Luciano Lutereau, "La autoridad como categoría estética. Mundo del arte y subversión"

Embed Size (px)

DESCRIPTION

estetica - arte contemporaneo - subversión

Citation preview

  • 96 Artculos

    Revista Cientfica deVol. XVI N 1 -Otoo 2012

    La autoridad como categora esttica. Mundo del arte y subversin

    Luciano Lutereau1

    ResumenEn este trabajo me propongo esclarecer algunas relaciones entre manifestaciones

    artsticas contemporneas y la nocin de autoridad, siguiendo la obra del fenomenlo-go francs M. Dufrenne (aunque tambin los aportes ms recientes de N. Bourriaud y J. Rancire), con el propsito de demostrar que dicha nocin puede ser prolfica para orientarse en las reflexiones de teora del arte.

    Palabras clave: autoridad, mundo del arte, subversin.

    AbstractAuthority as an Aesthetic Category. The World of Art and Subversion

    In this paper I intend to cast light on some relationships between contemporary artistic manifestations and the authority notion, following the work of the French phenomenologist M. Dufrenne (aside from N. Bourriaud and J. Rancires latest contributions), to show that such notion may be prolific to orient oneself into art theory reflections.

    Keywords: authority, world of art, subversion.

    ResumoA autoridade como categoria esttica. Mundo da arte e subverso

    Nesse trabalho pretendo esclarecer algumas relaes entre as manifestaes artsticas contemporneas e a noo de autoridade seguindo a obra do fenomenlogo francs M. Dufrenne (Tambm os aportes mais recentes de N. Bourriaud e J. Rancire), com o propsito de demonstrar que essa noo pode ser produtiva para orientar-se nas reflexes de teoria da arte.

    Palavras-chave: autoridade, mundo da arte, subversao.

    1 Licenciado en Psicologa y Licenciado en Filosofa por la UBA. Magster en Psicoanlisis por la UBA. Docente UBA/UCES.

  • Artculos 97

    Es un lugar comn, en la reflexin filosfica acerca del arte contemporneo, afir-mar -siguiendo una clebre frmula de T. Adorno en su Teora esttica (1970)- que lo nico evidente en el arte es su prdida de evidencia. El problema de la indefinicin2 del arte convive con una multiplicidad ingente de producciones artsticas y una infati-gable estetizacin de la vida cotidiana. El carcter prolfico del arte de nuestro tiempo demuestra que la famosa sentencia hegeliana de un fin del arte (en realidad, Hegel ser refiri a un carcter de pasado) no era ms que la anticipacin de la apertura a un arte desacralizado, que interpela al espectador con una pregunta acuciante: Cundo hay arte?.

    De acuerdo con A. Danto, podra acordarse en que cualquier objeto puede ser una obra de arte. Todo es posible en el arte de nuestro tiempo. El arte despus del fin del arte -que ya no confa en los mitos de la poca de los grandes relatos- se caracteriza por poner a disposicin del artista toda la historia del arte, sus tcnicas e institucio-nes, para que ste pueda apropirselas. Pero que un candidato a obra de arte quede legitimado en ese mtodo de incorporacin al mundo del arte3, no quiere decir que esto se deba solamente a la autoridad del gesto del creador. Para dar cuenta de esta situacin, algunos tericos han implementado la nocin de lo museable4, o bien la llamada teora institucional (G. Dickie)5 ha intentado proponer criterios que delimi-taran la apreciacin y el acceso de determinados objetos al campo reservado de los objetos artsticos.

    Lejanos parecen los tiempos en que nadie poda dudar acerca de la presencia es-ttica de un objeto artstico. No obstante, antes de sostener el carcter ingenuo de un tiempo anterior en que habra sido evidente lo que hoy se manifiesta como en-treverado -dada la condicin reciente de la institucin arte, en su sentido occidental y moderno- cabe interrogar el alcance de la produccin artstica de nuestro tiempo, preguntando ya no por su estatuto ontolgico -o, al menos, no directamente-, sino por su destino. Una descripcin del arte contemporneo, que atienda a su modo polmico de aparicin institucional, a la participacin constante del espectador, y a los fines de su accin en las prcticas sociales, es una va privilegiada para aprehender una nueva figura de la autoridad en mundo del arte: la subversin.

    En este trabajo me propongo esclarecer algunas relaciones entre manifestaciones artsticas contemporneas y la nocin de autoridad, siguiendo la obra del fenomenlo-go francs M. Dufrenne (aunque tambin los aportes ms recientes de N. Bourriaud y

    2 Jimnez, M. (2005). La querelle de lart contemporain. Paris: Gallimard, p. 31.3 Tomo la expresin mundo del arte (Artworld) en el sentido en que fuera acuada por Danto en 1964: Ver algo como arte requiere algo que el ojo no puede captar -una atmsfera de teora artstica, un conocimiento del mundo del arte: un mundo del arte (Danto, Arthur (1964). The Artworld. The Journal of Philosophy, 61, p. 580). Mundo del arte designa, de este modo, un conjunto de prcticas y de significados que dan un sentido a un objeto, distinguindolo entonces de su contraparte ordinaria.4 Cf. Oliveras, E. (2011).Cuestiones de arte contemporneo. Buenos Aires, Emec, 5 Cf. Dickie, G. (1997). El crculo del arte. Buenos Aires: Paids.

  • 98 Artculos

    J. Rancire), con el propsito de demostrar que dicha nocin puede ser prolfica para orientarse en las reflexiones de teora del arte. La autoridad como categora esttica -relativa a la reflexin filosfica-, puede permitir aclarar la constitucin de mrgenes de indeterminacin del mundo sensible, para los que el sujeto esttico debe autorizarse comunitariamente, en busca de nuevas formas de vida.

    Moderno, posmoderno, altermodernoLas condiciones de la experiencia esttica moderna -tal como fueron fijadas por

    Kant en su Crtica del Juicio (ao)- pueden resumirse en unas pocas referencias: el desinters en la percepcin del objeto era el correlato subjetivo de su estatuto irreal o imaginario; el objeto esttico no era un objeto til (ni la cosa natural), as como tam-poco la obra de arte cumpla una funcin social especfica.

    El desarrollo de las vanguardias del siglo XX, aquello que con W. Benjamin podra llamarse arte post-aurtico; pero, mucho ms urgente hoy en da, en que las Biena-les se ven invadidas por objetos de lo ms diversos, en las que no faltan la comida o los animales!, la aparicin de movimientos performativos, o bien aquello que pudo llamarse una esttica relacional6, hace pensar en una superacin no slo del paradig-ma moderno, sino tambin del posmoderno7. Para el caso, N. Bourriaud (2009), en su ltimo libro sobre el tema, propuso la nocin de altermodernidad:

    El posmodernismo sustituy al universalismo abstracto y terico del mo-dernismo por otra forma de totalizacin: aquella simblica y al mismo tiempo emprica de un marco urbano infinito que sera el teatro de luchas de identida-des entre inmigrantes y sedentarios [...] lo altermoderno se anuncia como una modernidad traductora, en las antpodas del relato moderno del siglo XX cuyo progresismo hablaba el idioma abstracto del occidente colonial8.

    Segn Bourriaud, cualquier relato universalista o abstracto ya resulta obsoleto, incluso el posmoderno (as como el paradigma multiculturalista). La altermoderni-dad se presentara como un intento de des-totalizacin de la autoridad de cualquier sistema, en el que multiplicidad no significa necesariamente absolucin de las dife-rencias. En el mundo del arte contemporneo este hecho se traduce, por ejemplo, en la legitimacin progresiva del gnero documental como proyecto artstico9, cuya finalidad es conectar los signos con lo real, con un referente social inmediato, en bsqueda de una verdad.

    M. Dufrenne, en el prefacio de su libro Art et politique (1974), sostena que la verdad del arte, aquello por lo cual ste es verdadero, es el poder de revelar aquello

    6 Bourriaud, N. (2009). Radicante. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.7 Casullo, N. (1989). El debate modernidad-posmodernidad. Buenos Aires: Puntosur.8 Bourriaud, N. Radicante, ob. cit., pp. 38/47.9 Ibd., p. 32

  • Artculos 99

    que el saber no puede dominar10. De este modo, puede atribuirse al arte contempor-neo un afn de des-totalizacin del saber que se opone a la dominacin. Por supuesto, no se trata de que el arte cambiar la sociedad, si es que por esta expresin se en-tiende modificar el sistema econmico, las estructuras sociales y las leyes; aunque s podra admitirse cierto valor subversivo del arte contemporneo, en la medida en que modifica las prcticas sociales, la relaciones humanas y la vida en sociedad. Obras recientes nos invitan a recuperar prcticas comunitarias, el museo ya no es un espacio clausurado en que el visitante se pasea como a travs de un paisaje. La experiencia de transformacin de los vnculos que proponen algunas obras invita a redisear el espacio social y a descubrir nuevos modo de experiencia posible.

    La relacin entre sistema y subversin, o bien entre universalismo y prcticas de destotalizacin, que permite concebir la nocin de autoridad como un modo original de transversalidad entre mundo del arte y mundo de la vida cotidiana, apunta a rede-finir esta nocin de un modo distinto a la decantada en los modelos de los grandes relatos (la autoridad de la familia, el padre, el amo, etc.), o bien en la desmitificacin posmoderna (como figuras de la crisis, que apuntalan su necesidad desde un punto de vista negativo): la autoridad puede radicar -en el sentido en que tambin Bourriaud se refiere a una esttica radicante o rizomtica- en el encuentro contingente y en la conquista de nuevos territorios de subjetividad, al modo de una autorizacin de nuevas formas de vida. Antes que en la pregunta acerca de la disyuntiva -planteada por Benjamin en el eplogo de La obra de arte en la poca de su reproductibilidad tcnica- entre la estetizacin de la poltica (para la derecha) o la politizacin de la esttica (para la izquierda), el derrotero del arte contemporneo consiste en su fun-cin crtica11, en su capacidad de sobreponerse al sentido comn y en su compromiso con hacer visible. De ah que los debates actuales acerca de esttica filosfica suelen ramificarse en temas e inquietudes ticas.

    Emancipacin del espectadorEn su reciente artculo Las paradojas del arte poltico (2008), J. Rancire sostie-

    ne que buena parte del arte actual, a pesar de su crtica enftica a la tradicin mim-tica, contina emparentado con esta tradicin en ms de un aspecto. Que una obra se produzca hoy en da no necesariamente implica que se trata de arte contemporneo.

    Para esclarecer este punto, Rancire distingue tres modelos de la eficacia del arte: a) el modelo mimtico del arte -o representacionista-, cuyo fundamento ms acaba-do sera reconducible a la escena teatral de Europa en el siglo XVIII. El Tartufo, de Molire, podra ser un buen ejemplo de este modelo, cuyo fin se encontrara en la elucidacin moral del espectador a travs de la voluntad del autor; b) el arte politi-zado, cuyo fundamento se encuentra en la unin de arte y vida (por ejemplo, en las vanguardias); lo que opone a las dudosas lecciones de moral de la representacin es,

    10 Dufrenne, M., Art et Politique. Paris, Union Gnral dEditions, 1974, p. 9.11 Ibd., p. 10.

  • 100 Artculos

    simplemente, el arte sin representacin, el arte que no separa la escena de la perfor-mance artstica.12 Por esta va, el arte se especifica polticamente, actuando sobre las disposiciones de los cuerpos, recortando espacios y tiempos singulares que definen maneras de estar juntos o separados13. Este nuevo modelo, asociado al modernismo, se habra ocupado de transformar al espectador en actor, oponiendo a la pedagoga de la mediacin representativa... otro tipo de pedagoga: la moral propia del partido. Este tipo de rehabilitacin poltica del arte -para decirlo con el ttulo de un artculo de A. Danto- condescenda entonces a las ideas de un determinado relato, oscureciendo un tercer modelo de la eficacia del arte; c) el modelo de la eficacia esttica, cuyo funda-mento radica en la distancia y en la neutralizacin de la experiencia efectiva.

    No obstante, este tercer modelo no debe ser considerado en funcin de una distan-cia desinteresada -como en la esttica kantiana-, dado que su forma de presentacin esttica no ignora el impacto sobre las prcticas sociales:

    Debido a que el museo [...] se ha constituido alrededor de la estatua des-afectada, ms tarde podr acoger cualquier otra forma de objeto desafectado del mundo profano. Es por eso que tambin podr prestarse, en nuestros das, a acoger modos de circulacin de informacin y formas de discurso poltico que intentan oponerse a los modos dominantes de la informacin y de la discusin sobre los asuntos comunes.14

    Para Rancire, si la experiencia esttica tiene un contacto con la poltica es porque permite hacer actuar una suerte de disenso15 opuesto a la adaptacin mimtica y las producciones artsticas con fines de adoctrinamiento. Este disenso se sostiene, de forma semejante a lo propuesto por Bourriaud y Dufrenne, por la constitucin de un lugar vaco, intil e improductivo [que] define un corte en la distribucin normal de las formas de la existencia sensible16. De este modo, el espectador puede emancipar-se en una reconfiguracin esttica de la experiencia del mundo cotidiano.

    Este mismo inters instituyente del arte es promovido por M. Dufrenne en su libro Subversion, perversin (1977). Frente a las ideologas revolucionarias -que proponen anular el sistema de un solo golpe-, el propsito de Dufrenne radica en buscar otra va de vincular arte y poltica, a travs de una desarticulacin que atienda a un modo de accin fragmentario y localizado.

    Para Dufrenne, todo sistema es en primer lugar, vivido en la experiencia de los opri-midos17. Ms all de las concepciones estructuralistas o posfoucaultianas, el anclaje

    12 Rancire, J., Las paradojas del arte poltico, en El espectador emancipado. Buenos Aires, Manantial, 2010, p. 57. 13 Ibd.14 Ibd., p. 61.15 Ibd., p. 62.16 Ibd., p. 65. 17 Dufrenne, M. ob. cit., p. 7.

  • Artculos 101

    fenomenolgico de su posicin permite recuperar la perspectiva del sujeto que orienta su vida en prcticas sociales que, eventualmente, tienen una modulacin coercitiva. Esto no debe llevar a creer que se trata de considerar a todo sistema como opresor; desde este punto de vista no estara ms que refrendando la perspectiva ideolgica que se buscaba superar. En todo caso, el inters de la esttica dufrenniana apunta a rescatar capas origi-narias de sentido, que fundamentan la habitualidad:

    Vuelvo siempre, que se me perdone, al mismo punto. Al incentivar la fun-cin crtica, al desalojar todo aquello que, en nuestras sociedades, maquina y camufla lo real, puede olvidarse que lo real se experimenta en la relacin invencible y fundadora que tenemos con l: que se vive en la percepcin18.

    La percepcin es el terreno de la experiencia originaria con el mundo, en que las cosas se aprehenden en carne y hueso, y al que la experiencia esttica reenva de forma privilegiada. Es en la percepcin salvaje [...] que el sistema nos aparecer vulnerable19. Por lo tanto, la verdadera subversin consiste en habitar poticamente el mundo20, propsito al cual pareciera estar destinado el arte contemporneo con sus obras. A su vez, la creciente estetizacin de la vida cotidiana -correlato extemporneo asociado a la indefinicin del arte- tambin podra encaminar acciones de liberacin y de superacin de sumisiones y opresiones. Despus de todo, no nos interpela an aquel poema de A. Pizarnik, que dice que la verdadera revolucin est en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos?

    18 Ibd., p. 27. 19 Ibd., p. 29.20 Ibd., p. 30.