre es centro ypice, espera ser liberado de la servidumbre de la corrupcin para participar en la libertad de la gloria de los hijos deDios (Rom 8, 21). Ya desde ese momento Satans est en dificultad; l, que tiene el poder de la muerte, ha sidoreducido a la impotencia mediante la muerte de Cristo. 60 Aparecen ya unas seales que anticipan la gloria futura.

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    53. Lucha contra la esclavitud del pecado

    La libertad trada por Cristo en el Espritu Santo, nos ha restituido la capacidad -de la que nos haba privado el pecado-de amar a Dios por encima de todo y permanecer en comunin con l. Somos liberados del amor desordenado hacia nosotros mismos, que es la causa del desprecio al prjimo y de lasrelaciones de dominio entre los hombres. 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 15/30

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    Sin embargo, hasta la venida gloriosa del Resucitado, el misterio de iniquidad est siempre actuando en el mundo. SanPablo nos lo advierte: Para que gocemos de libertad, Cristo nos ha hecho libres (Gal 5, 1). Es necesario, por tantoperseverar y luchar para no volver a caer bajo el yugo de la esclavitud. Nuestra existencia es un combate espiritual porla vida segn el Evangelio y con las armas de Dios. 61 Pero nosotros hemos recibido la fuerza y la certeza de nuestravictoria sobre el mal, victoria del amor de Cristo a quien nada se puede resistir. 62

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    54. El Espritu y la Ley

    San Pablo proclama el don de la Ley nueva del Espritu en oposicin a la ley de la carne o de la concupiscencia queinclina al hombre al mal y lo hace incapaz de escoger el bien. 63 Esta falta de armona y esta debilidad interior noanulan la Libertad ni la responsabilidad del hombre, sino que comprometen la prctica del bien. Ante esto dice elApstol: No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero (Rom 7, 19). Habla pues, con razn, de laservidumbre del pecado y de la esclavitud de la ley, ya que para el hombre pecador la ley, que l no puedeinteriorizar, le resulta opresora.

    Sin embargo, San Pablo reconoce que la Ley conserva su valor para el hombre y para el cristiano puesto que essanta, y el precepto santo, justo, y bueno (Rom 7, 12).64 Reafirma el Declogo ponindolo en relacin con la caridad,que es su verdadera plenitud. 65 Adems, sabe que es necesario un orden jurdico para el desarrollo de la vida social.66 Pero la novedad que l proclama es que Dios nos ha dado a su Hijo para que la justicia exigida por la Ley fueracumplida en nosotros (Rom 8, 4). El mismo Seor Jess ha anunciado en el Sermn de la Montaa los preceptos de la Ley nueva; con su sacrificioofrecido en la Cruz y su resurreccin gloriosa, ha vencido el poder del pecado y nos ha obtenido la gracia del EsprituSanto que hace posible la perfecta observancia de la Ley de Dios 67 y el acceso al perdn, si caemos nuevamente enel pecado. El Espritu que habita en nuestros corazones es la fuente de la verdadera libertad.

    Por el sacrificio de Cristo las prescripciones cultuales del Antiguo Testamento se han vuelto caducas. En cuanto a lasnormas jurdicas de la vida social y poltica de Israel, la Iglesia apostlica, como Reino de Dios inaugurado sobre latierra, ha tenido conciencia de que no estaba ya sujeta a ellas. Esto hizo comprender a la comunidad cristiana que lasleyes y los actos de las autoridades de los diversos pueblos, aunque legtimos y dignos de obediencia, 68 no podrn sinembargo pretender nunca, en cuanto que proceden de ellas, un carcter sagrado. A la luz del Evangelio, un buennmero de leyes y de estructuras parecen que llevan la marca del pecado y prolongan su influencia opresora en lasociedad.

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    IV. El mandamiento nuevo

    55. El amor, don del Espritu

    El amor de Dios, derramado en nuestros corazones por el Espritu Santo, implica el amor al prjimo. Recordando elprimer mandamiento, Jess aade a continuacin: El segundo, semejante a ste, es: Amars al prjimo como a timismo. De estos dos preceptos penden toda la Ley y los Profetas (Mt 22, 39-40). Y San Pablo dice que la caridad esel cumplimiento pleno de la Ley. 69

    El amor al prjimo no tiene lmites; se extiende a los enemigos y a los perseguidores. La perfeccin, imagen de la delPadre, a la que todo discpulo debe tender, est en la misericordia. 70 La parbola del Buen Samaritano muestra que elamor lleno de compasin, cuando se pone al servicio del prjimo, destruye los prejuicios que levantan a los grupostnicos y sociales unos contra otros. 71 Todos los libros del Nuevo Testamento dan testimonio de esta riquezainagotable de sentimientos de la que es portador el amor cristiano al prjimo. 72

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    56. El amor al prjimo 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 16/30

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    El amor cristiano, gratuito y universal, se basa en el amor de Cristo que dio su vida por nosotros: Que os amis losunos a los otros; como yo os he amado, as tambin amos mutuamente (Jn 13, 34-35).73 Este es el mandamientonuevo para los discpulos.

    A la luz de este mandamiento, el apstol Santiago recuerda severamente a los ricos sus deberes, 74 y San Juan afirmaque quien teniendo bienes de este mundo y viendo a su hermano en necesidad le cierra su corazn, no puedepermanecer en l la caridad de Dios. 75 El amor al hermano es la piedra de toque del amor a Dios: El que no ama asu hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve (1 Jn 4, 20), San Pablo subraya con fuerza launin existente entre la participacin en el sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo y el compartir con el hermanoque se encuentra necesitado. 76

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    57. Justicia y caridad

    El amor evanglico y la vocacin de hijos de Dios, a la que todos los hombres estn llamados, tienen comoconsecuencia la exigencia directa e imperativa de respetar a cada ser humano en sus derechos a la vida y a ladignidad. No existe distancia entre el amor al prjimo y la voluntad de justicia. Al oponerlos entre s, se desnaturaliza elamor y la justicia a la vez. Adems el sentido de la misericordia completa el de la justicia, impidindole que se encierreen el crculo de la venganza.

    Las desigualdades inicuas y las opresiones de todo tipo que afectan hoy a millones de hombres y mujeres estn enabierta contradiccin con el Evangelio de Cristo y no pueden dejar tranquila la conciencia de ningn cristiano. La Iglesia, dcil al Espritu, avanza con fidelidad por los caminos de la liberacin autntica. Sus miembros sonconscientes de sus flaquezas y de sus retrasos en esta bsqueda. Pero una multitud de cristianos, ya desde el tiempode los Apstoles, han dedicado sus fuerzas y sus vidas a la liberacin de toda forma de opresin y a la promocin de ladignidad humana. La experiencia de los santos y el ejemplo de tantas obras de servicio al prjimo constituyen unestmulo y una luz para las iniciativas liberadoras que se imponen hoy.

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    V. La Iglesia Pueblo de Dios de la Nueva Alianza

    58. Hacia la plenitud de la libertad

    El Pueblo de Dios de la Nueva Alianza es la Iglesia de Cristo. Su ley es el mandamiento del amor. En el corazn de susmiembros, el Espritu habita como en un templo. La misma Iglesia es el germen y el comienzo del Reino de Dios aquabajo, que tendr su cumplimiento al final de los tiempos con la resurreccin de los muertos y la renovacin de toda lacreacin. 77

    Poseyendo las arras del Espritu, 78 el Pueblo de Dios es conducido a la plenitud de la libertad. La Jerusaln nueva queesperamos con ansia es llamada justamente ciudad de libertad, en su sentido ms pleno. 79 Entonces, Dios enjugarlas lgrimas de sus ojos, y la muerte no existir ms, ni habr duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es yapasado (Ap 21, 4). La esperanza es la espera segura de otros cielos nuevos y otra nueva tierra, en que tiene sumorada la justicia (2 Pe 3, 13).

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    59. El encuentro final con Cristo.

    La transfiguracin de la Iglesia, obrada por Cristo resucitado, al llegar al final de su peregrinacin, no anula de ningnmodo el destino personal de cada uno al trmino de su vida. Todo hombre, hallado digno ante el tribunal de Cristo porhaber hecho, con la gracia de Dios, buen uso de su libre albedro, obtendr la felicidad. 80 Llegar a ser semejante aDios porque le ver tal cual es. 81 El don divino de la salvacin eterna es la exaltacin de la mayor libertad que sepueda concebir.

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    60. Esperanza escatolgica y compromiso para la liberacin temporal

    Esta esperanza no debilita el compromiso en orden al progreso de la ciudad terrena, sino por el contrario le da sentido yfuerza. Conviene ciertamente distinguir bien entre progreso terreno y crecimiento del Reino, ya que no son del mismoorden. No obstante, esta distincin no supone una separacin, pues la vocacin del hombre a la vida eterna no suprimesino que confirma su deber de poner en prctica las energas y los medios recibidos del Creador para desarrollar suvida temporal. 82

    La Iglesia de Cristo, iluminada por el Espritu del Seor, puede discernir en los signos de los tiempos los que sonprometedores de liberacin y los que, por el contrario, son engaosos e ilusorios. Ella llama al hombre y a lassociedades a vencer las situaciones de pecado y de injusticia, y a establecer las condiciones para una verdaderalibertad. Tiene conciencia de que todos estos bienes, como son la dignidad humana, la unin fraterna y la libertad, queconstituyen el fruto de esfuerzos conformes a la voluntad de Dios, los encontramos limpios de toda mancha,iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal,83 que es un reino de libertad.

    La espera vigilante y activa de la venida del Reino es tambin la de una justicia totalmente perfecta para los vivos y losmuertos, para los hombres de todos los tiempos y lugares, que Jesucristo, constituido Juez Supremo, instaurar. 84Esta promesa, que supera todas las posibilidades humanas, afecta directamente a nuestra vida en el mundo, porqueuna verdadera justicia debe alcanzar a todos y debe dar respuesta a los muchos sufrimientos padecidos por todas lasgeneraciones. En realidad, sin la resurreccin de los muertos y el juicio del Seor, no hay justicia en el sentido pleno dela palabra. La promesa de la resurreccin satisface gratuitamente el afn de justicia verdadera que est en el coraznhumano.

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    Captulo IV - Misin liberadora de la Iglesia

    61. La Iglesia y las inquietudes del hombre

    La Iglesia tiene la firme voluntad de responder a las inquietudes del hombre contemporneo, sometido a durasopresiones y ansioso de libertad. La gestin poltica y econmica de la sociedad no entra directamente en su misin. 85Pero el Seor Jess le ha confiado la palabra de verdad capaz de iluminar las conciencias. El amor divino, que es suvida, la apremia a hacerse realmente solidaria con todo hombre que sufre. Si sus miembros permanecen fieles a estamisin, el Espritu Santo, fuente de libertad, habitar en ellos y producirn frutos de justicia y de paz en su ambientefamiliar, profesional y social.

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    I. Para la salvacin integral del mundo

    62. Las Bienaventuranzas y la fuerza del Evangelio

    El Evangelio es fuerza de vida eterna, dada ya desde ahora a quienes lo reciben. 86 Pero al engendrar hombresnuevos, 87 esta fuerza penetra en la comunidad humana y en su historia, purificando y vivificando as sus actividades.Por ello, es raz de cultura.88

    Las Bienaventuranzas proclamadas por Jess expresan la perfeccin del amor evanglico; ellas no han dejado de servividas a lo largo de toda la historia de la Iglesia por numerosos bautizados y, de una manera eminente, por los santos.

    Las Bienaventuranzas, a partir de la primera, la de los pobres, forman un todo que no puede ser separado del conjuntodel Sermn de la Montaa. 89 Jess, el nuevo Moiss, comenta en ellas el Declogo, la Ley de la Alianza, dndole susentido definitivo y pleno. Las Bienaventuranzas ledas e interpretadas en todo su contexto, expresan el espritu delReino de Dios que viene. Pero a la luz del destino definitivo de la historia humana as manifestado aparecen al mismotiempo ms claramente, los fundamentos de la justicia en el orden temporal. As, pues, al ensear la confianza que se apoya en Dios, la esperanza de la vida eterna, el amor a la justicia, la 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 18/30

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    misericordia que llega hasta el perdn y la reconciliacin, las Bienaventuranzas permiten situar el orden temporal enfuncin de un orden trascendente que, sin quitarle su propia consistencia, le confiere su verdadera medida.

    Iluminados por ellas, el compromiso necesario en las tareas temporales al servicio del prjimo y de la comunidadhumana es, al mismo tiempo, requerido con urgencia y mantenido en su justa perspectiva. Las Bienaventuranzaspreservan de la idolatra de los bienes terrenos y de las injusticias que entraan su bsqueda desenfrenada. 90 Ellasapartan de la bsqueda utpica y destructiva de un mundo perfecto, pues pasa la apariencia de este mundo (1 Cor 7,31).

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    63. El anuncio de la salvacin

    La misin esencial de la Iglesia, siguiendo la de Cristo, es una misin evangelizadora y salvfica. 91 Saca su impulso dela caridad divina. La evangelizacin es anuncio de salvacin, don de Dios. Por la Palabra de Dios y los sacramentos, elhombre es liberado ante todo del poder del pecado y del poder del Maligno que lo oprimen, y es introducido en lacomunin de amor con Dios. Siguiendo a su Seor que vino al mundo para salvar a los pecadores (1 Tim 1, 15), laIglesia quiere la salvacin de todos los hombres.

    En esta misin, la Iglesia ensea el camino que el hombre debe seguir en este mundo para entrar en el Reino de Dios.Su doctrina abarca, por consiguiente, todo el orden moral y, particularmente, la justicia, que debe regular las relacioneshumanas. Esto forma parte de la predicacin del Evangelio.

    Pero el amor que impulsa a la Iglesia a comunicar a todos la participacin en la vida divina mediante la gracia, le hacetambin alcanzar por la accin eficaz de sus miembros el verdadero bien temporal de los hombres, atender a susnecesidades, proveer a su cultura y promover una liberacin integral de todo lo que impide el desarrollo de laspersonas. La Iglesia quiere el bien del hombre en todas sus dimensiones; en primer lugar como miembro de la ciudadde Dios y luego como miembro de la ciudad terrena.

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    64. Evangelizacin y promocin de la justicia La Iglesia no se aparta de su misin cuando se pronuncia sobre la promocin de la justicia en las sociedades humanaso cuando compromete a los fieles laicos a trabajar en ellas, segn su vocacin propia. Sin embargo, procura que estamisin no sea absorbida por las preocupaciones que conciernen el orden temporal, o que se reduzca a ellas. Por lomismo, la Iglesia pone todo su inters en mantener clara y firmemente a la vez la unidad y la distincin entreevangelizacin y promocin humana: unidad, porque ella busca el bien total del hombre; distincin, porque estas dostareas forman parte, por ttulos diversos, de su misin.

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    65. Evangelio y realidades terrenas

    La Iglesia, fiel a su propia finalidad, irradia la luz del Evangelio sobre las realidades terrenas, de tal manera que lapersona humana sea curada de sus miserias y elevada en su dignidad. La cohesin de la sociedad en la justicia y lapaz es as promovida y reforzada. 92 La Iglesia es tambin fiel a su misin cuando denuncia las desviaciones, lasservidumbres y las opresiones de las que los hombres son vctimas.

    Es fiel a su misin cuando se opone a los intentos de instaurar una forma de vida social de la que Dios est ausente,bien sea por una oposicin consciente, o bien debido a negligencia culpable. 93

    Por ltimo, es fiel a su misin cuando emite su juicio acerca de los movimientos polticos que tratan de luchar contra lamiseria y la opresin segn teoras y mtodos de accin contrarios al Evangelio y opuestos al hombre mismo. 94

    Ciertamente, la moral evanglica, con las energas de la gracia, da al hombre nuevas perspectivas con nuevasexigencias. Y ayuda a perfeccionar y elevar una dimensin moral que pertenece ya a la naturaleza humana y de la quela Iglesia se preocupa, consciente de que es un patrimonio comn a todos los hombres en cuanto tales. 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 19/30

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    II. El amor de preferencia a los pobres

    66. Jess y la pobreza

    Cristo Jess, de rico se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos mediante su pobreza. 95 As habla San Pablosobre el misterio de la Encarnacin del Hijo eterno, que vino a asumir la naturaleza humana mortal para salvar alhombre de la miseria en la que el pecado le haba sumido. Ms an Cristo, en su condicin humana, eligi un estadode pobreza e indigencia 96 a fin de mostrar en qu consiste la verdadera riqueza que se ha de buscar, es decir, lacomunin de vida con Dios. Ense el desprendimiento de las riquezas de la tierra para mejor desear las del cielo. 97Los Apstoles que l eligi tuvieron tambin que abandonarlo todo y compartir su indigencia. 98

    Anunciado por los Profetas como el Mesas de los pobres, 99 fue entre ellos, los humildes, los pobres de Yav,sedientos de la justicia del Reino, donde l encontr corazones dispuestos a acogerle. Pero Jess quiso tambinmostrarse cercano a quienes -aunque ricos en bienes de este mundo- estaban excluidos de la comunidad comopublicanos y pecadores, pues l vino para llamarles a la conversin. 100

    La pobreza que Jess declar bienaventurada es aquella hecha a base de desprendimiento, de confianza en Dios, desobriedad y disposicin a compartir con otros.

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    67. Jess y los pobres

    Pero Jess no trajo solamente la gracia y la paz de Dios; l cur tambin numerosas enfermedades; tuvo compasin dela muchedumbre que no tena de que comer ni alimentarse; junto con los discpulos que le seguan practic la limosna.101 La Bienaventuranza de la pobreza proclamada por Jess no significa en manera alguna que los cristianos puedandesinteresarse de los pobres que carecen de lo necesario para la vida humana en este mundo. Como fruto yconsecuencia del pecado de los hombres y de su fragilidad natural, esta miseria es un mal del que, en la medida de loposible hay que liberar a los seres humanos.

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    68. El amor de preferencia a los pobres

    Bajo sus mltiples formas -indigencia material, opresin injusta, enfermedades fsicas y psquicas y, por ltimo, lamuerte- la miseria humana es el signo manifiesto de la debilidad congnita en que se encuentra el hombre tras elprimer pecado y de la necesidad de salvacin. Por ello, la miseria humana atrae la compasin de Cristo Salvador, quela ha querido cargar sobre si 102 e identificarse con los ms pequeos de sus hermanos (cf. Mt 25, 40. 45). Tambinpor ello, los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la Iglesia que, desde losorgenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos yliberarlos. Lo ha hecho mediante innumerables obras de beneficencia que siempre y en todo lugar continan siendoindispensables. 103 Adems, mediante su doctrina social, cuya aplicacin urge, la Iglesia ha tratado de promovercambios estructurales en la sociedad con el fin de lograr condiciones de vida dignas de la persona humana.

    Los discpulos de Jess, con el desprendimiento de las riquezas que permite compartir con los dems y abre el Reino,104 dieron testimonio mediante el amor a los pobres y desdichados, del amor del Padre manifestado en el Salvador.Este amor viene de Dios y vuelve a Dios. Los discpulos de Cristo han reconocido siempre en los dones presentadossobre el altar, un don ofrecido a Dios mismo.

    La Iglesia amando a los pobres da tambin testimonio de la dignidad del hombre. Afirma claramente que ste vale mspor lo que es que por lo que posee. Atestigua que esa dignidad no puede ser destruida cualquiera que sea la situacinde miseria, de desprecio, de rechazo, o de impotencia a la que un ser humano se vea reducido. Se muestra solidariacon quienes no cuentan en una sociedad que les rechaza espiritualmente y, a veces, fsicamente. De manera particular,la Iglesia se vuelve con afecto maternal hacia los nios que, a causa de la maldad humana, no vern jams la luz, ascomo hacia las personas ancianas solas y abandonadas. 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 20/30

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    La opcin preferencial por los pobres, lejos de ser un signo de particularismo o de sectarismo, manifiesta launiversalidad del ser y de la misin de la Iglesia. Dicha opcin no es exclusiva.

    Esta es la razn por la que la Iglesia no puede expresarla mediante categoras sociolgicas e ideolgicas reductivas,que haran de esta preferencia una opcin partidista y de naturaleza conflictiva.

    69. Comunidades eclesiales de base y otros grupos de cristianos.

    Las nuevas comunidades eclesiales de base y otros grupos de cristianos formados para ser testigos de este amorevanglico son motivo de gran esperanza para la Iglesia. Si viven verdaderamente en unin con la Iglesia local y con laIglesia universal, son una autntica expresin de comunin y un medio para construir una comunin ms profunda. 105Sern fieles a su misin en la medida en que procuren educar a sus miembros en la integridad de la fe cristiana,mediante la escucha de la Palabra de Dios, la fidelidad a las enseanzas del Magisterio, al orden jurdico de la Iglesia ya la vida sacramental. En tales condiciones su experiencia, enraizada en un compromiso por la liberacin integral delhombre, viene a ser una riqueza para toda la Iglesia.

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    70. La reflexin teolgica

    De modo similar, una reflexin teolgica desarrollada a partir de una experiencia particular puede constituir un aportemuy positivo, ya que permite poner en evidencia algunos aspectos de la Palabra de Dios, cuya riqueza total no ha sidoan plenamente percibida. Pero para que esta reflexin sea verdaderamente una lectura de la Escritura, y no unaproyeccin sobre la Palabra de Dios de un significado que no est contenido en ella, el telogo ha de estar atento ainterpretar la experiencia de la que l parte a la luz de la experiencia de la Iglesia misma. Esta experiencia de la Iglesiabrilla con singular resplandor y con toda su pureza en la vida de los santos. Compete a los Pastores de la Iglesia, encomunin con el Sucesor de Pedro, discernir su autenticidad.

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    Captulo V - La Doctrina Social de la Iglesia: Por una praxis cristiana de la liberacin

    71. La praxis cristiana de la liberacin

    La dimensin soteriolgica de la liberacin no puede reducirse a la dimensin sociotica que es una consecuencia deella. Al restituir al hombre la verdadera libertad, la liberacin radical obrada por Cristo le asigna una tarea: la praxiscristiana, que es el cumplimiento del gran mandamiento del amor. Este es el principio supremo de la moral socialcristiana, fundada sobre el Evangelio y toda la tradicin desde los tiempos apostlicos y la poca de los Padres de laIglesia, hasta la recientes intervenciones del Magisterio.

    Los grandes retos de nuestra poca constituyen una llamada urgente a practicar esta doctrina de la accin.

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    I. Naturaleza de la doctrina social de la Iglesia

    72. Mensaje evanglico y vida social La enseanza social de la Iglesia naci del encuentro del mensaje evanglico y de sus exigencias -comprendidas en elMandamiento supremo del amor a Dios y al prjimo y en la Justicia 106 - con los problemas que surgen en la vida de lasociedad. Se ha constituido en una doctrina, utilizando los recursos del saber y de las ciencias humanas; se proyectasobre los aspectos ticos de la vida y toma en cuenta los aspectos tcnicos de los problemas pero siempre parajuzgarlos desde el punto de vista moral. Esta enseanza, orientada esencialmente a la accin, se desarrolla en funcin de las circunstancias cambiantes de lahistoria. Por ello, aunque basndose en principios siempre vlidos, comporta tambin juicios contingentes. Lejos deconstituir un sistema cerrado, queda abierto permanentemente a las cuestiones nuevas que no cesan de presentarse; 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 21/30

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    requiere, adems, la contribucin de todos los carismas, experiencias y competencias.

    La Iglesia, experta en humanidad, ofrece en su doctrina social un conjunto de principios de reflexin, de criterios dejuicio 107 y de directrices de accin 108 para que los cambios en profundidad que exigen las situaciones de miseria yde injusticia sean llevados a cabo, de una manera tal que sirva al verdadero bien de los hombres.

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    73. Principios fundamentales

    El mandamiento supremo del amor conduce al pleno reconocimiento de la dignidad de todo hombre, creado a imagende Dios. De esta dignidad derivan unos derechos, y unos deberes naturales. A la luz de la imagen de Dios, la libertad,prerrogativa esencial de la persona humana, se manifiesta en toda su profundidad. Las personas son los sujetosactivos y responsables de la vida social. 109

    A dicho fundamento, que es la dignidad del hombre, estn ntimamente ligados el principio de solidaridad y el principiode subsidiariedad .

    En virtud del primero, el hombre debe contribuir con su semejantes al bien comn de la sociedad, a todos los niveles.110 Con ello, la doctrina social de la Iglesia se opone a todas las formas de individualismo social o poltico.

    En virtud del segundo, ni el Estado ni sociedad alguna debern jams substituir la iniciativa y la responsabilidad de laspersonas y de los grupos sociales intermedios en los niveles en los que stos pueden actuar, ni destruir el espacionecesario para su libertad. 111 De este modo, la doctrina social de la Iglesia se opone a todas las formas decolectivismo .

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    74. Criterios de juicio Estos principios fundamentan los criterios para emitir un juicio sobre las situaciones, las estructuras y los sistemassociales.

    As, la Iglesia no duda en denunciar las condiciones de vida que atentan a la dignidad y a la libertad del hombre.

    Estos criterios permiten tambin juzgar el valor de las estructuras, las cuales son el conjunto de instituciones y derealizaciones prcticas que los hombres encuentran ya existentes o que crean, en el plano nacional e internacional, yque orientan u organizan la vida econmica, social y poltica. Aunque son necesarias, tienden con frecuencia aestabilizarse y cristalizar como mecanismos relativamente independientes de la voluntad humana, paralizando con elloo alterando el desarrollo social y generando la injusticia. Sin embargo, dependen siempre de la responsabilidad delhombre, que puede modificarlas, y no de un pretendido determinismo de la historia.

    Las instituciones y las leyes, cuando son conformes a la ley natural y estn ordenadas al bien comn, resultan garantesde la libertad de las personas y de su promocin. No han de condenarse todos los aspectos coercitivos de la ley, ni laestabilidad de un Estado de derecho digno de este nombre. Se puede hablar entonces de estructura marcada por elpecado, pero no se pueden condenar las estructuras en cuanto tales.

    Los criterios de juicio conciernen tambin a los sistemas econmicos, sociales y polticos. La doctrina social de laIglesia no propone ningn sistema particular, pero, a la luz de sus principios fundamentales, hace posible, ante todo,ver en qu medida los sistemas existentes resultan conformes o no a las exigencias de la dignidad humana.

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    75. Primaca de las personas sobre las estructuras

    Ciertamente, la Iglesia es consciente de la complejidad de los problemas que han de afrontar las sociedades y tambinde las dificultades para encontrarles soluciones adecuadas. Sin embargo, piensa que, ante todo, hay que apelar a lascapacidades espirituales y morales de la persona y a la exigencia permanente de conversin interior, si se quiere 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 22/30

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    obtener cambios econmicos y sociales que estn verdaderamente al servicio del hombre.

    La primaca dada a las estructuras y la organizacin tcnica sobre la persona y sobre la exigencia de su dignidad, es laexpresin de una antropologa materialista que resulta contraria a la edificacin de un orden social justo. 112 No obstante, la prioridad reconocida a la libertad y a la conversin del corazn en modo alguno elimina la necesidad deun cambio de las estructuras injustas. Es, por tanto, plenamente legtimo que quienes sufren la opresin por parte delos detentores de la riqueza o del poder poltico acten, con medios moralmente lcitos, para conseguir estructuras einstituciones en las que sean verdaderamente respetados sus derechos.

    De todos modos, es verdad que las estructuras instauradas para el bien de las personas son por s mismas incapacesde lograrlo y de garantizarlo. Prueba de ello es la corrupcin que, en ciertos pases, alcanza a los dirigentes y a laburocracia del Estado, y que destruye toda vida social honesta. La rectitud de costumbres es condicin para la salud dela sociedad. Es necesario, por consiguiente, actuar tanto para la conversin de los corazones como para elmejoramiento de las estructuras, pues el pecado que se encuentra en la raz de las situaciones injustas es, en sentidopropio y primordial, un acto voluntario que tiene su origen en la libertad de la persona. Slo en sentido derivado ysecundario se aplica a las estructuras y se puede hablar de pecado social.113

    Por lo dems, en el proceso de liberacin, no se puede hacer abstraccin de la situacin histrica de la nacin, niatentar contra la identidad cultural del pueblo. En consecuencia, no se puede aceptar pasivamente, y menos anapoyar activamente, a grupos que, por la fuerza o la manipulacin de la opinin, se aduean del aparato del Estado eimponen abusivamente a la colectividad una ideologa importada, opuesta a los verdaderos valores culturales delpueblo. 114 A este respecto, conviene recordar la grave responsabilidad moral y poltica de los intelectuales.

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    76. Directrices para la accin

    Los principios fundamentales y los criterios de juicio inspiran directrices para la accin. Puesto que el bien comn de lasociedad humana est al servicio de las personas, los medios de accin deben estar en conformidad con la dignidaddel hombre y favorecer la educacin de la libertad. Existe un criterio seguro de juicio y de accin: no hay autnticaliberacin cuando los derechos de la libertad no son respetados desde el principio.

    En el recurso sistemtico a la violencia presentada como va necesaria para la liberacin, hay que denunciar una ilusindestructora que abre el camino a nuevas servidumbres. Habr que condenar con el mismo vigor la violencia ejercidapor los hacendados contra los pobres, las arbitrariedades policiales as como toda forma de violencia constituida ensistema de gobierno. En este terreno, hay que saber aprender de las trgicas experiencias que ha contemplado ycontempla an la historia de nuestro siglo. No se puede admitir la pasividad culpable de los poderes pblicos en unasdemocracias donde la situacin social de muchos hombres y mujeres est lejos de corresponder a lo que exigen losderechos individuales y sociales constitucionalmente garantizados.

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    77. Una lucha por la justicia Cuando la Iglesia alienta la creacin y la actividad de asociaciones -como sindicatos- que luchan por la defensa de losderechos e intereses legtimos de los trabajadores y por la justicia social, no admite en absoluto la teora que ve en lalucha de clases el dinamismo estructural de la vida social. La accin que preconiza no es la lucha de una clase contraotra para obtener la eliminacin del adversario; dicha accin no proviene de la sumisin aberrante a una pretendida leyde la historia. Se trata de una lucha noble y razonada en favor de la justicia y de la solidaridad social. 115 El cristianopreferir siempre la va del dilogo y del acuerdo.

    Cristo nos ha dado el mandamiento del amor a los enemigos. 116 La liberacin segn el espritu del Evangelio es, portanto, incompatible con el odio al otro, tomado individual o colectivamente, incluido el enemigo.

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    78. El mito de la revolucin 2004 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados Pgina 23/30

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    Determinadas situaciones de grave injusticia requieren el coraje de unas reformas en profundidad y la supresin deunos privilegios injustificables. Pero quienes desacreditan la va de las reformas en provecho del mito de la revolucin,no solamente alimentan la ilusin de que la abolicin de una situacin inicua es suficiente por si misma para crear unasociedad ms humana, sino que incluso favorecen la llegada al poder de regmenes totalitarios. 117 La lucha contra lasinjusticias solamente tiene sentido si est encaminada a la instauracin de un nuevo orden social y poltico conforme alas exigencias de la justicia. Esta debe ya marcar las etapas de su instauracin. Existe una moralidad de los medios.118

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    79. Un ltimo recurso

    Estos principios deben ser especialmente aplicados en el caso extremo de recurrir a la lucha armada, indicada por elMagisterio como el ltimo recurso para poner fin a una tirana evidente y prolongada que atentara gravemente a losderechos fundamentales de la persona y perjudicara peligrosamente al bien comn de un pas.119 Sin embargo, laaplicacin concreta de este medio slo puede ser tenido en cuenta despus de un anlisis muy riguroso de la situacin.En efecto, a causa del desarrollo continuo de las tcnicas empleadas y de la creciente gravedad de los peligrosimplicados en el recurso a la violencia, lo que se llama hoy resistencia pasiva abre un camino ms conforme con losprincipios morales y no menos prometedor de xito.

    Jams podr admitirse, ni por parte del poder constituido, ni por parte de los grupos insurgentes, el recurso a medioscriminales como las represalias efectuadas sobre poblaciones, la tortura, los mtodos del terrorismo y de la provocacincalculada, que ocasionan la muerte de personas durante manifestaciones populares. Son igualmente inadmisibles lasodiosas campaas de calumnias capaces de destruir a la persona psquica y moralmente.

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    80. El papel de los Laicos

    No toca a los Pastores de la Iglesia intervenir directamente en la construccin poltica y en la organizacin de la vidasocial. Esta tarea forma parte de la vocacin de los laicos que actan por propia iniciativa con sus conciudadanos. 120Deben llevarla a cabo, conscientes de que la finalidad de la Iglesia es extender el Reino de Cristo para que todos loshombres se salven y por su medio el mundo est efectivamente orientado a Cristo. 121

    La obra de salvacin aparece, de esta manera, indisolublemente ligada a la labor de mejo