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LOS ESTADOS DEL YO ANÁLISIS TRANSACCIÓNAL Francisco de Sales El Análisis Transaccional, una herramienta imprescindible en el conocimiento del ser humano, dice que cuando nos manifestamos lo hacemos desde uno de estos tres patrones de conducta o estados del yo: Padre (P), Adulto (A) o Niño (N), y dice que es útil conocer cada uno de ellos, para saber desde cuál estamos actuando o manifestándonos, y así saber si estamos utilizando el adecuado para el momento o la situación. Podemos averiguar el origen de muchos de nuestros pensamientos o formas de pensar, el por qué de ciertos sentimientos, o de dónde vienen ciertas opiniones. Esos estados del yo son tres formas distintas de estar, pensar, sentir y actuar. El Padre es la parte de nuestra personalidad regida por el principio del deber. Aquí están las costumbres, la moral, las obligaciones, los condicionamientos… aquí se fijan las normas, y en muchísimos casos está desactualizado. Funciona repitiendo todo, como una grabación que se hizo en su momento y sigue repitiendo siempre lo mismo mientras no se vuelva a hacer una nueva grabación encima. Se formó a partir de la información que adquirimos al ver cómo se comportaban nuestros padres o educadores. El Padre puede ser Crítico (PC) ó Nutritivo (PN). En del primer caso, lo único que hace es juzgar, amenazar, castigar, sermonear, reprobar, pero sin dar una razón; el motivo es porque sí o porque lo digo yo. Regaña, critica, acusa desde una especie de superioridad. Da órdenes e impone. Actúa en base a patrones y

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Francisco de Sales

El Análisis Transaccional, una herramienta imprescindible

en el conocimiento del ser humano, dice que cuando nos

manifestamos lo hacemos desde uno de estos tres

patrones de conducta o estados del yo: Padre (P), Adulto

(A) o Niño (N), y dice que es útil conocer cada uno de

ellos, para saber desde cuál estamos actuando o

manifestándonos, y así saber si estamos utilizando el

adecuado para el momento o la situación.

Podemos averiguar el origen de muchos de nuestros

pensamientos o formas de pensar, el por qué de ciertos

sentimientos, o de dónde vienen ciertas opiniones.

Esos estados del yo son tres formas distintas de estar,

pensar, sentir y actuar.

El Padre es la parte de nuestra personalidad regida por

el principio del deber. Aquí están las costumbres, la

moral, las obligaciones, los condicionamientos… aquí se

fijan las normas, y en muchísimos casos está

desactualizado. Funciona repitiendo todo, como una

grabación que se hizo en su momento y sigue repitiendo

siempre lo mismo mientras no se vuelva a hacer una nueva

grabación encima.

Se formó a partir de la información que adquirimos al ver

cómo se comportaban nuestros padres o educadores.

El Padre puede ser Crítico (PC) ó Nutritivo (PN).

En del primer caso, lo único que hace es juzgar,

amenazar, castigar, sermonear, reprobar, pero sin dar

una razón; el motivo es porque sí o porque lo digo yo. Regaña, critica, acusa desde una especie de superioridad.

Da órdenes e impone. Actúa en base a patrones y

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modelos cerrados. Sus respuestas están automatizadas.

No aporta nada, sino que más bien desvaloriza.

El segundo caso corresponde al Padre que educa, aporta,

cuida, protege, nutre… Advierte, sin amenazar. Confía en

el otro y cuando interviene lo hace suavemente. No

impone autoridad, aunque se hace respetar. Escucha.

Si un niño coge un plato de la mesa y se le cae, el PC le va

a reñir; le va a echar en cara que es torpe, y que por su

torpeza ha roto el plato, y le recriminará que ahora

tendrá que trabajar más para comprar otro plato, y que

lo que tiene que hacer es quedarse quieto y no hacer

cosas de mayores. Cara de enfado para el resto del día

que le hará sentirse mal al niño, le creará un complejo de

torpe, y le coartará su capacidad de seguir

experimentando en la vida, ante el temor de otra

reprimenda.

El PN le dirá, con mucho cariño, que su intención ha sido

buena y eso es lo importante, y que la próxima vez que

coja un plato será bueno que lo sujete con más fuerza

para que no se le caiga. Le dará su apoyo y le mostrará

una sonrisa de premio al final de la conversación.

El Adulto es el que piensa, el que se da cuenta de las

cosas y sabe lo que conviene hacer. Razona, analiza,

calcula probabilidades, usa la lógica, da y pide

información y, por lo menos aparentemente, no tiene

emociones, sino que es práctico.

El Adulto es sereno, calmado, actúa desde el aquí y

ahora. Sabe lo que conviene hacer. No le gusta

predominar, y sí colaborar. No responsabiliza a los demás

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de sus problemas. Sabe decir no. Tiene libertad de

opción y cambio. No se implica emocionalmente en las

decisiones que toma.

Si el Adulto actualiza sus informaciones, sus respuestas

serán acertadas. En cambio, el Padre se mantiene más

anclado en sus ideas, por lo que sus soluciones pueden

ser menos propicias. El Niño es más “irresponsable” por

lo que sus respuestas pueden ser disparatadas. Eso sí, el

Adulto tiene que tener cuidado de que ninguno de los

otros dos estados le contamine sin darse cuenta y

entonces no sea él, puro, quien al final decida. Los

estados de Padre y Niño, por sí, son estáticos, pero el

Adulto puede actualizar ambos, y eso es conveniente.

Puede conseguir, por ejemplo, que el PC no sea tan rígido,

tan crítico, que no se entrometa en los otros estados;

puede pedir su colaboración al PN en ciertos momentos;

puede pedir al Niño que salga más a menudo.

Si es el Padre quien contamina, es un prejuicio; si es el

Niño, es un autoengaño.

El Niño es el que hace en cada momento lo que le

apetece o le gusta. Lo suyo es la intuición, la parte

mágica y creativa. Es ingenuo y natural. Dice cuando algo

le gusta y lo que le disgusta. Goza, sufre, siente. Busca

cariño y aceptación. Fantasea y sueña. Es alegre,

entusiasta y vivaz. Dispone de una gran fuerza interior.

El Niño puede ser Natural (NN) y Adaptado (NA). El

Niño Adaptado puede ser Sumiso (NAS) o Rebelde

(NAR). También hay un Pequeño Profesor (PP).

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El NN es odioso o amoroso, pero es natural, espontáneo y

juguetón. Lo que uno es cuando nace.

El NAS se ha tenido que adaptar a lo que había durante

su educación, para poder sobrevivir. Seguramente no

estaba de acuerdo con las normas injustificadas que le

exigían sus educadores, y encontraba incoherencias, pero

un poco de cordura le hizo ver que si se sometía y

acataba cuanto le mandaban, eso le aseguraba seguir en

la familia y era lo que necesitaba a esa edad para seguir

vivo. Su obediencia es automática: no piensa, pero padece

una auto-descalificación continua. Se adaptó de un modo

Sumiso y acepta lo que hay.

El NAR, por contra, se adaptó a lo que había, pero no lo

acepta y se rebela cada vez que puede. Es inconformista,

agresivo, y desafiante. Tanto este como el NAS tienen

sensaciones de angustia, de que algo va mal, y se sienten

atemorizados y culpables al mismo tiempo.

El PP, en vez de reaccionar (NAR) o someterse (NAS) a

las normas, aprende a actuar desde su astucia, su

intuición o imaginación, y aporta soluciones originales

cuando se necesitan, pero conviene que las revise el

Adulto, que está acostumbrado a hacerlo basándose en

los hechos de experiencias anteriores o similares. Es

pensativo, a su modo, y creativo e imaginativo.

Según Berne, el fundador del Análisis Transaccional, “el

Adulto que hay en el Niño es un agudo y perspicaz

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estudioso de la naturaleza humana y, por tanto, se le

llama Profesor.”

Es bueno distinguir cada uno de los estados, de ese modo

si uno se sorprende utilizando el inadecuado para el

momento, lo puede cambiar.

En general, si uno está en el trabajo puede ser Adulto o

Padre, pero no Niño (salvo que trabaje de payaso o

animador infantil); si uno está jugando no debe ser

Adulto, y aún menos ser Padre, porque no le

acompañarían en su juego; si uno tiene que tomar una

decisión importante, es mejor que sea el Adulto quien se

encargue, y no el Padre ni el Niño.

Para que la comunicación con las demás personas

prospere de un modo adecuado, conviene que nos

pongamos en el mismo nivel desde el que nos están

hablando.

Si me están dando una información importante en el

trabajo, no conviene que sea Niño y me comporte como

tal; si estoy jugando con un niño pequeño no es

conveniente que lo haga desde el Padre o el Adulto,

porque ninguno de ellos sabe jugar; si estoy en un

velatorio es adecuado que sea Adulto, pero no Niño.

Los errores y conflictos en la comunicación se provocan

al hablar desde distintos estados del yo.

Para que las relaciones con los demás, y con nosotros

mismos, se desarrollen del modo adecuado, conviene

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tener en cuenta en qué estado del yo nos encontramos,

cómo debemos usarlo, cuándo, y con quién.

Debes estar en todos en el momento adecuado, pero

siendo consciente, y, sobre todo, no dejar nunca de ser

tú mismo independientemente del estado del yo en que te

encuentres.

Pero, atención, porque uno de ellos puede dominar y

excluir a los otros dos y eso no es lo correcto.

Tienes que acostumbrarte a manejarte bien en todos, y

ser íntegro cuando estés en cada uno de ellos.

Estos estados no tienen nada que ver con la edad de cada

uno. Es precioso ser Niño cuando uno ya está jubilado, y

es digno de admiración el niño que sabe ser Adulto

cuando es necesario.

RESUMIENDO Conviene que releas el capítulo si no te ha quedado claro, o que busques más información por otra parte, porque este es un asunto muy importante. Si te empiezas a observar a partir de ahora, verás cómo están bastante claros los tres estados. Te verás pasar de uno a otro varias veces a lo largo del día, y advertirás que no siempre estás en el adecuado. Observarás que dándote cuenta de ello, y yendo al conveniente, te irán mucho mejor las cosas. Fíjate en los demás cuando están contigo y practica a comprobar en qué estado están en cada ocasión: te ayudará mucho a mejorar tu relación con ellos. Sé tú mismo en cada momento, pero desde el estado apropiado.

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