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Mora, José María Luis, El Carácter de Los Mexicanos (1)

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el caracter de los mexicanos

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  • JOs MARA rurs MORAEl car:cter

    de los mexicanos

    FffiroEffi@tut@MtuFoNDo DE cuLTr.tRA ncovurceMuco

  • Fragmento deMxlco y sus reuoluciones

    Primera edicin.7997Segunda reimpresin, 2003

    Comentarios y sugeretcias: [email protected] nuestro catlogor

    www. fondodeculturaeconomica.com

    D. R. @ 1997, Foxoo os Cu.r'un Eco-'cCarretera Picacho-Aiusco, 227; 74200 Mxico, D. F.

    rsBN 968-t6-6905-3Impreso en Mxico Printed in Mexico

    Et oocronJos Mara Luis Mora es una de las per-sonalidades ms ilustres entre la de por s distin-guida generacin de polticos e intelectuales queuiuieron los primeros aos del Mxico indepen-cliente. Nacido en 1794, en Cbamncuero, Guana-juato, Jos Mara Luis Mora realiz sus estudiosen el Colegio de San lldefonso, en la. ciudad deMxico, donde se orden como sacerdote en 1829.Mora.fue perceguido por oponerce a las efimeraspretensiones de Agustn de lturbide. En 182J fueredactor del Semanario Poltico y Literario y en1827 se recibi de abogado. Posteriormente, fundel clebre sernanario El Observador e inici unaintensa actiuidad. poltica que culmin como mi-ni*ro plenipotenciario ante el gobiemo de la GranBrctaa. Muri en Pars, en 185O, no sin a,ntesbaber publicado desde Francia Mxico y sus re-voluciones, qr. 1836, yObras sueltas, en 1837.

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  • s;ituacin de su.s lricnt's, lonl:ultlo ;rl rrrisrlro tiernpornecliclas irnpofiant('.s l):u:r lilx'rt.rrlo:; clc l
  • no se presente a l del modo ms indecoroso. Vemos(dice con razn el autor de la Reuista de Filndelfia)el cohecho desde el puesto ms elevado hasta elms bajo, desde el alcalde que despacha el ms tri-vial proceso, hasta el ministro que por su soberanavoluntad decreta una tarifa, y con sola una palabraparaliza el curso del comercio aminando a millaresde hombres; y aunque esperamos que este cactermeiorar con el tiempo, tememos que la poca esmuy lejana a no ser que sobrevenga una alteracinrepentina, lo que no es muy probable, o que algnacontecimiento violento purgue a la administracinde lo.s humores enfermizos. Este vicio es el produc-to de una serie de causas que han estado obrandodesde tiempos remotos, y se necesitan aos de rela-ciones y trato libre con el resto de la especie huma-na para que pueda verificarse un cambio sustancial.Tenemos por cierto que si la administracin mexi-cana no procura efrcazmente disminuir el nmerode plazas y empleados, reducir a una iusta propor-cin los sueldos de stos y vigilar escrupulosamentesu conducta, el pas se convertir en un centro defacciones y proyectos revolucionarios que se reproducirn sin cesar y pondrn en riesgo por muchosaos su tranquilidad interior.

    I clase militar an subsiste en la Repblica mer-ced a las revoluciones que han llegado a tacerlaimportante: ella se compone de los generales, iefes yIO II

    subaltemos del ejrcito que estn en servicio acvo ysubsisten de sus sueldos. Pues los que han tirado porotra parte para subsistir no nos parece deberse con-tar en ella. Su fuero es perjudicial, no slo porqueexime de la jurisdiccin civil a los que ms dehreranrespetarla, sino porque de muchos aos a esta partese ha convenido en un instrumento de persecucin,sirviendo de ocasin para poner un poder sin lmitesen las manos del gobiemo y de los partidos quealtemativamente lo han dominado. El honor, la viday el bienestar del ciudadano de Mxico han estadopor muchos aos a disposicin de una comisin mi-litar que no ha hecho como era de creerse, sino loque el gobiemo le ha mandado, o lo que presumafuese de su agndo y aprobacin. Intiles han sidohasta fines de 1832 todos los es.erzos para suprimirla ley que la cre; cada gobiemo y a partido lahabia reclamado a su vez como prenda de seguri-cbd, y la administracin de Jalapa que tena pormote o empresa en su bandera I-a. constitucin y lasleyres, jams crey fuese tiempo de suprimir una quelas violaba todas. l,os militares se hallan en el damuy viciados en consecuencia de un estado revolu-cionario perpetuo, sin clisciplina, sin sujecin a susiefes, sin instruccin en su profesin respectiva, y sinmiramiento ninguno a las leyes del honor quedeban canctenzarlos han adquirido un hbito depronunciarse contra el gobiemo en todo sentido.

  • Unas leces pretenden imponerle la ley, clictndolelo que clebe hacer y en qu sentido debe obrar,haciendo protestas que se traducen por r,'erdaderasamenazas y conshryndose en rgano cie laopinin pblica y de la voluntad generai: otras vecespronuncindose abiertamente contra el gobiemoestablecido o por establecer, en consonancia con laconstitr-cin y las leyes, han atropellado unas y otrasreducinclolas al silencio ms absoluto, y en toCashan pretendido corresponCerles exclu.sivamente elderecho de peticiirn con las armas en la mano, errorinconciliable no slo con un sisterna libre y repre-sentativo, sino con toclo nero de gobiemo estable,cualquiera que sea su naturleay organizacin. Enhonor de la verdad es necesario confesar que losmilitare.s no han dado por lo comn estos pasos sinoimpr-rlsadr,s por las facciones que, para conseguir sesancionasen cierla^s rnedidas iniustas e impolticas,han procurado aparentar la necesidad de acordarlas,fund:nclola en la existencia de una revoluein quese dice no puede apagarse de otro modcl. los go-Lriemos cliver"sos que se han sucedido desde la Inde-penclencia han tenido en esta poltica torfuosa unaparte muy acva: tr;ds5, sin exceptuar uno solo, paraaffancar del cuerpo legislativo las medidas que corvienen a sus intereses, han promovido ms o menosdirectamente asonadas militares que iamis han deja-do de convertirse en su perjuicio.I2 r3

    E.sta insubordinacin, este espritu de rebelarsey promover motines y asonadas, ha hecho tan odio-sa en elpas la clase militar que es de presumir,sesufra en lo sucesivo cambios tales, que no slo lahagan vanar de aspecto, sino hasta desaparecer delcentro de las poblaciones. En el da, a pesar de quetodas las facciones se valer de ella y la invocan ensu favor cuando se trata de de.struir, todas a su vezla detestan cuando llega ia hora de levantar el edifi-cio o de consolidar lo edificado, y ste es el presa-gio ms seguro de3 prxima y total ruina bajo elaspecto de clase influyente en el orden social.Actualmente es toleracla como un mal cuya nece-sidacl es pasajera y que Ceber cesar luego que lascircunstancias hayan variado; rnas si ios gobiemos,sin consultar con sus verdaderos intereses, hacen loque hasta aqu, es decir, reproducen los motivos deesta necesidad buscando su apoyo en las bayone-tas, el mal ser eterno.

    El ejrcito designado para la defensa exterior yseguridad interior de la Repblica es compuesto demilicia permanente y activa en las tres armas de in-fantera, caballera, artillera. y el cuerpo de ingenie-ros; y su dotacin debe ascender a cincuenta y dosnl cuatrocientas noventa y dos plazas, nmeroexcesivo para los objetos de su institucin. Aunqueno se halla ni se ha hallado nunca completo, el l-mo presupuesto de sus gastos es de diez y siete

  • millones poco menos, es decir ms de tres cuartaspartes del presupuesto total de la Repblica compu-tado en 22 millones. La infantera y caballera per-manente, compuesta de doce cuerpos cada unacon el nombre de batallones los primeros y de re-gimientos los segundos, deben su creacin a lasleyes de 1.2 de septiembre de 1823, y de 16 de octu-bre cle 1826. Esta ltima cre tambin ocho com-paas sueltas de infantea y una de caballera envarios puntos de las costa^s, destinad exclusivamen-te a su defensa: con el mismo objeto se cre por eldecreto de 16 de rnayo de 1829 un escuadrn per-manente en Yucatn. En los estados intemos deoriente y occidente colindantes con las nacionesbrbaras, se hallan establecidas para contener susincursiones veinnueve compaias presidiales per-manentes y quince de milicia activa, todas a virtudcle los clecretos de 21, de marzoy 20 de diciembre de7826, y en Califomia por el decreto de 8 de mayocle 1828, existen seis compafras de caballera.

    L.a artillera creada por el decreto de 14 de fe-brero de 7824 se compone de tres brigadas con suplana mayor facultativa, y doce compaas de mili-cia activa. De las dos compafias antiguas de invli-clos y cle los retirados o dispersos se ha formadorecientemente un batalln con la denominacin delos primeros. Estos hombres verdaderamente reco-

    14 -.ttd"bl"s y que excitan la compasin por el doble

    motivo de hallarse estropeados o achacosos, y queesto haya sido en servicio del pblico, se han hechoms dignos de aprecio por su adhesin al ordenconstitucional y por el apoyo que han prestado algobierno con un servicio de que su situacin losexime. A virtud de las facultades extraordinarias con-cedidas al gobiemo en 7829, ste suprimi un es-tablecimiento verdaderamente intil cual lo era elcolegio mayor de Santos y dedic el edificio y susrenta^s para vna casa de invlidos, monumento dig-no de la piedad y gratitud mexicana; pero al retirarselos decretos expedidos a virtud de estas facultades,pudo ms el espritu de cuerpo que influy en elsostenimiento del colegio abolido, que el deseo deproporcionar un asilo a los fieles y benemritos ser-vidores de la nacin, pues aunque se acord soste-ner este establecimiento, a nadie puede caber dudaque semeiante acuerdo deba ser como .e ilusorio,en circunstancias en que las renta^s presentaban undeciente considerable, aun para cubrir los gastosms precisos del presupuesto.

    Adems del ejrcito acordado por el cuerpo le-gislativo hay otro de jefes y oficiales sueltos que nolo ha decretado autoridad ninguna, sino que es re-sultado legtimo de los desrdenes de la revolucin,y tiene las psimas circunstancias de ser demasiadocostoso, enteramente intil y sumamente perjudi-cial. Costoso porque cada uno de sus miembros, el r5

  • que menos, venc'(: utl .slr('l(l() ('(lttiv:liente l de tressoldado.s; intil p()r(lttc tto rttt'tlt.i [)rc.sLar ni prestaningirn servicio, v pcritrclit'i:rl r
  • fbrmas. Conro los golx'r'n:r(lorcs cle los estados nopueden di.sponer
  • hay ninguno qtc -rttcrl:t irrstifit'arlo. La Repblicadebe ya volver sobre sts pas()s y ahctrrar caudales ydesrdenes con la supresin dc la mayor parte delos cuerpos militares y la abolicin del fuero.

    La marina mexicana que debe considerarse comoparte de la fuerza armada de la Repblica: despusde sus desmedidos costos se ha reducido en el dta auna total nulidad. El espriru de sedo todo en un day de querer igualar a las dems naciones, carecien-do todava de las disposiciones necesaria^s para ello,ha sido el verdadero origen de la tentativa costosa ysin fruto que se tnzo para tener marina nacional;sumas considerables que no es bastante a cubrir elerario de la Repblica se han invertido sin reportarde ella otra utilidad que la redencin de laforlo,lezadeUla. En Mxico se crey que poda haber atmacJasin marina mercante, y este error ha costado muycaro a la Repblica; pues no teniendo nmero com-petente de personas instruida^s, ni aun en la manio-bra, se ha visto en necesidad de apelar a extranjerosque jams pueclen servir bien mucho menos en elmar. De los buques comprados unos se han per-dido del todo y otros e.stn para perderse, nosotrosno haremos mencin sino cle los que actualmenteexisten. Despus de la Independencia, el primerproyecto para buques mexicanos fue el cle adquiriruna fragata de cuarenta y cuatro caones y ochocorbetas de veintisis, compradas en 1400000 pesos;20 2I

    mas no habiendo posibilidad de etogar esta can-riidad, hubo necesidad de conformarse por enton-ces con ocho goleta^s y cuatro balandras caonerasde construccin inferior en fbrica y en calidad demaderas. Despus se aument la marina con una fra-gata de cuarenta carronadas, un bergantn de veintey otro de diez y ocho, que hasta su llegada a nues-tros puertos del seno mexicano hvieron de costo423245 pesos. La entrea del navo espaol Asia enel puerto de Monterrey ha sido una d las mayorescalamidades para el erario nacional: desde luegohubo que erogar 90000 pesos de alcances que re-clamaba su tripulacin, despus se gastaron rns de400000 en ponerlo en Veracrrtz, en donde aun sinel equipo correspondiente cost a la Repblicasin ser til para na, cerca de 300000 pesos porao; hoy e.st enteramente destruido. El tiempo y laexperiencia han desengaado ya a la naci1n y algobiemo que en muchos ao.s no podremos tenerartnada de ninguna clase, y que por ahora la marinamexicana debe reducirse a pequeos buques guar-dacostas y lanchas caoneras con el objeto nico yexclusivo de estar a la defensiva; as opina juiciosa-mente el ministro del ramo en su lma memoriapresentacla a lus cmaras; en ella sienta que porahora debe reducirse la Repblica a una marinaauxiliar, cuyo gasto anual calcula en 350 000 pesos;propone no slo la venta de los pocos buques me-

  • nore.s exi.stentes, consultaya por el ministerio en1827, sino tambin la de cierta clase de pertrechosnavales y la de otros buques que tanto por el estadopresente de las rentas pblicas, como por el deterio-ro en que se hallan y labaja que se nota en lo per-sonal facultavo, no pueden arrnarse.

    La segunda de las clases privilegiadas en la po-blacin mexicana es el clero; mucho deseramostener que hacer el elogio de un estado enteramenteindispensable en todo pueblo religioso, mas pordesgracia no tendremos que decir mucho bueno de1, y por grandes que sean las consideraciones aque es acreedor el sacerdocio en un pueblo civili-zado, stas nunca han de tener cabida con ofensade los fueros de la verclad.

    El clero de Mxico es compuesto de los obisposcapitulares, curas y sacerdotes particulares. L.os regu-lares de ambos sexos forman una seccin de estemismo clero, la menos considenable por su poco oningn influjo en el orden pblico y por el estado deabsoluta decadencia a que ha venido de aigunosaos a esta parte. El nmero de personas reguiaresdel sexo masculino apenas llega a mil setecientasveinsis y el del femenino a mil novecientas quin-ce. I decadencia del clero regular depende devarias causas que, en Mxico, han obrado en combi-nacin para efectuarla. La primera y principal es latendencia general del siglo, que no ha deiado de

    sentirse hace muchos aos en la Repblica, de des-tnir todas aquellas instituciones privilegiadas quepor sus hbit.os y principios, su traje, modo de vivirintereses peculiares, forman pequea-s sociedadesdentro de la general, y fiecuentemente abngan mirasde intereses contrarios a los de sta. Cuando unainstitucin, sea la que fuere, llega a tener en contrael voto de la mayoria, como sucede achralmente enMxico con las rdenes regulares, su ruina es inde-f-ectible y se verifica por los pasos siguientes. De losincorporados en ellas, unos que son los ms pru-dentes procuran abandonarlas y defacto se separn,otros sin estimar en nada el aprecio del pblico seempean en .sostenerse contn 1, y esto lejos deconclucir al n que se proponen no hace ms quealejarlos de 1, pues la resistencia aumenta los mo-tivos de odiosidad y. multiplica los cargos verdaderoso supuestos que se hacen contra semejantes institu-cione.s. Por sentado que ninguna persona de mritoy que estime en algo el concepto del pblico, vtelvea incorporarse en un establecimiento de esta clase,que no siendo pcr lo mismo reemplazado por quie-nes aun puclieran sostener su crdito, queda redu-cido a un objeto de especulacin mercenaria, y ac-cesible a lz.ls ltimas clases que tarde o tempranodarn con l en tierra.

    Algo de esto ha sucedido en Mxico con amboscieros, pero en grado muy superior con el regular. 23

  • De lo.s hombres de mrito que lc c(rmponan hanquedaclo ya rnuy pocos, siendo lo.s tue han faltadoreenlplazados por personas poco clignas, que porsu falta cle instruccin, moralidad y cultura han aca-bado de desacreditar las instituciones monsticas,Mas por dnde empez el descrdito de stas?,,:ul fue el origen de que de ellas se retirasen loshombres de virtud y sabiduia? En Europa dependicle su nmero excesivo, cle las riqueza-l que habansergregado de la circutacin pblica, y de otras milcausas q.ue no es del caso entlfrlerar; pero en Mxicotuvo otro principio. Desde el reina.clo cle Carlos III,en que la Espzra y sus colonias ernpeT'aron a salirdel estado de barbarie, las pretensiones de la curiaromana y los vicios de la disciplina que ella habaintroducido en Amrica, y se hallaban en c)posicincon los derechos de lcs pueblos, o como entoncesse deca, ccn la rcgala, ernpezaran a ser objeto cielociio prblico que se aumenfaba a proporcin de quese discuna (ion ms libertad: los regtriares se hicie-ron un honor de sostener estas pretensiones, y aproporcin que ellas perdan terreno, sus defenso-res decaan en el concepto pblico. ls Audiencia^sy sus magistrados que siempre eiercieron una supe-rioridad decidida sobre el clero, adoptaron desdeluego todas las opiniones cle la Corte sobre la rega-la, y recibieron positivas instrucciones para abatir

    24 al clero, especialmente al regular. El cuerpo de abo'

    gado.s esencialmente adicto a la magistran:ra entrtambin sin un pacto explcito en estas ideas, ycomo l constihra una de las clases rns influyentesque existan por entonces en la Repblica, cooperal proyecto efrcazrnente y con buen xito.

    Por desgracia de los regulares, los desrdenesde sus capnrlos abrieron la puerta a su abatimientoy descrdito. Un oidor con un aire de superioridadconocicla los terminaba todos ejerciendo una auto-ridad sin lmites sobre el captulo, y repreneliendosever.arnente a los principales de l por desrdene.sr:onocidr:s de todo el rblico, ba a la autoridadcivil en cada lance de estos un grado de superiori-dad antes desconocicb, y un golpe a los regularesque.sobre lo.s que antes haban llevado aumentabaprogresivamente y considerablemente su descr-dito. As pa.saron las cosas hasta el pronunciamien-to de Dcrlores en que la relajacin hizo progresosasombrosos, pues muchos de ellos p ra tomarparte en este rmvimiento apostaron, y convertidosen militares cometieron los mayores desrdenes.derramando sangre, violando el pudor del otrosexo y saqueando la.s poblaciones. Pero lo que aca-b de dar en tierra con su prestigio fueron las me-clidas severas de represin que tom el gobiemoespaol, pues no slo public decretos para des-afbrarlos mandando que fuesen iuzgados militar-mente, sino que estos decretos tuvieron su cum- 25

  • plido efeclo, siendo rex:ticLuttcntc ciecutados, comoel resto de los paisano.s, los nrienllrro.s de ambos cle-ros, sin que el cielo lanza.se sus ruyos para defen-derlos. Desde entonces el clero regular ha ido enuna decadencia asombrosa y no ha podido adquirirel aprecio que slo podan conciliarle virnrdes queno han sido comunes a la generalidad de sus miem-bros, pues lejos de ceirse al ejercicio de sus fun-ciones, han tomado una parte muy activa en todoslos partidos que sucesivamente han asolado la Re-pblica, y abusando de su ministerio, han tenidovalor para desacreditar en el plpito la conducta delgobiemo por las reformas sobre discipiina que seproyectaban o habanaprobado ya. Es de creer queesta rama del clero, sean cuales fi,eren los esfuer-zos que el gobierno o los de su clase hagan parasostenerla, quedar extinguida dentro de niuy po-cos aos, pues ni la calidad y nmero de sus miem-bros que se disminuye y hace menos apreciabletodos los das, ni los medios de subsistir que con-tinuamente se agotan, ni sobre todo la opinin delplblico que cada da le es ms desfavorable, pro-meten otra cosa.

    Cuanto puede ser desfavorable a una instituciny hacerla odiosa a los pueblos parece que de inten-to ha sido acumulado en la creacin del clero secu-lar de Mxico: las rentas de que subsiste y su dis-

    z6 iribucin: su educacin religiosa y civil: el ejercicio

    de su ministerio y la psima distribucin de susmiembros sobre la faz de la Repblica, parecen nohaber sido acordadas con otro objeto que hacer ilu-sorio en Mxico el presgio y veneracin naturalque en todas partes tienen los ministros del culto.La renta que hace el principal papel entre las ecle-siscas es la de los cliezrnos, contribucin ruino'ssima no slo porque se cobra sobre el total y nosobre el lquido de productos, sino porque no esreducida a los frutos espontneos de la erra, sinoque se extiende aun a los que tienen el carcter deindustriales. Como su pago estribaba menos en laexacin de la ley civil que en la obligacin de con-ciencia, y sta ha bajado en su estimacin notablesgrados entre los labradores, sus rendimientos dis-minuyen cada da ms, y acaso llegar el empo enque no alcancen a cubrir las cargas a que sta afeaa.De esta contribucin se sostiene lo que vulgar-mente es conocido por clero alto, es decir, el obis-po, los capinrlares y el culto de las iglesias cate-drales, aplicndose en uno u otro obispado unacuadragsima parte a la doacin de los curas. Elque una contribucin tan gravosa tenga una inver-sin que poco o nada cede en favor del setvicioeclesistico de los pueblos, es una monstnosidadtan visible que se hizo notar aun antes de la Inde-pendencia y esto en mucha parte ha contribuido adisminuir sus rendimientos; en efecto, Por impor- 27

  • tantes que se supongan los cabildos eclesisticos yel servicio de la iglesia catedral, jams podrn serloen el grado que los curas ni la administracin de lossacramentos, cosas ambas que se hallan entera-mente desatendidas por ernplear los diezmos enotras verdaderamente de lujo como son las rentasde los capitulares y las excesivas del obispo.

    Es incuestionable que este funcionario es unapersona necesaria, pero no lo es que deba percibiranualmente desde quince hasta ciento ochenta milpesos, cantidades que fon'nan el mximo y mnimode la congrua episcopal de nuestros obispados; niel que el territorio de muchas dicesis, siendo sus-ceptible de una cmoda divisin, perrnanezca fanextenso como lo ha sido hasta aqu. Las funcioneseclesisticas de un obispo son demasiado impor-tantes, pero muy pocos Ce los prelados de Mxicohan cumplido con ellas. Ordenar en.las temporas,confirmar de tarcle en tarde sin salir de su casa, yhacer lo que se llama gobiemo, he aqu todas lasocupaciones de un obispo de Mxico; pero visitarlos enfermos, escribir instrucciones para los fieles,ocuparse en obras de beneficencia pblica desti-nando a ellas una parte de sus rentas exorbitantes,y sobre todo visitar sus dicesis para cuidar de lapronta y buena administracin de los sacramentos,para ministrar el de la conrmacin, y para reduciro ampliar las feligresas haciendo ms llevadera lazB 29

    carga a los infelices pueblos y a sus prrocos; heaqu lo que por lo comn no han her:ho y acasono harn en muchos aos los obispos mexicanos. Noha habido memoria de una visita verdaderamenteapostlica en el arzobispado de Mxico hasta laque hizo el prelado don Pedro Fonte: las de sus an-tecesores haban sido a los lugares principales poconecesitadas de ellas, y con un boato y ostentacinmenos digna de la moderacin episcopal, pues mshaban tenido por objeto el recibir obsequios de losprrocos y fieles que el de acudir a sus necesidades.De este descuido y abandono de los prelados en eldesempeo de sus funciones proviene el que entantos aos no se hubiese dado un solo paso parahacer una rns cmoda y regular distribucin de fe-ligresas; ni se haya procurado a los prrocos unadotacin ms cmoda y rnenos odiosa que la de losderechos parroquiales.

    Los cabildos eclesisticos en su situacin actualno pueclen ser sino muy odiosos al pblico: sin uti-lidad ninguna conocida absorben una parte muyconsiderable de las rentas decimales que, ya queexisten, estaran mejor empleadas en la dotacin delos ministros de las parroquias: compuestos por locomn de hombres ignorantes y destituidos aun delmrito del servicio eclesistico en la administracinde los sacramentos, nada existe en su favor quepueda conciliarles el respeto ni la consideracin del

  • 3o

    pblico. Casi todos los capihrlares, si se exceptranlos de oposicin, han sido simnicamente electos,pues nadie ignora que deben su nombramiento aun gobiemo que todo lo venda y son pblicas y sa-bidas la^s remesas de dinero que se hacan a Es-paa, como entonces se deca, para pretender: lasresultas de semejantes pretensiones todos sabencules han sido, el llenar los cabildos de imberbes,ignorantes, sin servicios ningunos en su carrera, nivirtudes que hiciesen recomendable su conducta.Apelamos a la historia de semejantes previsiones,ella comprueba la verdad de lo que decimos, puespor una persona de servicios, virtudes y literaturason muchos los que han entrado sin otro mritoque el ser hijos de magistrados de las Audiencias., ohaber tenido algn fuerte empeo en la Corte. En lalma provisin que se hizo en 1.831, algo se reme-diaron estas irregularidades; pero en el fondo,menos la simona, quedaron siempre las mismas.

    I clase de los curas o prrocos, nica que haceservicios efectivos e importantes a los fieles, seratenida en la mayor veneracin y aprecio si los rrre-dios que se les han asignado para subsisr no e-sen los ms a propsito para enaienarles el amor desus feligreses. Los curatos de Mxico, aun los mscmodos, son siempre.de una exterlsin muy con-siderable, que hace penosa la administracin de lossacramentos y las funciones parroquiales. Un prro-

    co no tiene hora ninguna segura ni momento dedescanso, puesto que puede .ser llamado en la quemenos lo piense a una distancia considerable, enmedio de las lluvias ms fuertes, cle los rayos abra-sadores del sol en la zorra trrida o de los rigoresdel fro, a la asistencia de un enfermo: l tiene quehacer los entierros, bautismos y casamientos, llevarlas partidas de to

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    krs dclcchos inrpue.stos .s()bre bautismo y casamien-to son muchal; veces en lo.s fiele.s un obsiculo in-superable para recibir el uno y cc,ntraer el otro: losjomaleros, especialmente, que apenas pueden acu-dir a sus necesidades ms precisas y que jamstienen ni aun el ms pequeo sobrante, casi nuncase hallan en estado de satisfacer estos derechos,especiahnente lo.s de ca.samiento, de io cual resultala incontinencia pblica que viene a hacerse en al-guna manera disculpable por la imposibilidad realde curnplir con las condiciones, sin las cuales no sepermite contraer un enlace legtirno, y en las queceda clia se hace menos posible entrar. Pero losderechos ms ajenos de iusticia son los que hansido irnruestos sobre los entierros. Cuando una mi-serable f-amilia ha agofado todos sus recursos en lac:uracin del enfermo: cuando por la muerte de statra queciado en la ms triste orfanciad sin tener talvez el alimento preciso ni medios ningunos de pro-currcelo: cuando en fin la constenacin y el dolordifundidos por toda ella excitan ia cornpasin y eldeseo de auxliarla en todo corazn sensible; el p-rroco no debe ver en tan triste situacin sino unmeciio de lucrar y de subsistir, y ha de aumentar susapuros y tormentos exigiendo la .satisfaccin deuno$ derechos cuyo pago talvez se halla fuera de laesfera de lo posible. He aqu al prroco en la tristenecesidad de obrar como no lo. haria el hombre

    ms destituido de compasin. Si no exige sus dere-chos, quecla inCotado e incapaz de subsistir: si losreclama, pasa por un hombre brbaro e insensible alas miserias de la humanidacl. Como estos lances serepiten con mLlchsima irecuencia, el descrditoprogresa, ei ministro pierde su prestigio, y el pueblose acostumbra a no ver en l otra cosa que un hom-bre que especula sobre sus desracias. Y podrta-cerse apreciable, o rns bien no haceme ocliosoquien ha adquirido esta reputacin? Y podrn deiarde adquirirla los que .se ven precisados a praccarlos actos que la producen? De esta rnanera se re-compensan las tareas ms apreciables del rninisterioeclesistico, todo porque el obispo disfrute canti-dade.s exorbitantes y los capitulares pasen una vidacmoda y regalada.

    Aun cuando los derechos parroquiales no -lesentan gravosos por ias circunstancias en que se exi-gen, lo son y mucho para un pueblo agobiado de lamiseria y que ha satisfecho ya la insoportable con-tribucin del diezmo, pues de esta manera quedamal servido y doblemente gravado. Es tambin in-noble y degracltnte para un prroco la rercepcinde derechos, lo primero porque parece que vendela administracin de los sacramentos y prostihrye lasfunciones sagradas de su ministerio ponindoles elprecio que no tienen: lo segundo porque en losajustes que se hacen por todas esfas fr,rnciones, pues 13

  • nunca se cumple ni es nsible cumplir el arancel,iarnE deian de escaparse al prroco ciertos movi-mientos que son o se interpretan de avaricia, y estevicio iams pdr dar crdito a los ministros de lasfeligresas. De lo expuesto resulta que los medios desubsistir que se han asignado a los prrocos sonlos ms a propsito para enajenarles la voluntadde los feligreses, y esto es tan cierto que muy pocaso ningunas poblaciones estn contentas con sucura, aunque ste, como es frecuente, sea una per-sorla apreciable y generalmente reconocida por tal.

    Hay tambin en Mxico un nmero considenablede clrigos particulares que no estn adictos a ser-vicio ninguno eclesistico, y son conocidos baio elnombre de capllanes, porque subsisten o debensubsistir del rdito de unas fundaciones mezquinasque se llaman c@ellanas. En los empos que pre-cedieron a la revolucin que empez en 1810 nohabia persona acomodada que en vida o al hacer sudisposicin testamentaria no consignase una partede su caudal a esta clase de fundaciones, peroiams ellas han sido bastantes a proveer a la subsis-tencia decorosa de un eclesisco: tres mil pesosque dan un rdito anual de ciento y cincuenta noson para ocurrir ni a las primeras y ms indispen-sables necesidades del ms triste iomalero; sin em-bargo se ha pretendido sean congrua bastante parasostener a un miembro de la clase media en la so-34

    ciedad, pues ste es el lugar que en ella ocupa uneclesistico particular. Estas pequeas capellanasse multiplicaron hasta un grado que parece incre-ble, pues constituyen la parte principal de las obrasPas, cuyos capitales, por el clculo ms bajo, as-cendan en el ao de 1804 a ochenta millones depesos, de los cuales se haba formado en los iuzga-dos de capellanas de las mitras una especi de ban-co de avo que contribuy m.ucho a fomentar laagricultura y la prosperidad interior del pas. Ia con-solidacin, una de las operaciones frnancieras msruinosas del ministerio espaol, no slo acab conuna parte de los capitales, sino que destruy parasiempre esta fuente de recursos creadores de gran-des, tiles y productivas empresas. A pesar de ha-llarse perdidos estos capitales, a pesar de ser imposi-ble la solucin de sus rditos, el empeo de hacerseclrigo y ocupar el lugar que a esta clase corres-ponda en la sociedad, hizo que muchos fuesenrecibidos y abrazasen este estado, y despus por surniseria y la prohibicin de ocuparse en cosas quepodran haberles proporcionado una subsistenciailecorosa, se hiciesen a s mismos despreciables eigualmente la clase a que pertenecan.

    Aunque el clero mexicano se halla muy lejos deser abundante, l bastara para las necesidades reli-giosas del pueblo si su distribucin no fuese tan vi-ciosa e imperfecta: en las grandes ciudades hay una 35

  • acumulacin considerabie de ministros que no sotlles para nada, y en [a carnpaa se advierte ilnaescasez notable de ellos, cle lc cue resulta que !ainstruccin religiosa y \a aclministracin de los sa-cramentos se halian en el ltirno abandcno. Si se hi-ciesen cesar todos ios benefrcios simples, y seaplicasen sus capitales a ia dotacin cle las parro'quias, si naclie se adnlitie.se a rdene.s sino con lacondicin previa cie servir en al;una de ellas, nihabra esa acumulacin que ahora es inevitable enlas capitaies, ni existira Ia necesidad ctre sostener losoCiosos derechos que hoy forman la dotacin deios 1trrocos, ni se cieara sentir la faita notablede eclesisticos parala administracin de los sacra-mentos. Se ocurrira tambin a la dotacin de lasparroquias disrnintry'endo, como es de rigurosa jus-cia, las rentas de los obispos trasta deiarlaus en seisu ocho n[ pesos, y las de los capitulares desde closhasta tres mil, y aplicando el resto a la dotacin deministros en las feligresas. Esta medida es entera-mente confbrme al buen servicio espiritual y al ac-nral orclen cJe cosas establecido en la R'epbiicaMexicana: por elevada que se suponga la dignidadde un obispo, iarns po
  • sino el no sostener las pretensiones de su clase' De-masiaclos eiemplos hay en el mundo, Y oo faltan enMxico, cle la- frecuencia con que el espritu decuerpo hace que las clases privilegiadas no slo di-simulen las faltas y delitos de sus miembros' sinoaun cle que los sostengan contra cualquiera quepretencia casgarlos: esto se entiende si el delin-lrr"rrt. ha sido el a los intereses de su clase' puesen caso contrario, los mayores enemigos son sushermanos que le espan la menor falta o se la supo-nen, y entonces con el ms leve pretexto descargansobre l todo el peso cle sus venganzas' Si no mi-litaran otros inconvenientes contra los .eros y pri-vilegios, stos seran bastantes para suprimirlos'mas-laRepblicaMexicanahadeluchartodavaalgn tiempo con ellos, y no lograr su derogacinsino por un procedimiento dictatorial o en el senodeunapazdurableydeunatranquilidadinteriorslidamente establecida.

    Los principales movos de odiosidad contra elclero son los que llevamos expuestos, y a ellos msque a un principio de irreligiosidad, como preten-.i.., p.rrudit lot eclesisticos' es a lo que se debeb p.oaigosa decadencia de su influio en el orden,oiiut. En Mxico este influio era debido ms al ca-rcter respetable cle las funciones sacerdotales que ala sabiclua ni riqueza del clero, pues ambas cosashan faltado siemPre al de este Pas'38

    En los primeros das de la conquista, cuando lasatrocidades y violencias de todo gnero descarga-ban sin piedacl sobre el infeliz indio esclavizado; elclero, movido por principios de religin y filantro-pa que le harn etemo honor, fue el nico que convalor verdaderamente heroico se atrevi a levantarla voz y a reprender los excesos y atentados de losdioses de la tierra. Desde luego tom a su cargo lacausa del oprimido, y trabajl con una perseveran-cia de que hay pocos ejemplos en aliviar su suerte-desgraciada. Los reyes de Espaa, deseosos de ha-cer cesar las calamidades que la avancia de los con-quistadores haca sufrir a los nuevos conquistados,no slo acogieron benignamente las representa-ciones del clero sino que, bien convencidos de queesta clase erala nica por entonces de que se podatener cortfranza que obrara con empeo y desin-ters en fvor de los indios, por ser sinceramenteactz a los principios del crisanismo y de la hu-manidad, concedieron, a lo menos tcitamente, alos eclesisticos una especie de derecho, en eierci-cio clel cual se oponan con mucha frecuencia yaun frustraban ciertas medidas opresivas de los go-bemantes. Como por otra parte no hay cosa quems concilie el aprecio y veneracin del puebloque el socorro que se acuerda al necesitado, y laproteccin que se presta al desvalido, la sancinpopular vino a confirmar el influjo del clero sobre 39

  • la autoridad civil que ya haba aprobado fAcita-menie el consentirniento de los reyes. Las primerasimpresiones de un pueblo en favor de ciertas clasesde las cuales ha recibido servicios importantes,tarde y dificilrncnte se hrorran; ellas se transmiten degeneracin en generacin y subsisten aun despusde haber faltacio aquello a que debieron su existen-cia, siendo necesarios muy poderosos motivos paraque cesen.

    As ha sucedido con el clero mexicano, su influiomuy til al principio, empez a deiar de serlo lueg

  • profundamente en lo ma.s ntimo del corazn mexi-cano. Si a todo esto se aade la libertad de leer ytener libros, la de discutir por la prensa y en con-versaciones privadas los males que producen losabusos cuyo principio existe en el poder e influjodel clero, lo que hablan ala nz6n, al conzny alaimaginacin, las representaciones dramticas quetienen por materia estos abusos y han sido no slotoleradas sino aplaudidas con entusiasmo, no pG'dremos desconocer cuntos son los adelantos yprogresos que se han hecho en un pas en quehace muy pocos aos la discusin de semejantesmaterias habra sido reprimida por un mandamien-to espiritual y enfrenada la resistencia por la apari-cin de un alguacil del Santo Oftcio.

    Mas no por esto debe entenderse que ha cadoenteramente el poder e influjo del clero, y que suimperio no se deia ya sentir: la obra, lejos de estarconcluida se halla todavia en sus principios. laintolerancia existe todavia de derecho, y el gobier-no o los partidos que aspiran al triunfo no dejan deasirse, aunque momentneamente, de esta aldaba.Es preciso, pan la estabilidad de una reforma, 9usea gradual y caractenzada por revoluciones melFtales que se extiendan a tod^ la sociedad, y modi-fiquen no slo las opiniones de determinadas per-sonas, sino las de toda la masa del pueblo. De la

    42 superscin se pasa a la incredulidad, de donde se

    retrocede al fanasmo que hace oldar sus horrorescuando se acaba de salir de los de la irreligin. Esteorden de operaciones, que desde los tiempos msremotos ha caractenzado todas las revoluciones, esel que se observa en Mxico. Sin conocimiento decausa se adoptaron como puntos religiosos todos losabusos del clero y las pretensiones de Roma, y conla misma falta de conocimiento se desecharon comoabusos los principios ms sagrados de la religin yde la moral. De aqu es que algunos de los reforma-dores no lo han sido de buena fe, y sus miras no sehan dirigido sino a la destruccin total del cristianis-mo; posteriormente se ha hecho una reaccin muyviolenta por la impostura sacerdotal, y an se estlejos de venir a parar en el justo medio, a pesar deser ya muchos los que por esta senda caminan, de-seosos de poner trmino as al libertinaje e incre-dulidad como al fanasmo y superscin.

    He aqu los adelantos que en este punto ha teni-do la Repblica Mexicana, grandes bajo un aspecto,y reducidos bajo otro. La palabra mQora es un tr-mino relativo, y si se pudiera dar una idea adecua-da de l anterior degradacin de las colonias espa-ola.s y de su abyecta sumisin a la autoridad delclero, la sorpresa que ha producido el nuevo ordende cosas sera el sentimiento que debera excitarseen los que frloscamente observan estos desarro-llos, aunque cortos, del vigor mental. Si el pas hu- 43

    iI

  • hiera estadc constantenrcntc p:tcco, y si los par-tidos no trubiesen procuraclo lluscarse apoyo enuna clase que a nadie se lo presLr de buena f'e, yque jams pierde de vista su.s intereses, la refcnnadel clero se hallaa rnucho ms adelantada; losiefes y las personas influyentes de todos ios par-tidcs han estado siempre por ella. y la prueba m.sdecisiva que en esto puecle darse es que todos lahan prornovido cuando han llegado a dorninar;pero estos bienes reales se han sacriftcado a mez-quinos intereses cle arnbicin y cie venganzas pri-vadas, y el clero no se ha clescuidado en aprove-char estas ocasiones que se le han presentado paraofrecer su apoyo a ca
  • deben pues buscarse, como lo han hecho muchosextranros, en las clases privilegiadas, sino en lamasa cle los ciudadanos; en aqullas, a pesar de losdefectos inseparables de su viciosa constihcin, noclejan cle abundar los hombres de mrito, como loharemos ver en el discurso de esta obra; pero lasvirtucles, la literatura, los talentos, la laboriosidad ycuanto puecle hacer recomendable a un pueblo, sehalla en Mxico en la masa de la nacin, de la cualson una fraccin pequesima las clases de quehemos hecho mencin'

    Aunque la civilizacin del pueblo mexicano,absolutamente considerada, no se puede llamarperfecta, sus aclelantos han sido sin embargo enuna escala asombrosa de progresin' Hace veinteaos que la rusticidad, el encogimiento y latorpezapara cliscurrir y explicarse sobre los asuntos quepr.tt".t materia al trato social eran el patrimonio delos mexicanos, si se exceptan muy pocos educa-dos en las grandes ciudades. Is artes de gusto yomato, la delicadeza y finura de modales y ciertosconocimientos indispensables para amenizar y ha-cer agradable el trato familiar eran enteramente ex-traos y desconocidos en la sociedad mexicana'Los principios e ideas elementales de las ciencias,las artes y profesiones, se han hecho ya demasiadocomunes. Se tienen ideas ms exactas y noticiasms extensas'de la situacin, producciones. intere-46 47

    ses, recursos y sistema polco de las naciones delglobo de que antes se ignoraban aun los nombres.Estos conocirnientos, reducidos anteriormente a uncrculo muy estrecho de personas que hacan profe-sin de literatos, son ya comunes a todas las clasesde la sociedad, si se exceptala'tnfimacompuesta dejomaleros. La aficin a la lectura ha dado estos be-nficos resultados. Multitud de romances e historietas difundidas por toda la Repblica y les conavidez, no slo han ennoblecido y dado un carcterde finura a todas las pasiones del coraz1n mexica-no, sino que han propagado innumerables noticiasde todos los namos del saber que se tocan en ellos yexcitan la curiosidad de los lectores. El entendi-miento, la imaginacin, el corazn y el lenguaie sehan enriquecido con semejante lectura, aumentn-dose considerablemente el caudal de ideas, im-genes y sentimientos que forman la base de la civi-bzacin y cultura del pueblo mexicano. No tienenpoct parte en estos progresos los teatros que se hanestablecido en las grandes y medianas poblacionesde la Repblica, y el gusto que se ha difundido porlas representaciones dnamcs:

    stts escuelas prc-ticas de moral, de introduccin y de gusto, ms omenos perfectas, van plantendose sucesivamente ydescubriendo un nuevo mundo para el pblico me-xicano, y su influjo se deia ya senr en todos los lu-gares en que se hallan establecidas: emos y nobles

  • sentimientos, acciones heroica;, moderacin y finu-ra en los modales y cultura en la expresin, son yaresultaclos muy visibles en todos aquellos lugares delaRepblicaenquehaexistidounmedianoteatro.

    Lainteligencia y uso de los idiomas cultos de laEuropa, lo mismo que el gusto y conocimiento porsu literafira cisica, son ya demasiado comunes enMxico: antes de la Independencia pocos enten-dan y menos hablaban el francs, en el da es unramo necesario de educacin; y muy pocos oninunos cle los que constituyen la generacin queva reemplazando ala actnal deiarn de poseer esteidioma, Ll ingles y el italiano; pues aunque los dosrlmos no ofiecen el inters ni la facilidad que elprimero, estn ya bastante generalizados, y lo sennotablernente ms en lo .sucesivo' ta posesin detales conclctores ha abierto en Mxico la puerta alconocirniento y gusto para la iiteratura clsica: detodos son conocidas en el a las obras ms cle-bres escritas en estos icliornas, como lo manifiesta elcleseo que por leerlas y tenerlas se advierte en el comn en los mexicanos y hemos hecho notar en otraparte.

    Pero en lo que son ms notables los progresos dela civllizacin mexicana es en la sociabilidad o enaquello que hace y constituye los atractivos del tratosocial: el bello Sexo' los traies, las concurrencias, los

    48 paseos, las diversiones y los placeres de la mesa

    rnexicana han sutrido cambios totales o hecho con-siderables progresos.

    El bello sexo en Mxico no es digno de ios ras-gos con que pretenden canctenzarlo algunos ex-tranjeros que no lo han conocido sino por una uotra darna que han lu:alordo con alguna inmeciiacin,y cuya falta de clecoro, provenida de ura ignoran-cia indiscreta, no puede ni debe perjudicar a lareputacin de las dems. En las ciudades grandesde la Repblica, como en todas las del mundo, hayciertas ciamas de la primera distincin que nopueden vivir sino de las adoraciones que reciben yde los perftrmes que se queman en sus altares: ennada estiman su reputacin si logran los obsequioscle aquellas personas que verdadera o equivocada-fnente iuzgan superiores a los derns. la preven-cin que exista en Mxico hace pocos aps a favorde los efiranjeros, y la falta de conocimiento quepor entonces tena el bello sexo, fue la causa deque solicitasen algunas damas sencillamente los ob-sequios de aquellos que, pertenecienclo a las nfi-mas clases en su pas, tuvieron primero la villanade afectar una importancia social que no terran, yposteriormente la de desacreditar no slo a stas,sino a todas las de su sexo en Europa, suponiendoser comunes las faltas que no caractenzaban sino amuy pocas. los amargos desengaos que han pro-porcionaclo e.stas burlas, y los conocirnientos adqui- 49 I

    iif

    ii

  • ridos posteriormente de que cuantos han venido yvienen a Mxico con muy pocas excepciones sonde las clases ms humildes de Europa o de las muyinmediatas a ellas, han hecho ms cautas aun a lascoquetas mexicanas inclinndolas a desconfiar detodo extraniero y a verlo con indiferencia. Por lodems el bello sexo en Mxico en las clases supe-riores si no es un modelo acabado y perfecto detodas las virtudes domscas, no lo e.s ciertamentedel vicio, y sin duda es uno de los elementos quederrama todo gnero de atracvo sobre la sociedadmexicana: sus rrrodzles dulces, suaves, comedidosy atractivos: lo elegante de sus traies: el gusto en laeleccin de sus adomos: la gallardia de su talle y lohermoso de sus formas, dan un inters conside-rable a todas las concurrencias pblicas y privadas.Si an se advierte alguna frivolidad en la conver-sacin de las damas, y en algunas un cierto airedesdeoso que las hace fastidiosas, esto es porquelos hbitos de una mala educacin no se borransino con surna dificultad, y la de nuestras damas fuetan descuida en la parte mental como mal dirigi-da en la que mira a las relaciones con el otro sexo,pues nada se omi para inculcarla como un princi-pio de decoro el desdn, que no merece otro nom-bre que el de desatencin y falta de urbanidad:estas falas sin embargo se hallan muy remediadas enla actual generacin, y sern del todo precavidas

    en la que se va formando, pues la educacin acnalde las nias es rnis esmenada y bien diriglda.

    Nada haba menos atendido baio el sistema colo.nial que la educacin del bello sexo,,pues se hallabareducida a lo preciso para poder desempear lasobligaciones domsticas: la cultura del entendimien-to y las arte.s de agrado y ornato, si se excepta loperteneciente al traje, se reputaban no slo irnpro.pias del sexo sino contrarias a lo que entonces sellamaba modestia: as es que la rnsica, el dibujo yla lectura hasta nes del .siglo pasado eran entera-mente desconocidas a la mayor parte de las damas,reputndose por un fenmeno el que alguna su-piese las cuatro reglas de aritmtica, tuviese tal cualconocimiento de geografa, pulsase con algunadestreza las teclas de un piano. las mexicanas puesno podan ser apreciadas ni apetecido su trato sinoen cuanto prestaban pbulo a los devaneos amo-rosos, y eran slo consideradas como objeto de ga-lanteo. a comrpcin de costumbres no poramenos de hacer notables progresos bajo tan erradosistema: las damas por su ignorancia y por la frivo-lidad de su carcter valan realmente muy poco, yesmndose en lo que eran se entregaban consuma facilidad a cualquieyt, y bajo todos aspectosfomentaban la inmoralidad del pas sin poder darnunca a los hombres los placeres que la virtud, eldecoro, el recato y un entendimiento medianamen-5o 5r

  • te cultivado hacen tan delicioso el trato del lrcllosexo en los pases civilizados. Aunque esta pinturacle lo que eran rruestras rnuleres en pc'cas anterires nacla tienen de exagerado, sera una calumniaquerer clar por ella a conocer las del dia:las meiorascle su eclucacin han tenido resultados muy favo'rables a la moralidacl pbiica v han ministradonuevos, ms slidos y puros atractivos a la sociabili-dad mexicana. Ya las damas tlo se hacen aprecia-bles precisamerte por los atracvos fugaces de suhermosura, sino por la cultura de su entendimiento,las prendas de su corazln y el ornato exterior desus habiliclades: ya no esrn expuestas a ser el lu-clibrio e irrisin de la sociedad luego que los aos oalgn accidente inopinado marchita las rosas de susnreiillas, ptresto que ya no son precisamente unpuro obleto de galanteo sino de slida y verdaderaamistad: como que ya lueden proporcionarse otrosgoces que lo.s de los devaneos amorosos, su vejezno estar cargada de aquel tedi.o que produce siem-pre la prdida de los placeres que han sido nicos yla desesperacin que causa la imposibilidad de pro-porcionarse otros. En el dia,la msica, el dibujo, lalectura y las amistades que sobreviven a las graciasde la iuventud y a la prdida de la hermosura sonpara la edad avanzada de nuesras damas unafuente inagotable de placeres, y si an se deian sen-

    ,2 tir algo los tristes resrltados de una edtcacin vi-

    ciosa, es se[+tro que no pasarn de la generacinpresente, y que las virtudes propias del bello sexoya rnuy aclelantadas en Mxico recibirn su comple-mento en la futura.

    El gusto por la msica instumental y vocal es unade las cosa^s ms generalmente difundidas entrenuestras damas; son en el da no slo conocidas sinoejecutadas con maestra y perfeccin en el piano laspiezas ms hermosas y difciles de Rossini, Mozart,Bellini y otros clebres compositores: no hay casade una esfera mediana que no posea un piano enque son ejecutadas todas sus piezas por las niasde la familia; y no hay concurrencia en que laernulacin y el deseo de los aplausos deje de darun poderoso impulso a los adelantos en este ramo.La aficin al dibujo v al e.studio de las lenguas no esiodava lan general en las mexicana*s; no obstantese han hecho progre.sos que admiran, atendido elsistema de educacin que precedi a la Indepen-dencia: de los conocinentos en el dibuio dependela perfeccin de ciertos ejercicios mujeriles, como elborclado, los tejidos cle chaquira y otros que hanrecibido y todava recibirn notables meioras por elconocimiento del diseo. Menos gene.ralizado estel estudio y conocimiento de los idioma.s cultos deEuropa, y esto proviene de que aunque progresa laafrcin a la lectun to

  • cana^s; sin embargo el curso siempre creciente de lacivilizacinvadirigien
  • 56

    busque sin embargo lo.s placere.s de la sociabilidadno dejar de encontrarlos, pues aunque no son losprincipalmente intentados, lejos de escasear se ha-llan en abundancia en semejantes diversiones;bailes, msicas, paseos, todo es agradable en ellospor la.s personas que concrurren a formarlas, quesiempre son lo principal de la poblacin, y por ellugar en que se verifican, que por lo comn esalguno de los inmediatos a la ciudad, eligindosesiempre el ms ameno, que en ms alto gradorene las delicias de la campaa, por su forma,localidad y produccione.s. Las Pa.scuas son las que.se dedican de preferencia a esta clase de diver-siones, cosa muy chocante por cierto en un puebloreligio.so, pues las principales festividades consa-gradas por la religin se emplean en el ejercicio delos vicio.s ms destructores, contrarios no slo a lamoral pblica, sino aun a la delicadezay decoro decualquier pueblo que aspire a ocupar un lugarentre las naciones morieradas.

    El juego e.s tambin el alma de las tertulias pri-vadas de las citdades y pequeas poblaciones que.aunque muy adelantadas bajo otro aspecto, se ha-llan muy atrasadas bafo ste. Tal vicio, proscripto entodas las reuniones cultas de Europa y que imprimeuna marca de infmia en las persons sujetas a 1,no deshonra a nadie en Mxico, mientras no loamine del todo: adems de las casas de juego que

    son muchas en toda la extensin de la Repblica,las tertulias privadas se alimentan todava en muchaparte de la propensin inesistible en los mexicanosa esta detestable pasin. [.os asuntos que puedendar otro inters a semeiantes concuffencias van re-emplazando a esta pasin, pero de un modo muylento, y han de pasar todavia muchos aos antesque se verifique sobre esto un cambio considerableen la sociedad mexicana, pues desde las clases msnfimas hasta las ms elevadas, en todo sexo yedad, el juego es una pasin universal que entracomo un elemento necesario en todo gnero cle di-versiones.

    Los paseos pblicos no tienen el inters ni pre-sentan el atractivo que en otras naciones: las damasmexicanas no se presentan en ellos sino encasti-lladas en sus coches de que hasta hoy no ha sidoposible desalojarlas: estos cam.rajes introducidos enel centro de los paseos descomponen las calles quelos forman, interrumpen el paso, forman fango olevantan polvo, e impiden la principal diversinque consiste en la concurrencia de ambos sexos,pues las damas que tienen carruaje hacen punto deno salir de 1, y las que no lo disfrutan tienen amenos el presentarse sin l en los paseos. De aques que en ellos no se encuentran damas de la pri-mera ni de la clase media, sino muieres de la nfi-ma, cosa que disminuye notblernente el inters cie 57

  • la diversin en los que los frecuentan. En esto sinembargo se advierten considerablemente mejoras,pues se va cediendo poco a poco de los anguosusos y preocupaciones: ya no se desdean de des-cender de sus camrajes algunas de las que losenen, ni de concurrir a los paseos las que carecende ellos. Adems, la baratura de los efectos deEuropa ha hecho Que hasta las menos acomodadas,y aun las de la nfima clase, se presenten en lospaseos vestidas con decencia, gusto y limpieza, ycontribuyan a hermosearlos no slo por la decenciade sus traies sino por la mayor finura, decoro y re-gularidad de sus moclales. En este punto la so-ciedad mexicana, considerada en ambos sexos, esmuy superior a lo que .e antes de la Independen-cia, pues ya no se ven aquellos vestidos toscos,sucios y andrajosos que marcaban de un modomuy claro la diferencia entre las superiores e nfi-mas clases, imprimiendo en stas de un modo inde-leble el sello de la degradacin y abatimiento quetrae consigo la distincin de clases cuando sta seexende hasta los trajes.

    Si clel omato de la.s personas se pasa al de lashabitaciones no podr desconocerse la inmensadiferencia gue existe entre Mxico, colonia espao.la, y Mxico, nacin independiente. Los tapices, lasalfombras, las lunas,'la^s araas, los floreros, los

    58 relojes, las estampas, las pinturas y los muebles pre-

    t:iosos, cosas todas casi desconocidas, y de muypoco uso antes de la Independencia, son muy co'munes en el dia, y la aficin a ellos ha progresadoen razn de la baia de sus precios. Por desaliadaque se halle actualmente cualquier casa es muy su-perior a las de su clase en 1820, y la^s necesidadesde Europa desde esta poca han pasado el ocanoy se han ido fijando en lt{xico sucesivamente y Porgrados. Si ellas siguen la.misma escala de progre-sin y si los medios de pagar estos artculos importa-dos no disminuyen, Mxico dentro de muy pocosaos ser una nacin enteramente europea, como lade los Estados Unidos del Norte. No es posibletodavia armar ni an con probabilidad el grado deinfluencia que podrn tener sobre los hbitos so-ciales, que an se esln formando en Mxico, losdiversos usos de los pueblos con los cuales haentrado en relaciones y que son, por decirlo as,otros tantos modelos propuestos a su imitacin. Porsentado que los hbitos, usos y costumbres espao'las, as por la falta de comunicaciones como por laprevencin casi general que existe contra la me-trpoli, van desapareciendo rpidamente de la fazde la Repblica. En Mxico nadie se acuerda deEspaa sino para despreciarla, y este menosprecioaunque efecto de las preocupaciones es un sntomaseguro de la poca o ninguna disposicin que haypara imilarr nacla de lo que de all pudiera venir. 59

  • T,j

    Aunque el fondo clel carcter mexicano es todo es-paol, pues no ha podiclo ser otra cosa, los movosmutuos cle encono que por espacio de veinte aosse han fbmentado ente ambos pueblos por la br-bara y prolongacla lucha de Independencia, hahecho que los mexicanos en nada manifiesten msempeo que en renunciar a fodo lo que es espaol,pues no se reputan bastantemente independientes sidespus de haber sacudido el yugo poltico se hallansujetos al de los usos y costumbres de su antiguarnetrpoli. Esta aversin ha contribrido en Mxicocomo en otros tiempos en Holanda a carnbiar enpocos aos la faz de la Repblica, y ella tendr portrrnino final el borrar hasta los lmos rasgos delcarcter espaol, si como es de creer el gabinete deMadrid cliere todava por muchos aos el reconocimiento de la Independencia, pues la incomunica-cin que se prolongarahasta entonces y se ha rnsriurosa, lo mismo que la odiosidad aumentadamuy notablemente por esta resistencia, dan natu-ralmente este resultado, ganando entre tanto terrenola Francia e Inglaterra sobre la sociedad rnexicanaror la introduccin de sus usos y costumbres.

    En efecto, entre todas las naciones que hanentrado en reiacione.s con la Repblica, estas dosson y sern las nicas que se disputarn el influjode que se trata, pues por su posicin y riqueza, porsu poder y por sus progresos en la civilizacin, aie-

    iarn o harn casi nula la competencia de las otras.En los primeros aos despus de la Independencia,la Inglaterra dio el tono a la sociedad mexicana: lostraies, ias modas, los rnuebles, las comidas, las ter-tulias, todo, todo era por entonces a la inglesa, aunlas co.shirnbres, a pesar de ser tan diversas de lasdel pueblcl britrco, empezaban a modelarse porella^s. Pero ernpezaron a introducirse los francese.s,y conro sus hbitos y modas estn ms en con-formidad con ios anguos de Mxico, desde luegofi.eron preferidos a los primeros que apenas empe-zaban a crearse. Desde entones las modas y usosfrance.ses han dado el tono a la socieclad mexicanque estaba muy dispue.sta a recibirlos, por la con-formidad con los que haba cimentado la edrcacinclacta ror los espaoles que en sta, como en todasmateria.s, reciben cuanto les viene del otro lado delas Pirineos. Sin emh;argo, como cle Francia e In-glaterta los primeros das no se haban presentadoen Mxico sino pocas personas de un mrito cono-cido, y.por el contrario no escaseaban los aven-tureros, que como deshecho de las revoluciones demuchos aos han producido aquellas naciones ilus-tres: corno la conducta de serneiantes persolras nohaa podido hacerlas recomendables bajo deningn aspecto, pues sus defectos eran conocidos,y su falta de cultura y cornedirniento era demasiado

    6o visible, no fi.leron desde luego aclmitidos en el trato 6t

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    i

    social en Mxico ni recibidos en las concuffencias de

    "lgun tono. No ha sucedido despus lo mismo;cuando las relaciones entre Francia y Mxico fue-ron menos equvocas, los franceses posteriormentellegados recobraron el aprecio que haban perdido,y en l entraron a la parte con los ingleses y ale-manes, pues aunque el aprecio que de los extran-ieros se hizo al principio ha disminuido notable-mente, desde que se lleg a entender que no eranen su pas lo que pretendieron persuadir, todavasu conducta ms anegla, sus riquezas y la mo-deracin y decoro de su trato y porte hizo que fue-sen en todas partes recibidos con aprecio: esto y losenlace.s que han contrado en el pas con algunasfamilias de distincin ha hecho que adquieran yconseryen algn influio en el trato social.

    De este concurso de circunstancias ha resultadoque la sociedad mexicana todava en embrin nopresente hasta ahora sino una confusa mezcla dehbitos, usos y costumbres de la metrpoli, Franciae Inglaterra dominando en ciertas lneas los de unanacin, y en otras los de otra, sin que hasta ahorapueda decirse han sido totalmente nacionalizadoslos de ninguna, pue.s con la misma facilidad seadoptan y desechan altemativamente los de todas.Parece sin embargo cierto no tardarn en adquirirfuerza y consistencia, y segn todas las probabili-

    6z dades la Francia vend por fin a dar el tono en M-

    xico sirviendo de modelo a su sociedad. En cuantoa esto no rodemos menos de lamentar la suerte denuestra patria que va perder mucho en sus costum-bres: los hbitos sociales franceses son demasiadolibres y presentan mil caminos al galanteo que es elmayor azote del trato social. La suma libertad quese concede a las damas, especialmente a las casa-das, destnrye la raiz la confianza, de la fidelid ensus empeos, sin la cual no pueden existir los pla-ceres domsticos. Establecer por uso y regla detono el que una dama por slo el hecho de haberabrazado el estado del matrimonio tenga una liber-tad ilimitada para entrar y salir de su casa a todashoras, sola o acompaacb, y recibir visitas sin suje-cin a regla alguna: el que el marido siempre queaparezc en pblico con su mujer tenga que cederel puesto a cualquiena que se presenta, y verse en laprecisin de permitir sea obsequiada por otro enel baile, en la tertulia, en la mesa y en el paseo;estos usos y otros muchos son de rigurosa etiquetaen la scrciedad fnancesa y se hallan ya establecidos enMxico cle un modo que el que rehse conformarsecon ellos pasar por un hombre incivil. I ms li-gera consideracin basta para convencer el riesgoque se corre en adoptarlos, los disgustos que cau-san en el interior de las familias, y las sospechasque inevitablemente producen, aun en los de cac-ter ms confiado. Si semeiante libertad hubiera de 63

  • uconcederse a alguna porcin clel Lrello sexo' en lasclonceiias sera menos peligrosa por el poderosoretraente clel rubor que an no est hollado, y deque sus fragilidades si llegan a tenerlas no se po-sible ocultarlas. Acaso por esto las concurrenciaspblicas no son en Mxico tan frecuentes comosera cle esperarse, pues ningn marido que se es-me en algo quiere exponerse a la dura alternativade pasar por la animadveisin que siempre recaesobre los que no se confbrman con los usos esta-bleciclos, o a percler su tranquilidad y el reposo desu familia, si pone a su mujer en el caso de haceruso cle cieffas libertades que iams podn dejar deser.sospechosas a los que tienen inters en conser-var la paz dornstica.

    Se puede asegurar que la sociedad mexicara ensu estado acttal con un fondo de gravedad espao-la y con un exceso de refinamiento en sus modales,es una mezcla de las costumbre de Pars, de Lon-clres y de las grandes ciudades de ltalia: el mismogusto en el traie, en muebles .suntuosos, en bailes,espectculos, msica y aun en la pintura, a pesar dehallarse en su infancia. Los mexicanos son por iocomn poco afectos a las conculTencias que for-rnan los placeres de la mesa, ra,':;-vez dan comidas;pero es muy frecuente obsequiar con refrescos' enlos que se sirven confitados y cofiservas, chocolate,

    64 caf, t, bizcochos, vinos y licores a las horas en

    que son ms frecuentes la.s visitas segn el usoestablecido: stas son desde las doce del da hastalas dos o tres de la tarde, y desde que oscurece has-ta muy entrada la noche. Nadie si no es de sumaconfianza se presenta en las piezas de recibr sinhacerse anunciar primero por algn dom.sco y ensu defecto por algn signo que haga saber su llega-da. La persona que entrase en silencio y sin cere-monia se expondra a que hicie.sen de ella un juiciopoco favorable, y aun a que le indicasen su disgus-to por haberse introducido sin haber obtenido pre-viamente el permiso. Las damas no se levantan pararecibir ni despedir sino a las visitas que son de susexo; siempre aguardan las de los hombres sen-tadas en el principal lugar sea cual fiere la clase ydignidad del que se presenta: todos estos signos deaprecio y consideracin son muy debidos, pero sehace muy de notar la falta de urbanidad comunsi-ma en todas las ciudades de la Repblica, por locual las damas dirigen y manenen exclusivamentela conversacin con sus compaeras en concufren-cia de ambos sexos; sta es una de las faltas mschocantes de la sociedad mexicana, hiia de un or-gullo necio y mal entendido, y que est en diame-tral oposicin con todos los usos establecidos en lasnacione.s civilizadas: algn cambio se deja sentirsobre esto, pero es hasta ahora muy corto, aunquedel curso siempre creciente de la civilizacin es de

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  • esperarse llegue por frn a ser totalmente desarrai-gia^ esta falta de atencin' Las ciamas por reglaleneral iamsvisitan a hombres sin familia, pues lavisita siempre se entiende dirigida a las de su sXo:este lso muy loahle por lo que concluce al decoro ya la clecencia de las costumbres, padece muy pocasexcepciones que siempre son fundadas en amistadmuy estrecha o en otros motivos ms plausibles:iams visitan ni salen solas de nocb'e' pues siemprerJeben ser acorlpaaclas por una persona del otrosexo a no ser que lo hagan en coche' Las f-rases decotnecltmientoSonsumamenteexpresivasyarregla-ciasto
  • nas veces llega la imprudencia hasta introducirse ala alcoba de ste en los momentos en que padececon ms vehemencia o en que necesita de reposo,todo por cumplir con las leyes de una etiqueta malentendida y de manifestar acaso un cuidado y pesarque en la realidad no se tiene.

    Los mexicanos de cualquier sexo, que no sonprecisamente de las clases mas nfimas, reciben vi-sitas y las hacen a sus amigos el da de su cumple-aos: los parientes y aquellos que les son ms adic-tos o tienen inters en conciliarse sus favores sonlos ms puntuales en pagar este tributo social, yrendir este homenaje a sus patronos, protectores oallegados. En estos das es tal el concurso en lascasas que los de la familia se ven muy embarazadospara recibir y obsequiar a todos los que se presen-tan con el obieto de.felicitar los das. Como a lapersona que se solicita no se le puede ver a todahora, y como por otra parte es preciso que l quedeenterado de quines son los que han querido fa-vorecerlo personalmente y cumplir con este deber,se coloca en la inmediacin de la puerta de la calleuna mesa con todos los avos de escribir, para quelos que se presenten y no hallen al dueo o no ten-gan por conveniente entrar, pongan su nombre enla lista, y con esto den una prueba de su aprecio,esmacin o respeto: la reciprocidad en estas visitas

    68 es menos incmoda, pues tienen das sealados, y

    se pueden con anticipacin combinar las ocupa-ciones de moqlo que haya tiempo para hacerlas sinfaltar a las obligaciones respectivas. Las visitas decumpleaos han llegado a ser tan incmodas en losque tienen de recibirlas que los ms pasan este dafuera de su casa y toman todas las precaucionesnecesarias para evitarlas. En lo general estas cargassociales se han aligerado mucho en el da, pues sino se atraviesa una amistad muy estrecha u otroslazos mas ntimos se cumple con estos deberes pormedio de una papeleta de visita.

    En las leyes de la etiqueta sucede lo que en todoslos compromisos sociales, que llevados al extremoson una carga insoportable, pero mantenidos en eljusto medio tienen imponderables ventajas. Los go-ces de la sociedad dependen todos de ilusiones queuna vez perdidas los hacen desaparecer totalmente.Y cmo podrn esta^s ilusiones mantenerse sino pormedio de la etiqueta a que deben su existencia? Ellahace que las personas que viven en sociedad seprofesen ciertos respetos y tengan unas por otras la^sconsideraciones que fomentan el aprecio recproco.Despjese si no a la sociedad de todas estas leyesque parecen tan molestas, y qu quedara de ella?Una reunin de hombres cual existe entre los salva-jes, sin ninguno o muy poco miramiento por sus se-mejantes. I as coshrmbres perderan tambin mucho,pues las pasiones impetuosas del hombre sin el 69

  • freno cle los miramientos sociales se explicaran y

    haran sentjr con toda la impetuosidad y fuerza deque son susceptibles en el estado brbaro de la na-

    Nraleza. La lascivia, el furor, el odio y otras muchas

    estn slo enfrenaclas pof estos miramientos, v si apesar de ellas causan tan considerables estragos'

    cuntos ms sedan cle temerse sin ellos? De prop

    sito hemos hecho algtrnas reflexiones sobre esta im-

    portante materia, pues es un error que no ha deiado

    cle hacer progresos en lr'lxico qtie la etiqueta esun.I carga tan intil como gravosa' y aun se ofendenlos nlexicanos cle que algunos extranieros observen

    la de sr-r pas en sus ca'sas y familias'La cultura en el trato soc'ial habra hecho en

    Mxico prgresos ms notables si no esnlviese tanmal clistribuicla la poblacin' El aislanriento en que

    se hallan las granclls ciuclacles por la^s considerablesclistancias que median entre unas y o'tlzls' V lo im-perfecto tos me

  • y efrcaz?, cmo se ocurrir a estz mala distribucinprimitiva de las ciudades de la Repblica? Slo po-blando los puntos intermedios y fomentando la co-lonizacin. Este procedimiento es el nico y efrcaz,y todos los pueblos cuyas ciudades se han halladoen la misma o peor situacin que Mxico, despusde haber tentado intilmente otros medios, no hanconseguido remediarlas sino por ste.

    Pero da vergenza ver las leyes de colonizacinque se han dictado en la Repblica, es imposibleconcebir medidas ms mezquinas y miserables, ashan sido sus resultados: ninguna empresa de con-sideracin se ha presentado hasta ahora que puedadar un impulso poderoso a la poblacin del pas, ycon ella a todos los ramos de la prosperidad p-blica: todo se sacrifica a evitar lo que al fin ha desuceder, sin que haya medio ninguno de impedido,porque est en la naturaleza de las cosas y en elcurso natural de los adelantos humanos, a saber: latolerancia religiosa. Ningn pueblo ha establecidola libertad civil sin que venga a p^rar en la religiosa,y todos los que han empezado por el reconoci-miento de sta no han podido menos de llegar aaqulla. De qu han valido los esfterzos que endiez aos ha hecho el gobiemo francs para hacerilusorio el artculo de la Carta que estableca la li-bertad de conciencia? De nada sino de amrinarse, yque su jefe descendiese ignominiosamente del trono:

    stas son verde.s acrcclit:rcla.s por la raz6n y la.experiencia, que no podrn .ser debilitaclas ni deiarde producir su efecto en Mxico por la miserableoposicin del clero ni el mezquino apoyo que pue-da prestarle un gobierno que en este punto tiene encontra la opinin de la clase influyente, y rns ade-lante tendr la de todo el pblico.

    ste es el clefecto capital de que aclolece la leyeneral de colonizacin, pero las cie los estadosabundan en otros muchos: en ellas se adviertentodas las antiguas preocupaciones espaolas: el es-pritu de intervenir y entrometerse en las empresasde los colonos, el de fijarles un tiempo muy cortopara el cultivo del terreno, el de prohibirles la acu-mulacin de las suertes repartidas a cada familia,son disposiciones terminantes en las leyes dictadaspor los estados y retraentes poderosos de la colo-nizacin: stos son los verdaderos motivos de nohaberse podido realizar en nuestro pas ningunaempresa de consideracin en este ramo de fomen-to, y no la uerra intestina ni la inseguridad de lasinstituciones y de la autoridad pblica. En BuenosAires se han realizado grandes proyectos de colo.nizacin a pesar de que ninguna de las nuevasrepblicas ha sido menos estable en su sistema po-ltico que jams ha podido fijar; pero all se enrien-den meior que en Mxico los verdaderos prlncipiosde la formacin de colonias, las leyes han sido dic-72 73

  • taclas en consonancia t'on c:llo:; y han producido suefecto a pesar cle la clislocacin totl de aquelpueblo desgraciado'

    Los proresos pues de la civilizacin mexicanason precisamente muy lentos' ,v en muchos aos, sino se vari' cle sistema,la mttyor parfe del pas per-manecer inculta, despoblada y aun expuesta a lasimrpciones cle las naciones brbaras que iamspoclrn .ser conteniclas por el absurclo sistema depresidios, ncapaz de refrenar su audacia, pero muya propsito para aumentar en elias la aversin con-ra una repblica que parece no pretende sinoprovocar la guerra para despu's exterminarlas' Conuna buena aclminisaq:in estas naciones podranretirarse cle ia vilacin clc l:r ltcprblica fi-ese en 1804 decinco millones ochc:icntos cuarenta mil habitantesen que la calcul el barn de Humboldt, y en 1808estando a la estadstica de Navarro de seis rnillonesciento veintids rnil rrescientos cincuenta y cuatrohabitantes, es imposible que la guerra y las pestespoco considerables que han aparecido en el pashayan impedido en veintisis aos el aumento dedos y medio millones. Segn la relacin de muertosy nacidos registrados ao por ao de.sde aquellapoca y cuyo.s datos tenemos a la vista, la pobla-cin cle Mxico debe duplicar cada veintids aos,estando pues al censo ntaterial de 7793 que dio porresultado cuatro millones y medio, en 1815 la po-blacin debi ser de nueve millones; en 1827 detrece y medio y en 1835 de diez y seis largos: laluema y las pestes no pueden haber impedido elprogreso en ms de una mitad como sera nece-sario para que en el dia la poblacin fiese menosde ocho millones. La.s suposiciones que hemos he-cho son las menos favorables al progreso, pues lasrelaciones entre muertos y nacidos, o lo que es lomismo el movimiento de la poblacin lo hemostomado de los registros de los aos que c

  • de diez y nueve. Partimos tambin del resultado ma-terial del censo de Revillagigedo, muy imperfecto ydiminuto; por .ser el primero por el terror que todopadrn ha infundido siempre en Mxico a causa decreerse que su obieto es el de alguna contribucinpersonal o conscripcin militar, de lo cual resulta laocultacin de un nmero considerable de persorns;y porque la vigilancia ms activa no puede iamisseguir con exactitud al hombre en todos los lugaresdonde habita, especialmente en convulsiones civi-les. Aun cuando se diese por sentado que la pobla-cin de seis millones y medio en 1810 no hubieseadelantado un paso en el territorio del anguo vi-rreinato, cualquiera que haya visto el progreso quedesde aquella poca han hecho los estados que sehallan en el territorio de la antigua comandancia deprovincias internas, no podrn dudar que la po-blacin de stos ha aumentado en ms de milln ymedio. I Nueva Califomia, el territorio de NuevoMxico, los estados de Sonora y Sinaloa, Dunango,Chihuahua, Coahuila con Texas y Nuevo Len sehallan en una situacin tal de progreso que nopocira conocerlos quien antes los hubiese visto.

    Verdad es que el movimiento de la poblacindecrece desde cierto punto en raz6n del progresode sta; pero en Mxico an no ha llegado estecaso que slo tiene lugar cuando el pas empieza a

    76 ser del todo ocupado y los medios de subsistir se

    hacen ms dificiles. Como hemos notado y aun la-mentado varias veces, el terreno de nuestro pas sehalla todava sumamente despoblado y los mediosde subsistir abundan hasta un grado que el ao enque las cosechas son buenas y alguna desgracia nodestnrye los sembrados, los frutos de la erra seponen en un precio tan abatido que los labradoresno pueden muchas veces ni aun rehacerse de lasanticipaciones. Ia goerta de Insurreccin sin dudadebi paralizar o disminuir en parte los progresosde la poblacin, pero aderns de que como hemosadvertido aun entonces se aumentaba, se puedeasegurar que lo desastroso de ella acab en 1816, ydesde entonces hasta fin de 1835 han pasado diezy nueve aos en que la paz ha sufrido pocas y pe-queas alteraciones, de aquellas que no pueden sergrande rmora de sus progresos.

    Por qu pues no han sido stos los que debanesperarse? Por qu slo dos millones y cerca demedio de aumento en tan dilatado periodo? Por laruina de las fortunas, la destnccin de las capitales,la emigracin de los capitalistas, la cesacin de lasantiguas empresas industriales y ia falta de creacinde nuevas. El mal de la guerra no ha consisdo pre-cisamente en los que murieron en ella y dejaron decontribuir a la propagacin de la especie, los pri-meros en todo el periodo que ella dur, aun es-tando a las abultadas relaciones de los generales 77 1

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  • que se hallaban al frente de la fuerza armada enambos partidos beligerantes, apenas excede deseiscientos mil, cantidad ms que suficientementereemplazada por los progresos que no cesaron aunen lo ms encendido de la guelra. No es pues enesta falta donde se ha de buscar el origen de estaparalizacin sino en la dislocacin de los resortesque dan movimiento a la mquina poltica, la cualcuando no tiene regulariclacl en su marcha, lejos deanimar las empresas ni proteger las fortunas, nohace otra cosa que destruir stas y paralizar aqu-llas. El ms desptico gobiemo en estado de pazsiempre protege a los particulares y fomenta laprosperidad prblica; al mismo tiempo que el mslibre en sus principios pero en estado de guerra,jams deja de ser una carg insoportable para elpblico, puesto que todo lo sacrifica a su propiaexistencia, sin miramiento a las leyes de la iusticia.Esto ha sucedido en Mxico con todos los que lohan gobemado desde el ao de 1810 hasta el de 20sin otra excepcin que la del virrey Apodaca quecon nimo sincero promovi eficazmente y obtuvola paz, a pesar del peso inmenso de la opinin quepromova la independencia del pas. Este hombrede poco mrito poltico si se quiere pero de un co'raz6n muy recto y de intenciones muy puras, jamsfue animado por el espritu de venganza que ha

    78 sido el primer mvil de los ms de los gobiemos

    que han existido antes y despus de efeciacla laInderrendencia,

  • ciones que sera largo y fastidioso individualizat,dan para principios de 7834 un resultado materialcle ocho millones doscientos noventa y tres mil tres-cientos trece habitantes.

    De este total una mitad a lo menos pertenece ala raza blanca y la otra a las de color. Cuando ha-blemos de los estados en particular presentaremosalgunos de los datos que se han tenido presentespara obtener este resultado; pero no podemos dis-pensarnos de exponer desde luego los fundamen-tos que convencen la igualdad achal de la nzal-rlanca respecto de la de color' Es averiguado yfuera dc toda duda que la poblacin de las ciuda-cles que exceden de ocho mil almas en la Rep-blica, esl con la de la campaa y la de los otroslugares en raz6n de tres a uno, o lo que es lo mis-mo, que la de las ciudades es dos veces mayor quela cle los dems lugares. Ahora bien, los hombrescle color en su mayoria habitan la campaa, siendoen ella pocos los blancos, y stos ocupan las ciuda-cles con muy poca mezcla de aqullos. No es fcilfriar la proporcin con que se hallan repartidosunos y otros en estos diversos puntos, ms auncuanclo se supusiese, lo que est muy leios de sercierto, que todos los habitantes de la campaa per-tenecen ala raza de color y un tercio de los de lasciuclacles, to

  • gresancio, de manera cric despts de algunos aosno ser posible sc-alar, ni aun por el color, queest materialmente a la vista, el origen de las per-sonas.

    La poblacin mexicana se halla actualmenterepartida en cuarenta y siete ciudades, ciento treinty dos villas y seis mil setecientos ochenta y sietepueblo.s, congregaciones y rancheras. Aunque en eldta ciudad, ll y pueblo son puras denominacio-ne.s, pues no suponen, como bajo el gobiemo colo-nial, diver-sidad cte gobierno interior, de derechos niprivilegios, todava hemos credo deber conseryarestr.s voces, porque, aunque de un modo muy vagoy no sin excepciones notables, indican los diversosgrados cle poblacin; as es que la palat>ra citt'dad essegn el concepto comn una reunin mayor y msconsiderable de personas que la de uilla y sta quela de tueblo o congregacin. Sera muy opottuno. yacaso se har con el tiempo, que estas voces tu-viesen un sentido determinado que las leyes fijasenpara clasificar la.s poblaciones.

    I"ECTT'RAS COMPLEMENTARIAS

    Jos Mara Luis Mora, Mxico y sus reuolucione, FcE_Instiruto Cultural Helnico, 19g6, 3 vols.

    838z

  • Este libro se termin de imprimir y encuader-nar en el mes de mayo de 2003 en Impreso-ra y Encuadernadora Progreso, S. A. de C. V.(lnpse), Calz. de San Lorenzo, 244; 09830

    Mxico, D. F. Se tiraron 2 000 ejemplares.