28
 PADRES Y MARIDOS. LOS VARONES EN LA FAMILIA 1  Catalina Wainerman INTRODUCCION Se nace mujer o varón, este es un hecho biológico. A partir de este hecho original, las culturas asignan a unas y a otros rasgos físicos y psíquicos y roles sociales que la sociedad convierte en "naturales". En tanto el sexo está hecho de materia biológica -y esta sí es natural- y determina que cada ser humano sea hembra o macho, el género se construye socialmente, está hecho de materia cultural, y determina la pertenencia de cada ser humano al orden femenino o al masculino. El sexo es un dato dado, de modo relativa si no absolutamente  perman ente. El g énero, e n cambio, es una con strucc ión que organi za la vi da y que eme rge y se define en contextos históricos y sociales particulares y es, en consecuencia variable (Hunt y Hunt 1987). Los roles de género, que se aprenden fundamentalmente en la infancia vía el  proces o de socialización, se produce n y repro ducen en la vida cotidiana, en la interac ción interpersonal, en el marco de un sistema que define qué es apropiado y qué no lo es para ellas y para ellos (Thompson y Walker 1995; Zvonkovic, Graves, Schmiege y Hall 1996). En el hacerlo se crean y trasmiten creencias y expectativas de conducta, modos cómo las personas en interacción se perciben mutuamente y esperan del otro u otra determinadas conductas y no otras. En suma, como dice De Barbieri (1992), lo sistemas de sexo/género están formados "por prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual anátomo-fisiológica y que dan sentido a la 1 El presente capítulo es una versión revisada y actualizada de la ponencia presentada en el Seminario "Men, Family Formation, and Reproduction, organizado por el Comité de Género y Población de la International Union for the Scientific Study of the Population (IUSSP) que tuvo lugar en Buenos Aires en Mayo 13-15, 1998. En la elaboración de la presente versión conté con la valiosa colaboración de Gabriela Benza, joven y promisoria socióloga, en el marco del proyecto “Reestructuración económica y dinámica familiar: explorando las transformaciones en la conyugalidad y la paternidad”, auspiciado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnica, mediante el contrato CENEP BID 1201/OC-AR Proyecto Nº 4-6228 (2000-2003).

Padres y Maridos. Los Varones en La Familia - Wainerman

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Wainerman.

Citation preview

  • PADRES Y MARIDOS.

    LOS VARONES EN LA FAMILIA1

    Catalina Wainerman

    INTRODUCCION

    Se nace mujer o varn, este es un hecho biolgico. A partir de este hecho original, las

    culturas asignan a unas y a otros rasgos fsicos y psquicos y roles sociales que la sociedad

    convierte en "naturales". En tanto el sexo est hecho de materia biolgica -y esta s es natural-

    y determina que cada ser humano sea hembra o macho, el gnero se construye socialmente,

    est hecho de materia cultural, y determina la pertenencia de cada ser humano al orden

    femenino o al masculino. El sexo es un dato dado, de modo relativa si no absolutamente

    permanente. El gnero, en cambio, es una construccin que organiza la vida y que emerge y se

    define en contextos histricos y sociales particulares y es, en consecuencia variable (Hunt y

    Hunt 1987). Los roles de gnero, que se aprenden fundamentalmente en la infancia va el

    proceso de socializacin, se producen y reproducen en la vida cotidiana, en la interaccin

    interpersonal, en el marco de un sistema que define qu es apropiado y qu no lo es para ellas

    y para ellos (Thompson y Walker 1995; Zvonkovic, Graves, Schmiege y Hall 1996). En el

    hacerlo se crean y trasmiten creencias y expectativas de conducta, modos cmo las personas

    en interaccin se perciben mutuamente y esperan del otro u otra determinadas conductas y no

    otras. En suma, como dice De Barbieri (1992), lo sistemas de sexo/gnero estn formados

    "por prcticas, smbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades

    elaboran a partir de la diferencia sexual antomo-fisiolgica y que dan sentido a la

    1 El presente captulo es una versin revisada y actualizada de la ponencia presentada en el Seminario "Men,

    Family Formation, and Reproduction, organizado por el Comit de Gnero y Poblacin de la International Union

    for the Scientific Study of the Population (IUSSP) que tuvo lugar en Buenos Aires en Mayo 13-15, 1998. En la

    elaboracin de la presente versin cont con la valiosa colaboracin de Gabriela Benza, joven y promisoria

    sociloga, en el marco del proyecto Reestructuracin econmica y dinmica familiar: explorando las

    transformaciones en la conyugalidad y la paternidad, auspiciado por la Agencia Nacional de Promocin

    Cientfica y Tcnica, mediante el contrato CENEP BID 1201/OC-AR Proyecto N 4-6228 (2000-2003).

  • 2

    satisfaccin de los impulsos sexuales, a la reproduccin de la especie humana y, en general, al

    relacionamiento entre las personas" (pg. 114).

    Por su reconocida importancia en la vida de la sociedad y de los individuos, los

    cientficos sociales han venido a reconocer al gnero como un eje alrededor del cual se

    organiza la vida social de una importancia comparable a la clase social o al grupo etreo o

    tnico de pertenencia, tanto en el nivel macro (de la asignacin y distribucin de recompensas

    en la sociedad) como en el nivel micro, (de la formacin de identidades individuales y de la

    interaccin interpersonal) (Hood 1993).

    En la familia, desde al menos el siglo XIX, a los varones se les asign la

    responsabilidad por la provisin econmica y a las mujeres por el cuidado del hogar y de la

    prole en consonancia con las representaciones de la masculinidad (potencia, actividad,

    fortaleza, inteligencia) y de la femineidad (suavidad, pasividad, debilidad, afectividad)

    compartidas en la sociedad. Estas asignaciones culturales afectan las imgenes y

    representaciones de los roles de esposa/esposo y de madre/padre con una notoria persistencia

    que encuentra sentido en el hecho de que las instituciones sociales relativamente estables,

    como la familia, se conciben como "formas de organizacin 'naturales' de la vida colectiva

    antes que como productos cambiantes de la accin social. En el caso de la familia esta

    tendencia a la 'naturalizacin' est muy reforzada por tratarse de la institucin a cargo de la

    regulacin social de actividades con bases biolgicas definidas: el sexo y la reproduccin.[...]

    La naturalizacin no slo afecta a la estructura formal de la familia, tambin a su organizacin

    interna, basada en la divisin sexual del trabajo" (Durham 1991; p.40).

    Pero, como en otros momentos de la historia, en la actualidad las transformaciones del

    contexto econmico y social, que han afectado fuertemente a la institucin familiar, estn

    sacudiendo las definiciones genricas de la femineidad y la masculinidad tanto en lo relativo a

    sus capacidades biolgicas y psicolgicas como a sus capacidades sociales y, por ende, a los

    roles sociales en general y en la esfera de la familia en particular. No tiene sentido abundar en

    las transformaciones macrosociales ocurridas en las ltimas dcadas en la regin y en el pas

    que ya tratamos con suficiente extensin en el captulo 2 de esta misma obra. El aumento de la

    participacin econmica de las mujeres, en especial entre las casadas y unidas, madres de

    familia, junto a la prdida del empleo y la persistente desocupacin masculina, sobre todo

    entre los jefes de hogar, acompaados por el aumento de las separaciones y divorcios, de los

  • 3

    hogares monoparentales y de los encabezados por jefas de hogar mujeres, son algunas de las

    mayores transformaciones sociales a las que estamos asistiendo en nuestra historia reciente.

    Son cambios motorizados y/o acompaados por cambios de valores, en medida muy

    importante generados en el mbito del movimiento feminista que han puesto en cuestin las

    definiciones de gnero. En este proceso las mujeres han recorrido un largo camino atrapando

    la atencin de la academia, adems de la de organismos internacionales que, como las

    Naciones Unidas, han tomado conciencia de las desigualdades de gnero y lo han expresado a

    lo largo de varias conferencias mundiales dedicadas las mujeres y sus derechos, adems de

    haberles consagrado toda una dcada de la historia reciente.

    Con bastante retraso, la condicin masculina ha venido a convertirse en objeto de

    reflexin y estudio dentro y fuera de la academia. A partir de un incipiente movimiento en los

    80, la dcada de los 90 asisti a un creciente inters por la masculinidad desde la perspectiva

    psicolgica (cf. Brod 1992, Kimmel 1996; Marsiglio 1995, entre los ms destacados) y desde

    la perspectiva (social y psicosocial) de los roles de gnero (cf. Pleck 1987; LaRossa 1997;

    Mullan Harris et al. 1998; Furstenberg 1988, entre muchos otros). En particular el rol de padre

    y la paternidad se ha convertido en un tema de estudio notablemente prolfico (cf. Marsiglio,

    Amato, Day y Lamb 2000 para una extensa revisin del conocimiento originado en los 90).

    Con relacin a los Estados Unidos, Furstenberg (op.cit.) opina que la revuelta masculina que

    sigui tras la revolucin feminista de los 70 contribuy a reorganizar la vida domstica dando

    lugar a una familia que difiere del modelo tradicional surgido en el siglo XIX. Afirma que "El

    colapso del 'buen proveedor' y la entrada simultnea de la mujer en la fuerza de trabajo son

    productos gemelos" (p. 346).2

    Pero una cosa son las ideas, imgenes y representaciones que circulan en el nivel de la

    sociedad y moldean las orientaciones de los individuos y sus comportamientos, y muy otra

    son los comportamientos cotidianos; una el discurso y otra el quehacer cotidiano. Porque

    mientras son muchos los estudios llevados a cabo en Estados Unidos y en muchos otros pases

    que han constatado cambios en el nivel del discurso, son tambin muchos los que constataron

    la permanencia de comportamientos que subsisten del pasado lejano. Dice Coltrane (2000)

    2 Bernard (1981), Pleck (1987), han sealado a menudo que la imagen cultural dominante, aunque no

    exclusiva, de los padres del siglo XX en Estados Unidos ha sido el modelo del "padre proveedor" o del "buen

    proveedor", una imagen que empez a desdibujarse despus de la dcada de los 60.

  • 4

    que "aunque las creencias acerca de los roles apropiados de hombres y mujeres en la fuerza de

    trabajo han sufrido cambios sustanciales en las ltimas dcadas, aqullas acerca de quin debe

    realizar el trabajo no remunerado en la familia han cambiado ms lentamente y los cambios en

    la conducta domstica lo han hecho an ms lentamente (p. 1208). En relacin a la paternidad

    en particular, LaRossa (1989) expresa algo similar de manera muy clara, "La cultura de la

    paternidad ha cambiado ms rpidamente que la conducta. [y trae en su apoyo las evidencias

    de otro autor] Anthony Rotundo (1985) afirma que desde los aos 70 ha emergido un nuevo

    tipo de paternidad, la paternidad 'andrgina' [...] Rotundo no describe en realidad lo que los

    padres estn haciendo sino lo que la gente deseara que los padres comenzaran a hacer

    (p.522). La cultura se ha movido ms rpidamente hacia la paternidad andrgina de lo que lo

    ha hecho la conducta. [Dada esta asincrona] el nmero de hombres que se sienten

    ambivalentes y, por extensin, culpables, en relacin a su desempeo como padres ha

    aumentado en las ltimas generaciones" (p.531). Esta ambivalencia es indicativa del estado de

    cambio cultural al que estamos asistiendo, uno que est pasando de valorar la imagen de padre

    proveedor econmico poco comprometido con los afectos a otra de un padre responsable del

    bienestar emocional adems del material de sus hijos.

    En el actual clima de transformaciones de estructuras y valores, la mayor parte de las

    numerosas investigaciones que se han llevado a cabo en las ltimas dos dcadas en el mundo

    desde la perspectiva de gnero acerca de la divisin del trabajo en la familia entre ambos

    miembros de la pareja conyugal coinciden en al menos tres puntos:

    i. en la vida cotidiana las actividades que se desarrollan en el hogar continan estando

    fuertemente segregadas por gnero, con una carga muy desigual que sigue siendo mucho ms

    pesada del lado de las mujeres imponindoles cada vez a ms de entre ellas el "doble turno"3;

    ii. hay una clara distincin en cuanto a la segregacin genrica entre las tareas del

    cuidado del hogar (domsticas) y las de la atencin de los hijos (maternidad-paternidad)

    siendo mucho menor la segregacin en el segundo caso que en el primero (cf. Dunn 1997;

    Durn 1988; Hass 1993; Hochschild 1989; Hood 1986; Morris 1990; Ramos Torres 1990;

    Szinovacz 1984, entre muchos otros); y

    iii. el compromiso de los padres varones con la crianza de los hijos se ha incrementado

    3 Trmino acuado por Hochschild (1989) para denominar a la tarea que hacen (mayoritariamente mujeres) en

    el hogar tras haber cumplido con el (primer) turno en el mbito laboral.

  • 5

    en las ltimas dos o tres dcadas mientras poco ha variado su compromiso con las tareas

    domsticas (ver Coltrane 1995; Gerson 1993; Marsiglio 1993; Goldsheider y Waite 1991;

    Pleck 1987, 1997; entre otros, y Doherty, Kouneski y Erickson 1998 para una extensa

    literatura sobre el tema).

    La bsqueda de explicaciones de la persistencia de comportamientos segregados segn

    gnero, ms en la esfera de lo domstico que en la de los hijos, se ha orientado desde cuatro

    perspectivas tericas: la ideologa de gnero, la teora de los recursos, la disponibilidad de

    tiempo, y el curso de vida.

    La primera entiende por "ideologa de gnero" al conjunto de valores internalizados y

    de ideales de gnero que moldean las motivaciones de las personas y, por su intermedio, sus

    conductas llevndolas a realizar aqullas tareas que consideran adecuadas socialmente para su

    gnero y a rechazar las que se consideran adecuadas para el otro gnero (Coltrane 1995;

    Aldous et al. 1998; Pittman y Blanchard 1996). Quienes sustentan esta perspectiva encuentran

    asociacin entre la ideologa (tradicional, transicional o moderna) que sustentan marido y

    mujer y el grado de segregacin que ejercen en la divisin del trabajo en sus hogares.

    La segunda, formulada inicialmente por Blood y Wolfe (1960), postula que la divisin

    del trabajo en las familias de sociedades industrializadas depende de los recursos diferenciales

    que los cnyuges aportan al matrimonio y que pueden transar en el mercado fuera de la

    relacin conyugal. Se trata de ingresos, prestigio profesional, nivel de educacin,

    fundamentalmente. En esta perspectiva est implcita la idea de que las tareas del hogar son

    engorrosas e indeseables. Como los recursos relativos definen las relaciones de poder que se

    establecen entre ambos cnyuges, el que tenga ms poder podr rechazar realizar las tareas

    domsticas.

    Esta perspectiva cobr un nuevo impulso con la teora de la "nueva economa

    domstica" formulada por Becker (1985), que presupone la racionalidad en las decisiones y la

    unidad de intereses de ambos cnyuges. Segn esta, la divisin del trabajo domstico es una

    funcin de la evaluacin que hacen los cnyuges de los costos y beneficios de emplear sus

    capitales diferenciales en tareas de dentro o de fuera de la familia. Se trata de que las

    utilidades del hogar se maximizan al realizar cada miembro de la pareja lo que hace mejor y

    con menor inversin de tiempo (Aldous et al. 1998; Coltrane 1995; Pittman y Blanchard

    1996).

  • 6

    La tercera, la perspectiva de la disponibilidad de tiempo, es una variante de la de los

    recursos ya que el tiempo es un recurso. Est centrada en los modos cmo los miembros de la

    familia distribuyen su tiempo entre el mercado y el trabajo domstico, lo que, en verdad, es un

    reflejo de la discriminacin genrica que existe en el mercado de trabajo. Esta perspectiva no

    se pregunta por qu son los varones quienes tienen menos tiempo para el "segundo turno" que

    las mujeres, se lo toma como un hecho dado, natural.

    La cuarta conceptualizacin del porqu de la divisin genrica del trabajo domstico,

    la del curso de vida, llama la atencin sobre el papel explicativo de la secuencia o duracin de

    eventos o transiciones de vida de las personas incorporando como otro factor la historia de

    vida de las personas. Por ejemplo, se ha encontrado que los varones que postergan la

    paternidad se involucran ms en el trabajo del hogar (Coltrane e Ishii-Kuntz 1992); o que,

    entre las mujeres, el tiempo que media entre vivir con la familia de origen y contraer un

    primer matrimonio puede ser un importante determinante de sus actitudes vitales posteriores

    (Pittman y Blanchard 1996); o que los hombres divorciados y vueltos a casar, sobre todo si

    tuvieron un hijo en el segundo matrimonio, son ms propensos a compartir el trabajo familiar.

    Por su mayor capacidad explicativa en esta investigacin adopt una modificacin de

    la perspectiva conceptual de la ideologa de gnero, con alguna correccin sugerida por

    Potuchek (1997), quien enfatiza la importancia de los procesos de construccin de gnero a lo

    largo de toda la vida, ms all de las primeras etapas en las que tiene lugar la socializacin

    temprana, procesos que ocurren mediante negociacin, colaboracin y enfrentamiento dentro

    del marco de la institucionalizacin del gnero en las estructuras sociales y de las condiciones

    materiales de vida siempre cambiantes.

    En la Argentina hay indicios de que estn ocurriendo cambios en la definicin de los

    gneros similares a los identificados en otros pases desarrollados. As lo evidencian, entre

    otros, el aumento de los hogares monoparentales formados por un padre y sus hijos (mulos

    del modelo personificado en cine por Kramer vs.Kramer), la emergencia de instituciones

    como ANUPA (Asociacin de Nuevos Padres) que naci para bregar por la legalizacin de la

    custodia compartida de los hijos, el desarrollo de grupos masculinos de debate y

    esclarecimiento de temas psicolgicos relacionados con la "nueva masculinidad", el aumento

    de la participacin de padres en las reuniones escolares denominadas eufemsticamente "de

  • 7

    padres" y hasta hace no mucho concurridas casi exclusivamente por madres y, en el plano del

    discurso y de su circulacin masiva, la aparicin frecuente de notas periodsticas acerca de los

    cambios en los roles y en las caractersticas de identidad que tradicionalmente se adscribieron

    a los varones.

    En el caso de la prensa escrita, las notas giran alrededor de dos temas: las

    transformaciones en la identidad masculina vistas como consecuencia de las vividas por las

    mujeres y, por otro lado, de la redefinicin del papel del varn en la familia. El primero es

    abordado desde la perspectiva psicolgica y visto como imagen especular de la "nueva mujer"

    que se asocia al aumento de la participacin laboral femenina, con la consiguiente puesta en

    cuestin del lugar de poder que ocupa el varn en la familia y en el trabajo. As, la imagen de

    la masculinidad asociada a la fuerza fsica y emocional, el ejercicio de la proteccin y la

    provisin econmica se desdibuja y deja lugar a una nueva imagen de varones que expresan

    sus sentimientos, cuidan su apariencia fsica y se ocupan de sus hijos al tiempo que, en

    muchos casos, los lleva a perder su autoestima. El segundo tema es tratado con referencia al

    nuevo modelo de padre, comprometido en forma directa con la educacin y el cuidado de sus

    hijos. Muy secundariamente se vincula al varn con las tareas del hogar (lavar, planchar o

    cocinar).

    Desde una posicin ms o menos favorable a estos cambios, hay acuerdo en ambos

    casos (identidad de gnero y nuevos roles en la familia) en que an no se ha instalado un

    nuevo modelo hegemnico y que el viejo y nuevo modelos coexisten en medio de un difcil

    debate an lejos de resolverse.4

    4 El siguiente es un buen ejemplo del discurso sobre los cambios en la identidad de gnero masculina.

    "Para el psiclogo [GV], este fenmeno tiene una explicacin:

    'Del mismo modo que durante mucho tiempo los hombres se han encargado de determinar el rol de la mujer en la

    sociedad, creo que hoy se est dando un fenmeno inverso. Las mujeres se han pensado a s mismas y nos han

    pensado a nosotros. De ese modo, los varones no slo deben enfrentarse con el desafo de redefinir su identidad,

    sino que deben lidiar con la versin masculina que ellas quieren imponer'" (Revista La Nacin, 27.10.96)

    La dos notas que transcribo a continuacin ilustran, a su vez, el discurso del periodismo escrito de los

    diarios de mayor circulacin en la Argentina sobre el nuevo modelo de padre:

    "Nadie los hubiese imaginado dos dcadas atrs. Pero los nuevos padres no se hicieron esperar; llegaron

    como consecuencia inevitable de un mundo donde las mujeres trabajan a la par de ellos. Y por eso se sienten

    responsables de la educacin y los cuidados de sus hijos, a quienes les brindan su ternura." (Diario Clarn,

    11.6.97).

  • 8

    Dada la ausencia de estudios en nuestro pas, an no sabemos hasta que punto esta

    discusin ha tenido un correlato en los comportamientos en el interior de la unidad familiar,

    en particular, si se est produciendo una redefinicin de la participacin de los varones (y las

    mujeres) en los roles familiares. Esto es, no sabemos en qu medida la extensin del "doble

    turno" a un nmero creciente de mujeres est dando lugar a negociaciones nuevas de

    relaciones de poder, que den lugar a una mayor participacin de los varones en el tiempo de

    trabajo domstico y del cuidado de los nios en el hogar. En otras palabras, en qu medida el

    rol del padre, exclusivamente definido como "proveedor", distante en la esfera de los afectos,

    est siendo redefinido para incluir tambin el de "paternaje", ejercido por padres afectuosos,

    contenedores, "nutrientes".

    ACERCA DEL ESTUDIO

    El estudio de los varones puede ser abordado por lo menos desde tres avenidas: 1)

    como una categora social en s misma, en el sentido que se estudia a los trabajadores por

    cuenta propia, o a los msicos de rock, o a los consumidores de droga, o a los adolescentes; 2)

    como un grupo de comparacin o de control, en relacin con las mujeres, para evaluar hasta

    qu punto los comportamientos, ideas, valores o actitudes de ellas responden a especificidades

    de gnero o son comunes a los seres humanos o a los seres humanos en una cierta cultura y

    tiempo histrico; 3) como parte de una unidad mayor, y en relacin a otra parte de esa unidad,

    como por ejemplo, como uno de los dos miembros (esposos o compaeros) de una pareja

    conyugal dentro de unidades familiares.

    En este captulo resumir los resultados de un estudio exploratorio de los

    comportamientos (no del discurso) de los varones desde la tercera avenida, como esposos y

    padres, dentro de unidades familiares, en relacin con las mujeres esposas y madres. El

    "'Los padres de nuestra generacin no estuvieron presentes en la sala de partos y rara vez en los

    consultorios de los obstetras, salvo para preguntar cules eran los honorarios y la forma de pago'... coment el

    mdico M.S., miembro de la Asociacin Argentina de Perinatologa y de la de Obstetricia y Ginecologa de la

    Ciudad de Buenos Aires.... La presencia del hombre durante el parto ya es un tema casi fuera de discusin. ... Si

    bien demuestran estar cada vez ms involucrados con sus funciones como padres, segn una encuesta realizada

    aos atrs por el Gobierno de la Ciudad [de Buenos Aires], los hombres todava no simpatizan con muchas tareas

    domsticas: en la ciudad, slo el 10 por ciento de los varones se encarga de sacar la basura por la noche." (La

    Nacin, 17.6.01)

  • 9

    estudio es parte de una investigacin sobre parejas conyugales de dos proveedores

    pertenecientes a familias de nivel socioeconmico medio. Hemos entrevistado a varones y

    mujeres rompiendo con el enfoque tradicional que toma a las mujeres como las informantes

    nicas en estudios sobre la dinmica familiar, como se hace en otros mbitos cuando se trata

    de estimar, por ejemplo, el nivel socioeconmico de la familia sobre la base exclusiva de las

    caractersticas ocupacionales del jefe de hogar (varn), an cuando la esposa tambin est

    ocupada en el mercado de trabajo.

    En el curso del ao 1996, entrevistamos separadamente a las esposas y esposos que

    integraban 35 parejas de dobles proveedores, de sectores medios, residentes en el Area

    Metropolitana de Buenos Aires.5 Estudiamos, entre otros temas, la divisin del trabajo segn

    gnero a lo largo de 25 actividades en dos mbitos: el domstico (12 actividades), y el del

    cuidado de los hijos (15 actividades). Ambas series contienen actividades que se realizan

    diaria y ocasionalmente. As, cocinar o lavar los platos son realizadas todos los das, as como

    tambin cambiar paales o hacer dormir a los nios. En el otro extremo, pagar las cuentas,

    hacer pequeas reparaciones en el hogar u ocuparse del mantenimiento del auto son realizadas

    ocasionalmente, al igual que, en la segunda serie de actividades, organizar una fiesta de

    cumpleaos, o comprar ropa para los nios, o asistir a las reuniones en las escuelas de los

    hijos. Adicionalmente, indagamos acerca de la divisin del trabajo por gnero en los hogares

    de origen (entre los progenitores) cuando ellos eran nios de 10 u 11 aos de edad. En

    relacin a la generacin anterior, preguntamos por una lista corta de actividades, teniendo en

    cuenta los efectos de la memoria. Con estos datos estamos en condiciones de responder, para

    esta pequea muestra de parejas de dos trabajadores pertenecientes a los sectores

    socioeconmicos medios, las siguientes preguntas:

    1. cul es el rol de los varones vis vis el de las mujeres en las actividades domsticas

    y de crianza de los hijos,

    2. cul era el rol de los varones vis vis el de las mujeres en las actividades

    domsticas y de crianza de los hijos en la generacin de sus progenitores, y hasta qu punto

    5 Las entrevistas fueron realizadas por seis (mujeres) estudiantes avanzadas de sociologa, integrantes del

    seminario de investigacin 'Familia, trabajo, y gnero' que dirig en la Facultad de Ciencias Sociales de

    Universidad de Buenos Aires durante el ao 1996. Entonces cont con la invalorable colaboracin de mi entonces

    asistente de investigacin, Mariana Heredia que a la sazn era una joven sociloga.

  • 10

    dichos roles han cambiado intergeneracionalmente, y

    3. en qu medida las percepciones que tienen los esposos coinciden con las que tienen

    las esposas acerca de la divisin del trabajo por gnero en sus actuales hogares.

    La pregunta que en ltima instancia me interesa responder es la que dejaron planteada

    Goldscheider y Waite (1991) para los Estados Unidos: estos movimientos concluirn en

    "nuevas familias" con los varones y las mujeres compartiendo las cargas familiares de

    manera ms igualitaria-, o bien concluirn en "no familias" estimuladas por la disminucin

    del nmero de matrimonios, el aumento de la edad para contraer matrimonio, la disminucin

    de la natalidad, o el incremento de parejas sin hijos fomentadas por la insatisfaccin con la

    divisin no equitativa del "segundo turno" entre esposos y esposas?

    EL CONTEXTO

    Entrevistamos separadamente a ambos cnyuges de una muestra seleccionada

    intencionalmente de 35 familias nucleares, de entre 25 y 45 aos de edad, pertenecientes a los

    sectores medios, con al menos un hijo pequeo. Elegimos familias de dobles proveedores,

    antes que familias que siguieran el modelo tradicional de un nico proveedor (varn), ya que

    es en este tipo de familias en donde tanto los varones como la mujeres estn sometidos a

    mayores restricciones de tiempo y a mayores demandas para articular la familia y el trabajo.

    Adems, presumamos que las familias de clase media integradas por parejas con altos niveles

    de educacin, habran de estar a la vanguardia de los cambios de valores, de modo que

    podran mostrar ms claramente que otras en qu medida estn teniendo lugar cambios en la

    dinmica familiar. Seleccionamos una etapa temprana del ciclo de la vida familiar pues es un

    momento en que existe una fuerte demanda del cuidados de los hijos, que compite con las

    demandas de la vida laboral por el tiempo de ambos cnyuges.

    Todos los esposos y esposas estaban ocupados, los primeros en promedio unas 50

    horas semanales (entre 25 y 80 horas), y las segundas alrededor de 27 horas semanales (entre

    6 y 60 horas). En suma, los varones trabajaban diariamente un promedio de cuatro horas y

    media ms que las mujeres. Entre las mujeres, 16 trabajaba menos de 25 horas semanales,

    mientras que slo 7 lo hacan por 40 horas y ms. Ninguno de los esposos, en cambio,

    trabajaba menos de 24 horas semanales y 22 lo hacan por 50 horas semanales o ms. Estas

  • 11

    diferencias en los comportamientos de las mujeres y varones son consecuencia del contexto

    social, cultural y econmico en que se desenvuelve la vida de estas personas, a su vez

    socializados en roles sociales marcados por el gnero.

    En total, las 35 parejas tenan 67 hijos viviendo en el hogar, en un rango que iba de 1 a

    4 hijos por pareja, y un promedio de 2. La distribucin etaria de los hijos oscilaba entre los 2

    meses y los 19 aos, con una concentracin por debajo de los 7. Cerca de dos tercios de las

    parejas tenan ayuda domstica remunerada, desde 3 hasta 80 horas semanales. La mayora de

    los hijos de 2 y ms aos de edad estaban en el sistema escolar, fuera en el jardn de infantes o

    en el nivel primario. Slo pocas parejas contaban con ayuda familiar, en su mayora de sus

    madres o abuelas, que colaboraran en el cuidado de los bebs o en el transporte de los nios

    hacia y desde la escuela, o quedndose con ellos en el hogar cuando estaban enfermos.

    La mayora de los esposos y esposas tenan altos niveles de educacin: al menos nivel

    secundario y, en la mayora de los casos, estudios universitarios. Todos ellos tenan

    ocupaciones de clase media. Haba maestras, profesoras, psiclogas, mdicas y empleadas

    administrativas entre las esposas; y agentes de seguro, empleados bancarios, abogados,

    arquitectos, psiclogos, mdicos y comerciantes, entre los esposos.

    Provenan mayoritariamente de familias de clase media y media alta y, slo en unos

    pocos casos, de familias de clase baja. El contexto socioeconmico y cultural en que se

    desenvolvan, treinta aos atrs, era bien diferente. Algo ms de un tercio de sus madres

    estaban en el mercado de trabajo como maestras, empleadas administrativas, pequeas

    comerciantes, trabajadoras familiares sin remuneracin en los pequeos talleres o comercios

    de sus esposos. Estos eran terratenientes, arquitectos, mdicos, abogados, miembros de las

    fuerzas armadas, comerciantes, empleados administrativos, o eventualmente, trabajadores

    calificados. En sus hogares, cuando las parejas entrevistadas tenan 10 u 11 aos de edad, un

    poco ms de la mitad de sus progenitores contaba con personal de servicio domstico. De

    stos, alrededor de dos tercios tena personal a tiempo completo (ms de 35 horas semanales),

    y eran muy pocos los que tenan ayuda por poco tiempo (menos de 16 horas semanales). En

    los hogares actuales, tambin son ms de la mitad los que gozan de ayuda domstica; pero

    ahora la ayuda a tiempo completo es ms escasa.6 Entre las parejas actuales, existe una clara

    6 En las familias de origen de las mujeres que entrevistamos la cantidad de horas semanales de ayuda

    domstica (649 horas) era menor que en los hogares de sus esposos (804 horas) en donde, de paso, algunas

  • 12

    asociacin entre el tiempo de trabajo de las mujeres y el tiempo de la ayuda domstica

    remunerada, lo que sugiere que las esposas pagan su remplazo como amas de casa y madres.7

    Este no es el caso de la anterior generacin, en donde el servicio domstico remunerado era

    mucho ms frecuente.

    Las entrevistas fueron realizadas en el hogar o en los lugares de trabajo, en cafs y en

    bares. Pusimos un gran esfuerzo en asegurar respuestas independientes de ambos miembros

    de la pareja, evitando hasta donde pudimos que se influyeran mutuamente. Adems de

    solicitarles formalmente que no comentaran entre s sus respuestas, fijamos los horarios y

    lugares de encuentro para llevar a cabo las entrevistas de modo de reducir las posibilidades de

    "contagio" mutuo. El procedimiento fue harto complejo pero exitoso.

    LOS VARONES Y LAS MUJERES: EL HOGAR Y LOS HIJOS

    Interrogamos a los esposos y las esposas sobre una serie de actividades y les pedimos

    que nos dijeran quines las hacan. Formulamos la pregunta de la siguiente manera: "Dira

    usted que hace todo, la mayor parte, una parte, un poco o nada de cada una de las siguientes

    actividades?"

    En la esfera de lo domstico, las actividades eran: cocinar, lavar los platos, poner la

    mesa, lavar la ropa, planchar, limpiar la casa, hacer las compras, pagar las cuentas, ocuparse

    del mantenimiento del auto, hacer reparaciones en la casa, contratar un pintor, un plomero o

    un albail, y arreglar salidas con amigos. En cuanto al cuidado de los nios, preguntamos

    acerca de: cambiar paales, dar de comer, baar, vestir, hacer dormir, hacerlos cepillar los

    dientes, llevarlos a la escuela, ayudarlos con las tareas escolares, organizar las fiestas de

    cumpleaos, hablar con los maestros, ir a las reuniones de padres en la escuela, reprenderlos,

    quedarse en el hogar cuando los chicos estuvieran enfermos, llevarlos al mdico, y comprarles

    familias tenan ms de una persona contratada para la realizacin de tareas domsticas.

    7. El 29 por ciento de las parejas en las que la esposa trabajaba poco tiempo (menos de 19 horas semanales)

    tena ayuda domstica remunerada por 20 o ms horas semanales, mientras que el mismo arreglo domstico

    estaba presente en el 35 por ciento de las parejas en las que las mujeres trabajaban medio tiempo (20-34 horas

    semanales), y en el 50 por ciento de aqullas en las que trabajaban a tiempo completo (35 horas semanales o

    ms).

  • 13

    ropa.

    Las mujeres tendieron a ajustarse ms que los hombres a las preguntas que les

    formulamos. Aceptaron y usaron sin inconvenientes las categoras "todo", "la mayor parte",

    "parte", "un poco", y "nada". A los hombres, en cambio, las preguntas les presentaron

    problemas. A menudo, parecan dar vueltas en crculos, eludiendo el tema, negndose a

    ceirse a las preguntas tal como las habamos formulado, haciendo uso de porcentajes

    (cuantitativos) de tiempo, que permiten medir fragmentos ms pequeos de tiempo que las

    categoras (cualitativas) que nosotros les presentamos. De esta manera, en lugar de contestar

    que ellos cocinaban, cambiaban los paales, o cualquier otra actividad "un poco", estimaban

    su contribucin en "5 por ciento", o "10 por ciento". Tambin usaron expresiones como "a

    veces", o "de vez en cuando", que parecen ms positivas o menos drsticas que "un poco".

    Recordaban eventos nicos, excepcionales, tales como: "una vez fui a ver a la maestra de mi

    hijo y le dije que...", o "la semana pasada, cuando el nio se enferm [l no se qued en casa,

    pero], yo llam por telfono [desde su trabajo] una o dos veces todos los das para preguntar

    cmo estaba", o tambin "una vez, estando en Miami [en un viaje de negocios] le compr [a

    mi hijo] zapatillas". Al hacer estos comentarios, los maridos transformaban actos singulares

    en sustitutos (habituales o cotidianos) del compartir el cuidado de los chicos en trminos

    iguales con sus esposas.

    En suma, mientras las esposas respondieron rpidamente y de manera categrica, los

    esposos se detenan, pensaban, hacan bromas, intentando hacerse entender, recordando

    ancdotas, etc. Parecan incmodos con el tema y ansiosos por justificar lo que ellos mismos

    juzgaban como un nivel bajo de participacin. Algunos mostraron cierto grado de irritacin

    con el tema o falta de inters en hablar de estas cosas. A menudo evidenciaron alivio llegado

    el momento de hablar acerca de cmo eran las cosas en sus familias de origen. Muchos de

    ellos dijeron: "Ah!, las cosas ah eran mucho ms claras", o "Ah!, los roles estaban mucho

    ms definidos". Seguramente estas muestras de incomodidad de los varones sea resultado de

    la falta de correspondencia entre lo que hacen efectivamente y lo que piensan que deberan

    hacer, conscientes de los cambios que se estn dando en la definicin de la paternidad.

    Vayamos ahora a los resultados que encontramos. Examinar primero la visin que

    tienen los varones de la divisin del trabajo en sus hogares, empezando por el mbito de los

    quehaceres domsticos, que trataron en forma distinta que al del cuidado de los nios.

  • 14

    Entre la mayora de las 35 parejas que entrevistamos, las tareas domsticas estn

    fuertemente segregadas por gnero, lo que significa que los varones no participan del

    "segundo turno". Para decirlo de otro modo, hay actividades, la mayora en verdad, que "no

    son tareas de hombres". Son aqullas en las que entre el 90 y el 100 por ciento de los maridos

    no participan en absoluto, o lo hacen apenas un poco. Son parte de la rutina diaria, o de

    realizacin muy frecuente: cocinar, lavar los platos, limpiar la casa, lavar, planchar. A su vez,

    hay pocas actividades que "no son tareas de mujeres". Cuando se trata de hacer trabajos

    ocasionales como pequeas reparaciones domsticas o de ocuparse del mantenimiento del

    auto, quienes tienen uno, los varones hacen todo o la mayor parte, y las mujeres poco o nada.

    Que la mayora de las actividades domsticas cotidianas no sean actividades de

    varones no significa que sean realizadas exclusivamente por las esposas. Las mujeres

    asumen la total responsabilidad por las tareas domsticas, pero su ejecucin es slo en parte

    una tarea de las esposas y en parte de sus "asistentes", personal domstico, parientes cercanos

    o, menos frecuentemente, los hijos de ms edad. Lo mismo sucede con los varones y las

    reparaciones domsticas, cuando no son realizadas por ellos, lo son por servicios que se

    contratan, pero no por las esposas.

    En sntesis, la responsabilidad por la ejecucin debe ser diferenciada de la ejecucin

    misma de las tareas.8 En el caso de las 35 parejas que entrevistamos, lo que claramente no

    comparten los esposos es la responsabilidad, mientras que el "hacer" pueden compartirlo con

    otros. De esta manera, cuando se trata de cocinar, lavar los platos, limpiar la casa, lavar la

    ropa o planchar, las mujeres no comparten su segunda jornada con sus esposos, sino con el

    servicio domstico remunerado, en la mayora de los hogares por slo unas horas a la semana.

    Entre las distintas tareas domsticas, la limpieza de la casa y el planchado son las que las

    mujeres ms fcilmente delegan.

    8 Fassinger (1993), quien tambin distingue entre "hacer" y "ser responsable por", afirma que un factor clave que

    ayuda a perpetuar la desigualdad de gnero en el trabajo domstico es la distinta percepcin que tienen los varones

    y las mujeres acerca de la responsabilidad por esas tareas (p. 213). La autora asigna a esas diferencias en las

    percepciones la perpetuacin de la desigualdad de gnero en el hogar.

  • 15

    Hay algunas actividades para las que existe segregacin por gnero, pero con un nivel

    menor de consenso, lo que sugiere que estn en una fase de cambio hacia la feminizacin o

    hacia la neutralidad genrica (compartir?). Son ocasionales y, adems, tradicionalmente

    actividades de varones: contratar plomeros, pintores u otro personal de servicio, y pagar las

    cuentas. Las parejas entrevistadas se dividen en dos mitades: o bien los esposos/esposas

    hacan todo o la mayora de esas actividades y las esposas/esposos nada o slo un poco, o las

    compartan entre ambos.

    De hecho, hay muy pocas actividades domsticas que son verdaderamente

    compartidas por varones y mujeres, en las que la segregacin por gnero no prevalezca. Tal es

    el caso de la planificacin de la vida social de la pareja, de hacer las compras, y de poner la

    mesa diariamente. Las dos primeras actividades son compartidas por alrededor de la mitad o

    ms de los esposos y esposas. El compartir tambin caracteriza la puesta de la mesa, que es

    hecha diariamente. Pero sta es una actividad compartida por la familia, y utilizada por

    muchos padres de clase media para comenzar a fomentar en sus hijos la responsabilidad por

    los quehaceres domsticos.

    Las cosas son bastante diferentes en relacin al cuidado de los nios. En primer lugar,

    son muchas menos las parejas, y con respecto a relativamente menos actividades, en las que

    prevalece una ntida segregacin por gnero, en tanto que el nmero de parejas que comparten

    la paternidad es mayor. En segundo lugar, cuando la segregacin existe, toma la forma de

    padres que no hacen nada, o slo un poco, y madres que hacen todo, como ocurre con el

    trabajo domstico. Pero a diferencia del trabajo domstico, en este caso las madres casi no

    tienen ayuda de otros en el hogar, sea de un servicio pago o de familiares. Aparte de la

    funcin "guardera" del sistema escolar, el cuidado y la crianza de los chicos en el hogar es

    responsabilidad casi exclusiva de ambos progenitores. No es transferida ni delegada, excepto

    en los casos de compra de ropa, de quedarse en casa acompandolos cuando estn enfermos,

    o de llevarlos y traerlos de la escuela. En estos casos, las madres pueden ser reemplazadas por

    un pariente, una persona de servicio domstico, o por un transporte escolar. Estas actividades

    difieren de las domsticas, las que en muchas familias y en relacin a varias reas las mujeres

    delegan en servicios remunerados sean domsticos o de otro tipo- que hacen la limpieza, el

    planchado, o el arreglo de una canilla, de la ducha o de un artefacto elctrico.

  • 16

    Cuando se trata de retar a los chicos, asistir a reuniones escolares, llevar a los hijos al

    mdico o, menos frecuentemente, hacerlos dormir o vestirlos, entre la mitad y tres cuartos de

    los esposos entrevistados comparten las responsabilidades con sus esposas. Pero la situacin

    es diferente cuando se trata de baarlos, cambiarle los paales, darles de comer, comprarles

    ropa, organizar fiestas de cumpleaos, hablar con los maestros, o ayudarlos con los deberes de

    la escuela. En estos casos, escasamente un tercio de los padres comparten las tareas con las

    madres. Los otros dos tercios no contribuyen en nada o slo un poco, y son las madres las que

    hacen todo o la mayor parte de esos quehaceres, muchos de ellos diarios y ocasionales.

    El cambio de paales es paradigmtico. Figura entre las actividades del cuidado de los

    nios ms rechazadas por los padres. Los varones pueden llegar a decir "'mi religin' me

    prohibe cambiar paales". Las mujeres pueden llegar a decir que "l no cambia paales, ni

    siquiera los toca, porque le resulta desagradable"; o tambin, "cuando l est en casa con el

    beb, trata de no cambiarle los paales y espera que yo regrese para que yo lo haga".

    En suma, como ha sido encontrado en otras sociedades (ver mencin al tema en la

    seccin Introduccin a este captulo), en estas familias de dobles proveedores de sectores

    medios, el comportamiento de los hombres est menos marcado por el gnero cuando actan

    como padres que cuando lo hacen como esposos. Los hombres se comprometen ms con los

    hijos que con el hogar. El mbito del trabajo domstico es definido como femenino, mientras

    que el de la crianza de los hijos es definido como una empresa compartida.

    Algunos varones dicen sentir pena por las mujeres porque ellas tienen que trabajar en

    casa y con los hijos, adems de hacerlo en su lugar de trabajo. Pero, como nos dijo un hombre,

    "Estoy de acuerdo con lo que dicen los psiclogos: los bebs necesitan mucho ms de sus

    madres...Est culturalmente determinado. Cuando estoy en mi casa (y yo trabajo 12 horas

    diarias), trato de ayudar, pero slo con los nios". Otro es consciente de que "Ella hace todo, y

    adems, trabaja ocho horas diarias. Por eso le tengo lstima. Yo ayudo, pero ni se me ocurre

    lavar un solo plato".

    An cuando participen, los padres a menudo no asumen la responsabilidad total por la

    tarea, sino slo por su ejecucin. Actan como asistentes o como complementos de sus

    esposas. As, los esposos llegan a decir: "Si mi hija tiene que lavarse los dientes, mi esposa me

    lo recuerda, y yo le insisto [a su hija] que lo haga". Y las esposas dicen: "El viste a los nios si

    yo les tengo la ropa preparada"; o tambin, "El le da de comer si le pido que lo haga". En otros

  • 17

    casos, ellos participan porque les gusta la tarea, no porque sea necesario hacerla. Uno de los

    esposos dijo: "Yo me hago cargo del mantenimiento y la pintura de la casa porque me gusta

    hacerlo". Y las esposas comentan que: "El cocina una vez cada tanto porque le gusta hacer

    pizza"; o "El lustra los muebles de vez en cuando, tiene un repentino ataque y lo hace".

    Vale la pena destacar que lo que fue sealado ms arriba describe la distribucin de las

    actividades domsticas y las de crianza de parejas conyugales en las que no slo el esposo-

    padre est en la fuerza de trabajo, sino tambin lo est la esposa-madre. Es cierto que mientras

    la mayora de ellos trabaja a tiempo completo, y hasta ms, escasamente un tercio de las

    mujeres lo hacen con la misma intensidad, la mitad trabaja a medio tiempo, y un quinto slo

    unas pocas horas a la semana. Pero todas ellas tienen uno o dos, o hasta tres hijos pequeos en

    casa. Algo menos de la mitad no tiene ayuda domstica asalariada, mientras que un cuarto la

    tiene slo una, y excepcionalmente, dos veces a la semana, por slo 3 a 5 horas por da. Es en

    estas circunstancias contextuales que ambos cnyuges construyen su comportamiento de

    gnero poniendo en juego su socializacin temprana en los roles de gnero.

    LA GENERACION DE LOS PADRES: EL HOGAR Y LOS HIJOS

    En qu medida la situacin de estos varones y mujeres difiere de la de sus propios

    madres y padres, miembros de la generacin anterior?

    Casi dos tercios de las madres de los varones y mujeres que entrevistamos eran amas

    de casa a tiempo completo cuando ellos tenan 10 u 11 aos de edad. El resto de las madres,

    que superaban el tercio de estas familias, participaban del mercado de trabajo. La tasa de

    actividad de este grupo (41,0 por ciento) era relativamente alta para esa poca, a mediados de

    los 70. En el sector de la poblacin femenina a la que pertenecan en su mayora de clase

    media, de entre 35 y 45 aos de edad, con educacin secundaria, casadas, con esposo y dos o

    ms hijos en el hogar la tasa de actividad rondaba entre el 34,0 por ciento y el 36,5 por ciento

    (Wainerman 1979). Entre las familias en las que las madres no estaban en el mercado de

    trabajo, alrededor de un tercio tenan ayuda domstica remunerada a tiempo completo. Entre

    aqullas en las que las madres eran econmicamente activas, muchas a tiempo completo, slo

    cerca de la mitad tenan ayuda domstica remunerada, el resto no.

    Cmo era la divisin del trabajo entre los esposos y las esposas entonces? Dado que

  • 18

    no existe ninguna investigacin previa sobre este tema en la Argentina, carecemos de datos

    acerca de la forma de vida de la generacin anterior a la de nuestros entrevistados que nos

    posibilite una comparacin. Como no pudimos afrontar el costo de entrevistar a los padres y a

    las madres de nuestros entrevistados, tarea que insume mucho tiempo y energa dado que

    requiere conseguir la colaboracin de dos parejas familiares por cada pareja actual, tuvimos

    que recurrir a otro abordaje. Por lo tanto, an a riesgo de disminuir la validez de los datos,

    adoptamos la estrategia de recolectar informacin pasada a travs de informantes sustitutos.

    Somos conscientes de la dificultad (tan bien sealado por Sudman, Bradburn y Schwartz,

    1996) que involucra el ejercicio de recuperacin de los trazos de la memoria autobiogrfica

    que les solicitamos a nuestros informantes. Es, sin lugar a dudas, un proceso complicado que

    puede ser resultado de ambos, los comportamientos realmente ocurridos en el momento

    pasado y por hechos que sucedieron y/o por informacin que se incorpor a la memoria con

    posterioridad.

    Tenemos cierto grado de confianza en la validez de la informacin sustituta que

    recogimos por al menos dos razones. Por un lado, por la elevada coincidencia que hallamos

    entre la informacin (reunida en forma separada) de esposos y esposas concernientes a sus

    propias familias de origen. Por otro lado, por la coincidencia que constatamos entre los

    parmetros sociodemogrficos y econmicos de la poblacin de los padres y los del universo

    del que provenan.9

    Tomando en cuenta las dificultades que implica obtener informacin del pasado de

    informantes sustitutos, slo consultamos por 18 de las 25 actividades que estudiamos para las

    parejas actuales. De las 18, la mitad tena que ver con el trabajo domstico y la otra con la

    crianza de los hijos. Es slo en relacin con stas que podemos evaluar hasta qu punto la

    9 Uno de los indicadores es la estructura educacional de los esposos y esposas en las familias actuales y en sus

    familias de origen. En la generacin de los padres, el 70 por ciento de ambos miembros de la pareja conyugal

    haban logrado al menos educacin secundaria incompleta, pero con grandes diferencias por gnero cuando se

    trata del ms alto nivel educacional. Slo el 20 por ciento de las madres vis vis el 44 por ciento de los padres

    haban alcanzado el nivel universitario incompleto o ms. Las cifras equivalentes para los esposos y esposas que

    entrevistamos son de 91 por ciento para las madres y de 80 por ciento para los padres de nivel universitario

    incompleto o superior. Los datos muestran una tendencia hacia la expansin de la educacin (ms marcada entre

    las mujeres), y hacia la igualdad de oportunidades para ambos gneros que ha sido ampliamente documentada por

    los datos agregados. (Ver la seccin "Capital cultural relativo de los cnyuges" en el captulo 2 de nuestra autora

    en esta misma obra). Las tendencias intergeneracionales hacia una mayor participacin en la fuerza de trabajo por

    parte de las mujeres, es otro indicador de la relativa validez de la informacin reunida de ambas generaciones

    usando datos de primera mano para la actualidad y datos de sustitutos para las generaciones pasadas.

  • 19

    divisin del trabajo en el hogar cambi entre las dos generaciones.

    En la de los padres, el comportamiento de los varones y de las mujeres tambin difera

    segn fuera el mbito de actividades: los varones tenan mayor presencia en su papel de

    padres que en el de esposos, y compartan ms con las mujeres en su papel de madres que de

    esposas.

    La diferencia con la generacin actual en relacin al trabajo domstico es slo de

    grado, ya que la segregacin opera hoy en da bajo los mismos patrones que en el pasado. Las

    mismas actividades eran de las mujeres y las mismas eran de los varones. Cocinar, lavar los

    platos, limpiar la casa, planchar, hacer las compras, eran responsabilidades de las esposas.

    Hacer pequeas reparaciones en el hogar, o cuidar el auto, eran responsabilidades de los

    esposos. Pagar cuentas era mayoritariamente una actividad de los varones, pero en un tercio

    de las parejas estaban a cargo las mujeres. Las percepciones de los varones y de las mujeres de

    las parejas que entrevistamos eran muy coincidentes en lo referente a la divisin del trabajo

    entre sus padres en sus familias de origen.

    Las diferencias intergeneracionales radican en que muchos varones hoy en da

    participan un poco cuando hay que cocinar, lavar los platos, o limpiar la casa, mientras la

    mayora de los varones de la generacin de los padres no participaban nada de estas

    actividades. Adems, aunque an de manera incipiente, el compartir se ha convertido en una

    prctica mucho ms popular entre los esposos hoy en da. Pagar las cuentas y hacer las

    compras son buenos ejemplos: slo el 10 por ciento de los padres de comienzos de los aos

    70 compartan su realizacin, en tanto dichas cifras se elevan a entre un cuarto y un medio

    entre sus hijos e hijas, que son padres y madre de fines de los aos 90.

    Es en relacin a la paternidad que el cambio intergeneracional es verdaderamente

    evidente. La escala de este cambio es enorme. Casi todos los padres de la generacin previa

    rechazaban comprometerse en las tareas de baar o vestir a sus hijos, o de ayudarlos con sus

    tareas escolares. Estas eran definidas como actividades de "madres" ya que la "paternidad" era

    culturalmente percibida como "maternidad". Actualmente slo escasamente un tercio de los

    padres de los nietos y nietas de la generacin anterior continan rehusndose a participar. El

    rol del padre ha sido redefinido. Los varones lo han asumido ampliamente, compartiendo el

    cuidado de sus hijos con las madres. Regaar, que ha sido tradicionalmente dominio del padre

  • 20

    "vers cuando tu padre est en casa" era una advertencia frecuentemente esgrimida por las

    madres superadas por las travesuras de sus hijos-, es compartido por ambos esposos en las tres

    cuartas partes de las parejas entrevistadas. La paternidad parece haber adquirido un valor

    social que no tena antes, y uno que el trabajo domstico no ha alcanzado y que es poco

    probable que alcance en el corto plazo.

    Esta tendencia reproduce la encontrada en los Estados Unidos desde mediados de los

    80, concomitantemente con incremento del "padre nutriente". Como dijimos en la

    Introduccin al presente captulo, son ya muchos los estudios que proporcionan evidencias

    consistentes acerca del incremento del compromiso de los varones con la crianza de los hijos,

    mientras mantienen, al igual que en el pasado, un bajo compromiso con el trabajo domstico.

    Como ha sealado Gerson (1993),

    Un creciente grupo de padres, la mayora de los cuales estn casados con mujeres

    comprometidas con el trabajo, estn cambiando paales, llevando cochecitos,

    mimando a sus hijos y, en general, compartiendo los placeres y cargas de la crianza

    de los hijos. (p. 9)

    La tendencia parece haber adquirido mayor fuerza en las clases medias y entre las

    familias de dobles proveedores. En la Argentina, la psicologa, mayormente el psicoanlisis,

    que ha permeado los conceptos y mtodos de crianza y educacin desde fines de los 60,

    reforz estos cambios. La "Escuela para Padres", una creacin de la psicloga Eva Giberti de

    los 60, es paradigmtica de este movimiento. Giberti difundi ampliamente ideas modernas

    sobre las relaciones entre los padres y los hijos, y un nuevo significado de la paternidad a

    travs de la radio, los diarios, las revistas femeninas, conferencias, y de una obra editada en

    cuatro volmenes, tambin denominada "Escuela para Padres", que ocupaba los estantes de la

    mayora de las familias educadas de la clase media (Giberti, 1961).

    Los libros de lectura de uso en la escuela primaria argentina proporcionan interesantes

    evidencias que son de especial valor ya que la escuela es uno de los principales agentes de

    imposicin de valores culturales. Desde comienzos del siglo XX y hasta los 70, estos libros

    ensearon a los hijos que

    Los padres y las madres tienen funciones muy diferentes, casi sin ningn punto de

    contacto. Mientras que las madres estn a cargo de las rutinas domsticas, los padres

    desplegando creatividad, iniciativa y sabidura- encuentran rpidas soluciones a los

    problemas que aparecen en el hogar. Si un aparato elctrico falla, ellos lo arreglan,

    si se necesitan estantes, ellos los construyen. Su actividad principal es trabajar para

  • 21

    proveer de apoyo econmico a la familia. (Wainerman y Heredia 1996, p. 86)

    Nada de esto se encuentra en los libros publicados a comienzos de los 90. En la

    mayora de estos libros, los chicos y las chicas comparten los mismos juegos, as como la

    realizacin de las tareas domsticas. En la familia esta coexistencia de roles est tambin

    presente.

    La mayora de las madres en estos libros estn en la fuerza de trabajo, an aqullas

    con nios pequeos... Aunque en la fuerza de trabajo, ellas mantienen el liderazgo

    sobre los quehaceres domsticos... y el cuidado de los hijos... No se ha producido

    ninguna redistribucin del trabajo entre los esposos. Como hasta los 70, los hombres

    y las mujeres estaban ms comprometidos con la paternidad que con el trabajo

    domstico: ellos compartan su tiempo con sus hijos, ayudaban a vestirlos,

    participaban en las reuniones escolares, los llevaban a pasear, etc. Pero ellos no

    lavaban los platos, no cocinaban, no limpiaban la casa...

    Lo que ha cambiado profundamente es la participacin de los chicos y las chicas en

    el trabajo domstico. Mientras en los 70 las nias jugaban a ser pequeas mams de

    sus muecas, y los nios jugaban a tareas que demandaban fuerza e ingenio, en los

    90 ambos ayudan en trminos iguales con los quehaceres domsticos cocinando,

    haciendo las camas, poniendo la mesa, lavando ropa. (Wainerman y Heredia op. cit.,

    p. 92)

    DOS HISTORIAS DE LA FAMILIA: MIRADAS DE ESPOSOS Y DE ESPOSAS

    Los esposos y las esposas hacan referencia a la desigual disponibilidad de tiempo y de

    flexibilidad del horario de trabajo para justificar la divisin desigual entre ellos de las tareas

    del hogar. Vale pena indicar que en su revisin de las investigaciones sobre la divisin del

    trabajo domstico, Greenstein (1996) no encontr evidencias favorables para sustentar la

    adecuacin de la perspectiva de la "disponibilidad de tiempo", es decir, ninguna asociacin

    clara entre el nmero de horas que trabaja una mujer fuera de su hogar y el que dedica al

    trabajo domstico. Por otro lado, no hay evidencias de que los hombres desocupados

    aumenten sustancialmente su el tiempo de trabajo domstico. Sin embargo, nuestras

    entrevistadas acostumbraban hacer comentarios como el siguiente: "En el pasado solamos

    compartir mucho ms porque estaba ms tiempo en casa"; "El sola trabajar menos tiempo, y

    hacamos todo mitad y mitad"; "Estoy haciendo mucho ms ahora, ... l tiene que trabajar ms

    horas"; "El quisiera hacer ms de lo que hace ahora [en la casa], pero todo es cuestin de

  • 22

    tiempo"; "El ao prximo, cuando empiece a trabajar el doble de tiempo del que trabajo

    ahora, ambos haremos lo mismo. Los varones, a su vez, decan que Es por mi trabajo que

    yo no puedo, no es porque no quiera hacerlo"; o "En el pasado yo estaba ms en casa porque

    no trabajaba tanto como ahora [antes de tomar el segundo trabajo]. Mi mujer, en cambio,

    deba tomar turnos en el hospital, trabajando ms horas que yo, por eso era yo quien cuidaba a

    los chicos". Los argumentos parecen reflejar la realidad, vale la pena recordarlo, que estos

    esposos trabajaban (en actividades no domsticas) en promedio cinco horas por da ms que

    sus esposas. Lo que es digno de destacar es que nadie, ni entre los varones ni entre las

    mujeres, se plante qu es lo que hace que las mujeres trabajen menos horas diarias que los

    varones, es decir, sobre qu base o quin es responsable de decidir que as es en casi todos, si

    no en todos, los casos. Las parejas "naturalizan" este hecho, no cuestionan que ellos trabajen

    ms horas que ellas.

    Veamos la imagen que los hombres y las mujeres tienen de lo que sucede en sus

    hogares. En el dominio de las actividades domsticas, los esposos tienden a mirar la situacin

    como ms compartida y las esposas como ms segregadas. En conjunto, los varones perciben

    su propia participacin en las tareas domsticas como mayor de lo que la consideran las

    mujeres. Sin embargo, ambas percepciones no estn tan apartadas. Donde las esposas estiman

    que los esposos no hacen nada, los esposos estiman que hacen slo un poco, pero no parte,

    la mayor parte, o todo. De hecho, cuando se trata de cocinar o de lavar los platos, dos tercios

    de las esposas dijeron que sus esposos no contribuyen nada, mientras que slo un tercio de

    los esposos concordaba con esa imagen, y alrededor de un tercio declar que haca slo un

    poco.

    Para decirlo sintticamente, las percepciones de ambos miembros de la pareja

    coinciden en general en cuanto a la forma en que ocurre la divisin del trabajo en la casa. Los

    esposos y las esposas son conscientes de que la mayora del trabajo domstico es segregado (y

    es un privilegio de las mujeres), con excepcin de tareas como poner la mesa o contratar el

    servicio de plomeros, pintores y albailes. Pero en contraposicin con esta visin general, los

    varones se atribuyen a s mismos mayor compromiso en el segundo turno que el que les

    atribuyen las mujeres a ellos.

    En el mbito del cuidado de los hijos, nuevamente, son ms numerosas las ocasiones

    en las que los esposos se perciben compartiendo las actividades con sus esposas de lo que

  • 23

    ellas lo perciben. Esto es cierto en relacin a cambiar paales, vestir a los hijos, quedarse en

    casa cuando estn enfermos, llevarlos al mdico, asistir a reuniones escolares, y hasta planear

    fiestas de cumpleaos. En cambio, tienen una mirada menos compartida o ms segregada

    acerca de llevar a los hijos a la cama, o de hacerles cepillar los dientes, o de regaarlos,

    actividades que en mayor o menor grado implican poner lmites para moldear el

    comportamiento.

    En suma, los varones perciben el ejercicio de la paternidad y de la maternidad como

    siendo ms compartida de lo que lo perciben ellas, y lo hacen va la sobreestimacin de su

    propia participacin respecto de la que le atribuyen las esposas. Los estudios que incluyen

    tanto a los esposos como a las esposas (tales como el de Berk 1985, o el de Greenstein 1996)

    tambin hallaron que ambos cnyuges subestiman sistemticamente el esfuerzo del otro. En

    nuestro caso esto puede ser la consecuencia de un intento de los hombres por compensar lo

    que ven como una falla de su parte (en presencia de la entrevistadora, y por efecto del

    mecanismo de la "deseabilidad" social que los lleva a "presentarse" de una manera aprobada

    socialmente hoy), o de una verdadera percepcin distorsionada de la realidad. De acuerdo a

    Hertrich (1997), hay tres condiciones necesarias para que la informacin sea adecuada: que la

    persona conozca el dato, que lo recuerde, y que, adems, lo informe de manera precisa. De ser

    as, las preguntas que cabe plantearse son: hasta qu punto los varones y las mujeres tienen

    igual conocimiento de esos datos?, hasta qu punto los recuerdan con igual precisin?, hasta

    qu punto estn igualmente capacitados para informar sobre ellos? Las consecuencias

    metodolgicas de una respuesta negativa a estas preguntas son evidentes por s mismas. Su

    importancia amerita continuar haciendo investigacin emprica sobre el tema para conocer en

    qu medida los estudios sobre la familia y su dinmica llevados a cabo con un nico miembro

    de la pareja conyugal arriban a informacin y conclusiones vlidas o espreas.

    CONCLUSIONES

    Las evidencias resumidas ac son un primer paso en el camino de explorar la cuestin

    de la paternidad en las familias de dos proveedores de sectores medios. No slo no sabemos

    cmo funcionan, tampoco sabemos cmo funcionan los varones y las mujeres juntos en el

    hogar, qu hacen y qu sienten al respecto. La pregunta a la que dan origen estos datos es la

  • 24

    que Goldscheider y Waite (1991) formularon para los Estados Unidos: "nuevas familias, no

    familias?". Las familias argentinas estn en camino de desaparecer -como lo sugiere el

    incremento de la soltera, de las personas sin hijos, y del divorcio-, o se transformarn en ms

    igualitarias como resultado de que los varones comenzarn a compartir con las mujeres el

    segundo turno?

    Es demasiado pronto para avanzar una respuesta definitiva, pero las parejas que

    entrevistamos estn compartiendo algo ms de las tareas domsticas y mucho ms del cuidado

    de los nios que lo que hacan sus padres treinta aos atrs. Los nios de hoy, socializados en

    este clima, posiblemente lo reproducirn, si no lo ampliarn, al momento de llegar a la edad

    de formar sus propias familias.

    La incomodidad que detectamos en muchos de los esposos que entrevistamos cuando

    se encontraron hablando acerca de cunto contribuan al trabajo domstico y al cuidado de los

    hijos, dan evidencias de las presiones que han estado ejercindose recientemente sobre los

    varones para que se involucren ms con la familia y sus tareas. En el futuro cercano es

    previsible que las mujeres continen ingresando a la fuerza de trabajo y seguramente en

    nmeros mayores. Como no todas ellas pueden ser supermujeres, capaces de asumir al mismo

    tiempo roles familiares y roles econmicos, se puede prever que los varones incrementarn su

    compromiso con el trabajo domstico y la paternidad, compartiendo de este modo la carga del

    segundo turno desempeado por sus esposas trabajadoras y haciendo que la "masculinidad"

    no se iguale exclusivamente con fuerza, actividad, inteligencia y con las habilidades de los

    varones para proveer medios econmicos. Es por esto que votamos por un futuro de "familias

    nuevas" en lugar de uno de "no familias", en las que el balance de poder entre ambos

    cnyuges sea ms igualitario, en las que los varones tengan oportunidad de desarrollar

    sentimientos que hasta no hace mucho se consideraban privativos de las mujeres, y en las que

    los hijos e hijas crezcan intelectual y emocionalmente en un mundo de expectativas de gnero

    ms equilibradas.

  • 25

    BIBLIOGRAFIA

    Aldous, J., G.M. Mulligan y T. Bjarnason (1998), Fathering over time: What makes

    the difference?. Journal of Marriage and the Family, 60.

    Becker, G. (1985), Human Capital Effort and the Sexual Division of Labor. Journal

    of Labor Economics, 3.

    Bernard, J. (1981), The good provider role: Its rise and fall. American Psychologist,

    36,1.

    Berk, S. F. (1985), The Gender Factory. Plenum, New York.

    Bielby, D.D. y W.T. Bielby (1988), Women's and men's commitment to paid work

    and family. Women and Work, 3.

    Blood, R., y Wolfe, D. (1960), Husbands and wives. Glencoe, IL: Free Press.

    Brod, H. (1992), The Making of Masculinities. Routledge, New York.

    Coltrane, S., y M. Ishii-Kuntz (1992), Mens housework: A life-course perspective.

    Journal of Marriage and the Family, 54.

    Coltrane, S. (1995), The Future of Fatherhood: Social, Demographic, and Economic

    Influences on Men's Family Involvements, en Marsiglio, W. (ed.), Fatherhood. Sage Publ.,

    Thousand Oaks, California.

    Coltrane, S. (2000), Research on Household Labor: Modeling and Measuring the

    Social Embeddedness of Routine Family. Journal of Marriage and the Family, 62.

    Corts, R. (1990), Precarizacin y empleo femenino, en Galn, P. y M. Novick

    (comps.), La precarizacin del empleo en la Argentina. CEAL-CIAT-CLACSO, Buenos

    Aires.

    Cui-Xia Z. y J.E. Farley (1995), Gender and the distribution of household work. A

    comparison of self-reports by female college faculty in the United States and China. Journal

    of Comparative Family Studies, 26, 2.

    De Barbieri, T. (1992), Sobre la categora gnero. Una introduccin terico-

    metodolgica, en Ediciones de las Mujeres N 17. Isis Internacional, Santiago de Chile.

    Doherty, W., Kouneski, E., y M. Erickson (1998), Responsible fathering : an

    overview and conceptual framework. Journal of Marriage and the Family, 60.

    Dunn, D. (1997), Workplace/women's place. Roxbury Publishing Co., California.

  • 26

    Durn, M.A. (1988), De puertas adentro. Instituto de la Mujer, Madrid.

    Durham, E. (1991), Family and human reproduction, en Jelin, E. (ed.), Family,

    household and gender relations in Latin America. London: Kegan Paaul-UNESCO.

    Fassinger, P.A. (1993), Meanings of housework for single fathers and mothers:

    Insights into gender inequality, en Hood, J. op. cit.

    Furstenberg, F. (1992), Good dads-bad dads: Two faces of fatherhood, en Skolnick,

    A. y J. Skolnick (ed.), Family in Transition. Hasper Collins Publishers, New York.

    Garca de Fanelli, A.M. (1991), Empleo femenino en la Argentina: de la

    modernizacin de los 60 a la crisis de los 80. Desarrollo Econmico, Vol. 31, No. 123.

    Gerson, K. (1993), No Man's Land. Men's Changing Commitments to Family and

    Work. Basic Books, New York.

    Giberti, E. (1961), Escuela para Padres. Ediciones Libra, Buenos Aires. 1ra. edicin.

    Goldscheider, F.K. y L. Waite (1991), New Families, No Families. University of

    California Press, Berkeley, Los Angeles, Oxford.

    Greenstein, T.N. (1996), The husband's participation in domestic labor: Interactive

    effects of wives' and husbands' gender ideologies. Journal of Marriage and the Family, 58.

    Hass, L. (1993), Nurturing fathers and working mothers. Changing gender roles in

    Sweden, en J. Hood (op. cit.).

    Hertrich, V. (1997), Les rponses des hommes valent-elles celles de femmes?.

    Population, 52, 1.

    Hochschild, A. R. (1989), The Second Shift. Avon Books, New York.

    Hochschild, A.R. (1997), The Time Bind. Metropolitan Books, Henry Holt and Co.,

    New York.

    Hood, J. (1986), The provide role: Its meaning and measurement. Journal of Marriage

    and the Family, 48.

    Hood, J. (1993), Men, Work, and Family. Sage Publications, Newbury Park.

    Hunt, J. y L. Hunt (1987), Male resistance to role symmetry in dual-earner

    households: three alternative explanations en Gerstel, N. y H.E. Gross (eds.), Families and

    work. Philadelphia: Temple University Press.

    Kimmel, M.S. (1987), Rethinking "masculinity": New directions in research, en M.

    S. Kimmel (ed.), Changing Men: New Directions of Research on Men and Masculinity. CA

    Sage, Newbury Park.

  • 27

    Kimmel, M.S. (1996), Manhood in America: A cultural history. Free Press, New

    York.

    LaRossa, R. (1989), "Fatherhood and Social Change" en Kimmel, M. y M., Messner,

    Men's Lives. New York, Michigan Publishing Company.

    LaRossa, R. (1997), The modernization of fatherhood: A social and political history.

    University of Chicago Press, Chicago.

    Marsiglio, W. (1993), 'Contemporary scholarship on fatherhood: Culture, identity, and

    conduct'. Journal of Family Issues, 14.

    Marsiglio, W. (1995), Fatherhood: Contemporary theory, research, and social policy.

    CA Sage, Thousand Oaks.

    Marsiglio, W., Amato, P., Day, R.D. y M.E.Lamb (2000) "Scholarship on fatherhood

    in the 1990s and beyond", Journal of Marriage and the Family, 62.

    Morris, L. (1990), The Workings of the Household. Polity Press, Cambridge, UK.

    Mullan Harris, K., Furstenberg, F., y J. Marmer (1998), Paternal involvement with

    adolescents in intact families: The influence of fathers over the life course. Demography,

    Vol. 35, N 2.

    Pahl, R.E. (1984), Divisiones del Trabajo. Mo. de Trabajo y Seguridad Social,

    Madrid.

    Pittman, J. y D. Blanchard (1996), The Effects of Work History and Timing of

    Marriage on the Division of Household Labor: A Life-Course Perspective. Journal of

    Marriage and the Family, 58.

    Pleck, J.H. y G.L. Staines (1985), Work schedules and family life in two-earners

    couples. Journal of Family Issues, 6, 1.

    Pleck, J.H. (1987), American fathering in historical perspective, en M. S. Kimmel

    (ed.), op. cit.

    Pleck, J.H. (1997) Paternal involvement: Levels, sources, and consequences, en

    M.E.Lamb (eds.), The role of the father in child development. 3a. edicin, New York: Wiley.

    Potuchek, J.L. (1997), Who supports the family? Gender and Breadwinning, in Dual

    Earner Marriages. Standford: Standford University Press.

    Ramos Torres, R. (1990), Cronos Divididos. Uso del Tiempo y Desigualdad entre

    Mujeres y Hombres en Espaa. Instituto de la Mujer, Madrid.

    Rotundo, E.A.(1985), American fatherhood: A historical perspective. American

    Behavioral Scientist, 29.

  • 28

    Sautu, R. (1997), Reestructuracin econmica, poltica de ajuste y su impacto en los

    patrones de ocupacin-desocupacin de la mano de obra del Area Metropolitana de Buenos

    Aires: 1991-1996. Estudios del Trabajo, No. 14.

    Sudman, S., Bradburn N. y N. Schwartz (1996), Thinking About Answers: The

    Application of Cognitive Processes to Survey Methodology. San Francisco: Jossey Bass.

    Szinovacz, M. (1984), Changing family roles and interactions. Marriage and Family

    Review, 7.

    Thompson, L., y A.J. Walker (1995), The place of feminism in family studies.

    Journal of Marriage and the Family, 57.

    Wainerman, C.H. (1979), Educacin, familia y participacin econmica en la

    Argentina. Desarrollo Econmico, 18, 72.

    Wainerman, C.H. y R. N. Geldstein (1994), Viviendo en familia: ayer y hoy, en

    C.H. Wainerman (ed.), Vivir en Familia. UNICEF/Losada, Buenos Aires.

    Wainerman, C.H. (1995), De Nairobi a Pekin: Las mujeres y el trabajo en la

    Argentina. Sociedad, Vol. 6.

    Wainerman, C.H. y M. Heredia (1996), Los libros de lectura a las puertas del siglo

    XXI. Gnero, trabajo y familia. Sociedad, 9.

    Walker, A. (1989), Gender in Families: Women and Men in Marriage, Work and

    Parenthood. Journal of Marriage and the Family, 51.

    Zvonkovic, A., Greaves, K., Schmiege, C., y L. Hall (1996), The marital construction

    of gender trough work and familiy decisions: A qualitative analysis. Journal of Marriage

    and the Family, 58.