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METAPOLÍTICA VOL. 4 ÚM, DI ,64-81 Maquiavelo en la obra de Claude Lefort ESTEBANMOLlNA* Rl:SU \1[:\: El pcwuulorfrallcés e/mI/le Le/ort descubre en Muquiavelo tma elaboración de la división clltre sociedad J' poder político que 110 se articula eu el t/is/ocamiellto .'iocial producido por la modemidatl illdustrial, sillo en el principio de (,ollstitllción de lo político, que se fimda eu la opmdcióll de dos deseos: el de los "grandes" que quieren oprimir, y el del pueblo que 110 quiere ser oprimido. Así, ¡tlfigura del Coll1rillo que intercambia obediencia por protección para represe"!,,r la relació" cn/re el Príncipe)' el pueblo es inadecuada, siendo má,fj e.,¡uclo hablar de IIna cesión del pueblo a Sil dominación por parte del Estado efl fUlIor de la de/ellsa contra la opre.fiiólI de los grandes. De este modo, y a1l1e la insosteuibi/idad de 111I0 ingenuidad absoluta ex parte el atenimiento a lo aparente resurge como tilia cOlldición lle la instauración y el ejercicio del poder político, que debe cumplir eOIl la función simbólica de It} imagilwrio, de recubrir 111I abismo que 110 puede ser <:o/mado. L efor! descubre en Maquiavelo una claboración de la división de sociedad y poder político a la que el mar- xismo se había vuelto ciego. fascinado como estaba por el dislocamiento social que había provocado la modernidad industrial. Maquiavelo nos descubre el ser de lo polí- tico en los principios de su constitución. Di- cbo con otras palabras. lo que Maquiavelo nos hace pensar es la división de sociedad civil y Estado esto es, el modo como se constituye la sociedad política a partir dc una sociedad civil dividida en su raLz. En efecto, tanto en El Príncipe como en los Discursos sobre la primera déca- da de TIlo Livio, sus obras principales, Maquiavelo mantiene el principio de que; "En toda ciudad hay dos humores dife- renles, el del pueblo y el de los grandes; el pueblo no quiere ser dirigido y opri- mido por los graodes; los grandes quie- ren dirigir y oprimir al pueblo",' Filósofo, ProJesor de la U"f¡·ersidad de Almería (E5plliia). PrQ.ttmamellll! d CI1Jk'om publicará SIl libro: La incierta libertnd. Totalitarismo y democrdcin en Claude Lefon. I N. Maquiavdo. El Principl!. trad, de Elena Puigdomencch, Madrid. Tecnos. 1991. p. 38. En los Dis('IIr¡fI$ escribe. esta vez a propbsito de la Republiea romana. en el capitulo cuarto del libro primero, que llamativamente lleva por tncllbeUlInicnto c1lcxto "Que 1:1 desunión entre In plebe y el¡¡enado romano hilO libre y poderosa 811queJla rcpubliell": "Creo que los que condenan los tumultos elllre los nobles y la plebe atacan lo que fue la cauSlt principal de lalibenud de 64

Molina, Esteban - Maquiavelo en La Obra de Claude Lefort

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METAPOLÍTICA VOL. 4 ÚM, DI ,64-81

Maquiavelo en la obrade Claude Lefort

ESTEBANMOLlNA*

Rl:SU \1[:\: El pcwuulorfrallcés e/mI/le Le/ort descubre en Muquiavelo tma elaboración dela división clltre sociedadJ' poder político que 110 se articula eu el t/is/ocamiellto .'iocial

producido por la modemidatl illdustrial, sillo en el principio de (,ollstitllción de lo político,que se fimda eu la opmdcióll de dos deseos: el de los "grandes" que quieren oprimir, y el del

pueblo que 110 quiere ser oprimido. Así, ¡tlfigura del Coll1rillo que intercambia obediencia porprotección para represe"!,,r la relació" cn/re el Príncipe)' el pueblo es inadecuada, siendo

má,fj e.,¡uclo hablar de IIna cesión del pueblo a Sil dominación por parte del Estado efl fUlIor dela de/ellsa contra la opre.fiiólI de los grandes. De este modo, y a1l1e la insosteuibi/idad de 111I0

ingenuidad absoluta ex parte popul~ el atenimiento a lo aparente resurge como tiliacOlldición lle la instauración y el ejercicio del poder político, que debe cumplir eOIl la función

simbólica de It} imagilwrio, de recubrir 111I abismo que 110 puede ser <:o/mado.

L efor! descubre en Maquiavelouna claboración de la división de

sociedad y poder político a la que el mar­xismo se había vuelto ciego. fascinadocomo estaba por el dislocamiento social quehabía provocado la modernidad industrial.Maquiavelo nos descubre el ser de lo polí­tico en los principios de su constitución. Di­cbo con otras palabras. lo que Maquiavelonos hace pensar es la división de sociedadcivil y Estado esto es, el modo como se

constituye la sociedad política a partir dcuna sociedad civil dividida en su raLz.

En efecto, tanto en El Príncipe comoen los Discursos sobre la primera déca­da de TIlo Livio, sus obras principales,Maquiavelo mantiene el principio de que;"En toda ciudad hay dos humores dife­renles, el del pueblo y el de los grandes;el pueblo no quiere ser dirigido y opri­mido por los graodes; los grandes quie­ren dirigir y oprimir al pueblo",'

• Filósofo, ProJesor de la U"f¡·ersidad de Almería (E5plliia). PrQ.ttmamellll! d CI1Jk'om publicará SIl libro: La inciertalibertnd. Totalitarismo y democrdcin en Claude Lefon.I N. Maquiavdo. El Principl!. trad, de Elena Puigdomencch, Madrid. Tecnos. 1991. p. 38. En los Dis('IIr¡fI$ escribe. estavez a propbsito de la Republiea romana. en el capitulo cuarto del libro primero, que llamativamente lleva portncllbeUlInicnto c1lcxto "Que 1:1 desunión entre In plebe y el¡¡enado romano hilO libre y poderosa 811queJla rcpubliell":"Creo que los que condenan los tumultos elllre los nobles y la plebe atacan lo que fue la cauSlt principal de lalibenud de

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Preguntando por las distintas formasen que puede fundarse un Estado. nosconduce Maquiavelo en El Príncipe a unarefle:<ión sobre la naturaleza del Estadoy del poder político en general. Conti­nuando el texto que acabamos de citar,refiere Maquiavelo: "Y de cstos dos di­feremes apetitos nace en las ciudades linode esros trcs efectos: principado. libertado anarquía".::! Maquiavelo nos invita apensar que estas fomlas de poder, en lasque qucdarian resumidas IOdas las demás,son distintas elaboraciones, distintas res­puestas, al fenómeno de la división so­ciaL La división puede dar lugar a unpoder que se eleva por encima de la so­ciedad y la somete entera a su autoridad.el ca;o del principado; o se regula de talmodo que ningún hombre esté sujeto aorro hombre, sino a la ley, este es el casodel r"gimen de la libertad; o la divisiónes incapaz de traducirse en un orden po­lítico y entonces desemboca en anarquía.

La división y oposición apartir de lascuales se generaría el Estado no puedeser reducida a tina separación empírica.Lo que hace que los grandes sean tales yque el pueblo sea el pueblo no es que ten­gan un estatuto distinto asociado a inte­reses particulares y divergentes por sufortuna, por sus costumbres o por su fun­ción social, es que aquéllos quieran do­minar y éstos no quieran ser dominados.Su existencia sólo se delennina en la re­lación, en el choque entre dos apetitos,por principio igualmente insaciables.Para Lefort, el poder del Principe se ins-

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tilllye a partir de la experiencia de unvacio que ninguna politica puede llenarnunca, esto es. por el reconocimiento de laimposibilidad en que está el Estado dereducir la sociedad a la unidad'

Que el poder del Príncipe se perciba enesa dependencia de la sociedad no significaque su dominio sea una ficción, signi­fica más bien que el Príncipe es conscien­te de que ha de elegir entre apoyar a uno uotro de los dos partidos. Tanto el pueblocomo los grandes lo necesitan. El primero"viendo que no puede resistirse a los gran­des, acrecienta la reputación de alguieny lo conviel1e en Principe para defender­se con su autoridad": los segundos, "cuan­do ven que es imposible resistir al pueblo.empiez.:'1l1 aacrecentar la reputación de unode ellos y lo convierten en Príncipe parapoder asi. bajo su sombra desahogar susapetitos".' Si buscar apoyo entre los gran­des no está exento de la ofensa a algu­no de ellos y. por tanto de resistencias, laelección del pueblo no sólo significa me­nos oposición, sino mayor contento parael pueblo, para los sil/-poder, porque "eldeseo del pueblo es. en fin, más honeslOque el de los grandes, ya que éstos quie­ren oprimir y aquél 110 ser oprimido".s

Si los grande otorgan su apoyo alPrincipe para seguir ejerciendo la opresiónsobre el pueblo, el pueblo busca proteger­se de un mal, la opresión de los grandesen el seno de la sociedad civil. a través dealgo que si en apariencia es un bien. serevela inmediatamel][c como un mal me­nor, el dominio del Príncipe. El pueblo

Roma. se fijan más en los ruidos y gritos que flilcinn de esos tumultos que en loS" buenos <recIOs que produjeron y noconsidcl1:l.n que en toda repüblica hay dos humores diferentes: el de los gmndes y el del pueblo y lodas lus leyes que sehacen ~'II pro de la Jibcnad nacen de la desunión entre ambos". N. Maquiavelo. DiJCl/r,lO,v sobre la prmlura decadu deTilO L/I'lo. lrad. de Ana Marlin...z Al1lncón. Madrid. Alinnza. 1987. p. ]9.: N. Maquiu\'c1o. El Prilldpe. op, di. p. 38.J C. Lcfon. L~ IrlIl'uif de I·O/.'III'N:. Maqlfim'el, P:lrk GlIlhmard. 1972. p. 382.~ N. Maquillvdo. El Príncipe. op. di.. p, 38.! Ibid.. r. 39.

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puede someterse a la autoridad del Prínci­pe no sólo porque percibe su poder de unanaturaleza diferente al de los grandes, sinoporque su fin no es dominar, sino no serdominado. Este rechazo funda el consen­timiento de una nueva faona de dominioque puede sustraerlo al oprobio a que losgrandes lo someten. Asi es como por estaespecie de astucia el deseo de no ser do­minado del pueblo alcanza y conecta conel deseo de dominar del Príncípe, así escomo "en una oscuridad que importa 110

disipar el no-poder y el poder absolutose pegan uno a otro'·'

Esta situación significa para LefoIt quela imagen de un contrato, en el que seintercambiaría obediencia por protecciónpara medir la relación entre el poder delPrincipe y el pueblo, es inadecuada. Laingenuidad del pueblo dificulta la posibi­lidad de esa imagen. Cuando el pueblolucha para no ser oprimido está preparán­dose, sin embargo, para una opresión deun nuevo género; cuando imagina el bienalcanza, sin embargo, otro mal, pero me­nOr que aquél que se incuba en el seno dela sociedad civil. Más adecuada seria laimagen de una cesión: el pueblo cede ala dominación del Estado en favor de sudefensa contra la opresión de los grandes.u¿Cómo sus intereses constituirían a lamasa en una parte contratante, cuandoreducidos en último término al recha­zo del dominio y la opresión no sufren lamisma deftniciónen ténninos positivos?",'

Igualmente, la insistencia de Maquia­velo en designar la lucha de clases comoun fenómeno universal y pennanente y enrevelar la esencia del pueblo en el deseode escapar a otro deseo, el de la otra ciase

6 C. Leron. Le tr(JlliJil de /'Dellmr. MUl/llfu\'tt/. op. cit.. p. 384.1 lbld.. p. 384.• N. Maquiavc:lo, El PrinC'i¡u>, IIp. cit, p. 39.

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en pugna, hace pensar eD la inconvenien­cia de una interpretacíón intelectualista quese limitara a describir un estado primerode naturaleza, UD estado de inseguridad enel que cada cual fuera una amenaza paraotro y que dejara el paso franco a un esta­do político beneficioso para todos consti­tuido en la renuncia de los contrincantesal poder en favor de un tercero. Según estemodo de ver las cosas, el Estado sería lasolución del problema socíal. Pero no haymás que recordar el texto de Maquiave­lo para advertir que esta interpretación sólopodria mantenerse desconociendo el prin­cipío del análisis: que la división de lasociedad es irreductible y, por tanto, ocul­tándose que queda descartada la idea deuna solución del conflicto social.

Tampoco sería del todo acertada larepresentación del poder político reduci­do a la lógica de la fuerza, pues aún cuandoel Príncipe pueda y deba calcular losbeneficios y los riesgos de un apoyo acual­quiera de las partes en litigio, esta repre­sentación dejaría escapar que las ciasessociales no soo enteramente detemlina~

bies como objetos empíricos sobre los quese puedan realizar medidas ycálculos, sinoque existen en la fonna de una relacióncuyos ténninos no se dejan fijar y remitenpennanentemente el uno al otro en eseescenario que fonnan el deseo de oprimiry el deseo de no ser oprimido. El Príncipepuede apoyar a los grandes acosta de con­fundirse con ellos yconvertirse en enemi­go del pueblo. Maquiavelo nos advertirá enesta circunstancia que <leon un pueblo ene­migo, un príncipe jamás estará seguroporqne son multitud'" Por otra parte, elPrincipe sólo pucde contar coa el pueblo

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en la medida en que éste a su vez le otor­ga su confianza, esto es. cn la medida enque .abc mantenerse dentro de los limi­tes que le impone la oposición de esosdos eseos: dicho con otras palabras. enla medida en que ejecuta la tarea politicade contener el deseo de opresión de losgrandes sin rebajar su propio deseo de do­minación al de los grandes que habitanla sociedad civil.

No se puede persuadir al podcr de bus­car arraigo en el pueblo sobre la base del"proverbio tan trillado de que quien edi­fica en el pueblo, edi fica en el barro",' oque hay que gozar de las ventajas queofrezca el tiempo, pues esto signi fieariaquerer olvidar que los hombres y las co­sas son inestables, que el tiempo alcanzaa todo lo que se le pone por delante, queel deseo no encuentra reposo y que laúnica ceneza que se puede enContrar esla del riesgo que supone la inmersión enun mundo agitado, en movimiento. Di­cho con palabras de Lefor1: "La critica delpueblo es ingenua en el sentido de que lepresta una identidad que no tiene". 10 Si hayalgo como una honestidad y una fidelidaddel pueblo sólo puede ser relativa a la ac­ción de un poder que asegura a sus sujetoscontra la opresión de los grandes, no en clsentido de la realización de su deseo en Wlll

forma de poder. de su positivación en unobjeto cuando está entregado por esenciaal trabajo de la negatividad. al rechazo dela oprL'Sión. Sólo en la medida en que consu inscripción en el medio de lo politico elpueblo puede aliviar la violencia de la so­ciedad civil como el pueblo se ve llevadoa buscar la protección de esa otra formade dominio que es el Estado. El Estado

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no es cl objeto del deseo del pueblo, essólo el poder que puede levantar un murode contención al deseo de opresión de losgrandes.

Ahora bien. ¿que el pueblo se dejedefender por el Estado significa que esciego para percibir la opresión que en élse esconde o, más bien, que consienteen ese engaño? Por lo pronto, en el prin­cipado el Principe ha dc estar dispuestoa "ser un gran simulador y disimulador":

Un Príncipe no ha de tenernecesariamente todas las cualidadescitadas (a cominuaci6n), pero esnecesario que parezca que las liene. Esmás me atreveña a decir esto: que sonperjudiciales si las posees y las practicassiempre. y son útiles si tan s610 hacesver que las posees: como parecercompasivo. fiel. humano íntegro.religioso. y serlo. pero estar con elánimo dispuesto de tal manera que si esnecesario no serlo puedas y sepascambiar a todo 10 contrario. ll

Aún cuando este texto nos de luz sobrela extensión del simulacro, no hace másque invitamos a seguir in istiendo en lapregunta por el origen de esa disposiciónque pemlite intercambiar en cada situa­ción ser y parecer. Un poco más adelante.en ese mismo lugar. ensaya Maquiavelouna respuesta:

y los hombres. en general. juzgan máspor Jos ojos que por las manos; que atodos es dado ver, pero tocar a pocos.Todos ven lo que pareces. pero pocossienten lo que eres yesos pocos no se

9 ¡bid., p. 40.10 C. Ld'cm. Le Irowlil de- "()t'I/I'lt'. Maqllía~·el. {JI' Cit.. p. 387.11 N. MllqUIII\'e10. El Princlp('. 01' dI . p. n.

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atreven a oponerse a la opinión de lamayoría que tiene además el poder delEstado que les protege; y en lasacciones de lodos los hombres,especialmente de lo Príncipes. dondeno hay tribunal al que apelar, se atiendeal resultado. Procure pues el Principeganar y conservar el Estado: los mediossiempre serán juzgados honorables yalabados por todos; ya que el vulgo sedeja cautivar por la apariencia y el éxitoyen el mundo no hay más que vulgo ylos pocos no tienen sitio cuando lamayorfa tiene donde apoyarse.n

Si no nos dejamos llevar por la impre­ión que atribuiría a una carencia onto­

lógica la falla de inteligencia del pueblo,sino que miramos más de cerca, pode­mos interpretar que el atenimiento a loaparente es una condición de la institu­ción y del ejercicio del poder político. Loque cuenta para la upervivencia de larelación política, de la sociedad política,para que se visualice su eficacia es el re­sultado de las acciones. Es la respuestaexitosa a las "necesidadcs del momen­(Onu la que permite renovar o revocar lacontianza de la mayoria, del vulgo, en elpoder del Estado. Ahora bien, ¿qué senti­do lendría después de esta interpretaciónpreguntar por las posibilidades de unapolitica adecuada a las exigencias de la re­lación ocial, cuando lo que cuenta es lare olución de los prnblemas que van sa­liendo al paso? ¿Podemos acaso en laacción politica ir má allá de la aparien-

cia, para recogemos en una idealidad dcesencias que, convenida en !lonna, nospcrmila volver al campo de la acción yenjuiciar la adecuación de un régimen?La insistencia de Maquiavelo en la nece­sidad de que el Principe evite ser "menos­preciado y odiado" nos puede dar unapista. Para Maquiavelo la cuestión no e táen el comportamiento de aquellos regi­menes que como la monarquía francesade la época están "bien organizados ygobernados". sino en aquellos quc seponen en el limite de su disolución." Losmateriales para una respuesta va a ex­traerlos de la peripecia vital de algunosemperadores romano . La interpretaciónde Maquiavelo mantiene juntos do ex­tremos que, sin embargo. no enseñan delmismo modo: el caso de Marco Aurelioy el de Alejandro Severo. El primero '·vi­vió y murió respelado por lodos ya quehabia accedido al imperio por derecho he­reditario y no tenia nada que agradecerni a los soldados ni al pueblo; además, aleslar adornado de muchas virtudes que lohacían respetable, mannlvo siempre mien­tras vivió a uno y otro grupo dentro de suslimites y no fue nunca ni odiado ni menos­preciado";1S en el segundo, sin embargo,"hubo tanta virtud que, conservando laamistad de los soldados y a pesar de opri­mir al pueblo, pudo siempre reinar feliz­mente, porque sus virtude le hacian tanadmirable a Jos ojos de los soldados y delpueblo, que éstos quedaban en ciena ma­nera alónitos y estupefaclos y aquellosreverentes y satisfechos"." La habilidad

I! Mem,IJ Ibid.. p. 71.14 No olvidemos que 13 mejor matena del investigador plll1l el anAhsis del significado de la relaci6n política y para elllprcndi7.aje de El Prlncipe. C'S el estudio de las situaciones limilc: "Tal Principe. escribe MllqUlllvelo, 110 debe b3S11rse enlo que ve en tiempos dc Ifllnquilidlld cuando los ciudadanos tienen necesidad del Estado, porque entonces todos corren.todos prometen. y todos quieren ll10nr por él cuando la muerte esto lejos; pero en los momemos dilicileS', cuando elESllldo tiene necesidad de los ciudadllnos cnlonces encontrará muy pocos", Ibid.. p. 41.l' ¡bid.. p. 79.l' Ib,d.. pp. 80-81.

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de Severo fue la de dar en cada momentoa la "ioleneia la máscara de la legitimi­dad. Cual "ferocisimo león" y "astutisimazorra"l1 supo presentarse como el hom­bre de la violencia y a la vez como elbombre de la ley. mantener la trascenden­cia del poder en el momento mismo enque usaba la violencia y dejaba usarla alos soldados. La conducta de Severo en­señaría, según Lefort, que "es en el cora­zón de lo inestable dondc se coloca elpoder, consintiendo el movimiento quelleva la sociedad hasta las extrcmas con­secuencias de la lucha civil",18 La inteli­gencia de Severo consistió no en rechazarla violencia. como hiciera Pertinax. oadmitirla sin freno alguno. como hizo CÓ­modo. 19 sino en afrontar, en acoger yacompañar hasta dominar. la contradicciónque desgarra la socicdad. a la vez escena­rio de la coexistencia y del choque de losde eos. de los apetitos. evero juega conla violencia: la pone bajo el signo de laley. Es esta astucia la que le da otro as­pecto a la violencia. la que alimenta <'St:

extraordinaria reputación"2{) y hace que

los hombres queden estupefactos. quc per­ciban en él la trascendencia del Estado.En una sociedad que se deshace por todaspartes. en que la ley ya no vincula nada.es esta reputación, esta apariencia, esteimaginario. el que posibilita el tránsito dela sociedad civil a una sociedad poliliea.dando una salida a los deseos desencade­nados que, de otro modo. hubieran hundi­do a la sociedad en una guerra civil.

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En el ejemplo de Severo. Lefort con­sidera que podemos leer la verdad de unaexperiencia universal: "Alli donde el des­orden es menor, allí donde los con metasse eemran alrededor de la oposición delpueblo y los grandes, sigue existiendo lafunción de lo imaginario de recubrir unabismo que no puede ser colmado, dar suidentidad a lo que de suyo no la tiene. Elpoder se insena siempre en un vacío so­cial y sólo se mantiene en movimiento--en ese movimiento por el que la socie­dad se mantiene junta".~1

La interpretación que de la relaciónentre ser y parecer. esencia y apariencia

1" Ihld • p. 82.11 . Ldon.l.e 'ra~'ai1de /"(WUI'N' MuqllllJI'd.op CI/ .. p. 423.•, ~1arec Cómodo remó del 180111192 d.C. I'ubllo Eh'lo Penmax fue aclamado empcl'3dorell·de enero del año 19j)' asesllllldo por sus soldodos cl 28 de marzo del mismo año Oc elloJo dice MllqUlavdo: ·'Perunax. hecho emperadorconlro Iz \oluntad dl" los soldlldos (que aeo~lumbr.1dos tl \11m ticenciosnmentc bajo C6modo. no pudler<m soportarligue! tipo de vid.. honesta fila que Pcrtma:< quería conducirles) habiéndose granjeado d odio de estoJo ul quc se añadióun Sentimiento de menosprecio debido a su aVAnzada edad, frocnsó en los pnmcros momentOs de su administraCIón",N, Mtlquillvclo. El PriIlCI/Je. Clp, dI . p. 80.~Illhid . p, 82,~I C. LC!ort. LI! Iml'U;/ di' /'Qt'UI'rl', ¡\!(Iqll;m'd. Ql', cil . p, 424

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del poder hace Maquiavelo penniteesta­blecer la ruptura que lleva a cabo con lafilosofia politica clásica. en particular,con la de Ari tóteles. Para Aristótelesexiste un lugar en que reina la estabili­dad. o importa que sea ideal. El régi­men que realice la esencia de la sociedadha de tener la forma de un ser natural enque cada componente, cada órgano, rea­liza la función para la que está constitui­do y que le asigna su pertenencia a esacomunidad que es la sociedad." La jus­licia es la forma que define las relacio­nes de cada uno con los demás y con elgobierno. Ésta se traduce por la igualdadpolitica que sin abolir la desigualdad na­tural de los individuos le asigna la plazaque le corresponde. Una ciudad bien or­ganizada es aquella en la que se hacenvisibles lajusticia y la igualdad en armo­nía y en la que e vive en concordia. Loprincipal de un buen gobierno es que len­ga la sabiduría politica y la prudencia paragobernar con moderación. Sin duda lamayoría de las sociedades son presas delos accidentes: división ricos-pobres,mezcla de pueblos, guerras... pero sólola consideración del régimen perfecto per­mite concebir los regímenes que surgende esas sociedades en su particularídad ylimitación.

O es éste, sin embargo, el métodoque pone en marcha Maquiavelo. o esya que no razone en términos de Estadojusto y Estado injusto, sino que nos des­cubre el artificio de hablar en el lenguajede una esencia de la ociedad y de losaccidentes que le pueden sobrevenir.Cada situación social ha de ser pensadaen si misma y no confrontada a una esen-

cia que pudiera calificar su grado de rea­lidad, esto es. de naturalidad. Este méto­do significa para Lefort que la sociedadno puede ser pensada como un objeto na­tural, que los acontecimientos no son aje­nos a su esencia, que, por tanto, el procesode objetivación, la posibilidad de que elpensamiento se haga cargo de una totali­dad, encuentra un limite insuperable enla división de parte a parte que sufre yque impulsa la tarea de su cerramiento.

Maquiavelo conoce la división de ri­cos y pobres, pero no la considera primor­dial. La división en función de la cual seordena la sociedad no es una división dehecho, empirica. no es la división que seael efecto de una necesidad natural, es ladivisión de dos deseos, el de dominar yel de no ser dominado, que se dermen eluno por el otro. lo que tampoco signifi­ca que el conflicto sea bueno en sí, sinoque una sociedad politica que adquierasu estabilidad al precio de ocultar estnsdeseos, de no procurarles una salida, setermina convirtiendo en una sociedadmutilada y, más tarde o más temprano,se dispone a perecer.

Desde la óptica que nos abre Ma­quiavelo, los acontecimientos sociales nopodrían ser como malhechores que difi­cultarían continuamente la realización deun orden natural. En los acontecimientosse ponen de manifiesto fuerzas incon­mensurables. se señalaría, en palabras deLefon, "el rastro del tiempo que pone asus pies tanto el bien corno el mal, el malcomo el bien".lJ Así, en la medida en quenos imaginarnos la sociedad corno ellu­gar donde lodas las co as tienden a repo­sar en la plenitud de su forma natural, lo

12 Cfr. Aristóteles, Lo Pnlilica, ed. de Carlos Garcia Gual )' Aurelio Pércz Gart:ia, Madrid. Editol1l Nacional. 1977.pp. 47 Y ss.lJ C. Lefon, Le Iro\'oiJ de "{)t:/l\'I'e. MaqlllO\'el, ()p. cU.. p. 426.

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ineslable, el movimiento. lo discordante.nos aparecen como signos de degrada­ción de una esencia, del Ser. Para Lefon.el ser de lo social sólo puede aprehen­derse "a la vista de lo que adviene, en laarticulación de las apariencias. en el mo­vimiento que les prohibe fijarse y en lapuesta en juego incesante de lo adquiri­do"." ESIO no significa que Maquiavelosustituya el posilivismo de la esencia dela filosofia politica clásica por el de los he­chos Los hechos son sólo indicadores deuna trama de sentido que no está fueradel tiempo, de la historia, sino que seenraíza en el vacio al que nos expone laradical división de lo social. En este sen­tido. escribe Lefon: "El hecho, con talde que se 10 tome con todas sus ramifica­ciones, no encierra una signi ficación, res­bala entre todas ellas, deviene inductorde un sinsentido. de una indetenninaciónque. tomada en cuenta por un sujeto, leabre el espacio propio del discurso de lapolitica".2s

La indetenninación sobre la que seabre el discurso polít.ico no es la marca dela caida en el relativismo de la situaciónpartieular. la renuncia a la universalidady, por tanto. a la posibilidad de descubrirlos defectos de un régimcn, a juzgar lapolítIca, o a comparar un régimen conotro, salvo que esa universalidad sea lade una verdad en si ajena a lodo efectotemporal. Si esto es así. Maquiavelo re­nuncia a la idea de una esencia atempo­ral de lo politico, pero no a la idea de queen cada momento se dan las condicionesque apuntan hacia la realización de una po­lítica mejor que otra, La medida de estapolitica no es la del interés del Príncipe:

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''La politica requerida --escribe Lefon­es la que se vincula con el ser de la socie­dad. la que acoge los contrarins, se enraizaen el tiempo, se ordena a cotejar el abis­mo sobre el que reposa la sociedad, aaITontar el limite. que le marca la imposi­bilidad de componer los deseos huma­nos",26 Toda política, la capaz de mantenerla simbólica unidad de la sociedad políti­ca, como la que se quema en la friccióndel conflicto social, se remite aese inesta­ble fundamento que es una sociedad divi­dida por dos deseos que no tienen su seren sí mismos sino en otro, Ab urdo, pues,pensar en una vía regia de la política,Maquiavelo lo señala de este modo: "Yque ningún Estado crea siempre tomarpartido, sino más bien que piense que ha­brá de tomarlos lodos dudosos. porque asisucede en el orden natural de los aconte­cimientos que siempre que se pretendehuir de un inconveniente se cae en otro~

pero la prudencia consiste en saber la na­turaleza de los inconvenientes y tomar porbueno el menos malo"." Si el Estado, aquíel Príncipe, se abre a la indetenninaciónde la sociedad, si renuncia a un fundamen­to positivo como fundamento de la acciónpolit;ca, sí explora las diferentes posibili­dades que anuncian los actores sociales,puede tener un futuro la relación política.Para este viaje no puede, pues. buscar laguía de un modelo que esté confonnadopor la aturaleza o por Dios. Dicho de otromodo, es condición para concebir unapolítica que se ajuste a la indetenninaciónde la sociedad el renunciar a la idea de unmodelo tal.

Que sea posible la inslitución de unasociedad politica yque sea posible la poli-

:~ ldem,~ ldtm:!tt C, Lt=fort, Le tra\'ail de roeU¡'re. MQqula\'~/, op CII .• P 41"'1,:- N aquiavelo. El Princlpe. op. CII. p. 95

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tica misma supone para Lefort que el des­garro de la sociedad civil siembra el tiem­po y el espacio social de situaciones quepermiten hablar de una cierta comuni­dad en la aheridad_ del reconocimiento deuna identidad y de una historia comunes.Ahora bien, la imagen de esa identidadno nos debe hacer olvidar que el poderpolítico está inscrito en aquello mismoque necesita descifrar. Es cierto que la ins­titución del Estado se señala en tlll distan­ciamiento respecto a los agentes socialesque podria permitirle fonnar una vista deconjumo de la sociedad, y que inclusopodria hacerle concebir la idea de la pro­ducción de una unidad de lo ocial. Peropretender esa unidad real de la sociedadsólo puede ser el efecto de una ilusión,puede significar no sólo el desconoci­miento de que la división ocial no pue­de ser tratada como un objeto empirico,sino el desconocimiento de que del po­der político "reproduce la división quetiene por tarea superar".28 Dicho con otraspalabras, la institución del Estado se se­ñala en una nueva división, irreductible asu vez, y que transpone sobre otro regis­tro la división de clases: la división desociedad civil y Estado. El Estado. portanto, sólo puede ofrecer el sucedáneo deuna comunidad, de una unidad real de lasociedad.

Para Lefort. sólo conociendo la e ­tructura panicular del campo de fuerzaen el que se sitúa., comprendiendo su in­conmensurabilidad, preguntando por el sig­ni fícado del deseo de los grandes y el delpueblo en su singularidad es corno el Prin­cipe descubre el límite de la objetivacióny se descubre a i mismo inserto en la

sociedad, investido de un poder cncarga­do de "encamar la comunidad imagi­naria. esa identidad a faha de la cual sedisuelvc el cnerpo sociar'.'" Sólo asi elPríncipe aprende que no podria identifi­carse con la imagen que de él forma cadauna de las partes. dominames o domina­dos. Ha de mantenerse como un terceroque. por una parte, contenga cl deseo delos quc quieren dominar y, por otra, de­fendiendo al pueblo lo sustraiga, sin em­bargo, al secreto de su dominio para poderpennanecer como aquello que posibilitael orden politico. Pero con ello tambiéndescubre que su acción. la acción delEstado, puede llegar a los otros sólo a tra­

vés del espacio que ellos mismos le asig­nan como el suyo y que a falta de unfundamento en si sólo le queda el riesgode una fundación incesante -que man­tenga el deseo social y el saber abiertospennanentemente el uno al otro-- paraafinnar la legitimidad de su poder.

No es extraño que en este contextode reconocimiento de la contingencia queenvuelve el saber y la acción políticos,quepa para Maqui.velo la pregunta porel lugar de la fortuna y la libertad en losasuntos humanos: "Ya sé ---empieza pordecir- que muchos han ereido y creenque las cosas del mundo están hasta talpumo gobernadas por la fortuna y porDios, que los hombres eon su inteligen­cia no pucden modificarlas ni iquiera re­mediarlas'. '" Él mismo reconoce que enalgún momento se ha dejado llevar poresa opinión general que sitúa el princi­pio de la aceión humana. o en los de­signios de la Providencia cristiana. o enfuerzas naturales que, como "esos ríos im-

VI • LcfOr1. Lr rruwJif (le I 'OC/II'N!, Muq/litll·l!l. op. dI.. p. 433.Z9 Ibld.. p. 434..)(1 N. Maquill\'clo. El Prh,d,u'. (lp. ('it.. p. 101.

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petuosos que cuando se enfurecen inundanlas llanuras. destrozan los árboles y edifi­cios, se llevan tierra de aquí para dejarlaallá (...); sin poder oponerles resistencia al­guna"..!! Pero esta primera aproximaciónno hace más que preparar el telTeno parasu superación. La fortuna no es una fuer­za incontrolable, más bien se hace fuerte.muestTa su ferocidad, alli donde dejamos.como los ríos, que se manifieste. dondeno tomamos las precauciones necesarias.levantando diques o construyendo márge­nes que modifiquen y canalicen su cur­so. La fortuna '¡demuestra su fuerza allídonde no hay una virtud preparada capazde rcsistirle" ..l1 Maquiavelo nos penní­te obtener una conclu ión general: que elcombate con la fortuna es la lucha del hom­bre consigo mismo, la lucha entre virtudy no-virtud. Pero tan pronto obtenemosesta conclusión, Maquiavelo nos corrige:no basta con que consideremos la fortunaen su aspecto general. la cosa puede cam­biar cuando nos ceiiimos a los casos part.i­culares. Es así como nos descubre que loeJPríncipe que sólo se apoya en la fortunase anuina tan pronto como ésta cambia",pero también que '¡triunfa el que acomo­da su manera de proceder a las circustan­cias del momento, e igualmente fracasaquien en su proceder entra en desacuer­do con ellas".J3 El éxito de la empresadel poder político dependería. pues. desu caráctercircunspect'o, de Su capacidadpara tomar en consideración los nuevosacontecimientos y para desprenderse de lasinercias que su propío ejercicio pueda ge­nerar. Capacidad que en apariencia no estásujeta más que a la propia voluntad, al

menos si no atenemos a la letra dellex­lO. Pero, en efecto. eso es sólo una apa­riencia porque:

No existe hombre Lan prudente que sepaadaptarse a esta norma, ya sea porqueno pueda desviarse de aquello a lo quele inclina su propia naturaleza. ya senporque habiendo triunfado avanzandosiempre por un mi!;mo camino. nopuede ahora persuadirse a sí mismo dela conveniencia de alejarse de él. Yasíel hombre caUlo cuando es hora deproceder con ímpetu 00 sabe hacerlo yfracasa; mientras que si modificase sunaturaleza de acuerdo con los tiempos ycon las cosas no alteraría su Fortuoa.J.l

A las limitaciones del poder que provie­nen de su fundamento en la sociedad,a1iade ahora Maquiavelo las que províe­nen del propio sujeto del poder; de talmodo que no podemos distinguir en laacción política lo que procede de nuestravoluntad y lo que a ella escapa, sino que,como dirá Lefort. "el sentido de nuestrasempresas se inscribe en la junta de dosespacios igualmente indetenninados".35La acción política -es esto lo que a jui­cio de Lefort la definiria- sólo puedeemprenderse con una seguridad: el ries­go. Maquiavelo no deja de insistir en ellocuando escribe: "'Yo creo finnemente esto:que es mejor ser impetuoso que circuns­pecto, porque la fortuna es mujer y es ne­cesario, queriéndola doblegar) arremetercontra ella y golpearla. Yse ve que se dejavencer más facilmente por estos que porlos que actúan con frialdad: ya que siem-

JI lbitl.. p. J03.u Mem.n Ihid.. pp. 103-104.~/hid.. pp. 10-4-IOS."C. Lcforl, Le /rawlÍl de I'O(;'ljI'rc ,lfml"ial"flJ. up. cit.. p. 4·0.

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pre, como mujer, es amiga de los jóvenes,porque son menos circunspectos, más fe­roces y la dominan con más audacia".J6

A la vista de esta afirmación es dificilsustraerse a la pregunta de si la politicano estará condenada al irracionaJismo. Loque está claro es que la acción politicano se reduce a un saber objetivo. Ahorabien, si la politica no se deja deducir deun fundamento racional positivo, quepermitiera dibujar la figura de una nece­sidad lógica, tampoco se deja caer en losbrazos de esa especie de lo irracional queprocede, bien de los teólogos: Providen­cia divina, bien de los astrólogos: azar. Ajuicio de Lefort lo que Maquiavelo quie­re hacer surgir es "el vinculo de saber yno-saber, de técnica y aventura en el quese indica siempre la impLicación del que sellama sujeto y de aquello a lo que llamaobjeto"." Con esta interpretación Lefortnos pone en aviso de los artificios quetendria que sufrir la obra de Maquiavelopara convertirse en valedora de la ideade que la politica deviene en la moderni­dad en un problema técnico. Esta ideasólo puede mantenerse desconociendo elesfuerzo de Maquiavelo para descubrir­nos la génesis social del Estado, para des­velarnos la tensa relación que mantienenpoder politico y sociedad.

Igualmente interesada seria la inter­pretación de que la discusión que Maquia­velo bace de la fortuna está ordenada porla intención de mostrar la necesidad dedominar la naturaleza, de someterla alcálculo racional. En este sentido, su em­presa sería el anuncio de una concepciónmecanicista de la naturaleza que, libera-

da de todo principio moral, triunfará enlas ciencias naturales que se desarrollanmás tarde bajo el explícito imperativo deldominio de la naturaleza. Si bay algúnlugar donde se ponga de manifiesto, sicabe aún más que en el El Príncipe, quela discusión sobre la fortuna tiene que verantes con la posibilidad de la politica, consu génesis en el seno de la sociedad civil,que con los principios de la moralidad, éstelugar son los Discursos sobre la primeradécada de Tito Livio.

Esta obra es escrita con la intenciónde convencer a sus contemporáneos de lanecesidad de extender al dominio de lo po­Iitico, algo que ya se daba en otros cam­pos: la inlitación de 10sAntiguos. "Cuandose trata de fundar una república -escri­be Maquiavelo- de mantener el Estado,gobernar el reino, organizar el ejército yllevar a cabo la guerra, juzgar a los súb­ditos o acrecentar el imperio, no se encuen­tra príncipe, ni república, ni capitán, niciudadano que recurran a los ejemplos de10sAntiguOS"Ji Roma es para Maquiaveloun modelo que sus contemporáneos, poruno tener verdadero conocimiento de lahistoria y no extraer, al leerla, su sentido,ni gozar del sabor que encierra'?9 sonincapaces de imitar. Lefort considera queMaquiavelo vuelve los ojos hacia la histo­ria de Roma porque en ella descubre todoslos signos de la política. En ella se aprendea percibir que la tirania y la monarquiaestán implicadas en la República; quetodos los rasgos de la dominación de claseen los del patriciado; lodos los rasgos de lasujeción y de la resistencia de los domi­nados en los de la plebe; todas las moda-

Jc N. Maquiavclo. El Principe. op. cit.. p. 106.31 C. Lefort. Le travail d~ I'oem're. Maqlliavel. op. cit.. p. 444.lB N. Maquiavelo. DisCllrsos, op. cil., p. 26.19 Idem.

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lidades de la guerra en la edificación delpoderio romano; en fin, que las fuerzasde cohesión del cuerpo social se deter­minan en función de las fuerzas de diso­ciación como en otros lugares.

Maquiavelo descubre el principio dela grandeza de Roma y de la perfecciónde su república en "la desunión entre laplebe y el senado".'" Ln que en otros luga­res es el efecto de un sabio, por ejemplo,Licurgo en Espana, lo es en la Repúblicaromana por efecto del conflicto de ela es.Así es como se nos presenta la tesis deque del desorden puede surgir el orden;de que los deseos de las elases no sonnecesariamente malos, porque de ellospuede nacer una república fuerte; de que,en fin. la historia no es sólo degradaciónde una esencia originaria, sino posibili­dad de creación política. A este modo deinterpretar respondería la crucial inven­ción de los tribunos de la plebe: "Trasmucha confusión. escribe Maquiavelo,alborotos y peligros que surgieron entrela plebe y la nobleza, se llegó a la crea­ción de los tribunos, para salvaguardia dela plebe y fueron instituidos con tantapreeminencia y reputación que pudieranactuar de intermediarios entre la plebe yel senado y frenar la insolencia de losnobles"." La grandeza de Roma consis­tirá en haber sabido interponer entre no­bles y plebeyos la institución de la Ley.Pero esa mediación no significa el aisla­miento de las clases en su ser. sino la inau­guración de una nueva relación. de unnuevo vinculo: el polltico.

En el conflicto de clases descubre,pues, Maquiavelo el fundamento de la

.ao lhid.. p_ 37.~l/bid.. p. 38~~ Ibló. p. 39.~} -.:. Maqulav~'o. El Pnll(.lpe, op C:lf, p_ :! l.

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libenad política. Contra "la opinión demuchos" mantiene que "lo que conde­nan lo tumultos entre los nobles y la plebese fijan más en los ruidos y grito quenacían de esos tumultos que en los bue­nos ejemplos que produjeron", Su error,continúa, está en ignorar que "en todarepública hay dos apetitos diferentes, eldel pueblo y el de los grandes, y que to­das las leyes que se hacen en fa or de lalibenad nacen de la división entre am­bos"." Es. por tanto. la división de laociedad en dos apetitos, I de oprimir y

el de no ser oprimido. lo que da en Romasu fundamento a la República, el régimende la libertad, esto es, el régimen de laLey. Ya nos había indicado Maquiaveloen El Príncipe que las repúblicas, a pe­sar de su conflictividad, tienen "mayorvida":'3 Ahora descubrirnos dónde resi­de esa vitalidad: en la institución de la Ley.En la República romana el hombre ya noestá a expensas del hombre, obedece a laLey. La institución de la Leyes la institu­ción de una igualdad de principio entre loshombres que no se encuentra, ni en la so­ciedad civil, ni en la naturaleza. Sólo des­de el poder anónimo de la Ley se puedeabrir sitio a la libenad. Dicho con otras pa­labras, Maquiavelo nos enseña que la li­benad Oes libenad política O no es libenad.

Ahora bien. que la Ley dependa de ladivisión social no significa que pueda es­tar COD ella en una relación de caUS3­efecto -la división social causa de laLey- pues la propia dinámica de losdeseos pone en movimiento ya tln víncu­lo social. Como dice Lefon: "Afimlarquela Ley encuentra en el conflicto de cla-

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ses y en el deseo del pueblo su funda­mento no implica que se pueda concebirsu anterioridad de hecho, puesto que conla división social está puesta en juegoinmediatamente la unidad del cuerpopolitico, puesto que la lucha de clases lle­va ya la huella de sus relaciones y quela reivindicación de la libertad implica latransgresión del orden de hecho":"

Si, como vimos en El Príncipe ymuestra cI ejemplo de Tarquina a quehacen referencia los Discursos,4~ el po­der podia ser asociado a un particular,ahora no enseña Maquiavelo que en elrégimen de la libertad el poder no puedeser identificado con ningún individuo ofacción, que el régimen de la libertad esla expresión de un poder anónimo: el po­der de la Ley. Desde este punto de vista,

los tribunos, en los que se manifiesta elpoder de la Ley, no cumplen sólo el pa­pel de un tercero entre los deseo en dis­cordia. Lo tribunos tienen una tareaeminentemente negativa -hasta el extre­mo de no ser eficaz esa institución, con­sidera Lefort, más que como "órgano dela negatividad""'-: evitar que el podersea ocupado por persona o grupo algunoy, de este modo, "frenar la insolencia delos nobles"." Con ello, Maquiavelo nohace más que insinuamos que el funda­mento de la libertad politica está má cer­ca del pueblo que de los grandes: ··Losdeseos de los puehlos libres, escribe, ra­ramente son perjudiciales a la libertad,porque nacen. o de sentirse oprimidos. ode ospechar que puedan llegar a estar­10",48 Ajuicio de Lefort esto nos enseña

41 c. Lefo". Le trUI'uil dI! /"oeu\'re. MuqlI/OI·el. op. ('ir.. p. 486.d N. Maquillvclo. Di.fCtIr!iOS, op. cil., IIp. 37-38."6 C. Lefon. Le (r(lWli! de I'Ol?uvrtt. Maquiu\'I!I. op. C'ÍI.. p. 476.~7 N. Mnquillvclo. Discursos. op. ciJ., p. 38 ..q Ibld., p. 40.

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que la Ley no puede ser pensada bajo elsigno de la medida. o referida a la acciónde una instancia razonable que pondriaun limite a los deseos de los hombres, niser concebida como el efecto de una re­gulación natural dc los apetilos impuestapor la necesidad de la supervivcncia, Elprincipio de la Ley sería una "desmesu­ra", el exceso del deseo de libertad delpueblo, un desco que "en todo rigor notiene objeto, es negatividad pura, recha­zo de la opresión","

Es la dimensión negativa del deseo laque permitiría a Maquiavclo defenderla conveniencia de una democratizaciónde la Ley;

Y. sin duda. escribe, observando lospropósitos de los nobles y de losplebeyos, veremos en aquéllos un grandeseo de dominar, y en éstos lan sóloel deseo de no ser dominados. y porconsiguiente mayor volumad de vivirlibres. leniendo menos poder que losgrandes para usurpar la libertad, Demodo que si ponemos al pueblo comoguardián de la libertad. nos veremosrazonablemente libres de cuidados. puesno pudiéndola tomar. no permitirá queotro la tome.~

Que la Ley satisfaga el deseo de los gran­des, el deseo de dominar, sólo puede traerla ruina de la libertad. pues, es tan insa­ciable como el deseo en el que se aloja yque le sirve de vehiculo; el deseo de noperder lo que se tiene: "Los tumultos, diceMaquiavclo, son causados la mayoría de

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las veces por los que poseen, pues el mie­do de perder genera en ellos las mismasansias que agitan a los que desean adqui­rir. porque a los hombres no les pareceque poseen con seguridad lo que tienensi no poseen algo más".sl Satisfacer eldeseo de la plebe, darle una alida, nopuede significar entonces asignarle unobjeto, un término positi va. pues, comovemos, eso seria perseguir un famasma,adentrarse en el mundo de lo imaginarioy ponerlo en el lugar de la verdad. El de­seo del pueblo sólo se puede cumplir en elrechazo de otro deseo y fuera de esa rela­ción no es nada en sí. sólo una ilusión.

Tratar de cancelar la división socialpuede ser, sin embargo, llna tentación quea Maquiavelo no se le escapa considerar:"Si en Roma, se pregunta, podía instituir­se un gobierno que pudiera acabar rápi­damente coo la enemistad enlre el puebloy el senado".s.! Ceder aesa ocurrencia hu­biera comprometido aquello que hizogrande a la República romana; "Si el Es­tado romano hubiera sido más tranquilo,habría tenido el inconveniente de ser tam­bién más débil, porque habria cerrado elcamino para poder llegar a aquella gran­deza que alcanzó. de modo que quitando deRoma la cau a de los tumultos, se quitabatambién la de su engrandecimiento"." Elconflicto de la sociedad civil no puede ser.entonces, más que un mal menor. Si. comopiensa Maquiavelo. entre el deseo de do­minar y el de no ser dominado no puedeencontrarse un punto medio, "hay, pues,que lolerar aquellas enemislades entre elpueblo y el senado. considerándolas como

~~ e, l.<fon. Le (rurall de I 'cu'urre. Maqululel. op el! . p. 477~N. MaqulII,"c10. Ducursos. op. c¡r. p. 41.. Ih,d. p. 43.~~ Ibld. p. ~.!J Ibld. P 46

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un inconveniente necesario para alcanzarla grandeza romana".~ La Ley conser­va su legitimidad en la medida en que nose separa de esta verdad, en la medida enque da una salida pública al deseo deno-opresión.

Esta misma infilición babria estado enel origen de la instifilción de la acusaciónpopular, en virtud de la cual los "guardia­nes de la libertad" pueden acusar a cual­quier ciudadano ante el pueblo, O antecualquier magistrado o consejo, si atenta­se contra "la libertad publica". Los bene­ficios de tal instifilción para la Repúblicano serían menores:

El primero, escribe Maquiavelo, que losciudadanos por miedo de la acusación,no intentan nada contra el Estado, y si lohacen son rápidamente perseguidos sinconsideración. El segundo que se ofreceun camino para desfogar los humoresque, de un modo u orro, crecen en lasciudades contra tal O cual ciudadanoy que si no está previsto un caminopara que se desfoguen, lo hacen porvras extraordinarias que pueden arruinar

la ciudad entera."

Si contrastamos esta afirtnación con lo queen otros lugares ba manifestado Maquia­velo, tendremos que convenir que la divi­sión no sólo fractura 10 social, sino que enel pueblo separa el deseo de libertad deuna tendencia a la agresión, de una vio­lencia contra los individuos, que se gene­ra en el propio movimiento de defensacontra la opresión. Son los efectos de estanueva división los que continnan a Ma-

quiavelo en sujuicio acerca del error quecometen todos aquellos que pretendenque la Ley y el Estado persigan el colapsode los deseos que fluyen en el seno de lasociedad en lugar de canalizarlos, dándo­les una salida pública. Si la agresividadno es encauzada en los márgenes de laLey tem'¡na por bundir a la sociedad enla confrontación civil:

Que cada cual considere por sí mismo--escribe Maquiavelo- cuánto mal lehubiera acaecido a la república romanasi Coriolano~ hubiera muertoviolentamente a manos de la multitud,pues esto supondría una ofensa privadaa un particular. Jo que engendra miedo,y el miedo lleva a prepararse para ladefensa, y estos preparativos provocanla aparición de partidarios, y de lospartidarios nacen en las ciudades lasfacciones, y de las facciones la ruina delEstado."

El deseo de no ser oprimido bace posibledelimitar en la sociedad un espacio públi­co que, sin ser confundido con la griegaplaza pública, indicaria el lugar anónimode la instifilción. Con ello alcanzariamosa trazar Wla división entre lo privado y lopúblico que no podria, sin embargo, fijar­se, pues al depender de un deseo, estará su­jeta a su movilidad, correrá su mismasuerte: "Si esos bwnores ban de desfogar-dice Lefort-, la razón no es sólo quehay menos mal en dejarlos discUrtir que enprovocar por su represión la infección delorganismo: es también, y sobre todo, queel deseo depende de las excitaciones del

Sol Ibid.. p. 48.H Ibid., p. 49..16 Coriolano se ganó la ira del pueblo al pretender arrebatarle el poder que hllbia conseguido, no distribuyendo vtvl!'.resy sometiéndolo al hambre. Cfr. ldem.~~ Ibid., p. 50.

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apetito y de la agresión'." o debe con­fundirse esta última observación de Lefortcon alguna suerte de organicismo que pu­diera prender en la imagen de lo social.pues. como vimos más arriba, los deseossociales están trabajados por la historia enla que se insertan y por la que ellos vanelaborando en contacto con ella.

Ha ta ahora, los Discursos sobre laprimera década de Tilo Livio nos hanenseñado que las instituciones de la Re­pública y las acciones de los hombres enel interior de la Ciudad sólo son inteligi­bles al descubrir cómo se ordenan losefectos de la división de clases y del de­seo de libertad. Hemos visto cómo elprincipio de la grandeza de la Repúblicaconsiste en la relación que establece conla tácita decisión social de dar libre expre­sión al conflicto, de proporcionar una sa­lida a los humores que trabajan al cuerposocial y que encauzan al mismo tiempo eldeseo de libertad y el de agresión. Maquia­velo da un paso más. quiere enseñarnosque una sociedad politica no sólo se le­vanta hacia el interior sobre una fracturaque no se puede cerrar, sino que tambiénpuede constituirse al separarse de un ex­terior amenazante. Eso es lo que, ajuiciode Lefort. nos invitaria a pensar el fenó­meno de la guerra.

Para Maquiavelo hay dos tipos deguerras. Uoas las produce la ambición:hE tas guerras son peligrosas, escribeMaquiavelo, pero no expulsan del pais asus habitantes, porque al vencedor le bas­ta con la obediencia de los pueblos y lamayoría de las veces les pernlite vivir con

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sus leyes y siempre continúan en sus ca­sas yeon sus bienes".59 Las otras use pro­ducen cuando un pueblo entero, confamilia y enseres. se marcha de un lugarobligado. por el hambre o por la guerra.y va a buscar nueva sede y nuevo país, nopara dominarlo. como en el caso anterior.sino para posesionarse de él y expulsar omatar a sus antiguos habitantes'·.60 ParaLefort, la guerra en este segundo sentidonos hace ver la imposibilidad de pensarla politica en los límites de la Razón, altiempo que nos señala la importancia delespacio de la tierra como un espacio-uno.

a pesat de su partición pot fronteras. Paracomprender este segundo upo de guerra esnecesario poner en movimiento los re­cursos epistemológicos que nos habíanpermitido interrogar la con titución de laRepública romana. El sentido de esta for­ma de guerra "sumamente cruel y pavo­rosa"ÓI no se desvelaría, según Lefort, através de las motivaciones de sus actores.sino de "la división bruta e inlocalizabledel ser-pueblo y del mundo exterior",62esto es, a través del principio de la institu­ción de una sociedad politica.

Esta nueva división no es para Lefortninguna división empírica, sino "la divi­ión del ser mismo de lo politico para

cada sociedad, cuyo reunión se hace so­metida a la prueba de una alteridad radj­cal, de la pura indeterminación del'afuera' yen la exposición a la muerte'·.63i en la división interna de la sociedad

política los térnlinos se relacionan inme­diatamente unos con otros y se institu­yen como diferentes e insustituibles por

c. Leron. Le travail de l"wl/l'n, MaquwI'el, op, C¡' p.485•... N, MllqUlllvelo, DISCllrSQS. op cit. p. 203.0lIl Mem.'1/dem.111 C. Lefon. Le travail de J 'Ol.'l/I'N'• .\faqrl/ol'el. op. CIt.• p. 551'J IJem

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la separación de los deseos que los tras­pasan y cuyos efectos se ordenan en unacomún identidad politica, el conflictoentre pueblos "sólo podemos pensarlo enfunción de una ruptura primera. origina­ria, constitutiva de la sociedad politica talcomo ésta adquiere su fonna de su segre­gación de una humanidad (...) considera­da como el entorno-otro y como talidentificada con la naturaleza".... El limi­te entre un pueblo y otro no puede ser, portanto, tU] limite empírico. pero tampocose puede asimilar al limite que separa aldominante del dominado, pucs el man­tenimiento en el tiempo de esta divisióninstituye una historia común o puede des­plazarse, sin borrarse, en la institución deuna sociedad política, esto es, en la divi­sión de sociedad civil y Estado. Pero ladivisión entre pueblos-potencias, sea cualsea su configuración y su poder, no se dejamodificar históricamente, pues el límiteentre lo humano y u exterior, nos hacepensar Maquiavelo, es inmutable y ahis­tórico. Por tanto, la decisión politica deque lIn pueblo invada otro pueblo se for­maría, según nos sugiere Maquiavelo, enla necesidad en que se encuentra de afron­tar esa división que se señala con la natu­raleza desde el momento en que varian lascondiciones que bacen posible la vida deese pueblo.

Aparentemente diversas, la división-intema- de los deseos de la sociedadcivil y la separación -extema- de lasociedad de un exterior natural. no se de­jan conocer, sin embargo, más que la unapor la otra, aunque ninguna de las dospuede ser asimilada por la otra. La capa­cidad de la sociedad de acoger la luchade clases está ligada a la elección de una

poJjlica exterior: "Como las cosas de loshombres están siempre en movimiento-escribe Maquiavelo-y no pueden per­manecer estables, es preciso subir o ba­jar, y la necesidad nos lleva a mucbascosas que no hubiéramos alcanzado porla razón, de modo que, si una repúblicaestá organizada de forma apta para man­tenerse, pero sin ampliación, y la necesi­dad la obliga a extenderse. en seguidatemblarán sus cimientos y la harán des­ploma.rse en rninas".6S Pero, a su vez. elpoder de de-cidir una política exterior leviene de la libre expresión del conflicto in­terno. el cual no sólo tiene la naruralezade asegurar la adhesión del conjunto delos ciudadanos a la empresa del Estado.de asociarlos a su suerte, sino de liberarla decisión politica de la ilusión de la cer­teza del saber al estar sometida a la prue­ba de la división de la naturaleza.

El fenómeno de la guerra enseña queel di curso de la guerra y el di curso dela política son uno,66 dicho con otraspalabras, que la vinlencia y la libertad re­miten la una a la otra. Y, sin embargo. noes cste pensamiento el que circula en elentorno de Maquiavelo, ocupado másbien en ocultarse esta verdad. Este seriael caso del discurso cristiano que sitúa elsignificado de la guerra y de la libertaden la fuente del EvangeJio y cuyo senti­do de la justicia y la injusticia está orde­nado a ocultarse que la sociedad politicaexiste sólo en su división, que la sociedadreposa toda ella sobre ella misma, que sufundamento se da en su bistoria. que todose juega en el espacio y en el tiempo dceste mundo, sin que podamos presuponerun orden teleológico de la acción. Elvelamiento de estas verdades se produc-i-

6ollbid.. p. 552.65 . Mllquiavel0, Dist"UN{).f. op. di.. p. 48.lIfi C. Lc:fon. Le tra~'ai/ de "OCII\'re. Maquiu~·eJ. op. cit.. p. 556.

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ría de dc la creencia que podría haberalgo en el saber o en el poder que no es­taría omelido al trabajo de la división yque tran cendería la di ferencia de lostiempos. Que la República sea el régimende la libertad no significaria paraMaquiavelo, como diria el discurso delethos cri liano, que encarnaria la idea dela buena sociedad. dc una sociedad ar­moniosa que viviría al margen de losacontecimientos porque se habría blinda­do conlra ellos. Por cl comrario. la liber­tad politica 110 sólo se instituiría bajo lapmeba de la amenaza de la lirania. estoes. de la pretensión de que uno o unoscuanto ocupen el lugar del poder y deci­dan por todos los demas. sino que. vincu­lado con eslo. estaría sometida a la pmebade aquellos que se arrogan el saber de loquc es el bicn común y pretenden fijarla nomlas de la organización social. en­eñar lo que es la ida buena de la ciudad

y de los individuos en ella. Desde estepunto de vista. podríamos decir que lainstitución de la libertad política sólopuede ser una larea illtcnninable; nuncauna gracia. pero lampoco el fin de unailusoria solución al problema de la poli-

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tica. de la fantasía de la emancipación dela dominación por el camino de la des­lmcción del deseo.

El rechazo de la división como motorde la inslitueión de la sociedad políticano sólo es mantenido por el discurso cris­tiano, sino por el discurso del huma­nismo cívico cuyo devenir desde el últimocuarto del Trecelllo hasta el prímero delQllollrocelllo podria ser la pmeba de unaambigüedad en la que se mezclan la re­acción antidcmoerática con un ideal delibertad que luego inspiraría la lucha coo­1ra la monarquías absolutas. Es csa am­bigüedad la que detecta Maquiavclo cntreaquellos de sus amigos que reivindicanel humanismo como programa para laFlorencia de su tiempo. En efecto, Joshumanistas consideran que los florenti­nos son los nuevos romanos porque no obe­decen al poder de ningiln hombre, sino alpoder de la Ley. Considcran, asimismo.que lo que hizo grande a Roma fue obrade la sabiduría del Senado. que su minafiJe resultado de las divisiones internas dela sociedad romana movidas por el apetitoinsaciable de la plcbe y quc, consccuente­mente, la mejor república sería aquellaque practicara la virtud de la moderacióny de la concordia, que oplara. en definiti­va, por la politica del justo mcdio. A estediscurso. del que Maquiavelo critica queno se acomoda a la praxis que él mismopromueve o consiente. o ondrá que sialgo puede aprender la moderna Florenciade Roma c . en primer lugar, que el poderpolitico no se deja identificar con un indi­, iduo o un grupo: en segundo lugar, que lapolítica se juega en la insalvable fracturadel desco de dominar y el deseo de no serdominado y, en tercer lugar. que el conflic­lO, cuando no se deja desbordar por la ener­gías reprimidas de la mayoría, es capaz dedar un futuro a la libertad pulitiea.~

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