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Estado Ortega y Gasset
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1
EL ESTADO Y LA IDEA ORTEGUIANA DE NACIN. ESPAA Y EUROPA COMO
CIRCUNSTANCIAS
Fernando H. Llano Alonso
Profesor Titular de Filosofa del Derecho
Universidad de Sevilla
RESUMEN: En el presente trabajo se analizan dos temas del pensamiento poltico
de Jos Ortega y Gasset tan centrales como poco conocidos: el concepto de Estado
y la idea de nacin. En ambos casos se trata de conceptos circunstanciales que han
ido evolucionando a lo largo de la historia. En particular, por lo que se refiere a la
obra orteguiana, esta evolucin es fcil de apreciar si se comparan tres de sus
libros ms representativos de su pensamiento poltico: Espaa invertebrada (1922);
La rebelin de las masas (1930); y De Europa Meditatio Quaedam (Meditacin de
Europa) (1960). Al hilo de lo expuesto en estos libros, en el presente artculo se
someter precisamente a estudio la relacin existente entre la idea de Estado y el
concepto de nacin en Ortega, a partir de cuatro premisas: 1) la nacin concebida
desde un punto de vista dinmico, circunstancial e histrico; 2) las contradicciones
internas de la ontologa orteguiana de la nacin; 3) la nacin entendida a veces
como sinnimo y otras como contrapunto del Estado; y, finalmente, 4) la
interpretacin no nacionalista del trmino nacin por parte de Ortega.
ABSTRACT: The current article analyses two topics of Jos Ortega y Gassets
Political Thought which are as essential as not very well known: the notion of State
and the idea of Nation. Both of them are circumstantial concepts which have been
developed throughout history. Particularly, regarding Ortegas work, this
development is easy to see comparing three of the most representative works of his
Political Philosophy: Invertebrate Spain (1922); The Revolt of the Masses (1930);
and De Europa Meditatio Quaedam (Meditation on Europe) (1960). Following the
thread of these books, in this article we will analyze the link between both concepts
(Nation and State) in Ortega starting from following premises: 1) the Nation from
a dynamic, circumstantial and historical point of view; 2) internal contradictions in
2
Ortegas Nations ontology; 3) the Nation sometimes understood as synonym,
sometimes as counterpoint, of the State; 4) finally, Ortegas non-nationalist
interpretation of the term Nation.
PALABRAS CLAVE: Filosofa poltica, Nacin, Estado, Europesmo, Federalismo
europeo
KEY WORDS: Political Philosophy, Nation, State, Europeanism, European
Federalism
3
SUMARIO:
I. PLANTEAMIENTO: ALGUNAS CONSIDERACIONES EN TORNO A LA IDEA DE
NACIN EN LA OBRA ORTEGUIANA. II. EL CARCTER DINMICO DE LA NACIN
COMO PROYECTO DE EMPRESA COMN ABIERTO AL FUTURO II. EL CARCTER
DINMICO DE LA NACIN COMO PROYECTO DE EMPRESA COMN ABIERTO AL
FUTURO. III. A PROPSITO DE LAS CIRCUNSTANCIAS VARIABLES Y CONSTANTES
DEL CONCEPTO ORTEGUIANO DE NACIN. IV. NACIN Y/O ESTADO: TRASUNTO
O CONTRAPUNTO? IV.1 LA NACIN FRENTE AL ESTADO. IV.2 LA NACIN EN EL
ESTADO IV.3 EL ESTADO EN LA NACIN. V. A MODO DE CONCLUSIN: LA IDEA
ORTEGUIANA DE EUROPA COMO ESTADO ULTRANACIONAL.
No lo que fuimos ayer, sino lo que vamos a hacer maana juntos nos rene en el Estado.
Jos Ortega y Gasset, La rebelin de las
masas, 1930
I. PLANTEAMIENTO: ALGUNAS CONSIDERACIONES EN TORNO A LA IDEA DE
NACIN EN LA OBRA ORTEGUIANA
Aunque la idea de nacin ocupa un lugar preferente en la obra filosfico-poltica
de Ortega, no es posible identificar, como ocurre con otros conceptos centrales de su
doctrina socio-jurdica, un texto especfico que est dedicado a tratar
monogrficamente esta cuestin. Sin embargo, es preciso aadir que, junto a las
numerosas referencias dispersas en muchos de sus escritos, hay, al menos, tres trabajos
que merecen especial atencin por su especial relacin con el tema que da ttulo a este
artculo: Espaa invertebrada (1922); La rebelin de las masas (1930); y De Europa
Meditatio Quaedam (Meditacin de Europa) (1960)1
1 Soy consciente de haber dejado fuera de esta terna una cuarta obra en la que el concepto de nacin tiene una presencia no menos relevante: La redencin de las provincias (1931). Sin embargo, teniendo en cuenta que este ensayo constituye para muchos la gran teorizacin de Ortega en torno a la reforma territorial del Estado y la defensa de un
.
4
En mi opinin, un estudioso del pensamiento poltico de Ortega que llevara a cabo
una lectura comparada de estos ensayos, podra extraer fcilmente algunas
conclusiones interesantes: la primera de ellas sera que la nacin no aparece en dichos
trabajos como un trmino esttico, definitivo o uniforme, sino todo lo contrario, ms
bien como un concepto dinmico, provisional (en tanto que temporal) y complejo (ya
que, como veremos, se trata de un concepto circunstancial que ha ido evolucionando al
ritmo marcado por los acontecimientos histricos y los problemas vitales ante los que se
ha ido enfrentando en cada momento el hombre moderno).
Otra consideracin que tal vez podra hacerse al hilo de la anterior reflexin es
que, del mismo modo que no hay una teora del Estado dentro de la filosofa orteguiana
(sino ms bien una idea), tampoco sera muy riguroso afirmar que Ortega defiende la
existencia de una teora general de la nacin tout court, puesto que, aunque el
problema conceptual de la nacin aparezca segn Bastida- con obsesiva reiteracin a
lo largo de su obra2
En tercer lugar, a propsito de esta clasificacin objetivista/subjetivista de la
nacin a la que acabamos de referirnos, hay otro hecho que podra causar perplejidad
en aquel investigador que pretendiera analizar la relacin existente entre el Estado y la
nacin en el pensamiento poltico de Ortega. A este respecto, sirvindonos de la
conocida distincin establecida por Meinecke entre la Kulturnation y la Staatsnation
, lo cierto es que nuestro autor se referir en sus escritos a la nacin
unas veces en su acepcin cultural, objetivo o esencialista (como ocurre en
Rectificacin de la Repblica, de 1931), otras, en cambio, lo har desde un punto de
vista poltico, subjetivo o voluntarista (como puede apreciarse en Espaa invertebrada
o en La rebelin de las masas), y otras incluso, sobre todo en su madurez, apelar a la
nacin en sentido eclctico (por ejemplo, en Una interpretacin de la historia universal
o en De Europa Meditatio Quaedam, de 1949); en todo caso, ms adelante tratar de
encontrar una explicacin satisfactoria a esta contradiccin interna presentada por la
ontologa orteguiana de la nacin.
3
programa de poltica nacional, he optado por ocuparme de su estudio en el ltimo captulo de mi monografa ms reciente que se titula: El Estado en Ortega y Gasset, Madrid, 2010.
,
2 BASTIDA FREIXEDO, X., La bsqueda del grial. La teora de la nacin en Ortega, Revista de Estudios Polticos (Nueva poca), n 96 (1997), p. 43. Esteban Polakovic ha ido an ms lejos al aseverar que a Ortega le atormentaba ese problema (el de la nacin), aunque en lugar de referirse como hace Bastida- a la teora de la nacin en Ortega, el estudioso argentino prefiere utilizar el trmino nacionologa. Cfr., POLAKOVIC, E., Teora de la nacin. Nacionologa de J. Ortega y Gasset, E. Renan y L. Stur, Madrid, 1983, pg. 45. 3 MEINECKE, F., Weltbrgentum und Nationalstaat (1907), Mnchen, 1962, pg. 10. Segn explica este autor, el trmino Kulturnation se refiere a la nacin construida a partir de unos datos culturales y unos vnculos naturales e identitarios comunes, con independencia de la adscripcin voluntaria de sus miembros, y sin que sea necesaria la
5
podramos convenir que en buena parte de sus escritos Ortega menciona en sentido
poltico el trmino nacin, aunque con mayor o menor claridad, o sea, entendindolo
como expediente de cohesin dentro del Estado (llegando en algunas ocasiones, como
podremos comprobar posteriormente, hasta equiparar ambos vocablos). No obstante,
hay otros trabajos orteguianos (por ejemplo un artculo publicado en la revista Espaa
el 12 de febrero de 1915) en los que la nacin es valorada como el contrapunto del
Estado4
Por ltimo, a tenor de la antipata profesada por Ortega hacia el internacionalismo
un sentimiento que pondra de manifiesto ya desde sus primeros artculos, como La
guerra, los pueblos y los dioses (1915)
.
5- y, consiguientemente, si tomamos al pie de la
letra todo lo dicho por nuestro autor sobre la necesidad de nacionalizar urgentemente
la vida poltica espaola, algunos crticos podran deducir, como en efecto ha sucedido,
que el concepto orteguiano de nacin coincidira con la tpica definicin que de este
trmino podra hacer cualquier nacionalista (en este caso, un nacionalista espaol)6. Sin
embargo, difcilmente podra asumir una interpretacin nacionalista de la nacin quien,
como Ortega, cree que el nacionalismo es un concepto agresivo, tribal y excluyente que
se halla en las antpodas de su idea integradora y plural de Espaa, una realidad
entendida como gran unidad histrica y como unidad de destino, que habr de
converger junto a las dems grandes naciones de Europa en un espacio de convivencia
comn (es decir, en la realidad ultranacional sobre la que algn da se edificar el
Estado supernacional europeo)7
existencia de un Estado previamente constituido, mientras que la Staatsnation parte ex post de un Estado ya constituido, por lo que acta como factor de cohesin interna y como condicin legitimadora del mismo, en la medida en que se trata de una construccin comunitaria basada en la voluntad individual ciudadana representada simblicamente por la figura del contrato social.
.
4 La nacin frente al Estado (1915), I, pgs. 836-838. En el presente trabajo, por cierto, se citan dos ediciones de las Obras completas de Ortega: la primera fue la que prepar en 1983 Paulino Garagorri para Revista de Occidente/Alianza Editorial, Madrid (12 volmenes), y la segunda, que es la que desde el ao 2004 est publicando la Fundacin Jos Ortega y Gasset/Taurus, Madrid (esta edicin, que a mi juicio es ms completa, consta de 10 volmenes, de los cuales, a da de hoy, han sido publicados 8). As pues, de ahora en adelante, para distinguir mejor la edicin antigua de la nueva, cuando las citas aludan a la edicin de 1983, antepondr las siglas Oc83, seguidas del tomo correspondiente en romanos y las pginas en arbigos. En cambio, cuando las citas aludan a la edicin contempornea (2004-2010), aparecer reflejado el ttulo de la obra en cursiva (si es un libro) o entre comillas (si es un artculo), seguido del tomo correspondiente en romanos y las pginas en arbigos. 5 La guerra, los pueblos y los dioses (1915), I, pgs. 914-918. 6 RECALDE, J. R., La construccin de las naciones, Madrid, 1982, pgs. 111 y ss. DE BLAS GUERRERO, A., Sobre el nacionalismo espaol, Cuadernos y Debates, n 15 (1989), pgs. 62 y ss. GARCA TREVIJANO, A., Del hecho nacional a la conciencia de Espaa o El discurso de la Repblica, Madrid, 1994; BASTIDA FREIXEDO, X., La bsqueda del grial. La teora de la nacin en Ortega, op. cit., pgs. 56. 7 Miscelnea socialista (1912), I, pg. 567; La rebelin de las masas (1930), IV, pg. 493; Europa y la idea de nacin, Madrid, 2003 (3 ed.), pg. 92.
6
En el presente trabajo someter a estudio la relacin existente entre la idea de
Estado y el concepto de nacin en Ortega, precisamente a partir de estas cuatro
conclusiones que acaban de adelantarse: la nacin concebida desde un punto de vista
dinmico, circunstancial e histrico; las contradicciones internas de la ontologa
orteguiana de la nacin; la nacin entendida a veces como sinnimo y otras como
contrapunto del Estado; y, finalmente, la interpretacin no nacionalista del trmino
nacin por parte de Ortega. A travs de los interrogantes estructurados en estos cuatro
apartados, a partir de los cuales pretendo justificar la importancia que el hecho
nacional tiene en la obra de nuestro filsofo, sintetizar las principales claves de la
idea orteguiana de nacin, en general, y la de la nacin espaola y la supernacin
europea, en particular8
.
II. EL CARCTER DINMICO DE LA NACIN COMO PROYECTO DE EMPRESA COMN
ABIERTO AL FUTURO
Como toda produccin caracterstica de la vida humana, la nacin tiene carcter
histrico. Teniendo en cuenta este carcter provisional y variable de la nacin,
carecera de sentido que nos preguntemos cul puede ser la naturaleza de un concepto
que, como todo lo humano, es insustancial9. A este rasgo de comn historicidad,
compartido por el hombre y la nacin, se refiere Ortega cuando se pregunta quin hace
la nacin y responde que, a diferencia de la Ciudad-Estado, que fue construida por los
individuos, a la Nacin la hace la historia, por eso es de tanta suculencia10
8 A propsito de la importancia que la teora de la nacin tiene para la filosofa orteguiana, cfr., DE BLAS GUERRERO, A., Nacin y nacionalismo en la obra de Ortega y Gasset, en F. H. LLANO y A. CASTRO (eds.), Meditaciones sobre Ortega y Gasset, Tbar, Madrid, 2005, pgs. 647-670.
. En otras
palabras: la nacin, que surgir en la Modernidad como una nueva forma de
organizacin de la convivencia humana, suceder histricamente tanto a la plis como a
los imperios, y encontrar en el Estado (en la institucin de la nacin-Estado) su
principal componente dinmico. A diferencia de la Ciudad, que como organizacin
poltica creada a partir del pacto o acuerdo voluntario de los poltai [ciudadanos]
comienza siendo un Estado, la Nacin es algo previo a la voluntad constituyente de sus
miembros (para evitar equvocos, conviene insistir en que Ortega hace esta lectura tan
objetivista de la nacin slo en algunos escritos y en una fase determinada de su
9 Cfr., GARAGORRI, P., Ortega, una reforma de la filosofa, Revista de Occidente, Madrid, 1958, pg. 81. 10 De Europa Meditatio Quaedam, Oc83, IX, pg. 282.
7
itinerario intelectual)11. Por otra parte, la nacin tampoco puede fundarse como la
plis, sino tan slo nacerse en ella, por lo que slo llegar a ser Estado en su fase de
plena maduracin. La nacin, en suma, tiene para Ortega un origen vegetativo,
espontneo y como sonmbulo que contrasta con la gnesis jurdico-poltica de la
Ciudad12
Ahora bien, en opinin del filsofo madrileo, hay una singularidad en la Nacin
que sirve para distinguirla definitivamente de la Ciudad, y es que, mientras que la plis
vive enclavada en un perpetuo presente, la Nacin posee una extraordinaria dimensin
de futuro que se concreta en un proyecto de vida en comn que se identifica con un
Estado que es puro dinamismo
.
13. En esta empresa comn se combinan, a la vez, dos
fuerzas: la vis a tergo de la tradicin (el arrastre inercial del pasado) y la vis
proiectiva (la fuerza creadora de futuro o el ideal de vida hacia el porvenir)14. Por
eso, advierte Ortega, para que haya una verdadera nacin no basta con que se
consolide una comunidad de raza, lengua, sangre o religin dentro de un mismo
territorio, porque como ya se ha dicho- la nacin es, ante todo, un sujeto poltico que
forma parte activa del Estado, un proyecto sugestivo de vida en comn cuya realidad es
puramente dinmica (al contrario que la plis, cuya dimensin sera esttica) y se
encuentra siempre en permanente y efectivo hacer15
.
No es la comunidad anterior, pretrita, tradicional o inmemorial en suma:
fatal o irreformable-, la que proporciona ttulo para la convivencia poltica, sino la
comunidad futura en el efectivo hacer. No lo que fuimos ayer, sino lo que vamos a
hacer maana juntos nos rene en el Estado16
.
La dimensin dinmica de la nacin se entender en su plenitud si se contempla a
la luz de la razn histrica, la cual no obedece a un factum, sino a una concreta
realidad in fieri, pues, como sostuviera Ortega en Historia como sistema (1941), toda
11 En sentido anlogo se ha pronunciado recientemente Andrs DE BLAS, Nacin y nacionalismo en la obra de Ortega y Gasset, op. cit., pg. 657. 12 Ibid., pg. 61. 13 La rebelin de las masas, op. cit., pg. 484: Nacin en el sentido que este vocablo emite en Occidente desde hace ms de un siglo- significa la unin hiposttica del Poder pblico y la colectividad por l regida. 14 De Europa Meditatio Quaedam, op. cit., pgs. 283-286. 15 J. A. Maravall no cree que esta sea una definicin de la nacin completamente original de Ortega, de hecho, piensa que en la misma se evocan aquellas palabras de Adam Mller en las que se exhortaba a hacer sugestiva y obligatoria la gran asociacin. Cfr., MARAVALL, J. A., La aportacin de Ortega al desarrollo del concepto de nacin, Cuadernos Hispanoamericanos, n 403-405 (1984), pg. 528.
8
realidad humana, social o histrica como la nacin- tiene el carcter diacrnico y
procesal del quehacer. Al hilo de esta ltima consideracin nuestro autor propone,
frente a la razn pura fsico-matemtica, una razn capaz de narrar el proceso
histrico y vital por el que transita el hombre.
Para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una
historia. Este hombre, esta nacin hace tal cosa y es as porque antes hizo tal otra
y fue de tal otro modo. La vida slo se vuelve un poco transparente ante la razn
histrica17
.
En el anlisis histrico encuentra Ortega el mtodo adecuado para aclarar la idea
de nacin, porque a las naciones, como al hombre, no hay que buscarlas en la
naturaleza, sino en la historia18
. No obstante, observa Ortega en Espaa invertebrada,
la tradicin es solamente una condicin necesaria, pero no suficiente, para que la
nacin exista. No basta con la conformidad de los ciudadanos de permanecer juntos en
la comunidad nacional, sino que adems se requiere su compromiso con la realizacin
de un programa de vida en comn (de un quehacer colectivo). En este sentido escribir:
No es el ayer, el pretrito, el haber tradicional, lo decisivo para que una
nacin exista () Las naciones se forman y viven de tener un programa para el
maana19
.
A tenor de estas palabras podemos concluir que, a juicio de Ortega, para que se
pueda garantizar la continuidad de la nacin no basta con revivir la resonancia del
pasado, sino que debe introducirse tambin un elemento innovador: una voluntad de
renovacin cotidiana de su proyecto comn de futuro. Ntese en este punto la
influencia en Ortega de la metafrica definicin de nacin acuada por Ernest Renan:
un plbiscite de tous jours [un plebiscito de todos los das]20
16 La rebelin de las masas, op. cit., pg. 485.
. Aunque ms adelante
volveremos sobre este argumento, conviene adelantar que, al menos en este escrito de
17 Historia como sistema, VI, pg. 71. 18 MARAVALL, J. A., La aportacin de Ortega al desarrollo del concepto de nacin, op. cit., pg. 527. En sentido anlogo, POLAKOVIC, E., Teora de la nacin. Nacionologa de J. Ortega y Gasset, E. Renan y L. Stur, op. cit., pgs. 50 y 72. 19 Espaa invertebrada. Bosquejo de algunos pensamientos histricos, III, pg. 442.
9
los aos 20, al igual que el clebre polgrafo francs Ortega tiene la conviccin de que,
al acotar conceptualmente el trmino nacin, es preciso mantener en equilibrio la
doble dimensin objetiva/subjetiva del mismo. En efecto, ambos autores son
conscientes del peligro que entraa una interpretacin extrema tanto de la tesis
objetivista (que podra desembocar en un nacionalismo tnico y orgnico como el que
abon en la Alemania de la primera posguerra mundial el terreno del nazismo), como de
la tesis subjetivista (que igualmente podra degenerar en un nacionalismo de tipo
voluntarista). Una nacin necesita tener un presente y un futuro, pero, teniendo en
cuenta que ninguna nacin es improvisable, tambin precisa de un pasado que legitime
su derecho a existir como tal21
Sin embargo, pese a que Renan intuy la ndole dual de la nacin, e incluso lleg a
relacionar sus componentes con dimensiones temporales de la vida humana, al exponer
su tesis plebiscitaria cometi el error de no advertir que el dinamismo de la nacin no
se constata en el presente, sino en el futuro. Para Ortega, en cambio, el carcter
dinmico de la nacin est basado en dos postulados metapolticos que condicionan
cualquier proceso de construccin nacional que aspire a la creacin de una nacin-
Estado: de un lado, en la ilusin de futuro que comparten los individuos que la
conforman y, de otro, en el proyecto que tienen stos de hacer algo en comn
.
22. En
relacin con dicha ilusin bastara con que nos remitiramos a lo que ya explicado en un
artculo anterior sobre la teora del origen deportivo del Estado, puesto que en esta
tesis subyace la confianza en alcanzar, a travs de un procedimiento permanente de
toma de decisiones y de convergencia de afanes, un objetivo comn: la adhesin
voluntaria a la nacin como unidad de convivencia poltica23
20 RENAN, E., Quest-ce quune nation? et autres crits politiques (1882), Paris, 1996, pg. 240.
. Respecto a la
consideracin de la nacin como una empresa o proyecto de vida comn, merece
destacarse su fuerza integradora, la capacidad de atraer hacia ese nuevo y sugestivo
modelo de convivencia nacional-estatal a grupos humanos que histricamente haban
venido coexistiendo entre s aunque de manera yuxtapuesta. La combinacin de ambos
21 Cfr., RENAN, E., Quest-ce quune nation? et autres crits politiques, op. cit., pg. 241. ORTEGA Y GASSET, J., Espaa invertebrada, op. cit., pg. 457. Para una explicacin ms amplia del concepto renaniano de nacin, vid., DE BLAS GUERRERO, A., Nacionalismo e ideologas polticas contemporneas, Madrid, 1984, pg. 51. Vase tambin, del mismo autor, Renan, Ernest, en Enciclopedia del nacionalismo (dir. A. DE BLAS), Tecnos, Madrid, 1997, pgs. 462-463. 22 Respecto a estas dos condiciones metapolticas de Ortega aplicadas a su idea de nacin, cfr., LASAGA MEDINA, J., Europa versus nacionalismo (Examen de algunas ideas de Ortega sobre nacionalismo, Revista de Estudios Orteguianos, n 5 (2002), pg. 120.
10
presupuestos (proyecto de hacer algo en comn e ilusin de futuro) se hallan presentes
en la concepcin orteguiana del Estado nacional, tal y como se pone de manifiesto en el
siguiente texto, extrado de La rebelin de las masas:
El Estado es siempre, cualquiera que sea su forma primitiva, antigua,
medieval o moderna-, la invitacin que un grupo de hombres hace a otros grupos
humanos para ejecutar juntos una empresa. Esta empresa, cualesquiera sean sus
trmites intermediarios, consiste a la postre en organizar un cierto tipo de vida en
comn. Estado y proyecto de vida, programa de quehacer o conducta humanos, son
trminos inseparables. Las diferentes clases de Estado nacen de las maneras segn
las cuales el grupo empresario establezca la colaboracin con los otros. As, el
Estado antiguo no acierta nunca a fundirse con los otros. Roma manda y educa a
los italiotas y a las provincias, pero no los eleva a unin consigo. En la misma urbe
no logr la fusin poltica de los ciudadanos. No se olvide que, durante la
Repblica, Roma fue en rigor dos Romas: el Senado y el pueblo. La unificacin
estatal no pas nunca de mera articulacin entre los grupos, que permanecieron
externos y extraos los unos a los otros. [] Pero los pueblos nuevos traen una
interpretacin del Estado menos material. Si es l un proyecto de empresa comn,
su realidad es puramente dinmica; un hacer, la comunidad en la actuacin. Segn
esto, forma parte activa del Estado, es sujeto poltico, todo el que preste adhesin
a la empresa raza, sangre, adscripcin geogrfica, clase social, quedan en
segundo trmino. [] De aqu la facilidad con que la unidad poltica brinca en
Occidente sobre todos los lmites que aprisionaron al Estado antiguo. Y es que el
europeo, relativamente al homo antiquus, se comporta como un hombre abierto al
futuro, que vive conscientemente instalado en l y desde l decide su conducta
presente24
.
Aunque en primera instancia Ortega coincide con Renan al definir al Estado
nacional como una estructura histrica de carcter plebiscitario, lo cierto es que, a la
hora de la verdad, slo el filsofo espaol parece ser consciente de la importancia de
un detalle aparentemente insignificante que, como en el caso del pensador francs,
23 LLANO ALONSO, F. H., La teora orteguiana sobre el origen deportivo del Estado, Revista de Estudios Orteguianos, n 18 (2008), pgs. 139-174. 24 La rebelin de las masas, op. cit., pgs. 484-485.
11
puede pasar desapercibido: y es que el plebiscito decide el porvenir de la nacin, y que
sta constituye un excelente programa para el maana. Si la nacin indica Ortega
desmarcndose de Renan- consistiese exclusivamente en principios tan estticos y
rgidos como la sangre, el idioma o el comn pasado ni siquiera merecera la pena
defenderla, porque se tratara tan slo de un concepto arcaizante. Por consiguiente,
concluye Ortega, la causa que en realidad nos impulsa a comprometernos con nuestra
nacin y alienta nuestro patriotismo es la conviccin de que de ella depende nuestro
futuro. Por lo dems, aunque la idea de nacional se halle lastrada por recuerdos
compartidos, y est condicionada por la renovacin cotidiana de la voluntad de
adhesin a esta empresa o quehacer colectivo que es la nacin, resulta un hecho
estupefaciente que en ella triunfe siempre el puro principio de unificacin humana en
torno a un incitante programa de vida25
Las tres naciones ms antiguas de Europa (Inglaterra, Francia y Espaa) poseen, de
acuerdo con el anlisis histrico de Ortega, un denominador comn, y es que fueron las
primeras del Viejo Continente en constituirse como Estados despus de completar las
tres etapas clsicas que hay en todo proceso de creacin y unificacin nacional, a
saber: en primer lugar, la fusin de varios pueblos en una unidad de convivencia
poltica y moral (una versin todava primitiva del Estado) que empieza actuando
especialmente en aquellos grupos que se hallan ms cercanos en trminos geogrficos,
tnicos y lingsticos; en segundo lugar, nos encontraramos con el denominado proceso
de consolidacin, momento en el que el nuevo Estado se repliega hacia dentro por
considerar como extraos y rivales a los otros pueblos, aunque ello no sea bice para
que convivan econmica, moral e intelectualmente entre ellos (este es justamente el
instante en el que el proceso nacional se convierte en exclusivista, es decir, se hace
nacionalista); por ltimo, el tercer perodo de este proceso gentico se corresponde con
la versin ms madura de la nueva idea nacionales, es el momento en el que el Estado
goza ya de plena consolidacin y surge una nueva empresa: unirse a los pueblos que
hasta ese instante haban sido sus enemigos
.
26
Como prototipo de la potencia de nacionalizacin que, a travs de las tres fases
consabidas, impulsa vitalmente la unificacin poltica de un Estado, Ortega se refiere al
.
25 Ibid., pg. 487. 26 Ibid., pg. 489. Esta clasificacin por etapas del proceso gentico de las naciones creo que encuentra un complemento ideal en la tesis defendida por Hans KOHN en el primer captulo de su libro: Nationalism: Its Meaning and History (1955), Toronto-New York-London, 1965 (2 ed.), pgs. 9-15.
12
proceso de incorporacin que Castilla impone progresivamente a los dems pueblos
peninsulares hasta ver realizado su incitador proyecto de la Espaa una como nacin
poltica -o sea, como Estado nacin- tras la fusin, al filo de la modernidad, de los
proyectos de poltica internacional de las coronas de Castilla y Aragn. Este proyecto de
incorporacin nacional aade Ortega- ira aumentando mientras Espaa tuvo empresas
a las que dar cima y en tanto que hubo un sentimiento compartido de vida en comn.
En el momento en que nuestra nacin perdi esa fuerza expansiva y abandona su
Weltpolitik, comienza a resquebrajarse a medida que va ganando terreno el
particularismo. Precisamente el particularismo es uno de los males principales que
aquejan a la Espaa del primer perodo de entreguerras (el de la dcada de los 20).
Esta es el principal motivo por el que Ortega asevera en Espaa invertebrada que: Hoy
es Espaa, ms bien que una nacin, una serie de compartimentos estancos27
. De
acuerdo con este diagnstico orteguiano, la sociedad espaola se consuma por
entonces vctima del particularismo que haba empezado por el Poder central y acab
extendindose hasta la eclosin a finales del siglo XIX- de los nacionalismos perifricos.
Este pesimismo de Ortega respecto al futuro de la nacin espaola fue el que, por aqul
entonces, le llev a afirmar que:
Castilla ha hecho a Espaa, y Castilla la ha deshecho [] Espaa se va
deshaciendo, deshaciendo Hoy ya es, ms bien que un pueblo, la polvareda que
queda cuando por la gran ruta histrica ha pasado galopando un gran pueblo28
.
A fin de evitar incurrir en errores o excesos exegticos propios lecturas
descontextualizada de esta obra (acaso sea la interpretacin pronacionalista de
Polakovic29
27 Espaa invertebrada, op. cit., pg. 460.
, que extrae consecuencias excesivas y rotundas en torno al supuesto
esencialismo castellanista de Ortega, el supuesto ms significativo de dicha
tergiversacin textual), convendra como propone Andrs de Blas- circunscribir estas
28 Ibid., pp. 455 y 457. Entre esta tesis orteguiana y la de Snchez-Albornoz, segn la cual: Castilla hizo a Espaa y Espaa deshizo a Castilla, hay una postura intermedia que me parece especialmente lcida; me refiero a la frmula de Julin Maras, que vendra a sugerir una suerte de tercera va: Castilla se hizo Espaa, frmula que l mismo aclarara poco despus diciendo: Castilla se dedic, no a hacer Espaa, sino a hacerse Espaa. Lo que, al fin y al cabo, quiere decir Maras es que la espaolizacin de Castilla es un primer paso hacia la nacionalizacin, la invencin, el descubrimiento o hallazgo de una nueva forma de convivencia histrica, un nuevo modelo de sociedad y de Estado que es, ni ms ni menos, que la nacin espaola. Cfr., MARAS, J., Espaa inteligible. Razn histrica de las Espaas, Alianza Editorial, Madrid, 1985, pgs. 145 y 151.
13
lapidarias palabras de Ortega dentro de un perodo concreto de nuestra historia, y
entenderlas sobre todo como una advertencia o aldabonazo frente a la
insensibilizacin de la conciencia nacional ante fenmenos tan antisociales y disolventes
como el particularismo y la accin directa que entonces ponan en riesgo a las
democracias liberales europeas30
Esta visin tan negativa de la realidad nacional espaola se vera corregida a partir
de 1929, un ao el de gran crack burstil- en el que las perspectivas econmicas y
polticas para nuestro pas y el resto de naciones europeas eran bastante sombras. En
efecto, a punto de estrenar la nueva dcada, Ortega se decidira a entrar en poltica
porque entenda que haba que construir urgentemente un nuevo Estado mediante un
gran ensayo de reorganizacin nacional
.
31. Es sabido que, conforme fueron pasando los
primeros aos de la dcada de los 30, Ortega se ira distanciando de la vida poltica
(fundamentalmente debido a su desacuerdo con la marcha de la II Repblica y a su
posterior exilio tras el estallido de la Guerra Civil espaola); sin embargo, frente al
fracaso de su proyecto poltico nacional, lo que nuestro autor seguira manteniendo
contra viento y marea sera su fe inquebrantable en la solucin europea, como
tendremos ocasin de comprobar en el ltimo epgrafe del presente artculo32
.
III. A PROPSITO DE LAS CIRCUNSTANCIAS VARIABLES Y CONSTANTES DEL
CONCEPTO ORTEGUIANO DE NACIN
Como seal al principio, creo que tiene razn Friedrich Meinecke cuando afirma
que no existen leyes generales para explicar el proceso creativo de las naciones, pues
para este propsito slo el anlisis de la casustica resulta til33
29 POLAKOVIC, E., Teora de la nacin. Nacionologa de J. Ortega y Gasset, E. Renan y L. Stur, op. cit., pgs. 55 y ss.
. En lo sucesivo ser
oportuno tener muy en cuenta esta advertencia porque corresponde al autor que en su
da acu y distingui tericamente dos trminos centrales en el estudio de la doctrina
30 DE BLAS GUERRERO, A., Nacin y nacionalismo en la obra de Ortega y Gasset, op. cit., pgs. 655-656. 31 ZAMORA BONILLA, J., Ortega y Gasset, Barcelona, 2002, pg. 305. 32 El protoeuropesmo militante de Ortega data al menos de 1914. Ese ao, el filsofo espaol public su primer libro: Meditaciones del Quijote, obra en la que nuestro autor hace la siguiente declaracin: "No me obliguis a ser slo espaol, si espaol slo significa para vosotros hombre de la costa reverberante. No metis en mis entraas guerras civiles; no azucis al ibero que va en m con sus speras, hirsutas pasiones contra el blondo germano, meditativo y sentimental, que alienta en la zona crepuscular de mi alma. Yo aspiro a poner paz entre mis hombres interiores y los empujo hacia una colaboracin. Cfr., Meditaciones del Quijote, I, pg. 787. 33 MEINECKE, F., Weltbrgentum und Nationalstaat (1907), R. Oldenbourg, Mnchen, 1962, pg. 10.
14
nacionalista: la nacin cultural (Kulturnation) y la nacin poltica (Staatsnation)34.
El primer trmino hara referencia a una entidad o comunidad pre-estatal que
aglutinara a sus miembros apelando a unos mismos vnculos histricos, religiosos,
tnicos o lingsticos que supuestamente les confieren homogeneidad e identidad y, por
ello, les diferencian de otras naciones o colectivos humanos. El segundo concepto, en
cambio, estara aludiendo ms bien a una realidad construida sobre la base de una
historia poltica, unos lmites territoriales y una tradicin jurdica comunes para los
individuos que se integran en sta, y cuya finalidad prioritaria sera, conforme al
principio de autodeterminacin, la de constituir un Estado nacional35. Es verdad que,
como suele presumirse, abundan los ejemplos en los que la construccin de un Estado
nacional es la consecuencia de la transformacin de una nacin originalmente cultural
en una nacin poltica: tal es el caso, como apunta el propio Meinecke, de Inglaterra o
Francia; pero no es menos cierto que tambin existen otros Estados nacionales fundados
exclusivamente a partir de una nacin poltica sin que para su unificacin haya sido
necesaria la previa accin unificadora de una nacin cultural, y la Confederacin
Helvtica, es decir, Suiza, es una buena prueba de ello; dentro de esta diversidad
gentica de los Estados nacionales, habra incluso un tercer grupo eclctico en el que
los Estados nacionales seran el producto derivado de la simbiosis entre una parte
desgajada de una nacin cultural (o de una nacin cultural dominante que absorbe a las
colindantes) con una nacin poltica, y el mejor ejemplo lo han proporcionado
histricamente aquellos Estados nacionales que, como Austria o Prusia, se han fundado
bajo el imperio de un rgimen absolutista o aristocrtico-parlamentario36
34 Ibid., pg. 10.
. En este
sentido, estimo que una muestra excelente de la artificialidad de la que adolece
cualquier intento o pretensin terica de sistematizar, en unos simples esquemas o
estereotipos conceptuales, el largo y complejo proceso de formacin de los Estados
nacionales, nos la proporciona, sin ningn gnero de dudas, el estudio de la evolucin
del concepto orteguiano de nacin, sobre el que se han vertido tantas crticas y plantea
no pocas interrogantes a las que pretendo dar respuesta en el presente apartado.
35 He preferido ser fiel a la traduccin que tradicionalmente ha venido haciendo de estos dos trminos meineckeianos la doctrina espaola, a pesar de que no existe una traduccin castellana de esta obra. Dentro de las lenguas romances, la nica traduccin que he manejado ha sido la italiana de A. OBERDORFER, aunque en ella se ha traducido el segundo trmino (Nationalstaat) como nacin territorial. Vid. MEINECKE, F., Cosmopolitismo e Stato nazionale (I), trad. it. de A. Oberdorfer, La Nuova Italia Editrice, Perugia-Venezia, 1930, pg. 3. 36 MEINECKE, F., Weltbrgentum und Nationalstaat, cit., pgs. 14-15.
15
Al abordar la cuestin del significado que la idea de nacin posee para Ortega, es
preciso recordar que nos encontramos ante uno de los trminos que, por antonomasia,
mejor representa la polisemia en el campo conceptual de sus escritos polticos37. A este
respecto, han sido varios los autores que han podido constatar la existencia de una serie
de etapas recorridas por Ortega a lo largo de su vida intelectual y que determinaran la
variacin de su criterio acerca del concepto de nacin38. Entre las distintas voces que se
han pronunciado sobre esta evolucin de la cuestin nacional en diversas fases, ha
habido incluso quien ha sugerido que, tras una aparente falta de continuidad y
sistematicidad, Ortega oculta un inters veleidoso por adaptar su idea de nacin al
paradigma objetivo/cultural o al subjetivo/poltico dependiendo de lo que en cada
momento resulte ms conveniente para Espaa: de esta forma, segn el argumento de
esta curiosa tesis, cuando el objetivo principal persiga la reafirmacin de la conquista
estatal por parte del nacionalismo espaol, en detrimento de los nacionalismos
perifricos, Ortega postular el paradigma objetivo, mientras que si lo que se busca es
propiciar el ingreso de nuestro pas en una unidad superior a la del Estado nacional,
como es Europa, entonces pasar a defender el paradigma subjetivo39
En relacin con la conclusin que se deriva de este ltimo argumento, es decir:
que la aparicin de los nacionalismos de signo disgregador habra sido el detonante que
condicionara la teora orteguiana del Estado a partir del advenimiento de la II
Repblica, pienso que parece ms adecuado que me ocupe de ella ms adelante,
concretamente cuando trate de refutar el prejuicio nacionalista con el que algunos
autores juzgan el preautonomismo y el protoeuropesmo de Ortega
.
40. As pues,
atenindonos ahora estrictamente al tema principal del presente apartado, hemos de
advertir que, si se tiene en cuenta como sostiene Dez del Corral- que la obra
orteguiana forma un conjunto vivo, sin partes ya definidas y muertas, sino en proceso
continuo de crecimiento y desarrollo, como una gran constelacin expansiva41
37 Cfr., MARAVALL, J.A., La aportacin de Ortega al desarrollo del concepto de nacin, op. cit., pg. 511. ELORZA, A., La razn y la sombra. Una lectura poltica de Ortega y Gasset, Barcelona, 1984, pg. 13.
, resulta
38 Cfr., SNCHEZ AGESTA, L., Principios de teora poltica, Madrid, 1966, pg. 152. POLAKOVIC, E., Teora de la nacin. Nacionologa de J. Ortega y Gasset, E. Renan y L. Stur, op. cit., pgs. 49-50. ELORZA, A., La razn y la sombra. Una lectura poltica de Ortega y Gasset, op. cit., pgs. 145 y ss. GONZLEZ NAVARRO, F., Espaa, nacin de naciones. El moderno federalismo, Pamplona, 1993. FERNNDEZ AGIS, D., Reflexiones sobre algunas propuestas de vertebracin de Espaa, en F. VALIDO, A. MAESTRE y D. FERNNDEZ AGIS (eds.), El proceso de unidad europea y el resurgir de los nacionalismos, Madrid, 1993, pg. 144. LPEZ SASTRE, G., Por una ciudadana ilustrada y solidaria, en El proceso de unidad europea y el resurgir de los nacionalismos, op. cit., pg. 81. 39 BASTIDA FREIXEDO, X., La bsqueda del grial. La teora de la nacin en Ortega, op. cit., pg. 56. 40 BASTIDA FREIXEDO, X., Miseria de la autonoma. Una filosofa del Estado autonmico, Oviedo, 1999, pg. 112. 41 DEZ DEL CORRAL, L., Saber y personalidad en Ortega, en Obras completas (II), Madrid, 1998, pg. 1017.
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bastante forzado querer diferenciar etapas conceptuales en forma de compartimentos
estanco, porque eso supondra interpretar el mtodo orteguiano, que es la prctica de
la razn histrica (que consiste, segn Garagorri, en pretender ante el problema x
planteado en cada caso- investigar y representarse de dnde viene y adnde va eso que
al pronto aparece con la figura de ser el problema x), como algo petrificado y carente
de nervio vital42. As pues, una vez que hemos admitido el carcter dinmico tanto de la
nacin como del Estado, y tras haber explicado las causas por las que el planteamiento
del problema nacional no puede, en trminos metodolgicos, permanecer uniforme a lo
largo de la obra de Ortega, cabra destacar al menos tres hitos importantes en el curso
de las meditaciones que nuestro autor dedic a esta cuestin durante su vida
intelectual43
En primer lugar, se puede apreciar un inicial enfoque subjetivo o voluntarista de la
nacin en dos sus ensayos polticos ms conocidos de la dcada de los aos 20: Espaa
invertebrada y La rebelin de las masas. Como ya sabemos, en ambos trabajos la visin
orteguiana de la nacin estara prxima a la formulacin renaniana de la misma. No es
el momento de referirme al sentido la idea reformista y al sentido regeneracionista que
inspira el pensamiento poltico de Ortega en aquel perodo de su vida (son, como
veremos, los aos en que se produce su defeccin de la Monarqua y su crtica al modelo
de Estado centralista heredado de la Restauracin, cuyo deterioro se acelerara a partir
de 1898)
.
44
. Lo que ahora nos interesa es dejar claro que, para Ortega, la nacin forma
parte del Estado (es decir, que el trmino nacin posee una acepcin puramente
poltica). Esta interpretacin resulta extraordinariamente til para conjurar la amenaza
que representa el fenmeno particularista para la unidad poltica de algunas naciones
europeas siendo el caso de Espaa uno de los ms emblemticos. Al hilo de esta ltima
consideracin, Ortega advierte el riesgo que supone para la supervivencia de un Estado
como el espaol una conciencia nacional que est debilitada o, peor an, que sea
inexistente.
42 GARAGORRI, P., La filosofa espaola en el siglo XX. Unamuno, Ortega, Zubiri, Madrid, 1985, pg. 99. 43 A diferencia de Esteban Polakovic, no creo que la trascendencia de las reflexiones que Ortega realiza en torno a la nacin en una obra de juventud anteriormente citada: La guerra, los pueblos y los dioses (en la que se aprecia una fuerte influencia de la filosofa mitolgica de Schelling), sea comparable en modo alguno con la enorme relevancia de otras obras posteriores de Ortega -como, por ejemplo, en Espaa invertebrada, La rebelin de las masas, Rectificacin de la Repblica (1931), o De Europa Meditatio Quaedam, en las que la idea de nacin no ocupa precisamente un lugar tan secundario como el que le corresponde en ese artculo de 1915. 44 ZAMORA BONILLA, J., Ortega y Gasset, op. cit., pgs. 206 y ss.
17
As, pues, yo encuentro que lo ms importante en el catalanismo y el
bizcaitarrismo es precisamente lo que menos suele advertirse en ellos; a saber: lo
que tienen de comn, por una parte, con el largo proceso de secular
desintegracin que ha segado los dominios de Espaa; por otra parte, con el
particularismo latente o variamente modulado que existe hoy en el resto del pas.
Lo dems, la afirmacin de la diferencia tnica, el entusiasmo por sus idiomas, la
crtica de la poltica central, me parece que, o no tiene importancia, o si la tiene,
podra aprovecharse en sentido favorable45
.
En relacin con el estilo literario con el que est escrita Espaa invertebrada, se
ha podido afirmar que el texto de este libro contiene algunas licencias retricas que
contribuyen a oscurecer la compresin orteguiana de la nacin46
. No obstante, este
inconveniente quedar definitivamente superado en el que, para muchos, es
considerado como el gran ensayo poltico de Ortega: La rebelin de las masas. En este
ensayo se pone de manifiesto la ntima conexin existente entre la idea poltica de
nacin y la vida del Estado nacional. Es all donde cobra mayor relieve el carcter
subjetivo y voluntario de la nacin frente a la vez que se relativiza la relevancia que
pueda tener para la nacin el factor objetivo, entendido en sentido tnico-cultural (que
se expresa a travs de vnculos comunitarios como la sangre o la lengua). Por
consiguiente, concluye Ortega:
ni la sangre ni el idioma hacen al Estado nacional; antes bien, es el Estado
nacional quien nivela las diferencias originarias de glbulo rojo y son articulado. Y
siempre ha acontecido as. Pocas veces, por no decir nunca, habr el Estado
coincidido con una identidad previa de sangre o idioma. Ni Espaa es hoy un
Estado nacional porque se hable en toda ella el espaol, ni fueron Estados
nacionales Aragn y Catalua porque en un cierto da, arbitrariamente escogido,
coincidiesen los lmites territoriales de su soberana con los del habla aragonesa o
catalana. Ms cerca de la verdad estaramos si, respetando la casustica que toda
realidad ofrece, nos acostsemos a esta presuncin: toda unidad lingstica que
45 Espaa invertebrada. Bosquejo de algunos pensamientos histricos, op. cit., pg. 457. 46 DE BLAS GUERRERO, A., Nacin y nacionalismo en la obra de Ortega y Gasset, op. cit., pg. 656.
18
abarca un territorio de alguna extensin es casi seguramente precipitado de alguna
unificacin poltica precedente. El Estado ha sido siempre el gran truchimn47
.
Fue la proclamacin de la II Repblica, el 14 de abril de 1931, un acontecimiento
histrico que Ortega interpretara como el momento adecuado para entrar de lleno en
la poltica activa48. En cuanto al balance global de su actuacin en la vida pblica, creo
que tiene razn Francisco Lpez Fras al comentar que, a pesar de la enorme relevancia
del papel desempeado por Ortega en las Cortes Constituyentes como diputado de la
Agrupacin al Servicio de la Repblica (algo que quedara demostrado en sus dos
discursos sobre el Estatuto de Catalua), su actuacin en su doble vertiente poltica e
intelectual- ha sido minusvalorada desde el desconocimiento general de su obra, en
otras ocasiones descontextualizada, e incluso a veces tendenciosamente utilizada49
A propsito de la decepcin experimentada por Ortega con la evolucin de los
acontecimientos tras los primeros meses de rodaje de la II Repblica, algn autor -
partidario de dividir en fases la doctrina de la nacin en Ortega- ha valorado este
desencanto como el hecho que marca el corte entre la etapa poltica, subjetiva o
voluntarista y el perodo cultural, objetivo o esencialista
. Es
cierto que las ilusiones y las expectativas puestas por Ortega en la joven Repblica
quedaran frustradas ms pronto que tarde, aunque esta circunstancia, lejos de
perjudicar su actividad intelectual, le estimulara para escribir numerosos artculos y
discursos polticos -entre los que sobresalen sus dos Discursos sobre el Estatuto de
Catalua (1932) y los artculos de prensa recopilados en Rectificacin de la Repblica
(1931)- e incluso le animara a editar una primera edicin de sus obras.
50
47 La rebelin de las masas, op. cit., pg. 482.
. Por otra parte, otros crticos
coinciden en sealar lo difcil que resulta conciliar la comprensin histrica y poltica
de la nacin en escritos precedentes de Ortega, con un concepto que, en el perodo
republicano, aparece cubierto de una capa de irracionalismo, aadindole al sentido
comunitario y proyectivo de aos anteriores un elemento sacralizador al utilizar la
48 CEREZO GALN, P., Ortega y la regeneracin del liberalismo: tres navegaciones y un naufragio, en F. H. LLANO y A. CASTRO (eds.), Meditaciones sobre Ortega y Gasset, op. cit., pg. 641. 49 LPEZ FRAS, F., tica y poltica. En torno al pensamiento de J. Ortega y Gasset, Barcelona, 1985, pg. 356. 50 DE BLAS GUERRERO, A., Sobre el nacionalismo espaol, op. cit., pgs. 65-66. Hay otros autores, como Xacobe Bastida, para los que no se puede hablar de diversas etapas en la evolucin de la idea orteguiana de nacin, dado que, en su opinin, la concepcin que tiene Ortega de la nacin adopta en todo momento los caracteres del nacionalismo cultural derivado del uso del paradigma objetivo en la definicin de la Nacin. Cfr., BASTIDA FREIXEDO, X., La bsqueda del grial. La teora de la nacin en Ortega, op. cit., pg. 45. A mi juicio, resulta tan forzado tratar de
19
expresin comunidad de destinos51
. Un texto paradigmtico de este enfoque
esencialista lo encontramos en una conferencia pronunciada por Ortega, el 6 de
diciembre de 1931, en el Cinema de la pera de Madrid:
Los grandes capitales, el alto Ejrcito, la vieja aristocracia, la Iglesia, no se
sentan nunca supeditados a la nacin, fundidos con ella en radical comunidad de
destinos, sino que era la nacin quien en la hora decisiva tena que concluir por
supeditarse a sus intereses particulares. Resultado? Que el pueblo espaol, el
alto, medio e nfimo, aparte esos exiguos grupos, no ha podido nunca vivir de s
mismo y por s mismo; no se le ha dejado franqua a su propio, intransferible
destino; no ha podido hacer la historia que germinaba en su interior, sino que era
una y otra vez y siempre frenado, deformado, paralizado por ese Poder pblico, no
fundido con l, yuxtapuesto o sobrepuesto a la nacin e inspirado por intereses
divergentes de los sagrados intereses espaoles; y les llamo sagrados, porque la
historia de un pueblo, su misterioso destino y emigracin por el tiempo, seores,
es siempre historia sagrada. En ello va algo tan profundo, tan imprevisible y tan
respetable, que trasciende de la voluntad y del criterio de los individuos. Por eso
los grandes hechos claros de un pueblo tienen que ser profundamente respetados y
nunca desvirtuados. sta es la tesis principal de mi discurso52
.
Es probable que la razn de este giro esencialista sea meramente coyuntural:
frente a las embestidas secesionistas, dirigidas por los nacionalismos perifricos contra
la cohesin territorial del Estado, y movido por la profunda inquietud que le produca la
sucesin de deslealtades y abusos cometidos contra el nuevo rgimen, Ortega se habra
visto obligado a apelar, con carcter urgente, a la rectificacin del rumbo errtico de la
Repblica, a la unidad nacional, al consenso institucional y al respeto de todos a las
reglas de juego democrticas. De ah que, en el tramo final de su conferencia, afirme lo
siguiente:
seccionar el pensamiento poltico de Ortega sin tener en cuenta su carcter transitorio e integral, como pretender reducir su compleja visin de la nacin a uno de sus paradigmas (en este caso al objetivista). 51 ELORZA, A., La razn y la sombra. Una lectura poltica de Ortega y Gasset, op. cit., pg. 202. BLAS GUERRERO, A., Nacin y nacionalismo en la obra de Ortega y Gasset, op. cit., pg. 658. 52 Rectificacin de la Repblica, IV, pg. 846.
20
El Estado contemporneo exige una constante y omnmoda colaboracin de
todos sus individuos, y esto no por razones de justicia poltica, sino por ineludible
forzosidad. Las necesidades del Estado actual son de tal cuanta y tan varias que
necesitan la permanente prestacin de todos sus miembros, y por eso, en la
actualidad, gobernar es contar con todos. Por tal necesidad, que inexorablemente
imponen las condiciones de la vida moderna, Estado y nacin tienen que estar
fundidos y en uno: esta fusin se llama democracia53
.
Este argumento favorable a la unidad de la poltica nacional y, por ende, contrario
a cualquier iniciativa dispuesta a poner en duda la indivisibilidad de la soberana (bien
desde el federalismo, o bien desde el nacionalismo particularista), volvera a ser
invocado por el pensador madrileo en las Cortes Constituyentes, el 13 de mayo de
1932, en su primer discurso sobre el Estatuto Cataln. Una vez ms, Ortega
sorprendera a la cmara con un agudo diagnstico sobre el carcter irresoluble del
problema planteado por el nacionalismo particularista -en este caso, el cataln-,
aunque en dicho discurso se vuelve a tratar a la nacin (que, en esta ocasin, aparece
identificada con la acepcin filosfica del trmino pueblo54
) como una suerte de
entidad natural dotada de sentimientos que tiene sealado un destino histrico:
Pues bien; en el pueblo particularista, como veis, se dan, perpetuamente en
disociacin, estas dos tendencias: una, sentimental, que le impulsa a vivir aparte;
otra, en parte tambin sentimental, pero, sobre todo, de razn, de hbito, que le
fuerza a convivir con los otros en unidad nacional. De aqu que, segn los tiempos,
predomine la una o la otra tendencia y que vengan etapas en las cuales, a veces
durante generaciones, parece que ese impulso de secesin se ha evaporado y el
pueblo este se muestra unido, como el que ms, dentro de la gran Nacin. Pero
no; aquel instinto de apartarse contina somormujo, soterrneo, y ms tarde,
53 Ibid., pg. 848. 54 Tanto de la equivocidad del trmino pueblo, como de las diversas acepciones con las que ste puede asumirse, da buena muestra el estudio que a este concepto ha dedicado A. E. PREZ LUO en su libro Derechos humanos, Estado de Derecho y Constitucin, Tecnos, Madrid, 2003 (8 ed.), pg. 195. En dicho trabajo, el autor llega a distinguir hasta cuatro sentidos diferentes del mismo trmino: 1) "Pueblo" en sentido filosfico, entendido como una "totalidad orgnica"; 2) "pueblo" en sentido jurdico, concebido como "el mbito de validez personal del ordenamiento jurdico estatal"; 3) "pueblo" como una categora sociolgica con que se alude a "la colectividad de personas fsicas cuantitativamente mensurable que integran un Estado"; 4) finalmente, "pueblo" en sentido ideolgico, es decir, "aquellas personas o grupos que por profesar ciertas ideas o poseer determinadas cualidades, y porque son o se
21
cuando menos se espera, como el Guadiana, vuelve a presentarse su afn de
exclusin y de huida55
.
En lugar de considerar definitiva esta propuesta objetivista, Ortega continuara
meditando en torno a la idea de nacin despus de su breve paso por la vida poltica.
Esta reflexin le llevara a revisar sus planteamientos anteriores y, por ende, a
proponer un concepto de nacin eclctico, que sera ya el que mantendra hasta el final
de sus das. A este respecto, es posible que las traumticas experiencias vividas, como
espaol y como europeo, en el intervalo de tiempo que media entre el estallido de la
Guerra Civil espaola y el final de la II Guerra Mundial, forzaran la relectura y posterior
reformulacin de lo que algunos han denominado a mi modo de ver de manera
impropia- como nacionologa orteguiana56. La principal consecuencia de este nuevo
giro sera la contemplacin de la nacin desde una perspectiva europesta, o dicho en
otras palabras, la relativizacin de la importancia de un concepto que deba ser
superado en aras de la construccin de un proyecto transnacional que hasta entonces
slo haba sido una simple utopa: la idea del Estado europeo (como se ver despus,
esta iniciativa sera acogida con recelo por muchos de sus crticos, especialmente por
parte de los filonacionalistas)57
En particular, tal y como seal al principio de este trabajo, son dos los ensayos de
Ortega en los que puede apreciarse este nuevo enfoque de la nacin desde una posicin
europesta y antinacionalista, que ampla y profundiza en la idea de Europa como
supernacin acuada veinte aos atrs en La rebelin de las masas, me refiero a: De
Europa Meditatio Quaedam y a Una interpretacin de la historia universal. Conviene
tener muy presente esta apuesta decidida a favor de Europa, que es concebida por
Ortega como una comunidad supranacional donde deben converger, en ltima instancia,
los Estados nacionales europeos, para no caer as en el error de simplificar la
reconsideracin del concepto de nacin efectuada por nuestro autor y, a partir de esta
.
considera que son mayoritarios, se entiende que pueden equivaler al pueblo", desde un punto de vista democrtico slo seran aceptables las acepciones jurdica y sociolgica de dicho vocablo. 55 El Estatuto Cataln, V, pg. 58. 56 POLAKOVIC, E., Teora de la nacin. Nacionologa de J. Ortega y Gasset, E. Renan y L. Stur, op. cit., pgs. 49 y ss. 57 A este hecho se refiere precisamente A. DE BLAS GUERRERO en: Nacin y nacionalismo en la obra de Ortega y Gasset, op. cit., pg. 661. Una de las crticas ms descarnadas dirigidas contra Ortega corresponde a Gregorio MORN, quien en una monografa sobre la figura y la obra de Ortega llega a descalificar sin contemplaciones ni rigor la idea de nacin defendida por el filsofo madrileo al final de su vida, al mismo tiempo que la tacha de enrevesada
22
equivocacin, llegar a la conclusin de que esta ltima versin de la nacin formulada
por Ortega no es ms que el producto inane que se obtiene despus de combinar
arbitrariamente los dos paradigmas nacionales clsicos que hemos estudiado hasta
ahora: el voluntario, poltico y subjetivista frente al modelo esencialista, tnico-
cultural y objetivista. Al igual que en otros escritos precedentes, Ortega piensa que hay
en Espaa una sola nacin soberana, que es el resultado de un proceso histrico de
unidad poltica entre los distintos pueblos que la habitan. Como se recordar, a partir
de este presupuesto inicial, nuestro autor llegaba a la conclusin, a comienzos de los
aos 30, de que el Estado nacin haba entrado en crisis cuando, como empresa de
futuro y proyecto asociativo comn, empez a perder su energa vital en beneficio de
los particularismos. Pues bien, como ya se ha comentado, una vez diagnosticada esta
enfermedad nacional que consuma a Espaa, y despus de asistir como testigo
impotente al conflicto fratricida que enfrent a sus compatriotas, Ortega slo atisbaba
una solucin para una nacin tan desmoralizada y exhausta como la suya: avanzar hacia
una unidad poltica junto a las dems naciones europeas58
Ahora bien, cuando Ortega nos habla de una unidad europea compuesta por
naciones federadas, a qu tipo de nacin se est refiriendo exactamente?, y cul de
los dos paradigmas nacionales prevalece? En mi opinin, cabe nicamente una respuesta
paradjica para ambas preguntas: al referirse a la nacin, Ortega nos sugiere una suerte
de frmula intermedia en la que se armonizan elementos de ambas tradiciones, la
subjetiva y la objetiva. En este sentido, aunque el modelo que surge de esta fusin
resulta complejo, hay que resaltar que se trata de un modelo nuevo y que constituye
una alternativa perfectamente vlida a esos dos conceptos tradicionales de nacin,
completamente incapaces (por ser entidades anacrnicas) de proyectarse al futuro
.
59
y frvola. Cfr., MORN, G., El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo, Barcelona, 1998, pg. 211.
.
Entre las modificaciones introducidas por Ortega a propsito de esta reconsideracin
del concepto de nacin figuran tanto las que rectifican el componente voluntarista (por
ejemplo, cuando manifiesta que: una nacin es una intimidad en sentido homlogo a
58 RALEY, H. C., Ortega y Gasset, filsofo de la unidad europea, Madrid, 1977, pg. 195. En relacin con la conciliacin entre el concepto de nacin espaola y la idea de Europa, tiene razn Inman FOX cuando sostiene que esta combinacin es posible habida cuenta de que Ortega, despus de todo, aboga por la creacin de una nueva Espaa europeizada. Cfr., FOX, I., La invencin de Espaa. Nacionalismo liberal e identidad nacional, Madrid, 1997, pg. 138. 59 De Europa Meditatio Quaedam, op. cit., pg. 265. Cfr., Las profesiones liberales (1954), en Europa y la idea de nacin (y otros ensayos sobre los problemas del hombre contemporneo), Madrid, 2003 (3 ed.), pg. 207.
23
como lo es una persona)60, como las que matizan la condicin esencialista de esta
nocin (a este respecto, resulta muy ilustrativa su crtica a Toynbee por equiparar a la
nacin con la tribu, a diferencia del filsofo e historiador britnico, para Ortega la
nacin constituye una socialidad, es decir, una funcin vital que consiste en que el
individuo siente que forma parte de una sociedad)61
. De cuanto antecede se infiere, en
primer lugar, una clara ruptura con las dos concepciones clsicas de la nacin: la
liberal-democrtica y la romntica-orgnica; y, en segundo lugar, la formulacin de una
idea hbrida de nacin en la que se combinan la tradicin y la empresa comn. Al hilo
de este ltimo razonamiento, escribir Ortega:
Slo los hombres capaces de vivir en todo instante las dos dimensiones
sustantivas del tiempo pasado y futuro- son capaces de formar naciones62
.
En esta ltima versin del concepto de nacin se renen el elemento histrico-
cultural de la nacin (vis a tergo) y su dimensin voluntarista o poltica, que est
orientada hacia el futuro (vis proiectiva). A tenor de lo que dice Ortega acerca del
proceso gentico de la nacin, podra dar la impresin de que nuestro autor asume los
parmetros que caracterizan a la Kulturnation, esta es al menos la sensacin que nos
trasmite cuando, al diferenciar la natio de la plis, asevera que, a diferencia del
proceso fundacional de la Ciudad (son los hombres quienes la constituyen), la nacin
sigue un proceso inverso, o sea, es algo previo a la voluntad constituyente de sus
miembros. Luego, no somos nosotros quienes hacemos la nacin advertir Ortega-, sino
que ms bien es ella quien nos hace63. Ahora bien, la nacin no puede vivir sola e
inercialmente de su pasado, pues necesita tambin tener un porvenir, una ejemplar
dimensin de futuro, pero es algo a lo que nicamente podrn aspirar aquellas naciones
que completen su proceso evolutivo, y eso suceder cuando alcancen la perfeccin
(teleosis), es decir, una vez que lleguen al estadio superior de madurez y se conviertan
en Estados. Por lo tanto, en ltima instancia, Ortega recuperar el componente
prospectivo de la nacin y se referir de nuevo a su acepcin poltica (Staatsnation)
cuando equipare ambos trminos: Estado y nacin64
60 Ibid., pg. 304.
.
61 Ibid., pg. 287. Cfr., Una interpretacin de la historia universal. En torno a Toynbee, Oc83, IX, pg. 239. 62 De Europa Meditatio Quaedam, op. cit., pg. 283. 63 Ibid., pg. 272. 64 Ibid., pg. 270-271.
24
IV. NACIN Y/O ESTADO: TRASUNTO O CONTRAPUNTO?
Si el carcter dinmico de la nacin nos impide hablar con propiedad de una Teora
orteguiana de la nacin -al igual que, como ya sabemos, tampoco podemos confirmar la
existencia de una Teora orteguiana del Estado-, tampoco cabe esperar que, desde un
anlisis estrictamente semntico, el concepto de nacin al que se refiere nuestro autor
a lo largo de su obra sea necesariamente unvoco. A este respecto, uno de los flancos
de la doctrina poltica de Ortega que se encuentra ms expuesto a la crtica (que ha
sido estimulada, en los ltimos tiempos, sobre todo por los tericos del nacionalismo
contemporneo) es, precisamente, el de la supuesta confusin en la que cae Ortega al
identificar a la nacin con el Estado. Esta es, por ejemplo, la direccin en la que
apuntan los comentarios de Esteban Polakovic. En su opinin, cuando Ortega habla del
proceso de incorporacin que caracteriza la construccin de un Estado nacional como el
espaol, est refirindose al concepto de nacin en un sentido claramente poltico, con
lo cual estara soslayando la existencia de una historia nacional (tnico-cultural) que
puede ser narrada racionalmente y al margen de la historia poltica de un Estado-nacin
como Espaa65
A mi juicio, hay una parte de este argumento que parece razonable, una especie
de verdad a medias, a saber: la doble vertiente cultural y poltica por la que, sin entrar
en disquisiciones ontolgicas, discurre la historia de una nacin. Es ms, incluso Ortega
podra haber llegado a advertir esta omisin al reconocer en De Europa Meditatio
Quaedam que, junto a aquellas naciones que, ya en su madurez, han culminado sus
respectivos procesos de unificacin nacional convirtindose en Estados, hay otras que,
sin embargo, pese a existir como tales no han logrado an constituir su propio Estado
.
66
Sin embargo, al concluir estas consideraciones, Polakovic no parece que haya
reparado en un dato revelador: que Ortega establece una clara diferencia entre la idea
de nacin y el concepto pueblo. En efecto, tras una lectura superficial de la filosofa
poltica de Ortega podra interpretarse que, en su opinin, las naciones sin Estado y los
pueblos son trminos con significado anlogo, casi idntico, por cuanto que ambos
comparten una misma vis a tergo o fuerza de lo tradicional. Sin embargo, a decir
verdad, hay una nota diferencial entre ambas nociones, en la que el propio Ortega
.
65 POLAKOVIC, E., Teora de la nacin. Nacionologa de J. Ortega y Gasset, op. cit., pg. 76.
25
insiste, y que debera ser tenida siempre en cuenta para evitar incurrir en confusiones
innecesarias: mientras que el vocablo pueblo entraa un sentido sociolgico referido a
algo que nos encontramos como una realidad preconstituida en el pasado, es decir,
como una forma de convivencia estable que fue realizada por las generaciones
anteriores a la nuestra, la nacin, en cambio, es una empresa colectiva que no slo se
concibe como una mera vis a tergo que la ata al pasado, sino que tambin se compone
de una vis proiectiva o fuerza creadora de futuro que la convierte ideal de vida hacia el
porvenir. A propsito del trmino pueblo comentar Ortega:
Este tipo de sociedad que consiste en ser ya lo que es que no tiene una
dimensin hacia el futuro, por tanto, en perpetuo fieri y, por lo mismo,
esencialmente problemtica-, esta pura inercialidad social es lo ms contrario que
cabe a la Nacin67
.
As pues, a juicio de Ortega, slo los hombres capaces de vivir en todo instante las
dos dimensiones sustantivas temporales pasado y futuro- sern capaces de formar
naciones68. Por consiguiente, la nacin es tradicin y empresa, con independencia de
que este proyecto nacional se haya visto coronado o no con la constitucin de un Estado
nacional. Otra cosa ser la importancia que las naciones-Estado adquirirn para el
pensador madrileo con posterioridad, cuando trate el problema de Europa como
realidad supranacional que aspira a crear una unidad poltica y cultural, puesto que,
llegado ese momento, slo considerar a las naciones que ya sean Estado, y no a las que
an estn en trmites de serlo o, simplemente, conformen el enjambre de pueblos
occidentales69
A propsito de la relacin semntica que media entre los dos trminos que
integran el binomio Estado-Nacin, hay que sealar que las referencias al mismo a lo
largo de la obra poltica de Ortega se resumen y alternan en dos sentidos: bien como
trminos distintos y/o contrapuestos aunque al mismo nivel, o bien como trminos
similares e/o integrados aunque desiguales (en este sentido, el Estado y la Nacin se
intercambian las funciones de continente y de contenido, de manera que a veces es la
.
66 De Europa Meditatio Quaedam, pg. 271. 67 Ibid., pg. 282. 68 Ibid., pg. 283. 69 Ibid., pg. 304.
26
Nacin quien acta dentro del Estado como factor de cohesin, y otras, en cambio, es
el Estado es el que funciona como una maquinaria interna al servicio de la Nacin). Se
trata, en cierto modo, de una relacin tan peculiar y ambivalente como la que vincula
al Estado con el Derecho entendido como uso social fuerte (relacin que ya he analizado
en otro trabajo anterior a este)70
. Veamos, por separado, cada una de las tres variantes
de este binomio que, por complejo, no se ajusta a ninguna de las dos opciones tan
estrictas que se proponen en el ttulo de este cuarto epgrafe.
IV.1 LA NACIN FRENTE AL ESTADO
A lo largo de la historia, el Estado ha sido una superorganizacin que ha venido
actuando, junto a la ley, como prtesis de una sociedad que a Ortega se le antojaba
siempre quebradiza. Se daba as una curiosa paradoja: que el Estado surge para
reforzar una sociedad en el momento en que esta empieza a debilitarse y a perder
vitalidad. La nacin, como unidad de convivencia social, tambin propender a medida
que vaya madurando- a fusionarse o integrarse dentro del Estado. As, mientras que la
plis griega o la civitas romana surgan ya como Estados, el proceso gentico de la
Nacin es opuesto, su existencia es anterior a la aparicin de la voluntad de constituir
por parte de sus miembros una comunidad poltica71. Este distinto origen histrico de la
Nacin frente al Estado servir para reivindicar la autonoma de la poltica nacional
respecto a la poltica de Estado, especialmente en periodos en los que, como en la
Espaa de comienzos de siglo XX, las instituciones pblicas (el Gobierno, las Cortes, la
Justicia y la Administracin) estaban al borde del colapso. Tomando el legado de la
generacin del 98, Ortega y sus contemporneos reclamaban, adems de una pedagoga
social como programa poltico, la regeneracin y la europeizacin de Espaa en clave
nacionista (no nacionalista)72. Se trataba, en definitiva, de sustituir la Espaa oficial
por la Espaa vital73
70 LLANO ALONSO, F. H., El Derecho y la idea de Estado en Jos Ortega y Gasset: su proyeccin en la doctrina iusfilosfica contempornea, Derechos y Libertades, n 22 (2010), pgs. 85-117.
. El desprestigio irremediable de las instituciones diseadas en la
71 En el fondo, querra lo mejor (1953), VI, pp. 838. Vase tambin: De Europa Meditatio Quaedam, pg. 271. 72 Ortega pertenece a la generacin del 14, de la que tambin formaron parte: Manuel Azaa, Amrico Castro, Manuel Garca Morente, Salvador de Madariaga, ramn Prez de Ayala, Fernando de los Ros, Pedro Salinas, adems de otros ilustres nombres que integraran la primera generacin intelectual espaola deliberadamente poltica, segn la cita que Juan Marichal atribuye a Manuel Azaa. Cfr., MARICHAL, J., La vocacin de Manuel Azaa, Madrid, 1971, pg. 69. 73 Vieja y nueva poltica (1914), I, pgs. 709-737. Vase tambin: La pedagoga social como programa poltico (1910), II, pgs. 86-102. Los momentos supremos (1918), III, pgs. 135-138.
27
Restauracin, unido a la crisis moral de la nacin espaola en el concierto de la
sociedad europea (dividida y desangrada en la Primera Gran Guerra), llevara a Ortega a
defender la independencia y la primaca de la Nacin frente al Estado:
Cambiemos ntegramente la perspectiva: hagamos que la nacin espaola
vuelva las espaldas al Estado espaol, como a un domstico infiel. Que dejen de
ser las instituciones de Estado lo sustantivo () Proclamad la supremaca del poder
vital trabajar, saber y gozar- sobre todo otro poder. Aprendamos a esperarlo todo
de nosotros mismos y a temerlo todo del Estado. En suma, poltica de nacin
frente a poltica de Estado. Se quiere un maestro y una orientacin? Inglaterra,
donde el Estado y sus instituciones son un adjetivo y nada ms de la nacin. Pero
el primer paso haba de consistir en hacer de hecho intangible aquel margen legal
ya conquistado de derecho por la nacin para conducir su vida
independientemente del Estado74
.
A modo de aclaracin, convendra precisar que, cuando Ortega confronta al Estado
y la Nacin en trminos de oposicin, se refiere al Estado legalista que absorbe las
energas, la espontaneidad y la vitalidad de la sociedad en todas sus expresiones (siendo
este un hecho que se ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones a lo largo de la
historia, desde la fundacin del Estado-Ciudad hasta el crepsculo de la Repblica de
Roma, pasando por la instauracin del Estado absolutista del Despotismo ilustrado,
hasta llegar al Estado totalitario y liberticida, de naturaleza comunista o fascista), pero
en modo alguno pretende criticar con ello al Estado-nacin en su versin democrtica,
que es precisamente el modelo al que debe aspirar Espaa (es decir, precisamente el
mismo modelo de Estado de Derecho descentralizado que sera consagrado
posteriormente en la efmera Constitucin de 1931)75
.
IV.2 LA NACIN EN EL ESTADO
La segunda modalidad del binomio compuesto por los trminos Estado y Nacin
coloca a esta ltima, a la nacin moderna, dentro del primero. Como ya sabemos, para
Ortega, hay algunas naciones que, en su fase de plena maduracin, consiguen
74 La nacin frente al Estado (1915), I, pg. 838.
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convertirse en Estados independientes y soberanos. Como tendremos oportunidad de
comprobar ms adelante, este modelo de Estado nacional representa en realidad un
peldao ms en la escalada hacia la cumbre circunstancial de Ortega por excelencia: la
constitucin de un Estado supernacional o ultranacional europeo76. El Estado
desempeara pues una funcin de esencial atributo jurdico de la nacin, sera una
especie de molde que vendra a dar consistencia y unidad a la natural dispersin de las
comunidades tnicas77. Ese Estado que ha sido siempre, en palabras de Ortega, el gran
truchimn, acta ahora como nivelador de las diferencias originarias de glbulo rojo y
son articulado. La relativa homogeneidad de la raza o de la lengua de la que gozan
suponiendo que ello sea un gozo, asevera Ortega- las nacionalidades es el resultado
de una previa unificacin poltica. En resumen, no son los presuntos rasgos diferenciales
de una nacin los que hacen al Estado nacional, y no pueden hacerlo porque, a juicio de
Ortega, el Estado nacional, como empresa comn, o bien entendido como comunidad en
la actuacin, es en su raz democrtica, porque se trata de una estructura histrica de
carcter plebiscitario. Dicho en otras palabras, el Estado nacional del que habla Ortega
depende, en realidad, de la voluntad del cuerpo poltico que est encarnado por los
ciudadanos, y no de supuestos vnculos de sangre inspirados en oscuros mitos
nacionalistas78
. A propsito de la absorcin de la heterogeneidad tnico-cultural a la
que se ha hecho alusin por parte del Estado nacional contemporneo, hay que sealar
que Ortega defendi esta postura, ya desde sus primeros escritos, con rotundidad:
Frente a la idea de nacin, que supone centenaria comunidad biolgica,
significa la idea de Estado un poder imperativo de hacer mantenerse en la
laboriosa convivencia grupos humanos de sangres diversas y an antagnicas79
.
De cuanto precede se desprende la siguiente conclusin: que adems de la
dimensin coactiva del Estado mecanizado e intervencionista que tanto inquietaba a
Ortega, nos encontramos con otra dimensin sutilsima de lo poltico, que penetra en la
vida social e histrica, la dinamiza y la espolea hacia el futuro. Justamente por esa
75 El mayor peligro, el Estado, La rebelin de las masas, op. cit., pgs. 449-450. 76 De Europa Meditatio Quaedam, pg. 294. 77 Prlogo a Una punta de Europa, de Victoriano Mart (1927), IV, pg. 111. 78 La rebelin de las masas, op. cit., pgs. 481-488.
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visin dinmica de lo estatal es posible dentro de la concepcin orteguiana- trascender
la forma concreta del Estado nacional y llegar a formas superiores ms integradoras de
organizacin poltica, o bien, en palabras de Dez del Corral: a empresas ms
ambiciosas y sugestivas de convivencia en un plano supranacional europeo80
.
IV.3 EL ESTADO EN LA NACIN
La tercera variante del binomio que estamos analizando en el presente apartado,
que hemos desglosado a su vez en tres subepgrafes, sita al Estado dentro de la
Nacin. El Estado, escribir Ortega, es la reflexividad nacional, algo as como el
espejo en el que la nacin se contempla a s misma81
79 Impresiones de un viajero [Discurso pronunciado el 6-XII-1916 en el Instituto Popular de Conferencias de Buenos Aires. Publicado dos aos despus en la Revista Hebe, n 5, Buenos Aires, 1918], posteriormente incluido en Meditacin del Pueblo Joven (Buenos Aires, 1958- Madrid, 1962), Oc83, VIII, pg. 366.
. De acuerdo con esta
interpretacin orteguiana, el Estado actuara como una mquina en el interior de la
nacin para servir a sta. Esta actitud de servicio por parte del Estado a la nacin -
entendida en sentido poltico, es decir, como sociedad o cuerpo de ciudadanos- es la
divisa que debe guiar los pasos de un buen poltico (o, al menos, de un poltico dotado
del necesario sentido de la responsabilidad) en el desempeo de sus funciones. Ortega
vuelve a poner el ejemplo de Espaa, su radical circunstancia, para diferenciar (que no
separar) al Estado espaol de la nacin espaola. En este sentido, advierte nuestro
autor, un pequeo poltico slo piensa en el Estado (es decir, en lo que ms le
conviene hacer en y para el Estado), pero se desentiende del inters nacional,
olvidndose con ello de la elemental relacin existente entre ambos trminos. El gran
poltico, en cambio, analiza siempre los problemas de Estado a travs y en funcin de
la problemtica nacional. Este poltico no es estatista, no busca la perfeccin formal
del Estado aunque eso pudiera ir, en ltima instancia, en detrimento del imperio de la
razn y del Derecho, de la Justicia y las libertades. Al contrario, el buen poltico
trabaja para asegurar el porvenir de una nacin vigorosa y saludable, esto es, a situar el
cuerpo nacional en forma que pueda fare da se. El perfeccionamiento del Estado
depender, en buena medida, de la poltica que se realice desde esta institucin en
aras de la nacin. Ortega expres esta conviccin con bastante nitidez en su opsculo
Mirabeau o el poltico (1927):
80 DEZ DEL CORRAL, L., Ortega ante el Estado, en Obras completas (II), op. cit., pg. 1043. 81 Intimidades (1929), Oc83, II, pgs. 643-644.
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Cabra decir que un Estado es prefecto cuando, concedindose a s mismo el
mnimum de ventajas imprescindible, contribuye a aumentar la vitalidad de los
ciudadanos. Si nos abstraemos de esto ltimo, si nos ponemos a dibujar un Estado
prefecto en s mismo, como puro y abstracto sistema de instituciones, llegaremos,
inevitablemente, a construir una mquina que detendr toda la vida nacional.
Como suele acontecer, esta reductio ad absurdum nos sirve para descubrir el error
que hay en esa direccin del pensamiento poltico.
En la historia triunfa la vitalidad de las naciones, no la perfeccin formal de
los Estados. Y lo que debe ambicionarse para Espaa en una hora como sta es el
hallazgo de instituciones que consigan forzar al mximum de rendimiento vital
(vital, no slo civil) a cada ciudadano espaol82
.
Aos despus de escribir estas palabras, concretamente con motivo del
advenimiento de la II Repblica (que Ortega salud como un acontecimiento de la vida
nacional), el pensador madrileo crey que haba llegado por fin el momento de
consolidar la tan ansiada fusin entre el Estado y la Nacin (fusin a la que l denomin
solemnemente con el nombre de democracia, puesto que en ese nuevo orden podran
armonizarse en Espaa, de una vez por todas, el poder pblico y la voluntad popular)83
.
A esta expectativa se refera, precisamente, en una conferencia titulada Rectificacin
de la Repblica, a la que ya se ha hecho mencin anteriormente:
Pues bien, seores, la Repblica significa nada menos que la posibilidad de
nacionalizar el Poder pblico, de fundirlo como nacin, de que nuestro pueblo
vaque libremente a su destino, de dejarle fare da se, que se organice a su gusto,
que elija su camino sobre el rea imprevisible del futuro, que viva a su modo y
segn su interna inspiracin84
.
Por lo tanto, haba que evitar hacer de la Repblica espaola un ejemplo de la
vetusta y agotada democracia liberal heredada de la Restauracin, porque se tena
82 Mirabeau o el poltico, IV, pgs. 218-219. 83 Cfr., OUIMETTE, V., Los intelectuales espaoles y el naufragio del liberalismo (1923-1936). Volumen II, Valencia, 1998, pg. 236. 84 Rectificacin de la Repblica, op. cit., pg. 848.
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que superar ese concepto anticuado por otro ms moderno donde el Estado y la Nacin
se fusionaran en un proyecto comn de futuro, capaz de integrar a todas las clases
sociales (burguesas y proletarias). Esta es la razn por la que Ortega, como veremos en
el Apndice de este trabajo, no deseaba que su proyecto se calificase de Repblica
conservadora o de Repblica burguesa85. Nadie tena derecho a patrimonializar la
Repblica (en esta opinin, por cierto, Ortega coincida con Unamuno)86. Por
consiguiente, la rectificacin del rumbo de la Repblica no tena que producirse virando
a la derecha o a la izquierda (salvo que se quisiera hacer resurgir los particularismos
denunciados tiempo atrs por nuestro autor en su Espaa invertebrada). Una Repblica
socialista era tan sectaria como tambin podan serlo una Repblica burguesa o una
Repblica federal pues, a fin de cuentas, con cualquiera de estos dos modelos se daba
la espalda al origen y a la realidad profunda de la nacin87
.
V. A MODO DE CONCLUSIN: LA IDEA ORTEGUIANA DE EUROPA COMO ESTADO
ULTRANACIONAL.
Al inicio de este trabajo sealbamos que algunos autores haban denunciado la
utilizacin que hace Ortega del europesmo como coartada frente a los nacionalismos
perifricos que ponan en riesgo la unidad territorial de Espaa. Entre las crticas ms
significativas dirigidas contra Ortega, a propsito de su supuesto europesmo fingido,
Antonio Elorza ha calificado la salida orteguiana a Europa como una precondicin de su
nacionalismo progresivo88. Abundando en esta interpretacin desmitificadora del
europesmo orteguiano, Xacobe Bastida sostiene que si el filsofo madrileo enarbola
esa bandera europesta no es con otro propsito que el que sirve para fundamentar
una unidad superior a la del Estado nacional Europa- que, con todo, refuerza el sentido
opresor del nacionalismo que aqul implica89
85 Cfr., LPEZ FRAS, F., tica y poltica. En torno al pensamiento de J. Ortega y Gasset, op. cit., pg. 348 y ss. ZAMORA BONILLA, J., Ortega y Gasset, op. cit., pg. 350. ORTEGA SPOTTORNO, J., Los Ortega, Madrid, 2002, pgs. 368-369.
. En trminos similares se ha pronunciado
tambin Esteban Polakovic, para el que, si bien Ortega dudaba sobre si Europa deba ser
una super-nacin dentro de la cual quedaran salvaguardadas las naciones europeas, o
86 Cfr., MARTN PUERTA, A., Ortega y Unamuno en la Espaa de Franco. El debate intelectual durante los aos cuarenta y cincuenta, Madrid, 2009, pgs. 39 y ss. 87 Cfr., ORTEGA SPOTTORNO, M., Ortega y Gasset, mi padre, Planeta, Madrid, 1983, pg. 156. CEREZO GALN, P., Ortega y la regeneracin del liberalismo: tres navegaciones y un naufragio, op. cit., pg. 642. 88 ELORZA, A., La razn y la sombra. Una lectura poltica de Ortega y Gasset, op. cit., pg. 76.
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si, por el contrario, deba constituirse en una unin super-estatal por encima de las
naciones existentes, lo cierto es que segn este profesor de la Universidad de
Bratislava- en ltima instancia, debido a su doctrina sobre el Estado, Orte