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PATRIMONIO CULTURAL, TURISMO Y DESARROLLO ENDÓGENO. EL CASO DE LA «RUTA DEL TEMPRANILLO»
Elías Zamora Acosta Universidad de Sevilla
Rafael Merinero Rodríguez
Fundación para el Desarrollo de los Pueblos de la Ruta del Tempranillo
Publicado en A.M. Nogués (coord.): Cultura y turismo. Signatura Edi-
ciones. Sevilla, 2003, pp. 83-109. [original, diciembre de 2000]
Dos son las aportaciones que el texto que sigue pretende hacer
al tema general de que trata este volumen. En primer lugar, una dis-
cusión acerca del concepto de patrimonio, su naturaleza y su utiliza-
ción en procesos de desarrollo de pequeños territorios. En segundo
término, la presentación de un caso en el que el patrimonio, tal y co-
mo es entendido y caracterizado en la parte primera, es utilizado pa-
ra el desarrollo de tres pequeñas poblaciones del corazón de Andalu-
cía, fundamentalmente como objeto de consumo turístico, aunque no
sólo de esta forma.
CONSIDERACIONES SOBRE EL PATRIMONIO Y EL DESARROLLO ENDÓGENO
Hablar de patrimonio es hablar de lo que se posee, de la
hacienda y bienes (cualquiera que sea su naturaleza: espirituales o
materiales, muebles o inmuebles…) de una persona, de una familia o
1
de un grupo, sea cual fuere su composición. Fundamentalmente de
los bienes que son heredados –tal como es el énfasis puesto en la de-
finición de la Real Academia Española–, pero también de los bienes
que son adquiridos o producidos por los individuos o los grupos, y
que pasan a formar parte de su riqueza y de la que legarán a sus
descendientes. A partir de esta concepción general se pueden cons-
truir otras nociones derivadas tales como “patrimonio económico”,
“patrimonio histórico” o “patrimonio cultural”.
Siguiendo parcialmente esta definición general, la Ley del Pa-
trimonio Histórico Español de 1985, en sus artículos 46 y 47, define el
patrimonio etnográfico o cultural –una de las partes del Patrimonio
Histórico Español– como «los bienes muebles e inmuebles y los cono-
cimientos y actividades que son o han sido expresión relevante de la
cultura tradicional del pueblo español en sus aspectos materiales, so-
ciales o espirituales»; y también como «aquellos objetos que consti-
tuyen la manifestación o el producto de cualquier grupo humano,
arraigadas y transmitidas consuetudinariamente», los «conocimientos
o actividades que procedan de modelos o técnicas tradicionales utili-
zados por una determinada comunidad», y las «edificaciones e insta-
laciones cuyo modelo constitutivo sea expresión de conocimientos
adquiridos, arraigados y transmitidos consuetudinariamente, y cuya
factura se acomode, en su conjunto o parcialmente, a una clase, tipo
o forma arquitectónico utilizados tradicionalmente».
Resulta relevante en esta definición la prioridad que en el dis-
curso adquieren la tradición, lo consuetudinario, lo heredado. De mo-
do que el patrimonio queda aquí de algún modo reducido a los ele-
mentos materiales, a los conocimientos necesarios para su produc-
ción; a las ideas y a las actividades que se transmiten de generación
en generación, que forman parte de la costumbre de un pueblo. Y
una concepción como ésta platea dos problemas fundamentales: de
un lado la definición misma de tradición, de costumbre o de consue-
tudinario; y de otro, la dificultad de considerar el patrimonio como
algo que pueda ser incrementado, tal como la hacienda, por las suce-
sivas generaciones que lo reciben de sus mayores y lo transmiten a
sus descendientes.
2
Algunas preguntas pueden ser planteadas a partir de aquí. Por
ejemplo: ¿Quién tiene facultad para determinar qué aspectos de la
cultura de un pueblo están suficientemente arraigados y son por tan-
to tradicionales? ¿Cuándo una práctica, un objeto, un conocimiento se
convierte en tradicional y, por consiguiente, en susceptible de ser
considerado un bien patrimonial? ¿Quién, y cómo, decide que un ob-
jeto, una actividad o un conocimiento devienen en patrimoniales? Las
respuestas a todas estas preguntas tendrían posiblemente un deno-
minador común: la determinación de la naturaleza patrimonial de
elemento cultural, material o inmaterial, deberá contar con la exis-
tencia de informes producidos por expertos, por aquellos que saben.
La misma Ley que da lugar a la definición –y defensa– del patrimonio
establece los procedimientos para que pueda ser otorgada la condi-
ción de tal a cualquier elemento de la cultura de un pueblo, y entre
aquellos tiene especial importancia la opinión de los expertos. Así que
podría suceder, como de hecho sucede, que un pueblo dependiera de
terceros para la construcción, y el incremento, de su propio patrimo-
nio: del que ha heredado y del que legará.
Las consideraciones que se pueden derivar de una situación
como ésta son diversas y no es el momento de someterlas a discu-
sión. Puede bastar ahora con señalar que el concepto de patrimonio
está preñado de la idea de la superioridad de la cultura ilustrada y
urbana sobre la iletrada y rural; que puede ser el resultado de ciertas
ideologías urbanitas, con tintes románticos y conservacionistas, que
se otorgan la capacidad de construir la realidad (redactar una Ley es
la más eficaz forma de hacerlo) a veces en detrimento de los sujetos
históricos, de los pueblos que hacen la historia.
La construcción del patrimonio
Como indicamos arriba, el patrimonio de una persona, de una
familia o de una sociedad está formado por el conjunto de bienes que
ha heredado de sus mayores, y –lo que resulta aún más importante–
por el incremento que de los mismos hacen para legar a sus descen-
dientes. La consideración de cualquier elemento cultural, material o
inmaterial, como digno de ser conservado y legado, como patrimo-
nial, es algo que corresponde a los sujetos históricos: los individuos,
3
las familias o los pueblos. De la misma forma que, como sabemos, la
tradición se inventa permanentemente (HOBSBAWM, 1993), el patri-
monio es dinámico, y su construcción y conservación (y también su
destrucción) responde a variables que no dependen de la opinión de
los expertos sino de las características estructurales y de las trayec-
torias históricas de las sociedades constituidas en sujetos de su pro-
pia historia.
El patrimonio se convierte de esta forma no en un aspecto fósil
de la cultura de una sociedad, sino en un elemento dinámico que se
construye y reconstruye permanentemente. Y lo que para algunos
puede ser digno de ser conservado, para otros carece de importancia
cultural, al tiempo que ciertos elementos que pueden ser desprecia-
dos por ciertos grupos, para otros (dada la subjetividad de la asigna-
ción de valor) serán apreciados hasta considerarlos parte fundamen-
tal en la construcción de su propia identidad individual y colectiva.
Patrimonio cultural y desarrollo endógeno
¿Qué papel puede desempeñar el patrimonio de un pueblo en la
implementación de procesos de desarrollo? La respuesta a esta pre-
gunta depende de la concepción que se tenga de qué es desarrollo y
qué objetivos se deben alcanzar en un programa que tenga éste fin1.
Desde una perspectiva clásica, y ya obsoleta, que considere la mo-
dernización como requisito esencial para el desarrollo, y el consi-
guiente abandono de los valores tradicionales como fundamental para
que aquélla tenga lugar, el patrimonio –formado como está funda-
mentalmente por elementos tradicionales– puede resultar un obstá-
culo y deberá ser en buena medida abandonado y sustituido por otros
considerados modernos. Las consecuencias que una actitud como és-
ta ha tenido en muchos pueblos que iniciaron procesos de desarrollo
en las dos o tres décadas que siguieron a la II Guerra Mundial son
sobradamente conocidos.
1 Elías Zamora, en «Sociedad local y sistemas mundiales: el papel de la cultura en
el desarrollo territorial» (ZAMORA, 1994), discute las distintas concepciones del desarrollo y las consecuencias que éstas tienen en la construcción de los programas para el desa-rrollo de pequeños territorios.
4
A partir de la década de los ochenta, sin embargo, se produjo
una importante transformación en esta visión de lo tradicional y pa-
trimonial como algo obsoleto. Las clases urbanas ilustradas ampliaron
su interés a las producciones culturales que no formaban parte del
mundo del arte, definido en términos de la cultura de elite, y constru-
yeron como objetos dignos de ser contemplados aquellos que forma-
ban parte de la conocida como «cultura popular» definida en términos
de la tradición2. A las consideradas grandes producciones del espíritu
humano –la música culta, la gran pintura asociada a la vida urbana,
la arquitectura monumental, etc.– cuya contemplación (consumo)
había sido popularizada como consecuencia de la educación y de las
acciones orientadas a lograr la llamada «democracia cultural», los ur-
banitas ilustrados unieron ciertas producciones «populares» que se
reputaron dignas de ser recuperadas, conservadas y contempladas.
Era el resultado del descubrimiento de un nuevo mundo no por muy
próximo menos exótico, tan digno de ser consumido como el de los
productos culturales conservados en los museos.
Aparecía de este modo una nueva mercancía para ser ofrecida
en el mercado de la naciente industria cultural. Al turismo tradicional
se unía este flamante turismo alternativo centrado en el consumo de
esos nuevos productos culturales cercanos y exóticos, al que poste-
riormente se añadiría la naturaleza. El interés de los urbanitas por
este nuevo tipo de productos, el patrimonio cultural o etnográfico, dio
lugar a una nueva fuente de recursos para las sociedades rurales que
en este momento, sobre todo en las zonas marginales, sufría un gra-
ve proceso de descapitalización y de retroceso económico y demográ-
fico3. El patrimonio quedó así unido al turismo y, en tanto que fuente
alternativa de ingresos para las sociedades rurales, en uno de los mo-
tores para el desarrollo entendido como incremento de la renta por
habitante en un determinado territorio.
Pero la función que el patrimonio puede cumplir en los procesos
de desarrollo territorial va más allá de su transformación en objeto de
2 La introducción del concepto de «patrimonio etnográfico» en los textos legales es una consecuencia directa de este nuevo interés de las clases ilustradas.
3 El apoyo de la Unión Europea a los programas que tienen como objetivo la recu-peración y puesta en valor del patrimonio en las zonas rurales de los Estados miembro, es una buena muestra de la importancia económica de este nuevo sector turístico.
5
consumo. Como Elías Zamora ha discutido en otro lugar, todo cambio
social (el desarrollo no es otra cosa que una clase de cambio social in-
ducido) tiene un componente endógeno –el pasado contiene de algún
modo el germen del futuro– y otro exógeno, y si el componente exóge-
no puede contener elementos imitativos o impuestos en las sociedades
económica y culturalmente dependientes, el endógeno es consecuencia
de la trayectoria cultural e histórica de una formación social concreta
(ZAMORA, 1994). Así que desde una posición que considere que ningún
proceso de desarrollo puede emprenderse sin tener en cuenta el pa-
sado, el patrimonio cultural deviene en un elemento fundamental tan-
to en la definición de los objetivos a lograr, como en las estrategias
que se tendrán que utilizar para alcanzarlos.
El patrimonio puede ser utilizado al menos de otras dos formas
diferentes (y complementarias) en las estrategias destinadas a indu-
cir procesos de desarrollo territorial definidos por los miembros de
una sociedad (que se convierten en protagonistas del mismo) y gene-
rados a partir de las potencialidades sociales, culturales y económicas
del territorio, entendido no como un espacio físico sino como el lugar
geográfico de un pueblo con historia:
1. En primer lugar, el patrimonio –definido y conocido por los
miembros de una sociedad sujeto y objeto de su propio desa-
rrollo– adquiere el valor de instrumento para el autorreconoci-
miento de los individuos en su pasado y en su presente. Un re-
conocimiento que, en un efecto especular, contiene el valor de
la valoración que los individuos y la sociedad se dan a sí mis-
mos, toda vez que los procesos de marginalización suelen ir
acompañados de pérdida de la estima, cuya recuperación resul-
ta requisito fundamental para las estrategias de desarrollo en-
dógeno.
2. En segundo término, el denominado patrimonio cultural no es
otra cosa que una parte de la totalidad de la cultura que una
sociedad ha recibido y de la que, en un flujo incesante, ha cons-
truido para afrontar los problemas de la cotidianidad. Está for-
mado por ideas, modos de hacer las cosas y objetos que son
reconocidos por los sujetos, desde el momento que han sido
construidos a partir de los sistemas simbólicos que sustentan la
6
vida de los individuos y los grupos, y que se construyen y re-
construyen cada día en la confrontación con el mundo4. Desde
esta perspectiva, el patrimonio es también el fundamento para
la construcción (mediante la realización de programas culturales
adecuados) de nuevos y más coherentes modos de comprender
e interpretar el mundo (ZAMORA, 1994: 30-31), y el sustento
para la generación de estrategias que proporcionen mayores ni-
veles de adaptabilidad a la sociedad que pretende mejorar su
posición en un entorno siempre cambiante. En alguna manera,
el patrimonio es una de las partes, en ocasiones muy visible, de
una suerte de memoria colectiva de una sociedad, historia ma-
terializada en objetos que representan, y objetos cargados de
significación, símbolos, que recuerdan lo que se es a partir de lo
que fue.
De forma que el patrimonio, convertido en objeto de consumo,
puede constituir una fuente de ingresos para mejorar la posición eco-
nómica de un territorio a través de estrategias de atracción turística,
pero también –con la única condición de que sea definido, construido
y reconocido por la sociedad misma, y no por extraños que, en una
suerte de colonización, traten de imponer sus criterios ilustrados a
una sociedad económica, social y culturalmente dependiente– es un
elemento central en el diseño de estrategias de desarrollo endógeno.
PATRIMONIO, TURISMO Y DESARROLLO EN LOS PUEBLOS DE LA «RUTA DEL
TEMPRANILLO»
Las páginas que siguen se dedican a mostrar cómo desde una
concepción y uso del patrimonio cultural como los expuestos, se ha
construido un programa para el desarrollo de tres localidades situa-
das en el centro geográfico de Andalucía, en el corazón de Sierra Mo-
rena, a caballo entre las provincias de Córdoba, Málaga y Sevilla. El
programa está siendo desarrollado por medio de una fundación de-
nominada Fundación para el Desarrollo de los Pueblos de la Ruta del
Tempranillo, constituida por los ayuntamientos de los municipios de
4 Eric R. Wolf ha planteado con acierto los principios de una visión de la cultu-ra, en el sentido antropológico amplio, como un sistema en constante reconstruc-ción de acuerdo con las circunstancias particulares que cada grupo humano ha de afrontar (WOLF, 1982: 387).
7
Badolatosa (Sevilla), Alameda (Málaga) y Lucena (Córdoba) a cuyo
municipio pertenece la aldea de Jauja, y por las Diputaciones de Cór-
doba y Sevilla, a las que posteriormente se ha unido la Diputación de
Málaga.
El programa tiene como objetivo el desarrollo del territorio for-
mado por los municipios de Badolatosa y Alameda, y la pedanía de
Jauja, que presentan graves deficiencias para afrontar con éxito las
condiciones sociales y económicas actuales, potenciando los recursos
del propio territorio, con dos campos fundamentales de interés: la
economía y la cultura. El programa se sustenta sobre tres pilares. En
primer lugar, el desarrollo endógeno ha de cimentarse en las poten-
cialidades (recursos) culturales, sociales y económicas del propio te-
rritorio, evitando así, en la medida de lo posible, la dependencia de
sectores exteriores. En segundo lugar, los habitantes de las poblacio-
nes han de tener un papel protagonista en el planteamiento, el diseño
y la ejecución del programa y de las acciones que se realicen. Y en
tercer lugar, el desarrollo tiene una relación directa con la adaptabili-
dad de una población, lo que no es otra cosa que la capacidad de ga-
nar independencia (activa) en un entorno incierto a través de la in-
tervención sobre ese entorno –sumamente difícil en las condiciones
actuales y en los pequeños territorios– o, lo que es más probable,
siendo capaces de comprender esas condiciones y anticipándose a
sus cambios, lo que sólo se puede conseguir por medio de la adquisi-
ción de recursos que permitan entender el entorno y moverse en él
con las estrategias adecuadas5: los programas de fomento y promo-
ción cultural son, junto con la educación y otros, los apoyos para lo-
grar mejorar la adaptabilidad de una población y, en consecuencia,
sus condiciones generales de vida.
Para los objetivos que se pretenden en este volumen vamos a
centrar la atención en la descripción de cómo el patrimonio cultural y
natural de la zona ha sido utilizado como eje de una oferta turística,
un modo de utilización del patrimonio para obtener recursos y mejo-
rar las condiciones económicas del territorio. El elemento central de la
5 Los conceptos de habitus, juego y estrategia, desarrollados por el sociólogo
Pierre Bourdieu en lo que denomina «teoría de la práctica» (BOURDIEU, 1991), resul-tan especialmente adecuados para un enfoque como éste.
8
oferta es la figura del bandolero decimonónico José Mª “El Temprani-
llo”, un personaje que ha despertado un interés inusitado entre pro-
pios y extraños desde que comenzó a desarrollar su actividad en el
primer tercio del siglo XIX. “El Tempranillo”, convertido por los veci-
nos de los municipios en un héroe popular; el fenómeno del bandole-
rismo romántico, y el medio natural en el que los bandoleros desarro-
llaron su actividad constituyen los tres ejes de un programa de desa-
rrollo económico de la zona fundamentado en el sector del turismo de
carácter cultural.
El país de los bandoleros
El bandolerismo fue un fenómeno social que se desarrolló fun-
damentalmente en Andalucía a lo largo del siglo XIX, una vez termi-
nada la guerra contra la ocupación francesa. Dos fueron las zonas en
las que, por sus características geográficas y económicas, llevaron a
cabo los bandoleros la mayor parte de su actividad delictiva. La pri-
mera, la formada por un triángulo definido en sus vértices por las lo-
calidades de Écija, Utrera y Ronda. La segunda es otro triángulo
comprendido entre Osuna, Antequera y Lucena, en cuyo centro se
encuentran las tres localidades que son objeto del programa de desa-
rrollo del que tratamos.
Tres son los factores que dieron lugar a que fueran estos terri-
torios los elegidos por los bandoleros para llevar a cabo sus fechorías:
en primer lugar, por ellas circulaban las principales vías de conexión
entre las ciudades de Sevilla, Cádiz, Córdoba, Málaga y Granada; en
segundo lugar, en el interior o los bordes de ambos triángulos se en-
cuentran centros de población de gran importancia demográfica y
económica de la Andalucía del XIX: Antequera, Écija, Osuna, Estepa,
Puente Genil, Lucena y Cabra, de modo que era un territorio con un
gran trasiego de personas y mercancías. Y finalmente, las condiciones
geográficas eran especialmente favorables para el asalto de viajeros,
el robo de mercancías y el ocultamiento de los bandoleros: una im-
portante red de caminos relativamente llanos y solitarios, rodeados
de monte bajo y vegetación no muy densa, idónea para poner en
práctica la pericia de los jinetes en el asalto y la huida, y una zona de
sierra un poco más escarpada donde poder ocultarse. La combinación
9
de estos tres elementos, unidos a las muy deficientes condiciones
económicas en las que vivieron los hombres y mujeres que habitaron
estas tierras, es lo que convirtió a esta región situada en el centro
mismo de Andalucía en una tierra de bandoleros.
Existe una abundante documentación en muchos de los archi-
vos históricos y municipales que ponen de manifiesto esta vinculación
del bandolerismo a la zona antes mencionada. Pero esta documenta-
ción histórica es insuficiente si se quiere disponer de una verdadera
percepción del bandolerismo que no fue sólo una peculiar forma de
delincuencia sino, y sobre todo, un fenómeno sociológico muy rele-
vante en el mundo rural de la Andalucía del siglo XIX. La documenta-
ción histórica y, sobre todo, la tradición oral que subsiste en las tie-
rras de los bandoleros ofrecen testimonios suficientes para sustentar
esta idea6.
Efectivamente, la información que sobre el bandolerismo se
pueda obtener del estudio de los abundantes documentos históricos
que se conservan es importante, pero no suficiente para conocer en
todas sus dimensiones este importante fenómeno social. Para com-
prenderlo es necesario acercarse a la visión que de los bandoleros
tuvieron los hombres y mujeres que convivieron con ellos y que ha
sido transmitida oralmente de generación en generación. Los hom-
bres y mujeres de la Andalucía rural han construido una imagen del
bandolerismo que ha permanecido a lo largo del tiempo y que permi-
te comprender por qué los bandoleros lograron en muchas ocasiones
superar el acoso de las fuerzas de seguridad del Estado y cómo se
convirtieron en héroes populares primero, y posteriormente en objeto
de admiración romántica que atrajo a muchos viajeros europeos a
este rincón de Andalucía. Una imagen sobre la que proyectaron el
modelo de la lucha contra un poder opresor y contra la situación so-
cial de injusticia que suponía el régimen caciquil y latifundista que se
daba en la el territorio rural andaluz. La gente de estos pueblos vio, y
todavía ve, en los bandoleros un ejemplo de subversión contra el in-
6 El estudio y recopilación de la tradición oral sobre el bandolerismo existe en la
zona formada por los dos triángulos poblacionales mencionados ha sido realizada por Rafael Merinero Rodríguez en un proyecto de investigación financiado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía denominado «El bandolerismo a través de la tradi-ción oral».
10
justo orden social en el que vivieron los jornaleros andaluces: rebel-
des que, desde su condición de hombres del pueblo sometidos a la
explotación y abusos de los poderosos, agredían y ponían en jaque a
las clases privilegiadas consideradas las culpables de la penuria de las
gentes del campo andaluz (MERINERO, 1999). El bandolero, según la
imagen popular, es un hombre bueno con unas cualidades humanas
fuera de lo común, que ataca y roba a los ricos, y ayuda y alivia a los
pobres. Se convirtió así el bandolero en un verdadero héroe de la lu-
cha contra la pobreza y la explotación, de lo que en términos socioló-
gicos ha sido denominado como al lucha de clases.
Junto a esta imagen popular existe otra que puede ser denomi-
nada como la imagen romántica del bandolerismo que es el centro del
argumento de los relatos de los viajeros románticos que recorrieron
Andalucía en el siglo XIX. Esta imagen proyecta sobre el bandolero un
estilo de vida cargado de un exotismo idealista, la vida de un outsider
que ama el riesgo, defiende a los pobres, es gentil con las mujeres y
se rebela contra el Estado y sus injusticias. El bandolero es un héroe
que, con sus cualidades casi sobrehumanas, decide luchar contra la
injusticia que soporta el pueblo andaluz producto de los excesos de
un régimen político retrógrado a través de acciones de valor e inteli-
gencia admirables; un hombre extraordinario que resalta sobre el
paisaje social desolado, atrasado y devastado que es la Andalucía del
siglo pasado.
“El Tempranillo”
José Mª “El Tempranillo” es el más conocido y popular de todos
los bandoleros andaluces; su figura es la representación paradigmáti-
ca de la imagen popular y romántica del bandolero andaluz valiente y
generoso, con una preeminencia absoluta en la memoria colectiva de
Andalucía. José Pelagio Hinojosa Cobacho, éste era su verdadero
nombre, nació en Jauja, pequeña pedanía de la cordobesa Lucena en
1805, de familia jornalera y muy humilde. Fue el más famoso bando-
lero de su época y tuvo su zona de actuación en los caminos que
atravesaban la Sierra Morena entre las localidades de Estepa, Ante-
quera, Osuna, Puente Genil, Lucena, Écija y Cabra, el paso obligado
11
para ir desde cualquier lugar de Andalucía oriental hasta la ciudad de
Sevilla.
La ubicación estratégica de Badolatosa, en la margen derecha
del río Genil y junto a la sierra, convirtieron esta localidad en un lugar
adecuado para que el bandolero fijara una suerte de cuartel general.
Tras muchos años en la sierra cometiendo robos y asaltos (pero al
parecer sin ninguna muerte a su cargo), fue el bandolero más busca-
do de las serranías andaluzas y por el que se ofrecía una cuantiosa
recompensa a quien le capturara. Por diversas circunstancias José
Mª “El Tempranillo” fue indultado por el rey Fernando VII. Cuenta la
tradición que el bandolero recibió el indulto en la ermita de la Virgen
de la Fuensanta de Corcoya (pedanía de Badolatosa), a cambio de
colaborar con la justicia en la exterminación del bandolerismo en la
serranía. Con esté fin formó una partida de escopeteros voluntarios
para perseguir a los demás bandoleros. En septiembre de 1833, a los
pocos meses de iniciar esta actividad diametralmente opuesta a la
que había desempeñado durante su vida anterior, fue asesinado al
parecer por otro bandolero en un cortijo próximo a la localidad de
Alameda, en cuya parroquia fue enterrado y donde aún se conserva
su tumba (RODRÍGUEZ, 1998).
José Mª “El Tempranillo” fue el bandolero por antonomasia, el
más tratado en la bibliografía especializada, y sobre el que existen un
innumerable cúmulo de leyendas, cuentos y pliegos de cordel. Las
noticias de sus fechorías se extendieron más allá de las fronteras de
España, y los viajeros europeos del siglo XIX recorrieron la sierra
buscando encontrarse con este peligroso héroe popular y recopilando
cuanto la gente de los pueblos contaban sobre él. Sus hazañas fue-
ron, y son, conocidas en Inglaterra, Francia, Holanda, y Estados Uni-
dos a través de las crónicas de escritores y periodistas como Richard
Ford, Prosper Mérimée, Reniero Dozy, Teófilo Gautier o Adolfo Custi-
ne (RODRÍGUEZ, 1998).Todo esto le convirtió en un personaje de le-
yenda, en un mito popular e intelectual sobre el que se proyecta la
rebeldía contra la opresión y la injusticia social del campo andaluz: el
prototipo de bandolero generoso que roba a los ricos para entregarlo
a los pobres.
12
La incorporación de José Mª al patrimonio serrano
La figura de José Mª “El Tempranillo” tiene sin duda una doble
dimensión: la que corresponde a la figura histórica, y la que ha sido
construida por la tradición popular en los pueblos por los que anduvo
durante su corta y azarosa vida. De un lado es un personaje histórico
cuya vida y actuaciones se reflejan en la documentación de la época
y parcialmente en los textos de los escritores y viajeros7. Del otro, se
trata de un héroe popular, un personaje mítico cuya personalidad y
andanzas tienen más de construcción social que de realidad histórica.
Y si la primera dimensión puede ser importante, lo es sin duda más la
segunda por cuanto constituye la visión que los hombres y mujeres
de los pueblos por los que el bandolero anduvo tienen de él y de
acuerdo a la cual piensan y actúan en relación con el personaje al que
el pueblo ha coronado como “El rey de Sierra Morena”
Es como consecuencia lógica de esta visión de la figura de José
Mª “El Tempranillo”, el bandolero bueno defensor de los pobres y láti-
go de los opresores, por lo que el personaje ha sido incorporado a la
memoria colectiva y asumido como una parte fundamental del patri-
monio cultural de esta parte de la serranía. Un análisis pormenoriza-
do, que no es este el momento de hacer, podría mostrar con nitidez
cómo es éste un caso paradigmático de un proceso de construcción
social de patrimonio.
Buena prueba de esta conversión del bandolero en elemento
patrimonial de la sociedad serrana son la casa en la que la tradición
popular dice que nació el personaje y el lugar donde reposan sus res-
tos. En la primera los vecinos de Jauja rindieron un homenaje popular
al héroe local y colocaron una placa en su memoria. Y su tumba, la
única que ha permanecido en la parroquia de Alameda tras el trasla-
7 La «Fundación para el Desarrollo de los Pueblos de la Ruta del Tempranillo»
tiene entre sus objetivos el fomento del estudio de la figura del bandolero, del fe-nómeno del bandolerismo y, de modo general, de las condiciones socioeconómicas y culturales que lo produjeron en la Andalucía rural del siglo XIX. Para ello, entre otras actividades, organiza cada año, desde 1997, unas Jornadas para el Estudio del Bandolerismo en Andalucía, y publica las ponencias y estudios presentados en las mismas.
13
do de los restos de los vecinos difuntos a un nuevo cementerio, se ha
convertido en un testimonio de la admiración de los vecinos al bando-
lero: una cruz sobre su tumba recuerda su carácter de luchador po-
pular proscrito y una columna con la leyenda “A la memoria de José
Mª El Tempranillo” rinde homenaje al héroe popular.
Desde los pueblos donde José Mª Hinojosa nació y vivió, la le-
yenda y la admiración por su figura se extendió al resto de Andalucía,
y su vida y sus acciones han sido llevadas al cine y a la canción de
corte popular: la canción José María del cantante andaluz Carlos Ca-
no, y la película de Carlos Saura Llanto por un bandido son las más
recientes muestras de esta incorporación8.
La «Ruta del Tempranillo»
El carácter patrimonial del personaje y la atracción que su figu-
ra y los lugares por los que discurrió su vida y andanzas tiene para
una gran cantidad de personas, influidas sin duda por la imagen ro-
mántica del bandolerismo andaluz, es lo que impulsó a la «Fundación
para el Desarrollo de los Pueblos de la Ruta del Tempranillo» a con-
vertirlo en uno de los ejes de su proyecto. Junto con otras acciones
de carácter económico y cultural, el programa denominado «Ruta del
Tempranillo» supone la utilización turística del itinerario vital de José
Mª “El Tempranillo”, un recorrido por los cuatro núcleos urbanos que
constituyen los hitos más importantes de su vida y sobre los que
existe una sólida base de argumentación histórico-documental:
- Jauja: el pueblo donde nació, en el que está su partida de
nacimiento y bautismo, y la pila bautismal en la Iglesia
donde lo bautizaron. Aquí se encuentra también la Ermita
de San Miguel donde, durante una romería en honor del
patrono, se produjo una reyerta que según la tradición
obligó a José Mª Hinojosa” a echarse al monte.
8 No se trata del único caso de incorporación de la figura de un bandolero a la
épica más popular. Un análisis del romancero, de la filmografía y del cancionero popular muestra cómo la situación se repite con otros personajes y en otros lugares de la geografía andaluza.
14
- Badolatosa: pueblo usado por José Mª “El Tempranillo”
como escondite debido a su ubicación estratégica alejada
del paso y rodeado por sierras y el río Genil.
- Corcoya: pequeña aldea de Badolatosa situada entre sie-
rras, en la que se encuentra la Ermita de la Fuensanta, lu-
gar que servía de refugio al bandolero y donde recibió el
indulto del rey Fernando VII.
- Alameda: municipio en el que se encuentra el Cortijo de
“Buena Vista” donde“El Tempranillo fue herido de muerte”,
y el patio de cuya iglesia parroquial se encuentra su tum-
ba-mausoleo.
Estos lugares asociados al bandolero constituyen el eje sobre el
que pivota la oferta turística. A ellos se unen otros elementos del pa-
trimonio medioambiental de la zona, cuya recuperación y puesta en
valor permiten no sólo que la población tome conciencia de la impor-
tancia de su pasado, sino también completar dicha oferta, haciéndola
más atractiva interesante para los visitantes:
Recursos culturales:
• Termas Romanas y Necrópolis Calcolítica en Alameda, que
conforman un complejo arqueológico declarado como Monu-
mento Nacional.
• Aceña (molino de harina) árabe de Jauja.
• Norias gigantes para aprovechar las aguas del río Genil en
Badolatosa y Jauja.
• Arquitectura popular que existe en los pueblos de la zona.
• Fuente de la “Placeta” de Alameda, construida durante el rei-
nado de Carlos III, y una de las pocas fuentes que quedan de
piedra antequerana.
Recursos naturales y medioambientales:
• Reserva Natural de laguna Amarga en Jauja.
• Reserva Natural de laguna de la Ratosa en Alameda.
• Paraje Natural de Malpasillo en Badolatosa.
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• Paraje Natural de Cordobilla en Badolatosa.
• Márgenes y rápidos del río Genil a su paso por Badolatosa y
Jauja.
• Caminos y veredas de la sierra, campo de olivar y bosques de
pino y encinas.
Todos estos recursos técnicamente complementados y coordi-
nados con el patrimonio de José Mª “El Tempranillo”, junto con la es-
tratégica ubicación de la zona situada muy cerca de Lucena, Estepa,
Antequera, Osuna, Sevilla, Granada, Málaga y Córdoba y de los ejes
de comunicación como la A-92 y la Nacional 331 dotan a la Ruta del
Tempranillo de una gran potencialidad turística.
Teniendo como referencia todo lo anteriormente descrito, los
Ayuntamientos de Alameda (Málaga), Badolatosa-Corcoya (Sevilla) y
Lucena-Jauja (Córdoba) y las Diputaciones Provinciales de Córdoba y
Sevilla constituyeron la «Fundación para el Desarrollo de los Pueblos
de la Ruta del Tempranillo» (a la que posteriormente se ha incorpo-
rado la Diputación Provincial de Málaga) y con la que colaboran las
diferentes Consejerías de la Junta de Andalucía con competencias en
la materia. La Fundación tiene como una de sus finalidades la elabo-
ración y dirección de un Plan de Desarrollo Turístico de la Ruta del
Tempranillo que articule todas las actuaciones necesarias para poner
en valor todas las potencialidades del territorio y conseguir la consoli-
dación del sector turístico en la zona como uno de los motores del
desarrollo de las localidades implicadas.
Algunas de las actuaciones emprendidas para promover el de-
sarrollo del sector turístico en los pueblos han sido las siguientes:
a) Medidas para la valoración turística de los recursos: acondi-
cionamiento e iluminación de edificios, señalización de puntos
de interés, señalización de rutas, recuperación de recetas
tradicionales, señalización de los puntos de interés medioam-
biental, construcción de miradores…
b) Medidas para la creación de alojamientos: casas rurales,
hotel, camping, albergue…
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c) Medidas de acercamiento de los visitantes a los recursos cul-
turales y medioambientales: Centro de Interpretación de la
Naturaleza, museos, y Centro de Interpretación Cultural.
d) Medidas de promoción y de difusión: edición de folletos, par-
ticipación en ferias y certámenes, conexión con operadores
turísticos…
Todas estas medidas se concretan en una serie de planes de
actuación que permitirán transformar los recursos con potencialidad
turística y las ventajas de la zona en un destino turístico. Las actuacio-
nes más importantes son:
• Diseño y desarrollo de un itinerario que permita a los visitan-
tes acceder a todos los puntos fundamentales del itinerario
vital de José Mª “El Tempranillo”: la casa donde nació; la
Iglesia donde fue bautizado (en la que se aún se conserva la
pila bautismal); la Ermita de San Miguel donde se produjo la
reyerta que provocó la huida de “El Tempranillo”; la Ermita
de la Fuensanta en la que el rey Fernando VII le dio el indul-
to; las cuevas que utilizaba para esconderse; el cortijo de
Buenavista donde lo mataron; y la tumba-mausoleo situada
en el patio de la Iglesia de Alameda
• Diseño y desarrollo de un itinerario cultural para que los visi-
tantes puedan llegar a todos los puntos de importancia cultu-
ral y patrimonial, entre los que hay que destacar la aceña
árabe de Jauja, las norias de río en Badolatosa y Jauja, las
iglesias de Badolatosa y Jauja, las termas romanas y la ne-
crópolis calcolítica de Alameda (declarados Monumento Na-
cional), y la Fuente de la Placeta de Alameda.
• Diseño y desarrollo de un itinerario por los puntos de mayor
importancia medioambiental: Reserva Natural de Laguna
Amarga, Reserva Natural de Laguna de la Ratosa, Paraje Na-
tural de Malpasillo, Paraje Natural de Cordobilla, los mirado-
res del río Genil, las zonas de bosque, cuevas y los puntos de
belleza paisajística. Dentro de este conjunto de actuaciones
destacan la construcción de miradores en determinados pun-
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tos estratégicos por su belleza paisajística o por el valor me-
dioambiental de lo que se puede observar desde el mirador.
• Elaboración y señalización de rutas que permitan conectar los
distintos itinerarios facilitando la visita de los turistas a través
de diferentes medios e incluyendo diferentes recursos. Así,
los visitantes podrán hacer la ruta del Tempranillo, la ruta
medioambiental, la ruta cultural, o combinaciones de itinera-
rios y recursos en función de las preferencias de cada uno; al
tiempo que podrán elegir como hacer las rutas: senderismo,
cicloturismo, a caballo, en automóvil o en autobús.
• Construcción y creación de infraestructuras de acercamiento
temático a los visitantes, de modo que puedan apreciar mejor
los valores de los distintos recursos de la zona. Se crearán
museos y centros de interpretación que no sólo dotarán a la
zona de un mayor atractivo turístico, sino que facilitarán a los
visitantes la adquisición de información y de conocimientos
sobre las características socioculturales y medioambientales
del territorio: Museo del bandolerismo, el Museo del río Genil
y Centro de Interpretación de los Espacios Naturales Protegi-
dos, y el Museo arqueológico y Centro de Interpretación de
las Termas Romanas.
• La creación de ofertas de servicios turísticos, principalmente
de restauración y alojamiento en la zona: la Fundación en co-
laboración con los Ayuntamientos construirá un camping y un
restaurante. Y en colaboración con la iniciativa privada pro-
moverá la creación de restaurantes, casas rurales y hoteles.
Se promocionará también la creación de otros servicios como
guías y alquiler de bicicletas, equipos de espeleología, ca-
noas, etc.
• Se ha creado una Oficina de Información Turística que será
gestionada por la Fundación, y será la encargada de informar
a los visitantes que lleguen a la zona, y de la promoción tu-
rística (información general, edición de material, presencia en
ferias de turismo…), canalizará a las visitas organizadas y
realizará labores de comercialización del producto turístico.
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• Organización de actividades culturales y deportivas conside-
radas de prestigio que sirvan para atraer visitantes a la zona
y promocionen por su impacto a la Ruta del Tempranillo.
LA «RUTA DEL TEMPRANILLO» Y EL DESARROLLO LOCAL
El mundo rural en Andalucía ha padecido secularmente margi-
nación económica y social que ha tenido como consecuencia más evi-
dente una situación de crisis estructural cuya característica funda-
mental es la dependencia socioeconómica y también cultural. Los
hombres y mujeres que han vivido y viven en la mayor parte de la
Andalucía rural han estado casi siempre al albur de decisiones que se
tomaron en centros de poder ajenos: la emigración, convertida en un
mal endémico durante muchos años, ha sido uno de los resultados de
esa situación, pero también lo ha sido la inseguridad laboral y eco-
nómica y la explotación.
En los momentos actuales, aunque en cierto modo se han solu-
cionado algunos problemas urgentes por medio de subvenciones y
ayudas especiales, se producen dos circunstancias que pueden pre-
sentar una coyuntura favorable para abandonar, siquiera sea leve-
mente, esa situación de dependencia sobre todo en las poblaciones
más pequeñas. La primera es una reestructuración de los mercados
que procede de la existencia de nuevas demandas por parte de algu-
nos sectores sociales, que pueden ser satisfechas por las pequeñas
poblaciones rurales; la segunda es una favorable coyuntura política
producida por la toma de conciencia de los responsables políticos de
todos los niveles administrativos de la necesidad de dar una solución
a los graves problemas del agro andaluz si no se quiere mantener pa-
ra siempre una política de subvenciones que no beneficia a nadie ni,
sobre todo, satisface a sus destinatarios. Esta última circunstancia se
ha traducido en un programa de desarrollo que pretende fijar los
principios de actuación para las zonas rurales: el Plan de Desarrollo
Rural de Andalucía (PDRA), uno de cuyos objetivos es la diversicación
de la actividad económica por medio de la puesta en valor de los re-
cursos endógenos territoriales.
Una de las posibles líneas de diversificación productiva de las
zonas rurales de Andalucía, por su potencialidad económica y social,
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es el turismo que ha llevado aparejado el fomento de inversiones tu-
rísticas en el medio rural como mecanismo para la generación de em-
presa, empleo y rentas. Este nuevo fenómeno tiene su fundamento
en la interrelación que se establece entre el nuevo valor social de lo
rural, la evolución de la demanda turística, el cambio de estrategia de
las empresas de oferta de servicios turísticos y la decisión de la po-
blación de las zonas rurales de incorporarse al mundo y al negocio
turístico.
No es este el momento ni el lugar adecuado para analizar la
efectividad de las medidas y programas de inversión realizadas para
favorecer el turismo en las zonas rurales, pero sí es necesario expo-
ner una serie de elementos fundamentales que deben de darse para
que el fomento de dicho turismo tenga una realización efectiva en los
territorios rurales. En primer lugar, es necesario que en las zonas ru-
rales existan recursos ociosos (no utilizados con una finalidad turísti-
ca) con un importante grado de potencialidad turística. Dichos recur-
sos constituyen la base de la oferta turística centrada en espacios na-
turales protegidos, medio ambiente y cultura. Estos recursos tienen
que sufrir un proceso moldeado por medidas que hagan posible ser
usados turísticamente. Deben de existir en la zona donde están los
recursos con potencialidad turística toda una serie de servicios que
sirvan de complemento y acompañamiento al uso que los visitantes
van hacer de la zona (restauración, alojamiento, guías, recuerdos,
etc...). Y además debe de darse una articulación entre las distintas
instituciones públicas y agentes sociales que intervienen en la zona
para complementarse en sus acciones.
El Plan de Desarrollo Turístico de la «Ruta del Tempranillo», una
de las acciones que se desarrollan en esta línea, tiene como objetivo
fundamental la consolidación de la zona como un destino turístico en
el medio rural, que sirva como soporte de un proceso de desarrollo
económico de las localidades a las que afecta a través de la genera-
ción de empresas, empleo y rentas dentro del sector turístico y los
sectores anejos. Pero al mismo tiempo, la «Ruta del Tempranillo»
pretende convertirse en un instrumento generativo de un verdadero
proceso de desarrollo local en el que la estructuración de medidas pa-
ra favorecer los beneficios económicos del desarrollo turístico no sea
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un objetivo en sí mismo, sino que se convierta en un instrumento de
transformación más amplio que afecte a toda la estructura socioeco-
nómica de los municipios para dotarla de un entorno adecuado a par-
tir del cual puedan surgir más y novedosa actuaciones.
Así, de manera directa o indirecta (coordinando actuaciones que
desarrollarán los Ayuntamientos) la Fundación realizará actuaciones
en diferentes ámbitos:
• Formación: realiza estudios de necesidades formativas, pro-
mueve la realización de cursos de Formación Profesional
Ocupacional, de Casas de Oficios, Escuelas Taller y Talleres
de Empleo.
• Servicios a las empresas: creación de Agencias de Desarrollo
Local en los Ayuntamientos como instrumentos de asesora-
miento y tramitación de subvenciones a emprendedores y
empresarios de las localidades.
• Actividades culturales y deportivas: la Fundación organiza o
promueve que otros agentes del territorio organicen activida-
des culturales y deportivas en los municipios, con un impor-
tante grado de participación e implicación de la población.
• Actuaciones de concienciación: la Fundación desarrolla actua-
ciones encaminadas a que los distintos sectores y grupos so-
ciales del territorio tomen conciencia de los beneficios que
lleva aparejado el desarrollo turístico de la zona y la impor-
tancia de su patrimonio cultural y medioambiental.
La finalidad última del Plan de Desarrollo Turístico «Ruta del
Tempranillo» como proyecto de desarrollo local es generar en los
municipios en los que actúa un ambiente social óptimo sobre el que
se puedan asentar nuevas acciones que repercutan en una mejora de
la situación social y económica de sus habitantes. El desarrollo del
sector turístico debe de ser uno más de los instrumentos de la mejora
de la calidad de vida de los vecinos de Jauja, Badolatosa, Corcoya y
Alameda, y para ello la Fundación pone en marcha, junto a las actua-
ciones estrictamente turísticas, otras que repercuten en la mejora del
entorno social, bien directamente o bien como motor o complemento
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de otras tantas actuaciones que emprenden los agentes públicos y
privados del territorio.
UNA REFLEXIÓN FINAL SOBRE PATRIMONIO, TURISMO Y DESARROLLO
La figura mítica de José Mª “El Tempranillo”, una parte del pa-
trimonio cultural de Badolatosa, Jauja y Alameda, está sometido a un
doble proceso: en primer lugar, se ha tomado la imagen fruto de la
construcción social del bandolero como base para articular un produc-
to turístico. Un producto turístico que, siendo previamente inexistente
(SANTANA, 1997), se construye sobre las potencialidades territoriales
adecuadamente gestionadas y sobre las necesidades de los turistas
para darles cobertura, creando así sobre el territorio de destino una
proyección cultural consciente de acuerdo a los intereses económicos
y sociales de los grupos y agentes locales.
Pero, en segundo lugar, el desarrollo y la difusión del propio
destino turístico incidirá en el mejor conocimiento de la figura mítica
del bandolerismo y de las condiciones históricas que lo generaron. La
utilización turística del patrimonio cultural (que ha sido construido por
los sujetos y no definido por expertos) produce una puesta en escena
de la historia mediante la creación de un efecto de realidad (AUGÉ,
1998).
La acción turística es sin duda una puesta en valor de los ele-
mentos patrimoniales que, mediante la utilización de unos instrumen-
tos de comunicación y gestión, sirven de mecanismos para acercar a
la sociedad el conocimiento del patrimonio y por lo tanto su conser-
vación y mantenimiento (MORALES, 1998). Las actuaciones turísticas a
partir del patrimonio cultural lo transforman en un instrumento de
desarrollo y permiten ofrecerlo a todos los ámbitos de la sociedad
como un valor de primer rango, respondiendo además a las exigen-
cias de disfrute, ocio y recreación existente en el nuevo contexto so-
cial y cultural en el que se mueve la sociedad occidental (CAMPILLO,
1998).
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Pero además, la puesta en valor de la figura de “El Tempranillo”
y la generación de ingresos a partir de ella –su conversión en recur-
so– cumple una función vigorizadora de la identidad local como con-
secuencia de la recuperación de un orgullo de ser (se es y se tiene
algo que interesa a los demás), creando sinergias que pueden ser
aprovechadas para impulsar otras acciones sociales, económicas y
culturales orientadas a mejorar las condiciones de vida de los habi-
tantes del territorio, sujetos y al mismo tiempo objeto del proceso de
desarrollo emprendido.
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BIBLIOGRAFÍA
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lona: Gedisa.
Bourdieu, P. (1991): El sentido práctico. Madrid: Taurus.
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la cultura en el desarrollo territorial». En VV.AA.: La función de la
cultura en el desarrollo local. Córdoba: Diputación Provincial de
Córdoba. pp. 21-31.
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