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Alexandr Pushkin. Los gitanos Unos gitanos en ruidoso tropel acampan por Besarabia. Hoy ellos pasan junto a un río la noche en sus carpas desgarradas. En libertad, alegres pernoctan y apacible es su sueño bajo el cielo. Entre las ruedas de los carros, semicubiertos por tapices, arde el fuego; la familia alrededor prepara la cena; en un campo despejado pacen los caballos; detrás de una carpa un oso amaestrado yace a voluntad. Todo está vivo en medio de la estepa: las tareas pacíficas de la familia, listos desde la mañana para un corto recorrido, las canciones de las mujeres, los gritos de los niños, y el sonido del yunque de campaña. Pero ya del campamento nómade desciende un silencio de sueño, y se oye en la quietud de la estepa sólo ladrido de perros y relincho de caballos. Los fuegos se han apagado en todas partes, todo está tranquilo, la luna brilla sola desde las alturas del cielo e ilumina el calmo campamento. En una carpa un viejo no duerme; está sentado frente a los carbones, calentado por su último calor, y observa el campo lejano, cubierto por el vapor de la noche. Su hija jovencita salió a pasear por el campo desierto. Está habituada a la viva voluntad, ella llegará , pero ya es de noche, y pronto la luna dejará a las lejanas nubes del cielo. Zemfira aún no llega, y se enfría 1

Los Gitanos (1)

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Alexandr Pushkin

Alexandr Pushkin. Los gitanosUnos gitanos en ruidoso tropel

acampan por Besarabia.

Hoy ellos pasan junto a un ro

la noche en sus carpas desgarradas.

En libertad, alegres pernoctan

y apacible es su sueo bajo el cielo.

Entre las ruedas de los carros,

semicubiertos por tapices,

arde el fuego; la familia alrededor

prepara la cena; en un campo despejado

pacen los caballos; detrs de una carpa

un oso amaestrado yace a voluntad.

Todo est vivo en medio de la estepa:las tareas pacficas de la familia,

listos desde la maana para un corto recorrido,las canciones de las mujeres, los gritos de los nios,

y el sonido del yunque de campaa.

Pero ya del campamento nmade

desciende un silencio de sueo,

y se oye en la quietud de la estepa

slo ladrido de perros y relincho de caballos.

Los fuegos se han apagado en todas partes,

todo est tranquilo, la luna brilla

sola desde las alturas del cielo

e ilumina el calmo campamento.

En una carpa un viejo no duerme;est sentado frente a los carbones,

calentado por su ltimo calor,

y observa el campo lejano,

cubierto por el vapor de la noche.

Su hija jovencita

sali a pasear por el campo desierto.

Est habituada a la viva voluntad,

ella llegar , pero ya es de noche,

y pronto la luna dejar

a las lejanas nubes del cielo.

Zemfira an no llega, y se enfra

la msera cena del viejo.

Pero aqu llega ella. Tras sus huellascorre un joven por la estepa,

totalmente desconocido para el gitano.

Padre mo, dice la muchacha,lo traigo como husped: lo encontr

en el desierto, detrs de un tmulo,

le insist que pase la noche en el campamento.

Quiere ser un gitano, como nosotros;

lo persigue la ley,

pero yo ser su amiga.

Se llama Aleko, est dispuesto

a ir conmigo a cualquier parte.

Viejo

Estoy feliz. Qudate hasta la maana

al abrigo de nuestra carpa

o permanece ms tiempo con nosotros,

como quieras. Estoy dispuesto

a compartir contigo el pan y el techo.

S nuestro, acostmbrate a nuestra suerte,

de errante pobreza y libertad;y maana con la temprana aurora

nos marcharemos en un carro;

comienza otra ocupacin,

forja el hierro o canta canciones,

y recorre las aldeas con un oso.

AlekoMe quedo.Zemfira

Ser mo.

Quin lo separar de m?

Es tarde La joven luna

se escondi; los campos cubiertos por la niebla,

y el sueo, sin quererlo, me vence

Amaneci. El viejo deambula sigilosoalrededor de las tiendas silenciosas.

Levntate, Zemfira; sale el sol,

despierta, husped, es hora, es hora!

Dejen, chicos, el tlamo del placer.

Y con ruido se dispers la gente, las tiendas desarmadas, los carros

listos para ponerse en marcha;todos juntos partieron, el tropel

se ech hacia las llanuras desiertas.

los burros en canastas transversales

transportan a nios juguetones;

maridos y hermanos, esposas y muchachas,y los viejos y los jvenes van detrs;

gritos, ruidos, estribillos gitanos.

El bramido del oro de sus cadenas,

el repiqueteo impaciente,

el colorido de sus harapos vistosos,

la desnudez de nios y ancianos,

los ladridos y alaridos de los perros,

el murmullo de las gaitas, el chirrido de los carros,

todo es pobre, salvaje, todo es desordenado;

pero todo es tan vivamente inquieto,

tan extrao a nuestros muertos placeres,tan extrao a esta vida ociosacomo una montona cancin de esclavos.

Con tristeza el joven observabala llanura desierta

y la causa secreta de su tristeza

no se animaba a interpretar.

Con l est Zemfira, de ojos negros,

ahora l es un libre habitante del mundo,

y el sol alegremente sobre l

brilla con la belleza del medioda;

qu se agita en el corazn del joven?

qu preocupacin lo tortura?

El avecita de Dios no conoceni las preocupaciones ni el trabajo,

no teje afanosamente

un nido de larga duracin.

En la larga noche dormita en la rama,

el rojo sol asoma,

el avecita observa el ojo de Dios,

sacude sus alas y canta.

Tras la primavera la belleza de la naturaleza

el verano ardiente transcurre

y la niebla y el mal tiempo

trae el tardo otoo:

la gente se aburre, est triste,

el avecita est en pases lejanos,

en regiones templadas, tras el mar azul,

vuela hacia la primavera.

Parecido a la indolente avecillaes l, desterrado que viaja velozmente,

no conoci un nido seguro

y a nada pudo acostumbrarse.

Para l todo lugar es su camino,

todo lugar refugio para pasar la noche;

tras despertarse a la maana, su da

dejaba a la voluntad de Dios,

y en su vida no poda la angustia

turbarle la pereza del corazn,

a veces lo atraa la lejana estrella

de la fama cautivante,

inesperadamente a veces se le aparecan

el lujo y las diversiones;

sobre su cabeza solitaria

un trueno resonaba con frecuencia;

pero l, despreocupado, dormitaba

bajo la tormenta y el claro tiempo buenoy viva sin respetar la autoridad

de un destino ciego y prfido;

pero Dios, cmo jugaron las pasiones

de su alma dcil!

Con qu inquietud se agitaban

en su pecho extenuado!

Hace tiempo, y por mucho se calmaron?Despertaron, espera.

Zemfira

Dime, amigo: no te apenas

por lo que has abandonado para siempre?

Aleko

Qu he abandonado?

Zemfira

T me comprendes:

la gente de tu tierra, las ciudades.

Aleko

De qu apenarse? Si supieras,

si pudieses imaginarte

la esclavitud del alma de las ciudades!

All la gente se amontona detrs de los cercos,

no respira el frescor de la maana,

ni el aroma primaveral de los prados:se avergenzan del amor, persiguen los pensamientos,

comercian con su voluntad.

Inclinan sus cabezas ante dolos

y piden dinero en sus plegarias.

Qu abandon? La inquietud de las traiciones,

la sentencia del prejuicio,

la loca persecucin de la muchedumbre,

la brillante infamia.

Zemfira

Pero all hay inmensos palacios,

all hay tapices de muchos colores.

All hay juegos, ruidosos festines,

los adornos de las mujeres son tan ricos!

Aleko

Qu es el ruido alegre de las ciudades;

donde no hay amor no hay alegra;

y las muchachas eres tan superior

a ellas sin atavos costosos,

sin perlas, sin collares.

No cambies, mi tierna amiga!

Y yo mi nico deseo

es compartir el amor contigo, el tiempo libre

y mi destierro voluntario.

ViejoT nos amas, aunque hayas nacido

en medio de la gente rica,

pero no siempre ama la libertad

el que est acostumbrado a los placeres.

Entre nosotros hay una leyenda:

una vez vivi con nosotros

un hombre desterrado por el zar

(yo antes lo saba, pero ahoraolvid su nombre exacto)

Era ya viejo de aos

pero su alma buena era joven y viva.

Tena el don admirable del canto

y su voz era parecida al sonido de las aguas.

Y todos lo amaban

y viva en las orillas del Danubio,

sin ofender a nadie,

cautivando a la gente con sus relatos.

l no comprenda nada,

y era tmido y dbil como los nios;

gente extraa detrs de l

atrapaba peces y fieras con sus redes;

cuando se congelaba el veloz ro

y se enfurecan los vientos invernales

cubran con suaves pieles

al anciano santo.

Pero l nunca pudo acostumbrarse

a las preocupaciones de la vida pobre;

vagaba consumido, plido

deca que un dios irritado

lo castigaba por su delito.

Esperaba: llegara la salvacin.Y muy infeliz se apenaba,

vagando por la orilla del Danubio,

y verta amargas lgrimas

aorando su lejana ciudad.

Al morir pidi en su testamento

que llevasen al sur

sus huesos apenados, invitados intranquilos de la muerte,ajena a esta tierra.

Aleko

Ese es el destino de tus hijos,

oh, Roma, oh, tonante potencia!

Cantor del amor, cantor de los dioses,

dime: qu es la gloria?

El murmullo de la tumba, una voz elogiosa,

un sonido que corre de generacin en generacin,

o un salvaje cuento gitano

al abrigo de una tienda humeante?

Pasaron dos aos. Vagan

los gitanos en pacfico tropel;

en todas partes como siempre en el pasado

encuentran hospitalidad y reposo.

Desafiados los grillos de la instruccin,

Aleko era libre como ellos;

sin preocupaciones ni pesadumbre

llevaba sus das trashumantes.

Segua siendo el mismo, l y su familia;ya no recordaba sus aos pasados,

se acostumbr a la vida de los gitanos,

ama sus refugios nocturnos,

la suciedad de su eterna pereza,

y su pobre y sonora lengua.

El oso, fugitivo de su natal madriguera,

husped hirsuto de su tienda,

en las aldetas por los caminos de la estepa, cerca de un patio moldavo,

como un prisionero ante una multitud,

baila pesadamente, brama,

y muerde la molesta cadena.

Apoyado en su bastn para el camino

el viejo golpea perezosamente la pandereta,

Aleko con una cancin conduce a la fiera,

Zemfira de los pobladoresRecoge el voluntario volo;

comienza la noche; los trescocinan mijo inculto.

El viejo se adormece, y todo est en calma

en la tienda est silencioso y clido.

El viejo calienta al sol primaveral

su sangre, que ya se ha enfriado;junto a una cuna la hija le canta al amor.

Aleko escucha y empalidece.

Zemfira

Viejo marido, marido cruel,

hireme, qumame,

soy fuerte, no temo,

si al cuchillo ni al fuego.

Te odio

te desprecio;

amo a otro,

morir amndolo.

Aleko

Cllate. La cancin ya me aburri,

no me gustan las canciones salvajes.

Zemfira

No te gusta? Qu me importa!

La cantaba para m.

Hireme, qumame,

no dir nada:

viejo marido, cruel marido,

t no lo conocers.

Es ms fresco que la primavera,

ms clido que los das de verano;

qu joven y viril es!

Cmo me ama!

Cmo lo acariciaba

en el silencio de la noche!

Cmo nos reamos

nosotros de tus canas!

Aleko

Calla, Zemfira, me hartaste

Zemfira

As has comprendido mi cancin?

Aleko

Zemfira!..

Zemfira

Enjate si quieres,

cantar la cancin para ti.

(Sale y canta: Marido viejo, etc.)

ViejoS, comprendo, comprendo; esta cancin

fue compuesta en nuestra poca.

Ya hace tiempo es cantada entre las gentes

para entretenimiento del mundo.

Acampando en las estepas de Kagula menudo en las noches de invierno

la cantaba mi Mariula,

meciendo a la hija junto al fuego.

En mi memoria estn los veranos pasados,gradualmente oscuros, oscuros;

pero esta cancin se dej caer

profundamente en mi memoria.

Todo est en silencio; noche; el celeste

horizonte del sur ornado por la luna;

el viejo fue despertado por Zemfira:

Padre mo, Aleko me asusta:

Escucho que en su pesado sueo

gimotea y solloza.

Viejo

No lo toques, guarda silencio.

Escuch una leyenda rusa:

a la hora de la medianoche

al que duerme lo oprime la respiracin

un espritu domstico: antes del alba

se marcha. Sintate conmigo.

Zemfira

Padre, l murmura: Zemfira!

Viejo

l te busca hasta en los sueos:

eres para l lo ms querido del mundo.

ZemfiraSu amor es odioso para m,

me aburre, mi corazn pide libertad.

Yo ya Silencio! Escuchas?

Pronuncia otro nombre

Viejo

Qu nombre?

Zemfira

Escuchas? Un gemido ronco

y un chirrido vehemente!... Qu terrible!

Lo despertar.

Viejo

Es intil,

no eches al espritu de la noche,

se ir solo.

Zemfira

Ha regresado,

se incorpor; me llama; se despert.

Voy hacia l. Perdona, duerme.

Aleko

Dnde estabas?

Zemfira

Sentada con mi padre.

Algn espritu te torturaba,

en el sueo tu alma sufra

tormentos. Me asustaste:

t, dormido, rechinabas los dientes

y me llamabas.

Aleko

So contigo,

so como si entre nosotros

so cosas terribles.

Zemfira

No creas en los sueos maliciosos.

Aleko

Ah, yo no creo en nada:

ni en los sueos, ni en las dulces promesas,

ni aun en tu corazn.

Viejo

Por qu, joven insensato,por qu te lamentas a toda hora?

Aqu las personas son libres, el cielo es claro,

y las mujeres son conocidas por su belleza.

No llores: la tristeza te matar.

Aleko

Padre, ella no me ama.

Viejo

Consulate; ella es una nia,

tu abatimiento es insensato:

t amas con pena y con afn,

y el corazn femenino ama bromeando,

Mira: bajo un cielo lejano,

pasea libre la luna;

a su paso vierte su esplendor

por igual a toda la naturaleza.

Penetra en otra nube,tan esplndidamente la ilumina,

pero ya se traslada a otra,

y est con ella poco tiempo.

Quin le indica su lugar en el cielo,

agregando: Detente all!?

Quin dice al corazn de una joven:

ama a uno, no cambies?

Consulate!

Aleko

Cmo amaba ella!

Tiernamente, inclinndose hacia m,

pasaba las horas de la noche

en una desierta calma!

Llena de una alegra infantil,

cmo saba dispersar en un minuto,

frecuentemente, mi meditacin

con un murmullo amoroso

o con un beso embriagador!

Y bien? Zemfira es infiel!

Mi Zemfira se enfri.

Viejo

Escucha: te contar

la historia que me ocurri.

Hace mucho, mucho tiempo, cuando al Danubio

an no lo amenazaba el moscovita

(lo ves, an recuerdo, Aleko,

una vieja pena)

entonces pelebamos contra el sultn;

y un pach gobernaba el Budkdesde las altas torres de Akerman.

Yo era joven; mi alma

en ese entonces se agitaba de alegra,

y ninguno de mis rizos

an blanqueaba por las canas,

entre las jvenes hermosas

haba una mucho tiempo

la am, como al sol,

y finalmente me llam.

Ay, rpidamente mi juventud

pas como una estrella inflamada!Pero t, hora del amor, pasaste

ms rpido an: slo un ao

me am Mariula.

Una vez, cerca de las aguas del Kagul,

nos encontramos con un campamento extrao.

Esos gitanos, sus carpas,

se dispersaron en los montes cerca de nosotros;

dos noches pasamos juntos.

Se fueron a la tercera noche

y, dejando a la hija pequea,

Mariula se fue tras ellos.

Yo dorma en paz; refulgi el amanecer;

me despert: mi novia no estaba!

Busco, llamo, me caigo, sigo.

Apenada, Zemfira lloraba,

yo tambin lloraba! Desde ese momento

me son odiosas todas las mujeres;

mi mirada jams eligi

una amiga entre ellas,

y mis ratos libres solitarios

ya no compart con nadie.

Aleko

Y cmo no corriste al instantedetrs de esa desagradecida,

prfida ave de presa,

y le clavaste un pual en el corazn?

Viejo

Para qu? La juventud es ms libre que un ave.

Quin tiene fuerza para retener al amor?

La alegra se da a uno y luego a otro,

lo que ocurri no volver a ocurrir.

Aleko

No soy as. No, yo, sin luchar,

no abandono mis derechos;

aunque disfrute de la venganza,

oh, no! Si encontrase sobre un precipicio

del mar un enemigo durmiendo,

lo juro, mi pie no

se compadecera del maldito,

y a las olas del mar, sin palidecer,empujara al indefenso;

su terror inesperado al despertar,

reprochara con una risa brutal,

y por mucho tiempo su cada

sera para m rumor gracioso y dulce.

Joven gitano

Slo uno, un solo beso!

Zemfira

Es hora: mi marido es cruel, celoso.

Gitano

Uno no ms. En despedida.

Zemfira

Adis, antes que llegue.

Gitano

Dime, cundo nos veremos de nuevo?

Zemfira

Hoy, cuando salga la luna,

all, en el tmulo de la sepultura.

Gitano

Miente! Ella no vendr.

Zemfira

Corre, es l. Vendr, mi amado.

Aleko duerme. En su pensamiento

aparecen confusas visiones.

l, despertando en lo oscuro con un grito,

celoso extiende su mano,pero la mano azarada

toca las mantas fras.Su amada est lejosYa se incorpor con un temblor y escuchatodo est en calma: el miedo lo paraliza,

por l chorrean calor y fro;

se levanta, sale de la carpa,

vaga alrededor de los carros, aterrorizado;

todo est tranquilo; los campos callan;

est oscuro; la luna se ocult tras las tinieblas,

apenas brilla la luz falsa de las estrellas,

un rastro apenas visible por el roco

conduce a las tumbas lejanas:

impacientemente se dirige

hacia donde lleva el rastro funesto.

La tumba al costado del camino

blanquea delante de l, a lo lejos;

hacia all arrastra sus piernas, que

se debilitan, torturado por un presentimiento,

tiemblan sus labios, tiemblan sus rodillas,

camina y de golpe es acaso un sueo?

De repente ve dos sombras cercanas,

y escucha un cercano cuchicheo

sobre la tumba difamada.

1ra. vozEs hora.

2da. voz

Espera!

1ra. voz

Es hora, amado mo.

2da. voz

No, no! Espera, aguardemos el da.

1ra. voz

Ya es tarde.

2da. voz

Qu tmidamente amas.

Un minuto!

1ra. voz

Si mi marido

se despierta sin m.

Aleko

Ya me despert.

Adnde van? No se apresuren;

estn bien ac, junto a la tumba.

Zemfira

Amigo, corre, corre!

Aleko

Espera!

Adnde vas, joven hermoso?

Muere!

(Le clava un cuchillo)

Zemfira

Aleko!

Gitano

Muero!

Zemfira

Aleko, lo matas!

Mira, ests todo salpicado de sangre!

Oh, qu has hecho?

Aleko

Nada

Respira ahora por su amor.

Zemfira

No, basta, no te temo,

deprecio tus amenazas,

maldigo tu homicidio.

Aleko

Muere tambin t!

(La derriba)

Zemfira

Morir amando.

El oriente, la estrella matutina,

resplandeca. Detrs de la colina Aleko,

con un cuchillo en la mano, ensangrentado,

sentado sobre las piedras del tmulo.

Dos cuerpos yacan ante l;

el asesino tena una cara espantosa;

los gitanos lo rodearon tmidamente

en una muchedumbre alarmada;

a un costado cavaron una tumba,

pasaron las mujeres en afligida fila

y besaron a los muertos en los ojos.

El viejo padre estaba sentado, solo,

y observaba a la difunta

con una tristeza muda, inmvil;levantaron los cuerpos, los transportaron

y en el seno de la tierra fra

colocaron a la joven pareja.

Aleko desde lejos observ todo.

Cuando los cubrieron

con el ltimo puado de tierra

l, callando, inclinndose lentamente,

se dej caer sobre la hierba desde la piedra.

Entonces el viejo, acercndose, le dijo:

Djanos, hombre orgulloso!

Somos salvajes, no tenemos leyes,

no torturamos, no ejecutamos,

no necesitamos sangre ni lamentos;

pero no queremos vivir con asesinos.

T no has nacido para un destino salvaje,

t deseas la libertad slo para ti;

tu mirada ser terrible para nosotros:

nuestras almas son tmidas y buenas,

t eres malvado e insolente. Djanos,

por favor! Y que vivas en paz.

Habl, y la ruidosa muchedumbrelevant el campamento

del valle en que pasaron esa terrible noche,

y pronto todos en la lejana de la estepa

se ocultaron. Slo un carro,

cubierto por una manta miserable,

permaneca en el campo nefasto. Del mismo modo a veces antes del invierno,

en la oscuridad, en horas de la maana,

cuando abandona el campo

una bandada de grullas tardas

y se dirige lejos, hacia el sur, con un grito,

una permanece tristemente

traspasada por una funesta bala,

colgando su ala herida.

Cae la noche: en el oscuro carro

nadie ha encendido el fuego,

nadie bajo el techo levadizo

conciliar el sueo hasta la maana.

EPLOGO

Una poesa de una fuerza cautivante

en mi memoria obnubilada

as se reavivan las visiones

de los esplendorosos, tristes das.

En el pas donde hace mucho mucho tiempo

el terrible rumor de la batalla no ha cesado,

donde el ruso mostr a Estambul

la frontera imperativa,

donde nuestra vieja guila bicfala

an clama su pasada gloria,

yo encontraba en medio de la estepa

sobre los viejos puestos de frontera

los carros de los pacficos gitanos,

nios de una humilde libertad.

Detrs de sus perezosas caravanas

a menudo vagaba por los desiertos,

comparta su humilde alimento,

me dorma delante de su fuego.

En sus lentas marchas me gustaban

los sonidos de sus alegres canciones,

y por mucho tiempo repeta

el tierno nombre de Marulia.

Pero no hay alegra ni entre ustedes,

pobres hijos de la naturaleza!

Bajo sus carpas despedazadas

viven sueos que atormentan,

y en sus viviendas nmadas

en los desiertos no se salvaron de desgracias,

en todas partes las pasiones son funestas

y contra el destino no hay defensa.

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