Paradiso, un paraíso arborescente

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Este es un ensayo donde se podrá encontrar aproximación a la imagen del árbol y la familia en la novela de Lezama Lima Paradiso.

Citation preview

  • Origen, linaje y existencia en un paraso arborescente Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela Geraldine Gutirrez Enero, 2013 La novela de Lezama Lima, Paradiso, nos ofrece a la vista una gran complejidad de imgenes y lenguaje, un entramado que se hace y se deshace en ramificaciones cuasi-infinitas que simulan un tupido follaje. Paradiso es en su extensin una gran metfora arbrea, no slo por la manera en que el discurso se extiende y se repliega sobre s mismo en desinencias sino por la manera de abordar la existencia del ser; en la novela de Lezama Lima todo est justificado en un origen: la raz. La historia personal de Jos Cem no es abordada frontalmente sino desde lo subterrneo: sus antepasados, su linaje, la memoria plasmtica que reside en lo ancestral. Lezama Lima deja claro en sus ensayos que memorizamos desde la raz de la especie (p.498, 1981), que an en la planta existe la memoria que la llevar a adquirir a plenitud su forma, pues la flor es la hija de la memoria creadora (p.498, 1981) El rbol genealgico del protagonista se yergue sobre el centro de dicha memoria y arborescencia: la mujer. Las mujeres de Lezama Lima se nos presentan como el tronco y sostn de la familia. La figura de la madre encarnada en doa Augusta, doa Mela, doa Munda y Rialta, sujetan al resto de los personajes a travs de la direccionalidad que les otorga su papel. Los vstagos crecen bajo la sombra maternal y llevan en s mismos el germen de un pasado ancestral que se convertir en devenir propio. La figura de la madre

  • 2

    siempre esta presente en el hombre, en ese rasgo hereditario, en esa semilla de carcter o debilidad que lo llevar a cumplir su destino. En ese plasma misterioso que se transmite de generacin en generacin a travs de la memoria. Basta con observar cuidadosamente las ramificaciones y encontramos en los frutos la manifestacin de un germen antiguo. Al desenterrar el linaje de Jos Cem alcanzamos a advertir que su abuela Elosa tena la rapidez invisible de la respiracin (p.93, 1975) y que su abuelo Cem () dominaba desde que respiraba, pareca que sus pulmones al respirar en el aire, necesitaban ms espacio comunicado para una contraccin de leador muy poderosa (p.104); su padre Jos Eugenio en la meseta de su juventud expansionaba su pecho de treinta aos, pareca que se fumaba la brisa marina, dilataba las narices, tragaba una pica cantidad de oxgeno, y luego lo iba lanzando por la boca en lentas humaredas. (p.177, 1975). Por la lnea paterna le vena la fortaleza del respiro, el hallazgo de una inhalacin que le permitiera una comunicacin fluvial con el espacio exterior. No obstante el aire hmedo de La Habana, su cortina de humo, el fuerte salitrero hacan gemir el rbol bronquial (p. 178, 1975) de Jos Cem. Y esta debilidad le vendra por la lnea materna: doa Mela, la abuela de Rialta, le habra heredado el pasmo de sus respiraciones. Recordemos tambin, que a pesar de su livianez para respirar, Elosa la madre de Jos Eugenio se vera afectada por el denso aire del valle y, acaso huyendo de dicha atmsfera, encontrara la muerte en el tifus negro: enfermedad que en su plenitud hace fluir la sangre por las narices y taponea con sus flemas la respiracin. La madre nuevamente se hace portadora de una memoria invisible que se repetir en la muerte del hijo bajo la influenza. Los rboles de sus bronquios se secaran bajo la enfermedad.

  • 3

    Por ello no es de extraar que, a medias, entre la fortaleza heredada y esta memoria fatdica, Jos Cem tenga que resolver el conflicto entre el espacio interno y el espacio externo en las tensiones que el asma le provoca. La mujer aparece entonces como portadora de esta savia-memoria y como tronco-direccin y sostn para el ramaje familiar. De este modo Rialta se enfrenta al destino que habra determinado su unin con Jos Eugenio: Comenzaba un extenso trenzado laberntico, del cual durante cincuenta aos, ella sera el centro, la justificacin y la fertilidad (p.170, 1975)). El da de su boda se mostrara envuelta en una red vegetal que se asoma como el smbolo y presagio de su papel en la familia: su vestido de novia. Cubierta por encajes, enlazaba nido de flores blancas, como de aguas quietas, no mecidas en linda eternidad; descansaban los rosetones en hojas carnosas, como para apoyarse en las aguas duras, muy lunadas, eternidad respirando por las piedras del estanque. El encaje ingls rameaba enlaces y nudillos, que se contentaban con la deliberada fineza de las ramas, subrayando adems esa fineza en la infinita proliferacin de sus variantes (p.167, 1975)) Rialta se convierte en una compleja malla de follaje y floracin, de presentido nido dispuesto a ser habitado, de fertilidad y sostn. Como madre, ella asumir el destino que Jos Eugenio dictamin en sus palabras finales Rialta, interpretar su destino, que ser el de abrir el destino de sus hijos, en forma irreprochable (p.214, 1975) Veremos en ella el espejeo de las palabras de doa Munda sobre su hija Elosa:

  • 4

    Desde ese da pienso en mi hija y en los sentidos que como hojas la hubieran ido rodeando para formar con sus hijos una cmara sagrada, como esos rboles desarrollados por la cercana de la sombra de otro rbol, sin mostrar ninguna subordinacin de cuerpo a sombra, pues sus races se clavan en la inmediata corriente, justificando orgullosamente la unidad de su jerarqua (p.105, 1975) La mujer-rbol lezamiana representa un estado de seguridad y proteccin. Recordemos tambin la imagen de Rialta que se le dibuja a Jos Cem en pleno exorcismo de su enfermedad: en el interior de su sueo contemplaramos una estrella de mar () que se borraba en el reposo de hojas gigantescas, de visible circulacin cloroflica, para metamorfosearse en el rostro de su madre (p.185, 1975) Ella se convierte en ese instante en receptculo viviente, refugio y sombra maternal. Bajo la calidez de su sombra resguardar el hogar y podr ejercer el seoro que le corresponde como tronco, como unidad y centro del enramaje. Bajo su directriz, los nuevos brotes se abrirn paso seguro hacia su destino. Otra imagen femenina que aparece bajo la metamorfosis leosa; se trata de la madre de Andrs Olaya en su lecho de muerte: el organismo vegetal se haba replegado en una forma que sus hojas y escudetes se cerraron en la espera de la prxima espera de la marea baja y de nuevo el cabrito lunar () se consum extinguindose entre los adormecimientos de la clorofila (p.87, 1975). La mujer-rbol retratada en esta imagen nos habla de la fusin entre el elemento frtil y la memoria que se encarnan en la mujer y que en el rbol pueden verse como esperanza de resurreccin. En la descendencia la memoria reaparece y se manifiesta como smbolo de este renacer. L.A. Pimentel ampla mucho ms sobre este aspecto cuando se refiere a Jos Cem

  • 5

    transfigurado en rbol Csmico en su ensayo El rbol en Paradiso: La metfora y su doble Adems de lo femenino, en la novela aparecen varias imgenes que nos ilustran la cualidad vegetal del mundo de Lezama que corresponden con su concepcin de la familia. Esto es fundamental. La familia para Lezama Lima tiene en Paradiso una configuracin totalmente arbrea: Alcanzaba el Coronel todava el rbol universal en la ltima etapa feudal del matrimonio. Inmensas dinastas entroncaban con el misterio sanguneo y la evidencia espiritual de otras tribus (P. 87, 1975) La figura del rbol se nos muestra como el orden y la jerarqua, como la sucesin de vnculos sanguneos que van dibujando un mapa entre sus ramas. El rbol unifica, entronca, rene a su alrededor las dispersiones del enramado: As las dos familias, al entroncarse, se perdan en ramificaciones infinitas, en dispersiones y reencuentros, donde coincidan la historia sagrada, la domstica y las coordenadas de la imagen proyectadas a un ondulante destino (p.88, 1975) Las ramas se extienden buscando el infinito en el plano vertical de su destino pero en su origen comparten un nico principio. Y esta visin se entraa tambin con lo mtico, el elemento fundacional est presente: la raz. El rbol se figura as como una elemento que orienta la existencia del hombre y del mundo en Paradiso. Comunica el pasado con el presente y el futuro. Sus races soterradas en lo primigenio, en la memoria, evocan el tiempo remoto de los primeros ancestros. Los nuevos vnculos adquiere una condicin sacramental al actualizar el mito fundacional. Cada vez que se sucinta una nueva unin volvemos a las races. Se renueva la memoria en el presente. El matrimonio es la prueba fehaciente de ello: las

  • 6

    desemejanzas que se podan comprobar detalle a detalle, terminaban en una incomprensible unin y religacin casi sagradas (p.93, 1975). Casi sagradas dira Lezama Lima en este caso, y quizs se deba al hecho de que ambos, Elosa y Cem el vasco, estuvieran separados en su origen por la lejana interpuesta entre las tierras de sus ancestros. No obstante, el matrimonio religa la pareja al tronco principal donde ambos comparten la experiencia primordial de la fundacin. Ellos estn fundando nuevamente una familia, tal como lo hicieran los primeros hombres. Cada familia es una nueva circunstancia, un nuevo brote, hojas nuevas que se abren al espacio de la existencia: Nuestra familia se haba convertido en una hoja descifrando el roco, voluptuosa traduccin que haca muy espaciadamente. En las sutiles volteretas de la hoja enrollndose en la sombra (p.106, 1975) Don Andrs Aadi que era un encantamiento que una familia se dedicase al cultivo de las hojas. Que las hojas, entre nosotros, donde haba pocas races, las reemplazaban. Que las races al aire le pareca que echaban tierra en las nubes (p.154, 1975) Aqu encontramos una maravillosa metfora que adems de brindarnos una imagen sobre la familia como estructura arborescente nos ofrece una visin sobre otro de los tpicos recurrentes de la novela: el desarraigo. La novela nos presenta una imagen bastante clara de los personajes que emigran, que se separan de su tierra originaria para abrirse paso hacia donde el destino los dirija como si fueran hojas que el viento se encarga de llevar hasta su fin. Las hojas se nos presentan como smbolo de los miembros arrancados de su lecho familiar que se incorporan a una nueva tierra all donde las races son escasas. Tal fuera el caso en Amrica, donde la inmigracin y el

  • 7

    mestizaje forman parte de nuestra historia. Pronto los elementos forneos pasaron a integrarse con nuestras escasas races para formar un rbol muy principal con diversificaciones infinitas. Nuestras races escasas, pero existentes, permanecen ocultas, invisibilizadas; su presencia desempolva la memoria de ciertos acontecimientos que suelen enturbiar la atmsfera presente. La experiencia del desarraigo suele exponer nuestras races. El fenmeno de la emigracin, provocado por el separatismo, pone al descubierto esta circunstancia y las consecuencias de la misma: Otra vez, la primera en los das de emigracin del separatismo, la familia iba a sufrir un surgimiento, una ruptura, una profundizacin en la dimensin de verticalidad tierra-cielo? (p. 202, 1975) La estructura arbrea sufre los efectos del desmembramiento. Un vuelco en el plano existencial que esto representa: se interrumpe la conexin entre las races-origen y el destino- extensin espacial de las ramas hacia el cielo. Esto nos lleva a plantearnos una transgresin contra sagrado, una violencia que provoca un desequilibrio, una incertidumbre. Bajo esta circunstancia desafortunada se replantea la existencia de la tribu, su destino es incierto. El rbol ha sido violentado y el cosmos debe ser devuelto a su equilibrio mediante la entrega de algn sacrificio. El rbol se repliega sobre s mismo tratando de restablecer los vnculos, pero para ello algo debe ser otorgado. Recordemos cmo la muerte de Elosa le parece a Cem el vasco una ofensa de la divinidad, cuando ms bien la circunstancia que l ha provocado al apartar a Elosa de su tierra parece ofender a los dioses. Ella se fue sintiendo catarrosa y debilitada, y aoraba los pinares (p.93, 1975). Aadido a su debilitamiento, ella bebe de las mieles

  • 8

    de la palma: rbol cuya linfa infecta se torna en miasma. El pino, rbol de las tierras nrdicas, smbolo de su linaje, fue desacralizado en este acto y cobra con su vida la ofensa. Ms adelante se repetir esta circunstancia con el Coronel, quien al visitar Pensacola ser la vctima tal como lo fuera Andresito en Jacksonville. El rbol se nos presenta tambin como smbolo de la existencia de cada ser. El hombre aparece unido a la tierra por la raz y desplegando la esencia de su ser en la habitacin de un espacio que une el cielo con la tierra. Podemos verlo claramente en las palabras que Fibo le dirige a Jos Cem en la infancia: Tienes la base como una raz. Cuando ests parado parece que ests creciendo, pero hacia adentro, hacia el sueo (p. 122, 1975), y Cem confirma con naturalidad su condicin vegetal en su respuesta: De tal manera que tu punto hiriente me haca comprender dnde estaba, me rectificaba, me tocaba y no era ya un rbol (p. 122, 1975) Haba en su estar por el mundo una parte de su existencia correspondiente a la del rbol. Como toda presencia vital, el rbol tambin se ve amenazado. As podemos reconocerlo cuando la muerte toma la vida del Coronel: Rialta reciba la ms sombra noticia de su vida rodeada de extraos, alejada de su madre doa Augusta, oyendo como un hacha el viento lento del enero americano recorrer los pinares (p.218, 1975) El filo tajante de la muerte cae sobre el hijo de Elosa, fractura su franca corteza, interrumpe la circulacin de sus fluidos vitales y pronto seca el rbol de sus bronquios para siempre. Todo parece sealar que las divinidades fueron ofendidas nuevamente o que an reclamaban lo que antao les fuese adeudado: No haba sido

  • 9

    suficiente el recuerdo de esa tristeza, era una nueva exigencia mucho ms terrible. Necesitaba adquirir forma, derribar, ofrecer vctimas () el abeto norteo exiga de esa familia nuevas ofrendas funerales (p. 218, 1975). El abeto, smbolo de la victoria sobre la muerte en algunas culturas nrdicas parece abrazarse con ella en un pacto secreto bajo el cual la naturaleza le brinda inmortalidad a cambio de sacrificar algn retoo. Mientras tanto Rialta seguira en pie, como centro, como base slida y tronco. El orden sera restablecido y su sacrificio comprendido hasta lo ltimo de la muerte de la flor para la germinacin del nuevo crepsculo (p.218, 1975) El rbol de la vida seguir retoando en Paradiso.

  • 10

    Bibliografa Lima Lezama, J. (1975) Obras Completas. Paradiso. Tomo I. Editorial Aguilar: Madrid. _________________ (1981) El Reino de la Imagen. Fundacin Biblioteca Ayacucho: Caracas. Pimentel, L.A. (1987) El rbol en "Paradiso". La metfora y su doble. Nueva revista de filologa hispnica, Tomo 35, Nro. 2, pgs. 503-514. Mxico. Disponible en: http://codex.colmex.mx:8991/exlibris/aleph/a18_1/apache_media/RV8178QPCSMDFE81LQ8FDM1C29V6PB.pdf Fecha de consulta: 22 de enero de 2013