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BIOGRAFIA -DEL- CORONEL CRISANTO SACASA

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BIOGRAFIA -DEL-

CORONEL CRISANTO SACASA

INTRODUCCION

Sacasa, Urdóñez, Cerda y Argüello llenan el período de b Historia de Nicaragua de 1 B21 a 1830: período envuelto en oscuridad porque no teníamos imprentas, y los pocos archivos c:reados desaparecieron durante las guerras civiles de aquella '~poca y de las posteriores. Así no es extraño que los histo­I iarlores, como Montúfar y Marure, hablen de nosotros some­ramente, ateniéndose a los datos conservados en las otras Re­públicas;

Yo, yue consultando mis facultades, me encontré inhábil para escribir siquiera Unas Memorias, o apuntamientos, no pude resistir el deseo de bosquejar la vida de los hombres mencio­nados, aspirando a que mi humilde bosquejo sirva a la pintura que de ellos habrá de hacerse.

Por el orrlen del tiempo y de los sucesos, la Biografía. de Cerda debeo colocarse después de las dt> Sacasa y Ordóñez. Sin embargu, publiqué primero la de aquél, por ciertas facilidades que se me presentaron para la impresión.

Tengo la felicidad de conocer, el primero, el ningún mé­rito literario de mis obras: por eso me apresuro a darles UIIO,

:r es, dedicarlas con todo mi corazón a la Ju\'entud. Así es, jóvenes, que este trabajo está dedicado también a

vvsotros, y espero que os sirva de alguna enseñanza, conociendo aunque superficialmente los sucesos que he tenido necesidad de tocar, I,;\ra. ~;eguir el hilo de la vida pública del Coronel Sacasa, a Cjnien no he vacilado en proponeros como un modelo, porque evn toda ,tlJllegación se consagró todo al servicio de su Patria, hast;l 'lue por ella exha~tÍ el último suspiro.

::\Iasaya, diciembre 25 de 187 .~.

JERONIMO PEREI.

M.-56.

Biografía de don Crisanlo Sacasa

Don Crisanto Sacasa es uaa de las grandes figuras en la revolución que sucedió a nuestra independencia de España; y ya que poseemos algunos datos sobre su vida. queremos bos­quejarla, contando siempre con la indulgencia del público a nuestros trabajos históricos, especialmente a estos que refieren acontecimientos que no pasaron a nuestra vista, sino que lo hemos sabido per la tradid911. Este medio destituído de otros, pues las guerras han destruido los archivos, no ·puede ser más expuesto al error, porque sobre !!Ier pocos los hombres que hoy trasmiten los sucesos pasados, cada uno los cuenta conforme a sus. afecciones políticas; y de allí viene la gran dificultad de escribir con el aCierto que desea un narrador imparcial.

Pero es peor todavía que no se recoja el testi~onio de los pocos testigos oculares que .aún existen: siquiera algunas verdades estamparemos donde pueda recogerlas el que escriba la historia del país. Esta consideración nos alienta a empren­der esta obra, que nosotros mismos (onsideramos superior a nuestra capacidad.

1

Los Antecesores

Un Marenco, de origen italiano sel{ún un testimonio res­petable, casó en Costa Rica con doña María del Corral. Este matrimonio -se trasladó a Nicaragua y tuvo muchos hijos. entre ellos a -doña Lucía, qUfl fué esposa de don Francisco Sacasa, natural de España, el cual comenzó a servir de cadete en el Regimiento de Dragones de Italia, y muri¡J siendo Castttlano, Caplldn Comandantt dt la fortaleza dt San .luan en la Provincia dt Nicaragua.

De este enlace nació Roberto en Granada, quien fué Regi­dor del Ayuntamiento desde el 19 de diciembre de 1774 hasta igual día de 1779. Por varios servicios en este cargo, por

'BlOORAFIAS

cesi6n que hizo de una parte de su~entas, y en consideración a los méritos de su padre, el Rey le nombró Capitán de la I.a Com­pañía del Batallón de milicias de Infantería de Granada, en acuerdo de 15 de mayo de 1782.

Poco después salió una expedición bajo el milndo del Capitán General d!1n Matías de Gálvez contra los caribes indó­mitos de la Costa Norte, y por falta de un oficial se ofreció don Roberto y fué aceptado por el Jefe con el mayor beJ;le­plácito. Se portó' con valor en varios encuentros, especial­mente en urro de los más peligrosos, en que hizo prisionero al Capitán caribe, Yarrince y a cincuenta y cuatro de su compa­ñía, que presentó al mismo Gálvez, el cual los condujo a Gua­temala.

En los años de 85 a 86 obtuvo el mismo Sacas a el empleo de Alcalde 1.0 y desde esta época hasta 1801 sirvió como Te­niente de Ministro de Real Hacienda de León, la caja subal­terna de Granada, en cuyo desempeño se citan muchos servicios, como haber cedido sus sueldos y hecho un donativo dé 30,572 peso~ para gastos de guerra, por 10 cual el Rey mandó darle las mds si~ijicalivas gracias.

En 1811 volvió a ser Alcalde de. Granada, y el Ayunta­miento le comisionó para que pasase a Mainya a apaciguar a los indios, que andaban alborotados desde el tiempo en que fué Subdelegado el Licenciado don Santiago Garcia de Salas; comisión que desempeñó quedando todos convenidos en reco­nocer por Juez al Padre Cura don Policarpo Irigoyen, y por Preventivos a los respectivos Curas de los demás pueblos, ínterin él Capitán Generál determinaba 10· conveniente.

Mas despues d~ arreglado todo ~n general aplauso, el :U de diciembre en la noche; día mismo en que empezaron los desconciertos de Granada, volvieron los indios a insurreelarse pidiendo de Juez a don José Gabriel O'Horan, natural. de Mé­rida, que por sus oficios en favor de ellos se· había captado su mayor aprecio. O'Horan era pobre, de pocas palabras, su fiso­nomía más. bien adusta que simpá.tica; sin embargo, era el ídolo del pueblo indígena, que lo pedía de juez, ya que no po­día proclamarle Rey.

Los indios supieron que O'Horan estaba detenido en Gra­nada, y del momento se reunieron como 3.000; cetearon la habitación de Sacasa y le manifestaron que su cabeza respondía si no les daban a aquél; en cuyo conflicto pasaron a visitarle el Padre Cura Irigoyen y el Padre don Benito Soto, que habia venido de León, comisionado .por el Obispo' para apaciguar .á. los indios referidos. Todos saben que el Obispo era en~?nees Gobernador de la Provincia.

Estos dos sacerdotes hablaron a los sublevados, y consi­guieron calmarlos ofreciéndoles que .iban a Granada a pedir la libertad de O'Horan, y en "Su consecuencia., el Padre Soto mar-

006 acompañado de muchos, .y Aunque la. mayor parte·de·los amotinados .~ -retir:ó a sus· casas a esperar el resultado, rué grande el numero de .. los que quedaron con toda clase de armas blancas rodeando la: ·casa en que estaba' hospedado don Roberto.

El Padre Soto con¡siguió su· intento. O'Horan entró a Masaya el 24 de dIciembre (1811) a las tres de la tarde, enmedio de las aclamaciones más ·entusiastas del pueblo, e inmediata­mente se posesionó por sí solo del mando del partido, retirán­dose Sacasa a Granada, libre de toda exigencia.

Mas la agitación de esos días no podía concluir con la presencIa de. u~ hombre, porque a la verdad, si -ese hombre arrastraba el corazón de la multitud, no era más que porque representaba una idea, y esa idea e,ra la más grandiosa de todas: la libertad. Libertad proclam·aba el Norte, liber/qd repetía el Sur, y esa palabra mágica no podía ser desoída en el Centro. Los revolucionarios de Granada y de León excitaban a los indios; y asi era que· proseguían en sus alborotos, de manera que las· comunicaciones entre dichas ciudades se hacían difíciles, y los ladinos vivían en alarma· cada vez que aquéllos se amotinaban.

Por el mes de febrero de 181 2, Sacasa iba para León a presentarse al Obispo, que ya dijimos era Gobernador de la Provincia; al pasar por Masaya le· visitaron el Padre Irigoyen referido, y don Diego Alvarado· que representaba a los ladinos, y ambos le suplicaron que permaneciese aquí para dictar pro­videncias de seguridad, el cual accediQ a condicion que el Padre Soto se 10 ordenase -~n non:tbre del Obispo, para lo cual no hubo la. menor ~.ificultadt Enseguida. se feunió una Junta de los principales del vecindario, ·presidida por el mismo Soto, la cual adoptó varias medidas propuestas por Sacasa, una de ellas, hacer venir tropas de los pueblos vecinos, porque en esa época la porción ladina de Masaya era insignificante respecto de la indígena.

Con este auxilio capturaron a varios caudillos, a quienes los indios pretendieron libertar a costa· de la vida. La sangre de muchos infelices corrió en la habitación de O'Horan, y como estaba inmediata la iglesia .de la Veracruz y allí se refugiaban éstos., fué violada y destruída después.

Las ruinas sirvieron de espanto a los medrosos, y por mucho tiempo afearon la calle de San Jerónimo, en donde estaba situada la iglesia, a dos cuadras de la Parroquia. Nadie quería levantar sobre ellas edificio p~rticular hasta que "encida esta preocupación hubo quien edificase las casas que hoy las cubren.

La familia de Sa~ sufrió muchas injurias 'de los exalta­dos de Granada, al e~tremo que él mismo se vino a residir a Masaya dura""nte algunos años posteriores a dichos sucesos.

O'Horan fué llevado pre~o a Guatemala, en donde no nos incumbe seguirle; mas nO omitiremos referir que los indios

BIOORAPlM

iban en euadri/las a pie, a verle en la prisión, Hevándo1e cuan­tos presentes podían colectar y 10 mismo hacían con la familia que quedó en Granada sumida en la. desgracia. Estos rasgos pintan el acendrado amor del pueblo a un hombre que creían consagrado a su servicio, y esta gratitud es un ejemplo de moralidad.

Al salir de aquí, con grillos, dió un largo suspiro que revelaba la pena de su alma. Uno de nuestros versificadores populares de aquella época compuso varias décimas, que por. contener los nombres de los caudillos indios más distinguidos en aquella jornada, merecen recordarse. Dicen así:

Ayer que entré de Juez Repicaron las campanas y hoy reo las oigo pianas Doblando por mí esta vez; ¡Ay! O'Horan que ya a los. piés De los jueces me veo hoy Si ya con grillos estoy Por mi grande desventura ¡Oh mundo todo es locura! ¡Lo que va de ayer a hoy!

Ayer levanté a la grey Contra este noble Pastor, y hoy me castiga el rigor De un Soto de orden del Rey ¡Ayl O'Horan que esto es por ley Yo no lo ignoro es así, y en la capital me vi Por otra ya sentenciado; Si he de morir desgraciado, Aprmded flores de mi.

. Ayer de indios fui querido. Como a Rey me respetaron y hoy ya todos me faltaron Haciéndome aborrecido, ¡Ay! O'Horan cuán afligido Para este destino voy: Si ya con grillos estoy Por mi grande désventura ¡Oh mundo todo es locura! ¡Lo que va de ayer a hoy'

Ayer entré de sedor A este pueblo a gobernar; A indios vine a levantar

JERONIMO PI!RU

y me tuvieron amor, Levantaron con rigor. Todos con machete en mano. Rafael Ríos muy tirano De ese me hallo muy pagado Adiós Salomé Mercado Memorias a Tomás Ramos.

Luego a ·la plaza salté Con mis indios' en manada La tropa me amenazaba i Caramba que acobardé I j Y me acuerdo que esto'fué Un día de San Benito y adiós .Félix Negrito, & oriongue, Castro' y Mateo Por si . acaso no los veo Expresiones a Anselmito.

Nunca mi idea formó A 10 que yo pretendía Porque vino un Soto un día y luego me aprisionó Mi común acobardó No pudo cantar victoria De nada sirvió la historia Con Torres, Polla y Gaitán y también me le darán A Juan Roda mis memorias.

Adiós que me llevan preso Los plebeyos de Masaya: Adiós indios mi gentualla. No os dé cuidado por eso, A ustedes sus manos beso. Adiós José Mendocita Adiós indios e inditas, Adiós mi común, mayor, Adiós José Provedor, Memorias a Teliquita.

Nacimiento de don Crisanto

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bon Roberto Sacas a, de quien acabamos de háblar con bastante extensión, porque así conviene a nuestro ,propósito, cas6 con' doña Pau1a Parodi, señora principal y rica, que me-

· BIOORAflAS

(eClÓ del Rey und. medalla de honor porque colectó y mandó donativos cuantiosos para las viudas de Zaragoza, cuyas glo­rias resonaban por todo elmun.do. Sacasa había tenido mu­chos hijos naturales; mas de su matrimonio no tuvo más que uno. cuya partida de bautismo .. es del tenor siguiente:

«Don Gregorio Gutiérrez, Clérigo Pbro •.. En Granada, a cinco días del mes de no\'iembre de:milsetecientos setenta y cuatro; con licencia del señor Cura y Vicario hice los exhor­dsmos, puse óleó y crisma a Jos.é Crtsanto, l.1.iñ"j:> español, hijo legítimo y de legítimo rriatri¡nonio de dOQ ROberto Sacasa y doña Paula Parodi. su legítillla mujer, h¡¡,biétidole bautizado en caso de necesidad el día veinticinco de octubre de dicho año don Vicente U garte. Clerlga Presbítero Fueron padrinos don Manuel Antonio Arana y doña María del Pilar Sacasa. l\ació este niño el día veinticinco de dicho mes; y',para que conste lo firmo. Don José Antonio tacayo. Gregorio José Gutiérrez •.

II

Fisonomía, profesión, matrimonio e hijos Don Crisanto tenía estatura, regular, bien propo,rcionada y

robusta; la tez oldnca, la cara ovalada; la nariz recta; los ojos negros, y uno de ellos con el párpado superior caído, por lo que le decían el tuerto: la frente convexa y espaciosa, el cabe­llo negro, suelto y la cabeza erguida, apareciendo en conjunto simpático e imponente, mientras que analizado no presentaba perfecciones especiales. .

En su época, la educación literaria no tenía la importancia que hoy, y hasta cierto punto se creía depresiva para un joven de la primera clase, cuya apreciación dimanaba de la dificultad de llegar a las pocas Universidades que había en América y del modo con que España gobernaba sus colonias. El joven Sacasa, único amor de sus padres y único heredero de una gran fortuna, no podía dejar el seno de su familia, y, antes bien, se constituyó administrador de las hacle.ndas, y en amigo y com­pañero de su referido padre.

Se dedicó también al c(\~'3rcio; ya p.~~ el despejo de su inteligencia, por la lectura de los·;·pocos libros que nos venían de fuera, y por el trato de la mejor sociedad en que vivía. adquiri6 una instrucción superior a, la común d~ aquellos_ tiem­pos. Redactaba con tanta faCilidad, que en sus apuros les dictaba sin interrupción a dos escribientes sobre distintos asuntos.

A sus dotes intelectuales reunía mucho valor, resolución, energía y sobre to'do, bastante astucia, cuyas cualidades le hicieron a. propósito para la carrera militar, tanto más apetecida por él cuanto que era la misma de su. padre, a qu~en había acompil­liado en las peligrosas comisiones qüe J:iemolj' referido.

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Por estos servicios y por las dotes mencionadas, fué nom­hrado Coronel de los Reales Ejércitos, presenciando Granada, el día de su recepci6n, la fiesta más espléndida que se ha dado en esa ciudad.

Bastante joven se casó en León con doña Angela Méndez, hermosa y de las principales familias, con quien tuvo nume­rosa descendencia. Una de las hijas fué esposa del Licenciado Aguilar, asesinado en La Pelona; otra del Licenciado Pineda, memorable Direr.tor de Nicaragua, y otras fueron d.: sujetos importantes, de suerte que la familia Sacasa dilató su paren­tela por muchas ramas.

De los hijos existen don Francisco y don Juan, propietarios ambos, padres de una numerosa familia y ciudada.nos justa­mente estimados en la República.

Mayor que éstos fué don José, generalmente llamado el Pepe, }' reputado como uno de los hombres más ilustrados de la América Central. Comenzó su carrera literaria en la Univer­sidad de Guatemala, en donde obtuvo los grados de Bachiller en Artes y en ambos Derechos, y en donde también fué Con­siliario. De allí pasó a la de Valladolid, siendo Colegial Mayor del año de 16 al de 20. Fué propuesto para el Rectorado en 1819, y en 22 de abril del mismo año de 20 fué recibido Abo­gado por la Audiencia. Fué Diputado a las Cortes por las Provincias de Guatemala, viniéndose algún tiempo después al seno de su familia, que le hizo una recepción muy suntuosa; pero no vivió largo tiempo con ella, porque sus exageradas pretensiones de dominio y el temple elevado del carácter de su padre causaron ciertas diferencias de familia, que obligaron al Pepe a separarse y permanecer separado hasta su muerte, acaecida poco tiempo ha en la . República de El Salvador.

III

Viaje al Exterior y Acusación

Por el año de 1805 sali6 don Crisanto para las Anti1las con el propósito de importar mercancías para abastecer las varias casas o tiendas que tenía en Granada, en León y en otras plazas de comercio, viaje que ejecutó a pesar de los temores de la familia por los peligros que en aquella época eran tan graves. Más que el lucro animaba a don Crisanto a viajar, el deseo de conocer la Boca de San luan y algunos puntos inmediatos, de que entonces se hablaba como hoy de las regiones más remotas.

March6, pues, y regresó a San Juan en el buque Tres Amigos, con un cargamento considerable registrado en Carta­gena. Desembarcados los efectos y remitidos a Granada, Sa­casa volvi6 a embarcarse en otro buque para San Andrés, y luego volvió a su país con toda felicidad.

M.-57,

450 BIOORAflAS

A la llegada de los efectos a Granada hubo un rumor de que una cantidad considerable de mercancías inglesas se habían introducido clandestinamente por Tolistagua, hacienda de los Sacasas. Este rumor era sostenido por los enemigos o malque­rientes, pues debe suponerse que por su misma preponderancia tenían rivales, ya en el comercio, ya en los destinos munici­pales, ya en fin en las opiniones políticas que en esa época comenzaban a agitar a los americanos.

Sobre esto hubo denuncia de que don Crisanto había obse­quiado un corte de gaza bordado de oro y un pañuelo de lo mismo a la hija de don Carlos Morales, Administrador de Alcabalas de León, y en su consecuencia fué comisionado el Subdelegado don Mateo Espinosa para hacer las averiguaciones del caso; pero después de examinar ocho testigos fidedignos y de registrar todas las tiendas de Granada en busca de efectos sin marekamo, nada pudo encontrar que confirmase el rumor antedicho.

Al ver el resultado de la información antedicha, lo~ ene­migos ocultos de Sacasa excitaron a don Andrés RafaE:'1 Del­gado para que figurase de acusador, pues éste se hallaba eno­jado con don Crisanto por una sentencia que como Alcalde de Granada, había dictado condenándole al pago de una pequeña suma, en cuya consecuencia se había subastado u,na casa, que aquél alegaba pertenecer a su esposa.

Delgado se resolvió a presentar un I!scrito al Capitán Ge­neral diciendo: «que no habían hallado pruebas, porque no las habían buscado»; que se comprometía a darlas si se comisionaba para recibirlas al Alcalde don Mariano Murillo o a don Cor­nelio Godoy, y si se le daba la tercera parte del contrabando a que tenía derecho como denunciante.

La comisión fué dada a Godoy, quien procedi6 activamente a desempeñarla, pero todos los testigos presentados por don Rafael fueron contraproducentes. Además, él mismo expuso en un escrito que desistía de la acusaci6n por 200 pesos que don Roberto le había dado; después en otro, que el con­veni9 habia sido para patentizar la culpabilidad de los Sacasas, por ,cuya razón los 200 pesos se debían reputar como un adelanto de la tercera parte que esperaba recibir; y en fin, en otro expre­saba que don Roberto no le había dado nada, ,sino que se los ,había ofrecido en su nombre el escribano don Ceferino Alar­eón, el cual fué interrogado en el acto y' declar6 que todo era ,falso.

Por esto don Crisant,o acusó a Delgado de falso calum­niante, y le condujeron preso de Granada a León; y como éste ocurriese personalmente al Capitán General, a quien se le dió cuenta del' proceso, los Sacasas fueron también a aquella capital. Ellos procuraron demostrar que pelgado les calum­niaba instigado por la venganza ,Y como instrumento de personas

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que querían. herirles a mansalva, por lo que el acusador se esforzaba en declarar, que su móvil era el premio de la denun­cia por hallarse sumamente pobre, y también su celo en favor de la Hacienda Pública.

En Guatemala hizo Delgado los mayores esfuerzos para que el proceso volviese a Nicaragua para rendir otras pruebas, en cuya solicitud le apoyó el Fiscal; pero don Roberto dió una contestación muy eaérgica, manifestando que un hombre como él, de nacimiento tan distinguido y tan rico, dijo, que ningu1lo ~1l todo este Reino tiene prop,'edades rafees mds valiosas, no pued~ ser acusado por ol1'q tan irresponsable y de las condiciones de mi acusador, y obtuvo un triunfo completo en el asunto, uno de los más grandes que se ventilaron en aquella época.

IV

Movimiento Revolucionario e Independencia

Don Crisanto Sacasa era republicano de corazón; quería como el que más la independencia de su patria, y a este fin obraba de acuerdo con los Cerdas. Argüellos y demás promo­tores de la revolución, pero difería de muchos en que no opi­naba por precipitar los acontecimientos, creyendo que la preci­pitación cedería en perjuicio de la causa.

Parece extraño que un hompre tan mimado de ._ .. Monar­quía haya querido una nueva forma de Gobierno; pero no hay duda que la quis'o, lo mismo que otros principales sujetos de la América Española. Sea por puro patriotismo,. o porque la idea fascinadora de la libertad prometiese sólo bienes a sus adictos, lo cierto es que las clases privilegiadas de este Conti­nente fueron las que más se halagaron 'con la separación de la madre patria. Los principios de la revolución francesa que importaban las esclladras que hacían escala 'en nuestros puer­tos. y los nombres de los varones ilustres defensores de la libertad, que· resonaban desde. el San Lorenzo hasta el~ Plata, no podían afectar la imaginación de la gente común como la de los hombres que bajo algún concepto podían aspirar a la emulación.

Las opiniones moderadas de Sacasa le preservaron a él y a su familia de los males que sufrieron los que se lanzaron al pronunciamiento. Don Crisanto se abstuvo aun de firmar una acta que fué la cabeza del proceso contra los otros, que muy exaltados no hicieron más que ganar la corona del martirio. Vino el Mayor G utiérrez con su ejército; ajustaron la c'apitu­lación en Jalteva, fué ilegalmente desaprobada por el Capitán General. Vino después Carrascosa, y aunque .tan despiadado con los comprometidos,. trató a los Sacasas con las mayores consideraciones.

452 BIOORAFIAS

Don Roberto, dotado de mucha preVlSlon, desde que vió la_ exaltaCión de los republicanos, que los llevaría a la vía de los hechos, calculó el resultado, y viendo en ello un sacrificio estéril, no quiso comprometerse, e influía en su hijo para obrar de acuerdo. Los dos opinaban que la cuestión de independen,­cia debía resolverse en el Norte y en el Sur de la América; que el Centro debía correr la suerte de estas grandes seccio­nes, siendo especialmente un accesorio de México.

Don Roberto, pues, con su natural sagacidad, se prestó a servir las comisiones de aplacar a los pronunciados, que llama­ban Í1zsurgentes, y no sólo ésto, sino que obsequió a la Nación la casa que hasta hoy sirve de cabildo en Granada. Tal con­ducta, como hemos dicho, preservó a los Sacasas de las per­secuciones de aquellos días, y les atrajo las cOllsideraciones que dej amos referidas.

Esta excepción produjo su efecto natural en el ánimo de los patriotas: la irritación contra los Sacasas. Natural, decimos, porque los partidos políticos en momentos de transición, cali­fican de enemigo a todo aquel que no satisface sus pasiones. Así fué como los mismos republicanos que dieron el primer im, pulso, m~;'s tarde fueron apellidados realistas o serviles cuando quisieron adoptar medios prudentes y una marcha lenta, pero segura.

El Coronel Sacasa, por su '" . ~ y capacidad militar, por su ascendiente sobre las tropas, y !-'or la confianza que debió inspirar a los propietarios, y deseoso del orden social, fué sin duda el hombre llamado a dar a la República el arranque firme y derecho a su futuro establecimiento. Mas para ello necesi­taba la unidad y cooperación de los ciuda:lanos honrados, y por desgracia, en vez de esta armonía, hubo las rivalidades de que tantas veces hemos hablado" Después, el común peligro les hizo conocer el mal, y quisieron remediarlo, pero era tarde. Ya la parte más ignorante, menos moralizada, se había mezcla­do en los negocios públicos queriendo manejarlos a su arbitrio, i esa ingerencia nos cuesta las desgracias que padecimos y que aun venimos lamentando.

:Mas no avancemos nuestras apreciaciones, y sigamos los hechos, mencionando de paso los grandes acontecimientos de aquella época. La revolución americana alcanzó por fin su glo­rioso triunfo. El año de 821, México se declaró independiente de España, e igual grito dió la América del Centro, con el mayor entusiasmo, especialmente los pueblos como Granada, que fueron los primeros en proclamarla, y por cuya santa causa habían hecho grandes sacrificios. El ejército de esta ciudad, que- mandaba el" Coronel Sacasa, prestó juramento de fidelidad conforme la orden que dice:

]ERONIMO PEREZ 453

cOrden General para el 3 0(' octubre de 182 I.

«Los Comandantes de los cuerpos respectivos, dispondrán que los indi\riduos de su mando, estén en la plaza principal el dia de mañana a las ocho, formando en batalla para jurar mi­litarmente la independe:1cia general del Gobierno Español, con­forme la superior orden del M . .J. S. Sub-Inspector y Capitán General Brigadier don Gavino Gainza; a cuyo efecto irán pre­parados con los cartuchos suficientes para las tres descargas que, para solemnizar dicho acto, deben hacerse.

Crisa71to Sacasa.»

A consecuencia del pronunciamIento se estableció en Gua­temala un Gobierno Provisional, y como el Coronel Sacasa, Jefe del partidQ repu..blicano, le mereciera el concepto más elevado, le nombró Comandante General de las Armas en los términos que expresa el acuerdo de 22 de noviembre del mismo año, que le comunicó el Capitán General referido:

«I~ -Que se instale en la ciudad de Granada una Junta Gu­bernativa Subalterna, que tenga las facultades de un Jefe Poli­tico subalterno. 2~ -Que esta Junta se componga de. cinco individuos. 3~ -Estos serán nO'11brados por los electores que envíen los Ayuntamientos de los pueblos que siguen el sistema de Granada, concurrienuo uno por cada pueblo. 4~ -La misma Junta nombrará su Presidente, cuyo cargo· no durará más que un mes, al fin del cual la Junta procederá a nuevo nombra. miento que siempre deberá recaer en uno de sus individuos. S".-Si algunos pueblos o partidos siguieren a Granada, la misma Junta acordará darles en ella proporcionado número de vocales. ó~ -Ella proveerá que los caudales públicos del dis­trito en que gobierne entren a la Tesorería de Granada. ;~ -La duración de esta Junta será hasta que los sucesos políticos fijen la suerte de los pueblos. 8~ - La Comandancia General de las Armas de esa Provincia la obtendrá por ahora el señor Coronel don Crisanto Sacasa, y comprenderá su mando de armas a todo el territorio que en la comprensión de Nicaragua haya jurado, y reconocido el Gobierno Provisional de Guatemala del 15 de setiembre.

y lo.,comunico a USo para su satisfacción e inteligencia; dándole por el particular interés que toma en la causa pública las más debidas gracias.

Dios guarde a USo m. a.-Palacio de Guatemala, noviem­bre 2 2 de 1 8 2 1 •

Ga{nza.»

Este acuerdo lo comunicó el mismo Gaínza a don Miguel González Saravia, que, en calidad de Gobernador Intendente,

454 BIOGRAFIAS

regía esta Provincia, alguno,; años antes de la Indepencia, los cuales se mantenían en oposición por causas que es innecesario explicar; y entre tanto, se consumó otro hecho de gravísima importancia: el Imperio Mexica1U'. En efecto, el General don Agustín de Iturbidc, uno de los próceres de la Independencia. se había hecho proclamar Emperador; y su ambición no se li­mitaba a México, sino que abarcaba a la América del Centro.

El Obispo Garda. Saravia, y otras Autoridades de León que, como espalioles eran verdaderos realistas, no vacilaron en reconocer el imperio, ya que veían caída la monarquía. En tal virtud quisieron impedir la instalación de la Junta 'en Granada de que habla el acuerdo que hemos insertado,· y a este fin el mismo Saravia hizo a Sacasa .la intimación que contiene el despacho siguiente:

«Señor Coronel don Crisanto .Sacasa, Comandante de Armas de Granada.

En sesión de hoy, Art. I~, acordada por esta Exma. Di­putación Provincial, se ha dispuesto lo siguiente: Con presencia de un oficio del señor Jefe Político Superior de Guatemala, fe­cha 22 del último, y el del mismo dil, en que inserta a este señor Jefe Político Superior, 10 que dice al señor Coronel don Crisanto Sacasa, sobre instalación en Granada de una Junta Gubernativa Subalterna con las atribuciones, y forma: visto, y discutido con la detención que corresponde, atendida la tras­cendencia, se acordó se le intime al señor Coronel Sacasa que por ningún título se forme tal corporación, gobernándose los pueblos que han seguido el sistema de Guatemala, como lo han hecho, desde la proclamación de independencia, sin hacer alteraciones de consecuencias peligrosas; y que" por ningún mo­tivo ni pretexto, se introduzca en los pueblos, adictos a estas Autoridades Provinciales; que mirarán por acto subversivo, y hostil cualquier procedimiento en contrario, con las responsabi­lidades que se le tienen protestadas a las Autoridades de Gua­temala, y sus agentes, bajo los auspicios del Gobierno Imperial, que hemos re~onocido y jurado, habiéndosele dado cuenta, y haciéndose de éste, y de 10 demás que haya lugar, circulándose a quienes corresponda.

y lo traslado a USo para su inteligencia y conocimiento. Dios guarde a USo m. a.

León, diciembre I~ de 1821.

Miguel Gonzdlez Saravia ...

JERONIMO PEREZ 45~ = .

v

Critica posición de Sacas a

Era el Jefe del Partido Republicano; acababa de jurar con el ejército la Independencia absoluta;· México se declara Impe­rio; las Autoridades de León le reconocen; los liberales de Granada quieren antes morir ,que someterse a la nueva monar­quía. Sacas a comprende que si el Imperio se afianza, la lucha de Granada es estéril, y aunque podía esperar el apoyo de Guatemala en virtud de las órdenes que había recibido de Gaínza, este apoyo estaba muy lejano, mientras que a Saravia lo tenía en León intimándole resoluciones contrarias a las tras­mitidas por aquél.

Del Obispo Gobernador se prometía muy poco; sus afeccio­nes especiales eran por León. Cuando el Mayor Gutiérrez ata­caba a Granada, ·los granadinos ocurrieron al Obispo, quien ordenó a aquél que permaneciese en Masaya; y Gutiénez, ante el círculo que tenía, dijo: que no oóedecía las órde1les de un fraiü,' dé suerte que atacó y vinieron sobre los granadinos los sufri­mientos que todos saben a vista y paciencia del Obispo. Mas cuando se quiso proceder contra los comprometidos de León, este Prelado escribió al Capitán General Bustamante con toda esta energía: ~si me desterrasen a un leonés, dejo de ser Oóispo y Goóerllador de Nicaragua... De paso sea dicho: hé aquí el orí~ gen, o por 10 menos una de las principales causas de las dife­rencias que después hubo entre leoneses y granadinos, porque la desigual suerte hizo a éstos prorrumpir en quejas contra el Obispo, a quien aquéllos obedecían contentos y satisfechos.

A juzgar por los despachos recibidos, Guatemala aparecía firme en sostener la independencia absoluta, pues Gaínza apro­baba tod,ls las medidas de Sacasa para poner estos pueblos en estado de defensa, por ejemplo el levantamiento de tropas y fortificación de Masaya y Managua a fin de contener las ten­dencias hostiles de Saravia. Véase si no el despacho siguiente;

"Sefior don Crisanto Sacasa:

Impuesto dd oficio de USo de 4 del que rige, y documen­tos que io acompanan, relativo todo a la interceptación de la correspondencia de esa ciudad por el Gobierno de León; rece­los de que el mismo Gobierno tratase de hostilizar a' esa ciu­dad y pueblos reunidos; y a las providencias que USo ha to­mado para poner dicha ciudad y pueblos en estado de defensa, consulté con todo a la Excelentísima Junta Provisional, y de acuerdo con lo que me expuso, he resuelto aprob~r, como apruebo, todas las disposiciones y procedimientos de USo en este asunto dándolp , a nombre de la Junta y mío, las más expre­sivas gracias p.or su infatigable celo, prudencia y eficacia con

456 BIOGRAfrAS

que, dedicado al serv ido de la Patria, no omite medio de procurar cuanto conduce a su felicidad, y a la unión y paz de los habitantes de todo ese distrito.

Yo. espero que ese Ilustre Cuerpo cooperará por su parte a la ejecución de las expresadas medidas, facilitando los fon­dos necesarios para gastos de las tropas que USo mandó poner sobre las armas en esa ciudad, en Masaya y Managua; y para el caso de que por falta de caudales o por un accidente, no pueda franquear dichos fondos el Ayuntamiento, aceptaría USo a nombre del Gobierno la generosa oferta del Teniente Coronel don Leopoldo Avilés, a quien desde luego y de todos modos se servirá USo manifestarle el justo reconocimiento de esta Tunta y mio, protestándole que le tendrá presente tan opor­tuno e importante servicio.

Por lo qlle respecta a la inten'eptación de la correspon­dencia, ya se hacen por este correo las prevenciones conve­nientes al S. Intendente de León; sin embargo de que me ofi­ció indemnizándose del cargo de un hecho semejante. Palacio Nacional, Guatemala, noviembre 22 de 1821.

GaínzQ).

Mas apenas nabía lddo la anterior comunicación que podía servirle de norte en sus determinaciones, cuando recibió otra en que el citado Gaínza le participaba la anexión de Guate­mala a México. He aquí el verdadero conflicto de Sacasa. Suscribir la anexión era no sólo contrariar sus propias opinio­nes como Jefe del partido republicano, sino querer un imposible, porque éste, como hemos dicho, prefería la guerra al sometimiento a un nuevo dominio cuando estaba orgulloso de haber salido del antiguo. No suscribir era provocar una guerra tan desigual, que podía llamarse verdadera locura, semejante a la que en años anteriores se había querido sostener contra el poder espa­ñol. Saravia en León estaba listo y ansioso de lanzarse sobre Granada con un ejército de vanguardia, que podía sufrir una y muchas derrotas, y ser repuesto por todo el Imperio, mientras que los republicanos denodados eran pocos, aislados y sin ele­mentos, de manera que un fracaso E'ra su completa ruina.

El despacho que acabamos de referir dice así:

«Señor ComanJantl! don Crisanto Sacasa.

Xo debemos ya desenvainar la espada unos hermanos contra otros. Lo exige así la prudencia y discreción de nuestras acciones, en una época en que las cosas han mudado de aspecto enteramente. Guatemala es difícil pueda ya sostener-un Go­bierno independiente de México; porque a este Imperio se han jldherido multitud de pueblos, con que antes contaba para su

GENERAL CLETO ORDOÑEZ

JERONIMO PEREZ 457

existencia pública; y que segregados ahora la. harían aparecer aislada. De aquí es, quc por necesidad debe seguir la misma suerte; y en este caso, volviendo a hermanar con las demás Provincias, debe desde luego tratarlas como amigas y echar un velo a lo pasado.

Tal concepto manifiesto en este mismo correo al señor Intendente de León; y espero surtirá los efectos consiguientes: como también que penetrado USo de los mismos sentimientos coopere a la tranquilidad de los ánimos con todo el influjo que pueda.

Dios guarde a USo m. a. Palacio Nacional. Guatemala, diciembre 22 de 1821.

Gaínza.>

Para un Jefe sin responsabilidad todas las circunstancias referidas no tienen la significación que para otro, como Sacasa, que tenía numerosa familia a quien debía trasmitir no sólo su fortuna, sino el nombre que le legaron sus antepasados y el que él mismo había alcanzado con su valor y talento. Natural era, pues, que procediese con la circunspección debida, especialmente cuando veía a su cargo la suer"te de su patria en general, y en particular del partido que le seguía.

Según refiere un c'ontemporáneo, el Pepe, con todo el ardor de la juventud, con la decisión del republicanismo que le habían inspirado los hombres y los hechos que había visto en Europa y en América, y con el orgullo de sus títulos adquiridos en España, trataba continuamente. de precipitar a su padre; pero éste, inflexible, no quería apartarse de la condúcta prudente que se había tr.uado cuyas diferencias causaron' la separación del hijo de l¡¡. casa paterna.

Tanto más se inclinaba Sacasa a su modo de pensar, esto es, a esperar el des~nlace de 105 sucesos, o que se despejase un tanto la situación, cuanto que creía efímero el Imperio de Iturbide. El se proponía, sobre todo, mantener unido el partido republicano, marchando j\lntos ricos y pobres, en cualquier re­solución que se adoptase; pero ya hemos indicado las rivalida­des que había entre varios sujetos principales y don Crisanto, y además, éste no podía por su elevado carácter, tener sobre las masas la influencia necesaria para conducirlas. Ellas eran ignorantes, y sin costumbres republicanas, y claro estaba que no conociendo sus derechos, y que pasando repentinamente del despotismo a la libertad, no podrían definir esta palabra sino ensancharla a su arbitrio, creyendo que por ser libres tenían facultad para hacerlo todo.

Aquel hombre que no las contrariase, que halagase S'\'S

pasiones, ese sería su ídolo, y por desgracia el hombre se les presentó.

M.-SB.

458 BIOORAFIAS

Vl

eleto Ordófiez

Ord6ñez nació.en Granada, hermano natural paterno del célebre Padre Irigoyen. La madre nos es desconocida, y debe [de] haber sido de clase inferior, porque aquél aparecía como hijo del pueblo. Era de pequeila estatura, delgado, color cobrizo y miope, por cuya razón le decían el Il/erlo. Este defecto no era natural, sino resultado de una quemadura con pólvora, pues era artillero, y además porque estando preso en una bóveda en Trujillo, se fugó mediante el favor de unos negros, y la salida repentina al aire le produjo el estrabismo que hemOs referido.

Vivo y amable hasta el extremo, se hacía querer de las clases elevadas por su buen trato natural y agudeza de ingenio, y de la~ medianas e inferiores, porque se confundía con ellas, paseaba, jugaba, pero nunca bebía. Así era que este 'hombre, mezcla de ar)stocracia y democracia, podía acomodarse a todos los tonos o condiciones de la sociedad. Sirvió como criado al Ledo. AguiJar, yerno de Sacasa, y le aplaudían su exactitud y' gracias; fué-soldado, cabo y sargento de artillería; era médico y poeta natural, cuyas décimas a la libertad, le atraían la ad­miración del pueblo. Fué el caudillo de los liberales rojos y árbitro de los destinos del país; hizo Jefe a Cerda y votó a Argüello en León sin un tiro, y sin embargo, este hombre que disponía del Estado, acostumbraba decir: «Yo 'lO quzero mds. que la teruna de tabaco de MasaJ·a •. Sus vicios dominantes eran el fumado y el amor libre; sin embargo se casó dos veces y no dejó ningún hijo.

De la condición tan miserable en que nació fué elevado no sólo a la altun. que hemos dicho, sino hasta ocupar el segundo puesto eh el Gobierno Federal, pues fué Inspector. de la Repú­blica Centroamericana.

El Presidente Arce, para celebrar el aniversario de .Ia Inde­pendencia, di6 un banquete y convidó sólo a la aristocracia guatemalteca, a quien quiso complacer no convidando a Ordó­ñez ni a ninguno del pueblo. Ordóñez en despique, vestido de gran uniforme y con un cuadro de oficiales, se dirigió al Pa­lacio, y cuando Arce le vió en el salón del festío, sin un cubierto que brin:iarle, mucho menos a su comitiva; se turbó visiblemente. Ordóñez entonces le dijo: «No se inquiete el señor Presidente; no vengo a su_ banquete, sino que como Ins­pector quiero ver en qué se gasta el dinero de la Nación». Anduvo en torno d~ la mesa y luego se despidió, dejando al referido Arce confundi.:!') y avergonzado ante la gran sociedad que tenía presente.

A pesar de su gran eleva". "i1 y ~e haber cargado con la responsabilidad de tantos robos que l}iz.o su partido, Ord6ñez

]ERONIMO PEREZ 459

vivió pobre y muno en la miseria. El año 39 venía .de El Salvador con su esposa y un entenado que le servía de diestro, porque estaba casi ciego, a cobrar sueldos que le debían, y quizá aspirando a morir en su tierra natal. El Gobierno en León se espantó al oír su nombre, y dió orden de devolverle y le devolvieron del pueblo de El Viejo. Habiendo llegado a San Salvador pasó algunos días triste, meditabundo, y por fin, una mañana se rasuró y vistió su mejor ropa, cosa que extra­ñaba su. esposa, y poco después vomitó sangre y murió. Malepín le hizo de cuenta del Estado un suntuoso entierro, inhumando sus restos en la Iglesia de San Esteban, donde yacen confun­didos con el .polvo, mientras su nombre espera que la poste­ridad le juzgue con imparcialidad.

Tal fué el h?mbre en quien se encarnó la revolución de la Indepen'dencia, que se hizo el representante de la libertad, como la entendían los exaltados de aquella época, y con quien tenía qU\l habérselas el Coronel Sacasa, Jefe de los republica­nos propietarios y representante de las ideas moderadas. Nin­gún bien mayor se habría hecho a este país que conservar la unión de .todo el partido que proclamó la Independencia; pero escrito estaba sin duda que había de dividirse para que el país, que a la sombra del Norte y Sur eje la América había alcan­zado libertarse del yugo español sin los estragos de la guerra, sufriese después la prolongada lucha fratricida, que ha retra­zado el movimientq de la República, pues sin ella habría sido más rápido y majestuoso que el que llevan otras menos favo­recidas de la naturaleza.

VII

Asalto del Cuartel de Granada por Ord6f'iez

La crítica posiciú.n del Coronel Sacasa de que hemos hecho referencia, no fué tan grave mientras Granada obedecía al Go­bierno de Guatemala independiente de todo poder extraño; pero f;í, lo fué desde que éste, adherido al Imperio, dió la orden de que se reconociese al Gobierno Provincial de León, pues los granadinos estaban resueltos a no. formar parte de México, y por consiguiente a no obedecer al citado Gobierno Provincial. Entonces no había más recursO que la defensa, es decir la gue­rra, pero una guerra la más imprudente, por .cuanto era muy desigual: un pequeiio .partido sin p.lementos bélicos, y aislado contra todo un ImIJerio.

Por e~ta guerra IlO podía tipinar el ('JOrone! Sacas a , Jefe del Partido Republicano, prúpietario y moderado del país, tanto más que, como hemos dicho. parecía inútil el sacrificio en razón de que no creía duradero el mando de Iturbide.

460 BIOORAFIAS

Tenemos, pues, a Sacasa en la situación más falsa mandan­do un cuartel que no le pertenecía, y un partido, cuyas masas iban en pos de otro jefe más asimilado a ellas, Ord6ñez.

Este caudillo resolvió ponerse al frente de la revolución, asaltando el cuartel de Granada, y en efecto hizo algunas ten­tativas, que se le frustraro,l por incidentes que no es del caso referir; pero en fin, "el 16 de enero de 18:'3, como a las 10 de la noche, coronó su intento, apoderándose del referido cuartel, y haciéndose proclamar Comandante de las Armas de dicha ciudad. Este hecho es indudable.

Las apreciaciones que conserva la tradición son que el asalto fué de aparato, porque la guardia, cabo.y sargento estu­vieron de acuerdo en la entrega de las armas, sobre cuya inte­ligencia citan informaciones creadas, que sin duda se perdieron en las guerras posteriores; si realmente existieron. Aun dice más la tradición, que el asalto se verificó con aquiescencia, se­gún unos, y como un "plan, según otros, del mismo Sacasa, que como republicano no quería el Imperio, y menos obrar con las armas sobre los partidarios exaltados que a todo trance querían la resistencia. Se fundaban para estas aserciones en que Ordó­ñez había sido protegido por Sacasa, débil argumento por cierto para los que saben de cuánto es capaz la ambición humana, y que la historia está llena de ingratitudes de protegidos a sus protectores, y quizá más de hijos para sus padres.

Bastante extraño sería que Sacasa, hombre de talento y de mundo, hubiese creído que salvaba apariencia ante los gober­nantes de Guatemala y de León, poniendo un instrumento para el asalto, bajo el convenio de que en seguida le llamaría (a Sacasa) para ponerse al frente de la revolución" Si él pensaba aparecer en la escena después de la toma del cuartel, estaba demás la operación del asalto, por lo que puede decirse que la tradición refiere dos hechos o convenios contradictorios.

Pero lo cierto es que así se ha dicho por partidarios y por enemigos políticos de este Coronel. Los primeros le imputaban la connivencia porque no obró enérgicamente sobre el pueblo. Los segundos propalaban más y "más el convenio para sembrar la desconfianza y la división entre Sacasa y su partido. Claro estaba que iba a entablarse una lucha entre los republicanos moderados y los rojos, y que a éstos les convenía que aquéllos no tuviesen por jefe a Sacasa a quien respetaban por su me­recida nombradía ..

Sacasa se había retirado a su magnífica hacienda Tolista­gua; los propietarios de Granada, a Managua.

Luego que en León se supo el asalto del cuartel y pronun­ciamiento de Granada, Saravia alistó una expedición de 2,000

hombres compuesta de leoneses, managuas, rivenses, acoyapas, juigalpas y morenos.

JERONIMO PEREZ 461

Ordóñez tenía· en Granada 600 hombres poco más o menos, granadinos y masayas generalmente, y algunos partidarios de otros pueblos.

El 13 de febrero (18z3) atacó Saravia con ímpetu, llegando sus tropas<- en pocas horas a las inmediaciones de la plaza. LoS' morenos, que eran unos negros de Olancho y de otros puntos, ocuparon un espacio que mediaba entre la Iglesia de San Juan de Dios, (situada en el ángulo sud-oeste de dicha plaza), y la casa particular que seguía sobre la línea sur en la Calle Real para Jalteva. Entonces no había la calle de norte a sur, que se abrió -poco tiempo hace, reduciéndose a dominio particular el terreno de la Iglesia del Convento que 'estaba al interior.

Si la carga de los imperiales rué dura, la defensa de los liberales fué heróica; el entusiasmo de la causa suplía en éstos todas sus carencias. Resolvieron subir una pequeña pieza de artillería a la casa de alto situada al frente para ·desalojar a los morenos; y como la cureña fuese más ancha que las escaleras, :lesmontaron la pieza y, puesta en una claraboya y sostenida por el cabo Francisco Morales, de Masaya, la disparaban sobre los morenos. Al tercero y cuarto tiro el cabo era suspendido muy alto; pero caía asido a la pieza y volvía a pedir otro dis­paro.! ¿Qué no hace el hombre inspirado de una noble causa?

L()s morenos fueron así desalojados, y después de ellos, el resto del ejército, de las posiciones, que había ocupado, de suerte que con ·ocho horas de vivo combate, Saravia fué derrotado y retrocedió a Masaya, donde estableció su cuartel general, y es­peraba rehacerse para volver a la carga.

Los granadinos agotaron sus pocos elementos, en términos que no habrían podido sostener un nuevo embate; y como en la plaza no faltaban enemigos de la causa, Ordóñez temió que fuese descubierta la situación y la revelasen a Saravia que es­taba.ansioso d~ recuperar su crédito. Mandó en el acto a hacer una escavación en la plaza, y·meter cajas con toda la aparien­cia de que eran de pólvora, protestando que si el ejército imperial volvía a acometer, en el caso de pérdida, se daría fuego a la mina para volar la ciudad sobre los invasores. Todo esto bien ejecutado, hasta aparentando mucho sigilo, fué trasmitido a Sara vi a, y éste, lejos de creer o de pensar que los liberales es­taban en estado de no resistir media hora de fuego, creía que tenían abundantes elementos y que eran capaces de ejecutar lo que 'habían protestado.

La derrota de Saravia, tan inesperada, se atribuyó, como es costumbre, a defecciones de las tropas de León, Nicaragua, (Rivas) y Acoyapa. de suerte que se creyeron fieles los mana­guas, juigalpas y morenos, cuya aserción inspiró alguna des­confianza en el ánimo de Saravia, porque solicitó y esperaba refuerzos de la División protectora del General don Vit;cnte Filísola para vol ver sobre Granada.

462 BIOGRAFIAS

Mas los acontecimientos de México trastornaron del todo sus planes. El Imperio de Iturbide apenas había podido tener 18 meses de existencia, pues el Emperador, viendo que el ejér­cito adherido al Plan de Casa Mata, había reconocido al Con­greso, abdicó la corona en 19 de marzo (1823) pPometiendo expatriarse voluntariamente, y el Congreso, en sesión de 8 de abril del mismo año, había declarado sin lugar a discutir sobre la abdicación mencionada, porque habiendo sido la coronación obra de la violencia y de la fuerza, era nula de derecho, nula también la sucesión hereditaria, y nulos los títulos emanados de dicha coronación y todos los actos del Gobierno -Imperial.

A pesar de esta declaración, el propio Congreso ordenó que de c.uenta de la Nación se fletase un buque para que don Agustín se fuese para el lugar que más le acomodase; que si él establecía su residencia en Italia, se le diesen 25,000 pesos anuales durante su vida, y la mitad de esta suma a su familia después de su muerte. Ultimamente le acordó el tratamiento do Excelencia.

Desde que Filísola tuvo conocimiento de la situación de México, dió un decreto en 29 de marzo como Capitán General, Jefe· Superior Político de Guatemala, y <ieneral de la División Protectora, mandando practicar elecciones de Diputados que, con arreglo al acta de 15 de ~etiembre de 1821, debían reunir­sé en aquella capital con el principal objeto de examinar el pacto de 5 de febrero de 1 822, que fué el de unión de estas Provincias con las de México, y examinar también las circuns­tancias de la Nación, y el partido que a estas Provincias con­venía tomar.

Sabidos dichos sucesos en León se celebró un acta el 1 i de abril (1823) que después de un· extenso preámbulo contiene los artículos, que por su importancia histórica creemos conve­niente insertar.

«I~ Que considerándose las Provinci!ls en estado de hor­fandad por las ocurrencias del Imperio, están en estado de libertad para poder: constituir su Gobierno.

e 2~ En consecuencia de lo declarado en el anterior artículo, se instalará una Junta Gubernativa compuesta de cinco'vocalt's, dos por parte de la Excelentísima Diputación, uno por el noble Ayuntamiento, y dos por el Pueblo, con dos suplentes, la que ejercerá las facultades del Gobierno Soberano en los casos que lo exija la necesidad.

c3~ Propuestos los sujetos que debían componer la citada Junta, por aclamación fue·ron nombrados unánimemente, por los dos individuos de la Diputación Prodncial, los señores Solís y Salazar; por el noble Ayuntamiento; el doctor don Francisco Quiñónez; y por el Pueblo, don Domingo Galarza y don Basi­lio Carrillo; suplentes, don Valentín Gallego, y don Juan Her­pández, quienes nombrarán su Secretario.

JERONIMO PEREZ 463

«4~ Que inmediatamente que se instale la Junta Guber nativa, procederá a tomar las provincias correspondientes para la convocatoria de los Diputados que deberán elegir los pueblos con arreglo a la Constitución Española, designando .el número de almas que le parezca por cada Diputado, y determinará sobre la renovación de los Ayuntamientos en los mismos términos.

«5~ Que reunidos en esta Capital los Diputados nombra­dos, instalarán un Gobierno Provisional en todos sus ramos, y resolverán sobre si debe admitirse la invitación del Gobierno actual de Guatemala, para componer el Congreso que allí se ha convocado.

«6~ Que ínterin se reunen nuestros Diputados continuarán los funcionarios públicos en el ejercicio de sus· respectivas atri­buciones.

«7~ Ejercerá las funciones de Jefe Politico el señor vo­cal 2~ don Carmen Salazar, por ser eclesiástico el primer vocal nombrado, cesando el señor Brigadier don Miguel González Saravia en todos los mandos sobre los que proveerá el Gobierno Provisional en lo militar y de Hacienda.

c8~ Que. el Gobierno Provi'sional nombrará un tribunal de apelación en negocios urgentes.

c9~ Que se oficie al señor Saravia para que cesen las hostilidades contra la ciudad de Granada entregando las ármas de aquel Cantón a la persona que designe el Gobierno Provi­sional.

«10. Que se oficie a los gobiernos de Costa Rica, Coma­yagua, Tegucigalpa y Granada, invitándoles a que envíen sus representantes para los oQjetos expresados.

«1 l. El Gobierno Provisional garantiza todas las propie­dades y personas de todos los habitantes de la Provincia, cua­lesquiera que sean su origen y naturaleza.

«12. Incontinenti se procedió a instalar la Junta Guber­nativa, y habiéndose exigido por la Exma. Diputación Provincial juramento al Presidente de ella, lo hizo in verbo sacerdotis de ser fiel a la Nación, cumplir y hacer cumplir la Acta cele­brada.

«13. Que comunicándose testimonio de esta acta a su Co­ronel Comandante de esta plaza, preste el jura,mento ante el Gobierno Provisional y él lo haga hacer a la oficialidad y tropas, de reconocer y sostener el Gobierno Provisional y todas sus determináciones.

e 14. Que igual testimonio se remita al señor Brigadier Saravia para su inteligencia y cumplimiento.»

Esta acta fué comunicada a Saravia en un oficio qul:' le dirigió el señor don Carmen Salazar, y en su vittud mandó reunir en su habitación a todos los jefes, oficiales y sargentos de la División de su mando, a la Municipalidad, 'al Cura y otros vecinos a quienes puso de manifiesto la referida acta de León,

BIOGRAFIAS

la correspondencia y decreto de 29 de marzo dado por Filísola, y después de una seria discusión, celebraron el 19 del mismo abril otra acta comprensiva de cuatro artículos. En- el 1.° se reconoci6 y acord6 la obediencia al Gobierno Provisorio de Leóp. En el 2.· que, hallándose el ejército ·frente a Granada, no convenía disolverlo sin saber si su Gobierno reconocía al de León, o sin celebrar un convenio de suspensión .de hostili­dades. Los otros artículos son de poco' interés.

VIII

Prisión de Sacasa

Rayaba en delirio- el gozo de los liberales al verse triun­fantes de la invasión de Saravia. A Ordóñez le pJ;'oclamaron General, y no hay duda que la gloria de este jefe y de su partido habría sido inmarcesible. si' hubieran podido contenerse en los límites de la decencia; pero la verdad es que lo manci­llaron con escandalosos saqueos a los propietarios de Granada. Estos, como hemos dicho, abandonaron sus casas desde los primeros movimientos de asaltos, quedando los que por impo­sibilidad no pudieron salir, y desde luego los liberales les calificaron de enemigos con los apodos de serviles, chaPiollos y otros. La tradición generalmente dice que Ordóñez no robó, y este aserto lo' justifica su carácter desprendido del interés y la pobreza en que vivió, lo cierto es que sus partidarios, luego que se retiraron las tropas imperiales, cometieron demasías, pues en ese tiempo calculaban tomados 10,000 pesos a los Chamorros; 34,000 a la casa Ubieta; 60,000 a las de Zavala, Basco y Baster, y menores cantidades a una multitud de per­sonas que no nos precisa referir, y que por consiguiente estos actos pesan sobre la memoria d~ caudillo, aun cuando no los haya favorecido más que ccn su aquiescenCia.

Entre estos actos aparece de alto relieve el apresamiento de la barca Sinacan, que proveniente de Gibraltar y con ban­dera neutral llegó a San Juan del Norte cargada de muy buenos efectos. La declararon buena presa sin fundamento legal, pues se apoyaban en la declaratoria de guerra del Imperio Mexicano a España, a pesar de que en Granada no se reconoció al Im­perio, fuera de otras razones que qacían inviolable aquella nave y su cargamento. Sinembargo fué tomado y puesto en tiendas nacionales para Sil expendio, que aseguran fué despilfarrado con el desorden de entonces.

Ordóñez expres6 su intención de llamar a don Crisanto para ponerlo al frente de las cosas. Puede haber sido. pura política; pero no es extraño este paso si se atiende a otros que di6 en favor del orden. Es un hecho que entre Argüello y ·Cerda, prefiri6 a éste de Jefe del Estado, y aun aseguran que

jERONIMO PEREZ

llamó al escribano real Quadra para que le dirigiese, el cual se negó abiertamente; y no hay duda que sus partid~rios creyeron el llamamiento a. Sacasa, porque se empeñaron en disuadirle. Le persuadieron que éste había tenido entrevistas secretas con Saravia, durante estuvo acuartelado en Masaya, y hasta fingieron cartas tomadas en la Sinacan, dirigidas a don Crisanto, y rela­tivas a la venta que habja ofrecido de cierto número de nicara­güenses trabajadores, cuya especie, aunque tan inverosímil, era creída o se fingía darle crédito. Un lector, en alta voz, se subió en una mesa en la plaza de Granada para que todo el pueblo oyese el contenido de las mencionadas cartas.

Lejos, pues, de llamar a Sacasa, que }Jermatiecía en Tolis· tagua, mandó pt:enderle y en seguida confinarle a la fortaleza de San Carlos. Mucho se temió por la vida de este Coronel; pero ni Ordóñez era sanguinario, ni h.asta entonces se había desarrollado la ferocidad que .reinó más tarde.

Innecesario es decir que las fuerzas de Saravia se habían disuelto en Masaya, a cuya pobla.ción pasó Ordóñez con sus tropas, que causaron, ~n .pequeño, las mismas depredaciones que en Granada. En esta ciudad quedaba constituída una Junta Gubernativa, semejante a la de León, de suerte que la Provin­cia de Nicaragua se hallaba dividida en dos gobiernos, man­dando cada uno de los pueblos que les seguían.

En Masaya recibió Ordóñez Comisionados de León y cele­bró con ellos el tratado que n~s parece bien ponerlo íntegro para conocimiento de la posteridad.

"En este Cuartel General de Masaya, a 26 de abrll de 1823. Reunidos en la forma más solemne el señor General del Ejército protector ciudadano Cleto Ordóñez, y los señores Di­putados por la Junta Gubernativa de León cerca de este Go­bierno ciudadanos Juan Hernández, Vocal de la misma Junta, Juan de Dios Orozco, )' Presbítero Dionisio Urcuyo y Crespín, para ajustar los tratados de unión, paz y tranquilidád recíproca de ambos Gobiernos .. Después de una larga y bien meditada discusión, acordaron los artículos siguientes:

«I~ Quedan suspensas todas las hostilidades quitándose los cantones de las villas de Managua y Mdsaya, quedando únicamente en uno y utro Gobierno las tropa3 que juzguen oportunas y necesarias para conservar el orden público y auxi­lio de sus pueblos, con respecto a los enemigos exteriores, cuya provisión deberá estar a la prudente discreción de sus respectivos jefes.

«2~ Son libres ·10, pueblos de ambos Gobiernos en la co­municación recíproca, y relaciones de amistad y comercio, guardándose la más estrecha armonía.

«3~ Quedan en entera libertad por ambos Gobiernos los prisioneros de guerra, y podrán retirarse, si lo tuvieren a bien, al lugar que les parezca.

M.-59.

BIOORAFIAS

C4~ Este Gobierno nombrará sus Diputados, que deberán formar el Congreso General de la ,Provinda, luego que sea tiempo oportuno.

«5~ Que luego que se reunan los Diputados de las Pro­vinciasinvitadas, procederán a señalar el lugar de su residencia.

«6~ Que los pueblos son libres a adherirse a uno, u otro Gobierno, sin que se les exija u obligue de manera alguna, a prestar obediencia.

«7~ Que uno y otro Gobierno se prometen no entrar en hostilidad alguna, y anteS' bien guardar.la más estrecha y eter­na armonía; vigilarán por la observancia de este artículb, al cual quedan mútuamente responsables.

«S! Que ambos Gobiernos se auxilien recíprocamente para sostener su independencia absoluta de todo GobieI:no."

cEstando concluí dos y ajustados 16s tratados con arreglo a las instrucciones de nuestra comisión, propuso el señor General los puntos siguientes:

«J~ Que siempre que provisionalmente convenga el Go­bierno de León en que el mando militar en todas sus partes resida en Granada, así por su situación topográfica, como por su fuerza armada, y por los méritos contraídos en la actual época, Granada convendrá en que el Gobierno político resida en León igualmente que el eC0nómico.

C2~ Que queda a la sabia y prudente disposición de la Excma. Junta, el proveer los empleados que se hayan provisto en sujetos sospechosos, y contrarios a nuestro sistema, que haY!1 ascendido por favor y no por el mérito en el anterior Gobierno, subrogándolos en personas beneméritas, pues de esta suerte se logrará' la estibilidad y organización de nuestro Go­bierno.

e3~ Que en caso que la Excma. Junta no convenga en su primer articulo quedarán divididos interinamente los dos Go­biernos hasta la resolución del Congreso. sin que por esto se proceda a hostilidad alguna.

«Con lo cual queda concluída esta acta, conformes y ajusta­dos los tratados en ella contenidos, de la que se sacará copia, quedando una en manos del señor General, y otra en las de los Representantes o Comisionados de la Excma. Junta, para los fines que les convenga; que firman en la más solemne forma, y va autorizada y corregida por el Secretario del Despacho.­José Cleto Ordóñez. Juan Hernández. Juan de Dios Orozco. Dionisio Urcuyo y Crespín. Ante mí, que doy fé, Cipriano Mena.

eJunta Provisional Gubernativa d~ León, de Nicaragua, abril veintiocho de mil ochocientos veintitrés. Ratifícanse los 8 artículos comprendidos en el tratado principal, y el tercero de los adiccionados p€lr el jefe del Ejército de Granada, eva­cuándose por las tropas los Cantones de Masaya y Managua

JERONIMO PEREZ 467

dentro de 8 días siguientes al recibo de esta ratificación. Solís, Salazar, Quiñonez, Carrillo, José Valentín Fernández Gallegos. Manuel Barberena, Srio.~

A consecuencia de este convenio ambos Gobiernos procu­raban atraer a los principales pueblos de la Provincia. El de Granada mandó en comisión a los señores Presbítero Bernabé Montiel, Lcdo. Juan ,Francisco Aguilar y don Manuel Mendoza al partido o Distrito de Nicaragua, que es hoy el Departamen­tO de Rivas, el cual después de l¡lrgas discusiones celebró un acta o convenio el 17 de mayo de 1823 por la cual se declaró unido al Gobierno de Granada bajo muchas condiciones, entre las cuales llama la atención la de que el Gobierno debía ga­rantizar la religjón Católica, Apostólica Romana. ¡Qué distinto se piensa hoy día!

Cuando Sacasa llegó preso a San Carlos, era capellán el Presbítero don Miguel Gutiérrez, hombre resuelto y amigo de aquél, quien se propuso ayudarle a evadirse de la Fortaleza. Se cuenta que un primer intento se frustó y que la vida de don Crisanto corrió un grave peligro, porque el Comandante estuvo a punto de fusilarle, y aún le aseguró más en la prisión, pero pasado el impulso, se presentó una oportunidad, y la aprovechó, fugándose en un pequeño bote vivandero de Juan Díaz, alias Pelón, que no tenia más que un marinero llamado Nicolás Pérez.

Si la salida del Fuerte era muy: expuesta, porque nada habría podido salvarle siendo descubierto, los peligros que corrió en la travesía del lago fueron inmensos. El bote muy pequeño, la tripulación compuesta del patrón y un marinero, y desde luego no debía ir a la costa, ni hacer esc.:ala en punto alguno. sino lanzarse medio a medio, por la parte más embravecida del lago, porque era preciso llegar a la costa antes que el aviso de la fuga. Don Crisanto llevaba aún los grillos puestos, de manera que en cualquier accidente desgraciado, no tenía espe­ranza de salvación.

Entre el pueblo de Teustepe y el de San Lorenzo hay un templo consagrado a Santa Rita, que llaman del Padre Hurta­do, a la cual se han reconocido infinitos milagros, tal que los devotos hacen continuas romerías llevándole presentes de toda clase coñ que pudieron hacer una iglesia en aquel desierto. Allí ,existía, entre los milagros. un e~quife de plata y el busto de Sacasa, con los grillos puestos, del mismo metal.

No es extraño que don Crisanto, educado con todas las {:reencias de sus mayores, y con toda la sencillez de aqu~lla ~poca, no infestada por el espíritu d~ dis('usión que reina en ésta, haya hecho él mismo esta promesa, o quizá la familia paya visto en la salvación de su aeúdo un favor especial (je la imagen y haya rpandado esta conmemorélción.

BlOORAFIAS

El bote arribó al Palmar, hacienda de Sacasa en la costa de Rivas, y allí, con el mayor sigilo y premura, le quitaron los grillos, e inmediatamente marchó a Managua por la costa del Pacífico, esquivando los caminos reales para no caer en manos de las escoltas granadinas.

Llegó felizmente a Managua, en donde estaban aislados muchos sujetos principales de Granada, Masaya y León, y aun­que algunos estaban descontentos con Sacasa, ni éste hizo caso de sus resentimientos, ni aquéllos podían conservarlos en la hora del CO'1lún peligro.

Todos con igual placer se precipitaron a felicitarle, y fe­licitándose ellos mismos de ten~r el caudillo que con su pres­tigio y su espada podía salvar al país del desenfreno de las masas.

A la presencia, pues, de este jefe resol vieron organizarse seriamente, y al efecto nombraron una junta de sujetos muy capaces, que se instaló bajo la presidencia del cura d,e la vi­lla, hoy ciudad de Managua, Presbítero don Policarpo Irigo­yen, de quien, por su grande influencia, hablaremos con alguna detención.

Era granadino, de familia distingnida, respetable por su carácter sagrado y por su presencia majestuosa, al mi5mo tiem­po que simpático por su cultura y bondad de corazón.

Este padre es el mismo cura de Masaya en los días de la revolución de don José O'Horan, que referimos anteriormente. Aborrecido de sus feligreses por los sucesos políticos, fué tras­ladado al curato de Managua, y. el cura de este lugar, Pres­bítero don Juan Manuel Zamora, lo fué al de Masaya; de suerte que hubo un canje de beneficios. Uno y ~ro cayeron bien en sus nuevos puestos, permaneciendo en ellos hasta la muerte, que. por una admirab13 coincidencia .ocurrió a un mismo tiempo, el 4 de octubre de 1829.

Pero Irigoyen, más que estimado, fué el ídolo de los ma­naguas, bien como cura, porque cumplía su ministerio hasta despojarse de su vestid0 para darlo a un miserable, bien como político, porque su carácter era idéntico al de .éstos. Su cadá­ver fué preciso tenerlo expuesto tres días a la vista del pue­blo, y aún habrían querido tenerlo insepulto más tiempo, si hubiera sido posible.

La influe~cia - de este padre era tan grande, que el pueblo se movía· a su voz con el mayor entusiasmo. Para convocarlo tOCaba él mismo una campana de la Parroquia, mediante una cuerda que mantenía desde la cabecera de su cama, pues V1Vla en la Casa de Alto, hoy Palacio Nacional, inmediata a la Iglesia.

Este hombre, pues, era el Presidente de la Junta que men­cionamos, y con él debía contar especialmente el Coronel Sa-

]ERONIMO PEREZ 469

casa, nombrado ya Comandante General de las Armas por la misma Junta.

La división de los partidos, liberales y serviles, estaba muy marcada. Imperaban los prímeros en León', Granada. l\fasaya y en otros lugares subalternos. Los segundos en Managua, en San Felipe, El Viejo, Rivas, Jillotepe. Juigalpa y otros puntos.

La actividad de Sacasa e influencia del Padre Irigoyen hi­cieron que muy presto estuviese organizada una columna res­petable con que pensaban dominar el libertinaje que se había apoderado de los pueblos.

Entre tanto, en León y en Granada se preparaban contra los serviles. Las dos Juntas mandaron fuerzas sobre Managua, las cuales se situaron en Nagarote. Sacasa no r¡uiso esperárlas en Managua, sino que salió a batirlas a su acantonamiento, y en efecto, las atacó y dispersó, más con la estratt::gia que con la lucha.

, Los dispersos quisieron reorgani~arse en Put::blo Nuevo (1);­pero en León habían . sucedido ciertos encuentros con los feli­peños, a quienes los del centro reputaban enemigós. Osej0 se adelantó oe Pueblo Nuevo con caballería, y de paso penetró hasta San Felip.e, cuyo barrio se agrupó, le derrotó y le sitió en el euartel de artillería de la ciudad. -

Osejo y su fuerza habrían perecido, si oportunamente no hubiese llegado el resto del ejército que dispersó a los felipe­I\os, cuyo hecho se verificó el día 6 de agosto (1824) de triste recordación para los propietarios leonesp.s, porque las tropas retirad., después que dispersaron a los felipeños, se desparra­maron por la población en completa anarquía, saqueando las casas que titulaban enemigas y ejecutando hechos que obliga­ron a los vecinos 'pacíficos a salir de dicha ciudad.

Sacasa, por su ,Parte, no permanecía inactivo. Luego que regresó de Nagarote trató ,de ocupar a GraDada. proponi(~ndose hacerlo por sorpresa. Con pste fin divulgó la noticia de que. por Tipitapa iba para los enemigos una partida considerable de ganado, que se disponía a quitarles, dirigiéndose a' este punto. Con esta noticia, que no dudaba le sería comunicada a Ordóñez por los partidarios o espías que tenía en Managua; calculaba que este jefe saldría con sus fuerzas para el lado de Tipitapa y' dejaría a Granada débil para tomarla; y si tal aviso no llegaba al citado Ordóñez, éste no le. es peraba y podría darle la sorpresa que tanto deseaba.

Salió, pues, bajo la creencia general de que iba para Ti­pitapa, sabiendo muy pocos su verdadera dirección; llegó' a Tolistagua en la noche inmediata donde pensaba dar descanso a la gente y continuar la marcha, pero encontró allí una fuer­za regular de Ordóñez, y fué preciso pelear con lilla, trabándose

(1) Hoy La Paz.

470 BIOGRAFIAS

un combate encarnizado. Sacasa creía que Ord6ñez mismo mandaría aquella fuerza, porque notaba disposición en la pelea, y más lo crey6 cuando un' ayudante lleg6 a avisarle que Or­d6ñez en persona los acosaba en un Banco. Entonces Sacasa deseoso de combatir personalmente con él si era posible, corrió con una guerrilla con ánimo de arrollarle, y quizá lo habría logrado si no hubiese caído en un zanj6n lleno de fango de que sali6 con bastante trabajo. Los enemigos fueron derrotados, pero no perseguidos, por la oscuridad de la noche.

Quien sepa cómo y con qué armas se combatía en ese tiempo. no extrañará que sin mayor estrago se confundiesen los combatientes. Esa noche fué tal la confunsión. que las fuerzas vencedoras de Sacasa tuvieron prisioneros a unos soldados de sus mismos cuerpos creyéndolos contrarios, hasta que el día siguiente les et:lseñó la realidad. Entcnces supo Sacasa que no fué Ord6ñez. sino el Capitán don José Bárcenas el que manda­ba la referida tropa.

Desde luego este encuentro malogró el plan de Sacasa, y ya no pensó invadir a Granada sino a contramarchar, como en efecto volvió a l\Ianagua participando a la Junta el triunfo que había tenijo.

Pero no estacionó. Reparó las bajas, compuso las 6rmas, y preparó elementos para ocupar, decía, los pueblos del Distri­to de Granada, yéndose por el volcán a descender a Masatepe. a cuyo fin. llamaba per;sonas calculadas para que le diesen. in­formes secretos de los caminos y localidad de los pueblos. Todo esto lo conocía Sacas a a palmos, pero su intención era que los mismos a quienes consultaba le participasen a Ordóñez el movimiento que proyectaba.

Como en efecto se lo comunicaron, y Ordóñez partió para Nandaime, en donde a la sazón había una fiesta concurrida. "Esto fué a fines tie julio, (1824) yen Diriomo situó,una parte de "las fuerzas de que clisponía para que estuviese pronta a cualquiera operación.

Sacasa salió de Managua dirigiéndose en apariencia a los pueblos, pero en el camino cambió de dirección y a marcha for­zada llegó a· Granada el 3 de agosto (1824). Apareció por el lado Norte, y ocupó sin resistencia la Iglesia y Convento de San Francisco, posición dominante, fuerte yespaciqsa. en donde se perapet6 a su satisfacción.

En seguida desplegó fuerzas sobre las cuadras interiores hasta ocupar las casas del Norte y Oriente de la Plazuela, y del mismo 'modo habría ocupado la Plaza, porque éstaba total­mente desprovista de todo, si Sacasa, temiendo una celada no hubiese ido tomando posiciones con orden y con cautela.

Luego que se parapet6 en la casa de los Leones. situada en la línea Oriental de la Plazuela, mandó- al Capitán don Juan ~lanco que acometiese a la trinchera de .san José. así llamada

JERONIMO PERE~_ 471

la que cubría la entrada a la plaza por el ángulo Nordeste, y en efecto se dirigió sobre ella a la cabeza de una compañía.

La plaza estaba desierta. Un hombre que dicen se llamaba Luis Blanco. y que según parece no era soldado, corrió a la trinchera y dió fuego al cañón que estaba en el boquete, y una metralla dió por casualidad en el pié al Capitán Blanco. por lo que la compañía se retiró llevándolo a su cuartel.

Los avisos de los partidarios hicieron moverse a Ordóñez, y la detonación del cañón precipitar la marcha. de suerte que los liberales entraron a la plaza poco después de la retirada del Capitán Blanco.

Ya entonces no era posible la ocupación de la plaza defendida por 300 hombres, que si no tenían la disciplina del soldado, tenían el entusiasmo de su causa, pues los jefes prin­cipales se afanaban en persuadirles que Sacasa, y los suyos tra­taban de uncirlos de nuevo a una tiranía peor que la de España.

Sacasa tenía 600 hombres, según el dicho general; algunos hacen subir el numero a 800. Sus tropas, no experimentadas en los combates, tenían el orden y la regularidad que les infun­día la_disciplina que con el mayor rigor hacía observar el jefe, y que hacía notar gran contraste con ·las de Ordóñez, que eje­cutaba toda cIase dPo desórdenes.

La retirada del Capitán Blanco, herido, no dejó de ame­drentar a las tropas managuas, incipientes en la guerra, y not~ndo esto el Coronel Sacasa, quiso entusiasmarlas con el ejemplo. Arengó a los soldados manifestándoles que el valor ate­rrorizaba tanto al enemigo, que no podía dlrigir sus tiros con acierto, y en prueba. les dijo, védme aquí; envelto en su capa salió el pri­mero· a la plazuela, y permaneció sereno sobre la plataforma del portón de la casa de los Leones recibiendo ·un fuego nutrido, a cuya vista se envalentonaron las tropas e hicieron una carga a la mencionada trinchera, que dió por resultado no solo el áni­mo del soldado, si no el que otras guerrillas destinadas al in­tento ~omasen posiciones en las casas que cubren la manzana que está al Occidente de la Plazuela y al norte de la Plaza Principal, pues Ordóñez al ver el fuerte ataque a la trinchera de San José contrajo allí su atención, y desde luego no podía asistir a la referida manzana.

Dos o tres tiros dieron en la capa del Coronel, por lo cual le reprendieron sus amigos que hubiese expuesto la vida como un soldado. Hechos semejantes se los criticaron muchas veces, y se critican a los generales que los ejecutan, sin reflexionar que hay lances en la guerra que no bantan las arengas y las órdenes. sino que es preciso el ejem~o. Alejandro, César, Na­poleóny otros consumados capitanes, a pesar de la pericia y coraje de sus ejércitos, tuvieron repetidas veces que poner pe­cho al frente del enemigo para alcanzar una victoria.

412 BIOGRAFIAS

No siendo posible asaltar el atrinéheramiento, Sacasa se limitaba a llamar la atención por ese lado, mientras que sus tropas avanzaban por entre las casas de la cuadra o manzana referida: y en efecto, de~pués da muchos días y de fuertes combat"s llegaron a colocarse en la misma línea contigua a la plaza. quedando los defensores con una pared de por medio.

Elltre éstos estaba Sandoval (José Le()nl el mismo que despué" sin mils títulos que la honradez y ('1 patriotismo, por­que era hijo del pueblo, pobre y sin instrucción alguna, figuró al lado del partido republicano titulado conservador, y recorrió en servicio la escala desde comisario de barrio hasta Presidente de la República. En aquel tiempo creyendo que servía it la verdadera causa liberal, militai?a bajo Ordófíez, con entusiasmo, en defensa de ÍTranada, su patria.

Colocadas las tropas de Sacasa. como hemos dicho, con pared de por medio con las liberales, era prl:)ciso horadar la pared para alejarl'.ls de ese punto, de donoe muy poco les filltéLba para dominar la plaza. Ningún jefe se animaba il tan riesgosa operación, y sólo Sandoval se brindó a ejecut.uh. Abrieron el boquete con el menor ruido posible, pero al fin fueron senti­dos. El zapador que concluyó la 'apertura murí() de \111 balazo, y sin embargo SandovaJ fué el primero que pasó y tras él su guerrilla, con la cual permaneció parapetado en un corredor, en fuego continuo con las de Sacasa; que ocupaban otro corredor al frente con un patio de por medio. Con esta c1asf' de hombres tan entusiastas luchaba el referido Coronel.

Un incidente grave ocurrió que puso en inminente peligro a los que atacaban, y fué que se les concluyese el parque, en términos que no habrían podido sostener una salida de los ata· cados. Tuvo Sacasa que dictar medidas muy precautivas para guardar sigilo en circunstancia tan alarmante, y otras· con la mayor actividad para proveerse de pólvora fabricada en el país.

Tras este incidente, otro más grave todavía. Un portapliegos llegó con despachos de Managua participando a Sacasa que de León se movían 800 hombres muy bien equipados sobre Ma­nagua, al mando de Osejo, R. Tífer y otros jefes; y como esta plaza estaba indefensa, resolvió definitivamente le\';mtar el campo y ante todo mandar a Managua 50 hombres, a las órdenes del Capitán don Eduardo Ruiz, para que sin dilación llegase a a preparar la defensa.

IX

Retirada del cantón. Campaña sobre León. Muerte de Sacasa.

Ruiz 'llegó a Managua, en donde abundaban los hombres ~xcitados por el Padre Irigoyen y demás individuos de la Junta; pero sin armas ni elementos de guerra nada podía ha-

jERONIMO PER=EZ~========41;,;3=

cerse que no fuera una verdadera imprudencia. La fuerza aliada de leoneses y granadinos no se hacia esperar, queriendo ocupar la plaza cuanto antes fuese posible, - de suerte que el 24 de de agosto (1824) estaba en las inmediaciones' de Manag-ua; en­tonces el Comandante Ruiz y demás principales dispusieron que una guerrilla de fusileros como de 40 hombres, se situase en un punto a prop6sito de la playa del lago para que atacase por retaguardia, mientras que por el frente -aparentaban un gran ejército todos los hombres del pueblo, armados col1 ma­chetes, palos, piedras y unos pocós fusiles libres. La confianza de los invasores era mucha, pero cuando roto el fuego oyeron los tiros a la espalda y el clarín tocando a degüello, el pánico se apoder6 de ellos y se desbandaron por los montes, dejando unas tantas carretas cargadas con toda cIase de elementos. No­pudo haber sido el triunfo más completo y espléndido, sin pérdida ninguna; unos pocos fusileros habían derrotado a 800, y el botín era lo más proVechoso para el vencedor.

Esta acci6n se conoce hasta- hoy con el nO'llbre de San Bart%, por el día de San Bartolomé en que fué ejecutada.

Cabalmente este mismo dra (24' de agosto) levant6 Sacasa el campo-de Granada, llevando sus heridos, enfermos y tren de guerra, con tal habilidad que Ord6ñez [no] supo la retirada hasta muy tarde del día. Estuvo, pues, atacando a Granada 21 días, aunque otros dicen que 20, y otros que 22. Lo cierto fué que su retirada la hizo el día mencionado.

La noticia del triunfo de Managua la rccibi6 en marcha, que le fué muy satisfactoria, porque naturalmente esperaba que los managuas solos no podridn defenderse contra una fuerza tan respetable y bien provista. Si él hubiera podido contar con la defensa de la plaza, que entonces era el arca de salvá­ción de todo el partido republicano moderado, quizá no levanta sus tropas de Granada, y persiste en ocupar esta ciudld que, atendidas las posiciones o puntos que ocupabá, no hay duda que la hubiera ocupado pocos días despué3; pero ya dijimos, natur4lmente no podía contar con el triunfo, ni aun con la re. sistencia de Managua, por cuya raz6n se resolvi6 a la retirada.

A estas consideraciones propias se añadía el lJam3.miento que le hacía la Junta de Managua pr6ximamente amenazada por las fuerzas combinadas,'y además, que 10i jefes y bombre3 principales de Occidente le e:.cribían los sucesos de Le6n, en cuya ciudad parecía colocada la cuesti6n primordial, y que por tanto allí debía resolverse. Que por lo mismo com'enía reunir todo el poder de los republicanos para lanzarlo compacto sobre los liberales divididos, puesto que éstos tenían nece;idad de maIltener fortificadas las plazas de Le6n y Granada. Por todo esto, aunque puco volver sobre esta última cuando supo el inesperado triunfo de sus armas el día de San Bartolomé, no era conveniente '1 prosi¡ui6 la marcha.

474 BJOORAPJAS

Los sucesos de Occidente, a que hemos aludido, el an gra­ves. Ya mencionamos los desórdenes cometidos por las fuerzas retiradas de Nagarote¡ ahora diremos que éstos eran contínuos, y que se aumentaban en ciertos lances, como en el regreso de Managua. La anarquía e ignorancia de esa época aciaga se mide por cualquier rasgo pequeño e insignificante como éste: Uno de tantos jefes· militares, _a la cabeza de una escolta, exi­gió una cantidad de dinero a la esposa de don Mariano Muri­llo, rico hacenda.do de León, y como ella le exigiese recibo, le puso: cRecibí 200"'pesos de-la señora Atanasia Galarza, por multa que se le ha impuesto por ciudadana servil». (Aquí la firma).

Desde luego, la gente honrada, especialmente los propie­tarios a quienes molestaban con frecuentes exacciones, salieron de León a guarecerse en las haciendas lejanas, y por- fin, tan­tos sufrimientos hicieron resolverse a los pueblos inmediatos a pronunciarse, o mejor dicho, a compactarse contra la plaza de León, pues algunos barrios, San Felipe en primer lugar, eran víctimas de los que mandaban en la ciudad.

Así fué que hubo una gran emigración de propietarios y que los pueblos oprimidos se coligaron en defensa propia, cons. tituyendo ante todo una Junta en el pueblo de El Viejo, para que diese vida y dirigiese el movimiento. Esta Junta, com­puesta del Presidente don Juan B. Salazar, dos vucales el Dr. don l\Iatías Quiñonez y don Bernardo Plazaola, y de un Se­cretario, don Tiburcio Emes, se instaló definitivamente en agosto de 1824, Y nombró Comandante General de las Armas al Co­ronel don Juan Salas, peruano que había llegado a El Realejo en -el mes de julio anterior en un buque llamado Ambos Mun­dos, según dicen, huyendo del Libertador "Bolívar, y permanecía en Chinandega expendiendo sombreros y otros artículos de co­mercio que había traído. La Junta le propuso el mando en jefe, ya por la carencia de militares en esa época, ya porque se creía muy expertos a los oficiales colómbianos que habían militado bajo el Libertador referido. Salas se prestó muy gus­toso, y desde luego comenzó a organizar el ejército para en­fnntarlo al de la plaza; al mismo tiempo tomó empeño en que se llamase al Coronel Sacasa, que, como hemos visto, estaba t'n ese tiempo (agosto) atacando a Ordóñez en Granada.

La Junta de Managua asintió en la unión de las fuerzas propUesta por la de El Viejo, y del momento Sacasa, desde que regresó de Granada, se ocupó de. reorganizar su División y de disciplinarla en cuanto 10 permitía el descanso que se había propuesto darle por las fatigas que tuvo en dicha ciudad.

El lO de setiembre (1824) salió de Managua, pernoctó en Nagarote y continuó el 11 al amanecer. Como era natural, se supo en la plaza de León que llegaba esta fuerza auxiliar, y se propusieron impedir la re\Jnión.

JERONtMO PEREZ 475 == Romáó Balladare" uno de los principales jefes del partido

liberal, salió de la plaza con fuerza respetable, y se encontró con Sacasa el mismo día 11, trabanqo al punto un cumbate nutrido; pero en vez de estorbarle la marcha, le dió un triunfo más, porque aquél huyó precipitapamellte a encerrarse en la plaza con el resto oe sus tropas derrotadas.

Así fué como Sacasa, con su División vencedora, llegó fe­lizmente al campamento del Coronel Salas, donde fué recibido con muchas ovaciones, ya por sus triunfos anteriores, ya por el prestigio que su nombre llevaba a la causa. que iba a deci­dirse por las armas.

El. Obispo, de quien tanto hemos hablado por el dilatado participio que había tenido en la cosa pública como Goberna­dor Político de la Provincia, previendo la terrible guerra de que iba a ser teatro la ciudad de León, procuró salir y sali6 en efecto con instrucciones de los jefes principales, a celebrar un arreglo con la Junta de El Viejo; pero no habiendo alcan­zado su objeto, no volvió a la plaza a dar cuenta de su misión.

Salas quiso darle el mando en jefe al CoronelSacasa, y éste no quiso aceptarlo,· ya por modestia, ya por conformarse con el pensamiento de la Junta de Managua; de auxiliar a la de El Viejo, y no asumir o tomar de su cuentá la guerra a la plaza de León, Cualquiera que haya sido la causa, el resultado demostró que padecieron una triste equivocación. que se conoce con sólo fijarse un tanto en los hechos ulteriores, Si S3.casa hubiera sido el Géneral en Jefe, no hay duda que habría sido muy distinto el éxito de la guerra; pero las circunstancias le colocaron como subalterno, y así como sabía mandar, sabía obe­decer.

Las dos fuerzas de Salas y Sacasa formaron 1.300 hombres con que iniciaron la guerra el (3 de setiembre de 18'24. pose­sionándose de algunos barrios, y sentando el cuartel principal en la Plaza de San Juan. Refieren algunos que a continuaci6n hubo un encuentro entre los managuas dirigidos por el mismo Sacasa, y una fuerza respetable de la plaza. cuya acción se dió en el punto que llaman Guapinol, y que derrotados los placistas, hubo un pá.nico tal que el vencedor pudo. tomar sin dificultad dicha plaza, lo cual propuso Sacasa en el" momento, pero que Salas no asintió por no darle es.!a gloria a su segundo jefe, o por sacat provecho de la prolongación de la campaña. Quizá la' oposición fué porque no consider6 fácil el asalto; mas la apre­ciación fué aquélla, y 10 cierto es -que desde ese día comenzó la desconfianza o el celo que -ha predominado en todas las fuer­zas aliadas

Rudos combates suciejieron en los día'J posterior~: 10'1 si­tiadores avanzando y los sitiados defendiendo palmo a p3.1m:> el terreno. El ardor con que esta guerra come.1zÓ hizo qU3 10,J unos incendiasen algunos edifici03 para desalojar a 103 contra-

. .(7ó mOORAFIAS

rios, y estos incendiasen ptros paril. qt.e aquéllos ni:> los ocu­pasen.

En tal estado, el .10 de· octubre s.e presentó en el campa­mento el Coronel guatemalteco don Manuel Arzú, enviado por el Gobierno Provisional con el carácter. de Intendente y pacifi­cador de la Provincia de Nicaragua, cuyo estado anárquico había llagado a su conocimiento. No pudiendo juzgar bien de lejos los acontecimientos de esta parte de la América Central, Arzú traía instrucciones discrecionales, o bien, de apoyar al partido que le reconociese y se mostrase más accesible a su misión.

Arzú como pacificador trató de arreglar la pai y después de varias conferencias cOn Salas y Sacasa, fué estipulado que las fuerzas granadinas mandadas por Raimundo Tífer, se retirasen de la plaza de León; que se retirarían támbién a sus repectivos pueblos las del campamento de San Juan; y que la Provincia se gobernase por una Junta General, cQmpuesta de dos miem­bros nombrados por cada una de las juntas de Granada, Mana­gua, León y El Viejo, con cuyo convenio se creyó de pronto terminada la guerra.

Entonces el partido liberal, aunque tan desorganizado·y de$organizador, se mostró más hábil que su contrario, pues las juntas de Granada y León aprobaron el convenio y comenzaron a cumplirlo por su parte, mientras que las otras no dejaron de presentar dificultades para el cumplimiento. En virtud de este convenio, Tífer recibió orden de eva~uar la plaza, y salió en efecto con su división auxiliar; pero recelando una fe­lonía hizo alto .en Aranjuez, cerca de León, para volver en su caso con brevedad.

Aquí se hizo notar la equivocación padecida de dar el mando a Salas, extranjero, a quien no poóían afectar las des­gracias del país. Este estaba muy disgustado con Arzú que ft-abajaba por la armonía de los partidos, y le daba poca impor­tancia porque había venido. solo, sin la menor fuerza. Sacasa, al contrario, quería el arreglo para poner fin a las desgracias de su patria, y que en caso de no ajustarse, fuese por culpa de los liberales para tener de su parte al menos el apoyo moral del· Gobierno de la Nación. Pero como subalterno, no podía imponer su voluntad, ni aun manifestar abiertamente su dis­gusto, por no causar una esci~ión que habría sido ·muy funesta.

Salas llegó a tal punto con Arzú, que le arrestó el día 24 de octubre, y aún le amenazó con fusilarle: y al mismo tiempo, queriendo aprovechar la ausencia de los granadinos, dió un fuerte ataque a la plaza, pero no ·alcanzó el éxito que deseaba.

Por estos hechos, Arzú abandonó el.rol de mediador y asu­mió el de Jefe de las Armas, en que desde luego fué recono­cido por los leoneses con beneplácito geceral, de suerte que la plaza contó ya con un jefe re3petado, q·ue pudo y supo dar vida a IiU def.ensa.

JERONIMO PERP2

Una 'vez que la plaza estuV'o mejor defendida, la guerra siguió con más furor. En ella se distin~uió por su mucha bi­zarría el oficial José Zepeda, sobrino de Román BaIlares, el cual viénjose reducido al último edificio que faltaba a los sitiadores para asaltar la plaza, y viendo las tropas acobardadas por los desastres, echó llave a una puerta pcr donde podían retirarse, y arrojó la llave para colocar a los suyos entre la muerte y la defensa. Así contuvo la marcha progresiva de .Jos invasores,'y este hecho de valor heroico le sirvió de pedestal a su futura elevación. Zepeda se dedicó a las letras, y siendo bachiller en derecho, adoptó la carrera militar, quizá por acompañar a su tío Ro~án Balladares, de quien hemps hablado tantas veces. Fué General, Jefe del Estado, y murió asesinado por una chusmij. que le asaltó el cuartel.

A principios de diciembre (1824) supo Sacasa que el Ge­neral Arce venía con 500 salvadoreños con objeto de pacificar a Nicaragua, y crey6 conveniente entenderse con él antes que le abrumasen las intrigas de los adversarios. Arce era uno de los próceres de la Independencia, había sido miembro del Go­bierno Provisional de la Nación y era candidato a la Pr~siden­cia de la República, Venía, pues, a Nicaragua en pos de gloria, y más aún de gloria pacífica para asegurarse los votos de ,este Estado; cuyo propósito no podía ocultarse a la penetración de Sacasa, y además se 10 participaban sus amigos de El Salvador y Guatemala; por consiguiente, quería hablarle con toda fran­quezay satisfacción.

Al efecto, arregló su expedición ,para Satoca llevan40 100 hombres de infantería y 100 de cab¡lllería, mandados por los oficiales don Mariano Montealegre, y don Isidro Pérez,

Cuando todo estaba listo para la partida, el Coronel Sacasa llegó al punto que mandaba Montealegre, preguntándole si era cierto que el tIlp.migo había ocupado una posición muy ventajosa. Este le contest:) que nada había nuevo; que un gran ruido que se había oído y espantado a los que le oyeron de lejos, era la caída de unas tablas de un mirador. Montealegre ocupaba una casa quemada, y en otra contigua hacia la Catedral estaban las fuerzas leonesas con' pared de por medio,

Sacasa entonc~s mandó abrir un boquete en ella, traer un cañón y disparar tres tiros. Concluída la operación el oficial don Francisco Baltodano penetró con una guerrilla de 12 sol­dados, ~ cual regresó con muchos heridos, haciendo notar la equivocación que se había padecido, pues habían creído que salía a un patio,.y en realidad era a un cuarto, cuyas paredes estab~n claraboyadas.

Tal fué la relación de Baltodano, y aunque el Corcr "'. dis­tinguía a este oficial por. el valor de que siempre d:ó las me­jores pruebas, en esa vez dudó de su dicho, y quiso lOformarse por sus mismos ojos. Todos 108 subaltern9s .quisieron impedir.

478 BTOORAFlAS

selo, pero en vano, él les dijo: «el que manda áe6e conocer la situación áel enem;go para 'sa6lr lo que disjJnne... Delante de Sa­casa estaba el _comandante de artillería apellidado Matamoros, y sin embargo, vino una cortadilla y le di6 a un ~ado del pecho so­bre la hebilla de pl!lta de. los tirantes que usaba. La cortadilla re-o chazó, él se miró' con serenidad, pero comprendi6 que estaba. mortalmente dañado, por lo cual se apoyó en el brazo de don Agustín Cabezas, y lentamente se retiró a su cuartel.

Aunque se le reconocieron dos costillas dañadas, ocho días delopués se creyó que iba mejor, porque él, haciendo esfuerzos sobrehumanos, se sentaba y paraba (1) para pasearse; mas de im­proviso le atacó un cólico, que padecía algunas veces, y en seguida murió. .

Sus restos fueron inhumados en la Recolección, y desde luego, este suceso equivalente a la pérdida de la causa, llenó de luto a los amigos y colmó de placer a los contrarios. Sa­casa era el que cuidaba del orden y disciplina del ejército, y muerto él, todo estaba perdido,

ConClusión

Aquí terminó la obra que nos propusimos, de narrar la vida de uno de los hombres más importantes de nuestra histo­ria; lo hemos hecho sucintamente, animados por la indulgencia del público, e inspirados por el deseo de contribuir con nues­tros datos a la historia completa de nuestro país, no menos que el de presentar a la juventud nicaragüense, objeto constante de nuestra estimación, aunque sean mal bosquejadas, las figuras sobresalientes en los diversos cuadros que pr~sentan nuestras revoluciones, para que imiten el patriotismo y virtudes de unos, y desechen las innobles ambiciones de otros. Sí, jóvenes, os hemos presentado, y la posteridad presentará mejor, a don Crisanto Sacasa como un modelo de abnegación, de patriotismo y de valor. _

Para juzgarle cual merece, es preciso trasladarse al tiempo de la gran crisis en que figuró y desprenderse de las falsas tradiciones con que la demagogia ha tergiversado los hechos más notorios. Granada y León hicieron causa común en esa época; sin emb:lrgo, se ha dicho que la guerra del año de 24 la hizo aquélla a esta ciudad. ¿Qué extraño es que a Sacasa se haya atribuído el incendio de la misma?

Sacasa, Coronel de los Reales Ejércitos, pierde su brillante posición en la monarquía por abrazar como republicano la causa de los pueblos. Alcanzada l~ Repúblicoi, d. ja su fd.milia y su

(1) Se pon(a en pie.

JP.RONIMO PI!REZ 479

gran fortuna por combatir al lado del orden contra la anarquía, hasta que por desgracia del país perdió la vida en medio del campamento •. He aquí la prueba de su patriotismo. de su va­lot e importancia.

El español don Juan Manuel Ubieta le sucedió en el puesto. La: guerra siguió CO:l furor, pero algún tiempo después el General Arce ordenó la suspensión de hostilidades y el retiro del cantón. Salas se fugó, según dicen, llevándose algún te­soro, y el 3 de enero de l8z5 levantó el campo el citado Ubieta, reconocido ya como Primer Jefe, llegando a Managua el dia 6 con las fuerzaS de su mando. Arce entró a León sin resisten­cia, pacificó el Estado, que quedó bajo el Gobierno de Arzú, hasta que, electo Primer Jefe Constitucional .don Manuel Anto­nio de la Cerda, entregó a éste las riendas del Poder.