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    La guerra contra el Islam

    1. El problema morisco

    Dos religiones universales se enfrentaban en el Mediterrneo y lasaspiraciones al dominio de cada una eran absolutas. Pero en Espaa cristianos ymoros haban vivido juntos durante siglos: inmediatamente despus de laReconquista los espaoles haban tolerado la religin musulmana y la Iglesiahaba templado su hostilidad con una cierta comprensin. Esta actitud cambi nopor causa de la creciente intransigencia de los Austrias y de sus consejerosespirituales, sino por el poder en aumento del Islam. A lo largo de la mayorparte del siglo XVI, Espaa nunca se pudo dar el lujo de tolerar el Islamismo,ni siquiera de aceptar unas condiciones de coexistencia, Despus de la rpidaextensin del poder otomano durante el siglo XV el conflicto cristiano con elIslam era una lucha no por la supremaca sino por la subsistencia. En Amrica yExtremo Oriente la impetuosa empresa misionera de la Contrarreforma dio unasnuevas fronteras a la Cristiandad. En cambio, en el Mediterrneo oriental lasfronteras cristianas se encogan y el golpe tena repercusiones aun enOccidente. Espaa, en particular, se encontraba a la defensiva contra el avancecircundante del Islam procedente del Este y del Norte de frica. Los turcosotomanos y sus aliados, identificando acertadamente el mayor obstculo a susupremaca, emprendieron una guerra sin cuartel contra el Imperio rival, sin

    concederle otra alternativa que las armas.En el conflicto subsiguiente era inevitable que los primeros en sufrirhaban de ser los partidarios del Islam que se encontraban dentro de la mismaEspaa. Como minora aislada, haba sido tolerada; como aliados potenciales delenemigo nacional, se les tena por un riesgo intolerable a la seguridad, reflejoms riel temor oficial que de una opresin. La nueva poltica se inici en 1502,cuando los musulmanes de Castilla tuvieron que enfrentarse con la alternativa de la conversin al Cristianismo o la expulsin; en 1526 se propuso lo mismo a losde Aragn. Con las conversiones masivas subsiguientes, oficialmente se eliminde Espaa el Mahometismo; pero de hecho sigui dando que hacer durante todo el siglo. Pues los moriscos, tal como se llamaba a los recin convertidos, haban aceptado el bautismo bajo la coaccin, sin conviccin ni instruccin. Siguieron constituyendo un

    a comunidad aparte, obstinadamente fiel a su antigua religin, lengua, vestido y tradiciones. Exasperado, el Gobierno prob todas las medidas que supo durante cienaos. Sojuzgados, adoctrinados, a veces favorecidos, siempre sospechosos y cargados de impuestos , al fin fueron expulsados por la dramtica decisin de 1609.

    La poltica represiva se deba fundamentalmente a los repetidos fracasosde los intentos de conversin y asimilacin; como se trataba ante todo de unconflicto religioso, resultaba difcil de solucionar. Pero la dificultad crecacon las circunstancias polticas. Se daba por descontado que los moriscos mantenancontacto con los enemigos nacionales. Quiz se exageraron estassospechas, pero -importa comprender por qu cobraron consistencia. Pues sinlugar a dudas, los moriscos constituan un problema de seguridad. Aunque nohubiera comunicacin entre las dos religiones rivales, la frontera que separabaEspaa del Islam no era ninguna cortina de acero. Los moriscos eran un pueblo

    incansable, dando lugar a una corriente ininterrumpida de emigrantes que, atravs de los Pirineos, por Francia e Italia, llegaba a Constantinopla, dondepodan servir al Turco como soldados, espas o intrpretes; por el mar, desde elSur de Espaa al Norte de Africa. Dado que las autoridades espaolas no podanmantener un servicio permanente de patrullaje por las costas levantinas ymeridionales, tampoco podan cortar el trfico en ambas direcciones entre supropio territorio y el Norte de Africa ni detener la corriente de refugiadoshacia fuera ni los ingresos de armas y municiones hacia dentro. Se producanataques rpidos, de tipo guerrillero, en los que los desertores volvan,liberaban a sus parientes y amigos y de paso se llevaban cristianos cautivos

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    para vender en el mercado de Argel. En agosto de 1565, estos ataques, preparados con la ayuda de colaboradores moriscos, penetraron hasta rgiba, en el reino deGranada, Tambin iba en aumento la colaboracin con los corsarios berberiscos.En ocasiones hubo hasta confraternizacin entre cristianos y moriscos, en unadireccin que el Estado no poda ignorar. En 1540, con ocasin de un ataque abortado de Argel sobre Gibraltar, unos dieciocho cristianos se encontraron durante cierto tiempo en manos de los corsarios; se acept una especie de armisticio y se entablaron conversaciones; las embarcaciones argelinas entraron en el puerto, los marineros desembarcaron y pasearon por la ciudad, buscando a los cautivos antiguosconocidos y comiendo en las tabernas; pronto se estableci un intercambio de alimentos y bienes de primera necesidad, ayudndoles la poblacin civil a transportar agua fresca, que la flota enemiga necesitaba. La debilidad del Gobierno dio paso nuevamente al temor y a la represin. Para cortar la salida de moriscos y los ataques de sus aliados, se trat de prohibir a los moriscos el acceso a los distritos martimos: los de Andaluca en 1579 y los de Valencia en 1586. Pero tales rdenes eran imposibles de hacer cumplir en las extensas costas desiertas y desguarnecidas. Siguieron las entradas ilegales en ayuda de los amigos y las huidas eran casi diarias. Los refugiados, llenos de odio a Espaa y al Cristianismo, eran unos poderosos refuerzos para la causa musulmana.

    Un desafo semejante a la autoridad habra afectado los recursos y lapaciencia de cualquier Estado del siglo XVI. Pero en realidad se trataba de unproblema todava ms complejo de lo que podra parecer a primera vista. Afectabano a una, sino a varias comunidades moriscas, correspondientes a las distintas

    regiones en que los moriscos haban sobrevivido durante la Reconquista: enValencia, los moriscos formaban una fuerte poblacin agrcola, sujeta durantelos ltimos trescientos aos a la nobleza terrateniente, que se erigi en sudefensora contra el resentimiento popular y la sospecha estatal; en Castilla,eran una pequea minora dispersa entre la poblacin cristiana; en Granada, eranuna poblacin conquistada que mantena sus propios lderes y el recuerdo de unaindependencia recientemente perdida.

    En Valencia las ciudades eran predominantemente cristianas, concentrndose los moriscos en las zonas rurales, especialmente en la parte montaosa, dondeformaban la poblacin absolutamente mayoritaria. Su apartamiento a los distritosmontaosos lejanos los espaoles lo interpretaban como deseo de evitar lacompaa de los cristianos y es cierto que all se encontraban lejos de las autoridade

    s polticas y eclesisticas, Pero hay que aadir que ello no se debi a su gusto, dado que los cristianos ya se haban apoderado de las mejores tierras. Las frtiles huertas valencianas no eran, como se imagina a menudo, vedados moriscos, sino un prctico monopolio cristiano. La inferioridad morisca todava quedaba ms acentuada con susituacin servil, pues pertenecan a la nobleza. En esta parte de Espaa, la Reconquista haba tomado la forma de rendicin por parte de los moros, que a partir de entonces sobrevivieron en gran nmero y gozaron de tolerancia religiosa, Tambin siguieron ocupando y trabajando la tierra, pero como sta la daban los reyes de Aragn a susseguidores nobles, los labradores musulmanes pasaron a ser propiedad de los nuevos dueos; luego, fueron decantados poco a poco a las regiones menos frtiles por los propietarios cristianos recin llegados. Pero su habilidad para trabajar, aun la tierra de calidad inferior, haca de ellos una fuente de recursos y trabajo parasus seores, quienes por ello tenan slidas y decisivas razones para propugnar una po

    ltica de tolerancia. Esta situacin se rompi, no por el Estado, sino por los rebeldes de la Germana, que se levantaron contra el poder aristocrtico y real en 1519 y comenzaron a atacar a los protectores nobles de los labradores moriscos.Repentinamente, los moriscos haban de resolver un dilema todava peor que elque nunca les haba de imponer la poltica real: el bautismo o la muerte. Asfueron acorralados hacia las conversiones llamados cristianos nuevos o moriscos. Era, sin duda, discutible la validez de tales bautismos, dudndose de ello tantoen Roma como en Espaa; pero el asunto qued zanjado a satisfaccin de lasautoridades espaolas en 1526, cuando Carlos V reconoci oficialmente las

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    infestaban la frontera catalana. Una vez ms, el problema religioso quedconfundido con el problema de la seguridad de los Pirineos, y la Inquisicinestrech su vigilancia fronteriza, intentando cortar el trnsito de armas einmigrantes. Buena parte del pnico de estos aos fue, sin duda, autoprovocado.Informando el vicecanciller de Aragn a Felipe II en 1575, expresaba sus dudassobre la pretendida alianza morisca con los norteafricanos y hugonotes,considerndola impracticable en ambos casos; a su parecer, la nobleza aragonesamantena armados a sus siervos para provecho de sus propios feudos. A su vez, lanobleza poda apoyar a los moriscos en los conflictos de stos con las comunidades agrcolas rivales, como los pastores de las montaas, tal comoaconteci en 1585. Pero hay que ver el problema morisco tambin en su contextointernacional. La unin de algunos moriscos con hugonotes franceses ciertamentecomerciaron en armas y plvora , aunque en s misma tuviera poca importancia,produca alarma por las circunstancias ambientales. Durante las dcadas sptimay octava, las fuerzas espaolas militares y navales deban estar presentes enmuchos frentes y los intereses espaoles estaban expuestos a muchos enemigos;cualquier contacto, por ms vago que fuera, entre los moriscos y los enemigosnacionales era imaginado temerosamente como traicionero. A pesar de todo, laInquisicin, tan preocupada por la seguridad, se esforzaba ms en reprimir queen educar.

    En Castilla todava haba otra comunidad morisca, aunque de caractersticas propias. Aqu el problema fue agudo desde el mismo comienzo delsiglo XVI, como resultado de la poltica intolerable adoptada por los ReyesCatlicos. En 1492 el reino moro de Granada lleg a su fin con la ocupacin de

    la ciudad por Fernando e Isabel. Segn las condiciones de la capitulacin habaque conceder a los moros el libre ejercicio de su religin, de su legislacin yde sus costumbres, Boabdil, el rey moro, obtuvo las Alpujarras como feudo propio y de sus herederos a perpetuidad. Pero los espaoles escondan segundasintenciones, pues no eran capaces de tolerar una religin extraa ni un riesgo asu seguridad permitiendo la existencia de una cabeza de puente del Islam dentrode la misma Espaa. Antes de un ao, pues, Boabdil fue enviado a Africa y elcardenal Ximnez de Cisneros, haciendo caso omiso de los consejos de lasautoridades locales, dio comienzo a una poltica de conversin coactiva. Lacampaa era innecesariamente provocadora, incluyendo la quema de numerosos ejemplares del Corn y de manuscritos rabes. El resultado fue que los moros establecidos en el barrio del Albaicn de Granada se levantaron contra la opresin y, una vez some

    tidos, se vieron obligados a aceptar la conversin (1499). Entretanto, la rebelin se haba extendido a las montaas cercanas, donde la resistencia prosigui durante dosaos ms. En este momento lleg el decreto de 11 de febrero de 1502 por el que se ofreca a todos los moros del reino de Castilla la alternativa de la conversin o la expulsin. La mayora escogi lo primero, pero, igual que en Valencia y Aragn, su cristianismo fue meramente exterior y tambin aqu la Iglesia se vio impotente para desarraigar las persistentes costumbres moriscas.

    La decisin tornada en 1502 fue aplicada no solamente a los habitantes deGranada recientemente sometidos, sino aun a los antiguos mudjares, moros deCastilla que haban vivido durante largo tiempo entre los cristianos ypracticado libremente su religin. Numricamente no era un grupo importante, porlo que no representaba una amenaza a la seguridad. Pues en Castilla laReconquista haba sido despiadada y total: mientras que Aragn haba sometido y

    explotado los moros, Castilla los haba expulsado, repoblando la tierra concristianos. Por tanto, slo pudo sobrevivir una pequea minora diseminada poruna vasta extensin y que slo alcanzaba proporciones dignas de tener en cuentaen Murcia y Andaluca; adems, tendan a concentrarse en las ciudades, dondellevaban una vida de gheto, en sus antiguas moreras.

    2. La guerra de Granada

    En Granada, los moriscos formaban un grupo social ms compacto y prspero,

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    siendo ellos los que constituan el ncleo ms complicado de todo el problemamorisco. En la ciudad de Granada y la mitad oriental del reino sobreviva unasociedad autctona morisca, poderosa y numricamente en aumento, con su propiaclase dirigente. Esta gente, independiente hasta haca poco, haba de sentircualquier ataque a sus condiciones bsicas de vida. Desde el punto de vistapoltico, el reino de Granada fue simplemente anexado a Castilla en 1492, sinque se le concediera ningn privilegio de autonoma, Obtuvo representacin enlas Cortes, pero esto significabamuy poco, De hecho, el plan de Castilla era absorber y asimilar Granada lo msrpidamente posible. Una vez reconquistada, seores cristianos se instalaron ensus tierras frtiles e intensamente cultivadas, A continuacin fueron losfuncionarios y los clrigos, unos menos ntegros que otros, pero todosaprovechndose de las ventajas del pas. As tuvo lugar un ejemplo de colonialismo dentro de la propia Espaa: nueva clase dominante, poblacin sometida y opresin civil ymilitar. No se hizo todo esto en nombre de la religin: la mayor parte fue debidoclaramente a una avalancha humana ante una nueva conquista, econmicamente atractiva. Ciertamente los moriscos, como los indios del Nuevo Mundo, tuvieron sus protectores, como el modlico Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada, que dedic su vida a la Conversin de los moriscos por medio de la simpata y la comprensin, y la familia Mondjar, capitanes generales perpetuos de Granada, que con frecuencia pusieron en riesgo sus cargos y su fama por defender a los moriscos. Pero lapoltica oficial no fue consecuente y los moriscos unas veces eran perseguidos enmomentos adversos y otras ignorados, a cambio de los sustanciosos impuestos quepagaban.

    La economa de los moriscos de Granada, como la de sus antecesores moros,se basaba primordialmente en el comercio sedero con Italia. Granada, comoAlmera y Mlaga, tena fbricas que tejan sedas finas, contando con telares enla mayora de las aldeas. La seda era casi la nica fuente de ingresos en lasAlpujarras: como los capullos son tan ligeros, su transporte en mulas era barato y los montes haban sido cubiertos con plantaciones de moreras, La produccin ymanufactura de la seda, pues, era una fuente provechosa de impuestos, fuente que la corona explot al mximo; adems, las peticiones regias de dinero no cesabannunca, comprando as los moriscos las atenciones del rey.5 Tambin iba enaumento la presin sobre las tierras moriscas. Desde 1559, los representantes dela corona fueron revisando todos los ttulos de propiedad, con el fin de

    recuperar las tierras de realengo; cuantos no pudieron probar sus derechos de propiedad tuvieron que pagar una tasa de composicin a la corona, a no ser que aceptaran la confiscacin y venta de ella. As pues, los moriscos tenan necesidad de sus ttulos de propiedad rabe ms que nunca, en el preciso momento en que la campaa contrasu lenguaje y cultura alcanzaba su cenit.

    Pero la -crisis en las relaciones entre el Estado y los moriscos deGranada no era imputable exclusivamente a los espaoles. En el Norte de Africa ypor todo el Mediterrneo, Argel declaraba la guerra a Espaa, amenazando no slosus embarcaciones sino aun la seguridad costera. El foco de la presin turca,aunque ms lejano, era ms poderoso, por lo que pareca que las fuerzascombinadas del Islam iban a engullir todo el Mediterrneo. El peligro se agudizms que nunca durante el sexto decenio. Los turcos empezaron a introducirse enel Mediterrneo occidental y en 1565 pusieron cerco a Malta. Al mismo tiempo se

    intensificaban los ataques corsarios a la costa granadina, a partir de sus bases en Tetun, Chercheli y Argel. En 1558, una fuerza de 4.000 soldados atac Berja;en 1559, 150 turcos argelinos atacaban el castillo de Fuengirola; en 1560, loscorsarios moriscos desembarcaban en Castil de Ferro y se llevaban a loshabitantes de la aldea de Notaes. Pero la accin ms espectacular fue la queatac -rgiba durante el invierno de 1565, en que los corsarios de Tetunbatieron a las tropas regulares espaolas en una batalla en toda regla,avanzaron 20 millas tierra adentro, se llevaron varios centenares de moriscos yse volvieron a embarcar con toda tranquilidad.

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    Los moriscos mismos fueron causa de preocupacin por motivos de seguridadinterior y exterior.7 El bandidismo y la piratera eran endmicos en ellos. Enla dcada de 1560 actuaban en toda la Espaa morisca bandidos que segn laregin eran denominados bandoleros, salteadores y monfes; en Aragn actuaban deacuerdo con los hugonotes franceses; en Valencia los nobles organizaron a susvasallos moriscos en ejrcitos privados; y en Andaluca los monfes combatanabiertamente a los cristianos, Los piratas moriscos asolaban casi con total impunidad las costas de Valencia y Andaluca. Y durante todo estetiempo los moriscos estaban -armados, abiertamente o en secreto, a pesar de lavigilancia de las autoridades. A medida que la campaa musulmana fue creciendode intensidad los moriscos fueron tomando parte activa en ella, entablandoalgunos de ellos comunicaciones con los jeques de Marruecos, los piratas deTetun y el sultn de Constantinopla. Un morisco torturado por la Inquisicin en1565 dio a conocer que espas moriscos enviaban informacin al Turco a travs deLyon y que los moriscos estaban preparados para hacerse con los puertos de lacosta de Granada si el Turco conquistaba Malta. Espas moriscos fueron enviadosa Malta desde Constantinopla con el fin de recoger informacin sobre el poderonaval espaol. Por separado, se trataba de pequeos incidentes, pero ante lafuerza evidente del enemigo y la inadecuacin de sus propias defensas, resultabanatural que las autoridades espaolas creyeran que se estaba tramando una accinconcertada, en la que Granada haba de jugar el papel de cabeza de puente parauna invasin musulmana de Espaa. En la dcada de 1570 haba en el reino deGranada 150.000 moriscos y 125.000 cristianos. Era indudable que la mayoramorisca tena poder en el pas.

    La crisis de Granada, por tanto, tena races ms extensas que el crecimientode la poblacin morisca o que la opresin por parte de los funcionarios y cristianos viejos. El odio y las sospechas contra los moriscoscrecieron en proporcin al peligro del Turco, real o imaginario, y lleg a serabrumador una vez empez el asedio a Malta. El odio proceda de otras fuentes:el resentimiento popular contra los afortunados artesanos o comerciantesmoriscos, el conocimiento que tenan los cristianos de que el Corn y no laBiblia era el libro principal en Granada. Pero esto era un problema antiguo. Elconflicto tom un carcter virulento durante la sexta dcada ante todo por causade la preocupacin oficial por la seguridad. El xito mismo del Islam fuera deEspaa jug una ma-la pasada a sus partidarios de dentro.

    Ya la tensin era aguda antes de que el Gobierno decidiera pasar a laaccin; la propia debilidad de ste fue la -gota que hizo rebosar la copa. En

    noviembre de 1566, el inquisidor general Diego de Espinosa prepar junto conFelipe II un edicto que impona varias prohibiciones a los moriscos. El 10de enero - de 1567, aniversario de la entrada triunfal de los Reyes Catlicosen Granada en 1492, Pedro de Deza, nombrado ex profeso presidente de laAudiencia de Granada, promulg el edicto y empez a ponerlo en prctica. Por lanueva ley los moriscos de Granada tenan que aprender castellano dentro de lostres aos siguientes, a partir de los cuales quedaba prohibido hablar, leer oescribir en rabe, bien pblica bien privadamente. Tambin se les obligaba aabandonar sus vestidos nativos, sus apellidos moros, sus costumbres y susceremonias; se les prohiba el uso de sus baos, en razn de que les dabaoportunidad, para la prctica de sus ablu.ciones rituales prescritas por elCorn; la campaa de Deza empez, ciertamente, con la clausura de los hermososbaos de la Alhambra. Detrs de tales medidas haba la intencin de

    desnaturalizar a los moriscos y hacer de ellos catlicos espaoles; la locura delas autoridades consista en creer que todo ello se poda llevar a cabo con undecreto gubernamental. Ni siquiera prevean una oposicin, Ciertamente, por elmomento los moriscos parecan dispuestos a negociar, como ya lo haban hecho enel pasado, esperando que, como de ordinario, podran comprar una suspensintemporal del edicto. Su procurador Jorge de Baeza fue a Madrid para protestarante Felipe II, mientras que su hombre de Estado de ms prestigio, FranciscoNez Muley, presentaba un memorndum a Deza, en el que haca profesin de sulealtad pasada y presente frente a la ruda persecucin de que eran objeto, yreplicando que desde un punto de vista religioso las costumbres moriscas

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    condenadas por el edicto tenan un carcter estrictamente tnico no incompatiblecon la doctrina cristiana, que desde un punto de vista econmico el comerciosufrira una baja y los ingresos reales tambin, si se daba ejecucin al edicto.Estos argumentos fueron eficaces en el pasado, en especial ante laadministracin ms tolerante o ms en aprietos de Carlos V. Pero ahorahicieron poca mella en Felipe II que, como comunic Deza a Nez Muley, ponala religin por delante del dinero . Poda haber aadido que la situacin poltica -en el Mediterrneo ya no era propio para la tolerancia.Las negociaciones duraron un ao y cuando los moriscos se dieron cuenta de su inutilidad, hizo explosin repentinamente todo el resentimiento acumulado, decidiendouna ms ir al levantamiento. La fecha escogida fue la Nochebue de Navidad de 1568; aunque los rebeldes fracasaron en el baicn, el movimiento se extendi rpidamente por los montes de las Alpujarras, entre la Sierra Nevada y la costa. revuelta tuvo su verdadera base en las montaas. Desde se extendi a las tierras bajas pero no atodas partes. Era esencialmente un movimiento rural y las ciudades estab menos comprometidas, ms integradas quizs en la Espaa cristiana. Su cabecilla, Fernando deValor, era de viejo linaje rabe, descendiente de los califas de Crdoba; recuperansu nombre rabe de Aben Omeyya, fue proclamado rey bajo un olivo. Un ao ms tarde -fue asesinado sucedindole primo Aben Aboo. Haba cabecillas como Aben Daud, Ab Faraxy Aben Aboo que eran moriscos granadinos pero la mayora de los dems y especialmente los mandos militares procedan de las montaas. Los jefes montaeses provenan de la tradicional jerarqua social de los moriscos, con su causa se identificaban ms fcilmente, en contraste con las clases urbanassuperiores que se haban integrado ms con los conquistadores alejndose de las

    masas moriscas. En estructura social del movimiento tanta importancia tenasolidaridad familiar como el clculo econmico o poltico todos los clanesestrechaban sus filas en apoyo de la rebelin o en lealtad a la Corona. Aparte delos motivos econmicos y sociales, se trataba de una minora que luchaba por identidad en una Espaa extranjera.Familias anteriormente enemigas se unieron haciendo causa comn. El movimientoinici en enero de 1569 con 4.000 insurgentes; la movilizacin alcanz los 30.000 hombres quedando en 25.000 en la primavera de 1570; de ellos, 4.000 eran turcos y berberiscos. Estas cifras, comparadas con los 20.000 del ejrcito cristiano en mejor momento, testifican la gran participacin de la mayoramorisca.

    Los moriscos de Granada pronto establecieron contacto con sus aliadosvalencianos. Se destacaron embajadas busca de ayuda y apoyo militar a los pases

    del norte de frica, Argel y Tetun, as como a Constantinopla. De Argel recibieron voluntarios, municiones y alimentos que fueron pagados con cristianos cautivos. AArgel le interesaba por motivos religiosos la guerra de Granada y las abundantes armas reunidas por los rebeldes fueron guardadas en una mezquita argelina. Tambin de esto se sac provecho; mientras Espaa estaba inmovilizada, Euldj Ali tom Tnez en 1570. Tambin los turcos buscaban su oportunidad. El sultn, Selirn II, consideraba a los moriscos aliados en el interior de las filas enemigas y hubiera enviado ms armas y -hombres de no tener otros compromisos; desde luego, en Madrid consideraban posible su intervencin. Pero el sultn prefiri aprovechar la ocasin para lucharpor sus intereses inmediatos en el Mediterrneo oriental y cuando su flota sali del puerto, lo hizo para atacar Chipre, no para ayudar a los moriscos.

    Con todo, aun sin la intervencin turca, fueron aos difciles paraEspaa. El gobierno fue tomado de sorpresa en Granada, Aunque apoy la poltica

    de sus funcionarios y las campaas de la Inquisicin, parece que lo ltimo quele preocup fue la preparacin militar. El Sur de Espaa haca poco que habasido vaciado de las tropas regulares, con el fin de abastecer los tercios delduque de Alba en los Pases Bajos, donde Felipe II se haba de enfrentar con unarebelin todava mayor. Por tanto, Espaa tuvo que hacer frente a la guerra deGranada en un momento en que sus recursos estaban reducidos al mnimo y susintereses quedaban en peligro por muchas partes distintas. En consecuencia,durante el primer ao de las hostilidades se encontr paralizada por laindecisin sobre la tctica a adoptar, Resultaba difcil alcanzar a los rebeldesen sus fortalezas montaosas o cortar sus contactos con sus aliados en la costa;

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    aunque las galeras espaolas tenan orden de estar alerta, era imposible aislartoda la lnea costera del territorio rebelde, con sus incontables ensenadas y suaccesibilidad a las embarcaciones de Argel. En tales circunstancias la guerra se convirti en una larga serie de acciones patrulleras y de emboscadas, luchndosepor ambas partes con igual salvajismo, nacido en los moriscos de sudesesperacin y en los espaoles de su debilidad. Los monfes bandolerosmoriscos que vagaban por la Sierra Nevada en grupos y sembraban el terror portoda la zona, aun en tiempo de paz eran musulmanes fanticos que mataban ytorturaban a todo sacerdote que pudieran capturar.Por su parte, los espaoles vengaban tales hechos indiscriminadamente. Slo apartir de enero de 1570 el jefe de las tropas espaolas, Don Juan de Austria,movido por el temor de una intervencin mora procedente del exterior, se decidia emprender una campaa en regla con tropas regulares procedentes de Italia y deEspaa oriental, en lugar de la milicia andaluza. Esta medida fue acompaada deuna poltica de expulsin de las tierras bajas, con el fin de aislar a losrebeldes de las montaas de sus aliados y fuentes de abastecimiento. Segn undecreto de junio de 1569, 3.500 moriscos de la ciudad de Granada fueron sacadosfuera de su tierra patria y dispersados por toda La Mancha. Faltos de ayuda,perseguidos encarnizadamente y, durante las ltimas acciones, obligados a salirde las cuevas con humo hacia una muerte brutal, los rebeldes de las montaasfueron aplastados durante el ao 1570. La escena final tuvo lugar en una cuevade Berchules, donde Aben Aboo fue muerto por sus propios seguidores.

    La rebelin se haba prolongado dos aos, agotando hasta el extremo los

    recursos del pas. Las consecuencias, por tanto, haban de ser duras. Se decidideportar a todos los moriscos del reino de Granada, tanto si haban tomado parteen el alzamiento como no, hacia las regiones interiores de Espaa. El 28 deoctubre de 1570 se dieron las rdenes para evacuar y Don Juan fij el da 1. denoviembre como fecha de reunin: encadenados y esposados, los moriscos fueronconducidos en largos convoyes hacia las ciudades y aldeas de Extremadura,Galicia, La Mancha y Castilla la Vieja. De entre los 80.000 deportados de 1569-71 no todos llegaron a su destino; el duro viaje invernal cost muchas vidas yantes de que el reasentamiento se completara fallecieron al menos un 20 /o yquiz hasta un 30 % En 1584-85 fueron deportados entre 3.000 y 4.000. Noobstante, la expulsin no era total, pues en 1587 vivan todava en Granada unos 10000 moriscos.

    Por ltimo pareca haberse resuelto el problema de Granada. Con el fin de

    llenar el vaco causado por la inmensa migracin, se confiscaron las tierrasvacas y la corona las ofreci en condiciones favorables, junto con el ganado yherramientas, a los colonos reclutados en Galicia, Asturias y las regiones deLen y Burgos. Al cabo de pocos aos unas 12.500 familias haban ido a encontrar su Nuevo Mundo en Granada, ocupando 270 de las 400 aldeas y villorrios abandonados. Pero los resultados de la operacin no fueron completamente satisfactorios. La misma corona sac cierto provecho de la transaccin: de las confiscaciones y ventas a pobres pobladores, a magnates, a monasterios, a iglesias sac pingues ganancias. Peroen la propia Granada surgan nuevos problemas y renacan los antiguos. De las tierras ofrecidas, muchas eran de poca calidad, situadas en las Alpujarras y otras comarcas montaosas, pues los cristianos viejos ya haban ocupado antes las mejores vegas de los llanos. Desilusionados en sus esperanzas, muchos de los nuevos pobladores

    se desanimaron y se fueron. De las aldeas todava abandonadas, unas eran muypequeas- o haban, sido incendiadas durante los combates, pero otras estabansituadas en las comarcas costeras, que permanecan vacas e inhabitadas a causadel temor de los corsarios. Por tanto, aunque la poblacin cristiana de Granadaera considerable e iba en aumento, las Alpujarras y la vecina zona costeraseguan mucho menos pobladas que antes y seguan planteando un problema deseguridad interno. Adems, muchos de los nuevos inmigrantes, al ser originariosde aldeas montaesas de una regin que nunca haba sido ocupada por los moros, amenudo eran poco ms cristianos que sus predecesores moriscos. Un historiadoreclesistico del siglo XVII observa que ... no es extrao que los habitantes de las A

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    lpujarras hayan abandonado suantigua fe. Los que viven en estas montaas son cristianos viejos; no tienen niuna gota de sangre impura en sus venas; son sbditos de un rey catlico; contodo, por falta de maestros y como resultado de la opresin de que son vctimas,son tan ignorantes de lo que deberan saber para obtener la salvacin eterna,que apenas si conservan algunas pocas huellas de la religin cristiana. Queriscreer que, lo que Dios no permita, si hoy los infieles se aduearan de estepas, esta gente no tardara mucho en abandonar su fe y en abrazar la de losconquistadores.

    Sin resolver realmente nada en Granada, la poltica de deportacin slo agrav el problema morisco, extendindolo a toda Castilla.Prolficos, activos y ricos en recursos, los moriscos granadinos no fueron bienrecibidos entre sus vecinos, por lo que era impensable la tarea de asimilarloshacindolos cristianos y espaoles. La opinin espaola les fue cada vez mshostil, a medida que fue conociendo su existencia. Uno de los funcionarios deFelipe II declaraba en 15.88: Hemos de contar todos los moriscos que sedeclaran enemigos, tanto los originarios de Castilla como los deportadosrecientemente de Granada..., que son tan moros como los de Africa. Msadelante, luego del reinado de Felipe II, la opinin oficial consider toda lapoltica de dispersin un error de juicio: Fue un gran error expulsar a los moriscosde Castilla de las Alpujarras; habra sido mejor mantenerlos bajo vigilancia, a su propia costa, que no esparcirlos por todo el reino. Durante los cuarenta aos siguientes fueron una constante preocupacin para el Gobierno, como consta por los pe

    ridicos informes sobre su nmero y residencia pedidos a los corregidores y autoridades religiosas. La intencin haba sido esparcirlos por una gran extensin. Pero ellos, en cambio, tendieron a abandonar los lugares designados y su instinto errabundo haca difcil seguir sus pasos. No todas las zonas previstas recibieron la cuota planeada: muy pocos llegaron a Galicia y a. Castilla la Vieja; en cambio, Castilla la Nueva, La Mancha y Andaluca recibieron fuertes contingentes. Dentro de estas zonas se encontraron en las ciudades, donde podan contar con mayores oportunidades y quiz menos restricciones evidentes. Muchos hasta se atrevieron a regresar aGranada, donde tuvieron que sufrir una nueva expulsin menor en 1584, Perseguidospor las autoridades y acordndose de los malos tratos de 1570, los amargados moriscos granadinos se hicieron ms recalcitrantes con el tiempo.Ante el fracaso de su nueva vida, afloraron las tendencias criminales,agrupndose algunos en cuadrillas que vivan del robo y la violencia. ltima

    paradoja, todava pusieron nervioso al Gobierno, esta vez en una situacinnueva:- a partir de 1589 se extendi una ola de temores crnicos e irracionalesde un levantamiento en Andaluca, en colaboracin con los invasores ingleses.

    Y esto a pesar de que en toda Castilla haba alrededor de 80.000 moriscos, dentro de una poblacin total de unos siete millones.27 Cmo es que una minoraoprimida llegaba a producir un pnico y un resentimiento tales? Las razonesoficiales no son necesariamente las ms convincentes. Es verdad que loseclesisticos denunciaban su indiferencia ante el Cristianismo y su fidelidadsecreta a la religin islmica; por su parte los soldados y funcionarios temanuna posible insurreccin o una coalicin con los enemigos del exterior. Pero laopinin pblica era movida por unas razones mucho ms rastreras que las

    mencionadas. Lo que indispona a la mayora de los espaoles contra los moriscosera su sobriedad, su instinto de empresa, su avaricia, su cantidad creciente.Cervantes, como de ordinario, supo hacerse portavoz de los sentimientospopulares:

    Por maravilla se hallar entre tantos uno que crea derechamente en lasagrada ley cristiana. Todo su intento es acuar y guardar dinero acuado y paraconseguirle trabajan y no comen:

    en entrado el real en su poder, como no sea sencillo, le condenan a crcel

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    perpetua y a oscuridad eterna, de modo que ganando siempre y gastando nunca,llegan y amontonan la mayor cantidad de dinero que hay en Espaa. Ellos son suhucha, su polilla, sus picazas y sus comadrejas: todo lo allegan, todo lo esconden y todo lo tragan...Entre ellos no hay -castidad, ni entran en religin ellos ni ellas, todos secasan, todos multiplican, porque el vivir sobriamente aumenta las causas de sugeneracin; no los consume la guerra ni ejercicio que demasiadamente lostrabaje. Rbannos a pie quedo y con los frutos de nuestras heredades, que nosrevenden, se hacen ricos.

    Los moriscos eran odiosos para la masa de la poblacin porque semarginaban de las responsabilidades nacionales en materias religiosa y blica,pacficamente dedicados a crecer. Sobre todo, ganaban demasiado y gastabandemasiado poco. De hecho, la mayora de los moriscos de Castilla se ocupaban noen la tierra, sino en el comercio, en ha artesana o en el transporte mulero.Eran oficios no muy apreciados en Espaa y no siempre muy rentables. Pero losmoriscos supieron sacarle una rentabilidad mayor de la normal; algunos amasaronfortunas considerables, provocando la envidia que, continuacin se extendatoda su comunidad.se crea que acaparaban los artculos de primera necesidad, obteniendo quesubieran los precios. Finalmente, haba el hecho de que se contentaban con unnivel de vida inferior al de la mayora de los espaoles; como haca notar uninforme del inquisidor de Valencia en 1582, se sabe por experiencia que unafamilia de cristianos viejos necesita para su sustento como dos familias de

    moriscos . As pues, aunque la industria de los moriscos ha sido exagerada - yde ninguna manera eran los nicos trabajadores en Espaa, su fertilidad enrecursos est fuera de toda duda y su afortunada supervivencia constitua unaafrenta para la sensibilidad espaola.

    Y a pesar de todo, lo que en ltimo trmino diferenciaba a los moriscosdel resto de los espaoles era su religin. Como declar el arzobispo de Toledo,

    son verdaderos musulmanes, como los de Argel . La acusacin puede haber sidointolerable, pero tambin era verdadera. Los moriscos permanecieron inadaptadose inadaptables. Espaa, que inici el perodo moderno de su historia tolerandouna amplia minora heterodoxa muestra nica, aunque ya sin importancia, duranteel siglo XVI, acab intentando forzarla al sometimiento y, finalmente, acept laderrota. La poltica de expulsin adoptada en 1609 fue una confesin deimpotencia.

    3. La defensa del Mediterrneo

    El problema morisco solamente fue un aspecto de la batalla espaola contra el Islam. En el Mediterrneo, Espaa se hallaba a la defensiva contra el podercombinado del Imperio otomano y de sus aliados en el Norte de Africa. En consecuencia, tena que mantener sus posesiones diseminadas en el Norte deAfrica, defender sus propias Costas y las de sus dominios mediterrneos,proteger su comercio y su marina y detener la expansin hacia Occidente de losturcos otomanos. Felipe II haba heredado de su desprevenido padre todos estosproblemas irresueltos, junto con un poder naval inadecuado para sus

    compromisos. Entonces era todava la zona donde los intereses de Espaa seencontraban ms comprometidos. Por tanto, durante los primeras veinte aos de su reinado, la primera preocupacin de la poltica exterior espaola no fue el problema delProtestantismo ni las relaciones con la Europa septentrional, sino la defensa ycontraataque frente al Islam en el Mediterrneo.

    La fuente del poder islmico era Turqua y su jefe, Solimn el Magnfico.El triple contenido de su poltica la expansin religiosa, imperial yeconmica se basaba en una potente armada y en el escogido cuerpo dejenzaros. En el campo ideolgico, no haba ninguna esperanza de transaccin:ni lo deseaba Espaa ni tampoco Turqua. El sultn sin duda estaba rodeado de

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    extremistas que pretendan llevar su poltica ms all de los lmites delrealismo: un grupo de fanticos musulmanes de Constantinopla, encabezados porMohamed Skoli, le presionaba para que atacara a la misma Espaa y en 1569 losrevolucionarios de Granada estaban en contacto con este grupo. Pero en lacapital turca actuaban otras influencias y presiones, la poltica francesa, yms tarde tambin la iglesia, se haca or por all, pues los enemigos europeosde Espaa buscaban alianzas polticas y comerciales. La mayora de los elementoshostiles a Espaa en el Mediterrneo convergan en Constantinopla. Por medio delcomercio internacional, unos pocos mercaderes de origen oriental pero queltimamente haban residido en la Pennsula Ibrica lograron hacerse con unainfluencia entre los turcos. Ferozmente antiespaoles, de ordinario estabananimados por un profundo odio a la Cristiandad. Uno de los ms importantes destos fue el rico mercader judo Joseph Miques-Mendes, conocido indistintamentecomo Jefe de Israel y duque de Naxos, que haba llegado a Constantinopla porVenecia hacia 1550. Amigo y confidente del sultn y su abastecedor de vinosfinos , trat tambin de ejercer influencia poltica, de lo cual puedenencontrarse pruebas en la mayora de los planes turcos de agresin, incluido eldirigido contra Chipre en 1570.

    Ms cercano a Espaa, Argel constitua de hecho otro Estado turco, y steera ya una amenaza directa a la Pennsula, como hemos visto. Pero aunque Argelera el ms fuerte de los Estados berberiscos, no era el nico. Al este delMogreb, el reino de Trpoli iba creciendo segn el modelo de Argel. Dado que laregin interior era extremadamente pobre, Trpoli tena que vivir del mar; por tanto,su lucha con Espaa era una lucha por su supervivencia material, en la que quedaba

    n comprometidas todas las provisiones alimenticias de todo el Mediterrneo occidental. Espaa tena que luchar para proteger sus rutas martimas y su abastecimiento degranos desde Sicilia contra un Estado habilidoso, pirata... y con hambre. A partir de 1560 los corsarios berberiscos infestaban por entero el Mediterrneo occidental, actuando en poderosas escuadras que llevaban a cabo ataques repentinos y masivos.33 Durante el verano de 1561, Dragut impuso un bloqueo de Npoles con treinta y cinco navos; una -vez, los corsarios capturaron en una sola accin ocho galeras; en 1566, apresaron veintiocho naves vizcanas, a la salida de Mlaga; en slo una campaa se llevaron cincuenta navos del estrech de Gibraltar y de [as costas atlnticasde Andaluca y el Algarve; una correra al interior de Granada les proporcion 4.000 cautivos. Entre 1570 y 1620 los corsarios estuvieron en su apogeo. Partiendo de sus bases en Argel, Bizerta, Trpoli, Tetun y Larache, interceptaban los galeones ylas carracas de las Indias Orientales y Occidentales, saqueaban las Canarias, se

    mbraban la destruccin en los alrededores de Barcelona y dificultaban una y otra vez las comunicaciones espaolas vitales por el Mediterrneo, siempre a la caza de botn y del rescate en dinero pagado por los cautivos ricos o por las organizaciones cristianas de caridad.

    Los turcos y los Estados berberiscos constituan un peligro, cada uno porsu lado; pero combinados, eran casi irresistibles. Para suerte de Espaa, laestacin invernal los mantena quietos e interrumpan su poder concertado deagresin, a pesar de que en verano se reforzaban ;mutuamente y estaban encondiciones de llevar a trmino una ofensiva masiva. En circunstancias tales,era urgente para Espaa repensar toda su poltica defensiva. Los recursos deCarlos V se haban dispersado en sus intereses por la Europa central u otraspartes:en el Mediterrneo su poltica no haba encontrado la idea apropiada;

    descuidando el podero naval permanente, haba echado mano- de fuerzasimprovisadas con destino a expediciones ocasionales y en su mayor parte estriles, contra las bases del Islam en el Norte de Africa. Falto de la continuidad que exige el poder naval, Felipe II tuvo que comenzar casi desde cero. Jugaba, pues,con desventaja, por lo que la iniciativa estuvo durante algunos aos en manos delenemigo. Pero bajo su direccin y con un programa de ms largo alcance, la poltica espaola alcanz un sentido nuevo de urgencia y de fuerza mucho mayor. Empez dando prioridad al Mediterrneo, una vez desembarazado de la guerra con Francia, Luego, se propuso cambiar la estrategia tradicional, Elimin la poltica de expediciones flamantes y aventureras y en su lugar estableci un programa de largo alcance de reforma

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    militar y naval. Desarroll una poltica de reforzamiento de las fortalezas ya existentes, como Orn, con el fin de hacerlas inexpugnables, con lo que las expediciones de socorro quedaban suprimidas por innecesarias. Sobre todo, empezpor poner los cimientos del poder naval de Espaa, limpiando el Mediterrneooccidental de las naves existentes y atendiendo ante todo sus propiosastilleros. Pero todo esto lo haba tenido que aprender por amarga experienciadurante los primeros aos de su reinado.

    Porque, ciertamente, su comienzo fue en falso y no empez realmente hastaque su padre ces, comprometiendo sus fuerzas en una ofensiva prematura, antesde que su programa de reformas estuviera encauzado. Con el argumento de que lapaz recientemente firmada con Francia despojaba al Turco de un aliado y de unpuerto en el Mediterrneo occidental y deseoso de asestar un golpe a una de lasprincipales bases de los corsarios, en junio de 1559 Felipe autoriz el empleode sus galeras italianas para una expedicin contra Trpoli. Esta ciudad habasido capturada para el Islam por Dragut en 1551 y se la consideraba importantepara la estabilidad del dominio espaol en Sicilia y de su cordn umbilicaleconmico por el Mediterrneo. Pero atacar Trpoli implicaba el riesgo deprovocar al Turco a contraatacar; Felipe II corri el riesgo, pues crea que laflota turca quedaba inmovilizada para las operaciones a distancia con la prdidade su aliada Francia; en esto, se equivocaba seriamente. Y, cosa todava peor,contra su propio parecer, permiti que la operacin sobrepasara sus objetivosprimitivos. Su intencin haba sido llevar a cabo un ataque rpido y fulgurante,durante la estacin propicia; el tipo de operacin que los propios corsariosrealizaban con tanto xito. Pero el duque de Medinaceli, virrey de Sicilia,

    deseaba dirigir una expedicin gloriosa contra el infiel, proyectando una operacinanticuada de mayor volumen y compromiso. Para ambas, hizo falta seis meses parareunir todas las embarcaciones, tropas y pertrechos desde los varios dominios de Espaa un ejemplo tpico de las dificultades de comunicacin en el Imperio espaol yentrarlas en Mesina y Siracusa. Para entonces ya haba desaparecido el elemento sorpresa: Dragut estaba preparado y tambin la flota turca. Como la pesada escuadra, dirigida en la parte naval por Gian Andrea Doria, sombra de su famoso to, hizo con gran lentitud la ya publicada travesa a Trpoli, todava dieron ms tiempo al enemigo para preparar el contraataque. Pues era una locura navegar en diciembre; en efecto, tuvieron que detenerse en Malta. Luego, habiendo dado ocasin a Dragut paraque escapara de Djerba a Trpoli, los espaoles creyeron que les sera ms fcil atacar la primera, tomando la isla en lugar de la ciudad y ganando una base para futurasoperaciones. La fuerza expedicionaria desembarc el 7 de marzo de 1560, sin dificu

    ltades. Con ello, se pona a s misma en una posicin imposible, lo que puso de manifiesto el error de apreciacin en que se basaba toda la expedicin. En primer lugar, quedaba a merced de los abastecimientos por mar, en un momento en que la supremaca turca en los mares no ofreca dudas. Piali Pach se dispuso a dar a Espaa una leccinde tctica naval. Con rapidez asombrosa sac la flota turca de Constantinopla el mes de abril y atac el 12 de mayo. Los jefes espaoles, paralizados por la indecisin yobstaculizados por la inferioridad de sus fuerzas, slo pensaron en la huida.Con el pnico subsiguiente perdieron cuarenta y dos de las ochenta naves. AunqueDoria y Medinaceli pudieron escapar, varios centenares de soldados quedaronatrapados en el fuerte, asediado por la flota turca. Felipe II decidiabandonarlos a su suerte, diciendo que contaban con ms recursos que el enemigo.Pero, de hecho, estaban a merced del Turco y la escasez de agua les oblig acapitular el 31 de julio. Espaa, as, perda 18.000 hombres y la flota turca

    regresaba triunfalmente a Cnstantinopla con su redada de buques y prisioneros.Djerba fue un profundo desastre del que se salv poco, golpe inmenso alprestigio y al poder de Espaa y una de las mayores victorias del Islam en sulucha por el control del Mediterrneo central. Pero fue tambin una leccin.Ahora Felipe II vio claro que no poda mantener a raya al Turco, ni tan siquierasostener las costas de sus Estados mediterrneos sin una fuerza naval. A partir de 1560 dio comienzo a su programa de rearme naval en los puertos y muelles de Sicilia, Italia y Catalua.Inmediatamente despus de la paz de Chteau-Cambrsis, la flota espaola en elMediterrneo constaba de unos noventa buques, divididos principalmente en cuatro

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    escuadras de galeras: las de Espaa, Npoles, Sicilia y la unidad genovesaalquilada. Muchas de estas embarcaciones se perdieron en Djerba, pero entre 1560 y 1564 se reorganizaron y se rehicieron las tripulaciones de estas escuadras.Los astilleros italianos respondieron con rapidez a la nueva exigencia, aunquepara ello hubo que pagar; en 1560 Felipe II reciba una contribucin del papa,en forma de impuesto sobre el clero espaol, suplementario del de la cruzada.Como estaba en juego la defensa de la Cristiandad, Felipe II esperaba una ayudade sus aliados italianos: Saboya, Florencia y Gnova, y tambin de Portugal;pero stos prefirieron alquilar sus propios navos, por lo que tambin hubo quepagarlos. En consecuencia, dio comienzo a un renovado esfuerzo a cuenta de lamisma Espaa. Desde 1561 se reactiv el trabajo en los astilleros de Barcelona,con ayuda de peritos genoveses y vascos. En diciembre de 1562, las Cortes deCastilla se reunieron en convocatoria extraordinaria para votar un subsidiofuera de presupuesto, con destino al programa naval.36 El fruto de estosesfuerzos fue que en setiembre de 1564 Garca de Toledo, comandante en jefe dela flota mediterrnea, pudo disponer de unas 100 galeras, con destino a lasaguas comprendidas entre las costas de Africa y Espaa.

    El inexplicable respiro concedido por el Turco durante estos aos permitia Felipe II hacer una prueba de sus nuevas fuerzas contra los corsarios. La gran ofensiva argelina contra Orn, una de las posesiones espaolas ms importantes,fue repelida luego de un asedio de dos meses abril-junio de 1563. La guarnicinrecibi ayuda y la escuadra de Hassan Barbarroja fue derrotada decisivamente.

    Pero fue ms importante la forma en que aconteci la derrota que sta misma.Aprendiendo una vez ms ha leccin de Djerba, Felipe II organiz la accin desocorro con rapidez y eficacia. Coordenando los varios cuerpos, mandando venirlas galeras de Italia, reunindolas en Cartagena, despachndolas con presteza,lleg a superar los tremendos obstculos de comunicacin con una eficiencia que contradice la imagen tradicional del monarca, en lo que se refiere a su lentitud y cautela. Gracias a SUL iniciativa, hacia 1564 Espaa estaba en condiciones de pasar a la ofensiva en el Mediterrneo occidental, lo que consideraba como objetivo mnimo, en especial despus de la derrota de Djerba. Pues todava no haba decidido enfrentarse directamente con el Turco ni tampoco acelerar la gran batalla, en la que ms adelante se haba de ver envuelto. Sea como sea, todava haba de llenar algunos huecosen el aparato defensivo y mejorar algunos defectos de organizacin. En mayo de 1565, la flota turca lleg inesperadamente a Malta, la isla de los caballeros de San

    Juan, ya expulsados por Solimn de Rodas y Trpoli. Ya haca tiempo que se sospechabaque su flota se iba a dirigir hacia el oeste, pero el -destino permaneca incierto. A pesar de las repetidas advertencias, los responsables de la defensa de la isla las autoridades espaolas y el Gran Maestre de los caballeros fueron sorprendidos por la rapidez del ataque. Los caballeros defendieron la isla con valenta, pero no pudieron impedir que el Turco desembarcara 25,000 soldados y se adueara de la misma. Encerrados en unas pocas fortalezas, los defensores resistieron bravamente los asaltos turcos durante casi cuatro meses, pero hacia setiembre vean acabrseles las provisiones. Y durante todo este tiempo, dnde estaban las fuerzas de socorro? Felipe II ha sido objeto de crticas por su tpica vacilacin en las situaciones de emergencia. La reaccin espaola fue ciertamente lenta, aunque siempre hay que medir la lentitud con la regla de los obstculos de distancia y organizacin.Garca de Toledo no quera improvisaciones ni que sus fuerzas fueran barridas

    por el Turco; prefera emplear una flota nica y poderosa, capaz de asestar ungolpe bien dado. Pero esto costaba tiempo y, en estas condiciones, la maquinaria espaola y la colaboracin entre Felipe II y su comandante fueron puestas aprueba, con un resultado sorprendentemente bueno. Esto lo mostr el resultado,Garca de. Toledo sac las fuerzas de socorro de la infantera espaola enNpoles y Sicilia y bati a los turcos decisivamente: con una breve campaa lospuso en fuga de la isla.

    Los aos 1559-1565 marcan el ltimo perodo de la supremaca turca sindisputa. La victoria de Malta dio un nuevo impulso a la reactivacin espaola.

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    Desde 1565 el programa de construccin naval en Barcelona, Npoles y Sicilia se intensific. Espaa, luego de haber bloqueado temporalmente la ruta turca hacia el oeste, estaba ahora en condiciones de enfrentarse con los corsarios por separado y asegurarse cierta seguridad en la navegacin. En 1566 mora Solimn el Magnfico y el Imperio otomano pasaba a las manos ms dbiles de Selim II. Pero si esto significaba elcomienzo del fin para Turqua, Felipe II no dio muestras de querer acelerar el proceso. Con una extraordinaria clarividencia mantuvo su poltica en los lmites ms estrictos de la defensa y se neg a adelantar sus proyectos. Tambin hay que decir que las circunstancias durante la segunda mitad de la sexta dcada le impedan prestar entera atencin al Mediterrneo, como tambin aprovecharse enseguida de su ventajosa posicin all. A partir de 1566, los Pases Bajos empezaron a reclamar con mayor urgencia la atencin de la poltica espaola y a empujarla hacia el norte, Una vez Felipe II decidi que el desafo a su autoridad all haba que reprimirlo por la fuerza, puso todoel peso de la fuerza militar espaola al servicio de su decisin. Pero esto supona despojar las defensas mediterrneas de sus mejores fuerzas; tambin, desviar en otra direccin los recursos financieros, pues los tercios veteranos de Npoles, Lombarda ySicilia formaban el ncleo del ejrcito del duque de Alba y estaban estacionados enGante, Lieja y Bruselas,38 Esto supuesto, no le quedaba otra alternativa que actuar con prudencia en el Mediterrneo. Fue la doble responsabilidad de la poltica espaola y no los defectos de personalidad que los historiadores se complacen tantoen encontrar en Felipe II, la responsable de sus dudas evidentes. No contaba con medios suficientes para llevar a cabo ambos cometidos con perfeccin y rapidez ni para satisfacer todas has solicitaciones que le llegaban. El papa urga para quese formara una Liga contra el Turco, pero preocupado por los Pases Bajos y desean

    do no provocar las susceptibilidades protestantes con una alianza espectacular en el mismo momento en que llevaba a cabo una gran expedicin al norte de Europa, Felipe no pudoofrecer su colaboracin. Al mismo tiempo, no tena realmente una opcin dealternativa: el Mediterrneo o los Pases Bajos. Espaa siempre tuvo que lucharcontra el Turco, pues siempre tena que defenderse a s misma. Pero una ofensivadesgraciada contra el infiel era otra cosa: se lo impedansus compromisos en los Pases Bajos y las oportunidades que stos ofrecan a susenemigos del norte de Europa.

    Durante los aos 1567 y 1568, por tanto; el Mediterrneo se convirtimomentneamente en una escena secundaria de guerra, en parte por las preocupaciones nrdicas y en parte porque el propio sultn ofreci un breve respiro. Selim II sufrifuertes prdidas en su campaa hngara de 1566 y en 1568 firm una tregua de ocho aos con

    el emperador; quiz lo que en realidad deseaba era concentrar toda su atencin en un ataque colosal sobre Venecia y Chipre. Espaa agradeca este nuevo respiro, en especial desde que en 1569 tena que vrselas con una segunda rebelin, la de Granada. Los Pases Bajos ya consuman tropas y dinero, lo que dejaba a Espaa e Italia abiertasa la flota turca, que ahora tena un nuevo aliciente en la cabeza de puente de Granada, Por tanto, los aos 1569-1570 fueron aos crticos para Espaa, quiz su crisis mayor durante el siglo XVI. La -perspectiva de una cruzada contra el Islam estaba, ciertamente, lejana.

    4. Lepanto y despus

    En julio de 1570 fuerzas turcas desembarcaban en Chipre y el 9 de

    setiembre caa Nicosia. Chipre era posesin veneciana, valiosa por susplantaciones de caa de azcar, sus minas de sal, su produccin de algodn yvino. Venecia se vio, pues, obligada, a rearmarse y a buscar aliados. Con susfuerzas ocupadas en Granada y los Pases Bajos, las preocupaciones de Felipe IIse movan ms cerca de casa, empezando a mejorar sus defensas en Italia y elNorte de Africa. Luego, presionado por el papa y por Venecia dio rdenes, a supesar, para que la flota se dirigiera al este, en un esfuerzo desesperado porsalvar Chipre. Los navos espaoles se reunieron con la fuerza improvisadacompuesta de unidades venecianas, genovesas y pontificias, hacindose a la velaen setiembre de 1570. Jams lleg a su destino. Apolillada por desconfianzas

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    ocasin inmediata, sino una Liga general contra el Turco, con un poder ofensivomasivo. Est claro decan las instrucciones de Torres, para repetir a Felipe II que u de los motivos principales del Turco para atacar a los venecianos es que cree que se encontrarn solos, sin la esperanza de poderse aliar con Su Majestad, por hallarse ocupado con los moros de Granada y no poder competir con ambos.

    Ciertamente el sultn haba contado con la rebelin de Granada, para protegerse de Felipe II. Pero aqu se equivoc: una de las razones por las que Espaa al fin acept el proyecto de la Liga, fue porque haban renacido sus sentimientos por la reactivacin de la vieja lucha contra el Islam en la propia Pennsula. Sin duda que tambin jugaron las consideraciones financieras y polticas. Como hizo ver el mismo papa, las defensas fronterizas de Venecia en el Mediterrneo eran, en ltimo trmino, lasde la misma Espaa, y una Liga dara a Felipe II los servicios de la flota, los hombres y las armas de su aliado. Adems, el papa ahora conceda la suspendida cruzada prida de 400.000 ducados anuales para el rey espaol siendo ste un tipo de argumento que haca mella en Felipe II. Por todas estas razones, dio su consentimiento en principio ocho das despus de que Torres le repitiera los extensos argumentos. Fue una de las decisiones ms difciles que tom, pero no desconoca las circunstancias favorables de 1570-1571 que, de golpe y excepcionalmente, le permitan comprometer a Espaa hasta el fin en un solo objetivo, Al fin los Pases Bajos parecan sometidos con firmeza bajo la mano de hierro del duque de Alba; Inglaterra se encontraba ocupada por la rebelin interna de 1569, seguida poco despus por la conspiracin de Ridolfi. Felipe II aprovech rpidamente este momento de respiro en Occidente para asestar un golpe a su enemigo de Oriente.

    Aun as, hubo varias indecisiones antes de que se firmara la alianza

    definitiva el 20 de mayo de 1571. Las negociaciones fueron tan laboriosas acausa de las mutuas desconfianzas entre los participantes, que parecaimprobable llegaran a buen trmino. Venecia, como de ordinario, presentdificultades: a pesar de las negativas oficiales, intent dos veces llegar a unacuerdo con el Turco y slo se avino a firmar la Liga cuando se convenci de queno poda esperar nada mejor de Constantinopla. La conclusin, por tanto, deltratado y su solemne promulgacin en San Pedro el 25 de mayo, fueron unavictoria personal del papa. Su ratificacin, por otra parte, dependa sobre tododel poder de Espaa. Pues no se trataba simplemente de un entendimiento temporalpor causa de Chipre, sino de una alianza militar para tres aos contra el mismo Islam; y aunque iba dirigida, en primer lugar, contra Oriente, no se excluaneventuales expediciones contra los Estados del Norte de Africa: Argel, Tnez yTrpoli. Segn el acuerdo, los tres aliados Espaa, Venecia y el pontfice se

    comprometan a reunir cada ao para el 1. de abril una fuerza de 200 galeras,100 navos de transporte, 50.000 hombres y 4.000 de caballera ligera; losgastos se repartan en la siguiente proporcin: tres partes para Espaa, dospara Venecia y una para el pontfice. Espaa, por tanto, cargaba con el mayorpeso, pero su contribucin todava fue ms decisiva en los abastecimientos nomilitares, Pues haba que alimentar a estas fuerzas y aprovisionar a Venecia,mientras sus lneas de abastecimiento con el Este permanecieran cortadas. FelipeII se dispuso a abrir sus mercados italianos a Venecia y proteger a sta delalza de precios, estableciendo precios de tasa y suprimiendo los excesivosimpuestos de exportacin. sta fue una de las medidas de mayor trascendencia deltratado: sin los abastecimientos espaoles de cereales, la futura campaa habrasido imposible.

    El comandante en jefe de las fuerzas de la Liga fue el capitn general

    espaol Don Juan de Austria, recin llegado de su victoria contra el Islam enGranada. Sensible a la condicin de su nacimiento y amargado por su situacinsocial inferior, Don Juan no haba podido librarse de la obsesin de acabar comovctima en manos de su hermano regio. Ahora, a la edad de veinticuatro aos,pareca que iba a poder satisfacer su pasin por la accin y el mando supremo.Pero Felipe II, a pesar de desear su nombramiento, no poda superar unapermanente sospecha de la juventud y juicio de su hermanastro. Desde que lehaba dado su primer cargo pblico de comandante en jefe de la armada espaolaal retirarse Garca de Toledo en 1568 y durante la guerra de Granada, lo habamantenido bajo la tutela del magnate cataln Luis de Requesens, su antiguo

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    embajador en Roma y futuro gobernador en los Pases Bajos. Requesens,inteligente y de espritu amplio, fue uno de los administradores espaoles msdistinguidos durante el siglo XVI, pero era una espina al lado de Don Juan.Continu an as durante el ao 1571. Segn las instrucciones de Felipe II, DonJuan tena asignado un consejo con poderes demasiado absolutos para su gusto.Dentro de ste, una junta menor compuesta por Requesens, Gian Andrea Doria, elmarqus de Santa Cruz y Juan de Cardona, tena el encargo de guiarle en todas sus acciones. Adems, Requesens quedaba asignado a su galera, con el oficio de una especie de censor, y todas las rdenes y correspondencia haban de pasar por sus manos antes de ser firmadas por el joven. Decepcionado por semejantes restricciones, Don Juan pronto se encontr en desacuerdo con sus consejeros, sobre la estrategia, Segn sus instrucciones, haba de dirigir las fuerzas de la Liga hacia levante tan pronto como pudiera, con el fin de presentar batalla siempre que hubiera ocasin; pero no haba de poner en peligro su flota, si no tena certeza de la victoria, y haba de regresar al comienzo del otoo. Aqu, eran posible varias interpretaciones: el instinto del propio Don Juan le llevaba a la accin inmediata; pero algunos Consejeros, incluido Doria, se inclinaban por una poltica precavida y defensiva, argumentando que se hallaba demasiado avanzada la estacin; en cambio, los venecianos y los comandantes pontificios; furiosos por el retraso, inculpaban a los espaoles por l.

    Don Juan sali de Madrid el 6 de junio, dirigindose al punto de reunin,Mesina, recogiendo en el camino las varias unidades de la aportacin espaola ypidiendo en Npoles la bendicin papal y el estandarte consagrado de la Liga. Apesar de las crticas aliadas, l y las galeras espaolas de hecho llegaron a

    tiempo el 23 de agosto y an antes de la llegada de todo el contingenteveneciano. Su presencia levant inmediatamente la moral de las fuerzas aliadas ydio a todos una cierta unidad. Don Juan, personalmente, dio buena impresindesde el principio y sus relaciones con sus inmediatos subordinados, loscomandantes de las flotas veneciana y pontificia, Veneiro y Colonna, fueronexcelentes. Su orientacin y personalidad forjaron un todo homogneo en lacoleccin de unidades dispersas y pendencieras. Viendo las galeras venecianasescasas de tropas, tom la iniciativa y tuvo la valenta de que las ocuparan4.000 veteranos espaoles e italianos de las fuerzas de Felipe II.Distribuyendo sus fuerzas as, mejor la calidad de toda la flota e hizo susunidades ms mviles e intercambiables. Finalmente, impuso su propia decisin de ir ala bsqueda del enemigo y destruirle. La flota turca, mandada por Al Pach, haba estado en las bases de servicio desde el comienzo de la estacin, cuando casi 200 gale

    ras estaban distribuidas entre el Ponto Euxino, su base de avituallamiento, y Chipre. Reforzada con treinta navos de Euidj Al de Argel, avanzaba hacia el oeste y entonces ya cometi el primer error. Incapaz de resistir la tentacin de saquear en el Adritico, gast los meses de junio a agosto en acciones insignificantes que cansaron sus fuerzas y que ni siquiera pudieron impedir que la flota veneciana rompiera la lnea y se juntara con su aliados. De esta forma, los turcos fueron al combate luego de un verano cansado y habiendo ya traspasado el momento lgido de su preparacin. Lo tardo de la estacin, as, se iba a convertir en una oportunidad para la Liga, oportunidad que Don Juan sabra aprovechar. La flota cristiana sali de Mesina el 16 de setiembre y primero enfoc hacia Corf. All supo que haba cado Famagusta, la ltima plaza fuerte veneciana en Chipre, y que la flota turca se hallaba en el golfo de Lepanto. Don Juan comprendi que haba llegado el momento de arriesgarlo todo.

    De repente las dos flotas, que se andaban buscando una a la otra, seencontraron al amanecer del 7 de octubre de 1571, a la entrada del golfo deLepanto, donde la flota cristiana pudo inmovilizar al enemigo.47 Frente afrente, a lo largo de una extensin de unas cinco millas, cristianos ymusulmanes pudieron calcular en el ltimo momento las fuerzas ajenas:230 galeras turcas frente a 208 cristianas, aunque stas iban equipadas conartillera de mayor calibre y contaban con la infantera espaola, bienarmada.48 Don Juan, de acuerdo con la tctica contempornea, adelant sus seisgaleones venecianos para constituir una vanguardia de fuerte poder artillero;detrs de l dividi su flota de galeras en cuatro escuadras en lnea de

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    combate: a la izquierda, bajo el almirante veneciano Barbarigo; a la derecha,bajo Doria; al centro, l mismo, y el cuarto escuadrn, bajo Santa Cruz, formando la retaguardia. Las galeras turcas estaban situadas de manera semejante. Hacia medioda ces el viento y bajo un sol abrasador y un cielo sin nubes, enarbolndose mutuamente las banderas sagradas, dio comienzo la batalla. Los turcos trataron de coger por la espalda al enemigo por ambos extremos de la lnea. A la derecha, Doria fue desplazado e inducido a extender su lnea -hasta el extremo; as dejaba un huecoen el centro, siendo alejado cada vez ms de la accin principal, en la que pudo tomar poca parte. A la izquierda, los venecianos mantuvieron sus posiciones y supieron hacer frente a unas fuerzas superiores con mayor fortuna, a pesar de la prdida de su jefe Barbarigo. En el centro, la galera de Don Juan con sus 300veteranos espaoles, se encar directamente hacia el buque-insignia de Al Pachy sus 400 jenzaros. Como otras galeras se acercaban y enzarzaban con elenemigo, la batalla se convirti en una serie de luchas feroces y sangrientasentre pequeos grupos de infantera, creciendo la carnicera. La muerte de AlPach, cuya galera los soldados de Don Juan y Coloma tomaron por asalto, decidiel combate hacia las cuatro de la tarde. La victoria aliada fue total. Sloescaparon treinta y cinco galeras turcas; el resto fue capturado o hundido y las prdidas fueron de 30.000 muertos o heridos y 3.000 prisioneros; 117 galerasturcas y seis galeotes quedaron en manos de los vencedores. Pero la victoriahaba sido cara, pues los aliados perdieron doce galeras, hubo que contar 9.000muertos y 21.000 heridos. Probablemente fue cierto que el mar aparecirepentinamente a los ojos de los combatientes rojo de sangre humana. Lepanto fue

    una hazaa de tcnica y valenta. La direccin de Don Juan, el consejo deRequesens, los potentes caones de los galeones venecianos, la excelencia de lainfantera espaola, las maniobras inteligentes de las galeras, todo se combinpara derrotar al Turco y alegrar a la Cristiandad. Pero, qu haba decidido labatalla? A causa de sus propias prdidas y de la sazn tarda, la flota aliadatuvo que regresar a Italia. El Imperio otomano, con su poderosa mquina military sus largos tentculos terrestres, segua intocado. Chipre segua bajo dominioturco. El sultn se rehizo de las prdidas con rapidez asombrosa, de manera queantes de un ao ya contaba con una flota de 220 embarcaciones. Y los piratas delNorte de Africa todava campaban a sus anchas. A pesar de todo ello, Lepanto nofue una victoria sin resultados. El mito del poder turco qued roto. Por fin, la Cristiandad haba abierto una brecha moral y se haba librado de un antiguo sentido d

    e inferioridad.Cervantes, que fue herido en la batalla, hablaba en su Don Quijote de aqueldia, que fue tan feliz para la Cristiandad, pues entonces aprendi cunequivocada haba ido en creer que los turcos eran invencibles en el mar .Lepanto seal el final de un perodo, el fin de la supremaca turca. Msinmediatamente, las galeras cristianas obtuvieron un inmenso refuerzo de hombres en forma de prisioneros de guerra, mientras que la flota turca fue detenida ensus rampantes correras por el Mediterrteo central, en las que an Italia podaser atacada. Este golpe a su seguridad, junto con otras razones, hizo que losturcos se confiaran menos en ir hacia Occidente; la subsiguiente desescalada fue el peor desastre posible para su flota: empez a pudrirse en los puertos, a

    causa de su inactividad.Pero estas consecuencias eran todava futuras, Por el momento los aliadostambin tenan sus problemas. Los intereses nacionales y la mutua desconfianzaprocedente de ellos cerraba toda posibilidad de una cruzada contra el Islam.Pronto fue claro que los aliados slo colaboraran cuando y donde coincidieransus intereses; tanto Venecia como Espaa deseaban servirse de la Liga para suspropios objetivos: Venecia en Oriente, Espaa en el Norte de Africa; slo elpapa continuaba hablando de los intereses de la Cristiandad. Bajo su inspiracinse reuni otra flota poderosa en Mesina, durante la primavera de 1572, con elfin de proseguir la ofensiva contra el Turco en Oriente. Pero luego de la muerte

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    de Po V 1. de mayo de 1572 , Felipe II dio media vuelta competa y mand a DonJuan que suspendiera la salida de sus galeras. En el clamor consiguiente tratde justificar su accin frente a las acusaciones de traicin que le lanzaron susaliados. Las razones oficiales que dio por su conducta eran la muerte del papa y el temor de una inminente ruptura con Francia. Pero el motivo real fue que noquera distraer los recursos de Espaa para el servicio de los interesesvenecianos en el Mediterrneo oriental. Prefera asestar el golpe contra elIslam donde resultara ms til para Espaa: en Argel, plaza enemiga, su baseoccidental para la guerra y la piratera, punto de partida de los ataques aEspaa y sus dominios. Como resultado, explic a su embajador en Roma, deseaba

    sacar algn provecho de esta Liga y todos sus gastos para mis propios sbditosy Estados, en lugar de emplearlos con tanto peligro en una empresa como estalejana expedicin a Oriente .51 Ante el papa, su embajador haba de aludir a suscompromisos en los Pases Bajos y a su temor de la intervencin francesa einglesa, pero sin mencionar a Argel.

    Pero nadie fue llevado a engao: los aliados leyeron a travs de susexcusas, y la preocupacin de Espaa por Argel era tan conocida, que susfuncionarios no se atrevieron a mencionarla. De todo el campo aliado no slo delos venecianos y de Gregorio XIII, sino aun de Granvelle, Requesens y Don Juan,que haban tomado en su corazn la causa de la Liga empezaron a llegarprotestas. Se deca que su decisin conducira inmediatamente a Venecia a cerrarun tratado con el Turco y que el nuevo pontfice tena a su disposicin la mayor

    parte del presupuesto espaol: el excusado y el subsidio.52 Felipe II cedi antela tormenta y volvi a su posicin inicial en la Liga. Acept entrar en unaexpedicin al Peloponeso en 1572, con una resistencia que pronto quedjustificada. La operacin tom la forma de una campaa a lo largo de la largafaja costera desde el golfo de Corinto y el cabo Matapn, al lado occidental delPeloponeso, extraa escena de combate, con pocas bases favorables a los aliados.Haban confiado en un levantamiento de la poblacin local, sin que, por otraparte, hicieran nada para provocarlo; cuando llegaron no haba la menor seal derebelin. Entonces volvieron a salir en busca de la armada turca. sta habasido reconstruida, con un esfuerzo gigantesco, pero no pensaba arriesgarse en un nuevo Lepanto. Por tanto, como el enemigo se mantuvo alejado y rehuy elcombate, las fuerzas de la Liga no tuvieron otra salida que regresar a Italia,

    sin que pudieran mostrar ningn provecho de una campaa costosa.La raz de los problemas de la Liga estaba en el hecho de que lasdistancias del Mediterrneo eran demasiado largas como para permitir sosteneruna guerra naval en Oriente. Y del fracaso nacieron las discrepancias. En particular Venecia empezaba a sentir el esfuerzo realizado, pues su comercio estaba deshecho y sus finanzas, maltrechas. Sin ningn resultado visible que presentar porsus esfuerzos Chipre no haba sido recuperado y convencida de que era explotada porEspaa, abri negociaciones con el Turco y abandon la Liga el 7 de marzo de 1573. Lanoticia fue recibida con cierta amargura en Espaa, pero Felipe II conserv la cabeza y actu con su habitual calma. La defeccin de Venecia era, ciertamente, una bendicin disfrazada. Espaa todava contaba con una poderosa flota, que poda emplearse en objetivos ms limitados y ms nacionales. Regresando a una poltica africana, Felipe II se decidi a atacar Tnez. Fue su ltimo gran error en el Mediterrneo. Don Juan tom Tnez

    sin dificultad el 11 de octubre de 1573, nombr un gobernador nativo, dej una guarnicin y regres a Npoles. Pero esto no era una victoria: la operacin no toc el interior del pas y la base misma era de difcil y costoso mantenimiento y abastecimiento.Mientras los espaoles todava daban vueltas en sus cabezas sobre qu hacer con ella y fluctuaban entre las ideas expansionistas de Don Juan y la prudencia de su rey, la flota turca atac en julio de 1574. La guarnicin espaola capitulaba el 13 de setiembre , mientras Don Juan, esperando instrucciones de Espaa y desilusionado hasta el letargo, lleg demasiado tarde para poder hacer algo, excepto regresar a Espaa para consultar con su hermano.

    Solamente tres aos despus de Lepanto los turcos haban demostrado una

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    vez ms la potencia de su flota y la rapidez de su poder ofensivo, por lo queFelipe II tuvo que preocuparse de nuevo por sus defensas en el Mediterrneo.Pero Tnez fue la ltima gran victoria turca antes de la decadencia. Fue seguidade un perodo en el que ambos poderes deseaban descomprometerse. Distrado porsus intereses en Persia y por el hecho de que los moros del Norte de Africa yano eran los entusiastas colaboradores del pasado, el sultn se vio obligado alimitar sus ambiciones. Por su parte, Felipe II estaba demasiado ocupado por los Pases Bajos y con demasiado poco dinero en sus arcas para poder aprovechar laventaja que le suponan las dificultades de su enemigo y poder proseguir laofensiva. Indudablemente, el Mediterrneo era un campo de batalla excesivamente grande, sobrepasando las posibilidades de ambas potencias; por tanto, la retiradafue mutua y, en algn momento, trajo un alto en el antiguo conflicto. En este sentido, la poltica de desescalada de Felipe LE estaba ms justificada que la poltica ambiciosa de Don Juan. El freno que aplic a su hermano no era una cuestin de envidia, sospecha ni excesiva prudencia: a diferencia de Don Juan, que se obsesionaba con sus propios proyectos, el rey poda ver todo el panorama y se daba cuenta de que el breve intermedio que haba hecho posible Lepanto no poda durar indefinidamente.Felipe II nunca estuvo en capacidad de poder dar ms de un golpe al mismo tiempoo dedicarse l y sus medios a una empresa. Aceptaba estas limitaciones, y surealismo fue una ventaja para Espaa; no perdi su cabeza con los descabelladosproyectos que se hacan despus de Lepanto y, a diferencia de su padre yhermano, no senta debilidad por los sueos de cruzadas. Adems, la poltica de

    paz era la que arruinaba ms al Turco, pues la consiguiente inactividad matabala marina turca, echando a perder sus embarcaciones y privando a sus marinos del entrenamiento. Lo que no haba podido llevar a trmino Lepanto, fue conseguidopor la paz en unos pocos aos.

    Espaa ya tena sus espas y su servicio de informacin que penetraba porel Imperio otomano, recibiendo las autoridades espaolas peticiones constantesde pretendientes de uno u otro tipo: renegados que queran recuperar el favornacional, antiguos cautivos que se preciaban de ser especialistas en Levante,caballeros de Malta, mensajeros imperiales. Despus de 1573, estosinformadores aumentaron sus esfuerzos, esperando grandes beneficios de unapoltica de paz. Sin embargo, hasta 1577 no se pudo establecer un autnticocontacto, cuando Martn de Acua otro aventurero trajo la primera tregua desde

    Constantinopla. El ao siguiente, Giovanni Margliani, un milans que haba sidorescatado despus de su cautiverio en Tnez en 1574, entabl las negociaciones ylas elev de sus inicios picarescos a un nivel ms serio, aunque todvadiscreto. Pero los espaoles jams habran tratado con los que llamaban estosperros turcos a travs de lazos diplomticos formales, pues el es-cndalo, la versatilidad y la posible humillacin eran excesivas para sersoportadas. Los turcos, por su parte, se resistan a negociar con nadie ms quecon una embajada, aunque aceptaron la tregua de un ao en 1578, otra en 1580 y,finalmente, otra de tres aos en 1581. Esto supona una nueva etapa en lasrelaciones externas de Espaa con el Islam:desde la llegada de Felipe II nunca haba emprendido cruzadas; ahora demostrabaclaramente aprovecharse de la situacin. Despus de la misin de Margliani, fueefectiva una paz reconocida, pues parece que la paz de 1581 fue renovada en 1584

    y otra vez en 1587. Cuando reaparecieron nuevamente las hostilidades durante ladcima dcada, se trataba primariamente, por ambas partes, de una fanfarronada.Interpretar la distensin con el Turco como el fin del espritu religioso en lapoltica espaola, sera no haber entendido sta. Tanto los intereses polticoscomo los religiosos haban inspirado la poltica exterior de Felipe II desde losprimeros aos de su reinado, a semejanza de sus predeceseres. Despus de 1580sus objetivos polticos y religiosos se haban orientado hacia otra direcciny todo el peso de la fuerza que haba sido dirigida contra el Turco, ahora habade hacer frente a enemigos ms peligrosos en el Norte de Europa.

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    Mientras, iba cambiando el aspecto del Mediterrneo. A partir del novenodecenio los pases martimos septentrionales empezaron a introducirse por elestrecho de Gibraltar de forma creciente, planteando sus pretensiones decompartir el comercio oriental. Las carestas peridicas de cereales que sufranEspaa y otros pases mediterrneos especialmente agudas entre 1586 y 1590 dieron carta blanca para introducirse en esta rea a las embarcaciones inglesasy holandesas. Pero Inglaterra quera algo ms que el comercio cerealista con laCristiandad. Ms o menos desde 1578 y sobre todo desde 1581, cuando se form laCompaa de Levante, sus agentes estuvieron negociando capitulaciones mercantiles con el Turco y practicando el comercio con productos mediterrneosy orientales a cambio de telas, estao y plomo. Bernardino de Mendoza, embajadorespaol en Londres; mostr especial inters en este comercio y en noviembre de 1579 daba cuenta de lo que haba podido averiguar a Felipe II:

    Los turcos desean la amistad de los ingleses, a causa del estao que leshan enviado durante estos ltimos aos y que les resulta del mximo valor, puessin l no pueden fabricar caones; por su parte, los ingleses tambin sacangrandsimo provecho de este producto, pues slo con l mantienen su comercio conOriente... Como estos envos de estao al infiel van contra la comuninapostlica y Su Majestad ha dado orden para que no se d va libre a estoscargamentos ms all de Mesina, por perjudicar a Dios y a la Cristiandad, doyaviso al virrey de Sicilia de la salida de estos navos...

    Espaa disput ardientemente a Inglaterra su comercio porque era un medio

    de proporcionar material blico al enemigo nacional y el enemigo de laCristiandad. Pero Isabel I no era contraria a un entendimiento poltico con elTurco, sobre todo en 1580, ao de la primera capitulacin inglesa, cuando lacuestin de la sucesin portuguesa era inminente y empezaba a amenazar elequilibrio de poderes en el Atlntico. Un entendimiento con el Turco sera unmedio de atacar a Espaa sin declararle la guerra abiertamente. En noviembre de1582 Isabel firmaba las cartas credenciales de su primer embajador ante elsultn, William Harbone, que haba de ser un constante abogado de la causainglesa, tanto comercial como poltica. Comercialmente, las perspectivasinglesas eran buenas, debido a la excelencia de sus naves, el bajo precio de sus telas y la calidad de su organizacin, perfeccionada por un sistema de convoyesa partir de 1591, como proteccin contra las patrullas espaolas. Pero haba de

    por medio, tambin, un objetivo poltico y un servicio de inteligencia, que tuvouna actuacin cada vez ms intensa durante la novena dcada, cuando se preparabala Armada Invencible. Isabel buscaba una alianza con el Turco, empleando elargumento de que protestantes y musulmanes coincidan en odiar las idolatras del reyde Espaa; en concreto, deseaba que el sultn enviara una flota que atacara a Espaa en el Mediterrneo, como golpe que dividiera la atencin espaola que se encontraba enplena ofensiva contra Inglaterra. No obstante, desde un punto de vista poltico, Inglaterra haba llegado demasiado tarde al Mediterrneo. El acercamiento de Isabel al Imperio otomano no coincida con el perodo de su mximo poder agresivo, sino con el de su retirada y decadencia, cuando eran menos urgentes los motivos para atacar a Espaa y las treguas ms frecuentes. Por ello, las proposiciones inglesas fracasaron, tanto antes como despus de la Armada. polticamente, el Mediterrneo haba sido neutralizado; ahora, el campo de batalla de Espaa era el Atlntico.

    VII. Espaa y la Contrarreforma

    I. La campaa por la uniformidad

    La liquidacin de la guerra contra el Islam era una consecuencia de lacreciente presin procedente -del Norte de Europa. Aqu, tambin, surgan laspasiones religiosas: la rebelin de los Pases Bajos y la hostilidad de

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    Inglaterra constituan una afrenta para la sensibilidad catlica de losespaoles, as como un golpe para sus intereses polticos y econmicos. PeroEspaa

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    peridicamente y hacia 1583 no slo prohiba los libros de todos los herejesconocidos, sino que inclua tambin los nombres de muchos que se distinguan porsu servicio a la Iglesia catlica, como Toms Moro y Juan Fisher, fray Luis deGranada y Juan de Avila, bajo el pretexto de que algunas de sus obras, tal comoestaban escritas, se podan prestar a interpretaciones torcidas y abusivas. ElIndice prohibitorio de 1583, preparado por el inquisidor general Quiroga, ibaseguido por otro Expurgatorio en 1584, el primero de esta clase en Espaa:enumeraba las mutilaciones necesarias para que pudieran circular los libros queinclua, en lugar de condenarlos sin ms; en el, Erasmo superaba a todos losdems autores.5 Segn las normas de la Inquisicin todos los manuscritos ylibros necesitaban de la licencia de su secretario antes de publicarse y todaslas libreras y bibliotecas quedaban sujetas a inspeccin, La extensinprogresiva de la censura fue acompaada de otras medidas encaminadas a reforzarlas barreras intelectuales entre Espaa y el Protestantismo. Cuando Felipe IIdecidi retornar a Espaa en julio de 1559, dudaba sobre si dejar all alguno desus sbditos, expuesto a los peligros del contagio; en consecuencia, notific atodos los estudiantes espaoles en la Universidad de Lovaina que regresaran aEspaa antes de los cuatro meses siguientes, debiendo comparecer ante laInquisicin en el momento de efectuar su resistiera a condenar gente de relieve. Por todo ello, pedia un breve pontificio autorizndole a pasar por encima te la legislacin eclesistica vigente y a condenar a los culpables, sin tener en cuenta las circunstancias personales. Su peticin fue atendida: los breves papales de 1559 concedan a la Inquisicin espaola una jurisdiccin ilimitada aun sobre los obispos y la autorizaba a condenar a los penitenciados aun cuando pidieran misericordia, cuand

    o se creyera que su arrepentimiento no era sincero. Apoyado en semejantes poderes, descarg el golpe sobre el grupo de Valladolid por medio de dos autos de fe, en mayo y octubre de 1559. En el primero, Melchor Cano predic durante una hora; enel segundo asisti personalmente Felipe II. Cazalla, Rojas, Seso y otros doce fueron relajados al poder secular y ejecutados; de todos ellos, solamente Herrezuela muri por sus creencias y fue quemado vivo; los dems se haban retractado, por lo que primera mente fueron agarrotados y despus quemados. En tiempos ms serenos y antes de la decisin de Valds de obtener vctimas a todo trance, se habran aceptado estasretractaciones; despus de su confesin detallada y srdida, el propio Cazalla esperaba escapar a la pena mxima, quedando sorprendido al comprobar que haba ya pasado el tiempo de la misericordia. Las vctimas secundarias, que se salvaron con penas que iban de la reclusin perpetua a pequeos castigos, en realidad se pudieron considerar afortunados.

    Entretanto, era descubierto otro grupo importante luterano en Sevilla. Susinspiradores eran Juan Gil conocido generalmente como el doctor Egidio, segnla forma latinizada de su apellido y el doctor Constantino Ponce de la Fuente,cannigos de la catedral de Sevilla. Ninguno de los dos eran claramenteprotestantes. Egidio fue perseguido por la Inquisicin desde alrededor de 1550,aunque escap con un trato relativamente suave. Constantino haba sido capellnde la corte y predicador, acompaando como tal al principe Felipe por los PasesBajos y Alemania durante los aos 1549-1551. Poco despus de entrar a formarparte del Cabildo sevillano en 1556, fue atacado tanto por sus doctrinasluteranas como por su ascendencia juda. Encarcelado en 1558,muri en la crcel; despus de su muerte, fue quemado en efigie por luterano,como lo era Egidio. Mientras, el grupo sevillano haba ido creciendo de nmero,

    con dos focos de actividad: el monasterio jernimo de San Isidro y la casade Juan Ponce de Len, hijo del conde de Bailn. La Inquisicin empez aactuar cuando descubri dos cargamentos de libros herticos transportados desde Ginebra por Julin Hernndez, cuyo oficio de mulero era probablemente una excusa para este tipo de operaciones.Fueron juzgadas por la Inquisicin ms de 800 personas, muchas de ellas mujeresde familias de la alta sociedad. Mediante dos autos de fe celebrados en 1559 y1560, fueron relajadas al poder secular ms de treinta vctimas con pena demuerte, incluidos dos ingleses; las retractaciones fueron ms raras que enValladolid, por lo que hubo ms hogueras directas.

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    La poltica represiva puso fin a cualquier posibilidad de luteranismoorganizado en Espaa, si es que aqulla se dio nunca. Pero Valds todava nohaba alcanzado su mayor vctima, el arzobispo de Toledo y primado de Espaa.Bartolom de Carranza era un fraile dominico que haba enseado durante muchosaos teologa en Valladolid. Carlos V lo haba enviado al Concilio de Trento,donde se manifest inequvocamente contra el Protestantismo y a favor de ladisciplina eclesistica restaurada. Nombrado confesor del prncipe Felipe en1550, le acompa a Inglaterra en 1554 y estuvo all tres aos, predicando confrecuencia en la Capilla Real; al comienzo parece que recomendaba moderacin enlas relaciones con los protestantes ingleses, pero luego, cuando fue acusadopersonalmente de Protestantismo, dese naturalmente apartar cualquier duda y seufan de haber sido mucho ms antiprotestante que el resto del acompaamientoclerical de Felipe y de haber usado de su influjo para enviar a Cranmer a lapira. En 1557 fue nombrado arzobispo de Toledo y casi inmediatamente despus susenemigos le acusaron de hereja a la Inquisicin, aduciendo sus famososComentarios sobre el Catecismo Cristiano. Ahora quedaba clara la intencin delinquisidor general al pedir permiso al pontfice para juzgar tambin a los prelados. Valds haca tiempo que envidiaba la carrera de Carranza, y la promocin de su rivala la sede de Toledo, recompensa por la que l tambin suspiraba, slo acreci su odio. Carranza tena otro enemigo personal en Melchor Cano; ambos haban sido rivales acadmicos desde sus das estudiantiles y como profesores de Valladolid; poca misericordia poda esperar de Cano. Por tanto, su arresto el 22 de agosto de 1559 no fue un acto imparcial de justicia sino que reflejaba hasta cierto punto las rencillas personales de parte de sus detractores. Para desgracia de Carranza, su lenguaje te

    olgico no era afilado ni cuidadoso; aunque de ninguna manera fue un hereje, estaba inclinado a expresiones exageradas que podan ser mal interpretadas por cualquier malicioso que quisiera ver herejas donde nadie lo pretenda. La malicia de Valds y de la Inquisicin espaola mantuvo encarcelado a Carranza en Valladolid dur