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Traducción: Maite Márquez Nota de la traductora: En el texto he utilizado las siglas TDA y TDAH, que son las utilizadas comúnmente en español al referirse al Trastorno de déficit de atención y Trastorno de déficit de atención con hiperactividad respectivamente, en vez de las que aparecen en el original para los mismos, DDA y DA/HI en cada caso, siguiendo la terminología americana.

Mentes Inquietas. Ana Beatriz Silva

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Traducción: Maite Márquez

Nota de la traductora: En el texto he utilizado las siglas TDA y TDAH, que son las utilizadas comúnmente

en español al referirse al Trastorno de déficit de atención y Trastorno de déficit de atención con

hiperactividad respectivamente, en vez de las que aparecen en el original para los mismos, DDA y DA/HI

en cada caso, siguiendo la terminología americana.

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MENTES INQUIETAS ANA BEATRIZ B. SILVA

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Copyright © Ana Beatriz Barbosa Silva

Todos los derechos de esta cuestión son reservados por la Editora Gente.

Rua Pedro Soares de Almeida, 114 Sao Paulo, SP, CEP 05029-030 Fax: (11) 3670-2500 Sitio

web: www.editoragente.com.br E-mail: nosotros © editoragente.com.br

de datos Biblioteca del Congreso de la catalogación en publicación (CIP) (Cámara Brasileña del

Libro, SP, Brasil) Silva, Ana Beatriz B.

Mentes inquietas: Entender mejor el mundo los distraídos, impulsivos e hiperactivos / Ana

Beatriz B. Silva. - São Paulo: Editora Gente, 2003

ISBN 85-7312-406-7 1.

El trastorno por déficit de atención e hiperactividad I. 618.928589 Título CDD-

Scan: Víctor Chaves

Corrección: Marcilene Ali Alberton Ghisi Chaves

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En memoria de mis abuelos que me hicieron creer en la “gente buena”.

A mis padres por ser estas personas.

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AGRADECIMIENTOS

Al Dr. Bulhões de Carvalho, por su sabiduría, honestidad, ánimo, y su contagioso "amor a las

letras."

A Débora, de inestimable ayuda, dedicación, entusiasmo y amor al estudio del ser humano.

A Andréa, por la complicidad profesional, intelectual y especialmente fraternal.

A Graça, por la presencia y ayuda en los momentos finales.

A Marcinha, por la dedicación y cariño.

A Marcio Paschoal, por la ayuda en "juntar todo" - parecía imposible.

A João y Marcelo, por ser tan especiales.

A Guilherme , Bia y Leo, por la inspiración y tolerancia con mi ausencia.

A Dunga (Eduardo Mello) por la ayuda y por ser tan DDA así ...

A Angela y Luciano, por la amistad y aliento.

A Eduardo, por el amor incondicional .

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ÍNDICE

PREFÁCIO 7

CAPÍTULO 1

CÓMO DENOMINAR EL DÉFICIT DE ATENCIÓN 10

El difícil arte del autoconocimiento

CAPÍTULO 2

¿QUE ES EL TDA? 12

Un trío de respeto: distracción, impulsividad e hiperactividad...

CAPÍTULO 3

MUJERES Y TDA 23

Un precio demasiado alto a pagar y un via-crúcis antes del diagnóstico acertado: la reina de la casa en jaque...

CAPÍTULO 4

TDA Y NIÑOS 31

La necesidad de adaptar las normas: el chivo expiatorio de la familia...

CAPÍTULO 5

TDA Y VIDA AFECTIVA 42

Los últimos románticos: emoción en exceso y falta de razón...

CAPÍTULO 6

¿CUÁLES SON TDAs Y CUÁLES NO? 53

Ideas, sentimientos y emociones que no se pueden cuantificar: la cuestión de la creatividad...

CAPÍTULO 7

DONDE EL IMPULSO ME LLEVE... 61

Exploradores, inversores, artistas e intérpretes...

CAPÍTULO 8

PERSONALIDADES con SUPUESTO FUNCIONAMIENTO TDA 66

De Einstein a Marlon Brando: un museo de grandes noticias...

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CAPÍTULO 9

TDA Y OTROS TRANSTORNOS 124

El desarrollo de cuadros asociados: las asociaciones nada recomendables...

CAPÍTULO 10

UNA RELACIÓN EXPLOSIVA: TDA Y DROGAS 144

Peligros ocultos y atracciones fatales...

CAPÍTULO 11

LA DIFÍCIL TAREA DE DORMIR BIEN 160

Aprendiendo a relajar un cerebro a mil por hora...

CAPÍTULO 12

UNA BREVE HISTÓRIA EN EL TIEMPO 170

El largo proceso de identificación del funcionamiento TDA...

CAPÍTULO 13

EL ORIGEN DE LA CUESTIÓN 176

La ciencia finalmente en la correcta comprensión de un cerebro TDA...

CAPÍTULO 14

DIAGNÓSTICO DE TDA 184

La sabiduría de dirigir su forma de ser ante las innumerables obligaciones impuestas por la vida...

CAPÍTULO 15

EN BUSCA DEL BIENESTAR - TRATAMIENTO DEL DÉFICIT DE ATENCIÓN 192

La importancia de la individualidad y del bienestar social...

CAPÍTULO 16

EL MERCADO DE TRABAJO DEL FUTURO Y LOS TDAS 210

Transformando sueños en realidades: el nuevo mercado de trabajo y el énfasis en el potencial creativo...

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 214

SOBRE LA AUTORA 223

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PREFACIO

Mentes Inquietas es uno de esos libros que llegan como un consuelo para los corazones

de todos aquellos que durante mucho tiempo se sintieron como "pez fuera del agua", actuando

dentro de los límites de su angustia derivadas de la sensación de incapacidad, inadecuación y

culpa, interiorizada por una creencia implacable: no tengo forma.

La Dra. Ana Beatriz Barbosa Silva, médica psiquiatra con amplia experiencia clínica en el

tratamiento de pacientes con trastorno por déficit de atención, nos muestran el camino lleno de

vicisitudes y brillo creativo de las personas con este funcionamiento mental. A través de un

relato envolvente, transparente y esclarecedor, consigue desmitificar la falta de atención, la

desorganización y desorden, síntomas típicos de personas con TDA, consideradas hasta

entonces como problemas de carácter.

La Dr. Ana Beatriz explica la causa de este tipo de funcionamiento mental, marcando no

sólo las dificultades causadas por ella, sino también y sobre todo, revelando todo su poder

creativo, la agudeza mental y dínamo emprendedor, que, para muchas personas, quedaron

sepultadas bajo una vida marcada por la crítica y la culpa.

A lo largo de los capítulos de este libro, Ana Beatriz puede sacar a la luz en un ángulo

positivo, características que antes eran vistas como perjudiciales e incómodas para las personas

con este funcionamiento mental.

Ana Beatriz nos prende y entretiene con un lenguaje simple y claro, haciendo accesibles

y extremadamente agradables informaciones sobre funcionamiento cerebral y comportamiento,

que encantan tanto al lego como al especialista.

En el transcurrir de la lectura, son destruidas todas las antiguas certezas del “no tener

manera” y crecen el orgullo y la alegría del modo de ser TDA.

El libro comienza explicando el término Trastorno por Déficit de Atención y cómo fue su

evolución del concepto de lesión hasta el actual: un tipo de funcionamiento cerebral diferente,

saliendo de la esfera de la enfermedad. Ese tipo de funcionamiento diferente es explicado en

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sus principales características y sus consecuencias positivas y negativas, esclareciendo un

asunto que hasta hace poco tiempo no era muy considerado: el TDA en mujeres.

En seguida, se nos presenta aquella época de la vida en que los padres se tiran de los

pelos intentando lidiar con sus pequeños TDAs , mientras éstos acaban transformándose en los

chivos expiatorios de la familia.

La vida afectiva de alguien con TDA es relatada como un paseo en montaña rusa, con

sus altibajos, volteretas por el aire, corazón oprimido y mucha emoción.

El lado bueno de ser TDA es revelado en un lenguaje redentor y entusiasta: es la

creatividad que brota fértil de esas mentes inquietas y aceleradas que siempre han llevado a la

humanidad hacia delante.

Una particularidad que salta a la observación, sea por el lado bueno, sea por el malo, es

desvelada en el capítulo sobre la impulsividad.

Los frutos de tanta creatividad e impulsividad son presentados en el capítulo sobre

personalidades con supuesto funcionamiento TDA. Así como los frutos de tanta ansiedad e

inquietud que son esclarecidos, en seguida, en el capítulo que habla sobre los problemas que

desafortunadamente acaban por acompañar esas mentes sobrecargadas de ideas y de mucha

preocupación.

Uno de esos problemas es tan preocupante que ocupa un capítulo entero: la peligrosa

relación de una persona con funcionamiento TDA que se involucra con drogas.

Una mente TDA no descansa siquiera mientras duerme. En el capítulo sobre la difícil

tarea de dormir bien, somos familiarizados con ésta que es una de las principales reclamaciones

de esas personas tan agitadas.

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A partir de ese punto, el libro enfoca el camino recorrido por la ciencia para descubrir

ese tipo de funcionamiento mental y también como identificarlo, además de entender lo que

pasa de diferente y especial dentro de esos cerebros inquietos.

En el CAPÍTULO sobre tratamiento, seguimos descubriendo lo que podemos hacer para

reconstruir su auto-estima y liberar todo su potencial creativo. Y, finalmente, terminamos

nuestro viaje con un asunto que promete ser la redención de las mentes inquietas: el nuevo

mercado de trabajo y los talentos que se esperan de los trabajadores del futuro, y que los TDAs

tienen que sobra...

Esperamos que este libro pueda servir como bálsamo a las almas de los TDAs,

ayudándolos a valorar sus potencialidades y suministrando instrumentos para que puedan no

sólo utilizarlas de una manera menos sufrida, sino también que se sientan más felices consigo

mismos y con la vida.

Débora Barbosa - Psicóloga— clínica formada por la UERJ, con formación en

Psicoterapia Cognitivo-Comportamental.

Maria das Graças Soares de Oliveira — Psicóloga clínica formada por la UERJ, con

formación en Psicoterapia Cognitivo-Comportamental y Psicoterapia Estratégica.

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CAPÍTULO 1 - COMO DENOMINAR El DÉFICIT DE ATENCIÓN

El difícil arte del autoconocimiento...

Muchas denominaciones y siglas han sido usadas para referirse al Trastorno del Déficit de Atención. En un número reciente de Attention, revista americana del CHADD, una asociación de TDAs y simpatizantes, fue sugerido que, de ahora en delante, se utilizara la sigla DA/HI (TDAH) cuando estuvieran discutiendo sobre el Trastorno del Déficit de Atención con hiperactividad-impulsividad, mientras DDA (TDA) será usado para el trastorno con características predominantemente desatentivas.

La sigla TDAH es sólo el más reciente de los cambios de nombre atribuidos al déficit de atención los últimos años. El gran problema en crear rótulos para designar alteraciones comportamentales es que ellos acaban siendo un reflejo del nivel de conocimiento sobre aquel asunto en un momento dado y, por eso mismo, casi nunca reflejan la verdad que de hecho ocurre en estas alteraciones. Ejemplos claros de esa postura son las denominaciones dadas al déficit de atención, como Disfunción Cerebral Mínima, Síndrome del Niño Hiperactivo, Síndrome de la Ausencia de Control Moral o aún Reacción Hipercinética de la Infancia, todas en diferentes periodos del siglo XX.

Se sabe, hoy, que ninguno de los términos era exacto o aún elucidativo, en cuanto al origen o a las diversas manifestaciones del comportamiento DDA.

En la práctica, TA o TDAH y algunos subtipos citados por diversas clasificaciones son agrupados bajo el abanico de la sigla TDA. Eso ocurre por varias razones, pero la más convincente se debe a la ampliación de la percepción de los síntomas de esa alteración comportamental, destacando el déficit de atención que era desvalorizado en función de la hiperactividad y de la impulsividad. Actualmente se sabe que la desatención es el núcleo básico, común y unificador de ese tipo de funcionamiento mental.

Por todo eso, resolvemos utilizar la sigla TDA para designar el Déficit de Atención en toda su gama de manifestaciones, así como las personas que tienen en el término TDA la representación de una manera de ser. Finalmente, no se tiene TDA, se es TDA.

A lo largo de este libro, esa designación aparecerá con estos dos sentidos: uno

adjetivando, otro subjetivando, pues, tratándose de TDA, sujeto y atributo adquieren una sola función en el ejercicio diario de ser quien se es y aprender que el difícil arte del autoconocimiento se inicia exactamente ahí.

Se hará hincapié en la esencia TDA y, como "buzos", intentaremos presentar facetas

íntimas de ese universo aún tan poco conocido por los profesionales de la salud y la educación, y el público en general.

Esperamos iniciar aquí la apertura, aunque de forma parcial, del gran abanico que el término TDA representa.

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Cuando los astronautas fueron a la luna/ que coincidencia yo también estaba allá/ huyendo de casa, del barullo de la calle/ para recomponer mi mundo bien despacio/

Que lugar más silencioso/

Yo podría en el universo encontrar/ Que no fueran los desiertos de la luna/ Para recomponer mi mundo bien despacio” “En el mundo de la luna” (Biquini Cavadão — Álvaro, Bruno, Miguel y Sheik)

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CAPÍTULO 2 - ¿QUÉ ES EL TDA?

Un trío de respeto: distracción, impulsividad e hiperatividad...

Cuando pensamos en TDA, no debemos razonar como si estuviéramos delante de un cerebro ”defectuoso”. En cambio, debemos buscar un enfoque diferente, pues, en verdad, el cerebro del TDA presenta un funcionamiento bastante peculiar, que acaba por traerle un comportamiento típico, que puede ser responsable tanto de sus mejores características, como de sus mayores angustias y desaciertos vitales.

El comportamiento TDA nace de lo que se llama trío de base alterada. Es a partir de ese trío de síntomas — formado por alteraciones de la atención, impulsividad y velocidad de la actividad física y mental — que se irá a desvelar todo el universo TDA, que, muchas veces, oscila entre el universo de la plenitud creativa y el de la extenuación de un cerebro que no para nunca.

Por ese motivo, haremos ahora un análisis minucioso de ese trío de síntomas que constituye la espina dorsal del comportamiento TDA:

ALTERACIÓN DE LA ATENCIÓN: Éste es, con certeza, el síntoma más importante para entender el comportamiento TDA, una vez que esta alteración es condición sine qua non para efectuarse el diagnóstico. Una persona con comportamiento TDA puede o no presentar hiperactividad física, pero jamás dejará de presentar tendencia a la dispersión. Para un adulto TDA, mantenerse concentrado en algo, por el menor tiempo que sea, puede volverse un desafío tan grande como para un atleta de carrera de obstáculos que precisa superar barreras cada vez mayores hasta llegar al final de la pista. Esa dificultad en mantenerse concentrado en determinado asunto, pensamiento, acción o expresión, con frecuencia causa situaciones muy incómodas a los adultos con TDA, como el hecho de que estén en reuniones importantes de trabajo o de familia y que tengan sus pensamientos desviados a cosas pequeñas, como la hora de juego de su equipo el día siguiente, la ropa que irá a usar para ir al cine por la noche, o incluso si su coche está suficientemente limpio como para dar un paseo al jefe. Varias veces, el adulto TDA es cogido por sus parejas o patrones en esos lapsus de atención, acarreando desde pequeñas a grandes discusiones. Se puede constatar eso por la angustiada declaración de Diana, 22 años, estudiante de Fonoaudiología, que relata sus dificultades de mantenerse concentrada en el aula o en otras situaciones académicas:

“Sabe, yo siempre me pregunté por qué divagaba tanto cuando estaba asistiendo a las clases, o bajo supervisión, algo así en lo que se debe, y también se precisa, prestar atención. Me preguntaba por qué motivo eso tenía que sucederme, ya que siempre fui perfeccionista. Me recriminaba; pensaba que sólo podría ser algún defecto de carácter, que en el fondo sólo sería una desinteresada por todo. Finalmente, yo miraba la cara de mi supervisora, orientándonos en cuestiones importantes, y aunque al principio consiguiese seguir, después de un cierto tiempo veía el rostro de ella transformarse en una pantalla de cine, en la que se pasaban varios acontecimientos de mi vida, o planificaciones, o aún lo que imaginaba que estaba por venir, fantasías, sueños...cuando yo volvía al tiempo y espacio presentes, ya no tenía la menor idea de lo que se estaba diciendo. Mucha gente usa la expresión “tomar el tren en marcha” para describir una situación donde coge algo por la mitad y no entiende nada... Pero para un TDA, creo que es lo contrario, toma el tren parado, se queda en él hasta un cierto punto y después se cae. El tranvía continúa y él se queda atrás.

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Con el paso del tiempo, el propio TDA se irrita con sus lapsus de dispersión, pues acaban generando, además de los problemas de las relaciones interpersonales, grandes dificultades de desorganización en todos los sectores de su vida. Esa desorganización acaba por hacerle gastar mucho más tiempo y esfuerzo para realizar sus tareas cotidianas. Tal situación puede compararse a un coche cuyo motor descompuesto consume mucho más combustible y somete sus piezas a un mayor desgaste, lo cual reduce la durabilidad y rendimiento. Muchos TDAs describen periodos de profundo cansancio mental y a veces físico. Algunos usan la expresión “cansancio en el alma” para describir su estado después de la realización de tareas para las que se forzaron a permanecer concentrados por obligación. Por ejemplo, la entrega de un trabajo profesional que tuvieron que realizar como un deber, en un plazo determinado y sin ninguna pasión por la tarea realizada. No obstante, en la mayoría de los casos, los resultados de sus trabajos son muy buenos – cuando no, excelentes – pero un TDA tiene siempre la sensación de un mal resultado. Frecuentemente, debido a su equivocarse, provocado en parte por la desatención de un cerebro envuelto en la tempestad de pensamientos que se suceden incesantemente, dificultando la canalización de sus esfuerzos en la realización de trabajos con metas y plazos preestablecidos.

La estudiante de fonoaudiología relata también varias situaciones comunes a un TDA, la mala evaluación o la conciencia que tienen de su propia competencia:

“Aquellos trabajos escritos que tienes que hacer decenas de veces en la facultad, como ensayos, tesis de investigación, siempre fueron sinónimo de terror para mí. Cada comienzo de curso juraba que esta vez sería diferente: no dejaría los trabajos para entregar a última hora. Así como prestaría atención a las clases enteras, anotaría lo que los profesores hablasen y después lo pasaría a limpio de forma ordenada. Lo que acababa sucediendo es que mis notas siempre eran esa “zona”, además de incompletas, porque yo siempre “caía del tren”. Entonces pedía el cuaderno de aquellas niñas que siempre conseguían hacer lo que para mí era imposible y hacía fotocopias. Lo curioso es que siempre sacaba calificaciones más altas que ellas usando el mismo material. Pero en el caso de los ensayos, siempre los dejaba para los 45 minutos del segundo tiempo. Hacía un mayor desespero, pensaba una basura y los profesores ¡me adoraban! Yo no entendía nada, pensaba que era un fraude. Siempre deseé hacer los trabajos de una forma disciplinada... lo curioso es que unas pocas veces que lo conseguí, no serían tan buenos, por lo menos en la evaluación de los profesores.”

Es importante destacar que el término original para el TDA – Trastorno del déficit de atención – no traduce con precisión o incluso con justicia lo que ocurre con la función de atención en el TDA. Si por un lado el adulto y el niño TDAs tienen profunda dificultad en concentrarse en determinado asunto o afrontar situaciones en condiciones de obligatoriedad, por otro lado pueden presentarse hiperconcentrados en determinados asuntos o actividades que les despierten interés espontáneo o pasión impulsiva, como es el caso de niños con juegos electrónicos o adultos con deportes, ordenadores o lectura de temas específicos. En tales casos, tanto los adultos como los niños TDAs tienen dificultades para desligarse o desviar su atención a otras actividades. Esa característica puede incluso causar desacuerdos y problemas de relación si las personas desconocen o no comprenden el problema, como dice George, joven abogado de 26 años, apasionado por el harware de los ordenadores.

“Mi novia tenía un problema en el ordenador. Un componente estaba mal instalado y no conseguía conectarse a internet. En seguida me ofrecí para ir a su casa a ver si podía arreglarlo. Me quedé allí absorto, explorando la máquina. No me di cuenta de que los familiares de ella habían salido hacia un compromiso. Estábamos solos, y no nos veíamos hacía casi una semana. Pero yo estaba insistiendo con el ordenador. Ella llegó por detrás, besándome el cuello, acariciándome y yo centrado en la máquina. Ella continuó, me quitó la camisa... Finalmente giró mi silla y ahí fue cuando me di cuenta. ¡Tardé aproximadamente cinco minutos

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en percibir una situación que normalmente captas en segundos! Mi suerte es que ella conoce esa característica mía, es supercomprensiva y aún hoy recordamos ese episodio y nos reímos.”

Por lo visto, el uso del término déficit de atención, puede llevar a un entendimiento incorrecto de la capacidad atencional de un TDA y, por eso mismo, preferimos utilizar el término “inestabilidad de atención”, que nos parece más correcto que el término déficit, ya que éste trae consigo solamente la idea peyorativa de una deficiencia absoluta e inmutable.

IMPULSIVIDAD: Ante todo, se debe tener presente que la palabra impulso tiene un significado propio: 1) Acción de impeler; 2) Fuerza con que se impele; 3) estímulo, sacudida; 4) ímpetu, impulso. Todas esas definiciones literarias ayudarán a entender la forma en que un TDA responde a los estímulos del mundo exterior. Pequeñas cosas pueden despertarle grandes emociones y la fuerza de esas emociones genera el combustible adictivo de sus acciones. Su mente funciona como un receptor de alta sensibilidad, que, al captar una pequeña señal, responde automáticamente sin evaluar las características del objeto generador de la señal captada. Un ejemplo simple de esa situación sería el caso de un cazador, que al detectar un pequeño ruido en la floresta, dispara una AR-15 a fin de abatir su caza. Pocos minutos después de la ráfaga de tiros, descubre que su gran pres, no pasaba de un inofensivo armadillo que acaba de abrir un pequeño agujero en el suelo a fin de ponerse a cubierto.

¡Cuánta energía en vano! ¡Exagerado! – diría la mayoría de las personas. Pero, en verdad, no era más que un acto impulsivo, o sea, disparó y después pensó. ¡Y, con certeza, lamentó! Tanta aprensión, tanta adrenalina, tanta taquicardia, todo lo que ahora ha quedado reducido en torno a la pequeña residencia del armadillo – que gracias a Dios y a su agilidad, se encuentra vivo, feliz y cálido en su morada.

Esa breve historia cómica puede generar risas. Sin embargo, si pensamos en la vida real, donde los armadillos son las personas y los cazadores son TDAs impulsivos, puede imaginarse cuanto sufrimiento, culpa, angustia y cansancio, puede ocasionar un impulso sin filtro en las relaciones cotidianas de una de esas personas. Y es justamente eso lo que sucede con los niños y adultos TDAs.

Los niños acostumbran a decir lo que les viene a la cabeza, envolverse en juegos peligrosos, jugar a pelear con reacciones exageradas, y todo eso puede rendirles etiquetas desagradables como “maleducado”, “malo”, “grosero”, “agresivo”, “saboteador”, “egoísta”, “irresponsable”, “autodestructivo”, etc. En los niños TDAs esos comportamientos son, además de más intensos, más frecuentes. Y está claro que eso será uno de los factores de mayor influencia en la formación de una autoestima llena de “agujeros”. Todo TDA, en la vida adulta, presentará problemas con su autoestima y este es el mayor de todos los desafíos de su tratamiento: la reconstrucción de esa función psíquica que, en último análisis, constituye el espejo de la propia personalidad.

En el adulto TDA, la impulsividad también tendrá serias consecuencias, además de las que ya traía de su bagaje infantil. Habrá aprendido a reducir determinados riesgos de la vida, tales como mirar antes de cruzar una calle, jugar algún deporte con la protección adecuada o desconectar el gas de la caldera. Sin embargo, su impulso verbal puede continuar trayendo serios problemas, principalmente en situaciones en que se encuentran bajo fuerte impacto emocional o bajo presión personal. En estas situaciones se puede ver un TDA adulto que, en medio de una discusión con su esposa, mira para ella y dice: “Estoy harto de ti, ya no aguanto oír tu voz irritante”. O aún disparar a su jefe: “Gordo, barrigón y calvo, ni siquiera puede ser feliz”, después de haber sido criticado por este delante de todos en la oficina. Actitudes así,

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impensadas, pueden llevar al TDA adulto a vivir una constante inestabilidad: entra y sale de diversas relaciones, empresas y grupos sociales. La impulsividad verbal es así relatada por Caetano, arquitecto de 32 años:

Yo siempre me enredaba con los plazos, los proyectos que debían ser realizados en una secuencia definida... cuando mi socio me preguntaba cómo iba éste o aquél proyecto, yo me liaba, fuese porque estaba tocando todo de forma desordenada, fuese porque no había resuelto ninguna cuestión importante o incluso cuando todo iba muy bien. Yo siempre respondía la primera cosa que me venía a la cabeza, en la necesidad de justificarme, siempre a la defensiva. Como ya he dicho, incluso en los proyectos en que todo iba muy bien. Tal vez porque, en el fondo, siempre tenía la sensación de que algo estaba equivocado, de que estaba fallando en alguna cosa, o que no estaba siendo lo bastante cuidadoso. Muchas veces respondía cosas idiotas, dejaba a mi socio sin entender nada, enredaba más aún el centro de campo y después pasaba horas rumiando sobre cómo no debía haber dicho aquellas cosas o planeando formas de retractarme de los disparates. Muchas veces pensaba que sería mejor si fuese mudo, que debía poner un esparadrapo en mi boca. Y con Super Bonder (pegamento instantáneo).

Si el comportamiento de los TDAs no fuera comprendido y bien administrado por ellos mismos y por las personas con las que conviven, frecuentemente, podrían manifestarse consecuencias en el acto en diferentes formas de impulsividad, tales como: agresividad, atracones, consumo de drogas, gasto excesivo, juego, verborrea, etc.

Para el adulto TDA, aprender a controlar o incluso redirigir sus impulsos (hacia deportes, artes, etc.) puede muchas veces ser una cuestión de vida o muerte, o mejor, una cuestión de optar por vivir la vida en su plenitud o tratar de poner fin antes del último capítulo. Sin embargo, lo que se ve, en la mayoría de los TDAs, es que, en el fondo de sus esencias, tienen un profundo amor a la vida, tanto que pasan la mayor parte de su tiempo buscando emociones, aventuras, proyectos, amores, todo para vivir más intensamente. Nos arriesgaríamos a decir que los TDAs nunca buscan la muerte. A veces, cuando incluso sin querer llegan muy cerca de ella, no era para allá que se dirigían y sí para la vida, esta vida que, para ellos, de tan interesante, a veces llega a doler. Y es en la búsqueda de esa vida dentro de la vida que está el impulso más fuerte de todo TDA. Para ellos todo es MUCHO. Mucho dolor, mucha alegría, mucho placer, mucha fe, mucha desesperación. Y, si podemos hacerles ver la fuerza que ese impulso puede tener, cuando está bien dirigido, en la construcción de una vida que valga tanto para ellos como para la humanidad, habremos hecho nuestra parte en ese proceso.

HIPERACTIVIDAD FÍSICA Y MENTAL: Es muy fácil identificar la hiperactividad física y mental de un TDA. Cuando niños, ellos se muestran agitados, moviéndose sin parar en el aula, en su casa o incluso en el patio. A veces llegan a andar saltando como si sus pasos fuesen demasiado lentos para mantener la energía contenida en sus músculos. En ambientes cerrados, mueven varios objetos al mismo tiempo, derrumbando gran parte de ellos en el impulso de tocarlos a la vez. Son niños que acostumbran recibir nombres peyorativos como: “bicho carpintero”, “elécticos”, “torpes”, “bufones”, “diablos”, “descuidados”, entre otros. En los adultos, esa hiperactividad acostumbra a presentarse de forma menos exuberante, lo que acabó por hacer que algunos autores en el pasado pensasen que tal alteración tendía a desaparecer al final de la adolescencia. Hoy se sabe que eso no es verdad, lo que ocurre es una adecuación formal de la hiperactividad en la fase adulta. En ese sentido, se puede observar en los adultos que “sacuden” innecesariamente sus piernas, “garabatean” constantemente papeles delante, muerden sus uñas, mueven todo el tiempo sus cabellos, “bailan” en sus sillas de trabajo, y están siempre buscando algo para mantener sus manos ocupadas. La hiperactividad mental o psíquica se presenta de manera más sutil, lo que no significa, en ninguna hipótesis, que sea menos penosa que su hermana física. Ella puede ser entendida como un silbido cerebral, tal como un motor de automóvil estropeado que acaba por provocar un desgaste

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bastante acentuado. Y el adulto que nunca habla interrumpe a otro todo el tiempo, que cambia de asunto antes que el otro pueda elaborar una respuesta, que no duerme de noche, porque su cerebro se ve agitado hasta tal punto, que no consigue desligarse. Esa agitación física es parcialmente responsable de la inactividad social que muchos TDAs presentan y se traduce en problemas para hacer y conservar amigos. El “silbido” de sus cerebros muchas veces les impide interpretar correctamente las “señales” sociales que son tan necesarias en el establecimiento y en el mantenimiento de las relaciones humanas. Y como si su vida hubiese transcurrido desde su infancia. Y como si su vida hubiese transcurrido, desde la infancia, en un remolino de actividades y pensamientos, que no les dará tiempo, ni capacidad de sintonía para aprender el difícil arte de interpretar a los otros.

La energía hiperactiva de un TDA puede acusarle incomodidades cotidianas, principalmente si precisa adecuarse al ritmo no tan eléctrico de los no TDAs. Para un TDA hiperactivo, así mismo una escalera mecánica puede tornarse sinónimo de tortura. Es lo que declara en tono exasperado e irritadísimo, Bruno, contable, 45 años, que toma el metro diariamente para ir a su despacho.

“Todo el día me estreso, porque el metro es el transporte más práctico para mí. El problema es que parece que las otras personas no son tan dinámicas como yo. Me siento dolido, porque en medio de la multitud tengo que reducirme a la velocidad de ellos. El ejemplo más destacado para mí es la escalera mecánica en la hora punta. ¿Qué es una escalera mecánica para mí? Es una maximizadora de velocidad. Yo la subo normalmente, y como ella se mueve también, llego más rápidamente a la cima. Debería ser ésta la función de ella: ¡impulsar! ¿Pero cómo usan normalmente las personas la escalera? ¡Como descanso! Ellas se detienen en un solo escalón, plácidamente, y dejan a la escalera que suba. Lo peor es que, cuando hacen eso, obstaculizan la circulación de personas que vienen detrás y con prisas. Es decir, se detienen y también se atascan todas las personas por las escaleras. Si existen aquellos tipos humanos conocidos como “la gente”, ciertamente no son esas personas. ¡Estoy inquieto y ansioso! Quiero moverme, agitarme. Me siento como un gato enjaulado, obstaculizado por un grupo de pacas”.

En función de todo lo dicho y respecto a la tríada de base alterada en el funcionamiento TDA, resolvemos elaborar, con base empírica derivada de la experiencia clínica, una tabla con cincuenta criterios sugeridos para TDA en la población adulta. Procuramos dentro de lo que fue posible, buscar criterios relacionados con la vida cotidiana, para facilitar la auto (de uno mismo) y/o hetero (de otro) identificación, así como su comprensión práctica.

Al leer la lista que sigue, considere la frecuencia y la intensidad con las que estas situaciones ocurren y piense en la posibilidad de diagnosticar un funcionamiento TDA si, por lo menos, treinta y cinco de las opciones fuesen positivas. Cabe destacar, todavía, que la lista fue subdividida en cuatro grandes grupos para enfatizar situaciones recurrentes de los síntomas primarios del TDA (desatención, hiperactividad e impulsividad), bien como situaciones secundarias, o sea, aquellas que casi siempre aparecen como consecuencia del propio “desgaste” del cerebro TDA y de las dificultades crónicas enfrentadas por esas personas en diversos sectores de su vida afectiva / familiar, social y profesional.

1º Grupo: Inestabilidad de la atención.

1. Desvía fácilmente su atención de lo que está haciendo, cuando recibe un pequeño estímulo. Un silbido del vecino es suficiente para interrumpir una lectura.

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2. Tiene dificultad para prestar atención al discurso de los demás. En una conversación con otra persona tiende a captar apenas “pedazos” sueltos del asunto.

3. Desorden cotidiano. Tiende a perder objetos (llaves, teléfono móvil, bolígrafos, papeles), retrasarse o faltar a compromisos, olvidar el día de pago de recibos (luz, gas, teléfono, seguro).

4. Frecuentemente, se queda en “blanco” en una conversación. La persona está explicando un asunto y en medio del discurso olvida lo que iba a decir.

5. Tendencia a interrumpir el discurso de otro. En medio de una conversación recuerda algo y habla sin esperar al otro para completar su razonamiento.

6. Suele cometer errores al hablar, leer o escribir. Olvida una palabra en medio de una frase o pronuncia mal palabras largas como “angiografía coronaria”.

7. Presencia de hiperfoco (concentración intensa en un único tema en un determinado período). Un TDA puede permanecer durante horas en el ordenador sin ser conscientes de lo que sucede a su alrededor.

8. Dificultad de permanecer en actividades obligatorias de larga duración. Participar como oyente de una conferencia en que el tema no sea de gran interés y no lo haga entrar en hiperfoco.

9. Interrumpe tareas a la mitad. Un TDA no suele leer un artículo de revista hasta el final o escuchar un CD entero.

2º Grupo: Hiperactividad física y/o mental.

10. Dificultad en permanecer sentado por mucho tiempo. Durante una conferencia o sesión de cine suele moverse todo el tiempo en el intento de permanecer en su sitio.

11. Está siempre moviendo los pies o las manos. Son los individuos que tienen los pies “nerviosos”, girando sus sillas de trabajo, o que están siempre con sus manos ocupadas, pegando objetos, dibujando en papeles, o aún ajustando sus ropas o cabellos.

12. Constante sensación de inquietud o ansiedad. Un TDA siempre tiene la sensación de que tiene algo que hacer o que pensar, que falta algo.

13. Tendencia a estar siempre ocupado con alguna problemática en relación con ellos o con otros. Son las personas que se quedan rumiando sobre sus faltas cometidas, o también sobre los problemas de amigos o conocidos.

14. Acostumbra hacer varias cosas al mismo tiempo. Es la persona que lee y ve la televisión u oye música simultáneamente.

15. Se envuelve en varios proyectos al mismo tiempo. Un ejemplo es la persona que tiene varias ideas simultáneamente y acaba por no llevar a cabo ninguna de ellas en función de esta dispersión.

16. A veces se envuelve en situaciones de alto riesgo en busca de estímulos fuertes, como conducir a alta velocidad.

17. Frecuentemente habla sin parar, monopolizando las conversaciones en el grupo. Es la persona que habla sin darse cuenta que las otras están intentado emitir opiniones (además de no darse cuenta del impacto que el contenido de su discurso puede estar causando en otras personas).

3º Grupo: Impulsividad.

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18. Baja tolerancia a la frustración. Cuando quiere algo no consigue esperar, se lanza impulsivamente en una tarea, mas, como todo en la vida requiere tiempo, tiende a frustrarse y desanimarse fácilmente.

19. Acostumbra responder a alguien antes que esté completa la pregunta. No consigue contener el impulso de responder al primer estímulo creado por el inicio de una pregunta.

20. Suelen provocar situaciones embarazosas por hablar de lo que viene a la mente sin filtrar lo que va a decir. Durante una discusión, un TDA puede dejar escapar ofensas impulsivas.

21. Marcada impaciencia en el acto de esperar o aguardar por algo. Colas, llamadas telefónicas, servicio en tiendas o restaurantes puede ser una tortura.

22. Impulsividad para comprar, conseguir trabajo, romper relaciones, practicar deportes radicales, comer, jugar, etc. Es aquella persona que rompe una relación varias veces y regresa poco después, arrepentida.

23. Reacciona sin pensar a las provocaciones, críticas o rechazo. Es el tipo de persona que explota de rabia al sentirse rechazada.

24. Tendencia a no seguir reglas o normas preestablecidas. Un ejemplo sería el trabajador que insiste en no usar equipos de seguridad, a pesar de conocer la importancia de estos.

25. Compulsión. En realidad la compulsión ocurre por la repetición constante de impulsos, los que, con el tiempo, pasan a formar parte de la vida de esas personas, como las compulsiones por las compras, juegos, alimentación, etc.

26. Sexualidad inestable. Tiende a presentar periodos de gran impulsividad sexual alternados con fases de bajo deseo.

27. Acciones contradictorias. Un TDA es capaz de tener una explosión de rabia por un pequeño detalle (por agitación en su mesa de trabajo, por ejemplo) en una hora, y pocos momentos más tarde, ser capaz de una gran demostración de afecto, a través de una bella tarjeta, flores o un cariño explícito. O aún ser un hombre audaz y moderno en el trabajo y, al mismo tiempo, tradicional y conservador en el ámbito familiar y afectivo.

28. Hipersensibilidad. El TDA acostumbra a ofenderse fácilmente. Unas simples observaciones desfavorables sobre el color de sus zapatos es suficiente para dejarlo internamente devastado, sintiéndose inadecuado.

29. Hiperreactividad. Esta es una característica que hace que el TDA se contagie fácilmente con los sentimientos de los otros. Puede quedar profundamente triste al ver a alguien llorar, incluso sin saber el motivo, al mismo tiempo que puede quedar muy agitado o irritado en ambientes ruidosos o en presencia de la multitud.

30. Tendencia a culpar a otros. Un TDA muchas veces podrá culpar a otra persona por sus fracasos y errores, como el alumno que culpa al compañero de clase por haber fallado una cuestión de la prueba, ya que este compañero estaba tarareando bajito en esa hora.

31. Cambios bruscos y repentinos de humor (humor inestable). El TDA acostumbra cambiar de humor rápidamente, varias veces en el mismo día, dependiendo de acontecimientos externos o aún de su estado cerebral, una vez que el cerebro del TDA puede entrar en agotamiento, perjudicando la modulación de su estado de ánimo.

32. Tendencia a ser muy creativo e intuitivo. El impulso creativo del TDA es tal vez la mayor de sus virtudes. Puede manifestarse en las más diversas áreas del conocimiento humano.

33. Tendencia a la “desesperación”. Cuando un TDA se enfrenta a una dificultad, de cualquier tipo que sea, tiende a verla como algo imposible de llevarse a cabo y por lo tanto se siente abrumado por una gran sensación de fracaso. Su primera reacción es

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“desesperación”. Sólo más tarde consigue razonar y constatar el verdadero “peso” que el problema tiene. Esto ocurre porque su cerebro presenta dificultades en activar una parte de la memoria llamada funcional, cuyo objetivo es traer a la mente situaciones vividas en el pasado y utilizarlas como instrumentos capaces de ayudar a encontrar salidas para la más diversa problemática. Esa memoria funcional parece ser bloqueada por la activación precoz de la impulsividad que, en ese tipo de personas, se encuentra hiperactivada.

4º Grupo: Síntomas secundarios

34. Tendencia a tener un desempeño profesional por debajo de lo esperado para su capacidad real.

35. Baja autoestima. En general el TDA sufre desde una edad temprana una gran carga de reprimendas y críticas negativas. Sin comprender el porqué de eso, tiende, con el paso del tiempo, a verse de manera despreciativa y pasa a tener como referencia personas externas y no a sí mismo.

36. Dependencia química. Puede ocurrir como consecuencia del uso abusivo e impulsivo de drogas durante varios años.

37. Depresiones frecuentes. Se producen en general por un agotamiento cerebral asociado a frustraciones provenientes de relaciones infructuosas y fracasos profesionales y sociales.

38. Intensa dificultad en mantener relaciones afectivas, conforme será visto en la parte referente a la dificultad afectiva de los TDAs.

39. Demora excesiva para iniciar o ejecutar algún trabajo. Tales hechos ocurren por la combinación nada productiva de desorganización aliada a una gran inseguridad personal.

40. Baja tolerancia al estrés. Toda situación de estrés lleva a un desgaste intenso de actividad cerebral. En el caso de un cerebro TDA, ese desgaste se presenta de manera más marcada.

41. Tendencia a presentar un lado “infantil” que aparecerá, durante toda la vida, en forma de juegos, humor refinado, caprichos, pensamientos mágicos e intensa capacidad de fantasear hechos e historias.

42. Tendencia a tropezar, caer o derrumbar objetos. Eso ocurre en función de la dificultad del TDA para centrarse en las acciones y controlar o coordinar la intensidad de sus movimientos.

43. Tendencia a presentar una caligrafía de difícil comprensión.

44. Tensión premenstrual muy marcada. Según lo que todo indica, en función de las alteraciones hormonales en ese período, que intensifican los síntomas del TDA. La retención de líquidos que ocurre durante los días que anteceden a la menstruación parecen ser uno de los factores más importantes.

45. Dificultad en la orientación espacial. Encontrar el coche en el aparcamiento del hipermercado casi siempre es un desafío para un TDA.

46. Evaluación temporal deteriorada. Esperar a un TDA puede ser algo muy desagradable, pues en general su noción del tiempo nunca corresponde al tiempo real.

47. Tendencia a invertir los horarios de dormir. En general se duerme y se despierta tarde, por lo que algunos de ellos terminan adictos a algún tipo de hipnóticos.

48. Hipersensibilidad a ruidos, principalmente repetitivos.

49. Tendencia a ejercer más de una actividad profesional, simultánea o no.

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Y, finalmente, el último criterio, que no se encuadra en ninguno de los cuatro grupos de síntomas, pero que tiene su relevancia confirmada por los estudios que apuntan participación genética marcada en la génesis del TDA.

50. Historia familiar positiva para el TDA.

EL RASGO TDA.

Muchos pueden consultar esta tabla y se sentirán confusos. Al final, ¿tengo o no TDA? Eso sucede cuando percibe que encaja en algunas características, pero no en la mayoría. En verdad, algunas características son, justamente, hasta al contrario de las suyas o de su comportamiento.

El TDA varía grandemente en intensidad, en las características y en la forma como se manifiesta. Puede decirse en broma, que existe desde un “TDAito” a un “TDAón”.

El hecho es que muchas personas no cumplen los criterios diagnósticos para el TDA, mas presentan, inequívocamente, algunos de sus síntomas. En otros casos, pueden hasta tener varios síntomas, pero con intensidad y frecuencia insuficientes para caracterizar un caso clásico de TDA.

En situaciones como esas, se acostumbra a usar el concepto de rasgo. ¿Qué es un rasgo de un trastorno psiquiátrico?

Bien, cuando se mira un dibujo a trazos, con líneas discontinuas y formas incompletas, se consigue entrever su totalidad. Se puede saber lo que está dibujando, aunque veamos claramente que el dibujo no está completo. Lo que vemos son trazos, más hay una forma allí.

Cuando se recogen informaciones de un paciente, se intenta identificar el diagnóstico hacia el cual éstas apuntan. Muchas veces, se consigue definirlo, pero, en otras ocasiones, no se puede establecer el diagnóstico de forma definitiva. Los trazos forman el esbozo de algo, pero no son suficientes para hacerse la “obra de arte”. Sin embargo, un esbozo no es una figura amorfa. Él apunta a algo.

En el caso del TDA, no se puede cerrar el diagnóstico, pero se ve claramente el esbozo allí: rasgos de TDA.

¿Pero de dónde vienen esos rasgos? Esa persona no es TDA. Por otro lado tampoco es “normal”.

En verdad, hoy en día ya no se cree que exista una persona “normal”, por lo menos desde el punto de vista cerebral. Posiblemente no exista un cerebro perfecto, cuyas áreas y funciones tengan un desempeño homogéneo y con el máximo de sus capacidades. Segundo, el médico norteamericano John Ratey, en su libro Síndromes silenciosos, dice que la existencia de ese cerebro perfecto no sólo es improbable, sino que tampoco sería deseable.

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Improbable porque el cerebro humano todavía está en pleno desarrollo. Como especie, los seres humanos todavía se arrastran en comparación con otros seres existentes o ya extintos. Todavía habrá muchos cambios. Cualquier persona puede observar que los bebés nacidos en estos días abren los ojos más rápidamente que los de veinte años atrás. O de cuánto ha aumentado el tamaño de los pies femeninos. Eso sólo por citar cambios extremadamente visibles y conocidos por las personas en general. Lo mismo ocurre con el cerebro, aunque no tan evidentes o mensurables. Hoy en día, el cerebro precisa lidiar con cantidades de información y de estímulo mucho mayores que cien años atrás, ¡infinitamente mayores que hace miles de años! Entonces, al mismo tiempo que la especie evoluciona, el ambiente también se vuelve más exigente y repleto de datos para ser procesados.

Un cerebro teóricamente “normal” también sería poco deseable, pues tal normalidad tal vez perturbase el desarrollo de aptitudes específicas y talentos que hacen posible el mayor desarrollo de una determinada área o función del cerebro, en detrimento de otras. ¿Cómo sería eso?

Muy probablemente, un genio en Matemáticas no tendrá el mismo brillo en Lengua o en Habilidades sociales. Mientras que un novelista de talento no será una cumbre en Física. Tener el cerebro increíblemente dotado para el desarrollo de capacidades lingüísticas implica, tal vez, un no tan fantástico desarrollo y desempeño en otras capacidades cognitivas.

Un niño autista, por ejemplo, puede ser potencialmente talentoso en áreas como dibujo e informática, a pesar de sus déficits en interacción social y lenguaje. Así, es probable que ser dotado en alguna habilidad implique una relativa debilidad en otras. Además de eso, forzar a ese niño autista a desarrollar habilidades de comunicación puede causar un retraso en el desarrollo de sus capacidades potenciales.

Ese improbable cerebro cuyas áreas de funcionamiento sean homogéneas, sin ningún déficits, también puede, en contrapartida, no poseer ningún “superávit”. No tiene problema en nada, pero, por otro lado, no es bueno en nada.

Los cerebros de las personas varían enormemente entre sí y con relación a sus puntos fuertes y débiles en función de variables tales como herencia, condiciones que afectan a la concepción y desarrollo intrauterino, condiciones de crecimiento y cantidad, y cualidad de los estímulos ofrecidos por el entorno en el cual las personas están insertas.

Ya que ese cerebro perfecto no existe, es común encontrarse con personas que, por no presentar ninguna forma desarrollada y manifiesta de un trastorno mental, presentan “rasgos” de uno u otro transtorno. Es probable que los trastornos mentales sean exacerbaciones disfuncionales de características bastante comunes en las personas en general. Un persona muy organizada y sistemática puede tener mucho en común con la que subre de TOC (Trastorno Obsesivo-Compulsivo). La diferencia es que aquélla no presenta ningún comportamiento disfuncional ni sufrimiento significativo en función de esas características suyas. Por el contrario, pueden ser hasta bastante útiles y beneficiosas. Lo que caracteriza a la persona con TOC como portadora de un trastorno, es el intenso sufrimiento y los prejuicios acarreados en su capacidad de funcionar bien en lo cotidiano. El criterio de distinción es cuantitativo.

Una cosa es ser una persona preocupada por la limpieza y otra es una persona que se lava repetidamente sin necesidad y que deja de salir a la calle y saludar a la gente por miedo a contagiarse. Esta última está sufriendo y se encuentra completamente obstaculizada.

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De forma semejante, se pueden ver personas un tanto desorganizadas y agitadas, pero que no son impulsivas al punto de poner en riesgo sus relaciones, ni tan caóticas para llegar a tener el trabajo amenazado. Y que, por encima de todo, no se culpan ni sufren intensamente por causa de fracasos que tienen dificultad en evitar. Personas “levemente” TDAs pueden no tener problemas causados por las características del trastorno en la misma intensidad que llevan a los “indiscutiblemente” TDAs a buscar ayuda en consultorios médicos. Y, si tienen, será una vez más el grado de sufrimiento y los prejuicios acarreados en sus actividades cotidianas que determinarán si se busca ayuda a través del tratamiento.

En Medicina, se usa el término forma frustrada para casos leves de trastornos mentales. Aquí será abordado un poco más de la forma frustrada del TDA.

El adulto “levemente” TDA por cierto no debe tener muchas reclamaciones que hacer. Él está dotado de un alto nivel de energía y entusiasmo. Su ligera desorganización no es suficiente para interrumpir la marcha de sus proyectos. En el trabajo, puede decirse que, cuando está bajo presión y desafío, esta persona consigue salirse mejor todavía.

Si conoce una persona cuya definición más frecuente que se oye de ella es algo como “está llena de resentimiento”, puede estar ante alguien con TDA leve. ¿Podría ser el TDA “completo” también? Podría, pero es posible diferenciar uno de otro por la cantidad e intensidad de síntomas, como ya se dijo. Si esa persona llena de resentimiento no presenta tantos comportamientos y discursos impulsivos, si no parece sufrir de baja autoestima crónica y consigue echar el ancla cuando siente que va a la deriva, entonces puede presentar rasgos de TDA.

Desafortunadamente, es raro una persona con rasgos de TDA que llegue a un consultorio médico quejándose de sus síntomas. Como en la mayoría de los casos, puede estar con otros problemas que juzga más relevantes cuando se queja al psiquiatra y frecuentemente considera su gesto inquieto y un poco confuso como parte de sí mismo, de su propia personalidad. Por otra parte, es común que además gusten bastante de su “habilidad” y no quieran cambiarla en nada. Al final, como ya se dijo, tener algunos de esos rasgos puede ser bastante faborable en determinados contextos.

Sin embargo, algunas veces la desorganización, la tendencia a posponer y el estilo poco objetivo pueden causar malestar a esa persona. Se puede indagar si debería entonces buscar tratamiento. La respuesta es afirmativa, si el grado de malestar experimentado por ella fuera suficiente para causarle perjuicio en sus actividades cotidianas. Ciertamente, tales rasgos “caen mal” en alguien que trabaje en funciones burocráticas, rutinarias o repetitivas, a diferencia de alguien que atiende en funciones no tan rígidas y encaminadas al ejercicio de la creatividad, como un compositor o artista. Así, la decisión para el tratamiento estará basada en un examen cuidadoso del nivel de malestar experimentado por el individuo y de la demanda de su entorno.

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CAPÍTULO 3: LAS DOS CARAS DE EVA.

La bella y la bestia. Una cierta sonrisa de quien nada quiere.

Sexo débil, no escapa a la lucha.

Y no sólo de cama vive la mujer.

Por eso no provoca.

El color de rosa

“Color de rosa”.

(Rita Lee y Roberto de Carvalho)

MUJERES Y TDA.

Un precio muy alto a pagar y un via-crucis antes del diagnóstico acertado: La reina del hogar en jaque...

Siempre era lo mismo. Apenas comenzaba a dar su clase, la profesora de primaria se enfrentaba con las reacciones en cadena provocadas en clase por Flavinho. Aquel niño endiablado y, aún así, adorable, apodado por los compañeros de “la Peste”, no tanto por tener el mismo cabello liso y cobre del protagonista de la película homónima, como por el comportamiento semejante. O mejor, la falta del mismo.

Sus movimientos eran más rápidos de lo que la mirada de la profesorilla podía seguir, dejándola sentir el desplazamiento de aire por él provocado. Vulgarmente hablando, él dejaba una “brisa” por donde pasaba, además de causar enorme ansiedad a la pobre “solterona”, que, además de todos los quehaceres, aún necesitaba localizar al niño en el aula, ya que sentado quieto en su pupitre no estaría. Eso sin hablar del alboroto generalizado, en los “crashs”, “turns” y “aaiiis” que hacían disparar su corazón.

Sí, ya había oído hablar de niños así en la facultad de Pedagogía. ¡Él sólo podía ser hiperactivo! Necesitaba hablar con la psicopedagoga de la escuela, pues él debía tener el llamado Trastorno del Déficit de Atención.

Totalmente preocupada en poner fin a la guerra de bolitas de papel iniciada por Flavinho, la joven profesora estaba ajena por completo a la niña sentada en la fila de la pared, hacia la mitad de la sala, mirando pensativa por la ventana y que parecía no darse cuenta del divertido alboroto montado entre sus compañeros. Todos los días eran así y aparentemente no había por qué preocuparse por aquella tranquila niñita, que apenas se movía de su silla. Pero lo que la profesora no sabía era que por debajo del antiguo pupitre escolar de madera oscura, enteriza, un par de pies se balanceaban inquietos, a la misma velocidad de los pensamientos de su dueña, que... ”...adoraría estar cabalgando sobre aquella nube. Parece un camello del desierto. O sería un dro... un dromedario... ¡Ah, no sé! Pero uno tiene dos jorobas, otro tiene una. Y debe ser muy suave, tipo algodón... y vería todo pequeñito allá arriba”. Entonces sus ojos captaron algo dorado moviéndose por encima de la pared de la escuela, allá abajo. “¡Vaya! ¡Nunca vi un gato tan gordo! ¡Y amarillo! ¡Y lindo! ¡Parece Pikachu! Como en aquel episodio en que saltaba la cerca...”

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La niña soñadora tenía los movimientos del cuerpo un tanto contenidos, pero su mente saltaba rápidamente de una fantasia a otra, aún a más velocidad que las piernas incansables de su compañero “peste”. Su nombre solo era recordado a la hora de la llamada. Absorta en su fértil imaginación, estaba ajena al dictado que la joven profesora estaba comenzando a hacer. A causa de eso, sería más tarde duramente reprendida en casa y, muy joven aún para relativizar las cosas, aceptaría de golpe todos los adjetivos con que sus padres la definían: perezosa, relajada, “embobada”.

Invisible para su profesora, que, demasiado preocupada con Flavinho, sólo la notaba momentáneamente, cuando percibía su desatención a los deberes en la clase, iría a través de los años sufriendo con su distracción crónica, aunque creativa, perdiendo autoestima, a medida que ganaba altura y peso. Y hormonas.

Su compañero Flavinho, diagnosticado precozmente, no necesitó pasar por la misma carga de sufrimiento.

“PASANDO BATIDO”: EL TDA FEMENINO.

A diferencia de los hombres, las mujeres con TDA pueden muchas veces pasar desapercibidas a los ojos más atentos. Entre ellas, predomina el tipo sin hiperactividad, al contrario de sus pares masculinos. Tal diferencia, determinada por particularidades biológicas de los sexos, además de la ayuda del componente cultural, puede contribuir para la aparente superioridad numérica de la población masculina entre los que tienen el diagnóstico TDA. Se sabe que por cada mujer con TDA, de media, hay dos hombres, según estudios recientes (esta proporción ya fue considerada de cinco a uno, de media). Sin embargo, persiste la duda sobre si el TDA es más frecuente en los hombres, o si es simplemente poco diagnosticado en sus pares femeninos. Antes de que las investigaciones lanzasen más luz sobre el tipo no hiperactivo, tal vez las niñas hasta podían ser diagnosticadas con Trastono de Déficit de Atención. Si eran del tipo hiperactivo.

El tipo hiperactivo es el menos frecuente en la población femenina, pero, del mismo modo que en los niños, las niñas endiabladas difícilmente pasan desapercibidas. Irónicamente, esto se podría llamar suerte. Ellas pueden ser precozmente diagnosticadas y así salvadas del tortuoso vía crucis que sus semejantes del tipo desatento irán a atravesar, antes de descubrir la causa de tanta confusión en sus vidas: la desorganización, los olvidos; la sensación de ser abandonadas en este mundo a su propia suerte, sin conseguir nunca adaptarse en este planeta lleno de horarios a cumplir; tareas meticulosas, plazos, obligaciones e hijos.

El precio a pagarse, cuando el diagnóstico de TDA no es hecho, es bastante alto para una mujer. A diferencia de los hombres, de las mujeres se espera que sean atentas, tranquilas y afectuosas. Que sean organizadas y sus gestos delicados. Atributos indispensables en el papel de buena esposa y buena madre. Si no fueran así tan caprichosas y dotadas, que pueden doblarse bajo el peso de la crítica y del juicio externo.

De hecho, antes de llegar incluso a la vida adulta, ya sufren con las constantes reprimendas. Su letra no está tan bien hecha como la de la compañera impecablemente almidonada a su lado. Su cuaderno no está muy organizado, su mochila contiene un montón de papelillos arrugados, lascas de lápices afilados, bolígrafos sin capuchones, capuchones sin bolígrafos, con o sin bolígrafos, todos los capuchones mordidos. Su dificultad en organizarse y concentrarse genera intensa ansiedad y depresión, no sólo por la condena implícita o explícita en el escrutinio de familiares, profesores y compañeros, sino también por el propio malestar y

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prejuicio que estas características en sí ya acarrean. Conforme la niña va creciendo, volviéndose adolescente y mujer, aumenta la carga de responsabilidad y la exigencia de tareas que debe cumplir, sea en el ámbito académico, sea en el laboral.

La dificultad en mantenerse atenta, concentrada y llevar sus quehaceres a cabo puede ser agravada por el grado de complejidad y responsabilidad creciente, inherente a las ocupaciones de un ser humano adulto. Pero ahora, siendo adulta, la mujer TDA ya no puede contar con la complacencia que a menudo se administra a los niños. Muy al contrario, si ya fuera madre, deberá administra tal complacencia, en el caso que quiera ser considerada una buena madre. De cualquier forma, independientemente de querer o no hacer justicia a esa etiqueta, la sociedad la juzgará por esa y otras habilidades. Así, por lo que se puede ver, las mujeres con TDA pueden pasar por dificultades muy específicas, durante su desarrollo, distintas de las de los hombres.

A continuación, se dará un breve paseo por las fases que una mujer con TDA acostumbra pasar.

A trancas y barrancas.

Durante la infancia, la niña con TDA probablemente será aquella soñadora que no llama mucho la atención sobre sí en la clase, ya que en las niñas es más frecuente el tipo predominantemente desatento. Sufren con sus constantes distracciones y desorganización y tienden a presentar depresión y ansiedad en nivel mucho mayor y recurrente que en niñas de la misma edad sin TDA, o incluso en relación a sus pares masculinos con TDA. Casi siempre se sienten atascadas y ansiosas con las demandas de la vida escolar. Presentan dificultades en completar sus tareas e incluso si están luchando valientemente para prestar atención a lo que el profesor dice, sus mentes escurridizas acaban por quedar silenciosamente a la deriva en tierras distantes, ensoñaciones, recuerdos de acontecimientos, anticipaciones de lo que está por venir; en fíin, en múltiples mundos paralelos. La niña soñadora citada al comienzo de esta sección, puede ser fácilmente identificada en ese grupo. Siendo tan distraída y muchas veces tan imperceptible socialmente, puede ser erróneamente considerada menos inteligente de lo que es en verdad. Después de todo, a pesar de los perjuicios que pueda traer, su mente fluctuante es frecuentemente muy creativa, ya que produce imágenes, sonidos y diálogos casi incesantemente.

Es interesante ver el testimonio de Silvia, 40 años, madre de dos niñas, que vino a buscar tratamiento para una de ellas que presentaba síntomas de TDA y descubrió, por medio de conversaciones sobre su infancia, que ella también lo era. Y del tipo más desatento:

“No sé cuántas veces durante mi infancia oí frases del tipo “¡presta atención, niña!”, “cuidado, no vayas a romper los platos”, “esa niña vive en la luna, parece que vio el pájaro azul de la felicidad”. Incluso se hace eco hoy en el aire desde el pasado, el despertar de mi ensueño.

Descuidada y soñadora. Así era vista en la infancia. A los cuarenta años continúo descuidada. Los sueños, esos ya no son tan intensos, pero recurro a ellos en los momentos en que mi vida parece sin sentido. Y pienso así casi todo el tiempo.

Por tener dificultad en concentrarme y ser organizada, mis tareas escolares fueron muy perjudicadas. A medida que crecía y, consecuentemente, también mis quehaceres y responsabilidades, más difícil se volvía conciliar todo. Eso me causaba gran vergüenza. Me

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sentía incapaz y no quería que los demás lo percibiesen. La única salida que encontré en esa época fue la de disminuir mis ambiciones.

Soñába con trabajar en el área del turismo para conocer todo el mundo. Quería también ser bailarina moderna. Me gustaba cuando la veía en la televisión o asistía a un espectáculo de danza. Mis planes incluían también un gran amor, un hombre guapo, inteligente y apasionado, que me llevara al altar... Pura ilusión...

Me perdía dentro de mi propia cuidad. ¡¿Qué no pasaría si me lanzase al mundo de fuera, Dios mío?! ¿Y bailar entonces? En un giro sería capaz de derribar todos los bailarines a la vez.

Me quedó el casamiento. Tengo dos lindas niñas, una de ellas TDA y me veo bastante desordenada con los cuidados de la casa. Pero, en fin, lo voy llevando. ¡Mi marido está lejos de ser un príncipe, pero tampoco es un sapo!”

Ahora imagine esa misma mente veloz e inquieta acompañada de una boca nerviosa o bien de todo un cuerpo de ardilla. Aunque no tan numerosas como las soñadoras, también se encuentran las niñas con TDA locuaz e hiperactivo.

Las niñas habladoras serían un tipo intermedio (tipo combinado) entre las tranquilas niñas soñadoras y las incansables bribonas desordenadas (el tipo predominantemente hiperactivo/impulsivo). Conversadoras, dotadas de una matraca eficiente, también acaban siendo muy distraídas, una vez que hay tantas cosas alrededor más interesantes y que atraen irresistiblemente su atención ya bastante fluida. En la clase van a pasar notas, charlar con los compañeros, dibujando, hablando, escribiendo o haciendo cualquier cosa que no sea propiamente prestar atención a lo que el profesor está haciendo o diciendo. Eso ocurre, por lo menos, no más de unos minutos. Ellas bien que lo intentan y también sufren con eso. Pero sus ojos y oídos sensibles no consiguen filtrar estímulos irrelevantes y simplemente no pueden evadirse de averiguar de dónde viene ese ruido, aquel movimiento e interesarse de la charla de los compañeros de seis pupitres de distancia. Simpáticas y contadoras de historias, las oradoras serán probablemente las líderes de sus grupos, ya que son tan gregarias, y elaboran historias y bibronerías creativas. Sin embargo, también sufren con la dificultad de concentración, de comenzar y llevar a cabo sus quehaceres y acaban por sentirse permanentemente sobrecargadas por tareas inacabadas, plazos que se aproximan además de exigencias escolares y de comportamiento que se funden, como una bola de nieve tratando de dar marcha atrás hacia la montaña. El resultado es casi siempre una sensación continua de cansancio...

He aquí cómo describe Analice su infancia. Hoy a los 29 años y trabajando como publicitaria, describe algunos días típicos de su vida actual:

“¡No me inviten que voy! Esta frase define bien mi alterada vida.

La fiesta va a estar bien, el viaje divertido, la cena especial... pero descubro demasiado tarde que todas esas invitaciones inexcusables son para el mismo día. Y lo peor es que tengo un trabajo inaplazable para entregar.

Me quedo más allá de la hora terminando el trabajo y consigo entregarlo en el último segundo. ¡Bajo presión, mis trabajos son todavía más estupendos!

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Voy a cenar y horas después atravieso la ciudad a tiempo de aprovechar un poco de la fiesta. El viaje desgraciadamente queda para la próxima.

Quedo tan cansada que mi fin de semana acaba el viernes. Y lo peor es que mis amigos también llegan protestando por mi falta de atención. ¡Qué sofoco!

Aquella sensación de agotamiento experimentada por las niñas y mujeres de tipo hablador es desconocida por sus colegas hiperactivas. Estas niñas son las que casi siempre son apodadas con algún término peyorativo con el que maliciosamente tratan de asociarlas a características masculinas:

“Juanito”, “María Machorrilla”, “Sinvergüencilla” son apenas algunos de los términos con que esas niñas “cinéticas” son etiquetadas. Tal como los niños, son fácilmente divisadas en medio de un grupo de críos, en el barrio, en el aula. Alborotadoras, osadas y frecuentemente respondonas, difícilmente irán a divertirse con los juegos típicamente acordados para las niñas. ¿Jugar a las casitas? Sólo si la casita estuviera ardiendo y ella fuera la heroína que salvara a la familia del “flameado” seguro. Ser la madre y hacer la comidita ciertamente la haría bostezar, pues tal clase de juego no ofrece el estímulo que la atraiga y que necesita para mantenerse concentrada e interesada. De ahí, no se precisa imaginar mucho para concluir que, probablemente, podrá tener problemas de relación con sus compañeras. Tiene dificultades para adaptarse a la placidez de la mayoría de los juegos femeninos y se siente tal vez atraída por la mayor actividad proporcionada por las travesuras de los chicos. Pero se enfrenta a la posibilidad de rechazo o de no poder acompañarlos en el nivel de riesgo y agresividad de sus juegos. A fin de cuentas, no deja de ser una niña.

Valeria, profesora de Educación Física y ahora con 33 años, describe un poco su tendencia a la acción:

“Cuando tenía 15 años conocí a Cesar y tuve la certeza de haber encontrado al compañero ideal, alguien tan atrevido en la vida como yo. Solíamos acampar con amigos hasta que resolvimos viajar solos, pues nadie seguía nuestro ritmo. Nos aburríamos al ver a nuestros compañeros envueltos en una manta, asando un churrasco, mientras nosotros ya habíamos recorrido todos los lugares encantadores, cataratas peligrosas y sendas abruptas de la región.

Me gustaba volar en ala delta, bucear y practicar alpinismo. Mis padres vivían en estado de alerta, pero tuvieron que acostumbrarse, en la medida de lo posible, a mi ritmo.

Me formé en Educación Física, y Cesar en Ingeniería. Nos casamos y después de algunos años él se fue quedando tranquilo y yo continuaba cada día más agitada. Comencé a sentirme asfixiada y, a pesar de amar a mi marido, no aguanté la rutina y acabamos separándonos.

Hoy vivo en Sao Paulo, donde tengo una academia. Estoy estudiando en la facultad de Veterinaria, pues pretendo tener un semental. Continúo practicando todos los deportes radicales, que son la pasión de mi vida, y pretendo montar una escuela dedicada a esos deportes. Para quien me encuentre inquieta, yo respondo. “Para mí nada es nunca demasiado”. Quiero vivir mi vida en toda su plenitud y, si pudiera, todavía un poco más.”

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Todo el proceso de desarrollo de las niñas TDA, en cualquiera de sus tres tipos, está marcado por cuestiones muy particulares. Al hecho de ser mujer en culturas caracterizadas por papeles un tanto rígidos atribuidos a los sexos, se añade el detalle de ser TDAs. Las mujeres TDAs pueden ser muchas cosas, menos convencionales. Tal característica ya puede ser percibida en la infancia, pero es en el florecer de la adolescencia que se reviste de contornos bien nítidos. Período claramente complicado, que, cuando es atravesado por una joven TDA, se vuelve complicado y medio. En esa fase aumentan las exigencias y se vuelven más complejas las tareas de cualquier persona. Ahora, imagine como esa fase puede ser dolorosa para alguien que se ve a las vueltas con su atención inconstante.

Sin embargo, otras características vuelven a esa adolescente, no raras veces, una figura popular en su grupo (principalmente aquellas que, cuando niñas, eran del tipo “habladora”). Dinámicas e inventivas, dotadas de la creatividad propia de los TDAs, como sus pensamientos, gestos y palabras a veces fuera de lo común, esas jóvenes, cuando se convirtieron en mujeres, probablemente, encajaron a la perfección en la descripción de la canción de Guilherme Arantes, “Llena de encanto”, especialmente en la parte en que habla del deseo de aventuras, de revolucionar. Su presencia es notable en el mundo del arte, en el mundo del espectáculo y, ciertamente, son una buena parte de las mujeres que desafían las reglas y rompen tabúes, pioneras en el campo de la política, del trabajo, de las artes y de las ciencias. La cómoda posición exclusiva de madre de familia y ama de casa, anteriormente reservada a las mujeres, ciertamente no tiene el poder de anestesiar esas mentes inquietas y fervientes. Ellas fueron a la lucha por el derecho de ejercer actividades que les proporcionasen el estímulo de que tanto necesitaban y, más que eso, de abrir las puertas del mundo en movimiento a todas las mujeres, que antes sólo podían contemplarlo por entre las cortinas de la ventana.

No es preciso pensar mucho para concluir que, justamente por tales características, esas adolescentes y mujeres, más que otras, pueden sufrir bajo el yugo desaprobador de la sociedad patriarcal. A pesar de ser frecuentemente verdaderas dínamos, casi siempre desarrollarán baja autoestima. A fin de cuentas, desde el principio, se acostumbraron a oír observaciones sobre su falta de modales, su desorganización, dejadez y falta de “capricho”. Críticas que los niños normalmente no acostumbran a oír, pues los niños son niños. Pero las niñas tienen un papel que cumplir, cuyas exigencias principales serían no dar trabajo y no llamar la atención sobre sí, quedando quietas y bonitas en su rincón. Sus cualidades más evidentes, tales como creatividad, energía e iniciativa, no son estimuladas y reforzadas, en la mayoría de las ocasiones. Para eso la familia necesitaría tener conocimiento sobre lo que es el TDA y cómo esas niñas pueden ser especiales. Si el problema fuese comprendido, quien sabe si tuvieran sus talentos innatos descubiertos y desarrollados y no acabasen tan masacradas con exigencias de comportamiento impecable que, incluso siendo útiles y deseables en determinados contextos, no fomentan la creatividad y no desarrollan la capacidad de iniciativa. El hecho es que llegan a la adolescencia y edad adulta casi siempre autorrecriminándose a cada paso, cada actitud, pensamiento y declaración fuera del patrón establecido. Para la mayoría de esas mujeres, nadie está ahí para decirles que es ésta justamente su marca, que de esas características emergirán probablemente sus talentos y que deben buscarlos y desarrollarlos.

La tendencia a la ensoñación y los frecuentes olvidos pueden traer algunos problemas para la mujer TDA, principalmente si ejerce una función burocrática en su trabajo. Sin embargo, eso puede ser perfectamente compensado si, en su trabajo, fuesen valoradas su inventiva y creatividad y también por la búsqueda de ayuda especializada en el sentido de maximizar su capacidad de organización y atención, volviendo su mente inquieta más apta para dejar florecer todas las ventajas que el funcionamiento TDA puede proporcionar, principalmente para una mujer.

LA “REINA DEL HOGAR” EN APUROS.

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Una cuestión de extrema importancia y que puede causar mucho sufrimiento a una mujer TDA está relacionada con sus quehaceres de esposa y madre. Al mismo tiempo que esa ocupación pueda no ser estimulante para una mujer TDA, también exige una meticulosidad y orden que puede dejarla exasperada. Añádase a eso todo el ya bastante discutido problema ella será severamente criticada por causa de su eficacia incompleta o su aparente falta de interés en mantener el hogar ordenado. Para una mujer no TDA, no son nada simples tareas como cuentas a pagar, arreglo de los materiales escolares de los hijos, horarios, elección de los alimentos y tantas otras aparentemente prosaicas. Imagine para una mujer TDA. La cuestión aquí es: la mujer que ejerce sus tareas de ama de casa tiene como principal función la organización. Pero un TDA precisa estructura. En este caso particular, la mujer TDA tiene que ser la estructura. Debe ordenar la casa en medio de su desordenada aceleración mental.

Los hombres normalmente pueden contar con un sistema de apoyo. En la mayoría de las culturas, no precisan ocuparse con cuestiones del tipo: organización del hogar, educación, y alimentación de los hijos, abastecimiento de la casa y otras demandas que gran parte considera además como quehaceres menores. Las mujeres difícilmente cuentan con una sistema de apoyo, por una simple razón: ellas son este sistema de apoyo, o, por lo menos, se espera que lo sean. Después de todo, normalmente ya son educadas para eso. En sus juegos típicos y en los juguetes diseñados para ellas por la industria del entretenimiento, van siendo familiarizadas poco a poco con la casa, comidas, bebés y biberones. Una niña TDA muy probablemente podrá pasar bien por esa fase, puesto que es un juego. Pueden dormir, estudiar o jugar a otras cosas, abandonando el juego anterior, pues el bebé muñeco no irá a llorar y no se irá a quemar la comidita. Pero también es bastante probable que ya a esta altura demuestren un interés mayor por diversiones más estimulantes como video juegos, juegos de pique y disputas en juegos competitivos. Las muñecas de varias de ellas pueden estar con los cabellos artificiales desgreñados cuya mayor utilidad puede ser la de servir como asa para el juguete, al igual que las orejas del conejo de peluche del personaje de cómics Mónica. Diríamos entonces que se trata de una típica niña TDA. Ahora, imagine esa niña crecida, teniendo todas aquellas atribuciones y casi siempre sin poder fallar, una vez que dependen de ella la vida y el bienestar de otras personas. Casi siempre con la mente vuelta a fantasías más activas, ella está atada a sus quehaceres cotidianos y que se repiten hasta la saciedad. No existen sábados, domingos, festivos o vacaciones para las funciones de madre y esposa abnegada. Una mente acelerada que precisa adecuarse al desempeño de un motor 1.0, que debe transitar con seguridad. Como la mujer TDA muchas veces fallará en medio de tantas exigencias de meticulosidad, seguramente sobrevendrá la culpa y el resentimiento. No sólo eso, sino también el dedo acusador de la familia y la sociedad. Algunos de los ingredientes de la receta de la depresión y la ansiedad.

Por otro lado, la madre y esposa TDA puede ser extremadamente lúdica, creativa, divertida, amiga y llena amor propio. Sus hijos saben que ella es increíble, que su mamá es “demasiado”. Que no juega con ellos para entretenerlos solamente, ella está ahí jugando mismo, en cuerpo y alma en las disputas y puede salir pataleando si pierde un partida del juego de memoria o monopolio. El marido sabe que no siempre puede contar con ella a la hora y con perfección, pero también sabe que nunca va a encontrar la misma mujer todos los días, que ella es una compañera divertida para las salidas y aventuras, que sus amigos probablemente irán a gustar mucho de ella - de esta mujer espirituosa. Cuando ella no está cerca, su marido siente que el ambiente ya no es el mismo. Sus frecuentes y súbitos cambios de humor pueden desencadenar peleas homéricas, pero también puede dar lugar a momentos inolvidables de compañerismo, sexo, diversión y muchas, muchas risas. Es como estar en una montaña rusa amorosa, con altibajos, pero donde nunca dejará de sentir aquel cosquilleo en la barriga y el corazón acelerado. Si ese marido comprende e intenta auxiliar a su mujer en sus dificultades típicas, al mismo tiempo que valora sus cualidades muy particulares, la mujer TDA encontrará en esa unión la estabilidad que necesita y así se sentirá feliz. Pero si él exige, de forma machista, que ella le sirva con perfección y no se dispone a ayudarla y, peor aún, no quiere

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entender sus dificultades o incluso valorar sus cualidades, entonces es el caos que estará ayudando a construir, no sólo para su esposa, sino también para sí mismo. Con la diferencia de que él, casi siempre, no será considerado culpable por eso.

La mujer TDA tiene que comprender que no debe obligarse a cumplir un papel que no es el suyo, aunque haya sido establecido para ella, así como para todas las mujeres. Si consigue liberarse de todo el peso y el resentimiento que ha desarrollado a lo largo de años de recriminaciones, y también volverse menos sensible a las críticas, entonces podrá andar su camino sin culpas y sin angustias, por una atajo que podría haber seguido, desde el principio, y sin mucho sufrimiento, si pudiese descubrir sus talentos naturales y desarrollarlos, y no adaptarse a un limitado patrón, en el cual muy difícilmente iría a caber sin algún, o mucho, malestar.

Yo vivo siempre en la luna.

Tengo alma de artista.

Soy un genio soñador

y romántico.

Viajar gratis en esa cola de cometa.

Ver la Vía Láctea.

Camino tan bonito.

Jugar al escondite

en una nebulosa.

Volver a casa,

nuestro hermoso globo azul.

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CAPÍTULO 4: TDA Y NIÑOS.

La necesidad de ajustarse a las reglas: el chivo expiatorio de la familia...

Rafael era el primer hijo de Sandra. Cuando estaba embarazada, pensó que no tardaría mucho en poder volver a trabajar. Las amigas volvían a trabajar, cuando sus hijos cumplían más o menos dos años de edad, pero Rafael ya tenía siete y consumía todavía más las fuerzas de Sandra que en la época en que era un bebé y necesitaba despertar de madrugada para amamantarlo, darle un baño, en fin, cuando la atención de ella debía estar dirigida a aquel pequeño ser indefenso. Sólo que, ahora, era diferente. Ya no era el hecho de ser indefenso lo que demandaba tanto la atención de la madre. Él no paraba. Corría, saltaba, chutaba y cuando estaba sentado, se mecía incesantemente, parecía no oír nada de lo que su madre le decía. Lo peor para Sandra era que él se metía una vez que otra en actividades peligrosas. Sandra no sabía decir si a él realmente le gustaba vivir peligrosamente ya así tan joven, o si él no evaluaba muy bien las situaciones en que se metía. Pero, hasta el momento de la entrada en la escuela, Sandra pensaba que su hijo tenía ese carácter difícil por su incompetencia materna y “falta de tacto”. O que entonces ella era realmente muy “blanda”, se quejaba mucho y se cansaba más fácilmente que las otras madres. Ya había oído tantos comentarios por parte de parientes, incluso del marido mismo, que por fin concordaba. Aunque siempre permaneciese, en el fondo, la certeza de que ellos deberían pasar el día entero con Rafael para que supiesen de lo que ella tanto se quejaba. Pero entonces, en la escuela, ella podía evaluar mejor a su hijo en comparación con los otros niños. Estos realmente parecían más tranquilos, incluso los considerados temperamentales por otras personas... No tardó nada e inmediatamente comenzaron a surgir quejas sobre Rafael. Indisciplinado para los profesores, maleducado para las otras madres y evitado por los compañeros. Sus trabajos eran en gran parte mal hechos e incompletos, aunque, en algunos momentos, fuesen, impresionantemente, los mejores de la clase. Su desempeño era completamente imprevisible. Sandra lo cambió a un jardín de infancia mejor, de primera línea. No pasó mucho tiempo, después de la confusión inicial, la psicopedagoga del colegio la llamó para una conversación: su hijo tenía todos los síntomas del Trastorno de Atención con Hiperactividad / Impulsividad y necesitaba atención médica “especializada”. “Entonces, era eso”, murmuró Sandra.

Distinguiendo el niño TDA.

Como ya se vio, el TDA está caracterizado por tres síntomas principales: distracción, impulsividad e hiperactividad. Siendo estas tres características un tanto común en la población infantil, ¿cómo distinguir un niño TDA de uno “normal”? Después de todo, son típicas en la infancia la inquietud, las correrías, la falta de atención en actividades, encadenadas y un tanto prolongadas, principalmente si no tuvieran algún atractivo especial.

El síntoma que puede diferenciar un niño TDA de otro que no lo sea es la intensidad, la frecuencia y la constancia de aquellas tres principales características. Todo en el niño TDA parece ser “más”. Todavía más inquieto, alborotador y más impulsivo, si fuera del tipo de alta actividad y significativamente más distraído, disperso y no persistente, si fuera de aquel tipo más desatento (ciertamente, un personaje ficticio que mejor ejemplifica a un niño TDA de tipo desatento es Calvin, de las tiras de viñetas “Calvin y Haroldo”). El principal instrumento de un médico, de un psicólogo o de otro profesional habilitado que quiera evaluar la posibilidad de que un niño sea TDA es pura y simplemente la observación. Pero, claro, una observación muy especial, un observador que debe estar entrenado en captar los matices, no sólo en el comportamiento manifiesto del niño, sino que también debe “pescar”, en los relatos de los padres y/o cuidadores, profesores y de otras personas que convivan con el niño, los hechos y acontecimientos que caracterizarían un niño con TDA. Además de eso, debe saber utilizar

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criterios de comparación. Un niño puede ser TDA, si aquella triada de funcionamiento fuera mucho más intensa y frecuente, si se la compara con niños de su misma edad. Por tanto, se debe conocer profundamente el comportamiento y las características infantiles de una forma general, y no solamente de los que presentan algún tipo de trastorno. Y, además de todo, precisa desarrollar la fina sensibilidad de un investigador combinada con el pensamiento lógico del científico.

De forma resumida, siguen algunos consejos o items que pueden ayudar, en el sentido de dar el primer paso hacia el diagnóstico de TDA en un niño.

(Un resumen más específico de las características ya descritas para el TDA en general):

1. Con frecuencia mueve y sacude pies y manos, se balancea en el asiento, se levanta del pupitre. No consigue mantenerse quieto, incluso en situaciones en que se espera que lo haga. Es el tal “escarabajo”, “clavo en la silla”, o “motorcito en las piernas”, etc.

2. Se distrae fácilmente por estímulos externos. El niño TDA tiene la atención tan dispersa, que cualquier estímulo, un barullo, un movimiento, le impide concentrarse en alguna tarea por mucho tiempo. Principalmente si la tarea fuera obligatoria y no despertase ningún interés especial. Es muy difícil para él fijar la atención en lo que el profesor dice si por la ventana ve personas pasando o incluso oye sonidos producidos por sus compañeros. Su mente es un radar girando todo el tiempo en busca de novedades. Puede ser apodado por sus compañeros de “oído tuberculoso”.

3. Tiene dificultad en esperar su turno en juegos o en situaciones de grupo. Esperar en colas es un suplicio para un niño TDA, así como esperar su turno en juegos; frecuentemente interrumpe a los compañeros y habla excesivamente. Por eso es muy común ser considerado un niño follonero por los supervisores del colegio (que no conozcan el TDA) y tener dificultades de relación con los compañeros. Aquí, él asume la figura del “hurón”,·”entrometido” ,”fisgón”, entre otras.

4. Con frecuencia emite respuestas para preguntas que todavía no fueron completadas. Eso sucede porque, tan pronto viene algo a la mente de un niño TDA (y de gran parte de los adultos también), él coloca en palabras, muchas veces atropelladamente – después de todo, la velocidad de su lengua no consigue equipararse a la de su cerebro. Eso es una consecuencia de la impulsividad. El niño TDA no consigue parar o filtrar el flujo de ideas que eclosionan en su mente. Y de ahí va a ser apodado “parlanchín” o algo parecido.

5. Tiene dificultad en seguir instrucciones y órdenes. El niño TDA no quiere levantarse contra la autoridad, o sea, no es exactamente rebelde. Hace las cosas a su manera, e insiste en eso. Es considerado casi siempre muy obstinado. La “mula atascada” de la familia y de la clase. Es prácticamente cierto que irá a llevar esta características a la vida adulta.

6. Tiene dificultad en mantener la atención en tareas o incluso actividades lúdicas. El niño TDA se aburre rápidamente. Su atención es fluida y escurridiza. Metafóricamente, cambia de estado físico repentinamente. ¿Recuerda las clases en la Primaria, los cambios súbitos en el estado físico de las sustancias? Su atención puede ser vaporosa durante actividades prolongadas y encadenadas de carácter obligatorio o incluso en juegos de grupo que envuelvan reglas. Sin embargo, puede súbitamente solidificarse y volverse dura como el hielo, si determinada actividad la estimula o encanta. Así como puede sublimarse repentinamente, si algo más interesante lo distrae o se hastía simplemente de la actividad actual. Un ejemplo común es el videojuego. Tales juegos unen estímulos de diverso tipo, de forma sincrónica y simultánea, comúnmente a gran velocidad. Son imágenes vivas, coloridas y dinámicas acompañadas de sonidos vibrantes que corresponden a las acciones emprendidas por el niño en el juego. Muchos padres y/o cuidadores, al observar a sus hijos profundamente entretenidos en esos juegos, sin acordarse de comer o de cualquiera otra actividad, seguramente tenderán a concluir que sus hijos son perezosos e irresponsables. Mas el hecho es que las características de esos juegos consiguen activar el cerebro de un niño TDA de tal forma que actividades rutinarias y encadenadas no pueden, pues no poseen las características dinámicas necesarias.

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El gran “clic” sería unir actividades educativas con medios multimedia, y ya se están haciendo varios desarrollos en ese sentido.

7. Frecuentemente cambia de una actividad inacabada a otra. Esta característica está íntimamente relacionada con la anterior. Cuando están entretenidos en una tarea o proyecto, los niños TDA acaban pensando en “n” otras cosas diferentes para hacer. ¡Y hacen! De la misma forma que una idea que viene a la mente de ese niño es inmediatamente traducida en palabras, muchas de estas ideas también son inmediatamente puestas en práctica. Nuevamente la impulsividad sobrepuja. Como acaban haciendo y pensando muchas cosas al mismo tiempo, dejan pasar detalles y cometen errores por la desatención. Y la ansiedad acarreada por el hecho de tener muchas cosas que hacer contribuye a disminuir más todavía su capacidad de concentración. Precisan de mucho incentivo y estructuración para llevar a cabo sus tareas.

8. Tienen dificultad en jugar en silencio o tranquilamente. Imagine una pelota volando entre muebles y piezas decorativas de la sala. Objetos siendo derrumbados durante una carrera. Gritos e imprecaciones. ¿Imaginó? Es eso mismo. Esta afirmación es autoexplicable.

9. A veces habla excesivamente. Es bastante común que un niño TDA dé vueltas en torno de un asunto antes de llegar al punto. O puede ser que en medio del discurso olvide el punto y acabe hablando de otras cosas. Puede ser visto como “enrollón” por personas menos comprensivas. Esta característica está directamente relacionada con el item 4. Como el niño TDA es asaltado por un flujo incesante de ideas e imágenes, tiene dificultad de ser conciso y objetivo al hablar. Es común que de un asunto pase a otro, que pasa a otro y en el instante siguiente ya no sabe por qué está hablando aquello o incluso lo que estaba hablando antes. Es importante que los padres y/o cuidadores y profesores intenten ser comprensivos e incluso aprendan a entrever el lado divertido de esas características y jugar con el niño sin hacerle sentir inadecuado, ayudándolo a concentrarse en un asunto en cuestión.

10. Vive perdiendo elementos necesarios para tareas o actividades escolares. Si el niño está “absorto” y frecuentemente olvida hacer los deberes o llevar la merienda al colegio, esté atento. Puede ser señal de desatención y lapsus de memoria típicos del TDA, y no necesariamente irresponsabilidad o inmadurez.

NIÑOS PROBLEMÁTICOS Y NIÑOS CON TDA.

Como ya se ha visto, el niño TDA es en todo más intenso, comparándolo con los otros. Es más colorido, incluso vestido en discretos tonos pastel, ya que difícilmente pasa desapercibido. Un aspecto distintivo entre niños TDAs y no-TDAs es que los síntomas del comportamiento TDA son independientes de problemas emocionales, ambientales y sociales. Algunos niños pueden causar la falsa impresión de ser TDAs si estuvieran pasando por problemas constantes o pasajeros, que pueden contribuir a deflagrar o intensificar la conducta inquieta o la falta de concentración y atención. Un niño puede presentarse indisciplinado y con baja tolerancia a la frustración y posiblemente no ser TDA, ya que en la investigación de su historia puede ser constatado que proviene de un ambiente en que las características comportamentales como disciplina y contención no son valoradas. Puede también no estar recibiendo atención suficiente o sufriendo malos tratos. Lo importante es que todos los factores que posiblemente puedan estar contribuyendo para algún comportamiento inadecuado por parte del niño deben ser cuidadosamente investigados y considerados como factores de exclusión para un diagnóstico TDA o incluso factores que intensifiquen el TDA preexistente. Como ya hemos resaltado, es importante tener en mente que factores que se constituyen en situaciones de malestar, precariedad y sufrimiento pueden además intensificar el funcionamiento TDA preexistente de un niño, pero no lo caracterizan como TDA si presenta comportamientos semejantes en función de sus dificultades. El TDA simplemente es independiente de tales variables. Es un funcionamiento de origen biológico, marcado por la herencia que irá a manifestarse en el comportamiento infantil desde muy pronto, antes de los siete años de edad, siendo o no este niño procedente de un ambiente hostil y estar pasando por problemas. Incluso en un hogar más estructurado y seguro un niño TDA irá a comportarse como tal.

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La intensidad del malestar traído a la familia puede ser manejado a través de formas específicas de tratar con estos niños. El niño TDA puede dar todo de sí y dejar fluir su creatividad y entusiasmo innatos si fuera correctamente estimulado. Más que ningún otro, el niño TDA responde maravillosamente bien bajo el calor del incentivo, y los elogios y recompensas constantes se constituyen en el mejor aditivo para la ya gran cantidad de combustible con el que fueron dotados. Pero, por otro lado, también más que ningún otro, el niño TDA se marchita y retrae bajo el peso de las críticas excesivas y de la falta de comprensión. Él puede responder a través de un cabizbajo recogimiento o por la erupción de comportamientos agresivos e impulsivos. Puede poner patas arriba el ambiente, para que quede semejante a la manera como se siente interiormente: confuso y sin conexión a tierra.

DIFICULTADES ESPECÍFICAS DEL NIÑO TDA Y CONCLUSIONES ERRÓNEAS.

Es común que las personas interpreten la tendencia a la distracción e impulsividad de un niño TDA como señal de parca inteligencia, o que los consideren simplemente como tontos, con edad mental inferior a la de otros niños de la misma edad cronológica. El porqué de esto será examinado a continuación.

Como consecuencia de la hiperactividad/impulsividad, el niño TDA hará primero, pensará después. Reacciona irreflexivamente a la mayoría de estímulos que se presentan. No porque sea maleducado, inmaduro o poco dotado intelectualmente. Eso se debe al hecho de presentar el TDA el área cerebral responsable del control de los impulsos y filtraje de estímulos –cortex prefrontal- no tan eficiente. Hay un substrato orgánico determinando esa característica. La diferencia para un niño pura y simplemente maleducado es que el niño TDA siente que eso acarrea perjuicios y reprimendas. El insight del problema aumenta en el discurrir del desarrollo y él puede ser enseñado sobre lo que es correcto y errado, y sin duda aprenderá (si está suficientemente atento, está claro). Justamente por eso consigue entrever las consecuencias de su comportamiento impulsivo, pero, teniendo dificultades en contenerlo, sufre y absorve todas las críticas que caen incesantemente sobre él. Si ese niño no fuera efectivamente lo que se considera un niño maleducado, aunque la unión de esas dos características pueda ocurrir, de alguna forma sentirá esa inadecuación, además de oír las constantes reprimendas. Él sufre, siendo muy joven para reflexionar sobre tales cuestiones tan complejas de convivencia social y otras en que el control de los impulsos sea necesario y deseable, se sentirá desplazado, y de alguna forma, defectuoso.

Tampoco puede ser considerado poco inteligente por eso. En verdad, con extrema frecuencia, el niño TDA es bastante inteligente y creativo. Puede aparentar inmadurez en relación a otros niños de la misma edad, en el aspecto emocional y en el comportamiento manifiesto, pero no en relación a capacidad cognitiva. Con el tratamiento adecuado, aquél niño aparentemente inmaduro se equipara a los demás.

En lo que concierne a las características de desatención, este niño también puede ser considerado tonto o poco inteligente por quien desconoce el problema. El hecho es que el niño TDA es constantemente inundado con estímulos que no consigue filtrar correctamente. La consecuencia más evidente es que él parece no conseguir priorizar. Característica que, además, es llevada adelante en la vida adulta. Es común que tenga dificultad en aprender o memorizar, eso porque no consigue sostener la atención y mantenerse concentrado por tiempo suficiente, con la intensidad adecuada; y no porque no quiera, no pueda o no sea capaz. Frecuentemente no termina las tareas que comienza, porque algún estímulo lo atrae irresistiblemente. Hasta que otro estímulo lo atraiga y también abandone el anterior y así sucesivamente, hasta que por fin se sienta sobrecargado, confuso y no termine lo que comenzó a hacer al inicio. No es que sea

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exactamente “olvidadizo” o “cabeza hueca”, pero el torbellino de acontecimientos y cosas por hacer en su mente acaban trayéndole problemas en retener informaciones y finalizar sus tareas. Con tantos pensamientos e imágenes ocupando su mente, su memoria puede ser más bien definida como “vago recuerdo”. Por ejemplo, es muy común que el niño TDA, así como el adulto, pase por situaciones como ésta: él está en el salón haciendo algo, se da cuenta que necesita alguna cosa que está en el dormitorio, y en el camino de una habitación a otra se olvida de lo que iba a hacer. Y encima, puede ver alguna cosa en este ínterin y también olvidarse de lo que estaba haciendo en el salón. ¿Qué sucede en el trayecto entre el salón y el dormitorio? Él estaba “caraminholando”, como se dice. Pensando en varias cosas al mismo tiempo, en la alta velocidad del cerebro TDA. ¿Por qué olvidó lo que estaba haciendo en el salón? Porque no consiguió filtrar el nuevo estímulo que se presentó. Fue atraído por él, en vez de dejarlo para después, para cuando concluyese la primera tarea. Y así repetidamente hasta no conseguir terminar nada de lo que comenzó y no retener informaciones por tiempo suficiente. A diferencia de una persona con dificultades intelectivas, él se da cuenta del perjuicio que eso acarrea, percibe lo que está aconteciendo de errado y sufre. En un niño, esos perjuicios pueden ser percibidos más intuitiva que racionalmente.

Así, lo que hemos visto hasta aquí es que los niños TDAs poseen dificultades muy específicas derivadas de su también muy específico funcionamiento cerebral, y que eso no debe ser confundido obligatoriamente con tontería, mala educación o dificultades intelectuales. Sólo que, como es enorme el desconocimiento del problema, es exactamente eso lo que sucede en la gran mayoría de los casos. No es preciso describir el enorme agujero causado en la autoestima de los niños que así son etiquetados, oyen diariamente esas etiquetas que les atribuyen y de las que no saben cómo pueden defenderse. Al final, ellos no saben que pueden defenderse, acaban incluso creyendo todo lo que se dice de ellos, bajo la forma de la mirada desaprobadora de la reprimenda o del aire complaciente del sentimiento de pena.

En familia se puede observar claramente el desarrollo de ese proceso. El niño TDA (principalmente el hiperactivo/impulsivo) con frecuencia es punido con castigos físicos y es común que sea juzgado peyorativamente como maleducado, insoportable y hasta incluso malo. No son pocos los comentarios que se hacen del carácter de un niño TDA. Él acostumbra oír hablar sobre lo malo que es y sobre cuanto el “papá del cielo” lo castigará. Hasta incluso previsiones de su futuro acaba oyendo, de cómo será una persona desagradable e impopular y otros comentarios del tipo “si muere hoy, nadie irá a su entierro”. Como realmente tiene dificultades de controlar sus impulsos y se mete en confusiones y desentendimientos en familia y con otros niños, acaba creyendo en lo que le dicen. Se preocupa con castigos divinos y se irá para el infierno. Ese prototipo de “mala persona” oye diariamente una avalancha “no”, “para”, “sal de aquí”, “quédate quieto”, mucho más que cualquier otro niño. No es difícil llegar a la conclusión de que ese niño sentirá que hay algo errado y que él es un estrobo. Con frecuencia mayor que la media, niños TDAs, principalmente los más hiperactivos, expresan su sufrimiento y sentimiento de rechazo, ahora diciendo que van a huir de casa, ahora que son “infelices” y quieren matarse.

Como si no bastase, el niño TDA también puede ocupar el lugar de chivo expiatorio de la familia, principalmente entre los hermanos. Aunque todos se quejen de cuánto aborrecimiento ese niño trae para el medio familiar y cuánto mejor sería si no existiese, podrán surgir crisis inexplicables en familia si comienza a ser tratado adecuadamente y surgieran resultados positivos. Paradójicamente, el tratamiento puede hasta ser boicoteado, si su mejoría amenaza el sistema familiar que encontró su punto de equilibrio en ese niño problemático. Un ejemplo claro es el hecho de los hermanos si se acostumbraron a la cómoda posición de hijos “normales” e, ingeniosamente, colocaron al niño TDA en la posición de culpable y causante de todas las peleas. Incluso cuando no lo fuera, se dan de una manera y prontamente allí estará en la posición anterior muevamente. Y, como es frecuente que cause confusiones incluso, los padres y/o cuidadores tenderán a pensar de esa forma, sin preocuparse con una investigación más detallada de los conflictos.

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Por otro lado, tampoco parece justo acusar sin piedad a los padres y/o cuidadores y la familia por todo. Imagine el trastorno causado por un niño que literalmente “sube” por las paredes, parece incansable y no tiene hora ni lugar para jugar. Incluso aunque sea batear la pelota en el salón, en medio de todos los muebles y objetos de valor, o bien que vive literalmente en el mundo de la luna. Frecuentemente, las situaciones provocadas por la impulsividad o distracción del niño TDA detonan largas peleas entre otros miembros de la familia. El padre pelea con la madre, el hermano con el padre, la madre con el abuelo y todos con el niño. Algunos miembros de la familia son acusados de ser demasiado severos y otros, complacientes. Y ninguno entiende nada cuando perciben que el mismo niño que no consigue concentrarse en los deberes escolares, pasa horas pegado en el video juego. Ahora, para quien no comprende las características del síndrome, la conclusión aparentemente obvia de que él no “quiere nada con la hora del Brasil”.

Lo más importante es buscar informaciones sobre el comportamiento inadecuado del niño, antes de concluir que presenta “carácter dudoso” o que es simplemente grosero. Cuanto más informaciones y educación a cerca del trastorno, mejor para el niño y la familia. En el discurrir del tratamiento, la familia recibe algunas orientaciones sobre cómo proceder en situaciones específicas. Al final de esta sección, se verá más sobre el tema.

COLEGIO Y AMISTADES.

En cuanto el niño TDA convive apenas en su medio familiar, muchas de sus características reposan en estado de latencia. Demostraciones de que él es algo diferente ya fueron dadas para la familia, pero es al inicio de esta vida escolar que esas diferencias pueden revelar su potencial problemática. Hasta entonces, el niño contaba con la estructura familiar para organizarse y, además de eso, muchas de sus características hiperactivas y/o desatentas podrían no estar acarreando problemas, siendo hasta consideradas divertidas.

Dificultades mayores comienzan a surgir en el ámbito escolar cuando el niño es solicitado a cumplir metas y seguir rutinas, ejecutar tareas y ser recompensada o castigada de acuerdo con la eficiencia con que son cumplidas. Los padres y/o cuidadores y familiares ya no están presentes y no pueden cumplir tareas o facilitar las cosas para el niño. Él precisa comenzar a caminar por sus propias piernas. Piernas que hasta ese momento cumplían más las funciones de correr, saltar, chutar o incluso permanecer en reposo en cuanto su mente divagaba. Ahora no pueden correr en todo momento, como tampoco pueden quedar inmóviles. Deben caminar en direcciones determinadas, en tiempos establecidos y en ritmo compatible con los demás niños con los que irán a convivir casi diariamente. Las direcciones, tiempos y ritmos serán definidos por el profesor de turno que es orientado por objetivos hasta entonces diferentes de sus padres y/o cuidadores, pero cuyos propósitos ahora interesan sobremanera a éstos.

El niño TDA, con o sin hiperactividad, ahora precisa ajustarse a las reglas y la estructura de una educación continuada, en que hay cobro de desempeño. Muchas veces, experimentará dificultades en adecuarse a rutinas tan esquematizadas. El profesor que desconoce el problema puede acabar concluyendo que ese niño ese niño es irresponsable o rebelde, pues en un día puede estar productivo y participante, pero en el día siguiente simplemente no prestar atención a nada y no llevar a cabo los deberes. Acaba por atraer bastante atención del profesor, pero una atención un tanto negativa. Eso puede causar desaciertos en clase, ya que los otros niño percibirán el “clima” y podrán interesarse en la oposición entre profesor y alumno “problemático” que en sus tareas.

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El desempeño escolar del niño con TDA está marcado por las inestabilidad. Un examen a los boletines escolares o a los registros de profesores puede ilustrar bien el problema. En un momento, es brillante. En otro, inexplicablemente, no consigue aprender los contenidos ministrados. Tales momentos tan dispares, muchas veces, son bastante próximos en el tiempo. No es raro que se alternen de un día para el otro. La inestabilidad de atención es la causa de ese arriba y abajo en el desempeño. En el caso que el niño sea también hiperactivo, el problema puede agravarse, pues, además de la desatención, la incapacidad de mantenerse quieto en su pupitre le impedirá no sólo aprender, sino también conquistar y mantener amistades.

La impulsividad de ese niño puede llevarlo a fallos en el desempeño deseable para la delicada tarea de hacer amiguitos y mantener amistades. En algunos momentos, puede atropellar la actividad del grupo con frecuentes interrupciones o gestos bruscos, querer dominar los juegos e imponer reglas e insistir indelicadamente en la continuidad del juego cuando los compañeros ya están cansados. En otros momentos, puede parecer extraño, cuando se asquea rápidamente de los juegos y abandona un equipillo ya formado para hacer otras cosas, después de haber insistido tanto para entrar. O, entonces, cuando habla demasiado, las mayoría de las veces sin pensar, ofende a alguien o deja escapar algún secreto del compañero.

Hay controversias entre investigadores sobre el hecho de ser la impulsividad responsable de esas habilidades sociales o si el déficit en habilidades o inteligencia social sería un factor en sí, característico del TDA, independiente de la impulsividad. El hecho es que los niños TDAs (y adultos) parecen no leer correctamente las señales sociales emitidas por otras personas. Pueden continuar alargándose en un asunto que está desagradando a un amigo sin tener la menor noción de ese descontento. Pueden parecer groseros o maleducados, pero la verdad es que les falta la “iluminación” para percibir las indicaciones de otras personas. Cuando es advertido, sufre y vislumbra el error, no entiende como lo puede dejar pasar desapercibido, ya que realmente se preocupa con lo que los demás piensan y sienten. Él se siente inadecuado y su autoestima cae un poco más.

La desatención también puede traer problemas. Imagine una niña contando su paseo de fin de semana para la compañera que parece no estar ni ahí ni allá “atraviesa el samba” con un asunto que no tiene nada que ver. O entonces hacer un trabajito en pareja que dejó pasar un error bobo, porque, aparentemente, no fue cuidadosa.

Por otro lado, en muchos momentos nada será más emocionante que estar jugando con esa compañera. Después de todo, con él “no tiene tiempo malo”. Incluso en un lugar aburrido y en ausencia de juguetes, encuentra una manera de inventar varios juegos. De dentro de la cual “mollera” surgirán las más diferentes ideas y sugerencias o bien las historias más locas. Un poco más vieja, esa niña inventiva daría un excelente master de un juego de role playing.

Esa inventiva también puede manifestarse en la forma de resolución de problemas escolares. Un niño TDA puede salirse con un modo completamente diferente de resolver un problema matemático, por ejemplo. Dé el resultado esperado o no, el niño será ciertamente reprendido por no hacer los deberes según la norma. Y como prefiere hacer las cosas a su modo, puede ser considerado por el profesor poco inteligente u obstinado, o incluso desobediente. Aunque sea necesario que se aprenda a hacer las tareas de la manera como están establecidas, la creatividad del niño TDA puede ser estimulado en varios campos. Debe ser estimulado a aprender de la forma consensuada, pero tampoco precisa ser desanimado a nunca más intentar formas diferentes de resolver los mismos problemas.

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¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES Y CUIDADORES?

Existen medios de mejorar la convivencia y estimular buenos comportamientos en los niño TDAs, especialmente si fueran del tipo más hiperactivo/impulsivo. Las pistas a seguir son fruto de las investigaciones del psicólogo Sam Goldsteim y del neurologista Michael Goldsteim, ambos especializados en niños hiperactivos y desatentos.

El paso inicial para todos los padres y/o cuidadores es el conocimiento. Cuanto más estudiaran, se informaran y se educaran sobre el problema de sus hijos, más estarán preparados para lidiar con él de forma más apropiada. Después de todo, conocer profundamente el problema capacitará a los padres y/o cuidadores a entrever el mundo a través de los ojos de sus hijos. Conocer cómo se comportan, por qué y cuándo, saber principalmente lo que muchas veces deflagra comportamientos indeseables y tener en mente que muchas veces el niño no tiene la intención o conciencia de la inconveniencia de sus comportamientos, posibilitará a los padres y/o cuidadores actuar de forma preventiva y también controlar sus propios accesos de rabia en relación al niño (lo que es bastante común). Es importante que los padres y/o cuidadores tambiénse autoevalúen e identifiquen en sí mismos características de impulsividad y desatención (recuérdese, el TDA posee un fuerte componente genético) que puede dificultar la convivencia y causar fallos en el proceso de educación de los niños. La sabiduría popular tiene algo que decirnos sobre esto: dos picudos no se besan (o tres, cuatro, cinco...)

El paso siguiente es consecuencia del primero: saber diferenciar desobediencia y discapacidad. Una vez que los padres y/o cuidadores conozcan suficientemente bien el problema, serán aptos para distinguir cuando el niño está siendo desobediente y rebelde, o cuando, simplemente, no está consiguiendo controlar sus impulsos y hacer lo que ellos u otras personas responsables están pidiendo. Para el primer caso, los padres y/o cuidadores pueden señalar las consecuencias desagradables de que el niño no haga lo que se pide, y, en último caso, recurrir a los castigos (principalmente físico). Un ejemplo es el niño que no quiere hacer los deberes. Si la madre se comporta un tanto indiferente y dice: “muy bien, pero luego tú eres quien se lo va a explicar a la profesora, ¿verdad?”, el problema deja de ser de la madre y pasa a ser del niño. Ciertamente, éste pensará dos veces antes de realmente dejar los deberes de lado. Y, en caso de no hacer los deberes, tendrá alguna reprimenda en clase. Pero, si ese niño ni está consiguiendo hacer los deberes porque simplemente no consigue permanecer sentado o prestar atención, necesitará ser ayudado a desarrollar esas habilidades y ser recompensado a cada pequeño paso que consiga dar. El niño TDA está frecuentemente recibiendo castigos y verbalizacines negativas por acciones que todavía no ha aprendido a controlar, sin tener muchas veces la intención de ser desobediente u opositor. Obviamente, ese niño aprenderá a percibir el mundo como un lugar punitivo, restrictivo y controlador. De ahí, sí, podrá desarrollar comportamientos rebeldes y desobedientes en reacción a un ambiente hostil. Él oye centenares de veces frases como “deja eso”, “para con eso”, “no hagas eso”, “quita la mano de ahí”, “no muevas eso”, “sal de aquí”, etc. Oye varias veces sobre lo que no debe hacer, pero tampoco sabe el porqué no puede hacer aquello y lo que debería estar haciendo en su lugar. Resumiendo, es castigado por algo errado que no sabe bien qué es, ¡al tiempo que nadie le dice lo que debería estar haciendo entonces! Así, es extremadamente importante que los padres y/o cuidadores aprendan a dar órdenes positivas, que se verá un poco más adelante.

Castigar a un niño por un acto impulsivo, probablemente, surtirá efecto por algún tiempo. Pero, ciertamente, debido a la naturaleza impulsiva del acto, no pasará mucho tiempo hasta que vuelva a incurrir en el mismo error, y así será provocada la situación familiar en que los padres y/o los cuidadores se volverán regañones y el niño, temeroso o malhumorado.

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Para saber diferenciar cuando su hijo está siendo desobediente o cuando, simplemente, no está consiguiendo obedecer adecuadamente, es preciso que se observe atentamente su comportamiento. Si, por ejemplo, tiende a dejar la puerta de su armario abierta y, al ser advertido por usted, cerrarla, es porque está haciendo un esfuerzo para obedecer, aunque su distracción lo haya perjudicado a la hora de acordarse, por cuenta propia, de que debería cerrar la puerta. Es muy posible que vuelva a dejar el armario abierto en otras ocasiones a causa de su distracción, pero tenderá a atender a su pedido, aunque vaya refunfuñando y de mala voluntad. Por otro lado, si usted le pide que cierre la puerta de su armario y, después de asegurarse de que está atento, oyendo y comprendiendo lo que usted le pide y, aún así, no atender, entonces, puede concluirse que él estará siendo desobediente.

El siguiente paso es saber dar órdenes positivas. Eso va un poco contra lo que se aprende a hacer, de forma no espontánea, llevando un poco de tiempo y práctica hasta que se acostumbre. En general, destaca en el ambiente lo que desagrada, en detrimento de situaciones agradables. Si su hijo ha errado en algo, esto inmediatamente salta a los ojos, al tiempo que, cuando se está comportando del modo que se desea, se adopta una postura indiferente, o sea, porque tener compostura no llama la atención, o porte se parte de la presunción errónea de que hacer lo correcto es natural, obligatorio y lo debido, y, por tanto, no hay necesidad de incentivo ni de refuerzo especial. Así, un niño es constantemente reprendido, cuando no hace lo que se espera que haga, al mismo tiempo que no es elogiado, cuando hace lo que de él se espera. De ahí, usted puede imaginar la confusión que comienza a aumentarse en esa pequeña mente: “Todo lo que hago está equivocado, ¿pero qué será lo correcto?

Esa cabecita podría comenzar a recibir ayuda si los padres y/o cuidadores invirtiesen el patrón de procedimiento: ignorar los comportamientos indeseables (castigar es debido y eficaz, cuando sea adecuado y coherente) y destacar el comportamiento deseado.

Si, por ejemplo, su hijo está en un entra y sale de casa, justo en el momento en que se está limpiando el patio y deja un rastro mojado siempre que irrumpe puerta adentro, la reacción más probable será regañarle, ordenando que pare de mojar la casa o que pare de correr. Se está dando una orden negativa. Es muy probable que el niño TDA obedezca por un tiempo, hasta que se distraiga y su impulsividad dé nuevamente partida para otros entra y sale. Entonces se regaña de nuevo, y así sucesivamente, hasta crearse un clima desagradable. Como orden positiva, podría instruirlo sobre secar los pies en una bayeta, antes de entrar, o escoger jugar solamente del lado de fuera o apenas del lado de dentro, de una forma serena y no amenazadora. Una vez que se tenga establecido lo que se quiera del niño y se le haya dicho a él, en forma de instrucción positiva, es extremadamente importante que la recompense inmediatamente después de hacer lo que se quiere. Esa recompensa puede ser social (elogios, besos, decirle cuanto lo hace feliz, etc.) o no social (como pelotas, bombones o incluso un sistema de puntos que, acumulados, valdrán alguna cosa importante para el niño). La recompensa más positiva para la autoestima del niño es la de cuño social. Sin embardo, cuando se está intentando modificar algún comportamiento inconveniente, es importante que al inicio del proceso las recompensas sean no sociales, a causa de su carácter concreto e inmediato. O, mejor aún, vengan acompañadas por recompensas sociales. El punto neurálgico aquí, y que no puede ser olvidado, es que el niño debe ser inmediatamente recompensado, justo después de comportarse adecuadamente. Si eso no sucede y los padres y/o cuidadores olvidan ese importante detalle, el niño no conseguirá distinguir lo que debe y lo que no debe hacer, apenas temerá por lo que sabe que desagrada a los padres y/o cuidadores. Otro aspecto imprescindible es que el niño deberá ser recompensado en cada avance que haga.

Si, en el ejemplo citado anteriormente, él entra corriendo mojando la cocina y para antes de llegar a la sala, los padres y/o cuidadores deben recompensarle por ya haber dado el primer paso: “Estoy muy contento que esta vez hayas parado aquí por la cocina, espera aquí que voy a coger una galleta para ti.” Y así sucesivamente. No adelanta esperar que el niño va a

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conseguir de una sola vez comportarse perfectamente, si sus características de desatención e impulsividad estuvieran atrapándolo. No se puede exigir de un niño que, en un único salto, llegue a la cumbre de la escalera. Él podrá sentirse incapaz, soberbio y, peor, pasar a ser a propósito desobediente para luchar contra las exigencias, que en el momento le parecen difíciles o imposibles. Lo importante aquí es celebrar con él cada escalón que haya conseguido subir, estimulándolo a ir adelante. Nunca se debe olvidar que, para el niño TDA, elogios, incentivos y demostraciones de amor son el aditivo más eficaz para la gran cantidad de combustible que tiene, pero que era quemado inadecuadamente o infrautilizados, sea por las características específicas del comportamiento TDA, sea por la gran cantidad de reprensiones que oye y las sacudidas que son imputadas en su autoestima. Más tarde, las recompensas por los buenos comportamientos podrían ser espaciadas. Sin embargo, como se sabe que los niños TDAs no consiguen prorrogar por mucho tiempo la satisfacción de sus deseos, el sistema de recompensas solamente será positivo si fuera inmediatamente proporcionado después del buen comportamiento. Con el tiempo y la repetición, el niño comenzará a internalizar los comportamientos adecuados y no precisará ser reforzado siempre e inmediatamente. Más recuerde que, al principio, no adelanta decir que tendrá una recompensa de aquí a una semana. Para un pequeño TDA, ¡una semana es mucho tiempo!

El último paso es la continuación de los anteriores y su objetivo principal es siempre promover el éxito de los niños. Hábitos arraigados son difíciles de cambiar, pero no imposibles. Se trata de abandonar el patrón antiguo de valorar más las actitudes negativas del niño (él percibe perfectamente que llama más atención cuando hace algo errado) y cambiar a un patrón de siempre incentivar, reforzar y promover su éxito. Dé más atención a los buenos momentos. No deje pasar la oportunidad de recompensar inmediatamente a su niño, cuando se esté comportando adecuadamente, además, recompense siempre por los pequeños pasos que consiga dar en dirección al objetivo. Acostúmbrelo a querer el éxito, a perseguir el buen resultado. Muestre siempre cuánto lo ama y qué feliz está, ante cada pequeña cosa que consiga hacer. Él se esforzará por agradar a los padres y/o cuidadores, y en poco tiempo irá recuperando su autoconfianza o construyendo la que nunca tuvo.

¿Por qué se debe intentar ignorar los malos momentos y valorar los buenos? El hecho es que, cuando se hace lo contrario, se puede, accidentalmente, reforzar a los niños a que se comporten mal, aunque la intención no sea esta. A veces, los hijos están siendo enseñados a perpetuar aspectos desagradables, lo que no siempre es percibido por los padres. Por ejemplo, si un niño está gritando y tirándose para atrás porque quiere una cosa –un bombón- y su madre, comprensiblemente exasperada, le dá el bombón para que pare de importunarla, estará sin querer, eseñando a este niño a patalear otras veces, pues actuando así el niño consiguió lo que quería. Lo correcto aquí es esforzarse por ignorar el show del niño, de forma tranquilamente indiferente, pero firme, hasta que perciba que nada irá a conseguir. Y, cuando para con la pataleta, recompensarlo por estar quieto y entonces darle el bombón, diciendo que la próxima vez podrá conseguir lo que quiera si sabe pedirlo educadamente y espera con paciencia. Y recuerde siempre: alábelo por el éxito siempre que consiga dar algún pequeño paso en controlar sus accesos de impulsividad.

Usted también puede intentar modificar el ambiente de forma preventiva para evitar algunos acontecimientos desagradables, tales como mantener cerrada la puerta del armario que a su hijo le gusta “curiosear” y coger cosas que no debería. En caso de que la puerta estuviera abierta y el niño estuviera revolviendo, entonces precisará actuar de forma reactiva. Dé una instrucción positiva, “esta puerta tiene que quedar cerrada por tal o tal motivo” y recompense al niño cuando se aparte de allí. Recuerde siemrpe, la reprensión es necesaria en caso de desobediencia, cuando el niño sabe que no debería estar haciendo aquello. Y no debe ser banalizada. Reprimendas y palmadas constantes y por cualquier motivo pierden su efecto y hacen que el niño pase a considerar qué es usted quien está equivocado y está malhumorado, no aceptando ya su propia parte de responsabilidad.

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Estimule también la práctica positiva. Si su hijo tiene el “rabo entre las piernas” y deja la puerta abierta tras de sí, en vez de dar la instrucción negativa, “no dejes la puerta abierta”, dígale por qué es necesario que la puerta sea cerrada, cójalo por la mano y empiece a repetir otra vez la acción, acompáñelo y estimulelo a cerrar la puerta. Nunca se olvide de recompensarlo y estimularlo. Repita la operación algunas veces, de forma tranquila y evitando regañar. Si repite insistentemente ese comportamiento, siempre que el niño olvide cerrar la puerta, después de algún tiempo irá internalizando el acto de cerrar la puerta e irá a hacerlo naturalmente. Es necesario ser paciente y seguir el ritmo del niño. Altunos aprenden más rápidamente, otros más lentamente. Sea siempre coherente y constante. Diga siempre el porqué de que el niño esté actuando equivocado y dígale qué y cómo hacerlo, en vez de decir solamente lo que no debe hacer. Sea constante y actúe siempre de la misma forma, no desista o pierda la paciencia. Y, claro, esto ya lo sabe: ¡recompense a cada pequeño paso! Promueva el éxito de su pequeño TDA.

Cuando fuera necesario el castigo, por la evidente desobediencia, también sea coherente y constante: si dijera que va a castigarlo, hágalo realmente. Decir no es hacer será interpretado por el niño como señal de que nada pasará. Y haga lo que realmente diga que hará. Por ejemplo, una semana de castigo debe durar una semana. Acortar el período porque el niño está haciendo pataletas, cada de llanto o siento a propósito un “ángel” tendrá el efecto de mostrarle al niño que puede controlarlo y manipularlo. Entonces, va a aprender de forma nefasta a manipular en vez de aprender que hay consecuencias desagradables para su inadecuado comportamiento. Y, después de cada representación, dé la oportunidad a su niño de nuevamente repetir aquél comportamiento hasta acertar. Precisa saber por qué está siendo reprendido y lo que es correcto hacer.

Muéstrele que nuevas oportunidades de acertar serán siempre dadas de buen grado e ¡incentivelo a aprovecharlas siempre!

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CAPÍTULO 5: TDA Y VIDA AFECTIVA

Los últimos románticos: emoción en exceso y escasez de razón... Como decía el poeta: “A amar sólo se aprende amando.” Y es exactamente eso lo que se debe aprender al amar o ser amado por alguien con TDA. Es verdad que tal cita vala para cualquier tipo de relación amorosa, sin embargo amar a una persona con comportamiento TDA puede exigir maestría y gran habilidad en el arte de amar, una vez que las relaciones amorosas, en estos casos, acostumbran tener la misma intensidad de los loopings de las montañas-rusas americanas. La imagen figurativa es exactamente esta, después de todo puede suceder en esas relaciones en un espacio de tiempo tan corto que los amantes pueden llegar al punto de dudar de la realidad de los hechos. Amar a un TDA puede significar tener su vida al revés en pocos minutos. Como se vio anteriormente, las tres principales características del comportameitno TDA son la desatención, la hiperactividad y la impulsividad. La forma de amar también estará influenciada por esa tríada de intensidad variable. Pero una cosa es cierta: en todos los casos sobra emoción y casi siempre falta razón. Mentes inquietas parecen no poseer ningún pequeño espacio que sea para abrigar la vieja y cansada amiga RAZÓN. Un TDA con hiperactividad física e impulsividad se parece a un gran “tornado” apasionado. Es capaz de conocer a alguien, apasionarse perdidamente, casarse, pelearse, odiar, separarse, divorciarse y volver a casarse; todo en menos de un mes. ¿Exagero? Es así, tal vez estas personas sean los “últimos románticos del litoral atlántico” (Lulu Santos) o aún los exagerados que se arrojan a sus pies con mil rosas robadas (a la Cazuza). Tienden a sentir todas las emociones de modo mucho más intenso de lo que la mayoría siquiera puede imaginar. Cuando se apasionan, están realmente apasionados, toda su atención se vuelve para se sentimiento sin que puedan controlar tal impulso, quedan litarlmente ciegos de pasión. Ese estado de ceguera es descrito por Fabio, comerciante de automóviles, 35 años: “...como un estado de estrés permanente. Mucha gente se estresa con sus problemas de trabajo, responsabilidades, cuentas a pagar, esas cosas... pero se refieren al amor como el puerto seguro donde recargan las baterías. Para mí siempre es muy diferente. ¡Yo me estreso con todo que mencioné y también com mis relaciones amorosas! No consigo controlar El impulso, la necesidad misma, de fundirme com la mujer que amo. Y si Ella no entiende eso, y generalmente no entiende, el problema es grande. No recargo las baterias con la mujer que amo... Cuando estoy com Ella, mis baterias entran em corto circuito y sueltan chispas... ¿Conoce aquella recomendación: no tire las pilas al fuego? Bien, yo simplemente no consigo sacarlas de allí.” Ya que los TDAs que no poseen tanta hiperactividad física e impulsividad tienden a apasionarse por la antigüedad, transforman el objeto de pasión em um ser idealizado. Son capaces de invertir horas y horas de sus dias pensando em el ser amado, em poesias em las que Le dirá cómo y cuánto la vida será perfecta a su lado. Aman intensamente, en el interior de sus mentes, pero no consiguen poner em práctica todas las cosas que viven en sus pensamientos. Muchas veces sus parejas ni siquiera saben o imaginan que son objetos de tan nobles sentimientos. Felizmente, toda esa emoción tiende a transformarse em poesias, obras literárias o músicas. Un clásico ejemplo de esa forma de amar, de una persona con comportamiento TDA (predominantemente desatento), puede ser apreciado en los inmortales versos de Fernando Pessoa: Quien tenga dos corazones Me haga presente de uno Que yo ya fui dueño de dos

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Y ya no tengo ninguno Dame besos dame tantos Que enredado en tus encantos Preso en tus abrazos Yo no sienta mi propia vida Ni mi alma ave perdida En el azul amor de todos los cielos Botón de rosa niña Cariñosa, perqueñina Cuerpo de tentación Ven a morar en mi vida Dá en ti tierna guarida A mi pobre corazón Cuando paso um dia entero Sin sin ver a mi amorcito Cúbreme un frio de enero En el junio de mi cariño. (Fernando Pessoa) En realidad, los problemas en las relaciones afectivas de las personas con TDA comienzan a aparecer y causar grandes malestares después de la fase de pasión. Es muy fácil apasionarse por un TDA, el gran desafío es traspasar la explosión inicial y establecer una relación afectiva duradera de crecimiento y respeto mutuo.

Las características del comportamiento TDA que pueden traer mayores dificultades dentro de una relación íntima son:

• Olvido, distracción y desorganización:

La inestabilidad de atención es el síntoma más importante y distintivo en la vida de estas personas. Está claro que eso trae para ellos muchos problemas personales y cotidianos, como retrasos frecuentes, pérdida de papeles importantes, llaves, etc. Cuando esos problemas comienzan a suceder dentro de la relación afectiva, pueden aparecer serios conflictos, pues la desatención del TDA puede volverse muy irritante para su pareja. La esposa de un TDA puede quedar muy decepcionada al ver a su marido olvidar fechas importantes o encuentros señalados con antelación o incluso sublevada por no ser oída durante una cena o sobre decisiones de su vida profesional. Está claro que eso genera, a largo plazo, rabia y dolores que van a contribuir a una actitud despreciativa de la pareja del TDA para con éste, y una actitud de retraimiento del TDA que tenderá a huir de esa relación. Esa situación puede volverse un círculo vicioso en que la relación se volverá insoportable para ambos.

• Falta de control de los impulsos:

Los impulsos en los TDAs pueden presentarse de varias formas: por medio de explosiones afectivas, no comer, hablar, trabajar, jugar, hacer el amor, comprar o consumir drogas. Sea cual fuera la forma en que tales impulsos puedan manifestarse, traerán siempre situaciones de malestar personales y grandes conflictos conyugales.

¿Se imagina casado con alguien que revienta los posibles límites de descubierto o de las cartillas de crédito o que trabaja un mínimo de 14 horas por día y, al llegar a casa, continúa haciendo los trabajos de la empresa?

Tales actos impulsivos acostumbran despertar en la pareja una tendencia a interpretarlos como actos egoístas, narcisistas e incluso infantiles. En gran parte, esos adjetivos sería correctos si no se supiese que el TDA actúa así en función de una alteración neurobioquímica que tampoco está bajo su control. A él generalmente caben la culpa y el

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arrepentimiento de haber fallado más de una vez en la tarea de pensar antes de actuar y, como consecuencia, haber creado nuevos problemas para sí y dolor y rabia para su pareja.

• Necesidad de estimulación constante:

La mayor parte de los individuos con TDA tienen fascinación por buscar nuevos y fuertes estímulos. Y como si sus vivencias cotidianas tuviesen que acompañar el ritmo acelerado e inquieto de su cerebro, que ya fue llamado por John Ratey –un especialista norteamericano en TDA- de cerebro ruidoso.

La búsqueda de estímulos fuertes puede darse de varias maneras: practicar deportes radicales, realizar negocios arriesgados, crear discusiones exaltadas, participar de varios proyectos simultáneamente, conducir a alta velocidad, tener fascinación por las motos, salir hasta a las tres de la madrugada para comprar un libro o tomar un café. Vale todo para huir del tedio y mantener la vida a un ritmo acelerado y excitante.

Como en las relaciones afectivas, mucha acción puede ser sinónimo de confusión. Muchas veces los cónyuges se sentirán traicionados, rechazados o incluso agotados con tanta emoción.

• Dificultad de comunicarse afectivamente:

De un modo general, personas con un funcionamiento TDA tienen dificultades de expresarse. Eso ocurre, en parte, por la velocidad con que su cerebro procesa los pensamientos, en función de su hiperreactividad al mundo externo e interno. Cerebros con TDA atienden a diversos estímulos externos al mismo tiempo que crean historias en su mundo interno. Ese torrente de pensamientos acaba por crear una disparidad entre su modo de pensar y su manera de expresarse. Se sabe que la lengua hablada o la escrita son la forma de expresar lo que se piensa. Siendo así, la persona con TDA siempre presentará dificultades en una de esas expresiones o en ambas. En el caso de la escrita, podrá haber palabras, sílabas o letras repetidas, omitidas o incluso cambiadas. Con relación a la lengua hablada, la situación puede volverse un poco más complicada, pues se sabe que la comunicación verbal es la base de todo el proceso de socialización del ser humano. La gran dificultad del adulto con TDA en sus relaciones afectivas es conseguir hablar de manera organizada aquello que siente por su pareja. Muchas veces la velocidad de su pensamiento le impide hablar lo que es fundamental para hacerse comprender. Cuando piensa en lo que va a hablar, otro pensamiento sucede al anterior tan expresiva que acaba por olvidar lo que de hecho le importaba decir.

Otro aspecto que vuelve la comunicación afectiva tan difícil es la baja autoestima que casi siempre acaba traicionándolo, impidiendo que diga lo que siente de verdad, bajo pena de sentirse rechazado y no amado. Tal vez sea ese su mayor temor afectivo.

Esos problemas de comunicación derivados de su ya citada baja autoestima tienen inicio en su infancia. Son niños malinterpretados y generalmente etiquetados de forma peyorativa como “rebeldes”, “raros”, “perezosos”, “tontos” o “malos”. A partir de ahí, las relaciones afectivas primarias (con familiares y cuidadores) comienzan a presentar muchas desavenencias, culpas, acusaciones y agresiones. En la vida adulta, todas esas dificultades irán a influenciar la comunicación verbal en las relaciones afectivas: muchos adultos con TDA tenderán a callarse por miedo a provocar conflictos y/o tenderán a decir todo lo que les venga a la cabeza con una gran dosis de agresividad. De cualquier forma, ambas maneras de reaccionar a un diálogo emocional tendrán como consecuencia la no resolución de los conflictos esenciales de la relación.

A esta altura, debe estar pensando: “Haré todo lo posible para no enamorarme de un TDA”. O si usted piensa que es uno de ellos debe estar aterrado pensando: “¿Dónde encontrar una pareja que pueda comprenderme y ayudarme en esa que parece ser una lucha de titanes, que es hacer que alguien con TDA tenga una relación afectiva razonablemente estable y feliz? Pues bien, a lo primero respondemos: no es nada fácil quedar inmunes a los encantos seductores de los TDAs. A los propios debemos prevenir que la tarea no es fácil, pero está lejos

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de ser imposible. La clave está en escoger una persona especial que guste de la gente, con sus virtudes y sus limitaciones.

A la pareja pido que lea con mucha atención y cariño la pequeña lista de claves que hicimos a lo largo de todos esos años atendiendo TDAs y sus parejas. Sugerimos que cada uno lea individualmente y después relean juntos con mucha calma. El objetivo principal de las claves es contribuir para el establecimiento de una forma mejor de comunicación en las relaciones afectivas con los TDAs.

Discrepe, debata, reflexione, piense, repiense, pero no deje de intentar practicar, por lo menos algunas de ellas.

HELAS:

1. Informese lo máximo que pueda sobre su funcionamiento TDA. Sólo así usted podrá comprender que muchas actitudes suyas no son provocadas intencionalmente por su pareja y sí por la propia inestabilidad de su funcionamiento. Eso ayuda mucho al TDA a no quedar culpando a la pareja por sus errores o insatisfacciones. A veces estará de mal humor o angustiado por su manera de ser, pero sabe que eso pasa, si usted busca algo útil e interesante para hacer. No caiga en la artimaña fácil y previsible de colocar sus motivaciones, angustias, alegrías, tristezas o fracasos bajo la responsabilidad de su relación afectiva, pues nadie en el mundo tiene el poder solo para hacer a usted feliz o infeliz.

2. Intente colocarse en el lugar de su pareja. Recuerde que cada persona tiene su manera de ser. Respete su forma para que él pueda hacer lo mismo en relación a usted.

3. Sea sincero en su relación. Oiga con atención. A veces, su visión de los hechos puede estar distorsionada por su hipersensibilidad.

4. Reserve un tiempo al día para quedar solo con sus pensamientos y no se olvide de explicar a su pareja que eso es muy importante para su equilibrio. Eso va a fortalecer su estructura interna.

5. No tenga miedo de ser rechazado por ser sincero. Para un TDA, una relación afectiva sólo tiene oportunidad de exíto si él se siente amado de hecho, con sus cualidades y limitaciones.

6. Procure tener un mínimo de organización en su relación. Pequeñas cosas darán a su pareja la seguridad que él precisa para saber que usted está atento a él. Un telefonazo durante el día, o cena acordada, la lectura compartida de un diario de domingo, etc. Con el tiempo, el hábito dará buenos resultados.

7. No diga “si”, cuando quira decir “no”. Si no tuviese la voluntad de ir a una fiesta del trabajo de él o ella, no vaya, pues su impulso reprimido podrá acabar por volver el compromiso bastante desagradable para ambos.

8. No cree peleas sólo para tener motivos de salir con amigos o da una vuelta por ahí. Sea sincero y explique que eso, a veces, sucede con usted en períodos de mucha inquietud, y que esas salidas calman la agitación de su mente.

9. Siga su tratamiento médico y estimule a su pareja a participar de él, creando complicidad y mejorando el entendimiento.

10. Intente entender que siendo TDA, muchas veces, usted se verá envuelto por impulsos seductores, que, en realidad, sólo representan la búsqueda inmediata de un nuevo estímulo; por eso mismo, piense al menos tres veces antes de partir para un juego de seducción.

11. Tenga la humildad de permitir que el más organizado de los dos afronte las responsabilidades financieras de la casa. Si usted no consigue controlar talones de cheque,

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cartillas de crédito, cuentas de luz, gas, teléfono, etc., deje que su pareja administre todo hasta que usted se sienta capaz de comenzar a contribuir.

12. Cree el hábito de hacer elogios a su pareja. Eso hará que se sienta presente en sus pensamientos y lo estimulará a hacer lo mismo. ¿Usted sabe cuanto puede levantar un elogio el año de un TDA? ¡Muchísimo!

13. Cuidado para no “contagiarse” con problemas afectivos de casas de amigos. Concéntrese en resolver los conflictos de su relación y no tome parámetros externos para ese fin.

14. Nunca utiliza el hecho de ser TDA como disculpa para fracasos afectivos, pues el conocimiento de ese comportamiento, aliado a una voluntad verdadera de mejorar como persona y a dos, puede rendirle mucha capacidad de comprensión en una relación.

Algunas claves muy valiosas también pueden ser observadas por las parejas de los TDAs. Aquí, vale destacar que, según las estadísticas, los hombres son más propensos a tener TDA que las mujeres. Siendo así, el cónyuge de un TDA será más probablemente una mujer. Una “sobrecargada” y “solitaria” mujer. Mientras tanto, las sugerencias proporcionadas abajo son válidas para ambos sexos.

1. No se culpe por el TDA de él. Usted puede ayudar a su pareja a buscar ayuda, auxílielo en su organización particular, intente hacer la vida más fácil para él. Mientras tanto, no es su misión “rescatarlo”. No sea omnipotente, por más frustrante que eso pueda parecer, usted no puede hacer que el comportamiento TDA de él desaparezca, así como no se puede hacer que la diabetes o la hipertensión arterial de una persona se pierda como por arte de magia. Usted no es responsable del trastorno de él, ni él de los suyos. Si usted está sintiéndose culpable por las tristezas y frustraciones de él, no vaya por ese camino y no permita que los otros intenten llevarlo con frases o pedidos del tipo: “sea más tolerante”, “no cuesta dar un poco de fuerza”, “si uste lo ayudase mas...”

2. No encubra los errores del TDA. La parejas de lso TDAs tienden a asumir el papel de “celadores” de la familia, principalmente si fueren mujeres, una vez que culturalmente estas son más bien tolerantes con sus maridos e hijos. Ellas cogen papeles por el suelo, calcetines perdidos, documentos olvidados, recuerdan todas las fechas importantes en la familia, pagan todas las cuentas y limpian los cafés, sorbetes y jugos derramados. Recuerdese que ningún ser humano es incompetente, tenemos una naturaleza que nos permite aprender todo con la experiencia de la vida. No caiga en el error fácil de pensar que controlar y asumir todas las responsabilidades d e su compañero le da “poder” sobre él. Vivir integramente par administrar la vida de otro puede traerle la sensación de ser esclavo particular de alguien y eso trae resentimientos y acaba por no beneficiar a nadie. Tenga su vida propia, deje las tareas de él de sus hombros. Escoja sus responsabilidades de acuerdo con las consecuencias. Así, usted puede escoger pagar el coste del teléfono, pues, en caso contrario, eso traerá problemas para ambos. No mande cartas de aniversarios para los padres de él. Si lo desea, mande usted las suyas en su nombre. Resista la tentación de recoger las ropas de él del suelo. Actuando así, quedará menos resentida y le dará la oportunidad de aprender con la experiencia de vida cotidiana.

3. Dese más atención a usted. Los compañeros sentimentales de TDAs siempre reclaman sobre el egoísmo o el narcisismo de ellos. En verdad, eso, muchas veces, no es más que una autoconcentración, o sea, frecuentemente están tan absortos en pensamientos, ideas e imágenes que bombardearán sus mentes, que se olvidan del mundo a su alrededor. Esa desatención es muy difícil de ser aceptada por los compañeros del TDAs. Recuerde que eso no es contra usted, a fin de cuentas, él tiene un déficit, o mejor, una inestabilidad de atención. Dése más atención e intente colocarse en primer lugar, por lo menos en su vida profesional y personal. Sin rencor, dolor o culpa. Eso será sano para ambos.

4. No permita abusos. Como vimos, algunos TDAs pueden tener grandes dificultades en controlar sus impulsos verbales y a veces físicos. Abuso verbal o físico no se puede tolerar en ninguna relación. TDA no puede ser disculpa para eso. Como un adulto, su pareja TDA debe aprender a lidiar con la rabia y la frustración de una manera aceptable. Si él no consigue

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contener sus impulsos, necesita ayuda de un profesional. Insista para que busque ayuda médica.

5. Busque apoyo. Las parejas de los TDAs muchas veces tienden a sentirse aislados y solitarios, frente al tiempo que la vida de ellos toma de la suya. Si usted tiene dificultad en cambiar ese engranaje vital, busque apoyo. Los centros especializados en tratamientos de TDAs cuentan en sus equipos con personas que orientan a sus parejas en ese sentido y los ayudan a reconducir su vida personal, social, afectiva y profesional de una manera más agradable y saludable para ambos.

6. Valore y reafirme las pequeñas victorias. No se olvide: su pareja no es sólo su trastorno. Incluso dentro de su comportamiento TDA, tiene cualidades que no deben ser olvidadas. Ser pareja de un TDA puede ser muy agotador, como ha se dijo; sin embargo, no deje al agotamiento encubrir las cosas buenas que él haga o intenta hacer por usted. Converse con él y explíquele que usted también aprecia los elogios y regalos. Una conversación cariñosa con un TDA puede surtir grandes efectos positivos. No se olvide de que la hipersensibilidad es una de sus características. En ese aspecto, algo que merece destacarse es lo que se llama “concentración equivocada”. Un buen ejemplo de eso es cuando su marido TDA le da una sorpresa y le regala ropa de moda, pero que usted sólo podría usar si fuese veinte años más joven, o sea, cuando ustedes eran novios. O todavía la obsequia con una cesta de chocolate, olvidándose de que su colesterol está altísimo. Cuando eso ocurre, y ocurrirá varias veces, no pierda el humor, a fin de cuentas pocas personas en el mundo cometen errores tan graciosos. Y no se olvide que él pensó en agradarle; mientras, su concentración estaba en el lugar errado (equivocados).

Intente reírse de la situación, no se quede herido. Estimulelo a intentarlo otras veces. Con el tiempo él acabará acertando.

TDA Y DEPENDENCIA DE PERSONAS

Los TDAs tienen una tendencia a dependencias en general. Esa dependencia muchas veces puede manifestarse en el uso de drogas y medicamentos. En tales casos, se verifica que casi siempre el consumo de ciertas sustancias acostumbra ocurrir, como consecuencia, de un cerebro que busca, de manera incesante, calmarse, organizarse o incluso manifestarse de manera más efectiva o estructurada, en relación consigo mismo o con los otros. Y es en ese aspecto de relacionarse con el (los) otro (s) que se inicia, desde muy pronto, el desarrollo de relaciones que tendrán como tónica la dependencia de personas, ya que desarrollar una relación de dependencia con alguien es, generalmente, un factor de estructura para el TDA. Y si se considera que cualquier relación basada en la dependencia no trae buenas consecuencias –afectivas o profesionales,- es posible entender que la gran dificultad de los TDAs es la de relacionarse. Está claro que para todas las personas, TDAs o no, establecer relaciones saludables e independientes es importante, sin embargo, para el TDA ese factor es primordial para su estabilidad personal, que siempre irá a manifestarse en mayor aprovechamiento de su potencial productivo. Si recordamos que la hipersensibilidad y la hiperreactividad son características del comportamiento TDA, se puede pronto imaginar o incluso constatar el gran estrago que relaciones de ese tipo pueden causar. Las relaciones de dependencia de personas TDAs pueden ser clasificadas de tres maneras genéricas:

• Dependencia Activa. • Dependencia Pasiva. • Dependencia Enmascarada.

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Esa clasificación es empírica y fruto de nuestra observación clínica diaria, en contacto con el sufrimiento afectivo de los TDAs. Sufrimiento que siempre trae intensos y angustiantes problemas cotidianos. La clasificación se basa en el origen de la formación emocional de esos individuos, que comienza en la infancia, pues es justamente ahí que se inicia toda la base de nuestra estructura interna que, a su vez, será el terreno sobre el cual nuestra autoestima irá a asentarse, sea para crecer saludable, sea para mantenerse frágil y dependiente de referencias externas, que , por ser externas, estarán siempre sujetas a variaciones imprevisibles. Para que quede más claro, imagine que la autoestima sea una aplicación financiera que está totalmente vinculada a variaciones de las bolsas de valores mundiales. Pronto se constata que, como una gran inversión financiera, en ese tipo de aplicaciones, nuestra autoestima sufre gran riesgo de ser rota y aniquilada de manera temporaria o, quien sabe, para el resto de la vida.

Siendo así, la estructuración interna irá a determinar la autoestima de cada uno de

nosotros. Ésta, a su vez, determinará la capacidad individual de cada uno para reaccionar a las dificultades de la vida, principalmente, en el área emocional.

DEPENDIENTES ACTIVOS

El adulto TDA, que irá a desarrollar ese tipo de dependencia de personas, habría sido un niño que tuvo su estructuración emocional iniciada en un ambiente (familia, escuela y comunidad) insegura, que acabó por despertarle miedos racionales o irracionales contra los cuales se vio impelido a enfrentarse. Partió de la premisa de que podría cuidar de sí y de las personas más frágiles a su alrededor, a su manera y, cuando fuera necesario, se valdría de su impulso, incluso de forma agresiva, para defender a los débiles y oprimidos, inclusive él mismo. En realidad, vistiose de superhéroe y acabó por creer que su fuerza estaba en su ropa y no dentro de sí.

Y claro que ese niño creció y sus atribuciones aumentaron en la misma proporción de su cuerpo. En cuanto a su ropa, hizo de todo para estirarla, pero está claro que ya no era suficiente para esconder todos sus miedos e inseguridades. Es ahí que cae en otra “trampa”, intenta sustituir la ropa vieja y apretada por objetos externos (coches importados, relojes y bolígrafos de diseño) o relaciones. Todo tiene que estar bajo su control: los objetos y, principalmente, las personas.

En cuanto a las relaciones, el héroe será visto relacionándose con personas a las cuales pueda controlar. La regla básica es: “déjeme cotrolar todo, pues así me siento seguro”. Son generalmente los TDAs que alcanzan gran éxito en el trabajo (empresarios, ejecutivos y políticos), pero tienden a centralizar todo en su persona y con eso acaban por sobrecargase. El estrés, seguido de cansancio físico y mental, es inevitable con ese funcionamiento, el TDA puede producir relaciones afectivas y profesionales desastrosas para ambos lados. Principalmente para él mismo, pues la sobrecarga, muchas veces, puede generarle estados depresivos en los cuales se verá como una persona explotada por los otros y pensará que esas personas sólo están a su lado por lo que él puede ofrecer y no por él mismo. Eso perjudicará su ya frágil autoestima, creando un círculo vicioso de autodesprecio e inseguridad. Sus compañeros (afectivos o profesionales), a su vez, atravesarán momentos de rabia; a fin de cuentas, todo controlado acostrumbra alimentar sentimientos hostiles por sus controladores, acabando por generar resentimientos, acomodaciones y muchas maniplaciones en la relación. En determinado tiempo el controlado puede no saber más si ama, depende o precisa del controlador. El resultado final será casi siempre la quiebra de esa relación, que sólo podría ser salvada si ambas partes tuviesen comprensión y voluntad verdadera de revertir ese juego de cartas marcadas.

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Fabiana, veterinaria, 37 años, fue una niña TDA hiperactiva, criada en un ambiente que no le proporcionó seguridad. Sentía que el padre, aunque extremadamente amoroso y cuidadoso, carecía de “seriedad”. Estaba siempre bromeando, intentando desviar el foco de los asuntos serios y así minimizarlos. Aunque todavía no supiese definirlo muy bien, sentía que el padre no enfrentaba los problemas y, por tanto, se adaptaba, no haciendo frente, a pesar del enorme potencial que todos sentían en él. Hoy se tortura con eso, pues absorvió del padre la misma disposición despreocupada y humorística y cree que eso la desvía del afrontamiento de situaciones más serias. Lo que no sabía, y comenzó a elaborar en su proceso de terapia, es que, en verdad, siempre estuvo dolorosamente consciente de todos los problemas por los que pasó y estaba pasando, pero busca activamente olvidarlos a través de pasatiempos pueriles que sólo hacen aumentar su sentimiento de culpa y compararse con su padre, “el don-nadie bonachón”. La madre es vista por ella como una persona melindrosa, un tanto infantil, que no se hurta de teatralizar y recurrir a mal disimulados chantajes emocionales para conseguir atención o cuando es frustrada en algo. Aunque el mimo de su madre –después de todo es una forma de amor que no deja de ser controladora,- Fabiana se exaspera cuando ésta se descontrola porque quiere hablar por teléfono y otro miembro de la familia está ocupando la línea. Por causa de eso dice que está pasándolo mal, arroja varios objetos sobre el terreno y amenaza con romper no sólo el teléfono, sino también otros bienes de la familia. “Es una amenaza de represalia, es absolutamente infantil y no consigue dejar de sentir rabia. Sé que no puedo contar con ella, ni con mi padre. Ellos son los que precisan de mí.” Y, así, asumiendo la posición de cuidadora y punto de equilibro de la familia, va posponiendo el momento en que podría dejar la casa de sus padres y vivir su propia vida, perjudicando así su privacidad, independencia y hasta incluso su relaciones amorosas. Lo que Fabiana todavía no consigue admitir conscientemente es que ella es dependiente de ese ambiente y de esa relación familiar. Asumir la posición de “racional” en su familia le proporciona la estructura que precisa para organizarse y sentirse en el control de algo. La estimulación constante proporcionada por sus familiares, las peleas, los problemas, siempre la dejan en posición de timonel de un navío en mar revuelto. Eso la concentra y llena todo su tiempo, desviándola de pensar largamente en sus propios problemas y cuestiones, en trazar objetivos para sí misma y luchar por ellos. Si esa demanda surge en una relación amorosa, inmediatamente se siente amenazada. Antes de que eso suceda, lucha para asumir el control de la relación, forzando sutilmente a su compañero a desarrollar una relación de delicada dependencia, consiguiendo, así, decidir desde la frecuencia con que se verán, hasta lo que harán, creando una estructura que reproduce, en sus relaciones amorosas, su dinámica familiar, y al mismo tiempo no se siente amenazada por exigencias de esa relación amorosa. Cuando no está a vueltas con una (familia), está con otro (novio); nunca, con ella misma. Si por acaso le sobra algún tiempo, se vuelca en pasatiempos sin contenido. Finalmente, “después de tantos disgustos, en casa, en el trabajo, con el novio, es preciso quedarse un tiempo sin pensar en nada serio”. Lo que intenta impedir todo el tiempo es la sensación de estar siendo, tal vez, adaptada como su padre, y la impresión de que debería estar estructurando su propia vida y no la de su familia o la de su novio. Así, se guarda de lanzarse al fuego y la duda sobre si sería capaz o no de organizarse en torno de objetivos que no tiene tiempo de trazar para sí misma.

DEPENDIENTES PASIVOS

El TDA que desarrolla dependencia pasiva con las personas fue un niño que, probablemente, tuvo su estructuración emocional iniciada en un ambiente en que sus cuidadores tenían tendencia a sobreprotegerle. Así, siempre que surgía un problema, éste era resuelto pronto, sin que él pudiese actuar por iniciativa propia. En las pocas veces que ese niño intentó actuar solo, sin que sus cuidadores lo supiesen, tuvo su iniciativa severamente criticada. Con el paso de los años, eso hizo que ese niño crease el hábito de no tener iniciativas y, en consecuencia se acomodase, sea por hábito, sea incluso por el miedo y malestar que sentía, cuando recibía duras críticas. Así, acabó optando por callarse y esperar que los otros hiciesen por él todo aquello que viniese a precisar. Vestido con la piel del patito feo y creyendo que ese ropaje era eficaz contra sus inseguridades, miedos y críticas. Evidentemente el niño creció y ahora su ropa de patito feo no es más aceptada ante los cobros de la vida. Se trata, ahora, de

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un adulto sin cualquier estructura interna y autoestima para hacer frente a las adversidades. Su seguridad está nuevamente fuera de sí, precisa de compañeros afectivos y profesionales que le digan donde y cómo hacer sus atribuciones. La inseguridad, que ya era grande, ahora es mayor que la estatua del Cristo Redentor que el ve todos los días en el camino para su trabajo. Entonces, esos TDAs acaban por volverse personas de suceso limitado, pues son incapaces de ejercer todo su potencial. En el trabajo, en la familia, en el contacto social, necesitan de alguien que les dé las instrucciones correctas. Sus relaciones se vuelven muy agotadoras para ambos lados, pues las personas pasivas necesitarán de personas activas que les muestren el camino, pero tendrán mucho miedo de perder esas personas y tenderán a escoger compañeros no por afecto, sino por necesidad de dirección.En cuanto a los compañeros, al principio pueden gustar de la idea de dar las cartas, pero después de algún tiempo, van asentirse sobrecargados y usados por el dependiente pasivo. El resultado también será la quiebra de esa relación o la permanencia en este pato de infelicidad.

Luana es profesora de portugués, tiene 34 años, pero nadie le echa esa edad. No sólo porque el tiempo y la genética la favorecen, sino también porque su forma extremadamente frágil hace que las personas le atribuyan como mínimo 10 años menos. Su habla es baja, el tono es agudo e infantil. Cuando está sola, divaga y sueña despierta, como una típica TDA soñadora. Cuando alguien se presenta para conversar, Luana, invariablemente, inicia un discurso en que, hasta sin querer, o por ya estar condicionada, da demostraciones de su fragilidad y dependencia. Coge un anzuelo en cualquier asunto y dice indirectamente cuánto quiere ser cuidada. Si hace buen tiempo y se habla en la playa o en la piscina, ella habla sobre su resfriado: “Desgraciadamente, no voy a poder meterme en la piscina...” y qué débil está sintiéndose. Pide consejos sobre cualquier cosa, con preguntas del tipo “¡0h!, qué puedo hacer, ¿eh?” y su discurso está lleno de diminutivos: “oidito”, “estoy tristoncilla hoy”, etc. Después de algún tiempo, crea un malestar en la persona con quien está conversando, que pasa a sentirse sobrecargada, además de sentirse culpable por desear terminar la conversación. Luana contó en terapia que una de sus amigas tiene el coraje de decirle abiertamente eso, en una ocasión en que preguntó a esa amigo por qué nunca conseguía afirmarse en la vida amorosa. Su amiga le dijo que podría asustar a las personas, en la medida en que casi nadia se sentía capas de dar cuenta de tanta dependencia. Infantilmente, Luana tomó esa observación como “bronca” y pasó a creer que su amiga no gustaba más de ella. En terapia, comenzó a elaborar más sus sentimientos y fue percibiendo cómo, muchas veces, reaccionaba como una niña malhumorada y no aprendía de los consejos que ella misma pedía repetidamente a los amigos. Obviamente, tiene a interesarse y apasionarse por personas controladoras, a quienes admira, pero sin intentar absorver algo de ellas. Sólo que, incluso los hombres más controladores, no se sienten cómodos en el papel de cuidadores a tiempo completo. Ellos acaban huyendo. Su vida profesional es apenas una imitación. Enseña en un colegio privado y gana poco. Su último novio le preguntó por qué nunta había hecho oposiciones para magisterio, o incluso para cualquier otra área que exigiese nivel superior. Ella se pregunta, hoy, sorpendida: “Eso mismo, ¿por qué no?” Aparentemente, Luana nunca pensó en otra salida. Principalmente en las salidas que exigiesen iniciativa y elección. Continuaba pasando los días por inercia. Pero ahora está preparándose para varios concursos. No puede salir de casa de los padres y hasta hoy es tratada como adolescente, inclusive prohibiéndosele hacer algunos proyectos o llegar después de cierto horario. Hoy, considera su ambiente familiar como siendo, al mismo tiempo, causa y consecuencia de su funcionamiento emocional. Creció siendo controlada, pero como no reaccionaba, incluso después de adulta, abrió la puerta para que sus padres y hermanos fuesen volviéndose cada vez más directivos. Hoy en día, va a la conquista de la independencia financiera como la salida más lógica para ese callejón sin salida, y está haciendo por dónde. La cuestión más importante a trabajar en terapia es el hecho de, una vez conquistado su objetivo, conseguir librarse de su dependencia afectiva también. Sin precisar de otras personas que señalen la dirección, que la lleven de la mano.

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Una observación muy importante es que la dependencia pasiva o activa no es un funcionamiento estanco. En el día a día de nuestra práctica clínica, podemos observar que la gran mayoría de las personas alterna entre esos dos estilos, dependiendo del contexto o de las personas que se tienen al lado. Un TDA que desarrolla relación de dependencia afectiva activa con su familia puede funcionar en un estilo de dependencia pasiva en su trabajo o en la convivencia con amigos, por ejemplo. Los únicos tipos menos flexibles que podemos identificar, y que son minoría, serán descritos en el próximo tema. DEPENDIENTES ENMASGARADOS (“EGOÍSTAS”) Éste es un tipo disfrazado de dependiente. Cuando niño, presentó una historia de vivir en un ambiente que no le daba seguridad. Se sentía desamparado, principalmente por ver en sus cuidadores comportamientos no sólo omisos, sino también de desajustes patológicos (vicios, enfermedades mentales, como esquizofrenia, psicosis maníaco depresiva, etc.). Los comportamientos de los cuidadores eran vistos por ese niño como incapaces y hostiles. Por eso resolvió tomar las redes de su propia vida buscando realizaciones externas para conferirle seguridad. Sin embargo, no alimenta el sentimiento de responsabilizarse de sus familiares, una vez que las alteraciones del comportamiento de estos no fueran vistas como fragilidad o enfermedad. Para él, eran solamente adultos débiles y hostiles. Vistió entonces la peor de todas las ropas: la indiferencia. Pensó que así seguiría su vida, tendría éxito profesional y no tendría vida afectiva. A fin de cuentas, ¿quién necesita personas problemáticas cerca? De ese tipo son los adultos que alcanzan gran éxito en sus vidas profesionales, desde que podían ejercer sus tareas en forma solitaria. Si son obligados a desarrollar convivencia en grupo, acaban por fracasar por total imposiblidad de relacionarse con equipos de trabajo. En cuanto a las relaciones afectivas, no hay de qué hablar, pues no llegan a existir de hecho. Lo que puede haber es un rudimento de relación en que se establecen reglas rígidas por el enmascarado, para que la convivencia con alguien nunca se vuelva una relación verdadera. Es muy difícil encontrar una pareja que acepte tales límites. Si eso ocurre, se establece una convivencia formal y con pocas probabilidades de ocurrir cambios que puedan contribuir para la seguridad emocional de ambos. Julio es un típico representante de ese grupo. TDA hiperactivo/impulsivo. Abogado de éxito, es un adicto al trabajo confeso a los 29 años. Nacido en una familia de clase media baja, a la que define como desestructurada. Probablemente, la desestructuración vista por él era la enfermedad de su padre, que sufría de Trastorno Bipolar del Humor (anteriormente llamada Psicosis Maníaco-depresiva). Su madre tenía frecuentes crisis depresivas y era bastante quejosa. Para él, no pasaba de una “débil”. El padre, un “incapaz”. Los dos se escondían detrás de sus enfermedades, en su opinión. Muy pronto, aprendió a reprimir el llanto y a resolver sus propios problemas. Sentía que no podía contar con los padres para nada, aunque ya comienza a admitir que les dio pocas oportunidades. No perdonó las primeras faltas de los padres y no quiso pagar para ver si había otras. Autodidacta, escaló posiciones y adquirió conocimientos solo, estudiando en buenos colegios públicos, venciendo las peleas exasperadas de perversas relaciones a la candidatura vacante, muchas veces estudiando en el garaje, ya que sus familiares no respetaban o no comprendían su necesidad de aislamiento. Fue favorecido con una capacidad fantástica de concentración. Hoy, mantiene una distancia de la familia definida por él como “segura”. Insiste en no auxiliar a los padres o hermanos más jóvenes. “no puedo cargar en mis hombros el resultado de la indolencia de ellos” refiere. Se justifica diciendo que “...estaría perpetuando la patología de la familia. He oído por ahí que no se debe dar el pez, sino enseñar a pescar. Pero ni eso tengo voluntad de hacer. Ni eso tuve, ¡alguien que me enseñase a pescar!” Está comprometido hace siete años, pero no ve con buenos ojos la perspectiva de casarse. Podría considerar tal posibilidad, pero sólo si su novia estuviera de acuerdo en vivir en casas separadas. Su novia

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forma parte de su estilo de vida, pero no de su vida, afectivamente hablando. Insiste que ella sea independiente y lo incomoda la perspectiva de que alguien cuente con él o precise de él para alguna cosa. Los gastos de la pareja se dividen exactamente por la mitad. Hijos, ni pensar. Buscó tratamiento porque había sentido una incómoda falta de concentración. Está ansioso con la proximidad de las oposiciones en el área jurídica. En su opinión, ése es su único problema de momento. Se siente infeliz, pero no sabe por qué. En una hoja cualquiera yo dibujo un sol amarillo, y con cinco o seis rectas es fácil hacer un castillo. Recorro el lápiz alrededor de la mano y me hago un guante, y si hago llover, con dos rayas tengo un paraguas. Si una gota de tinta cae en un pedacito azul del papel, en un instante imagino una hermosa gaviola volando en el cielo. Va volando, bordeando la inmensa curva Norte y Sur, voy con ella viajando a Hawai, Pekín o Estambul. “Acuarela” (Toquinho)

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CAPÍTULO 6: ¿QUÉ TIENEN LOS TDAS QUE LOS OTROS NO TIENEN?

Ideas, sensaciones y emociones que no pueden ser cuantificadas: la cuestión de la creatividad...

Cuando se piensa en TDA, pronto viene a la mente la imagen de un cerebro en estado de “caos”, que ocasiona en la vida de sus portadores una existencia marcada por distracciones, bombardeo constante de estímulos venidos de todas direcciones, incapacidad de distinguir hechos relevantes frente a los irrelevantes, inquietud intensa e impulsividad fuera de control. Ante esa visión restringida, se puede tener la idea errónea de que todo TDA estaría condenado al fracaso escolar y el fracaso en la vida, principalmente en el área social y profesional.

Pero es justamente ahí que surge una cuestión, como mínimo, intrigante: ¿Cómo explicar entonces el hecho de que TDAs brillantes estén presentes en las más diversas áreas profesionales? Y, más áun, ¿qué decir sobre la genialidad incuestionable de Mozart, Einstein, Henry Ford, Leonardo da Vinci, Van Gogh y muchos otros que presentaban y presentan un funcionamiento TDA innegable?

Muchas teorías han sido elaboradas con el intento de dilucidar la aparente inexplicabilidad del éxito obtenido por personalidades con comportamiento TDA en los más diversos sectores del conocimiento humano. Desgraciadamente, la ciencia no tiene una explicación exacta para ese hecho; incluso porque el funcionamiento cerebral humano no sigue ninguna lógica aritmética previsible. A fin de cuentas, ideas, sensaciones y emociones no pueden ser cuantificadas, bajo pena de dejar de ser características humanas inmensurables.

En este terreno tan empírico, una cosa es cierta, el funcionamiento cerebral TDA favorece el ejercicio de la actividad humana más trascendente que existe: la creatividad. Si entendemos creatividad como la capacidad individual de ver los más diversos aspectos de la vida bajo un nuevo prisma y entonces dar forma y cuerpo a nuevas ideas, se notará que la mente TDA, en medio de la confusión resultante del intenso bombardeo de ideas, es capaz de entender el mundo bajo ángulos habitualmente no explorados. Así, cuando un TDA piensa, por ejemplo, en la palabra azul, él es capaz de accionar un sistema visual derivado que, a partir de ahí, hace posible ver el mar, cielo, ocio, calma, descanso, paz, naturaleza, romance, música tranquila, sol , calor, y así por delante. Ese pensamiento derivado de aspecto visual muchas veces es responsables de estados confusos y desatentos, pero, por otro lado, es capaz de intensificar, de manera bastante favorable, el proceso de creatividad.

No es sólo la hiperactividad mental la que favorece el proceso creativo en los TDAs. Otros aspectos de ese funcionamiento cerebral deben ser destacados: la impulsividad, el hiperfoco y la hiperreactividad.

La impulsividad es responsable de escoger una idea entre millares que circulan por el cerebro de esas personas. Sin el impulso, una idea no podría encarnarse en una acción creativa. ¿Qué sería del automóvil si Henry Ford no hubiese tenido el impulso de transformar su idea en una creación de hecho? De esa manera, se puede entender el impulso como el medio de transporte más eficaz para que las ideas comenzaran a salir del plano virtual para el real.

El hiperfoco puede ser definido como la capacidad que un TDA posee de hiperconcentrase en determinadas ideas o acciones. Parece estraño hablar de hiperconcentración para personas que son designadas como portadoras del déficit de atención, pero, como ya habíamos mencionado anteriormente, preferimos usar el término “inestabilidad” de atención y no déficit. Eso porque un TDA puede alternar estados atencionales de manera radicalmente intensa en función del tema o asunto en cuestión. Movidos por un impulso pasional, los TDAs son capaces de permanecer horas y días hiperconcentrados en una

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determinada idea, posibilitando, de esa manera, la realización de un proceso creativo hasta su punto final –la obra creativa-, la materialización de la idea crativa inicial.

La hiperreactividad es responsable de la capacidad de la mente TDA en no parar nunca. Se trata de una hiperreactividad que esas mentes poseen en “ligarse” a todo al mismo tiempo. De esa forma, el cerebro TDA funciona como una antena parabólica que gira todo el tiempo, captando simultáneamente los más diversos estímulos del mundo externo. Es como si el mundo le fuese interesante e incitante todo el tiempo. Por eso es tan común observar TDAsen situaciones del tipo: leyendo un libro mientras ve la TV y haciendo observaciones coherentes sobre una conversación familiar que está sucediendo a su alrededor.

El gran poeta Fernando Pessoa ilustra de manera irreparable ese hecho en uno de sus poemas, al afirmar: “El mundo de tan interesante que es, llega a doler, rechinar, asquear, cortar, rozar... tal vez yo sienta demasiado...”

La hiperreactividad externa (en relación al mundo) puede ser aliviada cuando el TDA intenta colocarse en ambientes más tranquilos y, por eso mismo, menos excitantes. Sin embargo, existe otra hiperreactividad, la interna, que parece no tener fin.

Ésta, como su propio nombre indica, ocurre en el interior del universo mental del TDA. Una vez que su mente está siempre reaccionando a sí misma, piensa y repiensa todo el tiempo. Tal cual un volcán fuera de actividad, un TDA puede presentarse calmado y tranquilo externamente pero, por dentro, se mantiene agitado e inquieto.

Tanto la hiperreactividad externa como la interna son responsables de un estado de inquietud mental permanente, que acaba por mantener toda una red de pensamientos e imágenes en actividad intensa, propiciando así el proceso creativo de los TDAs.

Antes de proseguir es fundamental que sean establecidos algunos conceptos. Cuando se destaca que el funcionamiento TDA propicia la creatividad, se está infiriendo que estas personas, en su gran mayoría, son seres creativos. Sin embargo, no todos serán creativos. Lo que pretendemos enfatizar aquí es la importancia de que el proceso creativo sea concluido, o sea, iniciarse en la idea o pensamiento creativo y finalizarse en la obra creativa. Como ejemplo de lo expuesto, destacamos el hecho de Graham Bell. Él partió de una idea creativa: hacer posible la comunicación de personas que se encontraban distantes unas de otras. Y siguió hasta el punto final de ese proceso, que se constutuyó en su obra creativa: el teléfono. A través de ese enfoque, se puede afirmar que Graham Bell más que un ser creativo. Le cabe el status merecido de creador.

Exactamente en esta dialéctica “creativo X creador” se encuentra el mayor de todos los desafíos para un TDA. La mágia está en hacer productivo y completo todo ese mecanismo. La mayoría de los TDAs se pierde en medio de ese camino, disipando su energía en varios frentes, en vez de canalizarla en un único objetivo cada vez. Se verá más adelante que el centro del tratamiento de esas personas consiste en descubrir y organizar un proceso de transformar ideas en hechos, tal cual salir de la inercia a la acción. A fin de cuentas, es eso lo que distingue a los individuos creativos de los creadores.

TDA, CREATIVIDAD Y HEMISFERIO DERECHO

En 1990, Alan Zametkin (del National Institute of Mental Health) constató que había una “danza” bioquímica diferente en los cerebros de personas TDAs. Sus estudios abrirán las

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puertas para un entendimiento más acertado, científico y, principalmente, justo, para millares de personas que, en vez de ser correctamente identificadas y tratadas, eran “discriminadas” por la desinformación del comportamiento TDA. A través de un examen llamado PET-SCAN –una especie de tomografía cerebral sofisticada que utiliza material radiactivo-, Zametkin puede valorar el metabolismo cerebral, durante la realización de tareas que comprobaban la atención y la vigilancia en individuos con comportamiento TDA. El observó una reducción en la captación de glucosa radiactiva en el cerebro de esas personas. Conociéndose que la glucosa (azúcar venido de los alimentos) es la principal fuente de energía de las células cerebrales, teniéndose que la reducción de su aprovechamiento significa una disminución en la actividad energética de los cerebros TDAs. El dato más importante en ese estudio fue la constatación de que la reducción metabólica era mayor en la región frontal del cerebro –la parte del cerebro a la que los legos llaman “frente”. Considerándose que el lóbulo frontal es el gran “filtro” inhibidor del cerebro humano, se puede entender que muchos de los síntomas TDAs surgen por una reducción parcial del lóbulo frontal en bloquear y filtrar estímulos o respuestas inapropiadas llegadas de diversas partes del cerebro con el objetivo de elaborar una acción apropiada en el comportamiento humano. Así, si el filtro “falla”, la acción final será más intensa o precipitada de lo que debería ser. De ahí la impulsividad y/o la hiperactividad en el funcionamiento de ese cerebro tan sin freno como veloz.

Con relación a la atención ocurre el mismo proceso: sin un filtro eficiente, la mente TDA es invadida por una avalancha de estímulos que acaban por desviar su foco de atención en todo instante. Por todo eso es que acostumbramos decir que los cerebros TDA andan a 200 Km/h, en cuanto los demás se mantienen en los permitidos 80 km/h.

En estudios posteriores realizados por H.C. Lou, éste llegó a las mismas conclusiones de Zametkin sobre la disminución del flujo sanguíneo (marcado con glucosa) en las regiones frontales de los cerebros TDAs. Sin embargo, los estudios de H.C. Lou aumentaron un pequeño y fundamental detalle, demostrando que la reducción de la captación de glucosa radiactiva transportada por el flujo sanguíneo era mayor y mejor definida en el hemisferio derecho que en el hemisferio izquierdo del cerebro.

Esa pequeña diferencia puede ser decisiva para explicar el funcionamiento TDA como un todo tanto en sus aspectos más difíciles cuanto en sus aspectos más prodigiosos y creativos, como veremos más adelante.

Actualmente, muchos investigadores llegan a afirmar que el PETSCAN sólo tiene un valor complementario en el proceso diagnóstico de un individuo con historia personal de TDA, si la reducción del flujo sanguíneo estuviera restringida a la región frontal del hemisferio derecho del cerebro. Confesamos tener mucha simpatía por esos estudios, además porque en nuestra práctica clínica hemos solicitado como rutina el examen denominado SPET (examen muy parecido al PET-SCAM, ya que este es, todavía, de restringida disponibilidad en Brasil) en pacientes con historia clínica positiva para TDA y podemos observar, entonces, que los pacientes que presentaban correlación más fidedigna entre la historia personal de TDA y el resultado del SPET eran justamente aquellos en cuyo examen era evidenciado un déficit de flujo sanguíneo en la región frontal del hemisferio derecho del cerebro.

La correlación reciente entre TDA y la región frontal derecha evidenciada por tomografías sofisticadas crea un terreno favorable a que se piense en la existencia de una asimetría funcional entre los hemisferios derecho e izquierdo en el cerebro de esas personas. Eso sucedería por el hecho de presentar el lóbulo frontal derecho una reducción en sus actividades inhibitórias, posibilitando, de esa forma, una actividad aumentada en todo el lado derecho o, por lo menos, en todas las áreas del hemisferio derecho que tienen conexión directa o indirecta con la región frontal de este mismo lado. A través de esas dos posibilidades

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intentaríamos justificar algunas vertientes del comportamiento TDA, enfatizando su capacidad creativa a partir del raciocínio y sus tomas de decisiones, ambos mecanismos alimentados y endosados por el combustible de la intensa red emocional de la mente TDA.

Antes de proseguir, nos gustaría dejar claro que las hipótesis sobre el hiper funcionamiento cerebral de los TDAs, a partir del lóbulo frontal derecho, responsable de su capacidad creativa de base emocional, son abordajes exploratorios de base empírica, derivadas de nuestra práctica médica diaria y, por eso mismo, lejos de constituirse en certeza absoluta sobre tan desafiante tema. Está claro que alimentamos la esperanza de que puedan volverse verdades comprobadas con los descubrimientos científicos, que vendrán con el tiempo. De momento, no podemos impedir que nuestro impulso médico-científico seleccione tales ideas, con el objetivo de comprender y explicar, por lo menos en parte, la tan fascinante creatividad “irracional” del mundo TDA.

HEMISFERIO DERECHO LA VISIÓN DEL CONTEXTO EN EL TEXTO DE LA VIDA

El cerebro humano, como se sabe, está compuesto por dos grandes partes llamades hemisferio derecho y hemisferio izquierdo, separados por una estrutura neurológica llamada cuerpo calloso, que sería una especie de puente, haciendo posible la comunicación entre los dos lados cerebrales. Desde los primeros estudios realizados, a partir de la sección del cuerpo calloso, analizando así el funcionamiento por separado de los dos hemisferios, además las pesquisas actuaban sobre el cerebro como un todo funcional, a partir de la integración harmoniosa de los dos lados, los científicos vienen esclareciendo, cada vez más, las funciones que caben, preferentemente, en cada uno de los hemisferios y la participación de ambos en el mantenimiento de la eficacia cerebral. El hemisferio derecho presenta algunas capacidades que llevan a conceptualizarlo como el hemisferio del contexto, o sea, posibilita tener una visión general del mundo. Ya el hemisferio izquierdo ofrece una visión más detallista. De esa manera, se puede infereir que el lado izquierdo del cerebro escribe el texto de nuestras vidas y el lado derecho se encarga de contexto de esa historia. En su libro La mente correcta, Rober Omstein nos dice “la visión general del hemisferio derecho puede incluir la comprensión del organismo de una discusión ; la comprensión de las asociaciones necesarias para entender una broma; la reunión de expresión facial, tono de voz e información textual para entender lo que otra persona quiere decir; o creatividad y gusto por la literatura”. Así, cuando ocurren perturbaciones en ese hemisferio, la visión global del individuo también estará alterada, llegando en algunos casos a abalar profundamente los fundamentos de su vida mental. Cuando suceden lesiones adquiridas (accidentes, isquemia por falta de circulación sanguínea, traumatismos cerebrales, etc.) en el hemisferio derecho, la capacidad de inferir, de entender con rapidez y de actualizar el entendimiento de una situación, de comprender lo que pasa alrededor y lo que se debe hacer está alterada, pudiendo ocasionar graves modificaciones en el raciocinio. Por otro lado, en caso de que haya un exceso de activación del hemisferio derecho, sucederá toda una exacerbación de los procesos citados arriba. Eso puede ser exactamente lo que ocurre con los cerebros TDAs. Siguiendo esa línea hipotética, observamos que, por tener una visión contextual (global) exacerbada, los TDAs tendrían toda una gama de pensamientos alternativos que los llevarían a ver la vida bajo un nuevo foco, creando, así, el terreno ideal para el ejercicio de la creatividad. Es como imaginar el mundo bajo una visión miope. Tómense las gafas y todo cambia de enfoque. Tal vez habría sido así como pintores impresionistas, como Monet, revolucionaran el mundo de la pintura colocándola bajo una nueva óptica de trazos, colores y sentimientos.

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Cabe aquí una pequeña observación sobre el sistema educacional que, en occidente, carece de un abordage contextual. El más clásico ejemplo de ese abordaje es la enseñanza de las Matemáticas. Gran parte de la información ofrecida en esa disciplina está totalmente desconectada del contexto de nuestras vidas cotidianas. Cuando no hay esa conexión, la información aprendida se pierde rápidamente, volviéndose apenas una memorización temporal e inútil. Ese hecho no ocurre apenas en Matemáticas, sino prácticamente en todas las disciplinas del currículo estudiantil. Tal explicación puede llevar a la comprensión del hecho de que mentes TDAs brillantes hayan presentado una vida académica en el umbral de la mediocridad.

LÓBULO FRONTAL: EL PORTAL DE LA MENTE

Cuando era niño, oía a los adultos decir que San Pedro era el portero del cielo. Me quedaba horas imaginando aquel señor alto de barbas blancas que miraba para cada uno de nostros por algún tiempo y, más tarde, emitía su veredicto: “Vas al cielo” o “Vas al infierno”. Muchas veces intentaba descubrir lo que San Pedro pensaba sobre mi comportamiento. Al final, tendría que irse a algún lugar un día y es obvio que quería su “punto” de vista liberando mi acceso al cielo. Sonreía, acordaba,varias veces con su sonrisa larga abriéndome la puerta del paraíso y eso me hacía sentir muy bien. Se van muchos años, mas confieso que aquella imagen siempre me viene a la cabeza en momentos de decisiones. Sonrio y tengo saludabe del tiempo en que Sao Paulo me ayudaba a organizar todo mi aparato mental en la búsqueda de soluciones que calmarían mi corazón. Ya van muchos años, pero confieso que aquella imagen siempre me viene a la cabeza en momentos de decisiones. Sonrío y tengo añoranza del tiempo en que San Pedro me ayudaba a organizar todo mi aparato mental en la búsqueda de soluciones que calmarían mi corazón. Esta claro que tuvo una educación católica que acabó por influenciar bastante mis tomas de decisiones. Sin embargo, ¿qué tiene que ver todos eso con los TDAs y su coplejo comportameitneo? A través de los años fui desarrollando una interesante casi obsesión sobre el comportamiento humano y acabo por depararme como el lóbulo fronta. Este fue considerado una región cerebral sin micha importancia en el pasado, llegando incluso a recibir denominaciones despreciativas como el “lobo de nada”. Eso porque lesiones ocurridas en su interior no se manifestaban en pérdidas corporales visibles. Lesiones en el lóbulo frontal frecuentemente no eran acompañadas de pérdidas motoras (parálisis o hemiplejias) que tanto llamaban la atención en los pacientes que sufrían lesiones en el lóbulo parietal. Hoy, sin embargo, la historia comienza a cambiar de manera radical. El inerés por el lóbulo frontal munca fue tan grande como ahora, y todo eso porque las investigaciones le apuntan como la “estrella” mayor del comportamiento humano. Intento contener el entusiasmo que las revelaciones de los estudios sobre ella me han causado. A riesgo de decir que el lóbulo frontal es el portal de la mente humana, y como tal, es el gran maestro dle comportamiento de cada uno de nosotros. El San Pedro del universo mental, caso que quiera dar su satisfacción a mi universo infantil. Primeramente, es importante entender que la mente es algo mucho mayor y más complejo que la estrutura cerebral en sí. La mente está constituida por un inmenso “banco de imágenes” distribuidas por todo el cerebro. Lo explicaremos mejor: un organismo sólo es detector de una mente cuando posee la capacidad de general imágenes internas y de utilizarlas de manera organizada para la formación de pensamientos. Los pensamientos, a su vez, tienen la capacidad de unirse en la búsqueda de un objetivo común. De aquí se obtendrá, entonces un raciocinio por un proceso de selección, cuyo resultado será una toma de decisiones reflejada en un comportamiento.

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Tener comportamientos o acciones inteligentes no significa tener mente. Solamente los organismos que presentan el procesamiento cognitivo (basado en la capacidad de pensar) poseen una mente. Es importante referir que incluso los pensamientos relativos a palabras u otros símbolos (como notas musicales) también se constituyen en imágenes representativas, una vez que palabras, frases, textos y sonidos existen bajo la forma de imágenes en nuestra mente. Las acciones individuales y sociales tendrán siempre como objetivo la supervivencia, sea en el plano literal (vida y muerte), sea en el metafórico (aspecto emocional). Siempre estamos buscando tomar decisiones que puedan ser beneficiosas a cada uno de nosotros individualmente. Para eso, es necesario un inmenso repertorio de conocimiento sobre el mundo externo y sobre lo que sucede en nuestro mundo interno (nuestro cuerpo y cerebro). Ese conocimiento viene del procesamiento organizado de las imágenes mentales. Sin embargo, el cerebro humano retiene todo su conocimiento de forma fragmentada, esto es, las diversas partes que componen uel conocimiento se encuentran espacialmente distribuidas en varias áreas del cerebro. Así, para que el engranaje del pensar y actuar para funcionar de manera satisfactoria, es necesario que la atención y la memoria seleccionen y almacenen informaciones para que el conocimiento adquirido en forma de imágenes sea utilizado a lo lardo del tiempo y pueda ayudar en la predicción de hechos futuros y el planeamiento de acciones a partir de esas suposiciones. Otro aspecto fundamental en la toma de decisiones en los seres humanos es la participación de las emociones y de los sentimientos en ese proceso. Las emociones despiertan reacciones físicas en todo el cuerpo (taquicardia, reacciones viscerales, contracción muscular, etc.) que son transmitidas al cerebro y conducen a la elaboración de imágenes mentales en forma de sentimientos. Esos sentimientos elaborados en el cerebro podrán despertar buenos o malos recuerdos que resultarán en reacciones específicas en cada ser humano, frente a una determinada situación.

Las emociones desencadenan, así, reacciones instintivas venidas del cuerpo y reacciones cognitivas en el cerebro, a través del sentimiento que no es más que el pensamiento en forma de imagen, iniciado en el proceso emocional. Así debe ser considerada la enorme influencia que las emociones ejercen sobre el comportamiento humano.

Por consiguiente, podemos afirmar que las acciones humanas son fuertemente influenciadas tanto por las emociones cuanto por la razón.

LÓBULO FRONTAL: EMOCIÓN Y RAZÓN.

El lóbulo frontal se presenta como una región muy especial en la modulación del comportamiento humano, esto es así porque en esa área se cruzan sistemas neurales responsables de la razón y de la emoción.

FRONTAL ventromediano

Dorsolateral

somatosensorial

IZQUIERDO

DERECHO

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OCCIPITAL

Según estudios realizados por Antonio R. Damasio (Universidad de Iowa), habría tres regiones en el lóbulo frontal que estarían comprometidas directa e indirectamente con el proceso del pensamiento, toma de decisiones, emociones y sentimientos. La región frontal ventromediana, cuando está dañada, altera tanto el raciocinio para tomas de decisiones cuanto las emociones y sentimientos, especialmente en los campos social y personal En esa región ocurriría, entonces, un cruce entre razón y emoción.

La región somatosensorial, localizada en el hemisferio derecho, cuando está dañada, compromete también el raciocinio y toma de decisiones, y las emociones y sentimientos. Sin embargo, algo más se altera con el daño de esta región: los procesos de señalización básica del cuerpo (las señales venidas de nuestro cuerpo, como taquicardia, temblores, sudores, contracción muscular, etc.).

Y, por fin, la región dorso-lateral, cuyo daño también irá a acarrear compromiso del raciocinio y toma de decisiones, siendo, sin embargo, de otra forma. La alteración observada con el daño de esa área sería un compromiso de operaciones cognitivas generales o específicas (habla, números, objetos del espacio).

En el caso específico del TDA, las dos primeras reginos ejercen una influencia mayor. Discurriremos un poco más detalladamente sobre ellas.

Si consideramos el lóbulo frontal derecho, región de mayor interés en el funcionamiento TDA, veremos que esa área recibe, en su parte llamada ventromediana, señales llegadas del cerebro de contenidos racionales (pensamientos) y sentimentales (parte racional de las emociones) y en su parte llamada somatosensorial, contenido emocional (instintivo) llegado de las señales corporales.

Si partimos de la hipótesis de que el lóbulo frontal derecho sea hiponuncional en los TDAs, podremos considerar las siguientes situaciones:

1. La cantidad de pensamientos y sentimientos venidos de diversas áreas cerebrales llega en mayor número y con mayor intensidad en esa región, en función de que la acción filtrante (moduladora) del lóbulo frontal derecho esté disminuida. Así, se tiene lo cognitivo y lo emocional exacerbados en la vuelta de decisiones de los TDAs.

2. El aumento de los procesos cognitivos crea una gama más amplia de posibilidades de razonamiento que puede ser responsable del gran potencial creativo de los TDAs. Con eso, se amplían las posibilidades de soluciones para un determinado problema.

3. El aumento de los procesos emocionales puede constituirse en un factor favorable para la toma de decisiones, a pesar de existir una creencia predominante sobre el hecho de las emociones entorpezcan en la toma de decisiones acertadas. La influencia positiva de las emociones en las acciones de los TDAs se puede dar, a nuestro modo de ver, de tres maneras:

3.1. En el proceso imaginativo –como si al imaginar, situaciones no existentes de hecho, los TDAs activaran todo un proceso en el lóbulo frontal que conducirá a un conocimiento “virtual” o “simulado”, que podrá servirle en situaciones reales futuras.

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3.2. En el uso de la intuición. Muchas veces, la atención de los TDAs despierta emociones y sentimientos sin que ellos tengan conciencia de esto. Por eso, repetimos que el término déficit de atención es, como mínimo, inapropiado. Los TDAs son capaces de atender a varias cosas al mismo tiempo, pero sólo se dan cuenta de eso cuando hacen una hiperconcentración, que llamamos hiperfoco. Las señales llegadas de esa atención dispersa de los TDAs son registradas por el cuerpo y el cerebro y acaban por constituir una influencia oculta (en forma de memoria inconsciente) en las acciones de los TDAs. Esa influencia puede manifestarse de forma atractiva o aversiva. En ese sentido, muchas decisiones intuitivas de los TDAs pueden conducirlos por caminos correctos o apartarlos de caminos errados sin que tengan control consciente de esos hechos. Hoy, sabemos que la capacidad de tomar decisiones intuitivas es un ingrediente esencial en el proceso de creatividad humana.

Einstein se constituyó en un ejemplo típico de esas dos características TDA (“como si” e intuición). Cierta vez él llegó a afirmar: “Mi éxito se debe mucho más a mi imaginación y a mi intuición que a mi conocimiento técnico.”

3.3. Y, por fin, se observa que las emociones positivas en forma de pasión pueden llevar a los TDAs a una hiperconcentración instintiva (hiperfoco) sobre determinado conocimiento. Y es justamente esta capacidad de hiperfoco que crea en el TDA la persistencia necesaria para que su creatividad se exprese en creación.

Como se constata, razón y emoción exacerbadas en el lóbulo frontal derecho de los TDAs pueden constituir el gran diferencial positivo de esos individuos en el ejercicio de su capacidad creativa original.

Doy la vuela, salto la pared. Buceo en la oscuridad. Sarto de banda. En mi vida nadie manda no. Vuelo más allá de este sueño.

“De repente California.

(Lulu Santos y Nelson Motta)

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CAPÍTULO 7: POR DONDE EL IMPULSO ME LLEVA...

Los conquistadores, los accionistas, los artistas y los intérpretes...

Como ya se vió, existen tres tipos básicos de TDAs: TDAs predominantemente hiperactivos e impulsivos, TDAs con desatención predominante y los TDAs combinados (desatención e hiperactividad/impulsividad). A lo largo de los años, otras incontables distinciones no oficiales fueron hechas con el objetivo de entender las variaciones personales dentro de este vasto universo formado por millares de personas que presentan el comportamiento TDA.

Cuando nos viene a la mente la posibilidad de crear una clasificación más para las personas con TDA, tenemos el recelo de estar contribuyendo para que se incorporen más etiquetas a la vida de esos individuos. El problema con los rótulos es que, la mayoría de las veces, tienden a simplificar toda la complejidad existente en los comportamientos humanos.

En un esfuerzo explícito para entender la manera por la cual los impulsos de los TDAs pueden influir en el descubrimiento de su talento esencial y en la manera por la cual pueden llegar a una productividad personal, por medio de su correcta utilización, nos permitimos subdividir ese gran grupo en cuatro subtipos, según sus variaciones impulso-vocacionales.

Como en toda clasificación existente, las personas podrán encontrar simultaneidad y permutabilidad entre los subtipos presentados. Por eso se debe optar por la evaluación de las principales características en un momento dado en la vida de un TDA. Así, presentaremos los subtipos de nuestra clasificación:

Clasificación Impulso-Vocacional:

• Subtipo Conquistador;

• Subtipo Accionista;

• Subtipo Artístico y

• Subtipo Intérprete.

Al final de la descripción de cada subtipo, haremos algunos comentarios sobre las posibles acciones que deben ser adoptadas con el objetivo de establecer el camino más corto y eficaz entre el impulso creativo de un TDA y su materialización en forma de descubrimientos, acciones, audacias, obras artísticas o representaciones artísticas.

Debemos resaltar que, a nuestro modo de ver, todos los TDAs poseen, en mayor o menor intensidad, un impulso creativo en función de la manera diferenciada a través de la cual ven el mundo. Y, como ya se ha visto, el impulso acaba por seleccionar el área en la cual la creatividad irá a manifestarse. Fua a partir de ahí que pudimos identificar los subtipos citados.

Más que una nueva clasificación, la descripción de esos subtipos tienen el objetivo principal de establecer la orientación y dirección productiva de todo el proceso.

* EL CONQUISTADOR.

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Sin duda, la característica más destacada de este subtipo es su capacidad para abandonar viejos hábitos y abrir nuevos caminos. El impulso creativo se localiza en la búsqueda mental incesante de nuevas ideas, proyectos, descubrimientos, invenciones y emprendimientos. Los conquistadores están siempre centrados en lo que está por venir. Para ellos, lo mejor de la fiesta no está en los preparativos ni en la fiesta en sí misma y sí en la próxima, que ya “hierve” en su mente.

Probablemente, furon los vientos impulsivos de búsqueda los que condujeron a los grandes navegadores rumbo al Nuevo Mundo. En ese sentido, América es el ejempli idela de un descubrimiento visionario que tubo su inicio en las mentes fértiles de hombres TDAs que materializaron productivamente sus impulsos en un encuentro real y previamente imaginado.

El TDA conquistador es una persona con mucha energía mental y que posee un gran poder de idealizar nuevos caminos y posibilidades. Entre ellos se encuentran grandes arquitectos, científicos, ingenieros, físicos, médicos y muchos otros profesionales envueltos en la incesante búsqueda de nuevas y futuras perspectivas.

El gran problema para esos conquistadores es el hecho de tender a una insatisfacción constante. Para ellos hay siempre algo más interesante en la próxima curva del camino. Por eso mismo acaban, con frecuencia, desviándose de sus propósitos originales antes que puedan ser concluidos.

En función de eso, el conquistador debe siempre tener en mente las siguientes pistas:

1. Sus ideas precisan materializarse, bajo pena de no cumplir su función.

Con ese objetivo, intente dividir su proyecto inicial en etapas, eso le ayudará en el arduo proceso de conclusión. Piense también en la posibilidad de contar con la ayuda de otras personas que pueden no ser tan buenas en tener grandes ideas, pero que pueden ser bastante eficaces en concluirlas.

2. Intente relajarse de vez en cuando y aproveche esos momentos para analizar lo que ya construyó.

Buscar siempre es emocionante, pero puede crear una desagradable sensación de que todavía hay mucho camino por recorrer. Por eso mismo, el desánimo puede apoderarse de usted. Pare, vea todo lo que ya realizó, orgullézcase de eso y continue su construcción, evitando entrar en el círculo vicioso de reinventar todo el tiempo.

* EL ACCIONISTA

¡Acción! Ésta es la palabra de orden de un accionista. Su impuso creativo está localizado en el hecho de actuar todo el tiempo y gran parte de su energía está colocada en su cuerpo, que resiste de forma implacable contra cualquier tipo de inercia. A diferencia del conquistador, el accionista, vive fijado en los detalles existentes en el camino de conclusión.

En este subtipo se encuentran los profesionales llamados adictos al trabajo, los deportistas obcedados por su autosuperación y los apasionados en correr riesgos, principalmente físicos, en sus vidas cotidianas.

El accionista vive hiperenfocado en actuar dentro del área de actuación que su impulso eligió. Cuando ese hiperfoco es ejercido en forma de una actividad laboral, tiende a tener una

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gran aceptación social, ya que su funcionamiento acostumbra ser asociado a niveles de productividad fuera de lo común.

Eso puede generar una idea errónea sobre la capacidad productiva de los demás TDAs.

El enviciado en el trabajo (workaholic) es tan obcecado en actuar en el trabajo que puede, en verdad, prolongar sus tareas retrasando la conclusión de las mismas. Además de eso, tiende a atrofiar todos los demás sectores de su vida (personal, afectiva, social y familiar), lo que le puede rendir mucha culpa y remordimiento.

Por eso, el accionista no debe olvidarse de:

1. Administrar mejor sus horarios en el trabajo de manera que produzca más con menos tiempo y gasto energético.

Intente ser menos controlador. Al trabajar en equipo, deje que cada uno asuma sus responsabilidades. Hacer diferente no significa hacer peor, lo importante es el resultado final del trabajo. De esa manera, es posible dividir el éxito y también el fracaso, ayudando mucho a lidiar con las situaciones difíciles.

Recuerde: “Suelo que se sueña sólo, es sólo un sueño, sueño que se sueña junto es realidad”.

2. Imponerse límites.

Reserve tiempo en su agenda para el ocio, la familia y los amigos. Haga de eso un compromiso y cúmplalo con el mismo empeño dedicado a su trabajo.

3. Todo exceso tiene consecuencias.

Si usted es un adicto al trabajo, piense en la falta de identidad que usted podrá vivenciar, cuando su trabajo acabe o fuera interrumpido por alguna razón.

Si usted es un deportista profesional, recuerde que su vida es mucho más larga que su carrera. Reflexione en qué hacer después de ese período, pues su identidad personal no puede terminar con el declive de su fuerza física.

Si usted gusta de vivir peligrosamente, envolviéndose en situaciones de gran riesgo, recuerde que vivir bien es vivir con salud y libertad de ir y venir. Usted puede tener su vida acortada por un accidente o vivir muchos años con el malestar de alguna secuela física o mental (como parálisis, grandes quemaduras, falta de sensibilidad, depresiones, dolores crónicos, etc.).

* EL ARTÍSTICO

El TDA artístico es aquél cuyo impulso creativo irá a concentrarse en sus sentimientos y sensacions. La expresión donde la transmisión de esos sentimientos y sensaciones ganará crácter de concreción en la obra de arte manifestada en las diversas maneras: música, pintura, escultura, poesía, dramaturgia, entre otras.

Por ser hiperenfocados en sus sentimientos, tieneden a vivenciarlos de forma muy intensas, lo que puede exacerbar la inestabilidad del humor tan típico de todos los TDAs. Lo artístico presenta gran dificultad en establecer relaciones de intimidad con las personas, en función del miedo generado por los sentimientos despertados en ese tipo de relación. Esconden su yo más íntimo en las vivencias cotidianas y, tal cual una vestido de camuflaje, se expresan externamente en las obras de arte que producen. Si usted es un TDA artístico, recuerde:

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3. Detrás de su obra está usted.

Usted es su arte también. Existe dentro de usted la capacidad infinita de generar muchas otras obras de arte. Al final, la fuente de éstas es su esencia más verdadera. Valórese.

* EL INTÉRPRETE

En Realidad, el intérprete es una variación del artístico, una vez que sus innumerables personajes no dejan ser una expresión de sus sentimiento más íntimos.

La diferencia básica y sutil entre el artístico y el intérprete está en la manera y en la finalidad con que este último utiliza sus diversos personajes. En general, son varios, simultáneos y todos acaban participando de lo cotidiano de esas personas. De esa manera, acaban por expresar facetas de su complejo comportamiento. La mayoría de las veces esa actuación busca agradar o distraer a los otros, o todavía encubrir algo que el intérprete juzga estar faltándole o incapacitándolo, en determinadas situaciones.

El intérprete tiende a hablar mucho en público, dominando conversaciones con su humor refinado y sibarita. Es muy divertido estar cerca de ellos, con sus reacciones rápidas y pensamientos sorprendentes, transformando situaciones embarzosas en momentos de diversión contagiosa.

Su habilidad de intérprete (capacidad de actuar) no sólo crea salidas brillantes para situaciones escabrosas, sino también acostumbra compensar dificultades sociales y encubrir una autoestima baja.

Por eso mismo, se presenta muy bien al frente de plateas o incluso multitudes, sin embargo se muestran bastante confundidos en situaciones íntimas el tipo “cara a cara” afectivo.

En ese subtipo de TDA se encuentran los grandes comediantes del circo, cine, televisión y teatro. Todos presentan en común el gran glamur de contagiar multitudes, haciendo reir o llorar. Por otro lado, es común que se presenten tímidos y recatados en situaciones de intimidad personal.

Si usted es un intérprete, no se olvide:

1. Desencadenar emociones en las personas es un talento especial.

Orgullézcase de eso e intente organizarse para hacer de ese don algo no solamente bueno parla los otros, sino para usted también.

Utilice su talento para proporcionar alivio emocional para aquellos que lo precisan y le procuran. Usted es realmente bueno en eso.

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Evite utilizarlo para encubrir sus fragilidades o simplemente ser aprobado por los otros. Acepte sus puntos flacos, sólo así aprenderá a lidiar con ellos sin desviar el rumbo correcto de su talento.

2. Preguntese el porqué de su varias interpretaciones.

Eso será fundamental para su autoconocimiento y su aprendizaje en dirección a la utilización apropiada de su don y la consecuente mejoría de su autoestima derivada de esa nueva visión de sí mismo: usted es poseedor de un talento especial que lo capacita a ayudar a millares de personas y no un inseguro disfrazado de varios personajes en huida constante.

3. Reserve momentos de indimidad consigo mismo o con alguien especial.

Hacer un show es muy bueno, pero vivir “ en el palco” es muy agotador y solitario. Procure alguien con quien usted pueda abrirse y ejercitar el difícil arte de ser feliz, siendo usted mismo.

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CAPÍTULO 8: PERSONALIDADES CON SUPUESTO FUNCIONAMIENTO TDA

De Einstein a Marlon Brando: un museo de grandes novedades...

“Un museo de grandes novedades.” Esa metáfora de Cazuza es la puerta de entrada de este CAPÍTULO. Durante su lectura, recuerde lo siguiente: en algún momento afirmamos que personas –que se destacaron en diversas ramas de actividades humanas- son TDAs, pero sin que presentaran o presenten comportamiento con características bastante sugerentes de un funcionamiento mental TDA. Como si sus vidas, hechas públicas, pudiesen suscitar la formación de un determinado tipo de “personaje ficticio” con perfil de TDA típico.

La elección de esos “personajes” conocidos tiene como objetivo facilitar la comprensión del TDA, aunque no sea un funcionamiento mental exclusivo de personalidades famosas. Además de eso, la cantidad de información sobre la vida de las personalidades citadas es bastante amplia y facilita la identificación del comportamiento TDA. Y, finalmente, la convivencia con algunas de esas personas ayudó en gran medida en la consecución de este CAPÍTULO.

Albert Einstein -“Una intuición nada relativa.”

¿Quién no conoce aquél retrato del anciano con al lengua fuera? Einstein es sinónimo de genialidad, irreverencia y simpatía.

Desde pronto se reveló contra el tradicional sistema educacional.

Cuestionaba mucho los dogmas y detestava tener que memorizar las materias. Pero, más tarde, Einstein presentó un síntoma que frecuentemente se encuentra en el comportamiento TDA; el de la hiperconcentración. Pasaba horas, a veces días, concentrado en un problema. Entretanto, eso solamente sucedía con temas de su interés. Su aguda intuición sugería que su mente inquieta hiciera numerosos registros inconscientes de los acontecimientos cotidianos, que acababan por conducir sus estudios por caminos inesperados, pero siempre asertivos. Su descubrimiento más significativo, la Teoría de la Relatividad, fue elaborada de forma intuitiva, cuando era todavía bastante joven. Posteriormente, el y otros científicos comporbaron la veracidad del descubrimiento fortuito.

Einstein tenía un perfil visionario nato. Poseía una habilidad poco común para visualizar los fenómenos que se vovían centro de su interés. Sobre ese aspecto peculiar, tenemos las siguientes afirmaciones:

“Cuando me examino y a mis métodos de pensamiento, llego a la conclusión de que el don de la fantasía significó mucho más para mí que mi talento para absorver conocimiento positivo.”

“Los hombres todavía, van a necesitar mucho tiempo para percibir que personas como Gandhi serán presencias raras en la historia de la humanidad.”

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“La bomba atómica no es la peor de todas las bombas. La mayor de ellas todavía esta por venir, y será accionada por la desintegración de las relaciones humanas, que van a ocurrir en el futuro.”

Al explicar como llegó a la Teoría de la Relatividad, el brillante científico hizo la siguiente declaración.

“¿Cómo sucedió que fui la persona que desarrolló la Teoría de la Relatividad? La razón, pienso yo, es que un adulto normal nunca se para a pensar sobre problemas de espacio y tiempo. Esas son cosas en las que pensó cuando niño. Pero mi desarrollo intelectual fue retardado, como resultado de ello comencé a preguntarme sobre espacio y tiempo solamente cuando ya había crecido. Naturalmente, pude ir más a fondo en el problema que un niño con capacidades normales.”

Impaciente e inquieto, despreciaba a aquellos que tenían miedo de quebrar protocolos y conceptos tradicionales:

“No tengo paciencia con científicos que cogen una tabla de madera, buscan su parte más fina, y la perforan donde es más fácil, haciendo muchos agujeros.”

Polémico, amado, odiado, envidiado... una de las figuras más importantes del siglo XX, Einstein, el anciano simpático de las muecas y de la alegría, fue un eterno niño que supo transformar la ilimitada imaginación infantil en una gran contribución para toda la humanidad.

Fernando Pessoa .”Un navegante de varias almas”. Nacido en Lisboa, el día 13 de junio de 1888, Fernando Pessoa señala en su obra rasgos de una mente con funcionamiento TDA: inquietud, contradicción, desorganización, devaneos, hiperconcentración, creatividad, intolerancia y tedio, dificultad en seguir reglas...

Creó varios “yoes”, los famosos heterónimos, para describir el mundo desde diversos ángulos: “Creé en mí varias personalidades. Creo personalidades constantemente. Cada sueño mío es inmediatamente, luego de ser soñado, encarnado en una u otra persona, que pasa a soñarlo, y yo no.”

Leyendo su obra, se observan ejemplos indicativos de un comportamiento TDA. Como en el poema “Libertad”, no cual castiga el tédio, y desafía conceptos establecidos:

Ay, qué placer/ no cumplir un deber/ tener un libro para leer/ ¡y no hacerlo!/ Leer es un rollo/ estudiar es nada./ El sol dora sin literatura/ El río corre bien o mal,/ sin edición original/ Y la brisa, esa, de tan naturalmente matinal/ como tiengo tiempo, no tengo prisa.../ Libros son papeles pintados con tinta/ Estudiar es una cosa en que está indistinta/ la distinción entre nada y cosa ninguna/ Cuanto mejor es cuando hay bruma/ Esperar por D. Sebastián,/ ¡venga usted o no!/ Grande es la poesía, la bondad y las danzas.../ pero lo mejor del mundo son los niños/ fores, música, o luz, y el sol que hermoso/ sólo cuando, en vez de crear, seca/ Y más que esto/ Es Jesucristo, / que no sabía nada de finanzas,/ ni consta que tuviese biblioteca...

La contradicción, la visión imprecisa sobre sí mismo y la baja autoestima también aparecen de manera clara en el poema “Tabacal”, del heterónimo Álvaro de Campos. Un

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momento de inspiración de Fernando Pessoa, que se autodenominaba el “Poeta de la Naturaleza”.

No soy nada/ Nunca seré nada/ No puedo querer ser nada/ A parte de eso/ Tengo en mí todos los sueños del mundo...

Pasó de la tristeza a la alegría en cortos espacios de tiempo, indicando ser una personalidad inquieta y de humor inestable. Aunque muchos lo acusen de ser un poeta melancólico y pesimista, la esperanza y el deseo de mejorar las personas también aparecen en su obra, como en el poema “Para ser grande”, de uno de sus más importantes heterónimos, Ricardo Reis:

Para ser mayor, sé entero: no exageres o excluyas nada tuyo. Sé todo en cada cosa. Pues cuanto es en lo mínimo que haces. Así en cada lago la luna toda brilla, porque alta vive.

Henry Ford –“Un conquistador abriendo la puerta del futuro.” Henry Ford es considerado el padre de la industria automovilística. Nació en 1863 y falleció en 1947, a los 83 años. Fue el hombre que revolucionó el método de producción de las empresas con la llamada línea de montaje en serie, que consistía en organizar a las personas en el sistema de producción en tareas especializadas y repetitivas, de manera que economizara tiempo en la fabricación de sus automóviles. Ese método ahorraba casi la mitad del tiempo de producción, lo que permitió a Ford pagar US$ 5 por hora a sus trabajadores en vez de US$ 3, como era común en la época.

Rompió con las concepciones de su tiempo y buceó hondo en el proyecto de construir “coches para todos” e hizo a gran parte del mundo adoptar ese medio de locomoción.

Ustedes, mis seguidores, y otros que observan mi mensaje, verán que en el futuo el sistema de producción no será como hasta hoy. No será un sistema de destrucción maciza, sino un sistema de producción maciza.

“Creced y multiplicaos.” Esta frase de la Biblia era uno de lso argumentos que usaba para defender la producción maciza.

Su inquietud contra el viejo sistema hizo que, posteriormente, volviese a romper con las reglas del mercado al aumentar los salaríos de sus empleados y disminuir la carga de trabajo. Con esa medida consiguió aumentar la producción y conquistar a sus funcionarios, haciendo que ·vistiesen la camisa” de la empresa.

Ford, que siempre sufrió ataques de la sociedad de la época, respondió con una sorprendente frasa a otra crítica a sus modelos: El consumidor puede escoger el color que quiere para su coche, desde que sea negro.”

Pero, más tarde, después de la Primera Guerra Mundial y la consecuente crisis, Ford lanzó nuevos modelos con otros colores, cambiando la propia norma.

Un probable TDA pionero que dio un impulso al desarrollo de la humanidad.

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James Dean –“Una estrella a máxima velocidad.”

Nació en Marion, Estados Unidos, el día 8 de febrero de 1931. Es hasta hoy uno de los grandes mitos del cine americano y mundial. Su corta existencia fue intensa y sobresaliente. Fue el gran rebelde de la juventud de los años 50. Su permanente inquietud y atracción impulsiva en correr riesgos sugieren un comportamiento TDA con perfil accionista. Como Ayrton Sena, James Dean estableció un hiperfoco en su vida: vivir siempre al límite.

Murió a los 24 años, conduciendo su Porsche a alta velocidad, justamente cando iba a participar en una carrera de coches. Curiosamente, en uno de sus filmes, apuesta una carrera con otro personaje que muere accidentado. La vida imitó al arte, más sustituyó a la víctima.

James Dean hizo “cameos” en varias producciones antes de ser el protagonista de sus tres únicos filmes.

Rebelde sin causa es un hito del cine e influyó en el comportamiento de los jóvenes en todo el mundo.

James fue una persona inquieta, rebelde, contraria a las normas y convenciones, y extremadamente impulsiva. Un talento desperdiciado por la atracción incontrolable a desafiar la muerte para sentirse vivo y fuerte.

Leonardo da Vinci –“Imaginación sin fronteras.”

Da Vinci nació el 15 de abril de 1452. Para muchos, el mayor genio de todos los tiempos. Una mente movida por una inquietud increíblemente exploradora.

Además de gran maestro de la pintura, fue también arquitecto, botánico, urbanista, escenógrafo, cocinero, inventor, geógrafo, físico y hasta músico. Da Vinci dejó una infinidad de obras inacabadas, pues comenzaba varios proyectos al mismo tiempo, una característica bien conocida en mentes con funcionamiento TDA. Muchos lo consideraban fracasado por dejar tantas obras incompletas.

Leonardo iba a las ferias de animales, compraba muchos pajaritos sólo para liberarlos en seguida. La libertad era la base de su creación. Su sensibilidad era grande. Decía: “Cuanto mayor la sensibilidad, mayor el sufrimiento... Mucho sufrimiento.”

Tenía una percepción precisa del mundo y de los acontecimientos y una manera diferente de ver las cosas, una de las características de las mentes con funcionamiento TDA. Leonardo da Vinci decía: “Muchos miran, pero no ven”.

Ludwig van Beethoven –“El maestro que transformó el silencio en música.”

Sexto hijo de una familia con cinco hermanos deficientes, Beethoven tuvo un comienzo de vida muy parecido a Mozart: también fue explotado por su padre, que lo consideraba un virtuoso y lo forzaba a estudiar música. Pero, Bethoven tocó tímidamente delante de los

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“nobles” y fue considerado una farsa. Su profesor de composicón, Albrechtsberger, decía que era un indisciplinado y nunca aprendería nada de música. Decía que Beethoven era un caso perdido como compositor. El tiempo pasó y el genial maestro, inquieto, polémico e incomprendido –semejante a una mente con funcionamiento TDA-, presentó al mundo su talento.

Frecuentemente Beethoven era acometido por fantasías y distracciones, como sus amigos afirmaban. Un indicio más de un posible comportamiento TDA.

Fue un hombre de varias pasiones, como ha mostrado la película Mi amada inmortal. “Para Elisa” es un himno romántico de música clásica. Cualquier oido dotado de sensibilidad bucea en ese “viaje” fantástico de poesía en forma de música.

Afrontando problemas de sordera, llegó a ser considerado acabado. Melancólico y deprimido, hasta incluso pensó en suicidio, pero desistió y dijo el porqué en una carta: “Fue el arte, y apenas él, quien me retuvo. ¡Aaah! ¡Me parecía imposible! Dejar el mundo antes de haber dado todo lo que todavía germinaba en mí”.

Produjo obras geniales incluso sin escucharlas. Ellas brotaban de una mente inquieta, inmune a su sordera.

Beethoven vivió hasta su último día conversando con el silencio, en cuanto el público escuchaba perplejo su música inmortal.

Marlon Brando –“Luz, comida y emoción.”

El día 3 de abril de 1924, Marlon Brando nació en Omaha, pequeña ciudad americana. Hijo de padres alcohólicos, fue criado bajo rígidas normas que lo llevaron a la Academia Militar de Shattuck. Marlon se rebeló contra las severas reglas, los movimientos estandarizados y el tédio de aquél lugar. “Montó” tanto en la Academia que acabó siendo expulsado por indisciplina. A la hora de la despedida, Marlon oyó la siguiente frase de su mejor amigo, Duke: “No te preocupes, Marlon, todo irá bien. Sé que el mundo todavía va a oír hablar de ti.”

Después de eso, Brando fue para Nueva York a vivir con su hermana. Allí dio sus primeros pasos en el teatro, hasta entrar en la famosa obra Un tranvía llamado deseo, de Tenesse Williams. En esta época comenzó a improvisar los diálogos de sus personajes, mejorando el texto original, para asombro y rabia de muchos directores que trabajaban con él. Su intuición, osadía y capacidad creativa son indicios fuertes de una mente TDA de perfil conquistador y artístico.

En esa época, recibió una visita rápida de su madre. Cuando ella partió, comenzó a tener crisis de ansiedad y depresión. Y la explicación la dio el propio Marlon: “Serían necesarios muchos años para que yo dejase de aceptar lo que me enseñaron durante mi infancia: que era un inútil.” Para librarse de tal fardo, procuró hacer análisis, pero no obtuvo resultado.

Marlon sufría de baja autoestima y, además de eso, era compulsivo por el sexo. Tuvo incontables mujeres en la vida, pero afirmaba que no sentía amor por ellas, apenas decía lo que querían oír.

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Bastante interesante es la reflexión que hizo sobre el funcionamiento del cerebro humano:

Ninguno de nosotros comprenderá nunca las fuerzas psicológicas que nos motivan, ni conseguimos entender las reacciones bioquímicas que tiene lugar en nuestro cerebro y nos orientan a hacer una elección y no otra, seguir un camino y rechazar otros. Sin embargo, una cosa es cierta: todo lo que hacemos es producto de esas reacciones bioquímicas.

Después es la historia que todos ya conocen: Marlon Brando tuvo éxito en incontables películas y fue el símbolo sexual de una generación. Una figura destacada, que se contrató en numerosas causas sociales, defendiendo a las minorías, los agraviados, los negros y los indios. Como él mismo dijo, intentó mejorar un mundo de guerras, odios y desamores.

Vincent van Gogn – “Qué pinturas de impresionante sensibilidad.”

“Un génio es incomprendido en su tiempo.” Esa máxima encaja perfectamente en la vida de ese sufrido artista. Un hombre que nació y murió pobre, incluso con el inmenso talento que poseía. Si no fuese por la ayuda de su hermano Theo, Van Gogh tal vez no hubiese ni llegado a los 37 años de edad, cuando vino a fallecer.

Inicialmente, tuvo un gran apego a la religión. Estudió mucho y pasó sus enseñanzas a los mineros, además de audarlos con vestidos y mantas. Cirta vez le dijo a su hermano Theo: “La miseria me atrae.” Pero, sufrió tantas decepciones que acabó por dejar la religión de lado, dedicándose a la pintura.

Vemos indicios de un comportamiento TDA en varios aspectos de su personalidad. Inquieto, polémico, con inestabilidad de humor, baja autoestima y principalmente una sensibilidad extrema, Van Gogh entraba fácilmente en tristeza profunda cuando se veía rechazado.

Pasó por varias fases hasta llegar al Impresionismo. Van Gogh trascendió e imprimió su estilo propio con colores muy fuertes. Sus cuadros son como un grito desesperado de socorro de un hombre angustiaco con el mundo. La emoción fue su color. Pintaba lo que veía, lo que sucedía a su alrededor, pero con los ojos de un alma extremadamente sensible. Fue el pintor de la tristeza, de la ira, de la soledad y de la incomprensión, llegando a una desesperación que lo llevó al suicidio.

Van Gogh pintó 879 cuadros y sólo vendió uno. En cuanto a eso, declaró:

“Tengo una extraña lucidez cuando la naturaleza es excepcionalmente belle. Ya no soy yo, pierdo la conciencia, y las imágenes vienen a mí como en un sueño”

“Es tan fácil pintar un buen cuadro como encontrar un diamante o una perla. Significa obstáculos y usted arriesga su vida por eso”.

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“No puedo evitar el hecho de que mis cuadros no sean vendibles. Pero vendrá el tiempo en que las personas verán que valen más que el precio de la pintura.”

Retrato del Doctor Gachet, uno de los cuadros más famosos, fue vendido el 15 de mayor de 1990, en apenas tres minutos de subasta, por 82,5 millones de dólares.

Wolfgang Amadeus Mozart –“Una tempestad musical.”

Como dijo, en el auge del entusiasmo, el compositor Salieri en la película Amadeus sobre la vida y obra de teste genial compositor, la música de Mozart era como “la voz de Dios”. Con cuatro años, Mozart ya componía y era explorado por su propia padre que veía en él un talento extraordinario, más que acabaría robándole la infancia.

A los 17 años, Mozart ya era autor de 22 composiciones sacras, 21 sinfonías, 6 cuartetos, 18 sonatas para violín y clave, además de serenatas, divertimentos, danzas y una infinidad de piezas menores.

Su comportamientos durante su corta y brillante existencia presentó señales de un TDA con perfil conquistador y artístico. Mozart era inquieto, impulsivo y se mostraba resistente a las normas establecidas. Consideraba aburridas las óperas antiguas y por eso innovó con las inolvidables Don Giovanni y La flauta mágica.

Su mente era como una fuente surtidora de sonidos de raras combinaciones armónicas. Su organización era prácticamente inexistente, lo que no le impidió crear algunas de las más bellas composiciones de música clásica.

Vivía en dificultades financieras, bebiendo mucho y con la salud debilitada. Además de eso, sufrió con la pérdida prematura de varios de sus hijos.

Cierta vez preguntaron a Mozart cómo se daba su proceso creativo y respondió:

¿Cómo trabajo y cómo ejecuto grandes composiciones musicales? No puedo en realidad decirle nada de eso: cuando me siento bien dispuesto, sa en coche cuando viajo, se de noche cuando duermo, ne acuden ideas a borbotones, soberbiamente. Como y donde, no sé...

Mi humo y mi yoga. Tú eres mi droga.

Pasión y carnaval. Mi zen, mi bien, mi mal.

“Mi bien, mi mal”

(Caetano Veloso)

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CAPÍTULO 9: TDA Y OTROS TRASTORNOS.

Desarrollando cuadros asociados: las parcelas nada recomendables...

Había una hermosa puesta de sol fuera, era el finas de la tarde y aquí estábamos, un grupo de personas con los mismos problemas y algunos otros diferentes. Nos reuníamos todas las semanas y nos sentíamos muy bien cuando eso sucedía. Era bueno poder oír a las personas que contaban problemas tan semejantes a los nuestros. Te sientes menos anormal, menos inadecuado y, lentamente, se va liberando de la incómoda sensación de ser diferente. Hacíamos terapia de grupo.

Había acabado de desahogarme sobre las cosas que me habían pasado. Había luchado años contra una depresión que insistía mantenerse escondida por los rincones de mi mente, y que me atacaba por la espalda, cuando simplemente pensaba que ya la había superado. Casi siempre lo que me arrastraba de nuevo para el lodo era la confusa impresión que tenía de mí mismo: Yo era un incompetente, un completo incapaz. Me complicaba en el trabajo, está claro que tenía óptimas ideas, pero para ejecutarlas era un horror... de ahï, que a veces, fuera reprendido. Peleaba en casa con la familia porque me olvidaba de fechas importantes o cosas cotidianas, como las cuentas del mes. Y allí estaba cargado de interés... Parecía que estaba siempre haciendo la cosa errada todo el tiempo. Entonces, me sentaba y rumiaba... “¿será siempre así? ¿Cómo puedo construir un futuro sólido si llevo mi presente a tropiezos de borracho? No soy capaz de dar seguridad a mis hijos...”. De ahí venía ella nuevamente: la depresión. Cual no fue mi sorpresa y alivio al descubrir que toda mi forma enrollada de ser no era debido a una incapacidad básica que tenía para lidiar con mi vida, y sí a algo llamado Trastorno del Déficit de atención. Y era por eso que quedaba tan deprimido, por no saber lo que era aquello, por considerar que no tenía solución. Ahora, estoy aquí, compartiendo mis experiencias. A mi izquierda, oía a una joven contar su caso. Ella hablaba...”

“Cuando estaba entrando en la adolescencia, comencé a molestarme demasiado con aquellos olvidos míos, mi desorganización, cosas por hacer que nunca hacía, ahora porque olvidaba ahora porque postergaba... estaba enrollándome más y más porque a cada serie los contenidos iban volviéndose más complejos y las responsabilidades mayores. Empecé a recurrir a agendas, billetes y varios medios para acordarme de recordar. Y tenía que esforzarme en tener todo organizado. Cada cosa en su lugar, según los griterios de tamaño, color, utilidad y por ahí fue... Pero, con el tiempo, estos métodos míos de organización y chequeo comenzaron a tomar una proporción enorme... Servían para auxiliarme, pero lentamente, insidiosamente, se volvieron centrales en mi vida. Pasé a gastar más y más horas en esos procesos de chequeo y orden. Pero era eso o aquél estado anterior caótico de confusión. Tenía el diagnóstico de Trastorno Obsesivo-Compulsivo y sólo bastante más tarde se descubrió que también tenía TDA, y no se si estoy viajando, pero de de repente tuve que desarrollar todos esos rituales de organización para combatir mi distracción de TDA. Por eso, siempe decía una cosa irónica, medio herética, que la biblia debía ser cambiada. Debería comenzar así: y en el inicia era el TDA... Si hubiese sido diagnosticado antes, tal vez habría podido evitar todo eso. Tal vez. Sé que no es algo comprobado, pero, ¿quién sabe? Hoy en día, sé que perdoné a la niña desorganizada que fui. ¡Y no debería haber sido tan dura con ella!”

En seguida hablaba un chico en frente mía. Decía haber sido siempre muy perfeccionista y preocupado por todo. Tampoco se perdonaba por ser desorganizado y ahora estaba contando su primer ataque de pánico...

Afuera, las estrellas ya centelleaban en las primeras horas de una noche clara. Cuando nos dimos cuenta, la sesión ya estaba terminando.

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En gran parte de los casos, el TDA no viene solo. Puede vener en duplo, en trío y lo que felizmente no es común, hasta en grupo. ¿Qué significa eso? Estamos hablando de algo que, en Psiquiatría, se llama comorbilidad. O sea, uno o más trastornos psiquiátricos en coexistencia con un trastorno primario (de base). Obviamente, eso contribuye mucho para agravar el cuadro, obligando al médico a atacar en varios frentes. Comúnmente, esos trastornos “accesorios” (¡que no son nada opcionales, como los accesorios de un automóvil, por ejemplo!) se desarrollan secundariamente como consecuencia del trastorno primario, después el malestar y el sufrimiento causados por este alcance de tal forma de vida de una persona, que otros síndromes vienen a sumarse al preexistente.

En el caso del TDA, la distracción, los frecuentes olvidos, la desorganización, la peremne sensación de que algo está equivocado, la acostumbrada postergación de tareas que causan mucha ansiedad. Son características que pueden hacer que la persona TDA acabe por desarrollar trastornos asociados, como ansiedad generalizada, depresión, pánico, fobias, etc.

Sin embargo, todavía hay otros trastornos específicos que “acompañan” el TDA, no porque son consecuencia de él, sino porque parece haber una íntima relación en sus orígenes biológicos. Las mismas alteraciones bioquímicas y/o funcionales parecen estar envueltas en trastonoso como el TDA y la Dislexia, por ejemplo.

Entre tanto, en este libro, procuramos desmenuzar solamente los trastornos comórbidos más frecuentes y con los que hemos deparado incontables veces en nuestra actuación profesional, acompañando el sufrimiento de personas que no sólo tienen el comportamiento TDA, sino también otros problemas fuertemente relacionados.

TDA CON ANSIEDAD GENERALIZADA:

Ansiedad Generalizada es el trastorno de la preocupación interminable y rumiante. Son aquellas personas que se organizan en torno a la anticipación de problemas y quedan escrutando el ambiente a la caza de peligros y complicaciones. Tan pronto el individuo ansioso consiga resolver algo que lo aflige, inmediatamente parte en busca de otra aflicción. Como no consigue relajarse, permanece planeando en un malestar indefinible y subjetivo, que, a veces, se manifiesta en los más variados problemas somáticos, casi siempre causados por la sobrecarga impuesta al organismo por la alta cantidad de adrenalina constantemente descargada. Observe lo que sucede cuando alguien tiene, al mismo tiempo, TDA y Trastorno de Ansiedad Generalizada. Olfatea el ambiente, mueve y remueve en los cajones, busca constantemente en el bolso. Si, por una fracción de segundo, piensa que algo falta o está fuera de lugar, siente inmediatamente acelerarse el latido del corazón y la sagre huirle del rostro. No era nada de más otra vez, el memorándum que buscaba estaba allí entre otros papeles de la carpeta. Pero el mal ya estaba hecho, se sentía ansiosa y con un ligero malestar que tardará algún tiempo en disiparse. La tensión la acompañará el resto del día.

Bien, se puede pensar: ya que ella es así tan distraída, tal vez sea bueno que tenga esa forma preocupada.

El hecho es que muchos TDAs se organizan en torno de la propia ansiedad. La ansiedad es, a veces, tremendamente estructuradora. Y un TDA busca estructura todo esl tiempo, que puede venir en forma de personas con las cuales desarrollan algún tipo de dependencia, en forma de actividades extremadamente interesantes y estimulantes y, a veces,

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desgraciadamente, en forma del uso de sustancias ilícitas. Y también en forma de ansiedad generalizada. La ansiedad envuelta en la sensación de que algo está siempre equivocado dirige la atención del TDA. Se enfoca en la búsqueda de tales problemas potenciales. Y si no hubiera alguno, es capaz de conseguirlo. O, entonces, transforma algo simple en un problema. Esa preocupación interminable aumenta la agudeza de su sistema atencional, fuerza su área prefrontal a monitorizar los estímulos del ambiente, como los ojos de un águila a la búsqueda de presas. Ante la incómoda alternativa de sentirse invadido por estímulos incesantes, variados e irrelevantes, el TDA ansioso prefiere la igualmente incómoda sensación de verse bombardeado por estímulos variados catalizadores de preocupación, pero que, por lo menos, no considera irrelevantes. Claro que esa preferencia no es intencional, o incluso activamente consciente. Pero el sentirse mal y alerta le parece menos malo que sentirse sobrecargado y confuso.

Ponto, es necesario girar alquella suposición: ¿sería mejor tener esta forma preocupada que ser desorganizado?

No. Hay otros modos más saludables y productivos para organizarse un TDA, que no impliquen tanta sobrecarga. Responder si a esta pregunta sería permitir la sustitución de una sobrecarga por otra, el horno por el frigorífico. La ansiedad generalizada, cuando se cronifica, arrastra al sujeto de vuelta al punto inicial que aflige a un TDA: que es tener dificultades en concentrarse, faltas de memoria y mucho, mucho malestar. Es como la persona que está con sed y bebe agua del mar. Al final, estará deshidratada, y no a penas con sed. Su organimos estará desequilibrado y en peligro.

Es como correr en círculos: al final está exhausto y no salió del mismo punto, sólo estaba corriendo tras su propia sombra.

El malestar llega al punto de acabar el individuo en el consultorio médico, pidiendo ayuda. Y, así, hemos descubierto varios TDAs. Acostumbran buscar ayuda, obviamente para la ansiedad generalizada. Sin embargo, después de una cuidadosa “prospección” diagnóstica, es posible encontrar el Trastorno del Déficit de Atención en medio de los escombros difusos de la ansiedad.

Muchas veces, tratándose el comportamiento TDA, los síntomas de ansiedad decrecen acentuadamente.

Por fin, es importante saber diferenciar el Trastorno de Ansiedad Generalizada de la ansiedad difusa y oscilante que normalmente acompaña el TDA. Un criterio bastante sólido para distinguir una de otra es la constancia de ese estado de ansiedad. Un TDA, con frecuencia, atraviesa sus picos de ansiedad, pero si ésta perdura por, lo mínimo, seis meses y trae malestar significativo, se puede comenzar a levantar la sospecha de comorbilidad.

TDA CON PÁNICO:

De los casos más sufridos que hemos acompañado, este és ciertamente uno de los que más nos movilizan. El Trastorno de Pánico, por sí solo, causa un tormento inenarrable. Es una de las caras más representativas del sufrimiento humano.

Un ataque de pánico se caracteriza por un pico de ansiedad aguda e intensa, y dura de veinte a treinta minutos, de media. Pero esas decenas de minutos parecen extenderse hasta la

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eternidad para quienes las experimentan. En ese espacio de tiempo, el indivudio es engullido por una espiral de sensaciones aterradoras: taquicardia, sudoración, náuseas, sensación de falta de aire, temblores y otras reacciones fisiológicas acompañadas de la angustiante impresión de que va a morir allí en aquél momento, o perder el control y enloquecer. Muchos relatan la nítida sensación de desrealización y de fuerte extrañamiento de sí mismo y del ambiente. Frecuentemente, el miedo de ir a sufrir nuevamente un ataque ocupa de tal modo la mente de una persona, que ella acaba por desarrollar Trastorno de Pánico. El trastorno se caracteriza por la ocurrencia repetida de ataques de pánico. Como ya se dijo, quien sufre de ese trastorno se preocupa de tal modo por tener otros ataques, que desarrolla una serie de formas de automonitorización. La persona ya despierta atenta a señales de que algo errado puede estar germinando en su organismo. Siente el latido del corazón, puede incluso escucharlo; monitorea su frecuencia respiratoria, y tensión de sus músculos, la firmeza de sus manos. En fin, se vuelve superconsciente de su estado interno y cualquier mínima alteración sentida puede desencadenar apreensión anticipatoria. A veces, esa expectativa ansiosa puede desencadenar más de un ataque, visto que la más ínfima modificación (real o no) en el organismo es percibida con intensa preocupación, la cual, a su vez, puede desencadenra más ansiedad, que es percibida con más aprensión todavía y síntomas, que se funden en una creciente expectativa cada vez más catastrófica. Se culmina, por fin, en la experiencia vertiginosa del ataque de pánico.

Es un círculo vicioso que se alarga y se contrae repetidamente. ¡Es preciso romperlo!

Tales ligeras variaciones en nuestros procesos fisiológicos pasan completamente desapercibidas por quien no sufre de ese trastorno. Y, aunque sean percibidas, no son interpretadas como señal de que algo está yendo mal en nuestro cuerpo. Así, no se desencadena la aprensión ansiosa que caracteriza el Trastorno de Pánico.

Se puede estar preguntando: ¿cómo un TDA distraído puede adherirse a estímulos tan sutiles como alteraciones en la frecuencia cardíaca, por ejemplo? ¿No es más coherente que la dispersión el prevenir, o incluso la imposibilidad de conseguir esa proeza?

Ya responderemos a esta pregunta. Por ahora, es importante traer a la mente el poder organizador que la ansiedad representa para un TDA. Él puede debatirse con su ansiedad en un nivel basal. Pero esta puede, eventualmente, alcanzar un pico característico de un ataque de pánico. Si el tuviera predisposición biológica (alteraciones serotoninérgicas), podría desarrollar el Trastorno de Pánico. La puerta estará abierta. Y, en aumento, si tuviera la susceptibilidad psicológica, esto es, tendencia a preocuarse con enfermedades y muerte (sea por haber crecido en ambiente familiar y social en que las personas constantemente se referían a eso, o por haber asociado un evento traumático –como un ataque cardíaco o derrame sufrido por personas próximas), la receta está formada. La puerta no sólo está abierta, sin ambién, abierta de par en par.

Es importante también recordar el hecho de que el término Déficit de Atención está siendo considerado, actualmente, erróneo o incompleto, también como recordar que lo que ocurre de hecho es la inconstancia de atención, variando de la incapacidad en mantenerla a su intensa y prolongada focalización en algún estímulo.

Siendo así, la cuestión puede ser esclarecida. Un TDA que se organice en torno a su ansiedad, predispuesto biológicamente, vulnerable psicológicamente y focalizándose intensamente en su cuerpo y en sus respectivas reacciones, reúne, en un desgraciado sumatorio, todos los requisitos para desarrollar el Trastorno de Pánico.

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La capacidad de hiperenfocar, tan útil en la gran mayoría de las situaciones, puede también atrapar, y mucho, cuando está inadecuadamente direccionada. Ese hiperfoco precisa ser desviado. Si el TDA no fuera detectado también, en detrimento de los síntomas de pánico, que realmente sobresalen mucho más, la capacidad de desviar ese hiperfoco puede estar comprometida. O peor, puede incluso no llegar a constituirse en uno de los objetivos del tratamiento.

TDA CON FOBIAS:

Como ya fue posible percibir, es común la comorbilidad entre trastornos de ansiedad y TDA. Dentro de ese grupo, he deparado con varios casos de TDAs fóbicos.

Se puede entender por fobias un miedo acentuado y persistente de determinados objetos y situaciones (fobias simples) o situaciones sociales y de trabajo (fobia social).

En el caso de la llamada fobia específica, ese miedo es circunscrito y claramente relacionado al objeto o la situación. Son bastante comunes las fobias a animales; fobias a la sangre y heridas; fobias a fenómenos naturales, como tempestades; fobias situacionales, tales como miedo de ascensores y aviones, etc.

En caso de la llamada fobia social, el miedo está relacionado a situaciones de interacción social o de trabajo frente a otras personas. El individuo teme contactos sociales porque tiene recelo de ser ridiculizado y mal visto, así como tiene expectativas bastante irrealistas de lo que es tener éxito socialmente.

Así como en la depresión y en el pánico, los trastornos relacionados con la fobia están asociados a disfunciones serotoninérgicas. Tales disfunciones también cumplen su papel en el TDA, aunque de forma secundaria.

El TDA puede también estar relacionado con fobias, principalmente la social, bajo otro enfoque. No es muy difícil imaginar el porqué. Si una persona que tenía TDA y, al mismo tiempo, tenía vulnerabilidad biológica a la fobia social, hubiera crecido en un ambiente crítico y punitivo, ciertamente sería temerosa en relación a situaciones de interacción social. Niños y adolescentes TDAs son muy susceptibles de recibir reprimendas sociales por variados motivos. Por la impulsividad que, muchas veces, los expone a situaciones difíciles, haciéndolos cometer errores. La distracción que los coloca ajenos a detalles importantes, en interacciones sociales, contribuye igualmente a frecuentes errores. Las eventuales dificultades con el lenguaje, que provocan situaciones difíciles, cuando cambian el orden de las sílabas en las palabras y de éstas en una frase, eso cuando no suceden aquellos blancos totales embarazosos, que los dejan sin saber qué decir, cuando la palabra parecía estar en la punta de la lengua...

En fin, niños y adolescentes TDAs pueden recibir una serie de señales sociales negativas que los llevan a desarrollar una imagen debilitada. Algunos intentan volverse los “payasos” del grupo para ser populares y lidiarán mejor con eso, mas otros pueden buscar en el comportamiento de huida y evitación de contactos sociales el medio de no exponerse al escrutinio de otras personas.

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La adolescencia es un período crítico en la vida de una persona y forma el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de la fobia social. En ese período es que se inician tipicamente los síntomas de ese trastorno de ansiedad, con la predisposición biológica y el “empuje” de factores sociales típicos de esa fase, un joven TDA, ya corroido por una baja autoestima y desalentado por críticas externas, puede acabar desarrollando un miedo intenso de situaciones de interacción social, que pueden ser circunscritas y limitadas a algunas situaciones, como sostener las gafas en público y presentarse ante una audiencia, como pueden estar generalizadas para toda y cualquier situación y causar intenso sufrimiento y limitaciones.

Un TDA que sufra también de fobia social puede acabar tirando todo su talento por la ventana, ya que dejara de expresar su creatividad e inventiva, porque no se juzga capaz de defenderlas y sustentarlas.

Ciertamente tendrá un desempeño académico y laboral muy por debajo de sus posibilidades, porque no puede ni pensar en la posibilidad de exponerse y mostrar lo mejor que tiene. En el trabajo, principalmente, puede tener pocas oportunidades de ascenso, una vez que se resiste a aceptar responsabilidades mayores y se recoge en las penumbras de su potencialidad. Puede estar escondido allí un talento desperdiciado, como pudimos confirmar en algunos casos que acompañamos. La buena noticia es que, con el tratamiento adecuado, talentos ocultos pueden ganar el mundo externo en vez de permanecer cerrados en sí mismos.

TDA CON TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO:

No ha sido raro en nuestra clínica encontrarnos con TDAs que también tienen Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Quien conoce algo al respecto del trastorno debe estarse preguntando: “¿Pero cómo? El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) es justamente aquél que nada tiene que ver con el TDA.” Realmente, tales condiciones poseen características tan dispares que, curiosamente, pueden acabar siendo complementarias. Antes de detenernos en este punto, primero, hablaremos un poco sobre el TOC para quien no lo conoce.

El TOC es un trastorno de ansiedad caracterizado por pensamientos, imágenes o ideas intrusivas (obsesiones) y que causan malestar y sufrimiento, consierados difíciles de controlar. Para disminuir la ansiedad y el malestar ocasionados por tales pensamientos, las personas que sufren de TOC echan mano de rituales comportamentales o mentales (compulsiones) con objetivo de “neutralizar” o prevenir las imaginarias consecuencias nefastas asociadas a los pensamientos y así reducir la ansiedad y el sufrimiento. En la gran mayoría de los casos, el individuo reconoce que los pensamientos obsesivos carecen de sentido o no posen base real, además de admitir que son producto de su propia mente. En algunos individuos esa percepción falta, o sea, el insight es bastante pobre. En el caso de niños, tampoco se espera que ellos reconozcan el carácter de extrañeza y ausencia de sentido de esos pensamientos, una vez que todavía no desarrollaron ese nivel de autopercepción.

Como ejemplo, se puede citar aquella persona que mantiene objetos y utensilios ordenados en rígida secuencia y que experimenta acentuada sensación de malestar si encuentra algo fuera de lugar; la persona que se lava las manos repetidamente porque es asaltada por pensamientos incómodos acerca de estar contaminada por gérmenes, o aquella persona que examina repetidamente los pestillos y cerraduras porque no consigue desconectarse de la preocupante idea de que pueden haber sido olvidadas abiertas. El tiempo perdido con la realización de esas compulsiones es significativo (más de una hora al día) y frecuentemente causa perjuicio al desempeño en el trabajo o en la escuela, ya que la ocurrencia de ideas o imágenes obsesivas perjudica la concentración necesaria para la realización de tareas, y el cumplimiento de los rituales compulsivos implica gasto de tiempo y

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energía. Además de eso, el sufrimiento relacionado con las obsesiones y la consecuente ritualización puede ser de tal forma incómodo al individuo, que puede pasar a aislarse y a evitar lugares y situaciones que puedan evocar las obsesiones y compulsiones. En algunos casos extremos, la persona deja de salir de casa. Así, fatalmente sucumbirá en la depresión. Además, el TOC tiene una alteración bioquímica común con la depresión: las disfunciones serotoninérgicas. Como se verá en el CAPÍTULO referente a la Etiología (origen de la cuestión), la serotonina también cumple su papel en el TDA, aunque sin la misma preponderancia que la dopamina y la noradrenalina. De cualquier forma, hay más en común entre el TDA y el TOC que la sigla de tres letras.

Personas con TDA que tenían vulnerabilidad biológica y genética para el TOC pueden acabar siendo más susceptibles a desarrolarlo que personas que no tengan TDA. Como el TDA es asaltado por estímulos, ideas e imágenes que no consiguen filtrar eficientemente, la probabilidad de tener pensamientos considerados desagradables y desencadenadores de ansiedad aumentada dramáticamente.

Pero, además del flujo aumentado de ideas e imágenes, las dificultades de organización, las constantes distracciones y olvidos del TDA pueden causar malestar adicional. Si el individuo pasa a ser asaltado por pensamientos de que olvida algún objeto, de que alguna cosa puede estar fuera de lugar, de que algo puede salir mal por cuenta de su distracción y pasar a desarrollar, entonces, comportamientos rituales de verificación o contagio para prevenir tales situaciones, entonces, desgraciadamente, el TOC puede desarrollarse como cuadro asociado.

El diagnóstico, es innecesario decirlo, también debe ser bastante cuidadoso, en función de que los síntomas de TOC sean mucho más aparentes y causen malestar más significativo, pudiendo así enmascarar el TDA.

Una condición mucho más común y que, felizmente, no causa sufrimiento tan acentuado, es lo del TDA que acaba desarrollando rasgos obsesivos para conseguir lidiar mejor con sus distracciones, frecuentes olvidos, desorganización y arrogancias impulsivas. Él engendra sus esquemas de organización y acaba volviéndose bastante meticuloso y crítico en su trabajo. Como sabe que tiende a cometer errores por causa de detalles bobos, examina constantemente sus quehaceres con cuidado redoblado. Este tipo perfeccionista se materializa perfectamente en la figura del TDA exitoso, que utiliza bien las ventajas de su funcionamiento, al mismo tiempo que minimiza las desventajas, desarrollando esos pequeños rasgos obsesivos. El problema aquí puede ser la ansiedad que inevitablemente experimentará en función de su perfeccionismo. Como vimos en el CAPÍTULO sobre tipos talentosos de TDA, Este individuo encajaría bien en la figura de un TDA accionista.

TDA CON DEPRESIÓN:

En una persona con TDA, la Depresión puede desarrollarse de forma secundaria al malestar provocado por el comportamiento TDA, como también puede sugir primariamente en función de alteraciones neuroquímicas y/o funcionales semejantes. Primeramente, hablaremos un poco de la primera condición.

No es muy difícil imaginarse la relación del TDA con estados depresivos. Como hemos realzado, repetidamente en este libro, la persona con TDA, la mayoría de las veces, tiene baja autoestima. Ella desarrolla un bajo concepto de sí misma, no sólo por las referencias externas que recibe, sino también por las críticas, reprensiones, castigos, comentarios despreciativos

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acerca de sus características y tantas otras señales sociales negativas, como también se guía por sus referencias internas, lo que siente en sí misma: sus dificultades cotidianas de organización, la tendencia a posponer tareas, la desatención, los errores bobos, la impulsividad y los innumerables errores consecuentes de esta, la inquietud, los olvidos y la penetrante sensación de bajo rendimiento. Ella podría definirse en la frase: “soy inadecuada”. Acaba sumergiéndose en el pesimismo persistente que la acompaña, aunque sea lo bastante terca para continuar insistiendo. Un TDA difícilmente desiste. Tal como la figura mitológica de Atlas, ella no puede permitir que su mundo se derrumbe, incluso aunque sufra bajo un peso agotador, que muchas veces, no sabe identificar identificar de donde viene o de qué está hecho.

Así, resumidamente, un TDA no tiene una opinión favorable de sí mismo, ni del mundo y de las personas que lo rodean; a fin de cuentas, por varias veces y en fases críticas de su vida, no recibió refuerzos sociales. Y en caso de que los haya recibido, no los percibe o, simplemente, los desacredita y minimiza. Él ya no evalúa muy bien el impacto que causa en las personas y en el ambiente.

Su vitalidad contagiosa, creatividad y carisma pueden ser percibidos por todos, menos por él mismo. Igual a quien está perdido en una sala de espejos modificados de un parque de diversiones, viendo imágenes distorsionadas de sí mismo.

A partir de ahí, no es difícil concluir que esa persona esté tremendamente desesperanzada en relación al futuro y a su capacidad de enfrentarlo. El futuro es un monstruo al acecho en la esquina y, aunque muchas veces esa persona doble muchas esquinas de la vida con eficiencia, todavía cree que fue por suerte y no por su capacidad. Para ella, el monstruo puede saltar en cualquier momento.

Esa situación muy común de sentirse “remando contra la marea” predispone al TDA a un estado de depresión que, a nuestro modo de ver, representa mucho más un estado de agotamiento en función de la gran cantidad de energía disipada por el propio comportamiento TDA y sus consecuencias cotidianas en los más diversos ámbitos de sus vidas (profesional, social, afectivo y familiar).

Por otro laado, tenemos el hecho de que, probablemente, TDA y Depresión comparten alteraciones semejantes (ver CAPÍTULO sobre el origen del TDA). Los estudios sugieren tal posibilidad, ya que algunos medicamentos antidepresivos se revelan eficaces en el tratamiento del Trastorno del Déficit de Atención, cuando son prescritos en bajas dosis. Así, es bastante probable que las dos condiciones coexistan en que sea biológicamente vulnerable. Y los síntomas de una acaben por agravar los de otra y viceversa.

De hecho, ya nos encontramos con varios casos de Depresión en que, después de una juiciosa investigación, se reveló también el Trastorno del Déficit de Atención, hasta entonces oculto por los síntomas más evidentes de las alteraciones del humor. Además, es necesario que el médico sea bastante cuidadoso con la cuestión de la inestabilidad humoral. Normalmente, el individuo que tiene TDA ya presenta oscilaciones de humor bastante acentuadas; a veces, en cortos espacios de tiempo. Diferenciar ese sube y baja afectivo, característico del TDA de un cuadro realmente depresivo, es de importancia vital, pues implica alterar incluso la conducta medicamentosa. Para diagnosticarse la Depresión, se debe observar la consistencia del cuadro clínico, en contraposición a la labilidad de los estados del humor de un individuo con TDA.

TDA CON TRASTORNO BIPOLAR DEL HUMOR:

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El Trastorno Bipolar a veces puede ser confundido con el TDA porque ambos trastornos desarrollan un alto nivel de energía y actividad. La característica más señalada del Trastorno Bipolar es la intensa variación del humor, yendo del pozo más profundo de la depresión a las alturas de la euforia y del entusiasmo irracionales. Sin embargo, aunque el TDA también posea cambios de humor súbitos, lo que diferencia los dos síndromes es la intensidad. El bipolar siempre baja más al fondo y alza el vuelo más alto. La amplitud entre los estados de humor extremos es mucho mayor que en el TDA. Un TDA puede ser visto como agitado, entusiasmado y “eléctrico”, y tener justamente sus puntos fuertes en características tales como esas, siendo admirado por eso con frecuencia. La persona con Trastorno Bipolar y que estuviera en fase eufórica, difícilmente será vista de la misma forma. Las otras personas rápidamente perciben que algo está por encima allí y, frecuentemente, lo consideran bastante desagradable. La persona en crisis eufórica habla a borbotones, sin pausas y salta de un tópico a otro sin ninguna conexión aparente o plausible entre los asuntos, así como acostumbra hacer discursos sobre la importancia de sí misma. Puede volverse irritable y hasta agresiva. Pierde completamente los estribos, despilfarra sumas de dinero que a menudo no tiene, se coloca en contratos arriesgados, pierde la noción del peligro. Élla no tiene límites.

Cuando entra en fase depresiva, cae al fondo del pozo y un poco más todavía. No parece la misma persona. Pero lo es; sólo que marchita y descolorida.

El TDA, aunque también tenga alguna oscilación de humor, no llega a caer en un estado depresivo, a no ser que realmente entre en Depresión, como ya se vio hace poco en el tópico TDA y Depresión.

Diferenciar los dos trastornos es determinante para el bienestar del paciente, visto que la terapéutica psicofarmacológica es completamente diferente, y lo que es eficaz para uno es inócuo para el otro.

Saber diferenciarlos también es importante en la medida en que hay la posibilidad de que una persona presente los dos cuadros. Muchas veces, el TDA pasará completamente desapercibido entre los síntomas mucho más floridos del Trastorno Bipolar. Pero el TDA puede estar presente y no se adecuadamente tratado. El médico percibirá que el tratamiento no estará siendo tan eficiente como acostumbra y podrá tener dificultades, si no percibe los rastros dejados por el TDA en el suelo caótico del Trastorno Bipolar. Saber identificar esos rastros es una tarea desafiante que requiere observación cuidadosa y delicada.

TDA CON TRASTORNOS ALIMENTARIOS:

Como ya se sabe, comportamientos compulsivos son un tanto comunes en quienes tienen TDA. Las compulsiones pueden tanto presentarse en la forma de dedicación exagerada al trabajo (el adicto al trabajo), como en el uso compulsivo de tabaco, bebida u otras sustancias ilícitas, sexo o incluso comida.

A veces, esas compulsiones pueden traspasar la condición de comportamientos característicos del TDA y volverse trastornos a parte. Un ejemplo muy común es la dependencia química.

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Muchos TDAs pueden comportarse como grandes comilones y presentarán dificultades en controlar el impulso de comer las popularmente llamadas, “naderías”. Como en el caso de las drogas, puede ser una tentativa equivocada de automedicación. El individuo puede experimentar alivio en sus síntomas de inquietud y malestar subjetivo cuando está “royendo” alguna cosa. El problema comienza cuando eso acarrea algún perjuicio y malestar en la vida de esa persona, interfiriendo en su funcionamiento en el ambiente familiar, académico, de trabajo o social. En algunos casos, puede realmente existir comorbilidad con algún trastorno alimentario, tales como el trastorno de comer compulsivo, la Bulimia y la Anorexia Nerviosas. Los dos últimos no son tan comunos como comorbilidades asociadas al TDA, por lo menos no al punto de despertar nuestra atención terapéutica. Diríamos que, dentro de los trastornos alimentarios que ya observamos en algunos de nuestros pacientes TDAs, el trastorno de comer compulsivo es el más común, seguido de lejos por la Bulimia y Anorexia Nerviosa.

Cuando el TDA deja de atacar el frigorífico para comer sus naderías para así apaciguar su tendencia a la compulsión y pasa a ingerir grandes cantidades de alimentos, muchas veces organizándose en torno de eso, puede estar presentando lo que se llama Trastorno de Comer Compulsivo. La persona simplemente no consigue controlar sus deseos de ingerir alimentos, tenga hambre o no. Además, no se da tiempo de sentir hambre. Su organismo está constantemente sobrecargado con la función digestiva y eso puede acarrear problemas en el aparato gastrointestinal así como en otros órganos.

El Trastorno del Comer Compulsivo acostumbra llevar al indivuduo a procurar ayuda en función de los perjuicios más visibles en su aspecto físico, con el consiguiente deterioro de su autoestima. No es raro que esos pacientes procuren, como primer tratamiento, médicos especializados en los más diversos tipos de dietas, antes de haber relacionado sus problemas a los síntomas de TDA. Por tanto, es bastante útil cuestionar a esos pacientes acerca de síntomas característicos de TDA, así como de otros trastornos.

TDA CON TRASTORNO DE CONDUCTA Y/O TRASTORNO DESAFIADOR OPOSITOR:

Trastorno de Conducta y Trastorno Desafiador Opositor son dos Trastornos infantiles bastantes perturbadores y que causan mucha consternación. Niños con esos trastornos son más que rebeldes o problemáticas.

El niño con Trastorno de Conducta presenta comportamientos desajustados, tales como violaciones de normas, agresiones, pudiendo llegar a crueldad física, actos delincuentes, precocidad sexual y un patrón consciente de falta de respeto o desconsideración a los derechos y sentimientos ajenos, entre otros. Además de eso, esos niños presentan un riesgo mayor de desarrollar en la edad adulta el Trastorno de Personalidad Antisocial.

El Trastorno Desafiador Opositor no es tan grave como el Trastorno de Conducta. Los niños con ese trastorno presentan un patrón de desafío y falta de respeto a las figuras de autoridad y a las reglas establecidas, pero el pronóstico no es tan preocupante como el primero y no presentan el mismo nivel de agresión, delincuencia y crueldad (con otras personas o animales).

Si un niño presenta síntomas tanto de Trastorno de Conducta como Trastorno Desafiador Opositor, se considera el primero como prevalente y se diagnostica solamente el Trastorno de Conducta, ya que este engloba los comportamientos disruptivos del Trastorno Desafiador Opositor, siendo, sin embargo, de gravedad mucho mayor. Además de eso,

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normalmente el Trastorno Desafiador Opositor es considerado como un antecedente del Trastorno de Conducta.

En algunos niños con esos trastornos se observan también síntomas del Trastorno del Déficit de Atención. Así, un niño con Trastorno de Conducta o Desafiador Opositor también puede presentar Trastorno del Déficit de Atención con hiperactividad/impulsividad (en la mayoría absoluta de los casos, ya que tales trastornos son mucho más frecuentes en niños del sexo masculino) en concomitancia.

El TDA puede manifestar algunos comportamientos que recuerden los síntomas de los Trastornos de Conducta y Desafiador Opositor. Sin embargo, el niño, que es apenas TDA, puede presentar comportamientos problemáticos mucho más en función de la hiperatividad, impulsividad y desatención que los comportamientos con la intención clara de causar prejuicios o burlar las normas. Un niño TDA, por ejemplo, puede dejar de seguir una orden porque no está lo suficiente atento o porque tiene dificultades en realizar la tarea hasta el final, pero jamás porque realmente sea su intención principal desafiar a la persona que hace el pedido o entonces faltar a alguna norma. Hay una distinción clara de temperamento.

El niño TDA puede cometer algunos errores graves porque fue desastrada, imprudente e impulsiva y no motivada por sentimientos de rencor, venganza o sadismo. Es necesrio hacer cuidadosamente esa distinción, porque el niño que presenta Trastorno de Conducta o Desafiador Opositor puede también tener las características de impulsividad e hiperactividad del TDA, pero el temperamente primario es bastante diferente, así como la motivación para los comportamientos problemáticos. Un detalle que nunca debe ser olvidado es que el niño TDA sufre con sus problemas, al paso que los niños con Trastorno de Conducta y Desafiador Opositor, principalmente la primera, normalmente no presentan sentimientos de culpa o arrepentimiento. Ya el niño TDA tiene remordimiento hasta por lo que no hace, pero por lo cual se atribuye culpa por tener la experiencia de ser bastante criticado o tener baja autoestima.

TDA CON TRASTORNO DE PERSONALIDAD ANTISOCIAL:

En algunos trabajos, se puede observar que se cita la existencia de problemas de conducta y rasgos antisociales entre presonas que tenían TDA. A partir de esas referencias, se entiende que es posible la comorbilidad entre el Trastorno de Déficit de Atención y el Trastorno de Personalidad antisocial.

En nuestro entendimiento y por lo que hemos observado, no estamos de acuerdo con la concomitancia del TDA con este trastorno de personalidad.

Antes de detenernos más en esta cuestión, intentaremos describir brevemente el Trastorno de Personalidad antisocial. Primeramente, es necesario explicar lo que es un trastorno de personalidad. Esos trastornos consisten en un patrón inflexible y consistente de comportamientos y en la forma de interpretar los acontecimientos. Además de eso, se desvían acentuadamente de los patrones de comportamiento que se esperan de los individuos en el sistema sociocultural en el que están inmersos y cuyo inicio se da, normalmente, en la adolescencia o en el comienzo de la edad adulta. La persistencia e inflexibilidad de esos patrones de pensamiento y comportamiento es lo que los definen como caracteríasticas de personalidad, y el sufrimiento y prejuicios que causan a su portador e, indirectamente, también a otras personas de su convivencia, es lo que los inserta en la categoría de trastornos.

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El Trastorno de Personalidad antisocial se caracteriza por patrones de comportamiento de violación y falta de respeto a los derechos de otras personas. La persona portadora de ese trastorno también es conocida como psicópata o sociópata. Generalmente son personas manipuladoras, insensibles y cínicas, incapaces de sentir compasión por otras personas y también de sentir remordimiento y culpa por actos perjudiciales que hayan cometido. Esa ausencia de remordimiento es debida no sólo a indiferencia afectiva, ya que esas personas presentan una completa ausencia de empatía por otras, sino también por el no reconocimiento de reglas y costumbres sociales. Un adjetivo que puede definirlas es: amoral.

Son individuos que normalmente ya presentan indicios de trastorno en la infancia, cuando se hacían notar síntomas de Trastorno de Conducta. Tener un Trastorno de Conducta cuando niño aumenta el riesgo del desarrollo del Trastorno de Personalidad Antisocial en la edad adulta.

Los estudios sugieren que existen factores hereditarios involucrados, ya que parientes en primer grado de personas con ese trastorno poseen un riesgo mayor de desarrollarlo también.

Los síntomas presentes en este trastorno serían: fallo en adecuarse a las normas sociales; práctica repetida de actos probables de sanciones legales y encarcelamiento; tendencia a mentir, burlarse y engañar; irresponsabilidad acentuada e incapacidad de mantenerse en una actividad profesional; práctica de actos que ponen la propia seguridad y salud en riesgo, así como el de otras personas; inexistencia de remordimiento e indiferencia por el sufrimiento ajeno.

Cuando una persona de esas llega al consultorio del psiquiatra, casi siempre es por presiones familiares, o bien, con el objetivo de beneficiarse de alguna forma de un informe médico. Frecuentemente están involucrados en problemas legales, endeudadeos y a las vueltas con el sistema judicial e intentan obtener del médico algún diagnóstico o comprobación de problemas que los auxilien a minimizar las sanciones que les son impuestas. Pero no están movidos por un deseo real y sincero de cambiar. Como ya se dijo, no sienten remordimiento. Inclusive aprenden que la demostración de remordimiento y culpa puede ser beneficiosa, en la medida en que proporciona simpatía por parte de otras personas; sin embargo, el psiquiatra o psicólogo que esté suficientemente atento a la consistencia y coherencia de su comportamiento va a registrar lagunas en ese intento de disimulación.

Como la persona portadora de ese trastorno se presenta bastante impulsiva y agitada, tales síntomas pueden llevar la determinación de un diagnóstico concomitante de TDA. Pero el hecho es que impulsividad e hiperactividad no son síntomas exclusivos del Trastorno del Déficit de Atención y están presentes en varios otros trastornos mentales. Como ya se discutió anteriormente en este CAPÍTULO y en otros, una persona con TDA puede desobedecer a una regla inadvertidamente por falta de atención e incapacidad en ejecutar una orden hasta el final, pero no porque no reconozca la legitimidad y necesidad de normas sociales o falta de respeto deliberado a las figuras de autoridad.

Un TDA, por ser impulsivo y desatento, constantemente causa descontentos y desagrados a otras personas, pero hay factores diferenciadores que hacen al TDA y al sociópata tan diferentes como el aguan y el vino; el remordimiento y la compasión.

El TDA es sensible a los sentimientos ajenos, aunque pueda fallar en reconocerlos con la misma protitud y eficiencia de personas no TDAs.

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El TDA consigue ser empático y colocarse en el lugar de otras personas, aunque sus caracterísctas desatentas lo lleven a emplear un esfuerzo mayor. El TDA siente remordimiento, incluso de que su impulsividad lo lleve a hacer y decir cosas sin pensar. Recnonoce sus errores y sufre por eso. Si no fuese así, no serían comunes la baja autoestima y el fuerte sentido de inadecuación en esas personas. Cuando busca ayuda, casi siempre sus quejas están relacionadas al sufrimiento impuesto por su desorganización e impulsividad que asume la forma de depresión y ansiedad. Sufre con los prejuicios acarreados en sus relaciones socials y quiere remendar el error. Muchas veces, piensa que debe tener algún fallo de carácter o que es un bobalicón. Cuando llega al consultorio médico, viene en busca de ayuda, no a la búsqueda de una coartada.

Por todo eso, creemos que el TDA y el Trastorno de Personalidad Antisocial son dos condiciones distintas y que no pueden coexistir.

Dentro del pecho de un sociópata y de un TDA laten dos tipos muy diferentes de corazón: en el primero, un órgano que se agota en su sentido funcional, objeto de estudio de un cardiólogo. En el segundo, late un órgano también funcional, que trasciende la naturaleza fisiológica, pudiendo volverse tema inspirador para la sensibilidad de poetas y enamorados.

TDA CON USO DE DROGAS:

Esta condición será contada en detalles en el CAPÍTULO referente a la dependencia química: Una relación explosiva: TDA X Drogas.

TDA CON TRASTORNO DEL SUEÑO:

Esta condición será contada en detalles en el CAPÍTULO referente a los trastornos del sueño: La difícil tarea de dormir bien.

...Escúchame bien, amor.

presta atención/

el mundo es un molino/

ve a triturar tus sueños tan mezquinos/

ve a reducir las ilusiones a polvo...

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CAPÍTULO 10: UNA RELACIÓN EXPLOSIVA: TDA Y DROGAS.

Peligros camuflados y atracciones fatales...

Darío tiene 40 años. Ya trabajó como analista de riesgo en inversiones en un gran banco. Hoy trabaja en el pequeño bazar del padre. Perió el empleo porque, a pesar de su buena elección del momento y astuto sentido de la oportunidad, la inconstancia de su comportamiento no lo volvía apto para mantener un trabajo con hora de entrada y salida, plazos que cumplir, informes y justificantes que presentar. Su involucración con drogas desestrucuró toda su vida. A veces, en el colocón de su consumo, se olvidaba hasta de justificar sus faltas en el trabajo.

Lo más curioso es que él hacía uso de la cocaína para “inspirarse”. Decía que se sentía más concentrado y eficiente. Cuando estaba bajo efecto de la cocaína, hablaba, “mis instintos se ponen más agudos”, “yo arriesgo más”. Algunas de sus jugadas financieras exitosas eran atribuidas a esos ilusorios momentos de ápices perceptivos. Pero, ciertamente, todos sus fracasos desde entonces también pueden ser seguramente imputados al vicio que él creía que le proporcionaba tales momentos.

“Al inicio, la percepción que tenía era de que la droga me aceleraba. Desarrollé dependencia rápidamente. No tardé mucho en comenzar a consumir la droga simplemente para no parar por el malestar de la abstinencia. Era como estar en arena movediza. Si me debatía, me hundía más.”

Diez años después de establecida la dependencia, Dario recibió el diagnóstico de TDA. En una consulta médica, el psiquiatra prestó especial atención a la declaración de Darío sobre los efectos de la cocaína en su organismo. Al contrario de la mayoría de los usuarios, Darío no relataba sentirse “alucinado”. Y sí, con “percepción agudizada”, capaz de quedar horas “haciendo la misma Cosa”. Ese efecto paradojal orientó los cuestionamientos posteriores del médico ahsta que concluyó el diagnóstico de Trastorno del Déficit de Atención.

Darío se estaba “automedicando”. La cocaína lo hacía sentirse más concentrado y productivo, al inicio. Traía mucho trabajo a casa y hacía la mayor parte de ellos, así, bajo efecto de la droga. En el lugar de trabajo quedaba disperso e inquieto, no se sentía lo bastante eficiente. Mas al cabo de cierto tiempo, los efectos devastadores de la droga comenzaron a hacerse notar y pronto ya no le servían para nada, ni para concentrarse. Él fue engolfado por la necesidad y la dependencia. Precisaba de cocaína apenas porque su organismo estaba dependiente. Pero ya no sentía ningún efecto pseudobenéfico. La droga se volvió un fin en sí misma, y no apenas el medio. Hoy en día, declara: “Si huviese otros modes de conseguir organizarme, o si por lo menos supiese que mi funcionamiento disperso era debido a una condición orgánica y no a una tendencia a la pereza, como yo creía antes, tal vez todo pudiese haber sido diferente. No se. Pero eso no ayuda en nada ahora. Lo que interesa es qlevantarme de los escombros. Ellos estarán siempre allí para recordarme todo lo que perdía y todo lo que aprendí también.”

Existe una relación bien estrecha entre el Trastorno del Déficit de Atención y el uso y/o la dependencia de sustancias denominadas “drogas”. En ese universo tan complejo, nos enfrentamos a una triste realidad: personas con TDA son más propensas al uso de drogas que otras que no presentan tal funcionamiento mental. Se estima que sólo en los Estados Unidos existían entre 10 y 15 millones de personas con Trastorno del Déficit de Atención y que aproximadamente, del 40 al 50% de ellas hacían uso de drogas. Vale recordar que esos

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números no incluyen a los individuos con TDA que utilizan la comida, juego, sexo, compras y otros comportamientos de forma compulsiva que podrían ser incluidos en la categoría de dependientes, sin cualquier recelo de que estemos incidiendo en un error diagnóstico.

Ante esta angustiante realidad, la sociedad, como un todo, y, en especial, los profesionales del área de la salud y educación pasan a tener un compromiso ético de, al encontrarse con un individuo con TDA, observar o incluso procurar señales y síntomas que revelen el uso/abuso o dependencia de drogas. Y viceversa: ante caso en que haya aventura con las drogas es fundamental que se tenga en mente la posibilidad de TDA como “ paño de hondo”. Así podemos concluir que el TDA es una de las grandes causas del abuso de determinadas sustancias químicas. Por eso mismo, el llamado de causa “camuflada” y, como tal, precisa ser rastreada de manera minuciosa para que un tratamiento más digno y eficaz pueda ser ofrecido a millones de personas que sufren angustiadamente, victimizadas. Por esta combinación tan explosiva: Drogas y TDA.

Muchos estudios vienen siendo realizados con el objetivo de entender los mecanismos psicológicos y biológicos que rigen esa relación tan peligrosa.

Por el lado psicológico, nos encontramos con la hipótesis de la automedicación así como con las características comportamentales compartidas entre TDAs y personalides predispuestas a la dependencia.

En cuanto a la hipótesis de la automedicación, se sabe que fue postulada por Edward Khantzian, un psicoanalista especializado en el estudio y tratamiento de personas con historia de abuso y dependencia de sutancias químicas. Según el autor, las personas que usan drogas lo hacen con el objetivo de “tratar” sentimientos camufladoes u ocultos de naturaleza extremadamente molesta. Así, la automedicación sería la utilización de sustancias con los objetivos de: mejorar el rendimiento, elevar el estado de ánimo o, todavía, minimizar o incluso anestesiar los sentimientos dolorosos. Si trasladamos ese concepto al funcionamiento TDA, podremos entender, por lo menos parcialmente, el hecho de que muchos de ellos se vuelvan dependientes de sustancias como el alcohol, marihuana, tranquilizantes, nicotina, cafeína, cocaína, azúcares, analgésicos y anfetaminas. Eso ocurriría con el objetivo, por lo menos inicial, de proporcionar alivio a sus mentes y/o cuerpos inquietos. Así, a pesar del término automedicación no haber sido criado para explicar el abuso de drogas por los TDAs, su entendimiento cae como una lluvia en el campo de la psicopatología del Trastorno del Déficit de Atención y su relación con las drogas. Es como abrir una de las puertas del complejo universo de las mentes TDA y su búsqueda, a veces desesperada, en la tentativa de organizarse.

En un primer momento, o sea, así que un TDA inicia su contacto con algún tipo de droga, el fecto de la automedicación puede hasta presentarse de manera eficaz (en verdad, pseudoeficaz), una vez que drogas como la cafína, la cocaína o las anfetamientas hacen que el TDA consiga concentrarse, encadenar sus pensamientos y dar continuidad a sus tareas. Ya drogas como el alcohol, marihuana, morfina y derivados, tranquilizantes y heroína proporcionana al TDA un “anestesiamiento” de sus sentimienos y de su habitual ansiedad.

Muchas personas con TDA presentan una gran dificultad en mantenerse estables emocionalmente. Acostumbran a sentirse tristes, ansiosos, angustiados, exaltados o incluso “estraños”, sin cualquier motivo aparente o probable. Esa avalancha de sentimientos puede llevar al individuo a vivenciar un estado que denominamos malestar emocional, en el cual predomina una sensación de extrañeza en relación a sí mismo. Una situación vivenciada con gran malestar (físico y mental) y mucho sufrimiento, llevando con frecuencia al abuso de sustancias, en intentos de automedicación.

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Corroborando el concepto de automedicación en la estrecha relación entre TDA y drogas, se puede destacar todavía el hecho de muchas personas que ignoran ser TDAs y, al tener contacto con cocaína o anfetaminas, sienten alivio en varios de sus síntomas, como desatención y desorganización. Ese alivio, temporal, hace que muchos TDAs se vuelvan usuarios crónicos de esas drogas. Si se recuerda todavía que la Ritalina, una de las medicaciones más usadas y eficaces en el tratamiento del TDA, posee un mecanismo de acción parecido a la cocaína y las anfetaminas y, por eso, es también llamada un estimulante del sistema nervioso central, veremos, así, que muchos adolescentes y adultos con TDA pueden estar usando, de manera inadvertida y peligrosa, cocaína y anfetaminas, como forma de automedicación.

Por lo expuesto, se concluye que la cocaína y algunos tipos de antetamienas serían las drogas en potencia para un TDA. Sin embargo, se observa que el uso del alcohol y de la marihuana también son bastante frecuentes en la vida de estas personas.

En esos casos, constatamos que los usos pretenden la automedicación de la gran angustia y ansiedad que esos individuos presentan. El alcohol, tal como un tranquilizante, tiene la capacidad de reducir, a corto plazo, estos molestos síntomas. Sin embargo, con el abuso crónico, el alcohol genera en este mismo individuo síntomas depresivos y, una vez establecida la dependencia física proporciona grandes dosis de ansiedad en función de las crisis de abstinencia.

Tal como el alcohol, la marihuana, inicialmente, proporciona gran alivio a la inquietud mental y física de un TDA, pero, a largo plazo, promueve una desmotivación vital que acaba por concluirse que, por un período , en generl corto, la automedicación puede traer una sensación bastante confortable a un TDA; todavía, con el pasar del tiempo, podrá acarrear una pequeña lista de problemas desagradables relacionados con la dependencia química. Una vez que esta sea establecida, la droga consigue algo que parecía imposible: transformar la vida de un TDA en algo mucho más difícil y molesto que antes. Lo que en el inicio era solución, se transforma, ahora, en un pozo sin fondo de problemas que pueden incluir: pérdida del empleo, violencia doméstica, desestructuración de familias, desastres automobilísticos, comportamiento sexual de algo riesgo, crímenes impulsivos, ruina financiera e, incluso, muerte.

La afirmación de Wendy Richardson resume perfectamente la situación de riesgo presente en la relación TDA-Drogas-Automedicación:

Automedicar a un TDA con alcohol y otras drogas es como apagar fuego con gasolina. Su vida puede explotar si usted intenta burlarse de las llamas del TDA.

Todavía dentro de los aspectos psicológicos existentes en la combinación TDA y drogas, se debe destacar el hecho de que algunas características presentadas en el comportamiento TDA encajen perfectamente en el perfil de personalidad de personas con tendencia a la dependencia.

Al analizar la personalidad de los individuos que se vuelven dependientes de algún tipo de sustancia, es posible encontrarse, la gran mayoría de las veces, con alguien portador de una estructura interna frágil, desprovista de recursos para enfrentar, de manera adecuada, los hechos y momentos sobresalientes de su vida. Lidiar con la vida es algo muy difícil para los dependientes, no sólo por las dificultades reales que lo rodean, como por su incapacidad de

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utilizar sus vivencias pasadas como aprendizaje útil en el enfrentamiento de la realidad. Incapaces de soportar las frustraciones y restricciones inerentes a la vivencia humana, estas personas pasan a actuar de manera extremadamente impulsiva con el objetivo urgente de saciar su ansia de seguridad interna. De esa manera, parten hacia el uso de una sustancia (droga) y pasan a tener la ilusión de estar abastecidos y suficientemente fuertes para enfrentar las adversidades.

Quien no se acuerda de las aventuras de “Popeye”, personaje que retrataba a un hombre simple y común, que, al encontrarse con problemas personales de cualquier orden, recurría a sus espinacas mágicas, con el poder de transformarlo en un superhérdo seguro de sí e invencible. Ante el estatus que Popeye adquiría con el uso de sus espinacas, se puede afirmar que existe en esta inocente relación (Popeye X espinacas) toda la dinámica presente en la interacción dependiente X droga. A fin de cuentas, una sustancia, por sí sola, no es una droga. Lo que determina la designación de droga dada a una sustancia es el cambio de comportamiento que produce y el status temporal de que el usuario disfruta con la transformación derivada de su uso.

El individuo con características predisponentes a la dependencia no consigue entender que un cambio real y saludable es fruto, fundamentalmente, del desarrollo de paciencia, del ejercicio de la capacidad de reflexión y de la aceptación de los sufrimientos y fracasos fitales. Para ese individuo, toda la demora existente en el proceso de un cambio real es inaceptable. Eso ocurre, pues, además de impaciencia, nutre una necesidad violenta e impulsiva de deshacerse de una identidad que él mismo no estima y que, en muchos casos, fue también poco estimada en las etapas iniciales de su vida. El dependiente se ve como una estructura estática e incapaz de realizar cambios positivos a partir de sí mimo. Así, compulsivamente, sigue en dirección a la negación de sus fragilidades, por medio del uso de sustancias mágicas que le ofrezcan cambios rápidos y sin cualquier tipo de esfuerzo autoreflexivo.

Semejante a una personalidad predispuesta a la dependencia, el TDA presenta una estructura interna frágil, gran inseguridad personal, baja autoestima, impaciencia, baja tolerancia a la frustración e intensa impulsividad.

No se sabe decir si esas semejanzas poseen algún significado mayor que nos lleve a un origen común, por lo menos parcialmente, entre el funcionamiento TDA y la dependencia química. Hasta el momento, en lo que concierne al análisis comportamental de esos dos funcionamientos, sólo se puede afirmar que sus caminos acostumbran a cruzarse con una frecuencia bastante peculiar.

En lo que se refiere al aspecto biológico de la cuestión, todo comienza a encaminarse hacia el neurotransmisor dopamina. Parece que es justamente en este punto que dependencia y TDA disfrutan de un territorio común.

En relación a la dependencia, se sabe que muchos individuos usan drogas para obtener, a través de ellas, sensaciones o comportamientos ventajosos y placenteros. Si así no fuese, las drogas no serían hoy un problema de salud pública en todo el mundo. Es común referirse a la dopamina como el neurotransmisor del placer y de la motivación, y pronto se pasa a asociarla al placer que algunas sustancias pueden producir en los individuos en función de su uso.

Esa asociación, inicialmente empírica, viene siendo bastante estudiada y, en los últimos tiempos, comprobada, gracias a pesquisas realizadas recientemente sobre los efectos de la cocaína, a través de imágenes cerebrales obtenidas por la tomografía PET (Positron Emisión

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Tomography), un sofisticado método que permite visualizar el funcionamiento de las neuronas en el ejercicio de sus funciones, utilizándose marcadores radioactivos.

Las investigaciones revelaron que la cocaína hace que una mayor cantidcad de dopamina quede disponible en el cerebro, causando así los efectos eufóricos asociados a su utilización. Se puede concluir que la cocaína en si no es responsable por el placer experimentado por sus usuarios y sin el aumento significativo de dopamina que promueve en el cerebro. Por tanto, cualquier sustancia o comportamiento que tenga el poder de causar un aumento de los niveles de dopamina en el organismo puede ser llamada droga. Por eso mismo se atribuye, en la actualidad, el status de droga al alcohol, cafeína, anfetaminas, marihuana, nicotina, heroína y otras más que, ciertamente, surgirán.

Si recordamos que el metabolismo de la dopamina se encuentra afectado en el Trastorno del Déficit de Atención, se puede imaginar, como mínimo, que reside en este hecho la base cerebral de esta interdependencia –TDA x Drogas- de consecuencias tan preocupantes, cuanto explosivas.

¿QUIÉN SE VOLVERÁ DEPENDIENTE?

Todo TDA es vulnerable a abusar de cualquier sustancia que provoque alteración del comportamiento con el objetivo de disminuir los sentimientos incómodos que acompañan ese funcionamiento cerebral. Con todo, existe una variedad de factores involucrados en el hecho de que una persona con TDA se vuelva dependiente y otras no. La causa de eso no es única, pues una combinación de factores se encuentra involucrada en el proceso. Predisposición genética, neurobioquímica cerebral, historia familiar, traumas, estrés, tipos de droga y otros factores físicos y emocionales forman parte de ese engranage. Parte esencial en la determinación de quién se volverá dependiente o no es la combinación y el cronometraje (tiempo de exposición) a esos factores. Un TDA puede tener una predisposición genética para el alcoho pero, si opta por no beber, consciente de los riesgos aumentados que posee, nunca se volverá alcohólico. Lo mismo ocurre con las demás drogas. Si un TDA nunca fuma marihuana, esnifa cocaína o usa heroína, obviamente nunca se volverá un dependiente de esas sustancias, independientemente de su funcionamiento y/o de sus otros factores predisponentes. Por eso, tratándose de drogas y TDA, la máxima regente es intervención precoz y prevención.

INTERVENCIÓN PRECOZ Y PREVENCIÓN.

Ni lo piense. ¡Diga no! Esa simple toma de posición puede revolucionar positivamente la vida de un TDA, en lo que atañe a su truculenta relación con las drogas. Eso puede sonar de manera muy simplista, pero, si así fuese, no se tendrían millones de niños, adolescentes y adultos usando drogas todos los días en todas partes del planeta. Para algunos, la atracción biológica y emocional por las drogas es algo tan fuerte, que conceptualizar los riesgos de automedicarse puede ser muy difícil. Es el caso de personas con TDA que tienen una gran afinidad y atracción por experiencias estimulantes y arriesgadas. Eso también se aplica a personas con TDA que están sufriendo física y emocionalmente con inquietud, impulsividad, baja energía, vergüenza, problemas de atención y organización, y un alto índice de dolor social causados por su no tratamiento.

Es difícil decir no a las drogas, cuando se tiene dificultad en controlar los impulsos. En otras palabras, no es fácil resistir las drogas cuando se está atormentado por un cerebro ruidoso y un cuerpo inquieto. Por eso mismo es que se debe tener en mente que, cuanto más

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temprano los niños, adolescentes y adultos con TDA fuesen tratados, más actos estarán los profesionales para ayudarlos en el proceso de minimizar o eliminar el efecto de la automedicación.

Es importante destacar que muchos padres, psicólogos e incluso médicos, no especializados, recelan de usar medicamentos en el tratamiento de los TDAs. En primer lugar, es preciso recordar que el uso de medicaciones en esos casos no es una obligatoriedad y si una decisión de cada TDA, en la búsqueda de un patrón de confortabilidad para sus vidas y la de los demás a su alrededor. Para aquellos que optan por el uso de medicamentos como un instrumento más en la búsqueda de ese objetivo, es importante recordar que las medicaciones deben ser recetadas por un médico especializado en el asunto y tener un estrecho seguimiento para que puedan, de hecho, prevenir o minimizar la necesidad de automedicación. Cuando los medicamentos ayudan a los TDAs a concentrarse, controlar sus impulsos y regular sus niveles de energía, se volverán menos propensos a automedicarse.

El TDA, no tratado, contribuye al establecimiento de la dependencia, así como a la aparición de recaídas en el proceso de recuperación. Muchas veces, los síntomas TDA, como estados depresivos, sentimientos de incapacidad, vergüenza e inadecuación, pueden representar el gatillo que irá a disparar una recaída. Muchos individuos en recuperación, con TDA, pasan horas en terapias, trabajando cuestiones de la infancia, conociendo su niño interior y analizando su comportamiento en la búsqueda de los porqués que los llevaron a abusar y a volverse dependientes de drogas. Todo ese conocimiento es útil y necesario para el proceso de recuperación. Sin embargo, si, después de años de terapia individual o en grupo, esos individuos todavía dejan sus empleos de manera impulsiva, como rompen sus relaciones afectivas, no consiguen dar contunuidad a sus proyectos y tienen un nivel de energía lento, rápido o caótico, debemos considerar la necesidad de establecer un tratamiento más dirigido para el funcionamiento TDA, con el objetivo claro de reducir sentimientos y situaciones que puedan desencadenar recaídas en el arduo proceso de recuperación.

TRATAMIENTO TDA/DEPENDENCIA

No es suficiente tratar la dependencia y no tratar el TDA, y viceversa. Ambos precisan ser diagnosticados y tratados para que el indivuduo tenga una oportunidad de dar continuidad a su recuperación. Ha llegado la hora de que los especialistas en dependencia compartieran informaciones con aquellos que tratan TDA, en la búsqueda de un trabajo con objetivos comunes y más eficaces. Es fundamental que profesionales en dependencia entiendan que el Trastorno del Déficit de Atención es el resultado de una biología diferente y que presenta buena respuesta terapéutica a un programa de tratamiento informativo-educacional que, en la mayoría de los casos, incluye el uso periódico o permanente de medicamentos. Importante, también, y que profesionales que lindan con los TDAs apoyen el desarrollo de estos programas de recuperación de dependencia, así como los ayuden a trabajar el recelo, o incluso el miedo, de hacer uso de algún tipo de remedio. Un tratamiento informativo-educacional para TDAs con historia de abuso y/o dependencia de drogas incluye las siguientes etapas:

1. Realización de una evaluación especializada para el TDA y dependencias correlacionadas;

2. Información con carácter educacional sobre como el funcionamiento TDA causa impacto en la vida de los individuos y de las personas que los rodean;

3. Desarrollo de grupos de recuperación de dependencia, preferentemente en el programa de 12 pasos (Alcohólicos y Drogodependientes Anónimos);

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4. Tratamiento psicoterapéutico del TDA: hecho a través de la terapia de base cognitivo-comportamental. Ese abordaje mira a promover un cambio positivo en el comportamiento y patrones de pensamiento de un TDA, a través de un entendimiento adecuado de sus síntomas;

5. Tratamiento medicamentoso del TDA: debe ser efectuado siempre que los síntomas del síndrome sean responsables de un nivel muy elevado de malestar vital, manifestado por la presencia de incapacitaciones funcionales;

6. Trabajar en la búsqueda de habilidades individuales que lleven a un proceso de productividad personal y contribuyan a la reintegración social, familiar y profesional del individuo.

Hay, todavía, en el tratamiento de los TDAs, con dependencia química, una cuestión bastante delicada: ¿en qué momento se debe enfatizar el uso de medicamentos para los síntomas específicos del TDA?

Entiéndase que exista una jerarquía en esa cuestión y ella debe tener como base el momento de recuperación en el cual una persona se encuentra. Siendo así, se sugiere la existencia de tres estadíos distintos de recuperación:

1. Estadío inicial: Corresponde al período en que la persona resuelve iniciar el tratamiento de su dependencia. Síntomas de abstinencia, como agitación, distracción, alteraciones del humor, irritabilidad, confusiones e impulsividad están presentes y pueden confunirse con los síntomas del TDA. Una historia infantil positiva para TDA puede ayudar a caracterizar mejor esta situación tan ambigua. En principio, se debe evitar el uso de medicamentos psicoestimulantes en esta fase del tratamiento, a no ser que los síntomas TDA presentados por el individuo estuvieran impidiendo alcanzar un estado de sobriedad.

2. Estadío intermedio: Éste es el período en que el individuo no está ya haciendo uso de su droga y, en general, busca ayuda para enfrentar los problemas que no desaparecerán con la sobriedad. Tales problemas son, en general, los propios síntomas TDA, como inestabilidad emocional, desorganización, inseguridad, bajo rendimiento e impulsividad. En este momento, el diagnóstico de TDA acostumbra a ser fácilmente realizado y el medicamento puede ser utilizado con gran eficacia.

3. Estadío final de carácter contínuo: En este período la mayoría de las personas consiguen expandir su vida para además intentar mantenerse sobrio. Es la hora excelente para tratar el TDA con medicamentos adecuados, una vez que posean ahora una mayor flexibilidad para lidiar con otros problemas que no son las drogas.

MEDICAMENTOS Y DEPENDENCIA

Este ítem será iniciado con la declaración de Mayra, artesana y química, 40 años:

“ Recibir el diagnóstico de TDA a los cuarenta años fue, como mínimo, impactante, pero saber que todo el malestar que sentía, hasta aquel momento, tenía una explicación, tratamiento y control, dio un una sensación de extremo alivio.

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Tuve una infancia que considero feliz, adolescencia angustiada y vida adulta confusa. Practiqué el deporte por años, hice un curso superior y poco después de la formación iniciaba mi vida profesional. A los ojos de los otros todo parecía dentro de la normalidad, pero no era de que mis ojos me veían.

Me sentía angustiada, ansiosa, exigente conmigo misma y en busca constante de algo que nunca supe decir el qué. Era como si yo no fuese parte del contexto, apenas un simple espectadora. Soñadora, pero sin proyectos, sin planificación, sin objetivos. En eterna insatisfacción, vivía apenas el presente, capaz de pensar y realizar varias cosas al mismo tiempo, en un ruido mental, que me llevaba a la extenuación.

A los 23 años, en el intento de minimizar mi malestar, conmencé a hacer uso de tranquilizantes –automedicación favorecida por mi propia profesión- que, con el paso del tiempo, acarreó la inevitable dependencia física y psíquica. Por 17 años consecutivos experimenté una gran variedad de tranquilizantes que el mercado ofrece y, especialmente, el Lorazepan que me acompañó en los últimos siete años, en dosis excesivamente altas.

El uso crónico de los medicamentos me llevó a un estado depresivo e insomne que me hizo abandonar una vida profesional relativamente estable. Cuando procuré un psiquiatra, me sentía escéptica y sin esperanzas.

A través de tratamientos psicoterapéuticos y medicamentosos adecuados e incentivos del médico que me asistió, la depresión fue al poco disipándose y fui sintiéndome con más vitalidad y deseo de un reinicio. El diagnóstico del TDA me estimuló a buscar informaciones sobre el trastorno, sus causas y consecuencias, las que hicieron identificarme cada vez más con sus síntomas característicos.

El próximo paso fue liberarme de la dependencia química. Aunque había sido un proceso tortuoso y doloroso, exigiendo mucha dedicación, empeño y paciencia de las personas que me eran íntimas, superar ese desafío fue absolutamente posible.

Libre del entumecimiento de los efectos de los tranquilizantes y aún en tratamiento psicoterapéutico, poco a poco estoy adquiriendo autoconocimiento y, con eso, autocontrol, pudiendo administrar y dirigir mejor mis pensamientos, emociones y talentos. Estoy saliendo de la confusión mental hacia la objetividad. Abandonando el aplazamiento crónico de los compromisos, que tanto me angustia, y aprendiendo a priorizar las tareas.

Saberse portadora de TDA a los cuareta años, acarició y enriqueció mi alma, encontré la pasión por la vide y más respeto conmigo misma. Continúo soñadora, pero hoy arrullo mis sueños, haciendo que se proyecten hacia el futuro de manera práctica, esperanzadora y creyendo en la posibilidad de realización.”

Los medicamentos psicoestimulantes, cuando son adecuadamente recetados e investigados, son eficaces para el 75 a 80% de las personas con TDA. Esos medicamentos incluyen la Ritalina®, Dexedrine®, Adderal® e Dosoyn®. Es importante citar que cuando son usados para tratar TDA, la dosis utilizada es mucho menor de lo que algunos dependientes acostumbran usar para llegar “alto”. Cuando un TDA es propenso a ese tipo de medicación, él

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no se sentirá “eléctrico” o “alto”; en vez de eso, relatará un aumento en la habilidad de concentrarse y controlar su nivel de actividad física y mental, así como sus impulsos.

Medicamentos no estimulantes como Efexor®, Pamelor®, Prozac®, Cylert®, Zyban® y Zoloft® también pueden ser eficaces en aliviar los síntomas de TDA en muchas personas. Tales medicamentos son frecuentemente usados en combinación con psicoestimulantes. Ambos en pequeñas dosis. Los medicamentos no estimulantes no presentan ningún riesgo de abuso y/o dependencia.

Hasta hoy, es común médicos que dudan, por diversos motivos, en usar medicamentos psicoestimulantes para tratar TDAs. Sin embargo, la práctica clínica nos han ha revelado que cuando una persona, en recuperación de dependencia, se muestra, de hecho, dispuesta a utilizar medicamentos con el objetivo claro de aumentar la eficacia de su tratamiento, la posibilidad de abuso es muy rara. En verdad, la llave de todo es el desarrollo del individuo en un programa de tratamiento informativo-educacional con una supervisión de los medicamentos, intervenciones comportamentales y participación en terapias individuales y/o de grupos en el proceso adaptativo de los TDAs y vinculación con programas de recuperación de dependientes.

UNA LUZ EN FIN DEL TÚNEL

Cuando hace diez años comenzamos a interesarnos por el funcionamiento TDA, fuimos tomados por sentimientos intensos y antagónicos. Por un lado, la fascinación por las mentes tan inquietas como creativas y, por otro lado, la aprensión de constatar la existencia de una relación muy estrecha entre el Trastorno del Déficit de Atención y el abuso/dependencia de sustancias químicas. Esa asociación tan explosiva, que nos causó un cierto desánimo en la elaboración de un plan terapéutico para los TDAs, acabó por permitirnos ayudar a diversos pacientes que nos buscaban con la intención de iniciar un tratamiento para un determinado tipo de dependencia. Fue entonces que pudimos observar que esa relación ocurre en un camino de mano doble y que un tratamiento eficiente para ambos lados giraría de una postura de respeto por este hecho.

En los últimos años, hemos testimoniado una verdadera trasformación de vidas previamente perjudicadas por dependencias en TDAs no tratados. Podemos ver personas, recaídas en programas de recuperación, alcanzaron sobriedad completa y contínua, después de estar con su funcionamiento TDA bajo tratamiento; o aún, TDAs pasaron a tener una vida confortable, después de liberarse de su dependencia.

Por todo eso podemos afirmar que, por más difícil que parezca, hay una luz al final del túnel y su intensidad es proporcional al entendimiento y a la voluntad de cada TDA en rescribir su vida. No pierda el tiempo lamentando el hecho de ser TDA o dependiente de alguna droga. En vez de eso, haga un pacto de rebeldía consigo mismo, contraríe a las previsiones y las estadísticas, y sea feliz.

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CAPÍTULO 11: LA DIFÍCIL TAREA DE DORMIR BIEN

Aprendiendo a relajar un cerebro a mil por hora...

Si consideramos que el sueño es el momento en que nuestro cerebro se relaja con el objetivo de recuperarse del desgaste ocurrido durante el día, en la ejecución de sus intensas tareas, surgirá, tratándose de un cerebro TDA, una problemática bastante compleja. A fin de cuentas, ¿cómo es posible relajar un cerebro que anda a 200 km/h?

Los profesionales de la salud especializados y familiarizados con el funcionamiento TDA son conscientes de que muchos de ellos presentan problemas relacionados con el sueño. Esos problemas están presentes, tanto en el acto de dormir bien, como en el mantenimiento de un sueño cualitativamente relajante. Por eso mismo, acostumbran quejarse de insomnio y/o intensa sensación de cansancio durante el día.

Desgraciadamente, casi no existen estudios en la literatura general sobre TDA que expliquen sus dificultades relacionadas con el sueño, tanto en su aspecto cuantitativo, como cualitativo. Dormir en exceso, como ocurre con algunos TDAs, no significa de forma alguna dormir bien. Lo único concreto y comprensible que se tiene en ese aspecto es la presencia de pensamientos constantes, a una velocidad tan intensa, que acaba resultando en grandes dificultades para relajarse y dormir.

En función de nuestras propias dificultades de sueño y de nuestra conciencia práctica de cómo ellas pueden afectar el funcionamiento físico y mental diario de una persona, resolvemos incluir, de manera rutinaria, una breve evaluación del sueño en nuestras entrevistas iniciales. En poco tiempo, verificamos los beneficios prácticos de esa conducta investigadora. Seleccionamos todos los pacientes con TDA y procedemos a un análisis sistemático sobre su sueño. El resultado fue bastante aclaratorio: el 85% de todos los pacientes con síntomas TDA sufrían de insomnio, sueño inquieto y fatiga diurna crónica. Esas alteraciones están presentes, de forma constante, en los llamados trastornos del sueño. El trastorno del sueño es una condición crónica que afecta directamente a la cualidad y a la cantidad de sueño de una persona. Después de proceder a una revisión en investigaciones médicas sobre los trastornos del sueño, podemos observar la existencia de una relación íntima, documentada en varios de esos estudios, entre TDA y trastornos del sueño. Se trata de un “dúo” marcado por mucha inquietud, insomnio y cansancio. Entre los diversos tipos de trastornos del sueño, los que parecen estar más relacionados con el TDA son el Síndrome de Piernas Inquietas, Síndrome de los Movimientos Periódicos de los Miembros y Apnea Obstructiva del Sueño.

El conocimiento y el tratamiento de los trastornos del sueño son importantes para todas las personas que sufren con esas alteraciones. En general, ellos no son diagnosticados. Se estima que una parte significativa de la población mundial presenta alteraciones relacionadas con el sueño. Sólo en los Estados Unidos, este número es en torno a 70 millones de individuos y la gran mayoría no es diagnosticada ni tratada.

Para los TDAs, el asunto no es sólo importante, sino, por encima de todo, es vital, ya que para ellos la alteración cualitativa o cuantitativa resulta en un aumento de desatención y de la hiperactividad. Como consecuencia, también estarán afectados la cualidad de los desempeños profesionales y escolares, relaciones personales y el estado general de salud física y mental.

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SÍNDROME DE LAS PIERNAS INQUIETAS

Se caracteriza por una sensación molesta de inquietud que se manifiesta en las piernas o los brazos (más raro) en la forma de un movimiento impuesto al individuo, y acostumbra ocurrir cuando la persona se encuentra en descanso físico. Cuando esa sensación se inicia, las personas son tomadas por un deseo irresistible de mover las piernas. La mayoría encuentra alivio con la ejecución de una breve caminata o de ejercicios que coloquen las piernas en movimiento. El síndrome de Piernas inquietas puede manifestarse cuando el individuo está de acuerdo o dormido. Cuando ocurre en la hora de dormir, las sensaciones a veces hasta dolorosas, y la inquietud contribuyen directamente para la ocurrencia de insomnio.

De las tres condiciones citadas, como alteraciones del sueño más común en los TDAs, el Síndrome de las Piernas Inquietas es la de mayor facilidad diagnóstica, una vez que acostumbra ocurrir cuando la persona está de acuerdo y, por tanto, apta a recordar y relatar el hecho, cuando es cuestionada por un profesional de la salud.

Fue ese problema el que motivó a Rubens, 52 años, contable, a buscar ayuda. Él ya no aguantaba más la rutina de tener que dar caminatas en la tarde-noche para conseguir dormir. Además de dormir mal, el tiempo que perdía todavía le quitaba por lo menos dos horas de sueño, que acababan haciendo falta a quien precisaba despertar muy pronto todos los días. Él demoró bastante la búsqueda de ayuda, pues nunca había oído hablar de algo semejante, entonces concluyó tratarse tal vez de un problema de estrés, o energía que precisaba ser “descargada”. La esposa protestaba mucho de las caminatas y sentía mucha preocupación, cuando salía ya muy tarde. Pero protestaba igualmente cuando él no caminaba y se retorcía en la cama, inquieto, moviendo las piernas. La solución encontrada por ella fue abrir un crédito y comprar “uno de estos aparatos encontrados en gimnasios.” Una cinta andadora.

Rubens intenta describir lo que pasa, aunque considere su problema como una “... agonía indefinible. Es difícil de explicar. A veces, parece que los músculos de mis penas están contraídos, como cuando se está haciendo esfuerzo para saltar, y lo que sé es que necesito moverlos y aliviar la presión. Sin eso no duermo, y acabo estorbando el sueño de mi esposa también. Ella insistió para buscar ayuda. Yo hasta entonces consideraba que fuese algo incómodo, pero no tratable.”

Rubens tuvo más de una sorpresa: además de su extraña incomodidad ser realmente un problema de salud, también tenía algo llamado TDA. “Eso fue lo más gracioso. Después de haber sido diagnosticado como portador del Síndrome de las Piernas Inquietas, también fui interpelado por mi médica sobre temas como desatención, desorganización, impulsividad, etc. Una serie de características mías que yo achacaba a algún problema de educación o motivación de mi parte. Allí estaba él haciéndome aquellas preguntas que tenían todo que ver conmigo, cuando yo había ido sólo a hablar sobre mi problema de insomnio. Pensé que ella fuese una bruja, una médium. Después me explicó que mi problema podría estar relacionado a algo llamado TDA. Fueron dos sorpresas buenas en un día: los dos diagnósticos. Sólo saber que yo era TDA quitó una tonelada de mis hombros. Yo no era desordenado porque quería o porque era perezoso. ¡Tenía dificultades concretas incluso! Hoy en día, Rubens todavía usa bastante su cinta andadora por causa de los efectos benéficos para su salud y no porque precisa de esa actividad para dormir.

SÍNDROME DE LOS MOVIMIENTOS PERIÓDICOS DE LOS MIEMBROS

Se caracteriza por el movimiento abrupto de los miembros (brazos y piernas) durante el sueño. Acostumbra estar presente en el 80% de las personas que presentan el Síndrome de las

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Piernas Inquietas. En casos más serios, los movimientos pueden llegar a ocurrir a cada 30 segundos.

El intenso movimiento de los brazos y piernas hace que el individuo presente un sueño superficial, en función de volverse parcialmente despierto innumerables veces durante la noche. Generalmeante la persona no está consciente de esos momentos de sueño superficial y, por eso mismo, aquéllas que no tienen una pareja en la cama acostumbran a no saber que presentan esta condición. En esos casos, el diagnóstico sólo podrá ser realizado a través de una polisomnografía, que es un estudio específico hecho a través del seguimiento visual y auditivo del período de sueño de una persona. A veces, se adapta a esos recursos audiovisuales un aparato capaz de medir toda la actividad eléctrica cerebral durante el mismo período.

Los padres de los niños con TDA desconocen, la mayoría de las veces, que sus hijos promueven una verdadera guerra corporal con sus sábanas, almohadas y pijamas durante el sueño. Sin embargo, acostumbran relatar que sus camas amanecen en total desorden y que muchos se presentan malhumorados y cansados al despertar.

No se sabe exactamente lo que causa el Síndrome de las Piernas Inquietas y el Síndrome de los Movimientos Periódicos de los Miembros. Un gran número de médicos describe tales síndromes como condiciones neurológicas hereditarias y que no acostumbran ser diagnosticadas. Algunos estudios sugieren que la deficiencia de hierro o el exceso de cafeína (café, mate, refrescos) deben ser tomados en consideración en la determinación del diagnóstico y en el tratamiento de esos síndromes, una vez que esos factores han sido asociados a un empeoramiento significativo en los síntomas de ambos.

El tratamiento del Síndrome de las Piernas Inquietas y del Síndrome de los Movimientos Periódicos de los Miembros son comunes y acostumbran implicar medicamentos e intervención comportamental. Eliminar la cafeína de la dieta y enriquecerla con frutas y verduras, tanto como desarrollar una actividad física regular, pueden representar una mejora significativa en los síntomas de esas alteraciones del sueño. En cuanto a los medicamentos utilizados, se comprueba que todos tienen en común el hecho de actuar en receptores cerebrales de la dopamina. Eso refuerza todavía más los lazos de familiaridad que parecen existir entre TDA y Trastornos del Sueño. A fin de cuentas se cree que el Trastorno del Déficit de Atención tenía como una de sus causas factores hereditarios relacionados con receptores de la dopamina.

APENA OBSTRUCTIVA DEL SUEÑO

Se caracteriza por la ocurrencia, durante el sueño, de episodios en que el paso del aire por la nariz y la boca es interrumpido. Esas pautas respiratorias son casi siempre acompañadas de ronquidos entre los episodios de apena. Siendo así, casi todas las personas que presentan Apena Obstructiva del Sueño roncan, aunque no todos los individuos que roncan presentan ese problema. En casos más graves, el número de episodios de apnea puede ser de 20 a 30 por hora, en una noche. Por tanto, la Apena Onstructiva del Sueño puede ser considerada una alteración seria y con riesgos para la vida, una vez que esas interrupciones del sueño profundo y restaurador acostumbran causar dolor de cabeza matinal, somnolencia excesiva durante el día, presión arterial elevada y en casos más graves, isquemia cardíaca o cerebral.

Desgraciadamente, la identificación de la Apnea Obstructiva del Sueño sólo acostumbra ocurrir cuando el paciente se encuentra en un estadío avanzado del problema.

Si la persona tiene una pareja en la cama, ésta podrá identificar la alteración al encontrarse con una pausa respiratoria en medio de un patrón de ronquidos bien marcados.

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Varios pacientes pueden vivenciar una sensación de asfixia durante las pausas respiratorias. Para esos, el diagnóstico puede ser un poco más fácil en función del paciente poder relatar un vago recuerdo de sensaciones de asfixia o todavía por el “susto” causado en el compañero de cama al despertarse con la persona teniendo una reacción a ese tipo de sensación asfixiante.

Es fundamental que todos los médicos consideren la posiblidad de Apnea Obstructiva del Sueño siempre que se enfrenten con un paciente que tenga entre sus quejas la presencia de somnolencia diurna y fatiga crónica. La mejor manera de confirmarse el dianóstico es la realización de una polisomnografía en laboratorios especializados.

El tratamiento específico para esa condición debe ser planeado a partir de datos sobre la historia personal del individuo (hábitos, vicios, estado civil, tabaquismo, etc.), de sus examenes físicos y de su polisomnografía. A partir de ese inventario, una serie de medidas puede ser prescrita a los pacientes:

• Eliminar los cigarros;

• Evitar bebidas alcohólicas;

• Evitar calmantes o hipnóticos;

• Reducir el peso corpóreo –esto es especialmente importante para los casos asociados a obesidad;

• Dormir de lado, en vez de dormir boca abajo;

• Uso constante de un CPAP (nasal continuous pontive airway pressure)- una pequeña máquina que bombea, suavemente, el aire para dentro de una máscara que queda sobre la raíz, impidiendo así la ocurrencia de la pausa respiratoria. Esas máscaras pueden ser prescritas por médicos y son extremadamente confortables. Con el uso del CPAP, en pocos días los pacientes relatan alivio intenso en la somnolencia diurna y en la fatiga crónica.

Amadeu es ingeniero civil, tiene 49 años y resolvió buscar ayuda cuando comenzaron a ser más frecuentes las quejas de su novia que lo recordaba, aterrada, en medio de la noche, diciendo que él no estaba respirando. Él no sabe decir si tiene ese problema hace mucho tiempo, pues su esposa no comentaba nada, a no ser el hecho de él roncar. Probablemente, el problema fue empeorando con la edad y a medida que Amadeu intensificaba el uso de cigarros y bebida. Quien primero llamó su tención fue la actual compañera, con quien duerme algunos días de la semana. Sobre eso, él relata:

“Siempre supe que yo no tenía una buena cualidad de sueño. Ya despertaba cansado y, en el resto del día, literalmente me arrastraba. El mal humor era la tónica, y sentía bastante dolor de cabeza. Yo tenía vaga conciencia de despertar mucho durante la noche y de una sensación de ahogo, hasta porque sentía la garganta reseca en esos momentos. Achacaba eso a una combinación de sueño leve, estrés, alegia y a los ronquidos. Sobre los ronquidos yo ya sabía bien. Probablemente fue uno de los factores que contribuyeron al fracaso de mi matrimonio, pues mi exmujer no conseguía dormir bien y, entonces, pasamos en dormir en cuartos separados. Tal vez por eso nunca supe las pausas en la respiración.”

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Con la nueva compañera Amadeu tuvo la oportunidad de descubrir que podría ser algo diferente y más serio. Cada uno vive en su casa, y cuando duermen juntos, ella insiste en dormir abrazada. En esos momentos es que ella percibió la ocurrencia de extraños silencios en la respiración ruidosa del compañero. En una de las veces, por fin, tocó el tórax de Amadeu y percibió que él no respiraba durante esos silencios. “Ella no esperaba para saber si yo iba a volver a respirar o no, me despertaba desesperadamente, creyendo que yo estaba teniendo algún tipo de ataque o síncope.” Por fin, con la continuación de esos episodios, Amadeu pasó a tener recelo de dormir y su compañera ya no dormía en paz, quedando atenta a la respiración de Amadeu. “Ahí pasé a quedarme seriamente preocupado con mi salud y también con las consecuencias que eso podía tener para mi relación. No quería que fuese todo por agua abajo nuevamente. Ella tampoco dormía bien a mi lado.” Amadeu consultó médicos, cardiólogos y se sometió a exámenes. Después de comenzar a hacer uso del CPAP y cambiar algunos hábitos nocivos, experimentó intenso alivio en los síntomas de fatiga y dolor de cabeza. Sólo una cosa todavía no “batía”: los olvidos y la desorganización, que achacaba al “mal dormir”, resistían al tratamiento. Aliviado de los síntomas más preocupantes, comenzó a notar la persistencia de incómodas características. “Yo era tan confuso y perezoso que, ciertamente, si fuese empleado de alguna empresa y no tuviese mi propia consultoría, yo habría sido despedido.” Su consultría va viento en popa, porque él cuenta con excelentes asistentes, que organizan y ejecutan sus buenas ideas, dirigen bien su impulso emprendedor y controlan sus tareas y compromisos de modo que no se perjudique con eso. “Tengo en mis fieles funcionarios mi memoria, mi atención y mi concentración, ya que no la tengo por cuenta propia. Lo interesante fue cuando noté que eso no cambiaba incluso cuando pasé a tener un sueño decente.” Amadeu comenzó a desconfiar de que podía tener algo más cuando su exmujer le comunicó que el hijo preadolescente de la pareja había sido diagnosticado con algo llamado TDA.

Los problemas enfrentados por el hijo eran muy semejantes a los suyos y su exmujer comentó que el médico había alertado sobre el componente genético del problema. Ella ya se había sometido a una consulta y comprobado que no era TDA. “Ella dijo bromeando: debes ser tú. Pero yo lo tomé en serio. Busqué ayuda y tenía razón. Además de eso, parece haber una relación entre mi problema de sueño y el TDA. Entonces, todo encajó para mí.”

Hoy en día, tratando su TDA, celebra la mejoría de sus problemas en el trabajo. Los funcionarios ya no quedan tan preocupados con los errores frecuentes del jefe, que necesitaban prevenir, detectar y remediar. A cuenta de eso, están hasta más productivos para otras tareas. “Pero ser organizado es aburrido incluso, ¿sabe? Yo no soy tan distraido como antes, pero continúo dejándoles la tarea de trazarme el guión”, concluye riendo, contento.

Escribimos este CAPÍTulo, separado, para destacar dos cuestiones que desgraciadamente vienen siendo ignoradas por la gran mayoría de los médicos: Los Trastornos del Sueño y su relación con el Trastorno del Déficit de Atención. La mejor manera de contribuir a un cambio real de esa situación es informar sobre su ocurrencia, posibilidades de identificación y formas de tratamiento. Solamente así se podrá hablar de calidad de vida para millares de personas con TDA y que presentan alguna alteración del sueño como un problema coexistente.

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CAPÍTULO 12: UNA BREVE HISTORIA EN EL TIEMPO

El largo proceso de identificación del funcionamiento TDA...

En 1902, George Fredrick Still realizó a serie de conferencias en el Royal College of Phyiclans. En estas conferencias, Still habló sobre niños que eran agresivos, desafiadores, resistentes a la disciplina, excesivamente emotivos y apasionados, mostraban poca “inhibición a su propio deseo”, tenían dificultades de seguir las reglas, eran desatentos, hiperactivos, propensos a accidentes y amenazadores con otros niños debido a actitudes hostiles. De acuerdo con Still, esos niños tenían un defecto mayor y crónico “descontrol moral”.

Su grupo de estudio estaba constituido por veinte niños en una proporción de tres muchachos por una muchacha. Sus comportamientos problemáticos habían surgido antes de los ocho años de edad. En armonía con las ideas dominantes de la época, Still rotuló a los padres de esos niños como portadores de un “defecto de control moral”. Sin embargo, tuvo que reconocer una ligazón hereditaria en el comportamiento de esos niños, al percibir que algunos miembros de sus familias presentaban problemas como depresión, alcoholismo y alteraciones de conducta. Esa idea de que el comportamiento podía tener una causa orgánica más relevante de lo que simplemente fuera resultado de una educación familiar inadecuada, fue un concepto arriesgado para la época (inicio del siglo XX). Incluso así, esas ideas ganaron credibilidad, siendo inclusive publicadas en el British Medical Journal.

Aproximadamente dos décadas después, médicos americanos estudiaron niños que presentaban características comportamentales similares a las descritas por Still. Más que eso, los niños estudiados en ese período tenían en común el hecho de ser supervivientes de la pandemia de encefalitis ocurrida entre 1917-1918.

Numerosos estudios describieron niños con “Trastono del comportamiento Postencefalitis”, en que eran destacados daños en la atención, regulación de la actividad física y control de los impulsos. En 1934, Kahn y Cohen publicaron un artículo en el famoso The New England Journal of Medicine, donde afirmaban haber una base biológica en esas alteraciones comportamentales, basados en un estudio con las mimas víctimas de la epidemia de encefalitis de Von Ecónomo.

En función de esta correlación hecha entre la encefalitis y una posible “deficiencia moral”, se estableció, en la época, un fundamente de carácter general y, por esto, erróneo para explicar el funcionamiento TDA: otros niños que no fueron expuestos a la irrupción de la encefalitis, pero que presentaban síntomas similares, debían haber sufrido un cierto daño cerebral de alguna otra forma. Creose así el término “cerebro dañado o lesionado” para describir a tales niños. El reconocimiento de que muchos de esos niños, aunque diferentes de sus compañeros de edad (otros niños en la misma faja de edad), se presentaban muy expertos e inteligentes para ser portadores de una lesión cerebral de cualquier extensión, acabó originando el término “Lesión Cerebral Mínima”, que terminó por volverse popularmente conocido y completamente extendido, a pesar de no haber lesión cerebral obvia, o, por lo menos, ninguna que puediese ser evidenciada por un test o examen médico objetivo. Los niños, con ese tipo de comportamiento, deberían, todavía de alguna forma, ser considerados portadores de un cerebro lesionado.

A partir de eso, se pensó que los niños sin historia o señales de trauma físico fuesen lesionados cerebralmente a penas por el hecho de presentar los referidos síntomas comportamentales. Ese término fue posteriormente cambiado por el de Disfunción Cerebral

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Mínima por falta de evidencias directas y objetivas que puediesen constatar la presencia de lesiones cerebrales.

En 1937, Charles Bradley hizo un descubrimiento accidental: las anfetaminas (medicamentos estimulantes del sistema nervioso central) ayudaban a los niños hiperactivos a concentrarse mejor. Él observó que muchos niños, especialmente aquellos que eran hiperactivos y/o impulsivos, con el uso de anfetaminas, presentaban significativa reducción en sus comportamientos tan “perturbadores”. Fue un descubrimiento contrario a la lógica que acabó por llevar al surgimiento del concepto de efecto paradojal (efecto contrario al esperado con el uso de determinada medicación).

El término hiperactividad infantil fue usado por Laufer en 1957 y por Stella Chess en 1960. Laufer aseguraba que el síndrome sería una patología exclusiva de niños del sexo masculino y tendría su remisión a lo largo del crecimiento natural del individuo.

Ya Stella Chess separó el síntoma de la hiperactividad de cualquier noción de lesión cerebral. Chess encaraba los síntomas como parte de una “hiperactividad fisiológica”, cuyas causas estarían enraizadas más en la biología (genética individual) que en el medio ambiente (como causante de lesión). De ahí el término “Síndrome del Niño Hiperactivo”.

Reación Hipercinética de la Infancia fue el término usado por la Asociación de Psiquiatría Americana (APA) al publicar el Manual Diagnóstico y Estadístico de Desórdenes Mentales (DSM-II), en 1968.

Los nuevos términos tuvieron gran validez para los niños que presentaban hiperactividad como parte de sus síntomas. Aunque, tendiesen a ignorar el hecho de que un gran número de niños presentasen déficits de atención sin cualquier señal de hiperactividad. Era evidente que más investigaciones deberían ser realizadas para responder a esas u otras cuestiones.

En 1973, el Dr. Ben Feingold presentó a la Associação Médica Americana varios estudios que establecióan una relación entre determinados alimentos y aditivos químicos y el comportamiento y la habilidad de aprendizaje de ciertos individuos. Esa teoría ganó la simpatía de una gran parte de la población americana, pero no fue bien aceptada por la comunidad médica dominante en la época.

Todavía en la década de 1970, el foco de las investigaciones comenzó a cambiar de la hiperactividad hacia las cuestiones atencionales. Eso ocurrió gracias a la teoría presentada por Virginia Douglas. Para ella, el déficit en mantener la atención podría surgir bajo condiciones en que no hubiese hiperactividad. Así, Virginia amplió la percepción de ese síndrome comportamental destacando el déficit de atención, que era infravalorado anteriormente.

Surge una nueva percepción en 1976. En ese año, Gabriel Weiss mostró, a través de estudios realizados a largo plazo, que cuando los niños alcanzan la adolescencia, la hiperactividad puede disminuir, mientras que, los problemas de atención e impulsividad tienden a persistir. El consenso anterior tratava el síndrome como una alteración exclusiva de la infancia y que, de alguna forma, “desaparecería” en la adolescencia y en la vida adulta.

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Esa fue una contribución decisiva para que ese tipo de funcionamiento cerebral fuese reconocido en la población adulta.

La forma adulta fue oficialmente reconocida en 1980, con la publicación del DSM-III por la Asociación Americana de Psiquiatría, que trajo cambios importantes en diversos aspectos: desvinculó la nominación del síndrome de sus aspectos etiológicos (factores causales) y destacó los aspectos clínicos (síntomas); enfatizó la cuestión atencional como síntoma nuclear de la alteración; identificó la forma adulta , entonces llamada de “tipo residual” y renombró el síndrome de Trastorno del Déficit de Atención (TDA).

Durante toda la década de 1980, centenares de estudios fueron publicados sobre el asunto, haciendo del TDA, por lo menos en los Estados Unidos, la alteración comportamental infantil más estudiada.

En 1994, la Asociación Americana de Psiquiatría publicó el DSMIV. En esa actualización, la clasificación del TDA era dividida en dos subtipos básicos y en una combinación de ambos:

• Déficit de Atención: DA, predominantemente desatento;

• Déficit de Atención: DA/HI, predominantemente hiperactivoimpulsivo;

• Déficit de Atención: DA/C, en que los síntomas desatentivos y de hiperactividad/impulsividad están presentes en el mismo grado de intensidad.

Actualmente, el DSM-IV es un consenso cuando se habla del diagnóstico de TDA. Eso ocurre por cuenta de tres aspectos básicos oficializados y destacados en esta clasificación:

1) las señales y síntomas listados son los mismos para niños, adolescentes y adultos, con la adecuada excepción de ser menos intensos en las fases más maduras de la vida de los individuos:

2) el reconocimiento del subtipo predominatemente desatento. Un hecho que puede ayudar a revertir la situación de infradiagnóstico en relación a las mujeres, ya que entre ellas predominan los síntomas de desatención en detrimento de los síntomas de hiperactividad/impulsividad y

3) el relieve de las dificultades personales causadas por los síntomas de TDA en el contexto familiar, profesionale-académico o social de la vida de cada individuo.

A pesar de toda esa evolución ocurrida en los últimos años en el proceso de identificación del funcionamiento TDA, el panorama en Brasil todavía es un tanto desalentador. En este preciso momento, millares de personas, entre niños, adolescentes y adultos, pasan por numerosos malestares personales y/o sociales en función de sus problemas en el ñarea de la atención y del control de sus impulsos e hiperactividad fíasica y/o mental. A los niños le son imputados rótulos peyorativos como “peste”, “maleducadas “, “rebedes´”, “agresivos”, “soñadores”, “fantasiosos”, entre otros. A los adultos también son atribuidas etiquetas, no menos peyorativas, tales como: “explosivos”, “distraídos”, “matones”, “egoístas”, entre otros.

Para hacer frente a esa situación sólo existe un camino: el de la información. A través de la información al gran público, padres y educadores, principalmente, podrían comenzar a reconcer más y más esos síntomas en el comportamiento TDA de sus niños y, quien sabe, en sus propias vidas.

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En cuanto a la comunidad médica, la información también adquiere el papel fundamental, especialmente en el reconocimiento de la forma adulta del síndrome, una vez que hay muy poca interacción entre médicos psiquiatras y neurólogos, sean ellos especialistas en adultos o en niños. Esa falta de intercambio de informaciones acaba por no permitir la construcción de una historia lineal que pueda crear un razonamiento constructivo para la identificación del comportamiento TDA.

Ha llegado la hora de que los profesionales de la salud entiendan, de una vez por todas, que el objetivo final de su trabajo es el bienestar del ser humano que , por vicio profesional, se acostumbra a llamar paciente. Psiquiatras, neurólogos, psicólogos, psicoanalistas, foniatras y pediatras precisan tener en mente que conocimientos, y principalmente el intercambio amigable de ellos, obedecen a una acuación sumatoria y no de división de poder. Tener el poder de acertar en un diagnóstico es algo infinitamente mezquino comparado con el poder de ayudar a un ser humano a vivir con la dignidad de una de una existencia menos incómoda y angustiante. Ese tal vez sea el mayor legado que el tiempo podrá traer a los TDAs. A fin de cuentas, esa breve historia merece un final feliz.

Que venga ese nuevo tiempo, en que la intercomunicación del conocimiento no sea sólo “global-virtual”, sino real y cotidiana.

Cuando nací vi un angel travieso.

Un vulgar querubín. Y decretó que yo estaba predestinado.

A ser errado así.

Ya de salida mi camino torció.

Pero voy hasta el fin.

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EL ORIGEN DE LA CUESTIÓN

CAPÍTULO 13: LA CIENCIA FINALMENTE EN EL RUMBO CORRECTO DEL ENTENDIMIENTO DE UN CEREBRO TDA...

El Trastorno del Déficit de Atención deriva de un funcionamiento alterado en el sistema neurobiológico cerebral, esto significa que sustancias químicas producidas por el cerebro, llamadas neurotransmisores, se presentan alteradas cuantitativa y/o cualitativamente en el interior de los sistemas cerebrales que son responsables de las funciones de atención, impulsividad y actividad física y mental en el comportamiento humano. Se trata de una disfunción y no de una lesión como anteriormente se pensaba. El cerebro de un TDA, en forma y apariencia, en nada difiere de los demás cerebros, que no presentan un funcionamiento TDA; la diferencia está en el interior de los circuitos cerebrales que son movidos y organizados por los neurotransmisores que, en última instancia, serían los combustibles que alimentan, modulan y hacen funcionar todas las funciones cerebrales. Así, los neurotrasmisores serían la gasolina de los coches, las caídas de agua que generan la energía de las grandes hidroeléctricas o incluso la energía atómica de las centrales nucleares.

La comprensión del componente neurobiológico en el funcionamiento del Trastorno del Déficit de Atención fue revolucionario para el tratamiento de ese trastorno, una vez que cambió la forma de pensar sobre toda la problemática vital que sus portadores vivencian. Esa nueva visión se volvió unánime en la comunidad médica en la década de 1990 y fue el pilar generador de eficiencia que los tratamientos medicamentosos alcanzaron en la mejoría de la calidad de vida de los TDA. Está claro que un largo camino de investigaciones todavía debe ser recorrido, teniendo en cuenta que el mecanismo exacto que rige el comportamiento TDA todavía no está totalmente comprendido. Se tiene la punta del iceberg y esto se debe a la enorme complejidad de los sistemas cerebrales, en especial, el sistema atencional, que es el principal responsable del estado de conciencia humana. La existencia se traduce en la capacidad del ser humano de atender a sí mismo (como individuo único) y a todo el mundo a su alrededor. Y, en verdad, esta es la esencia de la vida humana, relacionarse consigo mismo y con los otros, sin perder la individualidad y, simultáneamente, contribuir con el todo universal.

Los pasos en el sentido de definir la anatomía y la bioquímica de los cerebros TDAs fueron de gigante, en términos científicos, pues cada uno de ellos proporcionó la certeza de que ese trastorno no es una simple incapacidad moral para comportarse, o para interesarse por el mundo a su alrededor, o aún, una falta de voluntad para suceder profesional, afectiva o socialmente. Eso saca de la frontera de la “marginalidad social” (de los que están al margen de la sociedad) a millares de personas que, si pudiesen ser tratadas, orientadas y organizadas podrían estar desempeñando sus potencialidades o incluso sus talentos especiales, contribuyendo, así a una sociedad más agradable de vivirse.

“En el largo camino entre la disposición genética y la entrada en la escuela, millares de factores pueden ocurrir de equivocado en el cerebro de un individuo” (Arnold, 1995). Tal afirmación traduce bien la larga historia de la ciencia, rumbo al entendimiento de cómo funciona un cerebro TDA y sus muchos factores causales. Dónde esa historia se inició, no se sabe decir; sin embargo, el cambio en el “foco” de esa cuestión posibilitó retirar el TDA de la esfera moralista y punitiva y llevarlo a una esfera científica y posible de tratamiento. Y eso es lo que realmente importa.

Los diversos factores causales que están envueltos en el funcionamiento del cerebro TDA son:

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FACTORES GENÉTICOS

Todos los estudios científicos indican que factores genéticos desempeñan un importante papel en la génesis del Trastorno del Déficit de Atención. Eso es constatado por estudios epidemiológicos que mostraron una mayor incidencia del síndrome entre parientes de niños con TDA en comparación con parientes de niños no-TDA. Si bien, hasta el momento, no se dispone de mecanismos que puedan determinar la probabilidad estadística exacta de que adultos con TDA tengan hijos con ese mismo funcionamiento mental. Se debe, en ese caso, afirmar que el síndrome posee un carácter hereditario, sin un grado de probabilidad determinado.

Estudios realizados en gemelos idénticos, o sea, que poseen el mismo material genético, presentaron concordancia en la franja del 50%. Eso nos hace raciocinar que el factor hereditario (genético) es importante, pero no el único en la manifestación del comportamiento TDA, pues, si así fuese, la concordancia entre gemelos idénticos debería ser del 100%.

ALTERACIONES ESTRUCTURALES Y FUNCIONALES EN EL TDA

Los indicios más fuertes de que el Trastorno del Déficit de Atención presenta una alteración en la estructura cerebral de sus portadores viene de los numerosos estudios realizados por medio de exámenes de neuroimagen. Esa categoría de exámenes pretende obtener imágenes que muestren el funcionamiento del cerebro y no sólo su imagen estática. Dentro de esas pruebas, la que mejor evidencia la actividad funcional de las diversas partes del cerebro es el PET o SPET: ambos se refieren a tomografías realizadas por emisión de positrones, que pueden visualizar tanto la estructura, como la actividad de las regiones cerebrales, en determinado momento.

Las conclusiones de esos estudios fueron unánimes en describir una hipoperfusión cerebral localizada más significativamente en la región prefrontal y premotora del cerebro. Esa hipoperfusión significa que la región frontal, en las personas con TDA, recibe un menor aporte sanguíneo del que debería y, como consecuencia, hay una disminución del metabolismo en esta región, que, al recibir menos glucosa (oriunda de la sangre), tendrá menos energía y funcionará con su desempeño reducido. Si nos acordamos de que el lóbulo frontal es el principal responsable de la acción reguladora del comportamiento del ser humano, podemos evaluar que su hipofuncionamiento está directamente ligado a las alteraciones funcionales presentadas en el Trastorno del Déficit de Atención. La forma como el lóbulo frontal regula el comportamiento, ocurre por la realización de las siguientes funciones: mantener bajo contro los impulsos; planear acciones futuras; regular el estado de vigilia; “filtrar” estímulos irrelevantes, que son responsables de nuestra distracción; accionar reacciones de lucha y huida; establecer conexión directa con el sistema límbico (centro de las emociones), con el centro del hambre y de la sed; regular la sexualidad, el grado de disposición física y mental y muchos otros impulsos de aspecto fisiológico.

Finalmente, se concluye que la acción reguladora del comportamiento humano es realizada por el lóbulo frontal, que ejerce una serie de funciones de carácter inhibitorio, cabiéndole a él tirar del freno de mano del cerebro humano en lo que dice respecto a sus pensamientos, impulso y velocidad de sus actividades físicas y mentales. Y es justamente eso lo que falló en el cerebro del TDA, su filtro o freno pierde eficacia reguladora por recibir menos glucosa, su fuente mayor de energía, en función de la ya citada hipoperfusión sanguínea de la región frontal. Sin “freno”, el cerebro TDA tendrá una actividad mucho más intensa, será bombardeado por una tempestad de pensamientos e impulsos a una velocidad muy por encima de la media. Eso irá a ocasionar una gran desorganización interna que, muchas veces,

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encubrirá pontencialidades, aptitudes, talentos y mucha inteligencia, en un gran enmarañado mental.

Vimos hasta aquí que la base estructural del Trastorno del Déficit de Atención está localizada en el lóbulo frontal; sin embargo, no se puede olvidar que no existe un compartimento estanco en la organización cerebral, todas las regiones están interconectadas, formando una gran red de informaciones que constituye la base del comportamiento humano. Esas informaciones pasan de neurona a neurona, de regiones a regiones, por los neurotransmisores que irán a determinar la activación o la inhibición de estas, modulando, así el actuar de los individuos.

En el caso específico del Trastorno del Déficit de Atención, los neurotransmisores más participativos, en ese proceso de desregulación en el funcionamiento del lóbulo frontal, serían las catecolaminas, que incluyen la noradrenalina y la dopamina. En 1970, C. Kornetsky describió su hipótesis de las catecolaminas en el intento de explicar los síntomas del síndrome TDA. Su hipótesis fue postulada a partir de la observación clínica de que estimulantes como la Ritalina y algunas anfetaminas producían gran efecto terapéutico en portadores de TDA. Partiendo del conocimiento científico de que esos estimulantes afectan directamente los sistemas de los neurotrasmisores noradrenalina y dopamina, aumentando la cantidad de estos, Kornetsky llegó a creer que el funcionamiento TDA sería, tal vez, consecuencia de una baja producción o una subutilización de esos neurotransmisores. Esa hipótesis continua siendo bastante defendida en la actualidad, incluso muchos estudios recientes apuntan a la participación de otros neurotransmisores en el funcionamiento bioquímico del cerebro TDA. La serotonina, estrella en la bioquímica de la Depresión, parece tener su papel de coadyuvante en esa danza tan compleja que ocurre en los cerebros de personas con TDA. Sólo el tiempo podrá decirnos, con sus verdades inevitables, el papel de cada neurotransmisor en esa orquesta TDA; mientras, las “señales” de que se dispone hoy, dan la certeza de que los sistemas neuroquímicos (de la química cerebral) se encuentran alterados en las personas con TDA, y en esto reside el origen del problema.

FACTORES AMBIENTALES (EXTERNOS)

Además de la hipótesis genética, la ocurrencia del TDA está muchas veces correlacionada con complicaciones durante el embarazo y en el parto, inclusive con relatos de traumatismos neonatales (Bastos e Bueno, 1999). En ese aspecto, las alteraciones encontradas en los sistemas dopaminérgicos, serotoninérgicos y otros eventuales neurotransmisores no serían provocadas por registros individuales heredados de sus antepasados (origen genético), y sí por accidentes ocurridos durante el período gestacional o posterior a éste. Como ejemplo de esa situación, se pueden citar: hipoxia (privación de oxigenación suficiente) pre y postnatal, traumas obstétricos, rubéola intrauterina y otras infecciones, encefalitis y meningitis postnatal, traumatismo craneoencefálico (TCE), deficiencia nutricional y exposición a toxinas.

Corroborándose la influencia de esos factores externos en el surgimiento del comportamiento TDA, se encuentran numerosos trabajos que establecen una correlación bastante significativa entre niños que tienen peso corporal mucho más bajo al nacer y una probabilidad mayor de presentar en la edad adulta dificultades atencionales y comportamentales bien marcadas.

VISIÓN MULTIFACTORIAL

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Como se puede observar, el conocimiento sobre el origen del síndrome TDA todavía es limitado; por esa razón, se debe tener la humildad de saber que la llave que abre el funcionamiento TDA –y que tal vez no sea la única- sería como una herramienta capaz de abrir varias puertas y dejar pasar contenidos distintos que, “mezclados”, en proporciones individualizadas, permitirían la formación de las diversas estructuras TDAs.

Esa visión nos parece apropiada, una vez que ninguna hipótesis sobre el origen del funcionamiento TDA se mostró, por sí solo, capaz de explicar todos los casos de TDA. Se destaca todavía el hecho de que el estrés provocado por ambientes desestructurados, o incluso el aumento de demandas en el desempeño personal o social, pueden exacerbar en gran escala los síntomas del TDA, también como factores estresantes sumados pueden alterar la bioquímica de un cerebro genéticamente predispuesto a llevarlo a manifestar, tanto en carácter cualitativo como cuantitativo, la tríada de síntomas a un tal nivel que el individuo pasaría a presentar el Trastorno del Déficit de Atención de hecho, pasando a vivir con la influencia cotidiana de ese funcionamiento. Esa visión abre la posibilidad de identificar y, consecuentemente, ayudar a personas con síntomas TDA sin historia genética, también como prestar orientación a aquéllas que poseen carga genética, pero que pueden no desarrollar el síndrome en función de vivir en un ambiente bien estructurado, con eso se puede comprender que la genética no se trata de una fatalidad, pero sí de una probabilidad, de hecho, de las más importantes. Sin embargo, su manifestación sufre influencias externas que podrán contribuir para que esta sea favorable o desfavorable en la vida del indivuduo. Esa comprensión significa un cambio radical en relación a la manifestación genética de la neurobiología humana. Todo indica que la bioquímica cerebral posee una especie de plasticidad que la vuelve posible de cambios en cada momento vital. Siendo así, la biología cerebral que se posee al nacer (con fortísima carga genética), puede sufrir alteraciones de intensidades variadas en respuesta al ambiente externo. O sea, acontecimientos vitales, como traumas físicos o psicológicos muy dolorosos, pueden dejar “cicatrices” en el cuerpo, en el alma y también en la estructura funcional de la masa cerebral.

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CAPÍTULO 14: DIAGNÓSTICO DEL TDA

La sabiduría en dirigir su forma de ser ante las numerosas obligaciones impuestas por la vida...

Establecer criterios para la identificación de una persona TDA siempre fue un gran desafío enfrentado por la Psiquiatría y la Psicología. En realidad, eso ocurre en casi todos los trastornos psiquiátricos, una vez que no se dispone, hasta el momento, de un test o prueba específica que por sí solo identifique el TDA, ni los trastornos incapacitantes como la Esquizofrenia o el Autismo. En la era high-tech de la Medicina Nuclear, de las pruebas computerizadas, de los trasplantes y de las terapias genéticas, las ciencias que estudian el cerebro y el comportamiento humano todavía tienen como mayor y mejor herramienta la vieja y buena anamnesis, que consiste en una conversación detallada sobre toda la historia de la vida de un individuo, desde su gestación hasta la actualidad. Surge ahí la primera gran dificultad en si hacer el diagnóstico de TDA en adultos, ya que, muchas veces, no es posible obtener datos de sus padres o de sus cuidadores infantiles; queda, apensa, su propio relato que, obviamente, será deficiente en varios registros importantes.

Tomándose en consideración que el Trastorno del Déficit de Atención, a nuestro modo de ver, es mucho más un tipo de funcionamiento cerebral diferente que propiamente un trastorno en sí, nos encontramos con una problemática bastante pertinente y, al mismo tiempo, desafiadora, que es la delimitación de la frontera diagnóstica entre el llamado normal y el llamado TDA. ¿Qué criatura en este mundo no se vio envuelta en actos desatentos, impulsivos o incluso hiperactivos? ¡Con certeza el mundo no es TDA! Las diferencias son sutilezas tales como las variaciones que se encuentran en los diversos tonos de un mismo color o incluso en la intensidad de la luz en la transición del final de la tarde al inicio de la noche. Pero una cosa es cierta: el funcionamiento mental TDA existe y sus sutiles diferencias son, muchas veces, responsables de sus grandes talentos y/o de sus grandes limitaciones en la vida cotidiana.

A partir de los detalles descritos arriba, se acostumbra afirmar que el mejor criterio para diagnosticar el TDA es la propia historia personal vista desde los más diversos ángulos de su existencia: escolar/profesional, familiar, social y afectiva. La visión global es la que nos dará la oportunidad de crear, de manera empírica, pero bastante adecuada, el criterio para establecer la necesidad de tratamiento para esa alteración. Un TDA, en realidad, precisa mucho más de un ajuste en su comportamiento que, en verdad, un tratamiento, y lo que determina su necesidad es el malestar sufrido por él en su vivencia diaria. En otras palabras, si un TDA viene sufriendo con sus olvidos, desorganizaciones, impulsos o con su agitación física y mental, debe buscar ayuda, mirando a establecer un equilibrio entre su forma de ser y las obligaciones y encargos impuestos por su vida, principalmente en la fase adulta.

Se pueden establecer así algunas etapas fundamentales en el proceso diagnóstico del Trastorno del Déficit de Atención:

1ª Etapa: Buscar un médico especializado en el asunto para que usted pueda exponer sus ideas sobre la posibilidad de poseer ese tipo de funcionamiento comportamental.

2ª Etapa: Narrarle sus dificultades y malestares en las áreas profesional/escolar, afectivo-familiar y social, citando ejemplos situacionales claros.

3ª Etapa: Verificar si esos problemas lo acompañan desde la impancia.

4ª Etapa: Asegurarse de que sus alteraciones se presentan en un grado (intensidad) significativamente mayor, comparado con otras personas de su vida, que se encuentran en la misma franja de edad y en condiciones socioculturales semejantes.

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5ª Etapa: Eliminar la presencia de cualquier otra situación médica o no-médica que sea capaz de explicar las alteraciones presentadas en su comportamiento, así como los trastornos que ellas le causen en el día a día.

CÓMO HACER EL DIAGNÓSTICO DEL TDA

Para realizar el diagnóstico del Trastorno del Déficit de Atención en adultos, es fundamental e imprescindible detectar las alteraciones primarias en la historia infantil del individuo, ya que no es posible que una persona pase a tener TDA en la fase adulta de la vida. Por esa razón, existe actualmente una postura de consenso en la comunidad médica en adoptar el sistema americano de diagnóstico conocido por la sigla DSM-IV (Diagnostic and Statistícal Manual of Mental Disorders) de la Asociación Americana de Psiquiatría, en función de ésta permitir el diagnóstico del TDA para adolescentes y adultos, incluso cuando éstos no satisfacen los criterios infantiles de la misma forma o intensidad que se produjeron en la fase inicial de sus vidas.

Para esa situación, el DSM-IV usa el término, bastante apropiado, de remisión parcial. Así, las señales y síntomas enumerados en esa clasificación son los mismos para niños, adolescentes y adultos, con la pertinente excepción de que el “colorido” (intensidad), encontrado en la infancia, se presenta menos marcado en las fases más adelantadas y maduras de la vida de esos individuos.

Ese aspecto de desvanecimiento de los síntomas TDA, con el paso del tiempo, nos da la posibilidad de considerar que el trastorno, como es llamado hoy, se refiere mucho más a un funcionamiento cerebral/mental alterado y diferenciado del individuo que propiamente a una alteración patológica preestablecida, ya que la evolución del TDA sigue el mismo camino de los individuos llamados normales, que, del mismo modo y con el paso del tiempo, desarrollan un control más fino de sus impulsos, de su atención y de sus actividades motoras y psíquicas. La clasificación americana trae todavía otro aspecto bastante dilucidador para la comprensión y el diagnóstico del TDA, porque destaca el aspecto nuclear de esta alteración que da nombre a la misma: la desatención, o mejor, la inestabilidad atencional. Eso ocurre por la denominación de lso subtipos creados en esta clasificación. Ellos son:

• Tipo Combinado: ocurre cuando seis (o más) síntomas de desatención están presentes con seis (o más) síntomas de hiperactividad e impulsividad por un período mínimo de seis meses. La mayoría de los niños y adolescentes se encuadra en esa categoría.

• Tipo Predominantemente Desatento: en este caso tenemos seis (o más) síntomas de desatención con ausencia o pequeña presencia (menos de seis) de los síntomas de hiperactividad e impulsividad durante por lo menos seis meses.

• Tipo Predominantemente Hiperactivo-impulsivo: ocurre cuando seis (o más) síntomas de hiperactividad e impulsividad están presentes entre los síntomas de desatención menos observables, en los últimos seis meses.

Como la subclasificación está hecha con base en una base de la vida de un individuo (en este caso los últimos seis meses), nada impide que una misma persona sea encuadrada en más de un subtipo en determinado momento de su vida. Eso tiene importancia para tomar en cuenta que fases estresantes en la vida de un TDA pueden llevarlo a exacerbar ciertos síntomas, en detrimento de otros. Tal hecho puede, también, ser decisivo en el ajuste de la terapia medicamentosa y en la orientación psicoterapéutica en un determinado momento atípico en la vida de una persona TDA.

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Se debe destacar aún que el reconocimiento del subtipo predominantemente desatento vino a ayudar en la realización del diagnístico de TDA en mujeres que tenían el síndrome infradiagnosticado en función de presentar, predominantemente, síntomas desatencionales, en detrimento de los síntomas de hiperactividad e impulsividad. Ese aspecto está expuesto con más detalle en el CAPÍTULO que se dedicó a las mujeres con comportamiento TDA.

El DSM_IV trae a colación un aspecto individual para los portadores de TDA que, en casi el 100% de los casos, se vuelve el motivo por el cual el individuo busca ayuda especializada. Ese aspecto sería la presencia de perjuicios y consecuentes trastornos causados por los síntomas TDA en, por lo menos, dos áreas o contextos vitales de un individuo: familiar, profesional-escolar o social.

A continuación se tiene una tabla con los criterios diagnósticos para TDA del DSM-IV en su totalidad:

CRITERIOS DIAGNOSTICOS PARA TRASTORNOS DE DÉFICIT DE ATENCIÓN - HIPERACTIVIDAD

A. O (1) o (2)

(1) Seis (o más) de los siguientes síntomas de desatención han persistido por lo menos seis meses en una intensidad que es desadaptativa e inconsistente el el nivel de desarrollo:

DESATENCIÓN:

(a) Frecuentemente deja de prestar atención a detalles o comete errores por descuido en actividades escolares, de trabajo u otras.

(b) Con frecuencia tiene dificultades para mantener la atención en tareas o actividades lúdicas.

(c) Con frecuencia parece no escuchar cuando le dirigen la palabra.

(d) Con frecuencia no sigue instrucciones y no termina sus deberes escolares, tareas domésticas o deberes profesionales (no debido a comportamiento de oposición o incapacidad de comprender instrucciones).

(e) Con frecuencia tiene dificultades para organizar tareas y actividades.

(f) Con frecuencia evita, le disgusta o se resiste a implicarse en tareas que exijan esfuerzo mental constante (como tareas escolares o deberes de casa).

(g) Con frecuencia pierde cosas necesarias para tareas o actividades (por ejemplo juguetes, tareas escolares, lápices, libros u otros materiales).

(h) Es fácilmente distraído por estímulos ajenos a la tarea.

(i) Con frecuencia es olvidadizo en actividades diarias.

(2) Seis (o más) de los siguientes síntomas de hiperactividad han persistido por lo menos seis meses en intensidad desadaptativa e inconsistente con el nivel de desarrollo.

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HIPERACTIVIDAD

(a) Frecuentemente agita las manos o los pies y se remueve en su silla.

(b) Frecuentemente abandona su silla en el aula u otras situaciones en las que se espera que permanezca sentado.

(c) Frecuentemente corre demasiado, en situaciones en las que esto es inapropiado (en adolescentes y adultos, puede estar limitado a sensaciones subjetivas de inquietud).

(d) Frecuentemente tiene dificultades para jugar o envolverse silenciosamente en actividades de ocio.

(e) Está frecuentemente “a mil” o muchas veces actua como si estuviese “a todo vapor”.

(f) Frecuentemente habla demasiado.

IMPULSIVIDAD:

(g) Frecuentemente da respuestas precipitadas antes de que las preguntas hayan sido completadas.

(h) Con frecuencia tiene dificultad para aguardar su turno.

(i) Frecuentemente interrumpe o se mete en asuntos de otros (por ejemplo: se entromete en conversaciones o juegos).

B. Algunos síntomas de hiperactividad-impulsividad o desatención que causaron perjuicio estaban presentes antes de los siete años de edad.

C. Debe haber claras evidencias de perjuicio clínicamente significativo en el funcionamiento social, académico u ocupacional.

E. Los síntomas no ocurren durante el curso de un Trastorno Generalizado del Desarrollo, Esquizofrenia u otro Trastorno Psicótico y no son mejor explicados por otro trastorno mental (por ejemplo: Trastorno del Estado de Ánimo, Trastorno de Ansiedad, Trastorno Disociativo o Trastorno de la Personalidad).

Tipos

Tipo Combinado: si tanto el criterio A1 como el criterio A2 son satisfechos durante los últimos seis meses.

Tipo Predominantemente Desatento: si el criterio A1 está satisfecho, pero el criterio A2 no está satisfecho durante los últimos seis meses.

Tipo Predominantemente Hiperactivo-impulsivo: si el criterio A2 está satisfecho, pero el criterio A1 no está satisfecho durante los últimos seis meses.

Test psicológicos también pueden ser instrumentos útiles para auxiliar el proceso diagnóstico del TDA. Para niños, uno de los más aceptados y largamente utilizados es el WISC (Wechsler Intelligence Scale for Children), test de inteligencia y ejecución, compuesto de subescalas para habilidades verbales, espaciales, de atención, entre otras. O WAIS (Wechsler Adult Intelligence Scale) es test de características semejantes, desarrollado para la población adulta. Los resultados de tales subescalas, cuando presentan determinadas discrepancias,

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pueden proporcionar indicativos para el diagnóstico del TDA. Existen todavía varios otros test o escalas, y las ventajas de la aplicación de uno o de otro pueden ser evaluadas por el médico, psicólogo u otro profesional habilitado.

Es importante recordar que tales test pueden presentar falsos negativos o falsos positivos. Algunas variables pueden influir la disposición del examinando en el momento de su aplicación. Por ejemplo, la novedad y la excitación de estar siendo sometido a un test, unido al hecho de ser frecuentemente una situación de uno a uno (examinador y examinando), pueden llevar al examinando a hiperconcentrarse y, así, elevar los probables resultados que normalmente presentaría en las subescalas de atención. Falsos positivos pueden ocurrir si, en el momento de la aplicación, el examinando estuviera ansioso, estresado o presentando algún trastorno.

De esa forma, los test deben ser aplicados juntamente con otras formas de evaluación y diagnóstico. Ellos nos ofrecen informaciones valiosas y complementarias que pueden ser bastante útiles, aunque no puedan ser usados como herramientas centrales para el diagnóstico.

Vivir.

Y no tener la vergüenza de ser feliz.

Cantar y cantar y cantar. La belleza de ser un eterno aprendiz.

Yo se, que la vida debía ser mucho mejor.

Y será.

Mas eso no impide que yo repita. Es bonita, es bonita, es bonita.

“Es lo que es” (Gonzaguinha)

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CAPÍTULO 15: EN BUSCA DEL BIENESTAR. TRATAMIENTO DEL DÉFICIT DE ATENCIÓN.

La importancia de la individualidad y del bienestar.

En Psiquiatría, mucho más que en otras especialidades médicas, las discusiones sobre los conceptos de causa, enfermedad, salud, cura y tratamiento siempre provocan grandes enfrentamientos de posiciones que traspasan los límites de la “ciencia médica” y caminarán por campos diversos como el de la filosofía, de la política y hasta de la religión. Hecho completamente justificado por tratarse de una especialidad que no lidia apenas con células, tejidos, genes, órganos y enzimas, sino con la enigmática y compleja mente humana. Los avances en los estudios del cerebro humano han sido fantásticos en los últimos años. Sin embargo, las consecuencias para la práctica psiquiátrica en sí llegan a ser decepcionantes en varios aspectos.

Tal vez eso venga ocurriendo, porque la divulgación de esa avalancha de nuevos datos sobre el funcionamiento cerebral se ha hecho con el fin de equiparar ese cerebro con el funcionamiento de la mente humana. Obviamente, se trata de un tipo de instrumento que debe ser utilizado de la mejor manera posible, pero sin perder de vista la subjetividad comportamental que hace que la manifestación de una determinada disfunción cerebral sea diferente en cada persona debido a los factores ambientales en que se inserte y al marco y desarrollo psicológico que haya alcanzado, haciendo que la evolución, el tratamiento y así mismo la consideración de las manifestaciones como enfermedad sean bien diferentes en cada caso.

La estructura mental tiene la capacidad de pensamiento, de creación de avanzados sistemas de comunicación, de emoción elaborada y de toda una serie de características que tornan al ser humano realmente diferente de los demás seres vivos y aún ocupan la “parte superior de la jerarquía en la Tierra”. Y claro que tales capacidades pueden ser utilizadas tanto para el bien como para el mal, pues así como el hombre tiene el poder de construir cosas maravillosas, también posee el mayor potencial destructor entre todos los animales, y, desgraciadamente, eso ha sido comprobado día a día.

Así la Psiquiatría tiene la tarea, al mismo tiempo noble y desafiadora, de cuidar de este “milagro” en acción, que es la mente humana. Su funcionamiento es único y, en la práctica psiquiátrica, se observa claramente la singularidad de cada persona que, incluso presentando disturbios y sintomatologías semejantes, pueden demandar estrategias de cuidados bien distintas.

Toda esa explicación es para que quede más clara la noción de la necesidad de que el tratamiento se volviese algo que debe ser analizado bajo dos grandes vertientes: la angustia individual y el malestar social, que una determinada manifestación pueda causar a la persona o al ambiente social en el cual está inmersa, respectivamente.

En el caso del Trastorno del Déficit de Antención, esta es una noción bastante interesante a ser tenida en cuenta, pues se trata de una descripción clínica relativamente reciente que tuvo demora en ser establecida, justamente por tener algunas características que, a veces, pueden volverse positivas en algunos aspectos, a pesar de que en otros puede causar grandes perjuicios en la vida de las personas que presentan ese funcionamiento mental. Así, una característica puede ser considerada patológica o no, dependiendo de la circunstancia en que ocurre o aún del medio sociocultural en el cual está inmersa, pudiendo concluir en una

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actitud adecuada o no. Pero, cuando ocurre realmente una inadaptación, mucho sufrimiento puede ser evitado, en caso de que sea hecho el diagnóstico e instituido un tratamiento asertivo.

En nuestra opinión, el criterio de tratamiento del Trastorno del déficit de atención debe basarse en la dialética BIENESTAR X MALESTAR. Siendo así, los propios individuos TDAs deben evaluar si su forma de vivir, pensar o actuar les está proporcionando una existencia confortable o no.

En el caso de los adultos, la autoevaluación se vuelve más fácil por medio de la propia observadión derivada de las sucesivas frustraciones y/o limitaciones en las principales áreas de la vida: social, afectivo-familiar y profesional. Cuando nos encontramos con niños y adolescentes TDAs tenemos que contar con la valiosa ayuda de los padres y/o cuidadores en la descripción de comportamientos que señalan gran inadaptación y sufrimiento por parte de esos pequeños e inquietos seres. No se puede olvidar que todo sufrimiento tiene su expresión consciente o no. No tener conciencia de estar sufriendo no minimiza en nada el sufrimiento y las consecuencias derivadas de esta manera de vivir.

Por todo lo dicho, acostumbramos a dividir el tratamiento del Trastorno del Déficit de Atención en cuatro grandes etapas: información, conocimiento y apoyo técnico, medicamentoso y psicoterapéutico.

El seguir cada uno de ellos será visto individualmente. Es importante señalar que muchos autores incluyen el diagnóstico como etapa del tratamiento del TDA. Eso es bastante comprensible, una vez que en esos casos el diagnóstico casi siempre va acompañado de un carácter liberador que, por sí solo, produce efectos terapéuticos. Al final, saber que existen una explicación científica para tantos equívocos, frustraciones y hasta humillaciones es, como mínimo, alentador para una autoestima ya tan sacudida. Y más aún, tomar conciencia que ese comportamiento puede ser “regulado”, tal cual un sofisticado motor en dirección de su mejor rendimiento, hace crear en el alma TDA el más potente de los combustibles humanos: la esperanza que resucita en esos impulsivos creadores la capacidad de alentar sueños posibles.

INFORMACIÓN/CONOCIMIENTO:

“Saber es poder”. El viejo y sentencioso adagio nunca estuvo tan actual como en estos tiempos globalizados. Al final, sólo es posible optar por una ayuda adecuada a través del saber deribado del conocimiento adquirido.

Cuanto más información y conocimiento tenga sobre el Trastorno del Déficit de Atención, más capacitado estará para comprender toda su historia de vida y para contribuir efectivamente en la elaboración de un tratamiento que sea más eficaz y cómodo. Recuérdese que ningún tratamiento efectivo puede nacer de posturas pasivas. Es preciso informarse, estudiar, debatir, intercambiar ideas, experiencias, aprender a cerca de los medicamentos, terapias, alimentación, deportes y todo lo demás que pueda contribuir para la mejora y la autosuperación.

Por eso mismo, a la hora de escoger un médico o un terapeuta cerciórese de que posee profundo conocimiento sobre TDA, o que hará el diálogo más fácil y franco. Más que profesionales de la salud, ellos estarán a su lado en el arduo trabajo de construcción y reconstrucción de su vida. Intente imaginar que ambos forman parte de un gran equipo de Formula 1 que tiene como objetivo primordial conseguir que el coche de la escudería (en este

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caso usted) presente en las pistas (en este caso en su vida) su mejor desempeño. Su mente puede tener un inmenso potencial, pero si no está bien “regulada” puede presentar resultados muy por debajo de lo esperado. Eso acabará por traer frustraciones en el bagaje de su experiencia vital.

Más que enriquecimiento cultural, la información sobre el funcionamiento TDA traerá conocimiento que lo auxiliará en la comprensión de cómo este síndrome afecta su vida y la de todos los que se encuentran a su alrededor. En ese aspecto, extender la información o el conocimiento a los familiares, amigos, profesores, compañeros de trabajo y socios afectivos sólo contribuirá de manera positiva, una vez que la convivencia, a partir de entonces, será mucho menos agotadora y, con certeza, más comprensiva y productiva.

APOYO TÉCNICO:

El apoyo técnico puede, en principio, causar una impresión errónea de algo burocrático y complicado que hará de su vida una gran tormenta. Mas al contrario de lo que pueda parecer, el “apoyo técnico” no es más que una serie de pequeños pasos y actitudes que acaban por crear para el TDA una estructura externa capaz de facilitar mucho la vida cotidiana.

De esa manera, el apoyo técnico consiste en crearse una rutina personal que facilite la vida práctica de un TDA y que sea capaz de compensar en parte su desorganización interna. Una rutina que debe contener aspectos esenciales tales como: establecer horarios regulares de mayor productividad, de reposo, de actividades físicas, de comidas; organizar cronogramas en relación a sus obligaciones, proyectos y ocio, crear el hábito de tener una agenda en que anote la víspera o su día siguiente y compruebe todo por la mañana antes de iniciar su día; tenga siempre a mano pequeños blocs y bolígrafos para pequeños recordatorios, anotaciones y listas.

Al principio, podrá tener un poco de dificultad en seguir una rutina, pero, en poco tiempo, se volverá un hábito que le dará comodidad y seguridad y, principalmente, impedirá que se pierda en devaneos, acciones sin objetivo o gire “alrededor de su propio eje” sin salir del mismo lugar.

Además de disminuir bastante la ansiedad y la sensación de incapacidad de TDA, una rutina bien organizada tiene aún la posibilidad de hacer que los talentos sean desarrollados, perfeccionados y expresados de forma concreta.

Si no se siente capaz de organizar su apoyo técnico solo, pida ayuda de personas que conviven con usted. Ellas pueden ofrecerle informaciones sobre su fundionamiento con más precisión y pertinencia de lo que usted imagina. Recurra también a su terapeuta. A pesar de la terapia tener el objetivo principal de construir una organización interna, como se verá adelante, muchas veces, es más fácil y oportuno comenzar por la estructuración externa para alcanzar alquel fin.

MEDICAMENTOSA:

Hablar sobre una terapia medicamentosa siempre causa polémica, principalmente si la medicación tiene la función de alterar de alguna manera las funciones cerebrales. Durante muchos años, la sociedad en general se dividía en dos grandes grupos en relación a este asunto. De un lado, las personas contrarias al uso de medicamentos y, de otro, aquéllas que

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reconocían la necesidad y la eficacia que el uso de medicamentos podía traer a ciertas personas. Por más curioso que pueda parecer, las personas contrarias al uso de medicación acostrumbraban a llamarse “naturistas”. Afirmaban que sólo se deberían usar medicamentos “naturales”. Pues bien, durante todo ese tiempo, nos hemos cuestionado sobre lo que esas personas llaman natural. A fin de cuentas, natural es todo lo que viene de la naturaleza, siendo así, el veneno de cobra es natural, así como los rayos solares, sin embargos, ambos pueden matar en determinadas circunstancias, como pueden salvar vidas en otras. ¿Será que la polémica en torno a natural o no-natural no sería sobre industrializado y no-industrializado? A nuestro mode de ver la polémica persiste por pura falta de información de algunos segmentos de la sociedad que se sienten con autoridad para hablar sobre lo que desconocen. ¿Será que existe autoridad maor que aquella que trata de aliviar el sufrimiento humano en cualquier de sus expresiones (físicas, mentales, materiales, sociales, etc)? Admitimos que el proceso de industrialización tuvo y tiene sus distorsiones y efectos perjudiciales para la sociedad, pero ignorarlo bajo su aspecto positivo es ser radicamente insensato. Pues fue a través del proceso de industrialización de vacunas que fueron erradicadas numerosas enfermedades que tanto afligían a la humanidad.

No nos estenderemos más, ya que no es objeto de este libro; sin embargo, nos sentimos en la obligación de destacarlo, pues, frecuentemente, creencias y conceptos falsos impiden, hasta hoy, que millares de personas experimenten una existencia más confortable.

No se debe olvidar que el sufrimiento humano no sigue corrientes filosófica o científicas, apenas busca una salida que contribuya a su alivio. Así, los esfuerzos en ese sentido deben tener carácter sumatorio, o sea, reunir todas las conductas terapéuticas, mirando al bienestar de cada individuo, como el único y primordial objetivo del proceso al que se llama tratamiento.

Bajo este enfoque, el uso de medicamentos en el Trastorno del Déficit de Atención puede y debe ser visto como una herramienta más en la búsqueda de una mejor calidad de vida. Tal cual el motor de un automóvil que tiene su mejor desempeño por el uso de un buen aceite lubricante que desminuye la “fricción” de sus piezas, el cerebro TDA puede tener us funcionamiento facilitado por medio de la medicación, contribuyendo a que el individuo TDA viva de manera menos agotadora.

El uso de medicamentos en el TDA acostumbra producir resultados eficaces en la gran mayoría de los casos, contribuyendo a un cambio radical en la vida de estas personas. Para que eso ocurra es fundamental que se definan los síntomas causantes del mayor malestar, en cada caso o situación, de la forma más objetiva posible. Eso sucede por el hecho de que el TDA sea un sídrome que puede presentarse de maneras diversas, como ya se vio, y tener una serie de comorbilidades que pueden acoplarse a su funcionamiento basal.

Definir lo que se desea mejorar en el comportamiento vital de un TDA es esencial para la elección más adecuada de un medicamento. Por eso, el médico debe contar con la participación activa del paciente o de sus cuidadores (en el caso de niños) para alcanzar su objetivo final.

Consideramos básicamente tres categorías de medicamentos que pueden ser usados en el tratamiento del TDA: los estimulantes, los antidepresivos y los accesorios. Muchas veces, es necesaria una combinación para producirse un efecto adecuado. Los medicamentos son los mismos para adultos y niños, la diferencia se encuentra en la dosis utilizada y en la combinación adecuada para cada caso. La búsqueda del medicamento o combinación medicamentosa eficaz, así como su dosificación ideal, pueden llevar algun tiempo para ser

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establecidas, una vez que no hay una receta patrón que se aplique para todos los casos, como ocurre en determinadas situaciones médicas en que medicamentos y dosificaciones son preestablecidas. Un buen ejemplo es el del uso de antibióticos, en que hasta el tiempo de aplicación de la medicación es preconcebido por los recetarios médicos. En el tratamiento del TDA, cada caso debe ser visto de forma individual. Es importante tener paciencia en ese proceso de búsqueda de un esquema medicamentoso eficaz, ya que en el 80% de los casos es establecido y puede ayudar a la persona a concentrarse mejor, reducir su ansiedad, irritabilidad, oscilaciones de humor y a controlar sus impulsos.

Serán vistos en primer lugar los estimulantes. Entre ellos se destacan la Ritalina® (metilfenidato), la Desedrina® (dextroanfetamina) y el Cylert® (pemolina). Hasta ahora, los estumulantes son los medicamentos más extensamente investigados y recetados para el TDA. Numerosos estudios han establecido la seguridad y la eficacia de esas sustancias para aliviar los síntomas del TDA. La Ritalina® es el más común de todos los estimulantes utilizados en el tratamiento del TDA y, específicamente en el Brasil, es el único entre los estimulantes destacados que se encuentra disponible en el mercado farmacéutico.

Puede parecer contradictorio el uso de psicoestimulantes en personas que presentan hiperactividad física y mental. Sin embargo, se puede observar en la práctica clínica que estas sustancias en los individuos con TDA producen aumentos en la concentración, disminuyen la impulsividad e hiperactividad, además de poder actuar en la reducción de la ansiedad y en la mejoría de los estados depresivos. Todo indica que, los psicoestimulantes actuarían en áreas cerebrales que tuvieran una acción inhibitoria sobre el pensamiento humano, capacitando, de esta manera, las actividades de planificación, previsión, análisis de consecuencias y ponderación. Si consideramos que estas áreas inhibitórias se encuentran menos activas en los cerebros TDA, y que psicoestimulantes son capaces de estimularlos, se puede comprender, por lo menos en parte, la acción equilibrante que tales sustancias ejercen en el comportamiento de las personas con TDA.

Los psicoestimulantes, especialmente la Ritalina®, todavía están asociados a concepciones equivocadas que dicen respecto a dos aspectos principales: la fama de tener efecto de “droga” y al hecho de retardar el crecimiento de niños y adolescentes. En cuanto al primer aspecto, es relevante esclarecer que esos remedios no causan dependencia, cuando son usados en las dosis recetadas. Algunos estudios recientes aseguran, incluso, que adolescentes TDA que son apropiadamente tratados son menos propensos al uso abusivo de alcohol y otras drogas. En relación al retraso en el crecimiento, gustaría de citar aquí el estudio de Manuzza, Klein y Bonagura, de 1991, considerado como referencia mundial en el asunto, que esclarece que el uso de metilfenidato (Ritalina®) está asociado apenas a una menor ganancia ponderal (peso) y no estatural (altura) como se pensaba anteriormente.

En relación a los antidepresivos, destacan la desipramina /Norpramin®, la imipramina (Tofranil®, la venlafaxina (Efexor®, la bupropiona (Zyban®), la fluoxetina (Prozac®), la sertralina (Zoloft®) y la paroxetina (Arropas®).

Entre los antidepresivos utilizados en el tratamiento del TDA, la desipramina es el más comúnmente usado por los especialistas, pues es el antidepresivo más investigado con ese objetivo. Además de eso, su uso terapéutico en TDAs reveló efectos semejantes a los obtenidos con los estimulantes sobre los síntomas diana de este síndrome (atención, impulsividad e hiperactividad). La desipramina tiene la ventaja de poder ser tomada en una única dosis diaria, lo que no ocurre con los estimulantes. Sus efectos terapéuticos acostumbran aparecer en, aproximadamente, 15 días, después del inicio de su uso y, en general se muestran eficaces con bajas posologías (10-30 mg/dia), lo que reduce mucho cualquier posibilidad de efectos colaterales indeseables (boca seca, bajada de presión y discreta retención urinaria).

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La combinación de bajas dosis de desipramina y metilfenidato acostumbra funcionar muy bien y tiene la gran ventaja de evitar que se utilicen dosis más elevadas de una o de otra medicación. Ese hecho es de extrema importancia, una vez que consideramos la terapia medicamentosa del TDA un proceso regido por la siguiente regla básica: menores dosis con mayor eficacia.

El uso de los demás antidepresivos, con exceso de desipramina, causa efectos terapéuticos menos específicos sobre los síntomas diana del TDA, siendo sus indicaciones más pertinentes cuando nos encontramos con ansiedad, depresión y otros cuadros comórbidos asociados al TDA. Nuestra práctica clínica nos han llevado a establecer una relación bastante interesante entre sustancia antidepresiva, cuadros comórbidos del TDA y eficacia terapéutica:

• Oertraima: Se ha mostrado bastante eficaz en los cuadros depresivos, pánico, fobias, ansiedad, síntomas obsesivo-compulsivos, irritabilidad, agresividad e hiperactividad emocional.

• Paroxetina: acción significativa en estados depresivos, pánico y fobias.

• Fluoxetina: acción antidepresiva, principalmente en niños y adultos jóvenes. Su eficacia también es significativa en trastornos alimentarios, tensión premenstrual, hipersensibilidad emocional, irritabilidad y síntomas obsesivo-compulsivos.

• Bupropriona: actualmente es el antidepresivo más utilizado en adolescentes TDA con síntomas depresivos asociados a la intensa impulsividad, agresividad, irritabilidad y drogadicción (tabaco, alcohol, cocaína o marihuana).

• Venlafaxina: acción eficiente en cuadros depresivos, de ansiedad, de trastornos alimentarios y en casos de uso/abuso de cocaína.

Es importante resaltar que los efectos colaterales de los antidepresivos utilizados para el TDA acostumbran ser muy discretos. Eso sucede por el hecho de, en general, trabajarse con dosis menores que las usualmente utilizadas en cuadros depresivos de pacientes no-TDA. Dosis elevadas de esas medicaciones en un individuo con comportamiento TDA acostumbran producir, además de efectos colaterales molestos, cuadros de intensa ansiedad y angustia. Por eso, se debe permanecer atento con las dosis medicamentosas individualizadas, a fin de que puedan ser tan eficaces como cómodos.

Y, por último, se debe destacar lo que decidimos llamar medicamentos accesorios. Usamos ese término para designar sustancias que no tienen un uso muy frecuente en el tratamiento del TDA o de sus comorbilidades, pero que pueden ser usados en dos circunstancias específicas:

1. Para minimizar efectos colaterales de la medicación principal, como en el caso de los psicoestimulantes en dosis más elevadas que pueden causar mucha irritabilidad, insomnio o síntomas físicos en forma de taquicardia, sudores o diarrea. En esos casos, los betabloqueadores (como propanolol) pueden ser asociados para revertir esos efectos.

2. Para tratar ciertos aspectos aislados que no obtuvieran mejoría con la medicación principal. En ese caso, la medicación principal trajo muchos beneficios sin efectos colaterales, pero no fue capaz de minimizar pequeños e importantes detalles comportamentales tales como : accesos de rabia o furia, agitación física, intensa inestabilidad de humor, ansiedad, e insomnio. Podemos entonces destacar la asociación eficaz de algunas sustancias tales como: litio, ácido valpróico, carbamazepina, nadolol, propanolol, clonazepan y clonidina.

Antes de cerrar la parte del tratamiento referente al uso de medicamentos en el TDA, nos gustaría enfatizar algunos aspectos que consideramos fundamentales:

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• Si usted tiene un funcionamiento TDA claro y le provoca compromisos en su vida social, profesional o particular, la terapia farmacológica de ver intentada, pues para la mayoría abasoluta de las personas con TDA, la medicación ha presentado resultados extremadamente útiles. Apenas en una pequeña minoría, aproximadamente del al 10%, los medicamentos se han mostrado ineficaces.

• La medicación, por sí sóla, no constituye todo el tratamiento del TDA. Es apenas más una etapa en el proceso global de volver la vida de esas personas más cómoda y productiva. La etapa medicamentosa es un complemento útil y, muchas veces, poderoso, pero jamás debe ser considerada aisladamente en el complejo engranaje de calificar la rutina de un TDA.

• El uso de cualquier medicamento debe tener la orientación y el acompañamiento de un médico especializado, con quien usted tenga toda la libertad y accesibilidad para aclarar dudas, obtener informaciones actualizadas y comprender la acción y los efectos que las medicaciones puedan estarle ocasionando en todos sus aspectos.

• Cree una disposición positiva en relación a su medicación. A fin de cuentas, viene a sumar esfuerzos en el sentido de mejorar su vida. Si usted no colabora, será imposible encontrar su medicación más adecuada y en la dosis ideal. Recuerde que usted y la medicación están jugando en el mismo equipo.

• No tome ninguna decisión de interrumpir el tratamiento sin la orientación de su médico. Es común que usted se sienta muy bien y piense erróneamente: “No preciso más remedios, estoy excelente”. Eso pdrá transformar su vida en una sube y baja existencial: “Me siento mal, tomo medicamentos; me siento bien, no tomo los medicamentos...” y así, sucesivamente. No se permita vivir así, es necesaria la mínima estabilidad emocional en la vida para que pueda vivir bien. Para que usted no olvide tomar sus medicamentos de forma correcta, establezca un ritual diario en relación a ellos. Asócielos con cosas de su rutina: comidas, horarios de llegada o salida del trabajo, hora de despertar o dormir, etc.

• Si usted forma parte de la pequeña parcela de personas (5-10%) para las que las medicaciones no son eficaces o no pueden ser utilizadas por otros motivos clínicos, recuerde que las etapas no medicamentosas del tratamiento todavía pueden traer grandes beneficios. En esos casos, la psicoterapia se vuelve fundamental en la medida en que ofrece orientación, apoyo y búsqueda de soluciones para las diversas dificultades enfrentadas por las personas con comportamiento TDA.

PSICOTERAPIA:

Normalmente, la imagen del terapeuta que bucea a fondo en el pasado y en la infancia de su paciente, esperando encontrar las respuestas y causas de los males que lo afligen en el presente, es la figura más común y arraigada en la imaginación popular para representar el proceso de tratamiento de la psicoterapia. Sin embargo, en nuestra experiencia, hemos tenido la oportunidad de observar que no es ese el procedimiento más adecuado para los pacientes TDAs.

Es obvio que los TDAs, como toda y cualquier persona, sufren con problemas de fondo emocional, pasaron por experiencias significativas durante la infancia y en familia, y conservan sus marcas para toda la vida. Pero, cuando se piensa en causas u orígenes de esas dificultades de un TDA, incluyendo ahí no sólo la baja autoestima, sino también problemas prácticos, como desorganización, no se puede nunca olvidar que el origen es biológico. Hay un sustrato biológico que determina el funcionamiento mental TDA y que está indirectamente por detrás de la mayoría de los problemas emocionales de las personas con TDA.

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Podemos citar varios casos en que TDAs padecen bajo el peso de una crónica baja autoestima. Ciertamente que la mayor parte de ellos desarrolló esa autoimagen negativa en consecuencia de años de crítica e incomprensión por parte de familiares, profesores y personas de convivencia próxima. Pero, incluso si hubiesen tenido la suerte de contar con un ambiente familiar y educacional favorable e incentivador, aún así irían a enfrentar dificultades con su tendencia a la distracción, a los olvidos, a la impulsividad y a la desorganización característica del TDA. En suma, en algún momento irían a desarrollar una desagradable autopercepción de inadecuación e incapacidad. Principalmente en el momento en que, ya adultos, necesitarán actuar por cuenta propia y asumir responsabilidades crecientes.

En síntesis, creemos que psicoterapias dirigidas a la búsqueda de insight y discusión de vivencias infantiles no promueven el alivio del malestar en la estructuración que un TDA necesita. Es necesario que la psicoterapia para casos de TDA sea directiva, objetiva, estructurada y orientada a metas. Un abordaje psicoperapéutico dotado de esas características, es el que consideramos, particularmente útil para el TDA, además de varios otros trastornos, es la llamada terapia cognitivo-comportamental (TCC).

Ese abordaje psicoterapéutico se caracteriza por la búsqueda de cambios en los afectos y comportamientos por medio de la llamada reestructuración cognitiva, esto es, sustituir creencias, pensamientos y formas de interpretar las situaciones, que sean negativistas y disfuncionales, por otras formas de pensar y percibir el mundo menos depresógenas/ansiógenas y más basadas en la realidad. Además de eso, el paciente también es a realizar “tareas de casa” y planifica con el terapeuta un conjunto de actividades que incluyen, desde enfrentamientos graduales a situaciones, que él se considera incapaz de realizar, hasta el establecimiento de una agenda que estructure rutinas de actividades que proporcionan placer y satisfacción. Así, resumiedamente, el paciente, además de ser educado sobre su problema, también es instruido a cambiar comportamientos y formas de interpretar y percibir situaciones que sean irreales y desadaptativas y que estuvieran contribuyendo a mantener o agravar su problema, o incluso deflagradoras de su trastorno.

Principales focos de la terapia

Está claro que los objetivos y el desarrollo del proceso psicoterapéutico podrán variar de paciente a paciente. A fin de cuentas, incluso personas que compartían un mismo trastorno, difieren entre sí, en cuanto a su historia de vida, experiencias, aprendizajes, ambiente y la forma como ven el mundo.

Corresponde al terapeuta establecer una relación de confianza y cooperación con el paciente y, juntos, establecerán las metas de la terapia. El terapeuta debe ser lo bastante flexible para adaptar las técnicas psicoterapéuticas a su paciente, sin jamás dejar de perseguir los objetivos establecidos para el tratamiento en función de las necesidades y demandas de él y las especificidades de su trastorno.

Siendo así, para casos de TDA, algunos focos específicos para la intervención ya pueden ser previamente delineados, aunque la forma y el titmo con que esos focos serán abordados sean cuidadosamente adaptados por el terapeuta a cada paciente.

De una manera general, el terapeuta cognitivo-conductual irá a trabajar con adiestramiento en solución de problemas, entrenamiento en habilidades sociales, relajación, establecimiento de agendas de actividades rutinarias y de objetivos y reestructuración de formas de pensar y lidiar con problemas que pueden estar siendo perjudiciales.

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Los entrenamientos en solución de problemas y en habilidades sociales miran minimizar los comportamientos impulsivos que estuvieran influyendo negativamente en sus relaciones sociales y en sus quehaceres cotidianos. El entrenamiento en solución de problemas es particularmente importante para aquellos TDAs que sean intensamente ansiosos o que queden desorientados antes del surgimiento de algún problema, real o imaginario. Esta técnica consiste en entrenar al paciente TDA a identificar claramente un problema, generar diversas soluciones posibles y escoger la que le parece más adecuada. El resultado será objetivamente discutido con el terapeuta más tarde. Así, el paciente TDA se habitúa a meditar cuidadosamente, en vez de actuar impulsivamente sin haber evaluado antes las posibles consecuencias. Un objetivo importante sería aumentar el nivel de tolerancia a la frustración. Otro impacto positivo sería el de minimizar la típica rumiación ansiosa en la cual los TDAs bucean, cuando necesitan cumplir algo o establecer posibles soluciones, puede dejar al TDA paralizado, o retrasando la resolución del problema, lo que hará crecer la ansiedad cada vez más y más. Ya el entrenamiento en habilidades sociales tiene como objetivo mejorar la calidad de las interacciones sociales de un TDA, minimizando el impacto de actitudes y hablas impulsivas e irreflexivas que crean dificultades en las relaciones. Pero una ves, el TDA es instruído a planear, paso a paso, formas de abordar y resolver problemas de interacción, además de intentar comprender el punto de vista de los otros y no interpretar precipitadamente sus actitudes e intenciones. Obviamente, eso incluye el entrenamiento en asertividad, que consiste en defender sus propios puntos de vista y derechos de forma respetuosa y ponderada. La ansiedad y el sentido de inadecuación que acompañan al TDA pueden hacerlo ahora “tragar sapos”, ahora actuar explosivamente. Para no tragar el sapo, no es necesario darle garrotazos. De la misma forma, para no dar garrotazos en el sapo, tampoco debe obligarse a tragarlo. Es posible seguir el camino del medio.

El entrenamiento en relajación también es dirigido a minimizar el impacto de la ansiedad y de sus manifestaciones somáticas, como taquicardia, tensión muscular, temblores y otras sensaciones desagradables. Él incluye reeducación de la respiración, de la postura y el aprendizaje de alguna técnica de relajación a ser empleada con regularidad.

Un componente de la terapia, especialmente importante para pacientes TDAs, se refiere al establecimiento de una agenda de actividades semanales en que sean definidos horarios fijos para la realización de tareas específicas, así como momentos de ocio que deben incluir ejercicios físicos o la práctica de algún deporte. Los ejercicios físicos son fundamentales para el manejo del estrés. En este punto, se puede intentar establecer también una reeducación alimentaria, por medio de la disminución de la ingesta de sutancias perjudiciales, como la cafeína. El establecimiento de agendas cumple la función de estructurar las tareas y actividades de un TDA, de modo que le impida enredarse en su propia desorganización y quede saltando de una actividad a otra. Los efectos benéficos se muestran tanto en un aumento de productividad como en un aumento en el sentido de autodominio experimenatado por el paciente TDA. La falta de organización y estructuración, aliada de la ansiedad, pueden causar en el TDA la sensación de ser como “viejas tontas”, equilibrándose en una cuerda floja. Él no sabe si se va, vuelve y acaba parado en el mismo lugar, sin resolver el problema, y en creciente ansiedad.

Horarios y actividades establecidos ayudan a disminuir el sentido de caos interno y externo. Una función muy importante, a ser cumplida por el terapeuta, consiste en incentivar al paciente a mantener esa agenda después de establecida.

La etapa de reestructuración cognitiva es uno de lso pilares de la terapia. Se trata de reestructuración de las formas de pensar, interpretar los eventos y el modo como el individuo se ve a sí mismo. Para un TDA eso es extremadamente importante, pues, como hemos

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puntuado a lo largo de este libro, su autoestima acostumbra ser bastante baja y él tiende a percibirse a sí mismo como incompetente o inadecuado, y el mundo como un ambiente amenazador y punitivo. Ahora, tales creencias tienen efectos nefastos en la vida de cualquier persona y, principalmente, en la de un TDA, pues se sabe el ellos generalmente tienen un nivel de energía e iniciativa muy alto, con todo desaprovechado, cuando el individuo funciona bajo la influencia de esas creencias tan autodesvalorizantes.

De ese modo, el terapeuta investiga qué pensamientos y creencias son estas y pasa a examinar su veracidad y funcionalidad con base en datos reales. Muchas veces, el paciente está can corroído por su baja autoestima que, simplemente, no percibe evidencias obvias de su competencia y de su valor como ser humano. El TDA tiende a enfocarse en los aspectos negativos de cualquier situación, desconsiderando el resto, que muchas veces, puede ser más frecuente y significativo. Los aspectos positivos están allí, pero el juicio obnubilado del TDA sólo permiten prever los puntos negativos. Muchas veces, tales puntos oscuros pueden no ser tan oscuros así. Pueden ser grises o hasta incluso claros como el agua, pero la inestabilidad emocional y el juicio dañado del TDA no le permiten vislumbrar eso, sino con mucho esfuerzo. El terapeuta busca conducir al TDA, por medio de cuestionamientos y descubrimientos guiados, a conclusiones más acertadas de sí mismo, no tan cargadas de matices emocionales. Presenta argumentos racionaloes y basados en evidencias, y lleva al paciente a ponderar cuidadosamente sobre su forma de pensar e interpretar los eventos. Como ejemplo podemos citar el caso de un TDA, intensamente ansioso, que se desmoronaba siempre que su gerente se quejaba de algún procedimiento en el trabajo. Esas ocasiones bastaban para estropear todo el resto de su semana pues eran interpretadas por él como señales claras de su incompetencia y de cómo era impopular para su superior. El terapeuta cuestiona, entonces, lo que significa para él ser criticado. “Significa que soy incompetente, que están cuestionando mi trabajo”. Preguntado por el terapeuta con qué frecuencia el gerente acostumbra a interpelarlo reveló que normalmente era una vez en la semana y no en todas las semanas. El terapeuta, percibiendo que él estaba enfocándose en un hecho no tan frecuente y significativo, lo interpela sobre lo que significaría la ausencia de reclamaciones, durante todos los otros días. El paciente acaba concluyendo, sorprendido: “Que él está satisfecho con mi trabajo...”.

Así, el terapeuta precisa saber conducir al paciente TDA, basado en evidencias concretas, a reformular algunos conceptos negativos de sí mismo, que acaban llevándolo siempre a interpretar las situaciones como más peligrosas y amenazadoras de lo que son en realidad, trayendo, consecuentemente, un grado de sufrimiento significativamente desproporcionado a los problemas enfrentados en su vida diaria.

Subió la construcción como si fuese máquina.

Erguyó en el rellano cuatro paredes sólidas.

Ladrillo con ladrillo en un diseño mágico.

Sus ojos embotados de cemento y lágrima.

Sentose para descansar como si fuese sábado.

Comió judías con arroz como si fuese un príncipe.

“Construcción”

(Chico Buarque)

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CAPÍTULO 16: MERCADO DE TRABAJO DEL FUTURO DE LOS TDAS

Transformando sueños en realidad: el nuevo mercado de trabajo y el relieve para las potencialidades creativas...

Estamos ensayando los primeros pasos del siglo XXI y muchas transformaciones ya ocurrieron, esán ocurriendo o están por venir.

Dentro de los cambios más significativos, que estamos testimoniando, podemos destacar las modificaciones en el mercado de trabajo y las expectativas lanzadas sobre el papel del nuevo trabajador.

Tal vez la gran mayoría de la población mundial no esté atenta al hecho de que en este exacto momento estamos viviendo una verdadera revolución en el trabajo, sin precedentes, y que la globalización de la economía ha sido el gran combustible a alimentar y acelerar todo ese complejo mecanismo. Los modos de producción taylorista y fordista viven sus estertores. La imagen de la fábrica cenicienta con sus operarios ejecutando tareas repetitivas y alienantes, a lo largo de una cinta andadora, en una línea de producción fatigante y masiva, cuyo éxito dependía en parte del la velocidad de sus ejecuciones y del número de horas trabajadas, comienza a adquirir en nuestras mentes aquella tonalidad pastel con que, normalmente, acostumbramos teñir nuestros recuerdos más remotos.

Vivimos una era de transición de una economía de producción a una economía de servicios. Eso significa decir que el número de trabajadores intelectuales, que prestan servicios, viene superando, a cada momento, el número de trabajadores del sector industrial y agrícola. Son estos los sectores responsables de la mecanización, caracterizados por el trabajo corporal de toda una époco de economía mundial, a la cual designamos de sociedad industrial.

El trabajo mecánico viene siendo más y más sustituido por aquellas maquinarias tecnológicas y mortinatas que aprendemos a llamar robots. Dejando a parte las polémicas suscitadas por su advenimiento y el desempleo que han causado en esta fase de reestructuración de los modos de producción, debemos llamar la atención hacia el hecho de que el hombre comienza ahora a liberarse del trabajo sin significado, sin inspiración, y amor que, en caso de que así no fuese, podría ser ejecutado por máquinas programadas.

Caminamos a pasos agigantados hacia una sociedad donde observamos el crecimiento sostenido de una capa de trabajadores, derivada principalmente de una clase media bastante heterogénea, en la cual encontramos artistas, productores agrícolas no latifundistas, pequeños y medios emprenderores y, principalmente, intelectuales con capacitación técnica (abogados, médicos, economistas). Para esta capa, el poder reside en el conocimiento y no en lo que tienen, porque el conocimiento no sólo proviene de la educación formal, sino también lo que surge de la superación de las dificultades que enfrentan en la vida cotidiana y que hace del hombre simple un gran sabio.

Hay quien llama esta nueva etapa de la economía mundial de “sociedad postindustrial”. Una era en que la mayoría de los trabajadores no tendrá más que lidiar con productos materiales producto de su productividad, como ocurría en el interior de las grandes fábricas o granjas. El resultado final de esa nueva forma de producir es la in formación y el conocimiento originados de ideas materiales.

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Los puestos de trabajo, creados de ahora en adelante exigirán que las personas piensen, creen, se inspiren, se emocionen, razonen, opinen, discrepen, se apasionen, detesten; en fin, que tengan un trabajo verdaderamente humano, que sólo puede ser concebido por los que poseen mentes y corazones, cogniciones y sentiemitnos.

Tal trabajo no depende, necesariamente, del número de horas trabajadas y, mucho menos, del esfuerzo físico empleado. Él depende de la inteligencia –sea racional, emocional o social- y de la intuición, cualidades que, por más que el hombre intente, jamás conseguirá conceder a cualquier máquina. Ese trabajo no precisará de “mano de obra”, pero sí de mentes, corazones y, también, de manos talentosas, integradas en un ser humano completo y único, que, finalmente, podrá ver significado en su trabajo y crecer con él.

De esta manera, podemos prever que las personas creativas tenderán a tener un papel más significativo y determinante en el mercado de trabajo de los tiempos postindustriales.

En este panorama que vemos desarrollarse, ¿cuáles son los papéles que pueden estar reservados a aquellas personas que están descritas en este libro –los “TDAs”?

Ya podemos imaginar lo que un trabajo repetitivo y monótono hace a un TDA. Tareas preorganizadas y preestablecidas, de las que no se puede desviar un milímetro, acaban por minar lo que un TDA tiene de más precioso a ofrecer: su creatividad. Y no sólo ésta, sino también su entusiasmo, su energía y, hasta incluso, parte de su alegría de vivir. Así como en otros sectores de la vida, un trabajo que puede ser caracterizado como repetitibo y sin novedades no es apropiado para alguien que tenga un funcionamiento TDA.

No pretendemos afirmar, sin embargo, que una persona TDA sea el tipo de profesional adecuado para ese mercado de trabajo fururo. Personas no-TDA pueden ser tan adecuadas como los TDA.

Lo que queremos decir es que ese es el escenario en que los TDAs podrán sentirse a voluntad, como nunca se sintieron antes, en el estilo antiguo de trabajo. Ese es el momento en que los TDAs podrán mostrar lo que tienen de mejor y dejar atrás la época en que eran llamados desorganizados, olvidadizos, torpes, indisciplinados y tantos otros adjetivos negativos por el hecho de no ser tan adaptativos a las funciones burocráticas.

Hasta entonces, personas TDAs se adaptabnan especialmente bien en actividades ligadas al arte: interpretación, composición, dramaturgia, danza, canto, poesía, música, literatura, etc. Es fácil entender el porqué: en el trabajo artístico, se puede crear e imnovar; no precisa atarse necesaraiamente a horarios, rutinas, reglas rígidas y todas las otras exigencias de otros tipos de trabajo.

En las carreras artísticas, el TDA podía dar libre curso a la imaginación y la creatividad y, así, florecía lo que él tenía de mejor. De ahí podemos entender la gran incidencia de artistas que son TDA. Es la máxima que se confirma “la persona correcta en el lugar correcto”.

Sin embargo, con la necesidad cada vez mayor de creatividad e inventiva en otras carreras, personas TDAs pasaron también a destacarse en el mercado de trabajo común y

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perderán la mancha de perezosos que hacen de su propia mesa un quebradero de cabeza de papeles y memorandos, difícil de ser descifrado.

Un ejemplo de tal escenario ya está en gestación en el mercado naciente de internet. Empresas ligadas a la gran red, la implementación de proyectos, creación y diseños de sitios, juegos y softwares generalmente presenta una característica de informalidad en su ambiente de trabajo. Vestimentas no tan formales, libertad de locomoción, horarios más flexibles y un ambiente que intente proveerr al máximo el bienestar y la sensación de “estar en casa”, han sido la tónica en estas empresas, incluso después de las recientes crisis envolviendo la economía de internet, derivadas, principalmente, de la tentativa de volver la gran red un espacio de shoping virtual, olvidándose de su potencialidad como medio de comunicación, difusor de la cultura, entretenimiento y arte.

El aire puro, que comienza a invadir el futuro mercado, envolverá, seductoramente, profesionales de las más diversas áreas, ávidos por sentirse valorados y libres de preconceptos. Serán atraídos por el espacio que tendrrán para respirar, soñar y crear.

Corresponde, sin embargo, recordar a los “fiscales de la naturaleza” y a los viajantes de guardia que no se trata de una oficialización de sus desocupaciones. Estamos hablando de crear, plantar y coger frutos y, por tanto, es necesario mantener un sistema de organización.

En el caso específico del TDA, esí como imaginamos lo que un trabajo repetitivo y monótino sugiere a su espíritu, podemos vislumbrarlo en el extremo opuesto: flotando en el aire, sin ninguna pista de aterrizaje; muchas idead brillantes y ningún proyecto listo.

Por eso, resaltamos la gran importancia del TDA saberse TDA, siendo éste uno de los más relevantes motivos que nos llevaron a escribir sobre tal asunto. Como ya fun apuntado anteriormente, el TDA acostumbre tener la autoestima minada, por sentirse un pez fuera del agua.

Conocer y entender el propio comportamiento es fundamental para un cambio de perspectiva que posibilite un redireccionamiento en su vida. Es importante para el TDA aceptar su modo de ser y creer sinceramente en sus talentos, transformando, así, potencialidades cretativas en actos creativos. Él tiene que adquirir confianza para buscar su espacio en ese nuevo sistema de trabajo, pues, para adapatarse bien a ese viaje al futuro, es preciso llevar en la maleta, junto con la creatividad, el coraje y la perseverancia; el coraje de errar y continuar intentando. Es necesario que tenga una idea firme y que crea en su propio sueño para volverlo real.

Y, por tanto, un TDA precisa persistir en ese contrato con la curiosidad del niño y la pasión del adolescente, la determinación del adulto y la confianza serena de la madurez.

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SOBRE LA AUTORA

Ana Beatriz Barbosa Silva, médica formada por la UERJ, con postgraduado en Psiquiatría por la UFRJ y especialización en Medicina del Comportamiento por la Universidad de Chicago, Estados Unidos, es conocida por su trabajo sobre tipos de personalidad, comportamiento y funcionamiento mental, habiendo realizado muchas charlas y conferencias sobre el tema para empresas particulares y estatales.

Directora médica de Napades (Núcleo de Medicina del Comportamiento), creó el SIP (Servicio de Información a la Población) y el SAN (Servicio Asistencial Napades), donde coordina investigaciones clínicas ligadas al comportamiento.

Miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York, participa en el Programa de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Brasil (PNDU Brasil), prestando apoyo médico y psicoterapéutico en el proyecto de mejora del desempeño de jóvenes con talentos especiales y dificultades profesionales o sociales.

Consultora de salud mental y comportamiento en diversos segmentos de los medios de comunicación, en revistas, rádio y televisión.

Para informaciones, invitaciones a charlas, conferencias y consultas: Dra. Ana Beatriz Barbosa Silva napades.

Núcleo de Medicina do Comportamento

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