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Escupitajos en Sobriedad Por LdanS No. cero Año uno Febrero 2016 Cartas a Marialuisa Por Leonardo Hernández Rojo Terracota de la Rubia Madonna Por Jesús Alonso Poeta Infernal Por Luis Nava Melancolía y Uno Por Sibyá Cypsela Tribulación Por El Saltimbanque Decrépito

Mentidero no 0

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Revista de difusión cultural, artística y de actualidad

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Page 1: Mentidero no 0

Escupitajos en Sobriedad

Por LdanS

No. ceroAño unoFebrero2016

Cartas a

Marialu

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Por Leon

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Rojo T

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Por Je

sús Al

onso

Poeta Infernal

Por Luis Nava

Melancolía y Uno

Por Sibyá Cypsela

Tribulación

Por El Saltimbanque Decrépito

Page 2: Mentidero no 0

Ilustra en este número :Sibyá CypselaLdanS

Realizadores:Nicolás LeónSibyá Cypsela

Colaboradores en esta edición:Luis Daniel Silva SoteloJesús Alonso GarcíaLeonardo HernándezLuis NavaNicolás LeónSibyá Cypsela

Escupitajos en sobriedada cargo de LdanS

Pág.

Rojo Terracota de la RubiaMadonna, por Jesús Alonso

Pág.

Cartas a Marialuisapor Leonardo Hernández

Pág.

Melancolía y UnoSibyá Cypsela

Pág. 13-14

Tribulación porEl Saltimbanque Decrépito

Pág. 11-12

Poeta infernal por Luis Nava

Pág. 7

Page 3: Mentidero no 0

Querido lector:

¿Cuántas veces no hemos sido testigos de proyectos que inician con ilusión? Quizás hasta alguno haya sido el propio... El esfuerzo extra es una constante, hay que someter nuestro carácter natural de ser humano, obligarlo a ser persistente, perseverante hasta la necedad, hay que nadar frecuentemente hacia la dirección contraria con tal de no ser succionado por cierta vorágine del caos. Y sin embargo, ya que uno está a �n de cuentas inmerso en ella, dejarse llevar a veces es también parte del proceso, porque en uno de esos ires y venires corremos el riesgo delicioso de conectar algún latido, alguna sinapsis a ese (des)orden que lo envuelve todo.

En esta primera edición, la número 0, podrá usted amable lector constatar ese sumergirse y emerger de la coherente confusión, ya que Mentidero crea su propio orden y se amolda al son que sus colaboradores tocan. Integrantes que por cierto, provienen de diferentes vertien-tes, algunos de la literatura ortodoxa, algunos del arte academicista, otros directos de la empiria, otro más de ultratumba, melómanos, músicos y musímanos, historiadores, psicólo-gos, diseñadores, ilustradores, obreros, pintores, poetas, maestros, comunicólogos, a quie-nes su ocupación no ha terminado quizás por de�nirles del todo, mortales todos ellos hasta donde sabemos y con una cosa en común: Amor al conocimiento, a las artes o como se dice hoy, a la información.

Esperamos, querido lector, que permita que sus emociones se desborden, que deje sentir la desolación del relato de Jesús Alonso, sobre una Rubia que rompe más que �ores y corazo-nes… Que se alegre y angustie en complicidad con Leonardo Hernández y la publicación de una serie de cartas que un anónimo envía a una idolatrada Marialuisa… Que se identi�que quizás con la certeza sórdida de la exuberancia del absurdo en un pensamiento volátil expuesto por El Saltimbanque Decrépito… Que se inspire con la poesía de Luis Nava que coquetea con los in�ernos… Que sus sentidos se deleiten en contemplación con los poemas visuales de Sibyá Cypsela y que su ser se estremezca al leer los Escupitajos en Sobriedad de nuestro queridísimo LdanS…. En �n, que todo este número sea para usted un lugar al cual poder repasar y quedarse cuantas veces quiera y ¿por qué no?, si se siente inspirado y en con�anza quizás guste añadirse a este son del caos, (Que no carente de belleza y subli-midad), que es Mentidero. Finalmente ese es el espíritu que nos caracteriza: Esta publicación es posible debido a la cooperación de sus colaboradores y gracias a que son portadores del amor que se hace, se siente y se vive al aportarse uno mismo.

…Este es el amor del que hablo.

Sea parte de Mentidero, envíe sus textos, obra, ideas y propuesta a: [email protected]

Page 4: Mentidero no 0

¡Míralo!,¡Cínico y sin vergüenza!,Ha llegado y no se irá,Un quiebre psíquico me hundirá.Es un sentimiento enloquecido,Un acontecimiento de letargo,Que no me deja pensar,No me deja respirar,No me dejará jamás: roto y torcido me dejará.Recuerdos,Malas memorias,Dolor,Nacer,Morir,Yugo de mi propia mano.Estoy maldito.

Quiebre psíquico

Page 5: Mentidero no 0

Silencio

¡Shh, shh, shh!Haciendo silencio…,Del otro lado,Inverso-sordo,Apagando las voces del mundo,Mi sangre canta,Abismo conjugado en mis tímpanos,¡shh, shh, shh!,"si dices mi nombre ya no existo",¡shh, shh, shh!,Cerraré mi hocico y tu argumento vendrá,¡shh, shh, shh!

El amor del que hablo

Todos buscamos amarTodos buscamos sujetar algoTodos buscamos: sentir, tener, saber¡Todos en absoluto!¿Amor?, ¿qué es el amor si no ser en el mundo?Vivir lo todo como si fuéramos uno mismoVivir la “desgracia placentera”Vivir el “placer doloroso”Todo lo que miro, todo lo que huelo, todo lo que oigo, todo lo que siento,Todo,Mis sentidos,Yo intuyo y me absorbo en el mundoY el mundo me absorbe a mí,No hay nada que no sea bello: ese es el amor del que hablo.

Pensando en la tiniebla y la luz

Memorias...,(Instantáneamente en ellas surge la) Tiniebla,(¿Cuál elijo?) ¿Tiniebla o luz?: ¡tiniebla!

LdanSEs el apócope de Luis Daniel Silva (1984- 2015), psicólogo, artífice del proyecto LdanS, poseía una mente inquieta y brillante; además fue fundador del primer mentidero. Como legado, enriqueció el mundo de quienes lo conocimos porque en ese sentido fuimos un poco mas universales.

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Por Jesús Alonso

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La chica que no quería desnudarse, era madre de mis dolores. Cabello largo y oro como mar de redes, me ahogaba. Dominio y espeso fuego arrojaban sus ojos. La chica que no quería desnudarse.... Ah! Rojo terracota de la rubia madonna. La chica que no quería desnudarse, mataba a las �ores. Su vida era �lo de navaja, ladera de barranco. Para mí, un arma cargada en manos de la irresponsabilidad...

Jesús AlonsoEs un individuo disperso y de inquietudes literarias, escribe poemas y prosa, es además baterista en Corcobado, Les Rauchen Verboten, Leone y Erizonte.

Y yo lloré a mí mismo largo rato ¿Cuánto tiempo pasó? Quizás hasta que las nubes se marcharon y terminé la última copa. Vi como el bus se alejaba. Se fue, mas una sombra permanecía sobre mi pensamiento.Descendí por los callejones hasta la vieja ciudad. Vi santos y a sus penas deambular. Sombras permanecían tras de sí. Paralizado, helado, observé en ellos una expresión; quizás no existen respuestas cuando una tristeza te ahoga. Profunda como el universo y lejana como el remoto tiempo. En las calles, ninguna virtud sobre los divinos desposados me hizo cambiar de idea. Esas masas eran las que dirigían tales enferme-dades contagiosas. Aparente tiempo de verano que envenena la razón. Un dilema encarcelado, un juicio archivado allá en memoriales tiempos pasados.Un rostro en la esquina como es�nge. Rojo terracota era su vestir. Con sus andares... hacia mí caminaba. Monstruo fabuloso con un desorden por cabeza cuando se acerca-ba, lo que me ofrecían mis retinas. Quise que caminara junto a mí. Hasta mi casa. Junto a mis lágrimas de color de sal. Accedió con tan sólo un gesto en su mirada.Le dije...“Tengo miedo a la soledad. Te invito a llevar un pedacito de mi corazón cada noche hasta la mañana. Pero tengo miedo. Te he visto antes. Lo he vivido antes. He acariciado muchas manos. Anduve tras la noche buscando la desaparición antes de la entra-da de la mañana, para no sentir el deseo de tus caricias. Pero no oyes mis lamentos hasta que estoy a tu lado, hasta que sangro

los restos de un antiguo amor, permitiendo que se ingrese entre rayos de sol y tome aire re�nado, aferrado a la creencia de que alguna vez tuvo su gran día”.Andaba a tres pasos de distancia sobre mí, tomando las riendas de nuestra caminata. Repasando sus labios con carmín. Se detuvo un instante, que para mí represen-taba una eternidad de nada algo incómoda.“Los amores, todos son ciegos. No ven más allá de su egoísmo” me replicó con sonrisa y sarcasmo.En el zaguán, divina como deseo o como codicia sobre algo. Picante, dulce y áspera a los sentidos y al olfato, se alejaba de mí. ¿Cuánto tiempo he de esperar para eliminar su perfume de entre mis piernas?, ¿Para eliminar esta enfermedad contagiosa?.Ah! Rojo terracota de la rubia madonna, con su dulce dominio del sentimiento. Temblé ante su contagio mientras se despedía sin cerrar la puerta. Caliente y fría se alejaba como una maldita esperanza escaleras abajo. Mis ojos marcaron un horizonte en cada peldaño de piedra que acuchilló con su tacón de aguja infectado con un pedacito de mi corazón. Desapareció al alba de la mañana. Puse mis ojos en la distancia. Al menos, por esa noche, se llevó consigo un pedacito de mi corazón.Más tarde supe que lo arrojó a un vertedero cercano. Apareció meses después en una subasta pública, marcado por las lesiones de un número de teléfono que no conseguí. Teñido por el rojo terracota de la Rubia Madonna.

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Luis Nava es por formación economista y también de vocación, eligió la carrera sin pensarlo mucho, pero resultó ser adecuada para él. Gusta de música de los más recónditos géneros siempre que sea agradable a sus oídos, y está en una constante búsqueda de apreciar de mejor forma cada rincón de lo generado, para apreciar cada pequeño aspecto maravilloso del universo visible.

Un infernal poeta existecarece de vida su formamás al mundo entero conmueve su prosa.

Sin embargo en medio de la frase,la fuente de su verboun día extraviado quedó,¡Y lastimose sobre manera!al ver su obra incompleta,de un momento a otrohabía dejado de existir,había comenzado a vivir.

La existencia celosa de su Fiatle había negado el dolor y su sufrir,distraído lo quiso con una ilusión,¡Con una falacia llamada pasión!.

Pero un ser hecho de dolor,¡Y a pesar de llegar a negarse!,no puede conservar lo que le es ajeno.Y por tanto, sin querer llego a perderlo,Por fin, ha recobrado su vacío.

La tinta infernal corre de nuevo,el dolor plaga ahora su vacío,y desde el fondo del abismocruentos escritos arrancan sollozosy destrozan sueños,la sangre tiñe los más claros deseos,la oscuridad se regocija a tal gradoque la vida y el mundo le resultan castrados.

Por Luis Nava

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Homenaje a Kazimir Malévich

Con motivo de la exposición Vanguardia Rusa El vértigo del futuro en el Palacio de Bellas Artes, que si bien comprende a muchos más artistas, pintores, diseñadores, escenógrafos, modistas, arquitectos, artesanos, entre otros; cabe destacar que la obra de Malévich fue pionera y precursora de los niveles de abstracción que manejó toda la vanguardia. Dicha reducción de elementos ponía de mani�esto el sentimiento generalizado de rechazo hacia los estándares de la exuberancia monárquica, se trataba de una misiva explícita de la revolu-ción que se gestaba en todos los rincones de aquella Rusia de 1915. Con “El cuadro negro sobre blanco” Malévich rompía no sólo con el arte �gurativo, también consigo mismo, a la vez que creaba un movimiento que in�uenciaría a otras vanguardias y al arte como lo reconoce-mos hoy en día: El suprematismo.

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Mi querida Marialuisa:

Llegaron las tardes de verano con su paso lento y las coincidencias se juntaron una tarde de té. Recuerdo que usted cree en las casualidades. Si es así, tenga mucho cuidado cuando el techo de la casa se hume-dezca y caiga por el piso haciéndose añicos, pues yo estaré pensando en usted. Olvídese de caminar ape-numbrada durante el paseo con el perro y fúmese un tabaquito o una bachita en la esquina mientras espera a que den las diez; eso sí, cuídese mucho, Marialuisa, pues yo estaré pensando en usted. Suéñese mucho, Marialuisa, que su nombre contem-pla en el contenido las alabanzas a algunas vírgenes rotas y otras por amar. Cáigase, levántese, aprenda de memoria un poema, dígalo a la noche; viájese mucho: aún faltan los días en Argentina —empaque el libro de Cortázar—; planear a la familia, el parto, la ropa, la escuela, la universidad, los nietos; júntese

todas las llaves de la casa, cierre las perillas de la estufa, asegure los picaportes de las puertas, deje de comer a los gatos, tienda las sábanas mojadas en los sillones, empareje un poco las ventanas, riegue las plantas, no pague las deudas a los bancos (son unos rateros comemierda), guarde todo en cajas: la muñeca de su cuarto, los cuadros de la sala, las tazas de porcelana, las postales viejas con recuer-dos manuscritos… Hagamos un trato, Luisa, Marial, Marialuisa: deje fuera todos los sueños rotos y váyase lejos, al sur, al norte, a donde sea. Y por favor: cuídese mucho, Marialuisa, que yo estaré pensando en usted en cada merienda.

Mi querida Marialuisa, otra vez:

¿Que no se acuerda de mí? !Qué dualidad tan tonta es ésta? Yo no le tengo miedo ni a Benedetti ni a Gelman ni a Oliverio, mucho menos al dipsómano y bohemio poeta. El halo de su recámara era tenue, sí, y el de la sala más, pero mi memoria la tiene cruzada en el contraste de su piel blanca y su cabello corto oscuro. Y lo que es peor, aún recuerdo sus labios de espuma recorrer mi abdomen y mi vientre; sus gemidos silenciosos martillean mis tímpanos como pavorosos colibríes, y sus pies tan sencillamente poco ingrávidos al rose de mis manos dejan hoy huellas en el fondo de unas sábanas a medio dormir. Tampoco se preocupe, que de tanto en tanto me enamoro y no pretendo quererla. Y déjeme decirle que las esperanzas ni son tan dulces ni tan mansas y las promesas ni tan leves: sólo se toman o se dejan. Yo no hago trueques y menos cotejos. Yo doy. No soy un donjuán y tampoco tengo una vejez muy triste a cuestas. Y mi último optimismo sería que en verdad me ofre-ciera su última con�anza. ¡Ah, con que no se acuerda de mí!

Holografías ancestrales (Marialuisa nuevamente)

Las letras manuscritas me causan un extraño sentimiento de melancolía. Son un cuerpo caído al in�nito con sus curvas entrelazadas sobre una línea imaginaría de una mano que ya no está. Van, vienen, regresan al principio, vuelven al �nal. Me recuerdan a mis padres, a mis viejos; creo que mis abuelos ni sabían escribir: no los conocí mucho. Y ahora usted llega con esto. ¿Qué nos quiere decir? ¿Qué busca? ¿Qué dilema es éste? ¿Acaso es un juego de acertijos sobre la mesa? Déjeme adivinarlo. Son sus ancestros. Esas oes que circunscriben a sus ojos profundos y negros las escribió su abuelo: se quería comer al mundo. ¡Ah! Y me imagino las labiales consonánticas articuladas con la oclusión del �ujo de aire de la boca de su abuela al leerlas: plosiva y explosivamente como usted. Esas yes, tan copulativas y arrugadas como los padres de sus padres de sus padres de sus padres. Les encantaba pronunciarlas juntos a todos: “Y nos amaremos y viviremos y soñaremos y nos escribiremos hasta siempre”. Un lugar aparte les corresponde a las fricativas, las maternales: su escritura en las postales rugosas me suenan a un estrechamiento de los órganos articulatorios; al pronunciarlas se modi�ca la acústi-ca de las corrientes de aire de los muslos y los vientres yuxtapuestos. Los recuer-dos de una fricción turbulenta de las equis, la eses o las efes como ondas periódi-cas dibujan la sangre de sus tátara-tátara-tatarabuelas: su acento fonético es la dimensión corporal de sus ancestros. ¡Ay, y las demás vocales! Si tan sólo mi voz pudiera extraerlas y suspirarlas de su nombre. Y allí usted, cual letra de postal ma- nuscrita, con el rostro congelado, en blanco y negro, sin decir ni una palabra, a la expectativa, con sus cabellos aún largos, llena de recuerdos que se confunden entre el aquí, el ahora y la languidez de su autorretrato. Allí usted, nuevamente usted, porque es bien lindo imaginarla en mis historias…

Por Leonard

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Mi querida Marialuisa:

Llegaron las tardes de verano con su paso lento y las coincidencias se juntaron una tarde de té. Recuerdo que usted cree en las casualidades. Si es así, tenga mucho cuidado cuando el techo de la casa se hume-dezca y caiga por el piso haciéndose añicos, pues yo estaré pensando en usted. Olvídese de caminar ape-numbrada durante el paseo con el perro y fúmese un tabaquito o una bachita en la esquina mientras espera a que den las diez; eso sí, cuídese mucho, Marialuisa, pues yo estaré pensando en usted. Suéñese mucho, Marialuisa, que su nombre contem-pla en el contenido las alabanzas a algunas vírgenes rotas y otras por amar. Cáigase, levántese, aprenda de memoria un poema, dígalo a la noche; viájese mucho: aún faltan los días en Argentina —empaque el libro de Cortázar—; planear a la familia, el parto, la ropa, la escuela, la universidad, los nietos; júntese

todas las llaves de la casa, cierre las perillas de la estufa, asegure los picaportes de las puertas, deje de comer a los gatos, tienda las sábanas mojadas en los sillones, empareje un poco las ventanas, riegue las plantas, no pague las deudas a los bancos (son unos rateros comemierda), guarde todo en cajas: la muñeca de su cuarto, los cuadros de la sala, las tazas de porcelana, las postales viejas con recuer-dos manuscritos… Hagamos un trato, Luisa, Marial, Marialuisa: deje fuera todos los sueños rotos y váyase lejos, al sur, al norte, a donde sea. Y por favor: cuídese mucho, Marialuisa, que yo estaré pensando en usted en cada merienda.

Mi querida Marialuisa, otra vez:

¿Que no se acuerda de mí? !Qué dualidad tan tonta es ésta? Yo no le tengo miedo ni a Benedetti ni a Gelman ni a Oliverio, mucho menos al dipsómano y bohemio poeta. El halo de su recámara era tenue, sí, y el de la sala más, pero mi memoria la tiene cruzada en el contraste de su piel blanca y su cabello corto oscuro. Y lo que es peor, aún recuerdo sus labios de espuma recorrer mi abdomen y mi vientre; sus gemidos silenciosos martillean mis tímpanos como pavorosos colibríes, y sus pies tan sencillamente poco ingrávidos al rose de mis manos dejan hoy huellas en el fondo de unas sábanas a medio dormir. Tampoco se preocupe, que de tanto en tanto me enamoro y no pretendo quererla. Y déjeme decirle que las esperanzas ni son tan dulces ni tan mansas y las promesas ni tan leves: sólo se toman o se dejan. Yo no hago trueques y menos cotejos. Yo doy. No soy un donjuán y tampoco tengo una vejez muy triste a cuestas. Y mi último optimismo sería que en verdad me ofre-ciera su última con�anza. ¡Ah, con que no se acuerda de mí!

Holografías ancestrales (Marialuisa nuevamente)

Las letras manuscritas me causan un extraño sentimiento de melancolía. Son un cuerpo caído al in�nito con sus curvas entrelazadas sobre una línea imaginaría de una mano que ya no está. Van, vienen, regresan al principio, vuelven al �nal. Me recuerdan a mis padres, a mis viejos; creo que mis abuelos ni sabían escribir: no los conocí mucho. Y ahora usted llega con esto. ¿Qué nos quiere decir? ¿Qué busca? ¿Qué dilema es éste? ¿Acaso es un juego de acertijos sobre la mesa? Déjeme adivinarlo. Son sus ancestros. Esas oes que circunscriben a sus ojos profundos y negros las escribió su abuelo: se quería comer al mundo. ¡Ah! Y me imagino las labiales consonánticas articuladas con la oclusión del �ujo de aire de la boca de su abuela al leerlas: plosiva y explosivamente como usted. Esas yes, tan copulativas y arrugadas como los padres de sus padres de sus padres de sus padres. Les encantaba pronunciarlas juntos a todos: “Y nos amaremos y viviremos y soñaremos y nos escribiremos hasta siempre”. Un lugar aparte les corresponde a las fricativas, las maternales: su escritura en las postales rugosas me suenan a un estrechamiento de los órganos articulatorios; al pronunciarlas se modi�ca la acústi-ca de las corrientes de aire de los muslos y los vientres yuxtapuestos. Los recuer-dos de una fricción turbulenta de las equis, la eses o las efes como ondas periódi-cas dibujan la sangre de sus tátara-tátara-tatarabuelas: su acento fonético es la dimensión corporal de sus ancestros. ¡Ay, y las demás vocales! Si tan sólo mi voz pudiera extraerlas y suspirarlas de su nombre. Y allí usted, cual letra de postal ma- nuscrita, con el rostro congelado, en blanco y negro, sin decir ni una palabra, a la expectativa, con sus cabellos aún largos, llena de recuerdos que se confunden entre el aquí, el ahora y la languidez de su autorretrato. Allí usted, nuevamente usted, porque es bien lindo imaginarla en mis historias…

Leonardo Hernández López. Escribidor de cortoletrajes, haikus y uno que otro poema en prosa. Ciclista urbano por convicción de la casa al trabajo y viceversa; de vez en cuando practica yudo y le gusta el jugo, que no el yugo. En sus ratos libres es editor y corrector de estilo en el Instituto de Inves-tigación Bibliográficas de la UNAM. Es maestro en Historia por la misma universidad y le interesa leer acerca cultura impresa y escrita, censura inquisitorial de libros en la Nueva España y uno que otro tema relacionado con las prácticas populares en ese periodo. Escritor preferido: Reinaldo Arenas.

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TRIBULACIÓN

Una mañana tras presenciar un accidente pensó en su muerte, un asaltante, un revés, algo que fulminase su corazón..., la idea no le aterraba, le gustaba pensar en como moriría, su mente decoraba con detalles, suspiraba cuando una de sus muertes le parecia romántica.

Al día siguiente acudió al trabajo, concentrando sus actividades en sobrevivir un día mas en aquel sitio tan mecánico. Por la noche acudió a una reunión de amigos y prestó atención a cada palabra, a cada gesto, a las sonrisas, de vez en vez intervenía en la charla y mencionaba algo breve, profundo y re�exivo, cómo si fuesen epita�os. Se sintió solo. De repente hubo algo vulgar en el aire que no le agradó, se levantó del sofá y salió del bar, sus amigos esperaban que estu-viese afuera fumando un cigarrillo, haciendo una llamada, vomitando. Se había ido sin decir nada, estaban acostumbrados a su lejanía, a su risotada pegajosa que terminaba súbitamente sin desaparecer en sonrrisa.

Tenía novia, una chica estudiada pero poco culta, tranquila y simpática, sus paseos eran monótonos, el sexo no era algo común en ellos, él prefería ver pornogra�a al llegar a casa, sólo quería su compañía, la sonrri-sa y el abrazo, no le importaba gastar dinero en citas y cursilerías. Decía quererla al igual que pasaba saliva. No conocía los placeres de las prostitutas. Era agradable al sexo femenino pero le aburría el trabajo de conquista, prefería a su novia santurrona y lenta que allí estaba siempre, quizá era cuestión de tiempo volverla un símil de las actrices porno con aspecto inocente, de ojos bonitos y sucias en la cama. Con ella se sentía mejor persona. Alguna vez ella desde su esperanza de convertirlo en un

hombre efusivo y amoroso le habló de hijos, de vivir juntos, matrimonio, pero empezó a llover y el asunto se quedó en un charco...

Siempre faltaba algo en su vida, en sus conver-saciones con los demás, en los libros que leía y en los que no había podido comprar. Las charlas de su madre eran recuerdos de su infancia y él aborrecía ese pasado en la memoria de la vieja. No tenía padre, no le interesaba conocerle. Tenía camaradas pero al �nal caminaba solo en la acera rumbo al bus, era buen trabajador y sus compañeros lo consideraban ingenioso pero detestaba los halagos. Había algo que se amar-gaba en él. No tenia razones válidas para pensar en un futuro con mujer e hijos.

Era tan solitario y no buscaba el abrazo ni el pleito. Las inclemencias le parecían nimiedades. Se enamoró muchas veces, siempre correspon-dido pero solía echarlo a perder. Sabía perfecta-mente que había algo gris en él. Extrañamente se sentía pleno en las tardes nubladas. Amaba a su familia con rigor geométrico y callado. Disfru-taba de las bromas y era buen bromista. Pretendía ser justo casi hasta la división atómi-ca. Sabía que algo no iba bien consigo. Nada le agradaba lo su�ciente, siempre todo era incom-pleto, su vida necesitaba algo y nada a la vez, estaba atorado en los momentos lúgubres, deshilaba momentos, unía palabras dispersas en las conversaciones, analizaba las sombras de las palabras, capturaba ecos de ideas.

Pensaba cada vez más en su muerte, en los efectos familiares de suicidarse, en el llanto ridículo de su madre, en el �orista quien haría su cruz, si su departamento sería vendible tras su muerte, en sus deudas con los bancos, en su novia gris, enlistó personas que creyó que irían a su entierro. En cerrar o no la tapa de la com-putadora antes de colgarse de la baranda.No sabía si guardar en pdf, en doc o imprimir este documento…

Por El Saltimbanque Decrépito

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Una mañana tras presenciar un accidente pensó en su muerte, un asaltante, un revés, algo que fulminase su corazón..., la idea no le aterraba, le gustaba pensar en como moriría, su mente decoraba con detalles, suspiraba cuando una de sus muertes le parecia romántica.

Al día siguiente acudió al trabajo, concentrando sus actividades en sobrevivir un día mas en aquel sitio tan mecánico. Por la noche acudió a una reunión de amigos y prestó atención a cada palabra, a cada gesto, a las sonrisas, de vez en vez intervenía en la charla y mencionaba algo breve, profundo y re�exivo, cómo si fuesen epita�os. Se sintió solo. De repente hubo algo vulgar en el aire que no le agradó, se levantó del sofá y salió del bar, sus amigos esperaban que estu-viese afuera fumando un cigarrillo, haciendo una llamada, vomitando. Se había ido sin decir nada, estaban acostumbrados a su lejanía, a su risotada pegajosa que terminaba súbitamente sin desaparecer en sonrrisa.

Tenía novia, una chica estudiada pero poco culta, tranquila y simpática, sus paseos eran monótonos, el sexo no era algo común en ellos, él prefería ver pornogra�a al llegar a casa, sólo quería su compañía, la sonrri-sa y el abrazo, no le importaba gastar dinero en citas y cursilerías. Decía quererla al igual que pasaba saliva. No conocía los placeres de las prostitutas. Era agradable al sexo femenino pero le aburría el trabajo de conquista, prefería a su novia santurrona y lenta que allí estaba siempre, quizá era cuestión de tiempo volverla un símil de las actrices porno con aspecto inocente, de ojos bonitos y sucias en la cama. Con ella se sentía mejor persona. Alguna vez ella desde su esperanza de convertirlo en un

hombre efusivo y amoroso le habló de hijos, de vivir juntos, matrimonio, pero empezó a llover y el asunto se quedó en un charco...

Siempre faltaba algo en su vida, en sus conver-saciones con los demás, en los libros que leía y en los que no había podido comprar. Las charlas de su madre eran recuerdos de su infancia y él aborrecía ese pasado en la memoria de la vieja. No tenía padre, no le interesaba conocerle. Tenía camaradas pero al �nal caminaba solo en la acera rumbo al bus, era buen trabajador y sus compañeros lo consideraban ingenioso pero detestaba los halagos. Había algo que se amar-gaba en él. No tenia razones válidas para pensar en un futuro con mujer e hijos.

Era tan solitario y no buscaba el abrazo ni el pleito. Las inclemencias le parecían nimiedades. Se enamoró muchas veces, siempre correspon-dido pero solía echarlo a perder. Sabía perfecta-mente que había algo gris en él. Extrañamente se sentía pleno en las tardes nubladas. Amaba a su familia con rigor geométrico y callado. Disfru-taba de las bromas y era buen bromista. Pretendía ser justo casi hasta la división atómi-ca. Sabía que algo no iba bien consigo. Nada le agradaba lo su�ciente, siempre todo era incom-pleto, su vida necesitaba algo y nada a la vez, estaba atorado en los momentos lúgubres, deshilaba momentos, unía palabras dispersas en las conversaciones, analizaba las sombras de las palabras, capturaba ecos de ideas.

Pensaba cada vez más en su muerte, en los efectos familiares de suicidarse, en el llanto ridículo de su madre, en el �orista quien haría su cruz, si su departamento sería vendible tras su muerte, en sus deudas con los bancos, en su novia gris, enlistó personas que creyó que irían a su entierro. En cerrar o no la tapa de la com-putadora antes de colgarse de la baranda.No sabía si guardar en pdf, en doc o imprimir este documento…

El Saltimbanque decrépito, es el seudónimo de Nicolás León. Un tipo al que su vanidad no le deja hablar mucho de sí, pudor fetiche!. No ha participado mucho en nada o quizá poco en todo, pre�ere la lejanía y las distancias, observar y tomar notas mentales para olvidarlas y que regresen a él sin acordarse de donde vienen.

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UNOYA NO

QUIERELEER EL

PERIÓDICO

MUEBLESO ROCAS

CAMINO,

ES NADA

MÁS

UNOMÁS.....O

.MENOS

+++

EN EL

QUEESO:

UNO YA

UNO QUE

NO

ESTÁ QUEREVIENTADE PRETENDER

,NI VER LA TELEVISIÓNNADA, SÓLO CORRER,RESPIRAR SIN UN ESTORBOSIN DISTRACCIONES, SIN

Sibyá Cypsela es diseñadora de profesión, en sus ratos libres coquetea con las palabras, con los sonidos, con los signos y simbolismos, con papeles y tintas. Es bajista aficionada y anhela dominar los sintetizadores, canta sin educación pero con toda el alma. Come carne y vegetales por igual, prefiere los tés y el mezcal. A veces amable y a veces hostil, es un digno ejemplar de la raza humana. Escritor favorito: Julio Cortázar Pintores Favoritos: Saturnino Herrán y William Turner.

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El número Ø de mentiderø y todos los consiguientes, se los dedicamos a Luis Daniel Silva Sotelo, quien en sus multifacetas se mostró y se autodenominó de diversas formas: El Negociante de Almas, XYZ, Laquenovuela Nialcanzaelcie-lo, Dana Soledad, LdanS, La negociante Vixen, Lázaro... O simplemente Dani. En vida ofrendó su morada para que fuera un centro de con�uencia de ideas, de improvisación, de borrachera y caos también, donde asistieron de vez en vez personajes de todo tipo, los que aportaban, los que observaban, los que cantaban, los que se alocaban. Aquel fue nuestro mentidero original y éste pretende revivir justo eso que inició nuestro amigo.Ya no estás, pero estás.

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