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PARODIA DE “EL TARTUFO” Escena I Dona Gabriela. Dorotea. Martin. Juana Gabriela: Si me voy. No te incomodes, Juana Juana: Usted nunca incomoda, mama. Dorotea: Yo… Gabriela: Tu eres una respondona que te metes en lo que no te importa Martin: Lo que es Tartufo, ese si que es lo máximo ¿Verdad? Gabriela: Es un gran hombre mi Tartufito… Antes que nada, para él está Dios, la virgen del Cerro Las Pavas… Hombre piadoso… Lo que el reprueba reprobado está de sobra para la santa Ley de Dios: Quiérelo, Martin Martin: ¿Yo quererle? Yo no soy de ese equipo. Primero me ahorco. Dorotea: Escandaliza ver en qué casa se aloja ese pelón que a saber de dónde salió… ¡Mírenlo! Llego chuña y ahora anda con botas de charro, parece gato con botas. Gabriela: No hables así de mi muñeco, Dorotea. Dorotea: Le cree usted un Santo, y créame, no es más que un hipócrita. Un vivían. Un caza bobos. Ahí anda viendo a quien se baja.

Parodia de tartufo

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Page 1: Parodia de tartufo

PARODIA DE “EL TARTUFO”

Escena I

Dona Gabriela. Dorotea. Martin. Juana

Gabriela: Si me voy. No te incomodes, Juana

Juana: Usted nunca incomoda, mama.

Dorotea: Yo…

Gabriela: Tu eres una respondona que te metes en lo que no te importa

Martin: Lo que es Tartufo, ese si que es lo máximo ¿Verdad?

Gabriela: Es un gran hombre mi Tartufito… Antes que nada, para él está Dios, la virgen del Cerro

Las Pavas… Hombre piadoso… Lo que el reprueba reprobado está de sobra para la santa Ley de

Dios: Quiérelo, Martin

Martin: ¿Yo quererle? Yo no soy de ese equipo. Primero me ahorco.

Dorotea: Escandaliza ver en qué casa se aloja ese pelón que a saber de dónde salió… ¡Mírenlo!

Llego chuña y ahora anda con botas de charro, parece gato con botas.

Gabriela: No hables así de mi muñeco, Dorotea.

Dorotea: Le cree usted un Santo, y créame, no es más que un hipócrita. Un vivían. Un caza bobos.

Ahí anda viendo a quien se baja.

Gabriela: Deslenguada yo sé que es bueno. Ustedes se molestan porque les dice la verdad: vos,

dice, sos una metiche cara de changa. Mi Tartufito es muy católico y luchara porque se lea la Biblia

en las escuelas. Él es muy austero, ahorrativo.

Dorotea: ¿ahorrativo? Hoy porque ya no puede bailar, pero cuando podía, se gastaba buena plata

con mariachis y bailando como un trompo.

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Gabriela: ¡Deslenguada…! Mi hijo, Ramón, mi Monchito, ha hecho gran cosa al acoger en su casa a

esa alma de Dios.

Dorotea: Ya me di cuenta que mi señor, don Ramón, le quiere ciegamente. Cualquier bayuncada

que diga ese Tartufo, para don Ramón son palabras milagrosas y graciosas.

Escena II

Don Ramón y Dorotea

Ramón: Buenos días, querida cuñada… Dime tú, Dorotea, como está la casa.

Dorotea: Anteayer la señora se ha acostado con dolor de cabeza.

Ramón: ¿Y mi querido Tartufo?

Dorotea: Ese Tartufo la pasa lindamente: gordo, fresco y luciente con sus labios de cereza.

Ramón: ¡Pobre hombre!

Dorotea: Por la noche, la señora no cenó, pues le entró un calenturón perro.

Ramón: ¿Y Tartufo? ¿Está bien mi Tartufito?

Dorotea: El Tartufito la pasa mal, muy mal… El pobre sólo se comió 5 pupusas revueltas 2 plátanos

fritos, una teconomatada de chocolate y un semitón. El curtido casi no le gusta: solo medio bote se

comió. Dijo que no se sentía bien y se fue a dormir. Al poco rato roncaba como hipopótamo. Se

levantó a las 10 de la mañana. Mientras tanto, la señora, luego de ruegos, la sangraron. Ya está

convaleciente. (Dorotea se retira)

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ANToNlo.- Esa chica habla con gran malicia. Veo que has cambiado mucho por influencia de

Tartufo; al punto olvidas...

RAMoN.- Alto aquí. No sabes qué estás diciendo. Tartufo es un gran hombre, p¡adoso, muy fiel a la palabra

sagrada. Recuerdo la forma en que se hizo mi amigo... Ni un solo día dejó de: juntarse conmigo

en la iglesia. Rezaba a mi lado y le suplicaba a todos los santos por mi bien. Lo que yo le

daba, cuñado, se lo daba a los pobres. iEs un alma de Dios mi Tartufito!

ANTONIO.- Creo que estás chiflado, Ramón. Ese lobo te engatusa, te vacila con gran astucia. parece

que tú no distingues entre lo que es devoción y lo que es hipocresía. Yo lo he visó en la lglesia. Llora

RAMON.- Vete, Antonio. Vete.

ANToNlo.- Quiero decirte otra cosa: recuerda que diste la mano de tu hija, estando yo presente, al joven Enrique.

Tu palabra empeñaste. Cúmplela. para dicha unión fijaste un plazo.

RAMON-- Es verdad. Puede ser que deshaga la boda. ¡palmira!

PALMIRA.- Dime, padre-

RAMON.- Dime, hija, ¿te gusta Tartufo?

PALMIRA.- ¿Qué si me gusta?... No me hagas reír, papá. Sólo míralo: tiene nariz de lora, cabeza de

pollo en sopa, las patas parecen del Cipitío... No, papá.

(Dorotea entra de puntillas y se coloca detrás de don Ramón, sin ser vista)

RAMON.- iPues te vas a casar con ese cabeza de pollo en sopa!

PALMIRA.- iAy! ¡Ay! Ahora si estoy frita._. ¡Mejor háganme en sopa!

RAMON-- ¿Y qué haces tú aquí? Sólo te la pasas espiando. Anda busca oficio. Ayer serviste la cera

como la que dan en el hospital. Descarada.

DOROTEA.- Pero Maistro, que no ve... casar a una chica tan linda con ese panza de coco. No la

riegue.

RAMON.- Pues con panza de coco y con cabeza de pollo, ése será el marido de Palmira.

DOROTEA.- Y los hijos, ¿qué? ¿Los quiere con pico de lora?

RAMON.- ¡Al demonio!

DOROTEA.- Don Enrique sí es un caballero: no fuma, no bebe, no es glotón y es vegetariano.

MMON.- Pues que se vaya con su pepino a otro lado.

PALMIRA.- ¡Oh! ¿Y ahora quién podrá darme pepino? Digo: ¿quién podrá ayudarme?

ESCENA lll. Don Enrique. Palmira.

ENRIQUE.- Ya veo que tenés buenos gustos... Guapo el tal Tartufo. Me imagino que te da los besos

más suaves: como no tiene dientes.

PALMIRA.- No seas burlista. Mi tata es el bayunco. Quiere casarme con ese cabeza de pollo en sopa..

Pero eso jamás. Yo de Ia sopa de pollo sólo me gusta el güisquil, la papa y la zanahoria..

ENRIQUE.- Para mí, que te gusta y te casarás enamorada.

PALMIRA.- ¡Estás loco! Es un monstruo. Míralo como camina. Parece un gusano medidor

ENRIQUE.- Pero como a ti te gusta que te midan.

PALMIRA.- Déjate de payasadas. Lo mejor es que permanezcamos unidos y tratemos de averigua qué se trae

entre manos ese gusano.

ENRIQUE.- Tienes razón.

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ESCENA lV. Martín. Dorotea. Tartufo. Juana.

MARTIN.- Me lleva la siguanaba y el cadejo; y también la despellejada. Ese Tartufo sí que es un gran tamarindo.

DOROTEA.- iAy! señorito, por Dios. No se ahogue en un vaso de agua, y menos en uno de cerveza.

Detenga sus rabietas. Váyase usted, por favor. ¡Ahí viene! ¡Ahí viene!

MARTIN.- Me esconderé detrás de esa puerta. Aquí me ocultaré.

TARTUFO.- Aquí viene quien tanto se sacrifica. Yo, el humildito Tartufo, ayudaré al necesitado

Levantaré albergues para los que huyen de las tormentas, acabaré con las cárcavas, limpiaré el

Acelhuate, ioh!.., Jehová, el pobre morirá... ya le subieron a los frijoles, al arroz, a la manteca de tunco... Yo

recuerdo que hace unos meses, con 5 dólares me compraba una gallinita india bien gordita; ahora ni un tacuacín

se compra con eso. ¿Eres tú, Dorotea?

DOROTEA.- SÍ: soy yo. No sé para qué le sirven esos ojos de chancho.

TARTUFO.- ¡Perdónala, Jehová! (Al verle el escote) Toma chica este pañuelo y cúbrete esas pelotas porque dan

malos pensamientos.

DOROTEA.- Se ve que le gusta la carne de gallina india... ¿qué no es un santo usted?

TARTUFO.- Soy un santo, sí; pero también tengo 2 pelotas; digo: 2 ojos

DOROTEA.- Yo si lo viera en pelota, me moriría del susto...Quiero decirle que mi señora Juana

desea hablarle. Aquí viene. Me voy, que tengo que lavar.

TARTUFO.- Que Dios te conceda paz. Y cuida tu pechuga, digo, tu lengua. (A Juana que entra) Hablar

con usted será una dicha. ¿Ya se encuentra usted bien?

JUANA.- Muy bien: Ya se acabaron mis calenturas.

TARTUFO.- ¡Qué pena!

JUANA.- ¿Qué dice?

TARTUFO.- Digo que qué pena que se haya enfermado.

JUANA.- Es usted muy bondadoso... Ya que no hay nadie debo consultarle algo.

TARTUFO.- (Toma a Juana por la mano) Gracias al Cielo que está usted bien.

JUANA.- Me aprietas mucho.

TARTUFO.- Sólo quiero hacerle un bien. (Pone su mano sobre las rodillas de Juana)

JUANA.- ¿Que hace esa mano ahí?

TARTUFO-. Nada. Es que soy sastre y me gusta palpar las telas. La de su vestido es muy fina...

Palparé de nuevo para ver de qué clase es.

JUANA.- Quite. Soy muy cosquilluda. (Juana retira su silla y Tartufo acerca la suya)

TARTUFO.- (Manoseando el vestido) Suave tela. Muy suave. Quiero palpar por la parte de atrás.

JUANA.- ¿Qué haces? Yo lo llamé sólo para hablarle de mi hija. Se dice que mi marido quiere casar a

nuestra hija con usted. Pero faltará a su palabra, pues ya la ha ofrecido.

TARTUFO.- Algo me dio. Pero yo suspiro por otro mango, un mango más maduro; es otra guayaba la

que yo deseo... Yo no soy San Juan, ni San Pedro, aunque no me gusta oír cantar los gallos. Lo

confieso: yo la amo, señora.

JUANA.- ¡Tartufo! ¿No piensa que si le cuento esto a mi marido, terminará Ia gran. Amistad entre

ustedes? No diré nada a mi marido, pero en recompensa procure, con tu influencia, que se realice la

boda de Enrique con mi hija. (Se va tartufo. Sale Martín de su escondite)

MARTIN.- No, no, madre mía. Mi padre debe saberlo todo. Yo estaba allí detrás y lo escuché todo.

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Ahora sé que el tal Tartufo es un gran tamal.

JUANA.- Me gustaría que no se enterara, pero si no hay otra alternativa.

ESCENA V. Don Ramón. Tartufo. Juana.

MARTIN.- ¡Papa! ¡Papá! Se destapó la olla. Tartufo, su gran amigo, se lo quiere bajar con mi mamá.

Estas orejitas de conacaste escucharon cuando le pedía una prueba de amor.

RAMON.- i No mientas, Martín! ¡hablas locuras!... No. No creo eso de mi Tartufito (Tartufo entra)

TARTUFO.- Es la mera neta, hermano, soy un perverso. Soy peor que una rata de dos patas. Soy

peor que un diputado. ¡Castígame! ¡Te lo suplico! Échame de tu casa como a un tacuacín.

RAMON.- ¡Jamás! Te quedarás en mi casa. Tu eres mi cuchi cuchi, mi changuito maromero. Martín

se ¡irá de aquí.

MARTIN.- Que no te engañe, viejo... No es más que un gran tamagaz.

RAMON.- ¡Vete! Escucha ya: tartufo será mi heredero... Vamos, tartufo. Iremos donde un abogado.

Es muy honrado, aunque parezca mentira.

TARTUFO.- ¡Hágase su voluntad en la tierra y en el cielo!

ESCENA Vl. Juana. Palmira. Dorotea. Don Antonio. Ramón.

DOROTEA.- Señor don Antonio: haga lo posible para que Palmira no se case con ese Tartufo. Ella

ama a don Enrique... Si cuando lo ve, se le cae la baba de emoción

RAMON.- ¡Oh! Me alegro de hallarlos reunidos.

PALMIRA.- (suplicando) Padre mío, no deseo matrimoniarme con ese dundo. Yo nada siento por é1.

RAMON.- (Conmovido) ¡firmeza, Corazón mío! irás a la boda proyectada sin romperme la cabeza más

con tus extravagancias.

ANTONIO.- Si me permites un consejo...

RAMON.- No necesito tus consejos; gracias.

JUANA.- Escucha, Ramón. Yo, tu Juana, te abrirá los ojos. Ya verás cómo te tiene de entuturutado ese malvado

Tartufo.

RAMON.- No me cotorriés. Mi Tartufiyo es un alma de Dios. Trata de demostrar lo contrario.

JUANA.- Escóndete, Ramón, debajo de esa mesa. Yo hablaré a solas con Tartufo. Dorotea: sube y

dile a tartufo que deseo hablar con él. Retírense todos.

TARTUFO.- Me han dicho que usted quiere hablarme.

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JUANA.- sí, Tartufito" Es que pienso revelarte un secreto, pero, para que no nos vean, cierra la

puerta. (Tartufo va a cerrar la puerta y vuelve) Por suerte, no hay peligro de que tenga mi esposo celos de vos. En

este aposento, solitos y sin testigo, quiero abrirte mi corazón pronto, muy pronto.

TARTUFO.- iUyuyuy! (suave) Hoy voy a comer pollito... Señora, es un cantar su voz.

JUANA.- Yo sé que no está bien que una mujer se ofrezca, así porque así, como si fuera aguacate.

TARTUFO.- (se le acerca) Nada de eso. El amor es algo sagrado. Y dar la prueba de amor es un acto

bíblico. Es necesario que yo la vea y la toque desnuda, señora. En pura pelota.

JUANA.- ¿En pura pelota? ¿Es que pensás echar goles con migo?

TARTUFO.- Le echaré muchos goles, señora. No se preocupe, que su marido es un dundo.

JUANA.- Mete los goles que querás. La verdad es que siento un ¡imán satánico que me quema.

RAMON.- (Ramón sale de su escondite) ¡Así que le echarás muchos goles! iyo te meteré 3 goles de

media cancha, pero con este palo! (Deteniendo a Tartufo) Así que te gusta la comida ajena. al

parecer, de gratis. ¡Vete de mi casa!

TARTUFo.- (A Ramón) ¡cual mi casa, viejo! Esta casa es mía ¡legalmente. Así que serás tú, por

dundo, quién se irá de aquí, ¿Ya olvidaste el papelito que hizo aquel abogado honrado? ¡Zape!

RAMON.- ¡Ay, mamá! Ya se me había olvidado. ¡Estoy frito!

JUANA.- ¿Qué ocurre, Ramón?

RAMON.- La culpa es mía, pues le hice donación de todo. Pero me acuerdo de cierta cajita que conviene que

miremos por si la ha dejado arriba.

ESCENA Vll. Don Antonio. Don Ramón. Martín. Gabriela. Juana.

RAMON.- Mi Juana no encontrará la cajita en su aposento.

ANTONIO.- ¿Una cajita? Sepamos lo que sea este misterio. Encontraré la cajita.

GABRIELA.- Me he enterado de lo ocurrido y quiero decirte que no lo creo. Tartufo, mi Tartufito. No sería capaz

de tal canallada. Recuerda que las buenas gentes son envidiadas. ¡Cómo hay maldad en el mundo!

MARTIN.- Usted cállese abuela- Mejor váyase a dormir.

TARTUFO.- Muy bonito, compadrito. Hágase a un ladito que esta es mi casita. Trabajé duro y honradamente

para poseerla... Y a usted, la celda le espera. (Martín hace que habla con el guardia, en la puerta del fondo)

JUANA y Antonio.- ¡La cajita! iLa cajita!

ANTONIO.- (Habla a solas con el comisario) Estas son las pruebas de que este Tartufo es un delincuente que

huye de la justicia. Préndalo ahora.

TARTUFO.- A un lado. Salgan todos que quiero echar una siestecita en mi casita. Y a usted, don Ramonsote,

le espera el bote.

MARTIN.- Tartufito, Tartufito, a ti te espera un botecito (le muestra las pruebas el comisario lo agarra).

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TARTUFO.- ¿Qué? ¡Ay, mamá! ¡Otra vez al bote! ¡otra vez al tufo! Mejor me cambiaré nombre.