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Nuevo ensayo de interpretación de la topografía del «Bellum Hispaniense» C. PBMÁNt INTRODUccIÓN El carácter fragmentario de las fuentes y testimonios que de la Antiguedad se nos han conservado coloca frecuentemente al histo- riador ante buen número de enigmas. Los que ofrece al investigadór la España meridional son bien conocidos y famosos. Hay la gran cues- tión de Tartessos, tan removida en estos últimos tiempos. Sigue sien- do imprecisa la localización de la trascendental batalla del Guada- lete y tampoco estuvo nunca clara la de Munda, por no citar más que algunas de las cuestiones más debatidas. No todas ellas encierran la misma trascendencia histórica. La clarificación de la cuestión tartésica es de capital importancia para el conocimiento de las primeras culturas autóctonas de la España protohistórica y sus relaciones con los grandes centros clásicos del Mediterráneo, si bien la exacta ubicación de la metrópoli o emporio - de la región puede no ser el punto más importante del problema. La identificación del campo de batalla del Guadalete deberla ayudar a comprender los dramáticos acontecimientos que permitieron aquel tan absoluto desmoronamiento del Estado visigodo ante los inva- sores musulmanes. El hecho de armas de Munda marca también un hito importante en la Historia de Roma por ser el punto final de la lucha de César por la hegemonía personal que conduce ya directamente al Imperio. Sin embargo, el saber si la batalla se ha desarrollado unas decenas de kilómetros más arriba o más abajo dentro de la Bética, aunque pueda ayudar. a comprender el hecho> no cambiará la importancia de sus resultados. Anejos Gerión; ¡ - 1988. Edil. Universidad Complutense. Madrid.

Nuevo ensayo de interpretación de la topografía del ... C. Pemón Pero el historiador busca por todos los medios la averiguación de la verdad, cuyas consecuencias pueden ser imprevisibles

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Nuevo ensayo de interpretaciónde la topografía del «Bellum Hispaniense»

C. PBMÁNt

INTRODUccIÓN

El carácterfragmentariode las fuentesy testimoniosque de laAntiguedad se nos han conservadocoloca frecuentementeal histo-riador antebuennúmero de enigmas.Los que ofreceal investigadórla Españameridionalsonbienconocidosy famosos.Hay la gran cues-tión de Tartessos,tan removidaen estosúltimos tiempos.Sigue sien-do imprecisa la localización de la trascendentalbatalla del Guada-lete y tampocoestuvonunca clara la de Munda, por no citar másquealgunasde las cuestionesmásdebatidas.

No todas ellas encierran la misma trascendenciahistórica. Laclarificación de la cuestióntartésicaes de capital importanciaparael conocimiento de las primeras culturas autóctonasde la Españaprotohistórica y sus relacionescon los grandescentros clásicosdelMediterráneo,si bien la exactaubicaciónde la metrópoli o emporio-

de la región puede no ser el punto más importantedel problema.La identificación del campo de batalla del Guadaletedeberlaayudara comprenderlos dramáticosacontecimientosquepermitieron aqueltan absoluto desmoronamientodel Estado visigodo ante los inva-sores musulmanes.

El hechode armasde Munda marcatambiénun hito importanteen la Historia de Romapor ser el punto final de la lucha de Césarpor la hegemoníapersonalque conduceya directamenteal Imperio.Sin embargo,el sabersi la batalla se ha desarrolladounas decenasde kilómetros más arriba o más abajo dentro de la Bética, aunquepuedaayudar.a comprenderel hecho> no cambiarála importanciade sus resultados.

Anejosdé Gerión; ¡ - 1988. Edil. UniversidadComplutense.Madrid.

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Pero el historiador busca por todos los medios la averiguaciónde la verdad,cuyasconsecuenciaspuedenser imprevisibles.La locali-zaciónde Munda no resultaclara de las fuentesliterarias y como elhecho—ya que no su ubicaciónprecisa— es capital en la Historiade Roma y de Españaes naturalque las opinionessobreel temaseextiendantodo a lo largo de la historiografía correspondiente.Basterecordar que la campañafinal entre Césary los hijos de Pompeyoempiezaalrededorde Córdobay termina con la huida de Cneo Pom-peyo por el puerto de Carteiay su muerte al poco tiempo, despuésde desembarcaren alguna de las playas mediterráneasde la mismaBética. Dentro de estoslímites casi no falta autor que no hayadadosu opinión al pasar sobreel tema, desdelos historiadoresmedieva-les como elarzobispoXimenezde Raday la CrónicaGeneral,hastalosmodernoscomo Ambrosio de Morales o el P. Mariana; arqueólogoscomo Rodrigo Caro, geógrafosy cartógrafoscomo AbrahamOrteliusy JorgeBruyn, los diccionariosgeográficosde Cortésy López o deMadoz, historiadoresde la región como Ortiz de Zúñiga y Adolfode Castro.Es de poca utilidad detenersea citar acuantosescritoresde mayor o menor magnitudhantocadola historia de Césaro la deAndalucía. Las localizacionesadoptadasse extiendendesdelas proxi-midades de Córdobahasta las sierras malagueñas.Por no perder-nos en el desmenuzamientode tan abundantematerial, de valor muyvarío y en gran partecasi nulo hoy, nos limitaremosa recordarquela investigación moderna de la topografía de la campañacomienzacon la Irlistoire de Jules César de Stoffel que, por encargode Napo-león III, visitó el país en 1863 y obtuvo del Estado Mayor españolel levantamientode un mapa. El siguiente paso importante lo dael hispanista alemánprofesor Adolf Schulten que dedicó al temavarias publicaciones,entre las que dejaron especialmentehuella elcomentario que hizo para la hoja correspondientedel SchlachtenAtlas de Kromayer-Veith (R5mischeAbteilung, hoja 23, 1924) y sucomentarioal libro De bello hispaniensiy textos concordantesen eltomo V de las Fontes Hispaniae antiquae de la universidad de Bar-celona, publicado en 1940, aunqueescrito desdebastanteantes. Entodos los trabajos de Schulten, con la erudición filológica en élhabitual, y material cartográfico preparadoex professopor su co-laborador el generalLammerer en 1921, razonando por su cuentasobrevestigios naturalesy arqueológicos,materia en la que siemprefue más inseguro su criterio que en la crítica textual, dejó sentadala ubicación de Munda en Montilla y desde entoncesese modo dever, que ya se encuentraen parte de la literatura anterior, ha pasa-do por seguro. Fue recogido en el tomo II (EspañaRomana> de la

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monumentalHistoria de España dirigida por fi. Ramón MenéndezPidal y no sabemosque nadie haya vuelto a discutirlo 1,

El estudio para otros fines de las fuentes literarias correspon-dientesprodujo en el autor de estaspáginasla impresiónde quealgoresultabaincongruentey defectuosamentemotivado en la reconstruc-ción geográfico-históricaahoraen vigor. La huida de Cneo Pompeyo,derrotadoy herido,desdelas proximidadesde Córdobahastala bahíade Algeciras a través de 300 kilómetros de terreno abierto enemigoes difícilmente explicable.Las citas de otras localidadesseguramen-te identificables con las modernasOsuna> Casarichey olivares se-villanos, como próximasa Munda se avienenmuy mal con Montilla,en cuyas proximidadestampoco se ha logrado reconocerotros to-pónimosprivativos del relato de esta guerra. El hallazgo de nume-rosas balas de onda con marcas pompeyanasen la región orientalde la provincia de Sevilla tampocoencuentraexplicaciónsi la batallafinal de la campañase produjo más al norte, en Montilla, y la pro-vincia sevillana sólo ha sido cruzada precipitadamentepor el ven-cido fugitivo sin librar combatealguno.

Durante cierto tiempo dediquéatención al problema compulsan-do textos y antecedentes.Llegué a explicarmevarios puntoscon cla-ridad que me ¡~areció suficiente,pero la localización de la ciudadde Munda —no la del campode batalla—me seguíapresentandopro-bleinas.Cuandomás precisome era un estudio directo sobreel te-rreno los acontecimientosque por entoncesse vivieron en Españame impidieron la tarea. Superadaaquella época, otras actividadesabsorbieronmi tiempo y no volví a ocuparmede Munda hastafecharecienteen que hube de aludir incidentalmentea mis puntos de vistaen un trabajo sobre otra materia. Fijóse en el particular mi granamigo el granhistoriadory arqueólogodonAntonio Garcíay Bellido,que me pidió precisionessobre el tema. Le expuseel problema talcomo se me aparecíahastael momento: creo quese puedenprecisarcon confianzay en otro sentidoqueel hastaahora recibido, muchaslocalidadesque juegan en el Bellum hispaniensehasta llegar a unarazonable determinacióndel campus mundensis,pero la ciudad deMunda quedahuidiza y me inspiraba y aun me inspira las sospechasque revelaré en el curso del presentetrabajo. El maestro Garcíay Bellido opinó decididamenteque interesabahacer públicos mispuntos de vista en el estadoen que se hallan: tanto en lo que creo

1 Desdelos días de mis últimos contactoscon García y Bellido y entregade estetrabajoa los organizadoresdel Homenajehastasu actualpublicaciónen 1970 la situación ha cambiadoa esterespecto.Vados investigadoresde lanueva generaciónhan reemprendidola cuestión aportandodatos de interés.A lo largo de estetrabajo recojo los resultadosmás importantesen la medidaen que afectana los obtenidospor ml.

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averiguadocomo en lo que siguepreocupándome,porque ello suponeabrir de nuevo a la investigaciónuna cuestión que parecíacerraday que acasopuedeser reconsideradacon fruto. Y tratándoseahorade honrar la figura del llorado maestropor cuantoslo conocieronyadmiraron me ha parecidoclaro que yo no debíaabordar otro temaque el que él mismo me habíapropuesto.Ciertamenteno está ulti-mado ni estoy satisfechode los resultadosincompletos,pero comoni el deseodel amigo ni la coyuntura del homenajeadmitenesperaentregomi trabajo en su actual estadoal juicio de todos. Quizásyo nunca lograré llevarlo más adelante,pero es posible que otrosmás sabios o simplementemás afortunadoslogren solucionesdefi-nitivas queyo no he llegadoa conocer.

Ahadiré que mi investigaciónse concretaa la cuestión topográ-fica y reconocimientode todo el terreno en que se desarrolla lacampañaqueculmina con la batallade Munda.La historia de la con-tienda presentapocos problemasfuera del topográfico, y en todocaso han sido tratadoscon competenciapor mis predecesores,nota-blemente por Schulten y su colaborador militar Lammerer. El ca-rácter resolutivo de la batalla es conocido de siempre. Si presentopara empezaruna sucinta recapitulaciónde la historia de la cam-paña,sólo lo hago paraintroducir al lector en todos los nombresdelocalidadesque hande serobjeto del subsiguientetrabajo. La correc-ta fijación de todos los escenariosde la lucha no suponenuevascon-secuenciashistóricas,pero ayudaráa comprendercómo se desarro-llaron los hechoshasta producir resultadostan definitivos, ya queen mi opinión lo que las localizacionesde Schultenpresentacomouna serie de guerrillas al modo indígena,se convierte ahora en unaverdaderaguerrahastasu liquidación en la batalla campal a la queel genio militar de Césaracabaarrastrandoa su adversario.

EsTAno DE LA CUESTIÓN

Nuestro conocimiento de la guerra entre César y los hijos dePompeyoen Españase basafundamentalmenteen la relación conte-nida en el libro conocidopor De belio bispaniensien el que la cienciaestáhoy de acuerdoen reconocerla obra de un conmilitón de César,testigo presencialde los acontecimientos.Fuera de esta base tene-mos la obrahistóricade Tito Livio y, aunquepor desgraciasus libroscorrespondientesaestaépocano se nos hanconservado,y las corres-pondientesñeriochaeápenasdicenunaspalabrassobreel particular,su tradición ha sido reconocidaen la obrade varios historiadorespos-teriores, notablementeDión Cassio, pero también Floro, Orosio, Ve-lleio, Valerio Máximo y otros. La versión de Livio pocos detalles

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añadea la cesarina,pero se caracterizaen algunospuntos concretosy sobre todo en el hecho de ser menos favorable al caudillo que lade su compañerode armas, como, por ejemplo, cuandolo presentanerviosoy casi desesperadoen cierto momentode la batalla. Existetodavíauna tercerátradición cuyo másimportante representanteesAppiano, seguido de cerca por Plutarco, Zonarasy Polieno. Segúnlos autoresque han trabajadola crítica de estasúltimas fuentes noprocedende Livio, pero tanto éstecomo aquéllasdebenremontarseaun origen común, que se fija en Asinio Polion, que se dice haber to-madotambién parteen la contienda,por másque si esto se deduce,como parece,del pasajede Suetonio (Caesar, 55) en que Polión con-tradice la especiede que César hubiera arengadoa sus tropas alprincipio de la batalla, basadoen queno tuvo tiempo para tal cosaa causade la rapidez de la incursión del enemigo,me parecepocarazón para asegurarnosde su presenciaen el terreno.

Algunos otros escritores, españolescomo Séneca, o geógrafoscomo Strabóny Plinio, aluden ligeramentea la campañaen algúnque otro episodio. De ellos recogeremosa su tiempo todo detalleque puedainteresara nuestroobjeto. De todos modos la relaciónde los hechos,con los nombresde todas las localidadesen cuestiónpuedepresentarse—y así lo hacemosa continuación—siguiendo eltexto del Bellum hispaniense,completándolocon las escasasnoticiasde otras procedenciasque algo añadenpara la topografía.

LA CAMPANA HISPANIENSE HASTA LA BATALLA DE MUNDA

El que más concretamentesitúa el principio de la campaña ensu contextohistórico es Appiano (bel!. civ., II, 103) quien la presentacomo lo querealmentefue, consecuenciade la congregaciónen sue-lo españolde los elementospompeyanosderrotadosen Farsaliayen la campañade Libya, quieneslogran poner también en armasalos elementosindígenas aprovechables.Es más o menos lo mismoque dice Bellum hispanienseen su primer capítulo.

Al tener Césarnoticia del caso empiezapor despacharpara His-pania su escuadradesdeSardes(Dio Cass.,XLII, 28). El mismo Dióny Floro, o seala tradición liviana, nos enterande que estaescuadra,mandadapor Didio, obtiene desde el primer momentouna victoriasobre la pompeyanaregidapor Varo, a la altura del estrechode Gi-braltar. Las navesde Pompeyose repliegansobresu basede Carteia,en la bahía de Algeciras,y Didio se establecesólidamenteen Gades.Desdeambos puntos veremos jugar a cada uno su papel en los si-guientesacontecimientos.

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Al principio Césarconfía sus ejércitos a los legadosque ya teníaen España,Q. Pedio y O. Fabio Máximo, pero a poco, noticioso delcariz de los acontecimientos,resuelveponersepersonalmenteal fren-te de sus huestesy, en pocasjornadas—sobrecuyo número difierenlevementelas fuentes citadas—> marcha de Roma a Sagunto.CneoPompeyorenunciaa defendertoda Hispania y se repliega con suspartidarios sobrela Bética.Todo a lo largo de los relatosparecedes-cubrirse en él pocadecisiónofensiva.A los pocosdías Césarse pre-sentaen busca de su rival y> segúnStrabón (III, 4, 9), rinde viajeen Obulco.

Esta precisiónes de la mayor importanciasi serefiere realmentea la ciudad y no a la región circundante.Obulco es Porcuna,en laorilla meridional del alto Guadalquivir. Si César lo alcanzatan deprimera intención el hecho denota,que Pompeyo,demostrandounaincreíble incapacidadestratégica,ha renunciadoa defendera Anda-lucía en su frontera natural de Sierra Morena, en el saltus castulo-nensis,como si hoy dijéramosen Despeñaperros,a cuyo pie se hanlibrado en todo tiempo las batallaspor la posesióndel país, Baecula,las Navas de Tolosa o Bailén. Pero ni siquiera la línea fluvial delfletis parecehaber sido defendidapor el pompeyanosi desdesu lle-gada Césaralcanzaya Obulco al sur del río. Sólo Strabónseñalaesta localidad de llegada de César,pero en cualquiercaso el hechode armassubsiguientees el socorroque Césarpresta a la plaza deOlio, única que le quedafiel en territorio pompeyano,razón que ex-plica el apelativo de Fidentia con que es conocida posteriormente(Plín., Hist. nat., III, lO). Ulia nos es conocidapor sus monedas,porlas inscripcionesCIL II 1532 y 1533, por las coordenadasde Pto-lomeo (II, 4, 9), los Itinerarios de Antonino (412, 5) y Ravenate(315,17; Oria), por las citas de Plinio y de Strabón(III, 2, 2; cod. OC’XIa)y se localiza unánimementeen Montemayor(fig. 1), cercade Córdobay al sur del Guadalquiviry del Guadajoz,de modo quePompeyosigueapareciendodesbordadopor César desde los primeros momentos,puestoque éste logra hacerentrar refuerzosen la plaza sitiada porCneo Pompeyodurantevarios meses,cuyas fuerzas son puestasendispersiónpor las cesarinas.A continuaciónCésar hace un amagosobrela propia Corduba; hay unasescaramuzasafortunadasy el te-mor se apoderade Sexto Pompeyoque defiendela píaza y reclamael auxilio de su hermano.Esteacude a la llamadaabandonandode-finitivamente el sitio de Ulia. Todo estoocurrea fines del año46 a. C.

A continuación(beil. hisp., V) se narracomo César,que no puedeapoderarsedel puentedel Baetis, parapasara Cordubaque estáa laotraorilla, construyeunoprovisional y hay muchosdías de luchaporel paso del río. Cneo viene como sabemos,de Ulia, de modo que

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ambos contendientess¿ hallan al sur del Guadalquivir, aunquelospompeyanosposeenel puente de piedra y Césarsólo el provisionalque ha echadoen algún punto favorableen las cercanías.

Ante lo indecisode la situación,la decisiónla toma como siempreCésarque, abandonandode momentola lucha directa por Córdoba,reúnesus tropasal sur del río —queese sentidoha de tenerla frasecopiis flumine traductis de Beil. hisp., VI, 1 referente,sin dudaa losdestacamentosantes pasadosal norte por su puente provisional—y dirige su esfuerzo sobre Ategua, firnzissimum praesidium de lospompeyanos.

Ño. 1.— La campaF¡a hispaniense.

Los nombresde Obulco, Ulia, Cordubao el río Baetisno ofrecíanninguna dificultad de interpretación.Con el de Ategua empiezalaapariciónde nombresprivativos de las narracionesde esta guerra,cuya localización ha ofrecido siempretantasdudasy cuyo esclareci-miento es el objeto del presentetrabajo. Es de advertir que la pre-

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sencia de nombresdesconocidosen la narración de una guerra noes paraextrañar: en los hechosde armasentranen juego fácilmenteuna porción de localidadessin otra importanciay que consiguiente-mentehansido omitidas por la generalidadde los geógrafos.Es bienconocidala advertenciade Plinio (Nat. hist., III, 7) de que sólo vaacitar entrelas ciudadesde la Bética las dignas memoratuaut latinosermonedicta facilia. No voy a intentar irlas identificandoa medidaquese presentanen la narración.Voy a dar primero el conjunto deésta,dondeaparecennombresconocidosy segurosal lado de otrosnuevos o desconocidos,para luego, partiendo de la red de puntosquenos suministrarálos nombresconocidos,emprenderla búsquedade los desconocidos,ya queprocederde lo conocido a lo ignoradoesel procedimientoobligado de toda investigacióncientífica y el ha-berlo olvidado, tomandocomo punto de partida unareconstrucciónsupuestade los hechosa la que luego se quierenatemperarlas loca-lizacioneshastael punto de réchazaralgunasde las mejor conocidascomo errores de la transmisióntextual, o pretenderque otros nom-bresrepresentana ciudadesdesconocidashomónimasde las ya iden-tificadas para tales nombres,pero cuya ubicaciónno convienea lareconstruccióntopográfica elaboradade antemano,es a mi juiciogroseroerror de método y causade los malos entendidosque hanconducido a las localizacionesahora vigentes.

Decíamos,pues,que Césarabandonandoel ataquea Córdobadi-rige sus huestessobreotra plaza que se presentacomo muy fuerte.Dion Cassio (XLIII, 33) da la importanteprecisión de que Ateguaencerrabamucho trigo, y que el tiempo era inclementey frío. Su for-talezapodía,pues> dependerde sus recursospara la lucha, tambiénde sus fortificaciones, y no necesariamentede la topografía.A lamañana siguiente, cuando Pompeyo se da cuenta del movimientode César,emprendesu persecucióny le alcanzapronto, cosanaturalpuestoquesuspuntos de partidahabíanestadocontiguos.El beilumhispanienseseñalaciertasangustiaecomo lugar dondelos pompeya-nos dan alcancea1 enemigo.Los alrededoresde Córdobaal sur delGuadalquivir>no son muy accidentados,pero es naturalque los quese sintieranperseguidosbusquendefensaen el terreno más abruptoque encuentrena mano. No es extraño que los comentadoreshayanpensadoen el rio Guadajoz,que sin ser un curso de aguamuy impor-tanteni discurrir entremontañas(fig. 2), queno existenen la región,no deja de presentarcurvasy anfractuosidadesentrecerrosde dos-cientos a trescientosmetrosde altura mientras su propio curso sedesarrollaalrededorde los cien metrossobreel nivel del mar. Estoy,pues,dispuestoa concederqueeste primer encuentroentre la reta-guardiacesarinay la caballeríapompeyanase desarrollaen los pri-

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su ejército y corte sus comunicacionescon el exterior y su eventualretirada sobrela respectivabasenaval. Así, pues,creemoscompren-der que César se dirige sobre Ategua porque era el firmissimunz

flraesidium del enemigoy no por encastillarsedefensivamentey sinulterioresperspectivasentrelas tan relativas angustiaedel Guadajoz.

Contribuye a confirmar que esto es así la continuacióndel relato.César emprendela construcción de campamentospara circunvalara Ategua. Los pompeyanosno tardan en presentarsey> despuésdealgunasescaramuzasafortunadasse establecensobre un río Salsumy construyensus campamentosentre Ategua y Ocubí, a la vista deambasy a unasdos millas de la primera.

He aquí otros dos nombrescuyacorrecta localización es esencialparala inteligenciade la campaña.El nombrede río Salado(Salsutn)es tan frecuenteen Andalucía quetodavíano ha podido identificarsecon absolutaseguridadel que da nombre a la famosabatalla deAlfonso XII contralos sarracenosen el siglo xiv. Del Guadajoznadasabemosde que se le haya dado nunca ese nombre y si es verdadqueentrelos seisu ocho cursosde aguaque lo nutren a lo largo desus aproximadamentedoscientoskilómetros de recorrido no faltaun Saladode Priego, no pareceque eso hayainfluido en dar saborni nombrea las aguas del río entero, en cuyo nombreárabeno seapreciatampocoalusión a una condición salada, los saladosanda-luces son invariablementearroyos salobresde mucho menos caudalqueel río Guadajoz.Pompeyoparecereplegarsedel lado del río des-de el quemejor puedadefenderaAtegua o apoyarseen ella y al es-tablecercampamentosentre ésta y Ucubi debebuscarcontrarrestarel movimiento de CésarsobreAtegua, situándoseal sur de ésta,endefensade sus comunicaciones.Veamossi la continuacióndel relatonos permite descubrirla situación del río y de las píazasde Ateguay Ucubi.

Césarsigue al enemigoen sumovimiento y frente asu nuevocam-pamentoestablecea su vez uno en una eminencia que el cronistallama Castra Postumiana.El capítulo IX señalaexpresamentequeelrío separabalas posicionesde ambos combatientes.

Pompeyoatacael nuevofortín de Césary éste acudeen su defen-sadesdesucampamentoprincipal frenteaAtegua.A la noche (cap. X)Pompeyoincendia el suyo y se retira (iter ¡acere coepit> de nuevohacia Córdoba>perseguidopor destacamentoscesarnos,pero los ca-pítulos siguientessiguenhablandode campamentospompeyanosfren-te a los de César. Entre los episodiosde la lucha convieneretenerel narradoen el capítulo XII según el cual unos mensajerosenvia-dos a Cneo Pompeyodesde Córdoba equivocanlos campamentosyentranpor error en el de César.Esto induceapensaren primer lugar

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que no nos hallamostan cerca de Córdobacomo paraquedesdeellase tenga noticia certera de la situación de cada campamentoy ensegundolugar pareceindicarse que procediendode Córdoba se to-pabaconel campamentode Césarantesqueconel pompeyano.César,pues,a quien creemosocupadoen cortar comunicacionesy recursosa su rival no sólo se ha movido hacia el sur sino que tambiénpareceinterponersedel lado de Córdoba.

Los siguientescapítulosse entretienenen narrar episodiosde lalucha y el asedio de Ategua. Los pompeyanossuelen atacar desdelugaresmás elevados,pero el cerco de la plaza continúa.En el capí-tulo XVIII se cuentaque los cesarinosse enteranpor unos tránsfu-gas de queel pompeyanoha dirigido a los sitiadosunaarengaadvir-tiéndoles que no les puedeprestar socorro> en vista de lo cual lesexhortaa huir de nochehacia el mar (att mare versum>. Estaadver-tenciasólo puedereferirsea los puertosmediterráneoso de la bahíade Algeciras (Carteia) ya que el de Gadesestá en manos de César.Si la campañase siguieradesarrollandoen la inmediataproximidadde Córdobano tendría sentido que Pompeyo invitara a los suyosa abandonarla lucha huyendohaciael mar en vez de hacerlohaciaCórdoba,su base>dondesu hermanoSexto sigue resistiendo.

Las defeccionespompeyanascontinúan; las fortificacionesde Ate-guavan cayendounatrasotra y al fin el capítuloXIX terminadandocuentade la rendiciónde la plazaen la queCésarentraante diem XIkaiendas martias, es decir, el 19 de febrero. Es la estaciónlluviosaen Andalucía en la que aun los ríos poco importantescomo suelenser todos los Saladosandaluces,puedenpresentarpara su paso unobstáculode cierta consideración.Cneo Pompeyo>al presenciardes-de su campamentola rendiciónde Ategua,abandonael suyo y se di-rige a Ucubi dondese fortifica.

En el capítuloXXII se introduceel nombrede una nuevalocali-dadque seríaBursavonesegúnla restituciónde Klotz (cod. exadver-sione) ya que el texto nombra repetidamentea los bursavonenses.Schultense niega a identificarla con Ursaone,nombreque se da aUrso-Osunaunos capítulos más adelante.Sigamos atentamentelanarraciónen buscade la luz. En Ateguahancaído prisionerosvariosbursavonensesy César determinadirigirlos a su ciudad para quemuestrena sus conciudadanoslo que se puedeesperarde los pom-peyanosy los decidana pasarsea César.Los bursavonensesno sefían de los mensajerosa los que asesinany decidenir personalmentea informarsea Ategua. Están, pues,cerca pero no tanto como parahaberseenteradodirectamentedel resultado del combate. Cuandose persuadende que la rendición es un hecho surgen toda clasededisensionesy la anarquíareina en la plaza. Los que pueden>huyen

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hacia la Baeturia. La Beturia es naturalmentela tierra ribereña delBaetis,concretamentela tierra entreel Baetisy el Anas, segúnPlinio(Nat. hist., III> 13) y punto muy natural de huida de los fugitivos.Interponerel gran rio de la región entre ellos y el enemigo> es elrecursomásnaturala mano de los no interesadosen la lucha.

Césaracercasu campamentoa las nuevasposicionesde Cneo enUcubi. Los pompeyanosprocedentesde Ucubi o de sus campamen-tos aledañosatacanex superiore loco y en los episodiosque se suce-den se habla siempre de atravesarel río (¡lumen transgressi,>, esdecir, que el Salsumsigue separandolos respectivoscampamentos,pero no es un obstáculoinsuperable.

Del capítuloXXIV se siguennuevasprecisionestopográficas.Enunafechaque se fija más adelante(cap.XXVII) como el 5 de marzo,los adversariostienen un encuentrocerca de Soricaria. Pompeyohaadvertido que los cesarinosestán tratando de cortar por medio detrincheras sus comunicacionescon Aspavia que está a cinco millasde Ucubi. En la acciónde Soricarialos pompeyanosse ven obligadosa descendera terreno llano, dondelbs cesarinoslabran sus trinche-ras> pero la caballeríade Césarentra en acción y los pompeyanos,como de costumbre,se repliegansobreun cerro para defenderse.

En el capítulo XXV se cita a un caballero de Italica que se batecon un pompeyanoen duelo singulary en el XXVI se da los nombresde otros tres caballerosde Hasta que se pasande Pompeyoa Césarcon un buen cargamento de plata. Italica junto a Sevilla y Hastaen las Mesas de Asta junto a Jerez de la Frontera son localidadesperfectamenteconocidasy objeto de metódicasexcavacionesen losúltimos tiempos. La presenciade caballerosde ambas localidadesen el campamentode César arguyeque en estas importantesciuda-desdel bajo curso del Guadalquivirempiezaa tenersenoticia de loséxitos de Césary probablementede su proximidad.No son localida-des del conventocordobésni de su campiña las que hacen acto depresencia,sino las que se hallan entrelas nuevasposicionesde César,al parecercadavez máscercanas,y su basenaval de Cádiz.

En el mismo capituloXXVI se transcribeliteralmentela cartaqueCneo envía a Ursaone en la que todos los comentaristasreconocena Urso-Osuna.Pompeyo,como antes Césarcon Bursavone,tiene m-terés en asegurarsela fidelidad de Ursaone,para lo que les pintaa su modoel desarrollode la guerray les ofreceenvio de refuerzos.El capítulo XXVIII explica que esta carta levantó la moral de losursaonensescuyas fortificacionesy emplazamientoeran de granuti-lidad a Pompeyoen sus últimos movimientos. En efecto, el capítu-lo XXVII cuentaquePompeyolevantanuevamentesu campo de lasinmediacionesde Ucubi, donde sus partidarios se encuentranmuy

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bajos de moral desde el encuentrode Soricaria, que aquí, se dataexactamenteante diem III nonas martias. La nueva estaciónde Cneose localiza in oliveto contra Spalim. Ucubi es definitivamente aban-donada. César respondeal movimiento pompeyanoasediandoy to-mandoa Ventipo, de dondese dirige a Carruca y establecesu cam-pamentofrente al de Pompeyo, quedandoentre ambosel campusmundensisque aquí se nombrapor primera vez.

Los pasajesque acabamosde resumirabundanen topónimosnue-vos: CastraPostumiana>Soricaria,Aspavia,Bursavone,ljrsao, el oh-veto de Spahis,Ventipo, Cárruca,el campomundense.Hora es ya deque, apoyándonosen lo que de estas localidadespuedasaberseconseguridadprocedamosa buscar las menos seguraspara trazar endefinitiva el mapade toda la campañatan correctamentecomo seaposible.

LOS TOPÓNIMOS cONOCIDOS

La guerra llega a tener tres escenariossucesivos: hemos vistoque empiezaen lugaresbien conocidos: desde lilia (Montemayor)los adversariosse concentranalrededorde Córdobay luchan porel puente del Guadalquivir.No logrando un resultado satisfactorioCésar trasladala acción a un segundoescenario:asedio de Ategua,adondeacudetambién el enemigoy entre ella y Ucubi, dondePom-peyo se fortifica una vez perdidaAtegna, se desarrollanuna seriede encuentrosa lo largo del río Salsumquediscurrepróximo aambasplazasy divide los camposde los contendientes.

El siguientemovimiento y aperturade un tercer escenariono lopromueveCésarsino Pompeyo,que despuésde intentar conservarseadictos a los ursonenses,se retira al olivar de Spalis,a lo que Césarreplica tomando a Ventipo y marchandosobreCarruca para dejarentre él y Pompeyoel campo mundense.

Ventipo es una localidad bien identificada, la actual Casariche.Allí han aparecidoabundantementemonedas(ases) con el nombrede la ciudad> de dos acuñacionesdiferentesy> sobre todo, dos ins-cripciones (CIL II, 1467 y 1468) de las que la primera da los nombresde dos vestiponensesvarón y hembra.Plinio, II, 12 cita la ciudadcomo estipendiariadel convento astigitano, no del cordubense..ElItinerario de Antonino (408> 1) cita a Ventipo sobre la vía de Anti-caria (Antequera) a la distancia que conviene al emplazamientodeCasariche.El manuscrito de FernándezCasanuevaque conservalabiblioteca del Ateneode Sevilla cita enel cerro La Atalaya, próximoal pueblo,trozos de murallasy de estatuasy en sus cercaníasvesti-

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gios de acueducto,calzaday puentesobreel Genil. El Catálogo Mo-numentaly Artístico de la Provincia de Sevilla (II, 284; Sevilla> 1943)cita varias antiguedadesmásy dice queel parajeestá « sembradoderestos».

Schultenno podía compaginarla localización de Ventipo en Ca-sarichecon su reconstruccióndel escenariode la luchaen las inme-diacionesdel Guadajozy optó por la desgraciadasuposiciónde quese tratara de otra localidad homónima.Esto es renunciar a uno delos puntos de apoyo seguroscon que contamos sobreel terreno ysentar una hipótesis gratuita contra una realidad evidente, con laagravantede la inverosimilitud de que dos localidadesvecinas os-tentenun mismo nombre. A Ventipo hay que aceptarlodondeestá:en Casariche.

Otra localidad sobrela que no existen dudas es Ursanoeque esunamala transcripción>cosa tan frecuenteen el Bellum hispaniense,del nombreindígenade Urso, hoy Osuna,perfectamenteidentificadapor sus notablesantigUedadesentre las que a efectos toponímicosdescuellansus famosos bronceslegales que nos han conservadolaLex municipalis de la Colonia Genetiva Ursonense, es decir, exacta-mente el mismo apelativo que le da Plinio> III, 12> que añadequeentreella y Ucubi quae Claritas Julia (cognominatur)¡uit Munda cumPompeiofilio rapta. Tenemos,pues,a Osuna situadaen las proximi-dadesdel campo de batalla, tanto porquePompeyose interesaespe-cialmentepor la afecciónde estaplazaUrsao, antesde inoversedesdeUcubi hacia el oliveto de Spalis, como porque Plinio nos informa dequeMunda estuvoprecisamenteentreOsunay Ucubi quetanto papelhaceen la guerra.Tanta debíaserla proximidadentreMunday Osunaquedespuésde la toma de Munda el primer movimiento de los cesa-rinos vencedores(bel!. hisp., XLI) es sobre Ursao, y las maderasne-cesariasparael asaltolas llevan desdela propiaMunda quod proximeceperant, frasequese refiere evidentementeal tiempo>pero ello nus-mo confirma tambiénlii proximidad en el espacio.

Establecidaasí firmementela identidadde Ursaocon Osuna—quepor otra partenadieponeen duda—es el momentode hacerresaltarel sentidoquedebadarsea la famosaproximidadde MundaaCórdobaqueha sido la razónfundamentalde algunospara situarlasmuy cer-canasentre sí.

La fuente literaria quemarcaesa proximidadno es otra que untexto de Strabon(III, 2> 2) quenombraaMunda,Ategua,Urso>Tucci,lilia y Egua, todas ellas no lejos (cÓK&¶LWOEV) de Córdoba.Ya se veque se trata fundamentalmentede las ciudadesde la guerra pompe-yana,pues Egna(AZ-yva) es desconociday Tucci se conocenvarias enla región.Aquí Strabondebehabermanejadouna malafuente(según

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Klotz, Timágenes),pues despuésde situar todas esasciudadescercade Córdobada entre Munda y Carteia la distancia de 6.400 estadios,cuandola verdaderaentre Córdobay Carteiaes sólo de unos 1.400.TambiénpresentaaMunda como capitalidadde la región lo que hizopensaraMommsen (Gesamt.Schri¡ten, VII> 67) que los códiceshanpuesto Munda por Carteia>variante un poco extraña para correr acargode merostransmisores.En realidadStrabónno dice queMundafuera la capital sino que hacíacomo las vecesde tal (¶p&ltov U ¶LVQ.

~nyrp&oXu~xa-rto~rfl -roC d~rou ¶O&tOU MoúvS~). La impresión, repeti-mos> es la de que el gran geógrafoha manejadopor estavez con m-decisiónunamala fuente.Pero lo esencialparanuestroobjeto es quesu afirmaciónde que tales ciudadesestánno lejos de Córdobaabarcapor igual a todas ellas,y como la única conocidacon seguridadesUrso-Osuna,la proximidad de las demás entre sí y con respectoaCórdobano tienequesermayorni diferentequela de Osuna>de modoquede estetexto lo único quepuedededucirsees queMunda estabaaproximadamentea la misma distanciade CórdobaqueOsunay pro-bablementeestasdos próximasentre si, cosaque tambiénse infieredel texto pliniano antescitado. Tenemos,pues,a Ursaono sólo iden-tificada sino proporcionándonosel datode queMunda se halla cercade ella.

Pero hay mástodavía. Es razonablepensarque la Bursavonadelcapítulo XXII no es distinta de la Ursao del XXVI y siguientes.Yadijimos que la primera no senombradirectamenteen el texto aunquesi a los bursavonenses.Sehultenempeñadoen que el episodio delmensajeque Césarenvía a la ciudad por medio de sus habitanteshechosprisionerosen Ategua ha de ocurrir alrededordel campo deoperacionesdel Guadajoz,que él se ha fijado para toda la campaña>no puedecomprenderni admitir queCésarse ocupe de mandarmen-sajespara impresionara Osuna y no a otras plazasmás.cercanasaAteguaque paraél es Teba la Vieja al norte de aquel río. En conse-cuenciaBursavonese le queda desconocida.Nosotrosque pensamosa Mundapróxima a Osunaconforme a los textos de Strabony Plinioencontramosmuy naturalque Césaraprovechea sus prisionerosur-sonensesparaenviarlosa impresionarasu ciudad de Osunaque debeser la más interesantede las cercanías,como se deducede lo quedesu emplazamiento>fortificacionesy abastecimientosse narra en loscapítulossiguientes.Así elpasodadopor Césarcercade los (b)ursa(v)o-nensesde Osunaresultaparalelodel quedespuésemprendePompeyo(vid, sup., cap. XXVI) cuandoantesde retirarse del «segundo»esce-nariode la guerrahaciael « tercero» envíaunamisiva a Ursaopreten-diendoretenerlaen su partido.

50 C. Pemdn

Todavía antesde acometerla búsquedade las localidadesmásdifíciles de identificar hemos de exponernuestraopinión sobre larealidad del olivar de Spalis, haciael cual se mueve Cneo PompeyodesdeUcubi.

El nombrede Spalis está tan próximo del de Híspalis-Sevillaquecomo iguales lo han interpretadola mayoría de los comentadoresysólo el prejuicio «cordobés»deSchulten le impide aceptar que elpompeyanopuedaretirarsede Ucubi, queél creesituadoen Espejo>a las proximidadesde Sevilla. Nosotros que vamosencontrandolo-calidadessegurasen la campiñasevillana(Casariche,Osuna)no pode-mos encontrarinconvenienteen quePompeyo>en trancede retiradadesde Ucubi, no lejano de Osuna>busqueacercarsea la base másfuerte que le quedaen la región, Sevilla. Híspalis es nombradades-pués varias veces por el cronistacon su correctaortografía en losepisodios siguientes.Que por una vez el historiador haya omitidolas primerasletras que apenasmodifican el sonido del nombre,seavienebien con cuanto sabemosdel descuido con que este autor,másmilitar que literato, recoge los nombresindígenas.Otro empleode la forma Spalis para el nombrede Sevilla no conozco más queel de uno de los obispossignatariosdel Concilio de Iliberis> de prin-cipios del siglo lv: Savinus, episcopus Spatensis(Villanueva> Viaje,XI, en un MS. de Urgel; Migne, PL LXXXIV, 301; Flórez, Esp.Sagr., X> 162; XII, 186). Firma en tercer lugar detrás del famosoOsio y no sé que nadie haya dudadonunca de que se trate de unpreladosevillano,ni pensadoquehayaotra diócesisspalenseademásde la notoria hispalense.En consecuencia>sin prejuicios «cordo-beses»no hay razónparadudar de que el oliveto de Spalis seaalgúnolivar sevillanoy si los ejércitos se muevenen la campiña orientalde la provincia repetimosque la retirada pompeyanahacia las pro-ximidadesde la capital es ademásun hecho natural. Los alrededoresde Sevilla haciael Aljarafe al oestey hacia los Alcores al Este hanestadoen todo tiempo hastahoy pobladosde olivares y por lo quea los orientalesse refiere, que son los que nos interesan,se cuentaademáscon los testimoñiosarqueológicosrecogidospor Bonsor (Lescotonies agricoles preromainesde la valUe du Betis, 1899. The ar-chaeological expedition along the Guadalquivir; Hispanio Soc. ofAmerica, 1931), de los que resulta que los establecimientoscomer-ciales fluviales a lo largo del Guadalquivir y sus afluentesabundanen ánforas olearias de las que se han recogido estampillascorres-pondientesa las que ha dado igualmenteel Monte TestacceodeRoma (CIL XV), donde se amontonaronlos despojosy fragmentosde las vasijas que desdela Bética llevabanel aceitea la capital delmundo. El conocedordel terreno admitirá sin dificultad que Pom-peyo en retirada desdeUcubi —cuyo emplazamientoya buscaremos,

Nuevoensayode interpretaciónde la topografía... 51

pero queya sabemospróximo a Osuna—tengaprisa por deshacersede las llanurasdel valle del Guadalquivir,en estecaso de las de susafluentesel Blanco y el Corbones,y no parehastadar con los pri-meroscerrospobladosde olivos de los alcoresde Carmona>Mairenao El Viso quea veintitantoskilómetros de Sevilla puedenya correc-tamenteser dichos sevillanos y desdelos cualespuedeotearseconmástranquilidada sus pies el queresultaráserel campomundense.Con ello Pompeyosigue fiel a la táctica desplegadadurantetoda lacampaña:rehuir la batalla en campo abierto situándoseen lugaresaltos y siempre que le es posible con buenasbasesa sus espaldas.

Todavía otro nombre nos induce en la misma dirección. César,al ver la retiradade Pompeyohacia Sevilla> trata como siempre deganarle terreno y cortarle sus comunicacionescon el Sur. ?rimerose apresuraa apoderarsede Ventipo que podría pareceralgo excén-trica en las operaciones,pero cuya importancia se explica porqueestá en el camino de Anticaria, desdela cual hay víasa Malaca y aCarteia.es decir> hacia el mar y• la escuadrapompeyana.Pero imne-diatamenteCésarvuelvehaciael Oeste en buscano sólo del enemigosino también de cortarle el camino más corto a Carteia, situándosemás al Sur que los olivares de Sevilla, que esto es lo que delata supresenciaen Carruca, escrita en este modo> es desconocidaperoCarula es conocidapor el Itinerario de Antonino 411, 1 (cod. Garula)en la vía de Híspalis a Anticaria a la altura a que hoy se encuentrala Puebla de Cazalla, sobreel río Corbones.En su cercaníase en-cuentrael cortijo de Casulaque ha conservadocasi intactoel nom-bre romano y numerososvestigios arqueológicos>entre ellos im-portante inscripción (CIL II, 1371) con una porción de nombresregionales.El Cosmógrafo de Rávena también la conoce (IV> 43)y Plinio III, 12 da Caliculay Marruca en el mismo dintorno.Un pres-bítero de Karula firma las actasdel Concilio de Iliberis.

Casula,cerca de la Pueblade Cazalla,queda pues al Sur de lasllanuraspor dondePompeyoha pasadocamino de Sevilla. Césarseha movido en la misma dirección desde Ventipo> aunqueevitandola plazamás importante Osuna>que le hubieradetenidodemasiadotiempo. Acaso Césarhubierapreferido seguir hastala vista de Hís-palis, pero al menos establecidoen Carula, sobrela vía transversala Anticaria, está en la condición óptima para impedir una retiradapompeyanasobre Carteia, ya por la calzada,ya por los caminosserranosquemás adelanteveremos.

El estacionamientode Pompeyo en los alcores y olivares sevi-llanos obliga> pues,a Césaradetenersea su vez. Entreellos se inter-ponenlos llanos queel capitulo XXVII llama mundensesdonde,porfin, va a trabarsela luchaen campoabiertoquedecidirá la contienda.

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cido en la AntigUedadbajoel nombrede Singilisy brilla por suausen-cia en el relato. Es verdad que otro tanto sucedióya con los pasosde la cordillera Mariánicay del alto Guadalquivir que Pompeyohu-biera debido igualmente defender. Tampoco podemosolvidar queel «segundoescenario»no lo elige Pompeyocomo más tarde el ter-cero. Es César quien lleva allí la lucha, en demandade Ategua elfirmissimum praesidium pompeyano.Cneo sólo acude despuésensocorrode la plaza y en busca del enemigoy tratará de situarselomejor que pueda>pero Ateguaestáya rodeadapor los cesarinos.

Ya dijimos que la ubicaciónde Ategua en Teba la Vieja tieneporcausaprincipal la suposiciónde que toda la campañaha de desarro-llarse muy cerca de Córdoba,a basede una abusivainterpretacióndel texto strabonianoque ya hemos comentado.Se pretendeade-más queel nombrede Tebasea una deformacióndel de Ategua, de-formación en el mejor caso puramentefonética, sin ningún valoretimológico, lo que nos parece un débil apoyo para una causacomplicada2 Ya hemos dicho que lo que sabemosde Ateguaes queera un firme punto del campo pompeyano>que abundabaen abas-tecimientos.Lo natural es buscarlaentre las plazasimportantesdela rica regióncordobesay de su campiña,queademáspudieratentara Césarcomo punto adondellevar los combatescon ventajas parael atacantey no para los defensoresdesde fuertes posiciones na-turales.

La localidad más importanteque parezcareunir tales condicio-nesen la región es Ecija> siemprerico emporio agrícola, situadaso-bre el Genil a que anteshemos aludido y que> si es verdadque niel pompeyanolo aprovechacomo defensa,nisiquiera es nombradoen el relato> podemossospecharquela causade todo ello puedaserque Césarha tenido la habilidad de anticiparsea cruzarlo antes deatraer hacia ella el ejército enemigo y de que Pompeyo advertidodel movimiento acudaen defensade Ategua.

Para que Ategua sea Ecija parecenexistir de primera intenciónvarias dificultades: la de su nombrey la del río cercanodesdecuyasorillas amboscontendientesluchanpor la capturao por la defensade la ciudad, río que no se llama Singilis, sino Salsum. Fuera delapoyo del río Ecija no es una ciudad muy fuerte segúnla Natura-leza> másbien hundida junto al lecho del río.

2 Los restosromanos,incluso de proyectiles y otro material de guerra,sefia-lados por Scbulten en Teba—donde Blanco Freijeiro ha excavadomás moder-nainente— no obligan a localizar allí precisamentea Ategua, contra toda larestante evidencia de que ¡nc hago cargo más adelante; como tampoco losencontrados en Espejo,en cuyo castillo se recogiómucho material de acarreo,requieren situar allí a Ucubi. Espejo y Tebajuegan seguramentesu papel enla primera fase de la guerra, que se desarrollaalrededorde Ulia y Corduba,en la que César se mueve y ataca entre estasdos poblaciones.

54 C. Pemó,n

En cuanto al nombre de la ciudad diremosqueel latino de Ecijaes conocidamenteAstigi. No se olvide la fonética latina clásica:debepronunciarseen españolAstigui. De las fuentesliterarias de laguerrahay unaen lenguagriega, la de Dion Casio (XLIII, 33, 2) queescribe el nombre de la ciudad ‘A-r-rry-o<ja. Una raíz de forma At- oAtt- no nos es conocidaen la región, dondepor el contrario tenemosla de Ast- en Asta regia, Astigi y Astapa.

• Lo interesantea nuestropropósito es queen la escritura griegaun grupo a”t puedefácilmente confundir al copista por t-r> lo quedaría la lectura ‘Arrryo,$a dondeen realidad dijera >ArrEyo1~«. Enton-ces tendríamoscomo posiblenombrede la ciudad el de Asteguafren-te al latino de Astig(u)i quees el conocido de Ecija. La diferenciapa-rece insignificante> tanto más si tenemosen cuentaque ignoramoslas formas de flexión de los nombresen la lengua indígena, y laspésimastranscripcionesde voces y grafíaspor el escritormilitar delBeflum hispaniense,según la crítica ha reconocido reiteradamente.Se podría objetarcontra la identificación propuestaque Plinio, III,10 cita a Astigi y Ategua como dos localidadesdiferentes.Es real-mente una dificultad, pero creo que tiene una explicación razona-ble: la idea que Plinio tiene de Astigi> capital del convento jurídico>quenombravarias veces,es clara. La de Ateguaparecemásconfusa:no le da un apelativo como a todas las que la antecedeny varias delas quelas que la siguen.Pudierasucederque Plinio no tuviera másconocimientode Ategua que el de su cita en las narracionesde laguerra pompeyana>pero siendo tan notorio el papel de la ciudaden estacampaña>afanosode nombrar cuantasciudadesle sea posi-ble, no quiere omitir ésta, sin sospecharque puedaser la mismaAstigi que antesha nombradoya. Si quisiéramosbuscaren el mis-mo texto pliniano más indicios favorablesa nuestratesispodríamosrecordarel título de Colonia Julia Augusta Firma aplicado a Ecija(¡oc. cit. 10 y 12) quenos recuerdala condiciónde /irmissimum prae-sidium atribuida a Ateguaen Bellum hispaniensey que Plinio citaaAteguainmediatamentea continúaciónde Singilia, si no es que setrata de un nombre y su apelativo como en las anteriores, o seaSingilia Ategua= Ategna del Singilis (Genil); en cualquier casosinrelaciónalguna con Tebani con el conventocordubense,sino con elastigitano>puestoqueen él se incluye a Ucubi que tan cercaquedade Ategua,segúnlos capítulosVII y siguientesde Bellum hispaniense,Ucubi a su vez está tan cercade Osuna>que ambas ciudadessirvende puntos de referenciapara intercalar entre ellas a Munda (Plinio,III, 12).

La segundadificultad para la identificación Ecija-Ategua era laproximidad de un río Salsumen vez del Singilis-GeniL Ya hemosvis-to queaesteúltimo, el másimportanteafluentedel Guadalquivir,no

56 C. Pemán

encontrara Ecija en trancede ser rodeadapor el enemigoy sin po-der pasar directamentea su socorro, Pompeyoha debido pasar elGenil aguas abajo de la ciudad, para desde allí volver sobre ellay, si no lograr que el enemigoabandonesus posicionescircunvalato-rias,por lo menosobligar al gruesode sus fuerzasa replegarsehastael otro lado (orilla derecha)del río Salado.

Este no es muy caudaloso>aunquesi el más importanteen lascercaníasde Ecija> despuésdel Genil. Nace en las proximidadesdelpueblo que le da nombrey uniéndoseen ángulo sensiblementerectoa otro curso de aguaque viene desde el Sur, camina luego todo eltiempo hacia el Norte> por un espaciode unos treinta kilómetroshastadesembocaren el Genil, casi al alcancede Ecija. Como todoslos ríos de la región,exceptuadosel Guadalquiviry el Genil, su cur-so en verano carecede importancia, pero en la estaciónde lluviasandaluzas,frecuentementetorrenciales, toma un volumen conside-rable y es para tenerlo en cuenta en operacionesmilitares> aunqueno dejede servadeableen condicionesmáso menosprecarias,sobretodo molestadopor un enemigo,y esto es precisamentelo que con-viene al papel que juega el río Salsum en la guerra> segúnhemosvisto. Hemos encontrado,pues, un río Saladoque reúne todas lasprobabilidadesde serel Salsumentre cuyas orillas se batenlos beli-geranteshasta la caída de Ategua, que —ahora con más motivos—creemossea Ecija.

Reconocemossinceramente>como terceray última dificultad, quela posición de Ecija no tiene nadade señera.Está por el contrarioen una depresiónal borde del río. Su nota de ¡irmissima no puedevenirle más que de la presenciade éste> importante en el paraje,de sus murallas todavía subsistentesen trozos notables, o> comoya se dijo, de su riqueza agrícola e importancia de sus almacena-mientos.

Al no poder Pompeyoforzar al enemigo a levantar el sitio deAtegua, la lucha se prosigueentre los dos ejércitos a lo largo delrío Salsum, desde las inmediacionesde Ategua hasta la siguienteplaza sobreel río queresulta ser Ucubi.

El capítulo VII de Bellum hispaniensepuntualizaque el campa-mento más avanzadoque Pompeyologra establecerfrente a los si-tiadoresestá a dos millas de la plaza> que es justamentela distan-cia entre Ecija y la desembocaduradel Saladode Gilena en el Genil.Más tarde (cap. VIII) se añadeque Pompeyoestableciósu campoa la vista de las dos plazasde Ategua y Ucubi. Como por los epi-sodios que siguen sabemosque Ucubi se hallaba también sobre elrío Salsumy que los encuentrosentreambos bandosse desarrollana lo largo del mismo,hay quebuscara Ucubi sobresu curso.Hoy elpueblosiguiente,remontandoel río, es El Rubio, a unos veintekiló-

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metrosde Ecija en línea recta. Ucubi debíaestaren el mismo lugaro en algunade las lomasque lo acompañan.Vestigios romanos>res-tos arquitectónicos~ cerámicos,abundanen el paraje,pero no estáreconocidoningún yacimientourbano ni se han hecho excavacionesen su busca.Entre Ateguay Ucubi hay que buscartambiénel cam-pamentoqueavizorabaa las dos (bel!. hisp. VIII). En los poco masde veinte kilómetros suavementeondulados que separanEcija deEl Rubiodestacanotablementeunaalturade unoscien metrosde cotasobreel nivel de la llanura a sus pies que, a diez kilómetros al Surde Ecija, en la orilla izquierdadel Salado> se conocecon el signifi-cativo nombrede Cerro de las Balas> por la abundanciade glandesde plomo queen él se recogen.El autor de la secciónde Arqueologíadel Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia> don FranciscoCollantes de Terán, afirma (III, 64) haber recogido una marcadaC. M. de las que, dice, se conocenejemplaresabundantesen Osunay se interpretanC(neus)M(aximus).La sigla C. parael nombreCneuses inusitada. La abreviaturahabitual del praenomenes Cn puestoque C se empleapara Caius.Tampocosé que Cneo recibierael sobre-nombrede Maximo. Pero antes que CollantesPierre Paris y sus co-laboradoresen la excavaciónde las fortificacionesantiguasde Osuna(Engel et Paris, «Une fortresseibérique á Osuna»>en Nouv. ArchivesMission scientij., XIII, 1906, 380) habíanencontradoallí unaporciónde glandesdel mismo tipo y describensus marcasen la forma másortodoxa Cn(eus) Magnus Imp(erator). En recientevisita a Osunahe podido recorrer las ruinas de las fortificaciones de la antiguaUrso y su pequeño>pero interesanteMuseo local en el que se ex-ponenvarias balas del tipo en cuestión.El coleccionistalocal donFrancisco Fajardo Martos tiene reunida una ingente colección deantigiledadesursonenses;cerámica, vidrios> fragmentosepigráficosy escultóricosy gran número de balas de plomo, lisas algunase ins-critas muchas> teniendo la gentileza de obsequiarmecon una deéstasen la que se lee con toda claridad CN (eus) MAG (nus) comoen otras muchas(fig. 5), con la particularidad de queno todas pro-cedende un solo molde> puesvarían la forma y tamañode las letrasy sus enlaces,pero no su redacción,por lo menosen las varias queme fueron mostradas.

Ni los excavadoresfrancesescitados ni ningún otro estudiosoquesepamosintentaron aprovechartan interesantematerial para las lo-calizacionesque nosotrosestamosensayando~. Pareceque ha sido

Despuésde la redacción de este trabajo Ramón Corzo Sánchez, en suartículo «Munda y las vías de comunicación en el BeIlum hispaniense»(enHabis 1973, 4 pág. 247), se ha pronunciadoen el mismosentido en que lo bago>

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Lugares realmentemontañososno los hay en esa parte de la BajaAndalucía> pero en sitios comprobablesel narradordescribecomoaccidentadosparajesqueno pasande serun tanto onduladosy esasondulacionesabundany en ocasionesacentuadamenteen el terrenoque estamosconsiderando>por contrastecon lo que encontraremosdespuésentreOsuna y Sevilla. En el capítulo XLI, 2 se dice expresa-mente que Ursanoe(Osuna) ponía gran impedimentoa los ataquesnon solum opere> sed etiam natura ediutus. Puesbien, los desnivelespara alcanzarOsuna no excedende los que encontramosa amboslados del Saladode Gilena que oscilan entrelos más de 100 y menosde 300 metrosde cota. Verdades que la antiguaOsunaestáreconoci-da principalmenteen el cerro que la flanqueahacia el Este> dondelos arqueólogosfrancesesya citados encontraronlas fortificacionesque calificaron de ibéricas,por más que la presenciade las glandesmarcadasqueya conocemosdelatansu utilización en la guerra obje-to de nuestroestudio>como acertadamenteobservóThouvenot(Essaisur la Province romaine de Bétique, 380) haciendo resaltar que losexcavadoresdescribieronla muralla como obra apresuraday pococuidada,como si se hubieralevantadoante el temor de un peligroinminente, que es lo que debió ocurrir al aproximarse César. Lamuralla protegea la ciudadpor el Este> buscandoel dominio de laruta de Estepaquees> como veremos,la parte por dondeera de te-mer queel enemigose presentasey efectivamntese presentó.

La posición de Osuna es,con la algo semejantede Marchena>unaexcepciónen el contorno,pero aun así considerarese terreno comomontañosoes unaevidenteexageración.En ese aspectolas localida-des propuestaspor Schulten en la provincia de Córdoba algunas>como Espejo con conocidas antiguedadesromanas> presentanunsuelo más accidentadoy apto para una guerra de posiciones,perono es estaclasede guerrala queconveníaaCésarquees el atacantey al quecorrespondela mayor partedel tiempo la iniciativa, y espe-cialmenteal llevar la lucha a la región de Ateguay tratando siemprede provocar un encuentrodecisivo en campo abierto> lo que al finlogrará en el campomundense.En la región cordobesadel Guadajozno se conoceel río Saladoni los otros nombresde la campañahansido identificados> ni siquiera rastreadosentre los modernos>fuerade las vagassemejanzasde sonido entre Tebay Ategua, como entreMunda y Montilla. Peroparaencontrarterrenoverdaderamentemon-tañosohabríaque seguir hastamuchomás al Sur> a la cordillera Pe-nibética que es la única verdaderamentetal desde la entrada enAndalucía por la Mariánica. Allí se han hecho efectivamentelocali-zacionespara nuestraguerra (Ronda, Monda) pero la dificultad decompaginaríascon el contexto histórico impidió que prosperaran

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tales ideas. Es, pues, lo probable que las ondulacionesde las cam-piñas cordobesaprimero y sevillana despuésdesdeCórdobay EcijahastaEstepa>Osuna y Sevilla bastenpara justificar que el escritormilitar las encontraramolestasy dificultosaspara el desplieguedelos ejércitos.

Otros datosparabuscarel emplazamientode Ucubi no existenenlas fuentes.El nombre,como el de Ategua, es desconocidode todala literatura anterior a la campaña,con la excepciónde una oscuraalusión de Salustio (Hist., 1, 23) en las guerrassertorianas.Despuéses verdadquese encuentranen Plinio, III, 12 y en Strabon,III, 2> 2pero ya vimos que los indicios arrastranfuertementea la sospechade que los geógrafoscitan tales nombres por su notoriedaden laguerrapompeyanay que sólo a través de estahistoria los conocen.De los nombresde los campamentostodavía es más lógico lo queocurre. Es natural que accidentesque ni siquiera serían pueblos,sino sólo fundos o lomas, etc. tomenmucha importanciaen el des-envolvimientode la guerra, pero fuera de ella no interesena nadie.

De lo correcto del nombrede Ucubi no podríamostener muchagarantíadado lo descuidadodel escritor militar en su transcripciónde nombresindígenas>si no poseyéramosalgún testimonio epigráfi-co (CIL, II, 1404). Los demás escritores,aun los que dependendeotras fuentes>han podido tomar esa particularidadde nombresdes-conocidosdel que había sido testigo presencial de los hechos. Detodosmodos Ucubi no suenamal entre otros topónimosde la regióncomo Ocurri, Iptuci, Tucci> etc. A los inclinados a especularsobretan resbaladizoterreno dejo el hacerlo sobrela posibilidad de que>como en tantos otros casos>al extenderseel habla romanceaday noentenderseya el significado de nombres vernáculos>el de Ucubise fuera transformandohastallegar a ser El Rubi(o).

Antes de abandonarel escenariodel río Salsum recordemosquela narración introduce todavía los nombresde Aspavia y Soricaria.El capítuloXXIV de Bellum hispaniensenos contaba que Cneo ob-servabadesde Ucubi que César trataba de cortarle sus comunica-ciones con Aspavia, lo que trata de impedir dandolugar a un en-cuentro en Soricaria>entre Ucubi y Aspavia. Se dice que Pompeyorehúyeel encuentroen la llanura y que un cerro favorecesu replie-gue. Aspavia se hallabaa cinco millas de Ucubi> es decir unos nuevekilómetros. Puesto que la acción de Césares interpretadapor ene-migo como un intento de corte de comunicacioneshay que buscara Aspavia, como siempre,más al Sur. A once kilómetros al Sur deEl Rubio encontramosla importante localidad de Estepa cuyo nom-bre antiguo nos es conocido, Astapa (Livio, XXVIII, 22 y 23; Appia-no, VI, 33; StephanoByz. s. y.; Itin. Ant., 411, 3 Ostippo; así también

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Plin., III> 2 y CXL, II, 1449). Pasoobligadoen la vía transversalHís-palis-Anticaria como hoy todavía en la carretera entre Sevilla yMálagapor Antequera.

Aspavia tampocoes conocidapor otras fuentesy hay que pensarque su nombrepuedeestar tan desfiguradocomo tantos otros porel escritor militar. Como en ocasión anterior le hemos visto> a loque creo> transcribir Ats(igi) por Ate(egua) pensamosque esta vezha podido cambiarAst-en Asp- de dondepodría resultarqueAspaviano fuera otra que Astapa.A medio camino entreella y tJcubi debiólibrarse la acción de Soricaria que probablementeno es ningunaciudad sino sólo nombrede algúnvico o fundo, cerro o accidente.Lasmárgenesdel Saladode Gilena están sembradasde despobladosyrestos arqueológicos>según Collantes (Catálogo, III y IV. Ecija yEstepa).El nombre de Soricaria como el de Castra Postumianapa-receprocederde los romanos>quizása partir del de sorores, herma-nas. En el paísconocemosel nombrede Dos Hermanasen el pueblopróximo a Sevilla y en la sierra del término de Jerezde la Fronterase aplica a dos elevacionesgemelasa la orilla izquierda del río Ma-jaceite, actualmente embalse de Guadalcacín. Dos protuberanciasmás o menos gemelasa la vista de los contendientespudieron im-presionarlesentre El Rubio y Estepa>probablementeen los cerrosde La Esparragosa,a poca distanciadel primero, al borde del cami-no hacia la segunda>por donde corría calzada romanacuyos ves-tigios han sido reconocidos (Cf. Collantes, Catálogo, III> 101-102).Esasalturaspuedenser las que se nombran en Bellum hispaniense,de las que Cneo no quiere apartarsepara descenderla llanura, mien-trasCésar trata de filtrarse por sus costadosen buscadel corte conEstepa.Su doblecúspidepudo dar el nombrede Soricaria.Plinio, III,11, al nombrar las localidadesdel conventohispalenseda a conti-nuación de Orippo —reconocidaen la contigiiidad de la modernaDos Hermanas—los nombres de Caura y Siarum. Nombradasensentido contrario Siarnm-Caurano se negaráque producen un so-nido muy próximo al de Soricaria. El filólogo García de Diego; hijo,cita (Archivo hispalense,95, 1959) el cortijo de Xorquera con restosarqueológicosen las proximidadesde Dos Hermanasy apunta queXorquera puedeser corrupción de Soricariay representaruna for-ma corrompidade las Duae sorores que se han traducido por DosHermanas.La Soricaria de Bellum hispaniensees por supuestoente-ramentedistinta del pueblode Vos Hermanas,en la salida de Sevillahacia Cádiz> pero los nombres pueden tener en ambos casos unorigen común.

Con esto creo que tenemostan justificadascomo es posible laslocalizacionesque proponemosparalos nombrescitados en la cam-paña alrededor del río Salsum, que hemos calificado de segundo

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escenariode la guerra.A partir de ahí Pompeyose retira de Ucubisobreel oliveto de Hispalis que creemossituadopor los alcoresdeCarmona,mientrasCésarse estableceen la vía transversalHíspalis-Anticaria, primero en Ventipo-Casarichey luego, moviéndosehaciael Oeste> aunquese creeobligadoa evitar por el momentola impor-tante pero aún indecisa Osuna —que por otra parte el Itinerariode Antonino no cita como mansiónsobre la calzada—se apoderade Carula cortandopor consiguienteel camino más directo de Cneohacia Carteia>quedandoentre los dos rivales la gran llanura queresultaserel campomundense,teatro de’ la batalla definitiva.

MUNDÁ Y EL cAMPO MUNDENSE

Hastaeste punto tenía trabajadoel presenteestudio desde hacemuchotiempo y nunca me ha abandonadola convicción de que losprimeros escenariosde la guerra, desde Córdoba hasta el campomundenseno puedensermuy distintos de como los dejó expuestos.Ahora bien, a partir de este momento>Ve belZo hispanienseen suscapítulosXXIX a XXXIII, y aun algún detalle posterior> aportapre-cisionessobreel campo de batalla y sobresu relacióncon la ciudadamuralladade Munda> que me han planteadosiempre seriasdudassobresu interpretación.Comonuncahe logrado desvaneceríashabíadejado mi estudio en suspensomientrasalguna nueva circunstanciano me proporcionaraun nuevo camino hacia una solución satis-factoria. En este tranceha acaecidolo quehe referido al principio:el maestroGarcía y Bellidor al conocer mis investigacionesopinóque era de interés darlas a conoceren el estadoen que:se• hallan>porqueel problemava quedandoenfocadomás de cerca y la publi-caciónpuedeprovocar colaboracionesque aportendatos imprescin-dibles~ Eso meha determinadoa aportaresteestudioa suiHomenaje>aunqueyo advierta lealmenteque en lo que resta sigo encontrandopuntos oscurosparalos que no he hallado explicaciónqueme satis-faga. Iré, pues>exponiendolos hechosy los reparosqueme sugieren.

Ante todo hay algo extraño en el modo de introducina Mundaen la narración. Hemos visto que el historiador después~de contaren el capítulo XXVII que PompeyoabandonaUcubi, dice expresa~mente que establecesu nuevo campamentoen un oliveto • contraSpalim, pero a Mtmda no la nombraen absoluto.César• despuésdetomar Ventipo y Carrucacontra Pompeiúmcastra posuit. La ciudadque Pompeyoincendió por haberle cerradosus puertas(XXVII; .6)pareceha de ser Carrucaque acaba de nombrarse..Y. el capituloacaba literalmente: hinc itinere jacto in campum Mundensem. cumessetventum (Caesar)castra contra Pompeiumconstituit. Es decir:

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que hemostranscrito habla expresamentede que Césarse pone encamino desdeCarrucahastallegar al campo mundense,parecequeéste quedada próximo a las posicionespompeyanas>pero a ciertadistancia de Carruca y a ese campo estrictamenteconsideradoseráal que conviene el nombre de mundensey la extensión de cincomillas. En cuantoa Munda> ciudad,sigue sin nombrarse.En XXIX> 1se insiste en la protección que «la ciudad» (oppido) y la naturalezaprestabanal campamentopompeyano.En XXIX, 2 una nueva pre-cisión parala identificación del campo mundense:desdelas alturasdiscurría un riachuelo (rivus) que dificultaba su acceso. No debetratarse del río Corbonesquees el máscaudalosode la gran llanuraqueestudiamos>porqueno corre inmediatoal pie de los alcores>sinoal otro extremopuesto que pasapor la propia Puebla de Cazalla; nidebellamarserivus al Corbonescuandoseha estadollamandoflumentodo el tiempo al Salado> francamente>menoscaudaloso.Pero al piede los alcoresdiscurrenotros verdaderosarroyosquevan recogiendolas aguasde la laderay uniéndosecorren máso menosparalelosa laladera misma, como el de las Trece Revueltas,que vierte en el Al-caudetey todosen fin en un Saladoquepor supuestonadatiene quever con el.de Gilena. El narradorañadequeel arroyo corría hacia laderechapor un suelo pantanosoy agrietado.

Si tales detalles han sido descritos con propiedad constituyenunadificultad paraaplicarlosa los arroyuelosque acabamosde nom-brar porqueéstos,vistos desdelas posicionescesarinas,frente a losalcores,corren hacia la izquierdaen demandadel río Guadairaquevierte en el Guadalquivir inmediatamenteal Sur de Sevilla. Terrenotan llano y consecuentementecruzadopor tantos arroyuelos tal vezen la estaciónde lluvias pudo pareceral cronistapalustri et voragi-noso. Los cursos de agua han perdido caudal en el transcursodedos mil años; continuamentelo vienen perdiendodesde la épocadiluvial, pero lo que más propiamentepodría pasarpor terreno la-custre en aquellos contornos>está hacia el extremo nordestede lallanura y del otro lado del río Corbones.Casi desdeel pie del Cerrode las Balas que ya conocemoshastalas proximidadesdel pequeñopueblo La Lantejuela se extiende —muy alterado actualmentepormodernasobras de irrigación— un mosaico de una media docenade lagunas,de las que la más notablees la de Ruiz Sánchezde másde tres kilómetros de largo por casi dos de anchuramáxima. Estesistemaqueda demasiadoalejadodel espacioconcretoque estamosconsiderandoy las operacionesno han debido desarrollarseen susinmediaciones,pues aparte de lo inapropiadode su naturalezaparael desplieguede los ejércitos> el historiador no hubiera dejado denombrarexplícitamentepor lo menos la laguna mayor que caracte-riza todo el paisaje.

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La única manerade entenderel pasajeliterario que comentamosen el terrenoal pie de los alcoreses pensarqueel autor ha equivoca-do la dirección de los arroyos>anotándoloscomo corrientes a la de-rechaen vez de a la izquierda, o bien —y es lo más probable— quehace su descripcióna posteriori, cuandoganadala batalla y apode-radoslos cesarinosde los alcores>el cronistaha podido mirar a susanchasdesde arriba el campo de batalla y describirlo en sentidocontrario; vistos desde allí es cierto que las aguas corren hacia laderecha.También desde la altura y en estación lluviosa la extensallanura bien saciadade aguapuedepresentarun aspectoque puedeser escrito como pantanoso.

Otras reservasnosplanteala propia ciudad de Munda.Los capítu-los XXX y XXXI describenel terrenoy las incidenciasde la batalla,dondeCésaravanzahastael pie de la laderay Pompeyointenta pre-valerse de su ventajosa posición, todo ello en forma enteramenteapropiadaal terreno que consideramos.Choca la reiterada alusiónen los párrafos 7 y 8 del capítulo XXXI al refugio que supuso«laciudad»a los queretrocedían,de los que ninguno se hubierasalvadode no haberserefugiado en el mismo lugar del que habían salido.Hasta el capitulo XXXII no se ha dado una sola vez el nombredetal ciudad> habiéndosedicho solamentemucho antes que el campa-mento pompeyanoestabahz oliveto contra Spatim. Al principio delcapitulo XXXII hay una lagunaen el texto y luego las primeras pa-labras conservadasson: ... ex fuga bac qui oppidum Mundam sibiconstituissent praesidium, nostrique cogebantur necessarzoeos cir-cumvalere; es decir> que hay que entenderque (sólo escaparon)deesta huida los que se refugiaronen la ciudad de Munda, de modoque los cesarinosjuzgaronnecesariorodearlos.Esta es la primeravez que apareceel nombrede Munda en la narracióny> como se ve>no con motivo de uno de los tan frecuentesmovimientos de Pom-peyo> sino al buscarlos derrotadosrefugio in eum locum... ex quoerant egressi(XXXI, 8) y quehastaahorano habíamerecidoel honorde sernombrado.DesdeCarmonahastaSevilla no hay otra localidadmuy notable en los alcores,pero seríamuy extrañoque el historia-dor hubieraconfundido el nombrede plaza tan importantey cono-cida como Carmo. Lo cierto es que ni a Carmo se la nombra enninguno de los episodiossiguientes,ni en los alcores hay otra plazaqueconserverecuerdoso indicios a relacionarcon Munda. Por con-siguienteen una narraciónque parecíahastaahora coherentee ibapermitiendo localizaciones muy probables desaparecede pronto elolivar contra Spalim y apareceel nombre, por lo demásdesconocido>de Munda de la queantesno se ha dicho palabra.

Todavíael mismo capítuloXXXII cuentacómo un pelotón de ca-ballenacapitaneadopor el joven Valerio huye hacia Corduba donde

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refiere a Sexto Pompeyoel resultado de la batalla> episodio del queSchulten toma pie para reafirmar la proximidad de Munda a Cor-duba,deducciónpor cierto bien poco feliz> puestoque el mismo textoindica que el objeto del viaje es dar cuenta a Sexto del aconteci-miento y lo que demuestraes que Munda estabalo bastantealejadapara que en Córdoba nadie se hubiera enteradodel hechohastaquevan a contarlo. Ello permite a Sexto decir todavía a los cordobesesque salea tratar la paz con Césary saliendo efectivamentede nocheemprendela huida, no sabemosexactamentepor qué vías> pero se-guramentehacia Roma donde reaparecemás tarde en la Historia.

Cneo por su parte logra huir haciaCarteia, lo que Césartratabade impedir durantetoda la campaña.Bien es verdad que lo hace encircunstanciasbien precariascuyas localizacionesocuparán nuestrocomentario a los últimos capítulosdel Bellum hispantense.

Para terminar antes con Munda diremos que ésta reapareceenel capítulo XLI, es decir, despuésque se ha contadola rendición su-cesiva de Córdoba>de Sevilla> la estanciade César en Cádiz y aunel mismo fin de Cneo. Según pareceMunda no se rinde hasta eseavanzadomomentoy aún se apresanen su interior catorcemil com-batientes. A continuación se expugna Osuna a la que se presentade nuevo fuertementeamurallada.Detalle significativo es la noticia(XLI, 5 y 6) de que para la mejor defensade Osuna de un asedioPompeyohabíahecho talar todo el arboladoa su alrededorde modoque no se encontrabamaderaen una distanciade seis millas> por loque los cesarinoshubieron de traer la necesaria al ataque desdeMundaque acabande tomar. Esto implica queMunda quedaraa unadistancia de Osuna inferior a las seis millas que distabanlos prime-ros bosquesno talados>lo cual demuestrauna vez más la imposibi-lidad de situar a Mundacerca de Córdoba.Los mismos alcoresdistande Osuna unos cincuenta kilómetros; demasiadolejos por consi-guienteparala noticia quecomentamos.

De modo que Munda se nos presentatardíamenteen el relato• (capítulo XXXII de un total de cuarenta y dos) y en medio deextrañasparadojas: su primera cita nominal es para decimos quelos pompeyanosse refugian en ella ex qua erant egressi, por másque antes se había dicho que la posición de los pompeyanosera unolivar contra Spalim, no contra Munda. Despuésse dice que los ce-samos llevan la maderade Munda a Osunaporquees la que tienenmás cerca habiéndoseprecisado antes que los bosques más cerca-nos a Osunaestabantodavía a seis millas; luego Munda debeestara menos.

Munda sigue> pues,bien difícil de encontrar. Tenía que ser plazabien fuerte pararesistir con suscatorcemil hombresmientrasCórdo-ba y Sevilla se rinden. Los vestigios de Munda no han sido jamás

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reconocidosfehacientemente.Bien es verdadque la plaza se da pordestruida como consecuenciade la campañay los geógrafosposte-riores hablan de ella en pasado(Plinio: inter quae «¡uit» Munda);evidentementesólo conocidapor la narración.

Su mismo nombre ha dado lugar a extrañashipótesis. La vozmunda (limpia) nadatiene que ver con el nombre de Montilla queviene de montículo>a causade su situación.Más razonablees aducirel parecidonominal con Monda. Pero Monda está ya tan cerca delmar de Málaga. al otro lado de las sierras que es imposible ligarsu emplázamientocon el contextorelativo al resto de la campañadesde Córdobay el Guadalquivir,ni al transportede la maderadeMonda a Osunaestandopor medio toda la serraníade Ronda.

La propia Ronda tuvo muchospartidarios para alojamientodeMunda, Rondaes la localidadmás importante de la sierramalague-ña y, aunqueen terrenomuy accidentado>no deja de presentarunaexplanadade tierra cultivable en quepudo desarrollarseuna batallacampal.Ademássu nombreantiguo Arunda, pudo pasar a ser Mun-da en códicesmal copiados.Pero la confusión es demasiadogeneralpara simple error de transcripcióny viene desdelos autoresroma-nos, anterioresa los códicesen que nos han llegado. De tener queaceptarel nombre Munda como mala transcripción del de Arundahabría que creer que todos los autoresantiguos que nos transmi-tieron el topónimo lo conocieronexclusivamentea través de la des-cuidadaredaccióndel conmilitón de César> lo que ya sabemosqueno es la opinión de los críticos que se han ocupadode la discrimi-nación de las fuentes.Volveremosen seguidasobreRondaal estudiarla huida de Cneo Pompeyo.

No querría dejar de mencionarsiquiera la opinión del eruditogaditanoAdolfo de Castroqueen su Historia de Cádiz y su provincia(Cádiz> 1858) propugnóla identificación del riachuelo de Munda conel arroyo Romanina,al pie de la sierra de Gibalbín en el límite delas provinciasde Sevilla y Cádiz. Da al término romanina un sentidoanálogoa los de sarracina,escabechina,en este caso «matanzaderomanos» y discurre con mucha sabiduría y buen sentido sobrela topografía pertinente.El conocíaexhaustivamentela bibliografíasobreel tema. La dificultad está en entendertodos los movimientosen los escenariossucesivosde la campañadesdeCórdobaen adelantey si Schultenadoleció de quedarsedemasiadoreplegadojunto a Cór-doba, me pareceque Castroincurre en el defecto contrario al llevara Munda tan lejos de aquellaque hay gran dificultad para explicarlos pasosintermedios.Todos los episodiosdel «segundoescenario»,el del río Salsum>quedantan difíciles de localizar parauna MundacontiguaaCórdoba>como para otra adentradaen tierrasmalagueñas

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o gaditanas. Las ubicaciones postuladas para Ucubi y Ategua son tan arbitrarias y nada convincentes en un caso como en el otro.

Sin embargo, ya he confesado con lealtad que el hilo de mi recons- trucción que me parece satisfactoria desde Córdoba hasta el campo mundense, se me embrolla o se quiebra de ahí en adelante. No en- cuentro cuál puede ser la plaza fuerte Munda, fuera de Carmona, al borde de los alcores sevillanos; el Viso o Mairena carecen de ves- tigios mundenses. En Mairena vivió largos años Jorge Bonsor, a quien tanto deben la arqueología del valle del Guadalquivir y de Carmona; si en Mairena o en sus inmediaciones existieran vestigios de la guerra pompeyana no hubieran podido pasar desapercibidos a tan fino obser- vador y eminente arqueólogo. La distancia a Osuna es mucho mayor de las seis millas que debían distar los bosques menos alejados. Las aguas que cruzan la llanura al pie de las lomas no corren hacia la derecha del espectador colocado en el campo cesarino, sino hacia su izquierda.

Se obviarían muchas dificultades si supusiéramos que el replie- gue de Pompeyo, una vez abandonada Ucubi, no le llevo tan lejos como a los Alcores. Un oliveto podría en rigor encontrarse en medio de las llanuras donde todavía subsiste el olivo. Marchena, única lo- calidad importante de la llanura que no nos ha salido al paso en todo el relato, está más o-menos en esa situación (fig. 7) y aventajaría

FIG. 7,Marchena desde el Norte.

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a la de los pueblosde los Alcores paraentenderel campode batalla:si Césaravanzabadesdela Pueblaapoyandosu flanco izquierdo enel río Corbones,es decir, por la orilla derechadel río, al convertirsu frente hacia la izquierda,el Corbones,curso más importantequelos arroyosal pie de los Alcores, se interpondríarealmenteentre ély la posición pompeyana;discurriría hacia la derechacomo quiereel texto,puestoqueel Corbonesno va al Guadairasino directamenteal Guadalquiviraguas arriba de Sevilla. Todo esova perfectamente;las dificultadesa mi juicio son: primera> que pequeñosolivares enla llanura podrían perfectamenteencontrarsepero no describirloscontra Spalim ya que Sevilla quedaexcesivamentealejada (40 ó 50kilómetros en línea recta) y segunda: que las ondulacionesescasasy leves de la llanura no parecenemplazamientoadecuadopara laplaza de Munda tal como se la describeen los capítulosposterioresa la batalla; Marchenaúnica ciudaddondepudierapensarseque hu-bierapodido haberuna plaza fuerte romana,conservarestosde susantiguasmurallasárabespero no antiguedadesromanascomo Osu-na y Carmona.Su distanciaa Osuna dobla todavía las famosasseismillas de los bosquesmáscercanos.Sin embargo>en vista de las difi-cultadesqueconfieso encontraral emplazamientoen los Alcores> porotra parte tan sugestivos>la candidaturade Marchenadebeser porlo menos objetivamenteapuntada.Todavía más al Este una Mundaasentadahacia dondehoy estáel pequeñopueblo La Lentejuela> de-aría exactamentea su derechala región paludinosade las lagunas

mencionadasy su distanciaa Osuna sería aproximadamentela de-seable>pero lo del olivar contra Spalim no podría aplicárseley niunaposición eminente>ni el rivus currens ad dextrum ni las demáscircunstanciasdel terreno se le puedenaplicar satisfactoriamentet

Concluimos,pues,que en un campo mundenseque pareceplau-siblementeencontradoal pie de los Alcores de Carmona, es difi-cilisimo encontrar la ciudad homónimaen las condicionesprecisasque le señalaVe bello bispaniense.

Ya sabemosque esacrónicano es la única fuente literaria paralacampaña,pero en lo que a topografía se refiere> las demás apenasañadennadaque aclare el enigma. Ya hemos utilizado varias veces

4 El ya citado trabajode Ramón Conome enteraa última hora de que yaen 1870 una efímera sociedad arqueológicasevillana recogió algún materialantiguo en el llamado Cerro de la Camorra, a unos tres kilómetro al Este dela Lantejuelay propuso el yacimiento como posible emplazamientode Munda,idea que compartió A. Engelen 1892 en su «Rapportsur une mission archéolo-gique en Espagne,189h <NMSc t. III) proponiendoexcavar el lugar. El pro-yecto no se realizó, pero me dice el Sr. Corzo que aunquelos cultivos mecá-nicos modernostienen completamentedestrozadoel yacimiento, los vestigiosde una ciudad antigua —algibes, amurallamientos,etc— son patentes;d~ loque resultaque en 1978 el Ceno de la Camorraviene a serun candidatocali-ficado a la ubicaciónde Munda, en la Línea de mis razonamientosde 1972.

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la importanteprecisión de Plinio de colocar a Munda entre Ucubiy Osunay hemosadvertidorespectoaStrabón,generalmentetan útil,que estavez en la cuestión de los nombres como en la de las dis-tancias no puedemenosde haber estado mal informado.

Las otras fuentes>sobretodo las quecreemosque nos transmitenla tradición liviana procedentequizás de otro testigo presencial(¿Po-lión?) dan algún detalle suplementario,como la nerviosidadde Césardurante la batalla, pero para la topografía apenasnada aprovecha-ble. Casi todos ellos (Dio Cass.>XLIII, 37; Floro> II, 13, 82; Velleio,II, 55, 3; Frontino, II, 8, 13; Appiano, II, .104; Plutarco> Caes, 56)hacen alusión al hecho de que César> o ambos rivales> echan piea tierra en medio de la refriega>y queCésarse adelantaa la cabezade los suyos>pormenoresque parecenconvenir al hecho de habersedesarrollado la batalla en la escaladade una cima, más bien quetodo el tiempo en un llano y extensocampo> de acuerdo con lo quehemossupuestoque ocurre en el encuentroal pie de los Alcores.

Dion Cassiohaceotra observaciónde algún interés (XLIII> 35, 2).Despuésde la pérdida de Ategua Pompeyo anda indeciso «de unlado para otro» (&flo-rs &fl~ ‘t% ~cbpa~i.ts6tc’r&itsvov itXav&« 6w.) has-ta que, contra todos los augurios>presentabatalla en las inmediacio-nes de Munda> descripcióncongruentecon lo que suponela retiradadesdeUcubi-El Rubio hasta el campo mundensey el oliveto hispa-lenseen lo alto de los Alcores.

Resulta, pues, que Munda queda extraordinariamenteimprecisadesdeel momentotardío en que es introducida por el cronista mili-tar en un terreno que creíamos tener bien delimitado> pero en elqueno es nadafácil situar la ciudad. Ningunafuenteanterior habíahabladonunca de una plaza llamadaMunda en Andalucía y todo loque conocende ella las posterioresprocedede la guerrapompeyana.Uno se inclinaría a pensarque la existenciade una palza fuerte denombre Munda al lado de las tan conocidasde la región (Urso, Hís-palis, Carmo> etc.) pudieraprocederde introducir el nombre de unaciudad en un campomundensequepodría tomar el suyo simplemen-te de algún ¡undus, o vicus, o meramentede la «limpia» llanura quese divisa desdela fuerte Carmo y sus alcores (figs. 8 y 9) que tentóa Pompeyoa presentarbatalla desdesu posición señera.La «batallade Munda» habría sido entoncescomo la de los Campos Cataláuni-cos, la del campomundense.Pero como se habla con reiteración delas condicionesfuertes de la plaza>la evanescenciade una concretaciudad llamada Munda, apenaspuedesugerirse como hipótesis. Meparecemás serio y honrado, a falta de solución propia, presentarlealmente los términos de la cuestión invitando a los demás a darleuna solución aceptable.Sólo me extrañaríaque el «tercer escenario»de la campaña>el de Munda y subatalla> llegaraa invalidar la recons-

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trucción aquí presentadadel «escenariosegundo»,el del río Salsumy susplazas adyacentes.

Los capítulos del Beilum hispaniense posteriores a la batalla(XXXII y siguientes)carecende dificultades para las localizaciones>si se exceptúala narraciónde la huida y fin de Cneo Pompeyoqueexaminamosa continuación. Las tomas de Corduba> Ursaona e Hís-palis, las andanzasde Césara Sevilla y Cádiz, pasandopor Asta> sontodos hechosclaros y las localidadesconocidasy existentesaúnhoy>salvo Asta> cuyos restosestántambiénperfectamenteidentificadosyparcialmenteexcavados.Haceañospubliqué(ARspA.,14, 1941>555-560)una inscripción hallada en sus inmediacionesque da el nombre dedos hermanosBaebios, el mismo de uno de los caballerosastensesquese presentana Césaren el capitulo XXVI de la crónica.Los Bae-bios son muy abundantesen la epigrafía en Cádiz y Jerez> desdela¿pocarepublicana.En el citado artículo recogí numerosascitas delas excavaciones>del CXL y de otras procedencias.

En Dell. hisp., XXXV se nombra una Lennium en la Lusitaniadondelos pompeyanosmás adictos tratan todavía de buscarrefuer-zos y consiguenprolongar la resistenciade Sevilla por unos días.Como no se dan más precisionessobre esa localidad enteramentedesconocida>Lenniuni seguirásiempre ignoradaa menos que algúntestimonio arqueológico descubrasu nombre in situ. En cualquiercaso se trata de una ciudad de la Lusitania, ajena por consiguienteal teatro de la guerra.

LA HUIDA DE C~¿no PoMnYo

El final de nuestrasinvestigacionesha de contraerseal escenariode la huida de Cneo Pompeyo.Ya vimos que despuésde la batallaenvíaa Córdobaa Valerio al frente de unospocoscaballerosa ente-rar a su hermanoSexto de la derrota> pero él no se une al grupo,ni huye en esa dirección que supone adentrarseen el país perdido>sino que optapor escaparhaciaCarteiaa orillas del mar> preocupa-ción que parecelatir en todos sus movimientosanteriores>así comoen los de César se descubrela constanteintención de impedirlo.Hemosvisto a Césarantesde la batalla establecerseal Sur de Pom-peyoy ocuparpuestos(Carula,Ventipo) en la vía transversalHispalis-Anticaria, aunqueevidentementeno la vía en su totalidad. Plazascomo Marchenay Osuna> las más importantesen la actualidad enel paraje,no habíancaldo aún en manosde Césaraunquerecorde-mos queOsunano se cita como mansiónen el Itinerario de Antoninoy de Marchena nada se sabe de cierto por las narraciones de laguerra... De cualquier modo lo evidente es que Cneo encuentrael

Nuevoensayode interpretación de la topografía... 73

Fin. 10.—La huida de CneoPompeyo.

74 . C. Pemán

modo de filtrarse de nochey a uña de caballoentre los cesarinos,endemandade las sierrasque tiene a las espaldas,entrecuyas anfrac-tuosidadesy desprovistode todo aparatopasarádesapercibidohastaalcanzarCarteiaen la bahíade Algeciras (fig. 10). El pompeyanopudohabersereplegadosobre Sevilla despuésde la derrota,como parecehaber previsto desde su instalación contra Spalim. Es natural, sinembargo>.que no lo hiciera si’ había de emprenderuna huida inme-diata. En Sevilla hubiera podido encontrarse obligado a intentarrehacerse,pero debía tener el ambiente de la ciudad despuésdeldescalabro.Hubiera podido comprometersu huida> pues desdeSevi-lla había deatravesarbuenaextensiónde tierra llana> pobladae im-propia parala ocultaciónantesde alcanzarlas sierras.Las calzadasle eraninútiles parala huida a caballoy la menor distanciaa Cádizde nada le servía puestoque en Cádiz estabaapostadala escuadracesarinade Didio. Es, pues,prácticamenteseguroque Pompeyohuyedirectamentedesdeel campo de batalla hacia Carteiaa través de laslíneascesarinas,que> naturalmente,no existen despuésde la batallay expugnación de los alcores,ni presentaronnunca la continuidadde un frente moderno.Nada podía impedir pasardurantela nocheentreCarula e Hispalis y ganar la sierra de Morón a pocoskilóme-tros y de ahí la de Lijar y ya toda la cadenamontañosahasta labahía de Algeciras.

Aunque los Itinerarios conservadosno dan una vía romana enesoslugares>ni una calzadaera lo que Cneo necesitabaen su huida,fragmentosde una tal construcción han sido reconocidossobre elterreno> alguno muy importante y extenso en las proximidades deRonda. Puedenverse reproducidosen las figuras 61 y 62 del Essaide Thouvenot. El atlas de Kiepert (hoja XXVII, Hispania) trazacomo incerta una vía que desdeAstigi por Urso-Osunay Arunda-Ron-da ganaCarteja.No creo que fuera volviendo sobreOsuna por don-de Cneo pudo emprenderla fuga ni —repito— que usara calzadaalguna para tal menester.Si bien el Bettum hispaniensecita algunospeditesentre los seguidoresdel jefe en su huida, dudo mucho de laexactitud de tal referenciay en el mejor de los casosPompeyodebiódejarlos pronto bien atrás> pues las circunstanciasno eran paraacomodarseal paso de la infantería. Creo que Pompeyo debió em-prender la huida más al Oeste> desdesus posicionesmás cercanasaSevilla que a Osuna y desde donde la sierra de Morón se ofrececomo la más cercana del sistema montañoso. No debió internarseen buscade Arunda o Acinipo, sino más bien marchar tan derechocomo era posible, evitando ciudadesimportantescómo las citadas.Su camino a partir de Morón debió ajustarsemás o menos al quesiguela actual vía comarcal339 en su trayectohastala sierra de Lijarpasandopor el pequeñopueblo de Coripe> cuyo nombre recuerda

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otros antiguosde la región como el de Orippo, hoy Dos Hermanas.En vez de desviarsehacia Ronda>debió remontarluego el alto cursodel Guadaleteparaganarlas pequeñaslocalidadesaltas de la sierra:Lacilbula, junto a la actual Grazalema(dL, II> 1342 y suppt.> 5409;Ptolem., II> 4> 9, Aax4~C~), Ocurri (CXL, II, 1336 y 1337 ocuritaní ex-plorado desde 1792 [MS. T’Serclaes], actualmenteen excavación),junto a Ubrique, dondese descubrenvestigios de la vía que la uníacon Grazalemaa través de la serranaManga de Villaluenga. Más alSur está identificadala Saeponede Plinio> III, 14 (CIL, 1339> 1340y 1341; Romero de Torres> Catálogo, 206) en lo más escondido delos montes jerezanos,de dondebajaría a Oba, hoy Jimena (monedasbilingiies, Vives, Mon. bisp., III, 44; CXL> II> 1330 y 1334 obensis)paraalcanzarel curso del río Hozgargantay al pie de la modernaCastellarde la Frontera>pasaría al del Guadarranquepara desembocarconrío al pie de Carteia. Si la batalla se dio realmente donde creemoshaberidentificado el campo mundenseel descritoes el caminonatu-ral, el más recto, el más escondido>el que evita ciudadesgrandesindeseablesal fugitivo. Suponiendoque todo a lo largo de ese ca-mino existiera una calzada> repetimos que Cneo, aunqueobligadoa seguirvíasnaturales,másbien trataríade evitarlaquede utilizarla.En cualquiercaso, a partir de Oba las dos vías posibles>la queesta-mos considerandoy la que baja de Arunda habíande unirse en elúnico caminoposible>el bajo curso del río Hozgarganta.

En este punto importa hacerresaltarun episodio revelador queha sido frecuentementemal interpretado. El capítulo XXXII delBellum hispaniensecita el octavo miliario de la vía que Pompeyorecorría> donde sintiéndosedesfallecer, envía un mensajeroa bus-carle una litera en la que poder llegar a buentérmino. Algunos hancontadolas millas absurdamentea partir de Corduba.Aun para losdefensoresde la proximidad de Munda, a Cordubadeberíaresultarinverosímil que aocho millas de Córdobael fugitivo pudierahacerserecogeren una litera y salvar de este modo las 180 millas que le se-parabande Carteiaherido> derrotadoy ocultándose.Se impone inter-pretarel pasajeal contrario: el octavomiliario ha de contarseapar-tir de Carteia,o seamuchomásabajo de Oba, dondePompeyosiguenecesariamentela calzada,aunqueéstavenga de Arunda y él no lahaya alcanzadohastaOba. El octavo miliario> unos quince kilóme-tros, caea la altura de la actual Castellar,entrelos alcornocalesdeLa Almoraima, a la vista ya del próximo peñónde Gibraltar, dondetraspuestaslas sierras,el extenuadoCneo pudo considerarseya rela-tivamenteseguro>pues habiendoconseguidoburlar una persecución,se encomiendaa la buenaacogidade los partidariosque pudiera con-tar en Carteia donde tenía apostadassus naves.Así lo cuenta expre-samenteel último párrafo del capítulo que comentamos.

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La narración tiene un apéndicededicadoal desgraciadofin deCneo. El capitulo XXXVI informa de que los carteienses,una vezconocidoel desenlacede las hostilidades>juzgan prudentehacerva-ler anteel vencedorla bazaqueposeenen la personadel pompeyanoy delatar su presenciaen la ciudad. Se enciendenpolémicas entreuno y otro bandosobreel partido a tomar> en vista de lo cual Cneose apoderade veinte naves longas y se hace a la mar. Para DionCassio(XLIII, 40), Cneo no disponemás quede una nave. Estamis-ma es la opinión de Appiano (belí. civ., 2, 104) quien presentaa Pom-peyo llegandoa Cartelaen la litera como un simple particular> a pe-sarde que le hace salir del campo de batalla acompañadode cientocincuentajinetes. Todoshacenconstarque Pompeyova herido> con-cretándosequeen un pie, mayor impedimento para la marcha. Ap-piano> sin embargo>cuentaque la herida se la causó a bordo> deuna mala maniobray que por estacausaordenavolver a tierra loque, segúnlos demás> ocurre a causa de la falta de aguapotable>dejada atrás en la precipitación de la partida. De un modo o deotro ello es que la navehubo de recalar de nuevo con desastrosasconsecuencias.

Como en todo lo demásla fuentemás pormenorizaday extensaes la del cronistamilitar cesarino,segúnel cual (cap. XXXVII) alcuarto día de navegaciónCneo tiene que volver a tierra por agua.Al tocar tierra es alcanzadopor Didio, que se hablahecho a la mardesdeCádiz y apresaparte de las veinte navespompeyanase meen-dia otras. Cneo> ya en tierra> trata de fortificarse en lugar favora-ble. Se ha especuladosobrecuál pudo serel punto de esta recalada.Por los cuatro dias transcurridosdesdeel embarqueen el estrecho>por el naturaldeseode alejarsedel enemigoy hastapor la naturalezaabruptade la costa se ha pensadorazonablementeque se trata dealgún punto de la actual provincia de Almería> antes de doblar elcabo de Gata. Las heridasimpiden a Cneo cabalgar por lo que sehace llevar en litera por sus lusitanos more militan. Es alcanzadopor sus perseguidores>que decidencircunvalar la colina en que seha refugiado. Cada vez en peor situación se oculta en una cuevadondelo delatanunosprisioneros; es alcanzadoy muerto.Su cabezaes enviada a Híspalis, donde se exhibe el 12 de abril (pnidie idus>.Didio, su perseguidor>no corre mejor suerte.Atrincheradomientrasrepara sus naves (cap. XL) es alcanzadopor los lusitanos de Pom-peyo que le dan muertedespuésde varios díasde refriega.

Los otros narradoresapenasañadencosa de importanciaal textoreseñado.Appiano (beil. civ., II, 104) señalael pie de un árbol comolugar precisode la muerte de Cneo. Orosio (VI> 16> 9) equivocaaCneo con su hermanoSexto y da a éstepor muerto a manosde Ce-sonio quees segúnFloro (II, 13, 86) el matadorde Cneo. En realidad

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Floro es el único cuya narración se apartade la de los demás.Nocuentael embarquey se limita a decir que el fugitivo es alcanzadoy muerto por Cesonio, cerca de Lauro. Se ha buscadoesta localidaden la provincia de Málaga a basedel parecidodel nombrecon losde Abra y Alaurin, apesardel innegableabolengoárabede la formaactual de estosnombres,como de tantosotros en la sierramalague-ña. Si no supiéramosque CneohabíallegadoaCarteiapodría pensar-se que realmentehubieraencontradosu fin en alguno de esos luga-res alcanzadopor perseguidores,pero la narración de Floro noparece que deba prevalecer> salvo acaso el detalle del topónimo>contra la por lo demás unánime del embarqueen Carteia> nuevodesembarcointer solitudines (Velleio> II, 55, 4) y muertepoco pos-tenor.

CONcLUSIÓN

Con esto doy fin a mi tarea.Por desgraciabastantelejos de dejartodos los problemasresueltos.Sólo creo haber demostradoque nose puede entendertoda la campañahispaniensecomo una serie deepisodiosen un campo reducidoalrededorde Córdoba.La necesidadde reconocertres escenariossucesivos>de una cierta extensióncadauno de ellos> resultantesde unos planesde operacionesrazonablesy determinadosen una partepor los hechosy en otra por las mismascircunstanciasdel terreno y del país> podrían ser el resultado máspositivo de mi investigación.De esos escenarios,sobre el primeroentre Montemayor y Córdoba no existen problemas y respecto alterceroya he repetido queel campo mundenseme parecíabien esta-blecido y desde el alcázar de Carmona>su fuerte posición al bordede los alcoresy la limpia extensiónde la llanura a su pie sugierenla representaciónde la luchaentre,los dos ejércitosen la forma quedebió desarrollarsela batalla de Munda> pero señaladasquedancontoda crudezalas dificultades que ciertas precisionesdel relato opo-nenpor lo querespectaa la desconocidaciudad de Munda. Me con-tentaríacon haberenfocadoacertadamentela cuestióndel escenariointermedio,el del río Saladoy sus plazasy campamentosadyacentes.Algunos de los elementosde juicio más importantes en la cuestióncomo los nombresde localidadesseguras,Casariche,Osuna,Pueblade Cazalla> olivares sevillanos> o los reveladoreshallazgosarqueoló-gicos de Osunay del Cerro de las Balsas son conocidosantesde queyo me haya ocupado de ellos> siendo más bien sorprendentequenadie les haya extraído las consecuenciasque parecen razonables.Pero nadie puedeser juez de sus propios juicios y los míos no sonmás que eso. Es condición humanael ofuscarsefácilmente por mo-

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tivos fútiles. Pertenecea los demásy al inagotablelaboratorio de laCiencia el valorar resultadosy extraer consecuenciasbaseacaso denuevos esclarecimientos.

APENDICES

I

FUENTES LITERARIAS

En el presentetrabajo nos hemos referido constantementeal texto de lasfuentes literarias relativas a la guerrahispaniense.La publicaciónde ese ma-terial completo requeriría un espacioinadecuadoa la ocasión. En su inmensamayoría los textos puedenleerse fácilmenteen el tomo V (1940) de las FontesHispaniae Antiquaede la Universidadde Barcelona. De todos los fragmentosde cadaautor concernientesa cada una de las localidades estudiadas.

Atyw Strabo III> 2> 2.ASPAVIA. De bello hispanienseXXIV> 2 = Astapa?ASTA. Vid. Hasta.AS-LAPA. Livius XXVIII, 22 y 23; Appianus belí. civ. VI, 33; StephanusByzan-

tinus s.v.; = Ostipo Itinerariu Antonini 411> 3; Plinius III, 12; CorpusInscriptionu~n Latinarum II, 1449; = Aspavia?ATEGIJA. De b. h. VI> 1 y 3 y VII, 1 y3; VIII> 6; XIII, 3 y ss. oppidurn; XVI, 1>

3 y 4; XVIII, 5-7; XIX> 5 y 6; XX, 3; Dio Cassius‘A’r-rsyo<a XLIII, 32> 2;Valerius Maximus IX, 2, 4; Frontinus III, 14, 1; Strab. III, 2> 2; Plin. III, 10.

BAETLS FLUMEN. De b. /t. V, 1; XXXVI, 3.BURSAVONE. Vid. Ljrsao.CAMPUS MUNDENSIS. De b. Ji. XXVII> 6; = planities XXIX, 1 y ss.CARRUcA. De b. Ji. XXVII, 5; = oppidum XXVII, 6; Plin. III, 12 Marruca;

— Carula Itin. Ant. 411, 1; CIL II 5459 carulensis.CARTELA. De b. Ji, XXXII, 6 y 8 (octavum millltarium, ibid. 7); XXXVI, 1;

XXXVII, 3; Dio Cas. XLIII> 31, 3; 40, 1; Appian. belí. civ. II, 105; Strab.III> 2, 2.

CARULA. Vid. Carruca.CASTELLUM POMPEI. Trans flumen SalsumDe b. Ji. XIV, 1.CASTRA CAESARIs. Propius castra Pompeii Ucubim versus et castella circum

ea loca De b. Ji. XX> 1; alia castra prope Ucubim XXIII, 1.CASTRA PoMPrn. ínter Ateguam et Ucubini De b. h. VIII, 6 = XI, 1 y 3;

XIII, 1 y 2.CÁsritA POSTUMIANÁ. De b. Ji. VIII> 6 = castellurn IX, 1 y 3.CORDUBA. De b. Ji. II, 1; III, 1; IV, 1-4; VI, 2; X, 2; XI, 1; XII, 3; XXXII, 4 y 6;

XXXIII, 1 y 3 = oppidum XXXIV, 1 y Ss; Dio Cas. XLIII, 32, 3, 4 y 6;XXXIII, 2; XXXIX, 1; Appian. beil. civ. II, 104 y 105; Strab. III, 2, 2.

GADES. De b. Ji. XXXVII, 2; XXXIX, 3; XL> 7; XLII> 1; Dio Cas. XLIII> 39,4.HASTA. De b. Ji. XXXVI, 4; hastensesXXVI, 2.HERcULES sPEcULAE. Florus II, 13, 76.Hísz’ÁLIs. De b. Ji. XXXV, 1 y 4; XXXVI, 1; XXXIX, 3; XL, 7; XLII, 1; olivetum

contra Spanim XXVII> 3.LAURO. Florus II, 13, 86.MoNs. Prope SoricariamDe b. Ji. XXIV, 6; humilis convallis XXV, 2.

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MUNDA. De b. Ji. XXVIII, 3 munitione oppidi; XXIX, 6 idem.; XXXII, 1;XXXIII, 1 unitione circumdata; XXXVI, 4 mundenses;XLI, 1 y 6; XLII, 1;Livius periochae 115; Dio Cas. XLIII> 35, 4; XXXIX> 4; Florus II> 13, 77y 85; Orosius VI 16, 9; Val. Max. VII, 6, 5; Frontin. II, 8, 13; Eutropius VI>24; Plin. III, 12 y XXXVI, 134; De viris illustribus 36,84 y 78> 8; Plutarch.Caesar56; Strab. III, 2, 2 y 4, 9; Saenecarhetor suas. 1, 5 y VI, 3; de benef.V, 24; SuetoniusCaesar 36 in Hispania ultimo praelio; ibid. 55; Augustus94> 11; Caesar 57 tempus Mundensisproelii.

MUNDA FLUMEN. Oros. VI, 16, 7 = rivus prope Mundam De b. Ji. XXIX, 2,vide Campus mundensis.

Onui.co. Strab. III, 4, 9.In OSTIO OcEAN!. Florus II, 13, 75.Osnvo. Vide Astapa.SAL5UM FLUMEN. De b. Ji. VII, 1 y 3; IX, 1; XIII> 1; XIV, 1; XVI, 2; XXIII, 1;

flumen XXIII, 3.íNTER SOLITUDINES AvIAS. Velícius II, 55, 4 = Appian. belí. civ. II, 105; ... 8LaSva~á¶ov iw~ ¿xav6dbov~~So~;Strab. III, 2> 2, ... tvOt,v nl nv~ ~itzpxnctvirv.SoncAinA. De b. Ji. XXIV, 1; XXVII> 2.SPALIs. Vide Hispalis.UcUBL. De b. Ji. VII, 1; VIII, 6; XX, 1; XXIV, 2; XXVII, 4; ucubitani CXL II

656 y 1404 <Sallust. Hist. 1, 123).ULLA. De b. Ji. III, 1; IV> 1-4; Plin. III, 10; Strab. III, 2, 2 cod. >OuXCa; Ptolem.

II, 4, 9; Itin. Ant. 412, 5; Itin. Ray. 315> 17; CIL. II 1532 y 1533.URna. De 2,. Ji. XXVII> 3; XXVIII, 2; XLI, 2; XLIII, 1; Plin. III, 12 Ursa;

Strab. III, 2, 2 OOp«wv; bursavonensesDe b.Ji. XXII, 1; oppidum 2 y 6;Bursavone3.

VENTLPPO. De b. Ji. XXVII, 5; Hin. III, 12; hin. Ant. 408, 1; CIL II 1467 y 1468.

DISCRIMINATIO FONTIVM

Secunduni Schulten (FontesHispaniae Antiquae> y, 124> 141, 155-156),cuni additionibus

1. De bello hispaniense a) Orosius, Velícius,(T. Liii ab urbe condita Valerius Maximus,Irqmenta) perierunt, p& Frontinus, Eutropius,

rzocJiae, 113> 115 exstant Obsequens.De viris illustribus

b> Dio Cassius,Floras

II. [Asinius Polio] ut Plutarchus Caesar,fertur (Klotz) Zonaras,Polienus,

Suetonius Caesar, 36ETimagenes]ur fertur et 55; Augustus, 94;Cf. SuetoniusCaesar> ~ Appianus belí. civ.>SaenecarethorDe be-

neficiis. V, 24 (Klotz);suar., 1, 5; VI, 3; Stra-l,o> III, 2

Plinius, Nat. Hist.> III, 10.12; XXXVI, 134Cicero, ad fam.. 15.19Sallustius,Historia, 1, 123

III. Notitiae minores Itinerarium Antoniní,408,1, 411, 1.3, 412,5hin. ray.> 315> 17dL, II, 1404> 1449, 1467, 1468, 1532, 1533, 12, 1; pág 171

(Acta triumpJialia, annam45)

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II

BIBLIOGRAFíA

En general, todos los historiadores de la Españaantigua han tratado eltema de la batalla de Munda. A continuaciónse reseñanlas obras científicasmodernasfundamentales.

Kromayer, Veith, Schlachtenatlas.RbmischeAbteilung. Hoja 23, Leipzig> 1924>con comentario de A. Schulten.

Schulten, A.> «Die Scblacht bei Munda» en DeutscJie ZeitscJirift jUr Spanien>27 oct. y 10 nov. 1923. Traducción española en Boletín de la AcademiadeCiencias> Letras y Artes de Córdoba, 1924. Publicadonuevamenteen Rhein-iscJi. Musewn, 1935.

Fontes HispaniaeAntiquae.V. Las guerrasdel 72-19 aC., Edición y comentariode A. Scbulten. Barcelona, 1940.

Klotz, en N. Jahrbuc/z flir der Klass. Altertum, 1909.— CommentariumzumBellum Hispaniense.Editio maior Teubneriana.Leipzig>

1927.Garcíay Bellido, A., «EspañaRomana»>en Historia de España de R. Menéndez

Pidal> II, 252 y siguientes con mapa y bibliografía.

Localizaciones más frecuentemente propuestaspor los historiadores paraMunda y su batalla (segúnAdolfo de Castro,Historia de Cádiz y su provincia,Cádiz> 1858).

PRoxIMIDADEs DE CóRDOBA. El Brocense, Fernán Núñez (comentario a Juan deMena). Martín Laso de Oropesa (Amberes, 1585), concretamenteMoNTILLA:Cortés y López, Diccionario Geográfico. Modernamente,Sehulten.

RONDA. Fray Diego López de Toledo (traductor de César;Toledo, 1498); Coya-rrabias, Tesoro de la lengua castellana; Horozco, Historia de Cádiz; Pérezde Mesa, Grandezasde España; Jacinto de Espinel, El premio de la cons-tancia; Diego Hurtado de Mendoza,Guerra de Granada; Ortelius, TJiesaurusgeograpJiicus; concretamente en RONDA LA VLEJA (antigua Acinipo); VicenteEspinel, El escuderoMarcos de Obregón; Haller, Historia romana (Madrid,1736).

MONDA. Fundamentalmente Ambrosio de Morales, Crónica general de España>y de él P. Mariana, Historia general de España; Caro> CompendioJiistórico;Roa, Málaga ilustrada; Ferreres,SinopsisJiistórica; Flórez, España Sagrada;Guseine,Diccionario numismático; Cluverio, Introductio in universam Geo-graphiam (Brunswig, 1641); Nieuport, Historia reipublicae et imperii ro-manorum (Venecia, 1797); Cantú, Historia Universal; Lafuente, Historia deGranada. «Rio Monda» Crónica del Obispo D. Rodrigo Ximenez de Rada yCrónica General.

Jnnz DE LA FRONTERA. Lucio Marineo Sículo: De rebusHispaniaememoralibusOpus; G. Ocabsa,Enmiendasal diccionario de Nebrija; Rafael de Volterra,Commentariumurbanorutn (Basilea, 1544); Ortiz de Zúñiga, Anales de Se-villa. Impugnación de la tesis: Martín de Roa, Santos de Jerez; concreta-mente Siena de GLUALBIN y arroyo ROMARLNA: A. de Castro, Historia deCádiz.

Cádiz> 1973