Monarquia y Republica Jaque Al Rey

8/17/2019 Monarquia y Republica Jaque Al Rey

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«El Rey, desamparado por la muerte

de su madre la Reina María Cristinen 1929 y abrumado por la

desgracias continuas de su vid

amiliar y por el creciente abandono

de sus fieles, estaba tadesmoralizado a fines de 1930 que

su estado de ánimo sólo puede

calificarse como depresivo; y estasituación interior sería la causa

principal de su abandono el 14 de

abril de 1931. No le había fallado

nunca a don Alfonso ni el patriotismo

ni el valor. Pero era un ser humano

desde su borboneo al general Primo

de Rivera hasta las sublevacione


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de diciembre de 1930 se veía

sometido a un acoso permanente

que le produjo una aguda sensació

de soledad y de indefensión; se

quejó de ello varias veces…».


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Ricardo de la Cierva

Monarquía yRepública: jaque

al ReyEpisodios históricos de España -

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ePub r1.0

Titivillus 17.01.15


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Título original: Monarquía y República: jaque al Rey

Ricardo de la Cierva, 1996

Editor digital: TitivillusePub base r1.2


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Para Mercedes 60


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Los pueblos que ignoran suhistoria están

condenados a repetirla

Éste es un libro de Historia qupertenece a una serie histórica. Éste nes un ensayo político ni un comentaride actualidad. Pero la Historia quratamos de presentar en este libro y lo

demás de esta serie no es una Histori

muerta sino una Historia viva y cuanddurante la preparación de estos libroaparece de pronto un acontecimiento co

dimensión histórica lo aprovechamo


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nmediatamente, sin la menor intenciópolítica, para iluminarlo desde lHistoria. Así lo han hecho siempre lo

grandes historiadores y en esa mismínea nos situamos nosotros.

En el mundo de la Historia, s

queremos profundizar y no quedarnos ea simple crónica, se investigan, coodo cuidado, leyes históricas. A vece

estas leyes se expresan mediantaforismos que todo el mundo aceptaCuando España se va aproximando afinal del siglo XX, cuya Historia estamo

ratando de reconstruir, dos aforismos da Historia nos asaltan con fuerzrresistible. El primero se debe a Marc

Tulio Cicerón, el gran orador, político


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cultivador de la Historia en la Roma desiglo I a. C. Cicerón vivió comprotagonista —llegó a la suprem

magistratura, el consulado— umomento de complicada transición para historia de Roma y la historia de l

Humanidad: la transición de lRepública romana al cesarismolamado así por Julio César, que baj

ficticias formas republicanas iniciabaen realidad, una época monárquica, umperio: el Imperio romano. El imperi

había sido, en la República romana, u

mando superior de carácter militarmperator era el jefe de un ejército

sometido a las instituciones civiles de l

República. Pero Julio César se enfrent


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a esas instituciones, cruzó el pequeñcauce del Rubicón, que separaba másimbólica que realmente los territorio

exteriores —lo que hoy llama UmbertBossi la Padania— de la Italia central con ello inició una larga época d

autocracia que luego continuó uno de suprincipales subordinados militares —Marco Antonio— e institucionalizó, tra

vencer a Marco Antonio, el propisobrino de César, que tomó su nombreOctavio César Augusto. El imperio, emando militar, se había transformado e

mperio absoluto, bajo un disfrarepublicano que a nadie engañabaOctavio César no era sólo César, sino e

César; como la letra C seguida de voca


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se pronunciaba en la Roma de entoncecomo K, las legiones de Germaninvocaban a su jefe supremo com

Caesar, pronunciado Kaesar, quodavía hoy se escribe y pronuncia e

alemán Kaiser, el Emperador. Po

supuesto que la transformación deEstado romano desde el régimen de lRepública al de la Monarquía imperia

se realizó a través de una sangrientguerra civil. En ella, por orden dMarco Antonio, fue asesinado Cicerón Fulvia, la mujer del bruta

ugarteniente de César, para vengarse das invectivas del gran orado

republicano contra el cesarismo nacient

ordenó que le atravesasen su lengua d


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oro con un largo alfiler que le servípara recogerse su larga cabellera. Puebien, fue precisamente Cicerón quie

acuñó el primer aforismo a que noestamos refiriendo: Historia, magistrvitae, lux veritatis. La Historia, maestr

de la vida, luz de la verdad. Posupuesto que no voy a exponer en estcapítulo de forma expresa las leccione

concretas de la Historia en el caso qunos ocupa.Pero lo cierto es que en España

antes de la muerte de Francisco Franco

a figura de don Juan Carlos de Borbóera discutida, desconocidaminusvalorada y despreciada; el líde

comunista Santiago Carrillo que se creí


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en 1974/1975 árbitro del futuro, shartaba de insultar al Príncipe, eocasiones con términos sencillament

soeces, mentándole al padre. La Españde 1974/1975 no era una Españmonárquica, pese a las alucinaciones d

algunos monárquicos profesionales qucabían en media docena de taxis aunqua veces alardeaban de encabezar un

multitud imaginaria. En las filas de lque se llamaba confusamentMovimiento, eufemismo de lo quanteriormente se denominaba Falange, l

más suave que se decía de don JuaCarlos de Borbón es que era tontoRecuerdo una de las canciones a cuy

ritmo desfilaban las centurias d


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Falange por Madrid:

«No queremos reyeidiotas

que no saben gobernar»

Esos mismos amables mozos de lFalange se dedicaron toda una noche pintar con letras enormes una invocació

sobre la valla de cemento que entonecerraba las obras de lo que hoy eFacultad de Biológicas en Madrid

famosa durante décadas, una veconstruida, por sus pintarrajocochambrosos: «Al príncipe de Asturiadon Favila se lo comió un oso. ¡Viva


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os osos que se comen a los príncipes dAsturias! Los autores de esa preciosidano eran precisamente doctores e

Historia pero eso es lo que escribierono me harté de verlo cuando cruzaba da Facultad de Ciencias a la d

Filosofía.Luego muchas personas, sobre tod

óvenes políticos en estado de promesa

empezaron a visitar asiduamente epalacio de la Zarzuela, donde vivían loPríncipes desde su boda, y poco a poca leyenda sobre la cortedad de

Príncipe se fue desmoronando; el finade tan curiosa mutación se produjcuando el Príncipe, todavía en vida d

Franco, como vamos a demostrar en u


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próximo libro de esta misma serienició secreta y arriesgadamente un

aproximación a Santiago Carrillo

ravés de Manuel Prado y Colón dCarvajal, que viajó a encontrarse con ebrutal dictador rumano Nicola

Ceaucescu, íntimo de Carrillo, y lcomplicada historia, que narraremopuntualmente en su momento, remató e

a transformación del insultante PCE da época en Real Partido Comunista dEspaña y en los rumores, que algunos ncreían que fueran un simple chiste negro

sobre el próximo nombramiento deamigo de Ceaucescu como Duque dParacuellos del Jarama. Y así pasaro

os años y las décadas, la Corona s


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había incluido como título esencial de lConstitución de 1978 —a un precialtísimo que los monárquicos italiano

de 1945 no quisieron pagar, locentristas españoles de 1978 squisimos, retorciéndonos algunas cosa

ntimas— y el Rey parecía asegurar parsiempre la Corona de la SegundRestauración cuando en la tarde y noch

del 23 de febrero de 1981 quisdentificarse con la democracia renunció a encabezar un golpe al estilgriego, que tenía facilísimo ante la

reticencias más que extrañas de domportantes fuentes de poder: la Iglesi

española y el gobierno de los Estado

Unidos. Ya se verá en su momento.


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Siguieron pasando años y décadas en medio del guirigay de laAutonomías, que a veces se convierte e

un verdadero pandemónium, el Rey y lCorona no se consideraban jamás eEspaña como un problema, sino com

una solución, según frase muy repetida muy justa, de un monárquicnconsútil, Luis María Anson. Hasta qu

sin mediar provocación nacontecimiento alguno, cuandagonizaba entre chaparrones atípicos everano de 1996, el secretario genera

del Real Partido Comunista de Españadon Julio Anguita, ha planteado por veprimera desde 1931, el problema d

Monarquía y República, es deci


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después de sesenta y cinco años. Luegdon Felipe González, que hdescalificado al señor Anguita e

nombre del consenso constitucional (poo visto el señor González ha olvidadas tenaces, aunque aparentes

enmiendas republicanas del PSOE eos debates constitucionales, a las qulama originalmente consenso) pero s

ha permitido criticar al gobierno deseñor Aznar por los discursos que hacpronunciar al Rey. Este señor Gonzáleresultaría muy olvidadizo si no fuera ta

cínico; porque en mi libro de 1995 Nnos robarán la Historia ya tuve ocasióde denunciar los disparates que lo

socialistas bajo su mando le hiciero


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decir a don Juan Carlos en algunoviajes, con discursos del Rey calcadode los de don Felipe e invocaciones

as maldades de Luis XVI (de Borbón) doscientos metros del lugar donde salzó en tiempos la guillotina que cortó l

cabeza de Luis XVI. La tortuosagresión del señor Anguita no hcarecido, sin embargo, de precedentes

El original profesor Rafael Calvo Sereríder de un improvisado sectoantifranquista del Opus Dei en los añosesenta, ya dedicó un libro a la Tercer

República española, pero suseguidores no necesitaban varios taxipara congregarse sino a lo sumo un pa

de ellos y la curiosa propuesta cayó e


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el vacío. Un colaborador de Calvo Sere Santiago Carrillo en la llamada Junt

Democrática de 1974 se declar

ambién republicano y hace un par daños publicó, muy educadamente y coalguna resonancia sólo teórica, u

iscurso de la República que npretendía, creo, suscitar un movimientde opinión. Pero ninguno de eso

precursores tenía detrás, como el señoAnguita, a tres millones de adeptos, sbien no todos ellos, según han declaraden muchos casos, coinciden con e

arriesgado amago antimonárquico anticonstitucional de don Julio.

Naturalmente que no es este libro

sino otro que aparecerá en esta mism


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serie cuando llegue el momento, dondsituaré en un contexto que no tengodavía claro el exabrupto republican

del líder de Izquierda Unida. Y es qucon su evocación de la República eseñor Anguita, me parece, apunta a otr

objetivo bien diferente y más delicado; el señor González, al hacerle cordiciendo que le descalifica, disimul

quizás una amenaza más sutil. Pero eeste libro, que es rigurosa continuacióhistórica del anterior, Acoso y derribde Alfonso XIII, voy a aplicar la máxim

de Cicerón sobre la Historia commaestra de la vida y voy a exponer lque ha sucedido a España en las do

ocasiones en que hemos pasado de l


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Monarquía a la República. Una el 11 dfebrero de 1873; otra el 14 de abril d1931. Por si el señor Anguita quier

seguir patrocinando una tercera ediciódel fenómeno, tal vez le pueda interesaque, como ha comentado alguien ahora

«estas cosas se sabe cómo empiezapero no dónde terminan». Ahora mismvoy a exponer no dónde terminan sin

dónde y cómo terminaron. Y aquí viencomo anillo al dedo el segundo aforismque se ha atribuido a muchos autores que me parece indiscutible: Los puebloque ignoran su Historia está

condenados a repetirla. Insisto, quierescribir este libro de Historia, no d

política, para mostrar cómo se pasa e


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España de la Monarquía a la Repúblicao para demostrar nada. Si es verda

—como creo— que la Historia e

maestra de la vida, será el lector quiesaque las conclusiones y enuncie lección. Yo voy a limitarme a exponer

documentar los hechos.


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Primera experiencia:la Primera República

La Monarquía española es la máantigua de Europa, aunque suelrepetirse con escaso fundamento que tahonor de precedencia corresponde a l

británica. No es así. Supongamos, coexcesivo optimismo, que el primer rede Inglaterra es Alfredo el Grande. Qu

vive en la segunda mitad del siglo IXporque antes no hubo en las islabritánicas, desde el final de ldominación romana, más que tribus


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reyezuelos e invasiones; ni siquiera loprimeros reyes de nombre Eduardo qudescienden de Alfredo lleva

numeración. Por el contrario en Españexiste ya un reino visigodo asentado eel siglo V, con una sucesión de reye

cuyas estatuas flanquean los jardines da Plaza de Oriente y el por ellalamado Paseo de las Estatuas en e

Retiro madrileño. Varias dinastías, todaellas relacionadas entre sí, se fuerosucediendo en los reinos de Españhasta su unificación en la Corona de lo

Reyes Católicos a fines del siglo XV. LMonarquía parecía tan consustancial coEspaña (pese a haber padecido en e

siglo XIX a tres reyes indignos seguidos


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que se llamaban nada menos que CarlosFernando e Isabel) que cuando egeneral Juan Prim y sus compañeros d

conspiración (entre ellos un sectorepublicano) expulsa a la dinastíborbónica con la reina Isabel II en 1868

se dedica en peregrinación patética buscar para España un rey, porque no lconcebía sin rey. Lo encontró en l

persona del duque de Aosta, doAmadeo I de Saboya, que lo reunía todpara el cargo: procedente de una antigudinastía (enlazada con la española

rogresista, católico y masón, coicencia secreta del Papa par

compaginar religión y secta. Per

aquella monarquía no dejaba de se


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artificial y el pobre rey, que enloquecíante las complicaciones de la políticespañola —Ah, per Bacco, non capiscniente!— fue el primer Rey de Españelegido democráticamente en uParlamento, lo que parecía, no sin razó

histórica, crimen de lesa majestad paros monárquicos de siempre, y acab

por hartarse y, más que abdicar, dimiti

el 11 de febrero de 1873 por unconjunción detonante de motivosproblemas y pretextos pero sobre todporque no decidió aguantar más al frent

de un país imposible. El Congreso, conclusión del Senado, estaba reunido e

sesión conjunta y permanente y mientra

esperaba la comunicación final del Re


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se erigió en Asamblea Nacional. Máque absoluta, la mayoría dparlamentarios monárquicos que l

ntegraban pertenecía a los dos partidomonárquicos y dinásticos que se habíaurnado en el gobierno: el partid

radical de Ruiz Zorrilla y el partidconstitucional de Sagasta. Ruiz Zorrillse declaró republicano después de l

abdicación de don Amadeo; pero el 1de febrero de 1873 era monárquico, lmismo que Sagasta. Junto a esabrumadora mayoría monárquica s

sentaba en la Asamblea Nacional unminoría republicana, por cierto mudividida entre republicanos federales

unitarios. Uno de ellos, el federalist


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don Francisco Pi y Margall, antecesorsegún creo, del famoso periodista dnuestro tiempo Ramón Pi, presentó a l

Asamblea la siguiente proposición; «LAsamblea Nacional asume los poderes declara como forma de gobierno l

República». Pese a la mayoría más quabsoluta de los parlamentariomonárquicos presentes, fue proclamad

a República por 258 votos contra 32En el primer gobierno de la Repúblicfiguraban cuatro exministros de lMonarquía. La infeliz reina exiliad

doña Isabel II, a quien un fogosparlamentario tradicionalista habídespedido con una célebre invocació

de Shakespeare —«Adiós, mujer d


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York, reina de los tristes destinos»— nera una intelectual pero no desconocía lHistoria de España y comentó, desolada

cuando la echaron de España eseptiembre de 1868, que con ella habícaído en España la Monarquía po

primera vez en quince siglos. Pero nhabía caído con ella, a quien en 186sustituyó no una República sino un

Regencia. La Monarquía de los siglocayó realmente por primera vez cincaños después, con la dimisión de doAmadeo I de Saboya, el 11 de febrer

de 1873.Ya tenían su República lo

republicanos ¿Qué hicieron con ella

Hundieron a España en la guerra civil,


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no solamente en una sino en tres a lvez. En primer lugar, la desintegracióde España en la rebelión y la guerr

cantonal. He observado con asombrcómo algunos historiadores, entre elloel profesor José María Jover, que es u

historiador de primera magnitud, intentunos arriesgadísimos equilibrios en lcuerda floja para exponernos lo

aspectos positivos —humanísticosviene a decir— de la Revolución d1868 y de la primera República. Pero scomprensión infinita no consigue oculta

ni siquiera disimular el hecho evidentde que la Primera República fue, desdel principio hasta casi el fin

sencillamente el caos. España estallab


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por los cuatro costados. El 9 de marza Diputación de Barcelona proclamab

el Estado Catalán y trataba de eliminar

as fuerzas armadas para sustituirlas comilicias. Generales y políticos ddiversa procedencia, pero gentes d

orden —alfonsinos, miembros de lUnión Liberal, progresistas de Sagastacolaboradores de la Revolución del 6

— se unieron para improvisar upronunciamiento contra el caos, perfracasaron el 28 de abril cuando variaunidades comprometidas del Ejército s

abstuvieron a última hora. Lorepublicanos creyeron que todo el montera orégano, celebraron unas eleccione

anárquicas y trucadas en mayo y l


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Asamblea Nacional que salió de ellaproclamó la República Federal, algsemejante a lo que ahora insinúa do

Julio Anguita al unir el ideal de lRepública con el principio dautodeterminación. El primer president

de la República, don EstanislaFigueras, que era un buen hombre, shartó de todo el aquelarre, se fue a da

un paseo por el Retiro y sin decir unpalabra a nadie tomó el tren y no se bajhasta llegar a París. Al advertir el vacíde poder ya iba a pronunciarse e

general Manuel Socias cuando ucoronel de la Guardia Civil, don José da Iglesia, se presentó con un piquete e

el Congreso y anunció a los diputado


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que de allí no salía nadie hasta queligieran a un nuevo Presidente, que slamara del Poder Ejecutivo, es deci

efe de Estado y del gobierno. Eligieroa don Francisco Pi y Margall, que apresentar a su gobierno ante l

Asamblea declaró que no teníprograma y que no sabía qué hacer. E17 de julio se leyó en la Cámara u

desaforado proyecto de Constituciófederal, que debería estudiacuidadosamente don Julio Anguita, empezaba así: «Componen la nació

española los Estados de Andalucía AltaAndalucía Baja…» por orden alfabéticpero adviértase algo importante: est

República caótica no cambió d


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bandera, mantuvo la bicolor, reconoció a la Nación Española comúnica, si bien dividida en Estado

autónomos. Los republicanos de 187eran al menos, sinceros; eso errealmente un modelo federal, como el d

Estados Unidos, una nación que reunía varios Estados, no una zarandaja coma «nación de naciones» que propone

ahora quienes ignoran lo que es uestado federal.Pero en 1873 los presuntos Estado

autónomos no se conformaron. Los foco

federales del país reventaron no eforma de Estados autónomos sino en usarpullido de cantones independientes

algunos de ámbito provincial com


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Valencia y Málaga, otros codemarcación local como Cartagena, epueblo manchego de Camuñas, y e

murciano de Jumilla, que se saltó efederalismo genuino y proclamó en umanifiesto famoso: «La nación jumillan

desea vivir en paz con todas lanaciones vecinas, incluida la murcianapero advierte que les declarará la guerr

si osan hollar su territorio». Cuandexplico la historia de la PrimerRepública, por escrito en la cátedra, mresulta imposible mantener el ton

académico y me deslizo, por exigenciadel guión, a la astracanada históricaodo esto parece tan increíble que deb

remitirme a autores tan seguros com


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Melchor Fernández Almagro para que eector no piense que le estoy tomando e

pelo[1]. El más espectacular de todos locantones fue el de Cartagena, llamadCantón Murciano con gran indignacióde la ciudad de Murcia; que estalló e

12 de julio en aquella base militar naval bajo la inspiración del diputadfederal huertano Antonete Gálvez

personaje legendario que se apoderó da escuadra española, sembró el terroen la costa mediterránea próximabombardeó la ciudad de Alicante

mpuso tributos en los puertos, fudeclarado pirata y buena presa por egobierno de Madrid cuando echaron a

buen señor Pi y Margall, y ya en tierra


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dirigió una marcha sobre Madrid que fudesbaratada en Chinchilla. La primerhazaña de los cantonales cartagenero

fue apoderarse del castillo de SaJulián, lo que motivó un estupendelegrama del capitán general de

Departamento al ministro de Marina«Castillo San Julián enarbola banderurca». Era la bandera roja de l

República Federal, la primera banderroja en la historia de España. En fin, siiempo para que la Constitución de l

República Federal pudiera ser aprobad

en las Cortes, don Francisco Pi Margall se vio en situación crítica. Snegaba a reprimir la rebelión de lo

cantones porque declaraba, con tod


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ógica, que los sublevados no hacíamás que seguir la doctrina que él habíproclamado. En vista de lo cual el 18 d

ulio, que ya empezaba a ser una fechsimbólica, el segundo Presidente de lRepública dejó de serlo y lo

republicanos sensatos designaron aercero, don Nicolás Salmerón, defenso

de la República unitaria.

Salmerón, que era un jurista insign un político idealista, pero dotado dsentido común, decidió terminar con ecaos federalista y encargó a lo

generales más distinguidos, ninguno dos cuales era republicano, qu

redujesen por las armas a los cantone

rebeldes. Los generales restableciero


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de forma expeditiva la disciplina en eEjército, que andaba por los sueloserminaron con el ominoso «¡Qu

baile!» con que los soldados vejaban humillaban a los oficiales y marcharocon sus tropas sobre los cantones. E

general don Manuel Pavía terminrápidamente con los cantones andaluce el general Arsenio Martínez Campo

acabó con el de Valencia y marchó sobrCartagena, que contaba con poderosomedios de defensa. Los generalenecesitaban el «enterado» del gobiern

para ejecutar varias sentencias dmuerte, imprescindibles, según ellospara la recuperación de la disciplina

icolás Salmerón, hombre de principio


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iberales avanzados, se negó a concedeel «enterado» y tuvo que dimitir por ellen favor del cuarto Presidente de l

República, el también unitario doEmilio Castelar, catedrático de Histori orador eminentísimo al gusto de l

época, cuando todo el mundo repetía suestupendas parrafadas. He sentidsiempre un gran respeto por don Emili

nunca paso sin emoción frente a lcasona de San Pedro del Pinatar, junto aMar Menor, donde murió a la horexacta que señala todavía el gran relo

de la fachada. Castelar, el verbo de lDemocracia, cerró las Cortes paracallar las protestas de los federale

recalcitrantes, confirmó las sentencia


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de muerte, restableció el orden, dejó punto de rendición a los cantonales dCartagena, pero el desbarajuste de lo

federales había sido tan demoledor qudecidió convocar de nuevo a las Cortepara el 2 de enero de 1874 con el fin d

recabar plenos poderes y salvar así a lRepública del descrédito total. Y es qua República de 1873 había conseguid

o que ningún otro régimen en la historidel mundo: provocar y mantener treguerras civiles simultáneas. Una fue lercera guerra carlista que habí

prendido desde la primavera de 1872 evista del desconcierto en que estabcayendo el reinado de don Amadeo

Otra la cantonal, que mantenía aún s


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foco principal de Cartagena. Y por fin lguerra separatista de Cuba, declaradpocos días después de la Revolució

española en septiembre de 1868.Se abrió, en efecto, la sesión d

Cortes el 2 de enero de 1874 pero lo

federales se lanzaron en tromba contrdon Emilio Castelar, a quien respaldabel capitán general de Madrid do

Manuel Pavía, antiguo partidario dPrim con quien se había alzado eVillarejo de Salvanés. Dos fuerzas biediferentes amenazaban con interrumpi

as deliberaciones de las Cortes; laurbas federales, deseosas de acabar co

Castelar a mano airada, y las tropas de

general Pavía, partidario de Castelar


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que tenía decidido acudir en su socorrsi sus enemigos del federalismo lderrotaban. Ya era la madrugada del

de enero cuando la mesa de las Corterecontaba las papeletas de la votación que se había sometido Castelar sobre s

gestión en la Presidencia. Un informadodel general Pavía advirtió que lvotación iba a resultar desfavorable

dio la señal convenida a un ayudante decapitán general que presenciaba lescena desde la tribuna pública. Antede diez minutos la noticia llegó

Capitanía, instalada entonces en epalacio de Buenavistä sobre la plaza da Cibeles. Salían ya los regimiento

comprometidos por la orden del capitá


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general cuando las Cortes conocieron lderrota de Castelar a mano de suenemigos por ciento veinte votos contr

cien. Dimitió el último presidente de lRepública, y el de las Cortes, que er

icolás Salmerón, ordenó proceder

nueva votación para elegir a un nuevefe del Poder Ejecutivo. Contra lo qu

proclamó en el Congreso, un siglo larg

después, el indocumentado AlfonsGuerra, entre graves insultos a doAdolfo Suárez, el general Pavía nrrumpió en el Congreso a caballo. S

situó en la plaza frontera al edificio, cosu estado mayor, y ordenó a doayudantes que impusieran al president

de las Cortes, Salmerón, el desalojo de


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edificio en cinco minutos. La GuardiCivil que custodiaba el Congreso spuso a las órdenes del general Pavía

Eran las siete menos cinco de la mañancuando se estaba procediendo a lvotación para elegir al candidato federa

don Eduardo Palanca y Salmerón, arecibir la orden del capitán generasuspendió la votación y comunicó e

gravísimo suceso a los diputados. (U23 de febrero de 1981 sucedía algsemejante; una votación de investidurpara la presidencia del gobierno fu

nterrumpida por la irrupción de lGuardia Civil en el hemiciclo). El 3 denero de 1873 la Guardia Civil ocup

os pasillos del Congreso pero no entr


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en el hemiciclo. Entre escenas dglorioso histerismo los diputadoabandonaron el edificio, algunos por la

ventanas. Había terminado la primerRepública en virtud de upronunciamiento militar al que se sum

odo el Ejército, pero ni Pavía ni eEjército tomaron el poder. El capitágeneral de Madrid entró entonces en e

Congreso, convocó a los capitanegenerales residentes en Madrid y a loefes políticos de todas las tendencias

quienes impuso la obligación de elegi

nmediatamente un nuevo gobierno coun nuevo presidente del Poder ejecutivoEl elegido fue el general don Francisc

Serrano, duque de la Torre y antigu


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amante de Isabel II (seguramente esegundo de la larga serie), que ya habídesempeñado por dos veces la jefatur

del Estado. Ésta sería la tercera última. Alguien ha dicho que el sistemde Serrano consistía en la falta d

sistema. El general intentó consolidarsen el poder de forma dictatorial, segúel ejemplo del régimen de duques

generales que se imponía en Francia a lcaída de Napoleón III y tras lsangrienta derrota de la masónicComuna de París. En resolución, l

proclamación de la Primera Repúblicel 11 de febrero de 1873 fue seguida pouna sucesión de alucinaciones: el cao

por desintegración de España, la guerr


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civil, el golpe militar y la dictadurpersonal del general Serrano. Que comes sabido terminó a fines de diciembr

del mismo año 1874 por epronunciamiento del general MartíneCampos en Sagunto en nombre de do

Alfonso ΧII y la entrega del poder a doAntonio Cánovas del Castillo, que habídirigido con gran éxito un vast

movimiento de opinión que desembocósimultáneamente al golpe de Sagunto, ea Primera Restauración de don Alfons

ΧΠ. Esto fue, en esencia, lo que sucedi

con la Primera República española.


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Segunda experiencia:la Segunda República

La Segunda República ya es, en sucomienzos, objeto directo de este libroPero considerémosla antes comexperiencia, según acabamos de intenta

con la Primera. Porque hay entre las dosemejanzas sorprendentes que mereceser meditadas por quienes crean d

verdad que la Historia es maestra de lvida. La Primera República propiamental no duró ni un año; del 11 de febrer

de 1873 al 3 de enero de 1874. E


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período de la Segunda República fue dmayor duración: del 14 de abril de 193al 18 de julio de 1936. Después de est

última fecha la Segunda República sprolongó, pero sólo en una porciódecreciente de España, durante la guerr

civil hasta el 1 de abril de 1939. ¿A cuáde las dos Repúblicas propone volver eseñor Anguita si no se cumplen la

condiciones que ha tratado de imponer a Monarquía actual? Tal vez no quiervolver a ninguna de las dos sino creauna nueva, la Tercera Repúblic

española. Pero no me importdemasiado si su movimiento político eun retorno al pasado o un anteproyect

de futuro. Lo que importa aquí y ahor


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es analizar lo que sucedió en España adeclararse la Segunda República. En uplano general, a través de una secuenci

abreviada semejante a la que hemodetectado en la Primera; porque eanálisis detallado lo vamos a empezar

proponer inmediatamente después, eeste mismo libro.

Estamos viendo ya, por el libr

anterior, Acoso y derribo de Alfons III, que los peores golpes contra eRey se los dieron en 1930, a partir de lcaída de la Dictadura, los monárquicos

no los republicanos; lo mismo habísucedido en la Primera Repúblicaproclamada por una mayoría absoluta d

monárquicos en la Asamblea Naciona


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de 1873. En la Segunda República sprodujo también un movimientcentrífugo que para los observadore

monárquicos de la época se considercomo una tendencia al desmembramientde España; como tal se consideró e

pacto de San Sebastián y lproclamación —por dos veces, en 193 en 1934— del Estado Catalán e

Barcelona, que analizaremodebidamente en su momento: sabemos yque el Estado Catalán se habíproclamado también en 1873 dentro d

un esquema de República Federal, a lque también invocaron quienepropusieron esa reestructuración d

Cataluña en 1934. No estoy afirmand


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ahora que esa voluntad ddesmembramiento que denunciaban loobservadores monárquicos durante l

Segunda República respondiera a lrealidad; pero no cabe duda de quellos, encima de los hechos, l

nterpretaron así. La Primera Repúblicsuscitó casi inmediatamente una guerrcivil, la guerra cantonal, y durante ell

España tuvo que soportar tres guerraciviles simultáneas. La SegundRepública —ahora no estoy indicandpor culpa de quién o a causa de qué—

vivió dos pronunciamientos coviolencia y sangre, los de 1931 (a lderecha) y 1934 (a la izquierda)

desembocó en una trágica guerra civi


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general, la de 1936. La PrimerRepública se deslizó a la dictadurpersonal de un general, don Francisc

Serrano, a principios de enero de 1874a Segunda fue aniquilada por l

dictadura personal de otro general, do

Francisco Franco, en 1939. Una y otrRepública terminaron a mano airada poun pronunciamiento militar; la Primer

el 3 de enero de 1873 bajo la direcciódel general Pavía, a quien siguieroprácticamente todas las fuerzas armadasque no tomaron el poder político; l

Segunda el 18 de julio de 1936, evirtud del pronunciamiento preparadpor el general Mola y dirigido por e

general Sanjurjo, que murió en accident


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sin llegar a territorio español. Lsustituyó al poco tiempo, primero en lpráctica y desde septiembre de form

plena el general Francisco Franco, quien había seguido no la totalidad das Fuerzas Armadas sino una part

mportante de ellas. Pero no fueroellas, sino Franco, las que tomaron epoder en 1936 más que durante do

meses, hasta que se lo entregaron, sirestricciones, al propio FrancoIntentaron imponerle restricciones qu

Franco no aceptó). Y por último l

dictadura personal del general Serranen 1874 terminó a fines de ese mismaño para dar paso a la primer

Restauración, a la que el genera


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Serrano no quiso hacer frente y comitular de esa Restauración no s

proclamó a la Reina exiliada doñ

sabel II, considerada Reina por eescaso número de sus partidarios, sino su hijo el Príncipe Alfonso. La dictadur

personal del general Franco, mucho máprolongada y sujeta a evolución, terminen 1975 en la Segunda Restauració

para la que no se llamó a don Juan dBorbón, considerado Rey por el escasnúmero de sus partidarios, sino acandidato de Franco, el Príncipe do

Juan Carlos de Borbón. Las analogíahistóricas son sorprendentes. Por salguien se extraña de que hayamo

denominado dictador personal al duqu


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de la Torre en casi todo el año 1874debemos recordar que si bien su títuloficial era el de Presidente del pode

Ejecutivo no convocó elecciones nreunió Cortes en todo su mandatogobernó exclusivamente por decreto

no propuso al país proyecto alguno dnstitucionalización ni de sucesión.

Es decir que las dos Repúblicas qu

han gobernado en España —insisto eque no estoy señalando culpables sinconstatando hechos— terminaron en uperíodo caótico (la Primera en la guerr

cantonal, la Segunda en el período deFrente Popular) contra el que, en uno otro caso, se alzaron las Fuerza

Armadas. Las dos Repúblicas está


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dentificadas en la Historia con el caos con la guerra civil. Las dos dieroorigen, a corto o a largo plazo, a un

Restauración monárquica y borbónicacuyo titular no fue el monarca teóricsino su hijo. Puede que don Juli

Anguita posea la fórmula mágica parque esta secuencia no se repita en lTercera República a la que, sin carácte

absoluto sino como sugerencia amenaza, parece haber apuntado. Tendrque proponer y demostrar esa fórmulpara no quedar en la Historia con e

calificativo que ya han aplicado algunode sus amigos: irresponsable.

Naturalmente que lo que nos interes

en esta Historia es la experiencia d


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España pero podríamos ampliarla fáci convincentemente a otraransformaciones nacionales. Me voy

fijar solamente en cuatro casos que srefieren a países con los que España hmantenido una relación histórica. Lo

reyes y reinas de España han sufridvarios atentados a lo largo de los siglospero hay que remontarse a la Eda

Media para encontrar en los reinos dEspaña el asesinato de un rey; el dCastilla, don Pedro el Cruel a manos dsu hermanastro don Enrique d

Trastámara, en 1372. Desde entonceningún rey de las dinastías españolas hperecido por la violencia, caso únic

entre las dinastías europeas.


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Porque esa Monarquía que muchoconsideran como arquetipo, la dnglaterra, sufrió una guerra civil en e

siglo XVII contra el Parlamento, cuyejército chocó contra el del rey Carlos Estuardo, que fue condenado a muerte

ajusticiado en 1649. El teniente generaOliver Cromwell proclamó lRepública que le reconoció como jef

del Estado bajo el título de lorProtector, Es decir que la transición dMonarquía a República por medio duna guerra civil es un precedent

histórico sentado nada menos que por lMonarquía británica, después restauraden la persona de Carlos II, hijo d

Carlos I, por obra del general Monk e


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1660.El ejemplo de Francia es má

próximo: Luis XVI de Borbón, qu

proviene del mismo tronco que loBorbones españoles, el rey Luis XIV. LMonarquía francesa, consustancia

ambién con esa nación, —«los ciereyes que han hecho a Francia» es unexpresión aceptada— se mantuvo baj

a Corona de Luis XVI durante el primeperíodo de la Gran Revolucióvirtualmente iniciada en 1787 declarada oficialmente en 1789. L

primera Constitución revolucionaria, lde 1791, era monárquica; el rey dejabde ser absoluto pero gozaba de podere

muy amplios que luego copió la primer


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Constitución española en 1812, la dCádiz. Pero la guerra qudesencadenaron las Monarquía

europeas contra la Francirevolucionaria en 1792 provocó tambiéa convocatoria de la Convención qu

proclamó la Primera República frances ordenó la ejecución de Luis XVI en l

guillotina el año 1793, cuando la guerr

de las Monarquías contra la Francirevolucionaria se había convertidambién en guerra civil francesa.

Contra lo que suele creerse e

mperio ruso y la dictadura republican—soviética que le sustituyó en 1917 nhan sido ajenos a la historia de España

Juan Donoso Cortés, nuestro gra


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pensador y político del siglo XIX qulegó a ser considerado como un orácul

en la Europa de la Restauración

profetizó que un día lejano las hordas dRusia se pasearían por Madrid y así scumplió desde noviembre de 1936, co

a llegada de las Brigadanternacionales precedidas de un

cohorte de asesores militares

consejeros políticos y fuerzaespecializadas en aviación, artillería carros de combate que había enviado ezar rojo José Stalin en auxilio de l

República española acosada por eEjército de África. Las brigadanternacionales fueron, según e

documentado historiador norteamerican


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David Cattell, «una fuerza soviética eEspaña» y entre sus mandos hubo variociudadanos soviéticos aunque e

conjunto esas tropas provenían de máde cuarenta naciones, pero estabaunificadas por la común ideologí

comunista salvo raras excepciones. Lque no pudo predecir ni siquiersospechar Juan Donoso Cortés es qu

os combatientes de esas «hordas rusasrecibirían sesenta años después de srrupción en España nada menos que l

nacionalidad española en una Españ

regida por un Rey de la casa de Borbóna concesión se hizo en el mism

Congreso donde Donoso Cortés hací

caer gobiernos por acusaciones d


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corrupción y con los votos de lzquierda unidos a los del gran partid

del centro-derecha español. Pero lo qu

ahora hace a nuestro propósito es que emperio ruso, que era una monarquí

autocrática en trance de un gra

desarrollo económico y político, fueliminado por una República soviéticen la Revolución de Octubre de 1917

que desencadenó también, como en lodemás casos estudiados aquí, en unguerra civil de altos vuelos cuyavíctimas más importantes fueron el Za

icolás II, la zarina Alejandra y ezarevitch junto a sus hermanas lagrandes duquesas y un número d

monárquicos rusos, ricos y pobres, qu


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aún no ha sido nadie capaz de contapero que suma varios millones. Lasemejanzas con el tránsito español d

Monarquía a República son hirientes; lzarina Alexia era prima hermana dnuestra reina Victoria Eugenia, por se

as dos nietas de la reina Victoria dnglaterra; y la caída de los dos tronos

el ruso y el español, tuvo entre su

causas determinantes una gravísimenfermedad, la hemofilia, procedente da reina Victoria de Inglaterra y qu

afectó de forma destructiva a los do

herederos del trono, el zarevitch dRusia y el príncipe de Asturias doAlfonso, hijos de la emperatriz Alexia

de la reina Victoria Eugenia de España


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ransmisoras de la enfermedad aunquno la padeciesen. La hemofilia dezarevitch desquició a la zarina y a tod

a corte imperial rusa, en la que smplicó el mago Rasputin, que aplicab

al paciente remedios paranormales: l

hemofilia —cada vez más peligrosa—del príncipe Alfonso desquició todavímás a los Reyes de España, impidió e

último término la abdicación de AlfonsXIII que reclamaban algunomonárquicos para salvar a la Corona acarreó al pobre príncipe una tragedi

personal que le arrastró por el exilio erminó con su vida en plena soledad

frustración, que no fue absoluta gracias

a compasión de una hermosa cabareter


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de Miami que le dejo morir en subrazos, muy lejos de sus padres loReyes.

Podríamos multiplicar procesoparecidos sobre transiciones violentade un régimen monárquico a otr

republicano. Tenemos otro caso biereciente, posterior al de España e1931. La Monarquía de la Casa d

Saboya, creadora de la unidad de Italien el siglo XIX, se hundió ante lRepública declarada a raíz de lSegunda Guerra Mundial, cuando Itali

vencida estaba sufriendo una guerrcivil de supervivencia fascista —lRepública de Saló, último reducto d

Mussolini— y de represalia antifascista


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una guerra civil no por secreta silenciada menos cruenta. La caída de lMonarquía saboyana provocó, pues, e

brote de dos Repúblicas, la repúblicefímera de los últimos fascistas y lRepública italiana que expulsó al re

Humberto II, hijo del rey derrotadoVíctor Manuel III. Humberto II luchvalerosamente, en una campaña persona

admirable, para conservar su tronsecular y creador de la unidad de Italiapero aquel proceso de unidad en el siglXIX se hizo bajo el signo del liberalism

radical, anticlerical y masónico y aérmino de la Segunda Guerra Mundia

el partido del clero y los católicos, l

Democracia Cristiana, se tomó cumplid


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venganza y no votó en favor de lMonarquía sino de la RepúblicaTambién la Iglesia, por medio de

uncio Tedeschini, había conspiradcon los líderes republicanos, entre loque figuraban conocidos católicos

durante la fase de acoso y derribo de lMonarquía que hemos estudiado en eibro anterior. Pero el proces

Monarquía-República-guerra civipuede ofrecernos también el ejempltaliano. Es algo más que un

coincidencia; se aproxima a l

consideración de ley histórica.Creo que la tesis expuesta en e

presente epígrafe está más qu

suficientemente probada. Ahora vamos


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analizar con detalle cómo se produjo eránsito de Monarquía a República en l

España de 1931. Pero con todos esto

precedentes delante debemos concluique intentarlo de nuevo en vísperas desiglo XXI puede ser equivalente

obligar a todo el pueblo español, simotivo alguno que lo explique, a jugar a ruleta rusa, es decir a exponerse po

ercera vez, gratuita rresponsablemente, al suicidicolectivo de las dos primeraexperiencias que el pueblo españo

conoce, por su memoria históricademasiado bien. La memoria históricno consiste en los editoriales plúmbeo

prepotentes de cierto diario co


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pretensiones oficiosas, ni en lnundación de mentiras y estupidece

que acumulan, sabe Dios con qu

financiaciones, los historiadores de lmanada y el carril. La memoria históricforma parte del espíritu del pueblo y d

a experiencia acumulada por lageneraciones. Y en la memoria históricde los españoles hay dos poso

profundos que han arraigado comrocas; primero, nunca más la guerrcivil; segundo, después de unRepública vienen siempre a España e

caos y la guerra civil.


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Las últimas esperanzasmonárquicas

El acoso y derribo al Rey don AlfonsXIII —lo hemos examinado en el libranterior— había empezado a la caída da Dictadura a fines de enero de 1930

se había prolongado a lo largo de todel año, con el mayor peso de la ofensiva cargo de los liberales monárquico

que se vengaban del Rey por habersentregado a Primo de Rivera, el cual lehabía eliminado de la política durantmás de seis años. La decisión de esto


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monárquicos resentidos —Niceto AlcalZamora, Miguel Maura— al pasarse coarmas y bagajes a la República s

combinó con ataques, todavía peorescontra el Rey por parte de otromonárquicos de ejecutoria liberal—

conservadora —los exministros de lCorona don José Sánchez Guerra, doAngel Ossorio y Gallardo— que si

declararse republicanos, sin renegar da Monarquía, orientaban a la opiniópública contra el Rey, personalmentepor haberse identificado con l

Dictadura y haber violado, por tanto, lConstitución vigente; y exigían labdicación de don Alfonso sin para

mientes en la imposibilidad física qu


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ofrecían, por sus gravísimas dolenciasos dos hijos mayores de los Reyes, e

decir don Alfonso y don Jaime, mientra

que don Juan, que era el único infantvarón sano (lo cual en 1930 no se habícomprobado aún en medio de l

catástrofe familiar) no tenía más qudieciséis años. Si los monárquicos márespetables descalificaban ta

rresponsablemente al Rey y a lCorona, los republicanos no tardarían emitarles con creces; mediantnvectivas calumniosas como la d

Prieto en el Ateneo y con la coalicióantimonárquica que cristalizó durante everano en el Pacto de San Sebastián

estalló a mediados de diciembre d


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1930 en los pronunciamientos militarede Jaca y Cuatro Vientos. Para colmo dmales el estamento intelectual qu

ejercía una influencia intensísima en lopinión, dirigido por el profesor Orteg Gasset, había saludado con respeto l

formación del gobierno del generaBerenguer al principio, pero se sumuego a la ofensiva antimonárquica

declaró la guerra a la Corona en efamosísimo artículo del propio Ortegpublicado el 15 de noviembre querminaba con la invocación catonianelenda est Monarchia, hay que acaba

con la Monarquía. Los españoles egeneral y los intelectuales en particula

han mostrado frecuentemente much


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mayor capacidad para la destrucción —sin ofrecer para ello alternativas válida— que para la seria construcción de

futuro. Y lo más sorprendente es quntelectuales y enemigos del Rey

carentes de todo sentido autocrítico

echaban al Rey exclusivamente laculpas de la Dictadura sin recordar unsola vez los espléndidos logros de l

Dictadura —desde el final de la guerrde África a la creación de magníficanfraestructuras y la recuperación de

orden público— y sin reconocer e

absoluto que la gran mayoría del pueblespañol, empezando por los propiontelectuales y gran parte de lo

socialistas, había saludado co


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entusiasmo el barrido dictatorial de lque Ortega —uno de los que máaplaudieron— había llamado «viej

política».El Rey, desamparado por la muert

de su madre la Reina María Cristina e

1929 y abrumado por las desgraciacontinuas de su vida familiar y por ecreciente abandono de sus fieles, estab

an desmoralizado a fines de 1930 qusu estado de ánimo sólo puedcalificarse como depresivo; y estsituación interior sería la caus

principal de su abandono el 14 de abride 1931. No le había fallado nunca don Alfonso ni el patriotismo ni el valor

Pero era un ser humano y desde s


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borboneo al general Primo de Riverhasta las sublevaciones de diciembre d1930 se veía sometido a un acos

permanente que le produjo una agudsensación de soledad y de indefensiónse quejó de ello varias veces, como y

se le había escapado alguna vez antes da Dictadura, y creo prácticament

seguro que a fines de 1930 habí

meditado más de una vez sobre lposibilidad de abandonar el tronoEstaba sencillamente harto y no vecómo le podríamos reprochar ahora

desde un cómodo observatorio de lHistoria, que hubiera caído en actituan peligrosa.

Pero con el nuevo año 1931 —


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ambién lo hemos apuntado— el Recobró nuevos ánimos. La reacciónacional ante la intentona y el fracaso d

os militares republicanos en Jaca Cuatro Vientos se contuvo al principipor una mezcla de estupor

ncertidumbre; pero pronto empezaromuchas personas a considerar los gestode Fermín Galán, Ramón Franco y e

general Queipo de Llano como unocura irresponsable que obtuvo gravrepulsa en las fuerzas armadas desarmó las nuevas aventuras que a

frene del Comité Militar republicanoramaba por entonces el general Migue

Cabanellas. El periodista Eduardo d

Guzmán, redactor-jefe de un diari


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republicano de izquierda radical reciéfundado, La Tierra, y autor del librmás minucioso y documentado sobre e

período que corre desde la caída de lDictadura hasta la proclamación de lRepública[2] concluye decididamente

«Nadie que piense con lógica puedesperar al comenzar 1931 un rápidhundimiento de la Monarquía. No l

esperaban ni siquiera los dirigenterepublicanos que en la cárcel, lclandestinidad o el exilio no habíaconseguido reponerse del golpe sufrid

con escasa trascendencia y limitadarepercusiones». Por cierto que edirector propietario de La Tierra era u

bullicioso periodista republican


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lamado nada menos que CánovaCervantes, pero mucho más conocido eel implacable ambiente madrileño com

ini: ni lo uno ni lo otro.El diario católico El Debate, qu

ejercía una amplia influencia por s

calidad y difusión, había dedicado seditorial del 1 de enero de 1931, debida la pluma de su director, don Ange

Herrera Oria, a afirmar que «lsituación política se presenta parEspaña a comienzos de 1930 mádespejada que en fecha igual de 1930»

Y don Angel se lanzaba a una profecípeligrosa, con la que entonces, siembargo, todo el mundo se mostrab

conforme: «Fracasó el movimient


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porque tenía que fracasar y porquEspaña no está para revoluciones… dahí no ha de venirnos una revolución

corto plazo. Podrá venirnos dentro duna década, si no se la ataja el pasconvenientemente». Dentro no ya de un

década sino solamente de ocho años lque había venido era la República eabril de ese mismo año 1931; el golp

militar de Sanjurjo en 1932; el golprevolucionario de las izquierdas eoctubre de 1934; la revolución deFrente Popular en febrero de 1936 y l

guerra civil desde julio de ese año al de abril de 1939. Realmente el mes denero de 1931 no era propicio a la

profecías. Pero en todo caso


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situándonos en la perspectiva de aqueprincipio del año 1931, estaba claro qua causa de la República parecí

hundida y la causa monárquicrestablecida. Tendrían que intervenir dnuevo los monárquicos para volver

hundir a la Monarquía y se disponían hacerlo, con irresponsabilidanconcebible, de forma inmediata.

Es cierto que los optimismomonárquicos, de los que se hacía eco efrecuentes comunicaciones el gobiernBerenguer, dejaban paso, aunque a

gobierno no le importase, a unsilenciosa y permanente manifestaciórepublicana que se concretaba en e

centenar de personas, algunas mu


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mportantes, muchas de ellamonárquicas, que acudían diariamente a cárcel Modelo de Madrid para visita

confortar a los miembros del presuntGobierno Provisional de la República, quienes había encerrado allí el gobiern

por indicación del general Mola, que lehabía tenido vigiladísimos, entre egolpe de Jaca y el golpe de Cuatr

Vientos. Pero esto no preocupabdemasiado al gobierno porque lavisitas tenían escaso reflejo en lopinión; y es que con motivo de lo

pronunciamientos se había declarado eestado de guerra en varias regiones y shabía recrudecido la actividad de l

censura de prensa y de actos políticos


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Tan seguro se encontraba el generaBerenguer después del doble fracasenemigo de diciembre que el 30 de

mismo mes anunció a los periodistas quas elecciones generales legislativas s

convocarían pronto para celebrarse el

de marzo de 1931. Y a partir de esanuncio el problema político de Españse concentró precisamente en la

elecciones. Mejor dicho; no fue uproblema de España sinexclusivamente de la clase política, amargen de la nación; las tomas d

posición de los políticos empezaron menudear desde entonces mismo. Por emomento los políticos que má

nteresaban a Berenguer —es decir lo


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monárquicos conservadores y liberale—, mostraban su acuerdo con lconvocatoria electoral. El 4 de enero, e

declaraciones concedidas al ABCaprobaban la convocatoria un políticde gran prestigio, González Hontoria,

otro de la oposición, el líder de la UnióMonárquica Nacional y brillantexministro de la Dictadura don Jos

Calvo Sotelo. Todavía confortó más Berenguer la declaración favorable qucomunicó en Sevilla, el 6 de enero, eefe liberal conde de Romanones. Qu

para colmo de bienes rechazaba que laCortes inmediatas tuvieran carácter dConstituyentes, como pretendían lo

empecinados constitucionalistas; «No s


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conocen Constituyentes —decíRomanones— que fuesen convocadapor el Rey». El líder catalanist

Francisco Cambó se muestra poentonces muy activo en Madrid, declarque al no poder sustituir al gobierno po

el todavía precario estado de su voz, niene la menor intención de derribarlo

es decir que de hecho le respalda. S

amigo el jefe liberal Santiago Alba, qusigue encerrado en París, mantiene spostura indecisa pero ya ha pasado shora y nadie se preocupa mucho por é

Por supuesto el grueso del partidconservador, que sigue a su nuevpresidente, conde de Bugallal, mu

próximo también a Juan de la Cierva, s


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muestra encantado con las perspectivaelectorales. La euforia general decampo monárquico justifica, com

sabemos, el éxito desbordante de lrecepción en Palacio con motivo desanto del Rey el 23 de enero. Y lo má

esperanzador —lo más trágico segúnuestra perspectiva— es que la graprensa europea vuelve a respaldar a l

Monarquía de Alfonso XIII. ThWhitehall Gazette, tan leída en eenclave oficial y ministerial de Londresnterpretaba por entonces la victoria d

a Monarquía contra las intentonarevolucionarias de diciembre como «ungran victoria para toda Europa… ya qu

el establecimiento de la República e


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España habría de constituir un gravpeligro bolchevique para la civilizacióeuropea. El llamado partido republican

no existe. Si la reciente intentonhubiese triunfado, los comunistahubieran sido los amos de la situación»

o era verdad pero sonaba a maravillen el Madrid de enero de 1931. Ysabemos que al día siguiente de l

rebosante recepción de Palacio egobierno levantó el estado de guerraunque lo mantuvo en Madrid y eZaragoza, pero todavía no se atrevió

restablecer las plenas garantíaconstitucionales. Además la eficagestión de un ministro muy inteligente

don Julio Wais, en el ministerio d


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Hacienda, conseguía una ciertrecuperación de la peseta, lo cual, eaquellos tiempos de ignoranci

económica general, incitaba a pensaque nuestra sufrida divisa, fetiche máque indicador de la situació

económica, dejaba de constituir unpreocupación alarmante. Como enatural nadie imaginaba que la

multinacionales del petróleodesahuciadas por la Dictadurareanudarían muy pronto su tenaz vengadora ofensiva financiera contra l

Monarquía española.


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Romanones da jaque mate alRey

El exministro conservador don JosSánchez Guerra había iniciado comienzos de 1930 el acoso contra eRey en el teatro de la Zarzuela con s

nvocación a los gusanos de lEmperatriz Isabel y ahora inaugurambién al comienzos de 1931 —el 2

de enero— la segunda fase del mismacoso durante una reunión en el hoteRitz —le gustaba el barrio— junto cosus amigos los constitucionalistas que n


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eran monárquicos ni republicanos sinodo lo contrario; los señores Burgo

Mazo, Melquíades Álvarez, Migue

Villanueva y Francisco Bergamín. Sratificaron en su posturconstitucionalista, es decir en l

exigencia de que Berenguer convocasunas Cortes Constituyentes en que screase una Constitución nueva previ

expreso debate sobre si España deberíser una Monarquía o una República, de acuerdo con ese su constante criteridieron a la prensa una nota en la qu

«con ese convencimiento y en lacircunstancias actuales de Españcreemos que nos está vedado acudir

as elecciones que se anuncian» ya qu


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en las Cortes que de ellas salieran nquerían ejercer ni de oposición. Nadisabía entonces ni sabrá jamás e

respaldo popular de este grupo dnotables que en todo caso no sería munumeroso, hasta el punto que en la

elecciones convocadas no hubieraobtenido escaño todos los reunidos en eRitz; tal vez lo hubiera logrado uno d

ellos o dos. Pero sin fuerza políticconcreta el influjo de loconstitucionalistas en la opinión era muntenso —para demoler, no par

construir— y este primer impacto contrel proyecto electoral de Berenguer funterpretado por todo el mudo como u

aque al Rey. No era todavía un jaqu


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mate y el general presidente reaccioncon firmeza; lo esencial para sproyecto es que lo aceptasen, com

habían prometido, los monárquicoconservadores y liberales fieles a lCorona y a poder ser los centristas d

Cambó y Gabriel Maura. Que squedaran fuera los flecos de oposiciónallá ellos.

Al día siguiente, cuando cundían locomentarios sobre el rechazconstitucionalista, don Alvaro dFigueroa y Torres, conde de Romanones

conferencia con el general Berenguesobre las elecciones que van convocarse oficialmente. Habla e

nombre propio y de otro jefe d


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mesnada liberal, don Manuel GarcíPrieto, marqués de Alhucemas. Revelal jefe del gobierno su conversación —

de anoche— con don Francisco Cambóquien «quería saber si nosotros noabstendríamos para tomar la mism

resolución». Para satisfacción dBerenguer la respuesta fue negativa: «Ye dije que los liberales monárquico

consideraban su deber asistir a lapróximas elecciones, pero que entendíndispensable también que las garantía

no fueran regateadas ni siquiera en un

mínima parte». Berenguer le prometique la campaña electoral y laelecciones se desarrollarían con plen

ibertad de prensa, asociación y reunión


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sin la más mínima intervención de lcensura, sin sombra de estado de guerrasin actuación alguna partidista n

coactiva por parte del gobierno y de logobernadores civiles, que siemprhabían «hecho» las elecciones en l

España de la Restauración. Esto era mupositivo para Berenguer, quien ycontaba con la participación de lo

conservadores y no pretendípresentarse a las elecciones en provechpropio. Después de comunicar estreferencia en la nota de prensa, el cond

de Romanones entregó a lonformadores otra nota complementaria

con gato, mucho gato encerrado.

En ella se confirmaba l


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participación de los liberalemonárquicos pero se añadía que aconstituirse el Parlamento nacido de la

elecciones que iban a convocarse, epartido liberal monárquico propondrá esas Cortes «la conveniencia naciona

de una inmediata convocatoria de CorteConstituyentes». En principio estapostilla sonaba a absurda; las Corte

convocadas por Berenguer resultabaenteramente inútiles ya que su únicfunción seria la inmediata convocatoride unas nuevas, que decidieran sobre l

forma de Estado, Monarquía República. Sin embargo Berenguer, parcontinuar con la alegoría ajedrecística

decidió enrocarse. Aceptó la propuest


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de los liberales aunque veníenvenenada— porque creía probablque ante un previsible gran triunf

monárquico en las primeras eleccionea nadie creería necesario convocar la

segundas, y sería perder el tiempo

Tampoco preocupaba al gobierno labstención de los partidos republicanoque se publicó casi a la vez que la dobl

nota de los liberales. La verdad es qucasi nadie sabe qué son, ni qué fuerzienen esos partidos: Radical, Radical

Socialista, Acción Republicana

Federación Republicana GallegaDerecha Liberal Republicana; algunode sus líderes estaban en la cárcel, otro

huidos o en el extranjero. Parecí


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probable que todo este conjuntrepublicano, de haber concurrido a lconvocatoria, obtendría muy poco

escaños. Interesa mucho más que esmismo día 31 de enero el Consejo dministros cumple la promesa d

Berenguer a los liberales monárquicos restablece el pleno ejercicio de lagarantías constitucionales; con un

adición muy grata a todos los grupos, lsuspensión del artículo 29 de la leelectoral vigente, en el que se establecíque cuando en un distrito sólo figuras

a candidatura de un partido no serínecesario celebrar elecciones sino quse proclamaría la única candidatur

presentada. Ahora habría elecciones e


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odos los distritos, aunque sólo contaracon una candidatura, porque así spodría saber la auténtica fuerza electora

de los candidatos. La referencia deConsejo se publicó el 1 de febrercuando Cambó estaba ya en París, dond

almorzó con Santiago Alba en el hoteCríllon. Alba sigue retraído; y en unnueva reunión que celebran el día 6 e

el hotel Claridge, donde reside el jefiberal, propone a Cambó repudiar lconvocatoria en cuanto se publiquoficialmente. Santiago Alba se sitú

cada vez más en posición negativistaconfía en que, cuando él declare sabstención, caerá el gobierno Berengue

cuando el Rey le llame a consult


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propondrá encabezar un gobierno dzquierda con republicanos y socialista

que convocaría inmediatamente una

elecciones municipales, seguidas por laprovinciales y las generales. SantiagAlba no ha devorado aún s

resentimiento contra don Alfonso, pese os esfuerzos y sacrificios exagerado

que el Rey ha hecho para recuperarle

Ahora propone un doble suicidio; ugobierno de la Monarquía formado poos enemigos jurados de la Monarquía; a convocatoria de eleccione

municipales donde republicanos socialistas tendrían mucho mejohorizonte que en las generales. Quiz

porque conocía ya perfectamente l


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resolución —tres días anterior— dePSOE y la UGT que, como lorepublicanos, habían anunciado s

abstención en las elecciones dBerenguer.

Al día siguiente de la abstenció

socialista, y mientras la decisión dSantiago Alba se mantiene en secretoBerenguer, ya muy preocupado, convoc

un Consejo de ministros en sdormitorio, donde le retiene una seriafección en el pie. Allí se aprueba edecreto de convocatoria electoral, s

evanta el estado de guerra en laprovincias de Madrid y Huesca y, pargeneral sorpresa, se conceden treint

días de vacaciones extraordinarias a lo


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estudiantes universitarios, para que nperturben la campaña y la celebracióde las elecciones. Por fin el 8 d

febrero, domingo, aparece en la Gacetel decreto de convocatoria electoral coodas las garantías exigidas por lo

partidos liberal y centrista; laelecciones se celebrarán el 1 de marzpara el Congreso y el 15 para el Senado

Obstinado en su abstención, SantiagAlba redacta en París su nota dabstención, que toda la prensa publica e10 de febrero, en la que se declar

partidario de unas CorteConstituyentes. Aunque Santiago Albhabía decaído mucho ante la opinión er

odavía el jefe de una de las tres grande


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agrupaciones liberales, la qucomprendía a los más jóvenes avanzados, mientras que las otras dos,

as órdenes de Romanones y Alhucemasse nutrían más bien de veteranosBerenguer reconoció el impacto que l

había producido la abstención de Albaque también preocupó muchísimo al Re a Cambó, porque ahora el inteligent

proyecto de renovar los partidodinásticos sobre la alternancia del lídecatalán y el gran político castellano saplazaba indefinidamente o mejor, s

desvanecía. La abstención de Albconstituía también un rudo golpe a loiberales monárquicos de Romanones

Alhucemas. Era el segundo jaque al Re


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de la temporada y cada vez quedaba a lMonarquía menos espacio para lmaniobra.

Pese al serio revés que sufría sproyecto electoral el gobiernBerenguer decidió seguir adelante con l

convocatoria ya publicada y cumplifielmente con su promesa de restableceodas las garantías constitucionales. Lo

dos grandes partidos monárquicosiberal y conservador, parecíaexhaustos, faltos de ideas, privados doda ilusión; pero el levantamiento de l

censura de prensa y actos públicodesencadenó una nueva oleada dactividad en el frente contrario a l

Monarquía. La prensa antimonárquic


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divulga entonces mil detalles, hastahora ocultos o disimulados por lcensura, sobre los sucesos de Jaca

Cuatro Vientos, sobre el tesón y lenergía de los jefes republicanoencerrados en la cárcel Modelo. Lo

capitanes Galán y García Hernández sopresentados como héroes y mártires; egesto del aviador Ramón Franco a

desistir del bombardeo de Palacicuando vio a los niños jugando en loardines de la Plaza de Oriente snterpretaba como una prueba suprem

de humanitarismo y amor al pueblo. Sreanudaban los ataques desaforadocontra la Dictadura, extendidos ahora

a Dictablanda, considerada com


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prolongación del régimen de Primo dRivera, lo cual era notoria falsedad njusticia. El gobierno no impone otr

vez la censura previa pero recoge secuestra continuamente las ediciones dos periódicos una vez puestos a l

venta, con lo que se excita la curiosidapública y los ejemplares que puedesalvarse se pagan a peso de oro. E

nuevo diario republicano La Tierra hacsu agosto y su número del 9 de febrercausa una enorme impresión en todEspaña, cuando los ejemplares que s

han podido sacar de Madrid se leen ecorros por todas partes. Su redactoefe, Eduardo de Guzmán, s

enorgullecía con razón casi medio sigl


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después —cuando tuve la satisfaccióde conocerle y evitar cualquiedificultad para la publicación de s

nteresantísimo libro sobre 1930— dealarde publicado en ese número por eperiódico del señor Cánovas Cervantes

que conoce su momento de gloria. Eportada destacan dos grandes fotografíade los héroes de Jaca, Galán y Garcí

Hernández. En tercera van unos versohorribles (que Guzmán cre«magníficos») y a su lado el Manifiestdecimonónico del Gobierno Provisiona

de la República, debido a la plumnmarcesible de don Alejandro Lerroux

que por cierto sigue escondido e

Madrid, fuera del alcance del gobierno


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Entre nuevas exaltaciones al golpe dCuatro Vientos y a los encarcelados ea Modelo, una entrevista muy sentid

con la madre de Fermín Galán y la viudde García Hernández. Pero lnformación más trascendental qu

publica el diario republicano en escuajado número es el Manifiesto de lAgrupación al Servicio de la República

un poderoso grupo que reúne a casi todel estamento intelectual del momentoencabezado por don José Ortega Gasset, el novelista don Ramón Pérez d

Ayala y el doctor Gregorio MarañóPosadillo. Éste es el tercer jaque al Rede la época y reaviva como un reguer

de pólvora la impresión del artículo d


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Ortega publicado el anterior mes dnoviembre sobre el error Berenguer.

Los tres principales firmantes so

figuras señeras del pensamiento, literatura y la sociedad española. Invita

a todos los profesionales e intelectuale

españoles a situarse correctamente emedio de la crisis nacional, salir de suprofesiones y trabajos normales

«ponerse sin reservas al servicio de lnecesidad pública». Afirman que «eEstado español tradicional llega ahoral grado postrero de s

descomposición». No por el empujcontrario de fuerzas poderosas sino qu«sucumbe por sus propios vicio

constitutivos». El viejo Estado ha de se


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sustituido «por otro auténticamentnacional». Ensayos como el fascismo el bolchevismo terminan en un callejó

sin salida. «Creemos que la Monarquíde Sagunto ha de ser sustituida por unRepública que despierte en todos lo

españoles, a un tiempo, dinamismo disciplina, llevándoles a la soberanempresa de resucitar la historia d

España». Pero la Monarquía «no va ceder galantemente el paso» al nuevproyecto. «Sólo se rendirá ante unformidable presión de la opinió

pública. Es pues urgentísimo organizaesa presión». El primer fin de lAgrupación al Servicio de la Repúblic

será «movilizar a todos los españoles d


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oficio intelectual… Llamamos a todo eprofesorado y Magisterio, a loescritores y artistas, a los médicos, lo

ngenieros, arquitectos y técnicos doda clase, a los abogados, notarios

demás hombres de la ley. Mu

especialmente necesitamos lcolaboración de la juventud… Dcorazón ampliaríamos a los sacerdotes

religiosos este llamamiento, que a fuede nacional preferiría no excluir a nadiepero nos cohíbe la presunción de qunuestras personas carecen de influj

suficiente sobre sus respetables casesociales». La Agrupación «no va modelarse en un partido sino hacer un

eva general de fuerzas que combatan


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a Monarquía».El Manifiesto causó hondísim

mpresión. Estaba escrito con un estil

moderno y atractivo, a mil leguas de loatiguillos del Manifiesto oficial de

Comité Revolucionario. Pero nadi

salió a la palestra para decir a los trelustres firmantes que su propuesta er

negativa e inconcreta. No presentaba u

programa sino pretendía destruir a l«Monarquía de Sagunto» que era sobrodo la Monarquía de Cánovas y no u

régimen nacido de un cuartelazo. Lo

res grandes escritores pretendía«resucitar la historia de España», coma había prometido Cánovas tras el cao

de la Primera República; pero n


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advertían que toda esa gran historia dEspaña había sido monárquica ni decíauna palabra sobre el fracaso del intent

republicano anterior. La llamada a lontelectuales, los profesionales y luventud era muy original y halagadora

pero sin propuestas concretas. Grande hermosas frases, aire moderno

esperanzador pero sin fundamento n

horizonte político alguno. Daba lmpresión —nos la da ahora, tantos añodespués— de que los tres insignefirmantes poseían el don de la palabr

pero carecían de toda idea política.El general Berenguer persistía en s

proyecto electoral pero dentro de s

gobierno cundía el desánimo. Y el má


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desmoralizado fue precisamente eministro de la Gobernación, doLeopoldo Matos, de quien dependía e

gran parte el éxito de las elecciones y eriunfo en ellas de los candidato

monárquicos. Matos, excelente abogad

con un gran bufete, hombre de mundoera la persona menos indicada pardirigir en momentos tan críticos e

ministerio de la Gobernación. Fue visitar a mi abuelo Juan de la Ciervaque cuenta en sus Notas la conversaciónel ministro venía impresionado «por e

desbarajuste en los distritos, la falta dcoordinación de las fuerzamonárquicas, sin positivos trabajos d

propaganda»[3]. Matos estaba muy bie


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relacionado en los medios intelectuale liberales que se alineaban contra e

Rey y se mostraba muy abatido por l

creciente soledad de la Monarquíanfluía mucho en Romanones, a quie

pedía insistentemente que «le sacara de

pozo», es decir, que le librase de sremendo compromiso electoral

convenciese a Berenguer de qu

convocase primero eleccionemunicipales, como proponía poentonces Santiago Alba. Mi abuelnsiste mucho en que la desmoralizació

de Matos resultó fatal para desmoralizaa Berenguer; y apunta nuevamente lpeligroso de las maniobras del Nunci

Tedeschini, quien según noticias de l


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prensa extranjera pactó con lorepublicanos y animó a muchosacerdotes y monjas para que votasen

esa República de Obispos que habíprometido en sus campañas don NicetAlcalá Zamora. Matos llevó a ta

extremo su abatimiento que aanunciarse la abstención de loconstitucionalistas declaró en Barcelon

que el gobierno Berenguer debía dimitirCreo que Eduardo de Guzmán acierta dleno cuando atribuye a don Leopold

Matos, dentro del gobierno Berenguer

al conde de Romanones, fuera de él, eúltimo jaque al Rey que resultó yvirtualmente definitivo.

El 13 de febrero de 1931 el cond


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de Romanones y el marqués dAlhucemas, los líderes principales departido liberal monárquico, se reúnen e

casa de Alhucemas, diseñan umovimiento político que creen positiv audaz y se lo comunica

elefónicamente a Cambó que lo apruebpor completo. Entonces entregan unnota a la prensa que la publica al dí

siguiente, 14 de febrero. Cambó, aconocer el contenido de la nota quRomanones le transmite por teléfonoredacta la que fija la posición de l

Lliga, en el mismo sentido. Romanoneacude a las once de la noche al palacide Buenavista de donde Berenguer

enfermo e impedido, no puede salir. «A


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hacerle notar la perturbación y peligroque el planteamiento de la crisis pudierener —le dijo Berenguer— se mostr

optimista, no viendo peligro en ello…»Era Romanones de cuerpo entero.

He llegado a conocer a los do

prohombres liberales que, junto Matos, dieron el cuarto jaque al Reaquella tarde y noche del 13 de febrer

de 1931. El conde de Romanones, doAlvaro de Figueroa, era abuelo de madmirada amiga Natalia Figueroa, mujenteligentísima que desbord

comprensión, humanidad y dotes qurevelan un profundo sentido culturaEsto sin duda lo ha heredado de s

abuelo; uno de los grandes méritos d


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Romanones era que comprendió lmportancia de aproximar a lontelectuales hasta la Corona y cas

desde comienzos del reinado efectivo dAlfonso ΧIIΙ —el conde fue ministro eel primer gobierno del Rey en 1902—

acompañó a Palacio a personalidades da inteligencia tan relevantes como do

Gumersindo de Azcárate y don Migue

de Unamuno. Yo le he visto fugazmentalguna vez pero no olvidaré nunca lmpresión que me produjo leer en l

prensa roja de Madrid, a fines de juli

de 1936, Una noticia según la cual «eexconde de Romanones ha donado a lcausa de la República veinticinc

millones de pesetas». Nada más alejad


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del bando rojo que don Alvaro, quademás gozaba de merecidísima fama dacaño, por lo que mi abuelo, que estab

refugiado con nosotros en la legación doruega, nos lo explicó: «Alvaro no le

ha dado nada, se lo han robado. Todo l

más es el precio de su rescate». Le salimejor el rescate que a otro títulopariente muy próximo nuestro, qu

«donó» una cantidad parecida y fuasesinado a los pocos días; su yernopariente nuestro mucho más próximo, fuambién vilmente asesinado después d

haberse vuelto loco en la cheka. Digesto porque alguien ha escrito udisparate trágico, titulado «capital de

dolor», que no he leído pero me dice


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que naturalmente no se refiere a Madrid Nunca olvidé una sesión de l

Academia de Bellas Artes que, ya en l

época de Franco, presidía el conde dRomanones. Me llevaron allí no sé parqué y no entendí una palabra de lo qu

se trataba. Hasta que hubo que ponealgo a votación y don Álvaro, yanciano, cobró de pronto vida cuand

algunos asistentes proponían que aquellse decidiese sin votar. «¡Vamos a votaahora mismo! —dijo, con energírresistible— ¡Hace muchísimo tiemp

que no voto y no me muero sin votar poúltima vez!». Se votó.

Había sido alcalde de Madrid

ministro muchas veces, cacique máxim


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—se decía— de Guadalajara, por la qusalía invariablemente diputado. Era ucolosal táctico de la política pero n

cultivaba la de altos vuelos; lo suyo erel regate corto, la maniobra habilidosaSe portó admirablemente con el Rey a

presentarse con etiqueta monárquica as elecciones republicanas en junio d

1931. Ganó su escaño y, aunque había e

aquellas Cortes algunos monárquicoencubiertos, él fue el único que actuabcomo monárquico y en calidad de tadefendió nobilísimamente al Rey cuand

un grupo de energúmenos se empeñó edeclararle reo de alta traición. Y lconsiguieron, pero tuvieron que tragars

el espléndido discurso del conde, cuy


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cojera le hacía simpatiquísimo a lagentes. El profesor Pabón refiere unfrase de Cambó en el Congreso cuand

miraba fijamente a Romanones, a quieen el fondo admiraba; «Cada gesto de scara es un delito».

Digo todo esto porque ahora, ecambio, me veo en la necesidad dacusarle de un error espantoso: su nota

dada conjuntamente con García Prieto, publicada el 14 de febrero de 1931Aquello fue una terrible frivolidad, uacto político irresponsable cuya

consecuencias no supo prever upolítico tan experimentado, el «traviesconde» como se le llamaba entonces

Sabemos que Romanones habí


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aceptado en todos sus términos lconvocatoria electoral de Berengueruego la admitía pero atribuyendo (e

nota adjunta y secundaria) a las Corteque salieran de las elecciones de marza única misión de convocar otra

Constituyentes; y ahora, el 14 dfebrero, se declaraba virtualmente por labstención y hundía, a sabiendas, a

gobierno Berenguer. A sabiendasporque el propio Berenguer, comsabemos, se lo había advertido la nochanterior. Mi abuelo resum

acónicamente la intervención de los domáximos culpables del desaguisado; «Yasí las cosas, el conde de Romanone

siguió las indicaciones de Matos


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Berenguer presentó la dimisión degabinete».

La famosa nota se publicó firmad

por Romanones y Alhucemas. Tambiéconocí al marqués de Alhucemas, doManuel García Prieto. Le saludé más d

una vez, de niño, en casa de mi abueloque había sido ministro en un gobiernpresidido por el marqués, que debía s

ítulo, otorgado por Alfonso XIII, a sntervención en uno de los tratados quse concertaron entre España y Francipara distribuir las zonas de influencia e

Marruecos. Pero la única vez que hablcon él fue en circunstanc

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