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Nometodologia Payanesa Libre

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  • ndice

    Editorial Revista Chilena de Antropologa .......................................... 7

    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada ......... 9Alejandro Haber, con comentarios de Henry Tantalean, Dante Angelo y Francisco Gil Garca

    La Recreacin de la Identidad tnica en la Protesta Mapuche:Un Punto de Partida para el Uso de la Teora de SistemasSociales en la Poltica de la Identidad .................................................51

    Salvador Millaleo

    Cantar en la Parva: Autoridades Rituales en el Mingacode Trilla en Chile Central ................................................................. 81

    Antonio Tobn

    Caminos que Cruzan la Cordillera: El Rol del Paso del Maipoen la Ocupacin de la Cordillera en Chile Central. ..........................101

    Luis Cornejo y Lorena Sanhueza

    Metalurgia en San Pedro de Atacama Durante el Perodo Medio:Nuevos Datos, Nuevas Preguntas ................................................... 123

    Diego Salazar, Valentina Figueroa, Diego Morata, Benot Mille,Germn Manrquez y Ariadna Cifuentes

    Armando el Rompecabezas de San Pedro de Atacama:El Sitio Coyo Oriental y la Cuestin de los Sectores del PadreLe Paige Desde la Antropologa Biolgica ........................................149

    Jos Cocilovo, Hctor Valenzuela y Agustn Llagostera

  • Revista de Antropologa N 23, 1er Semestre, 2011: 9-49

    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    Popayan No-Methodology: Notes on Undisciplined Methodology

    Alejandro Haberi

    Para mi amigo Cristbal Gnecco Valencia y su ciudad de inquietante blancura.

    Lo mejor: no empezar, arrimarse por donde se pueda. Ninguna cronologa, baraja tan mez-clada que no vale la pena. Cuando haya fechas al pie, las pondr. O no. Lugares, nombres. O no. De todas maneras vos tambin decidirs lo que te d la gana. La vida: hacer dedo, auto-stop, hitchhiking: se da o no se da, igual los libros que las carreteras. Ah viene uno. Nos lleva, nos deja plantados?, Julio Cortzar, Discurso del no mtodo, mtodo del no discurso, y as vamos

    Resumen

    Si nos preguntsemos por la posibilidad de una investigacin decolonial, habra que pensar en la aptitud de la metodologa de investigacin para tal propsito, y si en todo caso la razn decolonial no habra de ocuparse de decolonizar la metodologa. En este trabajo me propongo aportar a la re-l exin metodolgica en clave decolonial, que encuentro seriamente vacante. Partiendo de la idea de la inmediatez vestigial perdida en la investigacin moderna, y ligndola con la cisura y la ruptura operadas por la razn moderna colonial, propongo un marco nometodolgico que desplaza la investi-gacin desde la objetualizacin hacia la situacionalidad. La nometodologa adopta la forma de una arqueologa indisciplinada, una conversacin ampliada en la inmediatez de espaciotiempos discon-tinuados en la colonialidad. Centrando la tctica en la conversacin, la relaciono con la situacin de investigacin, la escritura, y la mudanza postoccidental de su domicilio hacia el pas de los brbaros.

    Palabras clave: Metodologa, Indisciplina, Investigacin, Decolonial.

    Abstract

    Wondering about the possibilities for decolonial research, we come to think on the aptitude of re-search methodology for such a task. Moreover, the need for decolonizing methodology itself comes to the fore. In this text I aim adding to the methodological rel ection within a decolonial turn, which I i nd seriously scarce. Departing from the idea of the former vestigial immediacy afterwards lost within modern research and linking it with both the caesura and rupture operated by modern colonial reason, I provide a no-methodological framework that displaces research from objectii -cation towards situatedness. No-methodology adopts the form of an undisciplined archaeology, an amplii ed conversation on the immediacy of timespaces already discontinued within coloniality. Centering tactics in conversation, I relate this with the research situation, writing and the move of home address towards the country of the barbarians.

    Key words: Methodology, Undiscipline, Investigation, Decolonial.

    i Escuela de Arqueologa, Universidad Nacional de Catamarca y Consejo Nacional de Investigaciones Cient-i cas y Tcnicas. Salas Martnez 464, K4703BKJ San Fernando del Valle, Catamarca, Argentina. Correo-e: [email protected].

    Recibido: octubre 2010. Aceptado: junio 2011.

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    Alejandro Haber

    Vestigios de investigacin

    El vocablo investigacin proviene de la voz latina investigat o, que se entiende como la accin y efecto de investigar. Dejndome ms cerca de mi punto de partida de lo que hubiera imaginado, la etimologa de esta palabra in vestigium me lleva a un trmino que, como arquelogo, me es caro. El sustantivo vestigium alude a la planta del pie. Pero, tambin, o como extensin de ello, signii ca la huella que esta deja. As, facere vestigium in loco es poner el pie en un lugar. Interesa que vestigium signii que al mismo tiem-po la planta y la huella que esta deja. La causa y el efecto se funden en un mismo concepto, es decir, no es que la huella signii que la planta, sino que ambas son el mismo trmino. Como es de suponer, examinar el vestigium es tanto hacerlo con las huellas como con las pisadas que las dejaron. Per ves-tigia alicuius ire es, de all, seguir las huellas de uno. Y seguir las huellas no me permite simplemente conocer las pisadas sino, principalmente, advertir la direccin de aqul que ha transitado por este lugar. Pero el seguir las hue-llas de uno es algo que slo puedo hacerlo corporalmente, dejndome llevar por aquel que, no estando en el mismo espacio-tiempo, recorri y dej las huellas. No puedo anticipar mi recorrido, slo puedo proponerme seguirlo. Es ms, habr de seguirlo ms ajustadamente cuanto menos me proponga caminar en una direccin i jada de antemano. No puedo siquiera anticipar que llegar a algn destino en particular, slo puedo saber que intentar seguir las huellas, hacia donde me lleven, incluso si a ningn lado.

    No sorprende, en este sentido, que in vestigio signii que en el mismo sitio, y tampoco que la inmediatez se designe como e vestigio. Es, pues, sta la nota del vestigio, condensa en el mismo sitio, inmediatamente, el signo y su signii cado. O, mejor, el vestigio dice que la planta del pie es una misma e indisoluble cosa con la huella que esta deja en el suelo; positivo y negativo son inmediatos; no hay vestigium planta sin vestigium huella y viceversa. La huella, el negativo de la planta, no la representa en un sentido lingstico, sino que la planta, el pie, quien camina, acecha en la huella, as como las huellas acechan el caminar. Quien, caminando, deja huellas, nos gua cuan-do las seguimos, agencindonos mediante su desdoblamiento en su negati-vo. An ms relevante para la investigacin, las huellas que aqu estn y que voy siguiendo una tras otra, me colocan a m mismo en la inmediatez con ellas y con su inmediato caminante, aquel en otro espacio-tiempo. La inves-tigacin clsica nos indica algo sorprendente: nos desplazamos nos dejamos desplazar por la inmediatez de lo que se nos presenta y lo que se niega.

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    Entre los romanos, as como el vestigator era el investigador o espa, investigare era seguir la pista o las huellas y, tambin, escudriar. Investigar es seguir las huellas, lo que viene a ser lo mismo que seguir la pisada que las deja, los pies y el cuerpo del que hacen parte, seguir a aquel que no est aqu, en el mismo espacio-tiempo, y que nos agencia en su no-estar-aqu. La inves-tigacin no es tan slo conocer el mundo, sino ser agenciado por este, por la inmediatez de las cosas que estn aqu y las que no-estn, los positivos y los negativos, las presencias y las ausencias. Investigacin parece decirnos que conocer es algo que nos acontece en el cuerpo cuando nos relacionamos con las cosas y con su espectro. El vestigio parece decirnos que hay inmediatez entre lo que se nos presenta mediado por una ruptura de tiempo-espacio, y la investigacin, es decir, seguir las relaciones evestigiales es seguir la pista de inmediatez que hay en lo mediatizado.

    Segn parece, los brbaros se cargaron con el imperio de los romanos y su derecho, y no les dejaron ms tiempo para que acabaran de inventarse asimismo la investigacin cienti ca. Para ello, admitamos, hubo que esperar a que llegaran los modernos. La inmediatez del vestigio, la complicidad entre espacio-tiempos que se presentan en discontinuidad, el compromiso corpo-ral de la investigacin que debe desplazarse hacia donde lo llevan las huellas, el conocimiento como apertura al agenciamiento por la espectralidad de las cosas, en i n, aquellas que parecieran las notas caractersticas de la investigat olatina, han sido abandonadas por la investigacin moderna colonial. En esta se abre una separacin esencial diramos cartesiana entre causa y efecto, cuerpo y alma, presente y pasado, teora y prctica, dato e interpretacin, investigador e investigado. La investigacin moderna colonial supone una ruptura entre espacio-tiempos, un abismo corporalmente infranqueable, que al mismo tiempo dei ne el lugar de la investigacin: atravesar la ruptura mediante el conocimiento metodolgicamente administrado. En la discipli-nada investigacin moderna el vestigio es consecuencia de un proceso que lo causa, analizando la consecuencia remanente se conoce la causa. Tal el mdico que, tras la pista que el sntoma le ofrece, interpreta la enfermedad que lo causa; cual el arquelogo que, mediante las cosas-como-restos, inter-preta el mundo-del-cual-restan. El vestigio dei nitivamente particionado, es ahora signo y signii cado. El investigador interpreta los datos, los indicios, las huellas que lo llevan a conocer el mundo desconocido. El mundo parece necesitar, junto al general, un hermeneuta.

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    Alejandro Haber

    El problema es un problema

    La investigacin disciplinada comienza cuando aparece la certeza de que hay un problema, e inmediatamente el problema hace sntoma. Una investigacin no es tal si no se topa con un sntoma a interpretar. En cuanto tengo un problema sintomtico, este me describe un trayecto por recorrer, un camino que he de caminar, con mayor o menor dii cultad, siguiendo una a una las huellas que nos conduzcan al sentido del sntoma, a la resolucin del problema. Toda investigacin disciplinada comienza con un problema, precisamente porque es el problema el que promete que exista una investi-gacin, as como la huella promete que haya un rastreo hacia un objetivo previsible.

    Necesitamos la promesa de la investigacin para ser investigadores. Necesitamos, en consecuencia, al sntoma, al problema, para ser lo que queremos ser: investigadores. Pues no es sino cuando estamos frente a una investigacin que somos investigadores. Enunciamos el problema de investi-gacin como un problema del mundo real que nos llama, que nos necesita, cuando somos nosotros quienes en realidad lo necesitamos. Es nuestro prin-cipal inters que haya un problema que nos cree a nosotros como investiga-dores, que nos describa el territorio por donde habremos de caminar hacia la meta. El problema de investigacin es, pues, nuestra coartada: nos ofrece la posibilidad de decir que el mundo nos necesita, nos da el sentido de nuestro estar en el mundo conociendo sentidos, investigndolo, escudrindolo. Por eso es que lo enunciamos como si el problema fuese independiente de noso-tros, como si estuviese all, y nosotros aqu (o en ningn lado, que viene a ser lo mismo en este momento), y como si fuese la enunciacin (nuestra) del problema la que nos habilitase a recorrer la investigacin y, por consecuen-cia, la que nos diese a nosotros el triunfal motivo por el que recorrerla. Al i n y al cabo somos lo que queramos ser: unos circunstantes y casuales (pero consecuentes y efectivos) investigadores.

    As las cosas, el problema es nuestro problema. Es decir, si no pro-blematizamos nuestra relacin con el problema, si simplemente omitimos pensarnos en relacin con el problema y develar la invitacin que nos ofrece a constituirse en nuestra coartada, habremos concedido dejarnos llevar por el lugar que nos tiene reservado la institucionalidad de la ciencia, los roles, objetivos, misiones, y lenguajes; habremos renunciado a hacer otra cosa que reproducir esa institucionalidad, es decir, gozar de nuestro lugar en ella.

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    Conocimiento e inters

    No es azaroso hablar de gozo en este contexto, pues existe un enorme caudal de goce al hallar un lugar que el mundo le tiene reservado a uno. Ga-namos un sueldo como investigadores (o una beca como doctorandos), y la supervivencia es un factor nada desdeable en el mundo de los que vivimos de nuestro pensamiento; es decir, que la comida que nos entra por la boca, la casa en la que vivimos, la ropa que vestimos, y el colegio al que enviamos a nuestros hijos, no son meras casualidades para quienes encontramos en el pensamiento, el habla y la escritura la manera de justii car nuestro lugar en la lucha por la supervivencia. Pero no se agota all el sentido de la coartada. Hay tambin un goce en la i guracin social, pues es el pensamiento ms fuerte el que atrae la atencin de los dems, colegas, alumnos, admiradores. Y an ms. El goce de saberse sabido como alguien que tiene al i n y al cabo un lugar en el tejido social, le pagan por ello, y as es considerado por sus congneres, es al i n el puro goce de saberse dentro del mercado (al menos dentro del mercado laboral), que es el metro con el que el capitalismo mide el sentido de las vidas que se consumen en su sostenimiento (Habermas 1982). Ser alguien parece depender de la capacidad de toparnos con un pro-blema, un objeto de investigacin.

    Perversa sospecha, trabajosa esperanza

    Esta ltima digresin, pues parece haberse ido por las ramas y dejado el hilo del discurso, pretende llamar la atencin hacia el inters puro, carnal, material, egosta, que nos llama a hallar un problema de investigacin, y que nos alivia cuando se nos reconoce que lo tenemos ya atrapado. Y al mismo tiempo, es ese inters social el que nos dii culta la tarea de problematizar nuestra relacin con el problema. El conocimiento se disciplina al mismo tiempo que los conocedores encuentran lugar en el mundo como tales. Pero existen varios motivos por los que ese doble acomodamiento sugiere un mar-co de sospecha. Esa sospecha se encuadra en la pretensin de un conoci-miento que, pudiendo ser acerca de relaciones sociales, nunca est acoplado a las relaciones sociales mismas, nunca es relacin social. Variadas tradiciones intelectuales han abordado esta cuestin, desde Frankfort, el postestructu-ralismo, el feminismo, la teora poscolonial y el programa de modernidad/colonialidad; en i n, distintas teoras, todas ellas altamente inl uyentes, han profundizado ms y ms la crtica, expandindola sobre dimensiones cada vez ms amplias. Incluso son estas y otras tradiciones tericas las que suelen informar nuestros marcos tericos de los proyectos que escribimos. Los mis-

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    Alejandro Haber

    mos proyectos que se esfuerzan en seguir a pie juntillas los protocolos meto-dolgicos que nos representan como investigadores externos a los problemas que acuden a nosotros para su resolucin, distantes de nuestros objetos de conocimiento, a salvo del contacto con el objeto. Qu incomodidad la co-modidad de una ciencia crtica de las incomodidades en el mundo! Cmo no alimentar entonces la sospecha respecto del lugar que se nos ofrece en la i la! Slo si sospechamos de ese lugar habremos de mantener la posibilidad de sospechar radicalmente de la i la, y en general del mundo, una sospecha que es consecuente consigo misma slo si es a costa de nuestro privilegiado lugar.

    No se trata aqu de proferir una crtica moral al egosmo que implica seguir los propios intereses. No es ms egosta luchar por un lugar de pri-vilegio que por un mundo sin privilegios; es por ello que la esperanza no es una cuestin de meros ideales, sino un hueco en la carne de cada uno, cuyo contorno est dibujado por las ausencias que nos habitan desde que nos duele el alma la internacin de lo hegemnico. Creemos en nuestro propio contorno cuando lo vemos moldeado en yeso: nos constituye el negativo de lo que somos, al punto que, moderna/mente nos creemos ya una cosa ya la otra, escindida la relacin evestigial de inmediatez, la ruptura violenta en la que se fundan la mente moderna y el mundo colonial.

    El privilegio de un conocimiento que se sabe sui ciente en s mismo para atribuir valores al mundo, as como las distintas tecnologas de subjeti-vacin pedaggica, jurdica e institucional del orden de privilegio que desde antes de nacidos ya actuaron en cada uno, son sui ciente marco de sospecha sobre el mundo, nuestro lugar y los lugares del conocimiento y de la ciencia. Pero si, en un esfuerzo de distraccin, nos arreglamos para mantenernos a salvo de la sospecha, an nos resta hacernos cargo de la ciencia social que, ya disciplinada por la modernidad colonial, se ha tornado, en los contex-tos posmodernos poscoloniales, en tecnologa de intervencin ei caz en la expansin de la frontera colonial. La ciencia disciplinaria que disciplina al mundo y a los conocedores del mundo bajo la coartada del conocimiento, que trueca la violencia colonial en ruptura metafsica alojando la diferencia en el mtodo, y volvindola as imperceptible al mismo tiempo que ineludi-ble (Haber 1999), se vuelve ella misma ciencia post-disciplinaria que dispone sus recursos epistmicos para la expansin mercantil (Haber 2010).

    Tampoco se dirimen los intereses al tener buenas intenciones para con los dems, lo que acaba por dejar las cosas en el plano de lo moral o lo polticamente correcto. No se trata tanto de habitar lo correcto sino lo

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    perverso, pues no deja de ser una perversin el disfrutar de la suspensin del gozo de sabernos en el camino del triunfo. No deja de ser perverso conectar-nos, anormalmente, con el dolor que nos inl ige la normalidad hegemnica. Las relaciones antagnicas de hegemona y subalternidad nos constituyen subjetivamente tanto como nos disponen objetivamente en relaciones anta-gnicas. Es por ello que la esperanza es menos una cuestin de ideales que un hueco que se nos forma en la carne, un vaco que no podemos llenar ni subjetivamente ni en nuestras relaciones objetivas; la esperanza es un vaco que nos lleva a transformarnos subjetiva y objetivamente en lo que somos como ser y como mundo. Dos sentidos del inters son particularmente rele-vantes aqu: el inters como ser entre (de la etimologa inter esse), es decir, el vnculo entre los seres, que los comunica y coagula (Espsito 2007); el inters como lo que hiere (como en La bala ingres en el trax interesndole varios rganos vitales).

    La ciencia social, protagonizada por personas con las mejores inten-ciones y provista de las ms poderosas herramientas de anlisis de la realidad social, de todas maneras aporta, muchas ms veces de las que combate, a la reproduccin del orden de desigualdad, injusticia y muerte y es por eso que la razn descolonial (Castro Gmez y Grosfoguel 2007)1 es una actitud que debe traducirse en una aptitud, un hueco que debe querer hacerse mundo.

    La antropologa en el frente de conquista

    La sobreabundancia de capital atrae la creacin de nuevas mercan-cas. Conocimientos tradicionales sobre propiedades de plantas y animales, expansin agroindustrial sobre tierras hasta hace poco marginales, megami-nera de diseminados en reas hasta recientemente descartadas, y narrativas etnogri cas y arqueolgicas acerca de gentes, paisajes y ruinas exticas con-vertidas en bienes tursticos, son slo algunas de las maneras en las cuales la ciencia social, y las ciencias antropolgicas en la lnea de fuego, son recon-vertidas, de empresa en busca de conocimiento, en tecnologa facilitadora de la expansin de nuevos mercados. Antroplogos, en persona o a travs de sus escritos, intervienen decisivamente en la expansin mercantil, ya sea en la creacin de nuevas mercancas, en la intermediacin (brokerage) entre el gran capital y las comunidades locales, habilitando reas patrimoniali-zables para la inversin de capital, justii cando proyectos de intervencin estatal sobre recursos naturales comunitarios que ms temprano que tarde acaban privatizados al capital, bajo la forma de esquemas de conservacin y promocin, o integrando planes de desarrollo comunitario que las ms de

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    Alejandro Haber

    las veces consisten en expansiones mercantiles de escalas reducidas. Sea que queramos hacernos cargo o no del lugar del conocimiento disciplinario en la reproduccin de las representaciones coloniales, no es posible ya pretender ingenuidad respecto del lugar post-disciplinario del conocimiento social y cultural en la presente fase de expansin de la frontera colonial. Movimientos sociales, anti-mineros, campesinos, indgenas, comunidades locales, prota-gonizan la resistencia poniendo el cuerpo y el alma, la cultura y la teora contra los proyectos de muerte y por la crianza de la vida. La ciencia social, lejos de sus ideales de lucha, se encuentra ya posicionada al otro lado del frente de conquista. La ciencia disciplinaria, que buscaba conocimiento, tie-ne i nalmente un lugar en el mercado como ciencia posdisciplinaria. Este manii esto propone indisciplinar la ciencia, y como primera medida radical, indisciplinar la metodologa.

    Investigacin sin objeto

    Slo si desconi amos del mundo, y del lugar que en el mismo se nos ha reservado, habremos de querer problematizar nuestra relacin con el proble-ma. Pero, una vez que desconi amos del mundo y del lugar que en el mismo se nos ha reservado, debemos problematizar nuestra relacin con el problema, pues de otra manera podremos ser instrumentos de nuestro instrumento aun queriendo lo contrario. No se trata aqu de un ejercicio intelectual crtico, sino de obligarnos a reconocernos en el domicilio que nuestra investigacin ha i jado por nosotros y, eventualmente, a mudarlo. Volver sobre domicilios y mudanzas unos prrafos ms abajo. An me restan algunas consecuencias de la problematizacin del problema.

    Como dije, nuestro primer problema es el problema. Y el principal problema del problema es que debamos representarlo como si estuviese all, como si nosotros no tuvisemos nada que ver con el mismo hasta que se nos ocurri investigar, y que entonces no nos afecta sino como conocedores. El principal problema se suscita cuando decimos que hay all, fuera de nosotros, un objeto que merece que lo conozcamos nosotros, que estamos aqu, afuera del objeto. Hemos distorsionado as las cosas, inventando un mundo lejos de nosotros y a nosotros lejos del mundo, y hemos establecido que la relacin entre ese objeto mundo y este sujeto conocedor es una relacin asimtrica de conocimiento: los conocedores conocemos a los objetos, los objetos son co-nocidos por nosotros. Toda relacin social que yo, como ser viviente, tengo ya establecida con esa cosa, con ese mundo, queda as oculta en la distancia epistemolgica que introduce la objetivacin que se enuncia como problema

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    de investigacin. Pues toda objetivacin del mundo es al mismo tiempo una subjetivacin del investigador.

    Que lo contrario sea igualmente vlido en el contexto de formacin de doctores, es decir, que en el proceso de subjetivacin institucionalizada de investigadores sea de fundamental importancia la enunciacin de problemas de investigacin, el que la objetivacin sea particularmente necesaria para los doctorandos, no es mero detalle, sino tanto consecuencia de las determi-naciones de disciplinamiento, como causa de la reproduccin de la episteme moderno-colonial, de la cual los doctos somos agente y i gura. Entonces, discutir la objetivacin es al mismo tiempo discutir la investigacin discipli-naria, es al mismo tiempo discutir el rol institucional del/a investigador/a, es al mismo tiempo discutir el sentido de la institucin academia/ciencia. De lo que se trata, pues, es de transitar una investigacin sin objeto (Colecti-vo Situaciones 2002), es decir, una investigacin indisciplinada que, focali-zndose en los intentos de objetivacin, los deconstruya, los desarticule, los conjure. Somos conscientes que, siguiendo el argumento desde el principio de este texto, una investigacin sin objeto ser, asimismo, una investigacin sin sujeto, es decir, una investigacin sin sujeto investigador, sin que la in-vestigacin est protagonizada por un sujeto que por s mismo se la atribuya. Abandonar la objetivacin investigadora es tambin abandonar la pretensin de subjetivacin investigadora. Ser, entonces, una investigacin sin inves-tigador.

    Indisciplinar la metodologa

    Indisciplinar la investigacin, como primera medida, consiste en indisciplinarla de los supuestos metafsicos que se reproducen en los marcos disciplinarios (Haber 2008; tambin cfr. Walsh et al. 2002). Indisciplinar la metodologa consiste en indisciplinarla de sus supuestos: la relacin de obje-tivacin/subjetivacin, la linealidad temporal de la secuencia de produccin de conocimiento, la distribucin topolgica del conocimiento terico y del mundo, y la autonoma prctica del conocimiento respecto de las relaciones social/vitales.

    Situacin

    Pero llegados a este punto, en el cual todo parece disolverse en una ge-neralizada discusin crtica de cualquier amarre posible, tal vez sea oportuno preguntarse por aquello que queda fuera de la objetivacin. Cules son las

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    Alejandro Haber

    relaciones sociales que mantengo con aquello que he enunciado como obje-to? Con quines he conversado? Cmo llegu all? Qu tuve que entregar de m? Qu ha conmovido de m el mundo que ahora trato como proble-ma? Cmo es que, ya sea en su ai rmacin como en su negacin, ese mundo objetivo y su huella ya me constituyen como vestigio?

    Y no se trata aqu de objetivar al sujeto objetivante, tal como propu-siera P. Bourdieu (1988) como nico antdoto al objetivismo. Pues era esa una estrategia que, aunque vlida como estrategia, agotaba su propio impul-so en s misma: objetivar al objetivismo produca una objetividad superior, es decir, reproduce y refuerza los privilegios sociales y epistmicos a travs de la toma de distancia crtica de los mecanismos de produccin de los privilegios sociales y epistmicos. Pero nosotros no queremos reemplazar unos privile-gios por otros an superiores. Queremos, en cambio, abolirlos a todos. La investigacin indisciplinada hace de un problema de investigacin una si-tuacin, una excusa para pensarnos y revelarnos a nosotros habitando el mundo y objetivando, no para que ese nosotros sea nuestro nuevo objeto, sino para que en todo caso reconozcamos las relaciones en las que somos ya sujetos2. Y nos ayudemos, o nos dejemos ayudar, por esas relaciones, para subjetivarnos desde otros lugares que no sean los que institucionalmente nos llevan a construir nuestro privilegio epistmico. Esos otros lugares son de reconocimiento, de aprendizaje, y de solidaridad.

    Reconocimiento dice al menos tres cosas. Un reconocimiento es una exploracin, una aproximacin. Reconocemos un territorio con el que no estamos familiarizados, tomamos con este un primer contacto, un acerca-miento que nos permite, si no conocerlo del todo, s al menos relacionarnos con ese territorio. El reconocimiento es un conocer que nos revela cun poco conocemos, y nos propone relaciones concretas y a concretar. En segundo lu-gar, un reconocimiento es volver a conocer. Reconocemos aquello y aquellos que ya hemos conocido antes. Al reconocer, identii camos nuestras previas enunciaciones con las que nombramos, reestablecemos relaciones entre las palabras y las cosas, y permitimos que esas relaciones, al borde del olvido, se nos revelen en su arbitrariedad. Finalmente, reconocer es asimismo aceptar que las cosas son distintas a como las creamos. Aceptamos (reconocemos 3) que aquello con lo que nos re-encontramos (reconocemos 2) cuando cremos explorar lo desconocido (reconocemos 1) es distinto a como lo habamos relacionado. El reconocimiento nos descubre en el lugar insoportable de la violencia epistmica. Y en el reconocimiento denunciamos la insoportabili-dad de ese lugar. El reconocimiento es ante todo una actitud de apertura a dejarse habitar por la conversacin, una tctica3 autntica4.

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    El aprendizaje es algo para lo cual poco preparados estamos. Si bien nuestras vidas transcurren en prolongados perodos de aprendizaje en la escuela, el colegio y la universidad, all se nos ensea a ensear. Difcilmente hayamos aprendido a aprender. Aprender a aprender es algo serio y que lleva su esfuerzo y su tiempo. La escuela que nos ensea a aprender es la conversa-cin. Con la actitud de reconocimiento de la conversacin, permitiendo que la conversacin nos interpele (por ello es autntica) y nos toque (de all que sea una tctica), podemos aprender la aptitud del aprendizaje. Aprender es conversar, en el sentido en que aprender es hacer versiones de uno en relacin con otros. La aptitud de la conversacin es, as, una actitud de conversin. Ser-en-la-conversacin no es convertirse en el otro, sino convertirse en la relacin con el otro, en el l ujo de esa conversacin. Esta es la apertura que mide la autenticidad de la tctica, una apertura que slo es visible desde el lugar de la conversacin.

    Me rei ero a la solidaridad ms abajo, baste por ahora decir que se funda en una corriente afectiva y se orienta a la crianza de vida de subjetivi-dades ampliadas.

    Antagonismo

    Ahora bien, puestos en el punto en el cual la problematizacin del pro-blema de la investigacin ha de comenzar por reconocerse en las relaciones sociales que la sitan, se hace necesario introducir la corriente de antagonis-mo en la cual tanto se distribuyen las fuerzas de la sociedad como las dife-rencias epistmicas. El diferencial colonial, que recicla, potencia y reproduce los antagonismos de clase, raza y gnero, nos pone al i lo de la frontera en toda situacin de investigacin. Objetivacin y subjetivacin se dei nen en relacin con esos antagonismos, as como refuerzan y reproducen las rela-ciones antagnicas. Pero los antagonismos tampoco estn all a la distancia, los antagonismos nos constituyen, tal como adelantamos ms arriba, inma-nentemente (Grosso 2010). No se trata de decir simplemente de qu lado de los antagonismos queremos estar, sino de investigar la manera en la cual esos antagonismos nos constituyen, la manera en la cual habitamos a caballo de relaciones antagnicas, en la inmanencia de los antagonismos (Colectivo Situaciones 2002)5. Esa es la fundamental caracterstica de la perspectiva relacional con la cual es necesario comprender la subjetividad colonial, y es la que le da el carcter esquizo a (nuestras) subjetividades y heteroglsico a (nuestros) lenguajes. No es en la identidad con alguna interioridad que se supera la objetivacin, sino en el habitar la diferencia (Grosso 2010)6. Los

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    Alejandro Haber

    antagonismos constituyen lo social de la misma manera en la que la pisada constituye la huella; por ello lo social es siempre tambin evestigial. La vio-lencia colonial opera en el mundo como un bistur en el quirfano. Nominar las partes (objetivacin), seccionar las relaciones (represin) e introducirlas en nuevas redes de relaciones (administracin), son los campos en los que se multiplican las tcnicas de la ciruga colonial. Es por eso que el lenguaje, la subjetividad y el derecho se encuentran en el ncleo del compromiso con la violencia: enuncian, constituyen y normalizan la tierra, la vida, los muertos y la historia.

    Cartografa antagnica

    La cartografa antagnica describe, por un lado, al mundo que la investigacin enfoca, es decir los antagonismos sociales. Pero los antago-nismos no estn all simplemente exhibidos para quien quiera verlos. A la violencia que instaura el antagonismo le corresponde una segunda violencia que oculta la primera violencia y el antagonismo que ella instaura. La vio-lencia constituye (nomina), reprime (niega) y gobierna (legisla), por lo que, lejos de ser simplemente destructiva, crea el mundo colonial. El mundo co-lonial est creado mediante lenguajes impuestos, represiones y negaciones, y normalidades y regulaciones (regmenes de cuidado). Est habitado por lenguajes, subjetividades y derechos, pero asimismo por no-dichos, espectros y anormalidades. Estos no-dichos, espectros y anormalidades, huellas de la violencia, estn en el plano de lo invisible, inaudible e impronunciable; son a las cosas en el mundo lo que la planta a la huella. La violencia que crea el mundo colonial produce relaciones evestigiales que luego niega en una segunda violencia, creando lo real del mundo de acuerdo a cmo el mundo es pensado (por la) moderna/mente, introduciendo una cisura infranquea-ble con el otro lado del vestigio. A todo vestigio le sucede la ruptura que lo transforma en presencia y ausencia, sujeto y objeto, lenguaje y silencio. Cartograi ar los antagonismos sociales es franquear la cisura convocando a los espectros, silencios, y negativos en conversacin con el mundo y su lado interno.

    Por el otro lado, la cartografa antagnica describe las relaciones de objetivacin y subjetivacin que la propia investigacin implica, o sea los antagonismos epistmicos. El mundo colonial no slo es creado por cisura operada mediante nominacin, represin y legislacin, sino que el cono-cimiento del mundo es a su vez codii cado en mecanismos ellos mismos hechos en la cisura.

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    Las disciplinas que conocen el mundo colonial como este quiere ser conocido operan a espaldas de su propia constitucin colonial. Unas teo-ras por otras, aquellos o estos mtodos, dan igual una vez que los estatutos epistemolgicos de las disciplinas esconden en sus marcos epistmicos la consolidacin de la violencia. Insisto: no simplemente los contenidos sino los marcos, aquello por lo cual se entiende que un conocimiento se encuentra en este o aquel campo disciplinario, esto es, los objetos y mtodos ms gene-rales mediante los cuales se dei ne la disciplina y en cuya dei nicin todos estaran de acuerdo de la vecina, una parte del conocimiento del mundo respecto de otra parte, como si tambin el mundo estuviera l mismo seccio-nado en esas partes, consolidan la cisura en los propios marcos objetuales y metodolgicos bsicos. La cisura, ya disciplinada, tie el color de los cristales a travs de los cuales la ciencia observa el mundo, a su vez tiendo el mundo del mismo color que aparece ahora como si fuese el color del mundo, un mundo que no sospecha ya de la ruptura en la que se basa. Objetos y sujetos, cosas y agentes, materias y espritus, pasado y presente, razn y sensibilidad, estn ya en la naturaleza del mundo que es objeto de conocimiento. Aun ms, dado que la ruptura, a pesar de s misma, es continuamente acechada por la relacin evestigial que convoca incesantemente al espectro de las co-sas, la ciencia se vuelve necesaria entonces para reai rmar la sobre-naturaleza de la ruptura. La ruptura epistmica es ruptura metafsica cuando el orden dominante no es ya el ontolgico sino el epistemolgico, cuando las relacio-nes entre seres quedan subsumidas a relaciones de conocimiento, y las cosas son aquello que se conoce, y los seres son los que conocen a las cosas.

    La cartografa antagnica describe las maneras en las cuales se rela-cionan, inmanentemente a la investigacin, ambos tipos de relaciones anta-gnicas, sociales y epistmicas, en la i jacin del domicilio de la investiga-cin. La investigacin i ja su domicilio en la encrucijada entre ambos tipos de relaciones, y es all que la cartografa antagnica nos permite ubicarla.

    Los cientistas sociales parecen mucho mejor preparados para identii -car antagonismos en el mundo objetivo que para identii carse a ellos mismos en relaciones antagnicas desde su lugar de investigadores, es decir, en su lugar de identii cadores de antagonismos en el mundo objetivo. Ya hemos visto de qu maneras el mecanismo de objetivacin apunta a este sentido. Por eso estoy hablando de cartografa: se trata de un mapa de la distribucin antagnica, un mapa que, si sirve de algo, es para re-conocer el domicilio de la investigacin. Dnde mora? Hacia adnde apunta sus armas? Pregun-tas que son tambin otras: de qu (no)material estamos (no)hechos?, cules son las huellas que me constituyen y que me sitan en este domicilio?, de

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    Alejandro Haber

    qu maneras me ha instrumentalizado (disciplinado) mi instrumento (dis-ciplina)?

    En este sentido, tanto podramos hablar de domicilio como de trinche-ra. El carcter planii cado en el marco de una logstica contenciosa que la palabra trinchera ofrece no es tal vez la asociacin ms apropiada a lo que quiero transmitir con domicilio. Este nos dice que en algn lugar vive nues-tra escritura, nuestra investigacin. Siempre vive en algn lugar. Muchas veces ese lugar est estipulado por el disciplinamiento, por las reglas que rigen nuestras relaciones sociales como si fueran relaciones de conocimiento. Ello nos hace ignorar el sitio del propio domicilio. Y el domicilio de nuestra investigacin suele acabar muy lejos del lugar en el que tenemos las ms fuertes y duraderas solidaridades. No es poco comn, sino todo lo contrario, que nos veamos a nosotros mismos, a aquello que somos, con los ojos que la disciplina nos presta, como si fusemos otros. Esos ojos, que en un origen eran ajenos, nos ofrecen el paisaje del mundo al cual acabamos acomodn-donos, pues acerca de ese paisaje habla el lenguaje disciplinario, y ello es lo que se espera que hablemos. Poco a poco aprendemos normalmente en el curso de nuestra formacin disciplinaria en la universidad a incorporar el lenguaje con el cual logramos amansar, domesticar, nuestra solidaridad constituyente, aquietar nuestra inquietud. El proceso de disciplinamiento es una conversin al cabo de la cual somos i eles creyentes en la episteme que la disciplina sostiene como si fuese una descripcin natural del paisaje. Recibi-mos premios y castigos segn nos acercamos o alejamos de la verdadera fe, pero an ms importante es que vamos comenzando a ser sus agentes insti-tucionalmente sancionados. A lo largo del tiempo acabamos estableciendo all nuestra morada. Esa es nuestra casa, all nos sentimos seguros, a salvo de nuestra in-quietud. Podemos mantener nuestras iniciales solidaridades constituyentes, pero estas se separan cada vez ms de la disciplina. La vida cienti ca y/o acadmica se va encapsulando cada vez ms, y cada vez es ms difcil sostenerla en relacin productiva con las vidas poltica, artstica, familiar, religiosa, en i n, con las solidaridades que nos constituyen. La vida acadmica i nalmente tambin nos constituye. Y establece nuestro domicilio por nosotros, sin avisar. Acaso la colonialidad no se trataba de esto?

    Composicin

    Esta tarea cartogri ca antagnica no es una novedad intelectual aca-dmicamente inventada. Es ms bien lo que todo movimiento social hace como primera medida de su lucha epistmica. No se trata de un paso que

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    est justii cado por alguna metodologa de la investigacin que se imparta en cursos propeduticos. Es, en cambio, un aprendizaje que deriva de la elaboracin terica de los movimientos sociales. Y podra decirse que, en todo caso, se trata de un robo que este discurso sobre la metodologa de la investigacin le propina a los movimientos sociales, lo que sera cierto si no se tratase la cartografa antagnica de una tarea que deba asumirse en so-lidaridad y en conversacin con, y no a la distancia de, los movimientos sociales. La cartografa antagnica produce un rpido desplazamiento a lo largo de los antagonismos y una reubicacin o mudanza de los domicilios que a la investigacin les vienen dados por la disciplina. Es este un desplaza-miento o mudanza primeros, mas no ltimos. Las relaciones de solidaridad se establecen en el tiempo, y convocan responsabilidades, compromisos, y sostenimientos, pero sobre todo afectividades trans- o inter-subjetivas. Las relaciones de conversacin tambin se establecen en el tiempo, discurren entre quienes conversan as como estos devienen en ellas. Las conversacio-nes con los sujetos y colectivos populares, movimientos sociales y comunidades locales, en i n, junto a quienes se forman solidaridades duraderas en las que nos reconocemos mutuamente, son la situacin de la investigacin. Y es en esas conversaciones y solidaridades con-posiciones que se construyen las car-tografas antagnicas; estas ofrecen amarres parciales pues siempre se estn construyendo de las relaciones de investigacin.

    Mudanza

    La disciplina nos pone siempre en el lugar hegemnico de las rela-ciones interculturales. Desde ese lugar es posible enunciar al otro slo en el lenguaje de Occidente, es decir, slo es visible el otro a la sombra que Occi-dente (la disciplina) ya le ha proyectado, aunque luego desconozca haberlo hecho de manera de ver en el otro lo que el otro es, es decir, lo que el len-guaje disciplinario ha hecho. Los hechos de la experiencia son, as, artefactos disciplinarios que renuevan una y otra vez las verdades hegemnicas. En la investigacin indisciplinada las relaciones de conocimiento no son indepen-dientes de las relaciones sociales, estn amarradas a ellas, en conversacin y solidaridad. Pero existe una dimensin oscura de las relaciones sociales y de conocimiento que las amarra unas a otras, una dimensin evestigial que queda a espaldas de la disciplina, y hacia la cual el protocolo metodolgico nos previene rigurosamente. La otra cara de la huella, del signo que se aparece como clave epistemolgica, es el vestigio en el cual aquella es planta y huella, interviene en la conversacin aun sin hablar, sin estar aqu sino en un espacio-tiempo otro que nos es vedado por la metodologa disciplinaria.

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    Alejandro Haber

    Conversacin es ya una inmersin nometodolgica en las relaciones de co-nocimiento qua relaciones sociales qua relaciones evestigiales (la negacin inmanentemente constitutiva de la colonialidad). Estas relaciones se mueven en el curso de la conversacin, y as se mueven las relaciones de conoci-miento. Esos movimientos importan mudanzas para quienes estamos invo-lucrados en la conversacin: investigadores, pero tambin colectivos, sujetos populares, movimientos sociales, comunidades locales. La situacin, una vez compuesta, con-mueve, importa su propia mudanza (Colectivo Si-tuaciones 2002)7. No podemos prever los domicilios futuros, ni siquiera los nuestros; es esta la primera diferencia entre la investigacin indisciplinada y la investigacin militante (McGuire 2008, Sheper-Hughes 1995, Colectivo Situaciones 2002)8, aunque no la nica. La investigacin indisciplinada se torna as una empresa abierta a una transformacin profunda, en princi-pio, de quienes la emprenden como cuerpos-investigadores, quienes estn en conversacin. Me rei ero con conversacin a un l ujo de agenciamientos evestigiales intersubjetivos que crea subjetividades en relacin; no se recorta por el intercambio lingstico ni por la humanidad de los interactuantes, sino todo lo contrario, no se est en conversacin en calidad de hablante sino de ser o, mejor, de estarse siendo. Es en este sentido que todo intento de predeterminar el movimiento que uno ha de describir, tarea que normal-mente toma la forma de una metodologa de investigacin, un protocolo metodolgico, es no slo vano sino peligroso. Es vano puesto que si una investigacin realmente ha podido ser prevista de antemano, es porque no vala la pena realizarla. Es peligroso porque impide asumir con honestidad los necesarias mudanzas que conlleva toda conversacin autntica sostenida en el tiempo y, sobre todo, porque previene contra la recuperacin de rela-ciones evestigiales que devuelven las relaciones de conocimiento al tejido de las relaciones sociales.

    As como decamos ms arriba que la objetivacin constituye una coartada, una deformacin sistemtica que torna imposible toda conversa-cin autntica, dir ahora que la metodologa tiende una ei caz trampa a aquel que ha logrado sortear los llamados a la objetivacin. La metodologa disciplinaria es tramposa por varias razones. Una de ellas, no menor, es que es construida retrospectivamente pero propone una propedutica anticipa-damente. Los metodlogos elaboran sus recetas en base a experiencias (pro-pias o ajenas) de investigacin ya pasadas, pero luego proponen secuencias de accin proyectadas al futuro9. El discurrir del tiempo es proyectado al fu-turo en base a lo ledo hacia el pasado, y ninguna mirada retrospectiva puede pretender equivaler a una prospectiva, a menos que supongamos moderna/mente que el tiempo sea una lnea dimensional (Benjamn 1973) (y he

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    aqu el supuesto metafsico que la metodologa nos inocula sin avisarnos). En el transcurso de la investigacin suceden cosas sorprendentes que, si les prestamos atencin, nos llevan a situaciones imprevistas y novedosas. Sobre todo, nos sorprenden las cosas si logramos prestarle conversacin. Tambin, en la investigacin suceden cosas en los mrgenes de nuestra mirada, a las cuales slo podramos prestar atencin si desviamos nuestra atencin hacia lugares distintos de los previstos. De no hacerlo perderamos las pocas o nicas ocasiones de descubrirnos en donde nunca habamos pensado estar. La metodologa disciplinaria, as, propone una secuencia que deja de lado lo ms importante, aquello que no puede ser anticipado en una prospectiva, lo verdaderamente nuevo, transformador. La metodologa nos protege contra ello, nos impide conversar y dejarnos transformar por la conversacin. La metodologa disciplinaria es a la investigacin objetivante lo que la composi-cin de la situacin es a la investigacin conversacional o indisciplinada. Ya he abundado en lo primero, me resta, pues, lo segundo: la composicin de la situacin pone en conversacin el carcter constituido y constituyente de la investigacin.

    Constitucin y justicia

    En qu sentidos digo que la investigacin es constituyente? Pues en los mismos en los cuales digo que la situacin de la investigacin no se re-corta por las relaciones de conocimiento. El dejar a la investigacin recorta-da por los roles y recursos del conocer sera retrotraerla a la determinacin epistemolgica de la cual la he querido sacar. Si insisto en la idea de situacin es precisamente porque entiendo que el conocimiento no es una esfera aut-noma de la vida, sino que se encuentra imbricado y constituido en ella. Y ni como argumento estratgico acordara mantener la autonoma del conoci-miento (la autonoma de la razn). La autonoma del conocimiento, acopla-da a la idea de justicia como lugar de atribucin de valores, es precisamente aquello que sostiene la colonialidad del conocimiento y de la cultura. Una vez que conocemos el mundo que est all, sabindonos a nosotros como conocedores, y que nos atribuimos el lugar atribuyente de valores de justicia, estamos listos ya para tornar a nuestro conocimiento en una tecnologa de intervencin y a nosotros mismos en agentes de colonizacin. Al i n y al cabo, los colonizadores siempre viven en el lugar de la justicia.

    La razn decolonial no es aquella que nos lleva a luchar por un mundo mejor para los que sufren, sino a luchar contra las condiciones del sufri-miento, incluyendo todas aquellas condiciones de las cuales formamos parte,

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    Alejandro Haber

    especialmente aquellas que nos constituyen inmanentemente. Pues de lo que se trata es de devenir creador de valores, de experiencias, de mundo (Colec-tivo Situaciones 2002: 21, itlicas en el original). Ese es el sentido poltico de la potica de los movimientos sociales, y lo es tambin para la investigacin en conversacin con ellos.

    Parte de la conversacin i

    De all parte la escritura (Haber et al. 2010). La investigacin no es algo que vaya a sucedernos luego de escribir un proyecto, cuando salgamos al campo a observar los datos y volvamos a nuestras oi cinas a procesarlos y analizarlos, y al i nal nos pongamos a escribir el conocimiento. Por el contra-rio, la investigacin ya ha comenzado. Escribir un proyecto de investigacin no puede ser ms mentiroso respecto de la experiencia de la investigacin. Pero, si lo despojamos de la proyectiva secuencial que comporta el gnero literario de los proyectos de investigacin, podemos tambin tomarlo como una oportunidad de escritura de la situacin de la investigacin. Pues, si es de la conversacin que parte la escritura, la escritura el proyecto bien pue-de comenzar por escribir la situacin de conversacin. Ello incluye al menos dos aspectos. Por un lado se trata de escribir cmo es que la situacin se com-pone, es decir, cmo los participantes en la conversacin se ponen con los otros. La manera en la cual cada uno se pone-con nos dice de las relaciones antagnicas, que no necesariamente se dicen sino que ms bien nos ponen-con, es decir, nos componen en situacin. Por otro lado, la situacin no es algo que suceda de inmediato, transcurre, se ajusta, y produce desajustes. Esos desajustes son, nuevamente, respecto de las posiciones respectivas a lo largo de relaciones antagnicas. Es comn que la situacin nos revele, a los portadores de un modo de relacin que es la ciencia, en la posicin distinta, y hasta opuesta, a la que esperbamos estar. Ello nos provoca desajustes, desplazamientos. He all nuestras primeras mudanzas. La escritura de la si-tuacin es una escritura en mudanza. Para quienes creemos necesario que nuestra escritura sea i rme y concluyente no es sencillo presentarnos en una escritura movediza, escurridiza, torcida. La situacin no se escribe con cali-grafa ni con ortografa, sale ms bien espasmdicamente. Es una escritura que nos sale del fondo del estmago arrastrando palabras indigestas.

    Parte de la conversacin ii

    Pero as como dije que de la conversacin parte la escritura dir ahora que la escritura es un parte de la conversacin. Me rei ero a que la escritu-

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    ra de la situacin es acerca de la conversacin. No es que la escritura tenga como objetivo representar a la conversacin, sino que es una narracin de la conversacin y de los que nos sucede en ella. As como la conversacin pro-duce una mudanza en la escritura, la escritura es acerca de la mudanza. La dii cultad que nos signii que echar por la boca el malestar no se conjura ha-ciendo como que el malestar no existe, sino echando por la boca la dii cultad de echarlo por la boca. El desplazamiento que nos provoca la situacin es, pues, central en la manera en la cual componemos la situacin. Escribimos, entonces, la mudanza.

    Parte de la conversacin iii

    Vuelvo sobre el sentido no representativo de la escritura. No es el ob-jeto de la escritura representar a la conversacin, sino ser parte de ella. Una multitud de seres, algunos de ellos humanos, toman parte de la conversa-cin. Ellos se agencian unos a otros en la conversacin, y devienen lo que son en ella. La escritura no es algo que hagamos acerca de esa conversacin, sino como parte de ella. No la representa sino que participa de ella. Gran parte de la conversacin queda siempre fuera de la escritura, pues la conversacin discurre por una multitud de canales de expresin y comunicacin, slo algunos de los cuales son lingsticos y, de estos, slo algunos pueden ser escritos mediante alfabeto. Escribir la conversacin interviene en ella nom-brando lo innombrado y poniendo en ese l ujo lo que ya es conocimiento en otro, pero tal vez no lo era para nosotros, es decir, acusamos en la escritura la medida del reconocimiento (1+2+3). La escritura tiene el sentido potico de crearnos nuevos lugares en mundos que nos son nuevos porque nos eran otros. Fijamos, en la escritura, nuevos domicilios.

    Teoras de la relacionalidad

    La antropologa ha encarnado la representacin occidental de la alte-ridad en el otro cultural, el brbaro sobre quien Occidente ha proyectado su propia sombra. El otro cultural es necesario para la autocomprensin de Occidente. Pero, al mismo tiempo, el otro cultural es insoportable para Oc-cidente, pues le muestra las huellas de su propia violencia. El brbaro, como deca Herdoto y refuerza Spivak, no habla un lenguaje comprensible para Occidente. Slo es posible comprenderlo una vez que el otro se reconoce (o es reconocido) en la sombra que sobre este le proyecta Occidente. La disci-plina siempre nos posiciona en el lugar hegemnico de Occidente. El que el subalterno no hable para Occidente no es un problema para el subalterno,

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    Alejandro Haber

    slo lo es para Occidente, que debe administrar en el otro la sombra del lenguaje disciplinario para conjurar la insoportabilidad del rostro del otro que le devuelve como espejo la violencia colonial. La prueba fatal para toda antropologa que quiera indisciplinarse no es conocer al otro, sino tomrselo en serio. Es decir, escuchar en el otro cultural la verdad en tanto verdad, no simplemente en tanto relato, es algo que la disciplina no puede acometer10. Tomarse en serio la diferencia es slo posible cuando el domicilio ha sido desplazado desde el lugar hegemnico de la disciplina hacia la diferencia, es decir, la diferencia desde espacio-tiempos otros (Grosso 2010). Ello importa otras mudanzas.

    Abandonar Occidente implica tambin abandonar la concepcin oc-cidental de alteridad. La antropologa post-occidental ha de re-enlazarse con la alteridad de la alteridad moderna colonial, es decir, ha de estar abierta a teoras de la relacionalidad no-occidentales que regulan las relaciones con la alteridad11. Esas teoras no son conjuntos de enunciados lingsticos l-gicamente ordenados. Su extraordinario poder para dar cuenta del mundo, un poder probado por su capacidad de reproduccin a pesar de cinco siglos de feroces embates desestructurantes, represivos y letales del colonialismo y la colonialidad, est ntimamente relacionado con su carcter implcito e inmanente a las prcticas (Grosso 2008, Haber 2007). Acercarse al cono-cimiento no occidental, a las teoras de la relacionalidad que lo sostienen, suele implicar relacionarse prcticamente. Relacionarse en la prctica con epistemes otras implica ya relacionarse de acuerdo a esas teoras en la prc-tica. Por ello es que vincularse con teoras otras de la relacionalidad es algo que no se puede hacer slo en trminos de conocimiento. Debido a que nos relacionamos como seres es que las conocemos, pero no nos relacionamos como seres sino de acuerdo a esas mismas teoras de la relacionalidad (Haber 2009)12. De all que una nometodologa en la antropologa indisciplinada lleva a la sacralidad del mundo que la disciplina del protocolo metodolgico ha querido evitar.

    La sacralidad del mundo, el alma de las cosas, y la mstica, son dis-tintas maneras de expresar lo que para el estatuto cienti co constituye el eptome de la alteridad. Occidente conoce su exterioridad proyectando sobre ella la sombra de su propia episteme; la antropologa es consustancial a la colonialidad porque es un ejercicio de traduccin de la exterioridad a los tr-minos y al lenguaje de Occidente, lo que hace posible enunciar, administrar, intervenir y colonizar la exterioridad, es decir, expandir la frontera colonial. La metodologa indisciplinada, descolonizada de la alterizacin occidental, instala el domicilio de la investigacin en el territorio de los brbaros. Desde

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    all mira a Occidente en sus estrategias de objetivacin, en su proyecto de ciencia y en su deseo de intervencin. Descoloniza las armas de la inves-tigacin disciplinada. La investigacin indisciplinada es una conversacin situada que peina la disciplina a contrapelo, pues en lugar de reducir el ves-tigio a un dato, a una unidad de informacin que representa una verdad ausente, pone su atencin en la evestigialidad de las relaciones, es decir, en la inmediatez de la huella y su negativo, en la indivisibilidad de aquello que ha sido seccionado por la colonialidad. Se pregunta por las cisuras que han sido introducidas en la mirada, por las rupturas que acarrea el lenguaje, por aquello que slo aparece al soslayo del protocolo metodolgico. Mora en la interpelacin que comporta la conversacin, una interpelacin relacional a las relaciones, no slo al conocimiento. El que las relaciones evestigiales de la violencia no consistan slo en la huella (a la manera de la arqueologa disciplinaria) sino en la inseparabilidad entre la huella y su negativo que es la planta, es el foco de la nometodologa o arqueologa indisciplinada que ilumina de frente la sombra de la alterizacin occidental. La investiga-cin indisciplinada convoca a la conversacin a los espectros que moran en espacio-tiempos otros de Occidente. Vive con los muertos, los dioses y las almas de las cosas.

    Nometodologa y arqueologa indisciplinada

    Investigacin es seguir las huellas. Investigacin indisciplinada es se-guir el negativo de las huellas que persisten an no estando, es escuchar lo no dicho de las palabras. Metodologa disciplinada es seguir la secuencia protocolizada de acciones para alcanzar un conocimiento, trazar el camino que se ha de seguir. Nometodologa es seguir todas aquellas posibilidades que el camino olvida, que el protocolo obstruye, que el mtodo reprime. Es conocimiento en mudanza.

    La violencia nos constituye, constituye al mundo. Pero de qu ma-neras? Seccionando las relaciones constitutivas del mundo, separando las partes seccionadas, y ensamblndolas de acuerdo a las reglas del colonizador. Codii cando estas reglas en conocimiento hegemnico (religin, ciencia, le-yes, etc.). El carcter hegemnico de ese conocimiento nos hace partcipes de la violencia, que nos constituye inmanentemente. Las cisuras operadas en el mundo se vuelven inmanentes a la subjetividad mediante las tecnolo-gas pedaggicas del Estado (catecismo, escolaridad, institucionalizacin). Pero tambin se desplazan como ruptura al mundo objetivo, mediante la operacin disciplinaria que en sus marcos epistemolgicos no tan solo en

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    Alejandro Haber

    sus contenidos tericos consagra e inocula la episteme occidental. Linea-lidad vectorial del tiempo, alteridad cultural como diferencia, autonoma de la materia, distanciamiento del pasado, antropocentrismo de lo social, extensin dimensional del espacio, primaca de lo visual en la percepcin del mundo, privilegio de la razn para acceder al conocimiento, separacin entre relaciones de conocimiento y relaciones sociales, etc., son algunas de las notas occidentales sostenidas por las disciplinas. Todas ellas suponen la ruptura como esencialmente constitutiva del mundo que buscan conocer, y se dei nen a s mismas en base al supuesto de ruptura. La existencia de la ruptura en el mundo objetivo est, as, ms all de la naturaleza del mundo, est ya codii cada en los instrumentos con los cuales se conoce el mundo. La ruptura pasa, as, de epistmica a metafsica. Entre la violencia colonial y la ruptura metafsica discurre lo que debe ser desmontado nometodolgica-mente. La nometodologa es una conversacin que sigue los negativos de las huellas, y las relaciones entre estos. Ello es lo mismo que decir que la nome-todologa es acerca de la violencia disciplinaria. Se pregunta por aquello que el mtodo ha obligado a soslayar, por aquello que la disciplina desoye, por lo que nos hara sospechosos de subversin.

    No es un mero detalle decir que la nometodologa es una conversa-cin. En primer lugar, es una conversacin con los sujetos subalternos, o con el lado subalterno de los sujetos, es decir, con la semiopraxis que crece al otro lado de las cosas enunciadas por el lenguaje hegemnico. No es una conver-sacin instrumental para recabar informacin acerca de cmo estos sujetos otorgan sentido a la realidad. Es una conversacin con los sentidos otros de la realidad, una conversacin que interpela y, a la corta o a la larga, con-mueve. En segundo lugar (pero no necesariamente en segundo trmino) es una conversacin con movimientos sociales y comunidades locales, es decir, colectivos polticamente movilizados para hacer frente al poder hegemnico. Nuevamente, no se trata de describir cmo los pobres o campesinos se orga-nizan para obtener benei cios del Estado. Todo lo contrario. Es someterse al aprendizaje de la teora que en esos contextos ya se construye a contrapelo del discurso hegemnico, debiendo desprenderse (Mignolo 2006) del len-guaje hegemnico, ejercerle violentacin simblica (Grosso 2011). Insisto, no para describir esa teora, sino para tomrsela en serio, y transformarse en esa conversacin. En tercer lugar, es una conversacin en una relacionalidad ampliada, que incluye actores que nunca seran tomados en cuenta como tales por el protocolo metodolgico. Me rei ero a los dioses, los muertos y las almas que habitan el mundo nuestro y nos agencian; pero tambin a los espectros de la violencia que nos habitan y agencian en las huellas (silencios, espritus, ausencias) que no dejan de acechar molestando la paz de la razn.

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    La nometodologa es, entonces, arqueologa indisciplinada. Indiscipli-nada de su metafsica disciplinaria, la arqueologa conversa relaciones evesti-giales, es decir, de lo que est y no est al mismo tiempo-espacio (a pesar de la diseccin disciplinaria que recapitula y consolida la violencia colonial). No es, como la arqueologa disciplinaria pretende, acerca del pasado mediante sus restos materiales, sino acerca de la presencia del pasado en la materia y alma de las cosas, es decir, acerca de la inevitable consustancialidad de espacio-tiempos otros, a pesar y en contra de la represin moderna/capita-lista/disciplinaria/colonial. En la conversacin sobre relaciones evestigiales la arqueologa indisciplinada es semiopraxis contrahegemnica y cra relacio-nalidades post-occidentales.

    El pas de los brbaros

    En el pas de los brbaros se orientan las ulteriores mudanzas. All, pegadas al suelo, nuevamente nos encontramos con las huellas. Recordando la aventura inicial las seguimos, slo para advertir, demasiado tarde ya, que la duea de esta tierra, Pachamama, al revs tiene los pies: taln adelante, dedos atrs. Pcara diosa nos ha engaado: caminando tras sus pasos que-riendo alcanzarla, habremos ido a parar al lugar de donde ella ha salido. Qu nos espera all, si no ser engullidos por sus fauces una vez que nos haga nuestro (suyo)?

    Ahora que soy lagarto no quiero que me vean, deseo que la mirada no se pose en m sino en la piedra en la que reposo. Cuando sea piedra no querr convocar las miradas, pero s me gustar tocar las fras panzas de los lagartos que vengan a m para calentarse al sol.

    Agradecimientos: Este texto fue escrito en el marco de una Beca Ex-terna del Consejo Nacional de Investigaciones Cienti cas y Tcnicas, basada en la Universidad del Cauca, Popayn. Agradezco a ambas instituciones, y especialmente a Cristbal Gnecco, la oportunidad de hacerlo. A Andrs Troncoso, por acoger el texto en estas pginas, y por ocuparse de provocar una discusin. A Dante Angelo, Francisco Gil y Henry Tantalen, por co-mentar el texto y aportar sus ideas. A lo largo de los aos han sido numero-sos los estudiantes que me donaron enseanzas, algunas de las cuales estn de una u otra manera en este texto. En nombre de Javier Arteaga, Sebastin Boticelli, Didier Chirimuskay, Pablo Farneda, Jaime Fayad, Daniela Fer-nndez, Luis Gerardo Franco, Felipe Garca Quintero, Carina Jofr, Rosita Pantoja, Jorge Perea, Gisele Ragout, Marcela Rementera, Laura Roda, Ma-nuela Rodrguez, Victoria Snchez Antelo, Javier Tovar y Eliana Toro deseo

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    Alejandro Haber

    agradecer a todos ellos. Carlos Fgari, Cristbal Gnecco, Jos Luis Grosso y Laura Roda son los colegas con los que compart espacios docentes que movilizaron este texto. Buena parte de mi vida me la he pasado dejndome sorprender por el conocimiento de la gente de Antofalla, Antofagasta de la Sierra, y Hombre Muerto, amn de mis vecinos de Catamarca y las luchado-ras por la vida y contra la megaminera txica. El que sabe sabe, y el que no, es profesor, de modo que ya sabemos cmo comienza esta historia.

    Notas1 De todas maneras, no es necesario acotar el signii cado del hueco en la carne y de la esperanza dentro de

    los lmites de un discurso terico en particular, pues forma parte de muchos otros antes y despus de este, y sobre todo, de la vida de millones de personas, que lo expresan tanto en teoras y i losofas como en oraciones, cantos o cualquier otra manera de decir, con palabras o sin ellas, la constitucin en diferencia. Lo importante del planteo de la razn decolonial no es su originalidad, sino su insistencia en reintroducir algo tan bsico y necesario en la deontologa de la ciencia social.

    2 En ambos sentidos de subjetividad y de sujecin.3 Es decir, que se percibe mediante el sentido del tacto.4 O sea, que no puede ser alojada en el diseo de una estrategia.5 De todas maneras, no es necesario acotar el signii cado del hueco en la carne y de la esperanza dentro de

    los lmites de un discurso terico en particular, pues forma parte de muchos otros antes y despus de este, y sobre todo, de la vida de millones de personas, que lo expresan tanto en teoras y i losofas como en oraciones, cantos o cualquier otra manera de decir, con palabras o sin ellas, la constitucin en diferencia. Lo importante del planteo de la razn decolonial no es su originalidad, sino su insistencia en reintroducir algo tan bsico y necesario en la deontologa de la ciencia social.

    6 Que habitada por nosotros es una diferente diferencia, o diferensia, sensu Jos Luis Grosso (2010)7 La inmanencia rei ere una modalidad de habitar la situacin y trabaja a partir de la composicin el amor

    o la amistad para dar lugar a nuevos posibles materiales de dicha situacin. Colectivo Situaciones, op. cit.8 La misma diferencia se ha sealado entre la investigacin militante y la militancia de investigacin que pro-

    pone el Colectivo Situaciones, op. cit.9 En cierto sentido esto es aplicable tambin a este mismo texto, en la medida en que me baso en mis propias

    experiencias de investigacin para pensar en la metodologa. No obstante, como seala el epgrafe de este texto, nos arrimamos como podemos, igual que en la vida. En ese sentido, este texto no incluye una prope-dutica metodolgica porque es un manii esto contrario a una propedutica. Si en este texto me detengo a elaborar una metodologa indisciplinada o nometodologa, se debe a que es necesario efectuar una discu-sin de la metodologa en su propio campo, que sea al mismo tiempo una discusin del campo. Semejante preocupacin anima el texto de Linda Tuhiwai Smith (1999), tal vez la referencia ms acudida en la materia, aunque la autora prei ere reconvertir propuestas metodolgicas dentro de un marco decolonial sin discutir a la metodologa misma. Puesto a dar clases de Diseo de Investigacin en la Licenciatura de Arqueologa, y Taller de Tesis en el Doctorado en Ciencias Humanas, ambas en la Universidad Nacional de Catamarca, y Seminarios de metodologa decolonial en el Doctorado en Antropologa de la Universidad del Cauca, y en Catamarca (en dos ocasiones junto a Cristbal Gnecco y una con Jos Luis Grosso) y en la Universidad de Buenos Aires (junto a Carlos Fgari) no pude desconocer el lugar de disciplinamiento en el que los estudian-tes se encuentran. Este texto es, entonces, parte de esa discusin, que se ha visto benei ciada por muchos estu-diantes de los contextos de interaprendizaje mencionados. Si algo me ha preocupado en todas esas ocasiones, ha sido que la situacin de preparar sus proyectos de tesis ha signii cado un penoso ejercicio de construccin de una relacin con la investigacin que abandona sistemticamente todo aquello que ha llevado a vincularse originalmente con ella, de manera que las investigaciones acaban siendo algo muy alejado de los fundantes propsitos subjetivos y subjetivantes. No me habra sentido feliz si hubiera aportado a esa desconexin sub-jetiva desde el lugar docente.

    10 Ni siquiera mediante la i ccin epojtica de la fenomenologa, cuyas condiciones refuerzan las seguridades del yo occidental que queda as protegido entre parntesis.

    11 Relacionalidad rei ere a teoras otras acerca de relaciones posibles y/o correctas entre los seres en el mundo. He utilizado (Haber 2007 y 2009), en otros textos, otras designaciones para la misma idea: metapatrn (traducido de meta-pattern de Herzfeld) y uywaa (verbo aymara aru por criar, cuidar, proteger, entre otras acepciones). Otros antroplogos han tenido similar dii cultad, optando, por ejemplo, por ciencia social melanesia (Marilyn Strathern), relationality (James Weiner), perspectivismo (Viveiros de Castro). Una de

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    las primeras consecuencias es que no hay traducciones directas de relacionalidad en las lenguas imperiales, y por ello prei ero forzar el idioma para hacerlo decir aquello para lo que est hecho para callar. Es ms, cuanto ms pienso en ello ms me doy cuenta cun pertinente es esta palabra brbara para la discusin aqu planteada. No pocos antroplogos han hecho de las teoras de la relacionalidad sus objetos de estudio. Por el contrario, casi podra decirse que reside all el ncleo de la alteridad en cuyo tratamiento la antropologa se ha especializado. Lo que se ha dado en llamar el giro animista de la ltima dcada exhibe claramente este foco de investigacin. Mas tambin como parte de este giro, se han sealado las implicancias epistemolgicas y ontolgicas de las teoras de la relacionalidad animistas, lo que ha llevado asimismo a algunos autores a expresar las implicancias polticas de ellas. Desde una perspectiva post-occidental, las teoras de la relaciona-lidad otras no constituyen un foco de investigacin sino su domicilio. En este texto se adopta una posicin domiciliaria, con el aadido del carcter dinmico de la misma que ms que conducir a una poltica de la identidad lleva a una praxis simblico-poltica creadora de sentido de s y de mundo.

    12 Este es tal vez el punto de partida respecto al tradicional mtodo etnogri co de la observacin participante, que dicho sea de paso ha sido entronizado por los domesticadores de la experiencia de investigacin como mtodo etnogri co cualitativo o sencillamente mtodo etnogri co. No se puede ser honesto participante y observador al mismo tiempo. Al ser parte uno experimenta percepciones, sentimientos, movimientos y pensamientos, pero no en el carcter de observador sino en el de participante. Si se observa uno puede i ngir que participa, actuar, un poco a la manera de la tcnica actoral de las acciones fsicas de Stanislawsky. La diferencia entre el actor de acciones fsicas y el participante es que una vez terminada la actuacin el actor vuelve a ser el que era antes de la misma. El participante de la relacionalidad, en cambio, debe acusar el movimiento relacional que la conversacin el tramo de ella implique. As las cosas, se puede decir que la observacin participante es verdaderamente un mtodo, un instrumento, mientras que la conversacin relacional es un nomtodo (en lugar de ser un camino que nos conduce al conocimiento es ya un lugar de conocimiento).

    Comentarios

    Henry Tantalen

    (Universidad Nacional Mayor de San Marcos/Instituto Francs de Estudios Andinos, Lima. Correo-e: [email protected])

    No podemos ocultar nuestro complacimiento al poder comentar este texto de Alejandro Haber que prosigue, de manera muy interesante, a veces crptica pero no por ello menos estticamente literaria, por una avenida de regreso para comprender-nos desde aqu, desde Sudamrica. El texto que en esta ocasin nos regala Alejandro es parte de un proyecto no personal sino ya hace tiempo tambin colectivo que lleva hace unos aos plantendonos (Ha-ber 2005: 362, Haber 2010a). Este proyecto de indisciplinariedad parte de una profunda rel exin sobre el ser y el pensar de la arqueologa en Argen-tina y Sudamrica (Haber y Scribano 1993, Haber 2004, 2006) inspirada en una perspectiva decolonial en la que Alejandro ha decidido tomar al toro por las astas y enfrentarse cara a cara y sin rodeos a la problemtica medular del hacer arqueologa en esta parte del mundo (Haber 2009, 2010b). Para atraernos a ese lugar, Alejandro se convierte en la voz de la conciencia (o in-consciencia) de los/as arquelogos/as de ac, quienes durante mucho tiempo hemos reproducido formas de hacer y pensar la arqueologa casi todas ellas

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    Alejandro Haber

    generadas y al uso all, en Occidente. Este proyecto, como l bien seala, y como no podra ser de otra manera, tambin est inspirado en las crticas a las formas de construir al Otro (paradjicamente, a Nosotros), como las rea-lizadas principalmente por Hommi Babha, Gayatri Spivak (Patterson 2008: 26) o, en su momento, por Edward Said (2009[1997]).

    Para darle fundamento a su proyecto, Alejandro primero despliega una dura crtica a la forma en la que los antroplogos y arquelogos hemos observado a los fenmenos sociales y sus vestigios. Partiendo de una concep-cin etimolgica de la investigacin, originada en el latn (como casi todo lo que sale por nuestras bocas, sin saberlo), recorre los puntos ms espinosos de la epistemologa realizada en Amrica Latina, que es en pocas palabras, una arqueologa de prstamo y sin (auto)rel exin. Una vez desbrozado ese camino, plantea que debemos establecer una relacin ms directa y honesta con nuestros objetos de estudio. Justamente, la posicin de la arqueologa es una posicin hegemnica basada en conceptos y divisiones artii ciales y artii ciosas de la realidad que muchas veces nos encumbra y nos hace sordos a lo que la realidad misma nos grita desde su objetivizacin. As tambin, nos recuerda que los problemas de investigacin no son problemas en y por s mismos sino que son, casi siempre, construcciones egostas de los in-vestigadores, quienes necesitamos generar dicho problema, el cual nunca es encarado desde una metodologa realista ni sincera. Justamente, su texto aborda lo que es para l una forma indisciplinada de nometodologa. l en-tiende que la metodologa es una herramienta tosca y burda, protocolar, que no permite accionar ms all de su propio volumen. De esta manera, estas metodologas son armas de bajo calibre, lentes de aumento de poca monta que no permiten ver lo amplio de la realidad. Quiz justamente, esa miopa que padecemos muchos de nosotros/as nos satisfaga como Investigadores/as (y nos d de comer), pero esa metodologa que nos asegura y proporciona el xito como cienti cos, claramente no sirve para que la realidad se exprese por s misma. Lo anterior compone en gran parte importante lo que sera una cartografa antagnica en la cual nosotros/as estamos emplazados y en la que hemos transitado inconscientemente reproduciendo esa misma asime-tra entre nosotros/as y con el mundo.

    Todo esto no es solamente un ejercicio mstico. Por el contrario, Ha-ber nos invoca a que asumamos una seria y verdadera accin poltica con las sociedades con las que trabajamos. Desde su propia perspectiva entiende que este proyecto no solamente es terico o i losi co sino que encuentra su razn de ser en un dilogo horizontal que es el que nos pone en verdadero contacto y relacin con esos grupos colonizados (Haber 2007:141) y en los

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    cuales como vimos, nosotros/as muchas veces ayudamos a colonizar con nuestra disciplina y nuestra metodologa muchas veces ociosa (tambin ver, Haber 2008).

    El suscrito comparte mucha de esa misma perspectiva pero desde el marxismo, uno de esos tantos occidentalismos que existen pero que tambin inl uyeron en cierto grado a los escritores poscoloniales fundacionales (Pat-terson 2008: 29, 31). Adems, como el mismo Haber sabe, por ahora lo que resulta relevante en esta lucha por re-encontrarnos al re-conocernos, es que estas perspectivas occidentales son valiosas porque atienden a esas personas que quieren liberarse realmente, objetiva y subjetivamente (divisin por de-ms cartesiana pero de la cual no puedo alejarme como a veces tambin le sucede a Alejandro (Haber 2007:26)). Desde la praxis que es una prctica social polticamente (in)formada, asumida y reconocida por los marxistas tambin podemos generar una autocrtica y subvertir las ideologas que nos han conducido a elevar el muro que nos separa de las personas vivas o muer-tas con las que trabajamos. Por eso mismo, creemos que el proyecto de Ha-ber necesita llegar a todos/as los/as que sentimos que podemos cambiar este mundo, desde este nuestro frente de lucha que no solo es acadmico sino tambin puede convertirse en poltico. Por tanto, saludo el esfuerzo terico y retrico de Haber. Esperamos sinceramente que el nimo con el cual nos quiere hacer partcipes de sus rel exiones y puestas en prctica desde sus es-pacios de accin concreta se expandan por otros lugares, pues creemos que ya lleg el tiempo de dejar de ver-nos con lentes prestados: lleg la hora de ver-nos con nuestros propios lentes o mejor aun sin ellos, quiz con nuestros propios ojos, no a Ellos, ni tampoco a Nosotros, sino simplemente vernos Todos y, al hacerlo as, reconocernos verdaderamente como parte de un mis-mo mundo, feliz de identii carse no solamente en las palabras sino en la accin de autogenerarnos, ser y pensarnos como y en sociedad. Retomando la imagen de Haber sobre la etimologa latina de la huella/planta del pie, una sola cosa e inseparable, debemos comenzar a dejar huella con los pies desnudos, ya sin calzado prestado: la pachamama nos soporta y reencontrar-nos con nuestros pasos (aunque sean los perdidos) resulta importante: una vuelta a la tierra que siempre ha estado esperando a que regresemos a sentirla y hacernos uno con ella.

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    Alejandro Haber

    Francisco M. Gil Garca

    (Dpto. de Historia de Amrica II Antropologa de Amrica, Universidad Complutense de Madrid. Correo-e: [email protected])

    As como para desnudarse ha de estarse vestido, me parece que para abrazar una nometodologa libertaria como la propuesta por Haber (con su permiso lo de libertaria) debera haberse conocido previamente los rudimen-tos de la metodologa convencional. Si Picasso o Dal triunfaron en las van-guardias y revolucionaron el arte del siglo XX fue slo tras haber pasado no slo con buen hacer sino tambin con xito por los convencionalismos de la Academia. Para liberarse de toda metodologa asi xiante habremos de ser antes disciplinados inconscientemente, a traicin o por gusto, que de todo hay por sus convencionalismos, provengan tanto del paradigma hegemni-co, las modas o las asimtricas reglas de la Academia.

    Sin embargo, lo trgico y en esto coincidimos es castrar la apertura de miras de la investigacin con una metodologa disciplinada en exceso, sa que se nos obliga a declarar expresamente en nuestros proyectos, sa que nos exige dei nir una serie de problemas y las pautas a seguir para resolverlos; peor an si adems se nos obliga a hacerlo desde un paradigma preestableci-do, o si el investigador es tan incauto como para adscribirse declaradamente a una corriente despreciando todo lo que el resto pudiera ofrecerle de bueno y/o til. Por eso, ms que en una metodologa encorsetada (y encorsetadora), sera idneo formar (buenos) investigadores a partir del abanico ms amplio posible de rudimentos para la investigacin. Ahora bien, como en esto ser difcil encontrar consenso y acabaramos por discriminar hegemnicamente los buenos de los malos, lo ideal ser que cada cual, al ir descubriendo qu necesita para poder seguir adelante, vaya explorando y formndose, aun a riesgo de ser tildado de heterodoxo o pical or, al parecer un grave insulto para dei nir a aquel que se sale de los curriculos oi ciales, del Mtodo.

    Siempre me he opuesto a un epgrafe especi co de teora y mtodo, prei riendo ms bien diluir la epistemologa en el texto: explicar las cosas y dei nir posiciones y actuaciones segn convenga, posicionndose aqu o all segn los argumentos lo requieran y explicando los rudimentos utilizados a medida que se emplean. Cierto que en esos apartados se miente, se exagera, se busca acomodar lo que digo que voy a hacer con el cmo voy a hacerlo y el qu descubrir haciendo eso que digo y no otra cosa. Una acomodacin que se supone a priori, pero que muchos ajustan maquillando esfuerzos a poste-riori, rindiendo todo su trabajo a un evaluador que sepa forzar los engranajes

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    y hacer saltar todas las piezas forzadas, algunas de las cuales no encajaran ni aplicando la mejor de las metodologas correctas. Quien cacarea lo que va a hacer y no lo culmina es un intil; quien termina haciendo otra cosa, un incapaz. Por eso creo que es mejor no anunciar nada e ir devanando la madeja pausadamente, exponiendo honestamente los pormenores de la in-vestigacin y presentando sus resultados de forma lgica. Pero ojo, que esa lgica puede serlo formal, natural, difusa o carente de toda lgica, que todos los caminos conducen a Roma y lo importante de un viaje no es el destino, sino llegar a l disfrutando el itinerario. No se puede anticipar el recorrido, y continuamente habr que ajustarlo, ms cuanto menos sigamos una direc-cin prei jada de ah el no-mtodo, pero al i nal pocos investigadores hay que dejen su nave al total capricho de los vientos.

    Otros dirn que lo importante de un viaje es llegar, pero entonces todo vale? Si es as, no puedo estar ms en contra. No todo vale. Sin co-nocer unos rudimentos bsicos, dejndolo todo al azar, siguiendo el primer camino que nos salga al paso y nos provoque con su atractivo, el investigador corre el grave peligro de convertirse en ese aprendiz de brujo que, pagado de s mismo, descuid el trabajo y provoc un desastre que, querindolo arreglar sin saber bien cmo, empeoraba cada vez ms; hasta que el maestro, conocedor del sortilegio apropiado acaso al aplicar el mtodo no esta-mos recurriendo a un manual de hechicera que permite resolver problemas y crear otros nuevos?, demostr (prepotentemente) la necesidad de cierto mtodo. Quizs algo similar debiera ser la pauta a seguir por los docentes de metodologa o por los directores de tesis: presentar al alumno los rudi-mentos bsicos y luego dejarle hacer; esperar a que se d de bruces contra la pared pero al mismo tiempo velar para que no se haga demasiado dao; o en el momento previo al accidente, intervenir para salvar la situacin. As es como se ensea a andar a un nio: enseanza de conveniencia que logra, prcticamente sin intervenir, que el nio eche a andar solo. Si, como apunta Haber, investigar es seguir las huellas y los pasos que las generaron bueno, eso es echar a andar.

    La cuestin est en resolver si nuestra andadura ha de seguir los pasos de otros para ver hasta dnde llegaron, o ms bien deshacerlos para ver de dnde partieron. Entonces, segn la lgica aplicada a nuestro razonar, logra-remos abrir nuevos caminos y dar un paso ms all, o nos estancaremos en una ciencia repetitiva y convencional Y he aqu el mayor peligro: dejar de viajar para acabar visitando los mismos destinos masii cados, a veces porque las tesis vienen impuestas desde fuera, porque se nos obliga a investigar lo que interesa, porque est de moda cierta problemtica y/o cierta resolutoria.

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    Alejandro Haber

    sa es la va fcil para entrar en la Academia, para lograr subsidios, para pu-blicar. Entiendo que sa es la investigacin disciplinada, encorsetada, colo-nial, hegemnica, etc., que est criticando Haber y a la que pretende liberar desde la nometodologa. Una liberacin que pasa por la conversacin, s, y ah est el reto: como producto del lenguaje, toda conversacin es imperfec-ta; igual puede resultar enriquecedora, como caer en saco roto, convertirse en dilogo de besugos o suscitar repulsa. En cualquier caso, que nuestra di-sertacin no cause el efecto deseado no deberamos considerarlo una afrenta, sino la excusa para buscar nuevas huellas, nuevos pasos, y seguir, libre, vo-luntaria y voluntariosamente, otros caminos, con o sin disciplina.

    Dante Angelo

    (Departamento de Antropologa, Universidad de Tarapac, Chile. Correo-e: [email protected])

    Iniciando sus rel exiones con la etimologa de la palabra investigacin, el trabajo de Alejandro Haber que me toca comentar nos invita, una vez ms, a caminar rel exivamente sobre la prctica de la arqueologa. Alejandro es conocido entre los autores suramericanos por sus contribuciones tericas, caracterizadas por una comprometida rel exin respecto de nuestra disci-plina y su legado colonial (p.e. Haber 2000, 2005). Este nuevo trabajo, me atrevo a sugerir, es parte de la genealoga que l mismo estableciera con aquel escrito junto a Adrian Scribano (Haber y Scribano 1993) hace ya un tiempo.

    El legado de la antropologa, como disciplina del conocimiento del Otro y la diferencia, siempre ha estado al servicio del principio de la ilus-tracin colonial (Stocking 1988, Gnecco y Hernndez 2008). No es casual que muchos de los trabajos de etnografa y etnologa, especialmente aquellos de principios del siglo XX, hayan estado al servicio de i nes de expansin y control territorial (Angelo 2010a; Haber 1999, 2000); en la actualidad, nuestro servicio como brokers en versin siglo XXI que es denunciado por Haber demanda un severo escrutinio de las condiciones y consecuencias de nuestro trabajo.

    Las rel exiones epistemolgicas, siguiendo la lnea antes descrita, que Haber nos presenta en este artculo vienen con un plus valor adicional que nos seduce a experimentar: aqul de la indisciplina. Podra decirse que Ha-ber llega tarde a la discusin abierta hace ya ms de dcadas y que ahora, el calii cativo de hiper-relativista, empleado por los defensores del objetivismo

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    Nometodologa Payanesa: Notas de Metodologa Indisciplinada

    positivista es incluso anacrnico. Pero este no es el caso. Al menos no a mi modo de entender. El trabajo de Alejandro le pone sal a una de las heridas an abiertas de la arqueologa, aquella que a pesar de los debates entre pro-cesualistas y posprocesualistas parece no haber cerrado completamente y que tiene que ver con el ethos de la disciplina. Ecos de argumentos, a favor y en contra, sobre la cientii cidad de la disciplina adquieren nueva resonancia con sus rel exiones sobre el carcter objetivante de una disciplina que, ir-nicamente, es ingrata con aquellos objetos que son el centro de su atencin (Angelo 2008, Olsen 2003).

    Una de las preocupaciones que ha caracterizado a la arqueologa y su proceso de maduracin como disciplina, fue precisamente la de desarrollar una metodologa que nos situara en proximidad con aquellos contextos que observamos en el registro arqueolgico (Binford 2004 [1983], Schif er 1988). El trmino registro arqueolgico, precisamente, est desarrollado en torno a esta preocupacin (no obstante, ver Hodder 1999, Shanks y Tilley 1992 [1987], entre otros, para una visin crtica del trmino). Sin embargo, la improvisacin, contrariamente a lo que la rigidez metodolgica en cualquier rama de la ciencia pueda argir, es un elemento central en la investigacin. Este es el punto en el que Haber insiste; aunque su argumento es desplegado de manera ms elegante. Haciendo eco de su referencia a la relacin planta del pie-huella, tratar de referirme a ambos (argumento-estilo y su conse-cuente indisolubilidad) en los siguientes prrafos.

    Si entiendo bien el argumento, el autor nos pone cara a cara una vez ms con el lugar de enunciacin privilegiado que, otorgado por las pre-rrogativas que la ciencia (se auto-atribuye y) faculta a sus practicantes en la produccin de nuestro objeto por conocer. Lejos de ser algo inteligible, el proceso que permite articular esta posicin de enunciacin es simplemente el desplazamiento de aquello que, de alguna forma u otra, est vinculado a nuestra cotidianidad hacia fuera de los lmites de lo epistemolgico. Por ende, la justii cacin en torno a lo que es necesario conocer (es decir, in-tegrar a la episteme) se produce mediante la proyeccin de aquello que se investiga(r) como algo a conocer. En otras palabras, si presentamos aquello que queremos conocer como algo desconocido, siempre podremos justii car nuestra propia imprescindibilidad y privilegio con relacin a lo estudiado o por estudiar. Como parte de su argumento, Haber remarca la necesidad de mantener la actitud de sospecha siempre vigente al respecto. El cuestiona-miento (o resistencia a la facilidad) de aceptar aquello que parece seducirnos como respuesta a los problemas que emergen de nuestra mirada es, por tanto, crucial en su argumento.

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    Alejandro Haber

    En este trabajo Haber propone tres lugares: el de reconocimiento, de aprendizaje y de solidaridad, como alternativas al privilegio epistmico que es promovido institucionalmente. El reconocimiento que Haber propone es quizs un nuevo intento en el planteamiento para superar aquellos me-canismos de distanciamiento que la a