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MURRIA CARTAGENA ZINE

MURRIA · 2018. 10. 21. · Murria #1 Murria: tristeza o melancolía / nostalgia de la tierra natal. Primera tirada: 50 ejemplares La mayoría de textos fueron escritos durante el

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MURRIACARTAGENA ZINE

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Murria #1

Murria: tristeza o melancolía / nostalgia de la tierra natal.

Primera tirada: 50 ejemplares

La mayoría de textos fueron escritos durante el mes de agosto de 2018, pero hasta octubre no se maquetó esto que tienes entre tus manos.

La idea original es que el fanzine sea gratuito, aun así, si quieres hacer copias para venderlas en tu distri, no te cortes, siempre que sea a un precio sensato y razonable para los cuatro folios que son.

Si quieres copias para distribuir, comentar algún artículo, realizar alguna aportación para los siguientes números, que te avise de la salida de un nuevo puñado de fotocopias, o lo que se te ocurra,

puedes escribir un mail a [email protected], indicando en el asunto “Murria”.

Playlist de este número: Brigada (demo 1) / Nueva Generación (Inflexión) / Consejo (Consejo)

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Este fanzine ha salido porque es verano. Hay menos curro, los proyectos políticos reponen fuerzas, las calles se vacían, el ritmo de la ciu-dad se hace más sostenible. Así que esta con-cesión temporal que nos brindan los meses de julio y agosto, nos permite imbuirnos en ideas que durante el resto del año son sólo eso, ideas que se acumulan en los discos du-ros de nuestro ordenador y de nuestra cabe-za.

Nací en Cartagena, mi familia proviene de Lorca y del campo de Cartagena. Pero vivo en Madrid. Casi toda mi vida ha transcurrido en la zona norte de la capital del Reino. Hasta hace unos años, no había mostrado interés alguno por conocer algo más sobre el lugar del que proviene todo mi árbol genealógico. Pero en esta última etapa, me encuentro en el punto opuesto del camino. Y resultado de ello, es esto que tienes entre manos.

Madrid es una ciudad conformada por per-sonas migrantes, personas que aterrizaron en estos barrios por razones económicas. Que no se nos olvide. En los últimos 50 años se han producido básicamente dos flujos migra-torios. En una primera oleada, fueron dece-nas de miles las personas que abandonaron sus provincias, empujadas por una política consciente de abandono del mundo rural, acompañada de un fuerte ataque cultural contra todo lo vinculado a esta realidad. El pueblo presentado como un nido de paletos. Mientras la falta de inversiones así como el desmantelamiento de los modos de vida tra-dicionales, empujaban a las nuevas genera-

ciones a buscar un futuro en la gran ciudad, poblando los nuevos barrios situados más allá de lo que hoy es la M30, o las ciudades del sur como Leganés o Móstoles. La segunda ola recorrió muchos más kilómetros, y muchas de esas personas tuvieron que hacer frente a nuevas dificultades. El racismo, no sólo insti-tucional y policial, la falta de los malditos pa-peles y, por tanto, una situación de ilegalidad intencionada por parte de la Administración, situaciones de vergonzosa precariedad labo-ral, etc.

Mi familia no pertenece a ninguna de ellas, tan sólo se le presentó a mi padre una muy buena oportunidad laboral, pero si que he coincidido con muchas otras personas, hijos e hijas de esta primera ola migratoria, con fa-milia extremeña, andaluza, manchega y mur-ciana, con las que comparto que el vínculo con nuestro lugar de origen es cada vez más fino.

Tampoco sé explicar exactamente porque creo que es importante realizar este trabajo de mirar atrás, de reconstruir mentalmente el escenario donde desarrollaron sus proyec-tos vitales nuestras abuelas y abuelos, de tra-tar de descifrar de donde provienen ciertas dinámicas, ritos, costumbres, etc., que han estado siempre en casa. No sé. Creo que no es nostalgia ni la intención de dotarse de una identidad nacional que supla a la española. Me faltan las palabras para escribirlo. Al final, es más una necesidad, un impulso, que una decisión consciente y razonada.

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Esta sociedad moderna se caracteriza por la atomización de las personas que la confor-man. Es un hecho. La soledad ha sido la gran vencedora en este partido. No conocemos a nuestras vecinas, a nuestras compañeras de curro, a las personas con las que comparti-mos cada día el mismo vagón de metro. Y en este contexto, la aparición de proyectos po-líticos colectivos (porque no pueden ser de otra forma) resulta realmente complicado.

¿Y por qué meto este tema por aquí? Porque creo que una de las múltiples razones de este desmembramiento social, es dicha desco-nexión. Aunque este es un punto delicado de abordar pues normalmente quien enarbola la bandera de la pertenencia e identidad, lo hace acompañado de un discurso racista, ex-cluyente y patriota.

Pero quien se siente ligado a un territorio, a una realidad colectiva, es más probable que cuando dicho entorno sufra una agresión, se establezcan los medios para responder. Como pasa cuando las vecinas actúan de forma con-junta cuando, por ejemplo, se produce un in-cendio, o cuando algún proyecto empresarial pretende alterar su entorno a base de cemen-to y cristal. O ya no solo vinculado al territo-rio, sino también entre nosotras, pues en de-terminadas realidades, estructuras de apoyo mutuo y solidaridad están más presentes.

Otra de las necesidades que impulsan estas fotocopias es visibilizar y contrarrestar la ima-gen del sur de la Península. Que existen imá-genes tópicas, estereotipadas, extremas, que sirven para ridiculizar a la mitad del país, pre-cisamente a la mitad que cuenta con menos recursos económicos, es un hecho, que espe-ro desarrollar en un futuro, pues creo que es un tema necesario para debatir, pues al final, estos comentarios jocosos son solo la punta de un iceberg que legítima esta situación de desigualdad, no sólo económica sino también social y política.

Cuántas veces habéis sido partícipes en bro-mas sobre Murcia. El acento, un supuesto bajo nivel cultural, que si somos de derechas, etc. Y no está mal reírnos entre nosotros, pero tampoco está de más preguntarse de dónde vienen dichos comentarios, desde dónde se realizan, el porqué la mayoría de las veces tienen como protagonistas a las personas del sur.

Y otra cuestión interesante es el desconoci-miento total de lo sucedido históricamente en algunas zonas del país. En un Encuentro del Libro Anarquista en Madrid, nos reíamos, por no llorar, cuando en una charla de la cual no recuerdo el título, donde se hacía un repa-so a diferentes hechos históricos del siglo XIX, el ponente ponía especial énfasis en protestas puntuales sucedidas en Catalunya, algunas de unas pocas horas de duración, mientras le dedicó una escueta frase a la experiencia del Cantón, un proyecto de autogobierno que duró seis meses, hasta que el ejército arrasó con la ciudad. También ha sido responsabili-dad nuestra el dejar que reescriban estos he-chos los provincialistas de Cartagena, y no las revolucionarias, vaciando de cualquier con-tenido crítico y de clase lo sucedido durante ese medio año, presentándolo tan sólo como un levantamiento en pos de una mayor au-tonomía regional. U otro ejemplo es que el dato de que Cartagena fue una de las ciuda-des más bombardeadas por el fascismo inter-nacional durante la Guerra Civil, apenas sea conocido.

Murcia y Cartagena, como cualquier otro pueblo, ha sido una constante de tensiones sociales, económicas y políticas, donde fue-ron capaces de brotar hombres y mujeres que plantaron cara, que desbordaron el papel que les correspondía en su momento. Presentar la historia de forma lineal, sin los exabruptos de aquellas que trataron de cambiar las co-sas, nos condena a una falta de referentes, a un vacío sobre el que caminar que sólo bene-

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ficia a quien sigue ostentando el poder. Car-tagena también ha tenido sus conspiradores, revolucionarias, rebeldes, pillas y habitantes del subsuelo. Reivindicarlos, visibilizarlas, nos hace estar menos solas, les hace estar menos solas.

Bueno, y como esto, en principio, solo era una introducción, pongo fin agradeciendo que hayáis mostrado interés en abrir estos cuatro folios. No soy ningún historiador, la mayoría de la información volcada solo es un resumen de artículos de la revista Cartagena Histórica, la cual os recomiendo si queréis profundizar en cualquier tema que aquí os encontréis. Pero he intentado ser lo más riguroso posible aunque eso no impide que pueda haber al-gún error en algún dato o hecho. Me he leído demasiadas páginas y mi cabeza es un baru-llo de apuntes. También comentar que para nada pretendo mantener cierta objetividad. Evidentemente, sin faltar a la verdad, aquí encontrarás posicionamientos, simpatías y vínculos políticos, algunas veces muchos más claros, otras presentados con algo más de du-das, pero siempre trataré de que estén bien visibles.

Y ahora ya si que si termino, comentando que si aparece alguna rutilla guapa o hablo sobre algún paraje de la provincia, es porque en Cartagena entre el tsunami urbanístico, los provocados desastres en el medio, como en la bahía de Portman o en el Mar Menor, la actividad turística, industrial, minera, mili-tar y portuaria, se hace muy necesario resta-blecer el vínculo con el entorno para sentir cada grieta que se abre como algo propio, se hace muy necesario reescribir un discurso en defensa del medio, contra los desmanes pro-ducidos por el ansia de cuatro empresarios. Conocer los caminos, los montes, la fauna y flora, las playas, es el primer paso necesario para recuperar esta comunión.

Ahora si, os lo prometo, me despido, espe-rando que disfrutéis la lectura, animando a que me escribáis para cualquier cosilla, ya sea para comentar algún artículo, aportar tu gra-nito de arena con un texto, pedir copias para distribuir entre las tuyas o para lo que sea. En serio, no os cortéis.

Un abrazo. Viva el sur. Vivan las luchas de su gente.

Foto inicial: jugadores de los equipos de fútbol del Cartagena y del Murcia en un amistoso celebrado en 1936 para recaudar fondos para las Milicias Cartageneras, antes de su partida al frente.

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CASTILLITOS

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Para esta rutilla cuyo objetivo es llegar a Cas-tillitos, en Cabo Tiñoso, a unos 250 metros sobre el nivel de mar, dejamos el coche como a uno o dos km pasado el pueblo Campillo de Adentro, tras subir un trozo de carretera, aparcado en un saliente. Desde ese punto, la subida fueron unos 7 km, y aunque diga su-bida, también hay tramos llanos y de bajada, vamos que no es muy empinada. El camino no tiene pérdida, tan sólo seguimos la carre-tera, sin salirnos de ella. Hay un desvío al poco de salir, cerrado por una barrera, que no sé a donde irá pero no a Castillitos. La verdad es que nosotros lo hicimos a finales de julio, un día entre semana. Aparcamos el coche antes de las 9 de la mañana, y fue la leche, porque reinaba el silencio, nada más que silencio. No hay ninguna construcción, ni una casa a lo le-jos, tan sólo algún ciclista que nos adelantó. Sobre las 11, el calor era difícil de llevar, así que si vais por estas fechas, mejor madrugar y, luego ya a la tarde, os echáis una siestecilla para recuperar. El paisaje es el característico del campo de Cartagena, más arbusto que otra cosa, por lo que hay poquita sombra. Al final del camino, llegamos a Castillitos. Está dividido como en tres partes, tres conjuntos de edificaciones situadas en línea, por lo que para ir de una a otra solo hay que seguir el ca-mino. El Ejército se retiró de Castillitos en el año 93 y, desde entonces, está semiabando-nado. Hay un montón de dependencias abier-tas, por las que marcarse un Iker Jiménez, y lo más vistoso al final son los cañones situados sobre los dos primeros conjuntos. En el se-gundo, junto a los cañones, están las bases de las baterías antiaéreas. Si vais con tiempo podéis friquear por toda la zona. Al tercero no llegamos pero por lo que se veía de lejos, debía haber algún búnker que hiciera de mi-rador con unas vistas muy guapas, aunque en general, desde todo Castillitos hay un vistazo espectacular. Por un lado, se ve La Azohía y Mazarrón, por el otro, el paisaje que veíamos por el camino, una mezcla de acantilados y montes sin más presencia humana que la de

un barco que ha pasado la noche en una algu-na cala. A lo lejos, en esta dirección, quedaría el Portús y Cartagena. En total, los 14 km, los hicimos en unas dos horas y media, teniendo en cuenta que en Castillitos echamos un rate-jo haciéndonos fotos con los cañones.

Sobre la historia de esta fortificación comen-tar que fue construida entre 1933 y 1936, según como se proyectó en 1926, en el Plan de Defensa del dictador Primo de Rivera, un programa concreto que incluía una serie de construcciones para dotar de un cinturón de-fensivo a Cartagena. Los cañones más gran-des de Castillitos son dos de los cuatro caño-nes Vickers de 38’1, modelo 1926, fabricados en Sheffield (Inglaterra), que se compraron. Los otros dos se colocaron en la Batería de Cenizas, junto a Portman. Estas piezas podían disparar un proyectil de casi una tonelada a 35 km. Flipad. De esta forma, entre Castilli-tos y Cenizas, se creó un arco protector sobre Cartagena.

Al comenzar la Guerra Civil, la batería esta-ba casi terminada, a falta de algunos ajustes y realizar las correspondientes pruebas. Aún así, jugó un papel importante como elemen-to disuasorio. En el año 1937, realizó una des-carga contra un submarino que navegaba en superficie, y también, ese mismo año, cuan-do los cruceros Cervera, Baleares y Canarias, en manos del bando fascista, se aproximaron

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a la costa, realizaron un primer tiro contra el Canarias, el cual al comprobar la potencia de un disparo del cañón Vickers, decidió retirar-se sin responder.

Los edificios que nos encontramos sobre la loma tienen diferentes estilos. Si bien, todos imitan la textura de la roca para conseguir cierto camuflaje, es curioso como alguno pa-rece un castillo medieval, de ahí el nombre. La verdad es que a quien se le ocurrió la idea era un buen flipado. Construir en pleno siglo XX un castillo con sus torreones, sus murallas almenadas, sus portones, etc., para albergar unas instalaciones militares, es fliparse un poco. Pero oye, verlo ahora tiene su gracia. En las otras baterías de la costa de Cartage-na, también hay construcciones peculiares, como el pórtico de la Batería de Cenizas que imita la entrada de una ciudad maya. ¿Quién narices iba a los mandos en el departamento

de arquitectos del Ejército?

Para terminar, comentar que llevar los ca-ñones hasta la cima de la loma fue un curro importante. En el blog Cartagena Antigua, podéis encontrar un montón de fotos de las obras. Para desembarcar los cañones se cons-truyó un muelle específico en La Azohía. Des-de allí, fueron transportados por raíles sobre una pista de 9 km que también se hizo para la ocasión. Los raíles se iban colocando delante del convoy, y según pasaba, se desmontaban para volver a colocarlos.

Así que, en resumen, una ruta sencillita si so-léis realizar caminatas, perfecta para familia-rizarse con el paisaje característico de Carta-gena, y con la posibilidad añadida de ver unas instalaciones militares en desuso, que ojalá algún día solo queden para eso, para ser visi-tadas por domingueros como nosotros.

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Milicianas en la Plaza de Toros de Cartagena (1936).

“Más que propagar ideas nuevas [...], venimos a conti-nuar la magna obra de todos los rebeldes de todas las épocas, ya que solo debido a sus esfuerzos, sacrificos y abnegación se ha realizado todo humano progreso.

Una simple ojeada a través de los siglos basta para convencernos de que, desde Espartaco hasta nuestros días, todas las insurrecciones tuvieron por causa el mal estar, y por objeto la destrucción de la tiranía. La misma ojeada bastará, también, para cerciorarnos de que nin-guna libertad, ningún progreso han alcanzado los pue-blos sino cuando éstos, imponiéndose por la fuerza a sus tiranos, han destruido las cadenas de su opresión.”

Semanario libertario “Acción Directa”Nº1 / 21 de febrero de 1914

Impreso en Cartagena

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El levantamiento militar fascista de 1936 no triunfó en Cartagena, en gran parte porque la mayoría de los soldados rasos de la Marina se mostraron contrarios al golpe de Estado. Este hecho desencadenó más de una disputa con militares de alto rango dentro de las ins-talaciones militares, como sucedió en el Ar-senal, que durante los primeros dos días vivió una situación de incertidumbre hasta que los oficiales sublevados fueron finalmente redu-cidos.

Con Cádiz y Ferrol en manos de los fascistas, Cartagena fue el puerto más importante de la zona republicana, y la flota que se encontra-ba en él, justo en ese mes de julio, se convir-

tió en casi la totalidad de las unidades con las que pudo contar el bando antifascista.

El puerto de Cartagena tuvo enseguida un importante volumen de descargas de mate-rial bélico y de avituallamiento, como el uti-lizado para la defensa de Madrid. El principal abastecedor y destinatario fue la URSS, co-nectándose principalmente con el puerto de Odesa, en el Mar Negro. Además, tras Cata-lunya, Cartagena fue el segundo foco con ma-yor concentración de tejido industrial bélico.

Todo esto, ya os podéis imaginar, convirtió a Cartagena en un objetivo importante para las fuerzas fascistas.

bombardeos

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En el mes de octubre comenzaron los bom-bardeos sobre la ciudad. Aunque hubo al-guno previo, el primero de cierta relevancia tiene lugar a primera hora de la mañana del día 18. Los días anteriores habían sido días in-tensos de trabajo en los muelles del puerto. Y, a través de los alemanes, el mando fascis-ta iba siendo informado de dichas descargas, por ello, decidieron actuar. Esta primera olea-da contó con dos aviones alemanes Junkers 52/3m con tripulación alemana, que partie-ron desde Armilla (Granada), realizando un viaje de dos horas para llegar un poquito más tarde de las 6 de la mañana a Cartagena. Rea-lizaron una sola pasada, de sur a norte, des-cargando bombas de 250 kg sobre el mue-lle, pero el reguero se introdujo también en el centro de la ciudad. En total fallecieron 22 personas, pero entre las vecinas no tuvo un fuerte impacto como ocurrirá unas semanas después, de hecho, tras el paso de los avio-nes, la ciudad salió a las calles a recorrer el centro, para comprobar, más con curiosidad que con miedo, los daños generados por di-cho ataque. Aún así, 49 derechistas fueron fusilados en el cementerio como respuesta al bombardeo.

El 20 de octubre, sobre las 3:30 de la madru-gada, tres Junkers con tripulación española, lanzaron casi una veintena de bombas con el objetivo principal de atacar la estación de tren. Realizaron una sola pasada, aunque uno de los aviones al terminar se desvió para lan-zar sobre Totana la carga que le había sobra-do. Este bombardeo, por las horas y por su rapidez, pasó aun más desapercibido entre el grueso de la población.

A la semana, el 27 de octubre, ya que la ciudad mantenía su ritmo, y en el puerto no paraban las ideas y venidas, los fascistas deciden reali-zar un ataque de mayor envergadura, contan-do con tres Savoia 5.81 de la aviación italiana y cinco Junkers. El objetivo era de nuevo el puerto, al que se sumaron los talleres de la

Base Aeronaval de Los Alcázares. Pasadas las nueve de la noche, llegaron a Cartagena, cau-sando escasos destrozos. Por ello, esta opera-ción fue ampliamente cuestionada dentro del mando fascista y, de hecho, no fue ni nom-brada en el parte nacional.

Así que llegamos al mes de noviembre, y los diferentes ataques no han conseguido para-lizar la actividad portuaria ni el ritmo de tra-bajo en los talleres. Dicho fracaso junto a la constitución reciente de la Legión Cóndor alemana, provoca que se tome la decisión de realizar un bombardeo más organizado y de mayor contundencia. El día 23 de noviembre, una escuadrilla de reconocimiento realiza fo-tografías del puerto, el Arsenal, las baterías antiaéreas, etc., ofreciendo una información crucial para organizar el ataque.

Se realizó un cambio en la estrategia, no se iba a realizar una pasada, sino un ataque con-tinuado que contara con varios escuadrones que hicieran acto de presencia de forma es-calonada. El bombardeo que comenzó casi a las cinco y media de la tarde, y que duró cua-tro horas (de ahí que se le conozca como “el bombardeo de las cuatro horas”), causó im-portantes destrozos dispersos por toda la ciu-dad. Las primeras oleadas causaron muchos muertos y heridos en los alrededores de la estación de tren y el muelle, pero no fueron los únicos lugares atacados. El impactó moral y anímico en la población fue tal que un nú-

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mero considerable de familias abandonaron la ciudad, quedándose el centro casi desha-bitado hasta el final de la guerra, concentrán-dose la población en los pueblos del campo de Cartagena y en los barrios periféricos de la ciudad. Imaginad pasar cuatro horas ence-rradas en una cueva que servía como refugio, sin parar de escuchar las explosiones de las bombas así como los disparos de las baterías antiaéreas. La guerra se convirtió en una rea-lidad demasiado palpable para las cartagene-ras y cartageneros. Pero el día no acabó ahí. La noche fue larga. Durante horas, cientos de personas se dedicaron a apagar incendios, re-tirar escombros, llevar a los heridos al hospi-tal, buscar a los suyos, etc.

Durante los próximos meses, los bombardeos continuaron. En total, dichas acciones de las fuerzas fascistas asesinaron a más de 200 per-sonas en la ciudad, tras arrojar más de 1.800

bombas, la mayoría de ellas de 250 kg, dando a Cartagena el trágico honor de ser la ciudad en recibir más bombas por metro cuadrado durante los tres años de guerra. Estas acciones no causaron más víctimas y destrozos gracias a que la ciudad contaba con un amplio sis-tema de defensas. Las baterías antiaéreas no descansaron durante cada bombardeo, impi-diendo a los aviones realizar vuelos rasantes, obligándoles a actuar a una altura considera-ble, a unos 1.500 metros. Además, desde un primer momento, se impulsó la construcción de refugios en diferentes lugares de la ciu-dad, capaces de albergar a miles de personas entre todos ellos.

También es necesario comentar como el Ge-

neral Gonzalo Queipo de Llano anticipó el bombardeo del 25 de noviembre en Radio Se-villa. En su miserable aparición dijo que que-ría “regalar al pueblo de Cartagena, peladillas por su santo”, pues el 25 es San Gonzalo, se-guido de un “cartageneros os acordaréis de mi nombre, será tan duro el castigo que aca-baréis corriendo como conejos hacia vues-tras madrigueras”. Este despreciable ser, fue el encargado de dirigir el golpe militar en Se-villa, desatando una brutal represión que, en apenas seis meses, acabó con la vida de más de tres mil vecinas de la ciudad. La tumba del general aun se encuentran en la Basílica de la Macarena. Cuando estoy escribiendo estas palabras, se encuentra abierto el debate so-bre la retirada de sus restos, impulsado por el debate también abierto sobre el Valle de los Caídos. Es imperdonable, que transcurridos casi 40 años desde la muerte de Franco, se siga rindiendo homenaje a este criminal san-

guinario mientras tantos hombre y mujeres que lucharon por construir ese “nuevo mun-do que llevaban en sus corazones”, asesina-dos por las órdenes directas de Queipo, no hayan contado aun con el respeto y la digni-dad que se merecen.

Otro dato relevante, es que un hijo del dicta-dor italiano Benito Mussolini, participó en los bombardeos de octubre, realizando un total de 25 horas de vuelo. Pero se decidió que vol-viera a Italia por el elevado riesgo de dichas misiones.

En una ruta guiada por la Casa de Campo ma-drileña organizada por el grupo “Nuestra Me-moria, Nuestra Lucha”, dentro de las activida-

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des del Encuentro del Libro Anarquista, donde nos hablaron principalmente de la resistencia del pueblo de Madrid, comentaron que du-rante la Guerra Civil, por primera vez en la his-toria de la humanidad, se bombardearon con aviones núcleos urbanos de forma indiscrimi-nada. Esta práctica que desgraciadamente es hoy habitual en cualquier conflicto bélico, fue idea del mando fascista español, con la cola-boración y empuje de alemanes e italianos. En Cartagena, no solo se bombardearon ob-jetivos militares, de forma intencionada, con el objetivo de quebrar el ánimo e impulso de la ciudad, se realizaron ataques sobre todas sus calles. El fascismo sólo pretendía sem-brar destrucción, miedo y muerte. Y resulta paradójico que las democracias occidentales hayan recogido el testigo, y 80 años después, nos levantemos casi todas las mañanas con hechos idénticos en Palestina, Yemen, Siria o en algún otro país.

Y por ello, nos seguimos preguntando, como en su día se preguntó la banda de punk Dis-charge, ¿por qué?

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Antonio García Fuentes fue el primer carta-genero que murió luchando en la Guerra Ci-vil. Este joven militante de la CNT, ingresó de forma voluntaria en la milicia popular organi-zada en Cartagena que partió hacia Albace-te. El 18 de julio, miembros del Ejército y la Guardia Civil secundaron la sublevación fas-cista en esta provincia, pero pueblos como Hellín y Almansa, presentaron cierta oposi-ción al levantamiento militar. Con la ayuda de las columnas procedentes de Alicante, Murcia y Cartagena, Albacete fue recupera-da, volviendo a estar bajo control del gobier-no republicano. Precisamente, en Hellín, fue asesinado Antonio, y al día siguiente, el día 24 de julio, tuvo lugar su entierro en Cartage-na. El comercio local cerró, la industria paró, y según un periódico de la época: “La salida del cadáver fue un acto imponente, difícil de

poder definir, por el público congregado, tan numeroso que se puede decir que estaba allí Cartagena entera, y con los puños en alto, fue recibido el cadáver, dándose varios vivas que fueron contestados unánimemente”. El ataúd fue cubierto con la bandera rojinegra, y sus compañeros de la CNT llevaron a hombros el féretro, acompañados del resto de organiza-ciones antifascistas (las Juventudes Comunis-tas, las Socialistas, Unión Republicana, etc.). La comitiva partió del Hospital, recorriendo las calles de la Caridad, Duque, Joaquín Cos-ta, San Francisco, Honda y Mayor, hasta llegar al Ayuntamiento.

“El desfile duró varias horas y al terminar un compañero de la CNT habló por el micrófono dando las órdenes oportunas para la disgre-gación de la comitiva y dedicó un pequeño

antonio

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recuerdo a la víctima del fascismo, que en su locura ha querido llevar a España a una heca-tombe para aplastar a los proletarios, hacién-dose dueños de las riendas del poder, lo que no ha conseguido por haber frente a ellos un pueblo consciente que ha sabido dar una lec-ción a esos facinerosos”.

Al día siguiente, con la ciudad aun conmocio-nada por lo vivido durante la jornada ante-rior, diferentes grupos asaltaron varias igle-sias. Imágenes y objetos fueron destrozados, y alguna de ellas, requisadas para utilizar su espacio o su material con otros fines, como, por ejemplo, algunos retablos que sirvieron de leña para las calderas de la Casa de la Mi-sericordia. Aunque no hay muchos testimo-nios de lo ocurrido, en la revista Cartagena Histórica hacen referencia a que hasta un to-tal de 40 iglesias sufrieron algún tipo de des-perfecto, en mayor o menor medida.

Uno de los artículos que he encontrado, de una fuente católica, habla de la “pérdida de la mayor parte del patrimonio religioso de Cartagena”, una afirmación exagerada que no tiene en cuenta que durante otras etapas históricas de la ciudad, también se produjo una importante pérdida de dicho patrimonio, como durante la revolución cantonal, por los masivos bombardeos del ejército de Madrid, o por las sucesivas desamortizaciones del si-glo XIX. Por lo tanto, la escasez de referencias artísticas religiosas de épocas pasadas en la ciudad es consecuencia de este conjunto de sucesos históricos, y no de solo uno de ellos.

Una de las iglesias que se salvó del asalto fue la de la Caridad, la patrona de la ciudad. Cuen-ta un cronista de la época que un grupo de prostitutas del barrio del Molinete formaron una barrera alrededor del edificio. También intervino en la puerta de la iglesia, un conoci-do y respetado militante de la UGT, quien ha-bía sido alcalde de la ciudad. A pesar de vivir-se ciertos momentos de tensión, las personas

que conformaban el grupo que se disponía al asalto, fueron poco a poco abandonando la idea de entrar en la Caridad. Aun así, para evitar futuras tentaciones, las autoridades lo-cales colocaron un cartel en la puerta que re-zaba lo siguiente: “Pueblo: Este convento ha sido desalojado y sus llaves entregadas a tu Ayuntamiento. Respétalo porque es tuyo”.

La inadversión hacia la Iglesia católica se de-bía a su más que evidente vínculo con las fuerzas derechistas que conforman el bando responsable del golpe de Estado. Cuando tan sólo habían pasado unos pocos días desde el inicio del conflicto, con enfrentamientos ar-mados por todo el país, y tras la celebración del entierro del primer vecino asesinado en el frente, es fácil imaginar la palpable situación de tensión y rabia que se respiraría. Pero los choques con la Iglesia venían de antes, ese mismo año, en 1936, antes de comenzar la guerra, las autoridades municipales decidie-ron cancelar las procesiones de Semana San-ta para evitar males mayores. Pero, durante el Jueves Santo, se celebró una manifestación que realizando el mismo recorrido de los pa-sos, llenó las calles de banderas rojas. Algunos vecinos lo interpretaron como una provoca-ción, por lo que se produjeron enfrentamien-tos que terminaron con decenas de personas heridas y detenidas.

Para terminar, remarcar que lo importante de esta breve columna, era recordar a Antonio y a todos los jóvenes, de Cartagena o de cual-quier otro lugar, que dieron su vida comba-tiendo al fascismo.

Porque fueron, somos. Porque somos, serán.

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MURRIA#1 OCTUBRE 2018