Upload
masgouri
View
24
Download
0
Embed Size (px)
DESCRIPTION
Tesis de Luis Lopez
Citation preview
Universidad de Sonora
División de Humanidades y Bellas Artes
Departamento de Letras y Lingüística
Ritmo y sentido en Piedra de sol de Octavio Paz
T E S I S
PRESENTA
LUIS ALBERTO LÓPEZ SOTO
DIRECTOR:
MTRO. CÉSAR AVILÉS ICEDO
Hermosillo, Sonora Diciembre de 2007
QUE PARA OBTENER EL
GRADO DE MAESTRO EN
LITERATURA HISPANOAMERICANA,
2
Índice
Introducción
1. Lecturas de Piedra de sol
1.1. El título y el epígrafe
1.1. La nota
1.2. Lectura religiosa
1.3. Lectura filosófica
1.4. Ritmo y tiempo
2. Ritmo y sentido: En torno a la poética paziana
2.1. Octavio Paz y la poesía mexicana
2.2. Universalismo, artepurismo e historia
2.3. Octavio Paz: poeta y crítico
2.4. Entre irse y quedarse: ritmo y metro
2.5. Ritmo y totalidad
2.6. Analogía e ironía
2.7. Hermandad: El instante o la nulificación del tiempo
2.8. Himno entre ruinas: visiones conflictuadas
2.9. Hacia Piedra de sol
3. El ritmo de Piedra de sol
3.1. Reflexión teórica
3.2. Primera parte: atemporalidad/historicidad
3.3. Segunda parte: historicidad/atemporalidad
Conclusiones
Apéndices
Bibliografía
3
Introducción
Plantear un trabajo analítico más sobre algún aspecto de la obra literaria de Octavio Paz
(1914-1998) podría parecer, a estas alturas, una empresa ya estéril, un ejercicio de mera
paráfrasis de las lecturas consagradas por la crítica más autorizada y especializada. Es ése
el riesgo de este trabajo. Considerando el amplio y numeroso corpus bibliográfico que
tenemos respecto al tema, tal empresa parecería inútil, dada la evidente dificultad que
representa plantear una propuesta novedosa frente a la consabida pléyade de
contribuciones críticas. La sola Bibliografía crítica de Octavio Paz (1936-1996) reunida
por Hugo J. Verani consigna cientos de artículos, libros y tesis doctorales. A la luz de
esto, el panorama se antoja apabullante.
Consciente de tal estado –y aun con el riesgo de no dominar en toda su extensión
y profundidad la crítica, que sigue todavía en aumento—, presento este trabajo cuya
formulación busca contribuir al conjunto de investigaciones que han abordado al poeta y
ensayista mexicano. El propósito es, asimismo, filiar ciertas directrices de mi estudio a
los hallazgos planteados ya por aquéllos, sin menoscabar la especificidad de esta
propuesta. Es así que la intención que aquí subyace es la construcción del objeto de
estudio, a partir de una revisión bibliográfica que, si bien no es exhaustiva, busca rastrear
aquellas ideas que se valoran como relevantes y pertinentes, en aras de ir perfilando la
argumentación propia.
He querido circunscribir mi trabajo a la poesía de Paz, abocando mi mirada a uno
de sus poemas más importantes de su obra, clave en su desarrollo intelectual, en la
historia de las letras hispanoamericanas y en la convulsa historia cultural del siglo XX.
Me refiero a Piedra de sol (1957). En éste, nos encontramos frente a un texto lírico que
4
presenta una serie compleja de relaciones estróficas y estructurales, pues, en tanto que
poema que continúa la tradición mexicana del poema extenso (Primero sueño de sor
Juana Inés de la Cruz, Canto a un dios mineral de Jorge Cuesta, Muerte sin fin de José
Gorostiza), Piedra de sol aspira a sintetizar toda una visión de mundo. Para lo cual, el
poema se constituye como lenguaje autónomo, es decir, como un cuerpo autorreferencial
en el cual es posible observar ciertas modulaciones semánticas que revelan, a partir de la
modelización estética, una indagación filosófica.
Al revisar las líneas de investigación marcadas por la crítica respecto al poema,
resulta notable la unanimidad acerca de la temática y formulación sobre la temporalidad,
la historia, el instante, el asunto amoroso-erótico, la fusión de contrarios, los elementos
surrealistas, la cosmovisión prehispánica, la circularidad y otros. Tales lecturas parecen
orientadas a señalar, por una parte, el carácter filosófico, religioso y antropológico de la
obra; por otra, exploran la ineluctable configuración estética con que el poema modela
todo aquel substrato.
Con estos antecedentes, no ha sido mi intención trascender a la crítica ya
constituida, o trazar una nueva directriz analítica e interpretativa, sino sencillamente
plantear un análisis del poema bajo una noción de ritmo que, si bien de alguna manera ha
sido aludida y señalada por algunos críticos (John M. Fein, Carlos H. Magis, Maya
Schärer-Nussberger), no se ha tratado en un trabajo exclusivo sobre Piedra de sol.1 El
resultado de esto no será sino una propuesta que, aunque da relieve al ritmo, se filia
tácitamente a las otras lecturas, pues las perspectivas suscitadas por este poema son de tal
envergadura que tienden a ser interdependientes.
1 No obstante, existe un breve artículo con una propuesta similar a la aquí presentada: Andueza,
María. ―Ritmo y vuelta en Piedra de sol‖. Revista de la Universidad de México. 557 (1997) 20-
23.
5
A manera de justificación del tema, es preciso referir lo que todo lector de Paz, y
de este poema específicamente, percibe a simple vista, pues el mismo Paz ha ensayado al
respecto: la preponderancia del ciclo, la regularidad, la unidad y la vuelta. Estas
asociaciones significativas redundan, desde mi perspectiva, en la configuración retórica
del ritmo. Sea métrico, semántico, estructural, topical, el ritmo aquí propuesto representa
un eje de sentido que cohesiona partes, opone figuras y sugiere recurrencias que pueblan
buena parte de su obra poética. Desde un punto de vista intelectual, el ritmo funciona
como el artilugio mental para aprehender, interpretar el mundo; desde la perspectiva
religiosa, el ritmo encuentra, a través de la intuición, un vehículo de plasmación de
instintos vinculados a la ―esencia humana‖.
En cuanto a la extrapolación del poema hacia toda la poética paziana, cabe decir
que he pensado en Piedra de sol como la síntesis de sus principales registros temáticos: la
temática social de la Guerra Civil Española que Paz vivió muy de cerca, los elementos
idílicos de su poesía amorosa y, sobre todo, la problemática sobre el tiempo. Es, pues, la
conjunción plena de su voz autoral que, a propósito del ritmo, intenta llamar la atención,
no sólo de la circularidad, sino de la ruta del círculo, es decir, el proceso mismo en que
los ciclos se conflictúan o alternan, tópico explicitado por el mismo Paz en la nota de la
primera edición al poema. La nota me permite interpretar que, a partir de la estructura
métrica y estrófica, el yo lírico gira sobre ciertas constantes, a la vez que va
transformando su ethos bajo una lógica binaria y zigzagueante (mito/historia,
analogía/ironía, atemporalidad/ historicidad). El número de versos de Piedra de sol se
sitúa también bajo la implicación del ritmo, toda vez que el calendario que le da nombre
se asocia, sin lugar a dudas, a la medición u ordenación del tiempo.
6
Lo anterior conlleva a la definición de ritmo como la regularidad semántica y
temática que, en el texto, se constituyen asimismo una visión de mundo articulada o
cifrada en el ciclo. De manera puntual, el planteamiento de mi trabajo es, pues, que las
recurrencias connotan ciertas configuraciones rítmicas, especialmente al considerar la
estructura total desplegada a través de los grupos de estrofas.
Metodológica y teóricamente, se encuentra el problema que subyace en la
conceptualización del ritmo desde un punto de vista más bien integral, diferenciándose
del enfoque tradicional, el cual consiste en la descripción técnica de los pies métricos2.
De ahí que haya sido necesario acudir a teóricos de corrientes críticas tan aparentemente
dispares como Samuel Gili Gaya, Osip Brik y Yuri Lotman, a fin de construir mi objeto
de estudio. La propuesta de este trabajo es extender el concepto hacia una noción de
ritmo propiamente semántica, es decir, en la recurrencia de cierto tipo de temas, si bien
algunas veces motivado por los aspectos sintácticos y fonológicos.
Así pues, mi análisis no es lo que se dice un análisis exclusivamente formal, sino
semántico, que busca dar cuenta de la estructura textual y estrófica que vehicula el
sentido y, así, proponer una lectura a partir del ritmo en Piedra de sol como un elemento
constitutivo para la interpretación del poema. Los objetivos concretos son: a) establecer
una base de ideas sobre la estética literaria de Paz; b) construir un concepto de ritmo; c)
analizar y pensar Piedra de sol a la luz de tal noción, revisando textualmente el poema,
en aras de articular funciones significativas en los tonos y matices a lo largo del discurso
poético.
2 Para un acercamiento desde esa perspectiva, véase ―Núñez, Manuel. Octavio Paz: la
construcción de una retórica‖. Cuadernos de poética 1 (1983): 5-11.
7
El capítulo uno es una breve revisión bibliográfica de aquellas lecturas que se
refieren a aspectos pertinentes del poema, pero, sobre todo, en lo que respecta al tema del
tiempo. La lectura prehispánica es, desde el título mismo del poema, ineludible: el
calendario azteca perfila, sí, una directriz en la que se dilucida una recuperación
simbólica, de naturaleza estética, de una concepción de mundo. En este marco, Piedra de
sol puede insertarse como un legado estilizado del bagaje y la aportación cultural y de
conocimiento de las civilizaciones precolombinas al orden occidental y moderno. Sin
embargo, a la luz de los códigos explícitos por el propio poema –en tanto que texto
nacido y formado también por la herencia artística europea— es que se permite observar,
en una lectura más amplia, cómo convergen alternadamente universalidad y localidad,
mito e historia. Las lecturas religiosas y filosóficas están consignadas en ese capítulo para
avizorar una argumentación de la perspectiva aquí propuesta.
En el segundo capítulo se busca plantear la poética de Octavio Paz en un marco
amplio de constantes que trazan una imagen general. A partir del análisis y comentario de
poemas distantes en cuanto al periodo de escritura –―Elegía a un joven muerto en el
frente‖ (1937), ―Entre irse y quedarse‖ (1957), ―Augurios‖ (1961), ―Primer día‖ (1944),
―Hermandad‖ (1987), ―Himno entre ruinas‖ (1957)—, se procura ir perfilando un tipo de
análisis que arroje elementos para situar una perspectiva más o menos clara del tema
específico del ritmo y su función significativa. La intención no es referir toda la poética
paziana (labor que implicaría en sí misma otro trabajo de tesis), sino tratar los
mencionados poemas, que presentan, de alguna forma, asuntos a tratar en Piedra de sol.
La parte medular del trabajo se halla en el tercer capítulo, en el cual, después de
una serie de apuntes sobre los acercamientos teóricos del aspecto del ritmo (Samuel Gili
8
Gaya, García Berrio, Osip Brik, Yuri Lotman), se aborda la problemática concreta en el
poema y se procede a revisar linealmente los pasajes que conforman las estancias del
texto. Podría resultar paradójico un análisis lineal de un poema cuya característica básica
es la circularidad. Esta forma es, no obstante, una estrategia factible para asir y abordar la
complejidad supuesta por la visión rítmica que el mismo poema tematiza como parte de
su desarrollo y, según mi punto de vista, como una clave de lectura.
A partir de una extrapolación del concepto de grupos fónicos acuñado por Samuel
Gili Gaya, las estancias –grupos estróficos en mi conceptualización— representan el
orden dispuesto en el que se proponen observar los diferentes registros y motivos que
redundarán en una configuración rítmica (atemporalidad/historicidad,
historicidad/atemporalidad), toda vez que se observa, en esa dualidad temática y
estructural, una cierta recurrencia con fuertes connotaciones de, más que a un mero
artilugio retórico, toda una visión de mundo.
1. Lecturas de Piedra de sol
1.1. El título y el epígrafe
9
Piedra de sol fue publicado por primera vez en la colección Tezontle del Fondo
de Cultura Económica en septiembre de 1957. En tal edición, Paz incluyó una nota
explicativa. Un año después, y ya sin la nota, el poema figura en La estación violenta
(título proveniente de un verso de Apollinaire), un poemario compuesto por ochos
poemas más: ―Himno entre ruinas‖, ―Máscaras del alba‖, ―Fuente‖, ―Repaso nocturno‖,
―Mutra‖, ―¿No hay salida?‖, ―El río‖ y ―El cántaro roto‖.
En la amplia antología Libertad bajo palabra (1968), la nota se encuentra también
ausente. No es sino hasta la colección Poemas (1935-1975), que el mismo Paz la retoma a
manera de comentario. De ahí que sólo cierta crítica especializada haya intentado
revisarla y trazar –a partir de aquella edición que, en términos de José Emilio Pacheco,
constituye hoy una ―rareza bibliográfica‖ (135)— una directriz significativa de análisis e
interpretación. No sólo por el contenido y datos manifiestos que la nota arroja, sino por la
conciencia autoral que busca orientar de forma anticipada su texto, la función de la nota
como elemento paraliterario adquiere dimensiones críticas, sobre todo por la consabida
actitud analítica de Octavio Paz frente a su propia obra.
Asimismo, el epígrafe (extraído del soneto ―Artémis‖ que aparece en Les
chiméres de Gérard de Nerval) y el título homónimo del calendario azteca, constituyen
también una veta importante en la labor de conceptualización general del poema. En este
sentido, Gérard de Nèrval significa el influjo romántico y esotérico del poema, así como
el calendario azteca, la recuperación o interpretación de la antigua cosmovisión
preshispánica. Transfigurados por la estética reflexiva de una voz universal debatida entre
el mito y la historia, la imaginería y la referencialidad, estos dos elementos conforman,
10
armónica y dialécticamente, una visión unitaria cuyas partes son ya difíciles de
desmembrar.
El producto textual es un complejo monumento, un cuerpo de metáforas
recurrentes que responden tanto a una perspectiva contemplativa como intelectual. Así, es
todo un lugar común afirmar que en Piedra de sol subyace un substrato a un tiempo
religioso y filosófico. La búsqueda de la trascendencia y la indagación intelectual se
alegoriza a partir de una serie de símbolos perfilados desde el título, el epígrafe y, amén
de su tono enciclopédico, la nota explicativa.
De entrada, el título plantea una cierta prefiguración obvia: estamos ante un
calendario, el cuauhxicalli, que en náhuatl significa ―vasija del águila‖, o piedra de
sacrificio (Santí 334). Mas es éste un calendario en el más amplio sentido de la palabra el
cual
no sólo atañe a un objeto sagrado, a un ícono antropológico y cultural de
una civilización desaparecida, la azteca (…) sino también a un calendario
genérico, o sea, a una forma de grafía, de marcación temporal, de
organización del transcurso del tiempo individual y colectivo. (Costa 85)
Esta forma de entender el título se subsume al enfoque dualista tan caro en
Octavio Paz. El tiempo individual y colectivo, lo concreto y lo abstracto, se funden; el
calendario azteca, en tanto que modelo primario, simboliza y alude a un concepto
arquetípico del tiempo y la historia en el que lo lineal y cronológico se ha subvertido. La
regularidad y repetición, ideas asociadas inherentemente a un calendario, actúan en el
poema como una especie de figuración rítmica secundada y semantizada a lo largo de las
diferentes estancias:
11
A través de la utilización del calendario como referencia formal, el poema
se vuelve un continuum mántrico, a imagen y semejanza de un mandala
que es acompañado de sus mantras. (Costa 90)
Proveniente del bagaje religioso oriental (léase, budismo), en esta analogía se
halla la circularidad estructural y su función como vehículo significativo de una visión de
mundo ancestral y sagrada que logra resemantizarse a través de la palabra a un tiempo
rigurosa y ágil de los 584 endecasílabos que componen el poema. Y en esa
resemantización del núcleo cosmológico basada en la ordenación azteca, el verso como
tal adquiere un valor formal: su actuación resulta de una serie de procesos retóricos, sí,
pero, a su vez, trascendentales y cósmicos, ya que, dado su orden estrófico, su tono y
carácter de letanía, el poema parece en ciertos momentos reunir las cualidades esenciales
de una oración que invoca y enumera atributos de una figura femenina:
escritura de fuego sobre el jade, (vv. 124-141)
grieta en la roca, reina de serpientes,
columna de vapor, fuente en la peña,
circo lunar, peñasco de las águilas,
grano de anís, espina diminuta
y mortal que da penas inmortales,
pastora de los valles submarinos
y guardiana del valle de los muertos,
liana que cuelga del cantil del vértigo,
enredadera, planta venenosa,
flor de resurrección, uva de vida,
12
señora de la flauta y del relámpago,
terraza del jazmín, sal en la herida,
ramo de rosas para el fusilado,
nieve en agosto, luna del patíbulo,
escritura del mar sobre el basalto,
escritura del viento en el desierto,
testamento del sol, granada, espiga,3
El tú, objeto de estas invocaciones, es descrito no sólo a partir de la
nominalización, sino a partir del patrón rítmico marcado por las anáforas presentes en
―escritura‖. A nivel de verso, es notable el hemistiquio en la cuarta, quinta o sexta sílaba,
aglutinándose en éstos un espacio que simula, a su modo, una forma de respiración vital,
de manera que
… esta ―mantrificación‖ en el alma del poeta, al mismo tiempo que
obnubila los contenidos del poema, les presta un significado mayor: el de
ser un conjunto de sonidos casi asignificantes, como una oración que
transforma el hombre que la recita o lee y, así, la reescribe, más y más
inserto en un timing recurrente. Un ritual verbal interno a los significados,
de iniciación a una dimensión tanto poética como religiosa. (Costa 90)
Así pues, tenemos que estas dos perspectivas se funden en la representación del
calendario. Estamos, asimismo, ante un calendario estrófico y cohesionado por los
periodos alternados de referencialización e imaginería –de alusión histórica y
configuración mítica—, en los cuales el aspecto acústico-fonológico del verso, aspira a
3 Todas las citas de Piedra de sol pertenecen a la primera edición: Paz, Octavio. Piedra de sol.
Mexico D.F.: FCE, 1957.
13
dirigirse a un sentido más amplio en el orden de la significación: el poeta se ve envuelto
en un universo regido y tensionado por el ritmo semántico del cosmos. Envuelto en una
dinámica analógica, el yo lírico se configura a partir de la lógica relacional establecida
con el lenguaje como el elemento material y metafísico.
El título piedra de sol responde, como si fuese un ejercicio de reducción mínima
o sintética, a la summa poética paziana, toda vez que ―el poema se refiere, (…) a dos de
las ‗familias‘ poéticas más importantes en el universo de Paz: piedra y sol.‖ (Costa 85)
La primera, referida al elemento que, en estado bruto y condición de monolito, concentra
la memoria primigenia de la divinidad. La segunda, por su parte, atiende a una extensa
concepción solar bajo la noción del orden, lo masculino, la reflexión. Es notable, sin
embargo, el carácter preponderante de la visión venusina. Aún más, la contradicción o
intercalación de estas dos perspectivas parecen ser uno de los ejes principales en la
totalidad del poema:
La elección de un calendario religioso-mítico "alternativo" (el venusino),
en sí misma implica valorizar un rasgo independiente de la racionalidad,
que asociamos al calendario solar y cristiano... e implica, igualmente,
entrecomillar esta pretensa racionalidad logo y cristianocéntrica. Empero
quizá antes que una postura de detracción, este entrecomillado significa
hacer convivir dos principios de medida temporal: el de la civilización en
el marco del cual se da la escritura del poema, y otro tiempo, el tiempo
alternativo, todo esto en un contexto de convivencia no beligerante entre
ambos tiempos, el de la medida solar y el de la medida venusina. (Costa
89)
14
Si la relación entre la ―medida solar‖ y ―venusina‖ es, para Horácio Costa, de
relativa confluencia, en la equiparación de racionalidad con cronología y circularidad con
mito, sin embargo, resulta ineludible la crítica explícita de aquélla:
que exprime la sustancia de la vida, (vv. 391-394)
cambia la eternidad en horas huecas,
los minutos en cárceles, el tiempo
en monedas de cobre y mierda abstracta;
De una forma críptica, el título se enlaza a algunos de los problemas centrales en
el poema, trascendiendo la mera representación historicista o culturalista atribuible al
monolito mencionado.
Por su parte, el cuarteto que funge de epígrafe contribuye a la conformación de un
microcosmos o red de metáforas propiciatorias de una visión cíclica del universo. La
apuesta del epígrafe se orienta al aspecto temporal cristalizado en ―momento‖,
―première‖ y ―dernière‖. El instante paziano es, por su parte, el intersticio del tiempo. La
aspiración de Nerval se observa en la transfiguración de la cronología al mito. A su vez,
la interpelación a la segunda persona del singular (―tu‖, ―toi‖) anticipa de una forma
paralela el tú, símbolo de la otredad complementaria presente en el poema de Paz.
El verso ―la treizième revient… c‘est encor la premiére‖ se refiere acaso a la
decimotercera carta del Tarot, el Arcano de la Muerte, no física, sino la del antiguo ser
(Pacheco 136). Esta perspectiva, digamos, ocultista del cuarteto de Nèrval auspicia una
lectura extrapolable a Piedra de sol, de tal manera que en éste el yo poético modele una
experiencia de muerte y renovación constantes. La vuelta al origen traza, así, una estela
15
de imágenes que evidencian un proceso, si bien hermético en cuanto a su núcleo
filosófico y esotérico, diáfano en cuanto a su resolución poética:
todo se transfigura y es sagrado, (vv. 334-340)
es el centro del mundo cada cuarto,
es la primera noche, el primer día,
el mundo nace cuando dos se besan,
gota de luz entrañas transparentes,
el cuarto como un fruto se entreabre
o estalla como un astro taciturno
Esta cristalización del tiempo histórico y lineal, supone la idea de una nítida
confluencia: la reconciliación del mundo y sus figuraciones simbólicas –el amor, la
pareja. La treceava-primera vuelta expresada por Nerval sienta una base metafórica, a la
cual Octavio Paz incorpora su estetización propia, consistente en una búsqueda tanto
sensorial como mental del instante que logre asir la totalidad del universo.
1.2. La nota
Respecto a la nota explicativa de la primera edición, quizá cabe afirmar que tal
―explicación‖ es, a su modo, una forma de revestir de substrato cosmogónico y
mitológico al poema. Es conveniente citar la nota completa:
En la portada de este libro aparece la cifra 585 escrita con el sistema maya
de numeración; asimismo, los signos mexicanos correspondientes al Día 4
Olín (Movimiento) y al Día 4 Ehécatl (Viento) figuran al principio y fin
del poema. Quizá no sea inútil señalar que este poema está compuesto por
16
584 endecasílabos (los seis últimos no se cuentan porque son idénticos a
los seis primeros; en realidad, con ellos no termina sino vuelve a empezar
el poema). Este número de versos es igual al de la revolución sinódica del
planeta Venus [ ♀ ], que es de 584 días. Los antiguos mexicanos llevaban
la cuenta del ciclo venusino (y de los planetas visibles a simple vista) a
partir del Día 4 Olín; el Día 4 Ehécalt señalaba, 584 días después, la
conjunción de Venus y el Sol y, en consecuencia, el fin de un ciclo y el
principio de otro. El lector interesado puede encontrar más completa (y
mejor) información sobre este asunto en los estudios que ha dedicado al
tema el licenciado Raúl Noriega, a quien debo estos datos.
El planeta Venus aparece dos veces al día, como Estrella de la
Mañana (Phosphorus) y como Estrella de la Tarde (Hesperus). Esta
dualidad (Lucifer y Vesper) no ha dejado de impresionar a los hombres de
todas las civilizaciones, que han visto en un símbolo, una cifra o una
encarnación de la ambigüedad esencial del universo. Así, Ehécalt,
divinidad del viento, era una de las encarnaciones del Quetzalcóatl, la
serpiente emplumada, que concentra las dos vertientes de la vida.
Asociado a la Luna, a la humedad, al agua, a la vegetación naciente, a la
muerte y resurrección de la naturaleza, para los antiguos mediterráneos el
planeta Venus era un nudo de imágenes y fuerzas ambivalentes: Istar, la
Dama del sol, la Piedra Cónica, la Piedra sin Labrar (que recuerda al
―pedazo de madera sin pulir‖ del taoísmo‖), Afrodita, la cuádruple Venus
de Cicerón, la doble diosa de Pausanias, etc.
17
La prolijidad, el afán casi enciclopédico por referir las fuentes, las alusiones, el
horizonte literario y cultural de las principales directrices del poema, revelan, por una
parte, la tendencia de Paz por ―explicarse a sí mismo‖, es decir, glosar su propia obra; por
otra, en cuanto a los alcances del poema, la intención por extender sus horizontes al grado
de universalizar el contenido de un poema que parecería, por su título, circunscribirse a
un enfoque culturalista del México antiguo. (Si en la primera parte de la nota refiere el
horizonte inmediato de su país, en el último párrafo aspira a señalar los símbolos
equivalentes en otras tradiciones.) Con esto, el poeta intenta filiar explícitamente su texto
a una lectura en un sentido, al grado que se atribuye a su exclusión una función
interpretativa:
La nota que puso el poeta a la primera edición de ―Piedra‖ (1957) da una
orientación totalmente diferente al poema. Sin embargo, dicha nota, breve
pero reveladora, se omitió en la colección definitiva Libertad bajo
palabra, y cabe preguntarse la razón de esta omisión. ¿Creería Paz que
revelaba demasiado? ¿Tendería la nota a deformar la reacción del público
lector ante una obra tan importante? (Fein 76)
Más allá de una supuesta revelación en demasía que clausure las potenciales
expectativas en el ámbito de la interpretación, para John M. Fein esa ―orientación
totalmente diferente‖ consiste en un acercamiento analítico-crítico a través del cual asocia
la cita de Nerval a la primera parte del poema (hasta el verso ―Madrid, 1937‖) y la nota a
la segunda –cuando éste reinicia. El enfoque hermético encuentra en ―la treceava vuelta‖
la noción lunar, la cual, a la par que 1 acatl –el año del Este, conforme al calendario
azteca— posibilita la actuación verbal de un ―fluir acompasado y atemporal‖ (Fein 82),
18
produciendo una atmósfera de ritmo armónico que simula el principio del mundo, el
renacimiento, la resurrección:
un caminar tranquilo (vv. 6-22)
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo,
un caminar entre las espesuras
de los días futuros y el aciago
fulgor de la desdicha como un ave
petrificando el bosque con su canto
y las felicidades inminentes
entre las ramas que se desvanecen,
horas de luz que pican ya los pájaros,
presagios que se escapan de la mano,
Y en lo que nos dice una lectura básica, que ha dicho la crítica literaria –aunque
siguiendo un poco más en específico a Fein—, la atmósfera, el tono, la visión general del
poema cambia disruptivamente en:
19
Madrid, 1937, (vv. 293-299)
en la plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes esculpidas
y el huracán de los motores, fijo:
Es a la luz de esta concreción verbal planteada a manera de premisa poética que
John Fein vincula el contenido de la nota (―la ambigüedad esencial del universo‖, diría
Paz en su nota al poema) a toda la segunda parte, pues es a partir de ésta que el yo
poético establece, en términos menos oblicuos y más explícitos, un encuentro con la
temporalidad, la variación y el accidente. Esta irrupción ―poco musical en el ritmo
circular‖ (78) responde, sin duda, al otro polo de la dimensión estética y filosófica
paziana: la intromisión casi insospechada del tiempo lineal e histórico. Frente al aura casi
arcádica del inicio, el poema se torna más bien focalizado en imágenes y signos de cariz
social, a veces violentos e intrigantes. Y estos signos, digamos historicistas y concretos,
no nacen, sin embargo, de una arbitraria retórica estructurante y rígida. En unos versos
anteriores los citados, aún la primera parte, se avizora un cúmulo de asociaciones
verbales, nombres e imágenes que sugieren ya un tenor más concreto:
–esta noche me basta, y es este instante (vv. 258-282)
que no acaba de abrirse y revelarme
dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
cómo me llamo yo:
20
¿hacía planes
para el verano –y todos los veranos—
en Christopher Street, hace diez años,
con Filis que tenía dos hoyuelos
donde bebían luz los gorriones?,
¿por la Reforma Carmen me decía
―no pesa el aire, aquí siempre es octubre‖,
o se lo dijo a otro que he perdido
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
¿caminé por la noche de Oaxaca,
inmensa y verdinegra como un árbol,
hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto –siempre un cuarto—
no me reconocieron los espejos?,
¿desde el hotel Vernet vimos al alba
bailar con los castaños –―ya es muy tarde‖
decías al peinarte y yo veía
manchas en la pared, sin decir nada?,
¿subimos juntos a la torre, vimos
caer la tarde desde el arrecife?
¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
gardenias en Perote?,
21
La utilización de los guiones simula una pausa paradójicamente cronológica, un
espacio construido por la duda y el cuestionamiento, por donde logra colarse una
irrupción verbal acaso prosaica. El tiempo histórico actúa, así, como huella de un
lenguaje atropellado que contrasta con la parsimonia fluida de las primeras estancias. Una
vez dada la gran ruptura en ―Madrid, 1937‖, los polos inherentes compuestos por
temporalidad y atemporalidad habrán de alternarse:
perdemos nuestros nombres y flotamos (vv. 431-444)
a la deriva entre el azul y el verde,
tiempo total donde no pasa nada
sino su propio transcurrir dichoso,
no pasa nada, callas, parpadeas
(silencio, cruzó un ángel este instante
grande como la vida de cien soles),
¿no pasa nada, sólo un parpadeo?
–y el festín, el destierro, el primer crimen,
la quijada de asno, el ruido opaco
y la mirada incrédula del muerto
al caer en el llano ceniciento,
Agamenón y su mugido inmenso
y el repetido grito de Casandra
Frente al ―tiempo total‖ en el que ―no pasa nada‖ (433) y la identidad se pierde, se
suscita el suceso particular y circunstancial. La pareja arquetípica (yo y tú) adquiere sus
22
respectivos nombres con todo lo que puede implicar la suerte mundana: ―Déjame ser tu
puta‖ son palabras / de Eloísa, mas él cedió a las leyes, / la tomó por Esposa y como
premio/ lo castraron después;‖ Esto nos lleva a pensar Piedra de sol como un todo
integrado, fluctuante entre la diversidad a la unidad, lo abstracto y lo concreto (y
viceversa) y que, con base en su estructura circular, sugiere que el texto de Paz se puede
leer enteramente también ―como un instante, o instantes, que el Yo que habla ha logrado
rescatar, salvar, de una suspensión de la conciencia durante siglos‖ (Borello 421). Un
círculo, como es obvio, carece de principio o fin. Bajo esta lógica, el poema permite, al
menos parcialmente, una lectura que aspira a sintetizar la totalidad –a tono con la
perspectiva no lineal o cronológica— desde cualquier parte del texto.
No obstante, resulta insoslayable observar el trayecto o ―recorrido‖ que el yo
poético emprende en su busca, de tal forma que la apuesta del texto no es por un
esteticismo inmóvil, sino por una poética de la dialéctica continua –la alternancia entre lo
abstracto-arquetípico y lo concreto-particular— han de suscitar un complejo y amplio
tempo que ―no se logra mediante palabras que sugieren ideas o conceptos relativos al
tiempo, sino por el modelo, y especialmente por la repetición, de la experiencia del
poeta‖. (Fein 81) A la luz de tal afirmación, la estela, el recorrido marcado por el yo
poético es, amén de una visión arquetípica y cíclica del hombre, una tentativa por
cristalizar un contorno o emblema del devenir a partir de la figura geométrica –y
metafórica, desde luego— del círculo. La repetición de espacios mentales asociados a los
procesos naturales de, sobre todo, el agua y el viento (―un sauce de cristal, un chopo de
agua, / un alto surtidor que el viento arquea‖) trazan una estela significativa en el orden
de lo retórico que tiene que ver con el ritmo como patrón organizador y de cosmovisión
23
general. La repetición y el modelo conllevan, pues, a una noción abstracta de ritmo. Esa
estela es, a su modo, el ritmo vislumbrado en Piedra de sol. Asimismo, la idea del
calendario tácitamente auspicia una concepción rítmica o cíclica desde el substrato
religioso y cosmogónico azteca que le precede como andamiaje antropológico, aunque
sin limitarse a éste.
1.3. Lectura religiosa
La veta religiosa del poema no sólo parece estar vinculada a la tradición náhuatl,
sino a un horizonte intertextual y cultural más amplio. Acaso un poco abusiva y forzada
en cuanto a su interpretación –mas no descartable a priori en tanto que ejercicio
comparativo—, cierta lectura establece que Piedra de sol
pertenece a una muy antigua y prestigiosa especie hoy casi olvidada: el
poema visionario. (…) El texto de Paz reelabora –con materiales
contemporáneos y de modo peculiar y único— el género de las visiones
medievales, cuyo antecedente más conocido está en el Somnum Scipionis
de Cicerón, continuado en poemas tan célebres como el Roman de la Rose,
la Commedia de Dante y una vasta familia teológica-poética. (Borello 421)
Aduciendo estos referentes latinos de cuño clásico, el nexo con Piedra de sol
parecería entenderse con cierto eje o mismo motivo temático: la visión o revelación. En
esta ―vasta familia teológica-poética‖, el texto de Paz se inscribe como heredero moderno
de una tradición antiquísima en el que se equipara la búsqueda del yo y la totalidad a la
Teofanía del místico (o iniciado) y Dios. Acorde con este enfoque, la voz universalista de
Piedra de sol guarda con Mahoma, Moisés, Saulo de Tarso (o en el espectro propiamente
24
literario e hispánico, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús) una función análoga.
En el caso paziano, tal ascendencia se ha convertido en un sui generis panteísmo erótico
que acude a imágenes tanto telúricas como celestes para connotar una visión trascendente
y, por ende, espiritual:
una presencia como un canto súbito, (vv. 24-34)
como el viento cantando en el incendio,
una mirada que sostiene en vilo
al mundo con sus mares y sus montes,
cuerpo de luz filtrado por un ágata,
piernas de luz, vientre de luz, bahías,
roca solar, cuerpo color de nube,
color de día rápido que salta,
la hora centellea y tiene cuerpo,
el mundo ya es visible por tu cuerpo
es transparente por tu transparencia,
Esta red de metáforas en torno al mundo y la mujer –símbolo de la otredad
inherente del hombre y extrapolable al cosmos— se orienta a sublimar la relación de la
―esencia humana‖ con su entorno material para connotar cierta visión vagamente
religiosa, pues apela a un sentido continuo de búsqueda de revelación o renovación,
asumida a partir de la figura femenina –la diosa Venus, ―Melusina, Laura, Isabel,
Perséfona, María‖:
sigo mi desvarío, cuartos, calles, (vv. 417-432)
camino a tientas por los corredores
25
del tiempo y subo y bajo sus peldaños
y sus paredes palpo y no me muevo,
vuelvo dónde empecé, busco tu rostro,
camino por las calles de mí mismo
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
caminas como un árbol, como un río
caminas y me hablas como un río,
creces como una espiga entre mis manos,
vuelas como mil pájaros, tu risa
me ha cubierto de espumas, tu cabeza
es un astro pequeño entre mis manos,
el mundo reverdece si sonríes
comiendo una naranja,
Es, pues, esa figura femenina portadora, en parte, de la sustancia divina de la
naturaleza. O viceversa, la naturaleza se presenta como ―una presencia femenina que da
origen a todo, diosa madre que da origen al mundo y lo sostiene y lo alimenta‖ (Borillo
423). La vena espiritual y religiosa precedente ya se ha mencionado, pero, en términos
más específicos, a partir del referente del Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz,
cabe traer a colación, aunque de forma somera, el viaje intelectual del sueño en la monja
novohispana y el ―itineario de Piedra de sol‖ (Gimferrer 37). Si en el Sueño la búsqueda
barroca y hermética del conocimiento resulta en una empresa interrumpida –prefigurando
así cierto escepticismo epistemológico moderno, aunque sobre todo reincide
escolásticamente en la figura inasible de la Deidad—, en el texto de Paz la búsqueda
26
intelectual (y sensorial) se torna más bien contemplativa y la imagen de un Dios absoluto
queda relegada a una de tantas figuraciones del instante revelador de la vivacidad, único
resquicio alternativo a la deshumanizante alienación del tiempo lineal:
mejor la castidad, flor invisible (vv. 404-416)
que se mece en los tallos del silencio,
el difícil diamante de los santos
que filtra los deseos, sacia el tiempo,
nupcias de la quietud y el movimiento,
canta la soledad en su corola,
pétalo de cristal en cada hora,
el mundo se despoja de sus máscaras
y en su centro, vibrante transparencia,
lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,
se contempla en la nada, el ser sin rostro
emerge de sí mismo, sol de soles,
plenitud de presencias y de nombres;
Así, esta lectura ―visionaria‖ del poema aspira a filiar el carácter metafísico de
éste a las constantes espirituales de la literatura sacra, occidental, europeas, paralela y en
mutua convivencia con la antropológica prehispánica.
1.4. Lectura filosófica
Sin embargo, dada su obvia función estética, el texto de Paz se alimenta de
configuraciones artísticas, una de las cuales se relaciona con el surrealismo en su
dimensión filosófica: la confluencia y subversión de los opuestos. El onirismo, el traslape
27
de tiempos y la pérdida de la identidad individual en Piedra de sol se subsumen al
tratamiento de la historia personal y universal en una dialéctica continua de preguntas
que ha ocupado a los hombres y mujeres a lo largo de diferentes tradiciones y
cosmovisiones:
miradas enterradas en un pozo, (vv. 248-257)
miradas que nos ven desde el principio,
mirada niña de la madre vieja
que ve en el padre grande un padre joven,
mirada madre de la niña sola
que ve en el padre grande un hijo niño,
mirada que nos miran desde el fondo
de la vida y son trampas de la muerte
–¿o es al revés: caer en esos ojos
es volver a la vida verdadera?,
Situadas en una segunda parte más bien abierta, socializante y pública en donde el
poeta se abre al mundo referencial y concreto, estas preguntas poseen un tono aglutinador
que ha de implicar, en tanto que cuestionamiento retórico, la inserción de un tiempo y
modo cada vez más en oposición a la arcadia mítico-poética supuesta en el mito
propiamente dicho:
–no pasa nada, sólo un parpadeo (vv. 500-515)
del sol, un movimiento apenas, nada,
no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,
los muertos están fijos en su muerte
28
y no pueden morirse de otra muerte,
intocables, clavados en su gesto,
desde su soledad, desde su muerte
sin remedio nos miran sin mirarnos,
su muerte ya es la estatua de su vida,
un siempre estar ya nada para siempre,
cada minuto es nada para siempre,
un rey fantasma rige sus latidos
y tu gesto final, tu dura máscara
labra sobre tu rostro cambiante:
el monumento somos de una vida
ajena y no vivida, apenas nuestra.
En sus imágenes concretas, lejanas a la plasticidad artificiosa, esta parte del
poema aduce una cierta noción significativa del tiempo en la que accedemos no ―a una
representación abstracta o esencia que intuitivamente se capta por la duración
bergsoniana, sino algo vivido siempre en un presente‖ (Ortega 440). Es decir, un presente
auspiciado por el devenir asible. Y a la luz de la cita anterior, el presente paziano se
suscita aquí después de haber capitalizado sus esfuerzos retóricos en plasmar símbolos
arquetípicos y atemporales. En ―los muertos están fijos en su muerte / y no pueden
morirse de otra muerte‖ observamos la contingencia de lo lineal e irrepetible y, por ende,
fatal y contingente. El uso de guiones –que en la primera parte apuntalaba ya muestras de
signos e imágenes historicistas o de quicio de la concreción— plantea ahora en términos
explícitos una visión menos hermética de la historia y las relaciones sociales como una
29
suerte común de sencillez, trasfigurando la imaginería paradisíaca en un relativo sentido
de comunidad. Así, de esta forma episódica, la voz poética se pluraliza: la identidad
individual no se pierde ya más en una fusión entre el tú y yo erotizados, sino en una
genérica concepción del ser humano en cuya resolución literaria se revela una poética de
la hermandad:
–la vida, ¿cuándo fue de veras nuestra?, (vv. 516-536)
¿cuándo somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, todos somos
la vida no es de nadie, todos somos
la vida –pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos—,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser de otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
la vida es otra, siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
30
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh muerte, pan de todos,
La apertura del uno, el yo idealizado y atemporal, en busca del otro, revela un
movimiento hacia el exterior que responde a un concepto de la historia, digamos, valga la
repetición, más ―histórica‖, es decir, circunstancial, cambiante, fluida, que abandona ya
el círculo ensimismado como símbolo. No estamos, sin embargo, ante un mero
colectivismo. Antes que la anulación del yo, es la integración intrahistórica de éste en un
sentido solidario y unificador, sin reducir la complejidad histórica-poética a un asunto de
historicismo abstracto e impersonal. Esta variación es, además, un tono diferente en el
que el poema reformula no sólo la identidad del sujeto que la encabeza, sino que llama la
atención sobre su estructura y su impulso retórico: se aleja de la imagen para articular
una sentencia más bien directa, antes de cerrar ese ciclo con la invocación: ―hambre de
ser, oh muerte, pan de todos,‖. Esta variación casi al final del poema muestra, además, la
relativa modificación de materiales y asuntos con los cuales el texto construye y modela
su microcosmos. El recorrido no es, pues, monocromático o monológico, a pesar de su
circularidad inherente tanto estructural como en lo semántico. Se dice, así, que
Piedra de sol es un poema lineal que fluye constantemente a través de una
serie de síntesis o momentos de plenitud, experiencias temporales que se
resuelven en ―instantes poéticos‖, perpetuamente renovados. (Ortega 437)
Los ―instantes poéticos‖ habrán de entenderse quizá como los ciclos en donde se
concentra la fuerza retórica de las imágenes y el tiempo, tema básico del poema, se
cristaliza y fluye a la vez, de tal manera que el yo participe de esa transformación. Con
31
base en lo que José Ortega plantea, la estructura circular –que tan cara ha resultado para
cierto sector de la crítica— se ve mediada por la ―lógica lineal‖ de un texto que va
fluyendo y renovándose. Al respecto, Pere Gimferrer reconoce en ese proceso de
cristalización y fluidez un balance:
Su desarrollo ulterior mostrará una estructura a la vez rigurosa en cierto
sentido y, en otro, movediza y cambiante en grado máximo, puesto que,
por una parte, es perfectamente posible, e incluso necesario, reconstruir el
hilo conductor central de la exposición del pensamiento en que se sustenta,
y, por otra, tal exposición, en virtud de su misma naturaleza, está basada
en constantes saltos hacia delante y hacia atrás, fintas, zigzagueos,
esfuminados, que más que borrar, mezclan, superponen o identifican
imágenes. (39)
Estamos, pues, ante un texto cuya complejidad, figurativa y estructural parece
socavar todo intento de conceptualización filosófica en un sentido unívoco, es decir,
como modelo de una sola versión del tiempo.
1.5. Ritmo y tiempo
Así, por una parte, se puede decir que Piedra de sol es, por su honda reflexión, no sólo un
poema de carácter filosófico, sino un texto cuya temática sobre la temporalidad está
íntimamente relacionada con un filón tanto religioso como antropológico. Por otra parte,
el problema de conceptualización analítica y crítica de la estructura, no se resuelve en el
señalamiento de que Piedra de sol se inscribe en la mera circularidad auspiciada por la
cosmovisión del calendario azteca, aunque, sin duda, el influjo cíclico es evidente.
32
A la luz de lo aquí expuesto, el poema parecería presentar: a) la idea del
recomienzo a partir de los versos finales idénticos de los iniciales; b) la posibilidad de
leerlo desde cualquier parte; c) la tentativa de observar de forma lineal esos ―instantes
poéticos‖ que sintetizan su microcosmos.
Después de revisar el título, epígrafe, la nota y estas dos lecturas, es importante
notar qué subyace como fondo o marco retórico y semántico a lo largo de todo el poema.
En primera instancia, tenemos que las implicaciones religiosas, filosóficas –y eróticas
(Carpenter 493)— del círculo, el recorrido o las estancias autosuficientes del yo, aspiran
a constituirse, arquetípica o históricamente, como la resolución poética ―vivida‖ a partir
de distintas configuraciones o niveles del tiempo, a saber: ―tiempo normal o de uso
corriente, tiempo medido por la experiencia del poeta, y ausencia de tiempo como
característica de la eternidad‖ (Fein 79). Es particularmente significativo el segundo,
pues en él se ve representado el eje básico revelador la visión diáfana del ethos lírico, a la
par que la conciencia organizadora del texto que modula los ciclos, los tonos, las fases
del poema:
busco sin encontrar, escribo a solas, (vv. 91-101)
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo en el instante, caigo al fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados,
piso los pensamientos de mi sombra,
piso mi sombra en busca de un instante,
33
busco una fecha viva como un pájaro,
busco el sol de las cinco de la tarde
templado por los muros del tezontle:
La voz poética sitúa su espacio, el registro mental desde donde habla, que ha de
contrastarse o matizarse con la presencia de las otras configuraciones temporales. Ese
espacio-tiempo lírico es ―el estrato mismo de la realización del poema: el tiempo de la
composición, el de las dudas y luchas contra las palabras y el ángel, el de poblar la
página en blanco‖ (Borello 424). En esta lucha se halla la estetización de ese tiempo
―autónomo‖ a través del cual se suscita, además, la búsqueda de un asidero (significado
por la métrica regular) que sustente o dé orden al desarrollo estructural del texto.
En cuanto a la generalidad, en Piedra de sol observamos cómo el texto es capaz
de dar cuenta de la confluencia estética, a partir de materiales históricos y mitológicos, de
tres niveles de temporalidad: a) el arquetípico, prehispánico, que se transfigura b) en un
devenir renovador y que, a su modo, traza c) una relativa linealidad a lo largo de las
estrofas.
En las coordenadas trazadas por la articulación estructural (es decir, estrófica) de
los tres niveles mencionados, reside, desde mi perspectiva, un aspecto neurálgico del
poema que entiendo como noción general de ritmo, toda vez el poema ha de presentar, a
partir de aquellos tres niveles, cierta regularidad temática. Si bien acaso un poco con
raíces en la intuición, tal noción no está, sin embargo, desvinculada de la problemática
que hace el mismo Paz a lo largo de su obra. El ritmo no sólo como alternación o
34
periodización inocua, sino como una expresión plenamente significativa, representa una
idea insoslayable en la poética paziana.
Así bien, el ritmo que, en términos del propio Paz es ―una actitud, un sentido y
una imagen del mundo, distinta y particular (1967, 61) se articula en Piedra de sol como
un eje de significación en el que se ven expresados –sea alternados o contrariados—
distintos tiempos.
2. Ritmo y sentido: en torno a la poética paziana
2.1. Octavio Paz y la poesía mexicana
Octavio Paz es uno de los poetas y ensayistas mexicanos de más relevancia en el
mundo de las letras contemporáneas. Compleja y vasta, su poesía –reunida en Libertad
bajo palabra (1958), Salamandra (1962), Ladera Este (1969), y recogida posteriormente
en Poemas (1935-1976) y Árbol adentro (1987)—, ésta, en una relación simbiótica y
35
dialéctica, se alimenta de la profundidad intelectual del ensayo y de cierto enfoque lírico-
religioso asociado a la contemplación. La crítica ha conferido a Paz el título de ser un
escritor sui generis, y es innumerable la cantidad de libros y artículos que, así dentro del
ámbito académico como fuera de éste, han abordado su extensa obra literaria.
Según cierta idea romántica, que parece ignorar los aportes de Enrico Mario Santí,
Pere Gimferrer y Jhon M. Fein, se dice incluso (un poco a manera de boutade) que no ha
nacido aún el crítico de Octavio Paz, es decir, el Robert James de Góngora, el Antonio
Alatorre de Sor Juana Inés. Más allá de esto, estamos, por una parte, ante una obra
coherente y crucial para entender el desarrollo o continuidad en la literatura mexicana.
Por otra parte, hay un sentido de totalidad en los poemas de Paz que, amén de los
enfoques meramente historiográficos de la literatura nacional, resulta acaso el más
interesante y, sobre todo, más acorde la poesía moderna, considerando los alcances y
logros universales de la escritura paziana.
En 1931 Paz publica su primer poema. Para 1987, treinta años después de haber
publicado su poema Piedra de sol –incluido en La estación violenta (1957)—, ha
consolidado para ese momento su voz en una obra en cuya evolución se puede señalar
desde el clasicismo renovado de la primera mitad del siglo XX, pasando de un vago eco
postmodernista de Leopoldo Lugones en Luna silvestre (1933), la leve tentativa de la
―literatura comprometida‖ evidenciada en Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre
España (1937), hasta los resabios del surrealismo francés en Blanco (1969). La tradición
y la ruptura o, en sus propios términos, la tradición de la ruptura (17, 1974), es decir,
ciclos acompasados por la continuidad (reproducción de moldes y visiones) y momentos
de contraste o franco espíritu transgresivo. Principal heredero del grupo Contemporáneos
36
–José Gorostiza (1901-1973), Xavier Villaurrutia (1903-1950), Carlos Pellicer (1899-
1977), Jorge Cuesta (1904-1942), Gilberto Owen (1905-1952), entre otros—, continúa
con el proyecto universalista de la palabra, autosuficiente y creadora, en cuyos alcances
se aglutinan valoraciones y configuraciones más bien abstractas, o acaso transhistóricas,
sobre el ser humano.
En términos propiamente historicistas, la obra de Paz es producto de un proceso:
es en ―el grupo sin grupo‖ (Contemporáneos) y con otros poetas como Ramón López
Velarde (1881-1921), José Juan Tablada (1871-1945), que se ha representado el
antecedente literario inmediato de la ―fundación‖ de la poesía mexicana moderna. Es,
empero, específicamente a partir de la figura de Contemporáneos en donde se logra
plantear cierta aspiración universalista (artepurista, filosófica, hermética, etcétera) que
parece vincular a la poesía mexicana con un arte literario, entendido no ya como un mero
voluntarismo sentimental, oficio orgánico del poder gubernamental u ornamento, sino
como una búsqueda personal y compromiso vital con el lenguaje; es decir, una poesía
estéticamente en diálogo con las vanguardias europeas y la experimentación que implicó
la contemporaneidad artística (y en el ámbito de las ideas) en el contexto de la primera
mitad del siglo XX. Debido a la filiación cosmopolita de su arte y a su intensa labor
crítica, Paz es heredero de Baudelaire, Mallarmé, T.S. Elliot, Ezra Pound, entre otros
(Martínez Torrón 19).
Tomando en cuenta el antecedente de la vanguardia, la obra poética de Octavio
Paz ha de perfilarse como una obra constituida por diversas influencias estéticas
(Contemporáneos, vanguardia hispanoamericana y europea, orientalismo) que, en una
búsqueda de unidad, son sintetizadas en una voz universalista consciente del momento
37
histórico en todas sus contradicciones sociales, económicas y filosóficas. El poeta
mexicano se aboca a un horizonte amplio, en cuya voz sintética e integral se hace
manifiesta la búsqueda de una identidad personal y universal más allá de los
nacionalismos y las fronteras geopolíticas, aunque sin desatender el carácter histórico y
concreto que liga al poeta y al hombre.
2.2. Universalismo, artepurismo e historia
La preponderancia formal en detrimento del ―contenido manifiesto‖, evidencia
que se ha dejado la visión nacionalista que identifica al arte como una sublimación del
sentimiento patriótico. Las tendencias del ―arte puro‖ o el antirretoricismo de las
vanguardias europeas (surrealismo, expresionismo, futurismo, dadaísmo, etcétera) y su
respectiva traducción o reinterpretación a lo largo de toda Hispanoamérica, significan, en
la historia particular de la poesía moderna, una lógica de transición o choque con la
estética modernista, ya anquilosada y anacrónica desde el punto de vista de los jóvenes
poetas a principios de siglo XX.
Asimismo, el substrato insoslayable de la tradición parecería constituir también
sus complejidades y matices en el fenómeno de todo proceso literario. Así, es paradójico
y sintomático de una serie de procesos cíclicos el que la querella modernista con su
estética precedente (el romanticismo nacionalista y el neoclasicismo) parezca responder a
la misma lógica: el modernismo envejece una vez que las vanguardias aparecen en
escena, lo que suscita un replanteamiento del ―nuevo‖ horizonte literario. El patrón que
rige esta relación de pugna lo entenderá Octavio Paz como el sentido dialéctico propio de
38
la modernidad poética: la tradición de la ruptura. Y si la modernidad es una tradición, ésta
se configura bajo la noción filosófica y estética del ritmo, en la afirmación de que
Calendarios, moral, política, todo, en fin, lo que llamamos cultura hunde
sus raíces en el ritmo. Él es la fuente de todas nuestras creaciones. Ritmos
binarios o terciarios, antagónicos o cíclicos alimentan las instituciones, las
creencias, las artes y las filosofías. (1957, 59)
Esta extrapolación en la afirmación de Paz, si bien, por una parte, resulta bastante amplia
con el riesgo de vaguedad, permite entender, por otra parte, el núcleo de la poética
paziana a la luz de patrones binarios, de oposición continua y, a la vez, de búsqueda de
unidad. El proceso histórico y literario es, pues, un impulso rítmico, motivado por la
cosmovisión de la analogía o la correspondencia entre los signos o, metafóricamente, por
los acordes del universo y el ser, un tema tan caro de la herencia romántica y modernista.
―Ama tu ritmo y ritma tus acciones‖ dice el soneto de Rubén Darío. La síntesis y
reformulación del modernismo en Paz se subsuma al sendero surrealista, por un lado, y
por otro, al orientalismo (léase, budismo y erotismo hindú), en la conformación general
de su poética.
No obstante es importante esta suerte de eslabón con el grupo Contemporáneos,
hay en Paz un matiz significativo que parece hacerlo desmarcarse de la mera continuidad:
la universalidad abstracta y el artepurismo –Muerte sin fin de José Gorostiza, Canto a un
dios mineral de Jorge Cuesta— de Contemporáneos es sólo uno de los elementos que
conforman o alimentan parcial, aunque sustancialmente, sus inclinaciones estéticas. Su
generación, encabezada por Efraín Huerta (1914-1982), Rafael Solana (1915-1992) y
Alberto Quintero Álvarez, la llamada generación Taller, tiene, por su parte, un filón
39
literario de tintes sociales a la manera de la llamada ―poesía comprometida‖, que
implicaba una estética menos autorreferencial, pues se intentaba vehicular en ésta –sin
demeritarla— temas de carácter revolucionario bajo la consigna del compromiso
ideológico: la causa socialista en boga en el periodo de los años treinta, léase, el realismo
socialista soviético (con el cual Paz nunca comulgó) o el movimiento poético que explora
la Guerra Civil Española al que el mismo Octavio Paz, en cierta manera, contribuyó. Por
ejemplo, ―Elegía a un joven muerto en el frente‖ (1937), un texto que no figura en las
primeras antologías del poeta y que fue publicado en Hora de España, el órgano difusor
de los intelectuales a favor del gobierno republicano, es un poema dedicado a un héroe
desconocido (Müller-Bergh 132). Ese héroe es José Bosch, joven anarquista y amigo de
Paz. El texto es añadido en una recopilación posterior (Poemas, 1935-1975):4
Has muerto, camarada,
en el ardiente amanecer del mundo.
Has muerto cuando apenas
tu mundo, nuestro mundo, amanecía.
Llevabas en los ojos, en el pecho,
tras el gesto implacable de la boca,
un claro sonreír, un alma pura.
4 Acompañado de una anecdótica nota, en la cual cuenta su experiencia con el joven del poema,
Paz se deslinda de la estética revolucionaria: ―Lo recojo ahora no porque haya cambiado de
opinión –me sigue pareciendo tributario de una retórica que repruebo— sino por ser el doble
testimonio de una convicción y una amistad. La convicción se llama España –la leal, la popular;
la amistad se llamó José Bosch.‖ (Citado en Santí, 2005, 357) Esta nota evidencia la evolución de
su pensamiento político. De ser un poeta simpatizante de las causas de izquierda pasa a ser uno de
los críticos más acérrimos de las revoluciones y gobiernos marxistas. Véase Grenier, Ivon. ―El
liberalismo escéptico de Octavio Paz: una mirada a la modernidad política‖. Anuario. 1. México
D.F: Fundación Octavio Paz, 199. 65-86; Rodríguez Ledesma, Xavier. El pensamiento político de
Octavio Paz. Las trampas de la ideología. México D.F.: UNAM, 1996.
40
Te imagino, cercado por las balas,
por la rabia y el odio pantanoso,
como tenso relámpago caído,
como la blanda presunción del agua,
prisionera de rocas y negrura.
Te imagino, tirado en lodazales,
caído para siempre,
sin máscara, sonriente,
tocando, ya sin tacto,
las manos de otros muertos
las manos camaradas que soñabas.
Has muerto entre los tuyos, por los
tuyos.
Más allá de la política, de alguna forma, esta ―toma de conciencia‖ del momento
histórico es una preocupación concreta que, en tanto tal, no escamotea la problemática
que le es actual: el tema de la algidez de la guerra, en cuya serie de formulaciones
simbólicamente transparentadas en la solidaridad, el espíritu de lucha, el heroísmo, se
diferencia, de manera considerable, del artepurismo y la mera indagación abstracta de
Contemporáneos. El poema revela, pues, un momento histórico, a la vez que una
modelización estética. Al colindar con cierta idealización, el lirismo no es un acto de
solipsismo verbal, sino de llana y última identificación con el otro. Así, en la
convergencia de estilización y lo que se podría llamar el ―contenido manifiesto‖, se sitúa
esta silva que, dado su tono solemne, desemboca en el despliegue de una serie de
41
imágenes que responden a una visión –no disruptivo como sí se observa en una parte de
Piedra de sol— armónica.
Acaso es la relación con la historia el punto neurálgico que explique el proceso de
evolución que va desde Contemporáneos hasta Paz. Si en Villaurrutia, Owen, Gorostiza,
Cuesta, la historicidad parece estar ausente, en Paz el yo poético hay una diferencia
significada por la historia, de tal forma que la realidad verbal de sus poemas, de
naturaleza simbólica, filosófica, hermética, se presenta nutrida de algunos elementos
referenciales.
Compleja en tanto que marcada por una dialéctica particular, la poética paziana
aspira a revelar el cambio, el movimiento, mas un movimiento regido por una lógica en la
que convergen también la permanencia, el origen, la comunión (Sucre 45). Así, estas
paradojas sucesivas trazan una línea general de implicaciones conceptuales, las cuales se
ven signadas semántica y formalmente en la obra paziana, en la cual subyace una noción
de ritmo que adquiere dimensiones que trascienden el aspecto meramente técnico-
estilístico.
2.3. Octavio Paz: poeta y crítico
―Relación de alteridad y semejanza‖ (1969, 69), ―visión de mundo (1967, 59),
―temporalidad concreta‖(71, 1967), ―la historia misma‖ (59, 1967), ―la metáfora original‖
(70, 1969), ―reencarnación del instante‖ (49, 1967), son algunas de las definiciones de
ritmo que –acaso un poco a manera de sentencias recurrentes y, por ende, sugerentes— se
pueden encontrar en algunos de los ensayos más importantes de la obra total de Octavio
Paz. El ritmo representa, en el caso concreto de la poética paziana, un eje sine qua non de
42
connotaciones filosóficas y antropológicas. A su forma, el ritmo, observa Paz, se halla
asociado, más que a un mero patrón ordenador, a todo universo significativo construido
por el lenguaje y el pensamiento, cuyas formulaciones parecerían pertenecer a una veta
filosófica y antropológica de naturaleza más compleja.
A los problemas del estado de arte en los estudios sobre Octavio Paz, se subsume
otra problemática compleja: su obra y vocación de poeta se ve mediada por su intensa y
sesuda labor ensayística. Así, el problema metodológico que supone leer su poesía a la
luz de ensayos críticos ha de implicar una toma de postura al respecto: ¿es válido como
principio de crítica y análisis literario el vincular (o equiparar) de forma directa lo que
Octavio Paz, ensayista, plantea y lo que Octavio Paz, poeta, realiza? ¿Se puede hacer una
transferencia de las ideas vertidas en un discurso ensayístico al propiamente poético? La
pregunta se refiere a qué tanto de lo que se dice como teoría se articula en la praxis
poética. Dada la tematización de la poesía en los ensayos de Paz, el crítico corre el riesgo
de asociar indiscriminadamente –con el propósito de buscar la voz autoral— el espacio
intelectual construido por el ensayo y el yo lírico manifestado en la poesía.
Para el caso que aquí me ocupa, el ritmo y sentido, desde su aspecto teórico, por
una parte, y temático, por otra, parece presentar también la misma disyuntiva. Poemas
como ―Elegía a un joven muerto en el frente‖, ―Himno entre ruinas‖, ―Augurios‖,
―Hermandad‖, por mencionar los aquí tratados, precisan de análisis y acercamientos no
tanto desde la teoría literaria implícita en Paz como poeta y como crítico, sino más bien
con la sana distancia que involucra el considerar tales o cuales textos con relativa
independencia a la del autor. No se trata, sin embargo, de desdeñar lo que, en términos de
crítica literaria, Octavio Paz escribe sobre su propia obra. (No basta, pues, con los
43
hallazgos de sus ensayos, si bien en suma interesantes. El lector crítico no debería ceder a
la tentación de recibir acríticamente, sin matiz alguno, todo comentario de Paz sobre su
obra).
Con todo, se tiene que en la reflexión metaliteraria de Paz, ―el ritmo es sentido y
dice algo‖ (52, 1967). Es viable, pues, pensar el ritmo de Piedra de sol no sólo como un
fenómeno verbal, retórico, vinculado a las estructuras formales de la poesía, sino también
como un elemento cuya actuación resulta significativa, en aras de mostrar cómo, a pesar
de que metodológica y empíricamente ritmo y sentido han tendido a separarse, ambos
guardan una compenetración mutua. Ritmo y sentido, como componentes acotados de
forma y fondo, conjuntan una relación de interdependencia, es decir, de unidad de
significado.
Desde una perspectiva integradora del texto literario en cuestión, la tarea aquí
propuesta no consiste en desmontar el poema y de cuyo deslinde aflore una mera
resultante de la suma de ritmos –los procesos de la acentuación y demás instancias
fonológicas—; sino orientar una noción de ritmo que busque reconocer las implicaciones
conceptuales (morfo sintácticas y fónicas), a partir de un análisis cuya perspectiva teórica
apuntale, ineludiblemente, y en el ejercicio de una dialéctica entre el texto y su función,
al sentido: ¿cuál sería, pues, el sentido del ritmo paziano? Más aún, ¿qué dice el ritmo
paziano?...
A la posible resolución de estas preguntas le presupone una revisión panorámica y
general de los rasgos principales de su obra literaria, con el fin de rastrear y resaltar
aquellos que, pertinentes, arrojen luz sobre el aspecto de la relación ritmo-sentido como
una clave de lectura de su obra monumental Piedra de sol.
44
2.4. Entre irse y quedarse: ritmo y metro
Entre la diversidad y la unidad, la inmovilidad y el cambio, la poética de Paz es la
búsqueda y exploración de un resquicio simbólico de equidistancia:
Entre irse y quedarse duda el día,
enamorado de su transparencia.
La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el mundo.
Todo es visible y todo es elusivo,
todo está cerca y todo es intocable.
Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz
reposan a la sombra de sus nombres.
Latir del tiempo que en mi sien repite
la misma terca sílaba de sangre.
La luz hace del muro indiferente
un espectral teatro de reflejos.
En el centro de un ojo me descubro;
45
no me mira, me miro en su mirada.
Se disipa el instante. Sin moverme,
yo me quedo y me voy: soy una pausa. (295-296)5
En este poema nombrado ―Entre irse y quedarse‖ cuyas cursivas indican la
reelaboración intertextual del famoso soneto de Lope de Vega, la visión totalizante y
particularizante de su microcosmos adquiere configuraciones a un tiempo formales y
semánticas. El vehículo métrico de los dísticos endecasílabos representa, al igual que en
Piedra de sol aunque a nivel micro, un indicio sintáctico-fonológico de todo un marco de
relaciones significativas regidas por la tensión entre el nivel prosódico y el del sentido.
Los encabalgamientos del citado poema, por ejemplo, responden a un orden críptico pero
potencialmente desmontable a partir de los respectivos signos de puntuación en cada uno
de los dísticos –o ausencia de ellos, según sea el caso. Dada la naturaleza misma del
dístico como forma poética, la visión bipartita genera su principal patrón rítmico: las
comas, los dos puntos y el punto y coma, utilizados a la mitad de los dísticos figuran, en
el aspecto interpretativo del poema en su totalidad, como indicios de un habla poética
particular diferenciada de la métrica como sistema de versificación silábica. Al considerar
la relativa corrección gramatical en la puntuación de los versos, es de notarse la
importancia de ésta en el análisis, de tal manera que el habla está aquí cifrada en un
primer momento de aspiración (―entre irse y quedarse duda el día‖), seguido por uno de
concentración (―la tarde circular es ya bahía‖), para continuar con el momento pleno de
5 A excepción de ―Elegía a un joven muerto en el frente‖ y Piedra de sol, todas las citas de los
poemas de Octavio Paz están tomadas de su última antología El fuego de cada día. Barcelona:
Seix Barral, 1989.
46
oposición (―todo es visible y todo es elusivo‖). A los tres primeros dísticos les son
contiguos tres dísticos carentes de puntuación, en cuyos versos se lee el asunto poético
desde una perspectiva activa-pasiva, debido a las formas verbales (reposan, repite y
hace). La linealidad aparente es, en esta parte, un discurrir textual a un tiempo libre y
tensionado, para divisar en el penúltimo dístico la resolución (―en el centro de un ojo me
descubro‖) y la nulificación (―se disipa el instante. Sin moverme,‖).
Esta habla es –válgame una metáfora biológica— la respiración subjetiva o lírica
del aire objetivo, que es la métrica. Así entendido, esta habla se equipara al ritmo
revelado tanto al nivel verso y estrófico o estructura general del poema. En ―En entre irse
y quedarse‖ se asiste a un microcosmos secuenciado y paradójicamente estatificado en el
instante. La aparente inmovilidad de la atmósfera del poema mencionado es, sin embargo,
una tentativa por recrear el sentido del movimiento, la precisión que define al cambio.
―Yo me quedo y me voy: soy una pausa‖ es el punto culminante de una indagación de
relevancia: la pausa, el resquicio entre fijeza y vértigo, tiempo y eternidad, a partir de un
lirismo mesurado, más cercano a la sublimación intelectual o contemplativa que al mero
desfogue emocional.
2.5. Ritmo y totalidad
A su vez, el lirismo paziano resulta nutrido filosóficamente de una noción que
busca sintetizar o integrar diversos elementos temáticos: ―Amor: / reconciliación con el
Gran Todo‖ se lee en ―Carta de creencia‖, el último poema escrito por el poeta mexicano.
Ese Gran Todo se constituye como una especie de topos en el cual se halla la
convergencia universal de la naturaleza y el hombre. Así, el sentido de totalidad se refiere
47
a una constante metafórica que pretende manifestar una conciencia trascendente en la
plena conjunción de temas, símbolos y figuraciones del discurso poético. Con orígenes en
el poeta y filósofo latino Lucrecio (99-55? a. C.) en su poema extenso De la naturaleza
de las cosas, la noción o imagen conceptual del Gran Todo es planteada por Lucrecio
como el universo material que se halla contenido en los procesos cíclicos de la naturaleza.
A partir de cierta perspectiva protocientífica que reacciona contra el espiritualismo,
Lucrecio concibe el ámbito de lo natural como un orden específico y equilibrio perpetuo.
Mas la razón y la naturaleza
esta verdad nos hacen que entendamos:
óyeme en pocos versos: los principios
que componen el gran todo criado
tienen un cuerpo sólido y eterno. (…)
Prosigamos ahora declarando
en pocos versos, y con dulce estilo,
cómo el gran todo a conservar alcanza
de átomos la infinita muchedumbre
por tan continuos choques agitada. (…)
Así se ha de creer que este gran todo,
como infinito, suministra al cielo
y a la tierra los átomos capaces
de estremecer el globo de repente,
de recorrer en raudo torbellino
el mar y tierra, y de lanzar por Etna
48
copiosos fuegos, de inflamar el cielo:
el mismo cielo sí puede inflamarse
tan fácilmente como caen las lluvias
a mares en la tierra cuando llegan
a juntarse en la atmósfera las aguas. (18)
Esta visión, digamos, naturalista que entiende el átomo como partícula
catalizadora de las fuerzas elementales, se configura en Rubén Darío (de quien la toma
Paz6) vinculada a aspectos más integrales, pues supone paradójicamente una vena
religiosa:
Allí va el dios en celo tras la hembra,
y la caña de Pan se alza del lodo;
la eterna Vida sus semillas siembra,
y brota la armonía del gran Todo. (342)
En Rubén Darío, por su parte, la articulación de Gran Todo con mundo natural,
simbolización religiosa y, por ende, efusión lírica, se puede conjeturar una visión que
redunda en una perspectiva analógica, pues, según aquella figuración estética, la lógica
del microcosmos textual (el poema) responde o alude al macrocosmos (el universo).
En el Gran Todo se encuentran implícitas las pulsaciones rítmicas de las partes,
que son los signos configurados bajo la intuición poética. La correspondencia entre el
6 Los estudios en torno a la relación Darío-Paz han tratado, sobre todo, el aspecto espiritualista y
místico. Véase, Feustle A. Joseph. Poesía y mística. Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez y
Octavio Paz. Xalapa: Universidad Veracruzana, 1978; Nemes, de Paul. ―Tres momentos del
neomisticismo poético del ‗siglo modernista‘: Darío, Jiménez y Paz‖. Estudios sobre Rubén
Darío. Ed. Ernesto Mejía Sánchez. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1968. 536-552.
En cuanto a la relación con el Juan Ramón Jiménez, se explora la influencia que el poeta español
tuvo sobre Paz en una primera etapa de su poesía. Al respecto, véase. Stanton, Anthony. ―Los
primeros poemas de Octavio Paz (1931-1933)‖. Memoria del XV Coloquio de Literaturas
Mexicanas. Hermosillo: Universidad de Sonora, 1997. 207-221.
49
universo cósmico y el textual es posible gracias al ritmo, común a los ciclos de la
naturaleza y a los patrones simbólicos percibidos por el poeta. La analogía como visión
de mundo supone que la dinámica del poema es un reflejo de una concepción más extensa
e insondable para la razón. Así, el lenguaje de la contemplación religiosa se convierte en
una visión estética.
En el caso de la visión de Paz, poeta y crítico formado en la tradición, la cual
implica el conocimiento antecedente y su constante filiación o renovación, parece nutrirse
de ese bagaje antes apuntado. Su relación con Rubén Darío se da, sobre todo, en el nivel
de crítico. Sin embargo, el fenómeno del poeta-crítico que comenta a otros poetas parece
suscitar un fenómeno de proyección. Es decir, Paz podría sugerir más de su poética
personal que la del propio Darío cuando lo comenta. O en otros términos, es a partir de su
admiración por el modernista que reproduce en sus poemas algunas glosas una y otra vez
a lo largo de sus ensayos. En Cuadrivio (1991), un ensayo abocado a cuatro poetas
latinoamericanos (Rubén Darío, Ramón López Velarde, Fernando Pessoa y Luis
Cernuda), Octavio Paz escribe a propósito del poeta nicaragüense:
La nostalgia de la unidad cósmica es un sentimiento permanente del poeta
modernista, pero también es su fascinación ante la pluralidad en que se
manifiesta: ―la celeste unidad que presupones –dice Darío— hará brotar en
ti mundos diversos‖. Dispersión del ser en formas, colores, vibraciones;
fusión de los sentidos en uno. Las imágenes poéticas son las expresiones,
las encarnaciones a un tiempo espirituales y sensibles, de ese ritmo plural
y único. (19)
50
Es de observarse aquí la dialéctica de lo uno y lo diverso, o lo uno en lo diverso.
Como una serie binaria, se vuelve una constante no sólo a nivel temático, sino en
términos de marco estético general. En Piedra de sol, por su parte, los patrones emotivos
dirigidos por la voz poética cumplen una periodicidad a la manera de un ir y venir, mas,
al fin y al cabo, de giro sobre el mismo eje. Este patrón es, en líneas abstractas, una
noción de un ritmo que busca, a partir del símbolo, la metáfora, la imagen, representar su
cauce: el lenguaje poético. El sentido del ritmo involucra, por ende, la consonancia, dada
en el caso de Paz entre sus figuraciones metafóricas (―mujer‖-―mundo‖, ―agua‖-
―tiempo‖) para plasmar una poesía indagadora del origen. También refiriéndose a Darío,
escribe.
Por la poesía, el lenguaje recobra su ser original, vuelve a ser música. Así,
música ideal no quiere decir música de las ideas sino ideas que en su
esencia son música. Ideas en el sentido platónico: realidad de realidades.
Armonía ideal: alma del mundo; en su seno todos somos y todo somos una
misma cosa, una misma alma. Pero el lenguaje, aunque sea sagrado por
participar en la animación musical del universo, es también discordancia.
Como el hombre, es contingencia: a un tiempo la palabra es música y
significación. La distancia entre el nombre y la cosa nombrada, el
significado, es consecuencia de la separación entre el mundo y el hombre.
(26)7
7 ¿Se refiere a la poética rubendariana o a su poética propia? Como se ha dicho
anteriormente en este trabajo, la pasión crítica de su ensayística (23, 1974) conlleva una
problemática metodológica y de construcción de ―espacio intelectual‖ propio por parte del
investigador a la hora de analizar los textos en concreto. Acaso tal problemática esté íntimamente
relacionada con la intención de Paz de fundir ensayo y poesía, al orientar su foco sobre aspectos
abstractos y definitorios del lenguaje poético cuyas tentativas revelan la construcción de un
51
Es revelador cómo Paz entiende la discordancia como el eje de la significación, es
decir, el ámbito de lo histórico, cuyo reverso o contraparte remite a la concordancia, es
decir, el universo del mito. Se observa, una vez más, cierta polaridad, la cual (como la de
la unidad y diversidad) habrá de constituirse como una visión fluctuante. El mito y la
historia se suceden interminablemente en una cadencia subyacente que se configura como
ritmo. Asimismo, en tal comentario Paz revela de forma tácita, más allá de la distancia
histórica, que el poeta nicaragüense es una de sus más importantes influencias, cuya
evidencia se expone a continuación.
2.6. Analogía e ironía
A partir de la publicación de La estación violenta (1957), poemario que incluye su
poema Piedra de sol, el Nobel mexicano comienza una nueva etapa de su obra poética en
la que el corpus de sus poemas adquiere un tono desmesurado el cual puede observarse
como ―montón de letras, a zarpazos somnolientos‖ y ―la palabra se arrebata y se desmide,
el poema se vuelve verboso, los verbos se escalonan, se alargan, la enunciación se torna
salmódica, colinda con la prosa escindida.‖ (Yurkiévich 216-217).
De alguna manera, esta nueva etapa inaugurada en La estación violenta, que inicia
con ―Himno entre ruinas‖, texto sin duda alguna dualista, da muestra de las condiciones
socio-históricas del momento y, sobre todo, la filiación estética del poeta a cierta
metalenguaje propio o una teoría literaria en Octavio Paz (Martínez Torrón 17). Lo cierto es que
resulta importante advertir cierta motivación autoral para autorrepresentarse y redundar en sus
supuestos conceptos generales que parecerían dirigir, al menos parcialmente, su obra. La obsesión
de Paz por volver a sus indagaciones lo hace enfatizar una y otra vez sobre el mismo horizonte
crítico y temático en el que las nociones de ritmo, concordancia, analogía, se conjuntan
resolviéndose en toda una red de metáforas e imágenes que atraviesan tanto sus ensayos como sus
poemas. Al respecto, véase Santí, ―O.P.: crítica y poética‖. El acto de las palabras. México D.F.:
FCE, 1997; Oviedo Miguel, José. ―Pasión y reflexión en O.P.‖. Ínsula 46 (532-533)
52
experimentación. Por una parte, el fenómeno histórico, científico, tecnológico
denominado como modernidad modifica de forma considerable la visión de mundo
basada en la ensoñación del mito o en el ritual religioso. Por otra, el auge de las
vanguardias artísticas trastorna el espectro literario: en el poema titulado ―Augurios‖ de
un Paz neovanguardista estamos frente a una concepción estética en donde el
modernismo –el verdadero romanticismo hispanoamericano, para el mismo Paz— ha
sido, después de Enrique González Martínez (1871-1952) en su soneto alejandrino
―Tuércele el cuello al cisne‖ y Contemporáneos, parcialmente clausurado. Se presenta,
así, un escenario histórico que plantea una crítica virulenta al denominado arte burgués y
su institución canónica y, por extensión, al tiempo lineal y progresivo supuesto por la
modernidad. El antitradicionalismo e irracionalismo de las vanguardias es una tentativa
por recuperar –a partir de una estética deshumanizada según el conocido ensayo de José
Ortega y Gasset— los aspectos ilógicos, potencialmente transgresores a la vez que
reprimidos por la perspectiva racionalista de la era moderna, despotricando así contra el
concepto de arte como mera imitación academicista de la realidad y pugnando, a su vez,
por la recuperación de aspectos existenciales y vitales en un mundo cada vez más
complejo.
En este contexto, la poesía de Octavio Paz, heredera del modernismo y las
vanguardias, se puede entender como la imbricación de historicidad y mito, o en otros
términos, de compromiso ético con el hombre y su situación y cierta aspiración de
universalidad poética. Esta dicotomía representa una constante significativa, pues traza de
manera general una dialéctica constante en la cual subyace un patrón: continuidad-
discontinuidad, historia-mito.
53
En ―Augurios‖, texto homónimo del poeta Rubén Darío, Paz ―desdeña‖ la estética
exuberante del modernismo rubendariano para plantear, en primer plano y a través de un
lenguaje dramático y descreído, el asunto de la historia para incorporar elementos de una
visión mítica, aun dentro del tema de la sociedad moderna. El tono declamatorio del
poema de Rubén Darío arroja luz sobre la visión de mundo en la que el universo está
constituido todavía por un orden relativamente armónico. En el texto de Paz, por su parte,
se encuentra una tensión verbal que parece reflejar un mundo agónico: ―El vacío pregona
/ una filantropía que despena‖ dicen los últimos dos versos. La decodificación lírica de
los augurios, ya no naturales, o producto de la tradición literaria y cultural como en el de
Darío, sino de un mundo aparentemente artificial, caótico y abigarrado. No pertenecen a
la esfera del paralelismo o la analogía, pues el poema construye, a partir de la asíndeton
(es decir, la casi total ausencia de conjunciones a lo largo del poema) y la enumeración, la
escisión del mundo moderno.
La función del epígrafe (y del título) tomado de ―Augurios‖ de Rubén Darío, no
es solamente una función intertextual, pues hay implicada una reinterpretación de un
mismo eje temático, el cual adquiere nueva vigencia a partir de la estética, es decir, Paz
retoma a Darío para reformularlo, darle un nuevo ritmo. Y en éste, radica una concepción
de mundo en donde la analogía se ha perdido. La correspondencia entre naturaleza y
dimensión humana, o lo sagrado y lo mundano, se ha trastornado y su diferenciación
ontológica es, debido a la escisión, intrascendente: ―bálsamos / bíblicos o dialécticos,
sedantes.‖ Esta escisión es parte del principio constructivo de la fragmentación,
encontrado en la cesura o en el encabalgamiento de este microcosmos textual:
(...) Sedantes
54
contra las erosiones, decadencias
históricas, siniestros coloniales (...)
deportes y cultura para todos
los hijos de vecino: camporrasos
todos los camposantos
(...) pulgas
vestidas a la moda en las metrópolis,
en las playas mariscos erotómanos
bajo el signo de Cáncer (109)
Estructuralmente, en el poema se observan tres partes notables: la primera
establece, a manera de introducción, el tono enumerativo que ha de predominar en la
segunda parte:
Al natural, en cápsulas, abiertas
o cerradas, ya desalmadas,
Elvira y doña Sol;
en cada cuna
Eros y leche: digestión pacífica
sin pesadillas griegas; (109)
Las referencias históricas y mitológicas (doña Elvira y doña Sol, hijas del Cid;
Eros, dios del amor) representan, no sólo una renovación –como se podría observar en el
modernismo— sino una ruptura que intenta ironizar el sentido épico y amoroso que
original y tradicionalmente podían haber tenido estas alusiones. La crítica implícita al
orden moderno subyace en esta reelaboración, producto del desquiciamiento de las
55
guerras y la desazón: ―ya desalmadas‖. En ―Eros y leche: digestión pacífica / sin
pesadillas griegas‖ el señalamiento plantea la domesticación y, por ende, la banalización
del amor.
La segunda parte está agrupada por la serie más numerosa de versos del poema, en
cuyos endecasílabos se despliega de manera general la visión caótica y abigarrada en la
que el progreso y toda la infraestructura moderna parece utilizar para solventar la finitud
y condición humana:
(...) sedantes
contra las erosiones, decadencias
históricas, siniestros coloniales, (...)
deportes y cultura para todos
los hijos de vecino: camporrasos
todos los camposantos (...)
cura de sueño, orgasmos por teléfono,
arcoiris portátiles... (109)
En una paradoja, la enumeración se vuelve innumerable al final de esta segunda
parte, es decir, en los puntos suspensivos, lo cual conlleva traslada las imágenes a un
nivel ―infinito‖, auspiciado por las múltiples posibilidades tecnológicas. El poema se
inserta en ―la nueva trascendencia secular, diferida –por su carácter absoluto— al
infinito‖ (Volek 11), toda vez que el dinamismo de la vida moderna supone el
desplazamiento de lo sagrado, el arquetipo, el mito, hacia otros espectros de carácter
efímero y vertiginoso. Esta ―nueva trascendencia secular‖ es paradójicamente la
búsqueda de nuevos mitos modernos. Por medio del franco sarcasmo, estos augurios
56
avisan sobre la heteróclita naturaleza de la historia una vez que han aparecido en escena
los fenómenos urbanos. La modernidad ha substituido la moral y espiritualidad
trascendente por un sistema de valores efectista e inmediatista. De ahí que en ―vacío‖ se
definan y desemboquen toda las posibilidades (o augurios) enumeradas.
Leer los augurios en el poema de Octavio Paz no es el producto de una
contemplación o asimilación de la naturaleza, sino de una focalización orientada a
plasmar las imágenes a un tiempo extrañas (surreales) y familiares que intentan
desentrañar el imaginario de una época. Tal focalización figura en primer plano, pues el
yo lírico está, desde el punto de vista gramatical, aparentemente elidido. Sin embargo, es
obvio que esta instancia genérica se ubica en otra dimensión textual: el yo lírico podría
transmutarse en cierta perspectiva impersonal motivada por el carácter masivo, público,
social o, sencillamente de espacios abiertos, que los campos semánticos parecen
connotar: ―pulgas / vestidas a la moda en las metrópolis, en las playas mariscos
erotómanos / bajo el signo de Cáncer‖. Esta elisión del yo adquiere a lo largo del poema
un tono que se aleja de lo emotivo para ser más bien estridente, pues este elemento
manifestado dentro de la esfera poética está en plena relación con las vicisitudes
históricas de mediados del siglo XX:
De los rápidos y violentos cambios en todos los órdenes de la vida viene
también la sensación de desarraigo (multiplicada por el exilio masivo) y de
alineación, que aceleran, a su vez, el proceso de la transición. La angustia
existencial ante el mundo desquiciado será un rasgo definitorio de nuestra
modernidad. Los traumas que produce son la cara oscura, el reverso de la
modernidad. (Volek 11) (Las cursivas son del autor)
57
Si la angustia existencial es una de las características del cariz moderno, y si ―el
reverso de la modernidad‖ es un espectro sombrío, se puede entender que, a nivel
simbólico y estético, Paz ha intentado mostrar ese reverso, ese otro ―acorde‖, bajo una
especie de suerte cíclica. El ritmo como visión de un proceso histórico vuelve ineludible
su patrón: de Darío a Paz se observa una vuelta sobre el mismo eje cosmogónico. Si en
Darío las aves eran aviso de un destino, en Paz los placebos del bienestar y del progreso
ceden, en un bienmorir, ante la inevitabilidad de la muerte tan moderna como antigua.
En su ensayo sobre la poesía moderna, Los hijos del limo (1974), Octavio Paz
entiende estética y filosóficamente a la analogía e ironía como una forma del
conocimiento humano con base en las correspondencias y las excepciones:
La analogía se inserta en el tiempo del mito, y más: es su fundamento; la
ironía pertenece al tiempo histórico, es la consecuencia (y la conciencia)
de la historia. (111).
El concepto de analogía intenta abordar la tendencia del arte por manifestar, a
partir del paralelismo, la dimensión de los signos en relativa concordancia con la
dimensión del sentido del universo. Las palabras y las formas son puentes y establecen
comparaciones, en las cuales, según Paz, se hace presente la asociación mítica, que
vehicula en imagen un sentido unificado entre los signos y los fenómenos. La ironía, a su
vez, representa esa concepción producto de la variación, en la cual los signos son sólo un
reflejo de lo accidental. A la no conexión entre los signos y el universo, le antecede un
esquema de entender la historia y aduce Paz:
Ironía y analogía son irreconciliables. La primera es hija del tiempo lineal,
sucesivo e irrepetible; la segunda es la manifestación del tiempo cíclico.
58
(...) La analogía se inserta en el tiempo del mito, y más: es su fundamento;
la ironía pertenece al tiempo histórico. (109)
En ―Nocturno de San Ildefonso‖ Paz dilucida la oposición entre el tiempo del mito
y el tiempo lineal, equiparando ―verdad‖ al tiempo mítico e ―historia‖ al tiempo lineal:
Conversiones, retractaciones, excomuniones,
reconciliaciones, apostasías, abjuraciones,
zig-zag de las demonolatrías y las androlatrias,
los embrujamientos y las desviaciones:
mi historia,
¿son las historias de un error?
La historia es el error.
La verdad es aquello,
más allá de las fechas,
más acá de los nombres,
que la historia desdeña (...)
La verdad
es el fondo del tiempo sin historia. (262)
Suerte de paradoja, la estética paziana está signada a un tiempo por la historia y es, a su
vez, una tentativa por trascender la visión lineal en la tentativa de asir un espacio-tiempo
mítico. Sin embargo, es en la conjunción de historia y mito, es decir, su intersticio, el
instante, que se ha de concentrar (o resolver) el dilema cósmico-poético, siendo el ritmo
59
el impulso cohesionador significado en ese ir y venir (concordancia y diferencia, analogía
e ironía) del tiempo8.
2.7. Hermandad: El instante o la nulificación del tiempo
La catalización de historia-mito responde a una cierta universalización del acto
poético como acto trascendente que parece adquirir connotaciones arquetípicas. En una
serie de sonetos de juventud llamada ―Primer día‖ (1935) y reunida en Libertad bajo
palabra, se observa claramente la función temática del instante:
Inmóvil en la luz, pero danzante,
tu movimiento a la quietud que cría
en la cima del vértigo se alía
deteniendo, no al vuelo, sí al instante.
Luz que no se derrama, ya diamante,
fija en la rotación del mediodía,
sol que no se consume ni se enfría
de cenizas y llama equidistante.
Tu salto es un segundo congelado
que ni apresura al tiempo ni lo mata:
8 Es tal la relevancia de la analogía e ironía que trasciende la mera representación poética para
entenderse también como el marco intelectual desde donde el Paz ensayista proyecta su actividad
crítica, específicamente la que se refiere a su crítica de arte visual. Al respecto, véase Vera, Luis
Roberto. Coatlicue en Paz. La imagen sitiada. La diosa madre azteca como imago mundi y el
concepto binario de analogía/ironía en el acto de ver: un estudio de los textos de Octavio Paz
sobre arte. Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2003.
60
preso en su movimiento ensimismado
tu cuerpo de sí mismo se desata
y cae y se dispersa tu blancura
y vuelves a ser agua y tierra obscura. (11)
Esta dinámica de texto relacional en donde las oposiciones inmóvil-danzante,
movimiento-quietud, fija-rotación, cima-vértigo, cenizas-llama, corresponde a la lógica
arriba-abajo. ―Arriba‖ es vida, ―abajo‖ es muerte. El soneto consagra el resquicio entre
fijeza y vértigo: el instante. La fijeza y el vértigo son, su modo, nociones rítmicas y
semánticas. El tiempo, frío-caliente, se nulifica. Este microcosmos casi alegóricamente
vislumbrado en el citado poema es un tema recurrente, de orden más complejo, y cuyas
formulaciones encontramos en el arte poética paziana: El arco y la lira (1956). Tiempo
versus instante. Responde a la cosmovisión de tiempo-instante-tiempo. El instante es la
versión paziana de la eternidad. Aun más, el instante es uno de los leitmotif de la obra
poética de Paz. En éste, el hombre accede a volver a ser, al punto de partida, a la
reconciliación, la cual será la noción y conceptualización estética del amor en ―Carta de
creencia‖, su último poema. Lo anterior conlleva a que, a pesar de la obvia linealidad,
evolución, proceso de ―aprendizaje‖ o madurez, es de notarse la relativa redondez o
coherencia que guardan entre sí ciertos aspectos de su obra.
Así, por ejemplo, en Árbol adentro (1987), cuando estamos ya ante el poeta
mayor –independientemente de un sospechoso afán biografista: ha laborado para la
diplomacia mexicana en Francia y, sobre todo, en la India, hecho que le permite estar en
contacto con otra visión estética y sensible del mundo—, la función significativa del
61
instante sigue adquiriendo su núcleo catalizador de revelación en el marco de todo un
microcosmos con base en la analogía: hombre y universo, regidos bajo la misma égida.
En un breve texto titulado ―Hermandad‖, se lee:
Homenaje a Claudio Ptolomeo
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea. (296)
Es ésta una representación del fenómeno presumiblemente inefable de la
contemplación, que se ha transformado, aquí, en experiencia literaria, estética, pues
parece dar pie a la reflexión metaescrituraria, que ha de implicar un sentido concreto a la
vez que trascendente del destino humano: el cosmos, Dios, los dioses, escriben y leen, de
la misma forma que el sujeto, poeta o yo lírico escribe y lee su creación: el poema. Es un
patrón de ritmo mental y cósmico. Los fenómenos astrales, inconmensurables y distantes,
adquieren significado y orden en el mundo de los hombres. El penúltimo verso del citado
soneto (―y cae y se dispersa tu blancura‖) es la versión a posteriori del ―miro hacia
arriba‖ en el anterior poema, de manera que la realidad real alegorizada en esta última
caída, nos condena a nuestra condición: ―a ser agua y tierra obscura.‖ Agua + tierra
obscura = lodo, cieno, barro. Y en ―Nocturno de San Ildefonso‖ (Vuelta, 1976), el poeta
cuestiona su propia dialéctica preguntándose: ―¿morir / será caer o subir, / una sensación
62
o una cesación?‖ (Las cursivas son mías.) Mortalidad versus inmortalidad. El poeta opta
por la vivacidad (=eternidad) del instante.
Esta aparente ahistoricidad es, sin embargo, una muestra de la concepción general,
críptica, de lo que se ha tendido a llamar ―esencia humana‖, aunque reelaborada a partir
de una búsqueda más contemporánea de trascendencia en un universo potencialmente
legible por la intuición. Asimismo, la fórmula heptasilábica de la octava italiana en
―Hermandad‖ es la concreción breve y parsimoniosa de un orden preciso en el que se
simula autonomía y conexión con otro, inmanente, al que se alude, imitándolo. Su ritmo
figura como una espacio mental, una marca indeleble de una visión de mundo, un
sentido: la conjunción de forma y contenido es una serie de movimientos (―duro poco‖-
―hacia arriba‖) que se alternan hasta nulificarse o alcanzar un equilibrio.
2.8. Himno entre ruinas: visiones conflictuadas
Asimismo, si bien transfigurándose poco a poco en una dimensión más compleja,
una semejante relación de alternancia rítmica y de sentido se hace de una forma explícita
en un poema que recupera una constante de la tradición en el mundo latino, hispánico y
americano: el tema de las ruinas de Roma (Quevedo) y Machu Picchu (Neruda). En el
caso de ―Himno entre ruinas‖ (1957), tipográficamente se orienta ya a la distinción de dos
espacios mentales, configurados a partir de dos voces:
Coronado de sí el día extiende sus plumas.
Alto grito amarillo,
caliente surtidor en el centro de un cielo
imparcial y benéfico!
63
Las apariencias son hermosas en esta su verdad momentánea.
El mar trepa la costa,
se afianza entre las peñas, araña deslumbrante;
la herida cárdena del monte resplandece;
un puñado de cabras en un rebaño de piedras;
el sol pone su huevo de oro y se derrama sobre el mar.
Todo es dios.
¡Estatua rota,
columnas comidas por la luz,
ruinas vivas en un mundo de muertos en vida!
Cae la noche sobre Teotihuacán.
en lo alto de la pirámide los muchachos fuman marihuana,
Suenan guitarra roncas.
¿Qué yerba, qué agua de vida ha de darnos la vida,
dónde desenterrar la palabra,
la proporción que rige al himno y al discurso,
al baile, a la ciudad y a la balanza?
El canto mexicano estalla en un carajo,
estrella de colores que se apaga,
piedra que nos cierra las puertas del contacto.
Sabe la tierra a tierra envejecida. (63)
64
La primera voz, paradisíaca (Fein 167), establece, en tanto que primera y última
del poema, el patrón, sintetizando la visión constante de Paz en los versos 54 a 56: ―el
instante se cumple en una concordancia amarilla, / oh mediodía, espiga henchida de
minutos, / copa de eternidad!‖ Espacio del instante, es un tiempo límpido, o más bien,
una estación sin tiempo, substraída de la variación, el error, el homicidio, la producción
estéril, desolada y artificial significada por la civilización:
Nueva York, Londres, Moscú.
La sombra cubre al llano con su yedra fantasma,
con su vacilante vegetación de escalofrío,
su vello ralo, su tropel de ratas.
A trechos tirita un sol anémico.
Acodado en montes que ayer fueron ciudades, Polifemo bosteza.
Abajo, entre los hoyos, se arrastra un rebaño de hombres.
(Bípedos domésticos, su carne
–a pesar de recientes interdicciones religiosas—
es muy gustada por las clases ricas.
Hasta hace poco el vulgo los consideraba animales impuros. (64)
Esta segunda voz se prosifica, o, mejor dicho, se asume prosaica en cuanto al
tono: su estilo, conscientemente atropellado en el uso de paréntesis, guiones y
expresiones del lenguaje estandarizado, cliché o, si se quiere, no necesariamente
vinculados al lenguaje poético (―a pesar de‖, ―muy gustada por‖, ―hasta hace poco‖) y
asemejado al tono periodístico o de crónica, se encuentra motivado, a su vez, por la
65
disparidad o irregularidad métrica (―A trechos tirita un sol anémico. /Acodado en montes
que ayer fueron ciudades, Polifemo bosteza.‖).
Es esta voz, irónica y violenta, el contrapunto que evidencia una dicotomía
ineludible: la configuración mítica frente a la particularidad o degradación histórica, una
vez que el yo poético de la segunda voz se pregunta: ―Mis pensamientos se bifurcan,
serpean, se enredan, recomienzan... (...) ¿Y todo ha de parar en este chapoteo de aguas
muertas?‖. La aspiración circular, la trascendencia de la perfección finita en la unión de
opuestos, por su parte, logra conformarse en el enfático heptasílabo que encabeza la
última estrofa:
¡Día, redondo día,
luminosa naranja de veinticuatro gajos,
todos atravesados por una misma y amarilla dulzura!
La inteligencia al fin encarna,
se reconcilian las dos mitades enemigas
y la conciencia-espejo se licúa,
vuelve a ser manantial, fuente de fábula:
Hombre, árbol de imágenes,
palabras que son flores que son frutos que son actos. (65)
La ―inteligencia, soledad en llamas‖ y ―páramo de espejos‖ de José Gorostiza en
su poema capital ―Muerte sin fin‖, se incorpora (―al fin encarna‖) gracias a los poderes
recreadores y organizativos de la misma: la inteligencia posibilita, en un nivel más
abstracto, la reconciliación entre, según Ramón Xirau, ―soledad y otredad, hombre y
mujer, determinismo y libertad‖ (164, 1974), una ineludible polaridad. Así como en
66
―Hermandad‖, el hombre es, en ―Himno entre ruinas‖, a su modo, una creación, una
escritura: ―palabras que son flores que son actos‖. A la par que una reelaboración del
tema gorostiziana, de forma sintética, Paz despliega en este poema, amén de la revelación
del instante, otra noción básica en su poética: la vuelta como ese concepto estético y
filosófico en que se entiende la condición psíquico-espiritual en que el sujeto humano se
reconoce, retorna, vuelve a ser, vuelve al momento primigenio aun dentro de la historia
lineal, cronológica, escrita por la civilización que ha construido un sistema de medida y
progreso y que, según in embargo, ha olvidado a la palabra, que, como se dice en el
poema, es ―la proporción que rige al himno y al discurso, / al baile, a la ciudad y a la
balanza.‖
2.9. Hacia Piedra de sol
Después de esta somera revisión de la temática y formas de los poemas aquí
revisados, se puede reconocer en éstos diferentes estaciones o registros que, en el fondo,
responden a un tipo de representación estética diferenciada entre sí, aunque convergente
en cierto punto. Así, en ―Elegía a un joven muerto en el frente‖ y ―Augurios‖ asistimos al
compromiso con la historia. En ―Entre irse y quedarse‖ y ―Hermandad‖, lo histórico
queda cristalizado en el instante. Cual síntesis, ―Himno entre ruinas‖ se aboca a insinuar
las contradicciones inherentes entre el mito (el arquetipo, la cristalización del instante,
etcétera) y la historia. Por hablar del caso más relevante, la palabra mediadora de
―Himno entre ruinas‖ fungirá, extrapolando al caso de Piedra de sol, como el vehículo
que despliega formas, tonos, matices, atribuibles a distintas variaciones, o acordes, sobre
un mismo tema.
67
El resultado, o la imagen general de este recorrido por los poemas, resulta en una
reiterada configuración dual que parte de la estructura orgánica del texto para convertirse
en toda una visión del mundo que tiene que ver con la forma, el proceso, la disposición
abstracta en que los hilos temáticos del poema van adquiriendo una función semántica.
Entre las contradicciones entre mito e historia, el texto mismo teje su propia corporeidad
dejando una estela mental que, como parte esencial de mi propuesta, asocio al ritmo, es
decir, a un movimiento de las polaridades. El medio (el ritmo) se vuelve, así, el mensaje.
La dualidad, la polaridad, serían, así, sólo los márgenes entre los cuales el ritmo graba
estética y mentalmente un tipo de desplazamiento con fuertes implicaciones en lo
filosófico y, por supuesto, en lo retórico-poético. Según Maya Schärer-Nussberg, en
―Frente al mar‖ Octavio Paz tematiza tal fenómeno (170):
1
Llueve en el mar:
al mar lo que es del mar
y que se seque la heredad.
2
¿La ola no tiene forma?
En un instante se esculpe
y en otro se desmorona
en la que emerge, redonda,
su movimiento es su forma.
68
3
La olas se retiran
–ancas, espaldas, nucas—
pero vuelven las olas
–pechos, bocas, espumas—.
4
Muere de sed el mar.
Se retuerce, sin nadie,
en su lecho de rocas.
Muere de sed de aire. (112)
Rayando acaso en la alegorización, la figura del mar ilustra o ―ejemplifica‖ la
noción de ritmo que parece articularse en la metaforización de la poética paziana. Cual
dualidad, el vaivén (parsimonioso o disruptivo) de las olas constituye un eje significativo
de relaciones que han de entenderse como estelas invisibles, sólo observables a partir de
imágenes impresas mentalmente. ―Su movimiento es su forma‖, es decir, la figura
emblemática del mar va tejiendo un orden semantizado por los símbolos que proyecta (―-
ancas, espaldas, nucas‖, ―-pechos, bocas, espumas‖), connotando en ese ir y venir (―las
olas se retiran‖, ―pero las olas vuelven‖) un sentido de polaridad inherente.
A la luz de este último planteamiento, en Piedra de sol, un poema en el que sin
duda convergen y se potencializan las constantes pazianas mencionadas anteriormente, el
ritmo se aunará a toda una reflexión sobre el influjo del tiempo, la historia, la vuelta al
69
origen y, sobre todo, la polaridad, aglutinando en ese poema toda la generalidad, pues
como afirma Ramón Xirau:
Si El arco y la lira es la ―summa‖ del pensamiento de Octavio Paz, Piedra
de sol es también la ―summa‖ de su poesía. Las porciones contrarias se
encuentran. Ya no tenemos ahora, aquí, un poema de protesta social y, más
allá, un poema idílico o un poema elegíaco. Elegía, amor, protesta,
aceptación y renuncia, contentamiento y desesperación, se unen ahora en
un todo homogéneo… (Citado en Pacheco 143)
Así, dada esta confluencia sintética de registros temáticos es que se puede pensar
en este poema cúspide como todo un manifiesto autoral que revela su poética general. En
tanto que poeta de aspiración universalista, aunque con conciencia de la historicidad,
testigos de las pugnas entre el nacionalismo y el cosmopolitismo, el arte puro y
comprometido, Octavio Paz aspira a resolver los horizontes divergentes con el fin de
reconciliarlos. La tentativa de tal resolución suscita, desde mi punto de vista, una visión
rítmica.
70
3. El ritmo de Piedra de sol
3.1. Reflexión teórica
El ritmo ha sido tradicionalmente asociado al nivel sintáctico-fonológico del
lenguaje, o bien, a la métrica:
El ritmo es una figura retórica (...) porque afecta al nivel fónico/fonológico
de la lengua, aunque también informa y permea los otros niveles, pues
existe una interdependencia entre ritmo y sintaxis por una parte y, por otra,
en la poesía el ritmo influye sobre el sentido. (Beristáin 447)
Con este supuesto, el ritmo puede fungir como colaborador de la significación en la
sonoridad o tono particular del verso, posibilitando así el efecto estético. Octavio Paz
denomina ese fenómeno como la ―disposición de ánimo que sólo podrá calmarse cuando
sobrevenga ‗algo‘‖(1967, 57). Ese algo es, para Paz, no una experiencia vaga de sucesión
o periodo vacío, sino un plus pleno de sentido. Estamos, en el caso de la poesía de Paz,
frente a un complejo sistema de relaciones metafóricas significativas que redundan, cual
ritmo mismo, en el ciclo como visión de mundo.
Asimismo, y en abono a una concepción similar de ritmo, éste se puede entender
en lo que Samuel Gili Gaya define:
…la repetición en el tiempo de ciertos fenómenos (apariencias). La
reaparición de percepciones ya vividas, o de algunas que nos las
recuerden, tienen, sin duda, valor estético. Con esto queda dicho que el
ritmo del lenguaje no es indispensable que sea acústico, fonético, basado
en la repetición de acentos o agrupaciones. Revivir ciertas
representaciones, imágenes o estados afectivos a lo largo del poema, puede
71
producir efectos de recurrencia tan densos como los que se obtienen con la
rima, los pies, los acentos fijos. (Magis 115)
Ese revivir ciertas representaciones arroja luz sobre la interpretación global de la
obra en su generalidad. De un poema extenso como Piedra de sol parece desprenderse la
experiencia de un viaje motivado por las recurrencias de imágenes o ―estados afectivos‖
que simulan estaciones, periodos, ciclos, a partir de una arquitectura verbal construida
con base en la circularidad. Con base en esto, el texto precisa de un análisis de esta serie
de ―ritmos mentales‖ que, configurados a partir de los hilos semánticos distribuidos a lo
largo de las estrofas y las constantes temáticas aludidas a través de ellas, van
constituyendo un cuerpo textual autorreferido: la forma en que los 584 versos
endecasílabos del poema construyen su sentido de la fijeza y el vértigo (el fin de un ciclo,
el inicio de otro: nociones asociadas al ritmo, es decir, a la regularidad y la temporalidad),
responde a toda una visión del universo concebido como un topos de percepciones,
imágenes y figuraciones vinculadas al tema de la otredad, la revelación del instante, la
reconciliación. Como marco general, la poética paziana vehicula en estos motivos o
líneas de pensamiento su concepto del tiempo, la historia, y plasma sus modelización
estética en las metáforas iniciales-finales del poema:
un sauce de cristal, un chopo de agua, (vv. 1-6)
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
72
Formas enumerativas para enunciar el devenir, estas metáforas representan el eje
motor que guía el tema del texto: la permanencia y el movimiento, entretejiéndose en una
serie de eslabones temporales.
Volviendo a la conceptualización teórica del ritmo, se ha llamado la atención
sobre un aspecto básico, en tanto que formal, que tiene que ver con su estatus en el
análisis literario. Si, como se ha dicho, el ritmo mantiene una relación de
interdependencia con el nivel sintáctico (Beristáin 447), cabe pensar dicha relación
también con el aspecto semántico. Sin embargo, la primera concepción responde a cierto
acercamiento de índole técnico que ha situado su foco tradicionalmente en los patrones
acentuales de los versos, a fin de evidenciar el carácter musical (o el tono preponderante)
como fenómeno intrínseco al poema.
Así, todos los manuales de análisis y estilística consignan el ritmo poético a la
descripción versificadora, es decir, la clasificación de yámbico, trocaico, dactílico,
anapéstico y anfibráquico, cuya nomenclatura pertenece al esquema métrico de la lengua
griega clásica. Las sílabas cortas y largas se substituye análogamente por la alternación
de sílabas acentuadas y no acentuadas del español. Estamos, pues, ante una metodología
que ha rastreado en esa especificidad fonológica tales funciones rítmicas que, vinculadas
a la métrica, representan un filón de análisis estilístico ya consolidado. En su Poética,
Aristóteles entendía al ritmo, junto a la mímesis, como causales de la poesía, haciendo
notar, sobre todo, su dimensión físico-material (García 89).
Sin embargo, no hay actualmente una teoría, metodología o estudios críticos que
logren articular el enfoque técnico de la disposición acentual con un enfoque más
integrado y general: el del significado. Ésta es, sin duda, una asignatura pendiente en el
73
horizonte crítico y teórico del discurso poético. No obstante, es importante considerar en
este marco abstracto las aportaciones de los formalistas rusos, específicamente Osip Brik,
Roman Jakobson y el semiotista Yuri Lotman, quienes plantearon problemas concretos
de la poesía en lengua rusa que, mutatis mutandis, constituyen una base imprescindible
para el estudio del ritmo poético en lengua española. Desde una perspectiva de la
lingüística estructural, el teórico francés Jean Cohen explora, al referirse a los aspectos
afectivos de la poesía, algunas implicaciones del sentido del ritmo9. Asimismo, algunos
trabajos de Antonio García Berrio (89)10
han tendido a explorar ciertas implicaciones
semánticas partiendo del verso en cuanto a su materialidad acústica.
De igual modo, a la luz de lo que expone Samuel Gili Gaya en la cita inserta en el
primer capítulo, observamos cómo el concepto de ritmo, si bien con raíces en el aspecto
técnico y radicado en el verso, puede referirse también a ―la reaparición de percepciones
ya vividas‖, esa actividad estética orientada a ―revivir ciertas representaciones, imágenes
o estados afectivos a lo largo del poema‖ (Gili Gaya 55). En esta última idea, estamos
frente a una noción más amplia, pues sobrepasa el nivel micro del verso para aspirar a
una significación que toma en cuenta las funciones connotativas de las constantes en un
conjunto de versos o estrofas hasta configurarse toda una imagen general que podría
denominarse como macro.
Ejemplo elocuente de la carencia de estudios con esta perspectiva es el caso
concreto que me ocupa. En la bibliografía crítica ocupada de Piedra de sol, abundan
aquellos acercamientos que atañen a aspectos temáticos en el sentido básico del término.
9 Véase, Cohen, Jean. ―La función poética‖. Estructura del lenguaje poético. Madrid: Gredos,
1970. 10 Los casos analizados y comentados por Antonio García Berrio son Rubén Darío y Federico
García Lorca, en los cuales observa, amén de los elementos constructivos implicados en el ritmo
técnico, una aspiración de ―ritmo de ideas‖ (102) asequible a partir de la modernidad poética.
74
Con base en esto –y bajo la premisa que el ritmo como elemento constructivo en lo
técnico y de sentido estético es de suma relevancia en la obra poética de Octavio Paz—,
la pertinencia crítica de mi acercamiento se halla fundamentada por dos factores.
En primera instancia, con la dimensión empírica presente en la lectura del poema,
la sola métrica y estructura de Piedra de sol sugiere ya una disposición anímica,
simbólica, con fuertes raíces en el concepto del arte literario como
la creación artificial de series regularmente sucesivas de elementos
recurrentes, que se corresponden con la seriación armónica de los ritmos
vitales, creando cadencias de identificación (invariantes) y de diferencia
(variaciones), agrupadas en unidades de organización extensa, que
reconocemos como textos u obras. (Berrio 90)
A la luz de lo expuesto en esta nota, salta a la vista la noción de un patrón binario
o dual como modelo teórico. Esta concepción de ritmo, que más adelante García Berrio
denomina biorritmos, se asocia a los movimientos corporales como la respiración, latidos
cardíacos, etc., y queda, pues, como la expresión estilizada de un orden natural biológico
y cuya función y sentido es básicamente imitativo. El orden poético sería, por así decirlo,
un signo vehicular que funciona como extensión de los ritmos o ciclos naturales.
El segundo factor de pertinencia se encuentra motivado por la explicitación que
Octavio Paz hace sobre el mismo aspecto. Así como otros temas fundamentales
vinculados al arte literario, en El arco y la lira, Paz concibe el ritmo poético desde un
punto de vista integral:
El ritmo no es medida: es visión del mundo. Calendarios, moral, política,
técnica, artes, filosofías, todo, en fin, lo que llamamos cultura hunde sus
75
raíces en el ritmo. Él es la fuente de todas nuestras creaciones. Ritmos
binarios o terciarios, antagónicos o cíclicos alimentan las instituciones, las
creencias, las artes y las filosofías. (59)
Si bien ya se ha mencionado el problema de leer al Paz ensayista como crítico de
su propia poética, es importante leer sus afirmaciones al menos como producto de una
reflexión autoral, el síntoma de una preocupación, no un testimonio fidedigno y directo
de su realización estética. Si bien ésta no tendría que ser necesariamente un espejo de su
praxis literaria, sí arroja luz al respecto a su bagaje teórico, que intentará resolver, en
mayor o menor grado, en sus poemas. Así es, pues, como habría que considerarse una cita
como la anterior: como síntoma de una reflexión del tema, a partir de la expectativa, la
búsqueda empírica. En cuanto al contenido en sí, en tal cita se plantea de entrada una idea
fundamental: la distinción entre ritmo y metro. Que el ritmo no se equipare a la medida
implica que, como impulso anterior a la palabra poética, no se circunscribe al metro,
aunque lo habite o, de una forma tácita y vaga, lo permee. El metro queda, desde luego,
fijado en la mera numeración silábica. Ante la imposibilidad de asirse en lo abstracto, el
ritmo se presenta trazado más bien como un desemboque concreto a lo largo del metro,
deviniendo un tipo de respiración del registro autoral, una tonalidad propia y peculiar, en
fin, todo aquello que se encuentra signado en la enunciación del yo lírico.
El endecasílabo de Piedra de sol de Octavio Paz puede actuar similar
métricamente a cualquier otro de Garcilaso de la Vega, Lope de Vega, Góngora,
Quevedo, Rubén Darío, etcétera, toda vez que las combinaciones métrico-acentuales,
producen un mismo efecto sonoro. Por ejemplo, en ―aquella voluntad honesta y pura‖ de
Garcilaso de la Vega y en ―vestida del color de mis deseos‖ de Paz se observa el mismo
76
esquema descrito por - I - - - I - - - '. Estos versos heroicos parecen reflejar un mismo
vehículo de lengua que posibilita, al menos métricamente, productos similares.
En el asunto de mi interés, la noción de ritmo como regularidad semántica y
temática, existe –aunado a la obvia distancia histórica que media en la poesía de tales
autores— un fenómeno de variación relacionada con el tono singular de la lengua en un
momento específico. Un mismo número de sílabas actúan o se presenten
significativamente diferenciadas unas de otras. Paz observa en ese registro una ―visión
del mundo‖. Es decir, un signo concreto que alude a todo un sistema abstracto de
significaciones más amplias y diversas. O viceversa, todo aquel bagaje de conocimiento
que trasciende al verso, queda evidenciado en el orden rítmico del discurso poético.
Dado su afán de entender y reelaborar el yo lírico con el crisol de la vocación
universalista (o cosmopolita) que lo mismo incorpora elementos de la tradición náhuatl,
la cosmografía griega y el erotismo hindú, la reflexión de Octavio Paz se centra en
aspectos comunes a diferentes tradiciones culturales que son entendidas como
atravesadas por el ritmo, o sea, por un eje ―esencial‖. El resultado es una concepción
filosóficamente idealista y generalizante, en cuyo proceso argumentativo acude a una
ilustración como la siguiente:
Si se golpea un tambor a intervalos iguales, el ritmo aparecerá como
tiempo dividido en porciones homogéneas. La representación gráfica de
semejante abstracción podría ser la línea de rayas: - - - - - - - - - -. La
intensidad rítmica dependerá de la celeridad con que los golpes caigan
sobre el parche del tambor. A intervalos más reducidos corresponderá
redoblada violencia. Las variaciones dependerán también entre golpes e
77
intervalos. Por ejemplo: -I--I-I--I-I--I-I--I--, etc. Aun reducido a ese
esquema, el ritmo es algo más que medida, algo más que tiempo dividido
en porciones. La sucesión de golpes y pausas revela una cierta
intencionalidad, algo así como una dirección. El ritmo provoca una
expectación, suscita un anhelar. Si se interrumpe, sentimos un choque.
Algo se ha roto. Si continúa, esperamos algo que no acercamos a nombrar.
El ritmo engendra en nosotros una disposición de ánimo que sólo podrá
calmarse cuando sobrevenga ―algo‖. (56-57)
En esta analogía musical, Paz encuentra un modelo empírico con el cual intenta
exponer las modulaciones verbales motivadas por asociaciones semánticas, al menos
desde el punto de vista de la percepción. Estas modulaciones verbales no son sino las
variaciones acentuales y temáticas. En ese ―algo‖ subyace un sentido plenamente
significativo generado por el fenómeno inasible conocido como entonación, que
trasciende la conjunción sincopada de los ―golpes‖ y ―pausas‖. Asimismo, este sentido
repercute en todo un hallazgo sensorial que, para Paz, se revela en ―cierta
intencionalidad, algo así como una dirección‖, capaz de expresar y comunicar –o
connotar— casi al mismo grado que el contenido puro o manifiesto. Se vuelve cierta la
máxima formalista de que el medio (la materialidad del signo y sus efectos acústicos) es
el mensaje, a la vez que la palabra poética recupera su origen preponderantemente oral
que connota cierta atmósfera de ritualidad. De ahí que en el modelo de Paz éste utilice
como figura la del tambor, símbolo asociado a una especie de edad primitiva en la que la
historia carece de una visión lineal y el tiempo no es sino un fluir denso, sólo
interrumpido por la concesión de la pausa.
78
En el ámbito de lo propiamente literario, esta concesión es un tipo de inflexión,
acentual ya a nivel verso, ya a nivel estrofa, que produce una serie de asociaciones
mentales y secuencias relativamente recurrentes. García Berrio, siguiendo a Aristóteles
en su Poética, aduce a partir de estas asociaciones mentales un eco mimético de la
naturaleza (Berrio 90). El verso aspira a constituirse como un universo especular de ésta.
Por su parte, y negando esta analogía de la imitación, Osip Brik le otorga al ritmo el
status de una configuración más bien particular, distinta al resto de patrones de
movimiento astronómicos, biológicos, mecánicos, etc. Observa (como el mismo Paz
sugiere) que el ritmo precede al lenguaje:
El movimiento rítmico es anterior al verso. El ritmo no se puede
comprender a partir de un renglón del verso, sino al revés: el renglón del
verso se puede comprender a partir del movimiento rítmico. (20)
Brik ejemplifica tal noción en las famosas líneas de Karl Marx y Friedrich Engels,
en donde el verso ―Proletarios de todos los países, uníos‖ adquiere una ambivalencia
según su función contextual. Este verso es tanto un eslogan prosaico como parte de un
poema. El orden diferenciado se relaciona, según Osip Brik, con el impulso rítmico
existente en la conciencia aún antes de su materialización, cualquiera que ésta sea (22). A
ese fenómeno podemos llamar también como entonación. El sentido y la sintaxis de las
palabras son idénticos, pero cierta emotividad presente en el ámbito poético la distingue
substancialmente de la frase llana. El impulso rítmico posibilita entrever cómo el ritmo
como noción mental anterior al lenguaje desemboca en una concretización retórica, es
decir, en el poema.
79
Tal materialización, sin embargo, no representa en sí misma el indicio absoluto de
una significación tácita: la conjunción de versos trocaicos y yámbicos no nos llevan por
ende a un sentido unívoco, pues hablamos más bien de fenómenos modélicos que
evidencian series acentuales y que Brik llama como la curva de las intensidades. Se
refiere, pues, a la estela trazada por sílabas acentuadas y no acentuadas en el análisis
tradicional del discurso poético. En aquélla no se resuelve la significación del ritmo
poético cuantificando las disposiciones acentuales, sino que es a partir de la observación
de ese proceso de disposición que se puede, en términos empíricos, hallar o articular un
sentido, siempre con fuertes raíces en el orden de lo propiamente semántico explicitado a
la luz de los rasgos temáticos del poema.
De esta forma, y a propósito del caso concreto que me ocupa, el solo análisis
métrico-rítmico de Piedra de sol funge como un mero punto de partida, aunque sin duda
importante. Carlos H. Magis ha notado ya la preponderancia del endecasílabo
polirrítmico en la versificación del poema, señalando a su vez un fenómeno retórico
como el encabalgamiento que posibilita dos funciones: a) la distensión del ritmo y b) la
acentuación de los significados (280):
–la vida, ¿cuándo fue de veras nuestra?, (vv. 516-521)
¿cuándo somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, NUNCA SOMOS (sic)
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
80
En estos versos, por ejemplo, Magis observa un movimiento rítmico que connota
cierta suavidad, una vez irrumpido el tono violento y contenido reflexivo de las
interrogantes. Señala, además, la tensión generada entre la lectura orientada al sentido y
al ritmo, marcada con las mayúsculas. Para este punto, el poema ha alcanzado un clímax
y éste tiende a perfilarse, de algún modo, en ese vaivén parsimonioso del ritmo, que
pierde aceleración hasta desembocar en un registro de mayor armonía e integración: ―la
vida no es de nadie, todos somos / la vida –pan de sol para los otros‖. El encabalgamiento
de los versos 518-519 establece una concesión que acentúa la aniquilación del ser
individual para quedarse suspendida momentáneamente en una paradoja ontológica
(―nunca somos‖) o, bien, una pausa.
En cuanto a su formulación teórica, Carlos H. Magis entiende esa actuación
fónico-semántica como funciones rítmicas para describir y explicar cómo en la poesía de
Paz –el crítico se refiere específicamente a La estación violenta, poemario en que se
incluye Piedra de sol— se logran vislumbrar, a partir del aspecto estructurante y
versificador, atisbos del significado. Asimismo, trae a colación el problema teórico
insoslayable –y de relativa vigencia en los estudios poéticos— que implica el tema del
ritmo, apelando a Samuel Gili Gaya y Tomás Navarro como quienes llamaron la atención
en un dilema: ¿en qué medida se puede hablar o no de una significación a partir de
recursos rítmicos como la sonoridad? Para Tomás Navarro, y como cita Magis, se trata de
una mera ―gala y adorno del verso‖ (114). Gili Gaya, por su parte, le otorga una función
significativa que no sólo complementa el nivel temático y semántico, sino que coopera
juntamente con éstos11
.
11 En una serie de conferencias titulada ―El ritmo en la poesía contemporánea‖, e incluida en
Estudios sobre el ritmo (1993), Gili Gaya parte de la idea de que, en el caso de la poesía moderna
81
El semiotista ruso Yuri Lotman expone tal debate refiriéndose a la naturaleza o
efecto de la sonoridad implicada en el verso:
Es bien conocido que el discurso poético posee un sonido distinto que el
discurso en prosa o el coloquial. Es melodioso, se presta fácilmente a la
declamación. La existencia de unos sistemas de entonación particulares,
propios únicamente del verso, autoriza a hablar de la melodía del discurso
poético. Por ello surge la sensación –muy extendida— de que en el verso
se hallan presentes elementos autónomos: el semántico y el melódico,
equiparándose a veces, uno al principio racional y el otro al emocional. Y
si algunos autores son de la opinión de que existe una correlación entre los
aspectos semánticos y melódicos, son muchos los que están convencidos
de su carácter separado, incluso opuesto. (153)
Tal polarización de criterios responde a la idea generalizada del contenido y la
forma. La segunda parte del binomio, la cual se halla asociada a la ―melodía‖ del discurso
poético, es circunscrita por Lotman al aspecto emocional, es decir, a aquellas fibras o
rasgos del texto que escapan al dominio de lo lógico. Ante esto, la ―melodía‖ del verso se
y el versolibrismo, se vuelve difícil distinguir entre verso y prosa, atribuyendo a éstos factores
rítmicos comunes, aunque, para contrastarlos, señala:
Los poetas mismos van a darnos la solución cuando moldean sus intuiciones en
versículos. Cada versículo es una unidad melódica, expresiva, voluntaria,
deliberada; es mucho más que un renglón. Una pausa, brevísima o larga, señala
una unidad, una burbuja en el fluir de las palabras. Esta pausa puede coincidir, o
no, con el desarrollo lógico-racional del pensamiento; puede ser sintáctica o
antisintáctica, como en el encabalgamiento. Hasta tal punto el verso libre
desborda la sintaxis, que con frecuencia los autores prescinden de la puntuación
ortográfica, como indicándonos que en su versículo las unidades de sentido son
otras. A veces puntúan, y no es raro que puntúen mal desde el punto de vista
lógico, aunque muy bien para destacar valores alógicos, imaginativos o afectivos.
(94).
Gili Gaya ejemplifica su estudio con poemas de Juan Ramón Jiménez, Dámaso Alonso y Vicente
Aleixandre.
82
constituye como parte inherente del fenómeno acústico cuyos efectos en el orden de la
significación no son del todo claros o unívocos. De ahí la dificultad de un consenso
crítico en cuanto a su función. Acaso en esa dificultad resida el asunto medular de la
poesía como una voz con elementos y funciones tanto de la oralidad como de la escritura.
Así, estamos en un debate teórico en el que figuran pocos hallazgos concretos.
El problema es, sin duda, de naturaleza compleja. El poema como tal responde a
un tipo de pulsación general asumida como ritmo, el cual se logra, en parte, por la
versificación, la disposición métrica. A partir de la incursión del llamado versolibrismo,
la ―melodía‖ del discurso poético se ha transfigurado en la noción moderna ―música de la
idea‖ (Berrio 101). El poeta moderno ritma su poema en el supuesto de una serie de
correspondencias internas y particulares, despojado de la mediación de la estructura
métrica y el rigor acentual, para plasmar –consciente o inconscientemente— una imagen
plástico-acústica que, de una forma sutil, secreta el sentido.
La recurrencia semántica, temática, en Piedra de sol se antoja –y he aquí el punto
principal de este trabajo— de naturaleza rítmica, concepción que se distancia
parcialmente del enfoque tradicional cuya foco es la disposición silábica y se perfila
como una tentativa de significado más integral y general, pues echa mano del
insoslayable sustrato semántico del texto, a la vez que aspira a reconocer las funciones
significativas de su disposición organizativa.
Vinculadas a las estaciones del calendario las estrofas de Piedra de sol se
constituyen, no obstante, como períodos que se refieren entre sí, a la luz del eje del ritmo
(es decir, recurrente) representado por el instante. Los 584 días del calendario venusino y
los 584 versos del poema serían, bajo esta lectura, una suerte de universo finito de
83
posibilidades infinitas: el círculo de la piedra de sol azteca guarda, en sus diferentes
pasajes, la aspiración de asir, entre la inmovilidad y el cambio, la historia y el mito, un
resquicio trascendente vislumbrado sólo a partir de la melodía, a veces armónica o
disruptiva, del metro endecasílabo.
Las ―percepciones ya vividas‖, aquellas que nos llevan ―a revivir ciertas
representaciones, imágenes o estados afectivos a lo largo del poema‖, ―de efectos de
recurrencia tan densos como los que se obtienen con la rima, los pies, los acentos fijos‖
(Gili Gaya 55) están también asociadas al fenómeno escurridizo y complejo del ritmo
poético. Asimismo, tal concepto de ritmo requiere, a su vez, una cierta orientación, una
actitud crítica, una entonación que resulta de atender al tópico general y estructurante de
la obra, el contexto de la tradición literaria a la que se filia, es decir, todo ese marco que
la envuelve y circunscribe a su vez en un registro particular. Esta entonación está, en
parte, propiciada por el texto mismo, pero se ve mediada también por la cooperación
agudizada y sensible del crítico para corroborar y, sobre todo, completar la función
significativa e interpretativa. Es en esa dialéctica crítica y metodológica que un texto tan
complejo como Piedra de sol puede definirse bajo el filón del ritmo.
En términos de la disposición estrófica, o las partes del poema, sigo a Yuri
Lotman cuando, refiriéndose a una problemática teórica relacionada con la estructura del
texto artístico en general, explica:
El paralelismo de entonación de versos y períodos se convierte aquí en una
―base de comparación‖ que pone al descubierto la oposición semántica o la
diferencia semántica. De este modo, nos convencemos de que una ley,
suficientemente general, de la estructura del texto poético será no la
84
repetición mecánica de las partes, sino su correlación, su conexión
orgánica. Por eso ninguna de las partes del texto poético puede
comprenderse sin la definición de su función. Por sí sola simplemente no
existe: todas sus cualidades, su carácter definido, cualquier parte del texto
los adquiere a través de la correlación (comparación y oposición) con otras
partes o con el texto en su totalidad. El carácter de este acto de correlación
es dialécticamente complejo: el mismo proceso de yuxtaposición de las
partes del texto artístico, por regla general, se revela a la vez como
aproximación-comparación y como repulsión-oposición de significados.
(…) Lo mismo puede decirse de la naturaleza estética de las repeticiones
de grandes unidades de texto: versos, estrofas, elementos de composición
(―situaciones‖, ―motivos‖, etc.). (167-168)
En este modelo de Lotman, se establece, a través del binarismo significado por
comparación y oposición, las coordenadas analíticas en la definición de las partes
estructurales del texto. De naturaleza inmanentista, su enfoque puede arrojar luz sobre
este análisis, toda vez que, para aducir en Piedra de sol cierta recurrencia semántica y/o
temática que connotan asociaciones rítmicas, es necesario pensar las oposiciones y
comparaciones necesarias a la hora de dar coherencia interpretativa total al poema.
En aras de proponer un estudio que explique las recurrencias a la luz de una
hipótesis general, se tiene que el poema de Paz se orienta a plasmar en su estructuración
estrófica el motivo general del instante, observándose en el tono y estilo (es decir, en el
uso del metro) de la voz poética una cierta variación apoyada siempre en el aspecto
semántico. Las repeticiones de los motivos ―secundarios‖ o situaciones (la mujer, el
85
mundo, el ser histórico, etcétera) han de interpretarse como compases que se desprenden
del motivo general y que se eslabonan coherentemente en una dinámica de espiral
(Salgado 67). El instante y sus elementos simbólicos son, pues, modulados por el ritmo
como agrupación de comparaciones y oposiciones (la atemporalidad, el encuentro con el
tú, en la primera parte, la historicidad y su respectiva reformulación en la segunda parte)
como componentes de la estructura orgánica.
El análisis y la división estrófica aquí propuesta responde, sin duda, a un punto de
vista estructural, en tanto que da cuenta del desarrollo temático y formal del poema.
Centrándose en aquellos rasgos textuales que parecen revelar un fenómeno de cambio y
recurrencia, la propuesta del análisis es apuntalar cómo Piedra de sol se configura como
un texto acrisolado por una visión de mundo en la cual el ritmo, es decir, la configuración
dualista y su continua nulificación, trascienden el resto de asuntos temáticos.
En el nivel de la interpretación, esta formulación no pretende sino filiarse a la ruta
ya trazada por la crítica que observa en el poema el tema fundamental del tiempo. Sin
embargo, a fin de agudizar la lectura, se plantea que este tema presenta cierta
particularidad. El tiempo es, así, su tema y el ritmo (es decir, la regularidad) es su forma
de conocimiento poético. En toda una estructura de 584 endecasílabos, el yo lírico no
sólo ―discurre‖ o ―habita‖ el tiempo, sino que modela –en ese vaivén de imágenes
atravesadas por las 48 estrofas del poema— toda una visión de la temporalidad, es decir,
del movimiento continuo, adquiriendo connotaciones arquetípicas, pues el ethos lírico
intenta aludir a un sujeto transhistórico. Apelando a la función del calendario, la sola
forma del poema plantea una reflexión sobre la temporalidad. El ritmo se presenta como
ese elemento composicional que permite al poema decodificar aquélla, pues es sólo a
86
partir de los períodos de recurrencia (retórica, temática, etcétera) que se hace cognoscible
el proceso del cambio temporal.
Al pensar como preponderante el ritmo (y su sentido) en la poesía se suscita un
problema. Como se ha dicho anteriormente, si se plantea desde la teoría literaria
tradicional: el ritmo a nivel silábico –los pies métricos y la curva de las intensidades en
términos de Osip Brik— no permite muchos hallazgos, toda vez que, como señala el
mismo teórico, el solo rastreo de la representación de los pies métricos no constituye en sí
mismo una indagación del ritmo y, mucho menos, de su significación.
Con base en esto último, se hace necesario pasar de ese nivel micro y meramente
fónico del ritmo para asimilarlo como una perspectiva más global e integral, en la cual se
evidencie cómo la autorreferencialización del poema responde, más que a un ejercicio
ornamental, a una noción de ritmo de implicaciones filosóficas, pues supone una
concepción de la realidad a partir de un orden, una regularidad o ciclos plenos de sentido.
Con este fin, es dable extrapolar a un aspecto más amplio, en primera instancia, lo que
Gili Gaya define como grupos fónicos:
La cadena continua del discurso se divide naturalmente en
fragmentos delimitados por pausas o silencios. Las pausas pueden
ser lógicas o impuestas por el sentido; otras son emocionales; otras,
expresivas, y también las hay simplemente respiratorias, motivadas
por la necesidad de reponer el aire respirado. Pero cualquiera que
sea la causa de estas pausas o interrupciones en la cadena de
sílabas, dividen el discurso en unidades que reciben el nombre de
grupos fónicos. Cada grupo fónico es una unidad de entonación o
87
línea melódica, y es también una unidad sintáctica, puesto que
todas las palabras contenidas en él guardan estrecha relación
gramatical. A veces, no es indispensable que los grupos fónicos
estén separados por pausas propiamente dichas, sino por un cambio
brusco de la entonación, de la intensidad o del tempo con que
hablamos. De cualquier manera que sea, sin embargo, la unidad
fonética y sintáctica del grupo fónico está perfectamente
individualizada en todos los casos (79-80).
A la luz de esta conceptualización situada, como es evidente, en el aspecto
acústico del verso, es preciso, para los fines e intereses que aquí se persiguen, establecer
una analogía entre verso y estrofa. En este ejercicio de extrapolación, se equiparan tales
elementos con el fin de pensar las serie de estrofas señaladas en este análisis como
segmentos configurados entre sí a partir de, como dice Gili Gaya, pausas ―lógicas o
impuestas por el sentido‖, o ―emocionales‖, o ―expresivas‖, o ―respiratorias‖. A escala,
las unidades de entonación se perfilan como unidades rítmicas y de sentido que habrán de
encontrarse genéricamente en la división estrófica. En la serie trazada por ésta subyace
una dinámica que conlleva, por ende, la relevancia de lo fónico y sintáctico, pero supone,
al fin y al cabo, la predominancia de lo semántico.
Como se observa temática y semánticamente, el poema vuelve sobre sí mismo, a
la vez que modula su voz según en una serie de matices que, si bien no se reflejan
automáticamente en la sintaxis, sí han de connotarse en una lectura cuidadosa de la
cadencia de los versos, no tanto en la disposición concreta de acentos, aunque sí en los
88
hemistiquios gráficos. Para movilizar el concepto de grupos fónicos, se hace viable
pensar la entonación, que, en términos de Gili Gaya,
sin ser propiamente un elemento rítmico en el verso se adhiere al ritmo
acentual y lo subraya; sólo cuando las necesidades expresivas lo exigen, el
tono se desprende de la intensidad y deja de colaborar al verso, pasando a
desempeñar su papel sintáctico y afectivo. (52)
Se acuña, así, la noción de grupos estróficos con el fin de explicar la disposición
en que se hallan articuladas las partes del poema, de tal manera que la entonación, en
tanto que fenómeno retórico que participa de la organización del texto, dé cuenta del
sentido trazado por las estrofas.
En todo este marco conceptual, de revisión y reelaboración de diferentes
aproximaciones metodológicas y enfoques teóricos, Piedra de sol representa una suerte
de mixtura compuesta por la soltura del verso libre (no rimado) y la rigidez de la métrica
endecasilábica. Esta rigidez se antoja relativa, debido a la función del endecasílabo
polirrítmico el cual posibilita cierta variedad: tanto la concordancia como la discordancia,
es decir, la sensación armónica o disonante en estrecha relación con los giros temáticos
que el poema presenta.
El endecasílabo media y regula las potencialidades de la expresión lírica,
modulando la voz del poeta, quien intenta, en la medida de lo posible, incorporarse al
metro. En el plano de la experiencia de lectura concreta, se halla una especie de vértigo o
suspensión en aquellas estancias del poema en donde se apela a la imaginería, la cual
atraviesa todo el texto. De esta forma, la estructura misma, previa al significado y a toda
especificidad en el sentido, pretende regir el transcurso poético, como si las palabras,
89
plenas de historicidad, se desprendieran paradójicamente de su referencialidad y el
impulso rítmico se constituyera como ―el asunto‖ del poema. Este excedente de forma, el
marco general vehiculado y acotado en el ritmo, se convierte en el motor y móvil mismo
del poema, trascendiendo al ―contenido‖ mismo. Al aducir una lectura religiosa del
poema, Horácio Costa entiende tal fenómeno dado por una ―conjunción de sonidos casi
asignificantes‖ (90). Más allá de sólo circunscribirlo al ámbito de la religiosidad –lo
mántrico como artificio o práctica preparatoria del trance místico y, con él, la
revelación—, cabe el planteamiento de Costa extender a un fenómeno cognoscitivo más
amplio que, resuelto en Piedra de sol desde la esfera de lo poético, se halla asociado al
ritmo en tanto que patrón, o forma preestablecida y regular, que resulta preponderante, en
detrimento de la función referencial del lenguaje. En términos de la función poética
acuñada por Jakobson, la poesía, la forma –que vinculo aquí al ritmo— hablan de sí
mismas, no tanto de un asunto externo a ellos.
Al reconstruir el fundamento empírico de la preponderancia de la estructura
fónica y verbal sobre el aspecto propiamente semántico, Samuel Gili Gaya comenta en
términos sencillos, afirmando: ―a menudo prefiguramos la extensión y ondulación de lo
que nos falta escribir en una cláusula empezada, antes de que aparezcan las palabras‖
(67). Por su parte, al referirse a la experiencia que como escritor vivió en la escritura del
poema, Octavio Paz aduce:
No tenía plan. No sabía lo que quería. Piedra de sol se inició como un
automatismo. Las primeras estrofas las escribía como si literalmente
alguien me las dictara. Lo más extraño es que los endecasílabos brotaban
naturalmente, y que la sintaxis, y aun la lógica, eran arbitrariamente
90
normales. De pronto sobrevino una interrupción. Había escrito unos treinta
versos y no pude seguir. Salí al extranjero por dos semanas (…) y a mi
regreso, al releer lo escrito, sentí la necesidad de continuar el texto. Volví a
escribir con una extraña facilidad, pero en esta ocasión intenté utilizar la
corriente verbal y orientarla un poco. Poco a poco el poema se fue
haciendo, me fui dando cuenta hacia dónde iba el texto. Fue un caso de
colaboración entre lo que llamamos el inconsciente (y que para mí es la
verdadera inspiración), y la conciencia crítica racional. A veces triunfaba
la segunda, a veces la inspiración. Otra potencia que intervino en la
redacción de este poema: la memoria (…) Por ser obra de la memoria,
Piedra de sol es una larga frase circular. (Citado en Santí 1997, 108)
Más allá de tomar a pie juntillas lo que el autor plantea –esto figura más bien en el
ámbito de la autorrepresentación tan lírica como el poema mismo al que se refiere—, en
la cita anterior se ve reflejado, al menos en el fondo, una conciencia poética vinculada al
mismo fenómeno descrito por Gili Gaya. Es decir, la noción de estructura rítmica previa a
la articulación semántica. El crítico español agrega:
Sería interesante investigar hasta qué punto el arrastre rítmico de la frase o
su contención pueden determinar las palabras de relleno en el período
abundante, o las palabras con condensación de sentido en el período breve.
Resultaría acaso que el ritmo no sólo sirve a la expresión, sino que a veces
ella misma se modela según un ritmo más o menos consciente por parte
del autor. (61)
91
Esa problemática revela substancialmente el objeto de estudio de este trabajo:
analizar cómo las partes orgánicas del poema se autorrefieren. Sin duda, estamos ante un
fenómeno con implicaciones cognoscitivas y perceptuales que, en el ámbito de lo retórico
y lo poético, resulta motivado, en parte, por el sistema métrico regular a lo largo de todo
el poema, pero sobre todo por la modelización del tiempo. Octavio Paz logra en Piedra
de sol articular tal fenómeno mostrando una visión cíclica del mundo que alude, sí, al
calendario prehispánico, pero cuyas implicaciones simulan, a partir de un punto de vista
lírico, un viaje a un tiempo intelectual y espiritual.
3.2. Primera parte: atemporalidad/historia
Tenemos como emblema inicial de esa armonía entre lo intelectual y espiritual los
ya citados seis primeros (y últimos) versos que connotan un estado mental previo al de la
socialización del lenguaje y en el cual se privilegia el símbolo en su asociación plácida
con la atmósfera natural. Tales versos parecen adquirir un sentido de acontecimiento
fundacional. Son el manifiesto de una voz que testimonia, a la vez que modela, la génesis
de un mundo construido por la resonancia en la que convergen una visión estética y ética
del universo. Son un preludio y, debido a la estructura circular del poema, la coda a la
vez.
Las siguientes tres estrofas descansan sobre esa primera función y responden, a
partir de la metaforización suscitada por la movilidad/inmovilidad, a un ritmo fluido
evidenciado en la cadencia ininterrumpida por comas dentro del versos hasta casi
finalizar, a manera de indicio de cambio, en la estrofa cuarta:
piernas de luz, vientre de luz, bahías, (vv. 29-34)
92
roca solar, cuerpo color de nube,
color de día rápido que salta,
la hora centellea y tiene cuerpo,
el mundo ya es visible por tu cuerpo,
es transparente por tu transparencia,
Para esta parte, se avizora ya un nuevo registro: la interpelación al tú femenino
que, como se explicita en la quinta estrofa en el verso 34, se evoca desde el yo, elidido
hasta este momento. Resulta viable pensar así, en términos de ―momentos‖, toda vez que
la noción que mueve este análisis es la del ritmo entendido como la recurrencia temporal
de elementos textuales –sintácticos y temáticos. Es, pues, un ―proceso mental mediante el
cual el ser humano agrupa sensaciones auditivas en un sistema de imágenes dispuesto
sobre una base temporal‖ (Gili Gaya 11). Esta temporalidad, para nuestro caso, es
producto de una construcción prosódico-semántica que el poema sugiere y que ha de
fungir como un cuerpo autorreferencial.
Así pues, la quinta estrofa presenta una primera orientación propiamente lírica, es
decir, el registro emotivo desde donde se proyectará el ciclo poético, una vez descrito el
escenario fundacional. En esta transición del carácter atemporal del preludio a la
aparición del yo, se observa cómo
voy entre galerías de sonidos, (vv. 35-41)
fluyo entre las presencias resonantes,
un reflejo me borra, nazco en otro,
oh bosque de pilares encantados,
bajo los arcos de la luz penetro
93
los corredores de un otoño diáfano,
revela una evolución en la cual el discurso se vuelve acumulativo y complejo, pues éste
logra subsumir, a los elementos de la primera imaginería, el crisol emotivo del yo lírico.
Activo y pasivo (sujeto gramatical y objeto directo) a la vez, éste se articula
significativamente como una permutación formal: los verbos que lo enuncian ocupan
tanto el inicio del verso como el final (primer hemistiquio en los versos 34 y 35, y
segundo hemistiquio en los versos 37 y 39) con lo que la estrofa adquiere así un tono
dinámico. El resultado de esta variación consigna una visión proteica del universo
poetizado: el yo lírico, centro en tanto que sujeto, se transfigura en una instancia movible,
que, como de forma explícita se hace notar, deviene fluyente ―entre las presencias
resonantes‖ (35), cual si fuese presa y eco de un ritmo, un orden superior.
Asimismo, y a pesar de esta movilidad constante, el yo de Piedra de sol actúa
como un eje que, en lo composicional y temático, se presenta como núcleo significativo a
través de las diferentes estaciones (o estrofas) con sus respectivos énfasis y
particularidades ―episódicas‖. Da cohesión semántica en medio del cúmulo de imágenes
plásticas y ahistóricas, de tal forma que en una primera lectura fluida no sea difícil
distinguir la sucesión tópica. Para la estrofa sexta, séptima, octava y novena, el sujeto,
escindido entre el tú y la naturaleza, sólo funciona a manera de movimiento reiterativo
que permite al lector ubicar el ―centro móvil‖ que dirige el sistema métrico y
acompasado. Encabezando la estancia, articulado anafóricamente, el verbo ―voy‖ –sietes
veces en cinco estrofas— parece, más que enfatizar la implicación del yo, apuntalar una
sensación auditiva, al grado de percibirse un tempo que obnubila el significado
propiamente dicho. Intenta reestablecer el equilibro, dado el potencial desborde supuesto
94
en la preponderante impostación del tú, que ocupa la mayoría de los versos. Es todavía un
orden mesurado, aunque zigzagueante, debatido entre limitarse a ―describir‖ o el paisaje
y desbordar la fuerza de la emotividad lírica. Desde el punto de vista de la composición, y
a propósito de la obnubilación del sentido (Costa 90) en la rígida estructura de un poema
como el aquí analizado, resalta el hecho de que la ensoñación atemporal supuesta por los
versos carentes de verbos (o más bien, donde se elide y hasta olvida el yo y el tú) parecen
actuar como acordes que llenan compases preestablecidos dentro de una sinfonía más
amplia.
Hasta este punto provisionalmente neurálgico del poema (estrofas 5-9), la relativa
intercalación entre el yo y el tú es acaso una muestra representativa del tema general: la
dialéctica entre los polos simbolizados en la figura masculina y femenina, como alegoría
de la búsqueda de trascendencia contra la linealidad de la historia. El afán de
recuperación del instante primigenio, anterior a la escisión de las identidades sexuales y
sociales, se antoja motivo como total del poema, pues al avanzar el texto se observa cómo
van configurándose los diferentes espacios mentales, armónicos o conflictuados, hasta
llegar a un clímax:
oh vida por vivir y ya vivida, (vv. 190-195)
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo
y silenciosamente desemboca
en otro instante que se desvanece:
95
Se puede hablar de ―un clímax‖ en la primera parte del poema (antes del verso
―Madrid, 1937‖) y referirse al texto en su totalidad, toda vez que –como la crítica ha
señalado ad nauseam—, el texto de Paz posee una estructura circular, lo cual no sólo
significa que ―termina‖ igual que su inicio, sino que su transcurrir es, amén de
acumulativo, además reiterativo, redundante, en el sentido de que desde los primeras
estrofas se avizoran ya elementos significativos de su ―desenlace‖. Es, pues, una
estructura compleja, pues aspira a modelar un calendario de círculos concéntricos,
autorreferidos, en los que se puede reconocer espacios mentales recurrentes.
Bajo este supuesto, es viable pensar el ritmo bajo la connotación de un patrón
mental que rige la organización textual de los 584 endecasílabos y que tiene que ver con
ciertos períodos de recurrencia, reiteración, reformulación constante a lo largo del poema.
El ejemplo más evidente de esto es aquel en el cual la voz poética deja vislumbrar su
aspiración de totalidad: el sentido de la búsqueda y la consabida metaforización a partir
del cuerpo femenino en analogía con la naturaleza, en un proceso o lucha contra las
fuerzas del tiempo lineal, es decir, el tiempo que, en su lógica progresista, no vuelve
sobre sí mismo.
Pasando al siguiente conjunto del análisis aquí propuesto, en las estrofas 10-13 se
tiene que el discurso ha evolucionado en cuanto a su foco de atención y estilo. Ha pasado
de la imagen concreta y fluida a la interpelación del tú, y ha añadido un discurrir sobre
espacios no naturales, simbólicamente densos y metafísicos:
corredores sin fin de la memoria, (vv. 77-84)
puertas abiertas a un salón vacío
donde se pudren todos los veranos,
96
las joyas de la sed arden al fondo,
rostro desvanecido al recordarlo,
mano que se deshace si la toco,
cabelleras de arañas en tumulto
sobre sonrisas de hace muchos años,
Sin embargo, a pesar de esa relativa evolución, hay algo que permanece, una
reformulación temática, un tópico reiterativo que sugiere la existencia de un patrón
predeterminado, como si la voz poética reincidiese motivada por un orden original al cual
es ineludible volver: ―busco sin encontrar, escribo a solas, / no hay nadie, cae el día, cae
el año, / caigo en el instante, caigo al fondo‖ (90-92). El instante se ha de presentar, así,
como un topos, un espacio mental que, debido a su presencia recurrente, da unidad al
recorrido intelectual del yo lírico, trascendiendo lo meramente ornamental para ser
indicio concreto de la visión de mundo en la cual la ―esencia humana‖ vuelve, una y otra
vez, sobre las mismas interrogantes. Esa recurrencia se antoja –y he aquí el punto
principal de este trabajo— de naturaleza rítmica, concepción que se distancia
parcialmente del enfoque tradicional cuya foco es la disposición silábica y se perfila
como una tentativa de significado más integral y general, pues echa mano del
insoslayable sustrato semántico del texto, a la vez que aspira a reconocer las funciones
significativas de su disposición organizativa.
Vinculadas a las estaciones del calendario, las estrofas de Piedra de sol se
constituyen como períodos que se refieren entre sí, a la luz del eje del ritmo (es decir,
recurrente). Los 584 días del calendario venusino y los 584 versos del poema serían, bajo
esta lectura, una suerte de universo finito de posibilidades infinitas: el círculo de la piedra
97
de sol azteca guarda, en sus diferentes pasajes, la aspiración de asir, entre la inmovilidad
y el cambio, la historia y el mito, un resquicio trascendente vislumbrado sólo a partir de
la melodía, a veces armónica o disruptiva, del metro endecasílabo.
Las ―percepciones ya vividas‖, aquellas que nos llevan ―a revivir ciertas
representaciones, imágenes o estados afectivos a lo largo del poema‖, ―de efectos de
recurrencia tan densos como los que se obtienen con la rima, los pies, los acentos fijos‖
(Gili Gaya 55) están también asociadas al fenómeno escurridizo y complejo del ritmo
poético. Asimismo, tal concepto de ritmo requiere, a su vez, una cierta orientación, una
actitud lectora, un tipo de entonación que resulta de atender al tópico general y
estructurante de la obra, el contexto de la tradición literaria a la que se filia, en fin, todo
ese marco que la envuelve, circunscribiéndola a su vez en un registro particular. Esta
entonación está, en parte, propiciada por el texto mismo, pero se ve mediada también por
la cooperación agudizada y sensible del lector para corroborar y, sobre todo, completar la
función significativa e interpretativa. Es en esa dialéctica crítica-metodológica que un
texto tan complejo como Piedra de sol puede definirse bajo el filón del ritmo.
Así, el poema vuelve sobre sí mismo, a la vez que modula su voz según en una
serie de matices que, si bien no se reflejan automáticamente en la sintaxis, sí han de
connotarse en una lectura cuidadosa de la cadencia de los versos en la disposición
concreta de acentos y hemistiquios. Se hace necesario optar por la entonación, que, en
términos de Gili Gaya,
sin ser propiamente un elemento rítmico en el verso se adhiere al ritmo
acentual y lo subraya; sólo cuando las necesidades expresivas lo exigen, el
98
tono se desprende de la intensidad y deja de colaborar al verso, pasando a
desempeñar su papel sintáctico y afectivo. (52)
Con este supuesto, y siguiendo con las estrofas 14-16, la entonación aspira a
reconocer, particularmente en la estrofa 15, cierta regularidad en los hemistiquios que
despliegan imágenes que terminan adquiriendo un tono cercano a la letanía acompasada.
Después de aludir a la búsqueda continua del instante en el anterior pasaje (10-13), en el
siguiente pasaje la mirada se vuelve sobre la mujer, el tú, con una mirada que persigue la
sublimación: el vocativo en los nombres simbólicos –históricos y mitológicos— de la
mujer fungen como una provisional base para luego desbocar el tono, en la estrofa 16,
que desemboca en la fusión simbólica que conjunta tanto una perspectiva amorosa como
metafísica:
rostro de llamas, rostro devorado, (vv. 143-153)
adolescente rostro perseguido,
años fantasmas, días circulares
que dan al mismo patio, al mismo muro,
arde el instante y son un solo rostro
los sucesivos rostros de la llama,
todos los nombres son un solo nombre,
todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante,
y por todos los siglos de los siglos
cierra el paso al futuro un par de ojos,
99
De esta forma sintética, la voz poética reúne los dos grandes motivos ya
perfilados: el instante y la mujer. En cuanto a la resolución verbal, en esta estrofa se
observa cómo, después de los versos de hemistiquios separados por coma, la voz se
vuelve más intensa y metafóricamente ―arde‖ (147) en lo que podría ser una suerte de
crescendo. Asimismo, en los ―nombres‖(50), ―rostros‖ (51) y ―siglos‖ (52) se encuentran
cifradas las significaciones metafóricas del poema desde el aspecto que se refiere al
lenguaje, el tiempo y el ser. Se revela, así, la aspiración a la unidad, el instante
consagrado, cristalizado en la pluralidad de los tiempos particulares y sociohistóricos. Es
sintomático, en este sentido, que sea en un momento de notable intensidad prosódica que
el texto prefigure un núcleo semántico importante, pues las demás partes del poema
actuarán, dicho en términos del cliché, como variaciones de un mismo tema.
La función intertextual de ―y por todos los siglos de los siglos‖ (el saeculum
saeculorum bíblico y/o eclesiástico) parece presentarse como el intersticio a otro
segmento o estancia que, a propósito del crescendo anterior, deja ver el paso, para seguir
con los términos musicales, a un rallentando: no se encuentra un amén dogmático y
absoluto, sino un ―cierra el paso al futuro un par de ojos‖ que da cabida a (estrofas 17-19)
a la reiteración del tópico del instante, pero en los términos de una ―explicación‖ o
―narración‖, más lenta y de digresión, en la cual el instante sirve de metáfora para aludir a
los espacios y tiempos mentales que el yo lírico padece (―y mis dientes se aflojan y mis
ojos / se nublan y los días y los años sus horrores vacíos acumulan‖ en los versos 168-
170) como elemento contrastante del ―instante translúcido‖ (182) que ―madura hacia
dentro‖ (183) y satura la conciencia y cuerpo del yo lírico.
100
Se ha citado ya la estrofa 20 encabezada por ―oh vida por vivir y ya vivida‖ (189)
como muestra de un ―primer clímax‖ en la primera parte, pues reúne substancialmente la
problemática general del poema: el instante y su devenir inconmensurable en el tempo
progresivo, cronológico. De sólo seis versos, al igual que el preludio y la coda, esta
estrofa carece de hemistiquios notables o cortes verbales, pues una cesura acaso se
asociaría a una caída, al tiempo lineal y disruptivo, más propio de la segunda parte del
poema. En esta parte, el lenguaje sólo aspira a fluir libremente, a representarse como
signo autorreferido de una atemporalidad, en las que sólo se asiste a un fluir o devenir
puro.
En esta misma estrofa 20, se hace presente una cierta modulación o contención del
discurso. Si, como ha hecho ver John M. Fein (75, 1972), la utilización de comas entre las
estrofas otorga al poema un sentido de movimiento, el uso de los dos puntos confirma la
visión cíclica. Así como en los seis primeros versos, éstos figuran al finalizar la estrofa
20. Feine aduce ―momentos de interrupción y continuidad‖. La visión cíclica se evidencia
en el hecho que estos momentos pueden asociarse a espacios mentales diferenciados, en
parte por el giro temático que lo envuelve, y en parte por el tono nuevo que la estrofa
siguiente logra adquirir. Por ejemplo, y al observar la idea de la inasibilidad del instante
al finalizar la estrofa 20, la voz poética logra recuperar el cuerpo tangible de la mujer, con
lo que las interpelaciones al tú reinician una carrera contra el peso histórico: ―y tus
pechos, tu vientre, tus caderas / son de piedra, tu boca sabe a polvo‖. Si bien la
metaforización del cuerpo de la mujer se hallaba ya en las primeras estrofas, ésta
connotaba todavía un punto de vista ―esencialista‖ del universo. En la estrofa 21 se
101
avizora ya, poco a poco, una perspectiva más concreta y vívida que prefigura la segunda
parte del poema.
Asimismo, las estrofas siguientes (22, 23-26) se caracterizan por la utilización de
los dos puntos justamente en los hemistiquios: gráficamente se quiere mostrar un sentido
de cambio y movilidad constante. Los ―momentos de interrupción y continuidad‖,
presentados desde la estrofa 20, encuentran sentido bajo el supuesto de que la voz poética
pasa por nuevos registros, es decir, establece ciertas variaciones sobre los mismos ejes
temáticos.
Bajo la perspectiva de este trabajo, los ―momentos de interrupción y continuidad‖
no serían sino compases del ritmo. A la vez que el poema se recrea a sí mismo, reformula
sus temas, mas, al fin y al cabo, siempre se complejiza, avanzando a nuevas posibilidades
tanto sintácticas como semánticas. Es así que, al considerar la estrofa 25, se note en el uso
de los guiones que la voz poética entrevera explícitamente la concepción del tiempo
cronológico, lineal y, con él, un punto de vista concreto sobre el mundo. En su dialéctica
evolutiva y complejizante, el poema deja ver cómo el foco del verso tiende a sesgarse de
forma subrepticia hacia una serie de descripciones y asociaciones mentales que se
distancian de la visión atemporal. Los espacios mentales adquieren nombres. La
prosificación del espacio se observa en la prosificación misma del verso en su respectiva
dubitación:
–¿o es al revés: caer en esos ojos (vv. 256-278)
es volver a la vida verdadera?,
(…)
¿hacía planes
102
para el verano –y todos los veranos—
en Christopher Street, hace diez años,
con Filis que tenía dos hoyuelos
donde bebían luz los gorriones?,
¿por la Reforma Carmen me decía
―no pesa el aire, aquí siempre es octubre‖,
o se lo dijo a otro que he perdido
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
¿caminé por la noche de Oaxaca,
inmensa y verdinegra como un árbol,
hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto –siempre un cuarto—
no me reconocieron los espejos?,
Los guiones que encabezan los versos interrumpen a la vez que dan pie a la
polarización de los tiempos. La certeza y totalidad de las primeras estrofas empieza a
resquebrajarse por la duda. El discurso poético, atropellado por las convenciones del
habla social, parece orientarse hacia lo trivial y particular, en detrimento de la visión
arquetípica que, a partir de una enumeración anónima, se despide provisionalmente en la
estrofa 28:
nombre, sitios, (vv. 287-292)
calles y calles, rostros, plazas, calles,
estaciones, un parque, cuartos solos,
manchas en la pared, alguien se peina,
103
alguien canta a mi lado, alguien se viste,
cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,
De esta forma, y volviendo al poema, el desarrollo del poema responde a una
articulación rítmica desde un punto de vista integral, toda vez que el yo lírico, centro
móvil del discurso, presenta una función temática a la vez que composicional: los tonos
afectivos en torno a la disputa entre instante y tiempo lineal, por hablar del más patente,
atraviesan y dan unidad al texto:
no hay nada frente a mí, sólo un instante (vv. 154-171)
rescatado esta noche, contra un sueño
de ayuntadas imágenes soñado,
duramente esculpido contra el sueño
a pulso levantado letra a letra,
mientras afuera el tiempo se desboca
y golpea las puertas de mi alma
el mundo con su horario carnicero,
sólo un instante mientras las ciudades,
los nombres, los sabores, lo vivido,
se desmoronan en mi frente ciega,
mientras la pesadumbre de la noche
mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
y mi sangre camina más despacio
104
En esa cristalización, y al encabezar la estrofa la palabra ―instante‖ y explotarse la
reiteración del ―sueño‖, la voz poética termina polarizando su microcosmos, pues
crípticamente alude a la lógica lineal de la temporalidad lineal, que habrá de explotarse en
la segunda parte del poema, toda vez que el tiempo cronológico es aquel
que exprime la substancia de la vida, (vv. 400-403)
cambia la eternidad en horas huecas,
los minutos en cárceles, el tiempo
en monedas de cobre y mierda abstracta;
La tematización de esta polaridad entreteje una recurrencia que trasciende lo
fónico y se ubica en lo semántico, en el tono afectivo que connota una cierta circularidad
como visión de mundo. Esta circularidad es, además, una recurrencia cuyo presupuesto es
el de la complejidad significativa, más que la mera reiteración. Así, asistimos a un tipo de
figuración mental que se dibuja en la percepción lectora cuando se alude o explicita un
tópico, según la especificidad ―argumental‖ de cada estrofa en cuestión, la cual se
despliega matizada por una función rítmica dependiente del ―contenido‖. Reformulando
el término de Gili Gaya, son, pues, grupos estróficos.
Asimismo, y en relación al análisis del poema hasta aquí propuesto, desde la
visión paradisíaca y atemporal al encuentro con el tú, la indagación del instante, hasta la
prefiguración del tiempo histórico en la estrofa 28, se halla frente a una serie de registros
fónicos y/o melódicos que, si bien podrían resultar inocuos, funcionan, por su tono
acompasado, como elementos subsumidos a la significación. La relación fónica
recurrente no es, obviamente, unívoca con un significado atribuible en términos
mecánicos. Es, según la perspectiva aquí tratada, acaso en los márgenes ―emotivos‖ o
105
―asignificantes‖ del discurso que el verso y las estrofas connotan y revelan su
intencionalidad, es decir, su sentido.
El endecasílabo polirrítmico como tal no define naturalmente toda esa serie de
tonalidades y perspectivas que el substrato (filosófico, religioso, antropológico) del
poema habrá de implicar en la interpretación general, pero sí las vehicula y modula, en
aras de transfigurar toda una cosmovisión abstracta en una concreta articulación verbal
que zigzaguea entre la fijeza y el vértigo, la inmovilidad y el movimiento, eco ineluctable
de la metáfora inicial en el verso 3: ―un árbol bien plantado mas danzante‖. Tal metáfora
antitética se transforma, a su vez, en la imagen clásica de un ―río‖, equiparado al tiempo.
Lo sintomático, para el asunto de este trabajo, es el hecho de que los verbos se hallen
vinculados a las alegorización del movimiento y sus respectivas accidentes: ―se curva /
avanza, retrocede, da un rodeo / y llega siempre‖. A partir de tal alegoría, se puede
observar cómo el trazo recorrido por el movimiento (o el tiempo) está ya signado por un
patrón binario o una polaridad, a manera de emblema inicial. En ese ir y venir binario,
que en Paz puede interpretarse como marco epistémico, el ritmo se distingue de un mero
mecanismo retórico de oposiciones. En términos de la estructura del poema, que parece
retar todo intento de enfoque lineal en su análisis, el solo verso aspira, con frecuencia, a
contener la totalidad de los 548 endecasílabos, es decir, el recorrido general trazado de
principio a fin. Su lógica zigzagueante, evolutiva y circular, es una suerte de calendario
particular en el cual un día, siendo parte, aspira a contenerlo todo, a ser, pues, una
metonimia en perpetua recreación.
De ahí que el endecasílabo polirrítmico de Piedra de sol, si bien no es una
muestra representativa del aspecto general del ritmo como marco semántico y
106
organizativo a la vez, aspire a modelar variaciones, tonos y matices como parte del
desarrollo complejo del poema. El ritmo se tematiza y es, asimismo, el orden, la
disposición desde la cual el discurso poético habrá de orientarse. Se puede decir, a la luz
de esta noción de ritmo, que el ―ir hacia algo‖ de Paz es una aspiración intuida y
propiciada a partir de las asociaciones mentales en palabras-clave y recurrentes como
―rostro desvanecido al recordarlo‖ (80), ―adolescente rostro innumerable‖ (113), que más
adelante reformularán como ―rostro de llamas, rostro devorado‖ (142). Más adelante, de
la simbolización de la figura femenina en ―rostro‖, este término se halla vinculado a un
aspecto más abstracto como es el tiempo en ―y se retira sin volver el rostro‖ (191) o el
espacio en ―calles y calles, rostros, plazas, calles‖ (283). Así, en la búsqueda ulterior de
fundir todas esas asociaciones, el discurso ha trazado ya una estela de campos semánticos
articulados en diferentes ―momentos‖ que cabe entender, según la propuesta de Carlos H.
Magis, como funciones rítmicas.
3.3. Segunda parte: historicidad/atemporalidad
Para proseguir con la segunda parte del poema, se hace necesario pensar en la
gran división significada por las primeras 28 estrofas y las 20 restantes. Como se ha
hecho notar ya en el capítulo anterior, el verso ―Madrid, 1937‖ encabeza a aquéllas
irrumpiendo en el microcosmos del poema con una nueva tonalidad que logra conjuntar
plenamente las temáticas avizoradas en la primera parte. John Fein observa en este verso
un ―centro matemático‖ (1974, 94,), ya que ―está situado entre los versos 287 y 288‖ y
―sólo dista cinco líneas del mismo centro‖. Es decir, una cesura que apuntala una nueva
disposición, un nuevo movimiento en la orquestación estrófica. Mientras que la primera
107
parte del poema se vincula a la atemporalidad, para esta parte se hace eco de la
historicidad. Esta cesura, sin embargo, es, a su forma, otorga cohesión al texto, pues, a
partir de la simbolización de la lucha y el amor, la misma estrofa finalizará con ―oh ser
total‖.
En cuanto a la noción de ritmo como se ha presentado aquí, estamos ante un tipo
de registro lírico que se ha transformado: del mito y su visión ahistórica se torna en una
exploración gradual de las vicisitudes históricas, lo que plantea, a su vez, en una nueva
entonación, que se resolverá en una irrupción vertiginosa. Prosaico, el verso disfrazado de
fecha aspira a referirse a sí mismo como un espacio mental concreto, aunque ya rodeado
de todo un horizonte mítico y simbólico. A estas alturas, el discurso poético aparece
mediado por el elemento de la duda, la incertidumbre, la contrariedad. El yo poético se
descentra y una nueva voz, más exteriorista, se perfila evidenciando las circunstancias y/o
contradicciones ineludibles del estar siendo. La estrofa 29 recoge estéticamente una serie
de experiencias personales de Paz en España durante la Guerra Civil Española,
desplegando un tono que podría denominarse ―narrativo‖ o ―historicista‖:
Madrid, 1937, (vv. 293-299)
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
torres hendidas, frentes esculpidas
y el huracán de los motores fijos:
108
Sin embargo, en la misma estrofa, a través de imágenes y sentencias que aluden a
la búsqueda de un tiempo original, previo a los nombres, el poema sintetiza otro aspecto
neurálgico de su problemática, el asunto amoroso:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna, (vv. 301-312)
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total...
El tono ―narrativo‖ se articula, a su vez, en una voz (primera persona del plural)
que revela un sujeto genérico, en cuya valoración ética se halla no sólo una identificación
con la causa republicana en España, sino una visión cíclica y religiosa del tiempo secular.
Sintomáticamente ubicadas en el ―centro matemático‖ del poema, es revelador que estas
dos configuraciones poéticas coexistan en esta estrofa: la forma en que han logrado
fundirse la historia —concreta y particular— y la aspiración totalizante –de
connotaciones universalistas—, evidencia cómo Piedra de sol, en tanto que instancia, si
109
bien referenciado en un momento de la historia, se proyecta autorreferencialmente,
llamando la atención sobre sus elementos significativos, en una estructura cohesionada a
partir de tópicos y motivos que tienden a reformularse.
Así, por ejemplo, la vuelta al principio y la disociación de los nombres recuerda
semánticamente al inicio mismo del poema, pero a partir de una nueva metaforización,
pues al fin y al cabo todo poema es, en sí mismo, un producto de la historia. Con este
supuesto, el texto se ha desacelerado instantáneamente y se ha plantado, después de
divagar por pasajes anónimos (―nombres, sitios, / calles y calles, rostros, plazas, calles‖),
en un momento fijo de la historia y extender tales símbolos hacia una totalidad
universalizante y abstracta.
En este movimiento de ruptura y transición composicional y, sobre todo, de alta
densidad semántica, casi al final de la estrofa, el impulso rítmico ha sido varado, al
observarse cierta resolución del asunto: ―porque las desnudeces enlazadas / saltan el
tiempo y son invulnerables, / nada las toca, vuelven al principio‖ (302-304). Como si se
quisiese cristalizar, el ritmo del poema (asociado genéricamente a la repetición) se
disipará al final de la estrofa, aunque sólo para iniciar de nuevo en una compleja red de
imágenes en la siguiente estrofa: ―cuartos a la deriva‖. En un sentido rítmico, el poema
―termina‖ un compás y una estrofa, a la vez que simula su propio final, aunque en
realidad el discurso poético sólo deviene en una nueva melodía más nutrida de visiones o,
para seguir con la analogía musical, de diferentes notas.
La estrofa 30 es un primera tentativa por disponer de un tipo de imágenes
abigarradas, las cuales son motivadas por el entrecruce de tiempos y perspectivas en
torno al ser, la realidad, los fenómenos concretos, oníricos y mentales que, no obstante,
110
tienden hacia la unidad. El verso adquiere un tono disruptivo: los hemistiquios se dividen
con dos puntos, punto y comas, perdiendo toda fluidez y las enumeraciones resultan en
un constructo surreal, una entelequia presumiblemente restauradora:
el otro cuarto: afuera siempre llueve (vv. 321-339)
y hay un patio y tres niños oxidados;
cuartos que son navíos que se mecen
en un golfo de luz; o submarinos:
el silencio se esparce en olas verdes,
todo lo que tocamos fosforece;
mausoleos de lujo, ya roídos
los retratos, raídos los tapetes:
trampas, celdas, cavernas encantadas,
pajareras y cuartos numerados,
todos se transfiguran, todos vuelan,
cada moldura es nube, cada puerta
da al mar, al campo, al aire, cada mesa
es un festín; cerrados como conchas
el tiempo inútilmente los asedia,
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge esta riqueza,
corta los frutos, come de la vida,
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,
111
Si, como se ha visto en términos de la estructura general, el poema ha transcurrido
de la atemporalidad, el encuentro con el tú femenino, la transición a la historicidad en la
estrofa 29, estamos aquí frente a otro ciclo renovador que simula la refundación del
mundo. Es ésta, asimismo, la restauración de un ciclo retórico en el que, en un solo
instante, se vincula con todo el proceso inició en la paradoja planteada por el movimiento
y la inmovilidad en el preludio, bajo el crisol ensoñador de una atmósfera arcádica. El
trazo parsimonioso del verso, con profundas raíces en endecasílabos fluidos, es revisitado
en:
todo se transfigura y es sagrado, (vv. 340-346)
es el centro del mundo cada cuarto,
es la primera noche, el primer día
el mundo nace cuando dos se besan,
gota de luz de entrañas transparentes
el cuarto como un fruto se entreabre
o estalla como un astro taciturno
A la vez, en la misma estrofa, el yo lírico intercala aquellos registros de voz y
códigos de un lenguaje coloquial y/o social, público, metamorfoseando su parsimonia en
otros compases más vívidos. Así, el poema empieza a intercalar ciertos registros, tópicos
y giros de voces que rayan en un código coloquial y/o social. Se hace necesario, a partir
del matiz semántico, un nuevo registro rítmico, una nueva entonación para articular
mentalmente toda esa serie de nuevos horizontes que, en tanto que contrarios, resultan
insoslayables en la conformación dual de una visión de mundo:
y las leyes comidas de ratones, (vv. 347-365)
112
las rejas de los bancos y las cárceles,
las rejas de papel, las alambradas,
los timbres y las púas y los pinchos,
el sermón monocorde de las armas,
el escorpión meloso y con bonete,
el tigre con chistera, presidente
del Club Vegetariano y la Cruz Roja,
el burro pedagogo, el cocodrilo
metido a redentor, padre de pueblos,
el Jefe, el tiburón, el arquitecto
del porvenir, el cerdo uniformado,
el hijo predilecto de la Iglesia
que se lava la negra dentadura
con el agua bendita y toma clases
de inglés y democracia, las paredes
invisibles, las máscaras podridas
que dividen al hombre de los hombres,
al hombre de sí mismo,
Tal ruptura pone de manifiesto lo que se avizoraba casi al final de la primera
parte. Los guiones connotaban una fisura en el entramado atemporal y erotizado. Para
este momento, la estofa 31 presenta una ―cesura simbólica‖ en el verso 341 en cuyo tono
habrá de resultar intenso, ya no dubitativo como el de los guiones de la primera parte. En
esa intensidad enumerativa subyace, por otra parte, una crítica desgarradora de las fuerzas
113
despersonalizantes y degradantes, al grado de representarse éstas como espectros
caricaturescos del orden social de las urbes modernas. Bajo una lógica de continuidad en
la cesura postergada, la estrofa 32 deviene así una suerte de solemne encumbramiento:
se derrumban (vv. 366-371)
por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte,
el olvidado asombro de estar vivos;
Este proceso de renovación del mundo se suscita, desde la perspectiva amorosa,
en la estrofa 33 y 34. Para la estrofa 35 y 36, estamos frente a la antítesis de aquellos
espectros caricaturescos que ―dividen al hombre de sí mismos‖. La apuesta es mostrar la
alternativa poética, ya no sólo a partir de una ―cesura simbólica‖, sino que, después de un
hemistiquio formal, plasmar una crítica del tiempo moderno resuelta en una voz sintética
que no aglutina mito e historia a través de una serie de imágenes que responden a una
intención reivindicativa tanto del instinto, la pasión, como de la sublimidad espiritual.
Al revisar el poema desde la segunda parte, se observa que el texto ha vuelto la
mirada sobre sí mismo, o más bien, ha recorrido de nuevo su topos; el mundo se ha
reinaugurado y la historia, irrumpiendo violentamente, logra sintetizarse en el cuerpo
autorreferencial del poema. Estamos, pues, ante un impulso cíclico que habrá de
desembocar en la imagen mental de un ritmo estructurante. El poema, reiterativo y
concéntrico, reformula sus tópicos en un yo lírico capaz de elidirse a la vez que adquirir
114
vitalidad en una especie de vuelta, pues no es sino en la estrofa 37 que la voz poética
figura de nuevo como centro organizador y de sentido.
sigo mi desvarío, cuartos, calles, (vv. 417-420)
camino a tientas por los corredores,
y el tiempo y bajo sus peldaños
y sus paredes palpo y no me muevo,
Después de que el tono se ha vuelto social, público o impersonal, el nuevo
escenario (que en la primera parte fue arcádico) ha sido intensificado por la presencia
―civilizadora‖ del hombre. Una vez reiniciado el poema, deviene otra vez el ciclo en el
que el yo lírico prosigue en su encuentro con el tú femenino: ―el mundo reverdece / si
sonríes comiendo una naranja‖ (422-423). Ciclo renovador y unión perfecta entre los
polos, el encuentro amoroso es capaz de replantear el mundo, el tiempo mismo, en una
serie cadenciosa e intensa que acelera o desacelera en los tonos y tópicos del poema.
Así, la estrofa 38 reitera el tópico del poder transformador del amor: ―el mundo
cambia‖ ha sonado ya y resuena como una noria que, no obstante su vaivén ensimismado,
matiza su discurso, a la vez que va articulando otro giro en el tono. Una vez consagrado
el instante, el tiempo pesa y emerge para completar a aquél. Es así que, siguiendo la
estrofa 39, después de cuatro versos en que ―no pasa nada‖ (433) y el tiempo parece
lograr disiparse debido a la ensoñación amorosa, insospechadamente la voz poética
despliega una serie de impulsos ―violentos‖: los guiones vuelven, en una resemantización
de los encontrados en la primera parte, como una rendija por la que se cuelan aspectos
sórdidos que revelan cierta prosificación:
–y el festín, el destierro, el primer crimen, (vv. 439-445)
115
la quijada del asno, el ruido opaco
y la mirada del incrédulo el muerto
al caer en el llano ceniciento,
Agamenón y su mugido inmenso
y el repetido grito de Casandra
más fuerte que los gritos de las olas,
Accedemos a una voz cuya dinámica enumerativa e intensa, da cuenta de la
fusión, cual lógica dualista, de la temática historicista y mítica. Se hace manifiesto, así, la
imprescindible conformación de un ritmo semantizado por las oposiciones inherentes a
estos tópicos. Pero aun más, en este registro se observa cómo se alternan
constitutivamente la estructura del poema al apelar a una retorización diferenciada: el
verso se ha tornado vertiginoso para perderse al infinito con los tres puntos al final de la
estrofa. Es al parecer paradójico que, dada la utilización de estos mismos tres puntos, la
siguiente estrofa (40) corra la misma suerte, pero a partir del verso sosegado que simula
la plenitud del instante ahistórico. Los dos tiempos son infinitamente posibles, aunque
pertenezcan a un orden ontológico diferente.
Siguiendo, el poema se vuelca en una intercalación cada vez más continua en las
estrofas 41, 42 y 43. Como si la respiración lírica se volviera más alternada, o como si el
ritmo requiriera una regularidad más notable, el poema llama la atención sobre sí mismo,
dando cuenta de la duda contingente y la plenitud y, sobre todo, de la disipación de ese
sujeto transhistórico, quien se habrá de trasmutar en ―los otros‖. La vida, como el poema
mismo, se vuelve cada vez inasible e inabarcable, es decir, más alternado en oposiciones
116
y antítesis, capitalizando las contrariedades, fundiendo los registros temáticos y
sintácticos en aras de que se cumpla el ciclo general del universo poético:
y tu gesto final, tu dura máscara (vv. 501-525)
labra sobre tu rostro cambiante:
el monumento somos de una vida
ajena y no vivida, apenas nuestra
–la vida, ¿cuándo fue de veras nuestra?
¿cuándo somos de veras lo que somos?
bien mirado, no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, todos somos
la vida –pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos—
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser de otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
117
la vida es más allá, más lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgaste,
hambre de ser, oh muerte, pan de todos,
Es en esta parte que la otrora primera persona del plural que inicia la segunda
parte del poema, adquiere un tono más vívido, pues en esta estrofa se hace explícita la
conjunción y enunciación entre el ―yo‖ y el ―nosotros‖. Con esto, se ha logrado fundir sus
perspectivas ontológicas binarias, y en términos de estructuración orgánica, el poema ha
ido configurado unívocamente una estela significativa de voces y registros, a fin de cerrar
una serie de ciclos representados por las estrofas. Así, como prefiguración del fin en otra
estancia, al avanzar las estrofas 44-47 apuntala el cambio ineludible entre día y noche,
vida y muerte. Es, pues, la hora de la plegaria, el rezo, la oración. El yo lírico se entona en
ese sentido de plegaria, pues resulta significativo que el vocativo femenino al que se
dirige se refiera a ―María‖, nombre de amplia y profunda relevancia en la tradición
cultura y religión hispánicas:
Eloísa, Perséfona, María, (vv. 526-534)
muestra tu rostro para que vea
mi cara verdadera, la del otro,
mi cara de nosotros siempre todos,
cara de árbol y de panadero,
de chofer y de nube y de marino,
cara de sol y y arroyo y Pedro y Pablo,
118
cara de solitario colectivo,
despiértame, ya nazco:
Oración infinita, pues se observa también, como en otras estrofas mencionadas,
los tres puntos que tienden a extender interminablemente su sentido. La estrofa se
desborda en la forma de la invocación y/o letanía, a partir de versos que parecen
equiparar a la mujer con la madre, dadora de vida y fuente de revelación. Revelación que
se hace manifiesta en la estrofa 48 y que, a su vez, se disipa al eslabonarse los instantes,
que desembocan el destino ineludible de la ―muerte‖, o más bien, del cambio en su
devenir imperceptible. El resultado es el cumplimiento de un ciclo natural y humano:
despegaba mis párpados cerrados, (vv. 580-584)
desprendía mi ser de su envoltura,
me arrancaba de mí, me separaba
de mi bruto dormir siglos de piedra
y su magia de espejos revivía
En estos dos últimos versos el poema se autorrefiere de una forma más notable: su
condición de calendario, de estructura rígida y lúcida a la vez, alude a una conciencia
paradójica en ―mi bruto dormir siglos de piedra‖ (583) que es movida por los hilos
invisibles de un zigzag complejizante trazado de estrofa a estrofa como grupos
estacionarios, reincidiendo semánticamente en ecos que apelan –a partir de cierta
actividad intuitiva, una entonación que habrá de activarse al entrar en contacto con el
texto— a una concepción estética y filosófica de ritmo, de la repetición general en el
orden de lo mental y nocional.
119
A diferencia del primero, este segundo conjunto estrófico (29, 30, 31-32, 33-36,
37-38, 39, 40, 41, 42, 43, 44-47, 48) parece resquebrajarse. Mientras que el de la primera
parte conjugaba relativamente un mayor número de estrofas por segmentos, la segunda
se despliega en una conjunción más alternada, de segmentos más cortos, simulando así
una estructura textual en la cual se capitaliza y hace manifiesto el vaivén del ritmo.
La atemporalidad de la primera parte y la historicidad de la segunda resultan en
una conjunción binaria que, si bien se observa en la estructura general, incide más bien en
una compleja y continua reelaboración de estos temas y sus respectivos tonos y matices
estilísticos.
En términos más esquemáticos, el análisis aquí verbalizado se despliega en el
siguiente gráfico:
Al observar la confluencia de estas dos configuraciones poéticas (atemporalidad e
historicidad), se hace notar cómo el círculo trazado por el poema las presenta, a primera
vista, seguidas una de otra: la primera, desde la estrofa 1 hasta la 28; y la segunda, desde
la 29 hasta la 40. A partir de la estrofa 41, se puede observar una integración continua de
las dos vertientes. Sin embargo, y como se ha expuesto, todavía en la estrofa 26 se
120
empiezan a avizorar elementos de la segunda parte, lo que complejiza la relaciones
textuales de las dos grandes partes, otorgándoles una variación que irrumpe la mera
linealidad.
Los últimos (o primeros) versos ―y su magia de espejos revivía‖ (584) serían, bajo
esta lectura, la cúspide a la vez que el eslabón clave que cohesiona el recorrido poético
con otro gran ciclo significado en la coda, que habrá de configurar nuevamente otra gran
noria o, como expresa Gili Gaya, un ―crepúsculo sin fin‖ (97). A la luz de esta ―vuelta‖,
el sentido del ritmo habrá de trascender las significaciones particulares para que el ritmo
actúe en sí mismo como una figura de sentido.
121
Conclusiones
Dada la preponderancia del tema de las configuraciones temporales (revisadas, de
manera general, en el capítulo uno), se observa, en la estructura complejizante y
organizativa de las estrofas, un proceso en el cual se observa el sentido del ritmo. En este
trabajo se vieron planteados, pues, cómo, a partir de una serie de rasgos de la poética
paziana (expuestos en el capítulo dos), el ritmo como regularidad semántica y temática
representa en Piedra de sol una veta analítica e interpretativa. Dada la preponderancia del
tema de las configuraciones temporales (revisadas, de manera general, en el capítulo
uno), se observa, en la estructura complejizante y organizativa de las estrofas, un proceso
en el cual se observa el sentido del ritmo.
Como temas acompasados o entrelazados, la atemporalidad y la historicidad
funcionan como motivos de una estructura rítmica. Así, donde la crítica ha tendido a
señalar tiempo, universo, instante, amor, yo he querido sencillamente subsumir ritmo, con
el riesgo de parafrasear lo que tal vez se encuentra ya implícito en la amplia bibliografía
sobre Paz. En caso de no ser así, asumo que mi hipótesis requiere e implica, como todo
en el campo del conocimiento, un replanteamiento constante.
El recorrido por los diferentes pasajes o grupos estróficos del poema han resultado
en una revisión y valoración de los registros temáticos con que la voz poética media y se
ve afectada por la estructura. En cuanto al aspecto interpretativo del poema, en este
análisis no se implica necesariamente la referencialización última que poseen cada una de
los procesos cíclicos del poema, como podría hacerse al intentar asociar las primera
partes del poema a la ―prehistoria humana‖, seguida por ―la relación sexual‖, la
degradación de las instituciones civiles y la recuperación del tiempo sagrado en toda la
122
segunda parte, basado en una doctrina religiosa, social o política. Tales asociaciones son
señaladas ya por la crítica, pero resulta temerario clausurarlas en esos términos, toda vez
que, estando aquéllas sobre el código mismo, el poema no habrá de entenderse como unas
meras versiones poetizada de tales campos de conocimiento. Piedra de sol es un poema,
es decir, un sistema propio de significación irreducible a otro.
Sin embargo, es interesante resaltar cómo el substrato religioso, filosófico y
antropológico, adquieren vigencia y coherencia a luz de la implicación rítmica del
universo poético. Desde la religión budista e hinduista, con las cuales Paz simpatizaba y
cuyos reflejos se observan en casi toda su obra, la noción de ciclos perpetuos es, de
alguna manera, consecuente, en la generalidad, con las configuraciones duales, tan caras
en la poética paziana. Filosóficamente, la idea nietzscheana de eterno retorno –inspirada
en los presocráticos (Xirau 2005, 388)— y el tiempo bergsoniano, hallan cabida en el
poema como muestra de un vitalismo que, como tal, reacciona contra la visión lineal de la
historia. Asimismo, y en términos étnico-antropológicos, la recuperación (o
reinterpretación poética) del calendario azteca supone un modelado de la forma de asumir
o representar el tiempo en una cultura específica y, por ende, una visión del hombre.
Estas tres lecturas aparecen, en mayor o en menor medida, vinculadas de forma tácita a la
propuesta aquí formulada, aunque no me detenga en señalarlas, ya que, en tanto que
ordenación del tiempo, el ritmo precede a aquéllas, trascendiendo toda particularidad
significativa y orientándose más por la estructuración.
Este análisis no buscó ser trascendente, toda vez que no vinculó a un sistema
extratextual las connotaciones despertadas por la red de metáforas, aunque, como se
señala en el capítulo I, hay elementos suficientes (religiosos, filosóficos, antropológicos)
123
que plantean algunos hallazgos. Más bien, este análisis ha resaltado la importancia del
aspecto autorreferencial del fenómeno poético: el ritmo como estructura, patrón y
vehículo del sentido mismo en cada una de las estancias, como se pudo haber visto en el
análisis textual de enfoque panorámico aquí señalado. Es mi perspectiva que este ritmo
responde a la necesidad autoral de resemantizar y dosificar el discurso de forma cíclica,
de tal manera que un mismo sentido, tópico o giro temático adquiera un tono diferente
dada la función específica. Asimismo, en la tonalidad, la ―melodía del verso‖, se hallan
las particularidades que el endecasílabo polirrítmico presenta como vehículo que modela
su propia temporalidad, aunque siempre en plena concordancia con un marco estructural
genérico. La dualidad rítmica (mito e historia, analogía e ironía, unidad y diversidad) son
tan sólo nombres equívocos o provisionales de dos pulsaciones que, en algún momento,
se reconcilian.
Al respecto de la significación trazada por la recurrencia en el poema, Schärer-
Nussberger señala que ―las ‗vueltas‘ de Piedra de sol no nos remiten tanto a una
regularidad cíclica como a un ritmo de pulsaciones, a la figura del abanico que se abre y
se cierra alternativamente‖. (139). De ahí que el emblema del abanico (y del espiral) se ve
mediado por la suerte paradójica de cerrarse o abrirse interminablemente al infinito. Con
esto, no se pretende desvincular el ciclo como motor de sentido, sino pensar
heurísticamente el aspecto rítmico como un eje abstracto que, como aduce Osip Brik es
previo al lenguaje mismo, se articula a partir de la diferenciación y asociación, el
movimiento y la inmovilidad, y cuya dialéctica actúa binariamente en el poema como
principio constructivo y de tematización misma.
124
Si, como dice Schärer-Nussberger, ―lo que está en el origen de la creación no es –
para Paz— el verbo o el sentido, ni tampoco el acto, es el ritmo –una relación que,
fundamentalmente, es de ‗oposicion‘ o ‗afinidad‘‖ (163), Piedra de sol será una tentativa
por recuperar esa dinámica primitiva y, por ende, la representación poética de un
fenómeno más amplio cuyo mecanismos apenas si vislumbramos ya en la naturaleza, ya
en las construcciones humanas.
125
Apéndice I
Piedra de sol
La treizième revient...c’est encor la première;
et c’est toujours la seule-ou c’est le seul moment;
car es-tu reine, ô toi, la première ou dernière?
es-tu roi, toi le seul ou le dernier amant?
Gérard de Nerval, Arthèmis
1
un sauce de cristal, un chopo de agua, 1
un alto surtidor que el viento arquea, 2
un árbol bien plantado mas danzante, 3
un caminar de río que se curva, 4
avanza, retrocede, da un rodeo 5
y llega siempre: 6
2
un caminar tranquilo 6
de estrella o primavera sin premura, 7
agua que con los párpados cerrados 8
mana toda la noche profecías, 9
unánime presencia en oleaje, 10
ola tras ola hasta cubrirlo todo, 11
verde soberanía sin ocaso 12
como el deslumbramiento de las alas 13
cuando se abren en mitad del cielo, 14
3
un caminar entre las espesuras 15
de los días futuros y el aciago 16
fulgor de la desdicha como un ave 17
petrificando el bosque con su canto 18
y las felicidades inminentes 19
entre las ramas que se desvanecen, 20
horas de luz que pican ya los pájaros, 21
presagios que se escapan de la mano, 22
4
una presencia como un canto súbito, 23
como el viento cantando en el incendio, 24
una mirada que sostiene en vilo 25
al mundo con sus mares y sus montes, 26
cuerpo de luz filtrado por un ágata, 27
126
piernas de luz, vientre de luz, bahías, 28
roca solar, cuerpo color de nube, 29
color de día rápido que salta, 30
la hora centellea y tiene cuerpo, 31
el mundo ya es visible por tu cuerpo, 32
es transparente por tu transparencia, 33
5
voy entre galerías de sonidos, 34
fluyo entre las presencias resonantes, 35
voy por las transparencias como un ciego, 36
un reflejo me borra, nazco en otro, 37
oh bosque de pilares encantados, 38
bajo los arcos de la luz penetro 39
los corredores de un otoño diáfano, 40
6
voy por tu cuerpo como por el mundo, 41
tu vientre es una plaza soleada, 42
tus pechos dos iglesias donde oficia 43
la sangre sus misterios paralelos, 44
mis miradas te cubren como yedra, 45
eres una ciudad que el mar asedia, 46
una muralla que la luz divide 47
en dos mitades de color durazno, 48
un paraje de sal, rocas y pájaros 49
bajo la ley del mediodía absorto, 50
7
vestida del color de mis deseos 51
como mi pensamiento vas desnuda, 52
voy por tus ojos como por el agua, 53
los tigres beben sueño de esos ojos, 54
el colibrí se quema en esas llamas, 55
voy por tu frente como por la luna, 56
como la nube por tu pensamiento, 57
voy por tu vientre como por tus sueños, 58
8
tu falda de maíz ondula y canta, 59
tu falda de cristal, tu falda de agua, 60
tus labios, tus cabellos, tus miradas, 61
toda la noche llueves, todo el día 62
abres mi pecho con tus dedos de agua, 63
cierras mis ojos con tu boca de agua, 64
sobre mis huesos llueves, en mi pecho 65
127
hunde raíces de agua un árbol líquido, 66
9
voy por tu talle como por un río, 67
voy por tu cuerpo como por un bosque, 68
como por un sendero en la montaña 69
que en un abismo brusco se termina 70
voy por tus pensamientos afilados 71
y a la salida de tu blanca frente 72
mi sombra despeñada se destroza, 73
recojo mis fragmentos uno a uno 74
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas, 75
10
corredores sin fin de la memoria, 76
puertas abiertas a un salón vacío 77
donde se pudren todos los veranos, 78
las joyas de la sed arden al fondo, 79
rostro desvanecido al recordarlo, 80
mano que se deshace si la toco, 81
cabelleras de arañas en tumulto 82
sobre sonrisas de hace muchos años, 83
11
a la salida de mi frente busco, 84
busco sin encontrar, busco un instante, 85
un rostro de relámpago y tormenta 86
corriendo entre los árboles nocturnos, 87
rostro de lluvia en un jardín a obscuras, 88
agua tenaz que fluye a mi costado, 89
12
busco sin encontrar, escribo a solas, 90
no hay nadie, cae el día, cae el año, 91
caigo en el instante, caigo al fondo, 92
invisible camino sobre espejos 93
que repiten mi imagen destrozada, 94
piso días, instantes caminados, 95
piso los pensamientos de mi sombra, 96
piso mi sombra en busca de un instante, 97
13
busco una fecha viva como un pájaro, 98
busco el sol de las cinco de la tarde 99
templado por los muros de tezontle: 100
128
la hora maduraba sus racimos 101
y al abrirse salían las muchachas 102
de su entraña rosada y se esparcían 103
por los patios de piedra del colegio, 104
alta como el otoño caminaba 105
envuelta por la luz bajo la arcada 106
y el espacio al ceñirla la vestía 107
de un piel más dorada y transparente, 108
14
tigre color de luz, pardo venado 109
por los alrededores de la noche, 110
entrevista muchacha reclinada 111
en los balcones verdes de la lluvia, 112
adolescente rostro innumerable, 113
he olvidado tu nombre, Melusina, 114
Laura, Isabel, Perséfona, María, 115
tienes todos los rostros y ninguno, 116
eres todas las horas y ninguna, 117
te pareces al árbol y a la nube, 118
eres todos los pájaros y un astro, 119
te pareces al filo de la espada 120
y a la copa de sangre del verdugo, 121
yedra que avanza, envuelve y desarraiga 122
al alma y la divide de sí misma, 123
15
escritura de fuego sobre el jade, 124
grieta en la roca, reina de serpientes, 125
columna de vapor, fuente en la peña, 126
circo lunar, peñasco de las águilas, 127
grano de anís, espina diminuta 128
y mortal que da penas inmortales, 129
pastora de los valles submarinos 130
y guardiana del valle de los muertos, 131
liana que cuelga del cantil del vértigo, 132
enredadera, planta venenosa, 133
flor de resurrección, uva de vida, 134
señora de la flauta y del relámpago, 135
terraza del jazmín, sal en la herida, 136
ramo de rosas para el fusilado, 137
nieve en agosto, luna del patíbulo, 138
escritura del mar sobre el basalto, 139
escritura del viento en el desierto, 140
testamento del sol, granada, espiga, 141
129
16
rostro de llamas, rostro devorado, 142
adolescente rostro perseguido 143
años fantasmas, días circulares 144
que dan al mismo patio, al mismo muro, 145
arde el instante y son un solo rostro 146
los sucesivos rostros de la llama, 147
todos los nombres son un solo nombre, 148
todos los rostros son un solo rostro, 149
todos los siglos son un solo instante 150
y por todos los siglos de los siglos 151
cierra el paso al futuro un par de ojos, 152
17
no hay nada frente a mí, sólo un instante 153
rescatado esta noche, contra un sueño 154
de ayuntadas imágenes soñado, 155
duramente esculpido contra el sueño, 156
arrancado a la nada de esta noche, 157
a pulso levantado letra a letra, 158
mientras afuera el tiempo se desboca 159
y golpea las puertas de mi alma 160
el mundo con su horario carnicero, 161
18
sólo un instante mientras las ciudades, 162
los nombres, los sabores, lo vivido, 163
se desmoronan en mi frente ciega, 164
mientras la pesadumbre de la noche 165
mi pensamiento humilla y mi esqueleto, 166
y mi sangre camina más despacio 167
y mis dientes se aflojan y mis ojos 168
se nublan y los días y los años 169
sus horrores vacíos acumulan, 170
19
mientras el tiempo cierra su abanico 171
y no hay nada detrás de sus imágenes 172
el instante se abisma y sobrenada 173
rodeado de muerte, amenazado 174
por la noche y su lúgubre bostezo, 175
amenazado por la algarabía 176
de la muerte vivaz y enmascarada 177
el instante se abisma y se penetra, 178
como un puño se cierra, como un fruto 179
que madura hacia dentro de sí mismo 180
130
y a sí mismo se bebe y se derrama 181
el instante translúcido se cierra 182
y madura hacia dentro, echa raíces, 183
crece dentro de mí, me ocupa todo, 184
me expulsa su follaje delirante, 185
mis pensamientos sólo son sus pájaros, 186
su mercurio circula por mis venas, 187
árbol mental, frutos sabor de tiempo, 188
20
oh vida por vivir y ya vivida, 189
tiempo que vuelve en una marejada 190
y se retira sin volver el rostro, 191
lo que pasó no fue pero está siendo 192
y silenciosamente desemboca 193
en otro instante que se desvanece: 194
21
frente a la tarde de salitre y piedra 195
armada de navajas invisibles 196
una roja escritura indescifrable 197
escribes en mi piel y esas heridas 198
como un traje de llamas me recubren, 199
ardo sin consumirme, busco el agua 200
y en tus ojos no hay agua, son de piedra, 201
y tus pechos, tu vientre, tus caderas 202
son de piedra, tu boca sabe a polvo, 203
tu boca sabe a tiempo emponzoñado, 204
tu cuerpo sabe a pozo sin salida, 205
pasadizo de espejos que repiten 206
los ojos del sediento, pasadizo 207
que vuelve siempre al punto de partida, 208
y tú me llevas ciego de la mano 209
por esas galerías obstinadas 210
hacia el centro del círculo y te yergues 211
como un fulgor que se congela en hacha, 212
como luz que desuella, fascinante 213
como el cadalso para el condenado, 214
flexible como el látigo y esbelta 215
como un arma gemela de la luna, 216
y tus palabras afiladas cavan 217
mi pecho y me despueblan y vacían, 218
uno a uno me arrancas los recuerdos, 219
he olvidado mi nombre, mis amigos 220
gruñen entre los cerdos o se pudren 221
comidos por el sol en un barranco, 222
131
22
no hay nada en mí sino una larga herida, 223
una oquedad que ya nadie recorre, 224
presente sin ventanas, pensamiento 225
que vuelve, se repite, se refleja 226
y se pierde en su misma transparencia, 227
conciencia traspasada por un ojo 228
que se mira mirarse hasta anegarse 229
de claridad: 230
23
yo vi tu atroz escama, 230
Melusina, brillar verdosa al alba, 231
dormías enroscada entre las sábanas 232
y al despertar gritaste como un pájaro 233
y caíste sin fin, quebrada y blanca, 234
nada quedó de ti sino tu grito, 235
y al cabo de los siglos me descubro 236
con tos y mala vista, barajando 237
viejas fotos: 238
24
no hay nadie, no eres nadie, 238
un montón de ceniza y una escoba, 239
un cuchillo mellado y un plumero, 240
un pellejo colgado de unos huesos, 241
un racimo ya seco, un hoyo negro 242
y en el fondo del hoyo los dos ojos 243
de una niña ahogada hace mil años, 244
25
miradas enterradas en un pozo, 245
miradas que nos ven desde el principio, 246
mirada niña de la madre vieja 247
que ve en el hijo grande un padre joven, 248
mirada madre de la niña sola 249
que ve en el padre grande un hijo niño, 250
miradas que nos miran desde el fondo 251
de la vida y son trampas de la muerte 252
—¿o es al revés: caer en esos ojos 253
es volver a la vida verdadera?, 254
26
¡caer, volver, soñarme y que me sueñen 255
otros ojos futuros, otra vida, 256
132
otras nubes, morirme de otra muerte! 257
—esta noche me basta, y este instante 258
que no acaba de abrirse y revelarme 259
dónde estuve, quién fui, cómo te llamas, 260
cómo me llamo yo: 261
27
¿hacía planes 261
para el verano —y todos los veranos— 262
en Christopher Street, hace diez años, 263
con Filis que tenía dos hoyuelos 264
donde bebían luz los gorriones?, 265
¿por la Reforma Carmen me decía 266
"no pesa el aire, aquí siempre es octubre", 267
o se lo dijo a otro que he perdido 268
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?, 269
¿caminé por la noche de Oaxaca, 270
inmensa y verdinegra como un árbol, 271
hablando solo como el viento loco 272
y al llegar a mi cuarto —siempre un cuarto— 273
no me reconocieron los espejos?, 274
¿desde el hotel Vernet vimos al alba 275
bailar con los castaños — "ya es muy tarde" 276
decías al peinarte y yo veía 277
manchas en la pared, sin decir nada?, 278
¿subimos juntos a la torre, vimos 279
caer la tarde desde el arrecife? 280
¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos 281
gardenias en Perote?, 282
28
nombres, sitios, 282
calles y calles, rostros, plazas, calles, 283
estaciones, un parque, cuartos solos, 284
manchas en la pared, alguien se peina, 285
alguien canta a mi lado, alguien se viste, 286
cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos, 287
29
Madrid, 1937, 288
en la Plaza del Ángel las mujeres 289
cosían y cantaban con sus hijos, 290
después sonó la alarma y hubo gritos, 291
casas arrodilladas en el polvo, 292
torres hendidas, frentes esculpidas 293
y el huracán de los motores, fijo: 294
133
los dos se desnudaron y se amaron 295
por defender nuestra porción eterna, 296
nuestra ración de tiempo y paraíso, 297
tocar nuestra raíz y recobrarnos, 298
recobrar nuestra herencia arrebatada 299
por ladrones de vida hace mil siglos, 300
los dos se desnudaron y besaron 301
porque las desnudeces enlazadas 302
saltan el tiempo y son invulnerables, 303
nada las toca, vuelven al principio, 304
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres, 305
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma, 306
oh ser total... 307
30
cuartos a la deriva 307
entre ciudades que se van a pique, 308
cuartos y calles, nombres como heridas, 309
el cuarto con ventanas a otros cuartos 310
con el mismo papel descolorido 311
donde un hombre en camisa lee el periódico 312
o plancha una mujer; el cuarto claro 313
que visitan las ramas de un durazno; 314
el otro cuarto: afuera siempre llueve 315
y hay un patio y tres niños oxidados; 316
cuartos que son navíos que se mecen 317
en un golfo de luz; o submarinos: 318
el silencio se esparce en olas verdes, 319
todo lo que tocamos fosforece; 320
mausoleos de lujo, ya roídos 321
los retratos, raídos los tapetes; 322
trampas, celdas, cavernas encantadas, 323
pajareras y cuartos numerados, 324
todos se transfiguran, todos vuelan, 325
cada moldura es nube, cada puerta 326
da al mar, al campo, al aire, cada mesa 327
es un festín; cerrados como conchas 328
el tiempo inútilmente los asedia, 329
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio, 330
abre la mano, coge esta riqueza, 331
corta los frutos, come de la vida, 332
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!, 333
31
todo se transfigura y es sagrado, 334
es el centro del mundo cada cuarto, 335
134
es la primera noche, el primer día, 336
el mundo nace cuando dos se besan, 337
gota de luz de entrañas transparentes 338
el cuarto como un fruto se entreabre 339
o estalla como un astro taciturno 340
y las leyes comidas de ratones, 341
las rejas de los bancos y las cárceles, 342
las rejas de papel, las alambradas, 343
los timbres y las púas y los pinchos, 344
el sermón monocorde de las armas, 345
el escorpión meloso y con bonete, 346
el tigre con chistera, presidente 347
del Club Vegetariano y la Cruz Roja, 348
el burro pedagogo, el cocodrilo 349
metido a redentor, padre de pueblos, 350
el Jefe, el tiburón, el arquitecto 351
del porvenir, el cerdo uniformado, 352
el hijo predilecto de la Iglesia 353
que se lava la negra dentadura 354
con el agua bendita y toma clases 355
de inglés y democracia, las paredes 356
invisibles, las máscaras podridas 357
que dividen al hombre de los hombres, 358
al hombre de sí mismo, 359
32
se derrumban 359
por un instante inmenso y vislumbramos 360
nuestra unidad perdida, el desamparo 361
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres 362
y compartir el pan, el sol, la muerte, 363
el olvidado asombro de estar vivos; 364
33
amar es combatir, si dos se besan 365
el mundo cambia, encarnan los deseos, 366
el pensamiento encarna, brotan las alas 367
en las espaldas del esclavo, el mundo 368
es real y tangible, el vino es vino, 369
el pan vuelve a saber, el agua es agua, 370
amar es combatir, es abrir puertas, 371
dejar de ser fantasma con un número 372
a perpetua cadena condenado 373
por un amo sin rostro; 374
34
135
el mundo cambia 374
si dos se miran y se reconocen, 375
amar es desnudarse de los nombres: 376
"déjame ser tu puta", son palabras 377
de Eloísa, mas él cedió a las leyes, 378
la tomó por esposa y como premio 379
lo castraron después; 380
35
mejor el crimen, 380
los amantes suicidas, el incesto 381
de los hermanos como dos espejos 382
enamorados de su semejanza, 383
mejor comer el pan envenenado, 384
el adulterio en lechos de ceniza, 385
los amores feroces, el delirio, 386
su yedra ponzoñosa, el sodomita 387
que lleva por clavel en la solapa 388
un gargajo, mejor ser lapidado 389
en las plazas que dar vuelta a la noria 390
que exprime la substancia de la vida, 391
cambia la eternidad en horas huecas, 392
los minutos en cárceles, el tiempo 393
en monedas de cobre y mierda abstracta; 394
36
mejor la castidad, flor invisible 395
que se mece en los tallos del silencio, 396
el difícil diamante de los santos 397
que filtra los deseos, sacia al tiempo, 398
nupcias de la quietud y el movimiento, 399
canta la soledad en su corola, 400
pétalo de cristal en cada hora, 401
el mundo se despoja de sus máscaras 402
y en su centro, vibrante transparencia, 403
lo que llamamos Dios, el ser sin nombre, 404
se contempla en la nada, el ser sin rostro 405
emerge de sí mismo, sol de soles, 406
plenitud de presencias y de nombres; 407
37
sigo mi desvarío, cuartos, calles, 408
camino a tientas por los corredores 409
del tiempo y subo y bajo sus peldaños 410
y sus paredes palpo y no me muevo, 411
vuelvo donde empecé, busco tu rostro, 412
136
camino por las calles de mí mismo 413
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado 414
caminas como un árbol, como un río 415
caminas y me hablas como un río, 416
creces como una espiga entre mis manos, 417
lates como una ardilla entre mis manos, 418
vuelas como mil pájaros, tu risa 419
me ha cubierto de espumas, tu cabeza 420
es un astro pequeño entre mis manos, 421
el mundo reverdece si sonríes 422
comiendo una naranja, 423
38
el mundo cambia 423
si dos, vertiginosos y enlazados, 424
caen sobre las yerba: el cielo baja, 425
los árboles ascienden, el espacio 426
sólo es luz y silencio, sólo espacio 427
abierto para el águila del ojo, 428
pasa la blanca tribu de las nubes, 429
rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma, 430
perdemos nuestros nombres y flotamos 431
a la deriva entre el azul y el verde, 432
tiempo total donde no pasa nada 433
sino su propio transcurrir dichoso, 434
39
no pasa nada, callas, parpadeas 435
(silencio: cruzó un ángel este instante 436
grande como la vida de cien soles), 437
¿no pasa nada, sólo un parpadeo? 438
—y el festín, el destierro, el primer crimen, 439
la quijada del asno, el ruido opaco 440
y la mirada incrédula del muerto 441
al caer en el llano ceniciento, 442
Agamenón y su mugido inmenso 443
y el repetido grito de Casandra 444
más fuerte que los gritos de las olas, 445
Sócrates en cadenas" (el sol nace, 446
morir es despertar: "Critón, un gallo 447
a Esculapio, ya sano de la vida"), 448
el chacal que diserta entre las ruinas 449
de Nínive, la sombra que vio Bruto 450
antes de la batalla, Moctezuma 451
en el lecho de espinas de su insomnio, 452
el viaje en la carretera hacia la muerte 453
137
—el viaje interminable mas contado 454
por Robespierre minuto tras minuto, 455
la mandíbula rota entre las manos—, 456
Churruca en su barrica como un trono 457
escarlata, los pasos ya contados 458
de Lincoln al salir hacia el teatro, 459
el estertor de Trotsky y sus quejidos 460
de jabalí, Madero y su mirada 461
que nadie contestó: ¿por qué me matan?, 462
los carajos, los ayes, los silencios 463
del criminal, el santo, el pobre diablo, 464
cementerio de frases y de anécdotas 465
que los perros retóricos escarban, 466
el delirio, el relincho, el ruido obscuro 467
que hacemos al morir y ese jadeo 468
que la vida que nace y el sonido 469
de huesos machacados en la riña 470
y la boca de espuma del profeta 471
y su grito y el grito del verdugo 472
y el grito de la víctima... 473
40
son llamas 473
los ojos y son llamas lo que miran, 474
llama la oreja y el sonido llama, 475
brasa los labios y tizón la lengua, 476
el tacto y lo que toca, el pensamiento 477
y lo pensado, llama el que lo piensa, 478
todo se quema, el universo es llama, 479
arde la misma nada que no es nada 480
sino un pensar en llamas, al fin humo: 481
no hay verdugo ni víctima... 482
41
¿y el grito 482
en la tarde del viernes?, y el silencio 483
que se cubre de signos, el silencio 484
que dice sin decir, ¿no dice nada?, 485
¿no son nada los gritos de los hombres?, 486
¿no pasa nada cuando pasa el tiempo? 487
42
—no pasa nada, sólo un parpadeo 488
del sol, un movimiento apenas, nada, 489
no hay redención, no vuelve atrás el tiempo, 490
los muerto están fijos en su muerte 491
138
y no pueden morirse de otra muerte, 492
intocables, clavados en su gesto, 493
desde su soledad, desde su muerte 494
sin remedio nos miran sin mirarnos, 495
su muerte ya es la estatua de su vida, 496
un siempre estar ya nada para siempre, 497
cada minuto es nada para siempre, 498
un rey fantasma rige sus latidos 499
y tu gesto final, tu dura máscara 500
labra sobre tu rostro cambiante: 501
el monumento somos de una vida 502
ajena y no vivida, apenas nuestra, 503
43
—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?, 504
¿cuando somos de veras lo que somos?, 505
bien mirado no somos, nunca somos 506
a solas sino vértigo y vacío, 507
muecas en el espejo, horror y vómito, 508
nunca la vida es nuestra, es de los otros, 509
la vida no es de nadie, todos somos 510
la vida —pan de sol para los otros, 511
los otros todos que nosotros somos—, 512
soy otro cuando soy, los actos míos 513
son más míos si son también de todos, 514
para que pueda ser he de ser otro, 515
salir de mí, buscarme entre los otros, 516
los otros que no son si yo no existo, 517
los otros que me dan plena existencia, 518
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros, 519
la vida es otra, siempre allá, más lejos, 520
fuera de ti, de mí, siempre horizonte, 521
vida que nos desvive y enajena, 522
que nos inventa un rostro y lo desgasta, 523
hambre de ser, oh muerte, pan de todos, 524
44
Eloísa, Perséfona, María, 525
muestra tu rostro al fin para que vea 526
mi cara verdadera, la del otro, 527
mi cara de nosotros siempre todos, 528
cara de árbol y de panadero, 529
de chófer y de nube y de marino, 530
cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo, 531
cara de solitario colectivo, 532
despiértame, ya nazco: 533
139
45
vida y muerte 533
pactan en ti, señora de la noche, 534
torre de claridad, reina del alba, 535
virgen lunar, madre del agua madre, 536
cuerpo del mundo, casa de la muerte, 537
caigo sin fin desde mi nacimiento, 538
caigo en mí mismo sin tocar mi fondo, 539
recógeme en tus ojos, junta el polvo 540
disperso y reconcilia mis cenizas, 541
ata mis huesos divididos, sopla 542
sobre mi ser, entiérrame en tu tierra, 543
tu silencio dé paz al pensamiento 544
contra sí mismo airado; 545
46
abre la mano, 545
señora de semillas que son días, 546
el día es inmortal, asciende, crece, 547
acaba de nacer y nunca acaba, 548
cada día es nacer, un nacimiento 549
es cada amanecer y yo amanezco, 550
amanecemos todos, amanece 551
el sol cara de sol, Juan amanece 552
con su cara de Juan cara de todos, 553
puerta del ser, despiértame, amanece, 554
déjame ver el rostro de este día, 555
déjame ver el rostro de esta noche, 556
todo se comunica y transfigura, 557
arco de sangre, puente de latidos, 558
llévame al otro lado de esta noche, 559
adonde yo soy tú somos nosotros, 560
al reino de pronombres enlazados, 561
47
puerta del ser: abre tu ser, despierta, 562
aprende a ser también, labra tu cara, 563
trabaja tus facciones, ten un rostro 564
para mirar mi rostro y que te mire, 565
para mirar la vida hasta la muerte, 566
rostro de mar, de pan, de roca y fuente, 567
manantial que disuelve nuestros rostros 568
en el rostro sin nombre, el ser sin rostro, 569
indecible presencia de presencias... 570
140
XII
48
quiero seguir, ir más allá, y no puedo: 571
se despeñó el instante en otro y otro, 572
dormí sueños de piedra que no sueña 573
y al cabo de los años como piedras 574
oí cantar mi sangre encarcelada, 575
con un rumor de luz el mar cantaba, 576
una a una cedían las murallas, 577
todas las puertas se desmoronaban 578
y el sol entraba a saco por mi frente, 579
despegaba mis párpados cerrados, 580
desprendía mi ser de su envoltura, 581
me arrancaba de mí, me separaba 582
de mi bruto dormir siglos de piedra 583
y su magia de espejos revivía 584
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
Apéndice II
Augurios
141
Al natural, en cápsulas, abiertas
o cerradas, ya desalmadas,
Elvira y doña Sol;
En cada cuna
Eros y leche: digestión pacífica
sin pesadillas griegas;
bálsamos
bíblicos o dialécticos, sedantes
contra las erosiones, decadencias
históricas, siniestros coloniales,
temblores, indios, negros, cracks, sequías,
crisis, poetas solitarios, auto-
críticas, purgas, cismas, putschs, eclipses;
deportes y cultura y para todo
los hijos de vecino: camporrasos
todos los camposantos;
pulgas
vestidas a la moda en las metrópolis,
en las playas mariscos erotómanos
bajo el signo de Cáncer;
vacaciones
al cuerno de la luna;
gas amnesia,
descarnaciones, evaporaciones,
golpes de gracia y otras matemáticas
del cero puritano;
calistenia
moral, lobotomías,
cura de sueño, orgasmos por teléfono,
arcoiris portátiles…
El vacío pregona
una filantropía que despena.
142
Apéndice III
Augurios
Rubén Darío
Hoy pasó un águila
sobre mi cabeza,
lleva en sus alas
la tormenta,
lleva en sus garras
el rayo que deslumbra y aterra.
¡Oh, águila!
Dame la fortaleza
de sentirme en el lodo humano
con alas y fuerzas
para resistir los embates
de las tempestades perversas,
y de arriba las cóleras
y de abajo las roedoras miserias.
Pasó un búho
sobre mi frente.
Yo pensé en Minerva
y en la noche solemne.
¡Oh, búho!
Dame tu silencio perenne,
y tus ojos profundos en la noche
y tu tranquilidad ante la muerte.
Dame tu nocturno imperio
y tu sabiduría celeste,
y tu cabeza cual la de Jano
que, siendo una, mira a Oriente y Occidente.
Pasó una paloma
que casi rozó con sus alas mis labios.
¡Oh, paloma!
Dame tu profundo encanto
de saber arrullar, y tu lascivia
en campo tornasol, y en campo
de luz tu prodigioso
ardor en el divino acto.
143
(Y dame la justicia en la naturaleza,
pues, en este caso,
tú serás la perversa
y el chivo será el casto.)
Pasó un gerifalte. ¡Oh, gerifalte!
Dame tus uñas largas
y tus ágiles alas cortadoras de viento
y tus ágiles patas
y tus uñas que bien se hunden
en las carnes de la caza.
Por mi cetrería
irás en giras fantásticas,
y me traerás piezas famosas
y raras,
palpitantes ideas,
sangrientas almas.
Pasa el ruiseñor.
¡Ah, divino doctor!
No me des nada. Tengo tu veneno,
tu puesta de sol
y tu noche de luna y tu lira,
y tu lírico amor.
(Sin embargo, en secreto,
tu amigo soy,
pues más de una vez me has brindado,
en la copa de mi dolor,
con el elixir de la luna
celestes gotas de Dios...)
Pasa un murciélago.
Pasa una mosca. Un moscardón.
Una abeja en el crepúsculo.
No pasa nada.
La muerte llegó.
144
Bibliografía
Andueza, María. ―Ritmo y vuelta en Piedra de sol‖. Revista de la Universidad de México. 557
(1997) 20-23.
Beristáin, Helena. Diccionario de retórica y poética. México, D.F.: Porrúa, 2000.
Bernard, Judith. ―Myth and structure in Octavio Paz‘s Piedra de sol‖. Symposium: A
Quarterly in Modern Foreign Literatures 21 (1967) 5-13.
Borello, Rodolfo A. ―Relectura de Piedra de sol‖. Cuadernos Hispanoamericanos:
Revista mensual de cultura hispánica 343-345 (1979): 417-36.
Burk, Linda. ―Cyclical time in Octavio Paz‘s Piedra de sol‖. Cincinnati Romance Review
2 (1983): 18-25.
Carpenter, Victoria. ―Dream-sex and time travel: the meaning of Piedra de sol by
Octavio Paz‖. Bolletin of Hispanic Studies 78. 4 (2001): 493-513.
Correa, Gustavo. ―La dialéctica de lo abierto y lo cerrado en Piedra de sol de Octavio
Paz‖. Inti: Revista de Literatura Hispánica y Luso-brasileña 8 (1978): 57-61.
Cohen, Jean. Estructura del lenguaje poético. Madrid: Gredos, 1970.
Costa, Horácio. ―‛Piedra de sol‘: el título‖. Cuadernos Americanos. 26 (1991): 83-97.
David, Matilde. ―Esencialización oculta de un poema. Octavio Paz y Piedra de sol.
Revista Nacional de Cultura. 34. 217-218 /1974), 127-134.
Fein, Jhon M. ―Himno entre ruinas.‖ Aproximaciones a Octavio Paz. Ed. Ángel Flores.
México, D.F.: Joaquín Mortiz, 1974. 165-170.
------------------ ―La estructura de ‛Piedra de sol‘. Revista Iberoamericana 38 (1972): 73-
94.
Feustle, Joseph A. ―Octavio Paz: incesto sagrado‖. Poesía y mística: Rubén Darío, Juan
Ramón Jiménez y Octavio Paz. Xalapa: Universidad Veracruzana, 1978. 45-92.
Gullón, Ricardo, ―Reverberation of the Stone‖. Octavio Paz: Homage of the Poet. Ed.
Kosrof Chantikian. San Francisco: Kosmos, 1980. 191-198.
Hernández Araico, Susana. ―Redondeo de árbol y río en Piedra de sol. Cuadernos
Americanos 37. 6 (1978). 231-239.
Hubard, Julio. ―Piedra de sol: Otro calendario‘. La Gaceta del Fondo de Cultura
Económica 200 (1987). 79-81.
145
Escalante, Evodio. ―El sol y la pirámide. Poesía y verdad en Octavio Paz‖. Tercero en
discordia. México D.F.: UAM, 1982. 37-56.
Fernández March, Sara Beatriz. ―La búsqueda del instante en Piedra de sol de Octavio
Paz‖. Letras 34 (1996): 49-62.
García Berrio, Antonio. Teoría de la literatura: la construcción del significado poético.
2da. ed. Madrid: Cátedra, 1989.
Gimferrer, Pere. Lecturas de Octavio Paz. Barcelona: Anagrama, 1990.
Gili Gaya, Samuel. Estudios sobre el ritmo. Ed. Isabel Paraíso. Madrid: Istmo: 1993.
Jakobson, Roman. ―Linguistics and Poetics‖. Language and Literature. Cambridge:
Harvard University Press, 1996.
Lemaitre, Monique. Octavio Paz. Poesía y poética. México, D.F.: UNAM, 1976.
Lee, Jongsoo. ―Orientalist universalism: aztec time and history in Octavio Paz's Piedra de
sol‖. Alternative orientalisms in Latin America and beyond. Ed. Ignacio López
Calvo. England: Cambridge scholars, 2007. 29-45.
Lotman M. Yuri. Estructura del texto artístico. Madrid: Istmo, 1970.
Lucrecio caro, Tito. De la naturaleza. Trad. José Marchena. México D.F.: Porrúa, 1985.
Magis H., Carlos. La poesía hermética de Octavio Paz. México, D.F.: Colegio de
México, 1978.
Martínez Torrón, Diego. Variables poéticas de Octavio Paz. Barcelona: Anagrama, 1980.
Mas, José L. ―Las claves estéticas de Octavio Paz en Piedra de sol‖. Revista
Iberoamericana 46 (1980): 471-485.
Medina Rubén. Autor, autoridad y autorización. Escritura y poética de Octavio Paz.
México D.F.: Colegio de México, 1978.
Müller-Bergh, Klaus. ―La poesía de Octavio Paz en los años treinta‖. Revista
Iberoamericana 37 (1971): 117-133.
Navarro, Tomás. Métrica española. Reseña histórica y descriptiva. New York: Las
Americas Publishing Company, 1966.
Nelken, Zoila E. ―Los avatares del tiempo en Piedra de sol de Octavio Paz. Hispania: A
Journal Devoted to the Teaching of Spanish of Portuguese 51 (1968): 92-94.
146
Nemes, de Paul. ―Tres momentos del neomisticismo poético del ‗siglo modernista‘: Darío,
Jiménez y Paz‖. Estudios sobre Rubén Darío. Ed. Ernesto Mejía Sánchez. México D.F.:
Fondo de Cultura Económica, 1968. 536-552
Nugen, Robert. ―Structure and meaning in Octavio Paz‘s Piedra de sol‖. Kentucky
Foreign Language Quartely 13 (1966) 138-146.
Núñez, Manuel. ―Octavio Paz: la construcción de una retórica‖ Cuadernos de Poética 1
(1983): 5-11.
Ortega, José. ―Tiempo y alienación en Piedra de sol‖. Cuadernos Hispanoamericanos:
Revista mensual de cultura hispánica. 343-345 (1979): 437-44.
Oviedo, José Miguel. ―Pasión y reflexión en O.P.‖ Ínsula 532-533 (1991): 44-48.
Pacheco, José Emilio. ―Descripción de Piedra de sol‖. Revista Iberoamericana 37
(1971): 135-146.
Paz, Octavio. Corriente alterna. 17va. ed. México, D.F.: Siglo XXI, 1988.
----------------. Cuadrivio. Barcelona: Seix Barral, 1991.
----------------. El arco y la lira. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1967.
----------------. El fuego de cada día. Barcelona: Seix Barral, 1989.
-----------------. Libertad bajo palabra. Ed. Enrico Mario Santí. Madrid: Cátedra, 2005.
---------------. Los hijos del limo. 3ra. ed. Barcelona: Seix Barral, 1981.
Phillips, Rachel. Las estaciones poéticas de Octavio Paz. México D.F.: Fondo de Cultura
Económica, 1976.
Rodríguez, Israel. ―Piedra de sol: recreación estructural de un poema epítome‖. La
palabra y el hombre. 77 (1991): 99-123.
Román-Odio, Clara. ―Eros retrospectivo/Eros visionario: El sujeto dividido de Piedra de
sol‖. Hispania: A Journal Devoted to the Teaching of Spanish and Portuguese 79.1
(1996): 28-35.
Romero, Publio O. ―Piedra de sol: un complejo de relaciones míticas‖ Texto crítico 5.
(1979): 153-174.
Darío, Rubén. Azul… Cantos de vida y esperanza. Ed. José María Martínez. 2da. ed.
Madrid: Cátedra, 1995.
147
Phillips, Rachel. Las estaciones poéticas de Octavio Paz. México, D.F.: Fondo de
Cultura Económica, 1972.
Salgado, Dante. Espiral de luz. Tiempo y amor en Piedra de sol de Octavio Paz. México:
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2003.
Santí, Enrico Mario. El acto de las palabras. México, D.F.: Fondo de Cultura
Económica, 1997.
Schärer-Nussberger, Maya. Octavio Paz. Trayectorias y visiones. México, D.F.: Fondo
de Cultura Económica, 1989.
Stanton, Anthony. ―Una lectura de El arco y la lira‖. Reflexiones lingüísticas y literarias. Eds.
Rafael Olea Franco y James Valender. México D.F.: Colegio de México, 1992. 301-322.
----------------------. ―Los primeros poemas de Octavio Paz (1931-1933)‖. Memoria del XV
Coloquio de Literaturas Mexicanas. Hermosillo: Universidad de Sonora, 1997. 207-221.
Sucre, Guillermo. ―La fijeza y el vértigo‖. Revista Iberoamericana. 74 (1971): 47-72.
Tynianov, Yuri. El problema de la lengua poética. 2da. ed. Buenos Aires: Siglo XXI,
1975.
Valdés, Mario J. ―A hermeneutic inquiry into selfhood in Octavio Paz's appropriation of
nahuatl philosophy‖. The I of the beholder: a prolegomenon to the intercultural
study of self. Ed. Steven Sondru y J. Scott Miller. Provo: Internacional
Comparative Literature Association, 2002. 77-94.
-------------------. ―Comentario hermenéutico sobre la coda de Piedra de sol. Actas del VII
Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. Eds. A. David Kossoff,
José Amor y Vázquez, Ruth H. Kossoff y Geofreerey W. Ribbans. Madrid: Istmo,
1986. 681-686.
-------------------. ―En busca de la realidad poética: un estudio de Piedra de sol‖.
Northsout 2. (1977): 259-269.
Vélez, Nicanor. ―El poema extenso: arquitectura de palabras‖. La suma que es el todo y
que no cesa. El poema largo en la modernidad hispanoamericana. Ed. María
Cecilia Graña. Rosario: Beatriz Viterbo, 2006. 59-67.
Verani, Hugo J. Octavio Paz: bibliografía crítica (1931-1996). México D.F.: El Colegio
Nacional, 1997.
Volek, Emilio. Cuatro claves para la modernidad. Análisis semiótico de textos
hispánicos. Madrid: Gredos, 1984.
148
Xirau, Ramón. ―Himno entre ruinas: la palabra fuente de toda liberación.‖
Aproximaciones a Octavio Paz. Ed. Ángel Flores. México, D.F.: Joaquín Mortiz,
1974. 159-164.
------------------. Introducción a la historia de la filosofía. México D.F. UNAM, 2005.
Yurkiévich, Saúl. La movediza modernidad. Madrid: Taurus, 1996.