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LOS AGUSTINOS Y LOS CATECISMOS PARA LOS INDIOS EN AMÉRICA Luis Resines Llorente Estudio Teológico Agustiniano. Valladolid La presencia de los agustinos en América esta perfectamente documentada a partir de 1533; antes (1527-28) hubo un intento que no llegó a cuajar, aunque la distancia de años muestra que no se hizo esperar su desembarco. Desde unos años antes de la llegada de los agustinos, la presencia de franciscanos había sido prácticamente la única, y, en buena lógica, habían acudido a los lugares más principales de Nueva España. Después se habían instalado los dominicos. Cuando los agustinos manifestaron su voluntad de acudir a América, aspiraban, en principio, a acudir a aquellos lugares que ya resultaban conocidos por los relatos de los viajeros. No resultó exactamente así, y se instalaron en el estado de Guerrero; en el de Hidalgo, abarcando el territorio de la Huasteca; y por último en el estado de Michoacán. Éstos fueron los espacios geográficos que vieron su presencia evangelizadora. Su actuación, como la del resto de las órdenes, pasó por toda una serie de realizaciones que iban desde lo material de la construcción del edificio del convento, hasta lo espiritual de la administración de los sacramentos. En medio de todas estas tareas, una ocupación prioritaria era el dominio de la lengua, o, por mejor decir, de las lenguas usadas en el vasto territorio que se les había asignado. La ventaja con la que contaban, sin duda notable, es que desde el primer momento se pudieron poner en contacto con religiosos de otras órdenes que les instruyeron en los conocimientos fundamentales de la lengua náhuatl, la más común, y que ejercía el papel de vehículo socorrido con el que siempre era posible iniciar algún contacto, por rudimentario que

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LOS AGUSTINOS Y LOS CATECISMOS PARA LOS INDIOS EN AMÉRICA

Luis Resines Llorente Estudio Teológico Agustiniano. Valladolid

La presencia de los agustinos en América esta perfectamente documentada a

partir de 1533; antes (1527-28) hubo un intento que no llegó a cuajar, aunque la

distancia de años muestra que no se hizo esperar su desembarco.

Desde unos años antes de la llegada de los agustinos, la presencia de

franciscanos había sido prácticamente la única, y, en buena lógica, habían acudido a los

lugares más principales de Nueva España. Después se habían instalado los dominicos.

Cuando los agustinos manifestaron su voluntad de acudir a América, aspiraban, en

principio, a acudir a aquellos lugares que ya resultaban conocidos por los relatos de los

viajeros. No resultó exactamente así, y se instalaron en el estado de Guerrero; en el de

Hidalgo, abarcando el territorio de la Huasteca; y por último en el estado de Michoacán.

Éstos fueron los espacios geográficos que vieron su presencia evangelizadora.

Su actuación, como la del resto de las órdenes, pasó por toda una serie de

realizaciones que iban desde lo material de la construcción del edificio del convento,

hasta lo espiritual de la administración de los sacramentos. En medio de todas estas

tareas, una ocupación prioritaria era el dominio de la lengua, o, por mejor decir, de las

lenguas usadas en el vasto territorio que se les había asignado. La ventaja con la que

contaban, sin duda notable, es que desde el primer momento se pudieron poner en

contacto con religiosos de otras órdenes que les instruyeron en los conocimientos

fundamentales de la lengua náhuatl, la más común, y que ejercía el papel de vehículo

socorrido con el que siempre era posible iniciar algún contacto, por rudimentario que

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éste fuera. No cabe duda, por tanto, que a esta tarea hubieron de dedicarse los primeros

agustinos que allí se instalaron. A medida que ampliaron su campo de actuación, y con

la base del recurso común a la lengua náhuatl, fueron ampliando el conocimiento, la

sistematización, el empleo de otras lenguas, con las que llevar a cabo la evangelización

en los territorios que atendían.

De su actividad humanizadora y evangelizadora, me centro en la realización de

unos cuantos catecismos, teniendo a la vista que ni ésta fue su única ocupación, ni los

catecismos que nos resultan conocidos recogen todos los esfuerzos que llevaron a cabo

para presentar la fe. Las explicaciones orales, la enseñanza directa, el recurso a la

mímica, la ardua labor de hacer caer en la cuenta de la vanidad de los antiguos dioses, el

despejar las dudas y dificultades sentidas,... todo eso no ha quedado reflejado en los

catecismos conocidos. Y lo que hoy sabemos es una muestra del empeño —nada

fácil— de sistematizar unas lenguas que nada tenían que ver con el castellano, pero que

fueron acomodadas a los principios de esta lengua para hacer posible el entendimiento

mutuo. Es una labor mucho más ruda, básica y difícil que la simple traducción, porque

abarcaba aspectos como la alfabetización, la pronunciación, la gramática, el

vocabulario, la sintaxis; a la suma de todos estos esfuerzos podemos llamarla

traducción, pero los trabajos previos, desconocidos y no siempre culminados con éxito,

son los cimientos desconocidos de los resultados que hoy conocemos.

En concreto, existen noticias documentadas con cierta seguridad de siete u ocho

catecismos llevados a cabo en el siglo XVI en América; y éstos no todos conocidos.

Entra dentro de lo posible que haya habido otros escritos que ni siquiera se han

conservado, así como tampoco documentación en torno a ellos. Como no son

demasiados, es posible repasarlos uno a uno. He preferido el orden cronológico, porque

proporciona con más exactitud un dato que de otra forma pasa desapercibido: el avance

que se produjo entre los religiosos destinados en América en el conocimiento y dominio

de las variadas lenguas en las que hubieron de entenderse y escribir.

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Agustín de Coruña

Los dos primeros escritos se deben a la pluma de Agustín de Coruña1. Se le

asignan dos catecismos distintos, que no son absolutamente seguros. El primero se titula

Doctrina cristiana, y pudo haber quedado manuscrito, para uso interno o haber sido

impreso. Cronológicamente hay que situarlo hacia 1534. No es seguro si estaba

redactado en náhuatl, o en mixteca. El capítulo general de los agustinos, celebrado en

México en 1534, en su cláusula séptima dice: «Item, ordenamos que, en acabando de

decir las horas los naturales, inmediatamente salga el Sacerdote a dezir Missa; y,

acabada la Missa, hagan que ya estén juntos en el patio todos los niños del pueblo, y

tengan diputados Indios hábiles y suficientes, que les enseñen la Doctrina, conforme al

doctrinal de Fr. Pedro de Gante: en el entretanto que se acaba el que está haciendo el

charíssimo hermano Fr. Agustín de Coruña»2.

La noticia ni siquiera menciona el libro por un título —el asignado es mera

conjetura—, así como tampoco proporciona datos seguros de que se llegara a publicar.

La redacción habla de un proyecto, ya avanzado, sobre el que Agustín de Coruña

trabaja. Llegado a América en 1533, la referencia del capítulo de los agustinos está

fechada en 1534, un año después. Quiere decir esto que ese año lo dedicó muy de lleno

1 De nombre familiar Agustín de Gormaz, su apelativo obedece al pueblo burgalés de Coruña del Conde, donde nació, se cree que en 1508, hijo de Fernando de Gormaz y Catalina de Velasco. Profesó en Salamanca el 24 de junio de 1524. Fue en la primera expedición de siete agustinos a América, y ya en Nueva España, sus destinos fueron las provincias de Tlapa y Chilapa. En 1560 fue elegido provincial, y dos años después con los provinciales el franciscano Francisco de Bustamante y el dominico Pedro de la Peña firmó el documento por el que se comprometían a dejar de lado las diferencias entre órdenes. Comisionado para presentar en Madrid dicho documento, al desembarcar en Sevilla le comunicaron que había sido designado para obispo de Popayán, en Colombia. No le resultó fácil aceptar el cargo. A pesar de la prohibición real de que los obispos se ordenasen en la península, causa de demoras sin cuento a la hora de embarcarse a su diócesis, Agustín de Coruña recibió la ordenación episcopal en octubre de 1564, y el 5 de octubre de 1565 se embargó con destino a su diócesis, a la que llegó en marzo de 1566. Decidido a defender a los indios, a la vista del comportamiento de los españoles, esto fue causa de conflictos personales. Elevó sus quejas al gobernador de Popayán, con quien había hecho la travesía; al verse desatendido, acudió al oidor de la Audiencia de Quito, Pedro de Hinojosa, que lo desterró de su diócesis. Desde su destierro en Lima, escribió a su provincial de Castilla, ante quien justificó sus postura de negarse a absolver a los encomenderos por la explotación de los indígenas; acudió también al propio Felipe II, en 1572, quien tuvo que intervenir para poner justicia frente a una situación tan alterada; fue respuesto en su sede. Pero en 1582 el no haber aceptado a un clérigo que se presentó ante él se concretó en la reclamación de éste ante la Audiencia de Quito y el gobernador de Popayán ordenó la prisión del obispo; éste respondió con la excomunión al mismo gobernador y a la Audiencia. Ello no impidió su prisión hasta que intervino otra vez Felipe II quien restituyó al obispo y destituyó al gobernador, Sancho García de Espinar. Falleció en Popayán el 25 de noviembre de 1589.

2 GRIJALVA, José de, 1624, Crónica de la Orden de nuestro Padre San Agustín en la Provincia de

Nueva España, México, p.19; citado por CORTÉS, Justino, 1987, El catecismo en pictogramas de Fr.

Pedro de Gante, Madrid, Fundación Universitaria Española, p. 49.

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al aprendizaje del náhuatl, y es verosímil suponer que él era el más aventajado de los

agustinos; precisamente por eso, le asignaron la labor de poner por escrito una doctrina

cristiana. Si no estaba redactado en náhuatl, podía estarlo en mixteco, lengua dominante

en la región de Tlapa y Chilapa en que estuvo destinado entre 1533 y 1560.

La segunda obra parece bien diferenciada de la anterior. Esta segunda la

presentó al Capítulo provincial de 1560. Responde al título, hipotético, de Doctrinal

fácil para enseñar a los indios. Por la referencia cronológica, no parece que puedan

confundirse, puesto que la primera, estaba para concluirse, o muy avanzada, el año

1534. Al entregar veintisiete años después una obra al Capítulo, no es arriesgado

calcular que se trata de otra diversa, pero que también resulta conocida sólo

documentalmente. Si la primera era urgida por la necesidad de disponer de instrumentos

para emprender la tarea que le había llevado a América con sus compañeros de orden, la

segunda parece que, por la fecha, se puede calibrar como fruto de una larga experiencia

de misionero curtido, pues hasta entonces había estado en contacto directo con los

indios; a partir de ese Capítulo fue elegido provincial y se inicia la segunda etapa de su

vida, con cargos de responsabilidad, hasta que por último asumió el episcopado. Del

Doctrinal fácil para enseñar a los indios, cabe la misma sospecha respecto a la lengua

en que estuviera redactado. Un conocimiento prolongado de la lengua mixteca permite

sospechar que hay que decantarse por ahí; pero no es imposible el uso del náhuatl,

lengua dominante y ampliamente extendida, que permitiría el empleo de la obra en otras

zonas no dependientes de la lengua mixteca.

Se trata, por tanto, de dos obras no conocidas, de las que únicamente la

documentación permite sospechar de su verosímil existencia, aunque no hayan llegado

hasta nosotros.

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Juan de Guevara

Años después de la intervención de Agustín de Coruña, el religioso Juan de

Guevara3, trabajando en la región huasteca, se atrevió a publicar un catecismo el año

1548. Su título es Doctrina cristiana en lengua Huasteca, por Fray Juan de Guevara,

de la orden de San Agustín. La obra ha sido impresa ese año, aunque no se sepa la

imprenta. Parece que el único ejemplar que existe radica en la Hispanic Society, de New

York, sin poder asegurar si hay más ejemplares. Cuando 23 años después, el también

agustino Juan de la Cruz —del que aparecerá su intervención a continuación— se

ocupó en perfeccionar lo que había escrito anteriormente Juan de Guevara, proporciona

alguna información adicional sobre la obra: «Yo, aunque indigno, visto que en la lengua

mexicana se han traducido y sacado muchas doctrinas, y que desta lengua guasteca no

habido [sic, ha habido] quien haya sacado doctrina a luz, sino una que sacó el P. Fr.

Juan de Guevara, fraile de la orden de nuestro Padre Sancto Augustín, doctísimo varón

y consumado religioso, que se imprimió en la sede vacante de 1548, la cual, ansí por

falta de molde como por la de los nahuatlatos, que en aquel tiempo no alcanzaban los

secretos y modos della, por no se haber puesto en arte, tiene y ha parecido tener,

algunos defectos como a mi me consta de veinte años a esta parte, por haber tenido más

curiosidad en ella que otros nahuatlatos seglares, que ignoran la gramática de la dicha

lengua guasteca, y sus muchas equivocaciones, de las cuales usan mucho los huastecos,

por ser lengua bárbara: quise tomar el trabajo de la tornar a sacar y poner en perfección,

pues participo de la lengua guasteca y mexicana...»4.

La referencia a la sede vacante en 1548 responde a la muerte del primer

arzobispo de México, Juan de Zumárraga, ocurrida el 3 de marzo de ese año. Pasando

por alto que denomina, sin más, como «nahuatlatos», a los traductores o «lenguas», lo

que afirma Juan de la Cruz —que escribe 23 años después de la publicación de la obra

de Juan de Guevara —, es que hace ya unos veinte años ha detectados fallos en la

doctrina. Casi se puede afirmar que desde el mismo momento de la publicación. ¿Por

qué esperó veintitrés años a corregirla? Sólo se me ocurren dos motivos posibles:

aprovechar el gasto realizado para la edición de la Doctrina cristiana hecha por Juan de

3 Las escasas noticias de Juan de Guevara señalan que eran natural de Nueva España, fue párroco de Mextitlán y peritísimo en el difícil idioma de la Huasteca.

4 Epístola nuncupatoria al arzobispo Alonso de Montúfar, (f. 4v).

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Guevara en 1548; o esperar a su muerte, para no hacerle pasar el mal trago de que

Guevara se viera corregido (y desprestigiado) por un hermano de orden. Al desconocer

la fecha de fallecimiento de éste, resulta verosímil este motivo, que no excluye del todo

el primero. Pero, en síntesis, se deducen varias informaciones valiosas:

1ª) que había bastantes doctrinas en náhuatl; pero no había ninguna doctrina impresa

en huasteca;

2ª) que es una lengua muy difícil, mal conocida, de gramática ignorada por muchos

traductores;

3ª) que Juan de Guevara se arriesgó a escribir una; ésta se imprimió en 1548;

4ª) que adolece de defectos, porque en 1548 aún era una lengua mal dominada por

los españoles;

5ª) que en 1571, con mejores conocimientos del huasteco, se han pulido los errores

lingüísticos

En conjunto no es mala información. Pero no se agota aquí. Porque con una

honradez estimable, además de que Juan de la Cruz reconoce al editarla a su nombre

que «me he aprovechado de los trabajos de otros padres y ministros celosos de la

salvación de aquella pobre gente», afirma sin rodeos, que ha añadido algunas partes:

«...y ansí por yncluir en ella todo lo que el padre Juan de guevara puso, va algo más

larga, y se añadieron algunas oraciones para adorar el sanctíssimo sacramento y cáliz y

cruz, y un cathecismo breue para los que comulgan y más entienden y gustan de nuestra

fee y redempción» (f. 5r).

Es decir, que es posible saber cuáles eran los contenidos de la doctrina que

publicó Juan de Guevara, al prescindir de los aditamentos introducidos por su corrector

Juan de la Cruz. Por consiguiente, el esquema de la doctrina que publicó en 1548 Juan

de Guevara es el siguiente:

- señal de la cruz

- padrenuestro (en latín)

- avemaría (en latín)

- credo (en latín)

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- salve (en latín)

- oración de completas y de prima (en latín)

- artículos de la fe (huasteco)

- mandamientos de Dios (huasteco)

- mandamientos de la Iglesia (huasteco)

- sacramentos y sacramentales (huasteco)

- doctrina sobre el pecado mortal o capital (huasteco)

- obras de misericordia (huasteco)

- virtudes teologales y cardinales (huasteco)

- dones del Espíritu Santo (huasteco)

- potencias del alma (huasteco)

- bienaventuranzas (huasteco)

- confesión de la misa (en romance, castellano)

En la obra impresa que hoy conocemos aparece una explicación adicional sobre

la lengua empleada: «Las quatro oraciones de propósito se pusieron en latín: porque es

Justo que las sepan todos. Y es costumbre en toda la lengua y guasteca [sic] dezirlas en

latín, o en su lengua cantadas, ansí a prima noche como a la mañana con las oraciones

de completas y prima y sus versos al propósito; lo demás todo en su lengua se dize o

canta como tienen en costumbre». Ahora bien, no hay forma de saber si figuraban así en

la obra primera de Juan de Guevara, o es fruto de la reelaboración de Juan de la Cruz;

no es seguro, aunque sí probable, en la doctrina primitiva de guevara que las cuatro

oraciones básicas (padrenuestro, avemaría, credo y salve) estuvieran en latín; el

apartado de completas y prima forma parte del rezo conventual, al que los religiosos

inducían a los indios con cierta frecuencia.

Lo redactado por Juan de Guevara en guasteco es, sin duda, un catecismo breve,

prácticamente una cartilla, al carecer de explicaciones —que serían tarea de la

enseñanza oral de los misioneros—; pero la aportación no consiste tanto en redactar

una obra de nuevo cuño, diversa de otras muchas que circulaban por México; la

aportación es abrir brecha en la ardua labor de redactar casi todo en lengua guasteca,

para que pudiera ser usado por los que la empleaban de forma habitual. El intento ahí

está, aunque saliera plagado de defectos por el rudimentario conocimiento de la lengua;

y sólo un cuarto de siglo después fue corregida y mejorada en la expresión lingüística.

Pero constituye un excelente documento de que no resultaba nada sencillo llegar a

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dominar las lenguas indígenas, y no siempre se acertaba a la primera, aunque se pusiera

tesón y buena voluntad en el aprendizaje. A pesar de que su escrito hubiera de ser

corregido y perfeccionado después, Juan de Guevara tuvo el mérito de arriesgarse.

Juan de la Cruz

El agustino Juan de la Cruz5 era en la fecha de 1570 prior del convento de

Huexotla, en la provincia huasteca. Trabajó sobre la doctrina que había publicado

anteriormente Juan de Guevara, y la perfeccionó en su expresión lingüística, llegando a

publicarla en 1571: Doctrina christiana en la lengua Guasteca con la lengua castellana.

La guasteca correspondiente a cada palabra de guasteco. Según que se pudo tolerar en

la frasis: de la lengua guasteca: compuesto por yndustria de vn fraile de la orden del

glorioso sanct Augustin: Obispo y doctor de la sancta yglesia. En méxico. En casa de

Pedro Ocharte, 1571.

En principio, como se ve, es anónima, pero la

censura, los abundantes preliminares (dedicatoria doble,

licencia,...) y el colofón de la misma muestran que el

autor es Juan de la Cruz. Además de la dedicatoria al

virrey Martín Enríquez, donde asegura haber trabajado

sobre la obra precedente, otra dedicatoria al arzobispo

Montúfar recuerda el concilio provincial de 1555, y la

disposición que se adoptó de componer dos doctrinas,

una breve y otra larga, que se tradujesen en varias

lenguas. Habla de algunos que hubieran podido llevar a

cabo esta labor, el franciscano Andrés de Olmos,

fallecido, y el clérigo Juan de Mesa, «que no se atreve a

la sacar, y por eso yo determiné de la sacar».

5 De origen español desconocido, marchó a América en 1539; en 1551 estaba destinado en la Huasteca, donde aprendió la lengua huasteca, además del náhuatl, como certifica él mismo en el prólogo a su obra:

Figura 1 Juan de la Cruz, Portada

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El contenido de este catecismo se distribuye en cinco partes, de las cuales la

segunda es la que constituía la Doctrina christiana, de Juan de Guevara. 1) preliminares

(f. 1r-5v); 2) cartilla de la doctrina cristiana (f. 6r-34v); 3) devocionario (f. 34v-41v); 4)

breve catecismo dialogado para los que comulgan, es decir, para los que tienen un cierto

conocimiento de la fe cristiana (f. 42v-49v); y 5) láminas finales (f. 50r-52v). La parte

tercera, devocionario, incluye: preguntas para adultos que quieren bautizarse, «las bañas

que se vuieren de casar» (fórmula del matrimonio), bendición de la mesa y acción de

gracias, bendición a la cena, fórmula breve para la bendición de la mesa, adoración de la

cruz, adoración del cáliz, al recibir la hostia (comulgar), al alzar la hostia, al alzar el

cáliz (en el transcurso de la celebración de la misa), oración de san Jerónimo a la

eucaristía. Las tres partes 2ª, 3ª y 4ª son enteramente bilingües: el vuelto de cada hoja

contiene el texto castellano, y el recto de la siguiente el correspondiente guasteco.

Hay dos características más que singularizan este catecismo: por un lado la

abundancia de láminas, unas a toda página, y otras muchas en pequeños grabados que

acompañan al texto castellano y guasteco. Son 140 grabados para 104 páginas, lo que da

una idea del espectacular despliegue visual, de manera que algunas páginas tienen más

apariencia de cómic que de libro.

«pues participio de la lengua guasteca y mexicana». Murió en 1574.

Figura 2 Juan de la Cruz, f. 10v

Figura 3 Juan de la Cruz, f. 52r

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Pero si esto puede resultar llamativo, importa más para lingüistas y traductores

la segunda característica, el afán perfeccionista. Estaba de por medio la Inquisición, que

había ordenado retirar para examinar la Doctrina christiana breve de Alonso de Molina,

impresa por segunda vez en México, Antonio de Espinosa, 1570; y ello a pesar de que

se consideraba a Alonso de Molina el más acabado conocedor de náhuatl y maestro de

cuantos de él aprendieron la lengua indígena; pero el afán perfeccionista buscaba limar

y pulir las expresiones hasta lo indecible. Para tratar de evitar que se viera envuelta en

semejantes conflictos, el tortuoso recorrido seguido por la Doctrina revisada por Juan

de la Cruz es el siguiente:

1) el 30 de septiembre de 1570 Juan de la Cruz ha terminado su obra (f. 5v).

2) el 17 de octubre de 1570, Juan de San Román, provincial, autoriza se

publique (f. 5v).

3) es «vista y examinada» en primera revisión privada por Juan de Mesa,

experto en guasteco (f. 5r), Cristóbal de Frías, Lope Corço, Hernando Cortés

y Francisco de la Cueva, cacique de Tauiçan (f. 50v).

4) «Fue segunda vez revisada y sacada conforme al Romance»; intervienen Juan

Muñoz de Cayas, Cristóbal de Frías, Lope Corço, Jerónimo de Cisneros y

Juan de Acedo (f. 50v).

5) el 30 de junio de 1571 el autor la da por concluida y firma la carta dedicatoria

al arzobispo Alonso de Montúfar.

6) el 22 de julio de 1571 el administrador del obispado, Bartolomé de Ledesma

ordena el proceso oficial de censura, doble: en cuanto a la doctrina

intervienen Martín Pérez y Melchor de los Reyes; en cuanto a la traducción,

actúan Juan Gil, Lope Corço, Francisco de la Cueva, Martín Vázquez, y

Diego de Mayorga.

7) el 26 de julio de 1571 Bartolomé de Ledesma concede la licencia eclesiástica

para la impresión, a la vista del resultado de ambas censuras (f. 3r-v).

8) el 1 de agosto de 1571 el virrey Martín Enríquez concede la licencia civil, con

los derechos exclusivos de impresión (f. 1v).

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9) el 15 de septiembre de 1571 concluye la impresión en México, por el

impresor Pedro Ocharte, en edición costeada por Hernando Pacheco (f. 52v).

Larga trayectoria que buscaba la perfección más exquisita, para evitar que

cualquier expresión en la lengua guasteca pudiera ocasionar alteraciones en el

percepción exacta de la fe cristiana. Los circunloquios, las palabra ambiguas, las

expresiones equivalentes, los conceptos cristianos que no tenían correspondencia con

conceptos —ni con vocablos— huastecos (por ejemplo: gracia, redención, sacramento,

resurrección...) hubieron de ser examinados con lupa para que no contuvieran

afirmaciones contrarias a la fe.

La presente doctrina constituye el caso mejor documentado de la más depurada

censura, civil y eclesiástica, por partida doble, en los contenidos y en la expresión

lingüística, para llegar al resultado perfecto.

Melchor de Vargas

De este religioso agustino también

resulta casi desconocida su biografía6. A

indicación del arzobispo Pedro Moya de

Contreras, sucesor de Alonso de Montúfar

desde 1573, intervino en la traducción de la

obra que se publicó con su nombre: Doctrina

Christiana, muy vtil y necessaria en

Castellano, Mexicano y Otomí, traduzida en

lengua Otomí por el muy R. Padre Fray

Melchior de Vargas, de la orden de sant

Augustin, Prior de Atocpan. Ordenada por

6 En 1576 era prior de Atocpán; el 25 de abril de 1578 fue elegido visitador de la provincia de México; y en 1590 fue visitador y definidor. Fundó ese año el convento de Atlixco.

Figura 4 Melchor de Vargas, Portada

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mandado del yllustrissimo y Reuerendissimo señor Don Pedro Moya de Contreras,

Arçobispo de México, del consejo de su Magestad, y con licencia impressa, México,

Pedro Balli, 1576.

En dos momentos —título y preliminares—, Melchor de Vargas aparece como

traductor al otomí. ¿Qué obra traduce? Aunque no lo expresa, se trata de la que, con un

título idéntico, ya había sido traducida también al náhuatl, con la intención de que la

misma doctrina fuera enseñada en todas las lenguas: Doctrina Christiana muy vtil y

necessaria para los Españoles, como para los naturales, en lengua Mexicana y

Castellana. Ordenada por mandado del Yllustrissimo y Reuerendisssimo Señor Don

Pedro Moya de Contreras, Arçobispo de México, del consejo de su Magestad y con su

licencia impresa, México, Pedro Balli, 1578. La diferencia de fechas con respecto a la

de Melchor de Vargas no constituye problema, porque de esta segunda obra se conoce

otra edición sin fecha, que puede ser posterior, pero también anterior. He asignado la

autoría de la misma a Francisco de Pareja7. La diferencia entre ambas, como los títulos

señalan, es que la de Francisco de Pareja es bilingüe, castellano-náhuatl, con el texto a

dos columnas paralelas, una para cada lengua; al contrario, la de Melchor de Vargas es

trilingüe, con la hoja vuelta destinada al texto náhuatl, a renglón completo, y la hoja

recta frontera, a dos columnas, presenta en la izquierda el texto castellano, y en la

derecha el otomí. (El único ejemplar conocido, en la biblioteca de la Universidad de

Austin, Texas, está mutilado en parte).

Tanto la versión bilingüe de Pareja (en el colofón, en náhuatl), como la trilingüe

de Vargas (en una nota, f. 2r), incluyen el mandato de Pedro Moya de que se enseñe por

ella y sólo por ella, de manera que esta doctrina es, en cierto modo, un texto oficioso

impuesto por el arzobispo Moya de Contreras en su obispado. Ahora bien, hay una

cuestión que no puede pasarse por alto: uno y otro traducen en la correspondiente

lengua o lenguas un texto castellano: ¿cuál es éste? La más elemental lectura apunta al

catecismo primero de Gaspar Astete, redactado ya en 1576, aunque no se sepa con

exactitud cuándo fue publicado; además, aparecen en la redacción algunas

concomitancias con el catecismo segundo de Astete (hasta ahora conocido como de

Ripalda), aunque son muchas menos. El innegable parecido con Astete, me ha llevado a

7 RESINES, Luis (ed.), 1990, FRANCISCO DE PAREJA, Doctrina cristiana muy útil y necesaria,

México, 1578, Salamanca, Universidad de Salamanca.

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pensar en un fondo común, en una mentalidad de que la que participaban los religiosos

que iban a América, y de la que no resultaba posible desprenderse, pues ni siquiera

sentían necesidad de ello. El redactor del texto castellano, anónimo, pudo muy bien

participar de esa mentalidad, e incluso de expresiones muy parecidas, que, luego, por

iniciativa de Pedro Moya, habían de ser traducidas a varias lenguas, a partir del mismo

texto castellano. Sabemos de la traducción al náhuatl efectuada por Francisco de Pareja;

también sabemos de la traducción al otomí, a cargo de Melchor de Vargas; es posible

que hubiera otras versiones a otras lenguas, que hoy hayan desaparecido. La aportación

específica de Melchor de Vargas es la de traductor, obediente a las indicaciones del

arzobispo. Hay que suponer, además, que actuó como traductor fiel, aunque en la obra

—en la parte conservada— no hay indicios de una revisión pulida, por parte de otros,

de la traducción que él llevó a cabo.

Juan de la Anunciación

La actuación de Juan de la Anunciación8 en el terreno de la catequesis es

rigurosamente contemporánea de la de su compañero de orden Melchor de Vargas,

aunque actuaron en territorios diferentes, marcados, además, por la notable diversidad

lingüística. Vargas trabajó en la región de lengua otomí, en tanto que Juan de la

Anunciación se desenvolvió en la capital de Nueva España, en la ciudad de México.

Allí dominó la lengua náhuatl, en la que escribió sus dos catecismos. Llama la atención

este esfuerzo particular, puesto que para entonces había ya una serie abundante de

catecismos en náhuatl; pero Juan de la Anunciación estimó que ninguno se acomodaba a

lo que él pretendía, y se decidió por la escritura no de uno sino de dos catecismos de

nuevo cuño.

8 No hay seguridad sobre si era natural de Granada o de Baeza (Jaén); debió nace entre 1514 y 1516, y sus padres eran Diego Fernández e Isabel Herrera. Tampoco se sabe la fecha en que pasó a México. En contra de lo habitual, que era la presencia de religiosos jóvenes, él hizo su profesión en México con cuarenta años de edad, hacia 1554 o 1556. Fue prior de México y de Puebla, Rector del Colegio de San Pablo de México, definidor y visitador. Entre 1575 y 1577 era prior del convento de México, donde murió hacia 1594.

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El primero se titula Doctrina Christiana

mvy cvmplida, donde se contiene la exposición de

todo lo necessario para Doctrinar a los Yndios y

administralles los Santos Sacramentos.

Compuesto en la lengua Castellana y Mexicana

por el muy Reuerendo padre Fray Iuan de la

Anunciación, Religioso de la orden del glorioso

Doctor de la Yglesia sant Augustín. Dirigida al

muy Excellente Príncipe don Martín Enrríquez,

Visorrey gouernador y capitan general en esta

nueua España y presidente del Audiencia real

que en ella reside, México, Pedro Balli, 1575.

Largo título para una obra amplia, de la cual se

conservan actualmente tres ejemplares en Londres (British Library), Nueva York

Biblioteca Lennox) y Austin (Biblioteca de la Universidad). Tiene 275 páginas, más

hojas de preliminares, con una amplísima explicación, completa, de la doctrina

cristiana. Aparece a dos columnas, con el texto náhuatl en una columna de letra

redonda, y el texto castellano correspondiente en la columna paralela en cursiva. A la

vista de la extensión y complejidad de la Doctrina, cabe preguntarse para quién estaba

destinada; para los indios resultaba un texto excesivamente complicado, excepción

hecha de aquellos que habían aprendido a leer y que podían encontrar en él un libro de

consulta. Resulta más probable que estuviera destinada para los misioneros, quienes

podían encontrar en ella una explicación extensa, a la que poder acudir, con la ventaja

adicional de que, al tenerla ya traducida, podía ser un recurso fácil y de utilización

inmediata para explicaciones o sermones.; e incluso para explicar la otra doctrina más

breve que también escribió.

Esta otra doctrina breve se titula: Cathecismo en lengua Mexicana y Española,

breve y muy compendioso, para saber la doctrina Christiana y enseñarla. Compuesto

por el mvy reverendo Padre Fray Iuan de la Annunciación, Supprior del Monasterio de

Sant Augustin de México, México, Antonio Ricardo, M.D.LXXVII (1577).

Característico de esta obra es que figura integrada en otra del mismo autor9.

9 ANUNCIACIÓN, Juan de la, 1577, Sermonario en lengua Mexicana, donde se contiene (por el orden

Figura 5 Juan de la Anunciación Portada de la Doctrina

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El Cathecismo tiene portada propia,

y ocupa desde el f. 221r hasta el 267r10. Le

precede un calendario, como anunciaba el

título general del tomo en el que figura el

catecismo (f. 222r-224v); a continuación

del calendario, tiene una relativamente

breve cartilla de la doctrina, dispuesta a dos

columnas, pero sólo en náhuatl. Esta cartilla

contiene: la señal de la cruz, padrenuestro,

avemaría, credo, salve, artículos de la fe,

mandamientos de Dios, mandamientos de la

Iglesia, sacramentos, pecados capitales y

virtudes opuestas, bienaventuranzas,

confesión o yo pecador, modo de ayudar a

misa, fiestas de guardar de los indios, días

de ayuno de los indios, témporas, y dos oraciones que pueden ser la bendición de la

mesa y la acción de gracias. Todo lo anterior presenta el formulario escueto, sin

explicación alguna; pero hay una advertencia interesante en el f. 227r, que dice: «Lo

demás de la doctrina que aqui falta se hallara en el fin del Cathecismo».

Tras una carta del autor al lector (español, pues está en castellano), comienza el

catecismo en que va explicando con cierta brevedad los contenidos de la cartilla

anterior, aunque no con el mismo orden. La enseñanza aparece a dos columnas: la

interior, más estrecha, en náhuatl, compuesta en cuerpo pequeño, redondo, y la exterior

en castellano, en cuerpo mayor, también redondo. Opta por el estilo expositivo, no el

interrogativo. Explica los artículos de la fe, los mandamientos de Dios, los de la Iglesia,

los sacramentos, los pecados capitales y las virtudes opuestas, y, al final, en una simple

enumeración, las bienaventuranzas.

del missal nvevo Romano) dos sermones en todas las Dominicas y Festiuidades principales de todo el

año, y otro en las Fiestas de los Sanctos, con sus vidas, y Comunes. Con un Cathecismo en lengua

Mexicana y Española, con el Calendario. Compuesto por el venerado padre Fray Iuan de la

Annunciación, Subprior del monasterio de Sant Augustín de México, México, Antonio Ricardo, M.D.LXXVII.

10 El ejemplar de la Biblioteca Nacional de Madrid, carece de las últimas páginas, desde el f. 260r.

Figura 6 Juan de la Anunciación Portada del Catecismo

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Es, pues, un catecismo doble, o una cartilla y un catecismo que explica lo

fundamental, aunque no todo. Ciertamente es mucho más breve que la Doctrina

Christiana, que publicó en 1755. Si aquélla puede estimarse que estaba destinada a los

misioneros para que se sirvieran de ella, ésta, por su mayor brevedad y por el estilo de

explicaciones no muy complejas, cabría asignarla al empleo directo con los indios. Pero

ciertamente con indios cultos. Una exposición siempre resulta más difícil que unas

preguntas encadenadas que hacen avanzar la materia; pero eso exigía una cierta

predisposición que no se puede suponer en los indios que aún tenían pocos

conocimientos. Ahora bien, deshace todas las suposiciones la carta al lector, en que se

dirige a los predicadores (el Catecismo está incluido en un Sermonario), a los que indica

que en su libro encontrarán una presentación breve, y por partes, de lo esencial de la fe.

Es posible pensar que, a la vista de los resultados obtenidos con la Doctrina christiana,

de 1575, amplia, y destinada a los misioneros, Juan de la Anunciación llevara a cabo un

resumen, también para misioneros, pero más sencillo, y con el que más fácilmente

podrían proporcionar una explicación asequible a los indios.

Juan de Medina

El adjetivo «Bethico» que acompaña a su nombre en el título latino de su obra es

la única pista, débil, para señalar su origen andaluz, que no admite más precisiones

(¿sevillano?, ¿andaluz?). Quizá profesó en México, pues la crónica consultada por

Nicolás León se hace eco de tres profesiones de algún «Juan de Medina», pero resulta

una pista demasiado endeble para poder hacer afirmaciones seguras sobre si era él

alguno de los tres profesos. Sí es seguro que en 1575 es prior en el convento de

Tacambaro, y en 1577 lo es del convento de Cuiseo, según informan respectivamente el

segundo y el primer tomo de su catecismo. En la junta capitular de 1563, celebrada en

Totolapa, constan dos «Juan de Medina»: uno puede ser el autor de esta obra, y el otro

Juan de Medina Rincón, obispo de Michoacán, a quien dedicó la obra. Falleció antes de

1602.

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Compuso una extensísima obra de corte catequético, aunque por la amplitud, es

evidente que la destinó a la formación de los misioneros que tenían que enseñar a los

indios. El hecho de redactarla en tarasco —los dos títulos aparecen en latín— podría

despistar, porque se podría pensar en una obra para uso directo de los indios. Pero no es

así.

El tomo primero lleva el título de Doctrinalis fidei in Mechvacanensivm

indoruvm lingva, aeditvs ab admodum reverendo Patre Fratre Ioanne Metinensi,

Bethico, Augustiniani ordinis, & Priore conventus Cuisensis. Tomus primvs. Ad

Illvstrisssimum et Reverendissimum D. Dominum Fratrem Ioanne a Medina Rinconeum,

Michuacanensem Episcopum, eiusdem instituti. Accessere sermones quattor, scilicet in

festo sancti Ioannis Baptistae, in festiuitate Apostolorum Petri et Pauli. In festo magni

patris Augustini Ecclesiae Doctoris. In festo sancti Francisci ordinis fundatore,

México, Antonio Ricardo, 1577.

El tomo segundo tiene un título

similar, aunque incluye otros detalles:

Doctrinalis fidei in Michoacanensivm

Indorvm lingua, aeditus ab admodum

reverendo Patre fratre Ioanne Metinensi,

Bethico, Augustiniani ordinis & Priore

conuentus Tacambarensis. Tomus

secundus. Ad Illustrissimum et

Reuerendissimum D. Dominum Fratrem

Ioannem a Medina Rinconeum,

Michuacanensem Episcopum, eiusdem

instituti. Accesit et compendium

Metheorologicarum impressionum ab ipso

Auctore recognitum, México, Antonio de

Espinosa, 1575.

La diferencia de fechas entre ambos tomos tiene una explicación muy simple.

Hoy nos resulta conocida la obra completa merced a ejemplares reimpresos, en tanto

que, las licencias de aprobación son idénticas, y tienen la misma fecha (1574-1575), por

lo que es preciso deducir que la obra se imprimió de una sola vez, en dos tomos en la

Figura 7 Juan de Medina, Portada

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fecha de 157511. Y, después, reimpresa, ha llegado a nosotros un ejemplar del tomo

primero que certifica que la reimpresión tuvo lugar en 1577 y un ejemplar del tomo

segundo, procedente de la primera impresión de 1575. El tomo primero, con algo más

de 140 páginas, y el segundo con otras tantas, nos hablan de una obra mayor. Aparte de

los sermones a los que hace alusión el título del tomo primero, dedica

fundamentalmente el contenido a la explicación de los artículos de la fe, y de los

sacramentos; reserva para el tomo segundo la explicación de los mandamientos de Dios,

los de la Iglesia, los pecados capitales y las virtudes contrarias a ellos, y las obras de

misericordia. También, como indica el título, hay un apartado sobre los aspectos de la

naturaleza y las cosas y costumbres de los indios. Pero su contenido lo sitúa con

claridad entre los catecismos.

Juan de Medina hubo de ser, necesariamente, experto en la lengua de Michoacán

en la que redactó tan voluminoso estudio. Su recurso fácil al latín en ciertas ocasiones

(título, dedicatoria, colofón, prólogo, tabla,...) certifica que es una obra destinada a que

los religiosos que enseñaban en Michoacán dispusieran de una ayuda en su labor

misionera.

*****

Es el momento de haber un balance. No son demasiado los autores de

catecismos, de la orden agustiniana, que resultan conocidos. Cinco nombres: Agustín de

Coruña, Juan de Guevara, Juan de la Cruz, Juan de la Anunciación, y Juan de Medina.

Y no son tampoco demasiadas las obras por ellos escritas, siete en total. Pero para un

lote tan reducido, encontramos referencias a las lenguas náhuatl o mixteca, huasteca

(pulida y perfeccionada en la segunda publicación), de nuevo náhuatl, y tarasco de

Michoacán. No fueron mancos los agustinos que publicaron sus catecismos en el siglo

XVI en América.

11 Además, el colofón del tomo primero señala sin rodeos que la obra está incompleta sin el segundo; y, a la inversa, el colofón del tomo segundo señala el punto final de toda la obra conjunta: «Ad laudem et gloriam omnipotentis Dei eiusque sacrosanctae matris virginis Mariae: finitum est Opus, die decima octaua mensis Maij, Anno Domini 1575».

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Bibliografía

• GARCÍA ICAZBALCETA, Joaquín, 1954, Bibliografía Mexicana del Siglo

XVI, México, Fondo de Cultura Económica (Nueva edición por MILLARES

CARLO, Agustín).

• RESINES, Luis, 1990, Catecismos americanos de religiosos agustinos en el

siglo XVI, en RODRÍGUEZ, Isacio (ed.), Agustinos en América y Filipinas.

Actas del Congreso Internacional. Valladolid, 16-21 de abril de 1990,

Valladolid-Madrid, Banco Atlántico, pp. 503-524.

• RESINES Luis, 1991, La « Doctrina christiana» en lengua guasteca de Juan

de la Cruz, O.S.A., Archivo Agustiniano, LXXV, nº 193, pp. 13-138.

• SANTIAGO VELA, Gregorio de, 1906-1931, Ensayo de una Biblioteca

Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, 7v., El Escorial-Madrid.