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Miguel Antonio Caro Obras IV

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OBRAS COMPLETAS —-DTC

DON MIGUEL ANTONIO CARO

TOMO IV

E S T U D I O S L I T E R A R I O S — T E R C E R A S E R I E

E S T U D I O S FILOLÓGICOS Y G R A M A T I C A L E S — P R I M E R A S E R I E

E D I C I Ó N O F I C I A L

h e c h a b a j o la d i r e c c i ó n d e V í c t o r E . C a r o

y A n t o n i o G ó m e z R e s t r e p o .

B O G O T Á IMPRENTA NACIONAL

1923

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In me moría su

DON MIGUEL ANTONIO C A R O (1)

Ahí van estos mis pobres Estadios hispanoamericanos, amparados bajo la sombra gloriosa del ingente escritor don Miguel A. Caro, que fue por dichoso acaso mi primer amigo en los países de la América española, y mi primer maestro de sus letras. Ahí van, llenos de aíecto y gratitud a su memoria, para suplir al menos con tan sinceros dones, la pobreza de sus ideas, 'lien puedo añadir también que en cierto modo acuden hoy al conjuro de su voz, que los juzgó un día con tanta benevolencia y me animó a publicarlos. Cuando hace cosa de dos años me invitó a ello también el docto escritor vascongado cion Carmelo de Echeg'aray, con el cual me unen estrechos lazos de sincero afecto de cerca un cuarto de siglo, largo tiempo vacilé en exhumar esos escritos míos, la mayor parte de los cuales brotaron de mi pluma, desde los lejanos años de 1887 a 1895, y sólo otra más escasa, y a largos intervalos, en los que van transcurridos del presente siglo. Si algunos de ellos alcanzaron a tener en su época cierto mérito relativo de iniciación y propaganda, hoy, después de algunos lustros de dormir sepultados en el olvido, le han perdido por completo. Si me apresuré antes que otros de mis compatriotas a roturar un campo fecundo casi abandonado, hoy ha llovido mucho sobre él, y ha dado de sí ubérrima cosecha. Si mi voz se alzó solitaria un tiempo en esta mi tierra de Cataluña, que bien puedo llamar mi tierra nativa, uniéndose a las más valiosas de oíros escritores de la Península, que por aquella época predicaban la hermosa cruzada de la fraternidad literaria hispanoamericana para formar en haz gigantesco y único en el mundo, unos Estados Unidos de la cultura española, bajo la gloriosa soberanía de Cervantes, ahora aquellos escritores son legión, y ninguna falta hace que un oscuro e inexperto guerrillero combata a su lado. Todas estas razones, repito, me confirmaban en mis desconfianzas, y me hacían aplazar la resolución que al fin he tomado. Mas el recuerdo de que antes hablaba, el reclamo de la voz augusta del que fue la mente más alta de su patria, es el que me ha hecho triunfar definitivamente de mis vacilaciones, y aun me parece que hace menos temeraria, ahora,

(1) N a c i ó en Bogotá el 10 de noviembre de 1843, y murió en l a m i s m a c iudad el 5 de ag-osto de 1909.

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1a reaparición de estos artículos. Don Miguel A. Caro, además, •fue quien en 1887 me invitó a colaborar a su lado en las columnas de La Nación de Bogotá, órgano oficial del partido que defendía la regeneración social y política de Colombia. Ya ven pues mis lectores con cuánta razón va su nombre al frente de este volumen, en el que me he decidido a reunir, por orden cronológico, mis ensayos de crítica literaria hispanoamericana, muchos quizá sin más valor que el de meras curiosidades arqueológicas, de no muy vario y lico contenido, a la vez que de .muy diferente estilo, como nacidos en épocas tan distantes. El contenido lo he procurado conservar en su integridad, a pesar de que la ideología de algunos, sobre todo de los más antiguos, en ciertos puntos no fundamentales, no es hoy la mía; permitiéndome sólo suprimir o rectificar tal cual concepto erróneo, o ampliar ligeramente lo que, a mi parecer, merecía serlo, para mayor aclaración o ilustración del asunto.

Tal vez parecerá superfluo a alguno de mis lectores que yo -vuelva ahora a hablar de Caro en estas líneas, después de haberlo hecho ya en dos muy débiles trabajos, publicados respectivamente en 1889 y 1891, en La Nación de Bogotá y en la revista La España Moderna de Madrid, con los títulos de Adhesión a un homenaje de Laro, y Caro, poeta colombiano; y esta objeción tendrá mayor fuerza todavía, si se considera que yo no me propongo tampoco ahora escribir una nueva y completa semblanza del ilustre bogotano. Han llenado ya este difícil cometido, entre otros, con más fortuna y competencia que yo, que además no pude conocerle personalmente, ni vivir en su propio ambiente, críticos tan competentes como el cubano don Rafael María Merchán, uno de los más sólidos que ha producido la América española; como don Marco Fidel Suárez, Presidente que ha sido hasta hace poco de la República de Colombia, y uno de sus más sabios filólogos y elocuentes apologistas cristianos; como don Hernando Holguín y Caro, notable escritor que supo llevar con brillo sus dos ilustres apellidos, arrebatado por desgracia recientemente a las letras colombianas y al afecto de los que nos regalábamos con su dulce amis-iad ; como el doctor don Rafael M. Carrasquilla, que asistió en sus últimos momentos al señor Caro; y sobre todo, como el exquisito hablista y poeta, fraternal amigo mío, don Antonio Gómez Restrepo, la voz elocuente üel corazón de su patria en las grandes conmemoraciones y sucesos de su vida nacional, cuyo discurso en la inauguración de la estatua de Caro, soberbia pieza que puede ponerse al lado de la dedicada a Menéndez y Pelayo, no vacilo en afirmar que es una de las joyas de más precio de la corona de siemprevivas con que su patria ciñó las sienes de aquel varón excelso a raíz de su muerte.

No alcanzan a tanto mis pretensiones. Estas modestas páginas no son otra cosa que un nuevo y quizá último testimonio

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de mi amor a las letras hispanoamericanas de que está lleno' este libro, y digo quizá último testimonio, porque ya no estoy en situación de girar créditos intelectuales sobre el porvenir de mi ya larga vida, hipotecada además por tareas muy perentorias y distintas. Esto y no más que esto, por cima de todo, son ;

estos artículos: tributo de afecto a la literatura hispanoamericana, y tributo postumo de veneración y gratitud que me impone la conciencia hacia un corazón de oro, que llenó mi hogar de bendiciones, y hacia una excelsa mente a quien la mía debió muy sabias y provechosas enseñanzas.

Su recuerdo paréceme que resurge ahora en mí más luminoso que nunca, porque es condición de la muerte dar su justo relieve a los grandes seres que perdimos, hacerlos levantar de la tumba, más gloriosos que nunca, al súbito sparir di tanto raggio; no de otro modo que únicamente al apagarse una luz muy viva nos damos cuenta del intenso fulgor con que nos alumbraba.

Este tributo en que ahora se recrea mi espíritu no tendrá valor alguno para los colombianos, que lograron la fortuna de conocer personalmente al gran escritor, y de verle de cerca, y que podrían revelármele aún con mayor vigor que mi débil pluma, apoyada en muchos puntos en testimonios ajenos; pero puede valer aún por otros conceptos; puede valer como una-bien intencionada tentativa de vulgarización en España de los méritos de una de las figuras más representativas de nuestra, raza ; puede valer también como un homenaje patriótico de reconocimiento de la materna metrópoli, bien que sea ofrendado por el más humilde de sus hijos, al más españolisimo de los escritores hispanoamericanos ; y aún podrá valer quizá por más de una nueva e interesante aportación, ya que de vez en cuando interrumpirá mi desmañado soliloquio la misma voz de Caro evocada de las páginas de sus propias obras, o de la efusiva correspondencia con que me honró en el último cuarto de siglo de su existencia.

Sin más preámbulos ya, voy ahora a recorrer, en rápido bosquejo, algunos de los múltiples aspectos - los que me sean más familiares -de la compleja y proteica personalidad de nuestro eximio escritor, no sin indicar antes también cómo me fue conocida. En las ya lejanas calendas de la primera mitad del ano 1881, entré en correspondencia literaria con don Miguel A. Caro, mejor dicho, recibí su primera carta; y debí la distinción-señaladísima de su alta amistad a la fraternal que hasta su muerte me profesó el esclarecido Menéndez y Pelayo, el cual quiso-unirle también a mi vida intelectual con aquel generoso espíritu que le distinguía. Al efecto le remitió de propio impulso un ejeniplar de mi primerizo y endeble ensayo sobre Anacreonte y la influencia de la colección anacreóntica en la literatura espartóla, que publiqué en 1879 y que el gran polígrafo colombiano juzgó con suma benevolencia, tal vez porque el helenismo era

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flor casi ignorada a la sazón en Colombia. Comencé muy luego desde entonces a conocer la talla del gigante que me acababa defender la mano de amigo, merced al Repertorio Colombiano, que tenía la amabilidad de remitirme periódicamente. De esta revista mensual él era el alma, y él la levantó a tal altura, que mereció que de ella dijera el crítico don Rafael María Merchán, que era de las más notables que han producido las prensas del continente hispanoamericano, y que por sí sola bastaría para justificar plenamente el título de Atenas de Sud América dado a Bogotá.

Por el Repertorio Colombiano nos parece lo más acertado dar a conocer a nuestros lectores la vasta producción de Caro, comoquiera que en sus páginas vieron la luz los notables estudios de crítica y de erudición que formaron la base de la gran reputación de su autor como critico literario, como humanista, como filólogo, como historiador y como filósofo. En la imposibilidad de enumerarlos todos, citaremos sólo los más importantes. Tales fueron los que , consagró a Cervantes, a Montes de Oca, Olmedo, Menéndez y Pelayo, Bello, Arboleda, Fallón, Roa Barcena, etc.; los que escribió acerca de Virgilio, de que más adelante hablaremos; sus tratados sobre el Paiücipio y del Uso en el lenguaje; sus Notas a la Ortología de Bello y al Diccionario de Cuervo; sus investigaciones sobre Juan de Castellanos y Piedrahita; y por último, su impugnación del Utilitarismo de Bentham, la refutación más_aplastante de esta doctrina, que se había apoderado de la enseñanza oficial de Colombia durante el período revolucionario. Nadie, fuera de Menéndez y Pelayo, entre los polígrafos de raza española de aquella época, estaba en disposición de escribir trabajos de tan profunda intuición crítica, de tan sólida erudición y de índole tan varia, y aun en este último aspecto aventajaba el colombiano al coloso español, porque la actividad mental de éste no trascendió a la esfera de las ciencias jurídicas, morales y políticas, en las que aquél tanto sobresaliera. Y sin embargo, tiempos vinieron más tarde, cuando su vuelo de águila había subido aún a mayor altura, en los que la pasión política puso en tela de juicio sus grandes méritos, que no todos estaban en condición de medir exactamente. Esta es la suerte que corre muchas veces la fama de los hombres superiores, de la que únicamente pueden ser dignos voceros algunos escogidos Sólo después que éstos han formulado su fallo definitivo, es cuando se forma la opinión callejera, y cuando por efecto de una especie de súbita reacción, se produce de una manera formidable lo que podríamos llamar la adhesión de la ignorancia. Esta no tiene entonces límites. En consecuencia, concederá al titán todas las dimensiones que se le pidan.

La mayor parte de los trabajos que vieron la luz en el Repertorio Colombiano en los once tomos de su colección, hoy tan rara, han sido reproducidos recientemente en 1920 y 1921 en los dos gruesos volúmenes que llevan el epígrafe especial de Estudios literarios y constituyen el n y m tomo de la serie que con

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el título de Obras completas de don Miguel A. Caro se publica en edición oficial, bajo la dirección de don Víctor E. Caro y de don Antonio Gómez Restrepo.

Estos dos volúmenes abrazan además, por orden cronológico, casi toda la producción literaria de Caro desde 1865, en que comenzó sus primeros ensayos, a los veintidós años, en La Caridad, de don José Joaquín Ortiz, hasta 1884, en que escribió su notable estudio sobre el poema de Arboleda, Gonzalo de Oyón. Los que preceden a la aparición del Repertorio Colombiano se publicaron en diversos periódicos y revistas, tales como La Voz de la Patria, El Iris, El Pasatiempo, etc. Después prefirió aquella excelente revista, pero también colaboró desde 1882 a 1884 en El Conservador, el Papel Periódico Ilustrado, los Anales Religiosos, etc. Ignoro si los editores de sus Obras Completas se proponen dar a luz todavía una tercera serie de Estudios literarios que contengan su producción desde 1884 a 1909 (año de su muerte), que debe ser más escasa, y andar muy desperdigada, porque en este largo período tuvo que abandonar más de una vez su tranquilo gabinete de trabajo : ora para descender a luchar en el estadio del combate político, ora para subir al Capitolio a regir los destinos del país. Estas obras críticas y filosóficas de Caro, en las que se revelan de un modo tan admirable el equilibrio armónico y la riqueza de su actividad intelectual, son de lo más profundo que ha producido en su época la raza hispanoamericana y serán un sólido alimento intelectual de muchas generaciones.

Como es natural, no tocios sus escritos vieron la luz en periódicos y revistas. Algunos otros aparecieron a manera de prólogo de las obras, de las cuales venían a ser el comentario, como, verbigracia, el largo estudio que dedicó a su ilustre padre, don José Eusebio Caro, con el cual presenta tantos rasgos de semejanza espiritual y hasta física, a juzgar por la descripción que de él nos dejó don Pedro Fernández Madrid; y los que escribió sobre don José Manuel Groot, Andrés Bello, Diego Fallón, Roa Barcena, los extensos sobre Virgilio y otros. Todo este caudal bibliográfico es muy difícil de inventariar con exactitud para un extraño al país donde se editó, y por otro lado, aquí no aspiro más que _a dar una idea muy ligera de la ingente y varia labor del señor Caro. Tanto es así, que aun dejando a un lado su considerable creación poética, ya original, ya traducida, que es la que más a fondo he podido apreciar, queda fuera de mi noticia todavía otro sector muy grande de ella. Así es para mí totalmente desconocido todo cuanto vio la luz en la Fe, y principalmente en El Tradicionisla, periódico que fundó y redactó Caro, casi por sisólo, hasta 1876 (1), y que fue, según una autoridad competentísima, su grande obra política y una de las publicaciones más notables en su género que

(1) E n este año, el Gobierno l iberal , sostenedor de l a m á s a b s o l u t a l ibertad de imprenta , expropió l a muy modesta en que el periódico se e d i t a b a . Desde e s a época h a s t a 1885 el señor C a r o escr ibió en diversos d i a r i o s , sobre todo en El Conseí vadoi.

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haya habido en Colombia.- Así también son para mí cosa ignorada, como antes afirmaba, sus trabajos jurídicos, materia por otra parte de la que no me sería hacedero hablar, por mi absoluta incompetencia en ella. No así de la activa producción política de sus últimos anos, que sobrepujó tal vez a la literaria, porque la pude seguir paso a paso en La Nación cuando colaboraba en sus columnas.

* *

Por esta breve enumeración de sus múltiples escritos bien claramente aparece demostrado que la actividad mental de Caro no tuvo límites. Con él se extinguió una de las más luminosas y vigorosas figuras de la vitalidad intelectual de Colombia. Dios se complugo en revestirle con las más variadas y ricas aptitudes del espíritu. Todo lo fue: crítico, poeta, humanista, jurisconsulto, orador, polemista, filólogo, hombre de Estado, y más aún que todo esto, un varón ejemplar, un dechado de todas las virtudes domésticas y sociales; austero en su vida inmaculada, como un Cincinato. Por eso pudo apellidarle el doctor Núñez, el ilustre Presidente, en frase de sencillez y grandeza lapidaria que se ha hecho célebre: La primera ilustración y la primera virtud de Colombia. Caro, en efecto, no comprendía la ciencia divorciada de la virtud, porque, para él, era aquélla un reflejo de lo divino. «El estudio, escribía en el que consagró a las poesías de Menéndez y Pelayo, es una pasión cuasi religiosa, porque el saber es la más pura anticipación que se nos da en la tierra de la vida del cielo.» De aquí que su actividad literaria alcanzase una belleza moral que sólo consiguen los que se sienten revestidos con la augusta misión de educadores de inteligencias y corazones, los que infunden siempre a la ciencia, conforme aconseja San Bernardo, una intención sobrenatural.

Con razón ha podido decir de él Gómez Restrepo, que su carácter se fundió en el molde eterno de la grandeza cristiana. Así se explica que descendiera del solio presidencial, después de días difíciles en que nadie le hubiera podido pedir cuenta de sus actos, tan pobre como había subido, y volviera a su modesta casita de Las Nieves, cuyo techo podía tocar con las manos, a vivir entre sus libros y papeles y en el seno de los suyos, respetado de todo el mundo, hasta de sus propios enemigos. Aquel modesto hogar infundía recogimiento y estimulaba a la meditación a los que pasaban delante de sus muros, porque sabían que albergaba un varón integérrimo, cuya dignidad moral se mantuvo inalterable hasta el último día de su vida, un varón que nunca había temido a nadie, fuera de Dios y de su propia conciencia. Parece que para él hubieran sido escritos aquellos versos de Horacio:

. . . .honestum praetul i t utili , et rejecit alto dona nocentium vultu, et per obstantes c a t e r v a s expl ícui t s u a victor a r m a .

( C a r m . i v . od. i x ) .

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Pero fue algo más que un varón estoico Sin santidad y sin caridad, la vida para él no valía la pena de ser vivida, ya que la ciencia que tanto amaba no saciaba por completo su sed de infinito. La virtud y el amor; hé aquí los más altos ideales de su alma, que cantó tan bellamente en estos sentidos versos de su poesía Inmortalidad:

¡Quién p u d i e r a ser santo entre los santos ! ¡Quién p u d i e r a del mundo en los senderos

Vivir cual los vivientes inmortales , A m a r cual los a m a n t e s verdaderos !

Con estos sublimes anhelos, amando y haciendo el bien, vivió aquel viviente inmortal que se retrató a sí mismo fielmente en estos versos, sin sospecharlo. Heredó este noble aspecto de su carácter de su ilustre padre, que al igual que Donoso Cortés, debió, después de decaimientos y vacilaciones—por los que no pasó jamás nuestro escritor--su sincera y final conversión religiosa a su exquisito sentimiento de la belleza r::oral.

* * *

No nos incumbe a nosotros juzgar la obra política de Caro, en la que sufrió tan amargas decepciones al querer llevar a la realidad sus puras, santas e inmóviles ideas. Sin la menor iniciativa suya, las circunstancias, mejor dicho, el voto casi unánime de sus conciudadanos, le llevó a la suprema magistratura de la República. Triunfante la causa que con tanto tesón y claro juicio defendió por largos años, tocóle servirla como legislador y su más alto caudillo. No era esta su vocación ni se sentía con fuerzas pera ello. Sometióse, empero, al ascendiente que sobre él ejercía el Presidente Núñez, talento político de los más robustos y clarividentes que ha producido la América española desde su emancipación, y aceptó la carga. Núñez veía en Caro al apóstol de la Regeneración política colombiana, idea que simbolizaba la bandera del nuevo partido llamado al poder, y por el que con tantos bríos había combatido en el Tradicionista desde 1871 a 1876. En sus artículos se contenía toda la sustancia del credo político de la Constitución de 1886, que todavía está hoy en vigor en Colombia, y en cuya elaboración tuvo una participación muy directa el clarísimo varón de que tratamos. «Cuando una pluma imparcial y competente (escribía el doctor Núñez en el Homenaje que La Nación tributó en 1888 al señor Caro) narre los hechos extraordinarios de la Regeneración de Colombia, tendrá que señalar en ellos al señor Caro el puesto más culminante.»

El Presidente que a la sazón gobernaba la República, que no era otro que el mismo doctor Núñez, tenía puesta en nuestro escritor la más absoluta confianza. Hé aquí lo que me escribía acerca de él y de su candidatura, en la víspera misma de las

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elecciones (25 de noviembre de 1891): «Estamos saliendo ya ilesos dej embrollo electoral, y me parece fuera de duda la elección del señor Caro por enorme mayoría de sufragios. El será el jefe del Gobierno desde 7 de agosto de 1892, hasta 7 de agosto de 1898, pues mi resolución de vida privada es absolutamente irrevocable, para dar un ejemplo necesario. El señor Caro será un Presidente incomparable, y bajará del solio dejando huella luminosa e indeleble. Es persona que he estudiado mucho, y que cuanto más conozco más admiro.»

Decía antes que Caro aceptó con repugnancia la dirección del Gobierno de su patria, y hasta sin entusiasmo alguno, sólo en ara del cumplimiento de un sagrado deber de ciudadanía, de un supremo sacrificio que Dios le ordenaba; y como yo prefiero hablar aquí más que por mi cuenta, por impresiones vivas y directas, me resuelvo también a transcribir un fragmento de una carta del interesado (28 de agosto de 1891), en el que aquellas afirmaciones mías tienen una confirmación completa: «Yo he tenido desgracias domésticas una tras otra y ahora me tiene usted de candidato para el Gobierno, en lucha electoral muy viva. Muchos amigos me hacen guerra, y en mi favor se Isa levantado una legión de amigos desconocidos. "Inimici hominis domesíici ejus." Yo remití la aceptación de la candidatura hasta la última hora, pero las circunstancias me vencieron, mejor dicho: "El hombre se agita, y Dios le conduce." Todo ello quita la tranquilidad, y sólo hombres de letras como usted pueden comprender este sacrificio.» Pertenecían los más de estos enemigos a que Caro se refiere al linaje de ciertos intransigentes, de los cuales me decía con una de aquellas concisas y sentenciosas frases suyas, tan luminosas, que querían el bien por determinado camino, y mediante ciertas condiciones que le imponen a la Providencia.

Para dar una idea de la amargura que debió experimentar en esta ocasión al ver que le hacían cruda guerra muchos amigos suyos, baste recordar aquí que entre ellos vio alzarse—y formar parte del Directorio que patrocinaba la candidatura del Genera! Vélez, su contrincante—al ferviente adalid del catolicismo, don José Joaquín Ortiz —inolvidableamigo mío,de quien con el afecto y respeto que se merece, hablo en diversos artículos de este volumen —su antiguo maestro, que le tuvo de niño, aunque sólo durante tres o cuatro meses, de alumno interno en el colegio titulado El Instituto de Cristo; al íntimo amigo de su padre, del que publicó las poesías; al grandilocuente lírico, del cual tradujo al latín la sentida inspiración La monja desterrada! Bien hace en exclamar el docto escritor don Rafael María Carrasquilla, comentando estos tristes episodios en su necrología del señor Ortiz: «En sus últimos años el cantor excelso se vio envuelto en la prosa de las luchas políticas; el batallador de la causa de Cristo en lid con sus antiguos conmilitones El nos dejó nuevo elocuente ejemplo de que la política es escollo terrible para las almas candorosas y fervientes.>

Como dije antes, no me incumbe juzgar aquí la obra política de Caro, con la cual por otra parte sinceramente simpatizo.

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Mirada a distancia tiene, a nuestro parecer, muchos puntos de contacto con la de nuestro eminente político don Antonio Maura —sobre todo en estos últimos años - por el horror a la política menuda y de partido, a la política cerrada, y por su concepción de otra más amplia, regida por los principios fundamentales del orden social, en la que pudieran coincidir en un esfuerzo patriótico de honrada colaboración común todos los hombres de buena voluntad, por diversas que fueran sus opiniones políticas.

Cuando tomó Caro las riendas del poder se repitió en Colombia, en más modesto escenario, algo de lo que sucedió en Roma, en la época de Cicerón. Sus discursos parlamentarios, elocuente y continuado comentario de la Constitución de 1886, sus mensajes políticos y diplomáticos fueron magníficas piezas literarias. Hasta la burocracia pareció emplear por vez primera un lenguaje noble y castizo, y olvidar sus pedestres formas y lugares comunes. Su palabra, además, según testimonio de los afortunados que la oyeron, alzábase elocuente, armada de una formidable dialéctica, en las lides parlamentarias, dominando la Cámara y las multitudes. Su voz era robusta, su gesto enérgico; su afirmación, contundente; punzante la sátira; la frase, rotunda, sobria e imperiosa, como la de los grandes oradores de la época clásica.

* * *

Pero donde la personalidad de Caro se me aparece con trazos más firmes, es en el orden propiamente literario. La robustez de su talento, la riqueza de sus lecturas y sobre todo la profundidad de sus conocimientos clásicos, son admirables e inexplicables, en la época en que se formó, en relativa decadencia de los estudios de humanidades, que todavía difundía la Compañía de Jesús, casi en pleno predominio del romanticismo, y en latitudes geográficas tan apartadas, más entonces que ahora, de ¡os grandes centros culturales de Europa. Es un singular caso de autoctonismo cultural. Su excelsa figura de sabio y pensador necesitaba de más amplios horizontes para desarrollarse en toda su pujanza. La constancia, la laboriosidad y el talento suplieron el enrarecimiento del ambiente cultural y la falta de dirección y de estímulo. A los diez años quedó huérfano de su egregio padre, y tuvo como primer educador a su abuelo, el ilustrado doctor Miguel Tobar, procer de la Independencia colombiana, hasta que los jesuítas tomaron a su cuidado su formación intelectual. Pero ni una ni otra circunstancia explican su prodigioso saber, que tiene sus raíces principales, como acabamos de indicar, en su poderosa mentalidad y en su propia aprovechada_existencia. Con razón ha dicho de Caro el escritor argentino señor Cañé, autoridad nada sospechosa de parcialidad, que en treinta años de vida intelectual había leído cuanto es posible leer, hasta el punto de que pocos como él podían hablar con más autoridad de lo que en materia de ciencias y letras se había publicado en los últimos cien años.

Este culto por las ciencias y las letras se unía en él a un

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filial amor a la Iglesia, a un entusiasmo ardiente por la patria, y a un acentuado sentimiento de gratitud y cariño a España, la dadora de su fe y de su lengua. Era, pues, al igual que Menéndez y Pelayo, hermano gemelo suyo, como uno de aquellos varones insignes del Renacimiento, de los cuales él escribió «que comunicaron el calor de la fe a todo linaje de labores intelectuales, y que siendo grandes católicos, fueron grandes sabios, fecundísimos escritores y apasionados de las Musas.»

El amor por las humanidades se reveló en Caro ya desde muy temprana edad. A los quince años se dio a conocer poniendo en versos latinos el bello soneto de su padre a la muerte de Héctor. Los mejores años de su juventud los empleó en su magna traducción de las obras completas de Virgilio, sin más estímulo que el aplauso de don Eugenio de Ochoa, que en 1870 le invitaba a proseguirla. Esta versión fue después considerada por la autoridad crítica más alta en nuestra patria en tales materias, como el primer monumento en su género que existe en la literatura española, como la más perfecta versión virgiliana que posee nuestro idioma. Los que conozcan y sientan a Virgilio, tómenla en sus manos, y estoy seguro de que asentirán de lleno a la opinión de Menéndez y Pelayo. Los que quieran saborear menudamente sus perfecciones, o sorprender sus defectos, y valorar unas y otros técnicamente, lean el concienzudo estudio que de ella hizo el competentísimo filólogo y latinista don Rufino José Cuervo.

Pocos espíritus, más que el suyo, podrán sentir la suave inspiración del cantor de la Eneida, que le ganaba el corazón con su fina sensibilidad y con aquella dulce melancolía, que después de él pareció desterrada de la inspiración poética hasta que encontró un nuevo refugio en el corazón del Dante, sobre todo en ciertos delicadísimos episodios del Purgatorio de la soberana trilogía. Ganábale también con su blandura graciosa del estilo, y con su sentido religioso y patriótico. Virgilio fue para él, lo que para el subli.ue cantor de las regiones de ultratumba: su duca, su signare y su maestro. Ningún otro escritor que yo sepa en lengua castellana, ha consagrado mayor número de estudios al cisne de Mantua que el bogotano (1).

(1) Desde 18ó5 a 188j los estudios sobre V i r g i l i o se suceden cont inuamente Así en el torno I I de sus Obras completas figuran los si guientes : Virgilio y el nacimiento del Salvador— Virgilio: E s t u d i o que sirve de introducción al primer tomo de su versión de sus o b r a s — D e l metro y la dicción en que debe traducirse ¡a epopeya romana—Nus-vo estudio sobre Virgilio. S i rve de introducción al I I I volumen de l a i n d i c a d a versión v i r g i l i a n a , p u b l i c a d a en Bogotá en 1876—Una obra apóciifa (sobre una supuesta t r a d u c c i ó n en verso de las Geórgicas, a t r i b u i d a a f r a y L u i s de L e ó n ) . S e publicó en 1878 en l a Academia de Madr id . E l tomo m contiene t res estudios , a s a b e r : XIX" centenal io de Vii gilio (con motivo de la conmemoración del poet a latino que, bajo el patrocinio de León x n r , se celebró en R o m a en 1882). Camila, la amazona virgiliana, y Vugilio estudiado en relación con tas bellas artes. Merced a la bondad de mi querido a m i g o Gómez Restrepo poseo la edición b o g o t a n a de las o b r a s de Virg i l io , p u b l i c a d a s en t res tomos, desde 1873 a 1876, rareza bibliográfica que g u a r d o con orgullo en mi biblioteca.

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Después de Virgilio fue Horacio e! segundo amor de Caro. A él dedicó como primerizo ensayo un estudio de su juventud (1867), considerándole como cantor del campo. Con su traducción del mismo poeta inscribió después su nombre en la áurea constelación de modernos gobernantes humanistas, que como Gladstone en Inglaterra y el General Mitre en la Argentina, consagraron su esfuerzo intelectual a interpretar en sus respectivas lenguas patrias los recios versos dotados de perenne juventud del poeta venusino. Su traducción quizá es tan bella como la que hizo del gran cantor de los destinos de Roma, sobresaliendo en ella la de las Epístolas, superior a juicio de Me-néndez y Pelayo, a la de Burgos. Sólo desluce la de las odas, en mi sentir, su excesiva polimetría. Menéndez y Pelayo anduvo más acertado al ajustarse escrupulosamente al metro del origina!, siempre que la Índole de la composición lo consentía, verbigracia, en la oda Quem virum aut heroa y en el Carmen secutare en que adopta fielmente la estrofa sáfico-adónica hora-ciana, cosa que no hace Caro.

Separándose éste de la opinión de Ménendez, creía que la rima no sólo no daña, antes conviene a la adaptación de la metrificación latina, opinión a la cual nada tendríamos que cbjetar, si en las versiones clásicas que figuran en el voluminoso y delicioso Flos poetarum con que se inaugura la serie de sus Obras completas, no apareciesen metros tan poco clásicos como el romance heptasílabo, el alejandrino asonantado, el romance propiamente tal y hasta la redondilla, libertades no explicables, dados sus severos principios en esta materia, y sus anhelos de conservar siempre en lo posible la intención rítmica. Los tres grandes líricos latinos cantores del amor, Catulo, Tibulo y Pro-percio, han dado motivo asimismo, a soberbias versiones que convierten muchas de sus inspiraciones en poesías completamente modernas. Leyendo la elegíaUl del Libro I de Propercio o la famosa i del Libro iv, conocida por La sombra de Cornelia, una de las traducciones más afortunadas de nuestro humanista, me hago la ilusión de tener delante a un lírico contemporáneo. El cantor de Cintia se anticipó al Intermezzo, de Heine, y yo le hallo más hermano de mi espíritu que a Rubén Darío, por ejemplo, a quien, por otro lado, tanto admiro, porque la esencia de la poesía no se basa en la forma, ni en una escuela determinada, elementos, a! fin, transitorios del arte, sino en la raíz misma del sentimiento humano (\). .

(1) Caro cultivó con for tuna l a poesía en lengua l a t i n a . T e n e mos noticia de que escr ibió en e l l a u n a s t raducc iones del soneto Héctor, de don J o s é E u s e b i o C a r o ; de La Monja desterrada, de don Joaquín Ortiz; de Las Ruinas de Itálica, de R o d r i g o C a r o , y dos d i s t i n t a s del Cingue Maggio, de Manzoni. E n la Antología colombiana colegida por don E m i l i a n o Isaza ( .París , 1895), en el tomo II, p á g i n a 8+, se lee un Epicedio la t ino que, siendo su autor P r e s i d e n t e de l a Repúbl ica , dedicó a l a m e m o r i a del que fue su "Ministro de. G u e r r a , don Antonio B . Cuervo.

Además , e n l a C a p i l l a S i x t i n a , de R o m a , resonó su Himno latino a Pío X, con motivo del jubileo s a c e r d o t a l de este Pontífice.

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La personalidad de Caro evoca al momento la de Menén-dez y Pelayo, con la cual tiene tantas afinidades, sobre todo en el orden literario. Son ambos dos de las mayores figuras representativas de la pujanza de la vitalidad intelectual de nuestra raza en uno y otro continente; dos escritores que llevaron a la vez vigorosamente encarnados en su espíritu todos los caracteres de nuestra cultura nacional Fueron también los dos más gloriosos humanistas de nuestra literatura contemporánea. A pesar de ello, su formación intelectual fue de! todo independiente, y uno y otro se ignoraron largo tiempo, como nacidos en distinta tierra y distinto ambiente, y tiempo distinto. Caro vio la luz en Bogotá en 1843; Menéndez y Pelayo en Santander en 1856. Le llevaba pues aquél en edad alguna ventaja. Cuando el segundo terminaba apenas sus estudios universitarios, ya había traducido el poeta bogotano a Virgilio; ya se había dado a conocer como crítico y polemista. Nada debió al escritor español de su formación clásica: por el contrario, le antecedió en ella. Empero, cuando los dos genios se conocieron, sintieron al momento uno por otro grande admiración, y recíprocamente se completaron. Caro ha sido el Mentor de Menéndez y Pelayo en las letras americanas, remitiéndole de ellas un tesoro de libros y noticias, como lo declara él mismo honradamente en su Horacio en España; Menéndez lo fue a su vez de aquél, en mayor grado aún, y en adelante ya no supo sustraerse a su influencia, que sintió poderosamente sin modificar su fuerte estructura intelectual ya formada. Pocos han estudiado al polígrafo montañés como poeta con más profundidad que el colombiano. Como crítico juzgábalehermano gemelo deMacaulay. Como polemista le admiraba tinto, que quiso combatir a su lado, y a orillas del Funza rompió lanza con tanto denuedo en favor de la ciencia española contra cierto Masson redivivo, que apareció en el Diario de Cundinamarca, como Menéndez y Pe-layo contra Revilla y Azcárate, a orillas del Manzanares. En una Epístola en verso que pensó dirigirle y que ha quedado inédita, bien claramente le anudaba su deseo de descender al combate, para ayudarle con su brazo.

E l c a r o nombre oyendo Del campeón que a s u s t e n t a r va ufano C u a n t o a m a y reverencia el pecho mío. E l reposo le tárgico sacudo, Y en espíri tu cruzo el Océano

Y a r r e b a t a d o acudo Del palenque anchuroso a l a b a r r e r a Y entrar también y combatir quisiera.

Siento que la brevedad que me impuse, y que en lo posible quisiera aún dar a estas líneas, no me consienta dar a conocer a mis lectores algún otro fragmento de esta curiosa pieza poética, que es un entusiasta panegírico, un acto de admiración ferviente, por parte de Caro, hacia el gran escritor español. He podido saborearla merced a la copia que me mandó hace

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poco más de un año mi Horado amigo don Hernando Holguín y Caro, quien la obtuvo para mí de sus primos los hijos de Caro, a quienes tantas bondades debo. Hubo de ser escrita por los años de 1883 a 1884, a juzgar por la alusión que se hace al fin a la Historia de las Ideas Estéticas del gran polígrafo. Esta larga composición en la que quiso conservar cierto carácter intelectual, y a la vez, la sencillez de la forma epistolar, es muy desigual en su conjunto, pero tiene trozos excelentes, y hasta de alto vuelo lírico, como aquel en que se ve al joven batallador pasear solo y sereno en el circo la desierta arena; y todos los relativos a "España, que contienen versos de gran vigor, que de buena gana transcribiría. Es de admirar también la manera noble y elevada con que trata asuntos científicos, más propios de una disertación filosófica que de una composición poética.

El entusiasta panegírico que de España se hace en esta poesía, es una nueva nota vibrante del ardiente españolismo de Caro. Es este un tema que hemos tratado con extensión en dos artículos del presente volumen ya citados, pero todavía queremos decir algo nuevo acerca de él, para que no falte ninguno de sus rasgos esenciales en este nuestro abocetado retrato del escritor colombiano. Nunca olvidó que era biznieto de un español, del poeta gaditano Francisco Javier Caro, y ya desde su primera juventud mostró su fervoroso amor a España, cuando el hablar mal de la madre patria era un tópico común de la poesía americana, exacerbado todos ¡os años por las inevitables conmemoraciones patrioteras oficiales del 20 de julio; cuando se necesitaba un gran valor cívico para romper lanzas en su defensa. Este amor le hizo prorrumpir en 1866, al estallar la guerra entre Chile y la Península, en este enérgico apostrofe:

De la propia y l a e x t r a ñ a S a n g r e que t iñe el m a r , toda es de E s p a ñ a .

Con razón, pues, pudo escribir en 1886 don Rafael Mer-chán al tratar de este punto, la siguiente paradoja: «No hay en la Península quien ame a España como la ama Caro.» Este culto se sobrepone a su propio patriotismo, y por él se encara con el Padre Las Casas tan explotado por los enemigos de nuestra conquista, y aun con el propio Olmedo, el cantor sublime del héroe de la Independencia, por él tan venerado, para apostrofarle por sus denuestos contra España, y le hace exclamar en su poesía La Redención, que la constancia, la fe inquebrantable de Bolívar

V i r t u d es de l a t i e r r a Que b a ñ a el m a r C a n t á b r i c o , De vasco* g'enitores H e r e n c i a sólo fue.

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Pero todo eso es poco comparado con lo que escribió en 1873, en el prólogo de su versión de Virgilio: «Así de España y América, estados independientes, cumple formar una nueva y sola Castilla Gentes que tienen un mismo origen, un mismo culto y un mismo idioma pueden ser distintas naciones, pero ante Dios forman una familia ¡>

Soñó, como se ve, con una especie de federación política entre España y sus antiguas colonias; con una unidad más que espiritual, con una compenetración total e indestructible entre los pueblos de origen hispano. Amó la grandeza de nuestra raza con el orgullo con que un romano la grandeza de Roma, y la soberanía magnífica de nuestra lengua, como los hombres del Renacimiento la majestad de la dominación mundial de la lengua latina, sentimiento que puso en la pluma de Lorenzo Valla, el historiador de nuestro Alfonso V el Magnánimo, estas soberbias frases: «Ibi namque romanum imperium est, ubicumque romana lingua loqaitur.... Apud nos, id est, apud multas nationes nemo nisi romane loquitur.»

* * ¡La lengua castellana! Hé aquí otro de los grandes amores

de Caro, consecuencia lógica de su desinteresado hispanismo. De este afecto nacieron su fraternidad literaria con don Rufino José Cuervo, el Littré de la filología castellana, y sus profundos tratados gramaticales que tanto han contribuido a la purificación del español en América. Probablemente no hay un estudio tan perfecto sobre el uso en materia de lenguaje como el que él publicó bajo este título. De él y del que consagró al americanismo, afirmó el tantas veces citado don Rafael M. Merchán, que son como un Evangelio de la lengua castellana, y comparó el Tratado del Participio y la Gramática latina, que escribió en unión del citado señor Cuervo, a dos pirámides levantadas en el campo de la filología. Ojalá los innovadores atrevidos y los dictadores presuntosos de los idiomas, que creen que puede sujetarse su vida fecunda y misteriosa al capricho de sus elucubraciones léxicas o gramaticales, tuvieran siempre presente esta soberbia sentencia del filólogo bogotano: «ni arcaísmo parasitario, ni neologismo imprudente.... nada de cambios bruscos en las lenguas, como en las linternas mágicas.»

A semejanza de Menéndez y Pelayo, la veneración filial de nuestro escritor por la lengua castellana no fue en él tan exclusiva, que le hiciera olvidar que en España se hablan además otras que tienen también una gloriosa historia literaria. En su alma generosa, la de su madre patria no podía vivir fragmentaria, o mutilada, sino con _su integridad sustancial y hermosa variedad. De aquí su cariño hacia la lengua catalana, del cual fui yo tal vez en este suelo el único confidente; y hoy que se me ofrece una feliz coyuntura para ello, voy a divulgar a mis lectores alguna de esas gratas expansiones que no han hallado

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cabida en los dos estudios que dediqué al hispanista y al poeta, y donde he hablado también de su catalanismo literario. El juicio que Caro hace de nuestro gran lírico catalán Miguel Costa, es un nuevo argumento de la verdad de aquella leal afirmación que su honrada conciencia literaria le arrancó a don Juan Vale-ra, de que los escritores catalanes hubieron al fin de convencerse de que habían de hallar siempre más fácil expresión para sus sentimientos e ideas en su habla materna que en la de Castilla. Por la inmensa mayoría de los proceres de las letras castellanas ha quedado siempre relegada al olvido, como si no formase parte de su patrimonio espiritual, la selecta producción en lengua nacional de los Quadrado y Tomás Aguiló, de los Vicente W. Querol y Llórente, de los Costa y Llobera, Juan Luis Estelrich, Juan Alcover y otros nombres escogidos, que ahora no acuden al reclamo de mi memoria. Cuando esa producción ha sido conocida, desde los días de Boscán hasta los de Her-mosilla, y de Valera, siempre les ha salido al paso a los poetas catal mes que se han lanzado a escribir en castellano algún descontentadizo crítico, como Herrera, dispuesto a tentarles su mal compuesto traje para sorprender, debajo de él, su recia musculatura catalana. Pero en este mismo caso, es decir, cuando los escritores han sido bilingües, no les han faltado tampoco nobles críticos, como don Miguel A. Caro, que les han mostrado lealmente sus preferencias por su producción en su nativa lengua. Véase, en prueba de mi aserto, lo que dijo hace ya más de treinta años acerca del citado poeta catalán: «He saboreado los poemas de Costa, parecién-dome 1 os catalanes muy superiores, mucho, a los castellanos, y en todo suscribo el juicio que usted ha formado de él, comparándole con Verdaguer, más gigantesco, pero menos reflexivo y artístico. Costa tiene tacto más fino.-»

En algunas de las páginas de este volumen ya tendrán mis lectores ocasión de cerciorarse del singular aprecio que Caro hacía del cantor de la Atlántida y del Canigó, de quien tradujo al castellano la preciosa poesía Vora la mar. Réstame ahora dar un nuevo testimonio de este aprecio, que tiene a mi ver mucho valor, porque las frases en que le mostró fueron escritas en aquellos mismos días en que le tenían preocupado los embates inmerecidos, a los que antes me refería, y a los que hace una curiosa alusión—que tuvo que sostener con motivo de su próxima elevación a la suprema magistratura del país. «He recibido—me escribía—nuevos ejemplares de algunas de las preciosas producciones poéticas del señor Verdaguer. Pensé dedicarles un artículo, pero

Me bello e tanto d i g r e s s u m et coede recenti A t t r e c t a r e nefas doñee me ilumine vivo A b l u e r o . . . .

V I R G . Aen. I I , 7 1 8 .

«Algo semejante decía Bartolomé Argensola en su famosa epístola didáctica (no recuerdo textualmente los términos): y yo

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A. C a r o — n

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— X V I I I —

lo digo con más razón que todos juntos. Hágame usted el favor de hacerlo presente al gran poeta catalán y de manifestarle en mi nombre que no sólo le tengo en mi biblioteca sino en mi corazón.»

Unido por el vínculo de las letras, lo está además el nombre para mi inolvidable del señor Caro, no ya sólo con Cataluña, sino con el de mi venerando padre, de quien tradujo el soneto «O/2, soriiü per mos ulls en plors desfetes,» y al que consagró otro bellísimo, en el que resplandece todo el afecto de su alma generosa hacia aquel madrugador precursor del Renacimiento catalán, que no abandonó nunca su nativo acento, para cantar los más puros ideales de su inspiración, que fueron cabalmente los de nuestra naciente musa patria. No puedo resistir a la tentación de transcribir aquí al menos los dos últimos tercetos de tan delicada poesía, donde hallo unidas por feliz casualidad, tan dulces alusiones a dos de los seres más queridos de mi alma:

¡Dichosos los g a l a n e s j u s t a d o r e s Que puntean, cual tú, míst ica l i r a . Que ofrendan, como tú, c a n d i d a s florea!

¡Dichosa , veces mil , b e l d a d que i n s p i r a T a n puro y c a s t o amor , c u a l los amores Que el t rovador del L l o b r e g a t s u s p i r a !

* * *

Ya es demasiado tarde para hablar extensamente de los versos de Caro. Si pudiera juzgarle ahora, que los tengo más leídos, lo haría con mayor conocimiento de causa, aunque siempre con la misma escasa fortuna que cuando lo intenté, con sobrada osadía, hace más de treinta años en las páginas de La España Moderna, hoy reproducidas en este volumen. Imitemos al gran escritor. No sintamos impulsos de decirlo todo, sino lo que se necesita para la inteligencia del asunto.

La poesía fue el amor de toda su vida, hasta los últimos momentos de ella: imperativo categórico de su efusivo corazón. Su temperamento reflexivo, meditabundo, le inclinaba a ella. Heredó la musa filosófica de su padre el gran poeta don José Eusebio Caro, pero halló en su alma, asimismo, riquísima mina de sinceros y fuertes impulsos, y trató de sondear por sí propio los misterios infinitos de las cosas. Es un poeta de rara originalidad en el Parnaso español, y al cual es difícil afiliar-a escuela alguna. La reflexiva y recatada musa romántica, que inspiró las bellísimas baladas de nuestros Piferrer y Carbó, le hubiera adoptado como hijo suyo. Tiene composiciones como La flecha de oro, Las Aves, Sueños, El huérfano, La vuelta a la patria, el Canto al silencio, que son una continua meditación, una suave invitación al recogimiento, como el producido por la audición de una penetrante y misteriosa melodía musical, que parece ponernos en contacto con el infinito: son un dulce soliloquio del alma, un vuelo vago hacia regiones supremas. No es poesía

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para todos, ni que pueda gustarse en una ligera lectura; es flor de fragancia exótica y exquisita, hasta entonces no exhalada en el vergel de las musas castellanas. Pero una vez comprendida, se apodera de nosotros, y entonces nuestro espíritu, como el de fray Luis de León al oír el son divino de la música de Salinas, navega en un mar de dulzura, y envidia al poeta que tan noblemente le hace sentir. No siempre es así. También conoce Caro, aunque sin dejar de ser nunca profundamente reflexivo, las voces viriles y vibrantes de la Musa de la indignación, como lo muestra su oda a Maximiliano, que parece escrita por Núñez de Arce, o los solemnes acentos de la Musa triunfadora que le inspira cantos tan soberbios, cual el dedicado a la Estatua del Libertador, que tiene la robusta y difícil estructura de una oda de Horacio, y una honda melancolía manzoniana. Bolívar y Napoleón han encontrado en Colombia y en Italia dos cantores dignos de su grandeza. La versificación en Caro no es una mera sonoridad musical, adaptada caprichosamente al asunto: es siempre una misteriosa e íntima correspondencia con el vago ritmo interno de los sentimientos del alma.

Las traducciones poéticas de Caro forman parte integrante de su tesoro de inspiración original; son como su complemento necesario, y alcanzan a veces un mérito de creación igual al primero. ¿Quien no tendrá por tal en efecto, pongamos por caso, su admirable versión de la poesía Pensée des morís, de Lamartine, que lleva en su colección el título de Memorias de los muertos? Porque no son sólo estas composiciones de su escogido florilegio—uno de los libros más interesantes y amenos que en su género conozco—una mera adaptación literal, sino una asimilación o recreación de la inspiración del autor traducido, al cual sujeta a un análisis reflexivo de sus facultades, para sorberle mejor los alientos. Para dar a comprender la importancia que concedía Caro a su noble labor, que no me atrevo a calificar de ejercicio diasquedático, me bastará reproducir aquí la sentencia del Brócense, que pone como epígrafe de sus traducciones: «Maioris esse semper credidi diligentiae aliena scripta retexere, quam nova proprio Marte componere» (1).

# * *

Yo no he conocido personalmente a don Miguel Antonio Caro; pero al través de su correspondencia epistolar, sencilla y efusiva, se me ha revelado su temperamento moral en toda su belleza. Le he conocido, además, por la conversación con deudos e íntimos amigos suyos que le amaron entrañablemente. Aquel hombre extraordinario, a quien su patria y las letras habían otorgado los más altos galardones, de mirada reflexiva

(1) Traducciones poéticas, de don Miguel Antonio C a r o , B o g o t á , 1889. L a s 8*i versiones que comprende, no todas son de C a r o . L a m a yor p a r t e de ios or ig inales lo son de autores ingleses ; s iguen después los f r a n c e s e s e i ta l ianos . Sólo cont iene ocho piezas de autores lat inos . ¡ Y d i r á n todavía a lgunos que e r a un c l a s i c i s t a estrecho y c e r r a d o !

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y velada por una intensa miopia, de severo busto, que parecía modelado por un escultor de la antigua Roma, tenía un corazón de oro, y era en el fondo del hogar, y en el trato con sus amigos, familiar, sencillo como un niño, de genio jovial, en el que se mezclaban la sal andaluza heredada de sus progenitores, y la ática agudeza. En el seno de su familia halló sus mayores delicias. La suerte le deparó una excelsa compañera de su vida, nobilísima dama de ilustre estirpe, dechado de virtudes, y alto ejemplo de grandeza de alma. En sus hijos halló también un tesoro de cariño, y dignos sucesores y veneradores de su nombre, que saben a cuánto les obliga. Sigue entre ellos sobre todo la noble y ancestral tradición familiar continuada en cinco generaciones de escritores, don Víctor E. Caro, notable poeta, cual lo prueba, en sentir de los críticos, el volumen de sonetos que ha dado a luz; hombre de ciencia, a la vez, el cual acaba de ser llamado a formar parte de la Academia Colombiana, para llenar la vacante de su deudo, el insigne Hernando Holguín.

Caro sentía la amistad como una necesidad de su corazón, pero en círculo reducido, y en el terreno de la mayor confianza. Yo tuve la fortuna inestimable de contarme en el número de los pocos afectos que cultivó en esta tierra española por medio de la correspondencia, para la cual era tardo y perezoso, porque no saciaba suficientemente sus anhelos de larga y franca expansión «Se entienden por carta los amigos—me decía—que no pueden verse ni hablarse jamás. Toda carta es mensajera de una prisión.»

Perdí en Caro una perla de amistad, y su muerte, como la de Menéndez y Pelayo, me dejó sumido en honda orfandad espiritual. ¿Cómo podré pagar jamás este afecto con que un hombre tan grande enalteció y premió mi modesta vida intelectual?

ANTONIO RUBIO Y LLUCH ( l )

Barcelona, 15 de enero de 1922.

( 0 E s t e bellísimo escr i to , inédito h a s t a hoy, es tá des t inado a servir de póit ico a l a colección de estudios a m e r i c a n o s , que va a pub l i c a r el insigne erudito y eminente escr i tor español don Antonio Rubio }' L l u c h , quien, d u r a n t e muchos años , h a sido eficaz p r o p a g a n d i s t a en su p a t r i a de las g l o r i a s l i t e r a r i a s de l a A m é r i c a española , y de m a n e n especial , de las de Colombia; por lo c u a l se h a hecho acreedor a n u e s t r a g r a t i t u d y s i m p a t í a . N a d i e i g n o r a que el señor Rubio y L l u c h fue un digno compañero de Menéndez y P e l a y o , con quien g u a r d a no pocas a n a l o g í a s , por l a profundidad y extensión de su c ienc ia y por la alteza de su pensamiento. H a enriquecido a C a t a l u ñ a con una serie de t r a b a j o s monumentales , fruto de u n a labor v e r d a d e r a m e n t e h e r c ú l e a ; y conoce las l e t r a s a m e r i c a n a s como pocos de los españoles contemporáneos. L o s editores de l a s o b r a s de C a r o a g r a d e c e n cordia lmente al señor Rubio y L l u c h el obsequio que les h a hecho al permit i r que este volumen v a y a e n g a l a n a d o con su elocuente es tudio .

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E S T U D I O S L I T E R A R I O S

TERCERA SERIE

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BIBLIOGRAFÍA BOLIVIANA

Entre los homenajes literarios que han de tributarse a la memoria del Libertador de Colombia con motivo del primer centenario de su nacimiento, sería, aunque no brillante por su naturaleza, trabajo meritorio y útilísimo una Bibliografía boliviana.

Si nosotros fuésemos Gobierno, en vez de abrir concursos sobre asuntos de arquitectura, escultura y otros semejantes, en que el actual estado prehistórico de las nobles artes en Colombia no permite que se presente nada aprovechable (dígalo el grotesco pedestal de la estatua de Bolívar), habríamos propuesto un premio remuneratorio (no bombástico) al mejor estudio bibliográfico que se escribiese sobre el Libertador, y que reuniese verdaderas condiciones literarias y críticas.

Sabemos que en Caracas se han preparado trabajos importantes sobre el Libertador, que deben salir a luz en esta fecha gloriosa: quizá el más serio de todos un libro histórico escrito por don Aristides Rojas. ¿No habrán pensado allá en un trabajo de bibliografía crítica como el que aquí indicamos? Celebraríamos como una fausta coincidencia que con este pensamiento nuestro concurriese su realización en la capital de la vecina República.

De todas suertes vamos a consignar aquí brevísimas indicaciones sobre el proyecto que en esta fiesta solemne ofrecemos al público a modo de semilla que se esparce a los cuatro vientos de la publicidad.

Si el pensamiento es bueno, no importa que no se haya llevado a acabo en determinado aniversario. Como se ejecute bien, en cualquiera ocasión será oportuno realizarle; porque la gloria del Libertador no es de un día, ni asunto de moda, sino de perpetua recordación.

*

Una Bibliografía boliviana sería medio muy propio de vulgarizar y extender el conocimiento del Libertador, y clave para estudiar a Bolívar bajo cualquiera de sus fases; siempre que tal trabajo, como dejamos dicho, reúna verdaderas condiciones literarias.

Y entre éstas, dos capitales: ser muy completo y exacto en datos, y muy sobrio y seguro en apreciaciones críticas.

La parte propiamente bibliográfica debería traer larga y bien ordenada reseña: 1.°, de todas las producciones del Libertador, ya de carácter público, ya privado; 2.°, de todas las publicaciones relativas al Libertador, ora se refieran a él exprofeso, ora ocasionalmente.

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En la parte critica deberíase juzgar del mérito de las obras publicadas, y al mismo tiempo trazar el método y forma que convendría seguir en alguno de los géneros de composición que se examinan, mayormente en el biográfico. Antes de escribir la biografía ¡del Libertador han de discutirse y fijarse las ideas sobre el modo de escribirla.

* '*

Lugar principal ocuparía en una Bibliografía boliviana la sección de polígrafos y epistolarios.

Tres grandes colecciones de documentos relativos al Libertador se han publicado en Caracas:

1. a La impresa en 1826-1828. Comprende 15 tomos en 8.° 2. a La que ordenó el General J . F. Blanco y continuó el

señor Azpurúa. Son 14 grandes tomos en 4.°, publicados en 1876 y 1877.

3. a La de O'Leary, de que hay hasta ahora impresos 16 tomos (1879-1881).

Estas tres riquísimas colecciones se encuentran en la Biblioteca pública de esta ciudad.

Entendemos que para esta fecha deben salir a luz nuevos tomos de la de O'Leary.

* * *

El Epistolario boliviano es sección bibliográfica que merece considerarse separadamente.

Este venero es fértilísimo. Todo lo que habló y escribió Bolívar conmueve, cautiva. Pero su elocuencia, fuego indeficiente de su espíritu privilegiado, centellea a las veces con más viveza en sus efusiones íntimas, en sus cartas familiares. Por otra parte, en algunos de esos rasgos se coge el hilo perdido de algún gran suceso.

La Vida de Bolívar por Larrazábal (2 tomos, Nueva York) debía de servir de introducción a la colección de cartas del Libertador, que durante algunos años anduvo recogiendo aquel ilustrado escritor venezolano.

El desgraciado colector y su tesoro literario perecieron en un naufragio. Es verdad que Larrazábal no llevaba consigo sino copias de las cartas de Bolívar: los originales, por fortuna, existen, aunque dispersos.

En la misma tarea que traía entre manos Larrazábal se ha empeñado otro benemérito paisano suyo y admirador de Bolívar. Copiosa es la colección de cartas que ha reunido y acaso dará a luz para esta fecha don Aristides Rojas.

Hay una tercera colección: la del General O'Leary, aumentada por la diligencia de su hijo don Simón. Debe formar parte del archivo a que antes nos hemos referido.

Buenas tablas alfabéticas, género de trabajo que ha caído en desuso en estos tiempos por culpa de los editores y con gran daño para los estudiosos, se echan menos como indispensable complemento de publicaciones tan voluminosas.

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En su lugar respectivo deberían citarse las opiniones de historiadores y publicistas nacionales y extranjeros relativas al Libertador, agrupándose los juicios de segunda mano, y refiriéndose a los primitivos y directos.

Entre los historiadores extranjeros que han consagrado alguna o algunas páginas a Bolívar, baste citar a Cantú v al alemán Gervinus [Historia del siglo XIX).

Entre los escritores de la antigua Colombia (neogranadinos) que conocieron al Libertador, y que extensamente han hablado de él y de su época, tomaremos sólo cuatro nombres:

García del Río: actor, en primera línea, en la época de la organización y subsiguiente disolución de Colombia; leal amigo y partidario intrépido del Libertador, el testimonio del ilustre cartagenero, autor de las Meditaciones Colombianas, debe recogerse como de altísimo precio.

Groot, Historia Eclesiástica y Civil, tomo m. Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia. Posada Gutiérrez, Memorias, tomo i. Algunas páginas de

este libro, y entre ellas la relación de los sucesos del 25 de septiembre de 1828 son áureas, y de lo más elocuente que tenemos en este linaje de escritos.

Entre escritores neogranadinos posteriores que han emitido juicio respecto del Libertador nombraremos sólo a algunos:

José Eusebio Caro. En un recuerdo del 25 de septiembre en El Granadino (1842) y en sus artículos sobre la historia de los partidos, en La Civilización (1849). Del artículo de El Granadino, completamente desconocido de la generación presente, como que la colección de ese periódico se ha hecho rarísima, se reproduce hoy un fragmento en El Correo Mercantil..

Pedro Fernández Madrid. Fue, como su ilustre padre, apasionado admirador de Bolívar. Por los años de 1852 a 1853 escribió en defensa del Libertador, y en contestación a la Gaceta Oficial, unos artículos que publicó entonces El Pasatiempo y reproduce hoy la revista Anales de Instrucción Pública.

j . j . Ortiz. En varios artículos y poesías: véase el que publicó el año anterior el Papel Periódico.

Ricardo Becerra. Ensayo Crítico. De la responsabilidad atribuida a Bolívar enel asesinato de Monteagudo y muerte de Sánchez Carrión, y sobre las ideas político-constitucionales del mismo. Santiago (Chile), 1879.

Este folleto se publicó en contestación al artículo de Ricardo Palma Monteagudo y Sánchez Carrión (Lima, 1879), que tan brava polvareda levantó. Otras publicaciones que entonces se hicieron en vindicación de la memoria de Bolívar, salieron colegidas en un volumen por el señor Pérez y Soto, colombiano residente en el Perú, y entusiasta panegirista del Libertador.

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Ei doctor Cervantes y el Genera! M. A. López se lian distinguido por los frecuentes recuerdos que en los periódicos de esta capital han solido consagrar a las glorias del Libertador.

* * *

Hemos tomado al vuelo algunos nombres neogranadinos. Véase, respecto de venezolanos, La Biblioteca Rojas, que se halla de venta en las librerías de esta ciudad.

Baralt, en el resumen de la Historia de Venezuela, traza el retrato moral de Bolívar, y Páez en su autobiografía, ie pinta bien, recordando la impresión que causó en los hércules llaneros un homúnculo que sólo podía dominarlos fascinándolos con los prestigios de su genio.

Excusado es decir que la Bibliografía boliviana debería comprender no sólo los escritores parciales a Bolívar sino tam-: ié i los que :c fueron adverso;.

Una sección bibliográfica que podría tratarse con amenidad es la de viajes.

En ía época de la gran Colombia visitaron este país hombres de mucha cuenta, que dejaron en libros o en correspondencias consignados sus recuerdos. De lo relativo al Libertador, que es no poco, debería tomarse nota.

Con esta sección se da la mano la de anécdotas. Algunas de las muchas que vuelan en boca del pueblo han sido recogidas por la elegante pluma de José Caicedo Rojas.

* * *

En la sección poética la calidad suple con ventaja por la cantidad ; Bolívar fue cantado por Olmedo, Bello, Heredia, Fernández Madrid y Vargas Tejada. ¡Qué autores y qué asunto para un certamen poético! ¡Y qué ocasión para un juicio comparativo!

* * *

Complemento lucidísimo de la Bibliografía sería un trabajo iconográfico. A nuestro compatriota Alberto Urdaneta toca el honor de haberlo acometido. Ha reunido en Bogotá más de cien retratos diversos del Libertador, los ha clasificado y descrito. Sólo le falta redondear su estudio con el examen de los que a estas horas se exhiban en Caracas.

(ñl Correo Mercantil, 23 julio, 1883?.

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CRITICA RATONESCA

Hay dos especies más notables de crítica literaria: la así propiamente dicha, y la filológica.

La primera estudia el espíritu, las tendencias, el valor intrínseco, las condiciones características de las producciones del ingenio.

La crítica filológica examina la expresión del pensamiento; los pormenores de estilo; las delicadezas de propiedad, de lenguaje, de sintaxis, de versificación.

Para ejercitarse con lucimiento en la crítica literaria requiérese vasta ilustración, mucha lectura, criterio elevado y seguro.

La crítica filológica exige a sus cultivadores erudición clásica, juicio sutil, sagaz, ejercitado en el análisis.

El objeto de la crítica no es rebuscar defectos con espíritu malévolo y mezquino. Esa no es crítica sino murmuración odiosa. La crítica verdadera es luz que deja ver por igual en los objetos lo bello y lo imperfecto.

Algunos que hojean libros y no han aprendido a leerlos, porque no estudiaron las materias por principios; aquellos que imaginan que toda la ciencia literaria y filológica se reduce a ciertos conocimientos sueltos sobrenadantes en un mar de insondable ignorancia; esos tales creyeron que criticar vale mordiscar, y q.ue sentar plaza de crítico no es otra cosa que meterse a sueltista de periódicos maldicientes.

De aqui un nuevo género de crítica, que no es literaria, ni filológica, ni crítica siquiera.

Es a lo sumo una crítica ratonesca. Consiste en coger una palabrita aquí y una palabrita allá;

en citar pasajes de cualquier libro, sin distinguir a escritores de escribientes; sin la más elemental discriminación entre lo que es castizo y elegante y lo que es bastardo y desaliñado; y en referirse, por último, a la autoridad de Bello y de Cuervo, que es grande, pero que manejada por estos pedantes se parece a la teología del General Mosquera, o bien a una espada que, no habiendo sido «nunca, sin gran razón, desenvainada,» pasa a manos de un mico.

Antojósele a un crítico de este género literario juzgar al señor don José Joaquín Ortiz como poeta.

Sabido es que el señor Ortiz es uno de los líricos más eminentes, no sólo de Colombia sino del mundo español: bien merecía de un compatriota una crítica elevada, aunque fuese adversa.

El crítico emborronó muchas cuartillas copiando truncos y en indigesto montón varios pasajes en que el señor Ortiz empleó el adjetivo ledo. Él crítico sacó la cuenta con escrupulosa

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dad matemática: el señor Ortiz en un tomo de versos usó esa palabrita seis, ocho, o diez veces: puntualísima cita de páginas. Pero ya se habían valido de igual adjetivo Lista y Mora y no sé quién más Ergo: anatema. El señor Ortiz es un plagiario, y nada más que un plagiario.

Más breve y concluyente hubiera sido una referencia al Diccionario: el señor Ortiz usa el adjetivo ledo, este vocablo se registra en el Diccionario, luego el señor Ortiz plagia descaradamente el Diccionario de la Lengua!

Pero según otro principio de los que ha inventado para su diversión la novel e inconsecuente crítica, está autorizado todo aquello que antes haya sido dicho por cualquiera.

Nadie ha de decir las cosas de un modo nuevo, original y gallardo. El más feliz atrevimiento será condenado en Ortiz, como cualquiera barbaridad de Perico de los Palotes. Pero aunque Perico de los Palotes no tuvo derecho a decir barbaridades, desde el momento en que otro las repita, Perico de los Palotes ya puede citarse como autoridad para abonar lo que dijo su torpísimo repetidor

¡Qué contradicciones! ¡Qué absurdos! ¡Y qué ridiculeces! Hay un periódico de cuyo nombre no quiero acordarme:

sólo diré de él por señas que sin citar a Cuervo entre comillas, ni nombrarlo siquiera, levanta gran polvareda, porque se ha dicho producido y no producto; al mismo tiempo que anuncia en todos sus números la publicación de unas obras revistas, sin haber aprendido a decir obras revisadas, porque no se acordó el autor de las Apuntaciones de enseñar cosa tan obvia.... Ese periódico nos ofrece un nuevo reciente ejemplo de sagacidad crítica diogenesca digo, ratonesca.

Copiamos: «Dice Olmedo en su inmortal Canto a Junin:

¿Quién es aquel que el paso lento mueve Sobre el collado que a Junin domina?

«Y el señor Caro en su reciente poesía A la estatua del Libertador:

¡Bol ívar ! No f a s c i n a A tu escultor l a M u s a que te a d o r a Sobre el collado que a Junin domina.

«Un par de comillas (sic) que encerrara (sic) el úitimo verso citado de la poesía del señor Caro, haría que este preclaro miembro del partido conservador pudiera seguir ufanándose con el titulo de amigo y defensor de la propiedad.»

¡Tremenda cogida!.. Sin embargo: Cuando el autor del «inmortal canto a Bolívar» dijo:

A r b i t r o de l a pa/, y de l a g u e r r a

no hizo sino repetir un verso de Quevedo (sin comillas). Cuando Quintana apostrofa al Mar y al Sueño copia frases

y hemistiquios de Herrera (sin comillas).

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Cuando dice Baralt que e! Amazonas al entrar en los mares,

Alimento d a r á que no t r ibuto ,

transcribe a Góngora (sin comillas). Cuando el mismo ilustre poeta venezolano escribe:

S i g u e con r u e d a s de oro al r a u d o vuelo,

se apropia a Balbuena (sin comillas). Cuando Espronceda Pero nada de esto viene a cuento de defender al señor Caro

sino para dar al critico unos huesos que roer. El verso de Olmedo repetido por Caro nada tiene que ver con las citas precedentes. Ño hay ni remota analogía.

Si el señor Caro hubiera querido zurcir entonces, nada más fácil le hubiera sido que copiar de cualquier poeta español clásico una línea o cien mil líneas en cuyo origen no hubiese podido dar el crítico que ha cacareado el hallazgo del verso de Olmedo.

No se trataba de hacer una interpolación disimulada, sino una alusión a son de campana.

¡Hombre de Dios! ¿No ve usted que Olmedo está citado ahí en esos versos de Caro por medio de una perífrasis? ¿No ve usted que la Masa que adora a Bolívar, sobre el collado que a Junín domina, es la Musa de Olmedo?

Prescisamente, para que la alusión fuese directa, inequívoca, literal, el señor Caro eligió un verso que todo el mundo sabe de memoria, un verso que no pudiese escaparse, como no se ha escapado, ni a los que viven en Babia.

Estos oyeron cantar el gallo, pero no supieron dónde; cogieron el rábano, pero lo tomaron por las hojas.

Se acordaron del verso de Olmedo, y sin más examen se dispararon a demostrar la feliz memoria que tienen y su erudición incomparable.

Pero el señor Caro (tan previsor fue), en la edición que hizo de su oda en El Conservador, y a riesgo de ofender el sentido común de los buenos entendedores, añadió esta nota:

«Sobre el collado que a Junín domina—Verso de Olmedo, puesto aquí como alusión a la Victoria de Junín, Canto a Bolívar. La inspiración del cantor (Olmedo) difiere esencialmente de la del escultor (Tenerari).»

¿Todavía se empeñará el crítico en que se pongan las comillas?

¿Y qué diremos de aquello de juzgar a un poeta llamándolo miembro de un partido político? Con este modo de hablar, que por desgracia es exclusivamente colombiano, no es el poeta sino el crítico, quien queda política y radicalmente calificado.

Las muestras de crítica a que me he referido corresponden a un nivel intelectual y moral que pone grima.

Si nuestros literatos y poetas no escribiesen guiados por el móvil generoso de «las empresas estériles»; si no tuviesen

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más estímulo que esa crítica frivola y traviesa, ya hubieran colgado la pluma para siempre.

[Triste literatura colombiana si hubiera de descender a la bajura de crítica semejante!

Pobre literatura colombiana si se la juzgase en el Extranjero conforme a esos brevísimos fallos anónimosl

Nó: eso no redunda en honra del periodismo ni en honra de Colombia.

Lejos de nuestro ánimo condenar la censura formal y enérgica de lo que cada uno crea que merece ser censurado.

Ejérzase muy en horabuena la crítica moral, la literaria, cualquiera especie de crítica, pero ejérzase con la seriedad que demanda el ministerio de la prensa periódica.

Y ¡por honor del país! rechácense inexorablemente esas in-•venciones malignas, esas pullas de corrillos contra personas y cosas que merecen algún respeto, esas travesuras que ni siquiera alcanzan a hacer reír, esos alardes raquíticos de ridicula erudición gramatical; en fin, esa colaborción de inmundicias, que nulidades que a más no alcanzan, acarrean a la sección de Sueltos como a favorito basurero.

(El Conservador, 3 septiembre . 1889).

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SOBRE EL TERMINO ESCUELA

Bogotá, septiembre 19 de 1884

Señor don Antonio M a r í a Gói^ez Res t repo .

Muy señor mío y de toda mi estimación:

He recibido la carta que usted me dirige con fecha 16. Aprecio en lo que vale el alto, aunque no merecido concepto, con que la modestia de usted me favorece. En su benevolencia y cortesía reconozco el sello de la educación cristiana al par que literaria que ha recibido usted de su buen padre, y alegróme de ver en usted a uno de los jóvenes que mejores esperanzas prometen a la Patria.

Como usted desea obtener pronta respuesta a las dos cuestiones que propone, me apresuro a dársela; pero bien entendido (y así ha de constar) que este dictamen, en cuanto dado por mí, no envuelve el valor decisivo que usted le atribuye, ni es más atendible que el de cualquiera otro ciudadano de la república de las letras, en la cual no hay tribunales competentes para dictar falles definitivos sobre puntos controvertibles.

Empero, si no se va (como no vamos ahora) a optar entre varios sistemas ni a terciar entre gustos diversos, sino a fijar conceptos y depurar definiciones, podremos confiar que estamos en lo cierto si llevamos una opinión que acierte a concordar razonablemente la doctrina de autores calificados que trataron la materia. Seguiré este método, que en tales casos es el más seguro.

CUESTIÓN PRIMERA

¿Qué es escuela poética?

Escuela despierta la idea de disciplina mental. Los hombres se forman por la educación, y a los que han de ser juzgados por obras de talento o de ingenio, se les clasifica con arreglo a la agrupación o centro intelectual a que pertenecen. Escuela fue en la edad media sinónimo de universidad o estudios generales, y sabido es lo que por antonomasia han venido a significar escuela y escolástica. Tómase esa voz en sentido antes particular que genérico, porque si bien se dice, verbigracia, escuela espiritualista, escuela clásica, cuando tales expresiones se emplean alúdese a cierto período y a determinada propaganda de ideas. Si se trata de creencias muy extendidas, de lo que es índole de una nación entera, o carácter de todo un siglo, no es

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propio llamar a eso escuela. Dentro de una civilización y dentro de cada nacionalidad, caben varias escuelas, las cuales pueden a veces subdividirse, y admiten variedades y gradaciones. Ese término indica también pacífico desenvolvimiento de estudios, libre ejercicio de facultades; por manera que no ha de aplicarse a formas de opinión determinadas por la violencia o el interés, o que de una u otro participan; a sectas, parcialidades o facciones.

Una escuela toma su nombre, o bien del LUGAR cuando en una región ha habido tradiciones, enseñanzas y costumbres, cuya estampa subsiste en la producción intelectual o artística de varios, a pesar de las diferencias individuales, por marcadas que fueren; y así decimos: la escuela de teología de Tubinga, la escuela de pintura o de poesía de Sevilla; o bien del MAESTRO, cuando un autor famoso arrastra secuaces e imitadores en diversos tiempos y regiones, y así se dice también; la escuela de moral de San Lígorio, la escuela poética de Horacio, la artística de Miguel Ángel.

El Diccionario llamado de Autoridades de la Academia Española, en la voz escuela, fuera de las definiciones de sentido recto, trae las dos siguientes que contribuyen a ilustrar el asunto. «Escuela. Se llama también la misma enseñanza y doctrina que se ensena y aprende. "De esta escuela y de estos principios se hizo con el tiempo y salió uno de los más famosos capitanes del mundo." (Mariana, Historia de España m, 9)—"Que es escuela la soldadesca donde el mezquino se hace franco, y el franco pródigo." (Cervantes, Quijote, I, 39) - Se llama asimismo la doctrina, principios y fundamentos de algún autor, y así se dice: Escuela de Platón, de Aristóteles, de Santo Tomás. "Todos nombran por príncipe de esta escuela a Zenón Cítico." (Quevedo, Doctr. Est.). "Que el cuerpo de la luna es habitable, tuvo por opinión la escuela toda de Pitágoras." (Pantaleón, Vejám., I.)»

Observo que escuela es término más de ordinario aplicado hoy a las artes que a las ciencias, y como las artes, aunque sujetas a leyes en buena parte inteligibles, no florecen como resultado lógico del razonamiento, sino como hijas del instinto de imitación; como ios artistas no se forman en las aulas sino en el taller, natural es clasificarlos en vista de las semejanzas y afinidades que entre ellos se advierten en el ejercicio del arte, prescindiendo de los principios que algunos de ellos hayan profesado expresamente, cuando no supieron poner por obra lo que enseñaban, o de ello se desviaron en la práctica. Las teorías servirán para deslindar escuelas estéticas y no artísticas. Estas son prácticas, y gravitan en torno de los modelos; especulativas aquéllas, siguen la corriente de las doctrinas y preceptos.

Y dado que en cuanto se trate de discernir lo que constituye escuela, la crítica de artes nos ha de dar buena norma para la cuestión específica que traemos entre manos, copiaré la opinión de don Federico de Madrazo, consignada en un Memorándum que su hermano don Pedro extractó en la introducción al

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precioso Catálogo del Museo del Prado. Principia explicando el concepto de escuela en estos términos: «Procuraré probar del modo más claro posible, y con entera imparcialidad, lo que acerca de Escuelas de pintura he aprendido y tengo por seguro. En todos los ramos del saber humano han formado agrupaciones o escuelas los hombres que a ellos se han consagrado; y si esto ha sucedido en el cultivo de las mismas ciencias naturales, tan sujetas, al parecer, al raciocinio y a la prueba experimental, ¿cómo no admitirlo en el de las bellas artes, donde no hay más guía que el sentimiento, tan desconforme en todos los hombres y tan dependiente de las circunstancias, ya necesarias, ya eventuales, de raza, de localidad, de educación, etc.? Pero las escuelas en pintura, lo mismo que en todas las artes, para ser tales escuelas necesitan ciertas afinidades y relaciones, cierta conformidad o uniformidad en sus producciones. Sin semejanza en el estilo o en la manera de comprender el objeto y los medios de que el ingenio se vale para interpretar el pensamiento, sin esa derivación constante de principios y máximas que, respetando la originalidad y la individualidad en los genios extraordinarios, hace se perpetúe el carácter privativo de cada gran familia artística, no hay, propiamente hablando, escuela. Puede compararse esta semejanza con lo que se llama aire de familia; y así vemos que lo primero que se llega a aprender a distinguir son las escuelas, y del mismo modo que decimos: "Juan debe de ser hijo o hermano de Pedro, porque tiene aire de familia con éste,'' dice el aficionado, al comenzar su educación artística: "Este cuadro debe ser de tal o cual escuela," porque encuentra entre la obra y las de la escuela a que la atribuye, caracteres inequívocos de afinidad.»

Pasa en seguida revista a las principales escuelas italianas, y volviendo luego las miras a España, se pregunta si ha de decirse que hay una o varias escuelas españolas. En esta parte el señor Madrazo señala el método que conviene seguir en esta especie de investigaciones.

«¿Por qué causa—dice—han de contarse diversas escuelas de pintura en España? Dos son a lo sumo las que en buena razón podríamos admitir con buen fundamento de verdad y justicia: la Sevillana y la de Madrid. Hagamos una experiencia con los varios representantes de las supuestas escuelas españolas. Empecemos por barajar varios de estos autores, y pongamos en fila mentalmente las mejores obras que recordemos de Velásquez, Murillo, Ribera, Juanes, Zurbarán y Alonso Cano; prosigamos después con algunos otros y agreguemos a aquella fila obras de Carreño, Cerezo, Antolínez, Vicente Carducho, etc. ¿Qué resultará? ¿Qué advertiremos? Que todos estos pintores van perfectamente juntos, que todos ofrecen unos con otros grande aire de familia; que todos presentan afinidades, que identifican su raza, sin más diferencia que ser los pintores de Castilla dibujantes más severos e ingenuos, y en el color más realistas sin forzar los efectos; y los andaluces más armoniosos y robustos en los tonos, si bien un tanto convencionales

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en los efectos, y algo flojos en el dibujo. Esto no se opona a ciertas excepciones,» etc.

Cuando entre los instintos de raza y origen, y los títulos adquiridos por naturalización, se establece competencia para fijar la filiación de un artista, parece que a la influencia de la educación y al contacto de las ideas debiéramos atenernos, y asi lo dice el refrán: no con quien naces sino con quien paces; y el otro (no tomándolo en mala parte): dime con quién andas Con todo, en materia de artes, la patria reclama siempre la gloria de sus hijos, y la crítica suele ceder a estas exigencias.

N-> prescr iben ios derechos Del p a t r i o nido en ¡os humanos pechos.

ha dicho un poeta, que pasó lo más de su vida en suelo extranjero, y que dio con sus obras inmortales la prueba de este aserto. En el mismo sentido se decide el señor Madrazo: «Jusepe, Ribera, Nicolás Poussin, Valentín, o cualquier otro de aquellos pintores que, no siendo italianos, aprendieron y cultivaron en Italia el arte, ¿deberán o nó ser incluidos entre los pintores de este país? Los italianos han reclamado repetidas veces a estos artistas como suyos, y la verdad es que, si se atiende sólo a la escuela en que se formaron, alguna razón tiene Italia para reivindicarlos, porque ni el Poussin deja de ser en sus obras un perfecto pintor romano, por su amor a la forma clásica, ni Valentín ni Ribera ocultan a nadie su estirpe caravagiesca. Pero también es cierto, por otro lado, que ni Ribera, ni el Poussin, ni Valentín, ni Claudio de Lorena son en sus respectivos estilos ciegamente secuaces de sus maestros, como tampoco lo fue Juan de Juanes de los florentinos y romanos, aunque tan estrechamente parezca a primera vista conformar con ellos. Sucede que todos los artistas de verdadero genio retienen fuera de su país, y por muy larga que sea su permanencia en una escuela extranjera, algo, o más bien dicho, mucho de su índole nativa y del acento patrio; y esta consideración ha debido, sin duda alguna, resolver la cuestión de la escuela artística de los pintores residentes en tierra extraña, porque todos los biógrafos convienen ya en que el pintor pertenece a su país natal y no a aquel en donde estudió.»

Se comprende que esta regla no es absoluta. Todo hombre, quiéralo o nó, pertenece a su patria, lo cual no quita que se le coloque en una escuela extranjera cuando hay razones poderosas que demanden esta incorporación. Ni es aplicable el mismo criterio a la historia de la filosofía o de ramos del saber con ella íntimamente ligados, en los cuales las escuelas, a ¡nodo de corrientes, tienen un carácter más independiente y trascendental.

En cuanto a ¡os poetas, cuando se trate de dividirlos por escuelas (y es este el punto a que en resolución debemos concretarnos), creo yo que deben considerarse como artistas y no como pensadores; que han de apreciarse por las condiciones propias de sus obras, y no por sus doctrinas; por lo que 'nacen,

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y no por lo que predican. No que haya de desentenderse un verdadero crítico, de las teorías profesadas por el poeta a quien juzga; pero para clasificarle en escuela, como tal poeta, no ha de tomar aquellas teorías como base y premisa de su discurso, sino como ilustración accesoria. Lo que sí es indispensable para que dos poetas puedan considerarse de una misma escuela, es que las semejanzas y afinidades que entre ellos se descubran, procedan de unas mismas influencias; porque si no admiten explicación histórica, se dirá que tales poetas pertenecen a un mismo tipo intelectual, pero no hay razón para afiliarlos en una misma escuela.

Me he extendido demasiado y no queriendo detener más esta carta, dejo, para otra, que escribiré lo más pronto posible, el examen de las definiciones de hiato, que es la segunda cuestión que usted quiere ver resuelta (1).

Entretanto le autorizo para hacer de mi respuesta el uso que a bien tenga, y me ofrezco a sus órdenes afectísimo, seguro servidor y amigo,

MIGUEL ANTONIO CARO

(1) L a c a r t a r e l a t i v a al hiato la h a l l a r á el lector en los Estudios filológicos y gramaticales—N. de los E .

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UN MISIONERO POETA

i . E l Freeman's Journal—11. T r a b a j o s poéticos y filológicos del P a d r e Celedón—in. Pío Nono y el Concilio Vaticano, poema.

I

Grato y satisfactorio por todo extremo es ver la firma de un compatriota, de un sacerdote y de un amigo, al pie de escritos que corren con estimación y crédito en otras lenguas y en otros países.

El señor don Rafael Celedón, eclesiástico distinguido en virtud y en letras, que ha demorado años tras años en La Goajira evangelizando las tribus de aquella pampa selvática, se halla actualmente en Nueva York (dícese que envía de entrar en alguna Orden religiosa) y vemos que varios artículos suyos salen a luz en el acreditado semanario New York Freeman's Journal and Catholic register.

En el número correspondiente al 3 de noviembre hay un largo escrito relativo a la devoción del rosario, recientemente recomendada en un documento pontificio que conocen nuestros lectores. «Como un estímulo—traducimos del inglés lo que a guisa de advertencia preliminar estampan los editores del citado periódico—como un estímulo para propagar esta devoción, avivando el celo y afecto con que debemos practicarla y extenderla, hemos traducido para el Freeman's Journal el siguiente extracto de la introducción a la versión poética del santo Rosario, publicada en español por el Padre Rafael Celedón.»

En el número del 17 de noviembre aparece en inglés otro artículo, del mismo colombiano, sobre oraciones por los difuntos. Precédele esta expresiva recomendación: «La siguiente colaboración se debe a la pluma que obsequió a los lectores del Freeman's Journal con una preciosa exhortación sobre el rosario Siente el traductor no haber acertado a expresar los pensamientos en la bellísima forma de que originalmente supieron revestirlos un gusto cultivado y una imaginación brillante; y confiesa que en esta versión han perdido no poco de la unción y de la fuerza que pone en todo cuanto escribe este celoso misionero y fervoroso amador de las almas. Sus palabras no brotan de sus labios, sino del fondo de su ser, y caen cual celestial rocío sobre el corazón de sus oyentes.»

Un católico en un cementerio no católico, es el titulo de otro escrito de Celedón publicado en el Freeman's de 8 de diciembre. «Ensayaremos hoy—dice el periódico—interpretar los pensamientos hermosos, y aun profundos, expresados de un modo altamente poético en la descripción de una visita hecha a la ciudad donde yacen los restos mortales de muchos vecinos

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de Nueva York y de Broocklyn. El autor es un escritor bien conocido ya de los lectores del Freeman's Journal.»

n

El señor Celedón es poeta, y poeta de hondo sentir y de bien pronunciada originalidad. Sus poesías no son todas de igual mérito: hay algunas débiles; otras, empero, de gran valentía; la expresión en ocasiones es dura, el ímpetu de la inspiración no acierta a contenerse dentro de la estrofa, y rompe los moldes del ritmo; otras veces el estilo refleja con naturalidad y limpieza el pensamiento.

El señor Celedón era ya conocido como poeta antes de recibir las sagradas órdenes. Desde entonces notábanse ya en su poesía las tendencias religiosas de su espíritu. En 1856 vino a Bogotá, y publicó su hermoso canto Al Tequendama. El Apóstol de La Goajira no ha colgado la lira: la ha consagrado con nuevo fervor a asuntos religiosos. Con las cristianas melodías que sabe sacar de ella, ha solazado sus horas solitarias y sus evangélicas excursiones en aquellas comarcas de aspecto agreste y primitivo, habitadas por gentes de oscuro entendimiento, pero de corazón sencillo y dispuesto a recibir la buena enseñanza.

Citaremos algunas de las poesías de Celedón: A un amigo—Publicada en 1856. En esta composición se

vislumbra una historia de arrebatos y desengaños juveniles. El autor a la sazón tenía veintidós años. El joven poeta, morador de los nativos valles del Cesar (departamento de Ríohacha), busca la paz y no la encuentra sobre la tierra. La busca en los sepulcros: allí mismo va a perseguirle la tentación. Le ha cautivado un objeto que no podrá ser suyo ha concebido un amor sin esperanza invoca a la muerte; vuelve los ojos al cielo. Hay en esta poesía estrofas gallardas.

Al Tequendama—En esta oda el autor compara las olas despeñadas del torrente con las legiones de ángeles malos precipitados desde el cielo. Hay en estos versos vigor descriptivo y armonía imitativa:

¡ H u y e r o n ! . . . . Y el E m p í r e o sobre su firme eje, E x c e p t o el trono eterno, firmísimo de Dios , Retrocedió cruj iendo, r a s g ó s e por sí mismo; E n t o n c e s el U n g i d o mandólos al abismo, Y en tumbo los rebeldes echáronse a su voz.

T a l , r á p i d a s rodando, rompiéndose, b r a m a n d o , E n témpanos de e s p u m a del áspero peñón, A l seno tenebroso del cóncavo, hondo abismo, A r r ó j a n s e tus a g u a s , sublime C a t a c l i s m o , Y el a l m a al c o n t e m p l a r l a s te r inde a d m i r a c i ó n .

E x t á t i c o , en silencio, y atento, fijo el ojo, Me gozo en tu c a í d a , me gozo en tu altivez; ¡ Y miro que entre tanto tu mole se d e s e r e ñ a , F a n t á s t i c a osci lando l a corva , t osca p e ñ a ; V a y viene—se l e v a n t a . . . . desciende—y va o t r a vez!

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A. C a r o — 2

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¡ Y t o r n a n ! . . . . Y en mi asombro l a ó p t i c a e n g a ñ o s a M e finge que t u s o n d a s c u a l t r o m b a de l a m a r S e a r r o j a n a envolverme en r a u d o remolino Y en entus iasmo ardiendo y en é x t a s i s divino E s p e r ó l a s . . . . ¡en vano! que n u n c a h a n de l l e g a r .

Nuestros Mártires. El lago de Maracaibo. La Augustísima Trinidad y el Océano. Caracas y la vega del Guaire—Égloga. Interlocutores, Rús

tico y Urbino. Habla primero Rústico:

T ú c a n t a , c a r o U r b i n o , A l dulce son de tu a r m o n i o s a l i r a Cuanto l a vis ta en l a c i u d a d a d m i r a ; Que yo c u a l campesino D e mi r ú s t i c a flauta al silbo blando E s t a v e g a del G u a i r e i r é c a n t a n d o .

La Anunciación de Nuestra Señora—Poema lírico premiado en público certamen con medalla de oro, por la Academia de la Juventud Católica de Bogotá el 8 de diciembre de 1871.

El Papa Infalible. La víspera del 14 de mayo de 1874 en Ríohacha—El poeta

celebra el aniversario de un gran beneficio recibido de la Virgen Santísima por la población de Ríohacha. La descripción de la tarde y de la bandera multicolor del cielo, es bellísima; no podemos resistir al deseo de transcribir este trozo, que por sí solo bastaría a confirmar el título de poeta al señor Celedón, y estamos seguros de que los lectores de los Anales Religiosos tendrán por corta esta transcripción:

. . . . M a s levantemos A l cielo l a m i r a d a Y absortos contemplemos E l sublime e s p e c t á c u l o — Y a hunde S u faz el sol entre l a s b l a n d a s o n d a s Del a p a c i b l e m a r ; pero difunde L o s r a y o s de su r u b i a c a b e l l e r a P o r los contornos de l a azul e s f e r a L a s nubes e s m a l t a n d o de e s c a r l a t a , De p ú r p u r a y de p l a t a , O convirtiendo en oro L a s b l a n c a s g o t a s de su dulce lloro. A l S u r , sobre l a s c u m b r e s De l a a p a r t a d a S i é r r a s e e s c a r m e n a n L o s copos de n e b l i n a E n c a p r i c h o s a s formas de leones, De naves a l a vela Que van dejando luminosa es te la ; De a l m e n a d o s cas t i l los , de d r a g o n e s , Y h a habido f a n t a s í a Que m i r e entre fulgores , de M a r í a L a i m a g e n s a c r o s a n t a P i s a n d o l a serpiente con su p l a n t a . Y todo dibujado

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S o b r e el azul de un cielo t a n sereno Cual p l á c i d a conc ienc ia De pecador y a limpio del p e c a d o .

M a s todo se t r a n s f o r m a y desvanece A m e d i d a que c r e c e L a g r a n c o n f l a g r a c i ó n — ¡ Q u é bel la t a r d e ! Todo p a r e c e que a r d e E n l a ex tensión del cielo. A Oriente b r i l l a E l [ r i s , con m á s fúlgidos colores Y en ampli tud m á s g r a n d e Que le vieron j a m á s los m o r a d o r e s De e s t a h e r o i c a c i u d a d . A l S u r d e s c a n s a Su pie sobre los g r u m o s de v e r d u r a De nuestro enano monte, m i e n t r a s roza Con el otro, h a c i a el Norte , L a s leves o n d a s de u n a m a r de leche Que a p e n a s si m u r m u r a C u a n d o b e s a l a p l a y a Y a b r a z a l a a n c h a o r i l l a . C u a l si l a voz temiese ¡ p o b r e c i l l a ! De A q u e l l a que l a puso un tiempo a r a y a .

F i j o s en t i e r r a y m a r sus dos ex t remos A r r a n c a h a c i a el cénit en c u r v a i n m e n s a E l a r c o e n c a n t a d o r - - ¡ V e n i d , c r i s t i a n o s , Del cielo c i u d a d a n o s , A ver un e s t a n d a r t e , L a i m a g e n n a d a m á s de u n a b a n d e r a De l a s be l las que ondulan en los r e a l e s De n u e s t r a v e r d a d e r a Y s u s p i r a d a P a t r i a . L o s pendones De todas l a s naciones ¿Qué son ante ese l á b a r o del cielo Que a n u n c i a a l R e y de G l o r i a ? V a n a s o m b r a , no m á s , de alto modelo.

Húndese el sol, l a noche se a d e l a n t a ; Todo se d e s c o l o r a ; Y m i e n t r a s l l e g a l a a n h e l a d a a u r o r a , O r a el c r e y e n t e , y el poeta c a n t a .

Traducción de la Égloga IV de Virgilio. Otras muchas poesías, que no recordamos ahora, ha pu

blicado el Padre Celedón en varios periódicos, y especialmente en La Caridad de Bogotá.

Pero no hemos de terminar esta enumeración sin recordar los endecasílabos sueltos que escribió el año pasado, con ocasión del centenario de Bolívar. Es un discurso puesto en boca de la ciudad de Santa Marta, y dirigido a la ciudad de Caracas.

Dice así:

C u n a tú de Bol ívar , yo su t u m b a , ¡O C a r a c a s gent i l ! los dos extremos F o r m a m o s de su v ida i n c o m p a r a b l e A p e n a s ¡ a y ! m i t a d del centenar io Que ce lebramos hoy: con r e g i a pompa T ú , del A v i l a al pie, del G u a i r e a o r i l l a s Que a u r a s y n é c t a r propinaron suaves

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A l héroe en su niñez: yo a c á , a l ruido A p e n a s . p e r c e p t i b l e de mi dulce S i pobre M a n z a n a r e s , c u y a s ondas , Del moribundo P a d r e de l a P a t r i a Que e x á n i m e a mis p u e r t a s , en l a noche. Vino a pedirme do morir , el labio , .Refrigeraron, y a favor del morro, Mi atlét ico a t a l a y a , que en acento Ronco, tronó esparc iendo en el espacio L a i n f a u s t a nueva: « ¡ Y a e x p i r ó Bol ívar ! Murió el L i b e r t a d o r ! » — ¿ D i r á s que gimo Cuando c a n t a r d e b i e r a ? Gimo y canto : Y ¿cómo no evocar lo que es mi g l o r i a ? ¡Mi g l o r i a , s í ; porque Bol ívar , sólo T r i s t e s recuerdos me legó! Que g i m a Deja , d é j a m e , h e r m a n a , ¿O u n a l á g r i m a , A l p a r de p e n a y gozo, el dulce n é c t a r Que en a n c h a copa, a g r a d e c i d o un mundo L i b a gozoso, a m a r g a r á ? ¿No a c a s o L e entonará el s a b o r ? Oh h e r m a n a , a h o r a Que y a pasó el invierno, y f r e s c a s flores Sobre l a c u n a de Bol ívar r i e g a n P r o p i o s y e x t r a ñ o s , de mi amor en p r e n d a E s a g u i r n a l d a a c e p t a , que de hojas Del terebinto s e c u l a r do el héroe S e solazaba, es h e c h a ; y l a s p a l a b r a s Que de sus labios recogí , rec ibe : «Repose, dijo con filial c a r i ñ o , Mi cuerpo en el regazo de C a r a c a s » ; Y luego en voz t e m p l a d a en s a c r o fuego, «Que s e a feliz l a P a t r i a son mis votos: S i es p a r t e a h a c e r c e s a r l a s divisiones Y a s o l i d a r l a unión mi muer te—dijo Como siempre sublime—yo a l a t u m b a T r a n q u i l o b a j a r é . » — C u m p l i r nos toca S u voluntad: h a g á m o s l o , y h a b r e m o s P u e s t o en sus a r a s l a mejor ofrenda .

El Padre Celedón se ha dedicado también a otros trabajos literarios, mayormente de carácter filológico, y relacionados con sus labores apostólicas.

Ha estudiado largamente las lenguas habladas por sus catecúmenos. La casa editorial de los señores Maisonneuve, de París, publicó en hermosa edición, y como parte de su colección de Vocabularios y Gramáticas americanas, la de la lengua goajira, escrita por nuestro ilustrado e infatigable misionero, y precedida de una introducción de don Ezequiel Uricoechea; y entendemos que está actualmente en prensa la Gramática de la lengua aruaca (propia de los naturales de Sierra Nevada), compuesta también por don Rafael Celedón.

ni

Hé aquí que al mismo tiempo que en Nueva York salen a luz los artículos religiosos a que nos hemos referido arriba, en Bogotá se termina la impresión de un largo poema compuesto por el Padre Celedón bajo el techo bendito de la Misión goa-

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jira. Pío IX y el Concilio Vaticano (1) es el título de este poema, dedicado a la Academia Colombiana (de la cual es miembro correspondiente el señor Celedón), escrito en octava rima, y dividido en diez y seis cantos.

Boileau condena el maravilloso cristiano:

De l a f o i d ' u n chrét ien les mystéres ter r ibles D'ornemeuts é g a y é s ne sont point susceptibles ; L ' E v a n g i l e a l ' espri t n'ofíre de tous cotes Que pénitence a f a i r e et tourments mér i tés .

Sentencia injusta, como nacida de terrores jansenistas. El sentimiento religioso es fuente purísima e inagotable

de inspiración poética. Pascal dijo que los grandes pensamientos nacen del corazón. Añadamos que los más hermosos sentimientos vienen de lo alto. La religión es el plus ultra que todo lo idealiza y lo embellece todo.

¿Hay nada más pintoresco y conmovedor que las parábolas del Salvador? Si la poesía es sentimiento verdadero, puro y profundo, ¿hay algo más dulce, más amable en su senciliez, que los relatos de los Evangelistas, y de los biógrafos primitivos de los Apóstoles? Y luego, ¿quién negará que hay poesía, no sólo poesía sublime, cual la comprendió Dante, sino también ternísima poesía, la poesía de Francisco de Asís y de Teresa de Jesús, en los misterios del cristianismo, dado que no son misterios sólo de justicia, sino de caridad, virtud máxima en el cielo y en la tierra?

Si hemos de poner en su punto esta cuestión, mala y genéricamente fallada por el preceptista de la corte de Luis xiv, precisa principiar por un distingo. El cristianismo, sobre ser la religión verdadera, es también, como ha dicho un célebre escritor moderno, la más poética de todas las religiones. Empero, lo que se dice del conjunto no se aplica a todo linaje de pormenores. La historia eclesiástica es una cadena que por ambos extremos se pierde en la eternidad, que enlaza lo invisible con lo visible, el Creador y la criatura, lo grande, lo infinito y lo pequeño y lo mísero; episodios sublimes, y, para hablar ad rem, pormenores prosaicos.

El señor Celedón ha trazado la historia del Concilio Vaticano, principiando por sus antecedentes, y terminándola en la proclamación del dogma de la infalibilidad. Quiso ser a un tiempo artista y fiel narrador; y la desigualdad que en la ejecución resulta de este propósito inicial, es el defecto que se nota en el poema, en el cual se levanta a las veces el autor a regiones espléndidas y en otras no escrupuliza descender a detalles que debieran quedar perdidos en las sombras y lejos del cuadro. Tales son, por ejemplo, los pormenores relativos a la designación para escrutadores en las votaciones de los Padres del

(1) Un tomo, 8 . " de 231 p á g i n a s — B o g o t á . I m p r e n t a de Si lvestre y Compañía—1884.

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Concilio. Tejidos con estos pasajes plebeyos hallamos descripciones brillantes, comparaciones ingeniosas y felices, expresiones nobles y enérgicas. La fe más viva alienta en toda esta composición literaria, y le comunica un sello grandioso y ardiente. No es nuestro ánimo formar un juicio sobre este poema. Esperamos poder presentar en otro número algunas breves muestras de él a los lectores de los Anales Religiosos; y entretanto transcribiremos el sumario de los cantos, para que se den cuenta del plan general y del contenido de la obra.

CANTO I—El santo sacrificio—Centenario de San Pedro. Canonización de los mártires del Japón—Idea del Concilio. CANTO II—Acción de gracias — Tentación—Visión celestial. CANTO III—Consistorio en que se revela la idea del Concilio—Descripción de la Capilla Sixtina—Enumeración de Prelados que as is t ieron-CANTO IV—Entrada de P ío ix al Consistorio—Alocución del Pontífice—CANTO v—Conciliábulo infernal—Juegos Circenses—CANTO VI—Bula de indicción—Llamamiento a los Prelados católicos, al Cisma de Oriente y al Protestantismo—Jubileo—Tentación a los Prelados para que no asistan al Concilio—CANTO vil—Palacio Vaticano—Llegada de los Prelados a Roma y vuelta de los Mensajeros Satánicos al Infierno—Segundo Conciliábulo infernal—Plan de derribar la cúpula de la Basílica de San Pedro si se declara el dogma de la infalibilidad—Iluminación de la Basíl ica—CANTO vm—Consistorio celestial—Dipútanse diez mil ángeles para custodiar el Concilio—Procesión a la B a s í l i c a - C A N T O IX—Orden de la proce-. sión—Enumeración de los Prelados que hablan lengua castellana CANTO X — Enumeración de los demás Obispos del orbe católico Entrada de Pío ix en la Basílica—Invocación a la Fe. CANTO XI—Apertura del Concilio—Descripción de la Sala conciliar—El Santo Sacrificio—Homilía—Pío Nono recibe la promesa de obediencia—Letanías—Bendice Pío Nono la sesión. CANTO XII—Conciliábulo de Ñapóles—Ofrendas hechas a Pío Nono—Palabras de Pío Nono a los gremios de señoras que trabajan en favor del Concilio—CANTO xm—Segunda sesión. Santo Sacrificio—Protestación de la fe—Peticiones al Concil io—CANTO XIV—Tercera sesión—Definiciones de fe—Alocución de Pío Nono—Vacaciones de los Obispos—Funerales de los Obispos que han fallecido—Descripción del Purgatorio y del Seno de Abraham—CANTO xv—Víspera de la última sesión—Schema de la Infalibilidad—Conciliábulo infernal—Marcha de Luzbel con su hueste a tomar posiciones en Roma. Arrobamiento de Pío Nono—La Oposición—Guerra franco-prusiana—La Comuna—CANTO XVI—Mensajero celestial—Plaza de la Basílica—Apertura de la última sesión—Vestiduras del Papa—Santo Sacrificio—Votación-Descripción de la cohorte celestial y de las huestes infernales—Combate sobre el Dombo—Victoria de los ángeles en él, y de la Infalibilidad en la votación.

(Los Anales Religiosos de Colombia, de marzo de 18S4).

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CURIOSIDADES LITERARIAS

DON JUAN BAUTISTA DE TORO

El título Curiosidades, con que bautizamos estos y otros análogos apuntes, nos redime de toda obligación de alta literatura.

De don Juan Bautista de Toro no tenemos más noticias que las que nos suministran sus obras y las actas de la Escuela de Cristo; a saber: que era natural de estas tierras y sacerdote; que fue su maestro y director espiritual el Padre Pedro de Mercado, de la Compañía de Jesús, a quien apellida «Oráculo de esta ciudad» (1), y que profesaba el mayor respeto y veneración a la orden de San Ignacio; que era doctor en teología, Examinador Sinodal y Calificador de la Sauta Inquisición en este Arzobispado; primer Director y Capellán de la Escuela de Cristo, congregación que hasta hoy se conserva, establecida en la Capilla del Sagrario de esta Iglesia Metropolitana; y que con motivo de su fallecimiento fue nombrado nuevo Capellán en 1734.

Las obras del doctor Toro que conocemos, son las siguientes :

I) «Día de la Grande Reina, y ejercicio de un día de cada mes, dedicado al culto y memoria de Nuestra Señora—Compuesto para aumento de la devoción en las señoras religiosas. Por el doctor Juan Bautista de Toro, Capellán y Director en la Congregación de la Escuela de Cristo, sita en la insigue Capilla del Sagrario de la Iglesia Metropolitana de la ciudad de Santa-fé del Nuevo Reino de Granada en las Indias Occidentales. Impreso en la imprenta de la Compañía de Jesús. A costa de Diego Muytensx.*

(\) E l P a d r e M e r c a d o escr ibió v a r i a s o b r a s ; u n a de e l l a s : El cristiano virtuoso, con todos los actos de las virtudes que se hallan en la santidad. Por el Padre Pedro de Mercado, de la Compañía de Jesús, Rector del Colegio de Tunja, que lo dedica a su fundador y patrono el señor Licenciado don Sebastián Merchán de Velasco y Monsalve. Madrid. E n 8 ? , 212 p á g i n a s . P u e d e verse en l a Bibliotec a N a c i o n a l , S a l a A m e r i c a n a , i x , 31 . O t r a s o b r a s del P a d r e M e r c a do se mencionan en l a s Apuntacioties que se i n s e r t a n en este a r t ículo.

C i t a también T o r o u n a c u r i o s a o b r a de otro jesuí ta benemérito del Nuevo R e i n o : «Hube en mis manos un t r a t a d o digno de e s t a r impreso con l e t r a s de oro, Del estudiante perfecto y sus obligaciones, compuesto por el P a d r e Alonso de A n d r a d e , de l a ins igne rel igión de I03 c lér igos j e s u í t a s , a quien podemos l l a m a r , y los de este Reino donde esto escr ibo, debemos l l a m a r todos, M a e s t r o de todos.»

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Comprende dos partes con distinta foliatura. La 1. a , la que corresponde al título consignado en la portada, 96 páginas. Tras la página 96, y en una sin folio, se contiene este nuevo título:

«•& Devoto ejercicio, o novena, en memoria de los dolores y gozos del señor San Josef, que podrán hacer sus devotos comenzándolo el 12 de marzo o en cualquier tiempo del año cuando quisieren alcanzar de este gloriosísimo Patriarca algún particular favor o conseguir el remedio de algún trabajo o aflicción. Compuesto por el doctor don Jnan Bautista de Toro, Director de la Congregación de la Escuela de Cristo, sita en la insigne Capilla del Sagrario de la Metropolitana Iglesia de Santafé del Nuevo Reino de Granada, y Examinador Sinodal de su Arzobispado.»

Comprende esta segunda parte 23 páginas. Esta edición, sin lugar expreso (Santafé) ni ano, es impor

tante en la historia de nuestra imprenta, por su relativa antigüedad.

Tiene aprobaciones dadas en Santafé en 1711. Pero no se imprimió entonces, porque el autor en el Secular Religioso (§ 238), dice que escribió la Grande Reina y que la envió a España a imprimir, por no haber entonces imprenta en estas partes. Trae luego esta edición licencias fechadas en Madrid hacia fines de 1714. No se sabe porqué no se dio allá a la estampa, o si ésta es, aunque no lo dice, reimpresión. El hecho es que estando escrito el libro cuando no había imprenta, y habiéndose impreso luego, debe ser o la primera, o una de las primeras ediciones, y anterior probablemente al Compendium privilegiorum et gratiarum, 1739, que es la impresión bogotana de más antigua fecha conocida que tenemos, aunque no citada por los que han escrito sobre la introducción de la imprenta en la America Española.

Biblioteca Nacional, Sala Americana, ix, 34. II) <=Definitionarium | morale | sive | definitiones | Theolo-

giae moralis confessa— | riis valde útiles ac neces— | sariae | ex | variis selectis Auctoribus collectae | A ) D. Doctore

Joanne Baptis— | ta de Toro, Doctore Theologo, Diré— | ctore Congregationis Scholae Christi sitae | in Alma Metropolitana Ecclesia, E x a — ¡ minatore Sinodali, Missionario & \ Qualifica-tore Sanctae Inquisitionis in i— | psomet Archiepiscopatu novi Regni | Granatensis inlndiis Occi— | dentalibus. | Anno 1730. Cordubae per Franciscum León & Mesau.»

En 8.° pequeño, 16 páginas preliminares, 318 páginas. Biblioteca Nacional, Sala Americana, v, 50. III) «£7 Secular religioso, para consuelo y aliento de los

que viviendo en el siglo pretenden lograr • el Cielo. Divídese en dos libros. En el primero se muestra que todos los seculares de cualquier estado, calidad y oficio, pueden ser muy religiosos: en el segundo se exhorta para que puedan serlo, tratando de los estados y oficios, y en particular de los más nobles, señalándole

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a cada uno sus reglas, y comprobándolo todo con doctrina de los más excelentes Autores y ejemplos de Seculares. Dedícase a la Universal Suprema Reina María Santísima, Madre del Verbo Divino, y esperanza de todo el género humano, por mano del Secular San Josef su esposo. Por el más indigno esclavo de sus fieles devotos, el doctor don Juan Bautista de Toro, Capellán y Director de la muy religiosa Congregación de la Escuela de Cristo de Seculares, fundada en la insigne Capilla del Sagrario de la Metropolitana Iglesia de la ciudad de Santafé en las Indias Occidentales. Con privilegio—En Madrid: por Francisco del Hierro. Año de 1721.»

En 4.°, 15 hojas preliminares, 396 páginas e índice sin foliar en 8 hojas.

Después de la portada hay una lámina, dibujada y grabada por Irala. En la parte superior está María Santísima con el Niño Dios, y a un lado y otro, de rodillas, Pontífices y confesores bienaventurados. En la parte inferior un ángel vuelto hacia abajo cubre con ancho escudo a los seculares que a su sombra se guarecen contra las tentaciones, figuradas en forma de diablillos que disparan flechas. Al pie este dístico:

Diva , neo ignit is p e n e t r a b i l i s limbo s a g i t t i s Host ica in auctor is te la retunde caput .

Año de 1721.

Lleva aprobaciones, dadas en el Nuevo Reino, de don Carlos de Bernaoie Carvajal, Deán de Santafe, de don Juan Flórez, Examinador regio en Sede Vacante, del Padre Cristóbal de Céspedes, de la Compañía de Jesús, y cartas encomiásticas al Autor, del doctor don Jacinto Roque Flórez de Acuña, Canónigo Doctoral de la Metropolitana del Nuevo Reino; del doctor don José de Chinchilla, Calificador del Santo Oficio, y uno de los congregados a la Escuela de Cristo; y luego siguen aprobaciones dadas en España por el Padre José Cassani, S. J., y otras.

(Segunda edición.)—Madrid MDCCLXXVIII (1778.) Por don Joaquín ibarra, impresor de Cámara de Su Majestad.

En 4." XXXll + 511 páginas. Ejemplar de la Biblioteca Nacional, Sala Americana, i, 107.

BREVE PRÓLOGO AL LECTOR, PORQUE NO LE DEJE DE LEER

«No dudo, que si tuvieres deseo, o lector católico, de tu espíritu al aprovechamiento, no repararás mucho en el estilo de este libro: porque el que está sediento, pone muy poco reparo en que le administren el agua en vaso de barro o jarro de oro; y el que siguiendo un camino le llega a errar, y pide al que está distante que le señale el que debe seguir, no se detiene en reparar, si las señales que le hace para que enderece sus pasos por donde debe, para no perderse, se las hace con alguna vara de plata o con algún báculo de leño tosco. Viador eres, cristiano hermano mío: a la eternidad caminas! Si vas errado, yo te mués-

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tro el seguro camino verdadero, para que no experimentes un precipicio sempiterno. No repares en el instrumento con que te dirijo. Yo en nada debo estimar el ser aplaudido de los críticos, a que siempre ha sido opuesto mi genio, y me corresponderán en la misma moneda, si se opusieren al mío. Lo que estimaré infinito, es que me entiendan, y que se aprovechen todos. Si eres discreto, no dudo que tendrás por mejor y más provechoso en materias morales el más claro estilo. Cuando los discípulos de Jesús vieron la claridad con que les hablaba la Eterna Sabiduría, calificaron por divina su enseñanza (1), porque a la verdad, la doctrina que viene de Dios no ha de ser oscura. Como tu corazón, donde ha de caer esta semilla, sea bueno, estoy cierto que lograré muy copioso fruto de mi pequeño trabajo. Porque aunque las manos del hortelano no sean pulidas, si el terreno es bueno, esto no hace al caso.

«Cuando te halles, lector católico, reprendido, no te muestres congojado; porque mi intención no es enojarte, sino advertirte, para que poniendo el reparo, tu enmienda excuse tu eterna ruina. Antiguamente los sacerdotes, por disposición del Altísimo, se lavaban en una fuente fabricada de espejos, para que conociendo en ellos sus manchas, y hallando en el agua pronto el remedio, quitasen con el agua las manchas que reconocieran en los espejos. Cuando en este libro, como en espejo, vieres, ¡o Secular cristiano ! vituperado tu vicio, no te indignes contra el libro, sino advierte que te pongo juntamente el agua para el remedio, que te administra su doctrina. Ninguno hay tan necio, que haga pedazos el espejo, en que mirándose reconoce alguna falta o mancha en su rostro.

«Toda tu felicidad eterna, muy amado hermano mío, consiste en que te apartes de lo malo, y te ejercites en lo bueno. A esto se endereza este libro, para todos los Seculares de cualquier estado: a esto se encamina mi deseo; no seas desagradecido: bien sé, que no tengo yo de ser tan dichoso, que cuando no hay autor, ni libro alguno, que no padezca, o ya el desprecio, o ya la calumnia, sólo éste haya de ser de todos apreciado. Estoiue-ra una presunción, sobre más que necia, la más temeraria. Si consigo ser de alguna manera instrumento, mediante mi trabajo (que ha sido el procurar que nada sea purameute mío, sino de los más excelentes autores que a mis manos han llegado) el que se excuse un solo pecado en el mundo, con esto estoy más que pagado, contento y satisfecho. Fío de la grande Reina María Santísima, a quien le dedico, que tengo de lograr mucho más que eso.

«El motivo que he tenido en emprender esta obra,atrepellando mi ignorancia, y a vista de tantos y tan preciosos libros, como están saliendo a luz cada día, ha sido el haber visto, y estar experimentando, que en aplicándose los Seculares a la virtud con resolución verdadera, hacen vida muy religiosa; porque habiéndose fundado en este tiempo, y en esta ciudad de

(1) «Nunc soimus q u i a a Deo ex is t í , qui p a l a r a loqueris ,» l o a n , 16.

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Santafé, del Nuevo Reino de Granada, en las Indias Occidentales, una congregación de Escuela de Cristo de sujetos Seculares, cuyo instituto se funda en tener cada día un rato de lección, otro de oír una plática, y después ocupar en el santo ejercicio de la meditación otro rato en la Capilla del_ Sagrario de la Iglesia Metropolitana, la cual Capilla es fábrica^ que puede competir con las más primorosas y costosas de la Europa, según certifican los que de allá vienen, a expensas de la gran devoción de un Secular Mercader, el Sargento Mayor Gabriel Gómez de Sandoval, natural de la Villa y Corte de Madrid, digno de eterna memoria, por el grande amor y devoción que tuvo al Sacramento de la Eucaristía, en cuyo obsequio gastó toda su hacienda, que fue mucha; y habiendo logrado yo la felicidad de ser el Capellán y Director de esta congregación, estoy viendo que los congregados de ella (que exceden el número de doscientos, de todos estados, calidades y oficios) proceden tan ejemplares, que causan una santa y humilde emulación, aun a los religiosos monásticos. Este motivo he tenido para persuadir a todos los seculares, que pueden ser en sus estados religiosos, y vivir como religiosos en el siglo, así para alentar a los que se han dedicado ya a la virtud, para que en ella se adelanten y perseveren, como para que se alienten a emprenderla los que imaginen que es, o incompatible, o muy dificultosa la profesión de la santidad y virtud con el estado Secular.

«Lo que pido por reverencia de la sangre preciosísima de Nuestro Redentor Jesucristo, a aquel a cuyas manos llegare este libro, es, que no haga con él lo que ya se usa hacer tanto con casi todos los libros: leer sólo el título, o una plana por curiosidad, darle de mano, o ponerle en la de algún niño de la escuela, para que en él aprenda a leer y le despedace. Por esto sólo alabo el gusto de los que, aun las materias que podían ser a los seculares muy provechosas, más quieren escribirlas en latin que en castellano. Innumerables son los libros que hay provechosísimos para los fieles, y serán muy contados, o muy pocos los sujetos, que puedan afirmar que han leído algunos desde el principio hasta el fin: Vale, et in ceternum vive.»

APUNTACIONES DEL LIBRO PRIMERO (1)

Número 5, página. 3 «¿Cómo llamaremos a los Seculares cuando los vemos (como solemos verlos en esta ciudad en la Capilla del Sagrario) que desnudándose las capas, toman en las manos la escoba para barrer la iglesia, si_no los llamamos Seculares Religiosos, ¿pues asi tributan al Señor humildes cultos?»

(1) E s t a s apuntac iones de p a s a j e s en que se h a c e mención de c o s a s r e l a t i v a s a e s t a s t i e r r a s , y especialmente a l a E s c u e l a de Cristo , fueron t o m a d a s por un curioso y erudito lector de S a n t a f é , cuyo m a n u s c r i t o , fechado en 1790, nos l imitamos a r e p r o d u c i r aquí

L o s números indican los p á r r a f o s , que tienen u n a m i s m a mime, r a c i ó n en a m b a s ediciones. L3s páginas se refieren a la edición 1 * de F r a n c i s c o del H i e r r o .

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Número97, página 18.... «Qué bien decimos, cuando confesamos: ¡soy cristiano por la gracia de Dios! Acostumbran los Reyes y los Obispos en sus cédulas y edictos decir: Don Felipe, por la gracia de Dios Rey de Castilla, etc. Don Francisco de Cosió y Otero, por la gracia de Dios Arzobispo del Nuevo Reino de Granada, etc. Dando a entender que una tan grande dignidad, como ser Rey de España o tener una mitra, fue favor muy especial que Dios le quiso hacer »

Número 121, página 74 «Mi muy venerado Padre y Director (aunque mi malicia no me permitió el aprovechamiento de la enseñanza) el Padre Pedro de Mercado de la nunca bastantemente alabada Religión de la Compañía de Jesús, en su áureo librito que compuso de la destrucción del ídolo qué dirán? habla de este modo »

Número 153, página. 90 «Al fin me admira y asombra el ver a muchos seculares que a pocos días que se congregan en la congregación de la Escuela de Cristo, donde el principal instituto y obligación es gastar cada noche en la Capilla del Sagrario de esta ciudad de Santafé del Nuevo Reino de Granada un rato de oración mental, después de haber oído el punto que se ha de meditar y una plática que se les hace sobre el mismo punto; me admira, digo, ver a los que a este santo ejercicio se congregan en breve tiempo tan mejorados en sus costumbres, tan devotos, tan temerosos, tan recatados en sus palabras., etc., que es fuerza decir: esta es mutación de la diestra del Excelso. Esto puede y esto hace un rato de oración cada día. ¡O, válgame Dios! ¡Quién pudiera hacer que todos lo hicieran así! A lo menos vosotros, ¡o hermanos míos! los congregados de esta santa Escuela, perseverad en vuestros ejercicios, no faltéis por más a ellos aunque os juzguéis y conozcáis por muy pecadores e indignos; porque mediante la oración os haréis dignos de los favores soberanos »

Número 158, página 97 «Concluyo para que hagas aprecio de lo que es ocupar en oración mental aunque sea un rato cada día, con estos casos de que soy testigo, por haber pasado por mis manos. Ya he dicho en otros lugares cómo en esta ciudad de Santafé del Nuevo Reino de Granada hay una congregación de Seculares de todos estados, calidades y oficios que a prima noche se congregan a oración mental. Léeseles el punto, se les hace sobre él una plática, y oran por algún tiempo. Soy, aunque indignísimo, Director de esta santa congregación, y por esta causa vino a mí un sujeto, de edad de más de veinte años, que jamás se había confesado, y me dijo que habiendo entrado sólo por curiosidad en esta Capilla una noche y oído el punto, se movió de modo que se determinó a perseverar en este ejercicio y tratar de su salvación. A otro le sucedió lo mismo, y hacía catorce años que no se confesaba. Otro se hallaba ya sin esperanza alguna en la divina misericordia, por lo cual ya ni el solicitarla le pasaba por el pensamiento; pero movido de la fama del mucho provecho que las almas experimentaban con la asistencia a la Escuela de Cristo (que así se llama la congregación) vino a ella y en breve mudó de vida.»

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Número 213, página 145 «Le oí decir en una ocasión al Venerable Padre Pedro de Mercado, de quien hago memoria en otras partes de este libro (y la haré cuando se me ofreciere; porque demás de ser, como era, el oráculo de esta ciudad de Santafé en las Indias, fue Padre de mi alma); le oí decir, digo, que si fuera Obispo o Arzobispo éntrelos exámenes que les había de hacer a los clérigos pretensores de Ordenes, era, si habían leído el Libro de Instrucción de Sacerdotes, que compuso el Padre don Antonio Molina Cartujano, y no debía conferir el Orden sacerdotal a quien no le hubiese leído primero, para que no se arrojasen ciegos a ser sacerdotes »

Número 216, página 248 «El muy piadoso y muy espiritual Padre Pedro de Mercado, religioso de la muy sagrada Religión de la Compañía de Jesús, y uno de los más ejemplares religiosos que en estos tiempos hemos conocido en este Nuevo Reino, dice en su Cristiano Virtuoso »

Número 232, página 159 «Yo no he sido ni soy Cura de Indios, y así no digo esto por pasión alguna sino por compasión, nacida de lo que muchas veces en los pueblos indios he visto cuando en ellos he estado aunque de paso »

Número 238, página 161 «Cada mes a lo menos una buena confesión y comunión. Esto le agrada mucho a la Virgen. De más de esto, cada mes puede señalarse un día en que retirado se dedique a tratar y orar a la Santísima Señora. Para este fin tengo al presente remitido un cuadernito para que se imprima en España, porque en estas partes de las Indias en que me hallo no hay imprenta, cuyo título es Día de la Grande Reina y aunque compuse este ejercicio con especialidad para las personas religiosas, que viven intra claustra, por ser las que tienen más fácil conveniencia para su práctica, no obstante, puede haber muchos Seculares que tengan modo de ejercitarlo »

Número 233, página 162 «O puede tomar de memoria esta oración que para este fin compuso y ejercitaba el Venerable Padre Pedro de Mercado, de la Compañía de Jesús, varón muy espirirual:

A h o r a , V i r g e n , a h o r a , Que a J e s ú s p i d a s te pido, Que en su pecho, como en nido, Me defienda en c a d a h o r a . »

(Y al margen dice: Eja, mater, natum, ora, ut nos servei omni hora).

APUNTACIONES DEL LIBRO SEGUNDO

Número 80, página 229 «Otro caballero en otro caso de desafío (de que yo fui testigo) dio una respuesta, que fue muy celebrada. El dicho caballero (que aún vive cuando escribo esto), uno de los más asistentes congregados de una congregación muy ejemplar de muchos Seculares de todos estados, con-

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diciones y oficios fundada en una insigne y muy primorosa Capilla del Sagrario de la Iglesia Metropolitana de esta ciudad de Santafé en las Indias, donde a prima noche se congregan al ejercicio santo de la oración y otros espirituales ejercicios. A tiempo pues que el sobredicho caballero venía a la Capilla, se encontró con el que le provocaba, el cual no es de los más afamados en la valentía; pero lo que halló por respuesta fue: es hora ya de oración, a que no puedo faltar por ir a reñir. Los que de esto tuvieron noticia, alabaron la respuesta de este caballero y se burlaron del otro, que quería reñir con el que tenía más valor.»

Número 153, página 281 «Logró la ciudad de Santafé del Nuevo Reino de Granada en las Indias Occidentales, donde esto escribo, que naciese y fuese Cura Rector de la Metropolitana Iglesia, y después Racionero de ella el doctor don josef Pérez Manrique, hijo del señor Marqués de Santiago don Dionisio Pérez Manrique, Presidente que fue en el mismo Nuevo Reino y uno de los más Seculares religiosos de los que han gobernado en este Nuevo Mundo. Entre otras admirables virtudes con que el doctor don Josef nos edificaba y admiraba a todos resplandecía en grande manera en la caridad y misericordia con los prójimos: y porque al presente se están haciendo las informaciones de sus heroicas acciones y angelical vida, para que quede impresa su memoria para la posteridad, diré solamente lo que hace a mi propósito. Procuraba este apostólico ministro del Altísimo, con todos los esfuerzos de su cariñoso natural, estrecharse en amistad con los mancebos que conocía bien inclinados, y en habiéndoles ganado la voluntad, de tal suerte los reducía con sus exhortaciones (que acompañaba muchas veces con lágrimas) al ejercicio de la oración, mortificación y frecuencia de sacramentos, que en una ocasión vi y conté yo más de veinte jóvenes que tenía en oración en su compañía en la Iglesia Catedral, los más, o casi todos, estudiantes, a quienes congregaba a estos ejercicios todos los días, con tan feliz logro de su caritativo desvelo, que al presente son casi todos sacerdotes muy ejemplares y algunos Curas muy fervorosos, confesando unánimes que a la amistad del doctor Manrique le deben todo su bien, porque con ella habían reprimido los perniciosos orgullos de la juventud. Esto hace tener un hombre cuando mozo un amigo bueno.»

Número 173, páginas 295 «Para esto aprende el Secular que quiere vivir como religioso y orar como religioso del modo con que oraba aquel Secular religiosísimo, el Venerable Gregorio López. Esta era su continua oración: Hágase Señor tu voluntad. Y ¿quién podrá decir cuánto aprovechó por orar de este modo? Procuren leer los Seculares su vida para aprender de este Secular, y para admirarle en todo, porque en realidad es una de las vidas de Seculares religiosos más admirable.»

Número 193, página 313 «Quinta. Recoja los lugares, sentencias, argumentos y respuestas que oyere de sus maestros y que más le agradaren de los libros, y apúntelo todo con breve-

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dad en algún compendio para provecho suyo y de los demás' Un insigne maestro que tuve aconsejaba que siempre que abriésemos el libro, pusiésemos junto el tintero para apuntar lo que después se nos podía ofrecer y padecer la congoja de no hallarle con facilidad, que es congoja bastantemente tormentosa. Regla es también de Séneca ésta» (1).

Número 258, página 352 «Yo conozco al presente algunos médicos en esta ciudad de Santafé donde escribo esto, tan piadosos, que con sus espirituales conversaciones me consta han remediado muchas conciencias enfermas También digo lo que queda ya dicho en el libro primero, y es: que la principal regla que ha de guardar el Secular cristiano para ser religioso en su estado, es no hacer caso de los dichos del mundo, porque en haciendo aprecio de esto, va perdido. Lee, sino le has leído, ese capítulo que confío en Dios te puede alentar muy mucho, porque toda es doctrina de uno de los más ejemplares jesuítas y Directores de espíritu, el Padre Pedro de Mercado, que yo he conocido y por mi felicidad tratado mucho, aunque me aproveché muy poco, en este Nuevo Reino.»

Los extractos que preceden darán una idea, aunque imperfecta, del mérito de la obra de Toro. El pensamiento general es hermoso y fecundo, y su plan está bien trazado: en la primera parte el autor, moralista de buena escuela, expone cómo puede un seglar servir a Dios y salvar su alma, cualquiera que sea su posición social, su profesión u oficio; y en la parte segunda, da las reglas especiales de sus deberes religiosos a los gobernantes, a los jueces, a los nobles, al padre de familia, al estudiante, al abogado, al médico, y por último, al militar.

Ofrece este libro particular interés a los congregantes de la Escuela de Cristo, pues por esta congregación y para ella se escribió El Secular Religioso. El autor, edificado con la conducta de muchos de aquellos congregantes, que él dirigía, dice expresamente que en ellos descubrió realizado el tipo cumplido del cristiano en el siglo, y que de ellos recibió la inspiración de su obra.

Tiene también El Secular Religioso cierta importancia literaria, porque en época en que el gongorismo, con la autoridad de los escritores peninsulares, había pasado a las Indias y pervertido completamente el gusto literario, invadiendo aun los colegios de la Compañía de Jesús, que debieran ser refugio del buen gusto, don Juan Bautista de Toro escribía en estilo natural, sencillo y armonioso. Su erudición sagrada y profana, no va mezclada al texto, en impertinentes interpolaciones, como entonces se usaba (y de tal vicio dan ejemplo algunas de las aprobaciones que preceden a la obra), sino que brillan separadamente, en discretas notas marginales, que fundan la doctrina sin oscurecer ni embarazar la exposición. El mismo doctor Toro, en el prólogo de su libro, protesta contra el mal gusto que en su tiempo reinaba, y en favor de su doctrina literaria invoca el

(1) E p í s t o l a , 86.

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ejemplo de Jesucristo, recordando que la claridad de su predicación fue eficaz testimonio de su Verdad.

Muy favorable acogida debió de alcanzar la primera edición de El Secular Religioso, cuando mereció ser nuevamente publicado por Ibarra, impresor del Rey, en 1778. Es singular fenómeno ver al impresor de Cámara de Carlos m reproducir en elegante edición una obra cuyo autor tributa constantes elogios a los jesuítas, y condena enérgicamente la conducta de los españoles que pasaban a América con empleos de Su Majestad.

Y este es un lado muy interesante de la obra del doctor Toro, pues apenas habrá habido autor que hable en esta materia con tanta libertad.

Juzgúese por el párrafo siguiente: «Qué es ver y considerar, cómo por pasar vida regalada

muchos de los que tienen el nombre de cristianos, tan indignos de este nombre como yo, muchos Corregidores, digo, y Encomenderos, que se sustentan de la sangre de estos desdichados, como en este mismo Reino lo mostró aquel asombro de perfección San Luis Beltrán, cuando hallándose en la mesa de uno de éstos, y tomando en su mano una arepa (que así se llama un género de pasta, o pan, que hacen de maíz los indios), y exprimiéndola, sacó de ella bastante sangre, y dijo: Esta es sangre de los indios, con que os sustentáis. ¿ Qué provecho podrá hacer a vuestras almas? Y si entonces, cuando los señores Corregidores, y señores Encomenderos se contentaban con el sustento de las arepas, sacaba sangre de ellas aquel celosísimo valenciano, ¿qué sacará ahora, cuando rto se contentan con medianos regalos a costa de estos infelices, a quienes tratan a veces con más vilipendio que a los brutos, y más desprecio que si fuesen vilísimos esclavos, sólo por conocer que son sus espíritus tan pusilánimes, y naturalmente tan humildes, que jamás levantan ni aun la voz, sino es cuando a fuerza de azotes (con que por ligeras faltas los atormentan muchas veces) les obligan a que la levanten hasta los Cielos, que penetrados ya de sus gemidos, van contra todos despidiendo justos castigos? De sus desnudas y trabajadas carnes sacan con infernal tiranía el sudor, que clama al Cielo, para tener sobrado para el regalo, la vanidad y el juego, y para tener siempre sus trojes abastecidas, solicitan mil estratagemas, haciéndose dueños de sus pequeñas sementeras; y para vestirse ellos de seda, no les permiten a estos tristes ni aun ser dueños de una vestidura de que usan de muy basta lana. ¡O, quién pudiera hacer, que los piadosos ojos de nuestro muy Católico Monarca viesen, como los nuestros lo están viendo, las inhumanas extorsiones que padecen estos pobres! ¡ Vuestra Majestad, Señor y Supremo Monarca del Cielo y de la Tierra, a cuya vista nada está escondido, proveed el remedio!»

Y en otro lugar: «No puedo menos, lector mío, a vista del agravio que reci

bió esta pobre india por manos de la codicia, que lamentarme de lo mucho que por la codicia de los españoles padecen los in-

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dios. Perdóneseme la digresión por candad. A esta pobre le quitó la vista del cuerpo la ajena codicia; mas a los españoles, que el amor del oro y la plata trae a las Indias, comúnmente les ciega las almas su codicia propia. A esta pobre india le quitaron la vista que Dios le había dado; pero son innumerables a los que les estorban la vista espiritual, que podía Dios darles; porque son sinnúmero los indios gentiles que hay en contorno de la Provincia donde estoy escribiendo esto, los cuales se resisten al cristianismo, por las noticias que tienen de lo que los oprimen los españoles Corregidores, Encomenderos, etc., cuando son cristianos y los tienen, debajo de su obediencia por sacarles plata. ¡Quién pudiera imprimirles en sus memorias a esos señores Encomenderos, y a los Corregidores y los demás, que llevados del demasiado apetito de riquezas, pretenden oficios para estas partes de las Indias, lo que les dificulta San Francisco Javier su salvación! Y en otra parte dice, que de éstos se entienden aquellas palabras: Deleantur de libro vitce, cum iustís non scribantur. Sean borrados del libro de la vida, y no se escriban con los justos. Yo tengo para mí, por cosa muy cierta, que son pocas las almas de Corregidores, Encomenderos, Presidentes, Oidores o Gobernadores en las Indias que se salvan. No porque juzgue yo que no pueden los Seculares ser muy justos y aun, santos en sus oficios, pues el fin del trabajo en formar este libro no es otro que persuadirles con razones y ejemplos, que pueden ser en sus estados y oficios ante los ojos de Dios muy agradables, y señalarles las reglas, con cuya observancia cumplan con sus obligaciones; sino porque regularmente hablando, es dificultosísimo el que un corazón, en quien reina encastillada la codicia, se sujete a regla. La prueba es evidente. Porque ¿qué reglas ni leyes más justas, más conformes a razón, ni más santas, que las que nuestros Reyes y señores tienen dispuestas y prevenidas en orden a evitar las extorsiones, los malos tratamientos e injusticias, que dichos ministros pueden ejecutar contra estos indios miserables? Pero ¿cómo, ni cuándo se observan? Lo que lloran nuestros ojos es el que los de nuestro Rey, señor de España, estén tan lejos, y que sólo lleguen a sus oídos informes de los mismos interesados en los agravios contra los indios.

«Lo peor de todo es que si algunos Curas, llevados del celo de la caridad y compasión, tan propia de los sacerdotes, quieren alguna vez defenderlos o ir a la mano a los Corregidores, éstos entonces, como cada día se experimenta, tiran con la venganza, hasta quitar a los Curas la honra. ¡Oh Dios eterno! ¿Qué remedio podrá tener este daño? Sólo el que puede dar vuestra misericordia.»

¿No parecen estas palabras como un anuncio de nuestra emancipación política? No que el doctor Toro invocase medios humanos, ni en ellos pusiese esperanza alguna, como que única-mentela tenía en Dios; pero al cabo, el que condena con tanta energía todo un orden de cosas, prepara en la opinión pública

E s t u d i o s l i t e r a r i c s — M . A . C a r o — 3

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el camino a los reformadores. En los pasajes transcritos se ve bien determinada la rivalidad entre la raza criolla y la española. El clero era numeroso, y en su mayor parte criollo, y formaba con los naturales un mismo principio de nacionalidad. Un siglo después el Pacificador Morillo se quejaba de que el clero del Nuevo Reíuo era hostil a la causa realista y favorecía la independencia. Por lo demás, si el doctor Toro resucitara, hallaría en vez de Encomenderos, gamonales no menos tiránicos con los pobres indios; que al cabo las razas sojuzgadas y envilecidas nada deben esperar de leyes humanas ni de transformaciones políticas; sólo la caridad cristiana les brinda consuelo y alivia su lenta agonía.

Pero lo que debe causar mayor sorpresa a quienes saben la historia sólo de oídas, es que quien tan terribles acusaciones escribía reconviniendo y conminando con eternos castigos a los poderosos de la tierra era un alto empleado de la Inquisición. En tiempo de Felipe II la Inquisición española condenó y castigó a los que sostenían que el Rey era dueño de vidas y haciendas. ¿Qué mucho que un inquisidor censurase con tal vehemencia a los que sin ser reyes querían ser dueños de vidas y haciendas en América? (1).

La publicación de esta obra en España y su reimpresión por Ibarra, demuestra también (dicho sea en honor del Gobierno español) que si se cometían grandes abusos por los que representaban la autoridad real en las Indias, gozábase también de no poca libertad para denunciarlos y execrar a sus autores públicamente. Pero no por eso deja de ser cierto que esta libertad de censurar por la imprenta los abusos y los crímenes de los fuertes se apoyaba en la censura eclesiástica, y especialmente en el pase de la Inquisición, tan celosa siempre en perseguir a los cizañeros y perturbadores de la paz de las conciencias, como en amparar la inocencia desvalida.

Véase, tocante al modo como se ha de castigar, la opinión de este calificador del Santo Oficio, consignada en libro aprobado por el mismo Tribunal:

«Cuando Dios nos castiga, entonces da indicio de ser nuestro verdadero Padre, y en castigar también el padre de familia

(1) L a Inquisición se estableció en C a r t a g e n a en 1611 p o r R e a l C é d u l a de F e l i p e iti (11 de marzo de 1610), y su jur isdicc ión a b r a z a b a el Nuevo Reino tíe G r a n a d a , Costa F i r m e , i s l as de Bar lovento y E s p a ñ o l a y las provincias del distr i to de l a R e a l A u d i e n c i a de S a n to Domingo.

L a Inquisición de C a r t a g e n a mereció eloerios del P r e s i d e n t e N a r i ñ o y de la S u p r e m a J u n t a de S a n t a f é .

Con motivo de h a b e r el S a n t o Oficio de C a r t a g e n a d e c l a r a d o inocente y repuesto a su ministerio al doctor Estévez, presbí tero p a t r i o t a , perseguido por sus opiniones polí t icas , la S u p r e m a J u n t a , en su Manifiesto de 26 de septiembre de 1810, di jo que l a «Inquis ic ión de C a r t a g e n a e r a un T r i b u n a l I M P A R C I A L , A D O N D E NO H A B Í A N P O DIDO P E N E T R A R L A S M A Q U I N A C I O N E S D E L P E S P O T I S M O . »

V é a s e G R O O T , Historia Eclesiástica, tomo ir, p á g i n a 320.

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ha de dar este indicio mismo; pero castigue al estilo de Dios, pues está en su lugar, mezclando con el castigóla misericordia. Nunca castigue arrastrado del furor repentino. Jamás permita que su ira haga de repente lo que después la razón ha de sentir de espacio. Cuando haya de castigar sea la razón, no la pasión. Sea a fin de que se enmiende la culpa de! siervo, no a fin de que el enojo del Señor quede vengado. Escarmiente en las abejas, que siempre que hieren es con enojo, y por eso se destruyen cuando hieren. Nunca quema la leña, que no se abrase. Mucho turba la ira a los ojos del alma. Deje que pase el furor para castigar, si quiere como cristiano corregir. De Moisés y de Aarón se quejó Dios, porque con la vara hirieron la piedra, pudiendo hacer sólo con voces el que diera agua. Cuando pueden bastar las correcciones, es rigor usar de azotes. Cuando basta la voz, no es menester el palo. No tiene espíritu de Dios el que es riguroso, cruel y mal acondicionado, espíritu diabólico sí tiene. Aunque hallemos al prójimo convencido en algún delito, lo hemos de corregir con blandura, dice San Pablo, si nos preciamos de espirituales, como lo debemos ser, si nos preciamos de religiosos, cristianos y católicos benignos.»

Y por lo que hace a oscurantismo, léase el precioso capítulo dedicado a los estudiantes. Jamás se ha escrito exhortación más fervorosa al estudio ni más exaltado elogio de la Sabiduría

(El Repertorio Colombiano, oc tubre , 1886).

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EL CENTENARIO DE RICAURTE

— T e conozco, m á s c a r a . Dicho.

E n ei antro se ocul ta la fiera. Palabras de <s.La Si estay.

La adoración para que sea digna de aquel que la recibe, ha de venir de un corazón exento de impureza; no de los labios sólo; menos de un alma dominada por la pasión o cegada por odios vengativos.

Los homenajes tributados a Ricaurte han tenido de todo. Ha sido esta una festividad cívica, en cuyos altares, cubiertos de flores por ¡a gratitud nacional, se han presentado también ofrendas envenenadas.

La Siesta, periódico literario (?), quiere que la poesía que conmemore el heroísmo de Ricaurte no sea «una silva enfermiza, arreglada por el tocador con los guiñapos de la retórica»; y en esto, salvo los términos en que se expresa el deseo, tiene razón La Siesta, quien, por lo demás, parece condenar al desprecio los versos que ella misma inserta en sus columnas; pero afirma también que «la oda digna de Ricuarte ha de ser el grito del pueblo, la cólera del oprimido, el estigma del tirano.... el acento de la victoria, Y EL VATICINIO DE UN PORVENIR LIBRE PARA COLOMBIA»; y todo esto no es más que un desahogo antiestético y anticientífico de La Siesta.

La poesía a que el sucesor de La Batalla alude, esa poesía en la forma noble y grandiosa que no sabemos si a él habría de satisfacerle, es aquella música guerrera que alienta a los combatientes en tiempos de lucha por la libertad e independencia de la Patria; es la bélica trompa de Tirteo y de Quintana.

Pero no es esa la Musa destinada a enaltecer e inmortalizar, pasada la tormenta, a los héroes que, purificados del humo y de la sangre de los combates, sólo deben aparecer ante los ojos de sus admiradores como radiosos padres de la Patria.

En la región gloriosa, el acero del héroe no hiere ni amenaza; el corazón del que luchó y sucumbió noblemente, no late de furor; su ceño está desarrugado y anuncia mansedumbre; sus heridas no vierten sangre, sino despiden luz; tal es la hermosa transformación de la apoteosis.

Por eso el canto digno de los héroes y los mártires no es grito colérico, ni invectiva rabiosa, ni sátira maligna; es himno majestuoso y sereno, como el Cinco de Mayo de Manzoni, como el recuerdo que consagró Wolfe a la memoria de Sir John

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Moore: dos de los más admirables, quizá los mejores, trozos de poesía quena producido nuestro siglo en un género de poesía escencialmente cristiano, como que han de acompañarle sentimientos de perdón y gratitud que sólo el Cristianismo sabe inspirar.

Absorto en su asunto, el cantor ha de guardarse de las sugestiones del egoísmo, de distracciones pueriles. Y si hace comparaciones con pasadas épocas o con la presente, no ha de incurrir en irreverencias o injusticias, ni menos ha de mezclar la sátira con el canto, tornando el homenaje en profanación y sacrilegio.

El amor patrio es un afecto nobilísimo, generador de grandeza y heroísmo; pero no por eso hay derecho—y no lo decimos por La Siesta—a confundir este orden de sentimientos, esta especie de virtudes con los sacrosantos misterios de la Religión. Puede bien compararse el nombre del héroe bogotano con otros que honró la antigüedad, como lo hizo Bello:

Con los ele Cedro y Curc io el de E i c a u r t e ( 1 ) Vivirán , m i e n t r a s h a g a n al humano Pecho l a t i r la l i b e r t a d , l a g l o r i a .

Otra especie de recursos, de que no queremos hacer mérito textual, nos parece inadmisible. Los románticos franceses, y especialmente Víctor Hugo en sus malos tiempos, introdujeron esa detestable confusión de cosas humanas y divinas, tan contraria al buen gusto como al recto juicio. Comulgar en una idea aunque esta idea fuese la más impía, fue frase que anduvo en boga en Francia, y que puede servir de muestra de este tecnicismo, más propio del espiritismo que de la poesía.

En el orden moral hay muchas moradas, y en el histórico cada gloria tiene su puesto. Por heroico y extraordinario que fuese el sacrificio de nuestro compatriota, incurriría en falta de respeto y en inoportunidad quien para tributarle sus homenajes pretendiese comparar a San Mateo con el Circo Romano, y traer a cuento aquella escena admirablemente descrita, a otro propósito, en breves y magníficas líneas, por el más espiritualista y acaso el más original de ios modernos poetas de lengua española:

Vemos la virgen m á r t i r * l á s fuerte que el león que l a devora , L a rota veste recogiendo en c a l m a ; P u e s de e l l a el sólo postr imer anhelo E s e levarse i n m a c u l a d a al c ielo .

Para ensalzar a Ricaurte no se ha debido insultar a España ni falsear la Historia. Pasó la moda a los romances ibericidas. La Siesta afirma que «las legiones españolas no tuvieron héroes.» ¿Los mejores llaneros de Páez no fueron primero realistas? ¿Y de López y otros tantos que siguieron hasta el fin la

(1) C o m p a r a c i ó n que La Siesta copia sin c i t a r a Bello-

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bandera de España, no hace el mismo Páez altísimo elogio? La afirmación de La Siesta redunda en mengua de los americanos, por dos razones: primero, porque las tropas realistas se componían en gran parte de americanos; y segundo, porque en toda guerra prolongada, las fuerzas morales como las materiales de los combatientes, se equiparan más o menos Si en los realistas no hubo valor ni abnegación, si fueron unos cobardes, no hubo tampoco gloria en vencerlos. Tales son las consecuencias que provoca la exageración, la injusticia.

«Los soldados del déspota—dice La Siesta—matan y mueren con un ruido de garras y de mandíbulas en que se reconoce a la fiera del bosque; y el cadáver del sicario, sean cuales fueren sus señales, será siempre como el de la bestia feroz, que se pudre causando asco en la floresta.» ¡Qué ferocidad de lenguaje y qué saña la que revela! Esa fiera de mandíbulas y garras, más que a déspota alguno, simboliza a la prensa enemiga del orden social, que, felizmente encadenada, todavía enseña Tos colmillos y gruñe. ¡Soltadla!

Pero La Siesta no se contenta con insultar a España. Parece que quisiera derivar el mérito de Ricaurte del oprobio únicamente en que quiere envolver a los patriotas, jefes, compañeros y amigos de Ricaurte, que sobrevivieron a la lucha. Es preciso morir, y morir pronto, para merecer el elogio de ciertas gentes.

Volvemos a copiar: «Algunos de los más esclarecidos (guerreros de la Indepen

dencia) mancillaron sus títulos cuando desconocieron su obra, o dieron suelta al desorden de la ambición personal. Muy grandes en la lid, probaron luego haberlo sido para satisfacer más tarde inmensos apetitos.»

Con estas ofensivas alusiones a la memoria del Libertador y de cuantos pensaron en establecer el orden después de la guerra (incluso el general Santander, que como gobernante trató siempre de reprimir la anarquía); con este incienso cargado de odios, se ha tratado de festejar el centenario de Ricaurte!

Ahora, si el apologista del héroe de otra época quiere moralizar, y presentarle como medelo a la generación presente, no ha de confundir las necesidades de los tiempos. ¡Ojalá todos nosotros tuviésemos el valor de Ricaurte para sacrificarnos por la Patria, pero no incendiando parques, porque de eso no se trata!

Las a'usiones que hace La Siesta a hombres y cosas contemporáneos no son, ni era de esperarse que fuesen, más corteses ni benévolas que los aleves tiros que dirige a la memoria de Bolívar y a los hombres y glorias de la antigua Colombia.

Un escritor en verso dice, y esta muestra es la más inocente:

Que te coronen otros de inmorta les ! Sólo crecen espinas y zarzales

E n mi p a t r i a infelice! E m p e r o no los daños

Que el Mal en sus furores nos d e p a r a , M a n c i l l a r á n tu g l o r i a !

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O de otro modo: «Colombia es un yermo, donde no hay una flor, oprimido por el Genio del Mal.» Suponemos que sólo de Colombia se trate, pues, no ha de llamar patria el autor, a Venezuela, a Guatemala, al Ecuador, a Chile, en fin, a las demás partes del mundo.

Véase otra muestra algo más explosiva: «Los varones de la Independencia iniciaron una obra de

demolición que no terminará sino muy tarde; lo que se llama simplemente orden—la quietud—la había en tiempo de los Virreyes En la enigmática tromba que subió a las nubes Ri-caurte se encerraban innumerables y grandes pensamientos. Esperemos sin desmayar en los contratiempos, la llegada de esos alados mensajeros. Vendrán »

Más claro y más rudo: «Después de la sin par inmolación de aquel gigante del

patrio amor, la aparición de un tirano en el país sería una afrenta tan grande como es grande la gloria de aquel mártir.

«Pero habría algo de más tristemente grande aún.... Que en la patria del inmortal Antonio Ricaurte FALTARA EL BRAZO DE UN HOMBRE digno que, heredero de su ejemplo y custodio de su gloria, vengara el oprobio de la cuna del héroe de San Mateo!

«¡ Oh Colombia, patria mía! ¡Que la historia no diga jamás que habéis perdido la virtud fecunda de dar héroes a la libertad!»

Todo esto o nada significa, o significa demasiado; o es un delirio, o es una sugestión premeditada. Parécenos ver renacer aquel periódico que anunció el asesinato del gran Sucre; ¿y para qué ir tan lejos? Aquí está La Salud Pública, aquí está La Actualidad, con sus excitaciones a !a eliminación personal.

Los héroes de la Independencia, entre los cuales aparece gloriosa la figura de Ricaurte, cumplieron su misión, conquistaron la independencia, y nos legáronla libertad de que tanto hemos abusado. A nosotros nos toca reparar nuestras propias faltas, y fundar orden y paz, indispensables condiciones de bienestar social. Hoy por hoy no necesitamos héroes de la libertad sino héroes de la lealtad y del deber.

La paz tiene sus héroes y aun sus mártires. El militar mismo merecerá lauro más brillante, pero no menor gratitud, cuando expone su vida en los campos de batalla por la Patria, que cuando disciplinado, leal y prudente, defiende el Gobierno establecido, contiene con su noble actitud a los eternos enemigos del orden, e inspira confianza a los hombres pacíficos y laboriosos, como guardián de la legalidad y garante de la felicidad pública.

En la esfera civil es héroe también, y capaz de sacrificio, el que tiene el valor necesario para combatir preocupaciones funestas, proclamar principios protectores de la sociedad, y matar el desorden, hiriendo los intereses de los que de hacer daño viven, y exponiéndose así a toda clase de sinsabores, y aun al peligro de perder la vida a manos de asesinos.

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López de Ayala, que fue gran dramático no sólo porque era eximio poeta, sino porque había estudiado profundamente el corazón humano, consignó en una serie de preciosos apuntes este importante pensamiento, que recomendamos a todos los colombianos que crean en la virtud y que no estén dispuestos a confirmar con su conducta aquella triste observación de que el sistema republicano se funda en la ingratitud y la envidia:

«Un solo personaje puede representar la modestia, la abnegación y hasta la ambición legítima. Es decir: cuando un hombre modesto y sencillo, y apasionado juntamente del bien, comprende que para realizar una idea fecunda que ha concebido, no tiene más camino qi.e gobernar la Nación, y a pesar desús hábitos pacíficos trabaja y s : esfuerza por adquirir el poder; en este caso, la ambición lejos de ser odiosa es digna de estímulo: ES UNO DE TANTOS SACRIFICIOS CON QUE LA A B -, EGACIÓN SE ENRIQUECE.»

{La Nación. iS junio lS8f>).

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IMPORTANTÍSIMO DESCUBRIMIENTO

Lamentaba el historiador Acosta, y con él todos nuestros historiógrafos y aficionados al estudio de los hechos de la Conquista, que hubiese desaparecido por completo la 4. a parte de las Elegías de varones ilustres de Indias, compuestas por Juan de Castellanos, el más antiguo, veraz y diligente de los cronistas del Nuevo Reino.

Dividió Castellanos su dilatada obra en cuatro partes. El mismo nos da el sumario de ella en estos términos:

«La 1. a traía del descubrimiento del Nuevo Orbe y conquistas de las islas confines y cercanas a la de Haiti o Española, con parte de Tierrafirme.

«La 2. a, de Venezuela, cabo de la Vela y Santa Marta, hasta llegar (con las dificultades que en ella se declaran) a este Nuevo Reino.

«La 3. a , de Popayán y Cartagena, con todo lo que en aquellas Gobernaciones ha acontecido desde sus primeros descubrimientos hasta la presente era.

«La 4 . a es la Historia de este Nuevo Reino de Granada, cuya carrera comienza desde que los españoles pusieron los pies en él, que fue por el año de 37, y se continúa hasta el ano de 92, cuando ya lo gobernaba el insigne doctor Antonio González, uno de los del Real Consejo de Indias, con cuyo elogio di remate a este volumen.»

La 1. a, 2. a y 3. a parte fueron publicadas, sobre el manuscrito de la Academia de la Historia, por Aribau, y forman uno de los primeros tomos (en 4.° e impreso en menudo tipo) de la Colección de Autores españoles, que imprimió Rivadeneyra y lleva su nombre.

De la 4. a parte, la más interesante acaso, sólo 3e sabía que el Obispo Piedrahita la examinó en la biblioteca particular de don Alonso Ramírez de Prado, y que le sirvió de guía para la composición de su Compendio Historial (Amberes, 1688). La opinión general entre las personas dadas a estos estudios, era que aquel manuscrito pertenecía al número de las cosas definitivamente perdidas.

Gratísima sorpresa nos dan ahora los editores de la Colección de Escritores Castellanos (edición en . .° , de impresión lindísima) sacando a luz la Historia del Nuevo Reino de Granada, o sea 4 . a parte de las tlegías de Castellanos, recientemente descubierta entre los 4,320 volúmenes que el Virrey don Pedro de Aragón donó al Monasterio dePoblet desde 1602 a 1677.

Está impreso ya en Madrid y a la venta en nuestras librerías el tomo i, que consta de LVH páginas de introducción, y 448 de texto; y en breve disfrutaremos también del II y último, con importantes apéndices.

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La obra lleva la siguiente dedicatoria:

«•Al Paeblo Neo-granadino, a la Academia Colombiana y al señor don M. /L Caro, ilustrado Critico de Castellanos, dedican

esta edición

EL COLECTOR Y LOS EDITORES»

Precede al tomo impreso una introducción extensa, muy bien escrita, del Colector don Antonio Paz y Melia, en la que traza la biografía de Castellanos, añadiendo nuevas y curiosas observaciones y noticias a lasya publicadas por otros escritores.

Castellanos nació en Alanís, pueblo de la Provincia de Sevilla, el 9 de marzo de 1522 (según la partida de bautismo publicada por el señor Fernández Espino en 1871); vino a la Conquista de edad de doce años, hizo varias y rudas campañas, recibió las sagradas órdenes en Cartagena, y definitivamente se estableció en Tunja, como beneficiado, por merced que le hizo Felipe II; la dedicatoria de la 4. a parte al mismo Rey, está fechada en la propia ciudad a 1.° de mayo de 1601; y otorgó testamento en marzo de 1606, a los ochenta y cuatro años de su edad. No consta la fecha de su muerte.

De aquí resulta que nuestro más antiguo y venerable historiador recibió su educación literaria, militar y eclesiástica, en América, en medio del tumulto y fatigas de la Conquista: hecho prodigioso y altamente significativo.

A proposito del centenario de la Renovación de la imagen de la Virgen de Chiquinquirá, celebrado por nuestro creyente pueblo en el último diciembre, recordaremos aquí que Juan de Castellanos, como beneficiado de Tunja, intervino en 1588, por comisión del Arzobispo Zapata, en la investigación pericial que se hizo para verificar el hecho que daba materia a la devoción pública.

El testimonio de este eclesiástico es de valor inestimable en aquel proceso; porque Castellanos, al par que firmísimo creyente en todas las verdades que la iglesia de Cristo enseñaba, era carácter entero y corazón limpio, enemigo de toda impostura, denunciador clamoroso de toda superchería, incondicional servidor de la verdad, como lo prueba a cada paso el texto de sus Elegías.

«Así, por ejemplo, según advierte el señor Paz y Melia, a la creencia vulgar de la formación de las perlas por el rocío, una en cada concha, opone su experiencia propia, que le mostró cinco, seis y más granos en una sola; y de la falsa explicación que daban de la extinción de las perlas en la Margarita, se burla diciendo sencillamente que se acabaron por la priesa que se dieran a cogerlas; llama boberías a las creencias de los marineros, postrados en cierta noche borrascosa ante el hierro de una lanza en que lucía el fuego de San Telmo, o adorando un cuerpo santo que creían descendido al barco, y que él les muestra ser gotas de agua que brillan en un estrenque: acusa de superchería a Orellana por su invención de las amazonas

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americanas, y sabe descubrir la falsedad de aquellos italianos que, para acreditar la opinión de haber habitado algunos ascendientes suyos en América, desenterraban monedas antiguas por ellos mismos escondidas.»

Este historiador, absolutamente veraz e imparcial, no se pone de antemano de parte de los españoles ni de los indios, ni al lado de los guerreros o de los misioneros, en las querellas o diferencias que ocurrían, sino que en cada caso particular da la razón a quien la tiene, según su juicio concienzudo, y distribuye el elogio y la censura con justiciera finísima balanza. Duramente trata, mencionándolos por sus nombres y apellidos, sin que con nadie tenga cuentas, a los soldados feroces, a los rábulas cizañeros (detestable raza que nunca aquí ha faltado, y él desde entonces hubiera extirpado de buena gana), y también a los malos eclesiásticos, no valiéndoles a los primeros, ante el tribunal del historiador, la prepotencia armada, ni a los segundos la malicia venenosa, ni a los últimos su sagrado carácter. El desenfado con que un escritor particular, falto de valimiento político, trataba la historia contemporánea, la dedicatoria que Felipe ii permitió al autor le hiciese de sus libros, y las licencias que se dieron en España para que se publicasen, aunque por entonces no llegasen a imprimirse, por dificultades materiales, o porque no hubiese quien, muerto el autor, promoviese y costease la edición; la libertad con que corrió el manuscrito guardado y consultado en bibliotecas particulares, resguardado por el nombre del rey y el imprimatar oficial, son nuevos datos que deben tener presentes los que con sobra de ligereza y petulancia lamentan la opresión del pensamiento y el amordazamiento de la palabra en los siglos inquisitoriales del siniestro Felipe n.

De la libertad completa con que escribía aquel eclesiástico, nos ofrece nueva y dolorosa prueba el libro que tenemos a la vista en las noticias relativas a fray Domingo de las Casas; y decimos «dolorosa prueba,» porque no sin dolor se renuncia a lo que se poseyó con amor; no sin pena vemos deslustrada una de las figuras de la Conquista, que nos merecía más simpatía y aun veneración. Mas este sentimiento no quita que aplaudamos la depuración de la verdad, que está por cima de toda humana consideración. Cierto que Castellanos pudo recibir informes exagerados; pero él era hombre prudente, y en materia grave no consignaba noticias que no estuviesen comprobadas. Parece que Zamora—si mal no recordamos—insinúa que su compañero de hábito, Casas, fue calumniado; pero no concreta el cargo ni acentúa la defensa.

El inmenso trabajo de Castellanos está todo en verso. En el prólogo a la 4. a parte explica el autor los motivos de haber adoptado este género de escritura:

«La salida de este laberinto fuera menos difícil si h s que en él me metieron se contentasen con que los hilos de su teia se tejieran en prosa; pero enamorados, con justa razón, de la dulcedumbre del verso con que don Alonso de Ercilla celebró

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las guerras de Chile, quisieron que las del Mar del Norte también se cantasen con la misma ligadura, que es en octavas rimas; y así con ellas he procedido por la mayor parte en la fábrica de este inexhausto edificio Y porque cuando la jornada es larga dicen ser menos molesta si la duración del camino es entreverada de cuestas y llanos, y el caminante siente menos cansancio por no llevar siempr los miembros en una misma postura, también ésta por donde ha corrido mi pluma me pareció ser menos enfadosa así al que la pasa como al que la lee, variando la compostura, que fue en la mayor parte de esta cuarta, proceder en versos sueltos, en opinión de mu:hos no menos gratos que los que van asidos al rigor de la consonancia.»

Por manera que el buen Castellanos se dio a escribir historia en la dificilísima octava rima, accediendo a los deseos de sus amigos, y para que el historiador del Norte no se quedase, en punto a refinamiento literario, atrás del cantor del Sur; pero con la diferencia de que Ercilla se acomodó a los límites de un poema, mientras que Castellanos, empeñado en larga y minuciosa narración, hubo de escribir, como en interminable cadena, millares de estrofas. ¡Extraordinario ejemplo de constancia y de paciencia, y todo por dar gusto a los amigos, que deseaban no faltase el halago de la rima! Hacia el fin de la 3. a parte empezó a escribir en verso blanco, especie de prosa en renglones iguales; y en esta misma desahogada forma está la cuarta parte, yendo los discursos interpolados en octavas, según el ejemplo dado por Hernández de Velasco en su ce'ebérrima traducción de la Eneida (1557) y algunas veces en ovillejos (verso en que rima el final de cada uno con el hemistiquio del siguiente), a imitación, sin duda, de otras traducciones del mismo Ve-lasco (1585). A la fama, sin duda, de aquel insigne traductor toledano se debe el que ya algunos se atreviesen a equiparar el verso blanco con la octava rima.

Para Castellanos, por lo visto, era el verso una forma regulada y elegante de escribir ia historia. Sin darse cuenta de lo que era poesía y huyendo siempre de la ficción, como una falta grave contra la verdad histórica, recibió de la naturaleza dotes altamente poéticas, una imaginación cuya frescura y lucidez no amenguaron los años, y una viveza y originalidad de expresión extraordinarias. En la narración es puntualísimo; en las pinturas admirable.

El tomo i de la Historia del Nuevo Reino de Granada que tenemos a la vista, principia por una extensa exposición que hace Castellanos con fidelidad y candor sumo, de los usos, leyes y costumbres de los aborígenes; lo cual es de gran valor histérico y antropológico.

No dudamos que el pueblo y Gobierno de Colombia dispensarán benévola acogida a esta obra, tanto por su altísima importancia histórica nacional, como en justa correspondencia a la atenta dedicatoria que dejamos transcrita.

{La Nación, 14 enero, 1887) .

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MEMORIAS HISTORICO-POLITICAS

DEL GENERAL POSADA (1)

OJEADA A LOS ORÍGENES DE NUESTROS PARTIDOS POLÍTICOS

Hace diez y seis años que en un periódico de esta capital nos tocó anunciar al público "la aparición del tomo i de las Memorias de Posada. Habíamos oído leer al mismo General varias páginas de su libro, inédito y aún no concluido; y fuimos acaso los'primeros—perdónesenos la vanidad de recordarlo—que consagramos a este libro, en mal trazadas líneas, el elogio debido a su importancia histórica y literaria;

La impresión que aquellas lecturas privadas (1864-1865) dejaron en el ánimo de cuantos tuvimos el placer de libar las primicias del trabajo de Posada, no fue una sensación del momento debida a circunstancias particulares y extrañas a! mérito de la obra misma. A! entusiasmo que despertó entonces, en un círculo de amigos y admiradores del autor, ha correspondido la opinión unánime del público ilustrado, creciendo con la estimación del tomo I la expectación de! u, que acaba de darse ahora a la estampa. Filósofo cristiano, pensador político y poético escritor, reúne el General Posada aquellas condiciones al parecer contrarias que debe poseer quien aspire al encumbrado título de historiador. Ni ha querido él desmentir, aunque escribiendo Memorias, o como si dijésemos recuerdos personales, aquel texto de Salustio que desde la publicación de! tomo I adoptó corno epígrafe de su obra: «En medio de las facciones armadas en guerra civil, el espíritu de partido no me ha desviado de la verdad.»

Cúmplenos hoy anunciar la aparición del deseado tomo I! de Las Memorias de Posada, de más directa y eficaz doctrina que el anterior para la generación presente, que verá en él, no ya figuras, aunque gloriosas, distantes y envueltas en la penumbra de lo pasado, sino a hombres y sucesos que han influido más de cefca en la actual situación de la República.

A los ochenta y cuatro años de su edad da el General Posada la última mano al tomo n de su obra, lo entrega a la luz pública, y se prepara a trabajar en la composición del iu. Fenómeno es éste de longevidad intelectual y de fuerza de voluntad ciertamente extraordinario en la zona enervante en que vivimos, y en medio de agitaciones políticas que roban la quietud y el ánimo necesarios para toda labor seria; circuns-

( i ) Torro u . 8?, 372 p á g i n a s , L i b r e r í a . A m e r i c a n a , 1881-

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tancia que nos induce a leer el libro que tenemos a la vista con cariñoso respeto hacia su autor, y con nuevo motivo de confianza en la verdad e imparcialidad de quien ha estampado estas solemnes palabras: «En mis cansados días, próximo ya a dar cuenta a Dios de mi larga vida, no puede suponerse en mí ni ambición personal ni miras aviesas. El interés de mi patria es el único móvil que guía mi mal tajada pluma.»

I

Las Memorias de Posada contienen principalmente la historia de los partidos políticos y de las contiendas domésticas de Colombia y de Nueva Granada, escrita por un hombre que «ha corrido los azares de cuantas guerras civiles han devastado el país» hasta 1863, y que de ellas supo salir «puro de todo exceso, exento de todo rencor personal.»

El tomo o refiere los sucesos de veinte años (1832-1853). El i sólo había narrado la época de 1826 a 1831, apenas un sexenio. Pero ¡qué sexenio tan repleto de difíciles y complicados problemas, de contrarias amenazas, de soluciones inesperadas y rudas! ¡Qué período tan glorioso, por los hombres ilustres que en él figuraron en primera línea, por las ideas extremadas y grandiosas que entonces se concibieron y propagaron; pero triste y desgraciado por las catástrofes que sobrevinieron, por el fracaso de esperanzas y de glorias, que trajo consigo el naufragio de Colombia! Bolívar, después de coronar la obra de emancipación de las Repúblicas del Sur, vuelve a esta capital con nobles proyectos de reorganización política; el partido de la ingratitud y la envidia, nacido entre chismes y cautelas, legión oscura al principio, se determina y robustece; el General Santander, amigo personal del Libertador, pero predispuesto ya al rompimiento, se constituye en centro de una oposición fecunda en desastres para la patria; el espíritu de discordia disuelve la Convención de Ocaña; la oposición se reconcentra, conspira, y el puñal parricida se afila; Bolívar se salva, como por milagro, de manos de los conjurados en la noche del 25 de septiembre; pero queda herido en el alma, y su profunda dolencia, contagiando a la República que él creó, la amenaza de inminente disolución; Santander, perdida su causa y alejado de la escena, se eclipsa por algunos años; los amigos del Libertador acuerdan el plan de una monarquía, como medio de asegurar la libertad en el orden; el Libertador, vacilante a veces, inclinado unas al sacrificio de sus glorias, como él creía, en bien de la patria, reconcentrado otras en sus propios desengaños, acaba por desaprobar el proyecto de sus amigos, los deja desconcertados, entrega el poder a los Representantes del pueblo, y roído de tristeza, pronunciando proféticos anuncios que aterran, toma el camino de la expatriación; Sucre, esperanza de reconstitución para Colombia, «columna indestructible de la unión» (1),

(1) Calificativo que le h a b í a dado el G e n e r a l S a n t a n d e r .

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legítimo y caracterizado legatario de las glorias del Libertador, muere en la montaña de Berruecos bajo el puñal reafilado que había errado el golpe el 25 de septiembre; la Representación Nacional se ostenta desorientada e impotente; atrévese a amenazarla un motín estudiantil, preludiándose ya desde 1830 el «7 de marzo,» con el triunfo de la pequenez sobre la debilidad, para contrastar con las grandezas que desaparecen; una reacción desesperada, como final llamarada de moribunda lámpara, brilla en el efímero gobierno de Urdaneta, último que desfila de la legión gigantesca de la independencia. Bolívar muere bajo el hospitalario techo de un español; Colombia sucumbe despedazada a manos de sus propios hijos.

Tal es el drama grandioso y melancólico que traza el General Posada en el tomo I de sus Memorias. Leedlo los que queráis conocer a la gran Colombia y a sus hijos.

No se puede negar que la transición del tomo I al II, desagrada al lector que se haya interesado en la contemplación de los hechos, y no por culpa, nó, del escritor, sino por la diferencia de las épocas. Es, digámoslo así, un cambio atmosférico. La impresión es semejante a la que experimenta el que tome la Eneida después de haber revuelto las páginas de la Ilíada. Virgilio es poeta admirable, perfectísimo, a un mismo tiempo teólogo y sentimental; pero no hay Musa, por sabia y patética que sea, que acierte a dar a Cloanto, a Seresto, a Eneas mismo la grandeza personal de los Héctores y Aquiles. El lector se familiariza con los semidioses, y anda descontento con todo género de leyenda después de haberle tomado el gusto a la guerra titánica de diez años en torno de los muros de Troya.

La disolución de Colombia es como la ruina del sagrado Ilion; el desencanto de nuestra historia, que de fabulosa se torna en prosaica. La primera interesa a todo el mundo; la última sólo a nosotros, porque es la historia de nuestra desgraciada familia, nuestra propia historia contemporánea. Bolívar muere; García del Río sale del país, y la gallardía de los días heroicos se oscurece, y la elocuencia queda muda. El partido colombiano desaparece de la escena, postergados y dispersos sus hombres importantes. Tras el Congreso admirable de 1830, último de Colombia, viene el anónimo de 1832, primero de la Nueva Granada. Satélites de satélites salen a figuraren los primeros puestos; aun los hombres distinguidos de la edad anterior, al volver a tomar parte en la política, aparecen como sobrevivientes empequeñecidos. Sólo de tarde en tarde un Neira repite las hazañas más gloriosas de Páez, y un Julio Arboleda recuerda rasgos del genio del Libertador, y muere como Sucre y donde murió Sucre, invicto y eliminado por el puñal. Pero el vapor de la sangre de hermanos deslustra el brillo de las glorias militares.

¿Estará tal vez este desencanto en los ojos del espectador? ¿Provendrá de que las cosas distantes pierden mucho de su grosería y sus asperezas y se idealizan a nuestros ojos, y las que palpamos con las manos nos ofenden y disgustan? ¿Nacerá

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del desdén a veces injusto con que miramos lo que tenemos al lado, lo que nos toca de cerca, despreciándonos a nosotros mismos?

Un ingenioso pensador moderno ha consignado la observación de que «lo que creó primero la naturaleza con el fin de satisfacer una necesidad, sirve después a manera de adorno,» o en otros términos, que las cosas que fueron útiles, cuando cesan de serlo se hacen bellas. Otro filósofo no menos ingenioso con sus teorías laberínticas y afiligranadas, desenvuelve esta observación aplicándola a la política, a la historia, al progreso del género humano. Presenta como ejemplo un castillo arruinado: los señores feudales que lo construyeron y ocuparon, en nada pensaron menos que en el efecto de la perspectiva; la seguridad de sus personas y bienes fue el único objeto que tenían presente. Mas esas fortalezas que a ellos les sirvieron de defensa, son hoy para nosotros un objeto pintoresco; esas ruinas, teatro enantes de escenas brutales, son visitadas hoy con curiosidad artística, y copiadas por un pincel romántico sirven para decorar salones. Lo propio sucede, dice Herbert Spencer, con aquellas guerras célebres, que para los hombres que en ellas se mezclaron, fueron negocio harto práctico, nada menos que de vida o muerte; con las batallas, prisiones y otros rigores semejantes, demasiado prosaicos para los que directamente los experimentaron; y que hoy dan materia a historias tanto más divertidas e interesantes cuanto más contrastan CJII ¡a realidad de nuestro actual modo de vivir.

¿Podremos deducir de aquí que el interés de la historia de la antigua Colombia nace de la distancia? ¿Pensaremos que euesíros proceres eran de la misma talla que nosotros, y que njecutando acciones prosaicas, con fines positivos e interesados, tejieron sin saberlo una epopeya brillante? ¿Imaginaremos que nuestros remotos descendientes, más refinados, más ricos y desocupados que nosotros, estudiarán nuestras tristes guerras civiles, nuestros raquíticos personajes de hoy con el mismo interés que puede despertar la lectura de la guerra de la independencia y de los grandes hombres que en ella figuraron? No creemos poder halagar esta esperanza, que, por lo demás, es consuelo harto estéril y vacío, para los males que padecemos. No negamos que a la guerra a muerte que desoló a Venezuela es literalmente aplicable la observación antes consignada, ni dejaremos de agradecerá Dios, que en vez de contemplar aquellos horrores a lo vivo, como los contempláronlos contemporáneos, en ciudades despedazadas, en ríos de sangre, en campos sembrados de osamentas, nos sea dado leer todo eso en las tersas y elegantes páginas de Baralt y Díaz. Si cerrando los ojos, nos trasladamos con la imaginación a Araure, y vemos a los infelices que libraron su salud a las hojosas copas de los árboles, caer de allí a balazos dando vueltas por el aire—cacería que sencillamente consigna Urdaneta añadiendo por única explicación que tales eran los tiempos;—si nos figuramos a centenares de prisioneros ejecutados a lanzadas por Arismendi en

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Caracas y La Guaira, o a multitud de mujeres y niños vagando descaminados en orfandad y miseria por las calles de Valencia, todas las fibras de la sensibilidad ss estremecen, el ánimo aterrorizado aparta la vista de tan espantosos cuadros, y se reconcilia con los tiempos que alcanzamos. Pero si el horror se aumenta cuanto más de cerca observamos aquella época, mayor también aparece el valor y audacia de los hombres. Cualesquiera que fuesen las consecuencias de la declaración de guerra a muerte, que según muchos historiadores resultaron favorables a la causa de la independencia, aunque siempre desastrosísimas, y fecundas en todo linaje de desórdenes que todavía nos persiguen, es innegable que el hombre que lanzó aquel reto a la faz de un coloso secular, cuando él apenas era dueño del suelo que pisaba, más que caballero de la Edad Media parece semidiós de la fábula. Y cuando derrotado y fugitivo, traza a dos compañeros fieles el cuadro de la reconquista que después llevó a cabo, en marcha avasalladora desde el Orinoco al Potosí, sus palabras tienen la entonación y alcance de profecías. «Bolívar,» dice Posada, «fue siempre grande, aun en los días de sus errores»; y no sólo fue siempre grande; Bolívar fue único.

También es cierto que en nuestra historia de la Nueva Granada y Nueva Colombia hay episodios que ofrecen interés. La conspiración de Sarda, por ejemplo, referida al vivo por el General Posada, cautiva a toda clase de lectores con las emociones a que convida todo drama misterioso y sangriento. Pero esa curiosidad no es hija de la admiración. Si aplicamos a las investigaciones históricas una distinción conocida en el género dramático, diríamos que la historia de la primera época es de caracteres, y la de la siguiente de enredo—lo que va de un drama de Sófocles o Shakespeare a una comedia de capa y espada. En la guerra de la independencia hubo barbarie y grandeza: hija de aquella lucha, Colombia apareció bajo auspicios gloriosos, con aureola radiante; la grandeza desaparece; pero en vez de progreso a la cultura, penoso es confesarlo, el nuevo liberalismo es retroceso a una especie de salvajez.

La distancia realza y hermosea las cosas, es cierto; pero no da grandeza moral a los hombres y a las épocas que de ella carecieron. Lo que es por naturaleza pequeño no crece engrandeciéndose, sino va empequeñeciéndose más, hasta perderse en el olvido. La nada es el término de desarrollo de lo que no merece vivir; y el vacío de muchas cosas pequeñas que se van desvaneciendo, es como fondo en que se destaca lo digno de durar, creciendo más y más en la memoria y estimación de los hombres. Nó; la posteridad no podrá confundir los grandes hombres de nuestra historia del presente siglo, con apocadas medianías, ni menos con figurones ridículos, mucho menos con criminales afortunados.

El General Posada, que andando a par del siglo, ha presenciado todas las vicisitudes de nuestra política, siente el mismo brusco sacudimiento de que hablábamos antes, en el

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A . C a r o - 4

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acto de dejar atrás y decir adiós a la antigua Colombia. Hé aquí sus palabras:

«El cansancio del lector es el escollo en que todo libro naufraga. ¿Sucederá esto al mío? Largas relaciones que pueden interesar al hombre que lee para conocer a fondo los sucesos, acaso fastidiarán al que no busca sino el entretenimiento en un libro. ¿Cómo vencer este inconveniente? Yo no encuentro el medio sino implorando la indulgencia del lector. Si el triunfo de la verdad le interesa, le ruego que continúe, aunque se fastidie. Considere también la diferencia de mi pobre primer tomo a este segundo, más pobre quizá todavía. En aquél sonaban como el trueno en las nubes, como el estampido del cañón en los combates, los nombres gloriosos de Bolívar, Páez, Sucre, Urdaneta, Santander, Soublette, Montilla, Córdoba, Padilla ¿Retumbarán del mismo modo los de los hombres que han figurado en nuestros posteriores desastres políticos? Entonces hablaba de Colombia la Grande en su última agonía; ahora tengo que delinear la melancólica figura de Colombia la pequeña, aborto de un crimen: entonces hablé de hechos para los cuales las puertas de la posteridad se han abierto; ahora tengo que hablar principalmente de delitos contemporáneos, frotando heridas no cicatrizadas todavía. ¿No es cierto que es grande la diferencia? »

Aflige también y contrista el ánimo la lectura del tomo n de la obra del General Posada, en cuanto semeja nuestra historia revolucionaria, de 1832 a esta parte, navegación sin norte ni brújula en un mar sin riberas. Nuestros abuelos—los abuelos de la generación presente, que ya no sus padres, cual solemos decir—trabajaron por conquistar la independencia: fue uno, y ese sin duda, el pensamiento que absorbió sus vigilias y dirigió sus esfuerzos encaminándolos a un mismo fin, y este fin se consiguió. A los que murieron en los patíbulos sonrió la esperanza, y los que sobrevivieron, triunfaron, y triunfantes coronaron el voto de los pueblos americanos. Pero nosotros, ¿a qué aspiramos, ni qué término han de tener las desastrosas guerras civiles que nos arruinan y salvajizan? ¿Qué crimen, que infando delito estamos expiando? ¿Araron en el mar los que nos dieron independencia? Las palabras del Libertador resuenan en nuestros oídos, menos como amenazas que como anatemas que se están cumpliendo con rigor inexorable. «Veo nuestra obra destruida—decía a Páez—y las maldiciones de los siglos caer sobre nuestras cabezas como autores perversos de tan lamentables mutaciones!» Blasfemia sería imaginar que la Providencia no interviene, por vías ocultas, en nuestras desgracias; pensar que por camino de expiación, o de escarmiento, o de disciplina, sacando como sabe bien del mal, no nos está guiando con solicitud paternal a nuestros destinos como nación católica. Pero no se descubre a nuestra débil razón el hilo de este intrincado y revuelto laberinto: los continuos y monótonos sufrimientos cortan las alas a la esperanza y agotan las fuerzas de la reflexión: y el abatido paciente no alcanza a ver más allá del abandono y miseria en que yace postrado.

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Entre diferentes modos de escribir historia, hay dos principales: el que prefiere la narración exacta de los sucesos, dejando en cierta oscuridad a los hombres; y el que citando, o mejor dicho, evocando a las personas, trae a cuentas sus pasiones, las circunstancias particulares en que se encontraron, los móviles escondidos de sus acciones. Creemos que hoy prevalece este método, que puede llamarse biográfico. Uno de los que con más brillo lo siguen y defienden, consigna así su teoría: «La historia universal, la historia de cuanto ha realizado el hombre en el mundo, no es otra cosa, cual yo la concibo, que la historia de los hombres grandes que en ella intervinieron.» Nosotros diríamos más bien: detrás de los sucesos están los hombres, y sobre los hombres Dios. Los hechos solos, si no se relacionan con la libre voluntad de los hombres, ni se explican ni excitan interés. Pero las voluntades y pasiones de los hombres no dominan solas; tropiezan con tradiciones seculares, con intereses ya creados, y unas con otras se conciertan o contrarían; efectos pequeños o desconocidos producen grandes efectos, y son éstos a las veces los más inesperados y sorprendentes. En suma, la fuerza humana no es independiente ni soberana; va regida, en el movimiento social, por una fuerza superior y divina.

La falta de color biográfico y de intención filosófica daña no poco a la Historia de Colombia por Restrepo, obra por otra parte preciosa por el cúmulo de noticias que tras largas y minuciosas investigaciones, y con espíritu de rectitud y verdad atesoró en ordenada serie aquel benemérito patricio. La narración es exactísima, pero sin calor vital, porque éste no es ingénito en los sucesos, les viene sólo de los seres animados e inteligentes que los produjeron. En Las Memorias de Posada los hombres hablan y se mueven a nuestra vista; los conocemos, y conociéndolos sentimos por ellos simpatía, cariño, admiración o bien lástima, desprecio, tal vez horror. Y en cuanto a intención filosófica, el escritor, que no gusta de filosofar sin ton ni son, —y en ello tiene buen gusto—sí sabe hacer—y es lo que importa—que los lectores, sin sentirlo, saquen de algunas páginas de su libro provechosas lecciones de experiencia política y de filosofía providencial.

Cada época suele tener un hombre que dirige el movimiento que la caracteriza. ¡Infelicísimos los tiempos en que ningún hombre superior descuella! En esos períodos domina la anarquía, surgen los tiranuelos, que son como si dijésemos falsos hombres grandes, azote y oprobio de pueblos corrompidos o culpados.

En nuestra historia, las primeras décadas del siglo tuvieron sus hombres, mejor dicho, sus monarcas. Nariño está a la cabeza de nuestra transformación política, y representa a la Patria Boba. En la época marcial que vino después, el genio de Bolívar se levanta, y rige, por natural imperio, una legión de héroes. Bolívar, el Libertador, pudo ser también reorganizador; facultades tenía para serlo, como lo demostró en medio de

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los afanes de la guerra; pero le faltaron fuerzas para contrarrestar los elementos destructivos que aparecieron y le impidieron consolidar su obra.

Fracciónase Colombia, y al frente del partido liberal, dueño del teatro, y presidiendo a la Nueva Granada, aparece el Genera! Santander. En ese momento principia la narración del tomo ¡i del General Posada. Cuando Santander volvió a la patria en 1832, no tenía oposición. El partido colombiano estaba postrado; todos eran granadinos, todos se llamaban liberales. Nunca, acaso, se ha iniciado una Administración bajo auspicios más favorables, en cuanto a la paz interior; jamás se ha ofrecido a un magistrado ocasión más propicia para afianzar el orden social y la concordia de los ciudadanos. Y sin embargo, la Administración Santander se señaló con escenas sangrientas y execrables; en ella, dividiéndose los granadinos en dos bandos, la discordia asomó amenazadora; y en seguida estalló una de las guerras más desastrosas que han afligido al país, y el General Santander, que recibió en paz la República naciente en 1832, envuelto ya en 1840 en ardiente liza parlamentaria, vacila herido de muerte por recriminaciones de algunos amigos suyos de la víspera; y la última mirada que lanza desde su lecho de muerte, no distingue sino los reflejos horribles de! incendio que devoraba a la patria.

Santander es la figura de aquella época crítica y de transición. Todas las miradas se fijan' en él; él, como jefe de la República, y como hombre de la situación, tiene gran responsabilidad ante la historia. Todos los espectadores preguntarán naturalmente: ¿Tuvo el General Santander culpa en aquellas desgracias que desde la infancia de la Nueva Granada descaminaron y malearon los destinos de la Nación? ¿La había tenido en la dolorosa agonía de Colombia, anuncio triste de estas mismas desdichas de su hija la Nueva Granada? Y si el General Santander no tuvo en esos desastres parte alguna, ¿cómo no supo prevenirlos? Y sin esa visión política, sin aquel patriótico trabajar para el porvenir, y paciente sembrar para otras generaciones, ¿cómo admitiremos las altas dotes de gobierno que se atribuyen al General Santander? Y si las tuvo, ¿qué graves defectos, o qué malhadadas circunstancias las privaron de toda eficacia?

Otra cuestión histórico política se ofrece a la consideración de los que estudian aquellos tiempos: ¿Qué relación y afinidades median entre el partido colombiano anti-boliviano y el liberal granadino? ¿Puede considerarse con razón al General Santander como padre legítimo del liberalismo en nuestra tierra?

El General Posada no intenta dar soluciones precisas de semejantes problemas, ni siquiera los plantea expresamente, pero despierta los unos y sugiere las otras en la mente del discreto lector. Tales puntos debieran discutirse y esclarecerse en una biografía del General Santander; mas no ha habido pluma alguna, amiga ni enemiga, que haya querido escribirla, no obstante que este personaje célebre desempeñó en su tiempo un

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papel tan importante, y que tuvo en vida y en muerte tantos apasionados y adversarios, a punto de ser su nombre signo de contradicción en los debates y conversaciones relativos a los sucesos que ocurrieron de 1826 a 1840.

Cerrando momentáneamente el tomo H de Posada, que principia con el examen de la Constitución de 32, consignemos algunos antecedentes que ayudarán a explicar la conducta del General Santander como primer Presidente de la República de la Nueva Granada, en un período en que renacieron los partidos políticos que después han ejercido el poder alternativamente en medio de incesantes luchas fratricidas.

ii

Favorece al General Santander, realzando el prestigio de su nombre, haber sido el militar de la Independencia que, a! hacerse irremediable la división entre venezolanos y granadinos, apareció a la cabeza de éstos, agrupados primero como partido, y constituidos después como nación. Goza también el General Santander entre sus admiradores el título de hombre de las leyes, que dicen mereció del mismo Bolívar por sus dotes administrativas y su adhesión a la legalidad (1).

Nosotros hemos visto en Santander una mezcla de militar venezolano y letrado granadino; y las cualidades y defectos de esas dos condiciones, difícilmente conciliables, combinadas en él por una serie de circunstancias especiales, explican en gran parte, a nuestro juicio, así su elevación a! rango de segundo y después émulo del Libertador, como los errores de su conducta varia y las contradicciones y las dificultades de la posición ambigua en que se colocó como Vicepresidente de Colombia. El tiempo hizo lo demás.

Santander era rayano; y sabido es que la comarca donde estaba radicada su familia, y donde él recibió las primeras impresiones de la vida, más pertenece al tipo nacional venezolano que al granadino. No tanto por esta circunstancia, bien que no despreciable para un observador filósofo, nos atrevemos a mirar a Santander como militar venezolano, cuanto por la conducta que siguió y las opiniones que abrazó y profesó abiertamente en la época de la guerra y en la subsiguiente, en que trabajó, aunque con mal éxito, en organizar la República colombiana.

Estudiaba Santander en el Colegio de San Bartolomé de Bogotá, adonde le trajo a educar un tío suyo, eclesiástico, y terminaba allí el curso de jurisprudencia, cuando estalló la revo-

(1) Hombre déla ley, dicen B a r a l t y Díaz, a t r ibuyendo l a frase a B o l í v a r . L a versión m á s g e n e r a l es que el L i b e r t a d o r le apellidó, hombre de leyes, con respecto a S u c r e , hombre de guerra, cuando se t r a t a b a de d e s i g n a r un G e n e r a l que di r ig iese la c a m p a ñ a del S u r . Así P o s a d a , t o m o i . P e r o S a n t a n d e r en 'una de sus c a r t a s se engal a n a con el título de hombre de las leyes, como recibido del G e n e r a ! Bolívar .

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Iución. Lánzase ei entusiasta estudiante de leyes, con otros jóvenes de su tiempo, en los azares de la guerra, nácese militar sin estudios previos, en la escuela de los combates, en medio de las penalidades de larga y porfiada campana; y fuese impulso de sus instintos y carácter, o dictado de su razón, o fuerza de las circunstancias, ello es que el genio de Bolívar, por el prestigio de una inteligencia privilegiada y de una elocuencia incomparable, le dominó por completo; que se hizo agente ciego del Libertador en la guerra, y para la paz adoptó con fe profunda los principios políticos proclamados por el ilustre caraqueño. Fue Santander, en suma, a los principios, servidor y alumno de Bolívar, y no como quiera, sino con la exageración, con el fanatismo con que los discípulos suelen seguir a los grandes maestros, repitiendo sus errores sin imitar sus virtudes.

A los veintisiete años de su edad inició Santander su Gobierno en Bogotá, como Vicepresidente de Cundinamarca, en ejercicio del poder por ausencia de Bolívar, «manchando,» dicen Baralt y Díaz, «el triunfo de Boyacá con un acto de crueldad inútil y por ello altamente criminal.» El 11 de octubre de 1819 fueron pasados por las armas en la Plaza Mayor de Bogotá treinta y ocho individuos que habían sido hechos prisioneros en Boyacá, y uno más, que a vista de los banquillos vertió aquella frase imprudente: Atrás viene quien las endereza. Es de notar que aun cuando aquellos desgraciados, en los partes de Santander y otros documentos de la época, suenan como oficiales españoles, no eran sino prisioneros realistas, parte oficiales y parte paisanos (1), españoles unos y americanos otros. En comunicaciones oficiales, en un Manifiesto que publicó después, y últimamente en sus Apuntamientos para la Historia, el General Santander alegó que habían tratado de fugarse, y que él no contaba con guarnición suficiente para mantenerlos en seguridad. Baralt y Díaz refutan esta alegación, observando que tratar de evadirse un hombre para salvar la vida es de derecho natural, y no delito que haya de castigarse con el último suplicio, cuando hay medios de evitar la evasión, como los tenía el General Santander, que disponía de una brigada de artillería, un escuadrón de caballería, las milicias, y la opinión de un pueblo resuelto a hacer sacrificios por conservar la libertad que acababa de alcanzar después de una era ominosa de opresión y de patíbulos.

En carta particular al General Bolívar, fecha 17 de octubre, Santander consigna en estos términos los motivos que le indujeron a ordenar aquella ejecución: «Al fin—le dice—fue preciso salir de Barreiro y sus treinta y ocho compañeros. Las chispas me tenían loco, el pueblo estaba resfriado, y yo no esperaba

(1) S e i s venezolanos, c inco g r a n a d i n o s y un qui teño . E n t r e los p e n i n s u l a r e s h a b í a varios p a i s a n o s y un b o t i c a r i o . E j e m p l o demost ra t ivo del c a r á c t e r de g u e r r a civil que tuvo la de la i n d e p e n d e n c i a . E l e j é rc i to de Boves se c o m p o n í a de venezolanos; y el G e n e r a l e s p a ñol F i e r r o se c o n g r a t u l a b a de q u e los efectos de l a g 'uerra s e r í a n s i e m p r e favorab les a E s p a ñ a , pues lo.- que en Venezuela m o r í a n en l a s b a t a l l a s , de uno y otro lado, e r a n txlos canalla americana.

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nada favorable de mantenerlos arrestados. El expediente está bien cubierto; pero como ni usted (por desgracia de la América) es eterno, ni yo puedo ser siempre gobernante, es menester que su contestación me cubra en todo tiempo. De ella protesto no hacer uso sino cuando este remoto e inesperado caso pueda ilegar.... Este señor Barreiro tuvo la bajeza de ofrecer sus servicios a la República como simple soldado.»

De este párrafo se infiere, por una parte, que Barreiro estaba aterrado, y no «engreído y tratando de fijar la opinión en favor del partido del Rey,» como dice el General Santander en comunicación oficial de la misma fecha; y por otra, que este General solicitaba la aprobación de Bolívar como fallo de justificación inapelable ante los contemporáneos y la posteridad, como si los actos humanos fuesen indiferentes y el General Bolívar tuviese el privilegio de ponerles el sello definitivo de virtudes o de crímenes. ¡Funesta alucinación, hija de una especie de idolatría!

En-la comunicación oficial describe el General Santander en estos términos aquel fusilamiento colectivo que ensangrentó uno de los arroyos de la Plaza Mayor: «Verificada (la ejecución) a vista de un inmenso pueblo, los Jefes, las tropas, el mismo pueblo, todos han manifestado de un modo muy evidente la satisfacción y contento que les cabía por esta medida justa. Casi no hubo ciudadano que no viniera al Palacio a demostrar su placer.» Después de la horrorosa matanza que en 1814 se ejecutó en Caracas y La Guaira, el General Bolívar dio en San Mateo, por medio del Secretario de Estado, un manifiesto a fin de explicar aquellos rigores como dolorosas represalias autorizadas por el derecho de la guerra e impuestas por la dura necesidad. Santander explica la ejecución de Bogotá pintándola como una fiesta o regocijo público.

Los treinta y ocho prisioneros habían sido ofrecidos por Bolívar a Sámano en canje de prisioneros patriotas. Santander no tenía conocimiento de la respuesta que hubiese de recibir la Comisión despachada con tal fin por el General Bolívar, solamente «preveía que no podría efectuarse el canje.» Y aunque en Cartagena había distinguidos patriotas que pudieran correr peligro con la noticia del fusilamiento de Barreiro y sus compañeros, el General Santander confiaba en que el Gobernador español a todo trance haría efectivo, como lo hizo realmente (1), el indulto en que esos beneméritos granadinos habían sido comprendidos.

Difícilmente se hubiera hallado un General granadino que tuviera valor para ordenar una ejecución semejante; porque los

(1) E n un discurso que en 1840 pronunció el mismo General S a n tander en l a C á m a r a de R e p r e s e n t a n t e s , dijo refiriéndose a aquellos tiempos anter iores : « E n C a r t a g e n a e s t a b a n nuestros compatr io tas Castil lo, Gutiérrez, S a n t a M a r í a , Mut is , P a r d o , etc. , e t c . ; viviendo tranquilos bajo el Gobierno español después de indultados, y el Gobernador enemigo, lejos de haber los a s e g u r a d o en prisión o m a l t r a -tádolos de otro modo, les dio su p a s a p o r t e p a r a que sal iesen a re unirse a nuestro E j é r c i t o . »

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oficiales granadinos, aun en medio de la guerra a muerte, se distinguieron siempre por un corazón humanitario y compasivo. Fue un granadino, el señor Zea, quien primero protestó contra el fusilamiento del 11 de octubre, denunciándolo al Congreso de Angostura. «Bolívar—dice Restrepo—lo sintió vivamente por la mala idea que las naciones cultas formarían de nosotros, cuando trataba de cimentar su opinión en nuestro favor. No improbó oficialmente aquella ejecución, pero sí en conversaciones privadas, negando la necesidad que se alegaba para haberla adoptado y la falta de tropas con qué custodiar a los prisioneros.»

Pálida sería aquella ejecución si hubiéramos de compararla con las hecatombes sangrientas de Venezuela en 1814. ¿Porqué, pues, mereció tan amargas censuras, a punto de obligar al General Santander a publicar un extenso manifiesto destinado a justificar su conducta? ¿Qué motivo particular causó el escándalo que entonces se produjo? Que aquel acto de crueldad —dicen Baralt y Díaz—era «una parodia extemporánea de la guerra a muerte, y los motivos que la determinaron habían cesado.» No sólo diremos nosotros remedo extemporáneo, sino excéntrico. En las Provincias del interior de la Nueva Granada no había podido aclimatarse la guerra de exterminio; rechazábala el carácter de los habitantes. En 1814 las tropas de Urda-neta, acostumbradas a la carnicería, hicieron acá un ensayo, inmolando a cuatro o cinco españoles pacíficos, vecinos de Tunja y Sogamoso, y el efecto fue malísimo, el Congreso granadino condenó el atentado, y las gentes de Bogotá, horrorizadas, se armaron para defenderse contra aliados tan feroces. Verdad es que Morillo había sacrificado en los patíbulos a nuestros hombres más ilustres; pero aun así, el frenesí de la venganza no había encendido la índole mansa de nuestras poblaciones.

Nos ha parecido digno de atención aquel acto, por demás conocido y ruidoso, con que inició el General Santander su Gobierno, porque sirve grandemente a determinar el carácter personal de este magistrado, sus primitivos entronques políticos, y la tendencia característica de ulteriores administraciones suyas. Cuando el General Santander ordenaba la ejecución solemne de treinta y nueve prisioneros, y cuando más adelante la defendía impugnando en tono enérgico como utopías noveles y perniciosas las «ideas filantrópicas» de Zea, que fueron también las de los proceres de la independencia granadina, demostraba que venía a introducir un sistema militar desconocido en el país, muy diferente del que sirvió a Nariño para rodearse de americanos y españoles, y contrario a nuestro carácter nacional; sistema que si en épocas anteriores pudo alcanzar ventajas en guerra desesperada, no debía producir, y no produjo, sino amargos frutos de discordia, aplicado después de alcanzada la emancipación, a la obra de organizar la República. Iba, pues, más lejos que Bolívar: cuando Bolívar, después de cosechar laureles ensangrentados, dedicaba entre bosques de olivas un monumento a la Amistad, Santander quería llevar adelante la persecución implacable sacándola de su tiempo y de su esfera, y convirtiéndola de necesidad en sistema.

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Estableció el General Santander un Gobierno militar (su Vicepresidencia de Cundinamarca no fue otra cosa, según confiesa Restrepo); hacía uso de violencias, y aconsejábalas_al Libertador como necesarias. En 3 de diciembre del mismo año 19*!

le decía: «Fue aprehendido el Gobernador español del Chocó, don Juan Aguirre, y fusilado acto continuo. ¡ Cuántos diablos menos tenemos por consecuencia de Boyacá!» En 5 del mismo mes: «Me traen de Neiva al famoso Segovia, con quien pienso romper una fiesta muy solemne en esta plaza pública.» En 10 del propio mes, refiriéndose a varios prisioneros traídos de lejanos puntos a la capital: «Todos tomarán un premio correspondiente a sus maldades, con inclusión de diez y ocho que aquí tenía aún gastando los víveres. Me parece que pueblo que presencia la ejecución de un godo hace sacrificio por su libertad.» En octubre fusilaba a Barreiro y sus compañeros porque nada favorable se prometía de tenerlos arrestados; en diciembre pasa por las armas a otros, que están gastando los víveres. En 1821 decía a Bolívar: «General mío, no se confíe mucho con sus prisioneros españoles; al fin son malos. Recomiendo la lectura de la adjunta Gaceta, por si estas ideas las hubiere usted olvidado en estos últimos años de su filantropía.» Pero no sólo quiere que se use de rigor con ¡os godos, sino también con los Generales granadinos que alimentan entre sí desavenencias. Con respecto a éstos, dice en carta de 19 de septiembre de 1820: «No hay remedio; es preciso todavía ahorcar gente sin proceso ni juicio.» En su sentir muchos de sus compatriotas «merecían de justicia el asiento de Piar»; e hizo en efecto que lo ocupase, en 1825, el Coronel L. Infante, héroe de Boyacá, juzgado y condenado por un crimen de que con toda probabilidad estaba inocente, no sin que tal ejecución, interpretada desfavorablemente, llevase el alarma y la desconfianza al ánimo de los Generales venezolanos, influyendo no poco, sin que Santander lo imaginase, en la separación de Venezuela.

Aun hombres pacíficos e inofensivos, sólo tildados por sus opiniones privadas, fueron desterrados arbitrariamente. En 1820 salieron expulsados para Casanare varios eclesiásticos ancianos y respetables. Al oficial que los conducía (Capitán Sánchez; se le dio orden (que autógrafa hemos visto) de que pusiese oído atento a las conversaciones de aquellos desafectos, y que si vertían expresiones malsonantes contra el Gobierno, los pasara por las armas, sin darles más tiempo que el necesario para auxiliarse recíprocamente—porque Santander, que era creyente, nunca descuidaba en tales casos, hay que hacerle justicia, la concesión de auxilios espirituales ! l ) . Todavía en 1823, bajo

( ! ) Sobre e s a expulsión de ec les iás t i cos , véase Groc t , Historia Eclesiástica, torno n i , p á g i n a 37. E l señor Groot no h a b l a de l a orden d a d a a Sánchez , porque no la vio sino después de p u b l i c a d a su Historia; pero al ver la recordó, y nos dijo, h a b e r l e ofdo al mismo S á n chez, que rec ibió una orden semejante y que no tuvo ocasión de cumpl i r la , porque los eclesiást icos expulsos no vertieron sino p a l a b r a s de conformidad y r e s i g n a c i ó n c r i s t i a n a . C a s i todos ellos murieron a poco de h a b e r l legado al l u g a r de su confinamiento.

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el imperio de la Constitución de Cúcuta, discutíase en El Patriota (papel de dimensiones diminutas que redactaba el mismo Santander) la cuestión propuesta por un periódico de Caracas, a saber: si debía o nó expulsarse a los españoles y realistas que aunque pacíficos, no se hubieran comprometido en favor de la causa republicana. El Patriota, en vez del in dubiís abstine, se declaraba, como máxima más segura, por la de Sancho Panza cuando aconsejaba a don Quijote matar por lo que pudiese resultar, que bien podía ser el muerto algún enemigo de su merced. La cita era jocosa; pero la doctrina demasiado seria.

Quería, por tanto, el General Santander que continuase un gobierno militar, ejercido por él mismo, y miraba de mal ojo los esfuerzos que aigunos abogados que sobrevivieron a la cuchilla pacificadora, hacían por establecer un orden legal cercenando el poder ilimitado que militares como Santander ejercían a título de conquista, a punto de hacerse proverbial el dicho de que «mientras hubiera libertadores no habría libertad.» En 1820 decía al Libertador: «Tiene usted muy sobrada razón para temer servir entre unos hombres ingratos, interesados y enemigos de las casacas de colores. Yo tengo aquí seis u ocho de estos hombres que de buena gana los volvería godos para ahorcarlos. Todos irán al Congreso, y todos estamos temblando de lo que van a hacer; me aseguran que dicen ya que todo cuanto ha hecho el Congreso de Guayana (1), con respecto a Cundinamarca es nulo.... Desespero por saber ciertamente esta cosa, porque al ser cierta, los mandaré a la escuadra por sediciosos. El corifeo es el doctor Herrera.» En 1823 escribía: «En la Cámara de Representantes se ha votado el desafuero del ejército libertador, siendo los más acalorados los señoritos que ahora vienen a figurar después de haber sufrido a Morillo y a Sámano.» Todavía en 1840, después de tantas vicisitudes, herido en la fibra de su orgullo de libertador, negaba en cierto modo títulos políticos a los_que no hubiesen comido, como él, carne sin sal en la campana del Llano; y entonces fue cuando el señor Pombo, que había sido Secretario de Gobierno de Santander en su Administración anterior, y en ese momento, como civil, era uno de los aludidos, contestó oportunísimamente: «Es verdad que no fui de los que comieron carne sin sal en Casanare en 1819, pero la comí muy salada de burro en Cartagena, en el punto avanzado de La Popa, en 1815.»

Los principios del General Santander en asuntos políticos, no teoría precisada por el estudio y la meditación, sino inspiración de su carácter, y lección de la experiencia, y reflejo también de las ideas del Libertador, eran aquellos que concurrían a establecer gobiernos sólidos y fuertes. En la relación de la campana de 1819 que en elogio del Libertador escribió y publicó anónima el General Santander en Santafé, leemos: «Seis años

(l) Congreso venezolano en q u e no tuvieron r e p r e s e n t a c i ó n los g r a n a d i n o s . Del de C ú c u t a . c u a n d o i b a a r e u n i r s e , decía, con d e s p r e c i o S a n t a n d e r : <¡.eso que l l a m a n Congreso .»

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empleamos ensayándonos con el sistema federal, y bien a costa de nuestro honor y de nuestras vidas.... La experiencia ha confirmado en el General Bolívar la persuasión de que pueblos en revolución a quienes era desconocido el nombre de libertad, no pueden gobernarse por el sistema federal, sino por un Gobierno enérgico cuyas providencias no admitan observaciones ni contradicción.» Detestaba la federación; y el mismo doctor Azuero, campeón más adelante de las ideas federativas, que abrazó el General. Santander accidentalmente en 1828 como arma de oposición a Bolívar, le ayudaba en 1823 a combatirlas (1). La palabra «federación» pronunciada en Quito y en Caracas «era capaz de hacerle huir más allá de los mares,» porque para él desorden y federación eran sinónimos (2).

Quería la unión de Colombia bajo un Gobierno central, y que este Gobierno tuviese todas las condiciones de firmeza; e inclinándose a la monarquía constitucional electiva, más bien que al sistema republicano, fue el primero que la propuso al Libertador desde 1819. En 26 de septiembre de 1820, después de amenazar, como hemos visto, con remitir a la escuadra al doctor Herrera y otros abogados republicanos, elegidos para la Constituyente de Cúcuta, decía al Libertador: «Ser Presidente no lo he soñado jamás, porque no me cabe que sea útil, ni político, ni prudente, ni justo, el que usted deje de serlo, y mi voto en el Congreso como Diputado será que sea usted Presidente a vida, aunque declamen, y lo figuren coronado Emperador de los colombianos; y esta opinión la he comunicado a otros dos Diputados que pensaban lo mismo y no tenían valor para su sentimiento.» (3). Todavía en 1825 no dudaba afirmar que «la gente republicana es infernal.» Y en 3 de diciembre de 1826, reconciliado con Bolívar, después de los desabrimientos que ocurrieron entre los dos en la marcha del Libertador a Bogotá, precursores de la gran catástrofe, escribía al General Santa Cruz, ofreciéndole poner cuanto estuviera a su alcance para popularizar y que se llevase a efecto la confederación de Colombia, Perú y Bolivia «bajo el gobierno vitalicio del Libertador.» No es probable que estas manifestaciones, afines de 1826, el año que engendró la discordia en Colombia, fuesen respecto de Bolívar tan sinceras como las anteriores, ni que el General Santander creyese practicable aquella confederación continen-

(1) «Azuero, T o r r e s y yo hemos a t a c a d o por l a imprenta a >os fed e r a l i s t a s : cuantos d iscursos h a y en l a Gaceta d; Colombia son míos.» ( C a r t a al L i b e r t a d o r , fecha 6 de febrero de 1823).

(2) C a r t a de 6 de noviembre de 1823. O t r a s m u e s t r a s de su a v e r sión al s i s t e m a federal : «Nuestros buenos políticos (de su propio interés) nos quieren romper l a cabeza con federación. Y a , será por lo mucho que les c u e s t a e n c o n t r a r s e con p a t r i a y destinos,» (septiembre 1823). «A mí me p a r e c e que hemos hecho b a s t a n t e con h a b e r hecho c a l l a r al p a r t i d o l i b e r a l - f e d e r a l i s t a . J (Marzo 1825),

(3) Sobre un br indis de S a n t a n d e r por el mismo tiempo y en el mismo sentido, véase Mosquera , Examen Cií/ico, t o m ó n , p á g i n a 223,

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tal, que don Jerónimo Torres y otros amigos verdaderos de Bolívar calificaron en el Congreso de 1827 de quimérica y de pérfida propuesta; pero la idea que proclamaba el General Santander la víspera del día en que había de declararse la guerra a muerte a Bolívar, proponiéndolo Jefe vitalicio de la América Española, era congruente con las que siempre había manifestado desde 1819.

Las relaciones entre Bolívar y Santander fueron por algunos años las de la más cordial correspondencia entre un caudillo ilustre y uno de sus más adictos Generales. Luego que entró Bolívar a Santafé en 1819, por una de las primeras providencias que dictó adjudicó al General Santander su haber militar de $ 20,000 en una hacienda y una casa, asignándole como recompensa extraordinaria el exceso del valor de estas fincas sobre la dicha cantidad (1). En el Congreso de 1821 debióse exclusivamente a recomendaciones del Libertador que Santander fuese elegido Vicepresidente de Colombia en vez de Nariño, en votación reñida, después de varios escrutinios. Si la elección hubiera recaído en Nariño, y Santander hubiera sido destinado a la campaña peruana, ¡ cuan diferente suerte habría tocado a Colombia! Grados militares, recompensas pecuniarias, la dirección, en fin, del Gobierno de Colombia, todo lo había recibido Santander de manos de Bolívar, y por ello le hacía continuas protestas de adhesión y gratitud. «¡Qué honor, mi General—le decía en 1821—me ha hecho el Congreso poniéndome en segundo lugar después de usted! Yo no sé si un corazón el más ambicioso a la gloria y al poder dejaría de estar satisfecho.» ¿ Y quién dudará de la sinceridad que respiran frases como éstas: «Ella (la estrella de Colombia) nos descubra eternamente la gloria de usted para no serle ingratos! Me vanaglorio de que jamás perteneceré a este número.* «Ya estará usted cansado de recibir homenajes de los pueblos; el mejor que tiene usted hasta más allá del sepulcro, son nuestros corazones.»

¿ Qué causas produjeron aquel rompimiento absoluto, aquel apartamiento de por vida, origen de tantos desastres, entre el caudillo a quien Santander apellidó «el hombre de lo heroico y lo extraordinario, > y Santander mismo, que respecto a Bolívar se llamaba a sí propio «el hombre de la gratitud»? ¿Fue por ventura ese rompimiento resultado de alguna diferencia radical y profunda entre ias opiniones políticas de uno y otro General ? Ya hemos visto cuan de cerca seguía Santander las ideas del Libertador declarándose expresamente contra los liberales demagogos, y cómo lejos de cejar en la profesión de la teoría de los «gobiernos fuertes,» la exageraba, en la práctica, con rigores extemporáneos, y en el Consejo proponiendo una confederación continental, y la presidencia vitalicia del Libertador. ¿Una devoción incondicional a! imperio de las leyes, escrúpulos de una conciencia constitucional intransigente habrían de apartar a Santander de Bolívar a causa de las facultades extraordinarias,

(1) D e c r e t o de 12 de s e p t i e m b r e de 1819.

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aunque emanadas de la Constitución misma, que ejerció el último cuando volvió a Colombia en 1826? Esta fue el arma que esgrimió contra Bolívar la oposición enconada que surgió entonces, revistiéndose con el título catoniano de partido constitucional. Pero Santander en 21 de diciembre de 1826 llamó a aquellas actas de dictadura, que el mismo Libertador había mirado con recelo, proclamaciones y muestras de ilimitada confianza que le acababan de dar los pueblos; añadía que la tierra entera se ocupaba de admirar a Su Excelencia el Libertador; que las circunstancias en que se hallaba colocado Bolívar le inspiraban confianza (a Santander) para someterse a sus designios, y que repetiría con Camilo Torres, que «un rasgo de Bolívar imponía más en la opinión pública que todas las declamaciones envenenadas de los calumniadores.» ¿Qué más? De enero a mayo de 1827 ejerció el General Santander un mando ilegal, apoyado en una autorización del Libertador, redactada y presentada a la firma por el mismo Santander, con fecha falsa, para que apareciese despachada del Rosario de Cúcuta, adonde debía tocar—y no tocó—el Libertador en su marcha a Venezuela. Posada califica eso de «saínete vergonzoso» que basta, añade, a quitarle al General Santander el título de hombre de las leyes.

Nó: la razón serena no es la única facultad délos hombres, que dotados de sensibilidad ceden muchas veces al impulso de sus pasiones. Ni son el amor a la verdad y la justicia, y la ley del deber, móviles frecuentes en tiempos infelices y revueltos. Relaciones personales y casuales, múltiples errores, el interés que extravía y la pasión que ciega, la ambición imperiosa, la fuerza de las circunstancias que arrastra, entran por mucho para explicar la conducta de los hombres y las evoluciones de la política. Con la historia de los hombres se mezcla misteriosamente el progreso de las ideas; con la lucha de los partidos se entreteje la pugna de los principios; y afiliados a un bando, por interés individual o colectivo, sirven o dañan los hombres, muchas veces sin quererlo ni pensarlo, a la causa de la civilización.

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EL GENERAL SANTANDER

ADICIÓN AL PRECEDENTE ARTÍCULO

Los modernos radicales, cuyos principios anárquicos quedaron consignados en la Constitución de 1863, han solido invocar el nombre del General Santander, presentándole a la admiración pública y casi divinizándole como a padre del liberalismo novísimo. A demostrar la falsedad de esta genealogía política, encaminábase en buena parte la anterior Ojeada sobre el origen de nuestros partidos, que publicada en El Repertorio Colombiano, quedó inconclusa.

El General Santander rompió con el Libertador, no por otro motivo que por emulación personal, engendrada por la larga ausencia del General Bolívar. Santander, como Vicepresidente de Cundinamarca, quedó encargado del mando supremo, lo ejerció por algunos años, y al volver el Libertador Presidente, no pudo resignar sin dolor lo que había poseído con amor. Inde irce. En el primer año de ausencia se celebró con público regocijo el día de San Simón, natalicio de Bolívar; más tarde cayó en la cuenta de que él no se llamaba Simón sino Francisco. Los anarquistas empezaron a rodearle, y buscaron en él el centro de que carecían y que necesitaban para formalizar su oposición. Pero estas coaliciones ocasionales nunca se basaron en la uniformidad de principios, y cuando se ha logrado el objeto inmediato de la alianza, vuelve el General Santander a profesar y a practicar sus principios propios.

Enemigo del sistema federativo, que apellida infernal, lo acepta de malísima gana en 1828, por ser el de sus amigos, y sólo como bandera de guerra, con ánimo de repudiarlo luego, como lo repudió en efecto, cuando volvió en 1832 a ejercer la Presidencia. Bajo su inspiración la Nueva Granada se constituye como República unitaria, con legislación centralista y por extremo severa. Aborrecedor de los «filántropos» y de la «filantropía,» como Napoleón de los «ideólogos»; partidario de la pena de muerte por delitos políticos, censura, sin embargo, las ejecuciones de los conspiradores del 25 de septiembre, que según aparece de sus declaraciones, se comprometieron con la convicción de que era Santander el Jefe secreto del movimiento; pero en 1832, Presidente electo de la Nueva Granada, se deniega a honrar la memoria de los amigos sacrificados en otra época, inspira una ley «sobre conspiradores,» la más rigurosa de cuantas han

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regido en Colombia; confirma sentencias de muerte por simples conatos de revolución, preside a las ejecuciones colectivas de 1834, y autoriza la muerte secretamente dada a Sarda, la acción más negra que registra nuestra historia.

En 1840, representante y Jefe de la oposición parlamentaria, viendo comprometidos a sus amigos en un alzamiento injustificable, se limita a abogar en la Cámara por que se use de lenidad y se indulte a los prisioneros; pero su personal amigo, el Coronel Acosta, le arguye en esta forma: «Un respetable Diputado, Jefe de la Administración anterior, ha dicho que el Gobierno tenía el deber de usar de la mayor clemencia con los que se rebelasen; afortunadamente este principio es falso, y si fuese cierto, con él se haría el proceso de su propia Administración, que no sólo no brindó indultos a los facciosos durante aquel período, sino que se opuso constantemente a que el Congreso los concediera» (1). «El General Santander—dice Posada, recordando aquel incidente—palideció al verse apostrofado con tanta energía por uno de sus mayores amigos; pero nada contestó, ni podía contestar, porque el cargo era fundado.» Argüido de contradicción, con mayor vehemencia y más concretos cargos, en la misma sesión, por el Coronel (después General) Borre-ro (2), el General Santander quedó tan hondamente herido, que enfermó gravemente, y murió luego (6 de mayo), dejando vacantes su silla en la Cámara y la Jefatura del nuevo partido a quien él—dice Posada—no había podido contener dentro de los límites de una moderación decorosa, en la que por su parte se mantuvo siempre, pues aun en sus ataques y censuras al Gobierno guardaba cierta compostura, sin faltar nunca a la dignidad que da el hábito del mando y que se manifiesta en el porte y en los modales (3).

En aquellas mismas sesiones, y aludiendo a su Administración, inculpada por algunos Representantes, profería el General Santander estas palabras, dignas de memoria, por lo mucho que distan délas declamaciones de sus fingidos discípulos: «Uno de los historiadores modernos de la Revolución de España, a quien se concede juicio e imparcialidad en sus escritos, ha consignado una máxima que yo desearía ver esculpida en la puerta de la casa de Gobierno, y en la de las Secretarías de Estado, por el bien y la utilidad que resultaría de ajustarse a ella: Los Gobiernos—dice- están obligados, aun por su propio interés, a sostener el decoro y dignidad de los que les han precedido en el mando; si no, el ajamiento de los unos tiene para los otros consecuencias amargas.»

Santander incurrió en inconsecuencias; pero cualquiera distinguirá en ellas lo que él profesaba cordialmente de lo que

í l ) Diario de Debates de 1840. Sesión del 27 de maizo . (2) B a r r e r o fue provocado por u n a violenta a c u s a c i ó n personal

que le di r ig ió el G e n e r a l Antonio Obando, p a r t i d a r i o de Santander , , y hombre v u l g a r y de n i n g u n a h a b i l i d a d p a r l a m e n t a r i a ,

(3) P o s a d a , Memorias, tomo n , capítulo X L V I I I .

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aceptaba por necesidad. Sus principios políticos eran mejores que su carácter, y que la aplicación que de ellos hacía, mezclada a veces de pasión, y por extremo rigurosa.

El único entronque—triste por cierto —que pudiera alegar el moderno partido radical para probar que de allá en algún modo procede, sería la enseñanza de filosofía sensualista y utilitaria que el General Santander toleró, y que ellos en época en que tanto se han ilustrado estas cuestiones, han mantenido en los colegios públicos, con terquedad y fanatismo impío, aferrándose aun a los textos, en aquella época flamantes y casi únicos aquí, hoy anticuados, y relegados aun por los mismos librepensadores de más luces y más progresistas.

Mas lo que de parte de Santander fue tolerancia imprudente y funesta, después ha formado parte de un sistema deliberado de guerra a la Iglesia y a toda religión, a que Santander no habría cooperado jamás.

El General Santander no era meíafísico ni teólogo, y entendía torcida o confusamente en algunos puntos dogmáticos y morales el catolicismo; pero nunca fue anticatólico por sistema. Como particular profesó siempre la fe católica, cumplía con sus deberes religiosos, y a sus víctimas no negó nunca los auxilios espirituales. Permitía, con gran daño de los intereses religiosos, que Azuero, su amigo, enseñase sensualismo; pero cuando este dogmatizante acusó en el Congreso al celoso predicador doctor Margallo, que combatía desde el pulpito sus enseñanzas, el General Santander declaró que si se dictaba orden de destierro, como se pretendía, contra el doctor Margallo, él, como Presidente, no respondía de 'la paz pública, con lo cual quedó protegido y autorizado el venerable sacerdote. Margallo predicaba con apostólica libertad, y Santander solía asistir a sus sermones. Loquebar in conspectu regum et non confundebar. De las «filosofías» de Azuero debía de tener in perfore mal concepto, cuando en 1836, tratándose de designar el candidato de su partido a la Presidencia, y dividida la opinión de sus amigos, escribía al doctor Cuervo: «Mi candidato ha sido Obando: no he estado por Azuero, porque este hombre con sus teorías nos llevaría al fondo del abismo." A última hora las circunstancias le hicieron aceptar, mal de su grado, la candidatura del utopista.

Hay más: el General Santander consideró siempre la religión como esencial elemento del orden social; y en 16 de diciembre de 1819 su Gobierno, por la Secretaría de Gracia y Justicia, expedía la siguiente circular:

«El Gobierno de la República, protector de la Iglesia Cató lica, ha acordado auxiliar la jurisdicción eclesiástica contra los principios subversivos del dogma y de la disciplina que desgraciadamente pudieran introducirse por una que otra persona ignorante o de mala intención. Aunque el Gobierno no puede permitir el establecimiento del Tribunal de la Inquisición, opuesto a la suavidad de la doctrina de Jesucristo e instituido por los tiranos, que a la sombra de la religión han pretendido mante-

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ner los pueblos en una vergonzosa servidumbre, tampoco pue« de permitir que corran doctrinas impías y escandalosas. Con su acuerdo el Ordinario eclesiástico ha diputado al doctor Francisco José de Otero, Cura de la parroquia de Las Nieves de esta capital, para que conozca en las causas que puedan suscitarse en esta materia, de un modo regular y conveniente al espíritu del Evangelio y al sistema liberal que ha adoptado la Nueva Granada. Por consiguiente, Su Excelencia ordena a Vuestra S e ñoría, que recibiendo requerimiento de dicho doctor Otero para intimar a alguna persona su presentación en esta capital con el objeto de defenderse de los cargos que puedan resultarle en asunto de esta naturaleza, proceda Vuestra Señoría a prevenir y disponer se verifique dicha presentación, con las reservas que el caso exija por la trascendencia que pueda traer la divulgación de hechos en materias tan delicadas. Dígolo a Vuestra Señoría de orden de Su Excelencia para su cumplimiento en sus casos, procediendo sin estrépito alguno y con la prudencia necesaria.

«Santafé, 16 de diciembre de 1819.» (1).

Es decir, que el General Santander restableció en lo que le es esencial, el Tribunal de la Inquisición, quamvis carebat nomine.

En su testamento declaró Santander que era católico; y murió confortado con los sacramentos de la Iglesia, que pidió, y le fueron administrados por el Ilustrísimo señor Mosquera, Arzobispo de Bogotá.

Santander obedeció, como todos los hombres políticos, al espíritu de su época; y en muchos casos se mostró inconsecuente, descaminado por la ambición y la crueldad y por especiales circunstancias; pero las máximas que profesó cuando hablaba y escribía con franqueza e independencia, y su conducta general en los dos períodos en que ejerció el mando, fácilmente demuestran lo que le caracterizaba como hombre político, y cuan faltos andan de razón y justicia los federalistas y anticatólicos que en tiempos posteriores le han proclamado precursor de este nuevo género de liberalismo.

(f) Acuerdos déla Secretaría de Gracia y Justicia, m a n u s c r i t o de l a Bibl ioteca N a c i o n a l . E s t e documento está r u b r i c a d o por S a n t a n d e r .

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A . Caro—S

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¡A CAZA DE ANÓNIMOS!

CARTA A BERALTO, Y TRASLADO A QUIEN CORRESPONDA

Querido amigo: Te debo una contestación sobre mis seudónimos y anagra

mas: si los he usado, cuáles, y por qué motivo. Veo que has dado a tu curiosidad forma de circular; y ha

sido excelente idea, porque con datos nuevos, y con cartas" tan donosas y regocijadas como algunas que has publicado, lograrás ampliar las hasta ahora escasas e inciertas noticias que tenemos sobre esta materia.

Don Diego Barros Arana, diligente investigador chileno (aunque no seguro, por ciertas flaquezas de parcialidad y apasionamiento), publicó no há mucho un Diccionario de seudónimos americanos, en el cual apenas figuran, de compatriotas nuestros, el ilustre García del Río y algún otro.

Otra lista de seudónimos corrió impresa en La Opinión Nacional de Caracas, también muy deficiente en lo que a nosotros toca.

Muy bien haces en tratar de darnos una tan completa como sea posible, amenizada con testimonios jocoserios y anecdóticos de los mismos autores o de sus Boswells.

Pero ya que en esta indagación te has metido, no dejarás de advertir que el seudónimo es apenas una anexidad de la producción anónima. Y sobre este tema, contando con tu indulgencia, dejaré correr la pluma.

De obras anónimas y seudónimas se intitula el Diccionario bibliográfico, compuesto por el Padre Carlos Sommervogel, relativo únicamente a escritores de la Compañía de Jesús, y cuyo tomo i acaba de publicarse en París. Con buen acuerdo están apareados en el título de esa obra el anónimo y el seudónimo.

Siempre he creído que el esclarecimiento de! anónimo propiamente dicho, es de suma importancia, y aun en buena parte indispensable, para escribir la modesta, pero de ningún modo despreciable historia literaria de nuestra Patria desde la Independencia.

Las condiciones económicas e industriales de i.n país determinan la forma de publicidad que toma la producción intelec-

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tual. En naciones adelantadas, donde hay verdadera imprenta^ como arte mixta, mecánica y liberal, que ha llegado a su mayor auge, y donde existen casas editoriales, con grandes capitales y extensas relaciones, el libro es el molde en que el escritor de mérito se ve convidado a vaciar su pensamiento para entregarlo a la circulación; y como la reputación literaria tiene valor efectivo y cooperativo, la aparición de un libro anónimo es caso excepcional. De! periodismo, que en la escala bibliográfica ocupa lugar secundario, se sacan constantemente y se reproducen en forma de libro las producciones de mayor valía, que por ese medio ennoblecidas, entran en el repertorio que habrán de examinar el crítico y el historiógrafo de letras y ciencias.

Lo contrario ha acaecido en nuestra Patria, mayormente en tiempo de la Nueva Granada, en que la importancia intelectual de algunos hombres, y aun la esmerada revisión de algunas publicaciones, contrasta con la pobre y mísera condición de los medios mecánicos de imprimir. Libros, no había que pensar en componerlos, porque faltaba, aun más que hoy, que más no cabe decir, en absoluto, el estímulo de la doble demanda del librero y del público; y las personas doctas que escribían de cuando en cuando, ni farna ni dinero buscaban, y bajo el velo del anónimo daban sus escritos a los periódicos, donde han quedado sepultados e incógnitos, aguardando la mano acuciosísima que vaya a descubrirlos y entresacarlos.

O hemos de conformarnos con no haber tenMo en ciertos períodos historia literaria, o hemos de ir a exhumarla tíe los periódicos.

Allí, y no en otra parte, yacen los escritos de Juan García del Río, de Juan de Dios Aranzazu, de Lino de Pombo, de José Rafael Mosquera, de Mariano y Pastor Ospina, y de todos los grandes voluntarios de la prensa, que alimentaron el periodismo anónimo in ilio iempors, para no mencionar a otros más recientes.

Hoy, para regocijo de las letras patrias, se están publicando en colección (aunque sin la limpieza tipogránca que al intento correspondía y que nuestra época demanda) los escritos de don Mariano Ospina, en Medellín, y los de don José Caice-do Rojas en Bogotá. Lo cual se debe a que uno y otro han podido hallar en periódicos, que van haciéndose antiguos y raros, sus propios escritos; mas no sin dificultad ni completamente, pues borradas con el tiempo las reminiscencias, no es hacedero reconocer todos los dispersos hijos del entendimiento.

A ia dificultad moral de determinar la autenticidad se añade la material de dar con las colecciones de periódicos que han de consultarse. La tíe PINEDA, que forma parte de la Biblioteca Nacional, es acaso la más completa que tenernos; mas todavía es deficiente en lo que abraza, y no alcanza sino hasta cierta fecha, ya no cercana. De allí para acá ¡cuánta indolencia y descuido! No hay ley que haga obligatorio el envío de los periódicos a la Biblioteca Nacional. Todo lo que allí se recibe es por gracia tíe los editores: ¡y así sale ello, como sopa de mendigo!

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Si los mismos autores encuentran tales dificultades para recobrar con certidumbre lo propio, ¿qué sucederá con los escritores finados? ¿Dónde el contemporáneo amigo que tenga el secreto de lo que publicaran? Y dado que lo tuviese, ¿dónde el abnegado bibliógrafo que tome a pechos tan enojoso rebusco?

Digote que si yo fuese Dirección de Instrucción Pública, facultada para algo más que para derramarse en gastos de necia y ruinosa ostentación; mejor: si fuese hombre acaudalado que pudiese gozarme en actuar de Mecenas a mi talante, haría, entre muchas buenas cosas, formar un índice bibliográfico en regla, de nuestra prensa periódica, dividido y honradamente trabajado por épocas; y allí habrían de introducirse, con método científico, y echando a pasear todos los embelecos y fantasmagorías que suelen presentarse hoy con humos de patrióticas revelaciones, las conjeturas relativas al origen de las producciones dignas de memoria.

Tal índice sería el más apropiado aparato para estudiar no sólo nuestra literatura, sino nuestra civilización, que abraza todos los certámenes de la inteligencia y del carácter.

Quizás, en labor tan larga, empezaría por un solo y singularísimo periódico, El Día, que se publicó durante una larga e importante época de nuestra historia, que tuvo la colaboración de hombres muy notables, cuyos escritos sólo allí aparecen, y que por mucho tiempo campeó solo en el estadio de la prensa. «Por dos años enteros—decía notando esta circunstancia el Redactor de El Granadino, en el número correspondiente al 20 de noviembre de 1842,—por dos años enteros El Día, posesionado sin un rival siquiera, de la tribuna de la imprenta, ha estado perorando solo, como predicador en su pulpito, sin que nadie se alzase ni para confirmar sus palabras ni para contradecirlas.» Gracioso es, por lo demás, el inventario que hacía el mismo José Eusebio Caro, en aquel tiempo, de las mescolanzas de El Día. «Sobre la mesa en que esto escribo tengo la colección de El Día, y acabo de repasar todos sus números. Allí he visto innumerables artículos sobre jesuítas, originales y copiados;—publicaciones de Zonzorrino y contra Zonzorrino;—escritos en que se ponen de vuelta y media los Generales Franco y Posada;—adivinanzas, logogrifos, acertijos, versos al Tabaco, y una lista, en verso también (¡poético asunto!), de los Representantes de 1842;—interesantes y bellos trozos tomados de otros periódicos, como las cartas del Brasilero sobre Buenos Aires y Rosas, y el graciosísimo cuento Una Nariz de Bretón de los Herreros;—remitidos en pro y en contra del señor Plata, en pro y en contra de yo no sé cuántos más;—algunos artículos sobre Policía e Instrucción Pública;—el Disparatorio histórico del progreso, y los justos comentarios a los infames artículos que Obando publica en Lima contra su patria;—un artículo de que se habría honrado Larra, sobre el nuevo sistema de progreso efectivo que el General Torrico ha introducido en el Perú, removiendo francamente al Gobierno legítimo de aquel país; una respuesta a El Granadino En una palabra, y para no abusar de la paciencia de los lectores haciendo el índice de

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nuestro inás largo periódico, he visto El Día, y en él cosas muy buenas, y otras que no lo son tanto »

¿Pues qué iríamos- se dirá —a buscar en esa mesa revuelta? Nuestra historia de ese tiempo allí escrita, aunque con caracteres confusos. Aun los avisos dan idea del estado mercantil e industrial de un lugar, de las modas, incluso las de la inteligencia, que asoman en los libros que más se ofrecen a la venta. Pero sobre todo, iríamos a buscar aquellas cosas muy buenas que vio Caro a vueltas de la broza. Las palabras siguientes del mismo Caro son aún más explícitas y significativas: «En El Día han escrito las mejores plumas que tenemos; en él han salido artículos originales ADMIRABLES.» Confiadamente podemos creer que lo son los que juez tan eminente como austero apellidó así; y hoy nadie sabe que se publicaron tales escritos ADMIRABLES, ni dónde están, ni de quién son.

Ahí tienes, en la formación de una buena BIBLIOGRAFÍA DE PERIÓDICOS NACIONALES, una hermosa idea harto más digna de realizarse que tantos pujos de literatura científica en que nuestros Gobiernos, que tan de prisa andan, han derrochado no poco. Yo la regalo a la primera Administración que quiera aprovecharla, con una condición difícilmente aceptable—que no se desvirtúe como se pervierte toda indicación feliz que cae en manos de! espíritu de farsa y del apetito de lucro aliados;—que no se entregue su ejecución, mediante el contrato de cajón, a algún benemérito charlatán. ¡Cuidado, que estas cosas del espíritu, estos trabajos de ciencia, conciencia y paciencia, no se contratan como quien contrata vestuarios para la tropa!

Pero dejando a un lado utopías del patriotismo, que por un impulso propio de su naturaleza santa, no puede dejar de soñar con el porvenir, te conjuro a que propongamos a los hombres de buena voluntad, dentro de los más modestos límites, y a que propendas a que se lleven a la práctica algunos medios adecuados para dejar a la generación que ha de seguir a la nuestra, alguna luz sobre las anónimas producciones periodísticas del tiempo en que vivimos.

El Cauca, periódico de Popayán, abrió cruzada contra el uso del anónimo. ¡Noble empeño por la intención que lo inspira; pero irrealizable propósito! El anónimo, que en caso de denigración o calumnia es cobarde e infame, tomado como condición del periodismo, tiene su razón de ser. El anónimo es resultado lógico del poder de la asociación. El periódico es una entidad, y las firmas que pueden individualizar los artículos, desaparecen en beneficio de la unidad del conjunto. Comoquiera que se estime el anónimo, bueno o malo, habrá anónimos mientras haya imprenta en el mundo.

Por lo pronto me limito a estas indicaciones: 1. a El Gobierno (¡ctra vez el Gobierno!) debe adquirir para

la Biblioteca Nacional todas las publicaciones del país, sea obligando a los editores a enviarlas, sea comprándolas. Mientras la ley no oisponga—por uno u otro medio—tal adquisición, careceremos de un depósito histórico, porque tales colecciones

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no están por punto general a! a'cance de recursos particulares en parte ; alguna, y de ningún modo en nuestro país, donde, la necesidad de vivir absorbe ia actividad individua!, y no permite que la iniciativa particular proporcione, a la necesidad de saber satisfacciones que en nuestra condición actual serían lujo exorbitante.

El Director de la Biblioteca Nacional en sus informes, y especialmente en el último, ha indicado los medios fáciles y sencillos para obligar a los editores a que envíen sin gravamen y antes con provecho suyo, un ejemplar de sus producciones a aquel centro nacional, destinado a prestar, ahora y siempre, servicios de toda especie a la historia de la Nación, como fuente perenne de información para todos los hombres estudiosos.'Pero nuestros Congresos andan demasiado ocupados para entender en menudencias literarias. Basta decir que cuando todos los países civilizados tienen meditadas y minuciosas leyes sobre propiedad intelectual; cuando se constituyen sociedades (presidida alguna de ellas por Víctor Hugo, lo cual debiera ser argumento siquiera para la numerosa secta de!os hugólatras), a fin de propagar ideas justas en favor de la propiedad literaria; cuando se convoca un Congreso internacional, que se reunirá en Berna, para discutir y fijar los principios que deben asegurarla, nosotros no tenemos sobre la materia otra ley que la de 1 8 3 6 , que manda estampar a la vuelta de la portada la patente de privilegio exclusivo! Que es como si en materia de correos conservásemos las leyes de aquella época en que se habla del saco —único - que debía llevar la correspondencia de Europa! ¿Pero cómo ha de ser, si cuando en el Senado se presentó un proyecto sobre la materia, no faltó un General que informara, dándole carpetazo porque—LA PROPIEDAD INTELECTUAL ES CONTRARIA A LA CONSTITUCIÓN DE RÍONEGRO ; de tal modo que aun la ley que la garantiza por quince años quedó anulada por dicha Constitución, ajuicio del mismo General (J. N. M.); y por otra potísima razón, a saber—QUE LOS AUTORES DEBHN CONTENTARSE CON SU GLORIA; - como quien dice - con lo robado!

Posteriormente ia Suprema Corte Federal, por brevísimo acuerdo dictado e! día último del anterior período, siendo ponente el doctor F. M., suspendió el artículo del Código cundina-marqués en que se declaró ser propiedad de sus autores las producciones del talento y del ingenio. Léese en dicho acuerdo que lo de propiedad literaria (aunque copiado del Código chileno) es novedad jurídica nunca oída en parte alguna del mundo. La extensa y detallada legislación de los pueblos cuííos sobre la materia, colegida y comentada en un grueso volumen por el señor Danvila y Collado, era noticia incógnita y no sospechada para magistrados residentes al pie del Monserrate.

Lo que quieren la ignorancia y la envidia es que los escritores trabajen de balde, y que además estén contentos con que manos más listas les usurpen el fruto de sus vigilias. La prueba al canto. Hace algunos meses visitó esta capital un agente viajero de la Casa Garnier, libreros de París. ¿Á qué vino? ya lo sabemos: a informarse de qué obras nacionales tienen aquí eré-

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dito para negociar con ellas reimprimiéndolas en Francia. Ya han reimpreso las Delicias al pie del altar, de propiedad del honrado industrial y padre de familia don Frrncisco Torres Amaya; y han tenido la insolencia (me consta) de ir personalmente y exprofeso, a notificar a un ilustre compatriota nuestro, que reimprimirán una obra suya, que aquí se vende mucho, porque para hacerlo dicen que tienen completa libertad, puesto que no hay tratado de propiedad intelectual entre Francia y Colombia.

Es verdad que según nuestra antiquísima, raquítica y vigente ley de propiedad literaria, no tienen los que ejercitan esas piraterías derecho a introducir en la Nueva Granada (hoy Colombia) sus ediciones fraudulentas. Pero en cambio, todo, en realidad, concurre en contra de los productores colombianos; porque, en primer lugar, los consabidos piratas podrán de hecho enviar aquí sus ediciones, sin que haya castigo eficaz, embargo serio y multa formal que reprima sus audacias; y en segundo lugar, de hecho y de derecho (aunque violando la equidad), aprovechándose de la baratura de la producción tipográfica en Europa, y de una organización mercantil con que aquí no podemos competir, venderán libremente nuestras obras en l i s mercados de toda la América española, sin que los autores, o propietarios de tales obras, tengan la más pequeña participación en los productos de su trabajo intelectual. ¡ Que nos contentemos con la gloria de ser explotados libremente!

Precisamente en aquellos países, como el nuestro, donde la imprenta (entendiendo por imprenta la producción material y comercio de libros) está atrasada y no puede sostener la competencia con el extranjero, es donde más asegurada debe estar la propiedad intelectual por los Gobiernos; porque, ligada esta clase de producción intelectual a la imprenta, sin la protección que viene de leyes tutelares y de tratados internacionales, resultará que el productor intelectual, cuyas obras empiecen a merecer buena acogida, las verá (como sucede en el caso de Garnier y Torres Amaya), denunciadas por el espía del editor extranjero, y por éste reproducidas en cantidad y forma qne habrán forzosamente de ahogarle.'

Este abandono en que Gobiernos, por otra p::rte fanáticos de lo que llaman instrucción, dejan la actividad fecunda y gloriosa de la inteligencia de los colombianos, asimilando la profesión del escritor a la vagancia, de tal suerte que los que lo sean han de contentarse con su gloria y caminar al hospital, redunda por lo pronto en daño de los autores, pero a la larga perjudicará también a los editores nacionales, y será oprobio y mengua para el nombre colombiano, ya que, por desgracia, las naciones suelen identificarse con sus Gobiernos, por cuanto según la filosofía recibida, cada una de ellas tiene ni más ni menos el que se merece. Los autores acreditados empezarán—como ya lo estamos viendo, y podría yo citar ejemplos—a desentenderse de las imprentas de su tierra, y a enviar sus manuscritos al extranjero, buscando todo esto—producción más barata que ponga al libro en condiciones de sostener competencias' puramente comerciales;—amplio radio de consumo, que les proporcionará

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el editor con quien se entiendan al efecto; y protección eficaz conforme a las leyes del país en que la obra se imprime, y a los tratados que esa nación tiene con otras celebrados. Yo por mi parte declaro que tengo probado este medio, y que cuando haya de volver a publicar algún libro, no lo publicaré en mi patria, mientras mi patria no proteja mi derecho sino con la liberal y consoladora fórmula de j CONTENTARSE CON SU GLORIA 1

2." Los editores o directores de periódicos, al fin de ano o de semestre, debieran formar y repartir un índice o tabla de materias, trabajo de escasa o ninguna gloria para el que le hace, de reconocida utilidad e indudable provecho para el que ha de consultarle.

El PAPEL PERIÓDICO ILUSTRADO ha empezado a dar en esto el ejemplo, y por ello te felicito.

Estas tablas verborum y rerum notabilium, tan frecuentes en libros de antaño, hacen grandísima falta en las obras modernísimas, lo cual es señal de la ligereza y frivolidad del siglo del vapor. Hay que reconocer excepciones, y sobre todo, las que nos ofrecen pacientes bibliógrafos de diversos países, y los concienzudos y atildadísimos editores ingleses, en muchas de las obras que publican, verbigracia la de Macaulay, acompañada de copiosísimos índices.

Pero sin salir de casa, y dentro de período no largo, tenemos que reconocer que si en cantidad y material calidad de producción tipográfica hemos ganado mucho, en esmerada revisión de lo que se publica, que es trabajo literario y no mecánico, no hemos adelantado con tal uniformidad que podamos sostener con ventaja en toda la línea la comparación con nuestros padres y abuelos.

Ni hay para qué remontarnos a la Constitución de Cundi-namarca del año 11, edición impresa en mal papel y con gastados tipos del impresor de la patria don C. Calvo, pero literariamente correctísima, como que revisó las pruebas el Diputado por Tocaima, y corredactor de la misma Constitución, don Miguel de Tobar, de cuya erudición y muchas letras no me-toca hablar aquí. Tampoco quiero decir nada, viniendo a tiempos menos lejanos, de la Recopilación Granadina, compilación en todo sentido científica, desde el método de ordenación, hasta los índices, y la limpieza de la corrección tipográfica, en que no dejó correr errata el ojo experimentado del sabio que hizo todo aquello, don Lino de Pombo. ¡Ya se ve la gente a quien por entonces se encargaba esta clase de trabajos! Vamos, nada más, puesto que a índices de periódicos hemos de concretarnos a las colecciones de gacetas del primer período constitucional de la í'ueva Granada, que pueden verse en la Biblioteca Nacional, acompañadas de tablas alfabéticas, bastante copiosas para ahorrar a todo el que las consulte el trabajo de repasar hoja a hoja un grueso infolio para dar con lo que busca; y compárense con las del Diario Oficial, que, o no tienen índice, o así lo tienen como si estuviera en blanco, formado con arreglo al moderno sistema de contratos, aplicado a trabajos que demandan competencia científica o artística: la cual aplicación ofrece

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de ordinario la doble inestimable ventaja de que las cosas salgan muy caras y hechas como la casualidad lo quiso, a manos —que no por mano - d e personas del todo incompetentes.

La bibliografía no es otra cosa que el arte de hacer índices, desde los más sencillos hasta los más descriptivos y razonados; arte que demanda conocimientos técnicos y hábitos mentales de orden y exactitud. En tiempos en que la producción literaria y el comercio de librería se han aumentado tanto, y en que la producción intelectual inunda aun a países que no la tienen, los servicios de este arte son indispensables para todo progreso y lucha intelectual. Porque, ¿cómo hemos de estar al tanto de lo que se opina y se avanza en tal o cual ramo si no leemos las obras que sobre él se publican? ¿Y cómo hemos de leerlas si no las conocemos ni por el rótulo? ¿ Y cómo hemos de adquirir noticia de ellas y de rastrear las que especialísimamente convienen a nuestro propósito, si no consultamos los índices y ca-tálogos_que son la clave de la producción intelectual?

Ciñéndome a los periódicos, diré que esta clave es arma poderosa en las polémicas políticas, y la que con mejor éxito tal vez suelen esgrimir algunos diarios europeos, cuya redacción dispone en un momento dado de todos los datos necesarios para fijar una fecha, confirmar o desmentir una referencia, contestar a cualquier interpelación, o tejer una biografía o necrología que nada deje que desear. Y a fe que no es escaso poder el de quien esté pronto y aparejado a cualquier lance en toda ocasión, con cien ojos y cien manos; ni es malo ni poco fructífero linaje de ejercer justicia distributiva, el mostrar la consecuencia honrada o el progreso luminoso y natural de las ideas del hombre de buena fe y generosa voluntad, y el poner de manifiesto las palmarias contradicciones nacidas de falta de conciencia o de sugestión interesada de ciertos pseudo-apóstolesdetal o cual doctrina, que sólo con sofismas engañaron a los incautos e ignorantes, y cuya gloria fosfórica no resiste a la simple enumeración bibliográfica de sus variaciones e inconsecuencias deshonrosas.

3. a Indicación y última por hoy, será la de que les editores de periódicos deben, con la discreción debida, conservaren su poder dos o tres colecciones encuadernadas, en que cuiden de marcar al pie de todo artículo el nombre del autor. Recientemente he tenido ocasión de ver lo que esto sirve; porque revisando en la Biblioteca Nacional varias colecciones, aparecieron marcados Celta, por mano de Vergara y Vergara, en ejemplares que a este inolvidable compatriota pertenecieron, algunos escritos de que el mismo Celta se había olvidado, y que probablemente no hubiera recogido en la preciosa colección de sus obras.

Y poniendo punto a la larguísima digresión que ha venido a ser asunto de esta carta, vuelvo al objeto particular de ella, y al empalagoso egotismo a que me obliga el tener que responder a preguntas que a mi persona se refieren; y diré que la ma-

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yor parte de las veces que he escrito para el público, que son ya muchas, me he acogido al velo, que no llamaré infame, del anónimo; que algunas he estampado mis iniciales, y que en ocasión rara adopté el seudónimo Aurelio, para mí simpático, por razones que dejo en el tintero, porque algo ha de quedar a la sagacidad de los curiosos.

Habiendo recientemente publicado un artículo que sacó al pie tres asteriscos, mi contrincante tomó de ahí argumento para darme el pomposo título de «Caballero de las Tres Estrellas,» con lo cual me obligó a declinar el honor de tan ¡umbrosa divisa, y a firmarme—El de las Calderas Negras.

Y para terminar con otra adivinanza, declaro que si a los nombres de mis dos abuelos, que me pusieron en la pila, se añaden mis dos apellidos, paterno y materno, sin interponerles la conjunción que se usa en tales casos, resultarán las letras cabales de un anagrama ideado por mí, allá en los entretenimiento de mi niñez, y bajo el cual, lo mismo que en cualquiera otra forma, tengo el gusto de ofrecerme a tus órdenes como antiguo y afectísimo amigo y seguro servidor,

GUALBERTO ROCA Y M. .NTIANO

(Papel Periódico Ilustrado, de i? octubre. 188-t).

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VIRGILIO EN ESPAÑA (!)

(Apuntes dedicados a l señor don M a r c e l i n o Menéndez P e l a y o ) .

El señor Menéndez Pelayo, doctor en Filosofía y Letras, actual Catedrático de Historia de la Literatura Española en la Universidad de Madrid, emprendió hace algunos años, como «pasatiempo de estudiante, que buscaba solaz en la Bibliografía, rendido y fatigado de ciertas explicaciones de metafísica krausista,» la compilación de datos sobre las traducciones que de autores griegos y latinos existen en castellano y- demás lenguas literarias de la Península Ibérica. Este trabajo, no interrumpido entre sus manos, ha adquirido mayores proporciones, hasta formar una obra extensa, de ciencia y de "paciencia, que ya se anuncia próxima a su terminación, y verá la luz pública bajo el título' de Bibliografía Crítica de Traductores Españoles.

La historia de las traducciones que cada nación posee de obras clásicas de la antigüedad, revela e ilustra la marcha paralela que han seguido los estudios clásicos, y los progresos alcanzados por la cultura en este departamento fundamental de las letras humanas. El examen de este género de producciones forma por lo tanto una parte muy importante de la historia literaria de las naciones. Pero tal examen, si ha de hacerse en conciencia y con fruto, demanda desde luego un no vulgar conocimiento de las lenguas de que se ha traducido y de aquellas en que están escritas las versiones, y un cotejo laborioso de éstas con los originales respectivos. No es mucho pues que en España, donde el cúmulo enorme de producción literaria durante siglos contrasta con la falta de manos ordenadoras y curiosas, el ramo de traducciones haya sido el más abandonado por bibliógrafos y críticos. Don Juan Antonio Pellicer, conocido biógrafo de Cervantes, publicó en 1778 su Ensayo de una Biblioteca de Traductores, en que acopió noticias curiosas sobre don Enrique de Villena, los Argensolas y otros ingenios es-

(1) P u b l i c a d o s estos Apuntes en e. Repertorio Colombiano ( julio, diciembre, 1879). fueron posteriormente revisados , en p a r t e refundidos, y aumentados con noticias a c e r c a de los comentadores de V i r gilio. IC m a n u s c r i t o de este nuevo t r a b a j o no lleva fecha a l g u n a , pero se presume que se hizo por k.s añr s de IS83 a 1885. (Nota de los editores) .

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pañoles. Pero su obra quedó muy incompleta, y por la forma y estilo no satisface a las necesidades de la crítica y la bibliografía. De los trabajos posteriores deCapmany, Navarrete (don Eustaquio), etc., apenas quedan muestras insignificantes o alguna vaga noticia.

Ni hemos de extrañar que los modernos bibliógrafos, empeñados con laudable celo en reparar en parte los efectos de la deplorable incuria española, no teniendo ojos ni manos para verlo y ordenarlo todo, se hayan dado a esclarecer de preferencia la historia de las obras .originales. Así vemos que Ticknor, tan minucioso y exacto en su Historia de la Literatura Española, apenas cita los nombres de algunos traductores, y sobre sus trabajos emite juicios tan festinados y falsos como el elogio que hace de los traducciones de León, confundiendo malamente las genuinas con las apócrifas. Cervantes, y Quevedo, y Santa Teresa, los líricos de los siglos xvi y xvii, y los del siglo xvni cuentan ya, en la Biblioteca de Rivadeneira, en Ticknor, y en otras publicaciones con ilustradores eruditos y diligentísimo -, cuyos trabajos, ya de restauración, yadebib ;iografía crítica, compiten a las veces con los más notables, en este género de erudición, de la época del Renacimiento y de la moderna Alemania; al paso que Juan de Lebrija Cano, y Pedro Simón Abril, y cuantos trasladaron a España la herencia preciosa del mundo grecorromano, arrinconados ahora y cubiertos de polvo, aguardan la mano piadosa que los enseñe al público o los saque a mejor luz, dándoles un lugar honroso en la exposición de frutos literarios de las edades pasadas

Los traductores modernos que con estudios especiales podían haber preparado datos y materiales que facilitasen este trabajo, en lo que menos pensaron fue en cumplir con esta obligación suya, ya sea por malicia, o ya por ignorancia injustificable. A Iriarte, en el discurso preliminar a su versión de la epístola AdPisones, perdonamos la saña con que se ceba en sus predecesores Espinel y Morell, en gracia de las indagaciones que tuvo el cuidado de hacer, y de las noticias bibliográficas que se apresuró a consignar en dicho discurso, acerca de esos y otros traductores del Arte Poética. ¿Pero qué se podrá decir en este particular, en favor de Burgos ni de Hermosilla? Ellos debieron darnos, junto con sus traducciones de Horacio y de Homero, la historia, o una lista siquiera, de los trabajos de interpretación realizados en su patria. Burgos no da noticias bibliográficas; habla con altivo desdén de sus predecesores; copia para desacreditarlos (y con ellos a la España literaria) lo malo o lo mediano, y omite lo bueno o lo mejor; nada sabe, por ejemplo, de las imitaciones excelentes de Medrano, y se guarda muy bien de mencionar las preciosas traducciones de don Leandro Moratín. Hermosilla publica su traducción de la Ufada «para que mientras no se dé a luz otra mejor puedan nuestros jóvenes estudiar en ella tan admirable poema con menos disgusto que en la de García Malo, la sola que teníamos hasta ahora.» ¿Quién pondrá en duda esta afirmación del tremendo legislador de nuestro Parnaso? ¿Quién no creerá que él fue el

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apóstol de la poesía homérica en España, y que detrás de él, como detrás del mismo Homero, no hay sino tinieblas? Pues bien, Menéndez Pelayocita una porción de traducciones de Homero anteriores a la de García Malo; entre ellas la del citado Lebrija Cano, que está inédita, y por las muestras es más tolerable de leer que la de Hermosilla; y la del sabio jesuíta Aponte, maestro de .Vlezzofanti, la cual se ha perdido; con la circunstancia que de ella tuvo noticias don Leandro Moratín,y por Mo-ratín pudo haberlas tenido también Hermosilla, amigo y admirador de ínarco. ¡Cuál habrá sido la indiferencia española en punto a gloria literaria, cuando se han percudo las obras del Padre Aponte! Y como perdida estuvo asimismo la traducción de la Tebaida de Estacio por Juan de Arjona, que como obra poética es la traducción más perfecta que tenemos, hasta que en 1854 la sacó a luz algo estropeada don Adolfo de Castro en la Biblioteca de Rivadeneira.

A todos aquellos industriales de la república literaria, más o menos beneméritos, cuáles maltratados, ignorados otros, ha vuelto una cariñosa mirada, y a vengarlos del olvido en que yacen dedica sus ocios el señor Menéndez Pelayo. Como muestras de su obra extensa, y compuestas con datos de la misma, ha publicado ya dos monografías, la una sobre traductores e imitadores del lírico latino, intitulada Horacio en España (1), que forma un tomo en 8." de 479 páginas; la otra, sobre traductores de la lííada, estampada al principio de un tomo de notas sobre este poema, complemento de la traducción de Hermosilla, que en el año pasado reimprimió en Madrid el editor de la Biblioteca Clásica. Una y otra revelan la vasta erudición, el excelente método y el criterio seguro con que está escrita la Bibliografía Critica, y superan con mucho las esperanzas que pudieran fincarse en un joven que apenas cuenta veintidós anos de edad, fenómeno pasmoso de precocidad de ingenio, y tipo nobilísimo de constancia en el trabajo (2).

Para los apéndices de mi traducción de Virgilio he cuidado de recoger noticias sobre los intérpretes españoles que me precedieron, y algunos de los cuales consulté a menudo mientras traducía y anotaba al gran poeta. Con estos datos proponíame componer una Tabla Bibliográfica de traductores españoles de Virgilio, y tributar así a mis predecesores en esta carrera un simpático recuerdo y justo homenaje, interrumpiendo la viciosa costumbre de los modernos autores de traducciones. Y como este jnismo trabajo entraba como parte pequeña en el plan del señor Menéndez Pelayo, posible es que en un mismo día y a una misma hora nos ocupásemos, él allá, en Santander, Madrid o Sevilla, y yo acá en un rincón de los Andes, en regis-

(1) M a d r i d , M e d i n a , sin fecha (mal pecado en o b r a de bibliógrafo , sólo d i s c u l p a b l e por l a a u s e n c i a del autor m i e n t r a s se hizo la impresión) . S e infiere que se imprimió en 1876.

(2) E n La Ilustración Española, ndmero de 8 de febrero, puede verse el r e t r a t o y u n a breve notic ia del joven escri tor , h o n r a de l a s montañas de S a n t a n d e r y de l a nación española .

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írar una misma noticia bibliográfica, una misma apreciación crítica sobre alguno de los intérpretes españolas ele las Églogas, las Geórgicas o la Eneida.

Mi traducción de estos poemas, obra en que atendiendo al mérito de la perseverancia se ha perdonado lo defectuoso del desempeño, llegó a manos del docto y avisado bib'iógrafo, quien hubo de recibiría con interés de compatriota; pues su anchuroso corazón considera tales, no sin justo título, a cuantos tributamos culto filial ala común lengua castellana en uno y otro hemisferio. Con tal motivo, y deseoso de ampliar su monografía horaciana y su Bibliografía de Traductores,'ocurrióle pedir . e natos sobre escritores que en nuestra América hayan interpretado algún autor griego o romano; y como algunos de ellos figuran en este mi catálogo virgiliano, me ha parecido bien publicarlo y dedicárselo a! señor Menéndez en señal de obsecuente correspondencia a sus buenos deseos.

En realidad lo que en esta lista presento al señor Menéndez es tan sólo lo concerniente a traductores americanos. Mis datos sobre traductores peninsulares son en mucha parte de segunda mano, y para él de todo punto excusados y ociosos. El señor Menéndez, auxiliado primero por el Ayuntamiento de Santander, su patria, y después por el Ministerio de Fomento de Su Majestad Católica, con una subvención para excursiones bibliográficas, ha registrado bibliotecas y archivos, no sólo de España y Portugal, sino también de Francia, Bélgica e Italia. A los doctos bibliotecarios de Madrid y Barcelona, de Lisboa y Coimbra, etc., etc., ha debido, según él mismo lo expresa, «la más fraternal acogida y benevolencia.» Yo no he tenido a mi disposición sino mi biblioteca particular, la de un excelente amigo, y la pública de Bogotá, harto escasa por cierto en la materia de mis indagaciones.

He dejado pues mis apuntes para darlos ahora a luz, en el estado embrionario en que los hallaron las cartas con que me ha favorecido el meritísimo Catedrático de la Universidad Central (salvo dos o tres adiciones de poco momento); que fuera necio empeño de mi parte adelantar este trabajo, en circunstancias tan desfavorables, cuando completo ha de publicarse en la anunciada Bibliografía Crítica de Traductores. Parece que debiera limitarme a la parte americana, y enviarla manuscrita al señor Menéndez Pelayo. Pero motivos hay que justificarán, creo, la publicación in integrum de estas notas en borrador. Publicadas servirán de aviso en Colombia y en los puntos de América adonde llegue nuestro Repertorio, de la obra de! señor Menéndez, y con esto estimuló y excito a los amantes de las letras patrias, a que, rectificando y ampliando mis datos, comuniquen al sabio bibliógrafo, para que nada falte en su libro, cuanto sepan de traductores americanos, que en todo o en parte hayan trasladado a nuestra lengua a Horacio, a Virgilio o a cualquiera otro autor griego o latino. Y ya que he de dar a luz una parte de mis apuntes, ¿porqué había de recoitarlos, y no sacarlos más bien en la forma en que se hallan? En la parte misma relativa a traductores peninsulares, hay esparcí-

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dos acá y allá algún dato nuevo, alguna observación curiosa, que podrá tal vez utilizar el señor Menéndez Pelayo. ¿Y podría yo fácilmente entresacar estas indicaciones utilizables? Y entresacadas que fuesen de su lugar, ¿no quedarían demasiado desligadas e informes para publicarse? Tales como están, aunque en sí harto deficientes, son las primeras noticias que se reúnen sobre la materia; y mientras se publica la Bibliografía Critica del señor Menéndez Pelayo, llenarán en América un vacío que se nota en la historia de la literatura española.

Los apuntes que he intitulado Virgilio en España se dividen en dos secciones. La primera, que ahora publico, es, como verá el lector, una tabla bibliográfica de traductores, por orden cronológico. Es la segunda una colección de reminiscencias vir-gilianas (versiones literales unas veces, libres imitaciones otras) sacadas de las obras de multitud de poetas españoles, así peninsulares como americanos, y puestas por el orden numérico de los respectivos versos del original. Tengo reunidas más de quinientas, y tan seguidamente se suceden a las veces unas a otras, que con ellas resulta tejida la traducción de largos pasajes y páginas enteras. Horacio y Virgilio han sido, de los poetas de la antigüedad, los más estudiados en España; pero Virgilio, según infiero, todau'a más que Horacio.

En la siguiente lista se ha puesto al frente del nombre de cada traductor el año preciso o aproximado, en que se escribió la traducción, y a falta de este dato, la fecha de la edición primera.

COMENTADORES

MATIENZO

R. P. Sebastiani | Matienzo | Burgensis í Societatis lesu, | Commentationes Selectae Ethicae Politicae | In P. Virgilii Ma-ronis Aeneiden | Ex Interpretibus et Neotheris eí Antiquis [ Donato praesertum. | Índice locupletissimo | rerum et verborum illustratus. | Nunc primum in lucera prodit j (Grab. en madera, y leyenda: Ingenium superat vires) I Lugduni | Sumpl. Horatii Boissat et Georgii Remers | MDCLII | Cum Superiorum permissu.

En 4.° Portada en negro y rojo. 7 hoj. sin folio.- 471 pp. Muchas hh. de Índice.

Heine no cita esta obra en su catálogo, acaso porque no conteniendo íntegro el texto, sino los pasajes que se comentan, no la hubo de considerar edición de Virgilio.

El manuscrito de esta obra (según se dice en el primer prólogo al lector) anduvo extraviado mucho tiempo hasta que recobrado por la Compañía de Jesús se dio a ¡a estampa, más de veinte anos después de la muerte del autor. Una aprobación

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del Padre Velásquez (Provincial de la Compañía en Castilla), fechada en Valladolid a 28 de agosto de 1641, indica que el autor había dejado el manuscrito aderezado y dispuesto para imprimirse.

Fue el Padre Matienzo (según su discípulo y editor el Padre Diego Velasco) «vir omni eruditione et maximi ingenii acu-mine proeditus, atque religiosus ac pius; qui sine dubio inter primus huius professionis viros adnumerandus sit licet tot prae-clasissimi in Soc. Iesu floruerint semper.» Fue autor—añade—de los Comentarios a las Heroidas de Ovidio, que publicó bajo el nombre de don Sebastián de Alvear, desconfiando de su propio ingenio; «erat enim vir sibi soli incognitus.»

No menciona N. Antonio estos Comentarios ovidianos. Cita sí una Rethorica publicada por Matienzo «sub nomine Se-bastiani Burgensis.»

Séneca (De brev. vitae ix) dijo: «Divino furore instinctus Maro salutare carmen canit.» Siguiendo este pensamiento el Padre Matienzo dice en su prólogo que considera la Eneida como «salutare emporium unde peti omnium virtutem documenta possunt quibus et melius et civilius vivas.»

Propúsose Matienzo exponer en comentario seguido todas las enseñanzas morales que se ligan de algún modo con el sentido de los versos de Virgilio o que en ellos están ocultos, o «eminentissime» contenidas. Y para este fin no hizo sino tomar de aquí y allá, de diferentes autores, y especialmente de Donato, las interpretaciones que venían a su propósito; y advierte que él de sí no puso en este trabajo sino la industria de redactarlo y el afecto al poeta, con que lo llevó a término.

El orden que sigue el comentario es el del texto latino, copiándolo en la parte que glosa y pasando por alto los pasajes que no dan materia de explicación. Al margen pone numeradas y en forma de apostillas las sentencias o apotegmas. De estos,

El libro i de la Eneida tiene 189 El libro il de la Eneida tiene 126 El libro m de la Eneida tiene 119 El libro IV de la Eneida tiene 156 El libro v de la Eneida tiene 77 El libro vi de la Eneida tiene 127 El libro vil de la Eneida tiene... 68 El libro vm de la Eneida tiene 112 El libro IX de la Eneida tiene 76 El libro x de la Eneida tiene 128 El libro XI de la Eneida itenz 188 El libro XII de la Eneida 152

Total 1518

El Index rerum et verborum no es otra cosa que estas 1518 sentencias clasificadas en agrupaciones bajo títulos que van en orden alfabético, verbigracia: Adulatio, Amentia, Amor, etc.

Pondré algunos ejemplos para que se vea el sistema de Matienzo.

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Cuando sobre la coronilla de Ascanio aparece una ilaraa que sus padres se apresuran a apagar, sin ver que es sagrada señal de fuego que arde y no quema (Aen., H, 681 sq.), Matienzo comenta siguiendo a Donato, y saca esta sentencia: Parentum error est. coelestes in filiis ardores extinguere.

Refiriéndose allí mismo a estos dos bellísimos versos descriptivos:

F u n d e r e lumen a p e x , tac tuque innoxia tnolli L a m b e r é flamma c o m a s et c i r cum témpora p a 3 c i ,

aduce la explicación del «doctísimo y politísimo» Padre Márquez (Gobernador Cristiano, Libro I, capítulo IX); «Cuando el cielo destina por rey a lulo Ascanio, llamas le lisonjean la cabeza y se la visten de luz, porque con ésta ha de alumbrar y dar consejo en los casos dudosos, y con aquéllas ha de mostrar severidad y ejecución contra atrevimientos declarados.» Violenta simbolización que Matienzo extracta en ¡a correspondiente apostilla: Supetior lucem habere debet qua doceat, flammas quibus puniat.

Si el Rey Yarbas (IV, 206) se queja a Júpiter y le echa en rostro que sus rayos sirven para asustar y no para castigar, Matienzo, siguiendo a Donato y Landino, deduce: Turpis amor dellusus atheismum fere inducit. Y luego cita a Séneca ad loe. (Natur. o, 43, 44); «Iovem, id est regem, prodesse etiam solum oportet, nocere non, nisi cum pluribus visum est. Discant hi qui-cumque magnam potentiam inter homines adepti sunt, sine con-silio nec fulmen quidem mitti»

Más acomodado, si no a lo que resulta de la relación expresa de Virgilio, y aun a su mente, habría sido observar la impaciencia injusta con que los hombres suelen motejar de tardía a la justicia divina. Dido no tarda en tocar el término doloroso a donde la trajo el olvido de sus sagradas obligaciones. Yarbas queda vengado en el recuerdo que le consagra Dido en su desesperación (v, 535). Dido no muere de rayo, pero muere en las llamas. Ella misma se cree abandonada del cielo, e increpa a los dioses en términos tan blasfematorios como ios de Yarbas: «Nusquam tuta fidesi» (372). Sin embargo ella también ha de ser vengada, y la última maldición que lanza sobre Eneas (615-620) es un anuncio que el poeta pone adrede en boca de la reina suicida, en los términos precisos en que ha de cumplirse. En la fábula de Virgilio ningún crimen queda impune, la justicia llega tarde para nuestra impaciencia, sed tute.

ANTONIO DE NEBRIJA

«Alter Hercules monstrorum domitor qui primus signum ab ipsa Minerve extulit arce ad instauranda litterarum studia.» Nic. Antonio.

Fundador de los estudios de gramática y poética en Salamanca.

De accentu latino aut latínitate donato Repetitio nona Sdí-manticae habita ni id. Julii 1513.

E s t u d i o s l i te rar ios—M. A. Caro— f>

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Comentó a Persio, Juvenal y «obscuriora Plinii,» y publicó Ecphrases in Virgilii opera admodum familiares et rudibus ti-runculis ad intelligendum facillime, Granada, 1546. Copió de su puño a Virgilio, manuscrito que Antonio de Morales en su viaje santo dice haber visto en el convento de la Mejorada.

CARAMUEL

Nació de familia alemana en Madrid en 1606. Nicolás Antonio trae su biografía y un catálogo muy largo, pero todavía incompleto, de las obras de Caramuel. En su Trismegisíus Theo-logicus, libro eruditísimo y por extremo curioso, lleno de cuestiones críticas, retóricas y dialécticas, y adornado de multitud de pasajes de poetas modernos, mayormente españoles, transcritos en la respectiva lengua, examina Caramuel muchos pasajes de Virgilio, y aun entra a veces a estudiar el texto y proponer variantes (1). Era Caramuel escritor de grande originalidad e independencia de juicio. Ateniéndose a su experiencia personal profesaba la doctrina platónica de las ideas innatas «quoniam in meo intellectu—decía—apprehensiones sentisco quas a nemi-ne didice, quasdediscere non possemet si vellem» (2). Anunciase en el prólogo de su Trismegisíus que en esta obra enciclopédica se hallan muchas cosas «quae in alus non sunt libris ob-servata et notata » o bien de quibus veteres ne quídam suspi-tionem habuerunt. En otro lugar de la misma obra (tomo i, página 210) se enfrasca en una cuestión prosódica sólo para comprobar cuan difícil es desarraigarlas opiniones una vez recibidas, aun patentizada su falsedad. Tan libremente volaba el entendimiento de aquel ortodoxo y sapientísimo escritor.

ALFONSO TOSTADO

1415—14SS

Con ocasión de comentar la epístola de San Jerónimo a Paulino, en los preliminares al Génesis, expone ampliamente el célebre Tostado algunos pasajes de Virgilio.

Principia por consignar algunas noticias sobre la obra del poeta, y su fama de nigromántico, y refiere algunos de sus encantamientos, de que todavía en tiempo del Tostado quedaba memoria en Ñapóles.

Los pasajes virgilianos que cita San Jerónimo (3)(eomo mues-

; i ) T a l es , por ejemplo, nenius por latus Aen . , x t , 524. (2; Pró logo a l a s e g u n d a edición del Trismegisíus, V i g l e v a n i ,

1679. ( i ) Aen. i, C64, u, 650: E c l . IV e seqq. Obsérvese que S a n J e r ó n i

mo c e n s u r a b a justamente el abuso teológico de versos y centones v i rgi l ianos , al paso que tenía no sólo por lícito sino también a g a l a la explotación literal ia del poeta . « Q u a m affectate H i e r o n y m u s — d i c e Vives—uti tur V i r g i l i o i ta ut intermiscendoruin a l iquorum versuum eius captet undique occasiones ! Q u a m putat o r n a r i s u a m orat ionem! Q u a n t u m decoris e x i s t i m a t accederé dict is i l l ius!» Vives, in Geo-

gica praclect.

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tra de la manía que tenían algunos de traer lugares de autores profanos para ilustrar asuntos cristianos y teológicos) son:

N a t e , meae vires, m e a m a g n a potentia solas ,

como si el Padre Eterno dijese tales palabras al Hijo ;

T a l i a p r e s t a b a t memorans fixusque manebat ,

como expresión aplicable al Salvador, elevado en la cruz ; y sobre todo los sabidísimos versos de la égloga IV:

I a m redit et v i r g o . . . .

Expone el Tostado el argumento de la composición poética a que pertenece cada uno de estos pasajes, explica su sentido contextual y recto, y reprende a los corruptores de sentencias, y en especial al monje francés Juan Vidal, que en su Speculum morale sacrae scripturae adujo varios pasajes de la citada égloga iv, y otros testimonios peregrinos, con ocasión de defender la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora.

En lo que más se extiende Tostado es en explicar el argumento e intención histórica de la famosa égloga IV.

Adopta la opinión de que el niño cantado en ella fue el malogrado Salonino, hijo de Polión. Supone que como este niño al nacer sonriese a sus padres, lo cual se tenía por mal agüero, quiso Virgilio tranquilizarlos, y escribió estos versos en que anuncia que en los días de Salonino reinarían la paz y justicia. Explica que la virgen de que habla el poeta es la incorruptible Justicia, o Astrea, Nova progenies es el mismo Salonino, y coelo demiltitur significa que «no ha nacido por casualidad como nace el vulgo de los mortales (a juicio de los poetas), sino por disposición especial de los dioses y mediante grave deliberación, para que restaure la justicia sobre la tierra.» En fin, discurre difusamente sobre cómo han de entenderse las tres edades del mundo, la última de las cuales es la que canta el poeta como renovación del siglo de Saturno.

El capítulo, o conclusión m, del opúsculo que intituló Tostado De statu animarum post hanc vttam, es una exposición de las ideas, positiones, de los antiguos filósofos y poetas respecto a la vida futura, donde el autor compara las de los filósofos con las de los poetas, y todas con la doctrina católica. Para explicar la positio virgiliana trae Tostado el argumento del libro vi de la Eneida y una larga tirada de versos del mismo. La positio virgiliana procede de la platónica, sólo que Platón escribe como filósofo y Virgilio per quasdam circulationes iuxta poetarum officia. Entre los latinos cita principalmente a Ovidio y a Séneca, poetas, y a Cicerón, filósofo, notando curiosamente los puntos convergentes y divergentes en sus opiniones sobre los destinos del alma humana.

Es muy digno de advertir y admirar el sano y recto criterio que ya en aquel tiempo aplicaba el doctor Abulense a juzgar

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esta materia, igualmente alejado de cada uno de los dos viciosos extremos hacia los cuales han solido gravitar I03 escritores católicos.

Lactancio y otros apologistas de los primeros siglos, atribuyeron valor profético a algunos escritos paganos, muy especialmente a la égloga IV de Virgilio. Tostado desvía todo lo que se refiere a adivinación, y restablece la interpretación literal.

Otros miraron con horror en conjunto a los escritores profanos, bien que esta intolerancia (que en siglos posteriores trataron de renovar Savonarola y Lutero, y en nuestros días algunos piadosos pero mal orientados apologistas) no prevaleció jamás en la Iglesia Católica. Baste citar los testimonios elocuentes del primero de los Padres de la Iglesia Latina y del Padre de la Iglesia Griega (1).

Tampoco siguió Tostado este género de puritanismo. Ya se ha visto que comentando a San Jerónimo condena la confusión errónea de los estudios clásicos con los teológicos, la mezcolanza inconsiderada de autoridades sacras y profanas; pero no por esto se desentiende de los escritores griegos y latinos, ni los excluye de su amistad, antes invoca a menudo su testimonio, para comprobar hechos o confrontar opiniones: ni excomulga la sabiduría antigua, ni la divorcia de la creencia cristiana, aunque entre una y otra hace la distinción debida, poniendo cada cosa en su punto. Tan distante estaba de desechar a los poetas que en ellos va a buscar muchas veces filosofía más bien que en los filósofos, en lo cual se mostró justo apreciador de lo que muchos no entienden (2).

En cuanto a Virgilio, con tal naturalidad habla de sus hechicerías, que parece que candidamente las admitiese por ciertas; mas no le considera ni quiere se le considere vidente, ni deja de admirarle como a príncipe de los poetas latinos.

Es más: recordando un pasaje de San Agustín, el cual refiere en sus Confesiones que siendo niño lloraba leyendo a Virgilio, «Yo también—añade Tostado—aunque no debiera nombrarme al lado de tan gran doctor de la Iglesia, yo también recuerdo que niño lloré muchas veces leyendo el libro II y el v de la Eneida: pues es tal la dulzura de las palabras, y de tal modo penetra en los tiernos corazones, que en tomándole el

(1) « K a m et ipsi gentiles 3i quid divinum et rectura in doctr lni* sui* h a b e r e potuerunt, non improvaverunt s a n c t i nostri .> S a n A g u s tín. De baplismo contra Donatistas, v i , 87. E n t r e estos santos nuestros n o m b r a S a n Agust ín a S a n P a b l o y a S a n C i p r i a n o . V i d . a s i m i s m o a S a n B a s i l i o , De legendis graecis libris, c . T.

(2) De Ovidio mismo dice que en cierto» l u g a r e s habló como ver* philosophus. U n profundo p e n s a d o r de nuest ro s iglo ( J o u b e r t ) d i e e : «Loa poetas tienen cien veces m á s a t i n a d o juic io que los filósofos: yendo en pos de lo bello encuentran m á s verdades que l a s que b a i l a n los filósofos en su d i r e c t a inquisición de lo verdadero .»

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gusto no hay quien deje de llorar con el alma y con los ojos.» (I).

Gravísimo argumento ofrece en favor de la moralidad de los poetas virgilianos esta afición que tuvieron a su lectura varones tales corno el Abulense menos venerable que por el maravilloso saber que alcanzó, por la pureza de sus pensamientos e integridad de sus costumbres (2).

Este ilustre escritor eclesiástico, insistiendo sobre la necesidad de imbuir al hombre desde los tiernos años en el temor de Dios ( 3 ) , aprueba la costumbre que hubo en las escuelas romanas de poner en manos de los niños a Virgilio como uno de los libros más sanos de la antigüedad. Quien así pensaba no podía adivinar que llegarían tiempos en que algunos escritores católicos abriesen campaña contra los autores clásicos, tanto menos nocivos cuanto más lejanos, menos populares y cuasi desalojados por un nuevo y pernicioso linaje de literatura fantástica/ni que hubiese de colocarse en la clase de gusano roedor de la sociedad moderna a aquel a quien e! mismo Tostado apellidó a boca llena poetantm lañnorum flos et capul, et totius eloquentiae decus.

JUAN DE GRIAL

Eclesiástico muy respetado, Canónigo de Calahorra, editor principal de San Isidoro (1599), erudito y poeta, grande amigo del Maestro Fray Luis de León y del Brócense, y a quien el mismo León dedicó alguna de sus obras latinas, y una oda castellana en que se lee este expresivo elogio:

E s c r i b e lo que F e b o T e d i c t a favorable , que lo antigo

I g u a l a y p a s a el nuevo E s t i l o : y , c a r o amigo,

No esperes que podrá e m u l a r contigo.

Fue Gríal quien proporcionó al impresor Guillermo Foquel de Salamanca, pata estamparlo, un ejemplar de Virgilio confrontado con antiguos códices y examinado por personas competentes, y quien dirigía la impresión; pero suspendido el

( 1 ) «Me quoque parvulum (quem in tant i doctoris p r a e s e n t i a minime nominare deberem) confíteor in lectione it et v [ l ibr i ] fuisse saepius l a c r y m a t u m : t a n t a enim verborum dulcedo t e ñ e r a p r a e c o r d i a intrat , ut nemo q u i e o r u m dulc iss imum sentiat g u s t u m valeat c o n l i s a tque oculorum l a c r y m a s continere .» T o s t a t i Ópera, edición de V e -necia , 1728, tomo i, p á g i n a 27.

(2) « E l encomio de su p u d i c i a s a c e r d o t a l c u b r i r á s iempre como de azucenas f r a g a n t e s la l á p i d a de su glorioso sepulcro , en cuyo epitafio se g r a b ó a p a r del Slupor mundi el p e r p e t u a e vi rgini ta t is a m a n s (apud And. ocoot) .» V i e r a y Clavijo, Elogio de don Alonso Tostado.

Í3) Comentario sobre el Deuterouomio,

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trabajo, sólo pudieron salir a luz las Églogas,' a que añadió un comentario el Brócense (Salamanca, 1591). \W .Nicolás Antonio habla de un comentario de Gr'íal sobre Virgilio, que manuscrito paraba en la biblioteca de Sancho Hurtado de la Puente, de Sevilla. ¿Serían notas que preparaba para la edición de Foquel? ;íísí Cerda pone a Juan Gríal en la lista de autores modernos de que se sirvió en el curso de sus comentarios. No puedo ahora mismo precisar los pasajes en que le cita; pero creo que debe de referirse a aquellas notas inéditas, pues no sé que haya otra obra de Gr'íal a que hubiera de referirse un comentador de Virgilio.

CERDA

1560—1643

I—SUMARIO DE SU VIDA Y OBRAS

El Padre Juan Luis de la Cerda nació en Toledo por los años de 1560 ; siendo muy joven abrazó el instituto de los jesuítas ; estudió ciencias sagradas y profanas ; durante largos años fue catedrático de retórica, poesía y humanidades griegas en el Colegio imperial de Madrid (1).

A su mucho saber (dice Alegambe) reunía gran sencillez y bondad de corazón. Dilatóse la fama de su sabiduría a tal punto que el Papa Urbano vía conservaba con estimación en sus aposentos el retrato de Cerda, y más de una vez encargó al Cardenal Barberini legado en España, que saludase en su nombre al célebre poeta.

El protestante Heine, príncipe de los virgilianos del siglo xviu, se aprovecha a menudo del trabajo de Cerda, a quien no acierta a negar el título de dodissimus homo (2). Y valiéndome de las palabras del francés Lemaire, diré que «los contemporáneos admiraron al Padre Juan Luis de la Cerda, y del propio modo le admirará siempre la posteridad como a honra y prez de su Orden, dechado de profesores elocuentes, lumbrera de las escuelas españolas, e inagotable tesoro de todo género de erudición.» (3).

Cerda—o La Cerda, como más generalmente se le llama en España—tuvo estrecha amistad con el insigne poeta didáctico y satírico, y sabio canónigo de Zaragoza, Bartolomé Leonardo de Argensola. Compruébanlo (patentizándose juntamente que el Padre Cerda entendía de poesía castellana como versi-

(1) E n 1600 e s t a b a y a en el Colegio de l a C o m p a ñ í a de M a d r i d , como se ve por su aprobación a las poesías l a t i n a s del valenciano J a i m e F a l c ó , c i t a d a sub voce F A L C O , en la Biblioteca de G a l l a r d o .

(2) N. E . L e m a i r e , Bibliotheca classica latina, Virgilius qualem publicavit Heynius, volumen I, p á g i n a 27.

[31 Ibid, volumen v , p á g i n a 219.

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ficador y como crítico) los dos siguientes sonetos que se hallan en las obras poéticas del mismo Bartolomé:

SONETO DEL PADRE JUAN LUIS DE LA CERDA

E l a r t e f a l t a do el sujeto s o b r a , Y el vuestro es t a l , señor , que no rae d e j a P a r a m i r a r o s l e v a n t a r l a c e j a , Y menos a l a b a r l a menor o b r a .

U n nuevo aliento y fuerza mi a l m a cobra C u a l q u i e r a vez que os t r a t a , y de su vieja V i d a y costumbre vil así se a l e j a Que con acciones m á s i lustres o b r a .

S i rec i tá is l a s á t i r a divina A vuest ra Dafne , de h e r m o s u r a p a l m a , E n mí se ven de aquel contento s e ñ a s

Y a veces vuest ra m u s a p e r e g r i n a T a n t o se e n c u m b r a , que me r o b a el a l m a , L a c u a l d a i s , con que os o igan , a las p e ñ a s .

RESPUESTA DE BARTOLOMÉ DE ARGENSOLA

(Con los mismos consonantes) .

E l pintor r a r o a quien el a r t e s o b r a , Aunque a c a b a d a l a p i n t u r a d e j a , Vuélvela a ver, y con severa c e j a L a a c u s a , y pone en perfección su o b r a .

Y el que c a d a año con u s u r a s c o b r a , S e m b r a n d o en t i e r r a e j e r c i t a d a y vieja, No del culto solícito se a l e j a , Que con socorros sucesivos o b r a .

P e r o ni l a que vois l l a m á i s divina S á t i r a , ni el l a u r e l que l l a m á i s p a l m a , De e s t a s dos d i l i g e n c i a s d a r á n s e ñ a s .

S i y a v u e s t r a e locuencia p e r e g r i n a No les infunde a l a s p i n t u r a s a l m a , Y no cul t iva las h e l a d a s p e ñ a s .

Fuera de su comentario sobre Virgilio, publicó Cerda: Una edición de Tertuliano extensamente anotada. 2 tomos

folio. París, 1624-1630. Adversaria sacra quibus fax praefertur ad intelligentiam

multorum scriptorum sacrorum. León de Francia, 1626, folio. Esta obra importante comprende el Psalterium Salomonis

graece-latine, y un comentario sobre el libro de Tertuliano De pallio, más amplio f«auctior») que el publicado en el tomo i de sus obras.

Cita también Nicolás Antonio:

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De excelleniia sacrorum spirituum in primis de Angelí Gusto di ministerio, París, 1631. Asunto, como observa Nicolás Antonio, tratado por varios escritores de la Compañía (1).

Quedan escasas muestras de sus versos castellanos y latinos (2).

Cerda es el verdadero autor de las Instituciones de Gramática (1613) que corren con el nombre de Nebrija, fundadas en las obras del misma Nebrija y del Brócense, con notas en castellano que no carecen de importancia filológica. Por este texto han aprendido latín muchas generaciones en España y América.

II. SU COMENTARIO VIROILIANO. BIBLIOGRAFÍA

i. Publii Virgilii Maronis Bucólica et Geórgica.... Matriti, folio, 1608.

Nicolás Antonio, la Bibliografía universal de Michaud (que en el artículo Cerda parece seguir a Alegambe) y Heyne, en su noticia de Virgilii editionibus, citan esta edición de Madrid de 1608, que yo no he visto, y sólo sé, por el mismo Cerda, que los editores de aquella primera parte del Comentario general fueron tipographi germani.

n. Publii Virgilii Maronis priores sex libri Aeneidos argu-mentis, explicationibus, notis illustrati, auctore loanne Ludovico de la Cerda. Toletano, Societatis Iesu, in Curia Philippi Regís Hispaniae primario elocuentiae professore. Editio quae non ante lucem vidit. Lugduni, sumptibus Horatii Cardón, folio, 1612.

He visto tres ejemplares de este tomo i: el de mi biblioteca particular (3), y los que existen en la Nacional y en la del Seminario Conciliar (Bogotá).

Hermosa portada grabada. En la parte superior Eneas saliendo de Troya con su padre en hombros y el hijo de la mano: a un lado de este grupo Calíope, al otro Clío. En los costados del cuadro que encierra el título, dos grandes figuras: Virgilio y Octavio.

Larguísima dedicatoria a don Diego de Silva Mendoza, Duque de Villafranca: panegírico genealógico de los Silvas, tejido en el estilo de la época en España.

Licencia del Provincial de la Compañía en Toledo (1610); en León (1611), y real privilegio de Luis XIII en favor del impresor Cardón, por diez años (París, 18 febrero 1611).

Elogios del autor en versos griegos y latinos de Vicente Mariner, Felipe Rubenio, Juan Bautista Benítez.

(1) E n t r e ellos el e legante M a r t í n de R o a , Córdoba . (2) H a y u n a o d a l a t i n a s u y a al autor del poema Escuriale, c i

t a d a incidentalmente en l a Biblioteca de G a l l a r d o , tomo n , p á g i n a 991.

(3) E n mi e jemplar de este pr imer tomo, y del segundo de l a Eneida ( L e ó n , 1617) fue recor tado el g r a b a d o del frontis , y es tá sustituido por u n a p o r t a d a , cur iosamente h e c h a a p l u m a por don F r a n cisco J . C a r o , que lleva e s t a adición bajo de u n a r a y a : Pertenece al señor don Faustino Flórez, abogado de los Peales Consejos y Tribunales todos de América,

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Y como remate de estos principios, una curiosa carta del autor al clarísimo y nobilísimo tipógrafo francés Horacio Cardón, en la cual pone Cerda por las nubes las ediciones de este impresor (con encomio hiperbólico, si hemos de juzgar por las muestras que conocemos), y entre otros conceptos consigna lo siguiente, que es de interés bibliográfico. La carta está fechada en Madrid, a 28 de mayo de 1610.

«Haec me ratio (scire inquam quantum tibi debeamus) plu-rimum movit ut a germanis typographis opus meum assererem (ipsi enim primi labores meos in Bucólica ac Geórgica evulgarunt) et ad te transmitieren!, quippe sciens plurimum Iaud¡3 scriptis meis accessurum ex officina tua,» etc.

Preparaba por entonces sus comentarios a la segunda parte de la Eneida:

«Spectabis vero, vir optime, nostras in sex posteriores libros Aeneidos lucubrationes, quibus dum haec cuduntur quae ad te nunc mitto, formam suam reddemus colligentes in unum corpus quae sparsa sunt in multis cartharum nostrum locis, ut ita tamdem Virgilius in tres tomos distinctus legatur»....

ni. Publií Virgilii Maronis posteriores sex libri Aeneidos.... (ut supra).... Edilio quea non ante lucem vidit. Accessit ad calcem index Erythraei ad faciliorum vocum discuisitionum. Lugduni.... folio, 1617.

En la Biblioteca del Seminario y en la mía. La portada grabada que queda descrita. Dedicatoria a los cuatro caballeros hermanos Squarzafigo. Epigramas de varios en elogio del autor del comentano.

Censura, licencias y aprobaciones (Madrid y León, 1615-1617). Se hace constar allí que Felipe m a 18 de febrero de 161o

concedió permiso al Padre Cerda para hacer imprimir en el extranjero este comentario sobre la segunda parte de la Eneida y para dar a la venta la edición en todos los dominios de Su Majestad.

La advertencia expresa Editio quae non ante lucem vidit, y demás datos que dejo consignados, demuestran el error que padeció Heyne en su Bibliografía Virgiliana al citar en la forma siguiente la mencionada primera edición de la Eneida de Cerda:

Comentara Jo. Ludovico de la Cerda in VI priores libros Aeneidos Matriti...ÁO\\O, 1612.

Comentara.... in sex posteriores Aeneidos libros Matriti.... folio, 1617.

Todo está alterado en estas referencias, excepto la fecha. iv. P. Virgilii Maronis Bucólica et Geórgica, argumentis,

explicationibus, notis illustrata, auctore Joanne Ludovico de la Cerda, Toktano, Societatis lesu in curia Philippi regís Hispa-niae primario eloquentiae professore. Editio cum accurata tum locupletata et indicibus necessaris insignita. Lugduni; sumpti-bus Horaüi Cardón, folio, 1619.

La licencia del Provincial de Toledo es de septiembre de 1607, y la dedicatoria del autor al Conde de Salinas está fecha-

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da a 5 de junio del mismo año. Sirvieron patentemente una y otra pieza para la edición 1. a de esta parte del Comentario.

Trae también poesías latinas de Andrés Scoto y Gaspar Sánchez en elogio del comentador, y un curioso elenco de autores antiguos y modernos citados en el Comentario.

v. Publii Virgilii Maronis Opera.... Colonia, íolio, 1628. Edición citada por Heyne. vi. P. Virgilii Maronis Aeneidos libri sex priores. Argu-

meníis, explicationíbus et nolis ilustrata (sic). A loanne Ludo-vico de la Cerda, Toletano, e Societale Iesu. Coloniae Agrip-pinae. Apud loannem Kinchium sub Monocerote, folio 1642.

P. Virgiliis Maronis... libri sex posteriores..., Lo mismo-... folio, 1642.

Biblioteca Nacional de Bogotá. vil. P. Virgiliis Maronis Bucólica et Geórgica, argumentis,

explicationíbus nolis ilustrata. Auctore loanne Ludovico de la Cerda, Toletano, Societalis lesu in curia Philippi regís Hispaniae primario eloquentiae professcre. Editio tum accurata tum locu-pletata, et indicibus necessariis insiguita. Coloniae Agrippinae (como arriba) folio, 1647.

Biblioteca Nacional mencionada Los tres tomos reunidos bajo una portada grabada, que dice: Publii Virgilii Maronis Opera omnia.... Coloniae.... Apud

loannem Antontum Kinchium. 1650. En la parte superior el monograma IHS. En los costados del

título Virgilio y Apolo. En la parte inferior, debajo del título, una vista de Colonia: a un lado Teócrito y al otro Hesíodo.

Heyne dice que estos tres tomos son reimpresión de la edición de 1628.

vin. Las Explicationes, parte literaria principal del comentario de Cerda, forman (con ligeros recortes) el texto de la mitad del tomo v(1820), todo el vi (1821) y parte del vil (1822) del Virgilio de Lemaire, en su Bibliotheca Classtca Latina.

Bajo el título Publii Virgilii Maronis Laudes, y sin nombre de autor (1) se reimprimió en el mismo tomo vil el trabajo de Cerda P. Virgilii Maronis Elogia, de que hablaré luego.

Esta parte de la edición lemairiana de Virgilio puede bien considerarse como una reimpresión (aunque parcial) del comentario de Cerda.... 4.-1820-22.

Resumen: Églogas y Geórgicas: Madrid? 1608: León de Francia, 1619:

Colonia, 1628: ibid, 1647. Eneida. León, 1612-1617; Colonia, 1642. Elogios (Laudes) y Explicaciones : París, 1820-1822.

<l> A l a p á g i n a 3 7 4 h a y u n a nota en que dice L e m a i r e : « H i c C e r d a a b r u m p i t e l o g i a . . . . A d C e r d a m r e v e r t o r » . . . . E l lector que no esté en los antecedentes , y que no dé con e s a p á g i n a , y no c a i g a en la c u e n t a de lo que dice e s a nota , se q u e d a a o s c u r a s de quieu es el autor de los Elogios. T a m p o c o b a s t a a d i s c u l p a r el descuido de L e m a i r e en e s t a p a r t e l a e x c é n t r i c a y a m b i g u a adver tenc ia que h a c e en el tomo v, de que reproducirá de C e r d a las E x p l i c a t i o n e s y «quae s p e c t a n t . . . . ad virtutem p r a e d i c a n d a m . »

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III. SU COMENTARIO VIRGILIANO. ANÁLISIS Y CRITICA

Preceden al comentario propiamente dicho, ¡ 0 -3 Elogios, en que Cerda, con buen método, pero en forma puramente panegírica, y sin entrar en discriminaciones críticas, recogió y ordenó los testimonios producidos por autores antiguos y modernos en honor y en favor de Virgilio.

Véase el índice de este curioso y erudito trabajo: Proemium. (En que el autor pone un sílabo de noventa

autores de quienes ha sacado conceptos textuales de Virgilio). Capítulo 1. Elogia natalis virgiliani. Capítulo 11. Elogia a triplici generi boni. Elogia Virgili.

sumpta ab honesto. Pudor. Humanitas. Prudentia. Modestia Pietas. Elogia ab utili. Elogia a jucundo.

Capítulo III. De variis arlibus. Elogia a philosophia. Elogia rethoricae et eloquentiae Virgilianae. Proximus Tullio. Par Tullo. Maior Tullio.

Capítulo IV. Elogia sumpta ex comparatione Virgilii cum poetis aliis, Graecis et Latirás. Proximus Homero. Par Homero. Maior Homero. (Esta parte para muchos blasfematoria está fundada en Macrobio, Mureto. Jerónimo Vida, y mayormente, como era natural, en las declamaciones de Scaligero, que «in hoc praeconio Virgilii nenio ornatius, exquisitius, singularius, doctius.» Lemaire suprimió aquí todo lo que juzgó irreverencias para con el dios de la poesía épica, Homero. Virgilius maior reliquis Graecis poetis. Maior latinis poetis. Virgilius maximus poetarum.

Capítulo v. Elogia poeseos virgilianae. Capítulo vi. Elogia ab attributis. (Es decir, epítetos hiper

bólicos como divino, sagrado, con que designan a Virgilio muchos autores).

Capítulo Vil . Honores qui habití Virgilio vivenli. Honores qui habití Virgilio mortum. Honor Virgilii fiiturus aeternus. Finís elogiorum.

Pasemos al Comentario. Divídese en tres partes: Argumentos, Explicaciones, Notas. Los argumentos que preceden al texto nada ofrecen de

particular: son sumarios como los que ordinariamente se conocen con ese nombre.

Las explicaciones que siguen a cada una de las secciones en que se divide el texto, explanan el valor de las sentencias, el enlace que tienen unas con otras, la mente y espíritu del poeta. Para aclarar el sentido suele Cerda valerse en su explicación latina (como ya lo hizo en su versión castellana don Enrique de Villena) de sinónimos y perífrasis, prefiriendo este sistema al de construir en orden más fácil las frases del poeta, lo cual estima innecesario, «cum illi quantum est in rebus ípsis profunditatis et reconditae doctrinae, tantum sit in verbis claritatis»: rasgo que define felizmente el estilo virgiliano.

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Las notas, según la costumbre de! tiempo, son misceláneas; pero miran mayormente a la interpretación, apoyada, y a veces confusamente envuelta, en testimonios diversos, en lugares paralelos de autores griegos y latinos (1). Eobano Hesso fue quizá el primero que comentó a Virgilio cotejándole con ¡os autores griegos (1529). Amplió su trabajo Fulvio Ursino (1568), a quien siguió las pisadas Germano Valente Gueilio (1570), y Cerda a su vez (1568) las de Valente, «cuius ir.dicium mihi vi-sum est gravissimum» (2).

Cerda coteja a Virgilio no sólo con sus predecesores griegos, Teócrito, Homero, Apolonio, Sófocles, Píndaro, sino también con sus coetáneos o subsiguientes imitadores latinos, Horacio, Papinio, Silio, Estado. Conviene saber cómo hubo de originarse este estudio comparativo sobre Virgilio. Cerda meditaba (si hemos de estar a sus palabras) componer un curso teórico de poesía latina; pero desistió de su propósito, cuando echó, de ver que la poesía se enseña y aprende mejor que en los preceptos, en los modelos. Tomar un poeta tan perfecto como Virgilio, e ir viendo cómo expresaron un pensamiento sus predecesores, como é! repitiéndole, lo hermoseó, y cómo compitiendo con él, para decir lo mismo, no le igualaron otros poetas posteriores, es según Cerda, «res efficax ad docendam poesim ut milla fortasse magis.»

Cerda dejó la moralización filosófica para sus Elogios, y en su Comentario no se propuso sino un fin puramente literario: por manera que si algunas veces ingiere lugares comunes sobre puntos que sugiere el poeta, tales como la fragilidad de las cosas humanas, procede así por acceder a las instancias de muchos, y no según su propio juicio, que le aconsejaba omitir anotaciones de tal jndole. Tampoco se extiende en explicaciones de puntos históricos y mitológicos que deben consultarse en los diccionarios. En cambio, viendo la deficiencia de sus predecesores en orden a explicar los preceptos agronómicos de las Geórgicas, ilustra ampliamente esta parte científica del texto. En todo lo cual pensó Cerda con mucho juicio, y mostró que comprendía bien la naturaleza propia de un comentario de poeta clásico: concepto de que estuvieron muy alejados Vives y Matienzo.

El comentario de Cerda es el más extenso que se ha publicado sobre Virgilio: por ser tan copioso se ve a menudo saqueado impunemente; y aun modernos escrupulosos editores suelen consignar opiniones de Cerda, o que Cerda adoptó citando la fuente, sin mencionarlo, atribuyéndolas a otros de donde las tomaron. Pond- é ejemplos :

(1) Los p-isajes griegos con la versión latina mejor reputada, fre-cuentemente rectificada por Cerda.

(2) Virgilius colíctione scriplorwn graecorum illustratus opera E Amberes, l.;G8. Ursini.... Virgilius et in eum Commentationes et Parali-pomenas Germani Valmtis Guellü.... Amberes, 1570.

Benefició la idea de aquellos comentadores Eichhoíf, ordenando mejor los materiales, y ampliándolos, en sus excelentes Etudes Grec-ques sur Virgile, París, íreí tomos.

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Ec!. iv, 50. «Nutantem» por «ruentem in perniciem.» Anthon cita a Martyn como autor de esta interpretación, discutida ya por Cerda.

Ecl. x, 27. Conington atribuye a Voss las citas de Cerda (ad Ecl. vi, 22) relativas al hecho de que griegos y romanos pintaban de bermellón sus dioses.

Aen. iv, 298. «Eadem» acusativo. Nascimbeno, citado por Cerda. Benoist, en vez de referirse a éstos, cita a Dübner.

- Aen, iv, 383. Cerda cree que «hausurum» alude a morir ahogado. Conington atribuye esta observación a Waardenburg.

Todo el trabajo de este hombre docto (dice Heyne) se reduce a comentar: no tiene cuenta con la autenticidad de la lección. Es exacto, porque si bien cita Cerda a veces lecciones varias y aun manuscritos., hácelo de un modo vago o poco formal (1). Su texto no empalma bien con determinada edición anterior; pero no dice él qué reglas siguió, ni qué códices usó, ni qué ediciones prefirió para presentar el texto virgiliano cual lo presenta. Su «adhesión» a G. Valente es al «intérprete,» no al editor.

Citemos algunos juicios sobre Cerda. Heyne, en el prólogo de su edición primera, juzga a Cerda

«intérprete más docto y laborioso que ingenioso.» Más inclinado a nacerle justicia aparece en su reseña de Virgilii editioni-bus, donde leemos:

«Compuso entonces La Cerda sus comentarios, dísertissi-mos, eruditissimos et luculentissimos Lo que de agudeza y buen juicio se echa menos en ellos, acaso es achaque de la época y no del escritor.» (2).

Véase el juicio del ilustre Rollín: «Hay un comentario sobre Virgilio, por La Cerda, jesuíta,

muy propio para hacer gustar a los jóvenes la poesía latina. Entra en muchos pormenores; pesa todos los pensamientos, y a veces las expresiones todas del poeta, haciendo sentir todos sus primores y delicadezas. M. Hersan, que enseñó retórica en el Colegio de Plessis, y es autoridad competente, hacía grande aprecio de este comentario, y no se cansaba de recomendarlo a sus discípulos.» (3).

Conington, que sólo consultó de segunda mano a Germano, Taubman, Emenessio y otros comentadores insignes de anteriores siglos, acudió algunas veces directamente a Cerda, y confiesa que de él tomó varias oportunas citas de lugares paralelos.

(1) E c l . i i , 5 . Sors. «In hoc loco sust ineri v u l g a r i s lectio debet. assentiente omnium pene l ibrorum consensu in quibus sors l eg i tur ,» Aen. x i 800. Acies. «Al iqui h ic legunt acres. P l a c u i t acies : et s i c Serv . , P e t . D a n i e l . » Ibid , 801. Aurae : d iscute l a lecc ión auras, de Serv. y A l b e r i c o Gent i l . A l g u n a s Teces se refiere a F r a n c i s c o S á n chez. V . mi ar t í culo sobre el B r ó c e n s e .

(2) Virgi l io , edición L e m a i r e , tomo v n , p á g i n a 493. (3) Kollin, Ttaití des etudes. P a r í s , Didot, 1845. T o m o I, p a g i

na ¿92.

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Resumo mi juicio sobre Cerda. Los defectos de su comentario son: 1.°, ausencia de crítica textual; 2.°, falta de sobriedad en las anotaciones; 3.°, deficiencia de indicaciones en las citas, para que puedan verificarse. En cambio tiene estas condiciones: 1.°, excelente método expositivo; 2.", riqueza de erudición y amplitud como ninguno.

Con sus tachas buenas y malas Cerda es, después de Servio, el rnás culminante de los comentadores de Virgilio. De muchas cosas podrá prescindir un ilustrador concienzudo de Virgilio (puesto que la vida es breve y no alcanza para examinarlo todo); pero no podrá dispensarse de conocer y estudiar a Servio, a Cerda, a Wagner, a Ribbeck y a Conington.

DON ESTEBAN MANUEL DE VILLEGAS

15S<>—lfi89

«Creador de la cantilena y padre déla anacreóntica,» como con justo título y merecida admiración le apellida Quintana, y el más feliz imitador de los metros latinos sobre todo de la estrofa sáfica, en que escribió su preciosa odita Al Céfiro.

Nicolás Antonio cita de Villegas, sin fecha, un comentario sobre Virgilio: In Virgilium Conmentarium.

TRADUCTORES

DON ENRIQUE DE VILLENA

1. NOTICIAS GENERALES BIBLIOGRÁFICAS ( ! )

1427—1428.

Este ilustre magnate castellano, conocido también con el apellido de Aragón, y más generalmente con el título de Marqués de Villena (que con buen derecho pretendió en un tiempo, pero no alcanzó ni llevó nunca) «fue tan celebrado—dice el historiador Zurita—por la doctrina de las artes liberales en que empleó desde su primera edad todo su estudio, que fue muy enseñado en el arte de la elocuencia y en los secretos de la filosofía, y de las otras disciplinas, y quedó más conocido por esto entre las gentes, que por suceder de la línea legítima de la casa real de Aragón y ser nieto del rey don Enrique el II de Castilla.»

Dotado de «sotil e alto ingenio,» según la expresión de Blancas, niño y huérfano dedicóse a estudiar, prefiriendo las letras a las armas, contra lo que pedíanla condición de ios tiempos y los deseos de su abuelo y tutor el primer condestable de Castilla; y tan decidida fue su vocación, que llegó a saber en ciencias profanas cuanto podía saberse en su siglo. Mirábanle principalmente como astrólogo y alquimista; decíase que más sabía de lo que pasaba en el cielo que de los negocios de la

(1) E x t r a c t a d a s de los extensos p r e l i m i n a r e s y notas que puso don F e l i p e Benicio N a v a r r o a su edición del Arte Cisoria de don E n rique, B a r c e l o n a , 1879. T a m b i é n he tenido a l a vista el estudio de P e l l i c e r , Biblioteca de ?'iaductores, y lo que t r a e n los h is tor iadores Generales .

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tierra; y tuvo en su patria en vida y después de su muerte, fama de nigromántico, como Virgilio en Ñapóles.

De poco más_de veinte años de edad, y apenas entrado el siglo xv, acompaña al Infante don Fernando, el de Antequera, en la campana contra les moros en Andalucía, más bien por la cordial amistad que profesaba a aquel Príncipe amable, justo y valeroso que no por afición a la guerra. Llamado el mismo don Fernando al trono de Aragón (1412), y calmadas con esto las turbulencias que precedieron al parlamento de Caspe, le sigue a aquella corte don Enrique, y convirtiendo la atención a sus geniales aficiones, dedícase a restablecer los Consistorios de la Gaya Ciencia en Barcelona, cuyas academias preside con gran pompa.

Muere en 1416 su protector el Rey don Fernando. Inhábil don Enrique para «los negocios del mundo civiles e curiales,» y desgraciado en sus pretensiones (lo del maestrazgo de Calatra-va ocasionó sucesos ruidosos y cómicos), consigue al fin en Castilla de la Reina madre doña Catalina, en compensación, bien que desigual, de los señoríos que había perdido, el de Iniesta, en el Obispado de Cuenca, adonde se retiró con su mujer, y allí, y en la villa de Torralba, en la que pasaba algunas temporadas, se dedicó enteramente durante veinte años al estudio de las letras y ciencias, en medio de la biblioteca que había reunido, la cual dice Zurita que era una de las más famosas de todas ciencias que había en España, y que se estimaba por un tesoro riquísimo (1).

Murió don Enrique en Madrid el 15 de diciembre de 1434, a a los cincuenta años de su edad.

Las obras de don Enrique de que se tiene noticia, y según el orden cronológico en que las pone el señor Navarro, son :

Composición alegórica, para las fiestas de la coronación de don Fernando en Zaragoza. No se conserva.

Tractado de la Lepra. Manuscrito en la Biblioteca de Madrid. Fecha incierta.

Arte de Trovar. Contiene un tratado de etimologías y de pronunciación, el más antiguo en su clase en castellano, y la historia de los Consistorios del Gay Saber. Sobreviven fragmentos que publicó Mayáns en sus Orígenes de la lengua castellana.

Fazañas de Hércules. Poema en coplas de arte mayor de que sólo se conservan pocas líneas, único resto de las muchas obras poéticas que dieron gran nombradía a don Enrique, maestro insigne de gay saber.

Los doce Trabajos de Hércules. Obra distinta del poema. Compúsola (1417) en prosa catalana y castellana. Manuscrito. Biblioteca de los Duques de Frías.

Tractado de la Consolación. A Juan Fernández de Vale-ra (1422).

(1) A n a l , x i v , 22 c i tado por P e l l i c e r .

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Versión y explicación del Salmo Quoniam videbo, a petición del mismo.

Tractado del Aojamiento (1423). En la Biblioteca de Madrid, como los anteriores.

Tractado de las especies de adivinanza. Este libro y otros de don Enrique «non cumplideros de leer,> esto es, de magia y artes vedadas, fueron quemados después del fallecimiento del autor por orden de su sobrino el Rey don Juan el n, previa censura teológica.

Arte Cisoria (1423). Publicado por el señor Navarro, edición citada.

Traducciones y glosas de la Eneida de Virgilio (1428). Versión de la Divina Comedia de Dante (1428). Dúdase si a

ella pertenece el canto primero en castellano antiguo, que guarda un códice de la Biblioteca Escurialence.

En el Proemio de la Eneida dice el mismo don Enrique que alternó el trabajo de traducir aquel poema latino, y la Divina Comedia, con otros análogos, haciendo también «la traslación de la Retórica de Tulio Nueva, para algunos que en vulgar la querían aprender: e otras obras menores de epístolas, e arengas e proposiciones, e principios en la lengua latina, de que fue rogado por diversas personas........

II. TRASLADO DE LA «ENEIDA.> —HISTORIA.

Trasladó don Enrique la Eneida en romance, en obsequio de su pariente don Juan II, Rey de Navarra.

«E fue movido el dicho rey de Navarra don Juan a enbiar decir por su carta ahincadamente (a don Enrique) que trasladase la Eneida, porque, haciéndose leer la comedia del Dante, reparó en que alababa mucho a Virgilio, confesando que de la Eneida había tomado la doctrina para ella, y fizo buscar la dicha Eneida, si la fallaría en romance, porque él non era bien instruido en la lengua latina; y non fallándola, ni aun quien tomar quisiese cargo de la tornar de lengua latina a la vulgar, por ser el texto suyo muy fuerte y de obscuros vocablos y historias non usadas, y aun porque estas obras poéticas non son mucho usadas en estas partes; onde presumiendo el dicho Rey de Navarra que el dicho don Enrique en las dichas obras poéticas había trabajado, mayormente en las de Virgilio, encargólo con mucho ruego y afición. Y maguer el dicho don Enrique era ocupado en otras cosas, por captar su benevolencia, púsose al trabajo de esta obra por le inclinar se acordase de le desagraviar de su heredad que le tenía tomada contra justicia.»

Principió esta versión don Enrique el 28 de septiembre de 1427, y terminóla en 10 de octubre del año siguiente. Como versión completa de la Eneida es la más antigua que se conoce en lenguas romances, pues las catalanas e italianas que se citan

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anteriores a aquella fecha no reproducen sino algunos trozos del original latino.

No llegó este trabajo literario a su destino, porque estando para hacerlo copiar en vitela y de buena letra, principiando con un dibujo en que aparecía el rey sentado en su treno con acompañamiento, y don Enrique, en ademán de presentarle la traducción, rompiéronse las buenas relaciones entre los dos reyes primos y homónimos, y don Enrique, como castellano, se abstuvo de hacer su presente al de Navarra, y de comunicar con él.

En cambio propagóse la traducción en la corte de Juan n de Castilla, que era poeta y protector de las letras: muchos caballeros sacaron copias; y en la biblioteca de Isabel la Católica, hija del mismo don Juan, conservábase «un libro de romance en papel, que son las Eneidas de Virgilio, glosado un pedazo, de don Enrique de Villena, con unas coberturas de tabla guarnecidas en carmesí aceituna de pelo, con unas flocaduras alrededor de seda verde e oro, bordadas en la una parte de las armas de Diego Arias, con unos tejillos verdes de cobre dorado.»

Así aparece Virgilio en Castilla como albor temprano de los estudios clásicos que florecieron en el reinado de los Reyes Católicos.

Anduvo después olvidada y dispersa esta traducción de la Eneida, y citada apenas alguna vez por curiosos como Tamayo de Vargas.

Pellicer, en su Biblioteca de Traductores, 1788, dio cuenta de un códice comprensivo de! Proemio y tres primeros libros de la Eneida, y presentó algunas muestras del trabajo de don Enrique Pérez Báyer, en una nota a la Biblioteca de Nicolás Antonio, consignó la existencia de ese códice en la Biblioteca Nacional de Madrid, «recente manu, sed ex antiqui saeculi xv códice, ut in eisdem (libris) legitur deseripti»; y de copia de los tres libros subsiguientes, sacada de un códice hispalense, por orden del bibliotecario don Tomás Antonio Sánchez. Andando el tiempo don Eugenio de Ochoa, en su catálogo de manuscritos españoles de la Biblioteca de París, describió el códice que contiene los libros IV a XII de la Eneida, bien que equivocando al autor con el copiante Juan de Villena, que acabó aquel traslado en 1436. Más tarde y con mejores datos han hablado de parte de estos manuscritos Amador de los Ríos y don F. B. Navarro.

Últimamente el señor Menéndez Pelayo los ha examinado todos, y de las extensas notas que tomó para su inédita Biblioteca de Traductores, nos ha ofrecido un extracto en su monografía de traductores de la Eneida. (1879).

III. TRASLADO DE LA «ENEIDA» CRÍTICA

La antigüedad y singularidad de esta versión la hacen digna de ser examinada por todos aspectos.

Lo que más llama la atención es que don Enrique comprendió que traducir es un arte, y siguió deliberadamente un sistema.

E s t u d i o s l i t e r a r i o * — M . A . C a r o — 7

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En cuanto a la ordenación, ocurriósele subdividir los libros de la Eneida en capítulos con sus títulos respectivos. En esta distribución cada libro tiene cosa de veinte a treinta capítulos, que añadidos a los veinte párrafos del Proemio componen un total de 366, «cuantos días hay en el ano, y así leyendo el perezoso lector cada día un capítulo al cabo del año lo leyó todo.»

Con esta idea se anticipó don Enrique al gusto moderno, que pide en lo que se escribe frecuentes pausas ( 1 ) . Hay obras modernas distribuidas en lecturas para todos los días del año. Por lo que hace a Virgilio, en nuestros días Collins, Church y algún otro !e han dado a leer en una serie de episodios escogidos: sistema análogo al que inventó Villena.

Explícanos en estos términos su procedimiento como traductor:

«En la presente traslación (dice) tove tal manera que non de palabra a palabra, ne por la orden de palabras a palabras que está en el original latino, mas de palabra a palabra segund el entendimiento, y por la orden que mejor suena, siquiere perece, en la vulgar lengua ; en tal guisa que alguna cosa non es dexa-da o postpuesta, siquiere obmitida, de lo contenido en su original; antes aquí es mejor declarada, y será mejor entendida por algunas expresiones que pongo, acullá subintellectas, siquiere imprícitas o escuro-puestas, segund verá el que ambas las lenguas latina e vulgar supiere, y hubiere el oreginal con esta traslación comparado. Esto fice porque sea más tractable, y mejor entendido e con menos estudio e trabajo.»

Transcribe Pellicer la dedicatoria de Villena, y luego lo que llamó el Marqués capítulo 1.° del libro I (v. 1 - 1 1 ) . Copiarélo aquí como muestra de la traducción:

« CÓMO DEL LINAJE DE ENEAS SALIERON LOS FUNDADORES DE ALBA Y ROMA

«Yo, Virgilio, en verso cuento los fechos de armas y las virtudes de aquel varón que, partido de la troyana región y ciudat, fuidizo vino primero por fatal influencia a las de Italia partes, a los puertos, siquier riberas o fines, del reino de Lavi-nia, por muchas tierras y mares aquel trabajado, siquier traído, afanosamente, por la fuerza de los dioses, mayormente por la ira recordante de la cruel Juno. El cual pasó muchos peligros y padeció muchas afrentas en batallas, en tanto que se disponía la edificación de la romana ciudat, y se introducía la religión de los dioses en Italia: de cuya generación desendió el linaje latino, y los padres albanos, y los fundadores de los altos muros de Roma. ¡O Musa, siquier Scientia! recuérdame las causas, siquier ocasión, porque la divinidat fue ofendida: ¿qué te ofendió, siquier movió, doliendo a tí, Juno, reina de los dioses, traer o volver por tantos casos el varón de insigne piedat? ¿ E pue-

( 1 ) E l pr imero en quien he h a l l a d o e s t a recomendación es S a n F r a n c i s c o de S a l e s .

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•- 9 9 —

den celestiales inteligencias, siquier los celestiales moradores, tanctas concebir iras »?

Antonio de Lebrija en su Gramática tacha a Villena de duro en la composición de vocablos, mayormente en la interpretación de Virgilio.

«Don Enrique de Villena, de quien se tiene por cierto dice Mariana, que por el deseo que tenía de saber, no dudó de aprender el arte "condenado de la nigromancia. Algunos libros que quedan suyos dan muestra de su agudeza y erudición, si bien el estilo es afectado con mezcla de las lenguas latina y castellana, usada en aquella era, en esta muy desgraciada.»

Inculpación literaria justa, pero algo extraña en boca de Mariana, propenso también, aunque no con la violencia de Villena, al latinismo y al arcaísmo, por lo cual a su turno criticó después don Diego Saavedra Fajardo al docto jesuíta.

Con el juicio de Nebrija y de Mariana concuerda el de críticos modernos, tocante al estilo de Villena :

«El estilo es duro por lo común, con frecuentes transposiciones y términos latinos que afectaba para conservar en su lengua el sabor y vestigios de la latina, como lo hizo también Juan de Mena.» (Pellicer).

«El texto de esta traducción es una de las mejores pruebas de la profunda perturbación que los latinizadores llegaron a introducir con su estilo, y que afortunadamente no prevaleció. Lo que quisieron fuese imitación o copia de la frase hiperbátíca del latín, resultó absurda transposición, hinchado concepto y enmarañada textura, que a cada paso hace incomprensible el sentido.» (Navarro).

«Como monumento filológico presenta interés el libro de don Enrique, no porque la lengua allí empleada sea la castellana de ninguna época, sino porque acusa el vano y tenaz empeño de los eruditos por latinizarla desacordadamente usando de inversiones extrañas y de giros y construcciones pedantescas que ni son latinas ni castellanas.» (Menéndez Pelayo).

Acaso por andar esta traducción tan fuera del lenguaje usual corrió sólo como obra de erudición entre los aficionados, para caer luego en olvido.

Aunque la traduceión es bastante ajustada al original, la interpretación no siempre es correcta. De inexactitudes en la inteligencia del texto pone Pellicer como muestra la versión del ta das eptilis accumbere \divum, a saber: «fu eres aquella que das viandas a comer a los dioses.» Villena debió de leer o subentender divis, en vez de mihi, como dativo de das, contra lo que pide el contexto. Erró también en el pasaje que dejó transcrito traduciendo urbem (verso 5) por «romana ciudat»; y es por demás curiosa la explicación que da de Masa, añadiendo «siquier Scientia,» con alusión sin duda al gay saber, de que era tan aposionado.

En suma, la Eneida de don Enrique de Villena es un interesantísimo monumento, pero más bien histórico que literario.

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1 0 0

ANTONIO DE LEflRÍJA

( / .eiius Antonius i\'ebrissen»is)

1430 -l.íOü

Filólogo insigne, maestro del gran Jiménez de Cisneros. Escribió unas Ecphrases Virgilianae, para uso de estudian

tes y a manera de juego, según dice Sancho de Lebrija, hijo del célebre humanista. Entiendo que es el texto latino construido y luego romanceado, algo semejante a las modernas traducciones interlineales.

Nicolás Antonio cita dicha obra con este título: Ecphrases in Virgilii opera admodum familiares, et radibus

ürunculis ¿id intelligendumfacillimae. Granada, 1546. Como ésta es o reimpresión o edición postuma, la fecha en

que debió publicarse por primera vez, y por lo menos, la en que se compuso aquel libro, ha- de retrotraerse conjeíuralmente a alguno de los años que median entre los marcados al frente de este artículo, pues en ese espacio de tiempo salieron a luz las principales obras del docto y fecundo escritor.

Ambrosio de Morales en su Viaje Santo, citado por Nicolás Antonio, dice que vio un ejemplar de las obras de Virgilio, todo de puño y letra de Lebrija.

JOAN DEL ENCIrsA

1496

El Cancionero, de Joan del Encina, por primera vez impreso en Salamanca en 1493 (y sucesivamente reimpreso en Burgos 1505, Salamanca 1507, ibid 1506, Zaragoza ¡519) contiene las obras «hechas por Joan del Encina desde que hobo catorce años hasta los veinte y cinco.»

En eJe Cancionero está la traslación que hizo el autor de las Bucólicas de Virgilio, precedida de dos prólogos, uno «a los muy esclarecidos e siempre victoriosos príncipes don Fernando e dona Isabel,» otro «al muy esclarecido e bien aventurado príncipe don Juan.»

En ei primer prólogo insinúa el propósito de trasladar también las Geórgicas y la Eneida. «De las cuales (obras de Virgilio) por ahora para entrada y preludio de mi propósito estas Bucólicas quise trasladar, trobadas en estilo pastoril, aplicándolas a los muy loables hechos de vuestro reinar, según aparece en el argumento de cada una.»

Discurre sobre las dificultades del arte de traducir: « / muchas dificultades hallo en la traducción de aquesta

obra, por el gran defecto de vocablos que hay en la lengua castellana en comparación de la latina, de donde se causa en mu-

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chos lugares no poderles dar la propia significación, cuanto más que por razón del metro e consonantes seré forzado algunas veces de impropiar las palabras, e acrecentar o menguar, según hiciese a mi caso, e aun muchas veces habrá que no se pueda traer al propósito.— mas en cuanto yo pudiere e mi saber alcanzare, siempre procuraré seguir la letra aplicándola a vuestras más que reales personas y enderezando parte dello al nuestro muy esclarecido príncipe don Joan.»

En el prólogo a este Príncipe hace mérito de algunos varones ilustres romanos e italianos, que no se desdeñaron de emprender traducciones de otras lenguas a la propia. «E así mesmo los hombres de nuestra nación procuran tomar experimento de su estudio volviendo libros de latín en nuestra lengua castellana.» Y más adelante: «Mi verdadero deseo e vuestras muy claras virtudes me dieron atrevimiento para dirigir e consagrar estas Bucólicas a nuestros muy poderosos reyes, e aplicaros parte dellas, porque creo que en vuestra tierna edad os habéis ejercitado en las obras de aqueste poeta, e porque favorecéis tanto la sciencia andando acompañado de tantos e tan doctos varones» . . . .

Hé aquí los argumentos: Égloga 1. Argumento Meiibeo habla en persona

de los caballeros que fueron despojados de sus haciendas por ser rebeldes, conjurando con el rey de Portugal que de Castilla fue alzado, «e con él anduvieron amontonados e corridos perseverando en su contumacia—- Títiro.... habla en nombre de los que en arrepentimiento vinieron, e fueron restituidos en su primero estado: e va tocando el tiempo en que reinó el señor rey don Enrique (IV), comenzando su reinar con tanto rigor de justicia, que no menos de temido que de poderoso pudiera ser alabado: mas en el fin, atibiando su poder e aflojando su justicia, dio lugar a que en los corazones ele sus subditos a banderas desplegadas vicios e robos se apoderasen: para cuyo remedio tan católicos e tan excelentes príncipes Dios, por su misericordia, nos quiso dar»....

3. Argumento.... «Esto se puede aplicar a los privados del señor rey den Enrique, y a muchos grandes que con envidia dellos e aun ellos mesmos entre sí sembraron gran discordia en nuestra Castilla, e algunos dellos tentaron alzar por rey al príncipe don Alfonso, su hermano, por poner en obra sus malos pensamientos, de manera que el muy magnífico rey don Enrique, andando ya acobardado e temeroso de aquellos que temerle solían, no osaba ni curaba ejecutar justicia, ocupado en mejores ejercicios, dejando a cada uno hacer lo que quería. E con esto las maldades tanto se multiplicaron y enjambraron en este reino, que no solamente lo de la corona real, mas aún las propias haciendas unos a otros se robaban, e como malos pastores ordeñaban ajenas ovejas. Así que al tiempo que nuestros muy poderosos príncipes don Hernando e doña Isabel a suceder vinieron, muchos hubo que por malicia o por mal conocí-

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miento ayudaron e favorecieron al rey de Portugal dándole entrada en Castilla, adonde no poco peligrosa le fue después la salida. E otras también había que jugaban de dos manos, queriendo cumplir con una parte e con otra: de suerte que en esta guerra cada cual, presumiendo de más sabio e poderoso, cantaba o adulaba su partido, favoreciendo sus reyes, monstran-do privar con ellos.»

4. Argumento.... «Ya (en el reinado de los reyes Católicos) los menores no saben qué cosa es temer las sinrazones e demasías que en otro tiempo los mayores les hacían: ya con la Sancta Inquisición han acendrado nuestra fe, e cada día la van más esclareciendo: ya no se saben en sus señoríos e reinos qué cosa sean judíos: ya los hipócritas son conocidos e cada uno es tractado según vive»..»

5 . Argumento.... «En cuya persona (del pastor Danés o Dafnis) podemos entender la desastrada muerte del muy desdichado príncipe de Portugal, a quien la fortuna se quiso mostrar muy envidiosa en su mayor prosperidad, ya que había casado con la esclarecida infanta doña Isabel, hija de nuestros muy poderosos reyes, princesa'de Portugal»....

7. Argumento.... «Este se puede aplicar entendiendo por Danés a nuestro muy esclarecido príncipe don Juan, que goza e quiere que todos gocemos de ver las excelencias que de sus padres non sin mérito los poetas e oradores cantan, los cuales procuran unos a otros exceder.... E Coridón en persona del autor de aquesta obra canta la soledad que Castilla sentía cuando los reyes iban a Aragón»....

8 . Argumento.... «Este se puede aplicar al muy crecido amor que nuestro cristianísimo rey don Hernando tenía en la conquista del reino de Granada por lo sojuzgar e traer al yugo de nuestra verdadera ley, penando muy sin medida en verlo de paganos ocupado, señoreándolo rey extranjero de nuestra fe. E muestra cómo luego en principio de esta guerra, pasados ya cuasi doce años de su reinar en Castilla, después que Alha-ma se tomó, estando muy enamorado por seguir la tal empresa, la primera vez que asentó real sobre Loja, allí dejó parte de la flor de su gente, donde murió el maestro de Calatrava e otros algunos con él: lo cual en su corazón puso tan penado deseo por vengar aquellas muertes e acrecentar nuestra fe, que fasta conseguir entera victoria del todo el reino no cesó de conquistar. . . . En las Lomas de Málaga fue preso el conde de Cifuen-tes e otros muchos caballeros e señores» . . . .

9. Argumento - • •. «Nuestros muy poderosos Príncipes don Hernando e dona Isabel, ya dentro de la ciudad (Granada'; estaban apoderados»....

«Por no engendrar fastidio a los lectores» acordó el autor «trobar esta obra en diversos géneros de metro y en estilo rústico, por consonar con el poeta, que introduce personas pastoriles.» Véase el primer verso de cada égloga:

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1. T í t i r o , c u a n sin c u i d a d o . . . . 2. Coridón siendo p a s t o r . . . . 3. Dime, D a m e t a s M a t e o . . . . 4 . M u s a s de S i c i l i a dejemos, p a s t o r e s . . . 5 . P o r q u é nó, mi bien c a r i l l o , . . . 6 . Mi p r i m e r a M u s a T a l í a . . , 7. Vino a c a s o e a s a z ó n . . . . 8. Del cantor de los p a s t o r e s . . . . 9. Adonde a b a l l a s l a p a t a . . . .

10. T ú me concede A r e t u s a . . . .

En la 4. a empleó con acierto los metros de arte mayor.

ANTONIO AGUSTÍN

Arzobispo de Tarragona, y uno de los más célebres canonistas y de los más ilustres prelados que ha producido España, nació en Zaragoza en 1516: murió en Tarragona en 1586. No es de este lugar trazar su biografía, ni enumerar sus magistrales obras jurídicas, todas en latín, por las cuales le consideran muchos como el verdadero restaurador del Derecho. En castellano escribió los eruditísimos Diálogos de medallas, inscripciones y otras antigüedades, Tarragona, 1576, obra traducida al latín y a varias lenguas modernas.

No desdeñó el estudio crítico de los autores clásicos: tenemos sus comentarios sobre Varrón y Pomponio Festo, y aun desciende a veces en sus obras, siempre con recto juicio, a cuestiones de filología castellana, métrica y aun ortografía. Fue de los que primero ensayaron la aclimatación de la estrofa sáfica en nuestra lengua.

Hé aquí algunos apuntes virgilianos, muestra de lo que se halla esparcido en sus obras:

Opera Omnia, edición de Luca (1), 1774, tomo VIII. Comenta los siguientes pasajes de Virgilio (sin contarlos que añade y explica A. Scotto, traductor latino de Agustín):

Ecl. m, 71. «Áurea mala decem.» Las manzanas no son todas de color de oro como los membrillos, y de ese color eran los membrillos que tomó Hércules de los huertos hesperios... He leído que cuando se dice manzanas de oro, o el vellocino dorado, o el siglo dorado, no se entiende ser de oro ni parecer oro, sino ser muy hermoso y grande, y tan preciado y señalado como el oro, y así lo dice si no me engaño Varrón en los libros de re rústica, y asi se entiende en Virgilio Áurea mala misiyAurea gens surget.» A. Agustín, Diálogo de Medallas, V.

Ecl. iv, 9. «Gens áurea.» Vid. Ecl. ni, 71. IV, 17, «Pacatumque».... De los versos de la sibila Cumea

tomó Virgilio este verso. Esta fue aquella paz profetizada por muchos autores gentiles y judíos. De Medallas, v.

(1) "Los diálogos se reimprimieron en M a d r i d , Joseph E . M a r t í nez A b a t , 1744. De los l u g a r e s filológicos de sus E p í s t o l a s h a y u n a edición mDderna, Tur í r j (Orel l i ) 1847.

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Ecl. vi, 74. «Scylla.» vil, 61. «Populus» «El álamo blanco (L. populas, \i,piopo o

chiopo, como de platea, plaza, Nap. chiaza)...- Es árbol fuerte y alto y derecho, lo cual viene todo bien con Hércules, y las hojas verdes y blancas, que con poco viento tiemblan, pudieron convidar a Hércules para hacer coronas de él, como a Júpiter convidó la encina con sus bellotas...... De Medallas, v.

Ecl. x, 4, Arethusa. G. i, 384. (Sobre Caystri mal tornado como nominativo por

un poeta castellano). ni, 487 (Explica eruditamente el uso de las ínfulas). iv, 564 (Sepulcro de Parténope representado en una me

dalla). Aen. i, 42 (Sobre Minerva y otros Dioses armados de rayo,

cual se ven en varias medallas). I, 67 (Extensión varia de la denominación «mar Tirreno»). i, 145 (Propiedades del tridente neptunino). I, 292. Cana Fides, Horacio: «fides alba velata panno.» Aen. I, 294 (sobre la clausura del templo de Jano\ Aen, i, 341 (de los orígenes de Cartago). I, 378 (sobre el renombre Pius). I, 415 (de las aves consagradas a los diosesa i, 441. «Lucus in urbe fuit».... Perfecta correspondencia de

esta descripción virgiliana con una medalla, como si el poeta hubiera tenido delante lo que en ella se representa.

Aen., II, 226 (las serpientes de Palas'. 616 (del alcázar de Palas y su egida). III, 286 (de las antepuertas con escudo de armas;. 359 (del laurel deifico y trípode de Apolo). 405 (sobre el rito religioso de cubrir la cabeza). 694 Aretusa. IV, 41 (caballos sin freno entre mauritanos'. V, 250 (del río Maendro). VI, 164 (Trifonía, apellido de Palas!. 193 (de las aves consagradas a las dioses!. 846 ' de una repetición de Enio). vu, 187 (vestido y ceremonias de los Salios . 607 (cf. Aen. I, 194). 621 (de la trabea). 678 (Céculo y la familia Cecilia), vin, 116 (la oliva emblema de la Concordia). 150 (la acción de juntar las manos en señal de alianza). 429 (de la forma de los rayos). 435 (Armas de Palas, cf. Aen. n, 315). 659 (vestidos de los Galos, y en especial de los dardos

gaesa). 663 (c f , vu, 187). IX, 619 (de Berecynthia). X, 230 (del pino, consagrado a Neptuno).

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543 (cf. Aen. vn, 678). XI, 4 (forma de los trofeos). 165 (vid. VIII, 150). 333 (vid. vil, 612).

FRAY LUIS DE LEÓN

1550

Tradujo el Maestro León por los años de 1545-1550 las Églogas (i, m, IV, v, ix en tercetos: n, vn, vi, vn, VIII, x en octavas) y de las Geórgicas (también en octava rima) el libro primero íntegro y los versos 1-210 del II.

Publicó ¡as poesías postumas de León, don Francisco de Quevedo Villegas, Madrid, 1631. En esa colección, junto con «otras traducciones latinas, griegas y italianas,» salieron a luz las citadas de Virgilio, excepto las cuatro primeras Églogas, que publicó fray Antonio de Moya, 1660, y el fragmento del libro il de las Geórgicas, que descubrió Mayáns, 1778.

De las Geórgicas hay una traducción completa en sextinas, que ha corrido falsamente atribuida a León. De ella hablo en artículo especial.

El príncipe de la lira castellana ha sido muy estropeado por los impresores. En 1816 salió de las prensas de Ibarra una edición completa de sus obras, «reconocidas y cotejadas con varios manuscritos por el Padre M. fray Antolín Merino, de la misma orden» (de San Agustín).

«No me cansaré de advertir— insiste Menéndez Pelayo—que esta edición, verdaderamente crítica y hecha sobre los códices, es la única que debe leerse y citarse cuando se habla de fray Luis de León y la única que debieran reproducir los sucesivos editores. A fray Luis no se le conoce hasta que se le estudia en el texto publicado por el Padre Merino.»

Siguióle Bohl de Faber en las poesías de León que incorporó en su Floresta de ümas, Hamburgo, 1823, pero desviáronse de tan segura norma otros compiladores.

Como traductor es fiel, enérgico y conciso; pero la música y el «molleatque facetum» de Virgilio se pierden en sus versos que a vueltas de rasgos de superior velentía, andan llenos de frases oscuras, ásperas y mal coordinadas, y de chocantes singularidades en el lenguaje.

Como muestra de sus aciertos citaré uno de los pasajes que cita con elogio don Gregorio Garcés en su Vigor y Elocuencia Castellana:

Musccsi fontea e t s o m n o mollior h e r b a E t q u a e vos r a r a viridi tegit a r b u t u s u m b r a , Solst i t ium pecori dc-fendite: i a m venit a e s t a s T ó r r i d a , i a m laeto turgrent in palmite g e m m a e .

E c l . , vi t , 4 4 - 8

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F u e n t e s de verde musgo r o d e a d a s Y m á s que el blando sueño h i e r b a a m e n a , Y vos, r a m a s , que en torno l e v a n t a d a s H a c é i s s o m b r a a l a p u r a y f r e s c a avena! Debajo de vosotras a l l e g a d a s Sesteen las ovejas : que y a s u e n a E l gr i l lo , y l a vid b r o t a , y y a c a m i n a Viniendo el seco estío, y se avec ina .

«Es esta traducción elegante y graciosa—dice Garcés—y hay ciertos en ella algunos rasgos de muy exquisita belleza que él (fray Luis) añade sobre el pensamiento del original.»

Era León sabio humanista, y como intérprete es exacto. Algunas veces se aparta de la lección vulgar, como sucede en la Égloga vil, verso 11:

Aquí las v a c a s por el p r a d o y e r a s Se vienen a beber, aquí florecen Del Mincio en verdes hojas l a s r i b e r a s , Y los enjambres suenan y adormecen.

De esta traducción se infiere que León, probablemente por conjetura, no leyó el «venient» que se halla en todas las ediciones, sino «veniunt,» lección que apenas registra pero no adopta Ribbeck, tomándola de un manuscrito cursivo, y que los demás editores desprecian, sin reparar que ofrece acaso mejor sentido que la lección vulgar.

GREGORIO HERNÁNDEZ DE VELASCO

1551

I. SUMARIO BIBLIOGRÁFICO

Mayáns en su Vida de Virgilio y Salva en su Catálogo consignaron algunas noticias sobre ediciones de la Eneida castellana de Hernández de Velasco. Pero la única bibliografía metódica, y casi completa, sobre aquella traducción famosa, es la que ordenó el señor Menéndez Pelayo (Traductores Españoles de la Eneida), y yo aquí apenas haré más que extractarla.

Las adiciones de la Eneida de Velasco se han de dividir en dos series o familias que señalaré A. y B.:la primera serie arranca en la edición príncipe de Amberes, anterior a 1557: la serie segunda comienza con la edición hecha en Toledo en 1574.

A. ¿os doce libros de la Eneida de Virgilio, principe de los poetas latinos, traducida en octava rima y verso castellano. En Anvers, en casa de Juan Bellero. (Sin año. Al fin:) En Anvers, en casa de Gerardo Smits, a la costa de Juan Ballero. En 8.° 599 páginas.

Es la más antigua edición que se conoce, y Salva conjetura razonablemente que fue la primera.

2. En Anvers, en la casa de Juan Ballero, en el Halcón. MDLYH (1557). Typis A. F. 8 hojas y 647 páginas.

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- !<"!? —

Esta edición precede en tres años a la aparición de la primera parte de la Araucana, y en veinticuatro a la publicación de la célebre traducción italiana de la Eneida por Aníbal Caro.

Lleva esta edición al principio una Advertencia del impresor, un soneto castellano y dos epigramas latinos anónimos en favor del anónimo traductor, y al fin, puesto en tercetos, el epigrama Ergone supremis, atribuido a Augusto (1)-

En el prólogo del autor (repetido de la primera edición, según que de su tenor se infiere) se asienta que antes no había salido a luz en España traducción alguna de la Eneida, sea por que no se hubiese echado de ver «la falta que este autor hacía en nuestra lengua»: o «lo que es más posible» que los que en «tan honesto trabajo» pudieron ejercitarse, se contentaron «con hacerlo sólo para su ejercicio y contentamiento, sin querer comunicar sus trabajos a quien en lugar de se los agradecer se los murmure. Lo cual—añade-ha sido buena parte de causa para que el autor de esta traducción no la haya permitido publicar algunos años antes, y para que ya que a instancias de algunos amigos suyos permitió que saliese a luz, deje en silencio su nombre.»

De aquí resulta algunos años más alta la antigüedad del trabajo ejecutado por Hernández de Velasco.

Aunque el autor «dejó en silencio su nombre,» en los epigramas latinos se insinúa de un modo parcial y enigmático y en ellos y en el soneto castellano se dice que bebe las aguas del dorado Tajo y que es vecino de Toledo.

3. Alcalá, 1563 (2). 4. Amberes, Juan Bellero, 1566. Hecha a plana y renglón

sobre la de 1557. 5. Ibíd, 1572. Tras estas reimpresiones antuerpienses debió de haber

otras dos (u otras tres, como supone Menéndez, no tomando en cuenta la de alcalá), puesto que la de Toledo de 1574 se intitula octava.

8, (o 9). Ibíd, 1575. Coloco esta impresión como última de la primera serie,

porque probablemente (como observa Menéndez) se ajusta a las anteriores de Bellero. Si así no fuere, debe numerarse como 2. a de la 2. a serie, que principia con la que lleva por título:

B). l a Eneida de Virgilio traducida en octava rima y verso castellano : ahora en esta última impresión reformada y limada con mucho estudio y cuidado, de tal manera que se puede decir nueva traducción. Hase añadido en esta octava impresión lo siguiente :

(1) V i d . Anth. L a t . de B u r n m a n n , n , 184. (2) E s t a edición, i n d i c a d a por M. B a r b i e r (continuador de l a B i

b l iograf ía V i r g i l i a n a de Heine) , y no por Menéndez, es dudosa .

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- s Oá —

(1) « P e r el L i c e n c i a d o Gregor io Hernández de V e l a s c o , » a ñ a d e S a l v a ( C a t á l o g o número 2261). « P o r el L i c e n c i a d o G r e g o r i o F e r n á n dez de VeL- isco, c lér igo .» B a r b i e r .

(2) I n c l u i d a en las p r i m e r a s ediciones de los C^talectos (Antho-logía c i t a d a , v , 140) .

(3) C i t a d a por S a l v a (como repetición de l a edición de M a y a n » en 5 tomos) . Menéndez no la c i t a .

Las dos églogas de Virgilio, primera y cuarta. El libro tredécimo de Maffeo Vegio. Una tabla que contiene la declaración de tos nombres propios y vocablos y lugares dificultosos (1). Toleio, por Juan de Ayala, 1574. En 4."

2. Toledo, Diego de Ayala, 1577. Aumentada con la traducción del epigramalitera Pitha^o-

rea (2). 3. Alcalá, 1585-1586. 4. Zaragoza, 1586. 5. Lisboa, 1614. 6. Valencia, Monforí, 1776, 2 tomos. 7. Valencia, josef y Tomás de Orga, 1778. Tomos iv y v

de la edición que dirigió Mayáns. Sigue el texto de Alcalá 1585-6.

8. Valencia, Monfort, 1793. Reproducción exacta de la de 1776. 9. Valencia, por los hermanos Orga. 10. Madrid, F. J . García, 1779. 11 Valencia, 1795 í3). 12. París y León, 1838 En ¡a edición poliglota de Mon-

falcon Las ediciones que siguen la primera de Toledo difieren

ventajosamente de las de Amberes en estos puntos: 1. Descubren el nombre del traductor. 2. En la versificación se advierten enmiendas frecuentes y

acertadas Hernández de Velasco purgó sus versos de los finales agudos que de primera mano se habían deslizado.

3 Traen los aumentos que expresa el rótulo.

II. JUICIOS LITERARIOS

Gozó Velasco de gran crédito en España en los siglos XVI y XVII. Sus compatriotas, orgullosos con la gloria que de aquella obra reportaba la Nación, tributáronle cumplidos elogios. No sólo en España, sino en las demás naciones de Europa, los primeros traductores de las grandes obras de la antigüedad clásica alcanzaron en aquella edad de Renacimiento literario el éxito más lisonjero, debido menos al valor intrínseco del desempeño, que a la novedad del intento. Así Pope y Dryden en Inglaterra, y Amyot en Francia, se hicieron tan famosos en su tiempo, y ejercieron en la cultura tanto influjo con sus traducciones, como con la suya en España el benemérito Velasco.

Uno de los primeros elogios que se tributaron a Velasco es el que cuando todavía ocultaba su nombre, recibió de otro poeta

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- 1 0 9

también anónimo, en el siguiente soneto, no ma'o ciertamente, estampado en ediciones de Amberes:

Diez y seis veces h a revuelto el cielo Después que con dulc ís ima a r m o n í a E l m a n t u a n o T í t i r o h a c i a R e s o n a r su A m a r i l i al tusco suelo.

Mincio e n c a n t a d o en t ierno y dulce hielo S u s ondas r e p a r a b a y detenía ; T r a s sí l as fieras y árboles t r a í a , A las aves h a c í a olvidar su vuelo.

Después que l a i lus t re a l m a , d e s a t a d a De l a morta l pr is ión, volvió a su e s f e r a . F u e en l a zampona a q u e s t a l e t r a h a l l a d a :

Pastor sacro de Anfrho, España espera Uno a quien justamente he de ser dada ; Vé al Tajo, y hallarle has en su ribera.

«Fue Gonzalo Pérez—dice Lope de Vega en su Dorotea — excelente traductor de Homero, como Gregorio Hernández de Virgilio. Estos eran hombres de veras, que no aguardaron a que los pasase a su lengua la Italia, que primero que los viésemos en ella fue su versión del griego y del latín.»

Y el mismo en su Laurel de Apolo, silva ii:.

Acudiendo el primero E l T í t i r o español , nuevo S i n c e r o , C u y a divina M u s a toledana Dio poder a l a lengua c a s t e l l a n a : G r e g o r i o Hernández, a quien hoy le deben (Aunque otros muchos prueben A q u e r e r i g u a l a r su ingenio r a r o ) Virg i l io y S a n a z a r o H a b l a r con e l e g a n c i a y no c-">n vana P o m p a inútil , l a l e n g u a c a s t e l l a n a .

Cervantes en su famoso escrutinio libreresco no le nombra al hacer mención de otras traducciones poéticas. No creería oportuno traer a cuento este poema clásico en medio de otros caballerescos. Pero de cuan conocido era Velasco, da implícito testimonio el autor del Ingenioso Hidalgo, apropiándose en tono proverbial un verso de la traducción de la Eneida (n 1) en la aventura del retablo de Maese Pedro: «Callaron todos, Tirios y Troyanos, quiero decir, pendientes estaban todos los que el retrato miraban, de la boca de! declarador de sus maravillas,» etc. (Quijote i¡, 26).

Fue Miguel de Cervantes para con muchos de sus contemporáneos pródigo en elogios, que arguyen en él, o criterio escaso, o exceso de benevolencia patriótica y de entusiasmo, cuando en unas mismas desmedidas alabanzas confunde lo bueno, lo.mediocre y lo malo. En el Viaje del Parnaso, canto iv, consagró a Velasco un recuerdo comparativamente vago y pálido, poniéndole entre multitud de escritores hoy del todo olvidados:

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- 1 !U

Vuelvo la vista , a M a n t u a n o v;o , Que tiene al g r a n V e l a s c o por Mecenas , Y h a sido acer tadís imo su empleo.

D e j a r á n estos dos en las a j e n a s T i e r r a s como en la propia , d i la tados S u s nombres , que tú, Apolo, as í lo o r d e n a s .

Don Nicolás Antonio en su Biblioteca: «Gregorius Fernández de Velasco, Toietanus, cum poética virtus efflorescere apud nos, barbariemque rudis ac tantum martialis aevi exuere coepit, Virgilium poetarum principem confidenter aggressus, loqui eum fecit vernáculo idiomate, puro atque eleganti.»

Entrado ya el siglo xvm, la Real Academia Española (1714) colocó desde un principio la Eneida de Velasco en la lista de las obras clásicas que eligió, como autoridades calificadas, para la formación del Diccionario de la Lengua.

Aún no se ejercitaba en aquellos tiempos la crítica literaria en España. Luzán, que sin adivinarla, introdujo el precep-tismo, en su Poética, obra con que abrió una nueva era en los estudios, publicada en Zaragoza en 1737, dice, al libro n,_capí-tulo V : «Gregorio Hernández de Velasco, por quien España no tiene que envidiar a Italia su Aníbal Caro.» Elogio exagerado en que se rebaja el mérito del traductor italiano. Para Luzán, empeñado en desacreditar la plaga de gongóricos y conceptistas era cualidad eximia, en cualquier escritor no estar contaminado de aquellos resabios de mal gusto que en su tiempo se habían propagado tanto, y que tanto debían hostigar a un literato como él, educado en severa escuela clásica, nada menos que en la patria de Boileau. Así se explica el incienso que a cada paso quema a la Raquel de Ulloa, poema frío y prosaico, pero libre de extravagancias. En la traducción del poema De partu Virginis (Toledo, 1554) deslizóse Velasco alguna vez al retruécano, como en aquel pasaje:

Y as í entro cierto De h a l l a r a tu divino paito puerto.

Mas en la traducción de la Eneida ningún síntoma se nota del depravado gusto que en breve hubo de invadir las letras españolas. Velasco allí más bien peca por desgarbado y llano que por intrincado y artificioso, y es esta circunstancia la que debió de granjearle a tal punto el aprecio de Luzán.

Los críticos españoles del presente siglo, sin pararse a examinar a Velasco, pronuncian sobre su traducción de la Eneida lacónicos fallos, hijos de precipitada y a veces injusta severidad. El antiguo entusiasmo se ha trocado en glacial desvío o en adusto ceño. Marca el punto de transición de la una a la otra de las dos opiniones extremas, este juicio de Mayáns (1777):

«En la versificación tenía sus días ; y por eso no fue igual-Unas veces es admirable; otras descuidado, usando de frecuentes sinéresis, que violentan la pronunciación; de muchos hiatos o aberturas, con que hizo I03 versos prolijos ; y de muchedumbre de estrellamientos, que impiden la armonía. Así sucede que

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— 1 1 1 —

tiene trozos de poesía muy pedestre, y otros magníficos. Fue el primer traductor de Virgilio digno de leerse. Esto le granjeó mucha fama, y debe conservársele por haber sido tan benemérito de la juventud estudiosa.»

«¿Quién puede decir de buena fe, exclama Quintana, que la traducción de la Odisea por Gonzalo Pérez, la de la Eneida por Hernández de Velasco y la de los Metamorfoseos por Sigler (1) pueden suplir por el original? ¿Cuáles el hombre que teniendo algún gusto en el lenguaje poético y en la versificación, puede leer dos páginas de estas versiones en que los ingenios mayores de la antigüedad están convertidos en copleros triviales y sin armonía?» {Parnaso Español, Introducción, primera, vi).

«Aún no ha podido contar España en su propio idioma una traducción digna de la litada y la Eneida. Hermosilla y Hernández de Velasco más bien martirizan el texto que lo traducen.» (Fernández Espino, Estudios de Literatura y de Crítica, página 457-8).

«En cuanto a la Eneida, obra principal y más importante del divino Marón, la lengua española, sin embargo de haber sido entre las vulgares quizá la primera que logró poseer en prosa aquella célebre epopeya, se ha debido contentar hasta ahora con los incorrectos y desaliñados endecasílabos de Gregorio Hernández de Velasco». (Bendicho, Los Argonautas, tomo i, página 30).

«La misma Eneida, tan admirada de nuestros clasicistas, no puede leerse en castellano, si bien tenemos la esperanza de que el señor don Ventura de la Vega termine la bellísima traducción que de ella está haciendo.» (2).(Valera, Estudios Críticos, tomo H, página 239).

«La Eneida está reclamando una buena traducción. La de Hernández de Velasco, única completa que tenemos, no es digna de nuestro tiempo.» (Ochoa, Miscelánea, 1867, página 51).

El juicio del señor Ochoa sobre la traducción de Horacio por Burgos, de donde he transcrito la anterior apreciación, se

(1) Antonio P é r e z S i g l e r . P u b l i c ó s e en S a l a m a n c a , p a t r i a del t r a d u c t o r , en 1580, y se re imprimió en B u r g o s , 1609, «nuevamente a n m e n t a d o y a ñ a d i d o por el mismo, con un Dicc ionar io poético copiosísimo.» De las Metamorfúses de Ovidio h a y o t r a s t raducciones que probablemente no conocía Q u i n t a n a . T i c k n o r y sus t r a d u c t o r e s c i tan , y l a A c a d e m i a E s p a ñ o l a incorporó en su Catálogo de Autor idades , todos de oídas según p a r e c e , l a que hizo L u i s H u r t ido, de Toledo, el autor del Palmetin (1548) probablemente en coplas de a r t e m a y o r ; P e l l i c e r menciona , y los dichos t r ad u ct ores l l a m a n «excelente ,» l a de F e l i p e Mey ( T a r r a g o n a , 1586); el mismo T i c k n o r c i t a la de V i a n a , por tugués , i m p r e s a en V a l l a d o l i d , 1589, como «one of the happies t t r a n s l a t i o n s m a d e in the puré a g e of the cas t i l ian l i teratu-r e . » E l o g i o h a r t o e x a g e r a d o ; está, en tercetos y en o c t a v a s ; por último J o r g e B u s t a m a n t e , n a t u r a l de Sil io , puso las « t ransformacio nes de Ovidio en l e n g u a e s p a ñ o l a , r e p a r t i d a s en quince libros con l a s a l e g o r í a s al fin dellos y sin figuras p a r a provecho de los a r t í fices,» A m b e r e s , 1599, Cinco versiones en medio siglo.

(2) No t r a d u j o sino el libro I, como se verá adelante .

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escribió en 1844. Que la Eneida de Velasco «no es digna de nuestro tiempo,» es hecho innegable, porque cuando él floreció, la lengua castellana, cual se hablaba en Toledo, no tenía<£>as-tante flexibilidad y galanura, no había alcanzado al ápice de su perfeccionamiento. Mas vago modo de juzgar es decir que una obra casi anteclásica no es, por el estilo, digna de los t» mpos que corren. Habiendo tenido que consultar a menudo la traducción de Velasco al escribirla suya en prosa, en 1869, pudo el señor Ochoa inclinar su juicio en sentido mas favorable a su predecesor. «La mejor traducción castellana de la Eneida es la de Gregorio Hernández de Velasco, de que se han hecho varias ediciones.» (Obras de Virgilio, traducción de Ochoa, página 794). «La traducción de Hernández de Velasco, muy desigual, abunda en bellezas de primer orden» (exageración) «cabalmente en los pasajes de mayor dificultad, que son los discursos, en que se emplea siempre la octava rima.» (Ibíd. página 19). «Hernández de Velasco estuvo muy feliz en la traducción de este y otros pasajes del mismo libro» (página 801).

Refiérese Ochoa, en estas últimas palabras, al libro iv de la Eneida, y particularmente a los versos 650 y siguientes. Hé aquí la octava por él justamente alabada, así por sus «hermosos versos,» como por haber en ella «un profundo sentimiento de la situación.» Habla-Dido en los momentos en que va a darse la muerte:

¡ O h dulces p r e n d a s cuando Dios q u e r í a Y me e r a a m i g o mi i n f e ü c e h a d o ! T o m a d a q u e s t a m í s e r a a l m a m í a Y d a d fin dulce a mi m o r t a l cu idado ! Hoy es mi t r i s t e postr imero d í a . Y a el curso de m i vida es a c a b a d o ; Hoy b a j a el a l m a de l a g r a n d e D i d o Al centro escuro del e terno olvido.

Hoy empieza a leerse con más atención y respeto los libros, castellanos de pasados siglos. El juicio sobre Velasco que estampé en el Estudio Preliminar de mi Virgilio (1 73) y el que posteriormente (1879) ha publicado el señor Menéndez, se conforman en reconocer en la Eneida de Hernández de Velasco méritos en que anteriores críticos (si exceptuamos parcialmente a Ochoa) no quisieron poner los ojos.

Dice Menéndez : «Tiene versos aislados muy valientes y trozos que pueden

leerse sin enfado. La parte que está en octavas es muy superior a la restante.... Y como Gregorio Hernández era poeta (aunque mediano y de ninguna suerte comparable a Aníbal Caro), pone de vez en cuando en su verbosa interpretación un como reflejo del sentimiento virgiliano, máxime en el libro IV, que es el mejor traducido, con ser el más bello y difícil.»

Transcribe luego, como muestra, el trozo en que se describen los preparativos de la muerte de Dido. Copia también la versión de aquel admirable rasgo (v, 691-2) :

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oculisque e r r a n t i b u s alto Qjuaesivit cáe lo lucera, ingemuitque r e p e r t a . Y volviendo los ojos, que y a en muerte N a d a b a n , h a c i a el cielo, vio su lumbre , Y viéndola g imió porque aun vivía.

«Este último verso—concluye con justa admiración Menéndez—es de primer orden: no está traducido sino sentido el ingemuitque reperta. Aníbal Caro, con ser más literal en la expresión, es aquí menos artista.»

Si se me obligase a optar éntrelos juicios extremos relativos a Velasco, me inclinaría a la alabanza, nunca al menosprecio.

En la Eneida de Velasco la parte narrativa está en verso suelto, y las arengas en octavas: así es que en esta clase de estrofas puso íntegros los libros n y oí; pero cuando lo que dice un personaje no da para una octava, lo reduce el traductor a un cuarteto o a un sexteto, según el caso. Este abigarramiento métrico es defectuoso, como lo notó ya Cáscales sin mentar por su nombre a Velasco (1).

Velasco habría traducido mejor a Homero que a Virgilio. Su lenguaje y versificación adolecen efectivamente de tosquedad y rudeza. No tiene, ni podía tener, en sus manos la lengua castellana aquella flexibilidad, gracia y armonía, verdaderamente andaluzas, que no mucho después ostenta ya Juan de Arjona en su traducción de la Tebaida de Estacio. Si Arjona hubiese traducido a Virgilio, temeridad fuera volver a traducirle en nuestro siglo. Mas si Velasco dejó en lo general mucho que desear, no por eso carece de dotes poéticas, y su traducción no sólo es digna del mayor elogio, para el tiempo en que se escribió, sino que en todo tiempo merece estimación y alabanza.

Su lenguaje puro y rico, su frase fácil y castiza, muestran el genio y poder del habla castellana, floreciente en aquella época. Sus contracciones de vocales, que hoy tanto disuenan, eran entonces lícitas en Castilla, y dado el sistema seguido por el versificador, el oído las admite como las admite en italiano. El estilo, aunque a veces algo difuso, es levantado, y no desdice de la majestad épica.

Como latinista e intérprete, Velasco es entendido y concienzudo. Rara vez erró en la inteligencia del texto, como cuando toma por nominativo el «sua sidera» del verso 641 del libro vi, que traduce:

C i e r t a s e s t r e l l a s p r o p i a s de este sitio Conocen su sol propio y de él se a l u m b r a n ;

o cuando pinta a la amazona Camila «alzándose en los estribos,* anacronismo que ya motejó Ochoa en nota al lugar respectivo. (A. XI 697, «altior exsurgens»).

(1) « U n a cosa os advierto, que con el género de verso que comenzáis h a b é i s de p r o s e g u i r h a s t a el fin. Y a n s i no anduvo en esto m u y prudente el que t r a d u j o l a Eneida de Virgil io en c a s t e l l a n o , u s a n d o y a verso suelto, y a l igado , pues d e b i e r a e legi r lo uno o lo otro t a n solamente » Tablas Poéticas, edición de S a n c h a , p á g i n a 149.

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A. C a r o — 8

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114 -

De interpretaciones originales y luminosas sirva de ejemplo la significación que da Velasco al reduplicativo sese en el pasaje siguiente, en que Turno, haciendo alarde de su propia fuerza y valentía, dice que nada ha de valerle a Eneas el auxilio de su madre Venus :

E t nos t e l a , p a t e r , í e r r u m q u e h a u d debile d e x t r a S p a r g i m u s , et nostro sequi tur de volnere s a n g n i s . L o n g e illi d e a m a t e r erit , q u a e nube f u g a c e m F e m í n e a tega t et vanis sese occula t u m b r i s .

A. X I I , 50, 53.

Esta última frase es muy difícil de explicar; porque si se entiende «ipsa eum occulat,» el sese toma un sentido oblicuo que gramaticalmente no le corresponde; si «ille se occulat,» el cambio de sujeto es brusco y no menos incorrecto. Los comentadores no aciertan a desatar la dificultad. Desatóla Velasco tomando sese, muy oportunamente, en el sentido de «illutn secum» o «se cum illo» (asi como «nos» equivale a veces a «Ule et tu mecum,» y «vos» a «ille tecum»).

L e j o s a h o r a t e r n a a su m a d r e diosa , Que le escape , huyendo, de mi m a n o , Y en nube mujeri l y vergonzosa Con él se esconda en f o r m a de a i r e vano .

Y así traduce de hecho pensado, y no casualmente, pues de la misma interpretación usó al verter el v. 390 del mismo libro

seseque in b e l l a r e m i t t a n t . Y vuelvan con él luego a l a b a t a l l a .

Gracioso es, y chocante con ciertas ideas paganas, el moderno sabor católico que pone a veces Velasco en su Eneida. A Minos, por ejemplo, le llama «Inquisidor» («quaesitor,» A. vi, 432,) y a Museo «Profeta» («vates,» 669).

JUAN FERNÁNDEZ 1DIÁQUEZ

1574

Églogas de Virgilio traducidas de latín en español por Juan Fernández Idiáquez. Con licencia. En Barcelona. En casa de Juan Pablo Monesca!. 1574. Imprimiólas Pedro Malo.

De este libro rarísimo, del cual tuvieron escasa e inexacta noticia Fabricio y Nicolás Antonio, disfrutó Mayáns una copia manuscrita sacada de un ejemplar que existía (1777) en la biblioteca del Obispo de Barcelona. Traslada Mayáns como muestra del trabajo de Idiáquez el principio déla égloga ¡:

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M E L I B E O

T í t i r o h e r m a n o , buena fue tu suerte , P u e s que sin sobresal to recostado D e b a j o de e s t a h a y a u m b r o s a y g r a n d e , H a c e s con tu zampona y rudo canto A l a s i lvestre M u s a c o m p a ñ í a . Nosotros sin ventura d e s t e r r a d o s Irnos de n u e s t r a t i e r r a , do dejamos L o s dulces c a m p o s , soto y valle ameno. T á sin cuidado alguno so los árboles Amenos, h a c e s que resuene el monte, Y s i lva , y soto, y val les , tu A m a r i l i s .

JUAN DE GUZMAN

1586

Las Geórgicas de Publio Virgilio Marón, príncipe de los poetas latinos, nuevamente traducidas en nuestra lengua castellana en verso suelto, con muchas notaciones que sirven en lugar de comento, por Juan de Guzmán, catedrático de la villa de Pontevedra, en el Reino de Galicia. En Salamanca. En casa de Juan Fernández. Año 1586. Lleva aprobación clel maestro Lazcano, fechada en Madrid en el mismo año 86.

Hay una reimpresión hecha en Madrid, por F. J. García, en 1768 (citada por Menéndez Pelayo).

Incorporó Mayáns el texto y notas de esta versión en su edición de Virgilio, Valencia, 1778.

Juan de Guzmán fue discípulo del Brocence (de lo cual se precia en el prólogo de las Geórgicas); y después de haber viajado por el Nuevo Mundo, publicó en 1590, en Alcalá, una Primera parte de la Retórica. Su traducción de las Geórgicas es prosaica, difusa, floja y arrastrada, y el prólogo y notaciones están llenas de pedantesca, extravagante y ridicula erud ción.

Tradujo Guzmán asimismo la égloga x en tercetos, y corre impresa con las Geórgicas.

FRANCISCO SÁNCHPZ DE LAS BROZAS

1590

El famoso autor de la Minerva (Salamanca 1587) compuso también:

In Virgilii Bucólica Notae: Salamanca, 1591 (citadas por Nicolás Antonio), y una traducción en tercia rima de la Égloga I, la cual reprodujo Mayáns.

Las obras completas del insigne filólogo se recopilaron en edición de Ginebra, 1766, 4 volúmenes.

No conozco las notas a las Églogas. De las lecciones virgi-lianas que indica en la Minerva, curiosas y no recogidas por los modernos editores, trátase en otro lugar.

Sobre su exposición del Arte Poética y traducciones hora-cianas vid. Menéndez Pelayo, Horacio en España, página 25.

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DIEGO LÓPEZ

1S98

Publio Virgilio Marón traducido en prosa castellana por Diego López, natural de la villa de Valencia, orden de Alcántara, y preceptor de lá villa de Olmeda. Con comento y anotaciones.

La primera edición debió de hacerse a fines del siglo xvi, pues la censura que ediciones posteriores conservan está fechada en Madrid y enero de 1598.

Nicolás Antonio y Mayáns citan como edición más antigua la de

Valladolid, 1601. Reimpresiones:

Madrid: Juan de la Cuesta. 1614. Lisboa: Antonio Alvarez. 1620. Ib. (citada por Barbier). 1650. Alcalá: Juan Antonio Bonet (mihi). 1650. Madrid: (citada por Salva, número 2263). 1668. Valencia: Vicente Cabrera. 1698. Madrid: Ángel Pascual Rubio. 1721. También tradujo el Maestro López a Juvenal y Persio. Sus

traducciones no valen nada, y sólo se citan como curiosidad bibliográfica.

10) AUNES LERMA

15** En la Real Biblioteca de Ñapóles se conservan manuscritos

los cuatro primeros libros de la Eneida traducidos por Aunes de Lerma, poeta desconocido del siglo xvi.

Debo esta curiosa noticia al señor Menéndez Pelayo.

CRISTÓBAL DE M ! SA

1615

Este poeta extremeño"tradujo todas las obras de Virgilio: La Eneida. Madrid: imprenta de Alonso Marín. 1615. Églogas y Geórgicas. Con las Rimas de Mesa y su trage

dia Pompeyo: Madrid, por Juan de la Cuesta, 1618. Cristóbal de Mesa fue discípulo de Fernando de Herrera,

de Barahona de Soto y del Brócense, vivió cinco años en Italia, estrechó amistad con el Tasso, y siguió la escuela clásica italiana, en oposición a la licencia española. Su decisión por las letras fue grandísima, su laboriosidad infatigable; pero el estudio y la imitación no depuraron del todo su gusto, ni menos suplieron las dotes que le negó naturaleza. Tenaz en seguir una falsa vocación, es Mesa ejemplo melancólico de fecundidad estéril, y estéril no comoquiera, sino en todo sentido, pues las letras no le dieron fama, ni dinero, ni el favor de los grandes,

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que en vano solicitó, y de que solían disfrutar escritores de no mayor valía. En vano dedicó a Felipe m las citadas traducciones y otras obras suyas, y mucho le dolió que el Conde de Lemos no quisiese llevarle a Ñapóles en su comitiva literaria.

No se contentó con traducir a Virgilio. Hizo también una traducción de la-Riada de Homero, que manuscrita vio Tama-yo de Vargas, y, a lo que creo, ha desaparecido ; y fue autor de varios poemas épicos: Las Navas de lolosa (Madrid, 1598); La Restauración, de España, en diez cantos y octava rima (Madrid, Juan de la Cuesta, 1607); El Patrón de España (ibíd. 1612), y algún otro.

Menéndez Pelayo observa que «el defecto más grave de la traducción de Mesa es la continua desigualdad del estilo,» que Mesa «era poeta seco y versificador duro y difícil» ; pero aun así, «comprendía las bellezas del original y algunas veces acertó a reproducirlas» en las Églogas y Geórgicas.

De todas suertes el voto público no ha favorecido a estas traducciones : de las Églogas y Geórgicas sólo hay una reimpresión; de la Eneida ninguna, por lo cual ha venido a ser en el día libro rarísimo, mientras que la de López, que sin duda vale menos, alcanzó, como hemos visto, varias reimpresiones. Aun en esto se ve la mala estrella del pobre Cristóbal de Mesa. Ya en 1826 anotaba Salva en su catálogo como «rara» la traducción de las Églogas y Geórgicas por Mesa, y no debió de conocer la de la Eneida. Sólo la Égloga x halló acogida en la Biblioteca de Rivadeneira. En cuanto a la Eneida, sólo he visto modernamente reproducidas siete octavas, correspondientes al episodio de Laocoonte. Copiáronlas los emigrados españoles que publicaron la curiosa revista El Instructor, y es lo más singular que dan la versión de Mesa, por ser la única castellana que tenían a la mano.

Por ser tan rara esta obra, y por formar el pasaje mencionado un cuadrito completo, no llevará a mal el curioso lector que yo lo traslade aquí como muestra del estilo de Mesa:

Otro monstruo m a y o r con m u e s t r a s c l a r a s T u r b ó el ánimo t r i s te de c a d a u n o : L a o c o o n , sacerdote , que en las a r a s S a c r i f i c a b a un toro al dios Neptuno, Ministro electo por sus p a r t e s r a r a s P o r suerte a t a n solemne acto opor tuno . . (1) . ( E n refer i r un ta l prodigio temo, Que anuncio fue de nuestro m a l e x t r e m o ) .

Venían de h a c i a Ténedos al puerto, A l a p a r , de g r a n bulto, dos serpientes P o r el m a r sesgo, y de a m b a s descubierto Del cuerpo l a m i t a d (2) , g r u e s a s , val ientes , Dentro del a g u a lo demás cubierto ; L e v a n t a d o s los pechos eminentes , Con l a s s a n g r i e n t a s v e r d i n e g r a s c r e s t a s Sobre las ondas a l t a m e n t e enhies tas .

(1) M e s a dejó aquí t runco el sentido. (2) Curioso ejemplo de m a l a c o n c o r d a n c i a .

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Con ásperos cerdosos espinazos T o c a n d o el m a r m u e s t r a n l a p a r t e s u m a , Y con inmensos enroscados lazos H a c e n que b r a m e levantando e s p u m a . Y a en t i e r r a , a n u n c i a n los postreros plazos, Su venenoso aliento el a i r e a h u m a , S u s p r e s t a s l e n g u a s s i l b a n sin sosiego Y sus ojos s a n g r i e n t o s echan fuego.

Huímos todos pálidos de espanto ; Y riñiendo l a s dos con p a s o cierto A L a o c o o n , dos hijo-; entre tanto H a b i e n d o asido y con los dientes muerto, Corren a él , que con dolor y l lanto I b a con a r m a s al socorro incierto, L/O cogen, y con g r a n d e s r o s c a s l i g a n , Y con Tueltas y nudos lo f a t i g a n .

Dos veces de l a vis ta echando l l a m a s P o r el medio del cuerpo lo a r r e b a t a n Dos por su cuello imprimen las e s c a m a s De s u s e s p a l d a s con que en torno lo a t a n : E l con las m a n o s l a s revueltas t r a m a s P r o c u r a de a r r a n c a r con que le m a t a n , Sobrepujando con los altos cuellos L a cabeza del mísero y cabel los .

De podre el s a c r o velo tiene lleno, Y por el rostro y cuerpo y a esparc ido Aquel negro y pestífero veneno, Y a l a s e s t r e l l a s hiere con g e m i d o ; C u a l toro a quien l a h a c h a no dio en llena, Que el a r a h u y e con feroz bramido , L a s c u l e b r a s m á s p r e s t a s que con a l a s A l a l c á z a r huyendo van de P a l a s ,

Y bajo de los pies y el ancho escudo A m b a s a dos se cubren de l a diosa . . .

DON JOSEF PELLICER DE OSSAU SALAS Y TOBAR

1624

«Los cuatro primeros libros de la Eneida de Virgilio en cuatro romances de a cien coplas cada uno.* Cítalos el mism© Pellicer en su Biblioteca (página 13 b) como impresos el año de 1624. No tenemos otra noticia de esta traducción. «El verso de romance no parece el más digno y capaz de la majestad de la epopeya.» Don Juan Antonio Pellicer, Ensayo de una Biblioteca de traductores, tomo n, página 109.

De la sarta de apellidos que usaba el traductor supradicho, es de inferir que era hombre de ideas extravagantes. Modernamente hemos tenido también un traductor de Valerio Flacco que se llamaba don Francisco Javier de León Bendicho y Qüilty.

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(1) « A b b f a s J o s e p h , » y como autor desconocido lo c i t a N . Antonio, y es el p r i m e r nombre que a p a r e c e en su Bibl ioteca .

(2) Tomo I I de e s t a s Obras completas, p á g i n a 259.

ABDÍAS JOSEF

1660

«Obras de Publio Virgilio Marón, concordado en latín artificial, en latín natural, en lengua castellana de prosa y verso, y en notas latinas. Dedicadas al señor don Francisco López de Rio, etc., etc. Por el Licenciado Abdías (1) Josef, natural de Ce-dillo. Tomo I, de las Églogas. En Madrid, por Domingo García Morras. 1660.

Obras de Publio Virgilio Marón, etc., etc., (como arriba). Por don Antonio de Ayala. Tomo II de las Geórgicas. Madrid, D. G. Morras. 1660.

Obras de Publio Virgilio Marón, Elogias (sic), Geórgicas y Eneida. Concordado, explicado y ilustrado por el P. M. fray Antonio de Moya, del Orden de San Agustín, Lector de teología jubilado, y Procurador General de la Provincia del Quito, de las Indias, del mismo Orden, residente en San Felipe de Madrid. Dedicadas al muy noble y muy ilustre señor don Martín de Saavedra, etc. Tomo III de la Eneida. Madrid, por Pablo de Val. 1664 (según Mayáns; 1663, según Nicolás Antonio).

Conócese esta edición con el nombre de Virgilio concordado. Moya en su dedicatoria del tomo ffl declara que él fue quien publicó los dos anteriores («estos tres tomos que tengo publicados»), y que se proponía dar a luz un tomo IV, con los seis últimos libros de la Eneida, el cual no llegó a publicarse. ¿Qué misterio encierran el nombre fingido de Abdías Josef, y el que también parece serlo, de don Antonio de Ayala? es punto que no he podido averiguar.

El Virgilio concordado contiene: 1) La traducción inconclusa de las Geórgicas (l-li, 210) en

octava rima, por fray Luis de León, por primera vez publicada en 1631.

2) Una nueva traducción, en sextinas, de todas las Geórgicas.

3) Versión en prosa y literal de las Églogas, las Geórgicas y seis primeros libros de la Eneida.

Don Gregorio Mayáns y Sisear (de cuya Vida de Virgilio he extractado las anteriores noticias sobre el Virgilio concordado) reimprimió en su ya citada edición virgiliana de Valencia, esta versión prosaica y aquella nueva traducción poética de las Geórgicas, atribuyendo una y otra a fray Luis de León, sin razonable fundamento ni conjetura alguna plausible, como demostré en un escrito que se imprimió en el semanario La Academia, de Madrid (2), arriba citado en el artículo «Fray Luis

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de León.» Ni sólo atribuyó a León tales traducciones, sino también las notas de la versión de Diego López.

Mayáns, hombre de mucho saber, pero de mai ordenadas ideas y criterio escaso, era aventurado en sus juicios, y asentaba asertos sin pruebas, alguno de los cuales fue calificado de «atrox acusatio» por el erudito Diosdado Caballero. No con menor severidad le reprendió el Padre Flórez en la España Sagrada, por ciertas teorías cronológicas. Añádase que en 1778 era casi octogenario, y tal vez le flaqueaba la cabeza. Se le creyó, empero, en esta vez sobre su palabra, y tales traducciones han corrido hasta hoy con el nombre de León, en menoscabo del mérito literario del ilustre agustiniano, cayendo en el lazo el mismo Ticknor.

La versión prosaica y notas del Virgilio concordado, que son pésimas, es probable que fuesen de Moya; pero la nueva traducción poética de las Geórgicas, aunque muy mala, es trabajo de otro estilo, y obra de incierto autor.

DON JUAN FRANCISCO DE ENCISO Y MONZÓN

1698

«Traducción poética castellana de los doce libros de la «Eneida,» por don Juan Francisco de Enciso y Monzón. Cádiz, 1698.

4.° menor.» Salva. Según Mayáns, la edición es de 1699. Ochoa apunta que Enciso hizo esta traducción en octavas,

«empresa muy superior a sus fuerzas.» Del mismo autor citan Salva y Ticknor una Christiada,

«afeada,» dice el último, «con resabios del peor gusto.»

MARTÍN VtLASCO PÉREZ DE LA TORRE

Fechadas en Agreda en 1628 y 1629 se conservan algunas pocas cartas de este desconocido anticuario, en que declara ciertas inscripciones latinas.

En una de ellas (1) dice: «Mis papeles se dividen en dos tomos. El primero anota los

poetas griegos. Esto es un perpetuo pleito contra los malos intérpretes. Si no se sabe el griego con alguna eminencia, es cosa cansada. Esta obra abraza desde Homero hasta Opiano, que vivía en tiempo de los emperadores Antoninos. El segundo contiene nuevas declaraciones a los latinos, desde Plauto a Clau-diano, que florecía en tiempo del emperador Arcadio y de su hermano Honorio. Mi intento es declarar los latinos contra los intérpretes, a mi ver mal entendidos. Mi letra es muy mala y la que uso en ella muy azadau Con todo, en otra enviaré una muestra para que Vuestra Señoría saque si es de importancia en

(1) Al Conde de G u i m e r á , octubre 30 de 1 6 2 8 — C a r i a s eruditas, V V I I .

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tiempo en que las letras están tan lucidas, este mi trabajo que para mi ha sido grande.»

Acompaña a esta carta un papel en que por incidencia se comenta un pasaje de Virgilio (Geo. in, 13-15). Copiaré esta parte, y sirva de muestra de los trabajos que anunciaba Pérez de la Torre, y cuyo paradero se ignora.

Principia el Papel : «Esta piedra es de grandísima estima por la mucha huma

nidad que contiene. Lo primero, los gentiles veneraban los nacimientos de los ríos o fuentes, haciéndoles templos junto al origen del río o fuente. Séneca, Epístola 41 : Maiorum fluminum capita veneramus. Tul. De leg. 2: Fontis ara. ídem, De Nat. Deor. 2: Fontis delubrum. Julio Frontino, De aquaeduct.: Fon-tium memoria cum severitate adhuc extra excolitur.

«Cuando los ríos se torcían, o volvían la corriente por topar algún impedimento o estorbo de la tierra, que por la semejanza del humano llamaban ancón, como prueba Erasmo en el Adagio Dulcís cubitus, junto al torcimiento fabricaban sus templos o ermitas. Descríbelo elegantemente Virgilio, Geó. m:

E t viridi in c a m p o templum de m a r m o r e ponam P r o p t e r a q n a m , t a r d i s ingens ubi flexibus e r r a t Mincius , et t e ñ e r a p r a e t e x i t a r u n d i n e r i p a s .

«Taráis flexibus declaran el impedimento de correrlas aguas por el ancón. Y en ambos estos templos se echaban las limosnas de los devotos, y no en el río como forzadamente piensa Cerda, Ecl. I sobre el verso sacri fontes (1). Parece que favorece a Cerda el azucarado Aquiles Tacio Alejandrino en el libro i de los Amores de Eucipe, donde dice:

"Alphaei fluvii amantis, et Arethusae fontis amatae connu-bium. Fluvius per mare, non aliter ac per térras iter facít, nec dulcem eius aquam salso fluctu mare imbuit, sed discedit, ac praeterlabenti discessus Ule aquis usum praestat, eoque pacto ad Arethusam Alphaeus deducitur. In quínquenali autem Olym-piae solemnitate multi, alius alias res in fluvii verticem immit-tunt, quas ille ad amatam statim defert, atque fluvii sponsalia dona sunt." Pero este autor extraordinario habla de las coronas o dones de flores, las cuales (como dice Plinio, libro II, capítulo 103: "sicut Arethusa fons syracusanus in quo redduntur iacta in Alphoeum") arrojaban flores a los ríos en señal de religión. Ho-rat. ni, oda 13:

O fons B ' a n d u s i a e , splendidior vitro, Dulc i digne mero, non sine floribus C r a s donaber is haedo.

habla del templo fabricado en la orilla o nacimiento del río, donde se sacrificaban corderos, etc., que en el río limpio no había comodidad para ello.»

(1) E l verso dice Et fontes sacros >• es 52 .

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DON DIEGO JOSÉ ABADIANO

Don Marcos Arróniz, en su Manual de biografía mejicana (París, 1857), dice que el jesuíta Abadiano tradujo algunas Églogas de Virgilio.

Nació Abadiano en Tiquilpán, en 1727. De sus obras mereció en su tiempo grandísima fama la intitulada Heroica de Deo carmina, Madrid, 1769, extraordinariamente celebrada y aplaudida por Lampillas, Hervás y otros sabios. Murió en 1779.

Aunque de fecha incierta la traducción de las Églogas, debió de ser ensayo juvenil, y anterior a los trabajos de que voy a hablar.

P. JOSÉ ARNAL.

1764

Jesuíta de los expulsos. «Se ocupaba en una versión de la Eneida. Es noticia del Padre Pou en su Specimen interpretationum hispanarum auctorum classicorum, manuscrito que don Joaquín M. Bover poseía y extracta en la Biblioteca Balear.» (Menéndez Pelayo).

No indicándose la fecha en que el Padre Arnal trabajaba en aquella versión, señalo como tal conjeturalmente el año en que se imprimió en Zaragoza el Philoctetes de Sófocles, débilmente traducido en verso por el mismo Arnal (si bien calló su nombre) para las escuelas de la Compañía.

DON CÁNDIDO MARÍA TRIGUEROS

1774

«La Eneida de Virgilio traducida en verso pentámetro por don Cándido María Trigueros.

«Se conserva en la Biblioteca Colombina (B 4. a , 445-28) en un cuaderno procedente de la librería del Conde del Águila. Contiene sólo los tres primeros libros y un retazo del iv.

«Los llamados pentámetros son alejandrinos pareados insufribles para todo oído castellano:

Canto el varón pr imero que huyendo el c ruel h a d o De T r o y a vino a I t a l i a , por a r m a s ce lebrado , Y sufriendo en mil t i e r r a s y el reino de Neptuno L a s i r a s poderosas de l a e n o j a d a J u n o , T o l e r ó con firmeza de M a r t e los combates ; F u n d ó , en fin, a L a v i n i o , y sus teucros P e n a t e s A s e g u r ó en el L a c i o : donde el nombre lat ino Y el A l b a n o senado y l a g r a n R o m a vino.

«El único mérito de esta traducción, si alguno tiene, es la concisión.» (Menéndez Pelayo).

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El asendereado Trigueros, que en la guerra literaria de su tiempo pudo llevar por divisa el Todos contra mi, yo contra todos, adoleció de ambición enciclopédica, y fue, como dice entre veras y burlas Moratin, «erudito, moralista, poligloto, anticuario, economista, botánico, orador, poeta lírico, épico, didáctico, trágico y cómico.» ¿Qué mucho que acometiese la empresa de traducir a Virgilio y también a Homero? En 1774 publicó El Poeta Filósofo, y de aquella época seria su traducción de la Eneida, puesto que por entonces se mostraba muy contento con la soñada invención de sus pentámetros.

DON TOMÁS DE 1RIARTE '

1 7 7 8 - 1 7 8 7

Los cuatro primeros libros de la Eneida de Virgilio traducidos en verso castellano, «fruto de tres meses de soledad y trabajo que sirvió de alivio en una convalecencia,» componen el tomo m de los seis en que publ.có Iriarte la colección de sus obras en 1787.

Aunque este erudito principió a escribir muy joven, el prólogo de dicha traducción de Virgilio es posterior al año 78, en que se publicó la edición virgiliana de Mayáns, en ese prólogo citada.

Intérprete docto y juicioso, Iriarte empero no entendía la idealidad de la poesía, y por su incurable prosaísmo era el hombre más incapaz de trasladar a lengua alguna las delicadezas y primores de Virgilio.

A pesar de que Iriarte, con su «amartelada rima,» como decía Sedaño, no dejaba correr un solo verso suelto en sus silvas, y era rimador hábil y artificioso, para errarlo en todo en su versión virgiliana eligió el romance endecasílabo, disfraz que para pasar por poetas tomaron los copleros del siglo xvm, combinación híbrida de que dijo con mucha razón Meléndez que «no sirve para nada, porque la armonía que hace va ya muy arrastrada, y ni surte el efecto de la rima, ni tiene la majestad del verso suelto.»

Véase, por ejemplo, el pasaje Dulces exuviae, y compárese con la octava de Velasco, ya copiada:

i Oh dulces p r e n d a s , c u a n d o Dios y el hado L o concedíanI Rec ibid e s t a a l m a Y de tantos a f a n e s l iber tadme ! E l c u r s o terminé que s e ñ a l a b a A mi vida l a suer te ; y gloriosa I r á mi s o m b r a a l a profunda e s t a n c i a !

Y este es de los pasajes más esmerados. Abriendo por cualquier parte se ofrecen líneas de este jaez:

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Allí C a s a n d r a , cuyos v a t i c i n i o s . . . . P u e s que t a n obligados nos t e n í a . . . . P e r o demos que yo ta l m e d i t a r a . Y a c i e n d o en t i e r r a los a m a m a n t a r e . . . . L e rogamos que todo no lo p i e r d a .

Hay tentativas que son profanaciones imperdonables, y decididamente Iriarte con esta traducción desmintió la sentencia de Propercio que él mismo tomó por epígrafe:

si deficient vires , a u d a c i a c e r t e L a u s e r i t ; in m a g n i s et voluisse s a t est.

Quedaron inéditas «copiosas observaciones y notas conducentes a la mejor inteligencia de ciertos lugares,» que Iriarte reservaba para cuando llegase a terminar y publicar la traducción de toda la Eneida. Perdiéronse con otros papeles que dejó a su fallecimiento, y fue desgracia, porque era sagaz humanista y expositor correcto y metódico, como lo prueba su comentario al Arte Poética de Horacio.

DON JOSÉ RAFAEL LARRAÑAGA

1787

«En el siglo pasado Larrañaga tradujo con bastante felicidad las obras de Virgilio,» dice don Victoriano Agüeros en una rápida resena de la literatura de Méjico, su patria. (Ilustración Española y Americana, 18 de junio de 1878).

Arróniz no habla de este mejicano, no sé lo que diga Beris -

tain, cuya preciosa y rara Biblioteca desgraciadamente no se conoce en Bogotá.

En el catálogo manuscrito de la librería 'que poseían los Padres agustinianos en esta ciudad, formado a principios del siglo, y que hoy se halla en la Biblioteca Nacional, regístranse los tomos 2." y 3.° de la «Traducción de las obras de Virgilio a verso castellano por don Josef Rafael Larrañaga.» No he podido verlos, ni sé si se conservan; pues los libros de los conventos, después de haber servido alguna vez de parapeto en nuestros bochinches, fueron trasladados por carretadas, no sin quedarse algunos en el camino, a la Biblioteca Nacional, donde, al cabo de tantos años, yacen unos sobre otros, sin que se haya tomado providencia de ordenarlos. Démonos por bien servidos de que se salvasen de la hoguera a que los condenó cierto Secretario de Estado, instruccionista, como muchos, a estilo de Ornar.

El señor Menéndez Pelayo sí ha logrado ver la obra de este «incógnito traductor, casi desconocido hasta en América.»

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La versión es completísima; comprende, como la de Velasco, el suplemento a la Eneida por Mateo Veggio. Imprimióse en Méjico por herederos de Jáuregui, 1787, en 4 tomos. La Eneida está en romance endecasílabo. Larrañaga era «muy mal poeta,» y «sólo como curiosidad bibliográfica merece mencionarse esta traducción.»

DON FRANCISCO VARGAS MACHUCA

1792

Los dos primeros libros de la Eneida de Virgilio, traducidos en octavas castellanas por don Francisco Vargas Machuca. En Alcalá: año de 1792. En la Imprenta de la Real Universidad. Con licencia. 8.°

El libro i está en 184 octavas y el II en 186. El traductor ni era poeta ni versificador, y nada han perdido las letras con que la obra quedase en los principios.

FRAY JOSÉ MARÍA VALDÉS

1790—1802

Este sabio religioso del Colegio de Misiones de Nuestra Señora de Gracia de Popayán, tradujo en romance endecasílabo los libros v-xn de la Eneida para completar la traducción de Iriarte.

No tengo noticia del paradero de este trabajo y demás papeles que dejó a su fallecimiento el Padre Valdés.

Murió hallándose de misionero en el Chocó, en noviembre de 1803, a la edad de treinta y seis años.

Lloróle en una elegía su amigo don Mariano del Campo La-rraondo, el cual en una nota de esa composición consignó la noticia que he recogido aquí, sobre la traducción de Virgilio, y agrega que el trabajo de Iriarte y el de Valdés «parecían de una sola mano.»

DON ANDRÉS BELLO

1800—1808

Tradujo Bello en Caracas, en la época que al margen señalo, la Égloga II de Virgilio y el libro v de la Eneida, y leyó éstos, con otros ensayos juveniles, en juntas literarias, ora en casa del Capitán General, ora en la de don Simón Bolívar. Trae estos pormenores el diligente biógrafo de Bello, don Miguel Luis Amu-nátegui.

La traducción de la Égloga II salió a la luz, por diligencia del autor de estos apuntes, en el tomo de Poesías de Andrés Bello, 3." de la colección de escritores castellanos y 1. a de las Obras de Bello, impreso elegantemente por A. Pérez Dubrull en Madrid, 1882.

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No es propiamente traducción, sino una preciosa imitación escrita en octavas reales. Coridón está convertido en «Tirsis, habitador del Tajo umbrío»; Alexis en la bella pastora Clori, y hay escogidos rasgos tomados de las Églogas vm y x hábilmente tejidos en el razonamiento de Tirsis.

De la traducción del libro v de la Eneida no se han hallado vestigios.

Dolíase Bello de haber empleado sus fuerzas en la traducción (por cierto admirable) del Orlando inamorato de Boiardo, refundido por Berni, y no habérsele ocurrido en vez de eso traducir la Jerusalén o el Orlando Furioso. ¿Porqué no, más bien, las Geórgicas, cuando el molle atque facetum que puso Virgilio en este poema, su dicción purísima, y todas las peculiaridades de su estilo se repiten en el cantor de la Zona Tórrida? Suelen los traductores errar su vocación prendándose precisamente de aquellos autores que menos se les parecen, por el imán de las antinomias. Bello no tradujo al Virgilio de las selvas; pero es eminentemente virgiliano, aun en sus traducciones de Víctor Hugo.

DON JUAN MELÉNDEZ VALDÉS

6 1802—1808

«Un poema lírico-descriptivo sobre la creación, que se imprime ahora entre sus obras, y una traducción de la Eneida que la publicación de la de Delille le hizo emprender, fueron las únicas tareas que Meléndez dio a su espíritu en aquel ocio de seis anos» (en su estancia en Salamanca, 1802-1808). Esto estampó Quintana en la vida de Meléndez. Y el mismo Meléndez, en el prólogo de la segunda edición de sus poesías, escrito en Nimes, 1815, dice: «Tan deshecha y horrible tempestad. . . . también acabó con las copias en limpio de mis mejores poesías en el género sublime y filosófico, un poema didáctico El Magistrado una traducción muy adelantada de la Eneida, y otros trabajos en prosa.»

Si hemos de juzgar por las primeras líneas de una t r a d i ción de la litada que en verso suelto empezó a trabajar Meléndez, y por sus propios desgraciados ensayos en el género épico, no debía de valer cosa su inconclusa versión de la Eneida.

Elegante y atildado en el decir, fluido y numeroso en J a versificación, Meléndez daba importancia suma a estas dotes, empeñado, con feliz éxito, en desterrar de la poesía española el soñoliento prosaísmo de la escuela de Iriarte. Pero no siendo ni estudioso investigador, ni verdadero humanista, ignorando por completo los secretos de estilo de los autores clásicos, no tenía ni ciencia ni paciencia para hacer de ninguno de ellos una imitación esmerada. Sus cualidades al par que sus defectos trascendieron a la moderna escuela sevillana. Lista, que se elevó sobre todos sus compañeros como expositor literario, por su talento generalizadorj su criterio seguro y la nitidez de su esíi-

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lo, cuando hacía versos seguía las tradiciones de escuela. Podríamos pensar que hubiera traducido bien a Virgilio, si no conociésemos las pobres traslaciones de pasajes sueltos que in-cidentalmente inserta en sus preciosos Ensayos Literarios.

DCN JUAN MARÍA MAURY

18**

Entre la Agresión Británica que publicó Maury en 18C6, la Espagne Poétique (1826) y el Esvero y Almedora que casi septuagenario terminaba (1) y daba a la estampa en 1840, no es fácil decidir en qué tiempo compuso la traducción virgiliana que como obra postuma, y bajo el título «Dido, canto épico,» incluyó el señor Cueto, hoy Marqués de Valmar, en el tomo ni de su rica colección de Líricos del siglo xvm (Rivadeneira, AA. EE., tomo XVII. 1875).

Es una traducción del libro iv de la Eneida en endecasílabos caprichosamente rimados, con un proemio y un epílogo. En el proemio condensó en parte, y en parte tradujo Maury, del libro i de la Eneida, cuanto se refiere a Dido y cuanto conduce a la inteligencia del asunto; y en el epilogo, después de compendiar en pocas líneas el libro v y principio del Vi, torna a traducir, y traslada puntualmente la entrevista de Eneas con Dido, en los Campi Lugentes, del mismo vi libro. Para redondear este conjunto formado de trozos virgilianos, púsole Maury un final de su invención (2). En Virgilio la sombra de Dido, al reconocer a Eneas, clava los ojos en el suelo, guarda torvo silencio, y luego huye de pronto y guarécese en el bosque donde la espera Si-queo. En Maury la misma Dido, sin romper el silencio, enseña con el dedo al Troyano, en imagen y en sombra, la reparación que dará a sus manes Aníbal humillando a Roma, aquel mismo vengador futuro a quien ella (en Virgilio) había invocado antes de morir. Hé aquí con las últimas líneas de lo traducido (van de bastardilla), el final que añadió Maury:

Ella, sin que despeje el halagüeño Encarecer su desabrido ceño. Cual si grabado por cincel valiente De estatua hermosa en la maimórea frente. Vueltos los ojos a oti o lado, sólo

Con l a m a n o le indica a dónde mire .

(1) L a bel l ís ima e n t r a d a del canto m contiene u n a descr ipción de l a p r i m a v e r a que gozaron los par is ienses en 1840. S e s e n t a y ocho años tenía a l a sazón el poeta m a l a g u e ñ o , quien al fin del c a n t o XI del mismo poema se l l a m a a sí propio « a t l e t a c a n o , » y pide a l a Musa , antes de mori r , aliento p a r a finalizar la o b r a con que se promete inmortal izar su nombre.

(2) Único retazo que a ñ a d i ó M a u r y . Cueto, juzgando l i g e r a m e n te, da a entender que el proemio y el epílogo son de M a u r y .

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M i r a E n e a s , y ve ¡ t r i s te portento ! U n a figuración de mauseolo , S o m b r a y v e r d a d , e s c e n a y monumento : U n a encendida p i r a , h ó r r i d a h o g u e r a , Y un lecho e n c i m a , en él a t r a v e s a d a S u n . isma a m a n t e con su p r o p i a e s p a d a . E m p e r o a l lado, con m i r a d a fiera, U n g u e r r e r o a f r i c a n o , en quien l a r i c a A r m a d u r a denota el a l t a esfera , Otros dolores que advert i r le i n d i c a . Del túmulo elocuente el ancho e s t r a d o E s t á , y el suelo m á s a l l á , s e m b r a d o De anillos de oro, y dice c a d a anil lo U n a cabeza de romano insigne, Uno, entre mil p a s a d o s a cuchil lo . R e s p a l d a n d o el vengado mausoleo E n h a c e s forman c u á d r u p l e trofeo B o c a - a b a j o l a s á g u i l a s r o m a n a s , Y e n c i m a de estos bélicos despojos G r a b a u n a m a n o en c a r a c t e r e s rojos : Tes ino , y T r e b i a , y T r a s i m e n o , > C a n a s .

«Imagen llena de fuerza y de fantasía,» dice Cueto; «sólo un poeta sabe levantar así el pensamiento, y buscar en la historia semejantes cuadros.» No niego que la idea es ingeniosa, y está felizmente expresada; pero aquella acumulación de trofeos, aquellos «caracteres rojos» no son de institución clásica ni de estilo virgiliano.

En esta traducción de Maury, el don precioso de la concisión, dice el mismo Cueto, no resplandece menos que en el original de Virgilio, a pesar de la diferencia de los idiomas latino y castellano. Menéndez la canoniza de «obra de un verdadero poeta,» no sin reprobar los giros extraños, las inversiones excesivas, los cortes rítmicos artificiales y violentos. En ella, en suma, se notan las eximias cualidades, al par que las aberraciones y chocantes singularidades de Maury.

Era Maury sin duda un gran talento, un aplicadísimo y verdadero artífice de la lengua, poeta de profesión y de conciencia, pero con tendencias gongóricas irresistibles y con resabios de mal gusto que afean sus producciones. Bello le llama «gran poeta, que aventura locuciones atrevidas no siempre felices» (1). Otro escritor ilustre, don Juan Nicasio Gallego, hizo el análisis del Esvero ( 2 ) , donde, a pesar de los defectos capitales del poema, «apenas hay página en que los lectores imparciales no se vean forzados a exclamar: ¡Maury es un gran poeta!* «La soltura, la flexibilidad,» dice el mismo crítico, «con que sin el menor esfuerzo recorre Maury todos los tonos de la trompa o de la lira, son las dotes principales que le distinguen. Los re-

(1) G r a m á t i c a C a s t e l l a n a , capí tulo L . E n l a Métrica d ice : « E n e s t a p a r t e (en l a dis t r ibución de p a u s a s p r o s ó d i c a s ) I 0 3 m á s primorosos a r t i s t a s que yo conozco son M o r a y M a u r y ; pero no sé s i m e a t r e v a a dec i r que en el segundo se siente a veces el esfuerzo y se h a c e a l g u n a violencia a l a e x p r e s i ó n h a s t a oscurecer el sentido.> Nótese el tono tímido de l a c r í t i c a , que es j u s t í s i m a .

(2) R i v a d e n e i r a , AA. EE., tomo i-xvri, p á g i n a 154.

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cursos del arte que posee y emplea, los más arduos embarazos de la melodía y el metro, de la frase y de la rima, todo desaparece ante aquella asombrosa facilidad con que nació; y si alguna vez se echan de ver en sus versos giros desusados, mucha propensión a la elipsis, poca explanación del concepto, no es ciertamente por no encontrar otros medios de expresarse. Lejos de eso, tenemos prueba de que en brevísimo tiempo y sin la menor fatiga, desenvuelve un pensamiento de mil maneras. Aquello lo hace por un sistema que estamos distantes de aprobar; lo hace por un infundado temor de ser insulso, trivial o pesado; lo hace por la falsa creencia de juzgar al común de sus lectores dotados de aquella penetración rápida y profunda que él debió al cielo.»

Quien de poetas y críticos tan insignes mereció tan honrosos homenajes, es acreedor a nuestro respeto; pero peligroso sobremanera sería admirar sin reservas a Maury, y seguir ciegamente sus pisadas. Es poeta que a un mismo tiempo atrae y repugna; el laberíntico Esvero o no se alcanza a leer una vez, o se lee muchas; en Maury los aciertos andan de continuo mezclados con las extravagancias; por lo mismo merece estudiarse más que nadie, y que una crítica sagaz distinga en él lo bueno de lo malo. Yo sólo podré consignar aquí indicaciones generales. Me atrevería a decir que es el Góngora de nuestro siglo, y a apellidarle «ángel de tinieblas,» como él mismo apellidó felizmente al Cisne cordobés. Desde luego, ejercitándose a la par y con igual destreza como prosista y versificador en la lengua francesa y la castellana, solía olvidar Maury la índole propia de ésta última, y acomodándose a un tipo menos nacional, lucirse más por la excelencia de las ideas, por la lógica sutileza y primor de la frase y lo peregrino y donoso de las rimas, que no por lo genial y fácil de los giros y expresiones. Procura la novedad y la concisión, recurre como Góngora, ya al latinismo, ya al neologismo atrevido, y de ordinario queda oscuro.

En rasgos de observación filosófica y breves cuadros descriptivos, Maury es acabado. Quien dude de su poder poético pruebe a mejorar las octavas que citan Bello y Gallego, «de tan natural y perfecta estructura,» dice el último, «que no parecen compuestas sino labradas en un cuño y de un solo golpe como las medallas.» Pondré aquí dos muestras, eligiendo entre pasajes no citados por aquellos críticos. Este, en que pinta el poeta el egoísmo de la vida galante:

H a y quien l a s s e n d a s del vivir t r a n s i t a Con p a s o como el a u r a v a g a r o s o , Que n a d a empeña , y esmerad o evita T o d a ocasión de d u d a a su reposo : De goce en goce frivolo desqui ta A l g ú n breve sentir que fue forzoso, Con fáci l m a n o , como tenue p l u m a , Cogiendo sólo del p l a c e r l a e s p u m a .

Y estas octavas, en que se ve la acción fascinadora y progresiva de la seducción sobre la inocencia:

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A. C a r o — 9

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Y del pensil entre l a y e r b a y flores Desde l a r a m a do feliz a n i d a , Otros a l l á vivísimos colores Contempla l a p a l o m a i n a d v e r t i d a . De ese bril lo falaz , m á s que de azores, Huye, p a l o m a , huye por tu v i d a ! Ojos de un monstruo ves que brotan l l a m a s Y reflejado el sol en sus e s c a m a s .

A y 1 que los orbes de m i r a r fulgente Revuelve, y van s u s g i r o s descr ibiendo L a m á g i c a e s p i r a l ! L a ave inocente Y a quiere h u i r , su d a ñ o resist iendo. M a s c a d a vuelo en que a l e j a r s e intente L a i r á llevando h a c i a el fulgor t remendo : Y a h a s t a el c í rculo mínimo l a a t r a e ; Y a en el centro f a t a l ¡ m í s e r a ! c a e .

Maury narra mal, y dialoga peor. A los interlocutores que figuran en su poema no pueden perdonarse las inversiones, elipsis y demás artificios que en el estilo directo del poeta merecen venia y a las veces aplauso. La conferencia entre Esvero y Al-medora (canto x) no es una imitación del choque de las pasiones, sino una escaramuza escolástica. Maury, en suma, era eximio poeta descriptivo y filosófico; narrador difícil, absolutamente nulo en lo dramático.

Si a quien alcanza a menudo la perfección en los pormenores podemos dar en justicia el título de gran poeta, Maury lo es; no, si para merecer tal honor se exige el poneré totum.

De una traducción de Virgilio por Maury debíamos prometernos la misma variedad antitética de aciertos felicísimos y lamentables extravíos de que están tejidas sus obras originales. Desde luego, traduciendo a Virgilio gozaba nuestro poeta la ventaja de que no tenía que mezclar lo serio con lo festivo, error gravísimo en que por sistema incurrió en el Esvero y Al-medora (1). Severo y aristocrático en todo, defensor ingenuo de la caballería antigua (2), Maury contrariaba su naturaleza, y salía desairadísimo, siempre que por sazonar su poema se allanó a imitar el estilo jocoso y picaresco de algunos poetas italianos. En todo Virgilio apenas se hallarán tres frases de intención cómica. En cambio erró Maury no empleando para su traducción la octava rima, arma mágica en sus manos, que jugó de extremo a extremo en la Agresión Británica y en el Esvero. Hubiéra-la usado, y citaríamos de Dido octavas tan perfectas como las que abundan en estos dos poemas originales.

Puestas a un lado estas dos circunstancias, Maury traductor de Virgilio es el mismo que conocemos, con sus resplando-

(1) Mezcla admitamos , y ocasión no p i e r d a E l tono alto de b a j a r l a c u e r d a . C. I , 5.

Sobre el mismo t e m a d i s c u r r e al principio del canto iv .

(2) T a l se lució l a fiel c a b a l l e r í a , B l a n c o después de frivolos desprecios , Como l o m a s s a g r a d o lo s e r í a A impulso de E s p i n o s a s y L u c r e c i o s . I, 8.

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res y sus oscuridades, su agilidad y sus tropiezos, su perpetuo contraste de bellezas y defectos.

Está en su terreno cuando caracteriza una situación, traza una figura o delinea un cuadro:

Dijo C i p r i a , y volviendo l a cabeza, S e e s h a l a en derredor lumbre celeste, Y del blondo cabello á m b a r y rosa ; H a s t a l a s p l a n t a s l a c o g i d a veste S u e l t a , y su p a s o denunció la diosa (1) ,

Á b r e s e , a ta les voces, de repente L a nube, y queda E n e a s a p a r e n t e , A un dios Olimpio en todo s e m e j a n t e — G r a c i a , figura y pálido s e m b l a n t e ; — P u e s a l a m a d r e se le dio que influya E n su belleza l a celeste s u y a .

S i e m p r e , a l ausente , ausente escucha y m i r a , Y a en los cojines que oprimió se echa ; Y a a l hijo, imagen s u y a , al seno es t recha , ¡ A l a ímproba pasión dulce m e n t i r a !

T a l se os tentaba hermoso el F r i g i o c l a r o A los altos l legando y b r e ñ a s d u r a s , De los brutos recónditos a m p a r o ; U n súbito tropel ya. de monteses C a b r a s se prec ipi ta a las h o n d u r a s , Y a de ciervos a l l á v a g a n c u a d r i l l a s Que al río en polvo esconden l a s o r i l l a s , O van veloces a a r r o l l a r l a s mieses

E l l a s (2) , apenas h a n tocado el suelo De nuevo se alzan, y de vuelo en vuelo (3) , S i n a l e j a r s e n u n c a d e m a s i a d o P o r q u e de vis ta no l a s p ierda , p a r a n , P o s a n d o , al fin, sobre el p a r a j e a n s i a d o , E s p e s a copa que d e r r a m a u m b r í a Noche en el á r b o l ; comoquiera (4) , el oro E n t r e l a o p a c i d a d se t r a s l u c í a .

(1) H a s t a que el porte denunció l a d e a ,

dice en Esvero, v i , 23, imitando este mismo p a s a j e . E n e s t a s a p r i m e r a vista l i te ra les versiones del « incessu patui t dea» de V i r g i l i o , se nota sin e m b a r g o un artificio mental impertinente , de los que M a u r y a c o s t u m b r a , susti tuido al g i r o n a t u r a l del pensamiento virgi l iano. E n V i r g i l i o l a diosa se revela o a p a r e c e diosa al andar; en M a u r y el andar revela a l a d iosa : el andar (paso , o porte) adquiere i n d e b i d a mente aquí u n a i m p o r t a n c i a ideológica i g u a l a l a de l a diosa m i s m a . E s f r a s e c a l c a d a ta l vez, y m a l c a l c a d a , sobre la t raducc ión de De-l i l l e :

Tille m a r c h e , et son port revele une déesse.

(2) L a s p a l o m a s enviadas a E n e a s por su m a d r e Venus p a r a descubri r le el árbol de l a s pomas de oro.

(3) E x p r e s i ó n a p r o p i a d í s i m a p a r a p i n t a r un vuelo r a s t r e r o e interrumpido, « p a s c e n t e s . . . . volando» ( A . v i , 199) .

(4) Adverbio a p r o s a d o de que a b u s a M a u r y : aquí está por fin embargo.

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Podrá Maury herir ia imaginación retratando a Dido ceñuda y silenciosa; mas cuando la hace hablar, ¡cuan tristemente desconoce y falsea el lenguaje de la pasión! ¡ Cómo invierte y violenta el giro verosímil, la construcción propia! En esta muestra de los discursos de Dido, pongo de cursiva lo que en este concepto reputo censurable:

Dulces p r e n d a s el tiempo que los hados Quisieron, rec ibid e s t a a l m a m í a Y l iber tadme al fin de estos cuidados ! Viví : cuan lejos diérame que ande Fortuna, la carrera anduve, y glande Mi sombra al L e t e b a j a r á . . .

Diérame que ande por diome o permitióme que anduviese es buen ejemplo de caprichosas traslaciones en el uso de los tiempos, licencia que tanto ofende en el estilo de Maury.

"Acaso el poeta malagueño hizo esta traducción, como Aníbal Caro la suya, con ánimo de adiestrarse antes de emprender la composición de un poema original. Caro concluyó la suya, clásica en la literatura italiana, y no escribió la obra proyectada. Maury apenas hizo un ensayo de traducción, pero llevó a término su poema original Esvero y Almedora, donde las imitaciones virgilianas menudean. Más de cuarenta tengo anotadas.

Si la traducción de Maury no hubiera salido a luz dos años después de la mía dé los libros i y vi, y cuatro después de publicado el iv (Memorias de la Real Academia Española), pudieran creerse voluntarias algunas coincidencias casuales en la disposición de las frases y rimas; verbigracia :

Traducción de Maury: La mía:

A un dios Olimpio en todo semejante . A un dios en a i r e y miein-[ b r o s s e m e j a n t e .

Haz que este d í a a T i r i o s y a T r o y a - Haz este día a T i r i o s y a T r o -[nos [ y a n o s

S e a feliz, y su memoria viva G r a t o por s iempre y de felice [ a g ü e r o ;

E n l a r g a edad por términos le janos ! L o a p l a u d a n nuestros nietos [ m á s l e j a n o s !

C í p r i d a dijo, T a l V e n u s dijo, Y de C í p r i d a as í responde el hijo. Y de V e n u s a s í respondió el

[hijo.

L a vida por l a s a u r a s se e v a p o r a , Y l a vida en los a i r e s se e r a -[ p o r a .

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DON FÉLIX MARÍA HIDALGO

1

Vate andaluz (n. 1790 i 1835), de la escuela sevillana compañero de Lista, Reinoso y Blanco White. Publicó en 1829» con texto latino, las Bucólicas de Virgilio traducidas en versos castellanos, con notas y observaciones críticas. Sevilla, Dávila Llera & C." 1 tomito, 302 páginas.

En la dedicatoria a don Juan de Dios Govantes Vizarrón respira el entusiasmo del humanista, el desconsuelo del patriota y la modestia del traductor.

«Sospecho que pasará mucho tiempo antes que nuestro Parnaso se vea enriquecido con una traducción del príncipe de los poetas latinos, porque ¿a dónde alienta el sabio humanista, el genio privilegiado que sea bastante a dar cabo feliz a una empresa tan difícil? Nuestros buenos poetas van desapareciendo.... Por otra parte son pocos ¡os que pudiendo, extiendan una mano protectora hacia unos estudios tan importantes. Mas al fin confiemos en que la naturaleza es poderosa y el genio sabrá vencer todos los obstáculos. Mientras llega este día tan deseado de usted y de todos los amantes de nuestra gloria literaria, quizás servirá mi trabajo para facilitar el camino al afortunado traductor de las obras de este gran poeta, y con sólo eso quedaría mi ambición cumplida.»

El estilo de la traducción de Hidalgo, aunque difuso, generalmente no es prosaico; la versificación, mediana. Sírvese de diferentes combinaciones de versos: tercetos (Églogas i, v), silvas (il, vi, VIII, x), cuartetos (ni, ix), octavas (iv), verso blanco y sextinas (vn).

«Según opinión de doctos críticos, dice el sevillano Fernández Espino, es acaso la más perfecta traducción que de estas Églogas se ha hecho en versos castellanos.» Quédase, empero, a gran distancia de la elegancia y gracia virgilianas. Vaya una muestra. Es la traducción, sumamente débil, de aquel pasaje de la Égloga vm (Saepibus in nostris.... cinco versos), que Voltaire y Macaulay no se cansaban de admirar.

Bien p e q u e ñ a e r a s cuando Con tu m a d r e te vi l a vez p r i m e r a Que a mi huerto viniste, Y y o delante ufano os i b a guiando A coger l a s m a n z a n a s co loradas Que e s t a b a n r o c i a d a s . T r e c e a b r i l e s escasos yo tenía , Y l a s r a m a s b a j e r a s empinado A l c a n z a r y a podía . Como te vi, a b r á s e m e en vivo fuego, Y t r a s de ti llevóme el e r r o r c iego.

En vez del «ut vidi, ut periil» qué lánguida perífrasis! Las notas están fundadas en las francesas de Michaud.

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DON JUAN CRUZ VÁRELA

1828—1838

Várela (n. Buenos Aires, 1794, f Montevideo, 1839), «dejó traducidos los primeros libros de la Eneida y las odas de Horacio en su mayor parte.» (J. M. Gutiérrez, América Poética, página 797).

«Várela consagró sus ocios de desterrado (de su patria, en 1829; de Montevideo, en 1836) a estudiar el gran épico, y alcanzó a dejar traducidos y castigados con es mero los dos primeros cantos de la Eneida, de los cuales se publicó por primera vez el i en la Revista del Plata, y en ésta misma se han publicado también dos cartas de Várela explicando sus ideas sobre la manera de traducir a Virgilio y haciendo una crítica de las traducciones más conocidas en lengua española.» (Carta del mismo señor Gutiérrez al autor de estos apuntes, fechada en Buenos Aires, noviembre 27 de 1874).

Es cuanto sé de esta traducción. El mismo Várela (que era versificador robusto y hablista entendido) compuso una tragedia Dido, en que a veces sigue al pie de la letra a Virgilio. Hé aquí un pasaje citado por don Juan María Gutiérrez:

¿ P e r o yo dónde voy? ¿Cómo pretendo Con llanto débil a b l a n d a r l a p e ñ a D e que es formado el corazón de un monstruo ? ¿Mis l á g r i m a s qué v a l e n ? . . . . ¡ N a d a . . . . a u m e n t a n E l triunfo del malvado, y engreído Contempla mi dolor, y lo d e s p r e c i a ! ¿ S e le oye a lgún suspiro ? ¿ A l g ú n sollozo I n t e r r u m p e su h a b l a r ? — Q u i e r e que c r e a Que lo violenta un dios, cerno si fuesen L o s dioses como Dido (1), que no p i e n s a E n n a d a m á s que en él ; como si un hombre U n hombre sólo i n t e r e s a r p u d i e r a A los que en lo alto de su g l o r i a m i r a n Como n a d a los cielos y l a t i e r r a . ¡ U n dios ! . . . . ¡ B l a s f e m o s ! . . . . ¡ P a r t e , p a r t e , inicuo ! L a ambición es tu dios ; te l l a m a . . . . vuela Donde e l l a te a r r e b a t a , m i e n t r a s Dido M o r i r á de dolor. S í ; ¡pero t i e m b l a , T i e m b l a c u a n d o en el m a r el r a y o , el viento, Y los escollos que mi cos ta c e r c a n , Y a m o t i n a d a s l a s b r a m a n t e s o l a s E n venganza de Dido se conmuevan ! Me l l a m a r á s e n t o n c e s . . . .

!1) P e n s a m i e n t o ingerido y no m a l , por V á r e l a , en el trozo vir-g i l i a n o que t r a d u c e .

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BENITO PÉREZ VALDÉS

1832

La Eneida en castellano, por B. P. V. (Benito Pérez Valdés). Oviedo. Año de 1832.

Manuscrito que, junto con el de las Geórgicas, vertidas por el mismo traductor, existe autógrafo en poder del señor Menéndez Pelayo. La Eneida tiene 1,260 páginas, con el texto latino, y la traducción en verso suelto.

Pérez Valdés, boticario ovetense, amigo en sus mocedades de Jovellanos, era buen latinista y escritor puro y abundante, pero no poeta. Su traducción en general es muy desaliñada. Murió este farmacéutico literato en 1842, a los ochenta años de su edad. Tales son, sustancialmente, el juicio y noticia que acerca de él consigna el señor Menéndez.

DON FRANCISCO LORENTE

1834

Su traducción de las Églogas en verso se imprimió en Madrid, en 1834, según apunta don Eugenio de Ochoa.

DON MANUEL MONTES DE OCA

1834

En el propio año publicó en Cádiz la suya de las Églogas í y iv, en un cuaderno, don Manuel Montes de Oca, «siendo, —dice Ochoa—simple alférez de marina; cuan ajeno ¡ayldel desastroso fin que le reservaba la suerte.» Reprodújolas el mismo Ochoa en sus notas. La I está en silva, la IV en octavas, y no carecen de algún mérito.

DON MANUEL URBINA Y DAOIZ

1835

Este «tan recto magistrado como elegante y profundo humanista» (según lo califica Ochoa), publicó en 1835 en El Artista de Madrid una bellísima traduccióu en octava rima del episodio de Orfeo (G. iv, 457-527). Son 16 octavas que insertó el mismo Ochoa en su edición virgiliana.

Pasaje difícil de trasladar, por lo perfecto, es aquel en que Orfeo pierde por segunda vez, y ya para siempre, a la desdichada Eurídice:

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— 136 — E l pie detiene, y a l t o c a r ufano

De l a luz l a s mansiones , ¡ a y ! vencido Vuelve a su amor los ojos, y el insano De l a diosa el precepto d a al olvido, L<a oferta entonces revocó el T i r a n o , E l esposo su afán lloró perdido, Y veces t res por el Cocito horrendo S e oyó confuso pavoroso esti uendo.

«¿Quién, Orfeo, t rocó n u e s t r a ventura ,» E x c l a m a l a infelice, «en duelo a m a r g o ? ¿De dónde t a l furor? L a suerte d u r a M á n d a m e a t r á s v o l v e r . . . . mor ta l le targo Mis ojos a d o r m e c e . . . . ¡ A d i ó s ! o s c u r a Noche me envuelve en un silencio l a r g o Y ¡ a y l de tu lado p a r a s iempre huyendo Débiles h a c i a ti l as p a l m a s tiendo»!

Y no es como se ha creído el único pasaje virgiiiano traducido por Urbina y Daoiz. La Revista Andaluza que en 1841 publicaba el Liceo de Sevilla,dio a luz(l) el Elogio déla vida rústica, final del libro 2." de las Geórgicas (457-541), puesto en octavas por el mismo traductor, y anunciado con la siguiente nota editorial, en que señalo de cursiva algunas frases significativas respecto a la extensión del trabajo emprendido por el señor Urbina:

«Nos apresuramos a publicar un fragmento de esta bellísima traducción que la casualidad ha traído felizmente a nuestras manos. Ya en El Artista, periódico literario que se publicó en Madrid de 1834 a 36 se insertó con universal aplauso alguna que otra muestra de ella. Débense a la correcta pluma y delicado gusto del señor don Manuel de Urbina y Daoiz, jefe de sección que ha sido en la Secretaría de Gracia y Justicia. Ahora que las serias ocupaciones que hace tantos años fatigaban al señor Urbina le dejan algún vagar, nosotros, en el interés de las letras españolas, y en el de la gloria de su nombre, le exhortamos encarecidamente a que continúe la empresa a que por algún tiempo había dado de mano. Teniendo presente que si la inmortal obra de Virgilio es la misma perfección, quien traslade a nuestro idioma sus bellezas sin ajarlas (y el señor de Urbina ya ha demostrado prácticamente que sabe hacerlo) asociará su nombre al de uno de los más grandes poetas que han admirado los siglos, lo cual es por cierto bien digno estímulo para la mayor ambición literaria.»

Aunque este fragmento es inferior, ¡Jcomo traducción, al episodio de Orfeo, he de transcribirlo aquí para salvarlo del olvido, ya que publicado en la Revista Andaluza, Ochoa ni Menéndez Pelayo han tenido noticia de su existencia, y puede decirse que en aquel periódico está sepultado y como inédito:

¡Dichosos veces mil los l a b r a d o r e s S i a conocer l legaron su ventura ! L e j o s ellos de bélicos horrores , L a t i e r r a a sus tentar los se a p r e s u r a : S i un inmenso tropel de a d u l a d o r e s , Al r a y a r en el cielo el a l b a p u r a , No abor tan sus p a l a c i o s encumbrados Y de p u e r t a s magníf icas a r m a d o s .

(1) T o m o 2 í , p á g i n a 176.

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S i los umbrales de c a r e y vistosos S u corazón sencillo no codic ia : S i ellos no p r e c i a n t r a j e s suntuosos O los purpúreos tintes de F e n i c i a : N i e l corintio metal buscan ansiosos, N i e x t r a ñ o a r o m a sus acei tes vicia, L i b r e s al menos de doblez y engaños , Ven desl izarse sus t ranquilos años.

Y riquezas también los campos vierten; Que en medio de las a n c h a s c a s e r í a s No fa l tan dulces ocios, y se advierten P e r e n n e s lagos y c a v e r n a s f r í a s : L o s mugidos del buey o r a divierten L a s verdes a l a m e d a s y sombrías , Y debajo de un árbol h a l a g ü e ñ o s O r a sorprenden al pastor los sueños.

De l a u n a pa.rte se descubre el p r a d o , De o t r a el a l b e r g u e de d a ñ i n a fiera; A l a pobreza el joven avezado L a f a t i g a d u r í s i m a t o l e r a : Al l í a los dioses el honor es dado , Y a los a n c i a n o s p a d r e s se venera ; Huyendo al cielo l a J u s t i c i a s a n t a , Al l í asentó por último su p l a n t a .

P e r o de mí l a s M u s a s son p r e c i a d a s Sobre cuanto produce el ancho suelo, Y en su amor inflamado, sus s a g r a d a s Ceremonias g u a r d a r t a n sólo anhelo: R e c í b a n m e l a s M u s a s , y t r a z a d a s L a s v a r i a s zonas muéstrenme del cielo, P o r q u é el Sol y la L u n a se oscurece , O el seno de l a T i e r r a se estremece.

De do n a c e el impulso sobrehumano Con que el profundo piélago se a l t e r a , Rotos los diques , y el furor insano C a l m a luego, buscando l a r i b e r a ; P o r q u é p a r a b a j a r al Océano E l Sol en el invierno se a c e l e r a , Y , si los d í a s ardorosos vienen, ¿ P o r q u é c a ú s a l a s noches se detienen?

Y si l a s a n g r e , que c i r c u l a f r í a Dentro del pecho, impide por ventura Que p u e d a p e n e t r a r l a mente m í a L o s profundos a r c a n o s de n a t u r a ; A g r á d e m e t a n sólo l a a l q u e r í a , Y el a g u a q u e en los valles s e a p r e s u r a ; Mi amor el bosque y el a r r o y o s e a , Que no o t r a s g l o r i a s mi ambición d e s e a .

Oh! ¿dónde están los campos deliciosos, E l r a u d o E s p e r q u i o y l a s a l t u r a s bel las Del T a i g e t o , do en grupos bulliciosos Acuden de L a c o n i a l a s doncel las ! Oh! quién me t r a n s p o r t a r a a los umbroso» V a l l e s que el Hemo forma, y entre a q u e l l a * R a m a s l a s m á s c r e c i d a s escogiese, Y luego con su s o m b r a me cubriese !

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Feliz quien de l a s c o s a s h a podido E l origen s a b e r , y los temores Del a 7 a r o Aqueronte y su ruido D e s p r e c i ó , y de l a muerte los h o r r o r e s ; M a s dichoso también quien h a ofrecido A Si lvano y a P a n s a c r o s honores Y a l a s ninfas h e r m a n a s y d e i d a d e s . Que h a b i t a n en l a s m u d a s soledades .

A aquel en vano d o b l e g a r l e emprenden F a s c e s del pueblo, p ú r p u r a s r e a l e s , E n vano las d i s c o r d i a s que se encienden, Q u e b r a n t a d o s los lazos f r a t e r n a l e s : L o s Dacios furibundos que descienden, Del Danubio dejando los r a u d a l e s ; De e x t r a ñ o reino el vac i lante solio No le a t e r r a ni el g r a v e capitolio .

Aquel no con semblante las t imero Del pobre l a d e s g r a c i a compadece : Ni envidioso se m u e s t r a , si el dinero E n tanto el otro poderoso a c r e c e ; Coge el fruto que el campo placentero Y que l a r a m a sin t r a b a j o ofrece; Ni f é r r e a s leyes vio, ni del romano Pueblo las t a b l a s , ni su foro insano.

Asido de los remos uno a g i t a L a s ondas de los m a r e s turbulentos , O a las a r m a s feroz se p r e c i p i t a , O penet ra en los regios pavimentos; E s t e c iudades a s o l a r medi ta , Caen los penates , y e r a n sus intentos Su c o p a o r l a r de r i c a p e d r e r í a , Dormir en g r a n a que el F e n i c i o envía .

S e p u l t a aquél r iquezas, y tendido E n c i m a y a c e : a l otro le e n a j e n a A r e n g a popular , o el repetido A p l a u s o le embebece de l a e s c e n a : A l g u n o en s a n g r e p a t e r n a l teñido, Gustoso a d e s t e r r a r s e se condena, Su dulce h o g a r y c a s a deses t ima P o r o t r a p a t r i a bajo e x t r a ñ o c l i m a .

E m p e r o el l a b r a d o r con corvo a r a d o A b r e los campos , y de aquí mantiene A su p a t r i a , sus nietos, su g a n a d o , De aquí a su y u n t a el g a l a r d ó n previene Y no d e s c a n s a h a s t a que el año or lado De f r u t a , y c r í a s y de e s p i g a s viene, Y del r ico producto que le d i e r a , Cubre los sulcos, h inche l a p a n e r a .

Y a que los c rudos meses h a n l legado, L a oliva, que Sicione fértil c r í a S e e x p r i m e en el l a g a r , t o r n a cebado De bellotas el cerdo a l a a l q u e r í a ; Rinden los bosques fruto sazonado: Copiosos dones el otoño envía, Y al a b r i g o que ofrece a l g u n a a l t u r a Dulces rac imos el c a l o r m a d u r a .

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E n t r e t a n t o l a prole c a r i ñ o s a L a c e r c a , y pende de su faz a m a b l e : Dentro de su m o r a d a venturosa T i e n e el pudor asilo inviolable: O r a l legan sus v a c a s , y rebosa D e l a s ubres el n é c t a r a g r a d a b l e : O r a el gordo c a b r i t o en l a floresta A otro se e n c a r a , y a l u c h a r se a p r e s t a .

O en las fiestas con otros l a b r a d o r e s Sobre el césped tendido, junto al fuego, Cuando colman las tazas los l icores , T e invoca ¡oh Bromio! y l a s d e r r a m a luego: Y a les s e ñ a l a un olmo a los p a s t o r e s , S i el d a r d o quieren d i s i p a r por juego: Y a si l u c h a r prefiere l a forzuda R ú s t i c a gente , a l luchador d e s n u d a .

A s í en un tiempo se le vio al S a b i n o L o s campos h a b i t a r ; e s t a inocente V i d a con Remo disfrutó Quir ino; Así l a E t r u r i a se estendió potente; A R o m a as í también l a g l o r i a vino De ser en todo el orbe l a eminente, Y dentro de sus muros levantados E l l a sola encerró siete col lados .

E s t a s costumbres en el siglo de oro ¡Siguió S a t u r n o c u a n d o no tenía E l cetro Jove, cuando no fue el toro Sustento al hombre sobre m e s a i m p í a : No en a q u e l l a s edades el sonoro C l a r í n su aliento resonar h a c í n , N i sobre duro yunque el morta l fiero Osó for ja r el homicida a c e r o .

DON FRANCISCO MARIANO URRUTIA

1832

Publicó en 1832 y 1833 en El Constitucional del Cauca, muestras de una traducción en verso (romance endecasílabo) de las Geórgicas. Trabajaba en colaboración con su hermano don Manuel José. Lenguas malignas susurraban que Urrutia, habiéndose adueñado de los manuscritos del difunto Padre Valdés, publicaba como suya la traducción virgiliana que era fama había trabajado el docto franciscano. Pero de las obras inéditas de Larraondo, amigo de Valdés, consta, según dije en su lugar, que el Padre no trasladó sino algunos libros de la Eneida para completar la versión de Iriarte.

El Constitucional de 24 de noviembre de 1832 anunció que «dos ciudadanos, amantes de la literatura, trataban de publicar una traducción en verso castellano de las obras de Virgilio»; que «los traductores habían procurado hacer su versión tan fiel como les fue posible»...- siguiendo principalmente las interpretaciones de la edición del Delfín y de Delille; y abrió una sus-

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cripción para publicar dicho trabajo en dos tomos en 8." El primer tomo comprendería las Bucólicas y Geórgicas, «cuya versión estaba ya concluida,* y el segundó la Eneida deque «estaba traducida la mayor parte.» Imprimir un libro en Popayán y aun en Bogotá era en aquel tiempo obra magnae molis, y la suscripción abierta no tuvo resultado.

Las muestras publicadas son dos : la primera (Constitu-cional, 15 diciembre 1832) es la versión del pasaje en que Virgilio describe una tempestad de verano (G. 1322-334) :

Con frecuencia también c a e r se h a visto L a espantosa t o r m e n t a que las nubes E n su espacioso seno h a n recogido. E l cielo se desploma: l a g r a n l luvia B a r r e las mieses y los surcos mismos: S e ven l lenar l a s fosas : los ríos c recen E n su curso formando ronco ruido: E l proceloso m a r todo se e n c r e s p a Y b r a m a con furor desde su abismo. E l mismo P a d r e Celest ia l sentado E n medio de los negros torbellinos Tremendos r a y o s con su d i e s t r a lanza. S e conmueve l a t i e r r a de sus quicios, L a s m i s m a s fieras a t e r r a d a s huyen Y el mísero mortal c a e a b a t i d o De un pavor religioso penetrado Del r a y o con el golpe repentino. Hiende los montes Atoa y Rodope O a los Ceraunios de penacho erguido. L o s fuertes vientos su vigor redoblan Como l a d e n s a l luvia y el granizo : Gimen las a l t a s selvas q u e b r a n t a d a s . Y repiten las selvas el gemido

Menos mala es la segunda muestra, publicada con el texto latino enfrente (lo mismo que la anterior) en suplemento al Constitucional de 23 octubre de 1833. Comprende el elogio de la vida campestre, o sea el final del libro n (457-541). En 1855 re-prodújose esta versión, con el nombre de Urrutia, en La Guirnalda de Bogotá En el suplemento mencionado había salido anónima, precedida de una carta que dice a la letra:

c S e ñ o r Director de El Constitucional :

«Sin embargo de que en el número 21 de este periódico en que se repitió el aviso acerca de la traducción de Virgilio en verso castellano se insería una muestra de la Geórgica que contiene los horrores de la tempestad, pintada con toda la viveza propia del sublime ingenio del poeta, para que los literatos puedan juzgar con mejor acierto de la versión que se ha ofrecido al público, suplico a usted se sirva dar a luz en un suplemento del presente número la traducción que acompaño de la Vida del Camio, tomada de la Geórgica 2cuyo rasgo es uno de los más interesantes, tanto por la naturaleza del objeto como por las hermosas imágenes de que supo revestirlo su autor re-

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tratando al vivo la frugalidad e inocencia de la vida campestre y los placeres puros y permanentes de los labradores en medio de! tumulto bullicioso del mundo. Parece que Virgilio quiso imprimir a esta clase privilegiada el carácter de la inmortalidad, pues cuando todo muda de faz sobre la tierra, solamente las costumbres de los campesinos son siempre sencillas y uniformes, sus trabajos constantes, su dicha imperturbable.

«Yo no puedo lisonjearme que mi trabajo tenga toda la propiedad y elegancia que se nota en su original, porque es indudable que el idioma latino hace infinitas ventajas al nuestro, en la concisión, en la riqueza de voces y en la energía de la frase, que más bien pueden concebirse que expresarse. Pero las personas ilustradas conocerán que he procurado, cuanto me ha sido posible, manifestar la mente del poeta, en un estilo medio para hacerme entender de todos, sin ceñirme a la letra de! texto latino: lo primero por serme imposible una traducción gramatical en verso rimado; y lo segundo, porque ella despojaría al poema de sus adornos y bellezas. Por estas razones me ha sido preciso en algunos lugares usar de la perífrasis y de sinónimos, sin variar el concepto, y a veces para expresarlo mejor (!), a imitación de varios traductores de crédito. Si mi obra, pues, mereciere ser aprobada por los hombres sabios, tendré la gran satisfacción de haber hecho un pequeño servicio al público, y me halagará la esperanza de que algún dia otras manos más diestras la llevarán a su perfección, como lo prometen las luces de nuestro siglo y lo desea un traductor de Virgilio.»

Urrutia era hijo de Popayán. Instruido como lo han sido muchos paisanos suyos, no'era, empero, poeta. Sostuvo ciertas polémicas sobre instrucción pública que corren impresas. A él se dirige aquella invocación satírica de Arboleda en Escenas Democráticas:

Don F r a n c i s c o M a r i a n o , d a m e aliento! . . ,

DON MANUEL NOBERTO PÉREZ DE CAMINO

1842

En Burdeos, donde residía emigrado por las años de 1815, ocupábase Pérez de Camino en labores literarias. Allí parece que trabajó su traducción de Tibulo (no Tíbulo, como se lee en la edición postuma de esta obra). Tal vez por entonces traducía también a Virgilio; pero lo único que consta (y a esto me atengo para señalar la fecha al margen) es que en 1842, año en que falleció Pérez de Camino en Cussac-Medoc a los cuarenta y nueve de su edad, «acababa de retocar y poner en limpio para darla a la imprenta, la traducción en verso castellano de las Geórgicas de Virgilio, las Elegías de Tibulo y los Amores de

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Catulo» (1). Así lo dice don Santiago .Pérez, hermano de don Manuel Norberto, en la Noticia Biográfica publicada por el señor Cueto en el tomo 3.° de Poetas líricos del siglo XVIII (A A. EE. de Rivadeneira, LVIO).

Pérez de Camino, conocido en la antigua Colombia por su poema La Opinión (Burdeos, 1820), en que no faltan vulgaridades contra los Papas y los jesuítas, escaso o ningún nombre tenía en España, hasta que el señor Cueto habló de él con elogio en su magistral Bosquejo histórico crítico de la poesía castellana en el siglo XVIII (1860); y más adelante el Excelentísimo señor don Manuel Alonso Martínez, sobrino del olvidado poeta, sacó a luz en Santander, en edición bastante limpia, con el texto latino, la traducción de Tibulo (imprenta de Julián Peña, 1874), y la de las Geórgicas de Virgilio (imprenta de J . M. Martínez, 1876). A esta edición de las Geórgicas, seguidas de una Arte Poética, original de Pérez de Camino, precede un prólogo en que el señor Alonso Martínez, poniendo a un lado, ya por anticuadas, ya por malas, las traducciones que del poema latino hicieron León, Guzmán, Mesa y López, asienta que «en rigor no queda en pie más traducción que la que no há muchos años publicó el malogrado don Eugenio de Ochoa» (2), y coteja algunos pasajes de ambas para mostrar la superioridad de los versos de su señor tío sobre la prosa del atildado académico.

Pérez de Camino, amigo e imitador de Moratín, era un conocedor, un hombre de buen gusto, pero no un poeta. No hay en su estilo fuerza, variedad ni gracia. Véase cuan inferior queda a Urbina y Daoiz en el pasaje que ya conocen mis lectores:

P i e r d e el logrado triunfo en un momento Su promesa el t i r a n o del infierno Revoca, y por t res veces de contento B r a m a r o n l a s l a g u n a s del Averno. « A y ! » dec ía su a m a d a ; «el ardimiento De tu pasión nos pierde, esposo t ierno, Mi vista se oscurece , y y a de nuevo Me a r r a s t r a n crudos hados a l E r e b o .

«Adiós! en tus t inieblas me envolviendo De ti me a p a r t a o s c u r i d a d t r a i d o r a Y en vano a ti l as f lacas p a l m a s t iendo .»

L. D. F. V.

1342

Son las iniciales de un profesor de Humanidades que publicó en Barcelona, en 1842, una traducción en prosa paralas escuelas. De ella habló Roca y Cornet en La Civilización. Es noticia del señor Menéndez Pelayo.

(1) Poesías de Catulo quiso decir ; equivocó el título con el de Amorum de Ovidio.

(2) L a de P a z Soldán se h a b í a publicado en L i m a en 1867, y l a m í a i m p r e s a en Bogotá , 1873, se anunció en La Ilustración Española y en otros papeles de M a d r i d .

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DON JUAN GUALBERTO GONZÁLEZ

1844

Obras en verso y prosa. Madrid, 1844, 3 volúmenes. En el 3.° hay una traducción poética de las Églogas, que no conozco. Era González, al par que respetable magistrado, profundo humanista, y las muestras que he visto de sus traducciones de Horacio, Nemesiano y Calpurnio, revelan su saber y talento.

DON ALEJANDRO DE ARRUE

1845

Su traducción de la Eneida en romance endecasílabo, se imprimió en Bilbao, 1845. Cítala e! señor Menéndez y dice que «no pasa de mediana.»

DON FERMÍN DE LA PUENTE Y APEZECHEA

1845

Dido: libro IV de la Eneida traducido en verso castellano por don Fermín de la Puente y Apezechea. (Sevilla, 1845). Conservo con la debida estimación un ejemplar que con obsequiosa y galante dedicatoria autógrafa me remitió en 1872 aquel estimabilísimo hijo de Méjico (n. 1812).

Está en octavas, que Bendicho graduó de «valientes, llenas de estro y armonía.» Estimulado por los Padres escolapios, sus maestros, a traducir la Eneida, hizo la del libro ív con entusiasmo juvenil de estudiante y de poeta; este calor era necesario, y le animó en buen hora, para trasladar felizmente el libro más dramático y sentimental de la epopeya romana. De ahí el mérito de esta traducción; hay en ella sentimiento. En el lenguaje y versificación se nota a las veces inexperiencia y falta de ejercicio en el arte. Como intérprete, tampoco es seguro Apezechea: la inteligencia absurda que dio a cierto vocablo le valió una pesada zumba, y esto fue, según parece, lo que le desanimó, por el pronto, de continuar con la traducción del poema, aun cuando en la carta a los Padres de San Antonio Abad, puesta al principio de aquel primer ensayo, había prometido seguir trabajando.

Dido, devorada de amor y desesperación, tiene unos sueños misteriosos y tétricos. Virgilio nos hace sentir ese delirio, con un solo rasgo, original y profundamente melancólico, y Apezechea supo interpretarlo:

Y p i e n s a que i a dejan de concierto S o l a ; que va por un c a m i n o , donde N i n g u n o l a a c o m p a ñ a . . . . en un desier to . . . . . L l a m a a sus Tir ioB: n a d i e le responde.

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Tornó a halagar a nuestro poeta la idea de traducir íntegra la Eneida. «Obra que debe consumir largos años» (decía ya a los escolapios), «especialmente porque ni yo sé hacerla de prisa, ni en la agitación de nuestra época es dado abstraerse completamente de otros cuidados y tareas para vacar exclusivamente a las de amena literatura.» Hasta el año de 1874 (anterior al de su muerte) no publicó otros dos libros de la Eneida, el í en las Memorias de la Academia, y el mismo con el vi en cuaderno suelto (Madrid, imprenta de Aribau y Compañía). Don Antonio Sánchez Moguel dice que dejó preparados para la prensa cinco libros más. En los dos antedichos, lo mismo que en la versión de los Sapienciales de la Biblia, y en otros trabajos coetáneos, apenas se descubre ya el autor de Dido y de la deliciosa Carona de Flora. Se conoce que trabajaba sin el entusiasmo de la mocedad, y con aliento tan desmayado, que a veces toma, advirtiéndolo honradamente, versos y aun octavas enteras de Hernández de Velasco.

DON SINIBALDO DE MAS

1 8 4 * - 1 8 5 2

Este estimable literato y honrado diplomático, educado y favorecido por el Ilustrísimo señor Torres Amat, y cuya vida errante fue una serie de interesantes aventuras, dio por primera vez a la estampa en Barcelona, año de 1832, su original y curioso, más que bueno y útil, Sistema musical de la lengua castellana. En la tercera edición (ignoro la fecha) (1) incluyó el señor Mas los cuatro primeros libros de la Eneida, traducidos en cierto género de verso blanco de diez y siete sílabas, que él llama épico, y es un remedo de exámetro. En la cuarta edición (París, Baudry, 1847), que es la que conozco, sólo dejó de aquellos cuatro libros una muestra, y añadió en apéndice el v y el vi, en el mismo metro.

En la edición completa que hizo Mas de sus obras (Madrid, Rívadeneira, 1852), sé que se halla toda la Eneida de Virgilio traducida en castellano.

La versión aspira a ser literal, y cuenta menos versos que el original latino, según advierte el traductor. La nueva versificación, en descripciones breves, es ocasionalmente agradable:

E n t r e t a n t o ve E n e a s dentro un lejano bosque r isueño U n valle delicioso, do l a s r a m a s sonando se mueven; Y el L e t e o al l í corre , c a b e esos sitios frescos y dulces ; Y en sus or i l las gentes m u c h a s y pueblos mil rebullendo E s t a b a n como a b e j a s que van con avidez en a g o s t o E n torno de l a s flores en b u s c a de miel s u s u r r a n d o .

(A vi, 703-709)

(1) No sé s i s e a s e g u n d a o t e r c e r a edición l a reimpresión que hino M a s de su s i s t e m a m u s i c a l incorporándole en su Pot-pourri literario, p a r t e p r i m e r a , M a u i l a , 1845.

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Menéndez Pelayo copia del libro iv, la descripción de la noche:

E r a noche, y e s t a b a n durmiendo con profundo silencio L o s míseros h u m a n o s ; el p la teado m a r y l a s selvas : L a s e s t r e l l a s lucientes h a c í a n por el cielo su curso ; L o s g a n a d o s bulliciosos, l as aves que esmaltes a d o r n a n . (I) L o s peces que en el fondo del líquido elemento se p l a c e n Y las f ieras b r a v i a s que h a b i t a n en el áspero bosque, Todos sus m a l e s olvidaban, dados al plácido sueño.

( A . , iv , 522-528) .

Algunos de estos versos imitan la armonía del hexámetro, y recuerdan los que por primera vez en castellano y no sin primor y gusto ensayó Villegas. Pero en la parte narrativa este género de metro, ya por las voces agudas que no siempre es posible eludir, ya por otros motivos, no corre con desembarazo; arrástrase y tropieza a menudo; y con esto, y la falta de rima, y lo inusitado del ritmo, la versificación de Mas resulta a la larga insoportable.

No se tildará de severo este juicio mío si se compara con el del señor Menéndez Pelayo : «Más que como versión debe considerarse esta Eneida como un ensayo rítmico, y, mejor, como un monumento de paciencia. Ni aquellos son hexámetros, ni suenan como versos en lengua ninguna.» Cree, sin embargo, en lo que mira al lenguaje, que de la versión de Mas pueden sacarse giros y frases felices y latinismos aprovechables.

(1) Antes de ver e s t a versión h a b í a puesto yo también en l a m í a «aves esmaltadas'» en este l u g a r . E n el mismo sentido V e l a s c o , I r i a r te , Hermosi l la , e t c . , t r a s l a d a r o n l i tera lmente el «pic tae volucres» por «pintadas aves .» E x a m i n a n d o de nuevo el p a s a j e me he persuadido de que en estos modos de t r a d u c i r , fieles a l a le t ra , h a y u n a f a l s a i n t e r p r e t a c i ó n . Siendo tan conocido este p a s a j e , no l levará a mal el lector curioso q u e d e mi comentario m a n u s c r i t o t r a n s c r i b a aquí l a nota ad locum- Dice así :

« " P i c t a e " a p l i c a d o a " v o l u c r e s , " tomado en sentido m a t e r i a l , p a rece t a n impertinente en l a ocasión como oportuno el " s a e v a " que va con " a e q u o r a " : c a e bien decir que los bravos m a r e s es tán en c a l m a ; pero en l a s aves que duermen en el regazo de l a noche ¿ qué importa lo vistoso del p lumaje ? P o r lo tanto aquí , lo mismo que en las Geórgicas, n i , 243, " p i c t a e " probablemente denota, como dice L a C e r d a , " v a r i e t a t e m omnium avium, in quibus var i i c o l o r e s " ; es decir , ave3 " d i s t i n t a s , " no " g a y a s . " A s í l a i d e a " p i c t a e " se desenvuelve, bifurcándose, en " q u a e q u e . . . . q u a e q u e . . . " " A v e s de todas especies , a s í l as que revuelan sobre l a s a g u a s como l a s que m o r a n en los bosq u e s . " L u c r e c i o , imitado en este l u g a r por V i r g i l i o , dice " v a r i a e v o l u c r e s " ( n 344) , y V i r g i l i o mismo : " I a m v a r i a e p e l a g i v o l u c r e s " . . G. t ,383 ; " V a r i a e v o l u c r e s . . . . A e t h e r a mulcebant c a n t u , " A . v n 32-34 . D e t e r m i n a r por l a v a r i e d a d de plumajes l a v a r i e d a d de espec ies , es pintoresco y g r a c i o s o . A l g u n a vez se h a usado " v a r i u s " por " p i c t u s , " ( G . , n i , 2 6 4 ) , l o c u a l sólo p r u e b a que h a n podido emplearse p r o m i s c u a m e n t e estos dos epítetos.»

E s t u d i o s l i te rar ios—M, . A Caro—10

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DON GRACILIANO ALFONSO

1853

La •'Eneida* de Virgilio traducida en verso endecasílabo por don Graciliano Alfonso, Doctoral de la Santa Iglesia de Canarias, etc. Palmas de la Gran Canaria, 1845, 2 vol.

En América, donde dice haber permanecido emigrado diez y ocho años «por la causa de la libertad,» hizo una traducción de la Eneida en prosa, y a su vuelta a la Península, anciano ya de setenta y ocho años, ocurriósele poner en verso la traducción, lo que verificó, con celeridad increíble, desde el 25 de junio al 24 de octubre de 1853. Está en romance endecasílabo, «de vez en cuando tiene arte de estilo y buenos versos en medio de un diluvio de prosaísmos, repeticiones y negligencias.» (Menéndez Pelayo).

FRAY MATEO AMO

1858

Las Bucólicas y Geórgicas de Virgilio traducidas en verso endecasilavo (sic), por el Padre fray Mateo Amo, de la Orden de Santo Domingo. Manila, 1858,1 tomo 8.°

«Ofrece la particularidad de no tener prólogo, introducción, notas, comentarios, ni advertencia alguna: da la traducción escuet 1 , acompañada del texto latino algo expurgado.» (Ochoa).

DON RAFAEL POMBO

186(1

Hallándose en Washington como Secretario de la Legación neogranadina, proyectó el señor Pombo por los años de 1858-1860, traducir la Eneida, en estilo enérgico y claro, y en líneas que en su conjunto imitasen el efecto del hexámetro. Principió por el libro n, y aún no lo había terminado cuando dio de mano a la empresa, ya por otras atenciones, ya por dudar que el resultado satisficiese a oídos castellanos, observando sí que la idea era de fácil ejecución y que cada libro podía verterse así en igual número de versos. Su sistema semejaba al de don Sinibaldo de Mas, y sería curioso cotejar el trabajo del uno y del otro traductor.

Del manuscrito que me ha franqueado mi buen amigo el señor Pombo, transcribiré el episodio de Lacoonte. Quien pueda consultar la traducción del mismo libro (que ni Pombo ni yo conocemos) por Mas, hará la confrontación.

E n esto, otro espectáculo m á s pasmoso y tremendo Ven nuestros ojos, y nuestro pecho impróvido t u r b a . L a o c o o n , ministro de Neptuno electo a l a suer te , I n m o l a b a un toro robusto df 1 g r a n dios en l a s a r a s , Cuando—horror ízame el contar lo I—de T é n e d o s vienen, Opiimiendo con inmensos anil los el piélago m a n s o , Dos serpientes que avanzan. íiintas v de frente i l a c o s t a .

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E r e c t o el pecho en medio del a g u a , sobre las ondas Alzan s a n g r i e n t a c r e s t a ; su vientre v a r a s a n d o el abismo, Y a g i t a n en a n c h a s r o s c a s l a s co las enormes. H e r v i r se oye l a onda espumosa ; y a a lcanzan l a p l a y a ; De s a n g r e inyectes f u l g u r a n encendidos sus ojos, Y lámense las s ibi lantes bocas con t r é m u l a lengua . A l ver las , huímos e x a n g ü e s . E l l a s van rec tamente H a c i a Laocoon . y por sus tiernos hijos comienzan. C a d a u n a a b r a z a un niño, y de su cuerpo en torno se envuelve, Muérdelo , y los blandos miembros d e s g á r r a l e vivos. A r m a s e el p a d r e , lánzase a socorrer los , y entonces S u turno fue : los monstruos con e s p i r a l ingente lo l i g a n . D a n l e al centro dos vueltas , y o t r a s dos vueltas al cuello, Y , l a e s c a m o s a piel a lo l a r g o ondulante rodando, Cerviz y a r m a d a c r e s t a e n c i m a de su víct ima yerguen : M i e n t r a s él a dos manos b r e g a n d o por forzar esos ñudos, M a n c h a de s a n g r e y n e g r a ponzoña las c a n d i d a s c i n t a s , Y alza h a s t a el cielo mismo rugidos horiendos .

En la colección de traducciones poéticas que el mismo señor Pombo conserva manuscritas, hay dos pasajes escogidos délas Églogas de Virgilio. Son éstos:

EGL. v m , 37-41

Saepibus in nostris....

Y o te vi pequeñuela , ¡oh amor mío ! P i l l a n d o con tu m a d r e en nuestro huerto M a n z a n a s s a l p i c a d a s de rocío, Y os i b a yo guiando , por m á s cierto . Y a c o n t a b a once, y comenzaba otro año, Y del suelo empinándome a l c a n z a b a A las f rági les r a m a s . . . . E n mi d a ñ o A y ! cómo te m i r a b a ! ¡ Cómo me consumía !

¡ Cómo me vino a enloquecer mi engaño !

l-GL. X, 52-54 Cerium est in silvis....

A g o r a y a del monte a l a aspereza , Y h a s t a a l a s cuevas do l a s fieras viven, L l e v a r é de mis a n s i a s l a memoria . E n l a b l a n d a corteza De c a d a tronco, g r a b a r é gimiendo Mi amor y mi t r is teza ; Y ellos i r á n creciendo, Y tú con ellos, l amentable h i s t o r i a I

DON VENTURA DE LA VEGA

1865

Tradujo en verso blanco el libro I de la Eneida, y parece que se proponía continuar la traducción del poema cuando le sorprendió la muerte (29 noviembre 1865). Así se explica que

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no incluyese aquel notable trabajo en la colección de sus obras poéticas, que en edición elegante, y en la forma en que él las dejó dispuestas para la estampa, se imprimieron en París, el año 1866. Por ese mismo tiempo se publicó aquella traducción, como obra postuma, en el folletín de La América, y luego, en 1870, apareció en edición más esmerada, en el tomo n de las Memorias de La Real Academia Española, la cual contaba entre sus más conspicuos individuos de número al ilustre poeta argentino.

Formado en la mejor escuela clásica, considerado ya por su sabio maestro Lista, entre condiscípulos que dieron después honra y lustre a las letras castellanas, como el más aventajado de todos, por su acendrado gusto y la pureza de su estilo, era versificador correcto y elegante, cualidades de que hace gallarda muestra en esta versión, pero que no alcanzan a justificar la parcialidad extremada con que del ensayo de su amigo dijo don Eugenio de Ochoa que era la mejor traducción de Virgilio que conocía en lengua alguna.

«Muchos—dice Menéndez Pelayo citando estas p a l a b r a s -serán del mismo parecer. Es, a lo menos, uno de los mejores trozos de verso suelto castellano.»

De esto último no me aparto; pero sí estoy muy distante de suscribir la rotunda afirmación de Ochoa.

El estilo de Ventura de la Vega, sencillo, limpio y fácil, en esta traducción y en otras poesías análogas, en nada se parece al de Virgilio, que es artificioso, o mejor, como dicen los humanistas ingleses, elaborado. Error sería pensar que la elocución virgiliana es natural y perlúcida. Los críticos modernos están de acuerdo en reconocer entre los méritos de Virgilio, que en la expresión es muy mirado, sin rebuscamiento ; en la frase artificioso, y arcaico cuando conviene, sin afectación; imitador entendido, no servil; y templada a las veces y graciosamente enigmático, pero no embrollado ni tenebroso. Véase cómo describe Mr. Sidgwick (Aeneidos Liber VI, Cambridge, 1879), después de un atento estudio, el estilo de nuestro poeta : «Por regla general Virgilio expresa sus pensamientos no en la forma más sencilla, sino de un modo raro e inesperado. Emplea a menudo "un lenguaje estudiado (an elaboration of lenguage) que excusa o no sabe expresar las cosas comunes y corrientes del modo común y corriente" (!). Llama la atención por el vigor, la fuerza, la intensidad, y, digámoslo así, por la énfasis de su lenguaje. Ensancha el valor de las construcciones y el sentido de los verbos, usa del término abstracto por el concreto, de la parte por el todo, del adjetivo por el adverbio; aplica con libertad los epítetos, introduce innovaciones e inversiones, y solicita frases inusitadas en vez de las más obvias. En una palabra, sorprende constantemente a sus lectores.» Ochoa, cuando trabajaba su traducción de Virgilio, no dejó de

(1) F r a s e de un eminente h u m a n i s t a vi rgi l iano, M r . N e t t l e s h i p , cont inuador de Conington.

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notar en ciertos pasajes que el estilo virgiliano es mucho más figurado de lo que se cree. Comentando él un pasaje difícil de las Geórgicas (iv, 287 y siguientes), dice: «Con toda la exquisita pureza de su gusto, con toda la incomparable elegancia de su estilo poético, Virgilio era un tanto aficionado a la antítesis, lindante alguna vez con el retruécano y nada enemigo, además, de las metáforas algo violentas. No lo es poco la del signo de Tauro, abriendo el año de una cornada (i, 218). La tan cacareada del mismo toro que pace estrellas en las Soledades de Góngora, está tomada de Virgilio, y convengamos en que la purpúrea alma del libro ix de la Eneida.... es locución que no desdeñaría un culterano de la corte de Felipe iv. Lo malo en esto, como en todo, es el abuso; y Virgilio, lejos de abusar, usa de las antítesis y de la metáfora con tal discreción, que las convierte en fuente de primores» (1). Y en otro lugar (Aen., vn, 28) : «Llamar tonsae a los remos, y lento marmore a la mar serena, no me parecen figuras de un gusto muy correcto» (2).

Podemos, pues, decir que Mantua está en el camino de Atenas a Córdoba. Y esto debe tener presente quien para traducir a Virgilio quiera imitar las peculiaridades de su estilo. Maury era original e ingenioso, pero no le asistía el buen gusto necesario para cautelarse contra el intrincamiento y tenebrosidad culterana. Ventura de la Vega, al contrario, con su fácil y perpetua elegancia, carece de originalidad y energía de estilo, no tiene ingeniosa y variada elocución; si jamás lastima el oído del exigente lector, tampoco le sorprende agradablemente; si nunca lo deja a oscuras, tampoco le induce a pensar; y de aquí que al trasladar los pensamientos de Virgilio los despoje a menudo del vigor, de la concisión y frescura del original latino.

No digo yo que en la traducción de modelo tan perfecto sea posible competirle siempre, ni trasladar todas las cláusulas latinas en otras castellanas que en todo las igualen; pero a lo menos han de conservarse las imágenes, o imitarse el efecto de la frase con cierta energía cuando es enérgica, con alguna gracia, si graciosa; y esto es lo que casi siempre, ni practica Ventura de la Vega, ni parece qie le preocupase. El «incedo Regina» se convierte en un débil «ue apellido reina» ; «nec vox hominem sonat» se explica vulgarizándose, «ni humano es el sonido de tu voz»; «notos puer pueri indue voltus» se deslíe en «pues eres niño, de otro niño sabrás fingir el conocido aspecto.» Del tremendo poder de los vientos, briosamente indicado por Virgilio, ¿qué queda en la traducción de las siguientes líneas ?

Ni f a c i a t , m a r i a a c t é r r a s cae lumque profundum Quippe f e r a n t r a p i d i secum, verrantque per a u r a s . Q u e si no hiciese t a l , por los espacios Con rapidez a r r e b a t a r a n ellos L a t i e r r a , el m a r , el firmamento mismo.

(1) Virgilio de Ochoa , p á g i n a 791. (2) Ib íd . , p á g i n a 802-

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Mas hagamos justicia a este traductor: si en vez de dejar correr la pluma por el campo del verso libre, adoptara la octava rima, difícil como el hexámetro, y como él agradecida, trabajara más, y también con mejor resultado. Bien labrada la octava, es rotunda, mejestuosa, regia. La elegancia que en el verso blanco puso Moratín (excelente imitador, pero a mi juicio no tan feliz como Jáuregui, de los modelos italianos), considerada hoy como el más perfecto dechado en ese género de versificación, entretiene agradablemente en un trozo descriptivo, en una epístola o en una elegía, pero a la larga descubre la pobreza de sus recursos, y fastidia. Cuando la narración toca asuntos llanos y humildes, nuestro verso suelto no sabe levantarla del suelo; y cuando se remonta a las altas regiones épicas, él con sus cortos vuelos no alcanza a seguirla. El discurso en que Júpiter profetiza a Venus la grandeza romana, transcrito por el señor Menéndez Pelayo en la forma que le dio Ventura, como muestra de «cuan bella sería una traducción de Virgilio en versos sueltos y hecha de esta manera,» me parece bien en la pluma de un versificador correcto, pero no en boca de un Dios. Desine referre sermones Deorum....

Ni es favorable el verso suelto a la concisión del estilo. Sin el freno saludable de la rima, la versión del libro i de la Eneida por Ventura de la Vega tiene 1,216 versos endecasílabos por 756 exámetros. Otros, en verso rimado, le han trasladado, bien o mal, en menor número de líneas.

DON PEDRO PAZ SOLDÁN Y UNANUE

1866

Este poeta peruano, que ha dado a luz sus producciones bajo el seudónimo Juan de Arona, publicó en Lima, primero en el folletín de El Nacional, 1866, y luego en cuaderno (4.°, 95 páginas) en la Imprenta de El Comercio, 1867, una traducción en silva del libro i de las Geórgicas.

Preceden el texto de la traducción una dedicatoria en una redondilla decasilábica (1), un breve prólogo de los editores, y una introducción en que el traductor consigna de paso en su abono el hecho de haber asistido por dos años a las lecciones de poesía latina que dictó en la Sorbona M. Patin, y tributa justos elogios a don Andrés Bello, como a eminente poeta vir-giliano. Tras el texto vienen unas notas, y luego en apéndice «otras muestras de poesía antigua,» que son breves fragmentos, de Virgilio casi todos, traducidos en varia rima, y una parodia o trova de la Égloga V, y del principio (unos 100 versos) del libro

( 1 ) A M I P A D R E D O C T O R D O N P E D R O P A Z S O L D Á N

T ú llevaste a l a p i l a a e s t a n i ñ a A l m i r a r su belleza G e o r g i a n a ; S i laure les a l c a n z a m a ñ a n a , Que con ellos tus témporas c i ñ a !

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i de la Eneida, incluida ya, esta segunda versión jocosa, en las Ruinas del mismo poeta (París, 1863).

Concluye, a estilo de libro publicado en siglos anteriores, con unas Detonaciones destempladas, que son unos sonetos de don José Arnaldo Márquez contra las traducciones de Paz Soldán, y los que Arona lanzó en contestación a José Asnaldo Marcano.

Juan de Arona versifica con gran soltura. Sirva de muestra de su ensayo de traducción de las Geórgicas el cuadro de la tempestad y sus señales:

Del h u r a c á n ante el pr imer silbido A g i t a el m a r y e n c r e s p a su melena (1) , Con ár ido f r a g o r el monte t r u e n a , R e c o r r e el l i toral sordo gemido, y.\ lejano follaje al viento ondea, L a c e r c e t a en la p l a y a se p a s e a ; Y en a l t a m a r p e l i g r a E l n a v e g a n t e , cuando E l cuervo buceador en l a r g o bando Con c lamor ronco al l i toral e m i g r a , M i e n t r a s la g a r z a audaz el vuelo a p r o n t a , Deja el juncal y al cielo se remonta . M i r a r á s deslizarse las es t re l las P o r l a celeste a l fombra , Dejando l a r g a s luminosas huel las E n l a mi tad de la nocturna sombra . L a leve p a j a y las c a d u c a s f rondas E l a i r e t u r b a n y l a luz se c i e g a , Y t a l c u a l p l u m a s o b r e n a d a y j u e g a P o r c i m a de las o n d a s . M a s cuando el Septentrión r e l a m p a g u e a Y t r u e n a por poniente y por levante. Todo el c a m p o se inunda en un i n s t a n t e ; N a d a h a y que enjuto en la extensión se vea ; Y l a m o j a d a vela a toda p r i s a Recoge en a l t a m a r el n a v e g a n t e . M a s n u n c a de improviso L l e g a l a tempestad sin d a r aviso, Que todo l a presiente y l a r e v e l a : L a g r u l l a a ¡ a región del éter vuela ; L a b e c e r r a impaciente al cielo m i r a Y a nariz d e s p l e g a d a el a u r a a s p i r a ; L a golondrina g á r r u l a y chi l lona Roza l a s a g u a s revolando inquieta , M i e n t r a s l a r a n a quejumbrosa entona Desde el fango su a n t i g u a c a n t a l e t a ; Y h a s t a l a pobre h o r m i g a diminuta T a m b i é n a m e n a z a d a se reputa , Y a o t r a p a r t e por s e n d a d e s u s a d a C a r g a los huevos de su prole a m a d a , B e b e el i r i s del m a r , y por el cielo D i l a t a su a r c o vasto, Y los cuervos a l é j a n s e del pas to Con g r a z n a r ronco y estr idente vuelo.

(1) L a c o m p a r a c i ó n t á c i t a del m a r con un león, es de estilo moj d e r n o y no v i r g i l i a n a . V i r g i l i o dice aólo que los m a r e s «empiezan agi tándose a h i n c h a r s e . » Infidelidades de este género no puede menos de h a b e r en o b r a s de quienes t r a d u c e n como están a c o s t u m b r a d o s a e s c r i b i r — j u g a n d o .

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Aun en pasajes como éste (en que por lo demás hay excelentes versos y selectas rimas), asoma de vez en cuando la inclinación o el hábito que lleva a Juan de Arona a mezclar lo burlesco con lo serio, aun cuando haya de profanar la dignidad de la alta poesía. La «nariz desplegada» de la becerra, la golondrina «chillona,» la «cantaleta» de la rana, y la hormiga «diminuta,» tienen sabor de estilo festivo, inequívoco ya en los versos que siguen inmediatamente al trozo copiado:

Y los diversos p á j a r o s m a r i n o s Y los q u e de C a i s t r o en los p a n t a n o s A los p r a d o s a s i á t i c o s (1) vecinos Trinchan gusarapillos y gusanos....

¿Qué más? Allí mismo donde un Jovellanos va a buscar ejemplo de pensamientos sublimes (2), nuestro bien humorado intérprete halla motivo de risa y broma. Refiérome a la aparición de Júpiter Tonante en medio de una tempestad de verano. Juan de Arona parafrasea así el pasaje:

Y del n u b l a d o en l a profunda b r u m a S e r e n o , conf lagrado, Hecho sol el s e m b l a n t e , E l P a d r e omnipotente es tá sentado , P r o n t o en l a m a n o el r a y o c o r u s c a n t e , Q u e h a c e t r e m e r a l a u n i v e r s a t i e r r a . L a s fieras i n q u i r i e n d o sus g u a r i d a s Huyeron p a v o r i d a s S i n s a b e r dó, y el corazón del h o m b r e S e p r o s t e r n a , se a t e r r a , Y es vil esc lavo de un temor s in nombre . E n tanto el f u l m i n a n t e m e n s a j e r o V a a h e r i r l a c u m b r e de un des ier to monte D e l Athos o de! Ródope a l t a n e r o ; C r e c e la l luv ia y vela el horizonte.

Son especies que el traductor añadió aquí de su cosecha el estar Júpiter sentado, sereno, conflagrado, con el semblante hecho un sol; el rayo convertido en mensajero fulminante, y por último, ese desierto monte, de donde toma asidero el satírico expositor para anotar que «este rayo con tanto aparato anunciado, con tanta expectación esperado de parte de hombres y animales, va a estrellarse en la cumbre de un monte desierto; es decir, que no ganamos para sustos.»

En nota a otro lugar se lee: «No poca risa causa en la Riada ver a Júpiter amenazando a su divina esposa con asentarle la mano.*

Preciso es estar muy prevenido para tener calma bastante y no dar al traste con el libro al llegar a ciertas bruscas transiciones de tono. Después de estos elegantes versos a la muerte de Dafnis (Égloga v):

(1) «Asios» debió decir aquí , y no «asiát icos» ( « A s i a p r a t a » ) . . (2) Lecciones de Retórica.

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Como l a vid del árbol es decoro, Como el r a c i m o es g a l a d é l a s v i ñ a s , Y del g a n a d o el toro, Y el t r i g o de l a s férti les c a m p i ñ a s , T a l fuiste, Dafnis , g lor ia de los t u y o s . . . .

dice con gran frescura el parodiador:

Después que los denvnios te llevaron, etc .

No conozco más parodia inocente que la de los libros de caballerías en el inmortal Don Quijote. Pero Cervantes es inimitable, así como Scarron no merece imitarse, ni aun leerse. En la poesía, como en las otras artes que dan culto a lo bello, la caricatura es un sacrilegio.

Juan de Arona es uno de los pocos americanos que se han ejercitado en traducir los autores clásicos. Después de don Ber-nardino Ruiz, que en Lima traducía a Horacio a principios del siglo, Juan de Arona es quizás el único peruano que ha cultivado este género de literatura. Además de la publicación mencionada, ha sacado a luz en algunos periódicos, mayormente en El Comercio, fragmentos de Plauto, Lucrecio, Ovidio y otros poetas latinos.

DON EUGENIO DE OCHOA

1 S 6 8

P. Virgilii Maronis opera omnia: Obras completas de P. Virgilio Marón, traducidas al caste

llano por don Eugenio de Ochoa, de la Academia Española. Mad, id: imprenta y estereotipia de M. Rivadeneira, 1869, un tomo, 8.° mayor, xxxv-816 páginas, con un grabado que representa a Virgilio, y es copia del busto que se conserva en el Museo Capitolino.

Esta edición, bien conocida dentro y fuera de España, es notable por la belleza y elegancia tipográficas, y la mejor o quizás la única que del texto virgiliano (el de Heyne) se ha hecho en la Península en el presente siglo.

No han acertado nunca los españoles (que yo sepa) a sacar una buena y correcta edición de ningún escritor clásico. Casi todas son como las que describe el señor Menéndez Pelayo en su galana epístola a Horacio:

. . . . l ibro viejo De m a l papel e i n n ú m e r a s e r r a t a s . . . Vestido de rugoso p e r g a m i n o . . . . N a c i ó en pobres p a ñ a l e s : a l l á en H u e s c a F a m é l i c o impresor meció su c u n a ; Ad usum scholarum destinóle E l rector de l a es túpida oficina, Y corr ió por los bancos de la escuela A j a d o y roto, polvoriento y s u c i o . . . .

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Sobre el texto de Heyne calcóse también la edición (tirada de 200 ejemplares) que hizo Bodoni de orden y bajo la dirección del Embajador Azara. En ella la esplendidez tipográfica quedó afeada y oscurecida con no pocas erratas, según atestiguan los que la conocen;y con el propio sustancial defecto hubo de sacar Ochoa la suya de las prensas de Rivadeneira. Tomando, por ejemplo, el libro v de la Eneida, hallaremos «fugat« por «fuga» (v. 218), «hoc» por «hos» (233), «illud» por «illuc,» (408), «grandiní» por «grandine» (458), «mixto» por «mixtos» (470), etc., etc. No culparé a Ochoa, que cuando se imprimió el libro estaba ya casi ciego, pero sí a la tipografía española, que padece de mal de erratas, como de enfermedad endémica; y de ésta, como de otras ediciones no menos pulcras y suntuosas, diré con Argensola:

L á s t i m a g r a n d e ¡ Que no s e a verdad t a n t a belleza !

Al pie del texto está la traducción, bastante ajustada, y en prosa fácil y correcta. Con todo, el traductor con frecuencia lee de un modo y traslada de otro; de donde nacen infidelidades relativas, o discrepancias entre el latín y el castellano yuxtapuestos. Así, por ejemplo, en el mismo libro V, verso 768, lee «numen» (1) apartándose del texto de Heyne, y traduce «nombre» («nomen,» Heinsio, Heyne, Ribbeck). Más adelante, 786-787, sigue en el texto la puntuación moderna («omnem, Reliquias Troiae»), y traslada según la antigua («omnem Reliquias; Troiae»). Es claro, pues, que Ochoa había hecho, en gran parte al menos, su traducción sobre un texto diferente del que estampó después.

En estos términos determina Ochoa el carácter peculiar de su trabajo, y el modesto objeto que se propuso al publicarlo. «No aspiro a que mi traducción se lea de seguido y como por vía de recreo; lo que con esta mira deben leer en mi libro los que sepan algo de latín, es el texto mismo de Virgilio, y cuando se encuentren un poco atascados (permítaseme lo vulgar de la expresión en gracia de su exactitud) en la inteligencia del original, en vez de soltar el libro para consultar el Diccionario, bajen los ojos al pie de ía página, y vencida la dificultad, prosigan sin más molestia la lectura hasta nuevo atasco.... Mi trabajo no es más que una lucecita colgada al pie del texto para alumbrar en los pasajes oscuros.»

Algunas veces el traductor se toma mayor libertad de la que comporta una versión literal, como cuando traduce «re-fulsit,» hablando de una diosa (A. i, 402), por «resplandeció como una estrella.»

Nuestra lengua no está educada para estas versiones prosaicas de obras poéticas, y la de Ochoa, a pesar de sus defectos, es la mejor de su clase que conozco en castellano.

(1) ¿ S e r á también e r r a t a que coincidió c a s u a l m e n t e con l a lec ción de W a g n e r , «numen» ?

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En las notas que van al fin, explicativas y no críticas, y tan escasas en la Eneida, que hay libros que o no llevan más que una, o ninguna, apunta Ochoa algunos de los aciertos y deslices de los traductores que le precedieron.

Incluyó en su libro la traducción de los Poemas menores, sin el texto latino.

Agotada, según parece, la edición de Rivadeneira, el librero Hernando, de Madrid, ha publicado recientemente una reimpresión económica de las Églogas (8.°, 50 págicas), y las Geórgicas y la Eneida (impreso por separado uno y otro poema) habían alcanzado en 1880tres ediciones (Madrid, imprenta de F. Nozal).

DON JOSÉ SEBASTIÁN SEGURA

1869

Don Victoriano Agüeros, en unos artículos sobre literatura mejicana, publicados en La Ilustración Española (8 de junio y 22 de julio de 1878), dice que en El Domingo de Méjico salieron a luz «acabadas y perfectas traducciones de las Églogas de Virgilio» por el señor Segura, y otras, de las mismas, por don Francisco de P. Guzmán.

Recientemente ha publicado el citado semanario ilustrado de¿Madrid el retrato y biografía del distinguido literato e ingeniero señor Segura. Guzmán y Segura son individuos de la ilustre Academia Mejicana, correspondiente de la Real Española.

DON FRANCISCO DE FAULA GUZMÁN

1869 Sólo sé de su traducción de las Églogas lo que dice el se

ñor Agüeros.

DON FELIPE LEÓN GUERRA

1 8 7 0 - 1 8 7 3 Publicáronse en Coria, en 1870, los seis primeros libros de

X&'Eneida, y en 1873, allí mismo, todo el poema (8.°, 304 páginas) traducido en versos endecasílabos sueltos por el señor Guerra, vecino de Gata, el cual hizo esta traducción para enseñanza de su hijo, estudiante de latín.

«Una y otra edición fueron privadas, y adusum amicorum. Es traducción más recomendable por la fidelidad que no por la elegancia ni soltura.» (Menéndez Pelayo).

DON GABRIEL GARCÍA Y TASSARA

1872

En la colección de sus poesías (Madrid, Rivadeneira, 1872) hay dos trozos de Virgilio traducidos: en silva, el elo-

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gio de la vida del campo, con que finaliza el libro H de las Geórgicas, y en verso suelto el episodio de ¡a muerte de Príamo [Eneida, libro n).

Ambas son traducciones de mérito. En la segunda hay nervioso estilo y robustos versos. Hubiera aventajado a Ventura de la Vega como traductor de la Eneida en este género de metro. Para trasladar las Geórgicas faltábale blandura y gracia. Curioso es, por lo demás, ver cómo altera el espíritu y gusto de Virgilio con algunos rasgos románticos. Véanse en el citado pasaje de las Geórgicas algunas expresiones que denuncian al autor de El Desvelo:

¡Quién, ay! ¡quién, ay! me d i e r a Del Hemo en l a l a d e r a R e p o s a r , y mis sienes ardorosas Orear con sus r a m o s protectores

y hacia el fin: Sonar y te sonat la ardiente e s p i d a .

M. A. CARO

1373—1876

Llégale su turno, en la presente tabla cronolóiica, al nombre del autor de estos apuntes.

Obras de Virgilio traducidas en versos castellanos, etc. Bogotá, Echeverría Hermanos, 1873, tomos l y II.

Bogotá, Echeverría Hermanos, 1876, tomo m La traducción de la Eneida se ha reimpreso en este año en

Madrid, en dos tomos, IX y X de la Biblioteca Clásica que sale de las prensas de Víctor Saiz.

No he visto más que el primer tomo de esta reimpresión. Es edición bonita, pero nada limpia de erratas. _Sé que preceden al II tomo los Apuntes bibliográficos del señor Menéndez Pelayo sobre traductores de la Eneida.

Muchas y graves son las imperfecciones de que se acusa el autor de esta traducción, y la edición española pudo haber salido mejorada, y refundida en parte, con las enmiendas que él de buen grado hubiera comunicado al editor, si éste hubiese tenido la atención de darle oportuno aviso.

DON RAIMUNDO DE MIGUEL

1S7Í>

En sus obras poéticas (Madrid, 1876) incluyó este reputado catedrático de latinidad los dos primeros libros de la Eneida, traducidos en silva y romance endecasílabo, intercalados con otros metros aun menos propios de la epopeya, con lo cual queda el poeta romano «vestido de arlequín» (según la frase de Hermosilla).

El señor De Miguel proyectó en un tiempo traducir íntegra la Eneida, pero suspendió su trabajo cuando vio el aviso

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de que el señor cho j se preparaba a publicar todas las obras de Virgilio en castellano, porque se le clavó en la cabeza que la traducción anunciada había de ser en verso, y no se atrevía a competir con el afamado académico. Pasó tiempo, publícase la versión de Ochoa, resulta que está en prosa, y el bueno de don Raimundo, ya sin aliento, por sus años y porque se había extinguido el calor que tomó al principio, para continuar su obra, se da por engañado, y exhala al aire candorosas quejas en el prólogo de sus Poesías.

El señor De Miguel, como el Excelentísimo señor Alonso Martínez, no tenía, según parece, ni remota idea de que en América se hubiesen emprendido trabajos virgilianos.

DON ANTONIO GUITERAS

1 8 7 *

«Nuestro compatriota el ilustrado matancero señor don Antonio Guiteras ha concluido hace poco, y probablemente imprimirá dentro de breves meses, una traducción completa de la Eneida en verso castellano.» (José Ignacio Rodríguez, Breve exposición de la Eneida, en la Revista de Cuba de 31 de Agosto de 1877).

Hasta aquí llegan mis noticias de traductores castellanos de Virgilio.

En unos apuntes manuscritos de mi excelente amigo don Rafael Pombo sobre traducciones castellanas, se lee:

«Geórgicas, libro I, en verso suelto, por Dionisio Alcalá Galiano.

«La Eneida, por un Canónigo Salazar, de Santa Marta.» El señor Pombo no recuerda de dónde tomó estos datos»

y no ha habido medio de verificarlos. Aunque no entra en mi plan hablar de traducciones portu

guesas, no omitiré observar, como americano, que entre ellas figuran noblemente algunas de origen brasilero, como son la completa de Antonio José de Lima Leitao (Río de Janeiro, 1819), y la de la Eneida en verso suelto, con excelentes notas expli-tivas, por Manuel Odorico Méndez (París, 1854).

Esta Eneida Brazileira merece bien los elogios con que la citan Ochoa y Menéndez Pelayo. El verso portugués, por la diferencia de los idiomas, no es tan musical como el castellano, pero lleva la ventaja de ser más nutrido y comprensivo. Hé aquí una muestra del trabajo de Méndez (Libro i):

T r e p a entanto un penhasco , e ao l a r g o E n e a s R e g y r a a ver se undívagos a l c a n c a Antheu ou C a p y s , a s byremes p h r y g i a s , Ou a r m a s de Caico em a l t a s p o p a s B a i x e l nenhum; a v i s t a só t res servos, N a p r a i a e r r a n t e s ; segué a t r á s o armento , E enfileirado pelos valle3 p a s t a .

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En esta breve descripción no sólo están vaciados los pensamientos, sino imitados los cortes y pausas del original: Na-vem in conspectu nullam.... Prospicit errantes....

Concluyo implorando, como los antiguos comediantes, y no sin desconfianza, la indulgencia del público. Ha sido mi deseo, (lo repito) que estos ligeros apuntes sirvan de base y de estímulo para que otras personas completen y adicionen la parte americana, como datos destinados a la Bibliografía de traductores españoles que prepara el señor Menéndez Pelayo. Yo quedaré muy contento si estos borrones contribuyen, aunque indirectamente, a la mejora y acrecimiento de ese extenso e importantísimo trabajo bibliográfico y crítico en el libro del señor Menéndez, monumento en que han de resplandecer en ordenadas muestras la erudición clásica y la riqueza poética de la nación española, los escritores peninsulares y americanos, lo mismo que en esta esbozo, formarán juntos como artífices de una misma lengua. Así ha de ser; y no de otra suerte debe escribirse la historia literaria de España; porque no es de creer, ni cabe tan dañado intento en corazones honrados, que con la emancipación de Ia3 que fueron colonias españolas caduquen las tradiciones castellanas, sobre las cuales se asienta,, aquella patria común, magna parens, en cuyos términos podemos todavía decir que nunca se pone el sol.

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SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA

La impiedad tiene sus modas y sus muletillas. En los países españoles se ha hablado con insistencia, y de oídas, como de monstruos engendrados y mimados por el catolicismo, de Santo Domingo de Guzmán, de Torquemada y de Felipe II. Las figuras históricas vienen así a quedar reducidas a palabras supersticiosas.

Hoy, obedeciendo a la inspiración de libros extranjeros recientes, empiezan a caer en desuso aquellos nombres misteriosos, y se repite con terror y escándalo, impuestos por el ceremonial de la impiedad, el peregrino nombre de San Cirilo.

San Cirilo principia a ser ahora el tipo del victimario; Ga-lileo continúa siendo el tipo de la víctima, hasta que la moda, que es, o parece ser caprichosa, sustituya este símbolo gastado por otro flamante, aunque corresponda a personaje remoto o ignorado.

Hasta los estudiantes de negaciones han hablado ya de «San Cirilo asesino,» sin caer en la cuenta de que un Patriarca alejandrino del siglo iv pertenece a la historia antigua. La actualidad no está en la cosa, sino en el nombre, o mejor dicho, en la sorpresa con que la ignorancia acoge como novedades las vejeces.

Los amantes de la actualidad, del siglos xix y del progreso indefinido, suelen andar muy atrasados en sus citas, como se ve en este caso.

Sería curioso indagar el origen y genealogía de estos descubrimientos.

Cuando leímos a Draper nos pareció singular fenómeno la virulencia personal con que ataca a San Cirilo; y en el artículo precedente, (1) publicado en 1882, consignamos esta impresión. Entre los filósofos fáciles se ha propagado bastante la obra del profesor de Nueva York, y en los dicterios contra San Cirilo con que procuran acreditar de erudita su saña contra la Iglesia, se descubren los payasos de Draper.

Pero en Draper mismo el odio ponzoñoso con que ataca a San Cirilo, no es germen natural, no es brote espontáneo de su espíritu. Reflexionando sobre este punto creemos poder asegurar que Draper, a su vez, no hace más que repetir la lección de su maestro Gibbon, con la diferencia que hay entre un sabio y clásico historiador, aunque diabólicamente inspirado en orden

(1) Refiérese el autor al ar t ículo Recuerdos y Rectificaciones p u bl icado en El Conservador, agosto, 1882, e incluido en el tomo de sus Artículos y Discursos, 1888. N. d é l o s E .

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ianismo, y un dentista con humos de filósofo y estilo de repórter.

Las fuentes de la historia de San Cirilo son escasas, deficientes e inseguras. Cítanse principalmente a Sócrates el Escolástico, débil continuador de los anales eclesiásticos de Euse-bio; y a Severo, historiador arábigo del siglo x, Obispo de Hermópolis Magna o Ashmunein, a quien el propio Gibbon confiesa que «no se puede prestar fe, salvo que los hechos lleven en sí mismos caracteres de evidencia.» No es dado, por tanto, conocer la vida de San Cirilo sino a grandes rasgos, siendo oscurísimos los incidentes con que se la ha querido dramatizar. De ella sólo consta de un modo cierto y preciso, por las actas originales de los Concilios y por copiosos documentos eclesiásticos, todo lo referente a controversias religiosas, y al desenvolvimiento externo del dogma católico, el celo ardiente, infatigable, que desde su elevación a la silla patriarcal de Alejandría, como digno y no lejano sucesor de San Atanasio, desplegó en defensa de la pureza de la doctrina católica, que había bebido en la tradición apostólica, de los labios de sus maestros, y en la asidua lectura de los escritos de San Clemente, San Dionisio, San Atanasio y San Basilio, durante sus juveniles años, que pasó en el desierto, en los monasterios de Nitria, entregado a la penitencia y el estudio.

Las cartas canónicas de San Cirilo, sus doce anatematis-mos, las controversias que suscitaron, y cuanto concierne a la definición de la divina maternidad de la Virgen María, es honda materia teológica. La historia de este Patriarca, está, por tanto, íntimamente ligada con la del dogma, y, razonable y provechosamente, sólo ha de escribirse como página de historia eclesiástica, o bien como ilustrativo preámbulo de la doctrina de la Encarnación en la Teología Dogmática ( 1 ) . Los pormenores de la biografía de este Patriarca, puesta a un lado su importancia como escogido instrumento de la Providencia en la declaración de uno de los dogmas fundamentales del cristianismo, en época de grandísima confusión de ideas, son apenas objeto curioso de indagación para eruditos orientalistas, o para hagiólogos tan minuciosos y eruditos como los Bolandos. De sus términos propios sacó Gibbon a este extraordinario personaje eclesiástico para darle nueva vida e interés dramático en el cuadro general de la Historia del Imperio Romano.

Sin la obra de Gibbon no habría Draper probablemente colocado a San Cirilo en primera línea como blanco de sus tiros; y si el entrometido químico americano, siguiendo las pisadas del eminente Gibbon, no la hubiese emprendido con San Cirilo, no tendríamos cirilófobos en Colombia.

(1) Así l a escr ibió P e t a v i o en su monumental o b r a De theologl-cis dogmatibus, que hemos consultado en l a edición de A m b e r e s , 1700, 5 tomos en folio ; y a b r e v i a d a m e n t e Hottzlau, en l a teología de los W i r c e b u r g e n s e s , P a r í s , 1850, tomo n . No se puede poseer c i e n c i a a l g u n a sin el auxi l io de l a His tor ia de l a c i e n c i a m i s m a ; todo t r a tado de teología debiera , como los c i tados , contener prolegómenos his tór icos .

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Era Alejandría, a principios del siglo IV, una ciudad tumultuosa, donde hervían creencias diversas y opuestos fanatismos: los paganos, los judíos y los herejes se agitaban, y a veces concertaban coaliciones contra el catolicismo pujante y dispuesto a defenderse en todo terreno. Pocos años antes que San Cirilo ocupase la silla de Teófilo, habiendo abolido Teodosio la idolatría, los paisanos católicos de Alejandría tuvieron el valor de demoler el templo de Serapis, y derribar a golpes la estatua colosal del dios infernal, arrostrando el tradicional y supersticioso terror con que los egipcios la adoraban. Era siglo de exaltación, de lucha teológica fundamental; no cabía en aquel tiempo la discusión serena: el pueblo se amotinaba y pugnaba en las calles por cuestiones dogmáticas: los monjes de Nitria acudían a veces a la ciudad como precursores de los caballeros cruzados; era Alejandría un lugar de cita, que se tornaba en campo de batalla; y el Patriarca necesitaba tener dotes singularísimas para poder entenderse con los agentes imperiales, reprimir los ataques de sus enemigos y corregir a sus adictos sin enervarlos; pero de ningún modo hombre alguno habría podido alterar las condiciones excepcionales de aquellos tiempos y de aquel pueblo exaltado y revuelto. No sería pues propio de una crítica reflexiva y justiciera tomar como un hecho aislado el deplorable suceso de Hipatía.

En uno de los frecuentes alborotos que ocurrieron en Alejandría, aquella filósofa y propagandista pagana, influyente consejera del Prefecto Orestes, fue detenida en su carro, muerta violentamente, y quemados sus miembros en un sitio llamado Cinarón. Gibbon dice que San Cirilo «alentó o aceptó el sacrificio de aquella virgen, que profesaba la religión de los griegos y a quien ligaban vínculos de amistad con Orestes.» La disyuntiva «alentó o aceptó» denota que el anticristiano historiador, enemigo de San Cirilo, pero temeroso de faltar abiertamente a la verdad, por cierto pundonor de exactitud que el hábito de compulsar documentos inspira, procura culpar al Patriarca y producir en el ánimo de los lectores la impresión de complicidad, pero sin afirmar el hecho, sino en forma de presunción. Algo más audaz se muestra cuando, para preparar este efecto moral, dice que «San Cirilo miraba con malos ojos el pomposo cortejo de esclavos y de caballos que rodeaban la puerta de la Academia,» donde aquella joven, «tan modesta como sabia, tan sabia como hermosa,» dictaba sus lecciones. Gibbon no presenta, ni presentar podía, ninguna prueba de aquellas envidiosas miradas (1).

Todos los historiadores serios, católicos y anticatólicos, están conformes en la relación de las circunstancias de la muerte de Hipatía. Pero sólo por presunciones morales destituidas

(1) «He—the sa int {ironice)—soon prompted or accepted the s a c r i -tice of a r i r g i n who profesed the religión oí the Greeks,» e t c . « C y r i l beheld with a jealous eye the gorgeous t r a i n of horses and s laves who crowded the door of her a c a d e m y . » Gibbon's , Rome, capí tulo x r . v n .

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A . Caro—11

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de todo fundamento histórico, los benévolos excusan y los malévolos complican a San Cirilo en aquel deplorable suceso. Véase la relación de Croiset, Año Cristiano:

«Principió el ejercicio de su alta dignidad por un rasgo de rigor contra los novacianos, haciendo cerrar las iglesias que tenían estos herejes en Alejandría, y apoderándose de todos los vasos y muebles que había en ellas. Algún tiempo después arrojó los judíos, culpables de muchas violencias contra los cristianos, lo que le indispuso con Oreste, Gobernador de Alejandría, quien fue picado vivamente de este acto de autoridad, y rompió públicamente con el santo; y aunque éste dio todos los pasos para reconciliarse, enviándole a pedir su amistad en nombre de los santos Evangelios, todo fue inútil: Oreste prosiguió en su odio, y fue ocasión de una funesta catástrofe. Una joven pagana, llamada Hipada, había abierto en Alejandría una escuela de filosofía platónica; su reputación era tal, que se atrajo un gran número de discípulos, y entre ellos al célebre Sinesio, quien la suplicó revisase sus obras. Los filósofos más afanados la consultaban de todas partes sobre cuestiones difíciles, y recibían sus decisiones como oráculos. Hipada tenía estrechas relaciones con Oreste; y el pueblo de Alejandría, de una imaginación fácil de ser inflamada, dio crédito al rumor de que ella era la que retraía al Gobernador de reconciliarse con el Patriarca. Su muerte fue jurada, y al salir un día de su casa, echándose sobre ella una tropa de hombres furiosos, la arrojaron del carro en que iba, la hicieron pedazos, y arrastraron sus miembros por los diferentes barrios de la ciudad. Pasó esto el año 415. Una acción tan horrible fue detestada por todas las personas de bien, y más particularmente por San Cirilo, que buscaba los medios de sofocar toda semilla de división.»

No todos los santos pertenecen a cierto tipo de perfección: desde San Pedro hasta San Hermenegildo hubo muchos que fuera de sazón y con imprudente celo desnudaron la espada. Suponiendo que San Cirilo en un momento de impaciencia hubiese proferido contra Hipatía alguna palabra imprudente, que pudo exaltar al pueblo, la supuesta falta no compromete con mancha imborrable—an indelible stain—la santidad de San Cirilo, porque falta que no se cometió o que se expió, no es imperdonable. Podemos suponer que pecó San Cirilo, y presumir que se santificó desde que abrió su providencial y aun humanamente admirable campaña contra el nestorianismo. San Cirilo, carácter franco y resuelto, no excusaba responsabilidades; si él hubiese provocado la agresión, hubiera obrado, como siempre, a la luz del día, y no faltaría algún escritor antiguo que le culpase. Si consta, por otra parte, que deseaba reconciliarse con Orestes, y que por los santos Evangelios le convidaba a amistarse, no parece natural que al mismo tiempo promoviese la muerte escandalosa y sangrienta de aquella mujer a quien el Prefecto y muchos cristianos trataban con marcada estimación. De aquí la conjetura de Croiset. La que hace Gibbon

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suponiendo al Patriarca instigador del atentado, no sabemos en qué principio, fuera de una mala pasión, haya de fundarse (1). Bástenos hacer constar que históricamente nada puede afirmarse; que Gibbon dramatizó la historia, en este como en otros incidentes, torciendo la vara de la justicia; y que hay muchos casos análogos que persuaden que en lo dudoso y lo oscuro, la regla de pensar bien es más segura que la de pensar mal. Quien apellide terminantemente asesino a San Cirilo, no se libra de la nota de calumniador (2).

Gibbon, contra toda regla de caridad, de justicia y de crítica histórica, interpreta siniestramente todos los actos de San Cirilo, atribuyéndolos a malas intenciones. ¡Dichoso aquel —diremos con un célebre escritor—dichoso aquel de quien sólo se pueden culpar las intenciones!

Ya citamos las «miradas envidiosas» que San Cirilo dirigía al pomposo cortejo de Hipatía, según lo fantaseado por el historiador de la Decadencia de Roma. Nestorio, Patriarca de Constantinopla, empieza a propagar una nueva herejía; San Cirilo la combate. El Papa San Celestino hace condenar a Nestorio en un Concilio celebrado en Roma (430), y encarga a San Cirilo de ejecutar la sentencia de deposición y de nombrarle

(1) Respecto a l a muerte de H i p a t í a , Gibbon c i t a a F a b r i c i o , Bibl , G r a e c . (1705-28) y a Meursio (1613). E s t 0 3 eruditos , como se ve por l a s fechas , que Gibbon omite, son modernos, y ellos a su vez sólo se refieren a noticias incidentales e i n s e g u r a s , y no prec i samente re la t ivas a S a n Cir i lo , t o m a d a s de los L é x i c o s de S u i d a s y de Hesychio . L a única fuente a n t i g u a es S ó c r a t e s , y ninguno le c i t a p a r a p r o b a r «the jealous eye» (Gibbon) ni l a complic idad de S a n Cirilo en l a muerte da H i p a t í a . L a c i tac ión de muchos escr i tores es un a p a r a t o engañoso, cuando no h a y m á s que un autor o testimonio primitivo que, o no merece fe, o no confirma l a especie repet ida poll a fama,_/íe¿¿ pravique tenax. L o propio acontece respecto al e put si muove de Gal i leo , como se verá en este mismo ar t ículo . L a c r í t i c a de l a s fuentes es el mejor medio de d e p u r a r l a h i s t o r i a .

(2) Viéndose u n a vez el C a r d e n a l N e w m a n infamemente c a l u m niado, dedujo l a f a c i l i d a d con que l a h i s t o r i a puede p e r p e t u a r l a di famación de personas inocentes, y desde entonces hizo propósi to de ser cauto y car i ta t ivo p a r a con los muertos , que no pueden defenderse . V é a s e su Apología de vita mea. E n Colombia tenemos un ejemplo muy significativo. P r o p a g ó s e en 1876 l a f a l s a notic ia de que el Obispo de P a s t o don Manuel Canuto Rest repo , c u a l otro C u r a S a n t a c r u z , h a b í a tomado las arra . is y a c a u d i l l a d o u n a t r o p a revol u c i o n a r i a h a s t a P o p a y á n : imputación tanto más a b s u r d a c u a n t o los mismos revolucionarios q u e j á b a n s e por su p a r t e de la negl igenc i a del P r e l a d o en a p o y a r u n a c a u s a que e s t i m a b a n « s a n t a . » No obstante ser notorio en el C a u c a , e.i Colombia toda , que aquel lo fue una f á b u l a es túpida , s igue repi t iéndose . No há mucho los e s t u d i a n tes del R o s a r i o , que a p e l l i d a b a n «asesino» a S a n Cir i lo , l l a m a b a n a renglón seguido «al Obispo Canuto» «bendito lancero que por sus crímenes merece figurar en el c a l e n d a r i o de los santos ca tó l icos» Y a h o r a mismo tenemos a l a vis ta u n a publ icac ión reciente , en l a c u a l se lee que «en la g u e r r a civil de 1876, en Colombia, un Obispo, p a r o d i a n d o a J u l i o n , c a p i t a n e ó un ejército y llevó t r a s sí mult i tudes enarboland:o una b a n d e r a en que e s t a b a pintado un Cris to .» {Las cosas de Venezuela, Curazao , 1337, folleto sin f o l i a t u r a ) .

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sucesor. Natural parecía que quien a cada paso, estudiando los primeros siglos del cristianismo, ha tenido que reconocer como un hecho histórico comprobado, aunque a los escépticos ignorantes parezca absurdo y estúpido, la inclinación del hombre a combatir, guerrear y sacrificarse por una idea; natural parecía que Gibbon atribuyese la conducta del fogoso Patriarca de Alejandría a su ardiente celo religioso, y siquiera lo llamase ciego y feroz fanatismo. No le concede este honor a San Cirilo. «Por interés, y no por pasión—dice--profesaba enemistad a los Pontífices de Bizancio (1). Miraba con envidia la posición ventajosa que ocupaban en medio del brillo de la corte imperial; infundíale temor la ambición que desplegaban oprimiendo a los metropolitanos de Europa y de Asia, invadiendo las Provincias de Alejandría y Antioquía, y tratando de igualar los términos de sus diócesis con los del imperio. En suma, en aquellas guerras episcopales, la religión sólo fue un pretexto; la ambición constituyó el verdadero móvil.»

Nada más injusto que esta imputación deshonrosa. Acúsese a San Cirilo de intransigente, de fanático; pero cuidado con decir que obedecía a una ambición interesada y fría, no al ardor de su celo, o si se quiere, a los arranques de la pasión. Entero y firmísimo se ostenta su carácter, consecuente y sostenida su conducta como Obispo católico; sus actos se explican unos por otros lógicamente.

Después de la reñida competencia que elevó a San Cirilo a la silla de Alejandría, principió el nuevo Patriarca por perseguir a los novacianos, y luego a los judíos, exponiéndose con esta intervención enérgica a incurrir en el desagrado de las autoridades imperiales, y por lo mismo en desgracia, humanamente hablando. Y en efecto, la expulsión de los judíos le ocasionó el desabrimiento del Prefecto de Egipto, y pudo proporcionarle persecuciones como las que padeció San Atanasio, si Dios no hubiese permitido que el Emperador Teodosio n aprobase su conducta. ¿Podrá decirse que en esa sazón obró el Patriarca de Alejandría movido por emulación hacia el de Cons-tantinopla, cuando la ambición egoísta sólo podía sugerirle providencias conciliatorias y cuantas hubiesen de hacerle grato a la corte imperial ?

Si San Cirilo, oponiéndose a Nestorio, obedeció a un espíritu de emulación hacia la silla de Constantinopla, expliqúese cómo pudo aquel santo Patriarca regir por treinta y dos años la iglesia de Alejandría, habiendo siempre cultivado amistosas y cordiales relaciones con Ático, predecesor de Nestorio, y con los inmediatos sucesores del depuesto heresiarca; y cómo después de haber presidido un Concilio ecuménico, y haber merecido del Soberano Pontífice, de la gran mayoría de los Obispos, de la cristiandad entera, testimonios de respeto y fervientes ovaciones, lejos de ensoberbecerse con este triunfo, que un

(1) «His enmity t o t h e Byzant ine Pontiffs w a s a sense of iuterest , not a s a l l y of pass ion ,» e t c .

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Obispo mundano hubiera tomado como gloria propia; en vez de humillar a unos cuantos Obispos obcecados que le habían injuriado, y aun tuvieron la audacia de excomulgarle en un conciliábulo, dirige todos sus esfuerzos, con caridad y prudencia, a atraer a los disidentes, como los atrajo al fin, a la unidad. Con tal motivo decía el Papa San Sixto m, en su primera Encíclica a los Obispos de Asia: «Nunca habremos ponderado bastante la abnegación con que nuestro venerable y santo colega Cirilo, olvidando los ultrajes que recibió en otro tiempo, no teniendo en cuenta las injurias personales, lejos de vengarse de sus enemigos, se esfuerza heroicamente por reconciliarlos con la Iglesia.»—¡Santa ambición, gloriosamente coronada!

Petavio, consultadas todas las fuentes, expone, fundado en todos los textos pertinentes al asunto, la historia de la competencia teológica entre San Cirilo y Nestorio (1). Basta comparar esta relación histórica con las mutiladas correspondientes páginas de la Historia de la decadencia dellmperio Romano, para penetrarse de la malignidad con que tejió el historiador inglés esta parte de su grande obra. Casi todos los que después de él, y siguiéndole, han narrado aquellos sucesos, presentan a San Cirilo oponiéndose de repente desde Egipto a la predicación del Patriarca constantinopolitano.

Nada más falso. Cuando empezó a predicarse en Constan-tinopla, con el beneplácito de Nestorio, la nueva herejía, los católicos avisados se alarmaron y resistieron. El día de la Anunciación (año 429) en la gran basílica de Santa Sofía, Proclo, Obispo electo de Císica, debía predicar el sermón de la fiesta. El auditorio era inmenso, y Nestorio presidía la solemnidad. El sermón del santo Obispo, que se conserva en la colección de los Padres de la Iglesia griega, fue una elocuente apología de la maternidad divina de la Virgen, y el auditorio lo recibió con aplausos. Nestorio subió inmediatamente a la cátedra y rectificó, a su modo, la hermosa doctrina de Proclo, fundándose en que un *niño Dios» daría que reír a los paganos; cobarde argumento de cuantos, negando en su corazón la divinidad de Cristo, sólo a medias la profesaban con los labios. No contento con la afectación hipócrita de aquel lenguaje, autorizó y aprobó en seguida abiertamente la predicación de Doroteo, Obispo de Marcianópolis, que desde el pulpito lanzaba furiosos anatemas contra los que invocasen a Alaría como a Madre de Dios. El primer sermón de este fanático adversario de la divina maternidad de la Virgen provocó espantoso tumulto: gran parte del auditorio se desató en clamores, interrumpiendo al orador, y desde entonces muchos se separaron de la comunión

(1) G-ibbon dice h a b e r consultado a Petavio , y a c e r c a de su g r a n d e o b r a De theologicis dogmatibus se e x p r e s a as í : « P a s m o s a es l a inmensidad del plan y la (leí t r a b a j o que supone. L a erudición de este j e s u í t a es copiosa y exacta—corred; —su la t ín puro, c l a r o el método, los argumentos profundos y bien enlazados; pero se ostenta esclavo de los P a d r e s , azote de los herejes y enemigo de la verdad y de la s incer idad c u a n d o el las están en contradicc ión con l a c a u s a c a t ó l i c a . »

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del Patriarca, juzgándole fautor de la herejía. En especial los monjes todos resistieron la nueva doctrina; se levanta cátedra contra cátedra, cunde el escándalo, y los de uno y otro partido claman por la indicción de un Concilio ecuménico.

De estos hechos, que Gibbon consigna en parte, y en parte considerable omite, se deduce claramente que la opos ;ción a Nestorio se inició en Constantinopla, y no en la ambiciosa cabeza de San Cirilo.

«Los ecos de la ruidosa disputa llegaron -dice Gibbon—a las celdas de Palestina y Egipto. Deber era de San Cirilo ilustrar la ignorancia y el celo de ¡os innumerables monjes sometidos a su autoridad episcopal.» La escuela de Alejandría le había enseñado la encarnación de una naturaleza (1), y él había adoptado esta doctrina; pero armándose contra un segundo Arrio, que más amenazador y más culpable que el primero ocupaba el segundo trono en la jerarquía eclesiástica, el sucesor de San Atanasio sólo consultaba su ambición y su orgullo. Después de una correspondencia que duró muy poco, en la cual los dos prelados rivales, bajo un lenguaje pérfido, simulaban respeto y caridad, el Patriarca de Alejandría denunció al Príncipe y al pueblo, a Oriente, y a Occidente, los culpables errores del Pontífice de Bizancio. Los Obispos orientales, y en especial el de Aníioquía, que eran favorables a Nestorio, aconsejaban moderación y silencio; pero el Vaticano recibía con los brazos abiertos a los diputados de Egipto; Celestino se lisonjeaba de verse elegido Juez de la controversia; y la infiel versión de un monje determinó la opinión del Papa, tan ignorante como todo el clero romano, en la lengua, las artes y la teología de los griegos.

En este solo párrafo de su narración incurre el autor en omisiones sustanciales y gravísimas tergiversaciones. Señalaremos las más salientes :

(1) G i b b o n emplea un l e n g u a j e impropio . S a n C i r i l o s o s t e n í a l a u n i d a d de l a p e r s o n a de C r i s t o , no l a u n i d a d de n a t u r a l e z a . T o d a l a confusión r e s u l t a , como lo d e m u e s t r a P e t a v i o , de l a m a l a t r a ducc ión de té rminos gr iegos q u e se u s a r o n en d i v e r s a s a c e p c i o n e s . L a m e n t e de S a n C i r i l o se c o m p r u e b a con textos íntegros del s a n t o , q u e no d e j a n l u g a r a n i n g u n a a m b i g ü e d a d . P u e d e n verse en P e t a v i o , tomo v , l i b r o v i , que es u n a apo log ía completa de l a or todoxia de S a n C i r i l o . B a s t a dec ir que en su s e g u n d a c a r t a a Nestor io d e c í a S a n C i r i l o : «Volved a leer el s ímbolo de N i c e a , y os convenceré is q u e el t í tulo de M a d r e de D i o s h a sido dado en todo t iempo a l a V i r g e n S a n t í s i m a , porque e l l a llevó en su seno a l V e r b o hecho c a r n e J e s u cr i s to N u e s t r o S e ñ o r , persona única, la cual encierra dos naturalezas, divina y humana, indisolublemente unidas. E n n o m b r e de este g r a n D i o s que nos m i r a , en nombre de los santos á n g e l e s que le a d o r a n , os conjuro que volváis a l a i n t e g r i d a d de l a fe , r e s t a b l e c i e n d o a s í e l l3zo de pa?. y concord ia que a todos debe l i g a r n o s . » G i b b o n p a r e c e que desconoce e s t a s p r u e b a s , o que pone o r e j a s de m e r c a d e r ; t r a t a a S a n C i r i l o de m o n o p h y s i t a , y r e p u t a a Nestor io i n c u l p a b l e de h e r e j í a e i n j u s t a m e n t e condenado por el Conc i l io de E f e s o . E s f a l s o , por lo visto, que «sólo después ds este Conci l io , viéndose S a n C i r i l o o b l i g a d o y, vencer l a r e p u g n a n c i a q u e le c o s t a b a h a c e r e s t a confe s ión , reconociese todavía de un modo equívoco y a su despecho, l a doble n a t u r a l e z a de J e s u c r i s t o . »

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!.° No sólo llegaron a Egipto ecos o rumores del escándalo causado por Nestorio, sino cartas en que los fieles católicos de Constantinopla consultaban a un tan ilustre doctor como San Cirilo, y le pedían que interviniese en el asunto.

2.° Las cartas de San Cirilo a Nestorio, escritas en tono de convicción profunda, son monumentos de ciencia teológica, de celo apostólico, de caridad evangélica, y contrastan con las respuestas tan frivolas como injuriosas de Nestorio, desprecia-dor de los santos Padres, de los exégetas y de la tradición (1). Confundir estos documentos en un mismo juicio tan desfavorable como el que pronuncia Gibbon, es acto de temeridad, y también acaso efecto de ignorancia. La regla de no condenar sin oír al reo pertenece lo mismo a la jurisprudencia que a la crítica histórica, puesto que el historiador hace oficio de altísimo juez. El historiador de la decadencia y ruina del Imperio Romano, a despecho de su erudición incontestable, no se dignó consultar las obras del personaje a quien condena, contentándose con declararlas «inútiles» bajo la palabra de honor de La Croze (2,i.

3.° Aquella correspondencia que dice Gibbon fue de poca duración, como para insinuar la precipitación con que se llevó el negocio, se prolongó durante un año; tiempo sobrado para que los Obispos y doctos eclesiásticos que en ella debían intervenir, formasen cabal concepto.

4.' Cuando San Cirilo se enteró de las ruidosas disensiones de Constantinopla, dirigió a los solitarios no un denuncio del heresiarca, sino una instrucción pastoral razonada, en que exponiendo la verdadera doctrina, les exhortaba a premunirse contra las heréticas novedades que se esparcían; pero no quiso culpar ni mencionó siquiera a Nestorio; rasgo de moderación muy digno de tomarse en cuenta. En sus primeras cartas a Nestorio le dice que no se ha resuelto a creerle fautor de la herejía, aunque así lo pregonaba la fama.

5." No fue San Cirilo quien llevó a Roma la causa de Nestorio; fue Nestorio quien se apresuró a denunciar a San Cirilo, pidiendo al Papa San Celestino la condenación del Pa-

(1) P u e d e n verse estos documentos en D a r r á s Histoire genérale de l^Eglise, tomo X I I I . E l capítulo que este excelente his tor iador dedica al Pontificado de S a n Celestino (§ 1, Nestorio; §2, S a n Ciri lo ; § 3, Concilio de E f e s o ) , contiene u n a exposición completa del asunto (dogma de l a E n c a r n a c i ó n ) . S ó c r a t e s que, como novaciano, es a u t o r i d a d n a d a sospechosa respecto de S a n Cir i lo , c i t a textos de P a d r e s g r i e g o s , en que se admiten y af irman l a s p r e r r o g a t i v a s de l a V i r g e n n e g a d a s por Nestorio, y concluye que este g á r r u l o h e r e s i a r c a e r a ignorant ís i mo en teología .

(2) «II y en a peu (d 'ouvrages ) qu'on lise avec moins d 'uti l i té ,» Hisi. du Christianisme des Indes, tomo i, p á g i n a 24. E s t e juicio re lativo a l a l i t e r a t u r a , y si se quiere a l a teología de S a n Cirilo, no re levaba a un his tor iador de l a obl igación de e x a m i n a r a q u e l l a s obras como documentos cuyo valor his tór ico h a n aprovechado y p a -:entizado Petavio , D a r r á s y otros muchos. N a d a h a y que se lea con tan p o c a ut i l idad como los expedientes de u n a c a u s a , menos por el ¡ucz que h a de conocer de el la , si quiere p r o n u n c i a r j u s t a s e n t e n c i a .

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triarca de Alejandría. San Cirilo, después de agotar sus esfuerzos para detener a Nestorio por medio de las cartas que le escribió, y de su exposición de recta fide, dirigida al Emperador, que hasta la celebración del Concilio de Efeso favorecía al heresiarca, resolvióse a escribir al Papa una carta que confió al diácono Posidonio, y en ella decía: «Al santísimo y amadísimo de Dios, Celestino, Cirilo, salud en el Señor; si no estuviese yo obligado a informar a Vuestra Santidad de las causas graves relativas a la fe, y si me fuese permitido ahora sin reato guardar silencio, declaro que preferiría mi sosiego y tranquilidad a afrontar las luchas que van a sobrevenir. Pero Dios mismo exige de nosotros infatigable vigilancia; la inmemorial tradición de las iglesias me obliga a ocurrir a Vuestra Santidad (1). Escribo pues a impulsos de mi deber y de la necesidad. Tengo el dolor de anunciar a Vuestra Santidad que Satanás dirige un nuevo ataque a la Iglesia de Cristo; y en su encono procura pervertir todas las almas que andan por los caminos de la fe verdadera. Hasta ahora no he querido escribir ni a Vuestra Santidad, ni a Obispo alguno acerca de aquel que administra la iglesia de Constantinopla, porque sé que la precipitación en estas materias puede hacer irremediable una falta. Mas habiendo tomado tan grandes proporciones el escándalo, debo romper el silencio y exponer a Vuestra Santidad la calamidad que nos aflige.» En seguida expone el origen y progresos del error nestoriano, refiere el episodio del sermón blasfematorio predicado por Doroteo en Constantinopla, la escisión entre los católicos de aquella capital y el Patriarca, los esfuerzos que hacía la secta por atraerse adherentes en los monasterios de Egipto y en todas las iglesias de Siria. Luego añadía: «No dejará de consolar grandemente a Vuestra Santidad el saber que los Obispos de Oriente en general, y los de Macedonia en particular, reprueban unánimes los nuevos errores.» Por aquí se ve que no era San Cirilo, como lo presenta Gibbon, aislado e imprudente opositor de Nestorio ; el Concilio de Efeso, compuesto de más de doscientos miembros, demostró en breve que la opinión de San Cirilo no era particular suya, sino tradición de la cristiandad entera.

6.° Cuando el portador de las letras de San Cirilo llegó a Roma, ya los escritos de Nestorio eran materia de escrupuloso examen. Su versión latina había sido revisada por el célebre Casiano, versadísimo en ambas lenguas y competentísimo en el punto teológico discutido, como autor de un tratado de la Encarnación. San Cirilo acompañó a su carta los mismos escritos de Nestorio, traducidos en latín «con la mayor fidelidad po-sible* por doctos intérpretes de Alejandría; por manera que pudieron cotejarse en Roma diversas y autorizadas versiones. Por

( i ) ra [W.xpu. r-us-ú 'Exx'yigtiv S6/\TTS¡OOO§IU auaxoivovóOcí T>¡ SY¡ ¿3JÓ*)TI. Elocuente testimonio en favor de !a primacía del Romano Pontífice. Las referencias a los textos originales de San Cirilo, en ¡a Patrología griega, pueden verse en Darráí,

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otra parte, el punto esencial de la cuestión podía precisarse en pocas palabras. Era hecho reconocido y aceptado por ambas partes que Nestorio y sus secuaces rechazaban como impío y blasfematorio el título de diormog dado a la Santísima Virgen. Declarábalo así el mismo Nestorio en su carta al Papa. Ahora bien, aquel término en la historia del Sínodo Romano que presidió San Celestino, aparece literalmente traducido por Delpara: versión que no adolece de más infidelidad que de la de una fidelidad extrema, pues la combinación que en griego es naturalísima por la índole del idioma, en latín no es eufónica (1). Por lo demás, el fragmento que se conserva del discurso pronunciado por San Celestino en el Sínodo Romano, que unánime condenó a Nestorio, demuestra que entendía perfectísimamente la cuestión. Cita la doctrina uniforme de San Ambrosio, San Hilario y otros Padres latinos (conformes con los griegos que por su parte citaba San Cirilo), y proclama que la Virgen es realmente madre de Dios, dándole en griego este título.

El hombre que deja cerradas por «inútiles» las obras de San Cirilo, acoge en cambio, con escrupulosa diligencia, las calumnias esparcidas en Constantinopla contra el Patriarca de Alejandría por malhechores expulsos o prófugos de Egipto, y en parte acogidas en el calor de la disputa por Juan de Antio-quía (2: y otros émulos de San Cirilo y amigos de Nestorio. <Sé que insignes calumniadores-decía San Cirilo en su segunda carta a Nestorio-engañan a Vuestra Piedad haciéndome cargos tan odiosos como quiméricos (3'. No me remuerde la conciencia de ningún acto de injusticia ni de tiranía. Esos hombres fueron juzgados conforme a derecho, y su culpabilidad quedó plenamente comprobada. Uno de ellos fue convicto de haber defraudado los bienes de los pobres y de los huérfanos; otro hirió a su madre con mano parricida; el tercero se concertó con una moza de servicio para robar a una familia. Convendréis en que no deben preocuparme acusaciones de tan vil origen. Dios me es testigo que no hablo así por orgullo. La experiencia me ha enseñado que la inocencia más notoria no

(1) Gibbon en una nota se b u r l a del término Dcipara, como zoológico. Pero p r e c i s a m e n t e se empleó ese término p a r a que n a d i e pudiese j a m á s decir , como h a dicho Gibbon, que l a versión fue infiel.

(2) J u a n de Antioquía , amigo de Nestorio, fue el autor del c r i minal concil iábulo que protestó c o n t r a el Concilio de E f e s o y condenó a S a n Cirilo y a Memnón, M á s t a r d e aquel Obispo se rindió a l a a u t o r i d a d de l a I g l e s i a ; y S a n Ciri lo se a p r e s u r ó a i econci l ia rse con él olvidando generosamente sus a g r a v i o s . H a y testimonios posteriores de J u a n de Antioquía a l tamente favorables a S a n Cir i lo ; Gibbon prohi ja tex tualmente las ofensas , y a l a elocuente r e t r a c t a ción se r<;ñere en giobo en estos términos : «Después de l a coalición de S a n J u a n y de S a n Ciri lo las invectivas fueron r e c í p r o c a m e n t e o l v i d a d a s . V a n a s dec lamaciones no deben e n g a ñ a r n o s sobre la opinión que enemigos respetables conservan de su mérito recíproco .»

(3) Del origen y n a t u r a l e z a de e s t a s c a l u m n i a s informaron a S a n Ciri lo sus a p o c r i s i a r i o s en Constant inopla .

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está al abrigo de la calumnia (1). Abandonemos a esos desgraciados a ios remordimientos de sus conciencias, y sobre todo al juicio de Dios, y volvamos al punto capital de este negocio.»

Ni Nestorio en su respuesta, ni escritor alguno, salió a la defensa de aquellos perversos calumniadores señalados con el dedo por San Cirilo. El lenguaje de este Patriarca, en las frases copiadas, si no fuese el de un Obispo justiciero, aborrecido de los malvados, seria el del más audaz de los perjuros. Apelaríamos al juicio que hubiese de pronunciar Gibbon mismo si viviese, sobre el texto de esta carta, que, como queda dicho, no mereció figurar entre los documentos que consultó para escribir su Historia.

Aun suponiendo que Gibbon acusase a San Cirilo en ejercicio de cargo legalmente conferido que le obligase a extremar la culpabilidad del reo, hubiera incurrido en extravagancia y delirio si le motejara de enemigo y perseguidor de la Ciencia. Pero Draper, que no traza la historia del Sacerdocio y del Imperio, sino soñados conflictos entre la Religión y la Ciencia, al adoptar y acentuar las diatribas del historiador, se ve arrastrado por la índole especial de su forzado argumento, a personificar la religión en San Cirilo y la ciencia en Hipatía, para que resulte la Ciencia sacrificada por la Religión—dando por hecho que el Patriarca asesinó a la filósofa,—con lo cual no sólo falta el profesor newyorkino a la verdad histórica, sino que incurre en un antropomorfismo científico más ridículo que el teológico, y además, en manifiesta inconsecuencia con su teoría fundamental, puesto que, para los cientistas de su escuela, la filosofía platónica que profesaba Hipatía, por muchos de ellos despectivamente confundida con el cristianismo, es, ni más ni menos, una especulación tan inútil y aérea como las , letras divinas y humanas en que era versado San Cirilo.

Ningún personaje batallador careció de enemigos, y el que atacó diversos y poderosos intereses, debió de granjearse diversas también y poderosas enemistades. En este caso se halla San Cirilo, que combatió a un mismo tiempo y reprimió a todos los enemigos del cristianismo. Mas aquellos odios parece que debieran haberse extinguido con el largo transcurso de los tiempos, o buscado otras personas en quién cebarse, dejando descansar la memoria de San Cirilo. Ni el espíritu de hostilidad general hacia el cristianismo, que envenena la pluma de Gibbon, ni el fanatismo cientista de Draper, explican suficientemente su encono personalísimo hacia San Cirilo, encono que parece hu-

' 1 ) Y en el d i s c u r s o apologético que di r ig ió m á s t a r d e a T e o d o -sio cuando este P r í n c i p e empezó a h a c e r l e j u s t i c i a , dec ía S a n Cir i lo : «La calumnia es cosa amaiga ctertimeníe: lo sé por experiencia: duro es a un hombre inocente ver torc idamente t r a d u c i d a s sus intenciones y desnatural izados sus ac tos . Y o me consuelo leyendo aquel las p a l a b r a s de l a S a g r a d a E s c r i t u r a : « S i me h a n perseguido a mí, dice Nuest ro Señor a los Apóstoles , también os han de p e r s e g u i r a vosotros; no es el siervo m a y o r que el amo. Siervo yo de Cris to , no debo q u e j a r m e cuando me veo t r a t a r como a él miemo le t r a t a r o n . »

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biera provenido como por contagio, no de jos libros serenos y fríos, sino de alguna tradición.

Las colectividades propagandistas u hostiles, combatidas o contrariadas por el santo Patriarca, desaparecieron o se transformaron; pero sobrevive una de ellas, no como secta, sino como nación dispersa. Si novacianos y nestorianos no dejaron conocidos y conjurados sucesores en Occidente es permitido creer que los colonos judíos expulsados de Alejandría, ni callaron, ni dejaron de transmitir a su numerosa y errante parentela la sana vengativa que consigo llevaban contra el precursor oriental de la política que los Reyes Católicos acentuaron siglos después en Occidente.

«Las leyes de los Césares y de los Tolomeos—dice Gibbon—y la prescripción establecida por el transcurso de siete siglos desde la fundación de Alejandría, aseguraban la libertad de su culto y ciertos privilegios a los judíos, que habían crecido en número hasta llegar a cuarenta mil en Alejandría. Sin previa sentencia legal, sin orden alguna del Emperador, el Patriarca se presenta un día temprano a la cabeza de una turba sediciosa, y ataca las sinagogas. Desarmados y acometidos de improviso no pudieron los judíos hacer resistencia; fueron arrasados los lugares en que acostumbraban a reunirse a orar, y el Obispo guerrero, después de entregar sus bienes al pillaje de las tropas, arrojó de la ciudad los restos de aquella nación incrédula. Acaso pudo alegar, en su abono, la insolencia de la prosperidad de los judíos y el odio mortal que profesaban a los cristianos, cuya sangre habían derramado no hacía mucho en un alboroto, casualmente oc?sionado o deliberadamente promovido (1 ) . Semejantes crímenes merecían la animadversión del magistrado; pero en aquella agresión se confundió a inocentes con culpables, y Alejandría perdió una colonia rica e industriosa. El celo desplegado por San Cirilo le hacía incurrir en las penas de la ley Julia; pero con un Gobierno débil, y un siglo supersticioso, tenía asegurada la impunidad y aun el aplauso. Orestes, Prefecto de Egipto, se quejó; pero los ministros de Teodosio echaron pronto tierra a sus reclamaciones, y quedó olvidado el asunto.»

Adviértase que el doctísimo Gibbon hace gala de exactitud y fidelidad como narrador, citando al pie de las páginas con diligencia suma y escrupulosidad bibliográfica, las fuentes de los hechos. Mas en el pasaje citado no hace una sola referencia para fundar los incidentes adulterados con que adornó su re'ación (2 . El número de cuarenta mil, a que se hace subir

(1) Se ve, por confesión de Gibbon, que A l e j a n d r í a , como dijimos ante», e r a un c a m p o de b a t a l l a . S i los ca tól icos no se hubiesen defendido, h a b r í a n sido oprimidos. S a n Cir i lo comprendía que el precepto de l a c a r i d a d personal no e x c l u y e el derecho de defensa soc ia l .

(2) L a fuente de e s t a s notic ias está en S ó c r a t e s , l ibro vir , c a p í tulo 13. L e s igue con a l g u n a s v a r i a n t e s favorables al P a t r i a r c a , Nicéforo Cal is to , l ibro x i v , capítulo 14.

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los judíos de Alejandría, es probablemente exagerado; pero Gibbon, que reduce el de los mártires, no se detiene a discutir esta cifra. El hecho histórico se reduce a estos tres capítulos sin exornaciones: 1.", que los judíos de Alejandría, llenos de furor contra el cristianismo, habían hecho matanzas de católicos, 2.", que San Cirilo reprimió su insolencia, cerrando sus sinagogas y expulsándolos de la ciudad; 3.", que el Emperador Teo-dosio, a despecho del Prefecto de Egipto, aprobó la conducta del Patriarca.

Sócrates refiere que la enemistad entre judíos y cristianos se declaró abiertamente con ocasión de un espectáculo público, en que hubo algunas riñas y muertes (el «accidental o deliberado tumulto» de que habla Gibbon); pero a esa ocurrencia se siguieron graves desórdenes. En vano el Patriarca previno a los principales judíos que si no se contenían en sus demasías serían seberamente castigados. Una noche salen los judíos con armas ocultas, y divisados para reconocerse, dando voces de incendio, y en medio de la confusión dan muerte a muchos cristianos. Indignado el Obispo, ocupa al día siguiente las sinagogas, y arroja de la ciudad a unos hombres ni desarmados ni desapercibidos, pero más audaces que valientes. El Patriarca elevó al Emperador una exposición de los hechos, que desgraciadamente no se conserva 1'. Algunos de los expulsos, convertidos más tarde al cristianismo, volvieron a Alejandría a ejercer allí sus industrias, sin que nadie les molestase; uno de ellos Adamando, médico famoso. Tal es, en resumen, la relación de Sócrates.

Por lo demás, la justificación de San Cirilo ante el Emperador, no ha de atribuirse ni a «debilidad del Gobierno» ni «a la superstición del siglo.» El Emperador Teodosio limitó las facultades de San Cirilo, privándole del derecho a escoger los parabolanos, y reduciendo considerablemente el número de los miembros de esta confraternidad, adictísima al Patriarca (2). A los principios del nestorianismo, Teodosio apoyaba decididamente al heresiarca, sus agentes ejercieron violencias contra los Padres del Concilio de Efeso, y trataron de estorbar la definición del dogma de la Encarnación. San Cirilo estuvo preso en Efeso por orden del Emperador. Al fin Teodosio se rindió al voto unánime de las Iglesias de Oriente y de Occidente, y San Cirilo volvió en triunfo a Alejandría como un nuevo Atanasio. Mas todo esto prueba que Teodosio no tenía particular afición a San Cirilo ni le favorecía; y poderosas razones legales y políticas—no un sentimiento de debilidad—le inclinaron a aprobar

(1) « U t i n a m literas C y r i l l i e x t a r e n t ! M a j u s e;e pondus q u a m furentes i l l i u s O r e s t i s apud recte sentiente.s obt inerent-> B o l l a n d o , Vita S. Cyrilli.

(2) C r n f r a t e r n k l a d f u n d a d a p a r a a s i s t i r a los enfermos y onte-r r a r a los m u e r t o s . G i b b o n o b s e r v a que estos p a r a b o l a n o s «por el oficio que t e n í a n e s t a b a n f a m i l i a r i z a d o s con e s c e n a s de inuertc» ; dando a sce?ies of death un d o b ' e sent ido , h o s p i t a l a r i o y s a n g r i e n t o , L a m i s m a t a c h a podría ponerse a las H e r m a n a s de l a C a r i d a d .

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la expulsión de los judíos de Alejandría. En las primeras persecuciones del cristianismo los israelitas se unieron a los paganos como Herodes y Pilatos en odio a Jesucristo, y con los paganos concurrían al circo y aplaudían el cruento martirio de los confesores. Sin embargo, al principio creían muchos que los cristianos eran sólo un rama de judíos. Poco a poco el mundo fue comprendiendo que los cristianos eran una sociedad universal, y los judíos sus más irreconciliables enemigos. Al principio del siglo m el Emperador Severo, a su regreso de Palestina a Egipto, al propio tiempo que se ensañaba en los cristianos, castigó duramente a los judíos de Alejandría: hecho que Gibbon olvida o afecta desconocer. Juliano, en odio a los cristianos, protegió a los judíos y les prometió reedificar a Jerusalén. Era lógico que los Emperadores cristianos tuvieran un criterio contrario al del Apóstata. La nación deicida, ni muere ni perdona, y es natural que no olvide jamás el nombre de Cirilo ni el de Justiniano:

— Nullus amor populis neo fcedera sunto,

En el punto de vista de los escépticos, qut debiera ser, yes de ordinario el de Gibbon, las disputas teológicas en que tomó tanta parte San Cirilo, fueron sólo una fiebre, una epidemia de aquel tiempo, que cobijó en Oriente todos los partidos religiosos. En este concepto a la causa general antedicha, y no a personal ambición, han de atribuirse los esfuerzos constantes del doctor de la Encarnación. Pero con criterio cristiano—y no hay otro que explique la historia de la Iglesia en todos los tiempos—San Cirilo con su firmeza y constancia admirables, coronó gloriosamente la misión de San Juan contra Cerinto, y de San Alejandro y San Atanasio contra Arrio.

Todas las herejías de los primeros siglos se reducían bajo una u otra forma a negar la divinidad o la humanidad de Cristo: negación más radical y profunda la primera que la segunda, aunque la segunda, nacida a veces más de fantástica ignorancia que de odio a Jesucristo (1), no dejara de atacar totalmente, por extremo opuesto, la verdad católica. Nestorio no hizo sino renovar la primera rama de herejía—la negación de la divinidad de Cristo, disputando a la Virgen Santísima el título de Madre de Dios. Tocábale a San Cirilo, oponiéndose a este error, afirmar enérgicamente la unidad de Cristo. De aquí tomaron pie los seminestorianos para suponer que San Cirilo, en el calor de la disputa, había incurrido en el extremo opuesto, en el apo-linarismo, una de las formas de la herejía que niega la humana naturaleza de Jesucristo, o la declara absorbida por la naturaleza divina. Nada más falso. San Cirilo exponía la doctrina católica con la mayor precisión teológica, sólo que a cada herejía, a cada determinada negación, corresponde determinada afirmación contradictoria. San Cirilo afirmaba contra Nestorio

(1) S a n L e ó n el G r a n d e d e s c u b r í a en E u t y c h e s m á s i g n o r a n c i a que m a l i c i a . Multum imprudens et nimis imperitas. E p i s . xjcviir.

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la unidad personal de Cristo, sin insistir de un modo especial en otras afirmaciones dogmáticas que Nestorio no rechazaba, o que tal vez acogía para extremar su alcance. Sin embargo, no por eso se ha de pensar que en aquellos documentos mismos escritos expresamente contra Nestorio, dejase San Cirilo de reconocer claramente la doble naturaleza de Jesucristo. Consigna terminantemente este sentimiento en su segunda carta al heresiarca. Sus doce anatematismos, tildados de apolinarismos por los seminestorianos, fueron adoptados no sólo por el Concilio de Efeso que proclamó a María Dei genitrix, sino por el de Calcedonia, que completó la definición del dogma declarando la unidad de la persona de Cristo en dos naturalezas. San Cirilo en sus cartas a Nestorio, y en las que dirigió posteriormente a los orientales (1) para reducirlos, como al fin lo obtuvo, a la unión de la fe, protesta que nunca hizo otra cosa que insistir en la misma doctrina católica que expuso en su libro sobre la Trinidad, por él escrito cuando presidía la iglesia de Constantinopla Ático, predecesor de Nestorio. ¿Qué más? Los Padres del Sínodo de Constantinopla que condenó a Eutyches (ano 448) porque negaba la distinción de dos naturalezas, leída el acta de acusación contra el extraviado monje prorrumpieron en esta exclamación: «¡Honor eterno a Cirilol Su fe es nuestra fe. ¡Anatema a quien no la profese! ¡Maldición sobre el que quiera quitar, añadir o cambiar nada en ella!» Los Padres del Concilio de Calcedonia (iv ecuménico) que confirmó la misma doctrina, exclamaron de igual modo: «Nuestra fe es la de Cirilo. ¡Honor inmortal a la memoria del Santo Patriarca!» Y luego que se leyó la famosa decretal de San León el Grande, la acogieron con estas aclamaciones: «Pedro ha hablado por boca de León. Su voz es la del Colegio Apostólico. Su creencia es nuestra creencia. León y Cirilo han enseñado una misma doctrina.» Puede bien asegurarse que después de algunos Soberanos Pontífices, no ha habido ningún doctor de la Iglesia que reciba de diversos Concilios ecuménicos tan unánimes y espléndidos testimonios de adhesión y respeto como Cirilo de Alejandría.

Los testimonios de los Papas y las tradiciones de la iglesia griega no son menos explícitos en favor de San Cirilo. San Celestino le dio el título de doctor católico, doctor del mundo le llaman los coitos, los teólogos le conservan el dictado de doctor de la Encarnación. En las Menaea de los griegos se ensalzan sus virtudes con varios himnos, odas y antífonas, tanto el 28 de enero como el 18 del mismo mes, en que le tributan también culto en unión con Atanasio, dedicándoles a entrambos iguales alabanzas. Y por último, en el Oficio recientemente dado por León xm se le apellida «defensor preclarísimo de la fe católica, lumbrera de la Iglesia oriental, e invicto mantenedor de la divina maternidad de la Santísima Virgen.»

(1) L l a m á b a s e orientales únicamente a los s u f r a g á n e o s del P a t r i a r c a de Antioquía. Gibbon emplea el término sin fijar su sentido restr ic to , dejando que el lector entienda que la oposición a S a n Cir i lo tuvo u n a extensión que n u n c a alcanzó-

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CARTAS ABIERTAS

A BRAKE (1)

Carta primera.

Medeliín, m a y o 21 de 1889

Mi querido B Hace algunos meses te dirigí una carta semiliteraria sobre

tu desdichado folleto Núñez poeta, que recuerda (por el título) el de Clarín, Cánovas escritor, u otros semejantes. La maledicencia literaria requiere ática agudeza, elegancia sostenida y uso sobrio de escogida erudición, para merecer aplauso y hacerse perdonar el mal encubierto veneno; y aun así, de este género de escritos se dirá siempre que el hecho aplace y el autor desplace. Conozco tus buenas partes, y me persuado que has escogido mala representación para tu estreno, sólo por espíritu de imitación : he deplorado tu extravío, y procuré, con amistad bien entendida, darte consejos saludables. Pero ni me has contestado, despreciando acaso desde esas alturas a tu antiguo consultor, ni veo que des señales de enmienda.

La Nación, que llegó ayer por el correo, trae un trozo de artículo tuyo sobre las Traducciones que ha publicado en ésa don Miguel Antonio. En este escrito te muestras más moderado que en el folleto, pero no dejas de incurrir en graves inconveniencias que, como a paisano y antiguo amigo tuyo (aunque mal correspondido), no pueden menos que dolerme. Algún elogio haces de paso a Caro, pero con displicencia y de mala gana, y luego le tratas con ciertos aires de suficiencia y superioridad que sientan mal en escritor novel.

Me llama la atención que no hayas, o no te hayan publicado sino una parte del artículo. Dicen aquí que ese escrito tuyo está destinado a un periódico de esta ciudad; que verá pronto la luz pública íntegro, y que allá salió sólo la parte pu-blicable en la capital. ¿Qué significa esto? ¿Qué contiene la parte que allá no corre ? El Director de La Nación dice no estar conforme con ella. No debe de ser muy favorable a don Miguel Antonio. ¡Ya lo creoI En folleto no faltaría imprenta que te lo publicase, y el anterior que soltaste contra el doctor Núñez (que vale algo más que Caro), lo está probando. Tampoco faltan en esa ciudad periódicos radicales, en que podrías

(1) Con ocasión de un ar t í culo sobre las Traducciones poéticas del señor C a r o , publicado por un conocido l i terato antioqueño, el señor Caí o, fingiéndose un p a i s a n o y c o p a r t i d a r i o del cr í t ico , e s c r i bió las presentes c a r t a s .

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echar de tu lomo escama. ¿ Será que aun ésos, aunque muy firmes en sus opiniones políticas, no quieren participar de tus injusticias literarias?

Pues yo de mí te diré que aunque antiqueño y liberal (no radical), no entiendo como tú el liberalismo ni el antioqueñismo. No apruebo que se profanen las letras convirtiéndolas en armas de partido, ni que te ciege el odio político hasta el punto de negarle a Núñez su talento extraordinario. La intolerancia católica es más justa; la Inquisición puso en el índice el Paraíso de Milton, no expurgado de los pasajes que contiene contra el catolicismo, pero el inquisidor más severo no ha sonado en negar a Milton el título de gran poeta. Baja toda bandera obliga la justicia, y lo cortés no quita lo valiente. Más antioqueno que tú me creo, puesto que me he quedado en mi tierra, y vivo aquí contento. Gutiérrez González es mi poeta favorito, y para mi está por encima de todos, porque canta e interpreta las cosas de mi tierra; con lo cual a nadie ofendo, pues entiendo que las glorias antioqueñas son glorias colombianas. Antioquia no fue ni será nunca nación independiente, porque Dios y la naturaleza la destinaron para formar parte importantísima de una nación llamada a grandes destinos. Y entiendo que se. sirve a Colombia ensalzando lo de nuestra casa y familia propias, pero no se sirve a Antioquia deprimiendo por sistema todo lo que es colombiano y no antioqueno; y no quiero que se diga que en estas montanas prosperan la ortiga ni el manzanillo; que no sólo no aceptamos como nuestras, glorias colombianas que no se circunscriben a nuestros límites departamentales, sino que las miramos con despego y con emulación de mala ley; que estamos dispuestos a acoger cuanto propende a deprimirlas; que no sólo no somos colombianos, sino que somos anticolombianos.

¿Qué se diría si cada capital rechazara lo de provincia, y cada provincia lo de la capital o de otras provincias? ¿Qué, si los de Cumaná mirasen de mal ojo a Bello porque era caraqueño, los de Cuenca a Olmedo porque nació en Guayaquil, los bogotanos a Gutiérrez González, a J . E. Caro o a Arboleda, porque el uno nació en La Ceja, el otro en Ocaña, el tercero en Popayán? Y aun en pueblos que fueron diversas nacionalidades independientes, ¿qué diríamos si dentro de Italia y España cada región no admitiese por bueno en letras sino lo nativo de su recinto, y repudiara todo lo que caiga más allá de su río o su montañuela humildes ? ¿Qué de los ingleses, más enemigos de la autonomía irlandesa, si no colocasen a Moore entre sus escritores de primer orden, y de los más apasionados autonomistas irlandeses, si renegasen de Shakespeare ? Los provenzales y los catalanes cultivan literaturas propias, porque cada una de aquellas regiones tiene su propia lengua, hija del latín, tan antigua como el francés y el castellano; pero no repudian la literatura nacional, y entienden cooperar a la gloria de la nación, en la inteligencia deque la Nación no pierde, sino gana, con abrazar maternalmente en su seno varias literaturas florecientes.

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¿Qué mucho si la República literaria es universal, si los franceses admiran al Júpiter de Weimar, a quien tú, con la familiaridad que con todo mundo gastas, llamas papá, y los alemanes leen y traducen a Víctor Hugo, que desde París los maldecía en el Año terrible ? Pues si esta justicia se hacen naciones enemigas, ¿no se la harán unas a otras las regiones de una nación misma, y de una nación joven que no está bastante crecida para hacer impunemente eliminaciones? Semejante tendencia nos llevaría a la guerra literaria de pueblo a pueblo y de familia a familia: especie de feudalismo no conocido. Se concibe en efecto el feudalismo político, como forma de barbarie, pero no ese feudalismo literario, porque feudalismo y literatura se oponen, porque la naturaleza de los espíritus cultivados es expansiva y generosa. ¡Nól ese sentimiento de antipatía regional en literatura no existe en parte alguna; y en Antioquia, aunque algunos, so capa de antioqueñismo y de federalismo absurdo, que a nada práctico conduce sino a alimentar desconfianzas, procuren hacernos odiosos, no predomina tampoco, no ha predominado nunca tal espíritu. Recuerdo que un papelito dijo aquí que Caro no servía sino para «palafrenero,» y que un paisano nuestro, en el Correo Liberal, trató de burlarse del «cocinero» Miguel. Lo que de Núñez dijo ese periódico no se puede repetir sin ofender el decoro. Pues bien, todos aquí, tú inclusive, reprobamos unánimes esas indecencias. Lo que extraño es que ahora pienses que lo que ahí no pasa por antinacional, puede pasar en Antioquia como cosa corriente. ¿Porqué no se te ocurre acogerte a los periódicos de Santander, del Cauca, de Bolívar o_de otro Departamento? ¿Porqué sólo el periodismo antioqueño ha de ser receptáculo de inconveniencias? Si amamos de veras a Antioquia con el corazón, y no con los labios sólo,'no debemos olvidar nunca aquella sabia máxima: «Respetad a los demás si queréis ser respetados y respetables»; y tratar de distinguirnos, como siempre nos hemos distinguido, por nuestros méritos y no por la detracción del mérito ajeno.

No me respondas diciéndome que hago malas comparaciones. En Colombia no tenemos un Shakespeare, ni un Goethe. ¡Demasiado lo sé ! Yo no hago sino establecer un principio de elemental patriotismo, que lo mismo se aplica a lo grande que a lo pequeño, cuanto más que estos conceptos, como todos los de peso y medida, son relativos en el mundo. Cada país tiene sus eminencias, aunque haya pocos Himalayas. Si el doctor Núñez no fuese un escritor y poeta eminente; si fuera de su historia política, de que aquí no trato, sólo hubiese figurado como fabricante o industrial, como autor de un adelanto material cualquiera en el país, no se justificaría un folleto destinado a probar que los productos de aquella fábrica eran inferiores a los de los Estados Unidos, Inglaterra o Francia.

Por lo que hace a Caro, ya sabes que no es escritor de mi predilección; que en materia de escritores hay también variedad de gustos, y entre gustos no hay disputas. Pero ni yo le niego sus méritos, ni me doy a la triste tarea de buscar tachas

E s t u d i o s l i te rar ios—M. A. Caro—12

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y defectillos en sus escritos. Sus Traducciones Poéticas no han llegado a mis manos, y nada, por tanto, tengo que decir acerca de ellas. Por lo mismo que no las conozco puedo apreciar mejor la naturaleza de tu mal llamada crítica, en que nos dejas a oscuras sobre la obra que examinas, y perfectamente enterados de tus vastos conocimientos lingüísticos.

Con la restricción, amicus Plato sed magis árnica veritas, quedo siempre a tus órdenes y besa tu mano.

MANUEL

Carta segunda.

Medellín, 23 de m a y o de 1889

Pusiste de epígrafe a tu folleto Núñez poeta dos versos de Schiller, traducidos así por Hartzenbusch:

De rac ional el título se borre A l que n u n c a en sus o b r a s h a p e n s a d o .

Eres uu germanizante desaforado: manía sólo interrumpida con citas del italiano Carducci, escritor pagano, cantor del buey, del asno y de Satanás, versificador atildado, que por su falta absoluta de idealidad no merece en rigor el nombre de poeta, y de quien tú andas enamorado, por la variedad de gustos que hace que se venda el calamaco verde, o por la fascinación con que emboba al estudiante de idiomas el primer autor que acertó a descifrar.

Por donde llego a persuadirme que en tu antinacionalismo entra por más el servil extranjerismo que el lugareñismo estrecho de que hablé en mi anterior, pues al mismo tiempo que no le dejas pasar a Núñez rimas de las que llamas pobres, todo lo alemán te parece divino, y te extasías con la falta misma absoluta de rimas y con el ritmo, para ti ininteligible pero no por eso menos admirable, de las odas bárbaras de Carducci.

Escrito anónimo con trocitos en alemán y versos de Carducci a cada línea, puede jurararse que es tuyo; y aun diríase que es este el rasgo característico de tu estilo, si al estilo perteneciera la elección o escogencia (como tú dices de las rimas) de lo que ha de copiarse.

Cuando no transcribes a Carducci, te enfrascas en una selva de citas alemanas, que mandas imprimir en la lengua original, con lo cual haces sudar más al cajista que a las prensas; te figuras que todo lo escrito en alemán es sentencia sabia y profunda, o bien que, porque aquí se estudia poco esa lengua, nos has de dejar a todos con la boca abierta al ver tus citas germánicas. No sé cómo habrás de componerte con Heine y Schopenhauer, a quienes sueles también citar, pues ambos declararon más de cien veces que el pueblo alemán es el más esto-

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lido del mundo, por lo cual no se ha permitido que en Dusseldorf se le erija estatua al autor del libro Alemania.

Yo admiro a los grandes poetas y escritores alemanes, pero no como tú, sólo por ser alemanes, sino por sus méritos individuales, y muy lejos estoy de participar del desprecio colectivo y apasionado que el autor del Intermezzo y el filósofo del pesimismo mostraron siempre hacia sus conterráneos.

Tenías que principiar tu sermón precisamente con texto de Carducci (que es tu San Pablo) o de autores alemanes, que son tus profetas. El que elegiste está «tomado» de Schilíer, y si no fuese por la inoportunidad te alabaría muy de veras el gusto, porque Schilíer honra las letras y a la humanidad. La sentencia es justa, aunque algo fortis in modo. Al principio de tu folleto dices que «los hombres de letras» usan siempre de «lugares comunes, sea a sabiendas.... o sin estudio alguno, porque les vienen a la mano.» ¿Cuál de estos dos sistemas de los «hombres de letras» sigues tú en tus citas? ¿Citaste a Schilíer a sabiendas? ¿Quisiste decir que el doctor Núñez no merece el titulo de racional porque no reflexiona en lo que hace? La opinión general es que el doctor Núñez es el político más vigilante y previsor, más medido en sus palabras y más preciso en sus cálculos. ¿O nos dices tú las cosas al revés para que las entendamos? ¿O has elegido aquella sentencia «sin estudio ninguno, porque te vino a la mano en la abundante trilla de tus conocimientos literarios?» ¿O es a ti a quien ex ore tuo, ha de aplicarse la campanada germánica con que empiezas tu discurso?

No sé, a la verdad, qué quisiste decir con la precitada sentencia; si pensaste o no pensaste; lo que puedo asegurar, y me propongo demostrar, es que te has metido a crítico sin averiguar previamente qué cosa es crítica, a qué personas o escritos puede aplicarse, y por quiénes y con qué condiciones ejercerse.

Tú confundes la critica literaria, seria, que sólo recae sobre escritores de nota, que generalmente se inspira en sentimientos de admiración y respeto, y sólo censura cuando viene al caso, con ánimo justiciero y sereno, y no por comezón de morder al prójimo, con la sátira personal, dictada a veces por una justa indignación, pero más frecuentemente obra de envidia y malignidad, y con la crítica gramatical y de menudencias de lenguaje, útil dentro de sus justos límites, pero ocasionada por las facilidades que ofrece, el manoseo de pedantes insufribles. Sainte-Beuve, Macaulay, Menéndez Pelayo son verdaderos críticos; lo es Clarín en sus artículos sobre Pereda, sobre novelistas franceses y otros, mientras que en los que dedica a Cánovas y al nuevo académico Commelerán se convierte en satírico mordaz, pero sin mezclar la intención seria y las burlas en un mismo monstruoso razonamiento. Villergas y Antonio de Valbuena son satíricos y críticos «menudos.»

Se me figura que el ejemplo de éste te ha hecho bastante daño; y como varios periódicos de Colombia reproducen sus Ripios, me temo que dentro de poco tengamos una plaga de Valbuenistas de panela.

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De crítica literaria propiamente dicha sólo tienes brevísimos pujos en uno u otro lastimoso parrafillo; de nervio satírico careces; para la crítica ligera de menudencias, te falta la agudeza y donosura que no dio naturaleza en dote a nuestra gente antio-queña, positiva y formalota, y te sobra la pesada carga de las citas alemanas. Eres un escritor sin carácter, y tus escritos colcha de sastre; pero en medio de ese abigarramiento, tus notas dominantes son la intención de ridiculizar a hombres de mérito y el prurito de ostentar tus conocimientos filológicos y lingüísticos, con pretextos traídos de los cabellos. Por estos lados me propongo mostrarte tu pasmosa incompetencia y llamarte al orden.

La sátira literaria se dirige contra los vicios introducidos en la literatura, así como la sátira moral ataca la corrupción social. Como obra literaria la sátira es impersonal, como lo son las que nos dejaron los maestros de la antigüedad en este género de composición, y en los tiempos modernos, en nuestra lengua, las de Forner y Moratín, premiadas por la Academia Española en 1778, La Comedia Nueva, la Derrota de los Pedantes y otras producciones del mismo Moratín, el Fray Gerundio de Isla, y aun las Fábulas de Iriarte, el cual dice:

A todos y a ninguno Mis adver tenc ias tocan.

La sátira literaria ha de ser impersonal, porque su objeto no es otro que desautorizar las escuelas corruptoras del buen gusto, ridiculizar las modas estrafalarias, extirpar los abusos y sandeces de todo linaje; no ridiculizar ni difamar a determinada persona.

La sátira dictada por un celo sincero de la verdad y la belleza, por la indignación que causan la propagación y triunfo del error y el vicio, merece hiéndelos hombres. El hábito de satirizar, por el gusto de descubrir faltas en el prójimo, acusa un ojo no limpio; la censura de los hombres de mérito mezclada con elogios de gente indigna, revela origen impuro; y el que no tiene otro oficio que deprimir eminencias y ensalzar nulidades, no se recomienda a la estimación pública.

Y aunque el censurado merezca serlo, si no se le zahiere con otro fin que el de ofenderle, la sátira sobre revelar mal carácter, implica deplorable pérdida de tiempo. Si los hombres de talento se dedicasen a criticar menudamente los defectos literarios de ajenas producciones, no tendrían tiempo para hacer otra cosa ni acabarían nunca su eterno comentario. Las producciones se dividirían en obras despreciables literariamente, y críticas más despreciables moralmente. ¡Adiós creaciones del genio, libros útiles, brotes ingenuos de la imaginación y el sentimiento! Quien sólo a criticar acierta lo que otros hacen, sin producir nada original digno de estima, carece de las más nobles facultades del espíritu, y es entre literatos inútil mal entretenido.

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Te recordaré a este propósito algunas de las enseñanzas consignadas por Villanueva en su Catecismo de los literatos:

«P. ¿Quién es el que inspira al literato deseo de hallar faltas en las obras ajenas?

«R. El amor propio. «P. ¿Quién le ayuda a encontrarlas? «R. La malignidad. «P. ¿Quién le alienta a publicarlas? «R. La vanidad. «P. ¿Cuál es el efecto de la sátira? «R. Degradar y envilecer a la persona que se satiriza, y

hacer en su fama un estrago que tarde o mal se repare. "P- ¿Qué se infiere de aquí? «R. Que es maligna soberbia ridiculizar con sátiras al hom

bre de mérito. «P. ¿Qué efectos produce la sátira personal contra un es

critor? «R. No enseñar a nadie, escandalizar a muchos, complacer

a los maledicentes, lisonjear a los envidiosos, y retraer a los sabios de escribir obras útiles, o al menos de publicarlas.

«P. ¿Cuál es la suerte del satírico? «R. Es envidiado de unos, aborrecido de otros, y de nadie

amado.-' La critica personal, satírica o humorística, sólo se justifica

cuando sin jugar armas vedadas en ningún caso, se propone, ante todo, corregir a muchos en cabeza de uno solo, o desengañar al público descubriendo las artes del charlatán que lo fascina; cuando para desbaratar una secta o pandilla, ataca al corifeo; cuando para encauzar una torcida corriente, se encara con el autor principal del extravío; cuando no perdona el bombo, el reclame, la perversión del culto de lo bello por el afán de lucro, y todos los manejos indignos de que se valen alas veces escribidores y periodistas para inflar reputaciones ilegítimas.

Justificaríase la sátira puramente literaria contra hombres tales como Góngora (poniendo siempre a salvo los frutos preciadísimos de sus horas lúcidas), que arrastró en su delirio más de una generación, llegando la ciega imitación de su sistema falso a invadir todos los departamentos de la literatura, y aun la cátedra sagrada. Justifícase con mayor razón la sátira contra Zola y otros tales que —como ha dicho Palacio Valdés (Introducción a la Hermana de San Sulpició),—detrás de las famosas teorías inventadas por ellos para publicar sus excesos, ocultan un pensamiento sórdido, siendo su procacidad consecuencia no ya de un sistema absurdo, sino de una premeditación comercial, pues saben por experiencia que en Francia, por desgracia, los libros en que se amontonaren descripciones brutales y frases obscenas se venden mejor que aquellos en que se respeta la decencia. ¡ Segura y tristísima señal de decadencia 1

Macaulay, abandonando la región serena de la crítica literaria, blandió el látigo satírico contra Roberto Montgomery, que multiplicaba las ediciones de sus poemas y ganaba mucho

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dinero, por medio de un bien organizado concierto de aplausos, a estilo de inventor de drogas. Los saludables efectos de la corrección dejáronse sentir luego. Cuando Macaulay preparaba una edición de sus obras, Montgomery le escribió rogándole que no incluyese aquel artículo, a lo que no accedió el gran crítico inglés, cometiendo así un exceso de justicia penal que no debemos aprobar.

Merecen asimismo seyera crítica los editores de libros, y en especial de periódicos, que ya explotando la curiosidad pública con escritos de sensación, ya la vanidad de autorcillos a quienes hacen pagar caro la publicación o inserción de sus engendros, divulgan sandeces de todo linaje.

Pero no ha3r crítica satírica tan plausible y necesaria como la que persigue a los criticastros, payasos de críticos y polilla de la República de las letras; a los espíritus escépticos y malignos, que eligen por blanco de sus burlas a escritores de conciencia, buenos o malos como tales escritores, pero siempre respetables por su sinceridad. La contracrítica es guerra a la guerra, y veneno insecticida. Jesucristo mismo que nos enseña a ser mansos y humildes, trató con dureza, al par que a los avaros, a los que usurpan el poder de juzgar y buscan siempre la paja en el ojo ajeno. Tú sabes que soy incapaz de odios, pero tu manía roedora me saca de mis casillas, y como entre los de tu especie descuellas por tu audacia, quiero escarmentar en tu cabeza a todos tus congéneres, bien entendido que te dejaré descansar cuando prometas enmienda, y seré el primero en ayudarte en cuanto de mí dependa, para que dediques tus facultades mentales a cualquier ocupación honesta.

Ya ves en qué condiciones y contra qué especie de escritores únicamente es lícito ejercer la sátira literaria: cuestión previa en que hasta ahora no has pensado, a pesar de la sentencia de Schilíer.

El doctor Núñez (y prescindo aquí de su alta respetabilidad personal como caballero sin tacha y como primer Magistrado) no puede ser en ningún caso, como poeta, objeto de un ataque satírico honrado. Porque si el doctor Núñez es un poeta distinguido, en este caso es acreedor a una crítica seria, elevada e imparcial, que estudie el conjunto, sin perjuicio de examinar los detalles y señalar los defectos (de que nadie carece) junto con las bellezas, con imparcial criterio; y no a una crítica ratonesca como la tuya, que no encuentra nada bueno, que supone que todo es pésimo, que jamás se eleva a la región del pensamiento, que anda buscando aquí y allá palabritas, cacofonías y rimas pobres, mezclando todo esto con insultos al personaje político, citas alemanas a destajo, y Odi barbare di Giosué Car-ducci. Si Núñez es buen poeta, o siquiera mediano, tu crítica, que le declara absolutamente malo, es por la cuenta absolutamente injusta y te hace poco favor.

Ahora, supongamos que Núñez es tan mal poeta como tú dices sin creerlo. En este caso tampoco hay razón ninguna para atacarle en ese terreno, sino dadas algunas de las condiciones

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indicadas: si es funesto innovador y ha fundado una escuela viciosa; si es corruptor del buen gusto; si se vale de arterías o supercherías para acreditarse como poeta y ganar dinero. Pero Núñez es precisamente el tipo contrario a todas estas miserias. Como periodista ha ensenado prácticamente la elevación de miras, la severidad de juicio, la profundidad, la sencillez, la naturalidad, la precisión, la sobriedad, nadando contra la corriente de la énfasis, la hinchazón, la afectación, la palabrería revolucionaria, a que tan propensos hemos sido. Mucho bien ha hecho con su ejemplo en largos años, ¡y ojalá pudiésemos decir que como publicista ha fundado escuela! Bien podrías por virtud—si abrigases algún sentimiento de justicia,- o siquiera por cálculo para disimular tu mala pasión, haber concedido algo al escritor político eminente.

Tú no hablas por ahora sino de Núñez poeta. Pues bien, el doctor Núñez no ha escrito versos por hacer viso, sino por satisfacer una necesidad de su espíritu, por vocación irresistible. Muy de tarde en tarde ha enviado a los periódicos que han solicitado su colaboración, uno u otro de sus poemas bajo el seudónimo Wenzel, o firmados R. N., o enteramente anónimos. Canta, porque piensa y siente. Lejos de haber sido sus poesías en sus manos «utensilio político,» como dices neciamente, de algunas de ellas se han valido sus enemigos políticos para calificarle de platónico o de escéptico. Apenas se presentó su candidatura a la Presidencia en 1875, sus adversarios sacaron a relucir su poesía Que sais-je? Nadie entonces ni después ha alegado en favor del político sus concepciones poéticas. Créese que los poetas son malos políticos, y esta es realmente la regla general. Además, la variedad de facultades en un mismo individuo suele perjudicarle en la fama que por alguna de ellas merece. Al que gana legítimamente dos primeros premios, el público le concede un primer premio y un accésit. Dentro de la literatura misma ocurre este fenómeno. Ahora mismo leo en una revista inglesa que examina el libro de Mr. Gosse, Poetas ingleses: «A Scott se le pone por debajo de Gray como poeta lírico, no porque Gray escribiese mayor número de versos buenos que Scott, sino porque Scott, fuera de lo mucho bueno que escribió en verso, dejó también muchas otras producciones de inferior mérito, y porque la fama de Scott como novelista eclipsó un tanto la que mereció como poeta, aunque no por eso dejó ni dejará ésta de ser grande.» Si Núnez no hubiera escrito un verso, nada absolutamente habría perdido como hombre público, antes se habría ahorrado por ese lado algunas contradicciones que al cabo se estrellaron en la evidencia de su genio demostrada por los hechos cumplidos. Al principiar su gran campaña vosotros decíais: «Ese es un poeta, verdadero poeta, y nada más que poeta, incapaz de gobernar.» Y ahora dices tú: «No ha sido nunca poeta; sus dudas y sus sueños eran cosa fingida.» Naturalmente os duele confesar que hay dos, y hasta muchos Núñez—thoasand minds—m uno: el que reconocíais antes y el que ahora reconocéis gruñendo. La

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rabia explica este cambio de posiciones. Cuando el doctor Núñez ocupaba en política lugar secundario, su gloria poética se destacaba con mayor brillo que ahora (dígalo el frenesí que produjeron sus versos Todavía), no obstante que sus mejores poesías son sin duda algunas de estos últimos tiempos. Cuando empezó a crecer como hombre público, su fama de poeta le estorbaba, y tuvo que oscurecerse bastante para abrirle paso en su triunfal carrera. Tal es la ley de las compensaciones. Pero hombre, no añadas que aquellas poesías, aquellas ficciones que no confrontan con la firmeza y decisión que luego ha demostrado el doctor Núnez, eran un «utensilio político.» ¿No ves que incurres en una contradicción vergonzosa?

Núñez ni pide ni paga elogios para sus versos; no confunde su carácter público con su condición privada; a nadie, en Palacio, ni en su retiro a orillas del mar, lee sus versos ni le pide concepto sobre ellos. No es la vanidad su flaco. Ya ves que estando él en la cumbre del poder tú le ladras al poeta, y él no te hace ningún caso, y nadie sale a reprenderte, excepto el distinguido poetajosé Ángel Porras, que encomiado por ti, como superior a Núñez, ha tenido el buen gusto de no aceptar la complicidad en que quisiste enredarle. Aquí, como dice Porras, la literatura no es profesión, nadie gana dinero por ese camino; así que no es labor patriótica morder a los más conspicuos y desinteresados cultivadores del arte. El doctor Núñez no ha hecho nunca granjeria de sus escritos, ni siquiera ha querido reportar el legítimo, aunque escaso, beneficio que pudieran proporcionarle sus obras; mientras que tú, poniendo a vender tu folletito de 30 páginas, a 40 centavos el ejemplar, tratas de explotar el nombre de aquel a quien satirizas, que es lo único que puede hacer que se venda tu producción mezquina; pues nadie ha de preguntar: «¿Qué piensa Brake?» sino «¿Qué dirán de Núnez?»

Sólo yo no te desprecio; sólo yo te he llamado al orden privadamente, y como veo que reincides, y que algunos periodistas tienen la debilidad de autorizar tus travesuras y que empiezas a representar la mala casta de los criticastros, salgo ahora a reconvenirte en estas cartas abiertas al público.

Para disculparte dices de paso que la poesía Que sais-je? —impresa hace ya largos años en una revista que se publicaba en Francia, y a la cual poesía vosotros habéis sido los más empeñados en dar celebridad—está volviendo escépticos a los creyentes. |Qué ridículo temor! ¡qué mojigatería! exclamaría aquí cualquiera; y es verdad que vosotros no tenéis inconveniente en volveros mojigatos cuando os conviene. Díganlo el célebre artículo Responsabilidades del partido conservador, y otras homilías semejantes, que predicáis de cuando en cuando, aunque siempre con mal éxito. Pero ni aun este papel sabes hacer; tú mismo te encargas de demostrar tu inconsistencia y vaciedad, pues en la misma línea en que consignas tu piadoso temor, te burlas de la Iglesia Católica, deshaciendo la disculpa mala y única que acertaste a discurrir para cohonestar tus in-

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tenciones; y a renglón seguido, para contradecirte siete veces en media página, declaras que la duda de Núñez no es sincera ni sirve para nada; que la buena es la que constituye una «dolencia aguda» del espíritu, y ésta la que ha formado (para lo cual debe ya de ser «crónica») grandes poetas; que hubo «una mente desconfiada y escépticaque se llamó Rafael Núñez» («dolencia aguda»); pero que Núnez no es tal cantor de la duda, ni es hombre de dudas, ni vacilaciones, pues no ha dudado ni vacilado en irles a la mano a los perturbadores del orden público. Y luego dices, en son de elogio, que Antonio José Restrepo, metido a escéptico, «soltó su inspiración (como quien suelta un caballo al potrero) por aquellos campos de Dios (los de la duda), y tuvo la honra merecida sin duda, de ser llamado digno discípulo del maestro» (Núñez). Pero aquel paisano nuestro y amigóte tuyo, ha dejado muy atrás a su maestro, y se ha convertido en un astro de primera magnitud.... probablemente en sus invectivas en prosa rimada contra el cristianismo, y su folleto magistral en el género maratista, sobre los misioneros del Caroní.

Hijo mío, te digo que tienesjma cabeza para crítico, capaz de hacérmela perder si me empeñase en seguir tu lucubración sin hacer aquí una pausa. Dejóte demostrar en esta carta que nadie—y luego te probaré que tú menos que nadie—tiene derecho a satirizar a Núñez como poeta, del modo que has pretendido hacerlo ; que en cualquier hipótesis que se adopte, no has obedecido a justos ni honestos móviles, y que tu crítica se vuelve contra ti para condenarte, siendo tú el mayor enemigo y la única víctima de ti mismo.

MANUEL

P. S.—Después que despaché mi anterior, un amigo me ha traído El Trabajo, que en ésta publica Fidel, de 13 de los corrientes, en el que está publicado íntegro tu artículo sobre Traducciones poéticas.

Allí citas, sin venir para nada a cuento, y como eminenc'as todas iguales, a Papá Goethe (sic), a Schiller, a Heine, a Kor-ner, a Ruckert, a Rodó, a Luisa Bartolini.... y tres o cuatro veces distintas a Cerruti.... digo Carducci.

Carla tercera.

Mede:iín, 4 de junio de 1889

No me propongo con mis cartas proporcionarte notoriedad ni tampoco una mortificación estéril. Lo que indirectamente resulte de mi correspondencia, no lo sé. Tomo por ejemplo los abusos de tu pluma, para censurar principalmente la debilidad o complicidad de los periodistas; y hágolo así aunque médico,

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y no literato de profesión, porque veo que personas compete-tes, sea por indolencia, por caridad mal entendida u otro motivo, toleran y callan.

Basta cierta sindéresis para que un enfermo note que el medicastro que ha llamado es torpe, y que sus medicinas le empeoran sensiblemente; para que un poderdante advierta que su apoderado dirige mal sus negocios y lo arruina; para que cualquiera comprenda que el consultor de misa y olla a quien acude no acierta a desatar sus dificultades. Estas cosas se sienten; y eso mismo me basta a mí para conocer lo iliterario, lo vano, lo desalumbrado e injusto de tus críticas, y que tú y tus semejantes lo echáis todo a perder cuando cogéis la pluma y nos explicáis literatura.

Pero es cierto, al mismo tiempo, que sobre una obra teológica, o filosófica, o jurídica, o médica, no se atreverá a disertar en público quien no haya estudiado bien la respectiva materia; mientras cualquiera escribe aquí crítica literaria con el mayor desenfado. ¿ Porqué? Porque en estos asuntos se equivoca el sentimiento y la opinión libre con el juicio ilustrado y reflexivo.

Hay pueblos dotados de particular sentimiento estético y de inclinaciones artísticas naturales. El público, por lo demás, cualquiera que sea, compra a la puerta del teatro el derecho de aplaudir o silbar como le plazca. Pero no todos los que recorren con atención una exposición de cuadros, no todos los que salen del teatro o de un ateneo tarareando pasajes de una ópera o repitiendo versos de un poema, pasan bonitamente a las redacciones de periódicos o revistas a depositar sus impresiones. Bien creo que muchos de ellos poseen una condición esencial y sine qua non para juzgar en materia artística, la de «tener alma,» que al parecer no tienen o a que diríase que han renunciado muchos pedantes; pero aunque es indispensable cosa el tener alma para juzgar en asuntos que piden sentimiento, no todos los que tienen alma son escritores, ni críticos de arte.

Si el periodismo es esquina en que todos escupen tinta, o «campo neutral,» como decía otro, donde riñen gallos, sin responsabilidad del director de la publicación, retiro todo lo dicho, te concedo la razón toda, y acabóse. Pero yo no acepto ese concepto del periodismo, que sería cosa de volver al tema de Rosseau y preferir la vida selvática a la civilización. El pasquín no es periódico, aunque revista sus formas exteriores, como las han revestido El Correo Liberal, tu Sanción y todos esos papeluchos que ahi se han publicado y se publican para escándalo y vergüenza de esa capital y del país entero. El periodismo es otra cosa. Los que en periódicos escriben crítica de artes y de literatura deben ser personas de alguna competencia especial, aunque no sea muy alta, pero al fin especial y alguna, que los ponga, a cada cual en el ramo que se le confía, sobre el nivel medio, o por lo menos sobre el más bajo nivel de los lectores. El periodismo es magisterio, y no es tolerable que pretenda ejercer las obras de misericordia al revés, «enseñando el que no

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sabe y dando consejos el que los ha menester.» Algunos piensan que esta abominable inversión es uno de los rasgos característicos del radicalismo.

Sea como fuere, debemos convenir, si no hemos de incurrir en absurdos, que el ejercicio de jurisdicción y magisterio requiere competencia. Conciencia, ingenio, delicadeza, doctrina, diestro manejo del idioma, tales son las dotes de crítico literario. Las obras que han dado renombre al escritor, si ya es conocido del público, o el valor del escrito que presenta, si es novel, son los títulos o la prueba por donde se acredita su competencia, y se hace acreedor a ocupar un puesto en el periodismo.

Si en todo caso el director de un periódico no puede autorizar a un crítico sin examinar sus antecedentes, o por lo menos sin leer y valorar el escrito que presenta, con mayor reflexión debe proceder cuando el aspirante, como tú, es de «rajar y jen-der,» y pretende satirizar a hombres respetables cuya gloria forma parte de la gloria nacional. En mi concepto a los criticastros mordiscadores y venenosos debiera proscribírseles de la República de las letras; pero aceptando, en gracia de discusión, cierto criterio laxo y hasta inmoral, diré que se explica, sin justificarse, la acogida que brindan algunos periódicos a satíricos como un Gallardo, un Villergas, un Antonio de Valbuena, por la propiedad, gracia y destreza en el manejo del idioma; por su agudeza y gracejo indisputables. Malo, remalo es divertir al público a costa de un hombre de mérito; pero al cabo el público se ríe; y yo te digo que ni sabes la lengua en que escribes, ni te ha llamado el diablo por el camino del chiste.

Cuando el General Mosquera se acercaba en 1861 a esa capital, presentóse en su campamento a tomar servicio un lancero de ios llanos de Venezuela. Pregúntesele qué grado tenía en la milicia: «Ahí verán mi trabajo,» contestó, y «me darán el grado que merezca.» Su trabajo «a lanza» fue realmente maravilloso en la inmediata batalla, y figuró luego como General en el escalafón revolucionario. Valbuena es un lancero de pluma que a cuantos topa derriba, destripa y desbarata; su trabajo ha sido prodigioso, y se le ha conferido el título de general. Pues yo te digo, que ni eres, en letras, militar de veras a lo Moltke, ni llanero a lo Landaeta.

Fuera de que, si bien se mira, la comparación entre uno y otro género de guerra no es exacta ni es justa. El llanero consabido hería y mataba ofreciendo el pecho al enemigo armado, y exponiendo a cada momento su vida; mientras que el criticastro satírico que, como regularmente sucede con esta casta de murmuradores públicos, no ha escrito obra alguna por donde pueda a su vez ser criticado y redargüido, se presenta invulnerable, más que Aquiles, por lo aéreo e innominado, semejante al que fuera admitido en una casa de juego con derecho a arruinar a los demás, y sin fondo alguno con qué arrostrar las pérdidas ni obligación de pagar en ningún caso. El criticastro de menudencias no lucha cuerpo a cuerpo, coloca a su enemigo en la postura que le conviene, y acométele a mansalva, eligiendo la

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parte flaca, por donde ha de herirle, el lunar, el defectillo, que hade abultar como objeto de sus burlas y chocarrerías. ¡No es eso hidalgo, a fe mía!

Ningún grande hombre ha sido grande para su camarero; y no hay poeta eminente que resista a esta especie de ataques, ya porque la hermosura perfecta no existe en lo humano, ya porque lo mismo en la naturaleza que en el arte, detalles hay que concurren a la armonía de un cuadro, y vistos aislados pueden parecer hasta monstruosos; y cuando sólo se considera lo débil, lo defectuoso, o cuando se aplica el microscopio, el conjunto desaparece, la belleza se trueca en fealdad; y el odio y ja envidia proclaman su triunfo sobre la benevolencia, la admiración y el entusiasmo.

Recuerda las burlas de que han sido objeto Homero y Shakespeare, quizás los mayores poetas del mundo. Ya habrás visto la lista de sandeces de loco que algún curioso ha entresacado de las obras de Víctor Hugo. No niego que tales extravagancias merecen censura, pero' no para disputarle a Víctor Hugo el título de poeta, no para mostrar lo malo y ocultar lo bueno, sino para corregir la ciega imitación.

Tomemos entre los poetas españoles a Fray Luis de León, príncipe de la lira castellana en concepto de los mejores críticos. ¡ Cuántos versos flojos, duros, cuántas de aquellas rimas pobres que tanto te preocupan, hallarías en él si quisieras cebarte en poetas de otras naciones y no en tus compatriotas! Pero un crítico verdadero como Menéndez Pelayo te saldría al paso diciéndote: «¡ Cuánta poesía hay en cualquiera de sus audacias de lenguaje! ¡Qué majestad antigua en medio de su aparente llaneza! ¡Qué vulgarismos tan poderosos y tan empapados en la realidad! Cada palabra es una revelación Otro cuente los versos duros y las rimas falsas; por mi parte aseguro que nunca llegaremos los españoles a penetrarnos del sabor de lo antiguo hasta que rompamos con la tradición altisonante y académica del siglo pasado, y aprendamos a apreciar el tesoro que tenemos enterrado en nuestro más grande y menos entendido poeta.»

Abre a Bello, y en sus admirables Silvas americanas encontrarás pasajes tan prosaicos como este sobre la jura de Valencia :

Y entre devotas preces que d i r i g e A l c ie lo , autor de l a concordia , el c lero , E n nombre del presente Dios , en n o m b r e D e su m o n a r c a y de su honor, a v is ta D e e n t r a m b o s b a n d o s y del pueblo entero . A los que t i ene puestos y a en l a l i s t a D e p r o s c r i p c i ó n , f r a t e r n i d a d promete . C e l é b r a s e en esp léndido b a n q u e t e L a paz, los b r i n d i s con r i s u e ñ a c a r a R e c i b e . . . .

Hallarás también, para espeluznarte, rimas como las de este bellísimo final de uno de los trozos más hermosos de poesía castellana:

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O del cocuy l a s luminosas huel las V i e s e c o r t a r el a i r e tenebroso, Y del lejano t a m b o a mis oídos Viniese el son del y a r a v í amoroso.

La común opinión considera a Núñez de Arce como el más vigoroso al par que más atildado y perfecto lírico español contemporáneo. ¿Quieres burlarte de él? No tienes masque preguntar qué vale un poeta que en la más célebre de sus poesías empieza seriamente quejándose de la mala administración de correos:

Ni c a r t a s ni periódicos recibo.

Y no creas que hay tal administración de correos ni cosa parecida. Te pongo este ejemplo para probarte que los profanos (el público) estamos en el secreto de la fácil prestidigitación con que Valbuena coge un trapo y lo vuelve de un lado y otro mostrando lo que es, y luego coge un reloj magnífico y lo vuelve trapo también entre las manos.

Valbuena acostumbra mezclar poetas distinguidos con versistas ramplones, criticándolos a todos por un mismo sistema zumbón, para acreditar con la parte justa de sus reprimendas, la injusticia general, y la particular en ciertos casos. Tú, infinitamente menos hábil y mucho más injusto, pretendes deprimir a un hombre como Núñez, poniéndolo por debajo de escritorzuelos adocenados. Valbuena hace buenas caricaturas, y tú remalas, por falta de chispa cómica y de destreza en el dibujo. De un modo u otro, ambos barajáis hombres y cosas que no debieran andar juntos, para impresionar la imaginación de los lectores con este manoseo irreverente y democrática nivelación que procuráis introducir en literatura.

MANUEL

Carta cuarta.

Medellín, junio 11 de 1889

Ahora te he de contar, si estás despierto, el sueño que tuve anoche. Parecióme verte en el Despacho del Director de alguna publicación literaria, o parte literaria de algún periódico; y allí, invisible, presencié el siguiente interrogatorio, diálogo o quisicosa.

Director—¿Y qué especie de escritos son los que usted nos ofrece?

Brake—Escritos de crítica literaria. Director—-Ya me había dicho usted que es crítico. Me ex

plico: ¿qué especie de crítica es esa en que usted se ejercita? Brake—Le diré a usted. Yo tomo una obra literaria y anoto

todas las faltas de gramática y de métrica que encuentro. Como

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la crítica se reduce a comparaciones, pongo ejemplos de escritores extranjeros, alemanes e italianos, para mostrar el verdadero camino. Así, por ejemplo, si el autor que examino trae una traducción defectuosa, copio un pedazo de otra de Heine por Carducci, para enseñar cómo ha de verterse al español un poeta, y luego espolvoreo algunos chistes.

Director—Mal sistema, francamente. Le hablo a usted como viejo periodista, y con la autoridad de la larga práctica del oficio, le indicaré una regla capital. El escritor, y especialmente el periodista y el crítico, ha de olvidarse de sí mismo y ponerse siempre en el punto de vista del interés del lector. No escribimos para poner certamen ni ostentar erudición impertinente, sino para satisfacer las necesidades intelectuales del público. Figúrese usted, que usted tiene en París un corresponsal pagado para que le dé una idea de las mejores obras que se publiquen sobre tal o cual materia; naturalmente usted no quedará contento si ese corresponsal sigue el sistema que usted me dice que practica, yéndose por los cerros de Ubeda con bobadas gramaticales y citas de poetas persas. Las revistas de libros son informes imparciales' y precisos sobre las obras que merecen llamar la atención, entre la masa inmensa de la producción tipográfica.

Brake—Según eso, usted condena las disertaciones gramaticales.

Director— Condeno las gramatiquerias pedantescas, como manía ridicula que puede dar al traste con el mejor entendimiento. Admiro la verdadera filología, que es ciencia difícil y profunda, e íntimamente enlazada con las demás ciencias y con la historia, y gusto de las gramáticas y obras de crítica gramatical escritas por personas competentes, que a decir verdad son rarísimas en los países de lengua española. Pero cada cosa tiene su oportunidad. Discretas observaciones gramaticales vienen muy bien en algunos escritos de crítica. Pero una disertación gramatical no es artículo crítico ni bibliográfico. Y líbrenos Dios de que la gramática absorba la literatura, que sería en lo profano como en lo sagrado que la liturgia absorbiese la teología en todas sus ramas.

Brake—Veo que usted condena también los estudios de crítica extensos como los de Macaulay o Menéndez Pelayo.

Director—No me atribuya usted herejías. He hablado de periódicos. Los estudios críticos extensos son más propios de la revista o del libro. Pero si viniese un Macaulay o un Menéndez a ofrecernos escritos inéditos extensos, nos apresuraríamos a publicarlos, aunque fuese necesario hacer una edición extraordinaria del periódico. Y esos mismos estudios no se excluyen de aquella regla capital que dije; sólo que se destinan a una clase especial de lectores. Los autores que usted nombra se proponen estudiar un escritor, su escuela, su época; escriben largo y tendido por la abundancia del asunto, no por el flujo de hacer viso, y aducen cuanto concurre, natural y no forzadamente, a ilustrar la materia, sin pretensión ni esfuerzo. Por eso

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se leen con deleite y con provecho. ¡Qué diferencia entre esa erudición sabia, bien digerida y bien ordenada, que obedece a la razón y no sirve a la vanidad, y esa otra erudición de segunda mano, sacada de enciclopedias como la de Larousse, inconexa, aberrante y fatua, que deslumhra a los tontos y a los doctos da náuseas, y a nadie instruye ni deleita!

Brake—Yo no imito a Macaulay; procuro más bien seguir las huellas de Clarín y Valbuena, que son críticos más en boga.

Director—Me permitiré darle a usted otra regla. El escritor debe seguir los impulsos de su genio, por supuesto respetando todo lo que merece respeto. La imitación del antiguo, en literatura como en artes, es sólo un ejercicio útil de educación estética. Todo remedo es malo; el servilismo extravía; y el remedo de ciertos escritores es particularmente peligroso, como el de ciertos santos, San Benito Labre, por ejemplo, para el que aspira a la santidad. Clarín tiene mucho talento, sólida instrucción literaria, y escribe divinamente. Pero en ocasiones, tratándose de ciertos personajes políticos, es apasionado y mordaz. El talento y la ciencia no se imitan; el primero lo da Dios, la otra se adquiere con el estudio y la experiencia. Por manera que quien no tiene estas dotes y se pone a remedar al que las tiene, lo imitará mal, y sólo en lo malo. Valbuena es un escritor sui generis, incapaz de admirar (¡qué desgracia!), porque tiene por dentro unos ojos que le hacen mirar todo ridiculo. Nació para hacer caricaturas con la pluma, y no se le puede negar el gracejo natural. Pero eso tampoco se imita, y no hay cosa tan desgraciada como el remedo de la gracia, que es de naturaleza espontánea.

Brake—Estas cuestiones nos llevarían demasiado lejos, y yo no tengo interés en sostener ningún sistema. Tengo bastante flexibilidad para acomodarme al espíritu y prácticas del periódico. Uted podrá darme sus instrucciones o reglas generales para mi gobierno.

Director—Está bien. Pero, ante todo, ¿dónde están las pruebas que acrediten su competencia de usted como escritor?

Brake—Mis lenguas, señor. Director—¿Malas lenguas? Brake—No, señor; idiomas digo. Yo sé italiano, inglés,

muchísimo alemán, y aun presumo que algo de latín.... Director—Quiere eso decir que usted es poligloto, y que

podrá servir de intérprete y aun de traductor si sabe bien el castellano; pero no se sigue que sea usted escritor ni crítico. Conozco poliglotos incapaces de escribir bien una carta. Puede usted saber la química de los colores, y no ser pintor; haber estudiado matemáticas, y no ser militar. Lo que hay que ver son sus obras de usted, impresas o siquiera manuscritas.

Brake—Mis obras u opúsculos son. Núñez filósofo, orador y critico; Una chistera blanca: Evocación espirita; en tranvía : callejeando....

Director—Raros títulos, por cierto. ¿Y dónde están estas obras para verlas?

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Brake—Están inéditas.... o mejor dicho, en proyecto. Director—Obras en potencia, o futuros contingentes, quorum

infinitus est numerus. Obras impresas o siquiera manuscritas, le he dicho a usted. ¿No está usted viendo?....

Brake—Permítame usted. Tengo una impresa, intitulada Núñez poeta. Aquí está, puede usted verle con sus ojos. No es larga; son apenas treinta y ocho páginas, de pequeño formato y en letra gorda. Si usted quiere, puede hojearla.

Director—Bien. Léame usted una o dos páginas; pero ha de ser con la condición de que lea despacio, y de que yo he de hacer las observaciones que me ocurran, sin que usted se me amostace, pues yo pertenezco a la escuela de don Pedro, y no a la de don Antonio de la Comedia Nueva de Moratín....

Brake—Que me place. Oiga usted.

En otra carta te contaré lo demás del sueño. Entretanto, te recomiendo la paciencia, que también tengo yo que gastarla para escribirte, robando tiempo a mis ocupaciones profesionales. Tú y tus amigos os habéis acostumbrado a injuriar y zaherir impunemente a personas respetables, y es bueno que empecéis a oír algunas verdades.

MANUEL

Carta quinta.

Medellín, junio 13 de 1889

Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas.... Te dejé, en efecto, en la primera parte de mi sueño, con la palabra en la boca, en el momento en que sacando tu folleto del bolsillo, principiabas a leer la portada, lo cual sucedió de esta manera :

Brake—(Leyendo)—«Núñez poeta: artículos que comenzaron a publicarse en La Sanción....-»

Director—Veo que en esos artículos estudia usted a Núñez como poeta.

Brake—En ellos trato de probar que Núnez no es poeta ni es nada.

Director—En ese caso, en vez de la forma afirmativa, debió usted plantear la cuestión en forma interrogativa: Núñez ¿poeta? para resolverla negativamente.

Brake—Pero usted sabe que Clarín escribió un folleto o libro, Cánovas orador.

Director—Porque Clarín no niega que Cánovas sea orador, aunque no le guste el contenido de sus discursos. Pero de todas suertes, ni Cánovas es Núñez, ni usted es Clarín, y no tengo que repetir lo que me permití ya insinuarle a usted sobre la inconveniencia de esta especie de remedos.

Brake—Paréceme el punto de muy poca importancia. Director—Y lo es realmente, salvo la inclinación al remedo.

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En cuanto al subtítulo, no entiendo si son artículos que empezaron a publicarse y ahora se terminan, o artículos que empezaron a publicarse y quedaron inconclusos.

Brake—Confieso que no había yo caído en la cuenta de la ambigüedad, que también es cosa insignificante. En fin «artículos.... por Brake (B. S....).»

Director - ¿Cómo dice usted? Brake--Es mi seudónimo. Director—Ho lo apruebo.... Brake - Me parece en este punto la severidad de usted

excesiva e injustificable. Infinitos son los literatos que han escrito bajo el velo del seudónimo. Leopoldo Alas usa en sus obras el de Clarín, y entre paréntesis pone su nombre y apellido. Lo mismo Antonio de Valbuena en sus Ripios Aristocráticos.

Director—Libre es usted de encubrirse con seudónimos, de volverse inglés o ruso y escribir desde ¡as islas Marianas. Estas son estratagemas que el Derecho literario ha permitido siempre. Licuit semperque licebit; sed non.... Y aquí volvemos al remedo: Alas y Valbuena principiaron tanteando la opinión pública con el seudónimo, y después que lo acreditaron, dicen: «Ese soy yo.» Valbuena publicó la primera edición de sus Ripios bajo el nombre fingido de Venancio González, y en las nuevas ediciones, repitiendo ¡aportada de las anteriores, añadió su verdadero nombre entre paréntesis. Este procedimiento se explica por los antecedentes. Pero nadie usa dos nombres juntos desde su estreno. El público dudará cuál de los dos es el verdadero.

Brake—-No es el caso, porque ya yo había acreditado bastante mi seudónimo en un artículo publicado en El Telegrama sobre no recuerdo qué asunto—Acabóse la portada, y sigue a la vuelta un epígrafe en versos alemanes, texto original y versión castellana.

Director—Podemos prescindir de todas estas minucias. Brake— Pero no de la dedicatoria, que está en la hoja si

guiente, y dice: «A los egregios varones de la Academia Colombiana, uno de sus numerosos admiradores.»

Director—Lo de «egregios varones» me parece vieax style, por no decir cursi.

Brake—Pero, señor, ¿]no está usted viendo que la dedicatoria es burlesca ?

Director —¿Y cómo he de verlo si usted no me ha enterado en ninguna parte de que tenga cuentas con esa Academia ni motivos para burlarse de ella por modo tan extravagante?

Brake— No le diré a usted que Valbuena maltrata a la Academia Española....

Director—Pero no espetándole dedicatorias, sino críticas agudas, aunque en gran parte injustas.

Brake - Le decía a usted que no alego más el ejemplo de Valbuena en mi favor, para que no se hable más de remedos. En cierta tertulia soltó alguno no sé qué indirectas contra un

E s t u d i o s l i te rar ios—M. A. Caro—13

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allegado de los que estaban presentes, y reconvenido, contesta con mucha gracia: «Es que yo soy muy chancisto.» Quizá usted tenga algún entronque con esa maldita Academia, y por eso sin, citarle a Valbuena, le diré que disimule la chanza.

Director— Sin las generales de la ley, y aunque se tratara de alguna Sociedad.... que son de las que más me hacen títere,, le aseguro a usted que la ocurrencia de la dedicatoria es de mal gusto. Pero en fin, vamos al grano. ¿Hay prólogo? Podríamos prescindir de preliminares.

Brake— No hay prólogo expreso; pero empiezo sentando una teoría estética original, y arranco de este modo (lee) :

«Para los hombres de letras son los lugares comunes las gradas de la popularidad. Raro es que lleguen a esa cumbre los que no tengan el arte de usarlos, sea a sabiendas con la premeditada intención de ganarse el aplauso efímero de las turbas semiletradas, o sin estudio alguno, porque les vienen a la mano como la más ^bundante trilla en el campo de sus conocimientos literarios....»

Director—¿Cómo? ¿cómo? Tenga usted la bondad de repetir la lectura.

Brake—(Vuelve a leer). Director—Ordenemos las ideas. Hay un campo literario en

que se trilla. Allí van los literatos a recoger, estudiada o mecánicamente, los lugares comunes, que usted no toma en el sentido filosófico, sino en la común acepción de trivialidades y vulgaridades. No será pues el grano sino la paja lo que recogen. Pero, grano o paja, esos lugares comunes, esas trivialidades, si el que las recogió tiene «el arte de usarlas,» que debe ser arte fácil, se convierten en gradas, estas gradas conducen a una cumbre, y esta cumbre no tiene solidez, porque es apenas un ruido o aplauso pasajero. Parece que usted confunde el aura popular, que está abajo, con el templo de la Gloria, que está arriba; los actos premeditados con la intención de ejecutarlos, que puede ser deliberada, pero jamás premeditada; ciertas clases sociales semiletradas con las turbas ignorantes; las cosechas abundantes con la operación de trillar, en que no cabe abundancia.... Convendría que usted estudiara un poco la propiedad t'el idioma y el valor de los sinónimos.

Brake—Se anticipa usted a juzgar, sin enterarse del desarrollo de la teoría. Oiga usted lo que sigue:

«De aquí proviene una gran diferencia entre estas dos clases de escritores....»

Director—Le interrumpo. Estableció usted en el primer párrafo que el medio de adquirir reputación literaria es emplear lugares comunes: unos lo hacen espontánea, otros deliberadamente. Diferencia en el fuero interno; pero el acto externo, que es la trivialidad, el lugar común, es uno mismo. ¿ Qué otra gran diferencia ha de resultar?

Brake—La que usted va a ver (lee): «Hay unos que tienen el talento de estudiar paso a paso el desarrollo literario de sus

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lectores, y halagarlo con aquellas citas y muestras de erudición literaria, artística o científica, que andan más en boga o cuentan menor número de enemigos temibles....»

Director—Esos serán aquellos mismos que a sabiendas usan lugares comunes. Pero el talento que usted les atribuye no puede existir, porque supone retroactividad y ubicuidad, omnisciencia y omnipresencia. Seguir, no comoquiera, sino paso a paso, el desarrollo literario de una persona, es acompañarla en sus estudios desde la escuela, y conocer la historia de sus opiniones estéticas. ¡ Vaya usted antes de escribir, a seguir paso a paso el desarrollo literario de sus lectores 1 Empezando porque usted no sabe quiénes han de leerle, y si esos lectores son «turbas semiletradas,» como usted afirma, ¿ cómo le sigue usted el desarrollo literario o semiliterario a esa legión ? ¿ Y qué es eso de halagar el desarrollo literario de los lectores con citas? ¿Y qué citas son esas que cuentan con mayor o menor número de enemigos temibles ? No es eso lo que se necesita en esta redacción, y podíamos dejarlo aquí; pero ya me ha picado usted la curiosidad de ver a dónde va a parar.

Brake-Me prometo que usted reformará su juicio, y continúo leyendo: «A los tales no se les da un ardite de ponerse en contradicción con su conciencia, toda vez que las columnas de hojas bullangueras batan palmas a su prosa, y cunda por entre las multitudes ese favor insensato!»

Director— Quizás hay en ese lugar un error de imprenta. Probablemente usted escribió palmas que baten hojas, y el impresor estampó hojas que baten palmas.

Brake—No, señor; porque no son las hojas sino las columnas de las hojas quienes baten palmas. Y es figura de retórica, en que, como sabe usted bien, se pone el efecto por la causa. Las columnas de las hojas son los periodistas bullangueros que baten sus propias palmas a la prosa.... Y ahora veo que el error de imprenta no está sino en que pusieron prosa en vez de prosa o verso, que fue probablemente como yo escribí, puesto que en este cuaderno no me ocupo de la prosa sino de los versos del doctor Núñez.

Director—Todos los literatos famosos son meros zurcido-res de lugares comunes. Usted divide el género en dos especies o variedades: los conscientes (que a sabiendas son triviales y siguen paso a paso el desarrollo literario de los lectores) y los inconscientes. Pero hé aquí que a los conscientes, a quienes usted llama «los tales,» no se les da un ardite de ponerse en contradicción consigo mismos. Por manera que unos no tienen conciencia literaria y otros no tienen conciencia moral. Nuevecitos deja usted a todos los literatos. ¿A cuál de las dos clases pertenece usted ?

Brake—Podría excusarme de contestar, toda vez que, más que literato, soy crítico de literatos, pura y verdaderamente. Pero en todo caso, me pongo en la segunda clase, que describo en seguida de este modo (lee):

«Hay otros talentos verdaderos y nobles, que no se cuidan del público, y sin embargo lo halagan....»

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Director—El hombre que halaga, voluntariamente halaga. Querrá usted decir que sus obr?s se leen con gusto.

Brake—Lo mismo da. Es figura de retórica, en que se pone la causa por el efecto. (Sonriese el Director). «Lo halagan, y se dejan amar de él contra sus inclinaciones....-»

Director—(Aparte). (La inclinación a no ser amado ni dejarse amar).

Brake— «Pero el público no los estima en lo que valen, sino por los oropeles de! lenguaje....»

Director - (Aparte). En lo que valen por lo que no valen. Sra/ce—....«que ruedan en sus escritos entre aquellas ideas

sublimes y elevadas que no son alimento de las turbas a medio instruir.»

Director-Es decir, que ese público bestia se come la corteza y no traga el sublime meollo. Pero usted cree también que los oropeles no son corteza, puesto que ruedan entre las ideas. Debe de ser error de imprenta.

Brake—Es figura de retórica, en que se toma el continente por el contenido. —«¡Doiorosa y amarga verdad!».

Director-«Triste verdad!» querría usted decir. Y si ha de amargar y doler, sería mejor que amargase primero y después doliese.

Brake- Sí, señor: «Doiorosa y a narga verdad! El camino de la fama literaria en este siglo de las luces, no está sembrado de flores, como en los siglos clásicos de León X y de Luis XIV, ni de espinas, como en épocas de doloroso recuerdo, sino, pura y verdaderamente, de lugares comunes.»

Director—De manera que usted se declara entusiasta de los siglos clásicos, y enemigo acérrimo de nuestro siglo, que usted llama irónicamente «ele las luces.»

Brake—Pero no vaya usted a creerme por eso retrógrado ni católico. Soy radical progresista y anticatólico.

Director—Pues no entiendo eso, como tampoco lo del «camino de la fama,» sembrado de flores o de espinas (espinos sería menos malo) o de lugares comunes. Nuestro siglo tiene cosas malas y cosas buenas ; pero no hay duda que la literatura es hoy una profesión que da independencia, crédito y provecho positivo. Si eso no sucede aquí, no depende de lugares comunes ni de cosa parecida, sino de nuestra pobreza y atraso relativo.

Brake—Lo que sigue explica mejor mi pensamiento: «El arte en su más honda concepción es comida indigesta

para el mayor número; dicen que la ilustración y la cultura se endilgan por dondequiera en estos días postreros del siglo XIX, y ello es un exceso de optimismo que frisa en ceguedad o ignorancia. Los ingenios privilegiados que alcanzan a enseñorearse del arte, esas mentes poderosas que penetran cuanto es posible en las profundidades de la idea estética, y saben explicarla a los mortales, logran apenas un círculo reducido de admiradores, y están recibiendo de continuo las pedradas de la multitud....»

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Diredor—¡ Ave María Purísima! Mezcla usted cosas tan raras, palabras tan altisonantes con otras tan vulgares! Me chocó lo de las columnas de hojas que baten palmas a la prosa; pero usted se ha excedido a sí mismo, y esto de las mentes poderosas apedreadas de continuo, pasa ya de castaño oscuro. Mire usted: usted cree, en dos platos, que nadie hace caso de los grandes pensadores. Bueno está; pero ¿de dónde saca usted que el público se proponga apedrear, y apedrear de continuo a un hombre, sólo porque escribe libros que pocos leen y casi nadie entiende? ¿Qué especie de asonada universal y permanente es esa que usted condena? Diga usted más bien, en el orden lógico de sus ideas, que a los filósofos los tiene el vulgo por mentecatos y los deja morir de hambre.

Brake—Pero eso seria incurrir en un lugar común. Director- Ya veo que usted le huye al lugar común como

el gato al agua. Pero ¿qué pierde usted con incurrir en lugares comunes? ¿No ha dicho usted que no hay otro medio de ganar renombre? ¿ E s decir que usted se empeña en escribir para que lo apedreen? Pues no perpetre usted lugares comunes, si tanto horror le tiene a este pecado, y no escriba tampoco para que le apedreen, y estése quietito en su casa.

Brake - N o concrete usted la cuestión a mi persona, que ese es mal modo de argüir. Además, usted dice que no le gustan los tiquismiquis gramaticales, y no ha hecho más que criticar la gramática de mi escrito, sin fijarse bien en la teoría que expongo.

Director—Los yerros son más reprensibles en el que se erige en juez y maestro de los demás:

P r o c u r e ser en todo lo posible. E l qu: h a de reprender , i r reprensible .

Verdad es que eso que usted me ha leído hierve en galicismos e incorrecciones de lenguaje. Pero eso es lo de menos. Una cosa es la gramática y otra el buen sentido; cabe escribir cosas buenas con poca corrección gramatical; y la forma incorrecta hace desmerecer mucho a un escrito; pero de otro lado, el más insigne gramático escribirá pésimamente sino sabe escribir, o si no entiende la materia de que trata, o si no tiene ideas. Usted empieza por decir que la única base de la gloria literaria son los lugares comunes, y con perdón de usted, esa es una barbaridad. El genio, el talento, la riqueza de ideas, la originalidad, la inventiva, la elocuencia, el sentimiento, la gracia, eso es lo que da fama. Hay escritores que sin tener profundidad, se leen con gusto; ¿por qué? porque son brillantes, delicados, floridos, galanos, elegantes; por cualquier cosa, menos por la trivialidad, menos por los lugares comunes. Y partiendo usted de esa idea falsa y estéril, quiso exornarla y amplificarla, y no hizo sino despeñarse de extravagancia en extravagancia, amén de los galicismos e incorrecciones de lenguaje. Todo eso que usted me ha leído está muy mal escrito, no sólo por las faltas de gramática, sino porque está muy mal pensado, y ésta

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es nulidad insanable. Si usted sabe lenguas extranjeras, podría ayudarnos en la parte noticiosa del periódico ; ahí iría ejercitando la pluma y aprendiendo a escribir mejor. Pero para crítico está visto que usted no tiene embocadura. Siento decírselo, pero más sentiría engañarle.

Hasta aquí mis recuerdos; y con esto pensaba poner punto a mi correspondencia. Pero todavía me queda en el tintero una palabrita, una no más, que irá por otro correo. Entretanto no me creas enemigo tuyo sino de tu mala literatura y de tus peores compañías.

MANUEL

Carta sexta.

Medellín, julio 2 de 1889

Una indisposición de salud me impidió escribirte por el anterior correo. Te dije en mi carta del 18 que sólo una palabra tenía que añadir. Esta palabra no será para ti solo, sino para todos los frivolos criticastros e incrédulos mojigatos que han propagado la especie de que Núñez no cree en nada, y que es «el poeta de la duda,» habiendo logrado que aun escritores extranjeros, por las noticias y citas truncas que aquéllos han puesto en circulación, se hayan formado una idea falsísima del carácter de su poesía.

Advierto, sin embargo, que dejo en el tintero muchísimas cosas, de algunas de las cuales sólo te haré rápida enumeración, dado que si sobre ellas fuese a discurrir como sobre los puntos que he tratado, tendría que dirigirte un epistolario voluminoso.

Te habría explicado lo que debe ser la crítica, y la falsedad del concepto que tú y muchísimos otros os habéis formado de su naturaleza. La crítica verdadera es luz y no eclipse. Ella es incorpórea: ilumina los objetos para aguzar la visión del espectador, no para entorpecerla; y hace los objetos visibles y hermosos sin alterarlos. El crítico y el historiador han de mostrarse por los efectos mágicos que producen, no por la vana ostentación de su impertinente personalidad; por eso el crítico, como el historiador, sin dejar de ser exacto y científico, ha de tener no poco de poeta, o artista, así como la luz embellece las cosas sin perjuicio de una absoluta fidelidad.

Te habría demostrado que tú y todos tus congéneres no tenéis ninguna estimación, ni el conocimiento que del trato íntimo resulta, del autor a quien sólo tomáis por pretexto para acreditar vuestra sabiduría (de segunda mano y diccionario); que sólo le alabáis o le censuráis para mostrar que sabéis más que él, echarla de sublimes maestros, y deslumhrar a los tontos.

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No hay tal desgracia ni humillación tan grande como la de caer •en vuestras manos.

Te diría, como ejemplo del flujo que te aqueja de hacer •viso, que tratándose de traducciones poéticas y de la disertación de Caro, que aún no conozco, sobre el asunto, nos echas largos párrafos acerca de la pedestre critica que hizo don Juan de Iriarte de una pésima traducción en prosa, no sin citar por nota un epigrama poco decente. Que si de traducciones en prosa se tratase, debiste empezar por las importantes disertaciones que sobre esa materia escribió Capmany, y por su Arte de traducir que después reformó Salva, que son lo mejor que en su género tenemos en castellano. Pero tú no has debido citar a Capmany, mucho menos a don Juan de Iriarte, muchísimo menos los epigramas de Marcial, traducidos por este humanista, porque esa •es cuestión de vanidad tuya, y no la cuestión que se ventila. El hecho es que el lector, como ya te dije, queda enterado de que has leído u hojeado a Juan de Iriarte, y no sospecha qué cosa sea la disertación de Caro, que es con su autor, para ti, un mero pretexto para decirle al público: «Aquí está Brake.»

Te empeñas—y este ejemplo es más deplorable—en informarnos, como quien no quiere la cosa, de que sabes latín, y al efecto llamas a Ovidio el Narigudo, que es tan falso y tan ridículo como llamar a Cicerón el Garbanzudo o el Verrugoso. Dices también que la traducción de una poesía latina del jesuíta Boscovich es «lo mejor que tiene el tomo» de las traducciones de Caro, y que «si esas estrofas fuesen originales, no habría quien le negase lo que TANTOS no quieren concederle, el verdadero sentimiento poético.» Prescindo del modo poco franco de que te vales para atacar a Caro, con aquel ponderativo «TANTOS que le niegan el sentimiento poético.» Ese tantos significa muchos o la mayor parte; pero tú no te cuidas de citar ningún nombre propio : dicen, se dice, se ruge, es voz pública.... Y tú eres tan generoso que le concedes a Caro sentimiento poético.... si las estrofas de una traducción fuesen originales suyas, que es como decir, si una cosa pudiese ser y no ser a un mismo tiempo. Te repito que Caro no es poeta de mi predilección; pero de aquí no se sigue que apruebe yo ese sistema de desacreditarle tomando por parapeto al público anónimo. Los antioqueños solemos pecar por nuestra ruda franqueza, que vale más que ese otro defectillo que por allá se te ha pegado, sin que por eso hayas ganado en pulimento.

Pero me extravío del punto a que me refería. Dices tú: «No he tenido TIEMPO de comparar (la traducción de Boscovich) con el original.» jPues me hace gracia la ocurrencia! Ya se ve que eres hombre de compulsar una poesía latina, y que sólo te ha faltado el tiempo, a ti que lo has tenido holgadísimo para trasegar todas las literaturas del mundo. Me temo que si hubieras tenido tiempo para hacer la comparación, las estrofas de Caro habrían resultado plagadas de defectos. Nada resiste a tus comparaciones, y en esta vez única no salió Caro mal parado porque te faltó el tiempo. Con motivo del elogio que haces

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de la poesía del jesuíta «dálmata,» he hecho exquisitas diligencias para verla, y todo ha sido inútil. La poesía existe, puesto que ha sido traducida, ¿pero en qué libro podremos verla? Aquí, del señor Obispo y del Padre Mario para abajo (que son las personas más competentes en letras latinas), nadie da razón de la poesía de Boscovich. Si no tienes tiempo de compararla, hazla reimprimir, o indícanos siquiera la fuente.

Pasaría en silencio tu mitología de «Apolo Masageta y Apolo Pitio, que destruyó de muchacho, y por puro juego, la serpiente del mal»; pero no omitiría decirte que si no sabes lo que es crítica, no es menos falsa y raquítica la idea que te has formado de la poesía, confundiéndola con la versificación, la cual es una parte, pero sólo una parte, de aquella arte divina. Que es como equivocar la teología con la liturgia, a lo que son muy propensos los sacristanes, sin que por eso los teólogos desprecien la liturgia. Tú eres un sacristán de las Musas. Padeces la superstición de la rima rica, término tomado del francés; y no sé porqué no nos has trasplantado la rima léonine, la de goret, la kirielle, la concatenée, la anexée o fratrisée, Ki enchai-née, la couronnée, la rime en echo, la empériére, la equivoque, la batelée, la renforcée, la brisée, la senée, y no sé cuantas más. He llegado a pensar que te volviste admirador de nuestro Tomás Rengifo, por concomitancia de ideas con aquel otro Rengifo de los acrósticos y laberintos, que, según veo, es para ti libro más canónico que el Eclesiastés.

Aquel preludio de la égloga primera de Garcilaso:

E l dulce l a m e n t a r de dos p a s t o r e s S a l i c i o j u n t a m e n t e y Nemoroso, H e de c a n t a r sus q u e j a s imitando, C u y a s ove jas a l c a n t a r sabroso E s t a b a n m u y a t e n t a s , sus amo r es D e p a c e r o l v i d a d a s escuchando.,..

aquellos versos del mismo:

F l é r i d a , p a r a m£ dulce y sabí osa

aquellos rasgos valientes, y aun sublimes, de las Ruinas de Itálica:

Del g i m n a s i o y l a s t e r m a s regaladas L e v e s vuelan cenizas desdichadas. L a s torres que desprec io a l a i r e fueron, A su g r a n p e s a d u m b r e se rindieron.

M i r a m á r m o l e s y a r c o s destrozados, M i r a e s t a t u a s s o b e r b i a s q u e v io lenta N é m e s i s d e r r i b ó , y a c e r tendidas, Y y a en a l to s i l e n c i o sepultados S u s dueños celebrados.. ..

todo eso es deleitoso «para cierta clase de oídos,» que deben de ser orejas asnales; para los tuyos, «que han recibido el bautismo de la métrica, aquello es INSOPORTABLE.» Yo sé que

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la rima es un gran recurso para los poetas; pero todo eso tiene un intríngulis que tú no alcanzas. Con rimas fáciles y sin rima hacen los grandes poetas versos admirables, y con tus rimas ricas escriben los poetastros vil prosa con consonantes. Esta verdad debe de producir un trastorno general de tus facultades litúrgicas, así como los idólatras de la moneda metálica y creyentes en el valor intrínseco, ven circular la moneda de papel y dudan del testimonio de sus sentidos. En poesía, en economía política, en todo, hay leyes y principios inaccesibles a entendimientos conejos o matapiojos.

Y lo más lastimoso, y quizá lógico y natural, es que tú, idólatra de la rima, tú, que ensartas largas tiradas sobre métrica con magistral suficiencia, no sabes una palabra de estas cosas. Digo que todo eso me parece natural, porque todo fetichismo procede de una lamentable confusión de ideas, y de ignorancia. Para ti, buena poesía y rima rica son sinónimos, y para probar la necesidad de la riqueza de los finales, citas los versos libres de Carducci, sin que aciertes a explicar, si te lo preguntan, porqué son versos, pues su estructura es una imitación del sistema cuantitativo grecolatino, que tú no entiendes; te imaginas que la poesía moderna es menos artificiosa que la antigua; confundes el siglo de oro de la literatura hispanopor-tuguesa con los tiempos de los trovadores provenzales ; colocas a Camoens en «la edad tempranísima en que la sencillez de los lectores u oyentes corría parejas co.- la naturalidad de los felibres »; barajas la cantidad con el acento ; hablas con el mayor desenfado de «la riqueza de acentos con que brindaban a sus cultivadores las lenguas griega y latina,» como si en italiano y en castellano no hubiese tal riqueza; y metiendo ¡a hoz, corno en mies propia, en la lengua y versificación alemanas, declaras que en ellas «no es garrulería de catedráticos y estudian-tes de retórica lo de yambos, anfíbracos y troqueos» —(como estás hablando de los exámetros de Voss, debiste decir sola

mente dáctilos y espondeos; pero para ti todo es igual); «este idioma—añades—tiene sus cantidades y acentos tan bien determinados, que el exámetro no es en él planta exótica ni asunto de tour de forcé como en las lenguas romances.» Y los exámetros de Carducci, que es, a tu juicio, el mejor versificador del mundo, ¿están en alemán? jComo que tú no sabías que muchas de las Odas Bárbaras tienen exámetros! Lo mismo en las lenguas vivas del Norte que en las del Mediodía de Europa, el exámetro es una imitación imperfecta del latín o griego; pero, prosódicamente, los exámetros de Villegas, de Lista y de Sini-baldo de Mas, son mucho más semejantes a su modelo, que los de Voss. La ventaja métrica del alemán no depende de los acentos ni de las cantidades, en lo que el italiano y el español le ganan ; proviene de otra cosa, que te explicaré cuando quieras. Por ahora, paso adelante.

Habríate dicho también que en los intervalos altruistas en que suspendes los chorros de tu estética («lugares comunes») y de tu métrica («rimas ricas»), para acordarte del infeliz autor

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que, sin permiso de autoridad competente ni del interesado, tienes cogido bajo tu garra, y para señalar, a fuer de crítico, su «nota dominante,» le pones cualquier calificación, a la que después te empeñas en ajusfar sus movimientos, descoyuntándole y mutilándole.

Caro es batallador, y en esto no yerras, si batallador es sinónimo de polemista, no de matón, ni siquiera de militar. Sir John Moore fue un General inglés que murió en un combate en la Coruña; luego la célebre poesía de Wolfe, El entierro de sir John Moore, es una pieza bélica, una especie de ametralladora; de otro lado, Caro es esencialmente batallador; luego es natural que por todo eso tradujese bien aquella pieza. «El espíritu bélico y eminentemente patriótico—dices tú—está conservado con fidelidad, por acordarse mucho con el carácter batallador del intérprete; el sentimiento rudo de la soldadesca también se siente en los términos usados por el señor Caro.» No caes en la cuenta que esa poesía es elegiaca y patriótica, no bélica, aunque se refiera a la muerte de un militar. Por fortuna para Wolfe, para su traductor y para la humanidad, y por desgracia para ti, ni allí ni en ninguna parte hay tales sentimientos rudos. Si para traducir a Wolfe importa, ante todo, ser batallador, haber nacido para la lucha, Wolfe mismo debió de tener estas calidades en grado superlativo. Sus biógrafos dicen que fue un clérigo protestante, hombre modesto, piadoso, encogido, entendimiento más reflexivo que enérgico (1). [Qué lástima! Insistiendo en dicho tema, mandas que Caro se ponga a traducir a Korner, o a Carducci, «temperamento que parte (2) grandes analogías con Caro, a quien se le parece hasta en la figura.» Cuando tú, comparador insigne, lo dices, estudiados tendrás los originales físicos, aunque los retratos que por acá han llegado sólo se parecen en tener barba cerrada, barbudos que dirías tú. En lo moral y religioso no encuentro las analogías entre un poeta cristiano y el cantor de Satanás; y en lo literario, me queda la duda de que arriba dijiste que, por razón de temperamento, «Carducci es tan feliz en sus traducciones de Heine,» y Heine es de los que Caro no debe traducir. Por las mismas perentorias razones, declaras que «JAMÁS don Miguel Antonio encontrará palabras con qué reproducir cuatro versos de Moore,» que tú citas y que Caro no ha traducido: tú adivinas lo que él haría, que sería muy malo, y él no adivinará jamás las «palabras» sagradas de la verdadera versión que tú guardas en el fondo de tu gaveta. ¡ Ah mágico prodigioso!

A Núñez le calificas de escéptico, y de escéptico fingido; y con esto vuelvo al tema de la última palabrita que te tengo

( 1 ) «His mind a p p e a r s to nave been reflective r a t h e r the energt-tic.. .. H e p r e f e r r e d the e a s y Ufe of a c o u n t r y c ú r a t e to the cont i -nued struggle for a c a d e m i c f a m e . » — S . C. H A L L . — L a p o e s í a de W o l f e se p u b l i c ó a n ó n i m a en un p e r i ó d i c o ; muerto W o l f e , l a a t r i buyeron a B y r o n , y un a m i g o del finado comprobó su v e r d a d e r o o r i g e n .

(2) ¡ C u i d a d o ! S e p a r t e n l í m i t e s , a n a l o g í a s no.

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prometida. Pero veo que sin pensarlo, o inconscientemente (como dirías tú), se me ha ido esta carta, que debiera ser la postrera, en la enumeración sumaria de algunas de las ideas que dejo en el tintero. Como no quiero que se vaya el correo, como el anterior, sin letra mía, pongo punto. Sólo me resta hablarte del escepticismo de Núñez; con la ventaja de que, como te dije al principio, no me dirigiré a ti exclusivamente, sino a todos los que por malignidad, o por ignorancia, o como papagayos, han dicho y repetido un solemne disparate sobre la labor poética del ilustre solitario del Cabrero.

Me dicen que piensas tomar mejor camino. Lo celebraré de todo corazón.

MANUEL

(El Orden, junio a agosto de 1889) (1) .

(1) L a a n u n c i a d a c a r t a sobre el escepticismo del doctor Núñez, no se publicó. ( N O T A T E L O S E D I T O R E S ) .

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«LA REFORMA POLÍTICA

COLECCIÓN DE ARTÍCULOS PUBLICADOS KN " LA LUZ " DE BOGOTÁ Y " EL PORVENIR " DE CARTAGENA, DE 1881 A 1884, POR RAFAEL NtSÑEZ, PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS DE COLOMBIA,

MIEMBHO DE LA ACADEMIA COLOMBIANA DE LA LENGUA Y CORRESPONDIENTE DE LA ESPAÑOLA, ETC ,

BOGOTÁ -IMPRENTA DE " LA LUZ"—188?»

La publicación que anunciamos es un acontecimiento político y literario. La colección de todos o los principales escritos publicados en varios periódicos por el señor Núñez desde 1881 hasta 1884 será recibida como la bandera y como la historia de la revolución benéfica que, al través de la paz y de la guerra, se ha efectuado en Colombia bajo la dirección del pensador profundo y eminente estadista llamado por la Providencia y por los pueblos a regir los destinos de nuestra Patria.

Todos los problemas políticos y económicos que nos han preocupado, todos los conflictos por que ha atravesado el país en sus últimos años, están tratados o expuestos magistralmente en este libro. Como el autor no se limita a las tesis generales, sino que desciende a cuestiones particulares y hace excursiones a diversas provincias de la ciencia, no es posible que todos los que admitimos su doctrina política en conjunto, y le reconocemos como Jefe indiscutible del partido nacional, suscribamos a todas sus conclusiones sin excepción alguna. Ante un cuerpo de doctrina tan vasto y circunstanciado, la conformidad absoluta de los espíritus que a una misma comunión pertenecen, no es asequible ni aun conveniente: in dubiis libertas.

Nos referimos especialmente a la teoría de laissez faire, que el autor condena, y al libre cambio, que sólo acepta dentro de su alcance razonable, rechazándole en el sentido absoluto en que pretenden imponerle los economistas exclusivos. Nosotros estamos de acuerdo con el señor Núñez y con el doctor López, uno de los más experimentados estadistas de la República Argentina y autor del proyecto de ley de 1873, por la cual se garantizaba por cierto tiempo el interés del 10 por 100 a todos los capitales que pasando de cien mil pesos y no llegando a dos millones, se aplicasen en determinadas Provincias (según las necesidades regionales) a las manufacturas y elaboración de productos sobre materias primas argentinas.

«Hasta ahora - decía López—ha sido entre nosotros un principio absoluto el de la libertad del comercio exterior,_sin que esta libertad absoluta haya producido en la campana o en las Provincias apartadas ningún género de ventajas, sino más bien una degeneración completa de nuestras fuerzas produc-

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tivas y del adelanto social; y el mal ha estado en que siguiendo un principio teórico no se ha tenido en cuenta lo que es la naturaleza económica del libre cambio, olvidándonos de que cada fórmala económica debe dar diversísimos resultados según sea diverso el carácter y diversa la situación del país a que se va a aplicar.»

Este testimonio relativo a la República Argentina es muy valioso, acumulado al ejemplo, que suele citarse, de los Estados Unidos y Australia. En países como el nuestro, riquísimo como territorio, escaso de población y pobrisimo de industria, el principio protectivo e3 simplemente la necesidad de dar vida a lo que no existe e impulso a lo que apenas nace, necesidad primordial y anterior a todo ensayo de competencia viril y efectiva. La descabellada y ruinosa inversión que aquí se ha hecho de sumas enormes en la instrucción pública en grande escala, y en ferrocarriles fantásticos, no prueba nada contra el princip.o de la protección, sino contra los directores de nuestra política, que no han sido hombres prácticos y patriotas que hayan sabido o querido aplicarlo bien. Si una parte sólo de lo que se ha gastado en enseñar al pueblo lo que el pueblo no ha menester, o lo que le caña, o en hacer trazados interoceánicos para inflar una candidatura, se hubiese empleado en enseñar al pueblo a trabajar y en abrir o mejorar caminos de primera necesidad; si hubiéramos empezado por el principio, y no por el fin, ni acometiéndolo todo a un tiempo, no pocos brazos ociosos o revolucionarios se hubieran ganado para la industria, y algo o mucho hubiéramos adelantado en riqueza, en orden y moralidad pública.

La materia es vasta y no para tratada en este lugar. Queríamos únicamente consignar aquí nuestra adhesión personal a la doctrina de! señor Núñez en el punto en referencia, como que, a nuestro juicio, los Gobiernos no son por su esencia, ni deben considerarse, como un mal necesario, sino como una institución social necesaria, que tiene, dentro ele la órbita que le es propia, una altísima misión providencial. ¡ Líbrenos Dios de que vengan al poder hombres que se crean llamados a ser unmal necesario! Pero reconocemos también que entre nuestros copartidarios políticos hay muchas personas respetables que por preocupación de escuela, o por error de método, profesan la doctrina absoluta, y como tal, funesta, del laissezfaire, y nosotros respetamos la buena fe con que la siguen.

En cambio (y volviendo al libro del señor Núñez), otros puntos hay en que reclamamos la libertad de no estar conformes con él, especialmente en la afición que muestra el autor en alguno de sus artículos al estudio de la ?ociología. La sociología, tal como aparace en sus expositores novísimos, o aspira a ser una ciencia tan vasta que ningún entendimiento humano alcanza a abrazarla, o se reduce a teorías estrechas y falsas y sin aplicación ninguna. De la de Spencer, por lo menos, que es su más notable representante, podemos asegurar que consiste sólo en la explicación de los destinos de las sociedades basada en

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el examen de las tendencias del salvaje (a quien él erróneamente apellida hombre primitivo), mediante la recolección de datos muchas veces falsos, tomados de relaciones de viajeros confrontados con no poca malicia para ridiculizar las ideas religiosas, y prescindiendo siempre, así del orden de la sociedad realmente primitiva, como de las tendencias del género humano rehabilitado por Jesucristo. Toda ciencia que prescinde de un hecho esencial, claudica, y nadie puede negar que la Redención ha sido el hecho más impórtame y fecundo en la historia del mundo. Si se tratase del examen comparativo de las creencias y costumbres de los diversos pueblos a la luz de la filosofía providencial y cristiana, la cosa no sería nueva, pero eso no es lo que entienden por sociología los que en Europa la profesan. No há mucho que la Academia de Ciencias Morales de París abrió un concurso para estudiar si hay esperanza de que las lucubraciones sociológicas lleguen a constituir una ciencia. Y para muestra de tales curiosidades, baste decir que Herbet Spencer sólo se acuerda de Colombia para consignar, con mucha seriedad, que aquí hay gentes que pretenden descender de cierta especie de ratones!!! ( 1 ) . Referencia: Mr. Ross, a secas, como todas las citas de Spencer. Este importante dato es el único con que Colombia contribuye a la construcción del grande edificio sociológico, y éste, acaso, el único fruto que hemos sacado del ferrocarril interoceánico de los señores Parra y Pérez, pues el Ross que suministró tan peregrina noticia, debe de ser el consabido ingeniero inglés que vino a hacer el trazado del Carare.

El señor Núñez lee con gusto a Spencer (¿y quién no lee con gusto a un fantaseador ingenioso?); pero el método de Spencer y el de Núñez en filosofía social, son enteramente opuestos: Spencer es naturalista, considera a la sociedad animalmente, y funda la sociología en la biología : Núñez es espiritualista, tiene profunda fe en el gobierno temporal de la Providencia, y mira en la historia una revelación, una columna luminosa. De todo el libro del señor Núñez, impregnado del método histórico, deducimos que cuando él habla de sociología, toma este término en un sentido noble, en el de filosofía social fundada en el estudio de la historia. Aceptada esta definición, José de Maistre sería el primer sociólogo del siglo xix, y Her-bert Spencer—que condena como ocioso el estudio de la historia (véase su obra sobre la Educación)—sería el mayor enemigo de la sociología. Pero el término sociología tiene ya una significación convencional, generalmente aceptada, y el emplearlo en otro sentido puede inducir a graves equivocaciones. Este término, condenado por los gramáticos como de formación híbrida, nació con odioso sello de los labios materialistas de Augusto Compte y ha sido monopolizado por la escuela positivista. Ténganlo por suyo, y no nos esforcemos por traerlo in piú spirabil aere.

(1) Spencer , Principes de Sociologie, Traduit par E. Cazelles. P a r í s , G e r n i e t B a i l l i e r e , 1878. Tomo i , p á g i n a 465.

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Sólo hemos citado del cúmulo de materias tratadas por el señor Núñez dos puntos que pueden mover contradicción entre los copartidarios. Pero ya sea que en cada caso particular tales o cuales lectores estén o nó conformes con el autor, creemos que ningún patriota dejará de reconocer en todo la superioridad de su talento, la amplitud de su ilustración y la pureza de sus intenciones. Un político de intriga, un hombre aquejado de personales ambiciones y ajeno al culto de la verdad y a las inspiraciones del amor patrio, jamás hubiera acertado a poner en artículos dados a la prensa en diversos tiempos y ocasiones, el sello de unidad que resplandece en esta colección, resultado patente de la continuidad y firmeza de sólidas y profundas convicciones.

Un escritor de talento y de buena fe rectifica sus propios errores — humanum est errare —peto progresando en el desenvolvimiento de sus ideas, no tropezando y cayendo a cada paso, como los utilitaristas, que no se curan del valor de las doctrinas, sino del provecho inmediato de sus pérfidas promesas; rectifica, y sigue adelante, pero no promiscua, ni lleva por norma la ocasión engañosa; en una palabra, el pensador honrado puede trazar la historia lógica de sus opiniones políticas, como ha trazado Newman en su admirable Apología la de sus opiniones religiosas.

El señor Merchán, en el importante prólogo que precede a la colección, trae curiosas citas de antigua data, que ilustran esta observación, y demuestran no tan sólo la sinceridad del señor Núñez, sino su consecuencia en varios puntos capitales de su programa regenerador.

El señor Núñez, hombre de vastísima lectura, ha digerido el alimento que ofrecen los libros; ha leído, ha visto, ha meditado, y uniendo al caudal de los conocimientos así adquiridos los frutos de la experiencia, ha alcanzado aquel alto grado de madurez intelectual (raro aun en personas encanecidas en el estudio, pero egoístas o desorientadas) que permite al hombre, a manera de diestro jinete, poner freno a las teorías y regirlas con soberano imperio, en vez de dejarse arrastrar por ellas a lugares áridos y desiertos o a fatales despeñaderos. El señor Núñez rechaza en el arte de gobernar toda imposición teórica y absoluta, y no resuelve nada a priori sin consultar las tradiciones propias de la Nación, sus necesidades peculiares y sus legítimos intereses. Los grandes hombres de estado han podido cometer y han cometido errores, pero creemos que ninguno propiamente tal, se ha apartado de este criterio histórico y experimental, de que han estado de ordinario a mil leguas de distancia nuestros políticos de cartulina, serviles seguidores de un liberalismo que no han entendido y de una libertad que no han amado.

El estilo del señor Núñez, enérgico y vigoroso, y al mismo tiempo sobrio, preciso y claro, pertenece al tipo del periodismo inglés. Alguna vez podrán faltarle palabras para desenvolver sus ideas, pero jamás le faltan ideas para expresar sus palabras, como

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se dijo graciosamente de uno de nuestros declamadores procedentes de la antigua Sociedad Republicana de 1851. Admira la moderación del escritor, cuando se recuerda que aquellos artículos no se escribieron para un libro, sino para un periódico, cuando los adversarios sólo sabían usar de la calumnia infame y del grosero insulto. El ilustrado prologuista deplora en el libro del señor Núñez una que otro voz dísona: aun en estos casos nos parece que el autor supo U3ar de la ironía fina o dei gal'ardo menosprecio, sin descender jamás a las puñadas y coces de estilo primitivo, ni a las frases declamatorias y bombásticas de estilo jacobínico, a que han apelado sus adversarios, según el temperamento de cada uno de ellos.

Hablando precisamente del estilo de los jacobinos, consigna un ilustre escritor francés contemporáneo (E. Caro) la siguiente observación, que queremos transcribir textualmente, porque servirá para hacer notar el mérito y la importancia intrínseca del estilo del actual Presidente de Colombia:

«Hay una afinidad natural entre las opiniones extremas en política y los espíritus exagerados. Una inteligencia dominada por las palabrotas y las frases retumbantes, no acertará a emplearlas sino como natural expresión de ideas exorbitantes. El jacobinismo era la política de la énfasis. El buen gusto, en todo terreno, consiste en el sentimiento de la justa medida, y un escritor que en su estilo y en su modo de pensar carece de este sentimiento, tampoco podrá tenerlo en la vida pública. Todas las exageraciones se dan la mano, y la violencia de una teoría es indicio seguro de un modo de pensar desordenado, cuando no lo es de malas pasiones.»

El señor Núñez ha dado un noble ejemplo y prestado un gran servicio acostumbrando a los lectores, que le admiran como pensador, a la moderación en las ideas y a la cultura del lenguaje, y poniendo, digámoslo así, en moda, el uso de la razón en política; y es también muy honroso para Colombia, como rasgo de carácter nacional, y motivo de consuelo para todo observador patriota, que un hombre de las condiciones del señor Núñez haya sido levantado aquí por la opinión pública por cima de los figurones de teatro y de los declamadores de mee-ting.

Efectivamente, pasó la época de las Escuelas republicanas y la de los Grandes Generales, y parece que ha empezado la del buen gusto y la del buen sentido.

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JOSÉ FERNANDEZ MADRID

(Apuntes biográficos) .

Este procer de la Independencia y de las letras de Colombia, a quien su ciudad natal, Cartagena, acaba de honrar con solemne y memorable fiesta en el centenario de su natalicio, es el que, como favorable augurio para nuestra publicación, hemos escogido para iniciar la galería de celebridades nacionales que duermen ya el sueño eterno.

Vino al mundo tan eximio patriota el día 19 de febrero de 1789, y fueron sus padres don Pedro Fernández de Madrid y doña Gabriela de Castro.

Muy niño aún, y muerto ya su progenitor, fue enviado por su madre al Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario de Bogotá, en donde empezó sus estudios secundarios (1800), obteniendo, sucesivamente y con notable lucimiento, el respectivo grado en Humanidades y el de doctor en Derecho canónico y en Medicina antes de cumplir los veinte años de edad.

Madrid fue asiduo y brillante miembro de la tertulia del Buen Gusto, que era en esos tiempos el centro literario más culto y ameno de la capital.

Sus primeros escritos en prosa y verso aparecieron en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, publicado por el sabio Caldas, quien estimuló con sus elogios la carrera científica y literaria del joven Madrid. Hallándose en Bogotá cuando ocurrió aquí el movimiento revolucionario de 1810, regresó a fines de este año a Cartagena, de cuya Provincia fue Procurador General. Allí recibió el encargo del Gobierno para redactar, en unión de Rodríguez Torices, el periódico llamado El Argos, que reapareció más tarde bajo la dirección de Madrid en Tunja y Santafé y después en La Habana.

La Junta Suprema de Cartagena, de que era miembro, le escogió para que evitase el alzamiento del Batallón Fijo que iba a apoyar una contrarrevolución en sentido realista, y Madrid prestó entonces un importante servicio a la causa republicana, logrando que su tío, el General Narváez, sometiera la citada fuerza al rigor de la disciplina. (Febrero 4 de 1811).

Tomó parte activa en la proclamación de independencia absoluta de España, hecha en la «Ciudad Heroica,» y fue uno de los signatarios del acta de 11 de noviembre de 1811.

Habiendo sido elegido Diputado a la Convención General de la Provincia de Cartagena (1811), conservaba su asiento en dicho Cuerpo cuando éste le nombró para que representase a

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A . Caro—14

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la Provincia en el Congreso de la Unión. Se embarcó en un bongo, remontó el Atrato y efectuó la larga y penosa travesía por el Chocó, Popayán, Mariquita y Cundinamarca hasta llegar a la Villa de Leiva, en donde se había instalado el Cuerpo Legislativo (1812). En el seno de éste fue de los que más trabajaron por el envío de un auxilio de tropas y armas a Bolívar para libertar a Venezuela en 1813.

Tuvo en 1814 la alta honra de que se le designase como miembro del Triunvirato ejecutivo provisional, en unión de don Joaquín Camacho y don José María del Castillo y Rada.

Contrajo matrimonio en 1815 con la señorita María Francisca Domínguez, de familia distinguida de Bogotá, y que fue la Amira inspiradora de su tierno y delicado estro.

Después de la derrota de las fuerzas republicanas en Cachiri, y de la renuncia que entonces hizo de Jefe Supremo el patriota don Camilo Torres, el congreso eligió'para ese puesto al doctor Madrid, quien, a pesar de la aflictiva situación en que se hallaba el país, no rehusó tan honorífico y a la sazón peligroso encargo (marzo 14 de 1816).

Frustrados los esfuerzos que hizo para oponer resistencia a los españoles que se acercaban en varias direcciones a Bogotá, y a punto de caer en poder del enemigo, salió con su familia, una guardia de honor y varias personas que le eran adictas para Popayán el 3 de mayo de 1816, en donde renunció la Presidencia ante cinco miembros del Congreso que le acompañaban (22 de junio), y se retiró a Cali.

En este último lugar supo el desastre de la Cuchilla del Tambo (29 de junio), y a poco los realistas lo hicieron prisionero y lo desterraron por la vía de Cartagena, en donde se embarcó para la isla de Cuba el 6 de septiembre de 1816.

Establecido en La Habana, ejerció allí su profesión de médico, dando en ella numerosas pruebas de su humanidad para con los desvalidos. Publicó en dicha ciudad varios folletos de interés general y la primera edición de sus versos. En esa época conoció al célebre literato argentino don José Antonio Miralla, a quien se asoció en la redacción del Argos e hizo uno de sus más predilectos y constantes amigos (1820).

Regresó al suelo natal en 1825, y al llegar a Bogotá se vindicó victoriosamente de los apasionados cargos que se le hicieron respecto de su conducta política.

A mediados de 1826 siguió para Europa con el carácter de Agente confidencial de Colombia en Francia, de cuyo Gobierno obtuvo, con rara desfreza, el reconocimiento oficial de la independencia de su patria.

En mayo de 1827 pasó a Londres en calidad de Ministro Plenipotenciario ante la Gran Bretaña. En este empleo le cupo el honor de tener como Secretario al insigne don Andrés Bello. Durante el desempeño de esa misión diplomática no descuidó el cultivo de las letras, y publicó un tomo que contiene la segunda y completa edición de sus poesías.

Favorecido con el particular aprecio del Libertador Bolívar, debió a éste la última parte de su carrera pública.

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El ilustre doctor Madrid murió de una afección al pecho en Barnes, cerca de Londres, el 28 de junio de 1830.

Hé aquí el texto de la fe de bautismo de este procer : /ose/ Luiz Alvaro—En l a c i u d a d de C a r t a g e n a de Y n d i a s , a

V e i n t e y uno d e F e b r e r o de mil setecientos ochenta y nueve años , el se ñor doctor D. M a r c o s M a r i a n a y Z a f r i l l a , Inquisidor M a y o r del S a n t o Oficio de la Inquis ic ión, con a s i s t e n c i a de mí el Doctor D. G r e g o r i o Manuel G u i l l e n , C u r a Teniente del S a g r a r i o de e s t a S a n t a Y g l e s i a C a t h e d r a l , en e l l a Minis t ro de S a g r a d a s Ceremonias y Revisor de L/ibros del dicho S a n t o Oficio, bautizó, puso óleo y c h r i s m a a J o s e f L u i z Alvaro Alvino, que n a c i ó el d í a diez y nueve del corr iente , hijolf gít imo de D. P e d r o F e r n á n d s z de M a d r i d , n a t u r a l de l a c i u d a d de G o a t e m a l a , en el R e y n o de México, y de D o ñ a G a b r i e l a de C a s tro, o r i u n d a de l a de S a n t a M a r t h a . Abuelos p a t e r n o s , el señor D . L u i s F e r n á n d e z de M a d r i d , C a v a l l e r o de l a Orden de C a l a t r a v a , Gent i l -hombre de boca de Su M a j e s t a d y su Oidor en l a R e a l Audiencia de México, l a s e ñ o r a Doña M a r í a Rodríguez de R i v a y V i vero. Maternos , D. J o s e f F e r n á n d e z de C a s t r o y D o ñ a C a t h a r i n a P é r e z Ruiz C a l d e r ó n . F u e r o n sus P a d r i n o s el señor D. Antonio N a r v á t z y l a T o r r e , Coronel de los R e a l e s E j é r c i t o s y T e n i e n t e del R e y de e s t a P l a z a , y D o ñ a J o a c h i n a Pérez , p e r s o n a s intel igentes de la obl igación y p a r e n t e s c o e s p i r i t u a l que c o n t r a í a n . Y lo f irmam o s . — D o c t o r Gregorio Manuel Guillen.—Hay u n a rúbrica , .

Declinamos ante plumas maestras la tarea de enriquecer el homenaje de Colombia Ilustrada a Madrid con dignas galas literarias.

Bello, Olmedo y Madrid se conocieron y trataron personalmente en Europa, por los años 26-29, en ejercicio, los tres, de misiones diplomáticas que les comió el Gobierno de la Gran Colombia. La dedicación de estos ilustres colombianos a la literatura y a la poesía, estrechó sus relaciones amistosas. La correspondencia que de ellos se conserva revela el cariño y estimación que se profesaban. Madrid era mucho menor que sus companeros (1), y quizá entre ellos el que más se distinguía por sus dotes caballerosas. Bello, al partir de Londres para Chile en 1828, se tíespidede Madrid por medio de una carta afectuosísima, y le apellida elprimero de los hijos de Colombia y el mejor de los hombres.

Bello resume la gloria literaria de Venezuela, Olmedo la del Ecuador, en aquella época. El cantor de la Zona Tórrida alcanzó la perfección en el idioma de las Musas, especialmente en lo moral, filosófico y didáctico. El cantor de Junin voló como águila a las más elevadas regiones de la inspiración lírico-heroica. Olmedo y Bello son luminares que absorben y concentran todo el resplandor de sus respectivas esferas. Los que traten de igualarles correrán la suerte de Icaro, según la comparación con que Horacio moteja la temeridad de los émulos de Píndaro.

La gloria de Madrid es mucho más modesta; pero su ejemplo literario más fecundo.

(1) Olmedo n a c i ó en 1780, Bel lo en 1~81, M a d r i d en 1789.

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Hay hombres distinguidos o eminentes por las obras que realizan, otros por las que inician; aquéllos, constructores de grandiosos, pero aislados monumentos; exploradores éstos de nuevos rumbos.

* La poesía neogranadina de aquellos tiempos, sin producir

un astro de primera magnitud, es hermosa constelación, en que brillan Madrid, Vargas Tejada, Salazar, Urquinaona, Miralla (aunque argentino de nacimiento, nuestro por haber despertado su genio al calor de aquel foco literario), y otros minora sillera. Nuestros grandes poetas líricos son posteriores a los de aquella época; pero adviértese en todos ellos cierta uniforme fisonomía, siendo precursores los unos, continuadores los otros; partícipes aquéllos de los méritos de nuestra poesía nacional tomada en conjunto; deudores éstos a los primeros, en muchos casos, de los gérmenes de su inspiración, o a lo menos de la conciencia de la libertad del arte.

Madrid y Vargas Tejada (1), siguiendo la rutina, escribieron dramas trágicos, pero sobre temas.históricos americanos, y en esto ya demuestran cierta originalidad. Las formas eran ajenas; nuevos, empero, los temas. Cantaron también la independencia, pero quedaron inferiores al asunto. Ni en lo dramático (2), ni en lo heroico se finca el verdadero mérito de estos poetas. Cuando Vargas Tejada, desde su gruta solitaria, escribe la Epístola a sus amigos; cuando Madrid recuerda las tribulaciones de la proscripción, canta los éxtasis de la ternura conyugal y describe con donosura, mezclada de melancolía, los juegos inocentes de sus hijos; entonces hablan con el timbre y tono del sentimiento verdadero; entonces revelan un poder, antes secreto, del canto; entonces son originales con originalidad fecunda, y aparecen como fundadores de la lírica nacional.

Las tradiciones líricas de la civilización latina excluían los afectos de familia y la historia íntima del alma. Líricas, decimos, porque en lo histórico y mitológico figuras tales como Andró-maca u Orfeo llevan tras sí, por la nobleza del sentimiento, la admiración de los siglos, la simpatía de la humanidad. Nos referimos a aquel linaje de poesía—genéricamente comprendido bajo los nombres de lírico y elegiaco—en que el poeta canta en su propio nombre y expresa sentimientos personales. Horacio, como el que más, sincero e inclinado a tratar asuntos personales, consagró la amistad, pero del amor sólo conoció la parte corpórea. Por más que poetizase sus Pirras, Lálages y Lidias, no le era dado transformarlas. El más «puro néctar» de la parte amatoria de las odas de Horacio se encuentra (según Escalíge-ro) en aquello de—

¿ Quis m u l t a g r a c i l i s . . . . ( C a r m . i, S).

(1) Algo posterior a M a d r i d , n a c i ó por los años de 1800. (2) Nos referimos a las t r a g e d i a s . Las Convulsiones de V a r g a s

T e j a d a es un valioso ensayo de comedia de costumbres n a c i o n a l e s , con alusiones a sucesos y c a r a c t e r e s de aquel t iempo.

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Ni es de extrañar que en la antigua Roma, bajo la influencia de una religión falsa y monstruosa, y en medio de costumbres depravadas, los líricos o elegiacos, cantores de cortesanas, adornaran el vicio con las flores del Parnaso. La mujer no había sido ennoblecida por el Cristianismo; la mujer es el centro de la familia, y su condición social la que da el tono a la poesía amatoria. Lo extraordinario y sorprendente es que en aquellos mismos poetas, especialmente en Tibulo y Propercio, se encuentren rasgos de generoso y profundo sentimiento :

T u mihi sola domus, tu, C y n t h i a , sola p a r e n t e s T e spectem s u p r e m a mihi cum venerit h o r a ,

T e teneam moriens deficiente m a n u .

S i c ego secret is possim bene vivere silvis , Q u a n u l l a humano sit v ia t r i t a pede ;

T u mihi c u r a r u m requies , tu nocte vel a t r a L u m e n , et in solis tu mihi t u r b a l o c i s . . . .

Y aun bien sentidas alabanzas de las virtudes domésticas más puras, como en la elegía final de Propercio, tierna alocución puesta en boca de una dignísima matrona, prematuramente arrebatada a su marido y a sus hijos. Pero todos estos rasgos andan dispersos y como perdidos en aquellos cantos gentílicos.

La poesía caballeresca deificó a la mujer, e hizo del amor un culto, ocasionado a las extravagancias que ridiculizó Cervantes. En la poesía del Renacimiento predominan, ya alternativa, o ya confusamente, la influencia pagana y la caballeresca. El amor anda desnudo, o se rodea de símbolos y se refugia en la poesía pastoral. La poesía amatoria, esencialmente elegiaca, no existió nunca a derechas en España. Entre «el dulce lamentar de los pastores» de Garcilaso (Égloga primera), a vuelta de imitaciones de clásicos latinos e italianos, y de imágenes y frases de la mitología, se oye de cuando en cuando la voz directa del corazón:

¿ Q u i é n me d i j e r a , E l i s a , vida m í a . Cuando por este val le al fresco viento Andábamos cogiendo t i e r n a s f lores . . . .

Mas estas expresiones de verdadera ternura, esta acentuación melodiosa dictada por la naturaleza misma, no vuelven a encontrarse en los poetas castellanos. Meléndez, que en el siglo pasado recibió el título de restaurador de la poesía, y gozó de inmensa popularidad, no precisamente por sus odas eruditas y pedantescas epístolas, sino por sus versos cortos, por sus anacreónticas y letrillas, por la dulzura y suavidad apacible de su estilo, quedóse todavía muy distante de la deseada meta, por frecuente ausencia de verdadero sentimiento. ¡ Cuánto artificio, afectación y falsedad, en la colección completa de sus poesías! Esta o la otra página nos encanta; más de una nos fastidia, y quizá menos por vicio de naturaleza que por error de sistema -

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Huyendo del prosaísmo, desechaba la verdad. Las notas falsas abundan; posee los medios de expresión; pero no exprésalo que siente. Madrid no se desdeña de recordar sus padecimientos en el Quindío, cuando amenazado de muerte y llevando consigo a su «adorada compañera» de veinte años, atravesaba aquellas «montañas silenciosas.» El cantor de la Palomita de Filis, perseguido, atado una vez a un árbol para ser fusilado, salvo, por milagro, desterrado de su patria (1), no se hubiera dignado poetizar estos incidentes de su vida, de suyo prosaicos e indignos de conmemoración poética, según su falso criterio.

Bello sentía la necesidad de hacer más verdaderaja poesía y de tratar en verso asuntos domésticos antes desdeñados por triviales, según vemos en el siguiente pasaje de su biografía extensa, escrita por su discípulo, el finado señor Amunátegui:

«Bello era grande admirador de la Elegía 3. a, libro ilí de los Tristes de Ovidio, que principia,

H a e c m e a , si c a s u m i r a r i s epístola q u a r e

y de la 7. a del mismo libro:

V a d e s a l u t a t u m , súbito p e r a r a t a , P e r i l l a m . . . .

«Discurriendo Bello en cierta ocasión sobre estas dos piezas, que consideraba las mejores de los Tristes, le oí hacer la más instructiva disertación sobre los magníficos resultados que podrían obtener los poetas si tomaran por argumento de sus producciones los afectos de familia, como Ovidio lo hizo en las dos composiciones citadas, y como más tarde lo ha hecho Víctor Hugo en muchas de las suyas.» (2).

«Víctor Hugo—dice F. Godefroy-no ha sido apellidado el poeta del amor, porque ha preferido el público concederle un título más bello y precioso, título que nadie podrá disputarle, el de poeta de las madres y de los niños. ¡Madres y niños! Antes de Víctor Hugo andaban envueltos en misteriosa penumbra que nadie había osado penetrar. Pero el alma infinitamente tierna del poeta, inclinándose sobre ellos, adquirió la revelación del inefable misterio. Víctor Hugo sorprendió las notas del divino poema, y haciéndolas sonar en las cuerdas de oro de su lira, compone con ellas un vasto canto, al que el mundo ha tributado el elocuente homenaje de las lágrimas.» (3 1 .

(1) E s verdad que Meléndez fue perseguido por a f r a n c e s a d o , recuerdo que p u d i e r a avengonzarle. P e r o lo mismo puede dec i rse de todo lo que le fue personal . B a s t e dec i r que no c e s a b a de c a n t a r el vino, por deber a n a c r e ó n t i c o , siendo hombre sobrio y «bebedor de a g u a . »

V i d a de don A n d r é s Bello , p á g i n a 3S1. (3) Godefroy, Histoire de la littet ature francaise.... XIXe

Siecle.

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Si por romanticismo entendemos la libertad de la poesía, y su aplicación a todas las manifestaciones de la vida, con todo lo bueno y lo malo que ese general dominio importa, Madrid, inspirado por la naturaleza, y no por las teorías, anticipóse, a su modo, a este movimiento. Citaremos un ejemplo que podrá parecer insignificante, y no deja de ser curioso. El uso de campanas en poesía fue una de las novedades románticas, y de este recurso se abusó con afectación hasta la saciedad. Sabido es que la celebridad de Zorrilla nació en aquellos versos pronunciados sobre la tumba de Larra:

E s e vago c l a m o r que r a s g a el viento E s l a voz f u n e r a l de u n a c a m p a n a .

Leyendo en Madrid el canto fúnebre a Girardot, que principia:

¿No e s c u c h á i s el gemido last imoso Que p a u s a d a repite l a c a m p a n a ?

diríase remedo de Zorrilla. Los versos de Madrid son de 1812; el autor de Macías se suicidó en 1837.

Por lo que hace a temas relativos al amor conyugal, a las madres y a los niños, Madrid se adelantó a Víctor Hugo. Ni se trata aquí de comparar a nuestro modesto poeta con el fénix y prodigioso monstruo del Parnaso francés, sino de distinguir tiempos y fechas, y de reconocer a cada cual sus derechos. Madrid publicó sus Rosas, que es la parte de sus poesías que mejor le caracteriza desde 1820, cuando Víctor Hugo aún no había publicado el primer tomo de sus poesías (Odas y Baladas, 1822), el cual tomo, por otra parte, sólo contiene temas históricos como Moisés, Luis XVII y otros, tratados en formas clásicas. En 1822 compila Madrid en un volumen sus poesías, que corrían dispersas (Habana, Imprenta de Díaz del Castillo). Los acordes de la lira de Víctor Hugo, del género a que Gode-froy se refiere, suenan por primera vez en las Hojas de Otoño, 1831: acordes mezclados con rasgos de fantasmagoría germánica, con silfos y duendes, o adulterados con cierta impropia solemnidad de entonación. La poesía del gran lírico tiene sus puntas y asomos de monólogo teatral. Las notas del cantor de Las Rosas se resienten de incorrección, nunca de afectación: son puros, aunque harto imperfectos preludios. Los lectores quedan prendados siempre del poeta, que les abre su alma, aunque la obra artística no les deje satisfechos.

No por imitación, sino por natural coincidencia, el género de poesía de Madrid es la misma elegía latina, depurada de las impurezas que la afean, y enriquecida con los afectos del hogar cristiano. Ovidio se apellidó a sí mismo tenerorum lusor amo-rum; Madrid se llamó a sí propio «el sensible cantor de los amores.» Cuando el autor de estas líneas, no cumplidos los veinte años, se ejercitaba en traducir poesías modernas en verso latino, tuvo ocasión de advertir la desconformidad de unas con

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la poesía antigua y la afinidad de otras. Las de Madrid parecen trasladarse y vaciarse por sí mismas en dísticos elegiacos. Esto demuestra a nuestro juicio la naturalidad, blandura e interna elegancia de aquellas inspiraciones. Así tradujimos sin tropiezo El retrato de Amira, La Rosa de la Montaña, Mi corona y sepultura, La Malvarrosa. Quizá en otro número de Colombia Ilustrada se ofrecerá a los aficionados a la versificación latina, alguna muestra de aquellos juveniles ensayos, en prueba de la observación que queda consignada.

Propercio (1) decía:

i De qué te sirven, di, los versos g r a v e s , N i de T e b a s l l o r a r los fuertes m u r o s , De T r o y a el fuego, ni los hechos duros Que los g r i e g o s hicieron en l a s naves ?

M á s en amor Mimnermo blando a g r a d a Que docto y g r a n d e el sin igual H o m e r o ; Condena blando Amor el verso fiero Y dios desnudo p l u m a e n s a n g r e n t a d a .

D e j a , pues, de l l o r a r l a muerte fiera Que a J u n o quiso d a r el h a d o adverso, Y escr ibe en dulce y blando y fáci l verso C o s a s que c u a l q u i e r n i ñ a entender q u i e r a (2 ) .

Esto mismo siente Madrid, y lo dice una vez y otra con la mayor sinceridad:

i Qué me importan los cetros De los g r a n d e s m o n a r c a s , De los conquistadores L a s s a n g r i e n t a s e s p a d a s ? Me asusto cuando escucho L a t r o m p a de l a f a m a Y prefiero l a oliva A l laurel y l a s p a l m a s (3) . Coróname de r o s a s , dulce A m i r a , Y no me des , A m i r a i d o l a t r a d a , L o s laure les de M a r t e ni l a e s p a d a Sino el mir to de V e n u s y mi l i r a ,

*

Y la verdad es que Fernández Madrid no tenía vocación para político activo ni menos para regir la nave del Estado en medio de la tormenta de la revolución. Abrazó la causa de la

(1) E l e g í a , l ibro i, 8 — L a t r a d u c c i ó n que a q u í ponemos es d e Quevedo.

(2) Et cañe quod quaevis nosse paella velit. G r a c i o s o pensamiento que envuelve todo un s i s t e m a de p o e s í a . Quevedo empleó ente?ider en el sentido de oír, saber (nosse) . (3) Cf. A n d r é * Chénier : M a muse fuit les c h a m p s abreuvés de c a r n a g e , e t c . (Vid. ed. G a r n i e r , tomo i , p á g i n a 116 .

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Independencia con la juventud de aquel tiempo, y por la cultura de su trato, sus buenos estudios, y su elocuencia fácil y fluida, figuró con lucimiento en el Congreso de las Provincias Unidas; pero apenas habrá suceso más característico de la Patria Boba, que la elección que aquel Congreso, antes de disolverse y al aproximarse el ejército expedicionario victorioso, hizo en Madrid para Presidente de la República expirante en 1816, por haberse denegado abiertamente a encargarse de la Presidencia don Camilo Torres. Torres era un hombre austero, piadosísimo, y el más sabio jurista de la Nueva Granada. Político idealista, robusteció con el prestigio de su nombre el sistema disociador del federalismo y de los gobiernos plurales, causa principal de discordia y debilidad. No dejó empero de comprender que todo estaba perdido, y declaró que no aceptaba la Presidencia, porque la República se hallaba agonizante, y él no era taumaturgo para volverle la vida. La Patria necesitaba bautismo de sangre. Torres supo morir con la Patria y por la Patria; no quiso defenderse en juicio; marchó al patíbulo con valor imperturbable; su cabeza, clavada en una escarpia, fue más elocuente que su palabra, y su sangre riego fecundo. Si vivo no podía salvar la Patria moribunda, mártir contribuyó a su resurrección.

Ni Torres ni Madrid eran los llamados a dar uniforme y vigorosa dirección al movimiento revolucionario. Las circunstancias anormales piden la dictadura: la guerra requiere dirección militar. Ausente Narino, único estadista hábil, al par que guerrero, la política había quedado en manos de letrados, de federalistas y aun cantonalistas, sólo que mansos y por error de entendimiento. Ni se concibe qué pensaba Madrid, cuando aceptó la cruz de aquella malhadada y nominal Presidencia.

Sin medios de resistencia, el Presidente Madrid no disponía de autoridad y prestigio ni aun para reunir los míseros restos del ejército desmoralizado y derrotado; y divididas las opiniones, Serviez y Santander se retiraron a Casanare, y él con unos pocos leales marchó hacia el Sur. Aquel fue el principio de todos sus padecimientos físicos y morales. Perseguido por los realistas, después de la derrota de sus amigos en la Cuchilla del Tambo, llevando a su lado a la joven y abnegada compañera de su suerte, emboscado sin recursos en ásperas montañas, sin rumbo ni camino de salud, cae al fin prisionero, y en su profundo abatimiento, perdida toda esperanza, dirige humilde ruego al fiero vencedor, implorando su generosidad y protestando adhesión a la causa del Rey; «debilidad —decía más tarde Madrid-que nunca he podido perdonarme.» Deportado a España bajo partida de registro, no pasó de la Habana, donde se le permitió permanecer bajo la vigilancia de las autoridades. Allí residió ejerciendo con buen crédito la medicina, hasta 1825, en que encontró medio de evadirse y regresar a su patria ya independiente. Muchos le hacían responsable como a último Presidente de la Nueva Granada, de la ruina debida a la discordia civil y a los errores e imprevisión de todos. Así es que a su vuelta al país fue recibido con publicaciones en que se le acu-

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saba de infiel, de cobarde y aun de traidor. Había pasado la época de las persecuciones, cesaba la del destierro, y empezaba la más amarga del juicio sobre su conducta, promovido por compatriotas suyos. Por entonces publicó su primera defensa.

Madrid había incurrido en una debilidad que él mismo confesaba, pero infiel y traidor no fue jamás. Lo esencial en este negocio de Madrid está en que cuando él imploró la indulgencia de Morillo, todo estaba perdido; trató de salvar su vida, engañando al Jefe español, pero sin comprometer antes ni después a ninguno de sus compatriotas con infame delación, de que era incapaz, ni en otra forma. Pecó contra su propia gloria, no contra la salud de la Patria ni contra sus conciudadanos; él mismo confesaba su debilidad, y harto la había purgado con sus padecimientos!

Más que sus razonamientos, aunque en lo sustancial bien fundados, abogaban en favor de Madrid sus prendas personales y sus poesías. Era un hombre esencialmente bueno y benévolo, y además lo que se llama un hombre «fino.» En este concepto le recordaban cuantos le conocieron. Atacado con acritud e injusticia, se defendía razonadamente, sin ofender a nadie, y aun ocultando cargos contra otros, que pudieran robustecer su propia vindicación.

Yalhemos citado el elogio que de Madrid hace Bello: el más alto elogio que de un hombre puede hacerse, y tanto más valioso cuanto está trazado por una pluma circunspecta, que nunca usó de hipérboles. El Libertador, que conoció a Madrid desde 1814 en Bogotá, tuvo por él particular predilección. Apenas regresa Madrid a Cartagena, Bolívar desde el Cuzco se lo recomienda encarecidamente al Vicepresidente Santander, y hace que se le envíe a Europa, primero como agente confidencial en París, luego como Ministro en Londres, aunque Bello, el maestro de Bolívar, parecía llamado a obtener esta Legación por ascenso. Cuando Restrepo publicó en 1828 la primera edición de su Historia dedicada al Libertador, Bolívar, al darle las gracias, no olvida pedirle rectifique los conceptos desfavorables a Madrid, que en ella se estamparon.

Las poesías de Madrid obtuvieron en Colombia la más favorable acogida, especialmente entre las damas, que lar, repetían de memoria. Su lenguaje no era el de los cantores «de Tebas y de Troya,» sino el que habla el corazón; sus versos fáciles, melodiosos, se grababan en la memoria y convidaban al canto. La dama de los pensamientos del poeta ¡ raro fenómeno 1 era su mujer legítima. Madrid era un marido enamorado de su mujer; y aquella celestial «Amira» (1), una hija de Bogotá, en quien sus paisanas todas se veían honradas y enaltecidas:

R o s a del Bogotá que todavía Conservas tu perfume y lozanía, ¿ Cómo es que no h a s perdido tu h e r m o s u r a E n t i e r r a s y regiones t a n e x t r a ñ a » ?

(1) A n a g r a m a de Maiia ( M a r í a F r a n c i s c a Domínguez) .

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Suelo benigno, ameno, delicioso Do moraron l a paz y l a esperanza H a s t a el d í a ominoso E n que c iego de r a b i a y de venganza B r u t a l soldado te a r r a s ó furioso !

* * *

Madrid desempeñó con lucimiento la Legación que se le confió. Su enfermedad del pecho había hecho progresos, y, no habiendo podido llevar consigo, por no hallarse la señora de Madrid en estado de emprender viaje, sino a uno de los niños, Pedro, vivía lleno de melancólicas y dolorosas preocupaciones. Las cartas que dirigió a su «adorada amiga» (publicadas en la Biografía que acaba de dar a luz el señor Martínez Silva), contienen la misma «poesía del corazón» de sus versos, más íntima y no rimada, y con ellos confirman el nombre de EL SENSIBLE que le daban ya desde el colegio sus amigos. Al fin la señora de Madrid se trasladó a Europa para acompañar a su marido; pero Madrid sobrevivió pocos meses a lo que él consideraba como el renacimiento de su felicidad.

El 28 de junio de 1828 falleció en el pueblo de Barnes.

Bogotá, febrero de 1889. (Colombia Mustiada, de 2 de a b r i l de 1889).

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DON RUFINO JOSÉ CUERVO

Una biografía no es otra cosa que la historia de los hechos de quien, por ellos, merece vivir en la memoria de los hombres. La biografía de un erudito que ha consagrado su existencia al estudio, se reduce a la historia crítica de sus obras literarias o científicas. El escritor suele identificarse con el libro. El señor Cuervo pertenece al número de los solitarios o eremitas de la ciencia. Aunque afiliado, no sólo con el corazón sino con el entendimiento, en la escuela católica; aunque adicto a una causa política, haya seguido con interés el curso de los sucesos, con todo, no se mezcló nunca en las guerras de los partidos, y rehusó siempre los puestos públicos a que fue llamado, entre ellos el de Representante del pueblo (1876) y el de Consejero de Instrucción Pública (1881), persuadido de que no era esa su vocación, ni le convenía bilocarse. A causa de este retraimiento sistemático, su vida carece de las peripecias de una agitada y novelesca existencia, mas no de ejemplos, ya de laboriosidad material al par que intelectual, ya de nobles sentimientos y de virtudes cristianas.

Plumas competentes examinarán los tesoros de erudición del lexicógrafo ilustre. La nuestra dedicará un sencillo homenaje de respeto y simpatía al ausente compatriota,

Rufino José Cuervo nació en Bogotá en 1844, último de los hijos, todos varones, del doctor don Rufino Cuervo y doña María Francisca Urisarri de Cuervo. Faltóle su buen padre en edad temprana (1853!, y acompañó a su santa madre hasta el día en que le cerró los ojos (1869). La señora Urisarri de Cuervo era una matrona distinguidísima por su piedad, su modestia, su talento, su agradabilísimo trato. Hacen de ella grato recuerdo cuantos tuvieron la dicha de tratarla. Ella conservó en su familia las austeras y puras tradiciones de sus antepasados. Era hija de don Carlos María de Urisarri, caballero vascongado a carta cabal, y ferviente católico, para quien fue creada en el pasado siglo la plaza de Oficial supernumerario de la Secretaría del Virreinato.

Mucho debieron de influir en el corazón de Cuervo los ejemplos y enseñanzas de aquella mujer fuerte. En París oye misa todos los días, ejercita las mismas piadosas prácticas que en Bogotá, como cristiano el más observante, y adelanta sus grandes obras científicas, según expresión confidencial suya, a modo de viajero que se entretiene en cualquier cosa mientras suena el pito que anuucia la marcha del tren_a su destino. El recuerdo y la protección de su madre le acompañan siempre.

Valióle a nuestro compatriota, para llegar a la altura en^que hoy brilla, en primer lugar, el talento extraordinario con1 que

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plugo a Dios dotarle, y luego, el caudal intelectual acumulado por los padres, que en esta vez, como en otras muchas, no es perdido para los hijos. El doctor Cuervo, educado a principio, del siglo, bajo la dirección de su tío paterno, el docto y virtuo so canónigo don Nicolás, había adquirido desde edad tierna aquel amor a la lectura y al estudio, aquella afición a las letras, que distingue al hombre cultivado del ordinario y semisalvaje, cualquiera que sea su posición social y pecuniaria. Así, aunque envuelto en el torbellino de nuestras luchas políticas, el doctor Cuervo fue un estadista de tipo europeo, hombre metódico, formal en todo, de selecta biblioteca y rico y bien ordenado archivo, y atento a la educación moral e intelectual de sus hijos. Apenas alcanzó a conocerle el menor de ellos, que lleva su nombre; pero encontróse desde los primeros albores de la razón en un centro doméstico bañado en ambiente literario, y pudo empezar su educación escolar (1855) en un establecimiento regido por su hermano don Antonio, que ya por entonces, haciendo muestra de precocidad notable, había publicado un excelente texto de Geografía.

Cursaba Lógica en el Colegio de San Bartolomé, regentado por los jesuítas, cuando entró Mosquera a Bogotá, en julio de 1861. La Dictadura se hizo sentir terrible; desatóse la persecución de la Iglesia, y como la guerra continuó por mucho tiempo en los Estados, y esta ciudad era el principal arsenal del Dictador, vivíase aquí en continuas alarmas, y expuesto todo el mundo a vejámenes. Los hermanos de Rufino, que habían militado en las filas del Gobierno, estaban ausentes. El quedó acompañando a su madre; y solo, sin más estímulo que la sociedad de unos pocos amigos de su edad, que se hallaban en análogas condiciones, continuó sus estudios con singular consagración y provecho.

Cuervo no es sólo un filólogo: el peder de sus facultades es múltiple, y en todas las esferas del saber ha penetrado intrépida y afortunada su curiosidad, bien que al cabo la filología, que por sí sola es inmensa, haya absorbido su atención. Estudió varias lenguas muertas y vivas, ejercitándose en éstas con el especia! auxilio de Ezequiel Uricoechea, su íntimo amigo, que se había educado en Alemania, y era infatigable; concurrían ambos a la tarea con tesón vizcaíno: dijérase en ellos rasgo de atavismo. Por aquellos tiempos estudiaron juntos árabe, sin maestro, que es cuanto cabe imaginar en este género de audacias. Más tarde publicó Uricoechea, en francés, una refundición de la Gramática de Caspari, y siendo ya Profesor de aquella lengua en la Universidad de Bruselas, murió en Siria, adonde había marchado en unas vacaciones, llevado de su afición al estudio de las lenguas orientales. Hasta el fin de sus días mantuvo con Cuervo correspondencia amistosa y literaria.

El doctor Cuervo dejó a su familia bienes de fortuna que luego vinieron a menos, por causas que pueden resumirse en la general de la calamidad de los tiempos subsiguientes a su fallecimiento, a tal punto que la bien situada y cómoda casa en que

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vivía con sus hijos solteros la viuda de Cuervo, respondía ya por un fuerte gravamen. Cuestiones de intereses turbaron la tranquilidad de Rufino y le amargaron mucho, engendrando en él cierta misantropía. El y su hermano Ángel, que desde aquellos tiempos han vivido y viajado juntos, propusiéronse luchar porfiadamente con la suerte contraria; venciendo mil dificultades, establecieron, en pequeño al principio, una fábrica de cerveza, y poco a poco fueron ensanchando la empresa, con tal crédito y tan buen éxito, que al cabo de algunos anos habían rescatado su haber y adquirido un capital con el cual han asegurado su subsistencia independiente y decorosa. Durante su estancia en Bogotá el diplomático argentino, señor Cañé (véase su obra En Viaje) tuvo ocasión de admirar a un industrial que con visible competencia presidía personalmente a las operaciones de su fábrica, llevando siempre, bajo el brazo, alguno de aquellos volúmenes en que tomaba notas para la colosal obra que ha empezado a publicar en París.

Las producciones del señor Cuervo son bien conocidas: Apuntaciones Críticas sobre el Lenguaje Bogotano. Primera

edición, Bogotá, 1867-72. Cuarta, Chartres, 18 5. Gramática Latina, por R. J . Cuervo y M. A. Caro. Primera

edición, Bogotá, 1867; 2.a, 1869; 3. a , 1876; 4. a , 1886. Notas a la Gramática de Bello: extenso comentario de que

ha hecho varias ediciones la Casa Echeverría, de Bogotá, como apéndice a la citada Gramática—la última en 1881. Reimpresas en Curazao par Bethencourt e hijo (1).

Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana: obra monumental y clásica en su línea. El primer tomo, impreso en París, 1886, ha sido acogido con admiración y con los más altos elogios en al mundo científico.

Y algunos artículos filológicos y críticos publicados en revistas. El señor Cuervo es también alumno, aunque oculto, de las Musas.

El Diccionario de Cuervo es uno de los grandes monumentos de la Filología del siglo, y sin duda la primera obra de su género en nuestra lengua. La civilización no avanza en todas sus formas paralelamente, y en las regiones en que se habla el español la Filología está en mantillas. De aquí que muchas personas, en otro concepto ilustradas, no se hallen acaso en capacidad de apreciar en lo que vale ese maravilloso trabajo. Unos dicen: «¿De qué sirve ese libro, si consigna todos los usos y no dice terminantemente: Dígase de este modo y no del otro?* |Como si las lenguas no fuesen organismos que se desenvuelven en el tiempo; como si la labor del lexicógrafo no se cifrase en exponer ordenadamente los hechos cumplidos en virtud de las leyes naturales que rigen ese desenvolvimiento; como si el lexi-

(1) De l a G r a m á t i c a de Bello , r e v i s a d a por Cuervo, y a m p l i a d a con d i c h a s notas , h a y u n a nueva y reciente edición h e c h a en P a r í s , por Roger y Chernoviz,—(Nota de Colombia Ilustrada).

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cógrafo mismo pudiese dictar despóticamente leyes al idioma! Otros dicen: «Cuervo es un grande erudito y nada más. Su obra revela inmenso trabajo, pero no talento.» No sabemos si esta apreciación se inspire más en la envidia que en la ignorancia.

El Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana es a un tiempo, y en grado eminente, erudito, histórico, científico y filosófico. Erudito, porque registra infinidad de datos curiosos y numerosísimos ejemplos pacientemente recogidos y ordenados. Histórico, porque expone el desenvolvimiento de la lengua desde la época de su formación, ilustrado con indicaciones etimológicas, que con frecuencia resumen investigaciones originales y presentan nuevos puntos de vista. Científico, porque el autor se muestra perfectamente enterado de los principios a que obedecen las transformaciones lingüísticas y dialécticas, y los aplica con seguro criterio. Filosófico, en fin, por la rara penetración y sagacidad con que el autor persigue el origen de las acepciones, sus enlaces y derivaciones por los oscuros caminos de la metáfora.

En 1877 los dos hermanos hicieron un viaje por toda Europa. En 1882 se establecieron definitivamente en París. La salud de Rufino se ha quebrantado un tanto, y por prescripción de médico, pasan la estación fría en Monaco.

Don Ángel ha preferido la literatura amena a los oscuros problemas etimológicos y a las laberínticas investigaciones de la Filo'ogía. Ha cultivado, aunque de ordinario bajo el velo del anónimo o del pseudónimo, la poesía burlesca (en un poema en octava rima), el romance histórico y el drama; y últimamente, la crítica de artes, en que muestra especial competencia. A.rca-des ambo.

Rufino José Cuervo es de regular estatura, bien proporcionados miembros, varonil y agradable aspecto, muy semejante al de su padre. Muy cortés y complaciente, aunque algo encogido en sus maneras, y nada amigo de reuniones, huye de la ostentación, y gózase en atender y servir a sus amigos.

(De El Repoiter Ilustrado de 4 de junio 1890),

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MENUDENCIAS ILITERARIAS

Querido Urbano: Hace cuarenta y dos años que vivo retirado, olvidado, y feliz hasta donde cabe, en este agreste paraje. Accediendo a los deseos de usted trataré de recoger mis recuerdos, y apuntarle algunas de las que considero novedades iliterarias menudas, introducidas en el país. No soy juez idóneo de derecho literario, ni de otro alguno, dada mi incompetencia, pero sí testigo hábil para establecer los hechos, porque en la soledad se lee con mayor atención, y se notan más los cambios que van efectuándose, y que pasan acaso inadvertidos para los que viven en el bullicio de la corte, o se agitan en el hórrido torbellino de los negocios públicos y de las pasiones políticas.

Hace tiempo empezó ya a llamarme desagradablemente la atención el uso del segundo apellido en abreviatura, práctica tan inmoderada al fin, que ya parece no hay quien no acostumbre firmar con ese aditamento.

Toda manifestación cubierta de firmas, que publican los periódicos, sale empedrada de iniciales de segundos apellidos indescifrables.

No sé de dónde ha nacido, ni porqué se mantiene semejante manía.

El nombre y apellido de cada persona es una locución enteriza, una unidad pronunciable, y no un jeroglífico, ni una marca.

Los romanos solían usar prenombre, nombre y cognombre, verbigracia C. Julias Caesar (Cayo Julio César), M. Tullius Cicero (Marco Tulio Cicerón), Q. Horatius Flaccus (Quinto Horacio Flacco). El primer nombre se usaba en abreviatura; pero los de esta especie eran pocos, y la inicial los revela inmediatamente.

Los ingleses suelen añadir al nombre bautismal, como segundo nombre, el apellido del padrino o el de algún sujeto estimado en la familia. Esta costumbre, a que no encontramos nada reprochable, se ha hecho general en los Estados Unidos. Nótala Max O'Rell en su obra Jonathan y su continente: «No me hubiera sorprendido, dice, encontrarme con algún Mr. Napoleón Bonaparte Robinson. Las celebridades no hacen excepción a la regla: Henri Wadsworth Longfellow, John Gieenleaf Whithier, James Russell Lowell, Ralph Waldo Emerson, etc. ¿No parecen estos dobles nombres una especie de título, que el padre pensase conferir al hijo en la pila bautismal?» No ciertamente. Es sólo generalización de una práctica inglesa.

Ese segundo nombre suele ponerse en abreviatura, aunque no siembre.

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Los españoles acostumbran firmar con todas sus letras, y a veces añaden el apellido materno enlazado con la conjunción y o sin ella, según lo aconseje la eufonía.

Se admite en inicial el nombre de pila, sobre todo el segundo, cuando hay dos, en muchos casos en que, quien lee, puede sobreentenderlo; o bien por razón de notoriedad, cuando el apellido se considera suficiente distintivo.

No sólo se pone en ocasiones el nombre en abreviatura, sino que se omite, y se usa sólo el apellido, o media firma, en ciertas diligencias administrativas o judiciales, por costumbre o por ley.

Al contrario, en cartas de familia, firmamos omitiendo el apellido, con el nombre solo, y aun traducido al estilo doméstico, como Pepe, Paco.

Pero lo que no se justifica, ni yo me lo explico, ni se usa en parte alguna del mundo, que yo sepa, excepto esta nuestra tierra y Chile, aunque allá no tanto como por acá, es la coleta aquella de la inicial sola del segundo apellido.

La última palabra de una frase se ha de poner siempre entera; aquello otro es acabar en punta.

No se justifica esta práctica por razón de familiaridad, porque el hermano, amigo o conocido no necesita de este aditamento para que sepa quiénes somos.

No se justifica tampoco por razón de notoriedad, porque el público no ha de conocernos ni apreciarnos mejor por aquel apéndice.

No advierten probablemente los que en lo escrito se añaden una inicial, que una letra sola se lee con el nombre que le corresponde en el alfabeto; de modo, que o de nada sirve la inicial, o sirve para trocar el apellido materno en el nombre de la respectiva letra. O de todas las tales iniciales hemos de decir: «llámela usted hache,» o Forero se convertirá en Efe, Herrera en Hache, Juárez en Jota, Quijano en Cu, Vargas en U consonante o Ude corazón, Walker en doble u, Yanguas en Y griega!

]Es decir, que en vez de quedar mejor denominados, resultamos señalados con nombres de letras!

No sirve esa maldita inicial para distinguir nada, como lo pretenden los que publican avisos de esta factura:

«Habiendo visto que en el Diario de la Policía figura Sini-baldo Orellana J., anuncio que en lo sucesivo firmaré Sinibaldo Orellana Z.»

¿Nos libraremos por este medio de peligrosos homónimos? Parece que no.

El autor del aviso podría distinguirse mejor dando las señas de su profesión y domicilio. Y si el Diario de la Policía indicase que el Orellana arrestado o penado es de tal procedencia, que tiene tal oficio o ninguno, no habría necesidad de ulterior rectificación.

La homonimia puede resultar de usurpación de apellido de otra familia, o de nombre y apellido de determinada persona

E s t u d i o s l i te rar ios—M. A . C a r o — 1 5

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abuso que nuestras leyes no previenen, y que no se remedia con una inicial que el remedador puede también tomar para su disfraz.

De la rectificación por medio de iniciales finales resulta, que quien conoce bien al autor del aviso, dirá: «Este es mi amigo Sinibaldo, que vive en tal parte y tiene tal oficio, y la Z es el apellido Zamacois, de su madre doña Pancracia, que en paz descanse.»

Pero el público, a quien se pretende obligar a que tenga bien presente la diferencia de las marcas Jota y Zeta, para que no vaya a creer que el Orellana arrestado en la noche del día 13 de agosto del año 1889 era Zeta o Zeda y el que estaba recogido en su casa esa misma noche a la misma hora, era Jota; el público, digo, se reirá del aviso si llega a leerlo, y no se preocupará con Zetas ni Jotas. Lo mismo daría que el reclamante pretendiera diferenciarse con una rúbrica de tantos palos y rayas, verticales, horizontales u oblicuas, rectas o curvas, y un puntito muy disimulado en tal lugar. Porque al cabo, una letra que nadie sabe qué significa es un mero rasgo o ringorrango.

En Chile estilan algunos, para deshacer una homonimia, ocurrir a los números arábigos, y no falta quien firme «Marti-niano 2.° Ramírez,» para diferenciarse de otro ídem número 1."

Los nombres personales han tenido siempre no sé qué de respetable; el reflejo de la personalidad. Por estos caminos de iniciales y cifras vamos al sistema real de las marcas y contramarcas.

Pasa un hombre a la historia con apellido sencillo o doble; pero esa inicial como moneda falsa, ni pasará a la historia, ni debería correr siquiera en el periodismo.

Sería curioso ver transformado a Cervantes Saavedra, o Cervantes a secas, en Cervantes Ese, a Antonio (apellido) de Nebrija en .Antonio Ene, a Bartolomé Esteban (apellido) Murillo, o Murillo solo, en Esteban Eme, a Meléndez Valdés, en Meléndez U consonante. En nuestros días tendríamos en España, Martínez de la Erre, Scío de Ese Eme, Cánovas del Ce, o de la Ce, Ríos y Erre, Núñez de A., Menéndez Pe; y en Colombia Vargas Te, Briceño Eme, Posada Ge, y entre los coetáneos Camacho Erre, Martínez Ese, etc., etc.

En mis tiempos se empleaban uno o dos apellidos, pero la inicial del segundo nunca. Hojee usted el célebre Día, por ejemplo, y se persuadirá que la práctica que impugno es moderna.

No sé quién ni cuándo la introdujo. Quizá pudiera rastrearse la época del aparecimiento de esta enfermedad revisando las firmas puestas al pie de nuestras leyes. Ninguno de los nombres que autorizan nuestras Constituciones, desde la de 21 hasta la de 58, tienen esa conterilla. Entre los que firman la de 63 aparecen como excepciones únicas los nombres «Santiago Izquierdo Z.,» representante por Boyacá, y «Clímaco Gómez V,.» Secretario. Quizás son estas las primeras firmas de esa especie que aparecen en nuestros cuerpos legales. En algunas leyes de 1864 firma como Secretario de la Cámara de Representantes el señor

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«Emiliano Restrepo E.» En las de 1870, como Secretario del Senado, el señor «Eustacio de la Torre N.» En 1871, como Presidente de la Cámara de Representantes, el señor «J. M. Quijano W.» En 1874, como Presidente de la misma, el citado señor «Restrepo E.», y en 1875, como Secretario, el señor «Benjamín Pereira G.,» que en épocas anteriores había firmado con todas sus letras «Gamba.» La Constitución de 1886 está firmada, con doble apellido íntegro, por los señores Rubio Frade, Ospina Camacho, Campo Serrano, v_alderón Reyes, Mendoza Pérez r

Casas Rojas y Quintero Calderón, y con segundo apellido mutilo por el señor «Antonio Carreño R.» Y aquí suspendo esta imperfecta investigación.

Parece que en época de elecciones han solido algunos s a car a relucir el segundo apellido de candidatos que no lo habían usado. Al doctor Manuel Murillo y a don Mariano Ospina, que siempre firmaron así, les añadieron Toro y Rodríguez, respectivamente, acaso para que, triunfante el candidato, no corriese el peligro de ver disputado su puesto por algún incógnito homónimo. [Profunda precaución contra alguna tinterillada 1 En una colección muy mal impresa de escritos del doctor Ospina, el ocasional colgajo «Rodríguez» aparece convertido en una erre mayúscula. ¡Ira de Dios!

Concluiré en romance de ciego:

Si u s a s segundo apellido Y as í el pr imero a d i c i o n a s , P a r a que leerse pueda P o n l e con sus l e t r a s todas ; Y ahorro de espacio o t i n t a N o vale a l e g a r en c o n t r a . P e r o si sólo h a s de darnos L a inic ia l con que se n o m b r a U n a l e t r a , siendo tú No le t ra , sino persona , F í r m a t e con sencillez Y rabi l lo no te p o n g a s .

R t J S T I C O

(La Defensa Católica, 25 de octubre de 1 8 1 0 ) .

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UN RECUERDO HISTÓRICO

Y UNA POESÍA LATINA

Señor Director de El Orden Público.

Por una feliz casualidad llegó a mis manos, y guardo entre algunos papeles curiosos, la poesía latina que remito a usted para que, publicándola, si lo tiene a bien, en su acreditado periódico, la salve, de este modo, del olvido, antes de que alguna guerrilla, en nombre de la libertad y de nuestro amo y señor Rosas, venga y barra con esta pobre vivienda.

Quizás extrañarán y aun censurarán no pocos el que en estas circunstancias se publiquen versos (| y versos latinos!), pero deben considerar estos lectores melindrosos que con el pequeño espacio que en un solo número de su diario se destine a estas líneas, no se les defrauda de cosa importante a ellos, y que no faltarán algunos otros lectores que las reciban sin ceño y acaso con agrado. De todo hay en la viña del Señor. En tiempos calamitosos para serenar el espíritu volvemos a mirar a veces las estrellas del cielo y las flores de! campo; ¿porqué no gustar alguna vez el aroma de la poesía, que es la flor del espíritu? Por otra parte, la que remito a usted no sólo puede ser interesa-:te por su mérito literario, del cual no me toca juzgar, por falta de competencia, sino que lo es también, y de esto doy por mi parte testimonio, por el recuerdo que en ella se consagra por el afecto, el cual ha de durar mientras existan en esta tierra nobles tradiciones y corazones agradecidos. ¿ Y qué impresión no ha de producir en el ánimo el confrontar el recuerdo de los misioneros de la Cruz con la imagen horrible, que ya tenemos a la vista por estos lados, de los apóstoles del Machete?

Porque es un hecho capital en nuestra historia, y que no habría nadie a quien no fuese notorio si en nuestros colegios y escuelas (permítaseme este desahogo) se estudiasen racionalmente los orígenes de nuestra civilización, no por mal arreglados y miserables compendios que se leen y repasan de carrera para «ganar el curso,» sin que dejen en la memoria sino algunos nombres propios, vacíos de significación, ni en el ánimo otra huella que la impresión perniciosa de matanzas y destrozos, pequeña pesadilla donde no luce criterio racional, ni filosofía providencial alguna; es un hecho, repito, capital en nuestra historia, que la Compañía de Jesús fue, si no nodriza, ya que esa preparación tocó en suerte a otras órdenes religiosas y en especial a los Padres dominicanos, sí maestra de estos pue-

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blos desde el ano 1605, 67° de la ocupación del centro de este país por los descubridores. Desde ese año, en que se echaron los fundamentos del Colegio de San Bartolomé, del nombre de su fundador el Arzobispo Lobo Guerrero, hasta el de 1653, en que se fundó_el Colegio Mayor de Nuestra Señora de! Rosario, «no podía señalarse sujeto ilustre que no hubiera sido alumno del Colegio de San Bartolomé,» como decía el Padre Badilas en un memorial citado por el Padre Rafael Pérez, diligente historiador de la Compañía en Colombia y Centro América después de su restauración, o sea a psrtir del año 1842. (Valladolid, 1896-98, tres tomos).

Coincidió exactamente la fundación del Colegio de San Bartolomé y de la iglesia de la Compañía en esa capital con la inauguración del período de mando del Presidente don Juan de Borja, digno nieto del Santo Duque de Gandía, tercer General de la Orden de los jesuítas. Gobernó el Presidente Borja veintitrés años, y habiendo alcanzado y tocádole festejar en el Nuevo Reino la canonización del fundador de la Compañía en 622 y la beatificación de su propio abuelo en 624, murió en 628, en Santafé de Bogotá, dejando de sí grato recuerdo como prudente y justiciero gobernante. N J es posible dejar de ver la mano de Dios en la reunión extraordinaria de las circunstancias que acompañaron el establecimiento de la Compañía en la Nueva Granada como en terreno especialmente confiado a su apostólico celo y a su magisterio.

Según las listas que acompañan el inédito memorial de Barillas, aumentadas con datos posteriores, documentos a que se refiere el Padre Pérez y que también poseo, en el período comprendido desde la fundación de San Bartolomé hasta la de! Rosario, o sea en la primera mitad justa del siglo XVil, entre los alumnos formados en las aulas del primero «en todas letras políticas, humanas y divinas, y en las Faculfades de Filosofía y Teología, y en la de Santos Cánones,» muchos fueron los que llegaron a ocupar, dentro y fuera del Reino, los más altos puestos de la jerarquía civil, habiendo llegado uno de ellos, natural del país, Cabrera y Dávalos, a ser más tarde Presidente déla Nueva Granada. En el estado eclesiástico se contaban ya «seis Obispos, sesenta Prebendados, trescientos Párrocos, y considerable número de religiosos de diversas Ordenes, entre los cuales había no pocos muy señalados en virtud y letras, y aun coronados con la auréola del martirio entre los bárbaros que evangelizaban.» Así se propagaba la civilización cristiana en todo el país y aun en las comarcas limítrofes.

Crecía la sociedad neogranadina, y por tanto la fundación del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario por el ilustre Arzobispo fray Cristóbal de Torres, de la Orden de Predicadores, vino a satisfacer una necesidad ensanchando considerablemente! la instrucción superior. Olvida el Padre Pérez consignar una circunstancia muy de notarse, que el primer Rector, señor Araque, y los primeros catedráticos del Rosario fueron escogidos entre lo? más distinguidos Colegiales de San Barto-

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lomé, por manera que, si bien el nuevo instituto debía disfrutar de autonomía como de ella disfrutó, estableciéndose una noble emulación entre los dos Colegios, es lo cierto que el segundo empalma por su raíz con el primero.

Un siglo después, en 1767, cuando los Padres de la Compañía, por una orden de Carlos m, reservada hasta ejecutarla de modo fulminante en una misma noche (30 de julio) fueron arrojados de estas entonces colonias españolas, que ellos, como queda dicho, educaron, su acción benéfica se extendía ya a todo el territorio de la Nueva Granada. El historiador liberal Plaza, al llegar a este punto, hace justicia a la Compañía, reconociendo los servicios eminentes que prestó a la civilización. «Los indios Achaguas (dice al mismo propósito Vergara y Ver-gara en su Cuadro Cronológico), los Airicos, Caribes, Araucas, Palenques, Llaneros, Giraras, Guaibas, Chiricoas y los feroces Sálibas reducidos ya en poblaciones cristianas, volvieron a ganar la vida del desierto.» Fuera de esas misiones florecientes tenían los jesuítas residencias, colegios y bibliotecas en Tunja y Pamplona, en Buga, Popayán y Pasto, en Antioquia, en Honda y Mompós, en Panamá y en Cartagena, teatro de los trabajos asombrosos de los Padres Sandoval y Claver (San Pedro), «apóstoles de los negros.» Todo fue arrebatado o suprimido. Pero la buena semilla del Evangelio había sido esparcida a todos los vientos, y si en algunas partes cayó en peñascos o en espinos, en otras partes halló seno fértil, y fructificó en la tradición de las familias cristianas.

Por eso en 1844, cuando por gestión hecha ante el Padre Santo por la Administración Herrán, vinieron de Europa algunos Padres jesuítas a demostrar con su presencia, después de setenta y seis años, la verdad de la resurrección de la Compañía, que había sido crucificada en el siglo precedente, aun cuando en todo aquel tiempo había crecido aquí y prosperaba la cizaña, e irguiéndose amenazaba, sin embargo los misioneros encontraron fraternal y entusiasta acogida en una sociedad que conservaba sus santas tradiciones, en el venerable Arzobispo Mosquera, en no pequeña parte del clero, en todas las familias verdaderamente católic r s. El Padre Pérez describe someramente aquella recepción y reproduce en los apéndices la pastoral que, con tal motivo, publicó el citado Arzobispo, la que, como todos los documentos del mismo origen, vivirá entre los monumentos de nuestra Iglesia merecedores de perpetua memoria.

¡Maravillosa trama de recuerdos! Los que habiendo sido alumnos y amigos de la Compañía sobrevivieron a la expulsión colectiva de 1767, habían guardado y transmitido a sus relacionados aquellas sagradas memorias. Aquí, por ejemplo, el piadoso y doctísimo Canónigo Duquesne, alumno de los jesuítas, fue en su ancianidad ejemplo vivo de los frutos del árbol que había sido cortado, y, sobrino de Duquesne, el santo apóstol doctor Margallo, en su trato familiar y en su incesante predicación, con la cabeza cubierta de nieve y el corazón encendido en llamas divinas, hasta el último día de su existencia mortal, en vísperas,

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por decirlo así, del regreso de los hijos de San Ignacio, de quienes fue como precursor, avivaba en todos los corazones el recuerdo de los que fueron y la esperanza de ver a sus dignos sucesores. Pero si aquí se conservaban aquellas piadosas tradiciones, los Padres que vinieron el año 43 las guardaban también, habiéndolas recibido allá en Europa, algunos de ellos directamente, no sólo de los jesuítas europeos, sino también de los americanos expulsos que alcanzaron mayor edad. Por eso el Padre Pablo de Blas, uno délos que entonces vinieron aquí, y que luego pasó como Superior a la vecina República ecuatoriana, en la breve y elocuentísima oración que pronunció en Quito el 2 de abril de 1851, decía:

«Hoy se cumplen ochenta y cuatro años desde que se fulminó aquel tan terrible como injusto anatema contra los venerandos religiosos de la Compañía, que humildes tributaron culto al Señor en este magnífico y suntuoso templo, digno de campear en la capital del orbe cristiano; contra los religiosos que tan dignamente ocuparon esta misma cátedra que yo ocupo ahora poseído de confusión y de respeto; contra aquellos religiosos que nacidos en esas mismas casas que ahora habitáis, unidos a vosotros por la sangre, objeto de los más tiernos afectos de vuestras familias, después de haber ilustrado y edificado a vuestros abuelos con su profundo saber y sus virtuosos ejemplos, fueron a transmitir sus luces y virtudes hasta en principales ciudades de la cultísima Italia, dejando en bendición su memoria, de lo cual yo mismo he sido testigo.»

Si la Compañía vivió tranquila en la colonia durante algo más de ciento setenta años, bajo el régimen de Reyes absolutos hasta Carlos m, en una república democrática, bajo el imperio de la libertad y el mando de Presidentes constitucionales le esperaba muy más corta vida. Por Ley de 28 de abril de 1842 se había declarado legal la existencia de los jesuítas en la República, declaración implícita en las garantías detoda constitución republicana; y el 18 de mayo de 1850 el Presidente de la República, José Hilario López, expulsaba a los jesuítas por decreto refrendado por sus Secretarios Murillo, Paredes y Herrera, decreto fundado en estos, entre otros considerandos:

«Que la pragmática sanción de 2 de abril de 1767, expedida por Carlos III, Rey de España e Indias, por !a cual se mandó extrañar de todos los dominios DE AQUEL SOBERANO (como si todavía lo fuera) a los Regulares de la Compañía de Jesús, así sacerdotes como coadjutores o legos que hubiesen hecho la primera profesión, con prohibición expresa de volver a ellos (a los dominios de Su Majestad, de suerte que la Nueva Granada era más dominio de Su Majestad que la Península, donde había jesuítas!) está vigente en la República;

«Que una de las cuestiones que más se agitaron y más fervorosamente se sostuvieron durante la gran discusión que preparó la última elección de Presidente de la República, fue la de la conveniencia de confiar el Poder Ejecutivo a un sujeto que

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por sus principios y enérgica decisión republicana dictase Jas providencias convenientes para hacer cumplir la citada pragmática de Carlos m (un republicano bastante enérgico para cumplir la orden despótica de un monarca español), y fue ESPECIALMENT E bajo esta invocación que el nombre del actual Presidente entró en la urna electoral y obtuvo un considerable número de sufragios (pero no el que requería la Constitución para ser declarada a su favor la elección);

«Que aunque por la índole y naturaleza de las instituciones democráticas los hombres que trabajamos en su desenvolvimiento desearíamos (hablan en plural, descubriendo la hilaza, los redactores del Decreto, a nombre del Presidente que lo firma, quien dijo allí mismo en singular: EL PRESIDENTE DECRETO) no rehusar nuestro asilo y territorio a ninguno de los miembros de la gran familia humana, todo sentimiento generoso de esta especie debe subordinarse al alto y trascendental interés social del RIGUROSO (¡bien dicho!) cumplimiento de las leyes (de su difunta Majestad Carlos III), que es la garantía del porvenir....»

Ese acto tan hipócrita en su forma como brutal en su ejecución, ha quedado grabado en nuestra historia en estas estrofas gráficas de nuestro gran poeta:

¡ P e d é i s h a b l a r vosotros as imismo, Humildes misioneros de l a Cruz, Contra los cuales del reabier to abismo R e n a c e del Borbón el despotismo

E n e s t a edad de luz !

¡ E l mismo espectro horrendo resuci tó , L a m i s m a escena , el mismo a r d o r feroz Que entre la noche a l a inocencia e x c i t a Del pobre lecho al os t rac ismo, y q u i t a

A la piedad su voz!

(Josa E U S E B I O C A R O , La Libertad y el Socialismo).

En 1859 llegaron algunos Padres jesuítas a Bogotá, casi todos granadinos, de los expulsados en 1850, y como Superior de ellos el Reverendo Padre Blas, antes mencionado. Pero aunque contaban con la benevolencia del Gobierno y con el amor del pueblo católico, al mismo tiempo que ellos iniciaban sus tareas apostólicas, estallaba una nueva revolución.

Tras desastrosa guerra triunfó el bando liberal, alzado en armas: el General Mosquera tomó la capital el 18 de julio de 1861, y después de imponer terror ordenando fusilamientos atroces y mandando sepultar vivos a personajes respetables en las bóvedas de Bocachica, su primera providencia fue expulsar violentamente a los jesuítas, convirtiendo en cuartel el Colegio de San Bartolomé y expropiando la casa del Noviciado (quinta de la Huerta de Jaime\ que estaba bajo la dirección del inolvida-

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ble Padre José Telésforo Paúl. A lo menos hay que reconocerle a Mosquera que para ese acto brutal no invocó, como antes López, quien en esa época era su Teniente, la autoridad de Su Majestad Carlos m.

El Padre Paúl, expulsado primero en 1850, no obstante ser entonces novicio menor de edad, y faltarle la condición de profeso que para el castigo exigía el decreto dado en RIGUROSA ejecución de la real pragmática de 1767; expulsado segunda vez en 1861, ya profeso y maestro de novicios, había venido a ser antes de 1885 Obispo de Panamá, por disposición de la Providencia, misteriosamente encaminada. En ese año, habiendo muerto el Arzobispo de Bogotá, el Obispo de Panamá fue promovido a la Sede Metropolitana, por Su Santidad León xm, por medio de Breve, excusándose la formalidad de la preconización consistorial, a petición del Presidente Núnez.

A pesar de la guerra, trasladóse el nuevo Arzobispo, en medio de peligros, a la capital, y la presencia digna al frente de la Iglesia, de aquel hombre de Dios, irresistible por su dulzura, fue en-tales momentos de transición un hecho de incalculable trascendencia.

En esa época pasaron de Panamá al centro del país algunos jesuítas que allá residían ya como misioneros bajo la protección del Obispo. Más tarde tuvieron que abandonar aquella residencia, no por culpa del poder civil, y con dolor de la sociedad istmeña. Entretanto los que habían vuelto a Bogotá principiaron a ejercer sus tareas apostólicas, y abrieron un colegio en local alquilado. En 1886 el Congreso Nacional, no sin alguna apasionada oposición, proveniente, como suele acontecer, de quienes menos era de temerse, expidió una ley que autorizaba al Gobierno para confiar la educación de la juventud en el Colegio de San Bartolomé a alguna congregación o instituto docente, sin determinarlo. En ejercicio de esta atribución, el General Campo Serrano, a la sazón encargado del Poder Ejecutivo, llamó a los Padres de la Compañía a regir aquel Colegio, rechazando ciertas reclamaciones. Establecieron también aquellos religiosos un modesto noviciado en Chapinero, no obstante el alarma y la resistencia de alguien que para impedirlo, y sin medir las energías que la dulzura recata, pretendió intimidar al Arzobispo si lo permitía. Témpora mutantur et nos mntamur in illis, dijo no sé quién, y expresó gráficamente una gran verdad. La historia, sin embargo, imitando a Dios, de cuyos juicios debe ser vislumbre, sabrá distinguir a los que hicieron con su firmeza que otros se mudaran en este grave incidente, de los que se mudaron echando sus cuentas, y pretendieron luego derivar de la corriente que los venció, títulos propios para dirigirla.

Hoy los Regulares de la Compañía en Colombia tienen colegios en Bogotá, en Medellín y en Bucaramanga, y residencias en Pasto y en Cartagena. Lástima que por falta de personal no haya extendido la Compañía de Jesús su acción en Colombia tanto como correspondía al tiempo transcurrido y a las

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necesidades de muchas poblaciones deseosas de instrucción religiosa y científica. Sólo podemos decir que las mismas causas producen los mismos efectos, o bien que, como dice Chateaubriand, la historia es un drama eterno en que no cambian los papeles, renovándose los actores.

¡Quiera la Misericordia Divina que nosotros o nuestros hijos no tengamos que presenciar en los comienzos del siglo XX la repetición de las escenas salvajes de 1767, 1850 y 1861!

Y ahora el lector paciente que haya llegado a este punto, preguntará tal vez a qué viene tan difusa divagación a propósito de una elegía latina. Confieso haber divagado un tanto fuera de modo, pero no fuera de los límites de mi asunto, de los antecedentes y consiguientes que lo ilustran. La adjunta poesía es una despedida afectuosa que uno de los Padres que quedaban en Europa, a nombre de sus hermanos, dirigió a los que formaban la expedición apostólica que vino a la Nueva Granada en 1844—expedición por más de un título memorable: ya porque fue la primera que después de la restauración de la Comp_añía en 1814 se organizó en París, cuna de la misma Compañía, con sujetos de diversas procedencias para volver al Nuevo Mundo; ya por la extraordinaria fecundidad con que Dios quiso dotarla, no obstante el escasísimo número de los que la compusieron. Creció la semilla de mostaza, ella se extendió al Ecuador, a Centro America, a las Antillas; sin ella no contaríamos en el catálogo de nuestros Metropolitanos a Paúl y a Velasco; sin ella otros territorios, fuera del nuestro, no habrían recibido las gracias prodigadas por Dios por medio de varones apostólicos como nuestros Padres ürbegozo y Taboada—para no hacer mérito de los vivos. ¡Admirable es el Señor en sus caminos!

Doce fueron los sacerdotes miembros de aquella expedición, según la inscripción de la Elegía, fuera de los coadjutores que se agregaron. Hé aquí los nombres y cargos de los doce, según la relación que de ellos hace en su Historia el Padre Pérez:

1. Padre Pablo Torruella, Profesor de Teología en el Colegio de Fermo, Superior de la Misión.

2. Padre Pablo de Blas, Profesor de Teología en el Colegio de Fermo, Admonitor del Superior.

3. Padre Pedro García, que concluía tercer año de probación en San Eusebio.

4. Padre Manuel Fernández, como el anterior. 5. Padre Luis Amorós, joven de virtud nada vulgar y sin

gular talento, del Seminario de nobles de Roma. Estos concurrieron a Roma convocados por el General Pa

dre Roothaan, y recibida la bendición del Padre Santo Gregorio xvi, pasaron a París, donde se reunieron con los siguientes:

6. Padre José Téllez, Superior del Colegio de Niveles, Ministro de la Misión.

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7. Padre Joaquín Freiré, procedente de Genova, y antes Superior de la residencia de Gibraltar.

8. Padre Francisco J . de San Román, Catedrático de Matemáticas en Niveles.

9. Padre José Segundo Laínez, que hacía en Laval tercer año de probación. (Murió en olor de santidad evangelizando las tribus salvajes de Colombia).

10. Padre Mariano Cortés, procedente de Friburgo. 1 1 . Padre Felicitas Trapiella, de Burdeos. 12. Padre Antonio Vicente, de Navarra. A estos deben agregarse los Hermanos coadjutores, de

quienes el Padre Pérez menciona justamente los nombres y los servicios, llamándolos «verdaderos beneméritos.»

¿Quién hay en Colombia, de los que trataron a aquellos misioneros y hoy sobreviven, que no conserve el aromoso recuerdo que de sí deja la virtud? Contra esos «humildes misioneros» se suscitó el furor de la impiedad; contra ellos se fundaron periódicos, se alzaron cátedras, se conjuraron pedagogos invocando sacrilegamente contra Cristo el nombre del «Espíritu Santo»; contra ellos, en fin, se dictaron decretos con profusión de considerandos históricos y jurídicos, como si se tratase de exterminar a enemigo prepotente, mientras que los hermanos de aquellas víctimas en los Estados Unidos gozaban, entonces como hoy, de la más amplia libertad para estudiar, para enseñar, para vivir, para todo lo que cualquiera lícitamente puede hacer; y ellos mismos, al salir expulsados de la Nueva Granada, país católico, se detienen en Jamaica y fundan allí un colegio protegido por las garantías efectivas, aunque no constitucionales, que concede a los habitantes del territorio inglés Su Majestad británica (no católica). ¡Misterio es éste digno de consideración ! Inimici hominis domestici ejus.

A esos doce misioneros, dignos de perpetua recordación y de profunda gratitud por nuestra parte, se dirige la composición poética que ha dado materia a estas líneas, la cual figuraría ya seguramente entre los documentos de la Historia del Padre Pérez si hubiera llegado a su conocimiento. Al pie de ella se lee como firma P. MiCH, sin que yo sepa a quién corresponde un nombre que debe constar sin duda en los registros y anuarios de la Compañía.

Pidiendo a usted, señor Director, mil perdones por mi atrevimiento, y confiando en su benévola acogida, me despido poniéndome a sus órdenes como muy atento seguro servidor,

L. P. (1) Santiago, enero de 1900.

(1) I n i c i a l e s del seudónimo Luis de la Plaza,—Nota de los E d i tores .

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J . H . S .

DUODECIM PRIMIS PATRIBUS POST RESTITUTAM JESU S0CIETA.T ORAS NOVAE GRANATAE IN AMERICA PETENTIBUS

I b i t i s I g n a t i o sobóles d i l e c t a P a r e n t i P r i m o r u m q u e D e c e m nomine d i c t a P a t r t j m .

I b i t i s i n c e r t i m a l e f i d a per a e q u o r a pont i , E t modo vos r a p i e n t c a e r u l a s t a g n a m a r i s .

A h ! not is l i c e a t d e x t r a s c o n j u n g e r e d e x t r i s , A m p l e x u q u e d iu c o l l a p r e m e n t e f r u i ,

E t petere et g r a t a s voces a u d i r e loquentum, E t s i m u l a l t e r n o s ore r e f e r r e sonos :

D u l c í a p e r p e t u a e commit tere v e r b a s a l u t i s , F r a t r i b u s heu ! n u s q u a n fors r e p e t e n d a m e i s .

S i s t i t e , q u a e s o , g r a d u m s a n c t a q u e innec t i te f r a u d e I n d e v iae fictas d i s i m i l e s q u e m o r a s .

Q u i d loquor ? of f ic i i quo me meus a b s t u l i t e r r o r ? C u r v a r i i s u l t ro ludor i m a g i n i b u s ?

J a m D e u s o p t a t a s socios di f fundi t in o r a s , Granataeque Novae vos p i a regr .a vocant.

D i v i d i m u r . . . n i m i u m q u e doleus p r a e d i x e r a t a n t e Cor m i h i ; cor vestro vulnere l a e s i t a m o r .

Q u a m duros p a t i o r medio s u b pectore s e n s u s ! P a r s m a g n a heu ! c o r d i s s c i n d i t u r ecce mei !

D i v i d i m u r . . . . portus t r i b u i t c u i G R A T Í A c o m e n , V o s tenet , O c e a n i t a n g i t i s o r a pede,

N a v i t a m o r d a c i s l a x a t r e t i n a c u l a f e r r i , V e l o r u m túmidos e x p l i c u i t q u e s i n u s .

S c a n d i t e fe l i cem navem. J a m l i t t o r a fluctúa P e l l u n t , j a m Z e p h y r u s duci t in a l t a f a v e n s .

I t e mei , semper g r a t i s s i m a p i g n o r a , F r a t r e s , I t e s a l u t a t i : vos p i a V i r g o r e g a t !

O s u p e r i ! s é rva te d iu , sé rva te P a r e n t i P r o g e n i e m : p e l a g o nunc prohíbe te m i n a s . . . .

T u , decus a s t r o r u m , q u a e f u l g e n t i s s i m a luces S t e l l a , t e n e b r o s a e so la m a g i s t r a v iae ,

O ! niteat. lux a l m a tuo sp lendore c o r u s c a n s , E t socios ducens per m a r i s a l t a , veni !

S t e l l a veni , R e g i n a pol i , q u a e p r ó x i m a P h o e b a e In m a t u t i n i s candida, s i d e r í b u s !

F é l i x qui noct is s e q u i t u r per n u b i l a sulcos P u r p u r e u m q u e i u b a r l u m i n i s , a l m a , tui !

N a v i t a s e c u r u s t e n t a b i t c l a s s i b u s a l t u m , I p s e fidens d u b i a s e x a g i t a b i t a q u a s .

F é l i x q u a m ducis t u r b a t a per a e q u o r a puppim ; Non m a r e , non s c o p u l i s a r d u a s a x a t imet .

I p s a volat r á p i d o s di f f indens i n t e g r a fluctus, Audet in i g n o t a s usque s u b i r é v ias .

E c c e s a l i p r i m u m t e n t a t n u n c m a r m o r a p u p p i s D u l c í a cu i cordis p i g n o r a c r e d i d i m u s .

S t e l l a , veni, m i s e r i s f u l g e spes u n a s a l u t i s , E t duc a d l i tus Cataginense r a t e m !

P . M l C H

\El Orden Público de 2 y 3 de a b r i l de 19001.

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SONETO DIALOGADO (I)

Bogotá , 27 de jul io de 1905

Mi querido Reg :

Te suplico hagas publicar en El Correo Nacional la carta que a sus Redactores dirijo y que te servirás hallar adjunta. Ella relata la historia verdadera del soneto dialogado, que tan intrigados trae a nuestros intelectuales, explica porqué no pudo

( l ) ^ E n 1905, con ocasión del centenar io de l a publ icac ión del Quijote, a b r i ó El Nuevo Tiempo un concurso p a r a p r e m i a r el mejor soneto en honor de D u l c i n e a . E l J u r a d o , compuesto por los señores don J o s é R i v a s Groot, don R i c a r d o T i r a d o M a c í a s y don Daniel A r i a s Argáez , eligió como el mejor de los sonetos presentados y que l l e g a b a n a t r e i n t a y t res el s iguiente :

S O N H T O D I A L O G A D O

Yo.

¿Quién eres , D u l c i m a , a l t a s e ñ o r a Del C a b a l l e r o de F i g u r a T r i s t e ? S i l a que vio el villano, Aldonza fuiste, Dónde es tás tú, l a que el h i d a l g o a d o r a ?

Ella.

E n o t r a p a r t e . Cuando el cielo l lora , I r i s de g a l a s fúlgidas se viste; F u g a z prodigio, que inmortal e x i s t e ; C u a l Noé lo admiró , lo ves tú a h o r a .

A s í u n a y v a r i a soy; mi nombre, incierto ; Quién Hebe me l l a m ó ; quién, G a l a t e a , E s t r e l l a , h i j a del m a r , flor del desierto.

Al que a so las conmigo f a n t a s e a , Vivo le inspiro y le corono muerto : Aldonza b a r r o fue ; yo soy l a I d e a .

E s t e soneto l levaba como firma « R u b r i c a d o , » y al a b r i r s e el s o bre, que debía contener e l nombre del autor , sólo se ha l ló u n a rúb r i c a . E n t o n c e s El Nuevo Tiempo d i r ig ió u n a c i r c u l a r a veintiocho l i teratos p a r a i n q u i r i r su opinión sobre quién podría ser el verdadero autor . Con ese motivo, el señor C a r o , autor del soneto, d i r ig ió a Reg, seudónimo del conocido escr i tor don R a f a e l E s p i n o s a Guzmán, la c a r t a que publicó El Correo Nacional y que a h o r a se re imprime. E s t a es l a h is tor ia de e s t a cur ios idad l i t e r a r i a . L l a m a l a atención que el señor C a r o , a los sesenta y dos años de edad, c o n s e r v a r a l a f resca i n s p i r a c i ó n que revela este soneto, el c u a l puede contarse ent re las finas j o y a s de l a poesía c a s t e l l a n a — N o t a de los E d i t o r e s .

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darse el nombre del autor del soneto y aparta a los señores Caro y Gómez Restrepo del peligro de ser autores de un soneto con no pocos defectillos. Ruégote revises las pruebas de imprenta y corrijas cualquier defecto de redacción que encuentres.

Tuyo afectísimo,

B o g o t á , 27 de j u l i o de 1905

S e ñ o r e s R e d a c t o r e s de El Coireo Nacional.

Voy a dar a ustedes, debidamente autorizado, datos ciertos sobre el origen del soneto dialogado en que se ocupa ahora la prensa; para que los detectives no anden tan a ciegas, y vean al mismo tiempo que es muy difícil dar en el clavo y hallar el nombre del autor del soneto. Contaré el milagro sin mentar el santo o los santos, porque no puede ser de otro modo.

Hay aquí en Bogotá un grupito de amigos (no pasan de diez) que se encuentran de cuando en cuando ya en casa de alguno de ellos, ya en la de otro, y fuman y charlan sobre cosas literarias. No es una sociedad que tenga reglamento; pero hay tres cosas que están excluidas de ella: la política, el decadentismo y la pedantería. No es sociedad pública, ni secreta, ni academia, ni club, ni cosa parecida. De_secreto sólo tiene que los socios, cuando no hay otra compañía, se llaman les ama-teurs, y a cada cual se le da su propio nombre, pero traducido y pronunciado en la lengua extranjera que él haya elegido para el caso, francés o italiano, inglés o alemán. Con esto se dan a entender allí dos cosas: que todos ellos son meros aficionados, iguales, ninguno maestro (esta palabra está proscrita), y que son ciudadanos de la república literaria universal. Allí en esas reuniones amistosas cada uno lleva noticias de lo que le parece interesante en lo que ha leído, y somete sus ensayos al juicio de sus compañeros que oyen y juzgan con completa libertad.

Pues bien, en una de esas juntillas, cuando El Nuevo Tiempo abrió el concurso Dulcinea, propuso alguno hacer un soneto entre varios. ¿Cómo? De este modo: El poeta le pide a Dulcinea que diga quién es y porqué se confundió con Aldonza Lorenzo, y Dulcinea responde luego a la pregunta. Yo, agregó el proponente, traigo aquí un proyecto de interrogatorio, abreviado en un cuarteto, con lo cual le dejamos a la declarante diez versos para su respuesta, y leyó el primer cuarteto del soneto que se ha publicado, y dice así:

PREGUNTA

¿ Q u i é n e r e s , D u l c i n e a , a l t a s e ñ o r a Del C a b a l l e r o de F i g u r a T r i s t e ? S i l a que vio el v i l lano , Aldonza fu i s te , ¿ D ó n d e es tás t ú , l a que el h i d a l g o a d o r a ?

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—¡Muy bien! ¡muy bien! dijimos todos, y la idea fue unánimemente aceptada.

Alguno notó, es verdad, ciertas sílabas disonantes, pero se vio luego que no podían corregirse esos defectillos sin perjuicio de la propiedad y precisión de la idea.

La cuestión estaba perfectamente planteada; adelante pues, y que traiga el que quiera su proyecto de respuesta en nombre de Dulcinea. Tal fue la decisión de todos les amateurs, y como resultado de ella dos proyectos se presentaron en la inmediata reunión. El uno era el siguiente:

H a y un p a l a c i o inmenso donde m o r a L a m a g a F a n t a s í a . E l l a revis te A l l í de a é r e a s f o r m a s c u a n t o e x i s t e , T o d o en p l á c i d a luz lo b a ñ a y dora .

E l M a n c h e g o g e n t i l a l l í a l g ú n d í a Me vio ent re sueños ; desper tó en su a l d e a Y a b u s c a r m e s a l i ó con rumbo i n c i e r t o .

Q u i s o d a r cuerpo a lo q u e visto h a b í a , Y a Aldonza confundió con D u l c i n e a : A y ! loco fue porque soñó d e s p i e r t o !

El segundo proyecto era éste:

E n o t r a p a r t e . C u a n d o el c ie lo l l o r a , I r i s de g a l a s f ú l g i d a s se v i s te : F u g a z prodigio que i n m o r t a l e x i s t e ; C u a l Noé lo a d m i r ó , lo ves tú a h o r a .

A s í , visión h e r m o s a y f u g i t i v a , S o y de l a s a l m a s yo dulce tormento , S o ñ a d a e t e r n a , p r o m e t i d a e s q u i v a ,

D e l q u e a a b r a z a r m e va, b u r l o el in tento ; E l q u e cul to me r i n d e , me c a u t i v a : S 0 3 ' l a e s t r e l l a p o l a r del p e n s a m i e n t o !

Discutiéronse los dos proyectos, y al fin se prefirió el segundo; pero volviendo a leer los tercetos una y otra vez, se observó que tenían un defecto capital, que la respuesta no cuadraba bien con la pregunta, porque en ésta se indagaba la dualidad de las personas y de los nombres, Aldonza y Dulcinea, y en aquella respuesta Dulcinea se olvidó de Aldonza y no satisfizo a la cuestión. El autor agregó que él mismo no estaba satisfecho del final, que le parecía que aquel verso le había salido altisonante y quijotesco aunque en estilo moderno, impropio en boca de la belleza ideal.

—Pues que pase a revisión, y que N. (autor del primer proyecto de respuesta), dejando el cuarteto del segundo proyecto, presente uno nuevo refundiendo los tercetos de ambos, y enlazándolos con el pensamiento de aquel cuarteto, que debía respetarse, porque se creyó que la comparación con el iris era más poética y original que lo del palacio de la Fantasía. Y de aquí resultaron los tercetos que completan el soneto publicado, en que quedaron cambiados los consonantes y refundidas las ideas, y el soneto, al fin y al cabo, redactado así:

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PREGUNTA

¿Quién ere», Dulcinea, alta señora Del Caballero de Figura Triste? Si la que vio el villano, Aldonza fuiste, ¿Dónde estás tú, la que el hidalgo adora?

RESPUESTA

En otra parte. Cuando el cielo llora, Iris de galas fúlgidas se viste: Fugaz prodigio que inmortal existe; Cual Noé lo admiró, lo ves tú ahora.

Así una y varia soy, mi nombre incierto: Quién Hebe me llamó, quién, Galatea, Estrella, hija del mar, flor del desierto.

Al que a solas conmigo fantasea Vivo le inspiro y le corono muerto: Aldonza barro fue, yo soy la Idea.

Ahí tienen ustedes la historia del soneto. Ya comprenderán ustedes porqué no puede presentarse el autor, no siendo una sola persona, sino varias, y porqué el que escribió la carta a El Nuevo Tiempo tuvo el cuidado de llamarse Amateurs de poesía, refiriéndose al grupo de aficionados.

En resumen: el problema que ha lanzado a la discusión pública El Nuevo Tiempo, es una charada cuya solución consta de tres partes, de tres nombres heterogéneos para el público; 1 y eche El Nuevo Tiempo veintiocho o veintiocho mil galgos para descubrir esa combinación misteriosa!

—Si no hay indiscreción por parte de alguno de les amateurs, y estén seguros ustedes de que no la habrá, porque el grupito es gente de buena ley, el que llegue a adivinar será más envidiable por su ingenio clarovidente que el autor de un pedazo de soneto y aun de un soneto entero.

Soy de usted muy atento servidor,

UN AMATEUR, Secretario

(El Correo Nacional, 1? de agosto, 1905).

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ASOCIACIÓN LITERARIA INTERNACIONAL AMERICANA

B o g o t á , 27 de octubre de 1906

Señor don Alfredo Gómez J a i m e .

Muy señor mío: Acuso a usted recibo de la invitación que se ha servido

dirigirme, «por recomendación especial del Delegado de la Asociación Literaria Internacional Americana, para concurrir mañana domingo a la una de la tarde al foyer del Teatro Colón con el fin de tratar asuntos importantes relacionados con dicha Asociación.»

Precaria es ciertamente y aun lastimosa la condición de los que en este país se dedican por vocación a estudios y trabajos literarios. Desde la época de la Independencia se ejerció la libertad de imprenta por medio de hojas efímeras, y hombres de talento reconocido y vasta ilustración no tuvieron durante largos años otro medio de publicidad que las llamadas columnas de periódicos. Allí yacen desconocidos muchos escritos importantes. Siendo ese campo estrechísimo e inadecuado para la labor intelectual meditada y profunda, muchos desistieron de adelantar sus trabajos; obras hay que quedaron truncas, otras inéditas y perdidas. No se ha verificado lo que pudiéramos llamar la transición de la hoja volante al libro propiamente dicho. No ha habido aquí nunca una casa editorial, por más que algunos impresores se hayan adornado con el título de editores, por no comprender quizá la diferencia entre estos dos términos. Nuestras librerías han sido siempre de surtido de obras extranjeras; la profesión independiente de escritor no existe. Posada Gutiérrez y Groot, después de consagrar largas vigilias a sus trabajos históricos, hubieron de hacerse editores de sus propias obras, tomando dinero a interés y solicitando aquí y allá suscripciones para sufragar al menos los gastos de impresión, sin aspirar a utilidad ninguna pecuniaria. El primero de los nombrados decía festivamente a ese propósito, que «aquí el peor negocio era hacer libros, por buenos que fuesen.»

Puedo yo dar testimonio de esto, porque traté íntimamente a aquellos beneméritos escritores, y cooperé en la escasa medida de mis fuerzas a la publicación de sus obras.

No ha mejorado visiblemente la situación en esta materia. El arte tipográfico no ha progresado. Opúsculos impresos en algunos lugares de la República ofrecen todavía el tosco aspee-

E s t u d i o s l i te rar ios—M. A . Caro—16

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242 OBRAS COMPLETAS

De ancianos tilos una y otra hilera, Podado lo que daña a su estructura, Muro cerrado forman hacia fuera Y bóveda por dentro a grande altura. Los recios troncos que la edad lacera Sueltan retazos de corteza oscura, Y arriba enlazan brazos de gigantes, A enormes candelabros semejantes.

Más alto, hoja con hoja en trama densa Van su noche tejiendo a maravilla: Nunca de ardiente sol la luz intensa Del piso firme en las guijuelas brilla; Y cuando llueve, la techumbie extensa Resuena bajo el golpe, y no se humilla, Y apenas, del torrente que la azota, Caer deja, ora y luego, aislada gota.

En un templete allí, cuyo enrejado Por el musgo que al pie se arraiga y medra Podrecido se ostenta, y encorvado Por la vid que lo ciñe y por la hiedra, Con trunco dedo un Amorcillo alado Que nunca vacia su carcaj de piedra, Parece señalar los corazones Que en otro tiempo hirió con sus arpones.

Creyeras que anochece a cada hora, Sintiendo los misterios de la tarde, Que en torno de la estatua inspiradora Su fuego en llamas dobles gira y arde. El Genio del recuerdo en calma llora, Ni hay huésped que de aquí no lleve y guarde Tierna memoria de amorosa herida, Aun después de la eterna despedida.

Cita se dan las almas de los muertos Para venir de nuevo a la enramada A donde el joven dios sus pies inciertos Guió, y de rosas se la abrió colmada. Y suben, ay! —porque despojos yertos Yacen sus labios en la tumba helada -A unirse do refugio les ofrece La boca amante que inmortal florece.

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MIGUEL A. CARO 243

EL VALSE En olas de gasa y seda Miro de dama y galán Parejas, que en larga rueda, Lánguidos ojos, voz queda, Pálidas vienen y van.

Y yo de aquellas rocas me acuerdo de Bretaña Donde, formando tumbos el golfo enbravecido, Revuélvese con golpes iguales, que acompaña

Un mismo ruido.

Muelle él valse un voto tierno Lleva de amor, de placer; Revuela el alma, y discierno Como un alejarse eterno, Como un eterno volver.

Y yo de aquellas rocas me acuerdo de Bretaña Donde, formando tumbos el golfo embravecido, Revuélvese con golpes iguales que acompaña,

Un mismo ruido.

Siente el galán y la dama Intimo gozo a compás, Y ei labio al labio reclama De un beso la dulce llama Que no ha de llegar jamás.

Y yo de aquellas rocas me acuerdo de Bretaña Donde, formando tumbos el golfo embravecido, Revuélvese con golpes iguales, que acompaña

Un mismo ruido.

Música, alegres reflejos, Todo ha cesado, y mirad! Turbios lloran los espejos, El tropel se pierde lejos, Todo es luto y soledad.

Y yo de aquellas rocas me acuerdo de Bretaña Donde, formando tumbos el golfo embravecido, Revuélvese con golpes iguales, que acompaña

Un mismo ruido.

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ÁNGEL MARÍA CÉSPEDES (1)

Don Esteban_Manuel d.o Villegas, que ha sido apellidado el Anacreonte español, publicó en Nájera, a los veintiún años de su edad, en el de 1617, una colección de sus poesías, en la cual, a vueltas de pasajes afeados por las huellas del culteranismo que ya invadía su siglo, se encuentran no pocas composiciones ligeras que por la dulzura de los versos, el primor de la frase y la gracia del estilo, no han sido superadas ni quizá igualadas hasta ahora por otras de ese género en castellano. Hay allí un romancillo, especie de dedicatoria, que principia así:

Mis dulces c a n t i n e l a s , Mis suaves d e l i c i a s , A los veinte l i m a d a s Y a los c a t o r c e e s c r i t a » . . .

Caso de precocidad más extraordinario es el que nos ofrece el autor de la presente colección de poesías castellanas. Ángel María Céspedes cuenta apenas cumplidos diez y seis años de edad ¡2), y algunas de estas composiciones y otras inéditas, no son recientes, habiéndosele ya «caído de entre las manos» en los juegos de su niñez. A par de la precocidad que demuestra, Céspedes es un ejemplo de la eficacia de la educación privada. Formado al lado de sus excelentes padres, no ha pisado escuela pública; ellos sin duda habrán dicho, o por lo menos pensado, como el padre de clon Leandro Moratín, cuando preguntándole algunos amigos porqué no enviaba a aquel niño, que tanto prometía, a estudiar a Alcalá, respondía: «Yo estoy contento con el muchacho; no quiero enviarlo a ninguna parte a que me lo echen a perder» (3). Bien se sabe lo que llegó a ser en la literatura española don Leandro Fernández de Moratín. Ciertamente la crianza intelectual doméstica de los niños no es asequible sino en raras y especiales condiciones; dichosas las familias que en ese caso se encuentren. En la casa paterna, con el auxilio de uno u otro maestro, al mismo tiempo que amigo y buen consejero, ha aprendido Céspedes algunas lenguas vivas y adquirido aquellos conocimientos generales que preparan a los jóvenes a figurar con honra y distinción en la sociedad culta, a la que Céspedes por su linaje pertenece, a seguir cursos superiores, o a emplear en tareas útiles sus facultades mentales ya cultivadas.

(1) Prólogo a las poesías de Ángel M a r í a Céspedes. ( I m p r e n t a E l é c t r i c a , 1908).

(2) N a c i ó en Bogotá el 3 de agosto de 1892. 3) Si lvela , Vida de Moiatín.

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Yo tuve el gusto de conocerle hace tres años. Ya desde entonces residía su familia en el vecino pueblo de Chapinero, que considerado como barrio de esta ciudad de Bogotá, a laque está unido por tranvía, todavía conserva, a pesar de su ensanche progresivo, por el aire puro que allí se respira, por el aspecto de sus quintas dispersas y de sus inmediaciones, por la mayor holgura, en fin, que allí se disfruta, los beneficios y las ventajas de una residencia campestre y de sitio de veraneo. Vivía también allá por entonces la familia Fallón. Diego Fallón, hijo, daba lecciones de inglés a Céspedes en su casa, y siendo frecuentador de la mía, me habló de aquel discípulo suyo como de un «prodigio chiquito,» prometiéndome que vendría con él a visitarme, porque él deseaba conocerme, y yo podría ayudarle con los consejos de la experiencia en los principios de su carrera literaria. Vino, pues, el discípulo juntamente con su maestro, fue recibido en familia con buen afecto, e invitado durante la visita a recitar alguna de sus composiciones, de que ya Fallón nos había hablado, quedamos todos los presentes muy complacidos con el timbre de su voz infantil, su actitud modesta sin encogimiento, la pronunciación correcta sin afectación, la entonación conveniente, exenta de la altisonancia declamatoria a que suelen darse los principiantes enamorados de sus primeros ensayos. En las estrofas mismas que recitó, no sólo admiramos la fluidez de los versos y la belleza de las imágenes; nos sorprendió también la «facilidad dificultosa» de la ejecución, lo escogido del lenguaje, la propiedad de los términos, cualidades éstas que suponen no corta práctica y madurez de juicio y que allí no eran de esperarse. ¡Cómo! ¿Conque el autor de aquellos versos no era otro que el niño mismo que los recitaba? Ni acertábamos a creerlo ni teníamos derecho para dudarlo.

No ha dejado él desde entonces de volver a visitarme de cuando en cuando, y yo he tenido el gusto de verle crecer y desarrollarse sano de cuerpo y alma. Las primeras composiciones que me mostró manuscritas me parecieron a primera vista, copias sacadas en máquina. Ya tenía noticia, desde que oí hablar de él, de que en la edad tierna en que aprendía a leer se entretenía por propia iniciativa en copiar a lápiz la letra de molde de la cartilla o de algún otro libro, y que en este ejercicio había adquirido tal soltura y destreza, que cuando ya llevaba la pluma a su arbitrio, todavía empleaba de preferencia este género de escritura a la letra cursiva. Sin presumir de grafólogo, cualquiera que llegue a ver los originales de estas poesías advertirá de pronto en la escritura el amor artíst co a la precisión y nitidez de las formas.

Fue por buena suerte uno de los primeros libros que cayeron en sus manos el de las poesías de Fallón, padre de aquel amigo y maestro suyo de quien antes hablé. Esa lectura no sé decir si despertó o si avivó su ingenio; cierto es que dejó en su espíritu impresión benéfica. Y es de notar que los primeros versos de Céspedes que salieron a luz pública fueron los que compuso para concurrir a la Corona Fúnebre de aquel esclarecido

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poeta, escritos al día siguiente de su muerte ( f 13 agosto, 1905), y publicados a principios de octubre del mismo año. En un soneto recogió los títulos de las principales poesías de Fallón y redujo el argumento de ellas a un cuadro abreviado que intituló Paisaje. Entre otras poesías no incluidas en esta colección echo menos este soneto, y por las circunstancias mencionadas he de permitirme reparar la omisión transcribiéndolo aquí:

PAISAJE

(.Leyndo a Fallón).

T e hundis te en e s a n e g r a l e j a n í a Q u e f o r m a l a i n m u t a b l e s e p u l t u r a . T u mer.te co losa l y a no f u ! g u r a , E s t á s a l l í , b a j o la losa f r í a ;

P e ¡ o queda, d . tu a l t a f a n t a s í a Un p a i s a j e i n m o r t a l : -

E n l a l l a n u r a T i e m b l a l a Pahua; l a Montaña o.-:cura Alza l a f rente a l a región v a c í a ;

B e s a n d o musgos y Silvestres Flotes Cruza l a Fuente; t r a s e r g u i d a loma E l Crepúsculo a p a g a sus f u l g o r e s ,

Y a l l á . . . . r e g a n d o luminoso a r o m a , Por entre Rocas á s p e r a s y a l cores L a b l a n c a Luna su perfil a s o m a .

Tal fue la ocasión con que Céspedes se mos'.ró en público. Los curiosos indagaron quién fuese el nuevo poeta, y hubieron de interesar a todos las circunstancias de su edad y educación. Varias poesías suyas aparecieron luego en periódicos de esta ciudad, y fueron reproducidas dentro y fuera del país. Invitado también a tomar parte en certámenes literarios y a recitar en actos públicos delante de gran concurrencia, ha recogido aplausos y coronas.

Cada edad de la vida tiene sus caracteres propios, y no han de trocarse ni confundirse los albores plácidos de la mañana con los fulgores del mediodía, ni con lo que alguien llamó «la dignidad del ocaso.» Céspedes es un poeta lírico que nos ofrece «las primicias del alma,» según expresión del ya citado Villegas; canta los sueños pri i.eros di la vida, las ilusiones vagas de la adolescencia, pinta las escenas de la naturaleza que él ha contemplado, ya \ ¡suenas, ya severas, c se traslada con la imaginación a edades legendarias y a sitios fabulosos.

Le califico de poeta lírico no precisamente en el sentido convencional de autor de poesías sueltas, sino en el que sugiere el valor histórico de esa denominación, donde van estrechamente unidas las ideas de poesía y de música. Quiero decir que, sin dejar de ser notablemente pintoresco, es un poeta naturalmente musical -Ni ha de creerse ¡observa un escritor italiano

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hablando de Giovanni Prati > que es leve elogio ce un poeta calificarlo de altamente melódico y musical. Un pensamiento melodiosamente expresado con verdadera y eficaz melodía, es casi siempre un pensamiento que ha penetrado en el corazón de las cosas, que revela la íntima armonía de las cosas. Nuestro Prati tiene este don del canto en grado supremo. Sus poesías no son ya razonamientos en verso o discursos retóricos rimados, son cantos que expresan, inmediatamente, sinceramente, un vivo sentimiento del ánimo» (1). Yo agregaré que cualquiera que sea la importancia que haya de concederse a 'a expresión musical comparada con otras partes más o menos nobles de la poesía, merecen bien los que concurren a restablecerla y acreditarla, cuando otros se empeñan en divorciar dos artes hermanas íntimamente unidas por la naturaleza desde la antigüedad más remota.

En letras, como en todo, hay modas caprichosas e intransigentes. El amaneramiento que imponen engendra fastidio, y llegando a ser insufrible, o viene una época de renacimiento generoso, o se inventan nuevos y siempre vanos artificios para remozar lo que no tiene vida propia. Un joven escritor o poeta no podrá sustraerse del todo a la influencia del gusto dominante; pero no rompiendo con él de frente, y evitando en lo accidental lo que pud¡ ; r a exponerle a la nota de anticuado o excéntrico, obrará sabiamente manteniendo a salvo, al propio tiempo, la libertad de espíritu y la sinceridad de la inspiración, por donde lai obras del arte, no solamente las grandes y monumentales, sino obrecillas al parecer fugaces, logran vivir fuera de los estrechos límites del hogar y de la temporada en que nacieron.

Entre las novedades en materia de gustos literarios que Céspedes, al abrir los oíos del entendimiento, encontró, no diré predominantes, pero sí algún tanto propagadas, existeunaprác-tica nunca antes intentada, que cuenta apasionados adeptos entre la juventud, si bien está muy lejos de prevalecer, porque a ojos vistas destruye lo mismo que presume reformar. No he de hablar aquí de la incoherencia de ideas, metáforas extravagantes, alteración de la sintaxis y propiedad del idioma, desigualdad y confusión del estilo, vicios comunes a diversas épocas de decadencia literaria. Hablo de lo que atañe exclusivamente al arte de versificar, arte que respetaron y entendieron bien, a pesar de los extremos de su espíritu innovador, los culteranos mismos del siglo xvn y xvm, y luego los románticos del siglo XIX, habiendo sido muchos de éstos como de aquéllos, versificadores insignes. Con pretexto de escribir con mayor libertad, que en este caso no debe llamarse sino licencia anárquica, y de evitar la monotonía del verso, se pretende ahora repudiar, como apunté arriba, los elementos musicales de la poesía, principiando por destruir la medida y el ritmo que constituyen el verso, y dejando en pie únicamente la rima.

No advierten desde luego los que esto intentan, que los buenos versificadores tienen medios sobrados de evitar la mo-

(1) E n r i c o Nenc ion i , Saggi critici di letteratura italiana.

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notonía por la variedad de ritmos, por la de metros de un mismo ritmo y por la de cadencias que, adaptadas a lo que trata de expresarse, caben en el verso sin romper la medida y el ritmo respectivos. Ni se han dado a pensar en el origen de la rima, ni en el fin racional y estético con que se emplea. No conocida de la antigüedad clásica, se introdujo en la poesía de las lenguas modernas, no como fundamento del verso, sino como auxiliar suyo, para reforzar el ritmo en las cadencias mayores, dando mayor realce a las ideas que deben resaltar en ese lugar del verso, como también para marcarle al oído con consonancias finales simétricamente arregladas, los contornos de un conjunto armonioso que, repetido en sucesivas estrofas, forma un sistema rítmico más amplio que el de los pies o articulaciones de cada verso.

Recurso fecundo ha llegado a ser, andando el tiempo, la rima en las lenguas modernas, para el poeta por su poder sugestivo de ideas, para el lector por el placer que le proporciona una nueva dificultad, cuando aparece no como vencida, sino como gracia natural, sin que por eso la parte orgánica del verso y esta otra accesoria u ornamental hayan de confundirse. Así lo reconocen los encomiadores mismos de la rima que han indagado el secreto de su halago. Un eminente filósofo escocés, y poeta al mismo tiempo, ha dicho: «Cuántos de los más bellos pensamientos e imágenes poéticas se deben a esos sonidos finales que se sugieren uno a otro por su semejanza accidenta!, y que en el hecho de obligar al poeta a detenerse hasta acomodar el metro, con perfecta propiedad de ideas y de medida, a la imperiosa necesidad de la rima, le presentan durante ese intervalo, mayor variedad de imágenes que las que espontáneamente nacerían en su espíritu si no lo sujetase a aquella inevitable restricción» (1 \. Nótese la condición necesaria que el escritor establece para la aplicación de la rima al verso: perfecta propiedad de ideas y de medida. Brown se refería especialmente a la poesía inglesa, y allá mismo tenemos ios versos no rimados, blank verse, que acá llamamos verso suelto, de Milton en su Paraíso Perdido, de Shakespeare en sus dramas, proclamando la virtud propia del verso mismo para expresar adecuadamente los más altos pensamientos, sin el auxilio de la rima, la que en ciertos trozos umversalmente conocidos, aparecería como adorno impertinente, verbigracia:

T o be . or not to b e : t h a t i s the q u e s t i o n . . . .

Que si en la poesía francesa, por la índole privativa de esa lengua, y por otros motivos en la poesía popular de otras lenguas como la nuestra, la rima, o perfecta, o imperfecta (asonante) como en los romances españoles, ha llegado a considerarse por la costumbre como indispensable, no por eso desaparece la distinción establecida. Un poeta francés, autoridad grande en la

(1) T h o t n a s B r o w n , Lectura, on the Philosophy of the Humane Mind, o b r a p o s t u m a , 1822. E l p a s a j e que ci to (Lecture jó) e s t á tom a d o del prólogo de M o r a a sus Leyendas españolas, L o n d r e s , 1840.

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materia, por haber alcanzado celebridad universal como poeta desde el último tercio del siglo pasado a esta parte, y notoriedad también como filósofo, buscando la diferencia esencial entre la prosa y el verso, y después de echar una ojeada a la historia de la versificación francesa en los últimos tiempos, desde la época llamada parnasiana, observa: «El verso es un cuerpo de palabras que toma de la música lo necesario para ser lo más expresivo posible; en otros términos, un cuerpo de palabras cuya armonía es tan musical cuanto lo comporta el ejercicio del lenguaje Los poetas han renunciado a la lira, porque el poder encantador de las notas asociadas absorbe la atención del oyente y distrae el espíritu del sentido convencional de las palabras. De ahí que en una canción no se atienda a las palabras por gustar sólo de la melodía. Así, la versificación no ha conservado del contingente musical sino el ritmo, cuyo mecimiento favorece el devaneo de la mente, sin que por eso domine ni borre su objeto... ¡in suma, el ritmo es lo que caracteriza el verso y lo distingue de la prosa» ( 1 ) . ¿Y qué es la rima? Otra autoridad en la materia, allá mismo en la lengua francesa, donde este elemento se considera necesario, dice: «El oficio de la rima es marcarle fuertemente al oído la terminación del período rítmico formado ya por el verso»: la periode rythmique constituée par le vers (2) .

Ahora pues, si la rima no viene a ayuda: al verso, ¿qué papel desempeña? Podría suponerse que la invención consiste en rimar prosa, perqué en el rodar de la prosa, en períodos oratorios, hay una especie de ritmo que se llama número; pero los oradores nunca buscaron la rima, antes la excluyen cuidadosos como exótica. O pudiera pensarse que esto sea una imit?ción de lo que ocurre en los refranes, donde el autor anónimo, el pueblo, suele emplear, aunque no siempre, la rima o la asonancia o la aliteración, para ayudar la memoria, concordando por este medio, sin mirar al ritmo, los dos miembros ideológicos de una sentencia; pero el pueblo no confunde este recurso mnemó-nico con la forma poética, el refrán con la copla, ni los dichos proverbiales forman parte del cancionero popular. Los consonantes de que hace gala como único recurso la nueva escuela, no coinciden con aquellos períodos oratorios, ni siquiera, sino rara vez, con las pausas que aun en la prosa más seca demanda la lógica y que se marcan en lo escrito con signos de puntuación. Caen esos consonantes esparcidos acá y allá, tal vez en mitad de palabra, tal vez en proclíticos, o sea en partes inacentuadas del discurso, que no pueden desligarse de la cláusula acentual a que pertenecen, ni servir de punto de apoyo a las pausas en la expresión natural de las ideas; y por donde aquellos consonantes caen, se corta, y se separa renglón.

Si la razón ilustrada enmudeciese faltando también la disciplina del arte, todavía el pueblo seguiría defendiendo instinti-

(1) Sul ly P r u d h o m m e , prólogo a l a Anthologie des poetes /raneáis coniemporains, o r d e n a d a y e x o r n a d a por G. W a l c h , 1906.

(2) A u g u s t e D o r c h a i n , L'Alt des Vers, 1906.

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vamente la medicia y el ritmo del verso. Los cantares anónimos (y bien indica esa voz su carácter), que sin el auxilio de la-escritura pasan de boca en boca, de padres a hijos y de una a otra comarca, se repiten aquí y allá con variantes o ideológicas o dialécticas, pero manteniéndose siempre invariables el metro y el ritmo, que son la esencia del verso; de! mismo modo que el acento, cuya recurrencia forma el ritmo y que es el alma de la palabra, conserva el lugar que le corresponde, al través de los tiempos, a pesar del cambio gradual fonético de las voces y aun de la transformación de las lenguas.

No se ha acomodado nuestro poeta a este modo novísimo de rimar. Ni la consideración personal que profesa, ni la amistad que le une en sus cortos años a algunos de los que van de atrás por ese camino le han inducido a seguir sus pisadas No está obligado él por motivo alguno a dejar de expresar melodiosamente sus sentimientos, ni está en su mano mudar de naturaleza y dejar de ser como Dios lo hizo

La publicación de esta colección de poesías se debe a la iniciativa y a los buenos oficios de un amigo del autor. Se ha creído que debe ser presentada a! público por medio de un prólogo, y se me ha invitado a escribirlo. Creo que mejor que yo, en forma más simpática para la generalidad de los lectores, habría podido desempeñar este encargo algún escritor joven y brillante; mas no me he atrevido a formalizar mi excusa, porque no se tome a desaire y a denegación por parte mía del honor debido al mérito. Me place declarar la estimación que hago del talento verdaderamente poético de Céspedes, y abrigo la esperanza de que él haya de progresar sin desviaciones ni desánimo en su carrera, atento siempre a los dictados de la razón y al ejemplo de los artífices de la lengua que han merecido la consagración de los siglos

Bogotá, septiembre, 1908.

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JOAQUÍN MOSQUERA

TESTIMONIOS SOBRE SU CARÁCTER Y SU ASCENDIENTE PERSONAL

Ke sido invitado a escribir algo acerca de don Joaquín Mosquera y a contribuir con ello al homenaje que ha de publicarse por la prensa para honrar la persona del Ilustrísimo señor Arboleda, Arzobispo electo de Popayán, con motivo de su próxima consagración, y al mismo tiempo la memoria de algunos miembros de las familias patrimoniales de Popayán, de quienes el nuevo Arzobispo dignamente desciende, de aquellos que más alto ejemplo han dejado en nuestra historia por los servicios que prestaron a ¡a Religión y a la Patria.

Plausible pensamiento el de esta conmemoración de difuntos beneméritos, que debe ser como un reconocimiento público de que sólo las tradiciones de honor y virtud, por las cuales cada generación recibe la herencia moral de las que la precedieron, y la transmite fielmente a sus sucesores, conservan la integridad de las familias, comunican lustre a las ciudades, imprimen carácter a las naciones y dan materia de legítimo orgullo a los propios y de respeto a los extraños.

Deseoso yo de corresponder del mejor modo posible a la invitación que se me ha hecho, renovando la memoria del mayor de los hermanos Mosquera, a la que debo inviolable fidelidad por una rara reunión de circunstancias, empecé a trazar un bosquejo biográfico, para traer luego algunos* testimonios de personas que le conocieron en vida, testimonios preciosos que andan dispersos y que entretejidos aquí servirán como de guirnalda a su efigie.

La parte primera, historial, ha resultado, por la importancia de la materia, más extensa de lo que yo hubiera deseado, y con ella el trabajo íntegro desproporcionado para el objeto a que se destina. Ofrezco pues al público únicamente la parte segunda, a la que corresponde el subtítulo del presente artículo.

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* * El Libertador Bolívar conoció a don Joaquín Alosquera

desde el año 14, en Bogotá; más tarde a su padre y allegados en el Cauca (1). Terminada honrosamente la misión diplomática

(1) J o a q u í n Mosquera nació en P o p a y á n , 1 4 diciembre 1787, siendo sus p a d r e s don J o s é M a r í a i-mosquera y P i g u e r o a y doña Mar í a M a n u e l a A r b o l e d a y A r r a e c h e a . Murió en la c i u d a d de su nacimiento, 5 a b r i l 1878 (no 77, como he visto i m p r e s a e r r a d a m e n t e e s t a f e c h a ) .

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de don Joaquín en las Repúblicas de la América del Sur, había vuelto a su país natal y se ocupaba en trabajos de campo en fincas de su propiedad. Escribíale el Libertador desde Chanca-gua (10 noviembre 1824):

«He recibido la apreciable carta de usted desde Popayán, por la cual me anuncia su dichoso enlace. Feliz usted, que bajo el techo paterno, al lado de una esposa adorable, a la vista del padre más digno de tener hijos como usted, vive cantando los versos de Horacio (1), en medio de la inocencia, del campo y de la naturaleza. Dicha que bien marece usted; que bien merece su digna esposa y su incomparable padre, quien cerrará sus ojos lleno de la esperanza de que le darán nietos como él. ¡ Oh, mi amigo, cuánto excita usted mi envidia antes de ahera! He dicho a usted muchas veces que usted era una criatura afortunada, por ser bueno, recto, justo, y gozar de un físico digno de tan bello espíritu. ¡ Ahora cuánto más afortunado será usted pudiendo darles toda extensión a sus felices facultades!»

* r *

En 1830 el Presidente Mosquera, sintiéndose enfermo, se había trasladado a Anolaima dejando el mando al Vicepresidente, cuando ocurrió la sublevación del Batallón Callao, apoyada por algunos pueblos de la Sabana. Cumpliendo su deber púsose él en marcha para la capital a reasumir el poder, acompañado de unas sesenta personas, y viniendo por camino extraviado, encontró con una partida revolucionaria. Posada Gutiérrez, que pertenecía entonces al partido boliviano, disgustado con Mosquera y ya en franca oposición, relata en sus Memorias ese incidente en estos términos :

«En ese en:uentro, que pudo tener funestas consecuencias y agravar la situación de los disidentes de una manera terrible, si hubiera sucedido una desgracia al Presidente, se condujo éste con una nobleza, con un valor que no deben olvidarse. Huyendo todos sus compañeros y silbando las balas sobre su cabeza, avanza, se descubre, grita y se da a conocer, introduciéndose entre los mismos que le hacían fuego. Al ser reconocido caen ¡as armas de la mano de los soldados. ¡ Viva el Presidente! ¡ Viva el señor Mosquera! exclaman todos rodeándolo. Mugüer-za (el Capitán de aquella partida) echa pie a tierra y le invita a pasar al campamento de J i T é n e z ; el Presidente rehusa, y Mu-güerza y su partida lo acompañan más de media legua hacia la capital. Al separarse le gritan los soldados suplicantes: ¡Transacción, transacción, señor! El Presidente se enternece y les contesta: Adiós, amigos míos, yo haré lo que pueda.»

A otro día el Presidente dirigía al Coronel Jiménez una carta que copia Posada y merece leerse, y de la cual sólo trans -cribo aquí este concepto memorable:

( 1 ) Alus ión al elogio h o r a c i a n o de la vida del c .rapo, Beaíus ilU-qui piocul negotiis.

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« Y O HE HABLADO EN PÚBLICO SIEMPRE CON SINCERIDAD, Y JAMÁS HE ENGAÑADO A NADIE COMO SIMPLE PARTICULAR.»

¿ Cuántos hombres políticos habrán podido decir eso sin peligro de ser desmentidos ? Mosquera ha sido censurado por algún acto de su breve y atormentada Administración, que fue para el Libertador motivo de resentimiento; pero ni Bolívar pudo quejarse de él, ni nadie acusarle por falsía o disimulo. Queda en pie, incontrastable, esa afirmación de su conciencia honrada. No conoció la hipocresía en ninguna de sus formas. Maquiavelo le habría reprobado como a imbécil ( 1 ) .

Don Rafael María Baralt (redactor del Resumen de la Historia de Venezuela, que salió a luz con su nombre y el de su colaborador Ramón Díaz), refiriéndose a los sucesos del año 30, hace una como breve pausa en la narración para incrustar el retrato de los elegidos Presidente y Vicepresidente por el «Congreso admirable,» mirándolos no como a funcionarios accidentales, sino como a hombres en sus calidades permanentes. Dice:

«No era éste en verdad (el mando) muy apetecible en el terrible trance a que había llegado la República, ni había muchos hombres inmaculados en cuyas manos pudieran ponerse las riendas de un Gobierno sin fuerzas, sin crédito y que sólo podía sostenerse algunos instantes más, por la consideración que los Diputados mereciesen al pueblo. Y fue por esto que en aquella elección, libre de aspiraciones personales y de intrigas, se vio expresar a todos los partidos el voto de su conciencia. Fueron pues nombrados Joaquín Mosquera por Presidente y el General Domingo Caicedo por Vicepresidente de la República. Era el primero natural y rico propietario de la ciudad de Popa-yán, varón de gran saber, doctrina y probidad, justo y patriota. Poseía grandes dotes oratorios, a los que daba realce la compostura y natural gallardía de su persona. Y era tan aventajado en las prendas morales, que admirado sin envidia y atacado después sin odio, obtuvo respeto y estima hasta de sus propios enemigos. Pertenecía en fin al pequeño número de hombres que habrían podido conservar la unión del Estado en medio del más completo desorden de las rentas, de la insubordinación de las tropas, de la división de los pueblos y de la imprudente ambición de los caudillos, si hubiera bastado la virtud sola para conseguirlo. Tan poco adecuado como el nuevo Presidente era para los tiempos que corrían el General Caicedo. Hijo de la Nueva Granada y soldado antiguo en las lides de su independencia, carecía con todo de influjo en las tropas, siendo apenas conocido de los Jefes militares de Colombia. Modelo de honradez política y privada, de condición manso y apacible, faltábale la fuerza de espíritu necesaria para hacer frente a los sucesos y a los hombres en aquellos momentos de crímenes y desenfreno.»

( i ) P a r a d a r forma más completa a este ar t ículo introduzco ese incidente que per tenece m á s bien a l a p a r t e biográfica .

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Estas apreciaciones no son de segunda mano, como podría creerse por haber sido Baralt venezolano y su historia escrita y publicada fuera de la Nueva Granada. Ese rasgo sobre el aspecto físico de don Joaquín Mosquera indica ya que la pintura está tomada del natural, y lo confirma el hecho de haber Baralt residido en Bogotá en los años 26 a 29 como estudiante de Filosofía y Derecho, y haber vivido aquí entonces al lado y bajo la protección de don Luis Andrés Baralt, hombre independiente por su fortuna, procer de la independencia, que vino ríe su patria, Maracaibo, el año 24, y presidió constantemente el Senado (honor grande entonces) desde aquel año hasta el de 26. Don Luis Baralt no fue nunca casado, y trataba a su sobrino como a hijo. Hombre de consejo, amigo de Bolívar y también de Santander, era por todos respetado, y su casa centro de reuniones políticas. El autor de la página que dejo copiada conoció entonces a los hombres prominentes de la República, y se enteró de todo, ya por sus relaciones estudiantiles, ya por lo que veía o llegaba a su noticia en casa de su tío. Uno de sus condiscípulos refiere que el joven Baralt «sabía la crónica de la ciudad y era infalible en la barra del Congieso» (1). La amistad que don Luis Baralt profesaba a Mosquera y la confianza que le merecía se comprueban por los buenos oficios que le prestó más tarde en los conflictos dei año 30. En el de 28 Mosquera residía en esta capital como Consejero de Estado, y entonces no pudo dejar de conocerle don Rafael María Baralt, quien en muchas pinceladas de la relación que hace en su historia de los sucesos de aquel año, y especialmente de lo ocurrido en la nefasta noche del 25 de septiembre, si bien hablando con carácter impersonal como historiador, revela haber sido testigo que conoció los hombres, presenció los hechos y aun participó de las pasiones de aquel tiempo como estudiante del Colegio de San Bartolomé, foco entonces de conspiración (2).

(1) J . F . Ortiz , Reminiscencias. (2) D i c e , por e j e m p l o : « M e d í a noche s e r í a y r e i n a b a n c a l m a y

s i l enc io profundo en l a c i u d a d c u a n d o los c o n j u r a d o s dieron comienzo a su o b r a . > Con g r a v e d a d de juez h a b l a el h i s t o r i a d o r de l a « e n o r m i d a d del c r imen,> y al mismo t iempo, reve lándose el e s t u d i a n t e , c ree que a q u e l «fue un p l a n pol í t ico , un e x t r a v í o del p a t r i o t i s m o . » D e P e d r o O a r u j o , a s e s i n o de F e r g u s s o n , de un a m i g o y protec tor : «Mostró en toda su h o r r i b l e desnudez el fondo de m a l d a d q u e v e l a b a su e x t e r i o r d e s a b r i d o , a u s t e r o y m i s t e r i o s o . » F r a s e de t e s t i g o de v i s t a . D e P e d r o C. A z u e r o : « R e g ó t a m b i é n con su s a n g r e el c a d a l s o P e d r o Ce les t ino Azuero, joven c a t e d r á t i c o de F i l o s o f í a » (lo e r a en el Colegie de S a n B a r t o l o m é ) . <¡ V i d a de h e r m o s a s y b r i l l a n t e s esper a n z a s e r a l a s u y a ! E n m e j o r e s t i empos h u b i e r a s ido l u m b r e r a de l a p a t r i a q u e vio con l lar to su t e m p r a n a y l a s t i m o s a m u e r t e . » A f e c tuoso recuerdo de un d i sc ípulo adolor ido . Como todo lo t o c a n t e a h o m b r e s c é l e b r e s , o q u e a c t u a r o n en c i e r t a s é p o c a s , i n t e r e s a , y e l a p e l l i d o B a r a l t es g l o r i a a m e r i c a n a , a ñ a d i r é que don L u i s no volvió a s a l i r de B o g o t á , y a q u í m u r i ó , 29 j u n i o 1850. A q u e l a m a d o sob r i n o , a p e s a r del a l to renombre q u e c o n q u i s t ó d e s p u é s , fue h o m b r e m u y d e s g r a c i a d o ; en 1851 e s c r i b í a de M a d r i d a su p a d r e e l Coronel B a r a l t , q u e vivía aún en M a r a c a i b o « M i s ú l t i m a s e s p e r a n z a s m u rieron con l a muer te de mi i n o l v i d a b l e t ío L u i s , y en su s e p u l c r o m o r a n . » ( S e r p a , Parnaso venezolano).

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En enero del año 20, restituido don Rafael María Baralt a su país nativo, donde residía su padre, Coronel en servicio, muy adicto a la persona del Libertador, firmó el acta de pronunciamiento de aquella Provincia y acompañó al General Marino en su campaña separatista. Testigo pfimeio, y actor también en aquellas luchas, pudo don Rafael María Baralt escribir, algo más tarde, el elogio de don Joaquín Mosquera, y decir con pleno conocimiento de causa que aquel hombre «fue admirado sin envidia, atacado después sin odio, y que obtuvo respeto y estima aun de sus propios enemigos.»

Empero, ocurre preguntar: ¿ En qué empleó don Joaquín Mosquera aquellos «grandes dotes oratorios a los que daba realce ia compostura y natural gallardía de su persona,» que tan profunda impresión dejaban en cuantos le vieron y oyeron? ¿Era por ventura un orador brillante pero frivolo y versátil, florido pero sin fruto? ¿Qué convicciones daban calor a su palabra? En aquella época los discursos de los grandes oradores, cuando no eran preparados por escrito para solemnes circunstancias, no llegaban a recogerse, o se recogían en extractos imperfectísimos. El Libertador llamó «inmortal discurso» el que pronunció don Joaquín Mosquera en la Convención de Ócaña sobre la federación : ¿ dónde está, o por lo menos dónde está como él lo pronunció? Sus escritos andan dispersos, tal vez anónimos, en las hojas efímeras del periodismo. Sabemos que sostuvo esta o aquella opinión sobre puntos determinados, políticos o económicos, y nada más. «Hombre bueno, recto, justo y que gozaba de un físico digno de tan bello espíritu,» dijo el Libertador: «varón de gran saber, doctrina y probidad, justo y patriota,» dice Baralt, Vir bonus dicendi peritas es definición proverbial antigua del orador. Non formosus, erat, sed erat facundas Lflysses, se dijo también. Don Joaquín Mosquera, caso raro, era bonus, formosus, facundus. Pero ¿ cuál era el altar, cuál el fuego sacro de esa elocuencia?

A otro oráculo debemos pedir la respuesta. La historia de Baralt salió a luz en París en 1841. En 1842

el joven redactor de El Granadino (José Eusebio Caro) (1', periódico que llevaba este lema: Omnium frater—nullius servus— patria ante omnia, publicaba en Bogotá aquella memorable disertación suya filosófica, que marca época, «sobre el principio utilitario enseñado en nuestros colegios, y sobre la relación que hay entre las doctrinas y las costumbres.» Publicóla en forma de carta dirigida al señor Joaquín Mosquera. Hé aquí el exordio de esa carta:

«Señor: «Como profesor en los colegios, como escritor en los pe

riódicos, como Diputado en los Congresos, habéis sido entre

{1) B u r a l t n a c i ó en M a r a c a i b o , 1810 m u r i ó en M a d r i d , 18C0. C a r o n a c i ó en O c a ñ a , i 8 ¡ 7 ; mur ió en S a n t a M a r t a , ¡803

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nosotros el primer defensor de las sanas teorías en que se basan las costumbres, y el apóstol vivo de la alta ley moral del Cristianismo. Intachable magistrado, inmaculado ciudadano, vuestra conducta pública y privada siempre ha correspondido a vuestras doctrinas, vuestras obras siempre han estado en armonía con vuestras palabras. En el Senado de la Nación, cuando hablabais, la augusta majestad de vuestra persona empezaba el prestigio que el sincero calor de vuestro entusiasmo y vuestra sencilla elocuencia completaban. Séame permitida la expresión pública de los sentimientos de respecto y de gozo que abundan en mí al dirigirme en esta ocasión a vos, porque cabalmente voy a hablar sobre una de las materias que más interesan a nuestra patria, y aun a la humanidad toda entera, con uno de los más eminentes ciudadanos que nuestro país ha producido.

«Sí! séame permitido confesar que me siento enaltecido con la doble grandeza de mi interlocutor y de mi argumento.»

En elogio tan extraordinario podría sospecharse alguna sombra de lisonja, si quien lo escribió no hubiese sido hombre de carácter entero y altivo, que nunca prostituyó su pluma y que lo sacrificó todo por amor a la verdad. No fue tampoco aquello un arranque de entusiasmo pasajero. Mi padre conservó siempre esa opinión respecto de don Joaquín Mosquera. Ocho anos después, cuando la familia Mosquera era perseguida y vilipendiada bajo la Administración López, José Ensebio Caro en una ojeada que publicó en La Civilización, sobre la historia de los partidos en la Nueva Granada, refiriéndose al año 30, escribió estas palabras:

«Y sobre todo y sobre todos, aquel varón eminente y respetable, aquel modelo de piedad ilustrada y ferviente, y de virtud pública y privada, el Presidente de Colombia, el señor Joaquín Mosquera.»

* * Ni ejercitaba don Joaquín Mosquera aquel «apostolado»

solamente como hombre público, en el Congreso, en la cátedra, por medio de la prensa, sino dondequiera que se presentase la ocasión. Aquí tenemos una prueba de ello en las Reminiscencias de don Juan Francisco Ortiz, obra postuma, escrita en 1859-61, y que acaba de salir a luz ahora. El autor, partidario y áulico del General Mosquera en su primera Administración (1845-9), describe esta escena:

«Una noche conversábamos en su gabinete con su hermano el señor don Joaquín. No sé cómo vino rodando la conversación hasta parar en la inmortalidad del alma; y hubiérase oído entonces al ex-Presidente de Colombia sustentando aquella tesis con la elocuencia de Chateaubriand o Lamennais, con una convicción íntima como la de San Jerónimo o la de San Agustín, con tal magnificencia de pruebas, con tanta elevación de ideas, con tan noble y bello y elevado estilo, con tanta unción y respeto delante de ese milagro de los milagros del poder de Dios,

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(1) J u a n F r a n c i s c o Ortiz n a c i ó en Bogotá en 1808, murió en B u g a en 187S.

(2) Miguel T o b a r n a c i ó en T o c a i m a , 28 febrero 1782, siendo sus p a d r e s el doctor don Nicolás de T o b a r y Guzmán y doña J o s e f a Se-r r a t e y B u s t a m a n t e . Murió en Bogotá , 2 a b r i l 1861. Colegial formal del R o s a r i o desde 1799, recibido de a b o g a d o en l a R e a l A u d i e n c i a en 1809, e r a de f a m i l i a de le t rados , que fueron d u r a n t e todo el s iglo X V I I I colegiales , c a t e d r á t i c o s , consi l iar ios , y t res de ellos, tíos de su p a d r e , Rec tores beneméritos del Colegio M a y o r de N u e s t r a Señor a del R o s a r i o del R e a l P a t r o n a t o , como se dec ía entonces.

(3) L u e g o que volvió a P o p a y á n e s c r i b í a a l doctor T o b a r (16 marzo 1857): «Hoy cumplo con este deber (el de escr ibir le ) s a t i s f a ciendo a l mismo tiempo mi necesidad de t r a t o social con mis escasos amigos viejos del siglo p a s a d o , entre los cuales es usted B L P R I M E RO.» E l hombre de quien así h a b l a b a don J o a q u í n M o s q u e r a vino a ser también mi m a e s t r o y g u í a , y en su vejez el mejor amigo de mi adolescencia .

que yo, por mi parte, quedé asombrado y profundamente conmovido. ¡ Qué hermosa me pareció la figura del señor don Joaquín con su blanca cabellera y sus grandes ojos en que brillaba la exaltación que lo arrebataba en aquel momento! ¡ Ah! entonces no estaba ciego como ahora.»

Este testimonio es también verídico y sincero. Cuando escribía esas memorias el señor Ortiz nada tenía que esperar de don Joaquín Mosquera, ausente, ciego desde 1858, retirado a la vida privada, y sí tenía que temer de su antiguo favorecedor el General Mosquera, entonces prepotente, a quien en esas páginas ataca con virulencia. Fueron ellas como un testamento cerrado, que el autor guardó para que se abriese y publicase después de su muerte (1).

* * *

En 1856 don Joaquín Mosquera había venido a Bogotá para sacar a sus hijas del colegio de la señora Sixta Pontón, viuda de Santander, donde se habían educado, y volver con ellas a su casa de Popayán. Permaneció en esta ciudad hasta el mes de febrero del año siguiente.

Ahora pido licencia a los lectores para consignar un recuerdo de familia, a fin de explicar cómo yo, oscuro estudiante entonces, casi niño, conocí de cerca al señor Mosquera, le oí hablar con frecuencia familiarmente, y también en ocasión solemne, la última vez quizá que habló en público. Habíase instalado él para vivir con sus hijas, en la calle llamada entonces de San Alberto, en casa que fue de la viuda del Conde de Villavi-cencio, enfrente de la antigua casa de mi abuelo el doctor Miguel Tobar, que hoy es de las Hermanas de la Caridad (costado sur de la manzana de Palacio). Mosquera vistió la beca del Colegio del Rosario el 5 de noviembre de 1806: allí conoció al doctor Tobar, colegial mayor que él en edad y antigüedad y de arraigo tradicional en aquellos claustros (2), que fue su catedrático, por lo cual Mosquera le llamaba «mi maestro» (así lo oí de sus labios), y le otorgaba también el primer lugar entre sus viejos amigos del siglo anterior (3). Vivía el doctor Tobar

E s t u d i o s l i te rar ios—M. A . Caro—17

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de tiempo atrás en completo retiro, con salud quebrantada, y Mosquera iba a visitarle casi todos los días y pasaba largos ratos con él en su estudio, donde se respiraba el ambiente de «la antigüedad escrita,» y se evocaban también recuerdos de una generación casi extinguida entonces (1).

A causa de esa amistad constante entre aquellos dos viejos patriotas, proceres de la Independencia, Mosquera había conocido a mi madre siendo niña (1828), en la misma casa en que ahora la encontraba viuda de aquel otro amigo suyo, joven, que le había tributado los sinceros homenajes de respeto y admiración que arriba dejo transcritos. Tratábala él entonces con la mayor consideración, y a sus hijos con cariño, mostrando interés por nuestra suerte. Muestra auténtica de su buen afecto dejó en las primeras páginas de un álbum que regaló a mi hermana. Allí presentó a una niña de ocho años apenas, en los albores de su existencia, ejemplos que ella, creciendo, debería tener siempre delante como norma de la vida. Tales fueron las circunstancias que me autorizan para presentarme hoy como último testigo, con recuerdos harto lejanos pero todavía bien definidos en mi memoria.

Fue aquella época de tregua, aunque por desgracia breve, en la lucha de los partidos políticos, de reconciliación general, de florecimiento literario. Bajo tales auspicios fundóse el Liceo Granadino, a ejemplo del Liceo Español, donde señalados triunfos habían alcanzado dos ingenios americanos: Baralt y la señora Avellaneda. Era una sociedad literaria, digámoslo así, democrática, que llamó a su seno a todos los amantes de la literatura y del arte, veteranos y noveles. Empezaron a brillar por entonces, con tal estímulo, no pocos de los poetas que más nombradla han ganado después. La sesión inaugural tuvo lugar en el Salón de Grados para celebrar la fiesta de la Patria, 20 de julio de 1856, y el señor Mosquera fue previamente invitado para hablar allí desde la tribuna antes que todos, después de abierta la sesión. Asistieron al acto el Presidente de la República (Ma-llarino), los altos funcionarios del Estado, el Cuerpo Diplomático y la flor del beau monde. Mal podía prometerse tener entrada en tal solemnidad un muchacho como yo; pero mi tío don Francisco Javier Caro, que fue uno de los siete fundadores del Liceo, y que conocía y fomentaba mi temprana afición a las letras, hubo de llevarme allá en su compañía.

(1) No debo aquí h a b l a r por mi cuenta . «Como j u r i s t a h a sido el doctor T o b a r el pr imero de su época . Un estudio profundo del d e r e c h o . . . . con el auxi l io de u n a memoria prodigiosa a g r e g a d a a su a l t a intel igencia , le h a b í a colocado en el p r i m e r l u g a r de l a c i e n c i a forense, viniendo a s e r el consultor de los p r i m e r o s a b o g a dos y altos m a g i s t r a d o s de l a R e p ú b l i c a , que c o n c u r r í a n a su es tudio a oír sus dic támenes en los negocios más a r d u o s . » Groot. (Historia EcLeclesiásiica y Civil, tomo n t , 1870, noticia del doctor T o b a r , los Apéndices).

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El Presidente del Liceo (José Joaquín Ortiz) abrió la sesión, y puesto en pie, leyó una bella poesía:

P u e d e un pueblo g e m i r esclavizado B a j o el 3'ugo de odiosa t i r a n í a . . . . (1) .

El antiguo Presidente de la Gran Colombia, según lo acordado, subió el primero a la tribuna que en aquel local existía de tiempo atrás, no sin haber pedido antes, cortésmente, permiso1

para expresar sus sentimientos. Grande emoción dejó sentirse en ese momento, y yo, como si no hubiese visto antes al que iba a hablar, participé de ella, admirando de lleno aquella figura hermosa que parecía elevarse sobre el nivel común, y en el pedestal que le cuadraba, para señorearlo todo. El joven y malogrado literato Francisco Aranda y Ponte, Secretario de la Legación venezolana y miembro del Liceo, publicó luego en el periódico El Tiempo una relación de aquella fiesta. Hé aquí sus impresiones:

«No era preciso que Mosquera hablara para que todo estuviera dicho con sola su presencia altamente simpática y significativa en aquel recinto: había una elocuencia superior a toda elocuencia en aquellos cabellos blancos, corona de honradez y severidad republicana, en aquella lozana senectud semejante a la que el escultor idearía, permítasenos expresarnos así, que así lo sentimos, para dar toda su nobleza al tiempo en el semblante del anciano, cuya alma guardó en lecciones provechosas y ejemplos de rectitud los días que no pasaron enteramente para él, porque todos al pasar le dejaron algo. El señor Mosquera subió el primero a la tribuna, y habló desde ella ante un auditorio que le contemplaba tan respetuosamente como le oía, porque, ¿qué ademán suyo no era allí tan imponente como la más imponente imagen? Aquel no fue un discurso simplemente: aquella era a nuestros ojos Colombia la antigua, la del patriotismo griego, hablando a Colombia la nueva, la civil, naciendo del entusiasmo de sus nuevos hijos .-aquel anciano era el emisario de nuestros padres, enviado a rodear con sus propios prestigios la tribuna en que habían de resonar los encomios de sus nobles hechos, enviado sobre todo a dar a su posteridad los consejos de su costosa experiencia, a poner en el corazón ardiente de una juventud digna de ellos sus postreros votos para fecundizar sus espíritus y fortalecer sus ánimos; y así fue que, al descender él, aquella tribuna nos pareció un santuario, y el sentimiento patriótico que agitaba nuestra sangre, la inspiración de un deber, el anuncio de un cambio fausto, la palpitación de una grande idea en la víspera de convertirse en algún hecho de evidente progreso esencial.»

(1) No sé por qué c a u s a no l a insertó después en la colección de sus poesías . P u b l i c ó s e en El Liceo Granadino; la reproduce J . F . Ortiz en sus Reminiscencias.

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El discurso de don Joaquín Mosquera fue muy breve, una alocución de 20 de julio, pero harto distinta de las conocidas. Empezó saludando el día glorioso y tributando homenaje de gratitud a los fundadores de la República. Echó luego una mirada comprensiva, con el criterio de Bossuet y de Maistre, sobre las vicisitudes políticas de media centuria, y terminó con una exhortación, empapada en la sabiduría antigua, dirigiéndose a la juventud de su patria. Es de advertir que por aquel tiempo andaba de nuevo en boga, y se había enseñado en los colegios, el principio utilitario de Bentham, o sea la antinómica moral del interés, que Mosquera había impugnado veinte años antes, bajo la Administración Santander. En aquella exhortación vuelve a impugnarla implícitamente en frases rápidas y brillantes, proclamando a la justicia como única base sólida de la libertad y grandeza moral de las naciones, y a la templanza, como virtud más que nunca necesaria en una república joven. Trasladaré aquí la parte sustancial de esa alocución, que confiada a la escritura y destituida de la fuerza y el esplendor de la voz viva, todavía trae consigo una lección que conforta, adecuada a todos los tiempos, y un eco armonioso de aquella elocuencia cristiana:

«Yo tengo que recoger todas mis fuerzas para limitar el cuadro que se presenta a mi imaginación, y el cúmulo de recuerdos que al contemplarlo me retrotraen cuarenta y seis años atrás, y rejuvenecen mi existencia.

«Cuando el imperio español crujía y se desplomaba bajo la clava destructora de Napoleón, todas sus partes se desprendían en el Nuevo Mundo como naves que amarradas a los diques, cortado el cable a la hora del huracán, se lanzan al Océano. Por tal desencadenamiento se conmovieron casi simultáneamente las seccionas de aquel imperio en este hemisferio colosal; y estos acontecimientos generales acreditan que había una causa general que los producía. El cataclismo del imperio español era la consecuencia necesaria de culpas graves que no es ahora la ocasión de examinar. Pero no puedo dejar de reconocer con profundo y pavoroso respeto la Ley de pena, esta mensajera de Dios que lleva al hombre sus mensajes cuando infringe las leyes que constituyen el orden moral y social. La historia contemporánea no presenta un solo caso de impunidad contra esa justicia inexorable, y caen bajo su poder irresistible, como espigas que siega la guadaña, las cabezas coronadas de los reyes y las guirnaldas cívicas délos jefes de nuestra Repúblicas....

«Al llegar a nuestra tierra me faltan las fuerzas para contemplar el azote providencial que nos ha costado tanta sangre. ¡Dejemos en paz a los sepulcros ! Yo no quiero presentarme en este momeuto de acusador, pero sí comprendo que es lícito mirar la frente del ángel caído para conocer el poder de la verdad en su misma desaparición. Reconozcamos que el arma imperecedera de la verdad es la persuasión, y la impotente del error, la fuerza. Si la sociedad civil aspira al reinado de la verdad, llena un deber: si la busca y la sostiene como base de sus leyes fundamentales, ejerce un derecho sagrado.

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«¡Jóvenes que me escucháis! permitidme un desahogo de patriotismo y de amor al dirigiros mis palabras y mis votos. La Patria os necesitará más tarde o más temprano, y triunfaréis sin duda buscando la verdad de buena fe, y consagrándole vuestros esfuerzos con la paciencia del que sabe esperar sus frutos. Hijos queridos de la Patria, subid al Capitolio con la oliva de paz en la mano y el culto de la verdad en el corazón. Apropiándome las palabras de un ilustre romano a sus compatriotas seducidos por el lujo y los placeres en Capua y Tarento, os digo: "Dejemos a los europeos sus dioses irritados; no demos al mundo sino ejemplos de templanza y de modestia, y así obligaremos a las naciones ricas de la tierra a tributar homenaje a la pobreza de los granadinos."

«¡Justicia pura y augusta, noción intelectual de todo lo que hay de perfecto en el espíritu y en las aspiraciones de los hombres, que elevas el alma y alientas el corazón, yo te invoco! ¡Sé la antorcha que ilustre a nuestra juventud, para que haga triunfar definitivamente la libertad, objeto y fin último de tantos esfuerzos, de tantos sacrificios!»

{Revista de la Pag, junio 27 de 1908) .

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UN HIMNO EN HONOR DEL PAPA

En el mes de mayo del año próximo pasado la Comisión Central constituida en Roma por la juventud católica italiana, con el fin de dirigir los trabajos preparatorios del Jubileo Sacerdotal del Sumo Pontífice Pío x, amplió su programa por iniciativa de la Junta Arquidiocesana de Buenos Aires, abriendo en nombre de ésta un doble certamen, poético y musical, para ia composición de un «himno latino al pontificado Romano,» certamen al que fueron invitados los literatos y los profesores de música del mundo católico. Prefijáronse la extensión y la forma métrica del himno, indicáronse las reglas que debían observarse en la composición musical, y señaláronse premios. Las composiciones literarias deberían presentarse hasta el 30 de septiembre del mismo año. La que resultase premiada se publicaría profusamente por la prensa católica, quedando abierto desde aquel entonces el concurso para la composición musical, ajustada a letra ya conocida. El término de este segundo concurso ha debido expirar el 30 de abril del corriente año. Ofrecióse también por la Comisión bonaerense un premio a la mejor traducción del himno latino en verso castellano, debiendo ésta corresponder al original en la forma métrica y número de las estrofas O).

El himno latino que ahora se publica no se ha escrito para disputar el premio en un certamen internacional; lejos estuvo siempre de nuestra mente tal pretensión. Meses después de haberse cerrado el mencionado concurso literario, y sin tener noticia alguna de sus resultados, hemos compuesto ahora estas cortas estrofas para contnbuír en lo que se ha creído que podíamos hacerlo, desde estas apartadas regioi es andinas, al homenaje que el orbe católico se prepara a ofrecer al Padre Santo con ocasión de su Misa de oro (2), respondiendo así por nuestra parte a la honrosa invitación que se sirvió dirigirnos el señor Cura de la parroquia de San Pedro de esta ciudad como

(1) E l car te l del cer tamen fue publicado por II Giabileo Sacer-dotale del Sommo Pontífice Pío X, número 8 -9 , A p r . - M a g g i o 1907 (único número que a n u e s t r a s manos h a l legado d e e s a p u b l i c a c i ó n ) , y abreviadamente en Bogotá por El Hogar Católico, número 3, 3 enero 1908.

(2) E l quincuagésimo aniversar io de la ordenación de Pío x c a e r á en 18 de septiembre de 1908 ; pero con autorización de Su S a n t i d a d se ha acordado c e l e b r a r su J u b i l e o el 16 de noviembre s iguiente, fecha también memorable , porque en un d í a como ése, veinticuat r o años a t r á s , el C a r d e n a l P a r o c c h i c o n s a g r ó en R o m a Obispo de M a n t u a al sacerdote J o s é S a r t o , hoy S u m o Pontífice .

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Director del periódico El Hogar Católico, en cuyas columnas habría de aparecer, en número extraordinario, esta composición.

La alteza del asunto nos habría arredrado de tratarlo ante el público, si no hubiéramos contado con la cooperación de nuestro amigo y compatricio el presbítero don Carlos Umaña, Maestro de Capilla de la Catedral de Bogotá. Nos alentó desde luego el realce que este distinguido Maestro habría de dar a versos sencillos y de fácil estructura (1), expresión ingenua de pensamientos no grandes, pero nacidos del corazón. El señor Umaña, en efecto, se encargó confina voluntad de la interpretación musical, parte esencial y la de mayor empeño en toda obra destinada al canto. La música, como suele acontecer, salvará la letra.

Quizá en próxima ocasión ampliaremos esta nota con algunas explicaciones tocantes al nuevo himno, conforme en lo sustancial, así como en su extensión, mas no en el ritmo adoptado, con las condiciones establecidas por la Junta de Buenos Aires, a quien se debe la idea inicial.

A N . M C M V I I I

AD K O M A N U M P O N T I F I C E M

Hymnus.

Salve m a g i s t e r gentium, R o m ' n e salve Pont i fex ! A u c t i superno spír i tu L o n g o renident ordine; Caelestis et tu c laviger , N e c P e t r u s unquam deoidet.

T e v e r i t a t i s nuntium Chris t i fideles audiunt , E t ultimis a finibus Quot osoulari confluunt Apostolorum l imina L i n g u i s oanunt te plur imis .

T u namque pastor es bonus, Non mili tum d u x f e r r e u s ; I n e r m i s , a t quo lumine S e r e n a l u s t r a s pec tora , Mentes s u p e r b a s fulminas , P o r t a s Averni commoves.

P r o m i s s a Chris t i pra?valent. E r g o perenne g r a t i a s P a t r i s imulque F i l i o A g a m u s et P a r á c l i t o : S i t T r i n i t a t i g l o r i a ! S i t m a g n a p a x Ecclesiaa!

(1) Bogotá , m a y o . 1908.

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VERSIÓN LITERAL DEL HIMNO PRECEDENTE

Salve, oh maestro de las gentesl—Salve, Romano Pontífice!—Los que fueron ya enriquecidos por el espíritu de lo alto— brillan en larga serie;—eres tú también clavero celestial,—y Pedro no faltará nunca.

A ti, nuncio de la verdad,—oyen los seguidores de Cristo;— y desde los últimos confines—cuantos concurren a besar- los umbrales de los Apóstoles—te cantan en variedad de lenguas.

Porque eres tú Pastor bueno,—no caudillo militar cubierto de acero;—inerme, sí, pero con la luz misma—con que visitas las almas serenas,—anonadas los entendimientos soberbios,— conmueves las puertas del Averno.

Prevalecen las promesas de Cristo.—Así pues, continuamente gracias—al Padre y juntamente al Hijo—rindamos y al Paráclito.—Gloria a la Trinidad!—Paz grande a la Iglesia!

(El Hogar Católico de 2 de junio de 1908).

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ESTUDIOS FILOLÓGICOS Y GRAMATICALES PRIMERA SERIE

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SINTAXIS LATINA (1)

S I N T A X I S G E N E R A L

CAPÍTULO I

De la proposición.

Análisis de la proposición.

§ 100. Proposición es la enunciación de un pensamiento con palabras.

La proposición en su forma más completa consta de tres elementos principales, a saber: 1.", sujeto;2°, verbo; 3.", complementos.

El sujeto es un sustantivo en nominativo que representa la persona o cosa que desempeña la acción del verbo. Los complementos son sustantivos en casos indirectos que sirven para completar la enunciación del pensamiento, y representan generalmente las personas o cosas con que aparece relacionado el sujeto mediante la acción del verbo.

En el complemento se consideran como formando un solo elemento la proposición y el caso; y con razón, pues ambos sirven para determinar la relación.

§ 101. El complemento es de tres maneras: 1." Directo (llamado también acusativo u objetivo): lo for

ma el acusativo sin preposición que expresa el objeto inmediato de la acción del verbo, verbigracia: «Deus mundum aedifica-vit,» Cicerón (Dios fabricó el mundo).

2 . ° Indirecto : lo forma el dativo que acompaña al acusativo significando el objeto menos inmediato de la acción del verbo: «Deus hominibus rationem dedit» (Dios dio a los hombres la razón).

3.'' Circunstancial: lo forman: a) el ablativo con preposición y sin ella; b) el acusativo con preposición, y a veces sin ella, pero no expresando el objeto inmediato de la acción del verbo: «nos trahit virtus ad verum decus» (la virtud nos conduce a la verdadera gloria); c) el dativo no significativo del objeto menos inmediato de la acción del verbo, verbigracia : «qui metuens vivit, liber mthi non erit unquam,» Horacio (para mí, el

( 1 ) F o r m a p a r t e e s t a Sintaxis del texto de Gramática de la lengua ¡atinapara el uso de los quehablan castellano, por don M. A. C a r o y don R . J . Cuervo, d e q u e s e han hecho numerosas ediciones. E l s e ñ o r C u e r -vo es autor de l a Analogía y el señor C a r o de la Sintaxis, que se pub l i c a a h o r a por p r i m e r a vez s e p a r a d a m e n t e , conservándose l a numeración por p a r á g r a f o s de l a o b r a completa—(Nota de los E d i t o r e s ) .

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que vive temblando no puede llamarse libre); d) por último, el genitivo forma también complementos circunstanciales, si bien las más veces no les corresponde propiamente este nombre.

OBSERVACIÓN. Hay dos clases de complementos circunstanciales que equivalen a una proposición entera: 1.°, el de ablativo absoluto (véase adelante capítulo 1 0 ) ; 2 .° , el formado por un sustantivo acompañado de un participio pasivo: así el ablativo «appropinquante morte» equivale a «quum mors appro-pinquat»; y el acusativo «ad regendam rempublicam» a «ut res-publica regatur.»

§ 1 0 2 . Elemento independiente es en la proposición el vocativo, comoquiera que se use: «huc ades, o Melibcee! Virgilio (vén tú acá, Melibeo). Deben también considerarse como elementos independientes los otros casos cuando se usan interjectivamente, verbigracia: « O ego laevus!» Horacio (necio yo!)]; «¡me míserum!» Cicerón (infeliz de mí!)

OBSERVACIONES. 1.A Llamamos independientes a estos elementos porque aparecen en la frase, lo mismo que las interjecciones, más bien interpolados que encadenados ( 1 ) .

2.° Rigen respecto de los elementos independientes las mismas reglas de oposición, concordancia y régimen que respecto del sujeto y complementos.

§ 1 0 3 . El sujeto y el complemento son simples o compuestos: simple es el que señala un solo objeto, verbigracia : '•Ego valeo» (yo estoy bueno); compuesto, el que, constando de más de un sustantivo, con conjunción tácita o expresa, señala objetos distintos, verbigracia: «ego et Cicero valemus,» Cicerón (Cicerón y yo estamos buenos).

El sujeto o complemento simple es complexo cuando comprende dos o más sustantivos significativos ambos del objeto que señala, verbigracia: «Andros ínsula» (la isla de Andros). Andros e ínsula son dos nombres, propio aquél, apelativo éste, que designan una misma cosa. Los sustantivos así usados se dicen que están en aposición.

El sujeto o complemento simple es incomplexo cuando designa el objeto con sólo un nombre.

§ 1 0 4 . El sustantivo, sea sujeto o complemento, puede ser modificado:

1.° Por un adjetivo, el cual puede serlo a su vez por un adverbio, verbigracia: «homo valde sapiens,» Cicerón (hombre muy sabio). El adjetivo sapiens, modificado por el adverbio valde, modifica al sustantivo homo.

í l ) T o d a p a l a b r a o f r a s e s ignif icat iva de u n a sensación o p e r cepción muy viva tiende n a t u r a l m e n t e a c o n v e r t i r s e en interjección : por eso entre é s t a s se h a l l a n a menudo imperat ivos como, age! vaya! y o t r a s formas verbales y sustantivos de la fuerza de perii! muerte! H é aquí un argumento filológico c o n t r a la e x t r a v a g a n t e opinión de Condil lac , que supone interjectivos los p r i m e r o s elementos del leng u a j e humano : sobre ser t a n reducido el número de interjecciones en él in t ioducidas , en m u c h a s de e l l a s , como se ve, el c a r á c t e r de t a l e s h a sido secundar io .

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2.° Por un complemento circunstancial, verbigracia: «spes libertatis,» Virgilio (esperanza de libertad); «via in ccelum,» Cicerón (camino para el cielo); «sitie (1) nomine corpus,» Virgilio (cadáver sin nombre).

OBSERVACIONES. 1. a El complemento circunstancial así usado no desempeña el mismo oficio quede costumbre; porque una cosa es completar el pensamiento enunciado en la proposición, y otra cosa es completar sólo la idea representada por un miembro de la misma. Por tanto, en el presente caso le llamaremos complemento adjetivo (2) para distinguirle del circunstancial propiamente dicho.

2. a El genitivo forma de suyo complementos adjetivos. 3. a El complemento adjetivo modifica también: a) a un adjetivo, verbigracia: «cúpiduspads,» Horacio (de

seoso de paz); b) a un adverbio, verbigracia: *convenienter natura,» Ci

cerón (conforme a la naturaleza). * El adjetivo admite complementos adjetivos, ya por parti

cipar de la naturaleza del sustantivo, lo que sucede siempre que el complemento fuere genitivo, verbigracia: «studiosus pilae»; y por asimilarse al participio, y de consiguiente al verbo, en cuyo caso el complemento no es propiamente adjetivo sino circunstancial, verbigracia: «pron s ad lenitatem.» El adverbio admite los mismos complementos en virtud de la parte sustantiva que contiene; así «ubi terrarum?»=«quo loco terrarum,» donde terrarum modifica la idea sustantiva loco.

3." Por último, el sustantivo aparece alguna vez modificado por un adverbio equivalente a un complemento adjetivo, verbigracia: «quodcunque sic» (cualquier cosa os¿,)=«quodcunque ejusmodi»={cü&\qmer cosa de esa especie). Pero esto se verifica

(1 ) E s t a preposición forma complementos que se adjet ivan enteramente : n a d a m á s frecuente en los escr i tores c a s t e l l a n o s que aquello de «hombre sin ventura , sin e n t r a ñ a s , » «belleza sin p a r , sin r ival , sin i g u a l , » «árbol sin p o d a í , sin h o j a s , » e t c . De t a l m a n e r a se adjetivan estos complementos, que por una nueva t r a n s i c i ó n a p a recen tal vez sus tant ivados , v e r b i g r a c i a : «un sin número de c a l a midades !»

P r i g í d a p u g n a b a n t c a l i d i s , hument ia s i c c i s , Moll ia cum d u r i s , sitie pondere h a b e n t i a pondus.

O V I D . Met, i, 19-20,

A l g ú n sin alma que a g u a r d e L o que esperamos les dos.

(Tirso de Molina)

(2) E s t a denominación es tanto m á s e x a c t a , que en l u g a r de dichos complementos suelen u s a r s e adjetivos : as í «voz patris»—zvox p a t e r n a . » L e n g u a s h a y , como l a g i t a n e s c a y o t r a s í n d i c a s , que subs a n a n con adjetivos as í usados l a f a l t a del genitivo, que es el c a s o adjetivo por e x c e l e n c i a . V é a s e M a x taüller, Lectures on the Science of Language, i, n i sub fine.

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generalmente por estar el sustantivo adjetivado y participar de la naturaleza del verbo; así «populus late rex,* VirgiIio=«po-pulus late regnans»=i<\\i\ late regnat.*—*0 dea certe!*=o quaí ceñe dea es! (1).

§ 105. El verbo es modificado: 1.° Por adverbios, verbigracia: «laetus tua sorte vives sa-

pienter,» Horacio (contento con tu suerte vivirás sabiamente). 2.° Por complementos adverbiales, esto es, complementos

circunstanciales destinados sólo a especificar el significado del verbo; verbigracia: «útinam ístuc ex animo ac veré díceres!» Terencio (ojalá dijeses esas palabras de corazón y sinceramente!) El complemento ex animo y el adverbio veré desempeñan en este ejemplo un mismo oficio: el primero está usado adverbial-mente.

OBSERVACIÓN. ASÍ como el genitivo se adjetiva, el ablativo se adverbializa naturalmente.

Antes dijimos que el adverbio equivale a un complemento circunstancial. ¿Cómo pues no se usan promiscuamente? Consiste la diferencia en que el primero es por lo común especificativo y el segundo explicativo.

3.° Por predicados, aunque no privativamente, pues en parte pueden considerarse como modificativos del sustantivo a que se refieren.

§ 106. Llámase frase verbal la combinación del verbo con los modificativos expresados.

§ 107. El oficio que desempeñan los sustantivos propiamente dichos lo desempeñan también los impropiamente dichos, o sustantivos verbales, a saber:

1.° El infinitivo (presente y pretérito perfecto), que hace veces:

a) De sujeto: «dulce est pro patria mori,» Horacio fdulce es morir por la patria).

b) De complemento directo: «víncere seis,» Tito Livio (sabes vencer).

c) De complemento circunstancial y complemento adjetivo, aunque rara vez: «ibat videre feras, Propercio (iba a visitar las fieras); «cúpidus cognóscere,» Ovidio (deseoso de saber).

2." El gerundio y el supino, los cuales forman complementos circunstanciales, alguna vez adjetivos.

El mismo oficio que desempeñan en la proposición los adjetivos propiamente dichos, lo desempeñan los impropiamente dichos o adjetivos verbales llamados participios ; es decir, se juntan al sustantivo modificándolo.

§ 108. Hay, sin embargo, una diferencia muy notable entre los sustantivos y adjetivos propiamente dichos y los verbales; consiste en que éstos conservan el régimen del verbo a que

(!) Alguna, vez se a g r e g a el adverbio al sustant ivo con fuerza de preposición componente : semper lenitas, T e r e n c i o , And. I , 2, 4 ( la bondad de siempre); antemalorum, V i r g i l i o , .¿En., i, 198 (de las desg r a c i a s de antes). E s helenismo.

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pertenecen; es decir, pueden tomar como complemento el mismo del verbo. Dedúcese de aquí la siguiente

REGLA. Los verbales transitivos (es decir, los que corresponden a verbos transitivos en la voz activa) pueden llevar un acusativo como complemento adjetivo.

OBSERVACIONES. 1. a Lo mismo sucede con estos verbales transitivos aun cuando formen parte de un elemento independiente; verbigracia: «opassi graviora,» Virgilio. (Véanse § 1 0 2 , observación 2 . A ) .

2 . A Los verbales, cuando no están del todo sustantivados o adjetivados, tienen también la peculiaridad de poder resolverse en una proposición entera, lo que depende de la fuerza verbal atributiva que conservan, y que consiste en la declaración de una acción; así «ibat videre o visurus feras,» equivale a «ut ipse videret feras.»

§ 1 0 9 . También hacen veces de sustantivos en la proposición :

1.° Adjetivos y adverbios sustantivados ( 1 ) ; verbigracia: «semper avarus eget,» Horacio (el avaro, es decir, el hombre avaro, siempre está necesitado). «In mare perveniunt partim,» Ovidio (parte—es decir, algunos—llegan al mar). «Jam satis nivis misit Pater,» Horacio (harta nieve—literalmente, bastante de nieve—arrojó el Omnipotente).

2° . Una proposición entera, según se explicará adelante.

CONSTRUCCIÓN DE LA PROPOSICIÓN

§ 110 . El orden lógico de los miembros de la proposición en su forma más completa, es éste: 1.°, sujeto; 2 . ° , verbo; 3.°, complemento^directo; 4 . " , indirecto; 5.", circunstanciales.

El sujeto y complemento se ordenan así : 1.°, sustantivo ; 2.", adjetivo, con sus modificativos; 3.°, complemento adjetivo, con los suyos.

La frase verbal se ordena así : 1.°, verbo; 2.° , adverbio, con sus modificativos ; 3.", complemento adverbial, con los suyos.

El predicado, si bien concierta con el sujeto o complemento, también entra en la frase verbal: ocupa el lugar del adverbio.

Pero rara vez se observa este orden: bien al contrario, el hipérbaton o trastorno del orden lógico, y la elipsis u omisión de palabras que deben suplirse mentalmente, son figuras geniales del latín, y frecuentes en castellano.

HIPÉRBATON

§ 1 1 1 . En la colocación de las palabras atendíanlos romanos a dar rotundidad al período y buen lugar a los términos enfáticos. Hé aquí unas pocas indicaciones sobre la materia:

(1) Adverbios sustant ivados : no quiere decir que tomen fuerza sustant iva , pues de suyo l a tienen : sino que pierden el valor c a s u a l o preposic ional , y pueden de consiguiente h a c e r veces de sujeto y complemento directo , y aun a l g u n a vez de complemento c i r c u n s t a n c i a l , mediante u n a preposición que les devuelva l a fuerza de t a l e s : «cum partim i l lorum.» C a t o apud Gell , 10, 13 .

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1," En la proposición los lugares preeminentes son el primero para llamar la atención, y el último para dejar cierta impresión en el ánimo.

2.° Por regla general el sujeto se coloca al principio, después el complemento, y el verbo al f in :«Deus mundum sedi-ficavit.»

3.° Las palabras subordinadas se agrupan delante del miembro que modifican, en beneficio de la claridad.

4.° Conjunciones, palabras interrogativas y pronombres, suelen ir al principio. Pero enim, vero, autem, quoque, quidem, además de los enclíticos como que, ve, regularmente ocupan el segundo lugar, nunca el primero.

5.° Un vocablo oportunamente dislocado se hace enfático; ejemplo: «ñeque ego unquam fuisse tale monstrum in terris ullum puto,» Cicerón contra Catilina (monstruo igual no creo que haya habido jamás ninguno en el mundo).

6." Los comparativos y superlativos y los participios de futuro, y en general, vocablos polisílabos suelen ocupar, por eufonía, el último lugar.

Suele también rematar el período en inflexiones monosílabas del verbo sum.

7° En el sujeto y complementos es elegante la colocación de un complemento adjetivo, una preposición u otra palabra o palabras entre adjetivo y sustantivo, o entre dos sustantivos, verbigracia: «Hoc pugnce tempus,» César. «Multa cum libértate,» Horacio «In meis autem rebus,« Cicerón «Lucius quidem Casar,» id. «Hunc tu hostem contemnis?» id.

Esto se observa principalmente en verso. «Majoresque candunt altis de móntibus umbra.» (Virgilio). Ni es permitido dar fin al verso con el adjetivo pospues

to ( 1 ) a menos que sea de particular fuerza o elegancia, como en -•nox íncubat atra»;—*-frigas captabis opacum,» Virgilio.

8.° Las palabras que hacen contraste deben aparecer juntas para que éste resalte, verbigracia: «Qui fragilem truci commisit pélago ratem,» Horacio (el que confió al mar sañudo frágil tabla). «Empédocles ardentem frigidus ¿Etnam insiluit,» id (Empé-docles helado y todo se arrojó al Etna ardiente). Si se contrapone una frase a otra, es elegante la inversión en el giro: «Ratio nostra consentit, pugnat oratio.» Cicerón (nuestros principios

( 1 ) Y es as í p r e c i s a m e n t e como se permiten l a inversión nuestros poetas ; el sustantivo no puede i r a l fin dejando a t r á s a l adjetivo, a menos que éste s e a un predicado , como se ve en el pr imero de los s i guientes versos ; el último m u e s t r a l a m a n e r a de inventir , p e r m i t i d a como m u y e l e g a n t e en verso c a s t e l l a n o :

A n t e quien muda se postró la tierra Q u e ve del sol l a c u n a , y l a que b a ñ a E l mar, t ambién vencido, gaditano—R. C A R O .

Hé aquí por qué d i s u e n a a oídos c a s t e l l a n o s , sin ser de suyo t a n violenta, a q u e l l a t r a n s p o s i c i ó n con que L o p e pretende d e s a c r e d i t a r l a s :

E n una de fregar c a y ó c a l d e r a .

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están de acuerdo, no lo está nuestro lenguaje): la elegancia consiste aquí en que a sujeto antes de verbo se opone verbo antes de sujeto. «Delphinum in silvis appingit, fluctibus aprum,» Horacio (un delfín pinta en los bosques, y en las olas un jabalí): aquí se ha trocado el orden de los complementos. «Graeci se in Galliam immisurunt, in Grseciam Galli,» Séneca (los griegos se introdujeron en la Galia, y en Grecia los galos): Grcvci in Galliam hace juego con in Grceciam Galli.

ELIPSIS

§ 112. Enumeramos aquí las elipsis más notables en latín. 1." Regla general. Omítense frecuentemente palabras poco

antes o después expresadas, aunque repetidas hubieran de aparecer bajo distintos accidentes, esto es, en distinto caso, número, persona, etc., verbigracia: «Rure ego viventem, tu dicis in urbe beatum,» Horacio (yo llamo feliz al que vive en el campo, tú al que en la ciudad); esto es, «ego dico beatum,» etc.

2." Sujeto. Es frecuente la omisión de los pronombres personales.

OBSERVACIONES. l. i l Suelen expresarse: a) delante del imperativo: « Vos pláudite» (aplaudid); b) cuando son enfáticos o se contraponen por antítesis: «Ego ut mentiar? (mentir yo? «Ule discessit, ego somno solutus sum,» Cicerón (él desapareció, yo desperté). Natura tu illi pater es, consiliis ego,» Terencio (tú eres su padre por la sangre, yo por la educación).

2." La omisión del pronombre depende de que las formas verbales por su terminación (1) indican suficientemente la persona. Por la misma razón suelen callarse en castellano.

3." Verbo. Suelen callarse: a) El verbo sum: «vulgare amici nomen,» Fed. (común

es el nombre de amigo); «ut pictura poesis,» Horacio (la poesía

(1) Que no es o t r a c o s a que el pronombre personal adherido y a lgo a l te rado , lo mismo que en g r i e g o y demás l e n g u a s indogermánic a s . Así , l a c a r a c t e r í s t i c a o r i g i n a r i a de l a I? persona , m, como en su-m, amaba-jn, amaba-m-us, r e p r e s e n t a l a raíz de los c a s o s indirectos de ego, la cual en a l g u n a s lenguas sirve p a r a el nominativo, como se ve en el céltico iné y en el f r a n c é s moi. L a c a r a c t e r í s t i c a de la 2?- persona, /, como en fuis-t-i. ama-t-is, que por u n a a l te rac ión n a t u r a l se vuelve p a r a el s i n g u l a r en s, representa l a raíz del pronombre tu, que en g r i e g o es TU O SV L a c a r a c t e r í s t i c a de l a 3? persona del s i n g u l a r , t, como en ama-t, fui-t, r epresenta l a raíz ta, que en sánscr i to s ignif ica él, éste, aquél, y en o t r a s lenguas a p a r e c e también y a como pronombre, y a como art ículo ; y l a de p lura l ni como sií-nt ama-nt, representa , según Pot t , l a s dos r a í c e s pronominales ana y ti, y no h a fa l tado quien vea en e l la el prenombre céltico (welsh) hwynt, ellos, si bien otros l a consideran como t o m a d a del par t ic ipio presente , s iguiendo l a a n a l o g í a de amamini. T ienen este s is tema de inflexión, con las i n d o g e r m á n i c a s , las lenguas semít icas . V é a s e Bopp, Veigl, Gr. § 434 y s ig . Gesenius , Giam. Heb. t raducc ión inglés de C a n a n t , § 44. W i s e m a n , Twelve Lect. en Se. and Reí-, Relig. ed. London, 1353, volumen i , p á g i n a s 5 5 - 6 .

E s t u d i a s l i t e r a r i o s — M . A . C a r o — 1 8

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es como la pintura); «quid mihi tecuin?» (qué tengo yo que ver contigo?) (1).

b) Los que significan hablar, decir, especialmente en las narraciones: «^Eolus, haec,» Virgilio (Eolo respondió esto).

c) Proficiscor, eo y sus semejantes: «Ego me continuo ad Chremen,» Terencio (yo me dirigí inmediatamente a casa de Cremes); esto es, «me cóntuli.» Y otros que enseñará el uso.

4.° Complementos. Son muy raros en latín, cuanto frecuentes y necesarios en castellano los reproductivos: «duc mead Glycerium (2) ut videam,» Terencio (llévame a Glicera para yo verla).

5." Predicados: los reproductivos se callan como los anteriores «voló et esse gratus et videri» (quiero ser agradecido y parecer/o).

C A P Í T U L O II

Del predicado

Nociones g e n e r a l e s .

§ 113. En esta proposición: «el irascible Cremes regaña,» irascible es un mero adjetivo modificativo del sujeto Cremes. Mas si se dice: «Cremes regaña enojado,» enojado no es un mero calificativo, supuesto que complementa, como el adverbio, el significado del verbo: ñratus Chremesdelítigat,»Horacio(3).

Asimismo en la proposición: «el Eufrates riega la fértil Mesopotamia,» fértil es un mero adjetivo modificativo del complemento directo Mesopotamia. Mas si se dice: «el Eufrates hace fértil a la Mesopotamia,» fértil no es ya un mero adjetivo calificativo, pues forma parte más bien que del complemento, déla frase verbal: «Mesopotamiafertilem éfficit Euphrates.» Cicerón.

Llamamos predicados a los adjetivos así usados; pero como los sustantivos suelen hacer el mismo oficio, puede darse la siguiente

Definición. Predicado es un nombre que hace parte de la frase verbal refiriéndose al sujeto o al complemento directo de la proposición. Hay pues predicado nominativo y predicado acusativo.

OBSERVACIONES. 1. a Nótese que, en virtud del carácter se-miadverbial del predicado, la frase verbal que forma con el

(1) L a expresión completa es «quid rei mihi tecum est?» E s t e g i r o elíptico h a p a s a d o al c a s t e l l a n o , no obstante no poderse s u p l i r el verbo ser:

¿Qué a ti, s i lvestre Ninfa con l as pompas De dorados a lcázares r e a l e s ? — B E L L O .

E s t o es : qué te va a ti? V é a s e G a r c é s , Del Vig.y Eleg., Madrid , . 1791, tomo I o , p á g i n a 3.

(2) Diminutivo gr iego . (3) « A l i u J est i racundum esse, aliud i r a t u m , » observa C i c e r ó n .

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verbo, equivale a menudo a otro verbo solo, de la misma o de otra lengua; así sum insanus equivale a insanio, estoy presente a adsum, fertilem efficit a fertiliza.

2.a Es claro que sólo los verbos transitivos admiten predicado acusativo.

3. a Los verbos intransitivos (y especialmente sum, ser, estar) admiten predicado nominativo más frecuentemente que los transitivos.

4. a «Defendí rempublicam adolescens,» Cicerón {de joven defendí el Estado). «In Metii descendat judiéis aures,» Horacio (sujétese al examen de Meció como al de un juez). «Huic aliud nomen erat parvee..» Terencio (ésta cuando chica llevaba otro nombre). «Quod me tacitum juvet,» Horacio (cosas que me solacen a mis solas). «Diis inmortalibus interpositis, tum judicibus tum testibus,» Cicerón (puestos los dioses bien como jueces, bien como testigos). «Magis te rege beatus,» Horacio (más feliz que tú rey y todo). En estos ejemplos aparecen adjetivos y sustantivos apuestos a que en rigor no alcanza la definición que hemos dado del predicado, ya porque propiamente hablando no forman con el verbo una sola idea, ya por referirse a complementos no directos. Pero como por otra parte aparecen en cierto modo independientes del sustantivo, que es lo esencial en el predicado, no dudamos calificarlos de tales: son, si se quiere especificarlos, predicados explicativos (1).

PREDICADO COMPONENTE

§ 114. Todos los tiempos compuestos que aparecen en los cuadros de las conjugaciones, verbigracia, «amatus, amandus, amaturus sum,» no son sino combinaciones del verbo sum con un participio predicado.

OBSERVACIONES. 1. a Estas combinaciones, que son formas prestadas, han venido a considerarse como si lo fuesen propias de los tiempos a que sirven, perdiendo el verbo sum su fuerza atributiva y convirtiéndose en mero auxiliar. «Salutatus sum,» por ejemplo, en su valor actual, es considerado ni más ni menos como si fuese una forma del verbo saluto, y admite por lo tanto un predicado fuera del que envuelve: dícese, pues, con igual corrección, «poeta salutor,» Horacio (soy apellidado poeta) y «poeta salutatus sum» (fui apellidado poeta); «qui nascitur di-ves» (el que nace rico) y «qui natus est infelix,» Fedro (el que nació desgraciado).

* 2. a La lengua castellana procede de la misma manera que queda dicho, en la formación de los tiempos de la voz pasiva,

(1) No deben confundirse con c i e r t a e s p e ñ e de calif icativos l lamados epítetos, e impropiamente sobrenombrados por Bello [Gramática,% 29) p r e d i c a d o s , v e r b i g r a c i a , manso en « las m a n s a s ovejas»; aunque este adjetivo no c i r c u n s c r i b a aquí el significado del s u s t a n tivo como sucede en «los a n i m a l e s m a n s o s , » g r a m a t i c a l m e n t e h a b l a n do no p r e s e n t a d i ferenc ia a p r e c i a b l e , pues depende i n m e d i a t a m e n t e del sus tant ivo : s e r í a p r e d i c a d o si haciéndolo independiente di jésem o s : «estos a n i m a l e s se m u e s t r a n m a n s o s . »

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y algunos de activa; verbigracia, soy amado (—amor); son idos (=profecti sunt);

L a g r a n d e z a del trono es acabada P a r a l a h i j a del varón c a l d e o — ( C A R V A J A L ) .

* 3. a Aunque el verbo sum es el preferido y autorizado por el uso en la formación de tiempos compuestos, hay otros también que, perdiendo de su valor originario, pueden considerarse como auxiliares: «Si satis firmus steteris,» Tito Livio; «-andaba la casa alborotada,» Cervantes; así como no solólos participios de pretérito y futuro, sino también el de presente, y aun nombres comunes aparecen alguna vez como predicados en combinaciones, con fuerza de simples formas verbales: verbigracia, «/«/ te carens,» Plauto. «Di mihi sunt testes non degene-rasse propinquos,» Propercio-Esta observación es importante en cuanto pone en claro lo que realmente son los elementos de los tiempos compuestos en latín.

§ 115. El verbo habeo con un participio pasivo de pretérito, usado como predicado acusativo, forma combinaciones que pueden considerarse como tiempos de la voz activa (1) del verbo a que el participio pertenece : «Clodii animum perspectum habeo,» Cicerón (tengo bien conocida la naturaleza de Clodio). Dícese especialmente: «habere aliquid constitutum, commenda-íum;—cógnitum, expertum, exploratum;- persuasum.»

* OBSERVACIONES. 1." Las lenguas romances han adoptado esta combinación para formar los tiempos perfectos de la activa fyo he amado, hube amado, etc.) (2); y tan estrecho es el vínculo que han venido a contraer los elementos, que, dejando el predicado de concordar con el sustantivo a que se refiere, no lo ha menester y se ha hecho invariable '3 j . Antiguamente se

(1) Imperfectos o perfecto* ':' Quizás forman u n a s e r i e intermed i a y m i x t a , supuesto que «cógnitum Clodium h a b e b a m , » no s i g n i fica «yo conocía a Clodio» (tiempo imperfecto) , ni «yo le había conocido» (perfecto correspondiente) , sino una y o t r a cosa : «yo le tenía conocido,» que es l a equivalencia e x a c t a . Aquí se d e s c u b r e la razón de la diferencia entre amé y lie amado.

(2) Que son los que l l a m a Bello «« /e -presente , « « / ¿ - p r e t é r i to, e tc .

(3) Y por esto le l l a m a Bello sustantivado (Gramática, §§ 209, 211) . Meléndez no hizo sino s u s t a n t i v a r (mejor dicho, hizo i n v a r i a ble) al tenor de aquel p r e d i c a d o acusat ivo , el nominativo, o s e a el referente al sujeto, en aquel p a s a j e de su B a t i l o que S a l v a {Gramática, páginy, 10"7) e x p l i c a d e s a c e r t a d a m e n t e como construcción elípt i c a , y que I r i a r t e ( O b r a s , tomo 8, p á g i n a 49) t a c h a como concord a n c i a viciosa :

—no a mí s e a dado Riquezas enojosas ;

l i cencia a t revida no desconocida en o t r a s ¿ p o c a s del c a s t e l l a n o : «Con ser le anexo a este género de vida l a m i s e r i a y estrecheza, m o s t r a b a C a r r i a z o ser un pr íncipe en sus o b r a s . » Cervantes .

L i b e r t a d e s o l t u r a non es por oro comprado.

( A R C I P R E S T E D E ' H I T A ) .

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decía «yo he leída la carta» (1), así como hoy decimos «tengo, llevo escritas tres cartas»; combinaciones, como se ve, menos compactas que aquéllas en su actual estado (he leído).

2. a No faltan ejemplos de habeo combinado con el participio pasivo de futuro: «Ipsam iram corrlgendam habet,» Séneca (ha de moderar aquella misma indignación). «De spatiis órdi-num prcecipiendum habemus,» Columela (tengo que advertir sobre los intervalos entre los liños, etc.,): combinación equivalente y tal vez análoga a las nuestras haber de.... tener de o que.... que suelen considerarse como tiempos compuestos (2).

* 3. a En nuestros tiempos perfectos de pasiva entran como componentes uno y otro predicado (la carta había sido leída).

§ 116. Según lo dicho, la combinación de ciertos verbos que en ella pierden de su valor natural (especialmente ser y haber) con predicados (participios especialmente), es el medio frecuente de enriquecer la conjugación con tiempos compuestos que pueden llegar a tomar a la larga el carácter de simples (3).

Sirven al mismo intento el auxiliar eo, ir, verbigracia, «erep tum eunt,» Salustio (=eripiunt), y otros elementos menos importantes que no es de este lugar examinar.

DIFERENCIAS IDIOMÁTICAS

§ 117. Hay entre el latín y el castellano notables diferencias respecto al uso y valores del predicado, que deben tenerse muy presentes, ya para introducirlo, a tiempo, si se escribe en aquella lengua, ya para interpretarlo con acierto si se traduce a la nuestra. Hé aquí algunas observaciones sobre la materia.

1. a Por regla general, el uso del predicado es mucho^más lato en latín que en castellano.

2. a En castellano suelen usarse como meros anunciativos de un predicado las partículas (4) de, por y como, que no tienen equivalentes en latín, según se ve por estos ejemplos :

a) Predicado nominativo. «Cato clarus atque magnus habe-tur,» Salustio (Catón es tenido por ilustre y magnánimo). «Vera incessu patuit Dea,» Virgilio (ella al andar apareció como verdadera diosa). «Celia penaría reipublicae Sicilia nominaba-tur» (5), (se reputaba la Sicilia por el granero de la república, Azara).

(1) «No t iene en c u e n t a los moros que ha matados.'»—Poema del Cid, verso 1805,

(2) V é a s e a l fin de l a o b r a l a i l u s t r a c i ó n s o b r e Tiempos Feíi-f> ¡Uticos.

(3) P o r e j emplo , amaré, j'aimerai (en lo a n t i g u o amar he, aimei -luis ai), e t c .

B a j o este nombre , autorizado por el uso, se comprenden a d verbios, prepos ic iones y con junc iones ; como estos t é rminos , p r o p i a mente h a b l a n d o , no s e ñ a l a n s ino los puntos p r i n c i p a l e s de l a e s c a l a que a q u e l l a s p a l a b r a s recorren , se h a c e n e c e s a r i a en c ier tos c a s o s una denominac ión g e n e r a l .

(5) L a f r a s e o r i g i n a l de Cicerón es : « l i l i M. C a t o S a p i e n s c e l l a m p e n a r i a m reipubl ica? ncstra?, nutr i cem p l e b ' s romanee S i c i l i a m uomi-navi t .»

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b) Predicado acusativo. «Cato Vallerium Flaccum inconsu-latu habuit collegam,» Nepote (Catón tuvo de colega en su consulado a Valerio Flaco). «Antonius Cleopatram duxit uxorem,» Eutropio (Antonio tomó por esposa a Cleopatra).

Sin embargo de lo dicho, debe expresarse ut, velut, o ian-quam (como) cuando la claridad lo exija, verbigracia, «Mors exspectatur uf finis miseriarum» (se espera la muerte como término de males). «Exspecto tanquam portum áliquem istam quam tu times solitúdinem,» Cicerón.

Debe asimismo observarse que el predicado acusativo que acompaña al verbo habeo u otro semejante, puede convertirse, sustantivándose y acompañándose de la preposición pro, en un complemento circunstancial, siempre que el caso sea análogo a estos ejemplos: «Incertapro certis dúcere, súmere» (tomar lo incierto por lo cierto—literalmente: en el lugar ( 1 ) de las cosas ciertas). «Habere aliquidpro nihilo» (tener en poco una cosa). «Pro occiso relictus est,» Cicerón (fue dejado por muerto).

Los dos giros que acabamos de explicar (1.", ut finis, 2.", pro certis) manifiestan :.l origen del actual valor de nuestros anunciativos como y por: aquellas dos partículas latinas aparecen en un estado de transición del carácter adverbial (ut) y preposicional (pro) al meramente anunciativo que han llegado a tomar las castellanas equivalentes (2). En cuanto a de, sabido es que como preposición sirve siempre para significar origen y dependencia; por extensión ha venido a relacionar toda clase de ideas.

3." De, por y como en los casos explicados no son sino meros anunciativos. Estas y otras partículas aparecen a veces con cierta significación delante de los predicados; resultando de ahí giros a que corresponden otros latinos harto diferentes, a causa de que en aquella lengua la preposición no acompaña sino a sustantivos (o palabras sustantivadas) en el caso determinado por el uso: decir preposición con nominativo, por ejemplo, es un contrasentido. Véanse algunos de los giros latinos equivalentes a los castellanos de que se habla. «Nadie se ha hecho inmortal por cobarde-" (nemo ignavia immortalis factus, Salustio). «Apenas puedo contenerme cíe irritado-» (vix sum com-

(1) A u n q u e a l g o desv i r tuado , t a l es el s ign i f i cado de pro en estos p a s a j e s . L a m i s m a d e g r a d a c i ó n se o b s e r v a en l a s e x p r e s i o n e s a n á l o g a s instar, i?i loco, in número, i i l mismo valor s e c u n d a r i o se dio a l g u n a vez en c a s t e l l a n o a l a f r a s e en número:

U n a c c i d e n t e menos que l iv iano " R e d u j o mi s a l u d a t a l d o l e n c i a Q u e no me cuento en número de sano.

(Don L u i s U L L O A , Episl).

(2) L o s p r i m e r o s p a s o s de l a t r a n s i c i ó n de pro del valor prepos i c i o n a l a l de a n u n c i a t i v o de p r e d i c a d o s , se a l c a n z a a d e s c u b r i r en estos e jemplos : « E n t r a r o n al A l h a m b r a donde pus ieron por a l c a i d e y c a p i t á n g e n e r a l a don I ñ i g o L ó p e z de Mendoza,» H u r t a d o de Mendoza. « P u s o por c e n t i n e l a s a Gonzalo de C a r r s s c o y Alonso de H u r t a d o , » López de G o m a r a .

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pos animi: ita ardeo! Terencio). «Entre esperanzado y temeroso (spem que metumque inter, Virgilio).

4." Ocurren en latín predicados que no pueden traducirse exactamente en castellano, ya por no haber vocablos equivalentes (como sucede respecto de los participios de futuro), ya porque el giro resultaría demasiado atrevido, atendida la índole de la lengua, como suele acontecer cuando el predicado es nominativo y el verbo con que se construye lleva complemento directo. En tales casos corresponde en castellano al predicado latino, bien un adverbio (a causa del carácter semiadverbial de aquél), bien un complemento u otra circunlocución, según se manifiesta en los ejemplos siguientes: «Superior stabat lupus, longeque inferior agnus,» Fedro (el lobo estaba hacia arriba y el cordero mucho más abajo). «Procella velum adversa ferit,» Virgilio (la borrasca da de lleno en las velas). «Ibant obscuri,» Virgilio (iban en tinieblas). «Vespertinus pete tectum,» Horacio (vuelve a tu casa anocheciendo). »Qui nocturnus sacra légerit,» Ídem (el que de noche perpetre sacrilegio) «Legionem ducen-dam Fabio dedit,» César (dio a Fabio una legión para que la condujese) (1). «Seis quam íntimum habeam te,» Terencio (sabes con cuánta intimidad te trato). «Spectant oculi te mille loquen-tem,» Horacio (mil ojos se fijan en ti cuando hablas). «Quicum-que adhibebitur heros,-» Horacio (cualquiera que salga haciendo el papel de semidiós). «Pericula vilia habere,» Salustio (tener los peligros en nonada. «Diversi pugnabant,» César (peleaban polaca y por allá). «Missa istaec fac,» Terencio (pasa por alto esas cosas). «Obvia mihi turba minuta vénerat,» Propercio (una tropa de muchachos me salió al paso). «In foliis quse plurima cir-cum Funduntur,» Virgilio (entre las hojas que copiosamente andan esparcidas en rededor). «Invitus, Regina, cessi,» Cat., Virgilio ¡me alejé a mi pesar, oh Reina) (2).

5." Las formas infinitivas pueden construirse como predicados con verbos pasivos significativos de juicios y percepciones, como credor, dicor, vldeor; y así lo mismo que se dice «videtur insanus» (parece loco),puede también decirse: «videtur insanire» (parece loquear). Estas construcciones son casi completamente desconocidas en castellano: en lugar del predicado usamos una proposición entera que sirve de sujeto al verbo, diciendo por ejemplo : «Se cuenta que él venció» (que él venció sujeto de se cuenta), en vez de «él es contado haber vencido,» que es el giro latino. Fertur vicisse.» «Cassar adventare nuntia-batur,» César (anunciábase que César se acercaba). «Luna solis lumine collustrari putatur,» Cicerón (traducción literal: la luna es juzgada ser iluminada de la luz del sol). «Ut putentur sápere, ccelum vitúperant,» Fedro (para ser reputados por sabios, ni al cielo respetan).

(1) O bien : «diole a conducir u n a legión»: a conducir complemento adjetivado equivalente a ducendam.

(2) No menos o s a d a que l a l a t i n a es a este respecto l a lengua g r i e g a : véanse a lgunos ejemplos: yQ^oí sS'fi (Hom. , II., I , 424) ; 7rav7¡(i,Epioí lAotáxovro ( id . , ib.. 472) ; suáov 7ravvu;£ioi (.id., ib., n , 21. — V é a n s e Authon's , New Greek Grammar, c h a p , iv , r- x x v i .

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Algunos de ios verbos castellanos correspondientes a los expresados, y especialmente parecer y semejar, que corresponden a videor (literalmente ser visto), aparecen tal vez construí-dos a la latina con un infinitivo predicado, como se ve en el ejemplo de arriba: «parece loquear» (1), mas esta construcción es las más veces inaceptable con un sujeto de la primera persona. No decimos, pues: «me parezco andar por los bosques» (mihi per lucos videor iré, Virgilio), sino «me parece andar» o «me parece que ando»: andar, que ando, sujetos de parece. Según esto, «videre videor,» Cicerón, significa «me parece ver, o que veo.»

El infinitivo predicado puede llevar un acusativo como complemento adjetivo, según lo dicho en el § 108, verbigracia: «Solem e mundo tollere videntur qui amicitiam e vita íollunt.» Cicerón.

6." En las proposiciones reflejas el predicado es ya nominativo, ya acusativo (2);' y hállase a veces usado de ambas maneras indistintamente: así Virgilio dice en una parte «Sese tulit obvia,» y en otra: «addit se sociam.»

7." En latín el predicado puede referirse a un verbo precedente modificado por una negación; al paso que en castellano, así colocado (3,¡, se refiere al verbo no modificado. Dícese en latín: «Nec tacui demens,» Virgilio, que equivale a «locutus sum demens»: «no callé imprudente,» significa naturalmente en castellano todo lo contrario, a menos que se haga una pausa notable que convierta al predicado en un elemento independiente (4), o en una proposición distinta: «ni callé; imprudente yo» (5).

(1) « S i e m p r e se ven estar con un ánimo muy a l e g r e . » ( R I V A D E N E I R A ) .

Como cuando se ve el a i r a d o cielo De e s p e s a s nubes l ó b r e g a s c e r r a d o Querer hundir y a r r u i n a r el suelo.

( E R C I L L A , Araucana., c a n t o X X X V I I I ) ,

(2) U otro caso indirecto, v e r b i g r a c i a . : «Heu ! quid volui mísero mihi ?» V i r g i l i o .

(3) O bien entre el adverbio negativo y el verbo, como se ve en : No J U S T I C I E R O cerréis A mis voces los o í d o s — ( C A L D E R Ó N ) .

(4) Como se ve en este p a s a j e de Cast i l le jo , que no debe i m i t a r s e : No c r e í a (loco) no Y a lo que se p u b l i c a b a , P o r q u e el amor me q u i t a b a L a sospecha que me dio.

E l editor (nos referimos a l a edición de F e r n á n d e z , 1792) tuvo por conveniente poner loco dentro de un p a r é n t e s i s p a r a e v i t a r l a a m b i g ü e d a d del sentido. E s t o s e r í a superfluo en lat ín : l a construcc ión , atendido el genio de e s a lengua , no admite sino la interpretac ión que hemos dicho.

(5) Debe observarse que el p r e d i c a d o es l a ú n i c a p a l a b r a de l a f r a s e verbal que puede s u s t r a e r s e a l a influencia de l a negac ión a n tepues ta ; pruébalo este ejemplo : «cbona p a r s non u n g u e s poneré c u r a t , » H o r a c i o — L a s t res ú l t i m a s p a l a b r a s pueden c o n s i d e r a r s e ent e p a r é n t e s i s , formando u n a sola i d e a a f e c t a d a por non.

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CAPÍTULO III

De la concordancia

§ 118. Llámase concordancia la armonía que guardan entre sí dos o más sustantivos apositos, el adjetivo con su sustantivo, y el verbo con su sujeto.

Para los efectos de la concordancia, el predicado, aunque haga parte de un tiempo compuesto, se considera como dependiente del sustantivo a que se refiere.

SUSTANTIVOS APOSITOS

§ 1 1 9 . Los sustantivos apositos (o sea los que, significando un mismo objeto, concurren a formar un sujeto o complemento complexo) concuerdan en caso, verbigracia: «Raucae, tua cura, palambes,» Virgilio (las palomas arrulladoras, objeto de tu carino). «Péntheu, rector Thebarum 1» Horacio (oh Penteo, Rey de Tebas). «Urbem Romam condidere Trojani.» Salustio (los troyanos fundaron la ciudad de Roma). «Allia serpyllumque herbas contundit olentes,» Virgilio (machaca a j o s ' y serpol, hierbas olorosas).

OBSERVACIONES. 1 . a A veces entre dos nombres que forman un sujeto o complemento complexo, y aun entre sustantivo y adjetivo, aparece en castellano la partícula de que no tiene equivalente latino, verbigracia: «Urbs Roma» (la ciudad de Roma). « O ego lsevus!» Horacio (necio de mí).

2. A Es muy raro que aparezca en genitivo un nombre que naturalmente debiera estar en aposición, verbigracia: «haec vox voluptatis,» Cicerón—por voluptas (esta palabra: placer). «ín óppido Antiochíce,» id. (en la ciudad de Antioquia).

3. a Viceversa, nombres que pudieran usarse como complementos adjetivos, aparecen, ya como apositos, concurriendo a formar un sujeto o complemento complexo, verbigracia, «Ínter densas, umbrosa cacumina, fagos,» Virgilio—por «inter fagos densas umbrosis cacuminibus»; ya enlazados por una copulativa, concurriendo a formar un sujeto o complemento compuesto, verbigracia: «Molem et montes insuper altos Imposuit,» id.—por «molem montium altorum,» Virgilio «Sanguine placastis ventos et virgini ccesa,» id por «sanguine virginis caisa» ( 1 ) .

SUSTANTIVO Y ADJETIVO

§ 120 . El adjetivo concuerda con el sustantivo a que modifica, en género, número y caso, verbigracia: «Deus sanctus» (un Dios santo,—o, Dios es santo).

§ 1 2 1 . Dos o más sustantivos que forman un sujeto o coni; plemento compuesto, se consideran como uno solo en plural,

( i ) E s t o s g i r o s son e i e g a n t e s y socorr idos en l a poes ía ¡ a t i n a -V é a n s e otros e jemplos del mismo p o e t a : «Voltu q u o c o e l u m tempesta legues s e r e n a t » ; «.Ignavu-m fucos pecus a p r a e s é p i b u s a r c e n t . »

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verbigracia: «Asinus et leo venantes» (el asno y el león cazando). Si son de distinto género, se prefiere para la concordancia el género masculino al femenino y éste al neutro: «Viri et femi-nae capti,» Tito Livio (hombres y mujeres cautivos). «Feminaa et mancipia capta?» (mujeres y esclavos cautivos).

Mas siendo nombres de cosas inanimadas, lo regular es poner el adjetivo en la terminación neutra de plural o referirle al sustantivo próximo,, verbigracia: «Pax et concordia victis utilia, victoribus pulchra,» Tácito (la paz y la concordia son provechosas para el vencido, y honrosas al vencedor);—pudo haberse dicho útilis pulchra.

OBSERVACIÓN. No es enteramente inusitado en verso que el adjetivo aparezca sustantivado en la terminación neutra de singular, verbigracia: «Dulce lenta salix pecori,» Virgilio (el flexible sauce es cosa grata al ganado). «Varíum et mutabile semper Femina,» Virgilio (la mujer, naturaleza inconstante y ligera) ( 1 ) .

SUJETO Y VERBO

§ 122 . El verbo concuerda con el sustantivo sujeto en número y persona, verbigracia: «Grammatici certant,» Horacio (los gramáticos disputan). «Crédite, Pisones,» id. (creed, oh Pisones)—En este último ejemplo el verbo concuerda con el sujeto tácito vos.

§ 1 2 3 . Dos o más sustantivos que forman un sujeto compuesto se consideran como un sustantivo en plural: «Ad rivum eumdem lupus et agnus venerant,» Fedro (a un mismo arroyo habían venido un lobo y un cordero). Y si representan distintas personas, prevalece para la concordancia la l.", sobre las demás, y la 2 . A , sobre la 3 . A , lo mismo que en castellano, verbigracia: «Ego ( 2 ) et vos scimus,» Horacio (Vosotros y yo sabemos). Sitis felices et tu simul et domus ipsa,» Catón (Así seáis (3) dichosos tú y tu familia).

OBSERVACIONES 1." A veces el verbo aparece concertando con el sustantivo próximo, sobrentendiéndose con los demás.

( 1 ) Cons t rucc ión g r i e g a a n á l o g a a l a que en c a s o s s e m e j a n t e s s e u s a en a l e m á n , v e r b i g r a c i a , «der W a h n is t kurz, d ie R e u ' i s t lang,» S c h i l l e r ; a a l g u n a s n u e s t r a s f a m i l i a r e s , por el tenor de la q u e a p a rece en aque l verso del B a t i l o de Meléndez :

Mejor son que l a s g a l a s n u e s t r a s /lores;

y a los p a s a j e s de este mismo autor , de C e r v a n t e s y del A r c i p r e s t e de H i t a copiados en otro l u g a r .

(2) E n la t ín l a p r i m e r a p e r s o n a va s i e m p r e p r i m e r o ; lo que hoy en n u e s t r a l e n g u a no p e r m i t i r í a l a u r b a n i d a d .

(3) E n est i lo f a m i l i a r s a l d r í a a veces m u y forzada en c a s t e l l a n o e s t a c o n c o r d a n c i a . E n u n a c a r t a de M o r a t í n ( esc r i tor de los m á s cor rec tos y cast izos) se lee e s t a f r a s e , que d e b i e r a n t o m a r en c u e n t a los g r a m á t i c o s : «Tú y cualquiera se expondrán mucho si t r a t a n de e s c r i b i r la h i s t o r i a como debe e s c r i b i r s e . »

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Ejemplo: «ínclita justitia religioque ea tempestate Numae Pom-pilii erat,» Tito Livio (en aquel tiempo mucha era la justicia y piedad de Numa Pompilio).

2. a Esto es lo usual cuando ¡os sujetos se suceden sin conjunción que los ligue: «Humani géneris societate sublata, bene-ficentia, liberálitas, bonitas, justitia fúndiíus tóllitur,» Cicerón (suprimida la sociedad civil, adiós beneficencia, liberalidad, benevolencia, justicia).

3. a Y esto es también lo más frecuente cuando la conjunción es aut: «Si aut Agrippa aut Maicenas vixisset,» Séneca. «Si bellum tantum erit, ut vos aut successoressustinerepossint,» Cicerón.

También ocurren ejemplos como éste: «Ne Sulpicius aut Cotta videantur,» Cicerón.

§ 124. Por regla general no se reconocen en castellano, como legítimos representantes de la 1. a y 2. a persona de singular, sino los pronombres yo y tú expresos: así, un maestro dirá a sus discípulos: «el maestro habla» o '•'•hablo yo (1) el maestro»: en latín diría en todo caso loquor. «Chloris eram qucc Hora vo-cor,» Ovidio (Cloris era yo que hoy me llamo Flora). «Adsutn quern quasritis,» Virgilio (el que buscáis está presente). «Quí antea opitulari poteram,» Cicerón (yo que antes podía amparar a otros . «Ñeque tu is es qui quid sis vestías,» id. (no eres tú persona de no saber lo que eres).

Hé aquí otros ejemplos dignos de atención: «Nec te (2) tua fuñera mater produxi, pressive, oculos aut vulnera lavi,» Virgilio «Has pono ante tuam, Diva, Fropertius aedem, Exuvias,» Propercio «Num minus immites habui Cornelia Parcas?» id. «Quae-so, tam angustam talis virponis domum?» Fedro «Fórsitan haec a quo mittatur epístola quaeras, Quique /or/r/ar tecum certior esse velis,» Ovidio.

§ 125. Con los sustantivos colectivos (que envuelven la idea de muchedumbre o pluralidad) como gens, y algún otro como quisque, cada uno, uterque, uno y otro, el verbo concuerda en singular o en plural. Ejemplos: «Quo ruitis, generosa domus?» Ovidio 'a dónde vas noble familia?) Pars Scythiam veniemus,» Virgilio (unos iremos a la Escitia). «Bona pars bal-nea vitat,» Horacio (no pocos evitan los baños públicos). «Quisque grates habebant,» Quinto Curcio (cada cual daba gracias). «Terra requiescit uterque.» Ovidio (uno y otro reposan en tierra). «Merque insaniunt,» Plauto (ambos están locos).

OBSERVACIÓN. Que un colectivo concuerde con un verbo

(1) M a s no s i e m p r e e s t a oposic ión, yo ei maestro es p e r m i t i d a ; como !o o b s e r v a r á quien p r u e b e a t r a d u c i r l i t e r a l m e n t e a q u e l p a s a j e f inal de l a s Geót giras.

11 lo Virgilium me t empere dulc i s a l e b a t P a r t h é n o p e .

(¿) E s t e p a s a j e (/En, 9, 4 S 6 ) es muy controvert ido I>a lección prop u e s t a por Donato y a d o p t a d a por Anthon e s : «nec te .• v t u a f u ñ e r a . »

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en plural no es permitido en castellano, a no mediar los requisitos señalados por Bello, Gramática, § 348, b. c. (1).

EXCEPCIONES GENERALES

§ 126. Suelen quebrantarse los preceptos expuestos, a virtud de ciertas libertades: las autorizadas por el uso de escritores clásicos pueden resumirse en los dos principios siguientes:

¡.° Atracción. Llámase así la influencia que ejerce a veces sobre los accidentes de una palabra, la aproximación de otra, especialmente si es enfática. Esta figura se comete particularmente en frases en que entran adjetivos demostrativos y relativos; verbigracia: «Animal quem vocamus hominem,» Cicerón

(este animaíque llamamos hombre). Quem concuerda por atracción con hominem (2).

2." Silepsis. Cométese esta figura cuando se atiende en la concordancia más bien a las ideas que las palabras sugieren^que a las palabras mismas, verbigracia: «Partim timidi sunt,» Cicerón;— la forma íimidi proviene de la idea aliqui (algunos) que partim envuelve (3).

CAPÍTULO IV

De las proposiciones regulares.

§ 127. Proposición regular es la que tiene sujeto expreso o tácito: irregular la que carece de sujeto.

§ 128. Proposición transitiva es la que lleva complemento directo; intransitiva la que no lo lleva. La intransitiva suele llamarse de pasiva si su verbo está en esta voz.

§ 129. Toda proposición regular transitiva es convertible en una intransitiva equivalente, según lo manifiesta este ejemplo:

Transitiva: Deus mundum sdificavit. Intransitiva : Mundus ae.dificatus est a Deo. Esto es lo que se llama volver una proposición por pasiva.

El complemento directo de la transitiva aparece de sujeto en la intransitiva; el verbo, en pasiva, y el que era sujeto, como corn

i l ) Menos escrupulosos 3' más latinos que nosotros e r a n en e s t a m a t e r i a nuestros a b u e l o s ; as í en ¡o ant igua guille (coma aun hoy parle) solía concordar con un verbo en p l u r a l , v e r b i g r a c i a , «salieron a rec ibirme c a s i toda la gente p r i n c i p a l del reino,» Cervantes .

(2) Como si dejásemos: « a n i m a l a quien » V é a s e Bello, Gramática capí tulo 29, a p a r t e 2. c. capítulo 36, c § 3 4 3 / .

(3) V é a s e la A c a d e m i a , Gramática, parte II, capítulo VI; B e llo, Gramática, % 343, a, e.—Hé aquí algunos ejemplos de si lepsis en c a s t e l l a n o que no deben i m i t a r s e :

¿Cóm ) será posible que tus gentes P u e d a n vivir en tu servicio gordos ?

( V I L L A V I C I O S A ) .

»i¡ fue el primero que a l a h u m a n a gente l.es enseñó p a r a coger el f r u t o . . . . Í51 modo y l u g a r propio y conveniente. ( I d ) .

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plemento circunstancial. Si ocurren otros miembros, permanecen sin alteración.

OBSERVACIONES. 1.A Este complemento circunstancial es un ablativo que significa origen, causa: cuando el nombre es de persona, le acompaña la preposición ab, como se ve en el ejemplo propuesto; cállase si el nombre es de cosa, verbigracia: «róditur rubígine ferrum,» Ovidio i.el hierro está tomado del orín).

2 . A Si el verbo transitivo es deponente, la oración no puede volverse por pasiva.

§ 1 3 0 . Las formas del infinitivo usadas sustantivadamente pueden (§ 107, b) hacer veces de complemento directo en proposiciones regulares; y así se dice «opto morían* y «opto morí*: mortem y morí complementos acusativos. Otro ejemplo: «Dice-re res grandes dat Musa poetas.» Persio (la Musa concede al poeta decir grandes cosas): en esta proposición el sujeto es Musa, el verbo dat, complemento directo dicere, indirecto poetes; el acusativo res grandes es un complemento adjetivo de dicere, al que acompaña en virtud del principio sentado en el § 1 0 8 .

OBSERVACIÓN. Hay casos en que el infinitivo no puede considerarse por sí solo como sujeto o complemento, sino acompañado de un sustantivo en acusativo que parece servirle de sujeto. Así, en «Anus jacere vidit ámphoram,» Fedro (una vieja vio que un cántaro estaba tirado), el sujeto es anus, vidit el verbo; ¿cuál será el complemento? la proposición infinitiva «ámphoram jacere,» no el infinitivo solo jacere, ni el sustantivo ámphoram, puesto que lo visto fue todo esto : «que el cántaro yacía.»

§ 1 3 1 . El infinitivo y la terminación neutra sustantivada de los pronombres son formas que tienen la propiedad de servir de complementos acusativos a un gran número de verbos y frases verbales naturalmente usados sin fuerza transitiva, verbigracia, voló, querer; possum, poder; soleo, acostumbrar; todero, tratar de; desisto, dejar de, y otros muchos, verbigracia, «scire laboro,» Horacio (trato de saber). «Sápere aude,» id. (anímate a bien vivir). «Desinamus stomachari,» Cicerón (dejemos de enojarnos). «Incipiat splendéscere vomer,» Virgilio (empiece a relucir la reja del arado). «Id gaudeo,» Terencio (lo celebro). «Multa gémere,» Virgilio (gemir mucho).—Estas construcciones no pueden volverse por pasiva.

§ 132 . La proposición regular transitiva se divide en oblicua y refleja, según que el acusativo es lo uno o lo otro ( 1 ) .

§ 1 3 3 . Hay verbos que son transitivos en una lengua e intransitivos en otra; de manera que pueden ocurrir en castellano construcciones transitivas reflejas, cuyas correspondientes en latín sean intransitivas, y viceversa. Por ejemplo, si queremos volver en latín la proposición transitiva refleja «¿adonde os precipitáis?» y empleamos el verbo intransitivo ruó, salta a la vista que, prescindiendo del os, diremos simplemente «Quo rui-tis?» Horacio. Es más: puede suceder que el verbo latino y el

( l ) V é a s e a t r á s , § 43 .

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castellano sean ambos transitivos, y sin embargo la construcción haya de ser distinta. Esto sucede cuando la construcción castellana siendo refleja por su forma, no lo es por su significación. Cuando decimos «se edificó una casa,» ¿significamos que la casa se edificó a sí misma? Nó: esta proposición en realidad es intransitiva, y para volverse en latín debe romancearse de esta manera: «la casa fue edificada»; «domus cedificata est.»

* OBSERVACIÓN. Estas son las construcciones que Bello (1) llama cuasi-refiejas. Hay ?lgunos verbos que admiten esta construcción y no otra, llamados reflejos (2), y cuyo significado es puramente intransitivo, verbigracia, jactarse, atreverse. Por regla general, la construcción refleja no se usa en sentido pasivo, sino siendo el sujeto nombre de objeto inanimado (se echó la red); si fuere de persona, se prefiere la construcción pasiva, siempre que la cuasi-refleja, pudiendo tomarse en sentido realmente reflejo, resulte equívoca:

Como los ríos en veloz c o r r i d a Se llevan a l a m a r , t a l soy llevado Al último suspiro de mi v ida .

F E R N Á N D E Z D E A N D R A D A

§ 134. Así como hay en castellano construcciones gramaticalmente reflejas y sustancialmente intransitivas, las hay en latín a! contrario, reflejas en el fondo e intransitivas en la forma: sucede esto con las inflexiones de la voz pasiva; así, «sol cón-ditur» es lo mismo que «sol se condit» (3). «Quum te ferres ad Amaryllida» (como te dirigieses a Amarilis), dice Virgilio en una parte, y en otra: «Fertur moriturus in hostes» (se arroja a morir en medio de los enemigos).

OBSERVACIÓN. Esta construcción, que podemos llamar cuasi-pasiva, es poco usada siendo el sujeto nombre de persona, a menos que no se quiera atribuir la acción de todo en todo a la propia voluntad: así se dice «fertur moriturus,» de un hombre desesperado: «fertur exul in altum,» de quien se ve obligado a partir; «ducitur infelix aevo confectus,» de un viejo que apenas puede andar; «Mceris se condit silvis,» «sefert ad Amaryllida,» diremos más bien que conditur, fertur, para significar acciones ejecutadas de propósito deliberado (4).

§ 135. En vez de la construcción refleja o la cuasi-pasiva, aparece alguna vez el verbo en forma de intransitivo: así Virgilio, en vez de «prora se avertiU o «avertitur» (la proa se vuelve), dijo simplemente «prora avertit.»

(1) Gramática, § 331. (2) E impropiamente recíprocos . V é a s e ¿ó . , § 333. (3) «Sol se condet in u n d a s , » V i r g i l i o , i , Geórgicas, i , 438. «Orion

conditur undir ,» Eneida, 7, 719. Reúnense a m b a s construcciones b a j o un solo sujeto de cosa en «Fiangilur inque s inus scindit sese unda. reductos .» I d . , Eneida, i, 161.

(4) E s t a observación no debe t o m a r s e como una r e g l a sin e x c e p c ión. V é a s e al fin el apéndice sobre Voz Pasiva.

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Hállanse así usados en los poetas agglómero, moveo, vario» precipito, etc. Lo mismo sucede en castellano con alzar, enderezar, asomar y otros. «Y mis ojos pasmaron,» Fr. L. de León.

C A P Í T U L O V

De las proposiciones irregulares.

§ 1 3 6 . Forman proposiciones irregulares : 1.° Los verbos impersonales, a saber: a) Pluit y sus semejantes, que forman el primer grupo de

los impersonales. b) Miseret y los otros cuatro que forman con él el segundo

grupo. O B S E R V A C I O N E S . 1.A Aquellos verbos, si se sacan los deno

minativos o sean derivados de un sustantivo como grándinat, graniza, y fúlgurat, fueron en su origen completos, como aún lo son algunos, verbigracia, tonare, sonar estrepitosamente; impersonal, «tronar»; fulgére, brillar; impersonal, «relampaguear.» El empleo de la tercera persona de singular no siempre arguye la existencia de un sujeto tácito, como suponen algunos. Habiendo de echarse mano de verbos comunes para denotar ciertos fenómenos cuyo autor a primera vista no se descubre, no hubo otra forma que se compadeciese mejor que aquella con la ignorancia acerca del sujeto. No puede creerse que expresiones como «Dios amanece» (1 ) sean en todos los casos las originarias.

2. a Los verbos del segundo grupo pueden deponer su impersonalidad tomando como sujeto, bien un pronombre neutro sustantivo, verbigracia, «non te hcec pudent,» Terencio, bien un infinitivo o una proposición infinitiva, verbigracia, nec te pceniteat cálamo irivisse labellum,» Virgilio.

2." Los verbos usados impersonalmente, es decir, los intransitivos en las terceras personas del singular de la voz pasiva (2); ejemplos : «Itur,» Virgilio (se va, se acostumbra ir); «¡tur ad me,» Terencio (se acude a mí). «Pugnatum est ácriter,» César (se peleó reciamente). «Concúrritur,» Horacio (trábase la lid). «Vívitur parvo bene,» id. (con poco se vive bien), «S//ef«r,» Salustio (nada se dice).

O B S E R V A C I O N E S . 1.A Estas proposiciones admiten rara vez el ablativo con la preposición a o ab significativo de persona agente: en su lugar suelen admitir un dativo.

2. a En latín el uso impersonal de los verbos intransitivos es más extenso que en castellano.

§ 137 . La irregularidad de una proposición consiste en aparecer su verbo impersonalmente. Toda proposición irregular es de tercera persona de singular.

O B S E R V A C I Ó N . Este hecho es fácilmente explicable: la impersonalidad de la construcción arguye ignorancia por parte de la persona que habla respecto del verdadero agente ; desde el momento en que el sujeto es yo o tú, o la idea de muchos (ter-

(1) En griego o 6¡os u £ l , vxjbsi, Dios llueve, nieva. (2) Véase § 6 8 .

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cera persona de plural), ya no hay tal ignorancia, y la impersonalidad propiamente dicha no tiene lugar.

§ 138. En castellano se usan impersonalmente en las terceras personas de singular no sólo los verbos intransitivos, sino también los transitivos (1), lo cual no sucede en latín. Por esta razón proposiciones como «se me precipita,» «se le arrojó,» si han de volverse en latín deben romancearse así : «yo soy pre cipitado,» «él fue arrojado»; «praeceps agor,» Salustio «ejectus est,» Cicerón.— «Se favorece a los niños,» se traduce en latín «favetur pueris,» porque faveo es, como aquel dativo lo indica, verbo intransitivo: póngase en su lugar juvo, que es transitivo, y habrá que decir: «pueri juvantur.» Hé aquí otros ejemplos : «Rex appellatur,» César (se le apellida rey). «Cajus Terentius cónsul creatur,» Livio (créase cónsul a Cayo Terencio). «Mítti-tur ad urbem,» Virgilio (se le envía a la ciudad). También pudiera traducirse regularizando las proposiciones: «es apellidado,» «es creado,» «es enviado.»

OBSERVACIÓN. Los dos hechos siguientes deben considerarse más bien que como excepciones, como limitaciones a la regla general de que los verbos transitivos en latín no se usan impersonalmente.

a) Pueden los verbos transitivos usarse impersonalmente como los intransitivos en las terceras personas de singular de ía voz pasiva en la conjugación perifrástica, verbigracia, «dan-dum est» (hay que dar).

O hablando con más propiedad: el participio pasivo de futuro que se combina con el auxiliar sum (legendas, a, uní, sum, etc.), puede, como adjetivo que es, tomarse sustantivadamente en la terminación neutra, pasando de predicado a sujeto de que resulta una combinación con el carácter de tiempo compuesto impersonal: «legendum est,» a que corresponde la castellana análoga: «hay que leer» (2); verbigracia, «poscit? dandum est.-» Cicerón (si pide, hay que dar).

Entre una y otra combinación hay la dife f 611 C í a de que la nuestra puede regularmente tomar fuerza transitiva, mientras que la latina la toma muy rara vez: así en castellano decimos: «hay que temer los castigos eternos,» donde castigos aparece como acusativo de «hay que temer»; al paso que en latín se dice «aeternee pcenae timendo?. sunt» (han de ser temidos, etc.) más bien que: aeternas pcenas timendum est (3), giro que pasa por arcaico.

(1) Sa lvo los reflejos. V é a s e Bello Gramática, % 3IS, a. (2) Que leer es u n a f r a s e adjet iva (qui, quae, quod legalur) equi

valente a legendus a, um, y s n s t a n t i v a d a en « h a y que ieer» como este par t ic ipio en «est legendum.» C o n f í i m a s e y ext iéndese e s t a d o c t r i n a en el apéndice sobre Tiempos Perifrásticos. A c e r c a del c a r á c t e r impersonal de haber, véase Bello , Gramática, § 343.

( 3 ) C o n s t r u c c i ó n f r e c u e n t e en gr iego (<^i3vpiw -ras T r o i v a g ) ; L u c r . , De R. N., 1 , 112. V . ib., 1, 139 y 382, 2, 492. , P l a t i t . , Trin., 4 . 2. 27. V a r r . , De R. R., 2, 7, etc . Cicerón, De Sen., 2 , ó. S o b r e el g i r o «rem s p e r a n t praesidio./«/?¿r7¿w.,» v. el Ai te de Antonio de Ne-brija, l ib. 4 , c a p . H.

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b) Ciertos verbos transitivos significativos de juicios y percepciones, como credo, dico, video, sentio, parecen a veces hallarse usados impersonalmente a manera de intransitivos, como cuando se dice «ut videtur» (según parece), «sic fertur» (así se refiere). Semejante impersonalidad es más bien aparente, pues siempre puede subentenderse sujeto, sea un pronombre neutro, verbigracia, hoc, illud, sea una proposición entera (1).

§ 139. Nuestros verbos transitivos usados impersonalmente en la voz pasiva (se ama, se lee), generalmente hablando no admiten como complemento acusativo (2) sino un nombre de persona, verbigracia, «se ama al rey,» construcción que se prefiere hoy a la pasiva «elrey es amado»; con casi total exclusión de la cuasi-refleja «se ama el rey,» por lo dicho arriba (§ 133, Observaciones). Si el nombre fuere de cosa, se usa la cuasi-refleja «se leen los libros,» o la pasiva «los libros son leídos»; con casi total exclusión de la impersonal (3).

Las construcciones impersonales no admiten en castellano, según queda dicho (§ 47, Observación 4. a ), complemento circunstancial significativo de persona agente: acerca de las latinas véase atrás § 136, 2.° Observación 1. a

§ 140. En latín el infinitivo pasivo impersonal se construye con el auxiliarpossum y otros semejantes; dícese, por ejemplo : «resistí potest» Cicerón (se puede resistir, o bien, puede resistirse). «Posse vivi» id. (poderse vivir, o, poder uno vivir).

§ 141. Si el infinitivo no es intransitivo, la construcción impersonal no tiene cabida en latín, por el principio antes establecido. Diráse pues con un verbo intransitivo: «puers faveri debet,» y con uno transitivo: «pueri \\xv&údebenU: construcción esta última a que corresponden dos en castellano: 1.a,«se debe amparara los niños»; 2.a, «los niños deben ser amparados (o ampararse»), «Amphora ccepit instituí,» Horacio (empezó a labrarse una vasija). «Prasterita magis reprehendí possunt quam corrigi,» Tito Livio (las cosas ya hechas más bien pueden censurarse que no enmendarse).

O B S E R V A C I Ó N . Con los verbos ccepi y désino, en los tiempos perfectos, suele preferirse a la construcción que acabamos de explicar «amphora ccepit instituí,» la pleonástica «pecunia ccepta est deberi,» Cicerón «Veteres orationes a plerisque legi sant desita;,» id. (muchos han dejado de leer los discursos antiguos) (4).

(1) L o mismo sucede con los verbos unipersonales ./^, evénit, e t c . (2) T a l es a l menos el modo m á s l l a n o e i n t e l i g i b l e de c o n s i d e r a r

este complemento . P a r e c e en efecto s e r a c u s a t i v o , en t re o t r a s c o s a s por l a a n a l o g í a d e e s a const rucc ión con el h e l e n i s m o «paenas t imen-dum est .» B e l l o le c o n s i d e r a dativo por motivos no d e s p r e c i a b l e s (Gramática, § 345, d).

(3) "Véase B e l l o , Gramática, § 345, e). (4) L o s e s c r i t o r e s a n t e c l á s i c o s e x t i e n d e n e s t a l i c e n c i a a queo, ne-

queo, e s p e c i a l m e n t e en los t iempos imperfec tos ( P l a u t o . Rud., 4. 4 , 2 0 ) ; en L u c r e c i o se lee u n a vez « e x p l e r i potestur» ( l i b . 3 , v. 1023) .

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A . Caro—19

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La construcción «se debe amparar a los niños» parece impersonal ; puede también considerarse cuasi-refleja (1).

§ 142. Llamamos construcciones cuasi-impersonales a las proposiciones que, sin embargo de ser regulares por llevar sujeto expreso o tácito, se toman en sentido impersonal y suplen por las irregulares. Forman proposiciones cuasi-impersonales:

1.° La segunda persona de singular en construcciones como ésta: «Quid est libertas? Potestas vivendi ut velis,» Cicerón (qué es la libertad? la facultad de vivir uno como guste). Dicese en el mismo sentido credas o créderes (pudiera creerse o haberse creído), dicaso díceres (pudiera decirse o haberse dicho).

Otro ejemplo: «Adeo hominemimmutarier ut non cognos-cas eumdem esse!» Terencio—Este uso es muchísimo más frecuente en latín que en castellano (2); tanto que aun pueden mezclarse formas cuasi-impersonales de segunda persona con otras tomadas en sentido recto: de que pueden verse ejemplos en las Epístolas de Horacio.

2° La primera persona del plural en frases como éstas: «Mulla fere nox est qua non somniemus,» Cicerón (casi no hay noche en que no se sueñe uno algo).

3.° La tercera persona de plural, subentendiéndose algo como nomines, verbigracia: «Quam bene Saturno vivebani rege!» Tib. (qué bien se vivía allá en el reinado de Saturno!) Usan-se así muy comúnmente los verbos declarativos de juicios y opiniones, verbigracia, credant, creen; dicunt, aiunt, feruní, dicen, refieren.

4." Los sujetos de tercera persona uno, persona (raro), hombre (anticuado), forman en castellano proposiciones cuasi-impersonales (3).

C A P Í T U L O VI

De la unión de las proposiciones.

§ 143. Las proposiciones se combinan y enlazan unas con otras de dos maneras: por coordinación y por subordinación.

Proposición coordinada es la que se pone al lado de otra, mediante una conjunción propiamente dicha. Proposición subordinada es la que sirve para completar o adicionar a otra proposición.

§ 144. Las proposiciones coordinadas, en su análisis y construcción, no ofrecen dificultad alguna; pueden considerarse como independientes: sus elementos no se alteran en virtud de la coordinación.

l l ) A s í B e l l o , Ciamalica, § 343, g. (2) E j e m p l o s cas te l laníos : H e r m o s i l l a , litada, l ibro 5, verso 154

(85 del o r i g i n a l ) ; E r c i l l a , c a n t o , 27, o c t . I. (3 ; V é a s e la A c a d e m i a , Gramática, parle 1, capítulo V, ;>.l fin;

B e l l o , Gramática, cap í tu lo 31, c. d.

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§ 145. La proposición subordinada es completiva o accesoria: completiva, si hace veces de sujeto o complemento directo; accesoria, si ocupa el lugar de un modificativo o de un complemento circunstancial.

§ 146. La proposición subordinada completiva es de cuatro maneras, a saber:

1." infinitiva: lleva su verbo en infinitivo: «anus jacere vidit amphoram,» Fedro (una vieja vio estar tirado un cántaro).

2.° Subjuntiva: lleva su verbo en subjuntivo, y regularmente va encabezada por el adverbio relativo ut, usado como mero anunciativo, verbigracia: «Oro ut me ádjuves,» Terencio irué-gote que me ayudes); o bien, callando el anunciativo: «oro me adjuves» iruégote me ayudes).

3." Interrogativa: lleva su verbo también en subjuntivo, y regularmente va encabezada por un relativo, tomado interrogativa o admirativamente, verbigracia: «Quid pópulus desíde-ret, audi,» Horacio (oye qué desea el pueblo).

4." Indicativa: lleva su verbo en indicativo, y es anunciada por quod. Es de poco uso.

OBSERVACIÓN. La proposición infinitiva es la única que lleva su sujeto en acusativo.

§ 147. Las proposiciones accesorias, o llámense relativas, son anunciadas por relativos que no han depuesto su carácter.

OBSERVACIÓN. El relativo que depone su carácter no acarrea proposiciones relativas: si se asimila a la conjunción, coordina simplemente; si se hace anunciativo o interrogativo, acarrea proposiciones completivas, según queda explicado

§ 143. Entendemos por oración la reunión de dos o más proposiciones en una. El verbo que lleva por sujeto o complemento a una proposición subordinada se llama subordinante.

Las oraciones se clasifican atendido el carácter de la subordinada que encierra, o, si encierran más de una, de aquella que se examina. Hay, pues, oraciones de infinitivo, de subjuntivo, interrogativas, y, finalmente, de relativo.

CAPÍTULO VII

De la proposición infinitiva.

§ 149. Á una proposición completiva castellana introducida por que, corresponde en latín, ya una proposición infinitiva, ya una subjuntiva, ya una u otra construcción, indistintamente.

OBSERVACIÓN. En castellano suele usarse también el infinitivo en proposiciones completivas; y así decimos promiscuamente: «Supe que mi amigo había muerto»; y «supe haber muerto mi amigo.»

Una y otra construcción admite algunas veces ei artículo antepuesto (1).

O) V é a s e Bello, G>amática, §§ 162, b, 167, a.

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V E R B O S S U B O R D I N A N T E S

§ 150. Los verbos que admiten como sujeto o complemento la proposición infinitiva son principalmente los que aquí se enumeran:

1." Los declarativos o de entendimiento. Son los que significan un juicio, una percepción, un anuncio, sea afirmativo, sea negativo, verbigracia, credo, creer: seniio, conocer; conñdo, creer confiadamente; video, ver; afñrmo, aseverar; negó, decir que no: «-Tráditum est Homerum caecum fuisse,» Cicerón fse ha dicho que Homero fue ciego). «Philippum quidem Macédonum regem, rebus gestis et gloria superatum a filio, facilítate et hu-manitate video superiorem fuisse,» id. (veo que Filipo, rey de Macedonia, fue excedido por su hijo en lo que es hazañas y gloria, mas le aventajó en clemencia y humanidad).

Otros verbos que rigen proposición infinitiva: video, audio, animadverto (advertir), scio, nescio; intélligo, perspicio (ver claramente), comperio (descubrir), súspicor (sospechar); disco, do-ceo, persuadeo (hacer creer); mémini, recordor; arbitrar, puto ; júdico, censeo, duco (pensar); spero, despero, cólligo, concludo (inferir); dico, fateor, narro, trado, scribo, nuntio, ostendo (mostrar), demonstro, significo, polliceor, promitto, minor, simulo, dissimulo, etc., etc.

2.° Una multitud de verbos unipersonales y frases verbales, algunos de los cuales se asimilan por su significación a los anteriores, verbigracia, constat, es sabido;\fama est, es fama; rumor est, anda la voz: venire alicui in opinionem, ponérsele a uno en la cabeza, etc. «Te abundare oportet praeceptis philo-sophiav Cicerón (natural es que abundes en preceptos de filosofía). «Fama volat cessisse Idomenea,» Virgilio (divúlgase que Idomeneo ha huido).

Piden proposición infinitiva: apparet, cónvenit (está convenido) ; perspicuum, certum, credibile, est; communis opinio est, spes est, auctor sum (asegurar), testis sum, certiorem aliquem jacio (informar); útile est, fas est, magna laus est, etc.

O B S E R V A C I Ó N . Oportet y necesse est se construye también con subjuntivo sin ut. «Necesse est multos timeat quem multi timent,» Séneca (quien de muchos es temido tiene que temer a muchos).

3." Algunos verbos volitivos, o sea que expresan voluntad, como cupio, desear, y voló, querer (los cuales verbos pueden también construirse con subjuntivo), y los imperativos jubeo, mandar, y veto, mandar que no, vedar: «me discédere Caesar jússerat,» Ovidio (había mandado César que yo partiese). «Thy-maetes equum duci intra muros hortatur,» Virgilio (Timetes aconseja que el caballo sea llevado dentro de los muros).

Hé aquí otros verbos de esta clase: nolo, malo, opto, studeo (tratar de), placel, sino, patior (permitir).

4." Los verbos afectivos, que se asimilan a gaudeo, holgarse, y doleo, sentir; verbigracia: «Ita guberna rempublicam ut

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natum esse te cives tui gaudeant,» Cicerón (gobierna ia república de tal modo que tus conciudadanos se alegren de tu venida al mundo).

O B S E R V A C I Ó N . A esta regla se reduce aquello de Virgilio: «Me discédere flevit» (lloró de que yo me ausentase); y aquello de Lucrecio:

J a m q u e caput q u a s s a n s g r a n d i ? s u s p i r a t a r a t o r C r e b r i u s i n c a s s u m m a g n u m c e c i d i s s e l a b o r e m .

C O N S T R U C C I Ó N DE LA PROPOSICIÓN INFINITIVA

§ 1 5 1 . Para construir una proposición infinitiva es preciso atender:

1." Al verbo subordinante; 2.", al sujeto; 3.", al predicado; 4 . ° , al verbo de la proposición infinitiva, según las siguientes reglas:

V E R B O S U B O R D I N A N T E

§ 152 . Si el verbo subordinante fuere de los declarativos y transitivo, y no hubiere sujeto que darle en la voz activa, puede construirse de tres maneras, a saber:

1." Cuasi-impersonalmente en la tercera persona de plural de activa (§ 142 , 3."), sirviéndole de complemento la proposición infinitiva, verbigracia: «Tradunt Homerum csecum fuisse.»

2 . A En la tercera persona de singular de pasiva, sirviéndole de sujeto la proposición infinitiva, verbigracia: «Tráditar Homerum csecum fuisse.»

* O B S E R V A C I Ó N . También pudiera tomarse la proposición «Homerum cscum fuisse» como complemento de traditur, considerando esta forma como realmente impersonal, contra lo dicho (§ 1 3 8 b). Ya se sabe que aun las formas y frases verbales intransitivas alcanzan a regir como complemento objetivo, bien un pronombre neutro, bien una proposición entera; y este seria el caso.

3 . A En la persona que corresponda de pasiva, sirviéndole de sujeto el de la proposición infinitiva, y de predicado el resto de la misma, verbigracia: «Tratí/torHomerus caecus fuisse.»

O B S E R V A C I O N E S . 1." Con los tiempos compuestos se prefiere el segundo giro: «in hac habitasse" platea dictum' sí Chry-sidem,» Terencio (se ha dicho que en esta calle vivía Crisis); y con los simples, el tercero o el primero. Son poco usadas construcciones como éstas: «Voluntaria morte illic (Sabinus) interiisse créditus est,» Tácito (se creyó que Sabino había muerto allí de muerte voluntaria i;—por "Sabinum interiisse cré-ditum est»; «Créditur Pythágorae auditorem fuisse Numam,» Tito Livio (créese que Numa fue alumno de Pitágoras);- por «creditur auditor fuisse Numa.»

El primer giro se hace indispensable si el verbo es deponente, como loquor, o carece de pasiva, como aio.

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2 . A Además de los verbos expresados, admiten el tercer giro jabeo, veto, prohibeo, arguo, cogo, laudo y algún otro, verbigracia: «E tabula cogor pictos edíscere mundos,» Propercio (me veo obligado a aprender en el mapa las regiones allí dibujadas). «Doctas posuisse figuras laudatur,» Persio (es alabado por haber cometido tropos elegantes). «Violare áíterum lege naturae prohibemur,» Cicerón (hacer daño a otro nos está prohibido por la ley natural). «Catilina prohíbitus eral pétere con-sulatum» (Catilina estaba inhabilitado para optar el consulado). «Occidisse patrem S.Roscius arguitur,-» Cicerón (Sextio Roscio es acusado de haber dado muerte a su padre!.

Estos verbos en la voz activa con su correspondiente sujeto, depuesto el que les sirve de tal en la pasiva, no adoptan todos una misma construcción.

a) Cogo, jubeo, veto, arguo, se construyen con una proposición infinitiva: «Fístula poturas iré jubebat oves,» Propercio (la flauta llamaba las ovejas a beber).

b) Prohibeo, impedio, con una proposición subjuntiva (160, 3."); aunque pueden conservar el infinitivo.

o Laudo y los de análoga significación, verbigracia, reprehendo, llevan como acusativo el que en la pasiva hubiera de servirles de sujeto, con una proposición accesoria acarreada por quod, verbigracia: «Laudat Africanum quodfueritábstinens,» Cicerón (elogia a Escipión Africano porque fue sobrio). En pasiva (es decir, en lugar del infinitivo predicado) puede usarse la misma construcción, verbigracia: «At Ídem (Lucilius) quod sale multo urbem defricuit charta laudatur eádem,» Horacio (en aquel mismo lugar es alabado el propio Lucilio por haber satirizado con mucha sal los vicios de Roma (1).

SUJETO Y PREDICADO DE LA PROPOSICIÓN INFINITIVA

§ 153. Sujeto. 1." Siempre que se expresa,

va en acusativo, «Credo Deum esse»; y se expresa siempre que no medie alguna de las circunstancias que se explican en las reglas siguientes:

2." No se expresa nunca cuando además de ser el mismo del verbo subordinante, no puede suponerse otro, y esto es lo que se verifica :

a) Cuando el verbo subordinante en la voz pasiva le ha usurpado para sí (§ 152, 3.n).

§ 154. Predicado. 1." Siempre que el sujeto se

i expresa, con él concuerda el predicado:—«Credo Deum esse sempinternum.»

2." Si el sujeto no se expresa por lo dicho, el predicado va precisamente en nominativo concordando con el sujeto del verbo subordinante, verbigracia : «Dicitur illácrymans dixisse,» Cicerón (se dice que se expresó llorando). «Uni nup-

(1) « T e laudo quod» s ignifica propiamente «te a l a b o porque»; «te laudo» y un infinitivo=«te a labo , o a l a b o en t i , el que. . . .»

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b) Cuando el verbo subordinante por su naturaleza no permite se pueda suponer otro sujeto al verbo subordinado: no se puede decir «incipio me esse miserum,» porque sería suponer por un momento la posibilidad de decir: «incipio feo iílum esse miserum.»

OBSERVACIÓN. A esta clase de verbos subordinantes pertenecen:

a) Los que pueden llevar un infinitivo como predicado (§ 117, 5.°), verbigracia, videor, dicor, credor, etc.

b) La mayor parte de los que pueden llevar un infinitivo como complemento directo (§ 131), verbigracia, possttm, soleo, debeo, incipio, etc.

Estos verbos son los que se llaman vulgarmente concertados.

3." Si el sujeto de ambas proposiciones es uno mismo, es decir, si el del verbo subordinado es un pronombre que reproduce el del verbo subordinante, pudiendo sin embargo suponerse otro, es preciso atender a si este verbo es declarativo:

o) Sí no es declarativo, el tal sujeto reproductivo puede suprimirse o expresarse: «Cu

to (1) fuisse legar,» Propercio (se leerá que fui casada con sólo uno). «Vir bonus non po-test esse miser,» Cicerón (el varón justo no puede ser desgraciado).

OBSERVACIÓN. Estas proposiciones parecen, por una parte, no ser infinitivas, puesto que según la índole de la lengua carecen de sujeto. Así en «legar fuisse» el sujeto es ego, el verbo legar, fuisse parece un mero predicado. (§ 117, 5.°) En «vir bonus non potest esse......... el sujeto es vir bonus, potest, el verbo, y esse parece un mero complemento directo. (§ 131). Pero, por otra parte, esos infinitivos vienen acompañados de predicados (nupta, miser) que no pertenecen en rigor al sujeto del verbo subordinante, y que si con él concuerdan, es más bien por atracción (2). Así:

Llamaremos semi - infinitiva a toda proposición de esta naturaleza.

3." En este tercer caso si el sujeto se expresa, con él concuerda el predicado; pero si no se expresa, se atiende a lo siguiente:

a) Si el verbo subordinante no es declarativo, el predicado va en nominativo como en las

(1) V é a s e §§ 114, 118. E n los c u a d r o s de las c o n j u g a c i o n e s e l p a r t i c i p i o q u e f o r m a p a r t e de los t iempos compuestos de inf init ivo, se h a puesto en a c u s a t i v o , por s e r esto lo m á s f r e c u e n t e ; en l a proposición s e m i - i n f i n i t i v a , como se ve, es nominat ivo : lecturus e s s e , lectus esse.

(2) V é a s e § 126, V? Hé a q u í un e j e m p l o en q u e el p r e d i c a d o va r e a l m e n t e con el verbo s u b o r d i n a n t e : «Non potuit a n i m u s hasc in corpore industis a g n o s c e r e , » C i c e r ó n i, e,\ i n c l u s u s a n i m u s non potuit , e tc .

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Pióme esse clementem» o «Cu-pio esse clemens» (1).

b) Si el verbo subordinante sí es declarativo, la omisión de que se trata frisa en licencia poética ( 3 ) . Diríase, pues, en latín «CREDO me esse clementem,» aunque en castellano pueda omitirse el sujeto yo: «creo ser clemente.»

4." Omítese también el sujeto de la proposición infinitiva si ha de reproducir un complemento vecino que es sustan-cialmente (5) sujeto del verbo subordinante, omitido el cual complemento tendría él que expresarse. Así puede decirse «Licet mihi esse otiosum» (me es lícito estar descansando) y «licet me esse otiosum» (es lícito que yo esté descansando). Allá mihi es complemento de licet; acá me es sujeto de esse.

proposiciones semi-inñnitivas : «Cupio esse clemens»; «Vis

formosa videri,» Horacio ( 2 \ b) Si el verbo subordinante

sí fuere declarativo, el predicado puede ir en nominativo o acusativo, verbigracia: «Vir bonus dignis ait esse paratus,» Horacio. Pudo decirse para-tum (4).

4." En este caso el predicado va en acusativo; pero si el complemento anterior que motiva la omisión del sujeto, es un dativo, puede por atracción concordar con él el predicado. Dícese, pues, «Tibi non licet esse otiosum,» Cicerón y «Vo-bis necesse est fortibus viris esse,» Tito Livio (es menester que os mostréis valientes).

OBSERVACIÓN. La combinación esse otiosum es una proposición semi-inflnitiva; diferenciase de las arriba explicadas sólo en el oficio que desempeña, esto es, en que aparece no ya como predicado (nupta fuisse), no como complemento objetivo (esse miser), sino cerno sujeto ( 6 ) .

(1) L o s prosadores pref ieren el p r i m e r g i r o : " g r a t n m se videri s t u d e t , " ( C í a , Of/., 2, 20. Ib. 3 , 4 . S a l . , Cal., 1 ) .

(2) E n a q u e l p a s a j e de V h - g i l i o :

Saspe f u g a m D a n a i T r o j a c u p i e r e r e l i c t a M o l i r i , et longo f e s s i d i s c e d e r e bel lo ,

el p r e d i c a d o fessi no corresponde a l a f r a s e v e r b a l s u b o r d i n a d a discedere, s ino a l a s u b o r d i n a n t e cupiere. L o mismo que en el e jemplo de C i c e r ó n c i t a d o a n t e s .

(3) « ¿ Q u i d h i c s e n s i s s e a i t ?» T e r e n c i o Andr., 3, 2 . E s h e l e n i s mo. O c u r r e a l g u n a vez en C i c e r ó n .

(4) L e c c i ó n i n t r o d u c i d a en a l g u n a s edic iones (Ep., i . 7, 22 ! , e inj u s t a m e n t e t a c h a d a de b á r b a r a por B e n t l y . V é a s e P s e u d o - N e b r i j a , Gramática, l i b r o 4, nota 32.

(5) « L i c e t mihi» va le <iega h a b e o f a c u l t a t e m , » o «possum,» a s í como «spes e r a t mihv=*ego s p e r a b a m . »

(6) E s t a m i s m a d i f e r e n c i a d e s a p a r e c e , a tendido lo d icho en l a n o t a q u e precede : «esse ot iosum» puede c o n s i d e r a r s e , pues , como complemento acusa t ivo de « l icet m i h i . »

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5." Finalmente, el sujeto de la proposición infinitiva se omite algunas veces si es fácil de subentenderse por una de estas dos razones:

a) Por ser un pronombre reproductivo de un sustantivo cercano.

Las construcciones «cupio esse clemens,» «ait esse para-tus» y «íicet esse otiosum (1), en que el sujeto de ambos verbos es uno mismo, vienen a ser un caso especial del principio sentado. Hé aquí un ejemplo en que el sujeto tácito no reproduce el del verbo principal:

Amissos longo socios sermone requirunt.

Spenque metumque ínter du-bii; seu vivere credant.

Sive extrema pati nec jam exaudiré vocatos (Virgilio ¿En., i, 216-9)

b) Por ser un sujeto cuasi-impersona!, es decir, un nombre de tercera persona tomado en sentido indefinido, como uno en castellano, verbigracia, quemquam, quempiam, aliquem, hominem, ¡tomines.

O B S E R V A C I Ó N . El sujeto en estas construcciones es más bien que un nombre, una idea que por lo vaga e indefinida que es, no se expresa.

5." En este 5.° y último caso, el predicado va precisamente en acusativo, «Ridentem djce-re verum quid vetat?» Horacio (nada impide que uno diga la verdad burlando). «Vel pace vel bello clarum fieri licet,» Salustio (así en paz como en guerra puede un hombre hacerse famoso) (2).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a No solamente un predicado sino también el adjetivo posesivo puede referirse al sujeto cuasi-impersonal (3), verbigracia: «Contentum suis rebus esse, máximas divitise,» Cicerón (la mejor riqueza consiste en estar uno contento con sus bienes).

2. a Estas construcciones no deben considerarse como se-mi-infinitivas, pues por vago e indefinido que sea, tienen sujeto tácito, como lo prueba !a aparición de predicados y posesivos que a algo deben necesariamente referirse (41

(1) Según lo dicho en l a s dos notas que anteceden. (2) « A r d e a t , et quid sit , d i s c a t , a m a r e senex,» dice C. Galo en

la e legía Ad Lycóridem, c o n t r a l a p r á c t i c a g e n e r a l y a c a s o p a r a evitar u n a anfibología, pues el acusa t ivo senem p o d r í a t o m a r s e como sujeto de l a proposición infinitiva, no debiendo a p a r e c e r al l í sino como p r e d i c a d o . E n c a s t e l l a n o tenemos anunciat ivos p a r a dis t inguir el nombre p r e d i c a d o del no p r e d i c a d o : c u a l q u i e r a percibe l a di fe rencia enti e « a m a r de viejo» y « a m a r un viejo»—El r e p a r o no es apl i c a b l e si se constru3'e senex con discat.

(3) No sucede esto último en c a s t e l l a n o : véase Bello, dramática, § 345, //.

(4) E s t o d e j a ver que en latín el infinitivo, aunque ocupe el l u g a r del sustantivo, conserva fuerza de verbo (§ 108), presuponiendo c i e r t a idea por v a g a que s e a , r e l a t i v a al l u g a r de donde proviene l a acc ión . V é a s e Merino B a l l e s t e r o s , ..ramatica de Bello, M a d r i d , 1853, pág i n a s 276 } r s iguientes .

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V E R B O D E LA PROPOSICIÓN INFINITIVA

§ 155 . Colócase en el tiempo de infinitivo correspondiente, el cual es fácil conocer romanceando la proposición castellana por infinitivo. «Dicen que Homero fue ciego»; romancéese: «dicen haber sido Homero ciego»: «tradunt Homerum caecum fuisse.» «Augusto no permitió que se le llamase señor»; romancéese: «no permitió ser llamado»; «Augustus dominum se appellari passus non est.» Suetonio, «Aseguró que sujetaría la ürecia»; romancéese: «aseguró haber (él) de sujetar»: «pollícitus est se Graeciam oppressurum esse.» «Todos comprendieron que si Conón hubiese estado presente, los atenienses no habrían padecido tal desastre»; romancéese: «no haber de haber padecido» (no haber de padecer significaría solamente que no lo habrían de padecer; no que no le habrían padecido): «Némini erat his tempóribus dubium, si Conón adfuisset, illam Athenienses cala-mitatem acepturos non fuisse,» Nepote. Descúbrese en estos dos últimos ejemplos la diferencia entre los dos tiempos infinitivos lecturum esse y lecturum fuisse: el primero se usa como mero futuro; el segundo sirve para denotar lo que pudo suceder en caso de haberse verificado otro hecho que se supone.

O B S E R V A C I O N E S . 1.A El tiempo que denota el infinitivo no es relativo al momento en que se habla, sino a la época señalada por otro verbo dominante en la oración: así, pues, irá en presente, pretérito o futuro, según que lo que expresa sea co-existente, anterior o posterior relativamente a aquella época: en «dijo que vendría,» por ejemplo, vendría debe considerarse como futuro por serlo respecto del subordinante dijo, aunque no lo sea respecto del momento actual: «dixit se venturum esse.» Hé aquí la razón por qué verbos como promitto, spero, minor, piden en latín futuro de infinitivo, aunque en castellano sólo se usa el presente: «promittit se venturum esse» (promete venir).

2." Si el verbo subordinante puede construirse también con subjuntivo y especialmente si es volitivo, se emplea el presente de infinitivo en vez del futuro ( 1 ) , verbigracia, «aperte vis me loqui?» Terencio (quieres que hable sin rodeos?). Sustituyase a vis un verbo declarativo, y el infinitivo habrá de ir a futuro: «aperte credisme locuturum esse?» (crees que he de hablar sin rodeos?)

Uno que otro verbo de los que no se construyen con subjuntivo admite el infinitivo presente en vez del futuro, por dar de sí la idea de futuridad, verbigracia, juro promitto.

3. a Los tiempos de mémini, aunque imperfectos en su significado, son perfectos no solamente por su forma sino también en cuanto suelen construirse con el infinitivo presente, en proposiciones como ésta: «Longos cantando mémini me cóndere soles.» Virg. (recuerdo haber pasado días enteros cantando).

(1) Así como en la proposición s u b j u n t i v a equivalente se e m plea el presente o imperíecto en vez de un tiempo futuro : « V i s me loqui» ( = ut loquar); «volebas me loqui'» ( —ut loqueier) v. § 161.

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4 . a En lugar del infinitivo presente, y aun del futuro perfecto, aparece a veces, especialmente en verso, el pretérito perfecto, verbigracia: «Ergo velocem potuit domuisse puellam,» Prop (pudo en fin vencer a la ágil cazadora).

R E S U M E N

§ 155. Para ejercitarse en la construcción y análisis de la oración de infinitivo conviene formar un cuadro en que cada uno de los elementos principales tenga su hueco respectivo, de modo que salte a la vista la influencia del verbo subordinante y el carácter de la proposición completiva. Hé aquí, siguiendo esta idea, reunidas y formuladas las reglas que preceden:

PROPOSICIÓN PRINCIPAL ! PROPOSICIÓN INFINITIVA

V e r b o ' V e r b o S u j e t o . s u b o r d i n a n t e . S u j e t o . P r e d i c a d o . s u b o r d i n a d o

a. credunt ; Silvium felicem esse. b. h crediture Silvium felicem esse. c. Silvius creditur ; felix esse. d

ch. Silvius potest felix esse.'1

d.c Silvius studet se felicem esse. e.e Silvius studet felix esse. / . Silvius credit I se1' felicem esse. cr & • Silvius credit felicem esse. h.s Silvius credit felix esse. i. Silvio" licet felicem esse. i- Silvio licet felici esse. k. b licet ! i felicem esse. 1. Silvius studet) se k vincere.1

m. Silvius credit"5 • se1' vicisse." n. Silvius credit"1 : se1' victurum" esse. P ñ.'i Silvius credit"1 i se1' victurum0 fuisse. r

"Homines (,v. § 142, 3.").—'-'Sujeto, la proposición infinitiva que sigue. — c No suelen ocupar este lugar sino las formas compuestas creditum est, credendum est.—d Proposición semi-infinitiva.—e La fórmula e se prefiere en prosa a l a / . — f U otro acusativo cualquiera, verbigracia, fratrem (que su hermano....) — shei son giros no permitidos en prosa.— 1' Este es sustan-cialmente el sujeto ; gramaticalmente lo es la proposición infinitiva.—' Quempiam u otro semejante está tácito.—i U otro tiempo cualquiera studuit, studebat, etc.— k Puede omitirse como en la fórmula /.—1 Forma pasiva vinci.—m O credebat, credet, credidit, etc.—" Forma pasiva victum fuisse.—"Predicado que se considera en combinación con el infinitivo que sigue (v. § 71, Obs. 2, § 114, Obs. 1 . a ) .—P Forma pasiva victum iri (o vin-cendum esse si se significa debe ser vencido).—i Esta fórmula no se puede aplicar si' no media una condición tácita o expresa (regularmente después del verbo subordinante), por ejemplo, «si pugnavisst.»— r En pasiva rfuturum fuisse ut vinceretur (§ 157', 1."), o vincendum fuisse si se significa deber haber sido vencido.

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300 —

OBSERVACIONES VARIAS

C I R C U N L O Q U I O D E F U T U R O

§ 157. En lugar de las combinaciones adoptadas como futuros de infinitivo, puede emplearse la circunlocución fore o futurum esse con ut y subjuntivo en seguida, como «Credo fore ut legam» en lugar de «Credo me lecturum esse.» Este circunloquio, que consiste en la combinación de una proposición infinitiva, cuyo verbo es sum y una subjuntiva que sirve a dicho verbo de sujeto, es muy usada en vez del futuro imperfecto de pasiva (lectum iri); siendo indispensables:

1." Para suplir el futuro perfecto de que carece la misma voz teredo futurum fuisse ut líber legeretur).

2." Para suplir los futuros de infinitivo de que carecen los verbos que, por falta de supino, no tienen participio (credo fore ut studeat).

Ejemplo: «Noli desperare fore ut libros tuos faceré possim meos.»

§ 153. La concurrencia en la proposición infinitiva, de un acusativo sujeto y otro complemento directo del verbo en infinitivo, puede dar margen a equivocaciones; por lo cual no debe imitarse esta frase de Terencio : «illam me credo haud nosse,» que aislada pudiera interpretarse «creo que ella no me conoce» y «creo que yo no la conozco» (1). Conviene, para evitar inteligencias erradas, poner en pasiva el infinitivo, verbigracia: «Tibi persuadeas te a mefraterne amari,» Cic. ¡persuádete que te amo como a hermano).

§ 159. RESOLUCIÓN DE LA PROPOSICIÓN INFINITIVA

1." En vez de «Creo que eres inocente,» solemos decir «te creo inocente,» convertida la proposición completiva que eres inocente, en un mero predicado: inocente. Lo mismo sucede en latín, pero con más frecuencia que en castellano; y así, en lugar de los tiempos compuestos de infinitivo suele aparecer solo el participio, y en general, un predicado en vez de una proposición infinitiva. «Meregem esse confíteor» (confieso que soy rey), dice Cicerón en una parte, y en otra: «Ei me profiteor inimicum» (me le declaro enemigo). «Cálamos non passus inertes,» Virg. (no dejó que las cañas fuesen inútiles; literalmente: no las sufrió inertes). «Dixit se Calliae nupturam,- Nep. (dijo que se casaría con Calías; más ajustadamente: se ofreció casadera(2). «Se filiam negat daturum.» Ter. (dice que no dará la hija). «Si quidquam me invenies mentitum, occidito,» id. (si en algo ves que he mentido, mátame1.

(1) « Indignum est í t a l o s T r o j a m c i r c á m d a r e r l a m m í s . » ( V i r g . ¿En. . x , 74) . E l contexto d a el sentido.

(2) E s t o s adjetivos en ero (hacedero, venidero), pueden d a r c ier t a idea de lo que son los par t ic ipios de fu turo .

GIRO ANFIBOLÓGICO

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Es de observarse el valor de estas locuciones en que el predicado es un participio pasivo: «Te mónitum velim,» Cic. (quisiera advertirte; literalmente: te quisiera advertido). «No-llem factum,-» Ter. (no quisiera que hubiese sucedido=mal haya). «Inventum curabo Pámphilum,» Ter. (cuidaré de dar con Panfilo). «Muros reficiendos curant,» Nep. (él cuida de reparar los muros).—Rigen esta clase de predicados los verbos voló y curo especialmente.

OBSERVACIÓN. Los gramáticos explican ¡as más de estas construcciones por la elipsis de esse. Semejante explicación si no se circunscribe a ciertos y determinados casos, da una idea falsa de la índole de la lengua: ¿porqué se ha de suponer la elipsis de esse en «credo te victurum» si no se supone en «credo te victorem?" ¿Porqué la primera construcción no admite traducción literal? Pero esto es querer ajusfar el latín a la norma de una lengua menos rica en participios y menos atrevida en el uso de! predicado. Más bien deben buscarse en ésta giros que den una idea aproximada de los latinos ( 1 ) . Por otra parte aquella explicación, aun tomada en toda su latitud, deja por fuera construcciones como «Nec plura querentem passa Venus,» Virg. (por querl); «Me promisi uitorem,» id. (por ullum iré) ( 2 ) .

2." En lugar de «créeme que nada hay más hermoso que la virtud,» solemos decir: «créeme, nada hay,» o «nada hay más hermoso, créemelo» ¡ 3 ) , convertido el verbo subordinante en una proposición independiente: lo mismo sucede algunas veces en latín, especialmente con fateor y opinar; «nihil est, mihi créele (3) , virtute formosius, mihi! pulchirus, nihil amabilius,» Cic.

Del mismo modo suelen a veces hacerse independientes del verbo subordinante las otras proposiciones completivas.

CAPÍTULO VIII

De la proposición subjuntiva.

§ 160. Los verbos con que se construye como sujeto o complemento directo la proposición subjuntiva, son principalmente los que aquí se expresan:

1.° Los verbos volitivos, o sea los que significan un deseo, un ruego o mandato, una intención o esfuerzo en cualquier sentido, como voló, rogo, impero, curo, subordinan la proposición subjuntiva con ut, y si fuere negativa, con ne (=ut non): «Cura ut valeas,» Cic. (cuida de estar bueno). «Cave ne quid temeré dicas,» id. (cuida de no decir nada inconsideradamente).

(1) A s í . «te d icunt venturum» debe a s i m i l a r s e a «te l l a m a n h o n r a d o , » y a a q u e l l a t r a d u c c i ó n r a m p l o n a pero l u m i n o s a da que nos valimos e n a n t e s : «se ofrec ió c a s a d e r a . »

2 ) V . el a p é n d i c e sobre l a Proposición Infinitiva, ( 3 ) E s e lo no t iene c o r r e s p o n d e n c i a en l a f r a s e l a t i n a , v é a

se *5 1 1 2 , 4'-'

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a) Ut a veces está tácito ( 1 ) : «Velim resistas,» Cic. Sin embargo, cuando caveo se construye sin anunciativo, no se suple lit sino ne. «Cave te esse tristem sentiat,» Ter. (cuidado no vaya a echar de ver que estás afligido).

b) Ne parece en parte anunciativo de la proposición subordinada y en parte adverbio negativo modificativo del verbo subordinado; aquello, sin embargo, no ha dependido sino de la omisión del relativo ut, que es el verdadero anunciativo, y que a veces se halla expreso: «Justitias primum munus est, ut ne cui quis noceat,» Cic. Con efecto, los adverbios relativos son los únicos que pueden tomar el carácter anunciativo.

c) Algunos verbos volitivos se hallan a veces construidos con infinitivo, especialmente en poesía: construcción preferible siempre con jubeo y veto.

d) Todo verbo declarativo que tome accidentalmente sentido volitivo, se construye como ta l : «-Dic ad ccenam veniat,» Hor. (dímele que venga a comer conmigo). Dic envuelve aquí un mandato o súplica.

2.° Los verbos efectivos, o sea los que denotan un suceso, absoluto o relativo, como contíngere, suceder (por fortuna) (2 ) ; accídere, suceder (por desgracia) (2); fteri, resultar; sequi, seguirse, deducirse; esse en el sentido de suceder, como se ve en el circunloquio de futuro (3), anuncian con ut (y ut non) la proposición subjuntiva, verbigracia: «Accidit ut inconsideratior in secunda quam in adversa esset fortuna,» Nep. (sucedió que fue menos reportado en la próspera que en la adversa fortuna).

E X C E P C I Ó N . Accedit, agrégase a esto; apparet, se manifiesta, rémanet, falta, resta, y el imperativo acide, agregúese, otrosí, en una narración, se construyen también con quod e indicativo; verbigracia, «adde quod speciosius arma Non est qui tractet,» Hor. (Además, no hay quien maneje mejor las armas).

3." Los verbos prohibitivos, es decir, los que denotan un impedimento u obstáculo, gobiernan la proposición subjuntiva con ne o qaóminus, y si llevaren consigo negación, con quomi-nus (4) o qitin(5): «Histéeus Milesius/?e res conficeretur óbstitit»

(1) V . B e l l o , Gr., § 367, a. (2) E s t o es o r d i n n r i a n i e n t e en l o q u e se d i s t i n g u e coiilingit de

áccidii. (3) V. § 157. Ser se c o n s t r i ñ e del mismo modo en f r a s e s in te -

n o g a t i v a s y n e g a t i v a s como a q u e l l a s Cuándo será que, Nunca será que. tan s o c o r r i d a s de Q u i n t a n a :

¿ Cuándo será que pueda L i b r e de e s t a pr is ión volar a l c ie lo? ( F r . L . mi LICÓK;;.

¿Cómo puede o r a ser que en t r i s t e l loro Se convirtiese tan a l e g r e v i d a ? ( G A K C J I . A S O ) .

(4) O u o - m i n u s (parn que no).

(5) Q u i - n e ( p a r a que no) . E s t o s adverbios son en p a r t e a n u n c i a t i v o s quo, qui—ul) y en p- . r 'e modif ica ti vos de l verbo s u b o r d i n a d o mitim, w = n e ; .

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Nep. (Histeo de Mileto se opuso a que la cosa se llevase a cabo). «Non obstitit,» pediría «quin o quominus conficeretur.»

Para los efectos de esta regla, considérese negativa la frase verbal, que lo es virtualmente, aunque interrogativa en la forma ( 1 ) , verbigracia: «Quid obstat quominus (o quin) sit beatu,?* Cic. Es como si dijese: «nihil obstat.»

O B S E R V A C I Ó N . Asimílanse a estas construcciones las frases verbales negativas «non possum quin,» «on dúbito quin,» «¿quis dúbitet quin?», las cuales también se construyen con infinitivo: única construcción posible con «dubito» cuando significa «vacilar, pararse en.» «Non possum non loqui,» «non possum quin loquar» (o, faceré quin loquar), (no puedo menos de hablar). «Ñeque dubitabat se consecuturum,» Nep., o «quin consecuturus esset» (no dudaba que lo conseguiría). «Non dubito fore plerosque,» etc., id. (no dudo que habrá muchos, etc.) «In senatum introire non dubitavit,» Cic. (no dudó entrar al Senado).

4.° Timeo, temer, y los de significación análoga anuncian con ut lo que se desea, con ne lo que no se desea. «Timeo ut sustineas,» Cic. (temo que no puedas soportarlo). «Metuo ne morbus aggravescat,» Ter. (temo se agrave el mal). Así «vereor o timeo ut» equivale a «velim, sed timeo» ; timeo ne» a «nolim, sed timeo» (2).

«Pavés ne alucas (uxorem) tu illam; tu autem ut clucas.» Ter. (tú temes tener que casarte; tú no poder casarte con ella).

O B S E R V A C I Ó N . Ne non puede sustituirse a ut. § 1 6 1 . En la oración de subjuntivo el verbo subordinado

denota ordinariamente un hecho coexistente o futuro respecto de la época señalada por el subordinante, y en uno y otro caso va en presente de subjuntivo, si el subordinante es presente o futuro, verbigracia: «Oro, orabo, etc., ut venias»; y en pretérito imperfecto, si el subordinante es un pretérito cualquiera, verbigracia: «Oravi, orabam, etc., ut venires.»

O B S E R V A C I O N E S , l . " " ^ alguna vez el verbo subordinado significa anterioridad respecto de la época señalada por el subordinante (3), va en pretérito perfecto si a no significarla hubiera de ir en presente, según la regla que precede, y va en phts-cuam-perfecto si hubiere de ir en pretérito imperfecto.

2. A El perfecto y pluscuamperfecto se usan a veces elegantemente para denotar una relación de anterioridad no real sino

( 1 ) V . B e l l o , G>-„ % 391. '2) V , B e l l o . Gi., % 367, b; T u r s e l l i n i , De Pariic, S. v . AV. '3) l i s t a r e g l a r l o t iene c a s i a p l i c a c i ó n en l a propos ic ión s u b j u n

tiva s ino en l a i n t e r r o g a t i v a , puesto q u e los verbos s u b o r d i n a n t e s de a q u é l l a son p r i n c i p a l m e n t e volitivos, y l a voluntad m i r a a lo f u t u r o ; mas se h a puesto en este l u g a r como complemento n a t u r a l de lo q u e antecede e in t roducc ión a 1o q u e s i g u e .

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imaginaria, es decir, en lugar del presente e imperfecto, respectivamente, verbigracia: «Cave ne dixeris,» Ter.—por dicas.

§ 162. Algunas veces la proposición subjuntiva aparece anunciada por quod, verbigracia: «Quam gráviter ferret quod voluntatem suam interpretari non potuissent Attici!» Fed. (cuan a mal llevaría el que los atenienses no acertasen a interpretar su voluntad!)

O B S E R V A C I Ó N . Algunas veces se emplea esta construcción para evitar dos proposiciones infinitivas seguidas. Ejemplo: «Dicebat doctissimus idemque sapientissimus Sócrates, se hoc unum scire, quod mihil sciret.» Mejor que: Se hoc unum scire, se mihil scire.

§ 163. Hemos llamado proposición indicativa la completiva anunciada por quod cuyo verbo está en indicativo. Aunque no es fácil fijar el carácter de los verbos subordinantes con que se construye (1), pueden, sin embargo, establecerse las siguientes advertencias:

1. a Los verbos declarativos no se construyen con indicati-tivo: la construcción «credo quod o quia» pertenece a la baja latinidad.

2. a La proposición indicativa apenas es admisible sino en aposición con un pronombre neutro u otro sustantivo: «Mag-num hoc ego duco, quod placui tibi,» Hor. (a mucha honra tengo el haberte sido acepto). «Unum habet assidua infelicitas bonum: quod quos ssepe vexat, novissime indurat,» Sen. (una ventaja sí tiene la desgracia perseverante, y es que a fuerza de oprimir, al fin nos endurece). «Primum quidem hoc reprehendendum, quod captiosissimo genere interrogationis utuntur,» Cic. (desde luego debe censurárseles el uso que hacen de un modo muy capcioso de preguntar).

3 a . La proposición indicativa latina es admisible en ciertos casos en que la castellana correspondiente lleva artículo; «non objicio quod,» Cic. (no objeto el que ), «Quod placui» (el haberte agradado), etc.

C A P Í T U L O

De la proposición interrogativa.

§ 164. Cúmplenos explicar en este capítulo la proposición completiva interrogativa: trataremos conjuntamente de la interrogativa independiente, para mayor claridad y abundamiento.

§ 165. Dan los gramáticos el nombre de interrogación directa a la proposición interrogativa independiente, verbigracia: «Legisti?» (leíste?) y el de indirecta, a la completiva, verbigracia: «Legerisne quasritur» (se pregunta si has leído), donde iegerisne es sujeto de quceritur (2).

(1) F u e r a de los y a s e ñ a l a d o s § 160, 2", Exc. (2) S u j e t o g r a m a t i c a l ; v i r t u a l m e n t e es complemento ob je t ivo .

V . por lo d e m á s , B e l l o , §§ 163-4 ,

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Obsérvese que la directa lleva en lo escrito el signo ortográfico correspondiente (?), el cual no acompaña a la indirecta.

§ 166. La proposición interrogativa (directa o indirecta) es •de dos maneras: indagativa y dubitativa. Es indagativa si se pregunta sobre lo que se ignora o se aparenta ignorar, verbigracia: «Quis esintus?—Simo» (quién está ahí?—Simón); es dubitativa si se pregunta lo que se duda o se finge dudar, verbigracia: «Est Simo intus?-Esti Ter. (está ahí Simón?—Sí). A la primera, pues, se responde descubriendo algo: Simo; a la segunda, afirmando o negando lo mismo que ella expresa: est.

La palabra que caracteriza las interrogaciones indagativas es un relativo usado con énfasis interrogativa o admirativa. La interrogación dubitativa se descubre por la entonación, y también a veces por la ocurrencia de adverbios meramente interrogativos ( § 89).

O B S E R V A C I O N E S : 1. a La proposición admirativa o exclamatoria es la misma interrogativa, con distinta entonación, y así lo que de ésta se diga debe entenderse también de aquélla.

2. a En castellano la fuerza interrogativa o admirativa (que gramaticalmente, como hemos dicho, son una misma) de las palabras relativas, se pinta en lo escrito con el acento; así viene éste a ser señal distintiva de la interrogación indagativa.

INTERROGACIÓN DIRECTA

§ )67. Indagativa. Presupone a veces respuesta negativa, para lo cual sirve especialmente el interrogativo ecquis: así «quis est qui...?» «ecquis....?» suele equivaler a «non est qui—» «nemo.» «Quis neget? Cic. (quién hay que niegue?) «Quid enim immortale manus mortales iecerint?» Sen. (pues qué cosa inmortal han podido hacer manos mortales?).

Por lo mismo «quis non....?» (=nemo non) equivale a om-nis; «ubi non?» (=nusquam non); a ubicumque, etc. Conviene advertir que estas frases con fuerza de admirativas son de muy poco o ningún uso en latín: asi a «Cuan grande no fue aquel hombre» (!) no corresponde en latín «quantus vir ílie non fuit,» sino «quantus vir ille fuit!» Sen.

§ 168. Dubitativa. 1." Cuando no consta de más de un miembro, se usan estos giros:

a] Scripsisti? scripsistine? (escribiste?): no se presupone la respuesta.

£>] Nonne scripsisti?) (no escribiste?): se supone una respuesta afirmativa.

c] Num scripsisti? (escribiste acaso): se supone una respuesta negativa..

(1) A u n q u e l a n e g a c i ó n i m p l í c i t a es s e c u e l a de l a i n t e r r o g a c ión, s i se a t i e n d e a l a d e g e n e r a c i ó n q u e h a e x p e r i m e n t a d o este g i r o , el s i g n o ortográf ico q u e corresponde no es p r e c i s a m e n t e el interrogat ivo , comoquierw Bel lo , (,-V., § 392, o. Hoy lo m á s c o r r i e n t e es u s a r en í a m;>.yor p a r t e cíe t » t o * c a s o s el s i g n o de a d m i r a c i ó n .

E s t u d i o s l i t e rar ios —M. A. C a r o — 20

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2." Si uere bimembre la interrogación, a! primero puede anteponerse utrum o agregar el enclítico ne; el segundo se enlaza con la conjunción an: «Scripsiste, an non?» «Eloquar, an si-leam?» Virg. (hablaré o callaré?) Utrum ea vestra, an nostra culpa est?» Cic. (es culpa vuestra o nuestra?) «Servus esne, an liber?» Plaut. (eres libre o esclavo?).

3.° Si hubiere más de dos miembros, el primero va como en el caso anterior y los demás con an, verbigracia: «Romarnne venio, an hic maneo, an Arpinum fugiam?» Cic. («voy a Roma, me quedo aquí, o habré de huir a Arpiño?).

§ 169. El verbo de la interrogación directa va en indicativo, a menos que se exprese indecisión, vacilación, como en el ejemplo de Virgilio antes citado: Eloquar?

También suele usarse el subjuntivo en interrogaciones de negación indirecta: v. ejemplo: § 167.

§ 1 7 0 . En cuanto al modo de responder, deben tenerse presentes las siguientes indicaciones:

1. a Pregunta indagativa. La palabra o palabras con que se responde dependen de un verbo tácito, el mismo que está expreso en la interrogación; a esto debe atenderse para construirlas; ejemplos: «P. Quo tendis? R. in urbem» (/. e. in urbem tendo).

—«P. Cujus ínterest? R. mea» (i. e. mea (1) ínterest). 2. a Pregunta dubitativa, a]. Para responder afirmativamen

te basta repetir con entonación afirmativa el verbo de la pregunta: «P. Scripsisíine? R. Scripsi»; o la palabra más enfática de la interrogación: «P. Abiit solus? R. solus»: en uno y otro caso puede agregarse un adverbio confirmativo: como ita sic (2) verum, sane, etc.; que a veces se usa solo (como en castellano si (2), ciertamente, etc.) sobretendiéndose esotras palabras. b\. Para responder negativamente, se usa un adverbio negativo, como non, mínime, expresándose o sobrentendiéndose el verbo de la pregunta, verbigracia: «P. Estne frater intus? R. non est,» Ter, o simplemente Non.

En suma, en toda respuesta, si no hay verbo expreso, se sobrentiende el de la pregunta.

INTERROGACIÓN INDIRECTA

§ 171. Indagativa. En castellano es frecuente despojarla del carácter de tal, convirtiendo la palabra modificada por el adjetivo o adverbio interrogativo, en complemento directo del verbo subordinante, y el resto de la oración en proposición relativa. Así, en lugar de «pregunta cuan rico soy.» «no sabes a qué hombre insultas,» «mira qué aprisa que vuela,» solemos decir «pregunta lo rico que soy,» «no sabes el hombre a quien insultas,» «mira lo aprisa que vuela»: en latín esta resolución es inadmisible, y así se dice: «ínspice quam sim dives,* «nescis cui maledicas viro,» «en, quam cito volet.» «Accipe queis

(1). V . S i n t P a r t , . c a p . 9. Regís ínterest. (2) V . B e l l o , Gr. §190 , dy sig\ Comp. con el f r a n c é s si.

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( 1 ! . V . Bel lo . Gr. § 392. r.

( 2 ) . V . Bel lo Gr., § c i tado , nota..

merser fortunae fluctibus.» Caí. (oye el mar de aflicción en que me anego). «Qucm dulcís sit libertas bréviter próloquar,» Fed. (diré en pocas palabras lo dulce que es la libertad).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Aun faltando el requisito de que haya una palabra modificada por el interrogativo (como sucede cuando éste se toma sustantivamente), puede a veces resolverse la proposición interrogativa: dícese, por ejemplo, «sé lo mucho que se ha esforzado,» en vez de «sé cuánto,» puesto que cuánto vale cuan mucho; «examinemos lo que es el destierro» en vez de *qué es,» pues qué vale qué cosa: «videamus quid sit exilium,» Sen.

2. a Es susceptible de idéntica transformación la interrogación directa de carácter admirativo, verbigracia: «lorico que soy!» (quam sum dives!) «lo aprisa que vuela!» (quam cito volat¡) (1).

3. a Cuando la palabra modificada por el interrogativo forma con él y una preposición, un complemento, en vez de hacerse complemento directo del verbo subordinante, puede también conservarla, puesto el artículo en vez del interrogativo, formando el resto de la oración una proposición relativa pero ya sin la preposición: así se dice: «no sabes el hombre a quien insultas» y «no sabes al hombre que insultas» (en vez de «no sabes a qué hombre insultas»); construcción aún más irregular pero autorizada por el uso (2).

§ 172. Dubitativa, a] Si no tuviese más que un miembro, se dirá (pongamos que sea Quozritur el verbo subordinante): «Quai-ritur scripseris«e» (se pregunta si has escrito), o «Quaeritur num scrípseris» (se pregunta si no es cierto que has escrito), o finalmente «Quaeritur nonne scripseris» se pregunta si no es cierto que has escrito).

6] Si la interrogación consta de dos miembros, el primero se construye como queda dicho, o bien con utrum, o bien sin adverbio alguno: el segundo miembro se enlaza por medio de an antepuesto o ne enclítico; y si se reduce a un adverbio negativo, se dirá necne, «Delibera utrum cólloqui malis, an per lítteras ágere quae cógitas,« Nep. (vé si quieres hablarle a viva voz, o por escrito). «Natura fíeret laudábile carmen, an arte, Qucesítum est,» Hor. (se ha presentado la cuestión de si las excelencias de la poesía se deben al talento natural o al arte). «?dcirco quidam comcedia necne, poema Esset, quaesivere,» id. (Algunos, pues, han puesto en duda si la comedia es o nó poesía).

c] Si hubiere más miembros, se enlazan como el segundo:

«Ne perconter i s . fundus raeus, ópt ime Q u i n t i , Arvo p a s c a t h e r n m , an b a c c i s opulentet oliva;, Porniswí, an p r a t i s , an a m i c t a v í t ibus u lmo, S o r i b e t u r t i b í f o r m a l o q u á c i t e r , et s i t u s a g r i . » — H o i •

(para que no preguntes, Quincio amigo, si mi hacienda acude a su dueño con cosechas, o le abunda en olivos, o en fruta-

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— s o s

les, o en pastos, o emparrados, te será aquí descrita minuciosamente su calidad y situación).

§ 173. El verbo de la interrogación indirecta ha de ir precisamente en subjuntivo

O B S E R V A C I O N E S . 1 . A Muy rara vez ocurre en indicativo. 2. a Las expresiones nescio quis, nescio quo modo o quo

pacto y alguna otra análog i, suelen no construirse con subjuntivo, pero es en cuanto pierden la fuerza de frases verbales y se asimilan a aliquis o quídam aliquo modo: así «nescio quis véneñU significa «no sé quién fue el que vino» o «quién haya venido,» y «nescio quis venit,» «vino no sé quién.» «Nescio quo natale solum dulcedine{\) cunctos Ducit,» Ov. (el suelo patrio nos atrae a sí con cierto halago indefinible). «Fuisse Athenis Timonera nescio quem accépimus,» Cic. (he oído que hubo en Atenas un tal Timón) (2).

§ 174. El verbo de la interrogación indirecta va en el tiempo correspondiente, conforme a la regla dada a este respecto para la proposición subjuntiva (§ 161).

Así, por ejemplo, la oración «me preguntará dónde he estado,» se traduce en latín: «rogabit me ubi fúerim» (3). Ter.

Mas porque del uso de los tiempos imperfectos, que en la proposición subjuntiva, según queda dicho, sirven para denotar tanto coexistencia como posterioridad con respecto a la época señalada por el verbo subordinante, resultaría a menudo en la interrogativa notoria ambigüedad, pudiendo tomarse como significativos de ¡a una o de la otra relación.

Cuando es la relación de posterioridad la que se ha de expresar, se echa mano de los correspondientes tiempos imperfectos de la conjugación perifrástica: así «nescio quid dicas» significa «no sé qué dices,» y «ne cío quid áíctiinis sis,» «no sé qué dirás » «Nunc scio quid sit amor,» Virg. (ahora sé lo que es amor¡. «Animus accénditur quum considero qus conditio vit a futura sit,* Sal. (enardéceseme el corazón cuando considero cuál vendrá a ser nuestra condición). «Est boni cónsulis videre non solum quid agatur verum etiam providere quidfaturum sit.y

( l ) E s t a feliz expres ión l a usó pr imero V i r g . Georg, 1,412; iv . 55-(2/ L u z á n tiene un soneto en que j u e g a con la expres ión nescio

quid, que puede verse en la Colección de Mendíbil y á i l v e l a , tomo 4?, p. 21 . E n el mismo sentido se nice en f r a n c é s je ne sais quoi; y tanto en latín como en c a s t e l l a n o dicha expresión se u s a también en tono de desdén o menosprecio, de que presentan ejemplo Ovidio, Met. 1, 461 i p a l a b r a s en boca de Apolo , y Reinoso, Inuc Perd., oct. 8 ( p a l a b r a s en boca (le ¡Luzbel). . .n c a s t e l l a n o h a y a i g u n a o t r a f r a s e verbal subordinante que pierde su c a r á c t e r de tal haciéndose modificativa, v e r b i g r a c i a , diz que (pur dicen que):

— tengo en la f a l t r i q u e r a pienso que u n a r e s m a e n t e r a - - L O P E . Corr ió conmigo la p r i m e r a lanza , Y derr ibóle en medio la c a r r e r a Sospecho que su loca confianza — TIRSO DIO MOLINA..

i¿) E s t e e s uno de los c a s o s en que el p r e t é r i t o perfecto de subjuntivo suple por el futuro perfecto.

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Cic. (es propio de un buen Cónsul no sólo ver lo que se hace sino mirar lo que ha de suceder) (1).

Empléase, sin embargo, el tiempo simple y no el perifrástico cuando la relación de posterioridad no es perfecta, es decir, cuando el hecho significado por el verbo subordinado, aunque haya de ser posterior a la época del verbo subordinante, no se considera por ese aspecto, sino más bien como objeto de vacilación, de indecisión por parte de la persona agente: «Ñeque scio quid dicam aut quid conjectem,» Ter. (ni sé qué decir ni qué sospechar).

* O B S E R V A C I Ó N . En este caso los tiempos imperfectos de subjuntivo pueden considerarse como potenciales, supuesto que dicam vale possim o debeam dicere; dicerem, possem o deberem dicere: según esto, la relación es en rigor de coexistencia.

O B S E R V A C I O N E S VARIAS

§ 175. Algunas veces la conjución an aparece como anun-ciativo de la proposición interrogativa indirecta, verbigracia: «Rogavit esset an dulcis liquor,» Fed. (le preguntó si aquella agua era dulce); por «rogavit essetae.» Pero este uso es tanto menos frecuente en los escritores clásicos que, si a veces an anuncia una proposición interrogativa, suele ser sólo en apariencia, por no estar expreso un pensamiento que formaría, al expresarse, el primer miembro de la interrogación. Lo mismo sucede en castellano con «¿O es que?....» sin que esta locución conjuntiva pierda por eso su verdadero carácter.«Quo te, Mceri, pedes? an in urbem?» Virg. (¿hacía dónde caminas, Meris? o es que vas a la ciudad?) «Principiando por una palabra que regularmente supone otras anteriores (dice muy acertadamente Bello, Gr., c. 50, r. 3), se hace entrever confusamente un conjunto de ideas sobre las cuales salta el que habla para fijarse en la más importante.»

§ 176. An sirve como conjución disyuntiva para unir el segundo miembro de la proposición interrogativa; no va al principio de ella (2), sino:

1." Si el primer miembro está tácito, y el segundo ocupa aparentemente su lugar.

2." Con los verbos subordinantes Nescio, Haud scio y Dú-bito en el sentido de Qué sé yo si, No me atrevo o decidir si (3). «Si per se virtus sine fortuna ponderanda sit, nescio an hunc

-.1) Hé aquí el caso en que lecturas sim h a c e veces de futuro de subjutivo de lego, según se anunció en el § 71 . Obs. 2 *

(2) H a y que i n s i s t i r en este punto, por lo mismo que muchos escr i tores latinos m o d e r n o s , y aun de los m á s at i ldados del Renacimiento, incurr ieron en el e r r o r cíe u s a r an en el pr imer término de interrogación d i r e c t a . De tal uso impropio ocurren numerosos ejemplos en l a interpretac ión l a t i n a , en p r o s a , de poetas c lás icos , en las ediciones ad usum Delphini.

(3) O lo que es lo mismo, si el verbo subordinado, por signifi-ca.rse indecisión, no puede ser un tiempo per i f rás t ico : «rnescio an ponam.»

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(Trasybuium) primum omnium ponam,» Nep. (si se ha de medir el valor sin hacer cuenta de la fortuna, no sé yo si poner a Trasíbulo en el primer lugar). En el sentido de ignorar o dudar (1) se construye también según las reglas generales: «Hone-stumne factu sit an turpe, dúbitant,» Cic. (dudan si es honesto o vergonzoso).

O B S E R V A C I Ó N . Dubito en frase negativa, rige proposiciones subjuntivas einfinitivas, según se explicó arriba (§160, 3*Obs.)

§ 177. Si y si forte ocurren alguna vez como anunciativos de una proposición interrogativa, verbigracia: Inspice si possum donata repónere, laetus,» Hor. (prueba si sé devolver sereno lo que he recibido). «Quserebam siccasz posset piséis arena Vivere.» Prop. (quería yo saber si podría el pez subsistir en seco).

O B S E R V A C I O N E S . 1 E s t e giro se emplea especialmente para denotar el objeto de un ensayo o tentativa, como en los ejemplos propuestos.

2." Nótese que en el primer ejemplo el verbo subordinado está en indicativo, lo que prueba que la oración ha depuesto la fuerza de interrogativa, como suele suceder con proposiciones completivas anunciadas por si, aun estando el verbo en subjuntivo.

§ 178. Es de notarse que ra en cu valor natural de partícula disyuntiva puede reemplazarse con vel o ve, mas no con aut (2). «Gaudeatovzdoleat, cupiatmetuatve» (Hor.) (si huelga o se aflige, desea o teme). «Anima sit animus ignisvenescio,» Cic. (no sé si el alma sea de la naturaleza del aire o del fuego). Aut en oraciones interrogativas enlaza miembros que no se excluyen recíprocamente.

§ 179. A veces cuando la interrogación indirecta es complemento, su sujeto en vez de estar en nominativo aparece en acusativo como complemento del verbo subordinante: «Non satis pernosti me qualis sim,» Ter. Como si se dijese en castellano: «no me conoces bien cómo soy,» en vez de «no conoces bien cómo soy yo.»

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Esta construcción, muy elegante en griego, no es desconocida en castellano. «Mira,» dice fray Luis de León,

« L a l u n a , cómo mueve L a p l a t e a d a r u e d a . . . . » (3i .

(1) J i n o t r a s p a l a b r a s , s i el verbo s u b o r d i n a d o , por no s i g n i ficarse i n d e c i s i ó n , puede s e r un t iempo p e r i f r á s t i c o « d u b i t a b a m l i t t e r a s essesne eccepturus.» C i c .

(2) R a r í s i m o s e j emplos p u d i e r a n c i t a r s e en c o n t r a r i o . (3) V . T e r e n c i o , And., 3 , 2, 23 ; 3 , 3 , 15 . Eun., 1, 2, 80 ; í, ó, 18;

4, 3 , 15-6 , Ph., 5, 7 , 9 3 , & a l . «Nosti M a r c e l l u m q u a m t a r d u s et p a -rum é f f i cax s i t , » C i c . Fam., 8, 10. P o r es te es t i lo es t a m b i é n a q u e l p a s a j e de J o r g e M a n r i q u e :

«No curemos de s a b e r L e de aquel s i g l o p a s a d o

Q u é fue del lo.» D e u n a m a n e r a s e m e j a n t e d i c e Moore :

B e h o l d t h e Sun, how b r i g h t F r o m yonder E a s t he s p r i n g s . — (Sacred Songs)

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2. a También se ha dicho por pasiva; «Scientia intellígitur •qualis sit,» Cic. «An dea sim dubitor,» Ov.

§ 180. Es menester no confundir ía proposición interrogativa indagativa con la relativa.

Aquélla sirve de sujeto o complemento ella misma, ésta modifica a un sustantivo expreso o envuelto; el relativo que entra en aquélla, como que se toma interrogativamente, se acentúa al pronunciarse; el de ésta no se acentúa; finalmente, el adjetivo relativo, al hacerse interrogativo, recibe, como se dijo en la Analogía (§ 39), las formas quis y quid que le pertenecen privativamente. Tales diferencias median entre la proposición interrogativa y la relativa, aun en los casos en que, por asimilarse en significación, lleguen tal vez a usarse una por otra, como sucede en los dos casos formulados en los ejemplo siguientes:

1." «Dicam quod sentio» significa «diré lo que pienso: quod vale illudquod: illud (tácito o envuelto en quod) es el complemento acusativo de dicam, y la frase relativa quod sentio le modifica: es pues una oración de relativo. «Dicam quid sen-tiam,» significa «diré qué pienso»; «quid sentiam» es complemento acusativo de dicam; es pues una oración interrogativa.

O B S E R V A C I Ó N . La construcción castellana «diré lo que pienso,» que damos como equivalente de la latina relativa, lo es también de la interrogativa, según lo dicho arriba (§ 171). Este doble valor se evidencia cuando ésta y aquélla no tienen en latín la semejanza de significación que en el ejemplo precedente; así, por ejemplo, la oración «tu amigo sabe lo que tú ignoras,» puede significar: 1.", «tu ami^o sabe cosas que tú ignoras,* oración de relativo: «scit qua? tu nescis»; y 2 o , «tu amigo sabe qué es to que tú ignoras, oración interrogativa: «scit quse tu nescics» (1).

2." Oraciones relativas hay cuyo verbo, a diferencia de la que acabamos de examinar, va en subjuntivo en los mismos tiempos, con la misma significación temporal y susceptible de la misma resolución que el de las interrogativas que indican indecisión (§ 174). A las unas y a las otras daremos el nombre de indefinidas: algunas veces (especialmente con el subordinante habeo) se asimilan en términos de usarse promiscuamente, sin deponer por eso su carácter respectivo. Así «Quod scribam, non habeo,» Cic. (no tengo qué escribir), es una oración relativa; el antecedente está tácito y pudiera expresarse: «m-hil habeo quod scribam,» «Qü/rfagam non habeo,» Cic. (no tengo, no sé qué hacer), es una oración interrogativa: al introducir

(1) T o m a m o s de B u r n o u f este e jemplo y el a n t e r i o r modif icando la e x p l i c a c i ó n . S u p o n e él (Meth Lat-, 472 R e m , 1) q u e el l l e v a r su verbo en s u b j u n t i v o d i s t i n g u e suf ic ientemente l a o r a c i ó n i n t e r r o g a t i va, o lv idándose o d e s e n t e n d i é n d o s e de l a s r e l a t i v a s indef in idas q u e p a s a m o s a e x p l i c a r .

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un antecedente, había que convertirla en relativa: «nihil habeo quod agam,» Hor. (1 ) .

*OBSERVACIONES. 1. a Vimos enantes cómo el subordinante scio modifica su significación conforme cambia de carácter !a Oración: lo mismo parece sucede con habeo; en la oración relativa conserva su natural significado, possideo; en la interrogativa se allega al de scio, video (2), el cual se aviene perfectamente con el valor interrogativo de la proposición que subordina.

* 2. a Nuestro verbo tener admite la misma doble construcción que habeo; y así decimos: «no tengo que leer» (que inacentuado, relativo) y «no tengo qué responder» (qué acentuado, interrogativo); giros que suelen usarse indistintamente uno por otro.

§ 1 8 1 . En las proposiciones indefinidas, sean interrogativas (directas e indirectas), sean relativas, no admite el latín el infinitivo elíptico (3) que se usa en castellano; ejemplos:

a] interrogación directa. l."«Quid faciam?» (qué hacer,, qué puedo hacer?); 2.° «Quid fácerem?» (que hacer, qué podía hacer).

b] Interrogación indirecta. 1." «Nescio quid faciam» (no sé qué hacer); 2.° «Nesciebam quid fácerem?» (no sabía qué hacer).

c\ Proposición relativa indefinida. l.° «Nihil habeo quod faciam» (nada tengo qué hacer); 2." «nihil habebam quod fáce-rem» (nada tenía que hacer).

OBSERVACIÓN. En castellano antiguo no se usaba este infinitivo, sino el subjuntivo, como en latín:

A n d a b a h i un m i l a n o volando d e s f a m b r i d o , b u s c a n d o que comiese, e s t a p e l e a vido, e t c .

(ARCIPRESTE »r : H I T A ) .

B u s c a s t e corr iendo donde te escondieses.

(MARQUES DE SANTILLANA) (4)».

(1) Desconociendo estos p r i n c i p i o s , y c o n t r a l a fe de los m a n u s c r i t o s , h a n propuesto a l g u n o s comentadores de V i r g i l i o « n e c quod s p e r a r e t h a b e b a t , » e n vez de quid, Buc, 2. 2; more ciceronea.no a ñ a den, como s i C i c e r ó n no h u b i e s e empleado t a m b i é n el g i r o i n t e r r o ga t ivo (v. e j e m p . en F r e u n d , s . v. habeo, J I , A , 2 ) .

(2) V . C i c . Ad. Fam. 16. 4 , 4 , y § 19-5, Obs. A s i m i s m o daré s i g n i f i c a decir; accipere e q u i v a l e a oír, e le .

(3) V . B e l l o . Gt. § 377. . (4) T o d a v í a en é p o c a s p o s t e r i o r e s sue le o c u r r i r e! s u b j u n t i v o :

« R e c o g i ó a l l í c u a n t o s buenos bocados ' e s p i r i t u a l e s ) h a l l a b a con que él despertase su devoción,» G r a n . Poco después empezó a u s a r s e el infinit ivo: «Hic ieron u n a s s i l l a s b l a n d a s en q u e se asentar,^ R i v a d e n e i r a . C e r v a n t e s p a r e c e q u e c o n s t r u í a de a m b a s m a n e r a s i n d i s t i n t a m e n t e : « M i r a n d o a t o d a s p a r t e s por ver s i d e s c u b r í a a l g ú n c a s t i l l o o a l g u n a m a j a d a de p a s t o r e s donde \ecogerse.D Q u i j . p . 1 . c . 2 . « L e s tomó l a noche en m i t a d del c a m i n o s in t e n e r ni d e s c u b r i r donde a q u e l l a noche s e recogiesen.« i b . , c a p . 19.

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C A P Í T U L O X

De las proposiciones, accesorias.

CONSTRUCCIÓN D É L A PROPOSICIÓN ACCESORIA

§ 182. La proposición accesoria, o llámese de relativo, es de dos maneras, adjetiva y circunstancial: la adjetiva es la acarreada por el adjetivo relativo, y s e ¡lama así porque ocupa el lugar de un adjetivo, verbigracia: «agros, quos ceperat, divi-sit,» Cic ; la circunstancial es la acarreada por un adverbio relativo, y se llama así porque suele equivaler poco más o menos a un complemento circunstancial.

§ 183. La proposición adjetiva es especificativa si sirve para determinar ei objeto, como lo sería quos ceperat en el ejemplo propuesto, si, ignorando la persona con quien hablamos, cuáles fueron los campos divididos, tuviésemos necesidad de distinguirlos por medio de aquella frase adjetiva; sería explicativa si dándose a entender suficientemente con la palabra agros la cosa de que se trata, agregásemos la frase relativa como una especie de paréntesis exornativo del pensamiento, pero en manera alguna indispensable; de suerte que bien pudiese omitirse sin detrimento del sentido (1).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a En el latín escrito la proposición adjetiva (según la costumbre ortográfica más generalmente seguida) va precedida de una coma: en castellano no la lleva cuando es especificativa; lo cual está más puesto en razón, pues en este caso no se hace pausa en lo hablado.

2. a Cuando el relativo está en lugar de un demostrativo (2) la frase no es relativa sino aparentemente; y, por consiguiente, no le cuadran las reglas que contiene este capítulo.

§ 184. La proposición circunstancial, a diferencia de la coordinada, que va indispensablemente pospuesta, puede variar de lugar sin alteración del sentido; lo cual sucede aun expreso el demostrativo antecedente; dícese pues: «Quamdiu vivas, tam-diu discendum est,» «Tamdiu, quamdiu vivas » y «Tamdiu discendum est quamdiu vivas.»

E X C E P C I Ó N . La proposición relativa ha de ir antepuesta si el antecedente es tamen expreso.

§ 185. Entre las proposiciones circunstanciales merecen especial atención:

1." Las ocasionales, es decir, las que denotan la ocasión en que se verifica el hecho principal, esto es, el expresado por el verbo subordinante;

2." Las causales, o sea las denotativas de una causa o motivo, y

3." Las finales, o sea las que significan el fin que uno se propone, o el término de la acción.

U ) V . Bello , Gr., § 1SS.

(2) V". S int . , P a r t . , cap- , 5., Quos ego.

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O B S E R V A C I Ó N . La proposición ocasional corresponde al ablativo sin preposición (hac tempestóte); la causal al mismo con una preposición de origen ¡hac de causa); la finaí al acusativo con una preposición de tendencia (hunc in locumj. La primera expresa hechos concomitantes, la segunda antecedentes, la tercera subsiguientes.

§ 186. Proposición ocasional. Los adverbios que la introducen son:

a] Quum con subjuntivo si el hecho se considera en algún modo relacionado con el principal: «Pyrrhus, quum Argos op-pugnaret, lapide ictus est,» Nep. (como Pirro asaltase a Argos, fue herido por una pedrada). El hecho de asaltar a Argos y el de recibir la herida se consideran encadenados: el primero dio ocasión al segundo. «Quum venisset, in vincula conjectus est,» id. (habiendo llegado, fue reducido a prisión). El haber llegado fue ocasión de ser puesto preso. Quum con subjuntivo responde pues a las preguntas, con qué ocasión? en qué circunstancia? bajo qué influencias?

b] Quum, cuando; dum, mientras; ut, ubi, luego que; post-quam, después que, como indicativo, si sólo se trata de fijar la relación temporal entre el hecho principal y el secundario: en este caso la "proposición circunstancial responde a las preguntas: Cuándo? en qué tiempo? en cuál momento? «Pyrrhus ictus est quum Argos oppugnabaU (la herida de Pirro fue cuando asaltaba a Argos). «Ubi venit, in vincula conjectus est» (no bien hubo llegado cuando fue prendido).

A las ocasionales se allega la proposición condicional introducida por si (1), la que lleva su verbo unas veces en indicativo y otras en subjuntivo, según que aquel adverbio significa cuando o equivale a suponiendo que, caso que.

En el primer caso si llega a serequivalente de quum, pero sólo tratándose de hechos futuros: «Si venero»—«quum venero»; o de hechos pasados considerados como ocasionales, es decir, cuando en castellano decimos siempre o cada vez que: «Stoma-chabatur senex si quid asperius dixeram,» Cic. (se enfadaba el anciano cada vez que yo decía algo durillo). En una palabra, si se construye con indicativo, cuando se supone sencillamente un hecho como antecedente de otro, prescindiéndose de su realidad; y con subjuntivo, si a la ¡dea de condición se mezcla la de incertidumbre, o se niega indirectamente lo mismo que se supone, verbigracia: «Hunc patris loco, si ulla in te pietas esset, cé lere debebas,» Cic. (si en ti hubiera algún sentimiento filial, debías honrar a éste como a padre).

§ 187. Proposición causal. Se introduce con quo, quod, porque; quia, por cuanto; quum, quoniam, supuesto que; quando, quandóquidem, ya que. «Dícite, quandóquide.n in teñera consé-dimus herba.» Virg. (cantad, ya que descansamos sobre la blanda yerba.) Con el indicativo el motivo se declara sencillamente, o como una opinión propia; con subjuntivo, se le supone

(r § 85. D, Obs.

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- 315

dependiente de alguna circunstancia, o como opinión ajena (1), verbigracia: «Aristides nonne ob eam causam expulsus est a patria quod prseter modum justus esset?» Cic. (Aristides no fue desterrado de la patria porque diz que era justo en demasía?) A decir «justus era/,» e! escritor se haría responsable de la acusación que indirectamente vitupera.

Asimílanse a las causales las que denotan una causa en contra, o llámense adversativas, introducidas por quamvis, licet, quum, quamquam (los dos primeros regularmente con subjuntivo y el último con indicativo; quum precisamente con subjuntivo); etsi, etiamsi.

O B S E R V A C I O N E S . 1 . A La proposición adversativa introducida por quum es la misma proposición ocasional que modifica accidentalmente su carácter: «Fuit Phocio perpetuo pauper quum ditissimus esse posset,» Nep. Por una modificación análoga puede decirse en castellano: «Foción fue siempre pobre, cuando pudo ser riquísimo.»

2. a Estas proposiciones toman a veces, perdida la fuerza relativa del adverbio, el carácter de coordinadas, según lo que advierte Bello, Gr., § 368, d. V. un ejemplo adelante, § 208,/.

§ 188. Proposición final. Correspóndenle los relativos que sirven cíe anunciativos a la proposición subjuntiva; ut, quo, para que; ne (por ut ne) para que no (2); quin, que no, sin que; quominus, para que no: y üeva su verbo en el mismo modo y tiempo (pres, e imp.) (3) que la subjuntiva, según la regla del § 161. «Hoc sustinete, majus ne veniat malum,» Fed. (sufrid esto, no sea que sobrevenga mayor mal). Si suslineo estuviese en pretérito, pediría veniret.

A las finales se reducen las que, introducidas por ut con antecedentes como sic, ita, adeo; tantas, talís, etc., expresan un resultado o consecuencia: «Nemo adeo ferus est ut non miíés-cere possit, Dúmmodo culturae patientem cómmodet aurem,» Hor. (nadie hay tan feroz que no puede amansarse, como preste oído dócil a la corrección). El no poder amansarse se presenta como consecuencia de una ferocidad extrema.

O B S E R V A C I O N E S . 3.a A ut en estos casos suele sustituirse el adjetivo relativo: «nenio adeo ferus est qui....»

2. a En estas oraciones es rara la omisión del antecedente: «Disetlus fuit ut imprimís dicendo valeret.» Nep.—por: adeo.... ut.

3. a Quo se usa de preferencia cuando en la proposición subordinada ocurre un comparativo: «Quo jacillas intélligi posset,» Nep. mejor que: ut facilius.

( l ) O p r o p i a en o t r a época : «Quum a me quoque id responsum tulisses . me nullo modo, e tc . quod iisdem mcenibus corlrinerem'!tr,,,

-Cic Caí., i, a. (2) E n cas te l lano se u s a también no en vez de para que no;

L a s cor t iuas l levará T e n d i d a s el coche, p r i m a , No sepan que vas en é l . — K ü i z AÍ.ARCÓN'

(3) R a r a vez perf. T e r . , Eun., 5, 4 , 20.

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RESOLUCIÓN D E LA P R O P O S I C I Ó N ACCESORIA

§ 189. La proposición adjetiva equivale ai participio correspondiente del verbo que encierra, así «anni qui veniunt, qui veniebant» equivale a «anni venientes,» Hor.: «dívidit agros quos ceperat,» C ic , a «dívidit agros captos»; Troja quce perebit, quce peritura eral» a «Troja perdura»; «memoria discordiarum quce deleri debet,» a «memoria discordiarum delenda,» C ic ; «vulpes quse imitata est leonem, a «vulpes imitata leonem,» Hor.

O B S E R V A C I O N E S . 1.a Esta resolución es imposible si el verbo carece de! correspondiente participio.

2. a Cuando la proposición adjetiva es explicativa, se le puede sustituir en castellano algunas veces, no siempre, el correspondiente participio en -nao. Tenemos uno simple y varios compuestos, a saber: 1." leyendo, estando leyendo =iegens. 2.° habiendo de leer, estando para leer --=lecturus. 3." habiendo sido leído —lectus. 4." habiendo de ser leído, estando para ser leído =legendus. 5." habiendo leído =-=(Este participio no lo tienen en latín sino los verbos deponentes: imitatusj.

Otros cuasi-pa.rticipios tenemos equivalentes a ios en -ndo-y formados del infinitivo y una preposición, verbigracia, al leer —legens;para feer--—lecturas. «Theophratus moriens accusas-se naturam dícitur,» Cic Teofrasío al morir o para morir, dice-ce que culpó a la naturaleza).

3. a Si la frase es especificativa, no puede sustituírsele nun-ca en castellano al participio en -ndo (1). Algunas veces tiene cabida en este caso el participio en -níe (amante, leyente) u otro adjetivo equivalente. Así «lácrymae non proficientes,» «pro-perantis aquae gyrus,» no pueden traducirse por lágrimas no aprovechando,» «la vuelta del agua apresurándose»: a tiempo que: «el arroyo fugitivo,» «el arroyo que salta,» pueden traducirse en latín: «rivus fugiens,» «rivus saliens.»

4 . A Tanto la frase especificativa como el participio equivalente, pueden usarse en latín sustantivamente: «Non possiden-iem multa vocáveris ( 2 ) Recte beatum» (no con razón se llamaría feliz al que posee mucho). '¡O passi graviora!» Virg. (oh los que habéis pasado mayores fatigas!)"«¿Quid opus est síeculis duratura compónere?» Sen. (qué necesidad hay de componer cosas que duren siglos?)

§ 190. Para que una proposición accesoria circunstancial pueda resolverse por participio, es preciso ante todo que se asimile en alguna manera a la adjetiva, que puede considerarse como modificativa de algún sustantivo, sujeto o complemento,.

U) l i é a q u í por q u é no se h a c r e í d o d e b e r h a c e r c o n s t a r en los c u a d r o s de c o n j u g a c i o n e s e s t a s e q u i v a l e n c i a s del p a r t i c i p i o l a t i n o .

(2) V . § 142, 1<> y S i n t . P a r t . , C a p . 14, Imperativo.

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de la proposición principal de que depende, para lo cual es menester que lo reproduzca o lo envuelva con el mismo o con otro oficio: así, en el ejemplo antes citado: «Pyrrhus quum Argos oppugnaret, lapide ictus est,» el sustantivo sujeto Pyrrhus se subentiende con el mismo oficio en la proposición a c cesoria: «quum Pyrrhus oppugnaret,» En «Spurio Carvilio, quum gráviter claudicaret, mater dixit,» Cic. (a Esp. Carvilio, como cojease notablemente, su madre le dijo, etc.) el sustantivo complemento Carvilio se subentiende con distinto oficio en la proposición accesoria: quum Carvilíus claudicaret»: en uno y otro caso tiene cabida el participio: «Pyrrhus oppugnans ictus est.,» i-Sp. Carvilio claudicanli mater dixit.» No sucede lo mismo en: «Reguli quum valuisset auctóritas, captivi retenti sunt.» Cic. (como la opinión de Régulo prevaleciese, los cautivos fueron retenidos): aquí la proposición accesoria no envuelve sustantivo alguno de la principal; y por consiguiente no tiene lugar la sustitución del participio.

§ 191. Las proposiciones que, llenando este requisito, pueden resolverse por participio, son las ocasionales (inclusa la condicional) y las causales (inclusas las adversativas), como se manifiesta en estos ejemplos: Ocasional: «Aranti L. Quintio Cincinnaío nuntiatum est eum dictatorem esse factum.» Cic. (estando arando L. Quincio Cincinato, se le anunció haber sido creado dictador). Condicional: «Multa sudet- frustraque laboret Ausus idern,- Hor. (sude mucho y se afane en vano si hace el ensayo). Causal: «Tum M. Tullius cónsul, sive praesentiam ejus timens, sive ira commotus, orationem habuit luculentam,» Sal. (entonces el cónsul Marco Tulio, sen que se-sobresaltase con la presencia de Catilina, o que lo moviese la ira, hizo un discurso espléndido] (1 ¡. Adversativa: »Nec tamen, hoc tribuens, déderim queque cseíera,» Hor. (si bien le concedo esto, otras cosas no puedo concederle).

- O B S E R V A C I O N E S . 1. a Propiamente hablando, de las proposiciones circunstanciales la ocasional es la única que debiera resolverse por participio, pues éste, como ella, apenas indica la coexistencia del hecho que expresa con el expresado por la proposición principal: si se sustituye a proposiciones condicionales, causales y adversativas, no es porque él de sí dé la idea de condición, causa u oposición, sino porque el contexto permite se sobrentienda (2).

Cuando decimos que el participio donota coexistencia, no nos referimos únicamente al de presente: así como sequens denota Sa coexistencia del acto mismo, secutus denota la del hecho de haberle ejecutado; secuturus, la de la disposición a ejecutarle. Todo participio, por lo que mira al valor temporal, es simplemente coexistente; este es su verdadero carácter.

(1) V . otro e j e m p l o : « i l e h é i c u l e . n a v i g a t i o n e m valde t i i n e b a m , r e c o r d a n s s u p e r i o r i s tuas t r a n s m i s s i o n i s , " C i c , ad Att., 4 . 17.

(2) tyo- mismo sucede con l a proposic ión o c a s i o n a l . V . § 187, Obs. I 3-

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318 —

2. a La resolución se hace imposible si el verbo carece del participio correspondiente. «Pyrrhus quum oppugnasseU; «Ego, quum Rommam venero»; el participio que aquí se requiere (habiendo atacado, habienao venido) sólo lo tienen los verbos deponentes, según se advirtió en otro lugar; por tanto, pugno y venio no pueden suministrarlo.

3 . a En castellano, no solamente puede sustituirse el participio en -ndo a las proposiciones circunstanciales mencionadas, sino que es preferible; así, «Pirro, estando atacando,» es construcción más frecuente que la otra «Pirro como atacase.» De aquí es que Quum con subjuntivo se traduce comúmente por medio de dichos participios.

§ 192. Si la proposición principal y la accesoria no tienen un sustantivo común a entrambas que permita la resolución explicada, la segunda puede convertirse en un complemento circunstancial, llamado cláusula absoluta o ablativo absoluto, que consta de un sustantivo y un participio, correspondiendo el 1.° al sujeto y el 2." al verbo de la proposición circunstancia!, verbigracia: «Solón et Pisísfraíus, Servio Tullo regnante, vigue-runt» (Solón y Pisistrato florecieron reinando Servio Tulio): «Servio Tullo regnante» equivale a «quum S. Tullius regnabat.»

O B S E R V A C I Ó N 1. a La cláusula absoluta como el participio modificativo, denota simplemente coexistencia, pero permite como aquél, se sobrentienda: 1.°, la idea de condición: «Deo/«-vante» (si Dios ayuda); 2.°, la idea de causa: «sub incertas, ze-phyris motantibus, umbras,» Virg. (bajo sombras, por lo que soplan los vientos, inquietas); 3.", la de oposición: «Pérditis re-bus ómnibus, ipsa virtus se sustentare posse videtur.» Cic. (aun perdido todo, la virtud sabe tenerse en pie por sí misma).

2. a En lugar del sustantivo correspondiente al sujeto de la proposición circunstancial, ocurre alguna vez una proposición completiva (§ 199, Obs. 3. a ).

3 . a En lugar del participio correspondiente al verbo de la proposición circunstancia!, puede usarse un adjetivo: «Dives, amico Hércule,* Hor. (rico, protegiéndole Hércules). «Sereno quoque ccelo, aliquando tonal» Sen", (algunas veces truena estando el cielo sereno). «Me cánsale,» Cic. (siendo yo cónsul). En casos como éstos no podría en latín expresarse el participio, porque el verbo sum no ¡o tiene.

4. a Hay que poner mucho cuidado en no resolver por cláusula absoluta las proposiciones que se resuelven por participio: así no puede decirse: «lupus, agrio correpto, laceravit» (el lobo, agarrado el cordero, le despedazó!, porque hay un sustantivo común a ambas proposiciones («lupus laceravit A G N U M , » « A G -NUS correptus est») que no permite sino la resolución por participio: «agnum correptum lupus laceravit» (el lobo despedazó al cordero una vez agarrado).

Véanse oíros ejemplos: Proposición-ocasional: «Nonnulli équites Romaui, quum egredereíur e Senatu, Csesari gladio rni-nitati sunt.» Por participio: «Nonnulli équites Romani, egredienti ex Senatu Csesari gladio minitati sunt.» No podría decirse por

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cláusula absoluta: «Nonnulli équites Romani, egrediente ex Se -natu, Caesari minitati sunt.» —Otra proposición ocasional también: «Demetrium Phalereum, quum Athenis expulsus esset, Rex benigne excepit.» Puede sustituirse el participio: expulsum; mas no el ablativo absoluto, expulso.

§ 193. La proposición final suele equivaler: 1.° A un participio de futuro usado como predicado, verbi

gracia: «Alexander ad Jovem Ammonem pergit consulturus de origine sua,» Q. Cure. (Alejandro se dirige a Júpiter Amnón a consultarle sobre su origen). Consulturus—ut cónsulat. «Dedit mihi epístolam legendam,» Cic. (me dio a leer la carta). Legen-dam=ut legeretur.

2." A complementos circunstanciales formados por medio de gerundios y participios: «Spectandi ludos gratia, magna mul-titudo cónvenit,» Val. Max. (concurre una gran muchedumbre a fin de ver los juegos). «Retinendi illius causa,» Ter. (con el objeto tíe retenerle). «Ad intelligendum,» Cic. (para comprender). «Ad colendam virtutem,» id. (para cultivar la virtud) (1).

3." A un complemento circunstancial formado con el supino activo, pero esto sólo con verbos subordinantes de movimiento, como eo,pergo: «Lusum it Maicenas dormitum ego Virgiliusque,» Hor. (Mecenas se va a jugar, Virgilio y yo a dormir).

4.° A un complemento circunstancial formado por medio del infinitivo: construcción atrevida, poco usada en prosa, verbigracia: «Ibat videre feras.»

§ 194. Pasando ahora a lo que sucede en castellano, es de advertir que algunas proposiciones accesorias son susceptibles de la misma transformación que las completivas interrogativas; y así suele decirse «alaba al Africano por lo desprendido que fue,» «admira a Catón por lo resignadamente que sobrellevaba la vejez,» en lugar de: «porque fue desprendido,» «porque sobrellevaba resignadamente»: «laudat Africanum quod fúerit ábsti-nens,» «Catonem miratur quod tan fácile senectutem ferret.» Asimismo a —«la edad pasada por larga que haya sido,» corresponde en latín: praetérita aetas, quamvis longa, Cic.

* O B S E R V A C I O N E S . 1. a No hay en latín ejemplar de construcciones análogas si no es que se antepone a un sustantivo (especialmente id) la preposición que en castellano podemos anteponer a adjetivos y adverbios mediante el neutro lo:por lo desprendido, por lo resignadamente (2). Puede pues decirse en latín, con ciertos verbos subordinados: «ex eo quod....» (por lo que....) o simplemente, en otros casos, eo quod: «eo quod fuerit abstinens» (por lo que fue desprendido).

* 2. a Y aquí se echa de ver cómo pasa el relativo a hacerse anunciativo; la construcción «se queja por lo que sufre,» equivale originalmente a «se queja por aquello, aquellas cosas que sufre,» donde que es un mero relativo, complemento objetivo de sufre: mas este oficio se ha ido desvirtuando hasta poder omitirse el antecedente fio) y formar el relativo con la preposición

( 1 ) V . § 200.

(2) V . § 117, 3 .

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una sola palabra: porque, cuyo elemento que es simplemente anunciativo de lo que sigue, como lo es independiente de la proposición, delante de una proposición completiva: «dice que sufre.» La pérdida del oficio relativo permite las locuciones «ex eo quia» (1) ,propterea quod» que rigurosamente pecan contraía concordancia.

C A P Í T U L O XI

Conclusión.

§ 395. Hay ciertas proposiciones accesorias que toman accidentalmente el carácter de completivas: tales son las acarreadas por dum, doñee, si, con subordinantes como exspecto, miror, verbigracia: «Exspectas dum dicat,» Cic. (aguardas a que hable). «íNon miror si qui cómedunt bona,» Hor. (no extraño que algunos consuman su patrimonio).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Lo mismo sucede en castellano: en «avísame si viene,» por ejemplo, si viene aparece como complemento acusativo de avisa.

2. a Esta transformación accidental manifiesta cómo ciertos adverbios relativos deponen este carácter hasta convertirse del todo en anunciativos.

§ 196. Es elegante anteponer a la proposición completiva un demostrativo neutro sustantivado, en aposición con ella, que se adelante, por decirlo así, a llamar la atención sobre su contenido (2), como se ve en estos ejemplos:

a\ Proposición infinitiva. «Illud est maniíestum, nihil eodem loco mansisse quo génitum est,» Sen. (es notorio que nada ha subsistido allí mismo donde se produjo).

b] Proposición subjuntiva. «Non jam illud quaro, ut me dí-l;gat,» Cat. (ya no pido que me quiera).

c] Proposición indicativa. Hemos dicho ya que ésta es precisamente su forma más frecuente (§ 163, 2.°).

di Proposición interrogativa. «Illud qugero peregrinum cur me esse díxerit,» Cic. (quiero saber por qué me ha llamado extranjero). «Illud addúbitat. Dinon, utrum Teribazo sciente an imprudente sitfactum,» Nep. (Duda Dinón si sucedió aquello sabiéndolo o no Teribazo)

e] Proposición completiva por accidente. «Illud quoque te non mínimum adjúverit, si cogitáveris nihil profuturum dolorem

(1) V . p á g . 167, nota. Comp. con la locución p o s t - c l á s i c a dico qui a.

(2) A s í en inglés it, that; en a lemán, es dass; en f r a n c é s , ce que; en c a s t e l l a n o el que, lo que, lo de que: expresiones i d é n t i c a s por l a iorma, m a s no siempre por su valor, que se e x p l i c a n según lo dicho anteriormente (§ 1V4, Obs. 2?-) «MIj es así que el ánimo desordenado s e a tormento de s í mismo,» dice G - ranada , a justándose al g i r o la t ino a s í en el uso ríe e s a especie de aposición, como en el empleo del s u b juntivo en vez de indicat ivo: sea; cf. § 1(>0, 2 o

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tuum,» Sen. (ni te animará poco considerar que a nada conduce tu aflicción).

O B S E R V A C I O N E S . 1 . a Adverbios demostrativos como ita, sic, pueden ocupar el lugar de hoc, illud «Scio plerosque ita scripsisse, Themístoclem, Xerxe regnante, in Asiam transiisse,» Nep. (sé que muchos han escrito que Temístocles pasó al Asia reinando jerjes). «Sic habeas, nihil te mihi nec carius esse nec suavius,» Cic. (sabe que nada hay para mí más dulce ni amable que tú).

2.a Este giro es notablemente enfático y equivale al nuestro: «ya lo que pido no es que me quiera,» lo que sí duda Dinón es si sucedió,» etc.

3. a También suele colocarse la proposición completiva en aposición con sustantivos como opinio, dubium, cogitatio.

§ 197. La proposición completiva tiene de común con los infinitivos y los pronombres neutros (hoc, illud, v. § 131) el poder servir de complemento directo a verbos y frases verbales usadas ordinariamente como intransitivos, verbigracia: «Stupet lucéscere solem,» Virg. (se admira de que resplandezca el sol). « Vive memor (1) quam sis svi brevis,» Hor. (no olvides lo efímero que eres). «Mihi sum conscius nunquam menimis cúpidum fuisse vita?,» Cic. (tengo conciencia de no haber nunca amado demasiadamente la vida).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Esto se verifica señaladamente con la proposición interrogativa.

* 2. a Los actos de orden intelectual no tienen por objeto directo, como los del orden sensitivo, las cosas visibles, que se expresan con nombres, sino fenómenos, hechos, que se representan por medio de un infinitivo o una proposición entera. Hé aquí por qué hay verbos que no admiten sino esta clase de complementos objetivos.

§ 198. La proposición completiva aparece alguna vez en el lugar del genitivo, verbigracia: «Tempus est hinc abire me,» Cic. (tiempo es de que yo me vaya de aquí);—tempus abeundi: mas esta libertad está circunscrita a ciertas frases.

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Lo mismo se verifica con el infinitivo sustantivo y los pronombres neutros. La construcción pudiera explicarse según lo dicho en el § anterior, diciendo que la frase verbal se ha hecho transitiva delante de semejantes complementos.

2. a Otro tanto sucede en castellano cuando en vez de «me hizo señas de o para que viniese,» decimos, omitida la proposición: «me hizo señas que viniese»; licencia autorizada por buenos escritores.

«Dará ocasión que el mar de p e ñ a s lleno Alce el canto en tu gloria.»—(F. DE HERRERA).

«Pues dadme Palabra que no seréis Ingrato.»—(CALDERÓN).

(1) V. § 114, Obs. 3 a

Estudios literarios—M. A. Caro—21

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§ 1 9 9 . La proposición completiva puede usarse como complemento circunstancial yendo en aposición con un sustantivo anterior, que por su terminación y la preposición de que se acompaña, sirve para precisar el caso: «In eo disputant, contaminan non decere fábulas,» Ter. (arguyen que no conviene se confundan los argumentos). «In eo erat occupatus, ut ( 1 ) bellum quam diutíssime dúceret,» Nep. (no pensaba sino en prolongar la guerra.

* O B S E R V A C I O N E S . 1.A Viene a ser éste un modo disimulado de anteponerle la preposición a la proposición misma. Ya hemos visto que la preposición es un auxiliar nato de ciertos casos; por esto no se junta con nombres indeclinables, entre los cuales pueden contarse, atendido su valor sustantivo por una parte, y la falta de casos por otra, los infinitivos y las proposiciones completivas. En castellano, no habiendo declinación, y no siendo por consiguiente las preposiciones correlativas de ciertos sufijos, no puede disonar tampoco su colocación delante de una proposición: «discurren sobre que » «estaba ocupado en prolongar la guerra.»

A pesar de eso, puede a veces introducirse lo (=illud) según vimos (§ 194 , Obs. 1 . A ) ; ejemplo: «No se le conocían los años por causa de lo que se habían anticipado a estampar en él el sello de la vejez,» Fernán Caballero.

2. a La construcción «in eo esse ut» sin perder su carácter gramatical, significa «estar a punto de »

3 . a En cláusulas absolutas puede entrar la proposición completiva como sustantivo ablativo, bastando a anunciar este oficio el participio o adjetivo que la precede: «audito Marcium in Ciliciam tendere,» Sal. (una vez sabido que Marcio partía para Cilicia (2).

(1) Es ta proposición completiva parece subjuntiva; pero no habría dificultad en tomarla como interrogativa (ut dúceret). Esto confirma y evidencia lo dicho en la página salvo que puede también tomarse la interrogativa como posterior a la subjuntiva; pero de un modo u otro, lo cierto es que el valor original de ut es como el de quod, esto es, de relativo, y de aquí le ha resultado el que tiene en proposiciones completivas.

(2) Ejemplos castellanos:

Y visto cuan poca cosa Valen las buenas razones.—(CASTILLEJO). Visto los senadores cómo Dido Por el camino de razón llevada En el armado lazo había caído. L e dicen, etc.—(KRCILLA, Arauc., c, 13).

Este último ejemplo, en que el participio (visto) parece referirse directamente al sujeto (senadores), puede explicarse por la omisión de habiendo, lo mismo que sucede en este pasaje del Maestro Avila. «No os entremetáis en temporales congojas, y cumplido con el trabajo de vuestras manos, tomad cuanto tiempo pudiéredes para os encerrar en vuestro oratorio.» Esto es: habiendo cumplido. Comp. Bello, Gr., § 397, a, y % 380, e, y nota.

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Mas si el participio fuere activo, se hace preciso un sustantivo como opinio: «comitante opinione Britanniam ei provinciam dari.» Tac.

* § 2 0 0 . Casos hay en que el subterfugio que acabamos de explicar se hace imposible o resulta inelegante, y por otra parte no se halla entre las proposiciones accesorias una bastante adecuada al pensamiento que se trata de expresar: entonces es menester recurrir a participios, u otros adjetivos, formando con su ayuda complementos circunstanciales equivalentes a proposiciones subordinadas. «La libertad de formar y enlazar palabras» pudiera expresarse en latín según lo dicho arriba (§ 1 9 8 ) , así: «licentia faceré et júngere verba»; pero siendo este giro atrevido y no pudiendo evitarse ni por medio de un ablativo ni de una proposición accesoria, se hace preciso apelar al participio, y decir con Cicerón: «libertas faciendorum jungendorum que verborum.» Diráse asimismo: «aádiligendos nomines,» Cic. (a amar a los hombres). «In amicis compararíais,» id. (al elegir amigos). «Animis natum poema juvandis,» Hor. (la poesía creada para solazar el ánimo). «Suspectio oppressi Ciceronis» (la sospecha de haber sido asesinado Cicerón).

«In s c e n a m missus m a g n o cum pondere versus, Aut óperas nimium céleris c u r a q u e carentis. Aut ignórala premit a r t i s c i ímine turpi ,» Hor.

(el verso lanzado a la escena con demasiado recargo de sílabas largas, confunde al escritor con la vergonzosa acusación de haber sido trabajada la obra a la ligera y sin cuidado, o de no tener él propio conocimiento del arte).

O B S E R V A C I O N E S . 1.A Este giro, aun en casos en que no es indispensable, se usa por lo elegante y conciso.

2 . A En castellano tiene cabida a veces esta construcción con el participio pasivo amado, verbigracia: «después de tomada Troya» (post Trojam capíam) (1 ) .

3 . a En vez de «animis juvandis» pudiera decirse «ánimos juvando» (dativo del gerundio); en vez de «causa relinquendae patria?,» «causa relinquendi patriam,» Sen. (genitivo del gerundio); pero la primera construcción es la más usada ( 2 ) .

§ 2 0 1 . A veces ocurren proposiciones completivas dependientes de cierta idea que se presupone en vez de yerbo subordinante: «Adeon' hóminem esse invenustum?» Ter. (que haya un hombre tan malaventurado así!) «Tu ut unquam te córrigas?» Cic. (tú corregirte alguna vez?) Syras: «Quid ágitur?» Demea: «Quid agatur?» Ter. (Siró: «Qué hay?» Demea: «Que (3' qué

(1) V . Bello, Gr.,% 380, d. (2) E s t o se e x p l i c a r á m á s detenidamente en l a S i n t . P a r t . ,

c a p . 14.

(3) E l que anunciat ivo no es menester de lante de l a proposición interrogat iva (Bello, Gr., §§ 392, g., 367 c.); m a s en este l u g a r sirve p a j a advert i r , como en latín l a d is inencia subjuntiva (agatur), la ex is tenc ia de un s u b o r d i n a n t e táci to .

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hay?") «Quod honestum sit, hoc solum bonum esse» (1), Cic. que sólo es bueno lo que es honesto). «Quo modo scribendum sit» (2), (sobre cómo se debe escribir).

O B S E R V A C I Ó N . Cuando estas oraciones son admirativas suelen llevar la partícula ne, que pertenece propiamente al subordinante tácito, como se ve en el primero de los ejemplos de Terencio arriba citados, y en los siguientes: «Adeon' hómines immutarier?» Ter., esto es «Credíbile estne,» etc. (que se cambien así los hombres!) «Hánccine ego ut contumeliam tan insig-nem in me accipiam?» Ter., esto es, «Potestne fíeri ut,» etc. (sufrir yo tan horroroso ultraje!).

§ 202. Cuando en castellano se colocan una a continuación de otra proposiciones independientes separadas en lo escrito por dos puntos y en lo hablado por una pausa correspondiente, lo común en latín es enlazarlas en una sola oración apareciendo la segunda como completiva: «Hoc tibi dictum tolle memoncer-tis médium et tolerábile rebus concedí,» Hor. (ten bien presente esto: sólo en ciertas cosas es tolerable la medianía).

§ 203. Una o más proposiciones completivas así enlazadas forman lo que Human los gramáticos estilo indirecto (obliqua oratio).

§ 204. Cuando se habla de lo que otra persona, o uno mismo en cierta ocasión, ha dicho u opinado, o bien se citan textualmente las palabras en estilo directo, o bien se encadenan en el indirecto. En este caso el subordinante es dico, loquor u otro semejante, expreso, o lo que sucede a menudo, envuelto en el contexto: de ambos estilos presenta ejemplo Horacio en este pasaje:

— C h l á m y d e s L u c u l l u s (nt a i u n t ) S i posset centum s tvna ; praebere, rogrntus, «Qui possum tot?» ; i i t ; « tamen et q.u-E' am, et quod h a b e b o M i t t a m . » P o s t paulo s c r i p s i t (2 ' , sibi milita quinqué Esse domi chlámydum; pa'iem vel tólleret omncs.

(Habiéndose pedido a Lucillo se sirvierse prestar cien mantos para el teatro, «de dónde sacaré tantos?» respondió: «sin embargo, buscaré y enviaré lo que hubiere.» Poco después avisó por escrito que tenía en casa cinco mil, y que cispusiesen de parte o de todos).

Lo que va entre comillas está en estilo directo, y lo que aparece en letra cursiva, en estilo indirecto. El verbo subordinante scripsit pudiera muy bien suprimirse; sólo que así no se determinaría que el aviso de Luculo fue por escrito: por lo demás, la construcción sería igualmente correcta.

( 1 ) T í t u l o s de c a p í t u l o s ( C i c , Parad , i. Quint . , Inst., 10, 3). (2) Scribit es como se lee en H o r a c i o : Ep . r. 6. 4 3 . P a r a no com-.

p l i c a r la e x p l i c a c i ó n en ei t ex to , advir t iendo que aquel presente só lo ..por ser lo histórico, es dec i r , por h a l l a r s e en vez del pre tér i to , admi te táller et en l u g a r de tollat ( C i c , De Sen., 10 , h a p a r e c i d o conveniente s u s t i t u i r scripsit.

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§ 205. Respecto de las oraciones de estilo indirecto, debe enerse en cuenta lo siguiente:

1 E l verbo de las proposiciones completivas va en el modo y tiempo correspondientes, conforme a las reglas generales (§§ 155, 161, 174).

2.° Las subjuntivas comparecen sin el anunciativo ut (tólle-ret por ut tólleretj.

* ¿Cómo, se dirá, puede un mismo verbo subordinante gobernar proposiciones infinitivas y subjuntivas? Porque en las oraciones de estilo indirecto el subordinante, tácito o expreso, es un verbo declarativo, los cuales, como queda dicho (§ 160, 1.°, d), toman accidentalmente sentido volitivo. Así dico, scribo, etc., significando «dar de palabra, dar por escrito un anuncio, comunicar un conocimiento,» se construyen con infinitivo (scrip-sit esse domi, etc.); significando «comunicar de palabra, por escrito, un deseo, una orden,» piden subjuntivo (scripsit tólleret). Así pues en oraciones de estilo indirecto en que concurren proposiciones infinitivas y subjuntivas, el subordinante toma alternativamente fuerza declarativa y fuerza volitiva; es uno en la forma y significación radical, pero vario en el carácter. Ejemplo castellano: «Diéronles rebato diciendo que venia el esposo, que le saliesen a recibir.» ( G R A N A D A ) .

3. a El verbo de las proposiciones accesorias va en subjuntivo: «Huic ille (subordinante tácit J , dixit supongamos) classem Lacedaemoniorum, quce subducta esset ad Gytheum, clam incen-di posse,» Cic. Edíjo:e Temístocles a A'istides que era fácil, sin que lo sintiensen, pegar fuego a la armada de los Lacedemo-nios que habían tomado puerto en Giteo).

Se emplea el indicativo en vez del subjuntivo cuando se expresa una opinión propia o se hace una advertencia incidental. Pudiera, pues, decir Cicerón «subducta erat» si sólo tratase de instruir al lector de esta circunstancia como cosa del todo independiente de las miras de Temístocles.

* Hé aquí un ejemplo castellano de estilo indirecto a la latina: «Respondió Cortés que antes moriría :en latín sería futuro de infinitivo) que dejar tierra que había (subjuntivo) él ganado y pacificado y si a gran tuerto le quería (imperfecto de subjuntivo) hacer guerra que se sabría (futuro de infinitivo) defender, y si vencía (pluscuamperfecto subjuntivo), como esperaba en Dios y en la razón, que no había menester (infinitivo) sus naves, y si moría (pluscuamperfecto subjuntivo), mucho menos. Por eso le mostrase (imperfecto subjuntivo) las providencias y recaudo que del rey traía.» L Ó P E Z D E G O M A R A .

§ 206. Hemos visto que el tiempo del verbo de las proposiciones subordinadas es relativo a la época señalada por el verbo subordinante, y sobre este principio se basan las reglas dadas para el recto uso de los tiempos en dichas proposiciones. Queda por explicar el caso en que el verbo de la proposición accesoria envuelve una relación temporal doble, por ser por una parte futuro respecto del verbo subordinante, y por otra pretérito respecto del de una proposición completiva cercana, dependiente del mismo subordinante. Por ejemplo:

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Si decimos «ellos ofrecen entregarse cuando Milcíades llegue,» el verbo llegue expresa un hecho evidentemente posterior a! ofrecer, anterior al entregarse.

En casos como éste, si el subordinante es presente o futuro, el verbo de la proposición accesoria va en futuro perfecto de indicativo o en pretérito perfecto de subjuntivo, según que signifique sencillamente el hecho, o lo presente como puramente hipotético: «Dicunt quum Miltiades vénerit, sese dedituros esse» (vénerit de venero); «dicunt si forte Miltiades vénerit,» etc. (vénerit de vénerim). Va en pluscuamperfecto de subjuntivo, si el subordinante es un tiempo cualquiera de pretéritc: «Dixe-rant, quum eo pervenisset, sese dedituros,» Nep. «Plus habitu-rum me auctoritatem non dubitabam, si prior ipse consurrexis-sem,» Sen. (no dudaba que mi palabra tendría más peso, si yo daba primero el ejemplo de buen ánimo).

O B S E R V A C I Ó N . Esta misma regla es aplicable cuando no habiendo proposición completiva expresa, se subentiende no obstante la idea de cierto hecho, mediante el cual se produce la relación de anterioridad; diríase pues «Xerxes praemium propo-nit ei qui invenerii novam voluptatem» y «proposuit qui invenisset,» Cic. Se subentiende la idea de dar o recibir el premio, hecho respecto del cual es anterior el del descubrimiento del nuevo goce. Es como si se dijera, mediante la proposición completiva: «Prgemium promisit datum iri,» o «promisit se prae-mium daturum,» etc. (prometió que se daría un premio, prometió que daría un premio).

§ 207. Si el hecho denotado por la proposición accesoria puede considerarse coexistente o próximamente anterior respecto del verbo de la completiva, al futuro perfecto de indicativo y pretérito perfecto de subjuntivo pueden sustituirse respectivamente el futuro imperfecto de indicativo y presente de subjunti 10 (veniet, venial por vénerit, vénerit); y al pluscuamperfecto de subjuntivo el imperfecto del mismo modo (veniret por venisset). Pero estas sustituciones casi no se usan sino es para evitar en la voz pasiva y con los verbos deponentes el uso de tiempos compuestos, verbigracia: «Spero te, si pugnetur, vic urum.» «Castella communivit quo faciüus, si se invito transiré conaren-tur, prohiben possent,» Cés.

§ 208. En el análisis de las oraciones debe tenerse presente que un verbo subordinado puede ser subordinante de otro y éste de otro, y así indefinidamente. «Tarquinium (dice Cicerón) dixisse ferunt exulantem se intellexisse quos fidos amicos ha-buisset, quos infidos, quum jam neutris gratiam referre posset: quamquam miror illa superbia et importunitate, si quemquam habere potuit» (refieren que Tarquino dijo haber conocido en su destierro cuáles le habían sido leales amigos, y cuáles fa/sos, cuando ya ni a los unos ni a los otros podía manifestar agradecimiento: si bien me admiro que en medio de tanta altivez y aspereza pudiese haber tenido alguno). Hé aquí ordenada y analizada esta oración:

a\ Ferunt, verbo subordinante de

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b] Tarquinium dixisse, proposición infinitiva, cuyo verbo dixisse es subordinante de

c\-se exulantem intellexisse, proposición infinitiva, cuyo verbo intellexisse es subordinante de

d] quos amicos fulos habuisset \ proposiciones d'\ quos (amicos) infidos ¡habuisset) I interrogativas. e] qaum jam posset referre gratiam neutris, proposición ac

cesoria acarreada por el adverbio relativo qaum. f\ quamquam miror, proposición coordinada mediante la

conjunción quamquam, y cuyo verbo miror es subordinante de g\ sipotuit habere quemquam, proposición accesoria em

pleada en este lugar como completiva: h] illa superbia et importuniiate, complemento circunstancial

que, no obstante no llevar participio, tiene fuerza de cláusula absoluta, equivalente a «quum tanta esset superbia»

O B S E R V A C I Ó N . El encadenar así las proposiciones es requisito indispensable para obtener el número oratorio de la prosa ciceroniana: cómo debe ser este encadenamiento, lo enseña la Retórica. Si bien es verdad que la asidua lectura es la mejor maestra, y un oído bien educado, el mejor juez en lo tocante a,la formación y combinación de los períodos.

SINTAXIS PARTICULAR

CAPÍTULO I

De los adjetivos.

% 1 0 9 — H á n n i b a l C a r t h a g i n i e u s i s .

En latín es muy frecuente el uso del adjetivo en casos en que el genio del habla castellana prefiere o exige un complemento adjetivo (1), verbigracia: «Hánnibal Carthaginiensis,» Nep. (Aníbal de Cartago). «Tumultu Cinnano,» id. (en los alborotos de Ciña). «Socrática? charta?,» Hor. (las obras de Sócrates). «Conjux Hectórea,» Virg. (la mujer de Héctor).

En esta clase de adjetivos se cuentan algunos que se usan en la terminación neutra, denotando pertenencia moral o incumbencia: «De se ipso dicere, senile est,» Cic. (es cosa de viejos hablar uno de sí mismo). «Et faceré et pati fortia, romanum est,» Liv. (hacer y sufrir grandes cosas es de romanos). Así alienum, humanum, regium, juvenile, paternum, muliebre, etc. Pueden sustituírseles complementos adjetivos, como se verá adelante.

O B S E R V A C I Ó N . No debe confundirse esta contrucción con la excepcional de que se habló en el § 121, Obs. (dulce salix):

(1) V . p á g . 188, nota 2*

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Senile, romanum están en la terminación neutra concordando con infinitivos, que son sustantivos neutros. La construcción sería irregular, como aquella otra, si se dijese, verbigracia. «Garrúlitas senile est,» lo cual es enteramente inusitado.

§ 2 1 0 — P e r u n c t i fascibus. T e g a t c o m m i s s a .

Suelen sustantivarse los adjetivos: 1.° En la terminación masculina, envuelta la idea de hombre,

verbigracia: «Thebis nutritus,» Hor. (el que ha sido creado en Tebas). «Poémata qua? cánerent peruncti fascibus,» id., (versos que debían cantar hombres ungidos de mosto). Lo mismo boni (los buenos), sapientes (los sabios), etc.

2.° En la terminación neutra, envuelta una idea indeterminada de algo, cosa, verbigracia, «omne tulit punctum qui mis-cuit úíile dulcí,» Hor. (granjeóse todo sufragio el que haya reunido lo útil y lo dulce). «Tegat commissa,» id. (guarde las cosas confiadas) (1). Multa (muchas cosas, mucho), plura (más cosas, más), etc.

O B S E R V A C I O N E S . 1. a A estas reglas se sujetan los participios y frases adjetivas (§ 189, Obs. 4 . A ) .

2. a El adjetivo sustantivado se construye como sustantivo, admitiendo sus correspondientes regímenes: «Públicum malum,» Sal. (la pública calamidad). «-Tanlum molestias,» Cic. (tanta molestia (2). «Ex noto,» Hor. (de lo conocido). «In occulto,» Cic. (en oculto). «Ex compósito,» Virg. (según lo acordado).

Los participios sustantivados conservan de la naturaleza del verbo el poder acompañarse de adverbios, verbigracia: «Prse-mia rede factorum, Cic. (la recompensa de las buenas acciones). «Multa facete dicta,» id. (muchos dichos chistosos).

3. a No deben tomarse sustantivadamente las terminaciones comunes al género masculino y al neutro, cuales son el genitivo-y el ablativo de plural, a menos que el contexto remueva la ambigüedad del sentido; así, «de muchas cosas» no se dirá multorum sino multarum rerum.

4.° Hay sustantivos y aun adverbios que no son propiamente sino adjetivos sustantivados en tal o cuál terminación, según el género y caso del nombre con que acostumbraron acompañarse antes de deponer su carácter, por ejemplo: natalis (dies); arithmética (ars); altum (mare); hac, lilac, etc. (vía).

(1) E s de notar l a tendencia que h a y en c a s t e l l a n o a s u s t a n t ivar l a terminación femenina de los pronombres , en vez de la neut r a , en f r a s e s como é s t a s : «pifiar/a »; «habérse /as con»; «la e c h a n de l i b e r a l e s , » M o r a (v. G a r c é s . Del V. y El., tom. I , p. 5 & sg. S a l v a , Gr., p. 142). E n lo antiguo se d e c í a : « S a b i e n d o que lo h a b í a n con gente a r r e b a t a d a » ( I l l e s c a s ) . « S a n c h o ! S a n c h o ! mejor te lo h a g a n tus hijos que tú c o n t r a mí lo h a s hecho» ( e x c l a m a c i ó n que V a r g a s y P o n c e pone en b o c a del Rey D. Alonso) .

«Al lá se lo h a y a con su a m a r g a suerte» -VALBUENA (2) « A y cuanto de f a t i g a ! » L e ó n . V . adelante c a p . 9, Pars Mi-

litum.

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§ 211—Summus mons.

Conforme a estos principios, puede decirse summum mon-tis, Sal. (lo más alto, el tope del monte). Sin embargo, la construcción trillada es summus mons (Cic , Cés.); la cual tiene lugar con adjetivos de dimensión, especialmente superlativos, como summus, medius, ínfímus; primus, exiremus, ínfimus o imus, réli-quus. 'Prima luce,» Cés. (a la punta del día). «Tantum bellum Cn. Pompeius extrema hieme apparavit, ineunte veré suscepit, media átate confecit,» Cic. (Pompeyo hizo los preparativos de aquella gran guerra a fines del invierno, la emprendió con la primavera, y la concluyó a mitad del verano). •¡•Réliquum oppidum,» Nep. (el resto de la ciudad).

§ 212—Flcntem flens ipsa tenebat .

Es elegante en latín la expresión de adjetivos dependientes de un pronombre tácito, a tiempo que en castellano se acude a un rodeo para decir lo mismo ( 1 ) . «Uxor amans flentem flens acrius ipsa tenebat» (2 ) , Ov. (mi amante esposa, llorando yo, me abrazaba llorando ella misma aun con más desesperación); esto es, me flentem. «Placideque quiescas, Térraqui secura sit super ossa levis,» Tib. (descansa tranquilamente y segura en tu sueño, sea la tierra ligera a tu ceniza); esto es: tibi securce.

A esta regla se reduce el modismo «mea ipsius manu» (por mi propia mano (§ 4 5 , Obs. 2 . A ) : «Ex uníus tua vita pendet omnium,» Cic. (de la vida de un hombre, que eres tú, pende la de todos).

O B S E R V A C I Ó N . Repárese en la traducción de los ejemplos que aparecen como equivalentes de los adjetivos cláusulas absolutas (llorando yo, segura tú); las cuales no pudieran emplearse en latín porque el sustantivo que debían llevar (me fíente, te secura) reside más o menos sensiblemente en la principal (me tenebat, ossa tua) ( 3 ) . Aquellas construcciones se reducen a la regla del § 192 , Obs. 4 . A

(1) De no ser usual l a aposición con los pronombres , como se dijo en otro l u g a r , se h a or ig inado el ser edos en c a s t e l a n o c a s i los únicos sustantivos que admiten sin a m b i g ü e d a d p r e d i c a d o s acusat ivos como los que a p a r e c e n en estos ejemplos.

Concédete generoso—FR DE ROJAS E s t a noche le h s soñado. Celoso de otro g a l á n — R u . z DE ALARCÓN Si te reñí enamorada— JLOPE

Si se dijese : «reñí a l a niña e n a m o r a d a , » y a este adjetivo no son a r í a como predicado , sino como simple modificativo.

(2) Imitó es ta construcción J e r ó n i m o V i d a en aquel p a s a j e de su C r i s t í a d a que d i c e :

Cedo íg i tur victus , tandemque uxor ius i l l a m Accedo , et l á c r y m a n s l a c r y m a n t e m ad l i m i n a duco.

(3) Tua — tuit V . c a p . S, Gloria qui estftuctus.

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C A P Í T U L O II

De los comparativos.

§ 213—Sol amplior q u a m t é r r a .

Los comparativos, así adjetivos como adverbios, se construyen con una proposición accesoria introducida por el adverbio relativo quam, verbigracia: «Sol amplior est quam térra,» Cic. (el sol es más grande que la tierra). «Illum plus, quam me, ama,» Ter. (le amas más que a mí). Ita (1) sentio, latinam linguam/ocu-pleliorem esse quam grozcam» Cic. (creo sí que el latín es más abundante que el griego).

El verbo de la proposición accesoria no se expresa por ser el mismo de la principal o subordinante; pero aunque tácito, es el que determina el caso de los sustantivos que en aquélla ocurren; así, a expresarlo en los ejemplos antecedentes tendríamos: «quam térra ampia est» (2); quam me amas,»; «quam graecam linguam locuplétem esse sentio»: oración de infinitivo esta última, a la que faltaban así el verbo subordinante como el subordinado.

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Como se ve, omítense en la proposición accesoria algunas palabras, fuera del verbo. En castellano decimos: «escribo con menos frecuencia que solía» (3) o «de (4) lo que solía»; «los campos fértiles dan más que reciben» o «de lo que reciben»; en latín: «Rarius scribo quam solebam»; «agri fértiles multo plus éfferunt quam acceperumt.»

En casos como éste lo que se subentiende en la proposición accesoria latina es un sustantivo con su correspondiente relativo, expresos en el segundo giro de la castellana: «más de lo que recibieron.» Con todo esto, exprésase el relativo (tácito por lo regular el antecedente):

a] Cuando no se subentiende naturalmente: nihil est ad-mirabilius quam quomoao Fabius mortem filii tulit,» Cic. (nada más digno de admiración que el modo como sobrellevó Fabio la muerte de su hijo).

b] En las frases enfáticas, su verbo en subjuntivo, que se explican adelante, § 219.

2. a Puede decirse en castellano, aunque en modismo inele-

(1) V . § 196, Obs. 1?

(2) H á l l a s e a l g u n a vez e x p r e s o i n n e c e s a r i a m e n t e : « T h a i s q u a m ego sum, m a j u s c u l a es t . » T e r .

(3) «Me he d i l a t a d o m á s que p e n s a b a y a c a s o m á s que d e b í a . » IRIARTE . « A q u e l l a d i l i g e n c i a m á s a y u d ó a l a confusión del Conde de lo que pudo s o c o r r é r s e l a . » MELÓ. V . Bello , Gr., § 374.

(4) E n vez de que, por eufonía. BELLO, ibid.

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gante ( 1 ) : «tu condición es mejor que no la nuestra»; en latín no tiene cabida la negación: «Melior est tua quam nostra condi-tio,» Cic.

§ 2 1 4 - Q u a m adolescentia f u i s s e t

Es menester expresar el verbo de la frase accesoria cuando no puede subentenderse, a lo menos con el mismo valor temporal, el de la proposición principal o subordinante; y si no hubiere otro que expresar, se echará mano de sum. «Cyrus ne-gat se unquam sensisse senectutem suam imbecilliorem factam quam adolescentia fuisset,» Cic. (Ciro dice que nunca ha sentido se haya hecho más endeble su vejez que lo fue su mocedad). «Homini non gratiosiori quam Callidius est, Curidio, argentum reddidisti,» Cic. (diste ¡a plata a Curidio, sujeto no más considerado que Calidio).

OBSERVACIONES 1.A El verbo sum en estos casos es tan frecuente en latín como poco usado en castellano (2). Es asimismo extraña a nuestro idioma la anteposición de la frase accesoria al comparativo ( 3 ) usada a veces en latín: «His igitur, quam physiscis, potius credendum exístumas?» Cic.

'* 2. a Algunas veces después de un comparativo acusativo viene la frase accesoria sin verbo, no obstante no subentenderse el que antecede, y llevando en acusativo por atracción el sustantivo que debiera hacer de sujeto, verbigracia: «Potentio-rem me futurum apud te non dúbito quam dolorem tuum,» Sen. (no dudo seré contigo más fuerte que tu pesar); en vez de »quam dolor tuus est.» El mismo pasaje de Cicerón «quam graecam....» que explicamos por la elipsis de verbos anteriores, puede explicarse, quizá más acertadamente, por atracción; pues el escritor compara no tanto sus opiniones cuanto la riqueza real, objetiva de las dos lenguas; «quam grcecam» vale «quam grajea est.»

§ 215 —Melle dulcior o ra t io .

A la frase accesoria puede sustituirse elegantemente un ablativo, siempre que el término de la comparación sea un sus-

(1) E s notable el s iguiente l u g a r de R i v a d e n e i r a . en que la c l a r i d a d e x i g e el no: « H a juzgado el Señor que e r a mejor s a c a r bien de los m a l e s , que no no permit i r los mismos males »

(?) Y eso, antepuesto s iempre el reproductivo lo: «que ¿o fue su mocedad.» Son a r c a i c a s e s t a s f r a s e s : «No tiene otro mejor ministro p a r a e jecutar lo que desea que es l a ocasión »—CERV,

—Dios entre l a gente C r i a t u r a m á s e x c e e n t e Que yo soy, no l a h a cr iado—CASTILLEJO

( 3 ) Sin d u d a por l a confusión que o c a s i o n a r í a l a identidad ent r e el relativo adjetivo ( q u e = q u i ) y el adverbio ( q u e — q u a m ) . De dic h a anteposición a p e n a s si se h a l l a ejemplo en autores muy a n t i g u o s : « V i r g e n que el sol m á s p u r a . » L . DE LEÓN . P u e d e sí t r a s p o n e r s e el adjetivo quedando a t r á s el adverbio comparat ivo . « V i r g e n más que el sol pura* en vez de <unás i>ura que el sol .»

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tantivo (1) y el adjetivo comparativo esté en nominativo o acusativo. «Ex ejus lingua melle dalcior fluebat oratio,» Cic. (de los labios de Néstor manaban palabras más dulces que la miel). «Nihil est bello civili miserius,» id. (no hay nada más lastimoso que la guerra civil). «Invidia Sículi non invenere tyranni Majus tormentum,» Hor. (tormento más cruel que la envidia no lo inventaron los tiranos de Sicilia). «Illum non puduit locupletiorem esse Pómpelo,* Sen. (no se avergonzó de ser más rico que Pompeyo). En los dos primeros ejemplos el comparativo es nominativo: dulcior miserius»; en los dos últimos acusativo: majus, locupletiorem: en unos y otros el término de la comparación es un sustantivo: melle, bello: invidia, Pómpelo.

O B S E R V A C I O N E S . 1.A Es indispensable el ablativo en vez de la frase accesoria cuando el término de la comparación es o lleva consigo un pronombre relativo; así, Cicerón, hablando de la educación de la juventud, dice: «Quo quidem opere quid po-test esse prozclarius?» (ni qué puede haber más nermoso que aquella (2) labor?») No pudiera decirse: «quam quod opu?.»

* 2." Este ablativo equivale, en su valor intrínseco, al complemento formado con la preposición de que en ciertos casos se usa en castellano después del comparativo (3) . Si alguna preposición permitiera el uso que se le antepusiese, sería ab, significativa, como la castellana, de la idea de punto de partida. Así «nihil est virtute formosius,» significa propiamente «nada hay hermoso partiendo DEL grado que ocupa la virtud,» o «más arriba, más allá DE la virtud» (4 ) .

§ 216 - M o l í a s C h r y s i p p o .

Aunque menos frecuentemente que los adjetivos, también se construyen con ablativo algunos adverbios comparativos, como magis, minus (que se consideran como inmediatos modificativos del adjetivo), plus, melius. «Hoc nemo fuit minus ineptus, magis severas,» Ter. (nadie ha sido menos dejado ni más austero que él). «Qui (Horneras) quid sit pulchrum, quid turpe, Plenius ac melius Chrysippo et Crántore dicit,» Hor. (el cual Homero inculca qué es honesto, qué indecoroso, más satisfactoriamente y mejor que Crisipo ni (5 ) Crántor).

§ 2 1 7 - - M e t u i q u a m d í l i g i m a l l e .

Malo, que envuelve a magis (magis voló) se construye con quam, siendo ordinariamente dos infinitivos, o proposiciones in-

(1) Inclusos los pronombres. (2) Sobre qui=aquel, v. adelante c S, Quos ego. (3) V. Bello, Gr., § 37-), a. (4) V. al fin nota sobre el Comparativo. (5) « L a más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los pre

sentes, ni verán los venideros,» CERV . Este ni corresponde al no de que se habló arriba, § 213, 2 a , y así no tiene equivalente en latín sino en la parte conjuntiva que encierra (ni=y no): el aut.

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fruitivas, los extremos de la comparación: «Vereor ne metui a cívibus tuis quam diligi malis,» Cic. (recelo que prefieras ser temido a ser amado de tus paisanos). «Bellum quam pacem tna-lebant,> Sal. (querían más bien la guerra que la paz).

Lo mismo que malo se construye prcestat (estar primero, ser mejor).

O B S E R V A C I Ó N . Malo se halla a veces con ablativo; como también con subjuntivo en vez de infinitivo (§ 150, 3.°). Ocurre alguna vez (lo mismo que tal cual adjetivo comparativo) combinado con un adverbio comparativo pleonástico, verbigracia: magis malo, potius malo (=preíiero más bien).

§ 218 - P o t i u s q u a m te d é s e r a m .

Más bien que o primero que con infinitivo se traducen al latín por potius quam, regularmente con subjuntivo: «Animam re-liquam potius quam te déseram,» Ter. (moriré antes que dejarte). «Sese inhoneste optavit parere hic divitias Potius quam honeste in patria pauper viveret,» id. (prefirió enriquecerse aquí por medios ilícitos a vivir en su patria pobre pero honradamente).

Lo mismo se construye prius quam, si el hecho que se expresa es contingente o dependiente de la voluntad, verbigracia: «Pauca prius explananda sunt quam initium narrandi faciam,» Sal. (hay algunas cosas que explicar antes de empezar la narración). Hechos indefectibles o independientes de la voluntad requieren indicativo.

§ 2'.9 - Q u a m u t . . . . Q u a m q u i . . .

Después de un comparativo, quam ut o qui con subjuntivo equivale a demasiado para con infinitivo o subjuntivo: «Major sum quam ut mancipium sim mei córporis,» Sen. (soy demasiado grande para ser esclavo de mi cuerpo) (1). «Ferocior oratio visa est quam quce habenda apud regem esset,-» Tit. Liv. (pareció la arenga demasiado altanera para ser pronunciada delante de un rey).

La traducción literal es: «Soy más grande que (hubiera de ser) para que fuese esclavo de mi cuerpo*; «la arenga pareció más altanera que (debiera) la que hubiese de ser pronunciada,» etc.

* Nótese que en oraciones comparativas no entra el infinitivo o la proposición de su nombre sino en calidad de sujeto o complemento directo, como proposición completiva. En los casos como los que anteceden entra el subjuntivo, porque la proposición que forma es accesoria.

§ 220—Quam pro numero.

Quam pro y un ablativo en pos del comparativo, es proposición elíptica que vale en atención a, según, verbigracia: «Prse-

(1) Al t r a d u c i r este p a s a j e conserva F r . L u i s de G r a n a d a el g i r o latino, pero es uso muy r a r o en c a s t e l l a n o : « M a y o r soy y p a r a m a y o r e s c o s a s nacido, que p a r a ser esclavo de mi c a r n e . »

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lium atrocius quam pro número pugnantium,» T. Liv. (conflicto encarnizado en proporción del número de los combatientes): esto es, «atrocius quam debuit esse pro número» (más encarnizado que debiera por el número).

Análogo en significación es este giro de Nepote: «Wturn erant témpora, ditis,» que Azara traduce (rico para aquellos tiempos.»

§ 2 j 1 - F .u ' t ior q u a m doctior .

Para comparar dos cualidades de un mismo sujeto, o dos fases de un mismo hecho, se contraponen dos adjetivos o adverbios comparativos, verbigracia: «Fortior quam doctior,» Sen. (más valeroso que sabio). «Fortius quam felicius,» Liv. (más valerosa que afortunadamente). Mas si no se emplea en la primera parte la inflexión comparativa, tampoco en la segunda: «fortis magis quam doctus.»

Grotefend, citado por Arnold, cree que hay diferencia entre estas tres construcciones: «Tifus fortior est quam doctior,» «magis fortis quam doctus» y «fortis est quam doctus» (tácito el comparativo) ( 1 ) , significando la 1.A «Tito es todavía más valeroso que sabio»; la 2. a «es má; valeroso que no sabio»; la 3. a «más bien valeroso que sabio.»

§ 2 2 2 — P l u s ajquo l í b e r .

Hay ciertos sustantivos y adjetivos sustantivados que pueden servir de término de comparación en ablativo, con significación más extensa que manifiestan; como fama por «lo que cuenta la fama»;spes «lo que promete la esperanza»; aiquum «lo que dicta la justicia.» etc. «Quid tibi visa? majora, minórave fama?» Hor. (qué te han parecido? superiores o inferiores a su reputación?) «Spe deterius riostra,» id. (más tristemente que espero). «Plus cequo líber,» id. (franco más de lo debido).

O B S E R V A C I O N E S . 1.A Puede decirse asimismo evitando el comparativo «est durus prater aequumque et bonum,» Ter. (es severo fuera de justicia y razón). «Patiens supra quam credíbi-le est,» Sal. (sufrido más que puede imaginarse).

2. a A veces se usa el comparativo solo, pudiendo subentenderse algo como cequo, sólito, verbigracia: «Nulla res major sine eo gerebatur,» Nep. (ningún asunto algo grave se trataba sin él)—/, e. «major sólito.»

* 3. a La amplitud de significación de los sustantivos dichos no es desconocida en castellano, como lo acredita la traducción del primer ejemplo, y este verso de don L. Moratín:

E x c e d i e n d o el suceso a la esperanza.

§ 223—Quo d i f f i c i l i u s , hoc p r a s c l a r i u s

Adverbios en o como tanto, quanto; eo, quo; multo, paulo, aliquanto, duplo son los que más comúnmente modifican a las

(1) Potius, s egún el mismo a u t o r : e s t a omis ión es r a r a en l a época c l á s i c a .

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palabras comparativas, verbigracia: «Quanto formosior!» Ter. (cuánto más hermoso!) «Multo malo,» Cic. (prefiero con mucho). Ya en otro lugar (§ 86, b) hicimos notar cómo se contraponen los demostrativos hoc o eo y tanto a sus correspondientes relativos quo, quanto, verbigracia: «Quo quid est difficilius, hoc proeclarius,» Cic. (cuanto más ardua es una empresa, tanto más gloriosa); o bien, tácito el antecedente: «Quanto quisque sibi plura negávirit, a Diis plura feret,» Hor. (cuanto más se niegue uno a sí propio, más recibirá de la Divinidad) (1).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a A eo uhoc puede contraponerse una frase accesoria no comparativa mediante quod, verbigracia: «Statui res gestas populi Rom. prescribiré, eo, magis quod, mihi a spe, metu, partibus Reip. ánimus liber erat.»

* 2. a Ocurren comparativos modificados por adverbios en um (multum, aliquantum, etc.); pero ha hecho prevalezcan los en o la fuerza ablativa que conservan (§ 85, B. Obs. 2. a), puesto que al ablativo incumbe señalar en qué una cosa es más o menos que otra (cap. 10, Abl. de causa).

§ 2 2 4 — P l u s honori. M a j o r léetitia.

Más, sustantivo, se vuelve en latín por plus: «plura dixi quam volui,» Plaut. (dije más que quise). Más, adjetivo corresponde a major: «major laetitia,» (más alegría); pero a este adjetivo suele preferirse el sustantivo plus, mudándose de consiguiente la construcción: «plus honoris,» Cic. (más honor; literalmente, más de honor). «Plus virum,» id. (más hombres) (2).

Menos tiene, en sus distintos valores, equivalentes análogos: «pauciora dixi quam volui» (dije menos que quise); «minor laetitia» (menos alegría); «minus honoris» {menos honor).

Más y menos también se usan adverbialmente, verbigracia: «más prudente» (magis prudens); «más quisiera, más bien quisiera que......... magis velim quam (Hor.); «el verdadero amigo no se quiere a sí mismo más que al amigo» (verus ami-cus nihilo plus seipsum quam amicum díligit, Cic) .

§ 225 — P l u s anmim vixit .

Plus, minus, amplius y otros comparativos suelen construirse inmediatamente, sin afectarle, con el sustantivo que debiera formar el término de la comparación, verbigracia: «Plus mille capti.» Liv. (más de mil prisioneros); por plus quam mille. «Te-cum plus annum vixit,» Cic. (más de un año vivió contigo); en vez de plus anno.

O B S E R V A C I O N E S . 1. a O con adverbios: plus millies, plus se-mel.

2. a Decimos por el mismo estilo en castellano: «perecieron dos mil infantes nada menos» (ceciderunt dúo millia haud minus péditum, Liv.); «poco más o menos» (plus minusve).

(1) V . Bello , Gr., c . 40 y espec ia lmente h a c i a el fin. (2) V . Bello , Gr., §§ 53, 2? , 370, a.

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O T R A S F R A S E S C O M P A R A T I V A S

§ 226. A los comparativos se asimilan varios adjetivos y adverbios que significan semejanza o desemejanza, como alius, otro; idem, el mismo; tótidem, otros tantos; par, igual; cegué, justamente lo mismo; secus, de otra manera, etc., los cuales se construyen ordinariamente con ac o atque (alguna vez et) delante de una frase accesoria; verbigracia: «alium esse censes nunc me atque olim?» Ter. (me juzgas ahora distinto del que antes era?) «Haui secus exarsit ac circo taurus aperto,» Ov. (se enfureció como toro en el ancho circo).

Y de tal manera se dan la mano estas palabras con las propiamente comparativas, que suelen construirse las unas como las otras, según manifiestan estos ejemplos: «Non Apóllinis magis verum, atque hoc, responsum est,» Ter. (no es más cierta que esto una decisión de Apolo). «Qui peccas minus atque ego?» Hor. (por dónde eres menos culpable que yo?) «Nulla alia re quam bonitate,» Nep. (no por otro medio que por la benevolencia). «Alius Lysippo,» Hor. (otro que Lisipo) (1).

OBSERVACIONES. 1. a En vez de ac si, en estas oraciones ocurre a menudo quasi.

2. a Alius y sus afines en frase negativa o interrogativa de negación indirecta, admiten más bien que ac, atque, el adverbio relativo quam o nisi (2), o si cabe, la preposición prceter: el primero aparece en el pasaje de Nepote citado há poco; el segundo y la última en éstos de C i c : «Díscere nihil aliud est nisi recordad» (aprender no es otra cosa sino recordar). «Nec quid-quam aliud philosophia est prceter studium sapientiae» (la filosofía no pasa de ser el estudio de la sabiduría). Nisi ocurre también con comparativos: «Nihil amplius oro nisi ut » Hor. (nada más quiero sino que ); y prceter en otras oraciones análogas, equivaliendo exactamente a fuera de. «Nemo prceter nos.» Cic.

3 . a ídem se construye también con el adjetivo relativo y a veces con el adverbio de la misma natureleza ut; siendo de advertir que en el primer caso, si es un complemento circunstancial el que se reproduce, se acostumbra así en latín como en castellano (3) callar la proposición en la frase accesoria, verbigracia: «Incidit in eamdem invidiam quam pater, Nep. «In eadem opinione fui qua réliqui,» Cic. (cayó en la misma desgracia que su padre; fui de la misma opinión que los demás); en vez de in quam (se. incíderant) in qua (se. fuerunt).

(1) Construcción a t revida , i m i t a d a del gr iego . (2) Que o sino: v. B a r a l t Dice, de Gal., p. S 4 S , Bel lo Gr.,% 369, b. (3) «.En l a m i s m a pobreza que antes e s t a b a , » CERV . V . Bello ,

Gr., c a p . 36, a. § 369.

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— 337 —

C A P Í T U L O III

De los superlativos.

§ 227. En castellano tenemos dos especies de superlativo: absoluto y relativo. Aquél pondera la cualidad de un objeto mirado en sí: «ciudad muy bella o bellísima»:éste supone una comparación del objeto que se expresa con otros de la misma clase: «la ciudad más bella de América.» En latín no hay más que una forma en ambos casos: pulchérrima significa muy bella, bellísima, y también la más bella.

En castellano el superlativo relativo es una frase formada por medio del artículo definido y el comparativo más; la cual puede también tomarse en sentido absoluto si aquéllos con el adjetivo van pospuestos al sustantivo, verbigracia, «hombre el más astuto,» «reconvenciones las más serias.»

§ 2 2 3 — N a i a d u m p u l c h é r r i m a . P u l c h é r r i m a D e a .

Siendo una misma en latín la forma de ambos superlativos, se distinguen en que al relativo suele acompañar en calidad de complemento adjetivo, el nombre de los objetos comparados; al paso que el absoluto carece de dicho complemento. Así «Naiadum pulchérrima,» Virg., vale «la náyade más bella» o «la más bella de las náyades,» y «Dea pulchérrima,» id., «Diosa muy bella o bellísima.»

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Este complemento adjetivo puede ser, además de genitivo, acusativo con inter o ablativo con ex, de o in: «In teucris justíssimus,» Virg. (el más recto entre los tro-yanos).

Sirven al mismo propósito prce y ante con adjetivos como omnes, réllqut, céteri, verbigracia, «ante omnes pulchérrimus,» Virg., «prce céteris diligentíssimus.» Estos complementos y el formado con inter, componen de suyo, sin que concurra el superlativo, frases superlativas, verbigracia, «inter céteras pugna insignis,» Liv.; especialmente sin modificativos como unus, Ion-ge, multo (que también se construyen pleonásticamente con superlativos), realzan la fuerza del adjetivo, verbigracia: «(O felix una ante alias, Priameia Virgo!» Virg. (o tú feliz entre todas las hijas de Príamo).

2. a El superlativo relativo concuerda con un sustantivo tácito, expreso bajo otra forma en el complemento; así en «Naiadum pulchérrima» se subentiende Naias (1). Cuando dicho sustantivo tácito se refiere, en aposición o como predicado, a otro sustantivo expreso, de distinto género, con éste, si va antepuesto, puede concordar el superlativo; así en vez de «máximum

(1) Mediante un adjetivo con que formar el complemento, puede dec i rse « N a i a s omnium p u l c h é r r i m a . »

E s t u d i o s l i te rar ios—M. A. Caro—22

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(se. flumen) omnium flúminum Indas est,» puede muy bien decirse: Indus est omnium flúminum máximus,» Cic. (1).

En construcciones como éstas, si el sustantivo principal es el mismo que se calla delante del adjetivo superlativo, cállase igualmente en el complemento, el cual queda reducido a un adjetivo como omnes, céteri, réliqui, verbigracia: «Haec deliberado est omnium difficíllima,» Cic , /. e. «omnium deliberationam dificíllima deliberatio.* «Gravíssimum est ex ómnibus quae un-quam in corpus tuum descederunt (2), recens vulnus,» Sen. (De cuantas heridas hayas (2) jamás recibido, ésta ha sido la más cruel).

§ 2 2 9 — E x duobus m a j o r . E multis m á x i m u s .

Cuando no se habla sino de dos objetos, el grado superlativo se significa en latín por medio de la forma comparativa construida como la superlativa; de aquí las diferencias que se observan en los ejemplos siguientes: a) «Ex duobos filiis ma

yor,» Cés. (el mayor de los dos hijos). «E multis máxima natu Pyr-go,» Virg. (Pyrgo la mayor de todas), b) «Quaeritur ex duobus uter dignior, ex plúrimis quis digníssimus?» Quint. (si son dos, debe examinarse cuál es el más digno, si varios, cuál lo es más entre todos).

O B S E R V A C I Ó N . Algunas veces ocurre el comparativo en vez del superlativo, no por ser dos los objetos de que se habla, sino por considerarse colectivamente todos menos uno; y en este caso la frase es realmente comparativa así en el sentido como en la construcción, verbigracia: «Amor patriae ratione valentior omn/,» Ov. (el amor patrio, poderoso sobre toda otra conside-ción). «Prcestantior ómnibus Herse ibat,» id. (Herse se distinguía entre todas).

§ 230—Civitatís prasstantíssimus. P r u d e n t í s s i m u s quisque .

El complemento adjetivo de la frase superlativa relativa no se expresa:

1.° Si ocurre: a) otro complemento que lo envuelve: «Praes-tantíssimus civitatis,» Cic. (el nombre más notable de la ciudad); esto es: hóminum omnium civitatis. «Fráxinus in silvis pulché-rrima,» Vir. (el fresno es el más hermoso en los bosques); esto es, árborum in silvis.

b) o un pronombre plural, con igual fuerza, verbigracia: «Confer nostram longíssimam aetatem cum aeternitate,» Cic. (compara la vida nuestra más larga con la eternidad).

2.° S ise combina el superlativo con el determinativo quisque, en el sentido que aquí se ve: «Prudentíssimus quisque negotio-sus máxime erat,» Sal. (los hombres más ilustrados eran los más ocupados).

(1) E s t a es u n a apl i cac ión del principio sentado en el § 126, 1? V é a s e un p a s a j e análogo sin superlat ivo : « U n i v e r s u s h i c inundas, u n a cívitas communis deorum atque hóminum existimando., est .» C i c .

(2) V . Bello Gr., § 375 . a, 3?

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§ 231—Quam verissume. Q u a m quod g r a t í s s i m u m .

Usase el superlativo en frases accesorias acarreadas por quuin, quoad ut y especialmente quam, como éstas: «De Cati-linae conjuratione quam verissume patero, paucis absolvam,» Sal. (trataré sucintamente, con la mayor exactitud posible, de la conjuración de Catilina); esto es: tam veré quam verissime patero, «Tam erit hoc mihi gratum quam quod gratíssimum,» Cic. (me será tan agradable como lo más); esto es: quam quod gratíssimum esse potest. «Memoriam nostri quam máxime longam effice-re,» Sal. (hacer nuestro renombre lo más duradero posible); esto es: tam longam, quam máxime longa éffici potest. «Quam máximas, quam primum, quam scepissime gratias aget,» Cic. (manifestará el más vivo agradecimiento, lo más inmediatamente, lo más a menudo posible). «Quoad longisseme mens mea res-picere potest,» Cic. (cuan lejos alcanza a ver mi imaginación). «Ut quum máxime,» o sin ut: «quum máxime» (como lo más, como nunca).

Todas estas oraciones son más o menos elípticas, así en la frase antecedente como en la accesoria.

O B S E R V A C I Ó N . También se dice, aunque menos enérgicamente, sin el superlativo: «Flens quam familiáriter,» Ter. (llorando con franco desahogo).

§ 232—Ut difficíllimum, i ta ut i l í ss imum.

Mediante los adverbios correlativos ita o sic ut, se contraponen dos superlativos en esta forma: «Primus gradus ad sapientiam est te (1) ipsum nosse, quod ut est difficíllimum, ita utilíssimum omnium,» Cic. (el primer escalón para llegar a ser uno sabio es conocerse a sí mismo; cosa la más difícil de todas así como la más útil). «Ut quisque máxime refert ad suum cóm-modum quaecumque agit, ita mínime est vir bonus,» id. (en tanto es uno más hombre de bien, en cuanto menos refiere las cosas que hace a su propio provecho).

C A P Í T U L O IV

De los numerales.

O r d i n a l e s .

§ 233. En latín no puede sustituirse el número cardinal al ordinal ni aun en los casos en que esta sustitución es permitida en castellano (2). «Annus millésimus nongentésimus décimus sextus (año mil novecientos diez y seis).

(1) V . § 142, i ? (2) V . Bello Gr., §§ 97, 93, 99.

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Distributivos.

I — S i n g u l i .

§ 234. Sínguli, ce, a es un verdadero distributivo que equivale a todos y cada uno, cada uno: «Res opportuna; síngula; rebus sínguiis,» Cic. (objetos adecuados cada uno para cada cosa; o, cada uno para su respectivo destino).

Singuli suele corresponder a nuestros sendos. (V. Bello, Gr., § 100). Nótese el valor de singuli en este pasaje de T. Livio: «Jam aequato Marte sínguli supérerant» (ya, equiparada la suerte, quedaban los dos solos, uno de cada lado).

I I — B i n i , t e r n i . . . .

§ 235. a] Los adjetivos bini, terni, etc., son propiamente colectivos, es decir, se juntan por su naturaleza con nombres de cosas que aparecen regularmente de dos en dos, de tres en tres, etc., verbigracia, «bina? aures» (las dos orejas). Correspon-ponden pues a ambos, o los dos, los tres, etc.

b\ En virtud de este carácter se usan en vez de los cardinales para señalar la unidad múltipla convencional en cualquier distribución, correspondiendo a nuestros colectivos par, decena, etc.; diráse pues «describebat binos (y no dúos) censores in síngulas civitates,» Liv. (señalaba dos censores para cada ciudad).

c] Los adjetivos bini, terni, etc., asumen la fuerza distributiva, haciendo innecesaria la expresión del distributivo sínguli, a que naturalmente se contraponen. Según esto puede decirse: «Quis tolerare potest illos aut binas aut amplius domos continuare?» Sal. (quién puede sufrir que se dilaten en una, dos o más casas cada cuál?); en lugar de síngulos binas.

* Es de observar que este valor final de bini, terni, etc., corresponde exactamente al que tuvieron en lo antiguo las expresiones distributivas cada dos, cada tres, etc., tal cual aparece en este ejemplo de Cervantes: «Mi padre nos abrazó a todos y dando a cada uno su parte, que a lo que se me acuerda fueron cada tres mil ducados, en dineros, nos despedimos,» etc. (Quij., p. i. c. 39) (1).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Géminus y dúplex pueden usarse en vez de bini cuando se habla de dos cosas que suelen andar juntas. «Gemino ab ovo,» Hor. (desde los dos huevos de Leda). «Z?«/?//ces tendens ad síderapalmas,» Virg. (extendiendo hacia el cielo ambas manos).

2. a Uni, bini (o gémini), trini (no terni), etc., se juntan con nombres que en el número plural significan un solo objeto, ver

i l ) D . A . G a r c í a A r r i e t a en su edic ión de l a s Obras escogidas de C e r v a n t e s , pone a q u í u n a n o t a c o r r i g i e n d o el p a s a j e , v i c iado en su concepto; lo que no p r u e b a s ino que el editor i g n o r a b a el v a l o r a n t i g u o de cada. V . B e l l o , Gr., § 101, a.

Page 365: Miguel Antonio Caro Obras IV

— 3 4 1 —

bigracia: unce litieroe (una carta), bince litterce (dos cartas), gemina nuptice. Ter. (dos casamientos).

3 . A Bini, terni, etc., suelen combinarse con adverbios multiplicativos, verbigracia: bis (dos veces), ter (tres veces), para denotar un número dado, en vez del cardinal ( 1 ) verbigracia «Aspice bis senos cycnos,» Virg. (mira doce cisnes). ;

4.* Finalmente, los distributivos son usados por los poetas en vez de los cardinales, aun en casos que no asiste razón alguna para la sustitución (2).

C A P Í T U L O V

De los relativos.

Relativo puro.

§ 2 3 6 — B e l l u m t a n t u m quo b e l l o .

El adjetivo relativo es un demostrativo que enlaza íntimamente dos proposiciones. «Pompeius confecit bellum tantum: eo bello omnes premebantur» (Pompeyo concluyó tamaña guerra; con aquella guerra todos padecían). Tenemos aquí dos proposiciones débilmente relacionadas por medio de un demostrativo común: eo, aquella. Para establecer estrecho enlace conviene emplear el demostrativo especial denominado relativo: «Bellum tantum quo bello omnes premebantur, Pompeius confecit,» Cic. «Dies nullus erat, quo die non scirem,» etc. Cic. (no había día en que yo no supiese, etc.).

La- repetición del sustantivo, tal como se ve en los ejemplos que anteceden, es muy poco usada: por lo común se calla en la frase relativa, sustantivándose el relativo: «bellum quo premebantur» (la guerra en que todos padecían); «Dies quo non scirem» (día en que yo no supiese).

§ 2 3 7 — Q u a s res g é s s i m u s á t t i g i t v é r s i b u s .

En vez de expresarse el sustantivo en la proposición principal, callándose en la accesoria, es elegante expresarlo acá omitiéndolo allá, verbigracia: «Quo bello omnes premebantur, id Pompeius confecit.» «Repudio quod consilium primum intén-deram,» Ter. (renuncio a la determinación que primero había adoptado). «Quas res in consulatu géssimus*, áttigit hic vérsibus,» Cic. (Arquías había puesto en verso las cosas que hice en mi consulado).

O B S E R V A C I O N E S . 1 . A Si a expresarse el sustantivo en ambas partes, hubiere de ir en casos distintos, conviene expresar

(1) Como en c a s t e l l a n o cuando a r b i t r a r i a m e n t e se c u e n t a por pa res, docenas, e tc .

(2) Y en l a b a j a l a t i n i d a d se usaron a c a d a p a s o corno ord ina l e s , de donde procedieron los nuestros en eno, como onceno, veinteno,-centeno.

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en la frase antecedente un demostrativo (ya pronombre, ya adverbio) que lo represente: «Quo bello omnes premebantur, id Pompeius confecit.» «A quo incepto studio me ambitio mala de-tinúerat, eodem regressus sum,» Sal.

La omisión de id, eodem haría el giro demasiadamente atrevido. No sucede esto en el último ejemplo de Cicerón, donde el verbo de la proposición principal se conforma con el caso pedido por el de la accesoria: «Quas res géssimus, eas res áttigit.»

2. a Todavía es más notable este giro elíptico usado por Virgilio: «Oro per siqua est fides» (ruego en nombre de la buena fe). La frase íntegra sería de esta manera: «Oro per fldem, siqua fides est.»

§ 238—Qua p u g n a . Quos ego.

En latín se usa a cada paso un relativo donde el castellano pide un demostrativo o un pronombre personal (1), Así C. Nepote, referida la batalla de Maratón, añade: «Qua pugna nihil adhuc est nobilius» (no hay nada hasta hoy que equipararse pueda con aquella jornada). Y Virgilio pone en boca de Neptu-no en el acto de reprender a los vientos por sus desmanes, estas palabras amenazadoras: Quos ego!» (yo os! )

* O B S E R V A C I O N E S . 1 . a El relativo usado en vez de un demostrativo.

a) Se emplea frecuentemente sustantivado en la terminación neutra, verbigracia: «Quo factum est ut brevi témpore illustrare-tur,» Nep. (por lo cual sucedió que en breve se hizo famoso);

b] Se junta a menudo, como adjetivo, con un sustantivo que resume conceptos anteriores; así el «qua pugna» de Nepote no es repetición, como en «bellum quo bello,» sino más bien recapitulación de todo lo que antecede.

2. a El adjetivo castellano cuyo desempeña tres oficios, a saber :

a] El de relativo-posesivo: «Arboles siembra el labrador cuyos frutos no verá nunca» (árbores serit agrícola quarum baccam aspiciet ipse (2) nunquam, Cic ) ;

b] El de interrogativo-posesivo; * c] El de mero adjetivo relativo, equivaliendo entonces al

relativo latino empleado adjetivamente, es decir, en combinación con un sustantivo, verbigracia: «Cumas, quam Graeci tum urbem tenebant,» Liv. (Cumas, cuya ciudad ocupaban los griegos en aquel entonces). Ahora bien, esta circunstancia se produce especialmente en frases como las arriba explicadas, en que el relativo ocupa el lugar de un demostrativo (3). Sin em-

(1) E n lo antiguo se i m i t a b a la costumbre l a t i n a : a s í el m a r q u é s de S a n t i l l a n a r e m a t a l a c a r t a r e m i s o r i a de sus poesías a doña V i o lante de P r a d a s , con e s t a f r a s e , sin antecedente inmediato a que pueda refer i rse : «.Cuya magníf ica persona N. S . h a y a en su protec ción e g u a r d a . »

(2) V. § 111, 5?

(3) «Muchos vocablos y modos de dec i r son diferentes de lo que fueron h a s t a el siglo n i ; desde cuyo tiempo es muy poca l a novedad que h a n tenido.» L a A c a d e m i a , el Pol. dra Ortog.

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bargo de eso, aquel relativo no puede traducirse por cuyo sino por un demostrativo, si al verter toda la frase no puede quedar en primero o segundo lugar ( 1 ) .

§ 239—Quas panem prasberet. Qui id dedissem consilium.

También se usa el relativo en vez de un pronombre personal o demostrativo, no ya solo sino acompañado de una partícula: «Hanc urbem rex ei donarat his usus verbis: quce ei panem prasberet,» Nep. (habíale donado el rey aquella ciudad diciendo expresamente «que a fin de que le proveyese de pan»); —quce por ut ipsa. «Mihi qui id dedissem consilium, egit grafías,» Ter. (me dio las gracias por haberle acudido con buen consejo)— qui envuelve quod ego.

O B S E R V A C I O N E S . 1.A La proposición acarreada en estos casos por el relativo puede ser final: «quae panem praberet,» o causal: «qui consilium dedissem.» En el primer caso es indispensable, y en el segundo harto frecuente, poner el verbo en subjuntivo como se ve en los ejemplos.

* 2. a Esta sustitución no es desconocida en castellano:

Et fizo la luna, que señorease

L a noche—(MASOUBS DE SANTILLANA).

§ 240—Qui rodit amicum, hic niger.

Es elegante en latín: a] Separar el relativo del demostrativo antecedente, verbi

gracia: «///ese profecisse sciat caí Cicero valdeplacebit,» Quint. (entienda que ha aprovechado aquel que le tome afición a Cicerón);

b] y hecha la transposición, invertir el orden de las proposiciones, poniendo primero la accesoria: «cui Cicero valde place-bit, Ule se profecisse sciat.» «Absentem qui rodit amicum, hic niger est.» Hor. (el que se ceba en la reputación del amigo ausente, ése es un mal hombre). «Quam quisque norit artem, in hac se exerceat,» Cic. (ejercítese cada cual en aquella profesión que conozca).

O B S E R V A C I O N E S . l : a Este modo de transposición fue muy usado en castellano hasta fines del siglo pasado; hoy es muy raro: «Aquella intención se ha de estimar en más que tiene más noble fin.» Cer.

sAquel entre los héroes es contado Que el premio mereció, no quien le alcanza.»

(FERNXNDEZ DE ANDRADA)

(1) No se nos oculta la aversión con que mira Bello esta acepción «notarial» de cuyo (Gr., c. 39, b); y es la verdad que hoy la desecha todo escritor atildado. Pero tampoco puede negarse: 1?, que escritores de anteriores edades, tan eximios en el manejo de la lengua como todo un Solís, la autorizan; y 2?, que los giros «Cumas, ciudad que....» «Siglo xvi , desde el cual t iempo. . . .» tienen algo de orzado que disuena especialmente en el estilo templado y familiar.

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Lo mismo con los adverbios:_«Hay algunos que asi arrojan libros de sí como si fuesen buñuelos.» Cerv.

2. a Uno de los modos de hacer esta inversión elegante consiste en dejar la proposición relativa interpuesta entre el demostrativo y el sustantivo que forman juntos el antecedente, verbigracia: «Expecto tanquam portum istam, quam tu times, solitú-dinem,» Cic. (espero como una especie de reparo, la soledad que tú temes).

* Este modo de transponer es permitido en verso castellano siempre que el sustantivo lleve al lado un adjetivo o frase adjetiva (1), verbigracia:

«.Esta q u e m i r a s grande Roma a h o r a , H u é s p e d , fue h i e r b a un t iempo, fue c o l l a d o » — Q U E V .

§ 2 4 1 — T i b i é q u i d e m dico. I s ego sum q u i .

Construcciones como éstas: «Tú eres a quien hablo,» «a ti es a quien hablo,» (2) se simplifican en latín así: «Tibi équidem dico,» Ter. (a ti te hablo). «Pauci veniunt ad senectutem,» Cic. (pocos son los que llegan a la vejez). «Tantum junctura pollet!» Hor. (tanto es lo que puede el arreglo). «Certe furit,» id. (lo cierto es que está loco). «Omnium eloquentíssimos audii Sem-pronios» Cic. (los Sempronios son los hombres más elocuentes que he oído). «Se primum ait scire; is solus nescit omnia,» Ter. (dice ser el primero que lo sabe; y es el único que nada sabe).

C l a m o r e s horrendos s i m u l a d s í d e r a t c U i t ; Quales m u g i t u s , f u g i t q u u m s a u c i u s a r a m , T a u r u s et i n c e r t a m e x c u s s i t cerv ice s e c u r i m

dice Virgilio en la aventura de Laocoonte. Completa la frase sería: «Quales mugitus tollit taurus, etc.,» y su traducción natural en castellano, de esta manera: «Cuales (o como) son los mugidos que da el toro, etc.»

Como una aplicación de este principio puede considerarse lo dicho arriba (§ 196, Obs. 2. a).

(1) « L a s q u e padezco penas,* d i jo H e r r e r a , y en V i l l e g a s l e e m o s :

«Amor ent re l a s r o s a s , No r e c e l a n d o el p ico , D e u n a q u e a l l í v o l a b a Abeja, s a l i ó h e r i d o . »

P a s a j e s s e m e j a n t e s se h a l l a n , a u n q u e r a r o s , en otros p o e t a s . P e r o es const rucc ión a t r e v i d a y de o r d i n a r i o m a l s o n a n t e (v. B e l l o , Gr., c a p . 31 , z; Opuse. Lit., p á g . 42 ) .

(2) Cons t rucc ión r e g u l a r l a p r i m e r a , i r r e g u l a r l a s e g u n d a , a u tor izadas a m b a s por el uso ( B e l l o , Gr,, c a p . 29, a p é n d i c e 2? ) . D e b e p r e f e r i r s e , s i e m p r e q u e se p u e d a , l a l a t i n a a ti te hablo; y e v i t a r s e c u i d a d o s a m e n t e l a f r a n c e s a e i n g l e s a Es a ti a quien hablo, l a c u a l a m e n a z a a r r a i g a r s e en el l e n g u a j e a m e r i c a n o V . Noel & C h a p s a l , Gr. Eran., § 526.

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Rarísimo ejemplo de autor clásico pudiera citarse en contra de esta práctica latina, tal éste de Tibulo: «Quis fuit horrendos primus qui prótulit enses.»

La simplificación consiste, como se ve, en despojar a la frase del carácter de relativa, empezando por suprimir el verbo ser. Mas no deben equivocarse con las anteriores construcciones;

1." Aquellas en que la concurrencia de sum y el relativo, después de un antecedente como is, Ule, es intencionalmente enfática, como se echa de ver por la traducción que piden ejemplos como éstos: «Ea est romana gens, quas victa quiéscere nesciat,» Liv. (son los romanos hombres que no saben sosegar si se ven vencidos). «Ule ego sum frustra qui lapis esse velim,» Ov. (yo he llegado a desear, pero en vano, convertirme en piedra).-En estos casos el verbo va en subjuntivo: nesciat, velim (1).

2." Aquellas en que sum significando existir, haber, no lleva predicado, verbigracia: «Multi sunt qui dicant, censeant, etc.,» lo cual no quiere decir «son muchos los que » sino «muchos hay que dicen, juzgan, etc.» El verbo, en estos casos, va en subjuntivo más frecuentemente que en indicativo. Dícese asimismo en frase interrogativa de negación indirecta: «Quis est qui audeat?» Cic.(quién hay que se atreva?).

§ 242—Gloria qui est fruotus. N o s t r a qui r e m a n s i s s e m u s casde.

En las oraciones de relativo, autoriza el uso ciertas faltas de concordancia cometidas en virtud de atracción o silepsis (§ 126).

/—Atracción.

Los casos más notables de atracción son los que manifiestan estos ejemplos:

a] «Gloria qui est fructus virtutis,» Cic. (la gloria, que es el fruto de la virtud); qui en vez de quce. «Animal hoc quem voca-mus hominem,» id. (este animal que apellidamos «hombre»). Atracción ejercida sobre el relativo por un predicado (nominativo en el primer ejemplo, acusativo en el segundo).

(1) A e s t a c l a s e de construcciones pertenece un p a s a j e de C i c e rón, c i tado en el § 124. Ñeque tu, e t c . , y son e l l a s ta l vez l a s ú n i c a s de relativo en que c a b e a p l i c a r lo que allí se observa. Respecto de l a s o t r a s , poco u s a d a s en lat ín , a c a u s a de l a simplificación e x p l i c a d a , es de o b s e r v a r s e que en cas te l lano admiten el verbo bien en l a t e r c e r a persona , según lo expuesto en el c i tado §, bien en l a que r e p r e s e n t a el sustantivo a que el relativo se refiere (v. l a A c a d . , Gr., pte. n , c a p . I I , al fin: Bello, Gr., § 349, a, 2 1 ? ) :

«Soy al fin el que se precia De ser vuestro, y soy quien hoy Comienzo a ser , porque soy E l esclavo de L u c r e c i a . »

(ALARCÓN)

«Que yo a q u e l l a noche fui Quien vuestro pecho ablandó. —Calla, necio, que fui yo E l que tanto merecí.'»

(T IRSO DE MOLINA)

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b\ «Illum quem quaeris ego surtí,» Pl. (el que buscas soy yo); illum por Ule. Atracción ejercida por el relativo sobre su antecedente.

La frase integra seria: «Ule homo quem hóminem (no quem illum) quasris, ego sum.» La construcción no es, pues, exactamente igual a la de aquel pasaje de Virgilio: «Urbem quam statuo vestra est,» que puede explicarse por la elipsis del antecedente (illa urbs): «quam urbem statuo vestra est,» según lo arriba explicado (§ 237).

II—Silepsis.

«Tum uno ore omnes laudare (1) fortunas meas qui natum haberem tali ingenio praeditum,» Ter. (entonces todos a una voz empezaron a alabarme la fortuna de tener un hijo adornado de tan buenas partes). «Nostra qui remansissemus cffide,» Cic. (con la muerte del que había quedado, que era yo). Qui hace relación al pronombre de 1.A persona que está en cierto modo envuelto en los posesivos meas, nostra. «Vestra consilia accu-santur, qui mihi summum honorem et máximum negotium im-posuistis,» Sal. (se censura la resolución vuestra, por la cual me habéis hecho el más alto honor y el más importante encargo) (2).

§ 2 4 3 — C a u s a c u r . T e m p u s quum.

En vez del adjetivo relativo suele usarse un adverbio de la misma naturaleza, análogo en significación al sustantivo antecedente, verbigracia: «Causa cur o quamobrem,» «Tempus quum,» etc. «In arma feror, quo tristis Erinnys vocat,» Virg. (corro al combate adonde me impulsa la horrible Desesperación).

Relativos compuestos.

§ 244. Los adjetivos y adverbios compuestos de un relativo y de la terminación invariable cunque, como quicunque, comodocunque (cualquiera que de cualquier modo que) (3). y las formas de un relativo repetido, como quisquís, quaqua (quienquiera que por dondequiera que ) son también

(\) Infinitivo histórico , equivalente al presente , como se verá luego.

(2) E s t a construcción a n ó m a l a no es desconocida en c a s t e l l a n o : V e que en el m a r la procedencia es mía Que impuse yugo al cí l ice p i r a t a — ( JÁTJREGUI)

T a m b i é n ocurre en inglés a l g u n a s veces. E j e m p l o s : T h ' E g y p t i a m crotvn I to your h a n d s remit ; A n d with it ta.ke his h e a r t who offers it—(SHAKESPEARE)

V . Goold B r o w n The grammar of English Grammars, p a r t . II , c h a p . v. Pronouns, Obs. 8 ; üeclensions, Obs. 16, 17.

(3) V . Bello, § 376, b.

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relativos que suelen llevar envuelto su antecedente; se construyen regularmente con indicativo, y equivalen a los nuestros en quier o quiera seguidos de que: «Quisquís est,» Cic. (quienquiera que sea). «Ubicunque érimus» (doquiera que estemos).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Estos adjetivos no sólo señalan la cantidad, la calidad y el número, sino que sirven también para ponderar. Así «quotquot sunt» puede significar «tantos cuantos son, ni más ni menos,» y «cuantos sean, si muchos, si pocos.» El indicativo envuelve ambos sentidos; el segundo se halla algunas veces determinado por el subjuntivo: «quotquot sint.»

2. a Estos relativos deponen a veces su carácter, compareciendo como meros determinativos (1): «Quacunque ratione,» Cic. (por cualquier medio). «Rem patris oblimare, malum est ubicunque» (2), Hor. (dilapidar el patrimonio es malo siempre).

3. a La terminación cuaque puede transponerse: «Quo me cunque rapit tempestas,» Hor. (a dondequiera que me empuje el viento). «Quod erit cunque visum, ages,» Cic. (harás lo que te parezca).

Relativos mixtos.

§ 245. Para establecer la relación de igualdad, en una comparación, se emplean en latín los adverbios correlativos tam.... quam modificando a un adjetivo o a otro adverbio. Ahora bien, los relativos mixtos envuelven a quam, sus correspondientes demostrativos a tam, y unos y otros la idea de" calidad, magnitud o número. Así, pues:

Si se trata de equiparar dos objetos, o fases de un mismo objeto, en calidad, cantidad o número, no hay sino apelar a los relativos mixtos, callando o expresando los respectivos antecedentes, verbigracia: «Non despero fore áliquem aliquando qui existat talis orator qualem quaerimus,» Cic. (no pierdo la esperanza de que haya alguien alguna vez que resulte tan buen orador como lo deseamos). «Tanto ánimo tulit illam calamitatem quanto debuit,» Sen. (soportó aquella calamidad con toda la grandeza de alma que debía). «Quot nomines, tot sententiav Ter. (hay tantas opiniones como individuos).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Son de poco uso en castellano los adjetivos o frases adjetivas correspondientes a los relativos mixtos, por ejemplo: cual (3), cuan grande, cuan numeroso, etc , y

( 1 ) L o misino suceda a lo» nuestros equivalentes cualquiera, comoquiera, e t c . , perdiendo entonces el que pospuesto. Doquiera, r e la tivo por d o q u i e r a que,» es u n a construcción a la l a t i n a m o d e r n a mente int roducida en verso, t a c h a d a de d u r a por Bello, no sabemos con qué fundamento, en l a B i b ! , A m e r . , tom. I, pág . 3 9 . Sobre o t r a s p a r t i c u l a r i d a d e s de estos relativos h a b l a e! propio Bello en el c a p . 4 de su G r a m á t i c a .

(2) V , § 84 B. Obs. (3) U s a d o adjet ivamente , v e r b i g r a c i a :

<Cnalcs son nuestros servicios

Tales son ios beneficios» - ( F E R N Á N PÉREZ DE GUZMXN)

V . Bello Gr., § 180, § 1 9 4 , a, ne ta ; y c a p . 4 0 .

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se usan en su lugar adverbios relativos, ya solos, verbigracia: como, cual, ya haciendo juego con sus respectivos antecedentes, verbigracia: tal como o cual (cual invariable, adverbializa-do); ast como; tanto como, etc. (1). En latín se usan también adverbios para comparar, verbigracia, véluti, quáliter, sicut, etc., pero el adjetivo, cuando tiene lugar, es preferible al adverbio.

* En Juvenal se lee: «Talls erat ut est hodie» (era como es ahora); ut en vez de qualts. En comparaciones de más de un miembro alternan tal vez el adjetivo y el adverbio, como se ve en aquel bello pasaje de Catuio:

Qualis in aer i i pellucens vértice montis Rivus muscoso prósill i t e lapide ,

Qui quum de p r o n a prasceps est valle volutus, P e r médium densi t r a n s i t i ter pópuli ,

Dulce viatori lasso in sudore levamen Quum g r a v i s exustos asstus hiulca t a g r o s ;

A c véluti n igro j a c t a t i s túrbine naut is . L e n i u s a d s p i r a n s a u r a secunda venit . . . .

Tale fuit nobis M a n l i u s auxi l ium.

* 2 . a No sucede en latín como en castellano, que expresiones de la relación de igualdad, pasen a serlo de la identidad. Así decimos: «Tan graves males como padecimos» (Mariana), en el .sentido de «Los males tan graves que padecimos.» «Tantos anos como há duermo en el silencio del olvido.» (Cervantes), en vez de «los muchos años que há duermo,» etc.

CAPÍTULO VI

Pronombres varios.

Comprendemos aquí bajo la denominación de Pronombres, así los Personales como los Demostrativos. Habiendo tratado en el capítulo anterior del Relativo, trataremos en el presente de los restantes, dividiéndolos, para mayor claridad, en Personales, Reproductivos, Interrogativos e Indefinidos.

Personales.

§ 246. Respecto de los pronombres personales, quédannos por añadir a lo ya expuesto (§§ 44, 112), las observaciones siguientes:

1. a Ipse suele usarse enfáticamente como pronombre de primera y segunda persona, verbigracia: «Ipse vidi,» Virg. (yo lo vi). «Ipse vénito,» id. (ven tú).

2. a En vez de Ego, meus, suele decirse Nos, noster, ya por modestia, ya sin motivo especial; y aun se hallan entremezcladas estas formas y las otras: «Non ego pérfidum Dixi sacra-

(1) «Describiéndolos como ellos fueron,» CERV . « E l poeta no h a c e m á s que pintar lo (al Cid) tal como fue.» Bello .

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raentum; Ibimus, ibimus (1), utcumque praecedes,» Hor. (no he jurado en vano: Iré, iré a dondequiera qne te adelantes).

3 . a Respecto de la diferencia entre los genitivos nostrum, nostri; vestrum, vestri, v. cap. 9, § § 263, 265.

Reproductivos.

§ 247. El adjetivo demostrativo señala directamente los objetos según la posición real que ocupan respecto de la persona que habla, verbigracia: «Ule mons» (el monte que está allí); o le señalan inmediatamente, reproduciendo un concepto anterior, atendido el lugar que ocupa en el discurso, verbigracia: «Ule mons» (el monte de que hablé arriba). En el segundo caso, el demostrativo toma el carácter y el nombre de reproductivo.

§ 243. Respecto de los reproductivos debe tenerse presente lo que sigue:

1.° Son menos usados que en las lenguas modernas (§ H2, 4 . 0 ) .

2.° Is es el demostrativo más usado para reproducir el concepto dominante en oraciones antecedentes, y corresponde a nuestro él, ella. Usase con el mismo valor ipse. En cuanto a Ule, sirve para hacer resaltar un concepto no dominante en lo que precede, equivaliendo poco más o menos al castellano aquel.

O B S E R V A C I Ó N . Obsérvese que los llamados pronombres de 3. 1 persona no son sino demostrativos reproductivos. Cuando decimos «él vino,» no señalamos directamente la persona sino aludiendo a un nombre ya mencionado o consabido.

3.° Sise reproducen dos conceptos, el más remoto seaduce con Ule o primas y el próximo con hic o alter. «Hocdocenti et discenti debet esse propósitum; ut Ule prodesse velit, hic profícere,» Sen. (el que enseña y el que aprende deben procurar, el primero ser útil, el segundo aprovechar). Si no importa que sea en el mismo orden la reproducción, en lugar de Ule hic puede decirse alter alter (el uno el otro), o unus alter, «Hércules duas cernebat vias; unam voluptatis, álteram virtutis» (Hércules veía dos caminos, el uno el del placer, el otro el de la virtud).

* O B S E R V A C I Ó N . «Melior est certa pax quam sperata victoria: hcec in tua, illa in Deorum manu est,» Liv. (vale más una paz segura que un triunfo que se espera: la una la tiene uno en las manos; el otro depende de la voluntad divina). En este ejemplo los demostrativos hcec, illa, no son reproductivos, pues señalan directamente los objetos que el escritor por una ficción mental, supone tener delante: próximo el uno (hcec pax), lejano el otro (illa victoria). A usarlos como reproductivos, se habría invertido el orden: illa hcec.

A." No se dice alter alter, sino alius alius, cuando no hay oposición entre dos conceptos; o de otro modo, cuando en castellano preferimos unos otros, sin artículo, a los unos los otros (2): «Officia non éadem dispáribus aetátibus

(l\ S e subentiende tíos, envuelto en ibimus. (2) Bello, Gr., c a p . 47, fin.

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tribuuntur: ó/zoque sunt júvenum, alia seniorum,» Cic. (no corresponden unos (1) mismos deberes a edades diferentes: cuáles cumplen a la mocedad, cuáles a la vejez).

5.° Alter y alius repetidos dentro de una misma cláusula, o contrapuestos a palabras afines, forman frases elípticas, al tenor de las siguientes: «Alius, alio modo viventes,» Sal. (viviendo uno de un modo, otros de otro; o, cada uno a su modo). «Ater cum alio agendum est,» Sen. (a unos hay que tratarlos de un modo, a otros de otro; o, cada cual a su modo). «Alterius altera poscit opem, res,» Hor. (de estas dos cosas la una requiere el apoyo de la otra, y ésta el de aquélla; o bien se necesitan recíprocamente).

OBSERVACIÓN. Combínase del mismo modo el interrogativo uter: «Uter utri insidias fecit?» Cic. (cuál de los dos armó lazo al otro?»

* 6.° En las construcciones explicadas, los demostrativos parecen a veces no referirse a conceptos anteriores; de donde pudiera negárseles el nombre de reproductivos. En rigor lo son siempre, subentendiéndose mentalmente los antecedentes; así no puede decirse «álteram ille amat sororem, ego álteram,» Plaut. (él ama a la una hermana, yo a la otra), si no se presupone que se habla de dos.

Sucede lo mismo que cuando el relativo se antepone a su antecedente: mentalmente, éste asoma siempre primero.

Interrogativos. § 249. Hemos dicho, y conviene recordar aquí, que los ad

jetivos y adverbios interrogativos, no son sino relativos enfáticos.

§ 250. Insinuamos también (§ 39, Obs. 1.a) haber alguna vez diferencia entre las dos formas masculinas del pronombre relativo, quis y qui.

Quis se refiere a las cualidades accidentales o exteriores, qui a las naturales o internas. Diráse pues quis y no qui en frases como éstas: «Quis me volt?» Ter. (quién me busca?). «Quis me videor?» id. (qué tal parezco?); y Qui en estas otras: «Tan dem cognosti qui síem,» id. (al fin has venido a conocer lo que valgo). «Ñeque te quisquam novit, ñeque scitqui scíes,» id. (nadie te conoce ni sabe qué casta de hombre eres).

§ 2 5 1 . En las interrogaciones indirectas si el interrogativo se usa adjetivamente, es decir, en combinación con un sustantivo, se prefiere qui a quis, verbigracia: «Disco Ventus in Ita-liam qui bene vela ferat.» Prop. (indago cuál es el viento que dirige favorablemente los bajeles a las costas de Italia) (2).

(1) Bello, Gr., c a p . 31 , aa. (2) í tem L u c r . De K. N., 3, 3,033, V i r g . Buc, 3, 103 u s a l a f o r

m a quis, pero es con el verbo Nescio, que dándola un valor espec ia l l a pone f u e r a de l a r e g l a : «Nescio quis teneros óculus mihi f á s c i n a t agnos.» Debe c o n s t r u i r s e : «Ocultis , nescio quis , f á s c i n a t » (cf. lo d i cho, § 173, 2 ? ) . H a y ediciones en que se lee: «Nescio quis teneros ocu-lis,> e tc . A d o p t a d a e s t a lección, el quis es e n t e r a m e n t e sustant ivo y n a d a deja que observar .

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§ 252. Tanto quis como los otros interrogativos qualis, quantus, suelen usarse como predicados, correspondiéndoles un adverbio castellano, con arreglo a lo dicho, § 117, 4° , verbigracia: « O quam te mémorem, virgo?» Virg. (oh, cómo te llamaré?) (l)«Hei mihi! qualis erat!» id. (ay de mí! cómo estaba!).

Indefinidos.

§ 253. Ya hemos visto que después de partículas como si, num ne, se dice quis más bien que áliquis, formándose de las dos palabras una sola en lo hablado, siquis, nequis. Fuera de eso, con sólo ir pospuesto, puede quis, lo mismo que quis-piam, usarse en sentido indefinido, en vez de áliquis, verbigracia: «Negat quis? negó,» Ter. (dice alguno que no? yo diré lo mismo). «Quaeret quispiam,» Cic. (preguntará alguno).

O B S E R V A C I Ó N . La misma supresión de ali que se ve en siquis por si áliquis, se verifica en las demás voces de formación semejante: «Exsistit hoc loco quaastio, num quando amici novi ve-téribus sint anteponendi,» Cic. (se presenta aquí la cuestión de si alguna vez deban preferirse los amigos nuevos a los viejos).

§ 254. Siquis se usa elegantemente eu el sentido de quisquís, aunque en tono menos resuelto, más reservado: «Accusandi sunt siqui pertimuerunt,» Cic. (deben ser acusados los que hayan mostrado miedo). En el mismo sentido se emplea siquando y demás frases análogas.

C A P Í T U L O Vil

De los pronombres de tercera persona.

§ 2 5 5 — V i r t u s nos ad se ál l ic i t . Cervus vidit effigiem s u a m .

El pronombre reflejo se y el adjetivo posesivo análogo suus se refieren regularmente al sujeto de la misma proposición en que ellos se encuentran, verbigracia: «Omnis virtus nos ad se állicit,» Cic. (toda virtud nos atrae a sí). «Cervus in liquo-re vidit effigiem suam,» Fed. (un ciervo vio en el agua su imagen). Puede acaecer que el pronombre se halle en una proposición completiva refiriéndose al sujeto de la principal, puesto que aquélla es parte integrante de ésta: «Hic nunc me credit áli-quam sibi fallaciam portare,» Ter. (éste cree ahora que yo voy a armarle algún lazo). «Miltiades póstulat ut sibi urbem tradant,» Nep. (Milcíades exige que se le entregue la ciudad).

(1) E s adjetivo p r e d i c a d o m á s bien que adverbio el cual de este p a s a j e de P a b l o de Céspedes, como que le c a l c ó a t revidamente sobre el de V i r g i l i o que a d u c i m o s :

¡Oh m á s que m o r t a l hombre, ángel divino! ¿O cuál te n o m b r a r é ? No h u m a n o cier to E s tu ser que del cerco empíreo vino.

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Se y suus se refieren a veces a un nombre indefinido de tercera persona que no se expresa (§§ 153, 154, 5.°, Obs. 1. a).

§ 2 5 6 — A u d i v i ex illo sese esse á t t i c u m . O r a t , si se a m a s , v e n i a s .

Tal es el uso común y natural fuerza de aquellos pronombres, los cuales, sin embargo, pueden todavía referirse:

1." A un sustantivo no sujeto, pero cercano, dentro de la misma proposición, verbigracia: «Ratio etoratio conciliant Ínter se hómines» (1), Cic. (la razón y el lenguaje asocian a los hombres entre sí). «Audivi ex illo sese esse átticum,» Ter. (le oí ser él ateniense). «Trahit sua quemque voluptas,» Virg. (a cada uno le arrastra su inclinación especial) (2).

2° A un nombre (ordinariamente sujeto) colocado en una proposición distinta pero contigua: sea que entre las dos, atendido el contexto, venga a producirse estrecho enlace (al modo que entre la principal y la completiva); sea que el nombre aquél resalte notablemente en la sentencia. «Orat, si se amas, jam ut ad se venias,» Ter. (te ruega que si le estimas, vayas cerca de él).

El segundo se es permitido porque «ut venias,» es proposición completiva respecto de «orat,» y siendo una proposición completiva parte integrante de ¡a principal, puede decirse que ese se se refiere al sujeto de la proposición en que él mismo aparece. No sucede esto con el otro se; «si amas,» no es proposición completiva, pero la dependencia en que se halla, haciéndola ,rvirtualmente completiva, le permite la aceptación de ese se referente al sujeto del verbo subordinante. El segundo motivo autoriza el suus del pasaje siguiente: «Cimon incidit in eam-dem invidiam quam pater suus»; Nep. (Cimón incurrió en la misma animadversación que su padre).

* O B S E R V A C I Ó N . El uso de los reflejos es mucho más extenso en latín que en castellano en cuanto al sustantivo (latín se, sui, sibi; castellano se, si). El nuestro funciona dentro de los límites de su proposición propia, aunque sea completiva, y siempre se refiere al sujeto o a un nombre muy inmediato (3); el latín

( 1 ) E s t e se no es propiamente reflejo sino reciproco (Bello, Gr., § 3 3 0 ) . P a r a d i s t i n g u i r s e de aquél se a c o m p a ñ a a l g u n a s veces el a d verbio invicem, v e r b i g r a c i a : «Qui se invicem d i l e x e r u n t , » Q u i n . (que se a m a r o n mutuamente). Con verbos t ransi t ivos , a se invicem se prefiere inter se (por se inter se), v e r b i g r a c i a : «.ínter se a s p i c i e -b a n t , » Cic . (se m i r a b a n unos a o t ros ) .

( 2 ) E l uso de suus, t a l como a p a r e c e en este ejemplo, m e r e c e espec ia l atención por lo e legante y significativo.

( 3 ; H a y e s t a e x c e p c i ó n : en combinación con otro reproductivo, e l dativo oblicuo no es le, la, s ino se:

A n t e s que a q u e s t a mies inúti l s i e g u e De l a severa muerte d u r a m a n o Y a l a común m a t e r i a se la e n t r e g u e .

( F E R N A N D E Z D E A N D H A D A )

E n lo ant iguo, en c a s o s a n á l o g o s , se d e c í a ge: P i d i e r o n R e y a don J ú p i t e r , mucho gelo r o g a b a n — ( A R C . D E

H I T A ) . P e r o este ge no e r a e x c l u s i v a m e n t e oblicuo, como a s i e n t a Bello (Gr., 3 5 7 , n o t a ) ; u s á b a s e t a m b i é n como reflejo en l u g a r de se.

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extiende a mucho más su órbita, como queda dicho, y se desprende del cotejo de varios de los ejemplos propuestos con sus respectivas traducciones, en que le corresponde alguno de los casos de él (no se). Bien al contrario, el uso del pronombre adjetivo (suus, suyo) es mucho más extenso en castellano, sea que en latín se omita (§ 259 b), sea que se le sustituya un genitivo reproductivo (§ 258) (1).

§ 257—Ut se commendarem. U t ipsum commendaret .

Según lo expuesto en el § anterior, puede decirse: «Offilius me rogavit ut se Trebatio commendarem,» Cic. (Ofilio me suplicó le relacionase con Trebacio). Mas si a me se sustituye un sustantivo de 3." persona, verbigracia: Ciceronem, la precisión pide ipsum más bien que se: «Offilius Ciceronem rogavit ut ipsum commendaret»: en efecto, aunque en uno y otro caso el contexto remueva la duda, se podría referirse también a Ciceronem: y si tal fuera la intención del escritor, convendría aclarararlo diciendo: «ut ipse se commendaret»; se se referiría naturalmente al sujeto próximo ipse, reproductivo de Ciceronem.

§ 2 5 8 — E g o illis mollior. R e b u s ejus cónsule .

Fuera de los casos explicados, el uso de se, suus, no es permitido. Reemplázase el primero con alguno de los reproductivos is, hic, Ule en el caso correspondiente; y el segundo con el genitivo de los mismos; los cuales en ocasiones pueden ser reemplazados a su vez por el pronombre relativo (§ 238). «Sín-gulos heul lácerant: ego illis (2) mollior, non te feriam,» Hor. (ellas los despedazan [mis hermanas a sus mandos] uno a uno: yo, menos cruel que ellas, no te heriré). «Familiarem meum tibi commendo: rebus ejus cónsule,» Cic. (te recomiendo este amigo: mira por sus intereses). O bien: «quibus mollior» *cujus rebus»

§ 259—Alio c u l p a n t e . H u i c p a t e r adsi t .

a] Mas estos reproductivos no se expresan cuando fácilmente pueden subentenderse, ora hayamos de emplear en castellano el artículo, ora el pronombre (3). «Absentem qui rodit amicum, qui non defendit alio culpante, hic níger est,» Hor. (el que se ceba en la reputación del amigo ausente, el que no le defiende cuando otro le vitupera, ese es un mal hombre). «Meo praesidio atque hospitis,» Ter. (con mi ayuda y la del recién venido).

(1) V . Bel lo , Gr., c a p . 35, / . (2) Mejor que eis, pues el concepto que se reproduce (sórores)

está d i s t a n t e (§ 248, 2? ) . V . el p a s a j e íntegro . , Carm., 3, 11. (3) Que en r i g o r son uno mismo. Bello , Gr., §§ 135, 136.

E s t u d i o s l i te rar ios—M. A . C a r o — 2 3

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Alguna vez se halla expreso el reproductivo más bien como demostrativo enfático, verbigracia: «Quum omnis arrogantia odiosa est, tum illa ingenii atque eloquentiee molestíssima,» Cic. También suele hallarse el nombre que debiera aparecer como complemento adjetivo, en el caso que pide el reproductivo tácito, verbigracia: «Cum Solone nostras leges conferre.» id.(comparar nuestras leyes con las de Solón); i. e. cum Solonis légibus.

b] Omítese asimismo el posesivo si es fácil de suplir, o si la idea de pertenencia se percibe débilmente; así, en el ejemplo de Horacio arriba copiado, amicum vale amicum suum. «Quamvis huic pater adsit,» Virg. (aunque a éste le asista su padre); i. e. «pater SUÍÍS.»

Es de advertir que lo propio sucede con meus y tuus: «In-cipe parve puer, risu cognóscere matrem.» Virg. (empieza, oh tierno niño! a conocer sonriente a tu madre): Le. «matrem tuam.»

* En castellano omitimos los posesivos, especialmente el de tercera persona, cuando el artículo definido basta a determinar la relación, verbigracia:

. . . . E l ce ibo a n c i a n o E s t a l l a a l fin y r inde la a n c h a c o p a . H u y e l a fiera; d e j a el c a r o n ido E l ave, y otro bosque no s a b i d o D e los h u m a n o s , va a b u s c a r d o l i e n t e — ( B E L L O )

El uso perpetuo del posesivo en casos como éstos (su copa, su nido) es vicio moderno que debe evitarse.

C A P Í T U L O VIII

Del nominativo y vocativo.

§ 260—Prirr .us a p p e l l a t e .

El nombre que acompaña en aposición, o bien modificándole, a un vocativo, suele ir en nominativo: «Salve primus om-níum pater patrias appellateU Plin. (salve, oh tú, apellidado primero que otro alguno padre de la patria!). Es esta una excepción a las reglas de concordancia.

§ 261 —Quo mor i ture r u i s ? F i l i u s Maja? .

* En autores anteclásicos y en los poetas se hallan alguna vez trocados los papeles de estos dos casos: «Quo moriture ruis?,» Virg. (¿a dónde te arrojas a morir?); moriture por moritu-rus, predicado nominativo. «Filius Maja ! Hor. (oh hijo de Maya!);./¡'fes por ful.

* O B S E R V A C I Ó N . Análogo es el uso que se hacía en castellano antiguo del artículo definido (característico, como demostrativo que es, de la tercera persona) delante de un vocativo, verbigracia:

D a d m e l i c e n c i a , el buen R e y , P o r q u e me es fuerza el p a r t i r — ( C A S T I L L E J O )

Hay pues entre el nominativo y vocativo marcada afinidad.

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C A P Í T U L O IX

Del genitivo.

§ 262. El genitivo denota regularmente pertenencia, verbigracia: «líber Caii» (el libro de Cayo). Usase naturalmente como complemento adjetivo, es decir, en combinación con un nombre: úsase también (aunque este es oficio secundario) como complemento circunstancial, es decir, en combinación con un verbo.

* O B S E R V A C I Ó N . La desinencia genitiva significó primeramente lugar de procedencia, verbigracia: «calor solis=«calor a solé,» Cic. (el calor del sol, i. e. que viene del sol); de ahí pasó a significar pertenencia. Por una transición análoga, nuestra preposición de, de la significación que trajo del latín (y que aún no ha perdido) derivó la de pertenencia, equivaliendo así. al sufijo del genitivo latino (1).

Genitivo adjetivo.

§ 263—Tímor pópuli .

Una acción en abstracto representada por un sustantivo (verbigracia, timor, injuria) se adjudica mediante el genitivo, ya a aquel de quien emana, ya a aquel que la recibe; así «tímor pópuli» (Cic.) significa según la intención del que habla, «el temor que el pueblo tiene» y «el que se tiene al pueblo.» El genitivo en el primer caso se denomina subjetivo (por corresponder al sujeto de una proposición equivalente: pópulus timet); y en el segundo, objetivo (por corresponder al objeto o acusativo: pó-pulum timemus).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Los genitivos de los pronombres personales mei, tui, sui, nostri, vestri se usan objetivamente: los adjetivos posesivos análogos meus, tuus, etc., se adaptan más bien al sentido subjetivo: «Grata mihi vehementer est memoria nostri tua,» Cic. (me es sobremanera grato el recue¡do que de nosotros haces).

2. a No siempre el genitivo objetivo puede traducirse por la preposición de (2).

(1) E s t a afinidad que h a y entre l a idea de procedencia y l a de pertenencia se observa también en el «fulgor ab aura» de L u c r . , el «vox ab iis> de C i c . y el «ab fontibus undas» de V i r g .

(2) Quiere decir esto que en el sufijo del genitivo latino se conserva muchos menos que en n u e s t r a proposición de, l a significación pri m a r i a de procedencia; pues mal se aviene é.^ta con l a de tendencia que envuelve el genitivo objetivo. Nuestros adjetivos posesivos son también, por lo común, subjetivos; as í que choca el su objetivo de este pasa.ie de T i r s o :

— F a d r i q u e esté c ier to Que a su desdén me aperc ibo , Y que le aborrezco a él vivo P o r don Diego que amo muerto .

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§ 2 6 4 — V i r ingentis ánimi .

Por un artificio mental, no sólo se consideran las cualidades como dependientes del objeto en que residen, sino también a éste dependiente de aquéllas; y asimilándose ambas relaciones a la de posesión, se representan por medio del genitivo: «Diógenes vir ingentis ánimi,» Sen. (Diógenes, varón de alma grande).

OBSERVACIONES. 1. a Dícese también con ablativo: «Cónsul parvo ánimo et pravo,» Cic. (cónsul de mezquinas y dañadas intenciones).

Pero así se denotan tanto las cualidades accidentales como las permanentes; mientras que el genitivo sólo expresa las últimas (a causa de que la idea de pertenencia implica la de adhesión, y ésta la de permanencia).

2. a El genitivo de cualidad (y lo mismo el ablativo análogo) requiere un modificativo. En latín no puede decirse, como solemos en castellano, «hombre de corazón,» «de talento,» si no se deteminan estas condiciones con un adjetivo: «vir ingentis ánimi,» «excellentis ingenii.» (1).

3 . a Cuando el complemento es modificativo de un predicado tácito, mediante el verbo sum, se prefiere el ablativo al genitivo; verbigracia: «Tanta est eloquentia,» Cic. (es hombre de tanta elocuencia); /. e. «vir tanta eloquentia.»

§ 2 6 5 — P a r s mílitum.

El genitivo señala el total como si fuese poseedor de la parte (representada por un sustantivo, un adverbio, o un adjetivo): llámasele entonces genitivo partitivo. «Pars mílitum,» Cés. (una parte délos soldados), «Quis Dólopum?» Virg. (cuál de los Dólopes?) «Ubinam gentium?» Plaut. (en qué lugar del mundo?) «Solus omnium,» Cic. (único entre todos).

OBSERVACIONES. 1. a Es genitivo partitivo el que se construye con superlativos. Ni son raros en vez del genitivo partitivo, comoquiera que se use, los complementos que le son equivalentes en aquella construcción (§ 228, Obs. 1.°); y además el ablativo con ab: «nostris ab ovilibus agnus,» Virg. (cordero de nuestros establos).

2. a Tienen valor partitivo los genitivos nostrum y vestrum, verbigracia: «Nemo nostrum» (no nostri, que es el objetivo).

3. a Figúrase elegantemente el sentido partitivo allí donde no era de esperarse el genitivo que le representa, verbigracia: «Quid hoc morbi est,» Ter. (qué mal es éste?) «Tantum moles-tice,» Cic. (tanta molestia). *Amari aliquid,» Luc. (cierta amargura) (2).

( ! ) U n a e x i g e n c i a semejante notamos en c a s t e l l a n o con o t r a ocasión (§ 240, Obs. 2$).

(2) E n c a s t e l l a n o se conserva este idiotismo en « a l g o de c i e r t o , » « n a d a de hermoso ,» etc (Bello Gr. 27 ) . E n T i r s o de M o l i n a es f r e cuente l a locución «Qué de ello,» semejante al «Quid ejus» de C i c e rón .

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§ 266—Studiosus sapientias.

Hay varios adjetivos que se construyen con genitivo; entre ellos:

a] Los que denotan: 1.", deseo, verbigracia, ávidus, studiosus «Studiosus sapientiav Cic. (amante de la sabiduría); 2.°, recuerdo u olvido, verbigracia: memor, ímmemor; 3.°, ciencia o ignorancia, verbigracia: consultus, nescius; 4.°, poder, dominio, verbigracia: potens, compos; 5.°, abundancia o carestía, verbigracia: plenus, pauper; ñ.°, inocencia o culpabilidad, verbigracia: ínsons, reus.

b] Los participios de presente activos adjetivados, es decir, que en vez de significar un hecho transitorio, lo significan habitual y permanente; y los verbales en ax, verbigracia: «Patiens laborum,» Virg. (sufrido en los trabajos). «Tenax propósiti,» Hor. (tenaz en un empeño).

c] Algunos cuyo complemento viene a equivaler a nuestras frases «en cuanto a » «en materia de » y aun a la preposición de algunas veces (1), verbigracia: «Integer vitae,» Hor. (hombre sano en sus costumbres). En estos casos suele preferirse un ablativo de causa.

Genitivo circunstancial.

§ 2 6 7 — O m n i a hcst ium e r a n t . F o r t i s est non p e r t u r b a r i .

El verbo sum puede construirse con genitivo de posesión, verbigracia: «Omniahostiumerant,» Liv.(todo era ya délos enemigos). Pero este genitivo se emplea principalmente para significar pertenencia moral, incumbencia, verbigracia: 'Fortis est non perturbari in rebus ásperis,» Cic. (es de varón animoso no abatirse en los contratiempos).

* O B S E R V A C I O N E S . 1 . a Este genitivo no es, propiamente hablando, circunstancial sino adjetivo, ya se subentienda un sustantivo tres hostium, mos fortis), ya se le considere a modo de adjetivo predicado. Y como tal aparece refiriéndose no sólo a un sujeto regular, sino también al de una proposición infinitiva, verbigracia: «Amphora, curre; trium díceris esse pedum » Anth. Lat.

2." El genitivo de pertenencia moral puede reemplazarse por un adjetivo si lo hubiere equivalente (§ 209). El adjetivo es indispensable si el genitivo hubiere de ser el de algún pronombre personal; diráse, pues: *Tuum (y no tuí) est videre,» Cic. (a ti te toca verlo). «¡0 Di! si vostrum est misereri,» Cat. (oh dioses! si sabéis compadeceros).

(1) V . S a l v a . Gr.. F r e p . de 17 . ° , páff. 246.

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3. a Süum, sin embargo, no puede sustituirse a un genitivo reproductivo (verbigracia, ejus, eoram), si las reglas arriba dadas lo prohiben, es decir, si no se refiere al sujeto de la misma proposición (§ 2 5 5 ) .

* 4 . a En castellano tenemos construcciones análogas; sólo que el adjetivo posesivo está circunscrito al lenguaje poético: «Es muy de caballeros^andantes el dormir en los páramos y los desiertos lo más de! año,» Cerv.

Que no fue tuyo con servil l i son ja Al p r o c e r orgul loso L o o r e s t r i b u t a r , ( l ) — { G i l y Z a r a t e ) .

§ 268—Vivorum mémini.

Construyanse también con genitivo los verbos que envuelven la idea de recuerdo u olvido, verbigracia: « Vivorum mémini,» Cic. (me acuerdo de los vivos) «Epicuri oblivisci,» id. (olvidarse de Epicuro).

O B S E R V A C I O N E S . 1. A Lo mismo se construyen cualesquiera palabras o frases que envuelvan dichas ideas, verbigracia: «Ve-nitmihi Platonis in mentem,» Cic. (me acordé de Platón).

2 . A En vez del genitivo tiene cabida: 1.°, un acusativo, verbigracia: «mémini Cinnam»; 2°, un ablativo con de, verbigracia: «de palla memento,» Plaut.; 3.°, una proposición completiva ( § 1 5 5 , Obs. 3 . a ) .

§ 2 6 9 — P r o d i t i o n i s a c c u s a t u s .

Los verbos que significan acusar, absolver, vindicar, con' vencer, piden en genitivo el nombre del delito o cargo, verbigra" cia: «Miltíades proditionis est accusatus,» Nep. (Milcíades fue acusado del delito de traición), «Stultitiae se damnat,» Lucr. (se acusa de necedad).

O B S E R V A C I O N E S . 1.A En vez del genitivo ocurre a veces el ablativo, verbigracia: «Accusavi de pecuniis repetundis.» Cic. (le acusé por delito de peculado). En este caso, sin preposición, va siempre la voz crimen, que vale acusación o cargo.

2 . A El nombre de la pena va como el del delito, en este o el otro caso, verbigracia: «capltis o morte damnatus.» Aparece también en acusativo con ad: «ad bestias condemnari» (ser condenado a las fieras).

(1) V é a s e un ejemplo i g u a l en i n g l é s :

' T w a s thine, M a r í a , thine without a s igh At midnight in a S i s t e r ' s a r m s to die .

( K o g e r s . Human Life).

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§ 270 Norme te miseret mei?

Los verbos miseret, piget, etc., y los de análoga significación, como miserear, piden en genitivo el nombre del objeto que causa la compasión, vergüenza, etc., verbigracia: «Nonne te miseret mei?» Ter. (no te compadeces de mí?) «O! miserere mei, misereri meorum!» Ov. (oh! compadécete de mí y de los míos!).

§ 271 — R e g í s ínterest .

Interest y refer piden en genitivo el nombre de la persona interesada verbigracia: «Regís ínterest,» Liv. umporta al rey).

O B S E R V A C I Ó N . En vez de los genitivos mei, tai, sui, nostri, vestri, se usan las formas (1) mea, tua, sua, riostra, vestra, verbigracia: «mea ínterest» (me importa).

Y si siguiere un relativo, concordará con el pronombre personal que va envuelto en ellas, según se explicó en el § 242, 2."

§ 272—Magni a?stim.inat p e : u n i a m .

Hay algunos genitivos de adjetivos tomados sustantivamente, que expresan en sentido general la estimación que se hace de alguna cosa, a saber: magni,máximi, mucho,muchísimo; pluris, más; plúrimi, lo más; parvi, poco; minoris, menos; mínimi, muy poco; tanti, tanto; quanti, cuanto (2\ Constrúyense con verbos como cestimare, penderé, ¡ácere, estimar; dúcere, putare, habere, reputar, verbigracia: «Magni aestimabat pecuniam,» Cic. (preciaba en mucho el dinero).

* Este genitivo llamado de precio o estimación, propiamente hablando no es circunstancial, sino adjetivo, ya se subentienda un sustantivo (rem magni), ya se le considere a modo de adjetivo predicado.

O B S E R V A C I O N E S . 1." Máximi, pluris, minoris, tanti y quanti (con sus compuestos) se construyen también con verbos como sum, significando valer; stare, constate, significando costar; émere, comprar; venderé, vender; venire, ser puesto en venta. «Ager nunc multo pluris est quam tune fuit,» Cic. (el campo vale ahora mucho más que valía).

( i ; E l B r ó c e n s e , a p o y a d o en la autor idad de E s c a n ' g e r o , pretende que e s t a s formas son a c u s a t i v a s de p lura l del adjetivo posesivo (Min. 3. 5. 3 ) . T i e n e en c o n t r a el hecho decisivo de a p a r e c e r l a r g a en los poetas l a a final: por lo c u a l Burnouf (Méth. Lat., § 379) y otros l a reputan a b l a t i v o s : mea re-fert, mea (te) interest. K e y c r e e que mea refeit, mea ínterest, es corrupción demeam lem-fert, meam inter-rem-est.

(2) Const rúyense de i g u a l modo sustant ivos como nihili, fiocci, pili, que valen muy poco: á s a n s e f a m i l i a r m e n t e y por donai re , como c u a n d o decimos en c a s t e l l a n o « d á r s e l e a uno dos higas,» «no valer un comino.»

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2.* Si el precio o valor se particulariza con un sustantivo, éste va en ablativo, verbigracia: «Quanti? Octússibus.» Hor. (en cuánto? en ocho ases). En el mismo caso van las expresiones generales magno, plúrimo, parvo, mínimo, nimio y dimidio, verbigracia: «Quanti? Parvo.» Hor. (en cuanto? en poco).

§ 2 7 3 - - I n d i g e o tui c o n s i l ü .

Suelen hallarse con genitivo en vez de ablativo, verbos que significan:

1." Abundar o escasear,.verbigracia: «Indigeo tui consilü,» Cic. (necesito de tus consejos).

2.° Abstenerse, desistir, verbigracia: «Désine mollium que-relarum,» Hor. (déjate de cobardes quejas).

3.° Potior: «Potitus est hostium,» Plaut. (se apoderó de los enemigos).

C A P Í T U L O x

Del ablativo.

§ 274. La significación natural del ablativo es la de lugar de procedencia, y su oficio propio el de formar, con preposición o sin ella, complementos circunstanciales.

* El ablativo suele juntarse con adjetivos y participios, semejando complemento adjetivo: depende eso de la fuerza verbal que aquéllos envuelven; así «urbs nuda o nudata praesi-dio»=urbs quce-nudata-est praesidio.» Júntase también inmediatamente con algunos sustantivos por subentenderse un verbo (conf. § 104, 3.°>.

§ 275—Ablat ivo de or igen.

El lugar de donde algo procede o se aparta, sea material o moralmente hablando, se expresa con ablativo; o de otro modo, él ablativo se construye con verbos que de alguna manera denotan separación, extracción; por ejemplo, los que significan pedir, recibir, preguntar (que viene a ser pedir un conocimiento), oír (que equivale a recibirle), etc., verbigracia: «Audivit a Cu-rione,» Cic. (le oyó decir a Curión). «Hoc audivi de patre,» id. (esto lo he oído de boca de mi padre). Ex Sicca póteris cognós-cere,» id. (podrás informarte por Sica).

O B S E R V A C I Ó N . Con nombres de persona suele preferirse la preposición ab; ex y de con los de cosa.

En esta materia, para evitar impropiedades, conviene consultar el buen uso de los diccionarios.

§ 276—Ablativo de c a u s a .

a] La idea del lugar de procedencia se identifica fácilmente con la idea de causa, a la cual sirve por lo mismo el ablativo. De aquí el ir en este caso el nombre del agente en las proposi-

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cienes de pasiva (§ 1 2 9 ) , verbigracia: *A Deo omnia facta sunt,» Cic. (todo ha sido hecho por Dios).

OBSERVACIÓN . Es de notar que en latín es frecuente expresar la idea de procedencia en casos en que se prefiere en castellano la de medio o instrumento: así en latín se dice: «nil reli-querunt ande efferrentur,» Nep. (no dejaron nada de donde enterrarlos); y en castellano: «nada con qué enterrarlos.» En virtud de esta tendencia, de las preposiciones por y de, de las cuales la primera significa medio y la segunda procedencia, solemos preferir aquélla en la formación de complemento significativo de persona agente. Por Dios es, pues, una traducción correcta, más no exacta, de A Deo.

* En lo antiguo solía usarse de en estos casos, giro por lo visto más ajustado que el de por, a la índole latina, y que no ha caído en desuso, sobre todo interviniendo el participio pasivo ( 1 ) , verbigracia: «Las obras virtuosas son calumniadas de la malicia humana,» Cerv.

b] A la idea de causa se allegan varias relaciones que responden a las preguntas Respecto o en materia de qué? Por lo que mira a qué? Tales relaciones se significan con el ablativo. Así, al decir, «Antonius par est Catilinaa» (Antonio está al nivel deCatilina), sise nos pregunta en qué? por qué aspecto? debemos responder con un ablativo, por ejemplo, «scelere,» Cic. (en maldad). La maldad es aquí una especie de causa de la semejanza establecida.

c| El supino en u es un ablativo que sirve de complemento a adjetivos como fácilis, difficilis, incredibilis, jucundus, honestos, turpis, etc., respondiendo a la misma pregunta Respecto a qué? verbigracia: «Diffícile dictu,» Cic. (difícil de decirlo), «Mi-rábile visu,» Virg. (cosa admirable de verse). «Res horrenda re-latu,» Ov. (cosa horrible de contarse).

OBSERVACIÓN . Como estas relaciones presentan cierta afinidad con la de pertenencia, parece que pudieran expresarse también con genitivo. Pero siendo éste naturalmente complemento adjetivo, no puede tener cabida sino en viniendo a desempeñar tal oficio, lo que se verifica en construcción con adjetivos (§ 2 6 6 1 . Mas aun entonces se prefiere el ablativo. Según esto, si decimos, por ejemplo, «abundat,» debe completarse el pensamiento con un ablativo: «amore,» Ter. «sapientia, audacia,» Cic : adjetivándose el verbo: «estabundans,» pudiera agregarse: «lactis,» Virg., si bien, por no ser siempre admisible esta construcción, es más seguro el uso del ablativo: «pecunia,» Cic.

§ 277—Acepciones v a r i a s del ablativo.

La significación del ablativo se altera por la asociación de una preposición (que a veces puede estar subentendida). Las

(1) V . S a l v a , Gr., pág , 242. L a s s e c a s flores que en el vaso e s t a b a n , T o c a d a s del Señor reverdecían . — ( H o j b d a ) .

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(li P u d i e r a sust i tui rse un adjetivo: « m a r m ó r e u m , » C i c . (§ 209) . Dfcese también con genitivo: «montes a u r i , » T e r . L a di ferencia es que en de mármore se percibe l a idea de s e p a r a c i ó n ; se ve, d igámoslo así , la mano del hombre que t r a e el mármol p a r a la f á b r i c a : «montes a u r i , » los dos elementos montes y aurum son coetáneos: no vemos ahí sino el resul tado de l a c r e a c i ó n .

principales circunstancias que en virtud de esta alteración de significado pasa a representar, son: 1." Materia: «Templum de mármore» (1) (templo de mármol); 2° Medio e instrumento: «Dente lupus, cornu taurus petit,» Hor. (el lobo acomete a bocados, el toro a cornadas); 3.° Modo: «Magno cum murmure,» Virg. (con gran ruido); A." Cualidad, cantidad y número: «Vir summo ingenio,» Cic. (hombre de gran talento; v. § 264); 5.° Parte: «Prehende me aurículis,» Pl. (cógeme de las orejas). «Ná-ribus acres canes,» Ov. (perros sagaces de olfato); 6." Tiempo, lugar, distancia (v. cap. xm); 7." Precio y estimación (v. § 272). En una palabra, toda circunstancia cuya representación no c o rresponda claramente a otro caso, se significa con el ablativo.

O B S E R V A C I Ó N . El ablativo absoluto es cláusula más o menos independiente que suele connotar procedencia: «Aris relictis, excessere Di,» Virg. (los dioses se alejan de los altares que abandonan); modo: «Phalanx instructis návibus ibat,» id. (marchaba la flota con las naves en buen orden);-y algunas otras relaciones. Cf § 192.

§ 278—Verbos y adjet ivos que piden a b l a t i v o .

a] Verbos. Entre los verbos con los cuales se construye el ablativo en algunas de las acepciones indicadas se cuentan: 1.° Sum, verbigracia: «Agesilaus statura fuit húmili» (Agesilao fue de estatura humilde) (cf., § 264, Obs. 3 a ) ; 2." Los que denotan abundancia o escasez, verbigracia, abundo, careo; 3." Los afectivos, verbigracia, gaudeo, lector, glorior; 4." Los deponentes utor, hacer uso; vescor, alimentarse; fungor, desempeñar (un oficio o cargo); potior, apoderarse; fruor, gozar; dignor, estimar digno; 5." La frase «opus est,» (es menester), verbigracia: «Autoritatetua nobis opus est,» Cic. (para nosotros hay necesidad de tu autoridad=tenemos necesidad de tu autoridad). Cf., § 289.

O B S E R V A C I O N E S . : C u a n d o la cosa de que hay necesidad se expresa en castellano con un infinitivo, en latín se expresa con un participio pasivo de pretérito, verbigracia: «Maturato opus est,» Liv. (es menester apresurar); o bien, aunque con menos frecuencia, con un supino: «Scitu opus est,» Cic. (es menester saber).

2. a El nombre de lo que es menester puede ir también en nominativo, a que opus se refiere entonces como predicado; «Multi opus sunt boves,» Varr. (son menester muchos bueyes).

3 . a Fació, en el sentido de sacrificar u ofrendar, demanda en ablativo el nombre de lo que se inmola u ofrenda: «Cum faciam vítulo,» Virg. (cuando haga el sacrificio de una ternera).

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«Ter fit mero,-» Tib. itres veces se hace la oblación del vino). También se construye con ablativo en el sentido que manifiestan estos ejemplos: «Quid Tullíola mea íiet?» Cic. (qué será de mi pobrecita Tulia). «Nescit quid faciat auro,» Plaut. ;no sabe qué hacer del oro).

b] Adjetivos. Piden ablativo los adjetivos siguientes: l .°Los de significación análoga a los verbos expresados, con dignus, indignus (dignor), Icetus (las'tor), etc., verbigracia: «dignus laudi vir,» Hor. (hombre digno de alabanza); «laetus sua sorte,» id. (contento con su suerte). 2.a Fretus, alienus, prcecitus, contentus, assuetus, natus, piden en ablativo aquello en que uno se apoya, de que carece, está adornado, contento, a que está acostumbrado, de donde proviene, etc., respectivamente, verbigracia: «labore assuetus,» Cic. (acostumbrado al trabajo). 3.° Los comparativos (§ 215).

Alienus pide a veces ablativo con la preposición ab.

C A P Í T U L O XI

Del acusativo.

§ 273. El oficio primordial del acusativo es señalar el objeto que padece la acción del verbo.

* O B S E R V A C I Ó N . Aun las veces en que el acusativo no es complemento directo, indica un objeto adonde la acción se encamina en cierto modo, aunque no sea recayendo sobre él directamente. Así, pues, el ablativo y el acmativo en su valor fundamental, indican relaciones opuestas: aquél, origen; éste, fin.

Complemento directo:

§ 280. Los verbos transitivos, con los cuales se construye el acusativo, pueden por lo que mira a esta construcción, clasificarse ai:

1." Los de reconocido carácter transitivo (advertido siempre en los diccionarios) (1), verbigracia: «Vípera limam momordit,» Fed. (una serpiente mordió una lima).

2." Los verbos impersonales cuya construcción se explicó en el § 270; y con ellos el igualmente impersonal pluit (2): «Pluit lapides» (llovió piedras).

3.° Los unipersonales prozlerit, fugit, latet (3), fallit (ocultársele a uno, escapársele); juvat, agradar; decet, sentar bien; dédecet, sentar mal; oportet, convenir; los cuales suelen llevar por sujeto un pronombre neutro, como hoc, illud, o bien una proposición infinitiva (§ 150, 2").

(1) R e g u l a r m e n t e con el calificativo A C T I V O en el sentido de T R A N S I T I V O .

(2) H á l l a s e también con ablativo, v e r b i g r a c i a , « lapídibus ,» L i v . Respecto de l a construcción de su equivalente c a s t e l l a n o llover, v. Bello, Gr., § 338, b-

(i) Justino, Plin. A p a r e c e a veces en l a 3? de p l u r a l : «nec la tue-re doli f r a t r e m , » V i r g .

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§ 281. El acusativo sirve también de complemento a verbos intransitivos usados accidentalmente como transitivos, a saber:

1." Los que significan llorar, gemir, reír (y además hórreo y aversor, tremo, erubesco; mirar con horror, temor, vergüenza), suelen tomar en latín, y algunas veces en castellano, cuando se desvían de su acepción recta, un acusativo, generalmente de cosa, verbigracia: «Facta gemit,» Cat. (llora su suerte).

2." Otros toman un acusativo que reproduce su significado, modificándole frecuentemente un adjetivo o complemento adjetivo, verbigracia: «Mirum somniavi somnium,» Pl.(soñé un sueño maravilloso).

Decimos asimismo en castellano: «soñar un sueño maravilloso,» «vivir vida alegre.» (Bello, Gr , § 346).

3.° Los que significan saber, sonar, oler, en la acepción que manifiestan estos ejemplos: «Sonare aut olere peregrinum.» Cic. (tener aire o sabor forastero). «Nec vox hóminem sonat,» Virg. (ni esa voz parece humana).

Decimos semejantemente en castellano: «Todo huele a ostentación, todo sabe a majestad» (1). (Tirso de Molina).

4. a Otros verbos intransitivos deponen este carácter del punto en que entran en composición, especialmente con preposiciones de acusativo: «szzperéminet undas,» Virg. (sobresale en las ondas).

O B S E R V A C I Ó N . Cuando el verbo componente es transitivo y el compuesto lleva dos acusativos, uno de ellos es complemento directo y el otro depende de la preposición componente.

5 ° Ya hemos visto que los infinitivos y los acusativos de pronombres neutros sirven de complemento a una multitud de verbos usados por lo demás como intransitivos; «Tendit divé-llere nodos,» Virg. (trata de romper los nudos) (2).

6.° Por último, «hay en todas las lenguas un movimiento continuo en que el verbo activo pasa a neutro y el neutro se convierte en activo; movimiento que se efectúa por transiciones fáciles y suaves en el habla común y de que los más correctos escritores se han aprovechado para dar novedad, fuerza o gracia a la frase, como se ve en el "Coridon ardebat Alexin" de Virgilio, en el "anhelare crudelitatem" de Cicerón, en el "nox est perpetua una dormienda" de Catulo, en el "garriré fabellas añiles" de Horacio.» Así, Bello, Gr., § 329, nota.De aquí se sigue que en esta materia el uso es vario, aun dentro de un mismo verbo y debe estarse a la autoridad de los buenos escritores.

Complemento circunstancial.

§ 282. El acusativo sirve de complemento circunstancial rara vez sin preposición, frecuentemente con ella.

( 1 ) V . Cerv . , Quij., p a r t . i , c a p . 47. (2) C f . , §§ 130, 131, y también Bel lo , Gr., § 327, h.

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1.° Sin preposición. Hay algunos verbos que se construyen con dos acusativos, uno significativo de persona o cosa personificada y es el complemento directo, el otro significativo de cosa y es el circunstancial: según esto, al volver la proposición por pasiva, el primero pasa a nominativo, y el segundo queda intacto- Estos verbos son:

a] Doceo, edoceo, enseñar, y celo, ocultar, verbigracia: «Catilina juventutem mala facínora edocebat,» Sal. (Catilina enseñaba a la juventud artes malvadas). Por pasiva sería: «juventus mala facínora a Catilina edocebatur.»

b] Poseo, flágito y otros que significan pedir, preguntar verbigracia: «Pacem te póscimus omnes,» Virg. (todos te pedimos la paz). «Sine te hoc exorem,» Tert. (permíteme rogarte esto). Ejemplo de pasiva: «Nec tantum ségetes aliméntaque dé-bita dives Poscebatur humus,» Ov. (ni la abundante tierra era solicitada sólo a fin de que diese los frutos y debido sustento.

cj Transduco y otros que significan conducir, pasar: «Flu-men exércitum transdúcere maturavit,» Cés. (se apresuró a hacer pasar el río al ejército). Pero como éstos son generalmente compuestos de preposición de acusativo, uno de los complementos puede considerarse regido de ella, según lo arriba dicho.

O B S E R V A C I O N E S . El acusativo sin preposición forma también complementos circunstanciales significativos de espacio y tiempo, verbigracia: «Rus ibo,» Ter. Según se explicará en el capítulo XIII.

2." Con preposición. «In ccelum,» Cic. (hacia el cielo). «Erga patrem» (para con el padre). «íub umbras» (bajo la sombra). No ofrecen dificultad notable.

Complemento adjetivo.

§ 283 El acusativo sin preposición, como ya se dijo (§ 108), no se construye como complemento adjetivo sino es con los verbales de verbos transitivos: infinitivo, gerundio, supino y participios de activa. Algunas veces, sin embargo, aparece como tal con nombres que se asimilan a dichos verbales, a saber:

I." Asimilan los poetas al participio de pretérito deponente transitivo, el de pretérito pasivo y aun simples adjetivos, y en tal virtud los construyen con acusativo (1), verbigracia: «Exu-vias inductus Achillis,» Virg. (vestido con los despojos de Aquiles). «Nuda pedes,» Ov. (ella, con los pies desnudos). Este acusativo significa generalmente, o bien la cosa que padece la acción envuelta en el participio: vestido ¿qué es la cosa vestida? los despojos;—o bien la parte en que se localiza la acción o hecho: desnuda en qué parte? en los pies; y puede traducirse por una cláusula absoluta: «Héctor, vestidos los despojos de Aquiles;» «ella,desnudos los pies.» En el segundo caso, el complemento se llama determinativo.

(1) Son estos participios y adjetivos en cierto modo depo n entes, puesto que deponen su natural sentido pasivo o neutro, para tomarlo

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En nuestros poetas antiguos ocurren no pocos ejemplos de este helenismo:

« G r i t a n d o va el c a b a l l e r o P u b l i c a n d o su g r a n m a l , Vestido r o p a s de luto

A f o r r a d a s en s a y a l . » — ( J U A N M A N U E L ) .

«•Desnuda el pecho a n d a e l l a . » — ( G Ó N G O R A ) .

2.° Los adjetivos en bundus se asimilan a los participios de presente: «populabundus agros» (que tala, o talando, los campos). Estos adjetivos son en muy corto número.

3." Suelen asimilarse al infinitivo sustantivo los sustantivos en tío, verbigracia: «reditio domum,» Cés. (la vuelta a casa). Esta construcción es rara (1).

O B S E R V A C I Ó N . La asimilación de estos nombres en bundus y en tío a los verbales, depende de que ellos mismos lo son, sino que con el uso han ido perdiendo la fuerza activa que traen de su origen.

4." Finalmente, se construyen con acusativo el comparativo propior y el superlativo próximus (con sus correspondientes adverbios propius y próxime) (2), el adjetivo cemulus (3) (aunque rara vez) y algún otro.

Complemento adverbial.

§ 284. Algunos nombres han llegado a usarse adverbial-mente en el acusativo:

1.° Varios sustantivos y adjetivos neutros (pronombres especialmente), verbigracia: «Nihil mea carmina curas,» Virg. (no atiendes mis cantos). Quid lacrimas? Prop. (qué lloras?) «Mag-num loqui,» Hor. (declamar con grandilocuencia). «Dulce ridere,»

activo con fuerza t r a n s i t i v a . Cf . , B e l l o , Gr., § .380. Por el m i s m o c a mino, adjet ivos como felix h a n venido a u s a r s e en sent ido act ivo, a u n q u e s in fuerza t r a n s i t i v a : V i r g . Buc, v. 65 . ALn., 1330. M a r t . i , 102, 2. P o r lo q u e h a c e a los e jemplos c a s t e l l a n o s que s i g u e n , no h a y que equivocar l a cons t rucc ión q u e i n c l ú j ' e n : « c a b a l l e r o vestido,^ en q u e el p a r t i c i p i o c o n c u e r d a con el su jeto , con a q u e l l a o t r a , c i t a d a a t r á s , n o t a : «.visto los S e n a d o r e s , » en que el p a r t i c i p i o no c o n c u e r d a ; el c u a l , por lo mismo, no es t r a n s i t i v o , s ino f o r m í a b r e v i a d a .

(1) O c u r r e en P l a u t o ; v e r b i g r a c i a Truc., 2, 7, 72; Peen. 5 , 5 , 29 ; AuL, 3 , 2, 9; 4, 10, 18; Cas-, 2, 6, 54 -55 ; Cure, 5, 2, 27; Amph , 1, 3, 2 1 ; Most-, 1, 1, 33,

(2) P o r c o n s e r v a r l a fuerza d i s p o s i t i v a de prope. (3) « E m u l o a l a s e d a d e s , » d i c e de M e r l í n C e r v a n t e s ; y Ruiz de

A l a r c ó n en Verd. Sosp.:

E l b a y o q u e s e r p r o c u r a E m u l o a l dueño q u e l l e v a .

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id. (sonreír dulcemente). Los do3 últimos giros pertenecen a la poesía.

También decimos en castellano: «esto me parece nada bueno,» Cf., Bello, Gr, § 189, b; § 361, b.

«Qué tardas? porqué ingrata te detienes?» (F. D E H E R R E R A ) 2.° Idgenus, de esa especie; id ceíatis o témporis, de esa

época; maguan partem, en gran parte; summum, a lo sumo; cerera, por lo demás; suam vicem, en lo que le concierne, y algún otro, verbigracia: «Céíera laetus.» Hor. (por lo demás estoy satisfecho). «Hodie posíremum me vides,» Ter. (hoy me ves por última vez).

CAPÍTULO XII

Del dativo

§ 285. El dativo señala el término de una acción realizada, ya se halle ésta representada por un verbo transitivo con su complemento directo, ya por un verbo intransitivo solo.

O B S E R V A C I Ó N . En los verbos intransitivos que piden dativo, el objeto directo de la acción (como observa Burnouf) está envuelto en el mismo verbo y representado por la raíz; así, «opitu-lari alícui,» no es otra cosa que «opem-ferre alícui.»

§ 286—Dat ivo con verbos t r a n s i t i v o ; .

1." Los verbos transitivos que significan dar, atribuir, prometer, etc., piden en dativo (llamado en este caso de adquisición), el nombre déla persona que viene a adquirir lo dado, atribuido, prometido: Di tibi divitias déderunt» (}), Hor. (los dioses te han dado riquezas).

2.° Constrúyense también con dativo, además del acusativo, los verbos transitivos compuestos de las preposiciones in, ad' ante, cum, inter, ob, post., prce, sub-' «Reipúblicae salutem prae-ferre suis cómmodis,» Cic. (preferir la pública salud a las propias comodidades).

§ 287—Dativo con verbos i n t r a n s i t i v o s .

Júntanse inmediatamente con dativo gran número de verbos intransitivos, a saber:

1." Los que implican la idea de tendencia, aproximación, provenga de amor o de odio; y por regla general, aquellos cuyos equivalentes en castellano son transitivos, verbigracia: pareo, obedecer; studeo, estudiar; auxilior, auxiliar; minor, amenazar; invideo, envidiar; parco, perdonar.

O) L a a c e n t u a c i ó n n a t u r a l es dedérant; a q u í es e s d r ú j u l o p o r l i c e n c i a p o é t i c a .

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2." Los compuestos de las preposiciones antedichas, verbigracia: «Ocúrrite morbo. Pers. (prevenid la enfermedad). Prces-tat amicitia propinquitati,» Cic. (la amistad se aventaja al parentesco). «Succúmbere labori,» Cés (rendirse a la fatiga).

3 . ° Los compuestos de sum, excepto absum ( 1 ) (que pide ablativo) y possum (que forma proposiciones semiinfinitivas: § 1 5 3 , 2.°), verbigracia: «Nostro sermoni interfuit,» Cic. (presenció nuestra conversación.

§ 288—Dativo terminal.

El dativo señala no sólo el término próximo déla acción del verbo, como en «Di tibi divitias déderunt,» sino también el mediato; ora provenga el serlo de la naturaleza misma de las cosas, verbigracia: «Timere alícui,» Ter. (temer por alguno, temer que le resulte algún mal), ora de un acto de la voluntad, verbigracia: «Pétere gratiam alícui» (pedir gracia en favor de alguno). Este dativo se llama terminal.

O B S E R V A C I Ó N . Obsérvese la diferencia entre el dativo y el ablativo en «ejus vitse timeo,» Ter. (temo por su vida; esto es, que le avenga a él algún mal), y «Metui a Chryside» (temía de Críside; esto es, que me viniese de ella algún mal).

§ 289-Dativo con el verbo SUM

El verbo sum (y algún otro intransitivo) admite el dativo de adquisición que naturalmente corresponde a los transitivos do, tribuo, etc. ( 2 ) , verbigracia: «Non tibi barba nitet, non tibi culta coma est.» Tib. (no luces hermosa barba ni tienes bien peinada cabellera). «Fons, cui nomen Arethusa,» Cic. ¡fuente que lleva por nombre Aretusa).

O B S E R V A C I O N E S . 1 . a Esta construcción no existe en castellano: usamos en su lugar los verbos tener, poseer y otros semejantes.

2 * La construcción «cui nomen Arethusa,» es perfectamente regular (§ 1 1 9 ) . Dícese también por atracción: «dúo Roscii, quorum alteri capitoni cognomen est,» Cic. (cf., § 1 5 4 , 4 . ° y con menos frecuencia: «nomen Mercurii est mihi,» Plaut. (§ 1 1 9 , Obs., 1 A )

§ 290—Concurrencia de dos dativos.

Muchos de los verbos que se construyen con dativo de adquisición admiten al mismo tiempo el terminal en la acepción que este ejemplo manifiesta: «Hoc tibi laudi est., hoc vitio datur» (lo uno redunda en honra tuya, lo otro en demérito). Así decimos

(1) Pero sigue la regla cuando es equivalente a desum. (2) Asimilamos este dativo al de adquisición, por ser perfecta

mente análogos los dos giros. «Móbilis mens hómini data est,* ( S e n . ) y Móbilis mens est hómini.»

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en casíeíiano: «en provecho, en desdoro, en auxilio de alguno,» y en latín: «alicui utilitati, dedécori, auxilio.»

O B S E R V A C I O N E S . 1.A En estas construcciones el dativo de adquisición es un nombre de persona o cosa personificada^ el terminal, significativo ordinariamente de ideas abstractas y morales como honra, vicio, provecho.

2 * Este segundo dativo no siempre tiene un equivalente fiel en castellano: se traduce de un modo o de otro según el contexto (!).

$ 291—Dativo en vez ue. ablativo.

1." Los verbos ádimo, déíraho, eripio (quitar, arrebatar) piden naturalmente ablativo (§ 2 7 5 ) . Pero si no es tanto la idea de separación la dominante en el pensamiento, cuanto la de favor u ofensa envuelta en aquélla, el ablativo cede el puesto al dativo: esta diferencia se patentiza en la traducción de los siguientes ejemplos: «Hunc mihi timorem éripe,» Cic. (líbrame por favor de este cuidado). «Adolescenti eriperem óculus,» Ter. (al mozo le haría yo la mala obra de sacarle los ojos). «Mam a me eripiet,» Plaut. (él la llevará lejos de mí; o bien, la arrancará de mi lado).

O B S E R V A C I Ó N . I." Como sólo las personas pueden recibir favor u ofensa, con nombres de cosas es inadmisible el dativo ¡atino:diráse,pues: Vagina(y no vagince)gladium eripere,» Virg. (sacar la espada de la vaina).

Este uso del dativo es mucho más extenso en castellano que en latín. Por regla general lo usamos siempre con nombres de persona, y algunas veces con nombres de cosa, aun no mediando claramente la idea de favor u ofensa, y así decimos «averiguar/e a alguno algo» (quaerere ab áliquo); «quitar de ramo,» o «quitarle al ramo una flor» (fiorem e ramo decérpere).

2.° Llevan, como se ha dicho (§ 1 2 9 ) , ablativo con la preposición ab, y sin ella en ciertos casos, los verbos transitivos en la voz pasiva. Hállanse a veces con dativo en vez de ablativo, especialmente en los tiempos compuestos: «Carmina quae scribuntur aquse potóribus,» Hor. (versos que se escriben por hombres que no beben más que agua). «Cava búccina súmitur illi,» Ov. (toma él una hueca bocina). «Tria sunt videnda oratoria Quint. (tres cosas ha de tener presente el orador). Construcción muy genial de ios verbos guaro, laudo, intélligo, audio,

(1) P o r ejemplo, c u a n d o el verbo es ser, la preposición de suele volverle con e x a c t i t u d :

—«Doce c a b a l l e r o s l legan P o r el val ienteGust ios conducidos, P a r a sernos de a m p a r o y de defensa.»—i.Don A. SAA.verjít\).

—«Qué viviente P u e d e en a p u r o ta l serle de auxil io?» <E3i mismo) .

Es tudios l i te rar ios—M. A. Caro—24

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habeo, cerno, video (en el sentido de parecer que tiene en la voz pasiva, § 117,5.°); «Nec cérnitur u//i> Virg. (y de nadie es visto).

§ 292—Dat ivo en vez de geni t ivo .

Cuando un objeto puede considerarse bajo la relación de pertenencia respecto de otro, y también como término de la acción del verbo, el nombre que le representa puede ir en genitivo o en dativo: «Alicujus o alicui linguam prascídere,» Ter. (cortarle la lengua a alguno). «Os devoralum fauce quum hasreret lupi,* Fed. (como se le atravesase a un lobo en el guargüero un hueso que había engullido): pudiera decirse ¡upo (1). «Puellce tiendo turgíduli rubent ocelli,» Cat. (a la muchacha se le han hinchado los ojitos de puro llorar); puellce puede considerarse como genitivo y como dativo.

OBSERVACIONES. 1.A En estos casos es muy frecuente en latín el genitivo, al paso que en castellano se prefiere el complemento dativo (2): «a un lobo,» «a la muchacha.»

2 ° Si el sustantivo que ha de ir en genitivo es un pronombre, úsase forzosamente en su lugar (según hemos visto en otra ocasión, § 267, Obs. 2. a ) el adjetivo posesivo; ahora bien, si este adjetivo se calla por superfiuo (§ 259), tampoco hay para qué expresar e! dativo equivalente; se dirá, pues: «Stupui, síe-teruntque comas,» Virg. (quedé pasmado, y se me erizaron los cabellos). Mea; (que haría las veces de me.i) sería redundante, y lo mismo el dativo equivalente mihi (3).

( ! ) E s t a lecc ión propone B e n t l e y . (2) S e pref iere s o l a m e n t e , s i n s e r s i e m p r e i n d i s p e n s a b l e , c u a n d o

el sus tant ivo no es un p r o n o m b r e p e r s o n a l : « M á s p r e c i a el r u i s u e ñ o r su pobre nido . . . Q u e a g r a d a r l i s o n j e r o l a s o r e j a s De a l g ú n principe i n s i g n e . . . . »

d i c e F e r n á n d e z de A n d r a d a en vez de- « a g r a d a r » o « a g r a d a r / e las o r e j a s a a l g ú n p r í n c i p e » ( in terv in iendo en el s e g u n d o c a s o un reproductivo p leonást i co u s u a l en c a s t e l l a n o , c f . , B e l l o , Gr., § 352, m). Y s in e m b a r g o , só lo este g i r o es a c e p t a b l e en el e j e m p l o de a r r i b a : « a t r a v e s á r s e l e a un lobo un hueso en l a g a r g a n t a . »

(3) E n es te c a s o ( s iendo e ! sus tant ivo un p r o n o m b r e ) se usu. en c a s t e l l a n o , por r e g l a g e n e r a l , el complemento dat ivo , y e l a r t í c u l o definido en vez del ad je t ivo posesivo q u e es de forzoso uso en f r a n c é s : «se me er izaron los c a b e l l o s » ; <ímes cheveux s e d r e s s é r e n t . » E s t e a r t í c u l o no es s ino un demostra t ivo (=il/e) q u e se ref iere a l a pr imer a p e r s o n a r e p r e s e n t a d a por el dat ivo ante p ue s to : me (Cf., B e l l o , Gr., §§ 135, 136; 360, a). S i n e m b a r g o , h a y razones de c l a r i d a d , euf o n í a y aun de e levac ión de es t i lo q u e h a c e n en c ier tos c a s o s prefer i b l e el ad jet ivo posesivo; por e jemplo , en este p a s a j e de C a r v a j a l (Jerem., c a p . 5 ) :

P e c a m o s ¡ a y ! y en duros vaivenes La c o r o n a ca3'ó de nuestras s i e n e s .

« S e nos c a y ó l a c o r o n a de l a s s i e n e s , » serie , un g i r o p r o s a i c o y s ig n i f i c a r í a un a c c i d e n t e fortui to . «¿Nuestra corona c a y ó de nuestras s i e n e s , » s e r í a u n a const rucc ión i n t o l e r a b l e en c a s t e l l a n o .

Page 395: Miguel Antonio Caro Obras IV

371

§ 293—Dativo en vez de a c u s a t i v o .

El acusativo con ad o in (y alguna vez con erga) forma complementos circunstanciales que denotan el lugar adonde uno se dirige o se inclina; y como esta idea se asemeja a !a de término más o menos remoto de una acción, que el dativo representa, aquél y este complemento suelen usarse promiscuamente en frases como: «Scríbere, míttere lítteras alícui.» o «ad áliquem» ( 1 ) .

O B S E R V A C I O N E S . 1 . a La diferencia entre estos dos complementos en concurso, se descubre en este ejemplo: «Furtim dant Mercurio mandata ad Jovem,» Fed. (dan bajo mano o Mercurio recados para Júpiter).

* Puede fijarse esta diferencia diciendo que e! complemento dativo lo es circunstancial, o lo que es lo mismo, que se construye inmediatamente con el verbo (daré Mercurio), y el acusativo, adjetivo, esto es, que modifica a un nombre (mandata ad Jovem).

2. a Hay casos en que el uso del dativo en vez del acusativo con preposición es atrevido y puramente poético, verbigracia: «clamor it cozlo,» Virg. (el clamor sube a! cielo). «Ruit océano Nox,» id. (la noche cae al mar); por ad ccelum, in oceanum.

§ 294—Dat ivo complemento de adjet ivo,

Júntanse con dativo varios adjetivos que significan: i."/semejanza o desemejanza; verbigracia: similis, semejante, dissitni-lis, distinto: «Filius patri similis,» Cic. (hijo parecido al padre)? 2°, aproximación,vecindad, verbigracia, obvias, vecino; 3.°,aptitud o ineptitud; conveniencia o perjuicio; verbigracia, idóneas, idóneo; inútilis, inútil; fácilis, fácil; gravis, gravoso; 4.°, propensión, inclinación; verbigracia: natus, nacido, destinado por naturaleza; paratas, preparado.

O B S E R V A C I O N E S . 1." Con los de la primera clase (a que se agregan proprtus y communis), es admisible un genitivo en vez del dativo, verbigracia: «Similis majorum suorum,» Ter., o «ma-jóribus sais,* Quint. (parecido a sus progenitores). . -«Si

2." Con los últimos se prefiere a! dativo un acusativo con ad, rara vez con in, verbigracia: « O nomines ad servitutem nati,» Tac. (oh hombres nacidos para siervos!) (2).

( 1 ) T a l es l a a f i n i d a d e n t r e estos dos complementos q u e , a s í come l a prepos ic ión D E h a s u p l i d o por el geni t ivo , A (=ad), s u p l e por el dat ivo, q u e d a n d o P A R A como e q u i v a l e n t e de ad, según se ve en l a t r a d u c c i ó n del e j emplo de Feclro q u e copiamos en l a Obs. S i n emb a r g o , es de n o t a r s e q u e estos complementos formados por l a prepos ic ión a, no h a n l l e g a d o a a d q u i r i r en su p len i tud l a fuerza d a t i v a q u e t r a e n en su o r i g e n , l a s f o r m a s p r o n o m i n a l e s , le, les, lo,, las; e s t a es l a razón de c i e r t a d i f e r e n c i a q u e o b s e r v a B e l l o , Gr., § 356, l\ C f . , § 291, 1?, Obs, 1*

(2) Aná logo a este e s el g i r o c a s t e l l a n o q u e a p a r e c e en este

e j e m p l o :

¡ O h ! vive a la. vir tud n i ñ o i n o c e n t e — ( M O K A T Í N )

V„ S a l v a , Gr,, p . 237.

Page 396: Miguel Antonio Caro Obras IV

— 372 -

3 . a Las cuatro ciases de adjetivos enumeradas pueden reducirse a una, atendida !a idea de aproximación o tendencia común a todos ellos.

§ 295—Dativo complemento de adverbios ,

Constrúyense con dativo algunos adverbios de significación análoga a la de los adverbios que anteceden, verbigracia: «Convenienter natura,» Cic. (según la naturaleza). «Obviam mihi,» id. (a mi encuentro).

CAPÍTULO XIII

Complementos de espacio y tiempo.

1 — 3 I T Ü A C I Ó N

§ 296—In aethere.

Ei nombre del sitio o región en que sucede lo de que se había, va en ablativo con la preposición in, verbigracia: «In aethere,» Virg. (en ei aire). «In agris,» id. (en los campos). «In Bri-tannia,» Cic. (en Inglaterra).

OBSERVACIÓN. La preposición suele callarse si el sustantivo va acompañado de un adjetivo: omisión forzosa si éste fuere totas: «Atieno loco prceüum committunt,» Cés. (traban combate en lugar desventajoso). «Delectum habuit tota provincia,» id. (hizo leva de gente en toda la provincia).

También se calla: 1.", en la locución térra manque o térra et mari;2.°, por licencia poética: «Stant líttore puppes,» Virg. (1).

§ 297—Romze vívimua-

Nombres de ciudades y pequeñas islas van en genitivo (propiamente locativo) si fueren de la 1. a o 2. a declinación y del número singular: sin estos dos requisitos, van en ablativo, verbigracia: «Romee vivimus,» Catul. (Vivo en Roma); «Tarenti,» Cic. (en Tarento); «Athenis,* id. (en Atenas); «Babylone,» id. (en Babilonia).

OBSERVACIÓN. Si ocurre otro sustantivo que deba ir en aposición, se pone en ablativo, con preposición ordinariamente: «In urbe Roma.» «Albce constiterunt, in urbe munita,» Cic. (hicieron alto en Alba, ciudad fortificada).

También se ha dicho: «In óppido Antiochiav Cic.

(1) T á c i t o suele omitir l a preposición, v e r b i g r a c i a : « c a m p o aut líttore jacentes ,» An., 4 . 74.

Page 397: Miguel Antonio Caro Obras IV

— 373 —

§ 298—Domi esse .

Para decir en latin «en casa,» «por tierra,» «en el campo,» se emplean las formas domi, haml, ruri (1), verbigracia: «Domi esse,* Cic. (estar en casa). «Ruri (2i habitare,» id. (vivir en eí campo). «Serpit humi,» Hor. (se arrastra por el suelo).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Si se toman estas expresiones en sentido determinado <en tal o cual casa, campo o lugar), las ¡atinas quedan sujetas a la regla general: «In domo Csesaris,» Cic. (en la mansión de César). Puede también decirse: «Domi Csesaris,» id.

2. a Domi no admite más adjetivos modificativos que mece, tace, suo3, alienas.

Domi se toma extensivamente en el sentido de en el seno de la familia, de la patria, en oposición a forís (de forcé) por fuera (3). De aquí pasó a significar, metafóricamente, en el seno de la paz interior (4), y en este sentido lleva a veces contrapuestas las palabras belli o militiae, formas análogas por atracción (en campaña, en guerra).

(1) L a re lac ión q u e denotan a q u í e s t a s inf lexiones domi, Romee, ruri, e t c . , es n o t a b l e m e n t e d i s t i n t a de l a s a p r o p i a d a s al geni t ivo y dativo. P e r o no se d e b e p e r d e r de v i s ta q u e el geni t ivo l a t i n o de l a .1* y 2 ? d e c l i n a c i ó n corresponde e x a c t a m e n t e en i a f o r m a a ! locat ivo s á n s c r i t o y zendo; y a s í no h a c e a q u í s ino r e c o b r a r es te valor q u e debió de t e n e r o r i g i n a r i a m e n t e . (Cf. B o p p . Vergl., Gram., § 200) . L a c a r a c t e r í s t i c a de a q u e l c a s o es en s i n g u l a r i: a h o r a b i e n , el g e n i t i vo de l a 1? d e c l i n a c i ó n l a t i n a fue p r i m e r o en ai: es to supuesto , domi, Romee, ruri, son f o r m a s a u n e s , r e l i q u i a s s in d u d a de un a n t i guo locat ivo q u e c a e r í a en desuso reemplazado por el a b l a t i v o , c a s o d e s t i n a d o en el l e n g u a j e común, o r a v a y a solo, o r a reforzado de prepos ic ión , a responder a l a p r e g u n t a Ubi?

V a r i o s a n t i g u o s g r a m á t i c o s h a b l a n del locat ivo, como de un a d verbio, a c a s o en c u a n t o el re la t ivo que a d icho c a s o se ref iere no h a de s e r ad je t ivo s i n o a d v e r b i a l , v e r b i g r a c i a : « M o r t u u s Cumts, quo s e post f r a c t a s opes L a t i n o r u m c o n t ú l e r a t , » L i v . No p o d r í a d e c i r s e in quas (y s í só lo in quam urbem, t r a y e n d o el re la t ivo su sus tant ivo a l l a d o , s in r e f e r i r s e a otro a n t e r i o r ) . K i ü g e r , Laí. Gram., c i t ado por R o b y .

Muchos g r a m á t i c o s modernos l l a m a n locat ivos a l a s f o r m a s e n as y en í de r a í c e s e n - a y en -o ( 1 * y 2?- d e c l . ) ,

(2) Ruri y rtac sue len u s a r s e p r o m i s c u a m e n t e como locat ivos ; pero l a p r i m e r a f o r m a e s l a l e g í t i m a , como s e advier te en )a n s t a p r e c e d e n t e : rut>e se u s a a c o m p a ñ a d o de a d j e t i v o s .

(3) L a e x p r e s i ó n en casa va perdiendo e s t a s i g n i f i c a c i ó n extens i v a q u e aún c o n s e r v a el ad je t ivo doméstico. S i r v a de e jemplo e s t e p a s a j e en q u e el P a d r e I s l a , h a b l a n d o de l a u t i l i d a d de l a e m u l a c i ó n ent re t r a d u c t o r e s , a l u d e a l g r e m i o de l a C o m p a ñ í a de J e s ú s y a esc r i t o r e s de l a m i s m a : « P e r o no s a l g a m o s de casa y vayan sólo t r e s e j e m p l a r e s domésticos por no m o l e s t a r . »

(4) M e t á f o r a p r o p i a d e ura pueblo a c o s t u m b r a d o a v ic tor ias for a s t e r a s .

Page 398: Miguel Antonio Caro Obras IV

374 —

§ 299—Apud Lascara .

Para señalar el sitio haciendo relación a alguien personalmente, se emplea en latín la preposición apud, verbigracia: «Apud Lajcam,» Cic. (en casa de Leca). «Apud Xenophoníem,» Cic. (en ias obras de Jenofonte). «Apud bonos,» id. (en el ánimo de los buenos). «Apud me,» (en mi casa).

Decíase también en lo familiar, como para no dejar duda: «Apud me domi,» Ter.

I I . A P A R T A M I E N T O

§ 300 - B i theatro .

El nombre que denota lugar de procedencia va en ablativo con ab (de cerca de), o con ex o de (de dentro de). «Ab eo loco,» Cés. (de aquellas inmediaciones). «Exeamus e theatro,» Cic. (salgamos del teatro).

OBSERVACIONES . I." La preposición se calla algunas veces: «Ccelo demíttitur alto,» Virg. «Se moveré loco» es locución autorizada por Cicerón y César.

2.* La especie del verbo que se emplea influye también en la elección de una de las preposiciones ab, ex, de. Los compuestos de la preposición ab la prefieren en el régimen; los compuestos de ex admiten cualquiera de las tres; con los compuestos de de es poco usada ex.

§ 301—Athenis cessit .

Nombres de ciudades y pequeñas islas van en ablativo sin preposición, «Athenis cessit,» Cic. (salió de Atenas).

Lo mismo humus, domus, rus: «fcxire domo,» Ter. (salir de casa). «Surgit humo,» Ov. (se levanta del suelo).

OBSERVACIÓN . Otro nombre en aposición se antepone o pospone, con preposición, verbigracia: «Expéllitur ex óppido Gergovia,» Cés. «Genus Túsculo, ex claríssimo municipio, pro-fectum,» Cic.

§ 302 • A b nobis.

Si se señala el lugar aludiendo a persona, se usa la preposición ab: «Ab nobis,» Plaut. (de casa).

OBSERVACIÓN. E S permitida la combinación «ab nobis domo,» Plaut. (de mi casa).

I I I . D I R E C C I Ó N O T E N D E N C I A

§ 303—In forum.

El nombre del lugar adonde uno se dirige va en acusativo con ad (hacia cerca de) o con in (hacia dentro de). «Ad forum iré,» Ter. (ir hacia !a plaza). «In forum,» Cic. (a la plaza).

Page 399: Miguel Antonio Caro Obras IV

— 375 —

O B S E R V A C I Ó N . L O S poetas callan a veces la preposición: <T«mü!um venimus,» Virg.

§ 304 — S e Khodum cóntal i t .

Nombres de ciudades y pequeñas islas no llevan preposición, verbigracia: «Se Rhodum cóntulit,» Cic. (se trasladó a Rodas).

Tampoco la llevan rus y domas, «Ego rus ibo et ibi ma-aebo,» Ter. (iré al campo y quedaréme allí). Los poetas la callan algunas veces delante de nombres de regiones y países: «Ibitis Italiam,» Virg. (iréis a Italia).

O B S E R V A C I Ó N . Otro nombre en aposición suele llevarla,

§ 305—Specta tum veniunt,

El supino activo es un acusativo (§ 48, II), que no lleva preposición (§ 193,3.°) «Spectatum veniunt,» Ov. (vienen a mirar).

§ 306—Devortit a d se .

Si se determina el lugar aludiendo a alguna persona, se emplea la preposición ad: «Devortit Clodius ad se,» Cic. (CIo-dio se volvió para su casa). «Legatos ad Caesarem mittunt,» Cés. (envían legados a César».

O B S E R V A C I Ó N . Para referirse con mayor claridad al domicilio, puede decirse «domum ad se»; «domum ad Ciceronem.»

iv . T R X N S I T O

§ 307 - P e r a g r o s . V i a A p p i a .

El lugar por donde se pasa va, bien en acusativo con per: *Per agros,» Cic. (a través de los campos); bien en ablativo sin preposición: «Via Appia,» (d. (por la vía Apia).

V . K X T E N S I Ó N

§ 308 - M u r i duceuos pedes a l t í ,

El nombre que denota la extensión o dimensión de un objeto va en acusativo (complemento circunstancial sin preposición). «MuriBabylonisflÍMcenos pedts a\ti,quinquagenos Iatierant,»Plin. (los muros de Babilonia tenían 200 pies de alto y 50 de ancho). O en genitivo: «Fossam dúplicem duodenum pedum a majóribus castris ad minora perduxit,» Cés. (mandó hacer dos fosos de doce pies, desde los reales mayores hasta los menores) (1).

(1) « Á r e a s latas pedum denum fácito.» Colum. I t e m P i i n , x x x v i , 19, 4.

Page 400: Miguel Antonio Caro Obras IV

V I . D I S T A N C I A

§ 309—Decem m i l l i a o míll ibus passuum abe3se .

Va en acusativo, o en ablativo sin preposición, el nombre que denota la distancia: «Campus Marathón abest ab óppido Atheniensium círciter millia passuum decem,» Nep. (el campo de Maratón dista de Atenas cerca de mil pasos), Pudo decir millibus.

Complementos de tiempo.

Las circunstancias de tiempo se asimilan a las de espacio y se expresan por los mismos casos que aquéllas.

I . É P O C A

§ 310—Veré florent á r b o r e s .

El nombre que denota la época en que pasa ia cosa de que se habla va en ablativo sin preposición (1) , verbigracia: «Veré florent árbores» (en primavera echan flor los árboles). «Themís-tocles fecit idem quod viginti annis ante fécerat Coriolanus,> Cic. (Temístocles hizo lo mismo que había hecho Coriolano veinte años antes).

O B S E R V A C I O N E S . I." En vez de «viginti annis ante,» pudiera decirse con el número ordinal: «vigésimo anno ante,» o «vigésimo ante anno.» Lo mismo: «vigenti post annis,» o «vigésimo post anno.» Ante y post, que en estos ejemplos son adverbios, pueden usarse con fuerza de preposiciones: «ante mttlíos annos,» «post paucos dies» (antes de muchos anos; después de pocos días; o también, dentro de pocos días).

2. a Dícese (empleando un adverbio en vez de complemento): «pridie, postrídie ejus diéi» (la víspera de aquel día, a! dia siguiente). «Pridie kalendas,» «postridie ludos.»

I I . T R A N S C U R S O 15E T I E M P O

§ 3 1 1 - - T e r í i u m a n n u m r e g n a t .

Para significar desde cuándo data un suceso, se emplea el numeral ordinal (2) en acusativo: «Annum jam tertium regnat,» Cic. (reina hace ya tres años),

§ 312—Ante hos sex menses . A b h í n c q u a t u o r a n u í s .

Si se trata de un período fenecido, se emplea, bien ante y el demostrativo hic, bien el adverbio abhinc antepuesto a un acusativo o ablativo, verbigracia: «Ante hos sex menses,».Fed. hace seis meses). «Abhinc quatuor annos» o «quatuor annis* ahora cuatro años).

(1) A p a r e c e a l g u n a s veces in: « T e m p o r e in llio.s L u c . (2) R a r a vez el c a r d i n a l .

Page 401: Miguel Antonio Caro Obras IV

— 3 7 7 —

Hé aquí otros giros: «Ab illo témpore» (desde aquel tiempo). «Post urbem cónditam» (1) (desde la fundación de Roma), «Paucis diebus interpósitis,» Fed. (con pocos días de por medio).

I I I . A P L A Z A M I E N T O

§ 313—Ab caenam in pósterum diem.

Esta relación, que en el tiempo corresponde a la de dirección en el espacio,se expresa como ésta, por acusativo con in o ad: «Pythias ad ccenam invitavit Canium in pósterum diem.» Cic> (Pitias invitó a Canio a una comida para el día siguiente).

I V . D U R A C I Ó N

§ 3 1 4 — T r é d e c i m annis . T r i g i n t a annos.

La duración se expresa con ablativo o acusativo, verbigracia: «Trédecim annis regnavit Alexander,» Cic. (Alejandro reinó por trece anos). «Triginta annos vixit,» Cic. (vivió treinta años). «Noctes aíque dies patet atri janua Ditis,» Virg. (día y noche está abierta la puerta del tenebroso imperio).

O B S E R V A C I O N E S . 1. a Este acusativo lleva a veces la preposición per, que es enfática, y equivale fielmente a la nuestra por: «Hostem per annos jam prope triginta víncimus,» Liv, (llevamos ya casi treinta años de estar venciendo al enemigo).

2. a La edad (o duración de la vida) se expresa por los mismos medios: «Cato annos quinqué et octoginta natus excessit e vita,» Cic. (Catón murió de ochenta y cinco años). «Augustus gérere magistratura minóribus annis triginta permisit,» Plin. men. (Augusto permitió ejercer la magistratura a los menores de treinta años). En ocasiones se emplea el ordinal: «vigésimo astatis anno» (a los veinte años).

§ 315 — Duódecim annis . I n t r a decem annos.

La duración periódica se expresa con ablativo, o con acusativo con intra: «Jovis stella suum cursum duódecim annis cónficit,» Cic. (el planeta Júpiter hace su revolución periódica en doce años) «Haec omnia intra decem annos facta sunt,» id. (todos estos hechos se consumaron en el período de diez años).

§ 316—Observación.

En castellano, a imitación del latín, es frecuente la ausencia de preposición en los complementos de época, distancia, duración y dimensión, verbigracia: «Las primeras buenas nuevas que

(1) Cf., § 200.

Page 402: Miguel Antonio Caro Obras IV

tuvo eí mundo las dieron los ángeles la noche que fue nuestro día,» Cerv.

— e n j a m b r e s voladores D e m o s c a s en espeso remolino

Las mañanas de a b r i l v a g a n e r r a n t e s .

( H E R M O S I L L A ) (1)

C A P I T U L O X I V

Modos y tiempos.

I N D I C A T I V O

§ 317. El modo indicativo se usa: l .°En proposiciones independientes como en castellano. 2." En proposiciones completivas, pero rara vez (§ 163). 3." En proposiciones accesorias que expresan pensamien

tos del que habla (§§ 187 y 2 0 5 , 3 . ° ) . § 318. En castellano hay una forma en ña que no tiene

equivalencia indicativa en latín, por razón de usarse generalmente en proposiciones completivas. Le corresponden:

l .°El imperfecto subjuntivo perifrástico lecturas essem, si el verbo subordinante ha de regir una proposición interrogativa: «Quid si scisset quos eventus senectutis habiturus esset,* Cic. (pues qué, si hubiese sabido las cosas que pasaría en su vejez?).

O B S E R V A C I Ó N . Nótese en estas proposiciones interrogativas la diferencia entre lecturas essem (equivalsnte a leería) ( 2 ) y iégerem (=leia) «Nesciebam quorsum tres,» Ter. (yo no sabía a dónde ibas). Cf., § 174.

2.° El tiempo perifrástico de infinitivo lecturum esse ( 3 ) , si el subordinante pide infinitivo: Dixit se Graeciam oppressurum, (§ 155).

3.° El presente o imperfecto de subjuntivo en oraciones condicionales (§ 3 2 5 ) .

( 1 ) A p e n a s se concibe cómo B a r a l t (Vice. Gal., p á g . S45) se a t r e v e a ca l i f i car de g a l i c i s m o e s t a omisión, de que p u d i e r a n c i t a r s e infinitos ejemplos de autores c lás icos . E l sostiene que en vez de «aquel d í a que llovió tanto,» debe dec i rse «aquel dfa en que ,» sin a d v e r t i r que al proponer e s t a corrección i n c u r r e en un olvido, c a s i en u n a cont radicc ión : pues al completar la f r a s e el pr imer miembro aquel día es n a t u r a l que r e s u l t a s e también complemento (como se ve en este p a s a j e de Sol ís : «.El día que se ejecutó l a s e n t e n c i a , se fue Cortés a Z e m p o a l a s ) ; y en ese c a s o h a b r í a que j u n t a r l e también l a preposición, como consecuencia l ó g i c a de l a m i s m a r e g l a : pero ¿qué c o s a m á s d e s a p a c i b l e a u e f r a s e s como é s t a : « E N aquel d í a en q u e » . . . ? Cf , , Bello , G)., §§ 150, 313, b.. Cap. x x x v i , a, b.

(2) T i e m p o rea lmente per i f rás t i co (pág . 117, nota 2 ? ) . (3) Esse r a r a vez se e x p r e s a . Cf . , § 159, Obs.

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— 3 7 9 -

SUBJUtfTtVO

§ 319. El modo subjuntivo se usa: 1." En proposiciones subjuntivas (§ 160). 2.° En interrogaciones indirectas (§ 173). 3.° En las directas algunas veces (§§ 169, 181). 4.° En proposiciones relativas que se asimilan a las inte

rrogativas, o llámense indefinidas (§ 180,2."). 5." En ciertas proposiciones accesorias ocasionales (§ 186),

condicionales (§ 325), causales (§ 187), finales (§ 188). 6." En proposiciones relativas que se asimilan a las ante

riores (§ 239). 7.° En proposiciones que se asimilan a imperativas, o ¡lá

manse optativas (§ 330, 4.°). 8.° En proposiciones que se asimilan a las anteriores con

el nombre de concesivas o permisivas, esto es, cuando damos algo por sentado o concedido. Usanse especialmente en este caso, el perfecto y pluscuamperfecto: «Fuérint cúpidi, fúerint irati, fúerint pertinaces,» Cic. (demos caso que hayan sido ambiciosos, violentos, pertinaces).

•<¿Fúerit L u c i ü u s , i n q u a m , Comis et u r b a n u s , » — H o r . «Haya sido L u c i l i o e n h o r a b u e n a F e s t i v o y e l e g a n t e . » — ( B E L L O ) ( 1 ) .

9." En oraciones de estilo indirecto (§ 205). § 320. El subjuntivo carece de dos tiempos, a saber: 1.* Futuro imperfecto. Se suple con el presente perifrástico

lecturus sim, verbigracia: «Incertum est quam vita longa futura sit,» Cic. (no se sabe qué tan larga será la vida). «Mihi autem non minoris curas est, qualis respública post mortem meam fu-fura sit, quam qualis hodie sit,» id. (no me da menor cuidado el estado de la república después de mi muerte, que el actual).

2." Futuro perfecto. Se suple con el pretérito perfecto (2), verbigracia: «Id metuit, ne ubi accepérim, sese relinquam,» Ter. (teme que luego que le reciba, le abandone). «Rogabit me ubi fuérim,* id. (me preguntará dónde he estado).

OBSERVACIÓN. Esta sustitución suele verificarse en proposiciones optativas y concesivas. Optativa: «Horum semper ego optarim pampérrimus esse bonorum,» Hor. (siempre haya yo de desear ser pobrísimo de semejantes bienes). Concesiva: «En ágedum! mentem convértitel Tune ego crediderim vobis, ét sf-dera et amneis Posse dúcere carmínibus,» Prop. (ea! mudad su pensamiento, y entonces háyaos yo creído en buena hora que

(1) P a r a me jor i n t e l i g e n c i a , l é a n s e ín tegros ¡os p a s a j e s . C i c e r . Pro Lig., vr. H o r a t , Sal., i , x , 64, 65 , C f , , B e l l o . Anal. Idtot., § 1 0 8 , s q .

(2) No ¡o advier ten los g r a m á t i c o s q u e lien; c o n s u l t a d o , pero los e j e m p l o s son dec is ivos . E l valor del per fec to tn e s ta sus t i tuc ión , es m e t a f ó r i c o .

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— 3 8 0 —

podéis suspender con vuestros encantos los astros y ios ríos). Pudieran sustituirse las formas indicativas correspondientes Opiaro, Credidero; pero entonces la frase perdería !a fuerza optativa y concesiva que las subjuntivas envuelven.

Armonía temporal.

§ 321. La armonía temporal consiste, ya en emplear el tiempo correspondiente a la época del hecho de que se había; ya en que, cuando se habla de presente o futuro, no se introduzca intempestivamente un pretérito; o si de pasado, un presente. Esta es una regla general que tiene algunas excepciones:

1." a. Presente histórico. Se usa el presente (llamado en este caso histórico) para narrar con viveza, poniendo los hechos, por decirlo así, a la vista:

« t f u l i g r a v a t i s á r c i n i s i b a n t dúo; Súbito latronos e x insidi is ádvolant.x - - F K O .

(iban do3 acémilas cargadas; cuando de repente desembocan unos salteadores) (1).

b. Presente en vez de futuro. Se emplea para denotar, bien certeza de lo que se afirma, bien precipitación en lo que se expresa: «Quam préndimus árcem?» Virg. (a qué punto iremos a hacernos fuertes?).

c. Imperfecto epistolar. Los romanos ai escribir una carta, se trasladaban mentalmente al momento de recibirla y leerla el corresponsal; y así, en vez de hablarle de presente, le hablaban de pretérito: «Ha tibi dictabam post fanum,» Hor. (esto te escribo a espaldas de un templo).

Esta costumbre empezó a desaparecer en la época post-clásica.

2 . " a. Después de Dum se usa generalmente el presente en vez del pretérito: Hcec dum geruntar, Aríaxerxes nuntium misit,» Nep. (mientras esto sucedía, Artajerjes despachó un legado).

b. Después de ubi (y adverbios de igual significación) suele usarse el pretérito en vez del presente: «Hac ubi audivit, arma sumit,» Nep. (luego que oye aquello, echa mano a las armas).

3 . " El tratarse de un hecho cuya duración no se circunscribe, propiamente, a cierta y determinada época, permite en castellano (2), mas no en latín, el uso de! presente en vez del

O ) C f . , B e l l o , Gr., § 313. (2) Y e x i g e en f r a n c é s (Noel ik C h a p s a l , Gr. / ' V . , § ñ5ü, 2.°)

Conf. Bello, A n a l , ideal.. § 3 6 . « D e c í a un filósofo que las r a í c e s de las c i e n c i a s eran a m a r g a s pero dulces sus frutos .» «Líos sabk>3 m á s respetables de l a a n t i g ü e d a d se i m a g i n a b a n que era lícito e n s e ñ a r u n a c o s a y p e n s a r o t r a . » T o r r e s A m a t . — E s s i n g u l a r la combinación de ambos usos como se ve en e s t a es t rofa de i a s t o r Pía?. , en La Sirena del Norte:

Que y a entonces el h a d o le e n s e ñ a b a Al hombre sin v e n t u r a . Que también el p l a c e r l a muerte daba, Q:<e también es un monstruo l a hermosurao

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tiempo que armonice con el contexto: «Illum natura édidet ut os-fénderet quid summa vitia in summa fortuna possent,* Sen. (la naturaleza produjo aquel hombre para enseñar lo que pueden los mayores vicios exaltados al mayor poder).

Otros ejemplos: «Philosophia nos decuit ut nosmet ipsos nosceremus,» Cic. «Qusesisti a me Lucili, quid ita, si Providen-tia mundus regeretur, multa bonis viris accidarent mala,» Sen.

4.° Ya para dar gracia y colorido ai estilo, ya caprichosamente, se permiten a veces los escritores latinos el uso del presente en vez de! pretérito imperfecto, y de! perfecto en vez del pluscuamperfecto, en frases subjuntivas.

En este pasaje de Virgilio, Ecl., vi, 31 sq. ocurren a la vez las formas que el régimen demanda naturalmente, y otras empleadas según la sustitución expresada:

N a m q u e C A N E Ü A T uti m a g n u m per i n a n e c o a c t a S e m i n a t e r r a r u m q u e , animaeque, m a r i s q u e fuissent... . T u m d u r n e solum et d i s c l ú d e r e N e r e a ponto Ccsperii, et r e r u m pau' .atitn s ú m e r e f o r m a s ; J a m q u u n o m m térras stupeun l u c é s c e r e solem, Al tsus a t q u e cádant snbir.otis n ú b i b u s i m b r e s ; Incipiant silvas cum pr imum s ú r g e r e , c u m q u e H a r á per i g n a r o s errent a n i í n a h a mentes . H i s A D J U N G I T , H i l a m n a u t a : quo fonte re l ic tum Clamassesnt, ut l i t u s , « H y l a t H y l a ! » otnne sonatet.

Verbos subordinantes: ! . ° , canebaí; 2.", adjungit (presente histórico). Formas subordinadas empleadas naturalmente: fuis-sent, clamassent, sonaret (1). Formas subordinadas empleadas por licencia: cceperit, stupeaní, cadant, incipiant, errent: «tempus prasens pro pretérito, sed valet hoc ad vividiorem orationem,» advierte aquí Heyne.

Concurso de tiempos.

§ 322. Regía general. En latín suele adoptarse la relación de anterioridad cuando en castellano se prefiere la de coexistencia; o de otro modo, los tiempos perfectos latinos suelen equivaler a los respectivos imperfectos castellanos, verbigracia, légeram a leía, ligero a leeré (2) legisse a leer (3). En lo que sigue se verán algunas aplicaciones de este principio.

§ 323. Para significar relación de tiempo entre dos hechos, se emplean dos proposiciones: la una accesoria, acarreada por

(1) T é n g a s e presente que c u a n d o el verbo s u b o r d i n a n t e es tá en p r e s e n t e en vez de p r e t é r i t o , por f i g u r a o l i c e n c i a , se c o n s i d e r a como s i e s t u v i e r a en p r e t é r i t o p a r a el efecto del í é g i m e n . Adjungit es tá por adjunxit, y por e s t o dec imos que sonaret, dainasset, son f o r m a s e m p l e a d a s n a t u r a l m e n t e ; v. l a r e g l a , §§ 161, 174.

(2) « A h ! s i p e r g i s , abtero,» T e r . « E g o ¡sisee recte ut ñ a n t , vtde-ro,s id . «Iméncrtt á l i q u a m c a u g a m , » fd. « T u videris,» a l i b i «vide-b i s . » C i c .

(3) V. a t r á s , § 1S5, Obs. 4*

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3 8 2 —

un adverbio de tiempo, Mamada prótasis; )a otra principa! (o completiva) (1), ilamada apódosis (2). La prótasis toma eí nombre de hipótesis, cuando el adverbio que la introduce es si con subjuntivo. En este caso toda la oración recibe el nombre de condiciona/. Veamos algunas combinaciones.

§ 324—Indicat ivo .

í. u Dos presentes pueden oponerse, lo mismo que en castellano, para denotar dos hechos sucesivos actuales (3) (introduciendo la prótasis un adverbio denotativo de anterioridad, verbigracia: ubi, simul, ac) «Ubi lucet, magistratus ungentur,* Varr. (luego que amanece, los magistrados se ungen). Pero al presente de la prótasis es preferible (Reg. Gen., § 322) un pretérito perfecto; sustitución poco usada en castellano ( 4 ) : «Simul alba nautis Stella rcfulsit, Concidunt venti, jtigiuntqae nubes,> Hor. (siempre que aquel astro benigno sonríe a los navegantes, los vientos se amansan y huyen las nubes).

2.° Dos pretéritos perfectos se oponen, So mismo que en caste'lano, para denotar dos hechos sucesivos pasados, verbigracia: «Paulum ubivldi, vim lacrymarum profudi,* Cic. (luego que vi a Paulo derramé un torrente de lágrimas).

OBSERVACIÓN. En vez de! pretérito de la prótasis (vi) suele usarse en castellano ¡a forma hube visio. En latín ocurre alguna vez en este mismo caso la forma del pluscuamperfecto legeram, verbigracia: «Litteras scripsi, statim ut tuas légeram,» Cic. (escribí mi carta luego que hube leído ¡a tuya). «Quum intellexeras idconsilii capere, ¿cur non dixti extemplo Pamphilo?» Terí. (5).

(1) C i r c u n s t a n c i a importante , como veremos luego (§ 328) . (2) E l orden lógico pide pr imero l a apódosis y después l a pró

t a s i s , pero l a inversión es m á s usual (§ 184; § 240, /)). (3) O de tiempo indeterminado, ( 4 ) É s de muy r a r o uso l a forma simple amé (y sólo admisible

en poesía ; véase un ejemplo en Q u i n t a n a , A la invención de la imprenta, verso 187); m a s ! a c o m p u e s t a he amado es e l e g a n t e a veces . «Después que a q u e l l a luz celest ia l ha tocado y esclarecido nuestros ojos, luego n a c e o t r a d iversa y nueva faz a todas l a s c o s a s . » F r a y L u i s de G r a n a d a ,

L u e g o que en torno el español l a a r e n a Ha paseado, m a n d a y a que r o m p a L a e s p e r a d a señal el a i r e , y s u e n a M a r c i a l c l a r í n y r e t a d o r a trompa^-BELl .o

<5) Cic . Ep. ad Atl, 2, 12. T e r . And., 3, 3, 37. P l i n . , EpiU., 2, 3. E s t e uso es r a r o ; salvo c u a n d o l a i n m e d i a t a sucesión e n t r e los dos hechos se e x p r e s a con l a s p a r t í c u l a s c o r r e l a t i v a s vix quum.... l a p r i m e r a de l a s c u a l e s pide pluscuamperfec to , de que pueden verse b a s t a n t e s ejemplos en F í e u n d . , s. v. Vix, n . E n c a s te l lano se u s a a l g u n a s veces en este c a s o l a forma habla leído en vez-de hube leído: así t r a d u c e Hernández de V e l a s c o el v. 857 y siguiente del l ibro 5 de l a E n . :

JVo bien el repentino sueño había Comenzado a t r a b a r los lasos miembros , Cuando c a r g a sobre él el c a u t o Mórfeo.

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383 —

3." Dos pretéritos imperfectos no pueden oponerse como en castellano, sino un pluscuamperfecto y un imperfecto, para denotar dos hechos sucesivos pasados, como en el caso anterior, mas no ya aislados, sino repetidos o de duración indefinida; «Quoties puer "Eheu" dixerat, Hsec résonis iterabat vócibus "eheu,"» Ov. (cuantas veces e! mancebo decía «ay!» ella repetía; con voz sonora «ay!») «Dixerat et flebant,» Ov. (dijo y lloraban).

En el primero de estos ejemplos el imperfecto denota una acción frecuentativa, en el segundo indefinida: en ambos casos-el pluscuamperfecto denota anterioridad respecto de él (1). Hé aquí otros ejemplos: Primer caso: «Ubi quid déderam, usque adhcerebatis; quod ego jússeram, quod volúeram, faciebatis,» Plaut. «Ut quisque me viderat, narrabat,» Cic. Segundo: «Si ímprobum Cresphontem exislimáveras, cur me huic locabas nuptiis?» Enn. (apud Auct. ad Herenn). «Ut Atlienas véneram, exspectabam ibi jam quartum diem,» Cic.

Ejemplo de la combinación castellana: «Si llegaba a Sicilia/ un navio ricamente cargado, al instante le embargaban los satélites del Pretor,» Azara.

4." Dos futuros imperfectos se oponen para denotar dos hechos sucesivos, venideros: «Rex eríssi recte faciese Hor. (serás rey si te manejares bien).

O B S E R V A C I Ó N . Es de observarse: 1 . " Al de la prótasis puede sustituirse el futuro perfecto (§ 322): «Si id féceris, magnam liabebo gratiam,» Cic. (si así lo haces te quedaré muy reconocido .̂ 2.° AI mismo corresponden en castellano formas distintas del futuro de indicativo (§ 67, 1 ) .

Sin embargo, en lo antiguo se usaba en castellano el futuro lo mismo que se usa en latín, francés, inglés, italiano, etc. «Vos, Señor, le pagaréis esta buena obra que nos hizo, cuando resucitarán los justos,» Rivadeneira (2).

(1) S i damos pues a la forma legebatn el nombre de coprelériio, legeram es un verdadero antecopretérito, según l a n o m e n c l a t u r a exp l i c a d a en el Apéndice. Semejantemente se h a u s a d o en castel lano-l a forma g e n u i n a del pluscuamperfecto (leyera), como se ve en un ejemplo y a c i tado , «que era s u y a o que fuera de sus p a d r e s » : doade-era y fuera g u a r d a n c i e r t a cor respondencia a n á l o g a a l a que se obs e r v a en los ejemplos latinos. L o mismo en este otro ejemplo:

E l p a l m e r o que lo oyera /base p a r a S a n t J u a n .

(Romance del palmero).

(2) Conf., S Aug. l ib . 9, c a p . 3, It., S tc io , M a r e , 12, 25. « S a berlo heis cuando menester será » A m a d í s de G a u l a , l ib . i. « E l ter-eero ( a p a r e c i m i e n t o del V e r b o divino) s e r á cuando en el fin de los siglos tomata a venir o t r a vez p a r a e n t e r a sa lud de su Igles ia .» L e ó n , Nomo, de Ciist., l ib . r. «Bien puede V . R . l l a m a r l e de Conde si le esetibatá; que los d e l a c a s a d e l R e y de N a v a r r a ¡e l l a m a n de Conde,» -eí B a c h i l l e r F . Gómez de Cibdal R e a l (?) Centón Epist., v; lo mismo x x x v n . «Vive leda , si podras,» Cancionero de Baena, número 470. «Si os placerá.» o c u r r e v a r i a s veces en Cr is tóbal de Cast i l lejo , y dos-l u g a r e s semejantes h a y en el Diálogo de la lengua — Hermosi t la

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5.° Dos futuros perfectos pueden contraponerse, en lugar de imperfectos: «Pergratum mihi féceris si déderis óperam ut fs intélligat,» Cic. (me será muy satisfactorio que procures dárselo a entender).

OBSERVACIÓN. Al futuro imperfecto o perfecto de la próta-sis se sustituye algunas veces el presente, verbigracia: «Si quid prseter spem évenit.» Ter. «Si hoc devito malum,» id.

§ 325—Subjuntivo.

1° Dos presentes se oponen para denotar coexistencia o sucesión entre dos hechos hipotéticos que se suponen actuales o de época futura indeterminada, verbigracia: «Tu si hic sis, áliter sentías,» Ter. (tú, si estuvieses, o estuvieras, en esta situación, sentirías, o sintieras, de otra manera). «Humano cápiti cervicem pictor equinam Júngere si velit, Risum teneaiis?» Hor. (si a un pintor se le antojase o antojara unir a una cabeza humana una cerviz de caballo, contendríais, o contuvierais, la risa, amigos?)

2." Dos imperfectos se oponen en el mismo sentido de la anterior combinación: «Tu si hic esses, áüter sentires»: suelen indicar, sin embargo, hechos menos probables, más hipotéticos.

O B S E R V A C I Ó N . Al imperfecto de la apódosis puede sustituirse algunas veces el mismo tiempo de indicativo: «Respúbli-capóterat (en vez de posse) esse perpetua si patriis viveretur institutis ac móribus,» Cic. Y en castellano: «La república podía {en vez de pudiera o podría) consolidarse si nos atuviésemos a las leyes y costumbres de nuestros padres.»

Como se ve en esta redondilla de Tirso de Molina:

Si quien e r e s ignorara, A s c a n i o , ocasión tenía De juzgar a c o b a r d í a !..a leal tad que en ti es tan c l a r a

3.° Dos pluscuamperfectos se oponen para denotar coexistencia o sucesión entre dos hechos hipotéticos que se conciben pretéritos: «Si id scissem, numquam huc tetulisein pedem,» Ter.

debía i g n o r a r sin d u d a este uso, c u a n d o en vez de c a l i ñ c a r l e de ant i c u a d o , lo t a c h a de incorrecto y neológico en aquel verso d e B a l b u e n a :

« P r é s t a m e si querrás tu p o d a d e r a . »

F u e r a de éste h a y otros c u a t r o p a s a j e s iguales en el Siglo de uro í p á g s . 10, 25, 67, 151 de l a e d i c . de la A c a d . ) .

E j e m p l o s semejantes pudiéramos p r e s e n t a r de escr i tores modernos , especialmente c a t a l a n e s , como B a l m e s y el Obispo T o r r e a A m a t . De d e s e a r es se res tablezca u m v e r s a l m e n t e este uso p a r a aquellos c a s o s en que l a p r ó t a s i s , lejos de s e r hipotét ica , e x p r e s a un hecho aunque f u t u í o , indefectible, u n a creer .c ia , u n a convicción profunda, como en lo» p a s a j e s de KiyadeneirA y e ! M a e s t r o L e ó n .

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(si yo lo hubiese, o hubiera, sabido, no hubiera, o habría, venido aquí) (1).

O B S E R V A C I Ó N . El pluscuamperfecto de la apódosis aparece alguna vez en indicativo, verbigracia: «Me truncus illapsus cerebro susíúlerat (por sustulisset) nisi Faunus ictum Dexra leva-sset, Hor. En castellano: «Si el Fauno no hubiese parado el golpe, aquel tronco que se me vino encima, había (-n vez de hubiera, o habría) acabado conmigo» (2).

Ejemplo castellano: «Si no fuera por los molineros, allí había sido Troya para los dos,» Cerv.

Observaciones.

§ 326 Oraciones incompletas. En las oraciones que acabamos de explicar (llamadas comúnmente condicionales), la pró-tasis, que hemos dicho ser una proposición accesoria, puede también estar representada de otra manera, verbigracia, por una cláusula absoluta (192, Obs. 1.a), por un participio, por una proposición concesiva, etc.: otras veces se subentiende. En todo caso, el verbo de la apódosis sigue las reglas sentadas. Ejemplos: « O ego lasvus qui purgo bilem! Non alius fáceret meliora poémata,» Hor. (necio de mí, que me purgo de la bilis! si no, nadie haría tan buenos versos como yo). La prótasis (hipótesis en este caso) está envuelta al principio: ««Sí non purgarem. «Hanc mecum páteras requiéscere noctem,» Virg. (podías pasar esta noche en casa). Páteras por posses (§ 325, 2." Obs.); la hipótesis subentendida: si velles. Lo mismo pueden explicarse aquellas expresiones usuales destinadas ordinariamente a expresar moderada y cortésmente alguna opinión (3): «Velim» (querría yo); esto es, «Velim, si possim»; «Quis credat?» (quién creyera?) esto es: «Quis credat, si vedeat»; «Créderes» (te figurarías); esto es, «Créderes, si videres.»

O B S E R V A C I Ó N . En estas apódosis sueltas parece poderse usar a veces el pretérito perfecto de subjuntivo en vez del imperfecto, verbigracia: Credíderis por Créderes. Tales frases, sin embargo, no son, en los más de los casos, apódosis sueltas, sino proposiciones optativas (§ 320. Obs.).

Al contrario, úsase sola la hipótesis, callada la apódosis, para expresar sentidamente un deseo, verbigracia: «Si nunc se ostendath Virg. (si ahora apareciese!). La apódosis ut Iceterl u

(1) O, como se dec ía s iempre en lo ant iguo : « S i supiera, no viniera.'» « S i como vencieron los c a t a l a n e s a sus enemigos vencieran su ambición y c o d i c i a . . . . dilataran sus a r m a s h a s t a los últimos fines del Oriente , y viera J e r u s a l é n s e g u n d a vez l a s b a n d e r a s c r u z a d a s , » Moneada . Cf. , B?l lo , Gr., % 315 Reg. 3?-

(2) Cf . , Bel lo , ubi supra, y al fin de e s t a o b r a , nota sobre l a s Oraciones condicionales.

(3) Cf. , Bel lo , Anal. Ideól., § 170.

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A. C a r o — 2 5

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- 386 —

otra semejante, está, digámoslo así, oculta en el fondo del pensamiento (1).

Ejemplo castellano de uno y otro caso:

M a r t e , M a r t e enemigo de los hombres ! /Si quisieras, e n t r a n d o en l a b a t a l l a , Del combate a l e j a r a ese g u e r r e r o , A DVomedes que orgulloso a h o r a Se atrevería con el p a d r e J o v e A c o m b a t i r ! ( H E R M O S I L L A . )

§ 327. Relaciones de coexistencia y posterioridad. En las. más de las combinaciones de que hemos hecho mérito, la prótasis, mediante un adverbio de anterioridad, verbigracia: ubi, statim, ac, denota un hecho anterior al significado por la apódosis; puede también denotarlo:

1.° Coexistente, mediante un adverbio de coexistencia, verbigracia, dum, doñee, verbigracia: «Quae divina res dum confi-ciebatur, queesivit,» etc. Nep. «Hascaam in Indiagerantur (§ 321, 2.° a) Grasci milites defécerant,» Q. Cure. «Dnmlóquimur, diffu-git (2) astas,» Hor. «Doñee eris felix, multos numerabis ami-cos,» Ov.

2° Posterior, mediante un adverbio de posterioridad, verbigracia, ántequam (§ 342).

§ 328. Oración trimembre. Hasta aquí hemos considerado la apódosis como una proposición independiente: puede, sin embargo, serlo completiva, y en este.caso la oración íntegra consta de tres proposiciones o miembros, como se ve en el análisis de la siguiente: Plus habiturum me atictoritatis non dubita-bam si prior ipse consurrexissen,» Sen.

l.° Proposición principal: «Non dubitabam»; 2." Proposición completiva (apódosis): «Me habiturum (3)

plus auctoritatis.» (En este caso es infinitiva y sigue la regla, del § 155; puede ser subjuntiva, § 161; interrogativa, § 174).

3." Proposición accesoria (hipótesis): «Si prior ipse consu-rrexissem.»

Tal es la fórmula de la más complicada combinación de proposiciones.

Tiempos perifrásticos.

§ 329. Comprendemos bajo este nombre toda locución-compuesta de que se echa mano por carecer el verbo de una forma simple a propósito. Hé aquí algunas observaciones dignas de atención a este respecto.

1. a Los tiempos perifrásticos de activa, lecturas sum, fui,. etc., dan alguna vez la idea de necesidad que es propia de los.

(1) Cf. , Bello, Anal. Ideal., ib., §§ 165-7, Gr., § 3 1 5 f i n . (2) Carm. 1, 11, 7. Alii fúgerit. (3) S ú p l a s e esse.

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pasivos legendus sum, fui, etc. «Effúgere nemo id potest quod futurum est,» Cic. (nadie puede evitar lo que tiene que suceder).

2. a El tiempo perifrástico castellano he de leer, usado con la énfasis que manifiestan los siguientes ejemplos, se traduce en latín por el simple futuro legam, verbigracia: «Te plura in hac re peccare ostendam,» Ter. (he de probar que haces muy mal en esto). «¿Quid autem Caacilio Plautoque dabtt Romanus ademtum Virgilio Varioque?» Hor. (¿y por qué había el pueblo romano de otorgar a Cecilio y Plauto cierta libertad negándola a Virgilio y Vario?)

3. a En interrogaciones y admiraciones, un tiempo nuestro perifrástico de indicativo puede corresponder a uno latino simple de subjuntivo, como lo comprueban estos ejemplos: «¿Quid enim videatur ei magnum in rebus humanis, cui aetérnitas omnis, totiusqui mundi nota sit magnitudo?» Cic. (pues qué ha de pare-cerle grande en las cosas humanas al que conoce la eternidad toda y la grandeza del universo entero?). «Quidni tu ista vota saape facías?» Sen. (por qué no habías de hacer a menudo esos votos?). «Míseri, quibus últimus esset illa dies!» (1) Virg. (desdichados nosotros para quienes aquél había de ser el último dial). «Non rédderet ille?» id. (no había él de pagar?).

4 . A Nuestros tiempos perifrásticos formados con el auxiliar estar u otro semejante y el participio en ndo (estoy leyendo, ando pensando) corresponden a los simples imperfectos latinos, así: estoy, estaba !eyendo=lego,legebam.

IMPERATIVO

§ 330. Observaciones acerca de este modo: 1. a De las dos formas que en los cuadros de las conjuga

ciones se dan como sinónimas, lege y légiio, la 1. a mira a lo presente, la 2. a a lo futuro: «D/c mihi, Damceta, cujum pecus?» Vir. (vamos, di, Dameta, cuyo es este ganado?) «Tum te, quum patrias quod debes sólveris, satis diu vixisse dicito,» Cic. i cuando hayas cumplido tus obligaciones para con la patria, entonces puedes decir que has vivido lo bastante) (2).

Esta diferencia no siempre se halla observada en los clásicos. Cf. el Brócense, Min., 1, 13, 8.

2.'" La forma en tote pertenece casi exclusivamente al lenguaje de! foro.

3 . a Con valor imperativo suele usarse en latín (como en castellano: (3) el futuro de indicativo, verbigracia: «Nec sic in-cipies,* Hor (y cuidado con empezar así).

(!) Quibus está por quod nobis, c f . , § 239. 12) Sólveris y D Í C I T O se corresponden como fécet is y H A B E B O ,

§ 324, 4? Obs. E n cas te l lano suele u s a r s e en este c a s e el futuro de indicat ivo: « Y cuando e l la habrá t ambién terminado l a c a r r e r a de s u vida , l a R N T E R R A R A S junto a mí ,» T o r r e s Amat , Tobías, 4, 6 .

(3) Cf., Bello, d. § 311.

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— 3 8 S —

4. a Suele emplearse el presente de subjuntivo en vez del imperativo, especialmente para suavizar la expresión, verbigracia: «Quiescas,» Ter. (descansa).

Frecuente es en el castellano antiguo este uso del subjuntivo: en los romances, sobre todo, ocurren ejemplos como el siguiente:

Si te p l a c e , c a b a l l e r o , Llévesme en tu c o m p a ñ í a ,

5. a Los imperativos fac y cura con ut y subjuntivo, forman tiempos perifrásticos imperativos, que carecen, como el subjuntivo, de aquella aspereza genial de las formas netamente imperativas: «Fac venias» (vén, procura venir).

6. a Para mandar prohibiendo puede emplearse: 1." Ne, con imperativo; pero esta construcción está circunscrita al lenguaje poético, verbigracia: «Ne nega,» Ter. «Ne time,» id. 2° Ne (y a veces nec) con subjuntivo: presente para lo presente, «Ne trán-seas» (no pases); perfecto para lo futuro, «Ne transferís Ibe-rum» (1), Liv. (no has de pasar el Ebro). «Nec transíeris,» Virg. «Quod tu tibi nolis, álteri ne féceris» (no hagas a otro lo que no quieras para ti). 2" Non o nec con indicativo futuro (v. atrás, 3.a) 4." Noli con un infinitivo: «Noli admiran,» Cat. (no te admires).

INFINITIVO

Infinitivo latino. § 331. El infinitivo tiene unas veces carácter de sustantivo

y otras de verbo. Como sustantivo, y sustantivo neutro, hace veces de sujeto, predicado y complemento directo; rara vez circunstancial (§§ 107, 131, 336). Como verbo entra en proposiciones infinitivas (Sint. Gen., cap. vil).

Los casos indirectos en el infinitivo se suplen con el gerundio.

§ 3 3 2 . En el § 157 se dijo el arbitrio que se adoptaba en caso de faltar los futuros de infinitivo. Si la proposición en que éstos deben entrar sirve de apódosis en la oración (§ 328, 2.°) pueden suplirse de otra manera, a saber:

1." El futuro imperfecto por medio del presente: «Vidit Homerus probari fábulam non posse, si cantiúnculis tantus vir irretitus teneretur» (2), Cic. (Homero comprendió bien que su fábula no merecería la aprobación si un varón tan grade se dejaba seducir por meras cantinelas). Con probo (en vez de possum probare) no se hubiera dicho probari sino probalum iri.

2.° El futuro perfecto por medio del pret. perf. «Puto multus potuisse ad sapientiam pervenire nisi putassent se pervenisse,»

(1) Otro c a s o en que el pretér i to perfecto de subjuntivo se u s a con valor de futuro.

(2) No es l a f o r m a propia (§ 206, Obs. 2?-).

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Sen. (yo creo que muchos hubieran llegado a ser sabios si no hubiesen creído serlo ya). Con pervenio (en vez de possum pervertiré) no se diría pervenisse sino perventuros fuisse.

Es de notarse, sin embargo, que estas sustituciones casi no se practican en otro verbo que en possum: de manera que posse légere, potuisse légere, pueden considerarse como circunloquios o tiempos perifrásticos de infinitivo, equivalente el primero a lecturum esse y el segundo a lecturum fuisse, en oraciones condicionales.

Infinitivo castellano.

§ 333. AI paso que en latín es raro el uso del infinitivo como complemento circunstancial, y reducido el número de preposiciones a que puede juntarse el gerundio para suplirle en el acusativo y el hablativo, es frecuente en castellano la aparición de complementos formados de un infinitivo y una preposición cualquiera. Resulta de aquí que a construcciones infinitivas castellanas suelen corresponder en latín giros enteramente distintos. Hé aquí algunos ejemplos de semejantes correspondencias:

De. Con la mira de agradar (voluptatis causa, Hor.). Antes de comer (ante ccenam, Cic ) . Antes de irme (ántequam migro, C i c ) . Difícil de decir (diffícile dictu\ Sin embargo de desearlo yo (quanquam cupio, Ter.). Va mucho de hablar a ejecutar (aliud est loqui, aliud faceré).

En. Bien hacéis en vender(benefácitis quum vénditis, C i c ) . A. Le convidaré a comer (vacabo ad ccenam, Ter.). Estaba

al caer (in eo eram ut rúerem). Al decir alguien que nó, yo digo lo mismo (negat quis? negó, Ter.). Al tratar de ensancharse, reventó (dum vult inflare sese, rupto, jacuit córpore, Fedr.). Al amanecer (prima luce, C ic ) . A decir verdad (ut verum dicam). A haberme estado quieto, ningún mal hubiera sobrevenido (si quiessem, nihil evenisset mali, Ter.).

Hasta. Hasta obtenerlo (doñee obtíneam). Hasta morir (usque ad necem, Ter.). Hasta parecer, o hasta el punto de parecer loco (adeo ut videar insanire).

Sin. Sin llorar (sine lácrymis, Cic ; quin Iácrymer, id.). Sin acordarme (ínmemor). Sin escribir yo mismo, daré reglas (nihil scribens ipse, docebo, Hor.). No se le pasa día sin venir (non unum intermittit diem quin veniat, Ter.).

Por. Nada dejaron por ensayar nuestros poetas (nihil in-tentatum nostri Iiquere poetas. Hor.).

O B S E R V A C I Ó N . El infinitivo latino puede acompañarse (aun" que esto sucede muy rara vez, y más bien debe considerarse como una licencia poética) de una preposición de acusativo, especialmente prceter, verbigracia: «Invenietque Nihil sibi legatum praeter plorare,» Hor. (y hallará que no se le deja otra herencia que el llanto). «Quod crimen dices, paeter amasse, meum?). Ov. (qué más cargo puedes hacerme que el de haber amado?).

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Infinitivo histórico.

§ 3 3 4 . Para animar la narración, o para denotar precipitación e impremeditación en los sucesos, suele emplearse en latín el infinitivo, en cuyo lugar usamos en castellano el presente histórico (§ 3 2 1 , 1.°) ( 1 ) . Así Virgilio, hablando de la súbita y maravillosa aparición de una llama sobre la cabeza del niño Ascanio se expresa en estos términos:

Nos pávidi irepidnie metu, c r inemque flagrantem Excútere, et sauctos restínguere fóntibus ignes

(llenos de asombro corremos a sacudir los cabellos encendidos, y a apagar con agua aquella llama milagrosa).

O B S E R V A C I O N E S : 1.A El sujeto del infinitivo histórico va en nominativo.

2 . A Algunos explican este infinitivo como complemento directo de un verbo tácito, verbigracia: «Ccepimus trepidare, excútere» ( 2 ) .

OE...UNDIO Y P A R T I C I P I O S

§ 3 3 5 . Frases en que ha de entrar un gerundio transitivo con acusativo, verbigracia: «studiosus videndi urbem,» se prefiere construirlas sustituyendo al gerundio el participio pasivo concertado en el caso correspondiente con el sustantivo que había de ir en acusativo, verbigracia: «studiosus urbis videndce.»

O B S E V A C I O N E S . 1.A Nótese que el gerundio no es sino la terminación neutra sustantiva del participio en dus, la cual llega a tomar fuerza transitiva (cf., § 1 3 8 , a); y por esta razón algunos gramáticos prefieren llamar gerundivo a dicho participio.

2 . A Para que esta sustitución pueda hacerse sin peligro de impropiedad o violencia, es preciso que la idea del gerundio y la del sustantivo que de él depende, puedan concebirse conjuntamente como objeto del pensamiento; esto sucede en el ejemplo propuesto, donde ciudad y ver son conjuntamente el objeto de studiosus; es decir, constituyen la cosa deseada.

a] Genitivo. «Cupíditas veri videndi,» Cic. (deseo de conocer la verdad); por verum videndi. «Cúpidi bellorum gerendo-rum,» id. (deseosos de hacer la guerra): por gerendi bella.

O S E R V A C I O N E S . 1.A En vez de gerendorum bellorum o gerendi bella se hallan ejemplos de la construcción irregular gerendi bellorum, verbigracia: «Exemplorum eligendi potestas,»

(1) Hurta'.io de M< nuoza, imitando afec tadamente a S a l u s t i o , t r a t ó de introducir en c a r e l i a n o el uso del infinitivo his tór ico , pero n a d i e , que sepamos , h a seguido su ejemplo.

(2) E n el uso corr iente de l a lengua h a asumido y a este infinitivo la m i s m a fuerza de las formas personales , y en lo g e n e r a l no se puede suponer verbo alguno subordinante ; véase, por ejemplo, C é s a r , B. G., 1, 1 6 , 32, etc .

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Cic . Es así como se construyen los genitivos nostri, vestrí, sui, verbigracia: «Stoici sui irridencii facultatem dedérum,» Cic. (los •estoicos han dado motivo de burlarse de ellos).

2 . A Adviértase que no ha de emplearse un adjetivo neutro plural sustantivado en genitivo. Se dirá, pues, «ars vera et falsa dijudicandi» y no «verorum dijudicandorum.»

b] Dativo. «Galli locum óppido condendo ceperunt,» Liv. (los galos eligieron sitio para fundar una ciudad); en vez de condendo óppidum.

O B S E R V A C I Ó N . Constrúyense el genitivo y el dativo con e¡ verbo sum en sentido de tendencia, mira, propósito, verbigracia: Gen. «Imperium regium conservadoz libertatis fúerat,» Sal. (el poder real había sido un medio de asegurar la libertad); por conservandi libertatem. Dat. «Sapiens vires suas novit; scit se esse óneri ferendo,» Sen. (el sabio conoce sus fuerzas; sabe que alcanza a llevar la carga); por ferendo onus.

c] Acusativo. Con ias preposiciones ad, ob, inter; rara vez in, circa, ante. «Natura propensi sumus ad diligendos nomines,» Cic . (por naturaleza somos inclinados a amar a los hombres); por ad diligendum nomines.

Ablativo. Con in, ad, de, ex; rara vez pro. «Honestas in voluptate contemnenda consistit,» Cic. (la honestidad consiste en despreciar el placer); por in contemnendo voluptatem.

Usase sin preposición con fuerza de cláusula absoluta, verbigracia: Superstitione tollenda, relligio non tóllitur,» Cic. (extirpándose la superstición, no por eso se extirpa la religión).

§ 336. Ya se ha visto que en lugar del gerundio suele, por licencia, emplearse el infinitivo (cf., § 198); verbigracia: «Tem-pus et majora conari,» Liv. (es tiempo de emprender mayores •cosas). Ávidi commíttere pugnam,» Ov. (ansioso de trabar la lid).

§ 337. Lo mismo que el participio pasivo de futuro, suelen •emplearse el de pretérito de la misma voz, y aun simples adjetivos, con una significación más extensa que la de sus equivalentes castellanos. Hay a veces que traducirlos por un rodeo. Ejemplo: «Post natos nomines,» Cic. (desde la creación del hombre). «Ab cóndita urbe ad liberatam,* Liv. (desde la fundación hasta la libertad de la ciudad). «Scipio propter Africam dómiiam Africanus appellabatur,» Eutr. (Escipión se llamó Africano por haber conquistado el África). «Erepta? virginis ira,» Virg. (con rabia de que hubiese sido arrebatada la joven). «Coluber pósí'í/snovus exuviis,» id. (serpiente remozada por haber mudado la piel).

Ya se habló de este modismo en el § 200, y allí pueden verse otros ejemplos.

C A P Í T U L O x v

De las partículas.

§ 33 : ; . Bajo esta denominación, autorizada por el uso, comprendemos los adverbios, preposiciones y conjunciones; y como

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a los diccionarios y tratados especiales sobre la materia cumple dar minuciosa noticia de sus varias acepciones y combinaciones, sólo nos proponemos en el presente capítulo explicar aquellas que puedan ofrecer dificultades por su desviación del significado y uso que se les ha señalado en el curso de la obra, a que tengan alguna influencia en la construcción de las proposiciones (1 ) .

Adverbios.

I. DE TIRMPO

§ 339. Quun. a]. Llevando por antecedente un nombre de tiempo sirve para denotar un espacio que se extiende hasta el presente mismo; verbigracia: «Multi anni sunt, quum ille in aere meo est,» Cic. (hace muchos años que es mi deudor).

b] Con subjuntivo forma proposiciones accesorias causales o adversativas, verbigracia: «Quum sint in nobis consilium,. ratio, prudentia, necesse est déos haec habere majora,» Cic. (puesto que nosotros tenemos seso, razón y prudencia, menester es que los dioses tengan estas cosas en más alto grado). «Druentia, quum aquae vim, vehat ingentem, non tamen navium patiens est,» Liv. (el Durance no es navegable, aunque lleve gran copia de agua).

c] Son notables los usos de la combinación quum tum: ] ." , sirve para llamar enfáticamente la atención sobre la concurrencia de varias circunstancias en un objeto, verbigracia: «Pax, quum jucunda, tum salutaris est,» Cic. (Ia paz, a más de ser provechosa, es dulce=la paz es tan dulce como provechosa); 2.°, enlaza dos frases, en la primera de las cuales se sienta alguna cosa general, común o antigua, y en la segunda se le opone otra especial, rara o nueva, verbigracia: «Lucullus, quum omni litterarum generi, tum philosophise déditus fuit,» Cic. (Luculo fue dado a todo género de estudios, pero en especial a la filosofía).

O B S E R V A C I Ó N . En el último caso, para hacer resaltar más la oposición, suele acompañarse tum de máxime, vero, etiam,. imprimís.

§ 340. Tum, jam, nunc, suelen usarse repetidos para denotar la sucesión o la alteración de varios hechos, verbigracia: «Stellarum motus tum incitantur, tum retardantur,» Cic. (los movimientos de los planetas, ora se apresuran, ora se retardan). «Tomque hos cursu, jam praeterit illos,» Vir. (y aventaja en su carrera, ya a éstos, ya a aquéllos).

O B S E R V A C I Ó N . De igual manera usamos en castellano ahora (y su contracción ora) y ya; pero a entonces no damos nunca

(1) P a r a l a redacc ión de este capítulo hemos tenido a l a v is ta especialmente a K e y , Latín Grammar; Burnouf, Meth. Lat., F r e u n d , Lat. W. B., y T u r s e l l i n o , De Parí.

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este valor; a la inversa, empleamos distributivamente cuándo, lo cual en latín jamás sucede con quum ni quando ( 1 ) .

§ 3 4 1 . Dum. a\ Significa propiamente mientras que y se construye ordinariamente con indicativo, verbigracia: «Divina res dum conficiebatur,» Nep. (mientras que se celebraba la ceremonia religiosa).

O B S E R V A C I O N E S . 1.A Cuando se refiere a tiempo futuro se emplea igualmente en latín el indicativo, aunque en castellano se use el subjuntivo (2 ) , verbigracia: «Dum hóminum genus erit, qui accuset eos non déerit,» Cic. (mientras dure, o durare, el linaje humano, no faltará quien los acuse).

b] Suele introducir proposiciones que se asimilan a las causales, verbigracia: «Totum corpus reipublicae curent, ne, dum partem áliquam tuentur, réliquas déserant,» Cic. (atiendan al conjunto de la república no sea que, por acudir a una parte, descuiden las demás).

c] Significa también hasta que, y en este caso si la proposición que introduce denota un fin, pide siempre subjuntivo, verbigracia: «Virginius, dum collegam consúleret moratus est,» Liv. (Virginio se detuvo para consultar con su colega).

O B S E R V A C I Ó N . E S digno de atención el presente de indicativo que esta ocasión suele usarse en latín como en castellano,, en lugar del futuro, que sería el tiempo propio ( 3 ) , verbigracia: «Dum redeo, pasee capellas,» Virg. (mientras vuelvo apacienta las cabras) (4 ) .

Doñee significa propiamente hasta que, pero se usa frecuentemente como sinónimo de dum, y se le aplican las mismas reglas.

§ 3 4 2 . Ántequam y priusquam (antes que), se usan con indicativo y subjuntivo: con el primero regularmente cuando en la proposición que introducen se expresa un hecho que realmente se verificó o ha de verificarse, verbigracia: «Priusquam hanc uxorem duxi,» Ter. (antes de casarme con esta mujer); y con subjuntivo cuando se denota un hecho hipotético, verbigracia: «Númidae, priusquam ex castris subveniretur, in próximos colles discendunt,» Sal. (los Númidas se retiran a los montes inmediatos antes que de los reales puedan socorrerlos).

O B S E R V A C I Ó N . Cuando no ei la mente del escritor insinuar la realización efectiva de un hecho, parece indiferente el

(1) V . Bello , Gr., § 396. « S a l i e r o n diversas veces por l a t i e r r a a r o b a r , y pelearon con los españoles , cuándo p r ó s p e r a , cuándo adversamente .» ( M a r i a n a ) .

(2) Como nueva p r u e b a de lo dicho a t r á s , véase el s iguiente ejemplo, relativo al c a s o presente : « E s t é c u a n d o le placerá sin verme.» T r a g i c o m e d i a de C a l i x t o y Mel ibea .

(3) «Quas m a n e a n t , dum me t a t a per i re volent.»—(PROP.).

(4) L a t r a d u c c i ó n de f r a y L u i s de L e ó n dice : E n cuanto vuelvo p r e s t a m e n t e , L a s c a b r a s a p a c i e n t a .

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uso de ambos modos: así Cicerón dice «ántequam dico,» y «ántequam dicam.»

§ 343. Postquam, posteaquam (después que), piden indicativo, verbigracia: «Undécimo die postquam a te discésseram,» Cic. (once días después de haberme separado de ti). Para denotar la inmediata sucesión de dos cosas pasadas se usan especialmente ubi, ut, ut primum, statim ut, generalmente con el pretérito perfecto de indicativo, verbigracia: «Paulum ubi vidi, équidem vim lacrymarum profundi,» Cic. (todo fue ver a Paulo y derramar yo copiosas lágrimas). «Fuga satéllitum ut jacentem videre regem, facta est,» Liv. (la guardia huyó como vio muerto al rey).

I I . A D V E R B I O S D E MODO

§ 344. á] Ut sirve para introducir una circunstancia que debe tenerse en cuenta para admitir alguna cosa que, tomada absolutamente, no sería exacta, verbigracia: «Lucius Ccelius Antípater scriptor fuit, ut tempóribus illis, luculentus.» Cic. (Lucio Celio Antípatro fue escritor elegante para aquellos tiem-pos=si se tienen en cuenta los tiempos en que vivió).

b] Acarrea proposiciones concesivas cuyo verbo va en subjuntivo, verbigracia: «Ut istuc perículum ingens sit, me tamen non treméfacit,» Plaut. (aunque es grande el peligro, con todo, no me espanta).

cj Usase en frases optativas: «Ut pereat pósitum rubígine teluml» Hor. (consuma el orín mi ocioso dardo).

O B S E R V A C I Ó N . En este sentido se usa mucho más frecuentemente el compuesto útinam (ojalá, plegué a Dios, oh, si ); y lo mismo que el simple, pide subjuntivo; verbigracia: «Tibur sit meae sedes útinam senectse!» Hor. (oh si Tívoli fuese el albergue de mi vejez!).

§ 345. Son notables las frases optativas constantes de dos miembros, en uno de los cuales se pide alguna cosa, y en el otro se desea un suceso fausto en recompensa de la concesión de aquélla: la petición se expresa con un imperativo o subjuntivo, y el deseo va anunciado por sic y lleva su verbo en subjuntivo; ejemplo:

«.Sic t u a C y r n e a s fugiant e x a m i n a t a x o s ; Sic cytiso pastas distendant ú b e r a vaccas; Incipe si quid h a b e s . » ( V I R G . )

(así huyan tus abejas de los tejos de Córcega; así fus vacas alimentadas con cítiso ensanchen sus ubres: que comiences a cantar) (1).

O B S E R V A C I Ó N . En latín se comienza de ordinario por el deseo: en castellano se puede principiar por la súplica expre-

(1) V é a n s e otros ejemplos: Virg . . Ecl., x , p r i n c . — O v . , Met., V I I I , 857; Her.,iií, 135—Hor. , Cann., i, 3, p r i n c . — T i b . m , 6, p r i n c . — P r o p . , m, 6, p r i n c .

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•sándose ésta con un imperativo, o bien por e! deseo, y en este caso aquélla se expresa con el subjuntivo precedido de que, verbigracia (1):

S o c i é g a t e , as í los cielos L o que b u s c a s te d e p a r e n — ( T I R S O D E M O L I N A ) .

Así a l a r g u e Dios tu vidn. Que el plazo di lates m á s — ( E l mismo).

Sic e ita se usan también en frases optativas en que se hace un voto, en fe de lo que va a aseverarse, verbigracia «Ita mihi salva república vobiscum pérfrui liceat, ut non ego atrocitate anime moveor,» Cic. (no goce yo con vosotros de la salvación de la república, si me mueve sentimiento alguno de crueldad) (2).

§ 346. Tamquam se emplea a menudo como equivalente de quasi, como si, y ambos suelen ir con presente o pretérito perfecto de subjuntivo, cuando en castellano usamos, respectivamente, el pretérito imperfecto o el pluscuamperfecto del mismo modo, verbigracia: «Sic vive cum homínibus, tanquam Deus videat,» Sen. (vive entre los hombres como si Dios te estuviese viendo). «Tanquam Hortensio acerbitatis aliquid acciderií, ángi-mur,» Cic. (nos afligimos como si a Hortensio le hubiese sobrevenido alguna desgracia).

Lo mismo puede decirse de tamquam si, perinde ac si y también de velut y ceu cuando llegan a usarse en este sentido.

O B S E R V A C I Ó N . A veces ocurren en latín el pretérito imperfecto y el pluscuamperfecto, y son indispensables cuando el verbo de la proposición principal se refiere a tiempo pretérito, verbigracia: «Quam máximas potuerunt, pecunias mutuati sunt, perinde ac fraudata restitúere veltent,» Cés. (tomaron prestada una gran cantidad de dinero, como si quisiesen restituir lo que habían robado).

I I I . A D V E K B I O S C A U S A L E S

§ 347. Quod significa en ocasiones en cuanto a que, con respecto a que, verbigracia: «Quod me propius vultis accederé, video ita esse faciendum,» Cic. (con respecto a lo que dices, que me acerque más, veo que hay que hacerlo).

O B S E R V A C I Ó N G E N E R A L . Los adverbios relativos causales llevan frecuentemente expresos en latín sus antecedentes de-

(1) V . Bello, Gr., § 358, k. F r . L u i s de L e ó n , t raduciendo preci samente el p a s a j e de V i r g i l i o ci tado en el texto , contraviene a l a p r á c t i c a g e n e r a l empezando por así.... y empleando en s e g u i d a el imperativo.

(2) «.Así me c u m p l a Dios mis buenos deseos y nos l ibre a todos de poder de j u s t i c i a que no he tocado l a c a n a s t a . » — ( C E R V . ) .

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mostrativos; en castellano rara vez se verifica esto (1): así las-locuciones propterea quod, ideo quia, etc., se traducen llanamente porque.

I V . A D V E R B I O S D E N E G A C I Ó N

§ 348. En latín dos negaciones consecutivas y referentes a un mismo objeto se destruyen, y equivalen a una afirmación (2), verbigracia: «Id indigne ferebant ñeque, tamen non patiebantur,» Nep. (indignábanse por ello, y sin embargo no dejaban de soportarlo). «Se non nolle dixit,» Cic. (dijo que sí quería).

(1) P u e d e comenzarse la oración por l a f r a s e r e l a t i v a , y entonces es lícito en l a pr inc ipal el uso de por eso. por tanto: «Porque la . m a y o r p a r t e de los hembras más se mueve por el interés de la g a n a n c i a que por l a obl igación de j u s t i c i a ; por tanto a ñ a d i r e m o s a lo dicho los provechos g r a n d e s que de presente y de futuro se prometen a l a virtud,» Fr - L u i s de G r a n a d a . E s inusi tado este gi ro en Nierem-b e r g : « L a s riquezas y l a s comodidades, l as h o n r a s y todos los bienes-de l a t i e r r a , que tanto m a n e j a n y codician los morta les , por eso los codician porque no los conocen.»

(2; E n este punto d i s c r e p a n notablemente del latín l a s l e n g u a s r o m a n c e s : en c a s t e l l a n o se pueden a c u m u l a r m u c h a s negac iones sin que se d e s t r u y a n , pur ejemplo:

F e l i c i d a d ni gusto a s e g u r a d o Nunca en el mundo nadie lo h a tenido.

( F H . P . D E P A D I L L A ; . .

E s t o proviene de que p a l a b r a s como nada, nadie, jamás, que hoy se consideran n e g a t i v a s , no lo parecieron en un principio sino sólo a causa, de ir a c o m p a ñ a d a s de o t r a n e g a c i ó n ; y luego por a n a l o g í a se usaron en combinaciones semejantes las realmente n e g a t i v a s como nunca, ninguno: i g u a l a d a s l a s u n a s a l a s o t r a s en fuerza del uso, n i e g a n de su3 '0 antes del verbo; que .si van después , se h a c e indispensable o t r a negación p r e c i s a m e n t e an t ep u es t a (v. l a A c , Gr.,ple. I , cap. i x , y Bello, Gi ,% 384). Quevedo, quién s a b e si de v e r a s o d e b u r l a s , pretende en su Cuento de cuentos, que no debe dec i rse «no quiero n a d a , » sino «quiero n a d a » : g i r o que o c u r r e a l g u n a s veces en E r c i l l a y otros escr i tores ant iguos : «hame nada aprovechado,» T o rres N a h a r r o ;

Y l ibre su furor dejó a ninguno—(F. D E H E R R E R A ) .

Q u i n t a n a remedó este verso introduciendo el adverbio negativo en e l l u g a r que hemos dicho se h a c e indispensable :

L i b r e de esclavi tud no s e a ninguno.

E t s iguiente p a s a j e de F r . L u i s de León es notablemente e x c e p cional por ofrecer dos negaciones que se destruyen a la m a n e r a l a t i n a :

Aunque e n g a ñ e s los ojos Del mundo a quien a d o r a s , no por tanto

No n a c e r á n abrojos Agudos en tu a l m a , ni el espanto

No ve lará en tu lecho.

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non n u n q u a m = a l i q u a n d o , algu ñas veces.

Cuando non se combina con alguna de las palabras nemo, mullís, nihil, numquam, nusquam, debe atenderse mucho a su colocación, porque hay gran diferencia en el sentido, según que va antes o después: antepuesto destruye simplemente la negación, y pospuesto produce una afirmación en sentido universal (1) , así:

Non nenio ) _ , „ / „ . „ „ „ i nemo n o n = o m n i s , ¿ocio hombre. us S " ( nullus n o n = o m n e s , loaos.

non n i h i l = á l i q u i d , algo. nihil n o n = o m n ¡ a , todas las cosas.

i ^•nunquam n o n = s e r a p e r , siempre.

non n u s q u a m = a l í c u b i , en al- \ , . , , ¡runas partes. \ n u 3 ( l u a m n o n = u b i q u e , dondequieía.

Ejemplos: «Non milla pars mílitum discedit,» Cés. (alguna parte de los soldados se retiran a sus casas). «Circúmspice omnium animantium córpora: nulli non et color proprius est, et sua figura,» Sen. (pasa la vista por los cuerpos de todos los animales: todos tienen su color propio y su figura). «Non nun-quam interdiu, saepius noctu,» Cés. (unas veces de día, más frecuentemente de noche). «Probi mores nanquam non plúrimum prosunt,» Quint. (las buenas costumbres siempre aprovechan mucho).

O B S E R V A C I O N E S . 1.A Cuando non va separado de la otra negación, cada cual conserva su valor, verbigracia: «Nihil ágere ánimus non potest,» Cic. (el alma no puede estar sin hacer algo).

2. a Dos negaciones pueden también ocurrir sin destruirse: 1.°, cuando se trata de dar énfasis a una palabra o frase colocándola entre ne y quidem; y 2.°, cuando una frase negativa tiene dos o más miembros cada uno de ellos con su negación respectiva.

Ejemplos: «Maris tranquilinas intellígitur, nulla ne mínima quidem aura fluctus commovente,» Cic. (entiéndese por tranquilidad del mar, cuando ninguno, ni (2) aun el menor vientecillo levanta olas). «Non possum réliqua nec cogitare nec escribere,» Cic. (no puedo ni pensar ni escribir lo demás).

3." Hay en latín frases negativas cuya versión literal en castellano daría un sentido o ambiguo, u opuesto al sentido original; las cuales por lo mismo deben traducirse cambiando o inviniendo el giro. Ejemplos: «Non tulit hanc speciem, furiata mente, Corcebus,» Virg. (enfurecido el ánimo, no pudo sufrir

(1) A e x p l i c a r l o en lenguaje escolástico, d i r íamos que no antepuesto d a u n a combinación contradictoria, y pospuesto, conliaria, respecto de la idea o p a l a b r a con que se h a combinado.

(2) O simplemente : ««¿ el menor ,» e t c . ; ni por ni siquiera, ni aun, como a l g u n a vez en la t ín nec solo, en vez de : nec. . . quidem (—ne.... quidem).

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Corebo este espectáculo). «No llevó este espectáculo con ánimo enfurecido Corebo,» sería una traducción infiel (cf., § 117, 7.°). «Hic murus aheneus esto: Nil conscire sibi, nulla palléscere culpa,» Hor. (sírvanos de antemural de bronce el no tener nada que nos remuerda la conciencia, ni culpa alguna que nos haga perder el coloi). «No perder el color por ninguna culpa,» podría significar que faltaba más bien el sentimiento de la vergüenza, que motivos de tenerla ( 1 ) .

PREPOSICIONES

§ 349. En el capítulo v de la Analogía se enumeraron todas las palabras que en los usos comunes de la lengua aparecen como preposiciones; especificáronse los casos con que se juntan y sus significados más generales; insinuóse igualmente que la preposición es en su origen un adverbio de lugar que sirviendo para reforzar y particularizar la significación genérica de un sufijo casual, pasó luego a exigir ella misma, o como vulgarmente se dice, a regir cierto y determinado caso.

Hay preposiciones que han perdido totalmente su valor adverbial; son: a, ab, apud, cis, cum, de, erga, ex, ob, penes, per, pro, tenus, trans.

Otras en que ha prevalecido el valor preposicional, pero que algunas veces recobran su valor propio, usándose como adverbios, son: ad, adversus, ante, circum, inter, post, prce, prceter, secundum, super y subter.

Las restantes son legítimos adverbios que ocasionalmente se usan como preposiciones (2).

O B S E R V A C I Ó N . Procul, lejos, a pesar de construirse frecuentemente con ablativo (procul castris),no se ha comprendido entre éstas porque aquel caso se explica por la idea de alejamiento o separación que dicho adverbio entraña.

(1) D. J a v i e r de B u r g o s t r a d u c e : C u l p a no h a b e r que avergonzarnos p u e d a . vEpist . I, 1, 61 ) .

L a s p e r í f r a s i s como é s t a s , a que es preciso a p e l a r p a r a d a r el verdadero sentido de lo que se t r a d u c e , son a n á l o g a s , g r a m a t i c a l mente h a b l a n d o , a las superfluas que se e x p l i c a r o n en el § 241. T i e nen de común y de c a r a c t e r í s t i c o , la intervención del relat ivo. Y a expresivos como a c á , y a ociosos como a l l á , p a r e c e por lo d e m á s que el uso de e s t a c l a s e de rodeos procede de l a b a j a l a t i n i d a d . Hé aquí un ejemplo, que tomamos de l a Anthología latina ( B u r m a n n , II, 209 , vel Meyer , Epigr., 1558).

Eurípides.

S i s t e ! Quid ipse velim, r ó g i t a s ? Cognosce , v ia tor : E u r í p i d e s , t r á g i c o c a r m i n e c l a r u s homo,

H i c jaceo . I s tud erat quod te novisse volebam. E r g o diu fel ix , c a r e viator , a b i .

(2) E n t r e las preposiciones no hemos comprendido a uls, s inónimo de ultta, ni a secus, sinónimo de secundum («secus fluvios,» a lo-l a r g o de los r íos ) , por ser sumamente r a r a s .

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En el lenguaje poético castellano es muy común la conversión de adverbios y complementos de lugar en preposiciones, verbigracia: «delante el pecho,» «dentro su corazón,» «encima la columna,» «en medio los banquetes,» etc. (1).

§ 350 Cuando varios sustantivos han de ir acompañados de una misma preposición, suele ésta anteponerse sólo al primero, si se consideran todos como íntimamente ligados, y formando, por decirlo así, un conjunto; verbigracia: «Vagamur egentes cum conjúgibus et líberis,» Cic. (erramos desvalidos con nuestras mujeres e hijos); y expresarse delante de cada cual si conviene presentarlos con toda distinción e individualidad, verbigracia: «¿Equitas, temperantia, fortitudo, prudentia, virtutes omnes certant cum iniquitate, cum luxuria, cum ignavia, cum temeritate, cum vitiis ómnibus,» Cic. (la justicia, la templanza, la fortaleza, la prudencia, todas las virtudes luchan con la injusticia, con el lujo, con la debilidad, con la temeridad, con todos los vicios).

Cuando dos preposiciones han de ir con un mismo sustantivo, éste debe expresarse con cada una de ellas, verbigracia: «Contra legem proquo lege,» Liv. (en pro y en contra de la ley). Pudiera emplearse, pero no es frecuente, un reproductivo: «Contra legem proque eo.»

Cuando un mismo sustantivo haya de repetirse modificado por diferentes adjetivos o complementos y precedido de preposición, se expresa aquél una sola vez y luego va la preposición con el modificativo, sin que sea menester, como en castellano, reproductivo alguno, verbigracia: «In hac civitate, et in Lace-daemoniorum, et in Carthaginiensium,» Cic. (en esta ciudad, y en la de los Espartanos y en la de los Cartaginenses). Cf., § 259.

§ 351. En adición a lo dicho en otro lugar (2) sobre la colocación de las preposiciones, debe tenerse presente: 1.°, que las preposiciones disilabas se posponen más de ordinario que las monosílabas; 2.°, que antepuestas, suelen ir separadas por un adjetivo o un complemento del nombre a que se refieren, verbigracia: «ínter hostium tela,» Cic. (entre los dardos de los enemigos) (3); o por una de las enclíticas que o ve o alguna de aquellas partículas que no encabezan nunca la frase, autem quidem, etc.; 3.°, que a veces la preposición no va unida inmediatamente al sustantivo sino a un adjetivo o genitivo referente

(1) E jemplos tomados de la t r a d u c c i ó n de l a /liada, por Hermo-s i l l a .

(2) § 95, Obs. 3», § 111, 7» (3) No es g e n i a l del cas te l lano el interpolar un complemento

entre l a preposición y el término (como éste no sea un infinitivo: v. Bello, Gr., § 378. d); por e s t a razón disuenan las construcciones s iguientes :

Mejor es d a r l e a h o r a s e p u l t u r a Entre de aquestos r a m o s la espesura — ( C A L D E R Ó N ) . Y desde el m a r g e n del etiope Nilo Hasta de T u l e el límite r e m o t o — ( V I L L A V I C I O S A ) .

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a él, verbigracia: «Sedem properamus ad unam,» Ov. (corremos a una común morada).

§ 352. Ab. Es notable su uso en complementos adjetivos, denotativos de títulos y empleos, verbigracia: «Philemonem, a manu servum, morte puniit,» Suet. (castigó con la muerte a Fi-lemón, su amanuense). Dícese de igual modo, subentendiéndose servus: «ab epístolis» (secretario); «a ratiónibus» (contador); «a secretis» (consejero privado).

§ 353. Ad. Es notable la elipsis de templam o ozdem después de esta preposición y antes del nombre de algún dios de la gentilidad, verbigracia: «Senatus ad Apóllinis hábitus est,» Cic. (el Senado se reunió en el templo de Apolo).

Lo mismo que ab, suele formar complementos adjetivos denotativos de oficios, verbigracia: «Servus ad manum,» Cic. (amánense). «Hómines ad lecticam,» Cat. (litereros).

Nótese asimismo el valor adverbial que tiene en frases como la siguiente: «Occisis ad hóminum míllibus quatuor,» Cés. (muertos cerca de cuatro mil).

§ 354. Contra. Además de usarse sencillamente como adverbio significando en frente, al contrario, se asimila con frecuencia a los expresados en el § 226 y se construye con ac, atque o quam, verbigracia: «Vides omnia fere contra ac dicta sint, evenisse,» Cic. (ya ves cómo todo sucedió casi al contrario de io que se dijo).

Merece mencionarse la expresión auro contra (a peso de oro). «Jam mihi auro contra constat filius,» Plaut. (ya mi hijo me cuesta a peso de oro).

§ 355. Prceter. Nótese su uso adverbial en el siguiente ejemplo: «Céterae multitúdini diem statuit prceter rerum capitalium damnatis,» Sal. (fijó día a la demás gente, excepto a los ya sentenciados por delitos capitales). De aquí prceterquam, excepto: «Nullun a vobis praemium postulo prseterquam hujus diéi memo-riam sempiternam,» Cic. (no os pido otro premio que el recuerdo eterno de este día). Como se ve en uno y en otro ejemplo, lleva después de sí el mismo caso que antes.

Cuando el segundo miembro es una proposición, se dice prceterquam quod: «Secutus est annus nulla re belli domive insignís, prceterquam quod Fregellas colonia deducta,» Liv. (el ano siguiente nada notable ofreció ni en el interior ni en el exterior, salvo que se estableció una colonia en Fregales).

§ 356. Pro. La frase pro se quisque significa todos a porfía, verbigracia: «Pro se quisque in conspectu imperatoris óperam navare cupiebant,» Ces. (todos a porfía deseaban señalarse a vista del general).

Semejantemente se dice pro parte virili, en cuanto está de parte de uno, con todas veras, verbigracia: «Vos pro parte virili ádjuvant,» Liv. (os ayudan con todas sus fuerzas).

§ 357. Usque es radicalmente un adverbio que significa continuadamente, sin interrupción, y de aquí viene que se emplea para reforzar el significado de algunas preposiciones (ab, ex, ad, in), verbigracia: Usque a Dianio ad Sinopen navigaverum,»

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Cic. (recorrieron navegando desde Denia, en España, hasta Si-nub en el Asia Menor). «Magnificentíssima dona usque ad Numantiam misit ex Asia,» Cic. (envió riquísimos presentes desde Asia hasta Numancia).

De su frecuente uso en la combinación que muestra el último ejemplo, vino a usarse de por sí en la significación de hasta, en la época clásica sólo delante de nombres propios, y posteriormente delante también de apelativos.

§ 358. Versus fue también adverbio usado para reforzar las preposiciones ad e in, verbigracia: «Catilina ad urbem modo, modo in Galliam versus castra moveré,» Sal. (Catilina movía sus reales ora hacia Roma, ora hacia Galia). Suprimida la preposición, asumió fuerza de tal.

Ya se ha visto que las preposiciones in, sub, subter y super se juntan ya con acusativo, ya con ablativo; hé aquí algunos pormenores sobre esta diferencia:

§ 359. In. Va con acusativo denotando: 1.°, movimiento para entrar a alguna parte, verbigracia: «in urbem venire,»; 2.", objeto o destino, verbigracia: «Rhegium quondam in praesi-dium missa legio,» Liv.; 3.", inclinación favorable o desfavorable, verbigracia: «amor in patriam,» Cic ; «négligens in amicos,» id.; 4 . " , época futura o plazo, verbigracia: «transferre in annum próximum,» Cic ; 5.", distribución o partición, verbigracia:» Ga-llia omnis divisa est in partes tres,» Cés.; «in cápita» (por cabeza); y 6.°, en ciertas locuciones, como «mirum in modum» (por admirable manera); «in dies» (de día en día). En todo otro caso va con ablativo, expresando siempre reposo.

O B S E R V A C I Ó N . Con los verbos poneré, collocare, puede usarse el ablativo o el acusativo, pero se prefiere el primero.

§ 360. Sub. Cuando se refiere a lugar, se junta con acusativo si hay movimiento, y con ablativo en el supuesto contrario; aplicado al tiempo, va con el primero para denotar sucesión inmediata, verbigracia: «Sub galli cantum,» Hor. (al cantar el gallo); y con el segundo para denotar coexistencia, verbigracia: «Sub ad-ventu Romanorun,» Liv. (a tiempo que llegaron los Romanos).

§ 361. Subter es menos usado que sub y suele aparecer con acusativo, aun sin haber movimiento.

§ 362. Super suele ir también con acusativo, aunque no se denote movimiento, verbigracia: «Super telum subjuntum pédi-bus stans,» Liv. (pisando un dardo). Significando acerca de, sobre, va indispensablemente con ablativo, verbigracia: «Multa super Príamo rógitans, super Héctore multa,» Virg. (preguntando mil cosas acerca de Príamo y acerca de Héctor).

C O N J U N C I O N E S

Copulativas.

§ 363. Et, que, atque o ac, son sinónimas; no obstante, la primera es de uso más frecuente que las segundas y preferible a ellas cuando se trata de enlazar frases largas; que se usa de

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A. C a r o — 2 6

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ordinario para unir íntimamente dos ideas que han de ofrecerse al entendimiento colectivamente, y por decirlo así, de un golpe, verbigracia: «Caedes, incendia, interitusque reipúblicae,» Cic. (matanzas, incendios y la ruina de la república).

Es en latín muy frecuente multiplicar las copulativas para estrechar más la unión entre varias frases o miembros de frase: si aquellos son dos, se puede combinar así: et.... et, verbigracia: «Virtus amicitiam et gignit, et cóntinet,» Cic. (la virtud crea la amistad y al propio tiempo la conserva); que que, verbigracia «Quique Roma?, qmque in exércitu erant,» Liv. (así los que estaban en Roma como los que estaban en el ejército); y menos frecuentemente.... que.... et, et.... que y atque.... atque ( 1 ) .

Si los miembros que han de ligarse estrechamente son más de dos, se usa et delante de todos o de los dos últimos, o.... que con los dos últimos (2).

Así como unas veces se acumulan, otras se omiten estas conjunciones, a fin de dar animación y viveza al período, verbi-

(1) No se c rea inútil l a colocación de l a conjunción delante de todos los miembros : es e n f á t i c a y sirve p a r a e s t a b l e c e r c ier to p a r a lelismo ent re el los , impidiendo que el pr imero a p a r e z c a como preponderante . E n Homero dice A g a m e n ó n a A q u i l e s :

A i f i y a p roí spi£ re <piXr¡, TToAsfAoi rs, ( M i ^ a i r;.

(II . , i, 177).

E n f r a n c é s es m u y frecuente este uso; recuérdese el comienzo de l a H e n r í a d a :

« J e c h a n t e ce héros qui r é g n a s u r l a F r a n c e

Et p a r droit de conquete et p a r droit de n a i s s a n c e . »

E n el T a s s o dice Godofredo a los jefes de sus t r o p a s :

P r e p a r a t e v i dunque ed'zX v iaggio , Ed a l a p u g n a , e a l i a vit toria a n c o r a — (Ger., canto i ) .

Así como h a c e f a l t a en c a s t e l l a n o ; y s e r í a de d e s e a r se res table c iese , supuesto que se conoció en lo ant iguo, según af i rma el autor de l a s «Enmiendas y Anotaciones a l as Obr . poét. del Mtro. L e ó n , » en la que pone a l a t r a d u c c i ó n del c a p . 7 de J o b , y confirma su aser to con ejemplos de Mena , G a r c i l a s o y el propio F r a y L u i s . Algunos pudieran a g r e g a r s e a éstos, de e s c r i t o r e s modernos; hé aquí uno de C a r v a j a l , Isaías, 40:

« M a s del Señor Dios Nuestro d u r a d e r o s S e r á n y l a p a l a b r a ^ los honores M á s a i l á de los siglos venideros.»

Renovar este uso es simplemente devolver a l a conjunción y l a n a t u r a l l iber tad que aún conserva o:

O le compro con mi vida, O con mi a c e r o le c o m p r o — ( C A L D E R Ó N ) .

(2) E n los poetas suele j u n t a r s e a todos los miembros , incluso el 1 ' , v e r b i g r a c i a :

« T o t a domus laíta est, materywí', p a t e r ^ K í NÁtagite.» ( O V I D . )

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gracia: «Áderant ungüenta, corona;,» Cic. (había allí perfumes,, coronas). «Veni, vidi, vici» (llegué, vi, vencí) (1).

Suprímense también en las antítesis, verbigracia: «Tu rídes, ego fleo» (tú ríes y yo lloro).

OSEBRVClONES. 1. a Usase adverbialmente et, significando también, en las combinaciones sed et, simtil et, sic et, nam et y otras; suele además significar aun, aunque, verbigracia: «Timeo Dáñaos et dona ferentes,» Virg. (temo a los griegos aun trayendo ellos presentes).

2. a Ac no se usa delante de voces que comiencen por vocal, y que no se combina con pronombres ni adverbios terminados en c.

3. a Es frecuente en los poetas apegar la enclítica que (y lo mismo ve), no al segundo de los miembros que se unen, sino a otra palabra, verbigracia: «Messalam térra dum sequiturque mari,» Tib. (mientras sigue a Mésala por mar y tierra). Otras ocasiones, yendo con la palabra a que debe acompañar, ésta no ocupa, sin embargo, el primer lugar de la frase a que pertenece, verbigracia:

«Nondum caerúleas pinus contémserat u n d a s , Effusum ventis prasbuerantyaí s inum,» T I B .

(todavía no habían desafiado las naves a las azuladas ondas, ni dado al viento las velas desplegadas).

Disyuntivas.

§ 364. Aul, vel. Ambas se traducen igualmente por o, pero la primera suele usarse para denotar una alternativa, o exclusión recíproca, entre ideas objetivamente distintas, verbigracia: «Jam non possum oblivisci, mihi aut cum his vivendum, aui pro his esse moriendum,» C i c (ya no puedo olvidar que o he de salvarme junto con ellos o morir en su defensa); y en tanto que la segunda denota una distinción no esencial, o que se considera como de poca importancia para el fin de que se trata; así es que se emplea para presentar varias cosas como objetos de elección, o para aclarar o corregir la idea con nuevas palabras (2), verbigracia: «Ve/ tu me vende, vel face quod tibi lubet,» Plaut (véndeme o haz lo que quieras, poco me importa). «Posí óbitum vel potius excessum Rómuli,» Cic. (después de la muerte, o más bien, de la partida de Rómulo).

(1) P a l a b r a s con que C é s a r comunicó a R o m a su victoria sobre P a r n a c e s .

(2) Vel viene de iolo, lo que e x p l i c a bien su valor en es tas f ra ses . H á l l a s e u s a d a en c a s t e l l a n o ant iguo l a voz quier, no perfecto equivalente de vel, pero sí derivado de querer por un procedimiento análogo. «Quier h a y a otros fijos de mujer legí t ima, quier non.» P a r t i d a iv . « E n v i ó a F e r r e r de L a n u z a , por e m b a j a d o r a su h e r m a n o el rey de A r a g ó n p a r a s u p l i c a r l e se d e t e r m i n a s e de volver a E s p a ñ a , quier p a r a a y u d a l l e en a q u e l l a g u e r r a , quier p a r a componer y a s e n t a r todos aquellos d e b a t e s . » ( M A K I A N A ) .

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Vel, adverbialmente usado, significa aun, hasta, verbigracia: «Pro te vel rápidas ausim maris iré per undas,» Tib. (yo por ti me atrevería hasta atravesar las soberbias ondas del mar).

Combínase igualmente con los superlativos para reforzar enfáticamente su significado,verbigracia: «Velmáximum bellum pópulum Romanum cum Antíocho gessisse video,» Cic. (veo que el pueblo romano sustuvo la guerra más grande posible contra Antíoco).

Interjecciones.

§ 365. Algunas interjecciones se juntan, por un capricho de la lengua, a ciertos y determinados casos con que forman frases puramente interjectivas; así, por ejemplo, o se junta con nominativo, vocativo y acusativo; proh con vocativo y acusativo; vce y hei con dativo (1). Ejemplo: «O Regina!» Virg. (oh reinal) «O me miserum!» Cic. (triste de mí!). «O ego laevus!» Hor. (necio yo) «Proh sánete Júpiter!» P!. (por Júpiter santísimo!) «Proh Deum hominumque fidem!» Cic. (válganme los dioses y los hombres!) «Voz victis!» Liv. (hay de los vencidos!) «Hei mihi!» Cic. (hay de mí!).

Los adverbios en y ecce (2) suelen usarse interjectivamente, combinándose con nominativo o acusativo, verbigracia: «En Príamus!» Virg. (hé aquí a Príamo). «Ecce miserum hóminem,» Cic. (hé aquí un desgraciado). «Ecce eum, eam»; «en illum, illam,» se contraen familiarmente en eccum, eccam, ellum, ellam.

NOTAS E ILUSTRACIONES

I

PREDICADO

( S i n t a x i s g e n e r a l , capí tulo n ) .

Predicado latino.

La teoría que presentamos relativa al predicado se basa en un principio más exacto y más fecundo que el vulgarmente adoptado.

(1) E n cas te l lano ay! es l a única inter jecc ión que, a sstilo l a t i no, se j u n t a con un c a s o indirecto, mediante , sin e m b a r g o , l a p a r t í c u l a de: ay de mí! E n lo antiguo se dec ía también ay me!

¡ A y m e ! que mi dest ierro S e a l a r g a c a d a punto, y yo ca t ivo . Atado al duro hier ro , E s t o y muriendo vivo E n t r e los de C e d a r , l inaje esquivo. ( P . P . M A L Ó N D E C H A I D E ) .

(2) Ecce es probablemente imperativo de a l g ú n ant iguo verbo d e l a m i s m a raíz de ocultis ( a c a s o el s á n s c r i t o iksh, ver, cf. Pot t , Et i^oraA, 1 , ' T h . S . , 417: Dijderlein. Lat. Syn. und Etym., v i , 112) ; otros, a c a s o con menos ac ier to , dicen se compone de en y ce. E n c u a n t o a en, p a r e c e d e r i v a r s e de u n a raíz d e m o s t r a t i v a . V . G e s e n i u s , Lex. Hebí., s. v, hen.

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Los gramáticos aferrados a la hipótesis filosófica que divide la proposición en sujeto, cópula y predicado, suponen que no hay en rigor sino un solo verbo, el verbo ser, no conceptuando a los demás, que llaman atributivos, sino como combinaciones de ser y un predicado o atributo.

Esta hipótesis, conocida generalmente con el nombre de sistema del verbo único, es el fundamento de la confusa y mezquina explicación que suelen.ofrecer los gramáticos respecto de la naturaleza y usos del predicado.

Concedemos que todos los verbos envuelven cierta fuerza afirmativa; pero es inaceptable que esta fuerza afirmativa sea el verbo ser, que también la envuelve; ni atinamos a qué conduce, sino es a embrollarlo y confundirlo todo, esa análisis extraña, esa distinción de elementos que, dado que concurran allá en el fondo del pensamiento, aparecen siempre en íntima e indisoluble asociación.

No alcanzamos la razón ni el objeto de semejante sistema. Prescindiendo, para abreviar, de la faz ideológica, conside

raremos especialmente la gramatical. Lo característico en el predicado aceptado por los gramáticos, es decir el predicado compañero de ser, es su íntima relación con el verbo, refiriéndose, no obstante, al sujeto de la proposición por lo que mira a la concordancia. Pero esta misma circunstancia característica se produce, esta misma regla de concordancia se aplica en construcciones con otros verbos. Es más frecuente este uso con los intransitivos que con los transitivos; pero puede decirse que apenas hay en latín verbos que repugnen la anexión de un predicado. Hé aquí ejemplos de verbos transitivos así construidos:

sed aer , Scí l icet ut debet, qui semper móbilis e x s t a t , P e r p a t e f a c t a venit, penetratque fo rámina largas.

( L t j c r e t . , De R. N., iv , 8 9 0 - 2 ) .

Atenor potuit, mediis e lapsus Achivís , I l l y r i c o s p e n e t r a r e ainus, atque íntima tutus Reg-na L i b u r n o r u m . ( V i r g , , ¿En., i. 2 4 6 - 3 ) .

Este es el que hemos denominado predicado nominativo. Puede suceder que en unión de un verbo transitivo y conservando la condición distintiva de ir íntimamente enlazado con él, se refiera no ya al sujeto, sino al complemento, mediante el mismo requisito de la concordancia. A éste le distinguimos con el nombre de predicado acusativo. Ambos siguen idénticas reglas; hacen un mismo papel; son uno mismo, gramaticalmente hablando.

Por donde puede verse lo inexacto e incompleto de la doctrina generalmente recibida.

Resulta de aquí que todas y cada una de las veces que los gramáticos tienen que hablar de lo que nosotros llamamos predicado, en vez de sentar, como pudieran, aceptada nuestra doctrina, una regla concisa, completa, general, recurren a circunloquios, todavía insuficientes.

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M. Dutrey, por ejemplo, trae la siguiente observación: «Cuando en una proposición infinitiva de sujeto subenten

dido, un adjetivo acompaña al infinitivo, como sucede con esse, fieri,videri,haberi u otros verbos semejantes, este adjetivo concuerda con el sujeto subentendido, y se pone en acusativo masculino singular: «In República multo prassíat beneficii quam maleficii immemorem esse (1).

Más de doce palabras para aludir al predicado, y todavía la alusión es inexacta e incompleta: 1.°, porque puede ser predicado no solo un adjetivo sino también un sustantivo, siendo frases gramaticalmente iguales «esse immemorem» y «esse ora-torem»; y 2.", porque como hemos dicho, apenas hay verbo que no pueda acompañarse de un predicado: regnare, verbigracia, no pertenece a los que se asimilan a esse, y sin embargo en Cicerón hallamos: «Visum est utilius soíum quam cum altero regnare.» Construcción que viene a quedar, por lo visto, fuera del alcance de la regla copiada.

Hé aquí una imperfecta muestra de los resultados del sistema del verbo único, en la explicación de las proposiciones infinitivas. Compárese el capítulo nuestro sobre esta materia con el correspondiente de cualquiera gramática latina, y se observará, si no nos equivocamos, que la sola determinación del carácter del predicado nos ha permitido explicarnos de una manera más completa y más precisa. Creemos ser la primera vez que se expone clara y terminantemente la diferencia que existe entre «non possum esse miser» y «cupio esse clemens» o «me esse clementem,» y entre este giro y aquel otro «credo me esse moriturum.»

¿Qué más? Como se verá respectivamente en las notas que consagramos a estas materias, por la intervención de un predicado, tal cual nosotros le consideramos, puede explicarse a las claras la estructura de los tiempos perifrásticos y la de la proposición infinitiva. Tanta es la significación, tal el alcance que tiene en la sintaxis latina la teoría del predicado.

Bello, en algunos lugares de su Gramática, da del predicado, aunque de paso, una idea análoga a nuestra explicación. Pero él mismo, por una inconcebible inconsecuencia, califica en cierto lugar (§ 29) de predicados a los epítetos, o sean adjetivos que antepuestos al sustantivo que modifican, denotan una cualidad inherente y distintiva. Y no sólo son_diíerentes entre sí el predicado y el epíteto, sino que desempeñan oficios esencialmente contrarios. El epíteto, íntimamente enlazado con el sustantivo, denota una circunstancia que subsiste independientemente y aun quizá a pesar de la acción que el verbo expresa, verbigracia: «Hasta el manso cordero resiste.» El predicado,

(1) No-uvclle Gi ainmaii e de la langue latine, p a r M. Dutrey , R e c t e u r de i ' A e a d e m i e ue B o r d e a s , P a r í s , H a c h e t t e . Ci tamos la G r a m á t i c a latina, m á s a f a m a d a tal vez entre las úl t imamente escr i t a s en F r a n c i a : o b r a a p r o b a d a por el Consejo de Ins t rucc ión P ú b l i c a . L a m i s m a deficiencia se nota en Burnof y los d e m á s .

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por el contrario, íntimamente enlazado con el verbo, denota una condición cuya duración coincide con la acción que éste expresa, independientemente y aun quizá a pesar de la naturaleza del objeto representado por el sustantivo, verbigracia: «Hasta el león se mostró manso.» Si al revés de lo que sucede con los otros verbos, el predicado que acompaña a ser significa algo permanente, es por la significación excepcional de este verbo.

Predicado castellano.

En castellano es mucho menos frecuente que en latín el uso del predicado: tal es la primera diferencia que se nota entre las dos lenguas a este respecto.

Los antiguos escritores castellanos no escrupulizaban el uso del predicado. Hoy la lengua es menos atrevida y ese uso se ha hecho raro. Con todo, empleado oportunamente, el predicado da energía y elegancia a la frase, como se ve en este pasaje de Rioja:

E l mismo cerco a l a d o Que estoy viendo riente, Y a temo amortiguado.

Giro atrevido, además, por la omisión a la latina de un reproductivo que en prosa sería indispensable: Ya le temo

Góngora dio en emplear predicados a la latina sin reserva ni oportunidad muchas veces; y es precisamente este abuso, a nuestro ver, uno de los rasgos característicos de la manera culterana; ejemplo de este vicio:

A Doris l lega que con l lanto pío Yerno le saludó, le a c l a m ó tío.

Polifemo (fin).

Es de notar: hay casos en que un mismo predicado es no sólo admisible sino natural refiriéndose a un pronombre, y no sólo violento sino aun quizá intolerable (siendo sustantivo) si en vez del pronombre se pone un nombre cualquiera, mediando por lo demás las mismas circunstancias. En otro lugar hicimos alguna observación conexa con este hecho. Así, por ejemplo, sería dura la frase: «Hemos visto flor a esa fruta» (1); pero si en vez del nombre «fruta» introducimos el pronombre reproductivo la (la vimos), la construcción, de ingrata, se hace suave y elegante:

No m a d u r a l a f r u t a en un momento Aquel la intel igencia que m e n s u r a L a d u r a c i ó n de todo a su talento.

Flor la vimos primero hermosa y p u r a , L u e g o materia a c e r b a y d e s a b r i d a , Y perfecta después, dulce y m a d u r a .

( F E R N A N D E Z D E A N D R A D A , Ep. Mor.)

(1) A s í furioso el hijo de T i d e o A ambos guerreros desde el alto c a r r o P r e c i p i t ó cadáveres. ( H E R M O S I L L A , II.,V. -285)

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Es la segunda diferencia que en castellano son admisibles delante del predicado ciertas partículas que sirven ya para modificarle (primera desviación del valor preposicional), ya simplemente para anunciarle, o lo que es lo mismo, para suavizar su intervención.

Modificaiivos son de y por en ejemplos como éstos: «De muy grueso no pudo herir,» Illescas. «Murió por cobarde.»

Anunciativos en estos otros: «Por general de todo quedó M. Agripa (Mariana).

E n v i a r o n los jefes a T i d e o De e m b a j a d o r a T e b a s ( 1 } — ( H K R M O S I X L A ) .

El de modificativo no ha sido explicado por los gramáticos con exactitud, y así nos permitimos decir aquí dos palabras acerca de su valor fundamental.

De es preposición que significa de suyo procedencia, alejamiento; de aquí el servir para expresar la transición de un estado a otro, como en estos ejemplos:

De pieza b l a n c a me he vuelto. Como veis, en pieza n e g r a — ( L O P E ) .

Rojas volvió sus flores de a m a r i l l a s — ( V A L B D E N A ) -

Este valor es netamente preposicional; es el de ex latino en «Ex sutore medicus»; «ex nítido fit rústicus,» (Hor.).

Por una modificación natural, nuestro de pasó de ahí a significar, solo o acompañado del adjetivo adverbializado puro, la transición de un estado a otro, no ya comoquiera, sino por llegar el primero a perfección o exceso, verbigracia: «De fatigados y beodos quedaban sin sentido» (Quintana, citado por Salva y Baralt): esto es, «la fatiga y beodez rayaban en postración.» «De puro confiada la voluntad se entibia,» Cerv., esto es: «lleva su confianza al extremo de la tibieza.» «La gente se caía de sedienta,» Malón de Chaide.

Y a de c a n s a d o s y lasos L o s peones desfallecen — ( C A S T I L L E J O ) .

Que este ha sido el camino por donde la preposición de ha llegado a desempeñar el oficio de modificativo de predicados, se colige naturalmente, lo patentiza este lugar de Moreto:

Me P A S O a loco de ciego.

Y en este modificativo suele ser muy expresivo y elegante, como en aquel pasaje de la traducción de las Geórgicas por el Maestro León:

Atiende cuando en flor el a l m e n d r e r a S e vista por el campo, y de florida L o s r a m o s encorvare .

(1) Del uso preposicional de cuando le h a venido el u s a r s e como anunciat ivo de p r e d i c a d o s : «Así lo oí cuando m u c h a c h o , » Antonio P é r e z . E s lo mismo que si se d i j e r a de muchacho.

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II

TIEMPOS PERIFRÁSTICOS

( S i n t a x i s g e n e r a l , capí tulo n ) .

Hemos manifestado que los tiempos perifrásticos, así latinos como castellanos, se forman por la intervención de un predicado verbal. Insinuamos asimismo que nuestra combinación «he de amar» es análoga a la latina poco usada «habeo aman-dum»; y esto es lo que nos proponemos explicar en la presente nota.

Verdad es que dicha combinación es semejante a la que se nota en estos pasajes: «Habeo polliceri,» Cic. Fam., 1, 5 , 3 . «—scríbere,» Att.,2, 22,6. «-dicere,» Ros Am.,35,100. «Habeo affirmare,» Liv., 44, 22, 4 (1). Pero semejanza es ésta más bien aparente, supuesto que esa combinación latina no trae nada, equivalente a la preposición de que acompaña al infinitivo en la castellana (2), ni envuelve como ésta, la idea de necesidad, propia de los participios.

Téngase presente desde luego que los complementos adjetivos, así en latín como en castellano, suelen usarse como verdaderos adjetivos (y de ahí como predicados), verbigracia: «Yo escogí camino más estrecho, trabajoso, estéril y sin gloria.» Hurt. de Mendoza. Sin gloria vale inglorioso; desempeña el mismo papel que estrecho, trabajoso y estéril. Otro ejemplo:

¿Qué dices , loco, villano Atrevido, sin respeto? ( M O K K T O ) .

Pero el sustantivo que combinado con una preposición forma complementos adjetivos, puede en castellano ser un infinitivo (§ 333); sin que los que éste forma se diferencien de los formados por un sustantivo propiamente dicho, sino en lo que.

(1) De lo mismo ocurren m u e s t r a s en l a b a j a la t inidad . «Simón, habeo al iquid ad te dicere .» L u c . E v a n g . , v i l , 40 . Sc io t r a d u c e r «Simón, te quiero decir una cosa ,» y T o r r e s A m a t : «Simón, u n a cosa tengo que decir te .» «Omnes hómines , r e s ú r g e r e habent cum corpóri -bus suis ,» se lee en el símbolo de S a n A t a n a s i o .

(2) A veces los c lás icos españoles omiten en es tas combinaciones l a preposición, pero sin que d e s a p a r e z c a l a fuerza que el la imprime;, de donde puede decirse que está t á c i t a ; ejemplo:

M á s si admirarme hubiera Algo en el mundo, l a h e r m o s u r a fuera — ( C A L D E R Ó N ) .

E s t o sucede s iempre que van s e p a r a d o s los elementos de los t iempos amaré, amaría, quedando pospuesto el a u x i l i a r , v e r b i g r a c i a : « S e ñ a l é l a s a r e n a s por término de la m a r , y le puse mandamiento eterno que no q u e b r a n t a r á . Y embravecerse han y levantarse han sus o l a s , y no lo t r a s p a s a r á n j a m á s . » ( F R A Y L U I S D E G R A N A D A ) .

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un participio se diferencia de un adjetivo común: asi que, al usarse como adjetivos invariables, vienen a ser participios invariables.

Estos participios invariables son generalmente de pasiva: lo cual proviene de que en castellano un infinitivo regido de preposición tiene significación pasiva; así, «vidrios fáciles de mover» (triarte), vale «fáciles de moverse o ser movidos.»

L a s aves esso mesmo m e n u d a s e g r a n a d a s A n d a r á n dando gri tos todas m a l e s p a n t a d a s ; A s s í f a r á n las b e s t i a s / o r domar e d o m a d a s — Í . B E R C E O ) . E s t a b a una c a b a n a mal f o r m a d a De troncos por labrar. ( L O P E , Jerus., x v i ) .

Ahora: empléense estos cuasiparticipios como predicados; combínense con verbos que puedan considerarse como auxiliares, y resultarán tiempos perifrásticos.

Hé aquí ejemplos del cuasiparticipio castellano usado como predicado nominativo, en un tiempo compuesto:

F á c e n o s tener miedo lo que es non de temei--(ARCIP. D E H I T A )

L a s riquezas son de amar — ( M A R Q U É S D E S A N T I L L A N A ) .

Helo ahora como predicado acusativo:

l a b r a n Vistosas c a r r i l l e r a s que (1) los frenos Ornen de los c a b a l l o s ; y aunque muchos J i n e t e s l as codicien, en sus c a s a s L a s tienen sin vender. ( H E K M O S Í L L A ) .

Aquel verso de Horacio:

Nil intentatum nostri l iquere poetan,

pudiera muy bien traducirse: «Nada dejaron por ensayar o sin ensayar nuestros poetas»: por ensayar o sin ensayar (i. e. sin ser ensayado) equivale exactamente al participio latino intentatum, usado como predicado acusativo (2): «El arte nada había dejado por intentar,» (Quintana).

Tenemos también cuasiparticipios formados de un infinitivo predicado, no ya de una preposición, pero del relativo que, verbigracia: «Tengo muchas cartas que escribir.» Este infinitivo tomado como antes en sentido pasivo, está en vez de una forma

(1) E s t e que con subjuntivo es construcción que dejamos e x p l i c a d a en el § 239.

(2) E n o t r a s lenguas se observan procederes s e m e j a n t e s : en francés , por ejemplo, es común un infinitivo con a.

E t cet heureux p h é n i x est encoré a trouver.

dice Boileau de un soneto que no tuviese defecto.

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subjuntiva: que ser escritas, que sean escritas: frase adjetiva que es virtualmente un participio ¡§ 189).

El cuasiparticipio, usado como predicado, suele hacerse independiente, lo mismo que el participio puro, del sustantivo a que debiera referirse, enlazándose estrechamente con el verbo. De aquí resultan dos construcciones irregulares, a saber:

1. a Aquella en que el participio ya independiente aparece solo, sustantivado, verbigracia: a] «Scribendum est,» (hay que escribir); b] «Prcecipiendum habemus,» (tenemos de advertir o que advertir). La construcción regular primitiva es: a\ «Scriben-dum áliquid est» (1) (hay algo que escribir; b] «Id prsecipiendum habemus» (esto tenemos de advertir o que advertir).

2. a Aquella en que el participio, una vez ligado al verbo, como se ve en la construcción anterior, admite después de sí como complemento el sustantivo a que él mismo debiera referirse como predicado, verbigracia: a] «Timendum est pcenas aeternas,» (hay que temer los castigos eternos) (2); b] «Cógnitum habeo ínsulas,» (3) (he conocido las islas). La construcción regular primitiva es: a\ «eternas pcense sunt tlmendce» (los castigos eternos son de temer); b] «Ínsulas habeo cógnitas» (tengo conocidas las islas):

« P u e s yo le tengo <3e ver.» ( F R . D E R O J A S , Del Rey abajo... . 1 , 2 ) .

Obsérvese que las frases scribendum est (hay que escribir), que damos como análogas, lo son en efecto si se atiende a que nuestro impersonal haber ha venido a usarse como equivalente de esse; pero en rigor, media entre las dos la diferencia de que el participio latino es allá nominativo, mientras acá nuestro cuasiparticipio es acusativo (v. Bello, Gr. § 343): según esto la frase hay que escribir es construcción dos veces irregular.

III

VOZ PASIVA

( s i n t a x i s g e n e r a l , capí tulo IV).

Vamos a dar una idea de lo que es la construcción pasiva latina y de los puntos de afinidad que presenta con la construcción refleja castellana.

( 1 ) « S c r i b e n d u m áliquid ad te fuit ,» C i c . ( 2 ) T r a d u c c i ó n m á s a j u s t a d a : «es de temer los cast igos eternos»;

pero e s t a construcción es i n u s i t a d a . ( 3 ) Construcción m á s que r a r a , i n u s i t a d a : el p a s a j e es tomado

de C a n t ú , que le c i t a de P l i n i o (v. Historia Universal, l ib . v i n , c a p . 1 9 ) . A q u e l l a s o t r a s dos, Praecipiendum habemus y ¿Eternas pcenas timendum, ocurren pero r a r a vez. L a s c i tamos porque i l u s t r a n l a n a t u r a l e z a de un proceder g e n e r a l de que son apl i cac iones .

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Respecto de lo primero, nos bastará copiar lo que sobre el particular trae Bopp en su Gramática comparativa (§ 476), obra la más acabada de cuantas se conocen en su ramo. Dice pues asf:

«En cuanto al latín, fue en los Anales de Literatura Oriental (Londres, 1820) donde primero se insinuó que la r de la forma pasiva podía tener su origen en el reflejo (1). Yo prefiero esta explicación a la que se funda en la intervención del verbo sustantivo; y la admito con tanta más certidumbre, que después de aquella época he hallado en lituanio y esclavón, lenguas que entonces no había reducido aún al campo de mis investigaciones sobre lingüística comparativa, un procedimiento semejante y generalmente reconocido, que no es, sin embargo, el primitivo que hubo de prevalecer en la antiquísima generación de las formas medias comunes al griego con las lenguas asiáticas de la misma familia. Soy, pues, de sentir que la aplicación del pronombre reflejo de tercera persona a la primera y a la segunda, fue uso que se introdujo gradualmente, sustituyéndose al de formas más antiguas, adecuadas a precisar la persona objeto de la acción. En antiguo esclavón se coloca el acusativo del pronombre reflejo a continuación del verbo transitivo, para darle significación refleja o pasiva; verbigracia, chitum sa/J=honoror, segunda persona chüesi san, tercera persona chiteti san. En bohemio el se puede preceder o seguir al verbo, pero sólo la tercera persona admite el sentido pasivo. En lituanio tales formas verbales están circunscritas al sentido reflejo; mas presentan cierta homogeneidad gramatical, asimilándose a la pasiva, latina en cuanto llevan anexo el verbo, no un caso fijo del pronombre reflejo, sino la consonante inicial de éste, ocasionándose de ahí una modificación en las más de las vocales finales; lo cual conspira sin duda a reforzarlas, a fin de que pueda mantener mejor el pronombre adjunto: u se convierte en ú; / y e en e larga; a, en las terminaciones del dual wa,ta, en o larga; la tercera persona no varía. Véase el presente wadinús (yo me llamo) contrapuesto al simple transitivo.

«SING. DUAL.

1. wadinu, wadinús. 2. wadini, wadinés. 3. wadina, wadinas.

wadinawa, wadinavjos.. wadinata, wadinatos. (Como el singular).

«PLUR.

1. wadiname, wadinames. 2 . wadinate, wadinates, 3. (Como el singular).»

(11 E l cambio de s en r y viceversa , es frecuente en la t ín : tus genitivo inris, amavi-sim — amaverim, arder-—ar bos, honos = honor, sanctior, neutro sancliits, e t c .

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Tal es el origen de la voz pasiva latina, la cual, como hemos advertido en el texto (§ 134), suele recobrar su valor primitivo reflejo. Añadiremos que el apropiar a la voz pasiva las inflexiones de la refleja o media, es procedimiento que se observa también en sánscrito, en griego, en hebreo y en varias otras lenguas. Ya hemos hecho notar que en castellano mismo la construcción refleja reúne en las terceras personas uno y otro significado. Veamos otros puntos de contacto entre el castellano y el latín a este respecto.

Tenemos en castellano muchos verbos transitivos de que nos valemos para manifestar ciertos fenómenos internos; verbos usados frecuentemente como reflejos, en unión de un complemento denotativo del origen o causa del fenómeno. Esta construcción parece provenir de una ficción mental en la cual se presenta el que recibe de fuera una impresión, como si tomase a su cargo el producirla sobre sí propio, apareciendo el objeto que la produce realmente, como lugar de donde ella procede (1). Así en vez de «tú me ofendes,» podemos decir «yo me ofendo de ti»; frase resoluble en ésta: «yo ejerzo sobre mí la ofensa que proviene de ti.» Igualmente, a «tu venida me alegra,» puede sustituirse «yo me alegro de tu venida.» Verdad es que entre uno y otro modo de decir hay cierta diferencia, quizá más fácil de sentirse que de explicarse; diferencia ocasionada sin duda de que, constituido el paciente en agente, figura en primer término, y resalta más por consiguiente el resultado que no el origen de la acción. Ahora, pues: si «yo me ofendo de ti» equivale a «tú me ofendes,» viene a equivaler a «yo soy ofendido por ti,» construcción pasiva. La construcción refleja, en este caso, admite en todas las personas el significado pasivo.

El número de estos verbos no es muy crecido en latín y casi todos ellos son inusitados en la voz activa. Ejemplos : delector,

(1) L l a m a m o s en g e n e r a l ficción a este procedimiento intelectual p a r a no c o m p l i c a r la exposición. H a y ficción c ier tamente en muchos c a s o s , t r a t á n d o s e , por ejemplo, de simples sensaciones , l as cuales son p r o d u c i d a s por c a u s a s e x t e r n a s sin concurso del que l a s experiment a . P e r o e s a m i s m a ficción d e j a de serlo t r a t á n d o s e de actos volunt a r i o s ; pues , como observa el doctor Reíd p a r a p r o b a r el l ibre a lbedrío , los motivos que intervienen en las del iberaciones de l a conc i e n c i a , a n a d a podrían obl igarnos si nosotros mismos no los aceptásemos y h a b i l i t á s e m o s . P o r tanto , el motivo no es c a u s a eficiente, s ino simplemente c a u s a ocas ional ; el verdadero agente es el a l m a . De a q u í se s igue que en estos casos l a construcción refleja represent a , no u n a ficción, sino l a conciencia que tenen:os de n u e s t r a l iber t a d . H a y ficción en cierto modo, y en cierto modo verdad , t r a t á n d o s e de afecciones m o r a l e s , que siendo efecto de c a u s a s objetivas, pueden sin e m b a r g o ser a l t e r a d a s por la acción del sujeto ( C f . , D e g e r a n -do, Ou Perfect. Mor., P a r í s , 1826, tomo i, p á g i n a 308) . V . M . A. C a r o , Estadio sobre el Utilitarismo, c a p . x i x , nota 3* L a a n á lisis ideológica del verbo i l u s t r a en muchos casos a l g u n a s cuest iones p s i c o l ó g i c a s .

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deleitarse; lector, alegrarse; recordor, acordarse; misercor, compadecerse; stómachor, enfadarse; glorior, gloriarse (1).

Fueron probablemente verbos de esta clase en los que la voz refleja empezó a tomarse en sentido pasivo: práctica que extendiéndose después a otros verbos, ha llegado a admitirse a virtud de otra ficción mental, la personificación, en proposiciones en que el sujeto representa un ser inanimado, inhábil por consiguiente para ejercer acción alguna.

Como el primitivo agente no viene a considerarse sino como lugar de procedencia, se le expresa en latín por medio del ablativo, caso destinado a denotar esa circunstancia (laetor tua fortuna; róditur rubigine ferrum). Semejantemente suele representársele en castellano por un complemento formado con la preposición de (cf., § 276), como se ve en los ejemplos arriba puestos y en el siguiente:

H a y un l u g a r supremo y preeminente Que n u n c a D E L O S H O M B R E S se visita.

( V I L L A V I C I O S A , Mosquea, cant . u t , oct . ]*)•

Este complemento no aparece, es claro, si no entra en las miras del que habla señalar el origen real de la acción, sea que le ignore, o sea que le conceptúe circunstancia intempestiva;, ejemplo: «Próbitas laudatur et alget,» Juv.

E n la soledad se halló L a l iumana filosofía; Y l a divina q u e r r í a P e n e t r a r en el la y o — ( C A L D E R Ó N ! .

Si, además de callarse el verdadero agente, la acción está representada por un verbo intransitivo, el cual por su naturaleza hace imposible la introducción de un sujeto ficticio, la forma refleja o media comparece sola: pugnatur, se pelea.

Causa extrañeza hallar estampados en el Diccionario de Galicismos de don Rafael M. Baralt, estos conceptos: «Se usado en los verbos impersonales no sé ele dónde procede, ni cuál de las lenguas que han tenido parte en la formación del castellano ha

(1) Losto, recoido y misereo son antec lás icos . L o s dos últimos no llevan el complemento de origen en ablativo sino en genitivo ; pero como y a hemos visto el significado r a d i c a l de este c a s o es el de p r o c e d e n c i a (§§ 92, 262) . E n el s iguiente ejemplo de T i r s o de Molina a p a r e c e acordar p r imero como t ransi t ivo y luego como reflejo :

A q u í los p a j a r i l l o s , A m o r o s a s canciones repitiendo P o r juncos y tomillos, De vos me acuerdan, y yo esto}' diciendo: « S i e s t a g l o r i a d a el suelo, ¿ Q u ¿ g l o r i a será a q u e l l a que d a el c i e l o ? » Aquí estos a r royuelos , J i r o n e s de c r i s t a l en c a m p o verde, Me q u i t a n mis desvelos, Y c a u s a son a que de vos me acuerde.

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podido darle origen. El vocablo on que para este caso usan los franceses, se entiende muy bien como en seguida veremos; pero nuestro se de la pasiva impersonal es un verdadero misterio, porque difiere grandemente de se en sus otros oficios y acepciones» (p. 601). Tamaño misterio no ha menester otra aclaración que la que el propio Baralt le da sin pensar, cuando llama «pasiva impersonal» a aquella construcción.

Se ve por todo lo que antecede que hay una correspondencia perfecta entre la pasiva latina y nuestra combinación refleja, y que el uso impersonal de una y otra es consecuencia natural del primitivo. Debe observarse además que la pasiva es más adecuada para el uso impersonal que no la activa, a causa de sugerir siempre las terminaciones personales de ésta, la idea, siquiera vaga, de un agente; al paso que en la construcción pasiva el verdadero agente, por hacer un papel secundario y no tener nada que ver con las inflexiones verbales, puede muy bien suprimirse, ofreciéndose a la mente sola la idea de una accción que se ejecuta.

Como nueva muestra de la analogía entre las dos lenguas, observaremos que muchos verbos deponentes distintos por su significado de los arriba dichos, se traducen en castellano por reflejos, verbigracia, vescor, alimentarse; otior, ociarse; exper-giscor, despertarse; lucror, lucrarse. Algunos deponentes hay que dan indicio de la fuerza de la voz media griega; y no obstante, no le corresponde en castellano la construcción refleja; scíscitor, averiguar, etc.

Esta significación media ocurre aun en verbos comunes transitivos; que admitiéndola llegan a juntarse con un acusativo, lo cual arguye que el pronombre envuelto en el verbo tiene fuerza de dativo:

Inútile ferrum Cingiíur, a c densos fertur mori turus in hostes.

(Virg-., j£ti., I I , 510 -511 ) .

Deinde comantem Androgei g a l e a m , clypeíque insigne decorum Indúiiur (\). ( I d . , ib.. 3-J1-393)

En vista de ejemplos como éstos en que el caso reflejo que acompaña al verbo es un dativo, puede inferirse que en los castellanos «irse, morirse, nacerse (2), séase lo que se fuere,» el se

(1) Milton imi ta elegantemente este g i r o en una de sus e legías l a t i n a s , a s í :

Indui turque brevem T e l l u s r e p a r a t a juventam. (2) E n nacerse, morirse el reflejo p a r e c e h a c e r un oficio diferen

te del que desempeña l a te rminación pas iva de nascor, morior, pues éstos debieron de ser desde un principio pasivos ; el pr imero (origi n a r i a m e n t e gnascor, como se ve en cognatio, etc.) de l a raíz del g r i e go Y s v v a w , e n g e n d r a r , y a n á l o g o p o r tanto al inglés to be born y al a lemán geboren werden, y el segundo, lo mismo que en s á n s c r i t o , de l a raíz mar, m a t a r ; as í que significa propiamento <3'o soy m a t a d o » ; a d v i é r t a s e que el c a s t e l l a n o muerto se u s a como equivalente de matado.

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(1) Grammatik der Romanischen Spachen, in, 193.

es dativo más bien que acusativo como supone Bello (Gr., § 334). En apoyo de lo cual pudiera alegarse: 1.°, que no es de creerse que a verbos de carácter intransitivo perfectamente determinado, se les hubiese de adherir un acusativo; 2.°, que por el dativo se explican las ideas de espontaneidad de acción y aceptación exclusiva del resultado por parte del agente, connotadas por el reflejo. Si se tratase de buscar razones de analogía, podría observarse que en hebreo es el dativo el caso que se ]unta con los verbos de movimiento, precisamente en el mismo sentido que se descubre en castellano; verbigracia, ñas lo, él se huyó (Isaías, xxxi, 8 ) ; lo mismo sucede en siríaco, pero se extiende este empleo del dativo a mith, morir, y aun a hevo, ser (Gesenius, Gram. Hebr., § 151, 3 e; Uhlemann, Gram. Syr., § 55, B, i). En la baja latinidad se halla igualmente usado, verbigracia: «Vadat stbi ubi volúerit» (Código lombardo citado por Cantú, Hist. Uviv., lib. xi, nota adicional sobre los Orígenes de la lengua italiana). Diez agrega estos ejemplares : «Ego mihi ambulabam» (Form. Sirm., 30); «Perrexit sibi» (Esp. Sagr., X X X V I , p. X X Í Í I ) ; y nota que en alemán antiguo son comunes expresiones que en la lengua actual sonarían du bist dir, ich stand mir, ich schlief mir, etc. (1).

IV

P R O P O S I C I Ó N INFINITIVA

( S i n t a x i s g e n e r a l , capí tulo v n ) .

El poderse convertir el infinitivo en un nombre, en proposiciones infinitivas (conversión explicada en el § 159), depende de que, propiamente hablando, aquel infinitivo no desempeña en la proposición completiva otro oficio que el de predicado: insanire en «video te insanire» está en la misma condición gramatical que insanum en «video te insanum.» La fuerza verbal que conserva el infinitivo le permite admitir un predicado aunque él mismo haga papel de tal, así como le permite admitir complementos (§ 108), sin que pierda por eso el carácter que le asignamos. Las proposiciones que, por llevar el llamado sujeto acusativo, hemos considerado como infinitivas propiamente dichas, quedan por los mismo asimiladas a las semiinfinitivas, no siendo aquel acusativo sujeto sino complemento objetivo, a que se refiere como predicado el infinitivo: insanire es un predicado acusativo en «te video insanire» como lo es nominativo en «vi-deris insanire» (§ 117, 5.°, § 154, 2.°)

Sujeto acusativo es un nombre que envuelve contradicción y que sólo puede admitirse convencionalmente, atendidas las apariencias; así como en el lenguaje ordinario solemos decir que el sol gira alrededor de la tierra.

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En suma: lo que se Wamaproposición infinitiva no es en rigor sino un infinitivo usado como predicado, ya nominativo, ya acusativo.

V

COMPARATIVO

( S i n t a x i s p a r t i c u l a r , capítulo u ) .

Las lenguas romances, fieles en éste como en otros puntos al giro de la lengua madre, expresan algunas veces por la idea de alejamiento el término de comparación. Esta construcción que tanto armoniza con la construcción de las lenguas antiguas, es común al latín con el sánscrito («na kis-tvad rathitara,» ninguno mejor cochero que tú), y también con algunas de las semíticas, en las cuales se descubre su valor a no dejar duda, a virtud del uso forzoso de la preposición. En árabe, por ejemplo, se dice: «hua aq'ua men-U «él es más robusto de mí,» «robustior me» (o, «a me,» como ocurre en el latín de la Media Edad) ( 1 ) . En hebreo con más sencillez: «mah-mathoq midbasch,» «qué dulce de (i. e. partiendo de) la miel (2)» «quid dulcius melle?» En romaico o griego moderno en vez del genitivo-ablativo del griego clásico, es frecuente la preposición apo (de) con acusativo, verbigracia, v rspuavia sivaí vsya.lsrepa airo t-íjv Ta/í/iav, «la Alemania es más grande que (de) la Francia.»

Hay quienes expliquen el ablativo latino por la elipsis de prce, y el genitivo-ablativo griego por la de 7rpo (v. Pseudo-Nebrija, lib. iv, nota 5 . A ) , citando ejemplos en que aparecen expresas dichas preposiciones. Esto nada prueba, porque ni son ellas las únicas que entran en rodeos semejantes, ni el ablativo envuelve por sí solo la significación de prce, ni los ejemplos que aducen son anteriores sino muy posteriores a la construcción que se examina.

En los clásicos aparecen construcciones por el estilo de «alter ab illo,» Virg.; «aliud a libértate,» Cic.

VI

EQUIVALENTES DE APUD

( S i n t a x i s p a r t i c u l a r , capítulo x m ) .

Cuando una lengua carece de medios expeditos para representar una idea, ella misma se los procura por vías a veces extrañas.

Como un ejemplo de estos procedimientos y como muestra al mismo tiempo del análisis a que pueden dar lugar semejantes

(1) Pot t , Et. Fosch., t . i . , p á g . 43. (2) V . praete, § 226, Obs. 2 a

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A . Caro—27

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fenómenos, haremos algunas breves consideraciones respecto de los diferentes caminos que ha ensayado nuestra lengua para dar con una preposición o giro que equivalga poco más o menos al apud latino y al chez francés.

Tanto más curioso es este examen, cuanto versa sobre esfuerzos actuales de la lengua que no han logrado una realización definitiva.

Veamos algunos de los expedientes adoptados: 1.° En Venezuela subsiste la apócope en cas de o a cas de,

la cual, como observa Bello, pasa por arcaica en la Península (1). Pero no sólo subsiste sino que ha recibido del uso la amplitud de significado del término que la lengua busca, y así «voy en cas de Antonio» es locución recibida, en algunas partes al menos de aquella república, como sinónima de «voy a donde está Antonio.»

2." En Colombia usamos el adverbio donde con fuerza de preposición que responde a las preguntas ubi? y quo?; y así decimos: «estuve donde el relojero,» «voy donde el Gobernador.»

Bello en la primera edición de su Gramática (2) y Baralt en su Diccionario de Galicismos (pág. 217), censuran esta construcción, apoyándose en un principio falso. Siendo una frase elíptica, dicen, debe suplirse en el segundo miembro el mismo verbo del primero: «voy donde Antonio,» vale pues «voy donde va Antonio,» y no «donde está, reside,» etc.

Según esto, «Pedro murió cuando la guerra,» frase intachable, debiera tomarse en el sentido de «cuando la guerra murió.»

La verdad es que en esta construcción, donde no ha hecho sino perder el carácter de adverbio para asumir el de preposición; tránsito no sólo autorizado y frecuente, sino que ha sido en opinión de hombres doctos, el origen, la generación de las preposiciones.

Infinitos ejemplos de ese cambio de valor nos suministra el lenguaje poético castellano.

Luego aquella construcción no es antigramatical, antes bien es una simple aplicación de un procedimiento genial del habla humana.

No es tampoco neológica ni provincial. Ocurre en la Vida de la M. Francisca de la Concepción, religiosa del convento de Santa Clara de Tunja, escritora del siglo xvn. La usa el pueblo de Castilla, según testimonio del citado Baralt, y es común en

(1) Conde, que suele a f e c t a r a r c a í s m o , u s a a l g u n a vez e s t a locución :

S e r á feliz en cas del poderoso. Que a b r a z a tantos pueblos y naciones Y los a m p a r a como fuerte m u r o .

(Dominac , d é l o s A r . , p a r t , i n , C a p . 41) .

(2) E d i c i ó n de M a d r i d , 18S3, pág. 175 .

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otras partes de España. La hemos hallado en una correspondencia inédita de dos andaluces. Por último, está recibida en varias partes de América.

Lo que realmente la desautoriza, es no pertenecer al lenguaje culto, puesto que no aparece en los clásicos de la lengua.

3.° «Notaremos como malsonante y vulgarísima, dice Bello (1), la frase "ha ido a lo de su amigo," "ha estado en lo de Pedro," aunque usada por toda clase de personas en América.» Aunque desautorizada, y más que la anterior, no carece, sin embargo, esta construcción de razón de ser, atendido el genio de la lengua. Ese lo de corresponde al signo de posesión ('s) usado en inglés en iguales circunstancias; y se halla en escritores antiguos con cierto valor análogo, como lo manifiesta este pasaje de Mariana: «Uno de los compañeros de Hércules fue por él mismo al tiempo de su muerte nombrado para que le sucediese en lo de España.» (Bist. Esp., lib. i, cap. 10).

4.° Poseemos, por último, la locución cerca de o acerca de, que apenas subsiste en aquellas frases diplomáticas: «Enviado cerca de S. M. B.» (2), injustamente censurada por Larra y Baralt.

Fuera de desear que le volviese la moda a esta locución asf en aquel sentido como en los demás que disfrutó en lo antiguo. Como ejemplos justificativos presentamos los siguientes: «Ya estoy sano y cuerdo, que acerca del poder de Dios ninguna cosa es imposible» (Cerv., Quij., p. II, 7). «El mismo Padre celestial acerca de San Mateo le nombra su amado» (Luis de León, Nombres de Cristo, lib. m). «Personas ha habido que han ganado acerca de las naciones y pueblos, reputación y adoración y servicios.» (Id., ib.) «Acerca de ti está la fuente de la vida, y en tu lumbre veremos la lumbre.» (Id., lib. i; del salmo 35, v. 10). «Fuera está eso de toda duda acerca de los que conocen y confiesan la Providencia de Dios» (Id., ib., lib. II) . «No queráis ser sabios acerca de vosotros mismos.» (Maestro Avila, Audi filia, cap. 54; de San Pablo, Rom., 12, v. 16). «Servirían más listos teniendo cerca del Rey a su hermano por testigo.» (Mendoza, Guerra de Granada, lib. n). «Es menester que se halle cerca del Príncipe algún ministro que desembarazado de otros negocios, oiga y refiera, siendo como medianero entre él y los vasallos.» (Saavedra, Empresa 49).

Llamamos especialmente la atención hacia el pasaje siguiente, que presenta esta locución en el sentido que hemos dicho tachan Larra y Baralt: «Estaba Avito cerca de él (Teodorico) por embajador de Máximo Augusto.» (Mariana, Hist. Esp., lib. v, cap. 4.°).

Esta locución es el circum o circa latino, levemente alterado y ampliada su significación: «Catilina omnium flagitiosorum atque facinerosorum circum se tanquam stipatorum catervas habebat.» (Sal., Cat., xiv).

(1) Gram. E d i c i ó n y l u g a r anter iormente c i tados . (2) E q u i v a l e n t e , en este c a s o , a l atiprés f r a n c é s .

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VII

VALOR DE LOS TIEMPOS SUBJUNTIVOS

( S i n t a x i s p a r t i c u l a r , capí tulo x i v ) .

Los valores de los tiempos de subjuntivo podrían formularse así: llamando co al tiempo que expresa coexistencia con respecto a otro verbo (1), ante al que anterioridad, post al que posterioridad; así, post-pretérito, por ejemplo, es un futuro con respecto a un pretérito.

TIEMPOS IMPERFECTOS

/. Pugnem. 2. Pugnarem.

Co-presente (2): Fit ut pugnes. Co-pretériio: Fiebat ut pugnares. Post-presente: Opto ut pugnes. Post-pretérito: Optabam ut pug

nares.

TIEMPOS PERFECTOS

3. Pugnaverim.

Ante-presente: Nescio an pugna-veris.

Ante-post-presente: Credo te, si pugnaveris victurum.

4. Pugnavissem.

• Ante-pretérito: Nesciebam an pugnavisses (3).

Ante-post-pretérito: Credebam te, si pugnavisses, victurum

A estos valores pueden añadirse los siguientes, que son menos frecuentes:

(1) Obsérvese bien que en e s t a s combinaciones las p a r t í c u l a s ante, co, post de terminan el valor temporal lelativo del verbo subordinado, y las p a l a b r a s presente (o futuro), pretérito, el valor tempor a l absoluto (esto es , relativo simplemente al acto de l a p a l a b r a ) de otro verbo dominante en l a orac ión . Así en «deseo que triunfes,» triunfes es post-presente, esto es, posterior a l presente deseo; en «tú triunfarás» no h a y sino un simple futuro, pues no se h a c e relación al tiempo sino al acto de l a p a l a b r a . L a n o m e n c l a t u r a que adoptamos no es pues e x a c t a m e n t e i g u a l a l a de Bello , el c u a l l l a m a antepresente a he amado aun cuando no dependa de un presente. L o s nombres que proponemos, a p l i c a b l e s especialmente a los tiempos s u b juntivos (por ser todos ellos relat ivos) , tienen la ventaja de ofrecer a l a mente, de una vez compendiados, los valores de a q u e l l a s f o r m a s .

(2) Donde se dice presente debe entenderse también futuro. (3) Suele u s a r s e el ante-presente (pugnaverim) en vez del anter

pretéri to (pugnavissem).

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Pugnem. Pugnarem.

Co-post-presente: Spero te, si Co-post-pretérito: Sperabam te, pugnetur, gavisurum si pugnaretur, gavisurum.

El pelear se presenta como coexistente con el alegrarse, que es posterior a esperar.

En castellano el ante-posí-presente y co-post-presente se representan con una sola forma, la del presente (ya indicativo, ya subjuntivo): «creo que si luchas, creo que cuando luches, vencerás»; y el ante-post-pretérito y co-post-pretérito con la del pretérito imperfecto (ya indicativo, ya subjuntivo): «creía que si luchabas, creía que cuando luchases, vencerías.»

Y aquí es precisamente donde nuestra forma en se (que en los usos comunes equivale al imperfecto de subjuntivo) corresponde exactamente a la latina de que salió, como sucede con la en ra en la apódosis de oraciones condicionales. «Si quis I N D I C A S S E T de conjuratione H. b. c. decrevere» (Sal. Cat. 31 = «El Senado había prometido al que D E S C U B R I E S E alguna circunstancia de la conjuración, doce mil doblones.» (Azara). «Manifestó Cicerón que sufriría de buena gana cualquiera persecución sí L O G R A S E comprar con su riesgo y fatiga la pública quietud y suguridad» (el mismo). Hé aquí un ejemplo del uso de la forma indicativa, sacado del mismo escritor: «Manifestó Cicerón que si los dioses le concedían al fin de su consulado la felicidad de salvar la patria de su ruina se entregaba en manos de la suerte, que hiciese de él lo que quisiese.» Nótese aquí la forma que el verbo de la frase accesoria ha tomado por atracción.

Mas sobre esta materia de oraciones condicionales trataremos exprofeso en el apéndice siguiente.

VIH

O R A C I O N E S C O N D I C I O N A L E S

( S i n t a x i s p a r t i c u l a r , capí tulo x i v ) .

Habiendo tal afinidad entre la construcción de las oraciones condicionales latinas y la de las castellanas, que sin el previo estudio de las primeras mal puede explicarse el carácter de las segundas, nos permitimos hacer aquí, acerca de éstas especialmente, algunas observaciones que servirán de complemento a la doctrina presentada en el cuerpo de la obra.

Tratamos únicamente de las oraciones condicionales hipotéticas.

Admitimos como fórmulas de estas oraciones, en su más sencilla expresión, el ejemplo que pone la Academia, de h len-> gua en su Gramática:

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— 422 —

Hipótesis: «Si yo

Apódosis:

Respecto de esta fórmula hay que observar:

1." La forma en se de la hipótesis y la forma en ra de la apódosis son etimológicamente pluscuamperfectos (amassem, amaram), y con este valor se usaban en lo antiguo. El uso ha ido dándolas el de imperfectos; y así, amase=amarem, ama-ra=amabam (1).

2.° De las dos formas de la hipótesis, la en se es la propia, como que es esencialmente subjuntiva; la en ra, esencialmente indicativa, no se usaba en lo antiguo en este lugar; introdújose por atracción de la apódosis.

3." Las dos formas de la apódosis son ambas indicativas, siendo usada también en su reemplazo la forma subjuntiva en se (2). En latín, al contrario, el uso de formas indicativas en la apódosis es excepcional, siendo las subjuntivas las adoptadas.

En la fórmula presentada, la apódosis es una proposición independiente. Puede serlo subordinada, tomando ya carácter indicativo, ya subjuntivo, según la naturaleza del verbo subordinante. En el primer caso conserva la forma en ría (a veces la en ra): en el segundo caso, recibe la forma en se, que es aquí la propia, atendido su carácter subjuntivo. Ejemplos:

Primer caso. «Los historiadores más juiciosos se muestran persuadidos de que si Catilina hubiera obtenido la menor ventaja en la primera batalla, la Italia se habría declarado a su favor» (D. Nic. de Azara). «En aquel tiempo se creía que si alguno llegase a descubrir aquellos tremendos misterios, perdería instan-

(1) T o d a v í a h a y casos en que e s t a s formas conservan su p r i m i tivo v a l o r .

(2) « E n v a r i a s provincias de H i s p a n o A m é r i c a , dice Bel lo (Gram., c a p . X X V I I I , Apénd. e), se h a c e un uso impropio de l a forma en se en l a apódosis de las oraciones condicionales que llevan negac ión i m p l í c i t a . Díoese, por ejemplo: " Y o te hubiese escr i to si h u b i e r a tenido o c a s i ó n , " en vez de " Y o te habría o hubiera e s c r i t o . " E s t a corrupción es comunísima en las r e p ú b l i c a s a u s t r a l e s , y debe cuidados a m e n t e e v i t a r s e . »

A g r e g a r e m o s que hemos h a l l a d o ejemplos de éste , m á s bien que corrupción, lat inismo, en autores ant iguos ; y entre los modernos escr i tores españoles de tal m a n e r a se h a general izado, que const i tuye y a r e g l a lo que antes e r a excepción . De D. V i c e n t e de l a F u e n t e , notable escr i tor contemporáneo, tomamos este ejemplo:« Miguel S e r -vet e r a un médico español que hubiese hecho g r a n d e s beneficios a l a h u m a n i d a d si contentándose con e s c r i b i r de m e d i c i n a , de lo que s a bía mucho, no se h u b i e r a metido a teólogo, por ese afán que a q u e j a a algunos hombres g r a q d e s , de meterse a d e l i r a r sobre lo que no entienden.» • . > • • •

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táneamente la vista» (el mismo). En el primer ejemplo no disonaría hubiera en vez de habría declarado ( 1 ) .

Segundo caso. «Le mandó que allí le aguardase tres días, y que si al cabo de ellos no hubiese vuelto, tuviese por cierto que Dios había determinado que en aquella peligrosa aventura se acabase su vida.» (Cervantes.)

Por regla general, rigen indicativo los subordinantes que denotan actos del entendimiento (se muestran persuadidos, se creía), y subjuntivo los que significan actos de la voluntad (le mandó...).

Si la lengua hubiese de uniformar definitivamente en esta materia sus procedimientos, elegiría entre las varias formas empleadas promiscuamente en uno y otro miembro de la oración condicional, la más propia según el origen y antiguos usos, y seguiríase esta regla:

1." En la hipótesis usar exclusivamente la forma subjuntiva en se;

2." En la apódosis una de las dos formas indicativas en ra, ría (2), si fuere proposición independiente; la indicativa en ría, si fuere proposición subordinada indicativa; y la subjuntiva en se si fuere proposición subordinada subjuntiva.

Diríamos entonces: a) Si yo amase no (amara) (3) las riqueza,procurara o pro

curaría adquirirlas. b) Si yo amase las riquezas, creo que procuraría (no procu

rara) adquirirlas. c) Si yo amase las riquezas, dudo todavía que procurase (no

procurara) adquirirlas. Estas combinaciones mantienen el valor etimológico de las

formas: las en ra y ría aparecen indicativas, la en se subjuntiva; la en ría, además, es perifrástica como se sabe, y en la fórmula b corresponde a un tiempo infinitivo latino de igual carácter (qucesiturum esse).

No quedaban más diferencias que éstas: 1 . A El aparecer nuestros tiempos en ra y se, originariamente

(1) Quiere decir , pues, que n u e s t r a forma en ra es admis ible si l a corresponde en lat ín el futuro perfecto de infinitivo, e inadmisible si hubiese de c o r r e s p o n d e r í a el futuro imperfecto .

(2) L a diferencia que en este c a s o se observa entre las dos form a s i n d i c a t i v a s se e x p l i c a también por l a et imología. L a f o r m a en ría, y a lo hemos repetido, es contracción de un tiempo per i f rás t i co , y como tal, l leva fuerza de futuro; l a o t r a es a l te rac ión del p l u s c u a m perfecto lat ino, y como tal sirve p a r a denotar lo que pudo h a b e r sucedido. A s í , « S i yo fuese r ico me iría a l a c i u d a d , » vale : «Si yo lleg a s e a ser r ico me i r í a entonces a l a c i u d a d » ; al paso que « S i yo fuese r ico , no viviera en el c a m p o , » vale : « S i fuese cierto que soy r ico no h u b i e r a es tado en todo ese tiempo viviendo en el campo.»

(3) Don J o s é Segundo Flórez [Gram. Filósof., P a r í s , 1856, pág i n a 382) opina que l a forma p r o p i a en este l u g a r es amata, y l l a m a « s u b r o g a c i ó n a r b i t r a r i a » el uso de amase. A l s e n t a r e s t a d o c t r i n a , hubo de olvidarse el señor F lórez del valor c a r a c t e r í s t i c o de l a s f o r m a s y de los ant iguos usos de l a l e n g u a .

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perfectos (amassem, amaram) como imperfectos (=amabam, amarem);

2. a El haber prevalecido decidí amenté en nuestra apódosis la forma indicativa, que es, como ¿mos visto, excepcional en la construcción latina.

Acerca de esta última circunstancia ocurre una cuestión curiosa: ¿con qué ocasión admitió la ipódosis formas indicativas? Más natural es el uso de las subjuntivas, dado que la apódosis denota acciones dependientes, subordinadas.

Tal admisión puede reducirse a la figura llamada por los gramáticos anakoluthon (1), que consiste en la falta de cohesión entre dos frases, proveniente de haberse expresado la primera sin pensar en lo que debía seguirla, como se ve en este pasaje del ya citado Azara: «Los gritos se aumentaban de una y otra parte; y de ellos se iba a pasar a los golpes, si Cicerón informado del tumulto, no hubiera acudido prontamente al teatro.» Parece como si el escritor, atento a la importancia del tumulto, se hubiese olvidado por un momento de la intervención de Cicerón, cuyo recuerdo viene a interrumpir, por decirlo así, el giro que había tomado la manifestación del pensamiento. Lo mismo se ve en la siguiente estrofa de Ercilla:

E n él los pies y brazos a ñ u d a d o s S o b r e el húmedo suelo le tendía , Y con los duros troncos d e s a n g r a d o s E n l a s n a r i c e s y ojos le h e r í a ; A l fin junto a nosotros a bocados S i n poderse va ler se le comía. Si no f u e r a con tiempo socorrido, Quedando, aunque fue presto, m a l herido.

(1) F i g u r a es é s t a que se comete a menudo en lo h a b l a d o , y que en lo escri to se evita como u n a incorrección. E n Cervantes leemos: « T o d a s las a v e n t u r a s h a s t a aquí s u c e d i d a s son contingibles y verisímiles ; pero ésta de e s t a cueva no le hal lo e n t r a d a a l g u n a p a r a t e n e r l a por v e r d a d e r a . » L a s e g u n d a p a r t e empezó a contruírse al tenor de l a p r i m e r a ; pero luego c a m b i o el g i ro , de m a n e r a que p a r e c e f a l t a r l a preposición a delante de ésta: Clemencín propone se introduzca en el texto ; pero es c l a r o , a tendida l a n a t u r a l f a m i l i a r i d a d con que Cervantes d e j a b a c o r r e r l a p l u m a , que su omisión ahí no es e r r o r , sino un c a s o de anakoluthon, manifes tac ión de l a m a n e r a de h a b l a r del escri tor . (Comp. Bello , Gram., c a p . z x x m , m, 5'*). L a m i s m a c o s a e x a c t a m e n t e se observa en este l u g a r de l a s a g r a d a B i b l i a : « E t quicunque non receperi t vos, ñeque audier i t sermones vestros , e x c e -untes foras de domo vel c ivi tate excut i te pulverem de pedibus v e s -tr is .» V u l g . L a t . , M a t t h . , 10, 14. M a r c , 6, 11. « Y todo el que no os rec ibiere ni oyere vues t ras p a l a b r a s , a l s a l i r f u e r a de l a c a s a o de l a c i u d a d , s a c u d i d el polvo de vuestros pies .» S c i o . E s t a const ruc ción viene del texto gr iego . Repetimos que es ta figura en lo escr i to se considera en c a s t e l l a n o como u n a incorrección, y as í el I l u s t r í s i -mo A m a t , t r a d u c t o r m á s e legante pero menos fiel que el I lus t r ís imo S c i o , l a evita en l a versión de los p a s a j e s c i tados . No sucede lo mis mo en f r a n c é s : h a y en e s t a l e n g u a g i ros en que a q u e l l a figura está muy bien r e c i b i d a : tal se ve en este p a s a j e de Boi leau , escr i tor a quien todos reconocen como un dechado de correcc ión g r a m a t i c a l :

O r , cette é g a l i t é dont se forme le s a g e , Q u i j a m a i s moins que l 'homme en a c o n n u l ' u s a g e . {batir., v n r ) . E j e m p l o s análogos p u d i e r a n c i t a r s e en o t r a s l e n g u a s .

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— 425 —

( 1 ) También en griego se usan en ia apódosis el pretérito imperfecto y pluscuamperfecto de indicativo, como se ve en esta bella sentencia de Epicteto: Ei yauv arjóViv r¡ ¡jwjv, srjoiouv <ra rrjj a»)ó'ovoj; ei i]vr¡\ioe, ra <rt>u tj-jvjvou. N u v th avdpuTros ei¡M, u(av£iv ¡Í$ SSI t o v deov (si yo fuese ruiseñor, hacia lo que el ruiseñor ; si cisne, lo que el cisne; soy racional, luego debo ocuparme en alabar a Dios). L o mismo en italiano.

M a s 'a l t rove che qui , cosí importuno Pa.r lavi tu, parlavi il detto e s t r e m o . — ( T a s s o , Ger., x v n ) .

P u e d e a s i m i l a r s e a construcciones como é s t a s l a i n g l e s a que a p a r e c e en los p a s a j e s que s i g u e n :

T h e r e I had fix'd. Mine eyes t i l l now, a n d pined with vain des i re H a d not a voice thus w a r n ' d me, e t c .

(Milton, P. L. iv . , 46S-468).

H a d we uever lov'd s a e kindly , H a d we never lov'd s a e bl indly , Never met or never p a r t e d , W e had ne , er been b r o k e n - h e a r t e d . — ( R u r n s ) .

V . Goold B r o w n , Grammar of English Grammats, p a r t . 11 , c a p . v i , Covjugation, Obs. 16,

(2) E n u n a n a r r a c i ó n a n i m a d a p u d i e r a dec i rse , imitando el g e nio de e s a f r a s e : « E l puente da paso f r a n c o si no es por H o r a c i o Cocles .» V . Bello , Gram., c a p . x x v m , Apénd. b.

E s t u d i o s l i t e r a r i o s — M . A. Caro—28

A la forma en ra puede veces sustituirse (como se ha dicho en el texto) el pretérito i oerfecto de indicativo (forma en ia o aba) ( 1 ) . Lo que sí es raí. mo es el pretérito perfecto que aparece en estos ejemplos: «Pons sublicios iter psene hostibus dedil ni unus vir fuisset, Horntius Cocles,» Liv. (2).

»

E s t e mundo bueno fue Si bien u s á r a m o s del

Como d e b e m o s — ( J O R G E M A N R I Q U E ) .

Tal vez convendría que la uniformidad en el uso de las dos inflexiones en se y ra, no se limitase a las oraciones condicionales. Bueno fuera propender a que se emplease la 1 . a exclusivamente en toda proposición subjuntiva (clase comprensiva de las hipótesis), verbigracia: «Antonio me rogó que volviese; la 2. a conservaría su valor indicativo en las apódosis, y aun pudiera recuperarlo (si así lo quiere el uso, aunque parece que no lleva esta tendencia) en los demás casos sin que de ahí naciese inconveniente alguno; antes bien, ganaríamos una forma simple (leyera) en vez del actual enojoso pluscumperfecto {había leído). Estas diferencias existieron en los primeros tiempos de la lengua, como que proceden del valor etimológico de las formas. Renovándolas, simplificaríase notablemente la sintaxis del verbo, y daríase más claridad y precisión al lenguaje.

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Í N D I C E

Estudios literarios—Tercera serie. P á g s .

B i b l i o g r a f í a boliviana 3-S o b r e el término Escuela, 11-U n misionero poeta 16' Cur ios idades l i t e r a r i a s . • 23-E l centenar io de R i c a u r t e 36-I m p c r t a n t í s i m o d e s c u b r i m i e n t o . . , 41 Memorias his tór icopol í t icas del G e n e r a l | P o s a d a 45 E l G e n e r a l S a n t a n d e r 62 A c a z a de anónimos 66 V i r g i l i o en E s p a ñ a > 75 S a n Cir i lo de A l e j a n d r í a 159 C a r t a s a b i e r t a s a B r a k e 175 La Reforma Política- 204' J o s é F e r n á n d e z M a d r i d 209 Don Rufino J o s é Cuervo 22f> M e n u d e n c i a s l i t e r a r i a s 224-U n recuerdo his tór ico y u n a poesía l a t i n a . . . . 228-Soneto d i a l o g a d o 237 A s o c i a c i ó n l i t e r a r i a i n t e r n a c i o n a l a m e r i c a n a 241 Á n g e l M a r í a Céspedes 244 J o a q u í n M o s q u e r a 251 Un himno en honor del P a p a 262

Estudios filológicos y gramaticales—Primera serie-

S I N T A X I S L A T I N A

Sintaxis general.

Capítulo i—De l a proposición 267'

Capítulo I I - D e l predicado 274-Capítulo n i — D e l a c o n c o r d a n c i a 281 Capítulo i v — D e l a s proposiciones r e g u l a r e s 284 Capítulo v — D e l a s proposiciones i r r e g u l a r e s 287/

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P á g s . Capí tulo v i — D e l a unión de l a s proposiciones 290 Capí tulo v i l — D e l a proposición infinitiva 291 Capí tulo v i n — D e la proposición subjuntiva 301 Capí tulo i x — D e l a proposición i n t e r r o g a t i v a 304 C a p í t u l o x — D e las proposiciones a c c e s o r i a s . . . , . 313 Capí tulo x l—Conclusión 320

Sintaxis particular.

Capítulo i—De los adjetivos 327 Capí tulo II—De los comparat ivos 330 Capítulo n i — D e los superlat ivos 337 Capítulo i v — D e los n u m e r a l e s 339 Capí tulo v — D e los relativos 341 Capítulo v i — P r o n o m b r e s v a r i o s . . . . , 348 C a p í t u l o v i l — D e los pronombres de t e r c e r a persona 351 Capí tulo VIH—Del nominativo y vocativo 354 Capí tulo i x — D e l genitivo 355 Capí tulo x—Del abla t ivo . 360 Capí tulo x t — D e l acusat ivo 363 Capí tulo x i i — D e l dativo 367 Capítulo xi t i—Complementos de espacio y tiempo 372 Capí tulo x iv—Modos y tiempos 378 Capítulo x v — D e l a s p a r t í c u l a s 391 N o t a s e i lus t rac iones 404

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