Mr Lippmann Goes to La Habana

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    Mr. Lippmanngoes to La HabanaUna visin de la Opinin Pblica latinoamericana

    frente a Cuba: los casos de Argentina, Brasil y Chile.

    Alberto Lpez-HermidaJos Carlos PrezAngel Soto

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    Una visin de la Opinin Pblicalatinoamericana frente a Cuba:

    Los casos de Argentina, Brasil y Chile

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    Copyright 2011 Instituto Democracia y MercadoCopyright 2011 Alberto Lpez-Hermida Russo / JosCarlos Prez / Angel Soto

    http://[email protected]

    Impreso en CyC Impresores Ltda

    ISBN: 978-956-8848-13-2Inscripcin registro de propiedad intelectual N 206.104Primera edicin, junio 2011

    Diseo de portada y diagramacin: EMD DiseoFotografa de portada: Angel Soto

    Las ideas son de la exclusiva responsabilidad de los autores.No comprometen al Instituto Democracia y Mercado queslo acta como editor.

    Se autoriza su reproduccin total o parcial.

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    casos de Argentina, Brasil y Chile

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    ndiCe

    Introduccin 9

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    Opinin Pblica en la historia 19

    La apuesta por Lippmann 25

    Aproximacin Lippmanniana a la opininpblica sobre Cuba 37

    Argentina: Cultura, mito e ideologa en lalucha de David contra Goliat 41

    Brasil: Dictadura vs. Romanticismo: La marcada polarizacinde la opinin pblica brasilea frente a Cuba 57

    Chile y Cuba: Una visin crtica desde laprensa que se traspasa a la opinin pblica 69

    Consideraciones nales 79

    Referencias bibliogrcas 83

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    introduCCin

    No es sorpresa que la opinin pblica latinoamericana seacondescendiente y no critique con la misma fuerza que aotras dictaduras, denominadas de derecha, al rgimen de

    Fidel Castro.En la prensa vemos con frecuencia fotos, gestos, noti-

    cias, columnas de opinin y crticas a quienes levantan lavoz para defender los derechos humanos de los disidentes(y de todos los cubanos), quienes son atacados de maneravisceral por quienes apoyan el rgimen castrista, mientrasel silencio, la indiferencia e incluso a veces una cierta

    complicidad se apodera de algunos ciudadanos latinoa-mericanos que no dudan en levantar la voz con toda ra-zn para defender sus propios derechos.

    Ser que como dice Cristin Castao las accionesemprendidas por los latinoamericanos en contra del r-gimen cubano resultan fatales para el rgimen, porqueLatinoamrica representa el territorio donde el gobierno

    cubano sembr las revoluciones violentas anes al cas-trismo, de manera que la movilizacin social latinoame-ricana a favor de la oposicin cubana dentro de la Isla,y la generacin de opinin pblica a favor de la causalibertaria, es mortal.

    Agrega Castao:

    Opinin pblica latinoamericana que por cierto en mu-chas ocasiones es manipulada por los agentes del rgimeny por el propio Castro, para doblegar a los mandatarioslatinoamericanos e inhibirlos a tomar posturas rmes,

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    contundentes frente a la barbarie comunista en encuen-tros e instancias internacionales.1

    No es menos cierto lo planteado por el ex presidentede Uruguay Luis Alberto Lacalle quien recuerda que yacon la revolucin rusa de 1917 y la creacin de la UninSovitica, se instalaron mecanismos ecaces de distorsinde la opinin pblica que propagaban las bondades delparaso comunista, corriente en la cual se inserta la re-

    volucin cubana iniciada en 1959.2

    Lacalle rearma lo ya sealado al sealar:Nunca encontramos condenas para regmenes de iz-quierda y si encontramos condena para regmenes dederecha Es decir hay un doble estndar de los inte-

    lectuales y an de los partidos polticos que tenemos queconfesar estamos en un plano de combate ideolgicode primersimo nivel y frente a profesionales que ademshan tenido xito hasta ahora.3

    Combate ideolgico o como veremos especialmenteen el caso de Argentina batalla de las ideas, en la cuallos medios de comunicacin tienen una postura, ya sea afavor o en contra.

    El profesor Ivn Witker, ha estudiado esta problemti-ca de la opinin pblica sobre los sucesos que ocurren enAmrica Latina. El acadmico plantea que:

    1 Cristin Castao, Cuba se debe a Latinoamrica como Latinoamrica se debe a

    Cuba, en Cumbre del Comit Internacional para la Democracia en Cuba, Cartas aCuba, Praga 17-19 septiembre 2004, p.26.

    2 Luis Alberto Lacalle, La necesidad de la movilizacin de los lderes polticos eintelectuales alrededor del mundo, en Cumbre del Comit Internacional para laDemocracia en Cuba, Cartas a Cuba, Praga 17-19 septiembre 2004, pp. 30-31.

    3 Luis Alberto Lacalle, La necesidad de la movilizacin de los lderes polticos eintelectuales alrededor del mundo, en Cumbre del Comit Internacional para laDemocracia en Cuba, Cartas a Cuba, Praga 17-19 septiembre 2004, p. 32.

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    Visto el problema desde la ciencia de las comunicacio-nes, en el mundo de los medios masivos existen diversas

    posibilidades de aportes a la construccin de una realidadque sea conocida por el pblico. Al inscribirse en algunade esas tantas posibilidades, los medios van construyen-do mundos plausibles, similares a los mundos posibles de laccin narrativa de Eco, pero con el ingrediente fctico,que les impone un condicionamiento distinto.4

    Basado en el politlogo Giovanni Sartori, Witker expli-ca que las personas conocen, en un sentido lato, a travsde las imgenes, ya sean percibidas, concebidas o fantsti-cas, porque agrega,

    las palabras vehculo fundamental para avanzar en latarea del conocer y aprehender cognoscitivo poseen unsignicado eminentemente perceptivo o eminentemente

    ideativo o bien alusivo. Ergo, las palabras alimentan nuestracapacidad comprensiva, pues signican o representan.5

    En esa lnea argumental, siguiendo a Witker, todo medioselecciona y dene el tratamiento de los temas que desarro-lla, teniendo un compromiso ideolgico, que entender laideologa en el sentido denido por Van Dijk, es decir, como:

    un sistema de creencias generales y abstractas, compar-tido por un determinado grupo humano en oposicina otros posibles grupos, con otras creencias posibles yque organizan el conocimiento y las actitudes de quienesadscriben a este grupo.6

    4 Ivn Witker, Homo Loquax Pinochet. Imgenes y estereotipos en la prensa chi-lena. Revista Universum, N20, Vol. 1, 2005, p. 208. Sobre la plausibilidad de los

    mundos posibles en la prensa, Witker cita a Juan Jos Garca Nobleja, Comunicacin ymundos posibles, Editorial Eunsa, Navarra, 1996.

    5 Sartori, Giovanni.La poltica, FCE, Mxico, 2000 (seg. edicin), p. 35. Citado porIvn Witker, Homo Loquax Pinochet. Imgenes y estereotipos en la prensa chile-na.Revista Universum, N20, Vol. 1, 2005, p. 206.

    6 Ivn Witker, Homo Loquax Pinochet. Imgenes y estereotipos en la prensa chile-na.Revista Universum, N20, Vol. 1, 2005, p. 208. El trabajo al que se reere el autores Teun A. Van Dijk,Ideologa, Gedisa, Barcelona, 1999.

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    Evidentemente, concluye el acadmico, los medios decomunicacin negarn esta categorizacin ideolgica,porque su premisa es la veridictiva, vale decir, dar un valorestricto o verosimilitud a sus armaciones. Lo interesantees que agrega nuestro autor aparece solo un aspecto dela realidad, pero

    el pblico acepta que al informarse mediante determi-nado medio est escogiendo una produccin noticiosa

    que, en lo posible, no violente sus propias creencias yque, adems, le entregue informacin, que estima vero-smil, sobre hechos y personajes que le interese conocer.En suma, se considera que el pblico pide un balance en-tre las distintas intersubjetividades, la verosimilitud y laspremisas emanadas del gran conjunto de creencias quecomparte con su informador.7

    Sean sucientes estas palabras para servir de presen-tacin al trabajo que el lector tiene en sus manos, y quetiene como objetivo estudiar una visin clsica de la opi-nin pblica latinoamericana frene a Cuba en los casos deArgentina, Brasil y Chile.

    Creemos que no nos corresponde en nuestra exposi-cin asumir una postura o dar una opinin frente al temade Castro y los 50 aos de la revolucin cubana desde unaperspectiva que no sea la del objeto estudiado; tampocopronunciarnos si esa informacin es verdica o falsa; y me-nos desarrollar argumentos a favor o en contra respecto dela responsabilidad que la comunidad internacional tienerespecto de Cuba y el papel que le corresponda en unaeventual transicin hacia la democracia.

    Nuestro propsito ms bien modesto es slo intentarhacer un anlisis, quizs apenas una fotografa, de la imagende Cuba en la opinin pblica en los pases mencionados.

    7 Ivn Witker, Homo Loquax Pinochet. Imgenes y estereotipos en la prensa chile-na.Revista Universum, N20, Vol. 1, 2005, p. 208.

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    Elegimos esos tres pases, porque nos parece que de al-guna manera permiten abordar un espectro amplio de opi-nin pblica, al tiempo que reejan tres tipos de periodismoe identidades locales, cada uno con sus particularidades.

    Por qu Mr. Lippmann goes to La Habana?

    Como veremos ms adelante, el concepto OpininPblica ha recorrido un largo y difcil camino hasta lle-

    gar al presente como un concepto vlido ante cualquierescenario, el cual da validez a cualquier idea por dbilque ella parezca. Se borra en todos los mbitos cual-quier aqueza argumentativa acudiendo al se dice o sehace; mientras que las encuestas modican la conductade gobiernos, grupos sociales y familiares e incluso del msinocente ciudadano, dando la sensacin de ser ms bien

    esclavo de la opinin pblica que defensor de ideas.En esa lnea cabe lo sealado por Lippmann, quien

    plante como un estereotipo, es decir una visin redu-cida pero gnoseolgicamente necesaria de la realidadtambin puede ser aplicada a un pas, de manera queno resulta errneo sealar que en Latinoamrica, se redu-ce, simplica y cristaliza la mirada que se puede tener de

    Cuba, su historia, cultura, dirigentes, poblacin, presentey futuro.

    Es por ello que tras una revisin histrica del conceptoOpinin Pblica, a cargo del profesor Alberto Lpez-Her-mida, se desarrollan algunos elementos planteados porLippmann a n de que sirvan de marco conceptual al es-tudio de caso de los pases seleccionados y que dan origen

    a los tres apartados siguientes que estuvieron en manos delperiodista Jos Carlos Prez y el historiador Angel Soto,a saber: Argentina: cultura, mito e ideologa en la luchade David contra Goliat; dnde, desde una aproximacinde la identidad trasandina, y en especial su sentimiento

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    anti norteamericano (EEUU), extrapolamos su mirada ala prensa (u Opinin Pblica).

    En el segundo apartado, titulado Brasil: Dictadura vsRomanticismo: La marcada polarizacin de la opininpblica brasilea frente a Cuba; abordamos el tema msbien desde la ptica de los medios. Una prensa ms crtica,que invierte ms recursos, pero tambin mucho ms inu-yente a nivel nacional y regional.

    Finalmente, en el caso de Chile y Cuba: Una visin

    crtica de la prensa que se traspasa a la opinin pblica,lo hacemos a travs de una seleccin de artculos de los dosprincipales diarios impresos:El Mercurio yLa Tercera, dndeconcluimos que la opinin pblica responde, en general, ala posicin de los medios.

    Al concluir estas palabras introductorias, cabe hacer

    nfasis que este trabajo no tiene ninguna pretensin deser denitivo. Tampoco tiene como objetivo desarrollar unamplio marco terico, ni un estudio profundo de la pren-sa de los respectivos pases. Slo busca pensar el tema, yquizs, ayudar a la reexin. Un ejercicio acadmico quetal vez inspire a continuar ya sea para rearmar, contra-decir, o profundizar lo aqu presentado. Nada ms. Sin

    embargo, nos parece importante publicarlo ya que de otramanera corre el riesgo de ser guardado en el disco durode un computador y no ser sometido a la plaza pblica.

    Para nalizar, deseamos agradecer a las personas quenos ayudaron en la recopilacin de antecedentes y tam-bin con sugerencias.

    La periodista Fernanda Cerda, quien como buena co-nocedora del tema result fundamental en la revisin delos aspectos tericos relativos a Lippmann.

    Nuestros entrevistados en Argentina: Gustavo Lazzari,Alejandro Gmez, Alberto Medina, Nicols Mrquez,

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    Fernando Ruiz, Carolina Barros, Fernando Santilln conquienes compartimos largos cafs en las calles de BuenosAires.

    En Brasil, agradecemos a Fabio Zanini, Duda Teixeira,Roberto Lameirinhas y Clovis Rossi, as como al periodis-ta Julio Wiziack.

    A Juan Lagos, estudiante de Derecho y Filosofa de laPonticia Universidad Catlica, quien de manera acucio-sa y paciente naveg por internet y fotogra microlms

    en la Biblioteca Nacional de Santiago, recopilando las co-lumnas de opinin, y aportando con ideas y entusiasmo.

    Y, al Instituto Democracia y Mercado, quien al auspi-ciar esta investigacin, rearma su vocacin e inters lati-noamericanista.

    Los autoresSantiago de Chile, junio de 2011

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    mr. lippmAnngoesto lAHAbAnA

    El concepto de Opinin Pblica ha recorrido un largo ysuntuoso camino hasta instalarse en nuestros das como untrmino que, casi en cualquier escenario, puede esgrimirsecomo certicado que valida cualquier idea inestable o, almenos, no libre de sospecha. As, ante cualquier argumen-to que no cuente con la certeza propia de la ciencia emp-

    rica, polticos, periodistas, acadmicos y padres de familiaborran cualquier halo de debilidad argumentativa echan-do mano a lo que se dice o se hace.

    Paralelamente y en exactamente la misma direccin, seviven tiempos en los que una encuesta puede modicar laconducta de gobiernos, grupos sociales y familiares e inclu-so del ms inocente ciudadano, muchas veces por el simple

    y precipitado hecho de ser cifras rotuladas con el ttulo deencuesta ms que por su rigor y contundencia cientca.

    Desde un punto de vista sociolgico, conocidos son losgrandes problemas que se arrastran hasta el da de hoy enel marco del concepto de Opinin Pblica. Bien los sinte-tiza Vincent Price8 al indicar, por ejemplo, que no es temabalad el de la real competencia del pblico general a la

    hora de tomar una decisin o adoptar una opinin sobre unasunto de carcter pblico, lo que, en cierto sentido, podradeberse en lo que algunos autores sindican como una faltacrnica de recursos para, por ejemplo, educar al ciudada-

    8 V. Price (1992),La opinin pblica, Paids Comunicacin, Barcelona.

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    no en determinados aspectos de deliberacin. Sin embargo,ante esta carencia de solidez argumentativa muchas vecespalpable quizs hoy con ms fuerza intuida gracias a lasredes sociales, es un peligro latente el que la mediocridadprevalezca gracias a formar potencialmente parte de unamayora que, inapelablemente, silencia a una minora de ungolpe cuantitativo ms que cualitativo. De esta tirana delas mayoras ya habl in extenso Alexis de Tocqueville9 y, yams contemporneo y precisamente apuntando a la demos-

    copa, Elizabeth Noelle-Neumann.10Debe sumrsele a lo anterior, an en la lnea de Price,

    que la susceptibilidad a la persuasin en los tiempos quecorren es inmensa, particularmente en un mundo dondelo emocional signica muchas veces un cortafuego inelu-dible para el ms fuerte y categrico de los argumentos.Sabido es que hoy el texto ilustra a la imagen y no al revs.

    Adems, no deja de ser cierto el hecho de que dicha per-meabilidad, como insinuara Mills11, convierte al ampliopblico en un mercado que consume ideas y opinionesms que en un grupo de produccin de las mismas.

    Toda la problemtica descrita no es patrimonio exclu-sivo del presente, si no que es una concatenacin de falen-cias, omisiones e ingenuidades que se arrastran desde que

    el hombre es hombre o, en el mejor de los casos, desdeque el hombre responsabiliz a su compaera de haberloseducido a transgredir la nica restriccin.

    Por ello, parece necesario dar una pequea pincelada querecuerde el trajn del trmino Opinin Pblica a lo largo dela historia. Slo as, podr ponerse en contexto y justicarsela decisin que motiva esta reexin terica, y que no es otro

    si no el hacer una apuesta concreta por aproximarse a la mi-rada que desde Argentina, Brasil y Chile se tiene de Cuba.

    9 A. Tocqueville, A. (2001 [1835]),La democracia en Amrica, FCE, Mxico D.F.

    10 E. Noelle-Neumann (1995), La espiral del silencio. Opinin Pblica: nuestra piel social,Paids Comunicacin, Barcelona.

    11 C. Mills (1956), The power elite, Oxford University Press, Oxford.

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    opinin pbliCAenlAHistoriA

    Un breve e ineludiblemente incompleto recorrido histricodel concepto de Opinin Pblica deja en evidencia que losproblemas descritos por Price encuentran su origen en lanaturaleza proteica de un trmino paradjicoper se, ya quepone espalda con espalda lo personal, lo propio, lo nicoque tiene la opinin, con lo colectivo. Se une, en denitiva,

    el uno con el muchos.12Pese a que la Opinin Pblica tal como se le conoce

    hoy es un concepto que se desarrolla con fuerza inusita-da en la Ilustracin, hay registros previos que no puedendejarse al margen, aunque sea vlido y bastante certero elanlisis que registra los primeros balbuceos del trminoen los salones londinenses, cafs parisinos y sociedades de

    debate alemanas.Resulta al menos interesante, por ejemplo, la idea de que

    la imprenta permiti la masicacin de textos entre ellos,el primero, la Biblia, lo que abon el terreno social paraque las reformas luteranas y calvinistas fermentaran en loque, en gran medida, es el cuestionamiento de la autoridada costas de valorar la opinin y el actuar del individuo.

    Ahora bien, desde el antiguo Egipto se tienen registrosrespecto a la necesidad concreta de reorientar la opininde la masa con el n de aplacar una rebelin, aunque esen la antigedad clsica donde se comienza a razonar

    12 V. Price (1992),La opinin pblica, Paids Comunicacin, Barcelona.

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    sobre la existencia y el valor de una opinin ms all dela propia. Hesodo en Los trabajos y los das, Herdoto enLos nueve libros de la Historia, Cicern en sus cartas a tico,Sneca en sus Tratados Morales son ejemplos concretos deque la existencia de una Opinin Pblica iba ms de lamano de la idea de fama que deba mantenerse a buenrefugio, ya que perderla era sencillo y, recuperarla, prc-ticamente imposible.

    Platn y Aristteles, en tanto, tampoco son ajenos al

    concepto, sobre todo al tratar de los peligros y beneciosque podra traer un eventual gobierno democrtico. Deah, en parte, la casi majadera insistencia del primero res-pecto a que quienes deban gobernar eran los lsofos, ideaponderada por su discpulo que consider la existencia deciertos sentimientos colectivos que podran contribuir a lacreacin de una suerte de sentido comn del grupo social.

    Dos mil aos despus el propio Nicols Maquiavelo sesostiene con mayor o menor calidad interpretativa eneste puado de autores precristianos para insistir al prnci-pe en la urgencia de tener en cuenta la imagen y opininque se tiene de la autoridad, con el n de prevenir unahobbesiana sospecha conspirativa. Urge a quien dirigemantener a cualquier precio la amistad del pueblo, idea

    que, por cierto, Napolen subray del texto maquiavlicoy anot como uno de sus puntos acos.

    Michel de Montaigne se mantiene en la idea del o-rentino, aunque ms orientado hacia lo modicable queresultan las normas y costumbres de una Nacin gracias ala accin que se ejerce sobre la Opinin Pblica.

    Medio siglo despus, John Locke, en tanto, en su Ensa-

    yo sobre el entendimiento humano mencionara junto a la LeyDivina y la Ley Civil, el valor de la Ley de la Opinin ola Reputacin, aclarando que de las primeras es posibleescapar o, dado el caso, pedir perdn. Con la tercera, nilo uno ni lo otro.

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    Jean Jacques Rousseau, en tanto, fue por mucho tiem-po y lo sigue siendo para algunos estudiosos el primerreferente en materia de Opinin Pblica. Ms all de siaquello es cierto o no, su aporte es incalculable, sobre todoen la lnea segn la cual la opinin colectiva, impresa en elcorazn del hombre y no en mrmol o bronce, existe anantes de que se explicite cualquier contrato social.

    Un paso interesante hacia el concepto actual de Opi-nin Pblica lo dio Jacques Necker en la segunda mitad

    del siglo XVIII. Pese a escribir desde el mundo de las -nanzas y principalmente con el objeto de ordenar lo que laCorona francesa haca con el tributo, termina indicandoque locos, tericos puros y aprendices dejan a un lado ala opinin del pueblo, pues sta es un tribunal en el que,hasta el mismsimo rey, debe comparecer. Es importantey justo a la vez sealar que dicho tribunal popular estara

    conformado, principalmente, por una elite.En el siglo XIX Jeremy Bentham secunda la obra de

    Rousseau aunque habla principalmente de la sancin po-pular, ms que de la Opinin Pblica, y la presenta, en suIntroduccin a los principios de moral y legislacin (1789), como lanica garanta frente al mal gobierno. Escribiendo desdeInglaterra, hace un interesante paralelo entre la Common

    Law britnica y la Opinin Pblica, entendiendo que am-bas comparten un sentido comn y una decisin ulteriora la propia ley. Apunt a la prensa como el primer estadiode la Opinin Pblica.

    En la misma poca, desde los jvenes Estados Unidos,Alexis de Tocqueville hara una minuciosa descripcin dela sociedad norteamericana y notara como no poda ser

    de otro modo las abismales diferencias que existan conla sociedad francesa (y europea en general) de la poca.Posiblemente el concepto que ms resonancia obtuvo ysigue teniendo, fue el de la tirana de las mayoras, comoun fenmeno propio de la sociedad americana que haba

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    que observar con atencin y, en cierto modo, prever suextensin por el globo.

    Ya en el siglo pasado, el concepto de Opinin Pblicacomienza a tener giros ms bruscos de los que pudo habertenido anteriormente. Edward Ross populariza la relacinde sta con el control social y la ventaja comparativa que,con ese n, tiene la Opinin Pblica frente al Derecho,pues es ms amplia, menos mecnica y ms penetrante einmediata. Perspectiva similar adoptara Robert Park des-

    de la Escuela de Chicago y la idea del clima social.Teniendo en mente que precisamente en esos aos de la

    primera mitad del siglo XX se vive la irrupcin de la pro-paganda como inoculadora de ideas en la sociedad bastecomo ejemplo la Comisin Creel en 1922 Walter Lippmann miembro de dicha polmica ocina propagandstica pu-blica Opinin Pblica, una nueva vuelta de tuerca que, por

    razones que ya se vern, fueron ignoradas largo tiempo en ladiscusin ms acadmica del concepto de Opinin Pblica.

    Fue ms fuerte, en cambio, la lnea argumentativa de unEdward Bernays, quien vea a la propaganda blica como uninstrumento que, con ciertas pero escuetas modicaciones,poda ser igualmente efectivo en tiempos en los que reinara lapaz. Esta idea de poder inuir con fuerza y de manera directa

    y poderosa en una Opinin Pblica, vino a hacer comparsacon el surgimiento de las mediciones por medio de encues-tas, cuyo protagonismo se encuentra, indudablemente, en lapersona de George Gallup. Nace as la ciencia emprica de laOpinin Pblica, lo que modica radicalmente el punto devista desde el cual se volvera a abordar el concepto.

    Un momento signicativo se encuentra en la publica-

    cin de Floyd Allport en el primer volumen dePublic Opi-nion Quarterly en 1937, donde el autor aplaude la idea decongurar una ciencia de la Opinin Pblica, consideran-do una falacia el decir que sta es inalcanzable, pues s loes a travs de mediciones cientcas.

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    As, a medida que avanzaba el siglo XX se cristalizabala idea de que la Opinin Pblica era expresable en cifrasde manera certera, lo que en denitiva hizo ganar fuer-za a una idea radicalmente opuesta a la de los clsicos,al menos en su principio ms bsico: la Opinin Pblicaes, ahora, la suma de opiniones individuales, ms que unaconciencia colectiva.

    Aportes interesantes hicieron a la discusin algunosmiembros de la Escuela de Frankfurt, particularmente

    Theodore Adorno en su denicin de la persona autoritariay Jrgen Habermas con su consideracin de la muerte de laesfera pblica como origen del obsesivo anlisis cuantitativo.

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    lAApuestApor lippmAnn

    Descrito no sin injusta e inevitable brevedad el caminoque ha seguido el concepto de Opinin Pblica se est enposicin de hacer una apuesta que tiene por n no contraargumentar, si no ms bien tomar una posicin que, conlos riesgos propios de una apuesta, pretende aportar a ladiscusin actual desde una mirada clsica.

    En ese sentido se ha indicado que Walter Lippmannes un autor que reviste mucho inters en este intento dedotar de ideas clsicas a una discusin ya aparentementeestancada en lo emprico y, por momentos, escudada trasla fuerza de los nmeros.

    Lippmann naci en 1889 en Nueva York en el seno deuna familia de races judeo-germanas. Destac en su for-

    macin acadmica como atleta, gran orador y un alumnocon excepcional rendimiento acadmico.

    Mientras estudiaba Filosofa y Lenguas en Harvard,abraz fuertemente ideas socialistas, al punto que se le vin-cula hasta el da de hoy con la fundacin del Harvard Socia-list Club. Lo anterior no debera llamar la atencin conside-rando que los catedrticos que ms inuyeron en l fueron

    George Santayana, William James y Graham Wallas y quesus primeros pasos profesionales los dio para el despacho deGeorge Lunn, el primer alcalde socialista de Nueva York.

    Durante su vida, trabaj en peridicos de editorial de-mcrata como el New York Worldy de corte republicano

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    como elNew York Herald Tribune, en el que trabaj tres d-cadas publicando su columna Today and Tomorrow, tra-bajo que le vali dos premios Pulitzer.

    Apoy abiertamente a seis republicanos y siete dem-cratas candidatos a la Casa Blanca, opcin que le vali lacrtica de un lado u otro de la arena poltica norteameri-cana. Fue un abierto opositor a la Guerra de Corea, alMcCarthysmo y a la Guerra de Vietnam.

    Muri en 1974, pocos meses despus de su mujer He-

    len, dejando inconcluso su vigsimo sptimo libro.En 1922 publicaPublic Opinion, su libro que ms comen-

    tarios suscit, al punto que tres aos despus publicara ThePhantom Public el que, aunque el autor jams lo dira, resultauna clara respuesta a las crticas surgidas aPublic Opinion.

    John Dewey, precisamente, abre la resea de este librosealando que ste es tan ntegro, que es su propio resu-

    men. Agrega tambin que tiene en frente el texto moder-no de poltica ms completo escrito hasta la fecha, con undiestro juego de luces y sombras. Sin embargo y como sever ms adelante, el lsofo americano criticar amplia-mente algunos planteamientos del libro.

    El hecho de que Walter Lippmann haya querido abrirPublic Opinion con un contundente fragmento del libro VII

    deLa Repblica de Platn es decidor.13 En l, el lsofo griego13 Vale la pena, aunque se conozca de modo general la alegora platnica, revisarla

    para tener frescos los presupuestos con los que trabaj Lippmann: Platn,La Rep-blica, VII, 514a 515c:

    Imagina una especie de cavernosa vivienda subterrnea provista de una larga entrada, abier-ta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que estnen ella desde nios, atados por las piernas y el cuello, del modo que tengan que estarsequietos y mirar nicamente hacia delante, pues las ligaduras les impiden volver la ca-beza; detrs de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el

    fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que hasido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros

    y el pblico, por encima de los cuales exhiben aquellos sus maravillas.- Ya lo veo dijo.- Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase

    de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres y animaleshechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadoreshabr, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estn callados.

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    describe el Mito de la Caverna, cimiento de toda la teoraclsica del conocimiento y, por cierto, puntapi inicial delplanteamiento gnoseolgico del periodista norteamericano.

    El libro cuenta con 28 captulos repartidos en ochopartes, todas ellas con mltiples ancdotas, desde las mssencillas y cmicas hasta las ms sesudas y autobiogrcas.Parece justo recorrer en orden el ensayo de Lippmann,pues cualquier omisin o salto cortara abruptamente unalnea argumentativa nica, llena de matices.

    El primer segmento es introductorio y hace una quejaa la lentitud y distorsin con la que muchos ciudadanosse enteran de sucesos como el n de una guerra mundial.Dicha circunstancia ejerce tal retraso y distorsin en lamente de las personas, que se construyen imgenes socia-les de hroes y demonios a quienes, una vez creados, se lesatribuye todo lo bueno y lo malo respectivamente.

    As, Lippmann arma que ya para la segunda dcadadel siglo XX todo lo malo deba tener su origen en el Ki-ser Guillermo, Lenin y Trotsky (2003 [1922], p.30) y agre-ga no sin cierta gracia que muchas mentes sencillas yasustadas no conceban en todo el mundo la existencia deningn revs poltico, huelga, conicto, muerte misteriosao conagracin extraa, cuyas causas no se remontasen a

    estas fuentes concretas de maldad humana (p.30).De igual manera como se crea este tipo de imgenes

    con personas, ocurre lo propio con lugares, familias, razas,pases y, en denitiva, con todo lo que se presente ante lapersona humana.

    - Qu extraa escena describes dijo y qu extraos prisioneros!- Iguales que nosotros dije, porque en primer lugar, crees que los que estn ah han

    visto otra cosa de s mismos o de sus compaeros sino las sombras proyectadas porel fuego sobre la parte de la caverna que est frente a ellos?

    - Cmo dijo, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmviles las cabezas?- Y de los objetos transportados? No habrn visto lo mismo?- Qu otra cosa van a ver?- Y si pudieran hablar los unos con los otros, no piensas que creeran estar rerindose a

    aquellas sombras que vean pasar ante ellos?

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    Se genera as, dice Lippmann, un pseudo entorno in-tercalado entre el entorno y los individuos que viene a re-solver lo excesivamente grande, complejo y fugaz (p.33)que resulta el mundo externo a la hora de ponerse frente anuestros sentidos. Se producen cciones, que no son men-tiras, sino representaciones del entorno que en mayoro menor grado son obra de los individuos (p.33). Por lomismo, denir al hombre por sus actos es, en el mejor delos casos, una labor intil, cuando no errada.

    Slo en este escenario gnoseolgico puede nacer la pro-paganda, entendida como el esfuerzo por alterar la ima-gen ante la que los individuos reaccionan (p.40). Efecti-vamente, de tener un conocimiento directo de todo lo queocurre, cualquier esfuerzo propagandstico sera necio.Para John Dewey esta es la parte ms brillante del libro,pues consiste en una signicativa declaracin del genuino

    problema del conocimiento.Ahora bien, la segunda parte,Aproximaciones al mundo ex-

    terior, comienza desarrollando el concepto de propaganda,consistente en que un grupo de hombres, capaces de evi-tar que la gente conozca los hechos de manera directa, ma-nipulan las noticias relacionadas con ellos para adaptarlasa sus propsitos (p.51). De esta manera, la autoridad pue-

    de crear una opinin pblica homognea, como fue el casodel gobierno norteamericano durante la Primera GuerraMundial, lo que signic una gran campaa ocial, un in-menso despliegue de ingenio y, evidentemente, un dineral.

    Lippmann advierte que en tiempos de paz no se aco-meten empresas como sta, y, en consecuencia, hay secto-res enteros, grupos inmensos, guetos, enclaves y clases que

    apenas oyen hablar vagamente de gran parte de cuantosucede (p.56).As, aunque los controles ociales sean mnimos, los avan-

    ces tecnolgicos estn a la orden del da y permanentemen-te se inauguren obras pblicas, slo quienes cuenten con

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    determinado nivel de ingresos y un particular apetito por sa-ber podrn sostener un cierto dilogo epistemolgico. As, encada crculo social existirn algunos lderes que mantendrnun contacto gnoseolgico con las personas notables de otrasesferas, generando poco a poco un tejido encabezado por uncrculo social ms alto que administra los juicios globales.

    Junto con lo anterior, Lippmann considera que cadacontacto interpersonal ya comienza con dicultades al serpor medio del lenguaje, que no es el vehculo perfecto

    para transmitir signicados (p.70). Adems, el vocabula-rio humano es corto en relacin a las ideas que se quierenexpresar, lo que se suma a la relativa lucidez mental quecada persona tiene para disociar analogas superciales,reparar en las diferencias y percibir la variedad (p.72).

    Este desolador escenario Lippmann no duda en enne-grecerlo an ms, al sealar que la masa de individuos

    totalmente analfabetos, lentos de entendimiento, extrema-damente neurticos, desnutridos y frustrados es conside-rable, de hecho hay motivos para pensar que es muchomayor de lo que solemos suponer (p.75).

    Con este fundamento antropolgico, en la tercera partedel libro Los estereotipos Lippmann comienza aclarando quenada puede evitar que nuestras opiniones abarquen ms

    espacio, tiempo y cosas de los que podemos observar direc-tamente (p.81), por lo que inevitablemente surgen percep-ciones que involucran los prototipos aceptados, los patronesexistentes y las versiones estandarizadas (pp.84-85) que in-terceptan el trayecto de la informacin hacia la conciencia.

    Estos estereotipos emergen para el lsofo americano delarte entendido como pintura, escultura y literatura como

    de nuestros cdigos morales, losofas sociales y agitacionespolticas. Esta manera de ver las cosas tiene, principalmen-te, un objetivo gnoseolgico-economizador y se transmitede generacin en generacin de forma tan autoritaria ycoherente que casi parece un factor biolgico (p.90).

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    Adems, los estereotipos actan como un sistema de-fensivo de nuestra posicin social (p.93), pues slo conellos podemos tomar una posicin determinada en innu-merables aspectos que no controlamos absolutamente.

    El autor entrega varios ejemplos: El estereotipo espa-cial que aplicamos al ver un mapa, el temporal al tratar deun tema histrico, el numrico al hablar de 15 millones dechinos y el simptico al disear nuestro rbol genealgico.

    Sin embargo, aunque sea inevitable manejar mltiples

    estereotipos, es importante tener conciencia de ellos y sa-ber que ocultan gran parte de cuanto necesitamos teneren cuenta (p.106) y entender, de igual modo, que slo unamnima parte de nuestras opiniones pueden ser considera-das como expertas. De lo contrario, el hombre padeceradesconcertantes efectos (p.107) al intentar ver el mundoininterrumpida e ntegramente. Urge entender que, a la

    hora de la verdad, los estereotipos se hacen aicos.Efectivamente, cuando el Muro de Berln cay el 9 de

    noviembre de 1989, junto con l posiblemente se derrum-baron innumerables estereotipos creados desde ambos la-dos del histrico cerco. Resulta evidente imaginar que losberlineses del este sospechaban con lo que se encontraranal otro lado, fruto de 28 aos de susurros callejeros y lec-

    turas clandestinas, pero una vez con los pies puestos en ellado oeste supieron con certeza lo que les esperaba.

    Lo mismo sucede con cualquier persona que nunca hayaestado frente a las pirmides de Gizeh. Todo el mundo tie-ne una imagen en su cabeza de ellas, pero es una constanteque cuando efectivamente se tiene la posibilidad de ir, sibien nadie discute lo espectacular de la obra fnebre, to-

    dos concuerdan que se las imaginaba ms grandes, menosderruidas y ciertamente en medio del desierto y no a uncostado de la gigantesca y desordenada ciudad de El Cairo.

    Quizs la armacin ms contundente frente a la rme-za atribuida a los estereotipos aunque tambin teniendo

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    en mente los otros rasgos sealados y al menos para com-prender su obra frente a las crticas que luego podra reci-bir es aquella en la que recuerda que lo verdaderamenteimportante es el carcter de los estereotipos y el grado decredulidad con el que los empleamos (p.88).

    Ambos aspectos, agrega Lippmann, dependen en l-tima instancia de los patrones inclusivos que constituyennuestra losofa de vida. Si sta nos llevase a asumir que elmundo est codicado de acuerdo a un cdigo que posee-

    mos, nuestra interpretacin de cuento acontece tenderaa describir un mundo regido por nuestro cdigo personal.Sin embargo, si nuestra losofa nos dijera que cada hom-bre es una pequea parte del mundo y que su inteligen-cia slo es capaz de captar un nmero limitado de fases y aspectos comprendidos dentro de un abanico de ideasreducido, al emplear nuestros estereotipos tenderamos a

    tomarlos por lo que son y darles la consideracin que me-recen, y estaramos dispuestos a modicarlos (p.88).

    Lippmann explica que todo el tejido de estereotiposque el hombre tiene en su mente se consolida cuando jala atencin en los hechos que ayudan a rearmarlo anms, a la vez de eludir aquellos que lo contradicen.

    Por lo mismo, la Opinin Pblica sera para Lippmann

    una versin moralizada y codicada de los hechos(p.116), ya que, en denitiva, es un juicio que se sostieneen una serie de estereotipos que dependen de innumera-bles circunstancias.

    En la cuarta parte del libro,Los Intereses, retoma la ideade que la nita mente humana pone el nfasis donde leparece conveniente, por lo que pareciera conveniente con-

    tar con aquellos hombres de talento (p.144) que puedenvisualizar las cosas por nosotros.Sin embargo, dicho grupo debe contar con el tiempo

    suciente para transmitir correctamente lo percibido. Delo contrario se rendir ante la presin de los estereotipos

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    ya existentes. Lippmann pone el ejemplo de un directorde cine que, por la presin del estreno, introduce los este-reotipos con los que sabe que el espectador cuenta, en vezde profundizar, matizar, revisar y criticar ese repertoriode imgenes.

    Se requiere tiempo, efectivamente, porque el modo depercibir un hecho vara no slo segn el sexo, la edad, laraza, la religin y la posicin social del sujeto, sino tam-bin por la constitucin heredada y adquirida, los aspec-

    tos ms sobresalientes de nuestras facultades y nuestrosprogresos profesionales, as como la funcin de nuestrosestados de nimo, tensin nerviosa y las posiciones queocupamos en los tableros de cualquiera de los juegos de lavida en los que estemos participando (p.152).

    Sosteniendo estas mltiples razones, Lippmann aprove-cha de criticar extensamente al socialismo y con menor

    desarrollo al hedonismo por su reduccionismo al consi-derar lo econmico como nica referencia al grado de losintereses particulares.

    Acaba aqu, pues, lo que Dewey llam la parte crticadePublic Opinion y comienza el segmento constructivo y enel que se encontraran los principales problemas del pen-samiento de Lippmann. Cierro el libro con el sentimiento

    de que la porcin crtica es ms exitosa que la constructi-va, sentencia Dewey.

    As, la quinta parte del libro,La construccin de la voluntadcomn, procura establecer algn contacto entre la innitudcircunstancial del acto cognoscitivo de cada sujeto. Paraello, inicia el razonamiento sealando que no existe nin-guna conexin ja entre un conjunto de opiniones y una

    lnea de accin en particular (p.171), lanzando de estamanera toda su artillera en contra de la teora ortodoxa dela Opinin Pblica. Adems, plantea el hecho de que algu-nas ideas vagas tienen frecuentemente el poder de aunaropiniones profundamente arraigadas, igual como sucede

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    con los smbolos, los que en s pueden no signicar nada,pero que pueden asociarse prcticamente a todo (p.177).Lippmann pone el ejemplo del americanismo, que pue-de llevar a varios hombres a votar por una sola persona porrazones absolutamente distintas y hasta opuestas.

    Ante este dilema, Lippmann plantea la idea de que elmayor grado de independencia que podemos experimen-tar con respecto a todos los asuntos de la vida consiste enmultiplicar el nmero de autoridades a las que prestamos

    atencin, y eso durante perodos de tiempo breves (p.190).Resulta enftico al sentenciar que sea cual sea el ori-

    gen del poder de sacerdotes, terratenientes, capitanes yreyes, lderes polticos, comerciantes y jefes; por nacimien-to, herencia, conquista o eleccin, tanto ellos como los si-guientes mandos de la organizacin son los responsablesde administrar los asuntos humanos (p.190).

    Lippmann aclara que su planteamiento no es antide-mocrtico. De hecho explica que la democracia ha per-feccionado an ms el antiguo arte de crear consenso,porque ahora se basa en el anlisis en vez de en reglasgenerales (p.206).

    En la sexta parte del libro, La imagen de la democracia,vuelve a lanzar un derechazo a la teora ortodoxa del ciu-

    dadano omnicompetente, ahora centrando sus argumen-tos en una crtica frrea al socialismo gremial.

    Concluye avivando an ms su planteamiento de fon-do, segn el cual la nica posibilidad real de mantenerla imagen de la democracia es fomentar la aparicin deun nmero de expertos cada vez mayor que garanticen elrealismo de dicha imagen (p.256).

    En el penltimo captulo del libro, La prensa, el autorcontina su crtica al sujeto omniconsciente, ahora desdela perspectiva segn la cual la libertad de la prensa y lasotras libertades civiles no garantizan en absoluto la apari-cin de una opinin pblica en el mundo moderno.

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    Explica que al generarse una noticia, sta llega pormedio de un comunicado de prensa ya estereotipado yal que el lector dota de un signicado particular que pre-viamente ha extrado de alguna experiencia que le afectedirectamente. As, la prensa no es ms que un foco de luzlimitado que va movindose constantemente para mos-trar a la luz ciertos acontecimientos.

    Sin embargo, aunque el peridico que uno lee es frutode una serie de decisiones ya tomadas, no existe ningn

    criterio objetivo que se pueda aplicar para que noticia yverdad sean una misma cosa. Por lo mismo, adems de lacapacidad sobresaliente y la educacin previa que el re-portero tenga de un tema, mucho recae en su discrecin ala hora de ejercer su trabajo.

    Nuevamente Lippmann ha despejado el camino parareplantear su principal propuesta. Concluye que la solu-

    cin, como la causa del problema, debe buscarse ms allde la prensa: en una organizacin social basada en un sis-tema de anlisis y registro, as como en todos los corolariosde este principio; en el abandono de la teora del ciudada-no omnicompetente, en la descentralizacin de la toma dedecisiones y en la coordinacin con ayuda de registros yanlisis comparables (p.293).

    No resulta extrao que John Dewey encuentre eneste apartado la principal piedra de tope con Lippmann.Mientras ste ltimo pareciera decidir buscar una solucinexterna a la prensa, aquel lo acusa de rendirse demasia-do rpido en encontrar una solucin para el periodismocomo fuente de Opinin Pblica.

    Por ltimo, en el apartado Inteligencia organizada, Lipp-

    mann recapitula su hiptesis principal, sealando que, pesea lo que se pueda decir, todas las comunidades complejashan solicitado la ayuda de hombres especiales (p.297).

    Estos, denominados como ciudadanos de adentro,sern los encargados de que la persona corriente, el de

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    afuera, con los mismos cinco sentidos de los atenienses,pueda ver y or a mayor distancia y as reducir las contra-dicciones entre el entorno concebido y el efectivo.

    Tres aos ms tarde, Lippmann publicara The PhantomPublic, para muchos la secuela dePublic Opinion y en el cualvuelve a sostener que los ciudadanos comunes viven en unmundo que no pueden ver, no entienden y del cual no tie-nen una experiencia directa y que, por lo tanto, carecende la competencia que se requiere para dirigir los asuntos

    pblicos. Incluso llega a armar que la supuesta omnicom-petencia del hombre no es ms que la mstica falacia de lademocracia (Lippmann, 1925), derrumbando as el mitode la soberana de los ciudadanos implcito en esta teora.

    Desilusionado con la democracia representativa, el usode la propaganda y la poca abilidad de la prensa, Lipp-mann seala que los intereses comunes, en gran medida,

    escapan a la opinin pblica por completo y que sta debeser administrada por una clase especializada. As vuelvea plantear la necesidad de crear un bureaus of intelligence,un grupo de expertos que proporcionen una imagen msvlida del entorno.

    Lippmann fundamenta esta idea explicando que a pe-sar de las mejoras tcnicas en el proceso electoral, del n-

    mero de votantes y el aumento de la informacin sobrelos asuntos que competen a una sociedad moderna, estosfactores no resolveran el dilema de producir una mejoropinin pblica, llegando a sealar incluso que en muchoscasos la denominada opinin mayoritaria probablementeno se mantendra si esa mayora entendiera el asunto encuestin y tuviera que decidir denitivamente sobre l.

    Por estas razones, para Lippmann queda plenamentejusticada la necesidad de un sistema de gobierno que nofuera regido por una mayora, sino por un grupo de perso-nas que tuviera una real superioridad moral.

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    AproximACinlippmAnniAnAAlAopininpbliCAsobre CubA

    Teniendo en cuenta el recorrido histrico y la particularmirada de Walter Lippmann a la formacin de la OpininPblica, se est en posicin de hacer el planteamiento cen-tral de este trabajo.

    Considerando que el periodista norteamericano indi-c concretamente que un estereotipo esa visin reducidapero gnoseolgicamente necesaria de la realidad tambinpodra ser aplicada a un pas, no resultara precipitado in-dicar que, precisamente, en diversas naciones latinoame-ricanas se reduce, simplica y cristaliza la mirada que sepuede tener de Cuba, su historia, su cultura, sus dirigen-tes, su gente.

    Ya sea por distancia geogrca, cronolgica e inclusocultural, es inevitable suponer que argentinos, brasileosy chilenos tienen una idea particular de lo que es la islacaribea, de quienes la gobiernan y de quienes la habitan.

    Ahora bien, trayendo a colacin lo expuesto anterior-mente, no parece suciente incluso podra resultar repe-titivo o propio de un placebo conformarse con cifras quemuestren qu tan prximos e identicados estn los lati-noamericanos a la realidad cubana.

    Un sencillo ejercicio de estadsticas y cruce de datos per-mite saber, a partir de bases de datos como las de Latino-barmetro (www.latinobarmetro.org), que en los ltimos

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    15 aos tanto en Argentina, Brasil y Chile ha ido en dis-minucin el porcentaje de habitantes que considera queel rgimen cubano es democrtico (mientras que, aunquecon menos fruicin, Estados Unidos es considerado cadavez ms democrtico).

    Esos datos, que traducen de un modo sintetizado laopinin de los ciudadanos de tres pases latinoamericanosrespecto a un cuarto, necesariamente tiene su origen enuna imagen congurada por las ms diversas instancias:

    desde un imborrable viaje a Cuba hasta el recuerdo borro-so de alguna declaracin poltica en torno al rgimen deFidel Castro, pasando por la exposicin a algn texto derpida lectura o a alguno de los documentales y pelculasque, peridicamente, se estrenan con respecto al pueblo oa personajes signicativos de la historia cubana.

    Entendido esto, resulta sumamente complejo, si no im-

    posible, encontrar el origen preciso y personal de la ima-gen que argentinos, brasileos y chilenos tienen respecto aCuba, pues es palpable que dicha visin no es ms que elresultado de un minucioso entretejido de ideas, opiniones,datos y experiencias que, por cierto, son entrelazados conmayor o menor fuerza y cuidado dependiendo del intersconcreto que se tenga respecto al asunto en cuestin. De

    ah es que resulte comprensible y, en una primera aproxi-macin, suciente, el conformarse con cifras arrojadas porun estudio demoscpico.

    Resulta inevitable, no obstante, que al momento dequerer dar un paso hacia un anlisis algo ms profundodel origen de la imagen que la opinin pblica de Ar-gentina, Brasil y Chile tiene de Cuba, traer a colacin

    ciertas teoras que, por cierto, han encontrado explcitao implcitamente su fundamento primero en la obra deWalter Lippmann.

    Es as como, por ejemplo, la Teora del Two Step Flow posiblemente la mejor representante de las teoras de

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    efectos limitados de los medios de comunicacin surgecomo un posible camino de anlisis a seguir.

    Ya insinuada en The People Choice (1946) por BernardBerelson, Hazel Gaudet y Paul Lazarsfeld, fue este ltimo junto a Elihu Katz quien la plante formalmente, argu-mentando que la toma de decisiones por parte del ciuda-dano estaba ms sujeta a los contactos con ciertos lderesde opinin ms que por una permanente exposicin a losmedios, idea que radicalmente planteaban la Aguja Hipo-

    drmica de Edward Bernays, por ejemplo.Tal como Lippmann consideraba urgente la mediacin

    de determinados bureaus entre el ciudadano y la realidad,esta teora sostiene que, efectivamente, se da una suertede paso intermedio en el ujo informativo que es lideradopor quienes tienen una opinin valorada, escuchada y, enmuchos casos, asumida como propia.

    Dichas opiniones dominantes, que antes se podan encon-trar con facilidad en la ctedra universitaria, el plpito de laparroquia o la cabecera de la mesa familiar, hoy tambin pue-den encontrarse en quienes peridicamente emiten una opi-nin fundada a travs de los mismos medios de comunicacin.

    Se entiende que en el ajetreo diario de la informacin,hoy llevado a un lmite del que Lippmann estara probable-

    mente horrorizado, quien escribe en una columna peri-dica una opinin pausada y fundamentada, no hace otracosa ms que introducir una pausa y servir, consciente o in-conscientemente, de catalizador dentro de la marea infor-mativa. En denitiva, es posible al menos tener la sospechade que un columnista ejerce el rol que, en primera instan-cia, Lippmann les atribua a esos hombres sabios que de-

    beran conformar ocinas de inteligencia. Si bien no sondespachos ociales, s generan una detencin y reexinen el incansable ujo informativo y permiten una digestinms saludable de una informacin que de manera directael ciudadano no sera capaz de asimilar en su totalidad.

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    As, el anlisis de las ideas que semanal, quincenal omensualmente van introduciendo los columnistas en elmismo medio que diariamente exige al lector ms de loque posiblemente puede dar, sirve de indicio para enten-der cules son esas ideas que sobrevuelan una sociedad.

    En un intento de dar un paso ms all de lo que per-mite la llamada dictadura de las cifras entregadas por lossondeos, analizar global y particularmente la mirada res-pecto a Cuba de un puado de columnistas que publican

    en Argentina, Brasil y Chile, permitira un anlisis muchoms rico de lo que podra ser parte del germen de la Opi-nin Pblica.

    Es evidente que con tiempo y dedicacin, este mismoanlisis que se hace en el presente trabajo, podra luego re-plicarse en otras races de donde emana la imagen que setiene, concretamente, de Cuba. En ese sentido, no deja de

    ser igualmente interesante el estudio acabado de la ima-gen que de la isla caribea transmiten directores de cinelatinoamericanos o, por qu no, cantautores del mismocontinente. Sondeos ms, sondeos menos, no dejan de serellos columnistas, cineastas, literatos, poetas, profesores,artistas, etc. quienes introducen muchas veces el marcodentro del cual se observa una realidad.

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    ArgentinA: CulturA, mitoeideologAenlAluCHAde dAvidContrAgoliAt

    El enfrentamiento de David contra Goliat, es quizs loque podra explicar una cierta condescendencia que tienela opinin pblica argentina respecto del rgimen cubano.

    Efectivamente, al momento de analizar las razones de

    dicha actitud cabe preguntarse las razones de por qu seencuentran innumerables columnas de opinin favorablesal rgimen, pese a los fracasos econmicos y falta de liber-tades que existen en la Isla. Incluso stas, en oportunida-des son justicadas o perdonadas en pro de un bien mayorcual es la lucha o ideales de la revolucin.

    Sin embargo, tambin hemos de armar que, en sentidocontrario, aunque existe una opinin, creencia o percepcinque quienes rechazan el rgimen escasamente levantan la vozpara entregar sus argumentos de condena. La revisin de laprensa muestra lo contrario, demostrando la existencia de tri-bunas para que ambas partes puedan expresar sus puntos devista sobre el tema Cuba, aunque con respecto a estos ltimono est claro hasta dnde determinan un giro en las percep-ciones de la opinin pblica sobre lo que sucede en la Isla, yaque la idiosincrasia argentina se vera ms proclive a simpati-zar con la causa de la revolucin. Cabe preguntarse, por qu?

    Una primera explicacin, quizs la ms sencilla tieneque ver con la escasa preocupacin de la opinin pblicaargentina sobre el tema.

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    Un estudio publicado en febrero del 2011 por Ibarme-tro titulado La opinin de los periodistas sobre Argentina y el mundo, reej que la situacin en la Isla no esta-ba considerada entre los acontecimientos internacionalesms destacados, pese a que el mismo trabajo identica queel 49,6% de los entrevistados (todos periodistas) evalacomo insuciente la presin de la comunidad internacio-nal para que Cuba respete los derechos humanos, frentea un 29,8% que la considera suciente y un 20,7% que

    dice no saber. Vale decir, dentro de la escasa prensa que seinteresa, hay una divisin en las percepciones en torno al50%, pero que al momento de concretarlo en columnas deopinin no aparece con la misma signicacin, ya que lapresencia del tema es ms bien escasa.

    Por tanto, en una primera aproximacin a la construc-cin de opinin pblica en Argentina sobre la situacin

    cubana, cabe armar que lo que sucede en la Isla no esde inters, salvo algunas coyunturas especcas o temaspuntuales concretos, lo cual se explicara por la distanciahistrica y geogrca que inuye en que no se considerecomo una posible amenaza ni que lo que ah suceda puedatener injerencia en la poltica local, distinto tal vez de loque ocurre con la Venezuela de Hugo Chvez.14

    Existen periodistas que, como en el caso de CarolinaBarros, estn denunciando la realidad de la Isla, e inclusoms, le han dado tribuna a la bloguera Yoani Snchez,entregndole un espacio para dar a conocer sus opinionesdisidentes sobre la Isla.

    En una entrevista realizada el 28 de enero del 2011, Barros

    escribe:

    Es la bloguera ms famosa de Cuba. Su voz, disidente,es la que ms dolores de cabeza le trajo al rgimen. Sus

    14 Emilio J. Crdenas, Confederacin venezolano-cubana. 19.11.2007.

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    artculos, valientes, reveladores, le merecieron premiosperiodsticos sus palabras se multiplican en la web. Por

    eso, largas horas de conversacin ininterrumpida conYoani Snchez bajo las estrellas de enero en La Haba-na se deslizan en un instante y no pueden resultar sinoen una diseccin racional de este momento de cambiosen Cuba. Hasta dnde llegar la apertura de la isla?Se abren, realmente, hendijas de libertad? Cunto ycmo siguen controlando los Castro la cotidianidad delos cubanos?15

    En ese sentido diario Clarn lo conrma:

    La periodista cubana Yoani Snchez forma parte de unanueva generacin que pugna por abrirse camino frente aldiscurso nico ocial y el silenciamiento impuesto a todacrtica16

    Otro periodista que destaca por levantar su voz es C-sar Gonzlez-Calero, quien desdeLa Nacin analiza crtica-mente Cuba, a la que calica como un sueo en su encru-cijada, y la responsabiliza de lejos hoy de haber cumplidocon las promesas de la revolucin; pasado, presente y futu-ro de uno de los grandes mitos de nuestro tiempo.17

    Ahora bien, son los comentarios anteriores reejo dela opinin pblica general? Ciertamente es difcil medirpercepciones, pero tanto de la lectura de prensa como delas entrevistas que realizamos con acadmicos, periodistasy escritores, queda una impresin distinta. Ms bien estla percepcin que el argentino, tal vez no simpatice del

    todo con el Castrismo, ni quiera con ese tipo de sociedaden su propio pas, pero tampoco lo condena como ocurre

    15 http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/9106582.asp

    16 http: //edant.clarin.com/diario/2009/11/18/opinin/o-02043104.htm

    17 Csar Gonzlez-Calero, Cuba un sueo en su encrucijada,La Nacin, 28.12.2008.

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    en otros lugares.Es que el tema cubano, o dicho de otra forma, la per-

    cepcin de la opinin pblica argentina frente a Cuba msque un enfoque determinado por la coyuntura polticoeconmico tiene races culturales e ideolgicas las cuales,desde esa base, pasan al periodismo o la prensa reejandosu sentir.

    Argentina y Cuba comparten una historia de nexos an-teriores a la revolucin de 1959, especialmente en lo ar-

    tstico, lo cual se mantuvo con posterioridad en el tiempo,pero desarrollndose un elemento determinante de com-plicidad para con ese David (Cuba) que pudo enfrentarsea Goliat (Estados Unidos).

    Anidad cultural que, en opinin de algunos, vendradada fruto de un anti-americanismo histrico en una Ar-gentina que siente que los Estados Unidos le arrebataron

    ganaron diran los ms moderados el papel de pas rectoren los destinos del continente americano incubado en esaArgentina poderosa y bullante, receptora de una masivamigracin europea de comienzos del siglo XX.

    Un diccionario de 1919 escribi sobre Argentina:

    Todo hace creer que la Repblica Argentina est llama-da a rivalizar en su da con los Estados Unidos de Amri-ca del Norte, tanto por la riqueza y extensin de su suelocomo por la actividad de sus habitantes y el desarrollo eimportancia de su industria y comercio, cuyo progreso nopuede ser ms visible.18

    Algo de frustracin y porque no decirlo de vengan-za al ver que, si bien Argentina no pudo hacerlo, si fueun pequeo pas como Cuba el capaz de hacerle frenteal denominado imperio. Ms an cuando, como dice

    18 Agradezco esta informacin a Gustavo Lazzari. Disponible en internet a travs debsqueda en Google http://bit.ly/l1h1kr

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    el historiador Alejandro Gmez, la revolucin cubana esvista como un levantamiento anti-norteamericano, en elcual el consiguiente embargo es a su vez indicado comoel responsable de los males que aquejan a la Isla.19

    Bien reeja este sentimiento Atilio Born, destacado einuyente columnista que escribi:

    hay una obligacin moral de ayudar a Cuba porque,pensemos, qu hubiera sido de nuestros pases si su re-

    volucin no hubiese resistido a pie rme, sin arriar susbanderas, las presiones del imperialismo y la derechamundial una vez producida la implosin de la UninSovitica Si hubiese capitulado y sido convertida enun protectorado norteamericano, el tsunami derechistahabra arrasado esta parte del mundo. Gracias a Cuba,nuestros pueblos evitaron tamaa catstrofe.20

    Sobre el bloqueo, Clarn seala:

    El bloqueo norteamericano sigue siendo un aglutinanteque cohesiona al pueblo cubano frente a las restriccionesimpuestas y una justicacin para un sistema restrictivode las libertades y sustentado sobre las Fuerzas Armadasy el Partido Comunista. Las demandas de mayores liber-

    tades y oportunidades internas y externas para Cuba vande la mano, en este caso, con la percepcin de los obst-culos y amenazas.21

    Agrega en otro artculo:

    El paulatino n del bloqueo norteamericano a Cuba im-plica remover el ltimo resabio de la guerra fra en Amri-ca Latina. Durante las ltimas dcadas del siglo pasado, el

    19 Entrevista a Alejandro Gmez, Buenos Aires. 22.02.2011.

    20 Un plan Marshall para Cuba. http://www.pagina12.com.ar/diario/elmun-do/4-159392-2010-12-27.html

    21 http://old.clarin.com/diario/2007/08/06/opinion/o-01802.htm

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    desafo ideolgico representado por la revolucin cubanay el bloqueo norteamericano a la isla fueron un principal

    motivo de discordia entre los EEUU y el resto del conti-nente. Su superacin supone, en tal sentido, un alicientepara el tratamiento conjunto y compartido de los desafoscomunes que deben enfrentar los pueblos americanos.22

    Por tanto, en ese nacionalismo y anti-americanismoargentino existira la conviccin que se est combatiendo

    como dice el economista Gustavo Lazzari a un enemi-go comn lo cual genera esa devocin por ese hermanomenor, Cuba, que enfrenta al abusador (EEUU).23

    Stella Calloni, en una columna titulada Fidel no se vade la revolucin, describe a ese enemigo estadounidense,a quien emplaza a cambiar su poltica fundamentalista delbloqueo y permanentes amenazas contra la isla. Arma

    como la CIA ha confesado y admitido decenas de inten-tos de asesinar a Castro. En Miami hay grupos terroristas,cuya historia es universalmente conocida, amenazando aCuba, protegidos por el gobierno estadounidense Castrono se va de la revolucin el comenz con la necesidad dela batalla de las ideas ante lo que est sucediendo en elmundo y la necesidad de luchar contra muchos frentes.24

    Aqu Calloni menciona acertadamente un elementoque es clave para entender esta actitud, cual es estar frentea una batalla de las ideas, cuestin que en esta pti-ca tiene que ver con principios, con ideales, ms que conresultados econmicos.

    Ciertamente algo de idlico hay en esa postura, pues defondo esta la idea que para ser bueno hay que ser pobre

    y dbil, como argumenta Alejandro Gmez.Es esa batalla de las ideas, en parte lo que podra ex-

    22 http://edant.clarin.com/diario/2009/04/16/opinion/o-01898852.htm

    23 Entrevista a Gustavo Lazzari, Buenos Aires, 21.02.2011.

    24 Stella Calloni, Fidel no se va de la revolucin. http://www.pagina12.com.ar/dia-rio/elmundo/4-99298-2008-02-21.html

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    plicar por ejemplo el por qu Argentina se abstiene en laComisin de Derechos Humanos de la ONU. No desconocela situacin cubana en esa materia y libertades polticas, dicela prensa argentina (y lo reeja el estudio antes citado), pero:

    la postura ocial es entendible porque la mocin promo-vida por los EEUU y la Unin Europea puede considerarsecomo una intromisin en los asuntos internos de un pas dela regin. Por otra parte, la posicin de los Estados Unidos

    en la materia se debe a su enfrentamiento particular conel gobierno cubano, ms que a una legtima preocupacinpor el respeto de los derechos humanos25

    A partir de esta anidad cultural, hemos de considerarla incorporacin del mito.

    Efectivamente, consultado sobre las razones por las

    cuales se siente simpata por el rgimen castrista, la mayo-ra alude a la calidad de la salud y la educacin en la Isla,lo cual se trasmite de boca en boca y se asume como unhecho concreto llevndose incluso a las escuelas, especial-mente las ms postergadas donde el tema evidentementees especialmente sensible.

    Es el mismo Atilio Born, quien en su columna titulada

    Un plan Marshall para Cuba, reeja este aspecto hacien-do un llamado a apoyar la revolucin anulando la deudaexterna cubana con el argumento que es una retribucin,

    por el generoso e inigualado internacionalismo cuba-no que llev a esa revolucin a trascender sus fronteras,sembrando mdicos, enfermeras, dentistas, educadores einstructores deportivos por todo el mundo, mientras el

    imperio y sus aliados lo saturaba con militares, coman-dos especiales, espas, agentes de inteligencia, policas y

    25 Cuba: abstencin y derechos humanos. http://old.clarin.com/diario/2005/04/16/opinion/o-04201.htm

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    terroristas.26

    En la misma lnea de lo que puede armarse como cons-

    truccin del mito, nos encontramos tambin con la creacindel dolo, que en este caso no deja de ser relevante tener a lavista que uno de los artces del triunfo de la revolucin cu-bana sea precisamente el argentino Ernesto Ch Guevara.

    En ese sentido, hay que considerar que en la construc-cin del dolo, tal como dice Lazzari, si se entra con eseestatus de hroe en la historia, es casi imposible sacarlo y

    al mismo tiempo se le perdonan los errores, porque tras 50aos de revolucin cubana, lo que importa es el ideal,ms que los resultados. Pasara lo mismo con quien se leconstruye un relato de villano. Al nal, parafraseando alpropio Fidel, pareciera ser que la historia absuelve o con-dena, actuando como un juez.

    Al respecto, el escritor Nicols Mrquez considera que las

    guras de Fidel Castro y Ernestro Ch Guevara se identi-caron con el altruismo, el idealismo utpico, y tambin conuna cierta rebelda frente al orden establecido que, especial-mente en los ms jvenes, no deja de ser cautivante.27

    As, una vez ms lo prueba la columna de Atilio Bornquien al cumplirse los 50 aos del desembarco del Gran-ma destac el desle como una:

    multitudinaria marcha popular, con gentes de toda con-dicin portando miles de improvisados carteles, hechoscon cualquier clase de material y con todo tipo de leyen-das, que revelaban por una parte el carcter voluntariode su participacin y la fresca espontaneidad con quecada quien lanzaba y escriba sus consignas, que ibandesde un romntico Fidel te quiero.28

    En la misma lnea argumental, y para probar que no es

    26 http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-159392-2010-12-27.html

    27 Entrevista a Nicols Mrquez, Buenos Aires, 21.02.2011.

    28 http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-77162-2006-12-03.html.

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    solo Born quien reeja ese sentir, nos topamos dentro deuna seleccin mayor con Mempo Giardinelli quien seala:

    Mi derecho a escribir sobre Cuba y mi deber ahora sebasa en que esa revolucin es parte de mi vida y mi histo-ria personal; se basa en el amor, el idealismo y la esperan-za que nos dieron aquellos barbudos de Sierra Maestra,el primer Fidel y el Che, y sobre todo los cambios socialesen una isla que de ser prostbulo norteamericano en elCaribe pas a ser la nacin ms socialmente justa y ms

    polticamente soberana de toda Amrica.29

    En otro artculo, titulado Un debate pendiente, pu-blicado por Laura Di Marco se habla de La inuenciahipntica de Fidel, el cual provoca un hechizo difcil dedesarmar que ejerce sobre la izquierda, unido a su fuertecarisma, que no hacen extraar que cuando el lder cuba-

    no viaj a la Argentina para la asuncin de Nstor Kir-chner, sobre las escalinatas de la Facultad de Derecho,mantuvo en vilo a una nutrida audiencia, en su mayorauniversitaria, que lo aplaudi durante ms de dos horas.30

    El episodio antes mencionado, sin duda que marc alos argentinos y su comportamiento conrma varios de losargumentos aqu esgrimidos. Para hacer un contrapuntocon quienes lo rechazan, dejemos que sea el escritor ar-gentino Marcos Aguinis quien desarrolle los argumentos:

    29 Mempo Giardinelli. Si Cuba cae digo, es un decir, si cae. http://www.pgina12.com.ar/diario/especiales/subnotas/146387-47026-2010-05-26.html. En esta mis-ma columna el autor critica la falta de libertad y cuestiona la pena de muerte paracon algunos disidentes, adems de resaltar que el gobierno cubano no ha sabidoresolver aspectos como la democratizacin de la estructura de poder ni garantizarlas libertades esenciales, practicar la censura al pensamiento y a las ideas, pero sin

    embargo, dice, hacer esas crticas, no es estar en contra de Fidel ni de la Revolucinni del pueblo cubano. Es estar a favor de la libertad, la cultura, el pensamiento libre,la igualdad, el desarrollo de los pueblos y la justicia social, porque de caer Cubasera peor, un retroceso, Basta dice con imaginar en accin al ultraneoliberalis-mo ms feroz e inhumano, acaso llevando al poder a ciertos sectores resentidos yreaccionarios de Miami y de Washington para hacer de Cuba un renovado parasode casinos, maas y negociados.

    30 Laura Di Marco, Un debate pendiente,La Nacin 04.04.2010.

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    La clamorosa recepcin que se brind a Fidel Castrodurante su visita a nuestro pas merece otros anlisis, ms

    entusiastas. En el Congreso recibi la ovacin ms inten-sa de los mismos lcidos legisladores que tiempo atrsaplaudieron el default, fue honrado por el gobierno de laciudad de Buenos Aires (cuyo titular est en campaa re-eleccionista), fue invitado a dar una conferencia en la Fa-cultad de Derecho, fue seguido afanosamente por la pren-sa, fue recibido por el amante Presidente en la audienciams larga y fue celebrado por una concentracin popularque bloque todo el centro de Buenos Aires.No cabe dudade que una signicativa franja de la sociedad lo ama y admira.31

    Esto coincide con lo que hace poco decidi el gobiernode Eduardo Duhalde: abstenerse en las Naciones Unidasal votarse la necesidad de investigar la violacin de los de-rechos humanos en la isla. Recordemos que no se tratabade condenar al gobierno de Castro, sino slo investigar

    qu sucede all. Luego de innitas denuncias que llega-ron al colmo con el fusilamiento de tres personas jvenestras su intento de huir del pas, y el encarcelamiento dedecenas de disidentes, era obvio que corresponda haceruna averiguacin.Al gobierno argentino no le pareci necesaria y olvidque hace apenas veinte aos nuestra sociedad clamabapor lo mismo. Necesitbamos que viniesen comisiones

    investigadoras, como ahora piden los cubanos persegui-dos y amordazados. Rogbamos que llegasen en tropel.Pero los argentinos somos incoherentes e inestables, qule vamos a hacer!Pese a las dictaduras parecidas, amamos a un dictador.Somos as.

    Agrega:La Facultad de Derecho, segn voceros entusiastas, seconvirti en la Plaza de la Revolucin. Castro pronunciuno de sus discursos ms breves, de apenas dos horas y me-dia. Saba que los argentinos an no estamos entrenados

    31 La cursiva es nuestra.

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    para escucharlo durante ocho o ms horas, como se haceen La Habana. Pero consigui hacer delirar a las masas

    con sus ancdotas y proclamas seductoras. Es un buenremedio contra la tristeza o el desencanto.32

    La cita es larga, pero reeja la opinin de quienes demanera crtica miran Cuba y la actitud de sus propioscompatriotas argentinos.

    En este punto, podemos conectar con un tercer aspecto

    que ayuda a explicar la actitud de la opinin pblica ar-gentina en su percepcin sobre Cuba, y es que la sociedadargentina aparece como culturalmente redistributiva. De-manda una red de proteccionismo y paternalismo que dealguna manera le hacen ver con simpata el redistribucio-nismo e igualitarismo existente en la Isla caribea.33

    Reproducimos una cita de Pablo Bonaparte, quien es-

    cribe enPgina/12:La zanahoria cubana no ofrece autos lujosos, casas her-mosas y envidia del vecino. Ofrece el pueblo ms y mejorformado, los ms solidarios. Una anomala histrica deun continente sojuzgado. Pero para algunos de ellos estono alcanza y preeren saltar a la boca del lobo. No sediferencian de muchos argentinos, chilenos, venezolanosque fueron beneciados con polticas de gobierno, peroque quieren cambiarlas sin tener el menor anlisis de loque pudiera venir. Asumen una actitud nacida del deseo

    32 Marcos Aguinis, Ventajas del modelo cubano.La Nacin, 02.06.2003.

    33 Un estudio realizado por Ibarmetro, seala que la mayora de los argentinosmuestran una inclinacin a posturas ms anes a la equidad de las condiciones so-ciales y a la universalizacin del acceso a la salud, educacin, trabajo y vivienda,

    pilares ms relacionados tradicionalmente a la sensibilidad de izquierda. En esemismo estudio, se indica que ms del 60% sostiene que el Estado debe tener par-ticipacin en las empresas de servicios pblicos, y que un 76% de los argentinossostiene que el Estado debe intervenir en la regulacin y control de precios de losalimentos. Mientras que nueve de cada diez opina que el Estado debera hacersecargo de las necesidades bsicas educativas, de salud y de vivienda y el 92 por cientosostiene que el Estado debe garantizar el trabajo para todos. Ibarmetro,La matrizideolgica de los argentinos. Informe de Prensa, Buenos Aires, 07.05.2010.

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    individual sin responsabilizarse por el destino colectivo.El alimento cultural que ofrece una sociedad puede em-

    pobrecernos o enriquecernos. Sin dudas, la humanidadsera mucho ms pobre si no existiera Cuba.34

    Con estos elementos a la vista, debemos abordar eltema de la prensa.

    Una parte de esta prensa es como excesivamente ideo-logizada, reclutada principalmente del mundo de la iz-

    quierda y nutrida por los elementos culturales ya descritos,tambin est alimentada por la formacin recibida por losperiodistas, pero sta no es ms que un reejo de sus pro-pias creencias y actitudes, por tanto solo viene a reforzarelementos que ya vienen dados desde antes.

    Da igual lo que se diga, los argumentos que se presen-ten, en algunas ocasiones incluso llegar a desconocerse

    una realidad aceptada por algunos de sus propios defenso-res, como es desconocer la detencin y no aceptar la exis-tencia de presos polticos, cuya propaganda anti castristano sera ms que fruto de la prensa del imperio.35

    Al respecto el periodista Alberto Medina seala que eneste tema, al ser la izquierda quien domina los contenidosde la prensa, eso le permiti ganar la batalla de la forma-cin, nutriendo a una prensa ideolgica que se amparaen la leyenda de Cuba.36

    Es decir, tal como arma el historiador Alejandro G-mez, el periodista tiene el terreno abonado para su dis-curso por razones culturales, ideolgicas, adems que espolticamente correcto hacerlo, no quedando espaciopara quienes piensen distinto, pues como hemos armadoanteriormente, es una batalla de las ideas donde no hay

    espacio para discutir, y lo que se diga en contra, es fruto de34 Pablo Bonaparte, La zanahoria cubana. http://www.pagina12.com.ar/diario/el-

    mundo/4-138845-2010-01-22.html

    35 As lo sentencia Atilio Born en su columna El suicidio de un disidente, publicadaen http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-141180-2010-03-01.html.

    36 Entrevista a Alberto Medina, Buenos Aires, 19.04.2011.

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    una campaa de desinformacin orquestada por quienesse les considera los enemigos de la revolucin.

    Atilio Born escribe al respecto:

    La prensa libre de Europa y las Amricas ha redobla-do su feroz campaa en contra de Cuba. El pretexto paraeste relanzamiento fue el fatal desenlace de la huelga dehambre de Orlando Zapata Tamayo, potenciado ahorapor idntica accin iniciada por Guillermo Farias Her-nndez. Como es bien sabido, aqul fue (y sigue siendo)presentado por esos medios de desinformacin de masascomo un disidente poltico, cuando en realidad era unpreso comn reclutado por los enemigos de la revolucinpara sus proyectos subversivos lo que la prensa presentacomo una noble y patritica disidencia interna parecerams bien ser la metdica aplicacin del proyecto imperial

    diseado para cumplir el viejo sueo de la derecha norte-americana de apoderarse denitivamente de Cuba, cuan-do no es ms que traicin, en opinin del columnista.37

    Consideremos este aspecto, equivalente a actuar po-lticamente correcto, para plantear un ltimo punto res-pecto de la condescendencia con la Cuba castrista.

    Nos referimos a que en este mismo mbito de la pren-sa, los sectores de la derecha (o dueos de medios) handecidido (racional o ms bien instintivamente) no inmis-cuirse, pese a tener, al menos tericamente, ideas contra-rias al castrismo.

    De acuerdo con el Latinobarmetro 2010, la opininde los argentinos con respecto al rgimen cubano es leve-mente peor al promedio de la opinin de los habitantesde la regin. As, en una escala de 1 a 10, donde el 1 se-ala que el pas no es democrtico y el 10 indica que elpas es totalmente democrtico, los argentinos calican

    37 Disidentes y traidores. http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-142527-2010-03-23-html

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    a Cuba con una nota 3,2, por sobre la calicacin de loschilenos (2,8), pero por debajo de la nota que le dan losbrasileos (4,2) y del promedio regional (3,5). A su vez , el39% de los argentinos pone nota 1 2 al rgimen castris-ta, por sobre el promedio de la regin, que es de un 36%.

    La situacin cambia cuando a los argentinos se les pre-gunta por la gura de Fidel Castro y el embargo a Cuba.as, los argentinos ponen una nota de 4,2 al lder de laRevolucin Cubana (en una escala de 1 a 10), una cali-

    cacin ms positiva que el 3,8 que arroja el promedioregional. Por su parte , apenas un 5% de los argentinosapoya el embargo a Cuba, la segunda cifra ms baja detoda la regin. Un nmero muy por debajo del 10% delpromedio de Amrica Latina38.

    Este es un tema complejo de abordar y que siemprelleva a la discusin respecto de las diferencias ideolgicas

    entre los dueos de los medios y quienes escriben en ellos,pero que para este caso de estudio, al menos es una varia-ble que debe ser considerada.

    Con todo, el tema de la opinin pblica argentina sobreCuba, es un mbito que queda circunscrito a una preocu-pacin de elite, nada ms, pues como arma el acadmicoFernando Ruiz no interesa tomar a Cuba como parte del

    debate local.39En sntesis, quizs la sociedad argentina no sea pro cu-

    bana ni Castrista, pero esa anidad anti-norteamericana,el enemigo comn, junto a la ideologa le permiten mante-ner viva la lucha del pequeo contra el grande, del abusa-do contra el abusador, del David contra el Goliat. Al decirde Csar Gonzalez-Calero:

    Desactivada toda oposicin, Fidel tuvo pronto el ca-mino allanado para fosilizar el proceso revolucionario y

    38 Corporacin Latinobarmetro.Informe 2010.

    39 Entrevista a Fernando Ruiz, Buenos Aires, 23.02.2011.

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    reivindicar la necesidad de un rgimen unipartidista. Es-tados Unidos le proporcion el guin soado: una inva-

    sin frustrada, un ignominioso embargo econmico, unarrogante Goliat imperialista frente al numantino Davidcaribeo. Fidel Castro siempre se supo predestinado aconsumar la cruzada inacabada de Jos Mart, la batallanal por la independencia de Cuba. Y en la beligeranciade Washington encontr el argumento ideal para aferrar-se a un nacionalismo a ultranza, patria o muerte, comoprincipal asidero ideolgico. La espada de Maceo por en-cima del Maniesto Comunista de Marx.40

    40 Csar Gonzalez-Calero, Cuba, un sueo en su encrucijada, 28.12.2008.

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    brAsil: diCtAdurAvs. romAntiCismo:lAmArCAdApolArizACindelAopinin

    pbliCAbrAsileAfrenteACubA

    En Brasil muchos ven a Cuba con romanticismo, peromuchos tambin la ven con la ptica de una dictadurabrutal. Es un tema que polariza mucho a la opinin p-

    blica brasilea. No hay mucho espacio al medio de estasdos visiones. Con la visin del Presidente Lula (sobre lasituacin en la isla), aument esta polarizacin.

    La denicin que entrega Fabio Zanini, editor inter-nacional del diario brasileo Folhade Sao Paulo resume ala perfeccin las dos caras que se observan en Brasil enrelacin con el rgimen comunista cubano.

    Por un lado, la fuerte crtica, encabezada por la prensade referencia, a la situacin poltica en la isla pero, porotra parte, la condescendencia de parte de esta opininpblica, en la cual ha inuido la nula visin crtica delgobierno de Lula da Silva (2003-2011), el ms popular dela historia reciente brasilea, hacia el rgimen castrista.Un punto de vista que podra cambiar aunque an no

    est muy claro ni cmo ni cundo con el gobierno de laPresidenta Dilma Rousseff.

    Esta condescendencia que marc los ocho aos del go-bierno de Lula tuvo su punto culmine en febrero de 2010.Ese da y tras una huelga de hambre, el disidente cubano

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    Mr. Lippmann goes to La Habana

    Orlando Zapata muri en La Habana mientras el manda-tario brasileo visitaba la isla. A la vuelta del pas y luegode ser criticado por su silencio durante el viaje, Lula hizouna desafortunada comparacin de los disidentes cubanoscon los presidiarios de Sao Paulo. Declaraciones que nodejaron indiferente a nadie y que resumieron la visin delentonces mandatario hacia el rgimen comunista. Ade-ms, en el gobierno de Lula haba guras claves del PTcon fuertes vnculos con la isla, como Jos Dirceu, jefe de

    gabinete entre 2003 y 2005.Para muchos analistas tanto dentro como fuera del pas,

    parece extrao que un Presidente como Lula hayan mos-trado esta posicin hacia Cuba, teniendo en cuenta que sugobierno se caracteriz por el alejamiento de las posturaseconmicas estatistas y vinculadas al PT de los aos 80,as como por tejer alianzas polticas con la centroderecha

    que incluso se fortalecieron para la llegada al poder deDilma Rousseff en octubre de 2010 y las buenas relacio-nes con Estados Unidos.

    Una explicacin a este fenmeno puede darla el ana-lista Igor Gielow en una columna publicada en el diarioFolha de Sao Paulo.

    Cuba est en el centro del espritu petista. Sus mili-tantes se hinchan los ojos de lgrimas al exultar a gentecomo el Che Guevara. Basta ir a un evento del partido yver las camisetas en venta. Cuando era Presidente, siem-pre que poda Lula daba muestras de su amor por elrgimen local.41

    En este sentido, Clovis Rossi, uno de los ms respetadoscolumnistas y analistas polticos de Brasil, cree que la po-sicin del ex Presidente con respecto a la isla tiene que vercon la memoria histrica y sentimental de la izquierdabrasilea hacia Cuba.

    41 DiarioFolha de Sao Paulo, 22.04.2011. A2.

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    Alberto lpez-HermidA/ Jos CArlos prez / Angel soto

    Sobre esta base, podemos argumentar que la construc-cin de la opinin pblica en relacin a Cuba en Brasilha estado marcada, desde 2006, por un gobierno que nocondena la situacin en la isla, frente a los medios msinuyentes del pas, que, con distintos matices, han mos-trado una postura de permanente crtica hacia el rgimencubano y hacia la postura del gobierno brasileo en re-lacin a La Habana. Los resultados del Latinobarmetro2010 que se citarn ms adelante son una muestra clara

    de esta polarizacin. Prensa de gran tamao e inuyente.En este punto, es importante comentar el tamao y la

    inuencia de la prensa brasilea en el contexto nacional yregional. Entre los seis diarios ms ledos de Latinoamri-ca, hay cuatro brasileos: Folha de Sao Paulo (con un tirajepromedio de 310 mil ejemplares), O Globo (de Ro de Ja-neiro y un tiraje de 275 mil ejemplares), el diario deportivo

    Extra (274 mil ejemplares) y O Estado de Sao Paulo (230 milejemplares).42

    Adems, la revista Veja, con una venta de ms de 1,1milln de ejemplares por edicin es el cuarto semanarioinformativo con ms tiraje en el mundo y el primero fuerade Estados Unidos. Su circulacin supera a la suma detodos los semanarios de noticias del resto de los pases de

    la regin sumados, lo cual transforma, por lejos, a estarevista como la ms importante de Amrica Latina. Con201 millones de habitantes, Brasil tiene la audiencia msgrande de la regin. Sin embargo, pese a que el tama-o de la audiencia transforma a los diarios brasileos enmedios de referencia regional, el ndice de difusin de laprensa brasilea es de apenas 39,2 ejemplares por cada

    1.000 habitantes, un nmero inferior a los de Argentina(44,9) y Chile (60,8), aunque por encima del promedio dela regin (32,3).43

    42 Medios de comunicacin.El escenario Iberoamericano. Fundacin Telefnica, 2008, p. 34.

    43 Medios de comunicacin.El escenario Iberoamericano. Fundacin Telefnica, 2008, p. 43.

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    Dentro de la prensa escrita, existe unanimidad en losanalistas que los medios escri