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Martinez Cuesta, Angel - Historia de Los Agustinos Recoletos

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    NGEL MARTNEZ CUESTA, OAR

    H I S T O R I AD E L O S

    A G U S T I N O S R E C O L E T O SVol.IDESDE LOS ORGENES HASTA EL SIGLO XIX

    EDITORIAL AVGVSTLNVSMADRID 1995

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    INSTITUTUMHISTORICUMAUGUSTINIANORUM RECOLLECTORUMEdita: AVGVSTINVSGeneral Dvila, 5-bajo D28003 MADRIDI S.B.N.: 84-85096-53-3 (Obra completa)IS B N .: 84-85096-51-7 (Vol . I)1) [.. Z-22 10-9 5Imprime: A RTE-IMPRE SS, S. L.Albacete, 1Tel. (976) 27 31 76 . Fax (976) 27 67 3250007 ZARAGOZA

    PRE SE N T A CI NSaludo con profunda alegra la aparicin del primer volumen de laHistoria de la orden de los agustinos recoletos, escrito por el padrengel Martnez Cuesta. Con l comienza a tomar cuerpo un deseo

    largamente sentido en la orden. Es una obra esperada con inters porlos agustinos recoletos y por cuantos estn interesados en el conocimiento de la Recoleccin agustiniana. Al saber que el trabajo est terminado y pronto para ser entregado a la imprenta, las palabras queespontneamente llegan a mis labios son: gracias, Seor.Desde que en 1912 la Santa Sede sancion la autonoma jurdicadel instituto, elevndolo a la categora de orden, creci en sus miembros el inters por su pasado y se comenzaron a echar los cimientosde una historia objetiva de su vida desde su nacimiento. Tras variosdecenios de existencia un tanto anmala, la comunidad volva a gozarde libertad para organizar su vida con suficiente serenidad para atender a todos los aspectos importantes de ella. Inmediatamente volvilos ojos a su pasado en busca de luz e inspiracin. Algunos religiososrecorrieron por vez primera los archivos estatales y eclesisticos, enlos que, tras la desamortizacin de Mendizbal, haba quedado depositada gran parte de su memoria histrica. Los mejores frutos de esteprimer esfuerzo fueron, sin duda, los seis volmenes de las Crnicasde la orden preparadas por los padres Pedro Fabo y Gregorio Ochoa yel primer Compendio histrico debido a la pluma del padre PedroCorro.A mediados de este siglo se sinti la necesidad de elevar el nivel

    de nuestra produccin histrica dentro de la orden, acomodndola alas exigencias metodolgicas y espirituales del momento. El Compendio del padre Corro, despus de prestar un apreciable servicio a lacomunidad, se haba quedado anticuado. Adoleca de fragmentarie-dad, primaba los aspectos ms externos de la historia de la orden, ylas nuevas generaciones lo sentan demasiado alejado de su mundocultural y religioso. Era necesario ampliar su base documental con elestudio de los textos originales y un recurso ms frecuente a las fuentes. Sobre todo, urga substituir su marcada orientacin edificante y

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    4 PRESEN I ACINapologtica por unu perspectiva ms acorde con la historia y con lasIcycN de la convivencia humana.I'iiito de esta nueva inquietud fueron los cuatro volmenes delHulla/un del padre Jenaro Fernndez. Su aparicin supuso un saltocualilalivo en la produccin histrica de la orden. Por vez primeradispona sta de un coleccin diplomtica preparada con rigor, concentenares de documentos pontificios, reales y agustinianos, transcritos de las fuentes originales, debidamente ordenado s y publicados conlas adecuadas garantas cientficas. A esta obra se fueron aadiendo elRegistro del vicario general y las actas de los captulos generales,publicadas por el mismo padre Jenaro, los tres nuevos tomos de laHistoria General de la Orden debidos a la pluma del padre ManuelCarceller y las aportaciones de los padres Rafael Garca, EugenioAyape, Teodoro Calvo y otros; con todo este material en la mano, yaera posible pensar en la redaccin de una historia que narrase demodo orgnico el pasado de la orden. El esqueleto estaba preparado.Slo faltaba revestirlo e insuflarle aliento y vida. Por la misma pocase fund el Instituto Histrico (19 de diciembre de 1957), el cual contribuy a crear un clima favorable a la investigacin e hizo posibles yms fciles otras investigaciones com plementarias.

    El Concilio Vaticano II, con su llamada al cultivo de la propiaidentidad y su mandato de tenerla presente a la hora de actualizar lasleyes y la estructura comunitaria, cre una nueva conciencia histricaen la mayora de las rdenes religiosas. Muchas de ellas comprendieron y reconocieron, quiz por vez primera, que haba que acudir alpasado en busca de luz e inspiracin, si queran responder con fidelidad a la exigencia de la Iglesia, redefinir su carisma y reformar conacierto las leyes, la vida comunitaria, el apostolado y, en definitiva, sumisin en la Iglesia y en el mundo.Entre los agustinos recoletos la llamada conciliar puso de manifiesto la urgencia de potenciar los estudios histricos. El conocim iento cientfico de nuestro pasado dej de ser un simple lujo para convertirse en una necesidad vital. Fue otro cambio cualitativo, cuya aparicin se vio favorecida por el simultneo ascenso del nivel intelectualde la orden. Sus religiosos ya no se contentaban con una historia deandar por casa. Exigan una historia ms objetiva, ms crtica, msinmersa en la historia universal, que sintonizara con su mentalidad,

    PRESENTACIN 5recogiera las aportaciones ms recientes de la investigacin histricay reflejara la nueva autoconciencia que iba apareciendo en la orden.

    Se quena tambin una historia que fuera manejable. Debera ordenar y sistematizar los datos disponibles, informando con claridad yexactitud de los ideales y circunstancias que dieron el ser a la orden yde las vicisitudes que han contribuido a forjar su identidad, de su evolucin a lo largo de los siglos y de su aportacin al bien de la hum anidad y de la Iglesia. Pero sin abrumarlos con detalles innecesarios.Quien deseara una descripcin ms pormenorizada siempre podraacudir a los diversos volmenes de las Crnicas, a las historias de lasprovincias o a las monografas y artculos dispersos por los boletinesprovinciales, que desde 1909 tantas noticias han ido almacenando ensus pginas.Desde 1968 los captulos generales se hacen eco de esa nuevaconciencia colectiva y manifiestan un inters creciente por las publicaciones histricas en general y, de modo particular, por un "Compendio". Creen que contribuir a enraizar ms a la orden en su propiatradicin y facilitar la ejecucin del viejo deseo de unificar su vida y

    sus leyes y de dar un tinte ms agustiniano a su actividad apostlica.El captulo general de 1968, en su ordenacin VII, dice en referenciaal Instituto Histrico: "lili Capitulum committit ut quam primum redi-gere curet Compendium historicum-criticum nostri Ordinis". El captulo general de 1980 en su ordenacin V I alude a un futuro "C ompendio de Historia de la Orden", cuya composicin espera ver realizadaen un plazo breve. La Celebracin del IV Centenario de la orden hizoms patente su necesidad.La tarea no pareca presentar excesivas dificultades. El caminoestaba desbrozado e incluso ya se haban dado importantes pasos por

    l . Pero su realizacin ha sido ms difcil de lo que se pensaba. Ladocumentacin disponible tena algunas lagunas importantes que hahabido que rellenar con nuevas investigaciones por diversos archivosy bibliotecas de Europa, Asia y Amrica. Gran parte de ella slo tenaen cuenta los aspectos ms visibles de la vida religiosa: fundacin delos conventos, biografas de algunos frailes eminentes, celebracin yactas de los captulos, actividad misional, intervenciones de los papaso de los reyes en la vida de la comunidad; y dejaban en la sombrapuntos tan importantes en toda comunidad como la calidad de su vidacomn, la vida litrgica y devocional, la participacin en las tareas

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    6 PRESENTACINnpoNilinis ilc la Iglesia, el origen y orientacin de sus leyes y cos-liimhii's, la ordenacin de los estudios, la vida religiosa de los misionlos, y lu editicacin, distribucin y ornato de sus iglesias y convenios Incluso haba periodos enteros, como todo el siglo xvm y lasegunda parte del xvn, a los que apenas se haban asomado los investigadores Su estudio ha requerido muchas horas y ha retrasado laaparicin m as de lo deseado del presente volumen

    Es cierto que ninguna historia de la orden puede prescindir de esasmanifestaciones que he dado en llamar externas, porque contribuyen aformar su estructura, ponen de manifiesto su vitalidad y facilitan tantoal escritor como al lector hitos concretos y venficables Pero quiz nosean sus facetas ms impo rtantes La comunidad agustiniana se valoraante todo por la calidad de su vida comn y por su servicio a la com unidad eclesial De ah que en esta Historia se haya insistido en cuantoincide directa o indirectamente en esos dos aspectos el discurrir de lavida cotidiana del claustro, con su liturgia, convivencia fraterna yestudios, y el servicio prestado a los fieles con la predicacin, elempeo en las aulas y el trabajo m isionalTambin se ha procurado evitar el peligro de convertir la historiade la orden en una historia de sus cimas, concentrando la atencinsobre sus miembros m s eminentes Se ha preferido correr el nesgode subestimar su aportacin a la vida de la comunidad en vez de exagerarla Esta opcin metodolgica, que parece responder mejor tantoa la orientacin actual de las ciencias histricas como a nuestro sistema de vida, explica la ausencia de biografas y el escaso espacio concedido a los captulos, a los superiores generales y a otros frailes distinguidosAlgn lector quiz se sorprenda de la extensin de esta HistoriaAl principio se pensaba en un solo volumen Pero a medida que ibaavanzando en su redaccin, el autor vea ms clara la conveniencia detratarla con ms extensin Ello le permita aprovechar mejor el material disponible y desarrollarlo con ms claridad Este primer volumenrecorre la andadura de la orden desde las fundaciones agustinianas afines del siglo iv hasta los umbrales del siglo xix El autor habra querido dedicar mayor amplitud tanto a la obra de san Agustn como a laformacin de la orden agusniana y a su evolucin en la edad media,pero el espacio disponible le ha obligado a contentarse con un breve

    7PRESENTACINresumen, que no dudo ser bien recibido por sus lectores, y a contrarse en la historia propia de la R ecoleccinAntes de terminar esta presentacin, siento el deber de decir qorden de agustinos recoletos ha encontrado la persona adecuada Pescribir su historia El padre ngel Martnez Cuesta, dotado de itas cualidades para los estudios histricos, rene las condiciones^una obra cuidada exige de su autor Dedicado al estudio y a la mgacin desde que finaliz su doctorado en Historia EclesisticaUniversidad Gregoriana de Roma, es autor de numerosos traaparecidos en diversas publicaciones a lo largo de treinta anosactualidad es presidente del Instituto Histrico Agustino-R ec 0director de la revista Recollectio Ha visitado peridicamente dipases en los que ha impartido clases, cursos y conferencias bde sus exposiciones y trabajos ha versado generalmente sobre prelacionados con la historia de la vida religiosa, en la ordenAgustn y, principalmente, con la Recoleccin agustinianadecirse que l es el historiador oficial de la orden de agustinos retos en un momento en el que, en gran parte gracias a su ejempcapacidad de crear escuela, son vanos los religiosos que inves igcon competencia materias vinculadas a la histona y espiritualidad dela orden Ellos forman un grupo compenetrado cuya idoncidareconocida dentro y fuera del institutoSlo me resta expresar un ltimo deseo Me sentira feliz si esHistoria contribuyera a que la orden sea ms conocida y apreciadapor sus miembros, al mismo tiempo que despierta en cuantos se acerquen a ella el aprecio por su vida y los ideales que persigue

    Jos Javier PlPAONPrior General

    Mi GRATITUD a los ltimos priores generales de la orden por el apoyo constante queme han bnnd ado en la redaccin de este libro a los padres Pablo Panedas y Jos JavierLizarraga por hab erse tomado la molestia de leer el manuscrito ntegro y al padre Rafael Mediavilla por haber puesto a mi servicio sus conocimientos informticosngel M A R T N E Z C U E S T A

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    UNBol CandHPSJBPSNBUITRAGO

    Bull

    Captulos

    Cartas

    CDCO DConfConsCons Ratisbonenses

    Crn

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    FRIEMAR

    GANUZA

    GUTIRREZ, Historia

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    RODRGUEZ, Historia

    RUTH, Cardinal

    , English FriarsSDABA

    Santo vitico

    Sinopsis

    VAN LUIJK

    , Gli eremiti neri

    VELA, Ensayo

    Vitasfratrum

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    CAPTULO IMONACATO DE SAN AGUSTN*

    PremisaLa conversin de sanAgustn fue, en cierta manera, una conversin a la vida religiosa. Un par de aos antes de laescena del huerto deMiln, siempre que dicha escena sea histrica, Agustn era ya creyente. Crea enDios, en su espiritualidad; enCristo, camino, verdad y vida. Crea en la espiritualidad del alma y en su condicin de imagende Dios y en la autoridad de la Iglesia, como representante de la verdadera religin1. No era, pues, la duda intelectual la que atenazaba sualma; y ni siquiera laexigente moral de los cristianos. Catorce aos de

    fidelidad a una mujer constituan una buena garanta deque nohabraencontrado excesivamente difcil una honesta vida conyugal. A dems,Agustn haba dado ya algunos pasos por elcamino de la generosidad.Ahora combata en otro frente, que bien podemos llamar asctico.En la primavera del 386 Agustn tena 31 aos, era un prestigiosoprofesor de retrica en la escuela imperial de Miln y estaba a las* BIBLIOGRAFALos cuatro primeros apartados se basan en los escritos monsticos de san Agustn yen las investigaciones de T. van Bavel (1959), A. Manrique (1959, 1964), J. Gavigan(1962), Luc Verheijen (1967, 1980 y 1988) y A. Zumkeller (1968). Tambin he usado

    las biografas de Brown (1967) y Mandouze (1968) y otros estudios de Monceaux(1931), Folliet (1961), Sanchis (1958, 1962), R. Lorenz (1966), Cilleruelo (1966), Trape(1971), Lawless (1987) y otros autores.Ultimo apartado: Dickinson (195 0), Dereine (1953), V ilano va (1959, 1983), Sieg-wart (1962, 1965), los diversos estudios del volumen miscelneo La Vita comune(1962), Fonseca (1970), DeVog (1972, 1983), Villegas (1974), Villegas-De Vog(1976), De Seilhac (1974), Mundo (1982), Linage Conde (1982), G rgoire (1982), Milis(1979, 1980), Martnez Cuesta (1987) y Chatillon (1992).

    1 Victorino CAPNAGA, Agustn de Hipona, maestro de la conversin cristiana,Madrid (BAC maior 9) 1974, 43.

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    34 PREMISApuertas de la riqueza y de la gloria. Pero no era un hombre feliz. Losfilsofos neoplatnicos le haban mostrado los lmites de las esperanzas terrenas y la biblia haba encendido en su alma el am or a la castidad perfecta. Pero la tirana de la costumbre encadenaba su voluntad yle impeda abrazar la continencia y correr al encuentro de la sabidura.lin esa situacin recibi la visita de Ponticiano, coterrneo suyo ycristiano de largas y frecuentes oraciones . Ponticiano le cont la vicia de san Antonio Abad, del que Agustn nada saba, y le habl de lasfalanges de monjes que poblaban los desiertos de Egipto. En Trverismismo unos cortesanos acababan de dejar a sus novias para consagrarse a Dios en la vida monstica. La narracin se clav en su alma, desencadenando en e l la una tempestad que sacudi su cobarda , ledespeg de la carne y le condujo a la victoria final. Qu es lo quenos pasa, qu es lo que has o do? Se levantan los ignorantes y arrebatan el cielo; y nosotros, con todo nuestro saber, faltos de corazn, nosrevolcamos en la carne y en la sangre! A caso porque nos precedennos da vergenza el seguirlos y no nos ruboriza el quedarnos atrs?(Con/VIII,19). El combate no haba concluido, pero el sentido de sudesenlace estaba ya decidido. La voz infantil, que le trajo el recuerdode Antonio, y las palabras del Apstol (Rm 13, 13-14) rasgaron las ltimas ataduras de la carne y le depositaron en brazos de la continencia.En adelante Agustn no sera nunca un cristiano ordinario. La luchale haba renovado y sali de ella sin deseo de mujer ni esperanza alguna en este siglo (Con/VIII, 12, 30). A las riquezas haba renunciadohaca ya 13 aos. Del combate sali convertido en asceta, en filsofocristiano y quiz, aunque de m odo inconsciente, en monje: el monacatole haba mostrado el modo concreto de realizar sus antiguos deseos deconsagrarse a la sabidura en compaa de un grupo de amigos.

    Desde este momento hasta su muerte Agustn vivi siempre encontacto ms o menos consciente e intenso con el monacato. A pesarde ello el mundo de la cultura margina de ordinario este aspecto esencial de su personalidad. Siguiendo las huellas de Erasmo, se resiste aencasillarlo entre los monjes y prefiere concentrar su atencin sobre sufigura de obispo, sabio o polemista. La postura puede parecer razonable, pero olvida que Agustn fue monje por propia eleccin, mientrasque a sacerdote, obispo y polemista slo lleg arrastrado por las circunstancias. Su amor a la vida religiosa fue tan profundo que nuncaquiso renunciar a ella. Agudiz su mente en la bsqueda de modos de

    conciliaria con sus deberes pastorales y le convirti en uno de sus msgrandes impulsores e innovadores. Con su vida, escritos y discpuloscontribuy a liberar al monacato antiguo de la supervaloracin, pela-giana ante litteram, del ascetismo y de no pocas de sus extravagancias,lo acerc a la mentalidad occidental y le abri horizontes impe nsados.Nadie como l ha contribuido a liberarla de los peligros del ensimismam iento y a franquearle las puertas del sacerdocio, de la cura pastoral, de las misiones y de la cultura2.1. Des cubri mi ento del monacato

    En Casiciaco Agustn adopt un plan de vida que no responda aningn patrn precedente y que bien cabe considerar como un primerensayo del vivir monstico 3. Alterna el otium sanctum con el otiumlibrale, la renuncia filosfica del sabio con la ascesis cristiana. Ocupasu tiempo en la enseanza, en la lectura de los clsicos y en el trabajomanual, pero reserva largas horas al estudio de la Escritura, al rezo delos salmos y a la contemplacin religiosa. Las prim eras actividadespertenecen al pasado, son simple fruto de la inercia y se detienen enlas capas superficiales de su espritu. Las segundas, sin embargo, o bedecen a una voluntad actual y apuntan al futuro que poco a poco va tomando forma en su interior. El mismo se siente un servas Dei, unmiembro del variopinto mundo socio-religioso del ascetismo, ms omenos emparentado con el monaquismo. No apetece riquezas ni honores, permanece indiferente ante los placeres de la m esa y est resueltoa abrazar la continencia. En los meses siguientes enriqueci su ideadel monacato con el estudio y la visita a los monasterios de Miln yRoma.

    La falange monstica es ya para Agustn en estos aos la coronadel catolicismo y como tal la presenta en el libro De moribus EcclesiceCatholicce, una apologa antimaniquea que comenz a escribir en Roma y concluy en Tagaste. En los captulos 31-33 describe con ciertodetalle la organizacin y costum bres de los monjes. Su descripcin est impregnada de ideas filosfico-teolgicas de raigambre paulina yquiz refleje ms sus propias aspiraciones que la situacin real de los

    2 Basil STEIDLE, Die RegelHl. B enedikts, Beuron 1952, 20-21.A. MANRIQUE, La Vida monstica de san Agustn, 46 .

    36 DESCUBRIMIENTO DEL MONACATO MONACATO DE SAN AGUSTN 37

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    Los monjes de RomaTambin en Roma conoc varias comunidades, regidas por susmiembros ms graves, prudentes y doctos, en las que todos vivanjuntos una vida de caridad cristiana, de santidad y libertad. Para noser gravosos a los dems, todos se ganaban el pan con sus propiasmanos, a ejemplo del Oriente y segn el precepto del apstol Pablo.

    Me enter tambin de que muchos practicaban ayunos increbles. Nose contentaban con limitarse a tomar una sola refeccin diaria, alanochecer, segn costumbre general entre los monjes, sino que conmuchsima frecuencia transcurran tres das, y aun m s, sin comer nibeber. Y esto lo hacan no slo hombres, sino tambin mujeres. Haba viudas y vrgenes que vivan en comn y se ganaban el sustentohilando y tejiendo bajo la direccin de superioras respetables y santas, y capacitadas no slo para formar y configurar las costumbres,sino tambin para instruir Jas inteligencias.En estas comunidades a nadie se obliga a austeridades que nopuede soportar, a nadie se imponen cargas que no puede llevar, y anadie se le desprecia por confesarse incapaz de imitar a los ms esforzados. Recuerdan con cunto encarecimiento la Escritura recomienda a todos la caridad. Recuerdan que todo es limpio para los

    limpios (Tit 1, 15) y que no es lo que entra en la boca lo que hace im puro al h ombre sino lo que de ella sale (Mt 15, 11). Por tanto, noconsumen sus energas en evitar ciertos manjares, como si fueran inmundos, sino en domear la concupiscencia y en mantener la caridad. [...] A la caridad dedican sus principales cuidados, y ella es laque regula el alim ento, las palabras, el vestido y hasta, el semblante.Todos tienen fija en ella la m irada y hacia ella caminan. Su violacinse considera ofensa del mismo Dios. Cuanto embaraza la caridad esrechazado y arrojado de la comunidad, y cuanto la hiere no puede durar en ella ni un solo da. Saben que Cristo y los apstoles la recomiendan tanto que donde ella falta todo es vano, y donde ella estpresente todo es pleno.

    De mor. Eccl. et man. I, 33, 70-73

    monasterios. No parece aventurado ver en ella la primera expresin desu ideal monstico. Agustn admira y defiende la soledad y el espritude renuncia y sacrificio de los anacoretas. Ms tarde escribir queCristo tiene sus preferencias entre estos siervos de Dios que moran enlos desiertos. Pero no se siente atrado por su gnero de vida. Su corazn palpita con ms entusiasmo al tratar de la vida cenobtica. Tambin en los cenobios se practican la penitencia y el ayuno, pero ni eluno ni la otra son sus valores suprem os. Ambo s estn supeditados a lasalud y ordenados a la caridad. A continuacin destaca algunos de susrasgos ms caractersticos, los que, a su vez, nos manifiestan sus preferencias: vida comn, concordia de los corazones, desprendimientode los bienes de la tierra, moderacin y libertad en el uso de las cosas,trabajo m anual, estudio y, sobre todo, la caridad. Cuanto ofende la car idad es inmediatam ente desterrado del monaster io: C ris to y losapstoles la recomiendan tanto que donde falta todo es vano y dondeest presente todo es pleno {De mor. Eccl. et man. I, 33, 70-73).2. Real i zaci ones mons t i casa. TagasteA su regreso a frica (388), Agustn se estableci en Tagaste. Enajen su modesto patrimonio familiar y comenz a vivir en comunidadcon sus amigos:

    Tras recibir el bautismo plgole volver a frica, a su propia casay heredad, juntamente con otros compaeros y amigos. Y all, durantecasi un trienio, desembarazado de cuidados seculares, vivi para D iosen compaa de los amigos que se le haban juntado, entregado a laoracin, al ayuno y a las buenas obras, meditando da y noche en la leydel Seor. Y lo que el Seor le revelaba en la oracin y en la reflexinlo trasmita a presentes y ausentes de palabra y por escrito4.La escasez de noticias sobre la vida concreta del grupo ha alimentado una polmica acerca de su estado jurdico-espiritual. Algunos autores no ven en Tagaste ni monjes ni monasterio. Habra sido unasimple casa de filsofos, una cofrada de letrados o una agrupacin de ascetas. Las cartas y obras del santo reflejaran un otium ms

    4 Sa n POSIDIO, Vita 3: PL 32 , 36 .

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    propio de filsofos que demonjes. Ni Agustn ni Posidio emplean elvocablo monasterium alreferirse a Tagaste. Adems, quiz slo Agustn lleg a renunciar a sus bienes. Otros escritores conceden ms importancia al propsito agustiniano de renunciar a toda esperanzasecular para dedicarse exclusivamente al servicio de Dios, enriquecidoy purificado por la experiencia y el estudio delmonacato durante supermanencia en Roma; a su conciencia de pertenecer a la categora delos siervos deDios; a las notas con que colorea la vida del verdaderosabio; al carcter eclesistico de su produccin literaria, que ya concibe como apostolado al servicio de la Iglesia; a su condicin de ex-ma-niqueo; y a la descripcin de Posidio. Esta segunda opinin me parecems acertada. EnOccidente los lmites entre ascetas y monjes todavano estaban suficientemente delineados. El trmino Monasterium noera comn ni haba adquirido an un significado unvoco.b. Hipona. Monasterio del huerto

    El ao 391 Agustn viaja a Hipona con eldoble propsito de levantar all un monasterio y deganar para la vida monstica a unamigo.Pero su fama le haba precedido y torci sus planes. V alerio, elobispode la ciudad, buscaba un colaborador que le ayudara en la predicacin,y aprovech la ocasin para ordenarlo de sacerdote. Anciano y de latnvacilante, era consciente de sus lmites y suspiraba por alguien que leayudara a sostener la comunidad con la palabra de Dios y con doctrinas saludables5.La ordenacin sacerdotal podra haber truncado su vida m onstica,ya que, a pesar de algunas excepciones, elsacerdocio todava era considerado como incompatible con la vida monstica. Agustn salt porencima de esa manera depensar y manifest al obispo que no podaprescindir de la compaa de los hermanos. Valerio acogi sus deseosy le ofreci un huerto en el barrio eclesistico de la ciudad, dondeAgustn construy elprimer monasterio de Hipona:

    Ordenado sacerdote, levant inmediatamente un monasterio en laiglesia y comenz a vivir con los siervos de Dios segn el modo y laregla establecida por los apstoles. Norma fundamental en aquella sociedad era que nadie poseyera nada propio, sino que todo fuera comn5 /t/5:PL32, 37.

    y se distribuyera a cada uno segn su menester, segn l ya lo habapracticado antes, despus de regresar de Italia a su patria6.La Regla, escrita probablemente para este monasterio hacia el ao397, el opsculo De opere monachorum y, en menor grado, otros escritos del santo nos permiten adentrarnos unpoco en su organizacin.Al frente de l estaba elprepsito, esdecir, unmonje laico encargadodel mantenimiento de la disciplina y de la formacin espiritual de loshermanos. Otros cuidaban de la ropera, despensa, biblioteca, etc. De

    ordinario, los monjes iban encomunidad a la iglesia de la ciudad paraparticipar en la eucarista y en otros servicios litrgicos. Pero dentrodel monasterio disponan deun oratorio destinado exclusivamente a laoracin. Su jornada estaba distribuida entre la oracin, el trabajo, casisiempre manual, y la lectura.El monasterio se convirti pronto en un autntico mosaico de caracteres humanos. Sus moradores eran muy diversos unos deotros enedad, educacin y extraccin social. La mayora provena de las capasinferiores de la sociedad. Agustn habla deesclavos, libertos, agricultores, obreros y artesanos. Pero no faltaban miembros de familiasacaudaladas y aun senatoriales. Haba monjes ilustrados y monjes ignorantes, aunque losanalfabetos deban de constituir una exigua minora. Tambin la edad variaba. Consta la presencia de algunos nios yjvenes. Al parecer, stos entraban como pupilos y slo a los 16 o 18aos sedecida sudefinitiva incorporacin al monasterio o su retornoal siglo. La casi totalidad de los monjes eran laicos. P ero, con el tiempo , quiz ingresara algn clrigo y, desde luego, algunos monjes fueron agregados a la clereca. Monjes de este monasterio fueron Evodio,Posidio, Severo y Antonio, obispos, respectivamente, deUzala, Cala-ma, Milevi y Fussala.El ideal fundamental segua siendo elmismo que en Tagaste, aun

    que ms encarnado en la estructura eclesistica local y enriquecido porla experiencia pastoral deAgustn y por su estudio sistemtico de sanPablo. Agustn continuaba suspirando por la caritas veritatis, esdecir,por el retiro, lacontemplacin, el estudio de la Escritura y la santificacin personal. Pero el recuerdo de la pasin de Cristo, el ejemplo delApstol, las tareas pastorales y sucorazn ardiente le van liberando6 Ibid.

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    del "egosmo espiritual", ayudndole a rebasar los estrechos lmitesdel monasterio y a descubrir cada da con mayor claridad las exigencias de la caridad necessitas caritatis. La Iglesia es una madre quenecesita de nuestra ayuda en su sublime misin de alumbrar hijos parael cielo. No seramos buenos hijos si se la rehusramos. Consiguientemente, el monje debe saber renunciar a su ocio, aunque con discreciny slo si la Iglesia requiere sus servicios: Si la m adre Iglesia desearavuestra colaboracin, no la prestis con codiciosa arrogancia ni la rechacis con indolente negligencia (Epist 48 , 2) .Este consejo resume el pensamiento de Agustn acerca del apostolado de los monjes. M s tarde lo aplicar a todos los cristianos:

    El amor a la verdad busca el ocio santo; la necesidad de la caridad acepta el negocio justo. Si nadie nos impone esta carga, debemosdedicarnos a la bsqueda y contemplacin de la verdad, pero si se nosimpone, debemos aceptarla por necesidad de la caridad. Mas ni siquiera en este caso cabe abandonar el deleite de la verdad, no sea que, privados de su suavidad, nos oprima la necesidad7.La frmula parece asptica y podra inducir a pensar en una cierta

    frialdad apostlica del santo. Pero su vida entera deja sin base cualquier sospecha sobre su celo apostlico. Como fiel hijo de la Iglesia,se senta obligado a salir en busca de la oveja descarriada, sin derechoa retroceder ni ante los ladrones ni ante los lobos.Hay tambin ovejas contumaces. Cuando se las busca, estandodescarriadas, dicen en su error y para su perdicin que nada tienen quever con nosotros: "Para qu nos queris? Para qu nos buscis?" Como si la causa que nos mueve a quererlas y buscarlas no fuera su errory su perdicin. Dicen: "Si estoy en el error, si me hallo perdido paraqu me quieres? para qu me buscas?" Porque ests en el error quierollamarte de nuevo; porque ests perdido, quiero hallarte. [...] He de lla

    mar a la oveja errante, he de buscar a la descarriada; quieras o no, tengo que hacerlo. Y, aunque en la bsqueda me desgarre las carnes entrelas espinas del bosque, me colar por todas las angosturas y derribartodos los cercados. Mientras el Seor, que me atemoriza, me d fuerzas, recurrir a todos los medios. No cejar en llamar a la oveja descarriada, de ir en pos de la perdida. Y si no puedes aguantarme, noyerres, no perezcas (Sermo 46. 7, 14).7 De Op. monach. 29, 37: PL 40, 576.

    c. Hipona. Monasterio de clrigosLa ordenacin episcopal del santo (hacia el 395) dio origen a otromomento delicado en su itinerario monstico. Deba conciliar la soledad y el retiro propios del monasterio con la actividad pastoral y lasexigencias sociales del episcopado. Al parecer, tendra que renunciar ala vida comn. Pero esa renuncia era demasiado dolorosa para l.Agustn no haba nacido para vivir solo. Necesitaba de la compaa delos hermanos, y esa necesidad aguz su imaginacin y le ayud a elu

    dir el obstculo. Abandonara el monasterio para no turbar con su presencia la tranquilidad de los hermanos, pero abrira las puertas de lacasa episcopal a los clrigos que quisieran com partir con l techo, mesa y ajuar:Llegu al episcopado y me percat de que el obispo tiene la obligacin de mostrarse humano y educado con cuantos le visitan, y si falta a este deber se le acusar de descorts. Pero como tal trasiego degentes no cuadra bien con el gnero de vida del monasterio, opt porfundar un monasterio de clrigos en la casa del obispo {Sermo 355, 2

    En ella acogi a cuantos clrigos estaban dispuestos a vivir en comn y a compartir el ideal de la pobreza evanglica, segn el modelode la primitiva iglesia de Jerusaln. Las bases espirituales de este monasterio eran muy semejantes a las del anterior: vida comn perfecta,vivida en un clima de amistad fraterna, desapropio total y equilibrioentre la accin y la contemplacin. Slo el trabajo manual menguaranotablemente para dejar paso al estudio y al apostolado, que pasa aocupar gran parte de la jornada de sus moradores. Todos ellos participan activamente en la vida de la iglesia local, con la que viven enconstante comunin. Sus monjes deberan estar dispuestos a sacrificarla quietud del monte de la contemp lacin por el trfago del valle de lavida activa:Desciende, Pedro; t, que deseabas descansar en el monte, desciende y predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, exhorta, increpa con toda longanimidad y doctrina (2Tm 4, 2). Trabaja,suda, padece algunos tormentos, a fin de llegar por el brillo y hermosura de las obras hechas en caridad a poseer eso que simbolizan losblancos vestidos del Seor. En efecto, en loa de la caridad om os, al leer al Apstol, que no busca lo suyo (ICo 13, 5). No busca lo suyo,que da cuanto posee. Y en otro lugar dice algo que, si no se entiendebien, puede ser peligroso. Refirindose a la caridad ordena a los

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    miembros fieles de Cristo que no busquen lo suyo, sino lo ajeno (ICo10,24). |...]En otro lugar explica con ms claridad su pensamiento [...] al decirde s mismo: No busco mi conveniencia, sino la de muchos, para quese salven (Ibid 33). Esto no lo comprenda Pedro cuando deseaba continuar con C risto en el monte. Cristo te reservaba, oh Pedro, esta dichapara ms all de la m uerte. Ahora te dice: "desciende a trabajar en latierra, a servir en la tierra, a ser despreciado y crucificado en la tierra".

    La vida descendi a ser muerta; el pan a tener hambre; el camino acansarse de andar; la fuente a tener sed; y t an rehusas trabajar? Nobusques tus conveniencias. Ten caridad, predica la verdad: por ella llegars a la eternidad, donde encontrars la seguridad (Sermo 78, 6).En materia de pobreza Agustn era inflexible. Vea en la pobrezaindividual una condicin indispensable y un signo de la unin de corazones. Sin ella la vida comn resulta imposible, ya que la propiedadprivada concentra al hombre sobre s mismo y sobre los bienes materiales, que conducen irremediablemente al individualismo y a la disensin.Las comidas se tomaban siempre en comn. Al parecer, haba unasola refeccin diaria, la coena, que era servida hacia las tres de la tarde . A los que no podan ayunar se les permita tomar algo a medioda.Durante la comida se lea, se conversaba y se discuta. Algunas obrasdel Santo tuvieron origen en esas charlas informales con los hermanos.La mesa era frugal, con abundancia de verduras y legumb res. Algunasveces se serva carne; y siempre, vino. La presencia de invitados noera infrecuente.La misma simplicidad empleaba en el vestido, calzado y ajuar domstico. No le agradaban ni las cosas demasiado preciosas ni las de

    masiado viles. Esta moderacin es una de sus grandes aportaciones almonacato occidental, que con l huye de la extravagancia y de la exageracin y subordina la penitencia a la caridad. En la comida, en el trabajo, en los baos, en todo se ha de atender a las fuerzas de cadamonje. Este deber esforzarse por seguir a la comunidad, pero la c ostumbre y la debilidad le confieren derecho a un trato de excepcin. Lacaridad ama al monje concreto, respeta su personalidad y se p reocupade no convertirlo en sim ple nmero.

    d. Monasterios de vrgenesSan Agustn fue un promotor apasionado de la vida religiosa femenina y un cantor de sus be llezas. Fund monasterios de vrgenes y viudas, difundi el ideal de la virginidad y de la continencia, cant susexcelencias, expuso sus fundamentos teolgicos, y su magisterio encontr un eco insospechado entre los fieles.Por san Posidio sabemos que a lo largo de su vida fund variosmonasterios de hombres y mujeres y que a la hora de su muerte rebo

    saban de personas que vivan en castidad y a las rdenes de sus superiores. Algunos de estos monasterios femeninos quiz debieran suexistencia a sus discpulos elevados a la dignidad episcopal, aunqueslo quede constancia documental del fundado en Uzala por Evodio.Del monasterio de Hipona fue superiora durante mucho tiempo yhasta su muerte su hermana y a l se retiraron tambin algunas de sussobrinas. No se conoce la fecha exacta de su fundacin, pero el largogobierno de su hermana y los tam multos annos de su sucesora Felicidad, de que habla el Santo en una carta del 423, nos conducen a losltimos aos del siglo iv o a los primeros del v. San Agustn lo mirsiempre con singular afecto:Entre tantos escndalos como colman este mundo, sola yo encontrar consuelo en vuestra numerosa comunidad, en vuestro castoamor, en vuestra vida santa, en la gracia especial que Dios os ha dona-do para que no slo desdearais las bodas carnales, sino que tambinoptarais por habitar unnimes en una casa con el alma y el coraznorientados hacia Dios (Epist 211).

    Pero, de acuerdo con la legislacin conciliar de la poca, lo visitaba muy de tarde en tarde. Ni siquiera durante unos disturbios que en elao 423 agitaron profundamente la vida de la comunidad sinti la necesidad de personarse en l. Se content con enviar una carta en la quelamentaba el alboroto e intimaba a la comunidad a deponer su actitud.De su vida diaria y de su espiritualidad sabem os muy po co. Probablemente, no diferira gran cosa de las de los monjes. Practicaban lavida comn perfecta, que Agustn ensalzaba por encima de la mismavirginidad, y dividan la jornada entre la oracin y el trabajo, sin excluir la educacin de la niez y, quiz, la lectura y la copia de cdices.A su frente estaban la "prepsita", quiz vitalicia, y un prepsito, queprobablemente era sacerdote. El nmero de monjas debi de ser bas-

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    tante elevado. Agustn habla de copiosam congregationem. La mayora eran vrgenes, pero haba tambin viudas. La hermana de Agustn entr en l a la imici le de su esposo.3. Expansin del monacato agustiniano

    La obra monstica de san Agustn desborda ampliamente tanto loslmites cronolgicos de su vida como los geogrficos de su dicesis.Pocas cosas dese tanto como el florecimiento de la vida com n. Durante toda su vida se esforz por difundirla y perfeccionarla de palabra, por escrito y por medio de sus discpulos. Al morir, escribePosidio en su Vita, dej a la Iglesia clero suficientsimo y monasterios llenos de hombres y mujeres que vivan en castidad perfecta8. Yni siquiera la muerte pudo con su afn proselitista. Su palabra ha continuado resonando, con breves pausas, a lo largo de los siglos y todavahoy encuentra acogida en el corazn de los homb res.Ya de simple sacerdote logr establecer un mo nasterio en Cartago.Surgi hacia el ao 392 al amparo del metropolitano Aurelio, con elfin, entre otros, de facilitar su apostoado inteectua. Los monjes recogeran y remitiran a Agustn la documentacin de los archivos y bibliotecas de Cartago, capital administrativa y cultural de frica.Ms tarde, monjes formados en Tagaste e H ipona. fueron llamadosa regir diversas iglesias africanas, y casi todos llevaron consigo el ideal aprendido de Agustn. Posidio habla de unos diez:

    A peticin de diversas iglesias [...], Agustn proporcion unosdiez varones santos, doctos y venerables, a quien yo mismo conoc. Demodo semejante, esos mismos obispos, provenientes de la vida monstica, propagaron la Iglesia de Dios, instituyeron monasterios y, creciendo el afn de edificacin por medio de 1 palabra de Dios,proveyeron de ministros a otras iglesias9.Estas promociones episcopales y sacerdotales facilitaron la propagacin del ideal monstico agustiniano por diversas ciudades del nortede frica. Evodio, Severo, Posidio, Profuturo y Fortunato, obispos,respectivamente, de Uzala, Milevi, Calama (Guelma.) y Cirta o Cons-tantina (los dos ltimos), fundaron monasterios clericales en sus sedes;

    8 / W / 3 1 : P L 3 2 , 6 4 .9 Ibid 11: PL 32, 42.

    y alguno de ellos, tambin monasterios de laicos y de vrgenes. Tambin Novato y Benenato, obispos de Sitifis (Stif, Argelia) y Simittu(Chemtou, Tunicia), dieron vida a sendos monasterios en sus sedesepiscopales. No consta que fueran discpulos del Santo, pero s quemantuvieron relaciones con l. Por su parte, Alipio levant otro monasterio en Tagaste y a su sombra se cobijaron los fundados por santaMelania la Joven (f 439) y su marido Piniano en el ao 410.En Hipona, adems de los monasterios ya recordados, existanotros dos. Uno era obra del presbtero Leporio; el otro, del tribunoEleusino y del presbtero Bernab. Ambos sacerdotes procedan delmonasterio clerical de san Agustn.Las obras del Santo mencionan algunos otros monasterios. Son losde Atanasio y Sebastin, de los cuales no conocemos ms que su existencia; y los de Cabrera, que unos identifican con la homnim a isla delarchipilago balear y otros con la italiana de Capraia, C esrea de Mauritania (Cherchell), Adrumeto y Cartago, donde haba ms de uno. PorVctor de Vita sabemos de la existencia de un monasterio en Tabarka(Tunicia) hacia el ao 455. Excavaciones arqueolgicas han descubierto la existencia de otros monasterios en las localidades tunecinas

    de Amm aedara (Ha'dra), Thibar, Thelepte (Medinet el K dima), etc.Tambin se han descubierto vestigios de probables monasterios en lasargelinas de Ain Tamda, Henchir Meglaff y Henchir bou Takremate-ne, en Henchir Oued y algunos otros lugares de Libia. Noel Duval creeque "prcticamente" no haba sede episcopal sin su respectivo monasterio.La vinculacin de estos monasterios con san Agustn variaba mucho de unos a otros. El laical de Tagaste y los dos primeros de Hiponaeran obra exclusiva suya. El les dio el ser, la orientacin espiritual y laestructura jurdico-material. Otros, por el contrario, slo mantuvieroncon l contactos espordicos. Este parece ser el caso de los de C abrera,Adrumeto, Cesrea de Mauritania, los tagastinos de Piniano y Melaniay alguno de los de Cartago. M s frecuentes y profundas seran sus relaciones con los fundados por sus discpulos. En cierto sentido, puededecirse que haban nacido y crecido a su sombra benfica. Sus amigosy discpulos no hicieron m s que trasplantar a sus sedes la experienciavivida en su compaa. Y, al instalarse en ellas, ninguno rompi losvnculos con Hipona. Agustn continuaba siendo el maestro y mentordel grupo, a quien se acuda en momentos de apuio. Las controversias

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    y los concilios facilitaron tambin los encuentros y, en consecuencia,el magisterio de A gustn.Estos monasterios no constituan unidad jurdica alguna. N o habaentre ellos ni reglas comunes ni vnculos legales. Todava no haba sonado en la Iglesia la hora de las congregaciones. Slo se sentan ligados entre s por el origen, las costumbres de la poca y el comnreconocimiento del magisterio de Agustn. Por lo dems, cada monasterio era una comunidad autnoma, que se gobernaba por estatutosparticulares y por la legislacin conciliar. Los monasterios clericalesdependan del obispo diocesano.Gran parte de estos monasterios desaparecieron durante el largoreinado de Genserico (429-477), que se ensa muy particularmentecon los obispos y sus monasterios. La persecucin afect de modo especial a los monasterios de la provincia Proconsular. Los de N umidia,Bizacena y Mauritania escaparon con ms facilidad al control de losvndalos, pero a menudo cayeron en manos de los moros y de campesinos exasperados por los atropellos sufridos en el pasado. Hunerico(477-484) fue todava ms feroz. En febrero del 484 cerr las iglesiascatlicas, destruy sus libros litrgicos, confisc sus bienes, deport ala casi totalidad de los obispos y entreg a los moros los monasteriosde hombres y mujeres 10 . G avigan, de quien tomo gran parte de estasnoticias, ha calculado que entre los aos 430 y 484 el episcopado africano perdi casi cien de sus miembros, descendiendo de 675 a 584 11 .

    Pero la persecucin vndala no acab con los monasterios africanos. Precisamente, la de 484 nos descubre la existencia de los de Cap-sa (Gafsa) y Bigu (Cartago). El primero era un monasterio mixtoclrico-laical de la Bizacena, situado en el centro sur de la actual Tunicia y habitado por siete monjes: el dicono Bonifacio, los subdico-nos Siervo y Rstico, el abad Liberato y los monjes Rogato, S ptimo yMximo. Todos ellos sellaron su vida con el martirio y fueron enterrados en el monasterio cartagins de Bigu, hapassio de estos mrtir e s descubre l a p re senc ia de r e sonanc ia s agus t in ianas en e s t emonasterio o, al menos, en su cronista, quien da comienzo a su descripcin con un prrafo de indudable m atriz agustiniana: En esas circunstancias fueron apresados tambin siete monjes que, haciendo

    Incerti auctors passio septem monachorum 2: CSEL 7, 109.J. GAVIGAN, De vita monstica in frica, 9-10.

    vida comn, vivan unnimes en el monasterio, pues es bueno y dulcehabitar los hermanos unidos. Consta tambin de la existencia de cenobios en una isla del archipilago K neiss, en el Praesidium Diolele yAdrumeto, as como del monasterio del abad Pedro, de localizacinincierta.Nada se puede afirmar con seguridad sobre el influjo de san Agustn en estos monasterios. Probablemente, sus escritos no estaran totalmente ausentes de sus vidas. En el concilio de Cartago del ao 525 el

    abad Pedro aleg algunos pasajes del sermn 356 en defensa de laautonoma de su monasterio. Otro indicio del probable influjo agusti-niano puede ser el inters que algunos monjes mostraron por las cuestiones bblicas y teolgicas.Con la aparicin de san Fulgencio (462/8-427/33) el influjo de sanAgustn crece sensiblemente. Aparece ya en su misma conversin almonacato, causada por una lectura del comentario al salmo 36. Mstarde le imitara en su celo proselitista y en la nostalgia por la compaa de los hermanos. Tambin l suspiraba por el ocio santo y habradeseado consumir su vida en la soledad, entregado a la contemplacin,al estudio y a los ayunos. Pero supo renunciar a estas apetencias e, impulsado por la caridad, se embarc en multitud de negocios. Al igualque el Hponense supo arm onizar las exigencias de su vocacin m onacal con las tareas episcopales. En el segundo monasterio de Cagliari(Cerdea) instaur un sistema de vida repleto de resonancias agustinianas: amor a la pobreza, delicadeza con cada religioso, preferenciapor el trabajo intelectual. Pero san Agustn no fue la nica fuente desus ideas monsticas. Hacia el ao 496 entr en contacto con las obrasde Casiano, que encendieron en l una gran admiracin hacia los Padres del Desierto y fortificaron su amor al ascetismo. Su bigrafo Fe rrando recuerda tambin que, contra lo ordenado por Agustn en su

    Regla (5, 9-11), sola negar las cosas necesarias a los monjes que seadelantaban a pedirlas. Su vida documenta la existencia de diez monasterios situados en frica, Sicilia y Cerdea: los del obispo Fausto ydel abad Flix, situados ambos a unos 20 kilmetros al oeste de Capsa;el de Silvestrio, situado, al parecer, en la franja costera que va de Iunci(Younga) a Ru spe, Mididi (Medd ed), Ruspe (Rosfa), Cagliari (2) y losinsulares del archipilago K neiss y del escollo Ch ilmi, en la isla Circi-na (K erkenna).

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    Con la muerte de Fulgencio, las tinieblas vuelven a adensarse sobre el monacato africano, sin que los esfuerzos de arquelogos y epigraf i s t as hayan l ogrado d i s ipar l as t odav a . A lgunas a lus ionesconciliares y cartas aisladas atestiguan la pervivencia del monacato enfrica durante el siglo vi y hasta permiten localizar algunos monasterios. El panorama cambia en el siglo vn, del que no hay documentacin literaria alguna sobre el monacato africano de tradicin atina.Los pocos documentos conocidos se refieren todos al monacato griegoo bizantino.Adems de los monasterios mencionados al hablar de san Fulgencio, la literatura del siglo vi recuerda algunos otros. El concilio de Car-tago del ao 525 menciona los de Adrumeto, del abad Pedro, LeptisMinor (L emta), Ruspe y Baccense o Be nse, situado, al parecer, nolejos de Ruspe. De los de Ruspe y del abad Pedro vuelve a ocuparsenueve aos ms tarde otro concilio de Cartago. Y el segundo quizexistiese todava en el aflo 560. Hacia esas fechas Casiodoro mencionaun monasterio del abad Pedro situado en la Tripolitania, que quiz fuera el nuestro. Tambin hay pruebas epigrficas bastante convincentesde la existencia de un monasterio dedicado a san Esteban, situado, al

    parecer, en K airuan (Tunicia).En una carta del 550 el papa Vigilio menciona el monasterio Gili-tano, situado cerca de Henchir Frass (Tunicia), y acusa a su antiguoabad Flix de no admitir la condena de los Tres Captulos -e l ludica-tum del 11 de abril del 548- y de hacer proselitismo contra ella. Flix,deportado a la Tebaida por el quinto concilio ecumnico, muri en eldestierro el ao 555. No se sabe si el monasterio sobrevivi a su abad.En el ao 597 san Gregorio Magno, en carta al obispo Donato deCartago, habla del monasterio del abad Cumquodeus, que haba viajado a Roma en busca de apoyo contra los monjes inquietos y girvagos,que eludan la disciplina y el castigo escapando del monasterio.Nuncto y Donato dirigan sendos monasterios hacia el ao 570, enque la inseguridad poltica y Jos disturbios soc iales les empujaron aemigrar a Espaa. El primero se estableci en Mrida, donde al pocotiempo muri a manos de sus propios colonos. Donato desembarc enlas playas levantinas y, con unos 70 monjes y una rica biblioteca, fund el monasterio Servitano, emplazado, al parecer, en la actual provincia de Cuenca. Su sucesor, Eutropio, tuvo actuacin destacada en elConcilio III de Toledo (589) y fue obispo de Valencia. No sera difcil

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    que alguno de los cdices de Donato contuviera la Regla de san Agu stn, lisa presencia explicara su popularidad en la Espaa visigtica yel origen espaol de dos de los tres grupos de manuscritos que nos lahan transmitido. Un grupo contiene el Prceceptum o versin masculinade la Regla y tiene su principal expresin en el manuscrito Monacensis28118 del siglo ix, en el que san Benito de A niano reuni las principales reglas monsticas de la antigedad. El otro, representado por elmanuscrito Scorialensis a. I 13, escrito en La Rioja en el siglo x, ofrece el texto femenino de la Regla.Estos son los monasterios cuya existencia est constatada en documentos literarios. Pero no hay duda de que habra otros muchos. Losugieren el florecimiento de la vida cristiana a lo largo de esos dos siglos y los mismos documentos citados, y lo confirman la arqueologay la epigrafa. Con cierto grado de probabilidad se puede sostener laexistencia de monasterios en las actuales ciudades argelinas de Tim-gad y K siba, en las tunecinas de Kairuan y Henchir Fellous, y en unaisla cercana a Ras Young a, al sur de Ruspe.Otros monjes africanos se instalaron en Italia y Francia. En Italiase han dado los nombres de Arnobio el Joven, Gaudioso y Habetdeus.

    El primero vivi en Roma a mediados del siglo v y particip activamente en las controversias teolgicas de la poca. Ms problemticoparece el origen africano de los otros dos que actuaron en aples.Genadio de M arsella da noticia de Julin Pom erio, un monje africanoque vivi en un m onasterio cercano a Arles a fines del siglo v y p rincipios del vi. Escribi tres libros sobre La vida contemplativa, muy estimados en la Edad M edia, en los que se muestra buen conocedor de sanAgustn, y el tratado De virginibus instituendis, que, desgraciadamente , se ha perdido. A fines del siglo v fue maestro de san Cesreo, circunstancia que podra explicar el fervoroso agustinismo de las dosreglas monsticas del Arelatense.4. Escritos monsticos

    El magisterio de san Agustn sobre el monacato y la vida religiosaoccidental no descansa tanto sobre la accin de sus discpulos o sobreaportaciones jurdico-institucionales cuanto sobre sus escritos. Han sido stos los que le han convertido en gua y padre de religiosos. Y noslo los de tema estrictamente monstico. Tambin las Confesiones,

    algn captulo de La Ciudad de Dios, varias de sus cartas, sermones yexposiciones sobre los salmos han servido de gua y alimento a incontables generaciones religiosas. Sus obras monsticas ms importantesson los sermones 355 y 356, la enarracin al salmo 132, la carta 48, laRegla y los opsculos De opere monachorum y De sancta virginitate.En la imposibilidad de sintetizar aqu el contenido de todas ellas,opto por extenderme un poco sobre la Regla. Es el documento monstico ms importante del Santo. Pero tambin el ms controvertido. A lo

    largo de los ltimos siglos ha sido objeto de numerosos estudios y sehan tejido sobre l las teoras ms peregrinas. La mayora la ha considerado como una simple transcripcin m asculina de la carta 211, dirigidaentre los aos 411 y 426 a las monjas de Hipona. Otros la han credouna acomodacin de los sermones 355 y 356. Otros le han negado valorjurdico y, ltimamente, hasta se ha dudado de su autenticidad agusti-niana. Esta confusin nace, en parte, de la carencia de un documento fidedigno que atestige su autenticidad. Ni Agustn en sus Retractationesni san Posidio en el Indiculum dicen palabra alguna sobre ella. Pero hasido alimentada por la increble ligereza de algunos estudiosos, por otraparte eminentes, y por los prejuicios de otros tanto sobre la vida religiosa en general como sobre la de san Agustn en particular.Actualmente su autenticidad es admitida por los estudiosos, obligados tanto por el vocabulario, el estilo literario, las citas bblicas y ladinmica interna de la obra como por su tradicin histrica y literaria.Los manuscritos m s antiguos y autorizados, que se remontan a los siglos vi-v n y ix, ya la atribuyen al santo. La tradicin histrica es todava ms antigua. Se remonta a san Cesreo de Arles, que se sirvi deella a principios del siglo vi (512-535) en la redaccin de su Regula advirgines12 . Del mismo siglo son la Regula Tarnantensis, algunos decuyos captulos (14-23) son simples parfrasis de la Regla agustiniana,y la Regula Pauli et Stephani, considerada durante siglos como unsimple comentario a la misma o, quiz, como un texto de conexin entre ella y el De opere monachorum13 .

    12 Siguen siendo fundamentales los diversos estudios de Luc Verheijen, especialmente los dos volmenes de La Regle de Si. Augustin, Pars 1967; tambin, T. VAN BA-VEL, Parallles, vocabulaire et citations bibliques de la "regula sancti Au gustini", enAugustiniana 9 (1958) 12-77.11 J. E. VILANVA, Regula Pauli et Stephani, en DIP 7, R oma 1983, 1592-1594.

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    Regla de san Agustn y sus diversas denom inacionesLa Regla de san Agustn se ha conocido en la historia con mltiplesnombres. Dejando de lado los trminos de Regula prima, Regula secunday Regula tenia, recordamos aqu la terminologa que las investigacionesde Luc Verheijen han puesto en circulacin:Objurgatio: Ca