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HISTORIA DE ESPAÑA dirigida por John Lynch " JOHN LYNCH María Cruz Femández Castro 1. S. Richardson Roger Collins Roger Collins Roger Collins Bernard F. Reilly Peter Linehan Angus MacKay John Edwards John Lynch John Lynch Iohn Lynch Martin Blinkhorn Richard Robinson La prehistorio La romanización Los visigodos, 409-7l/ La conquista árabe, 710-797 Califas y reyes, 798-1033 Cristianos y musulmanes, 103/-l/57 Los siglos XII }' xm Los siglos de crisis, 1300-/474 Los Reyes Católicos, /474-/520 Los Austrias (/5/6-/598) Los Austrias (/598-/700) El siglo XVIII España, /808-/939 Desde /939 hasta nuestros días 1 ll,. , 11 , " " "1:: ,J , " ; ,i ¡ .! ., J I LOS AUSTRIAS (1516-1598) HISTORIA DE ESPAÑA, X TraducCión castellana de JUAN FACI CRÍTICA BARCEWNA

Los Austrias - John Lynch

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Primeros 3 capítulos del libro, en donde se describe detalladamente, desde el gobierno de los reyes católicos, hasta el de Felipe II, abordando principalmente el de por Carlos V.

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HISTORIA DE ESPAÑAdirigida por John Lynch "

JOHN LYNCH

María Cruz Femández Castro1. S. RichardsonRoger CollinsRoger CollinsRoger CollinsBernard F. ReillyPeter LinehanAngus MacKayJohn EdwardsJohn LynchJohn LynchIohn LynchMartin BlinkhornRichard Robinson

La prehistorioLa romanizaciónLos visigodos, 409-7l/La conquista árabe, 710-797Califas y reyes, 798-1033Cristianos y musulmanes, 103/-l/57Los siglos XII }' xmLos siglos de crisis, 1300-/474Los Reyes Católicos, /474-/520Los Austrias (/5/6-/598)Los Austrias (/598-/700)El siglo XVIII

España, /808-/939Desde /939 hasta nuestros días

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I

LOS AUSTRIAS(1516-1598)HISTORIA DE ESPAÑA, X

TraducCión castellana deJUAN FACI

CRÍTICABARCEWNA

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajolas sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquiermedio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informático, y la distribu-ción de ejemplares de ella media.nte alquiler o préstamo públicos.

Titulo original:SPAIN 1516-1598.FROM NATION SfATE ro WORLD EMPIRE

Basil 'Black.well, Oxford

Diseño' de la colección y cubierta: Enric Satue, @ 1991: John Lynch

@ 1993 de la traducción castellana para Espafia y América:CRíTICA (Grijalbo Comercial, S.A.), Aragó, 385, 08013 Barcelona

ISBN: 84-7423-565-0Depósito legal: B. 39.143-1992

Impreso en Espana1992.-HUROPE, S.A., Recaredo, 2, 08005 Barcelona :1

PR6WGO

La presente obra es una nueva edición del volumen 1 de España bajo losAustrias, que ha sido revisado para incorporar las investigaciones realizadas enel último decenio y para integrar el libro en la colección Historia de España,en la que cubre el siglo XVI. El libro conserva su estructura e identidad anterio-res y sigue siendo un estudio global de la economla, la sociedad y la pollticaespañolas y de su expresión en una potencia internar:ional e imperial. Las in~vestigaciones realizadas en los últimos diez-quince años han incrementado nues-tro conocimiento de la población, los recursos y las instituciones de la Españade comienzos de la Edad Moderna. Como consecuencia de el/o se han modifi-cado muchas de nuestras percepciones, no en tan gran número ¡;omo defiendeel revisionismo, pero bastantes como para hacer que los historiadores reflexio-nen de nuevo sobre cuestiones familiares. Por tanto, he realizado una revisiónsustancial en aquellos casos en que resultaba necesario y, asimismo, modifica-ciones de detalle. Los principales cambios afectan a los capltulos IV y V. quehan sido reestructurados y ampliados. El impulso que han cobrado los estu-dios regionales, que marca la investigación histórica espaifola desde 1975, exigeque se rehaga la historia economica y social. El nuevo enfoque respecto a lapoblación, las estructuras agrarias y las actividades industriales recoge los re-sultados de la investigación regional e intenta situarla en un marco nacional.o al menos castellano. El tema de España y América se estudia en un capltuloseparado y he pretendido tanto explicar como identificar la conquista. Al mar-gen de estas secciones «estructurales)" del libro, he incorporado nuevos enfo-ques al estudio de Fernando e Isabel, de los comuneros, de la Inquisición y lareligión. La investigación moderna tiende a cuestionar más que a corrfirmar

- el absolutismo de Felipe Il. Teniendo esto presente, he revisado el enfoque an-terior de la evolución burocrática. las finanzas reales, el papel de las Cortes,los puntos de inflexión cronológicos y otros aspectos. El libro concluye con unanueva bibJiografia. que recoge las obras más recientes.

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. Capítulo 1

LA HERENCIA DE LOS HABSBURGO

LA UNIÓN DE LAS CORONAS

El 19 de octubre de 1469, Isabel, heredera del trono de Castilla, contrajomatrimonio con Fernando, hijo y heredero de Juan 11de Aragón. No puededecirse que fuera un matrimonio por amor, aunque la novia, poco atractivay en la que no destacaban sus atributos femeninos, y que a la sazón contabacon 19años de edad, llegó a amar lo suficiente a su marido como para sentirsecelosa de sus numerosas infidelidades. No se trató tampoco de un acuerdo di-nástico impuesto desde arriba. Isabel, haciendo caso omiso de la oposición desu hermano, el monarca reinante Enrique IV, y rechazando a sus pretendientesportugueses. franceses e ingleses, decidió personalmente casarse con Fernandoy pudo imponer su criterio gracias a una gran determinación y sentido político.así como a un sentimiento de conciencia nacional poco habitual entre sus con-temporáneos. El futuro de España se habría de construir sobre los frágiles ci-mientos de ese matrimonio. Fernando e -Isabel,que heredaron unos reinos dife-rentes y hostiles entre sí, "quebrantados por las luchas sociales y políticas, dejarona sus sucesores Habsb'urgo los elementos necesarios para la creación de unEstado-nación unido, pacífico y más poderoso que ningún otro de Europa.

Pocos les habrían augurado tan favorables perspectivas en 1469. Dado queexistía entre ellos parentesco de consanguinidad y se habían casado sin la apro-baCÍón papal -aunque con una dispensa tramada en España- desde el puntode vista canónico vivían en pecado y no tardaron en ser excomulgados. Ade-más. debían tener en cuenta la feroz hostilidad~de Enrique [Y, lleno de resenti-miento por las intrigas aragonesas entre sus súbditos rebeldes y partidario deuna alianza castellana con Portugal o Francia. Por otra parte, había quienesapoyaban los derechos de sucesión de la hija de Enrique, Juana, cuya legitimi-dad estaba en disputa pero a quien Enrique reconoció como heredera. La jovenpareja, alejada de Castilla por rebelde, poco podía esperar de Aragón. Es cier-to que Juan II había alentado su matrimonio con la esperanza de mejorar su

l. El reinado de Fernando e Isabel cuenta con un historiador de gran peso específico, lJJisSuárez Fernandez, La España de los Reyes Católicos (1474-1516).Historia de Espníla, ed. R. Me-néndez Pidal, Madrid, 1969,2 vals., y Los Reyes Católicos. Madrid, 1989~1990. Hay que citar tam-bién dos buenas obras de síntesis: Joseph Perez, L'Espagne des Rois Catholiques, París, 1971 (haytrad. cast.: La España de los Reyes Católicos, Cambio 16, Madrid, 1992) y Miguel Ángel LaderoQuesada, España en 1492, Historia de América Latina, vol. J, Madrid, 1978.

2. Véase A. de la Torre, «(Fernando el Católico, Gobernante», en Fernando el Católico. Viday obra. V Congreso de Historia de la Corona de Aragón. Estudios. vol. J. Zaragoza, 1955, pp. 9.19.

posición, amenazada por la rebelión de Cataluña y la hostilidad de Francia,pero esas preocupaciones le impidieron prestarles ayuda efectiva. Pero inclusosi sobrevivían para reclamar su herencia, ¿merecía realmente la pena? Las grie~rras civiles habían determinado que los dos reinos se ""vieransumidos en unasituación de ruinosa anarquía. Cataluñ,a había debilitado a la Corona de Ara-gón en el curso de una guerra con su monarca que se había prolongado durantediez años (1462-1472),intensificando su propia decadencia económica y per-diendo una parte de su territorio, que pasó a manos de Francia. En Castilla,donde la guerra civil tuvo una duración aún más prolongada (1464-1480), laagresiva aris~ocracia no sólo desafiaba a la corona sino que la controlaba. Laautoridad real, personificada en el degenerado Enrique IV, apodado «el impo~tente)) (de donde la disputa en torno al derecho sucesorio de Juana) y cuya efi-gie fuera expulsada a puntapiés del trono por un grupo de nobles rebeldes en-cabezados por el arzobispo de Toledo, no podía caer más bajo. Apoyándosetan sólo en su propio ingenio, Fernando e Isab.el supieron sobrevivir a las tor-mentas de la política peninsular para conseguir la legitimación de su matrimo-nio, el trono de Castilla a la muerte de Enrique IV en 1474 y la unión de lascoronas de Castilla y Aragón cuando Fernando sucedió a su padre en 1479.Sólo Navarra y Granada quedaron fuera de la unión, aquella como reino saté-lite de Francia y ésta como reino moro independiente. Portugal-cuyo monar-ca había contraído nupcias con Juana, apoyaba sus derechos y aspiraba toda-vía a apartar a Castilla de los reinos orientales de la península- fue derrotadoen la batalla de Toro en 1476.

Los dominios de los Reyes Católicos -título que les otorgaría más tardesu protegido de la familia Borgia, el papa Alejandro VI- contaba ahora conun gobierno único bajo la misma dinastía. I Dado que España carecía de tra-dición de unidad y de las instituciones que dieran expresión a esa unidad, eléxito de ese gobierno dependía de la voluntad de los dos soberanos para coope-rar. Por el acuerdo de Segovia de 1475, Isabel quedó a cargo del gobierno inter-no de Castilla, mientras que Fernando se especializaba en la política exteriory ambos participaban en la administración de justicia. Sin embargo, este acuerdoformal tuvo menos importancia que el entendimiento personal que presidió susrelaciones. Cada uno de los dos soberanos participaba activamente en los asuntosde los reinos del otro, en ocasiones conjuntamente, a veces por separado, perogeneralmente de mutuo acuerdo.2 A Isabel le dis'gustaba que se hablara de ellasin mencionar también a su esposo y la costumbre de hacer referencia a todassus decisiones y actuaciones como correspondientes «al rey y la reina)) llevó

.11LA HERENCIA DE LOS HABSBUltGO

al cronista Hemando del Pulgar a satirizar esa manida fórmula comenzandode esta guisa un capítulo imaginario de su historia del reinado: «En tal día ya tal hora parieron sus magestades)). Pero, de hecho, la coincidencia instintivade ambos en los asuntos políticos, junto con su .buena disposición a.seguir 106consejos del otro~ hacía difícil atribuir a uno de los dos las ideas o medidaspolíticas. El único criterio que guiaba su acción era la búsqueda de las mejoressoluciones para sus problemas respectivos.

En consecuencia, el hecho de que Castilla se convirtiera en el socio domi-nante no fue fruto de un nacionalismo estrecho, sino que contaba con el apoyototal de Fernando y es expresión del realismo del rey y no de los prej uicíos dela reina. Desde el punto de vista geográfico, Castilla contaba con la ventajade su posición central, de la extensión de su territorio, tres veces mayor quela de Aragón y sus estados integrantes, Cataluna y Valencia, y de s'u superiori-dad humana, con 4,3 millones de habitantes de una población total de 5,2 mi-Hones. Estos hechos, junto con la pobreza de los estados del este peninsular,otorgó a Castilla la posición de líder natural de la unión y la convirtió en labase de las operaciones de la corona, tanto más cuanto que sus leyes e institu-ciones no limitaban la acción real con los obstáculos que existían en 10sreinosorientales. El rey de Aragón no planteó, por tanto, objeción alguna ,a la supre-macía castellana, antes bien, trabajó por ella con mayor ahínco que la propiaIsabel. En las capitulaciones matrimoniales había jurado residir de forma per-manente en Castilla y no salir de ella sin el acuerdo de su esposa. Gobernaba,pues, sus reinos por medio de virreyes ya partir de 1494 con la ayuda del Con-sejo de Aragón, una institución nueva que, a pesar de que todos sus miembroseran representantes de Aragón, Cataluña y Valencia, tenía..su sede permanenteen Castilla, donde se hallaba bajo la influencia directa de la corona y de la corte.

La supremacía de Castilla se reflejó también en la expansión de su lenguay en el renacimiento de su cultura. El castellano era ya el vehículo de expresiónescrita de los vascos y el uso literario del gallego desapareció prácticamente apartir del siglo xv. Por su parte, el catalán, la más sólida de las lenguas no cas-tellanas, sobrevivió en el nivel popular e incluso como lengua oficial, pero re-trocedió rápidamente corno medio de expresión literaria ante la lengua de Cas-tilla. En Cataluña, y más aún en Valencia, el castellano adquirió preponderanciaentre los hombres de letras y el brillante florecimiento de la literatura españolade la Edad de Oro se produjo en lengua castellana. Pero la influencia de la len-gua no se detenía ahí, sino que era también considerada como un instrumentode expansión política, como se puede apreciar en el pensamiento de una de lasfiguras más destacadas del Renacimiento español, el humanista y filólogo An-tonio de Nebrija. En el elocuente prólogo de su g~ática castellana, que dedi-có a la reina Isabel, Nebrija expresa su convicción de que «siempre la lenguafue compañera del imperiQ)). En un mom~nto propicio, en vísperas del descu-brimiento de América, Nebrija reflejó el encendido patriotismo de sus contem-poráneos: «después que vuestra Alteza metiese debaxo de su ingo muchos pue-blos bárbaros e naciones de peregrinos lenguas ... aquellos ten~ÍIH1 necesidadde recebir las leyes que el vencedor pone al vencido e con ellas nuestra lengua?>_

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12 LOS AUSTR1AS <1516-1598)LA HERENCIA DE LOS HABSBURGO 13

Pero creía que con ayuda de su gramática el castellano lo aprenderían no s610los pueblos sometidos sino también «los vizcaínos. navarros, franceses, italia-nos, e todos los otros que tienen algún trato e conversación en Espafta».3Cuando menos en el interior de la península esa "tendencia era ya fuerte y lalengua de Castilla era la lengua de l~ autoridad y, por tanto, un instrumentode unificación.

En la medida en "que en ese momento existía un sentimiento nacionalistaen España, era de inspiración castellana más que española, como lo evidenciael pensamiento de Nebrija. Pero incluso en este sentido limitado Nebrija fueprobablemente precoz, pues la mayor parte de los _súbditos de los Reyes Católi-cos se consideraban todavía castellanos, aragoneses, catalanes y vascos, másque españoles. En cierto sentido no podía ser de otra manera, pues Fernandoe Isabel dieron a España un gobierno único pero no una administración co-mún. La unión de las coronas era personal, no institucional, y cada reino con-servó su identidad y sus leyes. A pesar de que ostentaban el título de ({~eyesde Castilla, de León, de Aragón y de Sicilia», Fernando e Isabel eran, ante todo,soberanos de sus propios reinos más que monarcas de Espafia, hecho que que-daría perfectamente patente a la muerte de Isabel, cuando Fernando tuvo queabandonar Castilla y los dos reinos .volvieron a llevar una trayectoria separadadurante un breve período de tiempo. Las diferencias institucionales se expresa-ban en la existencia de sistemas jurídicos y de Cortes separados para Cas"tillaY,Aragón. Incluso en la corona de Aragón había cortes separadas para los dis-tjntos estados componentes, Cataluña, Valencia y Aragón. En Castilla, ade-más del sistema jurídico castellano, existía el de las provincias vascas, que te-nían también su propio régimen consuetudinario y, tras la anexión de Navarraen 1512, el de Navarra. Estas divisiones se veían reforzadas por las barreras adua-neras existentes entre los diversos reinos, tan eficaces como las que existían en-tre éstos y los países extranjeros..:. Así pues, la unión de la corona sólo fue el comienzo de la unificación deEspaña. Quedaba todavía por hacer la tarea de asimilar e integrar los diferen-tes estados y en su realización Fernando e Isabel se mostraron más vacilantesy menos absolutistas de lo que se piensa muchas veces. -Sin embargo, las espe-ranzas de alcanzar la unidad permanente de España, y no sólo una alianza di-nástica temporal, residían en la constancia con q~e los monarcas intentaronconseguirla. En efecto, la unidad no era una condición natural en los habitan~tes de España, por lo cual el impulso tenía que proceder desde arriba. Es ciertoque a la hora de poner en práctica una política común, Fernando e Isabel po-dían utilizar los recursos conjuntos de sus diferentes estados, especialmente losde Castilla, que poseía el instrumento más eficaz de unificación: una monar-quía potencialmente absoluta, sin la cortapisa de unas instituciones representa-tivas y dispuesta a disputar el poder de la nobleza. Esto les otorgó los medios

, 3. A. de Nebrija, Gramática de la lengua castellano, 1492, ed. 1. González L1ubera, Oxford,1926, pp. 3-9. Sobre la expansión del castellano véase R.. Menéndez Pidal, La lengua de CristóbalColón, Buenos Aires, 1942, pp. 52-71.

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de constituir un Estado nacional y, en último extremo, un imperio. Pero eranecesario organizar esos medios. y encaminar a sus súbditos hacia unas vías nuewvas a las que no estaban acostumbrados. Pero, ante todo, tenían que jmponersu autoridad e"n Castilla.

Fernando e I'6abel gobernaban como si su autoridad fuera absoluta y sussúbditos estuvieran dispuestos .a-obedecer de buena gana, pero la realidad eradiferente, pues encontraron núcleos de poder hostiles que escapaban a su con-trol inmediato y ante los cuales sus decretos eran ineficaces y sus representan-tes perdían su fuerza. La aristocracia castellana, que había monopolizado losfrutos de la reconquista de España a los moros -tierras y cargos públicos-tenía el poder suficiente como para convertirse en una autoridad independienteque desafiaba a los reyes, se adueñaba de tierras de la monarquía y utilizabael poder así obtenido como instrumento de sus propias ambiciones. Así pues,los monarcas intentaron incrementar su poder limitando el de la aristocracia.Reacios a introducir innovaciones, se sirvieron de los organismos con los quesus súbditos ya estaban familiarizados. Uno de ellos, las hermandades, fuerzasde policía organizadas por numerosas ciudades, ya habían demostrado su utili-dad en los años de caos y desorden del reinado de Enrique IV.4 Las reorgani-zaron creando la Santa Hermandad, obligaron a todo el mundo a contribuira sufragar los gastos que generaba, obligación en la que Quedaban incluidos-y esto era una innovación- la nobleza y el clero, y crearon el Consejo dela Hermandad para garantizar que quedara bajo el control de la coron:i~(1476).Tras un inicio vacilante -sólo ocho municipios enviaron sus representantes ala reunión fundacional- la Santa Hermandad y sus milicias desempeñaron unpapel fundamental en la reducción del poder de la nobleza y en la persecuciónde los criminales, con independencia de su esta tus.

Pero para domeñar a una aristocracia consentida por el trato indulgente dela corona durante generaciones se hacia necesaria una acción más directa. Porello, se destruyeron castillos feudales, se declararon ilegales las guerras priva-das, se suprimió la figura del adelantado, o gobernador de los territorios fron-terizos, y en cuanto a los funcionarios de la corona se les circunscribió a larealización de funciones precisas y limitadas privándoseles de toda influenciaen el gobierno y en el diseño de la política. Al mismo tiempo;' se recuperarony ampliaron las tierras de realengo, incesantemente enajenadas en el pasado,y la corona comenzó a competir con sus propios súbditos en riqueza y en elpoder que ésta confería. Los maestrazgos de las órdenes militares,. que habíansido una de las principales fuentes de desorden, se incorporaron a la Coronay quedaron bajo el control de otro Consejo Real, el Consejo de.las Órdenes(1495). Y, lo que es más importante, la administración de justicia fue reforma-da gradualmente mediante el fortalecimie.,nto progresivo de los tribunales rea-les a expensas de los feudales. La Audiencia, alto tribunal de justicia. que fre-cuentemente era presidida por los propios monarcas, pasó a ser el órgano judicial

4. Marvin Lunenfeld. The Council o/ (he Sonia Hermandad. A SJudy.oj Ihe Pacificar".", Forceso/ Ferdinand and Isabella, Coral Gables, Fla .• 1970.

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14 LOS AUSTRIAS 0516-1598) LA HERENCIA DE LOS HABSBURGO 15

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supremo y con el establecimiento de audiencias menores en distintos lugaresla justicia regia interfirió más decididamente en el derecho privado de los seño-res feudales. La justicia ya no podía comprarse como en el corrupto reinadode Enrique IV, sino que se aplicaba de manera imparcial e inexorable.

Antes del reinado de los Reyes C"atólicos la corona no había podido escaparal control aristocrático aliándose con las ciudades, porque muchas de éstas eranpartidarias de la nobleza o estaban subordinadas a ella. Sin embargo, a media-dos del siglo xv los habitantes de las ciudades estaban cansados de la anarquíafeudal. Conscientes de los inconvenientes prácticos que presentaban el desor-den, la guerra civil y el dislocamiento de las comunicaciones normales estabandispuestos a tomar la iniciativa. Las primeras hermandades fueron movimien-tos urbanos y, de hecho, los anhelos municipales de conseguir la paz, la seguri-dad y la reanudación del comercio fueron unas de las condiciones fundamen-tales para el éxito del programa real. Pero Fernando e Isabel no tenían laintención de rescatar a la corona del control de la aristocracia para subordinar~'la a las ciudades. Muchas de ellas conservaban todavía los privilegios que ha-bían obtenido cuando eran puestos fronterizos en las guerras contra los morosy, con ellos, el recuerdo de la antigua independencia. Los monarcas intentaronponer fin a esta situación.

Pero no era fácil. Las Cortes de Toledo de 1480 fueron el punto de partiday la legislación reformista que el~boraron culminó en los reglamentos respectoa los, corregidores, oficiales reales enviados por primera vez en 1480 a todaslas ciudades castellanas y que poco a poco se convirtieron en una instituciónpermanente. Pero los corregidores' hubieron de hacer grandes esfuerzos paradejar sentir su influencia, y su éxito dependía tanto de sus cualidades persona-les como de la respuesta de las municipalidades.' En el período 1474-1485,me-diante la acción combinada de la coacción y la concesión de favores fue posibleconvencer a las oligarquías urbanas reacias de que aceptaran a los hombres deIsabel y colaboraran con ellos. Una vez que la corona hubo neutralizado a laaristocracia terrateniente, por medio de títulos, concesiones, legitimación de pro-piedades y cargos y, cuando fue necesario, mediante la fuerza militar. las muni~cipalidades quedaron aisladas y sin recurso alternativo si se oponí~n a la vo-luntad real. En esemomento fue posible introducir a los corregidores para quesupervisaran a los concejos municipales. Durante el decenio siguiente, 1485-1494,los corregidores pudieron asentar con fuerza su autoridad y su reputación, peroen los municipios siguió siendo necesario recurrir más a la fuerza del halagoque a la de la coacción. La corona ratificó el carácter prácticamente hereditariode los cargos conseguidos por los regidores (magistrados municipales) y con-firmó la división de esos cargos entre las facciones aristocráticas. En el últimodecenio, 1495~1504, la imposibilidad en que se vieron muchos corregidores parahacer frente a los crecientes problemas económicos y sociales redujo su efica4cia como agentes del gobierno central, permitió la recuperación de la aristocra-

5. Marvin Lunenfeld. Keepers o/ the City: The Corregidores 01lsabella l o/ Castile (1474-1504),Cambridge, 1987(hay trad. cast.: Los corregidores de Isabel la Católica. Labor, Barcelona, 1989).

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cia y posibilitó el rechazo de las medidas oficiales por parte de las ciudades.Sólo raramente los corregidores se atrevieron a desafiar el poder de la nobleza,cuya jurisdicción señorial quedaba prácticamente al margen de su labor deinspección. La corona, pues, se vio obligada a ejercer su influencia a travésde los métodos tradicionales. concesiones. privilegios y cargos, en el intento decrear una clientela nobiliaria.6 Quienes sintieron con mayor fuerza el poderde los corregidores fueron los miembros de la elite urbana, por cuanto en sucondición de hombre..'lde negocios eran quienes pagaban los mayores impues~tos y quienes esperaban que el gobierno y la justicia alcanzaran unas cotas ele-vadas de eficacia. Aunque la corona no pudo introducir a los corregidores enAragón-Cataluña, pudo reducir la independencia de las corporaciones munici-pales poniendo en marcha el régimen insaculatorio, en el que los beneficiariosde los cargos públicos procedían de listas de candidatos adecuados, es decirde aquellos que mostraban una buena disposición hacia la corona, que se re-servaba el derecho de revisar las elecciones. Las ciudades aceptaban de buengrado la política real ya que salían beneficiadas de la mejora de la administra-ción e incluso, más aún, del restablecimiento de las finanzas municipales, delcrédito y del comercio.7 .

Unas medidas que en Castilla iban dirigidas simplemente a fortalecer la auto-ridad real parecían más bién una política de desnacionalizaci6n cuando se apli-caban en los reinos orientales. La política que prosiguió Fernando en el intentode mejorar la posición de la corona en Catalufia no se limitó a los asuQ.tosmuni-cipales y al gobierno local. Animado de un sentimiento de unidad más intensoque el de Isabel, estaba deseoso de asimilar sus reinos a los de Castilla. Así,fomentó los matrimonios de familias aristocráticas castellanas y catalanas, nom-bró a miembros del.clero castellano para ocupar importantes .beneficios enCataluña y en ocasiones llegó incluso -en contra de los preceptos constitucio-nales- a nombrar castellanos para ocupar cargos públicos catalanes. Aplicótambién esa política en el nivel institucional, admitiendo la Inquisición espa~Bola en Aragón y Cataluña. Sin embargo, hay que decir que ésta fue la únicainstitución común a ambas coronas y las protestas con que fue recibida en losreinos levantinos fueron un claro indicio de sl;l sensibilidad ante los intentosde limitar su independencia y, tal vez, una advertencia a Castilla sobre la nece-sidad .de no llegar demasiado lejos en ese contexto. Así lo hizo Fernando. queno veía razón para modificar su concepción pluralista de la monarquía españo-la y su intervención en Cataluña produjo una reforma política y económica másque la expoliación general de sus libertades. Dada la pobreza de los reinos orien-tales de la península tanto por lo que respecta al potencial humano como alos recursos, no podía existir una fuerte tentaCión de atacar sus institucioneso de someterlos a una rígida centralizaciQ..n.E~ consecuencia, los Austrias no

6. Bartolomé Yun Casalilla, Crisis de subsistencia y conflictividad social a principios del si.glo XVI. Una dudad andalu1P en los comienzos de la modernidad, Córdoba. 1980, pp. 197-198.

7. Véase J. Vicens Vives, Ferran JJ i la ciutat de Barcelona, 1479-1516, Barcelona, 1936-1937,3 vals.

8. T. de Azcona,La elección y reforma del episcopado español en tiempo de los Reyes Cat6-[jcos. Madrid, 1960.

iban a heredar de los Reyes Católicos un régimen monolítico sino un sistemaabigarrado y descentralizado. una unión personal de estados independientes.

La situación de anarquía de la sociedad española en vísperas de la implan-~ación del nuevo orden se reflejaba también en la condición de la Iglesia. AlIgual que la corona, había perdido prestigio y propiedades en las ¥"uerras civilesde los años centrales del siglo xv, en las que sus miembros más poderosos ha-bían participado en uno u otro bando por razones que poco tenían que ver conla religión y, como la nobleza, reaccionaba con vehemencia a cualquier ataquecontra sus privilegios, en especial, contra la exención tributaria. El comporta-miento de una gran parte del alto clero apenas se diferenciaba del de la aristo-cracia, de cuyas filas procedía,. y la figura de un obispo-guerrero, como el arzo-bispo Carrillo de Toledo, no era en modo alguno excepcional. En las órdenesmonásticas había caído en desuso la disciplina originaria con muy pocas ex~cepciones -entre las que cabe destacar las de los cartujos y los observantesfranciscanos- y sus monasterios no eran, Con frecuencia, más que lugares deentretenimiento. Cuando los Reyes Católicos iniciaron la reforma de las órde-nes religiosas, muchos de sus miembros tuvieron que ser expulsados de susórdenes y los dominicos de Salamanca se defendieron por medio de las armas.Peor aún era la situación del clero secular. Era producto del sistema vigente,qu~ prácticamente no preveía medida alguna para la instrucción de los sacer-dotes, y con frecuencia carecía por completo de preparación para la realizaciónde sus tareas. En 1473 el Concilio de Aranda tuvo que ordenar al clero que ce-lebrara misa al menos cuatro veces al año. Es cierto que en los momentos dedecadencia se da publicidad a los vicios del clero, mientras que se ignoran susvirtudes. La Iglesia española no estaba desprovista de piedad e,integridad y losval,?res morales se conservaban en los sectores medios de los obispos, abadesy canónigos.

Así pues, los Reyes Católicos tenían material Con el que trabajar y con lacol~boración del cardenal Jiménez de Cisneros pudieron iniciar la tarea de re-forma, necesaria desde hacía tanto tiempo, uno de cuyos rasgos fundamentalesera la selección cuidadosa de los candidatos para ocupar los beñeficios ecle-siásticos. Por esta razón, así como para apuntalar su soberanía, estaban decidi.dos a limitar la jurisdicción de Roma. <:;0010 en los asuntos seculares, en loseclesiásticos estaban decididos también a realizar labores de control y de refor-ma, y durante su reinado la Iglesia espafiola vio cómo se socavaba su indepen-dencia y se limitaban estrictamente sus relaciones Con Roma. Para conseguirel control sobre el clero español intentaron que el nombramiento de los cargoseclesiásticos recayera en la corona y no en el papado. nas un enfrentamientocan el papado obtuvieron de Sixto IV el derecho de presentación en favor deSUs candidatos para todos los principales beneficio:; eclesiásticos en Espafta,en el bien entendido de que, de hecho, los candidatos presentados por la coronaserían nombrados por Roma.8 Este derecho, ya de por sí amplio. se 'extende- 9. Véase R. B. Merriman, (IThe Cortes oC the s;anish Kingdoms in the Later Middle A~es»,

American Historical Review, XVT (191Q.1911), pp. 476-495; M. Colmeiro, Cortes de./os .(Intlg~osreinos de León y de Castilla: Introducción, Madrid, 1883; se encontrará una relaCIón de var~osestudios en «Recent Works and Presen! Views on the Origins and Development oC Representa~veAssemblicsll, en Re/azioni del X Congresso lnternazionale di Scienze Storiche. vol. T.florenCIa,1955, pp. 58.63.

17LA HERENCIA DE LOS HABSBUROO

ría cada vez a un mayor número de cargos. Sin embarg.o,. no hay que exagerarla preocupación de los Reyes Católicos respecto ~ la rehglón. Apenas les pre~-cupaban los problemas más generalcs de la IgleSia y, desde lu~go, poco presti-gio aportó al papado el pontIficado de Alejandro VI, un BorgIa ."spañol elegI-do con el apoyo decidido de Fernando e Isabel. In~luso en Espana ~as raZOnesde Estado prevalecían en ocasiones sobre las neceSIdades de ~~I~lesl~: Fernan-do, que necesitaba encontrar sinecuras para sus numerosos hIJOSllegItllJ~oS, de-i ó a uno de elJos, Alonso de Aragón, para ocupar el.cargo de arzobiSpo de~agoza y a éste le sucedió en la sede su propio hijo ilegítimo.

La reducción del poder de los tres estamentos -la nobleza, el clero y lasC. dades- estuvo cargada de consecuencias para la institución que tradicio-

ID " blnalmente los representaba, .Ias Cortes. Esto no cons.tituyO un pro e~a enCastilla, donde las Cortes eran un organismo que no f~.rmaba parte del s.Istemaregular de gobierno, sino que podía ser consultado cuando la corona as1 lo. d~~cidiera y que servía para reforzar la autoridad de la coron3:' pero no para limI-tarla. El derecho de representación correspondía tan sólo a.17 ciudades (18 conla incorporación d~Granada desde 1492), cada una de las cuales enviaba dosprocuradores en cuya selección la corona intervenía direc~am~nte. Las Cortestenían el derecho de presentar peticiones pero no poder legIslativo que, en C~s.tilla descansaba exclusivamente en la corona. Las nuevas leyes no rcquenanel a;entimiento de las Cortes, a no ser que estuvieran en contradicción con unaley antigua. Según una ordenanza de 1387, la corona no P?día revocar w:a l~válida sin el consentimiento de las Cortes, pero por lo demas su poder legIslatI-vo era ilimitado. No era mayor el poder financiero de la institución. A~nquese entendía que la corona tenía que consultar a las Cortes para obtener IOgre-sos extraordinarios, quedando recogido este principio como ley escrita en lasCaries de Valladolid de 1307, incluso esa limitada función se vio debilitada porla exención tributaria de la nobleza y de la Iglesia y por el hecho de que la coro-na disponía de fuentes alternativas de ingresos, factores ambos que .aislaron ~las ciudades y debilitaron cualquier oposición que éstas intentaron ejercer. ASlpues, las Cortes de Castilla no podían anteponer la resolución de I~s agraviosa la concesión de dinero y, por tanto, careCÍan de capacidad negOCIadora conrespecto a la corona. Sin embargo, podían ser de utilidad como medio de llegara la opinión pública y en los primeros años de su reinado Fernando e lsabelbuscaron su colaboración, o la del pueblo llano, en su campaña contra la no-bleza. Posteriormente, cuando su ayuda ya no era necesaria, las dejaron de ladoy sólo fueron convocadas prácticamente para jurar lealtad a los herederos del

trono, "1 'En los estados de la corona de Aragón las Cortes contaban con prtVl eglOs .

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JO. Se ha atribuido gran importancia a la necesidad de contar con una unanimidad tota! paraaprobar cualquier decisi6n, pero congran medida esa exigencia era puramente teórica y en la prácti-ca prevalecía la nonna de la votación mayoritaria.

más reales y con mayores medios para escapar al control del gobierno. Las deAragón estaban formadas por cuatro estamentos, la alta nobleza, la baja no-bleza, el clero y las ciudades, y aunque su convocatoria era una prerrogativareal, el derecho de asistir a ellas estaba claramente establecido y no dependía,como en Castilla, de la decisión real. A diferencia del monarca castellano, elrey de Aragón no podía legislar sin las Cortes ni imponer impuesto alguno sinsu consentimiento. 10 Incluso durante los intervalos entre las reuniones de lasCortes la corona no podía escapar a su control, pues constituían una Diputa~ción del Reyno, comité formado por los diferentes estamentos, que s~ reuníapara supervisar el cumplimiento de las leyes por parte de los funcionarios pú-blicos y los particulares y para controlar la administración de los ingresos públi-cos. En esencia, las Cortes de Cataluña y Valencia eran similares a las de Ara-gón. La institución catalana estaba formada por tres estamentos, siendo docelas ciudades representadas en el tercero de ellos. No era posible promulgar leyalguna sin su consentimiento, ni imponer nuevos impuestos que no hubieransido votados por las Cortes, y en la sesión de clausura antes de obtener elsubsi-dio el monarca tenía que jurar que aplicaría las medidas que habían sido apro-badas por las Cortes, que formaban un comité de los diversos estamentos, laDiputación General del Reyno, similar a la de Aragón, que realizaba una fun-ción de vigilancia. Las Cortes de Catalllfia, más poderosas que las de Castilla,eran más eficaces, probablemente, que las de Aragón. Pero todas las Cortesde los reinos orientales eran instrumentos potenciales de oposición a la corona.Sin embargo, Fernando, que pretendía restablecer la autoridad real, no desafiósus privilegios, sino que recurrió al expediente de enviar listas oficiales de lasque tenían que ser elegidos los representantes de las ciudades. Por lo demás,no aplicó en ellas ninguna reforma estructural.

Generalmente, la inmunidad de los reinos orientales ante el poder absolutode la corona, en especial por 10que respecta a los impuestos y al reclutamiento,y que se prolongó durante todo el período de los Austrias, se explica por razo-nes estrictamente constitucionales y se atribuye al entramado legal que les per-mitía defenderse, a diferencia de los dominios indefensos de Castilla. Sin dudaalguna, las instituciones de Aragón y Cataluña eran más vigorosas que las deCastilla y el poder de su monarca menos absoluto. También es cierto que lasmonarquías conjuntas aceptaron las condiciones de la unión, que las partes com-ponentes de la nueva España conservaran su identidad y sús leyes. En cualquiercaso, ni Fernando ni Isabel deseaban provocar nuevas guerras civiles medianteenfrentamientos imprudentes con los grupos de intereses tradicionales. Pero lasinstituciones no lo explican todo y es necesario todavía dar respuesta a la pre-gunta de por qué la corona se avino a disponer de un poder menos absolutoen Aragón que en Castilla y, asimismo, por qué las instituciones protectorasde Aragón sobrevivieron incluso en la nueva situación, mientras que las de Cas-

tilla eran cada vez más ineficaces. La respuesta a este interrogante hay que bus-carla en las condiciones económicas y sociales de cada uno de esos reinos.

De las dos regiones, Castilla era la más rica tanto en població'n como enbienes imponibles y sólo en ella podía la corona encontrar en cantidad sufi-ciente los dos instrumentos básicos del poder: reclutamiento para su ejércitoy dinero para el tesoro. En efecto, la estructura social de Castilla, con 'una im~portante población campesina, una gran parte de la cual vivía en condicionesde desempleo camuflado y de casi inanición, proveía un excedente disponiblepara el reclutamiento de tropas. Por otra parte, la riqueza de Castilla, que muypronto se vería incrementada con las remesas de América, permitía a los con-tribuyentes hacer frente,a las demandas crecientes del Estado. Así pues, la co-rona tenía una razón de peso para buscar acceso directo a hombres y dineroy para apartar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. En cam-bio, en Aragón-Cataluña los recursos disponibles apenas servian sino para com-pletar los que la corona ya poseía en Castilla. Como estos reinos tenían pocoque ofrecer también tenían poco que proteger y la corona no encontraba mu-chas razones para romper las barreras protectoras. No es difícil llegar a la con-clusión de que si los reinos del este peninsular hubieran poseído mayores recur-sos sus instituciones habrían conocido el mismo destino que las de Castilla.Cualquier monarquía absoluta que pretende construir un Estado e incrementarsu poder se ve obligada a establecer contacto directo con sus súbditos, y si lacorona de España hubiera sido desposeída de su poder fundamental en los rei-nos periféricos se habría visto obligada a enfrentarse con ellos. Tal como esta-ba la situación, con poder suficiente en Castilla, no valía la pena correr el ries-go. Aragón y Cataluña quedaron a salvo de la~formas más extremas de gobiernoabsoluto debido a su pobreza, y su inmunidad sobrevivió con el consentimien-to de la corona. Que ello fue así lo demuestra el hecho de que cuando fue nece-sario la corona no dudó en imponer su voluntad, incluso cuando encontró re-sistencia. En las Cortes catalanas de 1510 los representantes de Barcelona seopusieron a la concesión del subsidio aduciendo razones constitucionales, por-que el rey no había satisfecho sus peticiones. Fernando hizo llamar inmediata-mente a los representantes de Barcelona, lo cual bastó para sofocar su resisten-cia. Años más tarde, Felipe n, que hubo de hacer frente a una oposición enAragón, pondría a prueba aún con mayor fuerza la vigencia de sus libertades.No sería hasta el siglo XVII, en el momento en que Castilla ya había agotadosus recursos, cuando el gobierno central intentó acabar con las inmunidadesde los reinos orientales para explotar sus recursos humanos y económicos.

En definitiva, las Cortes no eran un organismo regular ni fundamental degobierno. Ese papel lo desempeñaban los consejos reales, comenzando por elConsejo de Castilla, cuya creciente impo¡tancia tanto en el plano legislativocomo judicial y consultivo redujo aún má~ la importancia de las Cortes. LosReyesCatólicos reorganizaron el Consejo de Castilla convirtiéndolo en un or-ganismo de administraci60: más eficaz y crearon nuevos consejos especializa-dos en diferentes zonas territoriales (como el Consejo de Aragón) o en diferen-tes departamentos de gobierno (como el Consejo de las Órdenes Militares),

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equipándolos con un conjunto de juristas profesionales y centralizando el tra-bajo de gobierno según unos esquemas que perduraron durante todo el perío-do do Jos Austrias. Pero imponer la autoridad del Estado por medio de funcio-"narios -y 4e su ejército- costaba dinero, por lo que la reorganizaciónemprendida por la corona exigía aumentar la capacidad financiera. La recupe-ración de territorios de realengo no era suficiente. Era urgente también reorga-nizar los impuestos, mejorar su recaudación y ocuparse de su administraciónen el centro. Las reformas de estos aspectos comenzaron en 1480 con la crea-ción en el seno del Consejo de Castilla de un departamento de finanzas a cuyofrente se situó a un dirigente asturiano, Alonso de Quintanilla. La existenciade una dirección más eficaz y el envío de "recaudadores a todas las partes "delreino permitieron aumentar los ingresos de forma espectacular. Los ingresosordinarios, que en 1479 alcanzaban los 94,4 millones de maravedís, aumenta-"ron más del triple, situándose en 317,7millones en 1494. Pero esto se debía fun-damentalmente a una mejor administración en tiempo de paz y no a la reformadel sistema impositivo, que perpetuó su estructura tradicional. La nobleza yel clero conservaron sus exenciones, lo que significó una carga cada vez mayorsobre los sectores contribuyentes de la sociedad. Los ingresos ordinarios proce-dían de la alcabala, un impuesto sobre las ventas, y de los derechos de aduanae impuestos sobre el consumo. En este reinado el impuesto de la alcabala esta-ba comprometido por las concesiones a la nobleza y por la medida de permitira los municipios que pagaran una suma global, llamada encabezamiento, peroseguía siendo la fuente más importante de ingresos. Las Cortes podían votartambién subsidios extraordinarios, llamados servicios. La única contribuciónuniforme era la cruzada, que obtuvieron los Reyes Católicos del papa para lag"uerrade Granada y que a partir de entonces constituyó un ingreso permanen-te y cuantioso. Incluso después de la guerra la presión del gasto se mantuvo,al incrementarse los gastos de la corte y del gobierno, entre ellos los gastos sun-tuarios de la reina.

Al dotar a Espafia de un aparato estatal los ReyesCatólicos, actuando des-de Castilla y aceptando las limitaciones constitucionales de la unión que ha-bían forjado, liquidaron el pasado y construyeron la base sobre la que sus su-cesores podrían erigir un Estado nacionaL En el ámbito administrativo su laborfue creativa y decisiva y dejaron en Castilla, cuando no en todo el conjuntode sus posesiones, un gobierno centralizado y reformado y cada vez míÍs respe-tado. Al finalizar el reinado estaba en vías de cumplirse' el ideal de Isabel deuna sociedad bien ordenada: «los soldados en el campo de batalla, los obisposen sus pontificales y los ladrones en la horca)). Sin embargo, junto a esos lo-gros -por los que había que pagar un precio- había aspectos menos positi-vos. El incremento de los impuestos, desigualmente repartidos entre sus súbdi-tos, dio comienzo a un largo proceso de presión fiscal que tuvo resultadosruinosos para la economía castellana. La intervención del gobierno en tantosaspectos de la vida pública determinó que se multiplicara la burocracia, queacabó por convertirse en un parásito de la nación y que estaba en constantepeligro de parálisis, que sólo podía evitarse por medio de la iniciativa real. El

11. Sobre los principios que segu{an los Reyes Católicos para los nombramientos véase R. Me-néndez Pida!, ed. W. Slarki~ The Sponiard$ in Their History. Londres, 1950, pp. 158-164.

12. Lunenfeld, Keepers o/ 'he City, p. 159.

predominio de Castilla supuso el descuido parcial de los reinos del este penin-sular, porque la ausencia del monarca determinó que sus asuntos se resolvierancon una cierta lentitud.

Pero el mayor defecto de la política de los Reyes Católícos, que perjudicóde manera irreparable los intereses de sil país, fue su actitud de complacenciacon respecto a las condiciones sociales y económicas de España. Mucho eralo que se había arrebatado a la aristocracia castellana, pero mucho era aún loque conservaba. Los monarcas se propusieron alcanzar un objetivo mínimo:impedir que los más poderosos de sus súbditos compitieran con ellos por lasoberanía y manejar los asuntos del país según su voluntad. Una vez consegui-do eso no molestaron más a la nobleza, antes bien buscaron su colaboraciónen las tareas de la administración. Tal vez es cierto, como se afirma constante-mente, que designaron a juristas profesionales para ocupar los puestos en losconsejos reales y otros organismos y que convirtieron en práctica habitual lapromoción de hombres de segunda fila y su elección para el desempeño de loscargos públicos, juristas como Palacios Rubios, hombres del clero como Jimé-Dez de Cisneros y soldados corno Gonzalo de Córdoba.ll Los contemporáneostambién eran conscientes de ello. El jurista y cronista Lorenzo GalÍndez de Car-vajal (1472-1532)afirmó que preferían nombrar gente prudente apropiada parasu servicio, aunque pertenecieran a la clase media, que la de la nobleza, y algúntiempo después el cronista DiegoHurtado de Mendoza menciona su costum-bre de utilizar juristas, «gente media entre los grandes y los pequeños, cuyaprofesión era el estudio de la ley}>.Hay una cierta "exageraciónen estas afirma-ciones, pues Isabel no fue innovadora en la utilización de letrados, ya que esatendencia se había iniciado ya anteriormente en el siglo xv. En cuanto a losnombramientos que realizó la reina, entre los nuevos corregidores no predomi-naban los letrados, sino que procedían de una variada extracción social, inclu-yendo a la aristocracia y al pueblo llano. La carrera se realizaba a través de lapromoción real y el ennoblecimiento más que por medio de la educación uni-versitaria, y entre 1474y 1504menos de una cuarta parte de los individuos nom-brados para ocupar el cargo de corregidor eran letrados.12 Por otra parte, loscargos de virrey y gobernador y la mayor parte de los puestos militares de másalta graduación se reservaban a los grandes nobles. El feudalismo no fue aboli-do en España el día en que la corona asumió los maestrazgos de las órdenesmilitares y la jurisdicción señorial de la nobleza sobrevivió, asentada en unaextraordinaria riqueza territorial. Tras la fachada de la autoridad real, y consu connivencia, la alta nobleza continuó gozando de una preeminencia econó-mica que la convertía en el sector más poderoso de la sociedad castellana.

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LA ARISlDCRACIA y LA TIERRA EN CASTILLA

Una inmensa mayoría de los españoles -aproximadamente el 95 por 100-vivían en el campo y eran campesinos, 'pero pocos de ellos eran propietariosde la tierra que trabajaban, porque en España la tierra estaba prácticamentemonopolizada por la aristocracia y la Iglesia. 13 Entre los campesinos y los no-bles existíauna incipiente, aunque débil, clase media, consistente en comerciantesy profesionales, miembros de la burocracia y del clero, y pequeños propietariosrurales. En conjunto, estos grupos suponían menos del4 por 100 de la pobla-ción. En el vértice de la pirámide soCÍalse hallaba la aristocracia, una minoríaaún más reducida pero poseedora de poder y riqueza en proporción inversa asu número. Esta clase privilegiada, junto con el clero, era propietaria de unagran parte de Castilla. no su totalidad pero lo bastante como para inclinar labalanza a su favor. La aristocracia castellana de la Baja Edad Media, que habíaacumulado las tierras conquistadas a los moros. ampliándolas mediante las de.predaciones en las tierras de la ":0rona, protegiéndolas mediante la creación demayorazgos y convirtiéndolas en tierras de pasto para las ovejas para el prove-choso comercio de la lana. había basado su poder político sobre unas baseseconómicas inexpugnables. Domeñar ese poder habría sido una tarea de pro-porciones realmente gigantescas y no habría podido ser realizada en una solageneración.

Fernando e Isabel se contentaron con arrebatarles el poder político para si-tuarlo en manos de quien debía detentarlo, es decir, de la corona. Pero paraello tuvieron que aceptar un compromiso: reconocieron la inmunidad de la no-bleza frente a diferentes tipos de impuestos y su jurisdicción señorial y sancio-naron su posición dominante de la tierra. Ni siquiera consiguieron convertiren cortesanos a los miembros de la nobleza. como tan frecuentemente se hapensado. El noble poderoso tenía dos residencias: un palacio en la ciudad yuna propiedad en el campo. En esta última poseía un poder real y ejercía unajurisdicción feudal sobre sus,tenentes. desafiando así a la soberanía del Estado.Medio siglo después del acceso al trono.de los Reyes Católicos. el duque delInfantado. de la poderosísima familia de los Mendoza era señor todavía de800 aldeas y 90.000 vasallos y gobernaba sus propiedad';" en Guad;¡ajara c~moun príncipe poderoso. Cuando el prestigio real declinó con la mu.erte de Isabely la exclusión de Fernando del gobierno de Castilla, el duque de Medina Sido-nia ofreció 2.000 soldados de caballería y 50.000 ducados al enemigo de Fer-nando. Felipe de Austria. y se prestó a intervenir activamente en la política.Aun cuando la aristocracia castellana desapareció finalmente corno un poderpolítico independiente, conservó un extraordinario poder material basado en

13. Sobre la situación social y económica en estepcciodo véase $. Sobreques Vida!, «La épocade los Reyes Católicos», en 1. Vicens Vives, ed .. Historia social y econ6mica de Espaffa y Améri-ca, vol. II, Barcelona, 1957.1959, S vals., pp. 407.492. Véase también J. Vicens Vives. Apuntesdel curso de Historia &onómica de España, Barcelona, 1956, 2 vals.; vol. 1, pp. 249.270.

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sus posesiones de tierras. 14 Lejos de poner coto a esa situación. los Reyes Ca-tólicos sancionaron la ampliación de ese poder. compensando así a la noblezade su pérdida de poder político, al preservar sus beneficios económicos," Losderechos de propiedad establecidos por Fernando e Isabel se prolongaron du-rante todo el pedodo de los Austrias e incluso aún más allá. En las Cortes deToledo de 1480 aprobaron una serie de medidas que obligaban a los nobles adevolver a la corona unas tierras que éstos le habían arrebatado desde el reina-do de Enrique IV (1454), pero al mismo tiempo les ofrecieron seguridad abso-luta respecto a las adquisiciones realizadas antes de esa fecha. que de hechoeran las mayores y más importantes. Los monarcas sancionaron la recaudaciónprivada de la alcabala en numerosas jurisdicciones señoriales y confirmaron. el derecho de mayorazgo, que permitía a los terratenientes asegurarse de quesus propiedades no serían enajenadas y que las vinculaba a perpetuidad a sufamilia. Asimismo. aprobaron las alianzas matrimoniales aristocráticas cuyoresultado era necesariamente una concentración aún mayor de la propiedad enmanos de la clase de los propietarios. Finalmente. en Granada pusieron en mar-cha una política pro aristocrática. Granada era una conquista nueva, pero conla excepción de algunas tierras en la parte occidental del reino, que pasarona manos de campesinos y artesanos de la Baja Andalucía, una gran parte desu rico territorio fue entregado a los nobles a efectos de su poblamiento, defen-sa y control. grandes lotes a la alta nobleza y de menor cuantía a los hidalgos.Esto estaba en consonancia con la política seguida después de la reconquistaen todas partes y confirmaba el carácter jerárquico de la propiedad de la tierra. en Castilla.1S La tendencia a la concentración de la tierra continuó. pues. has-ta tiempos posteriores, frecuentemente como consecuencia de incentivos eco-nómicos y a expensas de las tierras de propiedad pública. En la provincia deCórdoba los latifundios formados después de la reconquista se integraron. acomienzos del siglo XVl, en nuevas propiedades formadas mediante compra,nuevas concesiones reales y ocupación de tierras baldías. Los campesinos pro-ductores sucumbieron a la acción de las fuerzas del mercado y a la mayor efica.cia de las grandes unidades de explotación o se vieron obligados a hipotecarsus propiedades a sus vecinos más poderosos.1fi

Este tipo de hechos explican las enormes fortunas que acumuló la nobleiacastellana a partir de entonces. ~n la .cima se hallaba un grupo de magnates.denominados grandes desde mediados del siglo xv, muchos de los cuales esta-ban unidos entre sí por vínculos matrimoniales y algunos de ellos a la corona.Extremadura pertenecía. en partes casi iguales. a los Suárez de Figueroa y ala orden de Alcántara.!? Las inmensas llanuras de La Mancha estaban repar-

14. Sobre los orígenes de los latifundios en España véase L.. Redonet y López.Dóriga, (Ellatifundio y su formación en la España medievab,,.fiSludios de Historia Social de España, 1949,vol. (, pp. 139.203 •

15. David E. Vassberg, Land and Society in Colden Age Castile, Cambridge, 1984, pp. 99.100(hay trad. casL Tierra y sociedad en Castilla, Critica. Barcelona, 1986).

16. Bartolome Yun Casalilla, Crisis de subsistencias y conflictividad social en Córdoba a prin-cipios del siglo xVJ, p. 128.

17. Sobrequés Vidal, «La epoca de los Reyes Católicos)}, p. 420.

tidas entre las órdenes de Santiago y Calatrava, el arzobispo de Toledo y el mar-qués de Vi1lena. En Murcia, los terratenientes más importantes eran los Fajar-do, en Salamanca los Zúiliga (duques de Béjar) y los Álvarez de lbledo (duquesde Alba), en la Alcarria los Mendoza (duques del Infantado). Los Enriquez(almirantes de Castilla) eran propietarios de la mayor parte de las provinciasde Valladolid y Valencia y tenían también propiedades en Andalucía y los Pi-mentel (condes de Benavente) eran grandes propietarios en la de León. Perosobre todos los demás destacaban los grandes magnates de Andalucía, divididaen grandes latifundios entre los Guzmán (duques de Medina Sidonia), los Cer-da (duques de Medinaceli), los Ponce de León (duques de Arcos), los Fernán-dez de Córdoba (duques de Sesa) y los Mendoza (condes de Teudilla y de Prie-go); el resto pertenecía al arzobispo de Toledo. Este desproporcionado volumende tierra cuya propiedad correspondía a la nobleza alta y la Iglesia no impedíasu posesión por parte de pequeños propietarios como los hidalgos, las clasesmedias e incluso los campesinos. Pero la tendencia a la concentración rústicafavorecía a los sectores privilegiados. En consecuencia, no puede decirse quelos Reyes Católicos resolvieran el problema de la aristocracia.

El éxito fácil de la nobleza creó en el conjunto de la sociedad castellana unamentalidad pro aristocrática y le dio su impronta característica para los próxi-mos siglos. La pertenencia a esa clase, si era posible conseguirla, ofrecía la for-ma de escapar a las cargas tributarias en una época de crecIente presión fiscal.En cambio, la política de la Corona no reportó muchos beneficios a las clasesmedias de la sociedad. Sin duda, el restablecimiento del orden público y de laautoridad con la consiguiente liberación de una serie de fuerzas económicashasta entonces reprimidas, estimuló el comercio y la industria y permitió aumen-tar sus ingresos, pero fue precisamente en tiempo de los Reyes Católicos cuan-do esos sectores perdieron a una parte de sus componentes. Por mor de la uni-formidad religiosa los judíos fueron expulsados del país y los conversos fueronsometidos a una campafia de investigación que socavó su seguridad. En el con-juñto de la.vKlaeconómica y urbana de España los judíos habían ocupado pues-tos clave, pues como financieros, artesanos y funcionarios dominaban las em-presas productivas, con la excepción de la agricultura. Teniendo en cuenta su.número, prosperidad e influencia no es sorprendente que despertaran la env{-dia y el odio, en especial entre la nobleza y el clero, y su adhesión al judaísmo,incluso después de su conversión nominal, era una afrenta para las susceptibili-dades religiosas de los Reyes Católicos y para muchos de sus súbditos. Por eUo,los monarcas no dudaron en afrontar los riesgos para conseguir sus objetivos.Sabían perfectamente qué era lo que estaba en juego y lo vieron aún con mayorclaridad en la reacción de los núcleos urbanos a su política antijudía, especial.mente ante la decisión de establecer la Inquisición~ Los municipios de Sevilla,Toledo, Barcelona, Valencia y zaragoza llevaron a cabo urgentes y razonadasprotestas sobre los daños que el establecimiento de la Inquisición entrañabapara sus ciudades, al provocar la huida de los conversos junto con sus capitales.Los monarcas respondían invariablemente que preferían el bienestar religiosodel país al económico. Esto era totalmente cierto, p.uesel número de los afectados

18. Véase Henry Kamen, lnquisition and Sodery in Spoin in the Sixteenth and Seventeenthcenturies. Londres, 1985, pp. 6-17, Ydel mismo autor, «The Mediterranean and the Expu!sion ofSpanish Jews in 1492}), Post ond Presento 119 (1988), pp. 3().55.

19. J. Viceus Vives, Historia de los remeMOS en el siglo xv, Barcelona, 1945; El Gran Sindi-cato remensa (J488-1508). La última etapa del pleito agrario catalán duranteel reinado de Fernan-do el Católico, Madrid, 1954.

no era insignificante. Los efectos económicos de la campaña contra los judíos ylos conversos fueron menos perjudiciales para España de lo que a menudo se su-pone, ya que los hombres de negocios italianos y peninsulares pudieron llenarel hueco dejado por las víctimas de la política real, pero hubo una pérdida decompetencia y capital, y por 'esta razón y también por cuestiones políticas hubouna gran resistencia al establecimiento de la Inquisición en los reinos orientales.

Con el fin de forzar a los judíos a convertirse al cristianismo, los ReyesCa-tólicos decidieron en 1492eXpulsara quienes se negaran a hacerlo. Muchos acep-taron y engrosaron las filas en aumento de los conversos, pero otros abandona-ron el país, buscando refugio en Portugal y en Francia o embarcando en lospuertos del Mediterráneo. Probablemente, su número se ha exagerado. En 1492había un máximo de 70.000 judíos en Castilla, aproximadamente el 1,75 por100 de una población de menos de 4 millones, mientras que en Aragón eranmenos de 10.000, el 1,2por 100de la población total. Aparte de los que se con-virtieron, muchos consiguieron regresar, quedando la cifra total de los expulsa-dos en unos 40.000 o 50.000, no menos trágica para las personas y perjudicialpara el bienestar y la reputación de España. 18

Si la política de los Reyes Católicos no fue muy beneficiosa para la socie-dad urbana, menos aún lo fue para las masas rurales. La única excepción fueCataluña, en donde una revuelta campesina contra los terratenientes feudalesindujo a ambos bandos a confiar la solución del conflicto al rey Fernando. Sudecisión tomó cuerpo en la Sentencia de Guadalupe (1486), que abolía las ser-vidumbres feudales a cambio de compensaciones a los señores y daba a los cam-pesinos catalanes algunos derechos de propiedad.19 En cambio, en Aragón,donde el problema del campesinado era similar al de Cataluña, la corona apo-yó a los sefiores feudales. En Castilla, la corona, haciendo caso omiso de lasituación real, confirmó el derecho de los tenentes a abandonar a su senor, cam-biar de residencia y llevar consigo sus bienes (1481),pero ante el monopoliode la tierra que detentaba la nobleza ese derecho era en gran medida teóricoy un simple reflejo de confianza aristocrática: como el campesino no tenía lu~gar alguno a donde escapa'r, no era necesario vincularlo jurídicamente a la tie-rra. Así pues, en Aragón y en la mayor parte de Castilla el campesino siguiósiendo un tenente que pagaba su renta en especies.~y,a menudo, en serviciosy que careCÍapor completo de seguridad respecto a su tenencia. En los demáscasos, era un trabajador sin tierra. Afectado por las plagas, la sequía y el hambre,estaba totalmente a merced de su señor o de su patrón, contra el que no teníaprotección legal alguna. En vano trataba de encontrar alguna legislación favo-rable al pequefio propietario. En Castilla existía gran número de tierras de pro-piedad pública, las tierras baldías, en muchos casos propiedad de los municipios,

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y a las que teóricamente tenían acceso. para su cultivo y para utilizarlas comopasto, los campesinos sin tierra, pero eran usurpadas cada vezmás frecuentemen-te por los propietarios de las propiedades vecinas y por los funcionarios muni-cipales. Una ordenanza real de 1492 ordenaba a los funcionarios la devoluciónde las tierras comunales a los municipios, pero eso no puso fin a la usurpación.

Sin embargo, en toda la zona meridional y central de España existían gran-des extensiones de tierra sin cultivar. Una de las razones por las que no se tra-bajaba era porque lo impedíañ) los propietarios de rebaños, especialmente deovejas merinas trashumantes, tan abundantes en España. Desde el siglo xm laactividad económica más importante de Castilla era la cría de la oveja,merinapor su lana, lo que produjo un grave desequilibrio entre la agricultura y la ga-nadería. En el reinado de los Reyes Católicos la situación exigía la direccióndel gobierno, pero también en este aspecto la política real fue conservadora yfavorable a la nobleza. Una vez más, Cataluña fue la excepción. En este reinolevantino, donde Fernando sentó las condiciones de una breve recuperación eco-nómica, se negó a sancionar las aspiraciones absolutas de los dueños de reba-ños de ovejas a los derechos de propiedad y en 15U en las Cortes de Monzónprohibió el paso de los rebaños por las tierras cultivadas. Esta decisión fue deimportancia crucial para el desarrollo de la agricultura en las regiones medite-rráneas de España, pero era la decisión opuesta a la que se había tomado enCastilla diez años antes. Ciertamente, lo que era posible en Cataluña no lo eranecesariamente en Castilla, donde poderosos grupos de intereses estaban invo-lucrados en la cr~ade ovejas y el comercio de la lana. Pero la corona no se limi-tó a sancionar la situación existente, sino que su estrechez de miras sólo sirviópara empeorarla. Se situó firmemente alIado de los intereses de los ganaderos,representados en su organización, la Mesta, que los Reyes Católicos defendie-ron frente a toda oposición y consiguieron controlar colocando al frente de ella,como presidente, a un consejero real en el año 1500,20 Nadie que decidiera cer-car las tierras de pasto para cultivarlas tenía posibilidad alguna de éxito frentea los ataques de los ganaderos, "que contaron en todo momento con el apoyoreal. Ese apoyo culminó en la célebre Ley de arriendo del suelo de 1501, queotorgó a la Mesta el derecho de utilizar a perpetuidad y mediante el pago deuna renta fija cualquier exten.sión que hubiera sido utilizada alguna vez comotierra de pasto. Aunque la Mesta sólo arrendaba la tierra, esta medida suponíala vinculación virtual de sus tierras de pasto y en caso de cualquier litigio suspropios funcionarios actuaban como jueces. Inmensas extensiones de tierra deAndaluCÍa y Extrernadura quedaron así vinculadas a la Mesta y a los interesesde sus dirigentes. Difícilmente podría haberse pensado en un freno más pode-roso para el desarrollo de la agricultura.

¿Por qué fue la política real en Castilla tan diferente de la de Cataluña, ypor qué Fernando e Isabel cedieron de esa manera ante los intereses de los,ga-naderos? No es sólo un problema de concesiones, pues lo cierto es que uno

20. J. KJein, The Mesta, Cambridge. Mass" 1920, pp, 52, 316-326 (hay trad. cast,: La Mesta.Alianza. Madrid, 1990).

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de los mayores beneficiarios de esa política fue la corona, que obtenía unosingresos rápidos y seguros de los jmpucstos sobre los rebaños y sobre la ventade la lana. Por tanto, en lugar de promocionar el desarrollo de la agriculturay esperar los beneficios de esa política, la corona prefirió esa fácil salida parasolucionar sus dificultades financieras, que ya había resultado satisfactoria enel pasado. Además, estaban implicados una serie de intereses comerciales e in-dustriales: la venta de la lana merina en el extranjero era extraordinariamentelucrativa y su manufactura era la única industria castellana de cierta importan-cia. Pero era la nobleza la que más se jugaba en el envite, pues muchos aristó-cratas habían tomado la decisión de convertir sus propiedades casi exclusiva-mente en tierras de pasto, porque de esa forma obtenían un producto cuya ventales reportaba piJ:lgüesbenet:i,ciosy que exigí~pocas inversiones en dinero y manode obra, a diferencia de l~ que ocurría con la agricultura, dada la aridez deCastilla. Esa poderosa alianza se constituyó, pues, en torno a unos interesesreales y explotó la riqueza natural de España. Sólo fue posible oponerse a ellacuando la agricultura comenzó a ser más productiva y a ser considerada comouna inversión prometedora. Esto comenzó a ocurrir desde los primeros añosdel siglo XVI, cuando dos nuevos factores, el crecimiento demográfico y el mer-cado americano, comenzaron a impulsar el desarrollo agrícola. En España ha-bía más bocas que alimentar y la presión sobre los abastecimientos de granoestimuló la expansión de la superficie cultivada. Al mismo tiempo, la primerageneración de colonos en el Nuevo Mundo quería consumir productos españo-les y ello determinó que AndaluCÍa incrementara su producción de trigo, vinoy aceite. Al mejorar las perspectivas para los productores, la corona intentó pro-teger a los consumidores. En 1502, Fernando e Isabel establecieron, en benefi-cio de los menos favorecidos, una tasa, o precio máximo, para el trigo, la ceba-da y el centeno, experiencia que perduró hasta 1512y que se puso en prácticade nuevo ailos más tarde, provocando una importante huida del campo y unprolongado debate.21 Entretanto, la corona no podía introducir medidas legis-lativas para modificar el medio natural y la agricultura española continuó vién-dose afectada por la sequía y la escasez, como en 1506,cuando el único recursoposible fue .la importación de cereales.

Aunque España era básicamente una economía agraria, los Reyes Católicostuvieron en cuenta a otro sector, la industria artesanal, fuertemente dependien-te del mercado rural pero importante también para las ciudades. La teoría tra-dicional, según la cual promovieron el desarrollo de la industria en Castilla,no se ve corroborada por los testimonios que poseemos, pues las industrias quese mencionan son las que producían bienes de lujo o productos para un merca-do local. El ingente número de decretos que promulgaron para regular los pro-cesos de manufactura no pueden ocultarJa falta de coherencia de su políticay el hecho de que ya se habían decantado hacia los intereses de la nobleza me-diante la protección de la ganadería, De hecho, sus reglamentaciones fueronun obstáculo para la industria. A partir de 1480 aproximadamente Fernando

21. Vassberg, Land and Society in Colden Age Caslile, pp. 190-191.

28 LOS AUSTRIAS (1516-1598) LA HERENCIA DE LOS HABSBURGO 29favoreció la extensión de los gremios, que luego se vieron perjudicados por unnúmero excesivo de disposiciones. En 1511promulgó la Ordenanza de Sevilla,un conjunto de 120 normas que contemplaban el proceso legal del tejido delos paños. Durante todo el siglo XVI la industria española sufrió las trabas quesuponían este tipo de disposiciones. En un momento en que la industria delresto de Europa comenzaba a escapar al control de los gremios, la de Castillase vio atenazada por el corsé corporativo. Las únicas industrias de cierta im-portancia eran la industria siderúrgica de las provincias vascas, que contabacon recursos naturales y Con la protc;cción de los privilegios regionales, y la in-dustria textil castellana, que recibió un nuevo impulso con el descubrimientode América y la consiguiente apertura de nuevos mercados, sobre todo a partirde 1505 aproximadamente. Pero en general la industria recibiÓ un nuevo golpecon la huida de los artesanos conversos. No es una simple coincidencia que desdeel momento en que se estableció la Inquisición la corona tuviera que publicardecretos invitando a trabajadores extranjeros a acudir a España (1484) y que to-mara la medida sin precedentes de conceder a los trabajadores extranjeros queacudieran a Castilla la exención de todo tipo de impuestos durante diez años.22

En cambio, la expansión del comercio castellano coincidió con el reinadode Fernando e Isabel y se produjo en parte gracias a su iniciativa.23 Ya existíauna tradición comercial en Castilla, que se vio fortalecida gracias a las condi-ciones de paz impuestas por los monarcas. La exportación de lana era la prin-cipal actividad del comercio exterior y la ,corona hizo todo tipo de esfuerzospara promocionarla, aunque sólo fuera para aumentar los ingresos que repor-taba: Se envia~an agentes a los principales mercados exteriores -Brujas, LaRochela, Londres y Florencia- para analizar la demanda, los precios y la com-petencia y desde esos centros enviaban información a la corte. Una vez estudia-dos esos datos se establecían contactos entre los comerciantes extranjeros y lasautoridades de la Mesta para organizar las exportaciones. Los Reyes Católicosintentaron también reservar para España el transporte de las mercancías me-diante leyes de navegación. De cualquier forma, la protección que prestaronlos Reyes Católicos a la industria y el comercio no formaba parte de un progra.roa elaborado, ni siquiera de tipo' mercantilista. Su interés en ese sentido erareducido si se compara con la protección que prestaron a 'la aristocracia terrate.niente. En cualquier caso, no había capital suficiente para invertir en empresasproductivas. El descubrimiento de América era todavía demasiado reciente paraque fuera posible contar con sus riquezas minerales para la expansión indus-trial de España. Más tarde, cuando empezaron a aumentar 105 envíos de meta-les prec~osos eran dispersados rápidamente hacia el exterior para hacer frentea los pagos derivados de las guerras en el extranjero y de los productos impor-tados, entre ellos los cereales. Castilla siguió siendo un país agrario, ganadero

22. Vicens Vives, Apuntes del curso de Historia &on6mica de España, vol. J, p. 263.23. Véase M. Mollat, «Le role intemational des merchands espagnols daos les ports occiden.

taux a l'époque des ROlsCatholiques)), V Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Estudios,vol. [, Zaragoza, 1955, pp. 35-61.

y feudal como lo había sído en la Edad Media y los Reyes Católicos no inicia-ron siquiera la tarea -ingente, es cierto- de integrar las diferentes regionesde España en un conjunto económico.

Las relaciones económicas entre los diversos reinos no se modificaron deforma radical enJos aftas formativos de la historia nacional de Espafia. En 1479,cuando Fernando e Isabel comenzaron a gobernar sus dominios conjuntos, loscomerciantes catalanes creyeron que había comenzado un período de herman.dad hispánica. Para los empobrecidos catalanes y su comercio en declive, con-seguir un mercado en Castilla y Andalucía para sus paños y especias, y partici-par en la exportación de lana habría constituido un beneficio inestimable. Perosus ilusiones .sevieron defraudadas no por la aversión castellana hacia los cata-lanes sino por la oposición de la poderosa organización de la Mesta y porquesus principales fivales en el comercio mediterráneo, los genoveses, tenían másque ofrecer a la corona que 105 arruinados catalanes, cuyas demandas fueron,por tanto, desatendidas. Los catalanes eran considerados todavía como extran-jeros y se les negaba el acceso a las ferias de Medina del Campo en condicionesde igualdad con los comerciantes de Castilla. Por estas razones los dos ejes dela economía medieval española, el Mediterráneo y el Atlántico, continuaronsu evolución separada y mantuvieron una división que perjudicó la economíade la España de los Austrias y que no se alteró hasta la segunda mitad del sigloXVllI. Ciert~mente, este hecho reflejaba el concepto de unidad de los ReyesCa-tólicos, por cuanto la unidad de un país no puede alcanzarse plenamente sinsu integración económica. Durante su reinado hubo una nueva oportunidad.El imperio americano podría haber constituido un vínculo decisivo. Aparente.mente, ése era un terreno favorable para los intereses comunes y para una em-presa auténticamente española.

La unidad política de España habia sido prácticamente alcanzada cuandoIsabel patrocinó la expedicíón de Colón en 1492 y el Estado que ella y su espo-so habían creado había alcanzado la suficiente madurez como para fundar yexplotar un imperio ultramarino. Pero los súbditos de la Corona de Aragónno pudieron acceder al comercio directo con América. Las razones que se adu-cen para explicar esa política no son convincentes en todos los casos, pues elantagonismo polítíco entre Castilla y Cataluña y el hecho de que, legalmente,América fuera patrimonio exclusivo de Castilla no parecen razones de peso.Más ajustado a la realidad parece ser el argumento de que la corona estabamuy interesada en controlar la nueva empresa y monopolizar sus ganancias,excluyendo, 'por tanto, a los extranjeros, pues eso era más fácil de conseguircanalizando la empresa a través de Castilla, que había descubierto las Indias.De cualquier forma, en un principio Cataluña adoptó una actitud renuente ymostró escaso interés en América hasta t<?safias de 1530, en que aparecen sig-nos de que los comerciantes catalanes comerciaban con América a través deSevilla y de las islas Canarias, mientras que otros catalanes eran propietarioso capitanes de navíos en la carrera de Indias. Sin embargo, para entonces lasituación atlántica favorable de Andalucía y Castilla había resultado decisivay les había otorgado el monopolio natural de las comunicaciones con Amé~ica,

LA INQUISICiÓN ESPAÑOLA

que la corona apoyó para excluir a los extranjeros y reservar para España elcomercio y los metales preciosos. Esto dio mayor peso específico a la preemi~nencia de Castilla en la unión de los reinos espafioles y agudizó las divisioneseconómicas entre ellos. Entretanto, Castilla había comenzado a imponer, enotro terreno, su política sobre el conjunto de España.

24. A pesar de su antigüedad y de su carácter sesgado la obra de H. C. Lea. A History ofthe lnquisition ofSpain, Nueva York y.Londres, 1922,4 vals .• Cllyaprimera edición data de ,1906-1907,sigue siendo una fuente útil de información (hay trad. cast.: HÚtorio de la Inquisición espaflola,Fundación Universitaria' E."pañola, Madrid, 1982.3 vals.). Pero la historiografía moderna ha pro-fundizado enormemente en este tema: véase e:spec:ialmente Kamen, lnquisition and Society in Spain;Ricardo Garcia Cárcel, Or{genes de la Tnquisición espanola. El tribunal de Valencia, 1478-/530,Barcelona, 1976; y Herejia y sociedad en el siglo XVI. La Inquisición en Valencia 1530.1609, Barce-lona, 1980; Bartolomé .Bennassar, L'Inquisition espagnole (XY'.~ silxle), Paris. 1979; J~an-.PierreDedieu, L'Administration de la foi: L'Inquisition de Tolede XV"'.XVl~ siec!e, Madrid, 1989; Ste.phen Haliezer, Inquisi(ion and Society in (he Kingdom of Valencia. 1478-1834, Berkeley y Los Án-geles, 1990.

31LA HERENCIA DE LOS HABSBURGO

llegaron a ocupar puestos de responsabilidad. En muchos casos, dado que laconversión al cristianismo había sido fingida, se sabía, o se sospechaba, quecontinuaban practicando secretamente la religión judía. No ha de extrañar enabsoluto que muchos conversos no fueran sinceros -judaizantes, como se loslIamaba- porque las conversiones masivas de los siglos XIV y xv fueron pro-ducto de la persecución y el terror. La persecución no cesaba con la conversión.y los enfrentamientos entre los cristianos viejos y nuevos fueron frecu~ntesy, a veces, sangrientos, como en Toledo en 1467 y en Córdoba en 1473. Fmal-mente, muchos de los cristianos nuevos se convirtieron en los enemIgos másencarniiados de sus antiguos hermanos de fe. La obsesión por demostrar suortodoxia y de protegerse de las sospechas de los cristianos viejos llevó a losconversos a denunciar no sólo a los judíos sino también a otros conversos yeste espíritu de rivalidad y de envidia debió de fortalecer ,la intolerancia de laInquisición. En los' primeros años de vida de la Inquisición española muchosde sus miembros, entre ellos Torquemada, descendían de cristianos nuevos.25

Las razones decisivas de la creación de la Inquisición en España fueronel temor a la apostasía de los judaizantes y la convicción de que la Iglesia y elEstado estaban sicndo socavados desde dentro. Los ReyesCatólicos estaban dis-puestos a utilizar la fuerza para asegurar la unidad religiosa y se veían presio-nados para ello por grupos poderosos de cristianos viejos, especialmente el cle~ro y la aristocracia. El máximo inspirador de la Inquisición en España fue elprior de la comunidad dominica de Sevilla, Alo~so de Hojeda, quien ejercíauna fuerte influencia sonre los Reyes Católicos. El fue quien denunció la exis-tencia de numerosos grupos de conversos que supuestamente practicaban el ju-daísmo. Pero la ofensiva de los dominicos se alimentaba del antisemitismo delas masas. Artesanos, comerciantes, trabajadores, numerosos cristianos viejosde las clases menos favorecidas envidiaban el éxito material y social de los ju-díos y conversos, su posición como financieros de la corona, su talento comocientíficos y hombres de profesiones liberales y sus vínculos matrimoniales conla nobleza. y los acusaban de falsos conversos. La primera generación de fami-liares, agentes de la Inquisición tan activos en su !unción de cspías e informa-dores, se reclutaron entre los sectores populares más que entre las clases socia-les más elevadas, que sólo más tarde se interesaron por ocupar cargos en laInquisición. Pero la corona tenía otros "motivos además del religioso. Si bienes cierto que la Inquisición no se creó con el único objetivo de despojar a losconversos de sus bienes, este motivo no estuvo ausente en los cálculos oficiales.Las finanzas de la corona se hallaban en una situación de crisis en ese momen-to, antes de que pudieran dar su fruto las reformas de Fernando e Isabel. Portanto, quienes aconsejaron medidas económicas contra los conversos -la con-fiscación de sus propiedades- fueron cq~venientemente escuchados. Sin em-

25. América Castro, España en su historia. Buenos Aires, 1948 (trad. jng. Edmu~d L. King.Princeton, 1954, pp. 421-430, 532, 540), afirma que da Inquisición se había estado haCIendo desdecomienzos del siglo XV)}, en gran medida por la actuación de (ldesertores de israeb), Esta tesis noes plenamente convincente.

LOS AUSTRlAS (¡Sl6-IS98)30

La Inquisición medieval, un tribunal especial para la detección, el juicio yel castigo de 1~herejía, existía desde 1233, fecha en que fue creada por el papa-do para hacer frente a la herejía albigense en el sur de Francia. Aunque poste-riormente se extendió por otros países, en todas partes encontró la resistenciade las monarquías a la interVención del papado. Penetró en Aragón -no enCastilla- pero nunca floreció allí. 'En todas partes había quedado práctica-mente obsoleta en el siglo xv, y no reviviría en Roma hasta 1542, en el nuevocontexto del protestantismo. El rasgo constitucional fundamental de la Inqui-sición medieval era el control papal, ejercido a través del general y los provin-ciales de la orden de los dominicos.

La Inquisición española difería de la Inquisición papal tanto por sus oríge-nes como por su organización.24 Ante todo, en el siglo xv ninguna herejía sehabía difundido con fuerza en España y nadie intentaba establecer un nuevocredo. La Inquisición española fue creada para ocuparse de los judíos conver-sos. Como ya se ha señalado, durante la Edad Media los judíos habían conse-guido un extraordinario progreso en España, situándose en posiciones clave tantoen la vida política como económica del país, llegando incluso a o~upar cargosen el Consejo Real. Sus relaciones con los cristianos, amistosas durante muchotiempo. se deterioraron en la segunda mitad del siglo XIV, pues en un' períodode fuerte depresión económica, su excepcional buena fortuna engendró resen-timientos que dejaron paso al odi.o y que estallaron en actos de violencia, comolas mas~cres de .1391.Para salvar sus vidas y sus fortunas, numerosos judíos,sobre todo en Andalucía, aceptaron el cristianismo. Estos judíos bautizadoseran llamados conversos, o cristianos nuevos, y eran más de 100.000. Con laprotección de su nueva religión realizaron aún mayores progresos, puesto queahora podían acceder tanto a la Iglesia como al Estado y en los dos ámbitos

26. Sobre el papel del papado véase B. L1orea. S.J .• Bulario pontificio de la Inquisición espa.!fola en su periodo' constitucional (1478-1525), Roma, 1949.

bargo, durante algún tiempo los monarcas apenas actuaron. Estaban totalmenteocupados en la tarea de asentar su autoridad y sólo podían intervenir esporádi-camente. Durante este período el papa Sixto IV renovó los esfuerzos anteriore:sdel papado para introducir la Inquisición papal, pero sin éxito porque Fernan-do e Isabel estaban firmemente decididos a limitar, más que a ampliar, las opor-tunidades para la intervención papal. Además, muchos de los cargos más im-portantes de su administración estaban ocupados por conversos y estos hombresdebieron de protagonizar una lucha desesperada y discreta .para impedir la in-troducción de un tribunal que sólo podía acarrearles problemas. Pero cuandose vieron con las manos libres los monarcas pidieron permiso al papa para es-tablecer la Inquisición, aunque no la Inquisición papal. Querían establecer untribunal que estuviera totalmente bajo su control, excluyendo la intervenciónde Roma. Por esta razón Sixto IV vaciló antes de acceder a su petición perofinalmente capituló y mediante la bula de 1 de noviembre de 1478 autorizó ala corona a nombrar inquisidores con jurisdicción sobre los casos .de herejía.Así comenzÓ su andadura la Inquisición española.26 Dos años transcurrieronantes de que comenzara a actuar, debido tal vez a la oposición existente en Es-paña. Finalmente, el 27 de septiembre de 1480 y en virtud de los poderes recibi-dos del papa, los Reyes Católicos nombraron .105 primeros inquisidores paraSevilla, considerada como un semillero de judaizantes.

Las primeras actuaciones de la Inquisición en Andalucía fueron despiada-das y violentas: el primer auto de fe tuvo lugar en Sevilla el 6 de febrero de1481yen él fueron quemadas seis víctimas. Otros tribunales surgieron en otroslugares y, a juzgar por el número y la frecuencia de las sentencias de muertey por las numerosas confiscaciones de propiedades, su actuación fue dura yopresiva. Este establecimiento del reinado deJ terror despertó una virulenta opo-sición por parte de los conversos, con apelaciones a Roma, a los fueros regio-nales, a los magistrados locales y también a los monarcas, a quienes ofrecierondinero. Cuando fracasaron todas las demás medidas tuvieron que recurrir a ac-ciones violentas, siendo la más-espectacular el asesinato del inquisidor de Ara-gón Pedro de Arbués en la catedral de Zaragoza, en .1485.Pero esa resistenciasólo sirvió para inducir a la Inquisición a redoblar sus esfuerzos, y a pesar dela resistencia que ofrecieron las demás regiones desbordó los límites de Casti-lla, extendiéndose a todo lo largo y ancho de España. Asimismo, hizo oídossordos a las protestas de Roma. Sixto IV, impresionado por la violencia de losprimeros tribunales, lamentó haber concedido tan amplios poderes a la coronaespañola e intentó poner coto a la drástica política de la Inquisición españolalimitando su independencia y sus poderes. Pero una vez más tuvo que cederante la determinación de Fernando e Isabel y ante las negociaciones desarrolla-das en su nombre por el cardenal Rodrigo Borgia, futuro Alejandro VI. Auto-rizó la creación de un Consejo Supremo de la Inquisición y el nombramientode un inquisidor general con plenos poderes en la persona de fray Tomás de

Torquemada. confesor real y prior del monasterio dominico de la Santa Cruzen Segovia.

Poco es lo que sabemos con seguridad de Torquemada, aparte de que eraun hombre piadoso y sombrío, y su biografía está todavía por hacer. Pese alas numerosas as~eraciones en sentido contrario no fue el arquitecto de la In-quisición española y no existen pruebas de que fuera la figura decisiva en elestablecimiento del nuevo tribunal. Pero una vez nombrado inquisidor generalen 1483fue el responsable de dotar a la Inquisición de su organización definiti-va. Entre Jos poderes concedidos a Torquemada figuraba el de modificar lasnormas tradicionales de la Inquisición para hacer frente a las exigencias espa-ñolas. Esto la convirtió en una institución prácticamente autónoma e indepen-diente de. Roma ..Entre 1484 y 1489, año de su muerte, Torquemada elaboróuna serie de instrucciones que definieron la constitución de! tribunal yestable-cieron su procedimiento. Esas instrucciones se ampliaron periódicamente has~ta 1561,año en que el inquisidor general Valdés promulgó una constitución re-visada que, con algunas modificaciones posteriores, gobernó la Inquisicióndurante e! resto de su trayectoria histórica.

La Inquisición española fue creada con el rango de un Consejo de Estado,el Consejo de la Suprema y General Inquisición (o la Suprema como se la lla-maba habitualmente) con jurisdicción sobre todos los asuntos relacionados conla herejía. De esta forma se aplicó también a la religión la fórmula de los con-sejos. utilizada por los Reyes Católicos para la solución de sus problemas ad-ministrativos. Para asegurar el control real sobre la nueva institución y excluirel del papa, los monarcas necesitaban asegurarse de que el presidente de la Su-prema tenía pleno control sobre el nombramiento y destitución de los inquisi-dores y de que el presidente estaría bajo el control real. Así, crearon un nuevocargo, inexistente en la Inquisición medieval. el inquisidor general. que presi-día las reuniones de la Suprema y que era la máxima figura de toda la Inquisi-ción. El nombramiento del cargo de inquisidor general correspondía exclusiva-mente a la corona, al igual que el de los funcionarios subordinados, aunqueen la práctica estos últimos eran designados habitualmente por el inquisidorgeneral y por la Suprema. De esta forma. la corona evitaba la posibilidad deintervención papal y el peligro de que la Inquisición se convirtiera en un orga-nismo independiente. La Suprema, nombrada también por la corona, estabaformada por seis miembros, entre los que se incluían representantes de la ordende los dominicos y del Consejo de Castilla. Conocía las apelaciones de los tri-bunales locales y controlaba también la administración financiera de la Inqui-sición, sus propiedades y los procedimientos de sus confiscaciones, cuyos be-neficios iban a parar al tesoro real.

¿Quiénes eran los inquisidores? No todos ellos eran dominicos. Es ciertoque al principio estuvieron en el primer pÚÚlO,pero muy pronto perdieron cual-quier monopolio que pudieran haber ejercido. A partir de entonces. los inqui-sidores eran casi siempre miembros destacados del clero secular, titulados uni-versitarios que se estaban labrando una carrera en la Iglesia o el Estado. Delos 45 inquisidores generales que hubo entre 1481y 1820sólo 5 eran dominicos.

33LA HERENCIA DE LOS HABSBUROO

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LOS AUSTRIAS (1516-1598)32

35LA HERENCIA DE 'LOS HABSBURGO

'. ro mientras que las clases medias, especialmente los comerciantes, estaban re-pr~sentadas con un 44,6 por 100y las clases populares, especialmente l?s arte-sanoS con un 47 por 100. El tribunal de Valencia, si bien fue menos ngurosoque eÍ de Toledo (6.150 acusados hasta 1505) y que el de Sevilla (con 20.000víctimas hasta 1524), fue mucho más duro que otros tribunales más «indulgen-tes» como el de Ciudad Real (269 acusados hasta 1530). La pena de muertese i~ponía sólo en algunos casos, pero el porcentaje fue más. elevado en losprimeros años. En Valencia, de 1.842 acusados cuyas sentenclas se conocen,754, e141 por 100, fueron ejecutados hasta 1530. Más riguroso aún era el tribu-nal de Sevilla, pero en los demás lugares el número de los quemados en la ho-guera era inferior. En conjunto, la Inquisición española aplicó la pena de muertea unas 5,000 personas hasta 1530, En cambio, en el período 1560-1700, de untotal de 50,000 procesos sólo hubo 500 sentencias capitales, el J por 100, Elprincipal objetivo de la Inquisición era eliminar el judaísmo y la mayor partede las primeras víctimas, entre el 80 y el 90 por -100 de todos los ejecutados,eraD supuestos judaizantes.2S El resto habían sido acusados de diferentes deli-tos, Juteranismo, blasfemia, brujería y, en el caso de los moriscos, práctica delas costumbres islámicas. Como los moris-.:os eran cOl1sidcrildos tamb!¿n !loaamenaza para la seguridad, la [unción de la Inquisición en este caso se aproxi-maba a la de una fuerza de policía al servicio del Estado.

El procedimiento legal de la Inquisición española estaba marcado por el he-cho de que los tribunales conjugaban dos funciones, la judicial y la de policía.No eran tribunales ordinarios de justicia, porque tenían también poderes deinvestigación, y además del castigo de los transgresores buscaban también suconfesión y su retractación para salvar sus almas. Ese doble propósito se refle-jaba en el procedimiento que seguían. El procedimiento de la Inquisición me-dieval era el de la simple inquisitio, es decir, el inquisidor actuaba corno fiscaly como juez. Teóricamente, la Inquisición española procedía con mayor im-parcialidad, a través de la acusatio, con un fiscal público corno acusador, mien-tras. que los inquisidores sólo actuaban corno jueces. Pero ésta era una meraficción legal y suponía únicamente que el inquisidor contaba con la ayuda deun letrado preparado para realizar la acusación. Eran los inquisidores los qu.ereunían las pruebas y, al igual que sus antecesores medievales" actuaban al mis-mo tiempo como fiscales y jueces.

Cada localidad era visitada todos los años por un inquisidor que publicabasolemnemente un Edicto de Fe, que a través de un minucioso cuestionario im-ponía a todo cristiano, so pena de excomunión mayor, la obligación de denun-ciar a cualquier hereje conocido. Cuando el tribunal consideraba que existíauna situación sospechosa -10 que ocurrió fundamentalmente en el primer si-glo de su existencia- comenzaba publicando un Edicto de Gracia, que conce-día nn período de 30 a 40 días a todos aquellos que desearan presentarse volun-tariamente para confesar sus faltas y errores. Generalmente, la confesión

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I"r.~.,;34 LOS AUSTRIAS (1516-1598)'¡ja~,l~l.

:;;~f:¿~'Encuanto a los tribunales provinciales, nunca estuvieron controlados por los:;.;s~'t~.~".:..~ dominicos. En Toledo sólo un mIembro de esa orden ocupó el cargo de mqUlsl-F~''..' dar entre 1482y J598. También en este caso la mayor parte de los inquisidores

eran titulados universitarios, procedentes de los colegios mayores, viveros dela burot,;racia española.

Desde el punto de vista canónico, dado que la Inquisición era un tribunaleclesiástico, su cabeza suprema era el papa. En teoría esto era admitido porlas autoridades españolas, pero en la práctica la jurisdicción papal quedaba ab-solutamente excluida. De igual forma. el papado consiguió mantener el princi-pio de su jurisdicción sobre las apelaciones, pero no pudo aplicarlo. La conse-cuencia práctica de este hecho es que resultó imposible apelar ante Romacualquier caso de la Inquisición española, y en este sentido España constituyóun ejemplo incluso para los países protestantes. En los asuntos de herejía laInquisición tenía jurisdicción sobre toda la población secular y sobre todo elclero -pero no sobre los obispos-, quedando excluidos todos los demás tri-bunales. Sus sentencias eran inapelables, incluso ante el papa, que en tres si-glos de existencia del tribunal español sólo consiguió intervenir en tres juicios.La Inquisición española fue un estrecho aliado de la corona, a la que estabasubordinada, yen más de una ocasión se utilizó su autoridad de forma abusivapara propósitos políticos. Desde luego, ese doble carácter de la Inquisición es-pañola, resultado de la estrecha alianza de la Iglesia y el Estado en España,era uno de sus rasgos más peculiares: combinaba la autoridad espiritual de laIglesia con el poder temporal de la corona.

Bajo Ja autoridad del Consejo Central de la Inquisición actuaban una seriede tribunales locales permanentes que para el conjunto de la pOblación repre-sentaban la encarnación real de su poder. En España había una treintena deesos tribunales, en las principales ciudades; y fuera de España había tribunalesen las Canarias, en Sicilia y Cerdeña y. desde el decenio de 1570, en las Indias.La introducción de la Inquisición encontró una fuerte oposición en los estadosde la corona de Aragón, donde era considerada como una institución ajena,un agente de la intervención castellana y una posible amenaza a los intereseseconómicos. En 1484las Cortes de Valencia denunciaron el nuevo tribunal, quellevaba actuando en este reino desde 1481. corno una violación de sus fueros.A la aecisión de Fernando de introducir la Inquisición en sus reinos se opusie-ron casi todos los altos funcionarios, en parte porque era considerada comoun nuevo poder y. también, por la severidad con que había actuado en los mo-mentos iniciales. El monarca respondió otorgando al tribunal una fuerte pro-tección real. Fernando declaró con rotundidad que la institución gozaba de suapoyo personal, y parece que la consideraba como un instrumento fundamen-tal de centralización.27

La Inquisición en Valencia se cobró casi 1.000 víctimas sólo en 1488. Hasta1530este tribunal juzgó a 2.354 personas, 1.197de ellas hombres y LI5? muje-res. Muy pocos de los acusados procedían de la nobleza y algunos más del cle-

27. Haliczer, Inquisition and.Sodely in the Kingdom 01 Va/e.'lcia, pp. 12-17. 28. El 91,6 por 100 de las víctimas dela Inquisición en Valencia, durante el periodo 1484-1530,eraD conversos; ibid., p. 209.

entrañaba el perdón con penas muy leves, pero exigía una condición: que elpenitente revelara quiénes eran sus cómplices. En ambos edictos existía la posi-bilidad de cometer graves abusos. En especial, el Edicto d~ Fe, al exigir la de-nuncia obligaba a los fieles a cooperar en la tarea de la Inquisición y convertíaa todo el mundo en su agente o espía, constituyendo además una tentación irre-sistible para dar rienda suelta a los rencores privados. Generalmente, los dosedictos desencadenaban una oleada de denuncias -en las que tenían que figu-rar también los nombres de testigos-, siendo éstas, o las investigaciones de losinquisidores, las que ponían en marcha los procedimientos legales.

Si las acusaciones eran aceptadas el acusado era conducido a los calabozossecretos de la Inquisición, donde generalmente se lo mantenía en condicioneshumanitarias pero permanecía totalmente aislado del mundo exterior y priva-do de todo contacto con su familia y amigos. El procedimiento seguía su curso,lentamente y en estricto secreto, y en todo momento sobre el supuesto de laculpabilidad del acusado. Pero el mayor defecto en el procedimiento legal dela Inquisición española era el hecho de que al acusado no se le informaba sobrela identidad de sus acusadores y de los testigos de éstos, Quienes por tanto esta-ban libres de toda responsabilidad, mientras que el acusado se veía totalmentedesasistido en la preparación de su defensa. Su única garantía era que podíaelaborar una lista de sus enemigos, y si en ella figuraba alguno de los acusado-res su testimonio sería rechazado. Al margen de ello, se aceptaba para la acusa-ción cualquier tipo de prueba y de testimonio, mientras que las preguntas quese planteaban a los testigos de la defensa, e incluso si se los llamaba o no adeclarar, eran asuntos cuya decisión correspondía totalmente a los inquisido-res. Una vez preparado el caso para la acusación podía comenzar la organiza-ción de la defensa. Al acusado se le permitía contar con un abogado de oficio.pero podía ~ecusarlo y solicitar otro. Se le destinaba también un consejero cuyafunción era convencerle de que debía realizar una confesión sincera. La presióndel consejero, junto con el se~reto de los acusadores y de los testigos, debilita-ba, sin duda, la posición del defendido, situación que difícilmente podía~ es-perar superar su abogado y sus testigos. En verdad, el secreto de los infonna-dores y testigos fue una innovación en España, que causó la alarma entre loscontemporáneos y que' éra contraria al procedimiento de otros tribunales dederecho. Pero la situación del acusado se hacía aún más desesperada, si cabe.como consecuencia del poder que terna la Inquisición, como otros tribunalesde la época, de utilizar la tortura para conseguir pruebas y una confesión. Es-taban prohibidos el derramamiento de sangre y todo aquello que pudiera cau-sar un daño permanente, pero aun así quedaba margen todavía para aplicartres dolorosos procedimientos de tortura, bien conocidos y no exclusivos de laInquisición: el potro, la garrucha y la tortura del agua. Aunque su utilizaciónera poco frecuente y se realizaba con garantías médicas, eran procedimientosterriblemente inadecuados en asuntos de conciencia.

Reunidas, las pruebas y tras consultar a cualificados teólogos si era nec~sa-rio -todo lo cual exigía siempre mucho tiempo, a veces cuatro o cinco años-se pronunciaba la sentencia. Si el acusado confesaba su culpa en el curso del 29. Kamen. lnquisirion and Society in Spa;n, pp. 60-61, 254.

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juicio antes de que se hiciera pública la sentencia y se aceptaba su confesiónera absuelto y se le aplicaba tan sólo un levecastigo. En caso contrario, la sen-tencia era absolutoria o condenatoria. El veredicto de culpabilidad no entraña-ba necesariamente la muerte. Dependía, ante todo, de la gravedad de-ia ofensa.Las penas, que derivaban del derecho civil y canónico medieval, podían supo-nef una penitencia, una multa o el azote en el caso de ofensas menores y lastemibles galeras o la confiscación de las propiedades para las más graves. Perodependían también de muchos otros factores, como las circunstancias del mo-mento, la categoría del acusado y, sobre todo, la condición de los jueces, notodos los cuales eran igualmente implacables. La pena de muerte era rara enproporción al número de casos. Sin embargo, un hereje arrepentido que reinci-día nunca escapaba a la sentencia de muerte. Quienes persistían en la herejíao continuaban negando su culpabilidad eran quemados vivos. Aquellos que searrepentían en el último momento y después de haber sido pronunciada la sen-tencia, ya fuera sinceramente o no, primero eran estrangulados y luego quema-dos. La ejecución no era realizada por la Inquisición sino por las autoridadesciviles. En España, el auto de fe era simplemente una manifestación públicacuidadosamente escenificada en la que se pronunciaba y explicaba la sentenciaen medio de una gran ceremonia. A continuación, el hereje era entregado albrazo secular, que ejecutaba la sentencia de la hoguera, frecuentemente en unlugar y momento diferentes. El auto de fe, que en un principio estaba encami-nado a provocar respeto y terror en los fieles, no tardó en degenerar en unacelebración social de perversa excitación y se convirtió en una especie de entre-tenimiento religioso para celebrar una boda real, la visita de un monarca o cual-quier otra manifestación pública, pero sólo los casos de mayor trascendenciaterminaban con un auto de fe. En todos los demás las sentencias se daban aconocer privadamente.

Así pues, el procedimiento y organización de la Inquisición estaban fuerte-mente burocratizados y la institución dedicaba una gran cantidad de tiempoa resolver sus problemas internos, los nombramientos, los ingresos y los gas.tos. La situación financiera de la mayor parte de los tribunales regionales era'precaria y.sin el apoyo de la corona y la colaboración de las elites locales losfuncionarios de la Inquisición podían sentirse aislados en un mundo hostil. ¿Erala Inquisición española, como se ha dicho a veces, una institución «popular»:?La aceptación de su establecimiento y de sus primeras actividades por la masade la población nada nos dice acerca de sus pénsamientos más íntimos ni desu temor a protagonizar un movimiento de,oposición, y el hecho de que quie.nes se opornan a la Inquisición eran una minoría de intelectuales y de judíoscristianizados no significa necesariamente que el tribunal fuera «popular». Po-siblemente, es cierto que la Inquisición fue la expresión de una serie de prejui-cios religiosos y raciales profundamente enraizados en la sociedad española yque llegó a convertirse en una institución familiar, en un elemento más del pai-saje local. 29 Pero la Inquisición se preocupó muy bien de buscar apoyo y, des-

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JO. Haliczer. /nquisition and Society in the Kingdom oi Valencia, p. 208.31. A. Domínguez Ortiz. ~(Losconversos de origen judío después de la expuIsióm). Estudios

de Historia Social de España, III (1955), pp. 223-431.

de buen principio, reclutó a un número importante de funcionarios sin sueldo,los familiares. que constituían, de hecho, una red de clientes y grupos de apoyoen todos los sectores de la sociedad local, incluso entre las clases populares,y que de esa forma podían ver incrementado su prestigio social.Y1

Aunque la Inquisición española fue establecida principalmente para ocu-parse de ,los conversos, su jurisdicción abarcaba todos los aspectos de la here-jía. y, en consecuencia, se ocupó también de los moros convertidos, o moris-cos, y de los herejes españoles, ya fueran protestantes o de cualquier otro credo.Sin embargo, la Inquisición sólo tenía jurisdicción sobre los cristianos y no eraun medio para conseguir la conversión de los no creyentes por la fuerza. Casti-gal1a la herejía y la apostasía pero no la profesión de una fe distinta, siendoel bautismo un requisito necesario para que existiera herejía. Por esa razón.tanto los judíos como los musulmanes y los indios americanos quedaban almargen de su autoridad. La Inquisición nunca persiguió a un judío ni a un mu-sulmán por el hecho de serlo. Perseguía, en cambio, a Jos conversos de amboscredos que eran sospechosos, con razón o sin ella, de ser apóstatas en secreto.Los moros y judíos que se negaban a recibir el bautismo eran expulsados deEspaña. No obstante, la Inquisición española no actuó únicamente en cuestio-nes de herejía, sino que se ocupaba también de los casos de bigamia, sodomíay blasfemia y, ocasionalmente y debido a su eficacia, realizó incluso funcionesadministrativas, como el cumplimiento de los reglamentos aduaneros en las fron-teras. De cualquier manera, de entre todas sus actividades, la más característi-ca, y tal vez, una de las más perniciosas guarda relación con la cuestión de lalimpieza de sangre.

Los cristianos nuevos eran objeto de sospecha y prejuicio, actitud que adoptóla forma de un espíritu de exclusividad por parte de los cristianos viejos y queexistía ya antes del establecimiento de la Inquisición española. Ya antes se ha-bían producido intentos de apartarlos de los cargos públicos, a pesar de las pro-testas del papado, y ese prejuicio contra la sangre judía continuó incluso porparte de algunas órdenes religiosas. A finales del siglo XVI diferentes institucio-nes se negaban a admitir en su seno a' las personas de origen «impuTO». Talesmedidas eran practicadas por la Inquisición, por las órdenes de Santiago, Al-cántara, Calatrava y San Juan, por todos los colegios universitarios y por nu-merosos capítulos catedralicios, incluido el de Toledo. donde se promulgaronJos primeros estatutos de nobleza, que exigían pruebas de nobleza y pureza desangre para admitir a los candidatos. Este tipo de discriminación se reflejabaen la política de la Inquisición, que continuaba considerando a los judíos comoun riesgo para la seguridad del Estado y de la Iglesia, y cuya sensibilidad antela genealogía pareció reforzarse después de que su campaña inicial hubiera ani-quilado a gran número de conversos? Naturalmente, la Inquisición era el ins-trumento para garantizar la pureza de origen. Todas las instituciones mencio-

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nadas anteriormente exigían la investigación más rigurosa para descubrir la másll;' ligera mácula en el grado más remoto de parentesco. En cuanto a la ascenden-

cia, dos eran las causas que producían la impureza de sangre: proceder de unantepasado judío o moro o de alguien que había sido condenado por la Inqui-sición. Para poder realizar una carrera sin sobresaltos en la Iglesia o el Estadoy, en muchos casos. simplemente para poder iniciarla. era necesario dirigirsea la Inquisición para solicitar certificado de pureza de sangre y para ello habíaque especificar la genealogía. indicar testigos y pagar un canon. Este procesofavorecía el perjurio. el soborno y la colusión, y era una buena oportunidadpara dar rienda suelta al rencor. Aquellas familias que podían probar más alláde toda duda su pertenencia a un secular linaje castellano, sin sangre mora ojudía, aprovecttaban la ocasión pa.ra desacreditar a sus rivales pata ocupar car-gos públicos y obtener.estatus sociai, denunciando su condición de conversos.A pesar de ello una importante minoría de conversos consiguieron sobreviviry durante todo el siglo XVI los encontramos desempeñando ocupaciones comer-.ciales y profesionales. No les estaban vedados los cargos en la Iglesia y el Esta-do, aunque los desempeñaban en una situación de inseguridad. Incluso duran-te el reinado de los Reyes Católicos ocuparon puestos de importancia. Hombrescomo Luis de Santángel. notario del rey Fernando, Alfonso de la Cavallería,vicecanciller del Consejo de Aragón, y fray Remando de Talavera, confesorde la reina y arzobispo de Granada, eran de raza judía, si bien todos ellos fue-ron objeto de sospecha o persecución en algún momento. En los reinados si-guientes descendientes de conversos conseguirían aún abrirse camino, siendoel ejemplo más destacado el de Antonio Pérez. secretario de Felipe 1I. Pero.rechazados socialmente por los cristianos viejos y poco codiciados como com-pañeros para el vínculo matrimonial, siguieron siendo un grupo cerrado de ciu-dadanos prácticamente de segunda clase. Todo esto dejó su huella en la menta-lidad castellana. En ese contexto se desarrolló el exagerado sentido del honory la hipersensibilidad ante el origen y la sangre y lo que fuera en otro tiempo.al menos en parte, un prejuicio religioso pasó a ser el intento de limitar el nú-mero de aspirantes a los cargos públicos y al estatus social.

No contentos con la persecución de los conversos sospechosos, el intentode conseguir la unidad religiosa y la convicción de que era imposible solucio-nar el problema de los conversos mientras se tolerara la presencia de sus anti-guos hermanos de fe llevó a los Reyes Católicos a realizar una depuración mu-cho más estricta: la expulsión de los judíos. Esto no fue posible mientras duróla guerra de Granada y, en cualquier caso. los judíos contribuyeron con sumasimportantes en esta empresa. Pero su contacto prolongado y directo con losnumerosos judíos de la Baja AndaluCÍa mientras se hallaban luchando contraotra religión extraña fortaleció el deseo de los monarcas de conseguir la unidadreligiosa. El 30 de marzo de 1492, pocos meses después de la caída de Grana-da, publicaron un edicto que daba a los judíos cuatro meses de plazo paraconvertirse al cristianismo o abandonar el reino. De un total de 80.000 judíos,entre 40.000 y 50.000 prefirieron marcharse. Portugal acogió a muchos de ellos,pero los Reyes Católicos impusieron. como una de las condiciones para el c~sa-

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RECONQUISTA y EXPANSIÓN

32. A. de la Torre, «Los Reyes Católico!', y Granada», Hispania, XV (1944), pp. 244-397; YXVI (1944), pp. 339-382.

miento de su hija Isabel con Manuel 1, que Portugal también los expulsara.Otros fueron a Francia, a África y al imperio otomano, donde se asentaronen ciudades como Salónica y Constantinopla, conservando su lengua castella-na y un intenso odio hacia Espafia. Pero ¿qué ocurría, entretanto, COn los moros?

41LA HERENCIA DE LOS HABSBURGO

positivo también para los intereses estratégicos españales al reforzar la protec-ción del flanco meridional de la península. Castilla, liberados sus ejércitos dela guerra de Gra"!1ada,estaba dispuesta a canvertir la reconquista en expansióny a desafiar al islam en el Mediterráneo. Perú ante.s casi de que planteara esedesafío se alejó del norte de África. En 1492Colón descubrió América y losideales de cruzada y de imperio comenzaron a centrarse en el Nuevo Mundo,que muy pronto fue considerado como un dominio. imperial mu~ho más fruc-tífero. Pero la expansión en África y América no eran' excluyentes y, de he~cho, la búsqueda de una vía que -permitiera desbordar al islam fue una de losmotivos ,que impulsaron los primeros viajes de descubrimiento.. Perú Fernandotambién teQ,Íaintereses, en Europa y tenía reivindicaciones no sólo contra el is-lam sino también cantra Francia. Más aún, Frapcia era el enemigo más inme-diato que ejercía una presión demasiada intensa sobre la carona de Aragón,como para que ésta pudiera sentirse tranquila. Aprovechándase de las dificul-tades del padre de Fernando en Navarra y Catalufta, los franceses ocuparonlos c~ndadas de Rasellón y la Cerdaña, últimas posesiones de los aragonesesen el Languedoc, y en Castilla Luis XI prestó su apoyo a los enemigos de Isa-beL Fernando era consciente de esa presión y consiguió convencer a Isabel paraque renunciara a la política castellana tradicional de alianza can Francia y ali-neara a su reino en la política antifrancesa de Aragón.

Pero Fernando no era amante de la guerra, sino que prefería la diplomacia.Apoyándose en el p~e!tigio de su posición de rey de Castilla, desde 1475 co-menzó ya a buscar'aliados en lugares clave en torno a Francia -en Inglaterra,Países Bajos y Alemania- iniciando para ello un sistema de embajadores resi-dentes desconocido hasta entonces fuera de "Italia?3 Por' última, concertó unaalianza activa con el emperador Maximiliano, que quedó sellada por el matri-monio de su hija Juana con el hijo de Maximiliano, el archiduque Felipe (1496).Ésta fue tan sólo una de las numerosas alianzas matrimoniales en las que losReyesCatólicos comerciaron con sus hijas sin reparo a1guno. Pero ésta resulta-ría la alianza más decisiva, pues no sólo. dio a España su futura dinastía sinoque inició su trágica vinculación con el norte y centro de Europa. Esto no eraevidente aún en 1496, pues aunque la Casa de Habsburgo reunía la corona im-perial de Alemania y el ducado de Bargoña en la persona del emperador Maxi-miliano, Juana no era heredera de las posesiones de las reinas católicos. Sinembarga, para el año 1500 la muerte había reducido el número de sus hijos yJuana era su previsible sucesora. En ese mismo año. nació su hijo y heredero,el príncipe Carlos, sobre quien re..:aefÍa la herencia Habsburgo. Por tanto, lahostilidad aragonesa hacia Francia había hecho recorrer a España un largo ca-mino desde Granada hasta el Mediterráneo~ pero Fernando estaba dispuestoa ir aúa más lejos. Para acabar de cercar a Francia en el norte preparó una.

33. G. Mattingly, Renaissance Diplomaey. Londres, 1955, pp. 138-,152(hay trad. cast.: La di-plomacia del Renacimiento, Centlo de Estudios Constitucionales, Madrid, 1970). Sobre la políticaexterior de los Reyes Católicos véase también A. de la Torre, Documentos sobre los relaciones in-ternacionales de los Reyes CatólicOs, Madrid, 1949-1951, 3 vols.; 1. M. Doussinague, La polflicainternacional de Fernando el Católico, Madrid, 1944.

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La unión de los dos reinos más importantes de la península ibérica originóun núcleo de poder formidable que una vez organizado en su interior comenzóa extenderse más allá de sus fronteras. La fusión de ideales religiosos y políti-cos resucitó el espíritu de cruzada contra el islam, adormecido desde hacía másde un siglo. Sin Granada la reconquista estaba incompleta y España desmem-brada. Preparadas para la acción las fuerzas conjuntas de Castilla y Aragón,había llegado el momento de acabar con los últimos reductos del islam en sue-lo ibérico. Fue básicamente una empresa de Castilla, que fue quien tomó lainiciativa, pero que sin embargo no podría haberla realizado sin la' colabora-ción material de Aragón, Cataluña y Valencia, que participaron enviando tro-pas.•barcos, dinero y suministros como si se tratara de su propia causa. Aunasí la guerra fue larga y dura y pasaron diez años antes de que el reino morofuera vencido y de que capitulara la ciudad de Granada.32 Los términos delacuerdo fueron engañosamente generosos: los moros podían permanecer en elpáis Conservando su religión, sus leyes y sus propios magistrados. En esas con-diciones los Reyes Católicos entraron triunfantes en la Alhambra el 2 de enerode 1492. Un nuevo reino, que contaba con 300.000 almas, se aiíadió a la coronade Castilla, junto con un prestigio y una confianza extraordinarios. Pero Casti-lla acumuló también un inmenso poder, no sólo por la riqueza del territorioconquistado y la nueva seguridad en sus costas meridionales, sino también' gra-cias a la, experiencia militar conseguida y al progreso realizado en las técnicasde infantena. En la guerra desarrollada en las montañas de Granada nació lainfantería español~ y se dio a Conocer un nuevo general. Europa no tardaríaen oír hablar de Gonzalo de Córdoba y sus tropas. Pero no todo eran aspectospositivos. A Isabel ya sus consejeros, aunque no a Fernando., les era imposibletolerar a los moro.s, ya fueran los de Granada o los que vivían pacíficamenteen el resto de España desde hacía tanto tiempo. La ,conquista de Granada diouna nueva dimensión al problema al aumentar el número de moros en Españahasta unos 500.000, en una población de 7 millones. Y no había una soluciónperfecta para ese problema. A partir de 1502 Isabel puso en marcha en Castillala política de la conversión forzosa, dando a los moros la alternativa del bau-tismo o la expulsión. Sus sucesores na podrían encontrar una solución mejor.

El proceso lógico de la cruzada contra el islam supanía llevar la ,guer.ra através del angasto mar que separaba a España del norte de África. Esto sería

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alianza con Inglaterra que determinó el matrimonio de su hija Catalina conel hijo de Enrique VII en 1501. Pero Francia había comenzado ya a romperlas defensas diplomáticas establecidas por Fernando en el sur. Después de de~volver a Aragón los condados del Rosellón y la Cerdaña Carlos VIII penetrócon sus ejércitos en Italia, en 1494. para reclamar el reino de Nápoles. Una vezmás se vio enfrentado con Fernando, que había reforzado su representación di-plomática en Roma y Venecia y que reaccionó ante la iniciativa francesa con-certando una alianza con Venecia. el papa Alejandro VI, el duque de Milán"

. y el emperador Maximiliano. Completó esta medida enviando un poderoso ejér-cito español al mando qe Gonzalo Fernández de Córdoba, que derrotó brillan-temente a los franceses en Ceriñola (1503) y Garellano (1504). Así, Nápoles nofue a parar a m¡Úl0Sde Francia sino de Españ<t. La victoria fue un signo delos tiempos, pues fue posible gracias a la intervención decisiva'del ejército cas-tellano. Esto era una nueva prueba. si acaso era necesaria, del poder inherentea la unión de Castilla y Aragón y del éxito de su colaboración. El ejército caste.llano era desconocido hasta ese momento fuera de la península, pero tras suaprendizaje en la guerra de Granada y su satisfactoria participación en la cam-paña de Italia se convirtió en el instrumento de guerra más poderoso de Europa.

Con la conquista de Nápoles, España iba a continuar con su firme presen-cia en Italia y en el Mediterráneo. La expansión en esta dirección era tradicio-nal para Aragón, cuyas co~tas, comercio y posesiones (las islas Baleares, Cer-deña y Sicilia) le obligaban a preservar su poder y sus comunicaciones en elMediterráneo o'ccidentai. La adquisición de Nápoles en 1504 fue de enorme va-lor, no sólo desde el punto de vista estratégico, sino también por sus rentas ysus recursos agrícolas. Pero la posesión de Nápoles no sólo significó la presen-cia de España en Italia y, en consecuencia, una dura lucha con Francia, sinoque la situaba más cerca del islam, casi en la frontera de la cristiandad, en unmomento en que la expansión del imperio turco ya había comenzado a amena-zar la seguridad de Italia. Nápoles significó, por tanto, nuevos compromisospero también nuevos recursos y planteó, asimismo, nuevos problemas de defen-sa. Avanzar hacia el este sin asegurarse el flanco norteafricano era arriesgado,ya que cualquier potencia que dominara la costa de Berbería podía amenazarlas comunicaciones entre España e haHa. ¿Podía derrotar España al Turco enel norte de África? ¿Había descuidado sus intereses inmediatos en un área vitaldurante demasiado tiempo?" Antes de que fuera posible dar" respuesta a esosinterrogantes la unión de sus reinos tuvo que afrontar una muy dura prueba.

La conquista de Nápoles coincidió con el fin del reinado conjunto de fer-nando e Isabel, pues la reina murió el 26 de noviembre de 1504. Nunca habíaadmitido el derecho de su marido a la corona de Castilla, y con su característi-ca testarudez lo excluyó de la sucesión al trono. A pesar de que su hija y here-dera Juana ya mostraba signos de la enfermedad mental que la incapacitaríapermanentemente para gobernar, fue nombrada sucesora junto con su esposo.Felipe el Hermoso. Pero ni siquiera Isabel, a pesar de su preocupación, tan cas-tellana, por la letra de la ley, podía ignorar que Fernando tenÍá 30 años de ex-periencia en el gobierno de Castilla. En consecuencia. en caso de ausencia o

34. J. M. Doussinague. Fernando el Católico y Germana de Foix, Madrid • .1944.35. VéaseP. Prieto y L1overa, Política aragonesa en África hasta la muerte de Fernando el

Católico. Madrid. 1952.

45LA HERENCLA DE LOS HABSBURGO

incapacidad de Juana para gobernar y hasta que su hijo Carlos fuera mayorde edad, Fernando sería el gobernador y administrador de Castilla. De esta ma-nera Isabel trataba de cumplir las leyes castellanas de sucesión, que excluíana Fernando, al tiempo que garantizaba a Castilla la seguridad de su gobiernofrente a la del cx,tranjero Felipe en caso de que Juana resultara ser incapaz degobernar. Los resultados de esa locura eran previsibles. Fernando se encontra.ba desarmado sin el título de rey. El ambicioso Felipe estaba decidido a obli-garle a marcharse y en Castilla se formó un fuerte partido hostil al {(viejocata-lán». que se vio obligado a retirarse como un fugitivo," siendo sustituido porun príncipe extranjero y su reina, mentalmente perturbada. Momentáneamen-te, y como consecuencia de la acción retrógrada de Isabel, de las ambicionesde los Habsburgo y de la actitud separatista de Castilla, las dos coronas se se.pararon de nuevo. A Fernando no le quedó otra alternativa que mirar por suspropios intereses y salvar lo que pudo para Aragón. Por el tratado de Blois de1505 se alió con Francia y concertó su matrimonio con Germana de Foix,~so-brina del monarca francés, quien renunció a sus derechos sobTt:~Nápoles. Porotra parte, destituyó a los castellanos, entre ellos a Gonzalo de Córdoba, delos más altos cargos en el reino italiano. Existía ahora el riesgo de que si delnuevo matrimonio nacía un nuevo heredero para la corona de Aragón la sepa-ración de los dos reinos fuera definitiva. J.4 La causa de la unidad, atacada des-'de todas partes. sólo pudo salvarse gracias a una combinación de acontecimientosen gran medida fortuitos: la muert_e_~eFelipe 1 (septiembre de 1506) poco des-pués de iniciarse el nuevo reinado, la locura incuestionable de Juana y la infer-tilidad del segundo matrimonio de Fernando. El joven Carlos, heredero de Juanay fruto de la alianza de Fernando con los Habsburgo, quedó como único here-dero <;leambos reinos. Entretanto, para solucionar el problema de la goberna-ción de Castilla el Consejo de Regencia presidido por Jiménez de Cisneros reci-bió con agrado el regreso de Fernando.

Posiblemente, los nueve afias de gobierno en solitario de Fernando, entre1507 y 1516, fueron más favorables para la causa de la unificación que los desu gobierno conjunto con Isabel. Era difícil superar las lineas tradicionalesde demarcación asignadas a las respectivas coronas: una política atlántica limi-tada a Castilla y una política norteafricana asociada con Aragón y Cataluña.América, donde la corona había utilizado "material humano y recursos tantoaragoneses como castellanos. se consideraba todavía como una empresa caste-llana y un monopolio que terna que preservar para sus súbditos. De igual for-ma, y a pesar de la cooperación de Castilla, las conquistas en el norte de Áfricaeran consideradas como adquisiciones de Aragón y Cataluña.

La política de expansión en el norte de África ya había comenzado antesde la muerte de Isabel.35 Melilla había sido conquistada en 1497, pero otrasempresas, especialmente en Italia, habían interrumpido ,la acción de los mo-

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nafcas en África. En gran medida, esto era responsabilidad de Fernando, aun-que Isabel no mostró un mayor sentimiento de urgencia que su marido y la fa-mosa afirmación que se le atribuye en su testamento -«el futuro de Españase halla en África»- es una invención. como muchas otras. Pero lo cierto esque en los años inmediatamente posteriores a la muerte de la reina, Fernando,con la colaboración del cardenal Cisneros y utilizando recursos castellanos yaragoneses, llevó a cabo una serie de expediciones por el Mediterráneo. En 1505se tomó Mazalquivir, en 1508el Peñón de la Gomera y los años 1509-1511con-templaron la conquista de Ofán, Bugía y Trípoli. y el sometimiento de Argel.Naturalmente, las perspectivas económicas del norte de África no eran favora-bles en comparación con América. Se adjudicó a Catalufia la exclusividad delcomercio con las nuevas bases y se otorgó protección frente a la competenciaextranjera, pero la riqueza potencial que poseía Castilla en el Nuevo Mundoera mucho más atractiva. Esto explica, en parte, que no continuara el esfuerzode expansión hacia el sur, aunque esa zona era estratégicamente vital para laseguridad política y comercial de España en el Mediterráneo. En este sentido,su presencia en África -unas pocas bases situadas precariamente en la costasin penetración en el interior- era peligrosamente débil e incapaz de contenerel poder conjunto del Turco y de los estados de Berberia, que no tardarían endominar el Mediterráneo. Entonces se haría patente que la acción de Españaen esa dirección, natural y fundamental para el país, había sido demasiado pocoenérgica y tardía.

Fernando. hizo gala de una mayor determinación que la qüe había exhibidoen el sur a la hora de asegurar su frontera en el norte. Cuando la muerte deGastón de Foix planteó la cuestión sucesoria en Navarra, apoyó los derechosde su segunda esposa con un ejército comandado por el duque de Alba querápidamente ocupó el reino (1512). La adquisición de Navarra, separada de losrestantes reinos españoles desde el siglo xrr. completó la unificación de Esp#'.ña. nas su incorporación a la corona de Aragón, en el seno de la cual perma-neció durante un breve período (1512-1515)fue asignada a Castilla, lo cual esta,ha en consonancia con la política de Fernando de reconocer la supremacía delmayor de los dos reinos Y.tal vez, era un indicio de que el absolutismo prevale-cía sobre las inmunidades regionales que podrían haber sido estimuladas enNavarra mediante la asociación col') los reinos del este peninsular. Sin embar-go, una vez más Fernando no encontró motivos para acabar con las institucio-nes tradicionales. Existía un Consejo de Navarra para la administración del reino,sus Cortes continuaban reuniéndose y conservó su Diputación permanente, co-mité de los diferentes estamentos. A los ojos de Fernando todo esto era menosimportante que la seguridad espaftola en los Pirineos. Se había asestado un nuevogolpe a Francia y se había abortado una nueva oportunidad de intervenciónfrancesa.

De hecho, la adquisición de Navarra fue un logro no sólo de la fuerza mili-ta.r de Fernando sino f..?mbiénde su ,diplomacia. Su hábil utilización de ambosinstrumentos situó a España en una posición de poder en el exterior y marcóla dirección de la política española durante algún tiempo. Generalmente, en el

juego de las alianzas de esos años siempre se situó en el bando ganadof"prime-ro en la Liga de Cambrai contra Venecia (1508), cuando liberó los puertos adriá-ticos del reino de Nápoles, y luego en la Santa Liga contra Francia (1511-1513),cuando le interesaba menos Italia que España y conquistó Navarra. Duran-te estos años iote,TItótambién mantener la alianza con Inglaterra en la perso-na de su cuñado Enrique VIII, alianza dirigida fundamentalmente contraFrancia y su nuevo monarca, Francisco l, cuyas ideas expansionistas en Italiaresultaban peligrosas para los intereses españoles. Fernando rodeó, pues, aFrancia de una barrera diplomática constituida por Espafta, Inglaterra, Ale-mania y los Países Bajos y bloqueó su avance hacia el sur, hasta Italia. Su su-cesor, Carlos 1, comprendió el significado de esta política e intentó perpetuar-la. De hech~, Carlos no solamente heredó la unidad política preservada porFernando sino también los principios de política exterior que con tanto éxitohabía elaborado. En este sentido, el eje central de su gobierno ya había sidopreparado.

Fernando de Aragón murió el 28 de enero de 1516. Casi inmediatamentedespués de su muerte comenzaron a agitarse de nuevo los instintos anárquicosde la aristocracia y de las ciudades, tan trabajosamente reprimidos por los Re-yes Católicos. Pcro el temible Cisneros, a quien Fernando había nombrado re-gente. supo mantcner a España sana y salva durante los meses críticos subsi-guientes. sofocando los desórdenes incipientes, conservando intacto el poderreal y transmitiendo a Carlos su herencia española tal como la habían dejado-losRéyesCatólicos. Esta herencia, al igual que su reinado. era compleja. Con-siderada retrospectivamente, la política de Fernando e Isabel fue una extrafiamezcla de determinación y timidez. Durante los últimos años del reinado el re-formismo perdió una parte de su ímpetu a medida que los ofici~lles reales serelajaban, la aristocracia recuperaba antiguas posiciones y los grupos urbanosse desilusionaban. Los monarcas no condujeron a España en una trayectoriasiempre firme desde la anarquía feudal al Estado-nación y su sistema políticono fuc monolítico. La monarquía que restauraron no era una monarquía abso~luta y distaba mucho de estar centralizada. Su iniciativa en la acción exterior.especialmente más allá del Atlántico, contrasta fuertemente con su cautela antelos problemas internos. En la España que dejaron a sus sucesores eran todavíanumerosas las anomalías políticas y sociales, existiendo profundas barreras en-tre los diferentes reinos constitutivos y divisiones aún más rígidas entre las di-versas clases sociales de cada uno de los reinos. De hecho, los Reyes Católicossólo habían aportado las condiciones mínimas de orden y.unidad, pero en elproceso habían solucionado los problemas de la cclnstrucción del Estado antesque la mayor parte de sus contemporáneos en la .Europa occidental. Españase hallaba muy por delante que cualquiera de sus rivales por lo que respectaa la revitalización del poder real, el desarrollo de instrumentos de gobierno,la creación de una poderosa máquina militar y la reforma de la Iglesia, em-presas todas ellas que se realizaron o iniciaron en el lapso de una sola gene-ración. Sin embargo, todos estos esfuerzos se habían dirigido a satisfacer lasdemandas inmediatas del poder, yen razón de los intereses del poder se habían

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LA HERENCIA DE LOS HABSBURGO 47

soslayado peligrosamente algunas cosas. Muy en especial, el bienestar socialy económico había sido totalmente sacrificado al vigor político. A pesar de ello,un sentimiento de euforia nacional y un optimismo ilimitado dominaban la Es-paña de los Reyes Católicos. ¿Cómo reaccionaría ese espíritu ante el gobiernoinexperto de un príncipe extranjero?

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Capítulo II

CARLOS 1 DE ESPAÑA

EL PRfNCIPE BORGORóN

El 18de septiembre de 1517, cuando la flota de 40 barcos que transportabaal joven Carlos y a su corte borgoftona a España echó anclas ante la costa deAsturias~la población local huyó a las montañas armada con palos y cuchillospara regresar s610 cuando se les informó que quien había llegado no era unenemigo sino su rey. Este incidente fue un extraño 'indicio del recibimiento queesperaba a Carlos en su nuevo reino, y mientras el séquito real avanzaba difi-cultosamente a través de las montañas del norte de España, azotado por la llu-via, hacia Valladolid, el monarca, a la sazón de 17 años de edad, que habíaenfermado durante el viaje, tuvo tiempo de reflexionar sobre lo agreste dél paísy la suspicacia de sus habitantes.

Por una combinación de matrimonios dinásticos y muertes prematuras re-cayó sobre Carlos el destino de convertirse en gobernante de un imperio mun-dial, pero en 1517su sucesión al núcleo central de ese imperio no estaba ni mu-cho menos asegurada. De su padre. Felipe de Borgoña, al que había perdidocuando tenía seis años, ya había heredado el ,primero de sus muchos domi-nios, los Países Bajos. Estos incluían, además de Luxemburgo, Brabante, Flan-des, Holanda, Zelanda, Hainaut y Artois. el Franco Condado y el derecho alducado de Borgoña, que había revertido a la corona de Francia. En enero de1515,el joven príncipe, cuya sangre habsburguesa era evidente en su mandíbulasaliente y su expresión embobada, fue proclamado soberano de los Países Ba-jos. Un año después mona su abuelo materno, Fernando de Aragón, y comohijo de la reina Juana, cuya locura la incapacitaba para gobernar, Carlos podíareclamar el trono de Castilla y sus posesiones en América, mientras que de Fer-nando heredó la Corona de Aragón~Cataluña, que incluía Sicilia, Cerdeña, Ná-poles y algunas plazas en el norte de África. En su condición de nieto del em-'perador Maximiliano, era también el presunto heredero de las posesiones delos Habsburgo de Austria, Tirol y algunas zonas del sur de Alemania, que reci-

4.-lH'i;1I.1

1. R. B. Merriman. The Rise 01 the Spanish Empire in the Old World and ¡he New, NuevaYork, 1918.1934,4 vols. (hay trad. cast.: Lalormaddn de/Imperio espaflol, Juventud, Barcelona.1965.4 vals.), el vol. 111The Emperor. es valioso todavía por su labor investigadora y sus juicioscríticos. La obra de Manuel Fernández Álvarez. La España del Emperador Carlos V. Historia deEspaña. ed. R. Menéndez Pidal. Madrid. 1966. es una fuente de consulta importante que se puedecomplementar con Pierre Chaunu. L'Espagne de Charles V, París, 1973, 2 vals. (hay trad. cast.:La España de Carlos V, Península, Barcelona, 1981). Sobre La interacción de los problemas inter.nos e internacionales vWe M. J. Rodríguez-Salgado. The Changing Face 01 Empire: .Charies V,Philip Il and Habsburg Authority, 1551.1559. Cambridge. 1988 (hay trad. cast.: Un imperio entransición: Carlos V, Felipe JI y su mundo. Crítica, Barcelona, 1992).

bió a la muerte de Maximiliano en enero de 1519. «Dios os ha puesto en el ca-mino hacia una monarquía universal», le dijo su gran canciller Gattinara en1519, palabras que no parecen exageradas cuando se tiene en .cuenta la exten-sión de los dominios unificados bajo la soberanía de Carlos 1de Espana, elegi-do a la sazón emperador Carlos V de Alemania.

Sin embargo, pese a las futuras preocupaciones imperiales de Carlos V, losdos rasgos más determinantes de su reinado fueron sus orígenes borgoñonesy su herencia española.l De cuantos países heredó, España resultó el más di-ficil de conseguir. Carlos, nacido en Gante el 24 de febrero del año 1500, eraun extraño en España y no hablaba castellano. En su casa de Bruselas habíapocos españoles. Su educación. en el curso de la cual se le inculcaron una mez-cla de ideales caballerescos, piedad y preocupación por su dinastía, había sidoborgoñona y su aprendiz.aje en el arte de gobernar había sido dirigido por elaristócrata borgoñón Guillaume de eray, señor de Chievres, que incluso dor-mía en la misma habitación que su tímido y solemne discípulo. Pero en la con-dición de extranjero de Carlos había otros factores.importantes además de lalengua y la educación. Yaen 1516,cuando el joven rey permaneció en los PaísesBajos mientras el regente Jiménez de Cisneros intentaba arrancarlo de manosde los flamencos y conducirlo a España para que gobernara el país, una seriede cargos importantes fueron otorgados o vendidos a flamencos del círculo delmonarca, al tiempo que se enviaba dinero español a Bruselas para financiarla corte de Borgoña. Otras razones suscitaban la preocupación del regente. Enausencia de la mano del soberano la nobleza castellana había comenzado a agi-tarse, las ciudades estaban dispuestas a alzarse en armas para defender sus pri-vilegios y no existía una trama de influencias que permitiera apaciguar a unaserie de intereses importantes y crear un CÍrculo afecto a la causa del nuevo rey.De hecho, eran muchos en España los que preferían al hermano menor de Car-los, el infante Fernando, que había sido educado en España y que gozaba deuna gran popularidad. El propio Consejo de Castilla se opuso con fuerza ala idea de que Carlos adoptara el título de rey en vida de su madre y sólo cediqporque nada pudo hacer para evitarlo.

51CARLOS I DE ESPAÑA

•.'i;,LA OPOSICIÓN, LAS CORTES y LOS COMUNEROS

En el verano de 1517,cuando Chievres, tras afianzar las relaciones con Fran-,"da e Inglaterra, decidió que había llegado el momento de viajar a E~'paña, no;había duda de qu~ los borgoñones habian triunfado en la lucha por conseguir.el control del monarca. Esto se hizo evidente a la llegada de Carlos a España_en un despacho que envió a Cisneros, en el que con gran frialdad e ingratitud~ prescindía de sus servicios y que no llegó a manos del anciano cardenal, que" murió antes de haberlo leído. Se hizo patente también en el hecho de que los

'-1' borgoñones continuaron recibiendo los privilegios más valiosos y contlnuaronr~:siendo los principales consejeros de ese muchacho silencioso e impasible al queera imposible acercarse salvo a través de Chievres. Se mantenía alejados de sumonarca a los castellanos, que tenían que contemplar cómo los cargos y sine-curas eran invadidos por recién llegados, y cómo se apoderaban-de la riquezanacional unos extranjeros que ni comprendían ni se preocupaban por los pro-blemas de España. Naturalmente, reaccionaron. En la primera reunión de lasCortes castellanas en Valladolid, en febrero de 1518. cuya presidencia concedióel rey a un valón, Jean de Sauvage, se levantaron indignadas protestas. Las Cor-tes, dirigidas por Juan de Zumel -representante de Burgos-, rechazaron lapresencia de extranjeros en sus deliberaciones. A pesar de las amenazas Zumelpersistió en su resistencia en las sesiones subsiguientes y se pidió al rey que res-petara las leyes de Castilla, que prescindiera de los extranjeros a su servicio yque aprendierá-y hablara español. Ciertamente, Carlos juró respetar las leyesde Castilla, pero el hccbo de que las Cortes, desprovistas de medios para plan-tear una resistencia constitucional, le concedieran un subsidio de 600.000 du-cados para tres años sin ningún tipo de condiciones, constituyó una nueva vic-toria del partido borgoñón.

Cuando Carlos se presentó en Aragón en la primavera de 1518tuvo que so-portar más duras presiones. Las Cortes aragonesas parecían menos dispuestasaún que las castellanas a reconocer formalmente al monarca en vida de su ma-dre. En Aragón aún había separatistas, que recordaban con nostalgia los tiem-pos anteriores a la unión con Castilla y que veían en el infante Fernando unarespuesta a sus expectativas. Carlos ya había enviado al extranjero, a .losPaísesBajos, a su hermano, que gozaba de excesiva popularidad, pero ,las Cortes soli-citaron que al tiempo que juraban a Carlos como rey debían jurar también asu hermano como príncipe heredero. Esa sugerencia ofendió a los castellanosque acompañaban a Carlos y provocó algunos enfrentamientos, de escasa im-portancia, entre ellos y los aragoneses en Zaragoza. Sólo en enero de 1519lasCortes de Aragón reconocieron a Carlos como rey, conjuntamente con su ma~dre, y votaron un subsidio de 200.000 ducados.

En Cataluña, los problemas entre Carlas V y sus nuevos súbditos exigieronunas negociaciones aún más largas y duras'. También allí se plantearon objecio-nes a sus consejeros flamencos y se produjeron los inevitables enfrentamien-tos sobre cuestiones de procedimiento y de dinero. Además. las Cortes cata-lanas eran un instrumento más eficaz de resistencia al poder real que las de

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Castilla, y su derecho de discrepancia y su procedimiento establecido podían-con-vertirlas en un obstáculo mucho más difícil de superar respecto al dinero y a lalegislación. Carlos V tuvo que permanecer un año en Barcelona y allí fue don-de recibió la noticia de que había sido elegido emperador el28 de junio de 1519.

La decisión de Carlos V de obtener el título imperial derivaba, en parte,de su temor de que recayera en Francisco I de Francia. quien, si disponía depoder en Alemania y en Francia podría amenazar no sólo la herencia borgoño-na de Carlos V sino también sus dominios de la Casa de Habsburgo. Posible-mente, también, consideraba necesario poseer ese título como consecuencia dela diversidad de las posesiones que gobernaba con muy diferentes títulos. Eneste sentido, el título de emperador constituiría, al menos. un símbolo de uni-dad. Sin embargo, la razón de mayor peso era su convicción de que el títuloimperial le correspondía por derecho, para coronar los reinos del gobernantemás poderoso de la cristiandad, y que la extensión de sus dominios lo convertíaen la persona más cualificada para obtenerlo. Carlos V tuvo que gastar un mi-llón de florines de oro en su elección para que los electores tuvieran no sólorazones políticas sino también económicas para elegirle y la operación le_obli-gó a contraer una deuda de medio millón de florines con los Fugger. Pero fueChievres, y no ~n español, quien negoció su elecci6,n, y si es cierto que algunosespañoles comprendían las posibilidades que abría el título imperial de Car-los 'Y,en modo alguno satisfacía ni impresionaba a la mayoría de sus súbditosespañoles. Lo que éstos deseaban era un monarca propio y no compartir a unemperador extranjero. En consecuenCia, aunque había indicios de que el régi-men borgoñón podía ser transitorio -en especial tras la muerte del rapaz Sau-vage en junio de 1518y su sustitución en el puesto de gran canciller por el pia-montés Mercurino de Gattinara, humanista, erasmista y apasionado defensorde la idea imperial- ahora existía una nueva causa de resentimiento, más fuer-'te y permanente.

Esto se manifestó especialmente en Castilla, donde la hostilidad al nuevosoberano, a sus ministros y su política adoptó la forma de una oposición colec-tiva con base en las ciudades y encabezada por Toledo. A fin de preparar lacoronación imperial, obtener dinero y embarcarse para los Países Bajos, Car-los Y retornó desde Barcelona a Castilla y convocó las Cortes, que se reuniríanen Santiago en marzo de 1520. Los representantes de Toledo no acudieron aestas Cortes y las restantes ciudades intentaron dar a sus procuradores instruc~ciones precisas. Por su parte, la corte deseaba que tuvieran libertad de acción.De hecho, las Cortes se negaron a conceder el subsidio solicitado por el reyyen contra de cualquier precedente constitucional insistieron en que se anali-zaran los agravios planteados antes de conceder el subsidio. A raíz de ello, lasCortes continuaron en L1. Coruña y fue allí donde Carlos V presentó lo quelos historiadores han calificado como el germen de su programa imperial. Eldoctor La Mota, obispo de Badajoz y uno de los pocos españoles que acampa-naban al monarca desde sus años de estancia en Bruselas, dirigió estas palabrasa las Cortes: «ahora viene el Imperio a buscar el emperador a España, y nues-tro rey de España es hecho por la gracia de Dios, rey de romanos y emperador

2. Cortes de fos antiguos reinos de León y Castilla, Madrid, 1861-1903,5 vals.; vol. II, p. 293.3. Véase B. Chudoba, Spain and rhe Empire 15/9.1653, Chicago, 1952, p. 20 (hay' trad. casto:

España y el Imperio (15/9-/643), Rialp, Madrid, 1963), quien, sin embargo. al calificar la declara-ción de Carlos ante las cortes como (iel autentico programa de un estadista), pro'bablemente exa-gera su importancia.

4. Véase, en cambio, la tesis de R. Menéndez Pidal, ldea imperial de Carlos JI; Madrtd, 1945,que ve a Carlos como una figura plenamente española y que sitúa su política -aunque de formapoco convincente- en el contexto de la tradición española. Respecto a la oposición de los pensa~dores políticos españoles, incluido Francisco de Vitoria, a la idea imperial. véase J. A. MaravaU,Carlos V y el pem;amiento politico del Renacimiento, Madrid, 1960, pp. 235.268.

5. Vease el autorizado estudio sobre el tema de Joseph Perez, La revolución de las Comuni-dades de Castilla (1520-/52/), Madrid, 1977,cuyas conclusiones son ampliamente compartidas porJuan Ignacio Gutierrez Nielo, Las Comunidades como movimiento antiseñorial, Barcelona,- 1973•y que se complementa con la obra de Stephen Haliczer, The Comuneros 01 Casti/e: the Forging01a Revofution 1475-152/. Madison, Wis., 1981 (hay trad. cast.: Los comuneros de Castilla. Laforja de una revolución. Universidad de Valladolid, Valladolid, 1987).

53CARLOS 1 DE ESPAÑA

del mundo».2 Se afirmó que Carlos había aceptado el título imperial para ha-':.cerse cargo de la defensa de la fe católica contra sus enemigos infieles y que-'España siempre sería la base de su poder y la fuente de su fuerza. 3 ~sto pare-.'cía más un intento desesperado de conseguir dinero mediante la adulación quela presentación de,un programa imperial bien preparado. De cualquier forma,no consiguió impresionar a las Cortes y, aunque una mayoría de los procura~dores habían sido sobornados para que aprobaran el subsidio, ello se realizócon la oposición de los representantes de seis ciudades y la abstención de otrasdiez, de un total de 18. El dinero nunca llegó a recaudarse y las multitudes ata-caron las casas de los procuradores que habían votado a favor. Por otra parte,salió reforzada la mala impresión inicial que Carlos Y había causado en losespailole,.

Cuando el monarca partió de Espafia enmayo de 1520, rodeado de extran-jeros y en una misión que era ajena a sus súbditos españoles, la agitación yahabía dejado paso a la rebelión. La acumulación de agravios contra el régimenborgoñón había producido el primer sentimiento de ultraje: la pobre impresiónque habían causado el rey y sus representantes extranjeros, el desprecio de Chie-vres hacia los españoles, su monopolio venal de las influencias, el nombramientode extranjeros para ocupar cargos y obispados españoles, la opresión de los re-caudadores de impuestos~ las enormes cantidades de dinero enviadas fuera delreino y, como culminación de todo ello, el nombramiento de un regente extran-jero, Adriano de Utrecht, para gobernar Castilla durante .la ausencia del rey.La crisis se precipitó cuando Carlos V se comprometió con una idea imperialque apenas tenía cabida en las tradiciones de España y que despertó escaso ecoen el país.4 La pequeña nobleza y las ciudades castellanas se rebelaron, enton-ces, contra un régimen al que consideraban contrario a sus intereses y que ame-nazaba con sacrificar Castilla a una política imperial o dinástica. Pero la re.vuelta de los comuneros no fue simplemente un movimiento politico, sino unarevolución que tuvo lugar en una región profundamente dividida por interesesopuestos y en una sociedad en conflicto. s

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En Castilla existía desde hacía tiempo una industria manufacturera artesa-nal, y fue el sector textil,el que se situó a la cabeza. Pero la industria textil su-fría una situación de estancamiento a comienzos del siglo XVI, carente de capi-tal y con escasez de mano de obra, privada de protección e incapaz de competircon los productos extranjeros de más calidad. La industria estaba subordinadaa otros intereses más poderosos. La producción y exportación de lana en brutosatisfacían tanto a la aristocracia, de cuyas propiedades procedía, como a loscomerciantes que la exportaban, a la corona que la gravaba fiscalmente y alos negociantes extranjeros que la compraban. Así pues, la mayor parte de laproducción de lana era enviada al extranjero y los manufactureros castellanoseran demasiado débiles para competir por ella y para desafiar a la coaliciónde intereses que convertía a Castilla en un exportador de materias primas y quecomprometía el desarrollo de una industria textil nacional. Ante el empeora-miento de su situación, los manufactureros recurrieron a la corona, pero envano, pues ni Isabel ni Carlos V se mostraron dispuestos a ayudarlos. Mientrasflorecían las exportaciones de lana desde Burgos-Bilbao y el comercio de Sevi-lla con las Indias, la Castilla interior se sentía cada vez más marginada. Éstefue el bastión de los comuneros y los intereses en conflicto eran los de los ma-nufactureros contra los exportadores de lana, el centro contra la periferia, Se-gavia, que apoyó la revuelta, contra Burgos, que muy pronto la abandonó.

Estas tensiones se inscriben en el conflicto secular entre las ciudades y lanobleza, un problema que empezaron a afrontar Fernando e Isabel para luegodejarlo sin resolver. En los últimos años de su reinado la nobleza intentó un .nuevo asalto al poder, reagrupando sus fuerzas privadas. ocupando los puestosdirigentes del ejército real y compitiendo de forma implacable por copar lospuestos de la administración. Luego comenzaron a apoderarse de tierras delas ciudades, a usurpar rentas y cargos urbanos y a incrementar sus exigenciasseñoriales a sus vasallos urbanos. l..os habitantes de las ciudades, los comer-ciantes y artesanos se consideraban víctimas de una revitalizada aristocracia yde una corona complaciente. con ella. y cuando los enfrentamientos adquirie~ron mayor virulencia intentaron en vano conseguir el arbitraje real y un acuer-do pacífico. La situación empeoró a la muerte de Isabel. La regencia fue inca-paz de salvar a la monarquía del declive militar y financiero, y las ciudadesnegaron su ayuda. Carlos V se vio inmerso en una crisis de la que no fue total-mente responsable, pero sus peticiones de dinero y tropas contribuyeron a aumen-tar el resentimiento de grupos urbanos que consideraban esas demandas comouna nueva versión de una vieja política.

Los comuneros pertenecían a los sectores medios de la sociedad y se levan-taron contra la aristocracia terrateniente y sus aliados. Sin embargo, no fue úni-camente una lucha de gentes del común cóntra nobles ni una mera protesta con-tra un régimen impopular y sus servidores. Antes bien, puso de relieve lasdivisiones subyacentes en la sociedad que emergieron a la superficie tras el rei-nado de .1bs Reyes Católicos. Fernando e Isabel, que desconfiaban de la altanobleza e intentaron reducirla, favorecieron la promoción de la baja nobleza,los caballeros e hidalgos, que desempeñaron una función importante en la ad-

6. Artículos redactados en Valladolid, citados por Haliczer, The Comuneros 01 Casti/e, pp.179.182.

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_ministración, el ejército y el gobierno local. Pero muchos de ellos fueron recha-.' zados por el nuevo monarca en 1517, y algunos, resentidos, se integraron en:".las filas de los comuneros. No constituían una clase media. Ya se tratara dehidalgos rurales o letrados urbanos se consideraban auténticos nobles o, Comolos grandes comerciantes y banqueros, aspiraban a la nobleza. Por otra parte,.entre los comuneros se incluían pequeños comerciantes y manufactureros, queconstituían una incipiente clase media, aunque su número era reducido en lapolarizada sociedad de Castilla. La crisis sucesoria que siguió a la muerte deIsabel Yel largo vacío de poder real durante los anos 1504-1517permitieron ala nobleza castellana mejorar su suerte e intentar un nuevo asalto al poder aexpensas del Estado debilitado. Al mismo tiempo, los intereses económicos másvulnerables intentaron mejorar su posición, los comerciantes de las ciudadesdel interior contra el monopolio del consulado de Burgos y los comerciantesextranjeros, los industriales contra los exportadores, y los manufactureros na-cionales contra los exportadores de lana. Durante la regencia del rey de Ara-gón, los productores textiles castellanos obtuvieron algunos favores frente a losimportadores extranjeros y la exportación excesiva de lana, política continuadapor el cardenal Cisneros. Fue ésta una nueva etapa en el equilibrio de podereconómico. la primera protesta de la zona central de Castilla contra la privile-giada periferia. La siguiente etapa fue más violenta.

El levantamiento de los comuneros fue dirigido por Toledo, que ya antesde que Carlos V partiera de Espana el 20 de mayo de 1520 había expulsado. a su corregidor y establecido una comunidad. Durante el mes de junio la re-vuelta se difundió por la mayor parte de las ciudades de Castilla la Vieja que,una tras otra. expulsaron a los oficiales reales y a los recaudadores de impues-.tos y proclamaron la comunidad. Fueron revueltas populares espontáneas, aun-que el patriciado urbano también participó y en zamora estuvo al frente delmovimiento un obispo soldado, Antonio de Acuña. Toledo tomó la iniciativaen el intento de extender la base política del movimiento y en el mes de julioconvocó una reunión de cuatro. ciudades en ÁVila, de la que surgió una juntarevolucionaria que obligó al regente Adriano a salir de Valladolid y organizóun gobierno alternativo rival. En septiembre de 1520 el movimiento alcanzóel punto álgido de su poder. Con una causa. una organización y un ejército,ya no pedía reformas, sino que intentaba imponer condiciones al monarca. Eneste punto, comenzaron a producirse divisiones entre revolucionarios y refor-mistas. La junta pretendía redefinir la relación entre el rey y el pueblo, sobrela base del principio de que el reino estaba por encima del rey y de que la juntarepresentaba al.reino. En el nuevo orden político las Cortes ejercerían una fun-ción más importante y tendrían el derecho de estudiar sus quejas antes de votarlos impuestos. y se permitiría «a los representantes de la comunidad» que vota-ran a sus delegados.6 Estas posturas determinaron que abandonaran el movi-miento los elementos moderados de Burgos y Valladolid, que estaban someti-

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7. Citado en ¡bid., p. 192.

dos a una importante presión por parte de las autoridades reales y de la altanobleza. Cuando la junta comenzó a reclamar todos los poderes del Estado,los moderados abandonaron la lucha y las fuerzas reales entraron en acción.EI5 de diciembre, con la ayuda de la aristocracia y el oportuno envío de fuer-zas desde Portugal. tomaron Tordesillas, el cuartel general de la junta.

Pero los comuneros no estaban derrotados todavía. Su revolución no erasimplemente un movimiento político, sino también social; era más que un con-.flieto entre las ciudades y el poder real, era un enfrentamiento con la alta no-bleza y los grandes comerciantes. Carlos V había tenido la habilidad de situaral almirante y al cO;Idestable de Castilla, Fadrique Enríquez e Íñigo de Velascorespectivamente, junto a Adriano de Utrecht como cogobernadores del país,alineando, con ellos, a los magnates castellanos en favor de la causa real. Enuna carta dirigida al almirante el 30 de enero de :1521, los representantes de Va-lladolid denunciaban al partido realista como el partido de la nobleza que ser-VÍaa sus propios intereses contra las ciudades, que habían sido el auténtico apoyofinanciero del rey: «estamos pensando no sólo en defendernos contra vuestroejército, sino en pasar a la ofensiva y reducir a todo el estamento de la noblezaal servicio de Su Majestad».1 En el campo de batalla los comuneros no eranenemigo para el ejército real y las fuerzas de la nobleza, y fueron derrotadosen la balalla de Villalar el 24 de abril de 1521. Al dia siguiente fueron ejecuta-dos los jefes de la rebelión, Juan de Padilla, Juan Bravo y Pedro Maldonado,representantes de Toledo, Segovia y Salamanca respectivamente. En cuanto ala aristocracia, sus miembros comenzaron inmediatamente a reclamar sus re-compensas y pensiones, pero su presencia en Villalar no era simplemente unservicio, sino la defensa de sus propios intereses. Toledo resistió seis meses más,con sus fuerzas comandadas por el último jefe rebelde, el obispo Acuña, quefue recibido por toda la ciudad con gritos de «¡Comunidad!, ¡Comunidad! ¡Acu-ña!, ¡Acuña!». El almirante de Castilla describió este episodio afirmando quehabía recibido el apoyo de los judíos y del populacho, utilizando los dos peoresinsultos en los que pudo pensar. Pero Acuña sólo duró un mes. Fue capturadoy encarcelado en el castillo de Simancas, en donde finalmente fue ejecutado agarrote tras un violento intento de fuga. En octubre de 152i también Toledotuvo que capitular.

Para entonces se apreciaba más claramente cuál era la base social de los co-muneros. El grueso de sus filas lo formaban los sectores populares urbanos,que se enfrentaban a la oligarquía tradicional de las ciudades. Es decir. el pue-blo llano contra el patriciado. Segovia, centro de una activa región agrícola yde un sector industrial en crecimiento, desempefl.6 un papel destacado en la re-vuelta y sufrió las consecuencias al recaer sobre ella con mayor rigor las multasy castigos. De las 7.715 personas que fueron castigadas en Segovia, más del71,S por 100 pertenecían al sector del artesanado y de los servicios, seguidosa notable distancia por una minoría -el 8,7 por 100- de intelectuales y profe-sionales liberales, en tanto que faltan casi por completo los agricultores y cam-

8. .Pedro Álvarez de Frutos. {(Segovia y la guerra de las comunidades: análisis social», Hispa-nía, 44, 158 (1984), pp. 469-494.

57CARLOS 1 DE ESPAÑA

pesinos. Sólo algunas de las víctimas, e11,5 por lOO,eran nobles, y aunque ocu-paron un lugar destacado, lo cierto es que la mayor parte de la nobleza perma~nceió ajena al movimiento o se opuso a él.8 Pero los aristócratas urbanos eransólo iIna parte de la nobleza. Los grandes y la alta nobleza también actuaronen contra de los comuneros, en defensa de la ley y el orden y para restablecersu propio poder allí donde se había visto menoscabado. No les preocupabanseriamente los derechos de Carlos V, hacia el que no sentían admiración, y lamayor parte de los nobles se mostraron impasibles mientras los comuneros selimitaron a desafiar el poder real. Pero junto al ala política de los comunerosse había desarrollado un movimiento antiseñ,orial radical que desafiaba el po-der feudal de la nobleza. Era una revolución desde abajo, un levantamiento delos vasallos de la nobleza. Un grupo de grandes señores comenzaron a armarsepara d~fender sus derechos señoriales, Jo que llevó a los jefes comuneros a en-durecer su actitud y tomar las armas. El movimiento adquirió entonces el ca-rácter de una revolución social, en la que los comuneros luchaban no sólo con-tra el poder real sino contra el privilegio y la supremacía aristocráticos. Enalgunos lugares se produjo una lucha sin cuartel: hubo castillos destruidos ypropiedades saqueadas, y las fuerzas urbanas recibieron un apoyo entusiastade la población rural en su ,intento de liberarse de las cargas feudales. En con-secuencia, los grandes no sólo luchaban para servir al rey sino para defendersu jurisdicción señorial.

Las capas medias urbanas -los pequeños propietarios. artesanos, comer-ciantes al por menor y titulados universitarios- estuvieron en el centro del mo-vimiento comunero y protagonizaron la dirección del mismo. Aunque no eranpobres (algunos de eUos tenían tierras, otros eran profesionales y no se identifi-caban con los desheredados) tampoco eran ricos y poco tenían en común conJos acomodados comerciantes exportadores, aliados de la nobleza contra loscomuneros. En definitiva, las capas medias no constituían una clase social ho-mogénea, una burguesía urbana, y si bien los comuneros tenían base social ca-recían de una base de clase. En el conflicto se enfrentaban intereses sectorialesdistintos, y cada uno de los bandos constituía una coalición de grupos o unaalianza política. El programa de los comuneros tenía algo que ofrecer a la ma-yor parte de quienes los ap.oyaban: la limitación del poder real, el freno al po-der de la nobleza, la reducción de los impuestos, la reducción de los gastos delgobierno y la represión de la corrupción y la reforma de los municipios quepermitiera una mayor participación de los sectores no privilegiados, la comu-nidad. Pedían también la reducción de las exportaciones de lana en favor delos compradores nacionales y la protección de la industria textil castellana. Es-tas últimas reivindicaciones estaban alentadas por los manufactureros yartesa-,nos de Segovia, Palencia, Cuenca y otras ciudades del interior, frente a aque-llos que se beneficiaban de las exportaciones de lana, los ganaderos, los noblesque poseían tierras de pasto, los comerciantes de Blirgos y los hombres de ne-

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LOS AUSTRIAS (1516-1598)56

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9. Vease L. Pites Ros. ((Aspectos sociales de la Germanía de Valencia». Estudios de historiasocial de Espaffa, 1I (t952). pp. 431-478, Y el estudio moderno de Ricardo Garda Cárcel. Las Ger.mantas de Valencia, Barcelona, 1975, pp. 22-40, 62-88, 164.187.

gocios extranjeros. En 1520, el poder real se alineó de forma explícita en estacoalición de intereses dominantes, sabedor de que los derechos de aduana queobtenía de esas exportaciones constituían una parte importante de sus ingresos

. y de que los súbditos flamencos de la corona querían la lana de España y aspi-raban a acceder a los mercados españoles. Pero aunque Carlos V contó conla colaboración de los grandes y los nobles para aplastar a los comuneros, locierto es que no satisfizo sus ambiciones ni les otorgó el poder que reclamaban.Fue una victoria de la aristocracia sobre la población de las ciudades pero elpremio del triunfo fue a parar a manos del rey.

Entretanto, Carlos V tuvo que hacer frente a una nueva revuelta. Ahora bien,mientras que los comuneros poseían una organización, unos líderes y un idea-rio, los levantamientos de las Germanías, hermandades cristianas, de Valenciay Mallorca en 1519fueron protestas sociales espontáneas que planteaban peti~ciones determinadas, y que nunca llegaron a constituir realmente un programapolítico. ()Los dos movimientos no se influyeron mutuamente. Las Germaníasno cooperaron con los comuneros, y su revuelta tenía un origen distinto. Elmovimiento valenciano comenzó como una protesta contra los funcionarios dela ciudad y los aristócratas, y a continuación la violencia se convirtió en unaguerra abierta contra los musulmanes, quienes a su vez apoyarc:'n a sus señoresfrente a las hermandades. Los cabecillas de la revuelta supieron ver las ventajasque suponía invocar una justificación religiosa para su acción y darle un in-terés más general del que originalmente poseían. En Valencia, las tensionessociales no eran meros conflictos de clase y ésta no fue una rebelión homogé-nea. Partíciparon en ella artesanos que luchaban por su supervivencia y, tal veztambién, por conseguir protección, campesinos oprimidos por las cargas feu-dales, algunos representantes de las capas medias de la población con concien-cia política y algunos miembros del bajo clero, todos ellos unidos únicamentepor unas míseras condiciones de vida y por los abusos señoriales, así como porsu odio hacia los musulmanes, a quienes estaban dispuestos a atacar, destruiry convertir.

En 1519se había armado a los gremios de Valencia para hacer frente a laamenaza de un ataque de piratas turcos. Al mismo tiempo, un brote de pestellevó a abandonar la ciudad a una- gran parte de la nobleza, incluido el propiogobernador. También el emperador era un monarca ausente, que había poster-gado repetidamente la reunión de las Cortes de Valencia. El pueblo aprovechóla oportunidad para enfrentarse a una nobleza opresora y urios funcionariosimpopulares. Exigieron representación en el gobierno municipal, que aún noposeían, y el acc~so a la justicia del emperador, que les era negada por sus se~ñores locales. El primer dirigente de la Germanía, el tejedor Juan Lloren9, de-séaba dotar a Valencia de una constitución republicana al estilo de las de Gé-nova y Venecia. Sin embargo, tras su muerte otros cabecillas de segunda fila

EL SOMETIMIENTO DE CASTILLA

59CARLOS 1 DE ESPAÑA

Las sublevaciones del Levante español no indujeron al poder real a atacarlas instituciones de esos reinos, que consiguieron preservar sus antiguos dere-chos y privilegios incluso en el nuevo mundo de Jos Austrias. Sus fueros, o pre-rrogativas regionales, eran firmemente sustentados por sus Cortes. Las Cortesgenerales de los dominios de la corona de Aragón se reunieron en seis ocasio-nes durante el reinado de Carlos V, frente a las Cortes de cada uno de los com-ponentes, Aragón, Cataluña y Valencia, que raras veces eran convocadas. Aque-llas sólo eran generales por el nombre, en el sentido de que se reunían,siempreen Monzón por razones de conveniencia, pero ~ncluso allí las Cortes de cada

llevaron al movimiento hacia la perpetración de violencias y atrocidades sin do~tarlo de un programa preciso. Los insurgentes no tardaron en controlar la capi-tal de Valencia, con el apoyo de la mayor parte de los gremios y desde allí diri~gieron el levantamiento del resto de Valencia, organizando enfrentamientosarmados con el virrey y la nobleza, obligando a los moros a bautizarse, supri-miendo todo tipo de impuestos y amenazando con interferir en la distribuciónde la tierra. En ese momento, la rebelión perdió el apoyo de un sector de laclase media de la que había obtenido gran parte de su fuerza y no pocos desus líderes. Esto permitió al virrey, Diego Hurtado de Mendoza, y a los aristó-cratas que le apoyaban enderezar la situación y destruir las fuerzas de la Ger-manía en octubre de 1521. Era inevitable que la victoria de las fuerzas realistasfuera seguida de una dura represión en la que más de 800 rebeldes fueron con-denados -la mayor parte de ellos con multas y confiscaciones- por el «cTimde germania e unió populao). Pero sólo en diciembre de 1524 fue posible sofo-car cualquier atisbo de resistencia fuera de la capital y un nuevo virrey, Gerina~na de Foix, promulgó un perdón general.

Aunque la Germanía de Valencia acabó enfrentándose con el poder real,se.había iniciado como una protesta contra el poder de la aristocracia terrate-niente.y contra sus tenentes y jornaleros moros. Contó también con un impor-tante apoyo entre las clases medias y con la cooperación de casi todos los gre-mios. Sin embargo, el movimiento careció de una base social definida. Era unaalianza heterogénea de grupos qu~ expresaban sus protestas, artesanos pobres,. pequeños agricultores y jornaleros, el bajo clero y algunos comerciantes. Fueel levantamiento de grupos de rebeldes, una protesta campesina contra la esca-sez de productos de primera necesidad, contra la jurisdicción señorial y la com- .petencia por parte de la mano de obra mora. Fue también una protesta contrala administración local y una oposición a la carga fiscal y poseyó también algu-nos rasgos auténticamente revolucionarios y de oposición a las estructuras exis-tentes. Indirectamente fue también un movimiento de resistencia a la corona.La nobleza y el alto clero, conscientes de cuáles eran sus auténticos intereses,prestaron un apoyo unánime a Carlos V, y por esta razón la represión del movi-miento fue una nueva victoria del absolutismo.

LOS AUSTRIAS (1516-1598)58

10. Véase supra, pp. 17w18.11. Véase ¡nfm, pp. 166.167.

uno de los tres estados deliberaban por separado Y.de hecho, el emperador te-nía que tratar con tres organismos diferentes. Además, los derechos que cadauna de estas Cortes seguían teniendo en materia de procedimiento, fiscalidady legislación continuaban limitando la soberanía absoluta. 10 Siempre se resis-tían a conceder al emperador grandes sumas de dinero, y cuando otorgabanun subsidio prácticamente siempre se reservaba una tercera parte de la canti-dad votada para asuntos internos, quedando, por tanto, en manos de las Cor-tes. Por esta razón~ tanto en Cataluña como en Aragón existían delegacionespermanentes de los estamentos, que actuaban durante los intervalos entre lasconvocatorias de Cortes para controlar la administración de los ingresos vota- .dos y vigilar la observancia de las leyes. Pero la influencia de las Cortes no sereduCÍa a eso. En Aragón ejercían también una estricta tarea de control sobreuna institución aragonesa característica, el cargo de Justicia, que, aunque suprestigio y su autoridad estaban en declive, era potencialmente uno de los mawyores obstáculos para el ejercicio de la soberanía en Aragón. El cometido delJusticia era proteger a los súbditos frente a la injusticia pública y privada, ypodía intervenir incluso en los juicios si se consideraba que contravenían losfueros de Aragón. Era una mezcla de juez supremo y juez de apelación, cuyaespecial posición hacía que frecuentemente fuera considerado como un árbitroentre la corona y los súbditos al que todos los aragoneses tenían derecho a apelar.

Sería erróneo considerar que las instituciones de Aragón y Cataluña eranpopulares o democráticas. En efecto, muchos de los privilegíos que defendíaneran monopolizados por una nobleza que todavía poseía una importante juris-dicción señorial, y cuyos derechos feudales sobrevivíeron durante más tiempoque los de la mayor parte de la nobleza de la Europa occidental. La rebeliónde'las Germanías de Valencia había llamado la atención sobre el control aristo-crático de las instituciones "locales. Por otra parte, ya hemos vísto que si estasinstituciones pudieron defender a los reinos del este peninsular frente a los abusosdel poder real ello se debió en gran medida a que la corona carecía de incenti-vos materiales para desafiarlas. De Aragón y Catalufla Carlos V obtenía lasrentas del patrimonio real y los subsidios votados por las Cortes. Es cierto queéstas tuvieron buen cuidado en impedir la introducción de nuevos impuestos,pero no parecía prob:;¡.bleque Carlos V se decidiera a presionar en esta cues-tión, pues la riqueza imponible era escasa y no justificaba una crisis. Aragónera un país relativamente pobre y la prosperidad comercial de Cataluña habíadeclinado al perder su influencia en el Mediterráneo, que había contempladola expansión del poder turco.lI Así pues, la inmunidad de los reinos del estesobrevivió más por su debilidad económica que por su fortaleza institucional.Las instituciones protectoras carecen prácticamente de importancia cuando espoco 10 que hay que proteger. Al igual que sus antecesores, Carlos Vencontra-ba mayores recursos en otros lugares. especialmente en Castilla, argumento de-cisivo que convirtió a Castilla en la base de su imperio o, utilizando las pala- 12. En Ca~tilla los hidalgos eran numerosos. En la estadística para la distribución del subsi-

dio de 1541, los hidaJgos (exentos del paga del tributo) ascendlan a 108.358, mientra~ que los pe-cheros (contribuyentes) erdn 784.578. Dado que estas cifras se referían a los cabezas de familia.,se puede calcular un total de 487.61l hidalgos y 3.530.601 pecheros.

61CARLOS 1 DE ESPAÑA

bras del obispo Mota dirigidas a unas Cortes indiferentes en 1520, en «su bolsay su espada». y que determinó que las instituciones de -Castilla suscitaran elmayor interés en el emperador. La COTOnaactuaba con toda decisión cuandoera la riqueza lo que estaba en juego.

La derrota de Villalar dejó a Castilla más indefensa que antes frente al ab.solutismo. Naturalmente, Carlos V no ignoraba las reivindicaciones constitu~cionales y las criticas sociales que habían alimentado la revuelta de los comu-neros, Ysabía que era necesario dotar de mayor credibilidad a su gobierno yde mayor eficacia a su administración, así como restablecer la alianza,entre lacorona y las ciudades que había caracterizado los años reformistas de los ReyesCatólicos. Rechazó las pretensiones de la nobleza de conseguir generosas re-compensas por su apoyo durante la rebelión y, en general, disminuyó su depenwdencia respecto a los grandes magnates territoriales. Pero aunque no tomó re~presalias, no inició una nueva política urbana. El gobierno municipal no ejerCÍaya una autoridad independiente. Las elecciones locales estaban lejos de ser dcwmocráticas, pero incluso los funcionarios electos de las ciudades tenían escasopoder frente a los corregidores, funcionarios judiciales que desde el reinado delos Reyes Católicos habían acumulado también poderes administrativos, sien~do enviados a todas las ciudades castellanas, donde actuaban, de hecho, comogobernadores reales con la misión de controlar todos los aspectos de la admi~.nistración municipal. Como consecuencia de las menores exigencias en los cri-terios de selección, los corregidores eran ahora menos populares que en el rei-nado anterior y cada vez eran más frecuentes las quejas de que los que habíansido nombrados por Carlos V no eran juristas formados en la universidad sinorecomendados sin los conocimientos necesarios e incapaces de realizar sus fun-ciones judiciales. una prueba más de que la corona los consideraba fundamen-talmente como agentes políticos a través de los cuales podía hacer llegar su auto-ridad a la masa de la población.

No cabía esperar que las ciudades gobernadas por elites nobiliarias y domi-nadas por los corregidores reales enviaran representantes independientes a lasCortes. Ciertamente, las Cortes de Castilla nunca habían sido consideradas comouna institución popular, pero desempeñaban una función específica en los as-pectos fiscales y legislativos y el monarca no podía ignorarlas para actuar enesas esferas. Aunque estaban divididas en tres estamentos -la nobleza, el cleroy el pueblo llano- normalmente, las Cortes sólo estaban formadas por el ter-cer estado, es decir, los 36 representantes de 18 ciudades, ya que los dos prime-ros grupos poseían la exención tributaria en razón de sus funciones medievalesmilitares y espirituales.12 El principio de atender las quejas planteadas ante~de conceder el dinero nunca se había aplicado en Castilla. Así, en el reinado deCarlos V, las Cortes poco podían hacer respecto a sus peticiones salvo que re-

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LOS AUSTRIAS 0516-1598)60

13. Merriman. The Rise aj the Spanish Empire, vol. m. p. 125.14. Rodríguez-Salgado, The Changing Face o/ Empire, pp. 60, 121.122.

currieran a la rebelión. Al fracasar la rebelión en Villalar la consecuencia in-mediata de la derrota fue un sometimiento aún mayor al soberano, una nuevainsistencia en que no negaran fondos al monarca ni intentaran controlar susgastos~ y una nueva negativa a aceptar diputados con unas instrucciones quelimitaban sus posibilidades de actuación.

A su regreso a España en 1522, los gastos realizados con motivo del viajepara la elección imperial y en la represión de la revuelta de Castilla indujerona Carlos a convocar las Cortes en Valladolid, en julio de 1523, para que vota-ran un, nuevo subsidio. En esta ocasión las Cortes realizaron un último intentode anaiizar cuestiones relativas al góbiemo antes de conceder el dinero, no conel argumento de que era su derecho tradicional sino con el ingenuo razonamientode que Carlos V podía autorizar esa innovación. Como cabía esperar, el mo-narca se negó: «ayer os pedí caudales; hoyos pido vuestro parecer». Especificóasí con toda claridad que ése era el orden que estaba dispuesto a mantener.13

De esta forma, las Cortes quedaban reducidas a la condición de un organismocon capacidad para votar impuestos y al que la corona concedía la gracia oepresentar peticiones. En conjunto, las Cortes de Castilla fueron convocadas en15 ocasiones durante el reinado de Carlos V, habitualmente cuando regresabaa España en busca de nuevos fondos después de realizar sus empresas en el ex-tranjero. Aunque las Cortes podían plantear dificultades, discutir asuntos dedetalle y protestar con fuerza ante los subsidios extraordinarios, generalmenteacababan por ceder a las presiones del rey. En el decenio de 1530 aceptaronsustanciales incrementos de los impuestos, aunque consiguieron también unanueva forma de recaudación que era beneficiosa para ambas partes. En 1534la corona aceptó recibir una cantidad fija que incluía el importe esperado delingreso más importante, la alcabala, permitiendo que las ciudades determina-ran la cuota a pagar y recaudaran el dinero como lo desearan. Ese acuerdo,conocido con el nombre de encabezamiento, fue renovado en 1547 y resultó unmétodo eficaz para mantener la fiscalidad dentro de unos límites definidos.14

Sin embargo, no dió a las Cortes el control sobre las rentas reales, una granparte de las cuales -los ingresos americanos y la venta de los recursos de lacorona, por ejemplo- quedaba al margen de su jurisdicción. Incluso tuvieronque luchar por el derecho de petición de nueva legislación. Carlos V prometiórespetar ese derecho y recibir peticiones antes de que las Cortes fueran clausu-radas, pero no estaba obligado a llevarlas a la práctica.

Dentro de esos límites Carlos V intensificó la actividad de las Cortes. Lasreunió con mayor frecuencia que sus antecesores y la legislación poseía un ma-yor grado de credibilidad si era confirmada por las Cortes, de forma que susoficiales trabajaban junto con los diputados para elaborar nuevas normativasy se apoyaban en ellos para inducir a la obediencia a las localidades a las querepresentaban. El monarca reforzó también las tareas administrativas de las Cor-tes en la distribución y la recaudación de los ingresos, también en este caso con

el objetivo de estimular a los contribuyentes. Asimismo, utilizó las reunionesde la asamblea para identificar a quienes le apoyaban en el ámbito de la vidaloc3.t y recompensarles. Naturalme~te, ésas no eran las funciones propias deuna asamblea legislativa vigorosa, pero resultaban adecuadas para las Cortescastellanas. Contribuían a incorporarlas a las tareas de gobierno y permitíana Carlos V conseguir la colaboración de las elites locales.

La única resistencia importante que Carlos encontró en las Cortes de Casti-lla procedió de la nobleza. En 1538, y a raíz de las deudas contraídas durante.sus campañas en Alemania, el norte de África y Francia, el presupuesto revelóque los ingresos previstos durante los cuatro años siguientes no bastarían nisiquiera para hacer frente a los gastos ordinarios del gobierno, y mucho menosaún para financiar la campaña prevista contra los turcos. Al carecer de nuevasfuentes de ingresos, el emperador decidió pedir a sus súbditos castellanos lacreación de un nuevo impuesto, la sisa, que era una tasa sobre los productosalimentarios. En septiembre convocó a las Cortes en Toledo para incluir a lostres estamentos con el argumento de que la contribución tenía que ser un es-fuerzo común para hacer frente a un peligro común. La nobleza ya se habíanegado al pago de impuestos en 1527 con ocasión de la campaña contra el Thr-co en la Europa oriental. Ya en aquella ocasión había señalado que se tratabade una situación extraordinaria. Pero una vezmás se encontró con la oposiciónde la nobleza, que concluyó que no podía aprobar la sisa ya que constituía elquebrantamiento de su privilegio tradicional' de exención impositiva. Para ha-cer frente a la situación financiera el emperador tendría que firmar la paz conFrancia, permanecer en Españ.a y reducir sus gastos personales. Los otros dosestamentos se mostraron más flexibles, pero Carlos no consiguió nada de lanobleza y después de esa humillante derrota tuvo que contentarse con lo queaportaron sus súbditos más adinerados a cambio de juros, títulos de la deudaasignados sobre los ingresos futuros con un elevado interés. Nunca volvió a :in-tentar conseguir que la nobleza aprobara su política y nunca más reclamó suasistencia a las Cortes. Por su parte, los nobles, conscientes de su inmunidadfinanciera, no tenían razón para oponerse a sus costosas empresas y, en conse-cuencia, su preocupación respecto a la paz y a la limitación de los objetivossólo se manifestó en aquellas ocasiones en que sus propios bolsillos se veíanafectados. De hecho, al ingresar en las cada vez más nutridas filas de los acree.dores del Estado podían esperar obtener incluso beneficios económicos de unapolítica imperial que ya había mejorado sus perspectivas en la carrera militar.Así pues, la carga del imperio recayó en gran medida sobre Castilla, más con-cretamente sobre las clases populares castellanas. En tanto en cuanto esto eraasí, Carlos V pudo gobernar en España contando con la alianza de una claseprivilegiada que le demostraba lealtad siempre que sus privilegios no sufrieranmerma alguna. De hecho, el monarca practicó la política de la división parallevar adelante su gobierno. Pero ¿cómo se impuso ese gobierno?

63CARLOS 1 DE ESPAÑALOS AUSTRIAS 0516-1598)62

LA MONARQUíA HABSBURGO y SUS AGENTES

15. En J. SánchezMontes. «Actitudes del español en la época de Carlos V}),Estudios Ameri-canos. 111 (1951), p. 193.

16. Véa~e la introducción de J. M. Batista i Roca en H. G. Koenigsberger, The Governmenl01 Sicily under Philip Il 01 Spain, Londres, 1951.pp. 9-35.

entonces era yo mancebo y gobernado por Me. de ChevrC's. y las cosas destos Rei-nos no tenía edad para conocerlas ni aun experiencia para gobernarlas. Y comeentonces yo me partí para Flandes, habiendo residido en estos Reinos muy pocoy, lo que es más, que no era casado ni dejaba legítimo heredero, no es maravillaque se alteras.en y escandalizasen. l'

65CARLOS ¡ DE ESPAÑA

S.-LYNCIlil

17. John M. Headley, The Emperor and his Chancellor: a Study 01the Imperial Chance/leryunder Gaujnara. Cambridge. 19B3. p. 20.

, ;,',,&tucionalmente subordinada a otra. Esa estructura federal no estaba englobaw

.2da en una administración imperiaL El Consejo de Estado, que estaba formado::;,poritalianos. españoles y borgoñones. y que desempeñaba una función COD-

~}sultiva en los asuntos imperiales, era demasiado ineficaz como para convertirse. :(-~nun organismo que diseñara una política común. Desde luego, sin una políti-:iJ:". ca y una organización financiera globales que permitieran que cada Estado apor-I,'t~-__tara Yrecibiera un porcentaje determinado de ingresos y gastos, no podía exis-,."'~tir gobierno imperial. Es cierto que en 1518Mercurino de Gattinara había sido

nombrado por Carlos «Gran Canciller de todos los dominios y reinos del mo-narca».17 Gattinara tenía en mente un sistema imperial de gobierno y trató decrear una maquinaria supranacional que resultara adecuada no sólo para el rei-no de Castilla sino para una monarquía universal. A esta idea se oponían tantoCarlos V como Castilla. A la muerte de Gattinara desapareció el cargo de GranCanciller, Yel único elemento de unidad del imperio de Carlos Vera la personadel emperador y su responsabilidad exclusiva respecto de la política y de la tomade decisiones.

Carlos V gobernaba sus domiIÚos como cabeza de una organización dinás-tica. En cada uno de sus estados estaba representado por un regente o virrey,en ocasiones un miembro de la dinastía Habsburgo, como ocurría en Españacuando se ausentaba, y en otros casos elegido entre la nobleza española, comoen Italia. El emperador tenía virreyes en cada uno de los países que formabanla monarquía: Aragón, Catalufia, Valencia. Sicilia, Nápoles, Cerdeñ.a y Nava-rra, así como en Perú y en Nueva España. En los Países Bajos estaba represen-tado por un gobernador general, primero su tía Margarita de Austria (1518-1530)y posteriormente su hermana, Maria de Hungría (1531-1555),El gobierno de

. Alemania también estaba en manos de un Habsburgo, su hermano Fernando.Ni siquiera en España existía una unidad formal y una institución única que

le permitiera imponer su dominio. Carlos Vera rey de CastUla y Aragón másque rey de España y no tenía el mismo poder en Aragón que en Castilla. Elgrado de unidad existente procedía de la hegemonía de Jacto de Castilla. queera su principal fuente de riqueza y la mayor proveedora de tropas. y de lasactividades de la Inquisición, cuya jurisdicción se extendía sobre toda Españasin consideración de las fronteras legales. En España, como en todas partes,el sistema de gobierno de Carlos Vera la monarquía personal que ejercía a tra-vés de unas instituciones centralizadas pero no unificadas., y el instrumento ele-gido por la monarquía austríaca era el Consejo Real. que el emperador habíaheredado de Fernando e IsabeL Les Reyes Católicos habían reorganizado el go-bierno a través de consejos, reduciendo el número de sus miembros e ffitrodu-ciendo la burocracia y la especialización. que habían determinado la ~pariciónde consejos especializados en las diferentes funciones del gobierno. Carlos Vllevó aún más allá estas reformas, de manera que el gobierno por medio de con-sejos, o administración mediante comisiones, se convirtió en el rasgo caracte-

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LOS AUSTRlAS (1516-1598)

Sin embargo. desde entonces Carlos V había realizado un esfuerzo real deadaptación. El espafiol se había convertido en la lengua del monarca y de sucorte y su matrimonio en 1526 con su prima Isabel. hermana del rey de Portu-gal, resultó del agrado de sus súbditos espafioles, EI21 de mayo de 1527 la em-peratriz le dio un hijo, el futuro Felipe 11.Los españoles aprendieron a apreciarlas cualidades humanas de su monarca y a reconocer que. hablaba y actuabacada vez con mayor autoridad. Incluso cuando no sintonizaban con él en suspreocupaciones por otros intereses más generales que no sentían como suyos,le mostraron comprensión por la enorme carga que se veía obligado a soportar.Hay que decir que de algunos de sus súbditos no sólo recibió lealtad sino tam-bién gratitud. pues había empezado a ceder respecto a los consejeros extranje-ros y poco a poco los españoles, que comenzaron siendo una minoría en suservicio, llegaron a monopolizar los cargos no sólo en España sino en las dife-rentes partes constitutivas de su imperio.

Aunque España formaba parte de un imperio más amplio, 'era gobernadamediante una organización espafiola y no imperial. El imperio de Carlos V,o monarquía como la llamaban los contemporáneos, aglutinaba a una serie depaíses bajo la dirección de una persona que era rey de numerosos reinos másque emperador del conjunto. Como escribió más tarde el gran jurista españolJuan de Solórzano, «los reinos han de ser gobernados como si el rey que estápor encima de todos fuera el único rey de cada uno de el1os».16Cada una delas partes constitutivas de su imperio poseía una administración separada, asícomo sus propias leyes, instituciones e impuestos, y ninguna de eUasestaba cons-

Sofocada la revuelta de los comuneros, Carlos V regresó ,aEspafia en 1522,permaneciendo allí los siete afios siguientes. Durante ese período se convirtióen un rey español y sentó las bases de su gobierno. A medida que se fortaleciasu estatura como hombre y como monarca comenzó a aprender de sus errores.pasados. En 1529, analizando la conveniencia de trasladarse a Italia para la co-ronación imperial, observó con abierta franqueza que las posibilidades de queestallara una rebelión eran mucho menores que cuando había partido hacia losPaíses Bajos en 1520:

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18. Véase F. Sevillano Colom, «La cancillería de Fernando el CatólicQI), V Congreso de His-toria de la Corona de Aragón, Estudios, Zaragoza, 1955, vol. 1, pp. 217.253.

rÍstico de la monarquía Habshurgo. Los consejos no eran asambleas constitui-das por consejeros procedentes de la aristocracia, como lo habían sido o~igi-nalmente, sino comisiones burocráticas. en las que la mayor parte de sus miem-bros eran juristas, para la aplicación de la política real.

Existían dos tipos básicos de consejos. En primer lugar hay que mencionarel Consejo de Estado, un organismo honorífico y formal, formado por gran-des del reino y oficiales. cuya función teórica consistía en asesorar al monarcaen los asuntos más importantes de la política del Estado. Ahora bien, lo ciertoes que al margen del breve desempeño del duque de Alba y del duque de Béjar,Carlos V no confió en los grandes del reino para ocupar cargos políticos y suconsejo estaba formado por siete eclesiásticos y administradores. Con todo, Car-los V no consultó regularmente al consejo, sino que tomó las decisiones perso-nalmente con el asesoramiento de sus principales secretarios. En consecuencia,el Consejo de Estado no tenía influencia política y sólo muy escasa importan-cia administrativa. En ocasiones, siendo reforzado en tales casos por expertosmilitares, se transformó en un Consejo de Guerra al que Carlos V podía con-sultar sobre cuestiones concretas. En segundo lugar, existía un grupo muchomás numeroso de consejos, que pueden ser calificados de auténticos organis-mos administrativos y divididos en dos categorías según el territorio que go-bernaban y la función que desempeñaban.

Cada una de las partes constitutivas de la monarquía tenía su propio conse-jo. El Consejo de Castilla tenía su origen en el Consejo Real medieval de losreyes de Castilla

lque Fernando e Isabel habían convertido en un organismo

más burocrático. Carlos V completó el proceso de modernización de la institu-ción, excluyendo más decididamente aún a la aristocracia, que sustituyó pormiembros de la pequeña nobleza y juristas, y reduciendo a la mitad el númerode consejeros, que hasta entonces era de 16. Como la mayor parte de los con-sejos españoles, desempeñaba funciones legales y administrativas. Como tri-bunal de justicia entendía las apelaciones de las audiencias y, si se ha de darcrédito a las quejas de las Cortes, asumía un excesivo número de asuntos judi-.ciales, provocando retrasas interminables. Como organismo administrativo seocupaba de la mayor parte de los asuntos internos de Castilla, incluyendo as-pectos de.jurisdicción eclesiástica, e incluso en ocasiones se manifestaba sobrecuestiones de política exterior.

Para la administración de los reinos del Levante peninsular Carlos V here-dó el Consejo de Aragón que, tras las reformas de Fernando se convirtió, comoel de Castilla, en una burocracia moderna, de la que quedó excluida la noble-za. El Consejo de Aragón, además de administrar justicia, ejercía también fun-ciones administrativas generales. A esos efectos contaba éon una cancillería yuna tesorería estrictamente organizadas, y cuyos miembros eran en su mayoríajuristas procedentes de los tres reinos.lll Cuando Carlos V se hizo cargo del go-bierno de España conservó la estructura del Consejo de Aragón, y aunque el

66 LOS AUSTRIAS (1516-1598) ¡;.~ CARLOS 1 DE ESPAÑA 67le1!':.Íj;)~monarca nombraba siempre a un castellano para ocupar el cargo de tesorero¡'~oÜocierto es que en Aragón la mayor parte de los cargos estaban reservados para~ los nativos de esos territorios. No puede decirse lo mismo respecto a la admi-j:nistración real en Italia, que tradicionalmente era competencia de Aragón. Fer..Dando el Católico ya había nombrado un mayor número de castellanos que de;\.catalanes para ocuparse de la administración de Nápoles, y fueron los castella-:-noS los que se beneficiaron de la adquisición de Milán por Carlos V. Este pro-r ceso se intensificó aún más cuando en 1555 los asuntos de Italia quedaron se-~ gregados, por mor de una mayor eficacia y especializaciÓn, de la jurisdicción.~,de Aragón, creándose un consejo específico, a imagen del de Castilla. Los aSUll-o tos relativos al imperio colonial español ya habían sido asignados a un consejo¡, especial, el Consejo de Indias, en 1524. Sin embargo, todos estos consejos te-rritoriales sólo eran territoriales nominalmente. De hecho, se trataba de insti-tuciones centralizadas, que no estaban situadas en los países que administra-ban sino al lado del monarca.

Finalmente, había un grupo de consejos a los que hay que reservar un lugaraparte por las funciones especializadas que desempeñaban. Los más importan-tes de ellos eran el Consejo de la Inquisición, cuya jurisdicción se extendía másallá de los límites de Castilla, abarcando al conjunto de España, y cuyas fun-

$;, ciones equivalían prácticamente a las de un consejo de asuntos eclesiásticos,, ,~y el Consejo de Hacienda, creado originalmente en 1522 para la administra-., ción de las finanzas de Castilla pero que gradualmef!te se responsabilizó de su-

ministrar a Carlos V mayores recursos para sus guerras en el exterior.19 Entrelos consejos funcionales ~e incluían una serie de consejos subordinados comoel de las órdenes militares, el de la Cruzada y, durante un determinado período,el de la Hermandad.

A pesar de que el sistema fue .perfeccionado por los Reyes Católicos y porCarlos V, el gobierno por medio de consejos no era un instrumento eficaz p;uaresolver los asuntos. El farragoso procedimiento de los consejos en los que losdespachos se leían y comentaban con toda la formalidad de un tribunal judi-cial y, sobre todo, la confusión de funciones administrativas y judiciales, deter-minaron que se acumularan los asuntos sin resolver y amenazaban con parali-zar casi por completo la administración. De hecho, Carlos V no solía mantenerun contacto directo con los consejos, sino que se comunicaba con ellos a travésde los secretarios. Estos fueron los que evitaron que su gobierno cayera en laparálisis y permitieron que funcionara el sistema, al dar respuesta a la necesi-dad de un poder ejecutivo más eficaz, estableciendo un nexo entre la coronay sus consejos. En consecuencia, hay que considerar a los secretarios como lafigura clave en el sistema de gobierno de la monarquía Habsburgo.

El cargo de secretario se desarrolló en estatus y poder en el reinado de Car-. los V.Las secretarías del emperador, como las otras esferas de su gobierno, es-taban organizadas sobre una base nacional y no imperial, y en España la más

J9. Sobre la Inquisición véase supra, pp. 30-37; sobre el Consejo de Hacienda véase in/ra,Pp .. 72-73.

20. Véase Sevillano Coloro, «La cancillería de Fernando el CatólicO»). pp. 217.253.21. Véase infra, pp. 72-17.

importante era la de Castilla. Sin embargo, Aragón poseía ya una cap.cilleriaburocrática estrictamente organizada, fruto de las reformas de Fernando el Ca~tólico en el marco del Consejo de Aragón.20 La cabeza de la administraciónera el vicecanciller, que refrendaba todos los documentos reales y a quien ayu-daba en sus tareas un protonotario, que estaba a cargo de las tres secretaríasy de su gestión. Cuando Carlos V se hizo cargo del gobierno de España conser-vó la estructura de la cancillería en Arag6n. En cambio, Castilla tenía un siste-ma diferente. El Consejo de Castilla era el principal organismo gu~ernamentaly todos los documentos tenían que llevar, al menos, la firma de tres de sus miem-bros. No obstante, los secretarios reales eran el punto de contacto entre el sobe-rano y el Consejo. Preparaban el orden del día de las reuniones y, a tra'vés desus ayudantes, eran responsables de la redacción de todo.<;los documentos rea-les, que tenían que ser refrendados por uno de los secretarios. En general, laadministración castellana estaba mucho menos definida que la de Aragón, he-cho que, por una parte, se prestaba a la confusión o al abuso de autoridad,pero que permitía también la aparición de un coordinador con amplios pode-res. El consejo veía con malos ojos que los secretarios actuaran con indepen-dencia y promulgaran decretos reales sin la aprobación de esa institución y quecontrolaran la red de influencias y los cargos. Pero la necesidad de tomar deci-siones con mayor rapidez y el deseo del monarca de ejercer una autoridad sincortapisas por parte de los consejos fueron las causas de que el cargo de secre-tario viera ampliada su autoridad. Hay que mencionar a dos secretario~ a losque se puede calificar adecuadamente como secretarios de Estado para distin-guirlos del amplio grupo de secretarios cuyas funciones subordinadas hacía quefueran poco más que meros empleados administrativos. El primero de esos se-cretarios de Estado es Francisco de los Cabos.

Cobas, nacido en la pobreza y la oscuridad en la pequeña ciudad andaluzade Úbeda, y sin haber recibido educación formal, había realizado un aprendi-zaje de 15 afias en la secretaría antes de ser nombrado secretario real en 1516,y aunque compartía sus tareas con otros secretarios, no tardó cn convertirseen el personaje más importante del personal de la secretaría y, a raíz de las re-formas de 1523, en la figura que controla.ba el nuevo Consejo de Hacienda~además de ser miembro y secretario de la mayor parte de los restantes consejos.Todo ello le otorgaba un importante papel como coordinador.21 El ascenso deCabos al primer plano redujo a los demás secretarios ,a un papel secundario.También provocó la rivalidad con otros oficiales más antiguos, en especial conel Gran Canciller Gattinara. Desde el regreso de Carlos V a Espaila en 1522,Gattinara y Cabos se enfrentaron por conseguir el control de la maquinariadel gobierno. Dado que Cabos vio incrementar su influencia sobre el rey y si-tuó a sus ayudantes en puestos clave de la administración, Gattinara reaccionóy comenzó a reclamar la posición de jefe de toda la administración con controltanto sobre los nombramientos como sobre los asuntos de los consejos. El em-

22. Véase H. Keniston, Francisco de los Cobos, Secretary of the Emperor Charles JI; Pius-burgh. Pa., 1960, pp. 99-103 (hay trad. cast.: Francisco de los Cobos, Castalia, Madrid, 1980).

23. Headley, The Emperor and his Chancellor, pp. 54-55, 140-141.24. Keniston, Francisco de los Cobos, pp. 9.12, 332~355.

69CARLOS 1 DE ESPAÑA

~~rador manifestó que ésa no era la función del canciller, que era un cargo de'rigen borgoñón. Eso correspondía a la administración de Castilla, corazónde su imperio Y base de su poder.u A partir de 1527 se hizo evidente que el

.':1l.;:s~cretarioCabos, que ocupaba un cargo fuertemente institucionalizado. ocu-~'paba el puesto de.mayor responsabilidad y confianza, al tiempo que la influen-"da de Gattinara, básicamente de carácter personal, comenzaba a eclipsarse. Cas-

~;.tina nacionalizó, pues, el concepto.de imperio y los territorios de los Habsburgo~teran gobernados no por instituciones imperiales sino por consejos y secretarios;~ que dividían el trabajo según las áreas y funciones administrativas.2Ji': Gattinara dejó de ser incluso el principal consejero en los asuntos extranje-ros. En 1529, Nicolás Perrenot, señor de Granvela, hijo de una modesta fami-lia borgoñona que había alcanzado pre.cminencia mediante el servici~ en losPaises Bajos y en la diplomacia, fue nombrado miembro del Consejo de Es-tado y comenzó a participar de forma destacada en la dirección de la polí-tica exterior. A la muerte de Gattinara en 1530, el cargo de Gran Cancillerdesapareció Yel emperador asumió la responsabilidad personal de la política,sirviéndose de Cabos y Granvela como sus principales agentes y consejeros, acor-dándose entre ambos una repartición de funciones, que determinaba la espe-cialización de Granvela en los asuntos exteriores e imperiales, mientras queCobas se encargaba del gobierno de Castilla, que era claramente ahora el ám-bito de ejercicio ~e su cargo. Cuando Carlos V partió hacia los Países Bajosen el otoño de 1539, Cobas 110 10 acompañó y asumió la responsabilidad espe-cial de poner orden en el caos financiero, que era el principal problema en Cas-tilla. Thmbién en 1543, cuando el emperador zarpó desde Barcelona para noregresar hasta 14 años después, dejó a Cobas, junto con el arzobispo Taveray el duque de Alba, como principales consejeros de su joven hijo Felipe, a quienhabía nombrado regente y Cabos desempeñó esa función hasta su muerte en1547.

Se puede considerar a Cabos como a uno de los creadores de la burocraciahabsburguesa en Castilla. Fue él quien reclutó y preparó para Carlos V un gru-po de oficiales que gradualmente adquirieron un espíritu corporativo y profe-sional y que consideraban a Cobas como su patrón.24 En un principio no se~leccionó al personal en cl amplio grupd de secretarios que se haBían iniciadoen sus tareas con los ReyesCatólicos, sino 'entre sus propios protegidos, que te-nían experiencia en otras ramas de la administración y ,en los que sabía quepodía confiar. Así pues, una vez conseguido el control de la mayor parte dela administración de Castilla, comenzó a preparar hombres para la administra-ción, como su sobrino Juan Vázquez de Molina, Gonzalo Pérez, que sucedióal humanista Alfonso de Valdés, y Francisco de Eraso, a todos los cuales lesdio el cargo de secretarios ayudantes. Entre esos hombres no había segundones

LOS AUSTRIAS (1516-1598)68

25. José Martinez Millán, «([..aselites de poder durante el reinado de Carlos V a través de losmiembros del Consejo de Inquisición (1516-1558»), Hispania. 48, 168 (1988), pp. 103-167.

de la nobleza y, con la excepción de Gonzalo Pérez. ningún hombre culto ni'de formación universitaria. Al igual que Cobos. pertenecían a la pequeña no-bleza de ciudades pequeñas, tenían una mentalidad':y una preparación buro-cráticas y les animaba el deseo de conseguir beneficio y promoción.:La clavepara la promoción no era pertenecer a la nobleza ni poseer educación, sino lared de intluencias, los lazos familiares, los amigos y protectores. La actuaciónde esos protectores no era tanto un acto de amistad personal como la formade conseguir una clientela útil y la creación de una trama de apoyos que pudie-ra ayudar al patrón.2S

La organización de la administración quedó más claramente definida bajola di.rección de Cobos. Desde un principio tenía a su cargo los asuntos.referen-tes a Castilla, Portugal y las Indias, y a partir de 1530 quedaron también bajosu responsabilidad los asuntos de [taHa. Sin embargo, se guardó mucho en no ..interferir en la labor de los secretarios de la corona de Aragón. Si intervinopara tomar de los aragoneses el control de los asuntos de Italia fue porque creíaque esa tarea debía corresponder a Castilla, y porque consideraba negado elmomento de poner fin a la idea de que Nápoles y Sicilia eran reinos aragonesesy no españoles. Se abstuvo de interferir también en la tarea de Granvela, quea partir de 1530 se hizo cargo del resto del imperio y de las relaciones exterio-res. El secretario era la figura clave en la distribución de la correspondenciarecibida, ya fuera remitiéndola directamente al monarca con un informe o de-riváúdola 'hacia el consejo correspondiente. Por tanto, todas las cuestiones lle-gaban al emperador después de haber sido exhaustivamente examinadas porCabos y Jos consejos. Excepto en los asuntos de interés internacional, raramenteleía la correspondencia personalmente y las decisiones las tomaba generalmen-te el secretario que preparaba el documento para la firma y el despacho. Deesta forma se consiguió que comenzara a funcionar gradualmente la chirriantemaquinaria del gobierno por medio de consejos.

Sin embargo, los secretarios no podían obrar milagros. Debido a que losintereses de Carlos V eran tan variados, y al hábito cada vez más firme de se-guir su propio criterio a la hora de tomar decisiones, se acumulaban los asun-tos, que la maquinaria burocrática, aunque funciQnaba con laboriosidad, nopodía controlar. Además, la burocracia llegó a ser un grupo de intereses y cre-ció hasta convertirse en un auténtico parásito. Los secretarios no sólo eran im-portantes como medio de acceso al monarca y, por tanto, objeto de.los favoresde aquellos que estaban ansioso,90de llegar hasta él, sino que además estabanpróximos a la fuente de influencias, cuya distribución podía permitirles ama-sar grandes fortunas y propiedades, como ocurrió en el caso de Cabos y, asi-mismo, formar una clientela de la que cabía esperar que apoyara a su patrón.Cobas tendió a utilizar únicamente a sus protegidos y gradualmente llegó a mo¥nopolizar casi por completo el control de los cargos. Por otra parte, dedicabamucho tiempo a observar las tácticas y la política de sus rivales.

Los «PERTRECHOS DE GUERRA»)

71CARLOS 1 DE ESPAÑA

26, Citado en 1. M. March. Niñez y juventud de Felipe ll, Madrid, 1941~1942,2 vals.; vol.JI, pp. 23-]9.

27. Merriman, The Rise o/ the .Spanish Empire, vol. m. p. 122.

Castilla era la base financiera de la política de Carlos V. Como él mismoexplicó de forma espontánea a las Cortes de Castilla en julio de 1523, conside-raba «estos reinos como cabeza de todos los restantes» y tenía el propósito deutilizar sus recursos no sólo para conservar los otros que Dios le había otorga~do sino también para conquistar otros nuevos y llevar sus fronteras aún másallá en aras del progreso de la santa fe católica.21 Ocasionalmente las Cortes

."f., El emperador estaba al tanto de las maniobras que se desarrollaban en elLs~node la administración para conseguir poder, influencia y riqueza. En la «lns-úucción Secreta)) que envió a su hijo Felipe en mayo de 1543 cuando partió

.,' .::'delpaís dejándolo como regente de Espafia, Carlos V realiza un agudo análisisl~"del faccionalismo, existente en su gobierno.26 Era consciente de las rivalidades.~~.-queexistían entre los hombres que había dejado con su hijo como consejeros): en los asuntos de Estado. He aquí lo que escribió acerca del cardenal lavera~;j'y del secretario Cobas: «y aunque ellos son las cabe~as del vando, todavya los.¡- quise juntar porque no quedássedes solo en manos del uno dellos)). También'.i,' desconfiaba de la ambición del duque de Alba, y advirtió a Felipe que no per-,'l mitiera que él ni ningún otro grande de España ocuparan un lugar importante.1( en el gobierno civil, aunque podía confiar en ellos para los cargos militares.

Thmbién aconsejó a su hijo que no dependiera de Cabos de forma exclusivay que se mantuviera vigilante ante su acumulación de privilegios, que el empe-rador consideraba ya excesivos.

Sin embargo, Carlos V sabía apreciar también al buen administrador y noalbergaba dudas acerca de la lealtad y eficacia de Cobos. Al final de su vida,gracias sobre todo a su capacidad y experiencia, y a la confianza que el empe-rador había depositado en él, más que a la condición de su cargo, Cobas habíaalcanzado una posición de poder e influencia y estaba al frente de una admi-nistración amplia y sumisa. En esa trayectoria ascendente había elevado tam-bién la importancia del cargo de s'ecretario y, sin dudí,l.alguna, Cobas era unsecretario de Estado y no un simple administrativo. Por tanto, es significativoque esta figura crucial en la administración de Carlos V no mostrara interéshacia los grandes problemas intelectuales, políticos y religiosos de la era delRenacimiento y la Reforma. En su correspondencia no se menciona el gran temade la Iglesia y el imperio, ni aparece preocupación alguna respecto a la misiónimperial de su señor, a la que con tanta intensidad se entregaron Gattinara yotros servidores de Carlos V. Cobas era un administrador español y encarnabaun punto de vista más realista y, tal vez, más representativo. De hecho, el empe-rador consideraba que Cobas había prestado sus más importantes servicios enel terreno de las finanzas.

LOS AUSTRIAS (1516-1598)70

28. Véase F. Braudel, «Les emprunts de Charles.Quint sur la place d'Anvew). en Charles.Quinl el son temps, C.N.R.S., París, 1959. pp. 191-201.

de Aragón. Catalufta y Valencia le otorgaban modestos subsidios, pero comohemos visto sus posibilidades eran limitadas. Los Países Bajos. consu comer-cio, su poder naval y su industria eran una fuente más importante de rique-za y el proceso centralizador continuado por Carlos V le permitió acceder aella más eficazmente que a la de sus reinos de Aragón. Así pues, explotó deforma implacable los recursos financieros de sus súbditos de los Países Bajoshasta que ya no les fue posible pagar más. Tenía, además, sus posesiones enItalia y también podía recurrir a los grandes mercados financieros como Géno-va, Augsburgo y A~beres. así como a banqueros internacionales como los Fug-ger y los Welser. Pero por lo que respecta a los empréstitos. consiguió cuatroveces más préstamos en Castilla que en Amberes. Al finalizar su reinado, Cas-tilla realizaba la aportación más importante y sobre tila recaía la carga de lapolítica imperial.28 En forma gradual, y probablemente antes de 1550. los Paí-ses Bajos se mostraron incapaces de soportar el peso financiero que la políticaimperial hacía descansar sobre ellos. Por otra parte, cada vez eran menores lasaportaciones de Nápoles, Milán y Sicilia. Sus dominios italianos, aunque fun-damentales para la estrategia del emperador, no desempeñaban un papel im-portante en las finanzas. El mayor esfuerzo procedía de España y dentro deEspaña de Castilla y, más allá de ésta, de América. El agotamiento de sus re-cursos europeos determinó que Carlos V dependiera cada vez más de las reme-sas de metales preciosos procedentes de las Indias españolas. Fue a partir delos últimos años del decenio de 1520 cuando .esos tesoros comenzaron a llegara España en cantidades que aumentaban con gran rapidez, pero eso no sirviópara relajar la carga que pesaba sobre los contribuyentes de Castilla ni paradisminuir su aportación a las finanzas imperiales.

En España, la situación financiera de la corona ya se había deteriorado an-tes de que Carlos V accediera al trono, y desde luego la rapacidad de su CÍrculoborgoñón y los gastos derivados de la elección imperial y de la revuelta de loscomuneros no sirvieron para mejorarla. Una de las primeras tareas que tuvoque afrontar a su regreso a España en 1522 fue la reorganización de las finan-zas reales, y para ello decidió ~rear un nuevo consejo. el Consejo de Hacienda.para supervisar y controlar todos los ingresos y gastos, y para preparar un pre-supuesto anual. El nuevo consejo, que comenzó a actuar en febrero de 1523,era similar al que existía en los Países Bajos y con el cual el monarca estabafamiliarizado. Por ello, Carlos situó a su frente al conde Enrique de Nassau,quien fuera el responsable de las finanzas allí. Pero, a no tardar, ese nuevo or-ganismo pasó a ser totalmente español, de acuerdo con la nueva política deCarlos y estuvo totalmente dominado por su secretario, Francisco de los Cobas.

Sin embargo, no tardó en desvanecerse el optimismo que había determina-do la creación de ese nuevo organismo. Lejos de mejorar la situación del empe-rador. de hecho Cabos presidió el derrumbamiento financiero de España du-rante el reinado de Carlos V. aunque en ningún caso hay que atribuir a la

29. A pesar del juicio negativo de K. Brandi, The Emperor Charles V, trad. ing., Londres,1939, p. 463.

30. Sobre las finanzas espaftolas véase la obra original y pionera de R. Carande, Carlos Vy sus banqueros, Madrid. 1944-1949,2 vals.; vol. 11, Ln Hacienda Real de Castilla, Madrid, 1949.

73CARLOS 1 DE ESPAÑA

administración la responsabilidad de esa situación.29 Cobas administró el te-soro cuidadosamente y con honradez. y consiguió frenar a la nobleza en sus

~. intentos de conseguir prebendas y pensiones. El consejo elaboraba puntualmentesus estimaciones presupuestarias anuales y, aunque no siempre eran realistasy nOconsideraban el pago de la deuda como un capítl,llo de gastos, el auténticoproblema residía en que las exigencias de una nueva campaña o la negociaciónde un préstamo importante por parte del emperador sin dar noticia de ello alos responsables del presupuesto hacían imposible realizar una estimación fia-ble. Nadie conocía mejor que Cabos la realidad de la situación financiera. Laprincipal causa de la bancarrota fueron las guerras del emperador en el exte.rior, que fueron financiadas por Espada. Un motivo adicional fue la extrava-gancia personal de Carlos V en su casa real -que absorbía una décima partede los ingresos nacionales-, sus viajes incesantes y sus constantes-adquisicio-nes de joyas y obras de arte. Sin paz y economía no había solución. tan sólouna serie de expedientes desesperados que llevaron a la corona al límite de labancarrota.

La mayor parte de los ingresos ordinarios procedía de la alcabala, impuestosobre las ventas, que en este período se convirtió en una cuota fija que pagabacada ciudad o aldea. Estos ingresos, complementados con los procedentes delas órdenes militares y los subsidios de las Cortes. aumentaron aproximadamenteun 50 por 100 durante el reinado del emperador, pese a lo cual quedaban muypor debajo de los gastos ordinarios.3o Pero raramente -si es que lo eran al-guna vez- eralllos gastos «ordinarios» y las campañas del monarca en el exte-rior los que devoraban cada vez mayores cantidades de ingresos extraordina-rios. Estos se obtenían de dos fomas. Yaantes del reinado de Carlos V, la coronahabía iniciado la práctica de obtener recursos extraordinarios mediante emprés-titos. Esto se realizaba mediante la venta de títulos de la deuda Guros), cuyoscompradores obtenían el compromiso de la corona de pagar una tasa de interésespecificada. Los juros podían ser también pensiones sin que la corona hubieraobtenido préstamo alguno. Todos los juros, ya fueran títulos de la deuda o pen-siones, se asignaban a fuentes específicas de ingresos ordinarios, recibiendo eltesoro tan sólo el saldo que quedaba tras haber hecho frente a esos pagos. Estapráctica fue agravada por C.arlos V al asignar cada vez mayores cantidades alos ingresos ordinarios para devolver los préstamos, cada vez más numerosos,que obtenía de los banqueros. Así, eran cada vez menores los ingresos directosque permanecian en manos del rey. Por ejemplo, desde 1524 las rentas proce-dentes de las tres órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara, que hastaentonces iban a parar directamente a la corona, ~e entregaban á los Fugger,que las habían obtenido como garantía de sus préstamos. Evidentemente, esteti.po de transacciones bancarias presentaban ciertas ventajas para el empera-

LOS AUSTRIAS (1516-1598)72

31. E. J. Hamilton, American Treasure and (he Price Revolution in Spain. 150/*1650, Cam*bridge, Mass., 1934. pp. 32-45 (hay trad. cast.: El tesoro americano, Ariel, Barcelona, 1983).

31. En el período 1551~15S5las remesas se situaron en un promedio de 1,2 millones de duca~dos anuales, para descender a la mitad de esa cifra en el quinquenio siguiente. Véase ibid., pp. 34-35.

dor, en tanto en cuanto los banqueros no sólo prestaban dinero sino que tam-bién lo transferían al exterior. Esas transferencias de créditos y su pago dondese necesitaban, en Alemania, Italid o los Países Bajos, eran rápidas y seguras,en tanto que el transporte de numefario desde España era lento e inseguro. Losproblemas comenzaron cuando se generalizaron esas prácticas más allá de losrecursos reales de la corona.

No obstante, estaban también los ingresos procedentes de las Indias: ingre-sos de impuestos, monopolios, el tributo que pagaban los indios y el quintoreal, que era el porcentaje que cor~espondía a la corona de todas las extraccio-nes de metales. Los ingresos ameritanos del emperador, que aumentaron verti-ginosamente desde 1529, alcanzaron un promedio de 252.000 ducados anualesentre 1534 y 1543.31 Pero tras los disturbios ocurridos en Perú, las remesas demetales preciosos descendieron a unos 118.000 ducados anuales entre 1544 y1550. Sin embargo, incluso teniendo en cuenta las fluctuaciones, es posible exa-gerar las cantidades obtenidas por el monarca en América. El total de las im-portaciones públicas de América en el período 1503-1560 es de 12,6 millonesde- ducados, un promedio anual de unos 220.000 ducados. Los ingresos ordina-rios de la corona en España durante ese período se estimaban en algo más del millón de ducados anuales, sin tener en cuenta las cargas prioritarias que pe-saban sobre esos ingresos y que conforme avanzaba el reinado absorbían todoslos ingresos normales e incluso más. En consecuencia, los ingresos procedentesde América no constituían un porcentaje importante de las rentas totales delemperador y, desde luego, no guardaban proporción alguna con sus gastos. Porponer sólo uno de los numerosos ejemplos, la desastrosa campaña contra Metzen 1552 entraftó un coste de más de 2 millones de ducados. Cuando hablamosde gastos de esta magnitud, no pueden impresionarnos las cantidades que ob-tenía en América cada año, ni siquiera durante el quinquenio 1551-1555,en elque las remesas fueron más importantes, antes dc producirse un nuevo descen-SO.32 Pese a todo, esos ingresos podían tener una enorme importancia ya queservían para pagada alimentación, el equipamiento y las soldadas de sus tur-bulentos ejércitos, permitiéndoles tomar la iniciativa contra sus enemigos.

Cabe situar en los años de 1540 el inicio de las dificultades financieras gra-ves -por oposición a las dificultades normales- de la corona. Tras la cam-paña de Argel de 1542, las de Francia de 1543-.1544 y en el imperio en 1546-1547, la situación.se deterioró de 'tal forma que durante el resto del reinado losingresos ordinarios estaban siempre totalmente gastados con varios años de an-telación. Además, los gastos eran varias veces superiores a los ingreªos extraor-dinarios, porque esas grandes operaciones militares coincidieron, entre 1542 y1547, con el descenso de las re[,Ilesasamericanas. La crisis se puede ilustrar conun ejemplo tomado de ese período. En abril de 1546 el emperador escribió desde

33. Keniston, Francisco de los Cobas, p. 302.34. Carande, Carlos V y sus banqueros. vol. l, La vida ~conómica de España, p. 208.

75CARLOS 1 DE ESPAÑA

no olvide la importancia de encontrar un remedio y descanso para estos reinos,a causa de su extrema necesidad, pues de lo contrario no podía dejar de haberinconvenientes, ya que el aprieto es tan público que no sólo lo conccen los natu~rales del reino, negándose a intervenir en ninguna transacción financiera, sinoaun los extranjeros ... hacen lo mismo, pues conocen que no hay de qué pa-garles.33

Pero la paz fue la única solución que Carlos V no contempló y, dadas las cir-cunstancias, Cobas y el Consejo de Hacienda recurrieron. contra sus propiasconvicciones, a un último recurso desesperado, la confiscación de todas las re-mesas:de las Indias y de todo el numerario en España, para enviarlo al empera-dor. Esto financió la victoria de Carlos V sobre los protestantes alemanes enMühlberg, pero dejó terribles secuelas en la economía española, especialmentepara el comercio de las Indias. En teoría, el tesoro confiscado era un préstamoreembolsable pero su devolución era sumamente problemática y la operaciónimpedía el comercio legítimo y estimulaba el fraude. En marzo de 1557, el pro-pio emperador se quejaba de que sus oficiales de Sevilla habían permitido quequedara sin registrar un 90 por 100 de una remesa de metales preciosos.

El golpe definitivo fue asestado tras la reanudación de las hostilidades conFrancia en 1551.Para hacer frente al problema francés en 1552Carlos recurrióa un empréstito de más de 4 millones de ducados; sólo la campaña de Metzcostó 2,5 millones y recibió un préstamo de 2,5 millones cada uno de los añossiguientes. Las remesas de metales preciosos procedentes de las Indias supera-ron los 2 millones de ducados en 1552-1553, pero la política exterior del empe-rador continuó siendo tan costosa que en septiembre de 1554 se calculó el défi-cit para el año en curso en más de 4,3 millones de ducados, incluso despuésde haber empeñado y gastado todos los ingresos de ,los seis anos siguientes.Las condiciones de los préstamos concedidos al monarca espaftol empeoraronrápidamente porque a los banqueros les era cada vez más difícil conseguir sudevolución. Cuando podía obtenerlos, la corona tenía que pagar el 43 por 100de interés o más.34 Algunos acreedores se sentían obligados a continuar pres-tando por temor a perderlo todo si se negaban. Por esa razón, Carlos V no

.."Ratisbona a su hijo Felipe, a la sazón regente de Espafta, comunicándole que"había decidido luchar contra los príncipes protestantes de Alemania. Para ello..necesitaría grandes cantidades de dinero, y Cobos tenía que solicitar préstamos~ a los agentes de los banqueros alemanes e italianos en Espafta. Pero a Cobos, le resultó casi imposible obtener es~s créditos, ya que la mayor parte de los in-

:jI. gresos de la corona ya habían sido vendidos o empeñados hasla finales de 1549,'o:t:-:, e incluso para una parte de 1550; una parte de los ingresos de las Indias ya esta-.~} ban comprometidos y no había siquiera dinero suficiente para pagar el interés

de los pré~tainos en vigor. Cabos no pudo sino sugerir al emperador que fir-mara la paz y aconsejó a su seftor que

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35. Vease J. Carrera Pujal. Historia de la economia espaflola. Barcelona, .1943-1947. 5 vals.;vol. 1, pp. 101-203.

deseaba decretar la suspensión total de pagos y en lugar de ello recurrió al ex-pediente de reducir unilateralmente los pagos a sus ac:eedores. Todo lo que que-daba eran las remesas de metales preciosos de las IndIas. Aunque una gran par-te de esas cantidades ya habían sido gastadas y se .debían a los acreedore.s, en1557 la corona se negaba incluso a entregar esas sumas porque las necesItabade forma inmediata para la guerra contra Francia. Así fue cómo los ejércitosde Felipe Il en los Países Bajos pudieron pasar a la ofensiva y ganar la batallade San Quintín en agosto de 1557, pero ese esf~erzo agotó sus re~ursos y leobligó a poner fin a la política de su padre. Parallza~o .por la ca~encIa.de dme-ro y ante la imposibilidad de obtener nuevos emprestItos, se VIO obligado en1559 a firmar una paz con Francia largamente demorada. La~ fin~Ilzas fuer~nla clave de una gran parte de la política de Carlos V y de la hlstona de Espanadurante su reinado. Sin embargo, no hay que interpretar entusiasmo por la c~usade los Habsburgo la ausencia de acontecimientos políticos en Espa.ñ~ ~ el Silen-cio de sus súbditos a partir de 1522. La sociedad espaflola estaba dWldIda entreuna aristocracia numerosa Yprivilegiada, que actuaba como aliada de la coro-na, y el resto de la población, espectadores pasivos y contribu~entes forzosos.No se trataba de una lucha de clases: ambos grupos no eran nI mucho menoshomogéneos. Era más bien el enfrentamiento de una serie de grupos ~e intere-ses que trataban de dejar oír su voz y de obtener una recompensa: eh.tes urba-nas artesanos comerciantes de Sevilla. campesinos castellanos y contnbuyentesen ¡odas part~s. Castilla, dividida e indefensa, no esta~a en situación de ~~o-nerse a la creación de una superestructura que monopolIzaba el control polItIcoy dictaba su destino: la monarquía Habsburgo, la aristocracia, el alto clero, elejército y un sector de los intelectuales. Estos grupos a~oyaron las ~ndes empre-sas que emprendieron Carlos V y sus sucesores, y ~udl.eron benefi~Iarse ~e ellas.

Eran numerosos. sin embargo, los signos que mdlcaban la eXistencia de undivorcio entre el pueblo castellano y su clase gobernante. Es cierto que el empe-rador y algunos de sus consejeros podían proclamar elideal de un gran impe.rio cristiano cuyo centro era' España y que se extendería sobre los dos hemisfe-rios, que hombres de letras como Alfonso de Val~és y ~rayA.ntonio de Gucvarapodían aportar una justificación intelectual al Ideal ~mpenal, y q~~,la luchacontra el protestantismo y el Thrco podía ser presentada como la mlSlOnsupre-ma de España y de su imperio. Pero' cuando el sentir popular conseguía hacer-se oír, ya fuera en un impulso colectivo como el de los comuneros o. en los es-critos de los cronistas, en las protestas de las Cortes, en los consejOS de susadministradores españoles o en la oposición latente al hijo y heredero de Car-los V en los años 1550, se hada evidente que las preocupaciones urgentes delos españoles estaban más próximas a su patria, eran más nacionales en susobjetivos y m~s económicas en su coste: la seguridad de Navarr~ y d~ las basesdel norte de Africa, la lucha contra los turcos, pero en el Medlterr~neo y noen el Danubio, la defensa de las costas españolas y la paz con FranCia y otrospaíses cristianos.)~ Francisco de los Cabos, secretario del emperador español,

REFORMADORES y HUMANISTAS

77CARLOS I DE ESPAÑA

La Contrarreforma, aunque fue acelerada por el desafío cada vez más graveque planteó el protestantismo, tenía sus raíces en un movimiento de reformaen el seno de la Iglesia católica que fue anterior a la revuelta de Lutero. El ca-mino a seguir fue indicado por España. Aun antes de que los esfuerzos de Con-tarini, Giberti, Caraffa y otros reformadores de primera hora dieran sus frutosy dejaran sentir su impacto en Roma, la Iglesia española ya había comenzadoa hacer inventario de su situación y a poner su casa en orden. De la mismamanera que la Reforma fue algo más que un ataque contra los abusos del clero,también la reforma católica, en España y en otros lugares, estuvo acompañadade un renacimiento intelectual y espiritual que fue más allá de una mera co-rrección de los defectos existentes. En España «basta decir que la reforma sepedía por todos los buenos y doctos; que la reforma empezó en tiempo de losReyes Católicos y continuó en todo .el siglo,XVI;que a ella contribuyó en granmanera la severísima Inquisición, pero que la gloria principal debe recaer enla magnánima Isabel y en Fr. Francisco Jiménez de Cisneros)).37Cisneros, con-fesor de la reina Isabel desde 1492. provincial de los franciscanos en Casti-lla, arzobispo de Toledo y primado de España desde 1495, inquisidor generaldesde 1507 y regente del reino en dos ocasiones, dominó la vida religiosa deEspaña durante los veinte años anteriores al inicio de la Reforma.38 Tras renun-ciar, con cierta renuencia, a la vida de retiro, no tardó en convertirse en un hom-bre de poder e influencia, implacable con quienes se le enfrentaban e inflexibleen la consecución de sus objetivos. Como obispo era un auténtico pastor. Apartede dar ejemplo en su persona y en su casa, intentó reformar su diócesis. ata-cando el concubinato eclesiástico e intentando dar contenido a la expresión «curade almas)), amonestando a su clero para que residiera en sus parroquias, predi-cara el Evangelio a sus feligreses todos los domingos y enseñara la doctrina cris-tiana a los niflos. Ese programa de actuación del clero secular alcanzó tan sóloun éxito limitado a pesar de que fue continuado por otros prelados posteriores.

36. Merriman, The Rise 01 the Spanish Empire. vol. III, p. 122.37. M. Menéndez Pclayo, Historia de los hetemdoxosespailoles. Santander. 1946-1948,8 vol~.•

vol. III, p. 32. ,r"

38. Vease M. Bataillon. Érasme el I'Espagne, París, 1937. pp. 1-75 (hay trad. cast.: Erasmoy España, Fondo de 'Cultura Económica, Madrid, 19913).

'A,'it-~,aconsejaba una Yotra vez la paz, «que podamos tener un respiro». Incluso el..,almirante de Castilla escribió en 1531: "La prolongada ausencia de Su Majes-tad de sus reinos españoles, aunque quizás indispensable para la seguridad dela Cristiandad en peligro y el ade,lantamiento de su~ propios puntos de vista.es algo a lo que a-vuestros súbditos españoles cuesta acostumhrarse)).)(i Sin em-

1 bargo, «la seguridad de la Cristiandad en peligro)) exigía la presencia del empe-rador en Alemania y en este punto sus súbditos mostraron hacia él una ciertacomprensión, porque el luteranismo era odiado en España.

LOS AUSTRIAS 0516-1598)76

39. Sobre la reforma de los dominicos véase V. Beltrán de Heredia, Historia de la reformade la Provincia de España, 145{J..1550,Roma. 1939.

40. Bataillon, Érasme et l'Espagne, pp. 17-18.

En España, como en otras partes de la cristiandad, seguían existiendo sacerdo~tes inmorales y mundanos, y entre el episcopado la dignidad era más valorada,muchas veces, que la austeridad. Cisneros. cuya práctica de la pobreza y peni-tencia franciscanas en su condición :de arzobispo de Toledo era notoria, tuvoque escuchar los reproches del papa Alejandro VI por no mantener una ade-cuada dignidad episcopal. En general, el clero secular no estaba a la altura dela misión que le estaba encomendada. Ésta es una de las razones del ,progresode las órdenes religiosas. especialmente de los mendicantes, que se convirtieronen una elite espiritual, siendo considerados por los laicos como los auténticosrepresentantes del ideal cristiano. También en ese sector eran necesarias las re-formas, pero las perspectivas eran más favorables y la resistencia menos obsti-nada. Cisneros, contando con el apoyo de la corona y la sanción de Roma, co-menzó a elevar el nivel de las casas religiosas, con. algunas dificultades en elcaso de los benedictinos, pero con mayor éxito entre sus compañeros francisca-nos, donde sus métodos consistieron en dar preeminencia a los observantes enlugar de a los conventuales. Los dominicos ya habían iniciado un programade reforma basado en la observancia más estricta de las normas de la orden,y acompañado de un renacimiento educativo y teológico que se reflejó en lafundación del colegio de San Gregorio en Valladolid en 1496 y de la universi-dad de Ávila en 1504.39 Gracias a esos esfuerzos el nivel de las órdenes monás-ticas en España -y el número de sus miembros- era superior al del resto deEuropa, y no es una simple coincidencia que en los reinados de Carlos V y Feli-pe II fueran sus misioneros los que llevaron la fe cristiana hacia las nuevasfronteras.

Cisneros no sólo era un hombre lleno de celo, sino también clarividente yél fue el principal inspirador de la idea de que la nueva cultura se situara alservicio de la Iglesia. La fusión de sus intereses religiosos y culturales, juntocon la oportunidad que proporcionaban los inmensos ingresos de la sede deToledo, determinaron la fundación de la universidad de Alcalá, que comenzóCisneros en 1498 y que se inauguró diez años después. Se pretendía que estainstitución ofreciera una preparación eclesiástica completa -elemental, inter-media y avanzada-, y que de ella surgiera una elite clerical para ocupar loscargos de la Iglesia española. Los estatutos que dio a la universidad seguíanel modelo de los de la de París y muchos de los profesores, como Pedro de Ler-ma, primer rector de Alcalá, habían estudiado en la Sorbona. Pero fue la fa-cultad de teología la que distinguió a Alcalá de las restantes universidades es-pañolas. Al crear cátedras no sólo de teología tomista, sino también escotistay nominalista, Cisneros reforzó los estudios teológicos en España y les dio unnuevo estatus.-40La nueva universidad creció rápidamente, y lo que había co-menzado como una especie de seminario pronto emuló a Salamanca y se con-virtió en uno de los centros culturales- más brillantes de Europa, destacado no

41. Véase una .:ritica de la Biblia Políglota en ibid., pp. 43-46.

79CARlOS 1 DE ESPAÑA

sólo por sus estudios teológicos y canónicos, sino también por la promociónde las humanidades, las lenguas y la medicina. Cisneros sentó también las ba-ses de una buena biblioteca universitaria, enriquecida con numerosas obras cien-tíficas árabes que se habían salvado de la quema de literatura árabe en Grana-da, que él mismo había ordenado, así como del saqueo de Orán. En Alcaláfuncionaba una imprenta desde 1494, pero también en.este aspecto fue decisivala influencia de Cisneros, pues fue él quien llamó a la ciudad universitaria aldistinguido impresor Arnaldo Guillermo de Brocar y quien le encargó los tra-bajos más importantes, entre ellos la impresión de textos espirituales para laformación cristiana del clero y de la población laica y, sobre todo, de la BibliaPolíglota. La dedicación del humanismo cristiano al servicio del movimientoreformista español se hizo especialmente patente en el desarrollo de los estu-dios bíblicos que alcanzaron su punto culminante en.España antes de que Lu-tero y los reformadores protestantes comenzaran a reclamar para sí la exclusivi-dad de la Biblia. A fin de otorgar a los estudios sagrados una base firme enlas fuentes de la revelación, Cisneros organizó una edición crítica de la Bibliamediante el cotejo de diversos textos. Para ello coleccionó manuscritos, consi-guió el oportuno permiso para que sus colaboradores consultaran los CÓdicesde la Biblioteca del Vaticano y reunió en Alcalá a un grupo de eruditos españo-les y extranjeros. A una serie de judíos conversos como Alfonso de zamora,Pablo Coronel y Alfonso de Alcalá les encomendó la tarea de cotejar los textoshebreo y caldeo, y de establecer una versión correcta, mientras que el cretenseDemetrio Ducas y españoles como Hernán Núñez, Juan de Vergara, Diego 1..6-pez de Estúiliga y AnIonio de Nebrija trabajaban en el texto griego. El resulta-do fue la Biblia Políglota, cinco de cuyos volúmenes contenían el Antiguo yNuevo Testamento impresos en las lenguas originales y la Vulgata latina en co-lumnas paralelas, mientras que el sexto volumen se dedicaba al vocabulario yla gramática. La obra -un gran trabajo, tanto desde el punto de vista de laimpresión como de la erudición- quedó terminada en 1517, aunque de hechono se publicó hasta 1522. Si el trabajo erudito no era impecable, lo cierto esque había comportado una labor investigadora mucho más intensa que el Nue-vo Testamento -anterior y de mayor difusión- de Erasmo, que poseía un co-nocimiento imperfecto del griego y que realizó su trabajo con un material ma-nuscrito insuficiente.41

El renacimiento religioso impulsado por Cisneros~ reforzado por hombresComo Hernando de Talavera, arzobispo de Granada, y continuado más avan-zado el siglo XVI por reformadores como san Pedro de Alcántara santa Teresade Ávila y san Juan de la Cruz, produjo resultados profundos y ~ermanentes.Permitió el perfeccionamiento de las órdenes monásticas y del alto clero en Es-paña hasta tal punto que en los años cruciales de la Reforma la jeraraquía reli-giosa española pudo desempeñar un papel de primera magnitud en los conci-lios eclesiásticos, en especial en el Concilio de Trento. Al mismo tiempo, larevitalización teológica impulsada por los dominicos de la escuela de Salaman-

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42. Véase in/ro, pp_ 316-3~8.43. Véase supra, pp. 32-38; sobre el movimiento para reducir el poder de la Inquisición ~.éase

lea, A History al the lnquisition o/ Spain, vol. 1, pp_ 216-223.

ca como Francisco de Vitoria (1480-1546),Melchor Cano (1509-1560)y Domingode Soto (1494-1560) e intensificada por la recientemente creada Compañia deJesús. permitió a los teólogos españoles no sólo exponer la doctrina catóticáen el gran debate contemporáneo con el protestantismo sino también realizarimportantes contribuciones a los problemas del imperio, las relaciones entrerazas distintas y el derecho internacional, que se plantearon como consecuen-cia de la singularísima posición de España en el mundo. De manera más inme-diata, el hecho de que la Iglesia espafiola ya hubiera emprendido su propia re-forma privó al protestantismo de una gran parte de los argumentos reformistasque utilizaba en el norte y centro de Europa, y contribuyó a que España estu-viera menos expuesta que otros países a ]a propaganda protestante. Por otraparte, la reforma española se había iniciado bajo los auspicios de la monarquíay con independencia de Roma, a cuyo renacimiento religioso se anticipó en mu-chos años. Esto contribuyó a potenciar el poder. de la corona en los asuntoseclesiásticos, alimentó las suspicacias españolas respecto de Roma y tuvo re-percusiones duraderas sobre las relaciones entre España y el papado.42 Fue unaugurio interesante que, antes de que Lutero protestara contra la predicaciónde indulgencias, el cardenal Cisneros la hubiera prohibido en España, no pormotivos doctrinales sino porque pensaba que existían necesidades más urgen-tes que la reconstrucción deja basílica de San Pedro en Roma. Las autoridadeseclesiásticas españolas consideraban poder garantizar la ortodoxia sin la inter-vención de Roma; Sin embargo, el renacimiento espiritual que impulsaron enlos inicios del siglo xV] pronto produjo nuevos brotes que comenzaron a mirarcon desconfianza y tuvo una serie de efectos no deseados. El interés que des-pertaba la vida religiosa determinó un aumento incesante del clero, tanto regu-lar como secular, una gran parte del cual vivía en condiciones de miseria almargen de la religió..ny evadiendo el control eclesiástico. Además, las tenden-cias evangélicas que inspiraron los movimientos de reforma de los franciscanosy dominicos, en especial el enorme crecimiento de los observantes francisca-nos, permitió la incorporación de numerosos individuos poco fiables cuyo en-tusiasmo los inclinaba hacia las exageraciones del iluminismo y, según opina-ban algunos, incluso hacia el protestantismo. Al mismo tiempo, el castigo delos desórdenes monásticos por parte de Cisneros sancionó de alguna forma losaiaques contra el clero regular en general, siendo éste uno de los rasgos del éxi-to de Erasmo en España.

El instrumento para hacer frente a la heterodoxia, real o potencial, era laInquisición.43 Entre 1510 y 1520 aproximadamente. el prestigio de la instituciónse situó en el punto más bajo desde su establecimiento. Su campaña implaca-ble contra los cristianos nuevos había aplastado cualquier posible amenaza parala ortodoxia procedente de esa dirección, y había quitado fuerza a una de lasprincipales justificaciones de su existencia, en tanto que sus métodos arbitra-

~. Bataillon, Erasme el I'Espagne, pp. 65.75, 179-242; Kamel1, Inquisition and Society inSpam, pp. 67-68; Haliczer, lnquisilion and Society in 'he Kingdom o/ Valencia, pp. 276-217.

45. A. Selke, «Algunos datos nuevos sobre los primeros alumbrados)), Bulletin Hispanique,LXIV (19l2), pp. 12l.152.

81CARLOS t DE ESPAÑA

~.f.,ro~:noS y absolutistas eran el blanco de una crítica cada vezmás generalizada. Quie-

l';t- nes se oponían a la Inquisición dirigieron sus ojos esperanzados al nuevo mo-"l. narca, Carlos V, y dl;lrante un tiempo el destino de la institución estuvo pen-diente de un hilo. El joven rey, de quien se sabia que se oponía a los métodosdel tribunal de acusación secreta y confiscación de las propiedades, fue instadoa reducir sus poderes y sus funciones. Pero por lo que respecta a Carlos V, lapostura contra la Inquisición perdió toda su fuerza cuando los críticos de lacorona de Aragón recurrieron a Roma para reforzar su postura. El emperadorrechazó con ~gual fuerza que sus antecesores la intervención papal. especial-mente porque amenazaba cpn poner fin al control que la corona ejercía sobreel tribunal. y por esa razón abandonó el proyecto de reforma de la Inquisicióny silenció a sus enemigos. A partir de 1523 no había dudas de que la Inquisi-ción española había sobrevivido a la crisis con el apoyo de la monarquía y con-servaba intacto todo su poder. Ciertamente, ahora podía apuntar hacia nuevosobjetivos: no sólo continuó su incansable persecución del judaísmo, sino queen la era de Lutero dirigió cada vez más su atención a dos grupos •.los iluminis-tas y los erasmistas.

La secta de los iluministas, o alumbrados, era de origen exclusivamente es-pañol, como lo revela tal vez su peculiar ,carácter místico. Surgida con indepen-dencia del protestantismo, existía ya en 1512 en Guadalajara y Salamanca, ycomenzó a existir entre un grupo de franciscanos, algunos de los cuales eranconversos de ascendencia judía.44 El iluminismo era una aberración del misti-cismo. Su credo (;onsistía en la sumisión de la voluntad a Dios y en la .capaci-dad -o supuesta capacidad- de establecer comunicación personal con la esen.cia divina por medio del éxtasis, considerando que en tales ocasiones no podíancometer pecado, lo cual los llevaba frecuentemente a determinar la inutilidadde las buenas obras. Algunos de sus practicantes encontraron en estas doctri-nas un pretexto adecuado para dar rienda suelta a sus pasiones sexuales, y noes una mera coincidencia que uno de los cabecillas no oficiales del movimientofuera la enamoradiza Francisca Hernández, «de quien los hombres hablabancon fanática veneración y las mujeres Con no tanto respeto».45 Otros simple-mente se presentaban como santos y profetas, muchas veces con fortuna, con-siguiendo la protección de la nobleza. A comienzos del decenio de 1520 se des-cubrió en Toledo un floreciente grupo de iluministas, formado en su gran mayoríapor monjas y frailes. La Inquisición no encontró dificultades para erradicarlo,y mediante un edicto del 23 de septiembre de 1525 condenó la doctrina del ilu-minismo. A partir de entonces el movimiento tuvo escasa importancia, perola Inquisición mantuvo siempre una estrecha vigilancia sobre los sospechososde pertenecer a él, de manera que todo aquel que estuviera animado de entu-siasmo religioso era un probable sospechoso. Así, Ignacio de Loyola, el futuro

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46. Sobre los iniciós del protestantismo en España véase J. E. Looghtrrst, «Luther in Spain:152Q..154011. Proceedings o/ the American Philosophical Society, cm (1959), pp. 66-73.

47. Como sei'1a1aLea, A History o/ the lnquisition o/ Spain, vol. 11I, p. 413. es dificil darcrédito a una acusación de estas caracteristicas en esa fecha.

48. Véa~e J. E. Longhurst, Luther and the Spanish lnquisition.' (he case o/ Diego de Uceda,

1528-J529, Albuquerque, 1953.

fundador de la Compañía de Jesús, fue encarcelado en 1527 e interrogado entres ocasiones como sospechoso de inclinaciones iluministas.

Aunque el iluminismo español precedió a la revuelta luterana, muchas desus doctrinas -como la inutilidad de las obras externas- eran similares a lasdel reformador alemán y, de hecho, 'este movimiento preparó el camino parala iIÍtroducción del protestantismo en España." En 1520 se publicó en Flan-des una traducción española del comentario de Lutero a la Epístola a los gála-tas, a la que siguió la de su obra Libertad. del cristiano. Poco era lo que se sabíaen este momento en España sobre Lutero más allá de un rumor general sobreun «hereje que se ha levantado en Alemania». Pero alentado por Roma, el in-quisidor general Adriano publicó el 7 de septiembre de 1521 el primer decretocontra libros luteranos en España. A partir de entonces las autoridades ec1e-.siásticas mantuvieron una estricta vigilancia contra la penetración de literaturay misioneros luteranos, especialmente en los puertos del norte, aunque no con-siguieron un éxito total. Un decenio después de iniciada la rebelión luterana,nuevos nombres, desconocidos para la mayor parte de los espafioles, se habíanañadido a la lista de reformadores protestantes Ysus escritos se difundían porEspaña sin c.ortapisas. Los propios inquisidores no siempre estaban seguros res-pecto a cuáles eran.sus objetivos, Ysu incapacidad para identificar las doctri-nas heréticas con un mínimo atisbo de seguridad explica en parte la torpezade sus métodos y la virulencia de sus acusaciones. Los juicios aislados de su-puestos luteranos que se celebraron en los años 1520 y 1530 no revelaron la exis-tencia de una herejía organizada en España, pero demostraron más allá de todaduda cuán fácil era utilizar la Inquisición como medio de ejercer una venganzapersonal y hasta qué punto un numeroso sector de la sociedad laica españolaignoraba las doctrinas católicas más elementales. En diversos lugares se señala-ban coma víctimas a algunos españoles y extranjeros. En 1523 el tribunal dela Inquisición de Mallorca ejecutó a un tal Gonsalvo el Pintor como sospecho-so de luteranismo.47 En 1524 un alemán llamado Blay Esteve fue condenadocomo luterano por el tribunal de Valencia y en 1528 un individuo de nombreCarne lis, pintor de Gante, fue encontrado culpable de luteranismo por el mis-mo tribunal y sentenciado a cadena perpetua. Ese mismo año el tribunal deToledo comenzó el juicio contra Diego de Uceda, sobre el que pesaba la acusa-ción de luteranismo. Este caso es singular entre los primeros procesos, en parteporque es el primer caso de luteranismo juzgado en Toledo y tambiéJ?-porqueUceda no era luterano, sino seguidor entusiasta de las enseñanzas de Erasmo ..;8

La difusión de las doctrinas de Erasmo inició una nueva fase en el renaci-miento español. Hasta cierto punto el terreno estaba ya abonado. La estimade que gozaba la erudición en España propiciaba un clima intelectual favora-

49. Batail!on, Érasme et I'Espagne, pp. 77.78.. 50. Véase in/ro, ~p. 88-89; sobre la relación entre el erasmismo, la tradición hebrea y el ilumi-

nismo véase E. Asenslo. «El erasmismo y las comentes espirituales afines)), Revista de FilologlaXXXVI (t952), pp. 31-99. '

51. Bataillon, Érasme el I"Espagne, pp. 172-177,253-257.

83CARLOS I DE ESPAÑA~"..'"-~,,;ble a la introducción de sus escritos. En 1516,tras la publicación de su versÍón

del Nuevo Testamento, el propio Erasmo fue invitado a Espafta por el cardenalCisoeros, aunque "finalmente la visita no se llevó a efecto.49 Al mismo tiempo,el ataque contra los abusos monásticos iniciado por los reformadores españo-les, aunque tenía un contenido más positivo que la ridiculización de las órde-nes religiosas realizada por Erasmo, posibilitó un nuevo punto de contacto. Eras-mo, que defendía la necesidad de una reforma general de la Iglesia, convertíaen objeto de sus sátiras a todo aquel que consideraba responsable de corrup-ción, instando al retorno a la sencillez de los tiempos apostólicos. En las etapasiniciales de la ruptura de Lutero con Roma se negó a tomar partido y aconsejómoderación a ambas partes. Desde su punto de vista, la Iglesia tenía que refor-marse antes de comenzar a condenar otras doctrinas. Sin embargo, en 1521susprincipios 10 oblig~ron a enfrentarse a Lutero sobre la cuestión del libre ~lb~-dría y a partir de entonces en España quedaron disipadas las dudas que exis-tían respecto a su ortodoxia. Poco importaba a los españoles que en Roma hu-biera reservas sobre sus doctrinas, por cuanto la política de Clemente VIIdespertaba suspicacias en España y era hostil a Carlos V. Lo cierto es que lasopiniones de Erasmo fueron bien recibidas por aquellos que ambicionaban laconcordia cristiana y deseaban alcanzarla bajo los auspicios del emperador másque del papa. so En la corte de Carlos V había influyentes partidarios de Eras-mo, entre los que se incluía el secretario del emperador, el latinÍsta Alfonso deValdés. Desde 1522 la corte se hallaba en España y, por tanto, los erasmistasespañoles ocupaban una posición estratégica para promocionar y proteger losescritos de su maestro. En la universidad de Alcalá los seguidores de Erasmoeran más numerosos aún que en la corte, mientras que Juan de Vergara, quehabía trabajado en la Biblia Políglota, colaboró en e'lapoyo del erasmÍsmo conel prestigio de su erudición y la influencia de su posición como secretario delarzobispo Fonseca. Esto tenía gran importancia. Los dos cargos eclesiásticosmás importantes de España estaban ocupados por entusiastas de Erasmo. Unode ellos, Alfonso de Fonseca, arzobispo de Toledo, le concedió una pensiónde 200 ducados de oro mientras trabajaba en la edición de las obras de SanAg~stín, y Alfonso Manrique, arzobispo de Toledo e inquisidor general, lo pro-tegIó cuando Edward Lee, embajadnr de Enrique VI1I en España, inducia alos franciscanos a que lo acusaran de herejía.

Entre 1522 y 1525 se produjo el triunfo del movimiento erasmista en Espa-ña. Acogidos con entusiasmo por los humanistas y con la aprobación de Fon-seca y Manrique, muchos de sus escritos se publicaron en traducciones españo-l~.sl El propio Erasmo, que en un principio desconfiaba del clima de opiniónexIstente al otro lado de los Pirineos, no tardó en ser consciente de la populari-

LOS AUSTRIAS (1516-1598)82

52. ¡bid., pp. 260-284.53. [bid., pp. 298-299.54. Véase in/ro, p. 89; Bataillon. Érosme el /'Espagne, pp" 373-393, 395-414, 417-419.55. J. E. Longhurst, Erasmus and the Spanish lnquisition: 'he case o/ Juan de Valdés, Albu-

querque, 1950.

85CARLOS 1 DE ESPAÑA

56. Bataillon. Érosme el I'Espagne, pp. 467-532.57. Citado en ¡bid., p. 529.

,{fiola,consciente del progreso del protestantismo en otros países, comenzó a mos--~trarsecada vez más sensible a las críticas y menos capaz de tolerar la disensión,ii:;-aunquefuera ortodoxa. La Inquisición, actuando sobre la base de una inter-,'-pretación muy amplia de la herejía, reanudó su campaña con creciente energía) y súbitamente derribó las defensas de los humanistas, tanto en la corte como..en las universidades.~6 En junio de 1529 Carlos V partió de España hacia lta-'.."lia, llevando consigo a muchos de los cortesanos erasmistas influyentes. En"di-i' ciembrc de ese mismo año el inquisidor general Manrique, que era todavía un: firme defensor de Erasmo. fue expulsado de la 'corte por contrariar a la empe-rd.triza propósito de un asunto matrimonial sin importancia. Cuando Carlos Vregresó a España en 1533 la Inquisición ya había conseguido asociar, a los ojosde la opinión pública, las enseñanzas de Erasmo con las herejías de Lutero ylos principales erasmistas españoles se hallaban en prisión, acusados de proto-luteranos, o habían huido del país. Juan de Vergara, hombre de vasta culturay conocimientos y cristiano nuevo -hecho siempre significativo para" laInquisición- fue encarcelado ,en 1533, a pesar de los esfuerzos que desplegópara evitarlo su protector, el arzobispo Fonseca. El procedimiento que se si-guió contra Vergara era característico de la Inquisición y muy eficaz: se le ca-lumnió con acusaciones de luteranismo, iluminismo y erasnüsmo, presentandolas tres acusaciones como parte de una misma herejía.

También se investigó a diversos eruditos de la universidad de Alcalá. Su rec-tor, Pedro de Lerma, era un viejo seguidor de Erasmo. En 1537 abandonó launiversidad cuando contaba setenta años de edad, pero ese mismo año fue en-carcelado por la Inquisición acusado de herejía. Después de un largo proceso,durante el cual se le acusó de utilizar en sus sermones algunas de las enseñan-zas de Erasmo. fue obligado a retractarse públicamente, en todas las principa-les ciudades de España donde habia predicado. de once proposiciones califica-das de heréticas, escandalosas y perversas. Asimismo, se le exigió que declararaque las falsas doctrinas que había predicado en sus sermones le habían sidoinspiradas por el diablo para sembrar el mal en la Iglesia. Lerma abandonóEsp~ña a la primera oportunidad y regresó a la Sorbona, donde en otro tiempohabía sido decano de la Facultad de Teología. Allí habria de permanecer, ne-gándose a volver a su país de origen donde, según afirmaba, las personas cul-tas no podían vivir entre esos perseguidores. En 1538, con la muerte del inqui-sidor general Manrique desapareció, en Espafia, la última figura erasmista queocupaba una posición de autoridad en la Iglesia. Poco importaba que Eras-mo hubiera expresado públicamente, hacía ya mucho tiempo, su oposición aLutero. Luis Vives escribió desde el extranjero al erudito holandés: «estamospasando por tiempos difíciles, en que no se puede ni hablar ni callar sin peli-gro. En España han sido encarcelados Vcrgara y su hermano Tovar. como tam-bién otros hombres doctos. En Inglaterra, los obispos de Rochester y de lon-dres, y Tomás Moro. Ruego al cielo que te dé una vejez tranquila»S7. En 1538

LOS AUSTRlAS (1516-1598)

dad de que allí gozaba y expresó su gratitud por ello: «debo más a España quea mi propio país o a otro cualquiera». Sin embargo también tenía enemigos.En España, así como en otros lugares, continuaba con toda virulencia la con-troversia sobre su ortodoxia y la tensión aumentó a medida que se radicalizóel enfrentamiento religioso en Alemania. Las órdenes monásticas, que eran elblanco principal de los ataques de Erasmo, lanzaron su ofensiva y lo acusaronde herejía, especialmente después de que apareciera una traducción españoladel Enchiridion -con una dedicatoria a Manrique- en 1527. Para dar mayorfuerza a sus ataques consiguieron el apoyo de la Inquisición, en la que sóloalgunos de sus componentes eran tan liberales como el inquisidor general y enla que algunos de los oficiales eran también frailes. Para resolver la cuestiónde la ortodoxia de Erasmo. Manrique convocó en Valladolid, en 1527, una asam-blea de 32 teólogos para examinar una lista de proposiciones de Erasmo Y.dadoque, transcurridas seis semanas de discusiones fue imposible llegar a un puntode acuerdo, prohibió los ataques contra el erudito, decisión que un breve papalintentó modificar exculpando tan sólo sus críticas hacia Lutero. ~2Por indica-ción de Alfonso de Valdés, Carlos V envió a Erasmo una carta amistosa en laque le comunicaba que no debía temer una decisión desfavorable para él Yenla que expresaba su convicción personal respecto a su piedad. ~l

Durante los dos años siguientes, mientras se multiplicaban en España lastraducciones de las obras de Erasmo, que alcanzaron entre los sectores más cul-tivados una popularidad muy superior a la que gozaban en cualquier otro país,europeo, algunos de sus seguidores comenzaron a producir también literaturahumanista. En 1527 y 1528Alfonso de Va1désescribió dos diálogos popularesen castellano contra los abusos clericales, justificando el saqueo de Roma porla perversidad del papa y elogiando las proposiciones de Erasmo. ~4El nunciopapal en España, Baltasar de Castiglione, autor de El Cortesano, exigió quese requisaran y destruyeran todos los ejemplares de los escritos contra el papa,a lo cual se negó el inquisidor general. En el verano de 1530Valdés se entrevistópersonalmente con Melancthon en Augsburgo y, aunque en España cobrabafuerza el movimiento de oposición contra él, continuó gozando del favor deCarlos V hasta el último momento. En 1529 el hermano de Alfonso, Juan deValdés, publicó su Diálogo de doctrina cristiana, en el que no sólo ensalzaba ";las virtudes de Erasmo sino que afirmaba que sus enemigos eran estúpidos y f;que d"esconocían el alcance de la piedad cristiana real. En esta ocasión la In-quisición actuó rápidamente y comenzó una serie de investigaciones que deter-minaron la huida de Valdés a Italia y su posterior condena por herejía~ así comola prohibición de sus obras en España. ~~

La condena de Juan de Valdés es un signo de los tiempos. La Iglesia espa-

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58. E. Schiifer, Beitrage zur Geschichte des spanischen Protestantismus. Gütersloh, 1902. 3vols.; vol. n. pp. 1-271, 342, 352.

estaba en vías de desaparecer la expresión abierta del erasmismo en España.El movimiento erasmista, ejemplo, tal vez, de la tendencia de los intelectua-

les españoles a exagerar la importancia de los productos de la cultura extranje.fa, era un movimiento ortodoxo y sus seguidores nunca pretendieron la rupturacon la Iglesia católica. Desde luego. en España no existía un peligro real deque enraizara la herejía y de que el protestantismo alcanzara a la masa de lapoblación. Durante los veinte años siguientes España no constituyó una preo-cupación para Roma con motivo de las nuevas doctrinas procedentes del nortede Europa. Hubo incidentes ocasionales de individuos aislados que fueron en-carcelados por la Inquisición acusados de luteranismo, pero en todos los casosparecen haberse retractado y pocas veces las penas fueron severas. En Francia,Alemania y los Países Bajos hubo emigrados españoles que abrazaron la fe lu-terana y Miguel Servet, hereje para los católicos en su condición de panteísta,y que negaba la existencia de la Santísima Trinidad, suscitó en Cal vino un re-chazo lo bastante fuerte como para atraerlo a Ginebra, donde murió en la ho-guera en 1553. En Espafia hubo sólo 105 casos de luteranismo hasta 1558 y deese número 66 fueron protagonizados por extranjeros. ss La Inquisición espa~Bola, tras haber silenciado a los erasmistas, se sentía lo bastante segura respec-to a la situación religiosa como para no realizar grandes persecuciones de here-jes y una calma relativa se enseñoreó de nuevo en la península. Sin embargo,en el extranjero el monarca español libraba una batalla perdida.

86 LOS AUSTRlAS (1516-1598)

" Capítulo III

EL EMPERADOR CARLOS V

LA MONARQUíA UNIVERSAL Y SUS ENEMIGOS

Para Carlos V y para muchos de sus contemporáneos la unidad de la cris-tiandad bajo el dominio imperial y su defensa frente a los musulmanes y here-jes era.la misión suprema que les había sido encomendada. Sólo él, así parecía,tenía la voluntad y los medios para imponer la paz en Europa y el dominiosobre sus enemigos. «Un monarca, un imperio y una espada», el ideal expre-sado en los nobles versos de Hernando de Acuña, seguía ejerciendo una per-manente atracción sobre muchas personas en un mundo dividido y amenaza-do. Sin embargo. algunos súbditos de Carlos V alimentaban ciertas reservas;muchos españoles creían que su acceso a la dignidad imperial perjudicaba losintereses nació'ñ::i.lesde su país. Inevitablemente, la diversidad de su herencia,por _mucho poder que confiriera a su misión internacional, incrementaría laspresiones sobre España com.o consecuencia de los compromisos en el exterior,perjudicaría sus perspectivas y haría que disminuyeran sus recursos. En conse-cuencia, el pueblo español se mostraba favorable a una política nacional, fren-te a la política imperial, y los administradores españoles de Carlos V conside-raban a su señor rey de España más que emperador de Europa. 1 Sin embargo,lo cierto es que los contemporáneos no utilizaban el término «imperia!» para

. referirse a la política de su monarca. Éste es un concepto añadido por los histo-riadores posteriores y atribuye una coherencia y una premeditación a la políti-ca de Carlos V que nunca poseyó.

Es cierto que ,la fórmula «paz entre los cristianos y guerra contra los infie-les) da unidad y sentido a la política del emperador y, además, cuenta con lasanción de sus propias manifestaciones. Su declaración ante las' Cortes de La

1. Véase P. Rassow. Die Kaiser-Idee Karls V, Berlín. 1932. pp. 232-233. Véase una visión espa~ftola de la polItica internacional de Cartos V en J. M. Doussinague, Lapolítica exterior de Espailaen el siglo XVI, Madrid. 1949. pp. 123.290.

2. Brandi, The Emperor Charles V, pp. 128.133.3. J. Vicens Vives, dmperio y administración en tiempo de Carlos V)},en Charles-Quint et

son temps, C.N.R.S., Paris, 1959, pp. 9-21, reali7.a un análisis brillante de las limitaciones del con-cepto de imperio de Carlos V.

4. Vease Menéndez Pidal, Idea imperial de Carlos V, por ejemplo.

Corufia no es un caso único. En abril de 1521, exasperado por la actitud deLutero, escribió una declaración personal de principios para la Dieta de Worms:«estoy decidido a empuñar en d.efensa de la Cristiandad mis reinos y dominios,amigos. cuerpo y sangre, alma y vida». Unos días antes. y ante la misma asam-blea, había hecho referencia al tema de la organización imperial en Alemaniay a los obstáculos que planteaba el particularismo de los príncipes y afirmó:«nuestro deseo y voluntad es que no haya muchos señores, sino uno solo, comoestá constituido el Santo Reino de los Cieios».2 Ocho años después. pronun-ció su famoso discurso en Madrid (el 16 de septiembre de 1529) en el que anun-ciaba su marcha a Italia para ser coronado por el papa y convencerle de la ne-cesidad de reunir un concilio general que restableciera la unidad católica. Pareceque además de atribuir al imperio una misión religiosa lo veía como una enti-dad política, aunque sólo pretendía conservar su propio legado y no extendersepor medio de conquistas. Sin embargo, es discutible si las ideas que expresóen su discurso de Madrid -muchas de las cuales eran moneda de uso corrienteen la mayor parte de los monarcas de la época- correspondían realmente a Car-los V o derivaban simplemente de la influencia de Gattinara.

De cualquier forma, las palabras de los gobernantes no son necesariamentelos mejores indicadores de su política. En la práctica, Carlos V no considerónunca todos aquellos aspectos que conllevaba una politica imperial ni estable-ció un sistema de prioridades que pudiera dar contenido a sus palabras. Lo ciertoes que le asediaban demasiadas preocupaciones. much:as de ellas contradicto-rias, como para poder atender a todas ellas e integrarlas en un programa cohe-rente. Dados sus intereses concretos, no podía existir una política imperial, uni-versal o supranacional, y sin una organización imperial no podía existir unimperio.3 En Carlos V destaca su papel de heredero, y no de creador, y el mó-vil de su política hay que encontrarlo en la defensa de los elementos concretosde su herencia.

Sin embargo, no puede decirse que no hubiera «imperialistas» en la cortede Carlos V. Su Gran Canciller Gattinara lo ilustró sobre su destino imperiale intentó dotarlo de una organización imperial. Pero para Gattinara Italia -otrointerés concreto y fuente de conflictos, que no de paz- era el centro de un nue-vo imperiO cristiano e intentó persuadir a su señor para que lo jugara todo ala carta de su dominio allí. No hay que exagerar la influencia de Oattinara,que ya había comenzado a desvanecerse antes de su muerte en 1530. Además~incluso durante los años de administración de Gattinara la política realista deCarlos V, sobre todo con respecto a Francia, poco tenía que ver con una «Uni-versitas Christiana» que algunos historiadores le han atribuido inmediatamen-te después del saqueo de Roma por las tropas imperiales en 1527.' La expre-

5. BatailloiJ. Érosme et I'Espagne, pp. 243-253.6. Véase J. Sánchez Montes, Franceses, Protestantes, Thrr:os. Los espailoles ante la política

internacional de Carlos V,Madrid, 1951 y su o:a.men crítico por M. Bataillon en Bu//etin Hispani-que, LIV (1952), pp. 208-211; tambien Sánchez Montes, «Actitudes del espanol en la época de Car-los V}), Estudios Americanos, 1II (Sevilla, 1951), pp. 169,199.

89EL EMPERADOR CARLOS V

.-:"~sión de esa filosofía no correspondía a Carlos V sino a la pluma de su secreta-2: 'rio~ el latinista Alfonso de Valdés, uno de los muchos humanistas españoles, que escribieron a favor de la causa imperial.

En respuesta a la protesta papal contra los excesos de las tropas de Carlos V,Valdés escribió una dura diatriba contra la política de Clemente VII, argumen-

~~.tanda que el saqueo de Roma era el castigo de Dios a los pecados del papa. y de su corte dominada por el vicio, mientras que el emperador deseaba resta-blecer la paz entre los reinos cristianos para luchar contra Jos turcos e imponeruna vezmás la concordia en la Iglesia. Pero esos ideales no eran específicamen-te españoles y no reflejaban la política calculadora del emperador. Eran la pro-

......paganda de los humanistas y erasmistas, muchos de los cuales contemplabanla restauración de la unidad cristiana por medio de una monarquía universaly dirigían su mirada al emperador, antes que al papa, para Ia-.salvación de lacristiandad. ~En 1527, el humanista español Luis Vives, emigrado de su patria,escribió a Erasmo en referencia también a la victoria de Carlos V en Italia yal saqueo de Roma: «Cristo ha concedido a nuestro tiempo la más hermosaoportunidad para esta salvación, por las victorias tan brillantes del Empera-dor, y gracias al cautiverio del Papa». Algunos de los hombres de letras espa-ñoles defendieron la idea imperial no sólo con sus plumas sino también consus espadas. Así, Boscán participó en la expedición para liberar Rodas en 1522,Garcilaso de la Vega fue herido en África y murió en el asalto del castillo deMai en Provenza en 1536, Hernando de Acuña luchó en Francia y Alemaniay participó en la batalla de San Quintín en 1557y, años más tarde, Diego Hur-tado de Mendoza, además de escribir la historia de la guerra contra los moris-cos de Granada participó en ella.6

Un administrador como Francisco de los Cabos, que vigilaba los costes,que afirmaba que había que volver a ocuparse de los intereses españoles másinmediatos y que instaba a Carlos V a permanecer en España y gobernar a supueblo en paz y prosperidad, puede parecer extraordinariamente prosaico allado de estas figuras heroicas. Pero la administración reflejaba las realidades,mientras que los humanistas suministraban sueños. Esto se hacía evidente nosólo en la ausencia de una organización imperial, hecho que ya se ha señalado.sino también en la distribución de los costes del imperio y de sus beneficios.En ambos casos el mayor porcentaje se asignaba a Castilla, pero el imperio queCastilla valoraba se hallaba en América. no en Europa. Pese a que durante uncierto tiempo imperó una cierta relajación, autorizada por Carlos V, el imperioamericano era un monopolio de Castllla. Es cierto que entre 1524 y 1538 Car-Ias V trató de ampliar el permiso de comerciar y residir en las Indias a todoslos súbditos de su imperio y durant~ esos años una serie de extranjeros, espe-

LOS AUSTRIAS (J516.1598)88

1. Carlos V, de Tiziano, detalle (reproducido por cortesía del Musco del Prado).

7_ R_Konetzke, «La legislación sobre inmigración de extmnjeros en América durante el reina-do de Carlos V», en Charles.Quint el son ternps, C.N.R.S., Parí.5, 1959, pp. 93-1l1.

91EL EMPERADOR CARLOS V

pecta al material humano, pues Carlos V continuó la política de sus anteceso-res españoles de excluir de las Indias tanto a los comerciantes como a los misio-neros extranjeros. He aquí una prueba más de que en el imperio de Carlos Vlas fuerzas individuales eran más fuertes que las colectivas y de que Españase estaba revelando como la más poderosa de esas fuerzas individuales.

Sin embargo, la idea de un gobernante y un imperio no sólo era considera-da con reservas por los españoles sino que era necesariamente rechazada porotros gobernantes y otras naciones que la consideraban como una afrenta a susoberanía. Es cierto que en la práctica Carlos V no tuvo que elegir simplementeentre el imperio y el Estado nacional, y es comprensible que intentara conser-var las posesiones que su singular posición dinástica le había permitido conse-guir. Ningún gobernante del siglo XVI renunciaba voluntariamente a una heren-cia. ¿A quién habría podido donar Carlos V sus posesiones más distantes? Lasituación de Europa en Jos albores del sigJo XVI favorecía todavía la existenciade superestados, para cuyo gobierno existía un poder administrativo y militarmayor aún del que habían gozado los gobernantes medievales, y sería un ana-cronismo insistir en que en ese momento los estados universales estaban con-denados a desaparecer. Existían todavía zonas de Europa que no estaban pre-paradas para la soberanía nacional, y ante la política francesa en Italia a partirde 1494y las aspiraciones de Francisco 1 al imperio en 1519 no es posible dese-char la idea de que si España no las hubiera reclamado para sí lo habría hecho. Francia. También los monarcas franceses tenían ambiciones dinásticas no muydiferentes a las de los Habsburgo. Pero lo cierto es que Francia estaba a la de.fensiva.

La permanente hostilidad de Francia puede explicarse como un mecanismode defensa de un Estado centralizado y unificado que se veía cercado por elpoder de Carlos V. Es cierto que la rivalidad francoespañola era anterior a laentronización de Carlos V y la idea de cercar diplomáticamente a Francia yahabía sido contemplada por Fernando de Aragón, que forjó la alianza anglo~germano-española que continuó el emperador. En parte, la rivalidad era tam-bién inevitable como consecuencia de la vecindad de dos grandes potencias. PeroCarlos V afiadió una dimensión nueva al conflicto con Francia. Desde el mo.-'mento en que ocupó el trono de-España, la frontera espafioJa con Francia dejóde estar únicamente en los Pirineos para extenderse a muchas otras partes deEuropa. De hecho, el poder de Carlos V presionaba sobre Francia en casi todassus fronteras: en el norte desde los Países Bajos y Artois, en el este desde elFranco Condado y en el suroeste desde España y el Mediterráneo. Así las co-sas, Francia tenía que elegir entre la lucha por conseguir una existencia indew

pendiente como una gran potencia o la aceptación, de la condición de Estadosatélite, que conllevaba el riesgo permanente de intervención. Para Francia ésteera un problema nacional y la cuestión de [talía, aunque influyó de maneraimportante para agravar la rivalidad. era secundaria. El principal objeÜvo dela política francesa era el de resistir el enorme poder de los Habsburgo, gol-peándolos, al mismo tiempo que lo hacían sus otros enemigos, los alemanesy los turcos. y con la mayor fuerza posible, en su punto más sensible, ya fuera

LOS AUSTRIAS (1516-1598)

cialmente alemanes, participaron en el"comercio y las empresas coloniales.7

Pero las razones que explican esta actitud eran financieras y técnicas. y respon-dían al intento de Carlos V de conseguir los recursos navales y los capitalesnecesarios para la expansión colonial. Desde luego, no se dejaban sentir sobreellas la influencia de las ideas supranacionales de los humanistas.,ni su fe enla misión y las posibilidades universales del imperio. En cualquier caso, tos es-pañoles tenían sus propios intereses comerciales, y no estaban dispuestos a com-partirlos con otros súbditos del emperador, cuyo único punto de contacto conEspaña era una herencia dinástica. Incluso la misión cristiana de España enel Nuevo Mundo era nacional más que universal, cuando men~s por lo que res-

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8. Sobre los problemas de EspaJ'Ja en el Mediterráneo véase la gran obra maestra de F. Brau-del. La Méditerranée el le monde méditerranéen a i'époque de Philippe 11. París. 1949 (hay trad.cast.: El Mediterráneo, Espasa-Calpe, Madrid. 1988).

Alemania, Italia o el Mediterráneo. La omnipresencia del poder de los Habs-burgo determinaba que no fuera difícil encontrar aliados contra él. Uno de elloseran los turcos.

En el imperio otomano Carlos V encontró no sólo una potencia terrestreformidable sino también a su más poderoso enemigo marítimo. Una vez máséste era un conflicto heredado, pero en tanto que con sus predecesores Españahabía tenido que hacer frente al islam prácticamente en solitario, ahora se en-frentaban en el Mediterráneo dos sistemas imperiales similares pero incompati-bles. Al mismo tiempo, y debido a que los intereses de Carlos V eran muchomás extensos, su responsabilidad no se limitaba a la defensa de España, sinotambién de otras partes de Europa, ya que el impresionante poderío de los tur-'cos se dirigía contra tres zonas: la Europa oriental, el Mediterráneo y España.El avance turco hacia el norte, en dirección al centro de la península balcánica,ya había comenzado antes de la captura de Constantinopla en 1453, pero a partirde esa fecha la frontera entre el imperio turco y la cristiandad se desplazó máshacia el interior de Europa y con la conquista de Belgrado en 1521, año quecontempló el inicio del gran conflicto entre Carlos V y Francisco 1, el Turcoestaba en condiciones de penetrar en Hungría. Sin embargo, la ocupación deConstantinopla había añadido un nuevo factor a la expansión turca. En efecto,al entrar en posesión de muelles y arsenales abandonados y poder acceder fá-cilmente a la madera de los vastos bosques de la zona del mar Negro, el impe-rio turco se convirtió en una gran potencia marítima y comenzó a amenazarlas rutas del comercio occidental con el Mediterráneo oriental. Por ende, yano sólo había que defender la frontera terrestre a lo largo del Danubio sinotambién un nuevo frente marítimo en el levante mediterráneo y en el Adriático,donde inc1u,so Italia se veía amenazada...•.Atravesar el Mediterráneo y atacar España iba más allá de las posibilidades

y recursos incluso del imperio turco, y no existía un peligro real de que las cos-tas españolas fueran atacadas por escuadras procedentes de Constantinopla.8

La flota turca no podía alcanzar España directamente, sino que necesitaba unabase, ya fuera en el litoral berberisco del norte de África o en la costa medite-rránea de Francia. El peligro para España residía en que los turcos tenían alia-dos en ambos lugares y podían encontrar un aliado incluso dentro de España.El poder naval del islam se veía reforzado por la fuerza conjunta de las peque-ñas pero numerosas flotas de los piratas musulmanes del norte de África, quecomenzaron a colaborar estrechamente con" los turcos y que contaban con elapoyo del propio sultán. El vigor y la hostilidad de los moros del norte de Áfri-ca se habían incrementado en los últimos años del siglo xv tras la caída de Gra-nada. Los moros que abandonaron España se refugiaron en las costas vecinasdel norte de África y muchos de ellos continuaron la lucha contra su enemigotradicional, no sólo capturando embarcaciones en el mar sino también reali-

i,

l'.1--

93EL EMPERADOR CARLOS V

'iando incursiones contra la costa española. En este caso, existía el peligro adi-:.cional de que encontraran aliados entre los moriscos, moros que habían decidi-':-do permanecer en Espana y a los que las autoridades españolas consideraban} como un elemento subversivo. En esta coyuntura, en 1516 piratas de origen tUl"-

_.. co establecieron s\l dominio sobre Argel, donde encontraron refugio entonces1/un gran número de sus amigos moros. El nuevo Estado, pronto enriquecido~ gracias al pillaje, Comenzó a construir flotas, convirtiéndose en una potencia

en el Mediterráneo, una amenaza para los cristianos a los que apresaban paraobtener un rescate en dinero, y una fuente de inseguridad en lo que en otrotiempo eran aguas seguras del Mediterráneo occidental. En esta zona estabandirectamente afectados los intereses españoles, así como los de toda Europa,aunque sobre España recaía el grueso de la responsabilidad de la defensa y lacontraofensiva, en una guerra que resultaba perjudicial tanto desde el punto

,'!.' de vista económico como para su prestigio. Como esta situación coincidió conla guerra contra Francia, los dos enemigos de España cooperaron y concluye-ron la alianza francoturca, que fue un escándalo en toda la cristiandad perotambién una tentación irresistible para la diplomacia francesa. Otra tentacióndel mismo tipo era Alemania.

En el mismo año en que Carlos V llegó a España, en 1517, Lutero publicósus tesis contra las indulgencias. La crisis religiosa, junto con los obstáculospolíticos que encontraba el gobierno imperial en Alemania, redoblaron las pre-siones sobre Carlos V y sobre España. Pese a que poseían el título impeñal,los Habsburgo tenían escaso poder en Alemania fuera de sus dominios y pron-to comprendieron que era poco lo que podían hacer contra el partiwlarismode los príncipes alemanes. Además, debido a su distancia de los acontecimien-tos, el monarca español tuvo que renunciar a intervenir personalmente en Ale-mania, aunque mantuvo en sus manos la dirección política. En 1521 nombróa su hermano Fernando representante permanente en Alemania y en febrerode 1522 le cedió sus posesiones austríacas, de manera que Fernando se convir-tió en archiduque de Austria, viéndose así compensado de la pérdida de susperspectivas de futuro en España. La rebelión protestante determinó que Ale-mania escapara aún más al control del emperador y abrió una nueva brechaen sus defensas. Era ésa una debilidad que muchos de sus enemigos podíanexplotar y Francia en particular comenzó a buscar un aliado en las filas protes~tantes, así como en el islam. Al monarca espaftol le resultaba extraordinaria-mente difícil separar los aspectos políticos y religiosos en Alemania. Carlos V,al margen de su propia posición ortodoxa, valoraba la paz religiosa en su "impe-rio como condición necesaria para la unión política. En su aspecto po"lítico elluteranismo podía implicar una mayor independencia de los príncipes respectodel imperio y reforzar el desarrollo de unidades autónomas en las que sus go-bernantes fueran al mismo tiempo cabeza de la Iglesia y del Estado. En rea-lidad, los príncipes no se vieron muy beneficiados por la Reforma, porquesu penuria los obligó a vender territorios eclesiásticos y sus constantes y cadavez mayores demandas de dinero permitieron a las asambleas representati-vas conseguir nuevos privilegios y una cierta influencia en los asuntos ecle-

LOS AUSTRIAS (¡516-1598)92

9. F. L. Carstcn, Princes and Parliaments in Germany from the lifteenth to thc eighteenthcentury, Oxfard, 1959, pp. 431, 437.

siásticos.9 Pero no importa quién saliera beneficiado. Carlos V se vio obliga-do a oponerse al luteranismo. que encarnaba el rechazo de una Alemania im-perial bajo un gobierno central y suponía un nuevo golpe para sus esperanzasde dotar de algún contenido a la idea del Sacro Imperio Romano.

No obstante, los presupuestos religiosos del emperador, aunque no muy ela-borados, siempre fueron totalmente ortodoxos y fue en el terreno religioso dondereflejó con mayor exactitud los puntos de vista que prevalecían en sus reinosespañoles, intensamente antiluteranos. Carlos V debía de ser consciente de ello,pues habitualmente respondía a las quejas sobre sus largas ausencias de Espa-ña argumentando que estaba luchando contra los luteranos. Pero también enese aspecto Carlos V tenía que atender a sus propios intereses, además de teneren. cuenta las opiniones de sus súbditos españoles. Sus objetivos políticos en

. Alemania, que poco tenían que ver con los intereses españoles, lo obligabana mantener abierta la posibilidad del diálogo con los príncipes alemanes. Enconsecuencia, su política hacia el luteranismo fluctuaba entre el deseo de des-truirlo y el de impedir que se atrincherara aún más. Para conseguir el segundoobjetivo estaba dispuesto a negociar, pero esto desencadenó un nuevo conflictocon otro poder, el papado.

Los proyectos internacionales del emperador nunca obtuvieron el apoyo papalque él creía que merecían. Al igual que otros gobernantes europeos, el papaera consciente de la -omnipresencia del poder Habsburgo. En Italia planteabauna amenaza inmediata para él: si e'l mismo rey poseía Milán y Nápolcs la jo-dependencia del papado, atenazado entre esos dos estados, podía verse ame-nazada.

Sin embargo, las reservas que el papa manifestaba respecto al emperadorno eran simplemente las de un hombre de Estado hacia otro, sino que deriva-ban también de motivos religiosos. Nadie en España, y naturalmente tampocola corona, desafiaba la autoridad espiritual del papa pero se intentaba por to-dos los medios minimizar la intervención papal en los asuntos temporales e in-cluso en cuestiones eclesiásticas como los nombramientos y la jurisdicción. Car-los V heredó y reforzó esa tradición. Por ejemplo, en 1523 consiguió de suantiguo tutor y regente, Adriano VI, la concesión perpetua del derecho de pre-sentación para las sedes episcopales. Pero los papas subsiguientes se mostraronmenos complacientes, y los enfrentamientos sobre la jurisdicción eclesiásticafueron una fuente constante de tensiones entre España y el paparlo. Por lo d~-más, el papado veía con desconfianza algunos de Jos objetivos religiosos delemperador y consideraba que o no comprendía las doctrinas de Lutero o su-bestimaba su distanciamiento de la ortodoxia católica. Pero si el papa descon-fiaba de los .objetivos del emperador, también desconfiaba de sus métodos. Muyen especial consideraba que sus críticas a la decadencia moral de la curia y sudefensa de la convocatoria de un concilio ecuménico reflejaban tanto sus inte-reses políticos corno religiosos. Carlos V había recibido el concepto medieval 10. Véa~e H. Jedin, A History 01 the Counci/ 01 Trent, vol. J, trad. ing., Londres, 1957 (hay

trad. cast.: Historia del Concilio de Trento, Eunsa, Pamplona, 1981, 4 vals.). También R. Burgos,España en Trento, Madrid, 1941;C. Gutiérrez, Españoles en Tremo, Valladolid, 1951; F. Cereceda,Diego Lainez en la Europa religiosa de su tiempo, 1512./565, Madrid, 1945-1946, 2 vals.

95EL EMPERADOR CARLOS V

de que el emperador estaba obligado a convocar un concilio cuando la situa-"cióncrítica de la cristiandad así lo exigía. Pero también convenía a sus intere-~ses,en primer lugar porque la probable diferencia de opiniones entre el conci-t lio y el papa permitía al emperador utilizar la amenaza de un concilio parapresionar al papa,do, y Carlos V concedía gran valor a esa arma en su diploma-

.~da antifrancesa. En segundo lugar, el emperador deseaba la celebración de un. concilio en el que pudiera expresarse libremente la opinión protestante para al- .canzar un compromiso a través de una cierta relajación de la disciplina de laIglesia, en aspectos concretos como la autorización al clero para contraer ma-Itrimonio y la celebración de los servicios religiosos en las lenguas vernáculas.En este caso, lo que le impulsaba ~ mantener esa postura era más la políticaalemana que la idea de conseguir la revitalización de la Iglesia. En Espana nuncahabía tenido gran predicamento la teoría conciliar, aunque incluso en la opi-nión española 10 de comienzos del siglo XVI la cuestión de la reforma eclesiás-tica incluía la idea de un concilio ecuménico. Sin embargo, a la Iglesia españo-la le interesaba más el problema práctico de asegurar que se celebraran frecuentesconcilios reformistas y que se garantizara el cumplimiento de sus decretos quela cuestión de la autoridad papal como tal, y siempre hizo gala de una hostili-dad implacable frente al luteranismo en todos .10slugares donde se manifesta-ba. Pero ni siquiera la importancia de España le permitió a Carlos V conseguirla alianza papal. Sus consejeros españoles consideraban, al igual que el propiomonarca, que Pablo lB tenía que abandonar su posición de neutralidad en elconflicto entre su señor y Francisco I. y basaban esa conclusión en que el papaestaba obligado a apoyar a una nación ortodoxa como España antes que a otrapoco segura corno Francia. Pero lo cierto es que cuando el papado abandonósu neutralidad no siempre lo hizo a favor de España.

En el enfrentamiento entre Jos Habsburgo y los Valois, el rey de Francia po-día contar con nUqJ.erososaliados dispuestos a ofrecerle ayuda material y mo-ral: los turcos otomanos, los protestantes alemanes, Dinamarca, el papa y mu-chos príncipes italianos, todos ellos hostiles a Carlos V, en mayor O menormedida. Por su parte, las posesiones europeas del emperador, dispersas y nointegradas en un conjunto coherente. estaban expuestas a numerosos enemigosy contaban con muy pocos aliados. Sólo el rey de Inglaterra y el sha de Persiaapoyaban en ocasiones la causa de los Habsburgo, el primero contra Franciay el segundo contra los turcos. En un mundo hostil, la alianza inglesa podíaser de gran utilidad para Carlos V. El futuro enfrentamiento marítimo-colonialentre España e Inglaterra no se había planteado todavía, aunque estaban co-brando forma los elementos que lo originarían. En cualquier caso, Inglaterrano era todavía una gran potencia. Sin embargo, para el emperador Inglate-rra te.nía una gran importancia diplomática y un valor estratégico aún mayor.

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LAS FUERZAS ARMADAS DEL IMPERIO

ll. Mattingly. Rena;ssance Dt'plomacy, pp. 138-152.12. Sobre el dinero disponible para la guerra véase supra, pp. i2-76.

Una de las primeras iniciativas de política exterior que tomó personalmente elemperador fue la de confirmar la alianza inglesa mediante el tratado de Can-terbury con Enrique VIII en 1520 y mediante el proyectado matrimonio del pro-pio Carlos V can María Tudor en 1521. La boda no llegó a celebrarse pero laalianza perduró casi sin interrupción durante todo el reinado y culminó en otraunión matrimonial, la del hijo de Carlos V, Felipe, con María Thdor en 1554.En ese momento el emperador atribuía una impar.taneia vital a la alianza In-glesa para la defensa de los Paises Bajos y de sus comunicaCiones con España.

97EL EMPERADOR CARLOS V

13. Braudel, lA Médilerranée el le monde méditerranéen lJ I'époque du Philippe 1I, p. 114.14. lbid .• pp. 108-,110.

.~~.vez. el descenso de la construcción naval y, por ende, la pérdida d~ una mano:w. de obra y unos mandos experimentados. Desaparecida la tradición de la cons-f~{:trucción naval, era difícil sustituirla. y Carlos V no lo intentó. Hasta tal punto;.: llegaba la paralización de la costa catalana que cuando en 1562 Felipe II deci-': dió poner en mar..chaun amplio programa de construcción y armamento navaltuvOque conceder los contratos a astiUeros italianos, y para intentar revitalizarel arsenal de Barcelona se vio obligado a utilizar técnicos genoveses.13

El obstáculo decisivo para que España pudiera conseguir el poder maríti-mo era la escasez de pertrechos navales imprescindibles. España se hallaba enuna gran desventaja respecto a los turcos, cuyo aprovisionamiento de maderade la región del mar Negro era ca"i inagotable. Al igual que sus vecinos, se veíaafectada por la deforestación general del Mediterráneo occidental y central. ycarecía de madera suficiente para construir mástiles y de roble para los cascos.En el siglo XVI, España se vio obligada cada vez en mayor medida a aprovisio-narse de madera en el Báltico. lo que significaba mayores distancias a recorrery más obstáculos que salvar que sus enemigos del norte de Europa:l" El go-bierno de Carlos V dedicó muy poca atención a las condiciones esenciales dela posición marítima de España pero, ocasionalmente, el emperador invirtiógrandes sumas de dinero. Al igual que la mayor parte de los gobernantes delsiglo XVI organizaba sus fuerzas navales cuando las necesitaba mediante con-tratos con armadores privados, en lugar de disponer de una armada real per-manente. En España el mayor contratista era Álvaro de Bazán, padre del marquésde Santa Cruz, que fue quien concibió la idea de la Armada Invencible. Porotra parte, la situación del emperador en el Mediterráneo habría sido real-mente desesperada sin los barcos que alquilaba a su aliado genovés AndreaDoria.

Si España no podía proporcionar a Carlos V una flota poderosa, sí pudoofrecerle el mejor ejército de Europa. La larga lucha contra los moros en Espa-ña había determinado el desarrollo de una tradición militar que subsistió trasla caída de Granada en ,1492. La carrera militar se había convertido en una pro-fesión bien considerada y rentable no sólo para la pequeña nobleza sino parael conjunto de la población .. En consecuencia, el reclutamiento no era un pro-blema insuperable y tras la experiencia de la guerra de Granada se establecióen 1496 ona forma modificada de servicio militar nacional que fue el primerpaso en la sustitución de las huestes feudales por un ejército nacional, recluta-do, pagado y controlado por el gobierno central.

El ejército español destacaba sobre todo por su infantería, cuya superiori-dad fue señalada por Maquiavelo y se mantuvo hasta el período de la guerrade los Treinta Aftas. De hecho. las fuerzas de infantería para las guerras en elexterior fueron las únicas organizadas con seriedad en España durante el sigloXVI. Por 10 que respecta a la península. sólo se utilizaban las milicias o fuerzasde policía. ~ su tarea fundamental era mantener el orden público y la seguri-

LOS AUSTRlAS (1516-1598)

Para asegurarse los contactos diplomáticos y defender ~us numerosos inte-reses, Carlos V contaba con una red de embajadas permanentes que había he~redado de Fernando de Aragón y que estaban atendidas por uno de los cuerposdiplomáticos más eficaces de Europa.u Sin embargo, el elemento último en elque se basaba su política eran sus ejércitos y el dinero que se les podíaasignar.12

Una de las necesidades vitales del vasto imperio de Carlos Vera la de man-tener las comunicaciones políticas y comerciales por medio del poder naval,pero, al mismo tiempo, tenía que defenderlo frente a un poder marítimo rivalen el Mediterráneo. Pero era precisamente en el mar donde se hacía patentela 'debilidad de su imperio, en parte por un problema de material humano. Enefecto, en comparación con los recursos humanos de los que disponían los tur-cos y los piratas de Argel, Carlos V sufría de una importante escasez de mari-neros bien preparados capaces de manejar adecuadamente las galeras de su flotadel Mediterráneo. Al carecer de los remeros suficientes. la flota española se veíaobligada a utilizar gran número de presidiarios y prisioneros de guerra, a pesarde 10 cual no podía hacer frente a todos los compromisos. Ante las crecientesnecesidades marítimas que planteó el descubrimiento de América un númerocada vez mayor de marineros españoles. especialmente de Vizcaya y Andalu-cía. comenzaron a participar en las travesías del Atlántico. Por su parte. Cata-luña no estaba en condiciones de desempeñar una función similar en el Me.di-terráneo, pues la decadencia catalana, ya evidente en el siglo xv, era ya totalcuando Carlos V accedió al trono. Su actividad marítima había quedado redu-cida a un comercio de escasa envergadura con Marsena y las islas Baleares, Yen raras ocasiones los barcos catalanes se aventuraban a navegar hasta Cerdeñao Sicilia o hasta los presidios del norte de África. Catalufia, alejada de las zo-nas de pesca del norte de Europa y sin un comercio activo en el Mediterráneo,no estaba en condiciones de ser un «vivero)) de marinos experimentados paralas flotas españolas. Otra de las consecuencias de la interrupción de la activi-dad comercial fue el declive de la flota mercante catalana que produjo, a su

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,,

15, Piero Pieri. «Gosalvo di Cordova e lo origine del modern.o esercito. spagnolQ), Fernandoel Católico e !talia, V Congreso de Historia de la Corona de Aragon, estudIOS, vol. 111, Zarago1.a,

1955. pp. 207.225. . _ . . d 200016 En los años posteriores de la centuna el tamano del terCIOse redUJO a menos e .. .

hombres.

99EL EMPERADOR CARLOS V

. LA WCHA CON FRANCIA

It~;

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:diCión de que se enrolaran en el ejército español. Por último, había siempre"rquienesse ofrecían voluntarios porque no podían ganarse el sustento excepto-mediante el trabajo manual y para algunos castellanos la carrera militar era in-~ iinitamente mejor que trabajar. En efecto, ofrecía perspectivas de ganar dinero. j~üficiente con el que comprar una propiedad en un momento en que quedaban~~muypocos caminos, además de ése, para labrarse una fortuna en España. Las.•:tearreras de algunos de los grandes comandantes de Carlos Y, como Antonio~deLeyva y Fernando de Alarcón, que adquirieron riqueza y gloria, constituyen'~:notablesejemplos de los beneficios que podían obtenerse en la profesión mili-'Mitar y una razón de peso que explica el apoyo que la monarquía universal afir-'roaba tener entre algunos de los súbditos del emperador. Pero si el ejército es-

.~_'pañolreflejaba la situación social de España, también reflejaba con frecuencia.•.,.,.elestado de la Hacienda real. El motín, muchas veces perfectamente organiza-do, era un mal endémico en el ejército español del siglo XVI y generalmente se:producía por la imposibilidad del gobierno de pagar a las tropas. España, aun-"que prolífica en cuanto al número de soldados, no podía aportar tropas sufi-~cientespara las numerosas campañas del emperador, que tenía que recurrir taro-ién a mercenarios reclutados en diferentes partes de sus dominios, como

'alemanes y valones. La disciplina de estos regimientos, menos fiables que las'tropas españolas, dependía totalmente del pago de sus soldadas, lo cual depen-día a su vez;de la capacidad del emperador para conseguir dinero. Sin embar-.~-go,Carlos Y no era el único monarca con dificultades económicas, y aunque,.'susrecursos nunca estuvieron a la altura de sus compromisos, por .lo generalJenía mayor disponibilidad de dinero que su rival europeo más poderoso, Franwcisco 1 de Francia.

.La primera vez en que se puso a prueba la fuerza de Carlos V y Francisco l..:así como su relación con el poder financiero, fue el enfrentamiento por la COfO-

~; na imperial, que se decidió a favor de Carlos V.A partir de entonces el monar-.:..ca francés permaneció siempre atento a la posibilidad de fortalecer su posición~;Latacandolos puntos débiles de su rival. Decidido a sacar partido de la revueltaoe los comuneros en España, Francisco 1 declaró la guerra al emperador (22~deabrii de 1521), comenzando así un nuevo período de conflictos. Un ejércitofrancés invadió Navarra pero era demasiado tarde para beneficiarse de los de-sórdenes de Castilla, donde, de hecho, los rebeldes se situaron .Hado del ejér-:~ito real para rechazar a los franceses y pusieron fin al intento de Navarra de.recuperar su independencia bajo la protección de Francia. Sin embargo, este,tipo de hostilidades fue en gran medida accidental, pues el principal escenario

.' .de la guerra, y. el enfrentamiento permanente, se hallaba en Italia.;{ En tanto que la política de ChU:vres, que.murió en mayo de 1521, se habíai:.dirigido a conseguir la protección de los Países Bajos buscando fórmulas de--.r~;entendimientocon Inglaterra y Francia, Gattinara deseaba convertir a Italia en

LOS AUSTRIAS (1516-1598)

dad. La caballería era considerada comO un arma subordinada,que aco~paña-ba a cada regimiento de infantería. Estos regimientos habían sIdo orgamzadosoriginalmente por un brillante y joven oficial de Fernando e Is~bel, su Gra~Capitán Gonzalo de Córdoba.l' En las guerras de Italia de comle~zos del SI-

glo XVIhabía conseguido aumentar la efl~acl~.de las u":ldades espan.ol~s mtro-duciendo cambios radicales en su orgamzaClOn, cambIos que consistieron .enel refuerzo del armamento al añadir lanceros y arcabuceros, y en el perfecclo~namiento de la táctica prestando atención a la movilidad. Las reformas d~ Gon-zalo de Córdoba, junto con la introducción del tercio en 1534, que Pf~oa serla unidad básica, significaron una revolución en la forma de combatIr de. lainfantería, que estableció la reputación del ejército españo~ durant,e, los CIenaños siguientes. La esencia de este método consistía en la l~tegraclon de I~diferentes armas. De los 3,000 hombres que forma~:n un tercIO cs~añol, habla1.500 lanceros, 1.000 rodeleros y 500 arcabuceros. En la formacl?n de bata-lla los lanceros se situaban en formaciones cuadradas protectoras" quedandolos rodeleros en el centro de forma que pudieran sorprender al enenngo cuandose produjera la lucha cuerpo a cuerpo. Esas formaciones en cuadrado eran muy .difíciles de romper, sobre todo porque contaban con el fuego de apoyo de los ~arcabuceros y de la artillería, situados en otro lugar.

Los tercios españoles, así llamados probablemente por los tres e!ementosde los que estaban compuestos, aparecieron por primera vez en ItaIta y ~r,anconocidos por el nombre de las regiones donde e~taban ac~~tona~os, MII~,n,Nápoles, Sicilia o Cerdeña. Más tarde, cuando FelIpe 1I decIdió enviar un eJer-cito a los Países Bajos, creó el tercio de Flandes. Los hombres que los compo-nían pertenecían a las diversas nacionalidades del imperio, pero Carlos V y susucesor mostraron una predilección especial po~ el soldado e,spañ.ol, que erael que les inspiraba más confianza, y en la medida de lo posl~le se mantuvola homogeneidad en los regimientos españoles. En Espafia~ las dIez o ~oce com-pañías que constituían un tercio se formaban con :?luntano~. La HaCienda. realfirmaba un contrato con un capitán cuya reputaclOn garant~zaba su capaCidadpara reclutar el número de soldados necesario, Luego, los msp~ctores. del g~-bicrno comprobaban, antes de pagar al capitán, que la compañIa posela el nu-mero de tropas especificado en el contrato. ,

Entre esos voluntarios figuraban muchas veces los segundone~,d~ las famI-lias nobles que preferían la carrera militar a la cortesana o ecl:Slasttca, y ,~uequerían realizar su aprendizaje al mando de oficiale~ co.n.la m~)or reput~clon.Otra parte de los reclutas trataban de escapar de la JustIcia; asl, años mas tar-de, cuando Felipe II necesitaba desesperadamente tropas para la guerra e.nFlan-des, reclutó un tercio formado por bandidos catalanes a los que perdono a con-

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101EL EMPERADOR CARLOS V

'i

!.. Siendo Inglaterra un aliado diplomático más que militar y dado que el papa.'¡pabía comenzad? a desinteresarse por la coalición formada en tiempo de su.. ,'antecesor, la perspectiva de unir toda Italia en contra de los franceses parecía1~)an lejana como la conquista de F.rancia. Francisco [ reconquistó Milán en De-l tubre de 1524 y en diciembre Clemente VII concluyó una alianza con FranciaJ:y Venecia. En esas circunstancias, Carlos V llegó a la conclusión de que no me-(l recía la pena llevar a efecto la proyectada boda con la princesa inglesa, ya que'Ji una novia portuguesa aportaría, en concepto de dote, una cantidad mayor de)f efectivO. que le permitiría resolver la cuestión de Italia antes de recuperar su,,~.'gran proyecto contra Francia. En ese momento recibió la noticia (ellO de mac-•.zo de 1525) de que sus generales, Pescara, Leyva y Lannoy, habían derrotado, totalmente a los franceses en Pavía haciendo prisionero a Francisco I. Car-los V estaba en situación de establecer las condiciones de paz sin teoer en cuen-

: ta a Inglaterra. Sin embargo, le resultó mucho más difícil completar su victoriasobre Francia. En efecto, el cautiverio del monarca francés en Madrid, aunque

; fue un acontecimiento que conmovió a los contemporáneos. no podía resolver,por sí solo, el problema de poder planteado por las relaciones de Carlos V con

::,'Francia ni poner fin al dilema de dar la prioridad a Italia o a Borgoña. Sus. consejeros españoles le instaban a abandonar el espejismo italiano y el empera-dor. contra el parecer de Gattinara, rechazó la oferta de Francisco 1 de pagarun elevado rescate, abandonar Italia y renunciar a todas sus pretensiones sobreFlandes y Artois, pues deseaba sobre todo el ducado de Borgoña. En cualquiercaso, ¿qué valor tenían esas ofertas? Por el tratado de Madrid, firmado el 15de enero de 1526, Francisco 1se comprometió, a cambio de su libertad, no sóloa renunciar a sus derechos sobre Italia y Flandes, sino también a entregar Bor-goña al emperador. Pero éste comprendió que para hacer cumplir el tratadosería necesario el uso de la fuerza y un gasto considerable.

En efecto, lejos de cumplir las cláusulas del tratado de Madrid, Francisco 1organizó la Liga de Cognac contra el emperador. Fuera o no la aspiración deCarlos V conseguir un imperio univcrsal.lo cierto es que aun sin tener en cuen-ta ninguno de los territorios en disputa -Milán y Borgoña- sus dominios eranya demasiado universales 'ylesionaban demasiados intereses como para no pro-vocar un resentimiento generalizado Y.por lo que respecta a su objetivo de al-canzar la concordia cr~stiana. no puede decirse que estuviera presente en lasexigencias que había planteado en el tratado de Madrid. A Francisco I no lefue difícil, en consecuencia, encontrar aliados en Italia, en primer lugar el papa.pero también Venecia, Florencia y otras ciudades. y al mismo tiempo Enri~que VIII abandonó momentáneamente la alianza española. Ese refuerzo delfrente enemigo en Italia ,era peligroso para Carlos V, quien en un movimientodefensivo decidió dirigir sus fuerzas contra el eslabón más débil de la cadenael papa. Pero empezaba ya a dejarse sentir la falta de dinero. era difícil contro:l~r a unos ejé,rcitos que no habían recibido su soldada y el asalto de Roma rea~hzado en mayo de 1527 por tropas españolas y alemanas fue seguido del pillajey de profanaciones sacrílegas que se prolongaron durante toda una semana.

Ahora bien, estas campañas, al igual que la victoria de Pavía, no pennitie-

LOS AUSTRIAS (1516-1598)100

17. Sobre el Milan imperial véase F. Chabod. Lo Sialo di Mi/ano nell' Impero di Carlo v."Milán, 1934.

18. Véase Calendar olSlate Papers. Spanish. Further Supplement lo vols. 1 and 2 (/513-1542),ed. G. Mattingly. Londres, 1947, pp. Xvn-XVUL

el núcleo central de los intereses del emperador, argumentando que una vez quelos franceses hubieran sido expulsados de Italia podría establecer un pacto <:on .;;el papa y controlar toda Europa. La influencia de Gattinara cambió la orienta-ción de la política de Carlos V, pero en parte esto se debió a que sus consejos .,~coincidían también con los intereses estratégicos del imperio Habsburgo. 'Mi-lán, feudo en otro tiempo del imperio alemán, ocupaba una posición clave enel eje hispanoaustríaco; dado que tenía fácil acceso desde Génova constituía .~.un nexo vital en la línea de comunicaciones entre España y el Franco Condado,así como entre España y el Tirol.17 Carlos V, convencido de la importancia deMilán; actuó con rapidez y envió una expedición a Lombardía que conquis .•.~tó Milán para el emperador en noviembre de 1521. En enero de 1522 el antiguo '('tutor de Carlos V, ahora regente de España, Adriano de Utrecht. fue elegido :'~papa con el nombre de Adriano VI. Así pues, las dos condiciones de Gattinara ,'-para el éxito del imperio de Carlos V -el dominio en Italia y la alianza conel papado- estaban a punto de verse cumplidas y en agosto de 1523 el empera-dor y sus estados vasallos, junto con el papa, Venecia, Florencia e Inglaterra.estaban aliados contra Francisco I. Pero Adriano VI. que era la pieza clave dela alianza, murió en septiembre. sucediéndole Clemente VII, cuya elección diocomienzo a una serie de papas italianos deseosos ante todo de mantener el equi- •, librio entre las dos grandes potencias, Quedando incumplida así una de las con- "• diciones fundamentales para el éxito de la política de Gattinara., Pero, mientras tanto, Carlos V había estado Of;upándose del flanco norte. ' 'Así, el 16 de junio de 1522 había concluido en Windsor una alianza con Enri-que VIII, a la que siguió un tratado secreto.18 Como consecuencia de ese pac- ,to el monarca español quedaba prometido a la hija Enrique VIII, María, que'tenía entonces seis años de edad, y los aliados acordaron un plan para la con-'quista total de Francia por medio de unos ejércit.os a cuyo frente estarían los;dos reyes en persona. En el reparto del botín correspondería a Enrique VIII'.la corona y las provincias occidentales del reino, mientras que el emperador ,~.recuperaría todos los antiguos territorios borgoñones, a los que añadiría Lan-guedoc. Provenza Yel valle del Ródano. consiguiendo así un nuevo nexo entre ';España e Italia. y las posesiones habsburguesas del norte. A pesar de su natu~ :raleza fantasiosa, el tratado de .Windsor constituye una expresión elocuente de. 'la naturaleza dinástica y caballeresca de la política de Carlos V en ese momen-to, y sirve como justificación de la resistencia francesa al poder de los Babs.;burgo. Ambos monarcas actuaron con pleno convencimiento al plantear esos ~objetivos y la actitud belicosa del emperador respondía a un proyecto que siempre .había acariciado en lo más profundo de su ser, la recuperación de su patrimo- .nio borgoñón. Lo cierto es que el plan era irreal y ,estaba condenado al fracaso,"porque subestimaba la debilidad militar y financiera de los aliados y la gran'capacidad defensiva de Francia.

lO3EL EMPERADOR CARLOS Y

~.~l'-~ontra el poder turco. se encontró con que Francisco 1 seguía interponiértdose~ensu camino, lo que llevó al emperador, en su encuentro con el papa en presen-":cia de dos embajadore, franceses (17 de april de 1536), a dar rienda suelta a~suexasperación en un discurso en el que denunció el incumplimiento de las pro-

~~mesasrealizadas.por Francisco 1 y sus actividades subversivas en las posesiones:; del emperador. anunciando que estaba dispuesto a ir a la guerra si no aceptabao :sus condiciones de paz. La única alternativa que pudo ofrecer fue el enfrenta-':'{miento personal entre él y Francisco 1: si el emperador salía victorioso su pre-trcio sería Borgoña, mientras que si triunfaba el monarca francés obtendría Mi-

, ~:~lán. Pablo 111 no pudo tomar en serio esa propuesta -dada la situación dec~Ja cristiandad, la obsesión del emperador por Borgoña rayaba en la testarudez-,',.'.pero Carlos V hablaba en serio al referirse a la reanudación deJ~ guerra.

No obstante, él mismo había agravado la situación al permitir que se cele-:braran negociaciones 'para situar a un candidato francés en Milán, cuando en:realidad no estaba dispuesto a ceder. Las negociaciones causaron el enfrenta-t miento entre Carlos V y sus propios ministros. En efecto, tanto Cobas como~.Granvela instaron al emperador a practicar una política de paz aunque eso sig-.nificara ceder; Cabos porque era conocedor de]a situación financiera del em.

':;{:,pecador, y Granvela llevado del d~seo de que el mantenimiento de la paz en'~~:losfrentes italiano y flamenco dejara las manos libres a Carlos V para solucio-

., ':1:.:narel conflicto con los protestantes alemanes. Pero el monarca español en nin-~'::gún momento estuvo dispuesto a hacer concesiones y todo parece indicar que1-: permitió que sus ministros participaran en las negociaciones con el único obje-~.;..tivo de ganar tiempo. Finalmente, contra el parecer de sus consejeros, pero ani-,:...mado por sus dos principales comandantes, Andrea Doria y Antonio de Ley-.11' va, Carlos V decidió reanudar las hostilidades. Tras el éxito de sus operacionescombinadas contra Túnez el año anterior, planeaba un ataque doble, por tierra

'.~;y por mar, contra Francia, lo que exigía la reorganización total de las tropas.",que había formado, en un principio, para la proyectada invasión de Argel al:' '.afio siguiente, y su traslado al frente en el norte de Italia. De entre los múltiples',~'ataques pensados contra Francia, fue necesario abandonar la invasión.del nor-te del país desde los Países Bajos por falta de dinero, pero Carlos V avanzó

',' personalmente por el sur a través de Provenza en el verano de 1536, con la in-tenci6n de aliviar la presión sobre Milán mediante una operación combinadacontra Marsella. La campaña se saldó con un desastre total y en octubre Car-

' ..los V estaba de regreso en Génova, más endeudado que nunca y en una totalruina militar. La guerra también fue costosa para Francia, y fue el agotamiento

~.'de los dos contendientes lo que determinó la interrupción de las grandes opera-~~,;.ciones. Después de que fracasaran las negociaciones de paz a consecuencia de.~,.Iasexigencias del emperador sobre Milán, sobre la ayuda de Francia contra los. ,turcos y sobre el apoyo francés para la celebración de un concilio ecuménico,._el papa consiguió organizar una reunión en la cumbre en Niza entre el rey deFrancia y el emperador, en el curso de la cual no se entrevistaron personalmen-'te, sino que negociaron por separado con el papa. De ahí salió la tregua deNiza (18 de junio de 1538) con el acuerdo de que debería prolongarse durante

LOS AUSTRlAS (1516-1598)

19. Véase"supra, pp. 88.89.

ron a Carlos V inclinar de su lado el equilibrio del poder en Italia ni llevar aefecto el programa en el que Gattinara aún insistía. Desde 1526 sus administra-dores españoles le aconsejaban evitar cualquier plan que implicara una mayor,'participación en Italia, en gran medida por razones financieras. De hecho, lasituaci6n de impasse de 1527 se produjo porque ni Carlos V ni Francisco I te-nían dinero para seguir adelante. Pero, gradualmente, al mejorar las perspecti- f-,vas económic~s de Carlos V, éste comenzó a alcanzar una posición ventajosa 7

frente a su rival. Comenzaban ya a llegar cantidades importantes de metales ~preciosos desde las Indias y, por otra parte, en julio de 1528 Andrea Doria de- -.~sertó de Francia',para entrar, junto con su flota, al servicio del emperador, quien ;:podía contar ahora con una base naval importante y con una mayor seguridad ':i;"en las comunicaciones. El ejército francés que habia invadido Milán y Nápoles :.;.,fue dcrrotado, yen julio de 1529 cl papa y el emperador se reconciiiaron me-, .;-diante la firma del tratado de Barcelona y, finalmente, Clemente VII aceptó ;)..recibir a Carlos V en Italia. Francisco 1, desbordado diplomáticamente y de- '~'rrotado por las armas, se vio obligado a ceder. Por la paz de Cambrai (3 del;agosto de 1529) reconoció la soberanía de Carlos V sobre Artois y Flandes y":.'renunció a todos sus derechos sobre Milán, Génova y Nápoles, mientras que, ;'~por su parte, Carlos V renunciaba momentáneamente a Borgoña, aunque vol-' ,vía a afirmar sus derechos sobre ella. Poco después Carlos V reconocía a Fran- '~"fcesco Sforza, duque de Milán, como vasallo imperial. \~

Conseguida, así, la reconciliación con el papa, Carlos V decidió trasladarse 'i.'a Italia para recibir de sus manos la corona imperial. En ese momento, inme-diatamente antes de abandonar España, pronunció su discurso «imperiah> en ..Madrid, en el que expres6 su ideal de un imperio cristiano_ 19 Aparentemente, ,había triunfado la política de Gattinara: Carlos V completó su victoria política '/en Italia alcanzando un acuerdo con el papa, simbolizado por su coronación ,~,en Bolonia por Clemente VII. Pero, de hecho, la posición de Gattinara en la,;administración del emperador empezaba a perder fuerza y su política acarrea-;;ría a Carlos Vmayores problemas de los que solucionó. La posición dominanteen Italia, que' según Gattinara lo convertiría en dueño de Europa, en realidad.:le impidió pacificar el continente y utilizar su imperio cristiano contra los tur- .COS, con los que Francia ya había establecido relaciones diplomáticas. Francia,-. 'c

que sentía la presión del poder de los Habsburgo en todos sus territorios fron-.t,terizos, atacaría cuando se le presentara la oportunidad. La muerte del duque .,'de Sforza de Mt+é.nen 1535 determinó que se planteara de nuevo la cuestión 'f:~'de Italia al pretender el gobierno francés que el sucesor fuera uno de sus candi- "idatos, y cuando en marzo de 1536 un ejército francés invadió Sabaya y Pia- '",:::1monte y ocupó Tudn se cernió una inminente amenaza sobre Milán. En conse- .1:cuencia, Carlos V no pudo completar su campaña de éxitos en África, en 1535,Jque culminó con la conquista de Túnez, porque se vio obligado a dirigir una lo'

.{vez más su atención hacia Francia. A su regreso triunfal de Túnez y acarician- Jdo la idea de la unificaci6n de la cristiandad y de la organización de un ataque-:'

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20. Sin embargo, sobre las prioridades que conllevaba este proyecto véase el acertado análisisde F. Chabod. «¿Milán o los Países Bajos? Las discusiones en España sobre la "alternativa" de1544», en Carlos V (/500-1558), Homenaje de la Universidad de Granada. Madrid, 1958, pp. 331.372.

diez aftes y cuyas cláusulas eran la formación de una liga contra los turcos,la guerra contra los protestantes y la cooperación en un concilio general.

Sin embargo, dada la situación la cooperación era lo último que cabía espe-rar y la lucha se reanudó antes de 'que expirara la tregua, una vez -más sobrela cuestión de Milán. Francisco 1, aprovechando la coyuntura del agotamientode los recursos del emperador en la expedición de Argel de 1541, renunció ala tregua de diez años en julio de 1542 y envió un ejército invasor a los PaísesBajos. donde la administración de Carlos V se veía ya acosada por la presenciade la herejía y el descontento a propósito de las exacciones fiscales. Sin embar-go, este tipo de amenazas impulsaban al emperador a dar lo mejor de sí mismoy actuó con toda decisión. A fin de asestar un golpe definitivo a Francia. reno-vó la alianza inglesa (11 de febrero de 1543), ordenó a Cobos que reuuiera to-dos los fondos disponibles en España y acudió personalmente a Alemania paraconcertar un compromiso religioso y conseguir dinero y tropas para realizarun ataque contra Francia desde el este. Una vez conjurado el peligro en los Paí-ses Bajos, Carlos V reunió un ejército en Metz y. mientras una fuerza inglesainvadía Normandía, penetró en Francia por Champagne llegando hasta una cortadistancia de Patis. Apoyándose en esa posición ventajosa y deseoso de conse-guir libertad de acción para enfrentarse a los luteranos en Alemania, decidiónegociar inmediatamente sin la participación de su aliado inglés. En la paz deCrépy (19 de septiembre de 1544) el rey francés renunció a sus pretensiones so-bre los Países Bajos y Nápoles, mientras que el emperador le ofrecía dos posi-bles matrimonios al duque de Orleans, hijo segundogénito del monarca de Fran-cia: bien con su hija J\.1aría, lo que le reportaría los Países Bajos a la muertede Carlos Y, o con su sobrina, Ana de Hungría, con el ofrecimiento del ducadode Milán un año después. Carlos V prefería la segunda alternativa, pero igno-ramos si se trataba de un intento decidido de liberarse de la carga de Milány liquidar el problema italiano o de una medida desesperada para apaciguara Francisco 1 mientras él dedicaba sus energías a Alemania, ya que el duqued"éOrleans falleció antes de que ese proyecto matrimonial pudiera materia-lizarse.2O

Teniendo en cuenta la actitud equívoca que mantuvo el emperador durantemuchos años de discusiones acerca de Milán, probablemente no contempló enningún momento la posibilidad de renunciar a esa posesión ni lo consideró comootra cosa que un feudo que pertenecía a su dinastía. En este asunto, como entantos otros, los objetivos de los dos monarcas seguían siendo los mismos deantes, y el fracaso del acuerdo de Crépy dejó sin resolver los problemas quelos enfrentaban. El emperador deseaba la paz porque tenía que resolver urgen-tes problemas en Alemania y los dos reyes estaban en paz cuando murió Fran-cisco I el 31 de marzo de 1547. Pero si había llegado a su fin la rivalidad delos monarcas persistía el conflicto de poder y las disputas telTitoriales entre Fran-

105EL EMPERADOR CARLOS V

21. Véase B. Beinen, «El testamento político de Carlos V de 1548. Estudio críticO», en Car-1"" V (1500-1558), pp. 4Ot-438.

22. Sobre la política de Carlos V en la Europa oriental véase Chudoba. Spain and lhe Empi-re, /519-1643, pp. 61-67, 7()..78,

CA DEFENSA FRENTE A LOS TURCOS: EL DANUBIO y EL MEDITERRÁNEO

. ,¿I~y el monarca austríaco. Entretanto, Carlos V siguió siendo un gobernante'i~transigente. En un testamento político que redactó el 18de enero de 1548paraid heredero aconsejaba a Felipe que nunca abandonara sus derechos sobre elducado de Borgoña, «nuestra patria».21

~:. Durante las últimas etapas de la lucha del emperador con Francisco 1una,:tercera potencia, los turcos otomanos, habían. intervenido al lado de Francia"'para redoblar la presión sobre Carlos V en la Europa occidental, de la misma'"trnaneraque ya amenazaban su posición en la Europa oriental y en el Medite-x': rráneo. El poder turco, como el del emperador, era omnipresente y a Carlos V

: 1" le era imposible resistirlo con la misma fuerza en todas las zonas del imperio.:-"En1526, Solimán el Magnífico inició su gran ataque contra Hungría y con un~~~ingenteejército derrotó y dio muerte a Luis 1I de Hungría y Bohemia en la ba-1; talla de Mohács (29 de agosto de 1526). Unos dias más tarde les turcos llega-/e ban a Buda, capital de Hungría, y se situaban a escasa distancia de la frontera,.,.:.oriental de Aus.tria, posesión de la Casa de Habsburgo que había heredado Car-'los V. Ahora bien, la contribución del emperador a la defensa del Danubio fueinsignificante.22 Incluso sus súbditos españoles, complacientes ante la mayorparte de sus peticiones, se desentendieron de los intereses de los Habsburgo enla Europa oriental y' siempre se mostraban reacios a aportar tropas y dineropara esa zona. Carlos V comprendió que tendría que delegar el poder en esos

'_territorios en su hermano Fernando. En 1522 ya.le había cedido sus posesionesorientales convirtiéndolo en archiduque de Austria, y continuó ayudándole enlos preparativos de defensa con una parte de los ingresos obtenidos en Nápo-les. Ahora, tras la muerte de Luis n, Fernando fue elegido rey de Bohemia yHungría, lo que le permitió ampliar su patrimonio en la Europa oriental. Sinembargo, estaba todavía por ver si era lo bastante poderoso como para resistira los turcos.

En 1529, dos años después de que 'Carlos V viera cómo le era rechazadoun subsidio en -España para organizar una expedición a Hungría, el sultán co-

_l menzó una segunda invasión. Recuperó Buda y sitió Viena, y los Habsburgose vieron ante la más grave amenaza que les había sido planteada hasta enton-ces. Como estaba en juego el destino de Austria, Carlos V tuvo que intervenirpersonalmente_ En 1532 consiguió organizar un ejército en Alemania,.a cuyofrente estaban sus mejores generales, incluidos Antonio de Leyva y el marquésde Vasto, y 10 envió en ayuda de su hermano. Un pequeño contingente de tro-pas españolas participó en la defensa de Viena y el propio emperador estuvo

LOS AUSTRlAS (1516-1598)104

107EL EMPERADOR CARLOS V

2. Lo emperatriz Isabel, de Tiziano (reproducido por cortesía del Museo del Prado).

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presente en la campaña. Los turcos tuvieron que retirarse a Buda, aunque du_.rante muchos años seguirían lanzando constantes ataques contra Hungria y Aus-tria. Mientras Carlos V estaba dispuesto a defender la herencia de la ,Casa deHabshurgo en Austria, se negaba a comprometerse en la defensa de Hungría.Por tanto, sobre este punto existía una divergencia de intereses entre él y Fer-nando. Incluso durante su corta estancia en Viena en el otoño de 1532 el empe-rador puso en claro. más allá de toda duda, que sólo le interesaba la defensade la capital del Danubio y no la resolución del problema húngaro, ya que tenía.otros compromisos que le obljgaban a intentar la pacificación de la Europa onen-tal. Pero aunque el emperador consideraba que el destino de Hungría no le afec-taba directamente, no abandonó totalmente a su hermano. pues al salir de Vie- ..1na le asignó algunas tropas. En el curso de los encarni7.ados enfrentamientos :,jque se produjeron durante los años 1530 fueron enviadas nuevas unidades de .,tropas espafiolas, pero los Habsburgo tuvieron que limitarse a la defensa de unaangosta frontera en Hungría y dados los compromisos que tenian en otras zo- .'.:.nas aceptaron de buen grado una tregua en noviembre de 1545.

Algunos de esos compromisos a los que se ha aludido tenían que ver tam-bién con los turcos y también eran parte de una batalla perdida. Pero si la con-tribución española a la defensa del Danubio fue reducida, el emperador exigiómayor apoyo para la defensa del Mediterráneo, donde se veían directamenteafectados los intereses de España. En 1522 Solimán conquistó Rodas, la islade los Caballeros Hospitalarios. obteniendo una nueva base desde la cual diri-gir sus operaciones contra Carlos V. Para atacarle más directamente tenía unaliado de valía inapreciable en la persona de Jair ed-Din Barbarroja, cristianorenegado y uno de los piratas africanos más sanguinarios. En nombre del islam ~"y como vasallo del sultán, Barbarroja podía dirigir la lucha en el Mediterráneo ';~occidental donde era la cabeza de una nueva potencia: Argel. También España.había puesto el pie en África. Para la defensa de sus costas contaba con una '\sucesión de fortalezas en el norte de África que habían sido establecidas en el '..reinado de Fernando de Aragón. Pero la intervención en Italia había hecho que"Fernando no pudiera ampliar sus defensas africanas ocupando la zona interior'del Magrib, y esa oportunidad perdida no volvió a presentarse de nuevo. A par-tir de 151610spiratas de Berbería.se establecieron en Argel. colonizaron el inte. <,:rior del Magrib y constituyeron un nuevo Estado en el Mediterráneo. occiden- _.~.tal. En 1518se situaron bajo la protección del sultán, y se convirtieron en su :~brazo armado más poderoso en la guerra naval con España. Gradualmente co- 1

menzaron. a desembarazarse de las fortalezas españolas enemigas de la costanorteafricana.

El peligro se agudizó cuando comenzaron a atacar también las costas espa-ñolas Y. asimismo. a causa del problema de los moriscos en España. Tras lacaída de Granada en 1492 y la conversión forzosa de los moros asentados enCastilla en 1502, España poseía una importante minoría extranjera. sólo nomi~nalmente cristiana. nunca asimilada y considerada siempre como una amenazapara la seguridad interna y corno un aliado potencial de sus enemigos islámi-cqs en el Mediterráneo. En cierta medida los temores españoles estaban justifi- ,.

23. Véase ¡niTO, pp. 261-267.

cados. ya que un gran número de moriscos habitaban .las regiones costeras, re-motas y en gran medida indefensas, de la zona meridional y oriental de Espa-Aa, moriscos cuya simpatía hacia la causa del islam en el norte de África erabien conocida. Como acto de acción de gracias por la victoria de Pavía, y te-niendo en cuenta también la seguridad interna, Carlos V decidió en 1525 exten-der el decreto castellano de 1502 a Valencia y plantear a los moriscos de esercino la alternativa de expulsión o conversión.23 Esto provocó una revuelta ar-mada en la sierra de Espadón en 1526, y tras unas negociaciones los moros acep-taron el bautismo para evitar la expulsión. Pero la cuestión se complicó conla de los piratas de Berberia. En 1529, uno de los capitanes de Barbarroja diri-gió una flota de galeras en una expedición de saqueo contra la costa de Valen-cia, haciendo numerosos prisioneros españoles. Entretanto, la piratería conti-nuaba ya que los argelinos se lanzaban contra las embarcaciones Ylas costasoccidentales a la búsqueda de los abastecimientos que el norte de África ocpodía proveerles. España, que no había continuado ias conquistas de Fernan-do e ISabel en el norte de África, pagaba ahora el precio de descuidar sus recur-sos navales. Carlos V, enfrentado a una potencia marítima. continuó huérfanode un proyecto para revitalizar el poderío naval de Cataluña, mientras que fra-casaban todos los esfuerzos para organizar una flota eficaz en el sur de España., Sólo a comienzos del decenio de 1530 pudo el emperador dar respuesla al

poder naval del islam gracias a la ayuda de su nuevo aliado, Génova. La impor-tancia de los refuerzos genoveses se ilustra con el éxito de la poderosa flota con-ducida por Andrea Doria hacia el golfo de Corinto en 1532: ocupó Palrás yal año siguiente capturó Coron en el Peloponeso, aunque la ocupación de am-bas fue sólo temporal. Es posible que esta expedición sirviera para distraer laatención del sultán y aliviar la presión sobre Austria, pero también indujo aSolimán a renovar sus esfuerzos. A la sazón se alió más estrechamente co~ Bar-barroja, a quien nombró comandante en jefe de la flota turca, y que demostróslj.'arrojo al atacar 1a'costa de Italia y capturar Túnez expulsando al aliado morode España, Muley Hassan. en agosto de 1534. Al mismo tiempo, Solimán co-menzó también a intentar estrechar su alianza con Francia. La lucha se centra-ba ahora en el control del Mediterráneo central.

Carlos V y Espafia tenían que realizar un esfuerzo supremo. El poderío na-val turco era cada vez mayor y la amenaza estaba cada vez más próxima delas costas de Nápoles, Sicilia y España. Con el fin de dividir el frente navalislámico en el Mediterráneo Yestablecer una base española entre Argel y Cons-tantinopla, Carlos V decidió atacar Túnez. La oportunidad se presentó al fir~marse la paz con Francia en 1535 y los medios necesarios se consiguieron me-diante un subsidio extraordinario votado por las Cortes de Castilla y con laconfiscación de remesas de particulares procedentes de las Indias. Una expedi-ción numerosa, aunque organizada de forma apresurada, y que no inspirabamucha confianza a los consejeros castellanos del emperador, partió de Barce-lona para reunirse en Cerdefia antes de poner rumbo hacia el norte de África.

109EL EMPERADOR CARLOS V

. ,Alcanzó Túnez en una de las calurosas jornadas de mediados de junio y des-4pués de una dura lucha, en la que el propio Carlos V estuvo en primera línea, ,'conquisló La Golela y, luego, Túnez (21 de julio de 1535). Además de capturar:. f se una flota de 82 galeras, millares de prisioneros cristianos fueron liberados~;-y ~uley Hassan:fue restablecido en 'el trono. Sin embargo, -Barbarroja consi-

- .J ~ guió escapar para refugiarse en Argel y continuar la lucha desde allí. ".:t~ Au~que I~S,triunfos del emperador en el norte de África causaron una pro-

funda lrnpreslon en Europa y fueron seguidos de numerosas celebraciones or-ganizadas po~ ~ac.orte en Nápoles, la conquista de Túnez no fue suficiente paraalterar el eqUlltbno de poder en el Mediterráneo. Carlos V no tenía la fuerzanaval necesaria ~ara compl~tar su victoria y perseguir a Barbarroja hasta ArgelY.en consecuenCIa, el cabecilla de los piratas pudo organizar nuevas razzias con-tra las islas Baleares y la costa de Valencia en 1536 y un nuevo ataque a granescala contra el sur de Italia en 1537, al socaire de la nueva ofensiva de Franciaque ya había concluido su primera alianza con los turcos en febrero de 1536:Ciertamente, la guerra de Carlos V con Francia entre 1536 y 153B supuso aban-donar la campaña del Mediterráneo, que no pudo ser rcanudada hasta que sefirmó la tregua de Niza en 1538. En febrero de ese año el emperador intentóorganizar una nueva ofensiva contra los turcos estableciendo una alianza conel papado y Venecia, pero las fuerzas de la liga fueron derrotadas por Barba-rroja en Prevesa en septiembre de 1538 y la liga se desintegró completamentecuando Venecia, muy preocupada sief!lpre por su comercio y su abastecimientode trigo en el Mediterráneo oriental, firmó una paz por separado con los tur-cos en 1540. Sin la flota veneciana la coalición occidental no podía hacer frentea la flota otomana •.y ello impulsó al monarca español a concentrar todos losrecursos de que disponía en Occidente para conquistar el bastión de Barbarro-ja, Argel, y completar así la operación que había iniciado en Túnez. El propioemperador dirigió una importante expedición en la que participó también el.conquistador de México, Hernán Cortés, y que llegó a Argel en octubre de 1541.Pero la estación estaba demasiado avanzada para esa campafta y perdió 150d~ sus ~arcos en una tormenta, Aunque Carlos V consiguió desembarcar y ata-car Arg.cl, se vio obligado a reembarcar e interrumpir la operación para evitarun mayor desastre.

El fracaso de Argel constituyó una de las mayores catástrofes que sufrióel emperador durante todo su reinado y la última de sus grandes acciones nava-les~A partir de entonces su situación en el Mediterráneo se deterioró rápida-~ente. AJ reanudarse la lucha con Francia (1542-1544) los turcos prestaron unImportante servicio a su aliado, y galeras francesas reforzaron la flota otoma-?a., Barbarroja cooperó en el asedio de Niza y en 1544 la flota turca pasó elITIVIernOen Toulon con su cargamento de esclavos cristianos. A la muerte deBarbarroja en 1546 lo sustituyó otro pirata experimentado, Dragut, que conti-nuó su campaña. En agosto de 1551,cuarenta afias después de haber sido con-quistada por España, Trípoli fue atacada por los turcos y hubo de ser evacuadapor los Caballeros Hospitalarios, pasando a ser en manos de los turcos .una

LOS AUSTRIAS (1516-1598)108

PRíNCIPES y PRarESTANTES EN ALEMANIA

24. Véase Braude!, La Médilerranée el le monde méditerranéen a /'époque de Phi/ippe 11,pp, 739.742.

25. J. Vicens Vives. «l..a Corona de Aragón y el ámbito del Meditenáneo Occidental durantela época de Carlos V», Karl V. Der Kaiser und seine Zeil, Colonia, 1960, pp. 211-217 (hay trad.cast.: Historia de los papas, Gustavo Gili, Barcelona, 1961).

Para el emperador el problema' del protestantismo era todavía más comple-jo que el de los turcos y fue en último extremo el que desbarató por completosu política. No sólo estaba vinculado a su Jucha con Francia, sino que afectabatambién a sus relaciones con el papado. Sobre todo, socavó su posición en Ale-mania" ya bastante precaria. Auil dejando al margen su vertiente p.olítica, elprotestantismo tenía una profunda significación para el emperador y para Es-paña. A~nque Carlos V no fue un hombre de la Contrarreforma ni el adalid

111EL EMPERADOR CARLOS V

á~-unrenacimiento espiritual de la Iglesia católica, era un encendido enemigo¡fe la herejía y de haber poseído los medios necesarios la habría destruido, comoi~ientó hacerlo en ~spaña y en los Países Bajos, donde su poder era más fuerte&ueen Alemania. Esta era también la posición espaftola y en este aspecto lacoincidencia de puntos de vista era espontánea. Las tropas y el dinero necesa-,nos para la lucha contra los herejes procedían en su mayor parte de España,y_muchosde los grandes líderes intelectuales que combatieron la Reforma, como~'ignaciode Loyola, eran españoles. La reunión de un concilio, al que serían con-.tvocados lo:; luteranos para ver condenadas sus doctrinas y donde se reafirma-, "han el dogma y las tradiciones de la Iglesia católica, fue idea de los teólogos":españolesy de su rey. Tras el saqueo de Roma en 1527, y en respuesta a unirbre-veen el que Clemente VII manifestaba su protesta, Carlos V ya recurrió a-,\~.esaamenaza y habló de convocar un concilio gen_~!al,sLeC~apa no variaba su~política, que a los ojos del emperador era desastrosa para la-cristiandad. Pero¡~;hastael pontificado de Pablo lB no pudo superar las reticencias y desconfian-. Zasdel papado, e incluso entonces surgieron complicaciones que retrasaron unai: cción decidida. Esto se debía no sólo a que el movimiento conciliar desperta-ba, tradicionalmente, las susceptibilidades papales, sino también a la concien-Ciade Roma del enorme poder de Carlos V. La concordia católica que trataba:de alcanzar el emperador había de estar bajo su inspiración y hegemonía, e.~implicaba la conservación y, posiblemente, la extensión de un imperio europeo,que era inaceptable para los países vecinos y que inevitablemente provocabaj'la desconfianza de Francia que, a pesar de la opinión imperial y española, era.~,~'tambiénuna potencia católica. Sin negar la sinceridad del emperador, es nece-j,f 'sario tener en cuenta la tendencia contemporánea a recurrir a justificaciones, religiosas, especialmente en las declaraciones oficiales, para la política secular.;, Hay que decir también que pese a la misión divina a la que haCÍa referenciael emperador para Juchar contra infieles y herejes, no dio prioridad a .la revuel-

r: la protestante, como tampoco a la amenaza del islam. El emperador afirmaba~:que no podía hacerlo hasta que hubiera pacificado la Europa occidental y al-;? canzado un entendimiento con el papa y con Francia. Pero al margen de que.. él era un obstáculo para ese entendimiento, su constante preocupación respectoa los medios le impidió conseguir el fin.

A pesar de la declaración realizada por el joven emperador ante Ja Dietade Worms en abril de 1521, la primera de sus grandes declaraciones políticasescritas de su propia pluma, en la que manifestó su decisión de asumir la de-. fensa de la cristiandad y de las doctrinas de la Iglesia, lo cierto-es que Carlos V,~subestimó las diferencias entre Lutero y la Iglesia, y que tardó en pasar a laacción con decisión. No puede negarse que la situación era difícil. Carlos Vse veía enfrentado ya a un problema político en Alemania derivado de la sobe-ranía de los parlamentos y de la independencia de los príncipes, aspectos am-.bos que frustraron su deseo de dar contenido y eficacia al gobierno imperial.Como consecuencia de sus compromisos en otras partes, Carlos V tuvo que,re~egarla responsabilidad en Alemania en su hermano Fernando. Los proble-mas religiosos se sumaron a los políticos. Aunque Lutero fue declarado pros-

LOS AUSTRIAS ()516-1598)

base importante y un nuevo nexo de unión con ArgeL24Gradualmente caye-ron en manos de los musulmanes otras plazas de la costa norteafricana y elsultán continué enviando flotas poderosas para atacar las costas del Medite-rráneo central. Sin embargo, hubo un punto más allá del cual el sultán no con-siguió explotar su posición ventajosa: ocupado en la guerra con Persia y debili-tado por la creciente laxitud de la cooperación francesa una vez que sus flotashubieron atravesado las vastas extensiones del Mediterráneo, no consiguió es-tablecer su supremacía naval en Occidente. Fue el factor de la distancia másque la fuerza de España o de cualquier otra potencia cristiana, lo que permitióun cierto respiro a Occidente. Con todo, los aliados del sultán en el norte deÁfrica continuaron amenazando la seguridad del Mediterráneo occidental y hos-tigando el comercio y la navegación entre Espana e IÚllia. Los piratas de Ber-bería infestaban las aguas del Mediterráneo entre Ccrdeña y la costa africana,obligando a las embarcaciones cristianas a seguir rutas más seguras cerca delcabo de Córcega, pero la ocupación francesa de Córcega, conseguida con ayu-da de los turcos, amenazó las comunicaciones entre España e Italia incluso"allíy no hubo tregua para Carlos V en la defensa de las rutas marítimas de suimperio.

En consecuencia, lejos de realizar la gran cruzada contra Constantinopla,que fuera el sueño de su juventud, Carlos V no consiguió siquiera atender alos intereses inmediatos de España. Es cierto que nunca consiguió la coopera-ción plena de Aragón y Cataluña, factor crucial para la supremacía españolaen el Mediterráneo occidental.2s Pero no cabe pasar por alto que distrajo re-cursos y esfuerzos nacionales para intereses imperiales más remotos. Para con-seguir el poder naval no basta con expediciones preparadas de forma apresura-da, sino que es necesario un proceso largo y arduo de construcción, reclutamientoy preparación. Ese programa nunca fue puesto en rnarchá por Carlos V y tuvoque esperar a la iniciativa de Felipe TI ..

110

1I3EL EMPERADOR CARLOS V

26. Véase L. von Pastor, History 01 [he Popes. trad. ing., Lon<:ms. 1894-1953, vol. Xl, pp, 41-217.

T,cbnseguir UD frente unido en Alemania y para ello estaba dispuesto a ceder aún~ ás. por otra parte, tanto Carlos V como Granvela tenían la convicción de que.iI emperador le asistía el derecho de resolver los problemas religiosos, si eraílecesario sin la intervención del papa, y creían que la renovación católica teníaque comenzar con la supresión de los abusos en la Iglesia. Así pues, teórica-7.inentePablo III debería de haber sido la respuesta a sus esperanzas, pues se'trataba de un papa reformista y deseoso de convocar un concilio. u Pero esto~ultó ser simplemente una nueva dificultad para Carlos V, pues planteaba elbroblema de la participación protestante en un concilio. En consecuencia, afaita de la convocatoria del concilio y deseoso de conseguir la ayuda de los par-:'iamentos imperiales contra Francia y el Thrco, Carlos V decidió imponer su':'propia solución en Alemania, la Declaración de Ratisbona Gulio de 1541). Por~'ella se garantizaba la seguridad de los que se hábian adherido a la Confesiónif.;de Augsburgo, se aceptaba la secularización de algunas propiedades eclesiásti-~cas, se concedía a los príncipes protestantes el derecho de reformar los monas-_terios y otras instituciones reiigiosas, y se redoblaba la influencia de los protes-¡i!ántes en la Cámara Imperial..', ;<~;. El papa condenó la Declaración de Ratisbona, como también la condena-/tton los acontecimientos. El emperador no obtuvo de ella beneficio alguno, cx-, <cepto el descubrimiento de que cuanto mayores fueran las concesiones a losJprotestantes, más patente se hacía su debilidad y más importantes eran sus 00-[g~ncias. Sin embargo, no estaba todavía preparado para actuar. En junio de,:1542 Pabló 1II promulgó una bula convocando el Concilio de Trento para el,'1-de noviembre, pero en ese momento Francisco 1 quebrantó la tregua de Niza,,"y se preparó para atacar al emperador, lo que hizo imposible la convocatoriadel co.ncilio en esa fecha. El papa intentó reconciliar a los dos rivales, pero Car-)o.s V trataba de ganar tiempo, ansioso de conseguir la ayuda de Mauricio deSajonia, de Alberto de Brandeburgo y de otros principes alemanes contra Fran-cia, y sabedor de que los protestantes se oponían a un concilio convocado por:,elpapa. Pero tras firmar la paz de Crépy con Francisco 1en septiembre en 1544,'.C.arlosV estaba en situación de atacar al protestantismo con mayor firmeza.No obstante, no iba a tratarse todavía-de un ataque teológico. Cuando comeo-: zó finalmente el'ConciBo de Trento en diciembre de 1545, los representantesdel emperador intentaron impedir una definición dogmática del problema dela justificación, porque no quería provocar el rechazo de los luteranos, de quie-

<~ nes esperaba todavía que aceptaran la invitación para participar en el concilio.. :pe hecho, el concilio defendió la doctrina de la justificación y de los sacramen-t~s, y el estado de ánimo del emperador cuando decidió participar en la lucha,.contra los protestantes era de resentimiento contra el papa y otros obispos.

'Muchos católicos en el círculo del emperador, entre los que se incluía supropio confesor, el dominico español Pedro de Soto, defendían desde hacía tiem-, po el recurso a la guerra, aunque sin resolver el dilema de cómo hacer frente

LOS AUSTRIAS (1516-1598)112

erito por el Edicto de Worms, pudo contar con la protección del elector de Sa- .!jonia, mientras que 10 que Carlos V consideraba como un cisma temporal seconvirtió en una ruptura duradera, cuyas ventajas políticas fueron explota~as _;.tanto por los reformadores como por los príncipes. En junio de 1526 una de- ',-.daración realizada en términos vagos por la Dieta de Espira se interpretó comoel derecho de cada príncipe a decidir la religión en su propio Estado. En .1529,.,,;en una nueva Dieta en Espira, la mayoría católica reafirmó la decisión de Worms ?contra el luteranismo y, al tiempo que negaba cualquier derecho a los reforma- .,-:dores, exigía tolerancia para los católicos en los estados reformados. Esta deci-' '.;sión. que a primera vista constituía un éxito, fue el inicio del camino hacia el -idesastre para Carlos V y para la causa católica. Los luteranos protestaron con- .~tra ella y comenzaron a perfeccionar su organización política. En ese momento tCarlos V decidió pasar personalmente a la acción. Con las manos libres al ha- .'.:ber puesto fin a la guerra con Francia en la paz de Cambrai (1529) y recién ..~conseguida su coronación de manos del papa, regresó a Alemania después de _.~ocho años de ausencia y asistió a la Dieta de Augsburgo en 1530. En el séquito .del emperador en Augsburgo figuraban numerosos erasmistas, entre ellos su :"secretario Granvcla, y aunque no es seguro que él estuviera influido por las ideas :-.de Erasmo, 10 cierto es que hizo gala de una gran paciencia durante las largas :.!discusiones e intentó encontrar una solución que no comprometiera el dogma ";~,católico. Pero sus intentos de arbitraje fracasaron e incluso su oferta de convo- "car un concilio general fue rechazada por los protestantes, así como por el papa. ~Los protestantes salieron de Augsburgo con su fórmula intacta, aunque recha-.-j.,;zada -la profesión de fe presentada por Melancthon Yconocida como la Con- --~fesión de Augsburgo- y consiguieron hacerla sobrevivir. No había nada que.':;Carlos V pudiera hacer excepto recurrir a la fuerza, lo cual no entraba en sus ,}planes. Por tanto, las amenazas sin sanciones fueron de escaso efect.o, excepto '.:el de impulsar a los protestantes a reforzar su posición política formando la _!~

Liga de Esmalcalda (febrero de 1531), dirigida por el elector de Sajonia y el'landgrave de Hesse, y aliada potencial de los otros enemigos del emperador~ .:~,en el norte de Europa. ,.

Pero el imperio también estaba amenazado por el Turco. El hermano de Car-.~:los V, Fernando, que acababa de obtener el título de Rey de Romanos (enero ';~:de 1531) necesitaba urgentemente la ayuda de los príncipes alemanes para de- .r.rénder sus dominios frente a Solimán. La invasión turca de Austria en 1532obligó ':~a Carlos V a aceptar un acuerdo temporal en Alemania, conocido como la paz ~:j;.;

de Nuremberg (mayo de 1532), mediante la cual se alcanzó una paz general enJel imperio. en el que nadie sería condenado por sus convicciones religiosas; :hasta la celebración de un concilio. La medida resultó eficaz para alcanzar los::,~objetivos pretendidos. y con el apoyo protestante el emperador consiguió orga-;j;¡nizar un poderoso ejército que liberó Austria y forzó la retirada de los turcos. J

Durante todo el decenio de 1530 Carlos V se vio obligado a seguir contem--~porizando con los protestantes. en parte porque la presión de los turcos era'agobiante,.en parte a causa de Francia, pero sobre todo, tal vez, debido a su ,:desesperad'a situación financiera. Por todas esas razones el emperador deseaba "~')i

115EL EMPERADOR CARLOS V

wu'a sólo aceptaría para el título imperial a un príncipe alemán. Carlos Ve:,¡¿ncontrótambién con la oposición implacable de su propia familia.Felipe, a quien habia llamado para que acudiera desde Espafia, donde era

ge.ntedesde 1542, había salido de Valladolid en octubre de 1548. Tenía enton-etiJ21 añoS Y era la primera vez que viajaba por Europa. Se unió a su padreentBruselas en abril de 1549, y allí fue reconocido como heredero de 105 Países'~~j~s;A continuación recibió honores en Alemania. En el invierno de 1550-1551~SiHabsburgo celebraron en Augsburgo una conferencia familiar que se pro-lo~ó durante más de seis meses, y en la que los planes de Carlos V fueron'"1V""siradospor las ambiciones de su hermano Fernando y la hostilidad de su;~¡;rinoMaximiliano, hijo primogénito de Fernando. El poder de los Habsbur-:i~:órientales, con base en Austria y que se extendía sobre Bohemia y Hungría,'~ronado con el título de Rey de Romanos, honor que el propio Carlos había. c't,iítribuido a crear, se volvió contra él, en unas circunstancias en que le fue'~"'posibleplantear resistencia alguna. En efecto, la independencia creciente de"i'~Habsburgo orientales coincidió con intereses poderosos en Alemania. En.. r edida en que Alemania se negaba a aceptar la subordinación política y las

'ClW's.cat6licas, se negaba también a aceptar un régimen españ.ol que personifi-a~aambas cosas y rechazó aún con mayor fuerza la perspectiva de ser ocupa~

d;por tropas españolas e italianas. Por ello, la opinión alemana se volvió ha-6;¡:los príncipes de Viena. a los que creía poder manejar más fácilmente que"'nsucesor español. Deseaba a Fernando como emperador, y como su suce-.::a-Maximiliano y no a Felipe. La cada vez mayor influencia de que gozaba

, f;Yríando en la Europa central y su decisión de conservar el imperio, implícitaeWsutítulo de rey de romanos, obligaron a Carlos V a ceder en el acuerdo del,~de:marzode 1551, por el cual Fernando sucedería a Carlos V como empera-

,li¿)r pero, a su vez, apoyaría a Felipe como sucesor suyo, quedando Maximilia-(')tc'omotercero en discordia. Sin embargo, el acuerdo quedó en papel mojado,~8'por la pobre impresión que causó en Alemania el'jov~n Felipe, al igual quen';todaspartes fuera de España. sino porque los hechos estaban en su contra_--.":,~deterrninaciónde .los Habsburgo austríacos y la hostilidad de Alemania sec9:l1jugaronpara frustrar las aspiraciones de Carlos V respecto a su dinastía.:~io.faltaban los acontecimientos de 1551-1552 para impulsarlo a salir de'cmania.~rFrancia fue el factor clave en la renovada ofensiva contra el emperador, con-....écandoque sus dificultades en AJemania ofrecían una gran oportunidad para" itar su poder de una vez por todas. Los príncipes protestantes alemanes al-.:.~zaronun compromiso con Enrique II y aceptaron su ocupación de Metz,"ul y Verdún, que eran parte del imperio_ A los enemigos de Carlos Y se leslió otro príncipe alemán, Mauricio de Sajonia, que a pesar de ser protestante'a.~íaluchado hasta entonces alIado del emperador. Francia renovó también,~alianzacon los turcos e instó al sultán a romper la tregua con los Habsbur-:...:En agosto de 1551 los otomanos ocuparon Trípoli. Carlos V, acosado pOI:~peligros en numerosos frentes y por unas dificultades financieras más gra-s,que las que había conocido hasta entonces, vio cómo su mundo comenzaba

LOS AUSTRIAS 0516.1598)

a un movimiento religioso con medios militares Y Pero los mismos protestan~,tes contaban con una organización política y militar, con la que el emperador,esperaba poder acabar cuando la alianza con el papado (junio de 1546) y los'esfuerzos de Cobos en Espafta le permitieran conseguir fondos suficientes como~pam levantar un ejército. Las tropas imperiales, mandadas por el duque de Alba.y con el propio emperador al frente, vencieron en la batalla de Mühlberg el Ú'de abril de 1547, victoria en la que la confusión en el mando imperial-com~:pensada. como de costwnbre, por la valentía de las tropas españolas de Cai~los V- sólo era superada ligeramente por la de los protestantes. El triunfo d~cCarlos V sobre la Liga de Esmalealda lo situó, por fin, en posición de intentarimponer sus condiciones políticas y religiosas en Alemania. Sin embargo, el re~.sultado. fue en ambos casos negativo para la causa imperial. /'

La victoria del emperador en Mühlberg, aunque fue negativa para los pr¿~testantes, también aumentó las disensiones en el bando católico. En el seno de.la Iglesia existía temor ante el poder de Carlos V, y el Concilio de Trento se':,dispersó tras la victoria del emperador. Los prelados que apoyaban a Carlos .~:~'permanecieron en Trento, mientras que los demás se reunieron de nuevo en'Bolonia siguiendo las instrucciones del papa. Posteriormente, se suspendió ei-concilio debido a la oposición de Carlos V. El emperador, actuando con inde!pendencia del papado y sobre el supuesto de que podía ejercer funciones ecl~~siásticas, impuso un nuevo compromiso conocido como Ínterim (30 de junid:de 1548), un documento redactado por sus teólogos, entre ellos Pedro de Soto,~que preservaba la doctrina católica y la autoridad del papa pero que haCÍa tod'o~tipo de concesiones a la opinión luterana en materias de disciplina y culto. Ha'~bía indicios de que la política religiosa del emperador no era p~enamente ace.t~tada por la opinión española y el jesuita Bobadilla, que divulgó una crítica deFÍnterim en presencia de Carlos Y, hubo de ser llamado al orden. En definitiv~::lel Ínterim conoció el destino de la mayor parte de los compromisos religiosos~'fue rechazado tanto por los protestantes como por los católicos, y no si[V¡,~~para conseguir el objetivo que perseguía, la paz religiosa en Alemania. .~ .

Si las condiciones religiosas impuestas por Carlos V provocaron disensio~ 1

nes en el seno de la Iglesia, sus objetivos políticos causaron la disensión entr<los propios Habsburgo. Fra-ncisco 1 había'muerto antes de la batalla de Mühi.:-:berg, 10 que permitió al emperador libertad de acción en Alemania. Se le preI~,-"sentaba la oportunidad de realizar su ideal político y de promover los intereseS:'~de su familia haciendo realidad un deseo que sentía en lo más profundo de sí1\ser: conseguiría la sucesión imperial en Alemania para su hijo Felipe, y de es~~cforma vincularía la herencia alemana con la borgoñona y la espaftóla. Sin em!~bargo. esa solución no era aceptable para la opinión alemana, ya fuera católic~;~:o protestante, y en noviembre de 1550 incluso el cardenal de Augsburgo protes~tó contra la intolerable presencia de españoles en Alemania y afirmó que AI~j,

. -r:t:¡-,27. Sobre De Soto véase V. D. Carro:' Pedro de Soto y las controversias polltico-teológieaf

en el siglo XVI, SalamancCi. 1931; y del mismo autor, El maestro Fr. Pedro de Soto, O.P. (confes.or'lde Carlos V). Salamanca, 1931. "~t

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117EL EMPERADOR CARLOS V

28. Léon.E. Halkin. La Ré/orme en Belgique SQUSCharles Quint, Bruselas, 1957; M. Die-nclcx, 5.J .• (¿Fue cesarop~pista la política religiosa de Carlos V en los Países Bajos?», Hispanio,XIX (1959), pp. 378-J8S.

.,2:-,"OS PAÍSES BAJOS y LA ALIANZA INGLESA-,{t"A diferencia de Alemania, en los Países Bajos Carlos V tenía ~n regente,¿n quien podía confiar. Tras la muerte de Margarita de Austria nombró a otromiembro de la familia Habsburgo, su hermana Maria de Hungría. como go-,'bernadora de los Países Bajos en 1531. Durante el resto de su reinado. gobernó.¿on toda la firmeza y tacto que las circunstancias permitían. Circunstancias~"Que,sin embargo, no eran propicias, pues Carlos V se veía enfrentado a un crc-'dente descontento religioso y económico.f El luteranismo había penelrado en los Países Bajos desde 1518.El empera-':dor, aunque rechazaba decididamente el luteranismo, también rechazaba la in-.tervención papal y durante el resto de su reinado intentó mantener el control::1de la política religiosa. Dos meses después de la publicación de la bula que cx-!t"comulgaba a ~utero, el emperador publicó un edicto en el que ordenaba la que-'''ma de todos los libros luteranos (20 de marzo de 1521).Un año después, el 23

, .~deabril de 1522, y sin consultar al papa, nombró un inquisidor general de los~tPaíses Bajos, en la persona de Van der Hulst, que era laico y que perte"necía~:"alConsejo de Brabante, siendo, por tanto, un oficial del rey. Pero los intentos"""deCarlos V de conservar el control exclusivo sobre la Inquisición fracasaron'cuando en 1523Adriano VI nombró a Van der Hulst inquisidor papal para los!ti.PaísesBajos y aunque poco después fue depuesto de su cargo por Margarita~'de Austria en razón de la implacable persecución que inició, esto cercenó los;"intentos del emperador de introducir inquisidores imperiales en los Países. ''.'ajos. En 1524 tres sacerdotes nativos fueron nombrados inquisidores papales~::con plenos poderes, aunque posteriormente Carlos V insistió en que era nece-.~"sariocontar con el acuerdo de un miembro del Consejo Provincial para que

: ~ pudiera pronunciarse cualquier sentencia. Desde 1525 Carlos V hizo públicos.-'diversosedictos contra el luteranismo, acompañados de severas sanciones. De"hecho, desde 1550 la única pena prescrita para todos los delitos religiosos erala muerte. En un principio el poder judicial correspondía a los consejos muru-',cipales, pero más tarde Carlos V transfirió esa jurisdicción a los consejos pro-vinciales, 10 cual le permitió mantener el control sobre las persecuciones de

~herejes.28Aunque consiguió contener, pero no eliminar. el progreso de la herejía, poco

pudo hacer el emperador por atajar el particularismo político y fiscal de sus. diferentes provincias: De entre todas sus posesiones, los Países Bajos eran los~Quegozaban de una situación de mayor prosperidad, basada en los sólidos ci-",mientos del comercio y la industria, y eran, junto con España, su fuente más",importante de dinero, que explotaba de manera implacable. Dado que las guc-i -ITaS del emperador devoraban su riqueza, los Países Bajos tenían razones aún.;.."más urgentes que España para pedir la paz, cosa que nunca dejaron de hacer.

LOS AUSTRIAS (1516-1598)

a desintegrarse. Ante la imposibilidad de acudir a todos los frentes y temiendo ;'...sobre todo por el Mediterráneo, tomó una de las decisiones más trascendenta~.'~"les de su vida al ordenar en el mes de agosto que sus tropas españolas e italia~;"nas evacuaran Württemberg. Al retirar sus fuerzas de ocupación, Carlos V pre-. tparó de forma indirecta el camino para la explosión alemana de 1552. Para"~:,proteger Alemania tenía que recurrir ahora a su hermano Fernando, cuyos com~..~"prom"¡sos en Hungría le dejaban escasos recursos y entusiasmo por la causa de":Carlos V, y cuyas relaciones con los rebeldes en Alemania eran vistas con gran>desconfianza por el emperador. En esa") circunstancias habría sido más pru-dente que Carlos V se refugiara en la relativa seguridad de los Países Bajos para: 'iatacar Francia desde allí, pero en lugar de "actuar así continuó arriesgándose!en Alemania y cuando Mauricio de Sajonia dirigió contra él un repentino ata- .~que cerca de lnsbruck en mayo de 1552 tuvo que huir a través de los Alpes ha,,- ~~ta Villach, en Carintia. La segunda sesión del Concilio de Trento fue rápida- ":,~mente clausurada, Metz, Toul y Verdún cayeron en manos de Francia y los turcos}amenazaban la seguridad de Austria. Poco era lo que podía salvarse del desas- ",trc en Alemania y el tratado de Passau, negociado por Fernando y Mauricio 'de Sajonia, y ratificado por Carlos V el 15 de agosto de 1552, no fue más que'.la sanción de la derrota del emperador. En el reconocimiento del protestantis-,;;mo en igualdad de condiciones con la religión católica en el imperio sobre la,:base de la fórmula cujus regio, ejus religio, el tratado de Passau prefiguró la")paz de Augsburgo tres años después (25 de septiembre de 1555), en la que se 'i"dio forma constitucional a esas concesiones. Augsburgo fue la culminación ló- ..gica de la política y de la debilidad del emperador en Alemania. Fue un duro 'golpe para él y dejó las ~egociaciones en manos de Fernando. '";"~

Tras la derrota en Alemania, Carlos V fracasó también contra Francia. Acon- "'.~sejado por el duque de Alba y lleno de ansiedad respecto a las comunicaciones ~entre los Países Bajos y el Franco Condado. intentó recuperar Metz en el in- ..•.vierno de 1552. Sus ejércitos atacaron una y otra vez hasta que en enero de 1553"_ ":~se vio obligado a levantar el frustrado asedio y retirarse a los Países Bajos, donde '~,permaneció hasta su retorno a España en 1556. Ahora tenía motivos para te_~,rmer por la seguridad de su herencia directa. Perdida Alemania, y con ella la .frontera católica e imperial más allá de Flandes. era necesario al menos garan- "¡

tizar la seguridad de los Países Bajos, ante la actitud amenazadora de Francia. "~:En sus últimos años ésa fue una de las mayores preocupaciones del emperador. ":su regreso al punto de partida. El amor hacia su tierra natal y "lapreocupación ~por su hijo le indujeron a desgajar del imperio a los Países Bajos. Pel'O ¿cómo '"podía defenderlos, estando tan distantes y aislados, y cómo podía asegurar las"comunicaciones con España, que era, más claramente que nunca. la base de'~su poder?

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'1

31. Véaseun buen análisis del matrimonio y la alianza inglesas en Royall1}rler, The EmperorCharles the Fifth, Londres, 1956, pp. ~8()"231(hay trad. cast.: El emperador Carlos V. Juventud.

. Barcelona, 1987), y un estudi.o más documentado en Rodríguez.Salgado, The Changing Face 01Em¡jtre, pp. 88-100.- .

EL EMPERADOR CARLOS Y 119

:i¡. . En estas circunstancias la alianza con Inglaterra se convirtió en la solucióni,ara el desastre alemán, las amenazas francesas y el peligro en los Países Ba-;joS.31Para la defensa y las comunicaciones con España podía garantizar un. ;puerto en Inglaterra y el paso del Canal. Pero podía significar mucho más quejeso. Mediante la .boda de Felipe con la reina María, Inglaterra podía situarse!:en la órbita de los Habsburgo. El matrimonio entre Felipe y María Tudor (25..1de julio de 1554) significaba mucho para ambas partes. María buscaba en Feli-

o ~~peel apoyo para sus planes de restaurar el catolicismo en Inglaterra, y buscaba~¡unheredero que continuara su régimen. El emperador y su hijo veían a Inglate.;?ri-a como a una compensación por la pérdida de Alemania y como la seguridad<~paralos Países Bajos. Mediante esa boda Inglaterra y los Paises Bajos se aso-~-.ciabanen una unión personal. Como Felipe heredaría España y los Países Ba-~joS,ello significaba que las coronas de España, Borgoña e Inglaterra queda-.rían temporalmente en manos de una sola persona. Si Felipe y Maria tenían"_<unheredero, éste recibiría no sólo Inglaterra sino también los Países Bajos y. 'el Franco Condado, mientras que España y sus dominios serian para don Carlos,hijo de Felipe habído de un matrimonio anterior. Esto permitiria a Inglaterra de-'fender a los Países Bajos, especialmente contra Francia, mientras que España:se concentraría en la defensa de Italia y del Mediterráneo. Si don Carlos moría'~sindescendencia, toda la herencia recaeria en el heredero de Felipe y María.

El hecho de que Carlos V considerara la posibilidad de separar los Países~Bajos de la corona de Espafia, aunque con la intención de arraigarlos más fir-...memente,en el seno de su familia, demuestra que no consideraba que la unión. de ambos fuera inevitable y sacrosanta, tanto desde el punto de vista de los.:,'interesesespañoles como del prestigio. Sólo más tarde, en el reinado de Felipe U,,:"seconsideró inconcebible esa separación, y la determinación de conservar loso :-PaísesBajos a cualquier precio se convirtió en una obsesión ruinosa que per-duró hasta el final del régimen Habsburgo. Ahora bien, cuando llegó el mo-mento de tomar la decisión, 10 cierto es que Carlos V determinó que todos esosterritorios permanecieran unidos a la corona de Espafta para la herencia de su.hijo. Pero para entonces se había desvanecido la posibilidad de que pasarana manos de un nieto y no quería que fueran a parar a Fernando de Austria.El hijo que Felipe y María deseaban nunca llegó y la boda sólo sirvió para ha-cer muy impopulares a los españoles en Inglaterra. Muy pronto el sentimientonacional y religioso se sumó a la rivalidad marítima para deteriorar completa-, mente las relaciones entre las dos naciones.

Entretanto, el hecho de que se desvaneCieran las perspectivas de un eventualimperio angloespañol constituyó un profundo alivio para Enrique II de Fran-cia y reforzó su oposición al emperador. El ascenso de Pablo IV al solio ponti-ficio situó a' un nuevo enemigo de los Habsburgo en el escenario internacional

LOS AUSTRIAS (1516-1598)

29. Véase infra, pp. 330-339. con un análisis más completo de esta cuestión.30. C. Verlinden, ((erises économiques et sociales en Belgique a l'époque qe Charies-Quintl>, ~1.• -

en Charles-Quint el son temps, C.N.R.S., París, 1959, pp. 177.190.

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Sin embargo, la prosperidad y libertad de los Países Bajos en tiempo de.Carlos V, .~que siempre se contrastan con la miseria y la opresión existentes bajo Feli- o::.pe I1,29 eran monopolio de una clase reducida Y.junto a las fortunas que unos '::pocos habían conseguido en el período anterior, coexistía la tc:rrible pobreza: ...de la gran masa de la población, especialmente en las ciudades. con unos sala-rios que quedaron muy por detrás de los precios durante todo el período desde ,.-1521a 1556.30 Esta situación social engendraba descontento y estalló en la agi- _".tación de los anabaptistas. cuyo movimiento era en esencia proletario, con im- 1plic~ciones sociales y religiosas, y que, por ambos conceptos, exigí,eroo la inee- Esante atención de las autoridades a partir de 1535. No había anabaptistas en ~las clases adineradas, cuyo apoyo a la política de represión del gobierno impi- .f.dió que el movimiento llega~a a convertirse en un desafío 'popular a la autori- .~o

dad del Estado, como ocurrió más adelante con el calvinismo. .Sin embargo, esa alianza no se producía para todos los aspectos de la políti- ~.l

ca de Carlos V. Las comunidades comerciantes e industriales de los Países Ba--:jos defendían celosamente sus derechos autónomos frente a los intentos del em- j'perador de completar el proceso de unificación y centralización iniciados por 'i"sus predecesores borgoñones. Los Estados Provinciales y los Estados Genera- .\les plantearon una tenaz resistencia a los órganos del gobierno central -el Con- ~1sejo de Estado, el Consejo de Finanzas y el Alto Tribunal de Apelación-, re- ..gateando en las entregas de dinero, e insistiendo en la satisfacción de los agravios ,:y ejerciendo el derecho de informar a las provincias y ciudades. Carlos V nun-ca intentó introducir españoles en su administración borgoñona, pero incluso 'fcon oficiales nativos le resultó difícil ejercer, en su tierra natal, un gobierno,tan absoluto como en Castilla y sus incesantes exigencias financieras podían:dar al traste con la alianza con las clases adineradas que sustentaba su gobier- :~no. En 1539 la resistencia dejó paso, en Gante, a una violenta revuelta -enér- ;~gicamente sofocada- cuando los ciudadanos depusieron a las autoridades que "rse habían plegado a las exigencias de Carlos V. ..t:

La resistencia ante la política religiosa, financiera y administrativa del go- ',~,..¡bierno central convirtió a los Países Bajos en terreno abonado para la interven- ."ción de los enemigos del emperador, especialmente Francia, que ocasionalmente :,.cooperó eficazmente con sus enemigos en el noreste. Carlos V vivió la más dura 1

experiencia de este período en el ducado de Güeldres, donde encontró a algu- ..;nos de sus más encarnizados enemigos que, con dinero y apoyo de Francia, 50- :cavaron de forma incesante su posición en los Países Bajos. Hasta 1543 no con- ,siguió anexionarse Güeldres y asegurar su frontera nororiental en los Países l'Bajos. Sin embargo, en 1552, la pérdida de Alemania, la hostilidad de Franciay el hecho de que su dominio en Flandes distaba de ser absoluto a pesar de ..su popularidad personal, le hacían tener buenas razones para temer no sólo'"por su frontera nororiental sino por el conjunto de su herencia borgoñona .. 'Ó

32. 8einert, «El testamento politico de Carlos V)). pp. 401438. I

121EL EMPERADOR CARLOS V

33. Rodríguez-Salgado. The Changing Face 01Empire, pp. 71, 208-213.34. [bid., pp. 287-288,

,~nerono sólo mediante los impuestos ordinarios sino también recurriendo a pro-?''cedimientos extraordinarios -confiscando remesas privadas de América, ena-.'jenando jurisdicción real ~ cargos públicos y solicitando préstamos-, muchos~delos cuales eran concesiones al mal gobierno. J3 Estos problemas se agrava-. ron cuando Carlos V regresó a España y recayó sobre su hijo la responsabili-:'dadde las decísiones en el norte de Europa. Cuando a España se le exígia reali-zar mayores esfuerzos, se consideraba que sus intereses y defensas en el:Mediterráneo eran descuidados. La ausencia de Felipe 11,junto con sus exigen-~cias impopulares, debilitaron su posición en la península y permitieron que eli 'gobierno de regencia se opusiera a sus deseos y pusiera en práctica su propia~; política en el Mediterráneo y en el norte de África -política que realmente.'!~:¡.rindiópocos frutos positivos- en connivencia con grupos de intereses opues-~ tos a las exigencias financieras del monarCa 'español. 34 Así pues, su posición,."":~'política en su patria no era sólida y tuvo que esforzarse para restablecer su auto-" - ridad y reorientar la política española.

Al regresar a Espafia para morir, una España que ya había separado de Ale-mania, Carlos V reconocía el curso que su imperio había seguido durante mu-chos años'. Los sueños imperiales se habían desvanecido con la pérdida -deAle-mania y la división de Italia. Los Países Bajos y España seguían siendo los dospilares del poder de la monarquía austríaca en Europa, y España era la fuentemás importante de dinero y tropas, y la base natural de la monarquía Habsbur-

";go. La administración y las finanzas de la monarquía, que nunca habían llega-.do a ser imperiales, eran ahora plenamente españolas. La crea!=ióndel Consejo

". eri Italia en 1555 fue una prueba de que la política mediterránea comenzabaa no ser ya una parte de la política imperial, para convertirse en expresión dela política exterior española 0, tal vez, del imperialismo españoL Esa decisiónrevelaba la presencia de una nueva generación, la de Felipe 11,que no era unemperador, sino un monarca absoluto, y de unos nuevos castellanos, cuyo mo-nopolio casi total en los virreinatos y consejos del gobierno subrayaba la pre-ponderancia de España. Si bien esta situación se correspondía más estrictamentecon las realidades del poder, significó también que la posibilidad de elegir en-tre varias direcciones, que había existido durante el reinado de Carlos V, fuesustituida por un régimen monolítico que era español tanto en su material hu-mano corno en sus objetivos. De cualquier forma, la hueHa que el imperialis-mo de Carlos V dejó en la política española nunca podría ser borrada y el lega-do de los compromisos en el exterior, especialmente en los Países Bajos,continuaría pesando sobre España durante los próximos 150 años.

LOS AUSTRlAS (1516-1598)120

y anunció nuevas dificultades para ellos en todas- partes, en especial en Italia.Era más de lo que Carlos V podía soportar. Durante años, enfermo y desilusio-nado y envejecido prematuramente, había esperado el momento de descargarsu pesada carga sobre los hombros de su hijo. Era mejor entregar a Felipe suherencia en ese momento, en vida de su padre, que arriesgarse a que accedieraal trono después de su muerte en medio de los desórdenes de la guerra.

Ya en enero de 1548'el emperador había redactado su testamento políticopara su hijo. J2 En 1550 había comenzado a dictar sus memorias y cinco años.después consideró que habia llegado el momento. Así, e125 de octubre de 1555,ante los Estados Generales en Bruselas y después de rememorar su trayectoria .;jvital en un discurso que provocó sus lágrimas y las de la audiencia que lo escu-chaba, Carlos V renunció en favor de Felipe a la soberanía de los Países Bajos.Tres meses después (el 16 de enero de 1556), yen la casa en la que vivía en lasafueras de Bruselas, entregó a su secretario la abdicación de todos sus domi-nios españoles tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo. Realizó la renunciaen tres documentos diferentes y la llevó a cabo en consonancia con la naturale--?:a de la monarquía austríaca. En uno de ellos renunciaba a la corona de Casti-lla y Aragón, junto con el reino de Navarra y las Indias; en el segundo renun-ciaba a la corona de Aragón-Cataluña, con el reino de Cerdeña, y en el terceroa la corona de Sicilia. El reino de Nápolcs y el ducado de Milán ya estabanen manos de Felipe desde el momento de su boda con María Thdor, en queCarlos V se lo había entregado para concederle un título real y ~onseguir queel nuevo novio tuviera mayor prestigio. En un último gesto -escasamente sig-nificativo, al margen de reflejar sus dificultades financieras- consiguió inclu-so firmar una tregua con Enrique II de Francia (5 de febrero de 1556) y dejarel Franco Condado en manos de su hijo. Sólo le quedaba ya el imperio, dondeen realidad había gobernado su hermano Fernando desde 1553. También re-nunció a él en septiembre de 1556, aunque no fue hasta febrero de 1558 cuandolos electores aceptaron su abdicación y eligieron a Fernando para que ocuparasu lugar. En septiembre de 1556, Carlos Y dejó a Felipe en los Países Bajos,zarpó hacia España y en febrero del año siguiente llegó a Yuste, remoto y tran-quilo monasterio de Extremadura donde decidjó pasar sus últimos afios, aun-que no totalmente retirado, ya que siguió siendo nominalmente emperador, con-servó un gran interés por los asuntos internacionales y continuó aconsejandoy ayudando a su hijo. Allí murió el 21 de septiembre de 1558.

Más allá de las formalidades y el ceremonial, el período de transición fueun tiempo de tensiones. Desde 1551, cuando era regente de España a la sombrade su padre, hasta 1559, en que se convirtió en gobernante a escala mundialpor derecho propio, Felipe se vio atrapado entre las exigencias del emperadory la presión de sus súbditos, entre la necesidad de.'demostrar que podía gober-nar y el deseo de evidenciar que se preocupaba por su pueblo. En parte se trata-ba de un problema financiero. Las empresas imperiales de Carlos V habían sidofinanciadas por Castilla, y en el decenio de 1550 Felipe tuvo que conseguir di-