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MARCO TEÓRICO Es preciso anotar que este apartado se va a centrar en dos posiciones: la legal y la social (esta última se refiere al entorno de un estudiante universitario promedio y la cual va ser más amplia). La primera instancia se centra en la regulación que se ha impuesto a través del Congreso y Presidencia de la República para que haya menos conductores ebrios en las vías (cuestión que también tiene en cuenta a jóvenes que manejen en dicho estado). La Ley 1696 del 19 de diciembre de 2013 pretende endurecer las multas y penas para este tipo de población, con el mensaje de que en caso de que alguien vaya a tomar, no maneje para evitar accidentes trágicos a causa del estado de embriaguez. La mencionada Ley, en resumen, plantea los siguientes puntos a saber: La multa más baja aplicable es de $1.768.500, en donde también se perderá la licencia de conducción por un año mínimamente.

MARCO TEÓRICO

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MARCO TEÓRICO

Es preciso anotar que este apartado se va a centrar en dos posiciones: la legal y

la social (esta última se refiere al entorno de un estudiante universitario promedio

y la cual va ser más amplia). La primera instancia se centra en la regulación que

se ha impuesto a través del Congreso y Presidencia de la República para que

haya menos conductores ebrios en las vías (cuestión que también tiene en

cuenta a jóvenes que manejen en dicho estado). La Ley 1696 del 19 de

diciembre de 2013 pretende endurecer las multas y penas para este tipo de

población, con el mensaje de que en caso de que alguien vaya a tomar, no

maneje para evitar accidentes trágicos a causa del estado de embriaguez. La

mencionada Ley, en resumen, plantea los siguientes puntos a saber:

La multa más baja aplicable es de $1.768.500, en donde también se

perderá la licencia de conducción por un año mínimamente.

Se aumenta un año adicional a cualquier pena relacionada, es decir,

la pena actualmente por atropellar a una persona es de dos años.

Bajo la nueva Ley, ésta quedaría en tres años.

Si el conductor es reincidente, la multa que se paga por reincidencia

es del 15% del avalúo del vehículo que se encuentre manejando.

Los conductores deberán prestar horas comunitarias.

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Si se presenta algún homicidio por conducción en estado de

embriaguez, la pena aumenta de las dos terceras partes al doble,

llegando hasta 18 años de cárcel.

En resumen de la parte normativa del consumo de alcohol se presenta el siguiente

cuadro:

En la parte social, el estudiante universitario se ve impulsado a ingerir alcohol por

una plétora de razones, principalmente, generadas dentro del espacio de la

universidad. De acuerdo a estudios periódicos anuales de Informe Programa

Presidencial para la Prevención del Consumo RUMBOS (1999-2000), Dirección

Nacional de Estupefacientes (1999-2000), Boletín Epidemiológico del Distrito

(2000), Zuluaga (2008) muestran que los jóvenes universitarios, especialmente

aquellos de los tres primeros semestres, se ven influenciados por la cultura juvenil

universitaria la cual propugna que el joven es “libre de hacer lo que le plazca”.

Fig 1: Sanciones por grado de alcoholemia.

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También se notan otros factores que llevan a los universitarios a consumir alcohol

como:

Sociales: “el más macho es el que más toma”, “el conflicto armado tiene

vuelto al país mierda”, “los bares incitan a tomar”, “conflictos familiares”

(Zuluaga, 2008).

De aceptación: los pares, los amigos, las parejas y pequeños grupos que

incitan al estudiante a consumir alcohol para “verlo con buenos ojos” e

“incluirlo al grupo” (Arias, Calderón, Cano, & Castaño, 2012)

Creencias: potenciación del desempeño sexual, aparición de sensaciones

agradables, aumento de la habilidad social y cognitiva (Valencia & Londoño,

2009)

Ahora bien, se procede a tomar diversos estudios con población universitaria en

algunas ciudades del país. En el caso de la capital de la república, Zuluaga (2008)

hace la precisión de una investigación llevada a cabo por el Ministerio de

Protección Social y la Pontificia Universidad Javeriana en el año 2008, la cual

tomó la participación de 2910 estudiantes entre 18 y 29 años de diez

universidades privadas de Bogotá. Los resultados que arrojó el mencionado

estudio fueron los siguientes:

El 8,4% de esta población se encuentra en el nivel de alcohol-dependencia,

lo cual revela que aproximadamente 244 estudiantes estuvieron en ese

estadio.

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Usando el instrumento de cuantificación ideado desde el CEAL (Nivel de

Desarrollo de los Problemas Relacionados con el Consumo de Alcohol, por

sus siglas en inglés), el cual se usa para medir las posibles incidencias en

los niveles de consumo en relación al nivel de intoxicación, dependencia y

abuso. Una vez aplicado este instrumento se evidenció que el riesgo de

intoxicación en la muestra es alto (52,6%) y moderado (47,4%); el riesgo de

dependencia es muy alto (1%), alto (37,6%) y moderado (61,1%); por

último, el riesgo de abuso es muy alto (1,5%), alto (21,2%) y moderado

(77,3%).

También, en el mismo estudio llevado por la Pontificia Universidad

Javeriana y el Ministerio de Protección Social, se utilizó la herramienta

ISCA (Inventario Situacional de Consumo de Alcohol), cuyas variables se

dividen en dos grupos: el primero habla de las situaciones personales del

encuestado (emociones desagradables, malestar físico, emociones

agradables, probando control, necesidad física y urgencia por consumir) y

el segundo grupo trata de las situaciones compartidas con los otros

(momentos agradables, presión social y conflicto con otros). Para este

estudio, en el ámbito de las situaciones personales, el momento de mayor

riesgo para los jóvenes universitarios es en las “emociones agradables”,

mientras que en las situaciones con los otros, esta inclinación se presenta

en la variable “momentos agradables”. También se ve que la presión social

ejerce una considerable influencia para consumir alcohol entre los “pares” y

amigos. El análisis parte de la gráfica siguiente:

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En el mismo estudio se hizo pertinente aclarar que más que un fenómeno

patológico, hay que darle una mirada sociocultural. Al menos así lo sostiene María

Liliana Muñoz Ortega, directora de la investigación, quien propone, a partir de los

resultados arrojados, que los jóvenes no se preocupan tanto por este problema,

aún si lo reconocen, para actuar sobre él o al menos controlarlo. Por otro lado,

Margarita Méndez, codirectora, sostiene que actuar sobre este tema sociocultural

representa un gran reto para hoy, ya que es necesario estar con cada familia,

cada colegio y cada universidad haciendo un acompañamiento continuo para tener

Fig. 2: Gráfico ISCA. Imagen: Guillermo Santos. Gráfico: Isabel Sandoval.

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en cuenta cada uno de los factores de riesgo que incitan a la ingesta,

descontrolada o no, de alcohol en esta población.

Zuluaga (2008) rescata, en su artículo, cifras interesantes sobre el consumo de

alcohol. Frente a la frecuencia del consumo de alcohol, la incidencia es

mensualmente (33,8%), lo que pareciera contradecirse con las “rumbas de fincho”

que planean los jóvenes, especialmente los viernes y sábados, por lo que la

estadística para variables como “una vez a la semana (31,2%)” se esperaba más

alta. Por otra parte, la bebida alcohólica con mayor acogida por parte de los

universitarios es la cerveza (48,4%) y la mayoría de ellos afirman que prefieren

“tomarse sus tragos” en compañía de sus amigos (84,9%).

En el trabajo de Arias, Calderón, Cano, & Castaño (2012) refieren los esfuerzos

del Ministerio de Protección Social y la Dirección Nacional de Estupefacientes que,

en el 2008, realizaron el Estudio Nacional de Consumo de Sustancias

Psicoactivas, cuyos resultados, particularmente en Bucaramanga, establecieron

Fig. 3: Cifras de frecuencia, bebida y compañía preferidas al momento de consumir alcohol.

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que el 86% de los encuestados había consumido alcohol alguna vez en su vida y

que el 35% declaró haberlo hecho en los últimos treinta día anteriores a la

encuesta. También, a éstos últimos se les aplicó la herramienta-cuestionario

AUDIT aprobado por la Organización Mundial de la Salud. Este estudio demostró

que 2.4 millones de personas en Colombia, dentro del rango de edades de 12-65

años, estaban dentro del nivel “riesgoso o perjudicial”. También se determinó que

de cada cuatro consumidores, tres de ellos eran hombre y una mujer; además,

entre estos cuatro, uno de ellos sería dependiente al alcohol. En relación a la

población joven, el 42% de ellos presentan incidencias al consumo de este tipo de

sustancias.

Los factores de riesgo expuestos por Arias, Calderón, Cano, & Castaño (2012)

dictaminan que son los amigos, con un 61,2% de los casos, quienes “incitan” a los

jóvenes a beber alcohol (posiblemente a lo anteriormente expuesto, es decir, a la

aceptación social dentro determinado grupo o gusto común). Ahora bien, cuando

los jóvenes sienten “un efecto placentero o deseado” (78,9%), ellos eventualmente

dejan de tomar; también, ellos dicen “no tener límite” (11,5%) y los últimos

manifiestan que cuando ellos sienten malestar o sensaciones desagradables

(9,6%), ellos paran de beber. Por último, frente a las consecuencias que trae el

consumo de alcohol, el 28,3% no sienten ningún cambio al momento de tomar

bebidas alcohólicas; el 27,6% de ellos indicó que en algún momento de la ingesta,

su actitud o ánimo cambiaron leve o moderadamente; el 25,6% manifestó que

tuvieron conflictos o rupturas de relaciones con otras personas importantes

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(padres, amigos y/o pareja); el 22,9% expresó que mediante el alcohol se puede

socializar con otras personas y el 15,1% se sintió mal consigo mismo.

La investigación por parte de los entes nacionales también estableció que el

93,9% de los jóvenes universitarios bumangueses, entre los 16 y 25 años,

reportaron alguna vez haber tomado alcohol durante los dos primeros años de su

carrera. Además, sostienen que la bebida preferida para el consumo de alcohol

entre amigos es la cerveza, con un tope de hasta seis botellas por cada persona.

Por último, se estableció que el 42,4% de los estudiantes consumen licor

mensualmente, prefiriendo las discotecas y sus propias casas.

En su artículo, Albarracín & Muñoz (2008) mencionan el estudio nacional que el

Ministerio de Protección Social hizo en el año 2003 frente al consumo de bebidas

alcohólicas, en el cual se estableció que el 74,9% de los jóvenes colombianos

habían bebido alguna vez una sustancia alcohólica. Esta investigación se hizo en

ciudades capitales con un número mayor a 30.000 habitantes. Las cifras

determinaron que el consumo en Medellín, por parte de los jóvenes estudiantes de

los dos primeros años de universidad, fue de 84,9%; los bogotanos expresaron un

82,8%; los bumangueses reportaron un 76%; los caleños 67,9% y los

barranquilleros un 64,6%. También, este estudio mostró que un 77,9% de los

jóvenes masculinos habían consumido alcohol en algún momento de su vida y que

el 65% lo había hecho el último año. Por su parte, el 72,5% de la población

femenina había bebido sustancias alcohólicas y el 59,3% lo había hecho en el

último año.

Frente a estas cifras tan elevadas de población juvenil inmersas en el mundo de

las bebidas alcohólica, la Comisión Nacional de Televisión inició una campaña el 1

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de diciembre de 2006, la cual no permitía que algún comercial mostrase tanto

contenidos incitadores a fumar cigarrillo como a aquellos que llamaran la atención

de ellos con bebidas alcohólica.

Para la ciudad de Medellín, Castaño, García, & Marzo (2013) probaron que de 538

estudiantes universitarios, el 82,3% había probado alcohol alguna vez en su vida;

el 66% no presentaba problema alguno durante la ingesta de dichas sustancias; el

21,6% tenía algún tipo de consumo perjudicial y 12,5% sostuvieron que eran

dependientes del alcohol. Para hacer una precisión contrastiva, es necesario

recordar que desde los comienzos de las civilizaciones hubo ciertas regulaciones,

claras o no, sobre el consumo de este tipo de bebidas. Así, los judíos que se

excedan o abusen de dichas sustancias, serían sancionados severamente. Lo

mismo para los musulmanes, quienes tienen prohibido el consumo de alcohol.

Desde la antropología, la psicología y la sociología se han estudiado estos

comportamientos, donde se reflejan grandes cantidades de esfuerzos para “tener

a raya” cualquier sobrepaso de ingesta de este tipo de bebidas. Es,

inevitablemente, la cultura la que da normativas o permisiones para que se

generen abusos o dependencias con estas sustancias, por lo que se resaltó al

principio de este apartado el gran peso que posee aquella llamada “cultura

universitaria” de libertades y prerrogativas al parecer ilimitadas. Bajo esta premisa,

parte el estudio de estos tres autores, en una ciudad donde ver a los jóvenes con

cualquier sustancia psicoactiva es el pan de cada día, si tenemos en cuenta que

en Medellín se presenta una alta complejidad en las relaciones familiares de las

comunas, en donde las tradiciones familiares y ritos en los mismos núcleos son

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determinantes para que el infante haga su tránsito hacia la adolescencia

(Quingley, Corbett, & Tedeschi, 2002).

Bibliografía

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