Nochebuena, la víspera de Navidad24 de diciembre de 2015

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Lecturas: Isaías 9:2-7; Salmo 96; Tito 2:11-14; Lucas 2:1-14 (15-20).

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Con la celebración del nacimiento de Jesús concluye el tiempo de Adviento. Para nosotros, como cristianos, la celebración del nacimiento de Jesús es algo más que un

simple aniversario o un nuevo cumpleaños de Jesús.cc: R. Fernandez - https://www.flickr.com/photos/53187523@N03

Dejando a un lado todo el aparato consumista que se ha montado en torno a la Navidad, nosotros nos

dejamos invadir de esa alegría inmensa que nos produce el hecho de saber que el Dios

Todopoderoso y eterno, ha venido hasta nosotros en forma de un débil niño.

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El salmo 96 nos invita al gozo y la alabanza al constatar las obras grandes del Señor. Eso es lo que hacemos en esta Nochebuena, alabar y bendecir al

Señor por sus obras; pero por encima de todo alabarlo y darle gracias porque a pesar de su

infinita grandeza ha decidido venir hasta nosotros, hacerse uno de nosotros y compartir nuestras

alegrías y tristezas, nuestros sueños y esperanzas.

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Ese es el gran sentido de la celebración de la víspera de Navidad.

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Como nos dice el pasaje del libro de Isaías, el profeta invita a la alegría por dos motivos especialmente: porque “el pueblo

que caminaba a oscuras vio un luz intensa”, y el segundo motivo es porque “un niño nos ha nacido”.

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Por una parte, Isaías invita a vivir esa alegría y regocijo en actitud de agradecimiento a Dios porque la

opresión que pesaba sobre su pueblo se ha retirado.cc: oddharmonic - https://www.flickr.com/photos/42528087@N00

El trasfondo histórico de este pasaje es la devastación y muerte que produjo en la región el imperio Asirio quien

derramó mucha sangre y produjo gran dolor a los israelitas del Norte del país.

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En medio de todo, el profeta invita a mantener viva la fe y a confiar siempre en el poder inigualable de Dios, único

que puede doblegar a los más poderosos del mundo.cc: Dani_vr - https://www.flickr.com/photos/32524114@N07

El otro motivo de alegría se refiere al nacimiento de un niño; al parecer, se trata de un descendiente real

que acaba de nacer. Era normal que cuando se producía el nacimiento del descendiente, hubiera alegría y se renovaran las esperanzas del pueblo.

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Desde la época del rey David, el pueblo siempre alimentó la esperanza de un rey a la medida de sus

expectativas y necesidades; sin embargo, ningún descendiente del legendario David dio la talla; por

eso, siempre se mantuvo la esperanza en que algún día, Dios enviaría un Mesías que sí fuera capaz de

realizar el papel auténticamente liberador.

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Ya en la época del Nuevo Testamento, las comunidades cristianas primitivas muy pronto

encontraron el cumplimiento de estas profecías en Jesús de Nazaret. Ese niño que anunciaba Isaías fue para los primeros cristianos Jesús, el hijo de José y

María que hoy recordamos en el pesebre.

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Llenos de gozo contemplamos pues al niño de Belén.

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En este niño se cumplen todas las profecías, ahí está en el silencio y la humildad del pesebre la realización de todas las promesas divinas; no

importa cuanta oscuridad, cuanta soledad, cuantas tristezas y angustias ha experimentado la

humanidad y cada uno de nosotros; ese llanto y esa desnudez de este Niño nos están diciendo que no

estamos solos; que la vida no es dolor ni llanto, que la vida, nuestra vida, tiene un sentido porque Dios en su amor infinito ha venido a hacerse uno con nosotros, a llenar de sentido nuestra existencia.

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El evangelista Lucas es quien nos cuenta con más detalle el nacimiento de Jesús.

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Lucas menciona una circunstancia muy particular que rodeó este nacimiento: María y José que habitaban el pequeño y escondido caserío de

Nazaret en Galilea, tuvieron que desplazarse hasta Belén, muy cerca de Jerusalén, para registrarse en

un censo que había decretado el emperador romano.

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La ley era que cada judío tenía que ir hasta su lugar de origen a censarse; y como José no era de Galilea, sino de Belén de Judá, por eso tuvo que hacer este viaje.

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Estando entonces en esta penosa diligencia, se le cumplió el tiempo a María y tuvo que dar a luz allí en

Belén, lejos de su casa, entre gente desconocida.

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Y nos dice Lucas que como no hubo sitio para María y José en la posada, tuvo que

alumbrar en una pesebrera.cc: jacilluch - https://www.flickr.com/photos/70626035@N00

Fue lo más íntimo que pudieron encontrar María y su esposo, el lugar donde habitualmente pasaban

la noche los animales de trabajo.cc: Ministerio de Agricultura - Chile - https://www.flickr.com/photos/75895912@N06

No se trata simplemente de un relato pintoresco. El evangelista quiere subrayar

aquí tres cosas muy importantes:cc: victor_nuno - https://www.flickr.com/photos/24463988@N00

La primera tiene que ver con el origen histórico de Jesús, el Mesías: aun tratándose del esperado de

los tiempos, no cae del cielo, ni viene entre ángeles y nubes; su nacimiento tuvo lugar en un momento

preciso: en los días del censo impuesto por la autoridad romana;

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La segunda tiene que ver con la localidad o la ciudad donde nace el Mesías: en Belén, ciudad de David; de este modo, Lucas conecta el nacimiento de Jesús con las expectativas mesiánicas según las cuales, el mesías tenía que ser un descendiente de

David y, aparte de eso, tenía que nacer allí en la ciudad de David.

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Sin embargo, para nosotros, el tercer elemento que subraya Lucas es el más importante de todos ya que se

trata del sentido teológico que el evangelista quiere darle a su relato.

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Prestemos mucha atención. Se trata del lugar exacto del nacimiento; nos dice san

Lucas que éste se realizó en una pesebrera.

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Como quien dice, al Mesías, al enviado de Dios Padre, su propio Hijo, no le ha tocado nacer, como a la gran mayoría de criaturas, en la intimidad de un

hogar -por aquel tiempo cuando no había clínicas ni hospitales, los niños nacían en la casa y la madre

era asistida por una partera.

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Para María y José “no hubo lugar en la posada de Belén”, nos dice san Lucas. Había mucha

gente aquel día en la ciudad a causa del censo.cc: clurr - https://www.flickr.com/photos/68474627@N00

Este detalle lo utiliza el evangelista para hacer entender a los cristianos y cristianas de su comunidad -y a nosotros hoy-

que no podemos quedarnos contemplando sólo la dimensión gloriosa de Jesús, el Cristo.

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Es importante recordar la sencillez, la humildad y el despojo de toda vanagloria que rodearon el origen humano de nuestro Señor.

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Pensemos hoy con toda sinceridad si hay o no, lugar en nuestro corazón para el Hijo de Dios; qué situaciones, qué intereses, qué obstáculos ponemos para no abrir la posada

de nuestra vida a Jesús.cc: Emmanuel Frezzotti - https://www.flickr.com/photos/22094769@N04

No le cerremos la puerta, no dejemos pasar la oportunidad de dejarlo entrar en cada uno de

nosotros para que él nos transforme, para que él nos reconstruya, para que él vuelva a hacer de cada uno de nosotros seres nuevos, más humanos, más

como lo que somos: hijos e hijas de Dios.

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Que las luces, la música y el consumismo de la Navidad no sean más un motivo para cerrar la puerta a Jesús,

enviado por el Padre por medio del Espíritu.cc: Jorge Dalmau & Pablo Dalmau Photography - https://www.flickr.com/photos/56458464@N03