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Para el verano Lectura recomendada 25 de julio I Jornada de abuelos y mayores Guión para orar Desgastarse por las almas Los nombres que san Manuel da a la Virgen María

Los nombres que san Manuel da a la Virgen María

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Page 1: Los nombres que san Manuel da a la Virgen María

Para el veranoLectura recomendada

25 de julioI Jornada de abuelos y mayores

Guión para orarDesgastarse por las almas

Los nombres que san Manuel da a la Virgen María

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Editorial: Transfigurados para la misión

I Jornada mundial de los abuelos y los mayores

Homilía en la solemnidad del Cuerpo y al Sangre de Cristo

La liturgia, encuentro con Cristo

Nuevo Directorio para la Catequesis

Los títulos que san Manuel da a la santísima Virgen

Ecos del Centenario de las Misioneras Eucarísticas

Defensa de tesis sobre san Manuel en Estados Unidos

Nacidas para eucaristizar

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Lectura sugerida

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Breves - Agenda

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

31 La canción de nuestra vida

Cartelera recomendada14 «Todas mis fuentes están en Ti»

Congreso eucarístico

28Letanías de san José Se añaden siete

nuevas intencionesRevista y editorial fundadas por

san Manuel González Garcíaen 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno. y WhatsApp: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime: Gráficas AcerinoISSN: 2340-1214Depósito Legal: M-12242-2016

En portada: Ofrecemos la I entrega de un estudio de los nombres que san Manuel da a la Virgen María en los tres primeros tomos de sus Obras Completas, obra de la Dra. Deyanira Flores.

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EDITORIALTransfigurados para la misión

E l 6 de agosto la Iglesia universal celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor. No es, sin embargo, el único día que escu-

chamos este Evangelio en la celebración euca-rística. También el segundo Domingo de Cua-resma se proclama este pasaje. Son, por tanto, dos ocasiones en las que estamos invitados a reflexionar, meditar y orar con este texto.

En este mes de agosto, además, el Hemis-ferio norte se encuentra en pleno verano, con los estudiantes y también muchos trabajado-res de vacaciones, con familias aprovechan-do para estar más tiempo juntas y disfrutar de nuevos lugares. Son tiempos de disten-sión, de convivencia alegre, de aprovechar pa-ra descansar del trajín cotidiano, muchas ve-ces estresante.

También en el Hemisferio sur, donde resi-den algunos cientos de lectores de El Grani-to, puede darse la situación de encontrarse en un tiempo de vacaciones (si bien invernales). El todo caso, la Transfiguración del Señor es siempre ocasión propicia para meditar, orar y, sobre todo, comprender el mensaje que Dios quiere hacernos llegar.

Por un lado, el Evangelio (este año esta-mos leyendo mayoritariamente el texto de san Marcos) nos muestra a Jesús que se trans-figura delante de tres de sus apóstoles: Pe-dro, Santiago y Juan. El imponente espectácu-lo que se les presenta ante sus ojos los asusta y, a la vez, se oye la voz clara del Padre invi-tando a la escucha del Hijo.

¡Cuántas veces podemos decir nosotros, miembros de la Familia Eucarística Reparado-ra, que hemos vivido esta misma experiencia de los apóstoles! Como bien lo expresó san Manuel González, nuestro fundador: «¡Bendi-to, bendito el Sagrario de nuestras transfigu-raciones!» (OO.CC. I, n. 447).

Es en el Sagrario donde nuestro encuentro con Jesús nos permite contemplarlo glorioso (¡allí está su Cuerpo glorioso y resucitado!) y sentir clara la voz del Padre que nos invita a la escucha. Es en el Sagrario donde, quizás con cierto temor, podemos descubrir la inmensi-dad del amor de Dios, que no dudó en escoger unos elementos tan sencillos como el pan y el vino para quedarse perennemente entre noso-tros. Es en el Sagrario donde podemos descu-brir que nuestra vida forma parte de un eter-no plan de salvación universal, porque «Dios quiere que todos se salven y lleguen al cono-cimiento de la verdad» (1Tim 2,4).

Pero, fundamentalmente, es en el Sagrario donde nosotros mismos somos transfigura-dos a imagen de Jesús, para ser sus anuncia-dores, para ser testigos de la verdad, para ser sembradores de paz y esperanza en un mundo que tantas veces llora desesperado. Nuestros muchos momentos de Sagrario, lo sabemos, no pretenden hacernos estatuas contemplati-vas e indiferentes sino que nos mueven irre-sistiblemente a la misión, al anuncio de la me-jor de las noticias, es decir, de la única Buena Noticia que necesita ser anunciada.

Es el encuentro con Jesucristo sacramen-tado y transfigurado el que movió a los gran-des santos de todos los tiempos a dejarlo to-do para seguirlo más de cerca. Es el encuentro con Jesucristo sacramentado y transfigurado el que hoy, día a día, instante a instante, si-gue impulsando a los cristianos enamorados de Cristo a la misión.

Que celebrar la Transfiguración del Señor nos conforme, como Familia Eucarística Repa-radora, en testigos alegres y agradecidos en medio de estos tiempos en los que tanta di-ficultad encuentran nuestros hermanos para vislumbrar signos de esperanza. v

Q ueridos abuelos, queridas abuelas: «Yo estoy contigo todos los días» (cf. Mt 28,20)

es la promesa que el Señor hizo a sus discípulos antes de subir al cielo y que hoy te repite también a ti, querido abuelo y querida abuela. A ti. «Yo estoy contigo todos los días» son también las palabras que como Obispo de Roma y como anciano igual que tú me gustaría dirigirte con motivo de esta primera Jornada mundial de los abuelos y de las personas mayores. Toda la Iglesia está junto a ti –digamos mejor, está junto a nosotros–, ¡se preocupa por ti, te quiere y no quiere dejarte solo!

Soy muy consciente de que es-te mensaje te llega en un momen-to difícil: la pandemia ha sido una tormenta inesperada y violenta, una dura prueba que ha golpeado la vi-da de todos, pero que a nosotros mayores nos ha reservado un tra-to especial, un trato más duro. Mu-chos de nosotros se han enfermado,

y tantos se han ido o han visto apa-garse la vida de sus cónyuges o de sus seres queridos. Muchos, aisla-dos, han sufrido la soledad durante largo tiempo.

Consuelo en nuestra soledadEl Señor conoce cada uno de nues-tros sufrimientos de este tiempo. Es-tá al lado de los que tienen la dolo-rosa experiencia de ser dejados a un lado. Nuestra soledad –agravada por la pandemia– no le es indiferente. Una tradición narra que también san Joaquín, el abuelo de Jesús, fue apar-tado de su comunidad porque no te-nía hijos. Su vida –como la de su es-posa Ana– fue considerada inútil. Pero el Señor le envió un ángel pa-

ra consolarlo. Mientras él, entristeci-do, permanecía fuera de las puertas de la ciudad, se le apareció un envia-do del Señor que le dijo: «¡ Joaquín, Joaquín! El Señor ha escuchado tu oración insistente» (Protoevangelio de Santiago). Giotto, en uno de sus famosos frescos (Se trata de la ima-gen elegida como logotipo de la Jor-nada mundial de los abuelos y de las personas mayores), parece ambien-tar la escena en la noche, en una de esas muchas noches de insomnio, llenas de recuerdos, preocupaciones y deseos a las que muchos de noso-tros estamos acostumbrados.

Pero incluso cuando todo parece oscuro, como en estos meses de pan-demia, el Señor sigue enviando án-geles para consolar nuestra soledad y repetirnos: «Yo estoy contigo to-dos los días». Esto te lo dice a ti, me lo dice a mí, a todos. Este es el sen-tido de esta Jornada que he queri-do celebrar por primera vez precisa-mente este año, después de un largo

I Jornada mundial de los abuelos y los mayores

El pasado 31 de enero, el papa Francisco instituyó una nueva Jornada mundial; estas fueron sus palabras: «El Espíritu Santo suscita aún hoy en los ancianos pensamientos y palabras de sabiduría: su voz es preciosa porque canta las alabanzas de Dios y guarda las raíces de los pueblos. (…) Por eso he decidido instituir la Jornada mundial de los abuelos y de las personas mayores, que se celebrará en toda la Iglesia cada año el cuarto domingo de julio, cerca de la fiesta de san Joaquín y santa Ana, los “abuelos” de Jesús». Para esta ocasión, ha dirigido el siguiente Mensaje, en el que nos habla de modo muy personal, desde la propia experiencia de persona mayor.

«Yo estoy contigo todos los días»

«Sueño de Joaquín». Giotto, 1302-1305. Capilla de los Scrovegni, Padua (Italia).

Los ángeles que Dios nos envía pueden tener distintos rostros: nietos, familiares, amigos...

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aislamiento y una reanudación toda-vía lenta de la vida social. ¡Que ca-da abuelo, cada anciano, cada abue-la, cada persona mayor –sobre todo los que están más solos– reciba la vi-sita de un ángel!

A veces tendrán el rostro de los nietos, otras veces el rostro de fami-liares, de amigos de toda la vida o de personas que hemos conocido du-rante este momento difícil. En es-te tiempo hemos aprendido a com-prender lo importante que son los abrazos y las visitas para cada uno de nosotros, ¡y cómo me entristece que en algunos lugares esto todavía no sea posible!

Dios nunca se jubilaSin embargo, el Señor también nos envía sus mensajeros a través de la Palabra de Dios, que nunca deja que falte en nuestras vidas. Leamos una página del Evangelio cada día, rece-mos con los Salmos, leamos los Pro-fetas. Nos conmoverá la fidelidad del Señor. La Escritura también nos ayudará a comprender lo que el Se-ñor nos pide hoy para nuestra vida. Porque envía obreros a su viña a to-das las horas del día (cf. Mt 20,1-16), y en cada etapa de la vida. Yo mismo puedo testimoniar que recibí la lla-mada a ser obispo de Roma cuan-do había llegado, por así decirlo, a la edad de la jubilación, y ya me ima-ginaba que no podría hacer mucho más. El Señor está siempre cerca de nosotros –siempre– con nuevas in-vitaciones, con nuevas palabras, con su consuelo, pero siempre está cer-ca de nosotros. Ustedes saben que el Señor es eterno y que nunca se jubi-la. Nunca.

En el Evangelio de Mateo, Je-sús dice a los Apóstoles: «Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he man-

dado» (Mt 28,19-20). Estas pala-bras se dirigen también hoy a no-sotros y nos ayudan a comprender mejor que nuestra vocación es la de custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños. Escuchen bien: ¿cuál es nuestra vo-cación hoy, a nuestra edad? Custo-diar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar de los pequeños. No lo olviden.

No importa la edad que tengas, si sigues trabajando o no, si estás solo o tienes una familia, si te convertiste en abuela o abuelo de joven o de ma-yor, si sigues siendo independien-te o necesitas ayuda, porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos. Es necesario ponerse en marcha y, sobre todo, salir de uno mismo para emprender algo nuevo.

Hay, por tanto, una vocación re-novada también para ti en un mo-mento crucial de la historia. Te pre-guntarás: pero, ¿cómo es posible? Mis energías se están agotando y no creo que pueda hacer mucho más. ¿Cómo puedo empezar a compor-tarme de forma diferente cuando la costumbre se ha convertido en la norma de mi existencia? ¿Cómo puedo dedicarme a los más pobres cuando tengo ya muchas preocupa-ciones por mi familia? ¿Cómo pue-do ampliar la mirada si ni siquiera se me permite salir de la residencia donde vivo? ¿No es ya mi soledad una carga demasiado pesada? Cuán-tos de ustedes se hacen esta pregun-ta: mi soledad, ¿no es una piedra de-masiado pesada? El mismo Jesús escuchó una pregunta de este tipo a Nicodemo, que le preguntó: «¿Có-mo puede un hombre volver a nacer cuando ya es viejo?» (Jn 3,4). Es-to puede ocurrir, responde el Señor, abriendo el propio corazón a la obra del Espíritu Santo, que sopla donde quiere. El Espíritu Santo, con esa li-

bertad que tiene, va a todas partes y hace lo que quiere.

Como he repetido en varias oca-siones, de la crisis en la que se en-cuentra el mundo no saldremos iguales, saldremos mejores o peo-res. Y «ojalá no se trate de otro epi-sodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de apren-der –¡nosotros somos duros de mo-llera!– Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores […]. Ojalá que tan-to dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humani-dad renazca» (Fratelli tutti, 35). Na-die se salva solo. Estamos en deuda unos con otros. Todos hermanos.

En esta perspectiva, quiero de-cirte que eres necesario para cons-truir, en fraternidad y amistad social, el mundo de mañana: el mundo en el que viviremos –nosotros, y nues-tros hijos y nietos– cuando la tor-

menta se haya calmado. Todos «so-mos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heri-das» (ibíd., 77). Entre los diver-sos pilares que deberán sostener es-ta nueva construcción hay tres que tú, mejor que otros, puedes ayudar a colocar. Tres pilares: los sueños, la memoria y la oración. La cerca-nía del Señor dará la fuerza para em-prender un nuevo camino incluso a los más frágiles de entre nosotros, por los caminos de los sueños, de la memoria y de la oración.

El profeta Joel pronunció en una ocasión esta promesa: «Sus ancia-nos tendrán sueños, y sus jóvenes, visiones» (3,1). El futuro del mun-do reside en esta alianza entre los jó-

venes y los mayores. ¿Quiénes, si no los jóvenes, pueden tomar los sue-ños de los mayores y llevarlos ade-lante? Pero para ello es necesario se-guir soñando: en nuestros sueños de justicia, de paz y de solidaridad es-tá la posibilidad de que nuestros jó-venes tengan nuevas visiones, y jun-tos podamos construir el futuro. Es necesario que tú también des testi-monio de que es posible salir reno-vado de una experiencia difícil. Y es-toy seguro de que no será la única, porque habrás tenido muchas en tu vida, y has conseguido salir de ellas. Aprende también de aquella expe-riencia para salir ahora de esta.

El gran valor de la pazLos sueños, por eso, están entrela-zados con la memoria. Pienso en lo importante que es el doloroso re-cuerdo de la guerra y en lo mucho que las nuevas generaciones pueden aprender de él sobre el valor de la paz. Y eres tú quien lo transmite, al haber vivido el dolor de las guerras. Recordar es una verdadera misión para toda persona mayor: la memo-ria, y llevar la memoria a los demás. Edith Bruck, que sobrevivió a la tragedia de la Shoah, dijo que «in-cluso iluminar una sola conciencia vale el esfuerzo y el dolor de man-tener vivo el recuerdo de lo que ha sido –y continúa–. Para mí, la me-moria es vivir» (cf. La memoria è vi-ta, la scrittura è respiro, 26/1/2021). También pienso en mis abuelos y en los que entre ustedes tuvieron que emigrar y saben lo duro que es de-jar el hogar, como hacen todavía hoy tantos en busca de un futuro. Algu-nos de ellos, tal vez, los tenemos a nuestro lado y nos cuidan. Esta me-moria puede ayudar a construir un mundo más humano, más acoge-dor. Pero sin la memoria no se pue-de construir; sin cimientos nunca construirás una casa. Nunca. Y los cimientos de la vida son la memoria.

Por último, la oración. Como di-jo una vez mi predecesor, el papa Be-nedicto, santo anciano que continúa rezando y trabajando por la Iglesia: «La oración de los ancianos pue-de proteger al mundo, ayudándole tal vez de manera más incisiva que la solicitud de muchos» (cf. Visi-ta a la Casa-Familia «Viva los ancia-nos», 2/11/2012). Esto lo dijo casi al final de su pontificado en 2012. Es hermoso. Tu oración es un recurso muy valioso: es un pulmón del que la Iglesia y el mundo no pueden pri-varse (cf. Evangelii gaudium, 262). Sobre todo en este momento difícil para la Humanidad, mientras atra-vesamos, todos en la misma barca, el mar tormentoso de la pandemia, tu intercesión por el mundo y por la Iglesia no es en vano, sino que indi-ca a todos la serena confianza de un lugar de llegada.

Querida abuela, querido abuelo, al concluir este mensaje quisiera se-ñalarte también el ejemplo del bea-to –y próximamente santo– Carlos de Foucauld. Vivió como ermitaño en Argelia y en ese contexto periféri-co dio testimonio de «sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano» (Fratelli tutti, 287). Su historia muestra cómo es posi-ble, incluso en la soledad del propio desierto, interceder por los pobres del mundo entero y convertirse ver-daderamente en un hermano y una hermana universal.

Pido al Señor que, gracias tam-bién a su ejemplo, cada uno de no-sotros ensanche su corazón y lo ha-ga sensible a los sufrimientos de los más pequeños, y capaz de interceder por ellos. Que cada uno de nosotros aprenda a repetir a todos, y especial-mente a los más jóvenes, esas pala-bras de consuelo que hoy hemos oí-do dirigidas a nosotros: «Yo estoy contigo todos los días». Adelante y ánimo. Que el Señor los bendiga.

Papa Francisco

La oración de los mayores es como un

pulmón del que la Iglesia y el mundo no pueden privarse

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J esús envió a sus discípulos pa-ra que fueran a preparar el lu-gar donde iban a celebrar la ce-

na pascual. Ellos mismos fueron los que le preguntaron: «¿Dónde quie-res que vayamos a preparar la cena de Pascua para que la comas?» (Mc 14,12). También nosotros, mien-tras contemplamos y adoramos la presencia del Señor en el Pan euca-rístico, estamos llamados a pregun-tarnos: ¿En qué lugar queremos pre-parar la Pascua del Señor? ¿Cuáles son los lugares de nuestra vida en los que Dios nos pide que lo recibamos? Quisiera responder a estas pregun-tas deteniéndome en tres imágenes del Evangelio que hemos escuchado (Mc 14,12-16.22-26).

La Humanidad sedientaLa primera es la del hombre que lle-va un cántaro de agua (cf. v. 13). Es un detalle que parecería superfluo. Sin embargo, ese hombre totalmen-te anónimo se convierte en guía para los discípulos que buscan el lugar que después será llamado el Cenáculo. Y el cántaro de agua es el signo para re-conocerlo. Un signo que nos lleva a pensar en la Humanidad sedienta, siempre en busca de un manantial de agua que la sacie y la regenere. Todos nosotros caminamos en la vida con un cántaro en la mano. Todos noso-tros, cada uno de nosotros tiene sed de amor, de alegría, de una vida fruc-tífera en un mundo más humano. Y para saciar esta sed, el agua de las co-

sas mundanas no sirve, porque se tra-ta de una sed más profunda, que solo Dios puede satisfacer.

Continuemos con esta señal sim-bólica. Jesús dice a los suyos que adonde los conduzca un hombre con un cántaro de agua, allí se po-drá celebrar la cena de Pascua. Pa-ra celebrar la Eucaristía, por tanto, es preciso reconocer, antes que na-da, nuestra sed de Dios: sentirnos necesitados de Él, desear su presen-cia y su amor, ser conscientes de que no podemos salir adelante solos, si-no que necesitamos un alimento y una bebida de vida eterna que nos sostengan en el camino. El drama de hoy, podemos decir, es que a menu-do la sed ha desaparecido. Se han ex-tinguido las preguntas sobre Dios, se ha desvanecido el deseo de Él, son cada vez más escasos los buscadores de Dios. Dios no atrae más porque no sentimos ya nuestra sed profun-da. Pero solo donde haya un hom-bre o una mujer con un cántaro de agua –pensemos en la samaritana, por ejemplo (cf. Jn 4,5-30)– el Señor se puede revelar como Aquel que da la vida nueva, que alimenta con con-fiada esperanza nuestros sueños y nuestras aspiraciones, presencia de

amor que da sentido y dirección a nuestra peregrinación terrena.

Como ya advertíamos, es ese hombre con el cántaro el que con-duce a los discípulos a la sala don-de Jesús instituirá la Eucaristía. Es la sed de Dios la que nos lleva al al-tar. Si nos falta la sed, nuestras cele-braciones se vuelven áridas. Enton-ces, incluso como Iglesia, no puede ser suficiente el grupito de asiduos que se reúnen para celebrar la Euca-ristía; debemos ir a la ciudad, encon-trar a la gente, aprender a reconocer y a despertar la sed de Dios y el de-seo del Evangelio.

Corazón grandeLa segunda imagen es la de la habi-tación amplia en el piso superior (cf. v. 15). Es allí donde Jesús y los su-yos celebrarán la cena pascual, y es-ta habitación se encuentra en la casa de una persona que los aloja. Decía don Primo Mazzolari: «Entonces un hombre sin nombre, un dueño de casa, les prestó su habitación más hermosa […] Él dio lo más grande que tenía, porque alrededor del gran sacramento es necesario que todo sea grande: habitación y corazón, palabras y gestos» (La Pasqua).

Una habitación amplia para un pequeño pedazo de Pan. Dios se ha-ce pequeño como un pedazo de pan y justamente por eso es necesario un corazón grande para poder recono-cerlo, adorarlo, acogerlo. La presen-cia de Dios es tan humilde, escondi-da, en ocasiones invisible, que para ser reconocida necesita de un cora-zón preparado, despierto y acoge-dor. En cambio, si nuestro corazón, en lugar de ser una habitación am-plia, se parece a un depósito donde

conservamos con añoranza las co-sas pasadas; si se asemeja a un des-ván donde hemos dejado desde hace tiempo nuestro entusiasmo y nues-tros sueños; si se parece a una sala angosta, a una sala oscura porque vi-vimos solo de nosotros mismos, de nuestros problemas y de nuestras amarguras, entonces será imposible reconocer esta silenciosa y humilde presencia de Dios. Se requiere una sala amplia. Se necesita ensanchar el corazón. Se precisa salir de la pe-queña habitación de nuestro yo y en-trar en el gran espacio del asombro y la adoración. Y esto nos hace mucha falta. Esto nos falta en muchos movi-mientos que nosotros hacemos para encontrarnos, reunirnos, pensar jun-tos la pastoral… Pero si nos falta es-to, si falta el asombro y la adoración, no hay camino que nos lleve al Se-ñor. Tampoco habrá sínodo, nada.

Solo quedará el amorEsta es la actitud ante la Eucaristía, esto necesitamos: adoración. Tam-bién la Iglesia debe ser una sala am-plia. No un círculo pequeño y ce-rrado, sino una comunidad con los brazos abiertos de par en par, aco-gedora con todos. Preguntémonos: cuando se acerca alguien que está herido, que se ha equivocado, que tiene un recorrido de vida distin-to, ¿la Iglesia, esta Iglesia, es una sa-la amplia para acogerlo y conducirlo a la alegría del encuentro con Cris-to? La Eucaristía quiere alimentar al que está cansado y hambriento en el camino, ¡no lo olvidemos! La Igle-sia de los perfectos y de los puros es una habitación en la que no hay lu-gar para nadie; la Iglesia de las puer-tas abiertas, que festeja en torno a

Cristo es, en cambio, una sala gran-de donde todos todos, justos y peca-dores pueden entrar.

Por último, la tercera imagen, la imagen de Jesús que parte el pan. Es el gesto eucarístico por excelen-cia, el gesto que identifica nuestra fe, el lugar de nuestro encuentro con el Señor que se ofrece para hacernos renacer a una vida nueva. También este gesto es sorprendente. Hasta ese momento se inmolaban corde-ros y se ofrecían en sacrificio a Dios, ahora es Jesús el que se hace cordero y se inmola para darnos la vida. En la Eucaristía contemplamos y ado-ramos al Dios del amor. Es el Señor, que no quebranta a nadie sino que se parte a sí mismo. Es el Señor, que no exige sacrificios sino que se sacri-fica él mismo. Es el Señor, que no pi-de nada sino que entrega todo. Para celebrar y vivir la Eucaristía, tam-bién nosotros estamos llamados a vivir este amor. Porque no puedes partir el Pan del domingo si tu cora-zón está cerrado a los hermanos. No puedes comer de este Pan si no com-partes los sufrimientos del que está pasando necesidad. Al final de to-do, incluso de nuestras solemnes li-turgias eucarísticas, solo quedará el amor. Y ya desde ahora nuestras Eu-caristías transforman el mundo en la medida en que nosotros nos deja-mos transformar y nos convertimos en pan partido para los demás.

Hermanos y hermanas, ¿dónde «preparar la cena del Señor» tam-bién hoy? La procesión con el Santí-simo Sacramento –característica de la fiesta del Corpus Christi, pero que por el momento no podemos ha-cer– nos recuerda que estamos lla-mados a salir llevando a Jesús. Salir

con entusiasmo llevando a Cristo a aquellos que encontramos en la vi-da de cada día. Nos convertimos así en una Iglesia con el cántaro en la mano, que despierta la sed y lleva el agua. Abramos de par en par el cora-zón en el amor, para ser nosotros la habitación amplia y acogedora don-de todos puedan entrar y encon-trar al Señor. Desgastemos nuestra vida en la compasión y la solidari-dad, para que el mundo vea por me-dio nuestro la grandeza del amor de Dios. Y entonces el Señor ven-drá, una vez más nos sorprenderá, una vez más se hará alimento para la vida del mundo. Y nos saciará pa-ra siempre, hasta el día en que, en el banquete del cielo, contemplaremos su rostro y nos alegraremos sin fin.

Papa Francisco

¿Dónde quiere Dios que lo recibamos?El pasado 6 de junio, fiesta del Corpus Christi, un año más el papa Francisco presidió la Eucaristía. En esta ocasión, a causa de las restricciones por la pandemia, la celebró en la basílica de San Pedro y no fue posible tener la procesión eucarística por las calles de Roma. Ofrecemos, a continuación, el texto completo de la homilía.

Homilía en la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

La Eucaristía nos pide ensanchar el corazón para entrar en el asombro y la adoración

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E n la nomenclatura de su épo-ca, la edición abreviada de la Liturgia de las Horas era de-

nominada Breviarium: el oficio di-vino de la Iglesia por la que se san-tifica el tiempo. En su exposición, el obispo de Palencia muestra la unión que hay entre la salmodia de las Ho-ras y la Misa: entre los dos quicios y el eje de la jornada (Laudes, Víspe-ras y Eucaristía). Se podría decir que estas páginas (Obras Completas nn. 5275 ss.) son un avance profético de la teología del Concilio Vaticano II (SC 83-87.90.98.100). Ofrecemos, a continuación, un amplio extracto de los textos mencionados.

Las columnas de la celebración de la IglesiaLa liturgia se apoya sobre cuatro co-lumnas, dos que Jesús Sacerdote por sí mismo construyó y otras dos por mediación de su Iglesia: son aque-llas dos, la santa Misa y los siete sa-cramentos; y éstas, el oficio divino o eclesiástico y los sacramentales. El Sacrificio de Jesús y el oficio divi-

no, directa y primariamente, son pa-ra la alabanza y adoración de la au-gusta Trinidad; e indirectamente y como causa moral, o como irradia-ción para la santificación de las al-mas, y los sacramentos y sacramen-tales al revés.

Sacrificio de alabanza: acción de mediaciónLitúrgicamente el oficio divino es inseparable del santo Sacrificio. Si éste es la máxima alabanza a Dios de cada mañana, el oficio es la prepa-ración y la prolongación de esa ala-banza por todas las horas del día. Si la Misa se llama Sacrificium laudis, el oficio divino se llama Officium laudis o esto sólo: Laudes.

Tan inseparables para la liturgia son Misa y oficio divino, por razón de su identidad de fin, que al prin-cipio de éste y no de aquélla, pone la clasificación de su rito [memoria, fiesta, etc.], para que la misma so-lemnidad envuelva Misa y oficio co-mo una misma acción.

Si el Altar es el lugar en donde Jesús por el sacerdote realiza la ac-ción de la máxima gloria de Dios por la máxima adoración, acción de gracias, expiación e impetra-ción que vale la oblación real de su Sacrificio, el breviario es el instru-mento con que el sacerdote por Je-sús armoniza y acompaña, celebra

y canta la gran alabanza de aquella acción suprema sacerdotal.

El oficio es más que lección que instruye y ejemplo que alienta, can-to sacado por la gran maestra, la Iglesia, de tres grandes inspiracio-nes: de la inspiración auténtica y di-recta de Dios en sus salmos, cánti-cos, trenos y trozos de Escritura; de la inspiración de la Santidad en sus historias abreviadas, comentarios y homilías doctrinales; y de la inspira-ción de la musa popular cristiana en muchos de sus himnos, antífonas y melodías. ¿Conocéis arte más opu-lento en inspiración?

Ese canto de alabanza, que va siempre dirigido a la Trinidad San-tísima por nuestro Señor Jesucris-to, es a la par un canto de triunfo del Rey sacrificado Jesús que contigo vi-ve y reina... Y tiene su copla (el mo-tivo de la alabanza contenido en la oración propia, las lecciones, las an-tífonas propias y todo lo propio) y su estribillo (todo lo común).

Oficios comunesEl oficio de común de apóstoles es el himno de alabanza por el triunfo del Rey inmolado en la longanimi-dad del Apóstol: dar y darse: «Este es mi mayor precepto... Mayor cari-dad nadie tiene sino Él... Iban ale-gres porque...».

El oficio de mártires, el him-no por el triunfo del Rey Hostia en la fortaleza de sus soldados: «lu-charé hasta la muerte por la ley de Dios...».

El oficio del confesor pontífice [o de pastores], el de la alabanza por el triunfo del Rey–Sacerdote sumo en el sacerdocio, ejercido fielmente por el hombre, cuya plenitud está en el

pontífice: «He aquí al gran sacerdo-te...». El oficio de confesor no pon-tífice [o común de santos], el him-no por el triunfo del Rey divino en la fidelidad de sus siervos: «Señor, cinco talentos me diste... Levántate, siervo bueno y fiel...». ¡Qué miste-rio!, la Iglesia ante los montones de libros de sabiduría celestial de san-to Tomás, los de tierra y los de gra-nos recogidos por san Isidro Labra-dor, y los de harapos, mendrugos y piojos de san Benito J. Labre canta la misma alabanza a Dios, el mismo cinco talentos, y el levántate, siervo bueno y fiel...

El oficio de vírgenes es la alaban-za a Dios por el triunfo del Rey del Amor en la pureza triunfante en una mujer: «Qué hermosa, casta y lim-pia es esta generación».

El de vírgenes mártires, la alaban-za por el contraste de la debilidad del sexo venciendo el doble enemigo de su pureza y de su fe: «Recibe la pal-ma que has merecido...».

El de no vírgenes [o santas muje-res] es la alabanza a Dios por el triun-fo de su Hijo Rey en los obstáculos, frutos y premios de la piedad: «Do-mando la carne con ayunos y ali-mentándose con oración...».

El oficio de dedicación de Iglesia es la alabanza por el triunfo de Jesús en la hermosura, utilidad e indefecti-bilidad que por su sacrificio ha dado a las tres casas de Dios: la del cielo: «Ciudad celeste de Jerusalén...»; la edificada como templo vivo en el al-ma y cuerpo del justo: «Templo del Espíritu Santo...»; «Zaqueo hoy me hospedaré en tu casa...»; y la mate-rial o templo visible: «En tu casa im-pera la santidad».

El oficio común de fiestas de la bienaventurada Virgen María es la alabanza por el mayor de los triun-fos de Jesús Rey, principalmente en la preservación del pecado y en la mediación universal de Ella y en los méritos, motivos y frutos de la mis-ma, particularmente en su virgini-dad maternidad divina, fidelidad y patrocinio. «Santa María, Madre

de Dios, intercede por nosotros...». El oficio común de difuntos es el himno de la vida, la alabanza a Dios por ser el Autor de toda la vida: «Para quien todas las cosas tienen vida...», la vida natural y sobrena-tural, temporal y eterna, de darla, aumentarla, quitarla y devolverla, o sea, Autor del nacimiento, desarro-llo, muerte y resurrección... ¡El gran

La liturgia es el medio por el que se actualiza la obra realizada por Cristo para nuestra Redención. En efecto, el misterio pascual de Cristo Sacerdote «se prolonga a través de su Iglesia, que, sin cesar, alaba al Señor e intercede por la salvación de todo el mundo no solo celebrando la Eucaristía, sino también de otras maneras, principalmente recitando el oficio divino» (SC 83). San Manuel González lo comprendió y enseñó de manera magistral en unos apuntes bajo el epígrafe: «El arte en el Breviario».

El «arte» del oficio divinoLa Liturgia, encuentro con Cristo

La Misa es la máxima alabanza a Dios. El

oficio es preparación y prolongación de esa

alabanza a todas horas

Facistol con libro para el rezo del oficio divino, del siglo XVI. Iglesia de Santa María la Mayor, Ronda (España).

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himno, en una palabra, al Rey de la Cruz, triunfador de la muerte!

La mente concuerda sabiamente con la vozTodo este arte se reduce a recitar o cantar, como pide la Iglesia, digna, atenta y devotamente. ¡Se lo merece tanto aquel divino canto y este nuestro divino oficio...! Dos reglas, de arte geográfico la una y de arte gramati-cal la otra, explican y facilitan esa petición. Dejo aparte el gran arte musical del Motu Proprio de Pío X.

Hablando el lenguaje de una especie de geogra-fía espiritual, lo primero que tenemos que hacer […] para ejercer bien nuestro oficio de cantores de Dios es orientarnos. […] Respecto a mi situación al re-zar: Yo rezo con Jesús, o mejor, Jesús reza por medio de mí, de mi boca..., rezo en nombre de toda la Igle-sia de la tierra; ¡la Iglesia reza también por mi boca! y rezo, o mejor, rezamos, Jesús sacerdote, la Iglesia y yo ante la Trinidad augusta, ante la Iglesia del cielo... Los de allá y los de acá nos unimos en mi breviario para cantar el himno siempre nuevo de la alabanza y de la adoración.

Cantate Domino canticum novum… Cantad al Se-ñor un cántico nuevo... Se reduce a esta sola palabra: rezar con prosodia.

Esos asteriscos en los versículos, para paladear, esas comas para respirar, esos puntos y aparte para reposar, y los demás signos ortográficos atendidos con una prosodia consciente, ¡cuántos atropellos y decapitaciones y truncamientos de palabras y dis-tracciones y rutinas y profanaciones evitarían, y qué aroma de alabanza y de piedad exhalarían para mí y para los que me oyen y para todos los que esperan mi oración...! Como que uno de los grandes méritos del canto gregoriano es el respeto que guarda a la proso-dia […].

Sapienter, ¡en las dos acepciones del verbo! Sápe-re: saber y saborear. ¡Conozcamos el arte de nuestro breviario! ¡Saboreemos el arte de nuestro breviario! ¡Cantemos con arte!

En la actualidadEsta enseñanza, recepción del Movimiento Litúrgico en España, preparaba la teología y la pastoral del Con-cilio Vaticano II que pediría a los pastores «que las Horas principales, especialmente las Vísperas, se ce-lebren comunitariamente en la Iglesia los domingos y fiestas más solemnes. Se recomienda, asimismo, que los laicos recen el oficio divino o con los sacerdotes o reunidos entre sí e inclusive en particular» (SC 100).

Nadie cree solitariamente. El creyente es siempre miembro de la Iglesia. Cada creyente recibe la noticia de la fe a través de otro creyente que ha creído antes que él. La Iglesia es la comunidad de los creyentes, de los discípulos misioneros que, porque han visto, han creído. Esto es lo que caracteriza más profundamente a la Iglesia: haber transmitido y ofrecido sin cesar, desde el tiempo de los Apóstoles y de generación en generación, la fe en Jesucristo y, por ellos, la comunión de vida y amor con Dios a todos los hombres.

E n el seno de la Iglesia, los creyentes dan testimo-nio de su fe con palabras y obras: todos los que creen en Jesucristo constituyen dentro de la Igle-

sia una gran comunidad de fe. Pero ante todo la Igle-sia es como el «nosotros», que abarca a todos y cada uno de los creyentes. La fe de cada creyente, dentro de la Iglesia, es una participación viva de la fe de la Iglesia, porque es la Iglesia, la comunidad católica de los cre-yentes, fundada en Cristo y en los Apóstoles, el único sujeto que no puede fallar en la fe.

Por eso, para el cristiano, decir «yo creo» es lo mis-mo que decir: «yo me adhiero a la fe de la Iglesia, creo en la Iglesia y con la Iglesia»; dicho de otro modo, es lo mismo que incorporarse a la tradición viva de la fe que surge de Cristo y de los Apóstoles y llega hasta no-sotros en la vida comunitaria de la Iglesia. El cristiano, por el hecho de su Bautismo, queda adherido a la fe de la Iglesia, comunidad de fe. Por el don y la gracia del Es-píritu Santo que ha recibido está unido a Cristo y lla-mado a seguirlo.

Interiorización y personalización de la feEl catequista, como cristiano que es, está llamado a vi-vir un proceso de interiorización y personalización que le lleve a pasar del «yo creo» al «creemos». De es-te modo estará en disposición de proponer la fe ecle-sial, más allá de experiencias personales, porque como catequista ha de transmitir la fe de la Iglesia. Posible-mente el catequista en el ejercicio de su ministerio irá profundizando en esta fe eclesial y será capaz de ir dan-do aquello que se le ha sido dado. Desde antiguo, co-mo podemos contemplar en el Nuevo Testamento, la

La fe de la Iglesia: El Catecismo

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comunidad ha ido elaborando fór-mulas cortas y concisas para profe-sar, celebrar y testimoniar la fe. Estas fórmulas dieron paso a las primeras síntesis de fe y compendios que ya encontramos en el s. IV. Más adelan-te, con el Concilio de Trento, fue-ron apareciendo distintos Catecis-mos que servían para la transmisión de la fe. En ellos la Iglesia fue pre-sentando de manera orgánica y sis-temática la fe que nos une y en ellos la catequesis tiene una fuente insus-tituible no solo de magisterio, sino también de experiencia comunitaria de la fe. El Catecismo de la Iglesia Ca-tólica que hoy alimenta la evangeli-zación fue promulgado por san Juan Pablo II en 1992.

El Directorio para la Catequesis, en su capítulo VI (nn. 182-192), nos presenta la importancia del Catecis-mo porque es un texto oficial del ma-gisterio de la Iglesia que, con autori-dad, recoge de forma precisa, a modo de síntesis orgánica, los aconteci-mientos y verdades salvíficas funda-mentales que expresan la fe común

del pueblo de Dios, y que constitu-yen la referencia básica e indispensa-ble para la catequesis (cf. DC 124).

Instrumento de renovaciónEl Directorio nos presenta el Catecis-mo como un verdadero instrumen-to al servicio de la renovación de la catequesis: «El contenido del Cate-cismo se presenta de tal manera que manifiesta la pedagogía de Dios. La exposición de la doctrina respeta plenamente los caminos de Dios y del hombre y encarna las líneas do-minantes de la renovación de la cate-quesis del siglo XX. La narrativa de la fe en el Catecismo concede un lu-gar de absoluta importancia a Dios y a la obra de la gracia, que en la dis-tribución de la materia ocupa la ma-yor parte: esto es ya un anuncio cate-quético. En la misma línea, todos los demás criterios se presentan al ser-vicio del anuncio fecundo del Evan-gelio como: la centralidad trinitaria y cristológica, la historia de la salva-ción, la eclesialidad del mensaje, la jerarquía de las verdades, la impor-

tancia de la belleza. En todo esto se puede leer que el propósito del Cate-cismo es despertar el deseo por Cris-to, presentando al Dios deseable que busca el bien del hombre. Por lo tan-to, el Catecismo no es una expresión estática de la doctrina, sino un ins-trumento dinámico, adecuado pa-ra inspirar y nutrir el camino de la fe para la vida de cada persona y, como tal, sigue siendo válido para la reno-vación de la catequesis» (n. 192).

La catequesis es un proceso per-sonal de fe, un camino que nos lleva a sentir con la Iglesia, a apropiarnos de la fe de la Iglesia compendiada en el Catecismo, apoyados en la Es-critura y en la tradición de tal modo que nosotros seamos esos catecis-mos vivos que el mundo lee. Como bien lo expresó san Manuel Gonzá-lez: «Sí, ¡todos catequistas!, y más aún, seamos todos ¡catecismos vi-vos!, ¡que con sólo vernos y oírnos los demás aprendan el catecismo de nuestra bendita religión!» (OO.CC. III, n. 4703).

Sergio Pérez Baena, Pbro.

Nuevo Directorio para la catequesis

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52º Congreso Eucarístico Internacional

B ajo el lema «Todas mis fuen-tes están en Ti» (Sal 87,7), el mensaje principal del Congre-

so Eucarístico es que la Eucaristía es el sacramento de la unidad entre los cristianos, pero la vocación de la Iglesia es también promover la uni-dad de todo el género humano.

Debido a las condiciones sanita-rias actuales y a la situación de pan-demia, no se han ofrecido datos so-bre la estimación de asistentes, pero ya es posible consultar el programa

completo, tanto del Congreso en sí como del Simposio Teológico.

Programa del SimposioLa ponencia de apertura del Sim-posio estará a cargo del profesor Pierangelo Sequeri y versará sobre la Eucaristía como fuente de la vi-da cristiana, seguida de la conferen-cia titulada «Especificidad de la ce-lebración eucarística en África». El día concluirá con la Misa. El segun-do día del Simposio comenzará con

el rezo de Laudes y las conferencias de la mañana se centrarán en la Eu-caristía como fuente de la misión y la diaconía, en la visión ecuménica actual sobre la comunión y la teolo-gía de la adoración.

Por la tarde se ofrecerán seis talle-res para reflexionar sobre la influen-cia de la Eucaristía en la tradición bi-zantina, en la vida de los místicos cristianos, en la teología de J. Rat-zinger, en las cartas de san Pablo, en la música sagrada y en la experiencia del reino de Dios en la Iglesia orto-doxa. Nuevamente se tendrá la Misa como acto conclusivo del día.

El tercer día, finalmente, comen-zará con la celebración eucarística, tras la cual se tendrán dos ponen-cias: «Lo sagrado, la Eucaristía y la sacramentalidad de la Iglesia» y «La Eucaristía como el sacramento de la reconciliación».

Los talleres de la tarde, con los que concluirá el Simposio, versarán sobre el concepto de «fons» en el Misal, la sintaxis eucarística como fuente y paradigma de sinodalidad, la Eucaristía, fuente de santidad, y la eclesiología eucarística y la falta de sacerdotes en Brasil.

CEI 2021Las actividades propias del Congre-so Eucarístico comenzarán en la tar-de del domingo 5 de septiembre, con la celebración eucarística de apertu-ra. Del lunes 6 hasta el viernes 10 las actividades comenzarán con la ora-ción de la mañana y seguirán con ca-tequesis y testimonios, para finali-zar con la celebración comunitaria de la Eucaristía. Por las tardes, ade-más de numerosos talleres, hay una variada oferta de actividades, entre

Tras haber sido suspendido el año pasado, del 5 al 12 de septiembre próximo tendrá lugar el 52º Congreso Eucarístico Internacional. Tendrá lugar en Budapest, capital de Hungría y, como en otras ocasione, estará precedido por un Simposio Teológico. El programa incluye momentos celebrativos así como catequesis y talleres. Además, el papa Francisco presidirá la Eucaristía de clausura.

Oración oficialPadre Nuestro, fuente de la vida,envíanos tu Espíritupara poder reconocery amar siempre más a Cristoque se sacrifica por nosotrosy está presente en la Eucaristía.Él es nuestro Señor y Maestro,nuestro amigo y alimento,nuestro médico y nuestra paz.Haznos valientes para llevar su fuerzay su alegría a todos los hombres.Haz que este tiempo de preparación y la celebración del Congreso Eucarísticorenueve espiritualmentea toda la comunidad de creyentes,a nuestras ciudades, a nuestro pueblo, a Europa y al mundo. Amén.

La Eucaristía: Fuente inagotable de vidalas que se encuentran conciertos, li-turgia divina bizantina, misas en di-versas parroquias y la noche de los jóvenes. El sábado 11 tendrá lugar el festival de las familias que concluirá con la Misa y procesión eucarística con velas. Como clausura, el domin-go 12, a las 11.30 será la Statio Orbis en la Plaza de los Héroes, con la Mi-sa presidida por el papa Francisco.

El el Angelus del pasado 4 de julio, el papa afirmó que «del 12 al 15 del próximo septiembre, si Dios quiere, viajaré a Eslovaquia para realizar una visita pastoral. Antes [la mañana del domingo 12 de septiembre] conce-lebraré en Budapest la Misa conclu-siva del Congreso Eucarístico Inter-nacional. Doy las gracias de corazón a los que están preparando este viaje y rezo por ellos. Recemos todos por este viaje y por las personas que es-tán trabajando para organizarlo».

El programa completo, inclu-yendo fechas, horarios y ponentes se puede consultar en la web oficial del Congreso: www.iec2020.hu/es. A través de la web también es posi-ble inscribirse en los diversos actos y solicitar las entradas para los actos multitudinarios.

Embajadores del 52º CEI El canto oficial del 52º Congreso Eucarístico es una nueva versión del himno del anterior Congreso celebrado en Budapest, en 1938. La canción de entonces (Canto de triunfo)se hizo muy popular entre los católicos de aquel país, ya que fue lanzada poco tiempo antes de comenzar la II Guerra mundial. También se ha hecho público el vi-deoclip, que ya está disponible en YouTube y en la web del Congreso.

En él se muestra la historia de conversión de tres jóve-nes: un médico especialista que se toma en serio a una anciana enferma, un músico de rock que lleva una cruz al cuello a pesar de las bur-las de sus compañeros y un sacerdote que atraviesa un momento difícil.

Durante la rueda de pren-sa en la que fue presentado el himno, el cardenal Erdö, ar-zobispo de Esztergom-Buda-pest, también explicó que el Congreso Eucarístico conta-rá con doce «embajadores», o músicos, cantantes y poe-tas famosos que pretenden ser «testigos de la Eucaris-tía» en nuestros días.

Cultura eucarísticaEl papa Francisco, el 10 de noviem-bre de 2018, en la clausura de la Asamblea plenaria del Comité pon-tificio para los Congresos Eucarís-ticos Internacionales, afirmó que: «De ahí surge la pregunta funda-mental: ¿Qué significa celebrar un Congreso eucarístico en una ciu-dad moderna y multicultural [co-mo Budapest] donde el Evangelio y las formas de pertenencia religiosa se han vuelto marginales? Significa colaborar con la gracia de Dios pa-ra difundir, a través de la oración y

la acción, una cultura eucarística, es decir, una forma de pensar y traba-jar fundada en el Sacramento, pero que se puede percibir también más allá de la pertenencia a la Iglesia.

En Europa, enferma por la in-diferencia y atravesada por divisio-nes y barreras, los cristianos ante to-do renuevan cada domingo el gesto sencillo y fuerte de su fe: se reúnen en el nombre del Señor, reconocién-dose hermanos entre sí. Y el milagro se repite: en la escucha de la Palabra y en el gesto del Pan partido, inclu-so la asamblea más pequeña y hu-milde de creyentes se convierte en el Cuerpo del Señor, su Sagrario en el mundo. Así, la celebración de la Eucaristía favorece el desarrollo de las actitudes que generan una cultu-ra eucarística, porque nos impulsa a transformar, en gestos y actitudes de vida, la gracia de Cristo, que se en-tregó totalmente».

Mónica Mª Yuan Cordiviola, m.e.n

Las actividades incluyen catequesis,

talleres, momentos de adoración y liturgia y

actos culturales

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L os apelativos que una persona le da a otra son muy revelado-res del conocimiento y los sen-

timientos que tiene para con ella. ¿Cómo llama san Manuel a la Vir-gen María? En sus Obras Completas encontramos un número elevado de diferentes títulos que le da a la «In-maculada, Hija, Madre y Esposa de Dios» (n. 648). Nuestra intención es explorar estos títulos en sí mis-mos, arriesgando dejar por fuera la importancia de verlos en sus contex-tos, con el propósito de mostrar la ri-queza que se puede encontrar en los meros títulos y despertar la inquie-tud de conocer todo el contenido. Si esto me dice sólo el título, ¡qué será el texto completo! ¡qué será toda la obra de san Manuel!

Nos limitamos a los primeros tres volúmenes de sus Obras Com-pletas. Para facilitar la lectura, cita-remos solo el número del párrafo: Vol. I: nn. 1-1609; Vol. II: nn. 1610-3851; Vol. III: nn. 3852-5325.

Los títulos en síLa riqueza teológica y originalidad detrás de los títulos que da san Ma-

nuel a Jesucristo y a la Virgen es ca-si inagotable. Cada uno engloba una doctrina larga y hondamente me-ditada y asimilada, y demuestra su profunda espiritualidad, fertilidad de mente y fina sensibilidad.

Algunos de estos títulos son muy cortos: «Madre» (1237, 1361, 2431); «la Inmaculada» (2924). Otras veces une varios títulos, por ejemplo: «Madre Inmaculada, al-tar primero, trono perpetuo, Es-posa, Madre e Hija de la Trinidad augusta» (5136); «María Inmacu-lada, Madre del divino Abandonado y Maestra de las Marías» (1178). Otros los podríamos llamar explica-tivos, porque en cuestión de pocas palabras desarrollan su significado de manera muy perspicaz. Ofrece-mos sólo tres ejemplos: «La pura criatura que a la Trinidad augusta ha dado más gloria y ha obtenido pa-ra el cielo y para la tierra más bienes que todas las puras criaturas juntas» (2616); «Inmaculada Madre Ma-ría, dispensadora del más rico don de los cielos y de la tierra. Dadora de Jesús mortal en el Evangelio, de Je-sús glorioso en el cielo y de Jesús Sa-cramentado en el Sagrario» (1140); «Su Madre Inmaculada, la sembra-dora, la gran sembradora no sólo de la vida de Dios, sino del Dios de la vida» (957).

La riqueza, variedad, origina-lidad y profundidad de los títu-

los que le adjudica a Cristo revelan a san Manuel como un gran cristó-logo, que recuerda a san Ambrosio (+397) por lo completo y claro de su doctrina cristológica. He aquí al-gunos de ellos: «Aprendiz del taller de Nazaret» (572); «Maestro de la Cruz de palo» (572); «Amo y Pa-dre y Madre y Maestro» (2300); «Verbo Sacramentado y Verbo pre-dicado» (2436); «el Sacrificado de la Cruz» (2461); «el Jesús bueno de la Eucaristía» (1293); «el Jesús desconocido en su religión y doc-trina; el Jesús del Sagrario abando-nado; el Jesús en su Iglesia y en las almas escogidas perpetuamente es-carnecido… en el tribunal de las pa-siones» (2498).

Aunque procura ser muy reser-vado, a veces se le escapa el amor que arde incontenible en su corazón por Jesús, a quien no duda en llamar «Jesús mío» (1298; cf. 1294, 1334). Le gusta mucho denominarlo «her-mano mío» (3029), «mi hermano mayor» (812, 3029); se considera «su pobre hermano» (1334) y le dice que desearía ser: «tu discípu-lo y tu amigo y tu hermano menor» (1294). He aquí un texto en que re-vela la intimidad de amor que goza con Jesús y María: «Pues bien, Jesús mío, Jesús rico y generoso hermano mío, ¿vamos a celebrar juntos la fies-ta de nuestra Madre?» (1334). En relación con María habla de «nues-tro Jesús» (2538; cf. 1308).

Por lo que respecta a la Virgen, los ricos y variados títulos que san Manuel le da forman, reunidos, una mariología en miniatura y prue-ban sea su intenso amor filial hacia su Madre Inmaculada sea la hondu-ra que alcanzaron sus meditaciones

sobre el misterio mariano a lo largo de su vida, llevadas a cabo teniendo como fuente principal la Palabra de Dios y realizadas sin duda alguna a la luz del Sagrario.

Cualidades de san ManuelLa fecundidad que vemos en san Manuel es don de Dios, el cual ar-monizó de manera insigne en su al-ma, como en una gran sinfonía, las cualidades del místico, teólogo, fun-dador, moralista, pastor y catequista, de tal forma que en su obra vibran juntos la inspiración mística de los más altos vuelos, la sólida doctrina teológica, los carismas del fundador de una Obra que sigue hoy pujan-te y será siempre actual y necesaria, la convicción y el llamado a la voca-ción universal a la santidad, la cari-dad y altura de miras del verdadero pastor de almas, cercano, práctico y realista, y una excepcional aptitud para la catequesis infantil, resumida

en esta expresión tan suya sobre Ma-ría como «Madre del Jesús de los ni-ños y de los niños de Jesús» (1372).

Esta misma sinfonía muestra có-mo se cumplen en él sus propias pa-labras: ¡cuánto se aprende a la luz del Sagrario! (cf. 563-564, 2830)!, ¡cuánto fruto y efectividad pasto-ral provienen solo del Sagrario! (cf. 3771-3778). De hecho, lo funda-mental en san Manuel es que to-das sus enseñanzas sobre las verda-des de la fe y moral cristianas están iluminadas, impregnadas, y tienden como a su objeto y su fin al misterio supremo y sublime de la Eucaristía (cf. 565-569, 1461-1478). ¡Tal es la comprensión y vivencia de san Ma-nuel del misterio eucarístico que sin duda merece ser proclamado un día doctor de la Eucaristía!

Otro dato importante que nos ayuda a valorar los escritos de san Manuel es que él enseña las verda-des de la fe cristiana de una manera

vívida, no como doctrinas abstrac-tas, sino como verdades muy reales que nos llevan a una relación muy concreta de amor y unión con el Hi-jo de Dios y su Madre Inmaculada.

Por eso las expresa constante-mente con un lenguaje relacional: Jesucristo no es solo para él la Se-gunda Persona de la Santísima Tri-nidad que se encarnó para salvarnos, sino «Jesús mío, rico y generoso her-mano mío» (1334). La Inmacula-da Concepción no es solo el dogma que enseña que María fue preserva-da de contraer el pecado original, si-no «mi Madre querida la Inmacula-da» (3282), la «Madre Inmaculada de Jesús y mía» (1366). El Evan-gelio no es solo la Palabra de Dios puesta por escrito, ni el Sagrario es simplemente «la Reserva Eucarísti-ca de las especies consagradas» sino Jesús mismo, cuyo Sacratísimo Co-razón late en las páginas de la Escri-tura (cf. 240, 243-245, 363) y está

Contamos, en este número de El Granito, con la voz autorizada de Dª. Deyanira Flores, doctora en Teología y Mariología. Es profesora en la Universidad Católica de Costa Rica, la Universidad Teológica de América Central, el Centro Mariano Servita, de México, y el Instituto Internacional de Investigaciones Marianas de la Universidad de Dayton, Ohio, EE.UU. Además, es gran devota de san Manuel y apasionada estudiosa de sus escritos.

Los ricos y variados títulos que le da

a la Virgen forman una mariología en miniatura

¿Cómo la llama? (I)Los títulos que san Manuel da a la santísima Virgen

Detalle de «La piedad», obra de Miguel Ángel Buonarroti realizada entre 1498 y 1499). Se encuentra en el Vaticano, en la Basílica de San Pedro.

Page 10: Los nombres que san Manuel da a la Virgen María

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verdaderamente vivo y presente en el Sagrario (cf. 218, 409, 411, 613). Para afirmar el dogma de la materni-dad divina exclama más de 59 veces: «Tu Jesús». Para predicar el dog-ma de la Virginidad de María antes, en y después del parto, asegura que María, «Virgen de cabeza y de co-razón y de cuerpo» (2419), es «la que ni un solo instante vivió para sí» (2618), «la más generosa en dar y darse por Vos ( Jesús)» (958). Su cooperación en la obra de la reden-ción la expresa diciendo que Ma-ría es «su Madre y más ministro su-yo y más íntimo y grato que ningún otro» (2619). La Asunción es «el gran estipendio celestial» que Dios le da «por lo bien que ayudó la Misa de Jesús Sacerdote» (2603). De ahí el uso tan abundante que hace del adjetivo posesivo para expresar to-das estas relaciones entre Jesús y la Virgen, Jesús y nosotros, la Virgen y nosotros, Jesús, la Virgen y nosotros.

I. MadreEl vocablo más repetido en la Obra de san Manuel, generalmente acom-pañado de otros apelativos, en par-ticular Inmaculada, es Madre. Se tra-ta de la verdad central sobre María que domina todo su pensamiento: Madre, su maternidad, profundiza-da desde todos sus diferentes aspec-tos relacionales: con respecto al Hi-jo de Dios, a cada uno de nosotros, al mismo san Manuel, a los sacerdo-tes, a las Marías, a la Iglesia, a la Eu-caristía. Relacionado también con todas las otras doctrinas marianas: Inmaculada, Virgen, Corredentora, Mediadora e Intercesora, Maestra y Modelo, Asunta al cielo y Reina. Vista en sí misma, vista en relación con la paternidad de Dios Padre y de san José con respecto a Cristo, de Dios Padre con respecto a nosotros, y en relación con la maternidad de la Iglesia y hasta del mismo Jesús–Eu-caristía con respecto a nosotros.

Sobre este tema, examinare-mos cinco títulos significativos, en-tre otros: «Madre Inmaculada», «Madre de Jesús», «Madre nues-tra», «Madre Sacerdotal» y «Me-diadora–Maestra–Reina».

II. Madre Inmaculada«Madre Inmaculada» es el nombre que más a menudo brota de lo más íntimo del alma de san Manuel. Pa-ra él, María Inmaculada es «el nom-bre augusto, santo y amable entre los nombres grandes» (952).

El apelativo «Inmaculada» puede salir solo: «la Inmaculada» (2924) o acompañado, sobre todo, de «Ma-dre», siendo precisamente «Madre Inmaculada» el más frecuente (más de 117 veces), pero también de «Ma-ría»: «María Inmaculada» (más de 20 veces). A veces aparece junto con otros títulos, como «Reina de mise-ricordia» (3038).

El título «Madre Inmaculada» es muy importante no solo por su frecuencia, sino porque abarca to-dos los temas marianos que trata san Manuel. Por eso lo veremos en más detalle.

a. Inmaculada y VirgenMaría es la Inmaculada, y en cuanto tal «pura y limpia» (3268; cf. 760, 3270, 2604). Y «qué descanso y qué honor, y qué deleite para el alma de los hijos de María» (3267) el saber que María es y será «¡Siempre In-maculada! ¡Desde el primer instante de su ser hasta la eternidad, Inmacu-lada!» (3268). María es la «Vir-gen Inmaculada» (571, 1045, 1163, 1636, 3417), dos aspectos insepara-bles de su pureza sin par.

b. Madre de Jesucristo y nuestraMaría Inmaculada es Madre. Es la Madre de Dios, y su Inmaculada Concepción es precisamente condi-ción indispensable de su maternidad

divina. Fue concebida inmaculada porque iba a ser la Madre de Dios. Es Madre nuestra, y precisamente por ser Inmaculada es la Madre per-fecta, capaz de amar a sus hijos con el amor maternal más excelso que existirá jamás. San Manuel, afirman-do separadamente muchas veces ambas verdades, gusta también de expresarlas juntas: «Madre de Dios y Madre mía» (1381).

Jesucristo es «su Inmaculado Hijo» (2922, 572, 933, 1331). Tres palabras que lo expresan todo: Je-sús es el Inmaculado en absoluto, por esencia en cuanto Dios y por la unión hipostática en cuanto hom-bre, el que hace Inmaculada a Ma-ría, y Jesús es su hijo. Y porque es su hijo, Ella es Inmaculada. Como dice la Liturgia, en palabras que resumen bien el pensamiento de san Manuel: «Purísima había de ser la Virgen que nos diera al Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Pu-rísima la que destinabas entre todos, para tu pueblo, como abogada de gracia y ejemplo de santidad» (Pre-facio de la solemnidad de la Inmacula-da Concepción).

A san Manuel le gusta poner en boca de Jesús las palabras «mi Madre Inmaculada» (580) o llamar a María «tu», «vuestra» o «su» «Madre Inmaculada» (758, 3120, 958, 857, 957). Pero esa «Madre Inmaculada de Jesús» (933; cf. 3164) es sobre-manera cercana porque es la «Madre Inmaculada del Rey de mi corazón» (3162) y especialmente porque es la «Madre Inmaculada de Jesús y mía» (1366; cf. 1262, 1321, 1361, 1293).

San Germán de Constantinopla (+733) afirmaba que «para el cris-tiano ortodoxo, pronunciar el nom-bre de María viene a ser como su respiración» (Hom. II Asunción: PG 98, 356 A-B), y tal es exactamente el caso de san Manuel, para quien in-vocar, acudir o hablar de «mi Madre Inmaculada» (cf. 560, 1332, 2415,

1207) es como su respiración ha-bitual. Quizá la expresión más elo-cuente es «mi Madre querida la In-maculada» (3282; cf. 1179, 1415).

Sin embargo, así como vibra en su corazón el hecho de que María es su madre, así también no se can-sa de afirmar el alcance universal de esta maternidad de «nuestra Ma-dre y Maestra la Virgen Inmacula-da» (1045). María es de las madres cristianas «vuestra Madre Inmacu-lada» (937); de los cristianos «su Inmaculada Madre del cielo Ma-ría» (1541); «Madre Inmaculada, Patrona excelsa de España y de los españoles todos» (2917). Todos debemos ser «muy hijos del Padre Dios, de la Madre Inmaculada y de la Madre Iglesia» (2174).

De manera particular María es la «Madre Inmaculada» del sacerdo-te (cf. 1635, 1637, 2411). «El Jesús de María Inmaculada» es también «del sacerdote» (2330). El hecho de que Jesús sea «de María Inmacu-lada» es fruto de su pureza sin par y su Maternidad Divina. ¡Cuán puro debe ser, por tanto, el sacerdote, pa-ra que Jesús sea suyo como lo es de María! ¡Y cuán puro para que él pue-da cumplir con su misión inefable de imitar la Maternidad Divina de María haciendo a Cristo sacramen-talmente presente! (cf. 2102).

c. Madre de las MaríasLa relación entre la Inmaculada y las Marías de los Sagrarios–Calvarios es esencial para san Manuel. Si quie-ren ser verdaderas Marías, María In-maculada debe ser su madre, maes-tra y modelo (cf. 759, 1194, 1415). Es enfático: «¡Marías en unión de María Inmaculada!» ¡Comunio-nes en unión de María Inmacula-da! (cf. 1179). De hecho, María es «la más María de todas las Marías» (648). San Manuel insiste en una vi-da de unión con María Inmaculada y en comulgar en unión de María In-

maculada precisamente porque sola-mente en la medida en que las Ma-rías se esfuercen, con la gracia de Dios, por ser tan puras como María y recibir a Jesús en la Comunión con la pureza con que María lo recibió, se-rán verdaderas Marías. «¡Mientras más limpia, más María! ¡La Inmacu-lada! ¡Esa es la gran María!» (648). Las Marías, «para dar buena y con-soladora compañía al Jesús del Sagra-rio–Calvario es menester que lleven el alma limpia, muy limpia… y que mientras más limpia la lleven, más y mejor lo acompañarán contigo» (649). Su vocación es precisamente ser «compañeras de oficio de María Inmaculada» (781; cf. 3269-3270).

d. Mediadora, maestra, dolorosa y misericordiosaMaría es la «Inmaculada Mediadora de Dios y de los hombres» (1140). Inmaculada debía ser la que ejerce-ría la mediación al grado de mediar al mundo al Mediador en persona y ser mediadora de todas las gracias para la Humanidad. Ella es «Maestra In-

maculada» (449), y por eso mismo la más capacitada para ser nuestro mejor modelo después de Jesucris-to, «el Santo de Dios» (Jn 6,68-69, Hch 3,14). La Virgen es «Madre In-maculada de los Dolores» (1076), cuyo sufrimiento es todavía más agu-do porque al ser Inmaculada, capta mejor que nadie la ofensa a Dios que representa el pecado, el daño que aca-rrea al ser humano y lo que su Hijo tuvo que sufrir para reparar ambos.

San Manuel tiene muy claro que el ser Inmaculada no aleja a María de nosotros, sino todo lo contrario. En Ella se unen indisolublemente, jun-to con el ser Inmaculada, el dolor y la misericordia. Él la llama «mi Ma-dre Inmaculada, Reina de los Do-lores» (2538), y en sus palabras se intuye como su corazón, que tanto sufrió, encontraba siempre consuelo en esta «Reina de los Dolores». Y así cómo comprende nuestros dolo-res, ¡así es también de misericordio-sa la «Madre Inmaculada, Reina de misericordia» (3038; cf. 1392)!

Deyanira Flores

«Inmaculada Concepción». Antonio Licata, 1820. Iglesia de San Agustín, Catania (Italia).

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Ecos del Centenario de las Misioneras Eucarísticas

E n distinta medida que el Após-tol, también nosotros pode-mos hacer nuestras sus pala-

bras. Se nos anunció y aceptamos el Evangelio: Cristo muerto por noso-tros y resucitado para nosotros; se apareció a muchos hermanos y tam-bién nosotros nos hemos encon-trado con Él. Un encuentro que ha marcado nuestra vida y que está en el origen de nuestra vocación. La ac-ción de gracias a Dios es el acto pri-mero y fundamental de nuestra fe. Todo lo recibimos de Dios. Nuestra

historia puede definirse como la ac-ción de Aquel que no ha cesado de buscarnos, que ha encontrado todas las rendijas que había en nuestras vi-das para colarse, que se ha servido de acontecimientos de dolor y de gozo, que ha hallado las mediacio-nes adecuadas para llegar a lo más íntimo de nuestro corazón.

Serena gratitudCuando nos detenemos a darle gra-cias con calma y revisamos nues-tra historia no podemos menos que

asombrarnos de cómo el Señor ha visto la manera de servirse de todo tipo de acontecimientos, algunos de los cuales nunca los habríamos no-sotros elegido ni los habríamos va-lorado de manera positiva. Descu-brimos que es verdad: Dios sabe escribir recto en nuestra historia a través de renglones con frecuencia torcidos.

Torcido habría podido parecer el primer destino del sacerdote Ma-nuel González. ¡Vaya manera de em-pezar el ministerio!: ninguneado por la gente, y con un templo, inclui-do su Sagrario, que echaban hacia atrás. Y ahí le esperaba el Señor pa-ra meterse en el hondón de su alma y marcar toda su vida personal y mi-nisterial. Como decía ayer el señor arzobispo, en la Eucaristía está todo, porque está el Señor vivo, el Jesús de los Evangelios, muerto y resucitado, está esperándonos en el Sagrario. Y

cuando el encuentro con el Señor es auténtico uno no puede dejar de querer transmitirlo, contagiarlo a los demás. Y a eso se dedicó el sacerdo-te Manuel en cuerpo y alma.

Poco podía pensar el bueno de don Manuel en esos momentos que hoy estaríamos hablando de él. Poco podía pensar que su obra iba a pro-longarse durante tantos años y que había de producir tantos frutos en la Iglesia, poco podía pensar que lle-garía a los altares y que un grupo de mujeres, un día como hoy, estarían reconociendo que sus vidas han sido moldeadas por el carisma que recibió en Palomares del Río, un pueblecito que, como Nazaret, no aparecía para nada en las páginas de la historia.

¡Qué incomparables los desig-nios del Señor! Elige lo pequeño, lo que no cuenta para confundir a lo que cuenta. Y ello en lugares, pero sobre todo en personas. Nuestra fra-

gilidad es el instrumento elegido por Él para llevar adelante su obra. Los pobres necesitamos encontrar en la vida un camino, una verdad, una vi-da. Los ricos creen que ya poseen todo lo que necesitan. Hasta que les llegue el momento de experimentar su vulnerabilidad y entonces necesi-ten encontrar personas que antes se han encontrado con Aquel que ha si-do el camino seguro que han segui-do para encontrar la verdadera vida.

Elegidas...Elegidas por el Señor para mostrar a quien os quiera ver y escuchar que

el Jesús del Sagrario es la respuesta a la búsqueda de cada ser humano que con frecuencia le lleva a recorrer ca-minos tortuosos que no ofrecen lo que prometen.

Elegidas desde antes de la crea-ción del mundo para anhelar reco-rrer el camino de la santidad cogi-das de la mano a san Manuel, que os lleva a pasar horas ante el Sagrario, también queriendo reparar el poco caso que hacemos a su presencia en Él aquellos que nos llamamos discí-pulos y amigos suyos.

Elegidas para que, rebosando en vosotras la gracia, los hombres den gloria al Padre del Cielo que se ha dignado quedarse con el Hijo y el Espíritu Santo en cada Sagrario, des-de el que irradia su luz esplendoro-sa y la calidez de su ternura y amor a quienes desde nuestra pobreza nos acercamos a él con el deseo de que colme el anhelo de nuestro corazón.

El 3 de mayo de 2021 fue vivido con gran intensidad en todas las diócesis y ciudades donde tienen comunidad las Misioneras Eucarísticas de Nazaret. Dios no deja de derramar su amor sobre nosotros, sus hijos, y en este Centenario se hace especialmente presente a través del cariño y la presencia de tantas personas que a lo largo de todos estos años han vivido una especial cercanía con la congregación. Ofrecemos hoy la homilía que D. David Santapau Gorrea, párroco de la colegiata de San Bartolomé, pronunció en la Misa del 3 de mayo.

El auténtico encuentro con el Señor nos impulsa a anunciarlo

Nuestra fragilidad es el instrumento elegido por Dios para llevar adelante su obra

20 21

La Misa del domingo 2 de mayo, en Valencia, fue presidida por el Card. Antonio Cañizares y tuvo lugar en la colegiata de San Bartolomé.

Las Hermanas del Nazaret valenciano junto a Marías, Misioneras Eucarísticas Seglares y vecinos, al concluir la celebración eucarística.

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2322

T he Immaculate Mother as Foun-dational Principle in Mary’s ro-le as Efficacious Helper, Teacher,

and Intercessor in the writings of Saint Manuel González García (1877-1940), este es el título de la tesis que el pasado 9 de marzo fue defendida en la Universidad de Dayton, Ohio, en los Estados Unidos de Nortea-mérica. Se trataba de un trabajo pre-sentado por el Sr. Keith Jiron, licen-ciado en Teología en el International Marian Research Institute de esa Uni-versidad. La tesis fue evaluada por los especialistas del comité, Dr. Tho-mas Thompson y Dra. Deyanira Flo-res, y por los miembros del tribunal Dra. Gloria Dodd y Dr. Antonio de Jesús Larroca, ante los cuales el Sr. Jiron presentó su trabajo, para des-pués responder a las preguntas que le formularon.

Las circunstancias de la pande-mia hicieron que el acto de defen-sa tuviera que ser on line, y esto ha

facilitado el que la hermana Móni-ca Mª Yuan, m.e.n., y yo pudiéramos ser testigos directos de este peque-ño acontecimiento, pues, aunque ya hay varias tesis doctorales basa-das en la vida y en la obra de san Ma-nuel, resultaba emocionante ver có-mo Keith Jiron, un norteamericano casado y padre de cuatro hijos, ha-bía sabido captar el espíritu más ge-nuino del mensaje de san Manuel, a pesar de las distancias idiomáticas y culturales que separan España de los Estados Unidos.

Un tesoro desconocidoConfiamos en poder dar a conocer pronto algunos pormenores de este trabajo, de momento nos vamos a li-mitar a reproducir en español las pa-labras del prefacio: «Los escritos de san Manuel González García reve-lan, en nuestros días, un tesoro rela-tivamente desconocido en la Iglesia. Nos retratan a un hombre profun-

damente enamorado de Jesús en la Eucaristía y de María, la Madre In-maculada. No usará en sus escritos palabras que se podrían calificar co-mo de español académico, ningún lector lo verá así. Sin embargo, la mente y el corazón del hombre que aparece detrás de ellas nos revelan a un erudito dotado de una profundi-dad intelectual muy cimentada, que es capaz de escribir elocuentemen-te e, incluso podría decirse, mística-mente. La intuición con que escri-be y las hermosas frases con las que define a la Eucaristía y a tantas rea-lidades de la divinidad, nos pueden llevar a verle como un poeta. Pero, ningún poeta secular podría escribir tan profundamente sobre las divinas realidades de la Eucaristía y de María sin haber encontrado antes el pro-fundo misterio del amor que emana del Corazón Eucarístico de Jesús y del Inmaculado corazón de María».

La tesis se haya actualmente dis-ponible en internet a través del por-tal oficial de la Universidad de Ohio: etd.ohiolink.edu.

Aurora Mª López Medina

Defensa de tesis sobre san Manuel en EE.UU.

La mariología de san Manuel cruza el océano

El pasado 9 de marzo, la Universidad de Dayton acogía la defensa de una tesis que analizó, con rigor académico y espíritu carismático, la figura de la Virgen María en los escritos del obispo del Sagrario abandonado.

Keith Jiron durante un momento de la presentación de su tesis on line.

Elegidas para encontrar en la Congregación de las Hermanas Mi-sioneras Eucarísticas de Nazaret el espacio que Dios ha querido para vosotras, el lugar en el que vivir el Evangelio hecho vida en las relacio-nes fraternas de la comunidad a la que sois destinadas.

Elegidas para vivir en permanen-te éxodo, saliendo de vosotras mis-mas, convencidas de que vuestra vida es de los demás, para que los demás puedan encontrar el camino, la verdad y la vida que les aguarda en la Eucaristía. Y ello con total dispo-nibilidad, allí donde seáis enviadas, porque os sabéis Misioneras Euca-rísticas de Nazaret.

Cuanto pidáis en mi Nombre«Lo que pidáis en mi Nombre yo lo haré». Pedir en el nombre del Señor es pedir tan unidas a Él que sus sen-timientos sean los vuestros; sus de-seos, los vuestros; sus preferencias

las vuestras; sus anhelos los vues-tros. Entonces, ¿cómo no va a escu-char el Padre lo que le pidáis, si el Padre va a reconocer en vuestra pe-tición el deseo del Hijo amado?

Hoy es un día para que reboséis de alegría y gratitud por el don que el Señor os ha hecho al elegiros para tener una especial intimidad con vo-sotras. Hoy es un día para pedir que el Señor no se fíe de vosotras. En-tendedme bien. El Señor sabe que si nos deja de su mano la armamos. Que no se fíe tanto de vosotras que os deje solas ni un momento. Que mantenga su fidelidad como solo Él sabe hacerlo.

Nosotros nos unimos a vosotras en vuestro sentimiento de gozo y gratitud y en vuestra plegaria. Plega-ria por todas y cada una de las her-manas de la Congregación. Si me lo permitís, de modo especial por to-das las que han formado a lo largo de la historia el Nazaret de Valencia (no

nombro las que he conocido, que no son pocas, pero las tengo especial-mente presentes en esta celebración centenaria).

«Lo que pidáis en mi Nombre yo lo haré». En tu nombre Señor pedi-mos que sigas tocando el corazón de jóvenes dispuestas a entregarse a ti en este carisma eucarístico misionero.

«Lo que pidáis en mi Nombre yo lo haré». En tu Nombre, Señor, los sacerdotes que estamos conce-lebrando, en nombre de nuestra co-munidad parroquial, te pedimos que no te canses de derramar tu abun-dante gracia sobre estas Hermanas que forman en la actualidad el Naza-ret de Valencia. Y que, si es tu volun-tad, nunca falte en nuestra Iglesia en Valencia la presencia de hermanas que con su vida nos recuerden cons-tantemente que «no te dejemos so-lo» en esta presencia tuya en cada uno de los Sagrarios.

D. David Santapau Gorrea, Pbro.

Misa del lunes 3 de mayo, en la capilla de las Misioneras Eucarísticas, presidida por D. David Santapau y concelebrada por los canónigos de la colegiata de San Bartolomé.

Cartel colgado en la fachada del edificio donde se encuentra la capilla de las Hermanas, designada templo jubilar con motivo del Centenario.

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Nacidas para eucaristizar

A hora bien, ¿cómo se vivió en Nazaret aquel 30 de agosto de 1960, cuando se supo que la

Santa Sede aprobaba nuestro Ins-tituto como Congregación religio-sa apostólica de Derecho pontifi-cio? Nos cuenta la Hna. Mª Delfina: «Cuando yo ingresé como postu-lante, en 1955, Nazaret era un Soda-licio, después se fueron dando pasos hasta llegar a la aprobación pontifi-cia definitiva, cinco años después. Aquel acontecimiento supuso para nosotras una explosión de júbilo y gratitud al Señor. Fueron momentos de mucha alegría para todas».

Una explosión de júbiloPor su parte, la Hna. Mª Antonia Moreno nos comparte: «Como yo entré en el año 1965, no viví el mo-mento de la aprobación, pero sí re-cuerdo que las hermanas habían compuesto una canción, que canta-ban cada año con gran entusiasmo: “30 de agosto es el día que eligió nuestro Señor para dar luz y color...”. Sentir y vivir con la Iglesia es funda-mental, pues somos bautizadas en la Iglesia y es la Iglesia quien recibe nuestros votos».

Ciertamente, la aprobación pon-tificia es de gran importancia para la Congregación. Ha sido algo muy es-perado desde la fundación, y un mo-

tivo de gratitud para todas, como ex-presa la Hna. Mª Lourdes del Pozo, «tanto para las hermanas que, des-de los inicios, fueron dando los pa-sos respectivos, como para las que lo han ido transmitiendo a lo largo de estos años. Esta aprobación es la se-guridad de saber que la Iglesia acep-ta y aprueba nuestra Congregación, y que aprueba también el carisma, lo que nos da la certeza de saber que hoy es necesario en la Iglesia y en el mundo. Es también exigencia de de-fender la doctrina, siendo fiel a sus enseñanzas, defendiéndolas y pro-pagándolas desde nuestro carisma específico».

Horizontes de universalidadSabernos hijas de la Iglesia amplía nuestra mirada, nos hace experi-mentar un sentido profundo de ser hermanas de todos, en la realidad concreta donde somos enviadas. Es la experiencia de nuestra Hna. Zuly Mª, que nos hace llegar su testimo-nio desde Venezuela: «Que nuestra Congregación sea de Derecho pon-tificio implica que ha sido guiada y confirmada por el Espíritu Santo, y la Iglesia, siendo dócil a ese mismo Espíritu, lo reconoce. Me da la cer-teza de que me muestra el camino por el cual puedo alcanzar la salva-ción junto con el resto de hermanos

que formamos el pueblo de Dios; de ahí la responsabilidad de crecer cada día como verdadera cristiana Misionera Eucarística de Nazaret, vivir en comunión compartiendo el don que he recibido en lo concreto de la vida. El saberme hija de la Igle-sia amplía mis horizontes a la uni-versalidad, consciente de que tengo una identidad específica que se me ha dado como semilla y que debo cultivar con responsabilidad, hasta dar fruto para que otros gocen tam-bién de dicha gracia».

Algunas de nuestras hermanas que están en formación nos com-parten también cómo van descu-briendo y ampliando este horizonte de fraternidad universal: «Aunque no haya vivido el 30 de agosto de 1960, puedo decir que en las comu-nidades donde el Señor me ha en-viado, cada año hemos procurado revivir este acontecimiento tan es-pecial. Sentirme hija de mi Madre la Iglesia significa en mí que en es-ta aventura nazarena no estamos so-las, que pertenecemos y formamos parte del cuerpo eclesial, y esto me impulsa a vivir la vocación con go-zo y responsabilidad» (Mª Caro-lina German). «San Manuel Gon-zález nos transmitió muy bien el amor a la Iglesia porque él también lo vivió y por eso es un ejemplo pa-ra mí. Intento expresarlo sobre to-do en tratar de hacer vida el espíritu de comunión, que es obra del Espí-ritu Santo, pero que necesita nues-tra disposición, y lo hago mediante la oración, el interés por el otro, la atención, las obras y gestos concre-tos que manifiestan esa unión que nos hace alegrarnos por los aconte-

cimientos alegres a nivel eclesial y sufrir con los sufri-mientos de la Iglesia» (Mª Jesica Forti).

Un sello de pertenencia Quien esté leyendo estas líneas, podría en este mo-mento cerrar sus ojos y traer a la memoria y al corazón algún recuerdo en el que haya experimentado esa ale-gría profunda de sentirse parte de la Iglesia. Una cele-bración eucarística, un encuentro, un retiro, una pere-grinación… ¡cuántos modos de vivir esta comunión! Por ejemplo, nuestra Hna. Teodosa Mª lo experimentó fuertemente en un viaje a Roma, y nos cuenta: «Fui-mos a Roma con un grupo de hermanas, a participar en un encuentro. Al empezar a vislumbrar la cúpula Vaticana, fue una sensación profunda de pertenencia a la Iglesia. Y, cuando ya estábamos cerca de la Plaza de San Pedro, nos detuvimos y empezamos a rezar el Credo. Realmente fue una manera diferente y de sen-tir profundamente la eclesialidad a medida que íbamos recitando juntas, en ese lugar tan especial, nuestra Pro-fesión de fe. Recordamos que Nuestro Padre también lo hacía siempre que viajaba a Roma».

Vivir la comunión desde el carisma específico es otro de los aspectos que nos confirma y nos impulsa a seguir respondiendo a la vocación recibida. Es el testi-monio de nuestra Hna. Ana Mª Cayuso: «Una de las grandes experiencias de sentirme Iglesia la tuve cuando era novicia, en los encuentros de formación en el inter–noviciado, en los que forjamos una gran amistad y com-partimos nuestras inquietudes vocacionales con otros novicios de distintas congregaciones. Fue muy palpable cómo cada congregación está llamada a una tarea–mi-sión específica, pero entre todos, en la variedad de ca-rismas, mostramos al mundo la belleza del Reino. Esta-mos llamadas a colaborar con otros carismas para que el rostro de Cristo resplandezca en su plenitud».

Finalizamos este artículo dando gracias al Señor por tantas bendiciones que ha concedido a Nazaret, particularmente el don de la aprobación pontificia. Y en este marco, recordamos de manera especial a las hermanas que nos han precedido y que han cimentado las bases de nuestra Congregación. Como ellas, quere-mos seguir respondiendo con generosidad a la llamada de Dios. Hoy como ayer, reafirmamos nuestro anhelo

de seguir a Jesús Eucaristía en una donación total a Él y a la Iglesia, por la profesión y práctica de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, asumi-dos con voto público y vida común. María, Madre de la Iglesia, ¡ruega por nosotras!

Mª Andrea Chacón Dalinger, m.e.n.

Llamadas a servir a la Madre Iglesia con todo el corazón61º aniversario de aprobación pontificia de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret

Seguimos recorriendo y viviendo con intensidad cada momento de nuestro Bienio jubilar, y en este camino de gratitud, gozo y esperanza celebraremos, el próximo 30 de agosto, el 61º aniversario de la aprobación pontificia de nuestra Congregación y de sus Constituciones. Un acontecimiento que nos recuerda, como nos enseñaba san Manuel, que estamos llamadas a «servir a la Madre Iglesia con todo el corazón», conformarnos a su sentir, amarla y, con ella, por ella y en ella, al mundo entero.

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Hermanas Mª Soraya y Rosa Mª, en la fachada de la Basílica de San Pedro, en Roma, el día de la canonización de D. Manuel.

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

¡C ómo ardía en el corazón de san Manuel la necesidad de sacerdotes santos! ¡Con qué

fuego hablaba a los seminaristas y sacerdotes de Málaga y Palencia! ¡Cómo reflejan estas palabras suyas su entrega, sacrificio, donación co-mo sacerdote y obispo!

Oremos en esta hora santa por la santidad de los sacerdotes, para que en medio de sus muchas dedicacio-nes sean hombres de Dios; en me-dio de tantas tentaciones del mun-do, del demonio y de la carne, sean fieles a su vocación y constantes en su vida espiritual; en medio de nu-merosas burlas y calumnias, sean fuertes en el amor divino y perdona-dores de sus enemigos.

«El sacerdocio es un estado con-sagrado por Dios para el servicio de las almas. El sacerdote es el hombre de las almas; porque [los] hombres tienen su profesión por afición, por carrera, por modo de vivir; el sacer-dote es sacerdote por consagración y por estado» (OO.CC. III, n. 4750).

Oración inicialSeñor Jesús, enviado del Padre, luz de tu pueblo y pastor de los hom-

bres, que en el seno de la Madre Iglesia has llamado a algunos al mi-nisterio sacerdotal, con la misión de apacentar al pueblo cristiano con su ejemplo de vida, con su predicación ardiente y con su servicio generoso y gratuito, ven en su ayuda con la fuer-za del Espíritu Santo y santifícalos en la verdad. P.N.S.J.

Escuchamos la Palabra2Co 12,11-18

MeditaciónApóstol significa enviado. El envia-do del Padre es Jesucristo. Él quiso llamar y elegir a algunos, de entre la multitud de los discípulos, para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar. Eligió doce para que fue-ran apóstoles: enviados suyos. «Co-mo el Padre me ha enviado, así os envío yo» (Jn 20,21).

El Señor sigue llamando, aunque las circunstancias familiares, socia-les y de la Iglesia, en ocasiones, difi-

cultan que el llamado escuche la voz de Dios; o escuchándola, sea sor-do a su llamamiento. La mies sigue siendo mucha y los obreros pocos. ¡Cómo hemos de orar por las voca-ciones al sacerdocio y por la perse-verancia de los que ya han sido or-denados presbíteros! San Pablo, en este fragmento de la Segunda Carta a los Corintios, se presenta como el más pequeño de los apóstoles, sien-do nada; pero, a la vez, con la fuer-za y la valentía, con la certeza de fe y el ardor evangelizador de cualquier apóstol.

Toda su misión la ha vivido y de-sarrollado en pura gratuidad, sin es-perar nada a cambio, sin ser gravoso para ninguna comunidad, ganándo-se el pan con su trabajo, entregándo-se a ellos noche y día, porque lo úni-co que le mueve es el amor a Dios y, desde ese amor, amando a los miem-bros de esa comunidad de Corinto, movido por el Espíritu Santo, lo mis-mo que sus colaboradores más di-

rectos: Timoteo y Tito. Las palabras de san Pablo han de ser un estímu-lo permanente para cualquier sacer-dote de hoy; han de ser una espada de Evangelio para aspirar a la santi-dad sacerdotal: «No aspiro, cierta-mente, más que a dar gusto al Señor, sirviéndole con todas las fuerzas de mi ser». «Señor, queremos ser san-tos. Señor, podemos ser santos. Se-ñor, debemos ser santos. Señor, con tu gracia, seremos santos» (Vble. D. José Mª García Lahiguera).

Escuchemos nuevamente a san ManuelEs imprescindible que el sacerdo-te–apóstol se deje configurar con Cristo sacerdote, desde la gracia sa-cramental que recibió el día de la or-denación, desde la intimidad cons-tante con el Buen Pastor, desde el abandono completo en las manos del Padre, desde la apertura perma-nente a la acción del Espíritu Santo que va obrando maravillas en él. Si

Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (cf. 1Tim 2,4), el sacer-dote–apóstol ha de arder en fuego di-vino para entregarse, sin medida, a la misión que el Señor y la Iglesia le pi-den: « Que el valor absoluto de un al-ma es fácil de conocer, pero imposi-ble de comprender, porque un alma vale tanto como la sangre de nues-tro Señor Jesucristo, con que ha sido rescatada y elevada» (OO.CC. III, n. 4755). Por eso, el sacerdote–apóstol hace suya la experiencia del apóstol san Pablo: «De buena gana me gas-taré y me desgastaré por vuestras al-mas» (2Cor 12,15).

Las claves para esa revolución en el amor del sacerdote, imagen del Buen Pastor, las señala san Manuel: «el secreto de aquellos triunfos es-tá en la silenciosa abnegación, en el sacrificio oculto, en la oración cons-tante y humilde de un alma desco-nocida o al parecer insignificante» (OO.CC. III, n. 4755).

Afirma san Manuel: «Su único trabajo no puede ser más que éste: gastarse y desgastarse totalmente por los fieles... Su única pena ésta: que se pierdan las almas; su única alegría: que las almas malas se hagan buenas, y que las buenas se hagan santas; su norma: sacrificarse por el bien de las almas; su ambición: dame almas, toma lo demás. Su sueño: morir por ellas...» (OO.CC. III, n. 4751).

«Yo de buena gana me gastaré y me desgastaré por vuestras almas»

2Co 12,15

Es imprescindible que el sacerdote–apóstol se deje configurar con Cristo sacerdote

«Última cena». Catedral de San Martín, Bratislava.

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Lectura sugerida

E n el 150º aniversario de la de-claración de san José como pa-trón de la Iglesia universal y

tras la publicación de la Carta apos-tólica Patris corde, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos comunicó a los presidentes de las conferencias epis-copales que ha parecido oportuno actualizar las Letanías en honor de san José.

Las letanías habían sido aproba-das por la Sede Apostólica en 1909. Las siete intenciones añadidas por el papa Francisco han sido tomadas de las intervenciones de los papas que han reflexionado sobre algunos as-pectos de la figura del patrón de la Iglesia universal. Son las siguientes:• Custos Redemptoris (cf. san Juan

Pablo II, Exhort. apost. Redemp-toris custos).

• Serve Christi (cf. san Pablo VI, homilía del 19/3/1966, citada en Redemptoris custos, n. 8 y Pa-tris corde, n. 1).

• Minister salutis (san Juan Crisós-tomo, cf. Redemptoris custos, n. 8).

• Fulcimen in difficultatibus (cf. pa-pa Francisco, Carta apost. Patris corde, Prólogo).

• Patrone exsulum, Patrone afflicto-rum y Patrone pauperum (Patris corde, n. 5).

Texto de las letaníasSan José.Glorioso descendiente de David.Luz de los patriarcas.Esposo de la Madre de Dios.Custodio del Redentor.Custodio casto de la Virgen.Tú que alimentaste al Hijo de Dios.Diligente defensor de Cristo.Servidor de Cristo.Ministro de la salvación.Cabeza de la Sagrada Familia.José, justísimo.José, castísimo.José, prudentísimo.José, fortísimo.José, obedientísimo.José, fidelísimo.Espejo de paciencia.Amante de la pobreza.Modelo de los trabajadores.Esplendor de la vida doméstica.Custodio de las vírgenes.Columna de las familias.Apoyo en las dificultades.Consuelo de los que sufren.Esperanza de los enfermos.Patrono de los exiliados.Patrono de los afligidos.Patrono de los pobres.Patrono de los moribundos.Terror de los demonios.Protector de la santa Iglesia.

Texto completo y nota de prensa disponible en la web de la

Conferencia Episcopal Española

Ruega ante tu Hijo por nosotros

Nuevas letanías de san José

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Comprender a san Josémente, doctor en Teología y en His-toria de la Iglesia. Su visión acadé-mica, por tanto, le permite mirar de frente a san José como protector del Salvador y hombre de pueblo, traba-jador honesto y persona que se sabe llamada por Dios para una misión que lo sobrepasa.

Acercamiento a un santoEl libro consta de cuatro partes en las que se aborda, respectivamen-te, la llamada a José, el nacimiento de Jesús, huida y regreso de Egipto, y vida en Nazaret. Además del Pró-logo, a cargo de José Peláez, colum-nista del diario ABC, es de destacar el Epílogo, que deja al lector con una gran alegría y esperanza (y con de-seos de nuevos escritos de D. An-drés). Esperemos que esta primera incursión en la novela histórica sea el inicio de una serie de escritos si-milares que ayuden a comprender más y mejor la vida de los santos y la Historia de la Iglesia.

¿Cómo acercarse a un santo del que sabemos tan poco, como san Jo-sé? El autor lo explica en la Introduc-ción: «Conocemos muy poco, prác-ticamente nada sobre su vida. Los relatos evangélicos son tan parcos, que la contemplación ignaciana ayu-da mucho a rellenar esos vacíos. Sí, esto supone acudir necesariamente a la ficción, poniéndome en la piel de san José, escuchándolo e inten-tando comprenderlo. Este método de recogimiento y acompañamien-to con la imaginación me ha llevado a contemplar a san José como discí-pulo de Jesús [...] Quiero pensar que él también siguió los pasos de aquel que era su hijo. José, al igual que Ma-

ría, guardaría muchas co-sas en su corazón, que le harían meditar sobre los designios de Dios. Y por eso también uno a san José con la historia de la salvación, la historia del pueblo elegido y los pa-triarcas del Antiguo Tes-tamento» (p. 11).

Lectura oranteEl género literario esco-gido, es decir, presentar cada momento de la vi-da de José contemplado desde su misma visión y comprensión, permite descubrirnos también nosotros como perso-nas vocacionadas, lla-madas por Dios y esco-gidas para una misión. Nuestras vidas, en es-te sentido, no difieren tanto de la de José ni de la de María. Dios tiene un plan de salvación para to-da la Humanidad y ambos juegan en él un papel fundamental. También hoy, Dios quiere seguir salvando a cada persona y para ello, sin lugar a dudas, está empeñado en contar con débiles criaturas de barro. A Dios no le asustan nuestros miedos ni nues-tras dudas.

La lectura de El diario de José de Nazaret seguramente nos hará ver-nos reflejados en tantos pensamien-tos, sentimientos, dudas y certezas que vivió este joven artesano naza-reno. Su vida interior cambia radi-calmente ante la llamada que Dios le hace, pero su vida exterior, sus rela-

ciones sociales, continúan dentro de una extraña normalidad. La oración y la confianza son el único camino para José y para nosotros. Estas pá-ginas, al permitirnos vislumbrar lo que puede haber anidado en la men-te y el corazón del padre de Jesús, son una invitación a la oración, a la esperanza y a la gratitud.

Mónica Mª Yuan Cordiviola, m.e.n.

El papa Francisco ha querido que el 2021 sea un año dedicado a san José dado que se cumplen 150 años de su declaración como patrono de la Iglesia universal. Esto ha propiciado que surjan numerosos escritos que nos ayudan a comprender mejor la figura de este gran santo. Uno de ellos es Diario de José de Nazaret, obra de D. Andrés Martínez Esteban, sacerdote de la archidiócesis de Madrid y capellán de las Misioneras Eucarísticas de esa ciudad.

A cercarse a la figura de Jo-sé de Nazaret nunca ha si-do sencillo, fundamental-

mente por el silencio que rodea toda su vida en la Sagrada Escri-tura. Solo san Mateo da unas so-meras pinceladas de su actividad como padre y protector de la Sa-grada Familia. Los Evangelios apócrifos intentan arrojar luz so-bre su persona, pero no siempre sabemos con seguridad si real-mente colaboran a ver con trans-parencia su alma. Diario de José de Nazaret nos ofrece, en este senti-do, una novela histórica que no pretende incursionar en visiones geográficas o antropológicas sino, sobre todo, intentar penetrar en la mente, el alma y el corazón de san José. ¿Tarea difícil? Seguramente sí, pero no imposible porque Jo-sé es, seguramente, el santo al que más podemos parecernos.

D. Andrés Martínez juega con la gran ventaja de ser, simultánea-

Diario de José de Nazaret

Autor: Andrés Martínez EstebanAño: 2021 - Páginas: 220Editorial: Ciudad NuevaPrecio: 15 €

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Cartelera recomendada

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Cordialmente, una carta para ti

S us cartas nos permiten cono-cer de cerca a un hombre que aprendió a superar adversida-

des y el propio destierro cuando era obispo de Málaga, al igual que supe-ró muchos temores durante la Gue-rra Civil española siendo obispo de Palencia. Pese a los difíciles tiempos que le tocaron vivir, nuestro san-to atesoraba en su interior una gran tranquilidad de espíritu, nacida de su plena confianza en el Sagrado Co-razón y en Jesús Eucaristía.

Te confieso, estimado lector, que me llevé una grata sorpresa cuan-do me encontré con las cartas que san Manuel escribiera al sacerdo-te D. Andrés Manjón, fundador de las Escuelas del Ave María y actual-mente en proceso de beatificación. Sí, me llevé una grata sorpresa por-que yo siempre sentí una especial ad-miración por el P. Manjón; tanto que en mis primeros pasos por el camino de la docencia me sentía atraído por aquellas innovadoras ideas pedagógi-cas que inspiraban el funcionamien-to de las Escuelas del Ave María.

Educación para todosEran unas ideas muy distintas a las que estaban en boga en su tiempo. Por tal razón, son muy acertadas es-tas palabras de Aurora Mª López Medina, publicadas en El Granito de diciembre de 2020: «¡Qué dife-rente la enseñanza que propugnaba D. Andrés Manjón a la que se seguía

en aquella época, de la letra con san-gre entra! ¡Qué generosidad la de querer abrir la educación a todos y no solo a unas élites como se hacía desde algunos colegios, incluso reli-giosos!». Por esto, y por su elevado concepto de la educación, el P. Man-jón ocupa hoy un puesto de honor en la Historia de la Pedagogía. De él es esta valiosa definición de edu-cación: «Educar es perfeccionar la obra predilecta de Dios, que es el hombre, hasta hacerla semejante a Él». ¿Qué más se le puede pedir a la educación, si pretende lograr que el hombre sea semejante a Dios?

Aquellas Escuelas del Ave María se caracterizaban porque, siempre que era posible, se instalaban al aire libre; nada de que los niños perma-necieran encerrados en locales an-tihigiénicos. Por otro lado, sus pro-cedimientos se basaban en juegos infantiles para que los niños apren-dieran jugando. Así, la historia se aprendía representando los niños, a modo de juego, los hechos históricos más relevantes. La geometría, tra-zando en el suelo las distintas figuras geométricas. La geografía, reprodu-ciendo sobre el terreno los diversos accidentes geográficos: montes, lla-nuras, valles, ríos, lagos, etc.

El P. Manjón estableció las Es-cuelas del Ave María en el Albaicín de Granada, un barrio habitado en aquel entonces casi exclusivamente por gitanos. Y es lo cierto que no so-

lo consiguió que los hijos de los gi-tanos aprendieran a leer y escribir, sino que también lo hicieran sus pa-dres y que, además, mejorasen su comportamiento social. Don An-drés llevó a cabo una auténtica revo-lución social, cuyo resultado fue la elevación del nivel sociocultural de los gitanos. Y todo ello sin olvidar su formación moral y religiosa. La se-milla sembrada por el P. Manjón dio su fruto y hoy, cien años después, el Albaicín granadino es un barrio lim-pio, con blancas casas que tienen cuidados jardines y albergan perso-nas muy amables. Yo lo he visitado, y doy fe de ello.

Con alma de pedagogoNada tiene de extraño, lector ami-go, que san Manuel se mostrase in-teresado en aquellos procedimien-tos que se venían utilizando en las Escuelas del Ave María. Él, que tenía alma de pedagogo, deseaba que sus maestros conociesen la metodología que aplicaba D. Andrés Manjón, ra-zón por la que le dice en una de sus cartas: «Dios le pague a V. el buen acuerdo que ha tenido de publicar el Reglamento del Ave María; es un admirable compendio de sus escri-tos y obras sobre el particular, muy conveniente para iniciar a mis maes-tros y maestrillos en el sistema de V. [...] Adjunto esa letra para que haga la caridad de ordenar me manden al-gunos ejemplares que quiero distri-buir a aquellos como reglamento y norma de nuestras escuelas» (OO. CC. IV, n. 5365).

Con el deseo de un feliz verano y de que sigas superando las adver-sidades de esta pandemia, te saluda cordialmente

Manuel Ángel Puga

J oey y Rory son los protagonistas. Una pareja de músicos exitosos que llegaron a conquistar Esta-

dos Unidos con sus canciones has-ta el punto de tener su propio show televisivo. Convencidos de que la vi-da no se reduce al éxito, buscaron al-go más profundo y por eso la pareja eligió simplificar su vida. A punto de llegar al mundo su primer bebé in-tuyeron que ese momento merecía una pausa.

Apartaron su carrera musical du-rante un año y se retiraron a su pe-queña granja. Decidieron vivir del fruto de su propia tierra y disfrutar de la tranquilidad de una vida sen-cilla con la comunidad que amaban.

Creían que Dios les daría una gran historia, y así lo hizo.

Filmada por los propios protagonistasRory, como un padre ilusionado, co-mienza a grabar cada momento pre-vio a la llegada del bebé. Ante la sor-presa inesperada tras su nacimiento, nunca dejó de grabar, convencido de que cada momento de sus vidas era digno de ser recordado. Y así lo hizo ante todo lo que les esperaba en los dos años siguientes; nunca sol-tó la cámara. Algo le decía que ne-cesitarían recordar esos momentos, grandes y pequeños, y que un día se-rían importantes. Gracias a ello, hoy

disfrutamos de este conmovedor testimonio de vida. Eso es lo que hace especial a esta película: que es contada en primera persona, por los propios protagonistas. No es fru-to de un buen guionista que quiere dejarnos una excelente enseñanza, ni interpretada por grandes actores que saben cómo ganarse a los espec-tadores. Joey y Rory nos enseñan con su propia vida, con sus respues-tas y reacciones ante acontecimien-tos inesperados.

La vida tal cual es Vista sin fe, muchos podrían pensar que la historia de Joey y Rory no es una bonita historia, más bien al con-trario, un montón de sueños rotos, truncados por la enfermedad, en medio de una gran lucha contra algo irremediable. Pero esa no es la ópti-ca desde la que nos cuentan su his-toria. Sin ignorar la crudeza de las dificultades, los protagonistas nos abren la mirada a algo mucho más grande: el plan de un Dios bonda-doso que nos quiere y acompaña.

Ante el primer duro golpe, el trastorno del bebé con trisomía 21, detectado poco después de nacer, la pareja responde con fe, convencidos de que Dios les ha dado el bebé que quería que tuvieran. Y eso les permi-te ser inmensamente felices ante la nueva vida que tienen en sus manos.

La vida tiene sorpresas que no esperamos, a veces buenas, a ve-ces desagradables. Pero todo forma parte de la historia de salvación que Dios tiene con el hombre. Así lo vi-vieron los protagonistas de la pelí-cula. Sostenidos por la fe y el apoyo

Acojamos la vida como regalo

La canción de nuestra vida es un documental biográfico que lleva a la gran pantalla la historia de una familia que, sin quererlo, se convirtió en héroe para toda una nación. ¿La razón? La sencillez, confianza y valentía que demostraron al querer contar su historia al mundo.

Aquellas Escuelas del Ave MaríaAmigo lector: Desde hace algún tiempo vengo leyendo las cartas escritas por nuestro san Manuel. Son las que aparecen en el tomo IV de sus Obras Completas, y que ha sido recientemente publicado. Es un libro que te recomiendo si de verdad deseas conocer al obispo del Sagrario abandonado, ya que a través de sus cartas podemos ver a una persona profundamente humana, sincera, bondadosa e íntima. Tanto es así que quien haya leído sus obras, pero no sus cartas, no puede decir que tenga un conocimiento cabal de san Manuel.

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Con mirada eucarística

C on la expresión cariñosa de «mono de imitación» nos referimos al niño que

copia con exactitud cuanto per-cibe en su entorno. Gracias a la imitación el niño va adquirien-do habilidades tan necesarias e importantes como puede ser el mismo lenguaje. Los padres, los hermanos, los seres allega-dos son las fuentes de repeti-ción de una conducta. Se trata, en primer lugar, de una copia inconsciente, aunque con el tiempo es sometida a la crítica. Los denominados por la psico-logía freudiana como complejo de Edipo y complejo de Electra responden a esta forma prime-ra de actuar en la vida.

ImitaciónLos modelos son exteriores y se copian, y se desprecian, y se sustituyen de acuerdo con las modas del momento. Los hábi-tos esenciales, por ejemplo, de vestir y de comer responden a propuestas que nos son dadas y en las que nada o poco partici-pamos. Incluso el proceso edu-cativo, sobre todo en sus pri-meros estadios, responde a una aceptación sin más, sin la po-sibilidad de un sentido crítico. De ahí la importancia de que el modelo exterior sea un buen modelo.

La cosa comienza a compli-carse cuando, fuera del entorno estrictamente familiar, la elec-ción deriva por el círculo de las amistades, por las formas del ocio y de la participación en las costumbres gregarias. No to-do ser vivo tiene el privilegio de beber en las mismas fuen-tes, aunque los poderosos me-dios de comunicación hacen que este modelo de perspectiva exterior se globalice de tal mo-do, que pareciera que todos te-nemos acceso a todo.

AsimilaciónTodo un andamiaje de patrones se nos presenta al respecto, a los que intentamos acceder por-que sencillamente hay que vi-vir bien. Entra con todo su brío la fuerza de la competición: A ver quién tiene el mejor pues-to, el mayor salario, la casa más cómoda, el viaje más exótico o el restaurante de mejor cocina. El mundo de las afueras ofrece el carisma que nos hace perso-najes, es el mismo mundo ofer-tado para todos, con escalas diferentes según se vaya consi-guiendo el dominio de las par-tes. Se van asimilando grados, ya que nunca es posible la con-quista ni perfecta ni final.

De la imitación del modelo exterior hemos pasado a la in-

mersión del exterior en un yo per-manentemente insatisfecho. Y el caso es que, aunque creamos que elegimos el patrón, está sucedien-do todo lo contrario, es el patrón el que nos elige a nosotros. Noso-tros, los humanos que nos creemos libres, estamos siendo interveni-dos por modelos que nos propo-nen unos pocos. La aparición de la figura del influencer es todo un sín-toma de la nueva situación. Nos hacen cambiar de costumbres, de creencias, de maneras…, en defini-tiva, de conductas que asimilamos como si realmente las hubiéramos elegido por propia voluntad.

En esta asimilación del modelo, la cultura del ser humano, su pauta de comportamiento, se rige a la pos-tre por los presupuestos del mercan-tilismo y del egoísmo. Todo tiene un precio en el mercado del comprar y del vender. Unos cuantos, normal-mente invisibles, venden; los demás, perfectamente reconocibles, nos li-mitamos a comprar, y compramos para nosotros mismos en un alarde de mostrar que valemos más que el otro. Y como la satisfacción de la ne-cesidad impuesta nunca es comple-ta, pues si fuera completa terminaría el mercado, se produce el desasosie-go personal por la imposibilidad de la nueva conquista: siempre habrá un móvil (y no sólo el teléfono) más novedoso que el mercader nos pon-drá de nuevo a la venta.

InteriorizaciónPero he aquí que un día un bichito minúsculo, de nombre covid-19, dio al traste con nuestro modelo de exis-tencia. Se acabaron los salarios, los

viajes, los hoteles, los restaurantes, la playa y la montaña, las vacaciones esperadas o el turismo programado. Todos encerrados en casa, ocultan-do los rostros detrás de unas imper-sonales mascarillas, sin posibilidad para el abrazo y el beso; y, lo que es peor todavía, con una lista ingente de estadísticas de muertos, más que en las últimas guerras mundiales, que tienen por cierto nombres y ape-llidos. Qué curioso, la abstinencia de ocio nocturno da lugar al botellón masivo, trasgresor de toda norma.

Pero también la pandemia ha puesto de manifiesto la presencia de un modelo interior, el que está más allá de la mera imitación o de la asi-milación más o menos consciente. Este modelo se alimenta de la for-taleza, no produce desasosiego ni angustia, no teme, es esperanzador,

confía. Se define así: «Pasó hacien-do el bien…porque Dios estaba con él» (Hch 10, 38). El modelo interior trasciende cualquier tipo de circuns-tancia, es esencial, es permanente, siempre construye. Puede observar-se en las llamadas colas del hambre, en los comedores sociales, en las cá-ritas parroquiales, en la asistencia humana, especialmente la sanitaria, en la solidaridad fraternal...

El modelo interior se constru-ye en los cimientos del amor. Decía san Pablo: «Ahora tenemos la fe, la esperanza y el amor, las tres. Pero la mayor de las tres es el amor» (1Cor 13,13). El amor no necesita de pai-sajes exteriores ni de huidas a las afueras, sencillamente hace el bien y, solo con eso, es feliz. Se puede en-contrar en el Sermón de la Montaña: Bienaventurados los pobres, los que lloran, los que construyen la paz, los perseguidos, los misericordiosos… El modelo propuesto por Jesús de Nazaret no es ninguna quimera, es-tá en tu interior, escucha: «Mira que estoy a la puerta y llamo» (Ap 3,20).

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

que se brindan el uno al otro afrontan las ad-versidades y contratiempos sin dejar de son-reír, convencidos de que el Padre bueno está con ellos. Y porque vivían desde la fe, supie-ron también aprovechar los momentos bue-nos que la vida les regalaba. Acogieron la vi-da, y todo lo que ella conlleva, como un don de Dios, agradeciendo y disfrutando cada acontecimiento desde esa perspectiva.

Esa fue la clave de la dicha de esta pare-ja; y esa es también la clave de nuestra vida: Acoger cada acontecimiento de la vida co-mo un regalo. Nunca nos faltarán momen-tos malos, pero tampoco los buenos. En nuestras manos está el dar más voz a unos o a otros. El Señor nos acompaña y nos ayu-da con su gracia para que podamos tener la convicción profunda de que todo en nuestra vida merece la pena.

Ana Mª Cayuso Prados, m.e.n.

La canción de nuestra vidaTítulo original: To Joey with loveDuración: 90 minutos · Año: 2016País: Estados UnidosGénero: Documental biográficoDónde verla: DVD, www.gloria.tv, VimeoMás información: boscofilms.es

Vivir consiste, entre otras cosas, en intentar parecerse a algo o a alguien. Desde el mismísimo nacimiento vamos adoptando modelos de conducta que nos perseguirán permanentemente y que aceptamos o rechazamos, incluso modificamos, en función de nuestras personales circunstancias.

La pandemia ha puesto de manifiesto

la presencia de un modelo interior

En busca de un modelo

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Asuntosde familia

Intención del papa para el mes de julioRecemos para que, en situaciones sociales, económicas y políti-cas conflictivas, seamos arquitectos de diálogo y de amistad va-lientes y apasionados.

Intención del papa para el mes de agostoRecemos por la Iglesia, para que reciba del Espíritu Santo la gra-cia y la fuerza para reformarse a la luz del Evangelio.

¡Rezamos por Ud., Sr. Vicario episcopal!El Granito de Arena se alegra inmensamente de poder compar-tir con sus lectores el nombramiento de Vicario episcopal de D. Sergio Pérez Baena, sacerdote cortado a la medida del Corazón de Jesús, infatigable colaborador de estas páginas y Discípu-lo de San Juan cabal. Seguramente sus feligreses de la Unidad Pastoral de Daroca sentirán su partida, que nos hace recordar la despedida de san Manuel teniendo que dejar Huelva por su nombramiento episcopal.

D. Sergio, sabes que cuentas con las oraciones de esta dilatada familia edi-torial (lectores, redactores, diseñadores, administrati-vos) y de todos los que nos consideramos seguidores del carisma eucarístico re-parador. La Iglesia en Za-ragoza cuenta contigo co-mo pastor infatigable de su pueblo. Nos alegramos y te acompañamos con nuestro cariño y oración.

El vídeo del papaComo todos los meses, la plataforma thepopevideo.org ofrece un breve vídeo donde el papa Francisco reflexiona e invita a pe-dir por la intención del mes. Es gratuita, disponible en YouTu-be y en diversas plataformas, así como a través de la app Click to pray. En el mes de julio se refiere a la amistad social, invitando a abrir el corazón a los más necesitados.

AgendaJulio

AgendaAgosto

22Jueves

10Sábado

25Domingo

6Viernes

5Jueves

15Domingo

30Lunes

FER: Bendición de la iglesia en el barrio del Polvorín (Huelva), para la escuelas provisionales, fundadas por san Manuel González

FER: Santa María Magdalena: «Apóstola de los apóstoles», discípula del Señor presente en el Calvario

Iglesia: Solemnidad de Santiago apóstolI Jornada mundial de los abuelos y de las personas mayores

FER: En 1935, san Manuel González García es nombrado obispo de la diócesis de Palencia

Iglesia: Fiesta de la Transfiguración del Señor

Iglesia: Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

FER: Aniversario de la Aprobación pontificia de la Congregación de Misioneras Eucarísticas de Nazaret (1960)

• 12-21 de julio: P. Darío Mollá Llácer, s.j.• 19-28 de septiembre: D. Andrés Pérez Díaz

Casa de Espiritualidad«Santa María de Nazaret»

Ctra. de Burgos, km 2 · Palencia · 979 72 18 00Mail: [email protected]

• 16-25 de agosto: P. David Abad Cabello, s.j.• 29 de octubre-7 de noviembre: P. José Ignacio

Vitón de Antonio, s.j.

Casa de Espiritualidad «Villa Nazaret» Obispo González García, 26 · Málaga · 644 82 91 05

Mail: [email protected]

Ejercicios espirituales en Nazaret

«Venid conmigo a un sitio tranquilo»Mc 6,31

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6 de agostoFiesta de la Transfiguración del Señor

Basílica de la Transfiguración. Monte Tabor (Israel).

«¡Bendito, bendito el Sagrario de nuestras transfiguraciones!»San Manuel González (OO.CC. I, n. 447)