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LOS PERIODISTAS DEL SECTOR | AIRE LIBRE Nº 4 “Viva la Pesca” Wilmar Merino lela, me convertí en acuarista, here- dando también una tradición fami- liar, y con el tiempo llegué a tener chafalotes a los que alimentaba para ver cómo comían y entender por qué escupían los señuelos. Como ves, era un apasionado del mundo de los peces. ¿Y tuvo muchos maestros de que aprender? —Mi viejo y mi hermano fueron las primeras referencias. Pero mi pasión era mayor que la de ellos y me fui arrimando a viejos socios del club que amaban este deporte. César Gallardo fue el primero; pescaba dorados con balancín y era un gran relator. Pero la parte “teórica” que me cambió la cabeza fue el libro Spinning Pesca Calificada, de Rober- to Zapico Antuña. Él me hizo desear pescar con señuelos, hablaba de la escasez de sábalos para hacer jabón que provocaba el canibalismo de los dorados, de introducir el black Bass, de usar los lagos palermitanos como escuela… Fue un avanzado a su tiempo a quien no pude conocer personalmente. Otro libro fue el Manual de Pesca, de Juan Martín de Continuando con nuestra serie de entrevistas a los periodistas de nuestro sector, nos encontramos con el responsable del suplemento Viva la Pesca, de Diario Popular, y colaborador de muchos medios, entre ellos AIRE LIBRE. A los 8 años en la laguna de Lobos. W ilmar tiene 40 años, nació en la ciudad de Buenos Aires y como muchos se arrimó desde chico a la pesca en el muelle de la calle Viamonte de la Asociación Argentina de Pesca. El mismo muelle donde —para esta misma revista— realizó una jugosa nota al Chango Spasiuk. Como él mismo nos contó: “El portal Planeta Pesca publicó un lindo reportaje que me hicieron hace algo más de un año”. Y fuimos al portal y de esa nota rescatamos sus inicios. ¿Cómo empezó todo? —De niño, cuando mi papá, Rubén, me llevaba a las sedes de la Asociación Argentina de Pesca. Mi primer recuerdo es de la sede Via- monte; por aquel entonces un fino camino de madera, tablones separa- dos y precariedad total, donde con mi madre y hermano quedábamos en la costa compartida con el Yacht Club, mojarreando y esperando a mi papá, que venía de la punta con manduvas, dorados o algún cacho- rro. Era un pesquero excepcional en los ’70, donde con un simple señuelo Sonar podías lograr el trofeo de tu vida. Allí, en sede Viamonte, comen- cé a aprender los rudimentos de la pesca, mojarreando, consiguiéndo- le a mi papá los ansiados bagrecitos amarillos que eran sinónimos de buen dorado. Luego comenzamos a frecuen- tar el anexo Chavarri, en Dársena Norte, donde se lograban bogas de novela en la mítica Villa Tokio (la zona de la punta, muy frecuentada por pescadores japoneses), en la olla (un mítico ámbito de spinning por su salida de agua caliente de la ex compañía Ítalo) y en el Fierro, donde estaba prohibido pescar: era la punta del muelle, derruida por el accionar de las olas, donde había que colgar- se a caballito de un fierro y hacer spinning desde allí. Era un lugar peli- groso, entrada al puerto de Buenos Aires, con 30 metros de profundi- dad… ¡y una corredera llena de dorados, cachorros y surubíes! Había que meterse de contrabando y salir antes de las 8 de la mañana, porque era la hora que llegaba el Chancho. Con mi primera bici, comencé a ir a los lagos de Palermo; primero a pescar chanchitas, que luego ponía en un tanque y las repescaba mil veces “para ver cómo picaban”. Y más tarde compré mis primeras cuchari- tas y arranqué con taruchas en el lago del Rosedal y en el del Golf, haciendo realidad ese deseo de Zapico Antuña, quien proponía usar los lagos de Palermo como escuelas de pesca. De manera para-

LOS PERIODISTAS DEL SECTOR Wilmar Merino “Viva la Pesca” · cé a aprender los rudimentos de la pesca, mojarreando, consiguiéndo-le a mi papá los ansiados bagrecitos amarillos

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LOS PERIODISTAS DEL SECTOR

| AIRE LIBRE Nº 4

“Viva la Pesca”

Wilmar Merino

lela, me convertí en acuarista, here-

dando también una tradición fami-

liar, y con el tiempo llegué a tener

chafalotes a los que alimentaba

para ver cómo comían y entender

por qué escupían los señuelos.

Como ves, era un apasionado del

mundo de los peces.

—¿Y tuvo muchos maestros

de que aprender?

—Mi viejo y mi hermano fueron

las primeras referencias. Pero mi

pasión era mayor que la de ellos y

me fui arrimando a viejos socios del

club que amaban este deporte.

César Gallardo fue el primero;

pescaba dorados con balancín y era

un gran relator. Pero la parte “teórica”

que me cambió la cabeza fue el libro

Spinning Pesca Calificada, de Rober-

to Zapico Antuña. Él me hizo desear

pescar con señuelos, hablaba de la

escasez de sábalos para hacer jabón

que provocaba el canibalismo de los

dorados, de introducir el black Bass,

de usar los lagos palermitanos como

escuela… Fue un avanzado a su

tiempo a quien no pude conocer

personalmente. Otro libro fue el

Manual de Pesca, de Juan Martín de

Continuando con nuestra serie deentrevistas a los periodistas denuestro sector, nos encontramoscon el responsable del suplementoViva la Pesca, de Diario Popular, ycolaborador de muchos medios,entre ellos AIRE LIBRE.

A los 8 años en la laguna de Lobos.

Wilmar tiene 40 años, nació

en la ciudad de Buenos

Aires y como muchos se

arrimó desde chico a la pesca en el

muelle de la calle Viamonte de la

Asociación Argentina de Pesca. El

mismo muelle donde —para esta

misma revista— realizó una jugosa

nota al Chango Spasiuk. Como él

mismo nos contó: “El portal Planeta

Pesca publicó un lindo reportaje que

me hicieron hace algo más de un

año”. Y fuimos al portal y de esa nota

rescatamos sus inicios.

—¿Cómo empezó todo?

—De niño, cuando mi papá,

Rubén, me llevaba a las sedes de la

Asociación Argentina de Pesca. Mi

primer recuerdo es de la sede Via -

monte; por aquel entonces un fino

camino de madera, tablones separa-

dos y precariedad total, donde con

mi madre y hermano quedábamos

en la costa compartida con el Yacht

Club, mojarreando y esperando a mi

papá, que venía de la punta con

manduvas, dorados o algún cacho-

rro. Era un pesquero excepcional en

los ’70, donde con un simple señuelo

Sonar podías lograr el trofeo de tu

vida. Allí, en sede Viamonte, comen-

cé a aprender los rudimentos de la

pesca, mojarreando, consiguiéndo-

le a mi papá los ansiados bagrecitos

amarillos que eran sinónimos de

buen dorado.

Luego comenzamos a frecuen-

tar el anexo Chavarri, en Dársena

Norte, donde se lograban bogas de

novela en la mítica Villa Tokio (la zona

de la punta, muy frecuentada por

pescadores japoneses), en la olla (un

mítico ámbito de spinning por su

salida de agua caliente de la ex

compañía Ítalo) y en el Fierro, donde

estaba prohibido pescar: era la punta

del muelle, derruida por el accionar

de las olas, donde había que colgar-

se a caballito de un fierro y hacer

spinning desde allí. Era un lugar peli-

groso, entrada al puerto de Buenos

Aires, con 30 metros de profundi-

dad… ¡y una corredera llena de

dorados, cachorros y surubíes! Había

que meterse de contrabando y salir

antes de las 8 de la mañana, porque

era la hora que llegaba el Chancho.

Con mi primera bici, comencé a

ir a los lagos de Palermo; primero a

pescar chanchitas, que luego ponía

en un tanque y las repescaba mil

veces “para ver cómo picaban”. Y más

tarde compré mis primeras cuchari-

tas y arranqué con taruchas en el

lago del Rosedal y en el del Golf,

haciendo realidad ese deseo de

Zapico Antuña, quien proponía

usar los lagos de Palermo como

escuelas de pesca. De manera para-

semisalvajes, que me garroneaban

los talones mientras pedaleaba. ¡A

veces llevaba un pedazo de cora-

zón vacuno para tirarles y que me

dejaran de joder! Y a la rata más

chica la podían domar en Jesús

María. Pero tener un cachorro del

otro lado del hilo, a los 12, 13 años,

compensaba todo…

—Pasó un año de ese reporta-

je, con 12 años cumplidos de Viva

la Pesca y escribiendo en uno de los

diarios de mayor tirada, pero tam -

bién en revistas. ¿Qué opinás del

“copiar y pegar” en Internet?

—Hacer notas de pesca no es

fácil. Implica hacerte de tiempo,

disponer que otros se ocupen de

cosas que vos dejás de lado por ir a

pescar como, por ejemplo, llevar los

chicos al colegio. Implica hacer

preparativos, armar líneas, combinar

horarios de compañeros de pesca,

guías, proveerse de carnada y

luego… ¡tener suerte en la pesca

para traer una buena nota! Eso sin

contar que las fotos salgan bien, que

el regreso sea tranquilo, que la pluma

esté a la altura de las circunstancias,

que no le yerres en un número al

teléfono del guía, porque arruinás

todo el trabajo… Son muchas cosas

las que hay detrás de una nota. Y se

publican las que salen, porque hay

muchos fracasos que nunca ven la

luz. En suma, hay un gran esfuerzo

personal y colectivo para lograr

buenas notas de pesca. Por eso,

duele que gente que hace un mal

uso de Internet se limite a robar datos

de pique o notas enteras. Me ha

pasado mil veces y al principio me

contactaba con dichos portales y les

pedía que levantaran lo copiado. Con

algunos llegué a un acuerdo de

proveerles yo mismo de material

informativo a cambio de que citen la

fuente. Pero no deja de ser trabajar

gratis para alguien que no trabaja y

hacer una suerte de competencia

desleal para aquellos que sí te pagan

por tu labor profesional. Han llegado

a la desmesura de usar mis notas y

cambiar la parte de los equipos

que yo recomendaba reemplazán-

dolas por las marcas que ellos

comercializaban.

Sé que en Internet la batalla está

perdida; pero, bueno, me consuela

que al menos tengan buen gusto

para afanar [risas]. Pero aclaro que

también hay gente que tiene sites

que, sin ser profesionales, hacen una

labor informativa extraordinaria y

con muchos de ellos colaboro con

gusto, sin mediar ningún interés

económico.

—Diario Popular es uno de los

pocos que apuesta a este tipo de

secciones. ¿A qué lo atribuís?

—A que entiende perfecta-

mente el gusto popular y se dirige a

un mercado que puede darse algu-

nos gustos no privativos de una

minoría. Entre ellos, comprarse el

diario, tomar un café, ir a pescar, a la

cancha, al hipódromo, hacer paseos o

ver espectáculos. El diario entendió

que la pesca es el segundo deporte

más practicado por los argentinos. Y

cuando digo practicado hablo de

práctica activa, de algo que efectiva-

mente ejercitan personas de entre 4 y

90 años. Y comprendió también que

poner el teléfono de un guía o

mencionar una determinada marca

que vale la pena usar no es un “chivo”,

sino parte de la información, porque

si se pescó con tal señuelo vale la

pena mencionarlo. Además, casi

todos los que trabajamos en el diario

tenemos más de 20 años de

labor allí y conocemos per -

fectamente a quién nos diri-

gimos y cómo hacerle llegar

la información al lector en un

lenguaje claro que vaya al

grano. Por eso el diario confía

en su gente. Además, en mi

página pon go mi e-mail y

teléfono, y el lector tiene

contacto directo conmigo,

cosa que no pasa en ningún

otro medio. Por eso ese feed-

back tan especial genera una

relación afectiva muy estre-

cha entre el lector y la pági-

na; y muchos lectores se han

transformado en compañe-

ros de pesca o informantes

permanentes. Desde otro

punto de vista, el diario

puso la pesca como “plus

producto” los días jueves,

donde no tenía otros suplementos,

generando ventas de un público

que no sólo es lector habitual, sino

específico de la página en un día

donde no tenía otro punto fuerte.

—En distintos reportajes

señalás la importancia económica

de la pesca deportiva. ¿Sentís que

estás sembrando en el desierto o

pensás que les has abierto la men -

te a muchos periodistas ajenos al

sector que no tienen idea del pro -

ducto pesca deportiva?

—No creo que otros no se

hayan dado cuenta de lo mismo que

yo predico hace años. Me he nutrido

de otros y otros habrán abrevado en

alguna idea mía. Acá lo importante

es que se entienda que la pesca

comercial genera ganancias privadas

y depreda el recurso haciendo una

extracción pura y sin siembra; en

tanto la pesca deportiva socializa las

ganancias dinamizando economías

regionales completas, fomentando

el turismo y, por supuesto, generan-

do un movimiento económico en las

industrias específicas de nuestra acti-

vidad. En lo que sí me considero

bastante pionero es en el tema de

abrir la discusión económica de la

pesca deportiva en áreas donde

habitualmente no se la tomaba en

cuenta. Por ejemplo, en programas

AIRE LIBRE Nº 4 |

Yániz. Luego fui incorporando

nuevos referentes que tenían que

ver con la pesca con artificiales. En

aquellos tempranos ’80, con impor-

tación cerrada, comencé a traer

señuelos de Cabela’s, a lograr mejo-

res capturas… en fin, a enloquecer

por la pesca con artificiales. He llega-

do a ir 15 días seguidos en bicicleta

desde mi casa en Villa Crespo al

puerto, tratando de llegar antes de

las 4 AM para ocupar un lugar de

privilegio en El Fierro. Tenía miedo…

el puerto Madero hoy es un lujo.

Antes me corrían jaurías de perros

LOS PERIODISTAS DEL SECTOR

| AIRE LIBRE Nº 4

de economía y política, donde he

sido frecuentemente invitado tanto

en radio como en TV. Es importan-

te dejar de discutir las cosas puer-

tas adentro entre los que ya forma-

mos parte de este mundillo de la

pesca y hacer que otros sectores se

interesen por la actividad, porque

desde la política y la economía se

toman decisiones que afectan

directamente nuestra actividad.

Discutir eso en ámbitos ajenos al

mundo de la pesca ha sido mi tarea

en los últimos tiempos.

—El Chango nos decía: “Si

cada pescador devolviera sola-

mente una pieza, habría tres

millones más de peces en el agua”.

¿Sentís que el pescador deportivo

y los guías comprenden el mensa-

je de pesca con devolución?

—Sí; afortunadamente muchos

han interiorizado el mensaje y

comprendido que en la perpetuidad

del recurso está su futuro. Otros,

como decía el Chango, esperan que

los demás den el primer paso y se

justifican en sus malas acciones,

“Total después con las redes se llevan

todo”, etc. Veo una suerte de “salto de

calidad mental” entre profesionales y

aficionados que pescan con artificia-

les y quienes lo hacen con carnada

natural. Generalmente el pescador

de señuelos está acostumbrado a la

pesca con devolución. Mi criterio es

que quienes busquen comer un

pescado —deseo que considero legí-

timo si no se abusa— apunten a

especies que no estén en peligro y

cuya repoblación pueda ser efectiva,

como la especie pejerrey. En cambio,

matar un predador tope como la

tararira, el dorado o un tiburón es de

una gran torpeza, porque no sabe-

mos cómo devolver a su medio otro

ejemplar salvo que regresemos al

agua el mismo que pescamos para

disfrutarlo el día de mañana. Cada

uno de ellos es un tesoro genético

que si se mata no vuelve más.

—Del dicho al hecho, ¿hay

mucho trecho en la visión de los

gobernantes en lo que se refiere a

la protección del recurso?

—Creo que siempre se actúa

con lo coyuntural y se piensa en la

inmediatez, no en un plan a largo

plazo y con continuidad de una

gestión a otra. Pero hay signos alen-

tadores. Hace poco la provincia de

Buenos Aires presentó el proyecto

Rutas del Pejerrey, una iniciativa

loable de fomentar el turismo y la

gastronomía regional con la especie

más emblemática para los argenti-

nos. En la presentación se habló más

de gastronomía que de pesca y se

olvidaron de la tercera pata que

debería sustentar esto: la preserva-

ción del recurso. Luego me comen-

taron que eso está en los planes,

pero ¡díganlo! Proteger las especies

es una decisión política que afecta

directamente la economía regional

y el trabajo de muchas personas. El

pescador no sabe a quién ni cómo

denunciar una red; no sabe adónde

va la plata que paga por su permiso

de pesca y hasta ve intendentes que

apañan a los malloneros, o en el

mejor de los casos ponen poco énfa-

sis en combatirlos. Corregir eso es

decisión política y económica: usar el

recurso para el turismo y la pesca, o

para beneficiar a unas pocas manos

perpetuando la pobreza de muchos

y saqueando un recurso que

después cuesta volver a recuperar.

Lamentablemente las comunas

ven tarde la importancia de contar

con la bendición de un pesquero

rendidor como fuente de ingresos

por turismo y aun aquellas que

vienen entendiéndolo hace años

ven que en sus fiestas se logran muy

pocas capturas en relación a las

cañas inscriptas. Esos sí, se vanaglo-

rian de los números que movió la

pesca deportiva, pero no desarro-

llan una política seria de preserva-

ción del recurso… Es inconcebible,

por ejemplo, que Corrientes, Santa

Fe, Chaco y Entre Ríos no logren

consensuar una veda pesquera.

—¿Cómo visualizás a la pesca

deportiva en un par de años?

—La pesca ha tenido un enor-

me crecimiento en cuanto a medios

informativos y desarrollo de produc-

tos. Esto hace que la gente acceda a

información sobre pesqueros rendi-

dores y cuente con elementos

adecuados para hacer buenas

pescas. Mi deseo es que el creci-

miento sea mental, que la gente

tome conciencia de que nuestro

deporte se basa en el cuidado del

recurso, porque si nos quedamos

“sin el juguete” no hay juego posi-

ble. No necesitamos un papá que

nos rete si hacemos algo mal; cada

uno debe saber su parte, tomar

conciencia de la finitud del recurso.

Y en cuanto a utopías, en charlas

con Mel Krieger (pescador

mosquero estadounidense ya falle-

cido que fue uno de los grandes

difusores de las bondades de nues-

tra Patagonia) he tomado dos de

sus ideas que considero vitales: que

la mujer se incorpore a la pesca

deportiva (su sensibilidad será vital

en este cambio de mentalidad) y

que redescubramos el mar como

pesquero deportivo en otras varian-

tes a la tradicional pesca con carna-

da. El deep jigging, el light jigging y

el kayak fishing son movidas intere-

santes para redescubrir el mar en

otra potencialidad.

—Alguna anécdota…

—En la adolescencia, colgado

del Fierro a última hora, estaba abso-

lutamente solo. Tendría unos

15 años. Logré un hermoso chafalo-

te y descubrí que me había colgado

sin tener una pinza para sacar el

anzuelo. Lo intenté con los dedos y

pasó lo que tenía que pesar, el chafa

sacudió la cabeza y me ensartó dos

triples en la mano. Comencé a gritar,

pero… estábamos a la hora del

ocaso y no había nadie. Con la mano

que tenía sana, apreté bien fuerte el

cuello del chafa hasta matarlo y

quebrarle la columna. El dolor era

insoportable. Bajé del Fierro como

pude, ensangrentado y con la cabe-

za del chafa en mi mano, con el

señuelo enganchado. Caminé kiló-

metros hasta la salida del puerto y

un buen samaritano me llevó a una

dependencia de Prefectura, donde

no había anestesia… Me sacaron

los triples a lo guapo. Sufrí muchísi-

mo. Al otro día, a las 4 de la mañana,

con la mano vendada y tras haber

tomado antibióticos, fui en la bici a

buscar mi caña antes de que otro

socio la encontrase primero. Por

suerte, años después, mis anécdo-

tas fueron mejorando y terminando

con final feliz [risas].

—Se viene el año nuevo. ¿Un

deseo…?

—El mismo de siempre: recu-

perar el Río de la Plata y el Riachue-

lo para los porteños y bonaerenses.

Buenos Aires es una ciudad de

espaldas a su río: le pusimos delan-

te un puerto y un aeropuerto para

negarlo. Siempre en mis notas uso

la frase “El Riopla, agredido como

pocos y rendidor como ninguno”

para describirlo. Tenemos una

bendición delante de los ojos, pero

la desidia y los intereses comercia-

les pueden más. El Parque Indus-

trial de Pilar, que contamina el río

Luján, puede más que la intención

de millones de bonaerenses por

tener un río limpio. Y el monumen-

to a la vergüenza que es el Riachue-

lo me duele día a día. Deseo desde

que nací ver estos ríos con vida a

pleno. Buenos Aires, con playa y

pesca, sería la ciudad perfecta �

De adolescente en elFierro de la AAP.