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Memoria Histórica
Una de las principales variables relacionadas con el post-conflicto, y que es objeto de
interés de la investigación de las ciencias sociales y humanas actualmente, es la
construcción de la memoria histórica como fenómeno reparador de poblaciones vulnerables
y víctimas del conflicto armado colombiano, considerada por Alonso (2014) como una de
las medidas de reparación a la que tienen derecho las víctimas, según lo propuesto en la
Ley 1448 de 2011 o “Ley de Víctimas y Restitución de Tierras”. La memoria histórica es el
relato de las experiencias de un pueblo afectado por la violencia como forma de recuperar
la propia identidad y cultura perdidas, y partir del propio conocimiento y aprendizaje de
experiencias pasadas como una forma de lograr una paz duradera y estable (Cita). Así, más
allá de solo abarcar el recuerdo de sucesos y acontecimientos históricos de violencia
política, el concepto de memoria histórica implica el conocimiento de las experiencias de
aquellos que sufrieron “en carne propia” el horror y las consecuencias del conflicto armado
en Colombia por parte de aquellos que lo desconocen y un medio a través del cual las voces
de las víctimas pueden ser escuchadas (Cita), en un intento por sensibilizar al pueblo
colombiano para que tome conciencia de la gravedad de estos hechos.
En este orden de ideas, los acontecimientos producto de la violencia ocurridos a las
víctimas dejan de ser problemas individuales y se tornan grupales en la medida en que
afectan la dinámica social y no a sólo a aquellos directamente implicados (Antequera,
2011). Ergo, la memoria histórica se constituye en una importante herramienta para
intervención y el cambio social y una pieza fundamental en la consecución de la paz, dentro
una emergente etapa de post-conflicto para la que se prepara el país.
De las muchas perspectivas desde las cuáles se ha intentado analizar el potencial de este
concepto y su impacto en las dinámicas sociales actuales, destacan aquellas que intentan
establecer una relación entre la pedagogía, la educación y la construcción de la memoria
histórica, aludiendo al potencial que converge entre lo social y lo educativo. Sobre esto, el
Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH desde ahora) ha realizado una labor
exhaustiva, con el fin de recuperar, a través de la implementación de diferentes
herramientas pedagógicas y desde los contextos educativos, la memoria histórica de los
acontecimientos y hechos violentos desde la perspectiva de los niños, niñas y adolescentes
que han sido víctimas del conflicto armado colombiano. El CNMH no solo reconoce que
esta población ha vivido de manera diferente el conflicto, sino que además tienen las
capacidades para contar e interpretar sus vivencias en relación con este. Para ello, ha creado
una Caja de Herramientas para maestros y maestras, entendida como un conjunto de
materiales que permiten debatir la memoria histórica del conflicto armado en el aula escolar
y que contribuye a afianzar una cultura de paz en las instituciones educativas del país. Esta
caja de herramientas contiene, de manera general, una justificación normativa del por qué
una pedagogía para la construcción de la memoria histórica del conflicto armado, pautas
generales para que los maestros puedan “navegar” a través de la memoria histórica y aplicar
estas estrategias en las aulas, implementando una aproximación innovadora a la enseñanza
de la historia, la ciudadanía y la democracia (CMNH, 2015). También incluye algunos
ejemplos sobre cómo abordar casos específicos y analizarlos desde la ruta de la memoria
histórica y libros para jóvenes, inspirados en casos reconstruidos desde el CNMH.
En este punto cabe resaltar que el CNMH entiende la historia no como un campo estático e
inflexible a nivel temporal, sino como un tejido de conocimientos que tiene significado para
quien lo estudia y se conecta con las preguntas y preocupaciones de su vida (CNMH, 2015). Bajo
esta perspectiva, se pretende que en el aula los profesores y estudiantes sean capaces de pensar,
reflexionar y dialogar sobre lo acontecido en el país desde su presente y desde su identidad. (…)
Algunos autores parecen estar de acuerdo con esta perspectiva de la historia y, por consiguiente,
de cómo la memoria histórica debe ser abordada desde los contextos educativos. Londoño y
Carvajal (2015) buscan precisar cómo las pedagogías para la memoria histórica pueden constituirse
como un elemento innovador y pertinente en los ejercicios de aula a través del ejercicio analítico de
la experiencia pedagógica. Aludiendo al concepto de aprendizaje significativo, a través del cual el
estudiante construye el nuevo conocimiento con base en sus conocimientos previos y bajo la guía
del docente. Concluyen que esta perspectiva permite a los estudiantes una construcción autónoma
de la memoria, y que gira en torno al sujeto que construye, en tanto es él mismo quien da
significado y a la vez se identifica con los sucesos históricos. Es decir, la reflexión sobre la
memoria debe estar orientada a hacer consciente (al sujeto) de la ubicuidad y su propio rol en el
mundo social. Por su parte Alpargatero (2013), otorga especial relevancia al papel que los jóvenes
pueden desempeñar como actores y transformadores de la realidad social, a través del análisis
crítico y profundo de sus contextos, apelando a la memoria como lente crítico para comprender su
realidad actual y su identidad. Asimismo, señala la importancia de crear y promover metodologías
que permitan procesos de reflexión-participación y que fortalezcan el proceso de aprendizaje basado
en las “capacidades esenciales de la ciudadanía, a saber: identidad, dignidad y derechos, deberes,
manejo de las emociones, sentido de la vida el cuerpo y la naturaleza, participación y convivencia”
(Alpargatero, 2013 p.34).
Ambos autores coinciden en destacar la diferencia que se establece entre los conceptos de
memoria colectiva y memoria histórica, entendiendo el primero desde la óptica durkheimiana
ortodoxa, como memorias compartidas, superpuestas, producto de interacciones múltiples
encuadradas en marcos de poder y que se constituyen como “memorias hegemónicas” y con aires
de ser la versión “oficial” de los sucesos (Londoño y Carvajal, 2015). Es así como el concepto de
memoria histórica trasciende este sentido histórico positivista estricto y se permite recuperar el
significado y el valor de la experiencia que para los sujetos tienen los acontecimientos históricos. La
memoria histórica involucra recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios y gestos, al mismo
tiempo que involucra emociones, huecos y fracturas (Jelin, 2001). Y este este mismo componente
experiencial el que le permite a los y las docentes propiciar espacios de debate en el aula,
donde, a partir de preguntas agudas, de una escucha empática de los testimonios de las
víctimas, y de una contrastación de distintas fuentes, maestros y estudiantes emprenden
rutas investigativas rigurosas de construcción de memoria histórica que propician actitudes
y conductas democráticas comprometidas con la no repetición y con la solidaridad y la
humanización de todas las víctimas del conflicto armado (CMNH, 2015). Finalmente
Alfaro…