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Los cuentos de los hermanos Grimm/ Сказки братьев Гримм 1 Los cuentos de los hermanos Grimm.

Los Cuentos de Los Hermanos Grimm

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Los Cuentos de Los Hermanos Grimm

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  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 1

    Los cuentos de los hermanos Grimm.

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 2

    Caperucita Roja.

    Haba una vez una adorable nia que era querida por todo aqul que la conociera,pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la nia.Una vez le regal una pequea caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedabatan bien que ella nunca quera usar otra cosa, as que la empezaron a llamarCaperucita Roja. Un da su madre le dijo: Ven, Caperucita Roja, aqu tengo un pastely una botella de vino, llvaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita ydbil y esto le ayudar. Vete ahora temprano, antes de que caliente el da, y en elcamino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte yse quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a sudormitorio no olvides decirle, Buenos das, ah, y no andes curioseando por todo elaposento.No te preocupes, har bien todo, dijo Caperucita Roja, y tom las cosas y sedespidi cariosamente. La abuelita viva en el bosque, como a un kilmetro de sucasa. Y no ms haba entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro delsendero, cuando se encontr con un lobo. Caperucita Roja no saba que esa criaturapudiera hacer algn dao, y no tuvo ningn temor hacia l. Buenos das, CaperucitaRoja, dijo el lobo. Buenos das, amable lobo. - Adonde vas tan temprano,Caperucita Roja? - A casa de mi abuelita. - Y qu llevas en esa canasta? - Pastely vino. Ayer fue da de hornear, as que mi pobre abuelita enferma va a tener algobueno para fortalecerse. - Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja? - Como amedio kilmetro ms adentro en el bosque. Su casa est bajo tres grandes robles, allado de unos avellanos. Seguramente ya los habrs visto, contest inocentementeCaperucita Roja. El lobo se dijo en silencio a s mismo: Qu criatura tan tierna! qu

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    buen bocadito - y ser ms sabroso que esa viejita. As que debo actuar condelicadeza para obtener a ambas fcilmente. Entonces acompa a Caperucita Rojaun pequeo tramo del camino y luego le dijo: Mira Caperucita Roja, que lindas floresse ven por all, por qu no vas y recoges algunas? Y yo creo tambin que no te hasdado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en elcamino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque est lleno demaravillas.Caperucita Roja levant sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aqu y allentre los rboles, y vio las bellas flores y el canto de los pjaros, pens: Supongo quepodra llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarn.Adems, an es muy temprano y no habr problema si me atraso un poquito,siempre llegar a buena hora. Y as, ella se sali del camino y se fue a cortar flores. Ycuando cortaba una, vea otra ms bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fueadentrando en el bosque. Mientras tanto el lobo aprovech el tiempo y corri directo ala casa de la abuelita y toc a la puerta. Quin es? pregunt la abuelita.Caperucita Roja, contest el lobo. Traigo pastel y vino. breme, por favor. - Muevela cerradura y abre t, grit la abuelita, estoy muy dbil y no me puedo levantar. Ellobo movi la cerradura, abri la puerta, y sin decir una palabra ms, se fue directo ala cama de la abuelita y de un bocado se la trag. Y enseguida se puso ropa de ella,se coloc un gorro, se meti en la cama y cerr las cortinas.Mientras tanto, Caperucita Roja se haba quedado colectando flores, y cuando vio quetena tantas que ya no poda llevar ms, se acord de su abuelita y se puso en caminohacia ella. Cuando lleg, se sorprendi al encontrar la puerta abierta, y al entrar a lacasa, sinti tan extrao presentimiento que se dijo para s misma: Oh Dios! queincmoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita.Entonces grit: Buenos das!, pero no hubo respuesta, as que fue al dormitorio yabri las cortinas. All pareca estar la abuelita con su gorro cubrindole toda la cara,y con una apariencia muy extraa. !Oh, abuelita! dijo, qu orejas tan grandes quetienes. - Es para orte mejor, mi nia, fue la respuesta. Pero abuelita, qu ojos tangrandes que tienes. - Son para verte mejor, querida. - Pero abuelita, qu brazostan grandes que tienes. - Para abrazarte mejor. - Y qu boca tan grande quetienes. - Para comerte mejor. Y no haba terminado de decir lo anterior, cuando deun salto sali de la cama y se trag tambin a Caperucita Roja.

    Entonces el lobo decidi hacer una siesta y se volvi a tirar en la cama, y una vezdormido empez a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en esemomento por all, escuch los fuertes ronquidos y pens, Cmo ronca esa viejita! Voy

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    a ver si necesita alguna ayuda. Entonces ingres al dormitorio, y cuando se acerc ala cama vio al lobo tirado all. As que te encuentro aqu, viejo pecador! dijol.Haca tiempo que te buscaba! Y ya se dispona a disparar su arma contra l,cuando pens que el lobo podra haber devorado a la viejita y que an podra sersalvada, por lo que decidi no disparar. En su lugar tom unas tijeras y empez acortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto haba hecho dos cortes, vio brillar unagorrita roja, entonces hizo dos cortes ms y la pequea Caperucita Roja salirapidsimo, gritando: Qu asustada que estuve, qu oscuro que est ah dentro dellobo!, y enseguida sali tambin la abuelita, vivita, pero que casi no poda respirar.Rpidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el vientredel lobo. Y cuando el lobo despert, quizo correr e irse lejos, pero las piedras estabantan pesadas que no soport el esfuerzo y cay muerto.Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quit la piel al lobo y se la llev asu casa. La abuelita comi el pastel y bebi el vino que le trajo Caperucita Roja y sereanim. Pero Caperucita Roja solamente pens: Mientras viva, nunca me retirardel sendero para internarme en el bosque, cosa que mi madre me haba ya prohibidohacer.Tambin se dice que otra vez que Caperucita Roja llevaba pasteles a la abuelita, otrolobo le habl, y trat de hacer que se saliera del sendero. Sin embargo CaperucitaRoja ya estaba a la defensiva, y sigui directo en su camino. Al llegar, le cont a suabuelita que se haba encontrado con otro lobo y que la haba saludado con buenosdas, pero con una mirada tan sospechosa, que si no hubiera sido porque ella estabaen la va pblica, de seguro que se la hubiera tragado. Bueno, dijo la abuelita,cerraremos bien la puerta, de modo que no pueda ingresar. Luego, al cabo de unrato, lleg el lobo y toc a la puerta y grit: Abre abuelita que soy Caperucita Roja yte traigo unos pasteles! Pero ellas callaron y no abrieron la puerta, as que aquelhocicn se puso a dar vueltas alrededor de la casa y de ltimo salt sobre el techo yse sent a esperar que Caperucita Roja regresara a su casa al atardecer paraentonces saltar sobre ella y devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita conoca muybien sus malas intenciones. Al frente de la casa haba una gran olla, as que le dijo ala nia: Mira Caperucita Roja, ayer hice algunas ricas salsas, por lo que trae conagua la cubeta en las que las cocin, a la olla que est afuera. Y llenaron la gran ollaa su mximo, agregando deliciosos condimentos. Y empezaron aquellos deliciososaromas a llegar a la nariz del lobo, y empez a aspirar y a caminar hacia aquelexquisito olor. Y camin hasta llegar a la orilla del techo y estir tanto su cabeza queresbal y cay de bruces exactamente al centro de la olla hirviente, ahogndose ycocinndose inmediatamente. Y Caperucita Roja retorn segura a su casa y enadelante siempre se cuid de no caer en las trampas de los que buscan hacer dao.

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    Hansel y Gretel (La casita de chocolate).

    Junto a un bosque muy grande viva un pobre leador con su mujer y dos hijos; elnio se llamaba Hnsel, y la nia, Gretel. Apenas tenan qu comer, y en una pocade caresta que sufri el pas, lleg un momento en que el hombre ni siquiera podaganarse el pan de cada da. Estaba el leador una noche en la cama, cavilando yrevolvindose, sin que las preocupaciones le dejaran pegar el ojo; finalmente, dijo,suspirando, a su mujer: - Qu va a ser de nosotros? Cmo alimentar a los pobrespequeos, puesto que nada nos queda? - Se me ocurre una cosa -respondi ella-.Maana, de madrugada, nos llevaremos a los nios a lo ms espeso del bosque. Lesencenderemos un fuego, les daremos un pedacito de pan y luego los dejaremos solospara ir a nuestro trabajo. Como no sabrn encontrar el camino de vuelta, noslibraremos de ellos. - Por Dios, mujer! -replic el hombre-. Eso no lo hago yo. Cmovoy a cargar sobre m el abandonar a mis hijos en el bosque! No tardaran en serdestrozados por las fieras. - No seas necio! -exclam ella-. Quieres, pues, que nosmuramos de hambre los cuatro? Ya puedes ponerte a aserrar las tablas de losatades! -. Y no ces de importunarle hasta que el hombre accedi-. Pero me danmucha lstima -deca. Los dos hermanitos, a quienes el hambre mantena siempredesvelados, oyeron lo que su madrastra aconsejaba a su padre. Gretel, entre amargaslgrimas, dijo a Hnsel: - Ahora s que estamos perdidos! - No llores, Gretel -laconsol el nio-, y no te aflijas, que yo me las arreglar para salir del paso. Y cuandolos viejos estuvieron dormidos, levantse, psose la chaquetita y sali a la calle por lapuerta trasera. Brillaba una luna esplendoroso y los blancos guijarros que estaban en

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    el suelo delante de la casa, relucan como plata pura. Hnsel los fue recogiendo hastaque no le cupieron ms en los bolsillos. De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel: - Nadatemas, hermanita, y duerme tranquila: Dios no nos abandonar -y se acost denuevo. A las primeras luces del da, antes an de que saliera el sol, la mujer fue allamar a los nios: - Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos de ir al bosque por lea-.Y dando a cada uno un pedacito de pan, les advirti-: Ah tenis esto para medioda,pero no os lo comis antes, pues no os dar ms. Gretel se puso el pan debajo deldelantal, porque Hnsel llevaba los bolsillos llenos de piedras, y emprendieron loscuatro el camino del bosque. Al cabo de un ratito de andar, Hnsel se detena decuando en cuando, para volverse a mirar hacia la casa. Dijo el padre: - Hnsel, no tequedes rezagado mirando atrs, atencin y piernas vivas! - Es que miro el gatitoblanco, que desde el tejado me est diciendo adis -respondi el nio. Y replic lamujer: - Tonto, no es el gato, sino el sol de la maana, que se refleja en la chimenea.Pero lo que estaba haciendo Hnsel no era mirar el gato, sino ir echando blancaspiedrecitas, que sacaba del bolsillo, a lo largo del camino. Cuando estuvieron enmedio del bosque, dijo el padre: - Recoged ahora lea, pequeos, os encender unfuego para que no tengis fro. Hnsel y Gretel reunieron un buen montn de leamenuda. Prepararon una hoguera, y cuando ya ardi con viva llama, dijo la mujer: -Poneos ahora al lado del fuego, chiquillos, y descansad, mientras nosotros nos vamospor el bosque a cortar lea. Cuando hayamos terminado, vendremos a recogeros. Losdos hermanitos se sentaron junto al fuego, y al medioda, cada uno se comi supedacito de pan. Y como oan el ruido de los hachazos, crean que su padre estabacerca. Pero, en realidad, no era el hacha, sino una rama que l haba atado a unrbol seco, y que el viento haca chocar contra el tronco. Al cabo de mucho rato deestar all sentados, el cansancio les cerr los ojos, y se quedaron profundamentedormidos. Despertaron, cuando ya era noche cerrada. Gretel se ech a llorar,diciendo: - Cmo saldremos del bosque? Pero Hnsel la consol: - Espera unpoquitn a que brille la luna, que ya encontraremos el camino. Y cuando la lunaestuvo alta en el cielo, el nio, cogiendo de la mano a su hermanita, guiose por lasguijas, que, brillando como plata batida, le indicaron la ruta. Anduvieron toda lanoche, y llegaron a la casa al despuntar el alba. Llamaron a la puerta y les abri lamadrastra, que, al verlos, exclam: - Diablo de nios! Qu es eso de quedarsetantas horas en el bosque? Creamos que no querais volver! El padre, en cambio, sealegr de que hubieran vuelto, pues le remorda la conciencia por haberlosabandonado. Algn tiempo despus hubo otra poca de miseria en el pas, y los niosoyeron una noche cmo la madrastra, estando en la cama, deca a su marido: - Otravez se ha terminado todo; slo nos queda media hogaza de pan, y sanseacab.Tenemos que deshacernos de los nios. Los llevaremos ms adentro del bosque paraque no puedan encontrar el camino; de otro modo, no hay salvacin para nosotros. Alpadre le dola mucho abandonar a los nios, y pensaba: Mejor haras partiendo contus hijos el ltimo bocado. Pero la mujer no quiso escuchar sus razones, y lo llen dereproches e improperios. Quien cede la primera vez, tambin ha de ceder la segunda;y, as, el hombre no tuvo valor para negarse. Pero los nios estaban an despiertos yoyeron la conversacin. Cuando los viejos se hubieron dormido, levantse Hnsel conintencin de salir a proveerse de guijarros, como la vez anterior; pero no pudohacerlo, pues la mujer haba cerrado la puerta. Dijo, no obstante, a su hermanita,para consolarla: - No llores, Gretel, y duerme tranquila, que Dios Nuestro Seor nos

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    ayudar. A la madrugada siguiente se present la mujer a sacarlos de la cama y lesdio su pedacito de pan, ms pequeo an que la vez anterior. Camino del bosque,Hnsel iba desmigajando el pan en el bolsillo y, detenindose de trecho en trecho,dejaba caer miguitas en el suelo. - Hnsel, por qu te paras a mirar atrs?-preguntle el padre-. Vamos, no te entretengas! - Estoy mirando mi palomita, quedesde el tejado me dice adis. - Bobo! -intervino la mujer-, no es tu palomita, sino elsol de la maana, que brilla en la chimenea. Pero Hnsel fue sembrando de migastodo el camino. La madrastra condujo a los nios an ms adentro del bosque, a unlugar en el que nunca haba estado. Encendieron una gran hoguera, y la mujer lesdijo: - Quedaos aqu, pequeos, y si os cansis, echad una siestecita. Nosotros vamospor lea; al atardecer, cuando hayamos terminado, volveremos a recogemos. Amedioda, Gretel parti su pan con Hnsel, ya que l haba esparcido el suyo por elcamino. Luego se quedaron dormidos, sin que nadie se presentara a buscar a lospobrecillos; se despertaron cuando era ya de noche oscura. Hnsel consol a Greteldicindole: - Espera un poco, hermanita, a que salga la luna; entonces veremos lasmigas de pan que yo he esparcido, y que nos mostrarn el camino de vuelta. Cuandosali la luna, se dispusieron a regresar; pero no encontraron ni una sola miga; se lashaban comido los mil pajarillos que volaban por el bosque. Dijo Hnsel a Gretel: - Yadaremos con el camino -pero no lo encontraron. Anduvieron toda la noche y todo elda siguiente, desde la madrugada hasta el atardecer, sin lograr salir del bosque;sufran adems de hambre, pues no haban comido ms que unos pocos frutossilvestres, recogidos del suelo. Y como se sentan tan cansados que las piernas senegaban ya a sostenerlos, echronse al pie de un rbol y se quedaron dormidos.

    Y amaneci el da tercero desde que salieron de casa. Reanudaron la marcha, perocada vez se extraviaban ms en el bosque. Si alguien no acuda pronto en su ayuda,estaban condenados a morir de hambre. Pero he aqu que hacia medioda vieron unhermoso pajarillo, blanco como la nieve, posado en la rama de un rbol; y cantabatan dulcemente, que se detuvieron a escucharlo. Cuando hubo terminado, abri susalas y emprendi el vuelo, y ellos lo siguieron, hasta llegar a una casita, en cuyotejado se pos; y al acercarse vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta debizcocho, y las ventanas eran de puro azcar. - Mira qu bien! -exclam Hnsel-,aqu podremos sacar el vientre de mal ao. Yo comer un pedacito del tejado; t,Gretel, puedes probar la ventana, vers cun dulce es. Se encaram el nio al tejadoy rompi un trocito para probar a qu saba, mientras su hermanita mordisqueabaen los cristales. Entonces oyeron una voz suave que proceda del interior: Seracaso la ratita la que roe mi casita? Pero los nios respondieron: Es el viento, es elviento que sopla violento. Y siguieron comiendo sin desconcertarse. Hnsel, queencontraba el tejado sabrossimo, desgaj un buen pedazo, y Gretel sac todo un

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    cristal redondo y se sent en el suelo, comiendo a dos carrillos. Abrise entonces lapuerta bruscamente, y sali una mujer viejsima, que se apoyaba en una muleta. Losnios se asustaron de tal modo, que soltaron lo que tenan en las manos; pero lavieja, meneando la cabeza, les dijo: - Hola, pequeines, quin os ha trado? Entrad yquedaos conmigo, no os har ningn dao. Y, cogindolos de la mano, los introdujoen la casita, donde haba servida una apetitosa comida: leche con bollos azucarados,manzanas y nueces. Despus los llev a dos camitas con ropas blancas, y Hnsel yGretel se acostaron en ellas, creyndose en el cielo. La vieja aparentaba ser muybuena y amable, pero, en realidad, era una bruja malvada que acechaba a los niospara cazarlos, y haba construido la casita de pan con el nico objeto de atraerlos.Cuando uno caa en su poder, lo mataba, lo guisaba y se lo coma; esto era para ellaun gran banquete. Las brujas tienen los ojos rojizos y son muy cortas de vista; pero,en cambio, su olfato es muy fino, como el de los animales, por lo que desde muy lejosventean la presencia de las personas. Cuando sinti que se acercaban Hnsel yGretel, dijo para sus adentros, con una risotada maligna: Mos son; stos no se meescapan!. Levantse muy de maana, antes de que los nios se despertasen, y, alverlos descansar tan plcidamente, con aquellas mejillitas tan sonrosadas ycoloreadas, murmur entre dientes: Sern un buen bocado!. Y, agarrando a Hnselcon su mano seca, llevlo a un pequeo establo y lo encerr detrs de una reja. Grity protest el nio con todas sus fuerzas, pero todo fue intil. Dirigise entonces a lacama de Gretel y despert a la pequea, sacudindola rudamente y gritndole: -Levntate, holgazana, ve a buscar agua y guisa algo bueno para tu hermano; lo tengoen el establo y quiero que engorde. Cuando est bien cebado, me lo comer. Gretel seech a llorar amargamente, pero en vano; hubo de cumplir los mandatos de la bruja.Desde entonces a Hnsel le sirvieron comidas exquisitas, mientras Gretel no recibasino cscaras de cangrejo. Todas las maanas bajaba la vieja al establo y deca: -Hnsel, saca el dedo, que quiero saber si ests gordo. Pero Hnsel, en vez del dedo,sacaba un huesecito, y la vieja, que tena la vista muy mala, pensaba que erarealmente el dedo del nio, y todo era extraarse de que no engordara. Cuando, alcabo de cuatro semanas, vio que Hnsel continuaba tan flaco, perdi la paciencia yno quiso aguardar ms tiempo: - Anda, Gretel -dijo a la nia-, a buscar agua, ligera!Est gordo o flaco tu hermano, maana me lo comer. Qu desconsuelo el de lahermanita, cuando vena con el agua, y cmo le corran las lgrimas por las mejillas!Dios mo, aydanos! -rogaba-. Ojal nos hubiesen devorado las fieras del bosque;por lo menos habramos muerto juntos!. - Basta de lloriqueos! -grit la vieja-; denada han de servirte. Por la madrugada, Gretel hubo de salir a llenar de agua elcaldero y encender fuego. - Primero coceremos pan -dijo la bruja-. Ya he calentado elhorno y preparado la masa -. Y de un empujn llev a la pobre nia hasta el horno,de cuya boca salan grandes llamas. Entra a ver si est bastante caliente para meterel pan -mand la vieja. Su intencin era cerrar la puerta del horno cuando la niaestuviese en su interior, asarla y comrsela tambin. Pero Gretel le adivin elpensamiento y dijo: - No s cmo hay que hacerlo; cmo lo har para entrar? -Habrse visto criatura ms tonta! -replic la bruja-. Bastante grande es la abertura;yo misma podra pasar por ella -y, para demostrrselo, se adelant y meti la cabezaen la boca del horno. Entonces Gretel, de un empujn, la precipit en el interior y,cerrando la puerta de hierro, corri el cerrojo. All era de or la de chillidos que dabala bruja! Qu gritos ms pavorosos! Pero la nia ech a correr, y la malvada

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    hechicera hubo de morir quemada miserablemente. Corri Gretel al establo dondeestaba encerrado Hnsel y le abri la puerta, exclamando: Hnsel, estamos salvados;ya est muerta la bruja! Salt el nio afuera, como un pjaro al que se le abre lajaula. Qu alegra sintieron los dos, y cmo se arrojaron al cuello uno del otro, y qude abrazos y besos! Y como ya nada tenan que temer, recorrieron la casa de la bruja,y en todos los rincones encontraron cajas llenas de perlas y piedras preciosas. - Msvalen stas que los guijarros! -exclam Hnsel, llenndose de ellas los bolsillos. Y dijoGretel: - Tambin yo quiero llevar algo a casa -y, a su vez, se llen el delantal depedrera. - Vmonos ahora -dijo el nio-; debemos salir de este bosque embrujado -. Aunas dos horas de andar llegaron a un gran ro. - No podremos pasarlo -observHnsel-, no veo ni puente ni pasarela. - Ni tampoco hay barquita alguna -aadiGretel-; pero all nada un pato blanco, y si se lo pido nos ayudar a pasar el ro -. Ygrit: Patito, buen patito mo Hnsel y Gretel han llegado al ro. No hay ningnpuente por donde pasar; sobre tu blanca espalda nos quieres llevar?. Acercse elpatito, y el nio se subi en l, invitando a su hermana a hacer lo mismo. - No-replic Gretel-, sera muy pesado para el patito; vale ms que nos lleve uno tras otro.As lo hizo el buen pato, y cuando ya estuvieron en la orilla opuesta y hubieroncaminado otro trecho, el bosque les fue siendo cada vez ms familiar, hasta que, alfin, descubrieron a lo lejos la casa de su padre. Echaron entonces a correr, entraroncomo una tromba y se colgaron del cuello de su padre. El pobre hombre no habatenido una sola hora de reposo desde el da en que abandonara a sus hijos en elbosque; y en cuanto a la madrastra, haba muerto. Volc Gretel su delantal, y todaslas perlas y piedras preciosas saltaron por el suelo, mientras Hnsel vaciaba tambina puados sus bolsillos. Se acabaron las penas, y en adelante vivieron los tres felices.Y colorn colorado, este cuento se ha acabad

    La Bella Durmiente.

    Hace muchos aos vivan un rey y una reina quienes cada da decan: "Ah, si almenos tuviramos un hijo!" Pero el hijo no llegaba. Sin embargo, una vez que la reina

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    tomaba un bao, una rana salt del agua a la tierra, y le dijo: "Tu deseo serrealizado y antes de un ao, tendrs una hija."Lo que dijo la rana se hizo realidad, y la reina tuvo una nia tan preciosa que el reyno poda ocultar su gran dicha, y orden una fiesta. l no solamente invit a susfamiliares, amigos y conocidos, sino tambin a un grupo de hadas, para que ellasfueran amables y generosas con la nia. Eran trece estas hadas en su reino, perosolamente tena doce platos de oro para servir en la cena, as que tuvo que prescindirde una de ellas.La fiesta se llev a cabo con el mximo esplendor, y cuando lleg a su fin, las hadasfueron obsequiando a la nia con los mejores y ms portentosos regalos quepudieron: una le regal la Virtud, otra la Belleza, la siguiente Riquezas, y as todaslas dems, con todo lo que alguien pudiera desear en el mundo.Cuando la dcimoprimera de ellas haba dado sus obsequios, entr de pronto ladcimotercera. Ella quera vengarse por no haber sido invitada, y sin ningn aviso, ysin mirar a nadie, grit con voz bien fuerte: "La hija del rey, cuando cumpla susquince aos, se punzar con un huso de hilar, y caer muerta inmediatamente!" Y sinms decir, dio media vuelta y abandon el saln.Todos quedaron atnitos, pero la duodcima, que an no haba anunciado suobsequio, se puso al frente, y aunque no poda evitar la malvada sentencia, s podadisminuirla, y dijo: "Ella no morir, pero entrar en un profundo sueo por cienaos!"El rey trataba por todos los medios de evitar aquella desdicha para la joven. Diordenes para que toda mquina hilandera o huso en el reino fuera destrudo.Mientras tanto, los regalos de las otras doce hadas, se cumplan plenamente enaquella joven. As ella era hermosa, modesta, de buena naturaleza y sabia, y cuantapersona la conoca, la llegaba a querer profundamente.Sucedi que en el mismo da en que cumpla sus quince aos, el rey y la reina no seencontraban en casa, y la doncella estaba sola en palacio. As que ella fue recorriendotodo sitio que pudo, miraba las habitaciones y los dormitorios como ella quiso, y alfinal lleg a una vieja torre. Ella subi por las angostas escaleras de caracol hastallegar a una pequea puerta. Una vieja llave estaba en la cerradura, y cuando la gir,la puerta sbitamente se abri. En el cuarto estaba una anciana sentada frente a unhuso, muy ocupada hilando su lino."Buen da, seora," dijo la hija del rey, "Qu haces con eso?" - "Estoy hilando," dijo laanciana, y movi su cabeza."Qu es esa cosa que da vueltas sonando tan lindo?" dijo la joven.Y ella tom el huso y quiso hilar tambin. Pero nada ms haba tocado el huso,cuando el mgico decreto se cumpli, y ell se punz el dedo con l.En cuanto sinti el pinchazo, cay sobre una cama que estaba all, y entr en unprofundo sueo. Y ese sueo se hizo extensivo para todo el territorio del palacio. Elrey y la reina quienes estaban justo llegando a casa, y haban entrado al gran saln,quedaron dormidos, y toda la corte con ellos. Los caballos tambin se durmieron en elestablo, los perros en el csped, las palomas en los aleros del techo, las moscas en las

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    paredes, incluso el fuego del hogar que bien flameaba, qued sin calor, la carne quese estaba asando par de asarse, y el cocinero que en ese momento iba a jalarle elpelo al joven ayudante por haber olvidado algo, lo dej y qued dormido. El viento sedetuvo, y en los rboles cercanos al castillo, ni una hoja se mova.Pero alrededor del castillo comenz a crecer una red de espinos, que cada ao sehacan ms y ms grandes, tanto que lo rodearon y cubrieron totalmente, de modoque nada de l se vea, ni siquiera una bandera que estaba sobre el techo. Pero lahistoria de la bella durmiente "Preciosa Rosa", que as la haban llamado, se corripor toda la regin, de modo que de tiempo en tiempo hijos de reyes llegaban ytrataban de atravesar el muro de espinos queriendo alcanzar el castillo. Pero eraimposible, pues los espinos se unan tan fuertemente como si tuvieran manos, y losjvenes eran atrapados por ellos, y sin poderse liberar, obtenan una miserablemuerte.Y pasados cien aos, otro prncipe lleg tambin al lugar, y oy a un ancianohablando sobre la cortina de espinos, y que se deca que detrs de los espinos seesconda una bellsima princesa, llamada Preciosa Rosa, quien ha estado dormida porcien aos, y que tambin el rey, la reina y toda la corte se durmieron por igual. Yadems haba odo de su abuelo, que muchos hijos de reyes haban venido y tratadode atravesar el muro de espinos, pero quedaban pegados en ellos y tenan unamuerte sin piedad. Entonces el joven prncipe dijo:-"No tengo miedo, ir y ver a la bella Preciosa Rosa."-El buen anciano trat de disuadirlo lo ms que pudo, pero el joven no hizo caso a susadvertencias.Pero en esa fecha los cien aos ya se haban cumplido, y el da en que Preciosa Rosadeba despertar haba llegado. Cuando el prncipe se acerc a donde estaba el murode espinas, no haba otra cosa ms que bellsimas flores, que se apartaban unas deotras de comn acuerdo, y dejaban pasar al prncipe sin herirlo, y luego se juntabande nuevo detrs de l como formando una cerca.En el establo del castillo l vio a los caballos y en los cspedes a los perros de cazacon pintas yaciendo dormidos, en los aleros del techo estaban las palomas con suscabezas bajo sus alas. Y cuando entr al palacio, las moscas estaban dormidas sobrelas paredes, el cocinero en la cocina an tena extendida su mano para regaar alayudante, y la criada estaba sentada con la gallina negra que tena lista paradesplumar.l siguio avanzando, y en el gran saln vi a toda la corte yaciendo dormida, y por eltrono estaban el rey y la reina.Entonces avanz an ms, y todo estaba tan silencioso que un respiro poda oirse, ypor fin lleg hasta la torre y abri la puerta del pequeo cuarto donde Preciosa Rosaestaba dormida. Ah yaca, tan hermosa que l no poda mirar para otro lado,entonces se detuvo y la bes. Pero tan pronto la bes, Preciosa Rosa abri sus ojos ydespert, y lo mir muy dulcemente.Entonces ambos bajaron juntos, y el rey y la reina despertaron, y toda la corte, y semiraban unos a otros con gran asombro. Y los caballos en el establo se levantaron yse sacudieron. Los perros cazadores saltaron y menearon sus colas, las palomas en

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 12

    los aleros del techo sacaron sus cabezas de debajo de las alas, miraron alrededor yvolaron al cielo abierto. Las moscas de la pared revolotearon de nuevo. El fuego delhogar alz sus llamas y cocin la carne, y el cocinero le jal los pelos al ayudante detal manera que hasta grit, y la criada desplum la gallina dejndola lista para elcocido.Das despus se celebr la boda del prncipe y Preciosa Rosa con todo esplendor, yvivieron muy felices hasta el fin de sus vidas.

    Blancanieves.

    Haba una vez, en pleno invierno, una reina que se dedicaba a la costura sentadacerca de una venta-na con marco de bano negro. Los copos de nieve caan del cielocomo plumones. Mirando nevar se pinch un dedo con su aguja y tres gotas desangre cayeron en la nieve. Como el efecto que haca el rojo sobre la blanca nieve eratan bello, la reina se dijo.-Ojal tuviera una nia tan blanca como la nie-ve, tan roja como la sangre y tannegra como la madera de bano!Poco despus tuvo una niita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada comola sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el bano.Por todo eso fue llamada Blancanieves. Y al na-cer la nia, la reina muri.Un ao ms tarde el rey tom otra esposa. Era una mujer bella pero orgullosa yarrogante, y no po-da soportar que nadie la superara en belleza. Tena un espejomaravilloso y cuando se pona frente a l, mirndose le preguntaba:Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 13

    Entonces el espejo responda:La Reina es la ms hermosa de esta regin.Ella quedaba satisfecha pues saba que su espejo siempre deca la verdad.Pero Blancanieves creca y embelleca cada vez ms; cuando alcanz los siete aosera tan bella co-mo la clara luz del da y an ms linda que la reina.Ocurri que un da cuando le pregunt al espejo:Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?el espejo respondi:La Reina es la hermosa de este lugar,pero la linda Blancanieves lo es mucho ms.Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia. A partir de esemomento, cuando vea a Blancanieves el corazn le daba un vuelco en el pecho, talera el odio que senta por la nia. Y su envidia y su orgullo crecan cada da ms,como una mala hierba, de tal modo que no encontraba reposo, ni de da ni de noche.Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo:-Lleva esa nia al bosque; no quiero que aparez-ca ms ante mis ojos. La matars yme traers sus pulmones y su hgado como prueba.El cazador obedeci y se la llev, pero cuando quiso atravesar el corazn deBlancanieves, la nia se puso a llorar y exclam:-Mi buen cazador, no me mates!; correr hacia el bosque espeso y no volver nuncams.Como era tan linda el cazador tuvo piedad y di-jo:-Corre, pues, mi pobre nia!Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la devoraran. No obstante, no tener quematarla fue para l como si le quitaran un peso del corazn. Un cerdito venasaltando; el cazador lo mat, extrajo sus pulmones y su hgado y los llev a la reinacomo prueba de que haba cumplido su misin. El cocine-ro los cocin con sal y lamala mujer los comi cre-yendo comer los pulmones y el hgado de Blancanieves.Por su parte, la pobre nia se encontraba en medio de los grandes bosques,abandonada por todos y con tal miedo que todas las hojas de los rbo-les laasustaban. No tena idea de cmo arreglrselas y entonces corri y corri sobreguijarros filosos y a travs de las zarzas. Los animales salvajes se cruza-ban con ellapero no le hacan ningn dao. Corri hasta la cada de la tarde; entonces vio unacasita a la que entr para descansar. En la cabaita todo era pequeo, pero tan lindoy limpio como se pueda imaginar. Haba una mesita pequea con un mantel blanco ysobre l siete platitos, cada uno con su pe-quea cuchara, ms siete cuchillos, sietetenedores y siete vasos, todos pequeos. A lo largo de la pared estaban dispuestas,una junto a la otra, siete camitas cubiertas con sbanas blancas como la nieve. Comotena mucha hambre y mucha sed, Blancanieves co-mi trozos de legumbres y de pande cada platito y bebi una gota de vino de cada vasito. Luego se sin-ti muy cansaday se quiso acostar en una de las ca-mas. Pero ninguna era de su medida; una erademasiado larga, otra un poco corta, hasta que fi-nalmente la sptima le vino bien. Seacost, se en-comend a Dios y se durmi.Cuando cay la noche volvieron los dueos de casa; eran siete enanos que excavabany extraan metal en las montaas. Encendieron sus siete faro-litos y vieron quealguien haba venido, pues las co-sas no estaban en el orden en que las habandejado. El primero dijo:

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 14

    -Quin se sent en mi sillita?El segundo:-Quin comi en mi platito?El tercero:-Quin comi de mi pan?El cuarto:-Quin comi de mis legumbres?El quinto.-Quin pinch con mi tenedor?El sexto:-Quin cort con mi cuchillo?El sptimo:-Quin bebi en mi vaso?Luego el primero pas su vista alrededor y vio una pequea arruga en su cama y dijo:-Quin anduvo en mi lecho?Los otros acudieron y exclamaron:-Alguien se ha acostado en el mo tambin! Mi-rando en el suyo, el sptimo descubria Blancanie-ves, acostada y dormida. Llam a los otros, que se precipitaron conexclamaciones de asombro. Enton-ces fueron a buscar sus siete farolitos paraalumbrar a Blancanieves.-Oh, mi Dios -exclamaron- qu bella es esta ni-a!Y sintieron una alegra tan grande que no la des-pertaron y la dejaron proseguir susueo. El sptimo enano se acost una hora con cada uno de sus com-paeros y aspas la noche.Al amanecer, Blancanieves despert y viendo a los siete enanos tuvo miedo. Pero ellosse mostraron amables y le preguntaron.-Cmo te llamas?-Me llamo Blancanieves -respondi ella.-Como llegaste hasta nuestra casa?Entonces ella les cont que su madrastra haba querido matarla pero el cazadorhaba tenido piedad de ella permitindole correr durante todo el da hasta encontrarla casita.Los enanos le dijeron:-Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, ha-cer las camas, lavar, coser y tejer ysi tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltarnada.-S -respondi Blancanieves- acepto de todo co-razn. Y se qued con ellos.Blancanieves tuvo la casa en orden. Por las ma-anas los enanos partan hacia lasmontaas, donde buscaban los minerales y el oro, y regresaban por la noche. Paraese entonces la comida estaba lista.Durante todo el da la nia permaneca sola; los buenos enanos la previnieron:-Cudate de tu madrastra; pronto sabr que ests aqu! No dejes entrar a nadie!La reina, una vez que comi los que crea que eran los pulmones y el hgado deBlancanieves, se crey de nuevo la principal y la ms bella de todas las mujeres. Sepuso ante el espejo y dijo:Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?Entonces el espejo respondi.

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 15

    Pero, pasando los bosques,en la casa de los enanos,la linda Blancanieves lo es mucho ms.La Reina es la ms hermosa de este lugarLa reina qued aterrorizada pues saba que el es-pejo no menta nunca. Se dio cuentade que el caza-dor la haba engaado y de que Blancanieves viva. Reflexion y buscun nuevo modo de deshacerse de ella pues hasta que no fuera la ms bella de lare-gin la envidia no le dara tregua ni reposo. Cuando finalmente urdi un plan sepint la cara, se visti como una vieja buhonera y qued totalmente irre-conocible.As disfrazada atraves las siete montaas y lleg a la casa de los siete enanos, golpea la puerta y grit:-Vendo buena mercadera! Vendo! Vendo!Blancanieves mir por la ventana y dijo:-Buen da, buena mujer. Qu vende usted?-Una excelente mercadera -respondi-; cintas de todos colores.La vieja sac una trenzada en seda multicolor, y Blancanieves pens:-Bien puedo dejar entrar a esta buena mujer.Corri el cerrojo para permitirle el paso y poder comprar esa linda cinta.-Nia -dijo la vieja- qu mal te has puesto esa cinta! Acrcate que te la arreglo comose debe.Blancanieves, que no desconfiaba, se coloc delante de ella para que le arreglara ellazo. Pero rpi-damente la vieja lo oprimi tan fuerte que Blancanieves perdi elaliento y cay como muerta.-Y bien -dijo la vieja-, dejaste de ser la ms bella. Y se fue.Poco despus, a la noche, los siete enanos regre-saron a la casa y se asustaronmucho al ver a Blanca-nieves en el suelo, inmvil. La levantaron y descubrieron ellazo que la oprima. Lo cortaron y Blancanieves comenz a respirar y a reanimarsepo-co a poco.Cuando los enanos supieron lo que haba pasado dijeron:-La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. Ten mucho cuidado y no dejesentrar a nadie cuando no estamos cerca!Cuando la reina volvi a su casa se puso frente al espejo y pregunt:Espejito, espejito, de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?Entonces, como la vez anterior, respondi:La Reina es la ms hermosa de este lugar,Pero pasando los bosques,en la casa de los enanos,la linda Blancanieves lo es mucho ms.Cuando oy estas palabras toda la sangre le aflu-y al corazn. El terror la invadi,pues era claro que Blancanieves haba recobrado la vida.-Pero ahora -dijo ella- voy a inventar algo que te har perecer.Y con la ayuda de sortilegios, en los que era ex-perta, fabric un peine envenenado.Luego se disfra-z tomando el aspecto de otra vieja. As vestida atraves las sietemontaas y lleg a la casa de los siete enanos. Golpe a la puerta y grit:-Vendo buena mercadera! Vendo! Vendo!Blancanieves mir desde adentro y dijo:-Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie.

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 16

    -Al menos podrs mirar -dijo la vieja, sacando el peine envenenado y levantndolo enel aire.Tanto le gust a la nia que se dej seducir y abri la puerta. Cuando se pusieron deacuerdo so-bre la compra la vieja le dilo:-Ahora te voy a peinar como corresponde.La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dej hacer a la vieja pero apenassta le haba puesto el peine en los cabellos el veneno hizo su efecto y la pequeacay sin conocimiento.-Oh, prodigio de belleza -dijo la mala mujer-ahora s que acab contigo!Por suerte la noche lleg pronto trayendo a los enanos con ella. Cuando vieron aBlancanieves en el suelo, como muerta, sospecharon enseguida de la madrastra.Examinaron a la nia y encontraron el peine envenenado. Apenas lo retiraron,Blancanieves volvi en s y les cont lo que haba sucedido. En-tonces le advirtieronuna vez ms que debera cui-darse y no abrir la puerta a nadie.En cuanto lleg a su casa la reina se coloc frente al espejo y dijo:Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?Y el espejito, respondi nuevamente:La Reina es la ms hermosa de este lugar.Pero pasando los bosques,en la casa de los enanos,la linda Blancanieves lo es mucho ms.La reina al or hablar al espejo de ese modo, se estremeci y tembl de clera.-Es necesario que Blancanieves muera -exclam-aunque me cueste la vida a mmisma.Se dirigi entonces a una habitacin escondida y solitaria a la que nadie poda entrary fabric una manzana envenenada. Exteriormente pareca buena, blanca y roja y tanbien hecha que tentaba a quien la vea; pero apenas se coma un trocito sobrevena lamuerte. Cuando la manzana estuvo pronta, se pint la cara, se disfraz de campesinay atraves las siete montaas hasta llegar a la casa de los siete enanos.Golpe. Blancanieves sac la cabeza por la ven-tana y dijo:-No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo han prohibido.-No es nada -dijo la campesina- me voy a librar de mis manzanas. Toma, te voy a daruna.-No-dijo Blancanieves -tampoco debo aceptar nada.-Ternes que est envenenada? -dijo la vieja-; mi-ra, corto la manzana en dos partes;t comers la parte roja y yo la blanca.La manzana estaba tan ingeniosamente hecha que solamente la parte roja contenaveneno. La be-lla manzana tentaba a Blancanieves y cuando vio a la campesinacomer no pudo resistir ms, estir la ma-no y tom la mitad envenenada. Apenastuvo un trozo en la boca, cay muerta.Entonces la vieja la examin con mirada horri-ble, ri muy fuerte y dijo.-Blanca como la nieve, roja como la sangre, ne-gra como el bano. Esta vez losenanos no podrn reanimarte!Vuelta a su casa interrog al espejo:Espejito, espejito de mi habitacin!Quin es la ms hermosa de esta regin? Y el espejo finalmente respondi. La Reinaes la ms hermosa de esta regin.

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 17

    Entonces su corazn envidioso encontr repo-so, si es que los corazones envidiosospueden en-contrar alguna vez reposo.A la noche, al volver a la casa, los enanitos en-contraron a Blancanieves tendida en elsuelo sin que un solo aliento escapara de su boca: estaba muerta. La levantaron,buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus lazos, le peinaron los cabellos, lalava-ron con agua y con vino pelo todo esto no sirvi de nada: la querida nia estabamuerta y sigui estn-dolo.La pusieron en una parihuela. se sentaron junto a ella y durante tres das lloraron.Luego quisieron enterrarla pero ella estaba tan fresca como una per-sona viva ymantena an sus mejillas sonrosadas.Los enanos se dijeron:-No podemos ponerla bajo la negra tierra. E hi-cieron un atad de vidrio para que sela pudiera ver desde todos los ngulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombreen letras de oro proclamando que era hija de un rey. Luego expusieron el atad en lamontaa. Uno de ellos permanecera siempre a su lado para cuidarla. Los animalestambin vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y ms tarde unapalomita.Blancanieves permaneci mucho tiempo en el atad sin descomponerse; al contrario,pareca dor-mir, ya que siempre estaba blanca como la nieve, roja como la sangre ysus cabellos eran negros como el bano.Ocurri una vez que el hijo de un rey lleg, por azar, al bosque y fue a casa de losenanos a pasar la noche. En la montaa vio el atad con la hermosa Blancanieves ensu interior y ley lo que estaba es-crito en letras de oro.Entonces dijo a los enanos:-Dnme ese atad; les dar lo que quieran a cambio.-No lo daramos por todo el oro del mundo -respondieron los enanos.-En ese caso -replic el prncipe- reglenmelo pues no puedo vivir sin ver aBlancanieves. La hon-rar, la estimar como a lo que ms quiero en el mundo.Al orlo hablar de este modo los enanos tuvieron piedad de l y le dieron el atad. Elprncipe lo hizo llevar sobre las espaldas de sus servidores, pero su-cedi que stostropezaron contra un arbusto y co-mo consecuencia del sacudn el trozo de manzanaenvenenada que Blancanieves an conservaba en su garganta fue despedido haciaafuera. Poco despus abri los ojos, levant la tapa del atad y se irgui, resucitada.-Oh, Dios!, dnde estoy? -exclam.-Ests a mi lado -le dijo el prncipe lleno de ale-gra.Le cont lo que haba pasado y le dijo:-Te amo como a nadie en el mundo; ven conmi-go al castillo de mi padre; sers mimujer.Entonces Blancanieves comenz a sentir cario por l y se prepar la boda con granpompa y mag-nificencia.Tambin fue invitada a la fiesta la madrastra criminal de Blancanieves. Despus devestirse con sus hermosos trajes fue ante el espejo y pregunt:Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?El espejo respondi:La Reina es la ms hermosa de este lugar. Pero la joven Reina lo es mucho ms.

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 18

    Entonces la mala mujer lanz un juramento y tuvo tanto, tanto miedo, que no supoqu hacer. Al principio no quera ir de ningn modo a la boda. Pero no encontrreposo hasta no ver a la joven reina.Al entrar reconoci a Blancanieves y la angustia y el espanto que le produjo eldescubrimiento la de-jaron clavada al piso sin poder moverse.Pero ya haban puesto zapatos de hierro sobre carbones encendidos y luego loscolocaron delante de ella con tenazas. Se oblig a la bruja a entrar en esos zapatosincandescentes y a bailar hasta que le llegara la muerte.

    La Cenicienta.

    rase una mujer, casada con un hombre muy rico, que enferm, y, presintiendo suprximo fin, llam a su nica hijita y le dijo: Hija ma, sigue siendo siempre buena ypiadosa, y el buen Dios no te abandonar. Yo velar por ti desde el cielo, y me tendrssiempre a tu lado. Y, cerrando los ojos, muri. La muchachita iba todos los das a latumba de su madre a llorar, y sigui siendo buena y piadosa. Al llegar el invierno, lanieve cubri de un blanco manto la sepultura, y cuando el sol de primavera la huboderretido, el padre de la nia contrajo nuevo matrimonio.

    La segunda mujer llev a casa dos hijas, de rostro bello y blanca tez, pero negras ymalvadas de corazn. Vinieron entonces das muy duros para la pobrecita hurfana.Esta estpida tiene que estar en la sala con nosotras? decan las recin llegadas.Si quiere comer pan, que se lo gane. Fuera, a la cocina! Le quitaron sus hermososvestidos,le pusieron una blusa vieja y le dieron un par de zuecos para calzado: Mira

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 19

    la orgullosa princesa, qu compuesta! Y, burlndose de ella, la llevaron a la cocina.All tena que pasar el da entero ocupada en duros trabajos. Se levantaba demadrugada, iba por agua, encenda el fuego, preparaba la comida, lavaba la ropa. Y,por aadidura, sus hermanastras la sometan a todas las mortificacionesimaginables; se burlaban de ella, le esparcan, entre la ceniza, los guisantes y laslentejas, para que tuviera que pasarse horas recogindolas. A la noche, rendida comoestaba de tanto trabajar, en vez de acostarse en una cama tena que hacerlo en lascenizas del hogar. Y como por este motivo iba siempre polvorienta y sucia, lallamaban Cenicienta.

    Un da en que el padre se dispona a ir a la feria, pregunt a sus dos hijastras qudeseaban que les trajese. Hermosos vestidos, respondi una de ellas. Perlas ypiedras preciosas, dijo la otra. Y t, Cenicienta, pregunt, qu quieres? - Padre,corta la primera ramita que toque el sombrero, cuando regreses, y traemela. Comprel hombre para sus hijastras magnficos vestidos, perlas y piedras preciosas; devuelta, al atravesar un bosquecillo, un brote de avellano le hizo caer el sombrero, y llo cort y se lo llev consigo. Llegado a casa, dio a sus hijastras lo que haban pedido,y a Cenicienta, el brote de avellano. La muchacha le dio las gracias, y se fue con larama a la tumba de su madre, all la plant, regndola con sus lgrimas, y el brotecreci, convirtindose en un hermoso rbol. Cenicienta iba all tres veces al da, allorar y rezar, y siempre encontraba un pajarillo blanco posado en una rama; unpajarillo que, cuando la nia le peda algo, se lo echaba desde arriba.

    Sucedi que el Rey organiz unas fiestas, que deban durar tres das, y a las quefueron invitadas todas las doncellas bonitas del pas, para que el prncipe herederoeligiese entre ellas una esposa. Al enterarse las dos hermanastras que tambin ellasfiguraban en la lista, se pusieron muy contentas. Llamaron a Cenicienta, y le dijeron:Pinanos, cepllanos bien los zapatos y abrchanos las hebillas; vamos a la fiesta depalacio. Cenicienta obedeci, aunque llorando, pues tambin ella hubiera querido iral baile, y, as, rog a su madrastra que se lo permitiese. T, la Cenicienta, cubiertade polvo y porquera, pretendes ir a la fiesta? No tienes vestido ni zapatos, y quieresbailar? Pero al insistir la muchacha en sus splicas, la mujer le dijo, finalmente: Tehe echado un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges en dos horas, te dejar ir.La muchachita, saliendo por la puerta trasera, se fue al jardn y exclam: Palomitasmansas, tortolillas y avecillas todas del cielo, vengan a ayudarme a recoger lentejas!:

    Las buenas, en el pucherito; las malas, en el buchecito.

    Y acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blancas, luego las tortolillas y,finalmente, comparecieron, bulliciosas y presurosas, todas las avecillas del cielo y seposaron en la ceniza. Y las palomitas, bajando las cabecitas, empezaron: pic, pic, pic,pic; y luego todas las dems las imitaron: pic, pic, pic, pic, y en un santiamn todoslos granos buenos estuvieron en la fuente. No haba transcurrido ni una horacuando, terminado el trabajo, echaron a volar y desaparecieron. La muchacha llev lafuente a su madrastra, contenta porque crea que la permitiran ir a la fiesta, pero lavieja le dijo: No, Cenicienta, no tienes vestidos y no puedes bailar. Todos se burlaran

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 20

    de ti. Y como la pobre rompiera a llorar: Si en una hora eres capaz de limpiar dosfuentes llenas de lentejas que echar en la ceniza, te permitir que vayas. Y pensaba:Jams podr hacerlo. Pero cuando las lentejas estuvieron en la ceniza, la doncellasali al jardn por la puerta trasera y grit: Palomitas mansas, tortolillas y avecillastodas del cielo, vengan a ayudarme a limpiar lentejas!:

    Las buenas, en el pucherito; las malas, en el buchecito.

    Y enseguida acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blancas y luego lastortolillas, y, finalmente, comparecieron, bulliciosas y presurosas, todas las avecillasdel cielo y se posaron en la ceniza. Y las palomitas, bajando las cabecitas, empezaron:pic, pic, pic, pic; y luego todas las dems las imitaron: pic, pic, pic, pic, echandotodos los granos buenos en las fuentes. No haba transcurrido an media horacuando, terminada ya su tarea, emprendieron todas el vuelo. La muchacha llev lasfuentes a su madrastra, pensando que aquella vez le permitira ir a la fiesta. Pero lamujer le dijo: Todo es intil; no vendrs, pues no tienes vestidos ni sabes bailar.Seras nuestra vergenza. Y, volvindole la espalda, parti apresuradamente con susdos orgullosas hijas.

    No habiendo ya nadie en casa, Cenicienta se encamin a la tumba de su madre, bajoel avellano, y suplic:

    Arbolito, sacude tus ramas frondosas, y chame oro y plata y ms cosas!

    Y he aqu que el pjaro le ech un vestido bordado en plata y oro, y unas zapatillascon adornos de seda y plata. Se visti a toda prisa y corri a palacio, donde sumadrastra y hermanastras no la reconocieron, y, al verla tan ricamente ataviada, latomaron por una princesa extranjera. Ni por un momento se les ocurri pensar enCenicienta, a quien crean en su cocina, sucia y buscando lentejas en la ceniza. Elprncipe sali a recibirla, y tomndola de la mano, bail con ella. Y es el caso que noquiso bailar con ninguna otra ni la solt de la mano, y cada vez que se acercaba otramuchacha a invitarlo, se negaba diciendo: sta es mi pareja.

    Al anochecer, Cenicienta quiso volver a su casa, y el prncipe le dijo: Teacompaar, deseoso de saber de dnde era la bella muchacha. Pero ella se leescap, y se encaram de un salto al palomar. El prncipe aguard a que llegase supadre, y le dijo que la doncella forastera se haba escondido en el palomar. Entoncespens el viejo: Ser la Cenicienta? Y, pidiendo que le trajesen un hacha y un pico, sepuso a derribar el palomar. Pero en su interior no haba nadie. Y cuando todosllegaron a casa, encontraron a Cenicienta entre la ceniza, cubierta con sus suciasropas, mientras un candil de aceite arda en la chimenea; pues la muchacha se habadado buena maa en saltar por detrs del palomar y correr hasta el avellano; all sequit sus hermosos vestidos, y los deposit sobre la tumba, donde el pajarillo seencarg de recogerlos. Y enseguida se volvi a la cocina, vestida con su sucia batita.

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 21

    Al da siguiente, a la hora de volver a empezar la fiesta, cuando los padres y lashermanastras se hubieron marchado, la muchacha se dirigi al avellano y le dijo:

    Arbolito, sacude tus ramas frondosas, y chame oro y plata y, ms cosas!

    El pajarillo le envi un vestido mucho ms esplndido an que el de la vspera; y alpresentarse ella en palacio tan magnficamente ataviada, todos los presentes sepasmaron ante su belleza. El hijo del Rey, que la haba estado aguardando, la tomnmediatamente de la mano y slo bail con ella. A las dems que fueron a solicitarlo,les responda: sta es mi pareja. Al anochecer, cuando la muchacha quiso retirarse,el prncipe la sigui, para ver a qu casa se diriga; pero ella desapareci de un brincoen el jardn de detrs de la suya. Creca en l un grande y hermoso peral, del quecolgaban peras magnficas. Se subi ella a la copa con la ligereza de una ardilla,saltando entre las ramas, y el prncipe la perdi de vista. El joven aguard la llegadadel padre, y le dijo: La joven forastera se me ha escapado; creo que se subi al peral.Pens el padre: Ser la Cenicienta? Y, tomando un hacha, derrib el rbol, peronadie apareci en la copa. Y cuando entraron en la cocina, all estaba Cenicientaentre las cenizas, como tena por costumbre, pues haba saltado al suelo por el ladoopuesto del rbol, y, despus de devolver los hermosos vestidos al pjaro del avellano,volvi a ponerse su batita gris.El tercer da, en cuanto se hubieron marchado los dems, volvi Cenicienta a latumba de su madre y suplic al arbolillo:

    Arbolito, sacude tus ramas frondosas, y chame oro y plata y ms cosas!

    Y el pjaro le ech un vestido soberbio y brillante como jams se viera otro en elmundo, con unos zapatitos de oro puro. Cuando se present a la fiesta, todos losconcurrentes se quedaron boquiabiertos de admiracin. El hijo del Rey bailexclusivamente con ella, y a todas las que iban a solicitarlo les responda: sta es mipareja.

    Al anochecer se despidi Cenicienta. El hijo del Rey quiso acompaarla; pero ella seescap con tanta rapidez, que su admirador no pudo darle alcance. Pero esta vezrecurri a una trampa: mand embadurnar con pez las escaleras de palacio, por locual, al saltar la muchacha los peldaos, se le qued la zapatilla izquierda adherida auno de ellos. Recogi el prncipe la zapatilla, y observ que era diminuta, graciosa, ytoda ella de oro. A la maana siguiente presentse en casa del hombre y le dijo: Miesposa ser aquella cuyo pie se ajuste a este zapato. Las dos hermanastras sealegraron, pues ambas tenan los pies muy lindos. La mayor fue a su cuarto paraprobarse la zapatilla, acompaada de su madre. Pero no haba modo de introducir eldedo gordo; y al ver que la zapatilla era demasiado pequea, la madre, alargndoleun cuchillo, le dijo: Crtate el dedo! Cuando seas reina, no tendrs necesidad deandar a pie. Lo hizo as la muchacha; forz el pie en el zapato y, reprimiendo eldolor, se present al prncipe. l la hizo montar en su caballo y se march con ella.

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 22

    Pero hubieron de pasar por delante de la tumba, y dos palomitas que estabanposadas en el avellano gritaron:

    Ruke di guk, ruke di guk; sangre hay en el zapato. El zapato no le va, La novia verdadera en casa est.

    Mir el prncipe el pie y vio que de l flua sangre. Hizo dar media vuelta al caballo ydevolvi la muchacha a su madre, diciendo que no era aquella la que buscaba, y quela otra hermana tena que probarse el zapato. Subi sta a su habitacin y, aunquelos dedos le entraron holgadamente, en cambio no haba manera de meter el taln. Ledijo la madre, alargndole un cuchillo: Crtate un pedazo del taln. Cuando seasreina no tendrs necesidad de andar a pie. Cortse la muchacha un trozo del taln,meti a la fuerza el pie en el zapato y, reprimiendo el dolor, se present al hijo delRey. Mont ste en su caballo y se march con ella. Pero al pasar por delante delavellano, las dos palomitas posadas en una de sus ramas gritaron:

    Ruke di guk, ruke di guk; sangre hay en el zapato. El zapato no le va, La novia verdadera en casa est.

    Mir el prncipe el pie de la muchacha y vio que la sangre manaba del zapato y habaenrojecido la blanca media. Volvi grupas y llev a su casa a la falsa novia. Tampocoes sta la verdadera, dijo. No tienen otra hija? - No, respondi el hombre. Slo demi esposa difunta queda una Cenicienta pringosa; pero es imposible que sea lanovia. Mand el prncipe que la llamasen; pero la madrastra replic: Oh, no! Vademasiado sucia! No me atrevo a presentarla. Pero como el hijo del Rey insistiera, nohubo ms remedio que llamar a Cenicienta. Lavse ella primero las manos y la caray, entrando en la habitacin, salud al prncipe con una reverencia, y l tendi elzapato de oro. Se sent la muchacha en un escaln, se quit el pesado zueco y secalz la chinela: le vena como pintada. Y cuando, al levantarse, el prncipe le mir elrostro, reconoci en el acto a la hermosa doncella que haba bailado con l, yexclam: sta s que es mi verdadera novia! La madrastra y sus dos hijaspalidecieron de rabia; pero el prncipe ayud a Cenicienta a montar a caballo ymarch con ella. Y al pasar por delante del avellano, gritaron las dos palomitasblancas:

    Ruke di guk, ruke di guk; no tiene sangre el zapato. Y pequeo no le est; Es la novia verdadera con la que va.

    Y, dicho esto, bajaron volando las dos palomitas y se posaron una en cada hombro deCenicienta.

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 23

    Al llegar el da de la boda, se presentaron las traidoras hermanas, muy zalameras,deseosas de congraciarse con Cenicienta y participar de su dicha. Pero alencaminarse el cortejo a la iglesia, yendo la mayor a la derecha de la novia y la menora su izquierda, las palomas, de sendos picotazos, les sacaron un ojo a cada una.Luego, al salir, yendo la mayor a la izquierda y la menor a la derecha, las mismasaves les sacaron el otro ojo. Y de este modo quedaron castigadas por su maldad,condenadas a la ceguera para todos los das de su vida.

    El lobo y la siete cabritillas.

    rase una vez una vieja cabra que tena siete cabritas, a las que quera tantiernamente como una madre puede querer a sus hijos. Un da quiso salir al bosque abuscar comida y llam a sus pequeuelas. Hijas mas, les dijo, me voy al bosque;mucho ojo con el lobo, pues si entra en la casa os devorar a todas sin dejar ni unpelo. El muy bribn suele disfrazarse, pero lo conoceris enseguida por su bronca vozy sus negras patas. Las cabritas respondieron: Tendremos mucho cuidado,madrecita. Podis marcharos tranquila. Despidise la vieja con un balido y, confiada,emprendi su camino.

    No haba transcurrido mucho tiempo cuando llamaron a la puerta y una voz dijo:Abrid, hijitas. Soy vuestra madre, que estoy de vuelta y os traigo algo para cadauna. Pero las cabritas comprendieron, por lo rudo de la voz, que era el lobo. No teabriremos, exclamaron, no eres nuestra madre. Ella tiene una voz suave y cariosa,y la tuya es bronca: eres el lobo. Fuese ste a la tienda y se compr un buen trozo deyeso. Se lo comi para suavizarse la voz y volvi a la casita. Llamando nuevamente ala puerta: Abrid hijitas, dijo, vuestra madre os trae algo a cada una. Pero el lobohaba puesto una negra pata en la ventana, y al verla las cabritas, exclamaron: No,no te abriremos; nuestra madre no tiene las patas negras como t. Eres el lobo!

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 24

    Corri entonces el muy bribn a un tahonero y le dijo: Mira, me he lastimado un pie;ntamelo con un poco de pasta. Untada que tuvo ya la pata, fue al encuentro delmolinero: chame harina blanca en el pie, djole. El molinero, comprendiendo que ellobo tramaba alguna tropela, negse al principio, pero la fiera lo amenaz: Si no lohaces, te devoro. El hombre, asustado, le blanque la pata. S, as es la gente.

    Volvi el rufin por tercera vez a la puerta y, llamando, dijo: Abrid, pequeas; esvuestra madrecita querida, que est de regreso y os trae buenas cosas del bosque.Las cabritas replicaron: Ensanos la pata; queremos asegurarnos de que eresnuestra madre. La fiera puso la pata en la ventana, y, al ver ellas que era blanca,creyeron que eran verdad sus palabras y se apresuraron a abrir. Pero fue el loboquien entr. Qu sobresalto, Dios mo! Y qu prisas por esconderse todas! Metiseuna debajo de la mesa; la otra, en la cama; la tercera, en el horno; la cuarta, en lacocina; la quinta, en el armario; la sexta, debajo de la fregadera, y la ms pequea,en la caja del reloj. Pero el lobo fue descubrindolas una tras otra y, sin gastarcumplidos, se las engull a todas menos a la ms pequeita que, oculta en la caja delreloj, pudo escapar a sus pesquisas. Ya ahto y satisfecho, el lobo se alej a un troteligero y, llegado a un verde prado, tumbse a dormir a la sombra de un rbol.

    Al cabo de poco regres a casa la vieja cabra. Santo Dios, lo que vio! La puerta,abierta de par en par; la mesa, las sillas y bancos, todo volcado y revuelto; la jofaina,rota en mil pedazos; las mantas y almohadas, por el suelo. Busc a sus hijitas, perono aparecieron por ninguna parte; llamlas a todas por sus nombres, pero ningunacontest. Hasta que llegle la vez a la ltima, la cual, con vocecita queda, dijo: Madrequerida, estoy en la caja del reloj. Sacla la cabra, y entonces la pequea le explicque haba venido el lobo y se haba comido a las dems. Imaginad con qudesconsuelo lloraba la madre la prdida de sus hijitas!

    Cuando ya no le quedaban ms lgrimas, sali al campo en compaa de su pequea,y, al llegar al prado, vio al lobo dormido debajo del rbol, roncando tan fuertementeque haca temblar las ramas. Al observarlo de cerca, parecile que algo se mova y

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 25

    agitaba en su abultada barriga. Vlgame Dios! pens, si sern mis pobres hijitas,que se las ha merendado y que estn vivas an? Y envi a la pequea a casa, a todaprisa, en busca de tijeras, aguja e hilo. Abri la panza al monstruo, y apenas habaempezado a cortar cuando una de las cabritas asom la cabeza. Al seguir cortandosaltaron las seis afuera, una tras otra, todas vivitas y sin dao alguno, pues la bestia,en su glotonera, las haba engullido enteras. All era de ver su regocijo! Con cuntocario abrazaron a su mamata, brincando como sastre en bodas! Pero la cabra dijo:Traedme ahora piedras; llenaremos con ellas la panza de esta condenada bestia,aprovechando que duerme. Las siete cabritas corrieron en busca de piedras y lasfueron metiendo en la barriga, hasta que ya no cupieron ms. La madre cosi la pielcon tanta presteza y suavidad, que la fiera no se dio cuenta de nada ni hizo el menormovimiento.

    Terminada ya su siesta, el lobo se levant, y, como los guijarros que le llenaban elestmago le diesen mucha sed, encaminse a un pozo para beber. Mientras andaba,movindose de un lado a otro, los guijarros de su panza chocaban entre s con granruido, por lo que exclam:

    Qu ser este ruido que suena en mi barriga? Cre que eran seis cabritas, mas ahora me parecen chinitas.

    Al llegar al pozo e inclinarse sobre el brocal, el peso de las piedras lo arrastr y lo hizocaer al fondo, donde se ahog miserablemente. Vindolo las cabritas, acudieroncorriendo y gritando jubilosas: Muerto est el lobo! Muerto est el lobo! Y, con sumadre, pusironse a bailar en corro en torno al pozo.

    El Enano Saltarn (Rumpelstilzchen).

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 26

    Cuentan que en un tiempo muy lejano el rey decidi pasear por sus dominios, queincluan una pequea aldea en la que viva un molinero junto con su bella hija. Alinteresarse el rey por ella, el molinero minti para darse importancia: - Adems debonita, es capaz de convertir la paja en oro hilndola con una rueca. El rey,francamente contento con dicha cualidad de la muchacha, no lo dud un instante yla llev con l a palacio.

    Una vez en el castillo, el rey orden que condujesen a la hija del molinero a unahabitacin repleta de paja, donde haba tambin una rueca: - Tienes hasta el albapara demostrarme que tu padre deca la verdad y convertir esta paja en oro. De locontrario, sers desterrada. La pobre nia llor desconsolada, pero he aqu queapareci un estrafalario enano que le ofreci hilar la paja en oro a cambio de sucollar.

    La hija del molinero le entreg la joya y... zis-zas, zis-zas, el enano hilaba la paja quese iba convirtiendo en oro en las canillas, hasta que no qued ni una brizna de paja yla habitacin refulga por el oro. Cuando el rey vio la proeza, guiado por la avaricia,espet: - Veremos si puedes hacer lo mismo en esta habitacin. - Y le seal unaestancia ms grande y ms repleta de oro que la del da anterior.

    La muchacha estaba desesperada, pues crea imposible cumplir la tarea pero, comoel da anterior, apareci el enano saltarn: - Qu me das si hilo la paja paraconvertirla en oro? - pregunt al hacerse visible. - Slo tengo esta sortija - Dijo ladoncella tendindole el anillo. - Empecemos pues, - respondi el enano. Y zis-zas,zis-zas, toda la paja se convirti en oro hilado.

    Pero la codicia del rey no tena fin, y cuando comprob que se haban cumplido susrdenes, anunci: - Repetirs la hazaa una vez ms, si lo consigues, te har miesposa - Pues pensaba que, a pesar de ser hija de un molinero, nunca encontrara

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 27

    mujer con dote mejor. Una noche ms llor la muchacha, y de nuevo apareci elgrotesco enano: - Qu me dars a cambio de solucionar tu problema? - Pregunt,saltando, a la chica.

    - No tengo ms joyas que ofrecerte - y pensando que esta vez estaba perdida, gimidesconsolada. - Bien, en ese caso, me dars tu primer hijo - demand el enanillo.Acept la muchacha: Quin sabe cmo irn las cosas en el futuro - Dijo para susadentros. Y como ya haba ocurrido antes, la paja se iba convirtiendo en oro a medidaque el extrao ser la hilaba.

    Cuando el rey entr en la habitacin, sus ojos brillaron ms an que el oro queestaba contemplando, y convoc a sus sbditos para la celebracin de los esponsales.Vivieron ambos felices y al cabo de una ao, tuvieron un precioso retoo. La ahorareina haba olvidado el incidente con la rueca, la paja, el oro y el enano, y por eso seasust enormemente cuando una noche apareci el duende saltarn reclamando surecompensa.

    - Por favor, enano, por favor, ahora poseo riqueza, te dar todo lo que quieras. -Cmo puedes comparar el valor de una vida con algo material? Quiero a tu hijo -exigi el desaliado enano. Pero tanto rog y suplic la mujer, que conmovi al enano:- Tienes tres das para averiguar cul es mi nombre, si lo aciertas, dejar que tequedes con el nio.

    Por ms que pens y se devan los sesos la molinerita para buscar el nombre delenano, nunca acertaba la respuesta correcta. Al tercer da, envi a sus exploradores abuscar nombres diferentes por todos los confines del mundo. De vuelta, uno de elloscont la ancdota de un duende al que haba visto saltar a la puerta de una pequeacabaa cantando: - Yo slo tejo, a nadie amo y Rumpelstilzchen me llamo

    Cuando volvi el enano la tercera noche, y pregunt su propio nombre a la reina, stale contest: - Te llamas Rumpelstilzchen! - No puede ser! - grit l - No lo puedessaber! Te lo ha dicho el diablo! - Y tanto y tan grande fue su enfado, que dio unapatada en el suelo que le dej la pierna enterrada hasta la mitad, y cuando intentsacarla, el enano se parti por la mitad.

    Verdezuela (Rapunzel).

    Haba una vez un hombre y una mujer que vivan solos y desconsolados por no tenerhijos, hasta que, por fin, la mujer concibi la esperanza de que Dios Nuestro Seor sedispona a satisfacer su anhelo. La casa en que vivan tena en la pared trasera unaventanita que daba a un magnfico jardn, en el que crecan esplndidas flores yplantas; pero estaba rodeado de un alto muro y nadie osaba entrar en l, ya queperteneca a una bruja muy poderosa y temida de todo el mundo. Un da asomse lamujer a aquella ventana a contemplar el jardn, y vio un bancal plantado de

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 28

    hermossimas verdezuelas, tan frescas y verdes, que despertaron en ella un violentoantojo de comerlas. El antojo fue en aumento cada da que pasaba, y como la mujerlo crea irrealizable, iba perdiendo la color y desmirrindose, a ojos vistas. Vindolatan desmejorada, le pregunt asustado su marido: Qu te ocurre, mujer? - Ay!exclam ella, me morir si no puedo comer las verdezuelas del jardn que hay detrsde nuestra casa. El hombre, que quera mucho a su esposa, pens: Antes quedejarla morir conseguir las verdezuelas, cueste lo que cueste. Y, al anochecer, saltel muro del jardn de la bruja, arranc precipitadamente un puado de verdezuelas ylas llev a su mujer. sta se prepar enseguida una ensalada y se la comi muy agusto; y tanto le y tanto le gustaron, que, al da siguiente, su afn era tres veces msintenso. Si quera gozar de paz, el marido deba saltar nuevamente al jardn. Y as lohizo, al anochecer. Pero apenas haba puesto los pies en el suelo, tuvo un terriblesobresalto, pues vio surgir ante s la bruja. Cmo te atreves, djole sta con miradairacunda, a entrar cual un ladrn en mi jardn y robarme las verdezuelas? Lopagars muy caro. - Ay! respondi el hombre, tened compasin de m. Si lo hehecho, ha sido por una gran necesidad: mi esposa vio desde la ventana vuestrasverdezuelas y sinti un antojo tan grande de comerlas, que si no las tuviera semorira. La hechicera se dej ablandar y le dijo: Si es como dices, te dejar cogercuantas verdezuelas quieras, con una sola condicin: tienes que darme el hijo que osnazca. Estar bien y lo cuidar como una madre. Tan apurado estaba el hombre, quese avino a todo y, cuando naci el hijo, que era una nia, presentse la bruja y,despus de ponerle el nombre de Verdezuela; se la llev.

    Verdezuela era la nia ms hermosa que viera el sol. Cuando cumpli los doce aos,la hechicera la encerr en una torre que se alzaba en medio de un bosque y no tenapuertas ni escaleras; nicamente en lo alto haba una diminuta ventana. Cuando labruja quera entrar, colocbase al pie y gritaba:

    Verdezuela, Verdezuela, Sultame tu cabellera!

    Verdezuela tena un cabello magnfico y largusimo, fino como hebras de oro. Cuandooa la voz de la hechicera se soltaba las trenzas, las envolva en torno a un gancho dela ventana y las dejaba colgantes: y como tenan veinte varas de longitud, la brujatrepaba por ellas.

    Al cabo de algunos aos, sucedi que el hijo del Rey, encontrndose en el bosque,acert a pasar junto a la torre y oy un canto tan melodioso, que hubo de detenerse aescucharlo. Era Verdezuela, que entretena su soledad lanzando al aire su dulcsimavoz. El prncipe quiso subir hasta ella y busc la puerta de la torre, pero, noencontrando ninguna, se volvi a palacio. No obstante, aquel canto lo haba arrobadode tal modo, que todos los das iba al bosque a escucharlo. Hallndose una vez ocultodetrs de un rbol, vio que se acercaba la hechicera, y la oy que gritaba,dirigindose a o alto:

    Verdezuela, Verdezuela, Sultame tu cabellera!

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    Verdezuela solt sus trenzas, y la bruja se encaram a lo alto de la torre. Si sta esla escalera para subir hasta all, se dijo el prncipe, tambin yo probar fortuna. Yal da siguiente, cuando ya comenzaba a oscurecer, encaminse al pie de la torre ydijo:

    Verdezuela, Verdezuela, Sultame tu cabellera!

    Enseguida descendi la trenza, y el prncipe subi.

    En el primer momento, Verdezuela se asust Verdezuela se asust mucho al ver unhombre, pues jams sus ojos haban visto ninguno. Pero el prncipe le dirigi lapalabra con gran afabilidad y le explic que su canto haba impresionado de talmanera su corazn, que ya no haba gozado de un momento de paz hasta hallar lamanera de subir a verla. Al escucharlo perdi Verdezuela el miedo, y cuando l lepregunt si lo quera por esposo, viendo la muchacha que era joven y apuesto, pens,Me querr ms que la vieja, y le respondi, poniendo la mano en la suya: S; muchodeseo irme contigo; pero no s cmo bajar de aqu. Cada vez que vengas, trete unamadeja de seda; con ellas trenzar una escalera y, cuando est terminada, bajar y tme llevars en tu caballo. Convinieron en que hasta entonces el prncipe acudiratodas las noches, ya que de da iba la vieja. La hechicera nada sospechaba, hasta queun da Verdezuela le pregunt: Decidme, ta Gothel, cmo es que me cuesta muchoms subiros a vos que al prncipe, que est arriba en un santiamn? - Ah,malvada! exclam la bruja, qu es lo que oigo? Pens que te haba aislado de todoel mundo, y, sin embargo, me has engaado. Y, furiosa, cogi las hermosas trenzasde Verdezuela, les dio unas vueltas alrededor de su mano izquierda y, empujandounas tijeras con la derecha, zis, zas, en un abrir y cerrar de ojos cerrar de ojos se lascort, y tir al suelo la esplndida cabellera. Y fue tan despiadada, que condujo a lapobre Verdezuela a un lugar desierto, condenndola a una vida de desolacin ymiseria.

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    El mismo da en que se haba llevado a la muchacha, la bruja at las trenzas cortadasal gancho de la ventana, y cuando se present el prncipe y dijo:

    Verdezuela, Verdezuela, Sultame tu cabellera!

    la bruja las solt, y por ellas subi el hijo del Rey. Pero en vez de encontrar a suadorada Verdezuela hallse cara a cara con la hechicera, que lo miraba con ojosmalignos y perversos: Aj! exclam en tono de burla, queras llevarte a la niabonita; pero el pajarillo ya no est en el nido ni volver a cantar. El gato lo ha cazado,y tambin a ti te sacar los ojos. Verdezuela est perdida para ti; jams volvers averla. El prncipe, fuera de s de dolor y desesperacin, se arroj desde lo alto de latorre. Salv la vida, pero los espinos sobre los que fue a caer se le clavaron en losojos, y el infeliz hubo de vagar errante por el bosque, ciego, alimentndose de races ybayas y llorando sin cesar la prdida de su amada mujercita. Y as anduvo sin rumbopor espacio de varios aos, msero y triste, hasta que, al fin, lleg al desierto en queviva Verdezuela con los dos hijitos los dos hijitos gemelos, un nio y una nia, a losque haba dado a luz. Oy el prncipe una voz que le pareci conocida y, al acercarse,reconocilo Verdezuela y se le ech al cuello llorando. Dos de sus lgrimas lehumedecieron los ojos, y en el mismo momento se le aclararon, volviendo a ver comoantes. Llevla a su reino, donde fue recibido con gran alegra, y vivieron muchos aoscontentos y felices.

    Los tres pelos de oro del diablo.

    rase una vez una mujer muy pobre que dio a luz un nio. Como el pequeo vino almundo envuelto en la tela de la suerte, predijronle que al cumplir los catorce aos se

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    casara con la hija del Rey. Ocurri que unos das despus el Rey pas por el pueblo,sin darse a conocer, y al preguntar qu novedades haba, le respondieron:- Uno de estos das ha nacido un nio con una tela de la suerte. A quien esto sucede,la fortuna lo protege. Tambin le han pronosticado que a los catorce aos se casarcon la hija del Rey.El Rey, que era hombre de corazn duro, se irrit al or aquella profeca, y, yendo aencontrar a los padres, les dijo con tono muy amable:- Vosotros sois muy pobres; dejadme, pues, a vuestro hijo, que yo lo cuidar.Al principio, el matrimonio se negaba, pero al ofrecerles el forastero un buen bolso deoro, pensaron: Ha nacido con buena estrella; ser, pues, por su bien y, al fin,aceptaron y le entregaron el nio.El Rey lo meti en una cajita y prosigui con l su camino, hasta que lleg al borde deun profundo ro. Arroj al agua la caja, y pens: As he librado a mi hija de unpretendiente bien inesperado. Pero la caja, en lugar de irse al fondo, se puso a flotarcomo un barquito, sin que entrara en ella ni una gota de agua. Y as continu,corriente abajo, hasta cosa de dos millas de la capital del reino, donde qued detenidaen la presa de un molino. Uno de los mozos, que por fortuna se encontraba presentey la vio, sac la caja con un gancho, creyendo encontrar en ella algn tesoro. Alabrirla ofrecise a su vista un hermoso chiquillo, alegre y vivaracho. Llevlo el mozoal molinero Y su mujer, que, como no tenan hijos, exclamaron:- Es Dios que nos lo enva!Y cuidaron con todo cario al nio abandonado, el cual creci en edad, salud ybuenas cualidades.He aqu que un da el Rey, sorprendido por una tempestad, entr a guarecerse en elmolino y pregunt a los molineros si aquel guapo muchacho era hijo suyo.- No -respondieron ellos-, es un nio expsito; hace catorce aos que lo encontramosen una caja, en la presa del molino.Comprendi el Rey que no poda ser otro sino aquel nio de la suerte que habaarrojado al ro, y dijo.- Buena gente, dejarais que el chico llevara una carta ma a la Seora Reina? Ledar en pago dos monedas de oro.- Como mande el Seor Rey! -respondieron los dos viejos, y mandaron al mozo que sepreparase. El Rey escribi entonces una carta a la Reina, en los siguientes trminos:En cuanto se presente el muchacho con esta carta, lo mandars matar y enterrar, yesta orden debe cumplirse antes de mi regreso.Psose el muchacho en camino con la carta, pero se extravi, y al anochecer lleg aun gran bosque. Vio una lucecita en la oscuridad y se dirigi all, resultando ser unacasita muy pequea. Al entrar slo haba una anciana sentada junto al fuego, la cualasustse al ver al mozo y le dijo:- De dnde vienes y adnde vas?- Vengo del molino -respondi l- y voy a llevar una carta a la Seora Reina. Perocomo me extravi, me gustara pasar aqu la noche.- Pobre chico! -replic la mujer-. Has venido a dar en una guarida de bandidos, y sivienen te matarn.- Venga quien venga, no tengo miedo -contest el muchacho-. Estoy tan cansado queno puedo dar un paso ms - y, tendindose sobre un banco, se qued dormido en elacto.

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    A poco llegaron los bandidos y preguntaron, enfurecidos, quin era el forastero queall dorma.- Ay! -dijo la anciana-, es un chiquillo inocente que se extravi en el bosque; lo heacogido por compasin. Parece que lleva una carta para la Reina.Los bandoleros abrieron el sobre y leyeron el contenido de la carta, es decir, la ordende que se diera muerte al mozo en cuanto llegara. A pesar de su endurecido corazn,los ladrones se apiadaron, y el capitn rompi la carta y la cambi por otra en la queordenaba que al llegar el muchacho lo casasen con la hija del Rey. Dejronlo luegodescansar tranquilamente en su banco hasta la maana, y, cuando se despert, ledieron la carta y le mostraron el camino. La Reina, al recibir y leer la misiva, seapresur a cumplir lo que en ella se le mandaba: Organiz una boda magnfica, y laprincesa fue unida en matrimonio al favorito de la fortuna. Y como el muchacho eraguapo y apuesto, su esposa viva feliz y satisfecha con l. Transcurrido algn tiempo,regres el Rey a palacio y vio que se haba cumplido el vaticinio: el nio de la suertese haba casado con su hija.- Cmo pudo ser eso? -pregunt-. En mi carta daba yo una orden muy distinta.Entonces la Reina le present el escrito, para que leyera l mismo lo que all deca.Ley el Rey la carta y se dio cuenta de que haba sido cambiada por otra. Preguntentonces al joven qu haba sucedido con el mensaje que le confiara, y por qu lohaba sustituido por otro.- No s nada -respondi el muchacho-. Debieron cambirmela durante la noche,mientras dorma en la casa del bosque.- Esto no puede quedar as -dijo el Rey encolerizado-. Quien quiera conseguir a mihija debe ir antes al infierno y traerme tres pelos de oro de la cabeza del diablo. Si lohaces, conservars a mi hija.Esperaba el Rey librarse de l para siempre con aquel encargo; pero el afortunadomuchacho respondi:- Traer los tres cabellos de oro. El diablo no me da miedo-. Se despidi de su esposay emprendi su peregrinacin.Condjolo su camino a una gran ciudad; el centinela de la puerta le pregunt culera su oficio y qu cosas saba.- Yo lo s todo -contest el muchacho.- En este caso podrs prestarnos un servicio -dijo el guarda-. Explcanos por qu lafuente de la plaza, de la que antes manaba vino, se ha secado y ni siquiera da agua.- Lo sabris -afirm el mozo-, pero os lo dir cuando vuelva.Sigui adelante y lleg a una segunda ciudad, donde el guarda de la muralla lepregunt, a su vez, cul era su oficio y qu cosas saba.- Yo lo s todo -repiti el muchacho.- Entonces puedes hacernos un favor. Dinos por qu un rbol que tenemos en laciudad, que antes daba manzanas de oro, ahora no tiene ni hojas siquiera.- Lo sabris -respondi l-, pero os lo dir cuando vuelva.Prosiguiendo su ruta, lleg a la orilla de un ancho y profundo ro que haba de cruzar.Preguntle el barquero qu oficio tena y cules eran sus conocimientos.- Lo s todo -respondi l.- Siendo as, puedes hacerme un favor -prosigui el barquero-. Dime por qu tengoque estar bogando eternamente de una a otra orilla, sin que nadie venga a relevarme.- Lo sabrs -replic el joven-, pero te lo dir cuando vuelva.

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 33

    Cuando hubo cruzado el ro, encontr la entrada del infierno. Todo estaba lleno deholln; el diablo haba salido, pero su ama se hallaba sentada en un ancho silln.- Qu quieres? -pregunt al mozo; y no pareca enfadada.- Quisiera tres cabellos de oro de la cabeza del diablo -respondile l-, pues sin ellosno podr conservar a mi esposa.- Mucho pides -respondi la mujer-. Si viene el diablo y te encuentra aqu, mal lo vasa pasar. Pero me das lstima; ver de ayudarte.Y, transformndolo en hormiga, le dijo:- Disimlate entre los pliegues de mi falda; aqu estars seguro.- Bueno -respondi l-, no est mal para empezar; pero es que, adems, quisierasaber tres cosas: por qu una fuente que antes manaba vino se ha secado y no da nisiquiera agua; por qu un rbol que daba manzanas de oro no tiene ahora ni hojas, ypor qu un barquero ha de estar bogando sin parar de una a otra orilla, sin quenunca lo releven.- Son preguntas muy difciles de contestar -dijo la vieja-, pero t qudate aqutranquilo y callado y presta atento odo a lo que diga el diablo cuando yo le arranquelos tres cabellos de oro.Al anochecer lleg el diablo a casa, y ya al entrar not que el aire no era puro:- Huelo, huelo a carne humana! -dijo-; aqu pasa algo extrao.Y registr todos los rincones, buscando y rebuscando, pero no encontr nada. El amale increp:- Yo venga barrer y arreglar; pero apenas llegas t, lo revuelves todo. Siempre tienesla carne humana pegada en las narices. Sintate y cena, vamos!Comi y bebi, y, como estaba cansado, puso la cabeza en el regazo del ama,pidindole que lo despiojara un poco.

    El pjaro de oro.

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 34

    En tiempos remotos viva un rey cuyo palacio estaba rodeado de un hermoso parque,donde creca un rbol que daba manzanas de oro. A medida que maduraban, lascontaban; pero una maana falt una. Diose parte del suceso al Rey, y l orden quetodas las noches se montase guardia al pie del rbol. Tena el Rey tres hijos, y aloscurecer envi al mayor de centinela al jardn. A la medianoche, el prncipe no pudoresistir el sueo, y a la maana siguiente faltaba otra manzana. A la otra noche hubode velar el hijo segundo; pero el resultado fue el mismo: al dar las doce se queddormido, y por la maana faltaba una manzana ms. Lleg el turno de guardia al hijotercero; ste estaba dispuesto a ir, pero el Rey no confiaba mucho en l, y pensabaque no tendra ms xito que sus hermanos; de todos modos, al fin se avino a que seencargara de la guardia. Instalse el jovenzuelo bajo el rbol, con los ojos bienabiertos, y decidido a que no lo venciese el sueo. Al dar las doce oy un rumor en elaire y, al resplandor de la luna, vio acercarse volando un pjaro cuyo plumaje brillabacomo un ascua de oro. El ave se pos en el rbol, y tan pronto como cogi unamanzana, el joven prncipe le dispar una flecha. El pjaro pudo an escapar, pero lasaeta lo haba rozado y cay al suelo una pluma de oro. Recogila el mozo, y a lamaana la entreg al Rey, contndole lo ocurrido durante la noche. Convoc el Reysu Consejo, y los cortesanos declararon unnimemente que una pluma como aquellavala tanto como todo el reino.

    - Si tan preciosa es esta pluma -dijo el Rey-, no me basta con ella; quiero tener elpjaro entero.

    El hijo mayor se puso en camino; se tena por listo, y no dudaba que encontrara elpjaro de oro. Haba andado un cierto trecho, cuando vio en la linde de un bosqueuna zorra y, descolgndose la escopeta, dispsose a disparar contra ella. Pero lazorra lo detuvo, exclamando:

    - No me mates, y, en cambio, te dar un buen consejo. S que vas en busca del pjarode oro y que esta noche llegars a un pueblo donde hay dos posadas frente a frente.Una de ellas est profusamente iluminada, y en su interior hay gran jolgorio; perogurdate de entrar en ella; ve a la otra, aunque sea poco atrayente su aspecto.

    Cmo puede darme un consejo este necio animal!, pens el prncipe, oprimiendo elgatillo; pero err la puntera, y la zorra se adentr rpidamente en el bosque con elrabo tieso. Sigui el joven su camino, y al anochecer lleg al pueblo de las dosposadas, en una de las cuales todo era canto y baile, mientras la otra ofreca unaspecto msero y triste. Tonto sera -djose- si me hospedase en ese tabernuchodestartalado en vez de hacerlo en esta hermosa fonda. As, entr en la posada alegre,y en ella se entreg al jolgorio olvidndose del pjaro, de su padre y de todas lasbuenas enseanzas que haba recibido.

    Transcurrido un tiempo sin que regresara el hijo mayor, psose el segundo encamino, en busca del pjaro de oro. Como su hermano, tambin l top con la zorra,la cual diole el mismo consejo, sin que tampoco l lo atendiera. Lleg a las dosposadas, y su hermano, que estaba asomado a la ventana de la alegre, lo llam einvit a entrar. No supo resistir el mozo, y, pasando al interior, entregse a los

  • Los cuentos de los hermanos Grimm/ 35

    placeres y diversiones.

    Al cabo de mucho tiempo, el hijo menor del Rey quiso salir, a su vez, a probar suerte;pero el padre se resista.

    - Es intil -dijo-. ste encontrar el pjaro de oro menos an que sus hermanos; y sile ocurre una desgracia, no sabr salir de apuros; es el menos despabilado de lostres.

    No obstante, como el joven no lo dejaba en paz, dio al fin su consentimiento.

    A la orilla del bosque encontrse tambin con la zorra, la cual le pidi que leperdonase la vida, y le dio su buen consejo. El joven, que era de buen corazn, dijo: -Nada temas, zorrita; no te har ningn dao.

    - No lo lamentars -respondile la zorra-. Y para que puedas avanzar msrpidamente, sbete en mi rabo.

    No bien se hubo montado en l, ech la zorra a correr a campo traviesa, con talrapidez que los cabellos silbaban al viento. Al llegar al pueblo desmont el muchachoy, siguiendo el buen consejo de la zorra, hospedse, sin titubeos, en la posadahumilde, donde pas una noche tranquila. A la maana siguiente, en cuanto sali alcampo esperbalo ya la zorra, que le dijo:

    - Ahora te dir lo que debes hacer. Sigue siempre en lnea recta; al fin, llegars a unpalacio, delante del cual habr un gran nmero de soldados tumbados; pero no tepreocupes, pues estarn durmiendo y roncando; pasa por en medio de ellos, entra enel palacio y recorre todos los aposentos, hasta que llegues a uno ms pequeo, en elque hay un pjaro de oro encerrado en una jaula de madera. Al lado vers otra jaulade oro, bellsima pero vaca, pues slo est como adorno: gurdate muy mucho decambiar el pjaro de la jaula ordinaria a la lujosa, pues lo pasaras mal.

    Pronunciadas estas palabras, la zorra volvi a extender la cola, y el prncipe mont enella. Y otra vez empez la carrera a campo traviesa, mientras los cabellos silbaban alviento. Al bajar frente al palacio, lo encontr todo tal y como le predijera la zorra.Entr el prncipe en el aposento dond