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Muñeco - Larry Stylinson by StylinsonButeraH  Como habria Pensado Siquiera Que El muñeco perfecto podria ser mi propio hermano? ¿Pero acaso me importa que lo fuera? Un muñeco Cercano y perfecto Que estaba alli, Esperándome. ¿Quien lo habria Imaginado? El era perfecto Candidato mi hermano, Louis. Mi proximo muñeco.  =================  Muñeco - Larry Stylinson  Como habría pensado siquiera que el muñeco perfecto podría ser mi propio hermano?  ¿Pero acaso me importa que lo sea?  Un muñeco cercano y perfecto que alli estaba, esperandome.  ¿Quien lo habria imaginado?  El candidato perfecto era mi hermano, Louis.  Mi proximo muñeco.  =================  Advertencia  Contenido homosexual implicito, palabras mal sonantes, violencia, contenido sexual grafico.  Nota de la autora: este fic no es mio, es una adaptacion, la autora es Sarae, ella la dejo a la

Muñeco - Larry Stylinson

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Como habria Pensado Siquiera Que El muñeco perfecto podria ser mi propio hermano? ¿Pero
acaso me importa que lo fuera? Un muñeco Cercano y perfecto Que estaba alli, Esperándome.
 
=================
 
 
Como habría pensado siquiera que el muñeco perfecto podría ser mi propio hermano?  
¿Pero acaso me importa que lo sea?
 
 
 
 
Nota de la autora: este fic no es mio, es una adaptacion, la autora es Sarae, ella la dejo a la
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adaptacion y no la estoy adaptando por fama, muchas personas no pudieron leerlo y mis amigas
me convencieron a hacerlo yo se las queria compartir ya que me enamore completamente de
muñeco, obtuve el archivo y el permiso para hacerlo, ya se que una antigua cuenta lo habia pero
se la eliminaron porque sarae era fan de Tokio Hotel y una niña la denuncio, he visto que varias
cuentas la estan adaptando y me gusta eso porque no creo que las eliminen todas. Bueno eso es
todo así que espero que les guste
 
 
 
 
28 de Septiembre, una y media de la tarde, Holmes Chapel. Mi regreso a casa después de una
noche desenfrenada en el local de Black no fue muy agradable. Estaba medio borracho, más bien
resacoso después de dos horas en el baño más pestilente y andrajoso que pudiera encontrar a
veinte kilómetros a la redonda. Me había quedado sin condones y el mareo se me pasó de golpedespués de la fuerte paliza que había tenido que propinar al mismísimo Black para que se
olvidara del asunto de tirarme a su novia. No tenía la culpa de que tuviera una puta por novia que
 
Tenía pensado tirarme en la cama y dormir hasta las tres de la tarde del día siguiente cuando me
encontré con un obstáculo de lo más inoportuno. Mi padre había cambiado la cerradura de la
 
 
Estuve a punto de tirar la puerta abajo a base de patadas y puñetazos, gritando que me abriera,
que en cuanto entrara, le metería una paliza, lo mataría, pero no me abrió. Si no fuera porque las
ventanas estaban cubiertas por barrotes, hubiera trepado hasta mi cuarto y lo hubiera echado a él
mismo de una patada en el culo, pero era imposible atravesar los barrotes. Imposible forzar la
cerradura estando los cerrojos echados.
 
Le di una patada a la puerta y fui hacía mi coche, al cual quería mucho más que a cualquier ser
vivo que me rodeara. Nadie había trabajado más que yo para conseguirlo, ni siquiera mi viejo en
toda su vida. Cierto que una gran parte del dinero lo había conseguido en apuestas sobre, si
tumbo a este, me daréis veinte euros, si te salvo de aquel, me tendrás que dar cincuenta euros,
 
 
 
Mi ropa, mi guitarra, mis gorras, mis pertenencias, en el maletero del coche. Mi padre me había
echado de casa como un perro.
 
Sabía lo que quería, joder, sí. Incluso me había actualizado el GPS del coche con el mapa de
Londres y sus alrededores. Me había dejado una nota pegada al volante, seguramente
 
En ese momento, Guetti se me acercó medio arrastrándose, con la cola amputada entre las
piernas soltando aullidos lastimeros.
 
-¡Espero que se la dejes a Andreas, maldito hijo de puta! - le grité a mi padre desde fuera,
caminando hacía el coche y metiéndome dentro de un humor de perros, encendiendo un cigarrillo
y llevándomelo a los labios, arrancando el coche.
 
 
Era absurdo. Llegar a esos extremos por mí integridad social, por mi extremista comportamiento,
por mi vida delictiva. ¿A quien le importaba que fuera por la calle con la actitud y las ganas de
tirarme a la cabeza de cualquiera que se me pusiera por delante? ¿A quien le importaba cuanto
alcohol consumiera o cuanto tabaco fumara o, incluso, si llegaba a drogarme? ¿A quien le
importaba cuantas veces follaba al día? ¿A quien le importaba si utilizaba condones o no? ¿A
quien le importaba que pegara palizas a los débiles, que me metiera en peleas callejeras, robara
coches, rompiera cosas, hiciera grafitis o prendiera fuego a algo? Era un delincuente, eso nadie lo
negaba pero ¿Y qué? ¿A quien le importaba? ¿A mi padre? Por mucho que se hiciera la víctima,
no le importaba, no desde luego. ¿A mí madre? ¿Aquella tía que no había vuelto a ver desde los
cuatro años? ¿La que se desentendió de mí? ¿Qué le importaba yo a ella como para ahora,
querer encargarse de un marginado social como yo? ¿Por qué los dos después de no hablarse
 
Aquello no tenía ni pies ni cabeza. De repente, me veía conduciendo por la carretera que llevaba
a Londres a ciento treinta para no volver, a la aventura, a conocer a mi madre y a ese hermano
perdido del cual no recordaba absolutamente nada. Mi madre era abogada de oficio, ganaba una
pasta y por lo que suponía, sería una amante de las reglas y las leyes, pija, rodeada de lujos,
vestida de negro, con gafas y con complejo de Roter Meyer. Yo era un delincuente que pasaba
más tiempo en comisaría que en casa, fichado a mis diecinueve años, con antecedentes y poco
dispuesto a cambiar para convertirme en un niño pijo y repelente como seguramente sería ese
hermano mío que no conocía.  
Sería fácil. Sólo ser como soy y pronto volverían a echarme a patadas de allí. No tenía
esperanzas, no. En realidad, no tenía deseos de encajar en ese mundo y tenía bastante asumido
que tampoco en ningún otro y, sinceramente, me importaba una mierda no encajar. Me gustaba
como era, me gustaba jugar a ser Dios, me gustaba pelearme, sentir la sangre de otros
salpicarme, sentir el dolor, verlo, palparlo, también sentir el placer del sexo puro, brusco, brutal.
No tenía ningún interés de ser aceptado allí, ninguno. 
Encontrar un juguete con el que jugar el tiempo que tuviera que aguantar allí estaría bien. Un
Muñeco, un bonito Muñeco con el que jugar, con el que experimentar, con el que arriesgarme,
 
 
Poco me importaba quien fuera o qué fuera para mí. No tenía preferencias por nadie, cualquier
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criatura bonita con cuerpo de porcelana y fácil de manejar estaría bien. Cualquier persona, cuanto
más cerca estuviera mejor, cualquiera...
 
Sólo se trataba de jugar con el Muñeco más perfecto que viera a mí alrededor, sin importar quien
o qué... cualquiera...
 
 
 
 
 
 
-Eh... - aparté la pajita a través de la que bebía el vodka, de mi boca, sobresaltado,
encogiéndome por la repentina corriente que recorrió mi columna vertebral cuando él posó la
mano sobre mi hombro. - ¿Estás solo? - nos miramos y se sentó a mi lado sin pedir siquiera
permiso. Me puse nervioso de inmediato.
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-Eh... pues... - tragué saliva. La persona que acababa de aparecer tenía voz grave, muy diferente
a la mía. No se porque ese hecho me sorprendió lo suficiente como para hacer que un sudor frío
me recorriera el cuerpo mientras me volvía para mirarle. Ropa enormemente ancha, decir que era
seis tallas mayor a la suya sería quedarse corto. Crespos de cabello café , Piercing en el labio,
mirada verde y limpia, gorra... nunca me había cruzado con alguien así, no supe clasificarlo. Sentí
un ligero escalofrío cuando me observó detenidamente, evaluándome con la mirada, de arriba
abajo y finalmente, me miró a los ojos. Contuve el aliento y acabó sonriendo. Era una sonrisa
pícara y seductora que me dejó helado.
 
El lugar donde estaba era el típico sitio en el que te manoseaban el culo cada dos pasos y había
tanta gente a tu alrededor, que eras incapaz de saber quien había sido, por eso, en cuanto se
sentó a mi lado, me puse tenso.  
Busqué con la mirada a alguien conocido. Gustav, Georg... no los veía por ninguna parte y el
estómago se me encogió de horror.
 
-¿Qué haces aquí solo? - me preguntó de nuevo el tío que se me había acercado. Tendría mi
edad, eso me relajó.  
-No... no estoy solo. Estoy con... unos amigos que... - volví a buscarles con la mirada. Seguía sin
 
 
 
-¿Por favor? Si te mueves mucho de aquí, van a quedar gravadas las huellas dactilares de todo
el pub en tu culo. - me quedé pensativo. No tenía ganas de volver a ser manoseado por todo el
 
-Vale. - me terminé el vodka, incómodo. Él me miraba de reojo y en cuanto terminé mi vaso, ya
tenía otro delante. Mi nerviosismo aumentaba. - ¿Por qué me miras tanto?
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-Hasta el invierno pasado... si. - no debería haber contestado a eso o, quizás, debería haber
dicho que si.
 
-Interesante... - se formó un profundo silencio. - ¿Y novio? - tosí cuando el líquido se me fue por
el lado equivocado a causa de la sorpresa, cortándome la respiración. Él me dio varios golpecitos
en la espalda intentando contener una gran carcajada y me encogí al sentir su mano calientesobre mi brazo desnudo. Saltaron chispas por ese simple roce y apartó la mano enseguida, como
si el contacto con mi piel le hubiera dado calambre. Alzó una ceja, observándome con curiosidad
y sorpresa.
 
 
 
-¿Si? Yo también tengo un hermano. No lo veo desde los cuatro años y viene mañana desde
Holmes Chapel. - abrió la boca con sorpresa. Parecía estar a punto de decir algo, pero
finalmente, se mantuvo callado y se rió.
 
-Si. ¿Por qué?  
 
-No. Mis padres se separaron y mi padre se llevó a mi hermano y yo me quedé con mi madre.
Es... como esa historia en la que separan a los gemelos y no vuelves a saber más del otro...  
-¿Sois gemelos?
 
-Si... o eso me han dicho. No lo recuerdo bien. Solo recuerdo que éramos idénticos a los cuatro
 
 
 
 
-Hum... que casualidad, yo también. - murmuró, con cierta diversión - ¿Y por qué ahora viene
desde Holmes Chapel? Para... ¿verte? - puse los ojos en blanco y aparté el vaso vacío de vodka
 
 
 
-Se metió en un lío. Por lo que me contó mi madre, insultó a un profesor, él le pegó y mi hermano
se defendió, pero se pasó. Le metió una paliza y después, cuando lo expulsaron de la
universidad, prendió fuego al coche del profesor, cabreado por eso de que le expulsaran. Pasó la
noche en comisaría y le acusaron de delincuente, porque no era la primera vez que se metía en esas movidas. Iban a meterlo en la cárcel pero mi madre es abogada y tiene buenos contactos.
Pagó la fianza y pactó con mi padre que se viniera aquí un tiempo, esperando que se le pegue
algo de los dos.
 
-Hum... - se tragó su bebida de un sorbo, sin apartar su mirada de mí. - Tú hermano es chungo
¿no?
 
 
-Pues... imagínatelo. Mi madre está casi veinticuatro horas fuera de casa. Le daría tiempo a
 
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 -¡Jajajaja! - me reí con él. La tensión había desaparecido. No había hablado con nadie sobre mi
hermano y en los cinco minutos que había estado charlando con él, me había quitado un peso de
encima. - Estás jodido ¿no?
 
-Sii, mucho. Por eso mis amigos me han arrastrado hoy hasta aquí. Querían que ligara y me
tirara a alguien y... - me ruboricé. Él entrecerró los ojos con malicia. Se pasó la lengua por los
labios y se toqueteó el piercing con la puntita de la lengua. Encogí las piernas bajo la mesa y por
 
Nunca me había pasado algo así y no sabía que hacer. Nunca me habían interesado los tíos y,
por supuesto, no me iban para nada los rollos de una noche. Esa clase de cosas me repugnaban
 
-Mis amigos también me han arrastrado hasta aquí como... despedida. - tragué saliva al oír esa
palabra.
-¿A dónde vas?  
 
 
-Si, aquí. Cerquita... - se rió irónicamente y yo no le vi la gracia. - Puede que esta no sea la única
vez que nos veamos.
 
-¿Te gustaría volver a verme? - suspiré. Sentí sus ojos clavados en mí, esperando una respuesta
cuando bajé cabeza, abochornado. Mi pelo oscuro y liso formaba una especie de cortina negra
que ocultaba mi rostro ruborizado de su penetrante mirada hasta que lo apartó y lo colocó tras mi
oreja. Las chispas volvieron a saltar, pero esta vez no me sobresalté, sentí hormigueos que me
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hicieron estremecer de placer por todo el cuerpo. - Debería irme... - noté su aliento chocar contra
mi oído. Cada célula de mi cuerpo se estremeció. - ¿Te vienes conmigo? - tragué saliva. Posó su
mano sobre mi muslo, cerca de la ingle y lo apretó con suavidad. Me levanté casi de un salto del
asiento, con el corazón bombeando la sangre que poco a poco se iba acumulando en un único
lugar. Ya ni siquiera me llegaba la suficiente al cerebro como para pensar que aquello no era
buena idea.
 
Me gustaba y en cierto modo, sentía el deseo de probarlo, pero solo con él. Ni esa noche ni
ninguna otra abría aceptado la proposición de otra persona. Él era especial, nuestra efímera
 
 
Él me agarró de la mano y me fue guiando a través de la muchedumbre de personas
apelotonadas en el pub. Yo mantuve la cabeza agachada en todo momento, incapaz de alzar la
mirada del suelo. Estaba totalmente ruborizado y la cabeza me iba a estallar, al igual que el
corazón. Medio idiotizado, flotando en una nube oscura. Mi cerebro no paraba de gritar que no
era buena idea, pero yo quería, simplemente lo deseaba.
 
Ya que iba a pasar los próximos meses y quizás años viviendo, probablemente, un martirio con
mi delincuente hermano pegado a mí, al menos, permanecería el recuerdo de esa noche en mi
cabeza, porque estaba seguro, quizás por el mismo instinto que me hacía dejarme llevar, que esa
noche la iba a recordar siempre.
 
================= 
 
Justamente cuando íbamos a salir por la puerta, miré a mi derecha y vi a Gustav. Iba
acompañado de una chica, con un vaso en la mano y me miraba con los ojos como platos y la
boca semi abierta por la sorpresa. Desvíe la mirada y salí de allí de un salto.
Me soltó la mano una vez fuera.
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-¿Nervioso? Pareces haberte congelado. - sonrió con una malicia que me puso el vello de punta,
que me hizo rozar con los dedos el colmo de la excitación. Ahora, fuera, bajo la luz de las farolas,
su rostro me pareció pura atracción. De hecho, casi me daba la sensación de que me sonaba de
algo, pero no alcanzaba a recordar qué exactamente. Tenía la sensación de que conocía ese
rostro de toda la vida. -¿Pasa... algo? – preguntó, con tono preocupado, como si de verdad
esperara que me sucediera algo al verle a la luz.
-No, nada... es solo que... - empezamos a caminar a través del callejón apenas iluminado. Los
nervios empezaban a provocarme ansiedad cuando me di cuenta de que no le conocía
absolutamente de nada. Cero. Y me había dejado llevar como si nada... Y ni siquiera estaba
preocupado. – Un... amigo mío me ha visto...
-¿Y eso es muy malo?
 
-No, no creo.
-Espero que no se piense que voy ha hacerte cosas guarras. – soltó con ironía. Me reí, un poco
nervioso. – Ese es mi coche. – mi mirada se clavó en un enorme todo terreno, un enorme Cadillac oscuro, medio camuflado en la oscuridad del callejón, aparcado, solitario en plena noche. Tragué
saliva.
-¿El Cadillac?
-Sip. – parecía muy orgulloso de su coche. Anduve hacía él incluso con cierta ilusión. No megustaban los coches, no me llamaban la atención como a otros, pero eso era el rey de los
coches.
Miré el interior a través de la ventanilla, pero estaba tintada.
-Es muy grande.
-No es lo único grande que tengo. – cuando me di cuenta, sus brazos ya me habían encerrado
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entre su cuerpo y el salpicadero del coche. Apoyé las manos sobre el capó, sorprendido. Me
temblaban los labios y una corriente de aire fría me congeló las piernas. Sus labios rozaban los
míos...
-Es... ¿La primera vez que haces esto? – pregunté, tartamudeando. Él suspiró y se rió.
-Depende... en mi coche, si y con un hombre, también. – ahora, de repente, empecé a sentirme
cohibido, mucho. El temblor se extendió por todo mi cuerpo y el simple contacto que sus labios
pretendían tomar con los míos me intimidó hasta hacerme retroceder. Mis rodillas chocaron
contra el salpicadero y caí hacía atrás. Mi espalda dio contra el capó del coche y quedé medio
tumbado sobre él. Oí su disimulada carcajada contra mi oído y descendió su rostro hasta apoyar
la frente sobre la mía. - No te pongas nervioso, no rompería un muñeco tan bonito.
Muñeco...
 
A esas horas de la noche, en pleno invierno, en un callejón oscuro, las temperaturas podrían
llegar al menos cero perfectamente y, como me hallaba en esos instantes, podría haber sufrido
una hipotermia y, seguramente, ni siquiera me abría dado cuenta.
El calor que me recorría la entrepierna y se extendía por todo mi cuerpo, me envolvía y casi me
hacía inmune al frío de la noche.
Su piercing rozando mis labios cada vez que los movía intentando acaparar los míos más y más
y más, buscando más profundidad con su lengua dentro de mi boca. Se escurría por ellos,
 jugueteaba con la mi lengua y rozaba con insistencia el piercing de mi lengua cuando se separó,sonriendo. Noté un hilillo de saliva escurrirse por la comisura de mis labios.
-Piercing. – se lamió los labios. Era condenadamente sexy cuando hacía eso. Sentí la presión de
mi miembro erecto bajo mis pantalones. Casi me dolía.
Una de sus manos empezó a colarse bajo mi camiseta. Estaba helada, la sentí brusca y ansiosa
acariciando mi piel, fría como un cubito de nieve, provocándome escalofríos placenteros. Eché la
cabeza hacía atrás, entreabrí los labios, deshaciéndome en suspiros y vi el vaho provocado por
mi aliento emanar de mi boca. Uno de sus dedos congelados me rozó un pezón.
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-¡Ah! – temblé. Sus labios lo rodearon con la lengua casi al instante, haciéndome estremecer y
apoyé las manos sobre sus hombros, clavando las uñas al sentir sus dientes cerrándose sobre él.
- ¡Aaahh, no!
-¿No qué? – me pellizcó el pezón contrario con fuerza. Una sensación que variaba entre el dolor
y el placer quedó atascada en mi garganta, deseando estallar en gemidos, pero antes de que
pudiera abrir la boca, él me la tapó con una mano, dejando caer por completo su cuerpo sobre mí.
Estallé en temblores con el contacto del frío capó contra mi espalda desnuda. – No chilles muy
alto. Estamos en la calle. – estaba a punto de tener sexo en un lugar público con un desconocido
y solo se me ocurrió ruborizarme y cerrar la boca. Le hubiera golpeado y hubiera salido
corriendo... de no ser porque me estaba volviendo loco. No había otra explicación a la locura que
estaba a punto de cometer. No comprendía como podía dejarme llevar de ese modo por una persona que acababa de conocer. Sus ojos, su sonrisa y sus gestos me tenían completamente
hipnotizado.
-Puedes tocarme si quieres, no te voy a morder. – se burló de mi pasividad y entonces, me atreví
a alzar las manos hasta su cabeza. Sus crespos se enredaron entre mis dedos, su tacto no era
áspero, pero tampoco suave. Le quité la gorra con cuidado y juntó sus labios con los míos
levemente. Cerré los ojos y entreabrimos los labios, dejando viajar nuestras lenguas a la boca del otro, compartiendo el aliento y los suspiros ansiosos. Sus frías manos se posaron en mi espalda,
acariciándola con la yema de los dedos, provocándome escalofríos, descendiendo hasta dar con
mis pantalones. Atrapó mi labio inferior entre sus dientes y empezó a lamerlo y a darle besos
húmedos. Notaba mi entrepierna cada vez más dura y sus manos se atrevieron a introducirse
bajo mis pantalones, agarrando mi trasero con fuerza.
Se separó unos segundos de mí y se quitó la enorme sudadera, acalorado. Debajo llevaba unacamiseta más grande, pero cuando se inclinó de nuevo, me mordió la barbilla y su lengua empezó
a recorrer mi cuello hasta llegar a mi oído, lamiéndome el lóbulo suavemente, noté los duros
músculos de su abdomen restregarse contra mí en un excitante movimiento, contra mi
entrepierna.
-¡Oh, joder! – grité, sin poder evitarlo. Se separó de mí, de repente y me observó fijamente, con
una seriedad que no le había visto hasta ese momento, como si se hubiera dado cuenta de algo.
Temí que se echará para atrás justo en ese momento. - ¿Qué... que pasa? – murmuré. Vi el
movimiento de su nuez al tragar saliva.
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-Nada... - volvió a sonreír, malicioso.
Sus manos empezaron a bajar mi pantalón con un ansia que hizo latir mi corazón con fuerza.
Entrecerré los ojos. La vergüenza me invadió de repente y me deshice en temblores cuando
quedé casi totalmente expuesto al frío de la noche, totalmente expuesto a él. Estaba demasiado
excitado y mi miembro quedó tieso y duro frente a su mirada. Cerré los ojos y él se rió.
-Estás muy duro. – murmuró. Se separó un poco de mí y conseguí acurrucarme un poco, muerto
de frío, colocándome entre temblores la camiseta de nuevo. Mis ojos observaban como
empezaba a bajarse los anchos pantalones, lo justo para poder ver su miembro tan erecto como
el mío. Tragué saliva, aún más nervioso. - ¿Nunca has hecho esto antes?
-¿E-eh? – tartamudeé. Me castañeaban los dientes. – N-no.
-Estás temblando. – susurró. Su frente se pegó a la mía. Sentía su aliento cálido contra mis
labios helados y empezó a darme pequeños besos sobre ellos. – Estás congelado. Joder... -
Rodeé su cabeza con mis brazos en ese instante, fuertemente. Todo su cuerpo acabó sobre mí,
haciéndome sentir su calor. Sus manos se entretuvieron acariciándome por todos lados con tanta rudeza que hacía desaparecer el frío por su simple contacto. – Lo siento. Que burro soy... - le oí
murmurar contra mi oído y tiró de mí suavemente. Las piernas se me doblaron cuando mis pies
dieron contra el suelo, casi haciéndome caer si él no me hubiera sujetado.
-N-no-noo... - me moví débilmente, lo que me permitió el frío que me congelaba las piernas
cuando me cogió en brazos y me llevó a la puerta trasera de su coche. – Su-suéltame – abrió la
puerta y me soltó dentro, sobre los asientos de cuero.
-Espérame aquí. – y cerró la puerta. ¿A dónde quería que fuera con solo las botas puestas,
desnudo? Me acurruqué allí, encogiendo las piernas y acariciándolas, intentando entrar en calor.
¿Cómo había acabado en esa situación tan vergonzosa? Por lo menos en ese pedazo de coche
hacía mucho más calor.
Él entró por la puerta del conductor y metió la llave en el contacto, encendiendo la calefacción.
Salió de nuevo y tras varios segundos, la puerta que había a mi lado se abrió. Entró y me aparté,
haciéndole un sitio. Llevaba en las manos la ropa que me había quitado hacía varios minutos y su
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sudadera, la cual me puso por encima, tapando mi desnudez.
-¿Mejor? – preguntó. Asentí con la cabeza. – Te habías puesto azul. – sonreí. Por lo menos los
dientes habían dejado de castañearme. - ¿Quieres que te lleve a casa?
-¿Ya?
-Son las cinco de la mañana, ¿Tienes otros planes o... quieres seguir? – me miró esbozando una
nueva sonrisa pícara que me hizo ruborizar de nuevo. – Puedes vestirte aquí si quieres, no
miraré. – Me cubrí más con su sudadera, intentando disimular que a pesar del frío, seguía
 
-Nada... - quería estar más tiempo con él - ¿Y tú qué?
-¿Yo?
-¿No quieres volver a casa? – alzó una ceja, pensativo.
-No es eso. Te dije que me iba a mudar por aquí, pero no tengo casa hasta mañana, así que hoy
pensaba dormir en el coche.
-Ah... - me acurruqué más en la sudadera hasta que caí en que si yo estaba allí, él no podría
 
-¡No, no! – su sonrisa era encantadora – Si quieres quedarte a dormir esta noche... no tengo
ganas de dormir solo hoy, ahí fuera está muy oscuro. –hizo una mueca que me hizo reír. –
Además, fuera aún hace frío... aquí se está calentito.
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-Si. – la sonrisa desapareció de su cara y su expresión se volvió seria de nuevo. Empezó a
toquetearse el piercing del labio con nerviosismo.
-Si quieres... - se inclinó un poco sobre mí, vacilando. – Aún tienes los labios azules...
-Aún están congelados, necesitan calor. Aún tengo frío... - su mano se posó sobre mi mejilla,
acariciándola tiernamente, acercando sus labios a los míos de nuevo.
-Aún quiero jugar con mi muñeco. – no entendía que quería decir con la palabra muñeco, pero no
me disgustaba del todo. De todas formas, no lo volvería a ver después de aquello.
Nuestros labios se fusionaron de nuevo, nuestras lenguas volvieron a entrar en contacto con más
ansia que antes. La sudadera acabó siendo aplastada por mi cuerpo desnudo cuando se tumbó
encima de mí sobre los asientos. Mis manos le quitaron la banda que tenía sobre la frente y me
deshice de un tirón de la goma que le ataba el cabello, sin apartar un momento mis labios de los
suyos.
Se separó de mí, agarrando suavemente los brazos que le rodeaban el cuello, apartándolos de
él. Dejé mis manos caer a ambos lados de mi cabeza sumisamente, observando como se quitaba
la camiseta y la dejaba junto a mi ropa. Los crespo cayeron sobre su cara. La necesidad de
acariciar esos músculos me azotó con fuerza.
-Engañas a las personas con esa ropa tan enorme. – se rió, empezando a bajarse los pantalonesde nuevo, ansioso. Se desnudó sobre mí.
Nunca había pensado que desearía tanto tocar a alguien y desear que ese alguien me tocara a
mí.
-Quiero... quiero... - se inclinó sobre mí, manteniendo una distancia prudencial entre su cuerpo y
el mío, entre su piel y la mía. Estaba suspirando ansiosamente y su cuerpo empezaba a brillar a
 
 
 
-Tócame. – sus manos ahora estaban calientes y sudorosas. Eran callosas y bruscas pero su
contacto me gustaba y me excitaba. Me acariciaba el cuello y los brazos, la espalda y el torso con
una ternura inimaginable sin apartar los ojos de los míos. Dejó caer su cuerpo por completo sobre
mí, apoyando las manos en mi cintura, acariciándola con los pulgares. Notaba nuestros miembros
rozarse con cada simple movimiento y los dos nos deshacíamos en gemidos. – Bésame.
Hacía mucho calor de repente. Nuestros cuerpos estaban cubiertos por una capa de sudor. Mis
manos se entretenían en recorrer su espalda ansiosamente, casi arañándola. Las suyas no
soltaban mi trasero, agarrándolo entre sus manos. Nuestros labios se devoraban mutuamente,
nuestras lenguas no paraban de juguetear. Mis manos dejaron olvidada su espalda y acabaron acariciando sus hombros, descendiendo hasta su pecho.
-Le tenías ganas eh. – se burló, separándose de mis labios, besándome el cuello y la mejilla. Me
reí, recorriendo su duro abdomen con mis dedos. Me mordió el cuello y con un movimiento
brusco, se restregó por completo contra mí. Gemí. Él soltó un gemido ronco cuando agarré algo
más duro que los músculos de su torso. – Si me tocas ahí... me vas a hacer reventar.
-No es mala idea.
 
-Si reviento se acaba el juego, muñeco. – mis manos volvieron a su cuello, nuestras frentes
 juntas, nuestros labios rojizos debido a tantos besos.
-Revienta en mí. – su boca entreabierta, tomando aire a bocanadas torció el gesto en una mueca
maliciosa.
-Ven aquí. – sus manos acabaron en mi cintura, tirando de mí hacía arriba. Apoyé los antebrazos
sobre los asientos, levantando un poco la espalda y mi trasero quedo sobre sus piernas
flexionadas. – Muñeco...
El calor era intenso, los latidos de mi corazón también.
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-Házmelo. – me abandonaba por completo a él. Por completo a un desconocido. Eso sonaba
demasiado fuerte para mí, algo imposible, algo que nunca haría, pero él... no era un completo
desconocido, era algo más...
 
Sino sabía que tenía para provocarme tanto placer, lo que me hacía desear pasar esa noche con
él, al menos disfrutaría a su lado.
-¡Aaaahhh! – cuando me penetró de golpe, grité. No resultaba agradable sentir que algo tan
grueso y duro se introducía en tu cuerpo con tanta brutalidad. Dolía. Se me saltaron las lágrimas
de puro dolor. Él me apretaba contra su cuerpo, yo arqueé la espalda hasta que mi cabeza dio
contra el asiento. Se movía, el dolor aumentaba. Apreté los dientes, tragándome los gritos,
esperando que terminara cuanto antes y de repente, paró.
Abrí los ojos de nuevo, húmedos y noté como me soltaba poco a poco sobre los asientos, de
nuevo, despacio, sin salir de mí.
-¿Por qué... paras? – su mano se cernió sobre mi propio miembro, acariciándolo levemente. Me
estremecí.
-Acaríciate. – mi mano automáticamente se deslizó por mi cuerpo sudoroso con suavidad. Mi
simple contacto me ponía el vello de punta y sus ojos sin perderse detalle de cada movimiento
mío me excitaban hasta lo inimaginable. Nuestras manos se tocaron cuando las dos se cerraron
sobre mi pene erecto, una sobre la otra. Cada vez lo sentía más duro.
Empezó a moverse sobre mí, inclinándose por completo sobre mi cuerpo. Su respiración
entrecortada se mezcló con la mía, nuestros labios se rozaban con cada movimiento,
compartíamos el mismo aliento, el mismo cuerpo.
El dolor desapareció en el mismo momento en el que nuestras manos se movieron de arriba
abajo sobre mi miembro, apretándolo con fuerza, al ritmo de las profundas embestidas que
empecé a recibir. Sentía calambrazos de placer recorriéndome la columna de arriba abajo con
cada estocada, por pequeña que fuera, con cada beso, con cada caricia. Su abdomen se
restregaba contra mi bajo vientre sudoroso, rozándome la punta.
8/18/2019 Muñeco - Larry Stylinson
 
-No... puedo más... - me salían gemiditos agudos de la garganta. Su voz se había vuelto más
grave y ronca contra mi oído.
-Dios... - le hoy susurrar. Cerré los ojos. Tenía la mente en blanco y solo conseguí rodear su
cintura con mis piernas, empujando su pelvis con más fuerza contra mi entrada. Con mi mano
libre me agarré a su espalda, agarrando sus crespos, estrujándola entre mis dedos.
Estábamos tan excitados y el ritmo había empezado a ser tan brutal, que no lo soportamos
mucho más.
Mi mano se impregnó de mi propia semilla. Mi espalda se curvó y abrí la boca, incapaz de pronunciar sonido alguno, ahogándome en mi propio placer, con la mente en blanco y el corazón
alocado. Sentí mi entrada humedecerse, repleta de su esencia. Apreté los dientes con su última
embestida que impulsó mi cuerpo hacía atrás. Le di un tirón del cabello y grité tan fuerte como
me permitió la garganta. Oí su gruñido grave contra mi oído y como estrujaba mi miembro entre
su mano con tanta fuerza que me hizo removerme bruscamente, con un ligero espasmo. Su
cuerpo cayó flácido sobre el mío.
 
Nuestros suspiros ahogados eran el único sonido que rompía el absoluto silencio que se hizo
entre nosotros, intentando recuperar el aliento. Sentía mi cuerpo empapado en sudor, el suyo en
pleno contacto con el mío.
Estaba húmedo. No me importaba.
Se me cerraban los ojos, embriagado por el ambiente que me rodeaba y los brazos que me
protegían. Pensé que él se abría quedado dormido con la cabeza sobre mi pecho al sentirle
totalmente quieto y cerré los ojos. Su mano me apartó varios mechones de pelo pegados a mi
cara por el sudor. Sus labios me besaron la nuez.
-Muñeco...
-Hum... - se rió.
-Te llevaré a casa. – se apartó de mí. Entreabrí los ojos. Protesté con un gruñido y alcé los
brazos, esperando que se tirara sobre mí de nuevo. – El delincuente de tu hermano aparecerá
hoy.
-Quiero dormir. – me senté enseguida.
-Lo siento. - cogí mi ropa con la mano y sentí una ligera presión en el pecho con el movimiento. –
Perdona... - murmuré. Me acababa de dar cuenta de mi estúpido comportamiento y me sentí
humillado. – Me he tomado... demasiadas confianzas... - demasiadas para un rollo con sexo. Un
simple rollo con sexo.
Empecé a ponerme los boxer y los pantalones rápidamente. Sentí la urgencia de salir corriendo
en ese instante. Tenía ganas de llorar.
-¿Sabes una cosa? – él también se vestía, más lentamente, con más aplomo, observándome con
esa sonrisa de chico malo que me ponía el vello de punta – Me gustaría estar más tiempo
contigo, aunque no lo parezca. He disfrutado mucho. – bajé la cabeza, poniéndome la camiseta.Estaba avergonzado. Me agarró un mechón de pelo y se lo llevó a los labios. El corazón, otra
vez... – Han sido muchas noches y esta, ha sido la más especial. – tragué saliva.
Me soltó el pelo, apartándomelo de la cara, situándolo tras mi oreja y salió del coche. Se sentó
en el asiento del conductor y me miró a través del espejo retrovisor.
-¿No vienes? Te llevaré a casa, necesito que me guíes.
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-¡Lousi ! ¿Se puede saber dónde estás? ¡Hemos estado llamándote toda la noche! – tuve que
apartarme el móvil del oído para que los gritos de Georg no me reventaran el tímpano. Hice una
mueca de disgusto oyendo el eco de su voz a través del aparato sin acercármelo de nuevo y
suspiré con los ojos en blanco, esperando pacientemente a que terminara el sermón para poder
articular palabra.
-Georg, calla...
 
-¡Estábamos preocupados tío! Gustav decía que te habías ido. Se ha puesto histérico. ¿Dónde
coño estás?
-Eeh... estoy de camino a casa. – miré a través de la ventanilla, abierta. El aire me refrescaba un
poco las ideas y la mente. Lo necesitaba.
-¿A tu casa? ¡Pero si estamos a las afueras! ¿Por qué no nos has esperado, por qué no nos
dijiste nada?
 
-Porque estabais ocupados buscando un rollo con el que pasar la noche y a mí, me dejasteis
solo. Por eso.
-Louis ... - hizo una pausa. Suspiró. – Lo siento tío ¿Dónde estás? Iremos a buscarte.
-No hace falta. Ya... voy en coche. Me llevan a casa. – le miré de reojo, concentrado en la
carretera, pero sabía que estaba escuchando. No se porque, lo sabía.
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-No tengo ganas de hablar, estoy cansado.
-Pero está...
 
-Me da igual. Estoy bien, no os preocupéis. Mañana os llamaré si así os quedáis más tranquilos.
-Hum... vale. ¿Seguro que estás bien?
 
-Estupendamente.
-¿Y quien te lleva a casa? Será alguien de confianza ¿no? – puse los ojos en blanco.
-Claro. Es de confianza.
-Vale. Buenas noches entonces y... tío, ¡Cuando llegues dame un toque o no puedo dormirtranquilo! ¡Hazlo!
-Vaaaale mami. Yo también te quiero. – colgué.
-¿Eran tus amigos?
 
-Si. – desde que había arrancado, se había formado un tenso silencio y yo no podía estarme
quieto y callado al mismo tiempo, era superior a mis fuerzas. – Son buenos, un poco burros y
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-Claro que no. Estoy nervioso, se acabó. – suspiré. Ya era la hora.
Abrí la puerta del coche y salí por ella a paso lento, muuuuuy lento. No quería irme. Quería...
quería... otra noche más... Pero él no me detuvo.
-Gracias por... traerme.
 
-Bueno pues... ya nos veremos por ahí.
-Muñeco... - me hizo un gesto con el dedo. Me incliné hacía delante antes de cerrar la puerta y él
me agarró de la barbilla bruscamente y me dio un beso en los labios. Metió algo en los bolsillos
de mi chaqueta, me soltó dándome un empujón hacía atrás con tanta fuerza que casi me hace
caer sobre la acera. – Si tu hermano te causa muchos problemas, puedes llamarme. Lo mataré. –
se rió con una maldad estremecedora y cerró la puerta.
Antes de que pudiera reaccionar, ya se había ido.
Me metí en casa, intentando hacer el más mínimo ruido para no despertar a mi madre. Eran las
ocho de la mañana, ya había amanecido. Entré en la cocina para beber agua cuando vi que todo
estaba exactamente como lo había dejado. Los platos sucios aún estaban en el fregadero, sin
lavar. Todo estaba por medio. Mamá no había vuelto, seguramente abría pasado la noche conGondon. Genial, más trabajo para mí.
Pero antes dormiría, si. Lo necesitaba.
Aún llevaba su sudadera puesta cuando entré en el baño, dispuesto a darme una ducha rápida
antes de irme a la cama. Pero no lo hice. Cada fibra de mi cuerpo olía a él, lo sentía tan cerca.
Pensando en eso me eché sobre la cama, abrazando su enorme sudadera. Podría dársela.
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Podría llamarle con la excusa de que se me había olvidado devolvérsela y podríamos volver a
vernos otra vez.
 
-¡Louis ! ¿Se puede saber dónde estás? ¡Hemos estado llamándote toda la mañana! – tuve que
 
-Buenos días, Georg. Se empieza por ahí.
 
-Me quedé dormido. Lo siento.
-¡Una mierda! ¡Quiero verte en el Dona dentro de cinco minutos!
-Hum... pues va a ser que no. ¿Para que quieres quedar tan de repente?
-¿Qué para que? ¡Detalles Louis , quiero detalles! Ayer mojaste ¿verdad?
-Hum...
 
-Gustav me ha dicho que... ¡No! ¡Mamón! – oí un par de golpes y gritos. En ese momento, apoyé
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el móvil en el hombro y lo solté, sujetándolo con la barbilla mientras me dedicaba a lavar un plato
a fondo.
-¡Aaahh! – restos de comida se me pegaron en la uña y sacudí la mano, asqueado,
salpicándome el agua en la cara. Me estropeé el esmalte y algo de lavaplatos se me metió en el
ojo, haciéndome sentir un gran escozor. Acababa de recordar porque nunca lavaba los platos en
casa y prefería fregar o intentar hacer algo comestible para la cena.
-Louis , soy yo. – el móvil se me cayó al suelo mientras me restregaba el ojo con el brazo,
intentando hacer desaparecer el escozor.
 
-¡Joder! – me agaché de rodillas a recoger el móvil, que había ido a parar bajo la mesa de la cocina.
-¿Louis? ¿ Louis estás ahí? – oí la voz de Gustav al otro lado de la línea. Agarré el móvil bajo la
mesa y me lo llevé al oído de nuevo. Me golpeé la cabeza con la madera al intentar levantarme.
-¡Ah, mierda!  
-¿Qué pasa, tío?
-Nada. – me acaricié la cabeza, adolorido por el golpe. Las manos me olían al asqueroso
lavaplatos que había estado utilizando hacía segundos. Tomé aire y pedí paciencia. – No puedo
ir, Georg parece que no lo entiende, ¡Díselo!
-¿Por qué no puedes venir?
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-Bueno, era de esperar, pero tenemos que hablar de lo de... ayer... - suspiré. – Louis, te vi.
-Ah.
 
 
-¿El que exactamente? Porque no tengo ni idea de lo que pasó. Tú estabas ahí, ese tío te había
cogido de la mano y de repente... Louis, ¿Qué pasó anoche? ¿Lo conocías? ¿A dónde... fuisteis,
para qué?
 
-Gustav... te lo cuento en otro momento ¿vale? Ahora viene mi hermano y mi madre y estoy
estresado y... ya hablaremos...
 
-¿Estás bien? – por el tono grave de mi voz no lo parecía. Me dolía la garganta y tenía frío.
Quizás tuviera un poco de fiebre. No sería de extrañar después de lo que hice en pleno invierno,
en plena calle.
-Si. Ya nos veremos.
-Espera Louis ... - colgué. No tenía ganas de hablar. No tenía ganas de nada. ¿Qué me pasaba?
Me había levantado pensando en él y llevaba toda la mañana pensando en él y era imposible
 
Miré el móvil y me mordí el labio. Ya había añadido el número que me dejó escrito en la hoja de
papel que me metió en el bolsillo a nombre de Él. Un nombre no muy acertado, pero puesto que
no sabía su nombre... tampoco iba muy desencaminado.
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 Tosí varias veces. Me subí la cremallera de la chaqueta hasta arriba. Tenía mucho frío y me dolía
el cuerpo. Estornudé. Definitivamente, estaba enfermo.
Apoyé la mano sobre el suelo para salir de debajo de la mesa, me lo encontré totalmente
encharcado. Me había dejado el grifo abierto y corrí a cerrarlo apresuradamente, volviendo a
golpearme la cabeza con el pico de la mesa durante el proceso y empapándome la ropa de paso.
Ahora tenía que volver a fregar el suelo y volver a ducharme. Sentí la tentación de subir a mi
cuarto y volver a meterme bajo las sábanas de la cama, agarrar su sudadera, bajo la almohada, y
acurrucarme en ella. Miré de nuevo mi móvil.
 
Quería llamarlo. Me sentiría mejor después de oír su voz y saber su nombre, estaba seguro... no
me atrevía. Quizás un poco más tarde...
 
Oí entonces como las llaves de casa empezaban a abrir la cerradura desde fuera.
-¡Genial!
-¡ Louis, cariño, ya hemos llegado! – los gritos entusiasmados de mi madre me provocaron un ligero rubor. Seguía llamándome cariño, cielo y tesoro incluso delante de mis amigos y ahora,
también delante de mi hermano. Ojala lo avergonzara de la misma manera a él, así no me sentiría
el único niño de mamá de los alrededores.
Suspiré y, nervioso y un poco mareado, empecé a caminar hacía la puerta cuando pisé
torpemente el charco de agua que había a los pies del fregadero y me escurrí, cayendo de
espaldas hacía atrás, golpeándome de nuevo la cabeza.
-¡Joder, mierda!
-¡Cielo! – cuando me quise dar cuenta, mi madre ya estaba frente a mí, agachándose mientras
yo me incorporaba con dolor de espalda. – Cielo ¿Estás bien?
-Si...
 
-Menos mal. – me pegó un guantazo en el brazo en cuanto me encorve para levantarme,
haciéndome perder el equilibrio otra vez. Tuve que agarrarme a la mesa para no volver al suelo. -
¡Sabes que no me gusta que digas palabrotas!
 
-¡Mamá, me he caído, a sido un acto reflejo!
-¡ Louis , no me contestes! Harry... - suavizó el tono de voz enseguida y su mirada se desvió
hacía el umbral de la puerta. – Siento esto pero no soporto que nadie diga palabrotas en mi casa,
por eso, si tienes por costumbre decirlas, no lo hagas aquí ¿De acuerdo?
-Sin problemas.  
Me quedé paralizado. Completamente paralizado. Muerto. Los latidos de mi corazón eran
lejanos, una sensación angustiosa se lo tragó todo de un bocado. Un ligero pitido en mis oídos
me aisló de la realidad unos segundos.
-Cariño... - me sonrió mamá, con la cara iluminada. Me pasó los brazos por los hombros, cariñosamente. – Hace tantos años que no os veis... este es tu hermano, Harry. – dejé de respirar
en cuanto cruzamos miradas. Esos ojos que la noche anterior me habían mirado con tanto deseo.
Esos labios que habían recorrido cada centímetro de mi piel, esa sonrisa, ensanchándose,
ocultando tanta malicia.
 
-Cuanto tiempo sin vernos... Louis. – se dirigió a mí, con un tono ansioso y malvado. Sus labios
susurraron una palabra inaudible que solo yo pude escuchar.
Muñeco...
- Louis, cielo, tienes muy mala cara, estás blanco... ¿ Louis? ¿ Louis? – todo se puso negro de
repente. - ¡ Louis, cariño!
 
Negro, negro, todo negro. ¿Mi hermano gemelo? ¿Él? ¿Y yo? ¿Un muñeco? ¿Su muñeco?
Dios, ¿Qué locura había echo esa noche?
Caí con esa pregunta en mente, sin respuesta. Negro, todo negro.
Su sonrisa...
¿En serio... me he convertido en el muñeco de mi propio gemelo?
 
=================
 
 
Estaba mareado incluso dormido. En plena inconsciencia el dolor de cabeza me azotaba y el frío
me hacía tiritar. Me dolía todo el cuerpo, especialmente la garganta, irritada, como la sentía
cuando lloraba. ¿Había estado llorando? No lo recordaba.
 
-No le pasará nada por un poco de fiebre. Será gripe o algo por el estilo, no te preocupes. Yo
cuidaré de él. – esa voz ya era más difícil de situar. ¿Sería Gordon?
-No se si debería, ¿Y si empeora?
-Puedo llevarlo yo al hospital si llegara a pasar, pero... no lo creo.
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-Hum...
 
-¡Oh, claro que si, cielo! Sólo estoy preocupada... ¿Seguro que podrás cuidar de él tú sólo?
-Claro.
-De acuerdo, entonces te lo dejo a tu cargo. Si llegara a empeorar, llámame al móvil. Está apuntado al lado del teléfono, junto a los números de emergencia. Louis es tan olvidadizo que de
pequeño tenía que apuntárselos con rotulador en el brazo.
-¿Enferma a menudo?
 
-No, quizás es que yo soy demasiado sobreprotectora. Bueno, me voy a trabajar cariño. Si pasa algo, llámame.
-Adiós... mamá. - ¿mamá? En el momento en el que oí el portazo de la puerta de la calle al
 
No era Gordon, ¿Quién...? 
-¡Ah! – metí un bote sobre la cama, deshaciéndome del exceso de sábanas que tenía encima. La
toalla mojada que había sobre mi frente cayó al suelo y todo empezó a darme vueltas y vueltas
hasta que volví a desplomarme sobre la cama, mareado y con un dolor de cabeza horrible. Tenía
la nariz entaponada por los mocos, que asco.
Tenía que salir de allí, buscar a mi madre y... no, no, mejor a Georg. Lo mataría con un bate de
béisbol, si. Tenía que llamar a Georg y...
8/18/2019 Muñeco - Larry Stylinson
 
La puerta se abrió cuando agarré el móvil, dispuesto a marcar. Él se detuvo en el umbral,
mirándome con una ceja alzada.
-¿Ya te has despertado?
-No... soy sonámbulo, ¿no te jode? ¡Ni te me acerques! – grité, con voz aguda y congestionada,
blandiendo un móvil como arma homicida.
Se empezó a reír en mi cara.
-¿Qué coño haces? Anda, suelta el móvil a ver si te lo vas a comer. – cerró la puerta lentamente
tras él, sonriente. Mi primera reacción fue coger la almohada y tirársela a la cabeza. – Cuidado,
no vayas a dejarme tonto. – cogí el cuaderno de biología que había sobre la mesa y se lo lancé.
Lo cogió al vuelo y lo tiró al suelo, pisoteándolo. Mis apuntes a la mierda. Lo próximo fue arrancar
el teclado del ordenador y tirárselo a la cara. - ¿Pero que haces? – lo esquivó, cogiéndolo con
cuidado, junto a la pantalla, eso le impidió moverse lo suficientemente rápido como para esquivar
el escritorio. Aproveché que tal vez le había roto una costilla para abrir la ventana y precipitarme
por ella para saltar al jardín. Demasiada altura, me rompería una pierna... o las dos.
Marqué a velocidad supersónica el número de Georg, pensándome mejor si saltar o no al verlo
correr hacía a mí con expresión asesina. ¿Matarme o quedarme a merced de mi malvado
hermano que, por lo pronto, ya se había llevado consigo mi santísima virginidad trasera?
Matarme, si, matarme.
-¡Cabron! – Me cogió al vuelo cuando ya me veía volando libre como un pájaro próximo a
estamparme contra el suelo.
 
-¡No! ¡Nooooo! – pataleé, intentando que me dejara caer, pero sus brazos me agarraban como un
koala por la espalda y tiraban de mí hacía atrás.
 
-¡No me cabrees o te juro que ...!
-¡Ayuda!
-¡Estás muerto!
-¡Aaaahhh! – Su cuerpo calló pesadamente sobre el mío. Mi pobre espalda dio contra el duro
suelo y frente al aturdimiento, me vi totalmente inmovilizado y aplastado por él. Me tapó la boca
con la mano. Su mirada furiosa me dejó paralizado y muerto de miedo.
-Tú... estás muerto. – ese tono amenazador era nuevo para mí, de hecho, todo lo que él
representaba era nuevo. Sólo sabía que era mi hermano, aquel al que no veía desde los cuatro
años y, ayer... Se acostó conmigo. Si lo hubiera sabido antes, si hubiera tenido al menos una foto,
nunca hubiera dejado que esto pasara pero...
Su mano iba camino de mi cuello, por su rostro, parecía estar deseando agarrarlo y aplastarlo,
cortarme la respiración, estrangularme hasta matarme. Por primera vez en mi vida sentí auténticomiedo.
Entrecerró los ojos y se detuvo. Su rostro se relajó. Me acababa de dar cuenta de que estaba
llorando, temblando de pánico y de frío. Con su mano sobre mi boca y la nariz en taponada, no
podía respirar.
Algo tuvo que hacerle apiadarse de mí y me soltó. Empecé a toser violentamente, tomando aire a
bocanadas. Aún seguía sobre mí, con expresión indiferente, muy cerca. La noche anterior su
contacto me había hecho estremecer y morirme de placer, ahora tenía miedo porque seguía igual
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de atrayente que la noche anterior, aún sabiendo quien era. Dios mío, ¿Tan salido estaba? Que
se quitara, que se apartara por favor, que se apartara y, como si hubiera oído mi súplica, se
aparto. Se levantó de encima de mí, sin ni siquiera mirarme y agarró el escritorio volcado sobre el
suelo, volviendo a colocarlo en su sitio. Me situé de rodillas sobre el suelo, observándolo sin
mencionar palabra, tosiendo, mientras él recogía el desastre que había montado y lo colocaba
todo medianamente bien.
-Ten un poco de más cuidado con lo que dices o haces. – le oí murmurar. – Soy fácil de irritar y
pierdo a menudo los nervios. – yo si que estaba perdiendo por completo los nervios. ¿Es que no
decía nada? ¿No le importaba lo de la noche anterior? Se había acostado con su hermano
gemelo y ¿Así se quedaba?
 
-Ayer... - me picaba la garganta. Sentí un calorcillo sofocante recorrérmela de arriba abajo, extendiéndose por todo mi cuerpo al recordar cada detalle de lo sucedido hacía ni siquiera
veinticuatro horas.
-¿Ayer? – alzó una ceja. - ¿De que hablas? – me quedé con la boca abierta, observándole.
-Ayer... ayer... Esta noche... tú y yo en el pub...  
-¿Qué dices? Es la primera vez que te veo desde los cuatro años.
-Pe-pero... - estaba estático. ¿Cómo que no me había visto desde que nos separaron? Pero si
habíamos pasado la noche juntos, nos habíamos tocado, besado y... lo habíamos hecho. Me
miraba serio, cruzado de brazos con chulería. La persona de la noche anterior era idéntica a él enaspecto pero... su comportamiento... ¿Era posible que me hubiera equivocado? Incluso vestían
igual y tenían la misma voz. No era posible, ¿O si? Una pequeña lucecita de esperanza me
iluminó el rostro cuando apreté el móvil fuertemente entre mis manos y busqué su número en mi
agenda y rápidamente, sin importarme que mi hermano estuviera frente a mí, llamé sin pensarlo y
me lo llevé al oído, con una sonrisita bobalicona en el rostro, desquiciada. Me sudaban las
manos.
La melodía de un móvil empezó a sonar cerca de mí. No era el mío. Mis ojos empezaron a trepar
lentamente por el cuerpo de harry , de mi hermano, recorriendo cada centímetro cubierto por ese
montón de ropa enorme, buscando el sonido que me estaba llamando la atención, el molesto
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sonido de esa molesta melodía rapera. Mantenía su móvil en alto para que lo viera bien. En la
pantalla iluminada...
 
El móvil se me cayó de las manos al suelo. Sonrió. Se rió cruelmente de mí.
-Era broma. – si, era él. El mismo que la noche anterior. Mi hermano. – Era tan obvio. No pensé
que fueras a dudar teniéndome cara a cara. Que ingenuo, muñeco. – acarició el filo del móvil con
 
Se me empezó a remover el estómago y sentí como la cordura desaparecía poco a poco.
-Tampoco hace falta que te pongas a llorar...
-Pe-pe... - ni siquiera me salía la voz, solo un débil tartamudeo. - ¿Sa-sabías... que éramos...
 
-Si. Lo supe cuando empezaste a hablarme del miedo que le tenías a tu hermano desconocido,
que temías que te maltratara, te utilizara, te violara y demás... - se rió. - ¿No es irónico? En
realidad, no fue una violación después de todo. – me levanté del suelo de golpe.
-¿¡Estás loco!? – levanté la mano para golpearle, pero me mareé y las piernas empezaron a
fallarme de nuevo. Me agarró, prácticamente me abrazo y situó su mano fría sobre mi frente,
apartando los mechones de pelo suelto. - ¡No me toques! – estaba furioso y me soltó arrojándome
sobre la cama con brusquedad.
-Si puedes gritar así, no puedes estar tan mal. – Lo vi, a gatas sobre mí, con las manos sobre mis
hombros. Apretó con dos dedos un lugar concreto entre mi cuello y hombro y un dolor punzante
me paralizó los músculos pertenecientes a ese lugar.
 
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Me encogí sobre la cama, luchando por contener las lágrimas.
-¡Para, para ya!
-¡Exagerado! – pataleé y grité, resistiéndome, intentando apartar su mano de mi cuello.
-¡Quítate joder!
El timbre sonó. Nos miramos mutuamente en silencio durante unos segundos, repentinamente
paralizados. ¿Se movería? ¿No lo haría? Me... me... ¿Qué me haría? Era capaz de imaginarlo y
casi empezaba a resignarme a ello, siendo consciente de su fuerza. No quería. Otra vez estaba a
punto de llorar hasta que se levantó con un nuevo sonido del timbre, bufando.
-Ahora que empezaba lo interesante. – caminó hacía la puerta y me levanté, alterado, adolorido
por el daño que me había causado en el cuello, dispuesto a seguirlo. Al ver mis intenciones, de nuevo me empujó bruscamente haciéndome caer al suelo, a los pies de la cama y salió de mi
 
-Esto... ¿Está Louis o... me he equivocado de casa?
-¡Georg! – Georg, mi salvador, mi mejor amigo había venido a salvarme. Las lágrimas contenidascasi se me saltaron de puro alivio y salté el último tramo de escaleras de un brinco, dispuesto a
tirarme encima de él como en una serie de dibujos animados, con tal mala suerte que calculé mal
mis escasas fuerzas a causa de la fiebre y me caí de boca sobre el suelo.
-¡Ah, tan torpe y burro como siempre, eres un pupas! – Georg me levantó cogiéndome de la
cintura como si fuera un saco de patatas.
-Me duele la cabeza. – lloriqueé.
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-¡Estoy enfermo! ¿Sabes? Tengo fiebre... ¡Y muchos mocos!
-Eso es asqueroso.
 
-Perdone, príncipe. Es usted quien se ha comido el suelo, ¿desea que le aparte de la nariz su real
moco?
-¡Idiota!
-¡Jajaja! – me reí con él, o lo intenté. Me salió algo parecido al gruñido de un cerdo con tanta
mucosidad. Era tan fácil olvidarme de los problemas cuando estaba con él. – Gustav, ¿Qué haces
ahí parado? – entonces me fijé en que Gus aún seguía en la puerta. Mi otro mejor amigo, parado, paralizado y pálido. Sus ojos y los de harry estaban fijos en el contrario.
-Georg, quizás... ¿Hemos interrumpido algo? – murmuró, recuperándose del shock. Me miró y me
puse blanco. Él sabía con quien había pasado la noche anterior, nos vio. Un escalofrío que me
puso el vello de punta me recorrió la piel.
-¿Eh? ¿Interrumpir que? – y por primera vez, Georg pareció reparar en Harry. Quedó
consternado. - ¿Quién eres tú?
-¿Yo? ¿Sois amigos de mi hermano?
-¿Hermano? No me digas que tú eres su gemelo. – Harry sonrió. Los ojos de Gustav casi se le
salieron de las órbitas.
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-Soy Harry.
-¡Harry ! ¡Joder! Pe-pero... ¡sino os parecéis en nada! Y yo pensando que iba a tener que cargar
con otro Louis el resto de mi vida, vaya alivio.
Gustav no sabía que pensar y yo, no sabía que decir. Ayer me acosté con un hombre y hoy me
he enterado de que es mi hermano, que... está completamente loco. Las consecuencias serían
nefastas.
-Bueno, ¿Pasas, Gus? – intenté hablar con normalidad, más tranquilo teniéndolos a mi lado.
Harry no se me acercaría estando en compañía ¿no?
Gus asintió y entró.
-Si, paso. Creo que... tenemos que hablar de algo.
¿De que iba mi hermano? No nos había quitado ojo de encima desde que entramos en el salón, atento a cualquier movimiento, a cualquier mirada. Me ponía muy nervioso.
-¿Vienes de Holmes Chapel – le preguntó Georg, distrayéndolo por un momento.
-Si.
-¡Jajaja! ¿Eso dicen? ¡Venga ya!
-¡Si, y que está muy animado siempre!
-Bueno, eso si es verdad. Aunque no hay frikis, al menos yo nunca he visto a uno por mi barrio.
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bramó, carcajeándose. Gustav nos miraba alternativamente, de mi hermano a mí, buscando el
momento idóneo para estar a solas conmigo y preguntarme que demonios estaba ocurriendo, así
que decidí sentarme. Ni Harry se me acercaría de esa manera delante de Georg, ni Gus
preguntaría nada frente al grandullón. Georg era mi bendita salvación. Si pudiera contarle lo
sucedido sin necesidad de temer que cometiera un asesinato hacía Harry ... Por eso Gus era
mucho mejor para confiarle secretos. Mucho más discreto y te era de mucha más ayuda, al
menos, sino querías que alguien saliera herido.
Me senté al lado de Georg, pegándome todo lo posible a él, agarrándole del brazo. Volvía a
sentirme mal.
-¿Y esas confianzas, Lou , cielito? – imitó la voz de mi madre, bromeando. No tenía ganas ni de
reír y apoyé la cabeza en su hombro, desganado.
-Tienes mala cara ¿Estás bien? – Gustav me tocó la frente con la mano, situándose de rodillas a
mi lado. – Tienes fiebre.
-Deberías ir a la cama. – me aconsejó.
-¿Te llevo? – El ambiente dio un enorme giro, pasando del cachondeo entre amigos al casi
familiar. Estaba acostumbrado a eso, a que me mimaran de esa manera, tanto mi madre, como
ellos.
-No quiero. Estoy bien. – tenía miedo de acostarme y de que cuando me despertara, ya no
estuvieran a mi lado y Harry se aprovechara de mi debilidad para... lo miré de reojo. Él nos
observaba con el ceño fruncido, pensativo y mosqueado.
 
-¿Qué clase de relación tenéis vosotros tres? – preguntó, con recelo y casi asco.
-¿Eh? – las atenciones de los dos se centraron en él y eso, me molestó.
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Harry apoyaba el tobillo sobre su rodilla, sonriente, entretenido, aparentemente divertido por el
interrogatorio y al dirigirme una de esas miradas maliciosas, no supe con certeza hasta donde
estaba dispuesto a hablar para chincharme. Pero... eso era demasiado...
-Nada. – Gus se encogió de hombros y estiró los brazos. – Me pareció curioso...
-¿El qué? – se picó Harry, o, quizás, lo hacía para joderme y aumentar mi tensión.
-Estuve llamándole, nervioso, unos minutos después de veros salir juntos, pero nadie lo cogió
hasta, más o menos tres horas después, de camino a casa. En esas horas, me preocupé
mucho... - lo dejó en el aire. Su pregunta no formulada era obvia. ¿Qué ocurrió durante esas tres
horas que estuve incomunicado? Algo se me cruzó por la cabeza entonces. No oí ningún móvil mientras Harry y yo nos dedicábamos a calentarnos en el coche el uno al otro y, de camino a
casa, cuando lo cogí, lo encontré apagado, cuando yo siempre lo tenía encendido, por si acaso.
Lo había guardado en la chaqueta, lo primero que él me quitó y tiró al suelo. Una de las cosas
que desaparecieron de mi vista cuando me metió en el coche, desnudo.
Sería hijo de puta. Lo había tenido todo planeado desde un principio.
-¿Qué mierda estás diciendo, Gustav? – gruñó Georg.
 
-Durante esas tres horas... - mi cara debió ser la misma encarnación del horror cuando Harry
 curvó una sonrisa de las suyas. Lo iba a decir, ¿Lo iba ha hacer de verdad? – Que yo recuerde,
durante ese tiempo, Louis y yo... - cállate, cállate, cállate, cállate por favor. Le supliqué con la
mirada, horrorizado. – Hacía mucho que no nos veíamos, desde los cuatro años. Había mucho deque hablar y, por suerte, nos reconocimos enseguida. Bueno, en realidad, él tardó un poco más,
pero a mí me bastó un par de frases para saber que era mi hermanito y... la emoción fue tanta
que decidimos ir a un sitio más silencioso para poder conocernos más... a fondo. – su sonrisa no
varió en nada. Mi rostro pasó de pálido como un muerto que había caído de un ataque al corazón
tras ver un fantasma a uno de profundo alivio. Suspiré. Gustav se relajó un poco, pero seguía
sospechando que algo no iba bien.
Había empezado a sudar a chorros por culpa de ese momento tan estresante. Estaba agobiado,
necesitaba agua.
 
-Voy a... por agua... - me levanté desganado, sintiendo las miradas de todos clavadas en mi nuca.
Encogí el cuello, sintiendo una pequeña chispa de electricidad recorrerme la columna. Miré a
Harry por encima del hombro, disimuladamente. Me observaba con atención y al ver que yo
también lo hacía, me vaciló pasándose la lengua por los labios, sonriente. Me quedé tieso unos
segundos y cerré la puerta de la cocina de un portazo, apoyándome en ella una vez hube
escapado de su mirada.
Capitulo 6
  El frío desapareció, empezaba a tener calor, empezaba a sudar. Las piernas me temblaban y no
por la fiebre. Estaba loco, ¡Estaba loco! ¿Qué me haría en cuanto se fueran y nos quedáramos
otra vez a solas? No, no, no por favor. Estaba acorralado de la noche a la mañana. No podía
contárselo a nadie porque yo mismo lo había empezado todo y ahora, me había convertido en el
muñeco de mi hermano . Su muñeco...
Me arrastré por la puerta y me derrumbé sobre el suelo, cubriéndome el cuerpo con las manos. Empecé a llorar. No me convenía. Si Georg o Gustav me veían se preocuparían y hasta que no
les contara el motivo de mis lágrimas, no me dejarían tranquilo. Y no podía contarlo. No veía la
salida. Sería el muñeco de Harry de por vida, su... juguete sexual. Las lágrimas se
incrementaron. Tenía miedo, mucho miedo.
-La verdad es que es un alivio que por fin estés aquí. – oí a Georg claramente tras la puerta,
sustituyendo sus risotadas por un tono de voz más claro y tranquilo, incluso dulce. Los sollozosahogados me hacían difícil poder oírlo más claro. – Louis te ha estado esperando mucho tiempo
¿sabes?
-¿A mí? – me tapé la boca, conteniendo los sollozos y las ganas de gritar. Esa voz, la que no
había dejado de sonar en mi mente toda la maldita noche, la de la persona que se aprovechaba
de mí, la que me tenía acorralado, con ese timbre casi maligno...
-Desde que conozco a Louis a podido pronunciar tu nombre unas ocho millones de veces. Era
realmente irritante que ha cada tema de conversación, de alguna manera, acabara hablando de
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su hermano gemelo. Mi hermano se llama Harry, vive en... ahora estará haciendo esto... quizás le
guste esto... quizás esto otro... seguro que tiene muchos amigos, seguro que es muy guay,
 
-Estaba todo el santo día así, no se como lo hacía. Tenía unas ganas de conocerte
impresionantes. – mis sollozos se detuvieron. Me los tragué con cada una de esas palabras,
deseando escuchar más.
-Recuerdo que... bueno, Louis siempre ha sido muy torpe y bocazas y se metía a menudo en
problemas con matones. Más de una vez le han atizado bien fuerte o le han hecho rabiar y,
cuando nosotros lo ayudábamos y lo defendíamos, cuando se reían de él, gritaba “¡Cuando mi
hermano mayor vuelva, os meterá una paliza!” – oí las risotadas de Georg contra la puerta, de
nuevo, al hablar de ese detalle.
Era cierto, lo recordaba bien.
-Supongo que para Louis , el conocerte siempre ha sido su principal sueño. – si, lo era. Desde
siempre. El pensar en mi hermano, en como estaría, como sería, que haría, siempre pensaba en
él en los momentos de aburrimiento, me venía a la cabeza mecánicamente. En los momentos tristes, pensaba que él estaba cerca y compartía mi tristeza y eso me hacía sentir mejor. En los
momentos alegres, quería pensar que él también estaba contento.
Cuando soplaba las velas de mis tartas de cumpleaños siempre pedía el mismo deseo. Quiero
conocer a harry , quiero ver a mi hermanito. El deseo se había cumplido.
-Louis siempre te ha estado esperando. Cuando no sabía que hacer, intentaba pensar en ti, en
que harías tú, en que le aconsejarías estando a su lado. Te hacía más caso a ti, una sombra de lo
que él recordaba, que a nosotros. Por eso... - me limpié las lágrimas. – No decepciones a tu
hermano. Esperaba una especie de cuento de hadas cuando tú aparecieras. Te quería hasta el
extremo sin ni siquiera conocerte. Sería un palo tremendo que le hicieras daño y viera que... no
eres lo que él cree que eres. – las palabras de Gustav me llegaron hondo, me hicieron recapacitar
y levantarme del suelo.
Lo había deseado desde pequeño, conocerle y ahora que lo tenía delante, ¿Me daba miedo?
Vale que no fuera un hermano normal, vale que me hubiera utilizado, vale que me acosara y nos
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hubiéramos acostado juntos, que se hubiera aprovechado de la situación pero... seguía siendo mi
hermano, mío. ¿Abría en él algo de lo que había esperado? ¿Algo de amabilidad, cariño
fraternal? Eso, me tocaba averiguarlo a mí. De hecho, aún quería conocerle. El que nos
hubiéramos acostado juntos no había hecho más que aumentar esa necesidad de saber más de
él.
-¡Louis , nos vamos ya!
-¡Si te has ahogado en el lavaplatos, no hace falta que vengas! - ¿Ya se iban? Estaba decidido a
enfrentarme a Harry , ¡Pero no tan pronto! Corrí hasta la puerta de la calle, donde luché para no lanzarme en brazos de Gustav y rogarle que se quedara. Harry los despedía entre carcajadas, ya
incluso planeando el día para quedar todos juntos. Él y Georg parecían llevarse bien, eso me
preocupó.
-Esto... ¿Seguro que no queréis quedaros un poco más?
-No quiero que me contagies Louis , mañana tenemos facultad.
-Cierto, la facultad de psicología... - murmuré. Estaba en mi primer año de carrera. Georg ya iba
por el tercero y, en ocasiones, me hacía de guía y me prestaba apuntes. Gustav iba por el
segundo año de informática, como programador o algo parecido. Hacía unas cosas más raras con
un ordenador delante...
 
-¿Y tú, Harry ? ¿Qué estudias? – le preguntó Gus. Él se lo estuvo pensando unos segundos.
-Telecomunicaciones. No soy tan aplicado como vosotros, sólo estudio mientras busco algún
trabajo. – me pregunté si hablaba en serio. Supuse que sí al ver su sonrisa ante nuestras caras
atónitas, sin dar más explicaciones.
-Entonces nos veremos mañana por allí. Cuídate Louis . – tragué saliva.
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-Claro.
-Cuídamelo ehh. – Harry sonrió, mirándome de reojo. El corazón retumbó con fuerza sobre mi
pecho.
-Descuida. – los vi salir por la puerta. Gustav me miró por encima del hombro. No podía sacarse
la sospecha de la cabeza y con razón. Aún estaba a tiempo de arrastrarme hasta ellos y rogarles
que se quedaran o me llevaran, pero la puerta se cerró de golpe a manos de harr antes de que
pudiera decidirme. Retrocedí instintivamente, sin quitarle la mirada de encima. Nos observamos
en silencio, intentando averiguar que se le pasaba por la cabeza al otro y, por su siniestra sonrisa,
pude averiguar que nada bueno. – Ya lo has oído. Me han pedido directamente que cuide de ti... -
le veía venir, dispuesto a abalanzarse sobre mí como un animal, acorralando a su presa. Empecé a ponerme nervioso conforme avanzaba y yo me quedé paralizado, sin saber que hacer, que
decir. El deseo de conocerle desaparecía con el miedo y mi reacción fue darle la espalda y echar
a correr hacía mi cuarto, pero ni si quiera pisé el primer escalón cuando sentí como me agarraba
del pelo y tiraba de mí hacía atrás, hasta dar con su cuerpo, de un tirón.
-¡Ah! – grité. Otra vez me hacía daño y empezaba a temer cuanto dolor me causaría si me resistía
de nuevo. Me agarró de la cintura, pegándome más a su cuerpo duro. Le agarré la mano, clavándole las uñas, intentado evitar que descendiera más de lo que deseaba. - ¡Estate quieto!
-No voy a dejarte escapar otra vez.
-¡No puede ser que estés tan loco como para no darte cuenta de lo que haces! ¡Hermanos!
¿¡Entiendes esa jodida palabra!? – me hacía daño con tantos tirones de pelo, casi perder elequilibrio. Intentaba introducir algo de sentido común a esa mente demente. Aún no era
demasiado tarde para perder a... mi hermano.
 
-Querías conocerme ¿no? Me han hablado de las ganas que tenías de saber como era. Para tu
información, yo no siento remordimientos, nunca, ¡Jamás, me arrepiento de lo que hago! – me
gritó al oído – Cuando me mandaron aquí, cuando me hablaban de mi hermano, solo pensaba,
otro estorbo, por mi como si está muerto. Pero por lo visto... al menos me sirves para algo. – una
corriente de fuego me recorrió las venas. Me enfurecí, empujé hacía atrás con todas mis fuerzas,
haciendo caso omiso a los tirones de pelo y los dos perdimos el equilibro, cayendo al suelo. Me
soltó, me di la vuelta en vez de intentar huir y le agarré del cuello de la camiseta, aguantándome
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las ganas de pegarle un puñetazo.
-¡Te he estado esperando quince putos años, mi sueño era conocerte! ¡Conocer a mi hermano, y
no separarme nunca de él! ¡Quiero a mi hermano, lo necesito! ¿¡Que has hecho tú con él!? –
estaba fuera de mí. Harry sonrió, divertido por mis gritos. No podía creerme que existiera alguien
tan insensible como él y, cuando me di cuenta, ya le había levantado la mano y le había dado una
tremenda bofetada.
Reaccionó enseguida, me cogió del cuello, sentí una fuerte presión en el vientre y empotró mi
cara contra el suelo, apoyando la mano sobre mi cabeza para evitar que pudiera levantarme. Él
estaba sobre mí, sobre mi espalda.
-Te odio... ¡Te odio, te odio, te odio! – pataleé, intentado soltarme del agarré.
-¿Y qué? Todo el mundo me odia, deja de soltármelo a la cara como si fuera un insulto. – eso le
molestó y a mí, me chocó.
-¿Todo el mundo te odia?... No me extraña. – me dio la vuelta con brusquedad, colocándome boca arriba y sentí el escozor de su mano impactando contra mi mejilla. Ahí me di cuenta de lo
estúpido de mis actos, de creer que yo solo podría con él. Era mucho más fuerte, mucho más
irritable, mucho más violento y no atendía a razones. Lo peor de todo era que me quería a mí y
cuando lo entendí, ya era tarde. No quería llorar, no quería darle el placer, pero no pude
contenerme, temblando, sollozando, muerto de miedo bajo su cuerpo. Se inclinó sobre mí
lentamente, con las manos sobre mi cintura y apoyé las manos sobre sus hombros, negando con
la cabeza entre lágrimas de espanto. – No... no, por favor... no... - mi voz sonó patéticamente
suplicante y, ante mi sorpresa, la expresión indiferente de su rostro varió a una llena deincertidumbre.
-Mierda. – murmuró. – ¿Por quien me tomas? No soy un violador. Seré mala persona, un
delincuente, alguien de quien no te puedes fiar, pero violador, nunca. Eso es asqueroso. – sus
palabras me tranquilizaron. No se porque, pero sentí que podía confiar en ellas aunque no se
apartara aún de encima mía. Aparté los brazos de sus hombros y cubrí con ellos mis ojos, aún
con el susto latente en mi cuerpo, aún sollozando. Me dolía la mejilla.
-M-me... me has pegado.
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-Hablas como si en tu vida nadie te hubiera tocado un pelo. No esperaba que por eso te pusieras
a llorar así, si lo llego a saber, no te hubiera atizado.
-Me has estado acosando... todo el día...
 
-Te pusiste pesado y