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1 INTRODUCCIÓN ¿Comedia o tragedia? Es la pregunta que cada individuo puede hacerse. En Colombia se vive en ambas; hay momentos cuando se puede disfrutar de buenas vivencias, pero siempre llegaran las tragedias como son una enfermedad, una quiebra económica, un secuestro o matar a alguien sin premeditarlo; sí, se puede decir que este es el drama que vivencian los indiciados o victimarios de accidentes de tránsito, un descuido, un peatón irresponsable, evitar atropellar a alguien, la carretera mojada, unos tragos de más y la vida se vuelve una tragedia. Este es el tema que se desarrollará en el presente trabajo, ver más allá que simplemente culpar a un ser humano que la vida le cambio en unos segundos, él cual debe enfrentar la culpa, la angustia, el dolor, en otras palabras vivir un duelo por quitarle la vida a un ser humano “sin querer”. Para la realización de la presente monografía, como se mencionó en apartados anteriores, las autoras miran desde otra perspectiva cómo es la vivencia de duelo de un indiciado por accidente de tránsito. ¿Qué pasa con estas personas? Uno de ellos muy probablemente, se levantó como en un día normal, se despide de su señora esposa y de sus tres pequeños hijos, sale de su casa manejando su carro como de costumbre para ir a su trabajo y de pronto, algo terrible ha pasado pues éste cuando abre sus ojos hay mucha gente a su alrededor, se escuchan voces y llantos, pero ¿qué paso? Y de pronto un muerto, y ¿qué hice?, ¿yo lo mate? A partir de lo expuesto se puede decir que en la vivencia de duelo muchos factores pueden incidir alrededor del indiciado, ya sean sus valores o principios morales, el significado que tenga para él, la muerte o quizás hasta el mismo hecho de matar a alguien “con o sin culpa” y diversos factores de su personalidad; así mismo, se podría pensar en él o la fallecida en términos de la edad, si por ejemplo fue quizás alguien con escasos años de vida, si era joven o qué rol desempeñaba familiar y/o socialmente, si era, como ejemplo, un padre de familia quien sostenía su hogar, esto

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INTRODUCCIÓN

¿Comedia o tragedia? Es la pregunta que cada individuo puede hacerse. En Colombia se

vive en ambas; hay momentos cuando se puede disfrutar de buenas vivencias, pero

siempre llegaran las tragedias como son una enfermedad, una quiebra económica, un

secuestro o matar a alguien sin premeditarlo; sí, se puede decir que este es el drama que

vivencian los indiciados o victimarios de accidentes de tránsito, un descuido, un peatón

irresponsable, evitar atropellar a alguien, la carretera mojada, unos tragos de más y la

vida se vuelve una tragedia.

Este es el tema que se desarrollará en el presente trabajo, ver más allá que

simplemente culpar a un ser humano que la vida le cambio en unos segundos, él cual

debe enfrentar la culpa, la angustia, el dolor, en otras palabras vivir un duelo por

quitarle la vida a un ser humano “sin querer”.

Para la realización de la presente monografía, como se mencionó en apartados

anteriores, las autoras miran desde otra perspectiva cómo es la vivencia de duelo de un

indiciado por accidente de tránsito. ¿Qué pasa con estas personas? Uno de ellos muy

probablemente, se levantó como en un día normal, se despide de su señora esposa y de

sus tres pequeños hijos, sale de su casa manejando su carro como de costumbre para ir a

su trabajo y de pronto, algo terrible ha pasado pues éste cuando abre sus ojos hay mucha

gente a su alrededor, se escuchan voces y llantos, pero ¿qué paso? Y de pronto un

muerto, y ¿qué hice?, ¿yo lo mate?

A partir de lo expuesto se puede decir que en la vivencia de duelo muchos

factores pueden incidir alrededor del indiciado, ya sean sus valores o principios

morales, el significado que tenga para él, la muerte o quizás hasta el mismo hecho de

matar a alguien “con o sin culpa” y diversos factores de su personalidad; así mismo, se

podría pensar en él o la fallecida en términos de la edad, si por ejemplo fue quizás

alguien con escasos años de vida, si era joven o qué rol desempeñaba familiar y/o

socialmente, si era, como ejemplo, un padre de familia quien sostenía su hogar, esto

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causa sentimientos encontrados y cada quien de acuerdo a su personalidad y a sus

herramientas internas, procesa de una u otra manera dicha información.

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I. EL DUELO Y SUS TEORÍAS

El duelo es un tema que ha tomado gran importancia en los últimos años: A continuación se mencionaran algunos aportes teóricos que se han hecho respecto al tema.

A. Teorías del Duelo

Cuando se habla de la muerte muchas personas prefieren evadir el tema, se molestan ya

que les parece que no es un tema apropiado para una conversación o sencillamente no

dan su opinión, pero lo que no creen es que la muerte en particular forma parte del ciclo

de vida de los seres humanos, la muerte camina todo el tiempo al lado de las personas.

Los sentimientos relacionados con la posibilidad de morirse siempre están ahí,

promoviendo cambios y removiendo emociones, pensamientos y conductas. Es un

trayecto necesario a lo largo del transcurrir existencial, e inevitable. Recorrer dicho

viaje mediante una reflexión – meditación consciente facilitará el ahondamiento y la

capacidad para elaborar mejor los procesos venideros.

Es importante que se vea el dolor no como algo pasivo que sucede y que es una

“mala” jugada del destino y que no se puede hacer nada, el duelo es algo activo, esto

implica que se debe elaborar y procesar. Attig (citado en Rodríguez, 2003), describe el

duelo como un proceso lleno de elecciones, cambios y posibilidades que se puede

aceptar o descartar, seguir o evitar. En este sentido, el duelo requiere dirigirse hacia

fuera para exteriorizarlo a través de una vivencia para su efectividad.

Cuando se vivencia un duelo lo más seguro es que se pase por todo tipo de

emociones. Es probable que se esté triste, preocupado, asustado, impresionado o

confundido. Como también se puede estar enojado, engañado, aliviado, culpable,

exhausto o simplemente vacío. Las emociones pueden ser más intensas o más profundas

que lo habitual, o estar entremezcladas de una manera que nunca se habían

experimentado.

Posada (2005) comenta que algunas personas se les dificulta concentrarse,

estudiar o comer cuando están atravesando una etapa de duelo. Otras pierden el interés

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por actividades que solían disfrutar. Algunos se enfrascan en juegos de computación o

beben o comen en exceso. Y otras personas se sienten adormecidas, como si nada

hubiese ocurrido.

Todas estas emociones son reacciones naturales frente a la muerte.

Vale la pena recordar que el duelo no siempre se debe relacionar con la muerte.

Existen muchos tipos de pérdidas, una persona también puede hacer duelo tras la

ruptura de una relación íntima o después de que uno de los padres, un hermano o un

amigo cambia de lugar de residencia, perdida de un miembro del cuerpo, una quiebra

económica, un despido laboral o matar de manera involuntaria a otra persona.

Kaplan, (citado en Posada, 2005) dice que el proceso de duelo lleva tiempo y

las heridas se sanan gradualmente. Es un proceso similar a las de una herida física,

duele hasta que poco a poco que queda la cicatriz. Las reacciones que se presentan son

totalmente normales y esperables ante la pérdida de un ser querido y son comunes a

todo aquel que se encuentra en situación de duelo .Pueden presentarse de forma

simultánea o sólo algunas de ellas por una vez, el predominio de una sobre otra o

escalonadamente, pudiendo persistir algunas por un tiempo más prolongado o continuar

en la siguiente fase del duelo.

El autor anteriormente mencionado dice que durante el período de duelo se

realiza un proceso de adaptación a la vivencia de convivir sin lo que se ha perdido, ya

sea de carácter físico, material o afectivo; este proceso de adaptación, como cualquier

otro, implica una serie de etapas que deben ser vividas para la superación del duelo. Es

el proceso de adaptación a una situación nueva. Cualquiera que sea el carácter del duelo,

este proceso moviliza todo un conjunto de emociones, que varían de acuerdo con las

etapas del mismo y el grado de significado que tenía la situación o persona perdida y si

la pérdida fue inesperada o repentina (citado en Posada, 2005).

Los indiciados por homicidio culposo en accidentes de tránsito, cumplen con

algunas o todas las características que se dan en un duelo normal.

Perplejidad y aturdimiento ante lo ocurrido.

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Sensación de debilidad.

Sentimientos de culpa.

Dificultad para concentrase y hablar, entre otros.

A veces, ilusiones y alucinaciones respecto al fallecido.

Dolor y malestar – llanto y suspiros –.

Muchos autores han escrito sobre las fases o etapas que se vivencian durante un

duelo, desde los trabajos pioneros de Elizabeth Kubler Ross, a finales de los años 60. En

el presente trabajo se citaran los que se consideran más relevantes. Teniendo presente

que las fases no siempre se viven de manera ordenada.

1. El duelo según Bwolby

Existen diversas definiciones de duelo, una de las más completas que se puede

encontrar es esta la cual es una definición general, que permite incluir a algunos de los

autores más relevantes que han trabajado en el tema (Freud, 1917; Lindemann, 1944;

Bowlby, 1961; Rando, 1983; Parkes & Weiss, 1983; Niemeyer, 2000) El duelo es la

reacción ante una pérdida que puede ser la muerte de un ser querido, pero también la

pérdida de algo físico o simbólico, cuya elaboración no depende del paso del tiempo

sino del trabajo que se realice. Claramente cambia el curso normal de la vida de una

persona pero es un proceso normal.

En 1985, Bwolby (citado en Posada, 2005), habla de cuatro fases que tienen

lugar durante el duelo las cuales mencionaremos a continuación.

a. Entumecimiento o aturdimiento: En esta fase la persona se puede sentir

aturdido o embotado, sin capacidad de procesar la información. Es como si se estuviese

anestesiado y la persona crea que no siente nada o simplemente no puede expresar

dolor por lo que se actúa de forma automática y se puede hacer cosas que luego no se

recuerdan.

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El autor antes mencionado continua diciendo que la persona afectada por la

pérdida no cree lo que ha ocurrido, confusión, inquietud, oleadas de angustia disparadas

por recuerdos del difunto, agitación, llanto, sensación de ahogo, opresión, vacío en el

abdomen, sofocos debilidad muscular. Pensamientos obsesivos, repetición de los

eventos que condujeron a la muerte. Síntomas físicos, trastornos del sueño y del apetito,

nauseas, diarreas, palpitaciones mareo. Algunas personas pueden asumir una actitud

frente a la negación y es de “momificar” a la persona que ya no está, guardando todas

las cosas o posesiones de una manera intacta para que cuando la persona regrese pueda

utilizarlas. Otra manera en que se puede enfrentar esta primera fase es cuando la

persona que vivencia la pérdida se convence de que ésta no es significativa – cuando

realmente lo es - , tomando una postura como si nada hubiese pasado deshaciéndose

rápidamente de todas las pertenencias y recuerdos del fallecido y así olvidar todo la

relacionado con esa persona; sin darse un tiempo necesario para vivir el duelo (citado en

Posada, 2005).

b. Añoranza y Búsqueda: Esta segunda fase puede durar varios meses. Se

experimenta un dolor intenso y el deseo de buscar y recuperar lo que sea perdido.

El verdadero significado de la pérdida golpea con fuerza. La persona tiene la

sensación de que está al borde de una crisis nerviosa y se teme perder la cordura. -

nerviosismo, por la separación, estrés, culpa, rabia, tendencia a buscar al ser querido,

continuar con la rutina acostumbrada, sueños con el fallecido, negación frustración,

miedo a la muerte, entre otros. Algunas personas en esta fase no se permiten sentir

dolor, por lo que buscan pensar y hablar solo cosas agradables del fallecido e

idealizarlo, evitan las cosas que lo recuerdan, evaden la realidad cambiando de lugar

geográfico, entre otras estrategias lo que se busca es no enfrentar la situación y no

sentir dolor - lo cual dificulta que la persona pueda avanzar y estar mejor –.

Los familiares, amigos cercanos o un terapeuta pueden ser de mucha utilidad

para escuchar lo que se siente, contener el dolor, apoyar y alentar a seguir adelante

(citado en Posada, 2005).

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c. Desorganización y Desesperanza: En este momento el individuo se enfrenta a

la realidad. La persona prefiere estar sola. Siente que tiene que hacer algo para salir de

su situación, en la cual siente fatiga, debilidad, necesidad de sueño, desesperación y

desamparo, es el momento donde se asume la realidad de la pérdida y físicamente se

está agotado, derrotado y abatido pero con la necesidad de adaptarse a lo ocurrido o de

lo contrario se dan conductas evasivas como el comenzar a consumir drogas, alcohol, o

trabajar de más entre otros. En el área emocional es común sentir el deseo de morir, lo

cual abre la puerta a enfermedades, se intensifican los problemas alimenticios y del

sueño, sentimientos de culpa, agresividad y la sensación de minusvalía.

Vale la pena recordar que cada persona vivencia el duelo de maneras distintas,

esto depende de cómo era la relación con la persona fallecida y los roles que este

desempeñaba. El duelo puede llevar a la persona a dudar de su seguridad e incluso

genera sensaciones de inutilidad, incapacidad o infantilismo. De esta manera los

intentos de querer cumplir con los roles del fallecido pueden fracasar y esto, a su vez,

puede llevar a una mayor sensación de baja autoestima, frustración y vacío, aumentando

el riesgo de depresión y por ende, la necesidad de apoyo (citado en Posada, 2005).

d. Reorganización: En este momento del duelo la persona retoma su camino de

la vida. Significa aceptación emocional de la pérdida, y un cambio en la visión del

mundo de forma que sea compatible con su nueva realidad. Se reconstruye la forma de

ser, retoma el control de su vida, búsqueda de un significado, cerrando el círculo - cerrar

la herida - perdonando y olvidando otras reacciones, aumenta la energía física y

emocional, se restaura el patrón de sueño normal.

Una vez que ha realizado los cambios necesarios en su sentido y estilo de vida, y

que ha recuperado su nivel normal de autoestima -verse a sí mismo con un sentido

positivo- Esta etapa se caracteriza por vivir para sí mismo. pp. 46 – 48

2. El duelo según Worden

El autor Worden (1997) no habla de fases o etapas del duelo. Él prefiere hablar de tareas

ya que lo que se pretende es que la persona que vivencia el duelo adquiera una mayor

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responsabilidad frente a su proceso, que no asuma una mentalidad pasiva, sino de

alguien que puede decidir y realizar ciertas tareas que le van a permitir avanzar y

sentirse mejor frente a la pérdida. El proceso implica que la persona debe cumplir cuatro

tareas básicas, si se cuenta con la ayuda de otras personas sería maravilloso. Las tareas

son las que se enunciaran a continuación.

Llevar a la persona a que reconozca la pérdida en todos los aspectos, a nivel

mental y afectivo. Esto le permitirá al individuo aceptar que la pérdida es irreversible.

Es afrontar plenamente la realidad de que la persona está muerta, que se ha marchado y

no volverá, venciendo la sensación de que "no es verdad" que haya muerto y que más

adelante volverá. Que la persona logre comprender que el reencuentro es imposible en

esta vida.

Expresar de manera abierta todos los sentimientos y emociones que se estén

sintiendo en el momento, sin reprimirse. Es importante recordar que las personas

pueden manifestar dolor de diferentes maneras después de una perdida; a nivel

emocional, de conducta e incluso físico, como también éste dolor se puede manifestar

mediante algunos síntomas u otras formas de conducta disfuncional que alargarán el

curso del duelo.

Esta segunda etapa según Worden, se puede tornar más difícil por la presión

social ya que para muchas personas el ver sufrir, llorar, no hablar, no dormir bien y no

alimentarse de una manera correcta, entre otros, son síntomas que la persona no se

encuentra bien, por lo tanto buscan la manera de distraerla para que disipe el dolor y no

lo exprese de manera abierta y tranquila. Como también está la otra cara, y es la de la

persona que vivencia el duelo que no se permite sentir o expresar dolor por temor a ser

criticado(a) o para que no sientan lastima. Hay muchas formas de bloquear los

sentimientos y negar el dolor, pero todas consisten en eso, no sentir dolor, evitar tener

sentimientos dolorosos.

Crear y desarrollar nuevas habilidades que le permitan reconstruir aspectos del

mundo interior que estén dañados o necesiten ser fortalecidos. En este momento del

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duelo lo que se busca es que la persona logre adaptarse a su nuevo estilo de vida, sin la

persona fallecida no solo sumiendo los roles del que ya no está, sino a su propia vida.

La pérdida a causa de una muerte puede cuestionar los valores fundamentales de

la vida de cada uno y sus creencias filosóficas, creencias influidas por la familia, la

educación y la religión así como por las experiencias vitales. Si el individuo se detiene

en esta tarea de no adaptarse a la perdida, luchara contra sí misma sintiéndose impotente

por lo que no desarrollara habilidades de afrontamiento necesarias y se aislará del

mundo sin lograr enfrentar las exigencias que este lo presenta.

Reinvertir toda la energía emocional que se tiene y que se está entregando a lo

perdido; sea físico, material o afectivo y, redireccionar a otras personas o intereses.

Abrirse hacia nuevas opciones en la vida.

Vale la pena recordar que no hay un tiempo específico en el cual se puede

terminar un proceso de duelo, esto depende de cada persona; pero si se puede coincidir

que el proceso termina cuando el individuo supera la última tarea. Una de las señales

que se pueden ver es cuando la persona es capaz de pensar en el fallecido sin dolor, sin

manifestaciones físicas (opresión en el pecho, llanto intenso) y puede volver a invertir

sus emociones en la vida y en los que continúan vivos.

3. El duelo según Elisabeth Kubler- Ross

La Dra Ross (1989) hace un paralelo entre el capullo de seda de la mariposa y la

muerte:

Digo que la muerte física del hombre es idéntica al abandono del capullo de seda

por la mariposa. La observación que hacemos es que el capullo de seda y su larva

pueden compararse con el cuerpo humano. Un cuerpo humano transitorio. De

todos modos, no son idénticos a vosotros. Son, digámoslo así, como una casa

ocupada de modo provisional. Morir significa, simplemente, mudarse a una

casa más bella, hablando simbólicamente, se sobreentiende. Desde el

momento en que el capullo de seda se deteriora irreversiblemente, ya sea

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como consecuencia de un suicidio, de homicidio, infarto o enfermedades

crónicas (no importa la forma), va a liberar a la mariposa, es decir, a vuestra

alma” (p. 12).

García, hablando del dolor, dice:

No se puede crecer sin sufrir. El dolor tiene diversos rostros: puede estar

provocado por la irresponsabilidad humana y por circunstancias fortuitas e

imprevisibles, pero está inscrito en la ley misma de la naturaleza. Las víctimas y

familiares de accidentes de tráfico, de atentados terroristas, de malos tratos, de

adicciones, de enfermedades físicas o psíquicas, de desempleo, y separaciones,

entre otros. La dinámica del desprendimiento es una constante de la vida

humana. La persona crece en la medida en que acepta creativamente el principio

de la separación y de la pérdida como condición necesaria para vivir. Nadie

puede saber cómo reaccionará ante una pérdida hasta que no se encuentra frente

a ella (2005, ¶ 2).

Ross (citada en García, 2003, ¶ 16), menciona las distintas etapas de un

proceso de elaboración del duelo las cuales se mencionan a continuación:

a. Repulsa: Rechazo de la verdad. Se niega la realidad. Hay resistencia a

afrontar la experiencia dolorosa. Esta permite amortiguar el dolor ante una noticia

inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y pronto será

sustituida por una aceptación parcial (Ross, 1989, p. 11 – 12).

b. Rebelión: Reconocimiento de la verdad. Es el momento cuando se busca una

justificación a para tanto dolor que se siente, y es aquí donde se buscan responsables o

culpables frente a la perdida, sea médicos, familiares, amigos o Dios entre otros (Ross,

1989, p. 12 – 17).

c. Depresión: Abatimiento ante la verdad. Cuando no se puede seguir negando la

perdida, la persona se siente debilita, invadida por una profunda tristeza. Este es un

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estado, de preparación para la aceptación de la realidad en el que no se debe reprochar

al doliente por su estado. Antes por el contrario si al doliente se le permitiera expresar

su dolor, le sería más fácil la aceptación final. Esta etapa requiere de mucha

comunicación verbal, ya que el doliente es muy repetitivo en su discurso. También es

importante las manifestaciones de afecto acariciar una mano, la cabeza o simplemente

permaneciendo en silencio al lado (Ross, 1989, p. 17 – 21).

d. Aceptación: Reconciliación con la verdad. El llegar a esta etapa no significa

que el doliente se encuentra feliz, este es simplemente un primer paso en la lucha

interna que se vive. Es el momento cuando se puede sentir cierta paz, se puede estar

bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del dolor que se siente.

La vida se va imponiendo. Se sienten nuevas fuerzas y se puede llegar a pensar que

todo ese dolor tiene algún sentido (Ross, 1989, p. 23 – 38).

4. Duelo según Turmel

Turmel (2009) se refiere al duelo como un acontecimiento de los más

estresantes de la vida. Se tiene miedo de la pérdida de compañerismo y de los cambios

que puede traer a la vida. Se necesita tiempo para sanar las heridas físicas como las

emocionales, y persona responde de manera diferente (¶ 4).

Turmel dice que el duelo y las etapas del complejo proceso de duelo son

necesarias. A pesar de que el presente se considera insoportablemente doloroso, es sano

y normal para una persona en duelo de experimentar emociones intensas y cambios de

humor rápido. Estas son reacciones naturales a la pérdida (2009, ¶ 7).

Se necesita tiempo para sanar. El período de duelo depende de la situación y

varía mucho de persona a persona. El duelo no es una debilidad, es una necesidad.

Negarse a llorar no es valiente y puede causar un gran daño, más adelante (Turnel,

2009, ¶ 8).

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Hay muchos autores que abarcan el duelo diferentes maneras. Las tres etapas

descritas a continuación son las que la Asociación Canadiense de Salud Mental ofrece.

Sin embargo, la gente normalmente no se deriva de la primera etapa hasta la última en

un orden lógico. Algunas personas pueden ir y venir entre las etapas. La cantidad de

tiempo que se tarda en pasar por las diferentes etapas varían (Turnel, 2009, ¶ 12).

a. Etapa I - Adormecimiento o Shock - Inmediatamente después de la noticia de

la muerte, probablemente se experimentará un período en el que se siente muy poco,

salvo una sensación de irrealidad. Algunas personas han descrito este periodo como

encerrados en un capullo, o como "sonambulismo", a través de los detalles del funeral y

necesaria, que sigue a la muerte. Esta etapa puede durar varias semanas o varios meses

(Turnel, 2009, ¶ 13).

b. Etapa II - La desorganización - Finalmente, el choque de protección de la

naturaleza comienza a desaparecer, y los sentimientos comienzan a cobrar vida de

nuevo. Se puede tener algunos síntomas físicos como opresión en la garganta, falta de

aliento, la necesidad de suspirar con frecuencia y la fatiga extrema. Los síntomas

emocionales pueden ser aún más preocupantes. La ira en el ser amado por morir y la

culpa de no tener la compañía puede ser abrumadora. Es necesario revisar la vida de la

persona fallecida y los acontecimientos que condujeron a la muerte real. Lo más

aterrador de todos puede ser la sensación de perder el control emocional. Se trata de un

doloroso período de agitación emociona o cual es una parte normal y necesaria del

proceso de duelo. La mayoría de las personas se recuperan, pero puede llevar semanas,

meses o, hasta cierto grado, durante varios años (Turnel, 2009, ¶ 14).

c. Etapa III - Re-organización - Con el tiempo, habrá períodos en los que no se

piense en la pérdida, y el doliente se puede centrar en las tareas diarias. Un gran dolor

nunca es olvidado por completo, sino que toma su lugar entre otros de la vida, las

exigencias más inmediatas. Más profundas amistades pueden formarse a través del

proceso de compartir. Se puede tener una nueva conciencia de la preciosidad de la vida

y del valor de las personas y experiencias (Turnel, 2009, ¶ 15).

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5. Duelo según Isa Fonnegra

Años atrás las vivencias de duelo no se tenían en cuenta como en la actualidad; la

doctora Fonnegra (1999), dice: “en los últimos años ha surgido una tendencia a

reconocer el enorme valor emocional y psicológico que las perdidas tienen, a estudiarlas

y a comprender sus procesos, su curso natural y sus efectos en el ser humano” (p. 181).

Para la presente monografía se tiene en cuenta el proceso que elabora el

indiciado por homicidio culposo de accidente de tránsito, en la literatura se puede

indagar por ejemplo que para la doctora Saz (2006) “el duelo es un estado de pérdida de

un ser querido que se acompaña de angustia y de dolor moral, pudiendo ocasionar una

verdadera reacción depresiva y que necesita un trabajo intrapsíquico, llamado trabajo de

duelo para ser superado (p. 105).

Vale la pena aclarar que cada persona es única e irrepetible y con diferentes

esquemas de respuesta, pero según estudios realizados, la mayoría de las personas

tienen cierta tendencia a elaborar un proceso de duelo de manera similar, lo que

posibilita categorizar el proceso de duelo, no queriendo decir que este proceso se de de

manera rígida para todos, pues como se ha venido diciendo, la manera en cómo se actué

o se reaccione ante determinado acontecimiento de la vida, es única y se podría decir

que tiene mucho que ver con antecedentes familiares, factores culturales, factores

genéticos y a experiencias personales, entre otros.

Menciona Rojas (2005) que las experiencias de perdida y duelo son

fundamentales en el desarrollo emocional de un ser humano, en donde están

involucrados reacciones de tipo físico, emocional, familiar, conductual, social y

espiritual.

Algunas personas se podrían peguntar ¿cómo puede ser algo tan doloroso,

fundamental?, se podría ver la vida como un soplo de viento, que pasa rápidamente por

un costado sin darse cuenta, no se es responsable por los actos de los demás pero sí de

los propios, que aunque se realicen de manera inconsciente, como en el caso de algunos

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indiciado por homicidio culposo en accidente de tránsito, puede ser un evento en el cual

quizás la persona afectada toma conciencia de lo que acaba de acontecer, solo en el

instante en que abre sus ojos. Si cuando ya hay un muerto delante de ellos.

En la medida en que se maneje la situación y su proceso interno de duelo podrá

continuar su camino, con mucha más precaución, madures y responsabilidad de sus

actos.

Con respecto al tiempo, es conveniente mencionar que están involucrados

factores individuales y familiares, pues hay personas que pueden tardar más que otras en

elaborar un duelo, sin que esto quiera decir que es algo patológico.

Para algunos autores el tiempo es un factor determinante en el criterio del duelo

patológico, en lo personal diría que la elaboración de un duelo depende de diversos

factores tanto individuales como culturales, en la cotidianidad se puede ver como unas

personas demoran más en su proceso de superación ante los diversos elementos que

pueden generar o requerir un proceso de duelo como lo es la experiencia traumática que

vivencia los indiciados en accidente de tránsito.

Llegado a este punto se considera prudente mencionar que el término “Hacer y/o

procesar un duelo”, se utiliza, para referirse a las etapas o fases que se vivencia en el

mundo interior del doliente o en este caso del indiciado a partir del suceso doloroso.

Ponte (2008) comenta que en términos de la emoción, el duelo es una de las

afectaciones más fuertes, que a su vez puede generar diferentes sentimientos como

ejemplo de desolación, tristeza, angustia, y llegar hasta la depresión.

Continua diciendo la autora (2008), anteriormente mencionada, que las pérdidas

son experiencias que aunque traen dolor no se pueden evitar, todas ellas implican una

renuncia, un abandonar algo conocido y seguro para aceptar los retos que plantea el

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crecer y el alcanzar autonomía como persona. Son experiencias universales y sean o no

reconocidas como perdidas, de todas maneras generan una reacción emocional de

depravación y duelo. Pero la sociedad es generadora del sufrimiento, del dolor, de la

muerte y por ende de las pérdidas, muchas veces las ignora como experiencias

significativas por las cuales todos los seres humanos, inevitablemente, tendrán que

asumir. Sin embrago teniendo en cuenta éste desconocimiento, aún no se enseña cómo

afrontar la pérdida, qué es natural sentir ante una pérdida.

Además, sería necesario comprender que aprender a perder, constituye todo un

reto equivalente a reconocer que la vida está compuesta no solo de momentos gozosos

sino que estos se alteran con otros dolorosos; es admitir que así como hay épocas de

primavera también las hay de invierno y que conocer lo qué es un duelo y lo que se

puede esperar en los difíciles momentos de pérdida prepararía al ser humano

emocionalmente con herramientas más útiles y adaptativas para afrontar la diversidad

en el instante en que la pérdida se presenta.

Cuando la muerte ocurre en circunstancias traumáticas, el duelo puede tener la

tendencia a complicarse, porque los afectados se deben enfrentar al mismo tiempo con

el estrés postraumático.

Vale la pena aclarar que por razones personales para este trabajo, se toma en

cuenta solamente la vivencia de duelo.

Para una persona la pérdida de un ser querido como consecuencia de un

homicidio culposo o un accidente de tránsito puede ser, además de dolorosa, traumática,

mientras que para otra no. Sin embargo, algunos factores hacen que una muerte sea

traumática (y el duelo más complicado).

Teniendo en cuenta lo que evidencian los indiciados que se tuvieron en cuenta

para éste trabajo, se puede decir que el proceso de duelo en estas personas, tiene la

tendencia a complicarse debido a que entre menos esperable y prevenible sea una

muerte, más absurda e ilógica aparecerá y más difícil será el proceso de aceptación del

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hecho.

A continuación se mencionan algunos factores que se consideran importantes a

tener en cuenta y que según la Autora antes mencionada, pueden hacer que el proceso

de duelo sea más complicado.

Lo súbito, sorpresivo y no anticipado de la muerte.

La violencia, mutilación o destrucción del cuerpo.

Si la muerte fue determinada por factores de asar que pudieron haber sido

evitados.

Cuando se habla de una muerte súbita y especialmente si ha sido como en este

caso por accidente, puede complicarse debido a:

La capacidad de adaptación disminuye como consecuencia del choque; el yo sé

sobrecarga y aparecen a la vez otros múltiples factores estresantes.

El mundo presuntivo, ósea el mundo predecible que se consideraba

relativamente seguro, se extrémese sin preaviso ninguno, y las creencias que hasta

entonces representaban el orden confiable del universo personal, por ejemplo la noción

de vulnerabilidad, se alteran o invalidan.

Se trata de una muerte absurda, que no puede comprenderse ni absorberse y que

tampoco permite hacer un “cierre” (despedirse, decirse adiós, poner punto final a la

relación).

Los síntomas agudos del duelo y el choque emocional y físico persisten por más

tiempo.

El doliente reconstruye obsesivamente los eventos y el escenario en que

sucedieron, buscando entender esa muerte y obtener elementos de control sobre ella.

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Las reacciones emocionales suelen ser más intensas: son mayores la rabia, la

culpa, la ambivalencia, la desorganización, la confusión, el desamparo y la

vulnerabilidad. Todo esto unido a una necesidad de encontrarle un significado a la

muerte, un porqué.

Aparece el estrés postraumático, que se manifiesta a través de la intrusión

repetitiva de imágenes y recuerdos trágicos y del incremento de algunas respuestas

fisiológicas, de hiperactividad o parálisis, para este caso se podría presentar el temor a

conducir nuevamente, entre otros.

6. Duelo según Nancy O Connor

La doctora O Connor (1990) dice que ciertas respuestas emocionales se

presentan en forma de etapas, las cuales Ross (1967) categoriza enfocadas en el caso de

una enfermedad Terminal.

Quien según ella, descubrió que la mayor parte de los pacientes con experiencia

de duelo, experimentan periodos de negación, enojo, negociación y depresión antes de

alcanzar la aceptación. Además agrega que esos sentimientos, generalmente dados en el

orden en que los identificó la doctora Ross, antes mencionada, son sentimientos

comunes en las personas cuando se ven obligadas a ajustarse a cambios, ya sean de tipo

positivos o negativos, en su experiencia de vida.

Reacción inicial de choque e incredulidad: “No puede ser que esto esté

ocurriendo”.

Negación como mecanismo de defensa útil, puesto que permite a la spsiquis

acomodarse y asimilar la realidad paulatinamente y no de un solo golpe: “Esto no me

puede ocurrir a mí”.

Page 18: Monografia Parte 2 - Biblioteca Digital Universidad de San

18

Rabia e irritabilidad, como una manifestación inicial del declinar de la negación.

Preguntas como “¿por qué a mí?”, “¿por qué ahora?”, expresan la inconformidad del

paciente con su obligado destino.

Negociación, la persona se compromete a realizar buenas obras y sacrificios,

para obtener otra oportunidad.

Tristeza y depresión, esta depende en gran medida del acompañamiento familiar

y el apoyo en general.

Aceptación pacífica de la muerte.

Estas etapas no ocurren en todos los pacientes en una secuencia

cronológicamente ordenada y que no siempre al final se logra una tranquila aceptación

de la muerte por los que atravesaron las etapas antes mencionadas.

En el indiciado por homicidio culposo por accidente de tránsito, se puede

evidenciar como en su experiencia de duelo se presentan sentimientos de rabia, tristeza

y la negación entre otros, como parte de su proceso.

El Duelo normal se puede procesar entre uno a dos años, dependiendo de

múltiples factores, como ejemplo de las características del evento doloroso, entre otros.

En la literatura indagada se puede ver que algunos autores expresan que con

frecuencia un año no es suficiente, en la perdida de un cónyuge o un hijo, que por

ejemplo, un plazo de dos años puede ser una expectativa más realista del tiempo que se

requiere para la cicatrización y la recuperación.

Si se permite que la elaboración del duelo siga su curso natural, es posible

anticipar un marco característico de tiempo.

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19

El duelo, en general es una respuesta de adaptación al estrés, pero en los casos

más extremos puede presentarse un verdadero síndrome depresivo.

La doctora O Connor (1990) expresa que el duelo sigue un patrón predecible;

aun cuando cada persona siga los pasos de ese patrón a su propio modo, es muy útil

saber que los demás comprenden los sentimientos de la persona que se encuentra

atravesando por un duelo.

“El dolor psicológico que se pude sentir, es tan importante como cualquier

herida física observable, solo el tiempo podrá dar una distancia respecto de los

sucesos de la muerte, el tiempo por sí solo no cura, pero la duración del proceso

de duelo ayuda en la recuperación, si se permite experimentar, sentir lo que sea

necesario para liberar al fallecido y continuar con la propia vida” (O Connor,

1990, p. 24).

a. Etapa I: Ruptura de antiguos hábitos. (Desde el fallecimiento hasta ocho

semanas). Las semanas que siguen inmediatamente a una muerte son un periodo de

entumecimiento y confusión, nada es normal; prevalecen los sentimientos de choque,

incredulidad, protesta y negación. La muerte es una separación obligada, un

rompimiento, te sientes como cortado en carne viva, tus emociones esparcidas al viento.

Si el fallecimiento fue repentino e inesperado, la angustia es más aguda, es posible que

se sienta una conmoción física real cuando se recibe la noticia.

Durante esta primera fase del duelo, la persona puede experimentar cambios en

su vida cotidiana; es posible que se alteren sus hábitos alimenticios y de descanso

nocturno. Frecuentemente, la persona duerme inquieta y puede tener sueños

perturbadores, despertándose a la mitad de la noche, sin que pueda volver a conciliar el

sueño; así mismo, tal vez se despierte a las cinco de la mañana, agotada y tensa.

Algunas personas comen mas al sentirse despojadas, otras comen menos, pierden el

apetito completamente, estas perturbaciones solo duran un breve plazo y desaparecen

gradualmente. Si persisten por muchas semanas, la persona deberá hacer un esfuerzo

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para cambiarlas, o buscar ayuda profesional para hablar acerca del progreso que se ha

tenido o ausencia del mismo.

1) La presencia del fallecido: Las lágrimas y los sentimientos de tristeza

profunda aparecen en momentos inesperados; es posible que se esté presenciando un

filme o un programa de televisión o conduciendo un auto, mercando, sentado en la

iglesia o jugando tenis, cualquier momento en que surge el recuerdo de la persona

fallecida es un momento potencial para las lágrimas. Es muy importante que se permita

la elaboración der esos sentimientos de aflicción, es purificante y depurador. Se debe

permitir derramar las lágrimas para una recuperación más rápida. La supresión del

llanto no cumple ninguna función; sin embargo el permitir que fluyan las lágrimas

aliviará parte del dolor.

En las primeras semanas de duelo es común y normal el estar preocupado

“incluso obsesionado” con la persona muerta.

El hablar con el muerto es una forma de liberar la tención que agobia al doliente,

visitar la tumba, escribirle cartas, llevar un diario o sostener una recomendación

imaginaria son medios para finiquitar los asuntos que quedaron pendientes en la

relación; es irrelevante si el fallecido escucha o no los mensajes, éstos, al igual que los

funerales son para el doliente.

2) Tener paciencia: Son muy comunes la confusión mental y una disminución

en los niveles de energía. El gasto de energía que se requiere para enfrentar y resistir los

impulsos emocionales que continúan surgiendo provoca fatiga y agotamiento, este no es

un buen momento para tomar decisiones importantes.

Las actividades cotidianas más simples como el comprar, comer, dormir o

vestirse pueden resultar molestos durante un tiempo. Pero cada día que se sobreviva, es

un paso en el camino a la recuperación.

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b. Etapa II: Inicio de reconstrucción de la vida. (De la octava semana hasta un

año). Incluso después de que han pasado unos cuantos meses, el dolor y la confusión

siguen siendo agudos, pero estos van disminuyendo gradualmente; la recuperación

comienza a darse de manera automática y sin una percepción consciente. Los patrones

de hábitos aun serán erráticos, como en un estado de flujo, cambiando de las anteriores

rutinas establecidas a otras nuevas.

El descanso nocturno puede ser un problema todavía, es posible que todavía la

persona se despierte en la noche inquieta y tensa. Tal vez se sienta que no puede

relajarse completamente y le preocupe la fatiga constante.

1) La lucha por la recuperación: Durante esta etapa, probablemente se

tienen periodos de depresión, sintiéndose impotente para cambiar los sucesos de la vida;

junto con la tristeza pueden aparecer periodos de baja energía y fatiga.

La tensión física y el nerviosismo continuaran. Algunos sobrevivientes tratan de

enmascarar el desamparo y la aflicción con el uso creciente de alcohol, medicamentos,

cigarrillos, café u otras sustancias. Los comportamientos que en el pasado fueron

sociales y moderados, pueden llegar a convertirse en excesivos, temporal o permanente.

Si se necesita apoyo, se debe de buscar, en alguna ocasión de la vida las

personas pueden requerir ayuda. La búsqueda de orientación, la asistencia profesional

puede acelerar y facilitar la recuperación de una pérdida importante en la vida de las

personas o como lo es en este caso el suceso de los indiciados.

La salud en general, es otro factor importante. Es posible que se esté débil

físicamente y se sea más vulnerable y susceptible a enfermedades menores, como virus,

sinusitis, o gripe, además esta autora expresa que también se pueden presentar

enfermedades serias, especialmente las relacionadas en forma directa con el estrés o el

nerviosismo, como la colitis o los desordenes el tracto digestivo, la gastritis y las

ulceras; también pueden aparecer enfermedades cardiacas o incluso hasta el mismo

cáncer.

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c. Etapa III: La búsqueda de nuevos Objetos de Amor o Amigos. (De los 12

hasta los 24 meses). La vida ha vuelto a la “normalidad”, algunos hábitos antiguos han

restablecido firmemente y las nuevas costumbres se han vuelto cotidianas. Las tareas

diarias fluyen, el dolor emocional es menos agudo.

La intensidad del duelo ha disminuido significativamente, ahora el llanto es

ocasional, aunque no deja de presentarse ciertos sentimientos de nostalgia y

abatimiento.

La depresión es una de las manifestaciones externas de una lucha interna y que

el objetivo de la lucha interna durante todo el proceso de duelo consiste en aceptar la

realidad de la pérdida o como en este caso del suceso del indiciado, encontrar una

nueva identidad y reconstruir la vida.

Luego del primer año, los hábitos en relación a los alimentos y el sueño deben

de haber recuperado la normalidad, así mismo debe de haber mejorado el estado de

ánimo, los problemas de ansiedad, el enojo, el resentimiento, la culpa, la salud en

general, el consumo de alcohol, cigarrillos y de medicamentos.

Para este entonces es probable que se cuente con nuevas amistades, se inicia a

planear nuevas actividades para el tiempo libre y para la vida.

El afectado podrá darse cuenta de que el proceso de cicatrización ha estado en

funcionamiento, su pensamiento es más agudo y claro, así como también el juicio y la

percepción son más racionales y confiables, las emociones son más estables, puede

haber menos preocupación en relación a sí mismo y al suceso.

En términos generales el afectado o en este caso el indiciado, para este entonces

deberá sentirse mucho mejor.

d. Etapa IV: Terminación del reajuste. (Después del segundo año). En esta

fase final ya se ha superado el proceso de duelo, la persona se sentirá bien, tranquila y

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habrá asimilado la tragedia, volviendo a su vida normal.

El afectado, podrá sentir que puede sobrevivir a cualquier pérdida, sin desearlo

claro está. Sabe que el dolor pasa con el tiempo y que la madures que se alcanza puede

ser muy gratificante en términos personales.

Los plazos antes mencionados, constituyen más bien un lineamiento flexible

basado en lo que reportan generalmente las personas que han atravesado por un proceso

de duelo. Mucho depende del grado de intimidad que se hayas tenido con la persona que

falleció.

El indiciado en accidente de tránsito, normalmente no tendría nada que ver con

el fallecido, y aunque aminora un poco la pena, no quiere decir que por tal motivo logre

olvidar el suceso, pues también puede recordar el evento con dolor cuando vaya a

conducir un automóvil nuevamente o cuando pase por el sitio de los hechos, entre otros.

El periodo de duelo se ha utilizado para cicatrizar lentamente y permitirse a si

mismo experimentar y expresar las emociones más profundas y, frecuentemente

dolorosas que hayan surgido durante la aflicción, se estará preparado para el siguiente

capítulo de la vida. Al que se debe dar la bienvenida y así disfrutar la fortaleza que se ha

adquirido para enfrentar los nuevos retos que se puedan presentar.

Ramírez (1999) define la experiencia de duelo como una pérdida de un objeto,

situación o persona significativa (p. 149).

Para el autor antes mencionado, fundamentalmente, existe de fondo un coraje

porque se ha tenido una pérdida (“te perdí”, “me dejaste”, “te fuiste”) y convergen

varios sentimientos (coraje, amor, dolor). Estos sentimientos pueden estar mezclados y,

a veces, ser confusos o alguno puede ocultar al otro (que técnicamente se denominan

sentimientos enmascarados).

Se puede llegar a sentir culpa al pensar que algo falto por hacer, y entonces la

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experiencia interna resultante es como si se quedaran algunos aspectos inconclusos. Con

facilidad se puede caer en la culpa o la depresión.

1) Pasos comunes ante la pérdida: “…existen diversos factores que entran

en juego cuando hablamos de una reacción “normal” o “patológica” en el manejo del

duelo, y no es el tiempo el indicador clave, ni el único a considerar” (Ramírez, 1999, p.

149).

Entre los factores que pueden incidir, según Ramírez (1999), se destacan las

condiciones en donde hay un sentimiento de una pre-pér-dida, por ejemplo, si es por

una enfermedad terminal, un inminente divorcio, o una próxima jubilación, entre otras,

son experiencias en las que hasta cierto punto se empieza a manejar el duelo y se

suministra un mejor estado emocional para encarar los aspectos prácticos de una futura

separación.

Mientras que una muerte imprevista, como un accidente en este caso de transito,

es una situación enteramente diferente.

Este autor, considera que existe como una especie de ruta critica, desde el

momento de la pérdida hasta la debida superación.

Expresa, que siempre existirán diferencias individuales, pero que por lo general

se puede encontrar un proceso de duelo en términos de la siguiente secuencia de

sentimientos.

a) Negación: La persona dice frases como: “no lo puedo creer”, “estoy

soñando”, “es un error”. Esta reacción aparece especialmente marcada cuando se trata

de una muerte, despedida o decepción imprevistas y ordinariamente en esta etapa no

funciona pedir al sufriente que intente resignarse ante los hechos ya que la persona ésta

demasiado enfocada en ordenar sus propias cavilaciones y sentimientos tras el impacto

inicial. Según este autor, una manifestación curiosa, aunque frecuente, es que algunas

personas se estancan en esta fase y manifiestan un trastorno en el duelo como si éste no

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existiera. Son personas que no llegan a establecer un contacto profundo con ninguna

emoción dolorosa. (Ramírez, 1999).

b) Rebelión o coraje: Tras el estado de estupor, en el cual se dificulta

aceptar la pérdida, viene un sentimiento de rebeldía ante la dolorosa y triste verdad.

c) Aceptación: Finalmente, si la experiencia de duelo es bien superada,

viene una resignación final ante lo contundente e inevitable de la pérdida real.

El indiciado por homicidio culposo en accidentes de tránsito experimenta esta

primera fase al creer que lo que le está sucediendo no es verdad, que simplemente es un

sueño, y su primera reacción es de pensar que esto no le puede estar sucediendo.

Otro sentimiento que a menudo puede surgir entre esta clase de personas, es la

culpa; teniendo claridad de que este sentimiento se da como consecuencia de algo que

se dice o se hace.

Cada persona dirige su vida con lo que se puede llamar “un código moral, de

ética o de conducta,” que no es más que un conjunto de reglas que marcan el

comportamiento.

Cuando se hace o dice algo que va en contra de esos principios entonces se

siente culpa o remordimiento. Esta culpa a su vez se puede se puede acompañar de un

autoreproche, por lo que se hizo – matar a una persona – y por lo que no se hizo - no

frenar a tiempo, salir más temprano, no tomarse unos tragos de más. -

Algo que puede incrementar la culpa en el indiciado es el señalamiento de otros

ya sea la sociedad, la religión o frente al código penal, se cometió un delito, un pecado,

se es un asesino. Como dice Riso (1997):

“la culpa surge de la valoración moral negativa que la cultura o cada uno hace

de ciertos comportamientos considerados inadecuados o indeseables. El

sentimiento de culpa suele obrar como una forma de autocastigo que apunta

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directo al corazón, una especie de harakiri psicológico autodestructivo, donde se

ataca a la persona y no a la conducta especifica. Es así como se sienten algunos

indiciados después de que cometen un homicidio culposo” (p. 32).

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II. ANTECEDENTES DE ACCIDENTES DE TRÁNSITO A NIVEL

MUNDIAL

Los accidentes de tránsito en los últimos años se han convertido en la segunda causa de

muerte después del sida. Cifras mundiales de la O.M.S. En 2007 en un artículo

publicado en su página web hablan de un millón doscientas mil muertes por año en

choques a nivel mundial.

A. Informe sobre la situación mundial de la seguridad vial

En 2004, por primera vez en la historia de la Organización Mundial de la Salud,

el Día Mundial de la Salud se centró en la seguridad vial. Aunque las colisiones en la

vía pública matan anualmente a más de 1,2 millones de personas a escala mundial, no se

les presta suficiente atención como problemas de salud, quizás porque muchos las

consideran todavía como si fueran irremediables (O.M.S., 2007).

Todos los años, más de 1,2 millones de personas mueren como consecuencia de

accidentes en las vías de tránsito y nada menos que otros 50 millones sufren

traumatismos. Más del 90% de las defunciones se producen en los países de ingresos

bajos y medianos. El Informe sobre la situación mundial de la seguridad vial se realizó

a través de una encuesta hecha en 178 países. Los resultados muestran que cerca de la

mitad de las personas que fallecen cada año por accidentes de tránsito en el mundo son

peatones, motoristas, ciclistas y pasajeros del transporte público, y esta cifra es aún

mayor en los países y comunidades más pobres del mundo (O.M.S. 2007).

Los traumatismos por accidentes de tránsito son uno de los principales

problemas de salud pública y de desarrollo en el mundo, y afectan de forma

desproporcionada a determinados grupos vulnerables de usuarios de la vía pública. Se

prevé que en los próximos años su volumen aumentará considerablemente (O.M.S.,

2008).

En cuanto al futuro, según las previsiones de la Organización Mundial de la

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28

Salud, en el año 2020 los accidentes de tránsito podrían ser la tercera causa más

importante de enfermedad (Ver cuadro 1).

Según estadísticas de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para las

Américas, en 2002 se registraron 128.908 muertes en choques de tránsito en el

continente. Más del 76 % de estas muertes - es decir, 98.213 casos- ocurrieron en las

carreteras de Estados Unidos, Brasil, México y Colombia, los países más poblados del

de la región.

Y esto ocurre, a pesar de que se conoce la urgente necesidad de adoptar medidas

en varios frentes para evitar estas muertes y discapacidades, y las pérdidas y el

sufrimiento que causan.

Ya existen muchos programas y políticas para prevenir los choques de tránsito.

Incluyen estrategias para abordar las tasas de velocidad y consumo de alcohol; la

promoción del uso de cascos y cinturones de seguridad, y otras restricciones; así como

también aumentar la visibilidad de las personas que caminan y andan en bicicleta. Un

esfuerzo concertado por parte de los gobiernos, organismos no gubernamentales y

empresas privadas para mejorar la seguridad vial puede hacer un mundo de diferencia

(O.P.S., 2008).

La Organización Panamericana de la Salud considera que frente a los estudios

realizados sobre estrategias eficaces en la prevención de dichos traumatismos, indican

que es urgente adoptar un enfoque multisectorial que englobe a sectores como la salud,

el transporte, la educación, el medio ambiente y las autoridades responsables del

cumplimiento de la ley.

Los accidentes de tránsito provocan a veces secuelas que no se pueden observar

a simple vista. Esto no significa que no sean realmente graves. Estas secuelas dejan a

los involucrados en los accidentes de tránsito, en algunos casos, inhabilitados para

poder seguir teniendo una vida normal, inclusive para trabajar y para relacionarse

normalmente con su familia y su entorno social (O.M.S., 2008).

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Un estudio que fue hecho por la Federación Europea de Víctimas de accidentes

de Tránsito -publicado en Argentina por la Asociación Civil Luchemos por la Vida -

2008, sobre diez mil accidentados encuestados, dio por resultado que en la gran mayoría

las secuelas psicológicas pueden ser sorprendentemente variadas: problemas para

dormir, dolores de cabeza, pesadillas angustiantes, stress, falta de interés, pérdida de

confianza en sí mismo, ataques de ansiedad, depresión, fobias, trastornos alimenticios,

ira, resentimiento y sentimientos suicidas.

El mismo estudio indica que luego de muchos años de ocurrido el accidente, el

25 por ciento de las víctimas se ve a sí mismo como suicida potencial.

El anterior estudio permitió observar algunas secuelas que surgen después que

se produce un accidente de tránsito, este deja secuelas físicas, psicológicas sobre todo

cuando éstas alteran la cotidianidad a lo largo del tiempo y provocan una incapacidad

física que se traduce, por ejemplo, en una incapacidad laboral o para atender a la

familia; sin contar que solo se está hablando de las victimas pero que igualmente en el

victimario o indiciado también se producen secuelas tanto a nivel emocional, laboral,

económico y familiar.

Un pequeño ejemplo de lo que viven los indiciados o victimarios de accidentes

de tránsito, lo conto el psicólogo Bruno (2009), es la historia de Roberto. Él asiste a

terapia con una marcada incertidumbre en los gestos de su rostro, parece un joven

agotado, sin fuerzas, se muestra lento y doliente, a cada pregunta que se le hace solo

quiere llorar como respuesta, pero el antidepresivo lo frena. Comenta lo ocurrido, que

“lamentablemente” bebió alcohol en una fiesta, subió a su automóvil y se dirigía “en

caravana” a las 7 de la mañana a buscar a un amigo. De pronto por una avenida sale de

una casa un perrito pequeño, lo esquivó como pudo, atropellando a un niñito de 6 años,

destrozándolo en el pavimento. “-Con ese niño morí yo también, me dijo, llorando… Su

padre me pegaba, su madre entre llantos besaba la sangre del chiquito, y yo estaba frío.”

“- De esto ya paso más de 5 meses y sé que ese momento me perseguirá por el resto de

mi vida. ¡DIOS! Si pudiera volver el tiempo atrás, si solo pudiera cambiar su pequeña

vida por la mía, lo haría, lo juro, Lo haría ya mismo. No puedo vivir así.”

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Meses más tarde Roberto fue condenado por homicidio culposo, el psicólogo

tuvo que asistirlo en la cárcel, pareciera que allí encontró un poco de paz. La sentencia

lo pacifico.

Las personas que viven un accidente de tránsito pueden padecer graves

consecuencias psicológicas como el temor, la desesperanza y el desinterés por la vida

cotidiana, la culpa, la ansiedad, depresión, angustia y temor entre otros comenta Bruno.

El cuadro impactante de Roberto donde se vio envuelto en hechos en que quitó

la vida a un niño y hasta expuso su integridad psicofísica, lo enfrentó con la dureza con

que la realidad pone a un individuo en un desastre particular como un accidente de

tránsito, lo cual seguramente debe marcar su psiquismo y en consecuencia los efectos

negativos -legales, sociales y psicológicos – que continuaran al indiciado o victimario

por algún tiempo. Por eso estas personas suelen recordar los hechos ocurridos y se

comportan como si “volviera el tiempo atrás”, reviviendo en sueños y en su memoria lo

acontecido (Ver cuadro 1).

Dr Drug director del departamento de Lesiones y Violencia de la Organización

Mundial de la Salud en la guía prevención de lesiones y violencia dice que Las

contribuciones de la OMS en el área de prevención de las LAT seguirían el enfoque de

salud pública y, al hacerlo, intentarían abordar las brechas, disparidades e iniquidades.

La OMS y sus socios promoverán el desarrollo de un plan estratégico nacional

multidisciplinario en los países mediante el fortalecimiento de las capacidades, la

recopilación de datos, investigaciones, entrenamiento y el desarrollo de intervenciones

apropiadas de prevención de las LAT. Además, la OMS jugará un papel decisivo en el

avance de la agenda de prevención de LAT abogando a nivel regional y mundial y

alentando donaciones que soporten los trabajos para reducir la magnitud de la carga. Sin

embargo, es necesario hacer notar que serán necesarios trabajos multisectoriales

concertados, asociaciones sólidas y cooperación internacional para poder llevar adelante

dicha misión.

Históricamente, las lesiones por accidentes de tráfico han sido descuidadas

porque han sido consideradas como accidentes o sucesos aleatorios. Actualmente, se

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sabe que las lesiones se pueden prevenir. Los cinturones de seguridad, los asientos de

seguridad para niños, el uso de cascos en motocicleta, los choferes designados, el

apaciguamiento del tráfico, etc. han sido todos eficaces en la prevención de estos tipos

de lesión.

La mayoría de los esfuerzos por prevenir las lesiones de tráfico se han llevado a

cabo en los países más ricos. Sin embargo, son los otros países los que tienen tasas

superiores de muerte y discapacidad permanente provocadas por accidentes. Estos

países necesitan con urgencia estrategias que sean adecuadas, rentables y eficaces.

“Adecuadas” significa que se tomarán en cuenta, no sólo las complejidades del

problema y la disponibilidad de recursos del país, sino también lo que ha demostrado

ser efectivo en otros lugares. Para desarrollar estas estrategias, la mayoría de los países

necesitan mejor información. Necesitan conocer las cantidades y tipos de lesiones y las

circunstancias en que éstas ocurrieron. Esta información indicará la gravedad del

problema y dónde, exactamente, es necesario aplicar las medidas de prevención con más

urgencia. El compromiso de los países con la prevención debe ser mayor. En los

próximos años, siempre y cuando exista la voluntad política necesaria, se podrán salvar

millones de vidas.

El Departamento de Prevención de Lesiones y Violencia de la OMS, en

colaboración con organismos y expertos en salud pública de todos los continentes, ha

elaborado una estrategia quinquenal para prevenir las lesiones por accidentes de tráfico.

Todos esperamos que esta estrategia servirá de guía a investigadores dedicados,

profesionales habilitados y creadores de políticas de campo para que encuentren cómo

motivar a los gobiernos a hacer más y a dar prioridad a los trabajos de prevención de

lesiones por accidentes de tráfico (2007).

1. Accidentes de Tránsito en Colombia

Según el Fondo de Prevención Vial, dice en uno de sus reportes de la pagina

web, que en los países subdesarrollados se reúne más del 80% de las muertes por

accidentes de tránsito, entre los cuales Colombia se ubica dentro de los cinco primeros

lugares; aportando en el año 2002, 190.000 accidentes, con un número de muertes de

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6.063.000, una persona por cada 87 minutos y 42.837 heridos, uno por cada doce

minutos, un número superior al producido por el conflicto armado (2006).

La problemática de los accidentes en Colombia es tan grande, que en el año

2001 se decidió crear el llamado “Plan Nacional de Seguridad Vial”, con el fin de

implementar campañas orientadas a reducir la accidentalidad en las calles y carreteras

del país.

Según el fondo de prevención vial, en Colombia el mayor número de muertes

violentas es ocasionado por accidentes de tránsito y 65.000 accidentes son por

distracción de los conductores. Siendo los distractores más frecuentes el hablar por

celular, las mujeres llamativas en las vías, hablar con los pasajeros, entre otros (2005).

El fondo de prevención vial en sus informes anuales de la accidentalidad en

Colombia reporta que: Al hacer un balance de las ciudades más violentes de Colombia

los primeros lugares los tienen, Antioquia, Valle del Cauca y Bogotá. Una cifra que se

tiene en cuenta para medir la violencia es justamente las cifras por muertos en

accidentes de tránsito que son muy alarmantes: 5.670 personas murieron por esta

circunstancia el año pasado (2009).

En Antioquia se registraron un total de 776 muertos y 6.705 lesionados; en el

Valle del Cauca murieron por esa causa 824 personas y hubo 5.908 heridos, y en Bogotá

se hicieron 537 necropsias de personas muertas en esa circunstancia.

La embriaguez mientras se conduce sigue siendo la principal causa de

mortalidad en las carreteras del país.

De acuerdo a las cifras, en Colombia ocurre un promedio de 15 muertes y 125

lesiones cada día, y el rango más preocupante es el de jóvenes entre 20 y 24 años de

edad.

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a. Balance nacional: Un reporte del Fondo de Prevención Vial revela que entre

enero y noviembre del 2008 se presentaron 147.525 accidentes en el país, 15.735 menos

que en el 2007.

Las

muertes en accidentes aumentaron. En el 2007 hubo 849, mientras que en el 2008 esta

cifra ascendió a 903 (2009). (Ver cuadro 2).

2. Accidentes de tránsito en Bogotá

La secretaria de transito de Bogotá reporta que en el 2008, se obtuvo el número

más bajo de muertes en accidentes de tránsito registrando las siguientes cifras (2009).

Aunque la imprudencia de peatones y de conductores continúa latente en las

calles de Bogotá, el 2008 registra las cifras más bajas de muertes y lesiones provocadas

por accidentes de tránsito en la última década.

En los incidentes viales ocurridos hasta el 21 de diciembre, la Policía de Tránsito

registró 503 personas muertas y 12.399 heridas. Para la misma fecha del 2007, habían

perecido 533 personas y 17.392 habían sufrido lesiones.

En ambos renglones, las cifras dan cuenta de una disminución importante: 5,6

por ciento en el caso de muertes y 28,6 por ciento en el número de heridos.

Mientras en 1995 el promedio diario de muertes en accidentes de tránsito en la

ciudad llegó a 3,8 casos y en 2002 a 1,8, en 2008 la media es de 1,4.

De hecho, en junio de 2008 se registró el nivel más bajo de muertes por

accidentes viales (17 casos). El pico más alto de los últimos 10 años se produjo en

diciembre de 1999, con 101 casos.

En 2008, hasta el 30 de noviembre, el récord de personas muertas estaba en

469,44 menos que en el mismo período del 2007.

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Sin embargo, apenas en los 21 días de diciembre, la cifra fatal se incrementó en

34 casos. Solo el domingo pasado hubo cinco muertos, tres de ellos peatones.

La disminución en las estadísticas de accidentalidad en Bogotá empezó a ser

significativa desde 1997 y desde 2005 la reducción ha sido mayor.

Mientras entre enero de 1998 y octubre de 2005, cada mes morían, en promedio,

60 peatones, ciclistas, motociclistas, pasajeros y conductores, desde noviembre de 2005

hasta septiembre de 2008 el índice bajó a 39 casos.

3. Accidentes de tránsito en Medellín

Hasta el 30 de noviembre del 2005 en Medellín se habían presentado 25.587

accidentes de tránsito, lo que ubica a esta ciudad como la de más alta accidentalidad de

Colombia, según la secretaria de transito de Medellín. Diciembre del 2005.

La secretaria de transito reporta las siguientes cifras respecto a la accidentalidad

en la capital de la montaña. De 25.587 accidentes de tránsito ocurridos en el 2005, 7.318

casos son exclusivos de motocicletas. En estos se observan diversas causas como

choques, atropellos, volcamientos, caídas de ocupantes e incendios, además de esto

quedan muchos otros accidentes menores que no se reportan a la secretaria de transito y

por lo que no quedan en las estadísticas.

Los sitios con mayor accidentalidad en Medellín son el centro de la ciudad y las

inmediaciones de la Universidad Nacional, y la Terminal de transportes del norte,

explicó la Secretaría de Tránsito municipal (2005).

Las autoridades y expertos en tránsito y movilidad (secretaria de transito, fondo

de prevención vial, gobernación y alcaldía) en un foro realizado en la Universidad

Nacional de la capital Antioqueña, alertaron sobre la necesidad de aplicar en Medellín

medidas urgentes para reducir los accidentes, teniendo presente que las lesiones

causadas por el tránsito constituyen un importante problema de la salud pública, pero

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desatendido, cuya prevención eficaz y sostenible exige esfuerzos concertados. De todos

los sistemas con los que las personas han de enfrentarse cada día, los del tránsito son los

más complejos y peligrosos (2007).

4. Accidentes de tránsito en Cali

La secretaria de transito de Cali reporta que el año 2008 aumentaron los

accidentes en la ciudad de Cali, los reportes presentados son los siguientes (2009).

El año pasado los accidentes de tránsito en las calles de Cali tuvieron un

incremento del 5,5%. Así lo demuestra el más reciente informe de la Secretaría de

Tránsito Municipal, que revela que entre enero y diciembre del 2008 se presentaron

23.006 choques, 1.199 más que en el 2007.

Según el balance de la dependencia, los meses de más accidentalidad fueron

agosto, con 2.368 casos; julio, con 2.367, y febrero, con 2.159. Para el titular de

Tránsito, Fabio Cardozo, este aumento se debe a que también se incrementó el parque

automotor de la ciudad, “lo que influye directamente en el número de accidentes”.

Y aunque Cardozo reconoció que el balance sigue siendo preocupante, hizo

énfasis en que la mayor parte de los accidentes se presentaron por imprudencia e

irresponsabilidad de los conductores.

“Hemos identificado que las principales causas de los siniestros no recaen sobre las

autoridades sino sobre los dueños de los carros. La mayoría excede el límite de

velocidad y no hace la revisión técnico mecánica que requieren los vehículos, y esto es

lo que genera los accidentes”, señaló el Secretario de Tránsito.

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B. Discusión

Cuando se habla de indiciados o victimarios por homicidio culposo en

accidentes de tránsito, se puede pensar que es un tema muy popular por ser una

problemática constante en el mundo. ¿Quién no ha presenciado un accidente de

tránsito? Este fenómeno es tan común que se podría llegar a pensar que entrevistar un

indiciado es una tarea fácil y sencilla, pero no es verdad aunque es una población muy

abundante ubicarlos es toda una odisea. Esta dificultad se presenta por tres razones

principalmente. La primera es que no hay facilidad de tener los datos de dicha

población, el transito realiza su tarea de hacer los reportes y comparendos requeridos en

dicha situación y pasa el reporte a la fiscalía, esta entidad es la encargada de tener esta

base de datos, si se tiene una persona conocida en este lugar entonces dese por bien

servido.

La segunda dificultad es que las cárceles no tienen este público en sus

instalaciones, y no existe en Medellín un lugar donde estas personas estén retenidas que

no sean sus hogares, ya que la cárcel de conductores que había por el barrio Prado desde

hace unos años fue quitada.

La tercera dificultad que se encuentra para trabajar con indiciados o victimarios

de accidentes de tránsito, es que la mayoría de las personas no desean hablar de dicho

tema y por lo tanto es una información que permanece muy secreta, claro es de entender

que nadie se siente con la libertad de contar lo que le sucedió.

A pesar de todos los tropiezos antes mencionados se logró realizar unas

entrevistas estructuradas a una población muy mínima, logrando así hacer un

acercamiento donde se pudiera observar la teoría con las vivencias de los indiciados.

Los indiciados o victimarios por homicidio culposo en accidentes de tránsito,

vivencian las fases de duelo de una manera similar a las mencionadas por Bowlby

(1997).

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La primera fase que el autor antes mencionado describe como “entumecimiento

o aturdimiento,” se puede observar en los indiciados; por la rapidez con que suceden los

hechos, es difícil asimilar lo que está ocurriendo y por unos momentos se puede pensar

que es un sueño. Uno de los indiciados comenta – “pensé que era una broma yo no creí

que lo que estaba sucediendo era verdad, es que todo paso tan rápido” –.

O Connor (1990) habla de la Negación como mecanismo de defensa útil, puesto

que permite a la spsiquis acomodarse y asimilar la realidad paulatinamente y no de un

solo golpe, para los indiciados por homicidio culposo en accidentes de tránsito esta

protección que el organismo dispone como medida preventiva, es lo más maravilloso

que puede suceder para enfrentar un momento tan difícil.

¿Quién puede asimilar de golpe que todo está bien?, se tiene el control de la vida

y de pronto en un segundo todo se derrumba, sin premeditarlo, sin previo aviso se pasa

de ser una persona de bien a convertirse en un asesino, si con mucho dolor eso es lo que

acaba de suceder. Una de las personas entrevistadas dice: “yo quede paralizado es como

si estuviera viendo una película, no escuchaba nada, lo peor no sabía qué hacer”.

Ross (citada en García, 2003, ¶ 16) dice que primera reacción que se tiene

frente a una pérdida es la de rechazo de la verdad. Negar la realidad, es hacer una

resistencia a afrontar la experiencia dolorosa. Esta permite amortiguar el dolor ante

una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y

pronto será sustituida por una aceptación parcial. En los indiciados se puede observar

que esta primera fase, etapa, tarea o como se prefiera llamar se vivencia de una manera

clara.

Todo accidente de tránsito tiene unas características diferentes, son diferentes

personas las que conducen puede ser hombre o mujer, diferente vehículo, diferente vía,

persona muerta, una causa distinta, pero existe algo que no cambia y siempre sucederá

entre este público, es el factor sorpresa, es algo que no se preveía que ocurriera. Es este

factor el que produce según el autor (Turnel, 2009, ¶ 13) un adormecimiento o Shock

que viene inmediatamente después de la noticia de la muerte, probablemente se

experimentará un período en el que se siente muy poco, salvo una sensación de

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irrealidad. Algunas personas han descrito este periodo como encerrados en un capullo, o

como "sonambulismo".

La segunda fase según (Ramírez, 1999, p. 149). Rebelión o coraje, es el

momento después del estado de estupor, en el cual se dificulta aceptar la pérdida, viene

un sentimiento de rebeldía ante la dolorosa y triste verdad. Los indiciados o victimarios

se pueden identificar plenamente con esta fase. El sentimiento de rabia se experimenta

minutos o horas después de transcurrido en accidente, rabia consigo mismo y con la

persona fallecida.

“Si no se hubiera cruzado por donde yo iba nada de esto estuviera sucedido”,

son las palabras que expresa un indiciado. Otro dice: “soy un bruto como es que no

alcanzo a frenar, yo pensé que no iba tan rápido”. Palabras como estas pueden

demostrar los sentimientos de ira, rabia o como expresa Ponte (2008), las reacciones

emocionales suelen ser más intensas; son mayores la rabia, la culpa, la ambivalencia, la

desorganización, la confusión, el desamparo y la vulnerabilidad. Todo esto unido a una

necesidad de encontrarle un significado a la muerte, un por qué.

La doctora O Connor (1990) también se une a este mismo sentir, de los

sentimientos que se pueden vivenciar en esta etapa, rabia e irritabilidad, como una

manifestación inicial del declinar de la negación. Preguntas como “¿por qué a mí?”,

“¿por qué ahora?”, expresan la inconformidad del doliente con su obligado destino.

Las otras etapas, fases o tareas se experimentan de manera simultánea en los

indiciados, esta rapidez con las que suceden las cosa puede hacer mucho más difícil

para el indiciado la asimilación de lo acontecido. El autor Worden (1997) manifiesta

que el doliente debe crear y desarrollar nuevas habilidades que le permitan reconstruir

aspectos del mundo interior que estén dañados o necesiten ser fortalecidos. En este

momento del duelo lo que se busca es que la persona logre adaptarse a su nuevo estilo

de vida. Un estilo de vida que el indiciado no tiene claro ya que es precisamente en este

momento del duelo cuando la vida le puede dar un giro total.

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Meza Dávalos (2008) afirma que las condiciones de la pérdida también son un

factor clave. Porque una cosa es cuando hay un diagnóstico de enfermedad, y otra

cuando el acontecimiento que golpea sin esperarlo. Ahí entran en juego las capacidades

de resistencia y recuperación, un término que ahora se conoce como 'resiliencia' y

conjuga la posibilidad de salir adelante luego de un determinado dolor. Es precisamente

lo que el indiciado debe hacer para salir adelante (p. 30).

Bwolby (1985) habla de una fase llamada “desorganización y desesperanza”.

Esta fase se caracterizada por intelectualizar la perdida, se prefiere estar solo, siente

fatiga, debilidad, necesidad de sueño, desesperación y desamparo, es el momento donde

se asume la realidad de la pérdida y físicamente se está agotado, derrotado y abatido

pero con la necesidad de adaptarse a lo ocurrido o de lo contrario se dan conductas

evasivas como el comenzar a consumir drogas, alcohol, o trabajar de más entre otros.

En el área emocional es común sentir el deseo de morir, lo cual abre la puerta a

enfermedades, se intensifican los problemas alimenticios y del sueño, sentimientos de

culpa, agresividad y la sensación de minusvalía. Es justamente en este momento

cuando el indiciado se ve enfrentado a todo lo concerniente con la parte legal de sus

hechos, lo que no es nada fácil, puede ser que en este momento se sufra de insomnio,

pesadillas o deseos de morir por la incertidumbre de lo que pueda pasar. Un indiciado

comenta “no sé que pueda pasar eso es lo que no me deja en paz”, otro agrega “el no

saber que va a pasar con mi vida me tiene muy mal, no duermo pensando”. Aunque se

puedan observar algunas características de esta fase, los indiciados la viven de manera

diferente.

El autor Worden habla del proceso de duelo no como fases o etapas, si no de

tareas, donde el doliente asuma una actitud activa con su dolor. Este planteamiento es el

que más se ajusta para este momento de duelo en el indiciado, ya que es el (ella) la

única persona que debe hacer algo, sacar todas sus fuerzas y esperanzas para continuar

logrando un equilibrio entre lo que pueda suceder y su futuro.

Bwolby (1985) menciona una última etapa es la de “reorganización”, es la más

difícil para el victimario, ya que en este momento del duelo se debe mentalizar para

hacer nuevos cambios en su vida y es aquí donde el indiciado no sabe si es

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reorganización o desorganización, ya que muchas cosas pueden suceder, puede ir a la

cárcel, tener casa por cárcel, perder trabajo, vida social, afectarse la economía o el

estudio entre otros.

La culpa es un sentimiento que los indiciados suelen experimentar con

frecuencia; culpa por lo que se hizo y culpa por lo que se dejo de hacer. Como expresa

Riso (1997) “la culpa surge de la valoración moral negativa que la cultura o cada uno

hace de ciertos comportamientos considerados inadecuados o indeseables los cuales se

pueden dar los siguientes: señalamiento de otros ya sea la sociedad, la religión o frente

al código penal. No se puede desconocer que frente a la ley cometió un delito, frente al

plano religioso se pudo cometer un pecado, se es un asesino. El sentimiento de culpa

suele obrar como una forma de autocastigo

Los indiciados de homicidio culposo en accidentes de tránsito son culpables en

primera instancia pero llega un momento en que el victimario se convierte en victima; y

no solamente debe elaborar un duelo por la persona que mató, sino también por todas

las pérdidas que puede tener a nivel emocional, económico, labora, familiar y social

entre otros.

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CONCLUSIONES

El duelo es un tema muy amplio, por lo tanto como profesionales se debe pensar en los

diferentes públicos que necesitan de ayuda.

Los indiciados de accidentes de tránsito por homicidio culposo según lo

indagado, no reciben ayuda profesional que les brinde un soporte emocional para así

sobreponerse a los cambios laborales, económicos, familiares, y sociales entre otros,

que se pueden presentar después del homicidio culposo.

No se tiene conocimiento que al presente se haya hecho un trabajo que aborde

la problemática ya mencionada, desde una perspectiva psicológica. Además, todos los

trabajos de investigación –que tengamos conocimiento- no abordan esta problemática

desde la óptica del indiciado sino desde la víctima. En el momento la universidad San

Buenaventura de Medellín adelanta un trabajo con víctimas de accidentes de tránsito, lo

cual es muy importante pero no debemos olvidar que un accidente de tránsito las

personas afectadas son muchas y principalmente tenemos a la familia de la víctima y al

victimario o indiciado, este último debe enfrentar diversas situaciones sin recibir ningún

acompañamiento por parte de las entidades gubernamentales.

Las autoras consideran que la presente monografía, es un buen aporte a la

universidad, como también a los estamentos relacionados con la seguridad vial, ya que

les va a permitir ampliar los programas existentes o iniciar unos nuevos teniendo en

cuenta las necesidades aquí mencionadas.

Este trabajo se puede convertir en una inspiración para otros colegas que quieran

profundizar en el mismo.

El papel del psicólogo es velar por una salud integral (emocional, física, mental,

y social) en la vida de cada uno de sus pacientes. Su rol no es el del señalamiento y

juzgamiento, para eso fueron hechas las leyes. No se trata de saber si es un

irresponsable o no, los indiciados por homicidio culposo en accidentes de tránsito son

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seres humanos que como cualquiera que conduce, corre un riesgo, con la diferencia que

el ya mato a una persona y por lo tanto necesita todo el apoyo de una población que

tiene las herramientas hacer de ese momento una vida más llevadera y tranquila.

Como se menciona en unos párrafos anteriores, a los accidentes de tránsito no

se les presta suficiente atención como problemas de salud, quizás porque muchos los

consideran todavía como si fueran irremediables; es justo ahora cuando estamos

llamados como profesionales de la salud a brindar nuestro apoyo y conocimiento a

dicha población que tanto nos necesita. Así que MANOS A LA OBRA.

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APÉNDICE

Entrevista Estructurada

1) ¿Cuando sucedió el accidente usted pensó que era mentiras? (SI) (NO)

2) ¿Al día siguiente del accidente, cuando despertó pensó que todo había sido

un mal sueño? (SI) (NO)

3) ¿Se altero su ritmo de sueño durante los primeros días? (SI) (NO)

4) ¿Sintió rabia contra la persona muerta? (SI) (NO)

5) ¿Sintió frustración y cólera contra sí mismo? (SI) (NO)

6) ¿Su vida cambio después del accidente? (SI) (NO)

7) ¿Podía hablar tranquilamente del accidente con otras personas? (SI) (NO)

8) ¿Hubo cambios a nivel mental, emocional, social o laboral después del

accidente? (SI) (NO)

9) ¿Piensa que vale la pena continuar con sus sueños o metas que tenía antes de

que ocurriera el accidente?

10) ¿Sus relaciones con las personas son iguales que antes? (SI) (NO)

11) ¿Se sintió acompañado por su familia durante el tiempo del accidente? (SI)

(NO)

12) ¿Siente que perdió muchas cosas a causa de lo ocurrido? (SI) (NO)

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