Libros & Artes 12 - Perú

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    LIBROS & ARTES

    e veían allá al frentelas orlas de la espuma

    sin fin y no querías pen-sar que el mar tuviese tér-mino y con cuánta avideztus ojos contemplaban esaluz y el aire surcado porgaviotas mas también a la

    vez no podías apartar deti la imagen aquella el ros-tro que velaba pensativocon las manos en el rega-zo habría puesto las ye-mas de sus dedos en tussienes y buscabas su mi-rada pero no se tornó nidijo nada quizás hubierabastado con estar así a sulado y creer que aun deese modo veía por ti tanhermosa y luego en la le-

    janía de sus sueños sueñosen que acaso aparecías yel mar así tan gris a esahora y pensaste que po-drías ir hacia el oleaje ycaminar y decir el aguaespejea entre mis pasossoy reflejo soy destello y

    vagar luego por la arena ylas rompientes absortomas al cabo retornar a esapresencia y entonces televantaste realmente yfuiste hacia las ondas ohdorsos rutilantes aletas deplata peces reverberandoen la móvil transparenciahasta que de pronto aca-bó aquel hervor te incli-naste entonces hacia loslabios que emergían a in-tervalos y se adherían a tu

    REVISTA DE CULTURA DE LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ

    Sinesio López Jiménez Director dela Biblioteca Nacional

    Nelly Mac Kee de Maurial Directora Técnica

    Luis Valera Díaz Editor deLibros & Artes

    Diagramación: José Luis Portocarrero BlahaSecretaria: María Elena Chachi GambiniCoordinación: Enrique Arriola Requena

    ©Biblioteca Nacional del Perú Lima, 2005

    Reservados todos los derechos.

    Depósito Legal: 2002-2127 / ISSN: 1683-6197

    Biblioteca Nacional del Perú - Av. Abancay cuadra 4, Lima 1. Teléfono: 428-7690.Fax: 427-7331 http: // www.bnp.gob.pe Correo electrónico: [email protected]

    Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de la Organizaciónde Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura .

    piel en ávida succión y ex-tendían su incierto torbe-llino ¿era sueño? ¿era des-

    varío? fuiste en deriva has-ta esa danza de blanquísi-mo plumaje de mujer ave

    y enlazados gritos apaga-do esplendor de gaviotascormoranes estelas irisa-das y no hubo finalmentenada sino tu regreso en laesperanza de un llamado

    una sonrisa era tan durono estar aunque solo fue-ra por un espacio en suspensamientos ni habersenda por donde traspo-ner su umbral decir “estoyaquí” “luz más que luzniebla más que niebla”“mar y caracola” a lo me-

    jor no te habías alejado yno había sido verdad quefuiste hacia la orilla ni

    tampoco rozaste con tusmanos cabellos y tersurano turbar ese abstrai-miento imaginaste ese“no no te vayas” habríasinclinado tu frente en suregazo y aspirado un olorde océano y de jazminesmas no fue así no fue ycon un asomo de sonrisadebiste renunciar a esedeseo y fuiste de nuevo en

    pos de un norte que po-dría haber sido sur o ha-cia un sur septentrionalhasta que te hallaste enfin en otra ribera más alládel ponto ¿era yo real-mente? ¿cuál era aquella?

    viste cómo el mar varabacráneos que babeabanpor sus cuencos y en si-lencio canturreaban altrasluz de aquel oleaje ensu augusta condición demíticos guerreros gol-peando sus albos parie-tales contra las rompien-tes cientos de amarilloscráneos vomitados pormatriz recóndita y tusojos se toparon luego conun ojo que rotaba y ro-taba inmenso diste vuel-ta espantado hubiera ellarecordado al hijo infantemas no fue así no fue ja-más en vano te acogiste asu costado ¿eras tú ohmadre? ¿era yo? te enca-minas hacia el velamende bruma blancor helado

    vas ingrave y asciendes animbos jerarquías y yanunca volverás a ese vue-lo vuelo de ave heridapronto vas recogiendo lashuellas de tus pasos ha-cia la noche y ser enton-ces niño hombre y otra

    vez niño y sería ellaquien habría de turbarse

    y turbada salir después enbusca tuya sin saberadónde.

    ONEIROS Relato inédito

    Edgardo Rivera Martínez

    S

    Estenúmero de Libros & Artes está dedicado en su partecentral a rendir homenajea

    Carlos Domínguez, destacado fotógrafo peruano quedurantedécadas con su ojo depez prodigiosoha sabido captar los instantes cruciales dela historia del Perú, tanto en los aspectos políticos y sociales,como en las historias personales demiles depersonas detodos los sectores sociales. Merecido homenajea quien siempreestuvo en el centro dela noticia como testigo ejemplar. Deparecida manera, a través

    dela pluma dedestacados intelectuales, la revista haceuna radiografía diácronica delasociedad peruana desde el Inca Garcilaso y Guamán Poma hasta los momentos actuales,

    toma el pulso a la sociedad de hoy y sienta algunas interrogantes sobreel porvenir problemático de nuestro país.

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    as páginas que escribióel Inca Garcilaso con-

    servan su nombre en la me-moria de los peruanos y deaquellos que amando la lite-ratura y la historia lo sientencomo un par entre los gran-des escritores de la lenguaespañola de los siglos XVI yXVII.

    Garcilaso se hermana ennuestra atención con Gua-mán Poma de Ayala, el au-tor de La nueva coronica y buengobierno , cuya escritura no tie-ne ninguna de las perfeccio-nes sintácticas y el vocabula-rio escogido de otros auto-

    res de la época. Es la jerigon-za bárbara, pero de fuerzainusitada, de quien trata deexpresarse en una lengua queno es la suya pero es la fran-ca en su país natal. Escribiren una lengua extraña a susensibilidad y a su conoci-miento, ese fue su empeño.No le quedó más remedioque apelar a lo que conocía,al quechua materno, y comola palabra le resultó casi siem-pre insuficiente, recurrió aldibujo. Su trazo ingenuo, pri-mitivo, como gustamos lla-marlo hoy día, ha pasado lossiglos, y si para leerlo los afi-cionados necesitan la ayuda delos expertos, para disfrutar desus dibujos solo es menesterbuena voluntad y amor a labelleza.

    Contemporáneos, co-etáneos, Garcilaso, muerto en1616, y Guamán Poma, pro-bablemente en 1615, no seconocieron ni se leyeron unoal otro. Era natural que asíocurriera, pero a medida que

    va pasando el tiempo sus dos

    figuras se van acercando y

    los mismos estudiosos, RaúlPorras Barrenechea, AurelioMiró Quesada Sosa, JoséDurand, Carlos Araníbar,posan su mirada en ambosautores.

    Los caminos de la pala-bra son siempre imprevisi-bles. Felipe II y Felipe III deEspaña, con quienes quisocomunicarse Guamán Poma,no lo llegaron a saber nunca.La mano del destino llevó elalegato a la biblioteca de

    Copenhague hasta comien-zos del siglo XX y ahora en-contramos a Guamán Pomaen ediciones populares con suescritura y sus dibujos esperan-do nuestra mirada amiga.

    El poeta Gonzalo Roseha escrito:

    ¿Quiénesel Rey? ¿quiénesel Rey?preguntan.

    El Rey es loquequeda después delos incendios.

    El Rey sóloes el tiempo.

    Y esto, Guamán, el Rey nolosabía.

    El tiempo ha queridoque rescatemos a GuamánPoma. Han pasado variossiglos y la literatura hispano-americana ha adquirido unaunidad y una multiplicidad

    verdaderamente únicas en elmundo. Es, en este sentido,la literatura más moderna delglobo. La literatura argenti-na es un buen ejemplo de la

    presencia de una tradicióneuropea enraizada con otralocal y su mejor ejemplo es

    Jorge Luis Borges, cuyo es-tilo bien puede explicarsepor el hecho de vivir ajeno auna tradición indígena secu-lar y por la coincidencia dehabitar culturalmente en laperiferia de occidente. En elcaso de Borges, lo ha dichoEmil Cioran, no tener unatradición oral propia lo hacesentirse con seguridad en to-das. Encarna la paradoja deun sedentario sin patria inte-lectual, cómodo en muchascivilizaciones y literaturas. La

    fantasía de Borges tiene to-dos los horizontes, de allí sucuriosidad intelectual sin lí-mites, pero su tradición per-sonal, su relación con la tie-rra, tiene la levedad de unahistoria reciente.

    Y si la escritura de Bor-ges y la literatura de JulioCortázar señalan la presen-cia marcada de lo europeoen Hispanoamérica, la escri-tura de Juan Rulfo en Méxi-co y la de José María Ar-guedas en el Perú mues-tran la vigencia en la escritu-ra de culturas milenarias.

    Ambos escritores tienen, enlo mejor de su producción,un sustrato de oralidad, denarración colectiva, comoque provienen de culturas al-tamente contextualizadas,donde el individuo cuentamenos, muchísimo menosque la totalidad. Están am-bos entropados con su pue-blo y su historia. México yPerú, las dos cunas de las ci-

    vilizaciones prehispánicasmás antiguas, viven y palpi-

    tan en sus obras.

    El mestizajeliterario peruano

    DEL INCA GARCILASO

    A VARGAS LLOSA En 1996, en un programa dela televisión francesa seentrevistó al mismo tiempo a Umberto Eco, Salman Rushdiey

    Mario Vargas Llosa. Eco serefirió a la cultura europea desdelos griegos hasta nosotros, Rushdiecontó las complejas relacionesen la India y Pakistán, entretradiciones diversas, y Mario Vargas Llosa, a menudo presentado como un escritor antitético

    a JoséMaría Arguedas, reclamó para sí y para todos los escritores nacidos en el Perú el carácter deandinos.

    Marco Martos

    L

    La panadera deHuancayo, 1969.

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    Escrita desde dentro decada uno de sus personajes,la obra de ficción de JoséMaría Arguedas nos habladesde el centro mismo de lacivilización andina, comoGuamán Poma justamente,como Garcilaso. Arguedasreduce el campo de losdialectismos expresándoseen un castellano hispano-americano y cuando sus per-sonajes utilizan el quechuaprocura encontrar una equi-

    valencia dentro del español.Hay una organicidad artísti-ca, una confianza en la len-gua, ganadas a lo largo de unejercicio literario de tres dé-cadas. Desigual enfrenta-miento entre el escritor y sumaterial lingüístico encabri-tado. Pero esta es la moder-nidad: el uso confiado de la

    lengua de todos los días. José María Arguedasnace en el mismo momentoen que el modernismo llega-ba a su fin y se resolvía en unregionalismo, caracterizadopor una lengua literaria cultaalternada con un habladialectal de los personajes. Elnarrador siempre es muycuidadoso en señalar lasfronteras entre lo que diceomniscientemente y lo quepiensan y hablan los perso-najes que va creando. Hayquienes piensan que esa am-bigüedad lingüística es fielreflejo de la estructura social,del lugar superior que den-tro de ella ocupaba el escri-tor. El narrador hablabacomo Garcilaso y los per-sonajes como GuamánPoma. Se habían cambiadolos puertos y las metrópolismodernistas por las regio-nes del interior, pero el es-critor continuaba siendo al-guien que aspiraba o perte-necía al pináculo de la esca-la social.

    Ha llegado el momentode colocar la obra creativade Arguedas en la escalaplanetaria que le correspon-de en un mundo en constan-te movimiento. Fue fácil enel pasado desdeñarlo ubi-cándolo como un escritorepigonal de la tendencia re-gionalista o como un elabo-rado indigenista, como élmismo se juzgó en esa mez-cla de timidez y de altivez quele eran tan peculiares. Hayuna metáfora para hablar dela obra de Arguedas en suconjunto, aquella que la com-

    para con un viaje de unmicrocosmos personal a unmundo caótico y enorme, elde las grandes aglomeracio-nes costeñas, de la periferiaal centro, como se dice confrecuencia. En su nivel inicialel símil funciona en toda suliteralidad, pero es muchomás rico de lo que hasta aho-ra ha parecido. Arguedasexpresa, como otros escrito-

    res ciertamente en otros rin-cones del mundo, las distin-tas velocidades del desarro-llo de la sociedad moderna.En un principio está el esco-gimiento de la literatura enel siglo XX como vehículoexpresivo en un momentoen que otras formas artísti-cas aparecen como más efi-caces. A esta primera margi-nalidad, a este arcaísmo

    original se añade otro des-acuerdo con la llamada mo-dernidad: expresar el mun-do quechua, la cultura andina

    y ambivalentemente escogerpara ello la lengua de losmistis, el castellano. Pero jus-tamente esto es lo que her-mana a Arguedas con otroscreadores aparentemente so-litarios que han atravesadomuchas dificultades, muchas

    barreras para escribir en loque constituye ciertamente unelogio de la diversidad lin-güística, y eso es justamentelo más moderno.

    Así, por ejemplo, Cons-tantino Cavafis (1863-1935),uno de los grandes líricoscontemporáneos, nació en

    Alejandría y escogió el grie-go demótico, el que hablabaen su casa y podía interesar alos lectores que le interesa-ban, dejando el árabe, de unlado, y las lenguas europeas,de otro. De parecido modonuestro poeta César Moro,marginal si lo hay en literatu-ra peruana, tuvo, para mos-trarnos su intimidad desga-rrada, dos lenguas, el caste-llano y el francés, y resultamuy dificil decir en cuál delas dos se expresó con más

    soltura y calidad. Pero entiempos recientes hay unejemplo paradigmático deescritor plurilingüe que bienpodemos hermanar con

    José María Arguedas: IsaacBashevis Singer, premioNobel de literatura de 1978.Singer, judío polaco, ha es-crito en yidish la mayor par-te de su obra novelística,pero también ha escrito enotras lenguas modernas paraexpresar su mundo pobladode elementos transculturales.Esos judíos polacos que des-cribe, que solo conocen el

    yidish y poco a poco se vanadueñando de las calles deNueva York, se semejansorprendentemente a losmigrantes andinos que vantiñendo de todo lo suyo lascostas del Perú. ComoBashevis Singer, Arguedaselige el lenguaje que le con-

    viene en cada ocasión. Parael mundo más íntimo esco-ge el quechua y para la na-rrativa o el lenguaje científi-co, el castellano. Pero un idio-

    ma vive en el otro, una cul-tura en la otra, en el mejorejemplo peruano de transcul-turación.

    Junto a Arguedas, elotro caso paradigmático enla literatura peruana es el de

    Vallejo. En su libro Trilce, de1922, tan celebrado hoy queha sido comparado a Ulisesde James Joyce o a La tierrabaldía de T. S. Eliot, los dosmonumentos de la lenguainglesa que aparecieron jus-tamente el mismo año, sien-te que el código de la lenguale es insuficiente para expre-

    CARLOS DOMÍNGUEZ, UN ZORRO DE ABAJOGregorio Martínez

    or fácil y profana conjetura, Carlos Domínguez es percibido como uncriollo vivaz, gallito canela, jaranero, trompeador feroz y fotógrafo único

    en su menester fantástico. Sin embargo, Carlos Domínguez es todo eso, menoslo primero. Audaz en sus magancias de plasmar imágenes, o esfumarlas si veníaal caso, Carlos Domínguez está más cerca del indígena mochica que del criollo.Es un indígena norteño, cuya sabiduría, en cuanto a retrato y encuadre, le llega-ba de muchos siglos antes que se inventara la fotografía. Tanto la de cajón,manga negra y pajarito artificial, como la digital y cibernética. O, igual, tantísimaslunas antes que Louis Jacques Daguerre desarrollara sus artificios de placasmetálicas.

    Bueno, vamos a consentir que Carlos Domínguez resulta criollazo porqueama la jarana, el cebiche, la carapulca. No sé si el pepián de pavo y el seco dechabelo también. Solo que la tambarria criolla, cajeta y cucharas, salió del ima-ginario afroperuano. Y el cebiche y la carapulca pertenecen a la cultura indígenacon un aliño de la culinaria negra. Tuesta un tantito en la callana la papa seca ymétele manteca de chancho y maní tostau, sugirió la voz sabia que había apren-dido a guisar para sobrevivir. En definitiva, lo criollo era nada más que unagracia y una quimba para lograr consentimiento. Cierta ligereza nos impide advertir que en el Perú, costeños y serranos so-mos andinos. Incluso el vals, que tanto seducía a Carlos Domínguez, resultaindiscutiblemente andino. Una vez, Rómulo Varillas, el fundador del trío Losembajadores criollos, lo dijo con certera ciencia: «Somos pintaditos por afuera;por dentro todos somos indios». El era hijo de una indígena de Mala, Marga-rita Talariñas Zavala. Tallanes, mochicas, chinchas, vilcas (Ica), esa era la gente dela fisonomía de Carlos Domínguez. ¿Quién lo duda? La obra fotográfica de Carlos Domínguez es un aconteci-miento desmesurado del siglo XX. No solo del Perú, por favor, del mundoentero, como Robert Frank, que a su paso por Lima sacó una foto de Huatica,en lo que es ahora Luna Pizarro. De ese mural grandioso de Carlos Domínguezextraigo una por una las fotos del Loco Moncada. En dicho logro singular,Carlos Domínguez coincidió con José María Arguedas. Ambos se sintieron

    tocados y casi rebasados por el mismo personaje de dramática intensidad, alláen el Chimbote denso, pestífero, de los tiempos del magnate Luis BancheroRossi. El Loco Moncada era un vagabundo enajenado que, cargando una cruzcon tanta pasión como el Nazareno, predicaba en las calles sus desvariosapocalípticos. Afortunada coincidencia. Un tocayo de Domínguez, el editor salvadoreñoperuano Carlos Milla Batres, igualmente sintió el impacto de la desmesura delLoco Moncada. Entonces Milla Batres publicaba una revista, Visión del Perú ,con el poeta Washington Delgado. Le encargaron a Carlos Domínguez testi-moniar la divinidad terrestre del Loco Moncada, zorro de abajo. Zorro deabajo como el propio Carlos Domínguez. Testimonio y testimoniante queda-rán por los siglos de los siglos. Nadie más zorro que Carlos Domínguez. ¿Re-cuerdan cuando en un evento CADE, en Paracas, esfumo un rollofotográfico de una trocatinta bochornosa de celebridades de gobierno y podereconómico? Un zorro que sabe sus magancias y conoce bien las uvas del ma-

    juelo, Carlos Domínguez.

    P

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    sar su mundo interior, y asícomo Guamán Poma apelaen su dicción castellana a

    vocablos quechuas, Vallejorecurre a arcaísmos, neolo-gismos, a una sintaxis entre-cortada que expresa un mun-do caótico interior. Y si laCoronica de Guamán Pomadescribe las exacciones quesufrían los indios, Trilce evi-dencia el exacerbado sufri-miento personal. Vallejo,como Arguedas, tiene algode Garcilaso, sobre todo ensu obra posterior. Expresa elsufrimiento de un pueblo. Esun gran poeta no solamenteporque tiene un estupendodominio formal, sino tam-bién porque personas dise-minadas en todo el planetaque toman contacto con suspoemas quedan conmovi-

    das, trasfiguradas. Y estoocurre porque Vallejo siguesiendo un poeta del presen-te. Nadie como él represen-ta la voz de los que no pue-den expresarse, de los desa-rrapados, de los migrantes,de los que no tienen trabajoni qué comer en tierra ex-tranjera o que son extranje-ros en la suya. Así se puedeleer en su poema «La ruedadel hambriento»:

    Un pedazodepan ¿tampocoha-brá ahora para mí?

    Ya nomás hedeser loquesiem-prehedeser,

    perodadme,por favor, un pedazodepan en

    quésentarme,perodadme en español,algo, en fin, debeber, decomer, de

    vivir, dereposarse, y después meiré… Hallouna extraña forma, está

    muy rota y sucia mi camisa y yonotengonada, estoes ho-

    rrendo.

    ¿Cómo llamar, cómo cla-sificar a Arguedas y Vallejoen el contexto de la literatu-ra peruana de hoy? Ya en1918, un escritor muy jovennacido en Puno, ErnestoMore, planteó que era nece-saria una literatura, que llamó

    Andinista, que plasmaraliterariamente el diálogo delhombre y la naturaleza y queno se perdiera en el polvo,las costumbres y la gloria delimperio incaico.

    A fines de los años vein-te, un grupo también pu-

    neño, Orkopata, sentó lasbases de esa posibilidadandinista que sigue viva en-tre nosotros. En el grupoOrkopata destaca GamalielChurata, verdadero gonfalo-nero entre los años 1926 y1931. Dueño de un prosaproteica y mestizamente ba-rroca es al mismo tiempo unpoeta vigoroso, un rotundo

    y enérgico vate andinista delPerú. Poeta mayor y magní-fico, Churata merece salir,como está saliendo ya, de loscenáculos de los escogidosque han venido compartien-

    do en secreto la calidad de suobra para incorporarse en unlugar destacado dentro de latradición de una litertura quepoco a poco va mereciendoel nombre de nacional.

    En las últimas décadasdos son los poetas andinistasque mejor se han mezcladocon los gentiles, conservan-do su condición peculiar:Mario Florián y Efraín Mi-randa. Florián ganó el Pre-mio Nacional de Poesía en1944 y ha amplificado lapotencia de su voz gracias ala recepción enorme que tie-

    nen sus poemas entre losmaestros. Efraín Miranda,como Garcilaso otrora, se haapoderado tempranamentede la lengua castellana y es-cribe en 1954 un poemariode tono rilkeano, pero en1978, habiendo regresado ala comunidad puneña de

    Jacha Juinchoca para laborarcomo maestro, sorprendiócon un poemario, Choza*,que revoluciona no solamen-te las nociones del indige-nismo, sino la poesía delPerú, a pesar de que ha sidorelativamente silenciado. El

    poeta habla y escribe comoun comunero indio que ma-neja bien el castellano, en esesentido más cerca deGarcilaso que de GuamánPoma. Elimina cuidadosa-mente toda referencia quepueda parecer rebuscada otópica; no usa vocablosquechuas o aimaras, pero susintaxis está influida por elsustrato aborigen: no hablacon cólera del misti o delburgués, pero está enfrentan-do constantemente al cam-pesino y sus valores cultura-les con el hombre de la ciu-

    dad que lo sojuzga ymalinterpreta. Poesía llena detensiones la suya, expresa lascontradicciones vitales y lite-rarias que se viven con inten-sidad en la cultura peruanade hoy:

    La gramática española cuelga des-deEuropa

    sobremis Andes,interceptando su sincretismo

    idiomático.Sus grafías y fonemas atacan con

    los caballos y las espadas dePizarro. Mi lenguajeresiste, serefugia, lo

    persiguen,lodesmembran. En tantos siglos de guerra

    interculturaltodas las batallas hemos perdido.

    Ellos tienen todos los elementos asu alcance:

    Su estradomayor en la Real Aca-demia

    y sus soldados intelectuales;losnuestros, nada, un agrupamien-

    to pasivoal modoTupaca-maru segundo.

    En mi choza ha caídola manoperdida del Manco de

    Lepantocon vidrios, ácidos, alfileres

    quecontorsionan mi lengua y sangran mi boca.

    Incluisive la más distraí-da lectura del poema de Mi-randa nos muestra que paraexpresar el sufrimiento delcampesino, el poeta escogeel castellano, la lengua francadel país. De otro lado, escierto que hay tendencias cen-trífugas en nuestro castella-no regional. Inclusive hay al-gunos que piensan que esta-mos en la víspera de la fun-dación de un nuevo lengua-

    je, el “peruano”. La respuestademorará decenios o siglos,pero la tendencia centrípetaes muy poderosa y nos ha-bla de algo que creemos ydefendemos: la unidad y ladiversidad de la lengua cas-tellana.

    En 1996, en un progra-ma de la televisión francesase entrevistó al mismo tiem-po a Umberto Eco, SalmanRushdie y Mario VargasLlosa. Eco se refirió a la cul-tura europea desde los grie-gos hasta nosotros, Rushdiecontó las complejas relacio-nes en la India y Pakistán,entre tradiciones diversas, yMario Vargas Llosa, a me-nudo presentado como unescritor antitético a José Ma-ría Arguedas, reclamó parasí y para todos los escritoresnacidos en el Perú el carác-ter de andinos. Y tenía ra-zón. Es cierto que un escri-tor de su potencia creativapuede escribir ficciones quese desarrollen en cualquierparte del mundo, pero no esazar que casi todas ocurranen el Perú, con dos excep-ciones, una en Brasil y otraen República Dominicana.En su escritura palpita la len-gua de Rodrigo Díaz de Vi-

    var y San Juan de la Cruz,pero también el depurado

    español de Garcilaso el Inca y la jerigonza de GuamánPoma.

    El escritor peruanoRodolfo Hinostroza ha es-crito un libro de ficción quetitula Cuentos deextremoocciden-te. Y este es el resumen de lodicho: la literatura peruana esal mismo tiempo occidental

    y andina.

    * Efraín Miranda. Choza. Lima,

    1978.

    La huaconada deJunín, 1960.

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    ada uno de ellos supobien lo que decían o

    dejaban de decir y decían amedias. En sus respectivasobras siempre estuvieroncomo entre burlas y verasdesafiándonos a que sepa-mos cuánto hay de segunda

    verdad en lo que dicen. Asípodemos comprender laexasperación criolla deManuel Gonzáles de LaRosa a fines del XIX cuandoacusó de plagiario al Inca.Cincuenta años despues RaúlPorras explicó que Gonzálesde La Rosa proyectabasobre la relación Garcilaso/Blas Valera las propiasexperiencias de Gonzales deLa Rosa con un americanistaque lo despojó de sus inves-tigaciones sobre Colón.Quizás hubo algo más: la

    incredulidad exasperada deGonzáles de La Rosa quien,a pesar de su tomismoaristotélico era hombresimple para quien el día eradía y la noche, noche yhubiera muerto por unataque de incomprensión sihubiera ojeado algunapágina de la Nueva corónica .Todo esto viene a propósitode un “plagio” (que no lo es)de Garcilaso y que Gonzalesde La Rosa felizmente nodetectó porque no eraamigo de poemas. Fue unsemiplagio entre burlas y

    veras cometido por el Incaen agravio de su lejanopariente el Marqués deSantillana. Santillana era unmujeriego notorio, muyaficionado a las jóvenescampesinas que le inspiraronmuchas de sus Serranillas .Una de ellas, la IX, escritahacia 1430, dice: “Dixo:‘Cavallero, / tiratvos á fuera:dexat la vaquera / passar alotero; ca dos labradores /me piden de Frama, /

    entrambos pastores ’”.Sin duda ese poema fueleído por el Inca Garcilasopues calladamente lo inter-cala y hace suyo en prosapara ubicarlo en el Perú y noen España en el segundolibro de los Comentarios Reales(cap. 26) dedicado a lageometría, geografía, aritmé-tica y la música:*

    “Un español topó unanoche a deshora en el Cuzcouna india que él conocía, yqueriendo volverla a suposada, le dijo la india:–Señor, déjame ir donde

    EL INCA GARCILASO Y EL

    MARQUÉS DESANTILLANA

    Pablo Macera

    Garcilaso es un enigma, diferentealenigma Guamán Poma pero igualmentecomplicado. Deambos

    podría decirselo queel propio autor dela Nueva corónica dijo del Perú comoterritorio: además desus aparentes medidas lineales el Perú es multiplicado

    en cinco y diez veces por «lo doblado dela tierra».

    * Varias veces en el cursodesu obraGarcilaso disfrutó al exhibir susconocimientos demúsica. En el capítuloquecomentamos, al hablar demúsicadelos Collas dicequesus instrumentosera a modo deórganos porquecadacañutotenía un puntomás altoqueelotro, con las cuatrovoces naturales. Demodoqueun indiorespondía al otroenconsonancia dequinta u otra cualquierasubiendolos puntos altos obajandolosbajos siempreen compás. “Nosupieronechar glosa con puntos disminuidos puestodos sus puntos eran enteros y sus

    flautas hasta decincopuntos”.** En el propio Santillana hay dosvertientes. En una el gran señor y lacampesina tienen acuerdo deamores.

    Locontrarioocurreen otras Serranillas(2, 4, 5, 6). Inclusoal propiomarquésloamenaza una montañesa con su dardopedrero. Garcilaso obviamenteprefiereestesegundoejemplopues, comoen otraoportunidaddice, noera amigode“entremeses deshonestos viles y bajos” sinode“cosas graves yhonestas con senten-cias ydonaires permitidos”.

    C

    T a c o r a

    M a t e r ,

    1 9 6 8

    .

    voy; sábete que aquella flautaque oyes en aquel otero mellama con mucha pasión yternura, de manera que mefuerza a ir allá. Déjame, portu vida, que no puedo dejarde ir allá, que el amor melleva arrastrando para que yosea su mujer y él mi marido”.

    ¿Cómo explicar estasimilitud entre las Serranillas

    y los Comentarios ? Similitudtan obvia que bien podía seradvertida por cualquiera delos eruditos amigos que enCórdoba hacían tertulia conGarcilaso. Se trata más biende una broma secreta desti-nada a los entendidos. Perouna broma con algo de sal ypimienta a favor tanto de lacampesina peruana comode los españoles del Perúpues la serranilla espa-ñola

    acepta los requiebros delMarqués (“... y fueron lasflores ... los encubridores”)mientras que la mozacusqueña rechaza los reque-rimientos del soldado es-pañol, que no insiste.** Hayen todo esto un buenejemplo de esa mentalidadde contrapunto que caracte-riza a Garcilaso y sirve tanbien a la gente vencida parasubir más alto del sitio al quecayeron en su derrota.

    Lima, diciembre 2005

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    l fuego que se exten-dió por el sur andino

    del Perú y por los territoriosdel Alto Perú causó, segúnlas autoridades coloniales, lamuerte de cien mil indios ydiez mil españoles 1. La cifrano obedece, ciertamente, aun censo escrupuloso de lasbajas sufridas por ambosbandos: una mortandad tanalta parece casi apocalíptica,si se considera que la pobla-ción total de los dos vi-rreynatos afectados –el delPerú y el recién constituidodel Río de la Plata— apenasbordeaba los dos millones.En todo caso, los muertosfueron legión. Aunque laabrumadora mayoría de loscaídos ignoraba los rudi-mentos de la lectura, los es-pañoles contaron entre losculpables de la rebelión al li-bro más importante del IncaGarcilaso de la Vega. Unareal orden del 21 de abril de1782 mandaba “recogersagazmente la Historia del

    Ynga Garcilaso, donde hanaprendido esos Naturalesmuchas cosas perjudiciales” 2.

    A la burocracia borbónica,en la persona del implacable

    visitador José de Areche, nole bastó ensañarse con losrebeldes, sino que inició unacampaña de extirpación cul-tural. Así, en la sentencia con-tra Tupac Amaru II se pro-hibían los títulos de la noble-za incaica –pese a que los

    veinte curacas de la diócesiscusqueña pelearon al lado delos españoles– y se manda-ba destruir los retratos en loscuales los descendientes delas panacas incaicas aparecíancon las vestimentas reales deotros tiempos. Areche llegóa exigir, quiméricamente, que

    Desdenoviembrede1780 hasta entrado el año 1782, la Gran Rebelión –como sela conoció en su tiempo—estremeció los dominiosandinos dela Corona española. El movimiento principal en esa constelación dealzamientos fue, sin duda, el queencabezó JoséGabrielCondorcanqui TupacAmaru, queasumió antesus huestes el título deTupacAmaru II en homenajea su ancestro, TupacAmaru, elúltimo monarca del estado neo-inca deVilcabamba, cuya ejecución en el Cusco refiereel Inca Garcilaso dela Vega en el sexto libro de

    la segunda partedesus Comentarios reales .

    Peter Elmore

    EL LECTOR REBELDETupacAmaru II y Comentarios reales

    la población indígena dejasede hablar quechua en el tér-mino de cuatro años. Consi-guió, sin embargo, erradicarel uso de las ropas tradicio-nales, que fueron sustituidaspor pantalones de bayeta ymonteras como los que aúnen nuestros días visten loscampesinos de las provinciasaltas del Cusco.

    El efecto de los Comen-tarios reales en la conciencia dela élite indígena a la que per-tenecía Tupac Amaru fue, sediría, tan tardío como explo-sivo. La versión idealizadadel incario que, con prosa

    elegante y ánimo renacentistacompuso Garcilaso, alimen-taría la imaginación de la aris-tocracia cusqueña recién apartir de la edición de 1723. John Rowe, en una mono-grafía decisiva, resalta la im-portancia que la lectura de laobra maestra de Garcilasotuvo para los animadores del«movimiento nacional inca»del siglo XVIII. ApuntaRowe que la huella inmedia-ta de los Comentarios en los

    Andes y en la historiografíacolonial andina había sidoimperceptible o inexistente.Luego que en 1607 se publi-

    cara la primera parte de losComentarios, sus lectores másatentos no estuvieron en elCusco ni se contaron entrelos pares del Inca o entre loscronistas de la época: “En elPerú, donde la tradición in-dígena tuvo mucha fuerzacuando el libro de Garcilasollegó de España, casi no sehizo caso de las versiones delescritor mestizo. No se notasu influencia en las crónicasposteriores de Pachacuti,Guamán Poma, Murúa yRamos Gavilán, y la obra delPadre Cobo, terminada porel año de 1653, le debe muy

    poco en lo tocante a la his-toria y las costumbres de losincas” 3.

    El influjo del libro sí senota, por el contrario, en lapersona de Tupac Amaru.Hasta el nombre con el quepasó a la historia reproducela grafía preferida porGarcilaso: otros cronistasfavorecieron la forma “To-pa” o “Tupa”. Décadas an-tes de que el cacique deTungasuca se levantara con-tra los abusos del régimencolonial y encarnara la espe-ranza de una restauraciónincaica, otros nobles cusque-ños habían encontrado en laobra de Garcilaso una fuen-te de orgullo étnico e inspi-ración política. La vertienteletrada de lo que FloresGalindo llamó “la utopíaandina” convirtió a los Co-mentarios , al mismo tiempo,en un llamado a la acción yen un monumento portátil:se sabe que Tupac Amaru II,en sus largos viajes de arrie-ro, llevaba siempre consigouna copia del libro.

    ¿Qué clase de lector fueTupac Amaru? El obispodel Cusco, Moscoso, ofreceuna respuesta sesgada y vi-rulenta, pero reveladora. Se-gún él, la rebelión no habríaocurrido “si los Comentarios

    E

    1 AlbertoFlores Galindo. Buscan-do un inca. México: Grijalbo, 1988.p.145.

    2 Citadopor BoleslaoLewin en Larebelión de Tupac Amaru y los orí-genes de la emancipación ameri-cana . BuenosAires: Hachette, 1957.p. 291.3 JohnRowe. «El movimientonacio-nal inca del sigloXVIII», en Tupac

    Amaru II, 1780 (antología). Alberto FloresGalindo, ed. Lima: Retablodepapel, 1976. p. 26.

    Joaquín López Antay, retablista.

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    de Garcilaso no hubieransido toda la lectura e instruc-ción del Ynsurgente JosephGabriel Tupa Amaru” 4. Loscontertulios que frecuentabaTupac Amaru en Lima du-rante su estadía de 1777 eran,como él, lectores ávidos delos Comentarios reales , en cuyaimagen de un pasado armó-nico y jerárquico veían el tra-zo del país futuro, sin espa-ñoles, en el cual un monarcaindio regiría pacíficamente alos naturales del Perú. Eseprograma de restauraciónincaica contrasta con la vi-sión campesina e indígena delretorno del Inca: en esta–que se impuso al calor dela lucha–, la rebelión teníacomo propósito la expulsión

    y el exterminio de todos losque habían oprimido a la

    población indígena. La dis-tinción entre españoles penin-sulares –los odiados pukakunka o, en castellano, «cue-llos rojos»– y los españolesamericanos –como se llama-ba también a los criollos– sedesdibujó en el curso de laguerra.

    No cabe duda de que José Gabriel CondorcanquiTupac Amaru tuvo, bajo latutela de los jesuitas, una edu-cación esmerada. Cuandoestalló la rebelión, hacía yamás de una década que laCompañía de Jesús no re-gentaba el Colegio de SanFrancisco de Borja, donde seinstruía a los hijos de la no-bleza indígena, pero lo queallí aprendió Tupac Amaruno se había borrado de sumemoria. Tampoco habíancaído en el olvido las ense-ñanzas de sus tutores priva-dos, los clérigos AntonioLópez y Carlos Rodríguezde Ayala. El sello eclesiásti-co de esa formación explicaque Tupac Amaru leyera el

    latín con soltura, según seña-la Clements Markham.“Roma de otro imperio”, lla-mó famosamente al Cuscoel Inca Garcilaso, que afirmahaber usado como fuente lainhallable crónica en latín delpadre Blas Valera. En latín,por lo demás, estaba redac-tada una profecía que el res-ponsable de la edición de1723, Andrés González deBarcia, citó en su prólogo alos Comentarios reales . La pro-fecía en cuestión declarabaque el imperio de los incashabría de volver a la vida con

    la ayuda de gente venida deInglaterra. El editor españolla cubre de ironía y señala quela mencionó Sir WalterRaleigh en la crónica de su

    viaje a la Guayana. Tupac Amaru II no compartió elescepticismo de Barcia. Bienpodría ser que, por el con-trario, haya sentido que esas

    frases en latín anunciaban unporvenir inminente: entre1779 y 1783 –es decir, en elperiodo de la Gran Rebe-lión–, las hostilidades entreEspaña e Inglaterra fuerondeclaradas y abiertas. Comomuchos otros, Tupac AmaruII creía que los signos de unainversión radical del mundoandino –es decir, de unPachacuti– eran ya visiblespara quien supiera advertir-los y descifrarlos. 1777: en eseaño pródigo en guarismosmísticos, José GabrielCondorcanqui pidió en

    EL HOMBRE DE LA MÁQUINA FOTOGRÁFICA Alfredo Bryce Echenique

    en qué revista no hemos visto las fotografías de Carlos “Chino”Domínguez. Gran parte de su actividad en el campo de la fotografía,

    ha transcurrido en el Perú, pero sin embargo sus fotografías son conocidasen todo nuestro continente, pues el arte con que este hombre capta elmás precioso instante, el más revelador instante de cada personaje, hasido solicitado por personalidades de la importancia de un Fidel Castro,Pablo Neruda, Omar Torrijos, Sebastián Salazar Bondy. Tampoco es raroabrir un poemario y encontrarlo bellamente ilustrado con fotografías queponen en relieve la calidad del texto. Carlos Domínguez es el hombre dela máquina fotográfica. Nunca lo he visto en su cámara, siguiendo con lamirada inquieta el detalle significado de cada acontecimiento,fotografiando a personajes peruanos y de otros países latinoamericanos.Sus postales son famosas, y entre ellas cabe destacar aquella muestraconocida como «América Latina turismo del dolor», en la queprecisamente, con trágica ironía y candente dolor, pone en relieve todoaquello que el turista, con su despreocupada cámara de paso fugaz, seniega a ver, o no logra ver en su afán de llevarse tan sólo una pintoresca

    y colorida imagen de un continente desgarrado. Pero ahí están esaspostales de Carlos Domínguez, arte fotográfico de denuncia, en el que lacalidad del trabajo y la sensibilidad en la selección del tema logran penetrarhasta lo más profundo de un drama que es nuestro. Años de laborprofesional arriesgada han ido afinando el lente de una cámara y la miradasensible del hombre que a menudo logra mostrárnoslo todo con unaexcelente fotografía.

    El trabajo de Carlos Domínguez merece pues especial atención,porque sus fotografías penetran a fondo en el recóndito de la persona,en lo esencial del paisaje, o en lo conmovedoramente tierno o atroz delacontecimiento. Y a ello se debe que muy a menudo se le solicite poraquí y por allá; muchas son las personas y las revistas que requieren desus servicios porque estos son siempre garantía de calidad, de fineza,de ojo mágico. Y Carlos Domínguez llega dispuesto a sorprendernos

    con un ángulo novedoso, se le conoce ya mucho; es el hombre de lamáquina fotográfica.

    Y

    4 Citadopor Aurelio MiróQuesadaen El Inca Garcilaso y otros estu-dios garcilasistas . Madrid: Edicionescultura Hispánica, 1971. p. 222.5 Juan Carlos Estenssoro. «La plás-tica colonial ysusrelacionesconla Gran

    Rebelión», en Mito y simbolismo enlos Andes . Henrique Urbano,compilador. Cusco: BartolomédelasCasas, 1993. p. 167.

    Lima la abolición de la mitaminera en sus curacazgos ylitigó contra quienes negabanque descendiera en línea di-recta de Tupac Amaru I. Tresaños más tarde, se puso a lacabeza del mayor movimien-to de masas en la historiacolonial de los Andes.

    Obviamente, el odio

    contra el abusivo sistema delrepartimiento –a través delcual los corregidores se en-riquecían a costa de quienes

    vivían bajo su jurisdicción–,el rechazo a la mita, los mal-tratos crónicos en los obrajes

    y el resentimiento generadopor la reforma tributariaborbónica se cuentan entrelas causas objetivas de la re-belión tupacamarista. Aunasí, hay una diferencia crucialentre la lucha liderada porTupac Amaru II y las dece-nas de alzamientos que des-de 1760, como espasmos

    locales, habían alterado el sta-tus quo colonial. El proyec-to de restauración incaica era,para el líder rebelde y el cír-culo más próximo de susseguidores, mucho más queuna reacción espontánea con-tra las injusticias del presen-te: era, sobre todo, la afirma-ción de una utopía en la cual,

    a través de la figura del Inca,habrían de encontrarse elpasado ideal con el futurodeseado. El carácter mesiá-nico de esa visión es incon-fundible: principio de orden

    y cuerpo de la ley, el Incapondría en su justo sitio a unmundo que la conquista ha-bía puesto de cabeza. No esextraño, entonces, que la ima-gen y la presencia de Tupac

    Amaru II adquiriera un va-lor de excepción tanto parasus seguidores como para susenemigos. Sabemos que,poco después de la ejecución

    del corregidor Arriaga, elcuraca rebelde se hizo retra-tar como monarca autócto-no, pero también como en-

    viado del cielo. En una pin-tura de la que solo se con-serva la descripción, la partecentral estaba ocupada porla figura de Tupac Amaru II,ostentando insignias reales,mientras que a la diestra se

    veía una iglesia en llamas y ala siniestra del Inca Rey apa-recía el incendio de una cár-cel y el castigo del carcelero.Como observa Juan CarlosEstenssoro, esa pintura per-dida nos “remite a los cua-dros de las postrimerías quesiguen el mismo ordena-miento espacial: Dios como

    juez al centro, a su derecha elparaíso y a su izquierda elinfierno” 5. Entre los tupa-

    maristas, por lo demás, es-taba extendida la creencia deque los combatientes muer-tos resucitarían al tercer díade que el Inca volviera a ocu-par el trono imperial en elCusco.

    El Inca habría de volvera la ciudad imperial, perocomo prisionero y para su-bir al cadalso. Las autorida-des españolas, empeñadas enescarmentar a los alzados, seexcedieron a sí mismas parahacer de la muerte del rebel-de un espectáculo escalo-friante y macabro: el guio-nista de esa “función” –comola llama inadvertidamente untestigo español—fue el visi-tador Areche, que el día delos hechos demostró ser unespectador de nervios des-templados. En el libro que

    José Gabriel CondorcanquiTupac Amaru había leído yreleído con fervor, la ejecu-ción de Tupac Amaru I en1572 marca el solemne finalde un tiempo. Parece impo-sible que Tupac Amaru II no

    la evocara, acaso con las pa-labras que reviven el dramaen la segunda parte de losComentarios reales , cuando élmismo se enfrentó al supli-cio y la muerte en la jornadadel 18 de mayo de 1871.

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    Huamán Poma y la Nueva crónica

    LOS OLVIDOSDE LA HISTORIA OFICIAL*

    Carlos Araníbar

    A José Carlos Huayhuaca,cineasta yensayista detalento, conla esperanza de queconsigacoproductores para su laureadoproyectoHuaman Poma.

    La águila, siendo ani-mal, se retrató en el

    dinero», canta la copla mexi-cana. No ha corrido igualsuerte el Huamán andino,ausente en la numismáticaperuana. Ni nuestra geogra-fía perpetúa su nombre enel de alguna región, departa-mento, provincia, distrito. La

    vieja Lima, pródiga en bau-tizar parques y avenidas connombres misteriosos, no le

    ha honrado con una plaza,con una calle, con una placa.No hay institución oficial,club deportivo, ni siquierauna humilde marca de fábri-ca, que recuerden a HuamánPoma. Curioso olvido, casicon aires de conspiración desilencio.

    Curioso olvido. Porquela Nueva crónica y buen gobier-no, la obra que nos legó el an-tiguo historiador indio, esuno de los libros más impor-tantes que se han escrito en

    el Perú. Es una denuncia vi-gorosa y descarnada contrael régimen colonial, contra elabuso y la dominación im-puesta por los conquistado-res a la raza vencida. Y, al mis-mo tiempo, una utopía re-formista que propone me-didas para un ‘buen gobier-no’ que ponga remedio y fina la injusticia social.

    Desde que fuera escritapor los años de 1600 a 1615la Nueva crónica quedó en lasombra por más de tres si-

    glos, sepultada en un remo-

    to archivo europeo hasta quese publicó en Francia en1936. Ha tomado tiemporeconocer su valor excepcio-nal pese a los esfuerzos degrandes peruanistas comoRichard Pietschmann, descu-bridor del manuscrito en1908, Clements RobertMarkham, Julio César Tello,

    Arthur Posnansky o RaúlPorras Barrenechea.

    Por esa trocha pionerahan avanzado nuevas horna-das de críticos, historiadores,quechuistas, arqueólogos.Entre muchos es forzoso ci-tar los meritorios aportes de

    José Varallanos, Federico

    Kauffmann Doig, ErnestoMendizábal Losack, EmilioChoy, Abraham Padilla

    Bendezú, Juan Ossio, PierreDuviols, Franklin Pease, John

    Victor Murra (nacido Isak Lipschitz), Stanley J. Stein,

    Jorge L. Urioste, Rolena Adorno, José CárdenasBunsen. En años recientes

    vivimos una saludable modahuamanística que, por felici-dad, rinde nuevos estudios,enfoques sagaces y reedicio-nes o antologías de su obraque a los lectores comunesnos brindan un perfil másclaro de Huamán Poma ycomprensión más cabal desu originalísima crónica.

    Así, Huamán Poma le esfamiliar al experto y nada que

    pudiéramos decir sería nue- vo para él. Mas, lejos delpequeño mundo de especia-

    listas e intelectuales, hay un vasto sector que lo ignora: elpueblo. El pueblo reconoce

    y ama los símbolos oficialesde la patria. Pero las vocesque le llegan desde el pasa-do retumban con nombresde conquistadores, héroes ysantos, algunos hombres deletras, un variopinto arsenalde presidentes, generales ycaudillos, quizá un par de vi-rreyes pintorescos. Porque,como dice la expresión, losencuentra por calles y plazas,donde no hay peligro de to-par con Huamán Poma nipor casualidad.

    Hay más tela que cortar

    en este asunto de nombresolvidados. Como por unaextraña amnesia la historia

    oficial suele dejar en el lim-bo, entre nieblas, a luchado-res sociales, artistas indios,caudillos populares, líderescampesinos. Buen candidatoal olvido este indio nacido enlos albores de la opresióncolonial que se atrevió a de-nunciar la injusticia y el abu-so y que, captado por la nue-

    va fe, al tiempo que lanzabasu protesta soñó con fundar,sobre las bases andinas deuna sociedad destrozada porla conquista, la utopía inge-nua de una convivenciafraterna entre vencedores y

    vencidos.La historia oficial des-

    confía de los inconformes yde su voz crítica, porque veen ellos amenazas contra elorden establecido. De ahí suempeño por opacar o dis-minuir esas presencias incó-modas como quien cubre la

    vista con las manos frente auna luz fuerte que hiere losojos (se dice del suri que es-conde la cabeza en tierra parano mirar lo que teme mirar).

    ¿No es eso lo que suce-dió, por ejemplo, con Túpac

    Amaru? Gran postergado

    de la historia tradicional, con-

    La Nueva crónica y buen gobierno , la obra quenos legó el antiguo historiador indio, es uno deloslibros más importantes quesehan escrito en el Perú. Es una denuncia vigorosa y descarnada contra el régimen

    colonial, contra el abuso y la dominación impuesta por los conquistadores a la raza vencida. Y, al mismo tiempo, una utopíareformista queproponemedidas para un ‘buen gobierno’ queponga remedio y fin a la injusticia social.

    * Hacealgunoslustros, a instanciasdemi buenamigoFernandoLecarosescri-bí estaspáginaspara una miniantologíadela Nueva crónica quepublicaronel

    InstitutodeApoyoAgrarioyEdiciones RikchayPerú. Al reproducirlashoypor benevolencia deotrogran amigo, LuisValera, nohagocambioesencial excep-toeliminar unoqueotropasajealusivoadetalles y criterios propios deaquellaselección. Y melimito a unpuñadodecorrecciones menudas, evitoalguna rei-teraciónabusiva, muevounadjetivoaquí oallá, cosasasí. Peroañadouna dedi-catoria quesemeha venidoquedandoenel tinteropor muchosaños.

    «

    C u s c o , t

    r i b u n a l ,

    1 9 7 4

    .

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    denado al purgatorio pordos siglos, hace apenas po-cos lustros que su figura, has-ta entonces recluída en mo-destos párrafos en los tex-tos escolares, se elevó final-mente a las alturas del sím-bolo. Pero en su caso se die-ron la mano diversos facto-res. Por un lado, las investi-gaciones de algunos estudio-sos como las del tenaz Car-los Daniel Valcárcel o las deBoleslao Lewin, Jorge Cor-nejo Bouroncle o JohnHowland Rowe, que abríancamino con hallazgos docu-mentales e iniciaban una se-ria revisión de las causas yconsecuencias de la gran re-

    volución abortada. Por otrolado, como trama de fondo,la coyuntura nacional, la in-quietud campesina, las refor-mas de Velasco. Y, a pesarde algún sesgo manipu-latorio, tras 200 años de exi-lio la adhesión tupacamaristaganó un aura popular quedespertó simpatías más alláde nuestras fronteras.

    Es posible que a esta rei- vindicación tardía, por la cualTúpac Amaru “se retrató enel dinero”, la favorecierantambién esos contornos deocasión perdida y tragediade la gran gesta libertaria de1780 y del suplicio del cau-dillo indio inmolado porsembrar la semilla de la liber-tad en el Perú.

    HUAMÁN POMA:ENIGMASBIOGRÁFICOS

    Con Huamán Poma,gran inconformista, las aguashan corrido por otros cau-ces. No parecen fáciles deasir su vida y su obra escrita.No tiene la primera esos ras-gos de santidad o heroísmoque de inmediato crean en-tusiasmos. Y su crónica co-lonial, quizá el más valientealegato contra la injusticiaque se haya escrito en el Perú,carece de aquella prosa ame-na y florida que ha hecho lafortuna de los Comentarios rea-les delos incas de Garcilaso dela Vega.

    Son rarísimos los docu-mentos de la época que lomencionan –y no le hacenfavor, algunos. Para contar–nos sus andanzas y penurias,sus anhelos y frustraciones,para mostrarnos un Huamán

    Poma de carne y hueso susbiógrafos –incluídos los me-

    jores, Raúl Porras ayer, hoyRolena Adorno– han debi-do apoyarse en los datos quedispersó en las 1,179 pági-nas de su crónica y suplir lostremendos vacíos de la in-formación mediante conje-turas sobre amplios períodosde su vida que aún siguen enla bruma.

    Ni siquiera se sabe dón-de nació (¿en San Cristóbalde Sondondo?, ¿en Concep-ción?, ¿en Huánuco el Vie-

    jo?) ni cuándo (Posnanskysupuso que en 1526, Porrasque en 1534 o 35, Lobsigerque en 1545). Se ignora, tam-bién, dónde y cuándo falle-ció (¿en Lima, poco antesde 1620?). En un tiempo secreía que viajó por todo elterritorio andino compo-niendo su crónica a lo largode varias décadas. Se discuteun presunto linaje aristocrá-tico que lo vincula con losantiguos señores de Huánu-co, los curacas yarohuilcas y

    por la vía materna con elpropio Túpac Yupanqui. Sepiensa que aprendió castella-no y a leer y escribir bajo latutela de un hermano mayor,sacerdote mestizo (y “sir-

    viendo a los doctores”,como declara él mismo).

    Se supone que sirviócomo intérprete, que acom-paño a funcionarios colonia-les, que guió a extirpadoresde los cultos nativos, quetuvo cargos de autoridadentre indios. Todo es posi-ble en la vida de este cronis-

    ta andariego que, según noscuenta, “se hizo pobre y des-nudo sólo para alcanzar y verel mundo” y decidió «meter-se con los pobres treintaaños».

    Apenas un poco más eslo que conocemos sobre susúltimos años, cuando ya an-ciano, desilusionado y pobre,desde su rincón familiar enla provincia de Lucanas em-prendió viaje a pie, rumbo aLima, llevando su manuscri-to para enviarlo al rey. Pero

    aquí, una vez más, se desva-nece su huella.

    Son, pues, tantos losenigmas que plantea la tra-

    yectoria vital del cronista queRolena Adorno afirma que,por ahora, su reconstrucción«es tarea imposible».

    LA NUEVA CRÓNICA:¿LECTURA DIFÍCIL?

    Si es incierta su huellabiográfica, tampoco su mo-numental crónica luce crista-lina a la primera ojeada. Cier-to es que sus casi 400 dibu-

    jos, por su diestra combina-ción de espontaneidad artís-tica y agudeza, de sencillez ydetallismo, hablan al ojo sinintermediarios ni explicacio-nes. Pero las casi 800 pági-nas del texto manuscrito hanganado fama de áridas y delectura difícil. Como tantas

    verdades a medias, que im-presionan y convencen cuan-do son muy repetidas, no estan sencillo desmontar esta.Pero vale la pena intentarlo.En el pasado todos nos hi-

    cimos cruces ante su prosaenrevesada, su ortografía ysintaxis caprichosa, su turbiagramática de indio que no haterminado de aprender elcastellano. Se llegó a decirque es necesario interpretaro descifrar (incluso ‘traducir’)

    el texto manuscrito. Se le ha-lló contradicciones y ambi-güedades, deslices históricos,errores geográficos, se su-brayó exageraciones y fanta-sías. Por todo lo cual sigueflotando por allí una ingrata

    y deslucida imagen deHuamán Poma como escri-tor embrollado, un pocotremendista y un poco inse-guro, que hay que traducirpara entender y al que, en finde cuentas, no debe tomar-se muy en serio.

    Hay mucho que respon-der si se toma al pie de laletra esas críticas que, a la luzde estudios recientes, pare-cen más apresuradas que jus-tas. Pero, antes que nada,debe quedar en claro que atodos los cronistas colonia-les se les podrían hacer car-gos parecidos y aún más gra-

    ves en asunto de contradic-ciones y errores. Como tam-bién en eso de fantasías (delas involuntarias y de lasotras) y, peor aún, en el ma-nejo sesgado de la informa-ción. Por último, si se hubie-sen conservado sus manus-critos originales, como ocu-rre en el caso de HuamánPoma, sospechamos que alleer las crónicas escritas porespañoles de otra época supuntuación y su ortografía ysu concordancia –y otrosdengues– dejarían pasmadoal lector común.

    También nuestro escritorindio es de otra época. Almenos en cuestión de fechas.Pero a cuatro siglos de dis-tancia todavía su idioma, sucastellano híbrido, se parecemucho al que hoy hablan yescriben tantos peruanos bi-lingües nacidos a la lenguaquechua. Las ‘incorrecciones’de ese castellano hallan surazón de ser en las diferen-cias que existen entre ambaslenguas.

    En primer lugar, las quehay entre las estructuras gra-maticales, cada una con suspropias reglas de construc-ción y de concordancia. For-mas peculiares en Huamán

    “La historia oficial desconfía delos inconformes y desu voz crítica,porqueveen ellos amenazas contra el orden establecido. Deahí su empeñopor opacar odisminuir esas presencias incómodas comoquien cubrela vista con

    las manos frentea una luz fuerte quehierelos ojos”.

    Los reservistas en el día del indio, 1974.

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    Poma como ‘las paredes es-taba guarnecida de oro’, ‘loscristianos conquistó la tierra’,‘estos dichos cárceles había’o ‘cada cosa estaba señala-do’ revelan, por debajo dela expresión española, unaestructura gramatical que-

    chua en que no hay termina-ciones que indiquen géneromasculino o femenino y enla que no es imperioso con-cordar el número del sujetosingular o plural con el nú-mero del predicado.

    Frases como ‘sus hacien-das de los pobres indios loacecha’, ‘de las Indias la pla-ta alli para’, ‘del traidor con-tra la corona real fue estabatalla’ y tantas que es posi-ble traer a cuento reflejan, porsu lado, la construcciónquechua con el verbo detrásdel complemento. Es obvioque estas ‘anomalías’ en elcastellano del cronista remi-ten a normas lingüísticas per-fectamente válidas en su len-gua materna.

    En segundo lugar, dife-rencias fonológicas. Más cla-ro: modos de pronunciar yde oír un idioma. El siste-ma español de cinco voca-les, frente a las tres fonémicasdel quechua -[a] [i] [u]-, sinremedio plantea al quechua-hablante que escribe o hablaen castellano las dudas

    vocálicas e/ i, o/ u. Como eslógico, el manuscrito de la

    Nueva crónica está tupido deellas: entencion, tuvu,pistelencia, idulatra, curiusi-dad, requiesas, murir, tinir,hichecero, serimonia, ubiden-cia, proeba, prencipal, ve-sitar, ideficar, envincion,cochillo, sais, gintil, ezquierdo,pulicia, filusufia, niglegencia,cudicia … Etcétera.

    Todo esto no deberíapreocuparnos mucho si nofuera porque a veces se hacargado la mano sobre esosrasgos idiomáticos del cro-nista, como si fuesen agra-

    vios contra la lengua españo-la. Quizá para probar conello el caos lingüístico delautor y convencernos decuán difícil es leerlo. Pero nohay tal cosa. La Nueva crónicano exige claves para ser des-cifrada ni su castellano está ala espera de traducciones ca-ritativas. Su comprensión noes mucho más dificil que lade tantos autores de los si-

    glos 16 y 17. El trato que leconviene es el mismo que sesigue para editar una cual-quiera de las crónicas de laépoca, esto es, modernizarortografía, concordancia ypuntuación y redistribuir lospárrafos muy extensos res-petando la integridad del tex-to.

    Otro es el caso de las edi-ciones llamadas críticas, pre-paradas por expertos, connotas, índices, aclaraciones,bibliografía.Como una exce-lente que publicaron en 1980

    John Victor Murra y Rolena Adorno y que, además de suspropios estudios, incluye tra-ducciones de Jorge L.Urioste de las frases que-chuas contenidas en el origi-nal. Trabajos tan arduoscomo este son propios de

    especialistas y tenemos con-ciencia de nuestra escasa ca-lificación para una edición deese nivel. Sin embargo, tam-poco en ella se ha moder-nizado la ortografía y, una

    vez más, Huamán Pomasólo puede ser leído poruna elite más o menos aca-démica. Por el contrario,nuestro deseo es produciruna edición popular queayude a conocer un pocomás la obra de HuamánPoma y permita leerla sinmayores tropiezos.

    “PARA TODOEL MUNDO”

    La Nueva crónica , repeti-mos, no está a la espera detraducciones caritativas. Perono fue escrita, qué dudacabe, para quedar entre las

    manos de unos pocos elegi-dos. Por eso nos alegra vercómo, conscientes de ello, loshuamanólogos se afananpor estudiarla y difundirlacada vez más. Ojalá que gra-cias a estas devociones ten-gamos pronto una ediciónperuana, modernizada ycompleta, que pueda ser leí-da y disfrutada por muchos.

    Así se cumpliría uno de losanhelos que acarició el autor:“Esta crónica es para todoel mundo”, dicen las líneas fi-nales de este libro extraordi-nario y recio, escrito hace cua-trocientos años por un hom-bre de los Andes del Perú.

    UNA VISIÓN INDIA.EL ORDEN Y EL CAOS

    Aún con ser tan valiosapara nuestro conocimiento

    del pasado remoto no esmera diversidad o riquezatemática lo que da carácterúnico a la Nueva crónica . Mu-chos cronistas se esmeraronpor alcanzar variación y ame-nidad y algunos, como elmestizo cuzqueño Garcilaso

    de la Vega, lo consiguieron.También hubo entre los pro-pios españoles unos pocosque levantaron la voz paracensurar con valentía la ex-plotación colonial y los viciosde un sistema impuesto porla fuerza. En nombre de ellosevoquemos al apóstol frayBartolomé de Las Casas, elbatallador cruzado de la de-fensa de los indios, cuya lim-pia figura no empañan lossiglos.

    Pero hay algo que hacediferente a Huamán Poma.Es el haber mirado las cosasdesde adentro, con ojos deindio -y no desde afuera, conojos de español. No es unescritor neutral con una pe-nosa lista de agravios sinouna voz nativa que respon-de, con denuncias concretas

    y acusaciones, a la domina-ción colonial. “No hay justi-cia para el indio”, dice a cadapaso.

    A sus ojos el español esun advenedizo que aspira aser un amo absoluto, queburla sus propias leyes y tras-grede las enseñanzas de lamoral cristiana. Desde lasentrañas de una sociedadoprimida el cronista ve comoimprovisados déspotas,como señores absolutos, acuantos medran y sacan par-tido del nuevo orden social,sean corregidores, encomen-deros, jueces, escribanos,parientes y paniaguados,mayordomos, mestizos, ca-ciques venales y cómplices,padres de doctrina y “hastasus fiscales y sacristanes”.

    Antes hubo un Inca, dice.Pero ahora, “¡cómo los po-bres indios tienen tantos re-

    yes Incas!”Para el cronista todo evi-

    dencia un profundo desor-den moral y social provoca-do por la invasión europea.La conquista ha desquiciadoa la sociedad andina. Seafllojan o disuelven los vín-culos de la tierra, del paren-tesco, de la comunidad, tancaros al poblador de los

    Andes. A las viejas formas

    Los quepueden estudiar, 1974.

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    OJO DE POETA CARLOS ENRIQUE POLANCO

    ablar o escribir unas líneas sobre el Chino Domínguez no es

    cosa fácil, como resumir en pequeño espacio la trayectoria deeste brillante fotógrafo, testimonial y crítico, que a través de su traba- jo supo dejar una ventana abierta para poder observar diferentes as-pectos de la compleja realidad social que le tocó vivir, difícil tareapara un artista la de tratar de interpretar una cultura tan disímil ycompleja como la peruana.

    Nada más cierto que lo que dijera nuestro gran historiador Pablo Ma-cera sobre la obra de Domínguez, que «supo retratar con amor a lagente humilde y desposeída y sin reverencia para con la grande».

    Se sabe que muy joven, niño aún, se desempeñó como obrero. Luego vendrían años de aprendizaje con el maestro japonés Noguchi, dequien aprendería el secreto técnico fotográfico. Quiso crecer aparteen la Argentina, donde se desempeño en la mítica revista El gráfico ,luego de paso por Chile, regresó al Perú, donde su lente se paseó porlos principales periódicos y revistas limeños. Al Chino lo conocí enun almuerzo en la Quinta Heren, lugar donde el tenía su casa taller.Tengo yo esa famosa foto «El descanso del inca», de dos personajesdisfrazados de inca tomándose más cervezas en algún intermedio,pienso, de las celebraciones del Inti Raimi.

    Es impresionante el archivo fotográfico de este excepcional fotógra-fo, basta ver las famosas fotos de la reunión entre Odría y Haya de laTorre, y la manera cómo fueron obtenidas. Desde estas líneas mi sa-ludo cariñoso a una persona valiosísima para la comprensión de estepaís. El Chino sigue con el ojo puesto sobre todo lo que te rodea ysobre todo lo invisible que nosotros no logramos ver.

    H

    solidarias de las faenas agrí-colas, de las prestaciones y dela ayuda mutua las reempla-za la irracionalidad de la mita,del obraje, del ‘trajín’. Al in-terés comunal del sapci lo sus-tituye el ansia de lucro indi-

    vidual.

    El antiguo ordenamien-to social conocido, seguro, seajustaba al orden superior dela naturaleza. Los rangos y lasobligaciones, las expectativaseconómicas, las relacionesentre los hombres, eran cla-ras y distintas en el esquemapolítico de los incas. Pero elespañol ha desgarrado con

    violencia ese modelo y haintroducido, en el corazón deun mundo organizado, eldesorden y el caos. Se vuel-

    ven borrosas las jerarquías, seconfunden los roles sociales,las fuentes de autoridad, nadaestá en firme, nada es ahoraprevisible. Todo puede ocu-rrir: el tributario se vuelvecuraca , el negro se convierteen amo, el sacerdote se vuel-

    ve comerciante, el mestizo sellama don, el español se haceInca.

    El mundo andino era elorden. El sistema colonial esel caos. A menudo HuamánPoma resume esas tensionescon la frase “el mundo estáal revés”. Pero violar el or-den natural es un pecado quese paga caro. No menos decincuenta veces acude el cro-nista a esta imprecación: “¡Y no hay remedio!”. Y, al re-petirla, su dolida queja per-sonal presta voz al descon-cierto y a la desesperanza co-lectiva de un pueblo sojuz-gado.

    Con todo y eso, está muylejos de ser un narrador que-

    jumbroso. En sentido estric-to, ni siquiera es un narrador.Es un hombre que rinde tes-timonio. Por lo mismo, cuan-do escribe dirigiéndose alpropio rey de España paraque conozca la insufriblemiseria de los dominados nolo hace con la humildad delsúbdito que espera recom-pensa sino con la firmeza yconvicción de quien reclama

    justicia. “Sin los indios, vues-tra majestad no vale cosa”,declara. Niega, en redondo,la legitimidad de la conquis-ta: “cada uno en su reino sonpropietarios legítimos … elespañol en Castilla, el indio

    baqueano. Tal vez el pasadode un hombre es, en últimoanálisis, sus padres, sus abue-los. Y tal por eso HuamánPoma al hablar de las cosasque le son familiares, de lascosas amadas de su terruñonativo, no tiene precio nicomparación posible (si noes con el otro conista indio,el yamqui Pachacuti Salca-maihua).

    Las aptitudes naturales deHuamán Poma le abrieron,en edad temprana, acceso ala cultura occidental e ingre-só con pie firme en el espíri-tu de la nueva fe. De ella re-tuvo siempre, a más de suconfesada devoción por la

    virgen de la Pena de Francia,cierto aire de profeta indio,fustigador, quejoso y rebel-de. Y a pesar del sobrepues-to apellido español, de su“frasis castellana” y de sus lec-turas europeas, jamás se des-

    prendió de sus raíces andinas.Bajo el barniz de una que

    otra fórmula libresca demonaguillo aprovechado, deunas cuantas frases del

    Pontifical pasadas a latín ma-carrónico o de su catálogode santos de la iglesia, en sus

    dibujos y en sus textos aflora,a cada paso, un modo inme-diato y generoso, ajeno alpensamiento occidental ycrfistiano.

    Para esa antigua cosmo- visión andina los animales ylas plantas no son objetos deque pueda disponerse a ca-pricho sino formas de vidaelemental, próximas y cor-diales, con las que convive elser humano. Un animal es-cogido, la puca llama, leacompaña a entonar unharahui al inca, quien empie-za por imitar el plañido y “deallí comenzando va diciendosus coplas”. El ulular noctur-no de la pacpac avisa que ron-da la desgracia. El maíz nodebe derramarse nunca ni sedebe quitar la cáscara de lapapa, “porque si tuviera en-tendimiento lloraría cuandose le monda”.

    Esta noción de una es-pecie de savia vital, que pa-reciera nutrir a la naturaleza

    y circular por ella a través demúltiples formas de vida, seextiende también y abraza ala tierra, al mar, a las aguasde los ríos y puquios, a loscerros, a las cumbres neva-das, a los astros del firma-mento, sentidos como entesanimados. La cumbre deSahuasíray, personificada, tie-ne rostro humano. Una pie-dra gigante, acarreada desdeel Cuzco para construccio-nes, se cansa y planta en mi-tad del camino a Huánuco“y no quiso menear y llorósangre la dicha piedra”.Cuando sorprende la noche

    y hay que buscar refugio enuna cueva se le ofrece unpoco de maíz mascado ode coca y se le pide: “Cue-

    va, no me comáis,.hazmedormir bien y guárdameesta noche”.

    La figura del sol “tienebarbas como los hombres”.El astro “se asienta en su si-lla y señorea … y se aparejatodo su viaje”, porque cadames y cada año dispone “suruedo” y vigila, con su mar-cha, el rotar de las estacio-

    hormigas”. Tiene sabor clá-sico la frase con que rematala captura de Atahualpa:“Quedó muy triste y des-consolado y desposeído desu majestad, sentado en elsuelo, quitado su trono y sureino”. Y apunta, con ironíamordaz, que Pizarro “no tra-

    jo cédula para matar al reyInca”.

    EL MUNDO DEHUAMÁN POMA.

    Se aprecia aún mejor lafibra del cronista cuando seremonta al pasado prehis-pánico y a las cosas indias,

    vestidos y comidas, leyes ycostumbres, fiestas y cancio-nes, faenas agrícolas y labo-res comunales, agüeros y he-chicerías, usos funerarios yguerreros, quipus y correos,harahuis ,acllas.

    Por estos temas transitacon la seguridad y pericia del

    en las Indias”. Y llamamitimaes a los españolesCastillamanta samoc , a los que

    juzga extranjeros sin derechoalguno “en nuestra tierra, ennuestro mando y señorío quedios nos dio”.

    Así, cuando habla delmomento de la conquista,que no alcanzó a presenciar,su tono y óptica son incon-fundiblemente indios. Nadiepudo, como él, pintar el im-pacto que debió estremecera los súbditos del estado incafrente a aquellos invasoresalucinados “perdido el juiciocon la codicia de oro y pla-ta”, gentes barbadas, con ro-pajes exóticos, armas terri-bles, animales extraños. Aun-que nacido algunos años des-pués de los sucesos de 1532evoca con crudeza la heca-tombe de Cajamarca, cuan-do empezaron “los solda-dos a matar indios como

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    nes. A la muerte del inca rei-nante entran sus hijos al tem-plo de curicancha para que elsucesor “sea elegido por elsol, para ver a quién le elige

    y le llama”. En el eclipse, agrandes voces se suplica a lamadre luna “que no enfer-

    mase, que no muriese”. Y los“filósofos indios” al mirar lasestrellas conocen “que hayhombres y mujeres y carne-ros con su cría y perdices ycazador y pastor, batán,león, venado” …

    UTOPÍA Y DECEPCIÓNPodríamos perder el ca-

    mino en el afán de exami-nar el contenido de la Nuevacrónica . También sería largodetenernos en tantas cosasque preocuparon al autor. Omirar más de cerca su per-sonalidad compleja, tan ricaen matices, su ironía y senti-do del humor, su aguzada in-teligencia, sus enconos racia-les, su intuición para penetraren el interior de las cosas yde los hombres. Pero, sobretodo, su habilidad para per-suadir y sostener de mil mo-dos un argumento central: ladefensa de una raza avasa-llada. Y, por último, su or-gullo atávico: “Huamán, reyde las aves, vuela más y valemás … Poma, rey de los ani-males”.

    En sus páginas hay, tam-bién, signos de una decep-ción profunda. Tras el im-pacto de la invasión europea

    y a la vista de un nuevo or-den societario HuamánPoma había imaginado quetodavía era posible depurar

    y mantener institucionesincaicas, autoridades nativas,

    jerarquías, formas y usos tra-dicionales, para que los dosmundos en pugna, el andino

    y el español, aprendiesen aconvivir al amparo de lasnormas morales de la nuevadispensación cristiana. Peroen el curso de los años sucandor reformista debía tro-pezar mil veces con una rea-lidad colonial de dominación

    y de fuerza que tenía muypoco que ver con utopías.

    La condición colonial, elnuevo hecho histórico yairreversible, parece haber idomellando con frustracionessucesivas las ilusiones juveni-les del escritor. Frente a larealidad de un presente omi-

    noso, abierto sólo a un futu-ro sombrío, se deja ganarpor la seducción nostálgicadel ayer. Se refugia, entonces,en un pasado que idealiza yañora.

    En estos trances evoca la

    edad dorada en que los pue-blos andinos vivieron sinimposición extraña, sinhuiracochas venidos de afue-ra. Nos asegura que enton-ces se alcanzaron altos nive-les de eficiencia social, demoralidad, de justicia, desolidaridad humana. «Ley ybuena obra guardaron ycumplieron» estos hombresde ñaupa pacha , de los tiem-pos antiguos, que a su modo“fueron mucho más cristia-nos” que los propios espa-

    ñoles, porque estos “aunqueen el santo evangelio lo en-señan, no lo acaban decreer”.

    Siente que la invasión hadestrozado para siempre sumundo nativo y que «todo

    lo malo trajo los cristianos». Y en cierta ocasión, en unmomento límite, estalla sucondena absoluta y rabiosacontra los españoles: “codi-ciosos de plata, oro, ropa,ladrón, puto, puta, desobe-diente a dios y a su rey. Lu-

    juria, soberbia, avaricia, gula,envidia, pereza, todo lo tra-

    jo a este reino”. En talesmomentos límites en quecarga las tintas hay algo delibresco, algo de sermón re-tórico que a toda costa trata

    de persuadir y convencer.Pero, aun sin esas explosio-nes del ánimo, una y otra vezHuamán Poma, ante laamargura de la condicióncolonial, convoca un pasadode prestigio y de sueño al que

    idealizan el amor y la melan-colía por el bien perdido.

    Los sicólogos tendríanque decirnos cuánto ha po-dido pesar en una actitud asíla experiencia vital del cro-nista. A cierta edad, segúnparece, comienzan los hom-bres a sentir que «cualquieratiempo pasado fue mejor».Suele ser la edad crepusculardel desánimo y de la soledad.O de la derrota. Pero Hua-mán Poma no es nunca unhombre vencido que se en-

    tretiene rumiando el recuer-do de tiempos felices. Unhombre derrotado no dedi-ca sus últimos años y ener-gías a escribir mil páginas,como él hizo para defenderuna causa que jamás traicio-nó: la redención social del

    indio.En Huamán Poma –enla Nueva crónica , en todo caso-hay ese vaivén del ánimo queflota entre utopía y decep-ción. En una obra que segu-ramente se escribió y corri-gió mucho a lo largo de tan-tos años, es posible que esasondulaciones del alma res-pondan a experiencias vita-les que hoy no podemosadivinar.

    En los últimos tramos,como también en los reto-ques y enmiendas al textoinicial, asoma el desaliento. Selo advierte en el tono cáusti-co y reiterativo de las quejas,en la cautela con que sugieresanciones y reformas, en ladiscreta prudencia con quealude a las cumbres del po-der constituido, en el escep-ticismo con que juzga que lacondición del indio puedamejorar por sólo la benevo-lencia y favor de los españo-les. Como si dudase de laeficacia de las propias medi-das reformistas que sugierea cada paso irrumpe, con re-petición de pesadilla, la du-rísima frase: “¡Y no hay re-medio!”.

    Uno de los capítulos fi-nales, autobiográfico comoninguno, es quizá la viva ex-presión de aquel desengaño

    y ofrece su propio resumende un modo original e inte-resante. En 36 páginas suce-sivas (1024 a 1129 del texto,en la peculiar foliación delautor), en el extremo supe-rior de cada una hay, engrandes letras mayúsculas, unencabezamiento a modo detítulo. Reunidos estos cabe-zales se lee:

    “Del mundo vuelve elautor a su casa. Camina elautor por la sierra, con mu-cha nieve. Y pasa por Cas-trovirreina, Choclococha,Huancavelica, valle de Jauja

    y provincia de Huarochirí eldicho autor Ayala, dejandosus hijos y perder mucha ha-cienda, sólo en servicio dedios y de su majestad. A fa-

    vor de los pobres de Jesu-

    5 deabril de1992, golpedeFujimori.

    “Es un hombrequerindetestimonio. Por lomismo, cuandoescribedirigiéndoseal propiorey deEspaña para queconozca la insufriblemiseria

    delos dominados nolohacecon la humildad del súbditoqueespera recompensasinocon la firmeza y convicción dequien reclama justicia. ‘Sin los indios, vuestramajestad novalecosa’, declara. Niega, en redondo, la legitimidad dela conquista:‘cada unoen su reinoson propietarios legítimos … el español en Castilla, el indioen las Indias’. Y llama mitimaes a los españoles Castillamanta samoc , a los

    quejuzga extranjeros sin derechoalguno«en nuestra tierra, ennuestromandoy señoríoquedios nos dio».

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    cristo anduvo el autor en elmundo llorando en todo elcamino, hasta presentarse enlos Reyes de Lima ante sumajestad y su real Audien-cia, de presentarse y cum-plir con la dicha Crónica deeste reino. Compuesto por

    don Felipe Huamán Pomade Ayala”.En estas páginas –“Del

    mundo vuelve el autor”– nosinforma el cronista que des-pués de tantas tribulaciones,concluído su libro, “acabóde andar … en el mundo te-niendo de edad de ochentaaños”. Entonces retornó“cano y flaco y desnudo ydescalzo” a su antiguo ho-gar en San Cristóbal de Son-dondo, en la provincia deLucanas. Allí, donde en otros

    tiempos “se regalaba comoseñor y príncipe” halló a susfamiliares en pobreza y aban-dono, usurpadas sus tierras,invadida su casa, destruídosu pueblo. Decidió entoncesllevar sus escritos a la ciudadde los Reyes (el nombre an-tiguo de Lima) para que lle-gasen a manos del monarcade España “a darle el aviso

    y remedio que ponga sumajestad”. En compañía desu hijo Francisco, su caballo

    y sus dos perros, Amigo y

    Lautaro, hizo el año de 1615el penoso viaje a Lima porel camino de la sierra, cru-zando las nieves andinas pa-sando por Castrovirreina,Choclococha, Jauja, Huaro-chirí.

    En estas páginas el cro-nista nos trasmite, con pate-tismo elemental y sin afei-tes, las penurias de esta su pe-regrinación final en que leabandonó el hijo y en quetuvo que desprenderse tam-bién de los “dos animalesperros”. Cuenta que al llegarfinalmente a Lima no halló“posada ni quien le socorrie-ra … porque le vieron tanpobre y roto”. Aun así de-samparado, el anciano cro-nista que “en la naturaleza delos indios de este reino fuemuy gran señor y caballero”podía sentir el orgullo sinpremio del deber cumplido,la altivez de haber osadodecir las cosas que nadie ha-bía dicho, para que las co-nociera el rey español, remo-to, indiferente: “Ninguno ha

    aparecido que haya escrito,avisado, todos los trabajos ymala ventura de los pobresindios …”.

    * * *

    Hace varias décadas tu-

    vimos ocasión de escribirunas pocas líneas sobre la Nueva crónica . Dijimos enton-ces que es esta una obra po-lémica y que “ha de seguirlosiendo mientra viva en con-flicto la sociedad india queel cronista retrató en su tiem-po … pues cada lector tieneque hacer, en cada vez, su per-sonal balance de la época deHuamán Poma y de su pro-pia época”.

    Seguimos creyendo en elpresentismo y vitalidad de

    esta vieja crónica que se nie-ga a morir. Porque no es unapieza decorativa para el mu-seo de antigüedades, sino unesencial componente denuestra conciencia colectivadel pasado, un pedazo vivode historia de la patria pe-ruana.

    A principios del sigloXX un historiador británicoque quiso mucho al Perú,Clements Roberts Markham,afirmó que Huamán Poma“es un héroe que honraría a

    cualquier nación”. Podría ha-ber dicho, igualmente, quecualquier nación honraría aun hombre así. ¿Lo ha he-cho la nuestra?

    Preguntas como estasiempre son retóricas. Y cla-ro. Si al mirar sus dibujos in-genuos y valientes nos asal-tan imágenes de un pasadoque es el nuestro, que nadiepuede arrebatar ni encubrirporque son parte de la ex-periencia colectiva peruana,¿qué importa si no “se re-trató en el dinero” el Hua-mán andino? Y si desde elabismo del tiempo nos lle-ga su protesta que fustiga ymueve al examen de nues-tras propias realidades, si eleco punzante de su “no hayremedio” nos aprieta el co-razón y nos convida a la es-peranza, ¿qué importa si hayo no una mísera calle conel nombre de HuamánPoma?

    “Decidióentonces llevar sus escritos a laciudad delos Reyes (el nombreantiguodeLima)

    para quellegasen a manos del monarca deEspaña ‘a darleel avisoy remedioqueponga su majestad’. En compañía desu hijoFrancisco, su caballo

    y sus dos perros, Amigoy Lautaro, hizoel añode1615 el penosoviajea Lima por el caminodela sierra, cruzandolas nieves andinas pasandopor Castrovirreina, Choclococha, Jauja, Huarochirí. En estas páginas elcronista nos trasmite, con patetismoelemental y sin afeites, las penuriasdeesta su peregrinación final en queleabandonóel hijoy en quetuvo

    quedesprendersetambién delos ‘dos animales perros’».

    Restauranteal paso, 1995.

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    LOS MIL ROSTROS DEL ROSTRO PERUANO

    Pablo Macera

    l mundo es chico y el Perú es un pañuelo y ningúnfantasma está definitivamente muerto en nuestropaís. Lo digo porque ha resultado un impacto descubrirque el primer elemento común que tendría con el ChinoDomínguez es el de haber sido ambos amigos de JuanMac Lean, un aprista puro y joven asesinado en las cár-celes del Callao por orden de la dictadura de Odría.

    Domínguez y yo pertenecemos a las gentes que nacie-ron entre los pañales de la crisis de 1929. De algún modo,cada uno en diferentes sectores, todos aquellos que co-menzamos las décadas grises de 1930-1950 aparecemos

    marcados por una cierta perspectiva cáustica de la reali-dad nuestra. Las fotografías del Chino Domínguez con-tienen calidades dispares que confluyen en una imagencrítica, dura, burlona, austera, hecha con amor a la gentepequeña y humilde y sin reverencia para el grande.

    Obrero a los 12 años de edad en la fábrica de cristalesFerrand, Domínguez, a los 14 años, ganó su primer con-curso artístico con un afiche que le pidieron sus compa-ñeros de trabajo para un certamen deportivo. Quizás enese reconocimiento público encontró el Chino la moti-

    vación externa para dejar el trabajo de la fábrica e iniciarsu aprendizaje en un taller de fotografía profesional. ElChino recuerda con agradecimiento y cariño a AntonioNoguchi, un serio y callado fotógrafo japonés, especia-lista en retoques, quien con enorme paciencia y despren-dimiento le enseñó los primeros pasos en la técnica fo-tográfica. Corría entonces el peligro de quedar varadoindefinidamente en la práctica cotidiana. Lo adviertedecidiendo salir del Perú. No importa muy bien dónde.Su primer puerto es Argentina. Allí aprendió en el Insti-tuto de fotografía Sandy. Obtiene una beca y como re-

    sultado de un segundo premio ingresa por primera vezcomo reportero de la revista El gráfico al lado de FélixFrascara. Viaja después a Chile y toma contacto con losdesterrados apristas. Regresa al país e inicia su carreracomo fotógrafo periodista en Impacto , Presente y La Tri-buna. No es un fotógrafo de partido. Domínguez ha de-fendido siempre su independencia como unaprecondición para tener abiertos los ojos de su cámara.Colabora en El Comercio ,Caretas ,Oiga, La Prensa . A partirde 1965, en los siguientes 25 años quizás no hay revistao periódico peruano que no haya publicado alguna foto-

    grafía del Chino Domínguez.Hay en todas las actividades el equivalente a los hori-zontes culturales (Chavín, Wari, Inca). Personas y obrasque marcan época y estilo. Courret en el siglo pasado, laEscuela Cuzqueña (Chambi, Guillén). La fotografía ar-queología (Rojas), etc. Domínguez debe ser mencionadoentre estos pilares en el desarrollo de la fotografía-arte ytestimonio.

    La autoselección que presenta Domínguez contienelos registros más variados: huelgas, grandes personajesridículos, pequeños dramas cotidianos, enfrentamientos

    y movimientos de masas, testimonios, imágenes de ter-nura, ídolos deportivos, la bohemia, los mil rostros delrostro peruano.

    Al final, después de mirar estas fotografías uno se pre-gunta con cierto asombro: ¿esto somos?

    Es una pregunta que gracias al Chino Domínguez lapodemos hacer con humildad y orgullo al reconocernosen todas las calidades y miserias que él retrata. Al com-prender que somos un país maravilloso y maltratado don-de el futuro pugna.

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    1. La invasora del cerroSan Pedro1959. 2. PacoCamino.3. Encuentrodedictadores y perseguidos, traiciones peruanas.

    4. JulioRamón Ribeyro, París.5. Fidel y Velasco.6. Vendedora deperiódicos, 1970.7. La resaca del inca, 1970.

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    1. Uchuraccay, asesinatodeperiodistas. 2. El Sexto, 1970.3. Urubamba, el niñoarriero.

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    NACE UNA NUEVA GENERACIÓN

    a generación de1950 es con-siderada comoel «puntode

    quiebre» dela cultura peruana delsiglo XX. ¿Cuáles son, creeus-ted, las razones puntuales queameritan esta ubicación central?

    El 26 de noviembre de2004 el Instituto Nacional deCultura (INC) nos rindió unhomenaje como grupo, y nosimpuso la “Medalla de laCultura”. Estuardo Núñezdio el discurso de orden, yallí dijo que después de losaños ‘30, lo único que en-cuentra en generaciones es ladel ’50, porque es una gene-ración que obedece a los cá-nones establecidos por loseruditos alemanes, españoles

    y peruanos. ¿Por qué? Por-que hay una especie de no-

    vedad en lo escrito. Se pue-de hablar de lo que “había”

    y de lo que “hay” inmedia-tamente; y las dos cosas sondistintas. Entonces, nace unanueva generación cuando hayuna nueva forma de escribir.

    ¿Perocómoreconocieron esa nue-va forma ustedes mismos?

    Al principio nos parecíaque no zanjábamos una si-tuación absolutamente dis-tinta a la anterior; sin embar-go, cuando avanzamos más

    nos dimos cuenta de que te-níamos otro modo de ver lascosas. Esa idea la ubiqué enlos escritos de T.S. Eliot,quien apunta que nace unageneración cuando se escri-be distinto, pero uno no seda cuenta de ello en el mo-mento preciso, sino después;hay que esperar un poco para

    ver las pruebas del cambio.

    ¿En quémomentopuededecir quenacela generación de1950?

    Tengo una investigacióninédita donde establezcohasta nombres y denomino

    “pórtico” a aquellos escrito-res que forman el comien-zo del cambio. ¿Cuándo seempieza a escribir algo dis-tinto, cuándo empieza esto,es decir, los textos iniciales?

    Año 1946, cuento «Elmer»de Porfirio Meneses, unanarración fantástica extraor-dinaria, algo psicológica,cosa que las escuelas costu-mbristas e indigenistas nohabían hecho ni hacían. Allícomienza el psicologismo.Después, un cuento de 1948,titulado, curiosamente, “Me-lancolía. Cuento dramáti-co”. ¿De quién? Pues deEnrique Congrains. Él escri-

    be la historia de un hombresolitario que vive en Mira-flores, por el malecón Balta,

    y que decide suicidarse. Evi-dentemente hay en el cuen-to una meditación sobre elsuicidio y sus “pro” y “con-tra”. Por primera vez enesos años se dice “cuentodramático”, y es extraño queun joven lo haya dicho; qui-zás porque creyó que sucuento no sería recibidocomo él quería; es decir,desconfiaba de sí mismo,porque se sentía nuevo.“Melancolía” no podía serel título de un cuento festi-

    vo, satírico, no había nece-

    sidad del subtítulo, pero sinembargo lo hizo.

    ¿Quéimplicaba, a nivel genera-cional, subtitular un cuentocomo«dramático»?

    Congrains quería deno-tar con el subtítulo la intensi-dad que concedía al tema, yde paso el tono y la atmós-fera en que lo pintaba. Des-de aquel punto su mundoserá la pobreza, la falta deempleo, ante lo cual este per-sonaje acorralado responde-ría con un desesperado in-tento de suicidio. Hay un sig-no especial de neorrealismo.Estamos en 1948, y ese mis-

    mo año yo publico “Una fi-gurilla”, donde por primera

    vez utilizo el monólogo in-terior joyceano, instrumentoque servirá desde entoncespara revelar el proceso men-tal y contar historias propias

    y ajenas por parte del perso-naje. Según el crítico Ricar-

    do González Vigil, en estecuento nace de veras la nue- va narrativa en el Perú.

    Es decir, setrata deuna nuevasensibilidad.

    Claro, ese es el “pórtico”,la entrada a la generación,formada por un grupo deescritores. Están, como dije,Porfirio Meneses, EnriqueCongrains, Zavaleta, perotambién Julio RamónRibeyro, quien publica “La

    vida gris”, a la que llama “elpadre de todos mis cuentos”.

    Aquí cunde la abulia, con unpersonaje indistinto, porqueno es ni una cosa ni la otra.Por primera vez se observaesa ambigüedad que hay enmuchos de sus textos.

    Ahora bien, sehabla muchodelcontexto, del golpedeOdría y el

    fin dela “Primavera Democráti-ca” deBustamantey Rivero.

    Eso es otra cosa,