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lVl I s e e oc 7 n e a Ignacio Padilla William Golding O la contradicción tropológica - E n general, los homenajes germinan del' entusiasmo y es por esto que están condenados a divorciarse de la objetividad. Tanto más difícil resulta celebrar a un autor como William Golding: genial y, al mismo tiempo, engañoso; autoexiliado de un mundo que insiste en aplaudirlo sin cono- cerlo del todo. En empeños como el presente texto, el viejo Golding sólo agrade- ceria una cosa: el que sus críticos demos- traran, o al menos insinuaran, que hay un narrador más allá de Lord o{ the Flies. Mien- tras se le considere un novelista, y no solamente el afortunado autor de una novela interesante, cualquier otro homenaje lo tendrá sin cuidado. La lectura de las novelas de William Golding nos lleva inevitablemente a imagi- nario como un viejo. Poco importan para pensar esto sus ochenta años. Desde su primera publicación, Golding parece llevar en hombros la pesadísima carga del último error cartesiano, la tajante división entre lo instintivo y lo racional, la inversión del mito selvífico que no es otra cosa que la cicatriz heredada de los primeros cincuenta ailos de nuestro siglo. William Golding es entonces una equivo- cación genial del fatalismo, duende o hijo bastardo de la experiencia bélica y, como él mismo ha dicho, de la religiosidad incompe- tente. Sincréticos y fatalistas, sus mundos contienen la poderosa estética del mani- queísmo, dan bandazos entre la ingenuidad ilustrada y las maravillas de la fabulación. En otras palabras, ningún autor ha mentido con tanta belleza como William Golding. La verdad de las mentiras, el más reciente de Mario Vargas Llosa con respec- to de la ficción, es, desde siempre, el 1Jniverso goldingiano. Mentiroso o equivocado, Golding escribió una vez: "Pienso que el hombre padece la tremenda ignorancia de su propia natura- leza. Yo doy mi punto de vista, esperando 'que éste se aproxime de alguna forma a la verdad. Estoy absolutamente comprome- tido con el dilema humano," El gozo de la lectura de Golding radica justamente en dicho punto de vista. mas no en su supues- ta aproximación a la verdad. SeIfa ingenuo buscar en Golding a un visionario oa un fiJó- sofo de la ética. Su auténtico rostro es evidente: se trata de un gran tabulador del pasado roto, de un narrador que ha sido {laPaz de sintetizar el síndrome de angustia y el descrédito en la humanidad que peri6- dicamente vuelven a nosotros. con sus extremos. sus errores y sus obras de arte. La pregunta obligada en estas circunstan- cias es la de si las novelas de William Golding sobrevivirán, a la larga. a sus con- tradicciones de pensamiento. Todo permite responder que así será: es más fácil creer en el derrumbe de las utoplas que en la cons- trucción de las mismas, y es precisamente éste el tema central del planteamiento goldingiano. Son dos las novelas de William GoIding donde la se manifiesta con me- yor claridad: Lord o( the Flies y The $pite. En ambos, existe desde un principio un proyecto que eventualmente se derrum- bará sin haberse concluido. Los autores de la utopía son, el mismo tiempo. sus aniqui- ladores. Al respecto de LonI of the Ríes se han dicho y escrito muchas coses, al grado de que nadie está totalmente de acuerdo en quién es en realidad el citado Seftor de las moscas. Más tiempo se ha perdido en de- :sentrallar sus símbolos que en estudiar el proceso' expuesto por el autor. Hablar de símbolos o significados implica ya cierta estática, y tal vez a ello se debe que WIIIiam Golding rechaza el término de novela simb6- lica y prefiere el término escolástico de la tropológial, refiriéndose a que sus novelas sugieren cierto tipo de universo diMmico donde los tipos morales se construyen -o destruyen- paulatinamente. La isla en Lord of the Flíes atestigua un proceso de maldad y, sobre todo. es la cara opuesta de r:o. '*'d. la l1OV8a YitorianI de R. M. Ballantyne. La utopía rousaeauniana del B8IIantyne 88 destruida por 111 Goking que cree más en la maId8d natural que en la bondad. Ambla noveIu 18 convierten en extremos. pero la segunda es inteli- gente y. por violenta. mAs craIbIe. En The Spitt. en cambio. el demrnbe es más claro. 8lI1qU8 el slmboIo de lI18 aguja catedralicia resulta menos refinado que los suel\os de Ralph en Lofrl of the FIíes. La exposición. no obstante. es similar: la aguja -materialización del ansia del hombre por 'alcanzar a Dios- se tambale8 porque sus 'cimientos son el crimen, la lujuria. la ambi- ci6n y hasta la brujerfa. En The Spire. como en LotrJ al the FIiBs. el proyecto es vencido por la ejecución. ya que esta Cdtim8 corra a cargo de los hombres, seres incapaces de materializar las visiones puras del alma. Los atimos pensamientos de JoceIyn. el prota- gonista de The Spif8. bastan pera resumir la idea de Golding: "No hay obra inocente. Sólo Dios sabe dónde puede estar Dios." . Una de las obsesiones manifiestas de WUliam GoIding es su miedo a rapetirse. Opina que una novela vale en la medida en que expresa algo que nadie antes habla intentado. Tan rom6ntica perspectiva de su oficio solamente puede quedarse en su caIi- dad de obsesión. En lo que toca al menos a su primera época -sus primeras cinco nove- las- GoIding no aporta pensamientos ""Y distintos a los de LotrJ al the FIies. En eam- bio. ahonda en ellos. des8rroIIa un impresio- nante dominio del lenguaje y encuentra nuevas formas de explicarse. Su segunda novela. The InhfJrit.ots es el mejor ejemplo de que su pensamiento puede repetirse. e in- cluso superarse en ingenuidad. sin que las formas novellsticas se empobrezcan por ello. La historia del Horno Neanderthalensis cuyo exterminio a manos del Horno Sapiens significa el fin de la Edad de la Inocencia, es sin duda moralista; pero la manera en que GoIding nos siembra el afecto por per- _______________ 59 ....

oc Ignacio Padilla William Golding O la contradicción ... · La historia del Horno Neanderthalensis cuyo exterminio amanos del Horno Sapiens ... Cioran se ha encargado de despreciar

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lVl I s e eoc

7 n e a

Ignacio Padilla

William GoldingO la contradicción tropológica

-

En general, los homenajes germinan del'entusiasmo y es por esto que están

condenados a divorciarse de la objetividad.Tanto más difícil resulta celebrar a un autorcomo William Golding: genial y, al mismotiempo, engañoso; autoexiliado de unmundo que insiste en aplaudirlo sin cono­cerlo del todo. En empeños como elpresente texto, el viejo Golding sólo agrade­ceria una cosa: el que sus críticos demos­traran, o al menos insinuaran, que hay unnarrador más allá de Lord o{ the Flies. Mien­tras se le considere un novelista, y nosolamente el afortunado autor de unanovela interesante, cualquier otro homenajelo tendrá sin cuidado.

La lectura de las novelas de WilliamGolding nos lleva inevitablemente a imagi­nario como un viejo. Poco importan parapensar esto sus ochenta años. Desde suprimera publicación, Golding parece llevaren hombros la pesadísima carga del últimoerror cartesiano, la tajante división entrelo instintivo y lo racional, la inversión delmito selvífico que no es otra cosa que lacicatriz heredada de los primeros cincuentaailos de nuestro siglo.

William Golding es entonces una equivo­cación genial del fatalismo, duende o hijobastardo de la experiencia bélica y, como élmismo ha dicho, de la religiosidad incompe­tente. Sincréticos y fatalistas, sus mundoscontienen la poderosa estética del mani­queísmo, dan bandazos entre la ingenuidadilustrada y las maravillas de la fabulación. Enotras palabras, ningún autor ha mentidocon tanta belleza como William Golding. Laverdad de las mentiras, el argu~ento másreciente de Mario Vargas Llosa con respec­to de la ficción, es, desde siempre, el1Jniverso goldingiano.

Mentiroso o equivocado, Golding escribióuna vez: "Pienso que el hombre padece latremenda ignorancia de su propia natura­leza. Yo doy mi punto de vista, esperando'que éste se aproxime de alguna forma a la

verdad. Estoy absolutamente comprome­tido con el dilema humano," El gozo de lalectura de Golding radica justamente endicho punto de vista. mas no en su supues­ta aproximación a la verdad. SeIfa ingenuobuscar en Golding a un visionario o a un fiJó­sofo de la ética. Su auténtico rostro esevidente: se trata de un gran tabulador delpasado roto, de un narrador que ha sido{laPaz de sintetizar el síndrome de angustiay el descrédito en la humanidad que peri6­dicamente vuelven a nosotros. con susextremos. sus errores y sus obras de arte.

La pregunta obligada en estas circunstan­cias es la de si las novelas de WilliamGolding sobrevivirán, a la larga. a sus con­tradicciones de pensamiento. Todo permiteresponder que así será: es más fácil creer enel derrumbe de las utoplas que en la cons­trucción de las mismas, y es precisamenteéste el tema central del planteamientogoldingiano.

Son dos las novelas de William GoIdingdonde la anti~topía se manifiesta con me­yor claridad: Lord o( the Flies y The $pite. Enambos, ~asos, existe desde un principioun proyecto que eventualmente se derrum­bará sin haberse concluido. Los autores dela utopía son, el mismo tiempo. sus aniqui­ladores. Al respecto de LonI of the Ríes sehan dicho y escrito muchas coses, al gradode que nadie está totalmente de acuerdo enquién es en realidad el citado Seftor de lasmoscas. Más tiempo se ha perdido en de­:sentrallar sus símbolos que en estudiar elproceso'expuesto por el autor. Hablar desímbolos o significados implica ya ciertaestática, y tal vez a ello se debe que WIIIiamGolding rechaza el término de novela simb6­lica y prefiere el término escolástico de latropológial, refiriéndose a que sus novelassugieren cierto tipo de universo diMmicodonde los tipos morales se construyen-o destruyen- paulatinamente. La islaen Lord of the Flíes atestigua un proceso demaldad y, sobre todo. es la cara opuesta

de r:o. '*'d. la l1OV8a YitorianI de R. M.Ballantyne. La utopía rousaeauniana delB8IIantyne 88 destruida por 111 Goking quecree más en la maId8d natural que en labondad. Ambla noveIu 18 convierten enextremos. pero la segunda es mú inteli­gente y. por violenta. mAs craIbIe.

En The Spitt. en cambio. el demrnbe esmás claro. 8lI1qU8 el slmboIo de lI18 agujacatedralicia resulta menos refinado que lossuel\os de Ralph en Lofrl of the FIíes. Laexposición. no obstante. es similar: la aguja-materialización del ansia del hombre por'alcanzar a Dios- se tambale8 porque sus'cimientos son el crimen, la lujuria. la ambi­ci6n y hasta la brujerfa. En The Spire. comoen LotrJ al the FIiBs. el proyecto es vencidopor la ejecución. ya que esta Cdtim8 corra acargo de los hombres, seres incapaces dematerializar las visiones puras del alma. Losatimos pensamientos de JoceIyn. el prota­gonista de The Spif8. bastan pera resumir laidea de Golding: "No hay obra inocente.Sólo Dios sabe dónde puede estar Dios." .

Una de las obsesiones manifiestas deWUliam GoIding es su miedo a rapetirse.Opina que una novela vale en la medida enque expresa algo que nadie antes hablaintentado. Tan rom6ntica perspectiva de suoficio solamente puede quedarse en su caIi­dad de obsesión. En lo que toca al menos asu primera época -sus primeras cinco nove­las- GoIding no aporta pensamientos ""Ydistintos a los de LotrJ al the FIies. En eam­bio. ahonda en ellos. des8rroIIa un impresio­nante dominio del lenguaje y encuentranuevas formas de explicarse. Su segundanovela. The InhfJrit.ots es el mejor ejemplo deque su pensamiento puede repetirse. e in­cluso superarse en ingenuidad. sin quelas formas novellsticas se empobrezcan porello. La historia del Horno Neanderthalensiscuyo exterminio amanos del Horno Sapienssignifica el fin de la Edad de la Inocencia,es sin duda moralista; pero la manera enque GoIding nos siembra el afecto por per-

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lVi s e e.a

/,a n e a

sonajes que él mismo destruirá, salva a la

novela.The Inheritors podria ser también un .in­

tento más serio de Golding por aclarar susideas respecto a la otredad y a los abismosexistentes entre uno y otro hombres. Poreso, Pincher Martín, su tercera novela, sueleaparecer como complemento a The Inheri­tors: ahora no se trata del otro, sino de unomismo; el personaje está solo y muere en lasegunda página. Los editores americanos'de esta novela tuvieron el desacierto de pu­blicarla con el titulo de The Two Deaths ofChristopher Martín. De esta forma, no sólOovendieron el final de la novela, sino que qui­taron al protagonista su verdadero nombre:Christopher Martin, el náufrago que se afe­rra a una roca y busca en vano la supervi­vencia de su alma, es en realidad PincherMartin, el martin pescador, o, para ser másprecisos, el martin depredador. "Just to be.Pincher is purgatory", escribe Golding,"to be Pincher for eternity is hell." Christo­pher Martin no necesita de los otros, sebasta a si mismo para aniquilarse, Prometeodevora sus ·propias entrai'\as. Sobre PincherMartín, Kingsley Amis escribió una vez: "Esla estrechez y la lejania de ese mundo lo queroba a la novela la universalidad que parecereclamar. Aunque Martin desempei'\a en

cierto sentido el papel de hombre, su en­torno resulta demasiado lejano del mundode los hombres como para invitar el recono­cimiento, en el cual se basa el poder depersuasión del novelista."

Free Fall, la cuarta novela de Golding pa­rece ser una respuesta al comentario deAmis. Esta novela merece mención aparte.Al ser publicada desilusionó a varios de suslectores. Free Fall, sin embargo, es uno dejos trabajos más interesantes del escritor in­glés. Su apego al realismo y su abandonode los modelos míticos y fabulísticos perte­necen ya al William Golding que actual­mente conocemos. Samuel Mountjoy, suprotagonista, es aún más intenso y logradoque Christopher Martin. Su drama es real yla agresión de los otros ya no pertenece almundo de lo alegórico sino a nuestra his­toria reciente. De cualquier forma, WilliamGolding sigue repitiendo sus temas: lalibertad y la necesidad, la culpa y la respon­sabilidad, la razón y la sinrazón, la natura­leza de la maldad. "Esta vez", comentóGolding al publicar Free Fall "quiero mostrarcómo era la vida' antes de que impusiéra­mos en ella nuestros modelos." De haberconseguido esto, Golding habría producidouna novela muy distinta a Free Fall. Afortu~

nadamente para él, sus demonios lo traicio-

naron, y el mundo de Sammy Mountjoyes. angustiante, saturado de modelos, tanoscuro como para ingresar dignamente alresto de la producción goldingiana. :..

La publicación de The Spire no sólo marcóel fin de un periodo creativo de Williani Gol­ding sino también una especie de retrocesoen lo que había logrado gracias a Free Fall.La alegoría, la destrucción de lo divino porlo humano, el entorno lejano y hasta ciertopunto irreal vuelve en The Spire, y aún ha­brán de pasar algunos años antes de que.Golding reemprenda el camino de Free Fall.

Hablar del segundo periodo de WilliamGolding es, en nuestro caso, hablar en elaire. Gran parte de su producción a partirde The Pyramid pierde, en castellano, dosde sus valores más importantes: el papelprotagónico del lenguaje y la profunda psi­cología de la mayoría de sus personajes. EnThe Pyramid, Golding se inicia con éxito enel pensamiento femenino y en el textobreve. Más realistas y mucho menos simbó­licas, sus obras se alejarán paulatinamentedel modelo original y presentarán ya no fá­bulas sino retratos del alma torturada de loshombres que ya ni siquiera visualizan uta­pias. Los personajes de The Pyramid y, másadelante, de Darkness Visible son malignos,y sus mundos, oscuros. La asumida incom-

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.Editorial Vuelta

Julián Meza

lahuelladel Hernán Lara Zavala

N()Vf:I)ADES

DE VENTA EN LmREIÚAS y EN LAS OFICINAS DE EDITORIAL VUELTA:Presidente Carranza 210, Coyoacán,

México, 04000 D.F.•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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os

Daniel González Dueftas

Woody Anen: la saga de Zelig(Segunda parte)

petencia religiosa de William Golding lohace critico y subversivo. A diferencia deRalph, Jocelyn, Fa y Christopher Martin,los protagonistas ya no representan, sinoque son. Solamente en algunos de los cuen­tos de Scorpion God, un libro menor deGolding, se respiran aires del autor originalde Lord of che Flies.

William Golding no es, sin embargo, unode esos escritores que se traicionan alcambiar de línea. Su búsqueda y sus modifi­caciones son meramente formales. En elfondo, la oscuridad es y seguirá siendo sutema central. Todos sus personajes, de unaforma u otra, encarnan los mismos o simila­'res procesos: primero, que el intelectodivorciado de la intuición deriva inevitable­mente en la locura y en la tragedia; se­gundo, como diría Calvin Batchelor, queSatal'1ás es la segunda Ley de la Termodiná­mica, esto es, la tendencia de un sístema aperder energía y a caer en la fría e inani­mada estática, la cual es resultado de.la de­bilidad humana; y tercero, que el hombre escapaz de dos cosas, de asesinar y de creeren Dios, y esta creencia en Dios puedeayudarlo a sobrevivir la contradicción.

No nos corresponde decidir si WilliamGolding es un mal filósofo. El propio E.M..Cioran se ha encargado de despreciar todoaquel pensamiento que, por alcanzar laverdad, desprecia el sudor y la sangre dela contradicción. De no ser por las equivoca­ciones filosóficas de William Golding, porsus extremas y violentas visiones de unaraza humana que, como Sammy Mountjoy,sigue preguntándose dónde perdió la liber­tad que no ha perdido, sus novelas carece­rían de fuerza y, por lo tanto, no mereceríanhomenaje de tipo alguno. Las mentiras desus universos sugeridos son la verdad de sugenio. O·

Miscelánea

•Programa de difusión de

la revista Universidadde México

Radio UNAM - Martes8:30 a.m.

Programa quincenal

•oc

En la primera década del siglo ciertosjudlos centroeuropeos emigrados se

interesan por el negocio del cine en Norte­américa. El tintorero Fox, el comercianteLoew, el peletero Zukor,los hermanos pola­cos Warner lantes dedicados a las repara­ciones de bicicletas) invierten grandessumas y levantan nuevos estudios ftImicos.En 1920 existen ya cerca de diez mil salasde cine en toda la Unión Americana; seabandonan los temas históricos y las imi­taciones europeas: el realismo se abre pasocomo veta a explotarse. Es entonces cuan­do un coronel, William Zelig (en otrasversiones, Zeling), al estar produciendlo unaversión de El conde de Monteetisto, decide,a causa del furor del inviemo en Chicagodonde se rodaban las escenas, trasladarsea la'costa del Pacifico a filmar los exteriores(según otras versiones, va huyendo de losaoogados de los hennanos Pathé, aquienesZelig habla plagiado algunas ideas). Otrosempresarios siguen esa iniciativa, ubicán­dose todos ellos en un lugar a trece kilóme­tros de los Angeles, poco poblado y quetenia por nombre Hollywood ("bosque ss­grado"). El inicial pionero de la "fábrica desueños" encontró una "Meca" donde elrealismo prospera como mimesis de lo real(huyendo del acartonado estudio, cuyasimágenes ya no suspendlan la incredulidaddel espectador: a partir de entonces la cre­dulidad seria la esencia de un cine que buscauna intemperie acogedora para cubrirse dela elocuencia de un paisaje que mentirosa,azucaradamente, se reconstruye a sr mis­mo).

Independientemente de si Woody Allentomó este nombre clave (con una varianteortográfica) o si, de acuerdo a su propia ver­sión, eligió la palabra que en yiddish equivalea "el elegido", en el nombre Zelig late laclave de toda una forma de concebir el cine.Zelig (1983) narra la saga de un hombre,Leonard Zelig (Woody Allen), capaz de im­pregnarse de la imagen y personalidad desu interlocutor. Interpretado este fenómenocomo "enfermedad", el hombre-camaleónse convierte en sujeto de todo tipo derevisiones médicas y luego en celebridady fenómeno de feria. La psiquiatra Eudora

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F.tetcher (Mil Farrow), tras 1.I18!arga serie deavatares, logra por fin consagrarse a la in­vestigaci6n de este caso; dan comienzo asfles "sesiones del cuarto blanco" desde unInicial rechazo del pecIente asometerse 8 lahipnosis. Eudlora tiene un priner triunfocuando decide "darte por su lado" y ha­cerse pasar por paciente de' "doctorZelig". Revirtiéndole una experiencia queeste hombre le habfa narrado, le dice: "Lasemana pasada estuve con gente muy eN­

dita que comentaba Mo6y DicJc. Tuve miedode confesar que no habla leido ese libro, Vmend. Sabe... quiero agradar ala gente, sercomo los demás para no distinguirme. Meesfuerzo mucho para pasar desapercibida.La verdad es que me he hacho paW pormédico para quedar bien con mis amigos.Toda mi vida ha sido una mentira... fin­giendo una y otra vez". Eudora no lo sabepero dice la verrJsd.

La doctora provoca un vértigo, un "tras­torno de ideñtidad" que vence las defensasdel hombre-canWe6n pennitiéndo/e hipno­tizarlo. Ya en trance, Zelig recuerda suinfancia: "Mi hermano me paga, mi her­mana le pega a mi hermano, mi padre lepega a mi hermana. a mi hermano Va m!. Mimadre le pega a mi padre, a mi hermana, ami hermano y a ml. Los vecinos le pegana mi familia;'. Y ,en otra sesión: "Tengodoce 8I'\os de edad. Corro hacia una sine­goga. Le pregunto al rabino acerca del sig­nificado de la vida. 8 me habla del signifi­cado de la vida, pero lo hace en hebreo. Yyo no entiendo hebreo. Entonces, quierecobranne seiscientos d6lares por darmeclases de hebreo". Aetcher le pregunta:"¿Por qué le cuesta tanto estar en desa­cuerdo con alguien?" ZeIig responde: "Meda miedo". AquéUa insiste: "Quiero queasuma sus propios sentimientos, los reales.Puede ser distinto ami sin que por esto dejeyo de estimarle. TI808 que ser del todlo sin­cero. Se encuentra en un sueno profundo.Dejará de ser quien cree que yo quiero quesea Yserá usted mismo".

La terapia de Eudora, "atacando por diosflancos", pretende explorar la personalidadde Zelig bajo hipnosis y reconstruirla. Y talesfuerzo comienza a dar frutos; sin embar­go los primeros "sentimientos propios"que Zelig comunica inquietan a la doctora: el

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