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Mi Museo y Vos 1 Mi Museo y Vos Año 11 No. 33 Granada, Nicaragua. Septiembre de 2017

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Mi Museo y Vos 1

Mi Museo y VosAño 11 No. 33Granada, Nicaragua. Septiembre de 2017

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Editora: Nora Zambrana Lacayo

Redactores:Clifford T. BrownKelsey I. WillisGracia SilvaEtsuo HasegawaAlexander GeurdsLaura WingfieldKristen KaufmanLorelei Platz

Diseño y diagramación: Nora Zambrana Lacayo

Fundador: Peder Kolind

[email protected]/mimuseo.granada

Chinandega: Un esbozo iniCial del patrón de asentamiento, arqUiteCtUra y Cronología del noroeste de niCaragUa. ....................................................... 2

exCavaCiones en el sitio Chilamatillo (n-ma-8-100), mUniCipio de tipitapa, departamento de managUa, niCaragUa ................................................................................ 24

la arqUeología preColonial de la sUb-CUenCa río mayales, Chontales: avanCes del proyeCto arqUeológiCo Centro de niCaragUa. ................................ 38

“the mesoameriCan Feathered serpent and ChibChan grandmother JagUar as one? the Case oF a niCaragUan valleJo polyChrome tripod” .............................................. 43

Censers beyond potosí appliqUe in greater niCoya ....................................................................... 48

Tabla de ConTenido

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1Chinandega: Un esbozo inicial del

patrón de asentamiento, arquitectura y cronología del noroeste de Nicaragua

Clifford T. Brown, Kelsey i. willis y GraCia silva

Introducción

Es curioso que jamás se había realizado una investigación ar-queológica sistemática en el depar-tamento de Chinandega antes del presente proyecto. Sí, hubo un sal-vamento en los años 70 del que se produjo un análisis cerámico (Mon-tealegre 1980), al cual se pueden añadir los dos pequeños hallazgos citados por Samuel Lothrop (1926, II: 435-436) que datan de 1888 y 1895. Los únicos otros trabajos en el Departamento fueron recorri-dos o prospecciones realizadas en asociación a obras públicas, de las cuales los informes rara vez están

disponibles (con la excepción nota-ble de Navarro Genie [2008]). No es injusto afirmar que el conocimiento de la prehistoria de Chinandega fue casi nulo antes de nuestro proyecto. La falta de investigación es curiosa porque Chinandega no es nada re-mota, ni inaccesible, ni despoblada, ni peligrosa. Al contrario, está en el corazón del Pacífico, es accesible, segura, y bien poblada. Tal vez los arqueólogos esquivan Chinandega por el calor que hace allá.

¿Qué hay, entonces, en el rin-cón más caluroso de Nicaragua? Eso es lo que se quiso saber al empezar el proyecto en el 2009. En las páginas que siguen, se pre-sentarán primero los objetivos del

proyecto, una breve descripción de los trabajos de campo y los mé-todos que se emplearon. Luego, se ofrece un bosquejo del patrón de asentamiento organizado por zona fisiográfica, añadiendo des-pués algunos detalles acerca de la arquitectura prehispánica que se descubrió, y se finaliza el ensayo con un croquis preliminar de la cronología regional.

ObjetivosDesde el principio se enfocó el

proyecto en buscar sitios por me-dio de recorrido y reconocimiento, realizar pozos de prueba y son-deos de pala en una muestra de los sitios, con los propósitos inte-rrelacionados de crear tipologías adecuadas para describir y cla-sificar los materiales arqueológi-cos, poner las tipologías en orden cronológico y así desarrollar una secuencia cultural. Asimismo, se quiere identificar los grupos etno-lingüísticos presentes durante el periodo prehistórico, y estudiar las migraciones u otros procesos sociales que los trajeron al Depar-tamento. De hecho, Chinandega es un lugar idóneo para estudiar las etnias y las migraciones mexi-canas al Pacífico de Nicaragua, debido a la riqueza de información

etnohistórica disponible para la región, la cual sobrepasa las fuen-tes existentes para casi cualquier parte del país. Obviamente, hay otros temas arqueológicos igual-mente interesantes e importantes para investigar en el área, tales como la evolución social, la adap-tación ecológica y subsistencia de las sociedades prehispánicas, la economía y el intercambio, etcé-tera. No se han desatendidos esos temas, no obstante, se sigue con los mismos enfoques originales, y ahora, después de siete años de investigación, se están viendo los primeros resultados significativos.

Trabajo de CampoSe realizaron dos temporadas

de trabajo de campo, en el 2009 y el 2013, cada una de un perio-do aproximado de seis semanas. Hasta la fecha, aunque se ha de-dicado poco tiempo al recorrido, se han hallado aproximadamente 36 sitios nuevos (Figura 1.1), ele-vando el número total de áreas arqueológicas de las que se tiene conocimiento en el departamento a 60. Durante el reconocimiento se trató de obtener cobertura en las cuatro zonas fisiográficas del departamento, la planicie coste-ra del Pacífico, la cordillera de

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los Maribios, la depresión nicara-güense, y la cordillera de la Botija en las faldas del altiplano central (Marshall 2007). Se han hallado sitios en todos las zonas, si se con-sidera que el sitio de Santa Cristi-na realmente se encuentra en los Maribios. Este sitio yace al pie del volcán San Cristóbal, por lo tanto, debido a los suelos que se observa-ron allí, en un sentido geomorfoló-gico, se piensa que pertenece a la

cordillera, pese a que está cerca de la orilla de la Depresión.

Se han realizado pequeñas ex-cavaciones en siete sitios (San Antonio, Santa Cristina, Morales/El Platanal, Cosmapa Oriental, Dulce Nombre de Jesús, La Trini-dad y Santa Teresa 2), aunque en los últimos dos se excavaron sola-mente uno o dos sondeos de pala.

Los sondeos de pala se excava-ron estratigráficamente en niveles

de 20 cm adentro de las capas na-turales, mientras que las unida-des más grandes se excavaron en niveles de 10 cm adentro de los estratos naturales. Se hicieron re-colecciones de superficie en los si-tios donde se excavó y además en 16 de los otros sitios. Algunas de las recolecciones fueron ubicadas de manera aleatoria y se recolec-taron todos los vestigios adentro del cuadro. Otras recolecciones no fueron ni sistemáticas ni aleato-rias, sino oportunistas, en estas se recolectaron vestigios escogi-dos que parecieron significativos. No se hicieron recolecciones en el resto de los sitios porque se descu-brieron en momentos en que no se contaba con permiso para llevar a cabo trabajo de campo. En las excavaciones de Morales y Santa Cristina, se tomaron muestras de suelo para procesamiento por flo-tación y se recuperaron vestigios paleobotánicos de las mismas.

Patrón de AsentamientoLlanos del Pacífico: En la costa

del Pacífico, se encontraron sitios arqueológicos en Isla el Cardón e Isla Aserradores, pero todavía no se sabe mucho de ellos. Hay también sitios en los esteros del Pacífico, descubiertos por Ramiro

García Vásquez, Roberto Sirias y otros, pero tampoco se conocen muy bien (Sirias 2012). Tierra adentro, en los llanos, hay aparen-temente muchos sitios, algunos grandes y con vestigios arquitec-tónicos. Dado sus suelos jóvenes, profundos y fértiles, regados por amplias aguas pluviales y flu-viales, se puede imaginar que la planicie costera podría tener las poblaciones más grandes del de-partamento, al menos en ciertas épocas. Los sitios frecuentemente están ubicados cerca a fuentes de agua dulce, especialmente ríos. Parece que las confluencias de ríos fueron lugares predilectos para asentamientos.

Cordillera de los Maribios: To-davía no se tiene una visión clara del patrón de asentamiento en los volcanes de los Maribios. Varias personas confiables nos han dicho que existen sitios en, por ejemplo, Casitas y Cosigüina, pero no se tie-nen suficientes datos para sacar conclusiones.

La Depresión nicaragüense: En el amplio graben en donde serpen-tea el Estero Real, se ha explorado una pequeña área cerca al Estero Apupú, donde se tienen muchos sitios de tamaño reducido, algu-nos de los cuales parecen haber

Figura 1.1: Mapa del departamento de Chinandega, en el cual se pueden apreciar las ubicaciones de los sitios arqueológicos.

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sido dedicados a la producción de sal por la técnica de sal cocido, sin embargo, hubo otros asentamien-tos con funciones distintas, posi-blemente habitacionales.

Los sitios salineros presentan cerámica que podría clasificarse como briquetage (deshechos de la producción de sal) debido a la textura tosca, la superficie exte-rior brochada o estriada, y el co-lor frecuentemente encendido por la cocción extrema. Estos tiestos suelen ser gruesos y friables. No es de sorprenderse que hubiera salinas en el área, porque en los márgenes del Golfo de Fonseca en Honduras y El Salvador hay sitios asociados a la misma in-dustria (Andrews 1991; Baudez 1973) y la producción de sal por cocimiento continuaba hasta dé-cadas recientes. En el sector nica-ragüense del Golfo, hay evidencia histórica de la producción de sal. En 1604, el gobernador de Nicara-gua, respondiendo a una real cé-dula, escribió desde Chinandega una descripción de la producción de sal por el método tradicional de cocer (Archivo General de Indias, Cartas de Gobernadores, Signa-tura: Guatemala, 40, R. 8, N. 20, Código de Referencia: ES.41091.AGI/1.16403.8.5.18.2). Un mapa

creado por el conocido cartógrafo Jacques Belliny fechado en 1764 indica "salines" en parte del Golfo de Fonseca. (Bellin1764, Tome II, No. 9, Carte de Provinces de Nica-ragua et Costa Rica). Finalmente, según Morley Roberts (1924), un viajero inglés, todavía se fabrica-ba sal por la misma técnica en la orilla del Estero Real al principio del siglo veinte. Se sabe que hay suelos salados en el margen sur del Estero Real (Taylor 1963: Fi-gure 3), precisamente donde se hallan estos sitios.

En dos sitios, posiblemente ha-bitacionales, se tienen montículos ovalados cuyo sistema constructi-vo consistió en un muro de conten-ción encerrando, relleno, compues-to de una mezcla de tierra, piedra y tiestos. Se notan en estos sitios tiestos de cerámica que no pare-cen ser briquetage, sino vajillas y formas domésticas. En la misma área, se encuentran rastros de lo que podrían ser cimientos de ca-sas habitacionales. Se observan también montículos compuestos de piedras pequeñas. Los sitios se encuentran frecuentemente en los diques naturales de los tributarios del Estero Real, al menos dentro del espacio estudiado.

Por muy emocionantes que re-sulten estos hallazgos, es desafor-tunado observar que la excavación de vastas extensiones de viveros de camarones ha destruido muchos sitios en el Estero Real y los sigue destruyendo. En los últimos años, la ampliación de un vivero cerca al cauce principal del Estero Real arrasó al menos tres montículos en un sitio llamado, irónicamente, Las Salinas. En muchos de los “muros” de los viveros, se pueden observar montones de tiestos yaciendo don-de los buldóceres los empujaron.

Cordillera central: Al norte de la Depresión nicaragüense, se al-zan los primeros pliegues de las faldas de la Sierra de la Botija, la cual alcanza una elevación de más de 1600 m en el punto más norteño de Chinandega, en la frontera con Honduras. Geológicamente, esta sierra es congénere a la provincia ignimbrítica que cubre el norte de Nicaragua y casi todo Honduras. En Chinandega este altiplano está diseccionado por ríos caudalosos, que han esculpido valles angostos y empinados que llevan las aguas al sur para desembocar eventual-mente al Golfo de Fonseca. Estos ríos incluyen el Gallo, Los Quesos, y el más grande de todos, el Río Negro. El caudal de los ríos varía

conforme a las lluvias, desde gotas en las sequías hasta torrentes im-petuosos durante tormentas. Casi todos los sitios que se conocen en el norte están ubicados a lo largo de las riberas de los ríos, mayori-tariamente en terrazas fluviales.

Algunos sitios en el norte son extensos: en Dulce Nombre de Je-sús, se habían mapeado 65 ha de vestigios cuando se acabó la tem-porada, sin embargo, continuaban los vestigios, por lo tanto, el mapa queda todavía incompleto. A sim-ple vista, se pudieron observar más basamentos extendiéndose por los campos de cultivo.

Cabe mencionar que, durante eventos pluviales extremos, como huracanes, los ríos se pueden des-bordar, como pasó durante el hu-racán Mitch en 1998. Las inun-daciones del Mitch descubrieron varios sitios en el norte del depar-tamento, cuando la erosión desen-terró vestigios en varios lugares.

ArquitecturaEs probable que mucha de la

arquitectura prehispánica que existía en Chinandega haya sido destruida a través de décadas de agricultura mecanizada; además, el arado, aún con bueyes, ha afec-tado los pocos vestigios inmuebles

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que por suerte habían sobrevi-vido, sin mencionar los estragos que ha causado la excavación de viveros de mariscos realizadas de cabo a rabo en los esteros del departamento. A pesar de esto, se conservan algunos ejemplos, mayor-mente en áreas más remotas del depar-tamento y hasta la fecha se han encon-trado cuatro tipos de construcciones: montículos, plata-formas, cimientos de casas, y algún tipo de casa con mu-ros de piedra

Se han observa-do montículos cons-truidos con relleno compuesto de pie-dras redondeadas, probablemente del río cercano, y tierra, pero sin argamasa (Figuras 1.2 y 1.3). Hay un montículo grande de esta ín-dole en la planicie costera en el muni-cipio de Posoltega,

en el extremo oriente del departa-mento. Aparentemente, es el úni-co sobreviviente de lo que fue un

sitio grande adentro de lo que hoy son cañaverales, y aún éste fue afectado por maquinaria pesada. Además de la planicie costera, se tienen montículos del mismo tipo en todas partes del departamento —en el Estero Real (en los sitios de Las Salinas y El Gavilán), y más al norte, por Villa Nueva y Somotillo (en sitios como Morales/El Pla-tanal y Los Andinos), y hasta en Dulce Nombre de Jesús en el sector septentrional del terri-torio chinandegano (Fi-gura 1.2). Se conocen docenas de estructuras semejantes en el depar-tamento, y debería de haber cientos. En algu-nos casos, parece que los montículos fueron organizados espacial-mente, en alineaciones o alrededor de plazas (Figura 1.4). Tales cons-trucciones suelen tener una planta circular u ovalado, pero también se han observado es-tructuras elongadas en la forma de rectángulos angostos. En un caso,

se notó un elemento arquitectóni-co que parecía un plinto adosado al núcleo de una estructura (Dul-ce Nombre de Jesús, Montículo 2; véase el mapa en la Figura 1.4). Si se encuentran ejemplos bien

Figura 1.2: Montículo No. 1 en Dulce Nombre de Jesús.

Figura 1.3: Relleno del Montículo No. 2, donde se puede apreciar el sistema constructivo.

Figura 1.4: Detalle del mapa de Dulce Nombre de Jesús, enseñando los montículos en el centro del sitio. Parece que los montículos Nos. 1, 2, 3, y 6 podrían haber formado una plaza.

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conservados en el futuro, proba-blemente se observarán muchos otros detalles arquitectónicos. Asimismo, se puede esperar que futuras excavaciones revelen más información acerca de la cronolo-gía, función, y sistema constructi-vo de estas estructuras.

Distintas de los montículos, como se mencionó arriba, son las plataformas, que fueron construi-das de otra manera, con un muro de contención sustancial formado de piedras más grandes que las del relleno de los otros montícu-los (Figura 1.5). En contraste a la cima redondeada de un montículo, las plataformas presentan una superficie plana que podría ha-ber servido de basamento para el soporte de es-tructuras pere-cederas o para otros fines. No se conoce bien el relleno de las p l a t a f o r m a s , pero parece in-cluir piedra, tie-rra, y artefactos, especialmente tiestos, y en un

caso, un depósito de concha. Has-ta la fecha, hemos descubierto so-lamente dos plataformas, una en el sitio de Pikín Guerrero y la otra en el sitio adyacente de Nolasco. Las dos estructuras están separa-das por solo 100 m, y posiblemen-te corresponden a un solo sitio, pero la presencia de un vivero de camerones y un área de manglar ha impedido determinar si estu-vieron conectadas.

Otro tipo de construcción que se ha observado se asemeja a ci-mientos de casas u otros edificios de tamaño similar. Consisten en un basamento bajo (ca. 20-40 cm)

compuesto de una sola hilada de piedras planas o lajas que funcio-naron para formar un muro de contención para retener relleno y crear un plinto elevado. Encima del basamento se construyeron dos bancas elevadas, al parecer de lajas paradas verticalmente, dejando un pasillo más bajo entre ellas (Figuras 1.6-1.8). Las estruc-turas son aproximadamente rec-tangulares, y miden unos 15 o 20 m de largo por 10 o 15 m de ancho, también se observaron construc-ciones redondas más pequeñas, así como posibles terrazas. Cabe mencionar que las formas y los sistemas constructivos de estas estructuras están lejos de ser cla-ros, debido a su estado de conser-vación, pero son muy interesan-tes y merecen investigación más

a fondo. Se requiere excavación para aclarar las dudas acerca de su forma y origen. Se han halla-do estos cimientos en varios sitios, pero solamente encima de lomas volcánicas de edad terciaria. En el norte del departamento, parecen bastante comunes.

El último tipo de construcción que se ha descubierto queda toda-vía pobremente definido, pero no es menos interesante por eso. En un pozo de prueba en el sitio de-nominado Morales o El Platanal, ubicado en una terraza aluvial del Río Aquespalapa, en el muni-cipio de Villa Nueva, se descubrió parte de una pared construida de piedras redondeadas de río (Fi-gura 1.9), presuntamente de un edificio. No se detectó ningún piso asociado al muro, aunque en otros

Figura 1.5: Muro de contención de una plataforma en un sitio en el Estero Real. Se pueden apreciar las piedras grandes que conforman el muro, así como la altura de la construcción, que todavía alcanza casi los 3 m en este lado. La planta de la plataforma es ovalada.

Figura 1.6: Dibujo esquemático señalando la forma de los cimientos al oeste del pueblo Dulce Nombre de Jesús, Municipio de Somotillo.

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sitios (por ejemplo, San Antonio y Santa Cristina) se hallaron los restos de pisos confeccionados de tierra arcillosa. En la superficie de Morales/El Platanal, al menos en el área que sufrió erosión por las inundaciones del huracán Mitch, se pueden ver partes de muchas otras construcciones semejantes a la que fue encontrada en la exca-vación (Figura 1.10).

Cronología y Afiliación CulturalNaturalmente, sería muy con-

veniente saber las fechas de todos los sitios y, por consiguiente, la edad de cada estilo arquitectónico y la evolución del patrón de asen-tamiento. La confección de una cronología nueva, donde antes no había existido ninguna, es un proceso complejo y difícil, un reto serio, uno que está supeditado al desarrollo de una secuencia cerá-mica. Ya se han dedicado varios años al análisis cerámico, pero to-davía falta mucho que hacer.

Dado que una secuencia cerá-mica no existía para la región, se tenía que crear una, empezando con la elaboración de tipologías para cada periodo. Para la cla-sificación, se está utilizando el sistema tipo: variedad —modo (Smith et al. 1960; Wheat et al. 1958) porque es el sistema taxo-nómico más ampliamente usado en la región, desde El Salvador y Guatemala (por ejemplo, Andrews 1976; Sharer 1978; Wauchope y Bond 1989) hasta la Gran Nicoya (Healy 1980), por ende, permite comparaciones entre ensambla-jes. Sin embargo, se tomaron en cuenta varias modificaciones más recientes al sistema, por ejemplo,

Figura 1.7: Estructura prehispánica encima de una loma, al oeste de Dulce Nombre de Jesús, al sureste del campo de béisbol en un maizal.

Figura 1.8: Los restos de una banca en una de las estructuras prehispánicas.

Figura 1.9: Zócalo de un muro derrumbado expuesto en el Pozo 3 de Morales/El Platanal. La escala mide un metro.

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la identificación y descripción de paste wares o “vajilla pastas” (Rice 1976) y sistemas cerámicos (Ai-mers 2007; Henderson y Agurcia 1987).

El estudio de colecciones de re-ferencia es una tarea esencial e in-dispensable para el análisis, iden-tificación y comparación adecuada de muestras de cerámica; aunque, sin duda, es costoso y difícil visi-tar las varias instituciones que las custodian (Andrews 1990). No obs-tante, es especialmente clave rea-

lizar tales estudios en el caso de nuestro proyecto, porque se está desarrollando una nueva clasifica-ción para un área desconocida. Es precisamente debido a los minu-ciosos estudios comparativos que se han realizado a colecciones de referencia, que confiamos en nues-tras clasificaciones. Estos estudios comparativos han servido como fundamento para las identificacio-nes de taxones ya establecidos. En ellos, se tomaron fotografías téc-nicas, microfotografías, dureza en

la escala Mohs, color en el sistema Munsell, y otras medidas y obser-vaciones.

Se seleccionaron para estudio las colecciones de referencia más relevantes a Chinandega. Se em-pezó con colecciones procedente del oriente de El Salvador y el sur de Honduras. Por ejemplo, en el caso de Las Vegas Policromo, se estudió una colección comparati-va resguardada en el Instituto de Investigaciones de Medio Améri-ca en la Universidad (MARI, por sus siglas en ingles) de Tulane, Nueva Orleans, EE.UU., que fue hecha en el sur de Honduras por Doris Stone, como parte del mis-mo proyecto en que ella original-mente definió Las Vegas Policro-mo y otros tipos en el área (Stone 1957). Para distinguir Las Vegas Policromo de Papagayo, un tipo semejante, se estudió en el mismo Instituto una colección de refe-rencia de la Gran Nicoya que fue identificado por el Dr. Frederick Lange, quien ha jugado un papel muy importante en el desarrollo de la tipología de la Gran Nicoya. Asimismo, entre otras, se estudió la colección de referencia de Que-lepa, en el oriente de El Salvador; la colección de Chalchuapa, del oeste de El Salvador, en el Museo

de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia; la colección de Kami-naljuyú en la Universidad Estatal de Pensilvania en State College; y una colección de la región de El Cajón, Honduras, conservado en el mismo lugar.

Se llevó a cabo el análisis cerá-mico de manera excepcionalmente minuciosa, examinando cada ties-to con lente de aumento, prestando atención especial a la pasta a tra-vés de una inspección de una frac-tura nueva. Por eso, y también por la falta de vasijas completas y el tamaño reducido de las muestras, se puso énfasis clasificatorio en las pastas y vajillas. Los análisis están todavía incompletos porque se los han enfocado en los sitios de los llanos costeros, los cuales tie-nen cerámica menos conocida que el norte del departamento. No hay espacio acá para detallar los re-sultados del análisis, no obstante, se puede ofrecer el siguiente con-torno de la secuencia que se ha ob-servado en las llanuras costeras.

Todos los sitios excavados en la planicie costera tienen ocupacio-nes contemporáneas al Preclásico Tardío del sur de Mesoamérica (ca. 300 A.C. a 250 d.C.). El comple-jo chinandegano correspondiente

Figura 1.10: Restos de construcciones expuestos en la superficie del sitio Morales/El Platanal por erosión durante el huracán Mitch.

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a este periodo está íntimamente asociado a la esfera Providencia del oeste de El Salvador y el orien-te de Guatemala. Nuestro comple-jo, que se ha denominado “Cosigüi-na”, comparte con otros complejos de la esfera Providencia casi todos sus grupos y tipos, como Jicalapa Usulután, Izalco Usulután, Olo-cuitla Naranja, Santa Tecla Rojo, Pinos Café-negro y otros afines, y las proporciones de los taxones son similares a las que se obtienen en sitios que pertenecen a la esfe-ra (Willis 2016).Asimismo, se han definido vajillas y grupos ordina-rios y presuntamente locales.

En el siguiente periodo, el Clá-sico Temprano (ca. 250 d.C. a 600 d.C.), se tienen tipos, en cantidad reducida, como Chaparrastique Rojo, Sirama Rojo Variedad Tem-prana y Tongolona Naranja del Complejo Shila de Quelepa, El Salvador (Andrews 1976), mien-tras que las pastas y lozas locales parecen continuar desde el perio-do anterior.

Para el siguiente periodo, el Clásico Tardío (ca. 600 d.C. a 900 d.C.), se encuentran algunos ties-tos de Policromo Campana Tipo Lí-nea Fina, Chapeltique Rojo sobre Naranja, Aramuaca Naranja, De-lirio Rojo-sobre-blanco (Andrews

1976), Ulúa Policromo (Santana: Bilbao), y Plomizo tipo San Juan. La mayoría de éstos son de El Sal-vador, mientras que los otros son de Honduras, con la excepción del Plomizo, que proviene de la zona fronteriza entre Guatemala y Chiapas en la costa del Pacífico (Neff 2003, 2014). En este periodo, desaparecen las vajillas y los gru-pos ordinarios y locales del Preclá-sico Tardío y Clásico Temprano, y a la vez aparecen nuevas vajillas y grupos ordinarios en Chinandega.

En el próximo periodo, el Pos-clásico Temprano, continúan las mismas vajillas y grupos con la adición de cantidades de Policro-mo Las Vegas, un tipo definido y conocido en Honduras (Manahan 2003, 2004; Stone 1957). Todavía no se ha podido identificar cerá-mica del Posclásico Tardío, aun-que se han investigado sitios con ocupaciones históricas que proba-blemente incluyen materiales del último periodo prehistórico.

El cambio más radical en la se-cuencia ocurre en la transición del Clásico Temprano al Clásico Tar-dío, cuando desaparecen finalmen-te los diseños negativos asociados a la tradición y al sistema cerámi-co de Usulután (con la posible ex-cepción parcial de Campana Línea

Fina) y aparece un ensamblaje no-vedoso. Al mismo tiempo, cambian las vajillas y pastas locales. Esta metamorfosis posiblemente mar-ca la llegada de los Chorotegas. Se puede notar una clara semejanza entre Delirio Rojo-sobre-blanco y Policromo Quelepa de la fase Lepa (Clásico Tardío) y el complejo Co-yotlatelco del altiplano central de México, donde predomina en casi todos los sitios durante el mismo intervalo (Figura 1.11). El com-plejo Coyotlatelco se caracteriza por sus vasijas hemisféricas y de otras formas que llevan diseños de un estilo particular en pintura roja sobre blanco, rojo sobre bayo, o rojo sobre café. Delirio rojo-sobre-blanco presenta los mismos diseños Co-yotlatelcos en los mismos colores. Las pastas son semejan-tes también en color y textura, al menos entre las colecciones que se han compara-do (por ejemplo, Ox-totipac y Quelepa). Otras característi-cas importantes de Coyotlatelco inclu-yen la existencia de

tipos con pastas finas, probable-mente relacionadas al Anaranjado Fino Maya, diseños estampados, y diseños en negativo, aunque es-tos diseños batik no se parecen en nada a los de Usulután. No se han observado diseños negativos de este estilo en Chinandega ni en el oriente de El Salvador, pero sí, hay un ejemplo de un diseño estampado en Quelepa (Andrews 1976: 129, Fig. 148p). Andrews ca-lificó este tiesto como inciso, pero lo examinamos y sugerimos que posiblemente el diseño es estam-pado. Cabe mencionar que An-drews (1976), en su estudio origi-nal e influyente obra acerca de la

Figura 1.11: Vasija tipo Delirio Rojo-sobre-blanco o posiblemente Policromo Quelepa, en la colección de un residente del sitio Cosmapa Oriental, quien declaró que la recuperó del mismo sitio.

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cerámica de Quelepa, enfatizó la textura fina de la pasta de la fase Lepa y la comparó con las pastas finas de la costa del Golfo de Mé-xico en Tabasco y Veracruz. Esta-mos de acuerdo, pero sospechamos que la pasta fina arribó a la región a través del contemporáneo com-plejo de Coyotlatelco. Entonces, se está investigando la posibilidad de que Delirio Rojo-sobre-blanco y tipos semejantes estuvieran rela-cionados a Coyotlatelco y que así pudieran ser marcadores de la lle-gada de los Chorotegas a la región. Asimismo, la notable y dramática transformación de la cerámica en-tre el Clásico Temprano y Clásico Tardío indica un cambio cultural fundamental. Sin asignarles nom-bres de grupos etno-lingüísticos específicos, se puede sugerir que alrededor del 600 d.C. la orien-tación cultural de Chinandega se trasladó desde la región maya sur hacía el altiplano central de México, aunque naturalmente el departamento siempre mantenía relaciones interregionales con sus vecinos salvadoreños y hondure-ños.

Aunque no se ha hablado mu-cho de la cerámica recuperada en el norte del departamento, es en general distinta de la de los llanos

costeros y, en cambio, demuestra semejanzas a los complejos de la región de las Segovias (Espinoza et al. 1996), incluso la alta proporción de la cerámica Segovias Naranja.

La ausencia casi total en Chi-nandega de material cerámico de la región de la Gran Nicoya es no-table. Solamente se ha encontra-do un número mínimo de tiestos del sur del Pacífico nicaragüense, incluso uno de Popoyuapa y otro de Rosales Esgrafiado. Posible-mente una pequeña proporción de los tiestos que se han clasificado como Las Vegas Policromo sean realmente Papagayo, pero no lo creemos. Se puede concluir que Chinandega no pertenecía a la re-gión de la Gran Nicoya y, dado la preponderancia de cerámica de ca-rácter mesoamericano, uno tiene que inferir que el departamento correspondía a ésta última área.

DiscusiónNo se tiene espacio aquí para

describir todo lo que se ha des-cubierto otodos los análisis que se ha llevado a cabo porque ya se ha sobrepasado el límite asigna-do para este ensayo. Por eso, no se han mencionado los estudios líticos, que incluyen un análisis geoquímico de 2871 artefactos

de obsidiana para determinar las fuentes de la materia prima. Tampoco se ha podido presentar resultados del análisis paleoetno-botánico. Se espera publicar todos los resultados del proyecto en el futuro. Sin embargo, teniendo en cuenta lo anteriormente expues-to, se puede aseverar que, además de calor, hay vestigios arqueológi-cos en Chinandega con potencial para transformar el conocimien-to de la arqueología nacional. Su trascendencia se deriva en parte de su carácter distintivo, es decir, en muchos casos, los vestigios ar-queológicos de Chinandega no son

Agradecimientos En un proyecto de esta escala y duración, se acumulan las deudas

personales, intelectuales, e institucionales de tal manera que llega a ser casi imposible agradecer a todos los que han contribuido.

Se quiere agradecer a todos los que han ayudado en la gestión del proyecto. A la Facultad de Antropología y el Colegio de Artes y Letras Florida Atlantic University por su apoyo administrativo y económico del proyecto, y en especial al Dr. Michael Harris, Presidente de la Fa-cultad, y a la Decana Heather Coltman, D.M.A. Además, el proyecto no se habría podido llevar a cabo si no fuera por el apoyo de la Lic. Blanca Arauz, Directora de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Nación del Instituto Nicaragüense de Cultura; a la Lic. Anielka Rodríguez, del mismo Instituto; al Lic. Ángel Ortega, Vice-Alcalde del Municipio de Chinandega; a Doña Aura Lila Padilla, Alcaldesa del Municipio de Chinandega; a la Lic. Ofelia Manzanares de la Delegación Chinande-gana del INTUR; a la Lic. Julieth Malta de la Alcaldía de Chinandega;

como los otros del país y, por ende, representan un nuevo campo de investigación. Además, el ámbi-to de las culturas arqueológicas de Chinandega probablemente no está limitado geográficamente al Departamento, sino que fácil-mente podría extenderse a León o aún hasta Managua a lo largo de la costa. Para investigar estas cul-turas antiguas más a fondo, se es-pera poder continuar el proyecto y así ampliar el conocimiento de las culturas ancestrales del pueblo chinandegano.

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al Lic. Clemente Guido, Director de Patrimonio Cultural de la Alcaldía de Managua; y especialmente al Profesor Luís Alberto Andino, Respon-sable del Departamento de Cultura del Municipio de Chinandega.

Asimismo, se quiere reconocer la ayuda de la Arqlga. Ivonne Miran-da Tapia del Museo Nacional y muy especialmente la gran ayuda y asesoría del Arqlgo. Jorge Zambrana Fernández, de la Dirección de Pa-trimonio Cultural de la Nación del Instituto Nicaragüense de Cultura. El Aqlgo. Ramiro García Vásquez codirigió el proyecto en sus primeros años, facilitó los permisos, e hizo el primer análisis de la cerámica y otros artefactos. Así aportó muchas ideas y proporcionó muchos esfuer-zos al proyecto, y deseamos reconocer su contribución significativa.

Estos agradecimientos no estarían completos sin mencionar a aque-llos que hicieron posible el estudio de las colecciones de referencia, al Dr. E. Wyllys Andrews V, por su ayuda con la colección de Quelepa; al Dr. Marcello Canuto por su acceso a las colecciones de M.A.R.I.; a Wi-lliam Wierzbowski, Keeper de las colecciones americanas en el Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pensilvania en Fi-ladelfia por su apoyo de nuestro análisis de la colección de Chalchuapa y al Profesor Richard Leventhal de la Facultad de Antropología de la misma universidad por su apoyo en el estudio de la misma colección. Al Profesor Kenneth Hirth de la Facultad de Antropología de la Universi-dad Estatal de Pensilvania, expresamos nuestra gratitud por facilitar el acceso a las colecciones arqueológicas de Kaminaljuyú, Guatemala; El Cajón, Honduras, y Oxtotipac, México.

De forma personal, CTB quisiera reconocer la gran ayuda de su fa-milia chinandegana, en especial la de la Lcda. Adela Cruz Pereira, la Inga. María José Espinoza, a la Dra. Yorlene Urey. Agradece también a su esposa, Flora Cruz Pereira de Brown, por concebir el proyecto y facilitar su ejecución.

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2Excavaciones en el sitio Chilamatillo (N-Ma-8-100), Municipio de Tipitapa,

departamento de Managua, NicaraguaeTsuo HaseGawa

Introducción

El sitio arqueológico Chilamati-llo se encuentra en una finca ubi-cada a orillas del Lago Xolotlán, en el municipio de Tipitapa (Figu-ra 2.1). Este sitio es bien conocido entre la gente local por los hallaz-gos ocasionales de vasijas de época prehispánica (posiblemente urnas funerarias).

El 24 de marzo de 2009, la ar-queóloga María Lily Calero (Museo Nacional de Nicaragua) y algunos funcionarios del gobierno local hi-cieron una inspección en el sitio, debido a que había peligro de des-trucción por el uso del área como mina de arena, sin la autorización

de los órganos competentes (Ca-lero 2009). El gobierno municipal de Tipitapa en sesión celebrada el 20 de septiembre de 2009, declaró este sitio como “sitio de protección, y parque para uso de investigacio-nes, hallazgos arqueológicos y pa-trimonio histórico cultural”.

El autor visitó por primera vez este sitio el 8 de agosto de 2014. Debido a que se confirmó una abundante cantidad de materiales arqueológicos en la superficie del terreno, se decidió realizar exca-vaciones en el marco del Estudio de Diagnóstico de Sitios Arqueoló-gicos en el Pacífico de Nicaragua y Excavación de Sondeos para Refi-nar la Secuencia Cultural y Cro-nológica de la Región, buscando

muestras de cerámica y de carbón para ser sometidas a un análisis radiocarbónico con el fin de cono-cer la antigüedad absoluta.

El 3 de septiembre de 2014 ini-ció la investigación con el permiso del alcalde de Tipitapa y los dueños del terreno, junto con la autoriza-ción emitida por el Instituto Nica-ragüense de Cultura. Tras excavar un sondeo de 2x2 metros y hacer un plano topográfico, la investigación concluyó el día 10 del mismo mes.

Ubicación del sitioDirigiéndose de Managua al

Norte por la carretera Panameri-cana hay un desvío a 31 kilóme-tros y medio. Doblando por ese desvío a la izquierda hacia el Lago Xolotlán y transitando unos 4 ki-lómetros por un camino de tierra, llegamos a la finca Chilamatillo donde está ubicado el sitio arqueo-lógico del mismo nombre (Figura 2.2).

Figura 2.1: Lago Xolotlán (Google Maps).

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Actualmente el terreno está utilizado para ganadería vacu-na. Hay una elevación de forma ovalada a lo largo de la orilla del lago, que tiene la altura máxima de unos 8 metros desde el nivel de agua del lago, formando una especie de meseta lar-ga (Figura 2.3). Se pueden observar fragmentos cerá-micos tanto encima de di-cha meseta como en la pla-ya del lago. Además, entre los materiales observados en la playa, llamó la aten-ción la cantidad de piezas líticas hechas de varios ti-pos de roca.

ExcavaciónSe realizó un pozo de

sondeo a la orilla oeste de la meseta, donde existe una elevación muy suave (Figura 2.4) al cual nom-bramos “Sondeo 1”. Des-de allí se da un declive abrupto hacia el lago. Se eligió este lugar porque era un punto donde se ob-servó una de las mayores concentraciones de restos arqueológicos en la super-ficie.

A continuación se describe el proceso de excavación. Básica-mente excavamos usando capas arbitrarias de 10 cm (estrato ar-tificial), pero cuando percibimos algún cambio notable en la tierra

(color y textura), separamos esa capa y le pusimos otro número (estrato natural). A veces una capa tiene más de 10 cm de grosor. Esta inexac-titud de medidas con la cinta métrica se detectó al ser ve-rificadas con el nivel óptico. La profundidad de las capas señaladas corresponde a la esquina sureste del pozo de sondeo.

Capa 1: 0-5 cm (desde la superficie de tierra)

Humus. Contiene una cier-ta cantidad de fragmentos ce-rámicos.

Capa 2: 5-10 cm Tierra de color café oscuro

medio-compacta (Figura 2.5). Se recuperó una gran canti-dad de fragmentos cerámicos y piezas líticas. Aparecieron también unos fragmentos grandes de carbón bien con-servados que parecen ser mo-dernos.

Capa 3: 10-20 cmLa tierra es de color café

oscuro y casi igual a la Capa 2, aunque es ligeramente más suave y contiene arena fina (Figura 2.6). Siguen apare-ciendo numerosos fragmentos cerámicos y piezas líticas.

Figura 2.2: Ubicación del Sitio Chilamatillo (Google Maps).

Figura 2.3: Sitio Chilamatillo (matorral al fondo).

Figura 2.4: Ubicación del Sondeo 1, Sitio Chilamatillo.

Figura 2.5: Capa 2, Sondeo 1

Figura 2.6: Capa 3, Sondeo 1.

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Capa 4: 20-30 cmNo hay cambio de tierra. Siguen

apareciendo bastantes fragmen-tos cerámicos y una cierta canti-dad de piezas líticas. Se recupe-raron huesos de animales y peces (posiblemente guapotes).

Capa 5: 30-40 cmContinúa la misma tierra (Figu-

ra 2.7). Se encuentra menor canti-dad de restos arqueológicos que en las capas superiores. Se recuperaron piezas líticas y huesos, además de frag-mentos cerámicos. Es notable la disminución en la cantidad de artefactos.

Capa 6: 40-52 cmContinúa casi la misma tie-

rra de la capa superior pero tiene una textura ligeramen-te más suave. Los artefactos vuelven a salir en gran canti-dad. De hecho, esta es la capa que produjo el mayor número de fragmentos cerámicos. Se recuperaron piezas líticas, huesos de animales y peda-zos de carbón. También se pueden observar unas verte-bras fragmentadas de peces. Llama la atención la recu-peración de una concha bien conservada. Esto sugiere que hasta este nivel las sedimen-

taciones pueden estar revueltas. Capa 7: 52-63cmLa tierra es suave, como are-

nisca y de color café (Figura 2.8). Nuevamente aumenta la cantidad de artefactos y se encuentran bas-tante fragmentos cerámicos, pie-zas líticas, huesos y conchas.

Capa 8: 63-74 cmTierra café amarillenta que

contiene piedras calizas y de otro tipo. Sigue encontrándose bastan-tes fragmentos cerámicos. Se recu-peraron también líticas y huesos (humanos o animales). Cabe men-cionar que de esta capa salieron unas cuentas minúsculas de collar de color negro, finamente talladas y probablemente hechas de cerámica.

Capa 9: 74-84 cmTierra mezclada con

fragmentos grandes de talpetate (Figura 2.9), los cuales pueden llegar a te-ner unos 20 cm de diáme-tro. Siguen encontrándo-se fragmentos cerámicos en una cierta cantidad, aunque es menos que las capas anteriores. Se re-cuperaron también pie-zas líticas y huesos.

Capa 10: 84-90 cmTierra igual que la

Capa 9. La cantidad de fragmentos cerámicos dis-minuye abruptamente. Aún se encuentran pie-zas líticas y fragmentos de hueso. Al excavar esta capa llegamos al piso de talpetate y terminamos la excavación (Figura 2.10).

ObservaciónA través de esta excavación,

se recuperó una gran cantidad de fragmentos cerámicos (3.741 tiestos), y también destaca la abundancia de piezas líticas. La suma de estos artefactos es algo extraordinaria y su densidad nos

Figura 2.7: Capa 5, Sondeo 1.

Figura 2.8: Capa 7, Sondeo 1.

Figura 2.9: Capa 9, Sondeo 1.

Figura 2.10: Capa 10, Sondeo 1.

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Mi Museo y Vos30 Mi Museo y Vos 31

señala que este lugar pudo ser un basurero. Además, los fragmentos de carbón, huesos de animales y peces recuperados en la excava-ción también indica que hubo una actividad doméstica intensiva, lo cual implica una población muy densa en este sitio.

En cuanto a la cerámica, el re-sultado de la clasificación de los tiestos de Chilamatillo está se-ñalado en el “Cuadro 2.1”. Entre 3,741 tiestos en total, 1,598 tiestos (42,71%) fueron atribuidos a algu-nos de los tipos cerámicos estable-cidos de la Gran Nicoya. El por-centaje de los tiestos identificados es relativamente alto, por lo que en el proceso de la excavación solo se recogieron los grandes o diag-

nósticos. Se puede indicar que los tipos de los períodos Sapoa (519 tiestos) y Ometepe (1,032 ties-tos) ocupan la gran mayoría con la proporción de 32.48% y 64.58% respectivamente.

Respecto a la cronología del si-tio Chilamatillo, sin lugar a du-das, se ubica del Período Sapoá al Ometepe como ya se había con-siderado anteriormente (Calero 2009). Estos períodos se extienden desde 800 hasta 1550 d.C. según la cronología tradicional del área de la Gran Nicoya (Abel-Vidor et.al. 1987). Los fragmentos ce-rámicos de tipos diagnósticos son Sacasa Estriado, Combo Colador (Figura 2.11) y unos fragmentos policromos de engobe blanco como

Papagayo Policromo y Vallejo Policromo (Figura 2.12 y 2.13). También pudimos observar nu-merosos fragmentos de color ne-gro con superficie bien pulida, que son de Castillo Esgrafiado o Lago Negro. Los de períodos anteriores, del Tempisque (4 tiestos) y Bagaces (43 tiestos), son algo triviales siendo 0.25% y 2.70%.

Enfocado en los dos períodos tardíos, llama la atención que los tipos del Período Sapoa y Ometepe no muestran diferen-cia en su posición estratigráfica. La composición de los tipos ce-rámicos es consistente desde la capa superior hasta la inferior. Dicho de una mejor manera, desde la capa más baja hasta la más alta, los tipos de estos dos períodos aparecen mezclados.

Una interpretación que ex-plique este fenómeno es que todas las sedimentaciones que se registraron en el Pozo 1 no son primarias. Las capas se en-cuentran totalmente revueltas y, en consecuencia, entre los tipos del Sapoá y los del Ometepe no se observa diferencia estratigráfica, aunque los primeros tendrían que ser más antiguos que los segun-dos. Parece que esta hipótesis es

Cuadro 2.1: Resultado del análisis de cerámica recuperada en la excavación de Chilamatillo.

Figura 2.11: Fragmentos cerámicos monocromos del sitio Chilamatillo (Combo Colador, etc.).

Figura 2.12: Fragmentos cerámicos policromos del sitio Chilamatillo (Papagayo Policromo, Vallejo Policromo, etc.).

Figura 2.13: Fragmentos cerámicos policromos del sitio Chilamatillo (Vallejo Policromo, etc.).

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contundente porque de la Capa 1, salieron tres fragmentos de Usulu-tán Negativo, que son más antiguos, y que deben aparecer en la capa más inferior. Además, como arriba es mencionado, de la capa 5 salió una concha bien conservada que pue-de ser moderna. En la excavación, no pudimos detectar ningún suelo compactado ni rasgos que indica-ran un piso de ocupación humana (Figura 2.14).

La otra interpretación es, en verdad, que no hay diferencia cro-nológica entre los tipos del Perío-do Sapoa y los del Ometepe. Esto sugiere que es inexacta la crono-logía vigente que pone el Período

Ometepe después del Sapoá. Por consiguiente, el Período Ometepe es, totalmente o en su mayor par-te, paralelo al Sapoá. Si es así, esto corresponde a los resultados de las investigaciones realizadas por la Universidad de Calgary en los si-tios a la orilla del Lago Cocibolca.

En Santa Isabel (Rivas), Tepe-tate y El Rayo (Granada) casi to-das las dataciones radiométricas de los tipos cerámicos del Período Ometepe son anteriores a 1200 d.C., mucho más antiguas que la fecha absoluta de este período, que se suponía en la cronología vi-gente (McCafferty and Steinbren-ner 2005).

Entre los tipos del Período Ome-tepe, Castillo Esgrafiado y Combo Colador atraían la atención, ya que, en la excavación de Nejapa, estos tipos aparecieron casi ex-clusivamente en el piso de la úl-tima ocupación de un montículo (Balladares y Lechado 2013: 38) y se suponía que estos eran más tardíos que otros. En Chilamati-llo, estos tipos aparecieron no sólo en los niveles superiores sino tam-bién en los inferiores y, por eso, con esta evidencia estratigráfica, no se puede concluir que son más tardíos que otros tipos del Período Ometepe.

Dos dataciones radiométricas fueron realizadas por el laborato-rio de IAA (Institute of Accelera-tor Analysis Ltd.) en Fukushima, Japón en 2016. La datación de la Capa 6 (IAAA-160623) resultó ser 1210cal. d.C. - 1271cal. d.C. (95.4%) y la de la Capa 8 (IAAA-160624), 1220cal. d.C. - 1275cal. d.C. (95.4%). Estas fechas abso-lutas son levemente más tardías que las que se obtuvieron en las investigaciones de los sitios alre-dedor del Lago Cocibolca, para ser dataciones de los tipos cerámicos representativos del Período Ome-tepe. A pesar de ello, son mucho más tempranas que 1350-1550

d.C., fecha absoluta de este perío-do de la cronología tradicional.

En resumen, las medidas ra-diométricas del sitio Chilamatillo podrían coincidir con la conclu-sión de las investigaciones de la Universidad de Calgary: los tipos representantes del Período Ome-tepe son contemporáneos o, por lo menos, están paralelos durante un cierto plazo con los del Período Sapoá.

También, se puede decir que en este sitio arqueológico hubo una ocupación desde el siglo XIII. Pero no se sabe hasta cuándo continua-ba esta ocupación humana en Chi-lamatillo si el Período Ometepe no cubre los años más próximos a la llegada de los españoles. Las muestras de las capas superiores no fueron sometidas al análisis ra-diocarbónico, ya que como es arri-ba mencionado, hubo evidencia de penetración de sedimento moder-no a estas capas.

Aunque las capas superiores sean alteradas, llama la atención un tipo cerámico que sale exclusi-vamente de ellas. Este tipo aún no está establecido formalmente y en el Cuadro 1, aparece con el nombre provisional de “Cuello Punteado (C.Punteado)”. Esta cerámica do-méstica lleva una línea de puntos

Figura 2.14: Perfil este del Sondeo 1.

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en su cuello (Figura 2.15) y, por su apariencia en los niveles superio-res, podría ser un candidato de la cerámica más tardía.

Para resolver el problema de la cronología cerámica aún falta mucho estudio. Es necesario ex-cavar en más sitios arqueológicos en la Costa Pacífica de Nicaragua en busca de sedimentaciones primarias que garanticen la verdadera secuencia cultu-ral. También hay que hacer una clasificación más minu-ciosa, incluso de las vasijas monocromas toscas como “Cuello Punteado”, ya que, hasta la fecha, no se ha ana-lizado suficientemente la ce-rámica sin decoración.

Cabe mencionar también que en el sitio Chilamati-llo son abundantes las pie-zas líticas (Figura 2.16 a,b). Las pudimos recoger tanto en la excava-ción como en la recolección en superfi-cie. Los tipos de piedra son variados, pu-diéndose ob-servar jaspe, pedernal y

sobre todo basalto. Aunque son muy escasos, también existen fragmentos pequeños de obsidia-na. Se registraron herramientas como manos, hachas pulidas y ta-lladas, raspadores, hojas y puntas de proyectiles. Además existe una considerable cantidad de lascas de forma indeterminada que pueden

ser desechos de manufacturación, por lo que sería posible que hu-biese talleres de herramientas de piedra en este sitio.

Entre la cerámica recuperada podemos contar muchos fragmen-tos con un estrechamiento y que aparentemente fueron utilizados como pesas de red, implementos para una actividad común a ori-llas del lago (Figura 2.17). Junto con las vértebras de peces que se encontraron en la excavación, es-tos artefactos sugieren la impor-tancia de la pesca como actividad de subsistencia para la gente que se asentaba en este sitio.

Sobre la densidad de población indígena a orillas del Lago Xolot-lán, Gonzalo Fernández de Oviedo aclara:

“...y en aquel caçique de Itipitapa avia tres mill é quinientas ánimas, y eran en ellos ochoçientos arche-ros. De la otra parte del caçique de Itipitapa, en la otra costa de la laguna en seys leguas, avia bien seys mil ánimas é ochoçientos archeros. En fin, porque en esto no nos cansemos, digo que en el tiempo quel capitán Gil Gonçález fué á aquella tierra, é despues

dél el capitan Françisco Fernán-dez, teniente de Pedrarias, pa-resçia que hervia de gente aquella tierra, segund yo lo supe en ella de los que lo vieron”.

Las actividades humanas que dejaron tantos materiales arqueo-lógicos en el sitio Chilamatillo no corresponderían a la sociedad in-dígena de la que fueron testigos los cronistas del siglo XVI. Por las dataciones absolutas, este si-tio pertenece a otra época más temprana que se remonta al Siglo XIII. Sólo se puede decir que la abundancia de los restos arqueo-lógicos señalaría que esa densa población descrita en la crónica continuaba desde hacía 300 años.

Recientemente ha sido excava-do el sitio Los Martínez, ubicado

Figura 2.16a y b: Líticas del sitio Chilamatillo.

Figura 2.15: Fragmentos de cerámica Cuello Punteado del sitio Chilamatillo.

Figura 2.17: Fragmentos cerámicos aparentemente utilizados como pesas.

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en la esquina noroccidental de la ciudad de Managua y también a orillas del Lago Xolotlán (Zam-brana 2012). Según Zambrana, en Los Martínez se detectó un área donde se registraron exclu-sivamente rasgos funerarios del Período Sapoá, sin huella de ac-tividades domésticas. En nuestra excavación se encontraron varios restos de fauna acuática (concha y huesos de pez) y terrestre (po-siblemente venados), además de una gran cantidad de fragmentos de cerámica doméstica. Sin lugar a dudas el sitio Chilamatillo era un asentamiento. A pesar de ello, la gente local nos informa que se han hallado unas vasijas enteras que posiblemente fueron urnas para entierros en un sector cerca-no del Sondeo 1. Si es así, en este sitio las zonas de los vivos y de los muertos no habrían estado muy alejadas como en el caso de Los Martínez.

ConclusiónEl sitio Chilamatillo fue un

asentamiento de los Períodos Sapoá y Ometepe, y la cantidad de restos arqueológicos indica una densa población. La gente que ha-bría vivido allí se dedicaba no sólo a la agricultura sino también a la

pesca. Aún hoy día podemos ver campamentos de pescadores en la playa de Chilamatillo, quienes di-cen que hay buena pesca cerca de este sitio. Existe también la posi-bilidad, como sugiere la abundan-cia de piezas líticas y lascas, que el sitio Chilamatillo fue también un centro de producción de herra-mientas de piedra.

AgradecimientoAgradezco el licenciado César

Francisco Vásquez por otorgar el permiso de investigación en su mu-nicipio y también al licenciado Leo-nardo Leytón de la alcaldía de Tipi-tapa quien nos dio asistencia para que obtuviéramos dicho permiso. Al señor Abelino Díaz y la señora Julia de Largaespada, dueños de la finca Chilamatillo, quienes aceptaron nuestra solicitud de investigación y nos recibieron cordialmente. A la licenciada Vilma de la Rocha, ex-directora del INC, y a la licenciada Blanca Aráuz, directora de Patri-monio, quienes autorizaron nues-tros estudios en Chilamatillo. La investigación se llevó a cabo bajo la dirección del autor con la asistencia del arqueólogo Mario Solano, MSc. Jorge Zambrana visitó tres veces el sitio durante la investigación como supervisor del INC.

Este estudio fue financiado por JSPS KAKENHI Grant-in-Aid for Scientific Research on Innovative Areas Grant No.26101002.

Referencias

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Calero, María Lily2009 Informe de inspección: Comunidad de Chilamatillo, Tipitapa.

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3La Arqueología precolonial de la

sub-cuenca Río Mayales, Chontales: Avances del Proyecto Arqueológico

Centro de Nicaraguaalexander Geurds

E l Proyecto Arqueológico Centro de Nicaragua (PACEN) tiene presencia en Juigalpa desde el

2007, trabajando de manera siste-mática y con múltiples metas para mejorar nuestro entendimiento de las sociedades indígenas en la sub-cuenca del Río Mayales, dentro de la cual ahora contamos con la bella ciudad de Juigalpa.

El interés holandés en la arqueo-logía de Juigalpa tiene su origen en los hermanamientos que Jui-galpa ha tenido durante varias dé-cadas con las ciudades holandesas de Leiden y La Haya. A raíz de este intercambio solidario, se realizaron los primeros estudios en cuanto a las sociedades indígenas durante

el periodo precolonial. Estos estu-dios, por la iniciativa de la Dra. Laura Van Broekhoven, sacaron a la luz una multitud de documentos inéditos escondidos en archivos en Guatemala, México y España, re-sultando en el libro ‘Conquistando lo Invencible’ (2002). Además, du-rante sus estudios, se realizaron varios mejoramientos en el Museo Arqueológico Gregorio Aguilar Ba-rea de Juigalpa, aportando de esta manera a la calidad ya extraordi-naria de su colección. La dedica-ción y el compromiso de ella y de sus estudiantes dejó un legado in-deleble con el pueblo juigalpino.

Los primeros pasos del PA-CEN se realizan en el 2007, con

un oportuno inventario de sitios arqueológicos en las laderas del Río Mayales, caminando desde el puente La Tonga hasta llegar al desembocadero en el Lago de Ni-caragua y así cubriendo unos 105 km2 de manera no sistemática. Ya solo con esta primera investi-gación se registran unos treinta y siete sitios precoloniales, com-puestos de sitios de montículos y complejos de petrograbados. Con estos resultados prometedores, se decide ampliar el proyecto, tam-bién incluyendo en cierto momen-to un sub-proyecto en el munici-pio de El Ayote. A través de los años han llegado estudiantes de Holanda, Nicaragua, Costa Rica, México, Argentina, Brasil, Perú, Estados Unidos, Canadá y varios países europeos para formar parte de la experiencia de conocer la ar-queología precolonial de Juigalpa. El PACEN es el proyecto arqueo-lógico con la presencia continua en una sola comunidad más largo en la historia moderna de Nicaragua.

Ahora estamos en el 2017 y el PACEN cumple con su objeti-vo de ampliar la mirada hacia el pasado indígena, apoyado con los esfuerzos investigativos de Mtra. Natalia Donner y la Mtra. Roos-marie Vlaskamp y una multitud

internacional de compañeros de trabajo de campo entre 2014 y 2017. Se realizó un reconocimien-to de superficie de más de 50 km2 de manera sistemática, cubriendo todo el terrero y registrando más de mil montículos. Los materiales ubicados y recolectados consisten de tiestos de olla y fragmentos de objetos de piedra pulida y tallada. En muchos casos hay solamente escaso material visible en la su-perficie y también en los montícu-los excavados. Se está realizando un análisis de los montículos para entender mejor las diferencias en su forma y composición de ellos, y también su relación con la topo-grafía y ubicación relativa en el paisaje. El sitio de Aguas Buenas, único por sus características, ta-maño y forma, fue el objetivo de una intensa campaña de registro topográfico; realizando, por prime-ra vez, una imagen de cómo está compuesta, con qué materiales y con cuáles tecnologías. Ahora ya conocemos mejor el contorno so-cial de Aguas Buenas: las aldeas, centros ceremoniales y lugares de valor ritual para las comunidades indígenas de aquel entonces.

También se realizaron investi-gaciones enfocadas en las prácticas funerarias de la época precolonial.

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Con este fin, se realizó un estudio de mapeo y excavación en el sitio La Pachona. Los resultados de este sub-proyecto muestran que se practicaban varias maneras de enterrar a las personas difuntas en Juigalpa precolonial. Contamos con entierros en ollas, así como entierros secundarios en olla, es decir, re-enterrar los huesos del difunto después de un periodo de haber sido expuesto al aire libre. Resulta bien posible además que los entierros fueron posicionados en la cercanía inmediata de las vi-viendas. Esto nos hace recordar de varias prácticas indígenas en las Américas, donde los familiares no fueron distanciados del ámbito so-cial de la comunidad y la vida do-méstica, pero donde se buscaba su cercanía.

Para reconocer que una parte de las tradiciones indígenas de al-farería sigue hasta hoy en día, se ha podido realizar un documental con el apoyo inestimable del grupo de filmación Espora Producciones (Enlace Internet: https://vimeo.com/146862913). Este documental de 45 minutos narra las historias de dos familias de alfareras en las zonas rurales de Juigalpa, su ma-nera de hacer cerámica, venderla y la continuidad de la práctica de

ocupar recursos naturales alrede-dor de Juigalpa para la alfarería.

Estamos ahora en el proceso de analizar los materiales registra-dos. Esto implica trabajo de gabi-nete, mediciones, y pruebas de una muestra del material para confir-mar edad, procedencia y composi-ción. Teniendo estos datos se nos permite ir más allá de solamente buscar la cronología de los hechos, pero también nos habla sobre las tradiciones y prácticas de las co-munidades indígenas. Ya sabemos por ejemplo que el sitio Aguas Bue-nas fue probablemente construido en distintas fases, entonces era un proyecto de construcción de pla-neación a largo plazo. Además, fue posible conectar los fragmentos cerámicos documentados en el si-tio con distintas fuentes de barro en el contorno de Aguas Buenas. Esto podría ser indicativo del in-volucramiento de múltiples aldeas en la construcción comunitaria de Aguas Buenas. Esta planeación re-quiere de coordinación y liderazgo en las comunidades involucradas. También significa que, en el pensa-miento de esta sociedad indígena, el rol de Aguas Buenas era persis-tente y primario. Dado a la relati-vamente poca densidad de mate-riales en la superficie tanto como

en el subsuelo en Aguas Buenas, se presenta la hipótesis que era un lugar de peregrinaje ocasional. La función de los casi 400 montí-culos del sitio (número mayor en toda Nicaragua) podría haber sido de servir en la memoria cultural de las comunidades en la cercanía de Aguas Buenas. Ampliado con cierta regularidad, este centro ce-remonial creció hasta a un nivel y dimensión desconocido en todo el centro de Nicaragua, proceso testi-go de la importancia de Aguas Bue-nas durante la época precolonial en la sub-cuenca del Río Mayales. Aunque estas investigaciones es-tán en proceso de completarse to-davía, ya se puede observar que la arqueología de la sub-cuenca del Río Mayales empieza a presentar una ventana integral a la vida pre-colonial a nivel local de las aldeas indígenas, como a nivel regional de la zona alrededor de Juigalpa.

Entonces ya tenemos analiza-dos los contactos a nivel regional por medio de los patrones de asen-tamiento y la geografía local, la arqueología no tiene una última parada, y falta mucho todavía por avanzar. Por ejemplo, tenemos que ubicar mejor a Chontales en el contexto cultural precolonial de otras regiones de Nicaragua e

inclusive de Centroamérica. Otro aspecto que exige más atención en el futuro, es el carácter de las relaciones entre la franja costera del Pacífico de Nicaragua (Rivas, Managua y las islas del Lago), tanto como la región caribeña al lado este de la cordillera Chon-taleña. También sigue faltando atención a la protección de los si-tios arqueológicos en Chontales. Dicha protección requiere de un plan estructurado, lo cual está por diseñarse todavía. El rol de los museos en Juigalpa podría ser de suma importancia en esto, aparte de la necesidad de crear un puesto de arqueólogo municipal o depar-tamental en Chontales.

Así que, en la retrospectiva po-demos observar que se ha cam-biado profundamente la situación de la arqueología precolonial de Juigalpa, contamos con avances y nuevos conocimientos. Sin embar-go, el 2017 se presenta con nue-vos desafíos y tareas pendientes. Esperamos que con las fuerzas unidas del poder del pueblo jui-galpino, los museos y el Instituto Nicaragüense de Cultura con su nueva Dirección de Arqueología a nivel nacional, se pueda saltar adelante y priorizar seguir estu-diando la arqueología precolonial

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de Juigalpa, y reforzar los inten-tos de vigilar y protegerla, para que los jóvenes puedan aprender y disfrutar de ella.

4“The Mesoamerican Feathered Serpent and Chibchan Grandmother Jaguar as One? The Case of a Nicaraguan Vallejo

Polychrome Tripod”laura winGfield and KrisTen Kaufman

A ncient art of Central America is multifaceted. It expresses the practices and values of a

variety of complex cultures, and art of the Greater Nicoya region of southwestern Nicaragua and northwestern Costa Rica is no exception. Recent scholarship by archaeologists and art historians supports the theory of a Chibchan foundation in Greater Nicoya dat-ing back millennia. Starting as early as the 7th century CE, Me-soamerican immigrants began to move into the region, layering a "veneer" of their culture over the ancient Chibchan base. Cer-tain artworks seem to exemplify this phenomenon, once viewed

through a lens of cosmological metaphors, both Mesoamerican and Chibchan.

Vallejo Polychrome tripods withFeathered Serpentimagery-can be read as a merger of the Chibchan - Mesoamerican uni-verse (Figure 1).The upper level parallels the highest realm of the cosmos, the sky, from which a prime Mesoamerican creator spir-it, the Feathered Serpent, slith-ers down to the earth and back. The three Feathered Serpent de-pictions in Figure 1 most closely resemble images of this deity in Mixtec codices, dating to the 8th-16th centuries CE (Schott 2009; University of Arizona Library

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2017). This suggests Mesoameri-can immigrants during this time were related to Mixteca-Puebla peoples, specifically from the Cholula-to-Chiapas area, accord-ing to the research of Geoffrey Mc-Cafferty and Larry Steinbrenner and others involved with Univer-sity of Calgary excavations in Ni-caragua (McCafferty and Dennett, n.d.; Steinbrenner 2011:83-93).

Between each plumed snake head encircling Figure 1 is a circle with a dot at its center, surround-ed by radiating “petals.” These flower-like images are highly ab-stract versions of the ubiquitous feline imagery of Greater Nicoya from the period archaeologists call Sapoá, c. 800-1350 CE (Fig-ure 2). On thePataky Polychrome feline-human vessel in Figure 2, miniaturized crouching felines act as both a jaguar’s spots and body art stamps, decoratingthe figure’s arms and legs (a common practice in Greater Nicoya from c. 300 CE onward, as evidenced in the num-bers of actual body stamps found and in imagery on human effigies; see for example http://denverar-tmuseum.org/object/1993.457; Stone 2011). These same crouch-ing felines become more floral along the rim of a Pataky bowl at

the NationalMuseum of Nicara-gua (Figure 3). Yet they appear almost aspure flowers in Vallejo versions, but the eye at the center of the “flower” remains the tell-tale sign of its animal nature.

Images such as Figure 2, of powerful feline-humans, especial-ly females, were key during these later centuries in Greater Nicoya, from c. 800-1500 CE. The bulging belly of Figure 2 can be interpret-ed as pregnant with life or sagging from previous births, as in Figure 4. Throughout the first millenni-um CE Greater Nicoyan Chibchan artists, prior to Mesoamerican im-migration, sculpted hundreds if not thousands of feline-women fig-ures (Figure 5). At the top of the ancient Chibchan pantheon from Colombia through Costa Rica and Nicaragua to Honduras was the first mother/grandmother, known as the Universal Mother to the Kogi of Colombia, Grandmother Jaguar to the Bribri of Costa Rica, and Mas Alla (Further On) to the Pech of Honduras(Stone and Wingfield forthcoming). Such an-cient Nicoyan figures infer a deep-seated reverence for Grandmoth-er Jaguar that continued into the Chibchan-Mesoamerican period of 800-1500 CE. She is seen not only

Figure 1: Rattling Tripod Vessel with Feathered Serpent, Flower/Feline, and Bird/Female Imagery. Greater Nicoya, Nicaragua. Ceramic: Vallejo Polychrome, Mombacho Variety. c. 800-1350 CE. Ex coll. William C. and Carol W. Thibadeau. 1991.4.280. © Michael C. Carlos Museum, Emory University. Photo by Michael McKelvey.

Figure 2: Rattling Tripod Vessel in the Form of a Standing Feline-Human. Greater Nicoya, Nicaragua. Ceramic: Pataky Polychrome, Pataky Variety. c. 800-1350 CE. Ex coll. William C. and Carol W. Thibadeau. 1991.4.337. © Michael C. Carlos Museum, Emory University. Photo by Bruce M. White, 2013.

Figure 3: Bowl with Abstract Felines/Flowers. Greater Nicoya, Nicaragua. Ceramic: Pataky Polychrome, Pataky Variety. c. 1000-1350 CE. MNN 0974. Collection of Museo Nacional de Nicaragua. Photo by Laura Wingfield.

Figure 4: Jaguar-Woman Figure. Greater Nicoya, Nicaragua. Ceramic: Pataky Polychrome. c. 800-1350 CE. 1993.534. Gift of Jan and Frederick R. Mayer. Photo by Jeff Wells, courtesy of the Denver Art Museum.

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in the feline-flowers of Figure 1 but also in Figure 1’s mammiform tripod legs, which double as preg-nant bellies with breasts and na-vel and triple as birds with wide, round eyes and red beaks. To the Bribri, Grandmother Jaguar was the original creator of humans, animals, and the arts. Her top credits include making the four jaguars and four raptors at each of the earth’s directions (Wing-field 2009:121-131). The feet of Figure 1 seem to embody both Grandmother Jaguar herself and her birds, while simultaneously referencing the avian aspect of the Feathered Serpent above.

To the ancient Chibchan-Me-soamerican mind it is conceiv-able that the two creator spirits of these worlds -- the Feathered Serpent and Grandmother Jaguar -- came together as one or as ava-tars of the other and are here rep-resented as the combination of the two and the blending of these cul-tures in the later periods of pre-Hispanic life in Greater Nicoya.

Figure 5: Female Figure with Feline and Serpent Markings. Greater Nicoya, Costa Rica. Ceramic: Galo Polychrome, Figura Variety. c. 500-800 CE. M1910. Collection of Jan and Frederick R. Mayer. Photo by Kevin Hester, courtesy of the Denver Art Museum.

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University of Arizona Library. "Genealogical-Historical Manuscripts." Mixtec Codex Facsimiles and the Borgia Group.(March 2, 2017) <<http://www.library.arizona.edu/exhibits/mexcodex/mixtec.htm#Vienna>>

Wingfield, Laura. "Envisioning Greater Nicoya: Ceramic Figural Art of Costa Rica and Nicaragua, c. 800 BCE-1522 CE." Ph.D. thesis, Art History Department, Emory University, Atlanta, Georgia, 2009.

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5Censers beyond Potosí Applique in

Greater Nicoya

lorelei PlaTz

T his paper focuses on censers from the archaeological re-gion of Greater Nicoya lo-

cated in Pacific Nicaragua and northwestern Costa Rica (Figure 1). Censers or incense burners are containers used to burn organic materials such as copal, resins, and other aromatic offerings, ar-chaeological and museum exam-ples are typically made of ceramic or stone. Within Greater Nicoya, Potosi Applique is the most eas-ily recognized ceramic form whose primary purpose is to burn in-cense (Abel-Vidor et al. 1987:129). No published works have exam-ined the possibility of other ce-ramic types acting as censers in Greater Nicoya.

During a 2017 examination of the Kolind collection at Mi Museo

in Granada, Nicaragua, black car-bon (or soot) staining was noted inside a wide variety of ceramic types. This presented the question of whether other ceramic types—

particularly those we have tra-ditionally labelled serving wares used in food service—were alter-nately used as censers during pre-Columbian times. This short arti-cle presents important and rather unexpected evidence for burning within multiple vessel forms from Greater Nicoyan ceramics.

In the Maya region, censers are typically classified into effigy and non-effigy forms (Rice 1999; Rus-sell 2000). Here, I classify Potosi Appliqué as effigy censers based on their proposed function. Hough (1912:118; see also Platz 2017) has defined two types of censer groupings, Communal and Porta-ble styles, based on the locations in which they were used (pub-lic or communal versus domes-tic space) and general aesthetic qualities. Expanding on Hough’s definition, I here define these non-Potosí Applique (non-effigy) ves-sels as belonging to the Portable style category due to the vessel forms. Visual evidence indicates that these vessels were used in a similar manner to the Potosí Ap-plique vessels, although the lack of exterior surface modifications (i.e., carbon staining) due to inten-sive heat suggests that materials were burned at low temperatures

inside the vessel (Figure 2 and 3). The Kolind collection is perhaps one of the best representing a di-verse ceramic typology of Portable censers in Nicaragua.

Figure 1: Map of Nicaragua with Greater Nicoya highlighted in the grey.

Figure 2: (1a) Bocana Incised. (1b) Top-down view of black carbon staining; (2a) Vallejo Poly-chrome: Vallejo variety. (2b) Top-down view of black carbon staining. (Photos by the author).

Figure 3: (3a) Madeira polychrome. (3b) Aerial view of black carbon staining; (4a) Orange monochrome. (4b) Aerial view of black carbon staining (Photos by the author).

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The observed ceramics within the Kolind collection exhibiting black carbon staining range from the Tempisque through Sapoa pe-riods (500 BC-AD 1250). It is im-portant to note that Potosi Appli-que was used most intensively for a relatively short period during the late Bagaces and early Sapoá (500 to 1000 A.D.) (Abel-Vidor et al. 1987; Dennett 2016).

Multiple vessel forms were not-ed with this centralized black car-bon staining in the Kolind collec-tion including flat bottom bowls, composite silhouette tripods, su-per hemispherical bowls, collared jars, pedestal bowls, and vase forms. Russell (2000:13) has sug-gested that it is not abnormal to have a wide variety of vessel forms used as censers, and describes at least seven vessel forms known from the neighbouring Maya low-lands. Hopefully a more thorough analysis of censer ceramic forms can be performed at a later date.

The carbon staining pattern varied across the noted ceramics, though there tended to be one cen-tralized point. The changes in the staining pattern may have result-ed from a variety of reasons in-cluding type and quantity of ma-terial being burned, general wind

and airflow patterns while burn-ing occurred, potential post-dep-ositional removal of some stain-ing, and/or modern removal of superficial stains. During review of the collection, one example of abnormal carbon staining, which included actual carbon residue as well as staining within the vessel, was noted (Figure 5). It is sus-pected that this staining was the result of a different process due to the unusual staining pattern

compared to the other examples within the collection, this would not likely have occurred from the process of traditional censer-like burning and is likely modern.

This discussion of potential non-Potosí Applique censers will enable future archaeological proj-ects to place additional precau-tions during washing procedures for recently excavated ceramics. This will be especially important in cases where body sherds are collected as staining appears to be focused in the interior central region of the vessel. Depending on the degree of staining, this in-formation can be preserved with cautious laboratory techniques in processing ceramics. In situa-tions where archaeologists sus-pect burning may have occurred on a vessel surface, water should not be used to clean the surface, as this can destroy or limit the

ability for successful residue analysis and potentially re-move lighter staining on the surface. In cases where dirt is stuck to the ceramic, it should be left to dry completely and then lightly dry-brushed to

remove loose dirt. These precau-tionary measures will hopefully maintain soot staining and any residues on the ceramic surface. Uncovering more censers will in-crease our knowledge of ritual ac-tivities, something that is greatly needed especially outside of the funerary context where many re-cent excavations in Nicaragua have occurred. The enactment of both private and communal ritual practices involving the use of cen-sers undoubtedly spanned the en-tire pre-Columbian period, and ar-chaeologists working in the region need to better explore domestic and ritual spaces outside of more frequently sought funerary con-texts to better understand the po-tential multiple uses, or functions, of ceramics from Greater Nicoya.

Acknowledgements

Thank you to the Kolind family, to Dr. Carrie Dennett, and to the staff of Mi Museo.

Figure 4: (5a) Chavez White-on-Red. (5b) Aerial view of black staining (Photos by the author).

Figure 5: Irregular interior black staining (Photos by the author).

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References

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Mi Museo, Calle Atravesada 505, Frente a Bancentro. Granada, Nicaragua. Telf. (505) 2552-7614

E-mail: [email protected] de atención: Lunes-Domingo: 9:00 a.m. - 5:00 p.m.

Entrada gratis para nacionales. www.mimuseo.org

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