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Materia : Lengua materna Informe : Mujeres y Literatura - Anterior al siglo XIX - Profesora : Analía Carrizo Estudiante : Limay E. Berra Larrosa 1

Mujeres y Literatura

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ensayo sobre las mujeres en la literatura

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Materia: Lengua maternaInforme: Mujeres y Literatura- Anterior al siglo XIX -Profesora: Anala CarrizoEstudiante: Limay E. Berra LarrosaCurso: 6 4Mujeres y Literatura- Anterior al siglo XIX -La antigedad

1- IntroduccinTucdides declara que la mejor de las mujeres es aquella de la que menos se habla tanto para mal como para bien- entre la gente de fuera. l piensa que el cuerpo, como la reputacin de una mujer de bien, debe quedar bajo llave sin salir jams. Sin embargo, Gorgias parece dar pruebas de mayor fineza cuando pide que lo que ms se conozca de una mujer no sea la apariencia, sino la reputacin.Plutarco introduce el rpido ensayo que dedica a las Virtudes de las mujeres (Gunaikon Artai) al comienzo del siglo II de nuestra era. El mismo es un programa excelente que busca presentar un pie de igualdad entre hombres y mujeres, lo cual es asombroso, ya que la idea que Pericles atribuye a Tucdides refleja la opinin dominante en el mundo antiguo sobre las mujeres: cuanto menos se hable de las mujeres, mejor. Pero Plutarco tampoco cumple si promesa: en este tratado no traza el paralelismo entre las virtudes masculinas y femeninas, ni escribe tampoco Vidas de mujeres Ilustres, pues eso equivaldra a reconocer a las mujeres el derecho a una biografa. Se conforma con sacar del olvido una accin, un hecho, considerado como la brillante ilustracin de la aret (en griego, ms bien valor que virtud) femenina. Fijando lo que en las acciones comunes o en las actitudes individuales de las mujeres corresponde a los tpicos del discurso antiguo sobre las mujeres, niega a stas todo derecho a la particularidad. Bajo la pluma de Plutarco, Pericles y Fabio Mximo nacen, se cubren de gloria, acceden al poder, mueren, pero Aretafila de Cirene, tras haber liberado a la ciudad, golpe tras golpe, de dos tiranos, vuelve al gineceo y pasa el resto de sus das en los trabajos de la aguja. Lo mismo ocurre con las troyanas que queman las naves el la desembocadura del Tber para detener el vagabundeo de su pueblo y luego cubren de besos a sus esposos para hacerse perdonar semejante osada.2- Qu es una diosa?Una diosa, un mortal. Una escena de tragedia, al final del Hiplito de Esquilo Eurpides.El joven est a punto de morir, atacado por la maldicin paterna. Adelantndose al triste cortejo que acompaa al cuerpo desarticulado del hijo de Teseo, rtemis ya est all y grita su indignacin por tener que dejar morir a su protegido: El hombre que ms querido me era de todos los mortales. Ya se ha depositado a Hiplito en tierra.El hlito divino de un olor el inexpresable olor de los dioses- le a despertado los sentidos y, en su cuerpo, ese cuerpo del que nada quera saber y que tan cruelmente se le parece, se calman de pronto los dolores. Y se entabla el dilogo entre el mortal y la diosa:

-Entonces est por estos lugares la diosa rtemis?

-Desgraciado, s, ella est aqu, la ms querida para ti de todos los dioses.Soi philtate then: para ti, la ms querida de todos los dioses. O bien, la ms querida para ti de todas las diosas? En la lengua homrica, que dispone de genitivo femenino plural, la pregunta no habra tenido sentido; pero en griego clsico, la forma then no permite decidir si rtemis se relaciona con la colectividad de los dioses o con el grupo femenino de las diosas. En cuanto al efecto que rtemis expresaba respecto de Hiplito en ausencia de su fiel creyente, se cuida mucho de reiterar su expresin, ahora que l est all, y de ah la remisin de Hiplito a sus propios sentimientos, en virtud de los cuales rtemis le es la ms querida. De donde deriva un nuevo intento, tal vez, de forzar la reserva de la divinidad:

-Ves, seora, lo que es de m, miserable?

-Lo veo. Pero prohibido est a los ojos derramar una lgrima.La impersonalidad de la respuesta la diosa evita incluso el empleo del posesivo- es propia del enunciado de una ley: a todos los dioses y no slo a rtemis, les est vedado llorar por un mortal. No cabe duda acerca de que la universalidad de la ley slo es un flaco consuelo. Pues a la diosa es a quien el pide ternura y confortacin, y he aqu que rtemis le responde que en ella el dios, que huye de los sufrimientos de los humanos, predomina sobre lo femenino, que es a lo que, en el mundo de los hombres, se asocian estrechamente las lgrimas.La conversacin contina:

-Ya no tienes cazador, ya no tienes sirviente

-No, ciertamente. Pero muy caro es para mi el que mueras.

- ni caballerizo, ni guardin de tus imgenes.Pero rtemis no ha venido para efusiones. Tambin revela ella el nombre de la culpable de esa catstrofe Afrodita, a quien Hiplito a despreciado y que se venga- antes de emprender la tarea ms urgente, la de reconciliar al hijo con el padre. Despus de lo cual, siempre duea de s misma, se despide, dejando a los humanos consigo mismos:

-Adis, pues! Ya que me est vedado ver a los muertos, as como mancillar mi ojo con el aliento de los moribundos.

Y ya te veo muy cerca de esa desgracia.La diosa ya ha desaparecido cuando Hiplito, no sin amargura, le responde:

-Ve t tambin en paz, bienaventurada virgen.

Que te sea fcil dejar esta larga frecuentacin.No ha comprendido el mortal que es precisamente esta frecuentacin, de la que tan orgulloso se halla como de un privilegio reservado para l, lo que paga con su vida? Pues los celos que posean a Afrodita no eran tan solo celos femeninos cuando, en el prlogo de la obra, caracterizaban esta frecuentacin como demasiado elevada para un mortal. Al menos no tena ningn inconveniente en sostener el discurso de las divinidades ofendidas. Entre el hombre y el dios, la piedad griega est hecha de distacia, y haberlo olvidado, ganado por la dulzura de la proximidad de la divina Cazadora, fue precisamente el error de Hiplito. En el mejor de los casos, la compaa de un dios no es pertinente, y en el peor, es desmesura. No obstante, podra ser que Hiplito hubiera cometido tambin otro error, ms difcil de formular: al apegarse tan estrechamente a una diosa virgen conciliaba la negacin de la mujer-madre y la atraccin de lo femenino. Es eso al menos lo que sugieren, al comienzo de la pieza, las tan ambiguas palabras que en su exaltacin dirige a rtemis y que, bajo el elogio de la castidad, denuncian una relacin enormemente erotizada.Por tanto, o bien diosa solo es el femenino gramatical de la palabra dios, o bien en una diosa lo femenino es una caracterstica esencial, la cual puede a su vez subdividirse en dos (lo femenino es esencial tanto si es lo mismo que en las mujeres mortales, como si, para diferenciarse, slo es en ella ms exacerbado).3- Filosofas del gnero: Platn, Aristteles y la diferencia sexualDesde el punto de vista emprico, pocas habilidades bien consideradas y que exijan competencia y destreza son las que se atribuyen a las mujeres: el tejido, el gobierno de la casa, el cuidado de los hijos. Slo Platn se asombrar y se indignar ante la paradoja de que la tarea de educar a los ciudadanos se confe a seres con una educacin tan pobre.Quien ms explota la analoga entre concepcin intelectual, enunciacin y parto es Platn. En El banquete, la teora del amor a la que Scrates presta adhesin es la que ha formulado una mujer, una sacerdotisa, Ditima. Es una teora que desplaza la problemtica del amor del plano inmediato del deseo y del goce erticos a un nivel ms alto: el deseo de saber. Lo que permite la articulacin es la belleza, cualidad que pertenece tanto al cuerpo como al alma. En efecto, la experiencia ms corriente del amor, y la ms espontnea, es la que deriva de la atraccin esttica, del efecto que provoca un cuerpo hermosoY de all, una idea ms acabada: una belleza no solo abstracta, sino tambin depurada de toda connotacin corporal. El sujeto est enamorado del principio originario de lo bello. Ahora bien, Platn no se cansa de emplear la terminologa ertica y, ms an, la terminologa propia de la generacin sexuada, para describir este amor tan intenso como material.El sujeto que se orienta al amor aspira a una inmortalidad de orden intelectual. Y con tal finalidad, no ya de su sexo masculino, sino de su alma, de su psych.

La actividad intelectual se deja representar hasta el final en trminos de concepcin, parto y amamantamiento: en el amor homosexual entre varones, el sujeto que desea se identifica con una nocin femenina. Por tanto, desplazar la funcin generadora hacia la psych significa feminizar el deseo de saber y sus efectos.Pensar es parir, en el instante en que se vence una resistencia, cuando la tensin entre un beb-logos y un alma/cuerpo femenino reacio a la entrega termina por disiparse. Esto es verdad en el Fedro, donde la metfora de la preez se presenta amalgamada con la de las almas que el amor hace brotar contra y a pesar de la obstruccin de los poros por donde nacen. Esto es verdad, con mayor claridad an, en el Teteto, donde Platn pone en escena a un joven matemtico cuya psych se encuentra en plena preez y a quien ayuda a parir. Como una purificacin, la mayutica aligera el alma de lo que lo entorpece: opiniones falsas, ignorancia de su ignorancia, dudas y aporas.Para Platn, feminizar el sujeto del saber significa hablar de todo aquello que impide al alma apropiarse de la verdad, penetrarla directamente. Parto es sinnimo de trabajo, de sufrimientos, de dependencias. En resumen, de resistencia a la autorrevelacin de la verdad.Para Aristteles, la inferioridad de la mujer es sistemtica en todos los planos, corolario de una pasividad metafsica.

Si se examinan las obras biolgicas de Aristteles, como Historia de los animales y Partes de los animales, queda en manifiesto que para el autor el reino animal no se divida en clases, rdenes, familias, gneros y especies, sino que lo describe en dos categoras gnero y especie, genos y eidos, heredadas de las ideas de Platn. Platn da un ejemplo notable de la intercambiabilidad entre estos dos conceptos, precisamente a propsito de la diferencia sexual. Por una parte, en el Timeo cuanta el mito de la fabricacin del mundo y evoca una raza de mujeres que habra venido a agregarse a la raza de los hombres, un genos junto a otro genos. Por otra parte, en El poltico representa la divisin del gnero humano en machos y hembras como la manera ms correcta de dicotomizarlo, pues as se obtienen dos partes que son al mismo tiempo dos especies, eidos. La definicin de cada parte se hace necesariamente por el genos ms la determinacin dicotmica. Mujer = ser humano en femenino, siendo lo femenino lo contrario a lo masculino. Parte de un todo, sin duda; pero tambin parte contraria a otra parte.

El gnero sexual no es pertinente para dividir al gnero humano al margen del campo de la biologa, en el que parir se opone a engendrar. Pero, tanto Platn como Aristteles afirman que, si bien las mujeres y los hombres estn dotados para todo, indistintamente, el gnero de los varones machos es siempre superior al otro.La edad media1-IntroduccinEn el primer captulo del libro La Cit des Dames, Christine de Pizan explica como toma conciencia de la desgracia de haber nacido mujer. En mi locura, dice esta autora, me desesperaba el que Dios me hubiese hecho nacer en un cuerpo femenino. Cuando el rechazo de s misma se extiende a todos sus congneres, como si la Naturaleza hubiera engendrado monstruos, acusa a Dios. Y luego analiza minuciosamente las races de su miseria y descubre en la serie de autoridades a los artesanos de su infortunio.Ha nacido la verdadera querella de las mujeres: una mujer se mezcla en la lucha. Esto sucede hacia 1400, cuando, en la declinacin de la Edad Media, se anuncia ya el Renacimiento.

Para muchos de sus retratos femeninos de La Cit des Dames, Christine tom como modelo a Boccaccio, quien a su vez haba plagiado a los autores antiguos y las leyendas familiares con el propsito de redactar el corpus de sus Mujeres Ilustres, espejos de las virtudes deseables y de los excesos del carcter femenino.

2- La mujer a ojos de los clrigosLa literatura clerical da la impresin de girar en crculo. Inexorablemente, en sus comentarios, los medievales cultos, alimentados de la escritura y la tradicin, rumian los comentarios de los Padres de los primeros siglos. As, dice desolada Mara Teresa de Alverny: No hay que esperar hallar consideraciones originales en ellos. Estara ya todo en Ambrosio, Jernimo, AgustnLos autores medievales aborrecen la idea misma de la novedad. Cuando innovan, se protegen ms que nunca detrs de la tradicin y pretenden simplemente volver a las fuentes. Los mismo clrigos, han llevado a la mujer al pinculo y al mismo tiempo han cargado con el anatema. Cada uno de ellos se ve atravesado por esta contradiccin, pero lo hacen colectivamente. Su teologa se hace pastoral. Producto de la historia, produce a su vez la historia.

Los clrigos ms importantes de esta poca, hacen lo posible para darle la razn a Raoul Manselli, escritor contemporaneo:

Este sexo ha envenenado a nuestro primer padre, que era tambin su marido y su padre, ha decapitado a Juan Bautista y llevado a la muerte al valiente Sansn. En cierto modo tambin a matado al Salvador, pues, si su falta no se hubiese exigido, nuestro Salvador no habra tenido necesidad de morir. Ay de ese sexo, en el que no hay temor, ni bondad, ni amistad, y al que ms hay que temer cuando se lo ama que cuando se lo odia! La primera mujer que sali de la pluma de Geoffrey de Vendme, religioso francs, hacia 1095, inaugurando y resumiendo todo su sexo, fue Eva. El relato de la Creacin y de la Cada, en el Gnesis, gravita de modo permanente sobre la visin medieval de la mujer. En primer lugar, el yahvista afirma la primaca del hombre sobre su compaera, que solo es creada en segundo lugar, a partir de una costilla del hombre, para darle una ayuda a su medida. Pero lo ms importante del Gnesis es que quien se deja seducir por la serpiente y arrastra a su compaero a la desobediencia es la mujer. Ella carga con la mayor parte de las maldiciones de Yahv: Multiplicar tus dolores en tus preeces, con dolor parirs los hijos y estars bajo la potestad de tu marido, y el te dominar. En el momento de ser expulsado del Edn recibe del hombre su nombre otro signo de dominacin- y se convierte en Eva, la madre de todos los vivientes. Tradicionalmente, su papel en la Cada se percibe como el ms grave. As, Ambrosio de Miln (397) dice: La mujer es quien ha sido autora de la falta para el hombre, no el hombre para la mujer. La serpiente se identifica con el diablo; Eva, con la tentadora, y Tertuliano (223) exclama, dirigindose a todas las mujeres:

No sabes que tambin tu eres Eva? La sentencia de Dios conserva an hoy todo su vigor sobre este sexo, y es menester que su falta tambin subsista. T eres la puerta del Diablo, tu has consentido a su rbol, tu has sido la primera en desertar de la ley divina.La carta de Geoffrey se diriga a sus monjes. Necesitaba convencer a sus compaeros del Cordero inmaculado de que su eleccin de rechazar la carne, de separarse de la mujer, moralmente horrible desde el origen y cuya belleza superficial constituye el peor de los seuelos, era correcta. En el siglo X, Odon de Cluny, al recoger la advertencia de Juan Crisstomo (407) contra Eva, inspiraba a sus monjes los mismos saludables terrores:

La belleza del cuerpo solo reside en la piel. En efecto, si los hombre vieran lo que hay debajo de la piel, la visin de la mujeres les dara nuseas Puesto que ni con la punta de los dedos toleraramos tocar un escupitajo o un excremento, cmo podemos desear abrazar este saco de heces?.3- El modelo cortsEn esta sociedad los hombres se dividan en dos clases: los trabajadores que vivan en la aldea, villanos, y los seores que se mantenan de los frutos del trabajo popular y que se reunan en las cortes. La corte de los prncipes de la Francia feudal, esas reuniones festivas que todo seor estaba obligado a organizar peridicamente para desplegar en ellas sus larguezas, en donde sus hombres deban asistir si no queran resultar sospechosos de traicin a su compromiso, la corte fue el lugar donde tom forma el juego del fine amour. Entregndose a este amor corts, esforzndose por tratar con ms refinamiento a las mujeres, demostrando su habilidad para capturarlas, no por la fuerza sino por las caricias verbales o manuales, el hombre de corte, ya fuera noble o simplemente recibido entre los compaeros del prncipe, quera poner de manifiesto que perteneca al mundo de los privilegiados, asociados a los beneficios de la explotacin seorial o de las exacciones que pesaban sobre el pueblo. La prctica del amor corts fue un criterio de distincin en la sociedad masculina. He aqu lo que conferir tanta fuerza al modelo propuesto por los poetas y lo que lo impuso al extremo de llegar a modificar en la corriente misma de la vida la actitud de ciertos hombres respecto de las mujeres.No obstante, Guillermo de Pointiers, a quien se le adjudican unas 11 canciones, no habla de amor corts sino de amor de caballero, lo que designa con mayor precisin a los varones de la corte invitados a servir a las damas.

El poema en lengua romance fue una de las expresiones capitales de la cultura caballeresca. En estas obras literarias se descubren ms claramente que en ningn otro sitio los rasgos singulares de esta cultura, basados en la exaltacin del amor profano, del deseo masculino y del placer que procuran las mujeres. Pues la distincin fundamental entre clrigos y caballeros era de orden sexual. A los primeros, en principio, les estaba prohibido el comercio con mujeres, mientras que los segundos tenan el deber de asaltarlas. Excluidas del claustro, las mujeres poblaban la corte. Y sin embargo, tan lejos de los hombres

La edad moderna

1- Cuerpo, apariencia y sexualidadLa tradicin literaria y oral atribua a las mujeres una lista de bellezas, cuya cantidad aument de tres a treinta en el curso del siglo XVI. De acuerdo con Morpungo, en El costume de la donne, de 1536, la lista es todava ms larga. La mujer ideal no tena menos de treinta perfecciones:Tres largas: pelo, manos y piernas.

Tres cortas: dientes, orejas y senos.

Tres anchas: frente, trax y caderas.

Tres angostas: cintura, rodillas y donde pone naturaleza todo lo dulce.

Tres grandes (pero bien proporcionadas): altura, brazos y muslos.

Tres finas: cejas, dedos y labios.

Tres redondas: cuello, brazos y

Tres pequeas: boca, mentn y pies.

Tres blancas: dientes, garganta y manos.

Tres rojas: mejillas, labios y pezones.

Tres negras: cejas, ojos y lo que vosotros ya sabis.En el curso del siglo XVI se desarroll tambin una tradicin literaria conocida como blason, un poema de honor de los encantos de una dama, a la que, o bien se describa colectivamente, o bien en forma individual. En una coleccin de tales poemas, publicada en 1543, el famoso poema de Clment Marot, Blason du ttin, es seguido por poemas sobre la frente, las cejas, la garganta, las mejillas, las nalgas, la voz, los ojos, el corazn, etc. No hace falta decir que algunos de estos poemas eran relativamente licenciosos y obscenos, y que muchas ediciones de blasons estaban ilustradas con rsticos grabados que representaban las diversas partes del cuerpo que se alababan. Es bastante paradjico que estas ilustraciones tendieran a ser crudamente realistas, y difcilmente poda considerrselas como estmulo a la imaginacin ertica.Hacia la dcada de 1550, la moda de la descripcin de la belleza femenina haba sido aceptada. Los poemas en honor de mujeres individuales tendieron a describirlas en trminos de norma esttica, y las mujeres mismas volvieron la atencin a los cosmticos, los corss y los zapatos de tacones altos para adaptarse al canon corriente.

2- Las ambigedades del discurso literarioUna de las tantas trampas que acechan a las mujeres en el discurso literario consiste, bajo pretexto de celebrarlas, en negarlas en tanto personas. Para el poeta son fuente de inspiracin, y sus ojos asesinos, su tinte de lis y de rosa y el mortfero arsenal de sus encantos aumentan los mritos del mrtir que reduce todo eso a mera apariencia. Esto puede verse en uno de los pocos poemas franceses del siglo XVI que sobreviven hoy:

Quand vous serez bien vieille, au soir, la chandelle,

Assise auprs du feu, dvidant et filant,

Direz, chantant mes vers, en vous merveillant:

Ronsard me clbrait, du temps que jtais belle!

Lors, vous naurez servante oyant telle nouvelle,

Dj sous le labeur demi sommeillant,

Qui au bruit de Ronsard ne saille rveillant.

Je serai la terre, et, fantme sans os,Par les ombres myrteux je prendrai mon repos:

Vous serez au foyer un vieille accroupie,

Regrettant mon amour et votre fier ddain.

Vivez, si men croyes, nattendez demain:

Cueillez ds aujourdhui les roses de la vie.

(Bien entrada en la vejez, por la noche, a la luz del candil, sentada junto al fuego, devanando e hilando, diris cantando mis versos y maravillndoos de ellos: Ronsard me celebraba en aquel tiempo en que era yo bella!. Entonces, no tendris criada que, al or esta nueva, ya media dormida sobre su labor, al rumor de Ronsard no comience a despertar, bendiciendo vuestro nombre con alabanza inmortal. Yo estar bajo tierra, y, fantasma sin huesos, en sombras de mirto hallar reposo: vos estaris en el hogar, viejecilla en cuclillas, aorando mi amor y vuestro altivo desdn. Vivid, si en mi confiis; no aguardis a maana: coged hoy mismo las rosas de la vida).

No es casual que en este texto, tan bello como amenazador, provenga de un poeta que conoci en vida una gloria lo suficientemente slida como para dar por supuesto que, mucho tiempo despus, un solo nombre bastara para despertar una criada, oscura y necesaria compaera de la vieja Helena, a la que el poeta preseta primero sentada y luego en cuclillas: doble imagen de dependencia y de inferioridad femeninas, de trabajo agobiante en un casa, de vejez degradante en el otro. Tambin imagen de soledad y de abandono que, del crculo encantado de las damas de honor de la Reina, donde triunfa, transporte a Helena, anciana, a la indigna sociedad de una nica domstica. Todo lo que en ella hay de duradero le viene del poeta, pero como puro reflejo de su pura gloria: sin Ronsard, no hay alabanza inmortal, y sin alabanza inmortal, no hay Helena Que era lo que haba que demostrar.Se sabe que el Renacimiento celebr en la belleza una manifestacin sensible de lo divino, y en las mujeres la exaltacin de esta esencia divina. Tal vez uno de los ms acabados de esos monumentos neoplatnicos al Amor, fuerza original que crea la armona del mundo (y) es la condicin de una ascesis espiritual () cuya posesin carnal queda excluida, sea la Dlie de Maurice Scve. Anlogamente depurados y metafricos son los amores desdichados de Sir Philip Sydney (Astrophel and Stella). A lo largo de los ciento ocho sonetos y las once canciones que le dedica, Sir Philip apenas se atreve a robar un beso a su bienamada mientras duermeBibliografa

Historia de las mujeres, volumen 1: La antigedad, bajo la direccin de Georges Duby y Michelle Perrot, Italia, 1990.Historia de las mujeres, volumen 2: La Edad Media, bajo la direccin de Georges Duby y Michelle Perrot, Italia, 1990.

Historia de las mujeres, volumen 3: Del Renacimiento a la Edad Moderna, bajo la direccin de Georges Duby y Michelle Perrot, Italia, 1990.

Evelyne Deher, Las grandes musas de la historia, Francia, 1992.

Polticas feministas. tica, esttica y feminismo, bajo la direccin de Marta Fontenla, Argentina, 1996.PAGE 12