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Ontología del Problema La ontología es el estudio de los seres en cuanto a la naturaleza del ser; es decir, el estudio de por qué existen cosas y por qué esas cosas se mueven. El principal problema de esta aproximación a la realidad está en la Teoría de Conocimiento, donde antes de estudiar los seres, se discuten las posibilidades que tiene el conocimiento humano para conocer lo que las cosas son en realidad, al menos en su aprehensión consciente. En este orden de ideas, un enfoque ontológico de los valores que fundamentan la práctica pedagógica de los docentes de Educación Básica, debe iniciarse en las consideraciones acerca de la razón de existir del sistema educativo en Venezuela como forma de representación de conocimiento. Ahora bien, el sistema educativo venezolano tiene la función formar individuos para la vida, que puedan defender sus derechos, deberes y obligaciones, individuos que sean honestos, solidarios, colaboradores y responsables; para lo cual es necesario la participación de padres y representantes, y de la sociedad misma que se hace cada vez más exigente. En este sentido se trata de llevar a la realidad el artículo 102 de la Constitución 1

ONTOLOGIA DEL PROBLEMA

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Ontología del Problema

La ontología es el estudio de los seres en cuanto a la naturaleza del ser; es decir,

el estudio de por qué existen cosas y por qué esas cosas se mueven. El principal

problema de esta aproximación a la realidad está en la Teoría de Conocimiento,

donde antes de estudiar los seres, se discuten las posibilidades que tiene el

conocimiento humano para conocer lo que las cosas son en realidad, al menos en su

aprehensión consciente.

En este orden de ideas, un enfoque ontológico de los valores que fundamentan la

práctica pedagógica de los docentes de Educación Básica, debe iniciarse en las

consideraciones acerca de la razón de existir del sistema educativo en Venezuela

como forma de representación de conocimiento.

Ahora bien, el sistema educativo venezolano tiene la función formar individuos

para la vida, que puedan defender sus derechos, deberes y obligaciones, individuos

que sean honestos, solidarios, colaboradores y responsables; para lo cual es necesario

la participación de padres y representantes, y de la sociedad misma que se hace cada

vez más exigente. En este sentido se trata de llevar a la realidad el artículo 102 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), el cual plantea que:

“El Estado, con la participación de las familias y la sociedad promoverá el proceso

de Educación ciudadana” (p.60).

Por lo tanto, los docentes deben estar conscientes que en su práctica educativa,

las estrategias son lo más importante en cuanto a adquirir conocimientos, habilidades

y destrezas que deben crearse según las necesidades e intereses y realidad del

educando; ya que la mayoría de los problemas encontrados en las instituciones

educativas referentes a la calidad de la educación se debe casi siempre por las

deficiencias formativas y/o de actualización de los docentes.

Además aun cuando los docentes diseñan las estrategias didácticas para ser

ejecutadas en el aula, en diferentes áreas y en todos los niveles, la realidad indica que

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los recursos disponibles han sido insuficientes para atender las necesidades, de los

educandos.

En este sentido, cabe señalar que el Nuevo Modelo de Educación

Revolucionaria (2005) dispone que los valores básicos para la vida y para la

convivencia han de plantearse y desarrollarse de forma transversal en todas las áreas

académicas de forma integral. Con ello, se refiere al hecho de que la creación de esta

ontología ha estado enfocada a la realización de una tarea concreta, dentro de un

ámbito bien definido y diseñada para trabajar de forma conjunta con unas

herramientas determinadas.

En efecto, el Nuevo Modelo de Educación Revolucionaria (ob. cit) plantea que:

La formación de un (a) nuevo (a) republicano (a) bolivariano(a) requiere la incorporación de un nuevo tipo de contenido curricular, particularmente referido al desarrollo de competencias y valores que reclaman el desempeño productivo y el desempeño ciudadano. Las nuevas competencias (capacidad de trabajar en equipo, de resolver problemas, de experimentar, de interactuar con el diferente, entre otras.) y los valores propios de la formación ciudadana (solidaridad, tolerancia, respeto a los derechos humanos) no se enseñan necesariamente a través de contenidos de una disciplina sino a través de modalidades transversales que exigen también una modificación profunda en la organización curricular y en las modalidades de trabajo de los (as) profesores (as) (p. 28).

En consecuencia, el proceso educativo debe ser una verdadera acción humana

que se haga cada vez más sensible, crítica y creativa, formando individuos capaces de

elegir y participar en la toma de decisiones con plena responsabilidad en la

construcción de un mañana muy bien equilibrado y seguro.

Cabe señalar que la Educación Básica tiene como principio que los educandos

desarrollen sus capacidades de participación prestando una mejor atención y

haciéndose conscientes de la transformación social, para lo que es necesario

desarrollar una actividad aplicada a resolver cualquier problemática encontrada,

dentro o fuera de la institución.

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En otras palabras, se quiere lograr una total atención del alumno para desarrollar

cooperación, solidaridad, responsabilidad, honestidad, respeto, entre otros, y obtener

así resultados que contribuyan a la adquisición, razonamiento y evolución de los

valores morales buscando así fortalecer a una sociedad quebrantada por causas

externas como las creaciones tecnológicas y los medios de comunicación, por esta

razón la escuela presenta procedimientos para especificar el desarrollo de actitudes

que hagan posible la recuperación de los mismos, por lo que cada vez más se hace

énfasis en esa función del educador, al momento de crear conciencia en sus

educandos haciendo posible la existencia de una forma diferente de apreciar la vida.

Por lo tanto es función del docente utilizar didácticas que solventen este tipo de

problema de evaluación que permitan medir en su dimensión concreta cualidades

intrínsecas de los alumnos como lo son los valores. Sin embargo, el hecho de que sea

una ontología situada no impide que la cobertura de conceptos generales sea

extensiva a la dimensión valorativa que quieren generar e internalizar en los

discentes.

Al respecto, Ibáñez (2000) señala:

Una de las dimensiones, sin duda, más complejas, respecto a la evaluación, es la que se refiere a cómo evaluar los aprendizajes de los alumnos y las alumnas en el ámbito del desarrollo de su "conciencia moral", es decir, en el de la adquisición e interiorización de los valores y las actitudes (p. 109).

En este sentido, con el propósito fundamental de proponer las estrategias

didácticas en valores, esta investigación se plantea identificar los rasgos

característicos de la educación moral o educación en los valores; rasgos que ofrecen

los indicadores básicos sobre los que orientan en ese ámbito.

Ciertamente, los valores morales constituyen lo que Becerra (2005) califica

como “los grandes horizontes de felicidad o los ideales de vida que cada sujeto va

descubriendo e integrando en sí mismo a lo largo del proceso de desarrollo de su

personalidad” (p. 71); son, en consecuencia "marcos referenciales" o "principios

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guía" a partir de los cuales las personas orientan y construyen su modo de pensar y de

comportarse en el mundo y en relación con los demás.

Por consiguiente, la educación en los valores responde a un proceso de

descubrimiento y de interiorización que es lento y progresivo. Los valores en ningún

caso se adquieren de forma inmediata; su construcción o su elaboración es algo que el

ser humano va gestando, poco a poco, a lo largo de todo el desarrollo de su

personalidad.

En este sentido, Haydon (2008) señala que aun cuando pareciera ser que el papel

de los valores en la educación contemporánea es limitado y en segundo plano porque

predominan las consideraciones relacionadas con la gestión, el financiamiento, las

competencias, las destrezas, los objetivos y las evaluaciones; es posible encontrar en

los diseños curriculares evidencias de la preocupación de los planificadores y teóricos

educacionales por incluir el tema del rol que debe asumir la escuela con respecto al

estado moral de la nación. El problema es que este aspecto es desarrollado a un nivel

filosófico y epistemológico, bastante alejado del lenguaje y la forma en que se

presentan los dilemas valorativos en el día a día de las instituciones educativas.

En consecuencia, se conforma una matriz de opinión donde se afirma que la

preocupación por los valores en la educación, por regla general, es ontológica y

dialéctica, bastante alejada de la realidad cotidiana y orientada a un deber ser siempre

inasible y lejano.

No obstante, sostiene Vegas (2008), esta impresión sería superficial, generada

en parte por el lenguaje que se utilizan en los diseños curriculares y planes

educativos: donde no existe una referencia explícita a los valores, pero los mismos se

encuentran subyacentes en los objetivos y dimensiones que orientan el acto

educacional.

Pero, los valores tampoco son impresiones subjetivas. Esto parece

contradictorio. Parece que haya un dilema férreo que obliga a optar entre cosas e

impresiones subjetivas. Parece como si se obligase a elegir entre dos constructos

dicotómicos: o los valores son cosas, o los valores son impresiones subjetivas.

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A este respecto, Pardo (2009), afirma que “no es válido decir ni hacer ninguna

de esas dos afirmaciones, porque en realidad son formas de representación de un

conocimiento al que le otorgamos una carga subjetiva, por lo que pareciese que

hubiese llegado nuestra ontología de los valores a un callejón sin salida” (p. 335).

Sin embargo, no hay tal callejón sin salida. Lo que hay es que esta misma

dificultad, este mismo muro de conocimiento ofrece la solución del problema. El

dilema es falso. No es válida la dicotomía asignada a los valores de ser cosa y ser

impresión subjetiva; porque no son ni cosas ni impresiones subjetivas, porque los

valores no son, porque los valores no tienen esa categoría, que tienen los objetos

reales y los objetos ideales, esa primera categoría del ser.

En efecto, los valores no son; y como quiera que no son, no hay posibilidad de

que tenga validez el dilema entre ser cosas y ser impresiones. Ni cosas ni

impresiones. Las cosas son; las impresiones también son. Pero los valores no son. En

este sentido, Lotze (citado por Dávila, 2009), sostiene que “ la palabra exacta, el

término exacto es que los valores no son, sino que valen” (p. 182). Ciertamente, una

cosa es valer y otra cosa es ser. Cuando se afirma que algo vale, esta aseveración no

se relaciona con su ser, sólo quiere decir que no es indiferente. La no-indiferencia

constituye esta variedad ontológica que contrapone el valer al ser. La no-indiferencia

es la esencia del valer.

Más concretamente, con referencia al tiempo y al ámbito escolar, la educación

en los valores básicos para la vida y para la convivencia debe ser considerada como

una acción global, comunitaria, lenta y progresiva. Una acción que se va

desarrollando a través de los descubrimientos y de las tareas propuestas a los alumnos

y a las alumnas y, muy especialmente, a través de los modos de relacionarse, de

convivir y de trabajar que se vayan explicitando dentro de la Comunidad Educativa.

Es por ello que la evaluación de los valores obliga al conocimiento de variantes

realmente funcionales dentro de una comunidad en el ámbito socio – natural

concibiéndose como base fundamental dentro de la concepción del mundo en un

contexto social.

En este sentido Rojas (2010), señala que:

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…se ha determinado que, en el aula de la Tercera Etapa de Educación Básica en el Liceo Bolivariano El Ujano del Municipio Iribarren Estado Lara, existe una gran deficiencia o inexistencia en cuanto a atención y valores en los niños lo que amerita el uso de estrategias didácticas – creativas para inculcar y desarrollar esos valores además de motivar para una mejor y total atención al docente en el proceso enseñanza – aprendizaje en todas las áreas académicas (Marbella de Rojas, Docente del Primer Grado de Educación Básica en la Unidad Educativa Nacional Aquilino Juárez de la Parroquia Santa Rosa, entrevista concedida a la investigadora, 22 de marzo de 2010).

Por ello, la presente investigación centra su atención en la evaluación de las

actitudes y de los comportamientos manifestados por los alumnos y las alumnas a lo

largo del proceso de enseñanza y aprendizaje; en la evaluación del nivel de

integración y puesta en práctica de las normas, hábitos o patrones de conducta

expresados en situaciones concretas; actitudes y normas a través de las cuales se van

estructurando y manifestando los valores, dirigido a la conformación de la

personalidad de los graduandos con características que la Constitución de la

República Bolivariana (1999) y la Ley Orgánica de Educación (2009), establecen.

Sin embargo, sostiene Bracho (2009), ¨la praxis educativa ha revelado que la

educación se ha despreocupado en cuanto a la atención de los valores propios de la

formación ciudadana´ (p. 71). Es decir, en el aula no se desarrolla con suficiencia la

dimensión valorativa de los educandos.

Efectivamente, la transmisión de los valores que deben fundamentar a la

sociedad se deja en manos de unos docentes que se presumen competentes

cognoscitiva y operacionalmente, para promover el desarrollo de una dimensión

valorativa en sus discentes; o al menos, enseñar con su ejemplo de vida.

Es así como en la Tercera Etapa de Educación Básica en el Liceo Bolivariano El

Ujano, la docente en su observación a los niños, durante las actividades diarias en el

aula, menciona que dentro del grupo se presentan conflictos o problemas que

ocasionan como resultado un ambiente carente de valores importantísimos y

necesarios para convivir de la forma más saludable. Los valores que están en

conflicto según Rojas (2010), son: ¨la solidaridad, la responsabilidad y la justicia¨.

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En este orden de ideas, dada la importancia del tema de reforzar y desarrollar los

valores, la presente investigación aborda el diagnóstico en el área afectiva –

emocional vinculada con la atención, amistad, compañerismo, solidaridad, tolerancia

y comprensión, cómo esa herramienta de evaluación de las actitudes y de los valores

morales.

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Epistemología del Problema

La epistemología se ocupa de la definición del saber y de los conceptos

relacionados, de las fuentes, los criterios, los tipos de conocimiento posible y el grado

con el que cada uno resulta cierto; así como la relación exacta entre el que conoce y el

objeto conocido. Por ello, el hombre es el resultado de su interrelación dialéctica con

el entorno natural, social y cultural en un sistema de producción determinado,

interacción básicamente mediada por su conciencia, aunque también influida por los

procesos inconscientes.

En efecto, la personalidad es valorada como el fruto de la modelación durante

dicha interacción, de sus características constitucionales así como de la incorporación

de otras, gracias a mecanismos de aprendizaje condicionados, instrumentales e

imitativos que operan sobre todo a partir de relaciones interpersonales significativas

establecidas en el hogar, la escuela, el centro laboral y el resto del entorno en el

contexto de un sistema de producción social específico. Se delimita así un conjunto

estructurado que consiste en características biopsicosociales culturales y espirituales

que se establecen y se expresan durante la interacción sujeto-medio y que delimitan

en esencia sus particularidades como individuos.

Desde esta perspectiva, la captación de valores ofrece el mejor ejemplo de

conocimiento holístico que ofrece el enfoque epistemológico de un ser humano (esto

es un conocimiento sensible o de primer nivel). Así, es posible captar el concepto de

hombre y definirlo (esto es un conocimiento conceptual o de segundo nivel). Pero

además, se puede vislumbrar el valor de este hombre en concreto dentro de su

familia, entorno, ciudad o patria. Esto es un conocimiento holístico o de tercer nivel.

Sin embargo, parece que una sociedad plural y liberal como la actual, necesita

un elevado nivel de tolerancia de todos sus miembros, y eso significa que ha de

esperar la aceptación de las diferencias de conducta y de creencias morales, no sólo

de los liberales o anárquicos que haya en su seno, sino también de quienes no

consideran que ésta sea una virtud por derecho propio.

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Desde esta punto de vista, Bracho (2009), se pregunta qué tiene de malo la

moralidad, si la misma es un elemento del control social, como conjunto de prácticas,

actitudes y valores destinados a mantener el orden establecido de una forma coactiva

por intermedio de las normas sociales, las instituciones, la religión, las leyes, las

jerarquías, los medios de represión, los medios de comunicación y la propaganda, los

comportamientos generalmente aceptados, usos , costumbres y las leyes.

De tal manera, que la ontología de los valores en el hecho educativo consiste en

una serie de demandas que proceden de la sociedad misma. Un constructo consistente

con la idea de que la moralidad es un sistema que los individuos no controlan, pero

que trata de controlarlos. Por ello, la dimensión valorativa supone un tipo particular

de motivación, una sensación de estar atado por unas reglas que no son propias del

sujeto, con la posibilidad de sentirse culpable si se va en contra de tales restricciones.

Por consiguiente, como justificación de esta investigación se considera el

proceso de estructuración de la personalidad, que comienza en el momento de la

fecundación y termina solo con la muerte, es la incorporación y reforzamiento de

valores, cuya expresión será matizada por el desarrollo filosófico, profesional,

político-ideológico, cultural y espiritual alcanzado. La relevancia de estos valores

para garantizar el cumplimiento exitoso de la gestión de los integrantes del equipo de

salud, tanto en sus niveles profesional y técnico como en el administrativo y auxiliar,

radica en que su desarrollo es, en nuestro criterio, la tarea fundamental para superar la

actual tendencia universal a la deshumanización de la medicina.

Ahora bien, la educación implica un proceso de socialización orientado a lograr

la formación de un individuo con conocimientos, habilidades y sobre todo con valores

que propicien su integración y convivencia en la sociedad. De esta forma la

educación entre sus fines busca la formación de un hombre nuevo, con valores y

principios éticos-morales de honestidad, solidaridad, paz, convivencia, justicia,

libertad, responsabilidad, amor; como vía para propiciar el mejoramiento del

educando mediante su desarrollo personal y social.

En este sentido, se justifica la educación en valores como una necesidad de dar

respuestas efectivas y realistas al proceso de transformación de la educación; ya que

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la misma no debe enfocarse solamente al aspecto cognoscitivo, sino que debe llegar a

ser un proceso formativo integral que fortalezca la convivencia, a través de

experiencias propiciadoras de la interacción entre el reflexionar y al actuar dentro de

un contexto compartido.

Esta dimensión del proceso educativo, adquieren sustento en los preceptos

psicológicos y epistemológicos del enfoque histórico–cultural de Vigotsky, a partir

del cual los valores se cimientan y estructuran en la práctica desde la óptica de las

condiciones históricas, naturales y socioculturales que los proyectan. Es en esta

realidad, espacial y temporalmente definida, en la cual los valores operan como

elementos de regulación e interacción social, que orientan el comportamiento de

individuos, grupos y sociedades en diferentes propensiones: interpersonal,

sociopolítico y medioambiental.

Por consiguiente, la transformación del sistema educativo responde a las

exigencias y mandatos establecidos en las leyes y reglamentos, en los cuales se

expresa la necesidad imperante y concreta de educar en valores, para solucionar los

diversos problemas morales que confronta actualmente la sociedad. Entre dichos

documentos se encuentran los siguientes: La Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela (1999). IX Plan de la Nación (1995), Ley Orgánica de

Educación (2009). Plan Decenal de Educación (2004-2014) y el modelo estructural

curricular para el nivel de Educación Básica (2005), en el cual el Ministerio del Poder

Popular para la Educación establece la promoción de valores como eje fundamental

que debe impregnar y recorrer transversalmente todo el proceso de enseñanza y

aprendizaje; enfatizando la importancia de aprender a aprender.

De esta manera la presente investigación tiene como objetivo generar aportes

significativos que contribuyan al logro de los cambios implementados en el nuevo

paradigma de educación. De allí que se considera importante abordar la realidad

inmersa en resaltar la importancia de los valores morales en los estudiantes Tercera

Etapa de Educación Básica en el Liceo Bolivariano El Ujano, a fin de elaborar un

cuerpo de estrategias didácticas que permitan la formación y desarrollo de valores

morales en los mismos.

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Axiología del Problema

Los valores como significaciones socialmente positivas que sustentan la

dimensión axiológica de la educación serán siempre una perspectiva de interés para

aquellos que conciben la formación integral de los factores humanos como encargo

social fundamental de las instituciones educativas.

Por lo tanto, cuando la educación fundamentad en valores es asumida como un

proceso formativo integral y su concreción se advierte en el entorno multidimensional

de la instrucción, la educación y el desarrollo; los valores adquieren tal magnitud que

pueden considerarse importantes bases socio filosóficas de la educación

Cabe señalar, que en todo individuo la conexión entre deber e interés se produce

por la interacción entre su ética personal y los criterios que caracterizan la dimensión

valorativa de la moral colectiva. De tal modo, que lo que trasciende al sujeto es su

sentido de pertenencia a una forma de organización supernumeraria, que Kant (citado

por Tellez, 2009), denomina “El Estado; esto es, el orden que nace como pacto civil

de los ciudadanos que deciden agruparse para obedecer normas comunes” (p. 116).

Desde esta perspectiva, Bracho (2009), señala que “surge el Estado de Derecho

como evolución natural del imperio de las reglas colectivas sobre los valores

individuales” (p. 88). Es precisamente, esta noción la que da origen a la actual

concepción del poder de los derechos y libertades individuales constreñidos a las

demarcaciones geográficas, de la autonomía del poder político, de la necesaria

coacción de la ley.

En ese sentido, el Estado es considerado por Noveli (2008), como “ el nexo de

unión de la síntesis entre lo subjetivo de los valores y lo objetivo de las leyes que

dirigen la acción de cada uno de sus elementos: Población, territorio y poder político”

(p. 33).

De tal modo, que el Estado es la entelequia a la que recurren los individuos para

establecer un orden social, político y jurídico dirigido a la procura del bien común,

donde se le otorga poder a una autoridad para que haga cumplir las reglas que una

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agrupación humada determinada, pobladora de un espacio físico, considera necesarias

para la consecución del bienestar y la paz social; esto es, el normal desenvolvimiento

de las relaciones colectivas y personales.

Para ello, los detentores del poder político otorgado al Estado, han elaborado su

concepción del bien común y la paz social, en base a unos principios garantizadores

de los derechos individuales que actúan como límite a la actuación punitiva del

Estado tanto en el momento previo a la elaboración de la ley como en el proceso de

aplicación de la misma.

A este respecto, Terán (2009), señala que “los sujetos que han representado al

poder político han utilizado al Derecho como herramienta para obligar a los

individuos a respetar el estatus del grupo social al pertenecían ya para torcer las

situaciones y circunstancias a favor de sus intereses” (p. 71).

En este contexto, ante la incapacidad de la estructura social de control, como es

el Estado organizado, de proveer a la población que lo conforma, lo necesario para

lograr las metas del bienestar y la paz social, queda obsoleta en la función de

favorecer la solidaridad de sus miembros, por lo que se produce una asimetría entre

sus miembros que lleva al incumplimiento de la ley por falta de los referidos valores

normativos. Así, el delito es el resultado de la inadaptación del individuo a la cultura

de la legalidad, una conducta que puede perjudicar a la colectividad, en su condición

de acción ilícita penal cometida contra la sociedad.

En este orden de ideas, la ley penal, afirma Prado (2009), “ha representado el

látigo de los diferentes elementos que han dominado el aparato organizativo de una

sociedad determinada” (p. 227). Así, con el propósito de frenar la intención de

algunos individuos de subvertir el orden legal, las instituciones del Estado han

intentado racionalizar el Derecho con el objeto de que su aplicación responda a

necesidades circunscritas al mantenimiento de las condiciones mínimas de

subsistencia y desarrollo de la paz social.

Cabe señalar, que existe un consenso de que la educación, con la multiplicidad

de métodos, procedimientos, actividades y núcleos teórico-metodológicos que la

sustentan, está inmersa y fundamentada en un sistema de valores. Este es un juicio

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firmemente establecido por la teoría y la praxis educacionales. Tal correspondencia es

apreciable en el plano del cambio educativo como agente causal o resultante de la

variabilidad axiológica, o sea, el cambio que se produce en cualquier dimensión del

proceso pedagógico engendra ineluctablemente una variación valorativa y, en sentido

contrario, cualquier cambio operado en el sistema de valores, genera modificaciones

en la naturaleza del sistema educativo.

Al respecto, Ortega (2008), sostiene que “Esta relación es perceptible en el

conjunto de aspectos que conforman la realidad educacional, cuya progresión al

perfeccionamiento proyecta la necesidad de mantener control y estímulo sobre el

orden valoral que cimienta la estructura del sistema” (p. 40). Esta interactividad,

desde las perspectivas de su estudio y fundamentación educativa, puede plantearse

desde tres concepciones distintas.

1-La primera, consistente en la asunción de que no son las acciones educativas

en cuanto tales, ni la educación conceptualmente formulada, las que merecen una

estimación de valor. Su repercusión axiológica depende de su instrumentalidad; esta

proposición de naturaleza pragmática denota que el valor de la educación radica en

que propicie el resultado deseado, en que sea útil para el cumplimiento de los

objetivos planteados.

2-La segunda plantea que los valores en la educación tienen sus raíces en su

esencia perfectible y optimizable, fenómeno que en la práctica educativa ofrece la

posibilidad de impugnar los códigos axiológicos existentes y, en esta contrastación,

establecer normativas valorales y juicios de valor más cercanos a la realidad

educativa.

Esta perspectiva aduce que si la educación es optimización, su función práctica

se resume en concretar o actualizar valores mediante un sistema de regulación que, a

juicio de Sarvisens(2009), haga óptimo el sistema: “cuando la diferencia entre el

valor real de su acción efectiva y el valor ideal de su objetivo o nivel de actuación

tiende a desaparecer (tiende a cero)” (p. 73).

3-La tercera concepción refiere la implicación de lo educativo con el sistema de

valores que tipifica la realidad sociocultural, lo que infiere el valor educacional de

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proyectar estas cualidades como vía para lograr la regulación social, el

comportamiento formal y la conducta personal, mediante el conocimiento y la

práctica de normas que establecen los hombres en la sociedad, recursos para mantener

el equilibrio entre el universo cultural, el orden social, los requerimientos naturales y

la expresión del individuo como ser social.

El estudio de estas concepciones evidencia, independientemente de sus

perspectivas de análisis, que en el espectro pedagógico los valores constituyen un

componente esencial de la educación. Esto se refuerza con la asunción de que toda

acción educativa presupone y evidencia una ética, escoge o rechaza ciertos valores,

representa una elección valorativa y denota las pretensiones axiológicas de su

ejecución; además, en el orden gnoseológico, la función educacional denota su

prospección formativa, sustentada en los recursos inalienables que brinda el sistema

de valores imperante.

En consecuencia, la educación ha de tener en cuenta la existencia de una

pluralidad de valores y, por tanto, no debe descuidar el hecho de que pueda darse un

conflicto entre valores, puesto que a menudo, son los valores la génesis del conflicto

entre las personas.

Por consiguiente, en un contexto donde se le otorgue una carga positiva a evitar

los conflictos, es necesario revisar a fondo si la educación puede preparar a las

personas para vivir en una sociedad en la que estén en juego valores diferentes que en

sí mismos son generadores de disyuntivas, así como la comprensión de cómo puede

incluirse la dimensión valorativa en la solución del problema.

En este sentido, Haydon sostiene que no es probable que un mundo carente de

moralidad sea un mundo con menos conflictos globales; pero, tomando en cuenta al

modelo hobbesiano, destaca que debido a las características de la condición humana,

proclives al conflicto, son de índole general y universal, no personal, el tipo de

moralidad que se contempla como remedio también debe ser universal.

Por consiguiente, es fundamental que todos los seres humanos se comprometan

con base a una dimensión valorativa, coordinando acciones con otros como base para

producir cualquier tipo de cambio. Tiene que ver con la posibilidad de crear nuevas

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prácticas en la manera de hacer y nuevas interpretaciones en la manera de pensar de

forma de hacer que las acciones sean consistentes con esa nueva realidad que se desea

crear.

Sin embargo, parece que una sociedad plural y liberal como la actual, necesita

un elevado nivel de tolerancia de todos sus miembros, y eso significa que ha de

esperar la aceptación de las diferencias de conducta y de creencias morales, no sólo

de los liberales o anárquicos que haya en su seno, sino también de quienes no

consideran que ésta sea una virtud por derecho propio.

Desde esta punto de vista, Nolasco (2009), se pregunta qué tiene de malo la

moralidad, si la misma es un elemento del control social, como conjunto de prácticas,

actitudes y valores destinados a mantener el orden establecido de una forma coactiva

por intermedio de las normas sociales, las instituciones, la religión, las leyes, las

jerarquías, los medios de represión, los medios de comunicación y la propaganda, los

comportamientos generalmente aceptados, usos , costumbres y las leyes.

De tal manera, que en el hecho educativo, la axiología se traduce en una serie

de demandas que proceden de la sociedad misma. Un constructo consistente con la

idea de que la moralidad es un sistema que los individuos no controlan, pero que trata

de controlarlos. Por ello, la dimensión valorativa supone un tipo particular de

motivación, una sensación de estar atado por unas reglas que no son propias del

sujeto, con la posibilidad de sentirse culpable si se va en contra de tales restricciones.

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