67
Contiene: - ARL XXI Domingo del Tiempo Ordinario C - PAGOLA, NO TODO VALE - Domingo XXI Tiempo Ordinario C - Semana del 21 al 27 de agosto de 2016 - 6 HOMILIAS ARL XXI Domingo del Tiempo Ordinario C “Yo mismo vendré a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria. Yo les daré una señal, y a algunos de sus sobrevivientes los enviaré a las naciones, a las costas lejanas que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria. Y ellos anunciarán mi gloria a las naciones. Ellos traerán a todos los hermanos de ustedes, como una ofrenda al Señor,…” ; es el anuncio del profeta Isaías, de parte de Dios al pueblo elegido, antiguas palabras que llegan vivas y cargadas de esperanza hasta nosotros; palabras de verdad que nos hablan de cómo es grande el amor de Dios que llama a la plenitud dela bienaventuranza a los hombres que ha creado y sobre los que soplado su aliento de vida que los hace semejantes a su creador y Padre. Este pasaje profético, muy breve pero rico e intenso, introduce la liturgia de la Palabra en este domingo, que nos llama a reflexionar sobre el destino último del hombre. En nuestros tiempos no es extraño encontrarnos con gente de distintos lugares y a veces, de diferentes creencias, que profesan una fe diferente de la nuestra, en ocasiones tal vez con mayor coherencia y seriedad de lo que nosotros hacemos; la pregunta sobre la salvación final es más actual y la interrogante de aquella persona anónima dirigida a Jesús: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” es una pregunta que también nosotros nos hacemos.

ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

Contiene:- ARL XXI Domingo del Tiempo Ordinario C- PAGOLA, NO TODO VALE- Domingo XXI Tiempo Ordinario C- Semana del 21 al 27 de agosto de 2016- 6 HOMILIAS

ARL XXI Domingo del Tiempo Ordinario C

“Yo mismo vendré a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria. Yo les daré una señal, y a algunos de sus sobrevivientes los enviaré a las naciones, a las costas lejanas que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria. Y ellos anunciarán mi gloria a las naciones. Ellos traerán a todos los hermanos de ustedes, como una ofrenda al Señor,…” ; es el anuncio del profeta Isaías, de parte de Dios al pueblo elegido, antiguas palabras que llegan vivas y cargadas de esperanza hasta nosotros; palabras de verdad que nos hablan de cómo es grande el amor de Dios que llama a la plenitud dela bienaventuranza a los hombres que ha creado y sobre los que soplado su aliento de vida que los hace semejantes a su creador y Padre. Este pasaje profético, muy breve pero rico e intenso, introduce la liturgia de la Palabra en este domingo, que nos llama a reflexionar sobre el destino último del hombre.

En nuestros tiempos no es extraño encontrarnos con gente de distintos lugares y a veces, de diferentes creencias, que profesan una fe diferente de la nuestra, en ocasiones tal vez con mayor coherencia y seriedad de lo que nosotros hacemos; la pregunta sobre la salvación final es más actual y la interrogante de aquella persona anónima dirigida a Jesús: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” es una pregunta que también nosotros nos hacemos.

Cuántos de nosotros nos habremos preguntado alguna vez: ¿me salvaré? Y cuántos se preguntan si la salvación pertenece solo a los bautizados o la pueden alcanzar otros que por diferentes razones no conocen a Cristo y profesan una fe distinta… “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” es una pregunta que nos interpela y es la señal de la necesidad del Absoluto y del deseo de una felicidad llena y duradera, el destino último de toda existencia humana.

Jesús no responde a quien le hace la pregunta en términos de cantidad (ni pocos, ni muchos); más bien llama la atención sobre el empeño que todos deben poner para alcanzar la salvación, un esfuerzo que se simboliza por una puerta, una puerta estrecha: “Esfuércense por entra por la puerta estrecha, porque, les digo, muchos tratarán de entrar pero no lo lograrán” . La puerta estrecha de que nos habla el Evangelio es el mismo Jesús: Recordemos las páginas de san Juan que

Page 2: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

nos relatan el discurso de Jesús durante la fiesta judía dela Dedicación, antes de entrar a Jerusalén, donde se cumpliría su destino: Jesús dice: “En verdad les digo, yo soy la puerta de las ovejas… quien entra a través de mí se salvará, y entrará y saldrá y encontrará pastos. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia…” (Jn 10, 7. 10) El discurso de Jesús es claro: el Hijo de Dios, que vino a salvarnos, es nuestro pastor, nuestro redil, y es la puerta por la que entran las ovejas para ponerse al seguro: la salvación pasa pues por la “Puerta”, una puerta de la que no debemos alejarnos, antes bien, nuestra tarea está ahí, en hacer todo por entrar; y es una tarea que naturalmente comporta un esfuerzo, una carga, que el deseo y el amor hacen llevaderos; el deseo es de encontrar a Dios, en Cristo, y de crecer en la comunión con él hasta que se haga completa y total en la vida hasta más allá de la muerte.

La salvación, don gratuito del Padre, está ligada al seguimiento de Cristo; un trabajo serio y constante, hecho de fe y de obrar que debe marcar todo el trayecto de la vida, día a día; un trabajo no fácil porque, como sabemos, la conformidad con Cristo inevitablemente conduce al Calvario.Por lo demás, Jesús mismo había dicho a las muchedumbres que lo escuchaban, como nos dice también a nosotros: “El que quiera venir detrás de mí, reniéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame…” (Lc 9, 23); pero si el recorrido es difícil y nuestra debilidad es grande, está el Espíritu a ayudarnos, a sostenernos sobre los pasos del Hijo de Dios que, como escribe san Pablo, por nosotros “se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz…” (Fil 2, 6s).

Nos toca a nosotros optar por seguir a Cristo si en verdad deseamos ser salvados y entrar en la comunión con Dios; nos toca responder al don de amor del Hijo de Dios con el don de nuestra vida gastada, día con día, sobre sus pasos y sobre su palabra.

Respecto a la salvación, Jesús nos advierte además con palabras claras: no es la pertenencia a un grupo, como creía el antiguo Israel, lo que la garantiza para nosotros, y ni siquiera el estar inscritos con el bautismo en los archivos de la parroquia, dela Iglesia nuevo pueblo de Dios, sino la fe vivida y actuante; esta es una verdad que el Evangelio de hoy nos recuerda con la breve parábola del padre de familia que decide cerrar la puerta de su habitación; pero haciendo esto deja fuera a diferentes personas que, seguras de pertenecer a la familia, piden entrar: “Pero él les responderá: no los conozco… aléjense de mí todos los que actúan con iniquidad!”.

Es una advertencia grave, y es una llamada de atención para todos os que con superficialidad piensan que para salvarse es suficiente una embarrada de religiosidad, sin alma, sin esfuerzo, sin fatiga, sin búsqueda, sin un deseo creciente de Dios y de la comunión con él. Entonces, ¿quién se salva? Hay palabras consoladoras de salvación que Jesús mismo ha dicho y repite siempre, dándonos una preciosa indicación para la vida: “Vengan, benditos de mi Padre, reciban en herencia el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estaba desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme… Pues cada vez que han hecho esto con uno de mis hermanos más pequeños, lo han hecho conmigo…” (Mt 25, 34-40).

“Vengan, benditos…”; y son todos aquellos que sean inclinado y se inclinan, cada día, sobre la necesidad de los últimos; son todos los que se hacen cargo del dolor de los pobres, de los marginados y de los oprimidos, con los que Jesús se identificó y sigue identificándose; y a cuantos actúan con fe y amor para confortar, ayudar, curar a quien tiene necesidad, Jesús les abre las puertas de la vida.

Page 3: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

“Vengan, benditos…”, pero, ¿cuántos son y de dónde vienen? A las palabras del profeta Isaías, cargadas de esperanza y de consuelo, que hablan de todos los pueblos y todas las lenguas, hacen eco las del apóstol san Juan que en el Apocalipsis describe la visión de los salvados: “Vi una multitud inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua…” (Ap 7, 9); son cuantos en todo tiempo y en todo rincón de la tierra han cultivado en el corazón el deseo de Dios, de su voluntad, de su salvación, y lo han buscado sin cansancio; entre estos, quienes por un inestimable don de gracia han encontrado a Cristo, lo han aceptado y lo han seguido con amor y con fe; también quienes, por diferentes razones, no han llegado a la claridad de la fe sin embargo han buscado, han esperado y sobre todo, han amado; también a ellos han alcanzado los méritos de Cristo redentor y se han revestido de salvación por el deseo que han cultivado y las obras de amor que han realizado.

Fr. Arturo Ríos Lara, OFM21 de agosto de 2016

NO TODO VALE

Jesús va caminando hacia Jerusalén. Su marcha no es la de un peregrino que sube al templo para cumplir sus deberes religiosos. Según Lucas, Jesús recorre ciudades y aldeas «enseñando». Hay algo que necesita comunicar a aquellas gentes: Dios es un Padre bueno que ofrece a todos su salvación. Todos son invitados a acoger su perdón.

Su mensaje sorprende a todos. Los pecadores se llenan de alegría al oírle hablar de la bondad insondable de Dios: también ellos pueden esperar la salvación. En los sectores fariseos, sin embargo, critican su mensaje y también su acogida a recaudadores, prostitutas y pecadores: ¿no está Jesús abriendo el camino hacia una relajación religiosa y moral inaceptable?

Según Lucas, un desconocido interrumpe su marcha y le pregunta por el número de los que se salvarán: ¿serán pocos?, ¿serán muchos?, ¿se salvarán todos?, ¿solo los justos? Jesús no responde directamente a su pregunta. Lo importante no es saber cuántos se salvarán. Lo decisivo es vivir con actitud lúcida y responsable para acoger la salvación de ese Dios Bueno. Jesús se lo recuerda a todos: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha».

De esta manera, corta de raíz la reacción de quienes entienden su mensaje como una invitación al laxismo. Sería burlarse del Padre. La salvación no es algo que se recibe de manera irresponsable de un Dios permisivo. No es tampoco el privilegio de algunos elegidos. No basta ser hijos de Abrahán. No es suficiente haber conocido al Mesías.

Para acoger la salvación de Dios es necesario esforzarnos, luchar, imitar al Padre, confiar en su perdón. Jesús no rebaja sus exigencias: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso»; «No juzguéis y no seréis juzgados»; «Perdonad setenta veces siete» como vuestro Padre; «Buscad el reino de Dios y su justicia».

Para entender correctamente la invitación a «entrar por la puerta estrecha», hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9). Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como él; tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado.

Page 4: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

En este seguimiento a Jesús, no todo vale, no todo da igual; hemos de responder al amor de Padre con fidelidad. Lo que Jesús pide no es rigorismo legalista, sino amor radical a Dios y al hermano. Por eso, su llamada es fuente de exigencia, pero no de angustia. Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar, solo nosotros si nos cerramos a su perdón.

José Antonio Pagola

Domingo XXI Tiempo Ordinario (C)(Domingo 21 de Agosto de 2016)

LECTURAS

Traerán a todos los hermanos de entre todas las nacionesLectura del libro del profeta Isaías     66, 18-21     Así habla el Señor:    Yo mismo vendré a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria. Yo les daré una señal, y a algunos de sus sobrevivientes los enviaré a las naciones: a Tarsis, Put, Lud, Mésec, Ros, Tubal y Javán, a las costas lejanas que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria. Y ellos anunciarán mi gloria a las naciones.    Ellos traerán a todos los hermanos de ustedes, como una ofrenda al Señor, hasta mi Montaña santa de Jerusalén. Los traerán en caballos, carros y literas, a lomo de mulas y en dromedarios -dice el Señor- como los israelitas llevan la ofrenda a la Casa del Señor en un recipiente puro. Y también de entre ellos tomaré sacerdotes y levitas, dice el Señor. Palabra de Dios.  SALMO     Sal 116, 1-2 (R.: Mc 16, 15) R. Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio. O bien: Aleluia. ¡Alaben al Señor, todas las naciones,glorifíquenlo, todos los pueblos! R. Es inquebrantable su amor por nosotros,y su fidelidad permanece para siempre. R.

El Señor corrige al que amaLectura de la carta a los Hebreos     12, 5-7. 11-13 

Page 5: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

    Hermanos:    Ustedes se han olvidado de la exhortación que Dios les dirige como a hijos suyos:        Hijo mío,        no desprecies la corrección del Señor,        y cuando te reprenda, no te desalientes.        Porque el Señor corrige al que ama        y castiga a todo aquel que recibe por hijo.    Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre?    Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella.    Por eso, «que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean. Y ustedes, avancen por un camino llano», para que el rengo no caiga, sino que se sane. Palabra de Dios.  ALELUIA     Jn 14, 6 Aleluia.«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.Nadie va al Padre, sino por mí», dice el Señor.Aleluia.  EVANGELIOVendrán muchos de Oriente y de Occidente, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     13, 22-30     Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.    Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?»    Él respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y él les responderá: "No sé de dónde son ustedes".    Entonces comenzarán a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Pero él les dirá: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!"    Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.    Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos». Palabra del Señor.

GUION PARA LA MISA

Page 6: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

Guión Domingo XXI Tiempo OrdinarioCiclo C

Entrada

Nos reunimos hoy en el templo para cumplir con el mandato de Dios de santificar el día del Señor. El domingo es el día del Señor por excelencia y lo celebramos participando activa, digna y fructuosamente del Santo Sacrificio de la Misa.

1° Lectura   Is 66, 18-21El Señor envía mensajeros para anunciar su gloria y para hacer de las naciones una ofrenda al Señor en Jerusalén.

2° Lectura  Heb 12, 5-7.11-13El Señor trata a sus hijos como un padre misericordioso, corrigiendo a los que ama y alentando a caminar por el sendero de la verdadera santidad.

Evangelio  Lc 13, 22-30

El Evangelio exige la sincera conversión del corazón y las obras que siguen a la penitencia. De entre todos los pueblos de la tierra saldrán hijos que se sentarán a comer del banquete del Reino de Dios.

PrecesInvoquemos a Dios Padre, que envió a su Hijo como salvador y modelo supremo de su pueblo.A cada intención respondemos…

+ Por el Santo Padre y sus próximos viajes apostólicos, que el impulso de su caridad pastoral produzca frutos especialmente para la unidad de todos los cristianos. Oremos...

+ Por los sacerdotes, para que viviendo de los misterios que celebran, ofrezcan ante el mundo el testimonio de la salvación realizada en Cristo. Oremos...

+ Por los religiosos y religiosas de Oriente Medio, que el sacrificio que realizan trabajando en condiciones de guerra y odios religiosos, fructifique en la conversión de todos los que no conocen al verdadero Dios. Oremos...

+ Por nuestra Patria, para que la Virgen de Luján conceda la conversión a los que yerran, fortaleza a los que sufren  y su amorosa protección sobre todos. Oremos...

+ Por todos aquellos que se encuentran en alguna situación de sufrimiento: por los que no tienen trabajo, por los que no tienen techo, por aquellos que se encuentran bajo la esclavitud de los vicios, la droga o el alcohol; para que Cristo los consuele y encuentren en Él la libertad de sus espíritus. Oremos…

Oh Dios, fuerza de los que en Ti esperan, escucha nuestras súplicas, y puesto que el hombre es

Page 7: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

frágil y sin Ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia, para observar tus mandamientos y agradarte con nuestros deseos y acciones. Por Jesucristo, nuestro Señor.

OfertorioCon espíritu humilde, ofrecemos ante el altar del Señor:

+ Incienso, para que junto con él suba la alabanza ofrecida a nuestro Dios.

+ Junto con el pan y el vino, ponemos sobre el altar a todos nuestros afanes y preocupaciones            para que sean unidos a la ofrenda del Redentor.

Comunión

La comunión del Cuerpo de Cristo nos reconforta el alma y nos da la fuerza necesaria para nuestro camino hacia la vida eterna.

Salida

Después de haber llenado nuestra alma con la alegría de la celebración del Santo Sacrificio de la Misa, salgamos resueltos al mundo a predicar el evangelio en los ambientes en los cuales nos movemos.

 Exégesis

·         Alois Stöger

La salvación ofrecida a todos

La vida itinerante de Jesús es renuncia. Así debe ser por disposición divina. Como tal, ha de ser modelo para los que le sigan, y muy en particular para sus discípulos. La primera sección del relato del viaje comenzó con el llamamiento a seguir a Jesús en su marcha hacia Jerusalén (9,51-62), la segunda muestra claramente adónde se va: a Jerusalén, a la ciudad de la glorificación de Jesús, pero también a la ciudad de su muerte. Quien quiera ser glorificado con él, debe estar también resuelto a tomar en serio su seguimiento como discípulo y a elegir. La tercera sección del relato del viaje conducirá cerca de Jerusalén: el reino de Dios está ya presente, el Hijo del hombre ha de venir. ¿Cuáles son las condiciones para que la venida no acabe en condenación, sino en salvación (17,11-19,27)? Lo que tiene lugar durante la marcha de Jesús hacia Jerusalén servirá de enseñanza a la Iglesia, que entra en la gloria mediante una labor itinerante de misión y pasando por persecuciones y sufrimientos. (…)

a) La ciudad de la glorificación (Lc/13/22-30).

22 Y atravesaba ciudades y aldeas, enseñando y siguiendo su camino a Jerusalén.

Jesús está en camino. Su viaje es viaje de misión, su caminar es acción, su acción es enseñar

Page 8: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

(Cf.4,15.31; 5,3.17; 6,6; 13,10; 19,47; 20,1.21; 21,37; 23,5). Enseña que las promesas divinas de salvación, contenidas en la Escritura, se están cumpliendo ahora por medio de él (4,21); enseña el camino de Dios (20,21), la forma de vida que aguarda Dios de los hombres; enseña los caminos de salvación (Hec_16:17), lo que es necesario para alcanzar la salvación eterna (cf. 13,23).

Expone su doctrina en ciudades y aldeas; a todos se ofrece la salvación que él anuncia. Todos son llamados a tomar una decisión, a optar por la voluntad de Dios o contra ella en este tiempo de salvación, que se inaugura. Los dos escritos de Lucas están llenos de una dinámica apostólica sin reposo, impuesta por la necesidad de la misión divina (13,33), la voluntad salvadora de Dios. Jesús, que camina de un lugar a otro, es modelo de los apóstoles itinerantes, su camino prepara el testimonio apostólico. De los apóstoles se dice: «Después de dar pleno testimonio y de predicar la palabra del Señor... iban evangelizando muchas aldeas de samaritanos» (Hec_8:25). «Felipe se encontró en Azoto y de paso iba evangelizando todas las ciudades hasta llegar a Cesarea» (Hec_8:40). Sobre todo Pablo es, según los Hechos de los apóstoles, el viajero infatigable. La aparición de Jesús en Israel indica la futura misión de la Iglesia y es su presupuesto histórico. La meta de la marcha de Jesús es Jerusalén (Lc_9:51). Allí le aguarda la «elevación»: pasión y glorificación, muerte y ascensión al cielo. El término de su peregrinación es el cielo; los apóstoles le miraban mientras «se iba» al cielo (Hec_1:10). Lo que Jesús experimenta y enseña en su marcha indica a los discípulos el camino de la resurrección personal y de la salvación. Los apóstoles son «siervos del Dios Altísimo, que anuncian el camino de salvación» (Hec_16:17). «Confirman los ánimos de los discípulos, exhortándolos a permanecer en la fe y diciéndoles que por muchas tribulaciones tenemos que pasar para entrar en el reino de Dios» (Hec_14:22).

23 Uno le preguntó: Señor, ¿son pocos los que se salvan?

¿Quién se salva? ¿Quién va al cielo? ¿Quién entra en el reino de Dios? Estas son preguntas candentes que se presentan en el camino de la vida. ¿A quién no le escuece en el alma la cuestión de la salvación y de la salud? Uno le pregunta por el número de los que se salvan. ¿Son pocos? Aquel hombre se dirige a Jesús como al Señor. Para él es Jesús una autoridad destacada en cuestiones de la salvación al final de los tiempos. Le hacían estas preguntas: «¿Qué haría yo para heredar la vida eterna?» (Lc_18:18), «¿Cuándo vendrá el reino de Dios?» (Lc_17:20), «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?» (Hec_1:6). Como Señor que es, dispone del reino, porque el Padre se lo ha confiado (Lc_22:29).

La doctrina de los fariseos dominante en la época de Jesús decía: «Todo Israel tiene participación en el mundo venidero» (Mishna, Sanhedrín 10,1) En otros círculos se pensaba en forma más pesimista: «Sólo a pocos traerá alivio el mundo venidero, a muchísimos, en cambio, fatiga» (4Esd_5:47). ¿Qué decir? Jesús no zanja la cuestión, no quiere zanjarla. ¿Por qué pregunta el hombre por el número? ¿No busca ocultamente seguridad en el número? Si todo Israel se ha de salvar, entonces está uno seguro. Si el número es pequeño, ¿para qué, pues, molestarse? Los números son un impedimento para lo que quiere Jesús con su predicación. Jesús llama a tomar partido por el actual ofrecimiento de Dios. Esto es lo que importa, no saber el número...

23b él les contestó: 24 Esforzaos por entrar por la puerta estrecha; que muchos -os lo digo yo- intentarán entrar, pero no lo conseguirán.

La salvación al final de los tiempos se asemeja a un banquete que se celebra en una sala cuya puerta es estrecha. Hay que imaginársela muy estrecha. Con una imagen un tanto atrevida dice Jesús en una ocasión que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico

Page 9: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

entrar en el reino de Dios (Lc_18:25). Delante de la puerta se produce gran aglomeración. Todos quieren entrar y participar en el banquete. Sólo el que emplea la fuerza puede abrirse paso entre la multitud apiñada. Sólo el que se impone las fatigas de una competición puede lograr entrar.

El deportista pone en juego en los últimos minutos todas las fuerzas que han de decidir la victoria. Para salvarse es necesario emplear todas las fuerzas. Jesús invita: Esforzaos. Los escritos apocalípticos, que por los días de Jesús hablaban mucho del tiempo final y de la gloria, contaban entre las mayores satisfacciones de los que iban por los caminos del Altísimo, «el haber combatido en dura pelea para sofocar la malicia ingénita, de modo que ésta no los lleve de la vida a la muerte» (4Esd_7:92). Jesús mismo combatió de esta manera en el huerto de los Olivos y poniendo en tensión todas sus fuerzas tomó en su mano el cáliz de la pasión y la muerte que le estaba reservada (Lc_22:44). Para llegar a su elevación al cielo tiene que pasar por esta tensión y por este forcejeo. E1 camino de la salvación es el seguimiento de Jesús por el camino de Getsemaní y del Calvario, por la aceptación de la muerte y por la muerte misma (Lc_9:57-62). De estos esfuerzos y de este combate escribe Pablo: «Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, para la que fuiste llamado y cuya profesión hiciste en una hermosa confesión ante muchos testigos» (1Ti_6:12). Y otra vez: «He combatido el buen combate, he realizado plenamente la carrera, he guardado la fe. Y ahora está ya preparada para mí la corona de justicia, con la que me retribuirá en aquel día el Señor, el juez justo, y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan mirado con amor su aparición» (/2Tm/04/07s).

La puerta estrecha sólo está abierta por cierto tiempo. Desde que Jesús anunció el tiempo de salvación, está abierta la puerta (Lc_4:21). El plazo vencerá cuando venga el Señor a juzgar. ¿Cuándo será esta hora? ¿Cuándo se cerrará la puerta? Nadie lo sabe. Aun cuando el tiempo se «extienda» hasta el fin, permanece incierto el momento en que se ha de cerrar la puerta. Se ha inaugurado el tiempo de salvación, ahora es el tiempo final. El llamamiento de Jesús impele a tomar una decisión, que no se puede diferir.

Muchos... no lo conseguirán. Los discípulos, a quienes el Padre ha tenido a bien dar el reino, son sólo un pequeño rebaño (Lc_12:32). «Es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que dan con ella» (/Mt/07/14). Así pues, Jesús, con estas palabras, ¿indica, con todo, un número y resuelve la cuestión de aquel hombre innominado con el pesimismo del libro cuarto de Esdras? Jesús no quiere indicar ningún número; lo que sí quiere es poner en guardia, urgir, estimular a emplear todas las fuerzas, llamar a una decisión.

25 Después que el amo de casa se haya levantado a cerrar la puerta, vosotros os quedaréis fuera y comenzaréis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, ábrenos. Pero él os responderá: No sé de dónde sois vosotros.

La situación ha cambiado. El amo de casa se ha levantado, el banquete comienza, se cierra la puerta. El que no haya entrado todavía tendrá que quedarse fuera. Los que están fuera llaman. Por un agujero de la puerta hablan con el amo de casa. Él había enseñado por sus calles. Ellos eran sus contemporáneos. El amo de casa es Jesús. Todo llamar y todo rogar (Lc_11:9 s) resulta inútil. No se utilizó la puerta que estaba abierta. Se ha perdido definitivamente el «ahora» para entrar. La llamada de Jesús no consiente dilaciones; es la llamada del profeta que prepara para el tiempo final, es la llamada de última hora. Una vez que ha pasado el tiempo de salvación, sólo queda el juicio. El que no aceptó la salvación ofrecida, queda excluido y no es reconocido por Jesús, amo de la casa (cf. 12,9).

Page 10: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

26 Entonces os pondréis a decir: Hemos comido y bebido en tu presencia, y en nuestras plazas enseñaste. 27 Pero él os repetirá: No sé de dónde sois; alejaos de mí todos los ejecutores de injusticia.

Los que quedan excluidos recuerdan al amo de la casa sus pasadas relaciones con él. Le recuerdan la comunidad de mesa: Hemos comido y bebido en tu presencia; le recuerdan la comunidad de maestro y discípulos: en nuestras plazas enseñaste. El Señor había entrado con ellos en la comunión del dar y recibir. Había vivido en su pueblo, había ejercido su actividad en medio de ellos. Todas las invocaciones de esta comunidad son ahora en vano. Su palabra no fue tomada en serio, no se procedió según la voluntad de Dios por él anunciada. Son ejecutores de injusticia.

Es voluntad de Dios que se oiga y se ponga en práctica el llamamiento de Jesús, que se siga su doctrina, que se acepte el ofrecimiento hecho por Dios por medio de él. No aprovecha el haber sido del mismo pueblo que Jesús, y ni siquiera el haber sido discípulo suyo, si no se pone en práctica lo que él proclama. «No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos» (/Mt/07/21).

No salva la comunidad de mesa con Jesús y el bautismo, ni el haber oído su palabra como discípulo, si todo esto no va unido con la obediencia de obra a las palabras de Jesús, con la decisión personal en su favor. Aunque nosotros, cristianos, tengamos comunidad de mesa con Jesús que mora entre nosotros, aunque oigamos su palabra en la liturgia y aunque comamos su carne y bebamos su sangre, todo esto no nos salva si no le obedecemos, si no cumplimos la voluntad de Dios anunciada por él, si no nos decidimos por él (cf. 1Co_10:1-11).

28 Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios y vosotros echados fuera. 29 En cambio, habrá quienes vengan de oriente y de occidente, del norte y del sur, a ponerse a la mesa en el reino de Dios. 30 Porque mirad que hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.

Allí, delante de la puerta cerrada, habrá llanto y rechinar de dientes. Es el conocido dolor de la desesperación, tantas veces expresado (Mat_8:12; Mat_13:42.50 ; Mat_22:13; Mat_24:51; Mat_25:30). Los que se han quedado fuera, los que han sido excluidos, descubren que rechazaron a la ligera la gracia de Dios y que ahora están irremisiblemente perdidos. Lloran. El remordimiento desesperado sacude todo su ser, su alma y su cuerpo, les rechinan los dientes. Ellos mismos se atormentan pensando que no aprovecharon el momento oportuno ni pusieron en juego todas sus fuerzas para alcanzar la salvación ofrecida.

Su dolor y los reproches que se hacen son tanto mayores, por cuanto ven en los patriarcas y profetas la espléndida salvación que también para ellos estaba preparada, que les estaba destinada especialmente, porque Abraham, Isaac y Jacob eran sus patriarcas e intercesores, porque ellos tenían la enseñanza de los profetas, que conduce a la salvación. «Lanzan gritos los pecadores cuando ven cómo resplandecen aquéllos (los justos)» (Henoc 108,15). Les es especialmente doloroso ver la recompensa que está reservada a los que creyeron en los testimonios del Altísimo (4Esd_7:83). Jesús habla de las suertes escatológicas en el estilo de la apocalíptica de la época, pero lo nuevo de su predicación está en que la decisión sobre salvación o perdición se pronuncia en razón del cumplimiento de su palabra, del seguimiento de Jesús, de la decisión personal en su favor.

Nadie puede culpar a Dios si no logra salvarse, pues hasta los gentiles pueden entrar en el reino de

Page 11: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

Dios. Ahora se cumple la predicción profética de la peregrinación escatológica a la montaña de Dios: «Yahveh Sebaot preparará a todos los pueblos, sobre este monte, un festín de vinos generosos, de manjares grasos y tiernos, de vinos selectos y clarificados… Y destruirá a la muerte para siempre, y enjugará el Señor las lágrimas de todos los rostros, y alejará el oprobio de su pueblo, lejos de toda la tierra» (Isa_25:6-8). Los que se hayan salvado cantarán el cántico de acción de gracias a que aluden las palabras del texto: De oriente y de occidente, del norte y del sur: «Alabad a Yahveh, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Digan así los rescatados de Yahveh, los que él redimió de mano del enemigo, y los que reunió de entre las tierras de oriente y de occidente, del aquilón y del austro» (Sal_106:1-3).

Los últimos tiempos invierten las condiciones presentes: Hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos. Hay paganos que entrarán en el reino de Dios, y judíos que serán excluidos de él. Los judíos habían sido privilegiados en la historia de la salvación. Por sus antepasados habían recibido las promesas llenas de bendiciones de Dios, y por los profetas la palabra y la guía de Dios; pero esta posición privilegiada no basta para salvarlos. Los gentiles estaban privados de los privilegios del pueblo de Dios, pero son admitidos en la celebración del banquete que es imagen del reino de Dios. Se salva el que acepta el mensaje de Jesús, se decide por él y le sigue.

En el tiempo de salvación, que se ha inaugurado con Jesús, ofrece Dios a los judíos como a los gentiles la salvación, de la que se decide según la posición adoptada frente a Jesús. Su palabra exige esfuerzo y lucha, seguimiento en el camino de Jerusalén, donde le aguarda la muerte y la ascensión al cielo. ¿Serán sólo pocos los que se salven? Nadie puede hacer valer derecho alguno a la salvación, pero en Jesús ha ofrecido Dios la salvación a todos.

(Stöger, Alois, El Evangelio según San Lucas, en  El Nuevo Testamento y su Mensaje, Editorial Herder, Madrid, 1969)

Comentario Teológico

·        Xavier Leon-Dufour

Salvación

La idea de salvación (fig. sozo y derivados) se expresa en hebreo con toda una serie de raíces que se refieren a la misma experiencia fundamental: salvarse uno es verse sustraído a un peligro en que estaba expuesto a perecer. Según la naturaleza del peligro, el acto de salvar tiene afinidad con la protección, la liberación, el rescate, la curación, y la salvación la tiene con la victoria, la vida, la paz... A partir de tal experiencia humana y utilizando los términos mismos que la expresaban, explicó la revelación los aspectos más esenciales de la acción de Dios en la tierra : Dios salva a los hombres, Cristo es nuestro salvador (Lc 2,11), el Evangelio aporta la salvación a todo creyente (Rom 1,16). Hay, pues, aquí un término clave en el lenguaje bíblico; pero sus resonancias finales no nos deben hacer olvidar el lento proceso de elaboración.

(…)

Page 12: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

NT. I. LA REVELACIÓN DE LA SALVACIÓN.

1. Jesús, salvador de los hombres.

a) En primer lugar se revela Jesús salvador mediante actos significativos. Salva a los *enfermos curándolos (Mt 9,21 p; Me 3,4; 5.23; 6,56); salva a Pedro caminando sobre las aguas y los dos discípulos sorprendidos por la tempestad (Mt 8,25; 14,30). Lo esencial es creer en él: la *fe es la que salva a los enfermos (Lc 8,48; 17,19; 18,42), y los discípulos se ven reprochar el haber dudado (Mt 8,26; 14,31). Estos hechos muestran ya cuál es la economía de la salvación. Sin embargo, no hay que limitarse a la salud corporal.

Jesucristo aporta a los hombres una salvación mucho más importan-te: la pecadora se salva porque le perdona sus pecados (Le 7,48ss), y la salvación entra en casa de Zaqueo penitente (Lc 19,9). Para ser salvo es necesario, pues, acoger con fe el Evangelio del Reino (cf. Lc 8,12). En cuanto a Jesús, la salvación es el objetivo de su vida; vino acá abajo para salvar lo que se había perdido (Lc 9,56; 19,10), para salvar al mundo y no para condenarlo (Jn 3,17; 12,47). Si habla, es para salvar a los hombres (Jn 5,34). Él es la *puerta: quien entre por ella será salvo (Jn 10,9).

b) Estas palabras dan a entender que el gran asunto es la salvación de los hombres. El pecado los pone en peligro de perdición. *Satán está ahí, pronto a intentarlo todo para perderlos y para impedir que se salven (Le 8,12). Son ovejas perdidas (Le 15,4.7); pero Jesús ha sido enviado precisamente por ellas (Mt 15, 24): ya no se volverán a perder si entran en su rebaño (Jn 10,28; cf. 6,39; 17,12; 18,9). Sin embargo, la salvación que ofrece tiene una contrapartida: para quien no aproveche la oportunidad, es inminente e irreparable el riesgo de perdición. Hay que hacer *penitencia a tiempo, si no quiere uno perderse (Le 13,3.5). Hay que entrar por la puerta estrecha si se quiere pertenecer al número de los salvados (Le 13,23s). Hay que perseverar por este camino hasta el fin (Mt 24,13). La obligación de desasimiento es tal que los discípulos se preguntan : "Entonces ¿quién podrá salvarse?" Efectivamente, para los hombres es imposible, precisa un acto de la omnipotencia (*poder) de Dios (Mt 19,25s p). Finalmente, la salvación que ofrece Jesús se presenta bajo la forma de una paradoja: Quien quiera salvarse se perderá, quien consienta en perderse, se salvará para la vida eterna (Mt 10, 39; Le 9,24; Jn 12,25). Tal es la ley, y Jesús mismo se somete a ella: él, que ha salvado a los otros, no se salva a sí mismo a la hora de la *cruz (Mc 15,30s). Cierto que el Padre podría salvarle de la muerte (Heb 5,7); pero precisamente por razón de esta *hora vino acá abajo (Jn 12,27). Así pues, quien busque la salvación en la fe en él, deberá *seguirle hasta este punto.

2. El Evangelio de la salvación.

a) Después de la resurrección y pentecostés, el mensaje de la comu-nidad apostólica tiene por objeto la salvación realizada conforme a las Escrituras. Por su *resurrección fue Jesús establecido por Dios "cabeza y, salvador" (Act 5,31; cf. 13,23). Los *milagros operados por los apóstoles confirman el mensaje: si se salvan enfermos por la virtud del *nombre de Jesús, es que no hay otro nombre por el que hayamos de ser salvos (Act 4,9-12; cf. 14,3). Así el *Evangelio se define como la "pa-labra de la salvación" (Act 13,26; cf. 11,14), dirigida primero a los judíos (Act 13,26), luego a las otras naciones (Act 13,47; 28,28). A cambio, se invita a los hombres a creer "para salvarse de esta *generación extraviada" (Act 2,40). La condición de la salvación es la *fe en el Se-ñor Jesús (Act 16,30s; cf. Mc 16, 16), la invocación de su nombre (Act 2,21; cf. Jl 3,5). Judíos y paganos se hallan en este sentido en posición idéntica. No se salvan ellos mismos: la *gracia del

Page 13: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

Señor es la que los salva (Act 15,11). Los apóstoles aportan, pues,. a los hombres la única "vía de salvación" (Act (6,17). Los convertidos tienen tal conciencia de ello que se consideran a sí mismos como el *resto que se ha de salvar (Act 2,47).

b) Esta importancia del tema de la salvación en la predicación primitiva explica que los evangelistas Mateo y Lucas quisieran subrayar des-de la infancia de Jesús su futuro papel de salvador. Mateo pone este papel en relación con su nombre, que significa "Yahveh salva" (Mt 1, 21). Lucas le da el título de Salvador (Lc 2,11). Hace saludar por boca de Zacarías el próximo alborear de la salvación prometida por los profetas (1,69.71.77), y por Simeón su aparición en la tierra en una perspectiva de universalismo total (2,30). Finalmente, la predicación de Juan Bautista, según las Escrituras, prepara las vías del Señor para que "toda carne vea la Salvación de Dios" (3,2-6; cf. Is 40,3ss; 52,10). Los recuerdos conservados en la sucesión de los evangelios presentan en forma concreta esta manifestación de la salvación que culminará en la cruz y en la resurrección.

II. TEOLOGÍA CRISTIANA DE LA SALVACIÓN. Aunque los escritos apostólicos recurren a un vocabulario variado para describir la obra *redentora de Jesús, se puede intentar construir una síntesis de la doctrina cristiana en torno a la idea de la salvación.

1. Sentido de la vida de Cristo. "Dios quiere la salvación de todos los hombres" (lTim 2,4; cf. 4,10). Por eso envió a su Hijo como salvador del *mundo (Un 4,14). Cuando apareció acá en la tierra "nuestro Dios y salvador" (Tit 2,13), que venía para salvar a los pecadores (iTim 1.15), entonces se manifestaron la gracia y el amor de Dios nuestro salvador (Tit 2,11; 3,4); porque por su muerte y su resurrección vino a ser Cristo para nosotros "principio de salvación eterna" (Heb 5,9), salvador del *cuerpo que es la *Iglesia (Ef 5,23). El título de salvador conviene lo mismo al Padre (iTim 1,1; 2,3; 4, 10; Tit 1,3; 2,10) que a Jesús (Tit 1,4; 2,13; $3,6; 2Pe 1,11; 2,20; 3, 2.18). Por esto el Evangelio, que refiere todos estos hechos, es "una *fuerza de Dios para la salvación de todo creyente" (Rom 1,16). Al anunciarlo un *apóstol no tiene otro fin que la salvación de los hombres (lCor 9,22; 10,33; lTim 1,15), ya se trate de paganos (Rom 11,11) o de judíos, de los cuales por lo menos un *resto se salvó (Rom 9,27; 11,14) antes de que finalmente se salve todo Israel (Rom 11,26).

2. Sentido de la vida cristiana. Una vez que se ha propuesto a los hombres el Evangelio por la palabra apostólica, éstos tienen que hacer una elección que determinará su suerte: la salvación o la pérdida (2Tes 2,10; 2Cor 2,15), la *vida o la *muerte. Los que creen y *confiesan su fe se salvan (Rom 10,9s.13), siendo, por lo demás, sellada su *fe por la recepción del *bautismo, que es una verdadera experiencia de la salvación (lPe 3,21). Dios los salva por pura *misericordia, sin considerar sus obras (2Tim 1,9; Tit 3,5), por *gracia (Ef 2,5.8), dándoles el Espíritu Santo (2Tes 2,13; Ef 1,13; Tit 3,5s). A partir de este momento debe el cristiano guardar con fidelidad la *palabra que puede salvar su *alma (Sant 1,21); debe alimentar su fe con el conocimiento de las Escrituras (2Tim 3,15) y hacerla fructificar en buenas *obras (Sant 2,14); debe trabajar con *temor y temblor para "realizar su salvación" (Flp 2,12). Esto supone un ejercicio constante de las virtudes saludables (1Tes 5,8), gracias a las cuales *crecerá con vistas a la salvación (IPe 2,2). No está permitida la menor negligencia; la salvación se ofrece a cada instante de la vida (Heb 2,3); "ahora es el *día de la salvación" (2Cor 6,2).

3. La espera de la salvación final. Si somos así herederos de la salvación (Heb 1,14) y estamos plenamente *justificados (Rom 5,1), sin embargo, todavía no estamos salvados más que en

Page 14: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

*esperanza (Rom 8,24). Dios nos tiene reservados para la salvación (1 Tes 5,9), pero se trata de una *herencia que sólo se revelará al final del *tiempo (IPe 1,5). El esfuerzo de la vida cristiana se impone porque cada día que pasa aproxima este final (Rom 13,11). La salvación, en el sentido fuerte de la palabra, se debe, pues, considerar en la perspectiva escatológica del *día del Señor (lCor 3,lss; 5,5). *Reconciliados ya con Dios por la muerte de su Hijo y *justificados por su *sangre, seremos entonces salvados por él de la *ira (Rom 5,9ss). Cristo aparecerá para darnos la salvación (Heb 9,28). Por eso aguardamos esta manifestación final del salvador, que acabará su obra transformando nuestro *cuerpo (F1p 3,20s); en esto es nuestra salvación objeto de esperanza (Rom 8,23ss). Entonces seremos salvados de la *enfermedad, del *sufrimiento, de la *muerte; todos los males de que pedían ser librados los salmistas y de los que Jesús, durante su vida, triunfaba por el milagro, serán abolidos definitivamente. El cumplimiento de tal obra será la *victoria por excelencia de Dios y de Cristo. En este sentido testimonian las aclamaciones litúrgicas del Apocalipsis: "La salvación es de nuestro Dios y del cordero" (Ap 7,10; 12,10; 19,1).

-> Gracia - Justicia - Liberación Enfermedad - Curación - Paz - Redención - Victoria.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001

Santos Padres I y II

(I) San AgustínEl pequeño número de los elegidos

(Lc 13, 21-24)

3. Ciertamente son pocos los que se salvan. Aún recordáis la cuestión que hace poco nos propuso el Evangelio. Se preguntó al Señor: ¿Son pocos los que se salvan? ¿Qué respondió a esto el Señor? No dijo: «No son pocos, sino muchos los que se salvarán». No dijo eso. ¿Qué dijo, pues, al oír son pocos los que se salvarán? Esforzaos por entrar por la puerta estrecha. Habiendo oído el Señor la pregunta: ¿Son pocos los que se salvan?, confirmó lo oído. Por una puerta estrecha entran pocos. El mismo Señor dijo en otro lugar: Estrecho y angosto es el camino que lleva a la vida, y pocos entran por él. Ancho y espacioso es el que conduce a la perdición, y son muchos los que caminan por él: ¿Por qué sentimos alegría frente a las multitudes? Oídme vosotros los pocos. Sé que sois muchos, pero obedecéis pocos. Veo la era, pero busco el grano. Cuando se trilla en la era, el grano apenas se ve; pero llegará el tiempo de la bielda. Pocos son, pues, los que se salvan en comparación de los muchos que se pierden. Pero estos pocos han de constituir una gran masa. Cuando venga el aventador trayendo en su mano el bieldo, limpiará su era, recogiendo el trigo en el granero, y la paja la quemará en fuego inextinguible. No se burle la paja del trigo. Esto es hablar la verdad y no engañar a nadie. Sed muchos entre los muchos, pero sabiendo que en comparación de cierta clase de muchos sois pocos. Porque de esta era ha de salir tanto grano que llene los graneros del cielo. Pero no puede contradecirse quien dijo que son pocos los que entran por la puerta estrecha y muchos los que perecen por el camino ancho. ¿Puede contradecirse quien en otra ocasión dijo: Muchos vendrán de oriente y de occidente? Vendrán muchos pero en otro

Page 15: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

sentido pocos. Pocos y muchos. ¿Unos serán los pocos y otros los muchos? No, sino que los mismos pocos que son muchos, son pocos en comparación con los condenados y muchos en la compañía de los ángeles. Oíd, amadísimos, lo que está escrito: después de estas cosas, vi una multitud que nadie podía contar, de toda lengua y nación y pueblo, que venían con estolas blancas y palmas en sus manos. Esta es la multitud de los santos. Cuando haya sido aventada la era, cuando haya sido separada la turba de los impuros y de los malos y falsos cristianos y, separada la paja, enviados al fuego eterno estos que oprimen y no tocan —cierta mujer tocaba la orla de Cristo, mientras que la turba le oprimía—; en fin, cuando se haya consumado la separación de todos los réprobos, ¡cuán clara no será la voz con que diga esta multitud de pie a la derecha, purificada, sin temor a que se mezcle algún malo y sin miedo a que se pierda alguno bueno, reinando ya con Cristo; con cuánta confianza ha de decir: Yo conocí que el Señor es grande!

4. Hermanos míos, si hablo a granos, si los predestinados a la vida eterna comprenden lo que digo, hablen con los hechos, no con las bocas. Me veo obligado a hablaros lo que no debía. Pues debía encontrar en vosotros algo que alabar y no preocuparme de qué amonestaros. Con todo, os lo diré en pocas palabras; no me demoraré. Reconoced la hospitalidad; por ella alguien llegó a Dios. Recibes al peregrino de quien también tú eres compañero de viaje, puesto que todos somos peregrinos. Pues cristiano es el que en su propia casa y en su propia patria se reconoce peregrino. Nuestra patria se halla arriba; allí no seremos huéspedes, mientras que aquí todos, incluso en su casa, son huéspedes. Si no es huésped, que no salga de ella; y si ha de salir, entonces es huésped. No se engañe, es huésped. Quiera o no, es huésped. Y si deja la casa a sus hijos, se trata de un huésped que la deja a otros huéspedes. Si te encontrases en una posada, ¿no marcharías al llegar otro a ella? Esto lo haces hasta en tu casa. Tu padre te cedió el sitio; tú lo has de ceder a tus hijos. Ni tú has de permanecer siempre en tu casa, ni tampoco aquellos a quienes se la dejas. Por tanto, si todos pasamos, realicemos algo que no puede pasar, a fin de que, cuando hayamos pasado y llegado al lugar de donde no hemos de pasar, encontremos nuestras buenas obras. Cristo es el guardián; ¿por qué temes, entonces, perder lo que das? Vueltos al Señor...

SAN AGUSTÍN, Sermones (2º) (t. X). Sobre los Evangelios Sinópticos, Sermón 111, 3-4, BAC Madrid 1983, 791-4

(II) San Juan Crisóstomo

La senda es estrecha, pero el premio es el cielo

Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida y pocos son los que la encuentran. La verdad es que más adelante dice el Señor: Mi yugo es suave y mi carga ligera. Y en lo que poco antes nos ha dicho, nos dio a entender lo mismo. ¿Cómo habla, pues, aquí de puerta estrecha y de camino angosto? Más aquí particularmente, si bien lo miramos, nos hace ver el Señor que su doctrina es ligera, fácil y hacedera. —Y ¿cómo —me dirás— puede ser fácil una puerta estrecha y un camino angosto? —Pues justamente porque son camino y puerta. Uno y otra, lo mismo si son anchos que estrechos, puerta son y camino. En definitiva, nada de esto es permanente; todo son cosas, lo mismo lo triste que lo alegre de la vida, por donde hay que pasar de largo. Y ya por esta sola consideración es fácil la virtud, y más fácil aún si se mira al fin a que conduce. No es el solo consuelo —y fuera suficiente consuelo— de los que luchamos el pasar de largo por los trabajos y sudores, sino el

Page 16: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

término feliz a que nos llevan, pues ese término es la vida eterna. Por una parte, pues, lo pasajero de los trabajos y, por otra, la eternidad de la corona, no menos que la consideración de que aquéllos son los primeros y ésta la que les sigue, puede ser el mayor aliento en nuestros sufrimientos. De ahí es que Pablo mismo llamó ligera a la tribulación, no porque lo sea en sí misma, sino por la generosa voluntad de los que luchan y por la esperanza de los bienes futuros. Porque una ligera tribulación —dice— nos produce un peso eterno de gloria sobre toda ponderación, como no miremos nosotros a lo visible, sino a lo invisible. Porque, si a los marineros se les hacen ligeros y soportables las olas y el alta mar, a los soldados las matanzas y heridas, a los labradores los inviernos con sus hielos y a los púgiles los ásperos golpes por la esperanza de las recompensas, perecederas al fin y deleznables, ¿cuánta más razón hay para que no sintamos nosotros trabajo alguno, cuando se nos propone por premio el cielo, los bienes inefables y las recompensas inmortales?

La estrechez del camino, motivo para andarlo con fervor

Más si todavía hay quienes siguen creyendo que el camino es trabajoso, ello es sólo invención de su tibieza. Mirad, si no, cómo nos lo hace fácil por otro lado, al mandarnos que no nos mezclemos con los perros, ni nos entreguemos a los cerdos, ni nos fiemos de los falsos profetas. Por todas partes nos arma para el combate. Y hasta el hecho mismo de llamarlo estrecho, contribuye de modo especialísimo a hacerlo fácil, pues nos dispone a estar alerta. También Pablo nos dice que nuestra lucha no es contra la carne y la sangre. Mas no habla así porque quiera desanimar a sus soldados, sino justamente para levantar sus pensamientos. Así aquí el Señor llamó áspero al camino justamente para sacudir la soñolencia de los caminantes. Y no sólo de ese modo nos dispuso a estar alerta, sino añadiendo también que son muchos los que tratan de echarnos la zancadilla. Y lo peor es que no atacan abiertamente, sino con disimulo. Tal es la casta de los falsos profetas. Sin embargo —dice el Señor—, no miréis que el camino es áspero y estrecho, sino adónde va a parar; ni que el camino contrario es ancho y dilatado, sino adónde os despeña. Todo esto lo dice para despertar nuestro fervor, al modo que en otra ocasión dijo: Los violentos arrebatan el reino de los cielos. Porque, cuando el atleta ve que el presidente de los juegos admira lo trabajoso de los combates, cobra nuevo ánimo en la lucha. No nos desalentemos, pues, cuando de ahí nos resulten muchas molestias. Porque, si es estrecha la puerta y angosto el camino por donde vamos, pero no así la ciudad adónde vamos. No hemos de esperar aquí descanso; pero tampoco hay que temer allí tristeza.Por lo demás, al decir el Señor que pocos son los que lo encuentran, una vez más puso patente la desidia del vulgo, a par que enseñó a sus oyentes a seguir no las comodidades de los más, sino los trabajos de los menos. Porque los más —nos dice— no sólo no caminan por ese camino, sino que no quieren caminar. Lo que es locura suma. Pero no hay que mirar a los más ni hay que dejarse impresionar por su número, sino imitar a los menos y, pertrechándonos bien por todas partes, emprender así decididamente la marcha. Porque, aparte ser camino estrecho, hay muchos que quieren echarnos la zancadilla para que no entremos por él.

SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, Homilía 23, 5-6, BAC Madrid 1955, pág. 482-85_________________________________Mt 11, 302 Co 4, 17-18Ef 6, 12Mt 11, 12

Page 17: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

Aplicación

·        P. Alfredo Sáenz, S.J.·        San Juan Pablo II·        S.S. Benedicto XVI·        P. Gustavo Pascual, I.V.E..        P. José A. Marcone, I.V.E.

P. Alfredo Sáenz, SJ..

El amor a la cruz

Mientras iba Jesucristo predicando por campos y aldeas, bien sea porque su doctrina parecía dura a sus oyentes o bien por la referencia a las cosas últimas del cielo y del infierno, que acababa de hacer, le proponen la delicadísima cuestión del número de los que se salvan. La pregunta puramente teórica era ociosa y de simple curiosidad. Jesús hubiera preferido, sin duda, que le preguntaran: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para salvarme?", como lo hizo el joven rico. Sin responder directamente, para no satisfacer la solicitud indiscreta de sus oyentes, lo hace de una manera verdadera pero práctica, indicando el camino que debemos seguir para llegar al cielo. De esta manera, a partir de una cuestión abstracta e inútil, hace entrar a los oyentes dentro de sí mismos, para excitar en ellos un vivo interés por la propia salvación y dejarles un mensaje bien provechoso: el camino del cielo es arduo y difícil.

Para evocar esta dificultad se nos habla hoy de la "puerta estrecha", como otras veces habló del "camino angosto", del "ojo de la aguja" o de la necesidad de tomar la cruz y llevarla detrás suyo. En uno y otro caso está presente la dificultad que supone ante todo un auténtico espíritu de mortificación para domar nuestras inclinaciones desordenadas y sujetar nuestra voluntad a la de Dios. Aceptar la puerta estrecha significa también recibir los sinsabores que nos ofrece la vida como regalos del amor de Dios que quiere conducimos como buen Padre al destino feliz de la gloria: "Si tenéis que sufrir es para vuestra corrección, porque Dios os trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre?", hemos oído en la segunda lectura. La dificultad que nos recuerda el evangelio de hoy supone finalmente una convicción firme, profundamente arraigada en nuestra alma, de que no llegaremos al cielo si no es sobre las huellas sangrantes de Jesucristo, llevando detrás suyo la cruz de cada día.

Esta puerta estrecha se abre ante nosotros cotidianamente. En alguna ocasión la encontramos en alguna dificultad, en una enfermedad grave y dolorosa, en un revés económico, en la muerte de alguien que queremos. Más frecuentemente consistirá en pequeñas contrariedades que se atraviesan en el trabajo, en la convivencia diaria, en un acontecimiento imprevisto con el que no contábamos y que arruina nuestros planes.

De un modo u otro la cruz siempre estará presente en nuestra vida. Aceptarla, o mejor todavía, abrazarla ansiosamente en unión a Jesús, es el secreto del acceso al reino que nos espera. Al igual que Él, llegaremos a la gloria de la resurrección si antes pasamos por los misterios de su pasión y

Page 18: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

muerte llevando la "cruz de cada día".

¡Qué enseñanza tan contradictoria para el mundo de hoy! El hombre del siglo XXI, que es el fruto de un paulatino alejamiento de su condición de creatura, de hijo de Dios, y que se ha endiosado cada vez más, no sólo vive en su persona la caricatura del Padre Eterno, creyéndose igual a Él, sino que también ha inventado un remedo del cielo reemplazando la gloria sobrenatural por un presunto paraíso en la tierra. La sed insaciable de gozar, el hedonismo, el materialismo, el confort, son las metas supremas de la vida humana, metas que se deberán lograr aquí, en este mundo de la vida terrenal. Aceptada esta cosmovisión, es absurdo siquiera pensar en la posibilidad de que la cruz tenga un lugar en la vida del hombre. Esta felicidad inmanente necesita desalojar del todo la idea del dolor y del sacrificio, que vendrían a arruinar el proyecto de gozar sin límites en que el hombre ha puesto hoy su esperanza, y por eso vemos en nuestra época el reemplazo del amor a la cruz por un verdadero horror al sufrimiento. Esta aversión al dolor corre pareja con la secularización del mundo contemporáneo. A medida que la persona pierde la fe y se aleja de Dios, más incomprensible se torna el plan divino que nos conduce por la cruz a la luz inaccesible del cielo.

Y no pensemos que esto se da sólo entre aquellos que no tienen fe. También dentro de la Iglesia encontraremos esta aversión a la cruz que incapacita para la vida eterna. La encontramos en los cristianos que están convencidos de que es fácil llegar al cielo, que podremos alcanzarlo cómodamente al precio de una vaga adhesión a Dios: "hemos comido y bebido contigo". Con frecuencia escuchamos: "Soy amigo del padre tal o de Monseñor cual, pertenezco a esta o aquella asociación y he leído las lecturas en la misa de los domingos, soy ministro de la comunión". Pero si todo esto no va acompañado de una entrega total, hasta la abnegación y la cruz, no impedirá que también hoy escuchemos la sentencia terrible de Jesús: "No sé de dónde sois". Hay personas que se plantean la vida cristiana como un excelente negocio, donde no hay nada que perder: a cambio de rezar un poco, de ir a misa los domingos y de evitar los pecados más graves, Dios me tiene que conceder todo lo mejor en esta vida, salud, bienestar económico, eximición de todo disgusto o dolor y, después, la vida eterna. Evidentemente un plan muy conveniente para el espíritu mundano, pero que nada tiene que ver con el Evangelio, donde se reitera una y otra vez que no iremos al cielo si no aceptamos la cruz.

Dentro de un momento se actualizará en nuestro altar el sacrificio del Calvario, en que el mismo Jesucristo murió crucificado por nosotros. Adorándole presente en la Eucaristía, obtendremos la fortaleza necesaria para abrazarnos al sagrado leño. A ello nos ayudará el presente soneto del poeta Rafael Sánchez Mazas:

Delante de la cruz, los ojos míosQuédense, Señor, así mirando,Y sin ellos quererlo, estén llorando,Porque pecaron mucho y están fríos.

Y estos labios que dicen mis desvíos,Quédenseme, Señor, así cantando,Y sin ellos quererlo estén rezando,Porque pecaron mucho y son impíos.

Y así con la mirada en Vos prendida,Y así con la palabra prisionera,

Page 19: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

Como la carne a vuestra Cruz asida

Quédeseme, Señor, el alma entera;Y así clavada en vuestra Cruz mi vida,Señor, así, cuando queráis me muera.

ALFREDO SÁENZ, S.J., Palabra y Vida - Homilías Dominicales y festivas ciclo C, Ed.Gladius, 1994, pp. 248-251.

Juan Pablo II

En el Evangelio Jesús recuerda que todos estamos llamados a la salvación y a vivir con Dios, porque frente a la salvación no hay personas privilegiadas. Todos deben pasar por la puerta estrecha de la renuncia y de la donación de sí mismos. La lectura profética expone con vivas imágenes el designio que Dios tiene de recoger en la unidad a todos los hombres para hacerles partícipes de su gloria. La extraída del Nuevo Testamento exhorta a soportar las pruebas como purificación procedente de las manos de Dios, “porque el Señor, a quien ama, le reprende” (Hb 12,6; Prov 3,12). Pero los motivos de esas dos lecturas, puede decirse que se hallan concentrados en el pasaje del Evangelio.

La interrogación en torno al problema fundamental de la existencia: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” (Lc 13,23), no nos puede dejar indiferentes. A esa pregunta, Jesús no responde directamente, sino que exhorta a la seriedad de los propósitos y de las decisiones: “Esforzaos a entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos serán los que busquen entrar y no podrán” (Lc 13,24). El grave problema adquiere en los labios de Jesús una perspectiva personal, moral, ascética. Jesús afirma con vigor que el conseguir la salvación requiere sufrimiento y lucha. Para entrar por esa puerta estrecha, es necesario, como dice literalmente el texto griego, “agonizar”, es decir, luchar vigorosamente con todas las fuerzas, sin pausa y con firmeza de orientación. El texto paralelo de Mateo parece todavía más categórico. Entrad por la puerta, estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición y son muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida y cuán pocos los que dan con ella!” (Mt 7,13-14).

El amor salva La puerta estrecha es, ante todo, la aceptación humilde, en la fe pura y en la confianza serena, de la Palabra de Dios, de sus perspectivas sobre nuestras personas, y sobre el mundo y sobre la historia; es la observancia de la ley moral, como manifestación de la voluntad de Dios, en vista de un bien superior el que realiza nuestra verdadera felicidad; es la aceptación del sufrimiento como medio de expiación y de redención, para sí y para los demás, y como expresión suprema del amor; la puerta estrecha es, en una palabra, la aceptación de la mentalidad evangélica, que encuentra en el sermón de la montaña su más pura explicación.

Es necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se salvará” (Jn 10,9). Para salvarse, hay que tomar como Él nuestra cruz, negarnos a nosotros mismos en las aspiraciones contrarias al ideal evangélico y seguirle en su camino: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo,

Page 20: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

tome cada día su cruz y sígame” (Lc 9,23).

Es el amor lo que salva, el amor que, ya en la tierra, es felicidad interior para quien se olvida de sí mismo y se entrega en los más diferentes modos: en la mansedumbre, en la paciencia, en la justicia, en el sufrimiento y en el llanto. ¿Puede el camino parecer áspero y difícil, puede la puerta aparecer demasiado estrecha? Como dije ya al principio, semejante perspectivas supera las fuerzas humanas, pero la oración perseverante, la confiada súplica, el íntimo deseo de cumplir la voluntad de Dios, conseguirán de nosotros que amemos lo que Él manda.

(Castelgandolfo, 24 de agosto 1980)

Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

También la liturgia de hoy nos propone unas palabras de Cristo iluminadoras y al mismo tiempo desconcertantes. Durante su última subida a Jerusalén, uno le pregunta: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?". Y Jesús le responde: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán" (Lc 13, 23-24). ¿Qué significa esta "puerta estrecha"? ¿Por qué muchos no logran entrar por ella? ¿Acaso se trata de un paso reservado sólo a algunos elegidos?

Si se observa bien, este modo de razonar de los interlocutores de Jesús es siempre actual: nos acecha continuamente la tentación de interpretar la práctica religiosa como fuente de privilegios o seguridades. En realidad, el mensaje de Cristo va precisamente en la dirección opuesta: todos pueden entrar en la vida, pero para todos la puerta es "estrecha". No hay privilegiados. El paso a la vida eterna está abierto para todos, pero es "estrecho" porque es exigente, requiere esfuerzo, abnegación, mortificación del propio egoísmo.

Una vez más, como en los domingos pasados, el evangelio nos invita a considerar el futuro que nos espera y al que nos debemos preparar durante nuestra peregrinación en la tierra. La salvación, que Jesús realizó con su muerte y resurrección, es universal. Él es el único Redentor, e invita a todos al banquete de la vida inmortal. Pero con una sola condición, igual para todos: la de esforzarse por seguirlo e imitarlo, tomando sobre sí, como hizo él, la propia cruz y dedicando la vida al servicio de los hermanos. Así pues, esta condición para entrar en la vida celestial es única y universal.

En el último día —recuerda también Jesús en el evangelio— no seremos juzgados según presuntos privilegios, sino según nuestras obras. Los "obradores de iniquidad" serán excluidos y, en cambio, serán acogidos todos los que hayan obrado el bien y buscado la justicia, a costa de sacrificios. Por tanto, no bastará declararse "amigos" de Cristo, jactándose de falsos méritos: "Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas" (Lc 13, 26). La verdadera amistad con Jesús se manifiesta en el modo de vivir: se expresa con la bondad del corazón, con la humildad, con la mansedumbre y la misericordia, con el amor por la justicia y la verdad, con el compromiso sincero

Page 21: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

y honrado en favor de la paz y la reconciliación. Podríamos decir que este es el "carné de identidad" que nos distingue como sus "amigos" auténticos; es el "pasaporte" que nos permitirá entrar en la vida eterna.

Queridos hermanos y hermanas, si también nosotros queremos pasar por la puerta estrecha, debemos esforzarnos por ser pequeños, es decir, humildes de corazón como Jesús, como María, Madre suya y nuestra. Ella fue la primera que, siguiendo a su Hijo, recorrió el camino de la cruz y fue elevada a la gloria del cielo, como recordamos hace algunos días. El pueblo cristiano la invoca como Ianua caeli, Puerta del cielo. Pidámosle que, en nuestras opciones diarias, nos guíe por el camino que conduce a la "puerta del cielo".

 (Ángelus, Domingo 26 de agosto de 2007)

P. Gustavo Pascual, I.V.E.

Aceptar la corrección de DiosLc 13, 22-30 y Heb 12,5-7.11-13

            El Evangelio habla del rechazo de los judíos infieles al plan de Dios manifestado en Jesús y por otra parte la aceptación de la enseñanza de Jesús por parte de los gentiles. De la misma doctrina nos habla Isaías y el Salmo.            ¿Cuál es la situación de los judíos hoy? La Iglesia, que está formada hoy en su mayor parte por los gentiles, produce celo en los judíos porque las bendiciones de los padres han pasado a ella. Este celo es motivado en el fondo por el dolor del rechazo por parte de Dios y es, en cierto modo, un castigo de Dios. Dios está motivando la conversión de los judíos por una gran ironía: el traspaso de la herencia del pueblo judío a la Iglesia de los gentiles. Y este castigo permitido por Dios a su pueblo elegido busca su conversión y salvación.Dios quiere que todos los hombres se salven y para eso ha enviado a Jesús al mundo, para traer la salvación a todos. La condición para salvarse es aceptar a Jesús.Y el plan de salvación de Dios tiene una pedagogía. Jesús es el Sembrador que viene a sembrar la semilla de la palabra de Dios y la siembra suavemente en todos los terrenos posibles. Algunos dan fruto, otros no. Pero la pedagogía divina no se detiene allí en su celo por la salvación de los hombres sino que manda que el Sembrador en ciertas ocasiones se conviertan en Arador y are el terreno para sembrar la semilla. Este último aspecto de la pedagogía divina lo tenemos un tanto ignorado.            De este aspecto de la pedagogía divina nos habla la Carta a los Hebreos.            Dice que no despreciemos la corrección de Dios porque procede de su amor que quiere el bien para sus hijos. En un primer momento la corrección es desagradable y muchas veces la tomamos como algo negativo. La gente dice: “Dios castiga”. Lo dice en un sentido negativo: castiga porque hemos obrado mal y para reivindicar su justicia. Esto es cierto. Pero hay un aspecto positivo. Dios corrige por amor y para que seamos fieles, para que nos convirtamos y en definitiva para llevarnos al cielo.            Es fácil ver la mano de Dios en la bendición, es decir, cuando todo anda bien. Quizá con más dificultad vemos la mano de Dios providente en las pruebas que tenemos que pasar sin culpa nuestra, por ejemplo, en las enfermedades corporales o en los sufrimientos morales que Dios

Page 22: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

permite, difamaciones, humillaciones, calumnias, persecuciones, marginaciones, etc. Pero se nos hace muy difícil y a veces no vemos la mano de Dios en las correcciones que Dios nos hace por causa de nuestras malas obras.            En la historia sagrada se nos relata esta constante: el pueblo cuando es fiel recibe la bendición de Dios y cuando se aparta de Dios Él lo corrige por la mano de sus enemigos o por catástrofes como el hambre, la peste, la sequía, etc. Ellos a causa del sufrimiento se vuelven nuevamente a Dios.            En nuestra vida espiritual sucede algo semejante. Cuando pecamos contra Dios Él permite que suframos las consecuencias de nuestros pecados y nos manda humillaciones y dolores buscando nuestra corrección. Si vemos en estas situaciones la mano de Dios el resultado es saludable. Si no la vemos probablemente nos endurezcamos en nuestra situación de pecado y el final puede ser muy triste.Decía San Francisco de Sales que hay dos maneras de practicar los abatimientos: la una es pasiva y se refiere al beneplácito divino, y constituye uno de los objetos del abandono; la otra activa, y entra en la voluntad de Dios significada. La mayor parte de las personas no quieren sino ésta, llevando muy a mal la otra; consienten en humillarse, y no aceptan el ser humilladas.            Debemos tener claro que también la Providencia de Dios permite nuestros pecados y nuestras caídas y corrigiéndonos con el sufrimiento nos va purificando y llevando por el camino de la salvación. Dios no quiere el pecado pero lo permite. También el respeto a nuestra libertad está incluido en la pedagogía divina. Dios permite que nos desviemos de la senda recta respetando nuestra libertad y teniendo paciencia con nosotros. Pero también la pedagogía divina quiere castigarnos para que nos corrijamos y volvamos a retomar el camino de salvación porque quiere que lleguemos al cielo.            ¿Cómo tomar la corrección de Dios? Con humildad, sin excusas, en un completo abandono a su pedagogía. También es parte de su plan el corregirnos y sus correcciones a lo largo de nuestra vida son parte de nuestra historia como también nuestros pecados y nuestras desviaciones del camino recto y es necesario que las aceptemos.            Las correcciones implican una humillación. Humillación vivida en nuestra intimidad pero a veces también acompañada de una sanción social. Si aceptamos las correcciones de Dios con humildad nos serán saludables pero si orgullosamente las rechazamos puede que nos conduzcan a la desesperación y al desatino. Porque al rechazar la corrección de Dios nos salimos en cierta forma de los planes de Dios y en definitiva no queremos entrar por la puerta estrecha.            En nuestra vida religiosa vamos a tener muchos tropiezos y Dios nos va a corregir con sus castigos. Amorosos castigos, los llamaría yo. Pero si no advertimos en ellos su mano podemos, desesperados, hasta dejar la religión. Muchos hombres religiosos, quizá la mayoría o todos, han pasado por esta situación de apartarse de Dios. La diferencia está en la resolución del problema: los que aceptaron la corrección de Dios volvieron al camino recto no sin dolores y sufrimientos. Los que no aceptaron la corrección de Dios por la humillación que conllevaba lamentablemente no retomaron la senda del Señor o quizá la retomaron pero saliéndose, en cierta forma, de los planes de Dios, por ejemplo, abandonando su vocación.Dice Dom Vital Lehodey que existe, en efecto, el arte de utilizar nuestras faltas, y consiste el gran secreto en soportar con sincera humildad, no la falta misma, ni la injuria hecha a Dios, sino la humillación interior, la confusión impuesta a nuestro amor propio; de suerte que nos abismemos en la humildad confiada y tranquila. La humillación bien recibida produce la humildad, y la humildad a su vez, recordándonos sin cesar ya sea el tiempo que hemos de recuperar, ya las faltas cuyo perdón necesitamos implorar, alimenta la compunción de corazón, estimula la actividad espiritual y nos torna misericordiosos para con los demás.El hombre ético del que habla Kierkegaard es el hombre sin tacha que nunca se salió del camino de Dios en forma considerable. Su fin es mantenerse fiel a Dios considerando un honor no tener ninguna mancha en su prontuario. Y este es su orgullo. No está mal. Pero no es lo más profundo

Page 23: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

de la relación con Dios. Sólo trascenderá el hombre ético al hombre religioso cuando encuentre que la búsqueda del honor no es el máximo valor porque tiene mucho de humano y poco de divino. Quizá el salto lo dé cuando la mancha visite su historia, cuando reciba la corrección de Dios, porque comenzará a buscar el fundamento último de su vida espiritual en Dios y en Él sólo buscará el apoyo. Quizá será al que más le cueste ver la mano de Dios en la corrección porque su santidad es para él más de elaboración propia que para el hombre que ha anclado su fortaleza sólo en Dios.            El hombre religioso vive abandonado en Dios y muchas veces sufrirá el embate de sus miserias, pero sabrá salir a flote confiado en Dios. Conocerá en la corrección la mano de Dios y bendecirá su sabia pedagogía que por amor actúa de manera tan singular. La vida de los santos ha sido así. Los santos han sido pecadores pero supieron ver la misericordia de Dios en todo. También en sus correcciones. La aceptaron y se abandonaron más en Dios.            En muchas etapas de la vida estaremos protegidos y como en invernadero y nuestro mayor orgullo será la impecabilidad pero en otras en los que estemos en la lucha abierta nuestro mayor orgullo será bendecir la misericordia de Dios que nos corrige. La clave está en abandonarse en las manos de Dios.            Dios nos corrige humillándonos pero también con suavidad nos ayuda a sobrellevar las humillaciones y aún más las hace cortas y livianas.            Somos nosotros los que imaginamos muchas veces insuperable la corrección de Dios. Primero imaginamos que será tan pesado el sufrir la humillación y será tan largo el regreso a la senda de Dios que a veces la imaginación nos deja aferrados en el pantano de nuestros pecados. A esto se suma un aspecto que puede ser real pero que la mayoría de las veces es una fantasía nuestra y es la sanción social. El pensar que nos critican, que nos marginan, que ya no nos quieren como antes.En el Evangelio hay un pasaje en que Jesús va a comer en casa de un fariseo y se presenta una mujer que unge los pies de Jesús. Esta mujer era la adúltera. Jesús la había perdonado en privado y aquí lo hace en público liberándola de la sanción social.No siempre Dios permite que seamos liberados de la sanción social. Muchas veces perdemos la fama delante de los hombres al margen de haber sido perdonados por Jesús. La liberación de la sanción social es importante y es una ayuda para superar con prontitud la humillación de haber perdido la fama que teníamos delante de los hombres, pero no siempre se da. En realidad, lo importante es que volvamos a estar en paz con Dios y retornemos a la senda de la salvación.El alma (que se abandona en Dios), despojándose de su reputación, se eleva por encima de la opinión de los hombres hasta Dios para servirle con absoluta pureza de intención. La humildad toma fuerza y se arraiga profundamente, cuando acepta esta dura prueba; entonces es cuando el justo se desprecia realmente y acepta ser despreciado por los demás.Respecto de la sanción social no siempre es real. Muchas veces fantaseamos que la hemos perdido. Nos sentimos juzgados por todos y en todas partes y eso dificulta superar nuestros fracasos y volver a integrarnos sin reparos a la vida social. En definitiva, esto denota poca confianza en Dios, falta de abandono en Él. Para Jesús toda nuestra vida pasada con sus pecados y faltas queda totalmente olvidada. Es una hoja que cae en una gran hoguera.(El alma santa es) indiferente a las alabanzas y a los desprecios, se abandona en manos de la Providencia, dispuesta a cumplir su obligación con buena o mala fama, y no deseando otra reputación, sino la que Dios juzgara conveniente que disfrutara para los intereses de su servicio.Somos nosotros los que no acabamos de liberarnos de nuestras faltas aunque hayan sido perdonadas y es porque no comprendemos la densidad del perdón de Dios, de su misericordia. Nuestra vida tiene un solo Juez que nos debe importar y es Jesús, juez infinitamente justo pero también infinitamente misericordioso. Nuestras obras debemos realizarlas delante de sus ojos y convencidos de que sólo a Él debemos agradar.En cuanto a las consecuencias penales del pecado, dice Dom Vital Lehodel, si Dios permite que

Page 24: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

no las podamos evitar, hemos de recibirlas con humilde aquiescencia al divino beneplácito. Dios no ha querido el pecado, pero quiere sus consecuencias; nos hace sufrir para curarnos, y nos hiere aquí abajo, a fin de no verse precisado a castigarnos en el otro mundo.Con esta misma filial tranquilidad aceptaremos las consecuencias penales de nuestras imprudencias. Una sencilla imprudencia que lleva consigo consecuencias desagradables, patentes a la vista de todos, he aquí sin género de duda la más humillante de las humillaciones, y ved ahí, por consiguiente, una excelente ocasión para herir de muerte al amor propio, y que jamás habremos de desperdiciar. Una sola prueba así aceptada hace progresar a un alma más que numerosos actos de virtud.Sepamos ver por tanto también en las correcciones que Dios nos haga, por el medio que a Él le parezca, su amor misericordioso que quiere salvarnos y sin titubeos abandonémonos absolutamente en sus manos.

_____________________________________Cf. Nota de la Biblia de Jerusalén a Lc 13, 2266, 18-21116, 1-212, 5-7.11-13Dom Vital Lehodey, El Santo Abandono, c. 3, 5, 2Cf. Dom Vital Lehodey, El Santo Abandono, c.3, 8, 4Cf. Castellani, Las Parábolas de Cristo, Jauja Mendoza 1999, Parábola de los dos deudoresDom Vital Lehodey, El Santo Abandono, c. 3, 5, 1IdemCf. Dom Vital Lehodey, El Santo Abandono, c. 3, 8, 4

P. José A. Marcone, I.V.E.

La salvación eterna(Lc.13,22-30)

            Introducción

El evangelio de San Lucas tiene una característica muy particular: a partir de fines del capítulo 9 hasta el capítulo 22 todo está narrado como un camino que Jesús hace subiendo a Jerusalén. A partir de 9,51 Jesús comienza a subir con mucha decisión a Jerusalén para sufrir la cruz. A partir de ese momento hasta el capítulo 22 se presenta toda la vida de Jesús como un solo camino hacia Jerusalén. Y cada tanto S. Lucas va recordando esta subida hacia la cruz: el evangelio de hoy es una de esas veces. En efecto, en el texto de hoy, que es del capítulo 13,22-30, dice: “Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén”. Con esta pincelada S. Lucas nos recuerda que Cristo no olvida ni un instante su deseo de morir en cruz por nosotros. Y unos pocos versículos más adelante, en el v.33 de este capítulo, vuelve a recordar su muerte en Jerusalén: “No es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén”.

Jesús no deja que nada lo aparte de su objetivo de morir en Jerusalén. Ni siquiera las amenazas de Herodes. Precisamente, la frase recién mencionada, la dice a los amigos que vienen a decirle que Herodes lo busca para matarlo. Él responde con mucha firmeza: “Id a decir a ese zorro: Yo

Page 25: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén” (Lc.13,32-33).

            En este contexto, una persona le hace una pregunta a Jesús: “¿Señor, es verdad que son pocos los que se salvan?”. La persona que pregunta está llevada más que nada de curiosidad por un lado, y de una cuestión teórica por otro. Jesús no da pábulo a la curiosidad del que pregunta, pero responde a una cuestión mucho más necesaria y mucho más concreta que saber el número de los que se salvan: lo que cada uno debe hacer para salvarse.

            Al responder de esta manera es como si dijera: “No te preocupes de cosas que no son útiles; no te preocupes de cosas que sacian solamente tu curiosidad; no te preocupes de cosas que dependen de otros (la salvación de los otros depende de los otros y de Dios). Preocúpate de algo que te toca muy de cerca: tu propia salvación. En vez de andar preguntando cuántos son los que se salvan, preocúpate de trabajar por tu propia salvación.” Y a partir de aquí le empezará a explicar cosas que tienen que ver con su salvación.

            La pregunta es abstracta y teórica, impersonal y muy poco útil. Jesús, ejercitando la caridad y sin rechazar de plano la pregunta, da una respuesta concreta, personal y muy útil. Con su respuesta Jesús le está diciendo al que preguntó: “Tu pregunta debiera ser más bien la siguiente: ‘Señor, ¿yo me puedo condenar?’”. De hecho la pregunta que responde Jesús es esa: ¿yo me puedo condenar?

            1. La primera respuesta: sí, tú te puedes condenar

            La respuesta que da Jesús suena así: “Estate atento porque eres tú el que se puede condenar”. Flota hoy en el ambiente, aún en ambientes católicos, la idea de que no existe la condenación eterna, de que no existe el infierno. Un profesor de teología en la Universidad Católica de Chile, en el año 2010, les dijo a los alumnos que la teología de antes hablaba del infierno; ahora se habla de un solo camino que lleva a la salvación a todos.

            Dicen que si uno hace la opción fundamental por Dios y luego peca por debilidad, aun cuando se trate de pecados graves, no se condena. Otros directamente niegan la existencia del infierno. Santa Faustina Kowalska fue llevada al infierno que hubiera merecido y vio que la mayoría de los condenados eran los que no creían en la existencia del infierno. También a Santa Teresa de Jesús Dios le mostró el lugar del infierno que le correspondía.

            Sin embargo, Jesucristo, muchas veces habla en el evangelio acerca de la existencia del infierno. Una de ellas es el evangelio de hoy. Dice que aquellos que han obrado el mal serán echados afuera de la sala del banquete y será el llanto y el rechinar de dientes. El rechinar de dientes es la acción propia del desesperado.

            Otra vez, en el capítulo 25 de San Mateo, Jesús dice a los que no tuvieron caridad con su prójimo: “Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles”.

            El infierno existe y es una posibilidad para cada uno de nosotros. ¿Y qué es el infierno? El infierno es principalmente la privación de la visión de Dios; es estar eternamente separado de Dios. Eso es lo que se conoce como la pena de daño.

Page 26: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

            Pero después de nuestra resurrección, aquel que se ha condenado, sufrirá en el infierno también penas corporales. También el cuerpo será sometido al fuego que no se apaga. En el infierno cada condenado sufrirá el mal correspondiente a su pecado.

            ¿Qué hace falta para irse al infierno? Morir con un pecado mortal. Un solo pecado mortal es suficiente para condenarse.

            2. La segunda respuesta: salvarse es muy difícil

            Jesús compara la salvación eterna con un banquete nupcial. Entrar al banquete y gozar de la fiesta significa salvarse. Pero la puerta del salón donde se realiza la fiesta es sumamente pequeña y estrecha. Es incómodo entrar por esa puerta al banquete. San Mateo, completa la frase de Jesucristo con una imagen todavía más gráfica: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas, ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran” (Mt.7,13-14).

            Por lo tanto, la imagen es la siguiente: en lo alto de un monte hay un salón donde se da un gran banquete; para ir allí hay que hacer un camino que es estrecho y escarpado, muy incómodo y esforzado; al llegar al salón la puerta es pequeña y estrecha, para entrar hay que agacharse muchísimo y entrar casi en cuclillas. Adentro está el Novio y todos los invitados festejando una gran fiesta de casamiento.

            En el otro extremo, abajo, en la llanura, hay un camino con suave pendiente en bajada, ancho, liso, sombreado, muy cómodo. Este camino termina en una gran puerta donde se puede entrar sin ninguna dificultad. Pero inmediatamente después de la puerta está el abismo y la muerte.

            Por lo tanto, los dos caminos son muy diferentes y los dos puntos de llegada son muy diferentes. El camino al cielo es muy difícil y esforzado.

            ¿Por qué el camino al cielo es muy difícil y esforzado? En primer lugar, porque debemos cumplir los diez mandamientos. Sin cumplir los diez mandamientos nadie se puede salvar. Por eso es que hoy Jesucristo dice: “No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!”. Los que hacen el mal son los que no cumplen los diez mandamientos.

            En segundo lugar, el camino al cielo es muy estrecho porque es necesario cumplir las obras de misericordia: ocuparse de los pobres, de los enfermos, de los necesitados, de los presos. Sin cumplir la obra fundamental del amor al prójimo no nos podemos salvar.

            En tercer lugar, el camino al cielo es muy estrecho porque dentro nuestro conviven las tres concupiscencias que nos inclinan más al mal que al bien. Estas tres concupiscencias son tres deseos que nos dejó el pecado original: el deseo de los placeres carnales, el deseo de poseer cosas materiales y el deseo de prevalecer sobre los demás. Por lo tanto nuestra vida es una continua lucha contra esos tres deseos. El que no quiera luchar contra esos malos deseos que viven en nosotros no podrá salvarse.

            En cuarto lugar, el camino al cielo es muy estrecho y difícil porque tenemos un enemigo externo, que es el diablo, que odia nuestra salvación eterna y que busca de mil maneras hacernos pecar para que nos condenemos.

Page 27: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

            Aquel que lucha con valentía y al momento de su muerte está en gracia de Dios, entra al cielo.

            3. El cielo

Jesús compara el cielo con un banquete de bodas. Entrar al banquete de bodas, gozar de la presencia del Esposo (que es Dios), gozar de la presencia de los invitados, alegrarse continuamente, significa salvarse, significa entrar al cielo. Podríamos decir, en una sola palabra, que el Reino de los Cielos es fiesta permanente. Así como en una fiesta nos sentamos alrededor de una mesa para compartir los alimentos en un clima de gozo y alegría, así también el cielo es comunión con Dios y con los hombres en una plenitud de gozo, alegría y fiesta. La esencia del cielo es esta comunión gozosa con Dios por toda la eternidad.

La eternidad del cielo es lo que hace que el gozo sea perfecto. Siendo Santa Teresa de Jesús una niña supo que los que mueren mártires se van directamente al cielo. En la España de su tiempo había todavía varias regiones que pertenecían a los musulmanes. Para poder morir mártir decidió irse de su casa en busca de musulmanes que la matasen. En su ansiedad arrastró también a su hermano. Y mientras se alejaban de la casa repetía: “para siempre, para siempre, para siempre con Dios”.

Conclusión

            El salón del banquete tiene una puerta muy estrecha. Y pasado el tiempo oportuno, el Señor cierra la puerta. Sin embargo, este salón tiene una ventana al costado que, cuando la puerta está cerrada, puede abrirse para dejar entrar al que todavía tiene fuerzas para entrar. Esa ventana del costado es la Virgen María.

            Se cuenta la siguiente anécdota. En tiempos del Cura de Ars, en Francia, había un hombre que vivía alejado de los sacramentos pero que tenía una gran devoción a la Virgen María. Todos los años, para una de sus fiestas, él se encargaba de prepararle el arreglo floral. Un día, este hombre, llevado de una gran angustia, decidió suicidarse arrojándose desde un puente altísimo hacia las aguas del río. La esposa de este hombre fue desesperada a ver al Cura de Ars, para contarle su desgracia, que su marido se había suicidado y así merecido la condenación eterna. El Cura de Ars la consoló diciéndole: “Tu  marido no se condenó; alcanzó la salvación eterna, porque entre el puente y el río estaba la Virgen María, quien hizo que se arrepintiera y pidiera perdón antes de morir”. En este caso, María fue la ventana del costado para una puerta que ya estaba prácticamente cerrada.

Directorio Homilético

Vigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario

Page 28: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

CEC 543-546: todos los hombres estamos llamados a entrar en el Reino de DiosCEC 774-776: la Iglesia, sacramento universal de la salvaciónCEC 2825-2827: seguir la voluntad del Padre para entrar en el Reino de los cielosCEC 853, 1036, 1344, 1889, 2656: el camino estrecho El anuncio del Reino de Dios

543    Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt 10, 5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:

          La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (LG 5).

544    El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena Nueva a los pobres" (Lc 4, 18; cf. 7, 22). Los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5, 3); a los "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11, 25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2, 23-26; Mt 21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7; 19,28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más: se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino (cf. Mt 25, 31-46).

545    Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: "No he venido a llamar a justos sino a pecadores" (Mc 2, 17; cf. 1 Tim 1, 15). Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos (cf. Lc 15, 11-32) y la inmensa "alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta" (Lc 15, 7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su propia vida "para remisión de los pecados" (Mt 26, 28).

546      Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (cf. Mc 4, 33-34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino(cf. Mt 22, 1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (cf. Mt 13, 44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (cf. Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13, 3-9)? ¿Qué hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25, 14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para "conocer los Misterios del Reino de los cielos" (Mt 13, 11). Para los que están "fuera" (Mc 4, 11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13, 10-15). La Iglesia, sacramento universal de la salvación

774    La palabra griega "mysterion" ha sido traducida en latín por dos términos: "mysterium" y "sacramentum". En la interpretación posterior, el término "sacramentum" expresa mejor el signo visible de la realidad oculta de la salvación, indicada por el término "mysterium". En este sentido, Cristo es El mismo el Misterio de la salvación: "Non est enim aliud Dei mysterium, nisi Christus" ("No hay otro misterio de Dios fuera de Cristo") (San Agustín, ep. 187, 34). La obra salvífica de su humanidad santa y santificante es el sacramento de la salvación que se manifiesta y actúa en los

Page 29: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

sacramentos de la Iglesia (que las Iglesias de Oriente llaman también "los santos Misterios"). Los siete sacramentos son los signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la  gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo. La Iglesia contiene por tanto y comunica la gracia invisible que ella significa. En este sentido analógico ella es llamada "sacramento".

775    "La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano "(LG 1): Ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la comunión de los hombres radica en la unión con Dios, la Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano. Esta unidad ya está comenzada en ella porque reúne hombres "de toda nación, raza, pueblo y lengua" (Ap 7, 9); al mismo tiempo, la Iglesia es "signo e instrumento" de la plena realización de esta unidad que aún está por venir.

776      Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo "como instrumento de redención universal" (LG 9), "sacramento universal de salvación" (LG 48), por medio del cual Cristo "manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre" (GS 45, 1). Ella "es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad" (Pablo VI, discurso 22 junio 1973) que quiere "que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo" (AG 7; cf. LG 17). 2825  Jesús, "aun siendo Hijo, con lo que padeció, experimentó la obediencia" (Hb 5, 8). ¡Con cuánta más razón la deberemos experimentar nosotros, criaturas y pecadores, que hemos llegado a ser hijos de adopción en él! Pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para cumplir su voluntad, su designio de salvación para la vida del mundo. Nosotros somos radicalmente impotentes para ello, pero unidos a Jesús y con el poder de su Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que agrada al Padre (cf Jn 8, 29):

          Adheridos a Cristo, podemos llegar a ser un solo espíritu con él, y así cumplir su voluntad: de esta forma ésta se hará tanto en la tierra como en el cielo (Orígenes, or. 26).

          Considerad cómo Jesucristo nos enseña a ser humildes, haciéndonos ver que nuestra virtud no depende sólo de nuestro esfuerzo sino de la gracia de Dios. El ordena a cada fiel que ora, que lo haga universalmente por toda la tierra. Porque no dice 'Que tu voluntad se haga' en mí o en vosotros 'sino en toda la tierra': para que el error sea desterrado de ella, que la verdad reine en ella, que el vicio sea destruido en ella, que la virtud vuelva a florecer en ella y que la tierra ya no sea diferente del cielo (San Juan Crisóstomo, hom. in Mt 19, 5).

2826  Por la oración, podemos "discernir cuál es la voluntad de Dios" (Rm 12, 2; Ef 5, 17) y obtener "constancia  para cumplirla" (Hb 10, 36). Jesús nos enseña que se entra en el Reino de los cielos, no mediante palabras, sino "haciendo la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7, 21).

2827  "Si alguno cumple la voluntad de Dios, a ese le escucha" (Jn 9, 31; cf 1 Jn 5, 14). Tal es el poder de la oración de la Iglesia en el Nombre de su Señor, sobre todo en la Eucaristía; es comunión de intercesión con la Santísima Madre de Dios (cf Lc 1, 38. 49) y con todos los santos que han sido "agradables" al Señor por no haber querido más que su Voluntad:

Page 30: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

            Incluso podemos, sin herir la verdad, cambiar estas palabras: 'Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo' por estas otras: en la Iglesia como en nuestro Señor Jesucristo; en la Esposa que le ha sido desposada, como en el Esposo que ha cumplido la voluntad del Padre (San Agustín, serm. Dom. 2, 6, 24). 

853Pero en su peregrinación, la Iglesia experimenta también "hasta qué punto distan entre sí el mensaje que ella proclama y la debilidad humana de aquellos a quienes se confía el Evangelio" (GS 43, 6). Sólo avanzando por el camino "de la conversión y la renovación" (LG 8; cf 15) y "por el estrecho sendero de Dios" (AG 1) es como el Pueblo de Dios puede extender el reino de Cristo (cf RM 12-20). En efecto, "como Cristo realizó la obra de la redención en la persecución, también la Iglesia está llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación" (LG 8). 1036  Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14) :

          Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera  que es nuestra vida en la tierra, mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde `habrá llanto y rechinar de dientes' (LG 48). 1344  Así, de celebración en celebración, anunciando el misterio pascual de Jesús "hasta que venga" (1 Co 11,26), el pueblo de Dios peregrinante "camina por la senda estrecha de la cruz" (AG 1) hacia el banquete celestial, donde todos los elegidos se sentarán a la mesa del Reino. 1889  Sin la ayuda de la gracia, los hombres no sabrían "acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad que cede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo agrava" (CA 25). Es el camino de la caridad, es decir, del amor de Dios y del prójimo. La caridad representa el mayor mandamiento social. Respeta al otro y sus derechos. Exige la práctica de la justicia y es la única que nos hace capaces de ésta. Inspira una vida de entrega de sí mismo: "Quien intente guardar su vida la perderá; y quien la pierda la conservará" (Lc 17,33)           Las virtudes teologales

2656  Se entra en oración como se entra en la liturgia: por la puerta estrecha de la fe. A través de los signos de su presencia, es el rostro del Señor lo que buscamos y deseamos, es su palabra lo que queremos escuchar y guardar.

Semana del 21 al 27 de Agosto de 2016

Page 31: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

Ciclo A

 

Domingo 21 de agosto de 201621º domingo del Tiempo Ordinario

Pío X, papa (1914)

Is 66,18-21: De todos los países traerán a todos sus hermanosSalmo116: ¡Vayan por todo el mundo; proclamen la Buena Nueva!Heb 12,5-7.11-13: El Señor reprende a los que amaLc 13,22-30: Vendrán de todas partes a la mesa del reino

Jesús continua su viaje a Jerusalén, pasando por pueblos y aldeas en los que enseñaba. En este contexto alguien pregunta a Jesús: Señor, ¿son pocos aquellos que se salvarán? La pregunta como se ve, apunta al número: ¿Cuántos vamos a salvarnos, pocos o muchos? La respuesta de Jesús traslada la atención del "cuántos" al "cómo" nos salvamos.

Es la misma actitud que notamos a propósito de la parusía: los discípulos preguntan "cuándo" se producirá el retorno del Hijo del hombre y Jesús responde indicando "cómo" prepararse para ese retorno, qué hacer durante la espera (Mt 24,3-4). Esta forma de actuar de Jesús no es extraña ni poco cortés; es la forma de actuar de alguien que quiere educar a los discípulos y pasar del plano de la curiosidad al de la sabiduría, de las preguntas ociosas que apasionan a la gente, a los verdaderos problemas que sirven para el Reino. Entonces, en este evangelio Jesús aprovecha la oportunidad para instruir a los discípulos sobre los requisitos de la salvación. La cosa nos interesa naturalmente en sumo grado también a nosotros, discípulos de hoy que estamos frente al mismo problema.

Pues bien, ¿qué dice Jesús respecto del modo de salvarnos? Dos cosas: una negativa, otra positiva; primero, lo que no sirve y no basta, después lo que sí sirve para salvarse. No sirve, o en todo caso no basta para salvarse el hecho de pertenecer a determinado pueblo, a determinada raza o tradición, institución, aunque fuera el pueblo elegido del que proviene el Salvador: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas... No sé de dónde son ustedes". En el relato de Lucas, es evidente que los que hablan y reivindican privilegios son los judíos; en el relato de Mateo, el panorama se amplía: estamos ahora en un contexto de Iglesia; aquí oímos a cristianos que presentan el mismo tipo de pretensiones: "Profetizamos en tu nombre (o sea en el nombre de Jesús), hicimos milagros... pero la respuesta de Señor es la misma: ¡no los conozco, apártense de mí! (Mt 7,22-23). Por lo tanto, para salvarse no basta ni siquiera el simple hecho de haber conocido a Jesús y pertenecer a la Iglesia; hace falta otra cosa.

Justamente esta "otra cosa" es la que Jesús pretende revelar con las palabras sobre la "puerta estrecha". Estamos en la respuesta positiva, en lo que verdaderamente asegura la salvación. Lo que pone en el camino de la salvación no es un título de propiedad (no hay títulos de propiedad para un don como es la salvación), sino una decisión personal. Esto es más claro todavía en el texto de Mateo que contrapone dos caminos y dos puertas –una estrecha y otra ancha– que conducen respectivamente una al vida y una a la muerte: esta imagen de los dos caminos Jesús la toma de Deut 30,15ss y de los profetas (Jer 21,8); fue para los primeros cristianos, una especie de código moral. Hay dos caminos –leemos en la Didaché–, uno de la vida y otro de la muerte; la diferencia

Page 32: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

entre los dos caminos es grande. Al camino de la vida le corresponden el amor a Dios y al prójimo, el bendecir a quien maldice, perdonar a quien te ofende, ser sincero, pobre; en suma, los mandamientos de Dios y las bienaventuranzas de Jesús. Al camino de la muerte le corresponden, por el contrario, la violencia la hipocresía, la opresión del pobre, la mentira; en otras palabras lo opuesto, a los mandamientos y a las bienaventuranzas.

La enseñanza sobre el camino estrecho encuentra un desarrollo muy pertinente en la segunda lectura de hoy: "El Señor corrige al que ama...". El camino estrecho no es estrecho por algún motivo incomprensible o por un capricho de Dios que se divierte haciéndolo de esa manera, sino que se puesto por medio el pecado, porque ha habido una rebelión, se salió por una puerta; el conflicto de la cruz es el medio predicado por Jesús e inaugurado por él mismo para remontar esa pendiente, revertir esa rebelión y "volver a entrar"

Pero, ¿porqué camino "ancho" y camino "estrecho"? ¿Acaso el camino del mal es siempre fácil y agradable de recorrer y el camino del bien siempre duro y cansador? Aquí es importante obrar con discernimiento para no caer en la misma tentación del autor del salmo 73. También a este creyente del primer testamento le había parecido que no hay sufrimiento para los impíos, que su cuerpo está siempre sano y satisfecho, que no se ven golpeados por los demás hombres, sino que están siempre tranquilos amasando riquezas, como si Dios tuviera, además, preferencia por ellos...; el salmista se escandalizó por esto, hasta el punto de sentirse tentado de abandonar su camino de inocencia para hacer como los demás. En este estado de agitación, entró en el templo y se puso a orar, y de repente vio con toda claridad: comprendió "cuál es su fin", o sea el fin de los impíos, empezó a albar a Dios y a darle gracias con alegría porque todavía estaba con él. La luz se hace orando y considerando las cosas desde el fin, o sea, desde su desenlace.

Volvamos al hilo del discurso; Jesús rompe el esquema y lleva el tema al plano personal y cualitativo no sólo es necesario pertenecer a una determinada "comunidad" ligada a una serie de practicas religiosas que nos dan la garantía de la salvación. Lo importante es atravesar la puerta estrecha es decir el empeño serio y personal por la búsqueda del reino de Dios, esta es la única garantía que nos da la certeza que se está en el camino que nos conduce a la luz de la salvación. Jesús ha repetido muchas veces este concepto: "no todos los que me dicen Señor, Señor entraran en el Reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que esta en los cielos".

Comer y beber el cuerpo y la sangre de Señor, escuchar su Palabra, multiplicar las oraciones... es importante pero no es suficiente para alcanzar la salvación, porque como afirma Dios por boca del profeta Isaías: "no puedo soportar falsedad y solemnidad" (1,13). Al rito se debe unir la vida, la religión debe impregnar toda la vida la oración debe orientarse a la practica de la caridad, la liturgia debe abrirse a la justicia y al bien de otra manera como han dicho los profetas el culto es hipócrita y es incapaz de llevarnos a la salvación, y escucharemos las palabras de Jesús "aléjense de mí, operarios de iniquidad". El acento está en las obras, expresión de una vida coherente con la fe que profesamos.

La imagen que Jesús usa inicialmente es aquella de la "puerta estrecha", que representa muy bien el empeño que es necesario para alcanzar la meta de la salvación, el verbo griego usado por Lucas agonizesthe es traducido por "esforzarse". Indica una lucha, una especie de "agonía"; incluye fatiga y sufrimiento, que envuelve a toda la persona en el camino de fidelidad a Dios.

La vida cristiana es una vida de lucha diaria por elevarse a un nivel espiritual superior; es erróneo cruzarse de brazos y relajarse después de haber hecho un compromiso personal con Cristo.

Page 33: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

No podemos quedarnos estancados en nuestra fidelidad al reino de Dios.

Creer es una actitud seria y radical y no se reduce aciertos actos de devoción. Éstos pueden ser signos de una adhesión radical; finalmente al Reino de Dios son admitidos todos los justos de la tierra que han luchado, amado y se han esforzado por su fe con sinceridad de corazón; esto significa que el cristianismo se abre a todas las razas, a todas las culturas, a todas las expresiones sociales y personales sin ninguna restricción.

Para la revisión de vida "Al final, el que se salva sabe y el que no, no sabe nada", decía el adagio clásico. Las verdades eternas pueden requerir mucha relectura y actualización, pero en su sustancia siguen siendo verdaderas. ¿Cómo voy caminando hacia el más allá de esta vida? Auscultar en mi corazón la presencia de la salvación.

¿De qué sirve al ser humano ganar todo el mundo si al final se malogra a sí mismo?

Para la reunión de grupo- El tema de la "salvación eterna" fue en otros tiempos el tema clave de la vida cristiana. ¿Cómo está ese tema hoy entre nosotros: un tema extraño, obsesionante, frecuente, descuidado, mágico...? Pedir la ayuda de alguien experto.

- ¿Tenemos preguntas "curiosas" sobre la salvación, o son las nuestras una preguntas vivas y existenciales"?

- "El camino ordinario [por mayoritario] de salvación son las religiones no cristianas", decía Karl Rahner. Comentar y debatir.

- Muchos observadores, desde las ciencias de las religiones, afirman que el ambiente cultural se está transformando profundamente, de forma que el paradigma cristiano de la salvación (salvar el alma e «ir al cielo») ha dejado de ser plausible... En la actual visión del mundo, no se sabe bien qué significa, ni siquiera resulta aceptable como una cuestión seria, aceptable en un contexto laico y culto. Comentar esta opinión.

Para la oración de los fieles- Para que el Señor nos dé una visión confiada y optimista en el triunfo de la salvación en el mundo, más allá de toda frontera religiosa o eclesiástica, roguemos al Señor.

- Por todos los teólogos de las diferentes religiones, para que ayuden a las comunidades religiosas universales a dialogar y a acercarse, sabiendo que el "Dios de todos los nombres" nos amó primero y sin división...

- Para que el ecumenismo se realice no sólo en las cúpulas teológicas o jerárquicas, sino en el "diálogo de vida" entre las comunidades religiosas...

- Por todos los que encaran su vida pensando simplemente en este mundo anterior a la muerte personal, para no dejen de escuchar la voz de Dios que les llama desde lo hondo de su corazón a

Page 34: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

vivir en plenitud de vida y de respeto a la vida...

- Para que cada uno de nosotros recuerde que es más importante no malograrse a sí mismo, que conquistar todo el mundo...

Oración comunitaria- Oh Dios que quieres que todos los hombres y mujeres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, inspíranos también el convencimiento de que tu Verdad es más amplia que la nuestra, y enséñanos tu paciencia pedagógica, para que nuestro testimonio de ti sea siempre amoroso, paciente, dialogante y dispuesto a la escucha y a aprender. Por J.N.S.

Lunes 22 de agosto de 2016Santa María Reina

2Tes 1,1-5.11b-12: El Señor sea su gloria y ustedes sean la gloria para élSalmo 95: Cuenten a los pueblos las maravillas del SeñorMt 23,13-22:  ¡Ay de ustedes, guías ciegos!

Los textos litúrgicos presentan hoy, dos actitudes religiosas diversas y, a la vez, contrapuestas: La de los cristianos de Tesalónica, aprobada por Pablo y sus compañeros de misión, por un lado, y la de los maestros de la Ley y los fariseos, reprobada por Jesús, por otro. Los pasajes pertenecen a situaciones y épocas diversas pero la confrontación va a la raíz del hecho religioso y se transforma en un espejo que refleja los gestos de nuestra propia vida cristiana. La fe que nos atraviesa es siempre un don gratuito que proviene de Dios; un fruto de la Gracia que Él nos ofrece. Nada tienen que ver nuestros méritos personales para poder recibirla, y ni siquiera para lograr mantenernos firmes en ella, aunque requiera de todo nuestro esfuerzo. En el seguimiento de Jesús, todo es gracia y puro don de Dios. Él hace crecer el amor fraterno en la comunidad y sostiene a los discípulos para que perseveren en medio de las dificultades. ¡Qué distinto y equivocado el camino de quienes se ponen a sí mismos en el centro de sus propias búsquedas religiosas! ¡No hallarán a Dios, sino a sí mismos! ¿A qué me llaman las palabras de Jesús en este pasaje del Evangelio?

Martes 23 de agosto de 2016Rosa de Lima (1617)

2Tes 2,1-3a.13-16: Conserven las tradiciones que han aprendido Salmo 95: Llega el Señor a regir la tierraMt 23,23-26: Lo más importante: la justicia, la misericordia y la fe

Page 35: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

El paralelismo entre la comunidad de Tesalónica y los fariseos y maestros de la Ley nos hace pensar en el modo en que vivimos nuestro seguimiento cristiano. ¿Con quién nos podríamos comparar? La experiencia religiosa de Jesús desenmascara hipocresías de los referentes religiosos de su época, y comprende tres actitudes fundamentales: la justicia, la misericordia y la fe. Quien quiera seguir a Cristo y sus enseñanzas, ha de vincular estas tres dimensiones descentrándose de sí mismo y haciendo confluir sus intereses individuales con el Proyecto de Vida que Dios le propone: Vivir una experiencia de fraternidad cimentada en la compasión que surge de haber puesto la confianza sólo en Él y de una actitud contemplativa ante la realidad, discernida a la luz del Espíritu Santo. En cambio cuando queremos seguir a Jesús pero nos apegamos a nuestros criterios, confundimos lo que Dios nos pide con lo que nosotros deseamos y queremos. Entonces nos puede suceder lo que Jesús recrimina a sus contemporáneos: que lleguemos a ser para los demás un obstáculo en el camino del Reino, que cubramos nuestra carencias con un manto de piedad o de aparente celo apostólico, que confundamos la experiencia de Dios con nuestras meras prácticas religiosas, su voluntad con tradiciones humanas surgidas circunstancialmente, o que acabemos cuidando las apariencias de una realidad que no vivimos.

Miércoles 24 de agosto de 2016Bartolomé, apóstol (s. I)

Ap 21,9b-14: Ven que te enseñaré la novia, la esposa del CorderoSalmo 144: ¡Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado!Jn 1,45-51: Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño

El evangelio de Juan nos presenta un relato único del encuentro entre dos discípulos de Jesús: Felipe y Natanael, a quien la tradición y el pensamiento cristiano identificaron, sin gran sustento, a partir del siglo IX, con el apóstol Bartolomé cuya fiesta celebramos hoy. La descripción que hace Felipe de su encuentro con Jesús es concisa y elocuente. Pero la respuesta de Natanael está llena de escepticismo. Poco o nada tiene que ver lo que oye con sus expectativas sobre el Mesías; sin embargo acepta la invitación para corroborar lo dicho por Felipe con sus propios ojos. ¡Qué necesarias son, en la comunidad cristiana, las personas como Felipe! ¡Gente que busca alternativas y anuncia a Jesús desde la experiencia de su propia vida! ¡Qué buen ejemplo nos da también Natanael! ¡Cuántas veces nuestras expectativas sobre los planes de Dios nos impiden ver la novedad con que Él se abre camino en la historia! La Buena Noticia, que es Jesús, continúa germinando y creciendo entre nosotros hoy. Quiera Dios que podamos darnos cuenta de ello, para que logremos hacer nosotros y proponer a otros la experiencia de encontrarnos con Él. ¿A quién puedo invitar para llevarlo a Jesús?

Jueves 25 de agosto de 2016

Page 36: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

José de Calasanz, fundador (1648)

1Cor 1,1-9: Por él han sido enriquecidos en todoSalmo 144: Bendeciré tu nombre por siempre, Dio mío, mi reyMt 24,42-51: Estén preparados

La exhortación que Jesús hace a los discípulos hacia el final de su vida terrena abre la esperanza de sus seguidores a un horizonte cargado de novedad: Él volverá a presentarse a los suyos y, cuando regrese, quiere encontrarlos ocupados en la misión que les ha encomendado. “Estar preparados” es, entonces, la condición de la vigilia para quienes pretendan ser considerados servidores fieles y prudentes. En esta tensa espera de la parusía hemos pasado ya más de dos mil años. La historia de nuestra Iglesia ha sido pródiga en todo tipo de ejemplos: Discípulos ejemplares, irreprochables, dignos de admiración; y otros que resultan escandalosos, mediocres, dignos de condenación. Inclusive nosotros mismos nos movemos y vacilamos entre estos dos extremos. ¿Quién de nosotros podría considerarse irreprochable en la presencia del Señor, por propia iniciativa? El carácter extremo y, bajo ciertos aspectos, amenazante de las palabras de Jesús es complementado y profundizado por la reflexión y las palabras con las cuales Pablo y Sóstenes animan a los cristianos de Corinto: “Estar prevenidos” implica ciertamente crecer en fidelidad y compromiso. Pero no se trata tanto de un mero ejercicio de la voluntad cuanto de acoger un don que viene de Dios, un llamado que Él nos hace por pura gracia e iniciativa suya, y de cultivarlo como tal en nuestro corazón de discípulos. ¿Estoy preparado…?

Viernes 26 de agosto de 2016Teresa Jornet, religiosa (1897)

1 Cor 1,17-25: Predicamos a Cristo crucificadoSalmo 32: La misericordia del Señor llena la tierraMt 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salgan recibirlo!

Con una nueva parábola Jesús insiste en la idea de estar atentos para que, a su regreso, nos halle bien dispuestos y preparados para su venida. La narración acentúa la responsabilidad personal de cada uno de los involucrados y su sentido es tajante: No se puede estar medianamente preparado para el encuentro; o es una cosa o es la otra, y en la urgencia del momento, se hace necesario que cada uno discierna lo verdaderamente oportuno. Desde esta perspectiva, el testimonio de Pablo se revela paradigmático: El apóstol no se distrae de su misión dando cabida a las expectativas de sus oyentes, ni pretende alterar la paradoja de su anuncio, la cruz de Cristo. ¡Cuánto bien haríamos a la comunidad creyente y al mundo si nuestra vida cristiana, nuestro seguimiento de Jesús, nuestro compromiso con la misión de la Iglesia anunciara con entereza la buena noticia del evangelio! La cruz de Cristo continúa siendo un escándalo y es necesario anunciarla sin “licuar” su contenido. Perseverar en esta tarea es prepararnos para cuando Él vuelva. La misma pregunta de ayer: ¿Estoy preparado?

Page 37: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

Sábado 27 de agosto de 2016Mónica, madre de Agustín (387)

1Cor 1,26-31: Dios ha escogido lo débil del mundoSalmo 3: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredadMt 25,14-30: Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu señor

Las lecturas de hoy nos invitan a cultivar dos actitudes fundamentales en nuestro discipulado: la humildad y la responsabilidad. Una mirada de sano realismo sobre la propia vida y vocación puede ayudarnos a asumir con humildad nuestro lugar en la comunidad cristiana; a veces apegada a criterios de valor que nada tienen que ver con el evangelio de Jesús. La humildad es la capacidad de valorarnos en nuestras verdaderas dimensiones, de reconocer nuestros límites y apreciar nuestras potencialidades, y saber también cuáles son nuestras taras y yerros. La humildad tiene que ver con la responsabilidad de asumir las tareas que se nos confían y hacerlas del mejor modo que podamos. En el ejemplo del evangelio, los inversores saben que cuanto más dinero pongan en juego, más posibilidades tendrán de obtener mejores ganancias. Se trata de operaciones económicas que implican riesgo, tanto por los valores que se invierten como por la ganancia que se pretende alcanzar. Y la parábola de Jesús pareciera indicar que en el Reino de Dios no hay sitio para la falsa modestia ni para los temerosos. ¿Qué estoy arriesgando por el Evangelio?

6 H O M I L I A S

1.- MENSAJE UNIVERSAL DE SALVACIÓN

1.- El espíritu del texto de Isaías es marcadamente universalista. Israel descubrió el universalismo de la salvación en la dolorosa experiencia de su deportación a Babilonia, al vivir entre los gentiles. El libro de Isaías se cierra abriendo el horizonte de una visión ecuménica y misionera: Yahvé reunirá a todas las naciones vecinas y les manifestará su gloria. Utilizando todos los medios humanos de transporte, las naciones del mundo llevarán a Jerusalén a los hijos de Israel que estaban dispersos. Esta gran repatriación será como una ofrenda a Yahvé y un reconocimiento de que él es el Señor y Dios de las naciones. En recompensa, Yahvé elegirá también de entre los gentiles a sacerdotes y levitas. En adelante, todos serán pueblo elegido, un solo pueblo elegido. En el salmo 116 podríamos hablar de un ecumenismo, que estrecha en un único abrazo a pueblos diferentes por su origen, historia y cultura. Estamos en la línea de la gran "visión" de Isaías, que describe "al final de los tiempos" cómo confluyen todas las naciones hacia "el monte del templo del Señor". Entonces caerán de las manos las espadas y las lanzas; más aún, con ellas se forjarán arados

Page 38: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

y podaderas, para que la humanidad viva en paz, cantando su alabanza al único Señor de todos, escuchando su palabra y cumpliendo su ley. Hoy día los teólogos hablan de una “religión universal” en la que todos invoquemos al mismo Dios. ¿Será posible? ¿Practicamos la tolerancia hacia otros credos y religiones?

2.- Perseverancia en un mundo hostil. El autor de la Carta a los Hebreos exhorta a sus lectores para que no se desanimen. Se dirige a unas comunidades cristianas en las que ya ha desaparecido el entusiasmo de los comienzos y empieza a notarse la vacilación ante las primeras dificultades y la persecución que padecen. La vida cristiana no es una vida en "un mundo feliz", sino lucha y responsabilidad en medio de un mundo hostil que contradice al evangelio. El misterio del dolor y de los sufrimientos que tenemos que aguantar por causa del evangelio se hace más aceptable para los que creen de verdad en la pasión, muerte y resurrección de Jesús. De ello se habla precisamente en los versillos anteriores, en los que se afirma que Jesús es el "autor y el consumador de la fe".

3.- ¿Cuántos se salvarán? He aquí una cuestión que preocupaba a los rabinos en aquel tiempo y, no hace muchos decenios, a los teólogos católicos: el número de los que se salvan. Los rabinos consideraban que, para salvarse era necesario o poco menos el pertenecer al pueblo elegido, y esto pesaba más que una vida personal intachable. Por tanto, confiaban salvarse y que se salvarían también todos los hijos de Israel con muy pocas excepciones. Jesús no responde a esa pregunta, que es más teórica que práctica. Prefiere insistir en la necesidad y la urgencia de la conversión al evangelio. La "puerta estrecha" es una alusión al esfuerzo que requiere la auténtica conversión. No sólo es estrecha, sino que además puede cerrarse en cualquier momento; de ahí la urgencia: la conversión no puede dejarse para mañana. Jesús hace una llamada apremiante a todos los hijos de Israel, a quienes ha sido enviado por el Padre y que no acaban de aceptar su mensaje y su persona. Jesús ha venido "a los suyos", ha plantado la tienda en medio de su pueblo; pero ni los vínculos de la sangre, ni la aproximación física del Mesías al pueblo de Israel va a servirles de nada si no se convierten al evangelio. Lo que importa para la salvación es la fe y la comunión espiritual con la persona de Jesús. Porque lo que cuenta ya no es la descendencia de Abrahán según la carne, sino creer con la fe de Abrahán e incorporarse a Cristo y al Reino que él anuncia. Lo que salva es aceptar con fe el evangelio, que se presenta sin limitaciones raciales o nacionales y como un mensaje universal.

2.- TODA UNA VIDA EN CONFORMIDAD CON EL EVANGELIO

1.- LA GLORIA DE UNA RAZA. "Esto dice el Señor: Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua..." (Is 66, 18). Las fronteras cerradas y estrechas del judaísmo se rompen con la llegada del Mesías. Antes de venir Cristo, los judíos pensaban que sólo los hijos de Abrahán, los de raza hebrea, podrían entrar en el Reino de Dios. Llevados de esa enseñanza procuraban no mezclarse con los gentiles, hasta el punto de considerar que era una mancha entrar en una casa de paganos. En contraste con esta doctrina Jesús enseña que no es la sangre ni la carne la que salva, que no basta con tener por antepasados a los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob para entrar en el Reino.

Page 39: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

Ante el escándalo de sus oyentes, Cristo llega a afirmar que Dios puede hacer brotar hijos de Abrahán, de las mismas piedras. Y que muchos de Oriente y de Occidente se sentarán un día en la mesa del Reino. Entre nosotros puede ocurrir algo parecido. Podemos pensar que por el mero hecho de pertenecer a una familia cristiana ya somos cristianos. Hay que salir de ese error. Se es cristiano no por unas creencias o por unas prácticas semanales, sino por toda una vida en conformidad con el Evangelio.

"Vendrá a ver mi gloria..." (Is 66, 21) La gloria de Dios, ese resplandor que llena de gozo y de paz el corazón del hombre. Ver la gloria divina, en efecto, es suficiente para colmar todas las ansias que acucian el espíritu humano. Buena prueba de ello es la exclamación de san Pedro cuando, en el Tabor, contempla por unos momentos la gloria del Señor y dice lo bien que se está allí. Es cierto que esa gloria sólo en el cielo se podrá contemplar plenamente, gozando sin término el mayor bien que jamás podremos ni imaginar. Pero también es cierto que el gozo de la vida eterna se comienza a gustar en esta vida de aquí abajo. Por eso los cristianos que son fieles son también felices.

El Señor, deseoso de nuestra felicidad, quiere adelantarnos algo de la dicha y la alegría del cielo. Por eso se preocupa de señalarnos bien claro el camino que hemos de recorrer por medio de sus Mandamientos, inscritos en nuestro mismo corazón como una Ley natural que determina lo bueno que nos beneficia y lo malo que nos perjudica. Es una Ley que él da a todos los hombres, pues todos están destinados a ser sus hijos, a gozar un día de la gloria eterna, y a pregustar, entre amarguras quizá, el sabor inefable de su cercanía y su amor.

3.- DIOS LLAMA A TODOS, PERO LA RESPUESTA HUMANA SIEMPRE ES INDIVIDUAL

1.- Vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Hoy día, los cristianos no podemos afirmar teológicamente que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación. Sería radicalmente injusto que millones de personas quedaran excluidas de la salvación, por el sólo hecho de no haber conocido a Cristo y no haber sido bautizadas en su nombre. Toda persona de buena voluntad, que acompaña con obras buenas su fe en Dios, sea del país o de la religión que sea, es una persona agradable a Dios. Dios no hace distinción entre razas, culturas, o ritos; sí hace distinción entre personas buenas, que hacen el bien, y personas perversas que hacen, libre y voluntariamente, el mal. Naturalmente, que nosotros, los cristianos, consideramos como una gracia especial el conocer a Jesucristo y creer en él y en su evangelio. Creemos que es una gracia especial conocer a Jesucristo y considerarlo como nuestro único mediador, porque en Cristo y por Cristo Dios nos concede la salvación. Pero, como ya nos advertía san Agustín, “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Aunque Dios nos llama a todos, no todos respondemos adecuadamente a su llamada. En el evangelio de este domingo, según san Lucas, se nos dice que nos esforcemos por entrar en el Reino por la puerta estrecha, siguiendo el ejemplo de Cristo, porque Cristo es nuestro camino y nuestra verdad y nuestra vida. Para ser buen cristiano hay que estar dispuesto s sufrir por Cristo y a luchar contra el mal. No nos valen las medias tintas; sólo los esforzados entrarán en el Reino de los Cielos, no nos bastará haber dicho “Señor, Señor”, sino habernos esforzado en todo

Page 40: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

momento en cumplir la voluntad del Padre. Así lo hizo Cristo, así debemos hacerlo todos los cristianos, y así tendrán que hacerlo todas las personas que quieran acompañar a Cristo en su Reino.

2.- Yo vendré para reunir a los países de toda lengua… y anunciarán mi lengua a las naciones. El tercer Isaías, en estos últimos capítulos del libro de Isaías, quiere animar a su pueblo en tiempos del postexilio, y les dice que Dios hará a Sión y a Jerusalén el centro espiritual del mundo y que hacia allí vendrán personas de todos los pueblos de la tierra, y anunciarán la gloria de Dios a todas las naciones. Ya no será Israel el único depositario de la promesa, sino que a través de Israel serán llamados a la salvación todos los pueblos de la tierra. Es un texto precioso, porque es una confesión clara de la universalidad de la salvación que Dios nos ofrece a todos. Los judíos, el pueblo judío, siempre pensaron en Dios, como su Dios, porque ellos se consideraban el único pueblo elegido. Estas afirmaciones católicas, es decir, universales, que se encuentran en algunos libros del A. T. debemos considerarlas como anticipo de la catolicidad de la religión cristiana que vino a anunciarnos Cristo en su evangelio y que quiso hacer realidad en la predicación e instauración del verdadero Reino de Dios. Los cristianos nos consideramos hermanos de todas las personas del mundo, porque, con nos dirá san Pablo, nuestra fe en Cristo no hace distinciones entre judíos y paganos, hombres o mujeres, razas o etnias.

3.- Hermanos: Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Este texto de la Carta a los Hebreos nos habla de un tema distinto al tema de las dos lecturas anteriores: del tema de la corrección paterna. Es un tema que debe venirnos bien a nosotros, en los tiempos en los que estamos viviendo. Hoy no parece estar de moda la corrección, ni de los padres, ni de los educadores, ni la corrección fraterna en general, pero tenemos que reconocer que la corrección es una obligación de todos los que tienen obligación de educar a alguien. Sin corrección no hay verdadera educación. No digamos que a la corrección debe sustituirla el amor, porque la verdadera corrección siempre debe ser fruto del amor. Corregimos a una persona porque la amamos y queremos lo mejor para ella. No es fácil practicar la corrección acertadamente, ni acertar con el momento más oportuno, ni acertar con las formas más eficaces. Pero por el hecho de ser difícil no podemos renunciar a ella, porque, como también se nos dice en esta Carta a los Hebreos, “ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Pues, que así sea.

4.- ¿NOS IMPORTA SI SEREMOS MUCHOS?

Jesús no apuntaba tanto hacia la cantidad cuanto a la calidad de los llamados. ¿Qué hay que hacer para alcanzar la salvación? Su mensaje es un mensaje universal (no para un grupo determinado) y es excluyente para aquellos que practiquen la injusticia.

1. ¿Nos preocupa la salvación? ¿Nos preocupa a los cristianos contemporáneos saber si nos salvaremos o no?

Page 41: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

-Hemos predicado durante tanto tiempo el amor ilimitado de Dios que prácticamente hemos llegado a la falsa conclusión que, aquí, todo el mundo entrará por la puerta grande del cielo (aunque haya sido un ladrón) porque la misericordia de Dios puede sobre todo y con todo

-Hemos incidido tanto en la justicia social (compromiso activo en favor del mundo y de sus nobles causas) que hemos inclinado la balanza a una especie de “ONG” que nos procura la salvación sistemática. Y, el Papa Francisco, ya en el inicio de su pontificado, nos advertía que la Iglesia, desde luego, no es ninguna ONG. Que responde a otros fundamentos más elevados y sobrenaturales.

¿Quién de nosotros no oye con cierta frecuencia aquello de “lo importante es no hacer mal a nadie”?.

Será bonito trabajar en pro de la justicia, del bienestar, y del progreso de los pueblos. Pero, para eso, no hace falta ser cristiano; con ser un buen ciudadano bastaría.

La novedad de un cristiano estriba en que precisamente, una vez descubierto a Jesús como el mejor tesoro, es urgido y empujado a sembrar el bien arrastrado e interpelado por la presencia de Dios en su vida (no movido por meros afanes sociales).

2. ¿Serán pocos o muchos los que se salven? Estoy convencido de que en el mundo existen cientos de miles de personas que coinciden con los esquemas y las líneas trazadas por Jesús para el establecimiento de su reino. Pero, de igual manera, también estoy persuadido de que hay otras tantas personas que intentan silenciar lo genuino del evangelio (el amor que Dios nos tiene) a costa de potenciar simplemente y funcionar con unos parámetros de valores éticos o humanos. Hoy se nos prepara para vivir en soledad. Hoy, se nos quiere hacer entender y hasta convencer irracionalmente, que el hombre está sólo. No quiero ni pensar en las consecuencias trágicas que le espera un ser humano desprovisto de la compañía de Dios.

El Evangelio siempre será una fuente o un manantial de los más elementales y óptimos valores a los que el mundo puede aspirar. Pero para eso… no vino precisamente Jesucristo.

-Vino para recordarnos que hay un Dios que nos ama con locura y que espera que en nuestros caminos le dejemos caminar junto a nosotros.

-Vino para hacernos saber que Dios perdona faltas y pecados, limitaciones y fragilidades pero que –por si lo hemos olvidado- también da a cada uno lo suyo por su única y magnánima justicia.

-Vino para recordarnos que, si somos hijos de Dios, somos hermanos y que por lo tanto estamos llamados a dar el callo a favor de la justicia y de la atención a los más necesitados.

-Vino, en definitiva, a darnos una palabra de aliento y de esperanza, de salvación y de optimismo que se sostiene en la seguridad de que hay un Dios que trasciende y deja pequeños nuestros pobres e interesados planteamientos.

Page 42: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

3.- ¿Serán muchos o pocos los que se salven? Tal vez, hoy y aquí, es el momento de clarificar conceptos. El hombre no se salva por sus obras ni Dios es tan bueno como para llegar a ser “tonto”. La cuestión es saber si en el centro de todo lo que hacemos, decimos, pensamos y construimos… vamos poniendo a Dios o nos vamos pregonando a nosotros mismos.

4- UNA BONITA FÁBULA SOBRE LA “ORACIÓN”

“La brisa y el abrigo”

En cierta ocasión hicieron una apuesta el agua, el viento y la brisa. El juego consistía en comprobar quién era el más hábil para que, un señor que caminaba todos los días por una calle, se quitara su valioso abrigo.

El viento, impetuoso, contestó: ¡yo seré quien lo consiga! Cogió fuerza y sopló sobre aquel señor que se paseaba con su flamante abrigo. Éste, al sentir el aire, agarró fuertemente con sus manos el abrigo para que no se lo llevara aquella corriente traicionera.

Al día siguiente le tocó el turno al agua. Pensó; si descargo con furia sobre este señor, no le quedará otro remedio que desprenderse del abrigo si no quiere estropearlo. Y así fue. Comenzó a llover con intensidad. Pero, el señor del abrigo, sacó un paraguas de un bolsillo y además logró cobijarse en unos porches a tiempo.

No muchos días después, entre sonrisas y burlas, le tocó el turno a la brisa. Ésta era humilde, constante en aquello que se proponía y no solía maltratar a nadie. Cuando se dio cuenta de que, aquel señor, pasaba por la calle….comenzó a ser lo que siempre quiso ser: suave brisa con un poco de calor. El señor al sentir la presencia de una brisa tan agradable se dijo: “qué bien se va por esta calle”. Y se quitó el valioso abrigo.

Así es la oración que quiere Jesús. Confiada y suave. Constante y persistente. El Señor, que no se deja ganar en generosidad, nos da todo aquello que le pedimos con una condición: que lo hagamos con delicadeza, a tiempo y destiempo pero con amor. Como la brisa lo hizo con el abrigo de aquel paseante. Y, el Señor, nos abriga con su mano, con su paz y con su presencia. Se desprende de todo lo que haga falta…cuando lo pedimos con humildad y cariño.

5.- LA SALVACIÓN DE TODOS

1. - El padecimiento del Hombre Dios en la cruz fue de tal dimensión que bien puede decirse que todos los pecados del género humano fueron saldados en ese momento. Los méritos de Jesús son infinitos, pero para que un hombre o una mujer se salven deben quererlo. La libertad humana es otro don de Dios que llega por semejanza con la mismísima divinidad y dicha libertad otorga, por un lado, un enorme merecimiento al hecho que querer salvarse y hacer lo posible para conseguirlo. Pero también la total posibilidad de oponerse al efecto liberador de la cercanía de Cristo y optar por otro camino.

Page 43: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

2.- Por todo esto son totalmente compatibles la misericordia de Dios y su justicia. Es conveniente decir, además, esto en el presente Año de la Misericordia. Y esta diatriba que, a veces, ha ocupado muchas horas en las discusiones de los teólogos, toma otra dimensión sin tenemos en cuenta con todo su valor la realidad de la libertad individual humana. Es verdad que en magnitudes "operativas" será siempre mucho más grande la misericordia de Dios que la libertad de un hombre, pero está ultima es irreductible si el ser humano lo desea así.

3.- La acción de Dios no es un narcótico. Todos hemos de aceptarla conscientemente. De ahí que el mensaje de Cristo –que se refleja en el pasaje evangélico de este 21 Domingo del Tiempo Ordinario—adquiera forma de exhortación para modificar nuestras conductas. El camino de perfección no consiste en levitar a treinta centímetros del suelo. Se trata de un análisis permanente de nuestras actitudes en función de elegir la "puerta estrecha" que significa: la entrega a los demás, una austeridad en nuestra vida que no embote los sentidos para saber con exactitud qué es lo que tenemos que hacer y, sobre todo, un continuo esfuerzo por tener presencia de Dios.

4. - Hay gentes que han elegido consecuentemente la "puerta ancha". Y no lo niegan. Saben que están en una dirección que no responde a lo que algo en su interior les ha pedido. Algunos llegan a tener la clarividencia –por supuesto negativa—de que están enfrentados a Dios. Pero la mayoría de quienes traspasan el vado amplio andan engañados. El poder del Maligno se basa en el engaño. San Ignacio de Loyola que ha sido quien mejor ha comprendido el mundo interior del creyente recomendaba siempre realizar oraciones de discernimiento para pedir a Dios que la elección fuera la adecuada. El engaño del "enemigo de natura humana" como "sub angelo lucis" –bajo el aspecto de ángel de luz—es muy frecuente. La pirámide del engaño a veces es enorme y mantiene un entramado bien tejido de engaños para mantener al pecador enredado. No suele haber –como decíamos—aceptaciones objetivas del mal. En su mayoría son pertinaces engaños. Y ahí es donde actúa la misericordia de Dios de manera más eficaz. Hay que abrir los ojos del engañado y ponerle en situación de comprender su error.

5. - Por otro lado, en su contenido de valoración histórica el fragmento de San Lucas que leemos hoy tiene un contenido de advertencia específica a los judíos contemporáneos de Jesús. El Maestro les está indicando que pueden perder la primogenitura de pueblo elegido por Dios y que otros van a alcanzar dicha posición. La rebeldía –libertad colectiva—de los paisanos contemporáneos de Jesús, impidiendo la redención pacifica, trajo dicho apartamiento y la posibilidad de que otras gentes pasaran a formar parte del pueblo elegido. Es posible que en la psicología precisa de Jesús preocupase ese factor de manera muy importante. Él se había encarnado en el seno del pueblo elegido y para salvarlo. No iba a ser así. Sin embargo, dicho comportamiento le preocupa, y mucho.

6. - La conclusión útil para este día es que somos libres para elegir el camino que queramos. Dios nos ayudará con gracias suficientes para seguir el camino que conduce a la puerta adecuada, pero nuestra libertad es insoslayable y nuestra responsabilidad también. El esfuerzo personal para nuestra salvación existe y está ahí. Para obtener –incluso para desear—el regalo de la Gracia hemos de querer obtenerlo como una opción libre de nuestra condición humana. Pero, además, deberíamos -continuamente- dirigir nuestra oración a ese magnífico planteamiento, que, además, es un alto ideal: ¡Qué todos los hombre se salven!

Page 44: ofm.org · Web viewEs necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

PRECAUCIÓN

1.- A veces caemos, mis queridos jóvenes lectores, en el error de creer que porque una cosa resulta bonita, ya es válida. Estoy pensando en las “misas bonitas”. Me propongo siempre que presido celebraciones, que, además del fruto sagrado de la Gracia, resulten interesantes, provechosas para el espíritu, que no sean aburridas. Sin pretender que se conviertan en misas divertidas. Porque de serlo puede uno vanagloriarse y creerse importante, además de pensar que Dios le debe a uno agradecer lo bien que lo ha hecho. Sin importarle, sin preguntarle si se ha obrado su buen querer.

2.- Me temo que un día, al presentarme ante Dios y contarle mi vida, me responda: en realidad no te conozco, deja pasar a los que dedicaron su vida a hacer el bien, sin sentirse famosos, sin estar satisfechos del todo, ni creerse buenos por adelantado.

3.- No busquéis misas bonitas y dejéis de asistir a la Eucaristía cuando no las encontréis. Acudid en busca de enseñanza, del alimento espiritual de la Palabra proclamada, exigencia de conversión o mejoramiento, que corresponde a la oración y el silencio aceptado y el contacto íntimo con el Señor, al recibir su Cuerpo y Sangre.

4.- Muchos desconocidos hay por el mundo que no saben cantar, ni tocar la guitarra, pero que acuden al servicio de los pobres, donde sea y mediante la organización que sea. Hay practicantes no creyentes, que valen más que los creyentes no practicantes.