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NUEVOS RITOS 4. revista Quincenal Ilustrada Reconcentremonos, Es para nosotros un placer envuelto en no sabemos qué perfumes de gloria poder escribir un artículo que sirva de nota editorial al 25° número de NUEVOS RITOS, de esta infortunada revista que nosotros soñamos un día portadora del perfume del arte panameños y que tan- tas veces hemos visto agonizar en nuestras manos para revivir nuevamente á su vida de amor y de dolor . . .. Ha pasado penosamente un año, un año lleno de trabajos y des fallecimientos, durante el cual, ayudados á ratos por el noble talento de Guillermo Andreve, hemos tenido necesidad de agotar nuestras exiguas facultades haciendo á un tiempo de poetas, de cuentistas, de críticos, de correctores de pruebas, para engañar á la América, para hacerle creer al Continente que no nos volvemos yankees por minu- tos, y que en Panamá hay quien se preocupe todavía por el movimien to¬ literario del mundo latino! . .. . Y qué en cambio? . . . . Indiferen- cia, sarcasmo, burla, si el sarcasmo y la burla de la barbarie que flota sobre la ruindad de nuestra aldea, pudieran alcanzar á los que marchan de cara al Sol, enarbolando un pendón cuyo lema dice : re- dención por la luz y por el amor. Sinembargo, nosotros no nos sentimos descontentos . Los, que tienen un alma fuerte fabricada para el combate, clavan las ojos en el ideal suspendido sobre el azul del horizonte y marchan resueltamen- te atropellando obstáculos, á caer rendidos, pero cuando en la mano crispada tengamos sujeto siquiera un girón de gloria que poder par- tir con los demás, sobre todo, cuando del horizonte lejano vemos pa- ñuelos que nos saludan alentándonos para proseguir la marcha .. . . Y es que por sobre el indiferentismo local, han venido hasta nosotros manos nobles y fuertes corno las de Ruben Darío, Ugarte, Pichardo, Valencia Carricarte y otros que nos alientan, y hemos tenido la sa- tisfacción de ver reproducciones de NUEVOS RITOS desde El Nuev o Mercurio de Gómez Carrillo para abajo, en infinidad de Revistas cuya enumeración sería tarea larga y enojosa. Hoy, comenzamos llenos de esperanzas el segundo año de nues- tra Revista, en compañía de Guillermo Andreve, que robará á sus muchas ocupaciones un poco de tiempo para colaborar perió- dicamente y en compañía también del eximio Darío Herrera (pie hoy descansa en el seno de sus amigos, después de haber paseado su nom- bre como un trofeo triunfante por todas las capitales de la América latina . Reconcentrémonos, pues ; hagamos causa común en gloria y

NUEVOS RITOS - bdigital.binal.ac.pabdigital.binal.ac.pa/bdp/revistas/nritos/ritosabril1908.pdf · quiero que tu llores así como un niño. En fin, el proceso no está todavía. terminado

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año2°, abril 5 de 1908.No.25

NUEVOS RITOS4. revista Quincenal Ilustrada

Reconcentremonos,Es para nosotros un placer envuelto en no sabemos qué perfumes

de gloria poder escribir un artículo que sirva de nota editorial al25°número de NUEVOS RITOS, de esta infortunada revista que nosotrossoñamos un día portadora del perfume del arte panameños y que tan-tas veces hemos visto agonizar en nuestras manos para revivirnuevamente á su vida de amor y de dolor . . ..

Ha pasado penosamente un año, un año lleno de trabajos y desfallecimientos, durante el cual, ayudados á ratos por el noble talentode Guillermo Andreve, hemos tenido necesidad de agotar nuestrasexiguas facultades haciendo á un tiempo de poetas, de cuentistas, decríticos, de correctores de pruebas, para engañar á la América, parahacerle creer al Continente que no nos volvemos yankees por minu-tos, y que en Panamá hay quien se preocupe todavía por el movimiento¬ literario del mundo latino! . . . . Y qué en cambio? . . . . Indiferen-cia, sarcasmo, burla, si el sarcasmo y la burla de la barbarie queflota sobre la ruindad de nuestra aldea, pudieran alcanzar á los quemarchan de cara al Sol, enarbolando un pendón cuyo lema dice : re-dención por la luz y por el amor.

Sinembargo, nosotros no nos sentimos descontentos. Los, quetienen un alma fuerte fabricada para el combate, clavan las ojos en elideal suspendido sobre el azul del horizonte y marchan resueltamen-te atropellando obstáculos, á caer rendidos, pero cuando en lamanocrispada tengamos sujeto siquiera un girón de gloria que poder par-tir con los demás, sobre todo, cuando del horizonte lejano vemos pa-ñuelos que nos saludan alentándonos para proseguir la marcha . . . . Yes que por sobre el indiferentismo local, han venido hasta nosotrosmanos nobles y fuertes corno las de Ruben Darío, Ugarte, Pichardo,Valencia Carricarte y otros que nos alientan, y hemos tenido la sa-tisfacción de ver reproducciones de NUEVOS RITOS desde El NuevoMercurio de Gómez Carrillo para abajo, en infinidad de Revistas cuyaenumeración sería tarea larga y enojosa.

Hoy, comenzamos llenos de esperanzas el segundo año de nues-tra Revista, en compañía de Guillermo Andreve, que robará á susmuchas ocupaciones un poco de tiempo para colaborar perió-dicamente y en compañía también del eximio Darío Herrera (pie hoydescansa en el seno de sus amigos, después de haber paseado su nom-bre como un trofeo triunfante por todas las capitales de la Américalatina .

Reconcentrémonos, pues ; hagamos causa común en gloria y

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provecho de nosotros mismos ; tratemos de encauzar por la buenasenda el entusiasmo que seguramente ha de despertar en nuestra so-ciedad la inauguración de nuestro Teatro Nacional y hagamos vidacivilizada de pueblo culto, haciendo del amor á la belleza v al arteuna hermosa religión.

Pero si los nobles esfuerzos que nos guían se estrellan nueva-mente contra el hielo de la eterna indiferencia, v un nuevo fracasonos prueba que es inútil cuanto hagamos en ese sentido, entonces.como nosotros estamos hecho para todo, tiraremos la pluma, guarda-remos en lo más hondo del pecho nuestro manojo de ideales v nossentaremos á reir barbaramente y á vulgarizarnos con los demás_

Y puede que lleguemos á. ser Diputados .

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El justicieroNovela fantástica

Para mi amigo Aizpuru Aizpuru

Guando al rumor estridente de los cerrojos y de las cadenas de lamacisa puerta que se abría, el Profesor Arturo Knap, volviendo la cabeza,vió perfilarse la figura sutil y aristocrática de Juan Techt, saltó en pié y lesalió al encuentro con los brazos abiertos.

Ah! eres tu!---exclamó---Finalmente ., . . Cómo te esperaba . . . .!

Maestro! maestro!—balbuceó el jóven médico con voz sofocada y esta-lló en sollozos sin poder agregar nada más.

Vamos! esto es nada!—le dijo el Profesor apretándole las manos, Mira como estoy yo, á pesar de los cinco días que hace que me encuentro aquiencerrado, en presencia. de una tenebrosa perspectiva.

Lo sé. Tenéis razón ; pero es precisamente por esto por lo que nopuedo contenerme.

Juan, es menester que tengas ánimo, Soy acaso yo quien debe acon-sejártelo?

Sé que me quieres, y es por éste por lo que entre todos misasistentes me he dirigido á tí á quien siempre he amado como á un hijo. Pero no

quiero que tu llores así como un niño . En fin, el proceso no está todavía.terminado y la condena, además, no será tan terrible.

.Juan Teeht hizo un gesto de desconsuelo que no se ocultó á la penetración del Profesor . Este, sinembargo, fingió no darse cuenta y prosi-guió:

Habla, dime algo . Yo estoy aquí como en una tumba,. Desde que hesido arrestado no sé nada y anhelo tener alguna noticia. Figúrate en quéestado me hallo. Pero, antes de todo, quiero saber de mi Libro de Anotacio-nes . Estaba? Lo has encontrado? Lo has puesto en seguro?

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No, Profesor—respondió Juan .._ . No he podido encontrarlo,

Ah--exclamó Knap y sus labios sufrieron una contracción nerviosaque pareció una, sonrisa entre sarcástica y amarga, mientras sus ojosfulguraron

extrañamente .

-

Lo habría jurado --murmuró después con los dientes apretados ; y sepuso á recorrer la angosta estancia con paso desigual y agitado.

Apenas recibida la carta—continuó el Doctor Teeht, mirándolotristemente —en la que me ordenábais apoderarme de aquel librito, me fuí ávuestra oficina y busqué en el fondo del escritorio, siguiendo todaslas instrucciones, pero inútilmente .H e encontrado todas las

declaraciones médicas las recetas, algunas cartas, pero el libro de anotaciones faltaba. Me acerqué, después, donde el Profesor Klarton con el fin de obtenerdel Procurador un permiso especial, y héteme aquí.

El Profesor Knap lo escuchó con atención, siempre paseándose ner-viosamente por la estancia y con los labios en actitud de un movimiento do-loroso; después parándose de golpe frente á Teeht, le preguntó:

Y bien, dime qué dicen de mí, de mi arresto? Cómo me juzga elmundo,y los colegas?

El jóven asistente bajó los ojos.

.Knap sonrió amargamente.

Puedes hablar con toda libertad—dijo : me conoces bastante. Yo nosoy hombre que se hace ilusiones . . ..

Lo sé, Profesor, y por eso no intento siquiera, engañaros. Con quéobjeto"; La prensa está violentísima contra vos ,y la opinión pública se. hallamuy mal dispuesta, Vuestro arresto levantó un clamor enorme ; desde hacecinco días no se habla de otra cosa, pero todos protestan contra las infamiascometidas ,y hablan con indignación de delitos excecrables.

Qué puedo deciros? También entre los colegas existe una corrientecontraria y ninguno osa decir una palabra en vuestra defensa..

Se comprende . . . . se comprende . . . . Son ciegos todos . . . . todos . ..todos . . . . —murmuró Knap como hablando consigo mismo, con los ojos cla-vados en la tierra, pasándose una mano por la frente ; después levantó lacabeza y con una ansia vivísima en los ojos y un temblor en la voz, preguntó:

Y mi mujer, ¿cómo ha recibido la . noticia?

Juan trató de responder . Miró al Profesor que lo observaba con ojoscentelleantes ,y le pareció sentirse impedido bajo aquella mirada inquisidoraque trataba de escrutar sus pensamientos.

Está muy adolorido . —dijo después con tono convencido .-- No quiereni - ver ni recibir á nadie . . . . El golpe ha sido muy fuerte.

.Knap tuvo un estremecimiento que contrajo todo su rostro,

Ya

ya— Comprendo . . .comprendo—dijo y comenzó á pasearseexcitadamente con la mirada fija, presa de negros pensamientos,

Hubo una. larga pausa .; después el 'Doctor Teeht volvió á hablar,comopara llamar la atención de su interlocutor sobre otro argumento.

Aquel Doctor que aconsejó la introducción en vuestra casa de saludde aquel tal Luker, muerto hace quince días, escribió una carta á los perió-

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dicos en la que declara que la enfermedad de dicho Luker podía haber -sidocurada y que vos lo habéis muerto haciendo sobre él vuestras experiencias .

No es verdad respondió vivamente el Profesos . . --Luker no podía curarseEl estaba condenado, como todas las otras personas, sobre las cuales hacia mis estudios . Yo no mataba. á ninguno; admito 'el haber abreviado sus vidas, pero„ habrían muerto todos lo mismo ,y cuanto antes

Es también el número de víctimas lo que impresionaprofundamente atodos ._Son doce personas muertas y hablan de doce asesinatos . .,

Asesinatos? Pero saben mi objeto? Lo saben? No tienen en cuentaque yo he logrado casi encontrar la curación del cáncer? Tú bien sabes,Juan, cómo ha apasionado este problema . Yo, teóricamente, después delargos estudios, había encontrado el modo de curar este flagelo, pero meeran indispensables los experimentos prácticos, No podía hacer mis experiencias con los animales por las diferencias esenciales que presentan en losdiversos casos . Y después sus condiciones fisiológicas no me servían . Te

nía necesidad de seres humanos . Los tenía allí, en mi casa de salud, unosquince que estaban inexorablemente condenados a morir pronto. Por qué

no ensayar con ellos?

Qué tenían de más diez ó quince víctimas al frente de los millares quese habrían podido salvar cuando yo hubiese obtenido mi objeto '? Ellos ha-brían pasado en el martilogio d e, la ciencia . . La ciencia para progresarha querido siempre muchas víctimas. Ciertamente, yo no habría inoculado y cultivado el carcimona sobre sujetos- sanos ó por lo menos destinadosavivir todavía , . Y por qué entonces se habla de asesinatos?

El jóven médico, con la cabeza baja no contestó.

En verdad prosiguió con excitación el Profesor si yo hubiesecomunicado mis experimentos a mis asistentes, ellos me habrían impedidocontinuarlos ; pero yo quería triunfar,,, . la ciencia tiene sus exigencias ysus derechos,

Tenéis razón, Profesor, tenéis razón; pero los demás piensan diversamente . El derecho de la vida es sagrado- dicen --y ninguno puede violarlo y cualquiera otro derecho debe caer ante él, Se debe tener en quiennos cura y en quien nos debe salvar la máxima confianza : el abuso de estaconfianza no admite atenuantes . Sería necesario que vos leyéseis los periódicos.

Ciegos, ciegos-' repitió Knap —todos ciegos ; no saben qué cosa seala ciencia . Todavía tres meses más- prosiguió poco después= -y yo habríaasombrado al mundo con mi descubrimiento, .,, y es el mundo el que memata! Soy, pues, un vencido, un aniquilado . Y se sumergió en profu

ndos pensamientos sin que el Doctor Teechconsiguiese distraerlo.

Hubo un largo silencio que el acusado, ya un tanto más calmado,fué el primen) en .romper.

Te agradezco, sabes Juan —dijo te agradezco que hayas venido . 'Tenía

necesidad, comprendes? necesidad de verte, Si tu supieses cuántas-ideasen estos cinco días de horrible soledad, me han pasado por el cerebro! Mesiento torturado' de mil dudas

Me lo imagino, Profesor, ya lo imagino--respondió Juan conmovi-do

Cómo podría ser de otro modo?

Nuevos Rítos ., 584

Contaba contigo porque he sido tu maestro, porque te he iniciadoen la ciencia y porque te he amado siempre como un hijo. Yo no me ha-go ilusiones; bien comprendo que seré condenado á muerte : pero . . ..

Profesor! Profesor! interrumpió 'I'echtpor qué decís esas cosas''

FI Profesor sonrió tristemente.

Nada, Juan ; ¿crees acaso que yo me engaño? O crees que yo ternola muerte? Déjame continuar. Yo trataba de que tu fueras el herederode mi descubrimiento ; quería que tu continuaras mis experimentos, quecompletaras mis estudios, y que después de un año, cuando el recuerdode mis delitos fuese atenuado ó borrado, publicases ese descubrimiento conmi nombre, de tal modo que, después de todo lo sucedido, la gloria se hu-biese encargado de realzar mi memoria. No quería, comprendes? no queríaque mi nombre permaneciese perennemente excecrable . Pero ahora ya nopuedo más : he sido prevenido : se me quiere robar tam bien mi invento y . . ..por Dios! esto no sucederá! Morirá antes conmigo!

Pero, Profesor, ¿qué significa esto? Yo no os comprendo.

En aquel librito que te recomendé buscaras y conservaras, está todocuanto concierne á mi descubrimiento . En él he anotado, día por oía, el ca-mino recorrido hacia la meta : los experimentos que hacía y los resultadosque en seguida iba obteniendo ; en él he escrito las fórmulas de mi suero ylos diversos modos de aplicar las inyecciones, según los casos ; allí se hallatrazado el curso completo de la enfermedad en todas sus fases y con todassus posibles complicaciones : allí está descrito mi sistema de cu ación ; en fin,él contiene todo cuanto he podido hacer yo . Existirá indudablemente algúnvacío, sí, pero él encierra la victoria sobre el mal ; contiene el principio de untriunfo de la ciencia médica . Tu eres inteligente y estudioso y yo queríaconfiarte todo esto, en la esperanza de que algún día. hubieses devuelto lagloria á quien tiene derecho de ella, por la cual me he perdido . El Libro ríe~17eotaviva es no existe yá, tu me lo has dicho ; y bien . . . . él me ha sido robado . . . .lo sospechaba, comprendes? ; de ello estaba casi seguro. Hay unapersona que se ha adueñado de él conociendo su existencia . Se inc quierearrebatar la gloria ; hay quien trata de usufructuar del resultado de mi lar-go y fatigoso trabajo después de que yo haya perecido.

Juan Teeht lo miraba estupefacto, presa de una viva ansia, sin darsecuenta exacta de lo q ue oía.

Pero, Profesor—dijo—explicaos ; vos decís cosas horribles . . . . acasoestáis un poco exaltado, calmaos . . ..

Que me calme? ; pero no estáis viendo que estoy calmadísimov Entodos estos días interminables de soledad yo me he torturado el cerebro,pero he razonado. Tantos hechos pequeños á los cuales no daba ningunaimportancia, tantos incidentes leves que le observaba, tantas bagatelas á lascuales no hacía caso jamás, entregado como estaba 'á mis estudios, se mepresentan ahora, en efecto, bajo un aspecto nuevo y han venido á ser comouna continua pero evidente y destrozante revelación . He llegado á una con(Misión positiva, irrefutable.

Tu muy bien sabes de la manera cómo he sido arrestado, y sabes tam-bién, acaso mejor que yo, que el acto de acusación es tan preciso y detalladoque sorprende . Cuando salí del gabinete del Juez, después del primer su-mario interrogatorio, estaba asombrado . Saben todo, todo! Y bien, la Po-licía no puede haber alcanzado semejante descubrimiento sino mediante unadelación. Existe quien teniendo interés en suprimirme, me ha denunciado .

Nuevos Rítos .•.58.E

1-lehecho mil suposiciones, y aún las más inverosímiles y absurdas, he bus-cado entre todos aquellos que me circundaban quién bahía podido cometerla bajeza de traicionarme. Creo haberlo encontrado. La desaparición del

Libro de dnotaciorees roe lo confirma.

Es una grande infamia la que se ha. cometido en mi dado, es una ver

dadera monstruosidad . Yo alrora estoy perdido, eliminado. Tengo á todoel mundo en mi contra y soy maldecido de todos . Ni siquie r a, puedo defen-

derme. Ninguno me creería; soy un ser excecrable, nocivo á la sociedr d yseré suprimido ; pero juro. Juan que sabré hacerme justicia.

El Doctor parecía aterrado.

Pero quién, Profesor, quién puede haber llegado á tanto? Estas segu -ro de no baberos engañado? Habéis pensado bien en todo lo que me habéisdicho?

Estoy seguro, Juan, segurísimo de no engañarme . Ya sabes quien esuno de los culpables? Salow, el Doctor Salow, mi asistente primario.

Juan dió un paso hacia adelante y aferró ze Knap por un brazo.

Profesor--exclamó —vos estáis loco!

Al contrario, querido amigo, al contrario: yo no estoy loco. Es asícomo te lo digo .—Pero él . él . . .es el menos culpable, ó por lo menos, se po-dría excusar.

Es un envidioso y un ambicioso . . , es rni rival en la profesión, apestó'de ser mi subalterno . Además, él ignoraba la existencia de ese librito . Esotra la persona doblemente culpable, que no se puede de ningún modo excu-sar ni perdonar y con ella seré inexorable . Todo es obra suya, estoy másque seguro.

Juan Teeht, pálido, conmovido, con los ojos brotados, no salla ni quédecir ni qué hacer . Estaba aturdido y miraba al Profesor con profundapiedad, sin tratar de contradecirlo ni de darle la . razón.

Ni siquiera me preguntes quién sea esta persona,- continuó Knap conacento siempre mrs concitado, más firme y convencido --No te lo diré . Tampoco te diré lo que haré ; no lo sé todavía yo mismo . No creas, sin embargo,que no tenga. confianza en tí . No podría tolerar que tuvieras la menor dudasobre este particular . Mis ideas no están todavía bien determinadas ; detodo lo que te he dicho estoy seguro y por eso te he hablado . Crees que acualquiera otro habría podido hablar de estas cosas?

No. Lo sé, Profesor, y os doy las gracias por vuestra, confianza . Yono insistiré, no os preguntaré nada, pero siento en rni mismo algo que meoprime. Quisiera poder hacer . . .quisiera poder decir . . . . acaso yo mismotn sé qué cos . . . Ah! qué situación tan horrible !

Knap sumergido en profundos pensatnientos parecía . no escucharlo.Y sus ojos estaban dilatados y balo su cuerpo parecía presa de una extrafiainquietud . No podía permanecer quieto.

Quiero de tí algunas explicaciones y algunas aclaraciones--dijo pocodespués con voz agitada . Procura responderme bien . Recuerdas cuando,hace ya algunos años, estudiábamos con tanta pasión el espiritismo?

Oh, sí! Antes de que emprendierais la curación del cáncer ; poco después de haber fundado vuestra, casa de salud .

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Bien,. yo quiero hacerte a(gunas pi egontas sobre íos prob(rnras espí-ü.trstasque entonces tratábamos de resolver . r e acuerdas?

Sí respondió Juan mirándolo ansiosamente.

Crees tu ocarntinuó Knap-- que una alma desprendida de los vínculos:que la unen al cuerpo conserve todavía la propia personalidad . plenamente,íntegramente.

Ya lo creo, Profesor, Risitas cosas para nosotros se hcr.bfirn ronverti-do en nociones casi elementales . Ni) os recordáis de tardos nuestros experi-rnentos? Aquellos espíritus que nosotros evocábamos, nos han demostrado;bastante claramente haber conservado su personalidad e( inplela . y hastamás perfeccionada,

Y crees- que un espíritu podría por su Inopia v>luid ad, sin el . coneur-so de un rreediu.nr, cumplir algún acto material O inrnat .e-ria-l?

Pero, Profesor, vuestras preguntas

Comprendo, te parecen extrañas —interrumpió Knalr -pero tes :supli-co no pedirme cuenta de nada, quiero oir de tí la confirmación de estas cosasporque mi imaginación está ahora muy confundida ; ya llevo un caos . en lacabeza, comprendes? Ciertos particulares se me escapan, m ieutvas que yoquiero estar bien seguro,

Pero para qué?

No insistas, te lo suplico . Respóndeme,

Corno queráis entonces . fIn acto material nosotros no liemos podidoobtenerlo jamás de un espíritu. Os recordáis de Luisa Roaks? Flla des-pués de muerta volvió, como nos había. prometido, habló también, pero envano trató de coger un libro ó de dejar alguna, traza de sí misma como tantose lb pedimos, Y no podemos admitir siquiera. que el espíritu de Luisa,para. manifestarse it nosotros, inconscientemente haya usado del nr-ediurrncon independencia de la voluntad de él, porque, si os recordáis, éste se ha-llaba comiendo y no cayó en efecto en (monee.

Sí me acuerdo, Todavía, algo más : crees que un espíritu pueda tencr una fuerza de voluntad tal hasta imponerse sobre una persona viva?

Teeht, cada vez más maravillado, miraba á su maestro cuyo rostroabatido se mantenía impasible,

Sin duda- . .. respondió.--Dado que la personalidad psíquica en eltraspaso se mantiene íntegra, lógicamente, una fuerza de voluntad mayordebiera imponerse á una, menor.

Está bien, Juan ; creo que me encuentro ya satisfecho.

Sin pretender interrogarlo ,y con una aprensión penosa que le traspira-ba de los ojos llenos de lágrimas, Juan miraba tristemente al Profesor quesilencioso y recogido parecía seguir otro rumbo de pensamientos.

Mi descubrimiento morirá conmigo--dijo después como concluyendo suinterior razonamiento . Los hombres no lo han querido y yo me quedo condl. Poro quiero, además, hacerme justicia.

Pero, por Dios, Knapl qué queráis hacer?

-

No temas-respondió él desprendiendo una sonrisa . --Estoy cal-nado .

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Profesor -dijo Techt acercándosele .—vos me escondéis alguna cosa.Qué proyectos tenéis? Qué queréis hacer?

El Profesor hizo un movimiento de impaciencia.

Es una idea mia . Me haces el favor de no insistir?

Y las manos de Knap temblaban nerviosamentey sus dientes crugían,mientras sus ojos refulgentes estaban fijos en el vacío . Ciertamente, él nose hallaba en sí mismo.

El joven Doctor, inmóvil, casi con el ánimo en suspensa no pronun'ciaba una palabra. Knap se levantó ,y se puso á andar po r la estancia comodominado por una idea fija.

Juan —dijo un rato después —escúsame, sabes? quiero que te vayas.Tú comprendes mis condiciones, no es verdad? Siento lar necesidad depermanecer solo.

Y lo miró con los ojos extrañamente encendidos, Batía las manospalma á palma como dominado de un acceso febril.

nada, sintió que una onda, de llanto le subió á 4a garganta.

Profesor--dijo con tristezavos me escondéis alguna cosa.

No te ofendo si te digo que te vayas . Ya me comprendes?

Sí, lo sé Profesor os comprendocontestó Juan con voz sofocada. Me voy . . . . Adios)

No fué ca.páz de decir una palabra más . Apretó fuertemente la manoque Knap sin hablar le extendía., y tropezando con la puerta, salió rápida-mente de la estancia para esconder las lágrimas que le innundaban elrostro.

Una vez solo, Knap continuó paseándose, encorvado con el paso irre-gular y las manos estrechamente unidas detrás de las espaldas, mientrasuna ironía satánica le crispaba los labios . Después se sentó delante dela pequeña mesa .y se oprimió la cabeza entre las manos, Duró así largashoras hasta- la entrada de la noche, sin darse cuenta del declinar del dia, sinoir el paso acompasado de la ronda, sin ver el carcelero que á la hora de cos-tumbre le llevó la comida,

El sol acababa de ocultarse, una triste. penumbra comenzaba á invadirla estancia y Knap se levantó, Aquel temblor nervioso de las manos habíacesado, la mirada era menos conturbada y menos encendida y una calma ex.Varia parecía haberse posesionado de él . Estaba decidido.

Cumpliendo todos los actos con una precisión admirable, que dejabaadivinar una obra de preparación ya cumplida, el Profesor se quitó la corba-ta y se desprendió el cuello tirándolo sobre la cama, Tomó una silla rústi-ca y avecinándola á la ventana, se subió sobre ella. Amarró un canto de lacorbata en una de las barras de la ventana, hizo en el otro extremo un nudoescurridizo y, una vez probada la resistencia del lazo improvisado, resuelta-mente se lo echó al cuello.

Permaneció algunos instantes inmóvil, con los ojos cerrados, no porexcitación, sino más bien como para recogerse en sí mismo, como para con-centrar intensamente todas sus ideas y toda la fuerza de su pensamiento enun punto sólo. Después, con la misma firmeza y con la misma calma, dió unpuntapié á la silla y se abandonó en el vacío,

Nuevos Rítos . . 588

Dos sacudimientos, un leve agitarse por algunos minutos y después silcuerpo quedó rígido . Estaba in latirte .

**

En el saloncito do la casa Knap, Ana, la mujer del Profesor, se halla-ba sentada en una poltrona cerca de la ventana, mirando al través de las vi-drieras cerradas, con ojos distraídos, . la desaparición de aquel triste cre -púsculo de otoño . Y la melancolía de aq uella hora le descendía hasta su almaagitada, sumergiéndola mayormente en sus oscuros pensamientos : tambiénen su alma se apagaba la luz y la rodeaba una tiniebla confusa formada deideas malas, de remordimientos, de deseos violentos nunca satisfechos.Veía las hojas amarillentas de los árboles, agitadas por el aire vivoy frío dela noche, y le parecía que aquel aire le penetrase hasta los huesos . Teníafrío ciertamente, pero no sentía- la fuerza suficiente para moverse . . . . Agne-]la oscuridad, que lentamente invadía la sala, la . oprimía y le procuraba unaindefinible sensación de miedo . Pero no se levantaba; no se volteaba, nopodía sustraerse de la extraña sugestión de aquella triste hora crepuscu-lar. A medida que la luz se desvanecía, sentía. como un peso sobre el cora-zón . Habría deseado que la camarera hubiese venido á encender las lámpa-ras, que alguien lo hubiese dirigido la palabra Aquella soledad le pesa-ba, y sin embargo, permanecía inerte ,y silenciosa acometida de un escalo-frío siempre que el viento sacudía las plantas del jardín que yá se desvane-cían inciertas en la sombra.

Una impresión indistinta, como el acercamiento de una persona, cuinosi alguna cosa se moviese á su rededor, interrumpió aquel encantamiento.

Se volteó á su pesar, improvisamente, arrugando la frente y clavandolos ojos en la sombra que invadía toda la sala. Knap, silencioso, de pié, es-taba á su lado, casi imperceptible con su vestido negro, en el fondo oseurbdel salón.

Ana saltó en pié, sintió un sacudimiento violento y un grito incourple-to le salió de los labios.

Arturo, tu aquí? gritó, mientras un temblor convulso le agitaba losmiembros.

Knap, siempre rígido é inmóvil, no respondió.

Ana estaba aterrada.

Pero cómo estás aquí? —preguntó con voz angustiosa . Pero éres túverdaderamente? y dió un paso adelante extendiendo ]os brazos hácia, él:

El Profesor retrocedió, y alzando una mano corno para rechazarla,con voz un poco velada, pero resuelta, le dijo:

No me toques.

Pero qué sucede, Arturo dime . . .

Tengo quo hablarte— dijo la misma voz siempre volada, pero siempreresuelta.

Háblame, Arturo Tu quieres hablarme?

Sí. He venido aquí para hacerte preguntas á las cuales tu debes res-ponder sin ninguna, excitación.

Pero cómo eón) o estás aquí--insistió Ana con voz suplicante .

Nurvas Ritos.- 589

Esto no te importa. Escúchame.

Hubo un instante de silencio. Después, mirándola con los ojos llenosde extraña luz, que en aquella oscuridad parecían fosforescentes, y levan-tando una mano, con el índice dirigido hacia ella, á quema ropa, con voz secay cortante, dijo:

Tu éres la amante de Salow!

Ana. se estremeció, dió un paso hacia atrás como herida en plenopecho, abrió la boca, pero la palabra murió en la garganta y no contestó.

Basta! Has confesado!—prosiguió Knap impertérrito, con los labiosdescompuestos por una contracción feroz.

Se fijó un momento en ella y, después, con un tono todavía más ásperocontinuó:

Y me has denunciado!

Ah! ésto nó!--gritó impetuosamente Ana.

Entonces ha sido él—agregó Knap.

La mujer inclinó la cabeza dominada, vencida por aquellas acusacio-nes que lo castigaban el almay casi destroGada por el golpe, cayó sobre lapoltrona sin poder decir una palabra.

Y tu lo sabías—continuó el otro con voz sibilante .. Idi me ha denunciado.y tu lo sabías.

Ella continuó siempre en silencio, tapándose la. cara con las manos,acometida por sollozos que le laceraban el pecho.

Después de una larga pausa, Knap con voz rnás sosegada dijo:

Basta. Sé cuanto deseaba saber! Pero todavía exijo algo más.Quiero salvar el descubrimiento que tu me has querido robar, después deque me hubieran asesinado. Tu sabes ya qué cosa, quiero decir, no esverdad? Hablo de aquellas Anotaciones . Las quiero, me comprendes? Lasquiero! Tu sabes donde están! Dámelas!

La mujer alzó la cara y mirándolo con una . mi rada de terror, se sacó delseno un librito de marroquí rojo y trató de dárselo.

El no se movió.

No me toques, le dijo . Precédeme á mi gabinete.

Temblorosa por la angustia, estupefacta, aniquilada, Ana no semovía .

Te he dicho que me precedas á fié gabinete —repitió Knap.

Entonces ella se levantó tambaleando y obedeció pasivamente, sintener fuerza para levantar los ojos sobre la severa figura de su marido.

Atravesaron en silencio algunas estancias y entraron en el gabinetede trabajo.

Cierra la puerta y enciende la lámpara--ordenó brevemente Knap.

Ella obedeció y la pálida luz de una lamparita eléctrica iluminó vaga-mente el pequeño y austero ambiente . Esparcidas estaban acá y allábotellas de toda dimensión, vasos, alambiques, filtros, ,y otros aparatos ex–

Nuevos Ritos . 590

traños y complicados. Sobre algunas tablillas se hallaban colocados unosfrascos llenos de alcohol con pedazos de cuerpo humano dentro . En una

urna de vidrio había un pequeño esqueleto.

El Profesor echó una mirada en derredor, como buscando algunacosa, hasta que señalando una lámpara de ]lunsen colocada sobre un bancode ébano, dijo:

Ahora enciende esa lámpara y quéma ese librito.

Ana lo miró con ojos implorantes, asombrada de aquella decisión.

Artu ro!—murmuró.

Obedece!

Pero por qué? Tómalo tú ; yo te lo restituyo. Está intacto . . . . te lo

juro .

No! Obedecel Y la miró con una mirada tan fulgurante, y severa quoella sin más fuerza de voluntad sobre sí misma, obedeció.

Estiró la mano hacia la flama y vió consumirse poco á poco aquel libri-to tan precioso y que tantos males le había ocasionado.

Cuando no quedó más que un poco de ceniza esparcida sobre el baoco, Ana alzó la cara bañada en lágrimas y avanzó hacia el marido con las ma .

nos unidas en señal de perdón.

Knap retrocedió, mientras en sus labios se dibujó una contraeción .

Tóma aquel libro—ordenó--y báte fuerte sobre aquella flama.

La mujer, completamente dominada más que nunca, sin ningunafuerza para imponerse contra aquella voluntad que se había apoderado de lasuya, siguió como una autómata, sin comprender nada . Se apoderó de unvolúmen de entre los muchos que estaban en el escritorio y batió fuertesobre la lámpara encendida, La flama se apagó y por la estancia se espar-ció pronto el característico olor del gas.

Ahora siéntate...-dijo todavía el Profesor con voz áspera ;y severa; yAna siempre automáticamente, cayó casi de golpe sobre una de las sillas,sin hacerse cargo todavía de lo horroroso de su situación,

El Profesor,Asiempre de pié, pálido y grave, la miró con su mirada deodio; después lentamente, con. una entonación trabajosa, corno si hablase conlos dientes estrechos, dijo:

En esta hora de la gran justicia, en este momento que puede llamarsesupremo para tí, tendría tantas cosas que decirte! Quisiera hacerte conocer cuán infame ha sido tu acción y cuán abominable éres . Quisiera echarteen cara todo mi desprecio y hundirte en el fango en que nadan los reptilesQuisiera verte morir como un perro hidrófobo, calda en la furia por el sólopensamiento de tu excecrable acción . Todo ésto quisiera, pero, sabes quécosa pienso? Que tu no mereces ni siquiera mi desdén. Eres una criaturatan baja y tan

que no vale la pena una palabra mía de reproche.

El gas, entre tanto, había llenado la estancia y Ana comenzaba á respi-rar con dificultad ; todavía. dominada por la mirada y las palabras de su ma.nido, no háhía podido darse cuenta de lo que estaba por sucederle .

Nuevos Ritos : 591

Arturo" Arturo"- murmuró apenas .. Qué quieres hacer de mí??'

Knap continuó mirándola con una expresión de odio intenso y casi deferocidad, y con los labios siempre dispuestos al una sonrisa satánica,respondió.

Ana sentía ya que se asfixiaba . Una vaga percepción de lo que iba

d pasarle, le barrenó la mente.

Arturo--eselarnó - . yo me abogo! Tu me matas . . . . p r piedad . . . .!

y trató de levantarse.

No te muevas—ordenó innperios^amente el Profesor

Incapaz de proceder, de pensar y ale hacer un neto cualquiera devoluntad, Ana calló sobre la silla.

Pero yo me abogo ., . . _Tu me tnatas

Sí, dijo Knap con voz grave . Es tu castigo,

El gabinete estaba completamente lleno de gas y fa respiración araimposible . Ama con los dedos crispados se a arrancó nerviosamente el corset

Piedad-- . Arturo, gritó, Y su respiración se biza brevfsitna>afanosa.

Los ojos ronnenzaron al voFvérse'le vidriosos mientras una ludidéz detemerte se difundía sobre su rostro.

Arturo- repitió todavía apagadamente, Despues, como reco-giendo sus últimas fuerzas, como empujada por el instinto de la propia con-servación, se puso de piés y tambaleando dió dos pasos lia.ciat adelante conlos brazos extendidos t su marido.

Piedudl susurró todavía, y Con tos brazos le pareció encontrarun último supremo apoyo,

Poro casi en aquel instante la alta y severa figura del Profesor se desvaneció . Los brazos de la desgraciada mujer se agitaron en el vacío y ella,privada del sostén que creía encontrar, caay°ó pesaadamentc. ul suelo, con lafrente sobre la tierra,

Un periódico del día publicabas después en sus colutunas;

El, EX'I'ttAÑu EPILOGO DNlAS1 U NTO KNAP,

ut . uont .i< SUIciDio Ut9 «vA'l?IZ.

Ayer tarde, poco después de la caída del sol, fué descubierto en sUprisión el cadáver del Pivafesur Arturo IKnap, laéchose célebre tristemente

Nuevos Rítes . .392

por sus delitos. Se ahorcó en las barras. de su ventana con la, cci die. Se.cree que haya querido rehuir á la condena, que indudablemente habría sido,inexorable : .

Poco después, rt la misma hora, acaso por un extraño-fenómeno de te-lepatía, se suicidaba también su consorte, sePiora Ana Lander Knap, as-fixiándose con gasen el . gabinete de trabajo . de su marido. Probablementeno ha sabido resistir al dolor que la golpeó en estos días en sus afectosqueridos y en su nombre, La autoridad mantiene todavía, una gran reser-va. Mañana daremos mayores particulares .

ANTONiO BURGOS . .

Nuevos Ritos . ' i793

"114

rlimrann naaa.aa.n . -

No sé por qué presiento que las tranquilasSonrisas de tus labios son dolorosas;Que hay duelos ocultos en las radiosasNoches estelares (le tus pupilas.

Que los dulces escorzos de tu estatuaria

'Pan sólo exteriorizan gestos escénicos;Y al través de sus ritmos, que son helénicos,Hay la actitud contrita de la plegaria

Y pues son tus sonrisas tan dolorosas,

¿Por qué muestras en ellas dichas tranquilas?

¿E ignoras que esos duelos, en tus pupilas,Las harían más nobles por más radiosas?,

¿Que en vez de esos escorzos que son escénicosY simulan los gestos de la estatuaria,Las actitudes tristes de la plegaria

Serán triunfos más bellos , que los helénicos?

La verdad es sagrada, y el inundo finge:La verdad, por divina, por buena, enorme,Con sus luces .de soles hace ya informeDe los mitos la inerte, mentida esfinge

nnxío HERRERA.

Febrero, 1908 .

Nuevos Ritos 494

ttiboa Escarcha

Era el décimo día de la primavera,La atmósfera impalpable con un baño de luz anulosa, ío ettvol-

Vía todo, Aromas de juventud v de rencyvación triunfantes, embalsa-maban el aire que parecía titilar sobre el verdor brillante y terso delas hojas . De entre 10s follajes brotaba la melodiosa alegría de lasaves, copio una red de arpegios sutiles de cristal nuevo contrastandocon el bajo del riachuelo qde atrancaba, al arrastrarse fatigado sobreSus martinetes de piedra, natas graves de una monotonía igual,

sobre el césped, el rocío Cintilaba en gota~ Cristalinas, cuyapureza retrataba en proporciones microscópicas de una exactitud mi-[•ag'rosa el dombo azul y diáfano ; las nubes, qde presurosas huían áperderse en el linde invisible del círculo lejano ; las montañas con susundulaciones y sus Cimas sombrías,

1+intre lo más espeso de un charrascal, en una ondulación delSlíreú :le ocultaba un nido de alondras,

De los dos huevos que calentaron, une se había perdido . Dellitro brotó la pequeñita que acariciaban ahora,

Quizá fué falta de calor en los padres . La vejez invadía suspobres cuerpecitos que perdían hasta la blancura nívea de otro tiem-po. Muchos inviernos habían pasado empollando sus huevos, perollegaba la primavera, y los ingratos volaban para siempre de su lado,

Ahora, tal vez; no sucedería 10 mismo, C:onio era sola, se que-daría con ellos: ¡Además, era tan tímida! Hacía varios días que lospadres pretendían en vano alejarla de aquel charrascal para que fue-ra ensayando Sus alas, peto ella apenas se aventuraba hasta el bordedel nido.

Non vaho el padre divagaba de un árbol ;i otro y descendía alprado¡ en vano al encontrar el grano apetitoso, piaba desde abajo in-vitando á su pequeñita,

Nuevos Ritos. - 59 7

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Nuevos Ritos . . 598

Una noche llegaron hasta el nido, traídos por la brisa tranqui-la, los ecos de una alondra solitaria que en un árbol distante llorabasu soledad.

Los padres, como sobrecogidos de amargo presentimiento, sejuntaron mucho y extendieron las alas sobre la hija, que inquieta nopodía dormirse.

Cuando amaneció, la mimada moduló por primera vez su saludoá la naturaleza, y la voz de la alondra que había gemido durante lanoche, se escuchó más cerca.

Después, como un copito de algodón, apareció entre el verdefollaje del árbol vecino, y de su garganta brotaron arpegios de seduc-tora vibración, todo un himno de amor v una eterna promesa de ter-nuras .

La hembra quiso responder, pero de su garganta, inculta to-davía, no salió sino una modulación incompleta impregnada de timi-dez y de dulzura.

Entonces el recién llegado se atrevió á volar hasta el nido donde silenciosas y azoradas estaban las viejas alondras, que le recibie-ron á picotazos.

El intruso tornó á su rama, donde repitió, irguiéndose sobrelas pancas rosadas v alzando su garganta, repleta (le gorjeos, la másapasionada v tierna melodía.

Bajó sobre el césped, y arrulló picoteando semillas que partíasin comer. Se columpió sobre las ramas flexibles de los arbustoscercanos con una inquietud de galanteador apasionado, y se acercó áuna pequeña depresión del terreno, en donde claras y límpidas seagotaban las aguas de la última lluvia.

Y allí se agachó sobre el espejo líquido, donde se retrataba elárbol, las viejas alondras y la deseada hembrita . Parecía de-leitarse mirando con la cabecita inclinada de lado, cómo se reprodu-cía en el cristal la figura de la amada sobre el borde del nido.

Después entró al agua, extendió las alas como dos pétalos derosa, hundid la cabecita, agitándola convulsivamente, y fué bañándosecon deleite supremo.

Con el pico peinó las plumas, y cuando acabó, de nuevo entonóla canción enamorada!

La hembrita saltó á una rama próxima . Las alondras rompie-ron en gorgeos de una melancolía intensa, y el intruso repitió su can-to de amor que ahora vibraba con notas de triunfo glorioso . Y la pe-queña fué bajando, vestida de blanco como una novia enamorada, hasta llegar á donde el apasionado repetía incesante su himnoepitalámico y triunfal.

Y después, los alegres, los enamorados fueron alejándose ásaltos cortos del árbol nativo, en tanto que los viejos llorabanentonando un canto lastimero de notas elegíacas.

Nuevos Ritos .- 597

¡Qué triste aquella noche para los pobres viejos! ¡Qué frío es-taba el nido!

¡Qué blancas las plumas que quedaban en él como únicocuerdo de la ingrata!

Ya no volverán para ellos las horas de esperanza ; va el próximo invierno encontraría su nido abandonado y a los pobres viejos ateridosrudos y enfermos.

¡Cuántos como aquél habían fabricado en climas distintos v endíversas estaciones!

El primero, en un pajar en donde un pilluelo aprisionó los hi-jos ; el segundo, en una cambera de la montaña, y un trabajador in-humano cogió los huevos ; después . en lo alto de un árbol : de allí ba-jaron los polluelos para no volver más ; luégo entre los riscos escarpa-dos en un país distante, y la misma ingratitud de los otros los dejóentristecidos.

Y luégo, otros v otros, hasta este último, en que por falta decalor en sus cuerpos no pudieron alimentar más que uno sólo de loshuevos.

¡Qué harían ahora con las alas pesadas por la edad, con lasplumas desprendiéndoseles faltas de vigor, cuando entrara el invierno!

¡Ah! El invierno no tardaría mucho.

Cuando las primeras rachas de viento pasaron por entre losfollajes arrancando las hojas y desnudando las ramas ; cuando las pri-meras escarchas blanquearon como cristales opacos sobre la copa delos árboles, en el nido de las viejas alondras, la hembra muriéndosede frío trataba de calentar el cuerpo de su compañero, helado desdela víspera .

LUIS MARÍA TERAN .

Nuevos Rítos,.598

Y bien : ha (le convenir usted que el paseo es delicioso . . ..

Quien me hablaba era el doctor José A . Malberti, el ilustrealienista cubano . Acompañábanlo el doctor Aristides Mestre, profe-sor universita r io y el doctor García. Habíamos llegado, en el cocheparticular de aquél á la entrada de su Clínica, á inmediaciones de laHabana. Eran las nueve de la noche . Mientras la puerta de la verjasea abría, el espléndido tronco piafaba impaciente, cual si sintieratristeza de no seguir con su airoso trotar por la interminable aveni-da, bajo la calma de esa noche.

La hora invitaba a las excursiones largas : clara, serena, pura,toda luminosamente blanca, por la gran caricia de la luna . En ciu-dad, cálida, quedaba lejos, con su abejeo de muchedumbre, tan afanosa para los efímeros placeres nocturnos, como para los trabajos deldía, no menos efímeros en la insaciable ambición de los humanos . Dellatir de las multitudes sólo nos llegaba el zumbar de los tranvíaseléctricos, raudos y fugaces, como grandes insectos de luz.

Entramos en el patio, bañado de una semi--claridad crepuscu-lar, por entre un doble rango de macetas de plantas, donde se adver-tían labores de floricultura.

-Estamos lejos de los tiempos de Le Nótre- -dijo el doctorMalberti, con su eterno buen humor . No resultará éste, pues, unparque como los que surgían de la direccíón del incomparable artista,complice vol untariode los mása.dorablesidilios en las fiestas versalle-sas . . . . Pero, no obstante, de este patio, v del que le sigue--¿lo veusted?: al la derecha--creo que se pueden hacer lindos sitios de re-creo para mis enfermos . . . . Para mí valen ellos más que los genti-les caballeros y encantadoras damitas pobladores de los «Trianones»

Versalles» . . . . Recuerde que estamos en una pertenencia de la« :)ninta del Rev» : son naturales estas mis reminiscencias monar-

Nuevos Ritos .- ¡99

quistas . . Y luego, esta bella noche despierta imperiosamente enmí al poeta dormido en mi espíritu.

Bien se ve que usted es un ceteranoconferencista, le dijeEstá hoy en uno de sus mejores momentos para dirigirse á un públi-co auditor.

—Es que la tarea del (lía contestó si fuerte, me ha resultadofructuosa, científicamente fructuosa, se entiende . He hecho el /iullux definitivo en varios cerebros; otros están va en gestación propi-cia, y es lógico que me encuentre satisfecho . Le habla ahora elartista; porque todo intelectual hace arte en el ramo á que dedica susfacultades mentales.

Subíamos va la escalimala del primer pabellón . Cinco focoseléctricos derramaban en él claridad meridiana . Contra la pared,tiestos de llores . Sobre el (lintel de la puerta de la sala principal,una Eran ja (le cristal polícromo, con un lujoso monograma del médico-dueño . La oficina administrativa de la Clínica, dejaban entrever unorden perfecto . En frente, la de Electroterapia é Hipnotismo, abier-ta también, mostraba su científico mueblaje, esclarecido por un fococonstelado de estrellas prismáticas.

l. rhambién música? ..

En un saloncito contiguo, con elegancia amueblado, ante unpiano, una joven, graciosamente criolla tocaba un bello trozo de Belli-ni . Departiendo en los sofaes v sillas, varias señoritas y algunas jó-venes, mujeres y hombres de edad, escuchaban.

Son visitantes, familias de los enfermos,--m( explicó el Doc-tor. - Hoy jueves, es, con el domingo, día semanal de visita . Y du-rante éstas, casi siempre has conciertos, ele que disfrutan todos.Mire allí . . .

Adelantamos hasta el salón . Cuatro focos en cruz, dos de gasy dos eléctricos, permitían distinguir, en los muros, tres ó cuatrobuenos paisajes al óleo v unas cuantas litografías pictóricas, ele temasexóticos . En el fondo de la sala, un órgano, en ese instante callado,y en las sillas, un número grande de enfermos, va en excelentes víasde curación, dialogando en voz baja . Callaron de repente, con gratorecogimiento ; una oleada musical de Wagner brotaba ahora del tecla-do, bajo los dedos ágiles de la pianista.

No sin cierta melancolía nos alejamos ele aquel sitio, sonora-mente armónico.

En la primera galería, dos enfermeras, con el traje blanco, (lereglamento; sobre la juvenil cabeza la gorra profesional—un copo denieve sobre una primavera iban y venían llevando medicinas . Enlos cuartos abiertos sobre este corredor, cuartos dobles, con doblescamas cada uno 'le sus compartimentos, los enfermos dormían ó des-cansaban en sus lechos . Kn el retiro (le los excitados, conti-guo á la galería, el sueño ponía su calma v su silencio en todos los

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cuartos, amueblados igualmente con dobles camas . En el fondo deese corredor, un departamento de baños y dos celdas.

]Estas - rectificó el doctor Malberti las uso muy poco ; lomismo que la cc tmisa de fuerza» v las «manillas .» Durante el día v ála hora de dormir, hago que les den una dosis medicamentosa, frutoele mi experiencia. modificable la cantidad, segiín el caso, y cuandollega la hora de acostarse, reposan tranquil >s, casi beatíficamente.Las horas diurnas las pasan en el inmediato jardín, ó en esta galería,sentados, paseándose, v los que lo pueden, leyendo diarios . Algunos,a mejores, se consagran á trabajos físicos, en el jardín, por inspira-

ción propia ti por indicación del enfermero resp 'c tiv .r . . . PEn la no-che, como usted lo ve, aunque duermen sosegadamente, tienen un cela-dor constante, que vigila el sueño y está pronto á llamar á los demáscompañeros si ocurre alguna novedad . ..

Afeitado, grave, envuelto en la penumbra del sitio, v con eloído atento á los rumores del interior, aquel como centinela, hacíapensar en alguno de esos soldados de la Roma antigua, á quienes ladisciplina convertía en máquinas muda., del debes . . . . De los cuartossurgía el ritmo igual, isócrono, como el péndulo de un reloj, de losdurmientes.

—Has diez v ocho—li jo mi eminente amigo y veinte v nuevemujeres . El movimiento total de entrados y~ salidos, en los once me-ses que cuenta la Clínica de abierta, es de varios centenares de en-fermos . Por regla general, salvo los casos de la insistencia nociva(le la familia, no los dos de alta sino cuando los creo totalmente cu-rados .

Y mientras él hablaba, volvimos á la galería principal . De allípasamos al jardín : al otro lado se alzaba el de mujeres . En el jai, (Síngravitaba un mutismo de lugar sagrado . Sobre arbustos y plantasde flores, la luna desleía su lis de plata, pintando sobre los angostossenderos, figuras móviles . La brisa cuchicheaba en los ramales, em-balsamando el ambiente con los perfumes que en su mariposeo furti-vo extraía de las corolas abiertas . E ; el azul infinito, los astros pa-lidecían, ante el fulgor del gran planeta nocturno,

En la primera sección de enfermas, va convalescientes, habíarecogimiento conventual . Las que no estaban en la sala, dormían.En el fondo del corredor, albeaba la Figura rubia de la sirvienta, vela-dora nocturna, El comedor, amplio v espacioso, sumido en la som-bra, dejaba adivinar una mesa grande. caro capacidad para todo el per-sonal de empleados y para algunos convalescrentes,á quienes se le es-timula el apetito haciéndolos comer allí, en un cono concurso fami-liar . Más allá, el departamento hidroterápico ; cuartos de em-pleadas p el segundo pabellón de mujeres, de las excitadas, condistribución v tratamiento iguales al de la misma índole, de los hom-bres . 'Podo, brillante ele orden v de aseo.

Y ahora, á usted, que es artista, voy á dejarle ver, rápida:mea te, un cuadro digno (le un tema (le arte . . . .

Nuevos Ritos .« 601

Estábamos (le regreso en la galería del primer pabellón feme-nino. El doctor empujó una puerta cerrada, y miramos . En un le-cho todo níveo, de blancura virginal, bañado por la onda de luz de unaincandescente, una niña,de unos quince á diez y seis años, destacá-base, entre grandes almohadas blancas . Junto á los pies del lecho, enun sillón, una señora velaba : su madre . Un vago perfume esparcíaseen muelle habit eiém ; perfume semejante al incienso de las capillasmísticas . 1,a nífia, sobre las alburas del lecho,era como tina corporiza-ciún extraterrena, como el símbolo tangible de la juventud y del do-lor . Pálida, pálida como un ideal alabastro, su rostro oval, de ras-gos puros, de hermosa cabeza, encuadrada por (los negras pincela-das, los cabellos, traía t la memoria los rostros de esas vírgenes ado-rablemente ideales del Beato, de Sandro Hotticellí, (le Cimabúe, (letodos los grandes y exquisitos Primitivos . Su cabellera, plegada so-bre la frente v las sienes, al modo de los lienzos bizantinos ; sus gran-des ojos obscuros, donde las pestañas trazaban dos arcos de sombra;el cutis terso v celestialmente exangüe, la figura, dentro del peinadorcándido, de una inmaterial delgadez ; las manos, cruzadas sobre elpecho; manos largas y diáfanas, hechas como de una substanciatranslúcida, manos de lirios ó de rosas blancas, poseedoras como deuna vida propia, independiente de la del cuerpo, todo, producía unaimpresión profundamente estética, una de las más puras emocionesdel arte, excelsamente casto . ..

El Doctor me volvió á la realidad diciéndome:

Se está operando en ella una casi resurrección . Ida enfer-medad nerviosa que la aqueja, dejándole intacto el cerebro, cayó so-bre su cuerpo, devastadora como un rayo . Cuando entró, hace diezmeses, la parálisis dominaba su organismo íntegro ; no podía ha-blar, ni comer, ni dormir, ni siquiera movilizar sus músculos . Yatodo eso ha desaparecido, y espero, dentro de poco,verla erguirse, enpié, sobre el suelo, y echar á andar, como el resucitado en el milagroevangélico . ..

Nos alejamos. Al cruzar el jardín, la luna, en el espacio sere-no, resplandecía como una flor seráfica . Atravesamos rápidamenteel salón, aún concurrido, v al subir al coche, nos perseguió, amoroso,el vals de f1ohénte, cantado, con su acompañamiento, por la graciosapianista, gentilmente cyiolla . .

DARÍO I1Ehh'1r;RA.

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