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La feminidad en la Independencia de Colombia A pesar de que la historia de Colombia ha tenido matices machistas—y muy machistas—, la relevancia que adquieren ciertos personajes femeninos, y más en horas de acontecimientos importantes, dan un golpe limpio a ese espíritu androcéntrico que era demasiado notable hace unas décadas atrás, y que aún en su latencia, se siente para recordarnos que vivimos junto con “hombres superiores.” Uno de los móviles para hacer este ensayo, es sin duda alguna, resaltar las cualidades o características femeninas que fueron, a muy pesar de nuestros queridos y apreciados antepasados contemporáneos, definitivas para gestar uno de los episodios más importantes de nuestra historia: La independencia de Colombia. El horizonte de este escrito, entonces, va encaminado a tratar de presentar el cómo las mujeres desarrollaron aportes significativos al proceso de independencia de Colombia—pero con el fin de mencionar aquellas que no son tan percibidas para nuestra historia, haciendo un reconocimiento a sus labores en el proceso anteriormente mencionado—, en una sociedad predominantemente— si es que no es absolutamente— machista. Lo primero que se debe hacer es analizar a la sociedad neogranadina del siglo XIX. Bajo el Virreinato de la Nueva

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La feminidad en la Independencia de Colombia

A pesar de que la historia de Colombia ha tenido matices machistas—y muy

machistas—, la relevancia que adquieren ciertos personajes femeninos, y más en

horas de acontecimientos importantes, dan un golpe limpio a ese espíritu

androcéntrico que era demasiado notable hace unas décadas atrás, y que aún en

su latencia, se siente para recordarnos que vivimos junto con “hombres

superiores.” Uno de los móviles para hacer este ensayo, es sin duda alguna,

resaltar las cualidades o características femeninas que fueron, a muy pesar de

nuestros queridos y apreciados antepasados contemporáneos, definitivas para

gestar uno de los episodios más importantes de nuestra historia: La independencia

de Colombia. El horizonte de este escrito, entonces, va encaminado a tratar de

presentar el cómo las mujeres desarrollaron aportes significativos al proceso de

independencia de Colombia—pero con el fin de mencionar aquellas que no son

tan percibidas para nuestra historia, haciendo un reconocimiento a sus labores en

el proceso anteriormente mencionado—, en una sociedad predominantemente—si

es que no es absolutamente— machista.

Lo primero que se debe hacer es analizar a la sociedad neogranadina del siglo

XIX. Bajo el Virreinato de la Nueva Granada, muy pocas mujeres gozaban de

poder político—a excepción, entonces, de unas cuantas como la Virreina, y eso

que no tanto, ya que su esposo era a quien refería la administración del Virreinato

—por lo que les quedaba dos caminos: Atender su propia casa o dedicarse a la

artesanía, la cual era predominantemente femenina. La mujer se reducía entonces

a muy pocas actividades que la hicieran demostrar su igualdad ante el varón—a

pesar de que ella fuera la que respondía por el hogar, era humillada en varias

ocasiones por el esposo, ya que en este momento histórico nos encontramos en

una sociedad patriarcal—y por tanto, quedaba reducida a ser el “objeto útil” de las

labores bajas no hechas por un hombre. La mujer era “un ser frágil, voluble,

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carente de voluntad (…) Un ser inferior al varón que requería de guía y tutela”

(Rodríguez, 1997)

De hecho, el mismo autor nos dice que el maltrato contra la mujer era un tópico

muy común y es más, nos comenta que esta vía de hecho estaba aceptada

jurídicamente, ya que los extravíos que cometía la mujer en contra de su marido

debían ser corregidos.

Este sentir respecto a la mujer se la deja en una gran desventaja, puesto que va

ser vista, como ya se dijo antes, como “algo” lo cual va tener que ser orientado—y

“aplacado”— en el transcurrir de la vida. Nos muestran a la mujer como un ser

impotente, esclareciendo así un pensamiento netamente machista. Una de las

causales de esta tendencia es la “venerable” Iglesia Católica de ese tiempo:

Rígida, “altamente moral”, flexible paradójicamente—como ya se verá a

continuación—en fin, un ejemplo a seguir. Esta institución marcó muchos de los

aspectos morales de la vida de los neogranadinos para el siglo XIX; era una guía

intachable, y por esta calidad, no debía ser cuestionada. Aún así, la Iglesia tenía

lo que llamamos “cooperación de género”. Un ejemplo claro era con la situación de

concubinato o con el adulterio inclusive: Siguiendo a Rodríguez (1997), el hombre

que participaba en estos actos no era tan despreciable como la concubina o la

adúltera; los primeros eran incluso comprendidos por la supuesta “incompetencia

de las mujeres para atender el hogar” mientras que la segundas eran reprendidas

o castigadas con el destierro o con castigos físicos.

Ahora, entre las mismas mujeres se notaba la desigualdad y el maltrato, ya que

tener “sangre pura” era una cuestión que permitía sobreponerse la una sobre la

otra. En esta época, ser de buena familia y distinguida era determinante en la

sociedad: Aquellas que eran de “buena clase” tenían un poco más de privilegios—

entre los cuales podemos contar el trato desigual en contra de otras mujeres—

que aquellas que no lo eran. Es por eso que la mujer se seccionó en el interior de

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su género, ya que a ellas no les quedaba otra salida sino ser como la sociedad e

Iglesia las habían formado. Y es preciso mencionar además que la mujer debía

estar en su casa, hilando como una costurera; por tanto, a ellas—al menos a las

de las clases bajas, que eran la mayoría—no se les permitía aprender a leer y a

escribir, puesto que se pensaba que para hacer las labores domésticas, no

necesitaban estas habilidades. Esto deja a la mujer en un plano bastante desigual

y por consiguiente, es altamente deducible y predecible lo que una mujer del siglo

XIX en el Virreinato de la Nueva Granada estaría cumpliendo para la sociedad.

Ya habiendo entonces analizado un poco el vivir de la mujer en la sociedad

neogranadina, es factible que veamos a aquellas que rompieron ese rígido

esquema social de la época. Aquellas mujeres que fueron importantes para gestar

la independencia de Colombia, así fuera con pequeños actos, pero que

sembrarían gérmenes en los demás para continuar con ese sublime propósito

femenil. Me gustaría empezar por aquellas que no nos mencionaban en nuestros

cursos de Historia. Hubo mujeres que no se resignaron a sus incomprensibles

destinos; ellas, como a la usanza de los clubes franceses en vísperas de la

Revolución Francesa, formaron tertulias y reuniones intelectuales en donde se

hablaba de política internacional y de los gobiernos locales. Es allí—entre otras

cosas— en donde se siembran los descontentos hacia el rey de España, teniendo

en cuenta los hechos acontecidos recientemente para esa época, como lo fueron

la independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la publicación

de los Derechos del Hombre y del Ciudadano bajo la Asamblea Nacional

Constituyente de Francia en 1789. Estas tertulias, evidentemente, debían estar a

cargo de una persona ilustrada, letrada, y podemos contar casos en los cuales los

administradores de estos encuentros eran mujeres como Francisca Prieto Ricaurte

—esposa de Camilo Torres—, Catalina Tejada y Andrea Ricaurte de Lozano.

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Ya en el proceso del 20 de julio, hubo muchas mujeres—especialmente

vendedoras de la plaza de mercado—entre las que podemos contar a Francisca

Guerra y Melchora Nieto. Estas mujeres mostraron su inconformidad—como lo

hiciera Manuela Beltrán en 1781— y gran apoyo al movimiento que se estaba

gestando por aquel entonces en contra del gobierno español. A la llegada de la

Reconquista española, en 1816, se comete un acto abominable en contra de las

féminas que participaban en causas independentistas: Se las sacrificaba en el

patíbulo—como fue el caso de Policarpa Salavarrieta, por ser espía al servicio de

los patriotas, entre otras más mujeres—siendo fusiladas como traidoras, es decir,

dando la espalda. Mujeres como Manuela Uscátegui, Dorotea Castro e incluso una

española de sangre como María Josefa Lizarralde fueron asesinadas por los

españoles por auxiliar al movimiento patriota en contra de la Corona Española. Sin

embargo, este castigo no las amedrentó mucho, ya que como menciona Martínez

(2002): “Con la reconquista de 1816 la mujer colombiana alcanzó su mayoría de

edad.” Es decir, muchas mujeres de esta época posiblemente pensaron que una

verdadera mujer era la que moría por su patria, y de una vez, podría librarse de

esa tortuosa carga de ser mujer en la sociedad machista neogranadina, por lo

cual, es un honor para ellas sacrificar sus propias vidas.

Y es que no solo se ve a estas valientes mujeres morir en los patíbulos impuestos

por los españoles, también se tiene conocimiento de una mujer que estuvo en las

filas del Libertador, según comenta Cuartas (2011), llamada Evangelista Tamayo,

una tunjana que estuvo en la definitiva Batalla de Boyacá e incluso llegó al

increíble rango de capitana—teniendo en cuenta que este rango era altamente

ocupado por los hombres—, quien luchó valerosamente en esta campaña.

Como se puede ver, algunas mujeres de la sociedad neogranadina no se dejaron

relegar a segundos planos por los hombres, sino que demostraron mediante sus

actos de valentía y coraje que ellas no eran simples objetos los cuales se podían

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manejar a gusto de los varones, mostrando carácter “varonil” y luchando por los

ideales que ellas creían correctos y de facto a seguirlos.

Son estas mujeres las que se distinguen por no permitir dejarse llevar por un

vaivén de ideas injustas y opresoras, y a pesar de que no fueron muchas mujeres

las que salieron del paradigma social de la colonia, dejaron para siempre

plasmada en la historia, su determinación por romper ese modelo social impuesto;

su demostración de que la mujer era igual al hombre, sin ser determinada por una

condición que la imposibilitaría para llegar a ser eso que el varón incluso nunca

creyó en esa época: Una verdadera mujer que sirvió para ayudar a lograr la

independencia de un país mediante sus actos marcó el hecho de que la

inferioridad no debe existir, dado el potencial y la determinación que puede poseer

una mujer. La mujer colombiana.

Lo triste de todo es que después de este movimiento de independencia, las cosas

no cambiaron mucho para la mujer. Ésta siguió siendo la subordinada del hombre,

la que atiende el hogar, la maltratada, entre otras calamidades; pero vale la pena

decir que la mujer dejó en estado de latencia todos estos ideales formados a

principios del siglo XIX para luego, más de una centuria después, regresarlos para

los movimientos feministas del siglo XX.

REFERENCIAS

RODRÍGUEZ, Pablo. Sentimientos y vida familiar en el Nuevo Reino de Granada.

Bogotá. Editorial Ariel. 1997.

MARTÍNEZ, Aida. “Revolución, independencia y sumisión”, en su libro Crónicas

históricas. Bogotá. Editorial Colseguros. 2002.

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CUARTAS, Juan Manuel. Las fechas conmemorativas: Bolívar y Don Quijote,

mujer e independencia. En: Hombre y máquina No. 36. 2011