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    Resumen

    La investigacin sobre el sentido y la historia del espacio pblico y la opinin pblicaha sido una parte muy importante de la obra de Habermas. Desde sus primeros trabajos hastaFacticidad y validez, vincula la dinmica del mundo simblico a la interaccin comunica-tiva, generadora de opinin, consenso, voluntad comn y acciones cooperativas frente alos conflictos sociales. El conocimiento y la crtica de la concepcin de Hannah Arendt ha

    modelado en gran medida su propia posicin, y por ello se tiene en cuenta en este texto.Finalmente, se muestra el carcter fundamental del espacio de la opinin pblica en elmodelo de Estado de derecho y de poltica deliberativa propuesto por este autor.

    Palabras clave: espacio pblico, opinin pblica, accin comunicativa, poltica delibera-tiva, Habermas, Arendt.

    Abstract. Public opinion in Habermas

    The enquiry on the meaning and the history of public sphere and the public opinion

    had been one very important aim of Habermass work. From his earliest papers to Faktizittund Geltung, the author links the dinamic of the symbolic world and communicative inter-action, which generate opinion, consensus, common will and co-operative actions in theface of social conflicts. His knowledge and critique of Hannah Arendts concept has large-ly shaped his own position, and has therefore been taken into account in this text. Finally,the writing expounds the fundamental nature of the public sphere in the model of the ruleof Law and deliberative politics proposed by the author.

    Key words: public sphere, public opinion, communicative action, deliberative politics,Habermas, Arendt.

    Anlisi 26, 2001 51-70

    La opinin pblica en Habermas

    Margarita Boladeras CucurellaUniversitat de Barcelona. Facultat de FilosofiaBaldiri Reixac, s/n. 08028 [email protected]

    Sumario

    1. Qu significa opinin pblica?

    2. La posicin de Hannah Arendt

    3. La concepcin de Habermas

    4. La crtica de Habermas a Arendt

    5. Opinin pblica en Facticidady validez

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    1. Qu significa opinin pblica?

    El trmino opinin pblica tiene sentidos e implicaciones que suelen escapara las consideraciones poco reflexivas; los anlisis llevados a cabo por autores

    como Habermas muestran la diversidad de fenmenos aludidos por dichaexpresin, as como su estrecha relacin con la dinmica del poder y de losprocesos polticos, de una manera mucho menos obvia y ms compleja de loque suele pensarse.

    La sociologa emprica que se ocupa de estos temas emplea mtodos cuanti-tativos y estadsticos con los que se delimita la realidad en funcin de los par-metros de medida accesibles desde este tipo de metodologa. Sin embargo, esobvio que no se pueden confundir estos lmites con la amplia y densa trama del

    espacio pblico y de la multiplicidad de intercambios que se producen en l. Lavida humana siempre ha dependido en gran medida de las caractersticas de estembito, y en la actualidad su papel dominante se ha incrementado hasta lmi-tes insospechados; es un grave error conformarse con una interpretacin reduc-cionista de los elementos que lo componen y de su proyeccin de futuro.

    Desde los inicios de su obra Habermas se interes por la investigacin sobreel espacio pblico (ffentlichkeit) y la opinin pblica (ffentliche Meinung). Suobra Historia y crtica de la opinin pblica1 apareci en 1962 y en ella resue-

    nan las voces de otros autores que pocos aos antes hicieron aportaciones rele-vantes: Hannah Arendt2, Lazarsfeld/Katz3, Berelson/Janowitz4, Steinberg5Kirschner6, Plessner7, Hofsttter8, Mills9, etctera., as como de predecesoresms lejanos como Tnnies10 y E. Manheim11.

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    1. J. HABERMAS, Historia y crtica de la opinin pblica. La transformacin estructural de la vidapblica. Barcelona: G. Gili, 1981 (edicin original: Strukturwandel der ffentlichkeit.Untersuchungen zu einer Kategorie der brgerlichen Gesellschaft. Neuwied: Luchterhand V.,

    1962; nueva edicin con un largo prlogo en Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1990).2. H. ARENDT, The Human Condition. Chicago: The University of Chicago Press, 1958; ver-sin castellana: La condicin humana. Barcelona: Paids, 1993.

    3. LAZARSFELD; KATZ, Personal Influence. Glencoe, 1955. Versin castellana: La influencia per-sonal. Barcelona: Ed. Hispano Europea, 1979.

    4. BERELSON; JANOWITZ, Public Opinion and Communication. Glencoe, Ill., 1950; 2 ed.,Nueva York: The Free Press, 1966.

    5. Ch. S. STEINBERG, The Mass Communicators. Nueva York, 1958. Versin castellana: Losmedios de comunicacin social. Mxico: Ed. Roble, 1969.

    6. KIRSCHNER, Beitrge zur Geschichte des Begriffs ffentlich und ffentliches Recht. Gotinga, 1949.

    7. H. PLESSNER, Das Problem der ffentlichkeit un die Idee der Entfremdung. Gotinga:Vandenhoeck und Ruprecht, 1960.8. P. R. HOFSTTTER, Psychologie der ffentlichen Meinung. Viena, 1949. Versin castellana:

    Psicologa social. Mxico: UTEHA, 1953.9. C. W. MILLS, Power Elite. Nueva York: Oxford Un. Press, 1956. Versin castellana: La lite

    del poder. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1975.10. F. TNNIES, Kritik der ffentlichen Meinung. Berln: J. Springer, 1922.11. E. MANHEIM, Die Trger der ffentlichen Meinung. Munich, 1923; Brunn: Rohrer, 1933.

    Versin castellana: La opinin pblica. Madrid: Ed. Rev. Derecho Privado, 1936. El autorms famoso, K. MANNHEIM, public en 1950 Freedom, Power and Democratic Planning. Nueva

    York. Versin castellana: Libertad, poder y planificacin democrtica. Mxico: FCE, 1953.

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    En los aos setenta y ochenta articul su teora de la accin comunicati-va, en la que presenta la discusin pblica como la nica posibilidad de supe-rar los conflictos sociales, gracias a la bsqueda de consensos que permitan el

    acuerdo y la cooperacin a pesar de los disensos. Luego, ha vuelto a tratarampliamente la cuestin de la opinin pblica, porque la considera una piezaclave de su propuesta de poltica deliberativa, una alternativa para superar losdficits democrticos de las polticas contemporneas. En Facticidad y validez(publicada en alemn en 1992) lleva a cabo una investigacin sobre la relacinentre hechos sociales, normatividad y poltica democrtica; el espacio pblicose presenta como el lugar de surgimiento de la opinin pblica, que puede sermanipulada y deformada, pero que constituye el eje de la cohesin social, dela construccin y legitimacin (o deslegitimacin) poltica. Las libertades indi-viduales y polticas dependen de la dinmica que se suscite en dicho espaciopblico.

    En uno de sus primeros escritos, Habermas delimita el concepto de opi-nin pblica con relacin al espacio pblico:

    Por espacio pblico entendemos un mbito de nuestra vida social, en el quese puede construir algo as como opinin pblica. La entrada est fundamen-talmente abierta a todos los ciudadanos. En cada conversacin en la que los

    individuos privados se renen como pblico se constituye una porcin de espa-cio pblico. [...] Los ciudadanos se comportan como pblico, cuando se re-nen y conciertan libremente, sin presiones y con la garanta de poder manifestary publicar libremente su opinin, sobre las oportunidades de actuar segnintereses generales. En los casos de un pblico amplio, esta comunicacinrequiere medios precisos de transferencia e influencia: peridicos y revistas,radio y televisin son hoy tales medios del espacio pblico.12

    Aqu se hace hincapi en el carcter constitutivo de cualquier grupo de di-

    logo y de todo tipo de pblico en la formacin de la trama de lo pblico y enla generacin de opinin en torno a cuestiones muy diversas en las que dis-tintas personas pueden tener intereses comunes. En este sentido, no es un espa-cio poltico sino ciudadano, civil, del mundo de la vida y no de undeterminado sistema o estructura social.

    Sin embargo, es evidente la importancia poltica de este campo de juegosocial. El texto mencionado contina:

    Hablamos de espacio pblico poltico, distinguindolo del literario, cuandolas discusiones pblicas tienen que ver con objetos que dependen de la praxisdel estado. El poder del estado es tambin el contratante del espacio pblico pol-tico, pero no su parte. Ciertamente, rige como poder pblico, pero antetodo necesita el atributo de la publicidad para su tarea, lo pblico, es decir,cuidar del bien general de todos los sujetos de derecho. Precisamente, cuan-

    La opinin pblica en Habermas Anlisi 26, 2001 53

    12. J. HABERMAS, ffentlichkeit (ein Lexikonartikel) 1964, reed. en Kultur und Kritik.

    Francfort a.M.: Suhrkamp, 1973, p. 61.

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    do el ejercicio del dominio poltico se subordina efectivamente a la demandapblica democrtica, logra el espacio pblico poltico una influencia institucionalen el gobierno por la va del cuerpo legislativo. El ttulo opinin pblicatiene que ver con tareas de crtica y de control, que el pblico de los ciudada-nos de un estado ejercen de manera informal (y tambin de manera formal enlas elecciones peridicas) frente al dominio estatalmente organizado.13

    2. La posicin de Hannah Arendt

    Los acuerdos y las discrepancias de Habermas y Arendt nos ayudan a profun-dizar en l y a comprender la ntima relacin que existe entre la concepcinde lo que es la opinin pblica y la dinmica poltica.

    En Historia y crtica de la opinin pblica, Habermas retiene ideas queHannah Arendt haba expuesto de manera vigorosa en el captulo II de Lacondicin humana, dedicado a La esfera pblica y la privada.

    Hannah Arendt hace especial nfasis en el cambio radical que supone lamodernidad respecto de pocas anteriores, por la manera de concebir lo privado,lo pblico, lo poltico y lo social. En la Grecia clsica lo pblico es lo polti-co, el espacio comn de actividades humanas de trascendencia histrica, com-partidas por los hombres libres (liberados de las necesidades y contingencias

    del quehacer diario y de la esclavitud del trabajo vinculado a dichas necesida-des); lo privado se concibe referido a un dueo y seor, que tiene su espaciovital particular, habitado por seres (cosas, animales y personas) que dependende l y que estn privados tanto de derechos polticos como de proyeccinsocial. En la poca moderna, los derechos polticos se universalizan y la pers-pectiva social penetra en todos los mbitos de la vida; surge asimismo un nuevoconcepto de privacidad, restringido a la intimidad, que se contrapone no sloa la esfera de la publicidad, sino tambin a la esfera social (a pesar de su depen-

    dencia de ella). Las tesis arendtianas son:1) La poca moderna lleva a cabo la extincin de las esferas pblica y privada,

    en sus delimitaciones tradicionales, y las subsume en la esfera de lo social.2) Esta esfera social surge de un doble movimiento: la transformacin del

    inters privado por la propiedad privada en un inters pblico y la con-versin de lo pblico en una funcin de los procesos de creacin de rique-za, siendo sta el nico inters comn que queda.

    3) Sin embargo, este inters comn no crea espacios de significacin vitalcompartida, sino que sirve al mero incremento de la acumulacin de capi-tales. Lo que hace tan difcil de soportar a la sociedad de masas no es elnmero de personas, o al menos no de manera fundamental, sino el hechode que entre ellas el mundo ha perdido su poder para agruparlas, relacio-narlas y separarlas.14

    54 Anlisi 26, 2001 Margarita Boladeras Cucurella

    13. bid., p. 61-62.

    14. Hannah ARENDT, La condicin humana, op. cit., p. 62.

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    En la poca medieval, la contraposicin entrepublicusyprivatusprovienede una distincin del derecho romano, desdibujada con el tiempo. Tambinen la vieja tradicin jurdica germnica se cuenta con la diferenciacingemein-

    lich ysunderlich (comn y particular), que adquiere relevancia en el mundofeudal.A mediados del sigloXVI se encuentra el trminoprivatdel alemn, derivado

    del latnprivatus, con un sentido similar al que se atribuye aprivateen inglsopriven francs: sin oficio pblico, sin ocupar cargo pblico o posicin ofi-cial, sin empleo relacionado con los asuntos pblicos, en otras palabras, exclu-sin de la esfera del aparato estatal. Lo privado se contrapone a lo comn y alo estatal; la oposicin entre inters comn e inters privado o particular con-fiere autoridad al Estado absoluto como garante de aquel inters comn. Lapublicidad y el pblico se circunscriben al mbito del poder poltico y de laspersonas pblicas, es decir, aqullas que ejercen cargos o empleos pblicos;es una publicidad representativa.

    Nuevos factores sociales introducen grietas importantes en esta concep-cin autoritaria y absolutista: la Reforma protestante, el progresivo aumentodel intercambio de informacin como mercadera y la creacin del Publikum(the public, le public) como expresin de la opinin de personasprivadas; todosellos implican elementos de carcter econmico-poltico, y, en su conjunto,aportan transformaciones sustantivas.

    En primer lugar, la crisis reformista del cristianismo supone una rupturaimportantsima con la concepcin pblico-autoritaria de la Iglesia, en la que seidentificaba el inters de la Iglesia con el inters pblico y el inters privado. Laposicin de la Iglesia se transforma con la Reforma; el vnculo con la autoridaddivina que ella representaba, la religin, se convierte en un asunto privado. Lallamada libertad religiosa caracteriza histricamente la primera esfera de auto-noma privada; la Iglesia misma prolonga su existencia como una corporacin

    de Derecho pblico.En segundo lugar, la vida de las ciudades, la intensificacin del intercam-bio de mercaderas, la creacin de bancos y negocios monetarios requierencada vez ms el manejo de informaciones fidedignas de lo que acontece en losdistintos lugares. Hay un trfico epistolar que se desarrolla a partir delsiglo XIVcomo sistema profesional de correspondencia. Surgen los correosordinarios como agencias de noticias, que actan con discrecin y privaci-dad. Hay que esperar a finales del siglo XVII para que aparezca la actividad

    periodstica regular que informa al pblico en general. Un siglo ms tarde, lainformacin pblica romper sus ataduras con la voluntad soberana del Estadoabsoluto.

    Finalmente, estos y otros factores llevan a un nuevo concepto de la publi-cidad. Frente a la publicidad representativa empieza a tomar fuerza la opininpblica, expresin pblica de las ideas de los sbditos que se consolidan comopersonas privadas; poder pblico que puede alzarse contra el poder soberano,el poder del Estado. El pblico raciocinante comienza a prevalecer frente a la

    publicidad autoritariamente reglamentada. La historia de este proceso es larga.

    58 Anlisi 26, 2001 Margarita Boladeras Cucurella

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    Habermas recuerda la lucha de los monarcas contra la expresin pblica deopiniones privadas, como cuando Federico II de Prusia escribe en 1784:una persona privada no est autorizada a emitir juicios pblicos, especial-

    mente juicios reprobatorios [...]. Tambin rememora las vicisitudes relacio-nadas con la tradicin literaria: mundo lector, pblico de un espectculo oconferencia y pblico que juzga.

    Hay, pues, una publicidad gubernamental, vinculada a la estructura delo pblico, y la publicidad relacionada con la opinin de un pblico consti-tuido como conjunto de personas privadas, ciudadanos burgueses, que, pau-latinamente, proyectan su racionalidad en diversos aspectos sociales y se afirmancomo jueces de las decisiones polticas:

    La publicidad propiamente dicha hay que cargarla en el haber del mbitoprivado, puesto que se trata de una publicidad de personas privadas. En elseno del mbito reservado a las personas privadas distinguimos, por consi-guiente, entre esfera privada y publicidad. La esfera privada comprende a lasociedad burguesa en sentido estricto, esto es, al mbito del trfico mercantily del trabajo social; la familia, con su esfera ntima, discurre tambin por suscauces. La publicidad poltica resulta de la publicidad literaria; media, a tra-vs de la opinin pblica, entre el Estado y las necesidades de la sociedad.21

    El antagonismo entre sociedad civil y estructura estatal impulsa una dia-lctica en la que la prensa y los medios de comunicacin social tienen un papelprotagonista, al mismo tiempo que convierten los mensajes en mercanca y lafuncin social de la comunicacin, en instrumento de creacin de riqueza yde influencia poltica.

    En el siglo XVIII se lleva a la prctica poltica y ciudadana la idea de que laracionalidad no deriva de principios abstractos absolutos, sino que se desarro-lla a partir de la contrastacin de opiniones sobre la verdad y la justicia, demanera que es inseparable de la discusin pblica. Locke, Kant, los enciclo-pedistas y otros autores de la ilustracin explicitan en sus obras los funda-mentos de dicha concepcin, y la revolucin burguesa plasma sus principiosen la Declaracin de derechos del hombre y del ciudadano de 1789, que ins-pira la Constitucin francesa de 1791. La libertad de pensamiento, expresinde opiniones y difusin de ideas, junto con la no discriminacin (tolerancia),igualdad ante la ley (aparejada a la presuncin de inocencia) y libertades deasociacin y movimiento, abren nuevos caminos para la vida ciudadana y

    recomponen la estructura de lo pblico/privado/ntimo y lo publicitado/inte-rs social/negocio privado.

    Frente a la publicidad reglamentada por los poderes pblicos, surge la publi-cidad crtica, que proclama la necesidad del enjuiciamiento pblico de los inte-reses generales y las actuaciones gubernamentales:

    La opinin pblica en Habermas Anlisi 26, 2001 59

    21. J. HABERMAS, Historia y crtica de la opinin pblica, op. cit., p. 68.

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    Elpouvoircomo tal es puesto a debate por una publicidad polticamente acti-va. Ese debate est encargado de reconducir la voluntas a ratio, ratio que se ela-bora en la concurrencia pblica de argumentos privados en calidad de consensoacerca de lo prcticamente necesario en el inters universal.22

    La razn no es ni ms ni menos que la capacidad discursiva que surge de lasrazones de las personas privadas que piensan y expresan sus ideas, es decir, delos sujetos ilustrados, informados, con criterio. Por ello, la publicidad polticano es algo aislado, sino que constituye una parte del proceso de ilustracingeneral posible por el intercambio comunicativo. La publicidad literaria, arts-tica, cientfica, etc. son igualmente relevantes.

    La forma peculiar de subjetividad burguesa nace en este contexto. El desa-

    rrollo de la literatura de intercambios epistolares, diarios ntimos y forma auto-biogrfica lleva a la frmula de la novela de descripcin psicolgica. CuandoRousseau con la Nouvelle Hlosey luego Goethe con las Werther Leiden se sirvede la forma de la novela epistolar, es ya imposible hacer marcha atrs. Las pos-trimeras del siglo se mueven gozosamente y con soltura en el terreno de la sub-jetividad, apenas explorado en sus comienzos.23 Este inters por penetrar enlos secretos de la naturaleza humana y en las peculiaridades de la subjetividad estasociado a la idea de humanidad ilustrada, en la que se vinculan razn huma-

    na y naturaleza humana, buena voluntad particular y voluntad general.Las leyes y las decisiones polticas requieren una justificacin que slo pue-den encontrar en la fuerza de la razn, una razn que se hace manifiesta en eldebate de la opinin pblica. El uso pblico de la razn tiene el poder de lafuerza coactiva de la no coaccin. En este sentido, Kant afirma que nica-mente la razn tiene poder, porque fuera de ella no hay legitimacin ni jus-tificacin posible. La concepcin ilustrada kantiana se encuentra en las antpodasdel principio hobbesiano (auctoritas non veritas facit legem) y en ella el princi-

    pio de racionalidad vincula necesariamente moral y poltica:La verdadera poltica no puede dar ni un paso sin rendir antes tributo a lamoral, y aun cuando la poltica es por s misma un arte difcil, de ningn modoes su asociacin con la moral arte alguno; porque sta atajara gordianamenteel nudo que aqulla fuera incapaz de desatar tan pronto como ambas comen-zaran a disputar.24

    Se observar que Kant habla de la verdadera poltica y de una asociacin

    con la moral que no depende de la voluntad de los polticos; se trata de unavinculacin interna que puede ser obviada en la prctica, pero no sin conse-cuencias.

    60 Anlisi 26, 2001 Margarita Boladeras Cucurella

    22. J. HABERMAS, Historia y crtica de la opinin pblica, op. cit., p. 118.23. J. HABERMAS, Historia y crtica de la opinin pblica, op. cit., p. 86-87.24. K ANT, Werke, vol. VI, E. CASSIRER(ed.), Berln: Cassirer, p. 467, citado por J. HABERMAS,

    Historia y crtica de la opinin pblica, op. cit., p. 136.

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    Con todo, la sospecha de que la opinin pblica no representa una volun-tad general y que la publicidad tal como se da histricamente tiene defectosmuy considerables, es uno de los hilos argumentales de los pensadores crticos

    del sigloXIX, desde Marx hasta Nietzsche. Marx denuncia a la opinin pbli-ca como falsa consciencia: ella se oculta a s misma su carcter de mscara delinters de clase burgus. Esta crtica abarca tanto el concepto de opinin pbli-ca general como su expresin en el mbito parlamentario. La discusin parla-mentaria no manifiesta la razn de todos los afectados por la legislacin, detodos los ciudadanos tericamente representados, sino la voluntad del grupoo de los grupos socialmente dominantes. Hay una prdida de poder polticoen favor del poder social de ciertas fuerzas fcticas, un dominio de determinadossectores sociales en la vida parlamentaria y en las decisiones del ejecutivo, conlo cual se pone en cuestin la legitimacin poltica del orden burgus.

    Los ilustrados se enfrentan alpoder absoluto y plantean conceptosprogra-mticospara la estructuracin de otro orden social. La crtica del sigloXIXcons-tata que las reestructuraciones polticas histricashan llevado a cabo la usurpacinde la razn universal por parte de una clase. En la segunda mitad de ese sigloy en elXXse producen los grandes y radicales enfrentamientos de clase, se pasaa la sociedad de masas y a la cultura tecnolgica; se generan nuevas formas decreacin y acceso a la riqueza, produciendo por tanto cambios sociales signi-ficativos. La publicidad, el mbito de lo pblico y el mbito de lo privado seencuentran en la encrucijada de la multiplicacin de los medios, la privatiza-cin de los mismos, las manipulaciones de distinto signo, etc. El problema dela igualdad real, la igualdad de oportunidades en un sentido emprico e hist-rico sigue en pie, incluso para algo tan fundamental como la libertad de expre-sin y la formacin de una opinin pblica verdaderamente significativa.

    La estatalizacin de lo pblico y su amenazante intromisin en todos losmbitos de la vida del ciudadano se ha apoyado en la transformacin paulati-

    na de los medios de comunicacin en instrumentos de entretenimiento y domi-nacin de las masas. De la publicidad como informacin y manifestacin deopinin ante un pblico lector que discute, se ha pasado a una situacin en laque el pblico se ha escindido en minoras de especialistas no pblicamenteraciocinantes, por un lado, y en la gran masa de consumidores receptivos, porel otro. Con ello se ha minado definitivamente la forma de comunicacin espe-cfica del pblico. Medios de comunicacin o medios de propaganda? Lapublicidad crtica es desplazada por la publicidad manipuladora:

    Como es natural, el consensusfabricado tiene poco en comn con la opininpblica, con la unanimidad final resultante de un largo proceso de recprocailustracin; porque el inters general, sobre cuya base [] poda llegar a pro-ducirse libremente una coincidencia racional entre las opiniones pblicamenteconcurrentes, ha ido desapareciendo exactamente en la medida en que la auto-presentacin publicstica de intereses privados privilegiados se lo iba apropiando.25

    La opinin pblica en Habermas Anlisi 26, 2001 61

    25. J. HABERMAS, Historia y crtica de la opinin pblica, op. cit., p. 222.

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    Incluso la publicidad parlamentaria se ha visto afectada, ya que el engra-naje entre el debate parlamentario y los partidos polticos ha derivado gene-ralmente hacia planteamientos de carcter plebiscitario.

    La apelacin a un individuo autnomo capaz de dotarse de leyes univer-sales, como quiere Kant, en aquel sentido en que se conecta ley moral y leypoltica mediante un proceso de formacin de opinin y de voluntad general,se enfrenta a una situacin histrico-emprica en la que incluso la formacin deun individuo autnomo y su voluntad personal, no parecen estar garantiza-dos, y mucho menos, por supuesto, la formacin de una voluntad generaldemocrticamente instituida.

    Habermas constata que la dinmica social que vivimos presenta rasgos deuna refeudalizacin de la sociedad. El sujeto poltico de nuestra sociedadde masas no es el individuo del liberalismo, sino los grupos sociales y las aso-ciaciones que desde los intereses de determinados sectores privados influyenen funciones y decisiones polticas, o, tambin viceversa, desde las instancias pol-ticas intervienen en el trfico mercantil y en la dinmica del mundo de la vida,de especial incidencia en el mbito de la privacidad. Privatizacin de lo pbli-co, politizacin de lo privado: transgresin mltiple de una delimitacin legaly ticamente tipificada.

    A pesar de los aspectos negativos y de las dificultades que presenta la per-vivencia y el desarrollo de una publicidad crtica en la sociedad de masas,Habermas insta al desarrollo de las posibilidades existentes, dada su impor-tancia fundamental para la realizacin de la democracia:

    El cambio de funcin que en el Estado social experimentan los derechos fun-damentales, la transformacin del Estado liberal de derecho en Estado social,en general, contrarresta esta tendencia efectiva al debilitamiento de la publi-cidad como principio: el mandato de la publicidad es ahora extendido, ms

    all de los rganos estatales, a todas las organizaciones que actan en relacincon el Estado. De seguir realizndose esa transformacin, reemplazando a unpblico ya no intacto de personas privadas individualmente insertas enel trfico social, surgira un pblico de personas privadas organizadas. En lasactuales circunstancias, slo ellas podran participar efectivamente en un procesode comunicacin pblica, valindose de los canales de la publicidad interna a los

    partidos y asociaciones, y sobre la base de la notoriedad pblica que se impon-dra a la relacin de las organizaciones con el Estado y entre ellas mismas. El esta-blecimiento de compromisos polticos tendra que legitimarse ante ese proceso

    de comunicacin pblica.26

    Slo una publicidad crtica permitir la expresin de los conflictos realesy la superacin de los mismos por la generacin de consensos, de voluntadcomn. Ha de ser el contrapeso necesario a las formas de presin y coaccin delpoder, que tiende siempre a superponerse opresivamente sobre la realidad social:

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    26. J. HABERMAS, Historia y crtica de la opinin pblica, op. cit., p. 257.

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    [] un mtodo de controversia pblica llevado del modo descrito podra rela-jar las formas coercitivas de un consenso obtenido bajo presin, e igualmentepodra suavizar las formas coercitivas del conflicto, sustrado, hasta el presen-te, a la publicidad.27

    La publicidad crtica ejercida por la sociedad civil respecto de los aparatosdel Estado, sus formas de organizacin y ejecucin, constituyen elementosfundamentales de la vida poltica democrtica. En el nuevo prlogo de 1990 parala reedicin de la obra que nos ocupa, Habermas reformula alguna de sus ideas,insistiendo en las lneas bsicas que acabo de esbozar.

    Contra ciertas teoras del discurso posmodernas, Habermas insiste en su posi-cin: los discursos no dominan por s mismos, sino que es su fuerza comunicati-

    va la que influye y permite determinados tipos de legitimacin; este poder de lacomunicacin no puede ser suplantado por acciones instrumentales. En Facticidady validezextraer las ltimas consecuencias de este planteamiento, ahondando enla dimensin normativa de su forma de entender el espacio pblico.

    4. La crtica de Habermas a Arendt

    En los anlisis histricos aludidos, Habermas y Arendt coinciden en muchos

    aspectos, as como en las principales hiptesis interpretativas. Pero en 1966Habermas public un artculo28 comentando el libro de Hannah Sobre laRevolucin (editado en alemn el ao anterior), en el que critica la concepcinpoltica de la autora, su interpretacin de las revoluciones, la superior valora-cin de la revolucin americana frente a la francesa. Diez aos ms tarde (1976)ampli su argumentacin crtica en el trabajo El concepto de poder de HannahArendt29.

    Esta discusin sobre el poder es relevante en este contexto, porque la auto-

    ra lo concibe vinculado a la esfera pblica, al mbito de la interaccin comu-nicativa de los ciudadanos, al espacio de la aparicin de los seres humanoscomo personas que actan y hablan (condicin bien diferente de ser cosa, oproducto, o una pieza ms del engranaje sistmico) y del potencial de accinque implica su concertacin:

    El espacio de la aparicin cobra existencia siempre que los hombres se agru-pan por el discurso y la accin, y por lo tanto precede a toda formal constitu-cin de la esfera pblica y de las varias formas de gobierno, o sea las varias

    maneras en las que puede organizarse la esfera pblica.30

    La opinin pblica en Habermas Anlisi 26, 2001 63

    27. J. HABERMAS, Historia y crtica de la opinin pblica, op. cit., p. 274.28. Die Geschichte von den zwei Revolutionen (H. Arendt), reeditado en J. HABERMAS,

    Kultur und Kritik, op. cit., p. 371-377. Algunos aos antes Hannah Arendt haba publica-do The Origins of Totalitarism. Nueva York: Hartcourt, 1951, 2 ed. aumentada, 1958.Versin castellana: Los orgenes del totalitarismo. Madrid: Alianza, 1981.

    29. J. HABERMAS, Hannah Arendts Begriff der Macht (1976), reed. en dem, Politik, Kunst,Religion. Sttutgart: Reclam, 1978 y en dem. Perfiles filosfico-polticos. Madrid: Taurus, 1985.

    30. Hannah ARENDT, La condicin humana, op. cit., p. 222.

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    Dado que la esfera pblica se constituye por el discurso y la accin, no esalgo esttico sino que requiere el incesante flujo de actualizaciones (en sentidoaristotlico) y, por ello mismo, sus lmites y su existencia son extraordinaria-

    mente cambiantes. El poder es definido por Arendt en relacin con esta fuer-za de realizacin que surge de la comunicacin y la cooperacin ciudadana.El poder es lo que mantiene la existencia de la esfera pblica, el potencialespacio de aparicin entre los hombres que actan y hablan:

    El poder brota de la capacidad humana, no de actuar o hacer algo, sino deconcertarse con los dems para actuar de comn acuerdo con ellos.31

    El poder surge entre los hombres cuando actan en comn y desaparece tan

    pronto como se dispersan de nuevo.32

    Este poder se presenta vinculado a requisitos exigentes, caractersticos deuna comunicacin viva, creativa, en la que se mantienen los nexos y compro-misos bsicos de las acciones discursivas:

    El poder slo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde laspalabras no estn vacas y los hechos no son brutales, donde las palabras no seemplean para velar intenciones, sino para descubrir realidades, y los actos no

    se usan para violar y destruir, sino para establecer relaciones y crear nuevasrealidades.33

    La causa de tales condiciones viene dada por la distincin radical quelleva a cabo Arendt entre poder y violencia, as como la separacin de ambosrespecto de la fuerza en sentido individual (don de la naturaleza que elindividuo no puede compartir con otros, hace frente a la violencia con msxito que al poder). Con la violencia se pueden producir muchas cosas,

    se destruye el poder, pero la violencia nunca puede convertirse en su sus-tituto. La lgica de la violencia es incompatible con la lgica del podercomunicativo. El poder, como potencial de discurso y accin actualizado,se genera por un pueblo unido, capaz de asumir la condicin de la plu-ralidad.

    Como ya vio Montesquieu, la tirana, el totalitarismo, proceden con vio-lencia e impiden el desarrollo del poder, no slo en un segmento particularde la esfera pblica, sino en su totalidad; dicho con otras palabras, genera

    impotencia de manera tan natural como otros cuerpos polticos generanpoder. Mientras la democracia se basa en los procesos realizativos de la esferapblica, del espacio de aparicin de los ciudadanos como agentes polticos,el totalitarismo se erige sobre su negacin.

    64 Anlisi 26, 2001 Margarita Boladeras Cucurella

    31. Hannah ARENDT, Sobre la violencia; dem, Crisis de la Repblica. Madrid: Taurus, 1973,p. 146 (edicin original:Macht und Gewalt. Munich: Piper, 1970).

    32. Hannah ARENDT, La condicin humana, op. cit., p. 223.

    33. Hannah ARENDT, La condicin humana, op. cit., p. 223.

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    El poder entendido de esta manera se engarza sin solucin de continuidadcon la dimensin normativa, proporcionando una legitimacin basada en lacreacin de sentidos y objetivos compartidos por la voluntad de los ciudadanos.

    En Poder y violencia se puede leer:Lo que confiere poder a las instituciones y a las leyes de un pas es el apoyodel pueblo, que, a su vez, es slo la continuacin de ese consenso originarioque ha llamado a la vida instituciones y leyes [] Todas las instituciones pol-ticas son manifestaciones y materializaciones de poder; se consolidan y sederrumban tan pronto como el poder vivo del pueblo no se encuentra trasellas y las sostiene. Es lo que pensaba Madison, cuando deca que todos losgobiernos reposan en ltimo trmino en la opinin.34

    Este concepto de poder, tan distinto de otros ms generalizados35,excluye el aparato administrativo del Estado y otros aspectos del funciona-miento poltico. Habermas argumenta contra las dificultades de esta identi-ficacin entre poder y opinin pblica y contra la separacin tajante entrepoder y aparato de estado.36 Ello comporta: a) la disolucin de la dimensinideolgica de la dominacin; b) un planteamiento conceptual que no per-mite desarrollos descriptivos para el conocimiento de la realidad, yc) esta-

    blecer un punto de vista normativo convencional, cuando no irracional (puestoque se basa en la opinin pblica, expresin de una verdad de hecho pero node la verdad de razn37).

    Los ecos de esta discusin llegan hasta Facticidad y validez.

    La opinin pblica en Habermas Anlisi 26, 2001 65

    34. Hannah ARENDT

    ,Macht und Gewalt. Munich: Piper, 1970, p. 42.35. Habermas compara el concepto de poder de Hannah Arendt con los de Max Weber yTalcott Parsons. En Economa y sociedadWeber escribe: Poder significa la probabili-dad de imponer la propia voluntad, dentro de una relacin social, aun contra toda resis-tencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad. (Mxico: FCE, 1969,p. 43). Parsons dice que el poder es la capacidad general de un sistema social de lograrque se hagan cosas en inters de objetivos colectivos (Authority, Legitimation andPolitical Action, en dem, Structure and Process in Modern Societies. Nueva York, 1960,p. 181).

    36. Uno de los mejores trabajos sobre esta crtica es el de J.M. FERRY, Rationalit et politique.

    La critique de Hannah Arendt par Habermas, en dem, Ltique de la communication. Pars:PUF, 1987.37. La marca de la verdad de hecho es que su contrario no es ni el error, ni la ilusin, ni la

    opinin, de los cuales ninguno recae sobre la buena fe personal, sino que su contrario esla falsedad deliberada o el engao. El error, por supuesto, es posible, e incluso corriente, enrelacin con la verdad de hecho, y en este caso este tipo de verdad no es de ninguna maneradiferente de la verdad cientfica o racional. Pero lo importante es que, en lo que conciernea los hechos, existe otra posibilidad y que esta posibilidad, la falsedad deliberada, no per-tenece a la misma especie que las proposiciones que, justas o equivocadas, pretenden sola-mente decir lo que es, o como me parece alguna cosa que es. (Verdad y poltica, en

    Between Past and Future. Nueva York: The Viking Press, 1968.)

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    coaccin reprime y enmascara, pero no elimina las contradicciones, sino quelas incrementa:

    Las opiniones pblicas pueden manipularse, pero ni pueden comprarse pbli-camente, ni tampoco arrancrselas al pblico mediante un evidente ejercicio depresin pblica.39

    La calidad de una opinin pblica, en cuanto medible por las propiedades pro-cedimentales de su proceso de produccin, es una magnitud emprica.40

    Habermas recuerda las ideas de Parsons sobre la influencia, esa forma sim-blicamente generalizada de comunicacin, que gobierna las interacciones envirtud de la conviccin razonada o de la pura sugestin retrica (On the con-cept of influence, en Sociological Theory and Modern Society), para constatara continuacin que en el espacio de la opinin pblica se forma influencia yen l se lucha por ejercer influencia41. Los ciudadanos se agrupan como pbli-co, como tramas asociativas, generando interpretaciones pblicas para susintereses sociales y para sus experiencias, ejerciendo as influencia sobre la for-macin institucionalizada de la opinin y la voluntad polticas42. Las formasemancipadas de vida no pueden producirse por intervenciones administrati-vas. De la vitalidad del espacio de opinin pblica y la verdadera autonomade la voluntad de los ciudadanos dependen la legitimacin de las decisionespolticas y la regulacin de la cohesin social.

    Hay un poder que surge de la interaccin comunicativa, que posibilita lacooperacin y la aparicin del poder poltico; pero el ejercicio de ese poder yaconstituido despliega instrumentos normativos y administrativos que debenser contemplados en su incidencia en los procesos de toma de decisin colec-tiva. Es importante distinguir entre poder comunicativo y poder poltico; elprimero tiene que ver con la posibilidad de producir discursivamente motiva-

    ciones y convicciones compartidas, que se concretan en una voluntad comn;el segundo concierne a la pretensin de dominio sobre el sistema poltico y elempleo del poder administrativo. El poder comunicativo se transforma enpoder administrativo en la medida que puede promover la creacin de leyes(Derecho):

    [] propongo considerar el derecho como el medio a travs del cual el podercomunicativo se transforma en administrativo. Pues la transformacin de

    poder comunicativo en poder administrativo tiene el sentido de un faculta-miento o autorizacin, es decir, de un otorgar poder en el marco del sistema ojerarqua de cargos establecidos por las leyes. La idea de Estado de derechopuede interpretarse entonces en general como la exigencia de ligar el poder

    La opinin pblica en Habermas Anlisi 26, 2001 67

    39. J. HABERMAS, Facticidad y validez, op. cit., p. 444-445.40. J. HABERMAS, Facticidad y validez, op. cit., p. 443.41. J. HABERMAS, Facticidad y validez, op. cit., p. 443.

    42. J. HABERMAS, Facticidad y validez, op. cit., p. 447.

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    administrativo, regido por el cdigo poder, al poder comunicativo creador dederecho, y mantenerlo libre de las interferencias del poder social, es decir, de lafctica capacidad de imponerse que tienen los intereses privilegiados.43

    La concepcin articulada en trminos de teora del discurso adopta una posi-cin transversal respecto de las concepciones clsicas. Si la soberana comuni-cativamente fluidificada de los ciudadanos se hace valer en el poder de discursospblicos que brotan de espacios pblicos autnomos, pero que toman formaen los acuerdos de cuerpos legislativos queproceden democrticamentey quetienen la responsabilidad poltica, entonces el pluralismo de convicciones e inte-reses no se ve reprimido, sino desatado y reconocido tanto en sus decisionesmayoritarias susceptibles de revisarse como en compromisos. Pues entonces launidad de una razn completamente procedimentalizada se retrae a la estruc-

    tura discursiva de comunicaciones pblicas y tiene su asiento en ella. No reco-noce ausencia de coercin y, por tanto, fuerza legitimante a ningn consensoque no se haya producido bajo reservas falibilistas y sobre la base de liberta-des comunicativas anrquicamente desencadenadas. En el rebullir, en el tor-bellino e incluso vrtigo de esta libertad no hay ya puntos fijos si no es el querepresenta el procedimiento democrtico mismo, un procedimiento cuyo sen-tido se encierra ya en el propio sistema de los derechos.44

    Como se ve, para Habermas el espacio del libre juego de la opinin pbli-

    ca es el motor de la poltica democrtica en un sentido real emprico y en unsentido normativo. El conocimiento de sus caractersticas y posibilidades per-mite replantear aspectos procedimentales. El autor propone el modelo de pol-tica deliberativa para superar las debilidades de las democracias actuales. Eneste modelo la soberana popular (entendida a partir de la libre formacinde opinin y voluntad comn) ocupa un lugar central en los requisitos pro-cedimentales que deben exigirse para la legitimacin de las prcticas y las deci-siones polticas.

    Los procedimientos democrticos estatuidos en trminos de Estado de derecho[...] permiten esperar resultados racionales en la medida en que la formacinde la opinin dentro de las instancias parlamentarias permanezca sensible alos resultados de una formacin informal de la opinin en el entorno de esasinstancias, formacin que no puede brotar sino de espacios pblicos autno-mos. Sin duda, [...] el presupuesto de un espacio pblico poltico no hipote-cado, es un presupuesto carente de realismo; pero bien entendido, no se lepuede calificar de utpico en sentido peyorativo.45

    En el presente existen muchos motivos para ser escpticos sobre la posibili-dad de existencia de espacios pblicos no manipulados y sobre la influencia realdel poder comunicativo sobre el poder poltico. Los medios de comunicacin

    68 Anlisi 26, 2001 Margarita Boladeras Cucurella

    43. J. HABERMAS, Facticidad y validez, op. cit., p. 217-218.44. J. HABERMAS, Facticidad y validez, op. cit., p. 254-255.

    45. J. HABERMAS, Facticidad y validez, op. cit., p. 614.

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    desempean un papel que, en muchos casos, sirve tan slo a los intereses de gru-pos poderosos econmica o socialmente, de manera que su ocupacin y depre-dacin del espacio pblico pueden ser altamente distorsionadoras de la realidad

    humana. Habermas critica la instrumentalizacin de los medios de comunica-cin de masas, pero afirma que no se tiene un conocimiento global de su inci-dencia y que, en cualquier caso, las instituciones deben regular y corregir losexcesos, haciendo efectivo el respeto y la promocin de los derechos humanos.

    El autor se adelanta a las crticas que se le puedan hacer por situarse msen el terreno de la teora y del deber que en el del ser, cuando advierte:

    [...] uno tiende a valorar con muchas reservas las oportunidades que la socie-dad civil pueda tener de ejercer influencia sobre el sistema poltico. Sin embar-

    go, esta estimacin slo se refiere a un espacio pblico en estado de reposo. Enlos instantes de movilizacin empiezan a vibrar las estructuras en las que pro-piamente se apoya la autoridad de un pblico que se decide a tomar posicin.Pues entonces cambian las relaciones de fuerza entre la sociedad civil y el sis-tema poltico.46

    Esta llamada a la necesidad de movilizacin marca la tendencia de losplanteamientos habermasianos: una perspectiva pragmtico-discursiva y ut-pica, que ofrece conceptos crticos de la situacin presente y permite establecerobjetivos futuros realizables (o no) en funcin del desarrollo concreto de lascapacidades discursivas (personales y colectivas) y cooperativas compartidaspor los ciudadanos.

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    La opinin pblica en Habermas Anlisi 26, 2001 69

    46. J. HABERMAS, Facticidad y validez, op. cit., p. 460.

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    Margarita Boladeras Cucurellaes catedrtica de Filosofa Moral y Poltica de la Universidadde Barcelona. Ha llevado a cabo investigaciones sobre autores y problemas del mundo con-

    temporneo: la filosofa social de la Escuela de Francfort, el racionalismo crtico, las rela-ciones ciencia-tcnica-sociedad, etctera. Dirige un postgrado de Biotica y calidad devida en la Universidad de Barcelona. Ha colaborado con varios diarios y revistas; hizo unacontribucin quincenal para el Diari de Barcelona durante los aos 1990-92. Entre suslibros figuran: Comunicacin, tica y poltica. Habermas y sus crticos(Madrid: Tecnos, 1996),Biotica (Madrid: Sntesis,1998), Libertad y tolerancia. ticas para sociedades abiertas(Universidad de Barcelona, 1993) yJocs de vida. Reflexions sobre la cultura i la condicihumana (Barcelona: Edicions 62, 1990, premio de ensayo del Ateneo Barcelons de 1989).

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