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Número 7 Junio 2015 PASEA POR MADRID PASEA POR MADRID Historia, turismo cultural y tiempo libre Historia, turismo cultural y tiempo libre Revista digital, formato 16:9, interactiva y multimedia para ordenador, tablet y smartphone. EL DESNUDO EN LA PINTURA Y LAS CAMARAS SECRETAS

PASEA POR MADRID - autoediciones.com · gastos de envío el libro: EL RETIRO PASO A PASO ... editorial, diseño, maqueta-ción, composición ... Tanto nuestra revista como el resto

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Número 7Junio 2015

PASEA POR MADRID PASEA POR MADRID Historia, turismo cultural y tiempo libreHistoria, turismo cultural y tiempo libre

Revista digital, formato 16:9, interactiva y multimedia para ordenador, tablet y smartphone.

EL DESNUDO EN LA PINTURA Y LAS CAMARAS SECRETAS

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Pasea por Madrid3

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Castro Martín, Ángel - García Gómez, Luis - Mateo del Pera, l L. Regino - Mediero, María Isabel - Mójica Cuellar, Isabel - Saavedra Alcalá, Emilio - Sánchez Ceballos, Amadeo - Turrado Vidal, Martín

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3 NUESTROEDITORIAL

6 NOTICIAS YEVENTOS

111 EL SEÑOR DEPUÑONROSTRO

10 UNA BODA REAL ENSANGRENTADA

66 DEBOD, EGIPCIOS EN MADRID

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ENERO2015

Los autores firmantes de los artículos que habitualmente presenta Pasea por Madrid

nos han remitidos sus ulti-mas publicaciones de ensa-yo y ficción que analizamos para su consideración de lectura ... (continuar)

Luis García

LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

El primer título de la colec-ción Guías de Madrid, paso a paso, ya esta editado y puesto a disposición del público desde la caseta

de la librería Multicolor en la Feria del Libro, tras la clausura podrás encontrarlo en nuestra web y en las librerías (continuar pág 108 )

En el Salón Príncipe del Casino de Madrid, el pasado jueves, día 18, asistí a la ponencia de mi buen amigo

Rafael Flórez. Acto presidido por Gerardo Seco Ródenas, tesorero-contador del Casi-no....(continuar el pág. 59)

EL MADRID DE RAFAEL FLÓREZ, EL ALFAQUEQUE

Regino Mateo del Peral

El 30 de junio de 1680 se celebra en Madrid un Auto de Fe público, aconteci-miento muy poco frecuente

en la corte de los Austrias. Llegó a tener tanta trascen-dencia mediática que fue solicitado al pintor Francisco de Ricci un lienzo para el palacio del Buen Retiro .... (continuar Pág. 29)

Isabel Mójica

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ENERO2015

AUTO DE FE EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID

Es muy común cuando se habla de la Cruz de Puerta

Cerrada, terminar hablando de los «viajes de agua» pero poco mas se dice de...(conti-nuar pág. 80)

GUÍA DEL PARQUE DEL RETIRO

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Pasea por Madrid7

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...Y PORTUGAL SOLTÓ AMARRAS de Carlos Jiménez EscolanoHE

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...

DEL ASILO DE SAN BERNARDINO AL ASILO-ESCUELA DE LA PALOMA de Amadeo Sanchez Ceballos

SAN ISIDRO ANTES DE SU CANONIZACIÓN de Emilio Guerra Chavarino

IMÁGENES DE LA FIESTA - FOTOGRAFÍAS TAURINAS de Carlos Gonzalez

VIAJE DE REGRESO A MI de Eliezer Marrero Correa

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El atentado contra el rey Alfonso XIII el día de su boda, el 31 de mayo de 1906, se debe enmarcar dentro de una secuencia protagonizada por grupos anarquistas en contra de los mandatarios de los más diversos países.

Los anarquistas creían que, eli-minando la cúspide de la pirámide social y, por una especie de milagro, se produciría la revolución que ellos preconizaban. La mayor parte de la gente ignoraba cuáles eran las ideas anarquistas y que los grupos que en-tonces existían en nuestro país nunca hubieran sido capaces de gestionar cualquier tipo de cambio revolucio-nario.

UNA BODA REAL ENSANGRENTADA: VICTORIA EUGENIA DE BATTENBERG Y ALFONSO XIII

Por: Martín Turrado VidalInspector Jefe del C.N.P. Vicepresidente del Instituto de Estudios Históricos del Sur de Madrid «Jiménez de Gregorio»

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El estudio de este atentado presenta una serie interesante de cuestio-nes que vamos a tratar de recoger de la forma más abreviada posible. Una muy importante es todo lo relacionado con la posibilidad de pre-venir atentados de este tipo. Otra cuestión sería narrar lo que ocurrió, que son datos sobre los que, afortunadamente, no existe discusión y la tercera, las consecuencias y repercusiones de ese atentado.

Es de gran ayuda para desa-rrollar este tema el conocimien-to de las técnicas empleadas en la protección de personali-dades, porque nos ayudarán a comprender mejor las dificulta-des que entraña la prevención de aquellos atentados en los que actúa un solo autor que no quiere huir del lugar porque está dispuesto bien a morir o bien a ser detenido. Este es el tipo de atentado que mejor en-caja con los hechos que vamos a relatar.

PROBLEMAS DE PREVENCIÓNMao Tse Tung dijo en una

de sus obras sobre la guerra de guerrillas: «Mata a uno y asustarás a diez mil» El aten-tado contra una personalidad tiene varios mensajes, que conviene descifrar.

• Primero: para los iguales a aquel contra quien se ha aten-tado se les viene a decir que nadie de la misma categoría escapará a la larga mano de la organización terrorista.

• Segundo: a los de cate-goría inferior se les dice: «Si podemos matar al Rey, lo po-demos hacer con cualquiera».

El llamado efecto eco o de propaganda es también un elemento importantísimo que influye tanto en la elección de la posible víctima y del mo-mento adecuado como en el medio empleado para hacer-lo. Se debe matar haciendo el mayor ruido que sea posible, por eso es la bomba el instru-

Primer monumento en homenaje a las victimas realizado a iniciativa de la duquesa de la Conquista por el escultor Algueró, proyectado por el arquitecto Enrique María Repullés y Vargas y destruido durante la Segunda República que tambien cambio el nombre de la calle por el de Mateo Morral, autor del atentado.

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mento ideal, o provocando mucha sangre, lo que con-vierte al puñal en la mejor al-ternativa a la bomba. Ambos, puñal y bomba, fueron los instrumentos más utilizados por los terroristas anarquistas. Por todo esto se debe elegir con sumo cuidado el momen-

to en que debe tener lugar el atentado. La boda del Rey era una oportunidad única dada la calidad y la cantidad de los invitados y de los periodistas acreditados para la ocasión. Cualquier cosa que sucediera tendría una resonancia garan-tizada en todo el planeta.

Estamos, pues, ante un he-cho extraordinario −una boda real− que atrae la atención de los terroristas. Las autoridades de la época eran conocedoras de este riesgo y, más aún, que a estos invitados indeseables se iban a sumar con gran entusiasmo otros muchos como los pimpis madrileños, especializados en desvalijar a los transeúntes por la Villa y Corte y que, por lógica,

también se estaban preparan-do para hacerlo con cuantos acudieran a participar en las fiestas; los timadores; los carteristas; los pasteros (que eran los modernos trileros) y otros muchos, dignos de figurar sin desdoro en el patio del ilustre Monipodio. Madrid, durante el tiempo que dura-ran los fastos programados con motivo de la boda real, se iba a convertir en la tierra de Jauja, o en El Dorado de toda la gente −incluida la des-perdigada por las provincias vecinas− que vivía dedicada a la industria, muy tradicional por otra parte, de desplumar a los primos, trabajando con la mente para no dar ni golpe con las manos. Frente a estos dos grupos de riesgo se toma-ron las oportunas medidas de prevención.

La carga de Ramón Casas.Represión de la conflictividad social derivada de las pésimas condiciones de trabajo de los obreros en las fábricas. En estos centros de producción se extenderían las ideas revo-lucionarias que pretendían la revolución social que estallo con la Semana Trágica.

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las diez delegaciones en que estaba dividida y, al lado de ellas, coexistían, dependiendo directamente del gobernador civil, las rondas especiales para el control de la delincuencia y otros servicios más especializa-dos como eran los del control de viajeros y el de higiene de la prostitución. Cada uno de ellos actuaba por su cuenta, no existía ningún organismo que estuviera encargado de centra-

b) La estructura de la PolicíaLa estructura de la Policía

estaba diseñada de tal forma que la misma coordinación dentro de sus propios servi-cios –no digamos ya con otros Cuerpos, por más afines que fueran como podía serlo el de Seguridad− podía conside-rarse como algo milagroso. Si tomamos, por ejemplo, el caso de Madrid, tenemos que parte de los servicios dependían de

terrorismo anarquista, como desarrollo de las leyes antiterro-ristas de 1896, había fracasado estrepitosamente hasta el punto de que el 31 de marzo de 1906 se había ordenado su disolución y se le había integrado como una sección especial dentro del Cuerpo de Vigilancia. Con mo-tivo del atentado, nadie lo echó de menos ni culpó al Gobierno de haberlo disuelto. Las causas de su fracaso se deben buscar en su excesiva militarización y en su dependencia del Cuerpo de Vigilancia, que era quien de verdad controlaba las fuentes de información relacionadas con el anarquismo.

PROBLEMAS INSTITUCIONALES

Las dificultades para enfren-tarse a los anarquistas eran de dos clases: unas, externas a ellos, otras, internas. Las primeras no dependían, en absoluto, de su voluntad o de la forma de hacer de los anarquistas sino de quienes se oponían a ellos. En esencia se puede decir que las principa-les eran tres: la falta de unos buenos servicios de informa-ción, la desestructuración de la Policía y la malversación del dinero destinado a pagar confidencias.

a) Los servicios de información

No existía un buen servicio de información ni en el Ejército ni en la Guardia Civil ni en la Policía. El intento de crear un Cuerpo de Policía Judicial que se encargara solamente del

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En los primeros años del siglo XX no se pudo asegurar si la Mano Negra andaluza era o no una derivación anarquista a pesar de las causas juzgadas.

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narramos a continuación. En plena Guerra de Cuba se detectó en Madrid la presen-cia de tres agentes cubanos. Se ordenó a tres inspectores que no les dejaran ni a sol ni a sombra con la firme promesa de que se les abonarían todos los gastos. Los inspectores de Policía se tomaron este asunto muy a pecho: les siguieron durante mes y medio y gracias a ello el Gobierno pudo tener una información puntual y exacta de todos los movi-mientos de esos agentes en Madrid. Cuando terminó el servicio, pasaron una factura de 87 pesetas que no sola-mente no les reembolsaron sino que además les expulsa-ron del Cuerpo de Vigilancia con una nota que impedía su reingreso.

era que fueran empleadas para sobornar periodistas tanto del Gobierno como de la Oposi-ción (de donde le vino el apela-tivo por el que esta partida fue conocida: «fondo de reptiles»). La consecuencia práctica para la Policía fue que si quería información la tenía que pagar de sus propios bolsillos, por lo cual no era tan anormal que sucedieran cosas como la que

gastos se contemplan invaria-blemente como una partida de los presupuestos desde los primeros Consolidados del Es-tado en 1827. Por esta época se asignaba al Ministerio de la Gobernación una cantidad de 425.000 pesetas, que teórica-mente debería ser empleada en obtener información, cosa que sucedía en muy raras ocasiones, ya que lo normal

lizar las informaciones recibidas desde cualquier cauce. Por esto afirmábamos que podía consi-derarse como milagroso que se coordinaran entre ellos.

c) Los gastos reservadosLa tercera pata de este pecu-

liar banco viene determinada por la utilización que se hacía desde el Gobierno de los gas-tos reservados. En contra de lo que algunos piensan, estos

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Manifestantes durante la Semana Trágica de Barce-lona, (entre el 26 de julio el 2 de agosto de 1909), como consecuencia del decreto del ministro Antonio Maura de enviar tropas de reservistas a las posesiones a Marruecos, formadas por padres de familia de las clases obreras.

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una sección a emprender una acción para la que no estuvie-ra preparada. Esto tenía una consecuencia práctica muy importante: en caso de llevarse a cabo la represión, no se centraba más que en las sec-ciones que habían secundado la huelga o llevado a cabo la acción revolucionaria. Lo cual quería decir que, imaginando la más dura de las represiones, siempre había alguna sección que sobrevivía y que era un ex-celente punto de partida para comenzar de nuevo1.

Las dos características orga-nizativas expuestas, tomadas conjuntamente, suponían un serio obstáculo para la acción policial. Primero porque, como ya se ha dicho, era imposi-ble llegar al núcleo de los militantes más convencidos.

nados servicios que confirman plenamente la veracidad de las afirmaciones de este autor.

La primera y más notable era la elasticidad de la misma. Tan pronto reunía a muchísi-ma gente alrededor de un nú-cleo como se quedaba el nú-cleo completamente aislado y solo. Reunían a unos cuantos obreros simpatizantes, hacían una huelga y, en caso de que triunfase, se duplicaba o tripli-caba el número de afiliados. Venía después la represión y la masa simpatizante se iba des-haciendo, pero impedía que su represión llegara al núcleo anarquista.

La segunda era que toda acción se realizaba de acuerdo con las bases, y procediendo de ellas. Nunca se obligaba a

PROBLEMAS DERIVADOS DE LA ORGANIZACIÓN ANARQUISTA

Las dificultades internas provenían de la propia estruc-tura de los anarquistas y de los apoyos que recibían, tanto de forma voluntaria como in-voluntaria, para llevar a cabo sus atentados.

La organización anarquis-ta era sumamente peculiar. Como explica Gerald Brenan, tenía dos características que la hacían prácticamente ina-bordable desde afuera y que garantizaban su pervivencia. Es interesante hacer constar en este punto que la tradi-ción oral dentro de la Policía coincide plenamente con estas apreciaciones del Dr. Brenan. Yo mismo he oído contar a vie-jos policías relatos de determi-

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Busto del hispanista Edward Fitzgerald Brenan, (Malta,1894 –Málaga, 1987) que publicó El laberinto español (The Spanish Labyrinth, 1943), el primer análisis sobre las causas de la Guerra Civil española.

1.- Gerald Brenan, El Laberinto espa-ñol, Págs. 192 y ss.

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«Estos atentados son imposi-bles de evitar y puede usted creer que mi único dolor es pensar que hubiese sido víctima de él, M. Loubet, por acompañarme».

Por lo tanto, sigue, siendo verdad lo que Alfonso XIII contestó al presidente francés, Loubet, cuando le presentaba sus excusas por el atentado de París:

tenía que hacer una escala en esa ciudad para embarcarse con rumbo a Cuba. Estevánez tenía prohibida la entrada en España, debido a una larga trayectoria de conspiraciones, por lo cual Alejandro Lerroux, en el apogeo de su radicali-zación, pidió personalmente permiso al conde de Bivona, gobernador civil, para que pudiera embarcar en Barce-lona. El Conde concedió la autorización con la condición de que su paso por España se realizara con «el más riguro-so incógnito». ¡Claro que se hizo como el gobernador de-seaba e imponía! Estevánez trajo la bomba desde París, la entregó a Ferrer Guardia y desapareció en dirección a Cuba.

Y segundo, porque era muy difícil saber quién era anar-quista y quién no, porque la organización tenía un carácter tan abierto como poco estruc-turado, lo que hacía muy difícil saber quién era un simpatizan-te, un cotizante, un agitador o simplemente un curioso.

Las colaboraciones

Otro problema añadido fue la colaboración prestada por los republicanos en la fase preparatoria del atentado y la colaboración involuntaria del Gobierno Civil de Barcelo-na. Según Romero Maura la bomba utilizada en él la trajo desde París a Barcelona el ex-ministro de la I República, D. Nicolás Estevánez, am-parándose para ello en que

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Nicolás Estévanez Murphy, político español (1838–1914). El anarquista Mateo Morral tuvo en el uno de sus princi-pales mentores ideológicos, y escribió una obra titulada Pensamientos revolucionarios de Nicolás Estévanez.

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realizar esa acción. De ello se ocupó Soledad Villafran-ca, profesora de la Escuela Moderna y amante de Ferrer Guardia, quien aseguró:

«No hay que buscarlo más, pues le tengo yo. Pensad vo-sotros en lo demás, porque yo tengo juventud suficiente para enloquecer a quien necesitemos».

Lo encontró muy cerca suyo. Mateo Morral también trabajaba en la Escuela Mo-derna como bibliotecario, y se había enamorado de ella. Sin ninguna necesidad de buscar-lo lo había encontrado.

A la luz de estos hechos el papel de Francisco Ferrer Guardia, que resultó absuelto tras muchas presiones en el juicio que siguió al atentado,

LA EJECUCIÓN MATERIAL DEL ATENTADO

La búsqueda del hombre…

Fue en París, tras el aten-tado fallido, donde se de-cidió volver a intentarlo de nuevo en una reunión a la que asistieron republicanos y anarquistas. Como primera medida había que buscar al hombre que fuera capaz de

Portada del diario Le Petit Journal nº 760 (11/06/1905) en donde se ofrece la noticia del atentado de Alfosxo XIII en Paris.A la salida del teatro de la Opera, Jesús Na-varro Botella, joven torrevejense de 23 años, arrojó una bomba contra el carruaje de S.M. don Alfonso XIII y el presidente de Francia, Monsieur Loubet, ambos resultaron ilesos. El Rey, al escuchar la detonación, se puso en pie y dio vivas a Francia, hecho por el cuál fue ovacionado.

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Entre estos otros pequeños detalles uno concreto debe fi-gurar en un lugar destacado: las instrucciones que Ferrer dio a Morral para que, en el caso de que no fuera deteni-do inmediatamente después del atentado, se pusiera en contacto con José Nakens, el editor de un periódico repu-blicano, El Motín, y que hacía trabajos de imprenta para la Escuela Moderna. Ferrer le había enviado a cuenta

sente en la financiación del atentado. Pequeño detalle, sin duda, pero que unido a otros hace comprender que sin su participación activa el atenta-do hubiera sido imposible de realizar.

no fue el de cómplice ni el de mero encubridor. Fue el de verdadero coautor. La caja alquilada en el banco y la cuenta corriente, compartidas ambas con Mateo Morral, demuestran que estuvo pre-

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Soledad Villafranca y Francisco Ferrer. Profesora de estudios elementales de la Escuela Moderna, se relacionó íntimamente con Ferrer y Guardia, fundador y director de dicha escuela. Aquí conoció a Mateo Morral, que ejercía como bibliotecario. Cuando este realizó el atentado contra los reyes en 1906, se vio envuelta en él junto con su compañero, pero no fue encarcelada, a diferencia de Ferrer, a quien acusaban de haber colaborado en el suceso.

La escuela Moderna se abrió en la calle Bailen, 52 de Barcelona en 1901. Se llevará a cabo una enseñanza inspirada en el libre pensamiento, practicando la coeducación -de sexos y de clases sociales-, insistiendo en la necesidad de la higiene personal y social, rechazando los exámenes y todo sistema de premios.

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cuencia de ello, el primero pintó un aguafuerte que regaló al segundo. Se sabe a ciencia cierta que la noche in-mediatamente anterior al día del atentado estuvo presente en esa tertulia2.

una bomba en la Iglesia de los Jerónimos. Este hecho le obligó a buscar otro lugar desde el que cometer el aten-tado y encontró entonces una pensión que estaba dentro del trayecto por el que tenía que pasar la comitiva real.

En los días previos al atentado tuvo tiempo para pasearse por Madrid y asistir a la tertulia que los escritores y artistas modernistas cele-braban en La Horchatería de Candelas en la calle Alcalá. Pio Baroja se inspiró en sus andanzas para escribir una novela: La dama errante y Va-lle-Inclán le dedicó una poesía titulada Rosa de Llamas. El pintor Ricardo Baroja y Valle Inclán se personaron en el depósito de cadáveres para reconocerle. Como conse-

de dos trabajos futuros, 1.000 pesetas que Nakens, sospechando algo, se había abstenido de cobrar. Este último declaró en el proceso que estaba convencido de que Ferrer había impartido instrucciones a Morral en este sentido.

Mateo Morral viajó a Madrid y se hospedó en una pensión para mudarse poco después a otra en la calle Mayor que tenía un balcón al exterior, precisamente por donde tenía que pasar la comitiva real después de la boda camino al Palacio de Oriente. La causa que motivó este cambio de pensión fue que, de las averiguaciones que realizó Mateo Morral, resultó que era poco menos que imposible penetrar con

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2.- Más detalles sobre este asunto pueden verse en el artículo de Jesús Mª Monje, Rosa en Llamas: Valle Inclán y Mateo Morral en Los aliados, www.elpasajero.com

Tanto Nakens como Ferrer fueron procesa-dos y encarcelados. En 1907 el Gobierno de don Antonio Maura, ante la evidencia de la inocencia de Nakens, decidió ponerlo en libertad tras una petición popular de in-dulto presentada por Benito Pérez Galdós.

El Motín fue una publicación españo-la de finales del siglo XIX y principios del XX, (1881–1926). Semanario satírico, republicano y anticlerical, entre sus objetivos se encontraban la crítica a los conservadores, la defensa de la unidad del partido republicano y la lucha contra el poder del clero.

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dirección que el Rey le indi-caba, y al hacerlo se acercó a la izquierda del carruaje. Llegaban en aquel momen-to frente a la casa número 88 de la calle, situada a la mano derecha. Asomado a la ventana del cuarto piso de ella, un anarquista, Ma-teo Morral, lanzó sobre la carroza un gran ramo de flo-res, que fue a caer a pocos pasos del vehículo. Hubo una repentina llamarada,

de rosas blancas el día 31 de mayo de 1906.

He aquí lo que sucedió tal y como lo cuenta Julián Cortés Cavanillas:

«Cuando la comitiva avan-zaba por la calle Mayor, el Rey llamó la atención de la Reina acerca de la gente que agitaba banderas y les arro-jaba flores desde los balco-nes de un edificio oficial. La Reina volvió la cabeza en la

LA ROSA DE LLAMAS

Nada más instalarse en el 88 de la calle Mayor, Mateo Morral pidió a la dueña que le trajera un ramo de rosas blancas –eran las que le gus-taban a Soledad Villafranca− y que las sustituyera cuando se marchitaran arguyendo que así podría escribir «más contento».

La tarde anterior, como se ha dicho más arriba, la pasó en la tertulia de La Horchate-ría de Candelas, pero regresó pronto a la pensión, ya que a las diez estaba de vuelta en ella. Por la mañana pidió bicarbonato, alegando moles-tias de estómago y se encerró en su habitación. De ella ya no saldría hasta que arrojara la bomba envuelta en el ramo

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Fotografiado en el deposito de cadáve-res de Madrid.

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de Wad-Ras, que cubría la carrera y no rompió su línea, se evitó la avalancha de pánico. Tomé del brazo a la Reina y me dirigí a pie con ella en busca del coche de respeto, entre escenas de horror y entusiasmo. De no haber sido por mi deseo de que la Reina retribuyese los saludos del personal de aquellos edificios oficiales, no estaría hoy viva. La bom-ba estalló del lado derecho de la carroza»3.

Según testigos presencia-les, lo que ocurrió fue que el ramo de flores que contenía la bomba se enganchó en una guirnalda que colgaba en el edificio. Este hecho hizo que se desviase de su tra-yectoria lo suficiente para no alcanzar de lleno su objetivo, al caer, no dentro del vehí-

una explosión aterradora, ruido de cristales al romper-se, alaridos, gritos…

«Percibí un fortísimo olor ácido –refiere el Rey− y durante dos minutos por lo menos, me cegó un humo espeso. Cuando éste se disipó vi que los lises y las rosas del vestido de novia de la Reina estaban manchadas de sangre. Había salido ile-sa, pero varios de nuestros guardias fueron lanzados de sus cabalgaduras descuarti-zadas. Sangraban profusa-mente hombres y caballos. La calle Mayor ofrecía un terrible espectáculo. Vein-tiocho personas resultaron muertas y cuarenta heridas. Todo el mundo gritaba fre-néticamente: ’¡Han matado al Rey y a la Reina!’ Sólo gracias a la disciplina sobre-humana de mi regimiento

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3.-“Confesiones y muerte de Alfonso XIII”, ABC, 1951. Se trata de una larga serie de artículos.

culo como era la intención del autor, sino a unos metros del carruaje. Fue suficiente para que los Reyes salvaran la vida.

A sus 23 años publicó La caída de Alfonso XIII (Causas y episodios de una revolución), en defensa del Rey recién exiliado, con gran éxito, y cerca de 50.000 ejem-plares vendidos. A partir de 1933 el Monarca le hizo a su principal biógrafo y unas extensas confidencias que se han hecho imprescindibles para que los historiadores conozcan el pensamiento y la persona

Enrique González Fernández. «En el centenario del nacimiento de Julián Cortés Cavanillas». 20 de marzo de 2009.

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Nakens le llevó a Cuatro Caminos, donde tuvieron que hacer algo de tiempo esperando a un inspector de tranvías, llamado Ibarra. Se entretuvieron tomando unos vinos con unos correli-gionarios republicanos, igual que Nakens. Cuando llegó Ibarra, se fueron a la Ciudad Lineal, donde vivía un antiguo anarquista llamado Daza, y en cuya casa creían que podría encontrar refugio Morral.

LA HUIDA

Lo que ocurrió entre el lanzamiento de la bomba y la salida de Madrid de Mateo Morral lo contó José Nakens en una carta que fue publi-cada por La Correspondencia de España el día 8 de junio de 1906. A continuación repro-ducimos un resumen.

A las cuatro de la tarde del día 31 de mayo se presentó en la redacción de El Motín Mateo Morral, confesándole a José Nakens que había sido él quien había tirado la bom-ba, que sabía que no había alcanzado al Rey, pero que se habían producido muchas “desgracias” y rogándole que no le delatara. Sabía cómo pensaba Nakens porque había leído lo que había escrito sobre Angiolillo, a raíz del ase-sinato de Cánovas del Castillo.

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Una bomba Orsini, artefacto explosi-vo esférico y que se activa mediante unos resaltes llenos de fulminato de mercurio que explota por impacto.

Vista general de la calle mayor frente a la actual Capitanía (en la derecha de la imagen) donde ocurrió el atentado que no llego a ser magnicidio por las sujecio-nes de una pancarta que aparece desenganchada en la fotografía y que desvió la caída del artefacto.

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ventorro denominado Los Jaraíces y pidió que le hicieran una tortilla francesa de tres huevos.

Aquel día hacía calor. Le sirvieron la comida y la bebi-da. Comía con mucha avidez, porque la larga caminata le había abierto el apetito. La mujer del tabernero comenzó a preguntarse por la identidad de aquel «mecánico» que llevaba una ropa que no había sido usada en trabajos de su oficio. ¿Sería un escapado del presidio? Una consulta urgente con el marido, el tabernero, y otros clientes fue suficiente para tomar una resolución: llegarse hasta el cuartel de la Guardia Civil pero antes, como les caía de paso, avisar al vigilante jurado de una finca próxima para

Morral, quien se cambió y se marchó de la casa sin despe-dirse y sin tomar el desayuno que le habían preparado.

Debido a la intensa búsque-da policial de la que estaba siendo objeto no se atrevió a coger el tren para Barcelona en Madrid. Por ello el día 1 de junio, Mateo Morral salió an-dando de Madrid en dirección a Ajalvir, con la intención de llegar a una estación ferrovia-ria desde la que pudiera coger el tren en dirección a Barce-lona. En Ajalvir compró algo de comida y le indicaron que la estación de Torrejón era la más próxima, y hacia allí se di-rigió llegando sobre las seis de la tarde. Como le informaran de que el tren para Barcelona pasaba por allí a las ocho y media de la tarde, se fue al

Pero Daza se negó en redon-do a acogerle, porque según decía hacía mucho tiempo que había abandonado toda actividad política y su resisten-cia aumentó más aún cuando le insinuaron que podría ser el autor del lanzamiento de la bomba sobre la comitiva real.

Entonces se acordaron de un tal “Sargento Mata” , que vivía en Ventas y se dirigie-ron a su casa, situada en el número 247 de la calle Alcalá. Este hombre, un antiguo sar-gento del Ejército que había participado en la intentona de golpe de Villacampa, era también republicano. Estuvo de acuerdo en acogerle, pero solamente por una noche. A la mañana siguiente, es decir, el día 1 de junio, su mujer compró ropa nueva para

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Actual monumento de Coullaut Vale-ra erigido en 1963 en recuerdo de las victimas (veinticinco muertos y cerca de un centenar de heridos).

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Al anochecer se trasladó el cuerpo a Madrid, donde llegó al amanecer del día 3.

Las 25.000 pesetas ofreci-das por el Conde de Roma-nones a quien diera pistas que llevaran a la localización y detención del autor del inten-to de regicidio fueron entre-gadas a la viuda e hijos de Fructuoso Vega. Asimismo se realizaron cuestaciones para ayudar a paliar su desgracia a través de varios periódicos, como era también habitual entonces.

LAS CONSECUENCIAS

Fueron de dos tipos: unas, a corto plazo, y otras, a más largo plazo. Las inmediatas fueron la caída de Segis-mundo Moret, presidente del Consejo de Ministros, y

Mateo Morral se levantó de la mesa sin decir palabra y, con la misma actitud sumisa y muda, siguió al vigilante que iba andando delante, dando la espalda al deteni-do. No habían andado más que unos cincuenta metros, cuando Mateo se paró, sacó un revólver de la faja y disparó dos veces contra el guarda que cayó de bruces hacia delante, muriendo en el acto. A continuación, se suicidó. Su cadáver fue encontrado a unos veinte metros del de Fructuoso Vega.

La Guardia Civil de Torrejón se limitó a comprobar que los rasgos del muerto coincidían con los del presunto regi-cida y a avisar al Ministerio de la Gobernación de que había aparecido el cadáver.

Rogó a Mateo Morral que le acompañara hasta el cuartel de la Guardia Civil para iden-tificarle. Se produjo entonces una discusión entre el vigi-lante y algunos clientes del establecimiento que querían acompañarle y ayudarle para evitar la fuga del detenido. Al parecer, Fructuoso zanjó la discusión afirmando que para llevarle hasta el cuartel se bastaba y se sobraba él solo, y que no necesitaba ayuda de ninguna clase.

que le identificara. Es cierto que algunos declararon en el proce-so que habían ido más lejos en sus suposiciones y creyeron que estaban ante el autor del intento de regicidio. Pero esto pudo ser simplemente un farol que surgió a posteriori, cuando la identidad de Mateo Morral estaba plena-mente establecida.

El vigilante, Fructuoso Vega, de la finca Soto de la Alborea no se hizo mucho de rogar y se pre-sentó enseguida en el ventorrillo.

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Mateo Morral nació en Saba-dell (Barcelona) en el 1880. Hijo de un empresario textil, estudiante muy brillante, dotado para el aprendizaje de idiomas, termino sus estudios de ingeniería mecánica en Alemania, donde entró en contacto con el anarquismo.

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la Casa de S.M. el Rey se libraron de la cesantía porque no habían participado en la elaboración de los dispositi-vos de seguridad, y porque se sucedieron muy seguidas dos crisis de gobierno que no dejaron tiempo para tomar medidas. Cuando el 8 de junio fue nombrado D. San-tiago Alba gobernador civil de Madrid, era un novato en estas lides y prefirió abrir un expediente en lugar de tomar medidas más expeditivas. Con ello se dilató en el tiempo la decisión, y como la investiga-ción terminó sustanciándose un mes más tarde, cuando ya había pasado la mayor efervescencia, dejó para la siguiente reorganización de la Policía −no tuvo lugar hasta febrero de 1908− el tema de las cesantías.

estamos relatando, las prime-ras en sufrir sus consecuencias eran personas concretas, y después, la institución en ge-neral. Esta regla ha conocido pocas excepciones.

Los funcionarios policiales lo sufrían de una forma especial porque les suponía, sencilla y llanamente, quedarse en la calle. Esto ocurrió tras el atentado que le costó la vida a Cánovas, pues declararon cesantes a todos los miem-bros de la Ronda Especial de la Presidencia del Consejo de Ministros. En esta ocasión los de la Ronda Especial de

equivale a su reorganización. Es cierto que esta era, ya por aquel entonces, una vieja as-piración del Cuerpo. Como es natural, cuando se producía un hecho de extrema grave-dad, tanta como la del que

por lo tanto, también la de Romanones como Ministro de la Gobernación. A la vez, no pasaron de la mera transitoriedad, dado que a ninguno de ellos este hecho le supuso el final de su carre-ra política. Al contrario, para alguno significó su comienzo. ¡Qué verdad es aquello de que no hay mal que por bien no venga! Tal fue el caso de Santiago Alba, nombrado, como consecuencia de esta crisis ministerial, gobernador civil de Madrid.

Para la Policía significó el pistoletazo de salida para la gran reforma que culminó en febrero de 1908, y que mu-chos creen erróneamente que es su fecha fundacional. Tra-ducido a un roman paladino actual, la reforma de la Policía

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Segismundo Moret, pintado por Ma-drazo en 1855. A causa del atentado se vio obligado a dimitir como presi-dente del Gobierno, regresando años mas tarde (1909) como consecuencia de la Semana Trágica de Barcelona.

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Sorprendentemente, nadie echó en falta al Cuerpo de Policía Judicial, no a la Brigada Social como dice erróneamen-te Joaquín Romero Maura . Había sido creado en 1896, y por una ley de 31 de marzo de 1906 –dos meses antes de estos acontecimientos− se la había integrado en el Cuer-po de Vigilancia como una sección especial para luchar contra el terrorismo. Es cierto que la Policía Judicial venía arrastrando problemas muy serios y que su desenlace era algo muy previsible. Lo curioso del caso es que en ningún periódico se culpara al Gobierno de haberla suprimi-do precisamente en vísperas del mayor atentado anarquis-ta cometido hasta entonces en Madrid.

jefe de policía que coordinara todas sus actuaciones, pero en un primer momento no se hizo nada. Al fin y al cabo, lo que pretendían los reformistas era que cambiaran las condi-ciones de entrada y de trabajo y se les dotara de una mayor estabilidad en el empleo, se mejoraran los sueldos y se es-tableciera un escalafón único para toda España. Todas estas reclamaciones tenían que ver más con el status del personal que con la organización insti-tucional de la Policía.

La reforma que se estaba re-clamando, y que no se llevó a cabo, para organizar la Policía era que se dejase de fragmen-tarla en secciones y rondas y se unificase toda bajo un único mando.

el que se elaboró un temario que dio origen a los prime-ros libros preparados para opositar al Cuerpo. Muchos, pero que muy numerosos funcionario s, fueron los que no superaron este examen que, dicho sea de paso, de blando no tuvo nada, y por lo cual fueron expulsados del Cuerpo.

La Institución policial no su-frió demasiados cambios. Se vio la necesidad de que en las grandes capitales hubiera un

La consecuencia inmediata para los policías fue que todos los miembros del Cuerpo de Vigilancia tuvieran que demostrar su aptitud al ser sometidos a lo que se llamó Exámen de continuación, para

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Madrid, febrero de1923, Ho-racio Echeverrieta y el ministro Santiago Alba Bonifaz, nombra-do gobernador civil de Madrid a causa de la crisis de gobierno que siguió a la atentado. Co-menzar aquí una carrera política que le llevó a sel ministro en ocho ocasiones diferentes.

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totalmente inútil para los fines que se pretendían conseguir. Semejante error había sido puesto en evidencia en numerosas ocasiones anteriormen-te: ningún atentado, por grave que hubiera sido, con el resultado de muerte para reyes y presidentes de república, había logrado cambiar ningún sistema político. La utopía anar-quista era incompatible con cualquier sistema po-lítico. Bastarían solamente treinta años en la historia de España para que se obtuvieran las pruebas palpables de ello.

de seguridad que se habían tomado, pero no por ello desistió de su intento. Buscó un nuevo escenario desde el cual pudiera lanzar la bomba y, aunque no lo-gró su objetivo por causas ajenas a su voluntad, que no era otro que el de matar a los Reyes, sí que produjo numerosas víctimas entre muertos y heridos.

La segunda no puede ser otra que la peligrosidad de las utopías. Morral estaba convencido de que matan-do a los Reyes destruiría el sistema político sobre el que se basaba la monar-quía parlamentaria. Como si todo ello dependiera úni-camente de una persona. Esta utopía dio origen a un verdadero baño de sangre,

CONCLUSIONES

A la luz de lo expues-to y del enfoque que se ha dado a los hechos, gravísimos, que tuvieron lugar, así como de sus consecuencias, se pueden sacar algunas conclusiones aunque, a buen seguro y a estas alturas, los lectores ya tendrán las suyas propias.

La primera de ellas es que contra la voluntad de matar todas las medidas de seguridad son impotentes. Mateo Morral hubiera pre-ferido lanzar la bomba des-de el coro de la Iglesia de los Jerónimos, porque los efectos hubieran sido mu-cho más devastadores y se hubieran multiplicado por el efecto del pánico. No lo pudo hacer por las medidas

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Escultura en la fachada de la Sagrada Familia, un demonio entrega una bomba Orsini a un obrero anarquista.

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Fue también lo que hizo Mateo Morral quien, no pudiendo sacar adelante su primer plan, lanzar la bomba desde el coro de la Iglesia de los Jerónimos, lo cambió y lo hizo desde el cuarto piso del número 88 de la calle Mayor de Madrid.

incidentes de la Semana Trágica, que Ferrer pudo preparar con toda tran-quilidad desde su exilio francés.

Finalmente, hay que recordar que la seguri-dad total es una utopía. Cuando alguien tiene una voluntad decidida de que-brar y saltarse las medidas de seguridad, lo termina por conseguir. Al que trata de prever las situa-ciones de riesgo siempre se le escapará algo, que será encontrado por el que lo examine atenta-mente. Esto es justamente lo que hacen todos los delincuentes, desde el que hurta «al descuido» hasta quien coloca una bomba.

La tercera es la impuni-dad con que salieron de sus juicios los verdaderos coautores de los aten-tados sobre todo Ferrer Guardia, Soledad Villa-franca, Nicolás Estevánez y otros. Todos ellos ejecu-taron actos sin los cuales no hubiera sido posible la comisión del atentado. Debieron ser condenados con las pruebas existentes a determinadas penas de cárcel. Sin embargo, siguiendo una tradición que se inició con Ramón Sempau fueron absueltos. La impunidad alienta la comisión de mayores deli-tos. También en este caso, por desgracia, este axioma resultó cierto: su corro-boración estuvo en los

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Coro de la Iglesia de los Jeróni-mos, desde donde estaba planea-do el lanzamiento del artefacto por Mateo Morral.

PORTADA

UNA BODA REAL ENSANGRENTADA

PUÑOENROSTRO, UN VASALLO REBELDE

EL DESNUDO Y LAS CÁMARAS SECRETAS

EL MADRID DE RAFAEL FLÓREZ, ALFAQUEQUE

LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

BENEFICENCIA Y CONSTITUCIÓN DE 1812

EL RETIRO PASO A PASO, GUÍA DEL PARQUE

DEBOD, UN TEMPLO EGIPCIO EN MADRID

HEMOS LEÍDO ...

NAVEGACIÓN

EL IMPACTO DE LA CORTE EN MADRID

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DEl 30 de junio de 1680 se celebra

en Madrid un Auto de Fe público, acontecimiento muy poco frecuente en la corte de los Austrias. Llegó a tener tanta trascendencia mediática que fue solicitado al pintor Francisco de Ricci un lienzo para el palacio del Buen Retiro y un relato descriptivo del evento a Joseph del Olmo, maes-tro mayor de la Villa de Madrid.

Con el lienzo y el relato, hemos compuesto un artículo que permite constatar un hecho muy poco fre-cuente en España pero muy habitual en las cortes europeas, como expone el hispanista Henry Kamen en su ya clásico libro La Inquisición española.

AUTO DE FE EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID

Imágenes y pies de fotos Gale-ría online museo de el Prado.Madrid.

Texto de Isabel Mójica Cuellar

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DEl auto de fe era un simple rito religioso en que se hacían las abjuraciones y

reconciliaciones de los procesados y se comunicaba la pena impuesta a cada reo. Las causas en que intervenía el Santo Oficio estaban relacionadas contra los falsos conversos, quedando las acusaciones de brujería en simples anéc-dotas por lo escaso de su número y lo ínfimo de las sentencias, salvo casos muy atípicos; los delitos contra la moral eran competencia de la justicia civil.

Según investigaciones actuales, el porcentaje de reos que se entregaban al brazo secular para que aplicara la pena de muerte era inferior al 2 %.

El Acto de Fe presidido por Santo Do-mingo de Guzmán pintado por Pedro Berruguete (ca. 1450-1504). Data de aproximadamente 1495. El autor dibujaba a los personajes en función de la dignidad que le otor-gaba observese los tamaños de los monjes respecto a los reos albigenses

Carlos II había mostrado un cierto interés en asistir a la celebración de un auto general de fe y el inquisidor general, Sarmiento de Valladares, que tenía conocimiento exacto de los procesos que estaban en vías concluir y emitir sentencia, ofreció al monarca la posibili-dad de presidir uno de estos actos en la ciudad de Toledo. El rey acepta el ofrecimiento

pero reclama la celebración en Madrid, a fin de que quedara evidencia fehaciente del inte-rés de la Corona en la defensa a ultranza de la fe.

Se decidió la fecha del 30 de junio, festividad de san Pablo, «para que en él se celebrase también este gran triunfo de la fe católica y vencimiento de la obstinación judaica», como

cita Joseph del Olmo que des-empeñaba los cargos de furriel del rey, maestro de obras del Palacio del Buen Retiro y maestro mayor de la Villa de Madrid a quien se encargó el diseño y ejecución de todo el escenario donde tendría lugar el acto y que más tarde pu-blicaría detalladamente todos los pormenores del mismo a finales de 1680.

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Del Olmo dirigió ocho comi-siones con tareas específicas: para construir en la plaza el entablado necesario para el desarrollo del escenográfico del auto; para la confección de los estandartes procesionales y las arquillas donde se guardarían las sentencias; para los prepara-tivos de los familiares del Santo Oficio que, a caballo y con varas de justicia, acompaña-

El lugar elegido fue la plaza Mayor de Madrid y se contaría con la presencia activa de la Corte represen-tada por miembros de los consejos y las autoridades civiles y eclesiásticas de la capital, la presidencia delrey Carlos II en compañía de su reciente esposa, María Luisa de Orleans, y de la reina madre, Mariana de Austria, junto con la flor y nata de la sociedad madrileña que acompañaría al monarca des-de la balconada de la plaza Mayor. Además, se ofrecía la posibilidad de asistir al auto a los miembros de los tribunales de la Inquisición de Toledo y Valladolid y a los miembros de los concejos de Ávila, Segovia y otros lugares cercanos a la Corte.

El auto se celebró en la plaza Mayor. por lo que se construyó un estrado con andamios de madera Al fondo vemos la tribuna real situada en un balcón del primer piso de la Casa de la Panadería, y en ella a Carlos II, a su mujer María Luisa y a su madre. En los balcones, se ubican personas distinguidas de la corte.

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rían al Consejo de la Suprema Inquisición, todos bajo dosel, con sillas y bufetillos que per-mitieran cierta comodidad en la larga sesión judicial que duraría varias horas; para la publicidad y comunicación que se daría al acto, las colgaduras, asientos y adornos del escenario; para la organización de las dos proce-siones previas, de la Cruz Verde y de la Cruz Blanca; el servicio

de guardias, tanto en el recinto de la plaza como en el quema-dero, así como el ajusticiamien-to de los reos; para agilizar las labores jurídicas, correcciones de sentencias, traslado de la causa y alojamiento de los numerosos reos, que deberían ser vestidos con los hábitos penitenciales y en su ausencia, en efigies simuladas; y por último para la preparación de los manuales de abjuración y absolución de los reos que así fueran sentenciados.

Se reclamaron a los distintos tribunales los reos cuyas sen-tencias se hallaban preparadas en los términos siguientes: «salíamos a recibir los minis-tros de este santo tribunal en coches y con armas para que pudiesen entrar los reos más recatadamente, y sin ser vistos,

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les conceden las gracias e indulgencias por los sumos pontífices, dadas a todos los que acompañaren y ayuda-ren a dicho auto. Mándese publicar para que venga a noticia de todos.

Al paso de los pregoneros, la multitud exclamaba:

¡Viva la fe de Cristo!.

Se constituyó la Compañía de Soldados de la Fe, integra-do por 250 hombres alojados

y moradores de esta villa de Madrid, corte de S. M., estantes y habitantes en ella, como el Santo Oficio de la Inquisición de la cuidad y reino de Toledo, celebraba auto público de la fe en la plaza mayor de la corte, el domingo treinta de junio de este presente año, y que se

clarines y timbales. Se con-vocó a más de 150 personas vinculadas con el Santo Oficio ante la fachada de las casa del inquisidor para que, desde allí, pregonaran por las princi-pales calles y plazas el día de celebración del auto:

Sepan todos los vecinos

ni reconocidos del pueblo, por-tándose con la circunspección, secreto y prudencia que estilan los ministros del Santo Oficio».

El jueves 30 de mayo la co-misión encargada de «publi-citar» la convocatoria colgó en el balcón de los aposentos del Inquisidor General el estandarte del Santo Oficio, adornó con colgaduras toda la fachada y anunció la pu-blicación del Auto de Fe con

Los caballeros montados son los agentes de la inquisición, y los de a pie formaban la compañía de soldados de la fe. puede observarse la altura sobre la que se cons-truyo el escenario, que equivalía a la altura de un jinete y su cabalgadura. En un rincón los asnillos que llevaran a los reos al cenicero de la puerta de Fuencarral.

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de Bilbao). La actuación de la Compañía terminaba cuando después de conocidas las sentencias se entregaba a los reos, que previamente habían sido conducidos a la plaza Mayor, a la justicia civil para la ejecución de las penas dictadas.

EL AUTO DE FE

A las tres de la mañana los reos recibían los vestidos penitenciales (distintos según la sentencia), desayunaban y cada uno era asistido por dos religiosos antes de sa-lir en procesión en un orden prefijado tras haberles sido comunicada individualmen-te su sentencia. En este Auto concreto, Joseph del Olmo relata que, por retrasos en las audiencias individualizadas, la pro-cesión de la Cruz Verde salió a las siete de la mañana del Tribunal de Corte, a solo dos pasos de la plaza Mayor por un largo camino que les llevaría a la casa del inquisidor general en la plazuela de la En-carnación y haciendo un largo recorrido por el Madrid de los Austrias llegar a la plaza Mayor donde fueron colocados en

en el Tribunal de Corte (hoy palacio de Santa Cruz). Tenían como misión la custodia de los lugares donde se desarrollaría el Auto y la vigilancia de los 118 reos, sumados los trasladados a los locales; además participaban en los desfiles procesionales y en ciertos usos protocolarios, como la recogida de haces de leña y la simbólica entrega de uno de ellos al rey para simbolizar que él sería el primero en alimentar la ho-guera del quemadero en el momento de la ejecución de sentencia; después los haces serian depositados en el« brasero» público en los extrarradios de la puerta de Fuencarral (actual glorieta

A la izquierda, rica alfombra y sobre ella el altar con la cruz verde, simbolizando la esperanza de perdón de los reconciliados, y el estandarte del Santo Oficio. Al lado, las gradas de los cargos públicos, y el solio del inquisidor general vacío, ya que este se en-cuentra junto a la tribuna del rey después de haberle tomado juramento.

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atados y amordazados para que no pu-dieran proferir blasfemias o responder a los insultos del gentío que los azuzaba.

Una vez en la plaza, después de misa y sermón, comenzaba la parte más larga del acto, con un ceremonial individua-lizado, reo por reo, que consistía en su traslado desde la grada a las jaulas del centro de la plaza donde se daba lectura a la causa completa y después a la sentencia. A las cuatro de la tarde terminó esta lectura y se dio paso a la conducción de los diez y nueve reos de ejecución que, saliendo por la calle

las gradas de la derecha, después de pa-sar por delante de los reyes y teniendo frente a ellos al inquisidor general, sus diáconos y los miembros del consejo.

El orden de salida de los reos estaba prefijado por el delito cometido: los primeros treinta y cuatro eran reos de pena de muerte y todos, excepto dos que llevaban sambenitos, iban vesti-dos con corozas pintadas con llamas; algunos portaban unas arquillas y sus nombres, bien visibles, pintados sobre el pecho. Les seguían los once que habían cometido delitos leves -sospechas de herejías, bígamos, embusteros- con corozas y sogas con nudos en el cuello que indicaban el número de azotes que iban a recibir. Continuaban los judaizan-tes reconciliados (vestidos con sambeni-tos de media aspa entera) seguidos de los veintiuno condenados a relajar –o entregar a la justicia secular- para recibir la máxima pena; iban ataviados con coroza, capotillos de llamas y algunos

A la derecha están las gradas para los familiares de la Inquisición y los reos en

persona o en estatua (muertos o huidos), la cual lleva una inscripción con sus delitos y

una caja con sus huesos. Los reos podían ser penitenciados (castigados con diversas penas y que al abjurar de sus errores se convertían

en reconciliados) o relajados (condenados a muerte en garrote, o en hoguera si eran

reincidentes).

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de Boteros y recorriendo la calle Mayor, la plaza de las Descalzas, el postigo de San Martín y la calle de San Bernardo, alcanzaron el «bra-sero» a las afueras de la puerta de Fuencarral.

En la plaza Mayor continuaron las lecturas de causa y sentencia hasta las nueve de la noche y tras ellas comenzaron las abjuraciones frente al altar que conducían a la absolución de la pena. Los conde-nados encendían un cirio que les acompañaba desde su salida por la mañana en la procesión de la Cruz Verde, y ya redimidos, emprendían la procesión de la Cruz Blanca bien entrada la noche.

Y el rey, que había entrado en la plaza Mayor a las ocho de la ma-ñana, salía de ella a horas cercanas a las diez de la noche. El Auto de Fe, había concluido.

En el centro del cuadro vemos a dos reos vestidos como en el siglo XV, con coroza y sambenitos con llamas, a los relatores o lectores de causas y sentencias en los púlpitos, y a unos dominicos con el predicador en el púlpito central.El público se agolpa, a pie de calle, para seguir el Auto de Fe.

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DNAVEGACIÓN

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UNA BODA REAL ENSANGRENTADA

AUTO DE FE EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID

EL IMPACTO DE LA CORTE EN MADRID

EL MADRID DE RAFAEL FLÓREZ, ALFAQUEQUE

DEBOD, UN TEMPLO EGIPCIO EN MADRID

LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

EL DESNUDO Y LAS CÁMARAS SECRETAS

EL RETIRO PASO A PASO, GUÍA DEL PARQUE

PUÑOENROSTRO, UN VASALLO REBELDE

BENEFICENCIA Y CONSTITUCIÓN DE 1812

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AUTOR Emilio Guerra Chavarino es ingeniero Industrial como profesión pero investigador histórico vocacional, Su proceso investiga-dor se basa en poner en tela de juicio cualquier premisa previa, buscando las bases primarias de cualquier suceso o hecho narrado, sus obras Los viajes de agua y fuentes de Madrid y La Capilla del Obispo, lo ratifican.

Formato 21x30 cm, Páginas 220 (1 tomos)ISBN 978-84-606-8503-6 Edición y venta autoediciones.com Solicítalo en : [email protected]ía Felipa. Calle Pilar de Zaragoza, 37 (Madrid) Telf.: 91 3559647

REFLEXIONES SOBRE SAN ISIDRO Y SANTA MARÍA DE LA CABEZA

Lo que vas a leer te resultará casi totalmente nuevo, No se trata de un documento religioso sino el fruto de varios años de investigación sobre unos personajes considerados Santos; Él patrón de Madrid. Te expondré una serie de hechos fehacientes basándome en documentos oficiales (fuentes primarias) y en los escritos sobre este matri-monio por los autores mas importantes

SAN ISIDRO ANTES DE SU CANONIZA-CIÓN A TRAVÉS DE SU BIBLIOGRAFÍA

TOMO I

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LEÍD

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PARA

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En 1561, Felipe II (1556-1598), decidió trasladar la Corte a Madrid, la que hasta entonces era itinerante. Al igual que las iglesias tenían que estar sacralizadas (con-sagradas) a un Santo, a una Virgen o a Jesús, las locali-dades debían tener un Santo como Patrón, a quien se le encomendara cuidara de los madrileños, y quien mejor que San Isidro, por ser ma-drileño, tener un códice que lo convertía en personaje histórico, y tener su cuerpo completo e incorrupto como reliquia.

Además, su biografía era muy sencilla, y con un espacio vacío, su juventud, como ocurrió con Jesucristo, que ofrecía la posi-bilidad de ser rellenado a gusto de las fuerzas vivas, según las necesidades del momento. ¡Que más se podía pedir! Ningún otro “pretendiente” disponía de tantas posibilidades. El único inconveniente era que se trataba de un Santo extravagante. Las fuerzas vivas madrileñas, inclui-do el Rey, pidieron en 1562 la canonización de Isidro.

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DEL IMPACTO DE LA CORTE SOBRE

LA VILLA DE MADRID El lunes 19 de mayo de 1561 Felipe II salió de Toledo hacia Aranjuez y desde allí se dirigió a la que más adelante sería la capital estable de España. El 27 partió la reina y al día siguiente el príncipe. En este momento Madrid se convirtió en la sede del gobierno del reino, pues Felipe II decretó que en ella residieran perma-nentemente todas las oficinas centrales de gobierno y que los Consejos se reu-nieran, periódicamente y en horas y días prefijados, en el Palacio Real....

... a la vista de un paisaje urbano como el que plasma Antonio Lopez en el lienzo Vistas de Madrid desde Torres Blancas creemos que es bueno recordar el inicio de esta casualidad urbanistica.

Texto y selección de imágenes de María Isabel Mediero

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DSin duda el mérito fundamental que Madrid ofrecía era ser villa de realen-go y estar a una cuantas leguas del Primado de Toledo y el Cabildo de su catedral quienes podían oponerse a cualquier regia pretensión por invocación de una Cesación a divi-nis, apoyándose en un Breve del papa Paulo IV que las autorizaba.

Como ya había ocurrido en 1556 cuando el rey intentó apoderarse de las rentas de los clérigos argu-mentando sus cuantiosos gastos y fue respondido con la supresión de servicios religiosos a la población durante veinticinco días, lo que ocasionó una importante alteración social.

Y volvió a repetirse en 1559 cuando hubo discrepancias con la Inquisición a causa de un conflicto entre la justicia real y la eclesiástica y fue fray Bartolomé de Carranza el arzobispo que interpuso otra Cesación a divinis ante la que hubo de replegarse, de nuevo, el monarca.

Toledo (1572) grabado de Franz Hogenberg que representa la ciudad de Toledo vista desde las colinas que la rodean, con el río Tajo en primer término.

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A la familia real le acom-pañaban los soldados de tres guardias reales y el órgano de gobierno, compuesto por el personal de los con-sejos, los tribunales y otros órganos de gobierno, los embajadores extranjeros y un selecto grupo de ban-queros y proveedores de la

Corona. En total, cerca de 3.000 nuevos vecinos para la villa que se amplió a 20.000 cuando llegaron su familiares y criados. La población de Madrid se duplicó y muchos recién llegados no encontra-ron acomodo de manera que tuvieron que instalarse en Alcalá de Henares.

La llegada del séquito corte-sano, seguido de comercian-tes y proveedores, aglutinó a la sociedad estamental de la época en tres zonas de la villa. El Alcázar, como residencia regia, se convirtió en el centro de un entorno cortesano que ocupó la antigua villa vieja. La Plaza Mayor y sus alrededores, fueron el emplazamiento de las actividades comerciales y artesanales que dinamizaron la economía. Y la zona del Rastro, al sur de la población, se trasformó en el enclave de la producción de bienes y sus trasformados: matadero, curtidores, etcétera.

La sociedad del siglo XVI era estamental conforme a la ley, el privilegio y la costumbre. Esto no quiere decir que fuera

Si en 1561 la villa tenía 2811 vecinos (unos 12.700 habitantes aplicando un coe-ficiente de 4.5); en 1571, diez años después, ya pasaba los 42.000 habitantes; en 1584 llegaba a 55.000, y en 1597, cerca de 90.000. Es decir, en apenas 40 años la población madrileña se había multipli-cado por 4.5, rebasando con creces la tasa de crecimiento anual del resto de las ciu-dades castellanas, y convir-tiéndose en una de las 20 ciudades más populosas de Europa.

Año 1561 Traslado de la Corte a Madrid por Felipe II.(Dibujo de C. Mugica.)

Prof.:Velasco Medina.Curso Madrid Historia de una Villa Milenaria

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En la Corte se asentaron aquellos que tenían una rela-ción directa con la corona por el desempeño de sus funcio-nes, fuera en la Casa Real, en las instituciones del Estado, en el ejercicio militar o en otros cargos políticos de la periferia territorial de la monarquía. Se

giada ante la ley, respaldada por las concesiones de la Corona en el pasado y la figura judicial del mayorazgo que, junto con el principio de primogenitura, vinculaba las propiedades a perpetuidad a la misma familia e impedía su enajenación.

una sociedad muy homogé-nea sino todo lo contrario ya que cada estamento man-tenía una organización muy jerarquizada de tal modo que dentro de cada grupo espe-cifico definido por profundas raíces corporativas o gremiales convivían otros grupos dife-renciados que, aunque muy permeables, mantenían sus señas de identidad propias.

EL ESTAMENTO NOBILIARIO

En él se integraban des-de los poderosos grandes de España y los adinerados títulos hasta los empobreci-dos hidalgos. Unos poseían propiedades que abarcaban provincias enteras y otros eran simples campesinos pero, en general, todos goza-ban de una posición privile-

acentuaban así las diferencias entre esta nobleza cortesana y la que permaneció afincada en sus feudos.

El número de caballeros e hidalgos que trajo la corte consigo fue de unos doscientos hasta llegar a una cifra cercana a los tres mil en 1591, mientras que los títulos nobiliarios con más poder económico en la misma fecha eran de cincuenta y cinco –prácticamente la mitad de los censados en Castilla–. Se deduce de ello que el resto continuó en sus asentamientos tradicionales sin oír los cantos de sirena de las supuestas ven-tajas de aproximarse al poder real en la villa de Madrid.

Vista de Madrid. Anónimo. Hacia.1550-60. Museo Muni-cipal de Madrid.

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DFlorencia, y la del príncipe de África Muley Xeque aunque solo son estrictamente nobilia-rias 37 y el resto corresponden a extranjeros y viudas. 28 de estas matrículas de confesión pertenecen a personas rela-cionadas con el servicio al rey a través de los órganos de la administración, la judicatura, el ejército y la diplomacia.

A la luz de los resultados obtenidos con la ubicación de las residencias nobiliarias, se puede afirmar que la mayoría de los nobles -veintiuno- esta-ban afincados en las jurisdic-ciones parroquiales que se ex-tendían por el centro urbano. Este núcleo estaba por aquel entonces un tanto desplazado hacia el oeste y se articulaba en torno a lo que había sido

Letrán de llevar una exacta anotación del cumplimiento Pascual que obligaba a los fieles a partir de los siete años:

Cada uno de los fieles de uno y otro sexo, después que han llegado a los años de discre-ción, deben confesar indivi-dualmente con toda fidelidad al propio sacerdote todos sus pecados, al menos una vez al año… de otro modo, durante la vida será apartado de la entrada de la iglesia, y tras la muerte será privado de cristiana sepultura.

Han sido localizadas las matrículas correspondientes a algunos años de finales del siglo XVI de las que se puede extraer una relación de 43 residencias nobiliarias. Entre ellas las de Pedro de Médi-cis, hermano del Duque de

clero y las universidades para ocupar las altas instancias del poder y la toma de decisiones y para costear a sus expensas los gastos que se derivaban de embajadas, jornadas reales y festejos.

Un documento muy preciso para el análisis de las familias nobiliarias asentadas en la ciudad, su lugar de residencia y la composición de todos los miembros de su casa, son las «Matriculas de Confesión», derivadas de la obligación legal que impuso el IV Concilio de

En esto podemos ver la clara preferencia de los dos primeros austrias nacidos en Castilla (Felipe II y Felipe III) por los miembros de la baja y la mediana nobleza para la provisión de los cargos públicos y el servicio de la Casa Real así como por los miembros cualificados del

Libro de «matrícula de confesión» de la Parroquia del Sagrario de la Catedral de Jaén. Archivo Histórico Diocesano de Jaén. Similares se han localizado en las parroquias madrileñas.

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Dindica la búsqueda de esa proximidad a los centros del poder. Además, muy proba-blemente, disfrutaban de las ventajas de tener en sus casas agua corriente, porque por allí –en las actuales calles de San Bernardo, Torija y la plaza de Santo Domingo- discurría el antiguo viaje de agua de Ama-niel, que iniciaba su recorrido en los acuíferos del norte y lo concluía en la residencia regia.

EL CLERO

En general la Iglesia acumu-laba un porcentaje despropor-cionado de la riqueza del país y compartía con la aristocracia el monopolio de la propiedad de la tierra. Pese a los privile-gios y la riqueza, el clero inte-graba en sus filas tanto a hijos de artesanos y campesinos

correspondientes dotaciones que eran la Casa del Tesoro y los Consejos- como la sede del regimiento madrileño.

Muy próximos al centro y lindando con él estaban las re-sidencias de nueve de los diez títulos adscritos a la parroquia de San Martín, cuya situación

parte de la villa vieja, es decir, prácticamente coincidía con el perímetro de la antigua muralla medieval, cuyos restos tan irresponsablemente hemos perdido hace poco. Y es que es en este perímetro donde estaban ubicados tanto el Alcázar -centro neurálgico del poder de la monarquía con sus

En el Madrid de 1597 encontramos que en la parroquia de San Martín residían diez de estas per-sonalidades, en la de Santa María residían seis, en la de San Nicolás cinco, en la de San Sebastián otros cinco, en la de los Santos Justo y Pastor también cin-co, en el anexo parroquial de San Luis residían tres, en la de San Juan otros tres, en la de Santa Cruz dos, en la de San Andrés otros dos, en la de Santiago también dos, y en la de El Salvador uno.

Recreación actual en acuarela del posible aspecto que pudiera tener la iglesia de San Pedro en Viejo en la época.

Prof.: Gili Ruiz.Curso Madrid Historia de una Villa Milenaria

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DDos objetivos de distinta

naturaleza atraían al clero a la villa, según fuera el secular o el reglado. Por un lado se crearon nuevas instituciones eclesiásti-cas vinculadas a la monarquía, como la Nunciatura. Puesto que la Iglesia cedía importantes subsidios económicos como compensación a la exención parcial de los impuestos ordi-narios tenía especial interés en estar cerca del monarca y velar por sus intereses mundanos. Esto sin duda influyó en la composición tradicional del clero madrileño, pero también tuvo mucho que ver la presencia en la ciudad de prelados y clérigos pertenecientes a la Capilla Real y a nuevas fundaciones monás-ticas integrados en el grupo de servidores que se instalaron en los primeros momentos.

como a representantes de la pequeña y de la alta nobleza. Su misión era compartida tan-to por los privilegiados (Santa Teresa de Ávila) como por gente del pueblo llano (San Juan de la Cruz).

Las diócesis más importantes, las que daban los beneficios más apetecibles, estaban en

manos de hombres nacidos en familias aristocráticas ya que, hasta que se pusieron en prác-tica los decretos del Concilio de Trento, no había seminarios para la educación de sacer-dotes, de tal modo que los candidatos de origen humilde con una escasa preparación estaban en desventaja en el momento de la designación.

Construcción de gran-des edificios en el siglo XVI destacando San Felipe el Real, fundado por fray Alonso de Madrid en 1546; las Descal-zas Reales, fundado en 1559 por doña Juana de Austria; monasterio de Santa María de los Ángeles, fundado en 1563 por doña Leonor de Masca-reñas; en 1564 fray Gaspar de Torres, funda el convento de la Merced, situado en la hoy plaza de Tirso de Moli-na; en 1573 se funda sobre la antigua mancebía el convento de San Dámaso, de carmelitas calzados, en la calle del Car-men.

Fachada del convento de las Descalzas Reales.

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15 conventos y monasterios, de los que 9 correspondían a órdenes femeninas y el resto eran masculinas. Además, los templos parroquiales se hallaban establecidos mayo-ritariamente en el interior de la villa vieja y los cenobios ubicados preferentemente en los arrabales.

en los 32 conventos de la corte en el año 1591, frente a los 800 seculares repartidos entre las distintas parroquias, cura-tos, capellanías y fundaciones. Por el contrario, con anterio-ridad al establecimiento de la corte había un cierto equilibrio entre ambos: hay registradas 14 sedes parroquiales frente a

El clero reglado, inspirado por el espíritu de la Contra-rreforma, se asentó en la Villa poniendo un renovado énfasis en la caridad y por otra lado con un claro deseo de que su actividad fuese percibida de forma directa por el poder real. Su intensa actividad dio lugar a que entre 1561 y 1600 se rompiese el equilibrio entre clero regular y seglar con la fundación de 17 nuevos con-ventos, como el de las Descal-zas Reales, el de la Merced, el de la Santísima Trinidad, el de Doña María de Aragón, el de San Felipe, etc., de ellos 13 eran masculinos y 4 femeni-nos. Como resultado el clero reglado fue adquiriendo más presencia que el clero secular: se estima en 1.500 los regula-res de ambos sexos que había

El clero secular de origen humilde era muchas veces indigente y su posición social estaba muy próxima a la de los desheredados. Se asentaba libremente en la corte en bus-ca de la protección económica de nobles que necesitasen su servicio de capellanía para atender y dar cura de almas a sus nutridas servidumbres. Su labor iba desde ofrecer auxilio espiritual, hasta cantar una santa misa diaria en sus capi-llas privadas que por turnos rigurosos se ofrecían desde hora muy temprana, sin olvi-dar la obligación de enseñar doctrina cristiana a los escla-vos para su rápida incorpora-ción a los preceptos pascuales e inscribirlos debidamente en las Matriculas de Confesión antes mencionadas.

Primer convento mercedario en Madrid. Dibujo de Antonio Oli-vera García (1983).

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de la edificación de cenobios y templos, ampliando algu-nas iglesias parroquiales, em-belleciendo el interior de los lugares de culto y atesorando costosos ajuares litúrgicos procedentes tanto de sus propias adquisiciones como, sobre todo, de donaciones de sus feligreses.

Sebastián y San Justo) dieran servicio al 68 % de la feligre-sía.

Por último, el clero contri-buyó a fomentar la demanda urbana y junto a otras élites sociales ayudó a orientar el mercado madrileño hacia los bienes suntuarios por medio

junto a las más alejadas de San Ginés y San Sebastián -esta última creada en 1541- fueron las que más crecieron por su posición periférica. Teniendo en cuenta estos aspectos, no nos resulta tan extraño que a finales del siglo XVI sólo cuatro parroquias (San Ginés, San Martín, San

Este mismo desequilibrio surge en el ámbito parroquial ya que presencia permanente de la corte y el dinamismo urbano de la villa vinieron a incrementar los desequilibrios jurisdiccionales de la tradi-cional estructura parroquial de la villa. Así, de las nueve parroquias que había ence-rradas en el recinto medieval, solo las de San Andrés y San Justo lograron romper el cerco que supuso la antigua muralla y ampliar su juris-dicción por el caserío de los arrabales. Otra de las viejas parroquias, la de Santiago, intentó un crecimiento similar pero se topó con el poderoso monasterio de San Martín que finalmente se anexio-nó los terrenos que aquella reclamaba como propios. La parroquia de San Martín,

Capilla del palacio de los condes de Paredes (actual Museo de San Isidro) y según la tradición edificada en los hipotéticos aposen-tos de San Isidro y esposa. Dándonos una idea de las dimensiones de las capillas que atendían los clérigos seculares en el cuidado es diario de las necesidades espirituales de la numerosa servidumbre.

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Doportunidades a los industria-les y comerciantes castellanos, pero el alza de los precios en los mercados coloniales se convirtió entonces en una desventaja porque atrajo a un número cada vez mayor de manufactureros y comer-ciantes extranjeros al comer-cio colonial de modo que Castilla no pudo resistir la presión de la competencia ex-tranjera. Además del prejuicio social contra las actividades comerciales y en favor de los valores tradicionales de la no-bleza -prejuicio que encontra-ba expresión en la convicción de «que él no vivir de rentas, no es trato de nobles»- la am-bición de casi todos aquellos que habían conseguido su riqueza en el mundo de los negocios, especialmente la

No se puede negar que en el siglo XVI existían factores económicos que dificultaban las actividades de los nego-ciantes españoles. La apor-tación de metales preciosos y la apertura del mercado americano dieron nuevas

las veinticinco casas dedicadas al crédito una veintena eran genovesas y sólo había cinco o seis que pudieran ser con-sideradas como plenamente castellanas.

EL ESTADO LLANO: CAMPESI-NOS, ARTESANOS Y BURGUE-

SÍA MERCANTIL.

La clase media en Castilla era escasa aunque existía un sector mercantil tradicional en Burgos y Medina del Campo que obtenía buenos resul-tados económicos. También es cierto que con la riqueza de las Indias se formaron las fortunas de muchos españoles y de numerosas casas comer-ciales extranjeras y no falta-ban entre los acreedores de la corona apellidos españoles, aunque era una minoría. Sin embargo, no cabía esperar que se desarrollaran opera-ciones comerciales a gran escala en un país escasamente urbanizado y con una pobla-ción que no tenía tradición en el mundo de los negocios. De

El recaudador de impuestos, obra de Pieter Brueghel el Joven.

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Dla nobleza, a la Iglesia y a las ciudades. Así que, además de explotar sus propias tierras, el campesino frecuentemente tenía tierras en arrendamiento con contratos a largo plazo llamados censos. En muchos casos, las condiciones de estos censos eran más favorables que las que derivaban de la condición de propietario mien-tras que en algunos lugares los campesinos tenían acceso a las tierras comunales. La mayor parte de los campesinos vivían en los límites de la subsis-tencia, con solo lo suficiente para alimentar a sus familias una vez satisfechas todas sus obligaciones para con el Rey, la Iglesia y el señor. Cualquier excedente sólo podía proceder de un trabajo adicional, como la industria doméstica.

El pueblo llano castellano del siglo XVI, confrontado con la próspera nobleza, tenía prue-bas evidentes para sustentar la convicción de que el trabajo era degradante y con ello tanto el terrateniente como el artesano perdían confianza en el trabajo como medio de progreso. Trabajaban simple-mente porque no tenían otro remedio. Si un campesino ob-tenía un excedente de su tierra y su trabajo, los impuestos, cada vez más gravosos, se lo arrebataban. Aunque, posi-blemente, tan sólo una quinta parte de la tierra cultivable en Castilla era propiedad de los campesinos, mientras que el resto pertenecía a la corona, a

resultó ruinosa para España y su población. En una sociedad en la que la pauta era marca-da por la aristocracia terrate-niente había pocas perspec-tivas para los trabajadores y artesanos.

segunda generación de una empresa familiar, era abando-nar el mundo mercantil, que sólo era considerado como un paso intermedio en la jerar-quía social, y vivir como aris-tócratas. Esta mentalidad

Consecuencia del que el trabajo era degradante fue la proliferación de tabernas, donde entretenían el ocio picaros, jugadores y truhanes.

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pra especulativa de todo género de mantenimien-tos en un radio de ocho leguas, reducidas a 5 para la fruta y a una legua (5,6 km) para las hortalizas. Dentro de este grupo de los abastecimientos los productores agropecua-rios, los labradores y los hortelanos se concentra-ban principalmente en el norte y este de la ciudad, en la periferia y en la pa-rroquia de San Martín. Los gallineros y los cabriteros estaban repartidos entre las parroquias de San Ginés -calle de Hortaleza

exquisitos manjares de las mesas de los hombres pudientes, el abasto de productos agropecuarios fue el sector que movilizó más recursos tangibles en la economía madrileña. No obstante, los oficios urbanos de este sector se dedicaban más a la transformación y comer-cialización de los produc-tos que a su producción primaria, puesto que la ciudad dependía cada vez más del suministro de los productores rurales. De hecho, el área de abas-tecimiento de algunos productos se infiere de una norma dictada por la Sala de Alcaldes de Casa y Corte en 1585, por la que se prohibía la com-

El Madrid del siglo XVI estaba compuesto por una gran variedad de gru-pos sociales que podemos clasificar en función de las labores que realizaban. Así, había toda una varie-dad de gremios y oficios dedicados a los abastos, a la construcción y el mobi-liario, al textil y las fibras, al cuero, al metal, a la producción miscelánea, al comercio, a la adminis-tración, a las profesiones liberales y a los servicios.

De todos estos sectores el dedicado a los abastos era el más importante porque la alimentación suponía más de las tres cuartas partes del gasto doméstico y, junto a los

Reproducción de un auca (juego de la cultura catalana) que repre-senta una serie de oficios del siglo XVI, que se utilizaba para enseñar a leer a los niños

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Dbodegueros, quienes consti-tuían el único oficio que tenía permiso para establecerse en la zona residencial de la villa vieja. También los taberneros y los fruteros se volcaron en la comercialización de abas-tos aunque siguiendo pautas distintas pues, mientras que los primeros se establecieron por toda la ciudad, los segun-dos se fueron concentrando en la zona oriental de la plaza Mayor. Y es que el vino era un buen negocio ya que se consu-mía más vino que agua, para evitar el riesgo de la contami-nación que implicaba la mala gestión de las conducciones de los antiguos viajes. El del vino llevaba adosado, además, un buen negocio para los zapate-ros que ganaban más dinero haciendo odres que zapatos.

lación de productos cárnicos, como triperos, desolladores y cortadores, se localizan al sur de la ciudad, en la zona del Rastro, puesto que era donde se había instalado el matadero de la ciudad desde comienzos del siglo XVI, y sus ingresos de-pendían más de un salario que de las ventas que realizaban.

Un nutrido grupo de oficios se dedicaba a la preparación de platos para mesas ajenas y a la elaboración de conservas, golosinas, embutidos, ahuma-dos, salazones y forrajes para las caballerías. Los pasteleros, entendiendo como tales los que hacían trabajos al horno, eran los que más se beneficia-ban con este negocio, segui-dos por confiteros y mesone-ros y, en último lugar, por los

hacían que sólo vendedores, propietarios y eclesiásticos sacaran provecho de él.

Los oficios relacionados con la transformación y manipu-

y sus alrededores- y la de San Sebastián y, al igual que los anteriores, apenas se benefi-ciaron del floreciente mercado urbano pues los márgenes comerciales, rentas y diezmos

El banquete nupcial, de Brueghel el Viejo (c. 1567)

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Dlos comerciantes. Por lo tanto son estos comerciantes, que a veces también se encargan del suministro de materias primas, los que se llevan la mayor parte de las plusvalías. Escapaban de este círculo vi-cioso solo aquellos oficios que elaboran productos exclusivos para la élite cortesana: som-brereros, chapineros, borce-guineros, boteros, toqueros, cereros o jaboneros que, en definitiva, representan una excepción. La mayoría de los artesanos eran trabajadores asalariados. Lo normal era recibir un jornal por día traba-jado y eran entre 180 y 270 días al año como máximo, según los oficios, pero tam-bién podían cobrar en razón del número de piezas elabo-radas. A finales del siglo XVI

casetas de madera donde se registraban, pesaban y ponían los precios a los manteni-mientos. Sin embargo, la lucha contra la regatonería (venta fraudulenta) y contra el negocio paralelo en las despensas de embajadores, nobles, conventos y cuarteles, fue una constante a lo largo de la Época Moderna.

Lo cierto es que el mercado madrileño estaba fuerte-mente intervenido porque tener abastecida la ciudad era una cuestión de orden público. En consecuencia, era habitual que las autoridades establecieran el precio de los mantenimientos acumulando reservas de cereales panifica-bles y organizando el suminis-tro, tasando precios, introdu-ciendo partidas disuasorias a través de los obligados (carne, tocino, pescado, aceite, sebo y cera) y prohibiendo el acaparamiento y la reventa especulativa. Para posibilitar el control de los abastos la Sala de Alcaldes estableció cuatro repesos, situados en la plaza Mayor, plazas de Santo Domingo y de la Villa y en la Red de San Luis. Eran unas

Casa de la Pana-dería, (1590), en que se contro-laba el volumen de harina y pan que recibía la villa en forma de tributos impues-tos no solamen-te a la villa si no también a los pueblos de sus alrededores.

La comunidad de los arte-sanos estaba constituida por una gran variedad de gentes y oficios que se dedicaban, fun-damentalmente, al acabado de los productos destinados al mercado urbano. Su trabajo dependía tanto del suministro de materias primas por merca-deres y tratantes como de los pedidos que les encargaban

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Ddo, Mayor-Platerías y Atocha. Por encima de este grupo, hay otro que también se dedica a las contrataciones pero a las invisibles, las de las finanzas y la real hacienda. Era el nutrido grupo de banqueros de la Corona, todos ellos de origen extranjero, como los alema-nes Fugger (o Fúcares) que tuvieron mayor relevancia con Carlos V, o como los florenti-nos Ricci o Pedro de Médicis, o los genoveses Centurione, Spínola y Strozzi, que a finales del siglo XVI dominan el pa-norama financiero de la corte.

En cuanto a las profesiones liberales, el reducido número de centros docentes (7 a fina-les del XVI) y la ausencia de una universidad hace que en Madrid haya pocos maestros y

para sacar un hogar adelan-te. Mantener una familia de cuatro miembros costaba 4,5 reales diarios, lo que hace un total de 1.650 reales al año mientras que el salario de un maestro albañil ascendía a 1.485 reales anuales por los 270 días que como máximo podía trabajar, lo cual resulta a todas luces insuficiente.

A este tipo de limitaciones no tenían que enfrentar-se los mercaderes que les suministraban los insumos y luego vendían sus productos acabados. Los mercaderes tendían a localizarse en el centro y el sur de la ciudad, en la plaza Mayor, la plaza de Puerta Cerrada y en la zona del Rastro, así como en calles principales como las de Tole-

la cuantía del salario oscilaba entre los 2,7 reales diarios de un peón de la construcción y los 5,5 de un maestro albañil o carpintero y era normal que sastres y zapateros cobrasen 4 reales. La mayoría de estos sa-larios no bastaban por sí solos

El emperador Carlos V con Jacobo Fugger. Carl Ludwig Becker (1820-1900). Berlín, Staatliche Museen Nationalgalerie El banquero Jacobo Fugger quema en presencia del emperador Carlos V en el hogar de su casa el recono-cimiento de una deuda por importe de 800 000 florines de oro que le había prestado tres años antes para la guerra de Túnez en 1538.

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conventos, empedrados, canalizaciones, puentes), lo que venía a ratificar la importancia que había tenido para el dinamismo urbano el impacto de la llegada de la corte. La otra era el servicio doméstico, pues aglutinaba al colectivo más numeroso de la población madrileña, estimado en 25.000 perso-nas a finales del siglo XVI. La figura del criado, herencia del feudalismo, englobaba tanto

contaba entonces con dos teatros, el Corral del Príncipe, fundado en 1579 en la calle del Príncipe, y el Corral de la Cruz, fundado en 1582 en la calle de la Cruz. Por último, un nutrido grupo de oficios se encargaba de los servicios públicos, como transportistas, arrieros, alquiladores de mu-las, esportilleros, ganapanes, mozos de sillas y aguadores. El correo oficial abierto al pú-blico en 1580, fue explotado en régimen de monopolio por la familia Tassis desde comien-zos del siglo XVI.

En estos momentos, dos eran los tipos de actividades más pujantes de entre todas las que se realizaban en la ciudad. Una de ellas era la construcción (casas, palacios,

profesores. Eran más numero-sos los preceptores privados, sobre todo eclesiásticos, que educan a los vástagos de familias nobles y pudientes. Los hospitales y la Casa Real daban trabajo a médicos, ci-rujanos y sangradores. Y todo un cuerpo de letrados ofre-cía sus servicios cualificados como intermediarios frente a la administración (abogados, procuradores, demandadores) o al mundo de las finanzas (administradores y agentes de negocios).

También tienen una signi-ficativa presencia las profe-siones y oficios relacionados con el arte, la literatura y el teatro cuyos trabajos son muy demandados por la élite social y los cortesanos. Madrid

El Conde Franz von Thurn und Taxis adquirió a Carlos V a muy buen precio, la explotación del servicio de correos de todo el imperio con lo que construyó una de las ma-yores fortunas de Europa. El servicio de postas y correos fue reintegrada a la administración publica por Carlos III, ya en el siglo XVIII, con la cons-trucción de la casas de Correos.El servicio de postas de los Tarssis (Taxis en alemán) perdura aun en la memo-ria colectiva europea.

Sello de co-rreos alemán del Conde Franz von Thurn und Taxis.

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umbral de la subsistencia, en conjunto podían alcanzar el 40 por ciento de la población ma-drileña. A este grupo hay que

lidos) abarcaba entre el 4 y el 8 por ciento de la población urbana. El segundo lo com-ponían aquellos trabajadores cuyos ingresos dependían de las variaciones estacionales y coyunturales del trabajo, los salarios y los precios, e integra-ba a casi el 20 por ciento de los trabajadores de la ciudad. El último círculo de la pobreza lo constituían, por un lado, aquellas personas que aún teniendo una cierta estabilidad laboral recibían unas plusva-lías reducidas o acababan en otras manos y, por otro lado, aquellos otros a quienes las crisis personales, en ausencia de mecanismos compensato-rios, colocaban por debajo del

las tareas propias del servicio doméstico como otras más específicas que tienen que ver con los oficios de mayor-domo, tonelero, despensero, paje, escudero, repostero, cocinero, y un largo etcéte-ra. En el extremo opuesto se encontraba el sector textil, que ya desde finales del siglo XV mostraba una incapacidad absoluta para competir con la producción de Flandes pese a que el Concejo, en ocasio-nes, intentó sin mucho éxito estimular sus actividades.

Por último, mendigos y marginados constituyen un grupo muy importante de la población madrileña del siglo XVI. La pobreza describía tres círculos concéntricos: el de los indigentes inevitables (viudas, huérfanos, minusvá-

añadir los numerosos campesi-nos que periódicamente llegan a la ciudad espoleados por las crisis agrarias.

Los mendigos Pieter Brueghel el Viejo. Museo del Louvre de París,

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DCon la ayuda de sus hermanos de religión, las medidas que empleaban las autoridades cristianas eran la deportación y la pérdida de la identidad colectiva, pensando incluso en la separación de padres e hijos para conseguir la cristia-nización y asimilación de estos. La respuesta de la comunidad morisca a la presión fue, por una parte, la resistencia legal y por otra, el desarrollo del bandolerismo. En 1568 estalló la rebelión de Las Alpujarras y con su derrota la deportación de miles de moriscos a tierras de Castilla hasta su expulsión total en el reinado de Felipe III en 1609 con consecuencias demográficas y económicas muy perjudiciales.

da asimilación a la fe católica según fueran adaptándose a la cultura social cristiana. Pero los cristianos viejos, tanto los altos cargos como las clases popu-lares, vivían obsesionados por la idea del complot morisco.

ración de la pureza de sangre comparable a la de la hidal-guía.

Los moriscos generalmente eran agricultores y artesanos y se esperaba de ellos una rápi-

LAS MINORÍAS ÉTNICO-RELI-GIOSAS

El problema de los conversos radicaba en la resistencia que la sociedad de cristianos viejos oponía a su integración. Su formación era generalmen-te más esmerada, lo que les permitió acceder a cargos en la administración, la cultura y la economía. Para impedírselo, se exigieron los «estatutos de limpieza de sangre» para el ingreso en gremios, ayunta-mientos, órdenes religiosas, conventos, cofradías, etc.. El resultado fue el obstaculizar e incluso prohibir a los conversos y a sus descendientes el acceso a dignidades civiles y religiosas o a la práctica de profesiones prestigiadas. A finales del siglo XVI y durante todo el XVII se había llegado a una sobrevalo-

Expulsión de los moriscos de Gabriel Puig Roda, 1894

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bien o para mal, Madrid entra en la historia como cabeza de una monarquía que alcanzaba todos los rincones del orbe conocido en aquellos tiempos.

BIBLIOGRAFÍA

JURADO SÁNCHEZ, José: La Economía de la Corte. Editorial Complutense, S.A., Madrid, 2003.

MATEO DEL PERAL, Luis-Regino: Cuadernos Madrileños. Área de Gobierno de Empleo y Servicios a la Ciudadanía Ayun-tamiento de Madrid.

LÓPEZ GARCÍA, José Miguel: El Impacto de la Corte en Castilla: Madrid y su territorio en la época moderna: Madrid: Siglo XXI, 1998.

SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: «De Simple Ciudad a Villa Real». en Antonio López Gómez (coord.), Madrid desde la Academia. Madrid: Real Academia de la Historia, 2001.

monjas solían tener esclavas negras e incluso sectores menos privilegiados, como ciertos artesanos, poseían esclavos. Era una práctica habitual la manumisión o liberación, bien por muer-te de su propietario o por alcanzar una edad senil. La consecuencia era un gran número de desvalidos bus-cando nuevos dueños en la Puerta del Sol.

EPILOGO

El día que empezó todo, aquel 20 de mayo de 1561, en que junto al Rey entraba el Sello Real, tiene muy poco recuerdo en la memoria colectiva de los madrileños y es una fecha mucho mas significativa que otras, ya que para

La compraventa de escla-vos fue muy frecuente en todo el Mediterráneo. Se calcula que en España unos 50.000 esclavos forma-ban parte de los séquitos de la aristocracia y de la alta burguesía. Las fuentes de la esclavitud eran dos: la guerra, que proporcionaba esclavos blancos (moris-cos, berberiscos y turcos) y la trata, ejercida por traficantes en el África Ne-gra. La mayor parte de los dueños de esclavos, sobre todo los pertenecientes a estamentos privilegiados, poseían esclavos como un bien de lujo, dado que su precio era alto y crecien-te. Se les destinaba, sobre todo, al servicio doméstico. También los conventos de

PORTADA

UNA BODA REAL ENSANGRENTADA

PUÑOENROSTRO, UN VASALLO REBELDE

EL DESNUDO Y LAS CÁMARAS SECRETAS

EL MADRID DE RAFAEL FLÓREZ, ALFAQUEQUE

LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

BENEFICENCIA Y CONSTITUCIÓN DE 1812

EL RETIRO PASO A PASO, GUÍA DEL PARQUE

DEBOD, UN TEMPLO EGIPCIO EN MADRID

HEMOS LEÍDO ...

NAVEGACIÓN

EL IMPACTO DE LA CORTE EN MADRID

AUTO DE FE EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID

TU OPINIÓN NOS INTERESA QUEREMOS CONSEGUIR

Una rápida comunica-ción entre autores, edi-tores y lectores, partici-paras en la confección del sumario, conocerás anticipadamente fechas de edición, noticias, eventos, recomendacio-nes, libros de interés, y muchas cosas mas ...

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EEn el Salón Príncipe del Casino

de Madrid, el pasado jueves, día 18, asistí a la ponencia de mi buen amigo Rafael Flórez. Acto presidido por Gerardo Seco Ródenas, tesore-ro-contador del Casino, presentado por José-Luis Yzaguirre Romero, presidente de la Organización Me-diterránea de Periodistas y Escrito-res de Turismo y Arte y sesión de clausura de la Tertulia-Debate Juan Sebastián Elcano (Paisajes, viajes y turismo).

EL MADRID DE RAFAEL FLÓREZ EL ALFAQUEQUE

Texto de L. Regino Mateo del Peral, historiador y miembro del Instituto de Estudios Madrileños

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El ponente Rafael Flórez nació en Madrid, en el Rastro, en 1926. Cursó sus estudios iniciales en el Instituto de San Isidro, centro docente en el que llegaron a formarse otros prestigiosos intelectua-les. Tuvo la fortuna de tener como profesor a José Monte-ro Alonso, al que los amigos llamábamos «Monterito» que, aunque nacido en Santander,

fue un ilustre madrileñista, versado en las costumbres, tradiciones e historia de la Villa. Cursó la carrera de Periodismo donde coincidió con Rosales, Laín Entralgo y Dionisio Ridruejo.

Rafael, periodista, biógrafo y escritor, es un personaje singular que tiene la virtud, ya desde muy joven, de

haber compartido su madri-leñismo con escritores –a los que trató desde muy joven– de la talla de Ortega, Azorín, Jardiel Poncela, Gutiérrez Solana, D’Ors, Ramón Gómez de la Serna, Cela, Francisco Umbral y Francisco Nieva. Lista que sería interminable y a la que habría que añadir a Pedro de Répide y Emilio Carrere.

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ELa expectativa ante su interesante conferencia se vio refrendada por la asistencia de un nutrido público, prolijo de personalidad del mundo de la cultura que destacamos al margen, solicitando per-dón por las posibles omisiones ya que la numerosa audiencia que llenó el Salón Príncipe del Casino de Madrid, pudo impedir que algunos asistentes no pudieran ser fácilmente localizados.

Queremos destacar la pre-sencia en las primeras filas del Salón del Príncipe de:

D. Enrique de Aguinaga: decano de los Cronistas de la Villa de Madrid, periodis-ta, catedrático emérito de la Facultad de Ciencias de la Información y miembro nume-rario del Instituto de Estudios Madrileños.

D. Luis Prados de la Plaza: cronista de la Villa de Ma-drid, miembro numerario del Instituto de Estudios Madri-leños, periodista, profesor de la Facultad de Ciencias de la Información y redactor-jefe de ABC.

D.Alfredo Amestoy Eguigu-ren: periodista, presentador de TV y escritor.

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lucidez extraordinaria, nos contara diversas anécdotas y sus vivencias de aquel Madrid de la segunda mitad del siglo XIX y del siglo XX –anterior y posterior a la Guerra Civil– con todo lujo de detalles. Su prodigiosa memoria le permi-tió realizar un recorrido por diversos locales de la capital, explicando pormenorizada-mente cómo la construcción de la Gran Vía supuso para Madrid la entrada de aire fresco y renovado, con la apertura de locales que con-tribuyeron a la moderniza-ción de esta arteria: salas de cine, teatros, salas de fiestas y otros lugares emblemáticos que se pusieron de moda, así como sus grandes edificios, el de Telefónica era uno de los más llamativos.

nos describió los cafés can-tantes de la época de Isabel II. Su fecunda y dilatada his-toria propició que, con una

«Alfaqueque», puede presumir de ser madrileñista de tres generaciones y en su amena charla nos deleitó con su acertado y profundo conocimiento de ese gran Madrid que reivindicó, el de las tertulias, el de los cafés y el del Ateneo. Incluso, con unas acertadas pinceladas,

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ED. Luis Alberto de Cuenca:

escritor, poeta y ensayista, doctor en Filología Clásica, ha sido secretario de estado de Cultura y director de la Biblio-teca Nacional de España.

D. Víctor Olmos: periodista ex-presidente de la Asociación de Prensa de Madrid.

D. Fernando Fernández Sanz: periodista, subdirector del periódico Villa de Madrid, ha sido director del suplemen-to de economía en el diario Informaciones y redactor en diversas publicaciones.

D. Mariano Azores, perio-dista, redactor, impulsor de la revista digital Poliedros.

D. Emilio Jorrín, escritor, poeta y pintor actual director de la citada revista Poliedros.

Mesa coloquio de la asociación ami-gos de la capa en que Rafael Flórez, el Alfaqueque, recuerda la figura del Marques de la Valdavia que durante los años 1961-1969 fue presidente de esta clásica y madrileña asociación.

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de Vega. Amestoy comenta el que Rafael Flórez utilice ese apelativo de «Alfaqueque» cuando los alfaqueques eran los hombres de honor que se encargaban de rescatar a los cristianos, a lo que Flórez le responde que «ese apodo que él emplea es para rescatar del olvido a escritores, pintores y políticos».

Amestoy destaca cómo Rafael, además de crear la agencia Hispania Press fue autor de los Episodios Nacio-nales de Café que redactó en Radio Nacional y colaborador en Informaciones y Madrid, entre otros periódicos.

mo y empuje vital para volver a aquella senda cultural que marcó una brillante etapa de nuestra historia. Conoció a muchos de sus protagonistas y a otras figuras como actores y actrices, toreros, incluso al famoso barman Perico Chi-cote, en cuyo bar alternaron escritores y artistas de la talla de Ernest Hemingway y Ava Gadner.

Entre las alusiones al meri-torio trabajo de «Alfaqueque» quisiera destacar la entrevista que le hizo mi buen amigo Ig-nacio Amestoy1 quien mencio-na cómo el propio Ramón Gó-mez de la Serna dejo de él que era más madrileño que Lope

Rafael, con su facilidad de palabra y lenguaje versátil amenizó esta charla en la que puso de manifiesto que Madrid necesita ese dinamis-

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ERafael Flórez es autor de una extensa obra: Mío Jardiel (primera biografía de Jardiel Poncela, 1966), Camilo de camilos, (bio-grafía completa de Camilo José Cela, 1991), Solana el Bueno o El que trajo Las gallinejas del Arte, Eugenio D’Ors o un lujo para Espa-ña, Episodios Nacionales de Café. …Y el León se hizo Poeta (León Felipe), Eduar-do Vicente (Pintor Barojia-no de los Madriles) y Ra-món de Ramones entre otras muchas. Toda esta colección de volúmenes los engloba Flórez en lo que denomina AlfAqueriAs. BiBliotecA MiríficA de Autor.

un momento de la intervención de Rafael Flórez, Alfaqueque, recuerda la figura del Marques de la Valdavia.

1.- Ignacio Amestoy, El Mundo, Madrid. Actualizado: 10/01/2015

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de «alfaqueque» y le señala como«el más auténtico cono-cedor de la Villa y Corte, quien más sabe de los y las escritores de su vida y de lo que sucede en la corte de los milagros».

Rafael Flórez en sucesivas ocasiones ha sido elegido presidente de diversas entida-des como actualmente lo es de la Asociación de Amigos de la Capa de Madrid que data de 1928, la Tertulia El Rastro y otras instituciones que consi-deran a Alfaqueque como un referente cultural que engran-dece a dichas asociaciones.

La Traviata de la plaza de Isabel II, como Luis, Maribel, Ama-deo, Ángel e Isabel entre otros participantes. Siempre es un placer oír los comentarios de «Alfaqueque» cuando toma la palabra en la que siempre rememora ese Madrid de anta-ño. Esperamos que las nuevas tecnologías no acaben con esos ratos fundamentales para intercambiar opiniones, debatir y disertar sobre distintos temas. Por cierto, los miembros de la tertulia nos autodenominamos los traviatos.

Otra destacada entrevista2

es la realizada a Rafael Flórez por Sergio Enríquez –Nístal en Confesiones con el título Rafael Flórez, todo un alfaque-que. También, Antonio Olano3 en el Imparcial elogia la figura

de Artes de San Antón, orga-nizáramos conjuntamente las fiestas de San Antón, el día 17 de enero. Se trata de la romería que, cada año, abre el ciclo festivo anual. Era una buena programación donde destacaba la Exposición de Pintura junto a otros actos complementa-rios. Enseguida congeniamos y ese fue el punto de partida de una sincera y entrañable amistad con «Alfaqueque» que continua hoy en día, cuando algunos amigos de esta publi-cación nos reunimos algunos miércoles por la mañana en amena tertulia en la Cafetería

Hace casi 40 años que conozco a «Alfaqueque». Aún recuerdo con nostalgia aquella época municipal, en la que siendo yo jefe del Departamen-to de Programación Cultural de la Concejalía de Cultura tenía que tratar con él y nuestro buen amigo común José Luis Palacios –gran pintor– para que, como miembros de la Junta Directiva de la Academia

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2.- Sergio Enríquez –Nístal en Con-fesiones con el título Rafael Flórez, todo un alfaqueque.

3.- Olano, Antonio. El Imparcial. Todos sus artículos.

Rafael Flórez nos habla sobre un nuevo libro en el que nos contara su visión del Madrid que conoció a lo largo de su dilatada carrera de periodista.

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AUTOEDICIONES Sería conveniente hablar antes de los motivos de este viaje, de mi navío. Es un velero de ya treinta años, fabricado a mano en madera, en un astillero español de las Islas Canarias, de la naviera Strap&Marrer, concretamente en La Gomera. Siempre ha tenido el mismo dueño desde 1984, y ha cruzado los mares y océanos que fueron necesarios para mí, es por ello, que aún habiendo sufrido accidentes y averías, se ha seguido manteniendo a flote, y yo con él. Estoy convencido de no haber llegado tan lejos sin su compañía..

Formato 21x15 cm, Páginas 120 ISBN 978-84-606-6114-6 Edición y venta autoediciones.com Solicítalo en : [email protected]ía Felipa. Calle Pilar de Zaragoza, 37 (Madrid) Telf.: 91 3559647

Tu eres la suma total de tus opciones, y yo estoy lo suficientemente «lanzado» como para creer que con la motivación apropiada y el esfuerzo necesario, tú puedes ser lo que te propongas.

Weyne Dyer ( Your Erroneous Zones, New York, 1976)

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Cómo la corriente de alta mar, que mueve barcos de un lado a otro del hemisferio, la moti-vación es un motor, que moviliza pensamientos y emociones dentro de nosotros, lo que nos lleva a un estado, en el que nos lanzamos a realizar cualquier cosa, por muy difícil que sea de lograrla.

Es una actitud que se cultiva, no llega de repen-te un día por-que sí.. la

motivación es el resultado de muchas pequeñas situaciones en la que te sobrepones a incidencias o situaciones desagra-dables, cómo un puzzle que se arma, cuando está construida la motivación hay que cuidarla, pues se puede perder, y es más fácil su desaparición que su creación. Podríamos afirmar, que construimos nuestra motivación, “la auténtica”, la que emana de nuestro interior, no “la superficial”, vestida de di-

nero, fama, triunfos... que puede durar muy poco tiempo, pues no tiene experiencias vividas reales en las que apoyarse.

En este viaje, he vivi-do hasta hoy muchas y diversas situaciones, dejando de lado uno de los principios básicos que me ayudarían a sobrevivir en este momento, y es que, en todo momento he basado mi supervivencia en “lo que tengo”, esos instrumentos que queda-ron tras el naufragio, esos enseres.

Lo mismo me sucedía, cuando vivía en en la ciu-dad, “vivía obsesionado” con los medios que dis-ponía para poder llevar a cabo mis ideas, proyectos, tanto personales cómo profesionales, las podría llamar actitudes o herra-mientas, las cuáles cuando no te servían a la hora de resolver una situación desfavorable, te dejaban bloqueado (cómo si no tu-viese solución), con resig-nación y pesimismo, pues con quién era, no podía ser capaz de solventar mis preocupaciones.

Eliezer Marrero Correa

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DDEBOD, UN TEMPLO EGIPCIO

EN MADRIDEl conjunto arqueológico de Debod

es, desde el punto de vista cronológi-co, el monumento más antiguo que podemos encontrar en Madrid. La ciudad, de origen árabe, tiene unos diez siglos de existencia mientras que la antigüedad de este templo cons-truido en el Antiguo Egipto en honor al astro rey es de unos 2.200 años. Su construcción se inició en tiempos de Ptolomeo IV Filopater, fue decora-do por Adijalamani en el siglo II a. C. y recibió importantes añadidos en la época romana imperial.

Damos un vistazo a los costes de su traslado, el ceremonial que se de-sarrollaba en el templo y su evolución hasta el aspecto final que tiene en su emplazamiento madrileño.

Texto e imágenes de Luis García Gómez

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DEl Templo de Debod pudo ser asentado en el solar del Cuartel de la Montaña en 1972 gracias a una donación del gobierno egipcio como contrapartida a las actividades realizadas por España para salvaguardar sus tesoros arqueológicos. En concreto, fue una com-pensación a la ayuda española para salvar los templos de Nubia que estuvieron a punto de quedar sumergidos por el recrecimiento de la presa de Asuán.

El montaje en la capital fue dirigido por el arqueólogo Martín Almagro quien se vio ante importantes dificultades ya que el Servicio de Antigüe-dades de Egipto solamente aportó algunas fotografías y un croquis de la alzada del monumento dado que su despiece se había efectuado diez años antes. Muchos de los bloques habían perdido

la numeración y otros más la tenían incorrecta, por lo cual nuestros arqueólogos se encontraron con un enorme puzle de piezas gigantescas.

Como paso previo, se cons-truyó un pódium para aislar los bloques del suelo y sobre el cual se colocaron después los elementos originales y algunas piezas reconstruidas. Tanto estas últimas como

los sillares del basamento se tallaron en piedra de Villa-mayor, en Salamanca, de un color diferente para facilitar la apreciación entre origina-les y réplicas. Se conservó la orientación solar del templo este-oeste y se construyó un estanque de poca profundi-dad alrededor de los pilones de acceso en recuerdo del río Nilo.

El parque del Cuartel de la Montaña fue inaugurado el 20 de julio de 1972, y en recuerdo de los hombres que murieron en su defensa se erigió un monumento (en 1972 todavía estaba en el poder Francisco Franco), realizado por Joaquín Vaquero Turcios, compuesto por una figura de bronce que representa el cuerpo de un hombre mutilado, colocada en el centro de un paredón construido en forma de sacos terreros.El mismo día también fue inaugurado el Templo de Debod en el mismo parque, situado en el solar que ocupó el cuartel.

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Estas dos últimas actua-ciones, consiguieron dotar al conjunto de un entorno más realzado, acorde con los bellos y fotogénicos atarde-ceres sobre la sierra del oeste madrileño.

El interior del edificio ha sido muy maltratado por el cli-

ma de Madrid, la contamina-ción, ciertos usos inadecua-dos e incluso algunos actos vandálicos que han obligado a su restauración. Encontramos en él un mammisi o lugar en que la diosa venerada en el templo daba a luz. Después de traspasado un pronaos hipóstilo con decoraciones

realizadas en la época de Augusto y Tiberio, se puede reconocer un interesante reloj solar y, en la terraza, una capilla dedicada a Osiris don-de se realizaban importantes ceremonias solares y rituales de año nuevo.

Panorámica del templo de Debod en su actual emplazamiento. Se ha respetado escrupulosamente la orientación solar, se reconstru-yo empleando bloques de piedra de diferente color y textura para que sean identificables los restos originarios de Egipto de las nue-vas incorporaciones.

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Dartísticos y arqueológicos. Las obras de otra presa en la década de los años 50 del pasado siglo supusieron un peligro definitivo de inmersión y la UNESCO intervino en el asunto en 1955 para evitar que se sepultará el más importante yacimiento arqueológico de la antigua civilización faraónica. Se decidió, junto con el nuevo go-bierno egipcio, solicitar la ayuda internacional para solucionar este importante problema.

A este efecto el comité de expertos del Servicio de Anti-güedades y la Universidad de El Cairo selecciona los templos de Taffa, Dendur, Derr, Ellesiya y Debod, para ser entregados a los estados que más coopera-ran en las obras de salvamento arqueológico. Gracias a esta cooperación internacional

MÁS DE 20 AÑOS DE ZOZOBRAS

La revolución que estalló en Egipto en 1952 contra la monarquía tuvo entre sus metas un renacimiento social y eco-nómico del país, uno de cuyos principales objetivos fue garan-tizar un suministro constante de energía eléctrica que propiciase su desarrollo industrial y su acceso a la modernidad, aun con el alto precio de estrangular la crecida anual del Nilo y el correspondiente impacto en una agricultura que dependía íntimamente de él. Para conse-guirlo decidieron construir un inmenso depósito de agua que sirviera como reserva hídrica, re-cogida y regulada por la presa de Asuán aunque tuviera que engullir durante nueve meses al año importantes tesoros

algunos de los templos que iban a quedar sumergidos serán trasladados a distintos puntos de Egipto y Sudan y otros serán adjudicados a los países colabo-radores. Taffa lo fue a Holanda, Dendur a Estados Unidos, Ellesi-ya a Italia y Debod a España.

Maqueta instalada en el Templo de Debod que recrea el lugar que quedó inundado por la construcción de la presa de Asuan, con la situación de los templos rescatados por la ayuda internacional.

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D seguir general aceptación y obligó a sostener importantes negociaciones diplomáticas, no fue hasta el año 1968 en que se accedió a la cesión del Templo de Debod a España mediante un decreto de la presidencia de la República Árebe Unida (R.A.U.).

COSTE DEL TRASLADO

En la Isla Elefantina dormían, desde 1961, un total de 1.359 cajas que contenían 1.724 bloques del desmontado Templo de Debod, que en abril de 1970 comienzan su viaje hasta Madrid. El gobierno de

muy intensa. Pero la decisión política del no reconocimiento del estado de Israel por parte de la diplomacia del general Franco, hizo que las autorida-des egipcias favorecieran los intereses nacionales. Aunque semejante tesis tardó en con-

con la memoria de los tra-bajos en ellas realizados, no podemos considerar que no fuese un alto precio.

La oposición del resto de los países a que España consiguiera el templo fue

COSTE DEL MONUMENTO PARA EL ERARIO MUNICIPAL.

En 1964 España solicita formalmente la petición del Templo de Debod al gobier-no egipcio, argumentando la meritoria actuación de la misión arqueológica nacio-nal en las excavaciones de Nubia, además de los aportes económicos para el salvamen-to de Abu Simbel (325.000 $ USA) y de Filla (220.000 $ USA) es decir, algo más de medio millón de dólares en una época en que el cambio era de 70 pts./$ (un $ USA de entonces equivale a algo más de 0,40 €).

Además, puesto que hay que añadir los gastos de siete campañas de excavación más la publicación de ocho tomos

El Templo de Debod desmontado en la isla de Elefantina, mientras era ins-peccionados por Almagro y su equipo. (Imágen publicada por ed. Critica.sa)

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Dtrasporte‒ de 3,4 millones de pesetas. El trayecto por tierra entre Valencia y Madrid aumentó el coste en algo más de 1,1 millones, lo que en total suma cinco millones de pesetas a los que hubo de hacer frente la Corporación Municipal madrileña.

Las dificultades del trasla-do fueron impresionantes y solo pueden ser compara-das con los trasportes que desde Egipto se realizaron para el traslado del obelisco de Luxor de 70 toneladas de peso, hoy en la plaza de la Concordia de Paris, o el de Thutmosis III que se está en el Central Park de Nueva York, de similar peso.

El coste total del magnífico templo, que desde hace algo

Mediante transporte fluvial, los cientos de cajas fueron conducidos hasta el puerto de Alejandría, lo que supuso un gasto de cerca de medio millón de Ptas. y desde allí se embarcaron hacia Valen-cia, con un importe del flete ‒incluidos los seguros de

la R.A.U. solicita el pago de algo más de 1,6 millones de pesetas por los costes de des-montaje del templo, embalaje y transporte desde su origen hasta el lugar en que perma-necieron cerca de nueve años, la isla Elefantina.

El resto de templos destacado se distribuye-ron entre los paises que ayudaron a su rescate: el de Dendur se puede vi-sitar en el Museo Metro-politano de Nueva York, el de Taffa en el Museo Nacional de Antigüeda-des de Leiden, el de Elle-siya en el Museo Egipcio de Turín y el pórtico de Kalabsha en el Museo Egipcio de Berlín.El que España no recono-ciera el estado de Israel, en aquellas fechas, fue valorado muy positiva-mente para la cesión de Debod.

Construcción del templo en la mon-taña de Príncipe Pío en 1970

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Dtelamiento su naos (capilla) estaba dedicado a Ptolomeo XIII. También se han identifi-cado aportaciones de los em-peradores romanos Augusto y Tiberio.

La importancia fundamen-tal del templo se debe a su promotor, el rey Adijalamani, prácticamente desconocido excepto por su cámara fune-raria en la pirámide donde se encontraron sus restos y por un fragmento de una estela del templo de Isis, en Filé.

CONCEPTO DE TEMPLO EGIPCIO

Era el lugar donde residía la divinidad y había que dotar su interior de todas las caracte-rísticas que ofrecieran todo lo necesario, para que aquella no lo abandonara, ya que

más de cuarenta años disfru-tamos en Madrid, llegaría a alcanzar la cifra de quinien-tos mil euros sin sobrepasar-la en demasía.

EL TEMPLO Y SU ESTADO DE CONSERVACIÓN.

El Templo de Debod estaba situado a 16 km al sur de la presa de Asuán y es la mayor de todas las construcciones arqueológicas destinadas a ser cedidas a los colabo-radores internacionales en rescate. Mandado construir en forma de capilla por el rey Adijalamani está dedicado al dios Amón de Debod y a la diosa Isis. Tiene añadidos posteriores ordenados por Ptolomeo y Cleopatra II que lo aumentaron de tamaño, y en el momento de su desman-

su presencia garantizaba la ordenada marcha del universo y la vida, entre ellos, los ciclos astronómicos y sus consecuen-cias palpables, crecidas del rio, fertilidad del suelo, ciclos

Maqueta que muestra la situación ori-ginal del templo en la orilla del Nilo. El poblado situado a su derecha era el lugar donde residían los sacerdotes encargados del mantenimiento y el culto.

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Es muy probable que aun-que se cita a Adijalamani como el constructor del templo, en la segunda centuria antes de Cristo, ya existiera un culto anterior y la capilla realizada por este rey fuese una de las innumerables trasformaciones que sufrían constantemente los enclaves religiosos egip-cios. No sabemos cuando pudo comenzar realmente el culto divino en Debod, pero si conocemos como se realizaba la primera elección del empla-zamiento y la orientación del santuario así como el día a día de los sacerdotes encargados de los servicios de culto a las divinidades.

nos de la vida histórica, con representaciones de otras divinidades, que visitaban a los dioses residentes y nuevos gobernantes que presenta-ban presentes tangibles a los dioses que allí vivían.

primer día, la vida de los hombres y de todo aquello que existía en su universo. La primera consecuencia de este concepto es que se trataba de representar en sus sucesi-vas reformas hechos cotidia-

lunares, estaciones del año y todo aquello que conlleva la ordenada marcha del universo.

No era un lugar de culto popular, con peregrinaciones masivas que obligaba a unas grandes dimensiones, más bien el concepto puede ser entendi-do como una cómoda residen-cia temporal que obligaba a que el huésped divino, se sintie-ra cómodo y no tuviera interés en abandonar su residencia, que produciría el caos y cese de la actividad cósmica.

Por ello, el templo era un lugar vivo, con frecuentes reformas y ampliaciones que facilitaran la identificación del lugar como una imagen del cosmos creado por los dioses, que reproducía sus vivencias: la creación del

El templo conserva la orientación que mantenía en su emplazamiento original lo que permite hacernos una idea de la rela-cional del Sol con Debod que propiciaban algunas ceremonias.

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La elección del lugar la realizaban los astrónomos, que después de unas concien-zudas observaciones estelares, realizaban perfectas medicio-nes para la que orientación de estos santuarios guarda-sen unas estrictas reglas, en

el caso del emplazamiento de Debod, se decidió una perfecta orientación en el eje este-oeste, siguiendo el trayecto del Sol además de ser perpendicular al curso del rio Nilo que era considerado una divinidad conocida como

dios Hapi, dicha orientación ha sido escrupulosamente respetado en el emplazamien-to actual y ha dado como resultado una esplendidas puestas de Sol que hacen las delicias de los aficionados a la fotografía.

Después de la ceremonia de la perfecta orientación que se denominaba, Pedy Sher o «ti-rada de las cuerdas» en la que los sacerdotes astrónomos se valían de la estrella Polar y de Orión así como de un bastón y una plomada, marcaban los límites del santuario y ente-rraban pequeños amuletos en

cada vértice, con la misión de proteger y dar fuerza mágica al lugar para transformarlo en un ente vivo, que sirviera para morada de los dioses y dis-puesto para ser transformado continuamente a lo largo de los años.

Imagen de la izquierda: aspecto actual del pronaos, destacando la sala exterior, el mammisi.

Imagen de la derecha: una de las puertas construida en piedra arenisca y recubierta de adobe.

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Dposteriormente las naos con puertas de madera.

Por la noche los sacerdotes analizaban las constelaciones para ver si todo seguía en orden y median el paso del tiempo a la vez que pedían de los decanes que tutelaban las horas nocturnas.

DESARROLLO DEL SAN-TUARIO DE DEBOD

La actual capilla de Adija-lamani, construida entre los años 200 al 185 a. de C., es la parte más antigua del santua-rio y, probablemente, estuvo rodeada de un muro que dio lugar a un espacio ceremo-nial. Este habría partido de la fachada principal de un patio donde se habrían situado las viviendas de los sacerdotes

limpieza diaria de las deida-des; al medio día se procedía a un rito de limpieza de las naos dedicada a los dioses asociados, con fumigaciones y aspersiones y por la noche a estos mismos dioses asocia-dos se les ofrecía alimento al igual que se había realizado por la mañana y se cerraban

ban tres servicios diarios: un servicio matinal, que comen-zaba con la preparación de los alimentos, cocción del pan, sacrificio de animales, pre-sentación de los alimentos y ofrendas a los dioses a través de dos procesiones, una por-tando alimentos sólidos y la otra agua, que penetraban en el santuario y procedían a la

CULTO QUE SE REALIZABA EN EL TEMPLO

Los dioses de Egipto tenían necesidad de atención huma-na y el culto que se les rendía era lo más parecido a un ser-vicio domestico destinado a hacer grata su vida en la tierra e impedir que desaparecieran de ella, sumergiendo el mundo en un caos, para ello se les alimentaba, se les suministraba bebidas, se les vestía y se les preparaba para que pasaran bien la noche; hay que recor-dar que la estatua del dios no era una representación de la divinidad, era la misma divini-dad en presencia real.

En virtud de lo mencionado, a lo largo del día y coincidien-do con el trayecto del sol en la bóveda celeste se realiza-

Atrio del san-tuario con la incorporación de columnas de la época de Auguto y Tiberio.

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Dy se habría prolongado en una rampa que, salvando un desnivel de tres metros, habría alcanzado el embarcadero en la orilla del Nilo.

Está documentada plena-mente la existencia de dos capillas de la Época Ptolemai-ca, una dedicada a la diosa Isis que hoy se encuentra desaparecida y una segunda al dios Amón que podemos ver en la actualidad. Además en la capilla de Adijalamani hay dos relieves en los que se aprecian distintas divinidades que, aun sin tener una esta-tua, es seguro que recibían un culto semejante a los dioses antes mencionados.

En Debod, entre los años 189 y el 51 a. de C. y bajo el dominio de la dinastía

Los emperadores Augusto y Tiberio construyeron el pronaos actual, con una fachada con dos columnas a cada lado de la puerta y decoraron los muros exteriores de época, Ptolomeica

Durante el gobierno de Tiberio se construyó el Per-Mes hoy conocido como Mammisi, "lugar del nacimiento” para la celebración de las Fiestas de Año Nuevo en los templos donde se ofrecia culto a Isis y a su hijo Horus “el niño” (Harpocrates)

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Salas donde se rendía culto a otras divinidades que bien podían haber sido Osiris y Mahesa. Cada sala cuenta con dos cámaras ocultas

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Sala principal del santuario cerrado con dos puertas de madera. En ella se encontraban dos naos (capillas) dedicadas una a Isis y otra a Amón hoy conservada

Sala de las Ofrendas o del Altar, dotada de puertas que la separaba de la capilla de Adijalamani

Casa del libro o sala de donde se guardaban los rollos de papiro o cuero. En la pared hay un gráfico que puede ser un diagrama celeste

Escalera de acceso a la terraza, donde se celebraban ceremo-nias y se vigilaba el transcurso de las horas nocturnas

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En la época Ptolomeica se transforma la sala de Adijalamani en Sala de los Festivales

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INTERPRETACION DEL TEMPLO DE DEBOD

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Dlas que se accedía mediante pasos muy pequeños (5 y 6) y en las que se guardaban objetos de culto. Estas nuevas salas estaban guarnecidas con grandes puertas para proteger el santuario durante la noche.

La Sala de Adijalamani se transformó, con estas nuevas capillas, en sala de festivales, utilizada para complejos cere-moniales litúrgicos.

La escalera para subir a la terraza, que posiblemente existiera en la época anterior adosada a la pared sur por el exterior, queda aquí incluida dentro del santuario y ofrece dos importantes caracterís-ticas. Por una parte permite subir a la terraza para prac-ticar ceremonias nocturnas y por otra, la construcción bajo

pueden ser identificadas con las salas norte y sur habi-tuales en todos los templos egipcios de esa época. En ellas se rendía culto a otras divinidades que bien pudieran haber sido Osiris y Mahesa. Ambas salas estaban dotadas con unas cámaras secretas a

santuario y lo cierran durante la noche. Entre la anterior sala de Adijalamani y la nueva sala se habilitó un distribuidor del espacio o vestíbulo que se conoce con el nombre de Sala de las Ofrendas o del Altar. Se abre a derecha e izquierda en dos salas anexas (2 y 3) que

Ptolemaica, se procedió a la construcción de la calzada pro-cesional desde el embarcadero hasta la entrada del templo y que se ha recreado en el monumento que podemos ver en su actual emplazamiento. Aquí también están los tres grandes portales flanqueados por los pilonos, puertas de dos horizontes, aquel por donde sale el sol y aquel por donde se oculta. Estos grandes portales, construidos en adobe y recu-biertos de piedra arenisca,dan acceso a tres patios interiores.

La capilla de Adijalamani se completó con otras insta-laciones. En primer lugar se abrió el muro oeste y se esta-bleció la sala principal (1) del santuario siguiendo el mismo eje este-oeste. Unas puer-tas lo separan del resto del

Reconstrucción de las pinturas que decoraban la primitiva capilla de Adija-lamani, inico de Debod.

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llas de cereal que se regaba con regularidad y cuando estas semillas germinaban se conside-raba un símbolo de la resurrección de Osiris y, con él, de toda la creación.

taron dos pequeños huecos en orientación sur y oeste. En la actualidad en esta pequeña sala se encuentra una maqueta del Templo de Debod original. La utilidad de estos huecos podía estar relacionada tanto con las prácticas de los misterios osiria-nos y como con un uso práctico de armarios.

Independiente de estas salas, el santuario de Osiris podría haber estado situado en la sala norte de la planta baja (10) y en él se habría representado el misterio de Osiris Vegetante. Consistía en moldear una imagen de este dios con una mezcla de tierra y semi-

la escalera y junto a ella de la sala conocida como Casa del Libro (7), que hacía las veces de biblio-teca donde se guardaban los rollos de papiro y pergamino con los textos del saber del santuario ‒astronomía y medicina entre otros‒. La escalera, de quince peldaños, terminaba en un rellano en el que se abría una nueva estancia donde se habili-

Dos vistas del conjunto en las que se puede apreciar, por un lado, la perfecta integración del monumento en el parque, y por otro el contraste entre los edificios modernos y los restos arqueológicos de veintidós siglos de antigüedad.

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Dpor su padre, el amaman-tamiento del recién nacido y la investidura como dios-hijo. Su finalidad es la renovación indefinida de los efectos de la creación del primer día y la fun-ción mágica de investir al faraón reinante de las condiciones metafísicas necesarias para ejercer sus funciones como tal.

La construcción más importante de la época ro-mana, posiblemente bajo el dominio de Tiberio, fue la construcción en piedra del mammisi (12) palabra copta que significa lugar de nacimiento. Es posible que haya existido un lugar semejante ‒construido en adobe‒ en la primitiva capilla de Adijalamani en cuyas paredes se hubiese represantado el alumbra-miento de Horus por Isis.

La ceremonia se celebra-ba en el año nuevo y con ella trataban de represen-tar la unión de los dioses, el modelado del niño real por el dios alfarero, el nacimiento divino, el reconocimiento del niño

En la época romana los emperadores Augusto y Tiberio entre el 47 a. de C. y el 14 d. de C., completaron el templo construyendo el pronaos con una fachada com-puesta de puerta y dobles columnas a cada lado de esta. Introdujeron impor-tantes obras de decora-ción, al insertar relieves en la fachada exterior del templo y decorar los muros interiores norte, sur y este del pronaos y de los espacios entre las columnas del mismo. Los relieves representan a Au-gusto haciendo ofrendas a dioses egipcios y a Ti-berio purificado por Thot y Horus ante la presencia de Amón.

Este articulo se encuadrara entre las monografías de la próxima guía de Pasea por Madrid, va a dedicar al Par-que del Oeste, prevista para la primavera de 2016.

PORTADA

UNA BODA REAL ENSANGRENTADA

PUÑOENROSTRO, UN VASALLO REBELDE

EL DESNUDO Y LAS CÁMARAS SECRETAS

EL MADRID DE RAFAEL FLÓREZ, ALFAQUEQUE

LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

BENEFICENCIA Y CONSTITUCIÓN DE 1812

EL RETIRO PASO A PASO, GUÍA DEL PARQUE

DEBOD, UN TEMPLO EGIPCIO EN MADRID

HEMOS LEÍDO ...

NAVEGACIÓN

EL IMPACTO DE LA CORTE EN MADRID

AUTO DE FE EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID

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LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

Texto y documentación gráfica de Luis García

Cuando se habla de la cruz de Puer-ta Cerrada, es muy común terminar haciéndolo de los «viajes de agua» como un antiquísimo medio de cap-tación de aguas subterráneas para el abastecimiento de boca y uso urbano y acto seguido hacer retroceder este sistema de captación hasta los años de los orígenes de Madrid. En estas pocas líneas nos proponemos aclarar estos conceptos y emplazamos para más adelante un documentado artícu-lo sobre el tema del suministro hídrico a los madrileños, que no ha estado so-lucionado totalmente hasta mediados del siglo XX.

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una fortaleza militar cerca de otro arroyo que vertía al antes mencionado arroyo de las Fuentes de San Pedro. Los árabes lo llamaban Mayra y sería más tarde conocido como arroyo de Tenerías, cuya salida a través de la muralla árabe está perfectamente documen-tada. Como también lo está otro arroyo que se encauzaba por unos agrestes barrancos

rrada donde surtían las aguas de un manantial que discurría por la actual calle de Segovia, extensamente documentado y conocido desde la época de Alfonso X como arroyo de las Fuentes de San Pedro.

Los árabes, instalados en un emplazamiento seguro a más de 70 metros sobre el nivel del cauce del río hoy llama-do Manzanares, construyen

En la década de 1960 se construyó el depósito, hoy ya en desuso pero aún dentro de la geografía urbana, de la plaza de Castilla. Al ser la cota más alta de la capital permitía que el agua, por la acción de la ley de la gravedad, llegara hasta los pisos más altos de cualquier barrio de Madrid. Sin olvidar el hito del 24 de ju-nio de 1858, cuando llegaron las aguas hasta la calle ancha de San Bernardo, procedentes de la sexta represa construida sobre el río Lozoya hoy en desuso y conocida como el Pontón de la Oliva.

PUNTUALIZACIONES PREVIAS

a) El nombre de Madrid y su relación con el agua

Oliver Asín, tras un estudio filológico realizado en 1959, de-mostró (sin vestigios arqueoló-gicos que lo demuestren) la deri-vación del topónimo de Madrid de un posible poblado de origen visigodo (Matrice) situado en las inmediaciones de Puerta Ce-

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«Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi alcurnia y blasón». Con estas palabra y este emblema, publicado en 1569 dentro de su obra Historia y revelación verdadera de la en-fermedad, felicísimo tránsito y suntuosas exequias fúnebres de la serenísima reina Isabel de Valois, López de Hoyos iden-tificaba la fundación de la ciudad con la disponibilidad de una gran cantidad de aguas subterráneas que surcaban el subsuelo madrileño, pero no hay que olvidad que estábamos en el siglo XVI

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é muy someros los pozos, tanto que con el brazo, sin cuerda, pueden tomar el agua en ellos; dentro de la población é de afuera, cerca de los muros, hay fuentes naturales, é algunas de ellas de muy singular agua para el mantenimiento é continuo servicio de los vecinos é de todo el pueblo, demás de los pilares grandes, é comunes albercas, é caños, é abreva-deros… así que con razón se movieron a decir los antiguos que aquella villa está armada sobre agua o fundada sobre agua, porque tiene tanta que dentro del ámbito del muro se riegan muchas huertas».

de sus huertas. Es una cuestión que no tiene fundamento.

Para hacernos una idea de esta gran cantidad de agua, rescatamos un texto del siglo XVI escrito por Fernández de Oviedo, quien decía1:

«En muchas partes de la Villa el agua está tan cerca de la superficie de la tierra,

ladrillo que de vez en cuando aparecen en el subsuelo ur-bano –después de más de mil años de historia– son realiza-ciones de una población árabe que disponía de una serie de manantiales superficiales y po-zos de poca profundidad para el abastecimiento sobrado de su pequeña población, sus animales de granja y el riego

que actualmente quedan muy suavizados por la empinada cuesta de San Vicente: el arro-yo de Leganitos.

Que este tipo de arroyos fueran frecuentes en el sub-suelo de nuestra ciudad y por ello aplicaran el plural, mayrit solo indica que Madrid era abundante en mayras, es decir, arroyos subterráneos que fácil-mente emergían.

Pasar de este concepto de mayra a las complejísimas captaciones que son los «viajes de agua» que se desarrollaron ampliamente desde el siglo XVI hasta casi el XIX, cuando una sedienta población los recla-maba, los mantenía y pagaba su costosísimo mantenimiento, es aventurado. Tanto como su-poner que las conducciones de

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1.- Citado por Llorca Aquesolo, J., y Monte Saez, J.L., “El antiguo sistema de abastecimiento de agua de Ma-drid y su influencia en la vía pública, construcciones en servicio y nueva construcción”, en Revista de Obras Públicas,

Antiguo canal de agua en el palacio del Marqués de Villafran-ca en Madrid, actual Real Academia de Ingenieros. Aunque este palacio ofrece el atractivo de mostrar-nos un tramo de 17 metros de la antigua muralla cristiana de Madrid, la construc-ción, dimensiones y materiales de esta galería denota una posterior construcción

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populosa villa subsistió hasta casi mediados del siglo XIX. Un estudio detallado sobre el descubrimiento de los depósi-tos de agua no contaminada por la población y la forma de construir sus galerías hasta lle-gar a la ciudad quedará para otra ocasión y para otra plu-ma más diestra. Aquí hablare-mos de la distribución del vital elemento hasta la aparición del agua del canal de Isabel II en nuestra ciudad.

tra ciudad es un exceso, aun reconociendo la posibilidad de que pudiera existir algún ejemplo de ello.

Los viajes de agua aparecen en nuestras obras de capta-ción a partir del siglo XIII y fueron la manera en que una

cubierta aparente, pendien-te de 1/1.000, y pequeñas presillas, también de piedra, de trecho en trecho».

Con este simple dato, creo que relacionar los viajes de agua a los restos árabes3 de forma generalizada en nues-

b) Los viajes de agua

Es conocido que en Arme-nia en el siglo VII a.C. ya se conocía la técnica del aprove-chamiento del agua filtrada hasta el subsuelo con el nombre de khanat y que esta técnica era conocida por todo el pueblo árabe y, por ende, también por el que se asentó en la fortaleza militar que fue el primer enclave urbano de la Villa. Pero no hay vestigios arqueológicos de ningún tipo, excepto una excavación de 1983 en la plaza de los Carros de 10 m de longitud que uno de los arqueólogos que estudió el yacimiento Manuel Retuerce Velasco describe así2:

«Tenía una sección rectan-gular, con andén lateral, piedras en su fondo, sin

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2.- Testimonios del Madrid Medieval. El Madrid musulmán, Madrid, Museo de San Isidro, 2004

3.- Solicitaremos a Emilio Guerra Chavarino, autor habitual en nues-tra publicación, un artículo sobre el único vestigio árabe localizado en Madrid, tema que publico en Anales del Instituto de Estudios Madrileños XLVI (2006).

Ejemplo de arcas del viaje de agua desde Aldehuela, Aljibejo, Menalgavia y Valhondo (Ocaña) hasta Aranjuez. Santiago Bonavía, 1749. Aportadas como material docente en el curso Madrid Historia de una Villa Milenaria.

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Sobre la distribución entre los vecinos de esa agua, una parte –La principal– iba a las fuentes de la ciudad a las que acudían libremente los vecinos, aunque lo normal es que se acabara recurriendo al noble oficio de los aguadores quienes, por una cantidad de dinero, llevaban a las casas el agua que les solicitaran. El

viaje de la Castellana traía 30 reales fontaneros diarios, el del Alto Abroñigal 40, y el del Bajo Abroñigal 105 reales fontaneros. Tenien-do en cuenta que cada real fontanero equivale a 3.202 litros, en aquel año de 1631 llegaban a la ciudad proce-dente de los viajes de agua 560.350 litros.

y a un convento, por lo tanto, tendría tres orificios de dife-rentes secciones que encaña-ría cada una de ellas hasta su destino.

Los orificios tenían como referencia el diámetro de una moneda de real de a ocho segovianos (40 mm) y podían ser de un real, medio real, un cuartillo, un octavo, o una caña y este era el modo como se facturaba el agua a los afor-tunados vecinos que tenían la posibilidad de que les llegara a su casa directamente.

Sobre la cantidad de agua que recibía Madrid con este sistema sabemos, y está do-cumentado, que a mediados del siglo XVII se consiguió mejorar notablemente el abastecimiento. En 1631, el

Una vez que el agua llegaba a la villa, salía de las galerías y se vertía a un arca principal. Del arca salían los encañados, hechos de barro cocido sin vidriar y recubierto de betún (de un diámetro similar a una naranja) que distribuían el agua por la ciudad mediante una red de tuberías recubiertas con un paño de albañilería.

Estos encañados se dirigían a las llamadas cambijas, que estaban situadas en varios puntos de la ciudad y que eran una serie de edificacio-nes con unas arcas en su inte-rior a las que entraba el agua hasta que quedaban llenas. A partir de estas cambijas se procedía a realizar el reparto; por ejemplo, una cambija podía abastecer de agua a un particular, una fuente pública

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Capirote en la Dehesa de la Villa pertenecientes al viaje de aguas de Amaniel. Los capirotes eran losas de granito en forma de pirámide que servían para cubrir las chime-neas verticales de acceso. Foto: Pedro Martínez Santos.

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sus compromisos de pago en ocasiones llegaron a ser escandalosos y tenían que ser requeridos en justo derecho, con pago de sanciones y largos procesos. Un ejemplo: en 1728 se descubrió que Antonio Díaz, del Rastro, no abonaba su tasa desde 1632.

Otro de los problemas de este sistema de distribución al menudeo trajo consigo fue el furtivismo. Bastaba que alguien tuviera conocimiento de que bajo su vivienda pasa-ba una encañación de agua para que accediera a ella a través de cualquier sistema de perforación y lo taladrara «fa-bricándose» (Pedro Maudes, en la calle de la Encomienda, fue sancionado por detectarse uno de estos derivos en una inspección rutinaria).

viaje se le diera una com-pensación, como al famoso regidor Juan Fernández, quien descubrió un acuífero del viaje de Abroñigal Bajo y por ello le dieron una fuerte suma de dinero con la que abrió unos lavaderos en lo que hoy es el palacio y la finca del ministe-rio del Ejercito, muy cerca del arroyo que, a cielo abierto, pasaba por Recoletos y el pa-seo del Prado. Gracias a ello los vecinos de ese ya dilatado Madrid se evitaban ir a los lavaderos del Manzanares.

Algunos nobles consiguie-ron el privilegio del uso por arrendamiento y pago, lo que trajo consigo que apare-cieran los primeros morosos y defraudadores. Los casos de morosos que incumplían

parte del regimiento (Ayun-tamiento), o también por compensaciones de trabajos que se remuneraban a través de concesiones del liquido elemento. Era habitual que a quien descubriera un acuífero que ponía a disposición de un

resto del agua se distribuía entre los particulares. Podía ocurrir que el Ayuntamiento diera agua gratuitamente, bien por concesiones, por ejemplo, tras la fundación de un convento, o cuando un persona entraba a formar

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Los restos del arca de Amaniel que hoy se conservan en el paseo de Juan XXIII fueron encontrados accidentalmen-te hace unos años durante el curso de unas excavaciones. Foto: Adolfo Ferrero.

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el nombre de Cuenca de Se-govia , que nacía en la actual plaza de Jacinto Benavente y descendía por la calle de Con-cepción Arenal hasta llegar a Puerta Cerrada.

Ya en la época en que la base de la legislación madri-leña era el Fuero Viejo (1202) se cita el nombre de alcanta-rillas como indicativo de estas conducciones de agua y por la disposición:

«Qui tripas lavare del alcantariella de Sancti Petri ad arriba, pectet I setena de morabetino a los fiadores…»

LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

Se trata de un arca cambija, adornada con una cruz, de uno de los viajes de agua más antiguos, ya que la zona don-de se encuentra era un punto irrigado por una de las 12 cuencas hídricas del Madrid medieval, la identificada con

Pero sin ninguna duda, el principal problema fue el del mantenimiento, ya que los encañados se rompían y los árboles con sus raíces también producían muchos desperfectos. No olvidemos los famosos soca-vones del Madrid de los años 50 del siglo XX que se producían por rotura de conducciones.

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No nos deja duda de que se trataba de agua protegida para el consumo. Además está documentada la exis-tencia de unos baños que se abastecían de aguas subte-rráneas captadas mediante minas y que no explotaba

Reparación de un socavón pro-ducido por una rotura de una conducción de agua de agua a mediados del siglo XX.Archivo de la Comunidad de Madrid, Fondo gráfico Santos Yubero

Cruz sobre el arca cambija de la plaza de Puerta Cerrada, (mediados del siglo XX).

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directamente el Ayunta-miento, sino que su gestión se adjudicaba a aquel particular que lo solicita-ra en pública subasta. En época de Alfonso X el Sabio (1251-1284) el Ayunta-miento decidió restaurarlos y se mantuvo su funciona-miento hasta mediados del siglo XIV.

Dando un salto cuantita-tivo importante llegamos a principios del siglo XIX en que esta arca se cita en un cuaderno de distribución de agua potable de los viajes del Abroñigal alto junto con su función de tasado y destino de las que se enca-ñaban desde ella.

PORTADA

UNA BODA REAL ENSANGRENTADA

PUÑOENROSTRO, UN VASALLO REBELDE

EL DESNUDO Y LAS CÁMARAS SECRETAS

EL MADRID DE RAFAEL FLÓREZ, ALFAQUEQUE

LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

BENEFICENCIA Y CONSTITUCIÓN DE 1812

EL RETIRO PASO A PASO, GUÍA DEL PARQUE

DEBOD, UN TEMPLO EGIPCIO EN MADRID

HEMOS LEÍDO ...

NAVEGACIÓN

EL IMPACTO DE LA CORTE EN MADRID

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Reproducción de imagen y pie de texto del libro Los viajes de agua de Madrid en el antiguo Régimen, de los profesores Rafael Gili Ruíz, y Fernando Velasco Medina coordinados por Virgilio Pinto Crespo.(Fundación Canal de Isabel II):

«Viaje de agua de Abroñigal Alto. Arca de Puerta Cerra-da. Ayuntamiento de Madrid, Cuaderno de distribución de las aguas potables de los viajes Alto y Bajo Abroñigal, Castellana y Alcubilla de la M.H. Villa de Madrid. Ma-drid, Imprenta de Eusebio Aguado, 1836, p. 8.»

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EL FOTÓGRAFO TAURINO

(... )un artista que es capaz de percibir una rea-lidad de un instante, que encuentra colores apenas perceptibles por el ojo del aficionado. Capta sombras y recrea la propia naturaleza en la forma y el fondo de la faena y puede captar el segundo que el pintor no puede .

Gracias a la fotografía taurina podemos soñar y disfrutar en esa fantasía de la relacion toro-torero, de un mundo único como es la Tauromaquia donde el fotó-grafo se detiene para plasmar el espíritu del animal y el alma del artista en cual-quiera de sus formas.

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El realismo y el naturalismo de una corrida de toros, in-terpretado como la lucha de un hombre frente a un animal fiero, parecen evocar en estos tiempos cosas ‘solidificadas’. El domingo pasado en Bilbao vol-vió a darse la ‘cruda’ realidad del toreo gracias a toros que, con más genio, con más casta, unos mejores para el torero, otros peores.. vendieron cara su vida, frente a tres Hombres (con mayúsculas) que antepu-sieron el arte realista al arte decorativista que otro tipo de toros permiten.

La amable, agradable, so-ciable, e incluso ‘bondadosa’ Tauromaquia de nuestros días

(más o menos moldeada por el marketing de defensores acérrimos de varios toreros), llevará a encerrarlo todo en un babilónico reinado del torero, sin importar el toro, y a que nos preguntemos, parafraseando al poeta en Machu Pichu :”Y ..., el Toro, ¿donde estuvo?”.

La Tauromaquia siempre se ha movido por un conjunto de valores auténticos de lucha que al torero le autorizaba a ser un individuo reconocido en todas las facetas de la vida fuera de ámbitos taurinos (política, cultura, filosofía, religión). Ese reconocimiento hizo que poetas

se inspiraran en ellos, filó-sofos buscaran el verdadero sentido que llevaba a un hombre a enfrentarse a la misma muerte para crear arte, etc...

Antes, la estética de la Tauromaquia aspiraba a fusionarse con el realismo que conlleva enfrentarse a un toro bravo y encastado con una ética fundada en la relación entre valor y supe-ración a las dificultades que supone un animal que vende cara su vida.

El libro del arte blog

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EL DESNUDO EN LA PINTURA Y LAS SALAS RESERVADAS

Texto de Angel Castro Martín Doctor en Historia del Arte

En 1530, el emperador Carlos reci-be los Amores de Júpiter de Corregio como regalo, iniciándose la colección de desnudos de la casa de Austria.

Diez años después, regala a su hijo, el joven príncipe Felipe, en su deci-motercer cumpleaños la Metamorfo-sis de Ovidio y diez años mas tarde Tiziano recibe el primer encargo del ya casi rey, Felipe II de las primeras obras de marcado carácter erótico que inician esta colección, que ha su-frido innumerables vicisitudes, hasta que hoy cuelgan de las paredes de museos de todo el mondo.

La fotógrafo Cristina Lucas de reconocimiento internacional presento en la galería Vanguar-dia de Bilbao un trabajo realiza-do entre los años 2010 y 2012 en que muestra una compara-tiva entre la normalidad con la que cuelgan las obras artísticas de desnudo en las paredes de cualquier museo y la extrañe-za que muestran los visitantes

y guardias de seguridad ante el desnudo real, como una prueba evidente de que el desnudo es siempre cuestionado aunque es manifiesto que en la cultura occidental siempre ha estado admitida la belleza del cuerpo humano.

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El propio pintor calificaba estos temas como poesías, ya que consideraba que también con la pintura se podía evocar eficazmente el mundo de ensueño recreado por el poeta en sus versos. Por ello, para el artista y su principal cliente el desnudo alcanzaba la idea más alta del arte y la perfección, ausente, así, de toda connotación morbosa.

Dichos cuadros con tema mitológico son dispuestos por el rey en un cameri-no privado que, dado su exclusivo uso, puede considerarse como la primera de las salas reservadas de nuestra monar-

quía. Para Felipe II esta pieza constituía el mayor de sus tesoros y su contenido sólo era visible para sus visitantes de más alto rango, capaces de admirar las telas tanto por su contenido como por el gran nivel pictórico alcanzado en su ejecución.

Ennoblecido por Carlos V, que le concedería los títulos de con-de palatino y caballero de la espuela de oro, nombrándole, además, pintor oficial de la corte, Tiziano será continuamente requerido por Felipe II, hijo del emperador, para la realización de cuadros, entre ellos numerosos desnudos basados en la Meta-morfosis de Ovidio.

Felipe II conoce a Tiziano en su visita a Italia en 1548 –po-siblemente acompañado de Isabel de Osorio y recepciona en 1553 en Londres el lienzo de Danae recibiendo la lluvia de oro dejando en Madrid Venus y Adonis, ambos cua-dros encagados al autor en Augsburgo dos años antes.Hay autores que consideran que las figuras de Venus y Adonis tienen enorpe parecido estetico a Isabel y Felipe.

[Manuel Fernandez Alvarez Felipe II y su Tiempo]

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Felipe III, de moral más estrecha que su padre, no manifestará hacia los cuadros heredados el mismo entusias-mo estético, depositándolos al cuidado de su guardajoyas para que no ofendiesen su vir-tud y propiciaran ocasiones de

pecado. No obstante, acepta como regalo una Venus tum-bada de Tiziano remitida por el emperador Rodolfo II, tela que, como los demás desnu-dos del veneciano, no dejaría de resultarle perturbadora.

Realizada en torno a 1548, por encargo de Carlos V que mas tarde regaló este cuadro al cardenal Granvela, y su sobrino, el conde Cantecroix, se lo vendió al empe-rador Rodolfo en 1600, quien se lo ofreció al rey de España Felipe III. En 1636 encuentra en el Alcázar formando parte de las colecciones reales.

Autorretrato de Tiziano, pintado hacia 1567 (Museo del Prado).

El arte pagano de Ti-ziano, fuertemente hedo-nista, se sirve de los mitos clásicos para hacer la vida más amable y alegre. Sus Dánae son bellas muje-res, sus Dianas desnudos voluptuosos y sus Venus aparece en varias ocasio-nes presidiendo sus com-posiciones. Temas, fondos y decorados se repiten en muchas ocasiones repro-duciendo la misma escena y su obra se encuentra dis-persa en muchos museos europeos, siendo prác-ticamente idénticos sus lienzos

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más remiso para el desnudo que su real hermano, sugeri-ría al pintor que adecentara las diosas ante su demasiada desnudez, aunque el artista se opondría. Rubens sabía que a través del desnudo el artista podía expresar de manera in-mejorable los valores del color

Así, en 1638 encarga al pintor flamenco un gran lienzo que representará el Juicio de Paris, designando como intermedia-rio al cardenal-infante Fer-nando de Austria, hermano del rey y en esos momentos gobernador de los Países Bajos meridionales. Terminado el lienzo, el cardenal-infante,

Con Felipe IV vuelve a la di-nastía el gusto por el coleccio-nismo de desnudos, aunque ahora sería Rubens el elegido por el monarca para satisfacer su peculiar pasión pictórica.

El juicio de París, óleo de Peter Paul Rubens, generalmente considerado uno de sus últimos trabajos. Museo del Prado.Tema recurrente del artista existien-do obras similares en otros museos.

y la materia pictórica, por lo que, ante la primacía concedi-da a Tiziano en esta materia, no dudará en copiar, durante sus estancias en Madrid, di-versos cuadros del veneciano, como Adán y Eva o El rapto de Europa.

Adán y Eva y El rapto de Europa. Lienzos de Rubens idénticos a sus similares de Tiziano rea-lizados en Madrid entre 1628-29.

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construido por Felipe II en el monte de El Pardo y ampliado ahora por su nieto. En línea, de nuevo, con Tiziano, el pin-tor flamenco también tomará los relatos de Ovidio como base argumental de la mayoría

Fruto de la estrecha relación entre Rubens y Felipe IV, quien se había convertido en su mejor cliente, sería el encargo de una amplia serie de lienzos mitológicos para la Torre de la Parada, pabellón de caza

de las telas, demostrando una gran inventiva y creatividad a través de dinámicas figuras plenas de energía. Citemos El rapto de Ganímedes o La diosa Fortuna a modo de ejemplos.

Al morir Rubens en 1640, Felipe IV consigue piezas tan esenciales como Las tres gracias o El jardín del amor. No deja de ser irónico que el propio Fernando de Austria, del que ya conocemos su aprensión hacia determinados temas, tuviera que convencer a la viuda del pintor, Helena Fourment, de que no destru-yera cuadros donde su rostro figuraba y ante los que ahora se sentía escandalizada, para lo que tuvo que ser ayudado por el propio confesor de la viuda para evitar el desmán.

Pabellón de caza Torre de la Parada realizada por Gó-mez de Mora en 1636 sobre una fortaleza edificada por Luis de Vega (1547-49) por orden de Felipe II

Rapto de Ganimedes La diosa fortuna1. Hélène Fourment segunda esposa

de Rubens contrajo matrimonio a los 16 años cuando el pintor ya había cumplido los 53, siendo re-petidamente retratada por su espo-so en los lienzos mas importantes de su producción. Después de la muerte del pintor, Helena comenzó una relación con Jan-Baptist van Brouchoven, asesor y regidor de Amberes, que más tarde se convir-tió en conde de Bergeyk.

Helena Fourment1, hacia 1631.Museo del Louvre

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retto comprados por el propio Velázquez en su segundo viaje a Italia. Piezas todas muy estimables que demostraban que, pese a su relación con Rubens, el gusto del monarca se dirigía especialmente hacia la escuela veneciana.

habilita, ahora en la zona sur de palacio, una serie de salas para su peculiar colección, las llamadas bóvedas de Tiziano, piezas que contenían unos 40 cuadros donde no faltaban desnudos del Veronés y Tinto-

una serie de estancias de la zona norte de palacio, usadas tradicionalmente como resi-dencia estival. Los lienzos, eso sí, tendrían que ser cubiertos pudorosamente con paños cada vez que la reina visitara esa parte del edificio.

Para evitar este inconve-niente, el rey, al igual que Felipe II, crea un camerino privado donde se retiraba des-pués de comer para gozar de una placentera sobremesa, no en vano el lugar más íntimo y reservado del Alcázar estaba completamente tapizado de óleos firmados por Tiziano o Rubens, en su mayoría. En la década de los años 50, y con la ayuda de Velázquez como conservador de pintu-ra, el rey cambia de criterio y

Al final, el monarca se hará con una inigualable colección de Rubens donde primaba el desnudo, aunque tampoco debemos olvidar los estu-pendos regalos recibidos en este sentido. Así, mientras Cristina de Suecia le regalaba un Adán y Eva de Durero, ya que la reina era mucho más proclive hacia los cuadros de Rafael, el gran duque de Toscana le entregaba Lot y sus hijas, tela de Furini provista de una morbidez apenas logra-da por otros pintores de su tiempo. Si a esto añadimos otros presentes procedentes de Italia, como los Tizianos donados por Alfonso I de Este o el Guercino regalado por el cardenal Ludovisi, el rey, ante este cúmulo de desnu-dos, decide exponerlos en

Adán y Eva realizada por el artis-ta alemán Alberto Durero, al óleo sobre tabla. Datan del año 1507.

Lot embriagado por sus hijas de Francesco Furini, datado en 1635.

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de este modo su actuación a favor de la causa borbónica en la guerra de Sucesión. Esta do-nación, desde luego exagerada y realizada en contra de lo estipulado por Carlos II, tiene su explicación si observamos la morbidez que desprenden, por ejemplo, los dos primeros temas, con la diosa y las ninfas mostrando su deliciosa desnu-dez en variadas posturas.

bién alcanzará a sus sucesores, la presencia en palacio de los desnudos de Tiziano debía resultar insoportable para el nuevo monarca, por lo que en 1704 regala al embajador de Francia en Madrid, duque de Grammont tres de sus mejores poesías, todas deslumbran-tes por su colorido: Diana y Calixto, Diana y Acteón y el Rapto de Europa, premiando

Fallece Carlos II sin descen-dencia y, con la llegada de Felipe V −el primer monarca borbón− ocurre lo inespera-do, ya que la consideración del desnudo como ideal de belleza, algo perfectamente asumible para todo monarca ilustrado, desaparece para convertirlo en un peligro públi-co por su impureza moral. Así, con un puritanismo que tam-

Al morir su padre, Carlos II se vio de pronto due-ño de una de las mejores colecciones de desnudos de toda Europa, y aunque él no realizaría compras en este sentido, por lo menos sí fijará documentalmente que la colección real quedaba vinculada a la corona, prohi-biendo en su testamento su desmembración o venta. El rey mostraba así su respeto hacia todo lo adquirido por sus antecesores y era plena-mente consciente de su valía pese a no sentir entusiasmo por determinados asuntos. El llamado el hechizado no sería un personaje de gran vigor intelectual pero en materia de arte no actuó, precisamente, de manera irresponsable.

La ninfa Calixto teme desnudarse para no delatar su embarazo a sus compañeras.

Diana es sorpren-dida en el baño por Acteón que queda asobrado ante su belleza.

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clásicos de primera categoría que él reunirá en el Museo del Capodimonte, ahora custo-diados en el notable Museo Arqueológico de la ciudad.

Pero esa actuación en Italia no tendría continuación al llegar a España, donde, pese a su carácter de rey ilustrado se mostró, en línea con su

excavaciones de Pompeya y Herculano, se encargó tam-bién de la divulgación de lo encontrado con su apoyo a la Academia Herculánea, enti-dad que publicaba los conti-nuos hallazgos procedentes de ambas ciudades. Ordena, además, el traslado a Nápoles de la imponente Colección Farnesio, plena de desnudos

raría la pintura rebosante de sensualidad que, en paralelo a su reinado, realizaban en su país de origen maestros de la talla de Boucher o Frago-nard, teniendo que ser su esposa, Isabel de Farnesio, quien comprara, dentro de la estética rococó, la delicada pareja de «fiestas galantes» que, firmadas por Watteau, hoy conserva el Prado.

Carlos III vendría a ocupar el trono de España en 1759 tras haberlo hecho, bajo el nom-bre Carlos VII, en el reino de Nápoles y Sicilia. Allí se había mostrado totalmente interesa-do por los frecuentes hallaz-gos arqueológicos que tenían lugar en la región vesubiana y además de subvencionar generosamente las primeras

Contento el rey por des-prenderse de tan vergonzan-tes telas, las dos protagoni-zadas por Diana acabarían en manos de los duques de Su-therland, custodiadas durante años, en calidad de depósito, en el Museo de Edimburgo. Puestas a la venta por sus propietarios en 2008, toda una serie de contribuciones públicas y privadas lograrían la cantidad solicitada para evi-tar su salida de Gran Bretaña, exponiéndose ahora, con una alternancia de cuatro años, en la Galería Nacional de Nobles y en la Galería Nacional de Escocia. Sobran, pues, los comentarios sobre el prestigio de estos cuadros del vene-ciano donados por el Borbón con tanta ligereza. Como es lógico, Felipe V también igno-

En 1738, Carlos orde-nó la construcción de este nuevo palacio, cuatro años despues de la conquista de Napoles y Sicilia, como prueba efectiva de que el Reino lle-garia a ser soberano e independiente de España.

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pintores del pasado. Al final los cuadros fueron llevados a la Casa de Rebeque, extremo del palacio donde tenía su es-tudio Mengs como pintor de cámara, y la orden de destruir los lienzos quedó suspendida. No obstante, el clima reinante al respecto no resultaba espe-cialmente halagüeño, valga como ejemplo el decreto del Santo Oficio, de 1767, que prohibía la realización de pin-turas y esculturas con figuras, historias o fábulas deshones-tas o lascivas que sirvieran de escándalo.

mento utilizado se basaría en la utilidad pedagógica de los lienzos para los alumnos de bellas artes, ya que ahora tendrían la posibilidad de estudiar el colorido a través de lo realizado por grandes

Como es lógico el pintor bohemio no permanecería insensible ante esta orden, convenciendo al marqués de Esquilache para que apelara ante el rey en su condición de personaje ilustrado. El argu-

antecesor, poseído de un mo-ralismo trasnochado e intran-sigente que contrastaba con su mecenazgo napolitano. Al respecto, este cambio de actitud parece coincidir con sus primeros contactos, ya en Nápoles, con el padre Javier Eleta, ahora convertido en su confesor personal y en su guía espiritual más influyente. Este personaje va a predisponer al monarca para que elimi-ne de las colecciones reales aquellas obras que, al excitar la concupiscencia, resultaban perjudiciales para la salud pública, encargando a Mengs, notable pintor neoclásico cuya estética resultaba muy grata al sacerdote, la elaboración en 1762 de una lista de cuadros con desnudos para proceder a su quema.

Frente a palacio cerrando la plaza de la Armería el Arco de Palacio y Casa de la Escultu ra o de Rebeque. Maqueta de León Gil de Palacio. Museo Municipal de Madrid.

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Eso explica que en 1915 Garnelo, subdirector del Pra-do, encontrara en los alma-cenes del Museo, enrollado y casi hecho girones, un sober-bio Tiépolo que representaba a San Francisco con un ángel recibiendo los estigmas, no tardándose en deducir que procedía del citado convento. El lienzo, muy bien restaura-do, luce hoy en la galería jun-to a la Inmaculada, rebosante de belleza pese a ser despre-ciada en su momento.

capricho las telas de un pintor cumbre en la historia del arte, hay que reseñar la forma en que se efectuó la tarea, pues todo indica que, a excepción de la Inmaculada, todas fueron arrancadas de mala manera, cortándolas y dañándolas con pueril saña.

Como ejemplo, habría que recordar cómo, tras la llegada a la corte, en 1762, de un Tiépolo ya maduro pero aún capaz de realizar espléndidos techos en el palacio real, el mismo artista toma la iniciativa de elaborar en 1769 una serie de óleos para la iglesia de san Pascual de Aranjuez, conjunto que, dada la calidad de lo con-servado en lienzos y bocetos, suponía el broche de oro a su fructífera carrera. Pero Eleta, personaje de dudoso gusto artístico, odiaba los frescos co-lores del italiano y su luminoso cromatismo, por lo que no tar-daría en convencer al rey para que los lienzos fueran retira-dos, sustituidos a continuación por otros de Mengs y Maella. Aparte del bochornoso hecho que suponía el descolgar por

El convento de San Pascual de Aranjuez, construido por Francesco Sabatini entre 1765 y 1770, por orden del rey Carlos III y situado en el Real Sitio y Villa de Aranjuez.

Estigmatización de San Francisco de Asis. Tiepolo. Datado hacia 1767. El Santo, es sujetado por un angel des-pués de haber recibido, las mismas heridas sufridas por Cristo en la Cruz.

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que fueran admirados por los más destacados amantes del arte, obteniendo un gran éxito. Pero los académicos no contaron con la reacción del monarca al enterarse de la aceptación alcanzada por la muestra, ya que, erigido en garante de la moral públi-ca −como su padre, Carlos III− ordenó con gran enfado el cese del evento y el inme-

en el centro académico, no en vano se trataba de piezas firmadas por Durero, Tiziano o Rubens, ente otros.

Este entusiasmo provo-caría que, con Bernardo de Iriarte como viceprotector de la institución, la Academia intentara dar cierta proyec-ción a los lienzos y organizara con ellos una exposición para

zaba la calidad de la ense-ñanza académica, tanto en lo referente al dibujo anatómico como en el estudio directo del colorido, faceta de la pintura siempre asociada –ya vimos en Rubens− al desnudo como vehículo esencial para su perfecto aprendizaje. Así, la llegada de Maella con 20 de los treinta cuadros solicitados causaría una gran conmoción

En 1792, con Carlos IV en el trono, la Academia de San Fernando se dirige al monarca al objeto de que una parte de los desnudos incluidos en la relación efectuada por Mengs 30 años antes, ya sabemos con qué intención, pasara a la Academia de Bellas Artes, sugiriendo que el marqués de Santa Cruz, en su calidad de mayordomo mayor de palacio y consiliario, asimismo, de la Academia, redactara una lista al efecto. El monarca no se opondrá a una inesperada petición que, si por un lado le permitía desprenderse de los lienzos más procaces de su colección, por otro le permitía erigirse en decidido protector de las bellas artes. En realidad, era evidente que con el lote previsto se refor-

Palacio de Goyene-che, ya trasforma-do de su ornamen-tación barroca, al ser sede de la Real Academia de San Fernando.Interior de la Aca-demia.

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dad de las piezas, no pudieron sino agradecer al aristócrata su eficaz influjo con el monarca para lograr este nuevo traslado.

soberbio Perseo y Andrómeda, de Rubens, donde el contraste entre la desnudez de la prince-sa y la recia armadura del héroe que, totalmente embelesado, la libera, produce un hermoso efecto. Los académicos, de nuevo maravillados por la cali-

monarca, obtenga permiso para remitir a la Academia otras 15 pinturas no incluidas en el primer envío y que el pudoroso rey consideraba aún más lasci-vas que las anteriores, contará ahora con la Dánae o Venus y la música de Tiziano o con el

diato ingreso de los cuadros en una sala cerrada donde no se dejara entrar a nadie, salvo para los que tuvieran que estudiarlos, restringiendo su acceso incluso a casi todo el personal de la institución. El desnudo, molesto en palacio y prohibido fuera de él, volvía a convertirse en todo un proble-ma para nuestros borbones, por lo que, tras un intervalo de 30 años, la Casa de Rebe-que, auténtica sala reservada de Carlos III, resurgía ahora de sus cenizas con renovado vigor.

El cumplimiento de la orden en todo su rigor permitiría que cuatro años después, ya en 1796, el marqués de Santa Cruz, de nuevo en su calidad de mayordomo mayor del

Venus recreándose con la música. Se conservan cinco composiciones dedicadas a Venus y la Música obra de Tiziano, y todas ellas se ajustan a un mismo modelo.

Perseo libera a Andró-meda que estaba a punto de ser sacrificada a Neptuno.

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ordenó en 1927 que 35 de los cuadros «reservados» de la Academia pasaran a la joven pinacoteca, no sin añadir, para decepción de todos, que los lienzos fueran confinados, de nuevo, a un gabinete re-servado. Al respecto se esco-gió un espacio ubicado al sur de la planta baja del edificio,

Tras el fin de la Guerra de la Independencia y el retorno de Fernando VII a España, el rey, bajo cuya iniciativa se crea el Museo del Prado en 1818,

analizando, algo no de extrañar ante los prejuicios morales y religiosos que caracterizaban a la aristocracia española en su calidad de mecenas, ejercien-do una enorme presión sobre nuestros artistas para evitar que pintaran desnudos.

Con la invasión francesa como telón de fondo y la presencia de José I en el trono español, se dispone que esas obras de tan especial calidad que permanecían en la aca-demia en la más vergonzosa oscuridad, se colocaran ahora en lugares adecuadas para que alumnos y profesores pudieran estudiarlas –lo que prueba que la función docente de los cuadros había sido pura entele-quia− y para complacencia de los amantes de las Bellas Artes.

No obstante, las obras seguían alejadas de las miradas del gran público, solo visibles para una minoría académica, y esta actitud mojigata en el siglo de las luces no dejará de sorprender a los diversos estudiosos que han analizado el comportamiento de las demás cortes ilustradas de la época. El elitismo de los Austrias ante la exhibición de los cuadros de desnudo, bien dispuestos a mostrarlos a las personas de mérito que visitaran el alcázar, se había convertido, como he-mos visto, en una actitud hostil los mismos, ocultándolos con ánimo represivo y censor. Ade-más, y como también la crítica ha observado, la ausencia de nombres españoles es práctica-mente total en los diversos con-juntos de telas que hemos ido

Su construcción se inició en 1785 según proyecto de Villanueva en 1808 la obra estaba a medias, cuando se produjo la Invasión napo-leónica, que lo utilizo como cuartel y fundieron las cubiertas canalones de plomo para fabricar proyectiles.

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Pese a la densidad de lo expuesto, aún nos queda reseñar la existencia de dos cuadros «reservados», cuyo recorrido hasta ser debidamen-te colgados en el Museo del Prado será largo y no carente de dificultades. Nos referimos

dín botánico. Era un hermoso espacio destinado al solaz de los reyes cuando visitaban la pinacoteca.

acostumbrando a ver en los salones parisinos los desnu-dos nacarados de Ingres o los plenos de fuerza expresiva de Delacroix, valga el caso, no podría esperarse otra cosa, no dejando el escritor de señalar que la existencia de la sala obedecía al hecho de que su contenido podía escandalizar a las damas.

Once años después, en 1838, con Isabel II como nueva reina y con José de Madrazo al frente del Prado, desaparece este anacronismo y las pin-turas se instalan en las salas generales, aunque la segunda Dánae y las dos versiones de Venus con la música de Tiziano se instalaron en el gabinete de descanso, gran sala situada en el extremo sur del Museo y con grandes ventanales al jar-

junto a la puerta de Murillo, lugar marginal que habitual-mente servía como almacén de cuadros o para exposición de esculturas. La sala, que tras sucesivos envíos del monarca alcanzaría la cifra de 70 cua-dros, sólo sería accesible para aquellas personas provistas de un pase especial.

Entre ellas podríamos citar a Prosper Merimée, creador de Carmen y hombre de gran cultura que en 1830 podrá contemplarlos lienzos de esta nueva sala reservada. Sin embargo, su admiración por las telas de Durero, Rubens o los venecianos no iría acom-pañada de ninguna excitación por su posible tono erótico, quedando más bien decepcio-nado por la escasa indecencia de las obras. Para un hombre

Sala de Peter Paul Rubens en el Museo de el Prado. (Madrid)

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tor General de Secuestros su entrega inmediata, calificán-dolas, ya desde el principio, de obscenas y prohibiendo total-mente su pública exhibición.

Asimismo, en marzo de 1815 Goya tiene que compa-recer ante la Cámara secreta de siniestro tribunal para confirmar si era el auténtico autor de las telas y por cuenta de quién las había realizado, o bien señalar la persona que había servido de modelo. Sin conocerse documentalmente las respuestas dadas por el aragonés, al final el maestro es absuelto gracias a la interven-ción del cardenal Luis María de Borbón e, incluso, del propio rey, ya que era absurdo encarcelar a quien acababa de realizar, poniendo todo su talento en el empeño, la

que por derecho pertenecían a la esposa del válido, la condesa de Chinchón. Realizado un nuevo inventario de la colec-ción en noviembre de 1814, la Inquisición, restaurada casi de inmediato por Fernando VII tras recuperar el trono, descu-bre ahora los asientos relativos a las dos majas y, de manera inmediata, el Inquisidor Fiscal del Santo Oficio exige al Direc-

que obliga al Príncipe de la Paz a abandonar España en 1808, y la definitiva marcha de los franceses en 1813, la colección de Godoy pasa al Depósito General de Secuestros, alma-cén que la fábrica de cristales de San Ildefonso mantenía en la calle Alcalá y lugar hoy ocupado por el Ministerio de Educación, procediéndose a elegir la centena de cuadros

a la Maja vestida y la Maja desnuda, obras de Goya que parecen constituir un encargo directo de Godoy. Desde luego el segundo de los cuadros citados ya estaba en poder del válido de Carlos IV en 1800, momento en que Ceán Ber-múdez puede observarlo en un gabinete interior de su palacio junto a otros desnudos de calidad, incluido un Velázquez. Dueño también, posterior-mente, de la versión vestida, era evidente que Godoy custodiaba estos lienzos con no disimulado orgullo, como demostrando que, pese a la intolerancia religiosa existente en España en esta materia, él tenía suficiente poder para conservarlas y exhibirlas cuan-tas veces quisiera.

Tras el Motín de Aranjuez,

Venus del espejo de Velázquez. Con una clara inspiración en las Venus de Giorgione y Tiziano que ya han sido comentadas pero se dibuja de espaldas, también recuerda al Hermafrodita de Bor-ghese, una escultura romana del siglo II.

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incluidas, exhibiéndose los dos lienzos en la Exposición dedicada a Goya por el Ministerio de Instrucción pública en 1900. Esta presentación en público de los casi inéditos cuadros, admirados al fin por todos, va a generar a continua-ción una fuerte corriente en pro de que fueran definitivamente colgados en las paredes del Prado, enrique-ciendo, así, con dos nuevas obras maestras, la colección de lienzos del aragonés que ya poseía la pinacoteca.

Apoyada esta idea por nuestros más distinguidos intelectuales, un joven Romanones, recién nombrado ministro de Instrucción pública y Bellas Artes, emitirá en octubre de 1901 un Real decreto que imponía el traslado de tres Murillos de gran valor, devuel-

pareja de cuadros que rememoraba el levantamiento contra el invasor en mayo de 1808.

Los lienzos, secuestrados duran-te unos años en dependencias de la Inquisición, pasarán luego a los locales de la Academia en el mayor de los secretos, totalmente ajenos a la mirada de los aficionados al arte hasta que, en 1840, la Maja vestida se exhiba en la habitual exposición orga-nizada por la Academia con trabajos de sus alumnos. Allí es contemplada por Théophile Gautier y Luis Viardot, literatos franceses que, en publica-ciones posteriores aludirán al cuadro, siempre interesados, como ocurrirá con la mayoría de escritores que sucesivamente visiten la Academia, en descubrir la auténtica identidad de la modelo2 reflejada en el lienzo.

Mientras, los sucesivos aconteci-mientos políticos de nuestro país, con la proclamación de la I República y

la posterior Restauración monárquica como hechos principales, van a crear en la institución un clima de apertura que permitirá contemplar en su totalidad la colección de arte que albergaba, ambas Majas

Las majas, que se encontraron entre las obras en poder de Godoy.

2.- En el número 3 de Pasea por Madrid puede encontrar un articulo titulado ¿Quien fue la modelo de las majas de Goya? en el que se precisa históricamen-te la personalidad de la modelo.

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sin disponer, como El Prado, de un adecuado cuerpo de celadores, por lo que la visita a las Majas, situadas en lo más profundo del centro y donde nunca aparecía copista alguno, dependía en no pocas ocasiones del humor del corres-pondiente dependiente. En definitiva, los lienzos de la institución permanecían totalmente ajenos al público madrileño y a los numerosos visitantes extranje-ros amantes del arte que, tras visitar el Prado, desconocían la existencia de otra gran colección de pintura existente en la ciudad.

Al final, Murillos y Majas ingresarían en nuestro primer museo tras casi dos meses de demora respecto a la citada disposi-ción ministerial, poniéndose fin, así, a la existencia de la última «sala reservada» en nuestras colecciones pictóricas.

tos en su día por los franceses, y las dos Majas desde la Academia al Museo del Prado, donde estarían adecuadamente expuestos. La orden provoca la más enérgica protesta de los académicos, aunque el apoyo a Romanones por las mejores plumas de nuestro periodismo no se haría esperar. Firmas como las de Octavio Picón o Mariano de Cavia, entre otras, no ahorrarían epítetos para la insti-tución de la calle de Alcalá, calificándola de organismo ruinoso, vulgar caserón o tenebroso local donde las obras estaban enterradas.

La Academia, en efecto, con su laberinto de salas y estrechos pasillos, carecía en esos momentos del espa-cio y la luz convenientes para expo-ner adecuadamente los cuadros que contenía. Simplemente los almacenaba

PORTADA

UNA BODA REAL ENSANGRENTADA

PUÑOENROSTRO, UN VASALLO REBELDE

EL DESNUDO Y LAS CÁMARAS SECRETAS

EL MADRID DE RAFAEL FLÓREZ, ALFAQUEQUE

LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

BENEFICENCIA Y CONSTITUCIÓN DE 1812

EL RETIRO PASO A PASO, GUÍA DEL PARQUE

DEBOD, UN TEMPLO EGIPCIO EN MADRID

HEMOS LEÍDO ...

NAVEGACIÓN

EL IMPACTO DE LA CORTE EN MADRID

AUTO DE FE EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID

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EL RETIRO PASO A PASO GUÍA DEL PARQUEISBN 978-84-606-8681-1Formato 24 x 14 cm.258 páginas color couche brilloEncuadernación rusticaPVP librerias 28,01 €

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EL RETIRO PASO A PASO GUÍA DEL PARQUE

OBSEQUIO PARA ASOCIADOS

Luis GarcíaAutor de texto e imágenes

Es una «Guía turístico-cultural» que describe uno a uno, partiendo de un plano interactivo y siguien-do un itinerario prefijado los 50 punto de interés que encontramos en el parque. En cada uno de ellos detallamos, datos del personaje representado, del autor de la obra, fecha en que se creo y alguna anécdota, Como el parque del Retiro tiene una historia que se remonta desde la década 1630 -1640 se completa la guía con seis monografías y una cronolo-gía histórica que comienza en 1460 en el reinado de Enrique IV.

El completo texto, huye de tecnicismos históricos y es semejante a un paseo detallada por un guía turístico.

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EL RETIRO PASO A PASO GUÍA DEL PARQUE

El objetivo de este libro es dar a conocer la historia del Jardín y además describir y resaltar el sig-nificado de casi medio centenar de monumentos conmemorati-vos, de unas veinticinco piezas ornamentales, −fuentes y es-culturas alegóricas− y del mejor museo al aire libre de escultura monumental española de los primeros años del siglo xx. Todo ello en el marco de jardines de diferentes estilos: francés, inglés, madrileño, romántico, la rosale-da, la antigua casa de fieras, la ría de patinar o los jardines de Cecilio Rodríguez.

El libro está dividido en tres secciones:

• Una guía detallada de cada punto de interés, señalados sobre un plano que hemos incluido en la parte interior de la contraportada y en la solapa, para que pueda utilizarse có-modamente sin abrir el libro.

• Una serie de monografías sobre aquellas obras de jardi-nería del parque que obedecen a una misma idea: paisajística, histórica, ornamental ...

• Y por último, una visión muy breve de la cronología de los jardines, que repasa

los avatares más relevantes sucedidos durante los últimos cuatro siglos de su existencia, ya que sobre este tema hay mucho y muy buenos libros publicados y no es objetivo de nuestra obra.

La guía está organizada para que sea usada de una manera activa. Identificadores de color facilitan la relación entre las monografías y los monumentos que se descri-ben siguiendo un itinerario que parte de la salida del Metro en Retiro y recorre ordenadamente todos los puntos de interés del par-que. El uso del plano, con

todos los puntos ordenados, permite tomar de decisiones rápidamente sobre si visitarlo o dejarlo para mejor ocasión. Además, el formato tam-bién permite que el libro nos acompañe durante el paseo sin que su peso nos moleste.

La profusión de más de trescientas fotografías, hacen que la lectura sea muy ligera y fácil incluso sin visitar el parque.

Precio reducido para asociados a nuestra websolicitalo en [email protected]

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PUÑONROSTRO VERSUS SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES

Vista aérea de San Sebastián de los Reyes y Alcobendas. La Dehe-sa Boyal es la zona oscura redon-deada que se ve arriba a la dere-cha. La zona arbolada de abajo es  La Moraleja y la de esquina superior izquierda es el monte de Valdelatas

Texto de Emilio Saavedra Alcalá

Los Reyes Católicos, para favore-cer un mayor poblamiento de los territorios de realengo, es decir, que dependían directamente de la Co-rona, permitieron la fundación de nuevas poblaciones, todo esto y a pesar de la indudable furza politica de los monarcas no era una labor sencilla, en este articulo narramos la oposicion del señorio que con todas sus fuerzas evitaba esta huida de pecheros de su territorio y origen de San Sebastian de los Reyes, un importante municio de la comuni-dad de Madrid.

Autor de: Las Raíces de la Encina, Las Tres Carpe-tas, Razones de Estado, Tumbas Olvidadas.

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Hace poco más de 500 años, a las afueras de Madrid, se vivió una guerra que enfrentó la sed de justicia de unos siervos de la gleba a los valores y prebendas de la clase nobiliaria. Fue la primera rebe-lión villana que terminó con éxito y sin derramamiento de sangre.

LOS ANTECEDENTESDurante el último cuarto

del siglo XV los reinos que componían la actual Espa-ña serían testigos de unos acontecimientos militares, políticos y sociales que harían desaparecer el oscurantismo y gran parte de los valores de la Edad Media para dar paso al advenimiento del Renacimien-to y la Edad Moderna.

Principales artífices de estos cambios serían, por supuesto,

los Reyes Católicos. La joven pareja formada por Isabel y Fernando, depositarios de siglos de intrigas y traiciones, alianzas de conveniencia y guerras intestinas que aso-laron los reinos, llevados por una novedosa visión euro-peísta de la monarquía, se pondrían como meta final de su reinado la unión de los reinos españoles para formar una gran nación capaz de competir con cualquier otra de su entorno.

Durante su reinado fueron muchos los acontecimien-tos militares, tales como la guerra de Sucesión Castella-na, concluida con el tratado de Alcáçovas; las Guerras de Remensas, que dieron esta-bilidad al reino de Aragón, o la contención de la nobleza levantisca usando como ins-trumento a la Santa Herman-dad, y también muchos los cambios políticos como el or-denamiento jurídico salido de las Cortes de Toledo de 1480

Escudo de armas de San Sebastián de los Reyes

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PRAGMÁTICA DE ANU-LACIÓN DEL VASALLAJE

Todo hombre es libre de irse a vivir donde quiera y que sus bienes y raíces pueda llevárselos a su nuevo domicilio, sin que persona alguna pue-da impedírselo, directa o indirectamente, y que si contra esto tenéis dado prohibiciones, ordenanzas o mandamientos deberéis revocarlos y anularlos porque por esta pragmática carta los anulamos.

Medina del Campo,1483 sexto del reinado de Isabel y Fernando.

o el nombramiento de corre-gidores que pusieran freno a los concejos. Sin embargo, no serían esos los acontecimientos que más influirían en la vida del hombre de a pie castella-no-aragonés,; pues hubo otros cambios de índole social y cultural que marcarían a fuego el devenir de la joven nación nacida de la unión de dos rei-nos, la conquista de Granada y la futura anexión de Navarra.

Unos fueron muy positivos como la preocupación por la expansión del castellano, am-parada por la promulgación de la gGramática de Nebrija, o el apoyo al descubrimiento de América; pero otros nos acarrearían graves secuelas y un lastre histórico difícil de explicar como el ciego apoyo a la Inquisición, la expulsión de los judíos o la aniquilación de la cultura nazarí.

Sin embargo, hubo un he-cho que sí cambiaría radical-mente la vida de los vasallos y su concepción de la lealtad y la obediencia debida a su señor natural: la promulgación en 1483 de la pragmática de anu-lación del vasallaje. Con ella se otorgaba al pueblo llano una libertad no conocida desde los tiempos del Imperio Rromano y le permitía abandonar su tie-rra sin el permiso del señor de turno y avecindarse allá donde más le conviniera y, todo sea dicho de paso, acabar de un plumazo con los poderes no-biliario y eclesiástico, basados en los impuestos y el trabajo de esclavitud a que sometían a sus siervos, y de este modo beneficiar a las villas de rea-lengo frente a las de señorío, abadengo o behetrías.

Retrato de la boda del rey Fernando II de Aragón y de la reina Isabel de Castilla.

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YES Es de suponer que la nobleza

y la Iglesia -‒unos mediante la fuerza de las armas y otros con la de la fe‒- pusieran grandes trabas al cumplimiento de unas disposiciones que podrían suponer la despoblación de sus tierras y una fuerte merma en los ingresos. De hecho, existen muy pocos datos que avalen el éxito de la argucia real, a excepción de lo ocurrido en una pequeña aldea llamada Al-cobendas y que, por entonces, pertenecía a don Juan Arias Dávila, señor de Puñonrrostro y a su esposa doña Marina González de Mendoza.

No se sabe a ciencia cierta cuál fue el detonante de los sucesos que acaecieron durante

la primavera de 1488, aunque se da por seguro que fueron motivados por deudas contraí-das por don Juan Arias. Así en la Relación Topográfica man-dada elaborar por Felipe II en 1578 el vecino de San Sebas-tián de los Reyes, Sebastián de Medina, contesta:

… siendo señor de la villa de Alcobendas, don Juan Arias Dávila, tuvo necesidad de que el concejo de la dicha villa de Alcobendas saliese por su fiador de ciertos paños y sedas que sacó fiado de cier-tos mercaderes, y llegando el plazo y no pagando el tal Arias la deuda los mercaderes dieron a executar a el concejo de la dicha villa de Alcoben-das ante la justicia de Madrid.

Otra hipótesis más creíble nos habla de ciertos pagos nos satisfechos al corregidor Rodrigo de Mercado como soborno por prevaricar a su favor, y en contra de la resolu-ción dictada años antes por el juez Montalvo, concediéndole el señorío de vastas tierras pertenecientes al concejo

madrileño y entre las que se encontraban las feraces Dehe-sa Vieja y Dehesa Nueva.

Plaza de la Villa que mantiene esa denomi-nación desde que recibe el titulo de Noble y Leal Villa, de manos de Enrique IV de Castilla (1425-1474). De izquierda a derecha [1] Casa y Torre de los Lujanes (siglo XV); [2] Casa palacio de Cisneros (siglo XVI); [3] Casa de la Villa, sede del ayuntamiento desde 1693.

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LA GESTACIÓN DE SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES

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Sea como fuere, el caso es que cierta mañana los algua-ciles y justicias de Madrid se presentaron en Alcobendas, detuvieron a una decena de los más ricos pastores y em-bargaron todos sus ganados. Los primeros fueron con-ducidos a los calabozos a la espera de juicio y los animales depositados como aval en las corralizas del concejo.

El Concejo de Madrid no tardó en dictar sentencia que condenaba a los forzosos fiadores al pago de una multa de 3.000 maravedís de mar-tiniega por año de ocupación ilegal de las tierras y otros 2.200 por los pastos y la leña. Su incumplimiento acarrearía pena de galeras. Y tan grande debió ser la impotencia y des-esperación sentida por estos

humildes pastores que, sin conocerse con exactitud cómo acaeció, entre ellos comenzó a cobrar fuerza la idea de, en base a la pragmática real de anulación del vasallaje, rene-gar de su obediencia a don Juan Arias y tomar vecindad en la villa de Madrid. Así, de un plumazo desecharían el fantasma de la hambruna que la multa acarrearía sobre sus familias, se librarían de un señor que continuamente les agobiaba con nuevos impues-tos y pasarían a ser súbditos de la Corona y beneficiarios de los ricos pastos y montes que Madrid poseía.

El mismo día que regresaron libres a Alcobendas recogie-ron sus pertenencias y, am-parados en la noche, guiados por Pedro Rodríguez, el Viejo,

las familias de Bartolomé de Bártulo, Martín García, Juan de Guadalix y otros seis más se asentaron, con el bene-plácito del Concejo madrile-ño, en el cerro del Clavel, a apenas un cuarto de legua del centro de Alcobendas, junto a la ermita consagrada a San Sebastián y a pocos metros de la horca que don Juan Arias

había erigido en la zona como insignia y desafío de su poder y justicia. Aquel era un paraje rico en fuentes, ideal para la labranza y el ganado, lindero con la feraces Dehesas Vieja y Nueva −motivo de unas

Dehesa Boyal de San Sebastián de los Reyes conocida con este nombre desde 1493, situada al norte de la zona urbana del municipio.

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disputas que durarían tres siglos− y lo más importan-te: eran tierras madrileñas de las que podrían hacer libre uso y disfrute.

Sin embargo, no pasa-rían muchos días sin que la nueva vida de las diez familias se viera alterada por la ira y sed de ven-ganza de su antiguo amo; pues, enterados los seño-res de Puñonrrostro por sus espías en el concejo de la felonía cometida por los diez siervos, ordena-ron a su lacayo Gil Serra-no que, con una cuadrilla de mesnaderos, asolara e incendiara el asentamiento de bordas y corralizas de estacas, bálago y retama que los fe-lones pastores habían tenido

la osadía de levantar en unas tierras que consideraba suyas por heredad a pesar de no tener ningún documento que lo avalara.

Amparados en la noche, los esbirros de Arias atacaron el asentamiento incendiando todo lo construido, robando los ganados y, por orden de

su señor, capturando al mayor número de poblado-res, pues era su intención juzgarlos y ahorcarlos pos-teriormente en el patíbulo izado junto a la ermita. Pero, a pesar de la sorpre-sa y violencia del ataque, varias familias pudieron escapar a través del frondo-so matorral de la dehesa y esconderse para ser testigos de cómo sus vecinos eran maniatados y conducidos a Alcobendas.

Al amanecer, vagando sin rumbo fijo y sin saber qué determinación tomar,

hicieron un alto en el puente llamado Viveros con tan bue-na fortuna que coincidieron con la comitiva del rey Fer-nando que se dirigía de Alcalá

CÉDULA FUNDACIONAL DE SAN SEBASTIAN DE LOS REYES. (Custodiada en el archivo de Simancas)

El Rey e la Reyna. Concejo, corregidor, alcaldes, alguaziles e regidores, vasallos, escuderos e infantes e homes buenos de la villa de Madriz.

E ya sabéis como el lugar de San Sebastián de los Reyes, tierra e jurisdicción desa villa, se puebla agora nuevamente e porque como véis es justo que sean favorecidos e ayudados e bien tratados porque se pueble de más vecinos, por ende Nos os mandamos que los ayudéis, favorezcáis e miréis mucho por ellos e no consintáis ni deis lugar a que sean maltratados ni que reciban agravio ni injusto porque así cumpliréis nuestro mandato.

Dada en la villa de Tordesillas a nueve días andados del mes de mayo del año del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo del mil e cuatrocien-tos e noventa e cuatro. Yo el Rey, yo la Reyna; por el mandato del Rey e la Reyna, Juan de la Parra.

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de Henares a visitar su muy apreciada villa de Madrid. Interesado y conmovido don Fernando por las desdichas de sus nuevos vasallos ordenó a sus mesnaderos destruir la horca de los Arias, liberar a los presos llevados a Alcoben-das y mandó a los pastores regresar y reconstruir sus chozas pues, desde aquel día, contarían con el favor real. Se piensa que fue entonces

de Madrid por los sansebas-tianenses que, en vista de la inoperancia y desidia de sus regidores, decidieron acudir personalmente a la Corte y solicitar de sus valedores una carta fundacional que los pro-tegiera de tanto desafuero.

La tradición siempre ha defendido, aunque no se ha hallado el documento, que los reyes emitieron dicha carta un dos de mayo de 1492 (fecha oficial de la fundación de San Sebastián de los Reyes), aun-que la única existente en el ar-chivo de Simancas esté fecha-da en 1494. Sea como fuere, existen documentos que nos indican que, avalados por los monarcas y bajo la protección del Concejo de Madrid, el 23 de agosto de 1492 treinta y

cuando la pequeña puebla pasó a llamarse San Sebastián de los Reyes.

UNOS DIFÍCILES COMIENZOS

Los nuevos sansebastia-nenses, con el fiero señor de Puñonrrostro posiblemente ocupado en medrar en las guerras de Granada, pasarían cuatro años de relativa tran-quilidad solo preocupados por

pequeños roces con sus an-tiguos vecinos, por engordar sus ganados y por labrar las tierras cedidas por el Concejo de Madrid.

Sin embargo, acabada la conquista de Granada y con don Juan de vuelta en su pa-lacio de Torrejón de Velasco, los altercados comenzaron a ser el pan nuestro de cada día. Casi a diario esbirros y alcobendenses parciales del Arias atacaban a labriegos de San Sebastián, robaban cabe-zas de ganado o arrancaban vides con el único propósito de desmoralizar a sus pobla-dores y hacerlos regresar a Alcobendas con «el rabo en-tre las piernas». Fueron meses de innumerables denuncias y pleitos llevados al Concejo

Iglesia de San Sebastián Mártir (1508) con importantes remodela-ciones y ampliaciones posteriores.

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un nuevos vecinos de Alco-bendas solicitan avecindarse en Madrid para trasladarse a vivir a San Sebastián. Madrid accede, haciéndoles firmar un contrato por diez años, y les asigna parcelas para sus fami-lias y ganado así como ejidos, viñedos y tierras de pan llevar.

Las malas nuevas no tarda-rían en llegar a oídos de los Arias y, saltándose los man-datos reales, esta vez es la esposa, doña Marina Gonzá-lez de Mendoza la que emite un pregón que reza:

A mis oídos han llegado las malas nuevas de otros

vecinos que, con diabólica osadía, han abandonado mi señorío para avecindarse y rentar en la villa de Madrid, y fundar casa en los aledaños de la ermita del santo Sebas-tián. Y que andan alboro-tando, haciendo cimientos, huertas y tapiales en tierras que ha mucho tiempo perte-necen a mi familia y que por mi esposo andan reclamadas. Tales cosas son desafueros contra mi familia y no pue-den ni deben hacerse por las siguientes razones:

Porque es servicio contra mi familia y nuestros amados

reyes y señores; porque mis derechos están avalados por Sus Altezas y sus antepa-sados y porque dañan mi hacienda y procuran las pér-didas de mis rentas. Y, por todo lo dicho, os envío esta letra queriéndolo remediar con la justicia que me avala y, por ende, ordeno y requie-ro que ninguno de mis vasa-llos osen fabricar ni casas, ni pozos, ni huertas, ni tapiales, ni cercados, ni edificio algu-no sin mi especial licencia dada. Y mando y ordeno que, si alguna construcción fuese hecha, sea derribada hasta su anterior estado; y que aquellos que escan-dalicen, alboroten u obren contra mi persona y la del mi esposo sean condenados a perder los bienes y haciendas que posean en esta mi villa de Alcobendas, los cuales yo tomaré para mi familia.

Castillo de Torrejón de Velasco cons-truido sobre una fortaleza del siglo XII por Gutiérrez Gómez de Toledo y que en 1465 fue conquistado por D. Pedro Arias.

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La amenazadora carta no obtuvo el resultado esperado y pasados unos días, al ano-checer del 28 de septiembre, el fiel Gil Serrano, acompa-ñado por una quincena de jinetes mercenarios armados de espadas y teas, atacaba de nuevo la joven puebla. Con gran vocerío comenzaron a derribar los mojones que el comendador Ledeña había ordenado instalar semanas antes y a prender fuego a ca-sas, graneros y corralizas. En apenas unos minutos varias chozas de retama, y otras que eran de adobe de los primeros fundadores, ardían por los cuatro costados, produciendo la espantada de los animales de labor y otros de corral que no habían muerto abrasados. Desde la plaza de Alcobendas

podía oírse el maremágnum de relinchos, blasfemias, in-sultos cargados de impotencia y llantos de mujeres y niños; pero, pasados los primeros momentos de desconcierto, esta vez la población supo plantar cara al agresor y los más osados, rabiosos y en-demoniados por sufrir tantos abusos, se abalanzaron sobre los atacantes, cortaron las riendas de algunos caballos, consiguiendo que sus jinetes cayeran al suelo, y les propi-naron todo tipo de patadas y estacazos. Por suerte la batalla acabó pronto con la huída de los agresores que dieron por bueno los daños producidos. Entre ambos bandos conten-dientes hubo muchos lacera-dos, pero ningún muerto.

El origen de Alcobendas se ignora. ¿Romano…, visigótico…, sarraceno…? Tal vez la clave estuviera en los documentos que, en el año cuarenta, el consistorio vendió al peso para comprar una mesa escritorio. Nunca se sabrá.

Deberemos trasladarnos a los tiempos de Enrique II para hallar un documento en el que el rey cede la villa a D. Pedro González de Mendoza. Posteriormente, su nieto, el famoso marqués de Santillana, se la cambiaría al conde de Gelves por la villa de Torija. Desde enton-ces Alcobendas pasaría por distintas manos antes de aparecer en los documentos como mayorazgo de D. Diego Arias Dávila, padre de don Juan.

Hasta mediados del siglo XIX Alcobendas no dispuso de tierras propias (el municipio acababa en el tapial de la última casa) y por eso siempre dependió del alquiler de ejidos y dehesas a la villa de Madrid. Históricamente siempre hubo conflictos entre ambas villas por el uso de determinadas tierras, famosas por su feracidad, que la familia Arias reclamaba con insistencia aduciendo ciertas permutas y herencias rea-lizadas con la familia de los Mendoza; acuerdos que nunca pudieron ser demostrados con escrituras ni testamentos.

Y tuvo que ser el juez Montalvo quien, en su sentencia emitida en 1454, resolviera el conflicto a favor de Madrid; resolución que nunca fue respetada por la familia Arias y mucho menos cuando gran parte de las tierras en litigio fueron donadas al nuevo municipio de San Sebastián de los reyes.

Los pleitos durarían hasta las postrimerías del siglo XVIII.

ALCOBENDAS, LOS ARIAS Y EL PLEITO POR LAS DEHESAS

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Esa misma noche Pedro Rodríguez, El Viejo, partió para Madrid y, tras relatar lo sucedido a las autoridades, reclamó al concejo, bajo amenaza de denuncia, la justicia prometida en la carta fundacional emitida por los Reyes Católicos. No tardó en formarse una patrulla de alguaciles y mesnaderos de Fuencarral armados de espa-da, pica y rodela que, bajo el mando del comendador Amo-rós, partieron hacia Alcoben-das con la intención de sitiarla y no abandonar el lugar hasta prender a Gil Serrano y a todos sus secuaces.

Nada consiguió la patrulla del comendador Amorós, pues los culpables habían huido, y el delito quedó sin

castigo; no obstante aquel hecho sirvió para que entre las gentes de San Sebastián ger-minara la idea de la necesidad de tener un concejo propio que pudiera detener malhe-chores y dictar sentencias. Y no debió costarles mucho obtener ese favor del Concejo Madrileño, harto de tantas desavenencias que nada le favorecían, pues unos meses después, el 11 de enero de 1493, se constituía el primer consistorio sansebastianense con Pedro García de Retamo y Diego Fernández de Guadalix como primeros alcaldes. El día anterior, desde muy tem-prano, los ediles madrileños Juan de Linares y Diego de Vargas concedían definitiva-mente y mandaban amojonar para las gentes del lugar las

tierras de la Dehesa Vieja, la Dehesa Boyal, las Hoyas del Cerro y otros ejidos y tierras de pastoreo y labrantío que por generaciones habían sido arrendadas a Madrid por las gentes de Alcobendas y que don Juan Arias consideraba de su propiedad.

Calle madrileña entre la calle de san Justo y la plaza del Conde de Miranda donde estuvieron las casas de este condado, lógicamen-te mucho después de los hechos que narramos en el articulo ya que Pedro Arias no era conde en su época que desobedeciera el man-dato de los Reyes Católicos

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Aquello no debió agradar en absoluto a los señores de Puñonrrostro y de nada sirvie-ron la orden de destierro del Reino de Toledo dictada por los reyes contra don Juan, que las tierras donadas estuvieran legalmente registradas a nom-bre de San Sebastián de los Reyes o que la familia Arias, con gran menoscabo de su hacienda, perdiera todos las demandas de indemnización interpuestas contra ellos; pues siguieron pagando a gentes que periódicamente asolaban las tierras, mataban ganados o agredían a los pastores y la-bradores de la nueva puebla.

Tanta insistencia en buscar la ruina de los sansebas-tianenses por parte de la familia Arias estuvo a punto

de obtener su fruto y hubo momentos en los que muchos de sus habitantes claudicaron y volvieron a Alcobendas, pero otros pocos se mantu-vieron firmes y, a pesar de las hambrunas producidas por la quema de las cosechas y la matanza de ganados, las agresiones a los labradores y las amenazas de muerte, su-pieron mantener viva la pue-bla y resistir en sus cabañas.

Pero, para ser fieles con la historia, hay que decir que también hubo una época en la que los sansebastianenses se cansaron de poner las dos mejillas y decidieron tomar-se la justicia por su mano buscando resarcimiento allí donde eran ignorados por los ediles madrileños. Fue

la llamada «Guerra de los Cerdos».

Y fue tanta la ruina pro-vocada por los continuos robos que uno y otro pueblo se realizaban mutuamente que el Concejo madrileño, alarmado por tan gran nú-mero de denuncias, decidió intervenir y dictar sentencia de obligado cumplimiento por ambas partes. Una fría mañana, reunidas las gen-tes en la tierra de nadie que separaba ambos pueblos, se procedió a la devolución de todo tipo de aperos, utensi-lios y ganado robado unos a otros durante meses. Fue un día de buenas intenciones, pero solo eso; pues, aunque las agresiones por parte de San Sebastián finalizaron, los

El Condado de Puñon-rrostro fue concedido por Juana I de Castilla el 24 de abril de 1523 a Juan Arias Dávila, IV señor de Puñon-rostro, en recompensa a sus servicios como capitán en la Guerra de las Comuni-dades de Castilla en favor de Carlos I de España. El 29 de noviembre de 1726, Felipe V le concedió la Grandeza de España. Su actual propietario es Manuel Arias-Dávila y Balmaseda, que ocupa el décimo quinto lugar en la sucesión del titulo.

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Arias siguieron pagando a sus parciales alcobendenses por las quemas de tierras y matanza de ganados realiza-dos a partir de entonces.

Las siguientes disputas entre Ddon Juan Arias y el nuevo concejo de San Sebastián siguieron dirimién-

dose entre los tribunales, los caminos y las encinas de las dehesas. Y, a pesar de todo, hubo tan solo un momento en el que los habitantes de la joven puebla sintieron que iban a ser derrotados después de tantos sacrificios. La reina Isabel había muerto, aunque el cardenal Cisneros había re-

cogido el testigo protector de la pequeña aldea, y ahora, en octubre de 1506, el rey partía para su reino de Aragón de-jando el gobierno de Castilla en manos de su enajenada hija y su ambicioso marido.

No tardaron los Arias en aprovechar la ocasión y man-daron nuevamente a Alco-bendas a su fiel Gil Serrano a soliviantar los ánimos de los vecinos más empobreci-dos por no poder hacer uso de unas tierras que, durante generaciones, les habían abastecido de leña, caza, pasto y trigo y ahora perte-necían de pleno derecho al pueblo vecino. Y una mañana los sansebastianenses, con el corazón en un puño, pudieron ver cóomo una multitud enar-decida y envalentonada por el

vino, al grito de «¡Ya no hay reina ni rey que os valga!, ¡no hay otro rey en esta tierra que don Juan Arias!» Y «¡Que-memos San Sebastián!», se dirigía hacia ellos armados de estacas y teas.

Muchos sansebastianenses, repitiendo la historia, huyeron por los montes, pero otros se aprestaron a la defensa y con-siguieron que los asaltantes no penetraran en el poblado. Sin embargo no pudieron evi-tar que muchas de sus tierras fueran incendiadas, viñedos arrancados y reses muertas o robadas. Fue el último acto violento de gran magnitud re-gistrado entre ambos pueblos.

Pasaron los años entre pequeños robos, algunas pedradas a labradores y

Testamento de Isabel la Catolica de Rosales duran-te su estancia en Roma representó el momento en que la Reina dicta su testamento en Medina del Campo el 12 de octubre de 1504.

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muchas denuncias. En Espa-ña hubo una guerra civil y, aunque no existen documen-tos, es de suponer que dada la relación entre San Sebas-tián de los Reyes y Madrid la primera también tomara parte por las Comunidades. Por supuesto, la familia Arias y Alcobendas se alinearon en el bando contrario, junto al emperador Carlos; una decisión que le valió a don Juan el título de conde de Puñonrrostro.

Estamos en 1532. Doña Marina ha muerto y don Juan es un anciano decrépito que, aunque no las fuerzas, aún conserva afilados los colmillos. Es la hora de pasar el testigo a su hijo Pedro.

Pedro Arias Dávila, el único hijo vivo de doña Marina, era un hombre cerebral, frío y calculador. Y había heredado de sus padres el convenci-miento de estar tocado de la mano de Dios para gobernar a los vasallos, el desprecio por el villanaje y, sobre todo, el odio visceral hacia aquellos pastores y sus descendientes que osaran cuarenta años atrás rebelarse contra el lícito poder de su familia.

De nada valía ya la violen-cia y, junto al cura párroco de Alcobendas, decide acusar a las gentes de San Sebastián de quedarse con los diezmos de la Iglesia que correspon-dían a Alcobendas y algún que otro pecado contra la fe. Para ello nada mejor que

recurrir a la Inquisición por medio de un gran amigo de la familia: don Francisco de Céspedes, abad de Santa María de los Huertos y juez inquisidor.

Representa un episodio de la vida del carde-nal Cisneros, a poco de asumir la regencia de Castilla tras la muerte de Fernando el Cató-lico en 1516. La alta nobleza castellana, de forma insolente, cuestionaron su legitimidad para asumir este importante cargo, como única respuesta, el prelado les conduce frente a un balcón mostrándoles las tropas acampadas frente a su residencia diciendoles «Señores, éstos son mis poderes».

Estos son mis poderes oleo de Víctor Manzano y Mejorada.

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La trama que, en un principio, acusó a Fran-cisco de Bártulo –alcalde por entonces− estuvo a punto de tener éxito, pero encontró su princi-pal escollo en la esposa de este, Francisca, cuyo tesón y empecinamiento consiguieron que fueran retiradas unas denuncias que, por ridículas, no se tenían en pie; y eso que Pedro Arias le había prometido todo tipo de dádivas si accedía a volver a Alcobendas y convencía

a sus vecinos de hacer lo mismo.

Hoy San Sebastián de los reyes es una ciudad que convive en completa armonía con su vecina Alcobendas. Ya se han ol-vidado unas rencillas que volvieron locos a los tri-bunales madrileños hasta bien entrado el siglo XVIII y aquellas peleas a pedra-das entre los chiquillos de ambas poblaciones que perduraron hasta los años 60 de la pasada centuria.

BIBLIOGRAFÍA

Historia de San Se-bastián de los Reyes de Isidoro Rodríguez

Las Raíces de la Encina de Emilio Saavedra

Historia de la villa de Alcobendas de Julián Caballero

Crónica de San Se-bastián de los Reyes de Laureano Montero

San Sebastián de los Reyes de Leopoldo Jime-no y Maté

PORTADA

UNA BODA REAL ENSANGRENTADA

PUÑOENROSTRO, UN VASALLO REBELDE

EL DESNUDO Y LAS CÁMARAS SECRETAS

EL MADRID DE RAFAEL FLÓREZ, ALFAQUEQUE

LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

BENEFICENCIA Y CONSTITUCIÓN DE 1812

EL RETIRO PASO A PASO, GUÍA DEL PARQUE

DEBOD, UN TEMPLO EGIPCIO EN MADRID

HEMOS LEÍDO ...

NAVEGACIÓN

EL IMPACTO DE LA CORTE EN MADRID

AUTO DE FE EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID

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AUTORCarlos Jiménez Escolano nació en Madrid el 8 de Mayo de 1949. Realizó estudios de Medicina en la Universidad Complutense, licenciándose en Julio de 1976, y especializándose en Traumatología y Cirugía Ortopédica, doctor Cum Laude en Historia de la Medicina., autor de Un país ingobernable, A través de eterna burbuja, La palabra del simio, El Niño de la luz.

Este libro, no es, y no pretende serlo, un texto de historia, sino el testimo-nio de un juglar que tras glosar su cantar de gesta, saluda humildemente al respetable auditorio y se aleja con su mandolina, a la espera de que otras gentes tengan a bien escuchar sus historias en cualquier otro lugar; historias de otros hombres, de otras tierras y otras épocas.Por otro lado, la narración vendrá adornada con las efemérides de cada momen-

to, relacionando los episo-dios que tienen lugar en el occidente de la península Ibérica con aquellos otros que les son coetáneos perte-necientes a otras gentes del universo conocido. De esta forma se le facilita al lector la identificación y coordi-nación de fechas, aconteci-mientos, lugares y persona-jes, que compartieron con el pueblo portugués tiempo, lugar y anhelos.

El juglar marchó…¡Y Portugal, soltó amarras!.

... Y PORTUGAL SOLTÓ AMARRAS

Formato 15x21cm, Páginas 133ISBN 978-84-617-3316-3Edita: autoedicionesLibrería Felipa Calle Pilar de Zaragoza, 37 (Madrid) . Telf.: 91 355964

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Se nos presenta Portugal, para la mayoría de espa-ñoles, como un pedazo de nuestra casa, que sin saber bien porqué se encuentra mas allá de nuestras fron-teras. En este puñado de páginas se extractan los motivos de los lazos comunes de nuestra historia antigua, hasta la debacle de la llegada de los árabes a nuestra península. La lucha mancomunada para la recuperación de las fronteras geográficas que manteníamos en la época visigoda, que junto a las dis-putas familiares por motivos de legados testamentarios,

dieron lugar a la transforma-ción de la península Ibérica en un puzle de pequeñas pie-zas, de iguales sentimiento e identidades, pero de difícil encaje entre sí. Después las mínimas diferencias que se marca-ron a causa de la común epopeya descubridora de tierras lejanas por todos los océanos –incluyendo los desconocidos y peli-gros– nos llevaron a unos, a descubrimientos por las costas del nuevo continen-te americano, a otros a las aventuras de bordear las costas africanas y descu-brir las tierras bañadas

por el océano Índico, sin olvidar el punto común de coincidencia expediciona-ria que se solucionó con el Tratado de Tordesillas.

El hermanamiento de las tierras peninsulares, que se dio desde el reinado de Felipe II hasta el de su nieto Felipe IV, nos permi-tió medir unidos nuestras espadas roperas contra las katanas samurais, en la defensa de los intere-ses comerciales lusos, en los puertos de la India y el lejano oriente, ya que nuestro ejército aportó la protección de los navíos en las travesías comerciales

entre Macao y Manila y con la implantación a partir de 1565 del «Ga-león de Manila» gracias al descubrimiento del «Tornaviaje» por el ma-rinero y fraile español Andrés de Urdaneta.

Desde que el Conde Duque de Olivares es derrotado en la batalla de las Líneas de Elvas , al ser incapaz de conseguir un ejército que pudiera vencer al pretendiente a rey de Portugal, duque de Braganza el 14 de enero de 1659 los lazos entre ambos países se separan definitivamente.

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LA CONSTITUCIÓN DE 1812: ¿CARIDAD CRISTIANA O BENEFICENCIA PÚBLICA?

En enero de 1794 durante el rei-nado de Carlos IV, se promulgó un Real Decreto en el que se disponía:

Previniendo que nunca puede ser-vir de nota de infamia la cualidad de expósito, en cuyo concepto se previene que las justicias castiguen como injuria y ofensa, a cualquie-ra persona que llame á expósito alguno con los nombres de borde, ilegítimo, bastardo, espúreo, etc., y que además de hacerle retractar jurídicamente, se le imponga una multa proporcionada a las circuns-tancias ...

La promulgación de la Constitución de 1812, obra de Salvador Viniegra (Museo de las Cortes de Cádiz).

Texto y selección de imágenes deAmadeo Sánchez Ceballos

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Podemos pensar que en esta disposición hay una intención del monarca de velar por los derechos y el honor de la infancia desvalida, pero nada más lejos de la realidad puesto que, si continuamos leyendo el Real De-creto vemos en el mismo una clara decisión de proteger a las posibles

élites del reino, puesto que se matiza: «Que no se imponga á ningún expósito penas infamantes, sino aquellas que en iguales delitos se aplican á personas privilegiadas, pues pudiendo suceder que el expósito castigado pertenezca á familia ilustre, es la real voluntad que se esté á lo mas benigno.»

El pueblo bajo −la mayor parte de la población− se veía en manos de la caridad dispensada por la Iglesia católica y por fundaciones de la nobleza y alta burguesía: la caridad cristiana y privada. Los mendigos válidos y los que eran considerados como va-gos podían acabar incorpora-dos al servicio de lanzas o a la

marina. Al doblar el final del siglo XVIII y principios del XIX, la Iglesia española aún man-tenía una situación fuerte, con hondas raíces populares y con plena conciencia del lugar de privilegio que ocupaba en la sociedad, a pesar de las desamortizaciones iniciadas por Godoy en 1798, más enfocadas a nutrir las arcas

reales por el déficit que las continuas guerras había pro-vocado que en solventar los problemas sociales que tenía la nación. A actividades como el culto y la enseñanza, con la indudable influencia que ambas tienen sobre la menta-lidad de los españoles, se une la caridad, vía asistencia social u hospitalaria.

Bartolomé Esteban Murillo, San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres, Real Academia de San Fernando, Madrid.

La caridad cristiana se conside-raba un mandato de Cristo, y supone una exigencia ineludible para todo cristiano si desea ser considerado tal. En el significado expreso se magnifica el hecho de dar sin esperar recompensa, por el solo hecho de brindar amor, sintiéndonos felices con la dicha ajena, por el amor a Dios.

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El tránsito del Antiguo Ré-gimen al liberalismo vendría a significar profundos cambios en la protección y asistencia de los necesitados, que el Estado asumirá como una res-ponsabilidad propia mientras la Iglesia ve como es desplaza-da, al menos oficialmente, de la labor que ha venido practi-cando de forma secular y que incluso el culto es restringido y, en algunas épocas, hasta dificultado.

No obstante, la implanta-ción de la nueva filosofía y la separación de la Iglesia no sería total, ya que se busca la colaboración de la misma y de los fieles a través de agrupa-ciones como la Real Asocia-ción de Caridad, que, como se hace constar en la Gaceta

de Madrid del cuatro de abril de 1810, es creada para:

...el consuelo de la afligida naturaleza [poniendo] de acuerdo la religión y las luces para compadecer y aliviar las cadenas que arrastraban inútilmente tantos seres desgraciados, perdidos para sí mismos, malogrados en un todo para la sociedad.

Estas asociaciones ejercerán su labor humanitaria tanto en los hospitales como en las cárceles, ya que en aquellos se tiene conciencia de los con-tagios de enfermedades aún más graves que las que han provocado el internamiento; y en estas, la evidente falta de instrucción, tanto cívica como religiosa, convierte a los internos en presas fáciles para

En la imagen la re-creación del regreso de Fernando VII después del exilio cuando, al paso por algunas poblaciones espa-ñolas, la multitud sustituía a las caballerías y arrastra-ba el coche del monarca al grito de «¡Vivan las cae-nas!», lema acuñado por los absolutistas españoles en 1814. Se pretendía justi-ficar con ello la decisión del rey de ignorar la Cons-titución de 1812 y el resto de la obra legislativa de las Cortes de Cádiz.

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no sólo para la nación, sino también para todo español.

De esta manera, la bene-ficencia era encargada a los poderes públicos en cuanto a sus centros asistenciales, se-gún se disponía en el Artículo 321- 6º:

Deben cuidar los ayunta-mientos de los hospitales, hospicios, casas de expósitos y demás establecimientos de beneficencia, bajo las reglas que se prescriben.

Asimismo, el artículo 335 encomendaba a las Diputacio-nes Provinciales la responsabi-lidad de

pobres a la imagen que una naciente sociedad liberal tiene del papel que cada individuo juega en la misma: utilidad para el bien de la república. La Constitución de 1812 ya destaca en su artículo 6º los

sistema asistencial y sanitario que se aparta de los criterios imperantes hasta ese momen-to de la caridad cristiana para ir al socorro material, sí, pero sin olvidar la necesidad de adaptar la vida y ayuda de los

el aprendizaje de todo tipo de maldades para los más ino-centes y para consumarse en el crimen los más malvados; solo se conseguirá su rehabili-tación con.

... la doctrina consoladora de la religión que se destilaba en su animo afligido, y que se oye mejor en el infor-tunio de las prosperidades humanas.

Las Cortes de Cádiz llevan a cabo una profunda reestruc-turación política, económica y social del Estado, del asenti-miento de la soberanía nacio-nal, de la división de poderes, de los derechos individuales y de los derechos políticos de las Cortes soberanas, que contempla, en la línea del pensamiento liberal, un

Religiosos fusilados por los france-ses en 1812. Grabado de Miguel Gamborino.

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del General Elío, el regreso del rey fue seguido de la disolución de las Cortes, represión sobre los liberales, abolición de la Constitución de 1812, anulación de toda la legislación que había naci-do de la misma y la vuelta a un absolutismo que significó un retroceso político y social en los avances conseguidos. La Beneficencia vuelve, casi de forma absoluta, a la situa-ción anterior: fundaciones privadas, miembros relevan-tes de la nobleza y la caridad dispensada por la Iglesia. Los recursos económicos aporta-dos por la Administración son casi inexistentes y encamina-dos más hacia la educación a través de las Escuelas Reales y los Hospitales que existían en algunas ciudades.

en general, y, cómo no, de las instituciones y los centros benéficos, provocando que el poder público dejase de lado la atención benéfica, acción agravada por el desorden ad-ministrativo generado durante y después de la guerra.

La firma en 1813 del Tratado de Valençay con Napoleón, abrió el camino del regreso de Fernando VII a España, una España en la que pugnaban con afianzarse unos principios políticos y sociales contrarios al absolu-tismo del antiguo régimen. Con el apoyo de un grupo de Diputados y, especialmente

Este mandato no se llevó a la práctica al verse entorpeci-do e imposibilitado el normal desarrollo político por la gue-rra contra los franceses (1808-1814), que significó una devastación de la economía

... cuidar de que los esta-blecimientos piadosos y de beneficencia llenen su respectivo objeto, proponien-do al Gobierno las reglas que estimen conducentes para la reforma de los abusos que observaren.

Mendigos en la puerta de un templo. Grabado de Gustavo Dore.

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titución de 1812 se plasma en la Ley General de Benefi-cencia de 1822, que vendría a definir el proyecto completo de la beneficencia pública, siendo responsabilidad de la Administración del Reino, en sus distintos niveles, su puesta en marcha y financiación, siendo perfectamente cons-ciente de la precariedad de

nel Rafael del Riego, al frente de un batallón acantonado en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) presto para embarcar hacia América, al declarar vigente el día uno de enero de 1820 la Constitución de 1812. Un amedrentado Fer-nando VII jura la Constitución el nueve de marzo de 1820. Así, lo dispuesto en la Cons-

amor de todos los españoles desde que pisó el suelo del reino, para dicha de España. No son estas decisiones las que harán pasar a Fernando VII como un monarca preo-cupado por el bienestar de los súbditos, colocado en un trono que no merecía y rodea-do de un gobierno defensor de una situación social de privilegios para las clases altas y la Iglesia.

Es durante el Trienio Liberal (1820-1823) cuando la Bene-ficencia adquiere un concepto de pública, y de derecho para todas las personas. El pro-nunciamiento liberal triunfó, apoyado por fuerzas políticas, manifestaciones del pueblo y, de forma rocambolesca, por la iniciativa del Teniente Coro-

El absolutista Fernando VII se siente magnánimo, como hace constar en el Real Decre-to de nueve de noviembre de 1819, señalando como

«un rasgo de mi Real piedad el dia venturoso en que doy á los españoles una tierna Madre en mi muy querida esposa a la Reina […]»

Esta y otras del mismo tenor son las actuaciones del rey en los asuntos de beneficencia: nombrar a la reina, María Josefa Amalia de Sajonia, Protectora de todas las institu-ciones de beneficencia regidas por mujeres, declarando que se justifica esta decisión ante las muestras de la Reina de su ardiente caridad y preclaras virtudes, que, evidentemente, la han llevado a granjearse el

Jura de la Consti-tución de 1820 por Fernando VII.

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determinar la creación de una Junta Municipal de Beneficen-cia en cada pueblo que deberá entender en todos los asuntos de este ramo, auxiliando a su respectivo Ayuntamiento. Así, serán estas Juntas Municipales la piedra angular sobre la que se sustentará todo el edificio de la beneficencia pública. La Ley de 1822 significa el reconocimiento de la digni-dad y respeto para todos los necesitados y la necesaria –y práctica− colaboración entre el poder público y las institu-ciones religiosas, tal y como se determina en el artículo 14: «Las Juntas Municipales preferirán, en lo posible, las Hermanas de la Caridad para desempeñar todos los cargos de beneficencia que les estén encomendados, especialmente en la dirección de las casas de

de la forma más urgente la precaria situación de la be-neficencia, los Jefes políticos quedan autorizados a disponer del 10 % de los presupuestos que acababan de otorgarse para la reparación de caminos y construcción de nuevas vías de comunicación.

Con esta información se pro-mulga la Ley de 23 de enero de 1822, también conocida como Decreto de las Cortes de 27 de diciembre de 1821, y el Reglamento General de Beneficencia Pública de 6 de febrero de 1822. Posiblemen-te, el aspecto más importante de esta Ley sea la municipa-lización de la beneficencia, que ya recogía el apartado 6º del artículo 321 de la Cons-titución, pero que se resalta en el artículo 1º de la Ley al

Se fija un sistema que per-mita garantizar la estabilidad de la beneficencia pública, se realiza un censo absoluto e individualizado de todos los centros, de sus recursos y es-tado en el que se encuentran, para hacer más efectivas las medidas que se arbitren. Igual-mente se debe hacer constar si en el establecimiento hay instalados talleres o industrias y si se da algún tipo de instruc-ción y educación a los internos Esta información será remitida por los «Gefes políticos de las provincias, de las diputaciones provinciales y ayuntamientos de los pueblos.» Como medi-da de choque y para atender

las instituciones benéficas que habían venido funcionando, de la dislocación de la econo-mía española provocada por las guerras, tanto contra la Francia napoleónica como con la colonias americanas por su independencia.

Grupo de mendigos, óleo de Giaco-mo Antonio Melchiorre Ceruti, fon-dos del museo Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museu Nacional d’Art de Catalunya.

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Previene la Ley, igualmen-te, la separación entre las mujeres de acuerdo con su condición y circunstancia de su preñez así como sobre la obligatoriedad de observar el secreto más inviolable en rela-ción a las refugiadas, quedan-do absolutamente prohibido las preguntas e interrogatorios sobre la vida privada de las mismas, con amenaza de despido de los empleados que incumplan estas normas. Las internas quedarán protegidas igualmente ante la justicia porque su estancia en las ca-sas de maternidad no puede considerar una prueba legal contra ellas. A la vez, estas casas buscan otro objetivo: servir de escuela de obstetri-cia a las jóvenes que deseen formarse profesionalmente en

de las embarazadas y madres paridas, siendo admitidas en él todas las mujeres que habien-do parido ilegítimamente, precisen de este socorro; un segundo para la lactancia de los niños y, un tercero, para tener a éstos hasta cumplir la edad de seis años.

lidad y socorros domiciliarios. Y es el desarrollo de este título el que nos dice que el objetivo de las casas de maternidad es evitar los infanticidios y salvar el honor de las madres. Por tanto, contarán con tres departamentos diferenciados y separados: uno para refugio

maternidad, y en la asistencia de los enfermos de ambos sexos en los hospitales.» Igual-mente, en la nueva norma se reconoce la posible permanen-cia de las distintas organizacio-nes de caridad, tanto privadas como religiosas que se habían distinguido por su labor en el periodo anterior, desaparecien-do las anteriores Junta General de Sanidad y las Diputaciones de Barrio.

El Título III de la Ley da la verdadera dimensión de la misma al especificar cuáles son los centros que quedan bajo la dirección y vigilancia de las Juntas Municipales de Beneficencia: las casas de maternidad, las de socorro, los hospitales de enfermos, con-valecientes y locos y la hospita-

Pareja de mendigos, oleo sobre lienzo de Georges de La Tour.

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todas las Leyes, decretos y reglamentos aprobados durante el Trienio Liberal y, entre ellos, la Ley General de Beneficencia que, casi sin tiempo para su puesta en marcha, significaba un claro avance en la benefi-cencia y sanidad españolas, y más si consideramos que fue promulgada treinta años antes de establecerse la asistencia domiciliaria en París. Habría que esperar a la muerte de Fernando VII para avanzar nuevamente en la atención a los desfa-vorecidos pero eso… eso es otra historia.

a cambio de beneficios políticos y económicos derivados del comercio con las colonias america-nas dan como resultado la invasión de España por un ejército francés integra-do por más de noventa y cinco mil soldados (los cien mil hijos de san Luis) que, mandado por el duque de Angulema, cruzan el Bidasoa el siete de abril de 1823. En el mes de octubre del mismo año Fernando VII sería repuesto como monarca absoluto. La vuelta al absolutismo provoca la anulación de

esa actividad, de tal mane-ra que, pasado un deter-minado tiempo, ninguna mujer podrá realizar esa labor si previamente no ha pasado por la escuela y obtenido el correspon-diente título.

Demasiado constitu-cionalismo y medidas muy revolucionarias que preocupan a los países que integraban la Santa Alianza (Austria, Rusia, Prusia y Francia); las conti-nuas peticiones de ayuda de Fernando VII a su tío, Luis XVIII, rey de Francia,

PORTADA

UNA BODA REAL ENSANGRENTADA

PUÑOENROSTRO, UN VASALLO REBELDE

EL DESNUDO Y LAS CÁMARAS SECRETAS

EL MADRID DE RAFAEL FLÓREZ, ALFAQUEQUE

LA CRUZ DE PUERTA CERRADA

BENEFICENCIA Y CONSTITUCIÓN DE 1812

EL RETIRO PASO A PASO, GUÍA DEL PARQUE

DEBOD, UN TEMPLO EGIPCIO EN MADRID

HEMOS LEÍDO ...

NAVEGACIÓN

EL IMPACTO DE LA CORTE EN MADRID

AUTO DE FE EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID

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En esta obra se analiza la estructura organizativa del Primer Asilo, así como la base de la institución de San Bernardino, los talle-res, las labores y trabajos realizados por los inter-nos, su forma de retribu-ción, salarial o mediante adehalas, sus derechos y, como punto importante, el respeto a su libertad y dignidad como indivi-duo. Pero nos referiremos también a la necesidad de ampliación del Asilo,

ante la acumulación de mendigos, lo que da lugar a la creación de dependen-cias en Leganés y Alcalá de Henares y la creación de nuevas instituciones que con los años pasaron a ser punteras en la activi-dad industrial, cultural y formativa siendo orgullo de nuestro pasado reciente y en muchas ocasiones ha quedado olvidado su ori-gen al quedar eclipsado por la importante misión que aun ocupan.

DESDE EL ASILO DE SAN BERNARDINO AL ASILO-ESCUELA DE LA PALOMA

Formato 17x24cm, Páginas 350En preparaciónEdición y venta autoediciones.com Solicítalo en : [email protected]ía Felipa. Calle Pilar de Zaragoza, 37 (Madrid) Telf.: 91 3559647

Amadeo Sánchez Ceballos se inició en el sector asegu-rador en 1972, ha asumido distintas responsabilidades empresariales vinculado a la organización y creación de redes. Premio a la excelencia en los estudios de titulación de grado y master univer-sitario el pasado año 2013 en historia de España en el contexto internacional. Au-tor de libros de Gestión de Compañías Aseguradoras e investigador sobre historia del seguro.

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En este trabajo de inves-tigación y con un objeti-vo de divulgación se ha pretendido eliminar, el exceso de notas y citas que hiciesen la lectura más farragosa e incó-moda. Pero también, en aras del rigor histórico, se ha considerado opor-tuno incorporar al texto aquellos apartados de los documentos oficiales, o de los escritos de autores de reconocido prestigio, que permitan al lector comprender la realidad del tema que se trata en su justo contexto tempo-ral y geográfico.

Así, a lo largo de las siguientes páginas, iremos viendo qué había ocurrido con las capas bajas y marginadas de la sociedad, española que había ido perdiendo poco a poca las grande-zas de primera potencia y se arrastraba hacia la debacle que supondría el 1898. En un siglo donde se suceden pro-nunciamientos militares, guerras civiles y pro-cesos revolucionarios, será una revolución, la de septiembre de 1868, que pasaría a la histo-ria como La Gloriosa, y

que provocó el derroca-miento de Isabel II y la salida −temporal− de los Borbones de España, la que abrió las puertas a muchas perspectivas de cambio; pero también la que acabaría frustran-do las esperanzas de las capas progresistas y de un incipiente movimien-to obrero, que reclama el derecho a un trabajo digno, derecho nacido en la sociedad liberal, frente a la consolidación del sistema capitalista en la España del siglo XIX, perspectivas que no se cumplirían. El dere-

cho −y la necesidad− al trabajo están contempla-dos en la actuación de la beneficencia, pero ¿se cumplió?Para seguir una secuen-cia narrativa, se toma como ejemplo la situa-ción en la provincia de Madrid, así como, en lo referido a la mendicidad e integración social, la actuación del Asilo de Mendicidad de San Ber-nardino y sus fundacio-nes posteriores.

Amadeo Sánchez Ceballos

Pasea por Madrid137JUNIO2015

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